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1. Nuestro carcter ferial
Vamos a comparar, de manera breve, dos cuadros, casi dos
iconos, de la dimensin ferial.
Veamos el primero: el hombre de hoy -cada uno de nosotros-
en los das feriales. Nos encontramos inmersos en una febril e
intensa actividad, en una carrera frentica y sin pausa. La
dimensin ferial est marcada, para nosotros, por la fiebre de la
accin y por el miedo a perder tiempo, por una doble y opuesta
sensacin: que nos roben nuestro tiempo y que nos coma el
tiempo. Nuestra dimensin ferial est amenazada, est enferma.
Veamos ahora el otro cuadro: se trata de los primeros seis
grandes das feriales en los que Dios est trabajando, hace ser y
da forma a toda la creacin (Gn 1,1-2,4). Viene, a continuacin, el
hombre, asociado a Dios en esta obra ferial: el Seor Dios
tom al hombre y lo puso en el huerto de Edn para que lo cultivara
y lo guardara (Gn 2,15). Aqu, la dimensin ferial es creativa; el
tiempo aparece como un espacio de realizacin. La dimensin ferial
se encuentra en estado de nacimiento y no conoce an las
turbaciones y los desgarros que vendrn despus.
Nuestra dimensin ferial est enferma y necesita ser
redimida. Esta enfermedad se ha originado por haber prestado
odo a las voces del enemigo; la redencin se llevar a cabo a
travs de la escucha del verdadero Amigo. Escuchar a Dios en
los das feriales es ponerse en marcha por el camino de la
redencin.
2. Escuchar a Dios en la vida ordinaria, en la condicin ferial
La dimensin ferial, tiempo para custodiar, meditar y hacer
fructificar la Palabra
Nuestra condicin ferial encuentra su rescate y su victoria
en la escucha de la Palabra. Al final de la celebracin eucarstica
de cada domingo se nos remite a los das feriales. Tas haber sido
espectadores y haber vivido los glandes acontecimientos de la
salvacin, el Espritu nos impulsa a salir, a proclamar y a dar
testimonio de lo que hemos escuchado y vivido en el misterio de la
celebracin, lo que ha sido depositado en nosotros como depsito
que debemos custodiar, meditar y hacer fructificar. A fin de que
podamos vencer las grandes tentaciones, a fin de que podamos
hacer frente sin miedo a los mltiples desafos, el Espritu de Dios
se encuentra junto a nosotros y nos recuerda la Palabra que libera
y salva.
La Palabra que hemos odo en los diferentes domingos vuelve
de nuevo en los das feriales, aunque dispuesta en nuevos
contextos y en nuevas sucesiones: cada lectura est puesta en
contacto con otras diferentes a las del domingo; cada
acontecimiento de la historia de la salvacin se conjuga con otros;
conjuntamente nos hablan despus a nosotros, hombres y mujeres
de los das feriales, para hacernos ver ms all, para hacernos
descubrir la voluntad del Amigo escondida en el tejido de la vida
cotidiana, para introducirnos en los secretos de un amor concreto,
para hacernos pasar de la dispersin a la unidad y de la soledad a
la comunin, para hacernos capaces de ofrecer, da a da, el
sacrificio espiritual que Dios espera de sus hijos, para darle a toda
la vida una impronta pascual.
Escuchar para ser capaces de ver ms all
Durante los das feriales vivimos inmersos en una historia cuya
orientacin y sentido, con frecuencia, no acertamos a entrever de
modo claro. A veces puede presentrsenos como carente de
direccin, catica y sin sentido. Es como si nos encontrramos ante
algo opaco que no permite ver lo que hay ms all. Los israelitas
que caminan por el desierto no consiguen entrever lo que hay
delante de ellos, lo que les espera; sin embargo, a Balan -el
hombre que oye las palabras de Dios, el oyente- le ha sido
quitado el velo de los ojos, ha recibido un ojo penetrante y
ve la visin. l es capaz de interpretar la historia y su
orientacin (Nm 24,3ss).
Si nos hacemos oyentes de las palabras de Dios, tendremos
el ojo penetrante; seremos capaces de interpretar con mayor
facilidad la historia, y en particular nuestra propia vida, y, sobre
todo, seremos capaces de intuir la presencia de Dios en los
pliegues de la vida de cada da, hasta en los dolorosos. Incluso
cuando la oscuridad sea tal que no podamos vislumbrar nada y
seamos como ciegos, si escuchamos la Palabra de Dios,
percibiremos el paso del Seor y tendremos la fuerza necesaria
para decirle: Que yo pueda ver (cf. Le 18,35-43).
Escuchar para descubrir la voluntad del Amigo
La capacidad de escucha - u n don que Dios regala a cada
hombre- nos lleva a descubrir su voluntad no como una fatalidad a
la que no podemos sustraernos, sino como una manifestacin de
amor que encuentra su expresin en las cosas pequeas de cada
da. La familiaridad con la escucha diaria nos conduce a ser como
el profeta que devora las palabras y hasta el libro (Jr 15,16), a
convertir -precisamente como Jess- la voluntad de Dios en
nuestro alimento diario (Jn 4,34).
Escuchar para entrar en los secretos del amor
Si somos capaces de ponernos a la escucha, los das feriales
no sern un tiempo de lejana de Dios; de una manera gradual, nos
llevarn a entrar en la intimidad ms profunda con l. La escucha
humilde y atenta, el estar pendientes de los labios del amado, nos
introducir en la bodega del amor (Cant 2,4). Si no fallamos a la
cita, descubriremos las infinitas atenciones de Dios, los juegos
misteriosos de su ausentarse para volver a presentarse a
continuacin, su continuo sorprendernos. Estas palabras pueden
parecer... exageradas, y as son para el que sigue an en el umbral
de la verdadera escucha.
Escuchar para pasar de la dispersin a la unidad, de la soledad a la
comunin
Los das feriales nos llevan a vivir fuera: fuera de casa y
fuera tambin de nosotros mismos. De una manera extraa se
insina el miedo de volver a entrar en nuestra casa, en nosotros.
En esta situacin percibimos que algo -si no todo- se dispersa, se
nos escapa. Sin esta vuelta, aunque estemos en medio de mucha
gente, estaremos solos, nos ser imposible encontrarnos con el
otro, no llegaremos a la comunin.
Si decidimos ponernos a la escucha de Dios, nuestros das
feriales se convertirn en el tiempo en el que nos recuperaremos
a nosotros mismos, recuperaremos nuestra identidad ms
profunda y estableceremos relaciones profundas y verdaderas con
los otros.
Escuchar para ofrecer el sacrificio espiritual
Aunque estamos situados en medio del huerto, en el magno
espacio del mundo, nosotros no debemos huir ni escondernos para
no or el paso de Dios. Dios pidi a los israelitas en el desierto que
escucharan su voz porque slo esto tena valor de sacrificio: Yo
no prescrib nada a vuestros antepasados sobre holocaustos y
sacrificios cuando los saqu de Egipto. Lo nico que les mand fue
esto: Si obedecis mi voz, yo ser vuestro Dios y vosotros seris
mi pueblo (Jr 7,22ss).
Esta escucha de la Palabra de Dios convierte nuestros das
feriales en el tiempo oportuno de nuestro sacrificio a Dios. Pues
todas sus obras, preces y proyectos apostlicos, la vida conyugal
y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo,
si se realizan en el Espritu, incluso las molestias de la vida si se
sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales,
aceptables a Dios por Jesucristo (1 Pe 2,5) (Lumen gentium 34).
Escuchar para ser redimidos, celebrar la pascua
Los das feriales transcurridos escuchando la Palabra se
convierten en das de rescatados, santificados, redimidos; se
convierten en das pascuales, de paso hacia la pascua eterna;
son como los escalones de la escalera de Jacob (Gn 28,10-12).
3. La ordenacin de las lecturas
En las ferias del tiempo ordinario hay dos ciclos anuales para
la primera lectura: el ciclo I para los aos impares, y el ciclo II
para los aos pares; para el evangelio hay un solo ciclo.
Ordenacin de las lecturas evanglicas
La ordenacin adoptada para los evangelios prev que se lea
primero Marcos (semanas l-IX), despus Mateo (semanas X-XXI),
a continuacin Lucas (semanas XXII-XXXIV). Los captulos 1-12
de Marcos se leen en su totalidad; se prescinde slo de dos
percopas del captulo 6, que son ledas en das de otros tiempos.
De Mateo y Lucas se leen lodos los pasajes que no se encuentran
en Marcos. De este modo, algunas parles se leen dos o tres veces:
se trata de aquellas que tienen caractersticas absolutamente
propias en los distintos evangelios o son necesarias para entender
bien la seguida del evangelio. El discurso escatolgico, en su
redaccin completa referida por Lucas, se lee al final del ao
litrgico.
Ordenacin de las primeras lecturas
En la primera lectura se van alternando los dos Testamentos,
varias semanas cada uno, segn la extensin de los libros que se
leen.
De los libros del Nuevo Testamento se lee una parte bastante
notable, procurando dar una visin sustancial de cada una de las
cartas.
En cuanto al Antiguo Testamento, no era posible ofrecer ms
que los fragmentos escogidos que, en lo posible, dieran a conocer
la ndole propia de cada libro. Los textos histricos han sido
seleccionados de manera que den una visin de conjunto de la
historia de la salvacin antes de la Encarnacin del Seor. Era
prcticamente imposible poner los relatos demasiado extensos: en
algunos casos se han seleccionado algunos versculos, con el fin de
abreviar la lectura. Adems, algunas veces se ilumina el significado
religioso de los hechos histricos por medio de textos tomados de
los libros sapienciales, que se aaden, a modo de proemio o
conclusin, a una determinada serie histrica (OLM 110).
Proyectando una visin panormica sobre los dos aos, vemos
que en los das feriales figuran casi todos los libros del Antiguo
Testamento. Slo se ha prescindido de los libros profticos ms
breves (Abdas, Sofonas) y de un libro potico (Cantar de los
cantares). Entre los libros narrativos con carcter edificante, que
exigen una lectura ms bien prolongada para ser entendidos como
es debido, se leen Tobas y Rut; de los otros (Ester, Judit) se
prescinde, aunque se leen algunos pasajes de los mismos en
domingos o ferias de otros tiempos litrgicos.
