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BIBLIOTECA DE MÉXICO I S S N - 0 1 8 8 - 4 7 6 X • N U M E R O 111
(1882-1959) OBRAS ESCOGIDAS
EMMANUEL CARBALLO XAVIER VILLAURRUTIA XABIER F. CORONADO JAIR CORTÉS MAURICIO MAGDALENO
UNA CARTA DE VASCONCELOS FA pasado verano dedicó Pedro Penzot tres ar
tículos en *FA Aldeano» a la E t k a de D. José Vasconcelos. Con este motivo recibió del ilustre escritor la carta que, aun pecando de indiscretos, publicamos a continuación por el gran interés que encierra para el conocimiento de su pensamiento.
Sonrió, Agosto 10-1933 Sr. D . Pedro Penzol . -CASTROPOL
M u y estimado y tino amigo: Esperaba la terminación de sus notas en «El Aldeano» para
darle las gracias más rendidas por la manera inteligente como ha
Presentado mi libro a los lectores del periódico y por los Juicios cr.cvolos que le he ido mereciendo.
Mucho me interesa su opinión y contribuye a orientarme. So bre todo, las afinidades que señala al final del estudio. Por s u puesto, cualquier relación con D . Miguel de Unamuno me complace po rqu : es persona que respeto y admiro, pero en lo fundamental, es decir, en el género de nuestro misticismo, me siento muy lejos de él y más bien creo míe sigo con fidelidad a Miguel de Mol inos—en su concepto 6i lo espiritual—(Figúrese us:cd, en otros tiempos ya me hahrí; n quemado).
M e refiero a esto. El misticismo de Unamuno es corpóreo, concreto, se deriva de Swedcnborg—que se ve cu el cielo con sobretodo y sombrero—. Y o s o y , en cambio, de familia plotinista que e x i j o la descorporización, no la abstracción, sino la transfiguración de Ir. físico. Odiamos al cuerpo, en esto somos tamblíf malos católicos—Unamuno se ama como es. en lo que es muy católico, pero no creo que e^to sea característica del misticismo e s pañol, a pesar de Santa Teresa . Lo español lo encuentro yo más puro en Mol inos y de todas maneras me siento ligado a 1.1 corriente oriental africana, antipagana, que desprecia al cuerpo y no acepta la resurrección de la carne, aunque cree en la del alma, N o sé lo que cu tal situación mia puede influir mí condición de Mexicano; ni seria tampoco fácil determinar si resulto más español, yo mexicano, que unamuno, vasco. Observe usted que para nosotros en México descendientes de extremeños y andaluces— el español es lengua nativa, para Unaaiuuo el español es lengua nacional, no familiar.
E n fin. habría macho que decir. De todas maneras, usted me sugiere reflexiones interesantes
después de prestarme el servicio inapreciable del comentarlo pú blico inspirado en simpatía.
J. VASCONCELOS.
^L^^^^^^^Sl l^H DISIDENTE Y CONSTRUCTOR
Mk DIÁLOGO CON JOSÉ VASCONCELOS,
TESTIGO INSOBORNABLE DE SU TIEMPO
VASCONCELOS: LOS AÑOS DE
EXILIO EUROPEO
U N DISCURSO DE VASCONCELOS NUMERO 111 ^ ^ ^ M MAYO-JUNIO DE 2009 • $38.00 PLAZA DE LA CIUDADELA 4, CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO, CP 06040. TELÉFONOS 9172 4710 Y 9172 4712 CORREO ELECTRÓNICO b¡bmex@correo.conaculta.gob.mx E*7B CERTIFICADO DE LICITUD DE TÍTULO NÚM. 6270 JOSÉ VASCONCELOS CERTIFICADO DE LICITUD DE CONTENIDO NÚM. 4380
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES PRESIDENTA CONSUELO SAlZAR ^CTTS DIRECTOR GENERAL DE BIBLIOTECAS J ° S É VASCONCELOS: NOTAS A PARTIR DE FEDERICO HERNÁNDEZ PACHECO
REVISTA BIBLIOTECA DE MÉXICO DIRECTOR FUNDADOR JAIME GARCÍA TERRÉS f
D I R E C T O R : EDUARDO LIZALDE ^^^^W|HBB1BWWJBIII1PW| EDITOR: JOSÉ ANTONIO MONTERO EDITOR ASOCIADO: MARIO BOJÓRQUEZ SECRETARIO DE REDACCIÓN: JOSÉ DE LA COLINA
CONSEJEROS FUNDADORES: JUAN ALMELA, FERNANDO ÁLVAREZ DEL CASTILLO, MIGUEL CAPISTRÁN, ADOLFO ECHEVERRÍA, VÍCTOR TOLEDO Y RAFAEL VARGAS HH^HHHVIHHHIHilMPJH
PROMOCIÓN EDITORIAL: MIGUEL GARCÍA RUIZ VASCONCELOS, GENIO PERMANENTE DISEÑO: PEDRO A. GARCÍA O ASISTENCIA EDITORIAL: MARINA GRAF ASISTENCIA TÉCNICA Y CORRECCIÓN: LINA GARAY VAQUERA RAÚL ZENDEJAS DE LA PEÑA COMERCIALIZACIÓN Y DISTRIBUCIÓN: RUYSDAEL NAVA ULISES CRIOLLO IMPRESIÓN: IMPRESORA Y ENCUADERNADORA PROGRESO, S.A. DE C.V. (IEPSA), CALZ. SAN LORENZO 244, COL. PARAJE SAN JUAN, DEL. IZTAPALAPA, 09830 MÉXICO, D.F.
DISCURSOS PORTADA: FOTOGRAFÍA DE RICARDO SALAZAR. TOMADA EN LA PLAZA DE LA CIUDADELA, FRENTE A LA PUERTA PRINCIPAL DE LA BIBLIOTECA DE MÉXICO EN 1958, CEDIDA POR EMMANUEL CARBALLO DE SU ARCHIVO PERSONAL, A ENSAYOS QUIEN AGRADECEMOS AMPLIAMENTE SU GENEROSIDAD.
2A. DE FORROS: TRANSCRIPCIÓN DE UNA CARTA DE VASCONCELOS EN EL BOLETÍN LA BIBLIOTECA. ESTAY LAS IMÁGENES DEL TEXTO DE XABIER F. CORONADO FUERON
PROPORCIONADAS POR ÉL MISMO. L A RAZA CÓSMICA
LAS IMÁGENES CON EL SIGNO (*) PERTENECEN AL SUPLEMENTO ESPECIAL DE LA SEP PUBLICADO EN LA JORNADA (09, 07, 2007) FIGURAS DE LA HISTORIA MEXICANA
C l a r o s c u r o s AGRADECEMOS AL SEÑOR JOAQUÍN VASCONCELOS LA ATENCIÓN CON QUE SE SIRVIÓ COLABORAR PARA LA EDICIÓN DE ESTE NÚMERO, CON LAS FOTOGRAFÍAS INDICADAS CON EL SÍMBOLO ( •» ) , LO CUAL LE AGRADECEMOS CUMPLIDAMENTE.
ESTANTE
EMMANUEL CARBALLO
LA GRANDEZA DE JOSÉ VASCONCELOS,
EL DISIDENTE Y EL CONSTRUCTOR
H9HHB • M I . E L DISIDENTE
El pr imer adjet ivo que m e salta a
la p luma para cal i f icar a José
Vasconce los es el de singular.
S ingular porque sólo se parec ía a
sí m ismo . Las et iquetas que se
emp lean para momif icar lo en las
histor ias resul tan r id iculas. Por
ello intento una nueva termino lo
g ía . Vasconce los es vasconce l is -
ta : el ún ico vasconce l i s ta que
s iempre en tend ió a Vasconce los .
A los ot ros, y en su m o m e n t o es
telar f o rmaron legión, m e place
l l amar los v a s c o n c e l i a n o s . S in
desconocer lo que hic ieron y p a
dec ieron por él , c reo que él hizo y
sufr ió m á s por el los. A su lado y
con su e jemplo (vivo y escr i to) se
encont ra ron o se perd ieron a sí
m ismos .
En nuest ra úl t ima conve rsa
c ión (1959, el año de su muer te )
l legó a dec í rme lo : "Después de lo
del '29 yo era un band ido pol í t ico,
un hombre que ex ig ía v e n g a n z a .
Era una espec ie de Cast ro Ruz.
Era t odo es to , por desg rac i a ,
desde el dest ierro, ya que en mi
pa ís no encont ré veinte h o m b r e s
con los cua les remon ta rme a una
Sierra Maes t ra . En esas cond ic io
nes sólo m e q u e d a b a predicar la
v e n g a n z a . El gob ie rno , que ya
e m p e z a b a a conver t i rse en far i
seo, m e con tes taba que no era
ese mi pape l . Igual act i tud a s u
mieron muchos de mis par t ida
rios; v iv iendo en el pel igro, an tes
que t ra ic ionarme op taron por el
recurso de n o m b r a r m e Maest ro .
Lo repito una vez más : a mí no
m e derrotó el gob ie rno s ino mis
part idar ios: me de jaron solo."
V a s c o n c e l o s n u n c a de jó d e
darse, de ent regarse. S e ent regó
a la f i losofía y a la l i teratura, a los
estud ios histór icos y a las invest i
gac iones socia les, a las mul t i tu
des y a los indiv iduos, al a m o r y al
odio, a la razón y a la s inrazón, al
Dios en que cre ía y al demon io
que lo acosaba . S e ent regó a to
d o y a todos con la fe indivisa de l
creyente . Sin fe, se atrevió a d e
cir, no se endurece la co l umna
ver tebra l . Lo que se e m p r e n d a sin
el la, no puede aspirar a lo g rande .
En todo m o m e n t o vivió, ac tuó y
escr ib ió en una única d imens ión :
la de la g randeza , posit iva o n e g a
t iva. Por ello sus acier tos y er ro
res son del m i smo t a m a ñ o : si los
mido, veo que co r responden a su
propia estatura.
Humi ldemen te lo conf ieso: no
he conoc ido en Méx ico , en lo per
sonal o por referencias, un se r
h u m a n o de mayo r al tura que Jo
sé Vasconce los . Y aspi ro a q u e
se m e crea por una so la razón: no
soy fel igrés de su par roqu ia ; m e
cons idero entus ias ta de su m u d a
ble act i tud h u m a n a . (De su pos tu
ra me atrae el impulso, no el pro
pósi to que pers igu ieron a lgunos
de sus actos. ) Por otra parte,
coincidir o estar en desacue rdo
con Vasconce los no pasa de ser
u n a o c i o s i d a d : nad ie es tá de
acue rdo o en desacue rdo con el
fuego , el a g u a o el aire; todos re
c ib imos fa ta lmente sus benef ic ios
o ca lamidades . En un pa ís de
tuer tos, él mi ra con los dos ojos;
en un pa ís de med ias t intas, él es
cucha por los dos puntos card ina
les; en un pa ís de hemip lé j icos, él
goza y sufre con sus dos mi tades.
A lo largo del siglo xx no t iene
par en f i losofía y l i teratura. En filo
sof ía , fuera de él todos son profe
sores o vu lgar izadores. (Él ha sido
entre nuest ros f i lósofos el único
c a p a z de c o n c e b i r c o h e r e n t e
men te un s is tema. N o m e refiero a
la val idez de éste s ino a la capa
c idad para crearlo.) Od io las c o m
parac iones, ya que paran casi
s iempre en exagerac iones , y sin
e m b a r g o m e permi to una de dos
caras: las memor ias de Vascon
celos só lo p u e d e n compara rse
con las confes iones de los m á s
altos escr i tores de su t iempo.
Ot ra de sus facetas esenc ia les
cabe en una de las escasas g ran
des palabras: constructor, a la que
m e referiré m á s adelante. Sin él ,
Méx ico ser ía p robab lemente una
l lanura estéri l . La educac ión , la
cul tura y el arte le son part icular
men te deudores . La c a m p a ñ a a
2
favor del alfabeto, la educación
rural y extraescolar, los altos estu
dios, el muralismo, la danza, la
lectura de los clásicos y las lectu
ras para mujeres y para niños,
López Velarde y Saturnino He
rían, Jesús T. Acevedo y el nuevo
concepto de la arquitectura, Car
los Chávez y después Silvestre
Revueltas, una novela de Agustín
Yáñez, todos estos hechos y to
das estas personas llevan en sí,
como una impronta, un nombre, el
de José Vasconcelos.
No olvido su paso por la políti
ca. Imagino qué hubiese sido Mé
xico de reconocérsele el triunfo
en la campaña presidencial de
1929. Hubiéramos desembocado
en una dictadura clerical o una
revolución tan avanzada que hoy
consideraríamos a Madero, Za
pata y Villa compañeros de banca
de Hidalgo y Morelos. Con sensa
tez, el autor del Ulises criollo acla
ró mis dudas: "Entré a la política
por obligación patriótica... Mi vo
cación radical es de filósofo y no
de político." Su programa como
presidente hubiese sido el de Pe-
ricles: a su juicio, "uno de los po
cos gobernantes decentes que ha
tenido la humanidad".
Después de su muerte, Vas
concelos gana magníficas ba
tallas: su obra e impulso agrupan
la rebeldía de algunos visiona
rios. Los que no ven a unos
cuantos metros más allá de sus
ojos lo juzgan con una insensa
tez que los torna extemporáneos.
Enterrados los intereses Gustos
en ocasiones) que lo combatie
ron, abolido el sectarismo (de iz
quierda y derecha) que cercó su
obra, el nombre de Vasconcelos
es una punta de lanza que puede
ayudar en la pelea contra el colo
nialismo mental y el conformismo
ideológico.
Su mensaje, digámosle de al
gún modo a los propósitos de su
vida y de su obra, no es el de la
concordia sino el de la discordia.
A mi juicio, allí reside crecida par
te del verdadero Vasconcelos. Dis
cordia que es independencia de
criterio; discordia que se traduce
a nivel de las luchas políticas en
posición viril e inteligente; discor
dia que es altanería frente al po
deroso y generosidad ante los hu
mildes; discordia que es energía
canalizada contra el lugar común
en literatura y filosofía; discordia,
en fin, que es pugna íntima entre
el placer y el deber, entre los inte
reses personales y las necesida
des de un pueblo.
Entre otras cosas, Vasconce
los nos enseñó a pronunciarnos
(sin temer a la equivocación) a
favor o en contra de algo o de al
guien con toda la boca y en voz
alta. Vasconcelos siempre tomó
partido, en ocasiones el peor par
tido posible, pero siempre fue fiel
a sí mismo: cuando fue inconse
cuente pagó las consecuencias,
cuando encarnó el estado de áni
mo del continente fue uno de sus
portavoces y sus guías.
Vista desde el día de hoy, la
obra y la actitud de Vasconcelos
se puede encerrar en una sola
palabra: disidencia. En forma dis
persa se le empieza a juzgar co
mo un hombre que supo vivir de
pie, pese a sus frecuentes caí
das, y que supo gritar su indig
nación y asco cuando meditaba
acerca de México, para el que
soñó una vida menos sucia y más
civilizada.
I I . EL CONSTRUCTOR
A cincuenta años de su muerte
me ocupo de otra de las grandes
palabras que Vasconcelos supo
usar tanto de viva voz como por
escrito. Y pudo construir el mundo
que rondaba sus sueños gracias
a que Alvaro Obregón, presidente
de 1920 a 1924, le dio su confian
za para que hiciera y deshiciera a
su antojo, en el terreno de la cul
tura y el arte, todo lo que creyera
pertinente. Vasconcelos es el
MENTIlEftft-
V A S C O N C E L O S ,
C R Í T I C O , A C T O R ,
T E S T I G O
Al ilustre fundador de la Bi
blioteca de México, José
Vasconcelos, hemos dedica
do este segundo número de
la revista que lleva el nom
bre de nuestra institución, al
cumplirse el medio siglo de
la muerte de este grande
personaje de la historia y la
cultura del siglo xx en Mé
xico.
Como la mayor parte de
los escritores a quienes toca
documentar personalmente
el curso dramático de la Re
volución Mexicana, Vascon
celos, actor y testigo de la
misma, es también un acer
bo crítico, no sólo un cronis
ta puntual de los fracasos
del movimiento, de sus trági
cos y heroicos avatares, tan
to como de los errores políti
cos cometidos por muchos
de sus principales caudillos
y dirigentes.
Conocemos bien los gran
des libros editados en los
primeros años 30 por Vas
concelos, agotado ya el
aliento de más de dos déca
das sangrientas que estre
mecieron al país desde el
estallido de 1910 al término
de los conflictos políticos en
que participaron todas las
facciones del movimiento
revolucionario.
Ahí están el Ulises criollo
y La tormenta, acaso los
más brillantes de esta etapa
3
* Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos y Diego Rivera, 1922
gran hal lazgo de Ob regón , y sin
Ob regón Vasconce los no hubiera
l legado a ser Vasconce los .
Ob regón , recalco, dejó hacer a
Vasconce los , y éste hizo, casi a
partir de la nada , lo que fu imos
durante var ias décadas , el "mi la
gro mex icano" . Después , a partir
de Miguel A l e m á n , en te r ramos la
g lor iosa herenc ia cultural de Vas
conce los .
Este surge a las letras y el p e n
samien to c o m o uno de los m i e m
bros m á s des lumbran tes de una
generac ión magní f i ca , el A teneo
de la Juven tud , que emp ieza a
dar sus pr imeros frutos en los
años post reros del porf ir iato. A
este g rupo per tenecen , a d e m á s ,
A l fonso Reyes , An ton io Caso , Pe
dro Henr íquez Ureña , Mar t ín Luis
G u z m á n y Jul io Torri.
Vasconce los se di ferencia de
sus compañe ros en la ampl i tud de
sus intereses. Es uno de los es
cri tores y pensadores m á s origi
nales del país y el cont inente y
uno de los polí t icos más contro
vert idos y audaces , que sust i tuye
med ian te sus acc iones los p lan
teamientos económicos y socia les
y enarbo la los ét icos y estét icos.
Vasconce los , y con su labor el
ob regon i smo , trajo al pa ís v ien
tos n u e v o s y mod i f i can tes . M a
der is ta del p r imer m o m e n t o , es
dec i r ant id ictator ial y d e m ó c r a t a ,
se p ropuso instruir a las g e n e r a
c iones rec ién l legadas y p ropo
ner a los p roduc to res de ar te y le
t ras c á n o n e s y ob je t ivos to ta l
men te dist intos. A ar t is tas y escr i
to res les p ropuso , por una par te ,
que tuv ieran en cuen ta al exp re
sarse el pasado (Grec ia , R o m a ,
la Bibl ia, la f i losof ía or ienta l ) y,
por la o t ra , la histor ia l lena de in
for tun ios de un pa ís , el nues t ro ,
que con los o jos v e n d a d o s t ra ta
ba de descubr i r su propia e s e n
cia y sus prop ios va lo res .
C o m o rector de la Un ive rs idad
y d e s p u é s c o m o secretar io de
Educac ión , Vasconce los o f rece
los m u r o s de los edi f ic ios es ta
tales a los p in tores para que rea
l icen en el los un ar te m o n u m e n
tal y públ ico, un ar te que nar re
con lengua je senci l lo la h istor ia
de nuest ro pueb lo . Surge , así , el
m u r a l i s m o m e x i c a n o . M u e s t r a
interés por la poes ía q u e l lega a
lo un iversa l a part ir de la a ldea , la
reg ión y el pa í s , p o e s í a q u e
cuen ta las v ivenc ias y expe r i en
c ias de los poetas med ian te pa la
bras, i m á g e n e s de color, ca lor y
sabor nac iona les . P o e s í a nac io
nal is ta, pero no p in to resqu is ta .
Es t imu la la mús i ca y a los m ú s i
cos , qu ienes e m p i e z a n a c o m p o
ner obras de vangua rd ia en las
que s u e n a n a i res y tonos q u e
nos son prop ios . F o m e n t a la f u n
dac ión de o r feones en c iudades
y a ldeas , y los a l ienta po rque
c ree que el pueb lo saca a relucir
de ese m o d o su ve rdade ra per
s o n a l i d a d . O r g a n i z a c a d a vez
con m a y o r f recuenc ia e s p e c t á c u
los ded i cados a los c i udadanos
c o m u n e s y cor r ientes, en los que
se mezc lan la poes ía , la mús i ca ,
el can to , la d a n z a y el teat ro . M e
d ian te la d i ve rs i ón a d e c u a d a
men te p lan i f icada t iende a una
educac ión g loba l de los sent idos .
A d m i r a y le en tus iasman las ar
tes y a r tesan ías popu la res , has ta
en tonces ignoradas por las per
sonas cu l tas y v is tas c o m o ob je
tos ins igni f icantes. S e p reocupa ,
as im i smo , por la escu l tu ra , la ar
qu i tec tura , la eban is te r ía , la t ipo
gra f ía y las ar tes y of ic ios indus
tr ia les.
C o m o c imientos de este a m b i
c ioso y vas to p lan, Vasconce los
se ded ica a fo rmar maes t ros , ed i
f icar escue las y poner en marcha
bibl iotecas. D e s p u é s acome te rá
una c a m p a ñ a nacional cont ra el
ana l fabet ismo y ed i tará, en al tos
t irajes para c o n s u m o de todos los
mex icanos , ob ras maes t ras del
ar te y el pensamien to un iversa
les. Se e m p e ñ a r á , t amb ién , en
ayudar a que el país de je de ser
una isla y se integre al dest ino
c o m ú n de Amér i ca Lat ina.
En dos años y ocho m e s e s que
dura su gest ión c o m o ministro,
Vasconce los revo luc iona la ense
ñanza , la cul tura y el arte. Su
labor vista desde el d ía de hoy
s o r p r e n d e por su rea l i smo y
audac ia . S u p o en tender lo que el
país neces i taba a cor to y largo
plazo. Deudo r entre otros de Lu-
nacharsk i , pr imer comisar io de
educac ión de la Rus ia que nace
en 1917, se es fuerza por des te
rrar el concep to elit ista de la e n
s e ñ a n z a y p ropone para susti tuir
lo un m o d e l o m á s a r m ó n i c o ,
popular y a p e g a d o al Méx ico que
en tonces se in tentaba construir,
m e n o s injusto y m á s próx imo a la
ve rdadera l ibertad. Si a lgunos de
sus ac tos parec ieron descabe l la
dos en los años veinte del siglo
pasado, ahora parecen sensa tos
y qu izá un tanto ideal istas.
4
EMMANUEL CARBALLO*
DIÁLOGO CON JOSÉ
VASCONCELOS, TESTIGO
INSOBORNABLE DE SU TIEMPO
J o s é Vasconcelos aparenta, sentado
detrás de su escritorio de la Biblio
teca México , la juventud de sus me
jores años. Ojos incisivos; pelo cor
to, entrecano, áspero; las anchas
guías del bigote, caídas, dan la im
presión de que le cubren la boca; alta
la nariz, recta; manos enérgicas de
ademanes convincentes . Al hablar
desconoce el titubeo, las típicas ex
presiones de la gente medrosa: tal
vez, quizá, es probable... Su lengua
je de lápiz recién tajado da a su con
versación brillo de arma, sonoridad
de guerra. En cambio, de pie, Vas
conce los tiene el aire inconfundible
de la vejez. D e pie, creo que los ma
nuales no se equivocan al decir que
nació en Oaxaca en 1882, hace se
tenta y seis años. Al verlo sentado
e v o c o los ardientes días que vivió
con Adriana (Elena Arizmendi) , los
visionariamente políticos con Vale
ria (Antonieta Rivas Mercado) y los
puramente sensuales con Chanto
(Consuelo Sunsín).
Es ésta la primera vez que visito a
Vasconcelos. Sus libros, entre todos
las memorias, conmocionaron mis
veinte años; al leer y releer sus pági
nas repasé la simpatía y el odio , los
varios rostros antagónicos que con
viven en una persona. Después sus
artículos periodísticos, los nuevos
libros, su torpe actitud en casi todos
los órdenes convirtieron la simpatía
en antipatía. Hoy creo haber conoci -
Emmanuel Carballo: Protagonistas de la lite
ratura mexicana. México. Alfaguara, 2005.
do al verdadero Vasconcelos. N o es
ni el mítico prohombre ni el hombre
execrable, es un Hombre, ni más ni
menos . En un país de sordos y
mudos es admirable encontrar un ser
que supo oír la vida de su pueblo y
juzgarla en voz alta.
-¿Qué libros prepara?
- D e n t r o de unos cuantos meses apa
recerá una nueva novela mía: La
flama. Es muy dura, muy injuriosa.
Lleva c o m o subtítulo Los de arriba.
Trabajo, además, un libro sobre la
Teoría de los eones.
-Su novela será, imagino, uno de
esos libros que "nos hacen levantar,
como si de la tierra sacasen una
fuerza que nos empuja los talones y
nos obliga a esforzarnos como para
subir".
- S í . Será un libro para leerse de pie.
Yo, en cambio, lo leeré acostado. M e
van a apalear. En La flama d igo la
verdad y en M é x i c o nunca se dice la
verdad: la equiparan con la injuria.
El mexicano siempre que puede, y
puede siempre, la escabulle. Cuento
en ella la historia de mi destierro, la
historia del fracaso de 1929. A pro
pósito del destierro, su único defecto
consiste en que no dan ganas de vol
ver. Esa frase cursi, el amargo pan
del destierro, es una mentira: sabe
muy sabroso. La única forma deco
rosa de retornar al país de origen es
con un látigo en la mano. La flama
finaliza con mi regreso a Sonora en
1939. Es una obra híbrida. Hablo en
MENTMEftt vasconce l iana, pero también
El proconsulado y otros m u
chos textos en que, como
af i rma el autor en las entre
vistas del f inal de su v ida, se
p reocupaba más por actuar
que por escribir con buen
esti lo l i terario.
En las pr imeras páginas
de este homena je se publ i
can dos exce lentes co labo
raciones de Emmanue l Car
ballo, que entrevista a Vas
conce los en la m isma C iu -
dade la - d o n d e d i r i g ía la
Bibl ioteca fundada por él en
1 9 4 6 - , un año antes de su
muer te , y en esa m isma e n
trevista, en la que se interro
ga al autor del Ulises criollo
sobre sus puntos de vista
acerca de personas, escr i
tores y hechos re lac ionados
con la ges ta en cuest ión, al
hablar de Mar iano Azue la ,
responde a Carbal lo en la
entrev is ta: " . . . sus novelas,
c o m o las de todos los escr i
tores honrados de la Revo lu
c ión, están hechas (y esto es
grave y tr iste), para cont ra
dec i r la y c o n d e n a r l a . . . " Y
¿cuá l es la causa? , le pre
gunta Carbal lo. Y Vascon
celos responde: - " S e debe a
que la Revoluc ión ha sido
una porquer ía . Tanto a A z u e
la c o m o a mí nos han l lama
do reacc ionar ios . Pero en
Méx ico así se cal i f ica a todo
el que se opone al gob ierno.
Acaba uno por sent i rse ufa
no de que le ap l iquen ese
epí te to . ¿ S a b e usted quié
nes me l laman reacc ionar io?
Los mi l lonar ios de la Revo lu
c i ón , los po l í t i cos te r ra te
n ientes."
5
ella de mí y de algunos otros perso
najes. A veces uso la primera perso
na; en otras, la tercera. Tendrá el va
lor rojo del escándalo. Literariamen
te no vale gran cosa.
-¿Quépáginas prefiere de este libro?
-Recuerdo ahora aquellas en que re
flexiono sobre Antonieta en el pur
gatorio.
-¿Cómo ve usted, a casi treinta años
de distancia, su campaña presiden
cial de 1929?
- L o del 29 quedó sin castigo. Y el
mal sin castigo pesa sobre la socie
dad por generaciones, c o m o pesa
sobre el individuo. En Méx ico dejan
hablar porque saben que de la palabra
no se desprenden drásticas conse
cuencias. En el momento en que se
intenta la acción, la aplastan con
métodos aztecas, c o m o ocurrió en
Chiapas hará algo así c o m o tres años.
—¿Y qué pasó en Chiapas? No lo
recuerdo.
- E s o pasó exactamente. "Nadie vido
nada." Se levantaron unas cuantas
personas en armas y las asesinaron,
pero "nadie vido nada".
-Mejor volvamos al 29.
- E l pueblo debió haberse armado
contra el gobierno.
-Probablemente no tenía pistolas.
-S i empre hay pistolas en los pueblos
que tienen energía.
—¿Le interesa el libro de Mauricio
Magdaleno, Las palabras perdidas,
que cuenta los incidentes de esa
campaña presidencial?
-Libro precioso, sencil lamente pre
c ioso, tanto por lo que dice c o m o por
la manera c o m o lo dice. Es una obra
muy bien hecha, aunque incompleta,
ya que Magdaleno sólo recorrió el
centro del país y el oriente. Es un tes
t imonio directo y personal, lo cual es
una ventaja. N o habla de lo que con
taron sino de lo que vio.
-¿Cuál fue el programa que usted
sostuvo en su lucha por la presiden
cia?
- C r e o más en los hombres que en los
programas. Mi programa consistía
en seguir a Pericles, uno de los pocos
gobernantes decentes que ha tenido
la humanidad.
—¿ Qué razones lo movieron a escri
bir los cuatro tomos de su autobio
grafía, mejor de sus memorias?
- L a mala suerte engendra toda la li
teratura. Escribí mis libros para in
citar al pueblo contra el gobierno.
Me creyeron un payaso. Escribir es
hacer justicia. N o quería séquito li
terario, quería gente armada. ¿Qué
escritor que en verdad lo sea no es un
político? El que ignora la política
está perdido; igual le ocurre al que se
evade de la realidad.
-Al Vasconcelos memorialista se le
ha acusado repetidas veces de retra
tar con mala fe a sus personajes, de
que al juzgarlos lo hace con odio o
resentimiento. ¿Aciertan quienes así
lo juzgan?
- N u n c a he utilizado mis libros c o m o
desfogue personal. Las víctimas que
en el los aparecen son las personas
que han hecho, en cualquier orden,
mal al país.
-Su obra ha interesado a mayorías y
minorías porque en ella ha dicho
usted, sin eufemismos, su verdad.
¿Cree que ésta sea la característica
sobresaliente de su obra?
- S í . En México no hay literatura por
que casi nunca se dice la verdad. Yo,
en cambio, la he dicho en voz alta y
sin sonrojarme. La literatura debe ser,
fundamentalmente, protesta. Su raíz
es la libertad, la auténtica, no la que,
c o m o en nuestro caso, está escrita en
los códigos. Aunque sea en el orden
moral debe triunfar el bien para que
haya una verdadera expresión litera
ria, si no ésta se convierte en prostitu
ta que acata o disimula los actos per
versos de los poderosos. El único
pueblo antiguo que produjo gran lite
ratura fue Grecia, porque en él a ve
ces triunfaba el bien o, ante su derro
ta, surgía la enérgica protesta de un
Esquilo, de un Aristófanes. En Persia,
por el contrario, privaba la iniquidad,
y nunca apareció la voz de un Esquilo
que protestara. Proust escribe sobre lo
que le da la gana porque vivió en un
ambiente de libertad, en una sociedad
6
libre. Só lo en países en los que ésta es
una realidad, c o m o en Francia, se
permiten los estilistas. Yo vivo en una
sociedad atada de pies y manos y soy
por ello un esclavo, no un escritor.
-Usted dijo en la advertencia al
Ulises criollo que un libro de esta
clase no está destinado a manos ino
centes, que contiene la experiencia
de un hombre y no aspira a la ejem-
plaridad. ¿Por qué, entonces, ha pu
blicado recientemente una edición
expurgada?
- Y o generalmente no pienso, actúo.
Estos libros están escritos con toda
mi verdad. Ahora me gustaría librar
me de muchos recuerdos desagrada
bles. Es c o m o quien se da un baño; al
hacerlo se libra de la suciedad. La
crudeza impedía que se leyeran den
tro de ciertos grupos humanos que a
los escritores nos interesan. M e re
solví a que los purificaran, y lo hice
con gusto. Acusan a mis libros de que
están plagados de erotismo, mas no
hay que confundir a éste con el amor:
nunca me he sentido culpable de
aventuras mujeriles que no presidiera
el amor. Eso no es vicio. Nací para
ser célibe y traicioné mi vocación.
-Desde la serenidad de ahora, ¿có
mo juzga sus aventuras con las mu
jeres?
- L a s mujeres só lo me han deparado
infortunios. Hablé con insistencia
del amor porque fui en él desafortu
nado. El donjuán vive sus aventuras,
no tiene t iempo para narrarlas. Cuan
do un pobre diablo c o m o y o se ena
mora, se arrodilla ante el mundo e
ingenuamente narra sus cuitas. Yo no
creo en la eternidad de los lazos se
xuales, m e atengo a lo que sobre ese
punto dice el Evangelio: en la otra
vida nos encontraremos las parejas
c o m o los ángeles, sin sexo . El amor,
por otra parte, cuando se prolonga
desemboca en el tedio o en los hijos.
—¿Cuáles son sus métodos de traba¬
jo?
-Escr ibo de prisa, para que no se me
olvide lo que estoy pensando. Mi
idea esencial filosófica, el a priori
estético, la ideé en un tranvía, en
Buenos Aires: corrí a casa a escribir
la. Las ideas se me vienen de golpe.
Cuando éstas no llegan del c ielo, me
gana la torpeza. En el trance de la
escritura actúo c o m o un poseso . N o
fui un escritor precoz, c o m o ya lo he
contado en el Ulises. Mi vocación
filosófica me obl igó a esperar. El fi
lósofo comienza a desenvolver su
pensamiento a los cuarenta años. Mi
afición literaria comenzó , sin embar
go , entre los seis y los siete. Desde
entonces mi único afán ha sido escri
bir. Mi método comprende dos fases:
la primera, impremeditada, es la ins
piración; la segunda, el trabajo, es
premeditada e incesante. Siempre he
trazado minuciosamente el plan de
mis libros. Desde joven me propuse
construir mi propio sistema: una
metafísica, una ética, una estética.
Nunca me perdí en ensayitos: aspira
ba a las grandes construcciones.
-¿Qué opina de la inspiración?
-Atenerse únicamente a la inspira
ción es un error común de los latino
americanos. Hace t iempo, en Nueva
York, me juntaba con Pedro Hen
ríquez Ureña, Salomón de la Selva y
el poeta Thomas Walsh en una cer
vecería. Walsh, en cierta ocasión,
nos dijo que no volvería: "Si ustedes,
los iberoamericanos, en vez de dis
cutir horas y horas, escribieran un
poco de lo que hablan, podrían hacer
obra perdurable, genial." Y es cierto,
en la conversación desperdiciamos
el talento. Desde entonces abandoné
la vida de tertulia a la que, por otra
parte, no era muy afecto.
