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Historia de la Filosofía Tema 8 La filosofía racionalista: Renato Descartes (s. XVII)
TEMA 8
LA FILOSOFÍA RACIONALISTA: RENATO DESCARTES (S. XVII)
1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO
2. RAZÓN Y MÉTODO EN DESCARTES
3. LA DUDA METÓDICA
4. EL COGITO (RES COGITANS): CRITERIO DE VERDAD
5. LAS IDEAS Y SUS CLASES
6. DIOS: LAS RES INFINITA
7. EL MUNDO: LA RES EXTENSA
8. LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS TRES SUSTANCIAS
9. EL HOMBRE: DUALISMO ANTROPOLÓGICO
10. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DEL RACIONALISMO CARTESIANO
1. INTRODUCCIÓN: LA FILOSOFÍA MODERNA Y EL RACIONALISMO
La filosofía moderna (ss. XVII y XVIII) supera los presupuestos medievales. Sus principales
características son:
-Usa las lenguas vernáculas y produce tratados originales. En la Edad Media se usa el latín y las
obras son básicamente comentarios.
-Se desarrolla fuera de las universidades, lejos de la labor docente. Los filósofos medievales son
profesores universitarios dedicados a la enseñanza.
-Es autónoma, producto de la sola razón, emancipándose de la teología a la que está subordinada
en la Edad Media. Es el paso de la tutela de la fe a la independencia de la razón.
-Sitúa la verdad en la subjetividad o conciencia humana, lugar de la racionalidad. La razón no
debe ser coartada o regulada por ninguna instancia exterior ajena a sí misma, sea la revelación, la
tradición, la autoridad o la fe. Es el único juez a quien compete discernir la verdad y lo conveniente
en todos los ámbitos humanos, sea el conocimiento, la moral o la política.
-Centra su interés en el estudio del conocimiento, la naturaleza y el hombre en tanto ser
racional y libre, alejándose del interés por los temas teológicos medievales.
-Toma como modelo de racionalidad la nueva ciencia físico-matemática, con una base racional
y experimental, no trascendente o religiosa, que permite una nueva noción del mundo. La teología
ya no es la ciencia suprema.
-Se divide en dos corrientes: el racionalismo continental (Descartes, Malebranche, Spinoza y
Leibniz) y el empirismo inglés (Bacon, Hobbes, Locke, Berkeley y Hume). La evolución de ambos
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está estrechamente ligada, pero adoptan posiciones opuestas en teoría del conocimiento cuando bus-
can fundamentar y garantizar la validez de la nueva ciencia.
Las características de la corriente racionalista son:
-La importancia de la razón en el origen del conocimiento, frente a los sentidos o la experiencia.
Los sentidos suministran información, pero esta resulta confusa por sí misma y debe ser interpreta-
da por la razón. La razón es la justificación filosófica del conocimiento. Para que un conocimiento
sea válido, en su producción tiene que intervenir la razón.
-La existencia de ideas o verdades innatas, que se activan con ocasión de producirse una expe-
riencia. Conocemos que tales proposiciones son verdaderas, sin necesidad de emplear los sentidos.
-La razón es lo opuesto al criterio de autoridad, es decir, a la imposición de la creencias por la
tradición o la opinión de una persona de gran prestigio. En este caso la razón pertenece al sujeto hu-
mano, quien con tal instrumento racional puede prevenir errores.
-El modelo de conocimiento es el matemático. Para los racionalistas del siglo XVII, el modelo
matemático supone claridad, certeza y verdad definitiva, eliminando cualquier factor subjetivo o
prejuicio.
-La razón es el único instrumento para conocer la realidad. Con ella caerían todos los velos que
pudieran ocultarla y se perdería el miedo a lo desconocido.
-Inversión teológica. Recurren a Dios para garantizar que las ideas innatas y las conclusiones dedu-
cidas a partir de ellas son válidas. Dios es así el principio fundamental, tanto a nivel ontológico co-
mo gnoseológico (es el primer eslabón de la cadena causal y de la deductiva). Por eso se habla de
“inversión teológica”: Dios ya no es algo “sobre” lo que se habla (como ocurría en la Edad Me-
dia), sino algo “desde” lo que se habla.