Las primeras lecturas de los aos impares estn tomadas de
Hebreos (semanas I-IV); Gnesis 1-11 (V-VI); Eclesistico (VII-
VIII); Tobas (IX); 2 Corintios (X-XI); Gnesis 12-50 (XII-XIV);
xodo (XV-XVII); Levtico (XVII); Nmeros (XVIII);
Deuteronomio y Josu (XVIII-XIX); Jueces y Rut (XX); 1
Tesalonicenses (XXI-XXII); Colosenses (XXII-XXIII); 1
Timoteo (XXIII-XXIV); Esdras, Ageo y Zacaras (XXV); Zacaras,
Nehemas y Baruc (XXVI); Jons, Malaquas y Joel (XXVII);
Romanos (XXVIII-XXXI); Sabidura (XXXII); 1 y 2 Macabeos
(XXXIII); Daniel (XXXIV).
Lunes de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nmeros 11,4b-15
4 En aquellos das, los israelitas se pusieron a llorar diciendo: -
Ojal tuviramos carne para comer!
5 Cmo nos acordamos del pescado que comamos en Egipto de
balde, de los pepinos y melones, de los puerros, cebollas y ajos!
6 y ahora languidecemos, pues slo vemos man.
7 El man era como la semilla del coriandro, y su color, como el del
bedelio.
8 El pueblo se esparca para recogerlo, y lo molan en molinos o lo
machacaban en el almirez. Despus lo cocan en una caldera y
hacan tortas que saban a pasta amasada con aceite.
9 Cuando el roco caa sobre el campo por la noche, caa sobre l el
man.
10 Oy Moiss cmo el pueblo se quejaba, reunido por familias a las
puertas de las tiendas, provocando gravemente la ira del Seor, y
muy contrariado se dirigi al Seor diciendo:
11 -Por qu tratas mal a tu siervo? Por qu me has retirado tu
confianza y echas sobre m la carga de todo este pueblo?
12 Acaso lo he concebido yo o lo he dado a luz para que me digas:
Llvalo sobre tu regazo como lleva la nodriza a su criatura y
condcelo hacia la tierra que promet a sus padres?
13 Dnde puedo yo encontrar carne para todo este pueblo,
que viene a m llorando y me dice: Danos carne para comer?.
14 Yo solo no puedo soportar a este pueblo; es demasiada carga
para m.
15 Si me vas a tratar as, prefiero morir. Pero si todava gozo de tu
confianza, pon fin a mi afliccin.
** Reemprendemos el camino de Israel por el desierto. El
pueblo, liberado de la esclavitud de Egipto, est cansado. No ha
llegado an a la tierra prometida. El desierto se convierte en el
lugar de la tentacin y de la prueba, de la murmuracin y de la
revuelta. Ms que tener la mirada puesta en la salvacin obtenida
y en el don recibido de Dios, mira hacia atrs con nostalgia, hasta
adoptar la inverosmil actitud de aorar los alimentos que coman
en Egipto. Mejor esclavos en Egipto que libres en el desierto con
el man de Dios! Un alimento ligero que saba a pasta amasada con
aceite y no llenaba el estmago; un pueblo descontento,
prcticamente incapaz de reconocer los dones de Dios: la libertad
y el alimento que viene del cielo.
Y con el pueblo, precisamente porque est ligado
visceralmente a su destino, aparece la profunda crisis de Moiss,
el caudillo decepcionado por su gente, que se queja a Dios. Es la
suerte del mediador que debe identificarse con el destino de su
pueblo y permanecer fiel a su Dios. La oracin de Moiss, que
anticipa los lamentos del salmista y de los profetas, es
significativa tambin por su realismo. El amigo de Dios tambin
puede enfadarse con l. Y es que el pueblo es del Seor, no de
Moiss. Por esa razn, el audaz lamento del caudillo de Israel pone
en tela de juicio, como una razn extrema, la fidelidad paterna y
materna de Dios. Moiss le pide a Dios, de una manera indirecta,
que sea padre y madre del pueblo que ha engendrado.
Evangelio: Mateo 14,13-21
En aquel tiempo,
13 Jess, al enterarse de lo sucedido, se retir de all en una barca
a un lugar tranquilo para estar a solas. La gente se dio cuenta y le
sigui a pie desde los pueblos.
14 Cuando Jess desembarc y vio aquel gran gento, sinti
compasin de ellos y cur a los enfermos que traan.
15 Al anochecer, sus discpulos se acercaron a decirle: -El lugar
est despoblado y es ya tarde; despide a la gente, para que vayan
a las aldeas y se compren comida.
16 Pero Jess les dijo: -No necesitan marcharse; dadles vosotros
de comer.
17 Le dijeron: -No tenemos aqu ms que cinco panes y dos peces.
18 l les dijo: -Tradmelos aqu.
19 Y despus de mandar que la gente se sentase en la hierba, tom
los cinco panes y los dos peces, levant los ojos al cielo, pronunci
la bendicin, parti los panes, se los dio a los discpulos y stos a
la gente.
20 Comieron todos hasta hartarse, y recogieron doce canastos
llenos de los trozos sobrantes.
21 Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar
mujeres y nios.
** El fragmento evanglico presenta a Jess en medio del
trabajo cotidiano de su ministerio: entre la soledad del desierto y
la presencia en medio de las muchedumbres; entre el dilogo con
el Padre, en el desierto, y el ministerio de la evangelizacin. Mateo
subraya asimismo el aspecto subjetivo de la experiencia de Jess,
su compasin, que se hace efectiva a travs de la manifestacin
concreta de una salvacin que sale al encuentro de los deseos de
quienes le siguen y esperan un milagro de l. Jess, mdico del
cuerpo y del espritu, cura a los enfermos (v. 14).
En medio del desierto, o bien en algn lugar solitario, fuera
de los pueblos y de las ciudades, se presenta un problema humano,
muy concreto: dar de comer a la muchedumbre de gente que le
sigue. Enviarlos a sus casas es la respuesta obvia de los discpulos.
Darles de comer la respuesta del corazn de Cristo. sa es
tambin la respuesta de su omnipotencia de Mesas. Cinco panes y
dos peces, slo para comenzar, constituyen la base para un inslito
milagro de multiplicacin de los alimentos, un milagro destinado a
saciar a una muchedumbre de ms de cinco mil personas (v. 21).
Aparece aqu todo el sabor de una comida sagrada, de una
comunin viva con Jess, el Mesas, y, a travs de l, con el Dios
de la creacin y de la vida. La accin de Jess, tpica de la tradicin
juda de la comida sagrada, que es reconocimiento del don de Dios,
es litrgica y eucarstica: toma con sus manos los panes y los peces;
pronuncia la bendicin u oracin de accin de gracias; parte los
panes y los distribuye a los discpulos, que aprenden de Jess el
gesto del reparto. Una accin simblica, un hecho real de largo
alcance. Una accin que tiene que ver con nuestra eucarista diaria,
pan partido y multiplicado en todo el mundo.
MEDITATIO
Aunque no estn ligadas entre s de una manera estructural,
ambas lecturas dejan entrever una unidad temtica que recorre el
mensaje bblico de hoy.
En la lectura del libro de los Nmeros encontramos un pueblo
en camino, sometido al cansancio y a la prueba; un pueblo al que le
resulta fcil ceder a la nostalgia del pasado cuando no se deja
dirigir por el espritu de fidelidad a la alianza estipulada con
YHWH, sino por ese instinto mucho ms fuerte del hambre y del
placer que producen los alimentos, aunque se trate de ajos y
cebollas.
El camino de Israel por el desierto fue considerado siempre
por los Padres de la Iglesia un paradigma del itinerario del
cristiano y de la Iglesia. El futuro produce espanto; el alimento
ligero del espritu no basta. La nostalgia del pasado est al
acecho. El pueblo no capta la delicadeza de las exigencias de Dios.
Todo camino cristiano tiene sus pruebas. Pero ay del que mira
hacia atrs! Al cristiano no le falta el alimento cotidiano, ni
tampoco ese alimento ligero y cotidiano de la Palabra y del pan y
el vino eucarsticos. Pero qu es este alimento ligero para hacer
frente a la pesadez de la vida diaria? Sin embargo, Dios no tiene
otro alimento definitivo para darnos.
El episodio evanglico presenta a Jess, cual nuevo Moiss
en el desierto, en medio de una muchedumbre cansada,
hambrienta, enferma, a la que tal vez le cuesta un poco seguir a un
Mesas del que lo espera todo, incluso una liberacin poltica. La
respuesta de Jess es eficaz, milagrosa. Pero, en el fondo, Jess
no hace milagros cada da. Los signos que realiza necesitan tambin
ser recibidos con fe, lo mismo que su persona. Por lo dems, Jess
no vive sino de la comunin diaria con el Padre y de la sencillez con
la que comparte todo con sus discpulos. Y esto es suficiente. En
el caso del cristiano, el man cotidiano de la Palabra y de la
eucarista es tambin pan para el camino, vitico para la jornada.
ORATIO
Nos sentimos reflejados, Seor, en la actitud del pueblo de
Israel en el desierto Tambin nosotros, aun recibiendo cada da el
man que nos ofrece la salvacin, sentimos en el fondo de nuestro
corazn nostalgias inconfesables de otros alimentos y de otras
bebidas. La ligereza del alimento celestial a menudo no nos basta
y, aun habiendo experimentado la libertad y la liberacin con el
xodo del pecado, mirarnos hacia atrs, soando con los ojos
abiertos al pasado y olvidndonos casi del don de la liberacin.
Nuestro desierto se vuelve en ocasiones rido, y el camino por l
se hace pesado, y de este modo nos dejamos engaar por
espejismos, por paisajes absolutamente imaginarios. Seor Jess,
queremos ser peregrinos por el desierto de la vida, pero sin sentir
nostalgia del pasado, sino tendiendo ms bien hacia el futuro de
una tierra de promisin. Ms an: deseamos no slo no aumentar el
nmero de los murmuradores decepcionados, sino expresarte
nuestro agradecimiento por el alimento diario de la Palabra y de la
eucarista. Y contigo, como en la multiplicacin de los panes y los
peces, dirigir la mirada al Padre, darle gracias por su dones,
compartiendo con todos la alegra de sentirnos amados por un
Padre providente.
