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Para Telma…
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a tortas con la vida
—¿Sabes cuál es la diferencia?
—Cuál...
—Ninguna. —¿Ninguna?...
—Ninguna —Miqui miró a su hermano
dubitativo y arqueó las cejas— Ninguna —re-
pitió Dani— ¿Te acuerdas de aquella pe-
lícula... El Club de la Lucha ? ¿Te acuerdas
de lo que decía Brad Pitt? ¿Qué decía?...
—¿Qué decía?...
—Decía, no eres tu trabajo , no eres
tus pantalones de marca , no eres lo que
llevas encima ... Y Álex —e hizo una pausa—,
no es ninguna de esas condenadas cosas
—y antes de que Miqui añadiera nada al res-
pecto agregó— El muy 'joputa, y con perdón
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de nuestra santa madre, lleva en sus venasla misma sangre que nosotros, la misma puta
sangre contaminada de agresividad, odio, re-
sentimiento, hostilidad hacia cualquiera que
tenga más que él y frustración.
...
—No jodas —exclamó Miqui pasados
unos segundos— ¿Tenemos todo eso en las
venas?...
—Verás... —le explicó Dani— Es una
cuestión puramente genética, la misma san-
gre pasa de padres a hijos, y nuestro padre
era un auténtico cabrón, y nosotros somos el
fruto de su semilla, puede que nos haya
engendrado Dios, no lo niego, pero... ¡Joder!
—rió— Se lo encargó al mismísimo diablo.
—Y Álex...
—Y Álex... —le interrumpió Dani—
gana más dinero en una jodida semana que
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tú y yo juntos en un mes, tiene una mujer quete cagas, amigos con pasta, y va a fiestas de
esas a las que es obligado ir con corbata y
que sino no puedes entrar, aunque él las
llame «reuniones», vale. Y, joder... —rió otra
vez— Viste ropa de esa con el nombre dealgún modisto maricón por marca, y tiene una
secretaria que le trae el jodido café a la
jodida oficina todas las jodidas mañanas,
pero Álex... —e interrumpió de nuevo a Miqui
cuando éste estuvo a punto de decir algo—Álex no es sus malditos pantalones de
marca.
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No eres tu trabajo. No eres tu
familia, y no eres quien te
dices que eres. No eres tu
nombre. No eres tus
problemas. No eres tu edad.No eres tus esperanzas.
Tyler Durden
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Riiing... Riiing... ¡Clic!
—Diga.
—¿Está laura ?...
—Yo soy laura .
... —¿Es que es un travestido, o algo así?...
—¿Por qué coño iba a ser un travestido, o
algo así?
—Tiene voz de tío.
—Que me llame «laura » no significa que sea
una tía, y mucho menos un jodido marica.
—Está bien...
—Está bien. Qué quiere.
—Alguien me ha dado su número, me han
dicho que puede conseguir gente.
—Gente para qué.
—Se trata de limpiar un banco.
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—Sí. Puedo conseguirle gente.
—Estoy dispuesto a pagarles un millón, de
euros.
—¿Un millón?...
—Sí.
—De euros.
—De euros, sí, joder...
—Pues no lo harán por menos de dos.
—Oiga, no me joda, ¿quiere?... Su comisión
se la resta al millón que les voy a pagar. ¿Lo
toma o lo deja?, es así de simple.
—Está bien, amigo.
—No soy su amigo. El banco es Banca
Ibáñez, apúntelo. Su contacto en el banco sellama Lluc Major, se encargará de las
cámaras y del chivato de la poli, tendrá una
participación en esto. El próximo jueves
ingresarán en caja treinta y ocho mil euros,
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dado la información de la pasta que hay en lacaja, no yo. ¿Le ha quedado claro?...
—Como el agua.
—Bien... Cada mañana, hacia las ocho, un
furgón del Banco Central de España esta-
ciona frente a Banca Ibáñez, recoge la pasta
y se larga. En realidad el furgón llega entre
las siete y las siete y media, pero el banco no
abre hasta las ocho. Pues bien, el empleado
del Banco Central, el chofer, siempre entra
en Banca Ibáñez dos veces, dos... ¿Está
claro?...
—Claro.
—La primera para rellenar el formulario de
turno sin el que sino no podría llevarse la
pasta y la segunda para recoger el dinero,
tardarán media hora aproximadamente en
tenerlo listo desde el momento en que entre
por primera vez hasta que vuelva a entrar
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para llevárselo. Durante esa media hora, elchofer, siempre, regresa al furgón, antes
pierde cinco minutos en el quiosco de la
esquina donde compra el marca y liga con la
quiosquera que tiene unas peras de campeo-
nato y que ahora se hace cargo del negocioporque su desgraciado padre ya no es capaz
ni de aguantársela mientras mea, y, por fin,
cuando ya tiene su maldito diario y la auto-
estima por los suelos porque el pobre es más
feo que el carajo, se mete en el furgón yaguarda leyendo hasta que pasa, exacta-
mente, media hora. ¿Ok?...
—Sí... Okei .
—Bien... Pues lo que quiero es que esperen
a que el chofer haya regresado al furgón,después de haber entrado la primera vez,
antes de que haya recogido el dinero...
Entonces sus chicos intentan robarle, se dan
cuenta de que el dinero sigue en el banco, se
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cabrean, amordazan al chofer, le pegan untiro o le cantan la macarena , me da igual. Y
después entran en el banco y roban la caja,
¿entendido?...
—Y ¿por qué coño no ir directamente al
banco?... O esperar a que el tío del furgónsalga la segunda vez, con la pasta, y
entonces lo atracan.
—No me haga preguntas, debe hacerse así.
Le llamaré más tarde con todos los detalles y
para quedar un día de esta semana, le
pagaré quinientos mil entonces y el resto
cuando hablen de sus chicos por la tele.
¿Está todo claro?
—Está todo claro.
—Bien.
—No me ha dicho cómo se llama...
—¿Cómo me llamo?... Me llamo papá noel ,
joder —¡Clic!
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...
—Joder... Un millón de euros. Un jodido
millón de euros —laura está nervioso, se
frota las manos, sonríe, se ríe, murmura joder
una y otra vez, un jodido millón de euros .
Descuelga de nuevo el teléfono y marca...
...
Riiing... Riiing ... ¡Clic!
—¿Sí?...
—¿Dani?... Soy laura .
—¿Qué pasa, tío?...
—Tengo un trabajo para ti.
—No me jodas, laura ... Lo he dejado, ¿re-
cuerdas?... Ahora soy legal.
—...
—Está bien, joder... ¿De qué se trata?...
—Un banco.
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—Joder, laura ... Un banco es algo muy jodi-do.
—Vamos... Dani... No me jodas.
—¿Qué no te joda?... Acuérdate de Víctor y
de José, los hermanos, ¿te acuerdas de
ellos?... Pues José sigue en el trullo, y en-
cima con la nariz torcida para el resto de su
vida.
—Y qué hay de Víctor.
—¿Qué hay de Víctor?... —Se quedó con la pasta, ¿o no?, nunca lo
trincaron.
—A Víctor nadie lo ha vuelto a ver...
—Claro que no. Porque ahora está en una de
esas islas de catálogo de agencia de viajes,
tomando cócteles de esos a los que les
ponen sombrillitas de papel, y follando con
mulatas todo el puto día... Por eso nadie lo
ha vuelto a ver.
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—No sé... Laura , en serio... No sé, joder...
—Escucha... El premio es lo que encuentres
en la caja... Y, quinientos mil más que te daré
yo más tarde.
—Coño...
—Sí. Coño.
—Eso es mucha pasta...
—No. Es un montón de pasta.
...
—Está bien, de acuerdo.
—Ven a verme. Te daré toda la información,
tu contacto en el banco...
—¿En el banco?...
—Sí, en el banco.
—¿Mi contacto es alguien que trabaja en el
banco?...
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—Sí, joder... Tu contacto es alguien que tra-baja en el banco.
—Está bien, está bien...
—Se llama Lluc Major, y...
—¿Lluc Major?...
—Sí. Lluc Major. ¿Lo conoces?...
—Sí, lo conozco.
—Pues se supone que es él quien te ha
cantado que hay treinta y ocho mil euros en
la caja...
—Qué puta casualidad.
—Qué puta casualidad ... ¿Qué?...
—El banco en cuestión... Es la jodida Banca
Ibáñez, ¿verdad?... —Conoces a ese tío y conoces donde
trabaja. ¿Hay algún problema?...
—No. Olvídalo...
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—Pues se supone que el tío ese es el que teha chivado lo de la pasta en la caja fuerte, los
treinta y ocho mil, pero tu premio es otro,
quinientos mil condenados euros. Te han
contratado para que robes la maldita caja,
aunque puedes quedarte con ella. ¿Estáclaro?...