2. RAZÓN Y MÉTODO EN DESCARTES
El francés Renato Descartes (1596-1650) estudia en el colegio jesuita de la Flèche, una de
las más famosas escuelas de Europa. Al terminar sus estudios se siente muy decepcionado por la in-
certidumbre de los saberes recibidos, tanto que se queja de no haber aprendido nada cierto y útil pa-
ra la vida. Se gradúa en derecho y estudia algo de medicina. Decidido a buscar la verdad por sí mis-
mo, alterna sus estudios con la profesión de soldado. Vive en Holanda hasta que, incitado por pa-
sión intelectual de la reina Cristina de Suecia, acude a Estocolmo donde muere al poco tiempo. Ma-
temático y científico, funda la filosofía moderna con obras como Reglas para la dirección del es-
píritu, Discurso del Método, Meditaciones Metafísicas o Principios de Filosofía.
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2.1 LOS OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA CARTESIANA
Dos son los objetivos fundamentales que Descartes trató de alcanzar:
-Por un lado, trató de arrojar luz sobre el problema del conocimiento. La crisis de la Escolástica
había provocado la conmoción en los cimientos del saber, puesto que se cuestionaban las antiguas
certezas, el criterio de verdad basado en las Sagradas Escrituras o en las autoridades intelectuales,
así como el propio método escolástico-silogístico. Además, hay un renacer del escepticismo -de for-
ma más significada en Montaigne- por el que se considera inútil todo intento de buscar la verdad.
-Por otro lado, Descartes pretendía establecer una filosofía construida como ciencia estricta. Es-
ta pretensión se basaba en el supuesto de que ha de haber una sola ciencia, puesto que la razón
de los seres humanos también es única. La filosofía sería el tronco común, la ciencia, de la que
arrancarían las demás ramas de la ciencia: La filosofía es como un árbol cuyas raíces son la metafí-
sica, el tronco la física y las ramas que surgen de ese tronco todas las demás ciencias.
Como la razón humana es común, lo que urge es saber cómo funciona, cuáles son sus facultades,
sus reglas, pues estas serán también las de la ciencia única y, por tanto, las de una filosofía construi-
da como ciencia estricta. Si el fundamento de la ciencia es la razón, y si la razón funciona metódica-
mente, es preciso indagar cuál es el método más apropiado para la razón.
2.2 LA CRÍTICA A LA TRADICIÓN FILOSÓFICA
Antes de realizar propuesta alguna, Descartes pasa revista a algunos de los métodos más
empleados, por ver si satisfacen los requisitos necesarios para construir un auténtico conocimiento.
La conclusión no puede ser más crítica: la filosofía ha fracasado en su intento de construir un siste-
ma filosófico coherente y seguro por no haber utilizado un buen método:
-La Escolástica aplicaba el razonamiento silogístico a principios generales alcanzados por la
fe, por la verdad revelada, o por los escritos de Aristóteles o de la Iglesia. Descartes en el Dis-
curso del Método, cuestionó la efectividad del silogismo como arte de descubrimiento por varias ra-
zones.
--En primer lugar, señala que la conclusión del silogismo no es algo nuevo, sino que ya es-
tá en las premisas, pues los silogismos parten de verdades más generales (premisas) para
llegar a conclusiones más particulares.
--En segundo lugar, el silogismo tiene valor epistémico si aceptamos la verdad de la pre-
misa general. Cuando no se acepta, no tiene ninguna fuerza probatoria. Por ello, con-
cluye que los silogismos sólo servirían para hablar de cosas ya sabidas o, lo que es peor, pa-
ra hablar con poco juicio de las que se ignoran, pero no para aprender cosas nuevas.
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-Tampoco creía Descartes que el criterio adecuado de verdad fuera el empírico. Los empiris-
tas parten de la experiencia; pero la experiencia siempre lo es de algo particular, concreto. ¿Cómo
podrían los empiristas elevarse desde experiencias particulares a una verdad general? Tendrían que
hacer una inducción completa, es decir, acumular todas las observaciones de los casos, reales y po-
sibles, para llegar a afirmar un principio general; pero tal estudio completo de casos es imposible.