-Usted, como Martín Luis Guz/nán,
escribió buena parte de su obra en el
destierro. ¿En qué lugares nacieron
las páginas de sus memorias?
- E l Ulises lo escribí en España. Al
gunas personas han dicho que es mi
libro mejor escrito. Y es cierto. En él
tuvo influencia, sobre todo en el esti
lo , el ambiente español. Los otros
tres, en cambio , los escribí en Texas
y en otros varios lugares de los Es
tados Unidos en los que, por supues
to, só lo escuchaba inglés y un espa
ñol ruinoso. El Ulises lo comencé al
m i s m o t iempo que la Estética. Era
para mí un pasatiempo, un descanso
de mis actividades serias.
-De los cuatro tomos, el primero es
MENTWER*
Son es tupendos los textos
de Carbal lo, que c o m o se
sabe, es autor de esos Pro
tagonistas de la literatura
mexicana, en donde retrató
y entrevistó a todas las g ran
des f iguras l i terarias de la
época y de las s iguientes.
En esa m isma entrevista
es d igna de rescatar la res
puesta que da el autor a la
pregunta sobre la obra de
Mar t ín Luis G u z m á n , ese in
dudab lemente g rande escr i
tor y también test igo del mo
v imiento que en los úl t imos
años de su vida erró tan la
mentab lemente en los t i em
pos oscuros del d iazordac is-
mo. - ¿ L e agrada su produc
c ión?, le pregunta Carbal lo,
y responde: - La sombra del
caudillo es la mejor obra que
produjo la novela de la Re
vo luc ión. Los l ibros de Guz
mán son correctos, los míos
incorrectos. Él t rabaja el es
tilo, yo soy desal iñado" .
E.L.
7
el que ha alcanzado mayor éxito.
¿Cuántos ejemplares cree que se ha
yan vendido?
-Hasta la fecha han aparecido, más o
menos, trece ediciones del Ulises.
Suponiendo, c o m o promedio, que de
cada edición se hayan tirado cuatro
mil ejemplares, la cifra total sobrepa
sa los cincuenta mil. Dicen que este
libro ha sido uno de los mayores éxi
tos editoriales en México . Hay que
tener en cuenta que la primera edi
ción data de 1935. Que en veintitrés
años se hayan vendido cincuenta mil
ejemplares revela que en Méx ico el
éxito es muy relativo. D e uno de mis
últimos libros, En el ocaso de mi vi
da, que apareció en los Populibros La
Prensa, se hizo una tirada de vein
ticinco mil y se agotó en dos meses .
Esto se debe a que últimamente ha
crecido el número de lectores, se ha
intensificado el aparato de distribu
ción y, finalmente, a que este libro se
editó en una colección popular de
precio ínfimo. Mis libros me han de
jado muy poco dinero.
-Por lo menos le han dejado la sa
tisfacción de haber llegado a un
público entusiasta que los relee y los
comenta.
- ¿ U s t e d cree, pongamos un ejemplo,
que a Platón le satisfaga que lo este
mos leyendo? Pobrecitos autores.
-¿Cuál es su página favorita?
- L a teoría del ritmo en mi ensayo
sobre Pitágoras.
-¿Qué diferencia encuentra entre los
hombre de letras y los hombres de
ideas?
- H a y escritores que son propiamente
hombres de letras, a quienes preocu
pa el estilo; pero hay otros, los hom
bres de ideas, que ejercen influencia
sobre la sociedad, y que con estilo o
sin él sienten la necesidad de mani
festar grandes cosas. Un amigo, en mi
juventud, me dijo en una carta: "¿Por
qué tú, que no sabes escribir, sueles
interesar al lector a veces más que no
sotros que dominamos el estilo?" Le
respondí: "Es que yo creo en Dios y
ustedes no; a mí me dicta el espíritu."
-Usted ha sostenido que no existe li
teratura mexicana. ¿En qué razones
apoya su juicio?
-Papini l lamó a América continente
torpe que no había producido nada
sobresaliente. Ante esta afirmación
y o me pregunto: ¿cuál es el libro que
podemos arrojarle al rostro c o m o
prueba de que ha mentido? Los
Estados Unidos sí tienen ese libro
(pienso en los de Melvi l le , Whitman,
Poe); nosotros, en cambio, no lo po
seemos . Hay que confesarlo con toda
honradez para que los jóvenes hagan
algo que justifique nuestra inclusión
en la literatura universal. Para que
esto suceda conviene que vuelvan a
los clásicos.
-Alfonso Reyes ha dicho que usted,
como buen oaxaqueño, es dogmáti
co. ¿Está de acuerdo?
- Y o me considero norteño. En el
Ulises precisamente traté de aprove
char el consejo de Gide según el cual
la literatura tiene por objeto salvar
del o lv ido situaciones que amamos.
Yo lo que quise salvar fue mi Piedras
Negras, en Coahuila. Mi tempera
mento sí es oaxaqueño. Sin embargo
vine a conocer mi tierra nativa a los
veinticinco años. Oaxaca es para mí
únicamente la memoria de mis pa
dres. El estado, después de Juárez y
Porfirio Díaz, se quedó sin población
blanca. A m b o s presidentes emplea
ron por todo el país a los criollos y
dejaron únicamente a los indios.
-Su infancia fue, como la de la ma
yoría de los mexicanos, católica. Su
adolescencia y juventud, en cambio,
distaron de ser modelos de ejercicio
católico, apostólico y romano. ¿Por
qué se separó usted de la Iglesia?
- M e separé de la Iglesia por dos mo
tivos: primero, para tener libertad de
pecar a mi gusto: quería conocer el
c ielo y la tierra, el infierno y el pur
gatorio. Segundo, porque
al actuar en política mis tendencias,
contrarias a las dictaduras que hemos
padecido, chocaron a menudo con el
clero; por ejemplo, en el momento
en que cierta fracción de éste apoyó
al gobierno espurio de Victoriano
Huerta. N o niego que he tenido mo
mentos de duda. Creo, sin embargo,
en la divinidad de Cristo, no por ra
zonamientos sino por experiencia
personal, c o m o lo he visto en las
grandes crisis de mi vida. N o fundo
mi creencia en la lógica, que crea
matemáticos pero nunca creyentes.
Al final me he convencido de que la
Iglesia posee el mayor tesoro de sa
biduría que está al alcance del hom
bre. Y y o soy un hombre.
—¿Ya no le interesan los enemigos
del alma?
- N o . Estoy de viaje para el otro lado.
-Sobre el Ateneo de la Juventud se
han contado cosas inteligentes y dis
paratadas. ¿Qué me puede decir de
él, usted que fue uno de sus presi
dentes?
- N u n c a he sido hombre de cenáculo,
por eso mis visitas al Ateneo eran
esporádicas. M e l levó Pedro Henrí-
quez, quien tenía ese espíritu social
que a nosotros aún nos falta. Bus
cábamos una cultura universal. En
e s o todos nos parecíamos. Le tenía
m o s horror al criterio parroquial.
—¿ Qué opinión tiene, en general, de
sus compañeros de viaje?
- T o d o s mis compañeros escribían a
base de citas y entre comil las . N o se
decidían a escribir, por e jemplo , una
novela; se gastaban en comentarios
a lo Henríquez Ureña. que hacía las
v e c e s de maestro . M i s c o l e g a s
leían, citaban, cotejaban por el só lo
amor del saber; y o egoís tamente
atisbaba en cada conoc imiento , en
cada información el material útil
para organizar un concepto del ser
en su totalidad. E m p l e a n d o una
expresión botánica muy en boga en
nuestro medio por aquel entonces
tomaba de la cultura únicamente lo
que podía contribuir a la eclosión de
mi personalidad. A excepc ión de
Antonio Caso , a quien siempre ad
miré, los demás me parecían in
comple tos , con su preocupación por
la forma y su falta de garra para
pensar y aun para vivir.
-¿Cómo juzga a Antonio Caso?
- L e faltó originalidad. Durante mu
cho t iempo citaba, citaba y citaba.
En sus últimos libros desarrolló su
propio pensamiento. C o m o anima
dor era incomparable. Entre todos
los miembros del A t e n e o fue el
único que influyó sobre mí, sobre mi
pensamiento filosófico. Mientras él
estudiaba, y o escribía. En varias oca
s iones , después de oírlo hablar,
redacté a lgunos de mis ensayos .
Nuestras discusiones, que las tenía
mos frecuentemente, provenían de
que él era un escépt ico en materia
política. Ahora le doy la razón. Su
única lucha fue por la cultura, nunca
por la política.
-¿Ya Pedro Henríquez Ureña?
- E r a apasionado, de trato difícil.
Tenía el don de adivinar el talento
ajeno. En el aspecto moral siempre
fue impecable. Su prosa es lúcida,
magnífica. Lástima que se haya que
dado en la crítica.
-¿Cómo ve la obra y la personali
dad de Alfonso Reyes?
- E s un típico hombre de letras. Su
función es muy importante en cual
quier cultura. Es un supercrítico,
a lgo más que crít ico. Al tener
Al fonso en la mano ese maravil loso
José Vasconcelos, en el extremo derecho, con otros intelectuales, entre ellos Alejandro Quijano (con corbata de moño)
instrumento del esti lo todavía debe
mos esperar que nos dé una gran
novela, un libro glorioso.
-Martín Luis Guzmán, como usted,
incurrió en la ficción autobiográfi
ca; como usted, también pasó por
los negocios públicos. ¿Le agrada su
producción?
-La sombra del caudillo e s la mejor
obra que produjo la novela de la
Revolución. Los libros de Guzmán
son correctos; los míos , incorrectos.
El trabaja el estilo, yo soy desaliña
do. Los dos somos hombres de ideas.
Su esti lo es del ic ioso. Su prosa no
puede equipararse con ninguna de
las que se escriben actualmente en
México . Lástima que sea masón. El
escritor necesita capacidad de indig
nación, la que Martín Luis posee.
Quien permanece impasible ante la
injusticia no puede ser escritor, pue
de, acaso, ser santo.
-Habiente de Julio Torri.
-Torri es entre nosotros, por su as
cendencia italiana, una de las pocas
personas que emplean la ironía. Cua
lidad rara la suya, ya que en M é x i c o
falta la nota humorística. Es una lás
tima que no haya desarrollado ínte
gramente esta insólita cualidad. Es
peremos todavía que nos depare una
sorpresa.
-Sigamos con otro escritor de la Re
volución, con Mariano Azuela.
- S u s análisis de la realidad social
son excelentes . Sus novelas , c o m o
las de todos los escritores honrados
de la Revolución, están hechas (y
esto es grave y triste) para contrade
cirla y condenarla.
-¿Cuál es la causa?
- S e debe a que la Revolución ha sido
una porquería. Tanto a Azuela c o m o
a mí nos han llamado reaccionarios.
Pero en M é x i c o así se califica a todo
el que se opone al gobierno. Acaba
uno por sentirse ufano de que le apli
quen ese epíteto. ¿Sabe usted quié
nes me llaman reaccionario? Los mi
llonarios de la Revolución, los polí
ticos terratenientes.
Vasconcelos aun en su pes imismo es
alegre. Su vida, su tono de voz , re
cuerdan al robusto fray Servando.
Todo lo que él toca: filosofía, histo
ria, sociología, pedagogía, se trueca
en novela. Su vida misma es una no
vela. [1958]
9
XABIER F. CORONADO 1
VASCONCELOS: LOS AÑOS DE EXILIO
EUROPEO 2
José Vasconcelos (Oaxaca, 28 de febrero
de 1882-Ciudad de México, 30 de junio
de 1959), el ilustre pensador, educador y
político mexicano pasó muchos años ale
jado de su país. A lo largo de su dilatada
y prolífica existencia, Vasconcelos tuvo
que vivir fuera de su patria durante varios
periodos de exilio, por motivos funda
mentalmente de carácter político.
El primero de estos periodos de aleja
miento de la patria fue consecuencia del
golpe de estado perpetrado por Victoria
no Huerta y Félix Díaz (1913). Vascon
celos, que había sido nombrado Se
cretario de Instrucción Pública y Bellas
Artes por Francisco I. Madero, tuvo que
salir del país para exiliarse en Estados
Unidos y Canadá. Durante este tiempo se
dedicó, por encargo de Venustiano Ca
rranza, entonces gobernador de Coahui-
la. a buscar el apoyo político de potencias
europeas a la causa revolucionaria.
A su regreso a México, Carranza, que
había sido nombrado presidente constitu
cional, le asigna el cargo de director de la
Escuela Nacional Preparatoria. Poste
riormente, desavenencias mantenidas
con el propio Carranza hacen que éste
reaccione ordenando su arresto y enton
ces Vasconcelos huye de nuevo a Estados
Unidos.
En 1920, Vasconcelos apoyó el deno
minado Plan de Agua Prieta y ese mismo
año el presidente interino. Adolfo de la
Huerta, lo nombró Rector de la Univer
sidad Nacional. Permanece en el cargo
desde el 9 de junio de 1920 hasta el 12 de
octubre de 1921, cuando pasó a ser secre
tario de Educación. En 1924 dejó la Se
cretaría para presentar su candidatura a
gobernador del estado de Oaxaca; al re
sultar derrotado marchó de nuevo a vivir
fuera de México.
' Escritor e investigador, autor de varios libros sobre temas bibliotecarios y colaborador de diversas revistas de México y España. ' En colaboración con Liliana Santana.
Vasconcelos volvió a su patria en
noviembre de 1928 y, al año siguiente, se
postula a la Presidencia de la República
con el apoyo de intelectuales, artistas y
estudiantes. A raíz del resultado de estas
elecciones, abandonó voluntariamente el
país después de denunciar públicamente
el fraude electoral perpetrado a favor del
candidato oficial, Pascual Ortiz Rubio.
Su candidatura había tenido que enfren
tarse a la maquinaria del aparato político
del Estado, dirigida por el presidente Plu
tarco Elias Calles, implacable con Vas
concelos y sus seguidores que fueron per
seguidos y sufrieron toda clase de abusos.
Este nuevo autoexilio, que en prin
cipio el propio Vasconcelos pensó que
duraría poco tiempo, se prolongará hasta
el mes de septiembre de 1938. cuando
regresa a México y se establece en Her-
mosillo. Sonora. Fue su último periodo
de alejamiento de la patria y el más pro
longado, ya que casi abarca toda una
década. Los primeros años de este exilio,
desde que llega a Estados Unidos (1929)
hasta que parte desde Europa a Argentina
(1933), fue relatado por el propio Vas
concelos en su libro El Proamsulado.1
En este ensayo, se darán a conocer las
actividades que Vasconcelos desarrolló
en los años que pasó en Europa. El texto
se centrará fundamentalmente en narrar
los meses que vivió en Asturias rodeado
de su familia, un periodo que dedicó a re
flexionar sobre su situación, escribir nue
vas obras, y a realizar labores del campo,
una actividad que anteriormente nunca
había efectuado.
PERII'I.O AMERICANO
Desde aquel 17 de noviembre, en que se
gún todas las crónicas el pueblo de Mé
xico había sido sometido a un fraude
; José Vasconcelos: El Proconsulado. Ediciones Botas. México, 1939.
JOÍEVAÍCONCELOÍ
•consulado
EWCIONB BOTAf—MÉXICO
Portada de la edición de El Proconsulado. libro donde Vasconcelos relata sus vivencias desde el año 1928, cuando decidió
presentarse a las elecciones presidenciales, hasta 1933, cuando embarca desde España
para Argentina.
electoral. Vasconcelos comienza un largo
peregrinaje que lo lleva a Estados Uni
dos, posteriormente a Centroamérica,
Sudamérica y Europa. En un principio se
refugió en Los Angeles. California, para
mantenerse cerca de la realidad mexi
cana con la esperanza de poder orquestar,
desde el exilio, el derrocamiento de Ortiz
Rubio. Pero la realidad fue otra, el apara
to burocrático afianzó en el poder al régi
men impuesto por Calles, el autodenomi
nado "jefe máximo de la Revolución Me
xicana", y Vasconcelos, después de una
corta temporada en EU, decidió viajar
por América Latina.
Durante los dos primeros años de este
exilio, desde 1930 hasta 1931, José Vas
concelos recorrió varios países denun
ciando el fraude electoral y la interven
ción del gobierno norteamericano en la
política de México a través de su emba
jador, el "procónsul" Dwight Morrow.
Vasconcelos salió en barco de Estados
Unidos rumbo a Panamá, allí comenzó
una gira por varios países centroamerica
nos y dictó conferencias en universida-
des, colegios y entidades educativas,
sociales y culturales. Estuvo unos días en
Costa Rica, donde halló oposición de la
delegación consular mexicana, y visitó
brevemente Guatemala. Durante estas
semanas, gracias a sus conferencias,
recaudó algunos fondos para seguir viaje
a Colombia, país al que había sido in
vitado por la Federación de Estudiantes
Colombianos.
Vasconcelos viajó unos meses por
Colombia y Ecuador, en un viaje exis-
tencial en el que buscaba abstraerse de la
presión y los problemas que se habían
derivado de su salida de México. Durante
este recorrido andino, renace en Vascon
celos su faceta de pedagogo y hombre
dedicado a la cultura que había sido rele
gado por la vertiente política de su perso
nalidad. Ahora se produce el efecto con
trario y esa personalidad, que lo llevaría
a ser conocido como el maestro de Amé
rica, consigue abrirse camino y renace en
él esa curiosidad cultural motivada por la
novedosa realidad de todo lo que encuen
tra. Vasconcelos se dio tiempo para visi
tar las instituciones culturales de los
lugares que recorría. Así conoció las
grandes bibliotecas de importantes ciu
dades, como Bogotá o Quito, pero tam
bién bibliotecas rurales que descubría en
pequeñas ciudades y pueblos de menor
importancia. En algunas de ellas, como
las de Dolores (Popayán) y Tulcán en
Colombia, o Ambato en Ecuador, Vas
concelos dejó con su visita y sus conse
jos una impronta que sirvió para alentar
la labor de sus promotores y estimular su
desarrollo.
En Guayaquil, Ecuador, Vasconcelos
embarcó hacia Cuba; en la isla caribeña
volvió a encontrarse con su familia y
estuvo unos días dando conferencias.
Pasó de nuevo a Centroamérica y reco
rrió, en un estado de inquietud e incerti-
dumbre sobre su futuro próximo, El
Salvador, Nicaragua y Honduras, desde
donde partió rumbo a Nueva York, com
pletando así su periplo americano. Era el
mes de enero de 1931. El invierno neo-
yorkino le sirvió a Vasconcelos para refu
giarse en diferentes bibliotecas de la ciu
dad, con el propósito de completar el
material que le serviría posteriormente
para escribir su libro Etica (1932). Vas
concelos se reencontró allí con Gabriela
Mistral, que daba clases en la Uni
versidad de Columbia, con la que había
compartido amistad y trabajo en México
y que, después de la derrota electoral, se
había desmarcado de Vasconcelos como
personaje político.
ESTANCIA EN EUROPA
Después de un mes dedicado a realizar
apuntes y lecturas, Vasconcelos, al no
vislumbrar una salida inmediata a su
situación, decidió viajar a París. Allí pro
yectaba reunirse con su amiga y colabo
radora Antonieta Rivas Mercado, con la
que mantenía una relación sentimental.
Antonieta Rivas Mercado, escritora, bai
larina y una activa promotora cultural,
apoyó la campaña presidencial de
Vasconcelos y escribió una serie de cró
nicas sobre los acontecimientos que
vivieron en aquellos meses, marcados
por la dolorosa derrota política.3
A comienzos de febrero de 1931 Vas
concelos llegaba a París. Con anteriori
dad había escrito una carta a Antonieta
Rivas Mercado en la que le planteaba el
proyecto de elaborar conjuntamente una
nueva etapa de la revista La Antorcha.
Antonieta, que se encontraba desde hacía
meses en Burdeos, viajó a París para reu
nirse con Vasconcelos, se hospedaron en
un hotel situado en la Place de la
Sorbonne. Apenas una semana después
de este reencuentro, el miércoles 11 de
febrero, al mediodía, Antonieta Rivas
Mercado se suicida frente al crucifijo de
un altar de la catedral de Nótre Dame,
disparándose un tiro en el corazón con
una pistola, una Colt, que pertenecía a
José Vasconcelos.
Este dramático suceso afectó mucho a
Vasconcelos quien, esa misma mañana,
había escuchado cómo Antonieta le reve
laba su decisión de quitarse la vida. Pero
él, que no la creyó capaz de consumar el
suicidio, le contestó molesto que un acto
de esa naturaleza no era digno de una
persona como ella. Tras el fuerte impac
to emocional y en medio del escándalo
suscitado por la tragedia, Vasconcelos
presidió, días después, el entierro de su
amiga y amante. Desde entonces, a tra-
5 Las crónicas de Antonieta Rivas Mercado se
recogen en el libro La campaña de Vasconcelos
editado por Oasis en 1981.
vés de diferentes escritos autobiográfi
cos, siguió rememorando y tratando de
entender y justificar el suicidio de Vale
ria, nombre que en sus memorias Vas
concelos asignaba a Antonieta Rivas
Mercado.
La vida continúa y el proyectado re-
lanzamiento de La Antorcha tiene lugar
en París el mes de abril de ese mismo
año. La publicación, durante esta etapa,
estaba domiciliada en el número 19, Rué
La Condamine y figuraba como gerente
de la misma Carlos Deambrosis Martins,
amigo y agente literario de Vasconcelos
en la capital francesa. En los sucesivos
números que aparecieron durante el vera
no, se publicaron varios trabajos de An
tonieta Rivas Mercado que despertaron
el interés de los lectores iberoamerica
nos, aumentaron las ventas de la revista y
suscitaron cartas de elogio. Pero La An
torcha, que tenía amplia difusión en va
rios países americanos, tuvo problemas
de distribución en México, donde el her
mano del ex presidente Calles, que era
responsable de Correos, entorpecía su
circulación facilitando la pérdida y el
desvío de los paquetes que llegaban con
la revista.
En julio, José Vasconcelos fue invita
do por la Asociación de Estudiantes
Latinoamericanos a presidir el descubri
miento de una placa conmemorativa en
la casa donde había residido Simón
Bolívar durante su estancia en París en
1804. A finales de 1931, por problemas
con los impresores franceses, La Antor
cha comenzó a editarse en España. Vas
concelos enviaba los originales que
luego se imprimían en Madrid, así se evi
taron los problemas laborales que se
habían suscitado y, sobre todo, numero
sas erratas. La publicación mejoró mu
cho en su presentación y los costos de
imprenta se redujeron a la mitad. Ade
más, Vasconcelos cerró un contrato con
la editorial española Aguilar para pu
blicar algunos de sus libros, el primero de
ellos fue una recopilación de artículos y
cuentos que se tituló Pesimismo alegre.*
Toda esta serie de circunstancias, uni
das a la llegada a Francia de su esposa, su
hija María, su yerno, Herminio Ahumada
y su nieta recién nacida, además del he-
4 José Vasconcelos. Pesimismo alegre, M. Agui
lar, Madrid 1931.
cho de que su hijo se encontraba en Ma
drid estudiando ingeniería, hicieron que
Vasconcelos decidiera trasladarse a Es
paña con el fin de tratar directamente sus
asuntos y reunir allí a toda la familia.
Debemos recordar que ese mismo
año, 1931, se había proclamado la n
República Española. Vasconcelos, que
contaba con amigos republicanos como
Eugenio d'Ors o Indalecio Prieto, a los
que había conocido cuando se encontra
ban exiliados en París, recibe con saludos
a la nueva república y a sus dirigentes a
través de las páginas de La Antorcha. A
pesar de este inicial apoyo, cabe consta
tar que el régimen republicano español
siempre fue muy criticado por Vascon
celos en sus escritos posteriores.
En esas circunstancias, toda la familia
se reencuentra en Madrid a principios de
1932. Primeramente se instalan en un
hostal en el centro y, durante unas sema
nas, se dedican a visitar museos y disfru
tar de la vida madrileña que Vasconcelos
ponderaba. Herminio Ahumada se en
cargaba de elaborar la parte literaria de
La Antorcha y Vasconcelos escribía los
artículos de carácter político e ideológi
co. Fue en esa época, tras la conclusión y
corrección de su Ética, cuando decide
materializar la idea de escribir una nove
la. El propio Vasconcelos lo expresa
diciendo:
Y para darme un descanso, y también para
ver el asunto entero con mejor perspecti
va, decidí no comenzar desde luego la
Estética. Entre ella y la Etica lanzaría un
libro que hacía tiempo deseaba componer:
una novela, y ¿cuál mejor que la de las
propias andanzas y pasiones?... Comencé
a borronear el Ulises criollo}
En Madrid, Vasconcelos era apoyado por
Martín Luis Guzmán, mexicano que
estaba muy bien relacionado con el
nuevo régimen español, que era conseje
ro de Azaña y administrador del periódi
co El Sol. Martín Luis y su hijo también
ayudaban en la publicación de La
Antorcha, pero Vasconcelos comenzaba
a no cuajar con los políticos republica
nos, sus acidas críticas a Azaña, a Giner
de los Ríos y a Américo Castro se pueden
5 José Vasconcelos. El Proconsulado. Editorial Trillas, México 1998, p. 491.
leer en los capítulos de su libro El
Proconsulado que rememoran aquellos
meses.
ASTURIAS
En la primavera de 1932 José Vas
concelos trasladó su residencia a
Asturias. Durante este periodo pudo
conocer el paisaje, la vida en la aldea, la
gastronomía regional y el momento
social y político que se vivía en Asturias
aquellos años. Realizó cierta actividad en
la vida cultural de la región, dando algu
nas conferencias y participando en actos
sociales. También aprovechó la tranquili
dad de su retiro para finalizar algunos
escritos y meditar sobre su situación per
sonal. Las circunstancias que lo llevaron
a Asturias y sus actividades posteriores
se describen a continuación.
En el mes de junio, su amigo y com
padre José Rodríguez, mexicano de
ascendencia asturiana que Vasconcelos
había conocido en el estado de Durango,
convenció a Vasconcelos de pasar el
verano en Asturias. Ante la perspectiva
de los rigores del estío madrileño, se
abría la posibilidad del contacto con el
mar en un lugar tranquilo. Vasconcelos
se decidió a trasladar su residencia a
Luanco, un pueblo de pescadores de la
costa central de Asturias, y alquiló una
casa para toda la familia en la entrada de
la bahía. Pronto se fueron aclimatando a
su nuevo espacio y disfrutaron de un
verano placentero con ingredientes varia
dos: baños de mar, paisajes esplendo
rosos y una cultura nueva por descubrir.
Así describe Vasconcelos el lugar y sus
habitantes:
Su población es de pescadores, pero no
carece dB mansiones y de veraneantes bur
gueses procedentes de Oviedo y de todo el
interior de Asturias. El panorama montuo
so, el cielo azul, el mar imponente, todo
predispone al disfrute sano. A las dos de la
mañana suele tocar por las calles la cam
pana que convoca a los marinos. Parten
las lanchas a la pesca bien remunerada del
bonito. Y no hay familia que no tenga
algún deudo sacrificado al Cantábrico,
uno de los más bravos mares del planeta. 6
6 Ibídem. p. 503.
José Vasconcelos y su familia se integra
ron en la dinámica del verano asturiano.
La proximidad del mar permitía, a toda la
familia, disfrutar de paseos por la costa y
de la pesca en la playa. El paisaje que
descubrían en sus excursiones revelaba
imágenes que el escritor consigue refle
jar en un texto entusiasta:
Recorrer en auto las playas, empinándose
sobre los acantilados, deja en la mente
estampas de lo que hay más sublime en
materia de conflictos de agua y rocas. Por
el lado de tierra, las montañas ondulantes
se cubren de grama; en los valles y en los
prados, florece la manzanilla, tierras
fecundas en frutos y en ingenio. Atrave
sábamos el monte cubierto de laureles, sal
picado de quintas con pomares, y después
de subir bajábamos a playas salvajes y
cazábamos con gancho los pulpos, en los
hoyos de las peñas que descubre la marea. 7
V I D A EN LA ALDEA
Concluido el verano, en lugar de regresar
a Madrid decidieron permanecer en As
turias, cambian su residencia y rentan una
casa solariega en Somió, aldea cercana a
la ciudad de Gijón. Se trataba de una pro
piedad con varios establos, un amplio
terreno, huerta y árboles frutales. Vascon
celos y su familia se dedicaron a sembrar
hortalizas y criar animales para ayudar a
la economía doméstica. Recientemente,
el diario La Prensa de Buenos Aires había
suspendido la colaboración que Vascon
celos entregaba al periódico mensual-
mente y que le reportaba una renta men
sual con la que ayudaba a sufragar los
gastos básicos de la familia. Las condi
ciones ideales de la finca sorprendían al
escritor en funciones de granjero:
Empezaban a madurar las manzanas y nos
tocó sembrar espinacas, pimientos, ajos y
lechugas. N o hay idea de la fertilidad de la
tierra asturiana. Es negro el humus, llueve
mucho en la comarca y los caños de riego
están siempre desbordando. El que servía
de lindero a nuestra finca, nos daba a pes
car anguilas gruesas y largas."
Este entusiasmo con el medio los decidió
a comprar animales domésticos: gallinas,
cerdos y un par de vacas ocuparon los
establos vacíos. El educador, metido a
ganadero y hortelano, apreciaba la vida
rural en un entorno favorable y descubría
nuevas maneras de emplear el tiempo
ordeñando las vacas o trabajando en la
huerta. Vasconcelos pondera el ejercicio
físico y manual que se realiza durante las
labores del campo, frente al deporte con
vencional:
Trabajando con el azadón una o dos horas
diarias se da uno cuenta de la superioridad
de tal ejercicio útil sobre cualquier depor
te. La azada y el lagar, en vez de la estupi
dez implícita en la tarea del deportista, de
dicado a poner una pelotita o pelotota den
tro de ciertos cuadros convencionales."
Después de seis meses la familia cambia
de casa. Se trasladan a una villa más eco
nómica y más comunicada pues estaba
cerca de la ciudad. La casa tenía un am
plio patio y huerta y "un hórreo legítimo
de piedras gastadas y tablones antiguos".
También contaba con una pomarada, de
más de cincuenta manzanos y algunos
perales, el terreno estaba limitado por
rosales, laureles y añosos castaños gigan
tescos. En la nueva residencia la huerta se
enriquece con cultivos de la zona, el
Vasconcelos hortelano nos describe sus
cosechas, "lechuga, espinaca, pimientos,
frijol de varias clases, fabes asturianas
suaves y delicadas, y cebollas españolas
que no tienen pareja en el mundo"." 1
Se da la circunstancia de que un
nuevo miembro de la familia se encon
traba en Asturias, su hermana Mela,
monja del convento de Tacubaya. se
encuentra en Gijón en una congregación
religiosa que la acoge durante unos
meses. Vasconcelos comenta que iban a
visitarla y llevaban a las religiosas del
convento cestas con manzanas y otros
productos de su propia cosecha.
En sus memorias son numerosas las
referencias a una gastronomía plagada de
deliciosas especialidades, pero además
de reflejar sus impresiones sobre el pai
saje, la cultura rural y la gastronomía, el
escritor mexicano reflexiona sobre las
personas que habitaban aquellas tierras:
" Ibídem. p. 515.
"' ídem.
"La gente aldeana de Asturias es como
sus manzanas, penetrada de ancestrales
virtudes, valiosa, noble. Abundan las
mujeres hermosas y el tipo masculino es
vigoroso". Vasconcelos tiene fama de ser
un gran admirador de la belleza femeni
na, por eso es interesante su descripción
de las mujeres, le llamó la atención lo
que él denomina, "el tipo gallardo de las
mujeres de Asturias", y añade, "Hay en
ellas vigor de raza y refinamiento, casta
que les angosta las coyunturas y les deja
cimbreante el talle"."
VIDA CULTURAL Y SOCIAL
José Vasconcelos aprovechó la tranquili
dad que le proporcionaba esta agradable
vida rural para trabajar en alguna de sus
obras más representativas. Se puede
decir que fue un año prolífico, en el
otoño de 1932 se publicó su libro Etica;'2
finalizó la preparación del Ulises
Criollo," una de sus obras más ambicio
sas; profundizó en el estudio de varios te
mas de su Estética; y juntó el material
para el volumen titulado La Sonata
Mágica," que se publicó en 1933 durante
su estancia en Asturias.
Esta intensa actividad física e intelec
tual, y su delicada situación económica,
le hacían rechazar las numerosas invita
ciones que recibía para visitar otras
regiones de España. Pero de algunas acti
vidades públicas que se producían en
Asturias no pudo desligarse del todo.
Aceptó ejercer como mantenedor en la
inauguración del monumento a Jo-
vellanos en la localidad costera de Puerto
de Vega, acto que se efectuó el 4 de sep
tiembre de 1932.
Este acontecimiento tuvo una amplia
repercusión en la región y los periódicos
desplazaron a sus corresponsales para
cubrir el evento. 1 5 Todos los diarios astu
rianos dieron cuenta minuciosa del
11 Ibídem. p. 502 y 511.
'- José Vasconcelos. Etica. M. Aguilar, Madrid
1932.
" José Vasconcelos. Ulises Criollo, Ediciones
Botas. México 1936. M José Vasconcelos. La sonara mágica. Juan
Pueyo, Madrid 1933.
" "El homenaje a Jovellanos en Puerto de Vega".
El Noroeste. Gijón, 1 -09-1932; "Jovellanos y
Vasconcelos", El Comercio. Gijón, 4-09-1932:
"Se inaugura con gran solemnidad un sencillo y
artístico monumento a Jovellanos", El Comercio.
Gijón. 6-09-1932: El Noroeste. Gijón. 6-09-1932:
El Carbayim. Oviedo. 6-09-1932.
Vasconcelos, en el centro, con los responsables de la Biblioteca Popular Circulante de Castropol. A su derecha, Vicente Loríente, fundador y presidente de esta biblioteca.
homenaje, cuya organización corrió a
cargo del Grupo Excursionista Gijonés,
siendo uno de sus principales promotores
el escritor asturianista Emilio Robles
Muñiz. Pachín de Malas. En Luarca se
formó una comitiva de más de cincuenta
vehículos que se dirigieron a Puerto de
Vega. Allí todos los vecinos y muchos
visitantes llenaban las calles de un pueblo
engalanado para la ocasión. Los actos se
celebraron con gran solemnidad y
Vasconcelos pronunció un discurso que
fue reproducido íntegramente en la ma
yoría de los periódicos. En su disertación
exponía la necesidad de formar una
comunidad internacional de habla hispa
na, que hiciera frente, en América, al po
derío del mundo anglosajón que avanza
ba desde el norte.1" El lenguaje sencillo y
la claridad de las ¡deas expuestas hicieron
que sus palabras tuvieran gran acogida
entre los asistentes. Vasconcelos escribió
posteriormente estas palabras sobre su
discurso, en las que se reflejan las discre
pancias de visión política que mantenía
con la república española:
En mi discurso hablé de algo que los hom
bres de aquella república masonificada y
sajonizada. no podían tomar en cuenta, ni
como un sueño: La necesidad de construir
la Unión de los Estados de habla española
en el mundo, el Spanish Speaking World
'" En el artículo titulado. "Un discurso de Vas
concelos", que se publica en este mismo número
de Biblioteca de México, se transcribe íntegra
mente el citado discurso.
al lado del English Speaking World to
dopoderoso en América. Pero la masa
anónima, sí entendía aquellas ideas y las
aclamaba estrepitosamente."