—Y Major es quien me ha chivado lo de la
pasta que hay en la caja.
—Así es.
—Y, ¿ese tío sabe que eso se supone así?...
—Eso da igual. Quien te ha contratado es
quien lo sabe y no quiere que se sepa que se
sabe por él, así que se supone que lo sabes
por Lluc Major...
—Mierda, laura ... Estás jugando a las jodidas
adivinanzas conmigo o qué...
—No, joder... ¿Te ha quedado claro?
—Me ha quedado claro.
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—El tal Major se encargará principalmente de joder las cámaras y el chivato que conecta al
banco con la pasma, no sonará ningún aviso
en ninguna puta comisaría, vuestros jetos no
aparecerán en ninguna cinta de video y los
malditos hombres de harrelson no os joderánla fiesta.
—Claro...
—Ven a verme el lunes, no es tan sencillo
como entrar en el banco y dar el golpe, antes
hay que llevar a cabo una maniobra de... de...
de «distracción», joder, con un furgón.
—¿Qué furgón?...
—Ven a verme el lunes, te lo explicaré,
entonces ya habré hablado con papá noel y
te daré todos los detalles.
—¿Papá noel? ...
—Olvídalo. Nos vemos el lunes, ¿vale?...
¡Clic!
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Álex
¡a la mierda con todo!
Te metes esa mierda en la sangre y de
repente todo deja de importarte, Álex lo sabía
bien, pero se chinó otra vez las venas y se
dejó caer sobre el sofá como si acabasen de
meterle una bala en el cuerpo; suspiró.
A sus treinta y tres años Álex tenía un
buen coche, una casa a las afueras y unperro que le recibía moviendo el rabo siempre
que llegaba a casa por las noches, aunque
fuera tarde, siempre corría a la puerta en
cuanto le oía meter la llave en la cerradura;
adoraba a Rocky, un «mil leches» lo llamaba,o sea un cruce de un cruce de otro cruce, y
pensó en lo cierto de aquello que dicen que
«el perro es el mejor amigo del hombre», al
menos Rocky, se dijo, nunca le había
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traicionado. Pues Álex podía estar de muymala leche, lo estuvo cuando le robaron su
viejo uno-punto-uno , cuando no lo ascen-
dieron en el banco por mucho que se lo
mereciese entonces, cuando eliminaron a
España del mundial en dos mil dos y cuandotrincaron a Miqui (entonces estuvo de muy
mala leche), y Rocky siempre permanecía a
su lado; pero aquella noche Rocky podía
notar que aquel no era su amo, aquella
mierda que se metía lo cambiaba (losanimales perciben esas cosas), y por primera
vez en su vida se levantó y lo dejó solo. Álex
suspiró de nuevo y se llenó el vaso de
whisky, había dejado el whisky y un vaso con
hielo encima de la mesa a propósito antes dechutarse para no tener que levantarse. Pensó
que podía aguantar que le hubieran des-
pedido de Ibáñez , después de todo estaba
hasta los huevos del banco, pero Paula...
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—Joder... —murmuró.
Paula era todo lo que siempre había
querido en una mujer, era amable, guapa,
inteligente y sobretodo deportista (incluso le
gustaba el fútbol), por eso, por todo eso, se
casó con ella. Y entonces una lágrima lepintó la cara, la habitación estaba a oscuras y
la única luz que se colaba por la ventana era
la de los tubos de neón del bar que tenía
abajo y que tenía instalados en la terraza, le
pagaban cien euros al mes por eso, lepareció una fortuna cuando se mudó a aquel
apartamento, sonrió, y luego recordó todo lo
que vino después. Como los domingos por la
tarde en el club de accionistas del banco, al
final llegó a acostumbrarse a aquellas «reu-niones», y a salir con clientes todos los
viernes o a ir a pasar los fines de semana a
la Vall d'Aran, dónde por cierto conoció a
Mónica, su amante desde hacía ya más de
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un año; pero Álex no estaba enamorado deMónica, le gustaba acostarse con ella, nada
más. Él amaba a Paula, por eso se casó con
ella. Se diría que estaba en la mismísima
cima de la mismísima pirámide de Maslow
(ya saben, el de la autorrealización), unamujer guapa, una amante impetuosa, coches,
una casa con jardín y amigos con dinero,
pero un día descubrió que a su mujer se la
estaba follando otro y que además era su
mejor amigo, suele pasar le dijeron. —A la mierda —murmuró.
Entonces todo dejó de importarle,
suele pasar, claro que también él la era infiel,
pero eso, ella, no lo sabía.
...
—Al final somos lo que somos —oyó
entonces la voz de su padre. Álex levantó la
vista, tenía la mirada inyectada en sangre, y
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con sus ojos cansinos distinguió a su padresentado enfrente suyo— Y cuando mueras
seguirás siendo el mismo maricón de siempre
—habló otra vez— Hay cosas que nunca
cambian.
—...¿Qué coño haces tú aquí? —lepreguntó Álex como si el sólo hecho de ha-
blar requiriese un gran esfuerzo por su parte.
—Soy tu padre —le contestó éste,
como si aquello justificase su presencia en su
casa aquella noche.
—Sí. Pero estás muerto.
—Y tú estás colocado.
Álex asintió con la cabeza a modo de
resignación— Claro —murmuró; se suponíaque chutarse le produciría agradables aluci-
naciones, no que le hiciese ver otra vez al
hijoputa de su padre— Pues estabas mejor
muerto —le dijo— Así, que por qué no te
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vuelves a las calderas de Pedro Botero... yme dejas en paz.
—Tu madre solía utilizar esa misma
expresión —exclamó su padre, al cabo.
—Soy hijo de mi madre —afirmó Álex.
—Y de tu padre —añadió éste.
Álex se recostó sobre el sofá, cerró los
ojos, suspiró igual que si estuviese cansado y
murmuró:
—Puedes irte al cuerno —y añadiódespués, con sorna—... Papá.
...
—¿Por qué no llamas a tus herma-
nos? —habló su padre de nuevo, pasados
unos segundos.
Entonces Álex se incorporó, miró otra
vez a su padre, hizo un esfuerzo por sonreír
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que al final quedó en nada, y con el tono másirónico que fue capaz de lograr, le dijo:
—¿Has venido en plan de «ángel del
buen rollo» que baja a la tierra para volver a
unir a la familia y toda esa mierda? —pero su
padre no dijo nada y Álex suspiró condesazón— Porque dudo que cuando la pal-
maste te dieran las jodidas alas.
—Al fin y al cabo... —insistió, como si
no hubiese escuchado nada de lo que su hijo
acababa de decirle—, son tus hermanos.
Álex hizo otro esfuerzo por fijar su
mirada en su padre— ¿Quienes? —le pre-
guntó— ¿Dani?... Suponiendo que no esté en
prisión.
—Ya no lo está —le interrumpió su pa-
dre.
—Pues debería, es un criminal —afir-
mó Álex rotundamente, pero su padre no ale-
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gó nada a ese respecto— Y Miqui —continuóhablando Álex— El único de nosotros que ha
tenido una oportunidad, y también acabasteis
corrompiéndolo. Y Carlos, claro... —sonrió
con socarronería— Si es que todavía va por
casa. —Te sorprendería cuánto ha cambia-
do Carlos.
—Vete a la mierda —le dijo, y echó
otro trago de whisky.
—Cuando eras pequeño una vez me
dijiste que por mucho que la vida me diera
por culo no era motivo para que me metiera
toda esa mierda que tú te estás metiendo
ahora —Álex sonrió recordando cuántas
cosas le decía a su padre cuando todavía era
un pobre capullo adolescente imberbe y no
sabía nada de la vida— Te han jodido,
papá ... —imitó su padre la voz de un niño
pequeño— Y encima te metes esa mierda
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—entonces hizo una pausa y añadió— Nin-guno de tus hermanos a tu edad me había
hablado nunca así. Ya de pequeño eras es-
pecial, siempre ibas un paso por delante de
los demás chicos, y quizás por eso has
llegado a donde has llegado —y abrió losbrazos queriendo abarcar toda la habita-
ción— Pero no olvides que al final somos lo
que somos. Te encantaba disfrazarte, ¿re-
cuerdas?... —le dijo entonces señalando con
la mirada su americana sobre el respaldo delsofá— Pero cuando te quitabas tu disfraz
volvías a ser aquel pequeño delincuente que
eras entonces. No puedes seguir engañán-
dote con ese «disfraz» de ejecutivo res-
ponsable, Álex, eres igual que tus hermanos.
—No —dijo finalmente Álex— Yo no
soy como Dani, ni como Carlos... Se puede
cambiar.
