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LIBROS Y NOMBRES
DE CASTILLA-LA MANCHA
OCTOGÉSIMOPRIMERA ENTREGA
81 Año III/ 31 de agosto de 2012
Mateo López: Vida y obra de un
arquitecto de Iniesta
Amelia López-Yarto Elizalde
Centro de Estudios de La Manchuela,
Iniesta, 2011; 200 pags.
Mateo Lopez es un importante
arquitecto nació en Iniesta (Cuenca) y
que desarrolla su trabajo en el último
tercio del siglo XVIII
Su primera obra conocida es la Casa de
la Moneda de la capital. Posteriormente,
entre 1784-85, llevaría a cabo el
cerramiento de las gradas de la fachada
principal de la catedral y de los andenes
de bajada al palacio episcopal.
A continuación intervendrá en una serie
de parroquias rurales de la provincia
(las de Buenache de la sierra, la de
Arbeteta, en Guadalajara (1783-87), la
capilla de nuestra señora del Rosario
(hoy de la Virgen de Fátima), de la
iglesia de Sisante; las de Rubielos Bajos
y Fuentesclaras; la de Cañaveras, la de
san Pedro, de Cuenca capital, la iglesia
parroquial de La Pesquera; la de Casas
de Guijarro, Mantiel (Guadalajara),
Casas de Haro, Chillarón, Tragacete,
etc.
En el ámbito de la obra civil se le
atribuyen el Ayuntamiento de Sisante,
la Casa de Recogidas de Cuenca (de
1766) e intervino asimismo en las
Escuelas que manda construir el obispo
Palafox.
Como refleja la autora en sus
conclusiones Mateo López es el
arquitecto más importante del último
tercio del siglo XVIII en la provincia de
Cuenca. Desempeñó buena parte de
trabajos administrativos (maestro mayor
del Obispado, oficial de Intendencia y
maestro mayor de la ciudad) lo que le
obligó a más tareas de informes y
supervisión que a la realización de obras
propias.
También intervino en dos importantes
obras de ingeniería como fueron el
allanamiento a la subida del caso
antiguo de Cuenca y la salida del
camino real que conducía a Tarancón y
a Madrid.
La autora, Amelia López-Yarto
Elizalde, pertenece al departamento de
Historia del Arte del CSIC; y es autora,
entre otros, de los libros: Francisco
Becerril y La orfebrería en el s XVI en
la provincia de Cuenca.
AGC
Germán Marina Muñoz: pionero
del anillamiento científico de aves
Isaías Moraga Ramos y Federico
Valero Cano
Centro de Estudios de Castilla-La
Mancha (UCLM); Ciudad Real, 2012
Cuando Federico Valero me habló por
primera vez de Germán Marina Muñoz
y de sus trabajos como anillador de
aves, concretamente de sus
anillamientos de cigüeñas blancas en
Ávila y Segovia, sentí una gran
curiosidad por conocer más sobre su
vida, sus trabajos como anillador, y las
motivaciones que le llevaron a emplear
el anillamiento como herramienta para
el estudio de las migraciones. Federico
no tardó en pasarme algunos de los
trabajos sobre el anillamiento científico
de aves que habían sido rescatados por
Isaías Moraga, que celosamente había
guardado en su biblioteca personal.
Toda una suerte, a tenor de lo que
cuentan los autores de este libro, ya que
de las múltiples y variopintas
publicaciones que a lo largo de su
dilatada vida Germán Marina llegó a
escribir, parece que solo quedan
disponibles los ejemplares conservados
por Isaías Moraga. Su familia no
conserva ningún ejemplar y en la
Biblioteca Nacional sólo hay algunos.
Muchas veces he pasado por delante de
la casa donde nació Germán Marina
Muñoz cuando iba a casa de mis
abuelos maternos, y nunca sospeché que
uno de los pioneros en el anillamiento
científico, una de las técnicas que
revolucionó el estudio de las
migraciones de las aves, había nacido y
vivido temporalmente a la vuelta de la
esquina. Gracias a Isaías Moraga, ya
Federico Valero por su incansable y
persistente empeño, la obra de Germán
Marina Muñoz ha sido rescatada del
olvido y con ello su legado, mostrando
una vez más (ya contamos con algún
precedente, como el de Francisco Rivas
Moreno), que en nuestro pueblo hubo
gente avezada, llena de inquietudes, que
no se arrugaron ante el contexto de los
tiempos difíciles en los que les tocó
vivir y que no obstante, estuvieron a la
vanguardia en el desarrollo de su labor
profesional.
Germán Marina, que provenía de una
familia acomodada, no desaprovechó la
oportunidad de cursar unos estudios
universitarios a principios del siglo XX,
lo que en aquellos tiempos debía ser
todo un reto. Fue ingeniero de montes,
una titulación académica que pretende
cubrir la necesidad de mejorar la
productividad de los montes. Sin
embargo, Germán dedicó parte de su
labor profesional al estudio de la
migración en aves, lo que era y es una
disciplina más bien de biólogos.