Ahora es preciso buscar ese método propio de la razón que sirva para construir el edifi-
cio del conocimiento y la filosofía como ciencia. La superación del escepticismo dependerá tam-
bién de que tal método exista.
2.3 EL MÉTODO CARTESIANO
Si las distintas ciencias no son más que manifestaciones de un mismo y único saber elabora-
do por la razón, para todas ellas ha de ser posible utilizar un mismo método. El método matemáti-
co era para Descartes la expresión de modelo correcto de funcionamiento de la razón, que se des-
pliega en intuiciones y deducciones:
-La intuición consiste en la captación de las verdades simples que emanan de la propia razón. Es un
“instinto natural” que, al captar las verdades, lo hace sin posibilidad de duda o error. Es un conoci-
miento inmediato.
-La deducción es el proceso mental en el que, a partir de intuiciones simples, se accede a lo com-
plejo. Las intuiciones simples se conectan entre sí por medio de deducciones.
Puesto que el saber es unitario y lo construye esa misma razón, no había motivos para no ex-
tender ese mismo método a los demás campos del saber y sí para hacer partícipes a las demás cien-
cias del éxito que estaba teniendo la matemática -con Galileo y Newton-, la única que proporciona-
ba verdades universales y ciertas. El proyecto cartesiano debía iniciarse formulando el método y
aplicándolo, primero, a la raíz del saber, a la metafísica (que contiene los principios del conoci-
miento), luego a la física (que estudia cómo está compuesto el universo en su conjunto), y después
a las demás ciencias.
Descartes definió el método como un conjunto de reglas ciertas y fáciles, gracias a las cua-
les quienes las observen exactamente no tomarán nunca lo falso por verdadero, y alcanzarán -sin
fatigarse con esfuerzos inútiles, sino incrementando progresivamente su saber- el conocimiento
verdadero de todo aquello de que sean capaces (Reglas para la dirección del espíritu, 4).
La primera ventaja del método es que permite evitar el error y, en segundo lugar, que facilita
aumentar los conocimientos. Descartes dedicó al método dos de sus obras, Reglas para la direc-
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ción del espíritu y Discurso del Método. Al ser esta última posterior, Descartes pudo sintetizar en el
ella su método resumiéndolo en las cuatro reglas siguientes:
a) PRIMERA REGLA: REGLA DE LA EVIDENCIANo admitir jamás como verdadero cosa alguna sin conocer con evidencia que lo era; es decir, evi-tar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios más que lo que se presentase a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese motivo alguno para ponerlo en duda.En esta primera regla muestra una confianza absoluta en la razón siempre que se eviten dos vicios:
uno, apresurarse en afirmar un juicio y, por ello, tomar por verdadero lo que no lo es (a esto llama
precipitación) y otro, negarse a aceptar lo que se presente a la mente como verdadero (a esto llama
prevención). Si se evitan ambos, la mente o espíritu sólo aceptará como verdadero lo que se le
muestre como evidente. La evidencia es para Descartes el criterio de verdad, es decir, la regla
para decidir que algo puede aceptarse como verdadero sin posibilidad de ponerlo en duda. ¿Cómo
saber que algo es evidente a la razón? Lo evidente va acompañado de dos características: claridad y
distinción. Una idea es “clara” cuando se hace presente y manifiesta a un espíritu atento, y es
“distinta” cuando se muestra diferente de todas las demás.
b) SEGUNDA REGLA: REGLA DEL ANÁLISISDividir cada una de las dificultades que examinase en tantas partes como fuese posible, y cuantas requiriese su mejor solución.La segunda regla aconseja dividir todo problema (dificultad) hasta llegar a sus elementos simples
que ya son indivisibles. Son ejemplos de elementos indivisibles, según Descartes, “que existimos”,
“que pensamos”, “que el triángulo está determinado por tres líneas solamente”… Estos elementos
indivisibles los capta la razón por intuición, un modo de conocimiento racional e inmediato y que
no deja lugar a dudas. Es por intuición como sabemos que existimos, que pensamos, etc.