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—Pero no puedes cambiar tu pasado.¿Sabes?... —añadió cuando pareció que no
diría nada más— El día en que me dijiste
aquello te hice caso, y no volví a probar las
drogas, ya estaba bastante jodido con todo
como para encima joderme más a base depinchazos. Te hice caso Álex, y en lugar de
seguir jodiéndome a mí mismo comencé a
joder al mundo que me había dado la
espalda. ¿Te acuerdas de lo de la oficina de
hacienda? ¿Y de lo de los gemelos Casado?,Juan Casado y Antonio Casado, menudo par
de capullos.
—Toni era un buen tío —intervino
Álex.
—¿Te acuerdas del atraco aquel aaquel furgón de la agencia de transportes?
—continuó su padre pasando por alto su
comentario; Álex suspiró, ignorarle era típico
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en él, ni muerto iba a cambiar— ¿Y de lo deNeira?... —rió.
—Cuando te dije que dejaras de
chutarte... —le interrumpió Álex levantando
esta vez la voz consiguiendo que le escu-
chara—, porque ya estabas bastante jodido,no me refería a que te vengaras de toda esa
gente.
Su padre rió otra vez, y esta vez su
risa sonó como una macabra carcajada car-
gada de ironía.
—Álex... No me vengaba de ellos, me
vengaba del mundo. Y cuando yo te digo que
dejes de «meterte», me refiero a que tú
también te vengues de este mundo que te
acaba de dar por culo —entonces Álex
desvió la mirada de su padre para perderla
en la oscuridad que pintaba las paredes de
su casa— Llama a tus hermanos —insistió
otra vez.
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Y cuando Álex le devolvió la mirada supadre ya no estaba ahí.
...
Entonces sonó el teléfono, pero Álex lo
dejó sonar.
—A la mierda —murmuró otra vez.
Riiing
No tenía razón, se dijo, su padre no
podía tener razón, él no era así, ya no.
Riiing
Sin embargo sí le gustaría volver a ver
a Miqui.
Riiing
Y, ¿si quien estaba llamando era...Paula?, desvió entonces sus pensamientos
de sus hermanos, de su padre, de su vida
pasada... Riiing , Paula... El único clavo
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ardiendo al que se agarraría, la única drogaque no le mataría. Riiing.
—Paula... —pensó en voz alta... Riiing .
Y entonces descolgó— ¿Diga?...
—¿Álex?... Hola, soy yo, Dani, tu
hermano. Cuánto tiempo, ¿eh?... ¿Cómo
estás?...
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Marc
la insoportable realidad de Marc Marcos,
una vía de escape
Se preguntó una vez más qué estabahaciendo ahí, a las dos de la madrugada de
un martes cualquiera buscando sus cigarrillos
en la guantera de su coche (juraría que ahí
tenía un paquete) mientras aguardaba,
detenido en la esquina entre Industria yLepanto , a que el semáforo cambiara; por fin
encontró los cigarrillos y puso a calentar el
encendedor del coche, no hacía calor, pero
estaba sudando, y su corazón latía con tanta
fuerza que pensó que acabaría escupiéndolopor la boca de un momento a otro. No había
gente por la calle, ni otros coches, ni motos,
no había nadie... La ciudad estaba dormida y
el silencio era turbador, casi macabro, pero
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aguardó a que el semáforo se pusiera enverde, y arrancó.
La dirección estaba clara, ronda de
dalt salida seis . Ahí debía a encontrarse con
laura , al que hacía un par de días había
transferido a una cuenta anónima la cantidadde dos mil euros por un servicio, se había
repetido Marc Marcos muchas veces ya
desde entonces, «poco corriente». Aún no
conocía a laura , no en persona al menos,
todo lo que sabía de él, por cuanto le habíadicho en el chat durante sus largas tertulias
(todas las noches desde hacía ya más de
tres semanas) siempre que llegaba de
trabajar y se conectaba y coincidían en el
mismo canal de siempre, era que se tratabade alguien bastante excéntrico, además de
su nickname (chocante, pensaba, para tra-
tarse del alias de un hombre; pero que no
sonaba tan mal si pensabas en él como un
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apellido, como el de aquel famoso corredorde formula uno). Pero excéntrico o no,
estuviese loco o poco le faltase, laura había
conseguido abrirle los ojos, porque hasta que
se coló por primera vez en su pantalla con un
«hola a todos » mientras Marc insistía enapagar la colilla de su último cigarro con la
ceniza que rebosaba ya del cenicero que
siempre tenía al lado del ratón, para él la vida
no era más que una insolente sucesión de
días que se resumía a ir de su casa al trabajoy del trabajo a casa, a un sándwich frío y una
cerveza en el bar de la esquina todas las
tardes porque su oficina estaba en el culo de
la ciudad, a evitar cada noche el «¿qué tal
Don Marcos? » de la portera que siempredecantaba en un «pues mi hijo, el mayor, el
que estudia pa'médico...» del que se sabía su
vida entera y por el que su madre le robaba
un tiempo que le sobraba pero que no tenía
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ganas de compartir con nadie, a comidacongelada por la noche las noches en que
cenaba, a sábanas frías y café solo por las
mañanas y a volver a empezar... A todo eso
se resumía su día a día. Se conectaba todas
las noches cuando llegaba a casa despuésde trabajar y pasaba las horas entre «cómo
te llamas » y «de dónde eres » entre otras
preguntas y absurdas confidencias disfraza-
das siempre de filosofía barata, y nunca se
iba a dormir antes de las dos, porque aquelloera como una puerta trasera por la que salir
de su aburrida vida para vivir otra com-
pletamente diferente, era como colarse en un
club del que no eres socio, en un baile de
máscaras al que no te han invitado y dondenunca sabes quién hay detrás de un «cómo
te llamas »... Y así conoció a laura , claro que
aquel no era su verdadero nombre, pero fue
laura quien le dijo no podía seguir viviendo
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esperando al día siguiente sin más, día trasdía, semana tras semana, una vida entera...
Y por eso, por él, estaba ahí aquella noche.
Entonces aminoró y encaró su coche por la
salida número seis.
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Álex
vuelta a las andadas
Su buzón, en el que no constaba ningún
nombre, rebosaba de todo tipo de facturas y
correo basura, de «busco piso en esta zona,
pago al contado », de «descuentos hasta el
cincuenta por ciento en...», y de esos de
«dos por una al recoger tu pizza »,
asomándose igual que los pobres des-
graciados que quedan atrapados en un
edificio en llamas y buscan saltar al vacío.
Mientras, la señora Nules, quien sorprendió a
Álex que aún viviera, seguía asomándose
curiosa tras su puerta, que daba a la portería,
en cuanto veía a alguien que no conocía (o
que no recordaba).
—Soy yo señora Nules... Álex Díez...
De los Díez, del cuarto.
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Y ella seguía escondiéndose, comosiempre, sin pronunciar palabra, mirando
recelosa aún a través de una rendija de su
puerta mientras ésta se lo permitiese hasta
cerrarse de nuevo por completo, igual que si
escondiese algo que por nada del mundoquisiera compartir.
Pero Álex la ignoró y cogió el
ascensor, y subió a su casa, a la que una vez
fue su casa, la casa de sus padres, de su
madre entonces, de Miqui, y de Dani y deCarlos si es que no estaban en prisión, si es
que no estaban a saber dónde, fuera por
cualquier mierda de trapicheo que ellos
llamaban «negocio».
El fluorescente que alumbraba la
entrada, o que debía alumbrarla, seguía
fundido, y aquello casi consiguió hacerle reír;
no importa el tiempo que pase... se dijo, y
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entonces tocó el timbre, y aguardó, deseandoen el fondo que nadie le abriera.
...
—Alex... —exclamó Dani en cuanto
abrió la puerta, como si de verdad se sor-
prendiese de verlo.
Álex amagó una sonrisa.
—Hola Dani.
—Me alegró de que hayas vuelto
—mintió éste.
Pero Álex lo ignoró y se coló en la
casa— Dani... —profirió— Qué quieres.
—¿Qué quiero?... —repitió su herma-
no como si se estuviese haciendo esta pre-
gunta a sí mismo.
—Me llamas después de dos años y
me preguntas que qué tal todo... —irrumpió
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Álex seguidamente, e insistió, rotundamen-te— Qué quieres...
Dani sonrió, esa sonrisa socarrona que
vestiría hasta el día de su muerte, y después
cerró la puerta tras él.
Si hubiesen pasado dos días en lugar
de dos años, se dijo Álex, la casa no habría
cambiado menos. El mismo papel en la pa-
red, las mismas manchas de humedad y el
cuadro aquel de los trenes que tanto le
gustaba a su padre.
—¿El hijo pródigo ha vuelto?... —oyó a
Carlos, entonces, burlándose (como era ha-
bitual) mientras llenaba el salón de humo
exhalando una calada de su apestoso tabaco
negro.