Concluido el acto Vasconcelos se quedó
en Puerto de Vega, allí pernoctó en la ca
sa de Pedro Penzol, intelectual asturiano
que ejercía de profesor en la Universidad
de Leeds (Inglaterra). Al día siguiente
ambos se desplazaron a Castropol. donde
José Vasconcelos se había comprometido
a dar una conferencia en un acto cultural
organizado por la Biblioteca Popular
Circulante de la localidad (BPCC).
En Castropol fue recibido por los
miembros de la Junta de la Biblioteca y
Vicente Loríente, su presidente, hizo de
anfitrión hospedándolo en su casa. El es
critor mexicano, con una prosa fluida que
le sirve para reflejar sus dotes de gran ob
servador, nos relata su estancia en Cas
tropol y la impresión que le produjo el
encuentro con el grupo que dirigía la
biblioteca:
Concertamos una visita a Castropol, donde
existía un simpático grupo intelectual
dedicado al trabajo de difusión de bibliote
cas y de intercambio con la América espa
ñola. Presidía dicho grupo don Vicente Lo
ríente, joven historiador. Aun siendo cada
uno de procedencia un tanto diversa, ad
vertíase en todo el círculo de Castropol una
liga como de parentesco espiritual muy
firme. Algo como la cadena de los mes-
meristas, pero en plano infinitamente supe
rior, nos contagió también a nosotros al in
corporarnos al círculo amigo. Se disfruta
ba dentro de él cierto bienestar y confianza
fundados en la estimación recíproca."
El viaje de Vasconcelos al occidente
astur fue anunciado por la primera pági
na del periódico comarcal El Aldeano,
fechado el 30 de agosto de 1932. Bajo el
titular "Huésped ilustre. José Vascon
celos en Castropol". se comunicaba la
inminente llegada de, "una de las figuras
de más relieve mundial entre la intelec
tualidad de nuestra raza". Se informaba
del acto al que iba a asistir en Puerto de
Vega y de la conferencia que, días des
pués, daría en la biblioteca de la locali-
" El Proconsulado, p. 509. IK Ibídcm. p. 510.
b Aldeano
egiontl
LA VISITA DE D. JOSÉ VASCONCEüOS
Portada del periódico El Aldeano anunciando la conferencia que Vasconcelos
pronunció en la Biblioteca Popular Circulante de Castropol.
dad. El artículo hace una reseña de la
vida y obra de Vasconcelos, también de
su trayectoria política, comentando espe
cialmente su labor al frente de la Secre
taría de Educación Pública, de la que
destaca la fundación de numerosas bi
bliotecas y la edición de colecciones de
libros para su divulgación. El artículo
finaliza con una trascripción de un texto
de Vasconcelos sobre los pueblos iberoa
mericanos. 1 ' '
La conferencia de Vasconcelos fue
pronunciada el miércoles 7 de septiem
bre en el salón del Casino-Teatro de
Castropol que, según Vasconcelos, "esta
ba lleno de un público interesado en
libros y en ideas". El orador fue introdu
cido por Pedro Penzol que hizo una sem
blanza del pensador mexicano y, a conti
nuación, Vasconcelos hizo una síntesis
de la historia de las bibliotecas en su país,
desde los siglos X V I I y X V I I I , señaló a
Justo Sierra como el primero que se
ocupó de la modernización de éstas tras
el oscuro periodo que habían atravesado
durante el siglo X I X . Acorde con su línea
de pensamiento. Vasconcelos defendió la
preservación de la cultura hispánica fren
te a la amenaza de colonización por parte
de la cultura sajona. A continuación rela
tó episodios de su viaje por países andi
nos, destacando que se encontró en pue
blos apartados con numerosas bibliotecas
de fundación particular que, a pesar de
sus modestos recursos, realizaban una
labor cultural importante.
El acto tuvo una amplia difusión en
periódicos locales y regionales. El 15 de
septiembre de 1932, El Aldeano publicó,
bajo el título "La visita de D. José Vas¬
" El Aldeano. Año IV. número 70. Castropol 30
de agosto 1932.
concelos", una crónica detallada de su
llegada a Castropol, de la conferencia, y
de la visita posterior que el educador
mexicano hizo a la sede de la biblioteca.2"
Al día siguiente José Vasconcelos visitó
la biblioteca central de Castropol acom
pañado de varios miembros de la misma,
firmó una dedicatoria de su libro Pesi
mismo alegre (1931). La dedicatoria
dice: "Recuerdo de una visita muy grata-
Castropol septiembre 8M932". También
donó y dedicó un ejemplar de su libro
Prometeo vencedor (1916), para la Bi
blioteca de Figueras, filial de la BPCC.
Como consecuencia de esta visita, la
Junta de la Biblioteca de Castropol tomó
dos importantes iniciativas. La primera
fue la determinación de enviar una colec
ción de libros de autores españoles
modernos a las bibliotecas rurales de la
JOSÉ VASCONCELOS
ESIMISMO A L E G R E
Portadilla del libro que Vasconcelos dedicó a la Biblioteca de Castropol durante su
visita en el verano de 1932.
zona andina que Vasconcelos había citado
en su conferencia. Esta iniciativa, llevada
a efecto pocos meses después, establece
rá el comienzo de una serie de estreclus
relaciones de la BPPC con bibliotecas
americanas durante los años sucesivos.
La otra iniciativa tomada fue nombrar a
José Vasconcelos presidente de honor de
la biblioteca. Las razones para hacer este
nombramiento se explican claramente al
final de la crónica de El Aldeano:
En conmemoración de su visita, por grati
tud a las atenciones que tuvo con la
Biblioteca, y sobre todo por su entusiasta
2,1 El Aldeano, Año IV número 71. Castropol 15 de septiembre 1932.
y eficaz campaña en pro de la cultura his
pánica; reconociéndonos discípulos de su
elevado magisterio, que se extiende a
todas las naciones de nuestra raza y tantas
veces nos guió al poner en marcha a la Bi
blioteca, se acordó rogar al Sr. Vascon
celos se digne aceptar la presidencia de
honor de la Biblioteca y colocando en
lugar preferente de ésta su retrato y sus
obras. : l
La relación entre José Vasconcelos y la
Biblioteca de Castropol se mantuvo viva
después de esta visita. El Aldeano publi
có un trabajo de Pedro Penzol titulado,
"Dejemos hablar a D. José Vasconcelos",
en el que se realiza un análisis del libro
Etica del pensador mexicano." El ensa
yo, tras hacer un resumen de la obra
encadenando sus notas personales con
los pensamientos del autor, concluye pre
guntándose cuál es el "perfil espiritual"
de Vasconcelos, entonces Pedro Penzol
lo compara con Unamuno ("De Una-
muno tiene: en efecto la pasión mística,
la sed de justicia"), con Azorín ("en su
equilibrio clásico"), y con Ángel Ganivet
(relaciona su drama místico El escultor
de su alma, con el Prometeo vencedor de
Vasconcelos).
Posteriormente el propio José Vascon
celos escribió a Pedro Penzol una carta,
fechada en Somió el 10 de agosto de
1933, en la que le agradece las reflexio
nes sobre su obra "porque mucho me
interesa su opinión y contribuye a orien
tarme". También opina sobre la compara
ción que, en materia mística, se le hace
con Unamuno. afirmando que él se siente
fiel seguidor del místico español Miguel
de Molinos en su concepto de lo espiri
tual. La carta fue reproducida en el bole
tín La Biblioteca, publicación de la BPCC,
"por el gran interés que encierra para el
conocimiento de su pensamiento". : 1
Las relaciones entre Vasconcelos y es
ta biblioteca asturiana se mantuvieron
durante años. Vasconcelos y Vicente Lo-
riente comenzaron una relación epistolar
Aie la que se conservan ocho cartas, la
última de ellas llegó a Castropol con
! l ídem.
" Este trabajo fue publicado en una serie de tres
artículos en los números de El Aldeano: 89. 91 y
92. durante los meses de junio y julio de 1933.
-" La Biblioteca, número I. Castropol, enero-fe
brero 1934, p. 10.
fecha de 11 de junio de
1935 remitida desde
San Antonio, Texas.
Años más tarde, el es
critor mexicano utiliza
ría una monografía
sobre el descubrimien
to de América, escrita
por Vicente Loríente
Cancio, : 4 fundador de
esta biblioteca, como
documento para un ca
pítulo de su libro Breve
Historia de México.1''
Este hecho lo constata
el autor en su obra El
Proconsulado.16
José Vasconcelos
también participó acti
vamente en la vida so
cial y cultural de Gijón.
Durante el invierno de
1932-33, acudía asidua
mente a los conciertos
de la Sociedad Filar
mónica, también era visitante habitual del
Ateneo Obrero de Gijón y, durante aque
lla temporada, pronunció dos conferen
cias en el ciclo organizado por esta insti
tución. El escritor mexicano elogió la ac
tividad cultural que se desarrollaba en la
región y, a través de este interesante
comentario, nos da una idea sobre cómo
se vivía la cultura en Asturias durante
aquellos años en que España estrenaba el
régimen republicano:
Por vía de descanso acudimos a los con
ciertos sinfónicos que una sociedad filar
mónica local ofrece cada año contratando
notabilidades del violín y del piano y sin
fónicas de primera, como la de Madrid.
[ . . . ] . La ciudad sostiene dos diarios,
varios colegios, un Ateneo, con magnífica
biblioteca y no cuenta más de cuarenta mil
habitantes. En el ciclo de conferencias de
ese año hablé dos veces en el Ateneo. A
' 4 J. Dantín Cereceda y V. Loríente Cancio, Atlas
histórico de la América hispano-portuguesa.
Sección Hispano-Americana del Centro de
Estudios Históricos. Sucesores de Rivadeneyra.
Madrid 1936. B José Vasconcelos. Breve historia de México.
Ediciones Botas. México 1936.
* Escribe Vasconcelos: "Años después, una mo
nografía erudita y comprensiva de Vicente
Loriente me sirvió de documento para el capítulo
de mi Breve Historia de México, sobre los Des
cubrimientos". El Proconsulado, p. 510.
estas ocasiones concurren personas de
todas las clases sociales. Los intelectuales
de of ic io viven en Madrid, pero la provin
cia lee y se entera, invita constantemente a
los directores del pensamiento y el arte, y
los escucha. [...] A dos horas de camino
por auto, en Oviedo, hay Universidad de
ilustre historial y enseñanzas modernas,
periódicos, teatros, academias, museos.
Constantemente la provincia manda a Ma
drid renuevos de arte y literatura, colabo
ra con la Metrópoli en el renacimiento que
España está experimentando en todos los
órdenes..."
VIDA POLÍTICA
A pesar de la distancia con México, Vas
concelos se mantenía informado de todos
los movimientos políticos qtie se estaban
produciendo en su país. Para él era una
mala época, su autoexilio facilitó la cons
piración de sus compañeros de partido; en
abril de 1932 se reunieron, en sus oficinas
de la calle Madero, varios miembros del
Partido Nacional Antineeleccionista que,
encabezados por Vito Alessio Robles,
pretendían reorganizarse y contender en
las elecciones para senadores y diputados
Ibídem. p 512.
Vasconcelos, en el centro, rodeado de miembros del Ateneo Obrero de Gijón. Delante de él, sentado en el suelo el poeta asturiano Pachin de Melás.
que se iban a celebrar de manera inmi
nente. José Vasconcelos, al sentirse ex
cluido del debate, escribió en La Antor
cha un texto en el que tildaba a sus com
pañeros de tránsfugas y les recordaba que
muchos antirreeleccionistas habían caído
bajo la represión ejercida por Plutarco
Elias Calles, y concluía afirmando que el
hecho de acudir a las elecciones era cola
borar con los planes de éste.
El verano de 1932 dejó de publicarse
La Antorcha, "por falta de fondo total" co
mo reconoce Vasconcelos en una carta en
viada a Alfonso Taracena en agosto de
1932. El propio Vasconcelos justifica en
El Proconsulado la desaparición de La
Antorcha aludiendo a otro tipo de moti
vos:
Cuando me di cuenta de que el de
rrocamiento de Ortiz Rubio, que debió sel
la señal para levantamientos armados con
tra la pandilla que así se burlaba de sus
propias obras, originó, al contrario, el
alborozo público por la nueva presidencia
incalificable, decidí suspender la publica
ción de La Antorcha. Era prostituir la
palabra, usarla frente a situación que ya no
era menester condenar, puesto que era pa
tente su infamia. 2*
A mediados de 1933, Vito Alessio Robles
convocó una asamblea del partido en la
que Vasconcelos fue tachado de desertor
y de loco, y se decidió su expulsión.
-'" Ibidem. p. 504.
Entre las razones argumentadas por
Robles, basándose en lo relatado por
unos amigos suyos que lo habían visita
do en Asturias, era que Vasconcelos
había perdido el juicio y vivía en Gijón.
"dejándose crecer la melena y andando
con los pies descalzos y enlodados". En
las conclusiones de la asamblea se reco
gía lo siguiente: "El Partido declara so
lemnemente que está convencido del
triunfo del licenciado Vasconcelos en las
elecciones del 29. y le reconocerá su
carácter de Presidente cuando ejerza las
funciones de su cargo en el Palacio Na
cional y no en Gijón".
En México todo se volvía contra el
ausente, sus enemigos políticos lanzaron
en los medios de comunicación una cam
paña de desprestigio en su contra que
tuvo amplia repercusión. Tan sólo unos
pocos amigos fieles salieron en defensa
de Vasconcelos, entre ellos Alejandro
Gómez Arias quien escribió un artículo
en El Universal en el cual calificaba la
expulsión de Vasconcelos como una,
"ironía senil". Octavio Medellín Ostos
también defendió al político ausente y
renunció a un puesto que le había otorga
do la directiva del partido, argumentando
que no compartía "la infortunada idea de
lanzar un manifiesto contra el licenciado
José Vasconcelos".
Vasconcelos recibió noticia de todos
estos hechos en Asturias y su irritación lo
llevó a escribir una larga carta a sus anti
guos compañeros de partido en la que se
rememora todo lo sucedido a raíz del
fraude electoral. Vasconcelos denunciaba
la posterior deserción de sus ex com
pañeros, hecho que los había llevado a
negociar con el poder usurpador su rein
corporación a la política nacional. La
carta, firmada por "J. Vasconcelos. Gi
jón, España, a los 5 días del mes de agos
to de 1933", fue publicada en una peque
ña revista. La Verdad, que otro de sus
incondicionales, Alfonso Taracena, había
sacado a la luz en México a partir de la
desaparición de La Antorcha.
A José Vasconcelos tampoco le es
ajena la situación española y vive esa
realidad política y social a través de los
periódicos y de sus relaciones persona
les. La circunstancia asturiana la conoce
de manera directa, la percibe en su vida
cotidiana y tiene una percepción de ella
que le hace presagiar el estallido de los
acontecimientos políticos que se desarro
llarían en octubre de 1934:
Y sin embargo, por debajo de la evidente
acción progresista corrían odios de clases y
ambiciones de supremacía que a los más
confiados preocupaban. A todos conven
cían de que era inevitable el choque san
griento. El obrero estaba empobrecido por
el paro de las minas de hulla: trabajado por
la propaganda revolucionaria, a menudo
desesperado, dispuesto a provocar el de
sastre.2"
'" El Proconsulado, p. 512.
RECRESO A AMÉRICA
En septiembre de 1933. José Vascon
celos recibe una oferta del doctor José
Peco, decano de la facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de la Plata en
Argentina, para dar una serie de cursos y
conferencias. Después de pensarlo unos
días, tomó la decisión de aceptar esta
invitación y. por consiguiente, abandonar
Europa.
La despedida no era fácil, el contacto
con Asturias había sido fructífero y, tanto
él como su familia, se habían sentido
parte del pueblo durante más de un año.
Vasconcelos escribe, "costaba trabajo
dejar Asturias en aquel otoño, pródigo en
rosas. Daba pena dejar los árboles carga
dos de fruta madura".
Al conocer la noticia, los amigos
comenzaron a desfilar por su casa para
despedirlo, entre ellos el reconocido poe
ta y dramaturgo asturiano Emilio Robles
Muñiz, Pachín de Melás. que había enta
blado gran amistad con el escritor mexi
cano. Así comenta Vasconcelos estas
despedidas:
Pasamos la última semana en Gijón,
enfiestados a diario, con las despedi
das. Todo el Club de Excursionistas
Gijoneses. capitaneados por el poeta
popular Pachín de Melás. nos visitó
un domingo por la tarde, nos cantó
coros asturianos, compartió con noso
tros la sidra y las empanadas."
Durante aquel año de 1933. Pachín de
Melás había sido objeto de un homenaje
por parte de sus amigos y admiradores en
el cual participó activamente José Vas
concelos. Posteriormente, este mismo es
critor asturiano recibió un homenaje en
México, años después de su muerte en
las cárceles franquistas. La iniciativa fue
de Antonio Medio y José Vasconcelos
también se sumó al evento en recuerdo
de la amistad que les había unido duran
te su estancia en Asturias.
A Vasconcelos le costaba abandonar
Asturias, allí había vivido una época de
descanso muy provechosa en la que se
había reencontrado con la naturaleza y
consigo mismo, "los ojos se humedecían
"' Ibídem. p. 521.
de pensarlo. Poco más
de un año dichoso
quedaba atrás". Vas
concelos partía rumbo
a Argentina con una
carta de recomenda
ción del Centro Astu
riano local para el
Centro Asturiano de
Buenos Aires: ante él
se abría una nueva
etapa como profesor
en la Universidad de
La Plata. En Oviedo
se deshace el grupo
familiar que había
convivido en Asturias
durante más de un
año: su mujer y su
hijo salieron rumbo a
Francia y Vasconce
los, su hija María, su
yerno Herminio Ahu
mada y su nieta, par
ten para América.
Viajan en autobús ha
cia Galicia y en Cas
tropol hacen una pa
rada para reencon
trarse con los respon
sables de la Biblioteca Popular Circulan
te. Meses después, en el boletín La
Biblioteca, se hacía referencia a este últi
mo encuentro con Vasconcelos en Cas
tropol:
Después de una estancia de un año en
el apacible retiro de Somió, en Sep
tiembre partió para la Argentina, lla
mado por la Universidad de La Plata,
el ilustre maestro de la juventud his
panoamericana. Faltaría algo en esta
crónica del año si no recordásemos en
ella con cuánto pesar les despedimos
a su paso para La Coruña. a él y a sus
familiares, el 24 de dicho mes. En
Castropol no se borrará fácilmente el
recuerdo de su palabra encendida y
leal y en la Biblioteca -que tantas
atenciones le debe- , deja unos amigos
que seguirán con fervor sus luchas por
la raza, dondequiera que éstas les lle
ven."
" La Biblioteca, número I. Castropol. enero-le
brero: 1934.
El reconocido poeta y dramaturgo asturiano Emilio Robles Muñiz, Pachín de Melás. con quien Vasconcelos entabló una estrecha amistad durante su estancia en Gijón.
Es el adiós definitivo. Asturias, al cruzar
la ría del Eo. quedaba atrás para siempre.
Una tierra que José Vasconcelos había
sentido como suya, "y al otro lado del
río, en Galicia, comenzamos a sentimos
en tierra extranjera. Era como arrancarse
de una patria". 3 2 Vasconcelos embarcó
para Argentina el 26 de septiembre de
1932 en donde permanecerá dando cia
ses en la Universidad de La Plata duran
te casi dos años.
Atrás quedaban los años de exilio
europeo de Vasconcelos y. producto de
ellos, toda una serie de recuerdos trági
cos y entrañables, muchos amigos y mul
titud de experiencias. Todo ello pasó a
formar parte del bagaje existencial de
este atractivo y complejo personaje, cuya
labor tuvo una influencia que marca de
manera incuestionable el panorama pe
dagógico y cultural de la historia del si-
alo XX en México.
• El Proconsulado, p. 521.
XABIER F. CORONADO
UN DISCURSO DE VASCONCELOS
J o s é Vasconce los fue un orador reconoc ido y sol i
c i tado, se r ía difícil es tab lecer un n ú m e r o ap rox ima
do de los d iscursos y conferenc ias que dictó a lo
largo de su v ida, sin d u d a hab la r íamos de cen tena
res. Hubo épocas en que , ob l igado por las c i rcuns
tanc ias que a t ravesaba , acep tó la mayo r í a de las
invi tac iones que inst i tuciones académicas , soc ia les
o cul turales, le hac ían para contar con su presenc ia ,
que s iempre iba a c o m p a ñ a d a de una orator ia que
rara vez carec ía de luc idez y apas ionamien to .
A lguna de es tas é p o c a s co inc ide con los f re
cuen tes per iodos de exi l io o autoexi l io, que se suce
d ieron durante la pr imera mi tad de su ex is tenc ia , y
que lo l levaron a pronunc iar con ferenc ias en m u
chos pa íses , sobre todo dent ro del cont inente a m e
r icano. Fueron numerosas sus plát icas en Es tados
Un idos, al ser el lugar de refugio habi tual en sus
necesar ias sal idas de Méx ico , pero tamb ién sus
d iser tac iones se escucharon en todos los pa íses
cen t roamer i canos y en la mayo r í a de las nac iones
sudamer i canas .
Su exil io m á s pro longado, toda una d é c a d a se
parado de su patr ia, se produ jo d e s p u é s de las elec
c iones pres idenc ia les de 1929. Duran te dos años y
med io de ese largo exi l io, José Vasconce los p e r m a
neció en Europa y fijó su res idenc ia pr imero en
Francia, donde pe rmanec ió casi todo 1 9 3 1 , y pos te
r iormente en España has ta 1933. El per iodo euro
peo de esa d é c a d a de ausenc ia no fue m u y prol í f i -
co en conferenc ias y d iscursos. S e sabe que en
Par ís pro tagon izó un acto de homena je a S imón
Bo l ívar y que en España no intervino en m u c h a s ac
t iv idades cul tura les. Las con tadas ocas iones en que
part ic ipó en este t ipo de eventos , es tuv ieron local i
zadas casi exc lus ivamente en Astur ias d o n d e Vas
conce los vivió con su fami l ia duran te m á s de qu ince
meses , de jun io de 1932 a sep t iembre de 1933.
Se t iene cons tanc ia de dos conferenc ias que
Vasconce los dictó en el A teneo Obre ro de Gi jón y
de otra que presentó en la Bibl ioteca Popu lar Cir
cu lante de Cast ropo l . As í m ismo , ex is ten re feren
cias sobre el d iscurso que pronunc ió duran te un
acto de homena je a Gaspa r Me lchor de Jove l lanos.
Poco baga je públ ico para un persona je c o m o
Vasconce los , acos tumbrado a una v ida social y cu l
tural m u y act iva. Este hecho se puede expl icar por
d iversos factores pero, pr inc ipa lmente, por la cir
cuns tanc ia , reconoc ida por el propio Vasconce los ,
de que esos m e s e s de es tanc ia en Astur ias los
hab ía t o m a d o c o m o un per iodo de ref lexión con el
fin de pro fund izar en el desarro l lo de sus escr i tos
f i losóf icos y l i terarios.
Ent re esos escasos even tos cul tura les que pro ta
gon izó Vasconce los duran te su e tapa eu ropea ,
v a m o s a relatar lo acontec ido en el homena je a
Jove l lanos que se ce lebró en la local idad de Puer to
de Vega , y a rescatar el d iscurso que pronunc ió
duran te esa ce remon ia . El ac to es taba p rog ramado
para el d o m i n g o 4 de sep t iembre de 1932 y, d e s d e
var ios d ías an tes , los per iód icos de Ov iedo y Gi jón,
las c iudades m á s impor tantes de Astur ias , hac ían
referencia al m i smo . El Noroeste de Gi jón publ icó, el
j ueves 1 de sep t iembre , un ar t ícu lo t i tu lado: "El
h o m e n a j e a J o v e l l a n o s e n P u e r t o de V e g a .
U l t imando los deta l les de la organ izac ión" , d o n d e se
in fo rmaba de los preparat ivos rea l izados por la
comis ión del G r u p o Excurs ion is ta Gi jonés, e n c a r g a
d a de organ izar el homena je , y des tacaba que :
Hace visita oficial al alcalde gijonés señor Barcia, el ex
ministro de Instrucción pública de México don José
Vasconcelos, que actuará de mantenedor en la fiesta
que se celebrará con motivo de la inauguración al
monumento a Jovellanos en Puerto de Vega. En el
despacho del alcalde coincidió con la visita de don
Gaspar Cienfuegos Jovellanos, que asistirá en repre
sentación de tan respetable familia. Una vez puestos
de acuerdo para realizar el viaje y de una visita a las
oficinas del patronato del Turismo, el señor Cien-
fuegos Jovellanos invitó al señor Vasconcelos a visitar
la casa solariega donde fue obsequiado deliciosamen
te por la familia y le mostraron varios autógrafos del
sabio gijonés. El señor Vasconcelos se mostró agra
decidísimo por las atenciones recibidas.'
As í m ismo , el ar t ícu lo menc iona la sal ida del poeta
astur iano Pachin de Melás para Puer to de Vega ,
con el fin de organ izar todo los ac tos del homena je ,
y ruega a los par t ic ipantes y soc ios del g rupo excur
s ionista que es tén en Luarca a de te rm inada hora
del dom ingo para preparar la ca ravana que , con
una vanguard ia de c ien cicl istas, "hará su en t rada
1 El Noroeste, Gijón, 1-09-1932.
Público asistente al acto de inauguración del monumento a Gaspar Melchor de Jovellanos en Puerto de Vega, Asturias, el 6 de septiembre de 1933. Se ve a Vasconcelos sentado detrás de la corona de flores.
en Puer to de V e g a con toda bri l lantez". 2
El d o m i n g o , el per iód ico El Comercio pub l i caba a
toda pág ina el s igu iente titular: "Ante el homena je
de hoy en Puer to de Vega . Jove l lanos y Vascon
ce los" . 3 S e t rata de un ar t ícu lo que g losa la f igura de
Vasconce los , su t rayector ia pol í t ica y a c a d é m i c a ,
resa l tando las s imi l i tudes que ex is t ían entre el p e n
sador mex i cano y Jove l lanos .
El mar tes , los pr inc ipales per iód icos de Astur ias
hac ían un recuento deta l lado del ac to de inaugura
ción del m o n u m e n t o a Jove l lanos. La crón ica m á s
comp le ta fue la rea l izada por el diar io El Comercio,
que e n c a b e z a b a su crón ica en los s igu ientes té rmi
nos:
Asistieron muchas representaciones oficiales y de
centros culturales de la Provincia, pronunciándose
elocuentes discursos. El Mantenedor, señor Vascon
celos, leyó unas interesantísimas cuartillas, basándo
se en la hipótesis de que Jovellanos hubiese sido un
encargado por las Cortes de Cádiz de formar la Fe
deración de los Pueblos Hispánicos, idea por la cual
debemos todos suspirar.'
A con t inuac ión , se re la taba todo lo acon tec ido con
g ran detal le: la sal ida de la comi t iva a las 6 de la
m a ñ a n a de Gi jón ; el v iaje de m á s de 100 k i lómetros
a lo largo de la cos ta as tu r iana ; el lugar del acto; la
vis i ta a la casa mor tuor ia de Jove l lanos ; el desar ro
llo del even to ; los d iscursos de los o radores ; el des
fi le; y el banque te f inal .
D e toda es ta c rón ica nos in teresa, sobre todo , la
parte que hace re ferenc ia al d iscurso, que fue publ i -
2 ídem. ' El Comercio, Gijón, 4-09-1932. " El Comercio, Gijón, 6-09-1932.
cada bajo el t í tu lo " In teresante y p ro fundo d iscurso
de don José Vasconce los" . La reseña incluye la
t ranscr ipc ión de las pa labras que Vasconce los pro
nunc ió aquel la tarde de d o m i n g o en un pequeño
pueb lo de pescado res de Astur ias , un mensa je de
carácter h ispanis ta e ¡ntegrador que tuvo una en tu
s iasta acog ida por par te de los as is tentes al acto. A
con t inuac ión , se rep roduce ín teg ramente el d iscur
so de Vasconce los :
"P iensan a lgunos que es oc ioso fan tasear sobre lo
que pudo haber s ido la histor ia; sin e m b a r g o , ni los
m á s f ieles serv idores del fet iche mater ia l is ta, "el he
cho consumado" , osa rán negar la venta ja de los
ejercic ios de la fan tas ía , cuando hay todav ía por de
lante una comp le ja tarea que enderezar . D ivague
m o s en tonces , l ib remente, así sea sólo por depor te ,
sobre lo que pudo haber sido y h a g a m o s que , de
paso, el miraje nos ayude a conceb i r lo que deb ió
ser y puede aún ser o será en un m a ñ a n a m e n o s
ruin que el p resente . Imag inemos a Jove l lanos pro
c l amado en Cádiz , para regir los dest inos de la Pe
nínsu la y de Ul t ramar, Pres idente e jecut ivo de la Fe
derac ión de los Pueb los Ibéricos. En las Cor tes, y
só lo en el las, res ide la sobe ran ía , acaba de deci r
M u ñ o z Torrero, y sa l ía por lo m i s m o sobrando ,
aquel la otra sobe ran ía de la barbar ie.
" R e p r e s e n t é m o n o s a Jove l lanos en func ión eje
cut iva, m a n d a n d o p romu lga r su Re fo rma Agrar ia y
en segu ida invi r t iendo el p resupues to del Es tado en
la c reac ión de escue las en la m e s e t a caste l lana y
en la p a m p a argent ina ; en las mon tañas de Astur ias
y en la Sierra M a d r e mex i cana ; en Gal ic ia y en el
Perú . N o es necesar io deci r que la guer ra de Inde
pendenc ia no se hab r ía p roduc ido . Y que hoy ten
d r í a m o s , en vez d e nac iones de sobe ran ía mal t re-
cha , oh Peñón de Gibraltar, Islas Fa lk land, Bel ice,
Tr in idad, N icaragua , P a n a m á , Bah ía Magda lena ,
etc., etc., una sola g rande soberan ía poderosa y
respetada.
"Af i rmo que Jove l lanos m ismo o b ien un hombre
de su t ipo, habr ía logrado iniciar la est ructurac ión de
pueb los federados , af ines, Es tados Un idos de Es
paña , bien a sab iendas de que a n d a por allí, t oda
v ía sin enterrar, la tesis de que los g randes es tados
son obra de la m a n o de hierro del d ic tador o de la
perdurac ión y habi l idad de las d inast ías . Todo lo
contrar io nos e n s e ñ a el desarro l lo de las razas que
encauzan y con fo rman el presente . Los estad is tas
que han hecho el Imper io Br i tánico, o los Es tados
un idos o la Franc ia c o n t e m p o r á n e a per tenecen pre
c i samen te al t ipo de es te Jove l l anos nues t ro .
Patr iotas senci l los y cul tos que en aquel la época
sombr ía ingresaban en presidio pero que hoy, bajo
la Repúb l ica , se to rnan e n s e ñ a n z a y mode lo .
"Jovel lanos era un moderado . S iempre lo son en
la obra los const ructores, aunque en la hora de la
lucha sue lan ser apas ionados . Los ex t remismos
concre tos son en las revoluc iones el triste menes te r
de neófi tos y advened izos . Por el los c reen borrar la
memor ia de su anter ior mediocr idad o de sus c o m
placencias y compl ic idades con lo ant iguo. El jus to ni
se somete a la fuerza ni se apresura en la v e n g a n
za , ni se desperd ic ia en la improv isac ión. Tolerancia
es cultura y en polít ica el tr iunfo es de quien concil ia
intereses opues tos y coord ina vo luntades contrar ias.
Lo que no pudo hacer Napo león , construir un impe
rio, lo han ido hac iendo estadistas a lo Jovel lanos,
conci l iadores, rectos, ben ignos, c readores de la Ter
cera Repúbl ica Francesa. ¿Y para qué acudir a citas
ex t rañas si t e n e m o s el caso do loroso de nuestro
México, desgar rado por genera les napo leono ides y
ases inos, d is f razados de Pres identes y enfrente los
Estados Unidos, obra de los A d a m s , los Hami l ton,
los L incoln, los W o o d r o w Wi lson ; es decir, otros tan
tos Jovel lanos, sólo que Jovel lanos con mando , en
vez de Jovel lanos proscr i to?
"Urge en tonces aclarar los concep tos , l impiar la
histor ia, ya que no h e m o s pod ido purif icar la con
duc ta públ ica. De aqu í la p ro funda signi f icación del
instante que nos cong rega a pensar, d e s d e es ta
r isueña cos ta de Astur ias , en los p rob lemas de toda
la raza que se d ispersó después de las cor tes de
Cád iz y que hoy neces i ta reconstru i r su ideo logía
c o m o p reámbu lo de cua lqu ier es fuerzo c o m ú n
fecundo . Es g rande el quebran to y por doqu ie ra los
ojos con temp lan ruinas; pero n ingún acop io de s im
ples hechos , por terr ibles que el los sean , d e b e e n
turb iarnos el ju ic io c laro, ni de tener la vo luntad re
suel ta .
"El punto pr imero del p rog rama de Jove l lanos, el
p rog rama de Cád iz , a c a b a de recibir conf i rmac ión
p lena en la E s p a ñ a de es tos d ías q u e v iv imos. La
sobe ran ía res ide indiscut ida en las Cor tes y las que
las sucedan segu i rán legis lando, segu i rán rectif i
cando o amp l i ando , cons t ruyendo la E s p a ñ a Pen in
sular, la federac ión de Nac iones Hispán icas , será
obra de una cooperac ión , con junc ión de Sobe ran ía .
"Después del cas t igo que en la actua l idad pade
c e m o s , las d e m á s nac iones h ispán icas red imidas
del can iba l i smo pol í t ico, re tornarán acaso en pie de
igualdad cul tural , igua ldad de ét ica pol í t ica, para
reanudar la g ran ta rea .