Desconozco si por aquel entonces ya
existían ciertos recelos profesionales
entre biólogos e ingenieros y en que
grado unos intentaban acaparar las
competencias de otros, pero no sería
muy descabellado apuntar, que tuvo que
haber ciertos desencuentros. De hecho,
en el "Manual para el anillamiento
científico de aves" que salió a la luz en
el año 2000 y que actualmente es uno de
los libros de referencia para todo aquel
que desee ser anillador, se comenta con
deleite como los biólogos tomaron la
delantera a los ingenieros en el uso de
anillas con remite propio. En cualquier
caso, Germán Marina por iniciativa
propia creó un remite para sus anillas
"FORESTAL MADRID ESPAÑA",
que utilizó para anillar unas 400 aves, la
mayoría cigüeñas blancas entre 1934 y
1936. Este, junto al remite "MUSEO
DE CIENCIAS", fueron los dos remites
pioneros que portaron las primeras
anillas españolas. Actualmente no se
conservan los datos de los 400
anillamientos realizados por Germán
Marina debido principalmente a que las
instalaciones del Instituto Forestal de
Investigaciones y Experiencias, donde
trabajaba Germán Marina dentro de la
sección de Vertebrados Terrestres,
fueron saqueadas. Afortunadamente, sí
podemos disfrutar de las dos
publicaciones de anillamiento de
cigüeñas en Segovia y Ávila que se han
reeditado junto con este libro en edición
facsímil.
Fabián Casas Arenas, del Prólogo del
libro
Germán Marina fue un ingeniero de
montes natural de Miguelturra (CR)
nacido a finales del siglo XIX;
destacado en su carrera, fue el primero
en realizar el anillamiento de las aves en
nuestro país. En el Índice del libro
encontramos los siguientes apartados:
Prólogo
Introducción
Aves anilladas
Cigüeñas de Ávila
Cigüeñas de Segovia
La poda de encinares
Los problemas de España. Langosta y
Roturación
Los circunloquios de los pinos
Reconstruyen la portada original
de la Sinagoga del Tránsito
El autor del texto, publicado por Ledoria, es
el arquitecto Antonio Miranda. Se trata de
una interesante aproximación metodológica
por parte del responsable de 'Muros de
Toledo' (1995)
La editorial Ledoria acaba de publicar el
libro Reconstrucción de la portada
medieval de la Sinagoga del Tránsito,
del arquitecto Antonio Miranda
Sánchez. Se trata de un interesante
estudio metodológico que pone punto
final a varios años de investigaciones
por parte de su autor y que será pronto
presentado en el propio templo,
actualmente sede del Museo Sefardí.
«Las restauraciones recientes no han
tocado el aspecto de la portada y nada
parece quedar hoy del aspecto casi
original que tenía en 1752, según un
dibujo de la época. Sin embargo, hay
razones para pensar que las obras y el
tiempo transcurrido no han borrado del
todo lo que fue la sinagoga, dejando
algún resto (un listel cerámico, un trozo
de viga...) que permite pasar el dibujo a
ideas más claras de cuál era la portada
original. Esto es lo que pretende este
trabajo». La reseña del libro, que ya está
a la venta, puede consultarse en la web
de la editorial creada por Jesús Muñoz
Romero, www.editorial-ledoria.com.
La imagen del edificio de 1752 a la que
aludía el autor en el testimonio anterior
aparece reproducida a la derecha de
estas líneas. Fue realizada por Francisco
Javier de Santiago y Palomares (1728-
1796), uno de los personajes toledanos
más brillantes del siglo XVIII,
calígrafo, escribano del Reino y
miembro de la Real Academia de la
Historia. Pese a la escasa calidad
artística del dibujo, que acompañó a la
edición manuscrita del volumen De
toletano hebraeorum templo, de
Francisco Pérez Bayer, en él se aprecia
perfectamente la semblanza del acceso
al edificio, «templo de Santa María,
vulgo del Tránsito». Ésta era la
denominación que recibía entonces el
templo, que fue construido como
sinagoga a mediados del siglo XIV para
convertirse después en hospedería de la
Orden de Calatrava, iglesia y
acuartelamiento, y en la actualidad
brillante centro museístico y cultural.
Reconstrucción de la portada medieval
de la Sinagoga del Tránsito, publicado
por Ledoria dentro de su colección
„Toledo en la memoria‟, tiene una
extensión de 112 páginas y un precio de
siete euros. Ledoria, que fue pionera del
libro digital en Toledo, pone a
disposición de sus lectores la
posibilidad de adquirir el libro en este
formato con un descuento de dos euros.
El libro está dividido en ocho capítulos.
El primero está dedicado a los
antecedentes de la investigación y el
segundo a la metodología empleada,
mientras que el tercero aborda la
identificación de la tipología y el cuarto
se dedica a plantear las diferencias entre
iglesia y sinagoga. El quinto apartado se
centra en los restos conservados en la
cubierta de la galería de mujeres y el
tejaroz de entrada que han permitido
sugerir el dibujo de reconstrucción
propuesto. El sexto capítulo está
dedicado a „La restauración en el papel‟
y recorre los diferentes elementos de la
portada: el tejaroz, el pórtico de entrada
y la puerta, las columnas o pilastras y
los falsos sillares, la ventana y los
adornos que la rodean y los escalones.
El capítulo siguiente está dedicado a las
conclusiones y el octavo, por último,
contiene un corolario final. Las
investigaciones en humanidades
agrupan buena parte de la producción de
la Editorial Ledoria, que dedica
específicamente a la historia dos de sus
colecciones, „Toledo en tu mano‟ y
„Toledo en la memoria‟. En esta última,
junto con las investigaciones del
historiador Francisco García Martín
acerca de la Comisión de Monumentos
de Toledo y diversos temas de
investigación del desaparecido Julio
Porres, entre otros títulos, como Los
jesuitas en Toledo (1901-2001), de
Carlos López Pego, y Tradición de la
Virgen del Águila de Las Ventas con
Peña Aguilera, del propio Muñoz
Romero, se enmarca el nuevo libro
dedicado a la sinagoga.