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Pero Álex no le hizo caso, hacía añosque había aprendido a no tomar en cuenta
sus comentarios.
—...Miqui —exclamó entonces, y se
acercó a su hermano pequeño, y lo abrazó y
lo contempló como si a él si hiciese años queno lo veía— ¿Qué te has hecho?... —le pre-
guntó después señalando el pendiente que
colgada del lóbulo de su oreja izquierda, casi
riéndose de él.
Pero Miqui sólo arqueó las cejas, y
murmuró— Me alegro de verte.
—Yo también.
...
—¿Podemos empezar? —les interrum-pió Dani, pasados unos segundos.
Todas las mañanas un furgón del
Banco Central de España estaciona frente a
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la sede de la Banca Ibáñez (una pequeña redde sucursales bancarias que pertenece a la
conocida familia catalana Ibáñez Alderiu) en
la calle Numáncia de Barcelona, y todas las
mañanas de ese mismo furgón baja Juan
Carlos Barrios Mena («el mena »). El mena lleva trabajando para el Banco Central
veintisiete condenados años, siempre llega a
las siete y media en punto, entonces cierra
con llave el furgón y comprueba dos veces
que quede bien cerrado, cruza la calle y entraen el Bar Restaurant Los Hermanos donde se
pide un café con leche y un croissant
mientras espera a que den las ocho y el
Ibáñez de turno abra la oficina para empezar
un nuevo y emocionante día en el mundo dela banca privada; Juan Carlos, el mena , lleva
repitiendo esta misma rutina desde que se
sacó el carné para conducir vehículos blin-
dados y se ofreció voluntario para hacer las
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recogidas del banco al poco de entrar a tra-bajar en éste. Banca Ibáñez es una empresa
familiar pequeña, por eso subcontrata los
servicios del jodido Banco Central donde
ingresa el dinero de sus clientes en cuentas
asociadas reduciendo de esta forma un factormuy importante en este tipo de negocios, el
factor riesgo; los clientes de Banca Ibáñez
conocen esta actividad, naturalmente, es una
práctica muy común en el mundo de los
negocios interbancarios, de esta maneraBanca Ibáñez ingresa grandes cantidades de
dinero en sus cuentas en el Banco Central y
sus clientes pueden beneficiarse de las
ventajas que les ofrece Banca Ibáñez más
las ventajas de formar parte de un único
cliente en el Banco más importante del país,
y, además, tienen su dinero más seguro, ni
un sólo céntimo que ingreses en Banca
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Ibáñez permanecerá en sus malditas cajasmás de veinticuatro horas.
Álex apuró su copa y dejó el vaso
ruidosamente sobre la mesa, el mismo
whisky barato de siempre se dijo, y con la
mirada fija en el mismo 'joputa de siempreque seguía siendo su hermano, sentado a la
misma mesa de siempre, en la misma silla
con el mismo estampado de siempre y de
espaldas a la misma pared cuyo papel seguía
desprendiéndose a causa de las humedades,como siempre, le preguntó:
—¿Cómo sabes todo eso?... —y des-
pués se incorporó en su silla y añadió
despreocupadamente— Por mí no, desde
luego.
Dani sonrió, y tardó un buen rato en
responder, lo hacía a propósito (lo llevaba
haciendo así desde que eran niños), le
encantaba ser el puto centro de atención,
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Dani era «Simón» en «Simón dice juguemosa delinquir». Entonces miró uno a uno a cada
uno de sus hermanos y, finalmente, dijo:
—Bueno... Tengo mis contactos.
Entonces Álex se recostó otra vez
sobre el respaldo de su silla y se sirvió otro
whisky.
—¿Tu contacto... —preguntó de
nuevo— que está en esto con nosotros?
—Dani asintió con la cabeza, y Álex pensó
que podía olerse lo orgulloso que estaba de
sí mismo, podía olerse eso y también el
apestoso tabaco negro que fumaba Carlos y
que se le pegaba a la garganta— Y qué se
lleva «tu contacto»... —preguntó otra vez—
por darte esa información.
—El siete por ciento —respondió
enseguida Dani, y durante un buen rato nadie
dijo nada.
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Aquel silencio a Álex se le antojóincómodo, en tanto que Dani aguardaba igual
que si aquello fuera uno de esos concursos
de la tele en que respondes a diez preguntas
y te llevas diez millones.
—Y para qué vamos a atracar unbanco... —terminó con el silencio Carlos, por
fin, aplastando la colilla de su último cigarro
en el cenicero que tenían en el centro de la
mesa—, en el que ni un sólo céntimo que
ingreses permanecerá en sus putas cajas... —dijo imitando a Dani— más... ¿de veinticua-
tro horas? —le preguntó, con cierta retórica,
como si ya conociese la respuesta, al tiempo
que robaba un cigarrillo de la cajetilla que su
hermano Miqui tenía sobre la mesa. —Este jueves... —habló de nuevo
Dani.
—¿Este jueves?... —interrumpió Miqui
de repente, algo que pocas veces hacía—
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—Por qué no te vas al cuerno.
—Mi contacto... —intervino Dani ense-
guida por evitar otra de tantas discusiones fa-
miliares a las que estaban tan acostumbra-
dos y que siempre afloraban por nada pero
que siempre acababan jodiéndolo todo—, esde «dentro».
Entonces Álex se puso en pie, no le
hacía falta un nombre, se acabó de un trago
el whisky que acababa de servirse y buscó su
chaqueta con la mirada.
—A la mierda —les dijo— No pienso
participar en nada en que participe él tam-
bién.
—Esto no tiene nada que ver con tu
mujer —alegó Dani casi de inmediato.
Y entonces Álex arqueó las cejas
como si acabasen de decirle algo imposible
de creer.
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—Dani... —le dijo—, mi mujer me hadejado por ese mamón de Major.
—¡Álex coño! —insistió su hermano—
No mezcles el trabajo con tu vida personal.
¡Joder!
—A la mierda.
—Vamos Álex... —trató de incitarle
entonces— Dime ahora que no quieres
atracar tu propio banco, darle por culo al
Ibáñez ese que te acaba de dejar en la puta
calle.
—Joder —exclamó Álex, y casi se le
escapa la risa— Eres igual que papá —en-
tonces cogió su cazadora, que tenía sobre la
mesa, y añadió— Podéis iros a la mierda.
—Pero... —intervino Carlos en el mis-
mo instante en que Álex se disponía a irse—
No, no vamos a atracar el banco. ¿Verdad?...
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—preguntó en un tono que dejaba claro queDani y él ya habían hablado de eso antes.
—No exactamente —les dijo Dani,
pasados unos segundos; Álex aguardó—
Vamos... —dijo—, a atracar el furgón.
...
Entonces Álex volvió a dejar su
chaqueta sobre la mesa— El mena es un
buen tío —les dijo— No se merece un marrón
como éste.
Álex se apoyó sobre el marco de la
puerta y se quedó observando a su madre
que permanecía de espaldas a él, ahogando
sus manos en la pica de la cocina querebosaba de cacharros y jabón de ese que
cuida y respeta tu piel , con sus guantes de
goma rosa y su bata de color azul turquesa, y
aquellas horribles zapatillas peludas que le
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regalaron una navidad hacía ya demasiadotiempo. Y entonces pensó que hacía más de
dos años que no iba a verla, y que no sabía si
se alegraría de que hubiese vuelto o de si lo
odiaría por ello.
—Mamá... —la llamó, y por fin ella sedio la vuelta, pero no le dijo nada— ¿No te
alegras... De verme? —le preguntó, y nin-
guno de los dos sabría decir si aquello fue
una pregunta o una amarga afirmación.
—¿Ya has hablado de eso de lo que
venías a hablar con tus hermanos? —le
preguntó ella en tanto que se quitaba los
guantes y se ponía sus gafas de montura
gruesa que como siempre había dejado
sobre la encimera para que no se mojaran, yentonces arqueó las cejas, esperando aún
una respuesta.
—Ellos... —balbuceó Álex— Aún si-
guen.
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A continuación se produjo un incó-modo silencio, y Álex se dijo que ningún hijo
debería sentirse incómodo hablando con su
madre, hasta que al cabo ella se acercó a la
mesita de la cocina, se sentó y le dijo:
—No.
—...¿No? —inquirió Álex.
—Álex... —habló ella otra vez— No me
alegro de que hayas vuelto —le dijo respon-
diendo a su pregunta.
—Mamá...
—Porque si has vuelto... —le interrum-
pió—, para hablar con tus hermanos —pun-
tualizó—, es porque os traéis algo entre
manos. —Mamá... —insistió Álex.