c) TERCERA REGLA: REGLA DE LA SÍNTESISConducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos; y suponiendo un orden aun entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.La tercera regla recomienda una reconstrucción de la dificultad o problema partiendo de los elemen-
tos simples e indivisibles a que nos ha llevado la regla anterior. Del conocimiento evidente de una
verdad captada por intuición la mente va pasando a otra, y así sucesivamente. A ese proceso de la
mente que pasa del conocimiento intuitivo de una verdad evidente a otra, de esta a otra, etc., lo lla-
ma Descartes deducción. Pero esta deducción cartesiana no es sino una cadena o sucesión de in-
tuiciones para llegar al conocimiento de lo complejo.
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Estos procesos deductivos aconsejados en la tercera regla son semejantes a la deducción geo-
métrica: a partir de la intuición de verdades simples evidentes (por ejemplo, a partir de la intuición
de la idea de triángulo), se pueden reconstruir deductivamente otros conocimientos más complejos
(como, por ejemplo, que la suma de sus ángulos mide 180º). Y esos modelos de largas cadenas de
deducciones que se hacen a partir de definiciones y axiomas, pueden aplicarse, según Descartes, a
todas las ramas del saber.
d) CUARTA REGLA: REGLA DE LA ENUMERACIÓNHacer, en todo, enumeraciones tan completas, y revisiones tan generales, que estuviera seguro de no olvidar nada.Esta cuarta y última regla tiene como propósito poner la mente a cubierto de posibles errores por fa-
llos de la memoria. Si la enumeración de los pasos dados de verdad a verdad (de eslabón a esla-
bón) no es completa y se pasa por alto un error, se pone en peligro la trabazón del proceso, y
con ello, la certeza de la conclusión. Y sabemos que Descartes buscaba verdades seguras, sin asomo
alguno de duda.
3. LA DUDA METÓDICA
Establecido el método, se hace necesario aplicarlo para alcanzar una primera verdad
clara y distinta, indubitable, que sirva como cimiento de todo el desarrollo posterior de su filoso-
fía. Encontrada una primera verdad, podremos alcanzar distintas verdades, en las diferentes ramas
del saber, procediendo con igual método. Es en este punto donde Descartes utiliza la duda, reformu-
lando el escepticismo defendido por Montaigne. Dudar de todo como herramienta metódica.
3.1 CARACTERÍSTICAS DE LA DUDA
Los rasgos básicos de la duda propuesta por Descartes son:
-Metódica: El estado de duda es una etapa preliminar. No es un fin en sí misma, sino un medio, un
camino que conduce a la certeza.
-Universal: Se aplica sin restricción alguna a todo aquello que puede ser dudado.
-Exagerada: Con ello se quiere decir que es radical. Descartes nos dice que tenemos que dudar de
aquello que es falso, pero también -y esto es lo esencial- de aquello que podamos plantear alguna
duda, incluso en el caso de que no podamos demostrar que es falso.
-Provisional: Por esta razón, la duda no es definitiva, sino un estado provisional de la mente que
busca la verdad.
-Teorética: No se extiende al ámbito práctico. Su aplicación es puramente teórica.
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3.2 MOTIVOS DE DUDA
El proceso de duda alcanza en Descartes tres estadios diferentes que, en un proceso crecien-
te de radicalización, tendrán como resultado la evidencia de una primera verdad clara y distinta:
a) PRIMER MOTIVO DE DUDA: LOS DATOS PROCEDENTES DE LOS SENTIDOS
Este primer motivo tiene en cuenta los sentidos, cosa lógica, por otra parte, en un racionalista. Los
sentidos nos han engañado alguna vez, y por tanto, “es prudente no fiarse nunca por completo
de quienes nos han engañado alguna vez”, dice Descartes en el Discurso del Método. Para la ma-
yoría de los hombres, lo más probable es que los sentidos no nos engañen, pero Descartes piensa
que la probabilidad no equivale a certeza, y certeza era lo que estaba buscando.