Antonio Miranda Sánchez (Madrid,
1942) es arquitecto. Ha desarrollado la
mayor parte de su actividad profesional
en el campo de la administración
pública, sobre todo en tareas
relacionadas con el estudio del
patrimonio monumental en la Junta de
Castilla-la Mancha. Desde mediados de
los años noventa ha publicado diversas
investigaciones relacionadas con la
arquitectura a través de instituciones
como el Colegio Oficial de Arquitectos
de Castilla-La Mancha y la Diputación
de Toledo, tanto para el Instituto de
Investigaciones y Estudios Toledanos
como para la revista Anales Toledanos.
Su texto más destacado hasta la fecha es
Muros de Toledo, que vio la luz en el
año 1995, un libro de referencia para el
estudio de los paramentos antiguos del
Casco Histórico, citado a menudo por
arqueólogos e historiadores. Adolfo de
Mingo: LA TRIBUNA DE TOLEDO
23 de agosto de 2012
Bizancio, el triunfo de las
imágenes sagradas
Miguel Cortés Arrese
Ed. Biblioteca Nueva
Madrid, 2010; 160 pags.
Bizancio, el Imperio heredero del
romano y defensor tenaz de la religión
cristiana, desarrolló una civilización tan
espléndida que acabó por ser irresistible
para sus contemporáneos. Los trabajos
de sus orfebres, las sedas finas, los
vasos de piedras duras, manuscritos y
marfiles fueron buscados con denuedo.
Los mosaístas bizantinos más exquisitos
dejaron su impronta en Córdoba,
Damasco, Kiev y Palermo.
El triunfo de la Ortodoxia permitió
desarrollar algunas de sus propuestas
más originales. En los tiempos de las
dinastías macedónica y comnena,
maduraron soluciones arquitectónicas y
programas decorativos de tal claridad
conceptual y eficacia que perduraron
durante centurias. Las imágenes
sagradas, dotadas de una dignidad
ceremonial insuperable y una calidad
artística acorde con la profundidad de
los mensajes de las que eran portadoras,
ocuparon entonces y para siempre un
lugar central en la vida bizantina. Se
extendieron por los Balcanes, las tierras
del mar Negro y las llanuras rusas y
sedujeron a los europeos cultivados de
Occidente: como en estos días.
Web de Ed. Biblioteca Nueva
Miguel Cortés Arrese es catedrático de
Historia del Arte en la Facultad de
Letras de la UCLM en Ciudad Real
TOLEDO
Un paseo por el laberinto
Javier Echenagusia
Fotografías de Fernando Madariaga y
Carlos Roca. Ilustraciones de Antonio
Roca. Ediciones Alamanda;
168 pags. 22,50 € •
Dédalo no planificó Toledo ni, que se
tenga constancia, ningún minotauro
trota perdido por sus calles. Pero con
todo, no viene mal servirse de algún
hilo conductor a la hora de internarse
por el intrincado callejero de esta ciudad
apiñada contra el vértigo del torno del
Tajo. De disfrutar de su particular
laberinto. Bien calzado, que son de
sobra conocidas sus pronunciadas
cuestas que hacen sudar a toledanos y
visitantes, por más que la ciudad
siempre presumiera de siete colinas para
mirar de frente a Roma, el imperio, y a
Jerusalén, la fe.
Nicolás del Hierro
El color de la tinta Poesía 1962-
2012 Ediciones Vitruvio, Madrid, 2012;
Colección Baños del Carmen, nº 303,
Cincuenta años vividos al sol de la
palabra, no es poco bastimento: medio
siglo de abundancia poética que ha
venido a identificar a Nicolás del Hierro
(Piedrabuena, 1934) como uno de los
poetas españoles que si bien “no sido
demasiado prolífico, tampoco lo
contrario”, atendiendo a sus propias
palabras.
Desde la aparición de su primera
entrega poética, “Profecías de la
guerra”, el poeta ha dado muestras de la
evolución expresiva de su poesía en
cada una de sus entregas sucesivas.
Bajo ese estado anímico de constante
superación, cara a la creatividad o
actividad voluntaria del sentimiento, ha
sabido amasar con agua purísima, como
muy pocos, el barro constructivo de su
edificio poético.
Fidelísimo laborante de sí mismo, el
poeta piedrabuenero se ha ido
posicionando en busca de universos
poéticos propios, persiguiendo nuevos
ahondamientos y culminaciones
garantes de una continuidad que le ha
permitido desplazarse de tiempo en
tiempo, de lugar en lugar y de aventura
en infortunio, prontamente asediado por
la emotividad más pura de la infancia,
lastrado por las primeras decepciones
del “niño que apenas/ sin en la escuela
sabía hacer palotes”, el
ensombrecimiento emocional y
doloroso por la desaparición temprana
de sus progenitores, por una guerra que
le produjo tantísimo “dolor de niño
entristecido”.
El volumen se inaugura, a manera de
prólogo, con un estudio introductorio
pleno de aciertos, titulado “La poesía
de Nicolás del Hierro: Una caligrafía de
la soledad”, del poeta y crítico literario
Pedro A. González Moreno, que
constituye una copiosa y fructuosa
aportación analítica de la labor de
creación del poeta de Piedrabuena. Son
también luminosas las palabras previas
del autor, respecto de la selección que
“responde a la sinceridad de mi elección
en el momento en que ésta se ha
realizado”, según confesión del poeta.