—Eres el único de mis hijos que ha
hecho algo positivo con su vida —y entonces
suspiró como si finalmente se diese por ven-
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cida de algo— Sí... —afirmó después—, depequeño fuiste un maldito delincuente, como
tus hermanos, con tu padre no era difícil
—añadió como si aquella fuese una ironía del
destino— Pero al final elegiste otro camino. Y
si que ahora vuelvas significa que... —y sinquererlo sonrió por la redundancia de sus
palabras— «vuelves» —pronunció irónica-
mente— entonces preferiría seguir sin saber
nada de ti y pensando que continúas con tu
trabajo y tu mujer en tu magnífica casa, lejosde aquí.
Para qué decirle que Paula le había
dejado pensó Álex en el mismo instante en
que Miqui entraba en la cocina.
—¿Hay algo para cenar? —preguntóllevándose un pitillo a la boca.
—Hay algo —bromeó su madre
poniéndose de nuevo en pie.
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—¿Te quedarás a dormir? —le pre-guntó Miqui después a su hermano.
Álex vaciló.
—Tu cuarto... —se le adelantó su
madre entonces, con esa sonrisa en los
labios que ya utilizaba cuando sólo era un
niño para decirle que, a pesar de todo, lo
quería—, sigue... —le dijo—, igual que cuan-
do te marchaste.
—Te quedas —sentenció entonces su
hermano pequeño, sonriente; después abrió
la nevera, se hizo con una cerveza y salió de
la cocina, dejándolos solos otra vez.
...
—Sea lo que sea... —aprovechó en-tonces su madre aquel momento— Promé-
teme... —le pidió—, que cuidarás de Miqui.
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Marc
el encuentro con laura , la carrera
Parecía mucho más joven de lo que Marc se
había imaginado y de alguna forma quedó
decepcionado cuando lo vio. Pensó que aún
no tendría los treinta, vestía una llamativa
camiseta rosa nofear debajo de una cazadora
de cuero amarilla y los pantalones por debajo
de las caderas enseñando sus calzoncillos
calvinclein de color beige que daba la
impresión de que uno fuese cagado (odiaba
aquella absurda moda), una gorra le tapaba
la cara, pero no su ávida expresión que
guardaba celosamente tras aquella barba de
tres días; parecía haber salido de uno de
esos catálogos de moda joven de una marca
de ropa para adolescentes. Y no estaba solo,
había otros, con la misma marca registrada
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que laura estampada en sus culos de niñosde papá jugando a delinquir, made in
nowhere ; con los pantalones caídos, cami-
setas que parecen viejas porque ahora las
hacen con parches que en realidad no tapan
ningún agujero, pulseras en las manos ycomplicados collares (lo había que llevaba
uno que si no lo era parecía el de un perro).
Controlaban cada esquina, cada calle y cada
semáforo que estuviese a menos de mil
metros de laura para que a ningún poli deturno despistado, jubilados de esos a los que
ahora les da por hacer footing de noche o al
niño que sale a pasear a ruffus no se les
ocurriese tocar las narices mientras laura les
explicaba las «reglas» del juego, porque al finy al cabo aquello era un juego, y había
reglas, y porque al igual que Marc había ahí
aquella noche también otros dos tipos con
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cara de haberse equivocado claramente enalgo.
Estaba tenso, igual que esos muñecos
de goma (normalmente de conocidas series
de televisión de dibujos animados) que hacen
con esqueleto de alambre para que adopten
mil formas diferentes en las manos de
cualquier niño aburrido. Suspiró, la palma de
su mano derecha se aferraba entonces con
tanta fuerza al pomo del cambio de marchas
que si alguien tratase de sorprenderlo
conseguiría que arrancase la palanca; man-
tenía puesta la primera y el embrague a
fondo, y notó cómo la pantera rosa tenía la
mirada clavada en él, no podía verlo, pero
podía notar los ojos de aquel grandullón
atravesando el cristal de su ventanilla mien-
tras esperaban la señal de salida.
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—Me dirigiré a vosotros por el de
apodo por el que os conozco del chat —les
dijo laura en un tono tan bajo que Marc y los
otros dos tuvieron que concentrarse para que
el ruido de un ciclomotor pasado de vueltas,los maullidos de una gata en celo o los gritos
de aquel hombre, pasado de vueltas también,
dos calles más abajo, no interfirieran— No
quiero que me digáis vuestros verdaderos
nombres, no quiero saberlos —insistió a esterespecto; las manos en los bolsillos, los
hombros caídos, igual que si estuviese
colgado de una percha en un armario ropero
pensó Marc, pero aún así impondría a
cualquiera, su tono de voz era grave y comosi de un libro se tratase parecía incluir una
nota a pie de página con cada una de sus
palabras «ni se te ocurra preguntar ». De qué
película se habrá escapado se dijo Marc, y de
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repente era como si ya no lo conociera, lascosas que tiene querer conocer a alguien con
quien chateas.
Y entonces los nombró, uno a uno;
innecesario pensó Marc, pues para algo así,
para alguien como laura , se dijo, casi seríapreferible saltarse las malditas presentacio-
nes. Pero laura los presentó.
—Gabriel72 —pronunció, e inmediata-
mente después calló, chistó y suspiró, y
nadie dijo nada. Y Marc pensó que si tuviese
quince años y estuviese en clase se hubiera
mofado de él, pero en aquel momento le
faltaron huevos; gabriel72 era un apodo
absurdo para alguien que pretendía que sus
«clientes» no se conocieran entre ellos.
Gabriel, o Gabi (como todos le llama-
ban), era el tipo de hombre alto y delgado,
con gafas de montura gruesa y americana de
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cuadros, estaba calvo, completamente (sepodía predecir el futuro en su cabeza), era
casi un arquetipo, uno de esos tíos de lo más
comunes que uno ve todos los días por la
calle, en la parada del autobús, en la
panadería, discutiendo con los limpias , com-prando el periódico o paseando al perro. Y
sin embargo era todo un personaje, después
de aquello les contaría a Marc y a Eddie que
era periodista y que hacía cosas como
aquella para contarlas en «su columna»(porque tenía una columna en un diario, El
Informador , que Marc nunca encontraría en
los quioscos).
—La pantera rosa —continuó laura ,
pasados unos segundos.Y entonces Marc se fijó en el hombre
que tenía a su lado, Eddie, el tipo más
grande que había visto jamás, aunque no se
había percatado de ello hasta que al nom-
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brarlo laura consiguió que éste levantara labarbilla, igual que un gladiador a punto de
salir a la arena; resultaba asombroso, pensó
Marc, cómo un tipo tan grande podía pasar
inadvertido de aquella manera. Pero la
pantera rosa , Eddie, no estaba gordo, ni eratampoco uno de esos tipos tan altos que
tienen que agacharse para poder entrar en el
metro, simplemente era un tipo grande, muy
grande, de hecho era un tipo enorme. Siem-
pre vestía ropa deportiva, el típico chándal decolor azul oscuro con líneas blancas que
recorrían el pantalón de las caderas a los
tobillos, el típico chándal de los colegios, el
mismo que Marc se ponía todos los martes
(el día en que tenía gimnasia) hacía veinteaños cuando aún era un pobre capullo sin
pelos en el culo, y entonces pensó que la
industria de la ropa deportiva no había avan-
zado en absoluto en los últimos veinte años,
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o eso o Eddie siempre había sido grande,incluso desde pequeño.
—Y doctor_zaius —pronunció final-
mente laura ; ese era Marc, y entonces sonrió
como si el sólo hecho de nombrarlo sig-
nificase que hubiese ganado algún premio, yun escalofrío recorrió su columna, de la nuca
hasta el cóccix; se conocían, conocían a
laura , y la adrenalina ya corría por sus venas
como el caballo al galope por las de un
yonqui que se ríe, y pensó que tal vez fueseaquella sensación la que laura quiso provocar
en cada uno de ellos presentándolos antes
de empezar, por innecesario que entonces le
pareciese.
Es básico que el cambio de marcha,
de primera a segunda sólo arrancar, y de
segunda a tercera, a cuarta y a quinta, sea lo
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más rápido posible; al cabo uno termina poracomodarse entre la cuarta y quinta marcha
en un juego de reducción y aceleración que
resulta bastante estresante, pero muy atrac-
tivo. Entonces el civic de la pantera rosa se
mantenía un par de metros por delante delviejo uno-punto-uno de Marc y el ibiza (uno
de los primeros modelos) de Gabi. Marc
podía sentirse parte de su viejo coche, como
si sus mismos brazos fuesen palancas solda-
das al volante y al cambio de marchas; real- mente laura tenía razón en eso de que
aquellos serían los catorce jodidos kilómetros
más largos de sus vidas, y entre las salidas
ocho y nueve Marc adelantó al grandullón y
se colocó en cabeza, entonces ya olía aembrague pasado y pensó que podría estam-
parse contra la pared de hormigón en la pró-
xima curva, pero ya no le importaba.