b) SEGUNDO MOTIVO DE DUDA: LA CONFUSIÓN ENTRE VIGILIA Y SUEÑO
Una cosa es dudar de que las cosas sean como los sentidos nos las muestran, pero no parece lógico
pensar que las cosas no existan. No parece que yo pueda dudar, por ejemplo, de que estoy sentado
leyendo estos apuntes. Sin embargo, se plantea Descartes, me ha sucedido alguna vez haber soñado
que estaba en este mismo sitio haciendo lo que ahora hago, cuando en realidad dormía plácidamente
en mi cama. ¿No podría ser que también ahora esté soñando, pues “no hay indicios ciertos para dis-
tinguir el sueño de la vigilia”?
La imposibilidad de distinguir si soñamos o estamos despiertos (en vigilia) fue el segundo mo-
tivo aducido por Descartes para poner en duda la realidad de todo el mundo exterior.
c) TERCER MOTIVO DE DUDA: LA HIPÓTESIS DEL GENIO MALIGNO
Aunque estuviera soñando y las cosas que creo estar viendo fueran ilusiones, algunas cosas no ofre-
cen duda; por ejemplo, las verdades matemáticas. Soñando o despiertos, seguirá siendo igualmente
verdad que un triángulo sólo puede tener un ángulo recto. El argumento parece contundente pero
Descartes echa mano de un motivo para dudar incluso de las verdades matemáticas que roza lo ex-
travagante: ¿y si mi entendimiento estuviera manipulado por un “genio maligno” que se complacie-
ra en engañarme haciéndome tomar por verdadero lo que no lo es? Esta hipótesis de un genio ma-
ligno que anulara la certeza de los propios razonamientos matemáticos, tercer motivo de duda,
hace desvanecerse la posibilidad de hallar una verdad indubitable.
4. EL COGITO (RES COGITANS): CRITERIO DE VERDAD
Parece que nada resiste a la duda llevada a este extremo de radicalidad. El no estar seguro de
nada parece sumirle en un completo escepticismo, pero no es así: le conduce a la verdad absoluta.
Del hecho mismo de dudar surge la primera certeza. En efecto, si dudo, si estoy persuadido de que
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nada hay en el mundo, si soy engañado por cierto genio maligno, si, en definitiva, pienso, hay que
concluir que yo soy, que yo existo. Pues, si yo no soy nada, ¿cómo puedo dudar'? De manera
que la afirmación “pienso, luego existo” (cogito ergo sum) se presenta como la primera certeza ca-
paz de resistir a todo posible motivo de duda.
“Pienso, luego existo”, es la primera verdad firme y segura sobre la que se propone Des-
cartes fundamentar la Filosofía. Es una verdad intuida, es decir, fruto de la intuición: a la vez que
pienso, en ese mismo momento percibo mi existencia. Pensamiento y existencia están tan íntima-
mente ligados que si dejara por un instante de pensar, cesaría por completo de existir. Por tanto, la
proposición “dudo de que existo” es, a todas luces, contradictoria y absurda. San Agustín ya antici-
pó esta primera verdad con su “si fallor, sum” (si me equivoco, existo).
Una vez establecida su propia existencia, Descartes investiga cuál es su naturaleza o es-
encia. ¿Qué clase de cosa soy yo? No soy esencialmente un ser físico, ya que, aplicando el método
de la duda, puedo dudar de que posea un cuerpo o de que existan siquiera los objetos externos. Los
únicos atributos que no puedo negar de mí mismo son los mentales. Por ello, he de inferir que “soy
una sustancia cuya naturaleza o esencia completa consiste en pensar”. Y “pensar” incluye
cualquier estado psíquico o vivencia mental: Soy una cosa que piensa, es decir, una cosa que duda,
entiende, concibe, afirma, niega, quiere y también imagina y siente.
Por tanto, el cogito es la primera verdad, pero además es el prototipo de toda verdad.