Este amplísimo muestrario, debido -
como se ha visto- a la honestidad y
espontaneidad personal de Nicolás del
Hierro, abarca hasta quince títulos,
correspondientes a las distintas etapas
alumbradoras de su quehacer poético.
Asimismo, se incluyen seis poemas
primeros, escritos entre 1956 y 1961. En
ese esforzado laboreo, se transparenta la
rigurosa y profundísima raíz confesional
e intimista, destacada por González
Moreno, que ha ido caracterizando y
reconociendo la poética de nuestro
poeta durante los distintos periodos
habidos de escritura creativa.
Conocido es que la poesía de Del Hierro
presenta un tono natural, sin postizos
sedimentos retóricos, sin artificios
fingidos de lenguaje que tantas veces
afectan -empobreciéndolo- al
significado del discurso poemático. El
atractivo poético, en este caso,
conmueve por su sencillez, por la
humildad de un alma grande en
permanente acto de servicio en
persecución de la palabra reveladora,
tantas veces extraída e impuesta desde
el provecho a sus semejantes, acaso
porque “es inútil/ echarle nada en cara a
ningún hombre”. El poeta se sabe
protagonista de su destino forzoso,
como observador agitado del acontecer
diario. Ello le permite declarar
abiertamente, en actitud oracional:
“¡Está la tierra/ tan a falta de sol y tan
desnuda!”
Con vocación reiteradamente elegíaca,
echa mano del milagroso material -
purísimo- a su alcance, que es su propia
palabra, para enarbolar el planteamiento
y la solución de sus sencillas o fatigosas
fórmulas discursivas, su compromiso
moral y afanoso con el hombre, incluso
con el tiempo que ve pasar igual que los
recuerdos más acibarados: “Y van
pasando ahora… Pero no,/ no quiero
repetirlos. Hay en ellos/ tanto sabor
amargo”.
Dentro de los matizados acentos
-confesional e intimista- a que nos
hemos referido, resulta un deber
detenernos ante la muy especial -en la
poesía de Nicolás del Hierro- presencia
de la temática amorosa, tan fervorosa y
generosamente encarnada en los títulos
“Lejana presencia”, 1984, y “Muchacha
del Sur”, 1986, entregas que junto a la
anterior, “Este caer de rotos pájaros”,
1979, supusieron en el momento de su
aparición, el reconocimiento unánime
de la crítica como obras mayores de una
actitud poética ya en su madurez. Y en
esa línea de autenticidad, el poeta ha ido
construyendo y sosteniendo la
estructura de su obra posterior.
Defiende el poeta el tiempo del amor
con una sensibilidad lírica celebrada en
su fecundidad, encendida de luz en sus
adentros, compartiendo este estado
íntimo e infinito con la amada: “Nadie
puede borrarnos/ la memoria: ya somos/
los dos y para el mundo,/ lograda
eternidad”.
Pero sin duda lo que más llama la
atención del poeta, alimenta su espíritu
de reconocida intimidad, es la fuerza
transmisora y retrospectiva de sus
orígenes rurales, sus paisajes familiares:
memoria viva y eficacísima, que actúa
de bálsamo redentor en su estado de
ánimo ante la creación de su mundo
poético. Y así, se sitúa tantas veces
delante de sí mismo, en el tiempo que
fue. Necesita volver la mirada más
propia hacia la memoria evocativa de
los suyos “colgada en las auroras/ de la
fuente más niña,/ la que nutriera un
tiempo/ de limpios regadíos/ que el
presente conjuga en su memoria”. Allí
es donde cimenta el poeta
definitivamente, a nuestro juicio, sus
fuentes de inspiración más caudalosas y
emotivas. Sirva como ejemplo el poema
“Resurrección”, de “Dolor de ausencia”,
2008, que representa un irremediable y
enternecedor regreso al amor maternal.
Toda una letanía devocional a la
traspuesta figura de la madre, donde
nos encontramos momentos de probada
inclinación confesional, ocupados de
afectos amorosos altamente simbólicos,
acaso con el Nicolás más verdadero:
“Necesito/ tomarte y cobijarme,/
ampararme en tu yo:/ te rescato/ de los
brazos de Dios/ para mi vida, / para mi
mundo,/ para un tiempo de lucha en
donde el hombre/ necesita el amor”.
El poder de la vida -y el amor a la
poesía-, que es “el color de la tinta” con
que escribe o contempla lo escrito, se
cierra con su último poemario, que da
título al volumen. Todo el recorrido por
estas páginas gozadas, ha sido
celebración y lumbre, viva emoción
sentida en los momentos más altos del
poema, de los poemas encontrados -que
son una gran mayoría- “A borbotón de
sangre”, al goce de la maestría
salvadora, estética y metafórica del
poeta.
Se nos queda pequeña esta parcela, este
quiñón regado por la música inmune a
cualquier pérdida de sus poemas, para
entonar todas y cada una de las
altísimas calidades humanas y poéticas
de Nicolás del Hierro. Pensamos que la
suerte de este libro ha de ser la mejor en
el panorama poético español del
momento, porque es la reunión -no
total- de una muestra considerable de la
muy construida, cuidada y fecunda obra
poética del vate manchego. Que sean
sus propios versos ese corazón
inviolable que sigue en pie, dando fe de
un quehacer extraordinariamente
iluminado: medio siglo expuesto con
suficiente claridad y cantidad, para dejar
constancia de la verdad afanosa de este
hombre, de este poeta nuestro
“que consumió sus horas
escribiendo
sobre la perfección de los
humanos.”