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—Saldréis de aquí —les dijo laura señalando la entrada seis a la ronda de
dalt — Yo os estaré esperando en la salida
diez. Cuatro salidas, tan sólo —levantó de
repente la voz— Sin embargo os aseguro que
serán los catorce jodidos kilómetros máslargos de vuestras vidas, por lo demás... —y
aguardó un instante antes de seguir hablan-
do, como si lo siguiente que fuese a decir
fuera de una importancia relevante—, la
única regla que rige es que el primero quesale por la diez, gana —dijo finalmente—
Ésta será una... —añadió en un último
momento, y aguardó otra vez, tratando de dar
con la palabra más adecuada para lo que
estaba a punto de decir—, carrera... —dijo,por fin—, especial. Mañana sabréis por qué
— y entonces laura les hizo un gesto con la
mano, y se dirigieron de vuelta a sus coches.
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así de las peleas ilegales que se organizabanen otras ciudades y esperó no tener que
pegarse con nadie. Mientras, sus equipos de
música escupían notas de jazz entremezcla-
das con ritmos de rock y del más radical
heavy metal , y hombres con traje y mujerescon pieles, gente que entre ropa y joyas
llevaba más dinero encima del que Marc
podía ganar en un año se daban la mano y
estrechaban en fatuos abrazos entre risas
que sonaban a vergonzosa hipocresía.Marc quedó impresionado; aquel, se
dijo, era el juego de laura .
Y de repente vio a un hombre acucli-
llado junto a su coche, y de no ser todo tan
peculiar habría pensado que intentabanrobarle, pero quién sería tan estúpido como
para atreverse a robar un coche en aquel
contexto . Y entonces aquél se puso en pie y
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con un gesto de asentimiento hacia Marc sealejó de su coche.
...
—¡Eh!... —le llamó Marc, como si de
repente si hubiese dado cuenta de cuanto
había estado observando durante más de un
minuto sin inmutarse— ¡Espera! —salió co-
rriendo a su encuentro— ¡Espera! —y enton-
ces aquél se dio la vuelta y se quedó mi-
rándole sin decir una palabra; llevaba consigo
un bote metálico de color dorado, un aerosol,
al parecer de laca por lo que pudo advertir
Marc— Qué... —balbuceó cuando por fin lo
alcanzó— Oye... ¿Qué... Qué coño le has
hecho a mi coche? —le preguntó, al fin.
Pero aquél se limitó a sonreír— Está
listo —le dijo.
—Ya sé que está listo —se quejó
Marc— Pero... ¿Qué le has hecho?... ¿Qué
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hacías? —sintió un golpe de adrenalina—¡¿Qué le hacías a mi coche?! —pues
entonces aún no le importaba la carrera, le
importaba que le jodiesen el coche, que le
agujerearan el depósito, que le quitasen aire
a sus neumáticos, que lo aflojaran de vueltas,matarse en las rondas... Y seguiría pregun-
tándole lo mismo con diferentes palabras
cada vez si aquel hombre no le hubiese
interrumpido con una burda carcajada, igual
que si se estuviese burlando de él— ¿Quécoño es eso?... —le preguntó Marc final-
mente señalando con la mirada el bote de
laca.
Y sin dejar de sonreír aquél contempló
el bote que sostenía en su mano derechacomo si acabase de darse cuenta de que lo
llevaba consigo, volvió a fijarse en Marc y le
dijo en un tono de lo más irónico:
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—Es el seguro del coche —y antes deque Marc dijese cualquier otra cosa, añadió—
Y su seguro —después de aquello Marc ya
no supo qué más decirle, y simplemente se
quedó observando cómo le daba la espalda y
se alejaba.
Gabi consiguió sorprender a ambos
cuando pasada la salida número nueve se
coló entre el uno-punto-uno de Marc y el civic
de Eddie; el retrovisor derecho del coche de
Marc salió despedido hacia atrás para acabar
bailando descontrolado a varios metros en
cuestión de décimas segundos. De alguna
forma Gabi se había desatado, y al pasar
junto a su coche Marc pudo ver su calva
empapada en sudor e hinchada de venas
igual que un mapa de carreteras, se había
quitado las gafas y con sólo distinguir los
coches de sus dos contrincantes como
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borrosas manchas a ciento ochenta kilóme- tros por hora tenía suficiente y ganaba el
valor para hacer aquello que no haría de ver
con absoluta nitidez. Quinientos metros para
la salida número diez...
Esperar a que por fin dieran la salida,
apenas unos minutos, a Marc se le antojaron
horas; pudo ver a laura hablando con todos
aquellos hombres y mujeres que apostaban
su dinero como Marc gastaba sus céntimos
en las máquinas tragaperras de los bares
mientras se espera a que se enfríe su café,
pensó que sabía hacer su trabajo. Sus
clientes reían, fumaban y exhibían a sus
mujeres, la mayoría putas de lujo se dijo,
ellos hombres casados, seguro, joder... mur-
muró. Y pensó que no lo escondían, como
nadie disimulaba el porque estaban ahí
aquella noche, entonces se dio cuenta de lo
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que significaba aquel juego para losricachones amigos de laura , y se dio cuenta
de que para ellos ganar no era lo importante,
de que estaban ahí únicamente por el placer
que les suponía tomar parte de una acción
ilegal, tanto por la carrera en sí como por el juego, y sobretodo porque apostar a los
niveles a los que apostaban era un lujo
reservado sólo a unos pocos, a la alta socie-
dad de Barcelona. Y se preguntó si el dinero
que le pagó a laura por formar parte de aquel juego representaba un precio alto o no, no
sé , pero sabía que no era ni el asomo de lo
que laura ganaría aquella noche con las
apuestas. Motores en marcha...
Es asombroso la de cosas que pueden
pasar aún a sólo quinientos metros del final.
Sorprendentemente la pantera rosa se había
quedado atrás, tal vez la arriesgada maniobra
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de Gabi había conseguido acojonar a aquelgrandullón, entonces Marc pisó a fondo y
durante décimas de segundo los chasis de
sus coches se tocaron, saltaron chispas de
sus planchas de acero, de los ojos de Gabi
por uno de los cuales asomaba ya elcondenado orzuelo que más tarde les
contaría que le tocaba los cojones siempre
que se ponía nervioso; estaba nervioso. Pero
Marc nunca sabría si Gabi hubiera cedido o
hubiera preferido estampar su coche contrala baliza de la salida número diez, aminoró y
el ibiza de gabriel72 salió por la diez
reduciendo de quinta a segunda y acabando
de convertir su motor en pulpa, seguido de
Marc y poco más tarde por Eddie.
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Álex
la comida con Dani
—¿Estás de coña?... —profirió Dani,
pero Álex negó con la cabeza— No podemos
presentarnos en el banco con esto.
—Es una réplica perfecta —le explicó
Álex a su hermano ante la atónita mirada del
dependiente de la tienda de souvenirs—
Cógela —le dijo a continuación, y le tendió lapistola cogiéndola por el cañón para que Dani
pudiera asirla por la culata.
—Pesa... —exclamó Dani sorprendido.
—Vacía el cargador —le ordenó Álex.
Y Dani oprimió un botón situado bajo
la mirilla de la pistola que hizo que el
cargador se deslizase con suavidad por el
interior de la culata hasta caer en la palma de
su mano; entonces volvió a introducirlo y jugó
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con el seguro de la pistola, apuntandodespués en todas direcciones, ladeando el
cuello a un lado y a otro, cerrando un ojo y
después el otro.
—...Y cuánto cuesta —preguntó.
—Veinte euros —pronunció el depen-
diente, apurado, casi de inmediato; y en-
tonces Dani arqueó las cejas, sorprendido de
nuevo.
—Y es legal —alegó Álex con una
sonrisa socarrona en los labios.
—No sé... —dudó Dani de nuevo
mientras no dejaba de apuntar en todas
direcciones— ¿De qué coño nos servirán
estos juguetes si la cosa... —y titubeó un ins-
tante—, se lía?
—No queremos matar a nadie —le dijo
Álex, al cabo, como si aquella fuese una
regla «de siempre»— ¿Verdad?... —le pre-
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guntó después en un tono que dejaba clarocuál era la respuesta que quería oír.
—No... Claro —le respondió Dani total-
mente convencido— Claro que no —y aña-
dió— Pero... —dejando esta vez la pregunta
en el aire.
—Si la «cosa»... —le dijo entonces
Álex, imitándolo de algún modo—, se lía...
—continuó—, y encima te cargas a alguien...