CONTEMPLATIO
As pues, Jess, en virtud de la fuerza que haba dado a sus
discpulos para alimentar tambin a los otros, les dijo: Dadles
vosotros de comer. Y ellos, sin negar que podan dar algunos
panes, pero creyendo que eran muy pocos e insuficientes para
alimentar a todos los que haban seguido a Jess, no tenan en
cuenta que, al tomar cualquier pan o palabra, Jess los hace
aumentar cuanto quiere, haciendo que sean suficientes para todos
aquellos a quienes quiere alimentar, y dicen: No tenemos aqu ms
que cinco panes y dos peces. Cinco, porque tal vez entendan de
una manera enigmtica que los cinco panes son los discursos
sensibles de las Escrituras, y por eso tienen el mismo nmero que
los cinco sentidos; los peces, en cambio, son dos, y representan la
palabra pronunciada y la interior, como condumio para los
sentidos escondidos en las Escrituras, o bien tal vez la palabra
llegada hasta ellos sobre el Padre y el Hijo Hasta que llevaron a
Jess estos cinco panes y estos dos peces, no aumentaron, no se
multiplicaron, ni pudieron alimentar a muchos; pero cuando el
Salvador los cogi, en primer lugar levant los ojos al cielo, como
para hacer descender, con los rayos de sus ojos, un poder que
habra penetrado en aquellos panes y aquellos peces, destinados a
alimentar a cinco mil hombres; en segundo lugar, bendijo los cinco
panes y los dos peces, haciendo que aumentaran y se multiplicaran
con la palabra y la bendicin; y, en tercer lugar, los dividi, los
parti y los dio a sus discpulos para que se los dieran a la
muchedumbre [...]. Hasta este momento -me parece y hasta el fin
del mundo, los doce canastos, llenos del pan de vida que las
muchedumbres no fueron capaces de comer, estn junto a los
discpulos (Orgenes, Commento al vangelo di Matteo, Roma 1998,
I, pp. 175-179, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Basta con tomar
una palabra de all para tener un vitico para toda la vida (Juan
Crisstomo).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La Palabra de Dios es venerable como el cuerpo de Cristo. La
mesa de las Escrituras, como la de la eucarista, ofrece a los fieles
un mismo y nico Seor. Quien comulga la Palabra, como quien
comulga el Pan de vida participa de Cristo Jess. Del mismo modo
que, cuando se distribuye el cuerpo de Cristo, llevamos buen
cuidado de que no caiga nada en tierra, as tambin debemos tener
el mismo cuidado de no dejar escapar de nuestro corazn la
Palabra de Dios que nos es dirigida, hablando y pensando en otra
cosa. Y es que quien escucha la Palabra de Dios de manera
negligente no ser menos culpable que el que, por negligencia, deja
caer en tierra el cuerpo del Seor.
Palabra y eucarista tienen la misma importancia, ambas son
venerables. Y la veneracin que les debemos es la misma que
adora al Seor presente en la Palabra y presente en la eucarista.
Aqu est presente bajo las especies del pan y el vino; all, bajo la
especie de las palabras humanas. Podemos hablar de una presencia
real de Cristo en la Escritura, real como la presencia en la
eucarista, aun siendo esta ltima sacramental.
La escucha de la Palabra constituye siempre un excelente
catecumenado que nos ensea a vivir segn el Evangelio. Constituye
asimismo una eficaz preparacin - la mejor- para la liturgia
eucarstica propiamente dicha. Ahora bien, es infinitamente ms
que un arado que prepara la tierra de nuestro corazn para que
pueda fructificar en ella, y, a buen seguro, ms que una escuela de
vida cristiana: es, esencialmente, celebracin de Cristo presente
en su Palabra, puesto que cuando en la iglesia se leen las Sagradas
Escrituras es l quien habla (L. Deiss, Vivere la Parola n
comunit, Turn 1976, pp. 304-306 [edicin espaola: Celebracin
de la Palabra, Ediciones San Pablo, Madrid 1992]).
Martes de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nmeros 12,1-13
En aquellos das,
1 Mara y Aarn murmuraban contra Moiss a causa de la mujer
cusita que ste haba tomado por esposa.
2 Decan: -Acaso ha hablado el Seor slo con Moiss? No ha
hablado tambin con nosotros? El Seor lo oy.
3 Moiss era el hombre ms humilde y sufrido del mundo.
4 El Seor dijo a Moiss, a Aarn y a Mara: -Id los tres a la tienda
del encuentro. As lo hicieron.
5 El Seor descendi en la columna de nube y se detuvo a la entrada
de la tienda. Llam a Aarn y a Mara, y ambos se acercaron.
6 El Seor les dijo: -Od mis palabras: Cuando hay entre vosotros
un profeta, yo me revelo a l en visin y le hablo en sueos.
7 Pero con mi siervo Moiss no hago esto, porque l es mi hombre
de confianza.
8 A l le hablo cara a cara, a las claras y sin enigmas. Moiss
contempla el semblante del Seor. Cmo os habis atrevido a
hablar contra mi siervo Moiss?
9 El Seor se irrit contra ellos y se fue.
10 Apenas haba desaparecido la nube de encima de la tienda, Mara
apareci cubierta de lepra, blanca como la nieve. Aarn se volvi
hacia Mara y la encontr cubierta de lepra.
11 Aarn dijo a Moiss: -Perdn, mi Seor. No nos hagas
responsables del pecado que neciamente hemos cometido.
12 No dejes a Mara como un aborto, que sale ya medio consumido
del vientre de su madre.
13 Moiss clam entonces al Seor diciendo: -Oh Dios, snala, por
favor!
* El presente fragmento del libro de los Nmeros introduce
a los tres personajes clave del xodo: Moiss, Aarn y Mara, su
hermana. En medio de ellos est presente Dios como juez, amigo y
protector de Moiss.
Tampoco entre los grandes hombres faltan piedras de
tropiezo, habladuras y envidias. ste es el caso de Aarn y Mara,
incapaces de considerar a Moiss en toda su grandeza, como
elegido de Dios, por el simple hecho de que haba tomado como
esposa a una mujer etope. Quieren ser como l, tal vez ms que
l; ser investidos tambin ellos de un poder proftico como el del
caudillo de Israel. Pero Dios viene en ayuda de su siervo, le
defiende y realiza un juicio solemne. El lugar de esta teofana de
YHWH es la tienda del encuentro, lugar de la
presencia (Shehinah) del mismo Dios, donde est presente con su
gloria (kabod), simbolizada por la columna de nube y por la nube
misma, que marca la presencia y el ausentarse de Dios (cf. w. 5.10).
All tiene lugar un juicio tan severo como sincero. Dios toma
la defensa de Moiss. Entre la multitud de profetas presentes en
el pueblo, es Moiss el profeta por excelencia; ms an, es el amigo
y confidente de Dios. Las palabras con las que YHWH toma la
defensa de Moiss son emotivas y ponen de manifiesto su singular
eleccin como amigo y confidente: A l le hablo cara a cara, a las
claras y sin enigmas. Moiss contempla el semblante del Seor (v.
8). El texto transmite la conviccin del pueblo sobre la grandeza
de Moiss, el amigo de Dios, del mismo modo que se revela en otros
fragmentos del Pentateuco.
El castigo infligido a Mara nos parece excesivo. Sin
embargo, se trata de un signo. Y, de nuevo, la oracin confiada de
Moiss, la audacia que muestra al pedir a Dios la curacin,
manifiesta de verdad que habla a Dios con la audacia confiada de
un amigo.
Evangelio: Mateo 14,22-36
En aquel tiempo, despus de haber saciado a la muchedumbre,
22 Jess mand a sus discpulos que subieran a la barca y fueran
delante de l a la otra orilla, mientras l despeda a la gente.
23 Despus de despedirla, subi al monte para orar a solas. Al llegar
la noche estaba all solo.
24 La barca, que estaba ya muy lejos de la orilla, era sacudida por
las olas, porque el viento era contrario.
25 Al final ya de la noche, Jess se acerc a ellos caminando sobre
el lago.
26 Los discpulos, al verlo caminar sobre el lago, se asustaron y
decan: -Es un fantasma. Y se pusieron a gritar de miedo.
27 Pero Jess les dijo en seguida: -Animo! Soy yo, no temis.
28 Pedro le respondi: -Seor, si eres t, mndame ir hacia ti sobre
las aguas.
29 Jess le dijo: -Ven. Pedro salt de la barca y, andando sobre las
aguas, iba hacia Jess.
30 Pero al ver la violencia del viento se asust y, como empezaba a
hundirse, grit: -Seor, slvame!
31 Jess le tendi la mano, lo agarr y le dijo: -Hombre de poca fe!
Por qu has dudado?
32 Subieron a la barca, y el viento se calm.
33 Y los que estaban en ella se postraron ante Jess, diciendo: -
Verdaderamente, eres Hijo de Dios.
34 Terminada la travesa, tocaron tierra en Genesaret.
35 Al reconocerlo los hombres del lugar, propagaron la noticia por
toda aquella comarca y le trajeron todos los enfermos.
36 Le suplicaban que les dejara tocar siquiera la orla de su manto,
y todos los que la tocaban quedaban sanos.
* El evangelio de hoy nos presenta otra jornada de la vida
de Jess. En este pasaje se narran aspectos de su vida diaria que
la tradicin sinptica ha recogido. Nos referimos a los momentos
de oracin y de soledad que pueblan la vida del Maestro. Despus
de despedirla [a la muchedumbre], subi al monte para orar a solas.
Al llegarla noche estaba all solo (v. 23). La semejanza con la
percopa referida a Moiss, como orante y amigo de Dios, nos
sugiere la aproximacin de ambos personajes.
Ahora bien, aqu se trata de Jess; no de un amigo, sino del
Hijo mismo orando. Una oracin intensa, que dura toda una noche.
Un fragmento paralelo de Lucas (6,12), en el que se alude a que
Jess pas una noche en oracin antes de la eleccin de los
discpulos, confirma esta costumbre del Seor, una costumbre que
despertaba admiracin en los discpulos.
Sobre el fondo de esta presentacin del Maestro, que vive el
misterio de su relacin orante con Dios, se manifiesta asimismo su
trascendencia divino-humana, caminando sobre las aguas. Las
palabras del Maestro tranquilizan a los discpulos, que estn llenos
de miedo. El instintivo Pedro, acostumbrado a su mar de Galilea,
quiere caminar sobre las aguas como Jess. Prueba a hacerlo, pero
est a punto de hundirse. El miedo a la muerte hace brotar de l
una oracin sentida y profunda, una oracin en la que implora la
salvacin: Seor, slvame! (v. 30). Con su reaccin, Jess, que
reprocha a Pedro su miedo y denuncia su falta de fe (v. 31), se
presenta a nuestros ojos como Salvador, a la luz de la revelacin
de su superioridad divina.
MEDITATIO
Los dos fragmentos de la Escritura ponen el acento en la
presencia y en la intervencin de Dios en la vida cotidiana. Es una
presencia fuerte, que podramos definir muy bien
como teofnica, manifestadora de Dios.