Cree que esta intuición es indudable por ser clara y distinta. Por ello concluye: Todo cuanto perciba
con igual claridad y distinción será verdadero y cierto. El problema será ahora escapar del solipsis-
mo (aislamiento del yo) al que parece condenarle ese cogito.
5. LAS IDEAS Y SUS CLASES
Para escapar de un cogito que solo garantiza la existencia del yo , debe saber si lo que
piensa como verdadero es realmente verdadero, o sea, si el pensamiento puede ser objetivo y
captar la realidad. Como no puede salir del cogito -por ser la única evidencia-, debe partir del
interior de este, así que la argumentación será a priori. Del cogito ha de extraerse todo
conocimiento, incluido, claro, el de que existe la realidad extramental. ¿Con qué cuenta Descartes
para llevar esto a cabo? Con dos elementos: el pensamiento como actividad (“yo pienso”) y las
ideas que piensa ese “yo”.
Debe, pues, partir de las ideas analizándolas cuidadosamente para buscar si alguna de ellas
sirve para romper el cerco del cogito y salir a la realidad extramental escapando del solipsismo.
Según su origen distingue tres tipos de ideas:
-Ideas adventicias, aquellas que parecen llegadas de fuera de mí, puesto que parecen representar
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realidades o cosas externas a mí. Por ejemplo, ideas de hombre, de casa, de libro, etc. Dice “pare-
cen” porque Descartes aún duda de la existencia de realidades exteriores.
-Ideas fácticas, las ideas formadas por mi propia mente a partir de ideas adventicias. Por ejemplo,
la idea de Centauro, ser mitológico mitad hombre y mitad caballo.
-Ideas innatas. Algunos contenidos del pensamiento -pocos, pero muy importantes- no son de nin-
guna de las dos clases anteriores. No lo son, por ejemplo, las ideas de pensamiento, de existencia,
de extensión, de infinitud, que también se encuentran en el yo. Esta clase de ideas no proceden de la
experiencia sensible ni las ha construido a partir de esa experiencia. ¿Cuál es, pues, su origen? Son
innatas, dice Descartes, “nacidas conmigo”.
6. DIOS: LAS RES INFINITA
A Descartes le interesaba especialmente la idea innata de infinitud, que identificó con la idea
de Dios. Una vez probado que la idea de un Dios infinito que hay en la mente es innata, tenía
que demostrar que Dios existe, pero no sólo como idea innata en mi mente, sino también y sobre
todo como realidad extramental. Para demostrar su existencia elaboró varios argumentos:
-El argumento noológico, ya formulado por san Agustín, reformulado por Descartes del siguiente
modo: la idea de la existencia de un ser infinito en mi mente, en tanto que realidad objetiva (con-
ceptual), ha de tener una causa proporcionada a la idea (es decir, la causa debe tener al menos tanta
realidad formal -en acto- como realidad objetiva hay en dicha idea), luego ha de existir un ser infini-
to que sea la causa de la idea de ser infinito en mi mente.
-La tercera vía tomista sobre lo contingente y lo necesario: la realidad contingente de nuestra
existencia –que llega a ser y que deja de ser- requiere un fundamento necesario, y ese fundamento
es Dios.
-El argumento ontológico, ya formulado por san Anselmo, reformulado del siguiente modo: si ten-
go en mi mente la idea de Dios y lo concibo como el ser más perfecto que pueda pensarse, entre sus
perfecciones habrá de encontrarse la existencia, pues de lo contrario no sería el ser más perfecto que
pueda pensarse, y siempre podría pensar en otro más perfecto, a saber, en uno que existiera.
7. EL MUNDO: LA RES EXTENSA
Cuando Descartes consideró probada la existencia de Dios como ser perfecto, es decir,
de infinito poder, de infinita sabiduría, de infinita veracidad y bondad, tenía el camino expedito
para poder afirmar, superando la duda, que existía la realidad exterior o mundo. En efecto, si
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Dios es el autor de mi naturaleza, y Dios es infinitamente veraz y bueno, no puede complacerse en-
gañándome, no ha podido crear mi razón de tal modo que me induzca a tomar como falso aquello
que se me presente como evidente. La hipótesis del genio maligno se desvanece, y ya no hay razo-
nes para temer que cuando yo pienso que el mundo existe esté sufriendo un error. Dios garantiza
que a mis ideas adventicias les corresponde una realidad extramental.