Entonces sí la habremos jodido. Créeme
—añadió en un último instante— Mejor «pis-
tolas que no disparen» —y acto seguido se
dirigió al dependiente— Déme cuatro —le or-
denó.
—¿Quieren?... —dudó entonces el
dependiente, y ambos se lo quedaron miran-
do esperando a que acabase— ¿Quieren
bolas?...
—¿Bolas?... —repitió Dani.
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—De goma —les aclaró enseguida eldependiente— Para... Para las pistolas—pun-
tualizó.
—Puede meterse las bolas dónde le
quepan —discrepó entonces Dani de mal
gusto, como siempre.
A esas horas las ramblas de Barce-
lona estaban repletas de gente, de mimos,
turistas y carteristas, de travestidos, de putas
y de trileros, los quioscos se tocaban con las
terrazas que nunca tienen mesas libres y un
coche de la urbana bajaba la calle lenta-
mente, respetando cada semáforo, contem-
plando distraídamente a izquierda y derecha
a través de sus ventanillas bajadas, cuando
Álex y Dani entraron en el Bar Restaurant El
Celler . ¿Todavía vienes por aquí? le había
preguntado Álex a su hermano quien se limitó
a sonreír, y respondió: Estamos aquí. ¿No?...
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El Celler era un bar pequeño, y comíanahí siempre que tenían que charlar de algo
que les fuese a ocupar más tiempo del que
tardaban en acabarse un plato combinado.
Joder... reía Dani cada vez que pedían, y
entonces se quedaba mirando al mismocamarero de siempre y hacía el mismo
comentario de siempre: He venido tantas
veces aquí que me habría salido más barato
comprar el bar . Entonces Elías, el camarero,
su camarero de siempre, sonreía, apuntabalo que pedían y después les daba la espalda
y se dirigía a la cocina mientras gritaba ¡dos
cuarenta y ochos, ¿oído?!...
...
—...Es mucho dinero, ¿eh? —dejó
caer Dani en un momento en que ambos
llevaban ya demasiado tiempo sin decirse
nada, y como si acabase de confirmarle lo
que ya sabía, sonrió, al tiempo que masti-
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caba ruidosamente un trozo de lomo fritomientras mantenía la mirada fija en su her-
mano.
Entonces Álex suspiró, y como si se
estuviese burlando de sí mismo, dijo:
—Es... Más o menos lo que yo ganaba
cuando trabajaba para el banco.
—Ya lo sé —le dijo Dani, y otra vez
silencio, y otra vez esa sonrisa que Álex odia-
ba tanto enmarcando su cara de grandísimo
hijoputa.
—No te hace falta preguntármelo
—habló Álex de nuevo, pasados unos segun-
dos— ¿Verdad?
—No —le contestó su hermanoelocuentemente, después se limpió los mo-
rros con la servilleta y añadió— Para «noso-
tros»... —le dijo, con énfasis en esta última
palabra— Es una fortuna, para ti no. Pero lo
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harías aunque te dijeran que el furgón estarávacío. ¿Verdad?... —pero Álex no le contestó
y desvió la mirada de su hermano—Porque tu
recompensa será mayor que la nuestra,
porque lo que sientas al darle por culo al
Ibáñez ese... Joder —rió, como si disfrutasecon cada palabra siempre que hablaba de su
maldito «plan perfecto»— No hay suficiente
dinero en el mundo que pueda pagar lo que
sentirás cuando mires a ese cabrón a los ojos
en el mismo momento en que le jodamos lapasta y le digas que te llevas su maldito
dinero —terminó, por fin, como un juez que
acaba de dictar sentencia.
—No voy a mirar a ese cabrón a los
ojos... No voy a decirle nada... —apuntóMarc, al rato, copiando las palabras de su
hermano.
—¿Cómo?...
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—Has dicho «lo que sentirás cuandomires a ese cabrón a los ojos y le digas que
te llevas su dinero» —le recordó, e insistió—
Ni le voy a mirar a los ojos, ni voy a decirle
nada. No vamos a entrar en ese condenado
banco —y casi fue una pregunta más queuna rotunda afirmación como en realidad
prentendió.
—Claro que no —se corrigió ensegui-
da Dani— Hablaba en sentido figurado,
joder... Me refería a lo bien que te sentaría sipudieras decirle, en persona —puntualizó—
que eres tú quien le está dando por culo —y
entonces se puso en pie— Voy a mear —le
dijo— Pide la cuenta.
...
Por qué no se fiaba de él se dijo Álex
con un amargo sabor de boca. Y se preguntó,
como tantas veces se lo había preguntado ya
durante las últimas veinticuatro horas, cómo
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era posible que fuese a trabajar otra vez consus hermanos; «trabajar» pensó, ellos lo
llamaban así. Y se preguntó si estaría hacien-
do lo mismo si quienes se lo hubiesen pro-
puesto no hubiesen sido sus hermanos, si no
hubiese sido Dani, y Carlos... Y pensó quepreferiría que Miqui no tomara parte en
aquello, cuando de repente Elías se plantó
enfrente suyo e interrumpió sus pensamien-
tos.
—Hacía mucho que no te veía... —ledijo con la misma sonrisa amable de siempre
en la cara.
—Hace mucho que nadie me ve —le
contestó Álex.
—Ya —murmuró el camarero mientras
sumaba lo que habían pedido. Álex sabía que
no le preguntaría ni dónde había estado ni
qué era lo que había estado haciendo, Elías
era un tipo prudente, y al cabo le dejó la nota
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sobre la mesa (dos menús, catorce euros ) yle dijo— Tu hermano está afuera.
Entonces Álex llenó los pulmones de
aire y suspiró con fuerza, no era la primera
vez que Elías le decía tu hermano está
afuera .
—Dónde —le preguntó a continuación,
con resignación; conocía de sobras la
respuesta.
—Atrás —le dijo el camarero con tono
determinante, y acto seguido se fue, como si
hubiese acudido sólo para decirle aquello y
no para cobrarle.
Dos menús, catorce euros leyó Álex la
nota, después se llevó la mano al bolsillo de
su chaqueta y sacó un billete de veinte que
dejó sobre la mesa; durante los últimos dos
años se había acostumbrado a la buena vida,
se había acostumbrado a dejar buenas pro-
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pinas. Y entonces se puso en pie, y como sifuese algo a lo que estuviese acostumbrado
se dirigió a la parte trasera del restaurant.
La parte de atrás de El Celler , a la que
se accedía desde la cocina, daba a un
callejón estrecho que el bar restaurant utili-
zaba únicamente para sacar las basuras y
que siempre estaba lleno de gatos que
acudían allí atraídos por el olor de las sobras
de la comida; quizás aquel lugar, porque
siempre acudían allí para hablar cuando se
trataba de algo importante, un «trabajo», era
lo que ponía a Dani tan cachondo que hacía
que a veces acabase en aquel callejón para
calmar sus nervios a punta de pistola(aunque en esta ocasión fuera con una
réplica). Y entonces apuntaba con ésta a un
turista, su víctima preferida (en su vida había
atracado a un montón, putos guiris de mierda
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decía), con el brazo totalmente recto, rígidocomo una viga de metal.
—Qué coño haces —exclamó Álex,
totalmente calmado; apenas levantó la voz.
Primero le miró Dani y después aquel
turista que permanecía frente a su hermano
con las manos en alto, vestía una camiseta
amarilla que rezaba «viu Barcelona » en el
pecho, bermudas beige y alpargatas de esas
con las que uno puede meterse en el agua
calzadas en unos horribles calcetines de
color rojo. A quién coño se le ocurre venir así
por aquí se dijo Álex, era como un reclamo
para cualquier aficionado, y entonces se fijó
otra vez en Dani que sonreía socarronamen-
te; se lo ha puesto a huevo pensó.
—Estoy probando tus juguetes —alegó
Dani con total normalidad, al cabo.
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Álex suspiró mientras su hermano leaguantaba la mirada— Y qué te parecen —le
preguntó por fin.
Entonces Dani miró otra vez al turista y
sonrió— Que funcionan —dijo finalmente, y
de repente exclamó— ¡Pum!... — y el turistagritó sheet , los ojos como platos, Dani rió
como el hijoputa que era y Álex murmuró
capullo .
—Déjalo ya —le ordenó entonces
Álex— Tenemos cosas más importantes de
las que preocuparnos que joderle las vaca-
ciones al guiri.
Pero se diría que Dani ni siquiera lo
escuchó— La cartera —le dijo entonces a
aquel turista reafirmando el arma— ¡Güalet!...
—lo increpó enseguida que vio que no le
entendía— ¡Güalet coño!