Manuel Cortijo Rodríguez
Antonio Pareja Serrada
Glorias de La Alcarria. La razón
de un Centenario
Valladolid, Ed. Maxtor, 2011, 230 pp.
(Edición facsimilar de la de
Guadalajara, Taller Tipográfico de la
Casa de Expósitos, 1911).
A veces suceden cosas llamativas. El
libro que comentamos, que vio la luz
por primera vez en Guadalajara y en
1911, estaba pendiente de ser editado
por el Ayuntamiento briocense, con
motivo de la celebración del Tercer
Centenario del asalto de Brihuega y
batalla de Villaviciosa, pero los recortes
presupuestarios propios del momento no
lo hicieron posible y, su texto,
acompañado de algunos trabajos que lo
completan, quedó a la espera de mejores
tiempos para su publicación.
No obstante, ello no fue óbice para que
la pucelana editorial Máxtor lo diera a
las prensas junto a otra obra de Pareja
Serrada: Brihuega y su partido que, por
cierto, también publicó el Ayuntamiento
de Brihuega.
Máxtor editó también algún que otro
trabajo de Guadalajara, entre ellos El
libro de la provincia de Guadalajara,
de D. Juan Catalina García López
(Guadalajara, 1881), con lo que de
buenas a primeras pasamos de tener
aquellas viejas ediciones, las primeras,
junto a la segunda y, en algunos casos,
una tercera.
En fin, meras coincidencias. Pareja
Serrada dedicó su Razón de un
centenario a la Diputación provincial de
Guadalajara como primer ensayo
histórico, después de su nombramiento
como Cronista Provincial, el segundo
que ostentaba dicho cargo; y, además,
de una forma totalmente altruista, puso
a disposición de la Comisión Ejecutiva
del Centenario el veinticinco por ciento
líquido de su venta.
En realidad el libro es muy breve si lo
despojamos de las “Dos palabras á guisa
de prologo” –que es un canto
apasionado a la villa que vio nacer el
autor y un sentido agradecimiento a
quienes colaboraron con esfuerzo a la
celebración del Centenario: la prensa,
los amigos y compañeros de Comisión,
los briocenses, en general y, muy
especialmente, a S. M. el Rey (q. D. g.),
los hombres políticos, los títulos del
Reino y los representantes del país en el
Parlamento-; de las “Razones que me
impulsaron” -entre otras muchas, el
haber estado completamente olvidada
por los Gobiernos “que la tienen sin otra
vía de comunicación que una línea
férrea que cruza la región de Sur á
Norte, y unas cuantas carreteras que, si
enlazan sus diversos partidos judiciales,
no solucionan la rapidez de los
transportes, norma de vida moderna”-,
apartado en el que Pareja Serrada
relaciona todas las riquezas de que
disfrutaba la provincia de Guadalajara,
especialmente su privilegiada situación
geográfica y la calidad y variedad de
sus aguas (hulla blanca), sus fábricas de
tejidos (Brihuega, Guadalajara y
Horche) y su floreciente industria
minera (Hiendelaencina y La Nava de
Jadraque), además de otras industrias
“menores” como las de vidrio (El
Recuenco) o el curtido de pieles
(Budia); “Un poco de historia”, sobre la
general de Guadalajara, y “Brihuega
antigua”, donde en forma muy
abreviada trata desde los orígenes de
Brihuega -quizás la antigua Rhigusa-
hasta la llegada al trono español del
Duque de Anjou, Felipe V.
Dos pincelas históricas más: “España
bajo la dinastía austríaca”, que abarca
desde los Reyes Católicos hasta el
infeliz Carlos II “el Hechizado”, que dio
paso a “La Casa de Francia”, para entrar
de lleno en los capítulos
correspondientes al “Bombardeo y
asalto de Brihuega” y “La batalla de
Villaviciosa”, que resume en unos
“Comentarios” finales (páginas 115-
123): “El relato fiel del Asalto y la
Batalla tal y como la describen los
comentaristas militares de la época,
demuestra sobradamente cuánta
abnegación, cuánto heroísmo, cuánto
ardimiento necesitaron los nuestros para
aniquilar en cuarenta y ocho horas á un
ejército de 24.000 hombres, de los
cuales 18.000 fueron prisioneros.”
Acto seguido, Pareja Serrada, se
pregunta: “Ahora bien, ¿está justificada
la razón que me impulsó á conmemorar
esta efemérides gloriosa de nuestro
ejército?”.
Y, si los datos precedentes son los más
interesantes desde el punto de vista
histórico, mucho más importantes son, a
nuestro parecer, los que nuestro buen
autor recoge en el más extenso de los
capítulos, que es el destinado a los
“Apéndices” y que denomina Parte
documental, donde podemos encontrar
“El testimonio de una monja”
(perteneciente al Libro de Actas de
entradas y profesiones de religiosas del
convento de Jerónimas de Brihuega); el
“Parte oficial del asalto y de la batalla”
(incluido en la Gaceta de Madrid del 16
de Diciembre de 1710); una visión de
“La batalla según el Marqués de San
Felipe” (que éste publicó en sus
Comentarios á la guerra de España);
unos “Extraordinarios y hojas sueltas
procedentes del Cuartel Real, que se
mandaron publicar con carácter oficial
para dar cuenta del asalto y la batalla”
(y que en el momento de escribir el
libro se conservaban en la Biblioteca
Nacional, sección de Varios); algunos
“Partes á los Gobernadores y Capitanes
Generales” y la “Correspondencia de
Felipe V” (a su abuelo Luis XIV); las
“Recompensas a Brihuega” (el perdón
de las contribuciones durante cuatro
años y la concesión de feria franca de
tres días en cada año, desde el catorce
de septiembre, y un mercado,
igualmente franco, el domingo de cada
semana, perpetuamente), la “Lápida
conmemorativa” (sobre el arco de la
Puerta de la Cadena), o el “Diario de un
testigo”, que ayudan a comprender más
claramente el desarrollo de la contienda.