Una presencia majestuosa en la que nos demuestra que l se
encuentra situado en el centro de la vida y de la historia y que le
alcanzamos, siempre a una equidistancia entre su presencia y su
trascendencia, a travs del dilogo de la oracin. Moiss aparece,
en la primera lectura, como el confidente de Dios. La tienda
aparece como el lugar visible donde Dios viene al encuentro de su
pueblo y se deja encontrar. El Dios afable, dialogante, que toma la
defensa de Moiss, manifiesta tambin su calidad de Dios amigo,
dispuesto a defender a su elegido. Y tambin solcito a la hora de
escuchar su oracin.
Jess, el Hijo predilecto, ms grande que Moiss, es tambin
un orante; ms an, es el lugar de la oracin, la nueva tienda del
encuentro donde Dios se hace presente, el nuevo templo donde
Dios se rene con los hombres. Jess, mientras ora durante la
noche, se convierte en la tienda del encuentro, misteriosamente
iluminada por la columna de nube, por la gloria del Seor. Una gloria
que le envuelve, aunque sea en pocos momentos -como en la
Transfiguracin-, y en la que se manifiesta
a los ojos de sus discpulos en toda su grandeza. El Jess que
camina sobre las aguas es el Dios del xodo liberador, el Creador
que domina sobre su criatura. Y es tambin el Dios que se
manifiesta con el realismo de un hombre, no de un fantasma, a
pesar del estupor que despierta verle caminar sobre las aguas del
lago. De ah que Jess, ante esta revelacin, pida fe en l,
confianza en su persona. En la oracin de Moiss se manifiesta
nuestra oracin de intercesin, que nos hace amigos y confidentes.
En la oracin de Pedro se manifiesta nuestra necesidad de
salvacin.
ORATIO
Seor, nos gustara vivir en tu presencia, como Moiss, tu
siervo amigo; como Jess, t Hijo amadsimo. Sabemos que, para
Moiss, la tienda era el lugar del encuentro.
Mas para Jess, tambin el cosmos era la tienda cubierta por
la bveda celeste, iluminada por las estrellas brillantes, lugar de
la presencia de nuestro inmenso Padre y Creador.
Concdenos experimentar en la oracin, prolongada tambin
algunas veces durante la noche, tu viva participacin en los
acontecimientos de nuestra vida cotidiana; concdenos sentir que
siempre ests despierto para escuchar y acoger nuestra splica.
Queremos ser como Moiss, que hablaba contigo como un amigo
habla con su amigo. Ms an, como Jess, inmerso en tu corazn
de Padre.
Concdenos la sabidura de una oracin de splica como la de
Pedro: Seor, slvame!. Pero tambin la generosa intercesin
de la oracin de Moiss por todas aquellas personas a las que
amamos y queremos que se salven en el cuerpo y en el
espritu: Oh Dios, snalas, por favor!.
CONTEMPLATIO
Y Jess subi a la montaa, a orar en un lugar apartado. A
orar por quin? Por las muchedumbres, a fin de que, despus de
haber comido los panes de la bendicin, no hicieran nada contrario
a la despedida que haban recibido de Jess; y tambin por los
discpulos, a fin de que, obligados por l a subir a la barca y a
precederle en la orilla opuesta, no tuvieran que sufrir ningn mal
en el mar, ni por parte de las olas que sacudan la barca, ni por
parte del viento contrario.
Y me atrevera a decir que, gracias a la oracin de Jess,
dirigida al Padre por sus discpulos, stos no sufrieron ningn mal,
a pesar de la furia del mar, de las olas y del viento que soplaba en
contra suya [...]. Si un da tenemos que debatirnos en medio de
pruebas ineludibles, recordemos que fue Jess quien nos oblig a
subir a la barca porque quera que le precediramos en la otra
orilla. No es posible, en efecto, llegar a la otra orilla sin sostener
las pruebas de las olas y de los vientos contrarios. Despus, cuando
nos veamos rodeados de muchas y penosas dificultades y estemos
cansados de navegar entre ellas durante tanto trecho con
nuestras modestas fuerzas, deberemos pensar que nuestra barca
est, precisamente en ese momento, en medio del mar, agitada por
olas que quieren hacernos naufragar en la fe o en cualquier otra
virtud [...]. Y cuando veamos que se nos aparece elLogos, nos
sentiremos turbados hasta que hayamos comprendido claramente
que el Salvador ha venido a nosotros [...].
l nos hablar enseguida y nos dir: Animo! Soy yo, no
temis. Inmediatamente despus, mientras Pedro est todava
hablando y diciendo: Seor, slvame!, el Logos extender su
mano, le ayudar, lo coger en el momento en que empieza a
hundirse y le reprender por su poca fe y por haber dudado. Con
todo, observa que no dice: Incrdulo, sino: Hombre de poca
fe!, y que aade tambin: Por qu has dudado y, aun teniendo
la fe, te has inclinado hacia el lado contrario?
(Orgenes, Commento al vangelo di Matteo I, Roma 1998, pp. 194-
197,passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Seor,
slvame! (Mt 14,30b).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Practicamos con una gran frecuencia la intercesin; oramos
por nuestros padres, por aquellos que nos aman. Sin embargo,
nuestra intercesin se limita, con excesiva frecuencia, a una
llamada dirigida a Dios, aunque se trate de una llamada afligida y
sincera: Mira, Seor!, Seor, ten piedad!, Seor, aydanos!
Ven en ayuda de los que estn necesitados! [...]. Lo que hacemos
es una especie de recordatorio, dirigido a Dios, de lo que sigue
siendo imperfecto en este mundo. Pero cuntas veces estamos
dispuestos a hablar como hace Isaas cuando oye preguntar a
Dios: A quin enviar? (Is 6,8)? Cuntas veces estamos
dispuestos a levantarnos y a decir: Aquestoy, Seor,
envame? Slo de este modo puede convertirse nuestra
intercesin en lo que es por naturaleza.
Interceder no quiere decir hablar al Seor en favor de
aquellos que se encuentran en necesidad; significa dar un paso, un
paso que nos lleva al corazn mismo de una situacin, que nos leva
all de una manera definitiva y hace que no podamos echarnos atrs
de ninguna manera, porque ahora nos hemos entregado y
pertenecemos a esta situacin. En una situacin de mxima
tensin, el corazn es el punto donde el choque se vuelve ms
violento y el tormento ms cruel: ah es donde se sita el acto de
intercesin. Todo compromiso que se vuelve intercesin implica una
solidaridad de la que ya no queremos prescindir.
Esta solidaridad la encontramos en Dios: l se compromete
en el mismo instante en que nos llama con su Palabra a la existencia,
sabiendo que le abandonaremos, que le perderemos y que ser l
quien deba encontrarnos de nuevo no all donde l est, sino all
donde nos encontremos nosotros, con todo lo que eso implica (de
una conferencia del metropolita A. Bloom, citado en E. Bianchi
[ed.], Letture per ogni giorno, Leumann 1980, pp. 412ss).
Mircoles de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nmeros 13,l-3a.25b-14,l-26-30ss
En aquellos das,
1 el Seor dijo a Moiss:
2 -Enva a algunos hombres, un jefe de cada tribu, para que
exploren la tierra de Canan que voy a dar a los israelitas.
3 Moiss los envi desde el desierto de Farn, segn la orden del
Seor. 25 A los cuarenta das regresaron los exploradores de la
tierra.
26 Se presentaron a Moiss, a Aarn y a toda la comunidad de los
israelitas en el desierto de Farn, en Cades; les informaron
detalladamente y les mostraron los frutos de la tierra.
27 ste fue su informe: -Fuimos a la tierra a la que nos enviasteis.
Es una tierra que mana leche y miel; fijaos en sus frutos.
28 Pero el pueblo que la habita es fuerte y las ciudades estn
fortificadas y son grandes; hemos visto, incluso, descendientes de
Anac.
29 Los amalecitas ocupan el desierto del Ngueb; los hititas, los
jobuseos y los amorreos habitan la montaa; y los cananeos, la
costa y la ribera del Jordn.
30 Caleb hizo callar al pueblo ante Moiss diciendo: -Iremos a
conquistarla, pues somos capaces de ello.
31 Pero los que haban ido decan: -No podemos combatir contra ese
pueblo; es ms fuerte que nosotros.
32 Y empezaron a hablar mal entre los israelitas de la tierra que
haban explorado diciendo: -La tierra que hemos explorado devora
a sus habitantes. Los hombres que hemos visto son de gran
estatura.
33 Hemos visto gigantes, descendientes de Anac. Nosotros a su
lado parecamos saltamontes, y as nos vean ellos.
14,1 Entonces toda la comunidad empez a gritar, y el pueblo se pas
la noche llorando.
26 El Seor dijo a Moiss y a Aarn:
27 -He odo las murmuraciones de los israelitas, hasta cundo
tendr que soportar a esta comunidad malvada que murmura
contra m?
28 Respndeles: Por mi vida, Palabra del Seor, que os tratar como
merecen vuestras murmuraciones.
29 En este desierto caern los cadveres de todos los mayores de
veinte aos que fuisteis registrados y habis murmurado contra
m.
30 Ninguno de vosotros entrar en la tierra en la que haba jurado
estableceros con mi poder; slo entrarn Caleb, hijo de Jefon, y
Josu, hijo de Nun.
31 Cargaris con vuestra culpa durante cuarenta aos, es decir,
tantos como das estuvisteis explorando la tierra: ao por da.
Sabris por experiencia lo que significa haberos alejado de m.
32 Yo, el Seor, lo he dicho. As tratar yo a esta comunidad
perversa que se ha confabulado contra m.
** La forma fragmentaria con la que el leccionario nos
presenta este pasaje nos invita a una lectura personal de toda la
percopa bblica. Se trata de una percopa compuesta de
diferentes tradiciones y que presenta algunas contradicciones con
el conjunto de los textos paralelos. Sobresalen aqu cuatro
momentos: el envo de representantes de las doce tribus de Israel,
por parte de Moiss, para que exploren la tierra prometida y la
realizacin del mandato; la vuelta de los exploradores que traen
los frutos de la tierra prometida y el relato de los mismos; el miedo
del pueblo a causa de los aspectos negativos y exagerados
relacionados con los habitantes de la tierra de Canan y sus
ciudades (tendrn que enfrentarse con hombres fuertes y con
ciudades fortificadas, elementos que desaniman al pueblo a seguir
su marcha hacia adelante); el lamento del pueblo y la nuevas
nostalgias de la tierra de Egipto, con la consiguiente falta de
confianza en Dios y en sus promesas.