"De todas mane ras , nosot ros , en tanto la lenti tud
de la historia c o n s u m a propós i tos d ignos , despe ja
remos el camino , t raba ja remos los án imos a efecto
de que a lgún d ía l legue a cumpl i rse lo que en Cád iz
q u e d ó g lo r iosamente esbozado . No es n ingún sue
ño lo que dec imos y sí una p remiosa ex igenc ia . Los
m i s m o s c iegos del patr io t ismo, sin neces idad de
recobrar la v ista, sin abrir s iquiera los o jos, pueden
en terarnos de que estos d ías se ha ce lebrado en
O t tawa una espec ie de A s a m b l e a de Cád iz de los
pueb los de habla ing lesa. Q u e la real idad v iva,
agres iva de un m u n d o de habla inglesa nos devue l
va la memor ia de un m u n d o de habla caste l lana que
es tuvo a punto de cua jar en Cádiz . Ya v imos c ó m o
una a m e n a z a de su h e g e m o n í a bastó para jun tar la
democ rac ia no r teamer i cana con sus af ines ingleses
de las islas y de Aust ra l ia y C a n a d á en la Gran
Guer ra . No es en n o m b r e de teor ías s ino por impe
rativo de los sucesos , por el que h e m o s de segui r
p red icando el adven im ien to de un pacto c o m o el de
O t tawa , sólo que ce leb rado en T u c u m á n o en M o n
tev ideo; en Cast i l la o en Méx ico , para atar lo suel to
y concer tar in tenc iones en la de fensa , en el respeto
de la sobe ran ía de nuest ro t ipo de v ida. ¿ E n tal
es tado nos ha l lamos que nos parece qu imér ico lo
que es cot id iano y natural en los o t ros?
"Por nuest ra par te, e v o q u e m o s en es ta r isueña
m a ñ a n a del con f ín as tur iano aque l d e s e m b a r c o de
Jove l lanos cuyo a m o r desesperó que jas , pero no
c laudicó. D e s p e j e m o s el án imo y g o c e m o s un es
tante la v is ión de los que vend rán otra vez de todos
los rumbos de la h ispan idad , para dec i r con júbi lo
que resuene en los cont inentes : las Cor tes m a n d a n
en España y en A m é r i c a y es ta es la seña l para re
comenzar , y cada A s a m b l e a nac iona l , a u t ó n o m a en
jur isd icc ión, ex ige q u e se reconst i tuya dent ro de la
l ibertad la patr ia g rande que se d isg regó por la t i ra
n ía . Repercut i rá en tonces nuest ro gri to de hoy: Ar r i
ba Jove l lanos y bendi to el pensamien to de Cádiz .
Puerto de Vega, Asturias, 4 de septiembre de 1932
XAVIER VILLAURRUTIA
JOSÉ VASCONCELOS*
Por una de esas inflexibles cos tum
bres que son entre nosotros c o m o
hermanas carnales de nuestros vi¬
* Xavier Villaurrutia. Obras. Fondo de Cultura
Económica, México. 1953. 1096 pp.
c ios , se hace en torno de nuestros
valores un vacío y un s i lencio , ya de
admiración o de asombro, ya, tam
bién, de ingratitud o de envidia.
Apenas si al instante en que es tos
valores amenazan dejarnos — o nos
dejan— un impulso, a menudo un
remordimiento, nos hacen expresar
nuestra gratitud y nuestro ju ic io ,
cuantas v e c e s en forma de homena
je postumo.
Confesemos que con José Vascon
ce los algo de esto había peligro de
que sucediera. ¿Por qué esperar su
partida, su alejamiento, aunque éste
sea solamente físico, para romper
nuestra admiración si lenciosa? Por
mi parte, muchas veces he sentido el
imperioso movimiento de decir a to
dos los rumbos, de repetir al princi
pio de cada estación del año. con la
constancia del calendario, cuánto de
admirable y ejemplar reside en Vas
concelos . La intención no basta. Por
e s o me impongo ahora la penitencia
de escribir algo de lo que de él pien
so , y lo que en él más admiro.
D igamos de una vez que pertene
ce al pequeño grupo de hombres
cuya aparición no es frecuente en
nuestra historia, y cuyo solo nombre
basta para ayudar a fijar el contomo
de la época que los siente, afortuna
da, vivir. Pocos espíritus c o m o el su
y o se han afirmado para nuestro
mundo ideológico en los últimos
quince años. Para contarlos basta una
sola mano. En esa mano Vasconcelos
merecería ser el dedo de en medio , el
dedo mayor, si olvidáramos que ese
dedo es torpe entre los otros ágiles.
Mejor, pues, asignarle el índice que,
c o m o la flecha incansable de la brú
jula, vigila y orienta.
Vigía de avanzadas es el pensa
miento del mexicano fi lósofo que
quisiera armonizar el mundo con
preceptos, más que morales, estéti
cos . Sus teorías tienen, c o m o la dan
za que estudia y pretiere, el ritmo
ondulante y diverso que es la esencia
mejor del hombre.
Sus libros de ahora, muchos de
los cuales son ya de los mejores , se
rán, con los de mañana, insustitui
bles .
Hombre de América, su ideal so
bre la solidaridad de los pueblos
hispánicos está l leno de realidades.
¡Qué distinta su voz de la del falso
profeta hispanoamericanista caído
en una cisterna sin resonancia! "Es
píritu continental, Romain Rol land
de América, emancipado de la estre
chez de los nac ional i smos , hombre
de dilatada vis ión histórica de Welt-
burg", lo ha l lamado un pensador de
España.
Llena de ideas de unidad, la pa
sión romántica de sus teorías se ajus
ta en líneas clásicas: que no van más
allá de las proporciones asequibles al
poder de la inteligencia y de la ac
ción humanas.
Oriente de impulsos co lec t ivos
fue, entre nosotros , Vasconce los .
Señalado, e s c o g i d o el sitio, hombre
de acción, d iose a dar forma arqui
tectónica a su idea, a su cierta idea
de la educación. Las masas y las
minorías cupieron en el edif ic io su¬
/ o , m o d e l o de e l los .
Su tarea de educación había de
señalar rumbos y trazar caminos , le
jos , cerca. Su tarea de educación ha
ría de levantar admiraciones en los
espíritus atentos al pulso del mundo
de Occidente. Eugenio d'Ors, que
observa y define los síntomas del
gran organismo social, desde su Glo
sario anotaba con caluroso interés el
suceso que se desarrolló a nuestra
vista tantas veces indiferente: "La
obra de plasmación del alma popular
por la educación que realiza Vas
conce los me apasiona c o m o la de
Lunatcharsky." Todos los que cono
c e m o s la obra del pensador catalán
sabemos que no es pródiga en e lo
g ios —más bien ceñuda que alboro
zada— y que su pasión, serena s iem
pre, es pasión meditabunda. En la
historia de nuestra cultura popular,
Vasconcelos , será c o m o el ruso co
misario de educación, un índice.
Hijo del culto c lás ico , prefirió —
y prefiere— las cosas que persisten
sin e x c e s i v o brillo, no tampoco sin
él , a las que c iegan de luz, pero que,
al fin se escapan.
Su campaña es , naturalmente, la
de la cultura — c o m o deberá ser la
nuestra, en la que tendremos que
agotarnos.
Una generación revolucionaria,
Xavier Villaurrutia
la suya, no tenía que ser una genera
ción espontánea. El hombre es fruto
de cultura; en ella ha de persistir.
Sabe el maes tro V a s c o n c e l o s
mantener y legar la continuidad e s
piritual, que es c o m o el apel l ido de
la gran familia de los hombres que
piensan.
Su obra ha resonado en todo el
mundo de Occidente . D e lejos su fi
gura cobra d imens iones justas y luz
propia. En la cercanía, la blandura
de su amistad oculta la firmeza de
su esqueleto .
Ahora, a medida que se aleja, fí
s icamente, lo aquilatamos con más
integridad y pureza.
O B R A S
Xavier Villaurrutia
1
JAIR CORTÉS
JOSÉ VASCONCELOS NOTAS A PARTIR DE
DIVAGACIONES LITERARIAS
Y tal ha sido mi vida consciente: una sucesión de relámpagos fugaces, en una ruta de sombras. ¿Pues qué otra cosa son las ideas? Breve aunque glorioso fulgor de relámpagos.
José Vasconcelos
J o s é V a s c o n c e l o s r e p r e s e n t a la f i gu ra de l h o m
bre en el cua l las ideas e n c u e n t r a n su c a u c e a t ra
vés de la a c c i ó n . Par t i c ipar a c t i v a m e n t e en los
p r o c e s o s revo luc i ona r i os y p o s r e v o l u c i c ^ a r i o s lo
conv ie r t en e n un pi lar insus t i tu ib le p a r a c o m p r e n
der la h is tor ia de M é x i c o o, m e j o r d i cho , pa ra
c o m p r e n d e r n o s c o m o m e x i c a n o s a t r avés d e su
l egado , c o m p u e s t o po r un con jun to de l ibros q u e
a b o r d a n t e m a s f i l osó f i cos , po l í t i cos y l i terar ios,
p l e n o s de un h u m a n i s m o r e n o v a d o r q u e has ta
n u e s t r o s d í a s resu l ta u rgen te . V a s c o n c e l o s f o r m ó
par te , j u n t o c o n R e y e s , H e n r í q u e z U r e ñ a , Torr i ,
G u z m á n , C a s o , F a b e l a y R i ve ra , del A t e n e o de la
J u v e n t u d , g r u p o q u e , en p a l a b r a s de Fe l ipe
Ga r r i do , f ue f u n d a d o r "de la cu l tu ra y el p e n s a
m i e n t o ac tua l es de nues t ra A m é r i c a " . 1
Al rev isar la b iog ra f ía de V a s c o n c e l o s b ien
p o d e m o s e v o c a r a q u e l l a f r a s e de l a p ó s t o l
S a n t i a g o en su ca r ta a los j u d í o s : " M u é s t r a m e tu
fe y te m o s t r a r é mi fe po r m is ob ras " . N o es e x a
g e r a d a es ta c o n e x i ó n y a q u e J o s é V a s c o n c e l o s ,
d e s p u é s de rees t ruc tu ra r la U n i v e r s i d a d Nac iona l
en su c a r g o c o m o rec to r y al se r n o m b r a d o s e c r e
tar io de Ins t rucc ión Púb l i ca , in ic ió un a f a n o s o p ro
yec to de d i fus ión cu l tu ra l en M é x i c o q u e c o m
p r e n d í a la pub l i cac ión de l ib ros, p r o g r a m a s de
ins t rucc ión p o p u l a r y p r o m o c i ó n de l a r te y la cu l
t u ra . Es te c o m p l e j o m o d e l o e d u c a t i v o c o m p r e n d í a
t a m b i é n la t r a n s f o r m a c i ó n d e los p r o f e s o r e s ru ra
les en " a p ó s t o l e s de la e d u c a c i ó n " , c u y o des t i no
e ra t o d o s los r i n cones de l p a í s . A lo an te r io r se
1 Vasconcelos, José. Divagaciones literarias. Prólogo de Felipe Ga
rrido, México, SEP-CONACULTA, 2002.
s u m ó un inus i tado a p o y o a los ar t i s tas m e x i c a
nos , en t re los q u e se c o n t a b a n Dav id A l fa ro
S ique i ros , J o s é C l e m e n t e O r o z c o y D i e g o R i ve ra ,
as í c o m o ar t is tas , po l í t i cos y f i lóso fos ex t ran je ros
c o m o J e a n Char lo t , Gab r i e l a Mis t ra l y V í c t o r Raú l
H a y a de la Torre . S u pos tu ra i deo lóg i ca , s i e m p r e
en con t ra de los e x c e s o s de l poder , lo l levó a una
lucha po l í t i ca (que inc luyó su c a n d i d a t u r a a la p re
s idenc ia ) y q u e le r e p r e s e n t a r í a des t i e r ros en
E s t a d o s U n i d o s y S u d a m é r i c a en d i ve r sas o c a
s i ones .
S u s o b r a s m á s c o n o c i d a s son Ulises Criollo y
La raza cósmica, el p r imero , un l ibro au tob iog rá f i
co e n el q u e d a tes t imon io , po r m e d i o de v e h e
m e n t e s re f l ex iones , d e su in te rvenc ión e n el
M é x i c o revo luc iona r io ; el s e g u n d o , un e x t e n s o
e n s a y o en el q u e se p o n e a e x a m e n la v is ión de
E u r o p a sob re el con t i nen te a m e r i c a n o , las ca rac
te r í s t i cas de nues t r a r aza , los p r o c e s o s de l m e s t i
za je en el c r e c i m i e n t o y desa r ro l l o de las cu l tu ras ,
y en d o n d e p r o p o n e c o m o ob je t i vo f inal de la h is
tor ia de los p u e b l o s i b e r o a m e r i c a n o s la apa r i c i ón
d e u n a s ín tes i s d e las cua t ro r azas ex i s ten tes : la
n e g r a , ro ja , amar i l l a y b l a n c a , de la q u e bro ta la
qu in ta r aza , la raza c ó s m i c a , q u e r e p r e s e n t a al
n u e v o h o m b r e , c u y a cu l tu ra h a b r á de ser e m i n e n
t e m e n t e esp i r i tua l .
La s u n t u o s i d a d t e m á t i c a de Ulises criollo y La
raza cósmica s u e l e n ec l i psa r o t ras de sus o b r a s
q u e , a u n q u e d i sc re tas , p o s e e n d e s d e d i f e ren tes
pe r spec t i vas , las m i s m a s p r e o c u p a c i o n e s . En t re
es tas o b r a s se e n c u e n t r a Divagaciones literarias,
pub l i cado po r vez p r i m e r a en 1919 y q u e , c o m o lo
i José Vasconcelos en su despacho en la Secretaría de Educación Pública, frente a él la estatua de Minerva
adv ie r te el t í tu lo , es un l ibro m i s c e l á n e o en d o n d e
el v igor l i terar io de V a s c o n c e l o s e c h a m a n o del
re la to, la na r rac ión , el c u e n t o , el a f o r i sm o y el
p o e m a en p rosa , pa ra da r not ic ia de a l g u n a s de
sus m á s recu r ren tes i nqu ie tudes : el p e n s a m i e n t o
y la esc r i tu ra , la conc ienc ia de raza , la mujer , y las
v i r tudes de la na tu ra leza en opos i c i ón a la c iv i l i
zac ión y sus v ic ios .
El a r d u o c o m p r o m i s o soc ia l de V a s c o n c e l o s
nos reve la q u e la escr i tu ra fue s i e m p r e una he r ra
m i e n t a p a r a c o m u n i c a r s u s ideas y su e x p e r i e n
c ia ; e n c o n t r ó en el p e n s a m i e n t o la cua l i dad m á s
al ta del h o m b r e y en el l ibro un i ns t rumen to q u e
p o t e n c i a b a el desar ro l l o ind iv idua l y, c o m o c o n s e
c u e n c i a , el p e r f e c c i o n a m i e n t o esp i r i tua l de u n a
cu l tu ra .
Si b ien es c ier to q u e pa ra V a s c o n c e l o s escr ib i r
r e p r e s e n t a b a u n a impos ib i l i dad de t ras lada r el
p e n s a m i e n t o to ta l , la esc r i tu ra t a m b i é n e ra u n a
ten ta t i va n e c e s a r i a d e c o m u n i c a c i ó n , un d o b l e f i lo
q u e r e s p l a n d e c e en el s igu ien te f r a g m e n t o :
Por lo demás, escribir libros es un triste consuelo de
la no adaptación a la vida. Pensar es la más intensa
y fecunda función de la vida; pero bajar del pensa
miento a la tarea dudosa de escribirlo mengua el
orgullo y denota insuficiencia espiritual, denota des
confianza de que la idea no viva si no se le apunta;
vanidad de autor y un poco de fraternal solicitud de
caminante que, para beneficio de futuros viajeros,
marca £ n el árido camino los puntos donde se ha
encontrado el agua ideal, indispensable para prose
guir la ruta. Un libro, como un viaje, se comienza con
inquietud y se termina con melancolía. 2
Hab la r de V a s c o n c e l o s es hablar , i n e v i t a b l e m e n
te , de l ibros; a él le d e b e m o s la pub l i cac ión de
m i les d e e j e m p l a r e s de la co lecc ión de C lás i cos
Un i ve rsa les en t re c u y o s au to res se e n c o n t r a b a n
H o m e r o , Esqu i lo , Eu r í p i des , P la tón y G o e t h e . E n
Divagaciones literarias e n c o n t r a m o s u n a ín t ima
con f i denc ia de lec tor al seña la r d o s c lases de
l ibros
...Libros que leo sentado y libros que leo de pie. Los
primeros pueden ser amenos, instructivos, bellos,
ilustres, o simplemente necios y aburridos; pero en
todo caso, incapaces de arrancarnos de la actitud
normal. En cambio los hay que, apenas comenza
dos, nos hacen levantar, como si de la tierra saca
sen una fuerza que nos empuja los talones y nos
obliga a esforzarnos como para subir. En éstos no
leemos: declamamos, alzamos el ademán y la f igu
ra, sufrimos una verdadera transfiguración. 3
Resu l ta cur ioso q u e ent re los au to res de l ibros q u e
cons ide raba para " leer de pie" (P la tón, Dante ,
Schopenhauer , en t re o t ros) s i tuara a la mús i ca de
' Ibid. p. 28 1 Ibid. p. 27
Be thoven . En " R e c u e r d o s de l ima. Noc tu rno" pare
ce expl icar lo as í :
Una noche nos desvelaron los vecinos con bailes,
canciones y músicas. Un aire se me quedó para
siempre, un cantar serrano del género que llaman
yaraví. Lo repetían sin descanso. Lamento no poder
transcribirlo. La literatura universal es todavía pobre
e incompleta como medio de expresión, porque
desde el principio descuidó cultivar y asimilar dentro
de sí el arte de escribir sonidos. 4
Otro e l e m e n t o impo r tan te en el p e n s a m i e n t o de
V a s c o n c e l o s es el sen t i do de p e r t e n e n c i a p rovo
c a d o , q u i z á , por la imp res ión q u e c a u s a el ser
ex t ran je ro : V a s c o n c e l o s rea l izó sus es tud i os de
e d u c a c i ó n p r imar ia en e s c u e l a s u b i c a d a s en la
f ron te ra en t re los E s t a d o s U n i d o s y M é x i c o , e s p e
c i a lmen te en t re Eag le P a s s en Texas y P ied ras
N e g r a s , C o a h u i l a ; a lo q u e hay q u e a g r e g a r los y a
m e n c i o n a d o s des t i e r ros por mo t i vos po l í t i cos . "Mi
M é x i c o ing ra to d o n d e no m e de jan v iv i r " , 5 esc r ib i
r ía nos tá lg i co en el b reve tex to "El a lba " .
En Divagaciones literarias, V a s c o n c e l o s logra
tex tos v e r d a d e r a m e n t e e m o t i v o s , y a s e a por la
a g u d e z a de sus re f l ex iones o po r las de ta l l adas y
a r m o n i o s a s d e s c r i p c i o n e s de pa i sa jes , p e r s o n a
j e s y c o s t u m b r e s . En "V is iones Ca l i f o rn i anas " r ea
l iza un re t ra to , po r m e d i o de pos ta les l i terar ias, de
la f r on te ra nor te de M é x i c o , e x a l t a n d o la v ida
s o s e g a d a de l uga res c o m o T i j uana y E n s e n a d a
(por s u p u e s t o , a in ic ios de l s ig lo xx), c o n t r a p o
n iéndo lo con la a g i t a d a ac t i v idad de c i u d a d e s nor
t e a m e r i c a n a s c o m o S a n D i e g o y Los Á n g e l e s .
S e r á S a n F ranc i sco la c i u d a d q u e le resu l te a t rac
t iva po r se r la "an tesa la de l O r i en te " en d o n d e " los
s o p l o s de l Pac í f i co t r aen a lgo de l con t i nen te
m a t e r n o , c u n a de las razas y f uen te de las i deas " . 6
Las d i v e r s a s f i gu ras f e m e n i n a s q u e a p a r e c e n
e n Divagaciones literarias son v a r i a c i o n e s de una
m i s m a i dea : la mujer , s í m b o l o de la Be l l eza y u n a
f u e r z a c r e a d o r a ; ah í el e r o t i s m o es e n e r g í a , fuer
z a de a t racc ión a la q u e no es pos ib le res is t i rse :
Su persona es una apoteosis de las energías terres
tres; cuando camina, sus formas blandas y torneadas
palpitan, como la más suave de las ondas del mar, sin
embargo, es toda firmeza y gallardía; hombros deli
cados de estatua, boca roja, ojos encendidos y frente
corta que tapan los rizos; al andar se eleva sobre el
' Ibid. p. 43 ' Ibid. p. 47 ' Ibid. p. 137 7 Ibid. p. 112
arco de un lindo empeine y entonces parece que la
naturaleza entera se llena de apetito oscuro.. . 7
Un e ro t i smo q u e t a m b i é n habrá de conver t i rse en
mot ivo de nosta lg ia p roduc ida por la separac ión
inevi table en la que el des t ino r e a c o m o d a sus p ie
zas . Ros i ta , M a r í a , D o ñ a So f í a , C a r m e n y Teresa,
son los n o m b r e s de una m i s m a mujer, una q u e
c a m b i a de e d a d , rost ro, co lor de cabe l lo , pero que
p e r m a n e c e en la m e m o r i a y en el ideal del escri tor.
V a s c o n c e l o s no se a p a r t a en n ingún ins tan te
del e l e m e n t o d idác t i co : s i e m p r e hay una ins t ruc
c ión mora l , y a s e a en la re f lex ión f i losóf ica o la
na r rac ión pos t m o r t e m de un s o l d a d o fus i l ado en
d o n d e la c o n c i e n c i a t r asc iende a la ma te r i a . La
b r e v e d a d , lo i n g e n i o s o y e m o c i o n a n t e de las
a n é c d o t a s imp ide q u e es tas e n s e ñ a n z a s s e a n un
last re, por el con t ra r io , q u e d a n i m p r e s a s c o n
m a y o r f u e r z a en la m e m o r i a del lector.
L e y e n d o Divagaciones Literarias p o d e m o s
co leg i r m u c h a s d e las o b s e s i o n e s t e m á t i c a s y
es té t i cas de J o s é V a s c o n c e l o s , y as i s t imos a un
p r o f u n d o d e s e o de p e n s a r la v ida y v iv i r el pensar ,
u n a t r a n s p a r e n t e c o n f e s i ó n en to rno a la e s p e r a n
z a de q u e la n a t u r a l e z a de l h o m b r e es la b o n d a d
y el e n t e n d i m i e n t o .
MAURICIO MAGDALENO"
VASCONCELOS EN SU CENTENARIO
Al honrar la Universidad Nacional Autónoma de México
la memoria de aquel que le dio activa y moderna filo
sofía, misión insigne, sacramento patrio y vuelo ecu
ménico, honra a la vez, por modo legítimo, sus más
nobles títulos. Por demás agregar que una y otro, la
Universidad y Vasconcelos, son inseparables en el fluir
de la historia. Pese a todo, a cien años de su aparición
terrena, son frecuentes el regateo y el menoscabo, si
no la más o menos solapada animosidad cuando de él
se trata. En horas nublosas se buscó apagarlo, minimi
zarlo al menos; hoy mismo, es astro al que sobreviven,
al mismo t iempo que el resplandor de su genio, vulga
res miserias facciosas. Habrá sazón de evocar despa
cio su poderosa obra. No importa que voceros de esta
época bárbara parloteen cuando no tienen más reme-
Matute, Alvaro y Martha Donis, compiladores, José Vasconcelos,
de su vida y su obra. Jornadas Vasconcelianas de 1982. UNAM.
México, 1984, 252 pp.
dio, y pretendan rebajar su alcurnia. Vasconcelos, el
gran apresurado de un instante capital de México, ya
no tiene prisa. Entre los grandes de nuestra América - y
no excluyo a ningún otro por su talante y su gar ra - ,
sólo Bolívar y Martí vivieron vidas tan oceánicas.
Genaro Fernández Mac Gregor lo calificó - y no fue el
suyo juicio sospechoso, de ningún modo, de improvi
sación, como suele hacerse en los discursos ocasiona
l e s - "e¡ mexicano más ilustre de nuestra Indepen
dencia hasta nuestros días". Y agrega Mac Gregor: "Ha
producido proceres esta malhadada patria nuestra, en
casi todas la ciencias y las artes, pero no en la filoso
f ía, que es cierre de bóveda del saber humano."
Cuando José Vasconcelos llegó a la Rectoría de la
Universidad, ésta era nada más un harapo de la que
puso en pie Justo Sierra diez años antes. "Yo soy en
estos instantes -dec laró en aquella hora auroral - , más
que un nuevo rector que sucede a los anteriores, un
delegado de la Revolución que no viene a buscar refu
gio para meditar en el ambiente tranquilo de las aulas,
sino a invitaros a que salgáis con él a la lucha, a com
partir con nosotros las responsabilidades y los esfuer
zos." De la Universidad sacó el aliento de una Secretaría
de Educación Pública que puso en marcha una idea
inmemorial, la que por sí misma, con la gran reclama
ción agraria, funda el México de hoy. Su extraordinaria
contribución cultural a la vida profunda del país le da
lugar aparte en nuestra historia. "Seamos -agregar ía al
trazar los rasgos de su programa- los iniciadores de una
cruzada de educación pública, los inspiradores de un
entusiasmo cultural semejante al fervor que ayer ponía
nuestra raza en las empresas de la religión y la
Conquista. Y no hablo solamente de la educación esco
lar. Al decir educación me refiero a una enseñanza direc
ta de parte de los que saben algo, a favor de los que
nada saben; me refiero a una enseñanza que sirva para
aumentar la capacidad productora de cada mano que
trabaja y la potencia de cada cerebro que piensa."
Aquel hombre exorbitante, apenas en la flor de la j u
ventud, dio voz a su rebeldía contra el precario positi
vismo que regía la época; postuló las más generosas
reclamaciones de una Revolución que aspiraba al pro
blemático imperio de la democracia y se sumó a Ma
dero y a su hueste; formó en la controversia de Villa y
Carranza en la Convención de Aguascal ientes y figuró
sin mayor significación, dada la temperatura del instan
te, en efímero gabinete del general Eulalio Gutiérrez.
Expatriado, sufrió rigores que lo templaron y estudió en
los Estados Unidos, donde escribió sus primeros libros;
secretario de Educación Pública en el gobierno del
general Alvaro Obregón, inspiró el acento más impor
tante de la vida profunda de México, acento que le da
lugar aparte en nuestra historia; acaudilló, de espaldas
a la fortuna, a una generación que demandaba la legi
t imidad de la Revolución y sintió en él sus más vivas
voces y su más alta doctr ina. Derrotado en condiciones
ominosas -om inosas para quienes, desde el poder,
pisotearon la punto menos que unánime voluntad
nac ional - , otra vez el destierro y la pobreza que fue su
permanente madrina, y con el destierro y la pobreza el
grueso de su obra escrita. Cuando volvió a México, por
f in, sangraban su voz y sus tintas, sangraban con
amargura no exenta, aun en sus horas más en
crespadas, de majestad profética.
Afirma Hermann Keyserl ing, en libro que leímos ávi
damente - s e quiere aludir con este " leíamos" a buena
parte de mi generac ión - que "José Vasconcelos es el
ideólogo más original que hasta hoy ha habido en
América del Sur". A varias décadas del dicho del fi lóso
fo lituano, no parece excesivo el juicio. Vasconcelos,
pensador plotiniano y agustiniano, atrajo a su idea un
desti lado de doctrinas que le eran propias desde su
juven tud , las doct r inas que inspi rar ían -esc r i b ió
Fernández Mac Gregor - "su tendencia a lo absoluto, al
monismo". Un monismo que por su misma índole no
era ajeno, ni mucho menos, a su fundamental cristia
nismo, y que lo llevó a afirmar que "Jesús es el Buda
Maitreya, el Buda misericordioso". Sus detractores
enfatizan sus grandes contradicciones, así en los más
elevados niveles del pensamiento como en su activo
concurso ciudadano. Por descontado que todo indivi
duo que abomina de la peripecia de días deleznables
si no culpables, y registra en sí la fatal irrigación de la
existencia, y aspira a la comunión con lo eterno, es
contradictorio. Él lo era y no cabe discusión al respec
to, lo era empezando por la dramática contradicción de
negar la razón a la pura circunstancia de la vida como
fin superior y sin embargo luchar - y f ie ramente- por
corregirla. Sus contradicciones l legaron, en efecto, al
final de sus días, a posturas difíciles de entender en
hombre de tanta inspiración. Todo ello informa el in
menso conflicto en que luchó al final de sus días. Des
pués de todo, ¿quién que tenga algo más que una briz
na de inconformidad en los dramáticos silos del alma
no es frecuentemente contradictorio?
Desmedido, desgarrado de acento hasta la pugnaci
dad, fibras al aire y comprometido hasta las entrañas
con los fines superiores de nuestro destino, sus ideas
de una raza que por su síntesis universal trasciende a
esfera cósmica el concepto de raza, le dan rango apar
te en el sentimiento y el pensamiento del nuevo mun
do, hasta décadas recientes, informe y provinciano. En
La raza cósmica el fi lósofo de la supremacía estética,
el émulo de Pitágoras y de Plotino, aventura la suerte
última del destino de estos pueblos tempranos, hijos de
todas las sangres, al presente presas de bárbaras
furias y con retraso considerable respecto al patrón de
la civilización pragmática y utilitaria, la civilización an
glosajona. "Para no tener que renegar alguna vez de la
patria misma -pa labras de Vasconcelos- es menester
que vivamos conforme al alto interés de la raza, aun
cuando ésta no sea todavía el más alto interés de la
humanidad. La quinta raza, la raza que abolirá todas
las razas y las desdichadas necedades racistas, aban
derará la tonalidad última del hombre y su superior
destino." Vasconcelos fija el escenario de tamaña su
ma del mestizaje universal en nuestra América, patria
que funde, a golpes de infortunio, su inferioridad eco
nómica y técnica en la idea que trasciende economía y
técnica, la de la Raza Cósmica. Ese es, después de
todo y entendido en su más alta significación, el racis
mo de Vasconcelos.
La Universidad Nacional Autónoma de México cele
bra la memoria de aquel varón de tantas eminencias en
el que alcanzó nuestra patria cénit memorable. Él y
esta ilustre institución son inseparables en el fluir de la
historia. Nadie con más legítimos títulos que ustedes
pueden blasonar de tan gloriosa inspiración.
JOSÉ ANTONIO MONTERO
VASCONCELOS,
GENIO PERMANENTE Todo conformismo es vil
JOSÉ VASCONCELOS
Poseído por un espíritu ático José Vasconcelos lo
pensó todo, lo emprendió todo, lo hizo todo y lo fue
todo -excepto lo que el atroz y sinuoso camino hacia
las urnas no le permitió-: abogado, filósofo, escritor,
historiador, académico, conferencista, político, diplo
mático -enviado en misiones confidenciales riesgo
sas en plena etapa revolucionaria ante gobiernos
extranjeros-, orador, bibliotecario - e n el creador sen
tido de la palabra-, editor-recuérdense nada más los
clásicos, las lecturas infantiles y las lecturas para
mujeres en decenas de miles de tiraje-, periodista,
educador, promotor cultural - e n una época en que
nadie se imaginaba la trascendencia social de esta
noble actividad -hoy confusa y a veces torpemente
realizada-. Todas esas tareas y muchas otras más
fueron desarrolladas por el ciclópeo - e n el sentido de
gigantesco- maestro con gran tenacidad, vigor y ta
lento, durante más de 50 años de la primera mitad
del siglo xx., pero su genio cruza la historia y se ins
tala en el xxi como una de las escasas grandes figu
ras del país: los misioneros del xv i , Juárez y los libe
rales del xix, Madero y Cárdenas en el xx.
Si al final cedió su fortaleza intelectual y sus ideas
democráticas se debilitaron no es porque se abatie
ra, sino más bien porque terminó desencantado de
ideologías, partidos y militantes. Víctima antes de
indecisiones, deslealtades y traiciones de sus parti
darios, si bien flaqueó mantuvo sus convicciones,
incluso en lo que se refiere a aquellas que siempre
parecieron equivocaciones originales: su hiperbólico
hispanismo y su sorprendente antianglicismo, expli
cable sólo si se le supone prevenido ante la feroci
dad del expansionismo que implicaba la doctrina
Monroe en un largo tramo de la historia política del
continente. Asimismo, mantuvo una precavida dis
tancia hacia las ideas novedosas o de moda y una
gran reticencia en cuanto a la importancia del pen
samiento económico en la formación de las estruc
turas sociales.
Vasconcelos no alcanzó puestos de representación
popular pero no los necesitó para trabajar en provecho
del pueblo, pues honró todos los cargos públicos que
le asignaron con trabajo honesto, constante y respon
sable. Lo inconcebible y excepcional es que haya lle
gado a elevados despachos de la administración públi
ca -ministro de Instrucción Pública, rector de la Uni
versidad Nacional, secretario de Educación Pública-
provisto sólo de su inteligencia -ningún compadrazgo,
ninguna amistad, ninguna canonjía-. Se requiere de
una gran imaginación para valorar los esfuerzos que
debió realizar en esa época ardua y compleja para dia
logar con argumentos civiles y obtener acuerdos con
militares que detentaban el poder surgido de una revo
lución armada, con hombres de autoridad forjados en
una y mil batallas y en miles de kilómetros en campa
ña. Habló con ellos, los convenció y logró anuencias
para fundar dependencias donde obtuvo grandes mé
ritos y logros.
A la inconmensurable hazaña de convencer a los
antihumanistas militares revolucionarios de la genero
sidad de sus proyectos educativos, culturales y edito
riales, Vasconcelos debió sumar otra que deslumhra
por su habilidad y tacto, conseguir la colaboración, con
cillando los intereses históricamente antagónicos, de
los intelectuales reunidos en tomo a una idea naciona
lista en la creación del arte, lo mismo que la de aque
llos con una visión opuesta, la de quienes seguían una
corriente universalista, de manera específica la de
quienes se agrupaban en la revista Contemporáneos,
así como la de amigos y simpatizantes de esta publi
cación en México y en el extranjero.
Esta capacidad para conjuntar aspiraciones en pro
vecho de la nación no era circunstancial o aleatoria,
sino propia de un funcionario como él, con una enorme
visión y vocación de hombre de Estado, que desea
cambiar las condiciones del desarrollo de su país y
para ello debe sentar las bases educativas ineludibles.
Es breve su trayectoria como servidor público, pero de
una eficacia paradigmática: en sólo un año construyó el
magno edificio que alberga a la Secretaría de Educa
ción Pública y en menos de cuatro años transformó la
enseñanza en todos los niveles.
Un genio de esa naturaleza, fanático de la acción,
enemigo de la simulación y de la impostura no podía
tener acceso al medio político nacional, acostumbra
do a conciliábulos, y acuerdos obtusos o sombríos,
según las conveniencias del poder. Para un hombre
probo, amante de la verdad, ese camino estaba ve
dado y lo comprueba en su campaña para goberna
dor de Oaxaca y más tarde en las elecciones presi
denciales. En ambas ocasiones es derrotado y la po
lítica lo pierde para siempre, pero lo ganan las tarea
del pensamiento, a las que va a dedicar el resto de
su vida.