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Y el turista se llevó la mano al bolsillotrasero de sus bermudas y sacó su cartera
que le tendió a Dani con mano temblorosa
mientras éste sonreía; disfrutaba con ello, se
dijo Álex, y pensó que era como si aquello
realmente lo colocase. —¡Güatch! —exclamó después—
¡Vamos... El güatch! —le dijo moviendo su
muñeca para hacerse entender mejor; se
diría que el conocimiento del inglés de Dani
no pasaba de «wallet », «money » o «watch »,que simplemente sabía lo que un chorizo
como él tenía que saber en una ciudad que
atrae a más de seis millones de turistas todos
los años; y entonces el turista empezó a
mover primero las piernas y luego las ca-deras, igual que si se estuviese meando, se
frotaba las manos con nerviosismo, estaba a
punto de estallar.
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—Se acabó —intervino Álex por fin(harto ya de contemplar, pensó, a aquellos
dos gilipollas como si aquella fuera una obra
de teatro); y entonces interceptó el reloj que
pasaba de una mano a otra y le quitó a su
hermano la cartera de su víctima— Se acabó —dijo otra vez clavando su mirada en Dani
que chistó como un niño pequeño al que ya
no le dejan jugar más. Entonces le devolvió al
turista sus pertenencias y le dijo— Go...
—pero aquel ni siquiera se movió, y miró auno y a otro sin entender qué ocurría— Go
—insistió Álex, y ante el desconcierto de éste
optó finalmente por quitarle también la pistola
a Dani que llevó a la sesera del pobre
desgraciado pegando su cañón a su sien—
¡Go! —gritó casi al mismo tiempo que aquél
salía corriendo como alma que lleva el diablo
y un torrente de adrenalina recorría sus
venas haciéndole sentir de nuevo aquella
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sensación a la que se entregó una vez y quehacía dos años que no había vuelto a
experimentar. Y sin darse cuenta la misma
sonrisa de hijoputa de su hermano tomó
también sus facciones.
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Marc
el yonqui y la ida de olla de Gabi
La radio se puso en marcha como por arte de
magia, como cada mañana, y Marc gruñó
una vez más que no volvería a usarla como
despertador, como cada maldita mañana.
Joder... (1), aquella noche apenas había
conseguido dormir más de dos horas segui-
das, después de la carrera había estado to-
mando unas cervezas con gabriel72 (Gabi) y
con la pantera rosa (Eddie) en un bar cerca
de Industria ; intercambiaron impresiones y
todo eso, se conocieron mejor, joder... mur-
muró otra vez (2), no se fue a dormir antes de
las tres, y encima, se dijo, para acabar
después dando vueltas en la cama mientras
la adrenalina acumulada tras la carrera le
mantuviese despierto tanto como si estuviese
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colocado. Miró la hora, las ocho. ¿Por quémiras la hora cada día cuando te despiertas
si sabes de sobras qué hora es? ... Suspiró,
se incorporó en la cama y buscó sus
zapatillas, y se dijo que sería más fácil (y de
repente 3) si las dejara siempre en el mismositio, una al lado de la otra, bien puestas,
justo enfrente de la cama, eso estaría bien.
Pero salió de su habitación descalzo, entró
en la cocina y encendió la luz; el café del día
anterior seguía ahí, y seguiría ahí durantetoda la maldita semana (4 y 5). Entonces
pensó que esa misma noche se conectaría
otra vez e intentaría dar con laura ; es un loco,
para qué... La respuesta era sencilla: porque
le había abierto una puerta que ahora leresultaba muy difícil cerrar, (6), le había dado
un sentido nuevo a su vida, absurdo, pero al
menos ahora, sabía, tenía algún sentido (7, 8
y casi 9). Se acabó de un trago el café que ni
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con su aburrida vida de oficinista no, desdeluego. Pero su «nueva vida» tendría que
hacer un paréntesis, aquella tarde al menos,
ya que había quedado con Blas (un com-
pañero de trabajo y, de alguna forma, un
amigo) para comer en el burguer que teníancerca del trabajo; Blas era un buen tío, uno
de esos tipos con los que en realidad te da
por culo ir a comer o incluso a tomar sólo un
café, pero a los que no puedes decir «no»,
era un buen hombre. Y pensó que le haría unfavor si le hablase de laura , la vida de Blas
carecía de sentido tanto como la suya y
estuvo barajando la idea de hablarle de su
nuevo amigo laura durante buena parte de la
mañana. —¿Le quitas el pepinillo a la ham-
burguesa? —le había preguntado Blas mien-
tras Marc se afanaba en esta tarea.
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Pero Marc no distrajo su atención desu hamburguesa. —Sí, joder —se quejó— He
pedido una hamburguesa con queso, no una
hamburguesa con queso, lechuga, tomate,
cebolla y pepinillo. Mira los demás ingredien-
tes pasan, pero... Joder... —negó con lacabeza— Pero con el pepinillo no puedo.
Blas asintió como si Marc acabase de
decir la más grande de todas las verdades.
—Todo el mundo le quita el pepinillo a
la hamburguesa —añadió Blas pasados unos
segundos.
—Sí... Todo el mundo.
—No sé por qué coño le ponen el jodi-
do pepinillo...
—Seguro que lo saben.
—El qué...
—Saben que la gente no se come el
maldito pepinillo —dijo Marc— Pero lo ponen.
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Seguro que es por uno de esos condenadosestudios de mercado y toda esa mierda del
marketing, seguro que el pepinillo hace que
comas más, o que bebas más, aunque se lo
quites a la hamburguesa, yo qué sé. Seguro
que tiene algún componente que estimula elcerebro y todo eso y hace que tengas más
hambre y que no te sientas un maldito gordo.
No sé...
—¿Has oído el caso aquel de la
compañía aérea que quitó una aceituna delos menús que servía en los aviones y se
ahorró una pasta que te cagas?
—Sí, creo que sí. Pero si no quitan el
pepinillo seguro que es porque así ganan
más dinero, ya sabes, la gente come más.Estas cosas están estudiadas, joder. Oye
vigílame la hamburguesa... ¿Quieres?... —le
pidió entonces— Me voy a pedir unas pata-
tas.
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—¿Qué te vigile la hamburguesa? —exclamó Blas, atónito— ¿Quién coño se
iba a llevar tu maldita hamburguesa?
Marc rió, divertido— Un muerto de
hambre, joder.
...
Marc se acercó a la barra y pidió, y
mientras esperaba a que le sirvieran sus
patatas se quedó atónito ante la visión de lo
que daban entonces en las noticias de las
dos. Vio su coche a doscientos veintidós
kilómetros por hora, los jodidos radares que
hay instalados en las rondas habían captado
su coche, el de Eddie y el de Gabi, habían
captado incluso la velocidad a la que iban,
doscientos veintidós malditos kilómetros por
hora. ¡Joder! ¿No se había encargado laura
de ese «pequeño» detalle? Y de repente
sintió como si el nudo de su corbata lo
estuviese ahogando por momentos, con los
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cojones a un metro setenta y siete centíme-tros del suelo. ¡Mierda!... Y a continuación
pudo ver a un reportero explicando el porque
resultaba tan difícil dar con los kamikazes , así
los llamó, ya que sus matrículas aparecían
borrosas en la grabación, aunque, continuó elreportero, la policía sigue investigando.
Entonces Marc cayó en la cuenta del papel
que desempeñaba aquel individuo que iba de
aquí para allá con aquel bote de laca, «el
seguro del coche » recordó sus palabras, «ysu seguro » Rió. Y recordó también cuando
laura les dijo «esta será una carrera especial,
mañana sabréis por qué...».
Menudo hijo de puta dejó escapar
entonces, tratando de disimular el regocijoque sentía ante aquella noticia por la que
otros clientes del burguer, todos ellos «res-
petables ciudadanos», mostraban su des-
acuerdo ladeando la cabeza a uno lado y a
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otro en un gesto de negación. Y entoncesMarc cogió sus patatas, pagó, y regresó a su
mesa como si caminase por una alfombra
roja de comentarios tales como «menudos
hijos de puta », «locos descerebrados » o «la
madre que los parió » aunque este último nole hizo tanta gracia.
—Menudos cabrones —exclamó Blas
en cuanto Marc se sentó otra vez enfrente
suyo, después le robó una patata y sen-
tenció— Esos tíos están locos.
Y entonces Marc le dedicó un poco de
atención— Sí... —le dijo, como si no le
importase en absoluto; y añadió después con
una sonrisa socarrona en los labios— Debe-
rían encerrarlos.
Marc se dijo que en su vida no
acostumbran a pasar cosas que se saliesen
de lo normal, pero aquella tarde, aquella
noticia que acababa de escuchar, era algo
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totalmente fuera de lo normal, e ignoraba quepudiese oír, en el mismo día al menos, nada
que rivalizase con lo que más tarde adquiriría
el tópico (del que se hablaría durante