Deja constancia también de los
regimientos que participaron tanto en la
batalla como en el asalto, así como sus
superiores muertos y heridos y sus
lugares de enterramiento, además de
notas curiosas como los prisioneros que
se hicieron, papeles de la época y las
banderas que se utilizaron, que dan paso
a una “Consideración final”. Un “Post
Scriptum” ofrece al lector los datos más
destacables sobre la preparación del
Centenario, desde el primer
aplazamiento forzoso de los festejos,
hasta su definitiva realización. Una
edición que se dice facsímil, pero que
no conserva las cubiertas originales ni el
tamaño de la primera, pero que aún así,
indudablemente, sirve para conocer esta
faceta concreta de la historia de
Guadalajara.
José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS
Alfonso Ponce Gómez
Emboscado en la luz Tepemarquia ediciones, 2011
La poesía de Alfonso Ponce es como
el autor: meticulosa, detallista, delicada.
“Tengo miedo de la quietud del agua”.
Podría encuadrarse en esa línea que
llaman del silencio, que emana de
Valente, vía Gamoneda, y que recibe este
nombre porque calla más de lo que dice,
usa muy pocos elementos para prender la
evocación y proponer al lector que acabe
lo que el poeta ha empezado. Aunque
Ponce añade variaciones personales, ecos
de clásicos como Juan Ramón. Y además
tiene una vena modernista que le brota de
pronto y derrite una palabra, hace bailar
sus letras, o introduce un neologismo,
como la “luz zurbariana del crepúsculo”
o “aquel nomadeo de nostalgias”.
Los poemas de Alfonso Ponce, y más
los de este último libro con el que ganó el
premio Marcelino Quintana 2010, recalan
mucho en el amor. Ya le pasaba en el
precedente, Oscuro fulgor, con el que
ganó el premio de poesía Paco Mollá en
2002. Sin duda, este escritor albaceteño
de 1947, que ha sido presidente de la
asociación Alcandora, es un poeta
amoroso y de la luz. Son respectivamente
su tema y su elemento favoritos. Sus
poemas van y vienen del amor a la tarde
que se apaga y se lleva la energía. De
hecho, muchas veces se aferra a las
palabras para que le salven de la
oscuridad: “cuando arrecia la noche / toco
a ciegas la luz”. O, en otro momento:
“como si aún fuera posible ser un niño /
pongo el corazón en la palabra / y froto la
oscuridad para que brote la luz”.
El prologuista Miguel Ángel Martínez
Perera ha observado que la palabra nieve
aparece en once de los cincuenta y cinco
poemas. Y es cierto, aunque yo creo que
en la medida en que la nieve refleja la luz,
la multiplica, acaba siendo más luz que la
luz misma. No es extraña esa frecuencia.
De hecho Alfonso Ponce trabaja, ya lo he
dicho, con muy pocos elementos, con los
que busca variaciones sutiles. El amor en
sus poemas es pura madurez, real,
rotundo: “No eres la que amé. / Eres la
que amo”. Aunque para llegar a ese
estado de seguridad, ha habido que hacer
antes profundas concesiones: “Y para
amar / tenemos que dejar de ser lo que
somos”. Así el resultado es un tipo de
amor menos frecuente en nuestra lírica,
sereno más que pasional, de compromiso
permanente: “Al fondo del zaguán de tu
mirada / tras los disparos impávidos del
alba, / esa conspiración de ser felices”.
Esa conspiración de ser felices. Versos
que persiguen la degustación del
momento, una continua conciencia de que
cada minuto hay que disfrutarlo,
capturarlo en una observación, en un
detalle, para que no se escape sin la
constancia de haberlo vivido. Es tanto ese
afán y se escapa tanto el vivir, que casi
siempre el poeta llega tarde para atrapar
el presente y ha de contentarse con los
indicios de que por allí ha pasado: “el
silencio distinto / que sigue a una
detonación”. Incluso celebra la facilidad
con que se le fue de las manos “todo
desapareció / como ese olor a lluvia / que
el aire se lleva a otro jardín lejano”.
Ponce tiene la vida, pero siente nostalgia
de tenerla: “casi amamos la vida / que se
escapa / como esos globos que huyen /
para siempre / de las manos de los niños”.
En ese juego de la evocación sutil, en
poemas breves que alientan más que
dicen, vivir es un temblor, una duda
omnipresente, más grande cuanto más
lejana. En Recuerdos, el poeta duda de
“aquella mujer que me amó / o dijo que
me amaba”. Y, si el presente y el pasado
son nostalgias, el futuro, ni siquiera eso:
resulta tan frágil que se escapa en un
soplo: “el tiempo venidero, una hoja
descalza sobre el agua”. Toda convicción,
hasta la más pequeña está flotando sobre
esa hoja: “ni siquiera tengo el don de la
tristeza”. Vista y no vista, como la luz, así
es la vida: “tal vez… / seguir estando vivo
consista en no saberlo”.