A ese mexicano grande y perdurable por su ele
vada condición de educador neto, al patrono emi
nente de la Biblioteca de México rinde merecido
homenaje la revista de esta institución con una breve
muestra de su amplia y diversa creación: en ella po
drá apreciarse el vigor y la franqueza de su oratoria,
la claridad clásica de su estilo, lo mismo en la ficción
que en la profundidad de sus ideas filosóficas, así
como la sensibilidad para abordar temas que pare
cerían demasiado sutiles e insospechados para su
carácter. Es de suponerse que los homenajes en su
memoria proliferarán merecidamente.
JOSÉ VASCONCELOS*
ULISES CRIOLLO (Fragmentos)
ADVERTENCIA
La presente obra no ha menester de prólogo; se requie
re, a lo sumo, la advertencia de que no está escrita - n o
lo está ningún libro de su género- para caer en manos
inocentes. Contiene la experiencia de un hombre y no as
pira a la ejemplaridad, sino al conocimiento. El misterio de
cada vida no se aplica nunca, y apenas si nosotros mis
mos podemos rescatar del olvido, unas cuantas escenas
del panorama intenso en que se desarrolló nuestro mo
mento. Las del presente volumen componen la primera
etapa de un curriculum vitae prolongado. Se cierra esta
primera parte con la muerte del presidente Madero. El se
gundo volumen de la obra, si llega a escribirse, será el de
la pasión desorbitada y la revolución; caos por dentro y
por fuera, en un alma atormentada por todas las angus
tias. Contendrá juicios acerca de la sucia rebelión carran-
cista y terminará con la muerte de Carranza. El tercer
volumen, si alguna vez se compone, será el de la vida
conquistada para la edificación, en lo subjetivo, y en lo
externo.
El nombre que se ha dado a la obra entera, se explica
por su contenido. Un destino cometa, que de pronto reful
ge, luego se apaga en largos trechos de sombra, y el
ambiente turbio del México actual, justifican la analogía
con la clásica Odisea, Por su parte, el calificativo Criollo,
lo elegí como símbolo del ideal vencido en nuestra patria
desde los días de Poinsett cuando traicionamos a Ala-
mán. Mi caso es el de un segundo Alamán hecho a un
lado para complacer a un Morrow. El criollismo, o sea la
cultura de tipo hispánico, en el fervor de su pelea desi
gual contra un indigenismo falsificado y un sajonismo que
se disfraza con el colorete de la civilización más deficien
te que conoce la historia; tales son los elementos que
han librado combate en el alma de este Ulises criollo, lo
mismo que en la de cada uno de su compatriotas.
EL COMIENZO
Mis primeros recuerdos emergen de una sensación aca
riciante y melodiosa. Era yo un retozo en el regazo mater
no. Sentíame prolongación física, porción apenas seccio
nada de una presencia tibia y protectora, casi divina. La
voz entrañable de mi madre orientaba mis pensamientos,
determinaba mis impulsos. Se diría que un cordón umbi
lical invisible y de carácter volitivo me ataba a ella y per
duraba muchos años después de la ruptura del lazo fisio
lógico. Sin voluntad segura, invariablemente volvía al
refugio de la zona amparada por sus brazos. Rememoro
con efusiva complacencia, aquel mundo provisional del
complejo madre-hijo. Una misma sensibilidad con cinco
sentidos expertos y cinco sentidos nuevos y ávidos,
penetrando juntos en el misterio renovado cada día.
José Vasconcelos, Ulises Criollo, prólogo de Felipe García Beraza, Promexa editores, México, 1979, 374 pp.
En seguida, imágenes precursoras de las ideas inician
un desfile confuso. Visión de llanuras elementales, casas
blancas, humildes; las estampas de un libro; y así se van
integrando las piezas de la estructura en que lentamente
plasmamos. Brota el relato de los labios maternos, y ape
nas nos interesa y más bien nos atemoriza descubrir algo
más que la dichosa convivencia hogareña. Por circuns
tancias especiales, el relato solía tomar aspectos teme
rosos. La vida no era estarse tranquilos al lado de la
madre benéfica. Podía ocurrir que los niños se perdiesen
pasando a manos de gentes crueles. Una de las estam
pas de la Historia Sagrada representaba al pequeño
Moisés abandonado en su cesta de mimbre entre las
cañas de la vega del Nilo. Asomaba una esclava atraída
por el lloro para entregarle a la hija del Faraón. Insistía mi
madre en la aventura del niño extraviado, porque vivía
mos en el Sásabe, menos que una aldea, un puerto en el
desierto de Sonora, en los límites con Arizona. Estába
mos en el año 85, quizás 86, del pasado siglo. El gobier
no mexicano mandaba sus empleados, sus agencias, al
encuentro de las avanzadas, los "outposts" del "yankee".
Pero, en torno, la región vastísima de arenas y serranías
seguía dominada por los apaches, enemigo común de
las dos castas blancas dominadoras: la hispánica y la
Portada de Rafael López Castro
* Mural de Diego Rivera (fragmento)
anglosajona. Al consumar sus asaltos, los salvajes mata
ban a los hombres, vejaban a las mujeres; a los niños
pequeños los estrellaban contra el suelo y a los mayorci-
tos los reservaban para la guerra; los adiestraban y utili
zaban como combatientes: "Si llegan a venir -alecciona
ba mi madre-, no te preocupes; a nosotros nos matarán,
pero a ti te vestirán de gamuza y plumas, te darán tu ca
ballo, te enseñarán a pelear y un día podrás liberarte."
En vano trato de representarme cómo era el pueblo
del Sásabe primitivo. La memoria objetiva nunca me ha
sido fiel. En cambio, la memoria emocional me revive
fácilmente. La emoción del desierto me envolvía. Por
donde mirásemos se extendía polvorienta la llanura sem
brada de chaparros y de cactus. Mirándola en perspecti
va, se combaba casi como rival del cielo. Anegados de
inmensidad nos acogíamos al punto firme de unas cuan
tas casas blanqueadas. En los interiores desmantelados
habitaban familias de pequeños funcionarios. La aduana,
más grande que las otras casas, tenía un torreón. Una
senda sobre el arenal hacía veces de calle y de camino.
Algunos mezquites indicaban el rumbo de la única noria
de la comarca. Perdido todo, inmergido en la luz de los
días y en la sombra rutilante de los cielos nocturnos. De
noche, de día, el silencio y la soledad en equilibrio sobre-
cogedor y grandioso.
Una noche se me quedó grabada para siempre. En
torno al umbral de la puerta familiar disfrutábamos la
dulce compañía de los que se aman. Discurría la luna en
un cielo tranquilo: se apagaban en el vasto silencio las
voces. A poca distancia de los vecinos, sentados también
frente a sus puertas, conversaban, callaban. Por el extre
mo de la derecha los mezquites se confundían con sus
sombras. Acariciada por la luz, se planteaba la lejanía y,
de pronto, clamó una voz: "-Vi la lumbre de un cigarro y
unas sombras por la noria..." Se alzaron todos de sus
asientos, cundió la alarma y de boca en boca el grito ate
rido: "Los indios... allí vienen los indios..."
Rápidamente nos encerramos dentro de la casa. Unos
"celadores", después de ayudar al refuerzo de la puerta
con trancas, subieron con mi padre a la azotea, llevando
cada uno rifle y canana. Cundió el estrépito de otras puer
tas que cerraban en el villorrio entero y empezaron a tro
nar los disparos; primero intermitentes; después, encona
dos, como de quien ha cogido el blanco. Mientras arriba
silbaban las balas, en nuestra alcoba se encendieron ve
las frente a una imagen de la Virgen. Aparte ardía un cirio
de la "Perpetua", reliquia de mi abuela. De hinojos, niños
y mujeres, rezábamos. Después del Padre Nuestro las
Aves Marías. En seguida, y dada la gravedad del instan
te, la plegaria del peligro: "La Magnífica", como decían en
casa. El "Magníficat" latino que, castellanizado, clamaba:
"Glorifica mi alma al Señor, y se regocija mi espíritu en
Dios mi Salvador..." "Cuyo nombre es Santo... y su mise
ricordia, por los siglos de los siglos, protege a quien lo te
me.. ."
No fue largo el tiroteo; pronto bajó mi padre con sus
hombres. "Son contrabandistas -a f i rmaron- , y van ya de
huida; ensillaremos para ir a perseguirlos." Se dirigieron
a la Aduana para pertrecharse, y a poco pasó frente a la
casa el tropel, a la cabeza mi padre en su oficio de Co
mandante del Resguardo. Regresó de madrugada, triun
fante. En su fuga, los contrabandistas habían soltado va
rios bultos de mercancías.
Igual que una película, interrumpida porque se han
velado largo trechos, mi panorama del Sásabe se corta a
menudo; bórranse días sin relieve y aparece una tarde
de domingo. Almuerzo en el campo, varias personas
aparte de la familia. Sobre el suelo reseco, papeles arru
gados, latas vacías, botellas, restos de comida. Los co
mensales, dispersos o en grupos, contemplan el tiro al
blanco. Mi padre alza la barba negra, robusta; lanza al
aire una botella vacía; dispara el Winchester y vuelan los
trozos de vidrio, una, dos, tres veces. Otros aciertan tam
bién, algunos fallan. Por la extensión amarillenta y desier
ta, se pierden las detonaciones y las risas.
Gira el rollo deteriorado de las células de mi memoria;
pasan zonas ya invisibles, y, de pronto, una visión imbo
rrable. Mi madre retiene sobre las rodillas el tomo de
Historia Sagrada. Comenta la lectura y cómo el Señor
hizo al mundo de la nada, creando primero la luz, en se
guida la tierra con los peces, las aves, y el hombre. Un so
lo Dios único y la primera pareja en el Paraíso. Después,
la caída, el largo destierro y la salvación por obra de Je
sucristo; reconocer al Cristo, alabarlo; he allí el propósito
del hombre sobre la tierra. Dar a conocer su doctrina entre
los gentiles, los salvajes; tal es la suprema mis ión- "Si
vienen los apaches y te llevan consigo, tú nada temas,
vive con ellos y sírvelos, aprende su lengua y habíales de
Nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros y por
ellos, por todos los hombres. Lo importante es que no olvi
des: hay un Dios Todopoderoso y Jesucristo su único hijo.
Lo demás se irá arreglando solo. Cuando crezcas un poco
más y aprendas a reconocer los caminos, toma hacia el
Sur, llega hasta México, pregunta allí por tu abuelo, se
llama Esteban... Sí: Esteban Calderón, de Oaxaca; en
México le conocen; te presentan, le dará gusto verte; le
cuentas cómo escapaste cuando nos mataron a noso
tros. .. Ahora bien: si no puedes escapar o pasan los años
y prefieres quedarte con los indios, puedes hacerlo; úni
camente no olvides que hay un solo Dios Padre y Jesu
cristo, su único hijo; eso mismo dirás entre los indios..."
Las lágrimas cortaron el discurso de mi madre; luego se
repuso; tornó a ponerse alegre y afirmó: - "Con el favor de
Dios, nada de eso ha de ocurrir... ya van siendo pocos los
insumisos..."
Me llevan estos recuerdos al de una misa al aire libre,
en altar improvisado, entre los mezquites, el día que pasó
por allí un cura consumando bautizos.
No sé cuánto tiempo estuvimos en aquel paraje; úni
camente recuerdo el motivo de nuestra salida de allí.
Fue un extraño amanecer. Desde nuestras casas, a
través de la ventana abierta, vimos sobre una ondulación
del terreno próximo, un grupo extranjero de uniforme azul
claro. Sobre la tienda que levantaron, flotaba la bandera
de las barras y las estrellas. De sus pliegues fluía un pro
pósito hostil. Vagamente supe que los recién llegados
pertenecían a la comisión norteamericana de límites.
Habían decidido que nuestro campamento con su noria,
caía bajo la jurisdicción "yankee", y nos echaban- : "Te
nemos que irnos" -exc lamaban los nuestros. "Y lo peor
- a ñ a d í a n - es que no hay en las cercanías una sola
noria; será menester internarse hasta encontrar agua."
Perdíamos las casas, los cercados. Era forzoso buscar
dónde establecernos, fundar un pueblo nuevo...
Los hombres de uniforme azul no se acercaron a ha
blarnos; reservados y distantes esperaban nuestra parti
da para apoderarse de lo que les conviniese. El telégra
fo funcionó; pero de México ordenaron nuestra retirada;
éramos los débiles y resultaba inútil resistir. Los invaso
res no se apresuraban; en su pequeño campamento fu
maban, esperaban con la serenidad del poderoso.
Ignoro lo que hicimos en el nuevo Sásabe, que es el
de hoy, ni sé cómo lo dejamos. La más próxima visión
que me descubro es una tarde, en Ciudad Juárez, o sea
el Paso del Norte; frondas temblorosas de álamos, paseo
a la orilla de canales, llenos de agua corriente, fangosa,
casas de blanco y azul, aroma de tierra mojada. Mi ma
dre camina, adelantándose con paso nervioso; en su voz
hay temor y congoja. No llegan noticias de mi padre, que
fue con negocio a México; en vano acudimos al correo.
Nos quedamos mirando los canales; hallaron en ellos un
chino ahogado por esos días y yo pensaba con insisten
cia molesta: agua de chino ahogado.
Nada más descubro de este período infantil. El hilo
tenue de la personalidad se va rompiendo sin que logre
reanudarlo la memoria; sin embargo, algo aflora del río
subterráneo de repente y nos descubre otro remoto pai
saje. De nuestra estancia en El Paso quedó en el hogar
un documento valioso: la fotografía de etiqueta nortea
mericana que nos retrató de día de fiesta. Mi padre, de
levita negra, pechera blanca y puños flamantes. En el
vientre, una leontina de oro; en el pecho, barbas rizosas.
Mi madre luce sombrero de plumas, aire melancólico.
Falda de seda esponjada, mitones de punto y encajes
negros al cuello. La abuela, sentada, sonríe entre sus
arrugas y sus velos de estilo mantilla andaluza. Siguen
tres niñas gorditas, risueñas, vestidas de corto y lazos de
listón en el cabello y, por fin, mi persona, frente bombea
da, pero aspecto insignificante, metido en el cuello almi
donado, redondo y ridículo, a pesar de la corbata de
poeta. Los hermanos éramos entonces cinco. El primo
génito murió en Oaxaca, antes de que la familia emigra
ra. Yo, como segundo, heredé el "mayorazgo", y seguían
Concha, Lola, Carmen e Ignacio, Nos cayó este último no
sé exactamente en cuál estación de la ruta, y nos dejó a
poco en otra muriéndose pequeño. Cuando le pregunta
ban a mi madre por su preferido, respondía: - "Son como
los dedos de la mano; se les quiere a todos por igual."
Se me pierde mi yo y vuelvo a hallarlo en las gradas de
una escalera espaciosa. Baja un señor de perilla blanca;
se ve pálido y alto, viste de negro, me toma de los brazos,
me alza y me besa; oigo decir: - "E l abuelo, tu abuelo..."
A poco nos despedimos, nos metemos en nuestra casa.
Nuestra vivienda disfrutaba la mitad de un patio con corre
dores y macetas. Y un día llegaron en cantidad ramos y
coronas de flores. Se nos prohibió la entrada a una de las
' Mural de Diego Rivera (fragmento)
habitaciones. Advertimos rumor de llantos. Aprovechando
un descuido materno, me asomé al cuarto del misterio.
Sobre una mesa enflorada vi un cuerpecito envuelto en
encajes blancos. Un dedito asomaba y lo palpé muy tieso.
Nunca supe más de este hermano. Mi padre salió lloran
do con la cajita blanca al brazo. Lo acompañaban algunos
amigos y se alejaron todos en coches. En la familia se
solía recordar a Nachito... "Cuando murió Nachito".
Parece que durante los meses de aquella estancia
nuestra en la capital estuve en el departamento de pár
vulos en la Escuela Normal, por la Encarnación. Re
cuerdo un patio que es, probablemente, el mismo en que
después fundé la editorial de la Universidad.
LA PRIMERA ORFANDAD
Sospecho que la suerte nos fue benigna en los primeros
años de estancia en la frontera. El niño aprecia estas cir
cunstancias aunque no las comprenda. Mi madre se ves
tía de claro, andaba alegre y parecía más joven. Se puso
un día de luto, pero no indagué la causa. Pasó el tiempo
y una tarde, a la hora de la lectura, me hizo repetir un
pasaje del libro de José Rosas, titulado: "Un hombre hon
rado". Se celebra en él la ejemplaridad del que sirve a su
patria en los días adversos; se retira a la vida privada en
la época normal y en ella conquista la estimación de los
buenos y muere venerado y tranquilo.
Los sollozos de mi madre interrumpieron mi lectura. En
seguida, rehaciéndose, preguntó: ¿A quién se puede apli
car todo este elogio?... Vacilé y respondí: A Juárez. Era
entonces rutina patriótica citar para todo a Juárez. - S í ; y
también a tu abuelo -af i rmó el la- . No volvió a mencionar
su pena. No era dada a estar rumiando una congoja. La
sufría violenta, la rezumaba, para en seguida entregarse
a la obligación de una actividad provechosa y alegre.
LA HERENCIA
Mi padre llegó un día a la casa con varias talegas de a mil
pesos, en plata. Venía de Oaxaca, por Express, y proce
dían de la venta de un rancho de las cercanías de Tla-
xiaco.
No eran de allí mis antepasados; pero se refugiaron
en dicho pueblo durante la revolución de la Reforma,
mientras mi abuelo, perseguido por Santa-Anna, tuvo
que abandonar, no sólo a Oaxaca, sino el país. Mi abue
lo empezó de médico pobre, casado con una señorita
Conde, de familia acomodada, pero ya en decadencia
económica. Tan ricos habían sido los Conde, que saca- tas de Porfirio Díaz persiguiéndolo como desleal por el
ban "la plata a asolear". Negociaban, según creo, la istmo; retirado a la vida privada cuando Tuxtepec, conser-
"cochinilla", y quebraron por el invento alemán de las ani- vaba, sin embargo, influencia. Entiendo que él fue mi
linas. En su destierro, mi abuelo estuvo con Juárez en padrino de bautismo y también quien le dio a mi padre
Nueva Orleans; después, durante la guerra contra los cartas de recomendación para un puesto en Aduanas,
franceses, se estableció en Tlaxiaco, dende tuvo oculto a
Porfirio Díaz y le curó una herida. Al triunfo del oaxaque- PROSPERIDAD ñismo se retiró de la política para seguir fiel al lerdismo
vencido; pero años después don Porfirio volvió a hacerlo Ahora, en Piedras Negras, nuestra fortuna corría pareja
senador. Al morir, no dejó patrimonio. Si no me equivoco, con la del pueblo que acrecentaba sus recursos, y según
el rancho de Tlaxiaco lo administraba para los hijos de su se repetía si cesar, con orgullo, progresábamos,
primera esposa. Al enviudar contrajo en Tlaxiaco según- Los ingresos de mi padre eran fijos y suficientes en
das nupcias con una Adelita que le dio una docena de cuanto al sueldo; variables y a veces espléndidos, con el
hijos, mis medios tíos, los Calderón. aditamento de los porcentajes sobre las multas por con-
Los dineros del rancho no los quiso tocar mi padre. Los trabandos. Con frecuencia pasaban de mil pesos sus
llevó a casa y los puso en el ropero de mi madre. Lo indi- ingresos mensuales en una época en que el peso valía
cado hubiera sido emplearlos en la compra de algún solar ligeramente más que el dólar. Pero en economía, mis pa-
que a los pocos años le hubiera duplicado la inversión; dres se apegaban a la escritura en lo que concierne al ere-
pero ninguno de los dos tenía cabeza para los negocios, ced y multiplicaos, y al Evangelio por lo que hace al vestí-
Mi padre, por orgullo, ni adelantó opinión, y la dueña, inco- do y al sustento, recordando siempre las aves y los lirios,
rregiblemente despilfarrada, empezó a recorrer las tien- "más bellos que Salomón en toda su pompa;"... ¿acaso el
das y almacenes de los pueblos rivales. De cada excur- "Padre Nuestro", que rezábamos a diario, no se conforma
sión volvía con el coche cargado de cajas y envoltorios. A con pedir el pan de cada día? Del ahorro decía mi padre
mis hermanas, vestidos; a mi padre, un anillo; a mí, ropas que era propio de avaros; una hipoteca era usura y peca-
y libros; a la viejita, un corte de vestido negro, de seda. do y un negocio casi una deshonestidad. Comentarios
Y a medida que el dinero se iba alada y gloriosamente, parecidos circulaban de sobremesa a propósito de opéra
los recuerdos de Tlaxiaco animaban las veladas, ciones ventajosas realizadas por algunos colegas de mi
Exhumaba mi madre de lo profundo del baúl un vestido padre, con el producto de sus ahorros, sin deshonestidad,
negro de "gro" -seda gruesa- adornado con lentejuelas; En aquella región se desconocía la miseria. Los co-
su primer lujo mundano, lucido en los bailes de la peque- cheros, los aguadores entraban en la misma cantina que
ña y orgullosa ciudad criolla. Sus días más alegres los el funcionario y el propietario. Gracias a la zona libre in
pasó allí. Con todo, al final se le amargó la estancia por el ternacional, las mercancías extranjeras, exentas de dere-
segundo matrimonio y la madrastra. Más tarde regresaron chos, se obtenían a precio reducido. Las dos poblaciones
todos a Oaxaca y después de algunos años de acudir a la rivales, la mexicana y la norteamericana, separadas úni-
misa y estar a la ventana, mi madre se enamoró frenéti- camente por el río, ligadas con dos grandes puentes,
camente de mi padre, un pobre empleado de botica... ofrecían las ventajas de dos modos de vida. Y cada quien
Protestó el abuelo y negó su consentimiento al enlace; ponía su orgullo en divertirse y gastar dinero,
pero se efectuó éste en un amanecer y en presencia de
algunos parientes. Eugenésicamente, la pareja estaba ¿QUIÉN SOY? bien concertada. Rubia y pálida, delicada mi madre; y su
marido, sanguíneo, robusto. Criollos puros los dos. Con Cierto día, comprando confites en Eagle Pass, me vi el
los años, el cutis blanco de mi madre tomó el color de la rostro reflejado en una de esas vidrieras convexas que
cera de los cirios. A mi padre lo pusieron rojo tostado los defienden los dulces del polvo. Antes, me había visto en
soles, los años y la cerveza. Sólo en derredor del cuello espejos distraídamente; pero en aquella ocasión el verme
se le veía el círculo lechoso. sin buscarlo, me ocasionó sorpresa, perplejidad. La ima-
- M a m á , ¿y cuándo se casaron a dónde se fueron a gen semiapagada de mi propia figura, planteaba pregun-
vivir tú y mi papá? tas inquietantes: - ¿ S o y eso? ¿Qué es eso? ¿Qué es un
Respondiendo a las preguntas de la indiscreción infan- ser humano? ¿Qué soy? Y ¿qué es mi madre? ¿Por qué
til, se nos daban detalles que por cierto no retengo con mi cara ya no es la de mi madre? ¿Por qué es preciso
mucha exactitud. ¿Y por qué se enojaba mi abuelo? ¿Por que ella tenga un rostro y yo otro? ¿La división así acre-
qué era pobre mi papá?... Lo cierto es que mi madre pres- centada en dos y en millares de personas obedece e j n
cindió de los suyos para siempre, y se atuvo a la suerte propósito? ¿Qué objeto puede tener semejante multipli-
humilde de su esposo. Vivieron uno o dos años*del suel- cación? ¿No hubiera bastado con quedarme metido den-
do escaso de la botica; pero era la época en que Oaxaca tro del ser de mi madre viendo por sus ojos? ¿Para qué
se despoblaba. A nadie le faltaba entonces un pariente mis ojos, repetición inútil en su azoro? ¿Añoraba la uni-
ministro o general, capaz de conseguir un empleo, así dad perdida o me dolía de mi futuro andar suelto entre las
fuese en el quinto infierno. El deseo de sacudir el com- cosas, los seres? Si una mariposa reflexionase, ¿anhela-
piejo social de quien viene a menos, y el gusto de la aven- ría regresar al capullo? En suma, no quería ser yo. Y al
tura y el cambio, deben haber decidido a mis padres. Y el retornar cerca de mi madre abrazábame a ella y la opri-
tío protector se presentó en la persona, distinguida, por mía con desesperanza. ¿Es que hay un útero moral del
cierto, del general Mariscal. Pariente, según creo, bastan- que se sale forzosamente, así como del otro?
te próximo de la familia de mi madre, bajo la administra- Los inviernos eran crudos. A pesar de las estufas de
ción lerdista o con Juárez, ocupó el puesto de gobernador carbón, encendidas al rojo, calaba el viento helado. El
de Yucatán; después había contribuido a una de las derro- frasco de la leche de almendras de droguería, pasaba de
mano en mano, aliviando partiduras de rostro y manos.
Vientos del norte, ululantes, soplaban veinticuatro horas,
sin parar. Tras del huracán venía la helada. Congelábase
el agua de las vasijas a la intemperie, reventaban las
cañerías. Si el tiempo era lluvioso, formábanse en los
ramajes sin hojas, canjilones y estalactitas de nieve que
llamábamos "candelilla". Raras veces nevaba y cuando
ocurría, se congregaban los muchachos para perseguir
se con bolas blancas inofensivas.
Las mañanas me resultaban particularmente duras, por
tener que atravesar el puente. Era casi un kilómetro de
marcha sobre el largo columpio de aceros temblantes,
azotados por el vendaval. Por momentos parecía que todo
iba a quebrarse. La racha conmovía el acero y amenaza
ba lanzarme al vacío. Encogido, me cobijaba un instante
contra las varas de hierro; luego adelantaba corriendo.
Una mañana, para probar mi resistencia, dejé la mano
derecha fuera del paleto; cortaba el viento helado, pero la
mantuve expuesta hasta que se puso insensible. Al entrar
en clase advertí que no podía moverla. Violo la maestra y
mandó que me dieran frotaciones con nieve, sin las que
pude perder el miembro. En aquel ambiente de "wild w e s f
y de cowboys anteriores a la farsa del cine, hacerse duros
era la consigna, y provocaba emulación. Una vez gané la
apuesta del que bebiera más agua. Otros apostaban a
recibir puñetazos en las mandíbulas.
Los recreos degeneraban a menudo en batallas cam
pales. Nos dispersábamos por los barrancos arcillosos de
la margen del río. Se comenzaba a marchar entre los
matorrales, subiendo y bajando según las anfractuosida
des del terreno. Uno hacía de jefe y era menester seguir
lo; "follow the leader" llamaban al juego que encabezaba
el muchacho más diestro y más audaz... Al principio no se
trataba sino de proezas deportivas: trepar un talud ayu
dándonos de las raíces de los mezquites, o saltar sobre
zanjas, pero el encuentro de grupos rivales provocaba
pelas a pedradas. Se convenía en tirar sólo a los pies,
pero nunca faltaba algún descalabrado. La lucha enconá
base si por azar predominaba en alguno de los bandos el
elemento de una sola raza, ya mexicanos o bien yankees.
El más inocente de los juegos y también el cultivado
era el "base ball". Nunca me sedujo. Me apartaba de los
jugadores o me concretaba a mirarlos. Sólo por excep
ción, si no había otro me comprometía como "fielder" pa
ra recoger las pelotas lanzadas fuera del campo. Por lo
común, mientras se pasaba, me echaba en la arena, la
colaba entre los dedos, mientras reflexionaba largamen
te. Escarbando así bajo el sol, me encontré el pellejo de
una víbora de cascabel. Otras veces perseguíamos éstas
con vara hasta dejarlas inertes después de aplastarles la
cabeza. Me apasionaba también el juego de canicas a
pares o nones sobre el hoyo en la tierra. Las jugaba por
interés diputando las más hermosas de vidrio o de ágata.
LA LECTURA
Mi pasión de entonces era la lectura, y me poseía con avi
dez. Devoraba lo que en la escuela nos daban y cada año
nos ampliaban el círculo de clásicos ingleses y norteame
ricanos. Leía por mi cuenta en la casa todos los libros
hallados a mano. Acogido al umbral de mi puerta, frente a
la calle arenosa, todavía sin pavimento, pero ya de bom
billa eléctrica en lo alto de un poste, recapacitaba una
noche sobre mi saber y al consumar el recuento de los
libros leídos pensaba: ningún niño en los dos pueblos ha
leído tantos como yo. Tal vez entre los niños de la capital
habría alguno que hubiese leído igual, pero de todas
maneras era evidente que estaba yo llamado a manejar
ideas. Sería uno a quien se consulta y a quien se sigue.
Antes que la lujuria conocí la soberbia. A los diez años
ya me sentía sólo y único y llamado a guiar.
Mi salud no correspondía a mis ambiciones; me halla
ba condenado a las cucharadas del hígado de bacalao.
Ciertas recaídas febriles nos recordaban que el paludismo
infantil no se había extinguido. Con frecuencia padecía
jaquecas. Era ésta una afección familiar; la padecía mi
madre, la padecían mis hermanas. Las atribuíamos a
debilidad; para curarlas nos daban ración doble y el dolor
nos volvía locos. Nunca hacía cama ni faltaba a la escue
la, pero rara vez me sentía con vigor pleno. Sin embargo,
la enfermedad no nos preocupaba; "domínala", "olvídala",
aconsejaba mi madre.
Mi pasión de viajero por el mundo del conocimiento no
conocía preferencias. Imaginaba misterios mágicos en la
tabla de Pitágoras. Las lecciones orales de geografía con
mapas de ríos, de montañas y relatos etnográficos equi
valían a la más amena literatura. Libertad de imaginación
y disciplina para estimar sus resultados, precisión y aseo
en la faena; todo esto exigía la humilde escuela texana de
los remotos años del noventa al noventa y cuatro.
El afán de protegerme contra una absorción por parte
de la cultura extraña, acentuó en mis padres el propósito
de familiarizarme con las cosas de mi nación; obras ex
tensas como el México a Través de los Siglos y la Geo
grafía y los Atlas de García Cubas, estuvieron en mis ma
nos desde pequeño. Ninguno de los aspectos de lo mexi
cano falta en esta segunda obra admirable. Ninguna edi
torial española produjo nada comparable al García Cu
bas, hoy agotado. El Atlas histórico es además una joya
de litografía a colores. La carta etnográfica detalla las
razas anteriores a la conquista con los sitios de su ubica
ción, sus trabajos y sus fiestas. El mapa arquitectónico
reproduce las principales catedrales y monumentos de la
colonia, desde el Santo Domingo de Oaxaca, hasta las
catedrales de Durango y Chihuahua.
Enseña también el García Cubas, gráficamente, el de
sastre de nuestra historia independiente. Describe las ex
pediciones de Cortés hasta La Paz en la Baja California;
las de Alburquerque por Nuevo México y la cadena de
Misiones que llegaron hasta encontrarse con las avan
zadas rusas, más allá de San Francisco. Señala en segui
da las pérdidas sucesivas. Un patriotismo ardoroso y cie
go proclamaba como victoria inaudita nuestra emancipa
ción de España, pero era evidente que se consumó por
desintegración, no por creación. Las cartas geográficas
abrían los ojos, revelaban no sólo nuestra debilidad sino
también la de España, expulsada de la Florida. Media
nación sacrificada y millones de mexicanos suplantados
por el extranjero en su propio territorio, tal era el resultado
del gobierno militarista de los Bustamante y de los Santa-
Anna y los Porfirios Díaz. Con todo, llegaba el 15 de sep
tiembre, y a gritar junto con los yankees, mueras al pasa
do y vivas a la America de Benito Juárez, agente al fin y
al cabo de la penetración sajona. La evidencia más irri
tante la da el mapa de la cesión del Gila, consumada por
diez millones de pesos, que Santa-Anna se jugó a los ga
llos o gastó en uniformes para los verdugos que desfilan
en las ceremonias patrias. En vez de una frontera natural,
Vasconcelos con
una línea en el desierto por sí sola nos
obliga a concesiones futuras, pues
compromete la cuenca del Colorado.
Por encima de los mentirosos com
pendios de historia patria, los mapas
de García Cubas demostraban los
estragos del caudillaje militarista.
El episodio de su alteza serenísima
Santa-Anna rindiéndose a un sargento
yankee nos era restregado en la clase
de Historia texana, y un dolor mezcla
do de vergüenza enturbiaba el placer
de ojear nuestro Atlas querido. Mien
tras nosotros, ufanos de la "Indepen
dencia y de la Reforma", olvidábamos el
pasado glorioso, los yankees, viendo claras las cosas,
decían en nuestra escuela de Eagle Pass: "When México
was the largest nation of the continenf... frente al mapa
antiguo, y después sin comentarios: "present México."
Mi padre no aceptaba ni siquiera que ahora fuésemos
inferiores al yankee. "Es que los fronterizos no conocen el
interior, ni la capital". "Se van a gastar su dinero a San
Antonio"... "ven allí casas muy altas... yo las prefiero
bajas para no subir tantas escaleras"... "no niego que nos
han traído ferrocarriles, pero eso no quita que son unos
bárbaros"..."Nos han ganado porque son muchos"... Yo,
interiormente, pensaba... "Es que a mí me han pegado y
fue uno solo... No, cobardes no eran"... Bárbaros quizás;
en esto mi madre también estaba de acuerdo. Sus ideas
sobre la cultura del Norte, casi no habían cambiado desde
que tomó unos apuntes en su escuela particular de
Tlaxiaco. Escritos en papel amarillento, los revisé poco
después de su muerte. "Al Sur de México, decían, está
Guatemala, nación que en cierto momento estuvo unida a
la nuestra y al Norte habitan unos hombres rudos y peli
rrojos que suben los pies a la mesa cuando se sientan a
conversar y profesan todos la herejía protestante."
El prejuicio patriótico cegaba a mi padre. Mi madre
tenía motivos más hondos para desconfiar del progreso
del Norte; eran protestantes y el verme obligado a tratar
los extremaba su afán de arraigar en mí la fe católica. Su
pequeña biblioteca ambulante contenía los dramas de
Calderón en cantos dorados, un Balmes, un San Agustín,
y un volumen de Tertuliano. De este último me leía trozos
polémicos. Alguna vez me hizo leerle "La Vida es Sueño",
pero el libro preferido de nuestras veladas de Piedras
Negras, era la Historia de Jesucristo de Louis Veillont,
con láminas a colores. El pasaje que entonces ponía
reflexiva a mi madre era el extravío del niño Jesús y su
hallazgo en el templo en el coro de los doctores. Ya no le
preocupaba la posibilidad de mi pérdida física, como en
los tiempos angustiosos del Sásabe; pero ahora estaba
atenta al peligro del alma, lanzada ocho horas al día en
tre herejes de escuela extrajera. Interpretando el pasaje
de la disputa con los doctores, mi madre afirmaba que un
niño cualquiera si poseía el tesoro de la doctrina verda
dera, podría poner en confusión a los sabios.