En medio de las contradicciones, Moiss mantiene su
fidelidad al Seor, seala al pueblo la tierra prometida y sus
frutos, y pronuncia las palabras-clave de este relato -no incluidas
en la lectura propuesta por el leccionario-, unas palabras que
suponen una exhortacin a la confianza basada en la fidelidad de
Dios: El Seor est de nuestra parte; l nos har entrar en ella y
nos la dar; es una tierra que mana leche y miel. No os rebelis
contra el Seor ni temis a los habitantes de esa tierra, pues sern
para nosotros pan comido. Ellos se han quedado sin defensa, y con
nosotros est el Seor; no los temis (Nm 14,8ss). En estas
palabras se manifiesta toda la confianza de Moiss en la fidelidad
de Dios, capaz de vencer todo temor ante el oscuro panorama
descrito por los exploradores, a pesar de la apetecible conquista
de aquel territorio por los magnficos frutos que produce; un
territorio presentado como una tierra que mana leche y miel, la
frmula clsica para describir la tierra prometida.
Evangelio: Mateo 15,21-28
En aquel tiempo,
21 Jess se march de all y se retir a la regin de Tiro y Sidn.
22 En esto, una mujer cananea venida de aquellos contornos se puso
a gritar: -Ten piedad de m, Seor, Hijo de David; mi hija vive
maltratada por un demonio.
23 Jess no le respondi nada. Pero sus discpulos se acercaron y
le decan: -Atindela, porque viene gritando detrs de nosotros.
24 l respondi: -Dios me ha enviado slo a las ovejas perdidas del
pueblo de Israel.
25 Pero ella fue, se postr ante Jess y le suplic: -Seor,
socrreme!
26 l respondi: -No est bien tomar el pan de los hijos para
echrselo a los perrillos. Ella replic:
27 -Eso es cierto, Seor, pero tambin los perrillos comen las
migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces Jess le dijo: -Mujer, qu grande es tu fe! Que te
suceda lo que pides. Y desde aquel momento qued curada su hija.
** El fragmento evanglico que hemos ledo prolonga la
visin de la predicacin de Jess y de sus destinatarios, dirigida a
una tierra prometida que se encuentra ms all de los confines de
la nacin y de los habitantes que hasta ahora han escuchado la voz
de Jess. Tiro y Sidn estn situadas en los confines de Galilea,
ms all de la frontera que hoy recibe el nombre de Rash-en-
Naqura, en la frontera entre Israel y el Lbano. Es tierra de
paganos, de fenicios. Jess se desplaza hacia el norte, buscando
tal vez un momento de distensin y de descanso tras el intenso
ritmo de la predicacin en Galilea. Se trata de un desplazamiento
simblico que anuncia la universalidad de la salvacin. El encuentro
con la mujer cananea, en este marco general, constituye un
episodio emblemtico. Es un encuentro entre un rab y una mujer,
una mujer que, por aadidura, es pagana. La actitud del Maestro
expresa, al comienzo, la distancia y la desconfianza normal entre
el pueblo elegido y los pueblos paganos. La insistente peticin de
la mujer cananea, absolutamente preocupada por la salud fsica y
psquica de su hija, expresa afecto materno y, al mismo tiempo,
confianza en Jess.
A las tres intensas imploraciones de la mujer le siguen tres
actitudes de distanciamiento por parte de Jess, actitudes casi
incomprensibles para nosotros, a no ser por su alcance pedaggico.
A la invocacin de la mujer:Ten piedad de m, Seor, Hijo de
David (v. 22), Jess no le responde ni con una palabra. Al segundo
intento insistente de mediacin por parte de los discpulos slo le
responde con un rechazo que acenta las distancias entre Israel y
los dems pueblos (w. 23b-24). A la renovada peticin de la
cananea, que se postra ante Jess, le corresponde una respuesta
dura y enigmtica: No est bien tomar el pan de los hijos para
echrselo a los perrillos (v. 26). Sin embargo, el instinto materno
capta en el duro lenguaje empleado por Jess una rendija de
esperanza, y transforma la objecin del Maestro en una razn
ineludible para obligarle a hacer el milagro:Tambin los perrillos
comen las migajas que caen de la mesa de sus amos (v. 27). Su fe
ha quedado probada. Ha superado el examen de amor. Mujer, qu
grande es tu fe! (v. 28). El Reino de Dios se dilata con el amor de
aquellos que han acogido, acogen y acogern a Jess ms all de
todo lmite terreno.
MEDITATIO
Los dos fragmentos de la Escritura que nos presenta la
liturgia de hoy nos ofrecen la posibilidad de meditar sobre algunos
aspectos de la realidad de nuestro Dios: su fidelidad y nuestra
confianza. Dios es fiel a sus promesas; ms an, a fin de que no
esperemos al ltimo momento para ser confirmados en las pruebas
por parte de su fidelidad, Dios anticipa en nuestra vida el goce de
los bienes prometidos. Del mismo modo que los israelitas, cuando
todava estaban en el rido desierto, pudieron gozar de los frutos
de la tierra prometida, gracias a los exploradores que confirmaron
la verdad de las promesas de Dios, tambin con nosotros se
muestra el Seor esplndido en sus dones definitivos y nos los
hace probar de manera anticipada. Tenemos las primicias y la
prenda de nuestra esperanza ya en este mundo. Sin embargo,
todava no hemos llegado a la meta; queda margen para la
esperanza, puesto que los bienes prometidos no los poseemos
plenamente, y delante de nosotros se presenta todava un arduo
camino, lleno de asechanzas y dificultades.
La confianza ilimitada de la cananea, la mujer extranjera que
se confa a Jess y desafa con su decidida perseverancia al
corazn del Maestro, tambin supone para nosotros un motivo de
nimo. Dios espera de nosotros que mostremos una gran esperanza
en l. Las primeras respuestas, aunque no sean definitivas, son ya
un camino propedutico para atrevernos a ms. Tambin las
pruebas ahondan en nosotros el verdadero sentido de la confianza
y purifican las motivaciones egostas de nuestras preguntas, para
convertirse en preguntas de salvacin.
ORATIO
Seor, a menudo, en la experiencia cotidiana de nuestra vida,
tenemos necesidad de saborear los frutos que nos tienes
prometidos, de tener un anticipo de los signos de tu presencia en
nuestra vida. En un mundo que se nos presenta todava hoy
frecuentemente como un desierto y no nos permite vislumbrar la
tierra prometida, como un desierto vaco de tu presencia, hostil al
mismo Evangelio, tenemos necesidad de alguna prueba efectiva de
que ests con nosotros. Con todo, sabemos que la esperanza no
defrauda, porque t mismo has infundido en nuestro corazn el
Espritu Santo, que es prenda de los bienes futuros.
Concdenos creer constantemente en tu amor, un amor que
se revela siempre ms grande que nuestro corazn. Haz que
nuestro deseo engendre una fe ms grande, como la fe de la mujer
cananea, a la que t mismo reconociste con admiracin como
merecedora del don que haba implorado. Que tambin la prueba
suponga para nosotros un motivo de esperanza y el incomprensible
rechazo de nuestras oraciones por tu parte sea un motivo de
purificacin y de renovada audacia en nuestro creer en tu amor.
CONTEMPLATIO
Muchas veces he pensado si, como el sol estndose en el
Cielo, que sus rayos tienen tanta fuerza que no mudndose l de
all de presto llegan ac, si el alma y el espritu, que son una misma
cosa, como lo es el sol y sus rayos, puede, quedndose ella en su
puesto, con la fuerza del calor que le viene del verdadero Sol de
Justicia, alguna parte superior salir sobre s misma. En fin, yo no
s lo que digo, lo que es verdad es que con la presteza que sale la
pelota de un arcabuz cuando le ponen el fuego, se levanta en lo
interior un vuelo, que yo no s otro nombre que le poner, que,
aunque no hace ruido, se hace movimiento tan claro que no puede
ser antojo en ninguna manera; y muy fuera de s misma, a todo lo
que puede entender, se le muestran grandes cosas; y cuando torna
a sentirse en s, es con tan grandes ganancias y teniendo en tan
poco todas las cosas de la tierra, para en comparacin de las que
ha visto, que le parecen basura; y desde ah adelante vive en ella
con harta pena, y no ve cosa de las que le solan parecer bien que
no le haga drsele nada de ella. Parece que le ha querido el Seor
mostrar algo de la tierra adonde ha de ir, como llevaron seas los
que enviaron a la tierra de promisin los del pueblo de Israel, para
que pase los trabajos de este camino tan trabajoso, sabiendo
adonde ha de ir a descansar.
Aunque cosa que pasa tan de presto no os parecer de mucho
provecho, son tan grandes los que deja en el alma que si no es por
quien pasa no se sabr entender su valor. Por donde se ve bien no
ser cosa del Demonio; que de la propia imaginacin es imposible, ni
el Demonio podra representar cosas que tanta operacin y paz y
sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, en especial tres cosas
muy en subido grado: conocimiento de la grandeza de Dios, porque
mientras ms cosas viremos de ella, ms se nos da a entender:
propio conocimiento y humildad de ver cmo cosa tan baja, en
comparacin del Criador de tantas grande/as, la ha osado ofender,
ni osa mirarle; la tercera, tener en muy poco todas las cosas de la
tierra, si no fueren las que puede aplicar para servicio de tan gran
Dios (Teresa de Avila, Moradas del castillo interior, VI, 5,9-10,
en Obra completa de santa Teresa de Jess, Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid 91998, pp. 542-543).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Pedid y se os
dar, buscad y encontraris (Mt 7,7).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Es preciso pasar a travs del desierto y morar en l para
recibir la gracia de Dios; es all donde nos vaciamos, donde
expulsamos de nosotros todo lo que no es Dios y donde se vaca
esta pequea casa de nuestra alma para dejarle todo el sitio a Dios.
Los judos atravesaron el desierto. Moiss vivi en l antes de
recibir su misin. San Pablo, cuando sali de Damasco, fue a pasar
tres aos en Arabia. Tambin san Jernimo y san Juan Crisstomo
se prepararon en el desierto. Es indispensable [...]. Es un tiempo
de gracia. Es un perodo a travs del que debe pasar
necesariamente toda alma que quiera dar fruto [...]. Le hacen falta
este silencio, este recogimiento y este olvido de todo lo creado en
medio de los cuales pone Dios en el alma su Reino y forma en ella
el espritu interior: la vida ntima con Dios, la conversacin del alma
con Dios a travs de la fe, de la esperanza, de la caridad [...]. Los
frutos que pueda producir el alma ms tarde sern exactamente
proporcionales a la medida en que se haya formado en ella el
nombre interior (Ch. de Foucauld, Opere spirtuali, Miln 1960, p.
761, passim [edicin espaola: Obras espirituales, Ediciones San
Pablo, Madrid 1998]).
Jueves de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Nmeros 20,1-13
En aquellos das,
1 la comunidad de Israel en su totalidad lleg al desierto de Sin el
primer mes, y el pueblo acamp en Cades. All muri Mara, y all
fue sepultada.