Arturo Tendero
Jolopca, Bahamontes y Juanjo Díaz-Portales el 14 de
mayo de 1995 en el alto de La Candelaria tras la
carrera de la Romería de Siles
Ha muerto el periodista Jolopca
José López Cava “Jolopca” ha fallecido a
los 90 años de edad. Era el decano de los
corresponsales de prensa de la provincia de
Ciudad Real. Estuvo casi 60 años al pie de
la noticia. Desde 1944 fue el corresponsal
del diario “Lanza” en Manzanares hasta que
en 1998 sufrió un accidente con su
ciclomotor que le apartó de la vorágine
informativa diaria, pero no del periodismo
provincial, en el que siempre será un
referente.
Jolopca ha muerto, pero Jolopca permanece
entre nosotros. Nos deja escritas miles de
páginas de la historia diaria de Manzanares.
Publicó sus primeras crónicas en 1942 en el
diario "Gol", firmando éstas como
"Jotaelecé". Dos años más tarde cambió el
seudónimo por el de "Jolopca" cuando
comenzó su andadura en el diario "Lanza".
Sus primeras crónicas de información
general recuerdan la inauguración del
Mercado de Abastos o la reconstrucción de
la Plaza de Toros de Manzanares.
En la información deportiva, una de sus
debilidades, fue pluma habitual de "Marca",
"Trofeo" y "Deportes", publicaciones de la
época. También escribió en "Dígame" y "El
Alcázar", y desde 1942 era corresponsal de
la Agencia de Mencheta.
Su relación con el mundo del deporte fue
muy especial e intensa, hasta el punto que
llevó a muchos futbolistas a los grandes
clubes de nuestro país. En la época fue lo
que hoy llamamos un agente de jugadores,
motivo por el cual recibió las insignias de
oro y brillantes del Real Madrid y del
Atlético de Madrid, que conservaba con
orgullo en su domicilio de la calle Obispo
Carrascosa junto a una amplia y ordenada
colección de insignias. Y es que Jolopca
llevó al club colchonero a uno de los
mejores centrocampistas de su historia,
Adelardo Rodríguez, que además se casó
con la hija de D. Vicente Calderón, según le
gustaba recordar al veterano periodista
antes de que su memoria comenzara a
flaquear. Fue uno de los puntales de la
“Orden de la Bota” junto al médico
Emiliano García Roldán, con quien ahora se
reencontrará en el lugar que el cielo tiene
reservado a los manzanareños destacados.
Camacho tiene allí preparada su cámara
para captar nuevas investiduras de
miembros o la imagen que ilustre las
crónicas de Jolopca.
Fue empleado del Servicio de Aguas, en las
oficinas que éste tenía en la calle Comercio,
hoy vivienda tutelada.
También fue reconocido en 1999 por el
Ayuntamiento de Manzanares, a través de
la gerencia de FERCAM, con la entrega de
una placa de agradecimiento por sus
muchos años de colaboración con la feria y
su incesante labor informativa.
"Jolopca" no pudo asistir por motivos de
salud a recoger la placa del homenaje, que
le fue llevada después a su domicilio. El
veterano informador sufrió un grave
accidente con su Vespino en los días
previos a la edición ferial de 1998, cuando
precisamente llevaba al correo unas
crónicas sobre FERCAM para que
estuvieran lo antes posible en la redacción
del diario "Lanza".
Estuvo mucho tiempo hospitalizado y
apartado de la labor periodística, aunque
posteriormente sacó tiempo para publicar
informaciones puntuales.
Tuve la fortuna y el honor de coincidir
profesionalmente con “Jolopca” durante
más de un lustro en numerosos actos y
ruedas de prensa. Me sentí orgulloso de ser
apreciado por él, por un periodista
vocacional que nos ha marcado el camino a
los demás. Recuerdo cuando me confiaba la
responsabilidad de algunas crónicas
deportivas para “Mencheta” cuando él no
podía ir a algún partido del Manzanares, o
cuando me presentó a Federico Martín
Bahamontes en una carrera ciclista de la
Romería de Siles para que lo tuviera en
directo en Onda Mancha Manzanares. Es la
imagen que ilustra esta información y que
siempre me ha recordado a una alternativa
taurina, en este caso, alternativa
informativa, con él de padrino. Muchos
jóvenes de Manzanares no sabrán quién es
la persona que ha fallecido hoy en su
pueblo. Sirva esta necrológica para que lo
sepan y para que otras personas lo
recuerden. Mientras tanto, humildemente,
trataremos de seguir con su testigo.
MANZANARES DIGITAL 16/8/2012
JUANJO DÍAZ-PORTALES
María José Rubio elegida
académica correspondiente de la
Real Academia de Bellas Artes y
Ciencias Históricas de Toledo
La comisión de académicos ha valorado
por unanimidad su extenso curriculum
en el ámbito de los estudios históricos,
junto a sus numerosas publicaciones -
que abarcan desde los artículos en
prensa, el ensayo, la historia divulgativa
o la literatura de ficción-, sus iniciativas
en los más diversos ámbitos culturales y
su colaboración en los medios de
comunicación, contribuyendo a la
difusión de la Historia y la Cultura.
María José Rubio es licenciada en
Geografía e Historia y Máster en
Museología. Recibió en 1993 el Premio
Campomanes de la Real Sociedad
Económica Matritense, otorgado a sus
trabajos de investigación sobre Madrid.