El Dios cartesiano, sin embargo, no avala la veracidad de todas las ideas adventicias. Cuan-
do veo un color o percibo un aroma, por ejemplo, Dios no está avalando la existencia de esas cuali-
dades. Para Descartes, como para Galileo y para la Física moderna en general, sólo existen real-
mente las cualidades llamadas primarias, es decir, la forma o figura, la extensión y el movi-
miento (las cualidades que se pueden describir matemáticamente). El resto de las cualidades que
captamos en los cuerpos (colores, sabores, sonidos, olores, etc.), conocidas como cualidades se-
cundarias, sólo tienen existencia subjetiva. Por lo tanto, según Descartes, el Dios autor de mi en-
tendimiento sólo garantiza del mundo exterior aquello de lo que puedo tener certeza, y certeza
solamente se tiene de lo que puede percibirse clara y distintamente.
En el proceso anterior podemos encontrar una inconsecuencia bastante grave, a saber:
Descartes nos señala que en la regla de la evidencia (claridad y distinción) no se sigue criterio abso-
luto de certeza (o de verdad) más que porque Dios me lo garantiza y, por tanto, mientras no haya
demostrado la existencia de Dios dicho criterio no podrá ofrecerme seguridad; ahora bien, para de-
mostrar la existencia de Dios, Descartes recurre al criterio de certeza; lo cual constituye un círculo
vicioso y, por tanto, una demostración poco rigurosa.
8. LA ESTRUCTURA DE LA REALIDAD: LAS TRES SUSTANCIAS
El término realidad lo tomó Descartes del vocablo latino res que quiere decir cosa. Así
pues, la realidad está compuesta por cosas. Ahora bien, si cosa significa ser real y la palabra ser
también viene del latín, que significa existir, se puede deducir que el término cosa es equivalente a
sustancia, que Descartes, en la tercera de sus Meditaciones definió de la siguiente manera: “aquella
cosa que existe de tal manera que no necesita ninguna otra para existir”. Lo que ocurre es que
esta definición de sustancia únicamente es aplicable a Dios, por lo que de manera analógica Descar-
tes aplicará este término cuando se refiere a la sustancia pensante o yo, así como a la sustancia ex-
tensa o mundo corpóreo. De este modo, ambas sustancias no pueden existir sin la acción de Dios.
Por tanto, hay dos clases de sustancias:
-La sustancia infinita: Dios (res infinita), a quien corresponde absolutamente esta definición.
-Las sustancias finitas: el yo (res cogitans) y el mundo (res extensa).
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Por otro lado, Descartes dice que a cada sustancia le corresponde un atributo, que cons-
tituye su esencia y por el que se conoce. El de Dios es la infinitud; el del alma, el pensamiento;
y el del cuerpo, la extensión. Las sustancias finitas (el yo y el mundo) tienen, además, una serie
de cualidades variables no esenciales: los modos. Son modos del pensamiento: amar, soñar, sen-
tir..., y de la extensión: la figura, movimiento, tamaño, posición… Por ejemplo, un cuerpo
(sustancia) es extensión (atributo) que tiene una figura determinada (modo).
9. EL HOMBRE: DUALISMO ANTROPOLÓGICO
El hombre es un compuesto de dos sustancias, la sustancia pensante y la sustancia ex-
tensa. Y, como el entendimiento tiene una idea clara y distinta de la sustancia pensante y una idea
clara y distinta de la sustancia extensa, es evidente, según Descartes, que se trata de dos sustancias
distintas, independientes, y que el alma puede existir sin el cuerpo, esto es, que de la muerte del
cuerpo no se sigue la muerte del alma.