2 No haba agua para la comunidad, y sta se amotin contra
Moiss y Aarn.
3 El pueblo se quejaba contra Moiss diciendo: -Ojal hubiramos
muerto con nuestros hermanos ante el Seor!
4 Por qu habis trado a la asamblea del Seor a este desierto,
para que muramos nosotros y nuestros ganados?
5 Por qu nos sacasteis de Egipto para traernos a este lugar
maldito, donde no hay semillas, ni higueras, ni vias, ni ganados, ni
siquiera agua para beber?
6 Moiss y Aarn se apartaron de la comunidad hacia la entrada
de la tienda del encuentro. Cayeron rostro a tierra y se les
manifest la gloria del Seor.
7 El Seor dijo a Moiss:
8 -Toma el bastn y rene a la comunidad. Cuando est reunida,
ordenad a la roca t y tu hermano Aarn que d agua, y hars
brotar para ellos agua de la roca, y les dars de beber a ellos y a
sus ganados.
9 Moiss tom el bastn que estaba ante el Seor, como l le haba
ordenado,
10 convoc, junto con Aarn, a la comunidad delante de la roca y
les dijo:
-Od, rebeldes! Podremos nosotros hacer brotar agua de esta
roca?
11 Entonces Moiss alz el brazo y golpe dos veces la roca con el
bastn. Brotaron de ella aguas en abundancia, y bebieron todos,
junto con sus ganados.
12 El Seor dijo a Moiss y a Aarn: -Por no haber credo en m,
por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas,
no seris vosotros quienes introduzcan a este pueblo en la tierra
que yo le doy.
13 stas son las aguas de Merib (es decir, de la Querella), donde
los israelitas se querellaron con el Seor y l les mostr su
santidad.
* Prosiguiendo el camino del pueblo de Israel por el
desierto, segn la narracin sacerdotal del libro de los Nmeros,
nos encontramos con un conocido episodio del que tambin se habla
en Ex 17,1-17. Es diferente el lugar: aqu se trata de Cades, donde
fue sepultada Mara; segn la versin del libro del xodo, fue Masa
y Merib, literalmente el lugar de la murmuracin y de
la prueba. Los dos caudillos, Moiss y Aarn, tienen que vrselas
con las murmuraciones del pueblo: esta vez, despus de aquella
otra relacionada con el man, la murmuracin est relacionada con
la subsistencia del pueblo por la falta de agua, cosa obvia en el
largo trayecto que recorrieron por el desierto. De nuevo aparecen
lamentaciones y maldiciones, la insoportable acusacin contra los
dos jefes que les llevaron al desierto, aunque en realidad la
protesta va dirigida contra YHWH.
Tambin esta vez se dirigen Moiss y Aarn al Seor,
presente en la tienda del encuentro, lugar visible de la presencia
y la proximidad de Dios. Tambin esta vez el Dios condescendiente
y compaero de viaje ofrece un remedio milagroso a la sequa:
ordena a Moiss que golpee la roca con el bastn y brota de ella
agua en abundancia tanto para el pueblo como para el ganado. Pero,
esta vez, al episodio de Ex 17,1-17 se le aade un detalle: la duda
de Moiss y de Aarn al ejecutar la orden del Seor (aunque el
texto no lo diga de una manera explcita).
Se habla, en efecto, del castigo por su incredulidad y se
anticipa ahora la suerte futura de Moiss y de Aarn: no entrarn
en la tierra prometida. La conclusin de este episodio, sealada
por el texto en el v. 13, es importante: los israelitas se han
atrevido a contender con su Dios, pero ste es un Dios santo y fiel.
Pablo recuerda la leccin enlazando el episodio del man y el
del agua de la roca, y los aplica a la vida cristiana: Todos comieron
el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida
espiritual; [...] Sin embargo, la mayor parte de ellos no agrad a
Dios y fueron por ello aniquilados en el desierto (1 Cor 10,3-5).
Se trata de una invitacin a permanecer fieles al Seor hasta el
final.
Evangelio: Mateo 16,13-23
En aquel tiempo,
13 de camino hacia la regin de Cesrea de Filipo, Jess pregunt a
sus discpulos: -Quin dice la gente que es el Hijo del hombre?
14 Ellos le contestaron: -Unos que Juan el Bautista; otros, que Elas;
otros, que Jeremas o uno de los profetas.
15 Jess les pregunt: -Y vosotros, quin decs que soy yo?
16 Simn Pedro respondi: -T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo.
17 Jess le dijo: -Dichoso t, Simn, hijo de Juan, porque eso no te
lo ha revelado ningn mortal, sino mi Padre, que est en los cielos.
18 Yo te digo: t eres Pedro, y sobre esta piedra edificar mi
iglesia, y el poder del abismo no la har perecer.
19 Te dar las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la
tierra quedar atado en el cielo, y lo que desates en la tierra
quedar desatado en el cielo.
20 Entonces mand a sus discpulos que no dijesen a nadie que l
era el Mesas.
21 Desde entonces comenz Jess a manifestar a sus discpulos que
tena que ir a Jerusaln y que tena que sufrir mucho por causa de
los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley;
que lo mataran y al tercer da resucitara.
22 Entonces Pedro, tomndolo aparte, se puso a recriminarle: -Dios
no lo quiera, Seor; no te ocurrir eso.
23 Pero Jess, volvindose, dijo a Pedro: -Ponte detrs de m,
Satans! Eres para m un obstculo, porque tus pensamientos no
son como los de Dios, sino como los de los hombres.
** Este fragmento evanglico contiene el conocido e
importante texto de la confesin de Pedro. Se desarrolla en
cuatro momentos, con una fuerte tensin entre ellos. El primero
est constituido por la pregunta de Jess; el segundo, por las
respuestas de los apstoles y de Pedro, que se erige en portavoz
de los discpulos con su acto de fe en Cristo, el Hijo de Dios vivo.
Viene, a continuacin, la solemne promesa hecha a Pedro y, en l, a
quien le suceda a la cabeza de la Iglesia. Todo concluye con un
episodio de lo ms enigmtico: al or las palabras de Jess
referentes a su suerte futura, Pedro, al que poco antes Jess le
haba dirigido palabras de revelacin de gran honor y
responsabilidad, quiere disuadir al Maestro de ese destino y
recibe de ste un reproche con palabras duras: Ponte detrs de
m, Satans! Eres para m un obstculo (v. 23).
He aqu algunas indicaciones para realizar una lectura
fructuosa de este conocido pasaje. El marco en el que se desarrolla
este episodio es, segn muchos exgetas, Banias, lugar situado en
las fuentes del Jordn, donde se encuentra una gran roca, evocada
por Jess en la frase que dirige a Pedro. Este ltimo aparece aqu,
tal como ocurre en otros episodios del evangelio, como el
corifeo, como el portavoz de la fe de los apstoles. Las palabras
de la confesin son esenciales, y contienen los ttulos de Jess:
Mesas e Hijo de Dios (cf. v. 16). Las palabras de la respuesta de
Jess, que son fruto de la gracia del Padre, son solemnes:
expresan el aprecio de la confesin del jefe de los discpulos y el
cambio del nombre: de piedra, Pedro. Y, sobre todo, contienen
una serie de promesas expresadas con palabras constitutivas:
sobre Pedro y sobre la roca de su fe edifica Jess la casa, el
templo de su asamblea o Iglesia (qahal en hebreo, ekklesa en
griego). Hay aqu una referencia al nuevo templo{edificar: v.
18) donde se rene la nueva asamblea del Seor. Por consiguiente,
Pedro es el fundamento y centro de la unidad y la comunin. Ahora
bien, Pedro, a su vez, tiene como fundamento a Cristo, pues es
Cristo el centro de la comunin eclesial.
El telogo ortodoxo S. Boulgakov, muy cercano a la Iglesia
catlica, deca de este texto que su significado pleno se encuentra
en la Iglesia catlica, y la nica razn que garantiza de hecho la
existencia de la Iglesia catlica es este texto. Ahora bien, a Pedro,
en su confesin de fe, Jess le pide fidelidad y la aceptacin de
su destino de cruz y de gloria.
MEDITATIO
Los dos episodios bblicos de los que hemos intentado
realizar una breve lectura exegtica se desarrollan entre la
murmuracin, el acto de fe y la duda. Sin embargo, su lectura
suscita reflexiones, meditaciones, contrastes, acercamientos. Por
una parte, encontramos un pueblo decididamente en rebelin
contra Moiss, pero tambin contra Dios.
La prueba y la murmuracin, la tentacin y la sublevacin
afectan asimismo a los sentimientos ms humanos y se difunden
como un contagio, como una peste, entre la poblacin. Con todo,
Dios es siempre paciente con nosotros y deja que la tentacin nos
pruebe y nos provoque, por eso pedimos en el Padrenuestro que no
caigamos en la tentacin y, en ltima instancia, que Dios no nos
someta a la prueba, que es tambin un momento de verdad.
Tambin esta vez nos da Dios una respuesta vlida, aunque
pasajera, como hace en nuestra vida. No permite que seamos
tentados por encima de nuestras fuerzas.
Por otra parte, la confesin de fe de Pedro nos coloca en la
direccin apropiada de nuestra adhesin a Cristo, hijo del Dios
vivo. En torno a la fe de Pedro y a la de sus sucesores nos
convertimos en Iglesia, asamblea de Dios, fundamentada en la fe
en Cristo. Debemos creer en la Iglesia y no slo a la Iglesia. Creer
en la Iglesia es acogerla como un don de Cristo y amarla; sentir
con la Iglesia es tambin sentirla como algo nuestro, como algo
vivo. A travs de las vicisitudes del tiempo, debemos sufrir por la
Iglesia y, si hiciera falta, sufrir a causa de la Iglesia. Sin perder
nunca de vista al Seor de la Iglesia, sin poner como prioridad slo
a la Iglesia del Seor.
ORATIO
Somos con frecuencia, Seor, como el pueblo de Israel en el
desierto, dispuestos a murmurar contra ti, superficialmente
nostlgicos respecto a lo que hemos dejado a la espalda con
nuestra conversin, nuestro bautismo, nuestra vocacin eclesial.
Nos espanta el futuro y no nos fiamos suficientemente de tus
planes de salvacin. Sin embargo, tu Palabra es una palabra que
invita no slo a creer, sino tambin a esperar, porque es palabra
de promesa.
Concdenos el valor de confesar tu nombre de Mesas e Hijo
del Dios vivo. En medio de las borrascas de la vida, en las
incertidumbres, haznos recordar las promesas que hiciste a tu
Iglesia. Una Iglesia que puede ser una barca traqueteada por las
olas de las tempestades, pero siempre roca firme que tiene en ti,
Seor de la Iglesia, su fundamento y su piedra angular.