Nuestra escuela de Eagle Pass era sinceramente de
mocrática y trataba la religión con simpatía respetuosa.
Discípulos y maestros acudían el domingo, cada quien a
su Iglesia. Pero mi madre temía esa especie de satura
ción de ambiente que crea cada doctrina y me acoraza
ba contra el peligro de lo protestante.
Reforzaba no sólo la teoría, también la práctica. Apar
te de la misa en domingo y fiestas de
^^^H| guardar, además de la confesión y
comunión por cuaresma y otras so
lemnidades y añadido a las oraciones
de la mañana y de la noche, cada
tarde al oscurecer nos reunía, sin ex
cepción de los criados, para el rezo
del Rosario. Primero el Padrenuestro
en coro. . . "Padre Nuestro"... "dilo
bien, pronuncia claro". "Padre nues
tro". .. Luego, las Aves Marías prolon
gadas en los cinco misterios. "Por tu
hijo suplicárnoste, señora, que nos su nieta Carmen d e g u n ^razón | j m p j 0 y puro." "Dios te
Salve María"... "que se alumbren la ti
nieblas de nuestras almas"... Según el rezo avanzaba,
crecía el fervor; las Aves Marías alcanzaban acentos de
triunfo: "Abrid, Señor, mis labios, y mi lengua cantará
vuestras alabanzas."
Y como si el soplo celeste, plasmase por fin en su for
ma adecuada, llegando a la letanía, se entonaban las ala
banzas latinas. Máter dolorosa, meter miserícordis, refu-
gium pecatorum, turris ebúrnea, estrella del alba.. . Cada
vez respondíamos: "ora pronobis." Por el aburrimiento y
el olvido, por las rodillas que dolían de estar hincadas...
"ora pronobis." También sabíamos que el ardiente amor
nos envolvía en su llama, y solía lanzar el castigo de un
cuartazo o de un pellizco, si por fatiga inoportuna alguien
se permitía un retozo o cabeceaba de sueño. Cierta dure
za acompañaba siempre a la pasión y mi madre se de
sesperaba si advertía frialdad, indiferencia en los suyos,
para asuntos que estimaba supremos. En mis reflexiones
más íntimas yo compartía sus preferencias. El patriotismo
y la historia, bien vistos, eran vicisitudes secundarias de
los pueblos. Las playas que cuentan, pensaba, no son las
del golfo de México ni las del mar de Cortés, sino aque
llas del Norte del África, en que el angelito se apareció a
San Agustín para disuadirlo del empeño de explicar los
misterios de la fe. Cogía en su cántaro agua del mar y la
echaba en un pequeño agujero. - ¿ Q u é haces? - pregun
tó el Santo. - L o mismo que t ú - replicó el ángel; -estoy
echando el mar en este agujero-. Mamá ¿Qué es un filó
sofo?, - indagaba yo; y ella, lacónica como el catecismo
respondía: -"Filósofo es el que se atiene a las luces de la
razón para indagar la verdad- . Sofista es el que defiende
lo falso, por interés o por simple soberbia y ufanía."
La palabra filósofo me sonaba cargada de compla
cencia y misterio. Yo quería ser filósofo. ¿Cuándo llega
ría a ser un filósofo?
E N LA CAPITAL
Vagos son los recuerdos de esta mi primera estancia
consciente en la metrópoli mexicana. Buscando en las
aguas profundas y oscurecidas de mi pasado, extraigo:
un doble corredor de columnas esbeltas, en tomo a un
patio con palmeras pequeñas, sillones de mimbre y un
comedor extenso con mesas blancas y cristalería. ¿Fue el
hotel "Bazar"? Luego, como si el tapete maravilloso nos
hubiese transportado allí, veo una vivienda de la calle del
Indio Triste. Farol de vidrio sobre una escalera angosta de
piedra con barandal de hierro. Llega de afuera el olor de
alquitrán sobre el asfalto nuevo. Mil circunstancias se pier
den igual que si meses enteros y aun años de nuestro
vivir muriesen antes que nosotros, sin que logremos resu
citarlas. Y me pregunto: ¿Qué hay de común entre el
jovenzuelo que se quedaba absorto ante las fachadas de
los palacios citadinos y éste que soy ahora incapaz de
reconstruirme en lo que fui? Los mismos efectos que
parecen determinar modalidades perennes, se descargan
de su vehemencia y fluyen con lo que pasó.
Me es más fácil rememorar lo que era mi madre enton
ces, que lo que fui yo mismo. ¿Acaso porque era persona
ella y yo todavía un conato? Sin embargo, en vano imagi
no lo que haya sido como persona social y sólo la concibo
como una especie de divinidad que cumplía conmigo una
tarea misteriosa. ¿Qué queda, pues, de cada uno?, ¿qué
queda del todo? La única respuesta que da mi experien
cia es que la pregunta conmueve, preocupa nada más en
la juventud. Más tarde, se alcanza la indiferencia dulce
que nos acerca casi con agrado a la muerte común. Cama
bien tendida del hospedaje que nos abriga tras la jornada
penosa. Buena cama la muerte si en ella despertamos a
mejor ventura que estas otras pequeneces que se nos
deshacen en la atención, aunque nos duela perderlas.
Vivía y por el hecho de vivir me estaba muriendo a dia
rio, pero no me acongojaba, ni siquiera lo advertía. Muy
distante aun, la muerte física no me preocupaba. ímpetus
tensos aguzaban mis sentidos y los saciaban de belleza
urbana. Con sólo asomarse al balcón, en la acera de
enfrente nos embobaba un palacio de piedra blanca, per
sianas verdes, zaguán en arco, entresuelo proporcionado
y principal con balcones regios. De la noble mansión salía
todas las tardes un carruaje flamante tirado por caballos
magníficos. Asombrados lo mirábamos torcer por la calle
de la Moneda. En ésta. El Museo Arqueológico al costado
de Palacio, la Escuela de Bellas Artes y la cúpula de
Santa Inés al fondo y la saliente de Catedral en el otro
extremo componen la más hermosa y singular perspecti
va del México castizo. A menudo atravesábamos la Mo
neda con rumbo a Jesús María, de estilo neoclásico y
columnas de acantos revestidas de oro. Todas las tardes
rezábamos allí el Rosario y cada mañana la misa en el al
tar del perdón, de la Catedral. La mejor Catedral de Amé
rica -recalcaba mi padre, mirándola-. Y con doble placer
de artista y de patriota nos paseaba delante de la cortina
oriental del Sagrario churrigueresco. Tallas y encajes de
piedra caliza entre dos tableros de rojo tezontle volcánico.
Encima, una cornisa de curvas que recuerdan la gracia de
un manto. Al lado, la Catedral majestuosa con su par de
torres robustas que encuadran la
fachada neoclásica de Tolsá, sobria y
proporcionada. Nunca hubo construc
ción más severa y grandiosa.
Entrando por el Sagrario, las naves
se reparten espaciosas en torno a una
cúpula circular. El ábside vertical le
vanta el empuje de las bóvedas. A la
izquierda una magnífica nave liga las
curvas arredondadas de este primer
recinto con las perspectivas majestuo
sas de las naves y columnas de la
Catedral. En los costados de ésta hay
capillas con enrejado de maderas olo
rosas; lujosa talla de bronce circunda
en barandal el coro adornado de esta
tuas, candelabros y tubos de órgano.
Al centro el altar mayor bajo un cimbo
rrio atrevido. Detrás, en el ábside, uno de los mejores reta
blos del barroco del mundo; el altar de los Reyes, todo de
oro, imágenes damasquinadas, columnas salomónicas.
Marcos suntuosos y óleos oscurecidos por el incienso. El
corazón saltaba primero, se sobrecogía después y se
sumaba al coro de las celestes alabanzas.
El atrio enverjado del costado poniente dejaba ver un
jardín lateral con el mercado de flores, anexo sobre la
calle de las Escalerillas. Ramos de claveles, manojos de
rosas recién abiertas, refrescadas con finas gotas de
agua que semejan el rocío; gardenias de carne blanca y
aroma intenso, violetas fragantes, amapolas como lla
mas, lirios de rojo y gualda o de azul violáceo, begonias
en macetas, tulipanes vistosos, pensamientos aterciope
lados, dalias cárdenas, crisantemos y azucenas: flora de
todos los climas gracias a la meseta sin estaciones y a la
inexhausta fecundidad de la costa inmediata.
Apartándose de los puestos de los vendedores, se pro
longa el jardín. Andadores irregulares de cemento en cua
dros afirman el borde metálico de camellones de césped y
plantas. Al centro de una fuente circular y asentada en
planta de piedra, una mujer de mármol vierte una jarra de
agua cristalina que en su caer incesante le ha desgastado
un pie de blancura lustrosa. Serena la cabeza griega, finos
los hombros, firmes las maternales pomas bajo la tela
simulada de mármol y el talle opulento, la divinidad anóni
ma se inclina alargando los muslos castos bajo los plie
gues de la piedra y sonríe a los niños que juegan en tomo.
Encima, el ramaje siempre verde difunde fragancias, sere
na la alegría del cambio en la inmutable perennidad.
Me había matriculado en la Facultad de Leyes, por elimi
nación. Sin aptitud alguna para el cálculo, la carrera de
ingeniero me estaba vedada por mi naturaleza. Una larga
convivencia con estudiantes de Medicina, me había reve
lado la exigencia a que se les sometía de aprender de
memoria los nombres de todos los huesos con sus face
tas y articulaciones. Perdido, así, en el detalle, y encami
nados desde el comienzo hacia la especialización, lo que
menos se preguntaban era lo único que me hubiera inte
resado; el secreto de los procesos del pensamiento; la
teoría de la voluntad o la psicología del amor. Todo ello
estaba más bien en los filósofos, y para estudiarlo no ne
cesitaba volverme impermeable al yodoformo. Hubiera
querido ser oficialmente, formalmente,
un filósofo, pero dentro del nuevo régi
men comtiano, la Filosofía estaba ex
cluida: en su lugar figuraba, en el curri
culum, la Sociología. Ni siquiera una
cátedra de Historia de la Filosofía se
había querido conservar. Se libraba
guerra a muerte contra la Metafísica.
Se toleraba apenas la Lógica y eso
conforme a Locke, casi como un capí
tulo de la Fisiología. Por propia inicia
tiva y al margen de la cátedra había
mos constituido un grupo decidido a
estudiar a los filósofos. Antonio Caso,
dueño de una gran biblioteca propia,
leía por su cuenta y preparaba sus ar
mas para su obra posterior, de demo
lición del positivismo. Yo formaba cua-
Vasconcelos niño
dros de las distintas épocas del pensamiento, de Tales a
Spencer, apoyándome en las Historias de Fouillé, de
Weber y de Windelbandt.
La disciplina legal me era antipática, pero ofrecía la
ventaja de asegurar una profesión lucrativa y fácil. En ri
gor, era mi pobreza lo que me echaba a la abogacía. Si
hubiese nacido rico, me quedo de ayudante del laborato
rio de Física y repito el curso entero de ciencias. Al entrar
a las cátedras de Jurisprudencia advertí como un descen
so en la categoría de la enseñanza. No era aquello cien
cia, sino a lo sumo lógica aplicada y casuística. La refor
ma científica no había llegado al derecho; faltábale un
genio filosófico que incorporara el fenómeno jurídico al
complejo de los fenómenos naturales. Spencer, en su vo
lumen de la Justicia, obra de consulta en nuestro curso,
ya iniciaba tarea semejante, pero, entre tanto, el aprendi
zaje se desarrollaba dentro de las disciplinas caducas. Y
mientras el célebre maestro Pallares disertaba en su
clase de Civil, yo me ponía a leer el periódico en un rincón
de la última banca.
Con no hacerme caso me fue ganando el viejo. Enjuto
de tez, ojillos penetrantes, frente muy blanca, sienes deli
cadas y cabellos negros, levemente rizosos, sus fieles lo
comparaban con Sócrates. Por la fealdad y por unos sar
casmos que yo hallaba crueles.
Hablaba apoyando el mentón en el puño de oro de su
bastón y con gala de impertinencia, exclamaba: "Esto no
se los explico porque ustedes no me entenderían... este
país de catorce millones de imbéciles"... Me irritaba oír
todo aquello en labios de un simple abogado. "Sabrá su
Derecho Mercantil, - ref lexionaba-, pero ¿qué sabe de
Filosofía?" Ignoraba yo las virtudes del hombre; nada sa
bía de su vida austera, ni de su constante, firme protesta
contra el despotismo porfiriano. Generalmente reconoci
do como el primer abogado de la República. Vivía, sin
embargo, postergado, y se había hecho inmodesto a
fuerza de ser injustamente tratado. A diferencia de tantos
otros, debía su cátedra a una oposición y no a nombra
miento de la dictadura. Titulado en Michoacán y fervien
te católico, jamás había transigido ni con su creencia ni
con la farsa y abuso de los hombres de la administración.
A fuerza de tenacidad inteligente, sostenía un bufete de
buenos ingresos, pero en los grandes negocios figuraba,
si acaso, como consultor y los honorarios gordos iban a
las manos de medianías complacientes con el régimen,
protegidos del déspota. Por experiencia sabía que sus
mejores alegatos podría echarlos por tierra una suges
tión, una consigna del Caudillo. Todo esto lo fui averi
guando paulatinamente. Su talento y su ciencia, su ínti
ma bondad bajo la agria apariencia, se manifestaban tar
díamente y como a pesar suyo. Al principio era yo del
bando que lo contrariaba.
Pues, en efecto, había dos bandos. Contra Pallares
estábamos los preparatorianos de la Metrópoli, antijuaris-
tas y cientifizantes que nos sentíamos rebajados de estu
diar el Derecho Romano, después de haber cursado el
plan de Comte en la Preparatoria. En el bando de Pallares
se filiaban los que habiendo hecho su Secundaria en los
Estados, conservaban el criterio indeciso entre la ciencia
y la ideología jacobina. Y aunque Pallares no era jacobi
no, procedía de la provincia y no era afiliado a Comte.
Además, era el rival de Justo Sierra y los metropolitanos
éramos sierristas. Justo Sierra era el poeta, el literato vul-
garizador de la teoría positivista en el arte y en la vida. Su
obra de Ministro de Educación todavía no comenzaba,
pero ya era conocido como el maestro más culto, más elo
cuente de la época.
Tan elocuente que en su clase de Historia, cada año,
arrancaba aplausos disertando con entusiasmo sobre la
libertad de Atenas. En cambio jamás abrió los labios para
comentar el derrumbe de las libertades mexicanas. Des
pués de sus discursos helenizantes, el pobre se iba a la
Corte, a firmar sentencias como Magistrado del porfiris-
mo.
Unos de los motivos del desprecio de Pallares por sus
alumnos era nuestra ignorancia del latín. Yo había estu
diado y olvidado dos años de latín campechano, pero mis
compañeros, en su mayoría, sólo habían pasado por el
curso de "raíces griegas" que nos daba el maestro Ribas,
un judío sefardita muy capaz, pero que, desilusionado de
lo poco que podía hacerse en un solo curso, se limitaba
a bromear con sus alumnos. Pallares, con razón, se pre
guntaba: - "¿Qué puedo hacer con estudiantes incapa
ces de entender una cita?" - Y no sólo lo decía en clase;
lo había dicho en los consejos de las Facultades y lo
había sostenido en el Congreso.
De allí procedía su choque formal con Justo Sierra. Al
discutirse en el Congreso la reforma de la enseñanza, el
asunto del latín se había convertido en cuestión de parti
do. Los liberales estaban contra el pasado porque era
pasado y contra el latín porque es el idioma que se usa
en las misas. Los positivistas se apoyaban en la autori
dad de Spencer que elimina las lenguas muertas a favor
de las vivas, sin duda para que poco a poco vaya que
dando sólo el inglés. Así como los liberales eran yanqui-
zantes, los positivistas se creían muy británicos siguien
do a Spencer. Ni unos ni otros se tomaban el trabajo de
informarse de que al latín dedican y dedicaban hasta
cuatro años todos los colegios de segunda enseñanza de
Inglaterra y los Estados unidos. Se daba, pues, el caso
de que un país latino suprimía de sus programas de
enseñanza, el latín, en tanto que el vecino país sajón,
multiplicaba universidades y colegios en que el latín es
obligatorio. Contra este absurdo propósito que recuerda
esas estampas de zulúes descalzos y con sombrero de
seda europeo, se levantó Pallares y habló convincente y
firme. Pero los diputados... los diputados de entonces,
menos ignorantes que los de ahora, mantenían sin em
bargo, igual tradición de servilismo. Pallares era inde
pendiente; por lo mismo, un sospechoso. Atender sus ra
zones equivalía casi a traicionar el régimen. Don Justo
representaba la opinión oficial; era Subsecretario; el
gobierno siempre tiene razón para sus lacayos. Le bastó
a Don Justo con una broma para destruir a su contrincan
te. Al contestarle, lo designó cambiándole de intento, el
nombre... "el señor Pajares"... Irritado éste por las dis
cusiones, no advirtió el peal, y quiso rectificar: -"Pallares,
señor"... - "Pajares, "insiste don Justo volviéndose a su
público. Las risas estallan, la votación se apresura y triun
fó la consigna abolicionista de las lenguas muertas. La
intelectualidad del régimen proclamó la nueva victoria
obtenida contra "las tinieblas." De su derrota injusta guar
daba Pallares un rencor mudo que hacía extensivo a to
dos los que llegábamos de la Preparatoria.
- "Según veis - concluía desde su cátedra el sardóni
co maestro, tras de explicar algún precepto jurídico des
conocido por una práctica de abusos, esto no está al
alcance de los catorce millones de imbéciles que compo-
ien la República"... - "Zafo, maestro," - m e ocurrió a mí
ritar un día desde mi banco-"¿Qué dices, muchacho?"
"Que le ruego haga en mi favor una excepción entre los
atorce millones"... - "Pues sin duda eres tú el más pre-
untuoso de todos.. . repuso-Aver , ¿cómo te llamas?..."
Días después, desde su pupitre, para interrogarme,
improvisó, entre burlón y afectuoso:
"En la pálida silueta de los cielos
se destaca tu figura, Vasconcelos."
El hombre áspero ganó fácilmente mi afecto. Pero pasa
ron muchos años antes de que pudiese apreciar todo el
alcance de su lucha ingrata contra el medio que nos incu
baba.
U N ATENEO DE LA JUVENTUD
Nuestra agrupación la inició Caso con las conferencias y
discusiones de temas filosóficos, en el salón del Ge-
neralito de la Preparatoria, y tomó cuerpo de Ateneo con
la llegada de Henríquez Ureña, espíritu formalista y aca
démico. Lo de Ateneo pasaba, pero llamarle de la ju
ventud cuando ya andábamos en los veintitrés, no com
placía a quien como yo se sintió siempre mas allá de sus
años. Era como ampararse en la minoría al comienzo de
una batalla comenzada antes del arribo de Pedro Henrí
quez. La batalla filosófica contra el positivismo. El aban
derado fue siempre Caso y nuestro apoyo Boutroux. El
libro de éste sobre la contingencia de las leyes naturales,
hábilmente comentado, aprovechado por Caso, destruyó
en un ciclo de conferencias, toda la labor positivista de
los anteriores treinta años. No puedo decir que a mí tam
bién me impresionara el libro de Boutroux. Negativo en
sus conclusiones, No me importaba gran cosa el proble
ma de si las leyes de la ciencia eran simplemente sumas
de experiencias o coincidían con la necesidad lógica; lo
que yo anhelaba era una experiencia capaz de justificar
la validez de lo espiritual, dentro del campo mismo de lo
empírico. Y es esto lo que creí deducir de Maine de Biran
y su teoría del "sentimiento del esfuerzo"... De aquí la
doble dirección del movimiento ideológico del Ateneo.
Racionalista, idealista con Caso, antiintelectualista, vo-
luntarista y espiritualizante en mi ánimo.
Por su parte los literatos Pedro Henríquez, Alfonso
Reyes, Alfonso Cravioto, imprimieron al movimiento una
dirección cultista mal comprendida al principio, pero útil
en un medio acostumbrado a otorgar palmas de genio al
azar de la improvisación, y fama perdurable, sin más
prueba que alguna poesía bonita, un buen artículo, una
ingeniosa ocurrencia.
Por otra parte, mi acción en aquel Ateneo, igual que
en círculos semejantes fue siempre mediocre. Lo que yo
creía tener dentro no era para ser leído en cenáculos,
casi ni para ser escrito. Cada intento de escribir me pro
ducía decepción y enojo. Se me embrollaba todo por
falta de estilo, decía yo; en realidad, por falta de claridad
en mi propia concepción. Además, no tenía prisa de
escribir; antes de hacerlo me faltaba mucho que leer,
mucho que pensar, mucho que vivir. Algunos de mis
colegas lo comprendían y afirmaban su esperanza en lo
que al cabo harían. No faltó, sin embargo, literatuelo pre
coz y más tarde fallido, que me dijese como negándome
el derecho de ateneísta.. . - "Bueno y tú ¿qué escribes,
qué haces?..." Le respondí, deliberadamente enigmático
y pedante: "yo pienso"...
Con todo, se acercaba la fecha del examen profesio
nal y era menester presentar una tesis. Ningún tema jurí
dico me interesaba. La economía política la había estu
diado como el que más, rebatiendo al catedrático el
supuesto carácter de ley que daba a la oferta y la
demanda, oponiendo al Leroy Beaulieau del texto, los
argumentos socialistas a lo Lasalle y Henry George.
Pero, aquello era la despensa del edificio científico, tema
para las amas de llaves de la inteligencia. Eliminando
aquí y allá, llegué, por fin, a la única pregunta que me
había interesado en relación con la disciplina jurídica:
¡Qué puesto ocupa ésta, en el concierto de las causas!
¡Cuál es la índole íntima del fenómeno jurídico! ¡Qué
relación hay entre el acto jurídico y la ley más general de
la ciencia, la ley de conservación de la energía! En otros
términos deseaba ensamblar en la doctrina de la prepa
ratoria la práctica de Papiniano. Para ello urgía otorgar
al derecho un valor conexo del principio general del
saber de la época. Así como para el romano, la lógica
aplicada a las relaciones sociales dio la norma jurídica,
ahora había que buscar un entronque causal y dinámico
para explicar las funciones sociales y más especialmen
te, los conflictos de apetencia que determinan la necesi
dad del derecho. Una solución dinámica; con sólo enun
ciarlo ya tenía marcado el camino, pero el momento era
tímido. Los libros del propio Caso dan fe de esta ten
dencia erudita. Los literatos de mi grupo no se decidían
a escribir, por ejemplo, una novela; se gastaban en
comentarios y juicios de la obra ajena a lo Henríquez
Ureña, que les hacía de maestro. Atenido, pues, a mi
propia audacia, busque analogías del acto jurídico, con
el acto voluntario de los psicólogos, con el acto biológi
co, con el proceso químico, y, finalmente, con el mecá
nico. Tal y como se solucionan los conflictos de fuerza,
así deberían solucionarse en una sociedad perfecta los
conflictos jurídicos. En teoría, quien más haya menester
de una cosa, quien más ponga en ella apetencia y volun
tad, ese debe ser su dueño, en tomo de estas apeten
cias sinceras, la sociedad debe obrar como en la com
posición de fuerzas, colaborando con los deseos nobles,
vigorosos pero libres de mezquindad. Me hacía falta
entonces discutir, hablar las ideas antes de escribirlas.
Con Caso me puse a hablarlas, me ayudó con su instin
to de sabio y su visión lúcida. Él no estaba conforme con
mi ocurrencia; el derecho era un fenómeno social; no
aparecía donde no había coacción; no era legítimo con
cebir el derecho como un impulso natural, menos como
una fuerza. En torno al Tratado Ético Político de
Espinoza, discutimos largamente. Fundándome en el
libro de Fouillé, sobre las ideas fuerzas, objetaba yo que,
aun la ideación, fenómeno más imponderable que volun
tad manifestada en el derecho, era asimilable y debía
serlo al concepto de fuerza, noción física y de toda la
filosofía, noción moderna.
Escribí sobre el Derecho como fuerza y dinamismo
interno de las relaciones sociales. Partiendo del concep
to primordial de impulso, procuré determinar de qué
manera, dentro del juego múltiple de la dinámica, emer
ge la oposición jurídica tal fatalmente como choca y se
combina la fuerza de los remos y las fuerza de la corrien
te en el bote que sube el r ío. . . Cuando llegué a definir:
"Concepto Dinámico del Derecho", sentí pasar por la
frente un relámpago. Antes que a nadie, leí mis cuartillas
a Caso.. .-"Es cur ioso- observó-; ha escrito usted bas
tante páginas sin hacer citas y sin perder de vista su
tema.. . es raro que nosotros no podamos escribir así. . .
en fin es original su trabajo y lo felicito."
Y su enhorabuena fue sincera porque consciente
Caso de su propio valer, no conocía la envidia y era por
naturaleza generoso.
Las dudas se adormecían con las discusiones seudofilo-
sóficas de nuestro cenáculo literario. Caso seguía siendo
el eje de nuestro grupo, pero su carácter apático y a ratos
insociable no hubiera mantenido alianzas sin la colabo
ración de Henríquez Ureña. Educado en colegios de tipo
antiguo, desconocía por completo la teoría científica y el
proceso del pensamiento filosófico. En preparación lite
raria, en cambio, nos aventajaba. Por su iniciativa entró a
nuestro círculo demasiado abstracto, la moda de Walter
Pater. Su libro dedicado al platonismo durante mucho
tiempo nos condujo a través de los diálogos. Leíamos
éstos en edición inglesa de Jewett. En la biblioteca de
Caso o en la casa de Alfonso Reyes, circundados de
libros y estampas célebres, disparatábamos sobre todos
los temas del mundo. Preocupados, sin embargo, de
poner en orden a nuestro divagar y buscando bases dis
tintas de las comtianas, emprendimos la lectura comen
tada de Kant. No logramos pasar de la Critica de la Ra
zón, pero leíamos ésta párrafo a párrafo deteniéndonos
a veces en un renglón. Luego, como descanso y recreo
de la tarea formal, leíamos colectivamente el Banquete o
el Fedro. Llevé por primera vez a estas sesiones un doble
volumen de diálogos de Yajnavalki y sermones de Buda
en la edición inglesa de Max Muller por entonces recien
te. El poderoso misticismo oriental nos abría senderos
más altos que la ruin especulación científica. El espíritu
se ensanchaba en aquella tradición ajena a la nuestra y
más vasta que todo el contenido griego. El Discurso del
Método cartesiano, las obras de Zeller sobre filosofía
griega, y Windelband, Weber, Fouillé en la moderna, con
mucho Schopenhauer y Nietzsche por mi parte y bastan
te Hegel por la de Caso, tales eran los asuntos de nues
tro bisemanal departir. De Hegel leí la Estética, sabore
ando la contradicción que me inspiraba cada página. Por
ejemplo, desde antes de conocer el gótico ya tenía for
mulado el propósito de escribir una estética fundada en
la cúpula iránica. Prefería el arte profuso totalizante de la
India al arte esquemático que el europeo adopta de
modelo a causa de cierto primitivismo estético o bien por
exceso de abstracción idealista. Hurgando en el pensa
miento exótico caí, por fin, en mi predilección más per
manente: la Escuela de Alejandría. La conocí a través del
libro admirable de Vacherot. Había de él un solo ejemplar
en la Biblioteca Nacional. Durante muchos años traté de
adquirir esta obra que tantos anhelos despertaba en mi
conciencia. En mis destierros por los Estados Unidos
volví a encontrarla en la biblioteca de Washington y de
Nueva York, pero siempre como ejemplar raro. Y una vez
en París me la señalaron en un catálogo de ediciones
agotadas; pedían quinientos francos por el volumen. Ya
había sido hasta ministro pero no pude afrontar el gasto.
Al principio, los discursos de Juliano, que Vacherot da en
resumen, me causaban emoción profunda, me hacían
llorar. Imaginaba al gran equivocado perdonado por Je
sús, reconciliado en lo Divino. Otra edición que en vano
procuré poseer es el Bouillet con las Eneadas de Plotino,
que leía en la Biblioteca Nacional.
Mis compañeros eran goethianos y se complacían
descubriendo reflejos olímpicos en el busto que guarda
ba Caso en su estudio. La discusión acerca de los carac
teres del hombre grande nos consumía largos ratos. Yo
no le perdonaba a Goethe su servilismo con los podero
sos, y proclamaba a Dante y a Platón como prototipos de
la grandeza humana. En cuanto a Spencer, sólo lamen
tábamos que su evolución no le hubiese logrado en dos
mil años de ensayo un talento comparable al de Gorgias.
Mis colegas se dejaban llevar de la afición erudita. Y
menos malo que la erudición de entonces estuvo domi
nada por la figura grande de Menéndez y Pelayo. Todos
releíamos su Historia de la Ideas Estéticas y los Hetero
doxos. Aun no llegaba por América el contagio de los
estudios detallistas y formales, gongorismos y prosa de
filósofos que tropiezan con las sintaxis. Manejábamos
ideas preocupándonos de la esencia del pensamiento,
más que de la moda de su atavío. Nos preocupaba el ser,
no la "Cultura". No nacía aún o no nos llegaba esta nueva
relación del saber por el saber, más necia que la misma
religión de la ciencia que en aquel instante superábamos.
Por mi parte, nunca estimé el saber por el saber. Al con
trario: saber como medio para mayor poderío y en definiti
va para salvarse; conocer como medio de alcanzar la su
prema esencia; moralidad como escala para la gloria, sin
vacío estoicismo, tales mis normas, encaminadas fran
camente a la conquista de la dicha. Ningún género de cul
to a lo que sólo es medio o intermedio y sí toda vehemen
cia dispuesta para la conquista de lo esencial y absoluto.
Mis colegas, leían, citaban, cotejaban por el sólo amor
del saber; yo egoístamente atisbaba en cada conoci
miento, en cada información, el material útil para organi
zar un concepto del ser en su totalidad. Usando de una
expresión botánica muy en boga en nuestro medio, to
maba de la cultura únicamente lo que podía contribuir a
la eclosión de mi personalidad. Yo mismo era brote inmer
gido en los elementos y ansioso de florecer. Usaría las
raíces, el tallo, las hojas, cuanto pudiese contribuir a la
eclosión personal. Contrastando temas como el de Richet
el Psicólogo y Main de Biran, el vitalista, seguía desde
sus comienzos, en la irritabilidad, hasta sus deliberacio
nes en el análisis de Stuart Mili, los procesos de la volun
tad, buscando en su desarrollo, el momento en que la ley
moral se hace independiente si no es que se opone a la
ley fisicobiológica. Desechando como vanos los esfuer
zos de Spencer en la Justicia, cuando concluye que el
acto ético es simple extensión y sobrante del egoísmo
biológico, yo enfrentaba el acto ético al mecánico y a par
tir de tal antítesis desarrollaba toda una teoría sobre la
actividad, desinteresada, en el sentido de ajena al rigor de
causa y efecto. Para indicar la nueva actividad, usaba de
una palabra que inventamos en nuestras deliberaciones:
atelesis, sin causa, energía espontánea y espiritual. Así,
a base de dinamismo contemporáneo y de sugerencias
de Tales de Mileto, tomadas de Zeller, empecé a construir
una tesis que, por sus derivaciones estéticas, ligué al
nombre de Pitágoras. Por relámpagos mentales que me
causaban una dicha infinita, captaba conceptos que en
seguida traducía en apuntes. De tal manera se fue orga
nizando el material de mi primer ensayo sobre Pitágoras.
Un dinamismo que se inicia en las cosas, pero transfor
mándose por intermedio del hombre, se dirige a lo divino.
Mi vida tenía ya un objeto, pues había dado con el tema
necesario para componer una infinidad de variaciones, si
no es que la completa sinfonía de un sistema.
Mis apuntes de entonces, incompletos, desordena
dos, inútiles para la publicación inmediata, contenían,
sin embargo, la esencia de lo que más tarde he desa
rrollado. Suscitada por El origen de la Tragedia de
Nietzsche, apunté mi teoría de una tercera etapa místi
ca, superadora de lo dionisíaco. A fin de desenvolverla
estudié el baile según el triple concepto. Encarnaba el
período apolíneo en el baile clásico, según las estampas
y las teorías de Isadora Duncan. Representaba lo dioni
síaco el género f lamenco andaluz, según la versión vo
luptuosa de una Pastora Imperio, y, por último, imagina
ba lo místico según la danza religiosa de las bayaderas
que convierten la voluptuosidad en ofrenda paralela del
incienso que aroma el altar.
Por contagio del ambiente literatesco me metí a la ta
rea ingrata de escribir descripciones de cada una de
estas danzas. Leía estos trozos en el Ateneo y resultaban
pobres, defectuosos de estilo. No revelaban lo que había
querido poner dentro de la trama verbal. Ni me hubiera
bastado ninguna literatura para una composición en la
que yo vertía las resonancias del Cosmos. Hubo uno, no
sé si Chucho Acevedo, quien dijo: Tu asunto requeriría el
estilo de Mallarmé. Imposible convencerlos de que un
Pater, un Mallarmé, intérpretes de decadencias, no pue
den con el peso de una visión nueva, vigorosa y cabal
del mundo. No era estilo lo que me faltaba sino precisión,
claridad del concepto. Pues mi concepto resultaba de tal
magnitud que al desenvolverse crearía un estilo, cons
truiría su propia arquitectura. En desquite pensaba:
"Estos colegas míos literatos, van a salirme un día con
que los fragmentos de Pítágoras necesitan el retoque de
algún Flaubert."
Muchos de ellos fueron avanzada de los que hoy des
deñan a Balzac por sus descuidos de forma y, en cam
bio, soportan necedades de Gide o de Proust, como que
eternamente los profesionales del estilo ignoran el ritmo
de relámpago de los mensajes que contienen espíritu...
D E INTÉRPRETE
Con motivo de cierto negocio tuve ocasión de ver por pri
mera vez, de cerca, al viejo Caudillo. Me llevó Warner a
una conferencia en calidad de intérprete. Se trataba de
solicitar garantías para unos mineros yanquis del Estado
de Oaxaca. Nuestro cliente exhibía presentaciones del
Presidente americano Taft, que le abrían todas las puer
tas del mundo oficial. Nos recibió el viejo en el Salón
Verde del Palacio. Se sentó con sencillez para escuchar
nuestro caso con atención que ya hubieran querido los
clientes mexicanos. Antes de abordar el asunto me inte
rrogó: - " ¿ D e dónde es usted?"... - D e Oaxaca.. . - " ¿ S e
llama?" "¿Hijo de quién?"... "Ah, nieto de Calderón. Y
dígame, ¿cómo está Carmita?" - Murió, etc. Se había
acordado de la niña que cuarenta años antes, preparaba
las vendas con que se curaba la herida el patriota. Algo
familiar advertí en su voz, su ademán; sin embargo, no
caí en sentimentalismo. Estaba yo frente al amo de los
mexicanos y no lo encontré ni simpático ni extraordinario.