Esta posición de Descartes, según la cual cuerpo y alma son sustancias autónomas, tiene impor-
tantes consecuencias: por un lado, la afirmación de la inmortalidad del alma; por otro lado, la
afirmación de la libertad del hombre. En efecto, el alma, en tanto que sustancia pensante, queda
excluida del mecanicismo1 y la necesidad, propios de los cuerpos (sustancia extensa).
Sin embargo, a pesar de concebir cuerpo y alma como dos sustancias autónomas, Descartes es cons-
ciente de la interacción real entre ambas en el caso del hombre. Pues, cuando mi cuerpo está he-
rido -dice en su sexta Meditación-, no sólo percibo la herida mediante el entendimiento, sino que
además siento dolor. ¿Cómo conciliar este hecho con la concepción de cuerpo y alma como sustan-
cias independientes? Se trata de un punto oscuro de la filosofía de Descartes; y su solución de corte
fisiológico, según la cual el alma estaría localizada en un punto concreto del cuerpo, la glándu-
la pineal, situada en la parte central del cerebro, y a través de la cual tendría lugar la interacción
cuerpo y alma, no es, en absoluto, satisfactoria.
10. INFLUENCIA E IMPORTANCIA DEL RACIONALISMO CARTESIANO
El racionalismo cartesiano, y en general el racionalismo moderno, alcanzó una serie de con-
clusiones filosóficas de enorme influencia en la filosofía posterior:
-El racionalismo: la fuente fiable de conocimiento es la razón. Ni la autoridad de los maestros
antiguos, ni tan siquiera la información que nos ofrecen los sentidos resultan fiables a la hora de es -
tablecer verdades seguras. Sólo lo que razón humana es capaz de establecer deductivamente, a partir
1 El mecanicismo es una doctrina filosófica nacida en el siglo XVII, que afirma que la única forma de causalidad es la influencia física entre las entidades que conforman el mundo material.
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de verdades claras y distintas puede ser considerado como un conocimiento seguro. Esto no quiere
decir que el racionalismo rechace por completo el conocimiento sensible en el trabajo del científico.
Lo que los racionalistas sostienen es que la fuente de la verdad científica es la razón y los principios
racionales innatos.
-El determinismo: todo sucede necesariamente. Los fenómenos de la naturaleza se rigen por le-
yes fijas e invariables, predeterminadas desde la creación del mundo por Dios.
-La matematización de las ciencias: las leyes que rigen los fenómenos han de reducirse a ex-
presiones matemáticas. Las matemáticas son la ciencia más segura de todas y, por tanto, el modelo
de conocimiento científico. Sólo si logramos reducir todos los fenómenos a cantidades matemáticas
lograremos un conocimiento seguro.
-El optimismo racionalista: todo tiene una explicación racional. La razón humana es capaz de
descubrir las leyes que rigen el mundo físico si utiliza el modelo adecuado de la ciencia, que consis-
te en expresar matemáticamente todas las regularidades físicas.
Estos postulados dieron lugar, con el tiempo, a una posición intelectual según la cual la ra-
zón humana es el criterio último de verdad, y no el dogma religioso o a la autoridad de los filósofos
antiguos. Como consecuencia de esta actitud se inició, durante la Época Moderna, un proceso de
autonomía de la razón, que se extendió poco a poco, no sólo a la ciencia, sino también a la ética y
a la política. El racionalismo dio lugar también al idealismo moderno. Para esta postura la realidad
es primero pensada por el sujeto -o percibida por el sujeto, como luego dirán los empiristas-, conce-
bida de un modo subjetivo, por lo que nuestro conocimiento del mundo es siempre una proyección
del sujeto que conoce.
Además, el racionalismo se constituyó en una de las filosofías -junto con el empirismo- que funda-
mentaron teóricamente el método científico propuesto por Galileo. Para hacer ciencia hay que utili-
zar la razón y la experiencia. Su adecuada conjunción dio lugar a la ciencia moderna y a la técnica
de ella derivada. Los inventos y descubrimientos científicos se sucedieron desde entonces sin parar
y el ser humano, por primera vez en mucho tiempo, fue capaz de explicar y dominar muchas fuerzas
de la naturaleza. Este progreso técnico generó una confianza inusitada en la capacidad racional.
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