Concdenos, sobre todo, creer en ti incluso cuando te manifiestas
y te proclamas Mesas crucificado y te revelas as en nuestra vida.
Concdenos tambin saber esperar, con confianza, en tus
promesas, hasta ese tercer da de la vida en el que t, Seor
victorioso, te muestras siempre fiel.
CONTEMPLATIO
No debemos sentirnos turbados cuando nos damos cuenta de
que estamos sumergidos en las tinieblas, sobre todo si no sabemos
la causa. Considera que esas tinieblas que te recubren te han sido
dadas por la divina providencia, por razones que slo Dios conoce.
Algunas veces, en efecto, nuestra alma, anegada, es engullida por
las olas. Tanto si nos dedicamos a la lectura de la Escritura como
a la oracin, hagamos lo que hagamos estamos encerrados cada vez
ms en las tinieblas. Ahora mismo el alma est llena de
desesperacin y miedo. La esperanza en Dios y el consuelo de la fe
han abandonado por completo el alma. Ahora est llena de
vacilacin y de angustia.
Pero los que han sido probados por la turbacin de una hora
como sta saben que a ella le sigue, finalmente, un cambio. Dios
nunca deja durante todo un da al alma en ese estado, porque eso
destruira la esperanza [...]. Hay un tiempo para la prueba. Y hay
un tiempo para el consuelo (Isaac de Nnive, Discorsi ascetici, 57,
citado en O. Clment, Alie fonti con i Padri, Roma 1987, p. 184).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Ojal escuchis
hoy la voz del Seor! (de la liturgia).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Abandonarse en Dios proporciona a nuestro corazn el
reposo de las angustias del mundo, nos libera de la agitacin del
alma y del sufrimiento de los deseos insatisfechos. Nos da la
calma, la tranquilidad y la paz [...]. El abandono en Dios impide al
alma vagar por caminos lejanos, unos caminos que extenan el
cuerpo y abrevian la vida. Por esos caminos, en efecto, se consuman
las fuerzas y el hombre avanza hacia la muerte. Abandonarse en
Dios libera al alma y al cuerpo de las acciones difciles, de las
empresas fatigosas [...]. El que se ha abandonado del todo en Dios
busca, entre os medios que procuran la subsistencia, slo lo que
puede proporcionarle un mayor reposo al cuerpo, el honor que se
debe a s mismo, la libertad del espritu, el espacio necesario para
practicar la religin, con la certeza de que esos medios nada
aaden o quitan si no es por voluntad de Dios. Abandonarnos en
Dios nos proporciona, por ltimo, alegra en todas las situaciones
en las que Dios se complace poner al hombre, aunque sean
contrarias a su inclinacin natural. Nos brinda la certeza de que
Dios no nos hace ms que bien en todas las cosas, como una madre
que da el pecho a su hijo y lo lava aunque chille. sta es la imagen
que sugiere el rey profeta:Seor, mi corazn no es ambicioso, ni
mis ojos altaneros, sino que acallo y modero mis deseos como un
nio en brazos de su madre (Bahya Ibn Paqda, Le devoir du
cceur, Pars 1972, pp. 252ss).
Viernes de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Deuteronomio 4,32-40
En aquellos das, habl Moiss al pueblo diciendo:
32 Pregunta, si no, a los tiempos pasados que te han precedido
desde el da en que Dios cre al hombre en la tierra: Se ha visto
jams algo tan grande, se ha odo cosa semejante desde un
extremo a otro del cielo?
33 Qu pueblo ha odo la voz de Dios en medio del fuego, como la
has odo t, y ha quedado con vida?
34 Ha habido un dios que haya ido a buscarse un pueblo en medio
de otro con tantas pruebas, milagros y prodigios en combate, con
mano fuerte y brazo poderoso, con portentosas hazaas, como
hizo por vosotros el Seor, vuestro Dios, en Egipto ante vuestros
propios ojos?
35 El Seor te ha hecho ver todo esto para que sepas que l es Dios
y que no hay otro fuera de l.
36 Desde el cielo te dej or su voz para ensearte, en la tierra te
mostr su gran fuego y has odo las palabras que salan del fuego.
37 Porque am a tus antepasados y eligi a su descendencia despus
de ellos, te sac de Egipto con su gran poder,
38 expulsando delante de ti a naciones ms numerosas y fuertes
que t, para llevarte a su tierra y drtela en posesin, como sucede
hoy.
39 Reconoce, pues, hoy y convncete de que el Seor es Dios all
arriba en los cielos y aqu abajo en la tierra, y de que no hay otro.
40 Guarda sus leyes y mandamientos, que yo te prescribo hoy, para
que seas feliz t y lo sean tus hijos despus de ti, y prolongues tus
das en la tierra que el Seor, tu Dios, te da para siempre.
** Se trata de las palabras que dirigi Moiss al pueblo como
conclusin de su primer discurso, con el que comienza el libro del
Deuteronomio. El tono es altamente teolgico y est cargado de
palabras clave de la teologa del Antiguo Testamento. Es el
discurso de la memoria. El pueblo debe recordar y transmitir todo
lo que ha visto y odo, debe ser testigo viviente de cuanto Dios ha
hecho. La historia pasada, cargada de la presencia y la accin de
Dios, pide fidelidad. Moiss recuerda las maravillas del Dios
creador, cosas nunca odas desde los comienzos de la existencia
del hombre sobre la tierra.
El pueblo ha escuchado la voz de Dios en el fuego; ha visto
con sus propios ojos la predileccin del Dios que lo ha elegido, que
ha obrado signos y prodigios y ha manifestado la fuerza de su
brazo con la liberacin de Egipto. Este Dios es como un padre:
educa con su palabra, se muestra lleno de amor con la fuerza de la
eleccin, cercano con su presencia y su poder, fiel en el don de la
tierra prometida.
Qu respuesta se debe dar a un Dios as, al mismo tiempo
prximo con su presencia en la tierra, y lejano y majestuoso en los
cielos? Antes que nada, debemos responderle con la confesin del
Dios nico, lo que constituye ya una alusin a la plegaria del Shema
Yisra'el, confesin de la fe del pueblo en el Dios nico {cf. Dt 6,4-
9; 11,13-21; Nm 15,37-51). A continuacin, con la fidelidad a los
mandamientos que Dios mismo entreg al pueblo en el Sina. Ms
tarde, con la fidelidad en la transmisin de este recuerdo a los
hijos, a fin de que el pueblo goce de las promesas de su Dios de
generacin en generacin. Estamos, en suma, ante un texto de gran
valor, en el que el mediador de la alianza, que es Moiss, pide una
respuesta de fidelidad en nombre de YHWH: recordar, celebrar,
vivir. Aqu se encuentra reunida toda la espiritualidad del Antiguo
Testamento: recuerdo de las palabras y de los hechos, celebracin
de las obras de la misericordia divina, fidelidad activa a la hora de
observar las leyes dadas por un Padre educador y lleno de amor
por su pueblo.
Evangelio: Mateo 16,24-28
En aquel tiempo,
24 dirigindose a sus discpulos, aadi Jess: -Si alguno quiere
venir detrs de m, que renuncie a s mismo, cargue con su cruz y
me siga.
25 Porque el que quiera salvar su vida la perder, pero el que pierda
su vida por m la conservar.
26 Pues de qu le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su
vida? O qu puede dar a cambio de su vida?
27 El Hijo del hombre est a punto de venir con la gloria de su Padre
y con sus ngeles. Entonces tratar a cada uno segn su conducta.
28 Os aseguro que algunos de los aqu presentes no morirn sin ver
al Hijo del hombre venir como rey.
*+ El texto de Mateo que hemos ledo hoy se encuentra
situado en el marco de la lectura evanglica de ayer. Est
conectado con la profeca o anuncio de la suerte final de Jess: ir
a Jerusaln, sufrir, morir, resucitar. Una suerte que Pedro
rechaza, a pesar de la perspectiva final de victoria -la
resurreccin-, que, a buen seguro, el discpulo no capta en su
autntico sentido.
Jess vuelve a afirmar, por consiguiente, que la confesin de
fe debe estar guiada tambin por una fidelidad en la vida. Las
palabras pronunciadas por el Maestro tienen, pues, seriedad
evanglica: son unas palabras basadas en las exigencias ascticas
ms radicales y que slo es posible cumplir si son captadas en la
triple dimensin del discipulado: vivir como el Maestro, a causa
de l, en comunin con l. Slo entonces es cuando la fuerza de las
palabras adquiere su lgica de gracia: seguir a Jess, negarnos a
nosotros mismos, tomar la cruz, perder nuestra propia vida.
Estas difciles exigencias no pueden ser comprendidas en
todo lo que encierran, incluso en su misma formulacin, antes de la
resurreccin de Jess. Cmo hablar, por ejemplo, de cargar con
la cruz, con el aadido de cada da (en el texto paralelo de
Lucas), sin haber visto a Jess cargando con la cruz? O cmo
hacer comprender la lgica del perder la vida para ganarla sin la
clave de bveda que constituye la victoria de Jess sobre la
muerte? Con todo, aunque no puedan ser comprendidas hasta el
final estas exigencias, Jess pide fidelidad a los discpulos; que
estn atentos a recorrer con l el mismo camino; que estn
dispuestos a seguirle, tambin despus de la resurreccin, por
este sendero.
MEDITATIO
La historia de Israel, ms que escrita en libros, est grabada
en el corazn. La memoria agradecida de lo que Dios ha realizado
se renueva con la oracin que acoge la Palabra y con los salmos, que
ayudan a rumiar en el corazn y a expresar con los labios las
alabanzas del Seor.
En todo acontecimiento se puede cantar: Porque es eterna
su misericordia. En cada etapa progresiva se puede decir, como
en la oracin de la noche de Pascua: Dayen!, esto nos habra
bastado.
A nosotros, hombres y mujeres de la posmodernidad, a causa
de la frgil y no convencida memoria del pasado, a causa del
carcter efmero de lo cotidiano, que parece desplomarse
constantemente en la nada, la leccin que nos da el pueblo de la
memoria nos resulta preciosa: re-cor-dar, volver a dar al corazn,
como necesaria oxigenacin teolgica, el recuerdo de los hechos
de Dios en nuestra historia personal y comunitaria, es una actitud
preciosa del espritu. Y es tambin una preciosa indicacin
pedaggica en la transmisin de la fe en el seno de la familia.
Recuerdo de las obras de Dios ya realizadas, recuerdo de las
promesas de Dios que nos orientan hacia un futuro de gloria.