Es autora de guiones de cine, series de
televisión y proyectos teatrales. En la
actualidad ocupa el cargo de secretaria
general de la Sociedad Bicentenario
General Prim 2014, fundación destinada
a promover los eventos culturales e
institucionales del bicentenario de este
insigne personaje histórico. Como
escritora de renombre, es autora de los
libros La Chata, la infanta Isabel de
Borbón y la Corona de España (2003),
Reinas de España. De Mª Luisa
Gabriela de Saboya a Letizia Ortiz
(2009), Reinas de España, Las Austrias
(2010) , y la novela histórica de reciente
publicación El Cerrajero del Rey
(2012), editados con gran éxito por La
esfera de los Libros. La toma de
posesión de la medalla y honor de
académico, será en octubre.
José Belló Aliaga en La comarca de
Puertollano
Javier Ruiz Taboada
Tierra mojada
Renacimiento, Sevilla, 2012, 92 pags
Nacido en Toledo en 1962. Periodista y
escritor, Javier Ruiz Taboada mantiene
el programa La brújula en la cadena de
radio Onda Cero.
"...sea lo que sea este Javier Ruiz
Taboada, procure no acercárselo,
amigo, porque dice él que “lo cercano
queda lejos”, y es preciso sentirlo cerca,
porque quedan pocos (me han dicho que
sólo queda uno). Si le parece, le
acompaño a buscarlo lejos, en la
infinitud de su poética. Allí
encontraremos la luz, su luz. No le tema
a caminar para buscarla, que aunque nos
advierta que “hemos secado al sol la
lejanía”, todo su paisaje poético es
fresco y reparador. Recuerde que su
territorio, este territorio, se llama Tierra
mojada. Y le aseguro que está mojada –
empapada- de su talento".
Antonio García Barbeito: prólogo al
libro (de la web del autor)
Aurora Bautista en 2009; foto Alberto Martín
(EFE)
Muere Aurora Bautista, un mito
del cine español
La actriz Aurora Bautista (Villanueva de los
Infantes, CR; 1925) ha fallecido en Madrid
a los 86 años. Su paso por el cine español
quedará para el recuerdo, no ya solo por sus
vehementes interpretaciones de Juana la
loca en el mayor éxito de los años 40
Locura de amor (1948), o el de la perversa
Aurora de Albornoz en Pequeñeces (1949),
o la heroica Agustina de Aragón (1950),
tres melodramas dirigidos con gran acierto
por Juan de Orduña, sino también por otros
trabajos diversos entre los que destaca con
letras mayúsculas su genial interpretación
de La tía Tula (1963) con la que el entonces
neófito director Miguel Picazo quiso
rescatarla ya de un primer olvido.
Porque la historia profesional de Aurora
Bautista ha estado plagada de vaivenes.
Encumbrada por el público tras sus
primeros éxitos en aquel cine
grandilocuente propio de la posguerra, ella
se empeñó en participar en películas más
cercanas a la realidad española, y
encomendó a Manuel Mur Oti la realización
de Condenados, (1953) que resultaría un
trabajo fallido, según el propio director,
porque ambos eran excesivos, él petulante,
y ella sobreactuada. “Me pedía que lo
hiciera muy en Aurora Bautista”, recordaría
años después la actriz, es decir, con la
expresión desmesurada y la voz
forzadamente trémula, características que
convertidas en la caricatura acompañarían a
la Bautista durante toda su vida.
La preocupación de la actriz por acercar sus
películas a la realidad cotidiana española
seguramente le venía de su padre,
condenado a muerte tras la guerra por haber
colaborado con la Segunda República, y
luego deportado a 700 kilómetros de
Madrid. De joven, en Barcelona, ella se
empeñó en ser actriz de teatro y lo
consiguió bien pronto, pero aunque el cine
acabó convirtiéndola en gran estrella, se
sentía decepcionada de su trayectoria.
Regresó al teatro a las órdenes de José
Tamayo o Luis Escobar: Antígona, Medea,
Fuenteovejuna, La gata sobre el tejado de
zinc o Yerma (1960) de García Lorca,
cuando en pleno franquismo representar a
este autor no era algo exento de riesgos. Es
conocida la anécdota de Luis Escobar
dirigiéndola en esta obra, diciéndole al
principio de la obra; “Aurorita, guapa,
cálmate, que aún no ha pasado nada“, dada
la desproporcionada pasión que ella ponía.
La Bautista fue mujer valiente, capaz de
enfrentarse no pocas veces a la censura,
especialmente en su empeño por llevar al
cine la vida de Teresa de Jesús, lo que
finalmente consiguió en 1962, de nuevo
bajo las órdenes de Juan de Orduña, aunque
con un guión tan mutilado que se avenía
más a la crónica beata de aquellos tiempos
que a la reconstrucción histórica que ella
pretendía.
Decidió marcharse a México y Argentina
donde filmó varias películas que no
tuvieron mayor relieve hasta que a su
regreso a España La tía Tula volvió a
entronizarla provisionalmente en el cine
español, esta vez como actriz más comedida
o alejada al menos de su habitual carácter
de trágica, interpretación por la que obtuvo
numerosos premios. Volvió a arriesgarse en
el teatro, con Oye, patria mi aflicción, de
Arrabal y otras obras de compromiso, pero
su popularidad había pasado. El público, tan
voluble, no la reconocía ya como la actriz
que había propiciado grandes éxitos o
abierto el cine español a países nuevos. A
pesar de ello intervino en muchas otras
películas (de Garci, Patino, Garcia Sánchez,
Cuerda, Aguirre, Lucia…), siempre con
empuje, generosidad y arrojo. Fue una
persona entrañable y una actriz irrepetible.
EL PAÍS Diego Galán 28 Agosto 2012