DE POLÍTICO
Por más que no desempeñaba cargo alguno oficial, no
fue posible alejarme del todo de las actividades políticas.
A efecto de preparar nuestra intervención en las próxi
mas elecciones y para defender los intereses de la revo
lución, que con pocas excepciones habían quedado
fuera del gobierno, designó Madero un Comité al que to
có organizar el Partido Constitucional Progresista. Nom
brado entre los de la Comisión, más tarde resulté Vice
presidente del nuevo Partido. A él empezaron a afiliarse
algunos patriotas y otros que sonreían a la nueva situa
ción a efecto de ganar un puesto. También comenzamos
a ser el blanco de los irreconciliables, los caídos de la
pasada administración que por reconocerse taras irre
mediables, no veían esperanza de medrar, donde gober
násemos nosotros.
ADRIANA
Con motivo de estas innobles embestidas de la oposi
ción, me referiré a la que ejerció tanta influencia en cier
ta época de mi vida. La llamaremos Adriana. Se presen
tó a mi despacho con tarjeta del propio Madero. Necesi
taba abogado, pero no ante los tribunales, sino ante la
opinión. Hacía tiempo que la molestaban bajamente, sólo
porque se había atrevido a inaugurar un servicio de
enfermeras neutrales, cuando la Cruz Roja porfirista de
claró que no curaría a los rebeldes. El país entero acla
mó entonces como heroína a quien supo reclutar muje
res y médicos, para acudir al campo rebelde desatendi
do del servicio oficial. Pero ahora se volvían contra ella,
a veces hasta los mismos que la habían aplaudido. Su
fidelidad al gobierno la arrastraba en la misma ola de fan
go que a nosotros nos batía. Sin titubeo escribí una serie
de artículos apasionados en defensa de la correligionaria
y en homenaje de la mujer cuya belleza notoria, desde el
primer momento me fascinó. Para caracterizar su atracti
vo desenterré la frase de Eurípides: "hermosura punzan
te como la de una rosa.. ."
Era una Venus elástica, de tipo criollo provocativo y
risa voluptuosa. Pronto comprobé que era una de las
raras mujeres que no desilusionan en la prueba, sino que
avivan el deseo, acrecientan la complacencia más allá de
lo que promete la coquetería y lo que exige la ambición.
Para platicar de sus asuntos me visitaba en el bufete
cuando concluía la jornada. Algunas veces esperaba
mientras atendía algún cliente de última hora o daba las
órdenes para el trabajo del día siguiente. Luego salíamos
tomados del brazo, caminando por las calles más concu
rridas, olvidados de la gente y de sus asechanzas. Aca
baba de ascender Madero a la Presidencia. Celebraba
la ciudad las Posadas tradicionales; mi esposa las feste
jaba con sus amistades de Oaxaca. Los familiares de
Adriana también se divertían en su círculo. Ella y yo, los
dos solitarios, más bien, acompañados del mundo, com
prábamos de paso, la langosta en el Colón, y champaña,
y tomábamos el camino de Tizapán. Vivía allí, en una
pequeña quinta que le cediera provisionalmente su
padre, modesta de habitaciones pero con jardín magnífi
co y árboles seculares.
Las palabras de Adriana fluían como las notas de la
flauta que hipnotiza a las bestias. Desde hacía años la
serpiente de mi sensualidad reclamaba una encantado-
ra. A su lado brotaba de mi corazón la ternura y de mis
sentidos el goce. La boca de Adriana, fina y pequeña,
perturbaba por un leve bozo incitante. Unos dientes blan
cos, bien recortados, intactos sobre las encías limpias,
iluminaban su sonrisa. La nariz corta y altiva temblaba en
las ventanillas voluptuosas; un hoyuelo en cada mejilla le
daba gracia a los ojos negros, sombreados, abismales,
contrastaban con la serenidad de una frente casi estre
cha y blanca, bajo la negra cabellera abundosa. Decía de
ella la fama que no se le podría encontrar un solo defec
to físico. Su andar de piernas largas, caderas anchas,
cintura angosta y hombros estrechos, hacía volver la
gente a mirarla. Largo el cuello, corto el busto, aguzados
los senos, ágilmente musical el talle, suelto el ademán,
estremecía dulcemente el aire desalojado por su paso.
Bajo la falda, una pantorrilla gruesa remataba en tobillo
airoso, redondo y empeine arqueado de danzarina. El
vientre de Adriana era digno de la esmeralda de Salomé.
Deprimido el esófago, adelantado en el pubis. Cuando
vestía seda entallada color de vino, su cutis delicado era
nácar y oro. Y bastaba tocarle la mano para sentir la
voluptuosidad de los serrallos.
Tan rara perfección del demonio andaba ya por los
treinta y no había llegado ni a bailarina famosa ni a reina.
De broma solía decirle que era lo mejor del botín revolu
cionario, por lo que yo me la adjudicaba. La vida anterior
de Adriana era un tanto turbia, casada y divorciada, una
vez, viuda otra, conocía el idioma inglés con esa perfec
ción que no se adquiere en los libros. Por el sur de Es
tados Unidos vivió una temporada y allí aprendió enfer
mería. Entre sus ascendientes había un ministro de
Juárez y emigrantes vascos establecidos desde antiguo
por Veracruz. Era perseguida de pretendientes y de mur
muradores. Para dormir a su lado era preciso guardar un
ojo en asecho. Especialmente en aquella casa quinta de
árboles frondosos y tapias altas, donde caían, ya tarde,
dos o tres hermanos celosos.
Uno de los más recientes caprichos de Adriana había
sido presentarse a una asamblea de estudiantes de
Medicina, donde se hacía censura de su gestión como
enfermera en campaña. Al principio, su belleza se impu
so, pero se mostró gobiernista en su discurso, y ciertos
galanteadores desechados hicieron correr la voz de que
era la amante de Madero; la heroica asamblea se puso a
sisearla. Ocurrió todo esto días antes de que yo la diri
giera. Lo primero que le aconsejé fue la abstención com
pleta de toda presencia en público y el silencio. Que me
dejara a mí liquidar esas cuentas: ya llegaría la ocasión.
Se presentó ésta justamente, con motivo de las mani
festaciones antimaderistas que siguieron a la visita de
Manuel Ugarte. Los estudiantes, equivocados, se hacían
instrumento de los enemigos del nuevo régimen o del
sentir de sus familiares heridos en algún interés personal,
o simplemente resultaban un reflejo de la pasión acumu
lada en el ambiente del momento. Lo cierto es que lleva
ban días de celebrar juntas y pronunciar discursos por
plazas y calles. Nos acusaban de falta de patriotismo. El
gobierno despilfarraba, si no es que robaba, los dineros
de la reserva acumulada por Porfirio Díaz. La nación
estaba en peligro. La juventud debía actuar. Crecidos en
sus exigencias, los alumnos de Jurisprudencia echaban
de la Dirección a Luis Cabrera. Otro grupo se había ido a
buscar profesores del porfirismo para fundar la Escuela
Libre de Derecho. Para campeones de la ley buscaban a
los antiguos servidores de la tiranía. Sin embargo, todo el
mundo observaba y callaba. La prensa toda tomó el par
tido de "la juventud". Se erguía el fetiche del estudiante.
Tanta confusión de valores me irritaba aun sin estar yo
mezclado en ella, pero ahora la amistad con Adriana me
encendió. Llamé a un reportero del diario más leído; le
entregué unas declaraciones. Recordaba en ellas el
envilecimiento de la clase estudiantil durante el porfiris
mo. Hacía memoria de las mascaradas de adhesión al
caudillo encabezadas con los estandartes de las escue
las que tantas veces así deshonramos. Que no anduvie
ran ahora hablando de la libre Escuela de Jurispruden
cia, porque no había sabido serlo durante la tiranía y
ahora abusaba de la libertad. "Qué no se ufanaran nada
más de ser jóvenes, porque se podría ser joven y servil,
como lo fue la mayoría que no se conmovió con nuestra
prédica revolucionaría, que no contribuyó al peligro ni
oyó la voz del deber..." El efecto fue inmediato; se jun
taron todas las escuelas y decidieron celebrar una mani
festación de protesta contra mí persona. Por momentos
recibía de los amigos noticias de la marcha de los deba
tes y de los términos del plan aprobado. Los diarios de la
tarde publicaron los discursos adversos y el programa de
la manifestación hostil. Una palpitación de odio conmo
vió a la ciudad. A eso de las seis de la tarde desembo
caba la columna por Plateros. Varios miles de colegiales
venían de sus escuelas del rumbo de San Ildefonso y se
dirigían a mi despacho en la calle de San Francisco.
Avanzaban por la avenida gritando "mueras" y detenién
dose en las esquinas para pronunciar discursos. El públi
co de paseantes que a esa hora llena la avenida, escu
chaba con maledicencia y curiosidad. Por la lengua inge
nua de la juventud hablaba el rencor anónimo. Algunos
oradores no me conocían, pero se exaltaban adjetiván
dome. Cuando llegaron casi a la esquina de la "High
Life", cerré mi balcón y bajé a la calle para curiosear. Me
situé enfrente por el callejón de los Azulejos. Allí, con la
salida franca, escuché la algarabía. No pasó de algún
vidrio roto en los bajos. Los manifestantes llegaron ya
fatigados y como mi balcón era alto y lo vieron a oscuras,
duraron poco en su labor ofensiva. Se dispersaban ya
cuando un grupo me vio, al borde de la acera. La sor
presa de encontrarme a pie, revuelto entre ellos, me dio
tiempo a cambiar de calle y perderme de nuevo entre la
gente. A la vuelta tomé un taxi. No había querido que
uno solo de mis amigos me acompañara en el trance,
porque secretamente y en sitio previamente convenido,
me esperaba Adriana. La encontré excitada, nerviosa,
casi dichosa. Ella también había buscado la manifesta
ción y desde un auto la siguió a distancia.
¿Ahora qué haría yo? Qué bien les había dolido el
castigo. ¿Y qué más iba yo a decirles? Por lo pronto
resolvimos cenar juntos. Después, ¡sí los muchachos
hubieran podido imaginar mi gratitud! Pocas veces un
vencedor fue tan ampliamente recompensado.
MADERO, GOBERNANTE
Nunca prometió Madero imposibles, por más que sus
enemigos lo tacharon de demagogo. Desde sus primeros
discursos a los obreros de Orizaba, recordó que el secre
to de la prosperidad está en el trabajo y no en la engañi
fa de sistemas que adulan a tal o cual clase de la pobla
ción. Sin incitar al indio contra el blanco, inició la tarea de
despertar a la raza vencida; sin proclamarse de derecha
o de izquierda estuvo siempre atento al mayor bien de los
humildes, sin preocuparse de la enconada hostilidad de
los explotadores. Más allá de lo económico también vio
su atención de estadista. Durante su gobierno la educa
ción pública recibió el primer gran impulso de difusión. En
los mejores tiempos de la administración porfirista, el pre
supuesto de educación pública no alcanzó más de ocho
millones de pesos. Madero elevó el presupuesto de
Educación a doce millones y con el aumento estableció
las primeras escuelas rurales sostenidas por la
Federación. La Universidad le fue antipática por su posi
tivismo que él quería sustituir con un espiritualismo libre.
Su empeño de difundir la enseñanza respondía al deseo
de cimentar la democracia. Desde el principio nuestra
sociedad padece la periódica invasión de la barbarie del
campo sobre los centros de cultura que se forman en la
ciudad. Cada revolución ha sido desencadenamiento sal
vaje que arrasa el trasplante europeo penosamente cul
tivado por mestizos y criollos. Así, nuestras ciudades son
islotes de un mar de incultura.
Desde la época de las Misiones, la dificultad de pene
tración en la masa indígena explica el constante peligro
de la idea cristiana, diseminada en un ambiente que si
gue siendo azteca en su capa profunda. Transformar es
te aztequismo subyacente, es una condición indispensa
ble para que México ocupe sitio entre las naciones civili
zadas. Mientras no sean educadas las masas, subsistirá
el sistema de sacrificios humanos, así se llame Victoriano
Huerta o Plutarco Elias Calles el Moctezuma en turno.
Todo esto sentía latir Madero bajo la costra de la demo
cracia que implantaba. El viejo instinto que pide sangre
no estaba vencido. Para aplastarlo confiaba en su ejem
plo y confiaba en la escuela. Con diez años de escuela
maderista, no hubiera sido ya posible el carrancismo; no
habrían vuelto a aparecer en nuestra historia los Orozco
y Panchos Villa. Madero liquidaba el facundismo, la su
premacía del bruto armado, sobre el civilizado construc
tor. Es decir, cambiaba el sentido de la historia nacional.
Y nunca desperdició ocasión de hacer prevalecer los
valores de la mente sobre los impulsos del instinto. Entre
los hombres del porfirismo salvó a Justo Sierra, lo hizo
Ministro de México en España. Y al ocurrir su muerte
honró al educador por encima del guerrero.
En el Paraninfo de la Universidad se celebró una
mañana la ceremonia mortuoria. Presidió Madero desde
el sitial de la Rectoría. Llenaron el hemiciclo centenares
de estudiantes, poetas, artistas, jóvenes, viejos, mujeres,
todo lo que en México representaba algo en materia de
pensamiento. En la plataforma central, el féretro recién
desembarcado de ultramar, cubierto de paños negros,
era escoltado por guardia de honor, alumbrado con pebe
teros de llama azulosa.
Dijo el discurso oficial Urueta. Recordando su protec
ción comparábalo a la de aquel elefante de la India que
vigila a los niños cuando juegan y los recoge con la trom
pa en el instante en que trasponiendo los linderos del jar
dín podrían ser presa de las fieras que vagan en torno.
Urueta lloraba al terminar su discurso; el auditorio se con
movió profundamente y Madero secó en público sus lá
grimas. Nada le debía a Don Justo, pero rubricaba el es
fuerzo del patriota que persistió en su tarea no obstante el
medio impuro que hubo de tolerar. La gente se sorprendía
de ver al Presidente llorando y no pocos siervos murmura
ron: Aquello era contrario a la dignidad del cargo. Echaban
de menos las salvajes caras protervas de nuestra galería
criminalógica presidencial. Otros recordaban al tirano de
ayer que lloraba cuando le comunicaban el cumplimiento
de sus propias órdenes de fusilamiento. Un buen número
de personas, sin embargo, comprendió la trascendental
diferencia de las dos maneras de llanto, y en patriótico
voto asoció los nombres de Justo Sierra y Madero.
Desde una cámara lateral, la orquesta del Conser
vatorio ejecutó los temas lentos, lacerantes de la Marcha
fúnebre Chopiniana. Hubo otro discurso, y, al final, acom
pañando el cortejo, escuchóse la marcha del Crepúsculo
de los Dioses: dolor esencial inconsolable de cada desti
no; la ilusión del heroísmo cortada por la brutalidad ine
xorable de la muerte. Duda de la inmortalidad. Sin em
bargo, valía la pena una vida de dolor a fin de merecer
los lamentos heroicos de la creación Wagneriana.
Afuera, bajo una mañana de gloria, se descubría el
pueblo alineado en las avenidas, por todo el trayecto al
Cementerio de Dolores. En el ánimo de los que formá
bamos la comitiva persistía la sensación del río Wag-
neriano que se derrumba en abismos, arrastra las imáge
nes y avanza disolviendo, liquidando la tarea del mundo.
Y como éramos por entonces Nietzschianos, experimen
tábamos la hueca conformidad del orgullo que se con
templa a sí mismo y se engríe, así sea de su propia feal
dad. . .
Oficialmente acababa nuestro héroe como había vivi
do: atento únicamente al proceso que se palpa y se des
hace en la mano del experimentador. Su entierro no pudo
tener pompa religiosa. Se quedó en el Góttadámerung
sin llegar al Parsifal. En lo privado, sabíamos todos que
en cierta visita de Lourdes, la visión sobrenatural había
tocado el corazón del poeta y esto contribuyó a que todo
México: el catolicismo, la ciencia y el anhelo de libertad,
conjugaran su impulso aquel día de duelo con esplendo
res de patriótica esperanza.
José Vasconcelos
JOSÉ VASCONCELOS
DISCURSOS*
TOMA DE POSESIÓN COMO RECTOR DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE MÉXICO
( 1 9 2 0 )
Llego con tristeza a este montón de ruinas de lo que antes
fuera un Ministerio que comenzaba a encauzar la educación
pública por los senderos de la cultura moderna. La más estu
penda de las ignorancias ha pasado por aquí asolando y des
truyendo, corrompiendo y deformando, hasta que por fin ya sólo
queda al frente de la educación nacional esta mezquina jefatu
ra de Departamento que ahora vengo a desempeñar, por obra
de las circunstancias; un cargo que seria decorativo si por lo
vano de sus funciones no fuese ridículo; que sería criminal si la
ley que lo creó no fuese simplemente estúpida. Doloroso tiene
que resultar para toda alma activa venir a vigilar la marcha pau
sada y rutinaria de tres o cuatro escuelas profesionales y quitar
la telaraña de los monumentos del pasado, funciones a que ha
sido reducida nuestra institución por una ley que debe calificar
se de verdadera calamidad pública.
Pero esta tristeza que me invade al contemplar lo que mira
mos, sería mucho más honda, sería irreparable si yo creyese
que al llegar aquí, iba a entregarme a la rutina, si yo creyese
que iba a meter mi alma dentro de estos moldes; si yo creyese
que de verdad iba a ser rector, sumiso a la ley de este instituto.
No, bien sé, y lo saben todos, que el deber nos llama por otros
caminos, y así como no toleraríamos que los hechos consuma
dos nos cerrasen el paso, tampoco permitiré que en estos ins
tantes el fetiche de la ley selle mis labios; por encima de todas
las leyes humanas está la voz del deber como lo proclama la
conciencia, y ese deber me obliga a declarar que no es posible
obtener ningún resultado provechoso en la obra de educación
del pueblo, si no transformamos radicalmente la ley que hoy
rige la educación pública, si no constituimos un Ministerio
Federal de Educación Pública. Ese mismo deber me obliga a
declarar que yo no he de conformarme con estar aquí bien
pagado y halagado en mi vanidad, pero con la conciencia vacía
porque nada logro. La tarea de conceder borlas doctorales a los
extranjeros ilustres que nos visiten y de presidir venerables con
sejos que no bastan para una centésima de las necesidades
sociales, no puede llenar mi ambición. Antes iré al más sonado
de los fracasos que consentir en convertirme en un cómplice de
la mentira social. Por eso no diré que nuestra Universidad es
muy buena y que debemos estar orgullosos de ella. Lo que yo
debo decir es que nuestras instituciones de cultura se encuen
tran todavía en el periodo simiesco de sola imitación sin objeto,
puesto que sin consultar nuestras necesidades, los malos
gobiernos las organizan como piezas de un muestrario para
José Vasconcelos, textos, SEP/ UNAM, Antología general, prólogo y selección de José Joaquín Blanco, México, 1982, pp. 284.
que el extranjero se engañe mirándolas y no para que sirvan.
He revisado, por ejemplo, los programas de esta nuestra
Universidad, y he visto que aquí se enseña Literatura Francesa,
con Tragedia Raciniana inclusive, y me hubiese envanecido de
ello, si no fuese porque en el corazón traigo impreso el es
pectáculo de los niños abandonados en los barrios de todas
nuestras ciudades, de todas nuestras aldeas, niños que el
Estado debiera alimentar y educar, reconociendo al hacerlo el
deber más elemental de una verdadera civilización. Por más
que debo reconocer y reconozco la sabiduría de muchos de los
señores profesores, no puedo dejar de creer que un Estado,
cualquiera que él sea, que permite que subsista el contraste del
absoluto desamparo con la sabiduría intensa o la riqueza extre
ma, es un Estado injusto, cruel y rematadamente bárbaro.
No por esto que os digo vayáis a creer que pasa por mi
mente el cobarde pensamiento de ofenderos insinuando que
sois vosotros los culpables. Bien sé que muchos de vosotros
habéis dedicado todas vuestras energías con desinterés y con
amor a la enseñanza. Sin embargo, no habéis podido evitar
nuestros fracasos sociales; no habéis servido todo lo que debí
ais servir; acaso porque siempre se os ha mantenido con las
manos atadas y a causa de esto bien podéis afirmar que no
sois vosotros los responsables, puesto que no habéis sido los
dueños del mando.
No vengo, por lo mismo, a formular acusación contra deter
minadas personas; simplemente traigo a la vista los hechos, y
cumpliendo con el deber de juzgarlos declaro que el
Departamento Universitario, tal como está organizado, no
puede servir eficazmente a la causa de la educación nacional.
Afirmo que esto es un desastre, pero no por eso juzgo a la
Universidad con rencor. Todo lo contrario, casi la amo, como se
ama el destello de una esperanza insegura. La amo, pero no
vengo a encerrarme en ella, sino a procurar que todos sus teso
ros se derramen. Quiero el derroche de las ideas, porque la
idea sólo en el derroche prospera.
Os he dicho que yo no sirvo para conceder borlas de doctor,
ni para cuidar monumentos, ni para visar títulos académicos, y
sin embargo, yo quise venir a ocupar este puesto de rector que
tan mal se aviene conmigo; lo he querido porque he sentido que
este nuevo gobierno en que la revolución cristaliza como en su
última esperanza, tiene delante de sí una obra vasta y patriótica
en la que es deber ineludible colaborar. La pobreza y la igno
rancia son nuestros peores enemigos, y a nosotros nos toca
resolver el problema de la ignorancia. Yo soy en estos instantes,
más que un nuevo rector que sucede a los anteriores, un dele
gado de la revolución que no viene a buscar refugio para medi
tar en el ambiente tranquilo de las aulas, sino a invitaros a que
salgáis con él a la lucha, a que compartáis con nosotros las res
ponsabilidades y los esfuerzos. En estos momentos yo no
vengo a trabajar por la Universidad, sino a pedir a la Universidad
? rae *?¿3£>
« r a f c g s a i i t t g . ua asa .
Mural de Juan O'Gorman en la Biblioteca de la UNAM
que trabaje por el pueblo. El pueblo ha estado sosteniendo a la
Universidad y ahora ha menester de ella, y por mi conducto
llega a pedirle consejo. Desde hace varios años, muchos mexi
canos hemos venido clamando porque se establezca en México
un Ministerio de Educación Federal. Creo que el país entero
desea ver establecido este Ministerio, y al ser yo designado por
la revolución para que aconsejase en materia de educación
pública, me encontré con que tenía delante de mí dos maneras
de responder: la manera personal y directa que hubiese consis
tido en redactar un proyecto de ley del Ministerio de Instrucción
Pública Federal, proyecto que quizás habría podido llegar a las
Cámaras; y la otra manera, la indirecta, que consiste en venir
aquí a trabajar entre vosotros durante el periodo de varios
meses, con el objeto de elaborar en el seno de la Universidad
un sólido proyecto de ley federal de Educación Pública.
Me resolví a obrar de esta segunda manera que juzgo
mucho más eficaz; y habiendo tenido la fortuna de merecer la
confianza del señor Presidente de la República, vengo a deci
ros: El país ansia educarse; decidnos vosotros cuál es la mejor
manera de educarlo. No permanezcáis apartados de nosotros,
venid a fundiros en los anhelos populares, difundid vuestra
ciencia en el alma de la nación.
Suspenderemos las labores universitarias si ello fuera nece
sario, a fin de dedicar todas nuestras fuerzas al estudio de un
programa regenerador de la educación pública. De esta
Universidad debe salir la ley que dé forma al Ministerio de
Educación Pública Federal que todo el país espera con ansia.
Para realizar esta obra urgentísima no nos atendremos a nues
tras solas luces, sino que solicitaremos la colaboración de todos
los especialistas, la colaboración de la prensa, la colaboración
del pueblo entero, pero queremos reservar a la Universidad la
honra de redactar la síntesis de todo esto.
Lo hacemos saber a todo el mundo: la Universidad de
México va a estudiar un proyecto de ley para la educación
intensa, rápida, efectiva de todos los hijos de México. Que todo
aquel que tenga una idea nos la participe; que todo el que tenga
su grano de arena lo aporte. Nuestras aulas están abiertas
como nuestros espíritus, y queremos que el proyecto de ley que
de aquí salga, sea una representación genuina y completa del
sentir nacional; un verdadero resumen de los métodos y planes
que es necesario poner en obra para levantar la estructura de
una nación poderosa y moderna.
Para deciros esto os he convocado esta noche. El cargo que
ocupo me pone en el deber de hacerme intérprete de las aspi
raciones populares; y, en nombre de ese pueblo que me envía,
os pido a vosotros, y junto con vosotros a todos lo intelectuales
de México, que salgáis de vuestras torres de marfil para sellar
pacto de alianza con la revolución. Alianza para la obra de redi
mirnos mediante el trabajo, la virtud y el saber. El país ha de
menester de vosotros. La revolución ya no quiere, como en sus
días de extravío, cerrar las escuelas y perseguir a los sabios. La
revolución anda ahora en busca de los sabios. Mas tengamos
también presente que el pueblo sólo estima a los sabios de ver
dad, no a los egoístas que usan la inteligencia para alcanzar
predominio injusto, sino a los que saben sacrificar algo en bene
ficio de sus semejantes. Las revoluciones contemporáneas
quieren a los sabios y quieren a los artistas, pero a condición de
que el saber y el arte sirvan para mejorar la condición de los
hombres. El sabio que usa de su ciencia para justificar la opre
sión y el artista que prostituye su genio para divertir al amo
injusto, no son dignos del respeto de sus semejantes, no mere
cen la gloria. La clase de arte que el pueblo venera es el arte
libre y magnífico de los grandes altivos que no han conocido
señor ni bajeza. Recuerdo a Dante proscrito y valiente, y a Bee-
í Relieve del mito de Quetzalcoatl
thoven al tanero y profundo. Los otros, los cor tesanos, no nos in
teresan a nosotros, los hijos del pueblo.
Los hombres libres que no queremos ver sobre la faz de la
tierra ni amos ni esc lavos, ni vencedores ni vencidos, debemos
juntarnos para trabajar y prosperar. S e a m o s los iniciadores de
una cruzada de educac ión públ ica, los inspiradores de un entu
s iasmo cultural semejante al fervor que ayer ponía nuestra raza
en las empresas de la religión y la conquis ta. No hablo so la
mente de la educac ión escolar. Al decir educac ión me refiero a
una enseñanza directa de parte de los que saben algo, a favor
de los que nada saben; me refiero a una enseñanza que sirva
para aumentar la capac idad productora de cada m a n o que tra
baja y la potencia de cada cerebro que piensa. No soy amigo
de los estudios profesionales, porque el profesionista t iene la
tendencia a convert i rse en parásito social, parásito que a u m e n
ta la carga de los de abajo y convierte a la escuela en cómpl ice
de las injusticias sociales. Neces i tamos producir, obrar recta
mente y pensar. Trabajo útil, t rabajo product ivo, acción noble y
pensamiento alto, he allí nuestro propósi to. Pero todo esto es
una cumbre ; debe c imentarse en muy humi ldes bases, y sólo
puede fundarse en la d icha de los de abajo. Por eso hay que
comenzar por el campes ino y por el trabajador. Tomemos al
campes ino bajo nuestra guarda y enseñémos le a centupl icar el
monto de su producción mediante el emp leo de mejores útiles
y mejores métodos. Esto es más importante que adiestrar lo en
la conjugación de los verbos, pues la cultura es un fruto natural
del desarrol lo económico . Los educadores de nuestra raza de
ben tener en cuenta que el fin capital de la educac ión es formar
hombres capaces de bastarse a sí m ismos y de emplear su
energ ía sobrante en el bien de los demás . Esto que teór ica
mente parece muy sencil lo es, sin embargo , una de las m á s
difíci les empresas , una empresa que requiere verdadero fervor
apostól ico. Para resolver de verdad el p rob lema de nuestra
educac ión nacional , va a ser necesar io mover el espír i tu públ i
co y animar lo de un ardor evangél ico, semejante , como ya he
dicho, al que l levara a los mis ioneros por todas las regiones del
' Relieve de Buda
m u n d o a propagar la fe . Al cambiar la mis ión que el nuevo ideal
nos impone, es menes te r que camb ien también los procedi
mientos del hero ísmo. Me refiero a esto: todav ía hasta nuestros
t iempos lo mejor de la soc iedad femen ina de nuestra raza, las
a lmas más nobles, m á s ref inadas, más puras, se van a buscar
refugio al convento, d isgus tadas de una vida que sólo of rece
ru indades. Huyen de la soc iedad porque no ven en ella n ingu
na misión ve rdaderamente e levada que cumplir. D e m o s , pues,
a esas a lmas la noble mis ión que les ha estado fa l tando: facil i
témos les los medios de que se pongan en contacto con el indio,
de que se pongan en contacto con el humi lde y lo eduquen , y
ve remos c ó m o todos acuden con entus iasmo a la obra de rege
neración de los opr imidos; ve remos cómo se despier ta en todos
el celo de la car idad, el en tus iasmo humani tar io. Organ icemos
entonces el ejército de los educadores que sust i tuya al ejército
de los destructores. Y no descansemos hasta haber logrado
que las jóvenes abnegadas , que los hombres cultos, que los
héroes todos de nuest ra raza se ded iquen a servir los intereses
de los desval idos y se pongan a vivir entre el los para enseñar
les hábitos de trabajo, hábi tos de aseo, venerac ión por la vir tud,
gusto por la bel leza y esperanza en sus propias a lmas. Ojalá
que esta Univers idad pueda a lcanzar la gloria de ser la inicia
dora de esta eno rme obra de redención nacional .
EL NUEVO ESCUDO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
En la sesión celebrada por el Consejo de Educación el
27 de abril del corriente año, fue presentada por el rector
la siguiente propuesta, relativa al cambio de escudo de la
Universidad, habiendo sido aprobada por unanimidad.
Considerando que a la Universidad Nacional corres
ponde definir los caracteres de la cultura mexicana, y
teniendo en cuenta que en los tiempos presentes se
3 Relieve de Grecia • Relieve de la cultura hispánica
opera un proceso que tiende a modificar el sistema de
organización de los pueblos, sustituyendo las antiguas
nacionalidades, que son hijas de la guerra y la política,
con las federaciones constituidas a base de sangre e
idioma comunes, lo cual va de acuerdo con las necesi
dades del espíritu, cuyo predominio es cada día mayor
en la vida humana, y a fin de que los mexicanos tengan
presente la necesidad de fundir su propia patria con la
gran patria hispanoamericana que representará una
nueva expresión de los destinos humanos; se resuelve
que el escudo de la Universidad Nacional consistirá en
un mapa de la América Latina con la leyenda; " P O R M I
R A Z A H A B L A R Á E L E S P Í R I T U " ; se significa en este lema la
convicción de que la raza nuestra elaborará un cultura de
tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima.
Sostendrán el escudo un águila y un cóndor apoyado
todo en una alegoría de los volcanes y el nopal azteca.
México, D. F., a 27 de abril de 1921.
El Rector, licenciado José Vasconcelos
INAUGURACIÓN DEL NUEVO EDIFICIO DE LA
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Los habitantes de la ciudad de México recordarán la
montaña de escombros que llenaba el lote formado por
al antigua calle del Reloj, hoy 4 a de la República Ar
gentina, la 9 a de la Perpetua, hoy de la República de
Venezuela y parte de la calle de San Ildefonso. Se había
derruido el antiguo edificio de la Escuela Normal de
Mujeres, y no se había logrado reemplazarlo en los últi
mos diez años. En el fondo de un gran patio inconcluso
se alojaba la Escuela de Maestros, sin salida decorosa
para la calle, oculta entre el hacinamiento de los muros
derruidos y de la obra sin comenzar. La extensión del
sitio era tentadora; todo el que miraba aquello debía pen
sar: ¿Por qué no se hará aquí una gran casa, como las
que hacían nuestros mayores en la época de Tolsá, en la
época en que se sabía construir? Y se reflexionaba en
seguida en la ruindad de las construcciones llamadas
modernas, en la arquitectura porfirista que angostó las
puertas señoriales, que redujo el vasto corredor español
a un pasillo con tubos de hierro, en vez de columnas y
lámina acanalada, en lugar de arquería; todo ruin como
la época; y contrastando con todo esto veíamos los
corredores de la antigua Escuela de Jurisprudencia, y
pensábamos; "poder construir ahora una obra así, con
altos arcos y anchas galerías, para que por ellas discu
rran hombres"; "construir con amplitud, construir con soli
dez", y estos pensamientos de erigir una obra en piedra
coincidían con los otros de construir una organización
moral, vasta y compleja: La Secretaría Federal de
Educación Pública; y unos y otros pensamientos se fue
ron combinando, y a medida que el proyecto de creación
del Ministerio de Educación Pública cristalizaba en leyes
y reformas constitucionales, el proyecto de este edificio
* Mural de Diego Rivera (fragmento)
también tomaba cuerpo rápidamente. En efecto, era
necesario alojar la nueva Secretaría de Estado en algu
na parte, y aunque los ricos de los barrios elegantes de
la ciudad, incitados por el afán de lucro, se apresuraron
a ofrecer en venta sus casas, yo las hallé tan inútiles que
para deshacerme de importunos, dije una vez a un pro
pietario introduciéndolo al aula mayor de la Universidad
Nacional: "Mire usted, su casa cabe en este salón; no nos
sirve." Así era en verdad, puesto que nosotros necesitá
bamos salas muy amplias para discurrir libremente, y
techos muy altos para que las ideas puedan expandirse
sin estorbo. ¡Sólo las razas que no piensan ponen el
techo a la altura de la cabeza! Pero después de
tamañas jactancias nos decíamos aterrados: ¿Y
cómo vamos a poder construir un palacio, si esta
mos padeciendo la miseria de diez años de guerra;
si el porfirismo con todas sus riquezas no pudo dar
a la Secretaría de Educación más que un entresue
lo de una casa señorial, y todavía después, el señor
Carranza arrojó de ahí a los educadores, porque ni
de un entresuelo los juzgó dignos? Y el peso de esta
tradición funesta nos hacía sentirnos tímidos, y vaci
lábamos hasta que el otro polo del entusiasmo, la
fuerza del odio nos hizo exclamar: pues bien, preci
samente porque ellos no pudieron, nosotros, que no
somos como ellos, sí vamos a poder. Y entonces, sin
más estímulo que mi confianza en la revolución, fui
a ver al Jefe del Ejecutivo y le hablé de edificar un
palacio y recibí la sorpresa de que le parecía muy
sencillo y viable el proyecto. En seguida el
Secretario de Hacienda, con igual optimismo, puso a
mis órdenes veinticinco mil pesos semanarios para
materiales y rayas. Hay que advertir que en aquella
época la pobre Universidad Nacional casi no tenía
presupuesto propio, y hubo necesidad de violar la
ley carrancista, que manda que todas las obras
federales las haga la Secretaría de Co
municaciones, y directamente emprendimos la obra,
cargando los gastos a una partida de la citada
Secretaría de Estado; y gracias a la fe de los revolu
cionarios, y al espíritu de progreso que late en la
conciencia nacional, por los mismos días en que la
constitución se reformaba, comenzamos a escarbar
cimientos y el edificio fue creciendo sin detenerse ni
un solo día y sin que careciésemos una sola vez del
importe anticipado de las rayas y la misma
Contraloría (ese otro estorbo, importado de la Unión
Americana por extranjeros ignorantes al servicio del
carrancismo), nos ha mostrado en este caso una dili
gencia y eficacia que honra a sus actuales jefes.