Tambin Jess nos anuncia palabras cargadas de sentido, incluso
a travs de la contradiccin humana que encierra su significado.
Dice la verdad; no engaa ni lisonjea.
La invitacin a cargar con la cruz y a perder la vida no es la
leccin estoica de un maestro de la sospecha de los que afirman
que todo es vanidad. Es palabra anticipada que debe permanecer
en el corazn cuando las circunstancian aclaren lo que significa
tomar la cruz de cada da y perder la vida. Las palabras se vuelven
hechos, el conocimiento se convierte en sabidura con la
experiencia.
Para los cristianos, las palabras de Jess son una clave de
comprensin que hemos de mantener siempre en el corazn. Ahora
bien, tambin se hace necesario llevarlas en la memoria, a fin de
obtener una renovada esperanza que se apoya en el anuncio de su
definitiva venida gloriosa.
ORATIO
Recordamos, Seor, con alegra tus maravillas. Cada uno de
nosotros podra contar a los otros su propia historia de salvacin,
una historia compuesta de personas, palabras, encuentros, gracias,
que van marcando un sendero de vida. Nuestro corazn, Seor,
quisiera tener la profundidad espiritual del corazn de Mara,
modelo de una Iglesia que medita y conserva en su corazn
acontecimientos y palabras, los discierne en su vida diaria y
escruta su sentido profundo.
Mi oracin es hoy alabanza que te bendice por lo que has
hecho en mi vida desde su comienzo, porque todo est envuelto de
amor paterno y materno hacia m. Haz, oh Seor, que en mi
memoria pesen ms que cualquier otra cosa las palabras
alentadoras, la confianza que nace del recuerdo agradecido, a fin
de que me muestre fiel en las pruebas y en las exigencias que t,
con ese sentido de la realidad propio del Maestro que no defrauda,
me propones.
Cargar con la cruz es levantarla como trofeo glorioso. Perder
la vida es abrir nuestro sepulcro a la alegra y a la gloria de la
resurreccin.
CONTEMPLATIO
Desear sufrir no equivale simplemente al piadoso recuerdo
de los sufrimientos del Seor. El sufrimiento aceptado
voluntariamente como expiacin es lo que nos une de verdad al
Seor, y realmente lo hace hasta el fondo. Pero ste nace slo de
una unin con Cristo que ya est en acto [...].
El amor a la cruz no est en absoluto en contradiccin con la
alegra de nuestro ser hijos de Dios. Brindar nuestra contribucin
a llevar la cruz de Cristo es fuente de una alegra vigorosa y pura,
y aquellos a quienes se les ha concedido y lo hacen -los
constructores del Reino de Dios- son hijos de Dios en el sentido
ms verdadero y ms pleno. De ah que sentir predileccin por el
camino de la cruz no signifique en absoluto negar que el viernes
santo haya pasado ni que la obra de la redencin ya est realizada.
Slo pueden llevar la cruz los redimidos, los hijos de la gracia. El
sufrimiento humano toma su poder reparador slo de la unin con
nuestra Cabeza divina. Sufrir y, en medio del sufrimiento, ser
felices (E. Stein, L'amore della croce, en Edith Stein. Store
davanti a Dios per tutti,Roma 1991, pp. 280ss).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: Quiero llevar
contigo, oh Seor, mi cruz.
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
La cruz ha sido siempre un signo de contradiccin y un
principio de seleccin entre los hombres. Con excesiva frecuencia
se presenta la cruz a nuestra adoracin como un smbolo de
tristeza, de restriccin, de remocin, ms que como una meta
sublime que slo alcanzaremos superndonos a nosotros mismos.
Ahora bien, este modo de hablar acaba dando la impresin de
que el Reino de Dios slo se puede realizar con el luto, y tomando
siempre por principio la direccin opuesta, a contracorriente de
las energas y de las aspiraciones humanas. Siendo fieles a la
Palabra, nada es menos cristiano, en el fondo, que esta
perspectiva.
Considerada del modo ms general, la doctrina de la cruz es
aquella a la que se adhiere todo hombre convencido de que, en
presencia de la agitacin humana, se le abre un camino hacia alguna
salida y de que este camino sube. La vida tiene un trmino; por
consiguiente, impone una direccin a la marcha [...]. Hacia las
cimas, envueltas por nuestras miradas en la niebla, a donde nos
invita a subir e Crucificado, nos elevamos a travs de un sendero
que es el mismo camino del progreso universal. La va real de la
cruz es precisamente el camino del esfuerzo humano. El que
entiende plenamente el sentido de la cruz ya no corre el riesgo de
considerar triste y fea la vida. Slo se ha vuelto ms atento a su
incomprensible gravedad (P. Teilhard de Chardin, .'ambiente
divino,Miln 1968, pp. 1 lOss [edicin espaola: El medio
divino, Taurus Ediciones, Madrid 1967]).
Sbado de la 18 semana del Tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Deuteronomio 6,4-13
En aquellos das, habl Moiss al pueblo diciendo:
4 Escucha, Israel, el Seor es nuestro Dios, el Seor es uno.
5 Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma
y con todas tus fuerzas.
6 Guarda en tu corazn estas palabras que hoy te digo.
7 Inclcaselas a tus hijos y hblales de ellas estando en casa o
yendo de viaje, acostado o levantado;
8 talas a tu mano como signo, ponas en tu frente como seal,
9 escrbelas en las jambas de tu casa y en tus puertas.
10 Cuando el Seor, tu Dios, te haya introducido en la tierra que ha
de darte segn jur a tus antepasados Abrahn, Isaac y Jacob,
una tierra con grandes y hermosas ciudades que t no edificaste,
11 con casas repletas de toda clase de bienes que t no llenaste,
con cisternas excavadas que t no excavaste, con vias y olivos que
t no plantaste, entonces comers y te saciars.
12 Cudate de no olvidar al Seor que te sac de Egipto, de aquel
lugar de esclavitud.
13 Respetars al Seor, tu Dios; a l le servirs y en su nombre
jurars.
*> Shema Yisra'el: 'Adonay 'Hohn, 'Adonay
ehadh... ste es uno de los textos ms sagrados y ms conocidos
del Antiguo Testamento, la confesin de fe que Moiss ensea de
los mismos labios de Dios al pueblo elegido. Son unas frases que
todo judo piadoso debe decir tres veces al da, vuelto hacia
Jerusaln. Unas palabras sagradas que acompaan la vida cotidiana
del pueblo de la alianza y que fueron repetidas por millones de
judos en su triste peregrinacin hacia la muerte en los hornos
crematorios...
Primera afirmacin: invitacin a la confesin de fe en
Dios, nuestro Dios, uno. De ah se sigue, como consecuencia
teolgica ms que lgica -porque se trata de algo vital, divino-, que
debemos poner a Dios en el primer lugar, amndole con todo tu
corazn, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
La importancia de Dios en la vida del israelita piadoso, la
fuerza educativa y tica de sus preceptos, se ponen an ms de
relieve en los versculos siguientes. stos dibujan algo as como
el habitat de su vida: definen la atmsfera vital en la que est
inmerso, el tema sagrado del que tiene que hablar siempre, la
conciencia que debe mantener da y noche, en casa y en el trabajo.
Es un precepto que se convierte en proyecto educativo para los
hijos. Y para que no se le olvide, el israelita piadoso materializa,
por as decirlo, la exhortacin de Moiss escribiendo los sagrados
preceptos en las jambas de la puerta de casa. De esta severa
amonestacin procede asimismo el uso de llevar escritos en una
cajita, sobre la frente y sobre los brazos, junto al corazn, los
preceptos del Seor.
Y, como fondo, una promesa, no realizada todava pero que se
convierte en motor de esperanza para transformarse, a
continuacin, en memoria perenne: los dones de la tierra
prometida. Y en un signo de fidelidad: el temor de Dios, su servicio,
la proclamacin de la alianza en su nombre.
Evangelio: Mateo 17,14-20
En aquel tiempo,
14 cuando llegaban a donde estaba la gente, se acerc un hombre,
que se arrodill ante Jess,
15 diciendo: -Seor, ten compasin de mi hijo, que tiene ataques y
est muy mal! Muchas veces se cae al fuego y otras al agua;
16 se lo he trado a tus discpulos, pero no han podido curarlo.
17 Jess respondi: -Generacin incrdula y perversa! Hasta
cundo estar con vosotros? Hasta cundo tendr que
soportaros? Tradmelo aqu.
18 Jess le increp, y el demonio sali del muchacho, que qued
curado en el acto.
19 Despus, los discpulos se acercaron en privado a Jess y le
preguntaron: -Por qu nosotros no pudimos expulsarlo?
20 l les dijo: -Por vuestra falta de fe; os aseguro que si tuvierais
una fe del tamao de un grano de mostaza, dirais a este monte:
Trasldate all, y se trasladara; nada os sera imposible.
* Estamos ante un tpico fragmento evanglico que
presenta una vez ms a Jess en su actividad milagrosa curadora,
aspecto que produjo un fuerte impacto en las primeras
comunidades cristianas. stas, inmersas en el ambiente judo y
pagano, exaltaron la figura de Cristo como mdico. Aqu se trata
de un caso especial. La enfermedad reviste formas patolgicas de
carcter psquico, achacables, por consiguiente, a fuerzas
malignas y superiores que no es difcil atribuir en este contexto
religioso a la accin de Satans, el enemigo de Dios y, por tanto,
enemigo del hombre.
Para nuestra mentalidad cientfica, los sntomas descritos
por el padre de este desgraciado muchacho presentan las
caractersticas de una crisis de epilepsia. Jess aparece una vez
ms, como sucede con frecuencia en estas primicias de su
evangelizacin, en contraste implacable con el diablo, origen del
mal y de todos los males.
La indicacin de que los discpulos no han conseguido curar al
muchacho sirve para dejar bien claro que Jess cuenta con una
evidente superioridad sobre ellos. Para estar a la altura de Jess,
para realizar sus mismos milagros, es preciso contar con una fe
autntica, fuerte, que permite a los discpulos identificarse con l,
con su persona, su misin y su fuerza. Sin embargo, su fe es todava
dbil e insuficiente. Jess, con unas palabras que tienen el sabor
de la retrica y el lenguaje tpicamente orientales, les invita a
mostrarse atrevidos a la hora de pedir, a creer en su poder, hasta
el absurdo. Les pide una fe capaz de trasladar montaas; y, en
primer lugar, las de sus propios corazones.
MEDITATIO
La confesin del Dios vivo y nico no es slo una afirmacin
abstracta de la presencia de Dios y de su exclusiva calidad div