Además de los arreglos administrativos, fue necesa
rio resolver acerca de la dirección técnica de la obra,
y al efecto hablé con ingenieros de reputación, que
vieron los escombros, hicieron gestos de desaliento
y prometieron estudiar proyectos; pero como no se
trataba de estudiar, sino de hacer, busqué un hom
bre de acción y lo encontré en la persona del señor
ingeniero don Federico Méndez Rivas, autor de este
edificio desde sus cimientos, y de cuyos méritos da
fe la obra misma; no pudiendo menos de agregar que,
alguna vez, mirándolo trabajar con ímpetu ordenado y
certero al frente de seiscientos hombres, que a diario
cumplían con puntualidad y eficacia su labor, me acordé
del general Joffre, que cuando contemplaba el acierto
tenaz de algún oficial competente, se llenaba de júbilo y
le enviaba un beso de entusiasmo.
Al practicarse el examen del terreno se vio que la parte
libre comprendía todo lo que hoy ocupa este patio del
frente, la fachada principal y el cuerpo de la derecha, que
son nuevos desde los cimientos y existía ya el patio gran
de del fondo, inconcluso y las dos alas también incomple-
4 6 H.M.v l r . .i d " I W . i c o
tas de la Escuela Normal de Varones. Examinados
los planos antiguos, se vio que en aquel tiempo se
había pensado dividir las dos construcciones, la de
la antigua Escuela de Jurisprudencia y la proyec
tada, con un salón de actos intermedio que hubie
ra dejado al nuevo edificio casi sin patio. Se ha
corregido este error ligando los dos patios, con la
hermosa galería descubierta que hoy miramos y,
creando uno nuevo y hermoso. En el estilo gene
ral de la obra no se pudo proceder con libertad,
porque fue necesario adaptar la nueva construc
ción a las líneas generales de su anexo más anti
guo. No se pudo, por lo mismo, hacer un proyecto
totalmente nuevo, pero sí se corrigió en buena
parte el antiguo edificio sustituyendo la pesada
cornisa por la que hoy le adorna y levantando
todas las ventanas de la planta baja. Como la línea
de la fachada había sido diseñada en forma irre
gular porque anteriormente la manzana estaba
ocupada por dos edificios, el de la Escuela Normal
de Señoritas y una casa particular, y se había deja
do un saliente en la parte sudoeste, tuvimos que
abrir nuevas cepas para colocar todo el frente so
bre una sola recta. El corredor nordeste del patio
de Jurisprudencia tuvo que ser destruido para
reconstruirlo en forma más sólida, ligándolo con el
nuevo edificio, y así por el estilo, no sólo se cons
truyó una casa nueva, sino que se reparó y mejo
ró la antigua adyacente. Comenzaron los trabajos
formales el 15 de junio de 1921, y se han conclui
do al año casi de comenzados, lo cual establece
un verdadero ejemplo de rapidez, en un país tan
amante del ocio, que no conforme con las innu
merables fiestas religiosas y civiles tradicionales,
todavía exige que cada partido que llegue al poder
invente fiestas y lutos que son pretextos para con
tinuar la holganza. Sin embargo, justo es decir que
no hubo aquí pereza, y justo es también hacer
constar que los planos, los materiales, la ejecu
ción, todo lo que aquí se ve es obra exclusiva de
ingenieros, artistas y operarios mexicanos. No se
aceptaron los servicios de un solo extranjero, por
que quisimos que esta casa fuese, a semejanza
de la obra espiritual que ella debe abrigar, una
empresa genuinamente nacional en el sentido
más amplio del término -¡nacional no porque pre
tende encerrarse obcecadamente dentro de nues
tras fronteras geográficas, sino porque se propone crear
los caracteres de una cultura autóctona hispanoamerica
na! Algo de esto quise expresar en las figuras que deco
ran los tableros del patio nuevo, en ellas: Grecia, madre
¡lustre de la civilización europea de la que somos vasta
gos, está representada por una joven que danza y por el
nombre de Platón que encierra toda su alba. España apa
rece en la carabela que unió este continente con el resto
del mundo, la cruz de su misión cristiana y el nombre de
Las Casas, el civilizador. La figura azteca recuerda el arte
refinado de los indígenas y el mito de Quetzalcóatl, el pri
mer educador de esta zona del mundo. Finalmente en el
i Mural de Diego Rivera (fragmento)
cuarto tablero aparece el Buda envuelto en su flor de loto,
como una sugestión de que en esta tierra y en esta estir
pe indoibérica se han de juntar el Oriente y el Occidente,
el Norte y el sur, no para chocar y destruirse, sino para
combinarse y confundirse en una nueva cultura amorosa
y sintética. Una verdadera cultura que sea el florecimien
to de lo nativo dentro de un ambiente universal, la unión
de nuestra alma con todas las vibraciones del universo en
ritmo de júbilo semejante al de la música y con fusión tan
alegre como la que vamos a experimentar dentro de bre
ves instantes, cuando se liguen en nuestra conciencia los
sones ingenuos del canto popular entonado por los milla-
res de voces de los coros infantiles, y las profundas melo
días de la música clásica revividas al conjunto de nuestra
Orquesta Sinfónica. Lo popular y lo clásico unidos sin
pasar por el puente de lo mediocre.
La ejecución de los tableros esculpidos se debe al cin
cel de don Manuel Centurión, que hoy trabaja en concluir
una magnífica fuente de cantería que ha de ornamentar
el patio antiguo.
Para decorar el remate de la fachada se ideó un grupo
-ejecutado por Ignacio Asúnsolc—, de la inteligencia, que
es Apolo, la pasión, que es Dionisos, y la suprema armo
nía de la Minerva divina que es la patraña y la antorcha
de esta clara dependencia del Poder Ejecutivo de la
República.
Para la decoración de los lienzos del corredor, nuestro
gran artista Diego Rivera tiene ya dibujadas figuras de
mujeres con trajes típicos de cada estado de la
República, y para la escalera ha ideado un friso ascen
dente que parte del nivel del mar con su vegetación tro
pical, se transforma después en el paisaje de la altiplani
cie y termina en los volcanes. Remata el conjunto un
vitral de Roberto Montenegro, en que la flecha del indio
se lanza a las estrellas. Los salones del interior serán
decorados con dibujos fantásticos de Adolfo Best, y así
sucesivamente cada uno de nuestros artistas contribui
rán con algo para hermosear este palacio del saber y el
arte. Y al hablar de los artistas que han contribuido a
levantar esta obra, sería injusto no mencionar a los can
teros que han labrado las columnas y las cornisas, las
estatuas y las arcadas, puliendo cada piedra con esmero
que da al conjunto una especie de unción como de tem
plo. Y es porque todos los que aquí laboraron han pues
to en la obra su corazón, como si presintiesen que en
esta estructura moderna no se va a fomentar el saber
egoísta que es privilegio de una casta, sino la acción
esclarecida que beneficia a todos los hombres por igual,
es decir, con preferencia para los humildes y necesita
dos, puesto que sólo con esta preferencia se puede con
seguir una relativa igualdad. Menciono a los canteros que
durante un año han repetido aquí la música discorde y
creadora de sus cinceles, música a cuyo son complejo se
levantaron las catedrales y los palacios que dieron a este
país, lo que no tiene ningún otro del continente, una
arquitectura poderosa y noble y autóctona. Recuerdo
también a los albañiles y a los peones y a los carpinteras
y a los útiles plomeros, a todos los seiscientos y tantos
hombres que durante un año han puesto aquí sus manos
impregnadas de ansia creadora y me parece que sus
almas se elevan a la región del espíritu y nos ofrendan
esta obra que ellos ya concluyeron y presentan su ejem
plo de tenacidad y abnegación para que se les imite en
esa otra obra de los que van a trabajar en esta casa, obra
también generosa y ardua y que nunca se podrá decir
que está concluida.
Heredamos unas ruinas y un mal proyecto, y no quisi
mos hacer ceremonia alguna cuando se colocó la prime
ra piedra, porque sólo la última piedra es orgullo de los
fuertes y sólo sobre ella levantaremos cantos. Hemos tra
bajado procurando responder en cada detalle a la trans
formación moral que se ha operado en la República apar
tándonos del pasado inmediato y pensando en el destino
propicio para poder levantar un edificio símbolo, como
este que veis ahora de proporciones nobles; sólido y
claro como la conciencia de la revolución madura.
La casa material está concluida, pero el edificio moral
se perfila apenas y sus lineamientos están ya conteni
dos en los rasgos de la estructura de esta casa, cuya
distribución corresponde al plan educativo que ha
comenzado a regirnos. Cada uno de los tres departa
mentos esenciales en que se subdivide este Ministerio
ocupa su sitio adecuado. En el ala derecha está el
Departamento Escolar, desde donde van a dirigirse casi
todas las escuelas del país. El Departamento de Biblio
tecas cuenta con sus oficinas y su almacén, y en los
bajos dispone de local para una biblioteca moderna de
más de diez mil volúmenes, todos realmente útiles, y de
sistema eficaz, no como el de nuestras antiguas institu
ciones donde sólo la polilla tiene acceso a la letra impre
sa. Una sala anexa se dedicará especialmente a biblio
teca infantil de tipo norteamericano, con colecciones de
estampas, fotografías y mapas para la instrucción y el
recreo de los niños. Estarán estos salones abiertos de
tarde y noche para todos los que sufren sed del espíritu
y contendrán, además, colecciones de duplicados para
hacer préstamos a los que gusten de tener por compa
ñero el libro en la soledad, y todo este servicio será el
modelo para las bibliotecas semejantes que ya se han
ido fundando en todo nuestro territorio. Por su parte el
Departamento de Bellas Artes dispondrá de las oficinas
necesarias y de una sala de música y un gimnasio con
baños, para el servicio de los empleados del Ministerio,
tanto para hombres como para mujeres, pues es menes
ter que todas las personas que trabajen en esta
Secretaría de Estado se sientan educadores y eduquen
con el ejemplo ajustando sus cuerpos a ejercicios y aseo
y forjando sus almas con noble conducta y alto pensar.
Al hablar de conducta he dicho noble y no precisamente
austera, sino generosa y libre, porque no son las disci
plinas severas la norma de los tiempos nuevos, sino la
acción dichosa y audaz.
Gloria en la tierra, mientras se acerca el tránsito. Ya es
tiempo, mexicanos. En cuatro siglos de encogimiento y
de mutismo, la raza se ha hecho triste de tanto refrenar
se y de tanto cavilar, y ahora se suelta a las empresas
locas de la acción que es dolor o contento, victoria o
yerro, pero siempre gloria. Hay un ritmo de danza en el
tiempo, como si la era del baile se estuviese anunciando,
la humanidad pugna por ser libre, tan libre y feliz como lo
es el alma, sin las trabas que la vida social impone, por
que no sabe acomodarse a la ley jubilosa del corazón. En
estos instantes solemnes en que la nación mexicana, en
medio de su pobreza dedica un palacio a las labores de
la educación del pueblo, hagamos votos por la prosperi
dad de un Ministerio que ya está consagrado por el
esfuerzo creador y que tiene el deber de convertirse en
fuente que emana, en polo que irradia. Y finalmente que
la luz de estos claros muras sea como la aurora de un
México nuevo, de un México espléndido.
JOSÉ VASCONCELOS*
ENSAYOS
P O E S Í A
La vieja querella de las ideas formulatrices que se supone pre
ceden a las cosas y a las ideas formadas por la cosa que de ella
misma deriva, ha sido transada genialmente por Bergson, al pre
sentamos la inteligencia como el aparato que ordena las cosas,
con miras a la acción práctica. El propósito de nuestra propia
tesis estética es hacer ver que así como la inteligencia construye
ideologías acomodadas a la acción, el juicio estético de Kant. el
apriori de nuestra teoría, ordena las cosas para la contemplación
de la belleza que en ellas reside, y esa belleza es una forma sui
géneris cuyas modalidades se manifiestan en las funciones del
órgano estético, ritmo, melodía, simetría. La impulsión de la
dinámica implícita en la belleza, la da el amor que unifica, a
diferencia de la inteligencia forma] o práctica que
está movida por las apetencias de la volun
tad, aun en el caso negativo del llamado
desinterés de la contemplación.
Dentro de la tesis precisa que
hemos venido formulando,
problema del Verbo se des
dobla también según que
sirve a la práctica y define
su acción, nombrando las
cosas para el ejercicio
discursivo, y el Verbo
creador artístico o sea la
expresión lingüística de
la dinámica estética que
ordena las cosas por regla
creadora de conjuntos. El
Verbo estético tiende a pro
ducir o a manifestar relacio
nes de amor entre las cosas.
Las condiciones formales del
desarrollo de dicho amor, es lo que
llamamos belleza poética o literaria, en
los casos en que la literatura se purifica y
alcanza el sentido revelatriz de la poesía. Idea según
amor es idea de arte. En el principio era el Verbo, pero al Verbo
lo movió el amor. La fuerza de este amor es el móvil de la esté
tica y el Verbo es su manera. Pero no es idea, ni verbo, el origen
paradigmático del arte. La esencia misma de lo absoluto es el
objetivo y el móvil de todo verdadero artista. Y su papel con
siste, como ya hemos anunciado, en colocar el alma en su ejer
cicio propio que es operar, ya sea por medio del verbo, en la
poesía, ya por medio de la plástica, en el arte, la trasmutación
de la sustancia física en sustancia de espíritu. Y no de espíritu
entendido a lo idealista, como actividad lógica, sino espíritu
místico, según actividad de amor que unifica los heterogéneos
y los traslada a la realidad Absoluta.
José Vasconcelos, Obras Completas, Tomos I. III. IV. Libreros Mexicanos Unidos, S. A.. México,
ir»
Siendo nuestra tesis un dinamismo esencial en el que tienen
únicamente valor instrumental, formas y ficciones como la
teoría de las ideas, no puede nuestra crítica transigir con nin
guna forma de arte puro, entendido como abstracción de la rea
lidad o esquema de la acción.
En el Cosmos, las cosas y los sucesos están en espera de la
conciencia humana para reconstruirse en ella, según las deter
minaciones del espíritu. Tal es la función del relato en literatu
ra, levantar el suceso a la categoría de la fábula, la epopeya, el
drama, la tragedia. En hacerlo así se manifiesta el ejercicio de la
función que nuestra tesis asigna al alma como trasmutadora de
las energías cósmicas. Punto en que la materia reforma sus
determinaciones y se organiza conforme al espíritu. Llega así el
artista a percibir las cosas y a representarlas, no según su reali
dad, ni tampoco de acuerdo con libertad teórica algu
na, sino para servicio de las leyes sobrenatu
rales divinas. La poesía es aquella parte
del arte que por medio de las pa
labras y el ritmo ensaya trasmutar
lo real en lo divino. La palabra
es la plástica del poeta y la
poesía es la música del
amor, así como el amor es
el modo de la existencia
divina. Para conseguir su
fin trasmutativo, el arte
impone a la materia un
significado que descien
de de lo alto.
Incorporar los objetos
y las pasiones a un ritmo
de sentido espiritual, por
medio del verbo, eso es en
sentido lato, poesía. Y se logra
por iluminaciones misteriosas y
súbitas. Combinadas intuiciones
sonoras. Someter la realidad a esque
mas poéticos es propio de versificadores y
estilistas, hegelianos de la poesía pura, pero no de
poetas. El estudio de los esquemas es el recurso del observador
del fenómeno artístico, que se coloca desde afuera y mira los
caminos del proceso artístico ya consumado, no los del que está
por producirse, singular en la intención y la forma. Viene la
forma con el concepto poético y la esencia de éste es la signifi
cación, la inspiración que reduce las partes a un todo de espíri
tu, regulado por modos de agrado y de amor.
La poesía es apolínea cuando narra acción o describe obje
tos. Homero se mantiene apolíneo en los relatos de la ¡liada,
pese a su dramatismo, porque toda la narración está envuelta
en el prestigio lejano de la leyenda. El Homero de la Odisea es
un poeta dionisiaco. poique asigna a las pasiones mayor
importancia que al relato. Para hallar poesía mística auténtica,
hay que salirse del verso y entrar al versículo, como en los sal
mos. No se clasifica a Isaías entre los poetas. Su categoría está
entre los hombres de revelación, o sea la última y más elevada
manifestación del Verbo. El filósofo es un pobre ser interme
dio, colocado entre la poesía y la revelación, comprometido
con la tarea, superior a sus fuerzas, de establecer unidad y sis
tema entre todos los órdenes.
Los poetas tienen su zona especial de lucimiento en el
orden dionisiaco y patético; el género lírico no es otra cosa.
La epopeya tiene más de plástica y los grandes poemas como
la Divina Comedia son más bien teología que canto. La téc
nica del verso es una manera del apriori peculiar de la estéti
ca. El versificador aplica al idioma las formas del ritmo; el
poeta piensa según ritmo. Si acomoda su texto a las reglas del
ritmo hará prosa poética; si el ritmo de su escritura es un
resultado de la emoción, que la dicta, entonces hará poesía,
pudiendo tomar ésta la forma de la prosa o del verso.
La forma es entonces, un resultado obtenido a posteriori,
consecuencia del mensaje poético, igual que la naturaleza
cuando lanza a la vida animales y hombres, no hace primero
los huesos y después los llena de carne para hacer un hom
bre; los huesos resultan del proceso biológico y como por
ción inseparable del mismo. El error de la poesía pura, es
atender a la osamenta del hecho poético más bien que al
ritmo general de su cuerpo. El ritmo poético es parte del
ritmo, como forma estética y apriori del espíritu, en su acción
dirigida hacia lo eterno.
El ritmo nos da la dirección del movimiento poético. Lo
que en él se mueve es la sustancia del alma, pero ya no va for
mando ideas como cuando razona; ahora organiza imágenes.
Un pensamiento poético se distingue de un pensamiento lógi
co en que es una sucesión de imágenes reguladas por formas
del apriori estético, melodía, armonía y contrapunto, leyes del
desenvolvimiento, del alma en su camino hacia lo absoluto.
La imagen del poeta no es el signo del matemático, el tér
mino del lógico, sino una espiritualización del objeto mismo,
mejorado en su sustancia, enriquecido en el contenido. Un
concreto material que se eleva a la categoría de concreto de
espíritu. El poeta añade contenido a la forma, la preña. En el
instante vano y fugaz, el poeta vierte sustancia infinita. La
poesía vivifica, a condición de que lo sea conforme al espíri
tu. El penúltimo neokantiano, Croce, no se equivoca cuando
dice que la primer obra de arte es la poesía del idioma hecho
canto. Pero es también obra de arte primeriza, el trazo que
plasma belleza, sin significación jeroglífica, lingüística. Y lo
que no advierte Croce es que el lenguaje es un instrumento
que puede ser o no ser artístico, lo mismo que cualquier otra
forma de expresión; del mismo modo que la talla en madera
es técnica en la carpintería y arte en la escultura en madera.
El lenguaje no está todavía acabado, no lo estará quizás
nunca, pues siempre habrá una infinidad de cosas y matices sin
nombre. En tomo nuestro el mundo de lo innominado es toda
vía más grande que la multitud de las palabras que designan
objetos. En el mismo lenguaje ya creado, la subsistencia y
abundancia de los adjetivos está indicando la insuficiencia del
sustantivo. Si supiéramos nombrar como el mito del Verbo,
que, según se enuncia, engendra las cosas, no harían falta adje
tivos. La más sencilla expresión, cielo azul, demuestra pobreza
de léxico. Para designar un hecho de la naturaleza, necesitamos
dos palabras; al decir cielo azul, reemplazo el cielo único que
estoy mirando o estoy imaginando, con dos términos abstractos
de uso gastado. El cielo que miro o el cielo que imagino, es una
realidad que nadie vio antes, ni yo volveré a mirar. Y tengo que
incluirla en la convencionalidad verbal en que tantos otros
momentos preciosos de la imaginación se han vaciado y perdi
do, y como desde el principio el artista se da cuenta de la inep
cia fundamental del lenguaje, en seguida creó los recursos auxi
liares de la expresión: el dibujo, la música. En consecuencia,
afirmar que la estética es una lingüística, es tan arbitrario como
afirmar que la estética sea una pictórica o únicamente una
música. El lenguaje por su origen utilitario y por sus determi
naciones hacia lo abstracto es más bien una forma poco artísti
ca, peligrosa porque falsifica la esencia y sigue la pendiente for
mal; acaba representando ideas, en vez de sustancias. Y se con
vierte así en traición de la realidad, no en su expresión.
En cierto modo, poesía es la entrega del lenguaje a los
modos de la música. En vez de la ordenación discursiva de
los conceptos, una ordenación rítmica. Un mismo contenido
anímico es tratado primero como objetividad subordinada a
las leyes físico mecánicas de la dialéctica, y, en seguida,
transportado a la vida del espíritu, recibe en ella la confor
mación músico emotiva. Tal es el tránsito de la prosa a la
poesía; tránsito idéntico al que se opera en el físico, cuando
se pasa por mediación del artista, de la materia en bruto de un
bloque de mármol a la creación de una estatua.
En el caso de la escultura, el material sobre el que se tra
baja es extenso por excelencia; en el caso de la música el
material es más bien temporal, aunque las vibraciones que
constituyen las notas no carecen de física extensión en tanto
que es sonoridad vibrátil, voz humana, y participa del tiem
po medido que es la música, pero además, y a diferencia de
la simple extensión, y el tiempo simple, lleva el lenguaje por
dentro un tesoro de ideas y de imágenes, parodia de la reali
dad misma de nuestro vivir.
Cuando el lenguaje maneja ideas e imágenes según la ley
psicológica sensitiva y racional que les es propia, se produce
el estilo en prosa. Lengua objetiva dedicada a establecer rela
ciones útiles entre el sujeto y su mundo extenso; lengua cien
tífica del sabio o lenguaje formal del filósofo idealista. Pero
si el lenguaje con su contenido de ideas e imágenes adopta la
dinámica del músico y en ella se desenvuelve según cadencia
y ritmo, entonces se produce creación poética.
Hay un cambio de disposición de los factores que sólo el
lenguaje poético traduce, bien entendido que un lenguaje
poético puede también estar escrito en prosa. El cambio que
la poesía opera, consiste en colocar sujetos y predicados,
hechos y pensamientos, cosas y acciones, en una relación
emotiva musical; relación de amor, a diferencia de la relación
lógico-científica del lenguaje no artístico.
Si, por ejemplo, en una frase trivial, examinamos el cam
bio, diremos: reloj de oro, y con ello formulamos un pensa
miento en prosa que significa relaciones de calidad de sus
tancias, metal del reloj. Si digo reloj mío, inicio, al contrario,
un orden de relaciones de índole afectiva que tienen su ley en
la voluntad. Si digo, hermoso reloj, me coloco en el sistema
de la estética. Intencionalmente escojo frase tan incolora,
para mejor demostrar que lo que cambia es la esencia de la
intención y sus relaciones. Se ve asimismo que la relación
estética no es libre. La libertad no tiene sentido en estética.
Lo que busca el artista es someter sus elementos a las condi
ciones reclamadas por la dinámica sui géneris del arte.
Así como todas las artes padecen de la limitación que les
impone el material que usan, la poesía también sufre las con
secuencias de la imperfección, la ineptitud del lenguaje hu
mano. Pero también puede decirse de ella lo que dijimos de
la escultura y la pintura: que hay tanto más poesía formal en
una composición, cuanto mayor es el influjo de la música en
su desarrollo. Y habrá tanto más poesía esencial, no formal,
según el modo de amor espiritual que constituya la intención
y significación de las ideas, los sucesos, las pasiones que el
poeta maneja. Entre todas las formas, sin embargo, la musi
cal es la más pura. En ella transita el alma vestida de su pro
pio esplendor. Las modulaciones que el músico inventa, no
son ya la ley de la cosa, ni la ley racional, sino el ritmo y el
módulo del espíritu en su marcha a lo absoluto.
Penetrar las cosas y el ánimo del ritmo que tiende a transfi
gurarlas para que tomen ciudadanía en la existencia como espí
ritu, esa es la misión esencial del lenguaje en la poesía, la
misma que todo arte está obligado a cumplir.
Fundamentalmente el lenguaje poético es el que expresa las
relaciones de lo particular en su ascensión, incorporación al mo
do infinito de la existencia. La relación de cantidad desaparece
y ya no opera el juicio, de menor a mayor o viceversa, sino el
disfrute de participación de la fama, el honor, la gloria o la
misma presencia absoluta. La unificación se logra por ascenso
de calidad y el ascenso se produce no por modo abstracto lógi
co, sino por composición dinámico estética.
El género de unidad que logra la poesía no es la unidad de
la idea; no es la poesía arquitectura de conceptos, sino ordena
ción particular, ritmización de heterogéneos que trascienden
hacia el existir del espíritu.
El apriori estético es el mismo en la plástica, la música y la
poesía. Aparece, sin embargo, en la poesía un elemento que le
otorga ventajas singulares; la imagen que en poder del poeta
equivale al barro del escultor, al sonido del músico. Es la ima
gen del más elemental y también el más perfecto de los valores
estéticos. Imitación de imagen son los trazos del dibujante, los
tonos del colorista, aun las melodías del músico, pero en el len
guaje, la imagen obtiene un sistema de representación casi ili
mitado. Y la poesía es el arte de aprovechar estas imágenes por
el empleo de sus propias determinaciones, poéticas, no lógicas,
es decir, por el uso de la fantasía. Para actuar sobre la fantasía,
ya hemos visto que la ley estética adopta esquemas y sistemas
según los modelos rítmicos, armónicos de la música. Pero la
imagen poética es para los arreglos poéticos, un material que
por su elasticidad, riqueza, pureza, no tiene equivalente.
La imagen poética, no sólo crea entes superiores a la idea,
sino que estos entes interactúan. se organizan y fluyen con
más ductilidad que la idea y más íntimamente ligados a la
manera espiritual de la sustancia.
No es posible oponer un trozo poético elevado, a un trozo de
música noble; las artes todas, sólo alcanzan el sentido de su
jerarquía dentro de la liturgia, que según nuestra tesis, constitu
ye su cumbre y su síntesis, pero sí se puede afirmar que las dos
artes que en liturgia se siguen de cerca, completándose y unién
dose, son la música y la poesía. Si en un momento triunfa el
verso es porque contiene algo más que el simple son, la palabra
que directamente manifiesta el ser. El sonido da su pauta que
complementa el Verbo. Pero el ser trasciende al Verbo. La reali
dad absoluta, a la que tiende todo arte y toda vida, no es imagen,
ni es palabra, ni es sonido; por eso no se puede decir que la pala
bra sea superior a la imagen o ésta al sonido; rigurosamente nin
guna de las formas estéticas se identifica con el ser, aunque con
tribuyan todas a expresarlo. Pero en un análisis de jerarquías
estéticas es posible advertir que: imagen, palabra y sonido se
juntan para sugerir el ser y desaparecen juntas, en el umbral de
la inefable. Como en el verso maravilloso citado por Maritain:
Ilustre quídam cernimus
quod nesciat finem pati.
(Himno de la Transfiguración).
En el desarrollo general del arte, es evidente, sin embargo, que
la esfera abarcada por las imágenes susceptibles de represen
tación verbal, es más extensa que la del sonido y la plástica. El
poeta trabaja con material de espíritu: sin embargo, al expre
sarse por medio del lenguaje, pierde en precisión y eficacia lo
mismo que cada artista con su plástica específica. Fatalmente
el poeta tiende a crear fórmula, allí donde debiera perpetuarse
la vida. La imagen misma se vuelve fórmula por causa del uso,
pero esta fatalidad la debe al lenguaje. Originalmente, quizás
coinciden la imagen y la palabra que la expresa, pero el uso
impone al lenguaje la utilización práctica y lógica y muy pron
to la palabra ya no aloja imágenes poéticas, sino ideas forma
les y la función artística del lenguaje ha concluido. La dialécti
ca es antiquísima empresaria de producción mental en serie
que mecaniza el lenguaje, lo hace útil pero le resta significa
ción estética. Si no hubiesen subsistido las otras bellas artes, el
lenguaje, abandonado a sí mismo, habría acabado por rendirse
a la precisión y lógica y sería como otra manera de las mate
máticas. Felizmente el artista plástico, el colorista y el músico
han estado allí para recordar al poeta que su misión es libertar
el lenguaje de las cárceles formales. El poeta rescata la imagen,
perdida entre la gramática y la arquitectura lógica de una len
gua que se ha hecho culta. Y devuelve la sustancia poética al
dinamismo psíquico, en su exigencia absoluta.
Para aclarar esta necesidad de liberación de la imagen
fuera del círculo formal del estilo idealista, examinemos dos
versos tomados al azar de dos poetas modernos: el in-
telectualista Mallarmé, dice:
Le transparent glacier des vols qui n'ontpas fui.
Hay aquí una sucesión de imágenes sutiles y desmaterializa
das que sorprenden con cierto agrado, mientras no se analiza
el ingenio, bastante ingenuo. El cristal transparente es la
superficie de un lago, que al estar hecho cristal, se deduce
que se compone de agua congelada, pero no es así, sino que
por un capricho ingenuo, aparte de insípido, se trata de un
hielo hecho de vuelos que no han podido escapar. La imagen
del vuelo retenido es imagen de contenido poético en no
importa qué circunstancias, pero aquí está mecanizada y
hecha física. Ninguna Némesis retiene ese vuelo que una baja
del termómetro ha suspendido y que media hora de buen sol
echaría otra vez al espacio. Poesía de esta suerte cae en inge
niosidad y se vuelve acertijo, adopta el ritmo discursivo, se
hace técnica, pierde el sentido de avatar y de misterio inse
parable del arte. Por ejemplo, en el siguiente verso de Poe, la
imagen alcanza no sólo integración de sustancia, también
incorporación a un fluir que lejos de mecanizarla, le otorga la
dicha de lo redimido y celeste.
¡Ah, broken is the golden bowl. The spirit flown forever!
(A Leonora).
Así en general la superioridad del pensamiento poético está
en que permite explorar aquellas zonas de la existencia
donde la dialéctica pierde todo sentido y donde no alcanzan
la plástica ni la música solas. Se identifica entonces la poesía
con el amor que ata y desata el alma con las cosas y los seres
del Universo.
La imagen no se divide en propia e impropia como si
fuera una idea, sino en lógica, ética y estética, según que
transporta la cosa representada a la zona de la voluntad o a la
región de la dicha del alma.
"Sólo hay poesía cuando el pensamiento se ve en la impo
sibilidad de expresarse de otra manera que por el ritmo; sólo
cuando el ritmo ha llegado a ser su exclusivo y único modo
de expresión, hay en el alma poesía." Tal ha dicho Hólderlin,
uno de los más auténticos poetas que han existido. Y se refie
re al ritmo de la sustancia en su existir, subespecie divina.
A causa del íntimo sentido musical de la poesía, todo
acontecer que penetra en sus moldes, lo mismo la epopeya
que narra los comienzos de una civilización, como la trage
dia que cierra su ciclo, ha de adoptar esa disposición profun
da que nos sobrecoge en las obras maestras y cuyo secreto no
está en la forma literaria exterior, sino en la significación y
composición de las circunstancias. De allí que, por ejemplo,
la llíada conserve la majestad de sus narraciones a través de
la sensibilidad diversa de razas y lenguas. Igual cosa ocurre
con la Divina Comedia para la cual no encuentra Hegel sitio
adecuado en sus clasificaciones. Como que tampoco sospe
chó la categoría superior del arte que es la Liturgia, respecto
de la cual, la Divina Comedia es interpretación poética. No
importa el idioma en que se lea la Divina Comedia; su ritmo
esencial está en el acuerdo de panoramas y episodios con el
hálito de redención o de condenación que en espiras inversas
circula por toda la obra.
Los primeros documentos de la poesía son una mezcla de
impresión naturalista, apolínea, y de misticismo ingenuo.
Los himnos de los Vedas tienen este carácter de síntesis emo
cional del mundo. En el desarrollo de la literatura griega pre
domina pronto el elemento apolíneo, y así se pasa casi sin
transición de Hesíodo a Homero. El elemento religioso que
es predominante en Hesíodo se vuelve francamente huma
nístico y racional, es decir, apolíneo en la llíada. En la lite
ratura indostánica, al contrario, el desarrollo épico todavía
importante en el Ramayana, desaparece casi en la literatura
posterior que se vuelve filosófica y religiosa en los
Upanishads y en Bagahavad Gita. En la literatura hebrea
como la vemos en la Biblia, el período épico, el de las gue
rras y conquistas y tribulaciones, ocupa lugar secundario, en
relación con la poesía religiosa predominante desde el
Génesis, pero es preciso advertir que el proceso contrario:
religión metafísica y realismo naturalista o humanismo, sólo
se da en los pueblos incompletos como el romano; en los
decaídos, como la Grecia de Alejandro; en los pueblos de ter
cera, como los mayas y quechuas, y demás primitivos que del
tabú pasan a la divinización del cacique, un Moctezuma cual
quiera, con sacos de piojos en el tesoro. Pero los pueblos en
que se cumple la curva entera del desarrollo, el proceso es
fijo: apolíneo primero; adoración de la naturaleza equivoca
damente divinizada; dionisiaco, o sea veneración del apetito
y la fuerza, y religioso, o sea reconocimiento de los poderes
sobrenaturales del espíritu.
La expresión espiritual más elevada, la poesía pro-fecun
da y dichosa está en los cantos rituales de la Iglesia elabora
dos en Bizancio, conservados por el rito ortodoxo griego y el
ritual romano. Cantos conocidos y nunca exhaustos de signi
ficación: el Te Deum Laudamus, cuyo origen remonta al
canto de Mamerto:
Punge lingua gloriosi
Lauream Certaminis,
et super crucis tropheo.
Canta, ¡Oh, lengua mía!, el triunfo del combate glorioso, la
sublime victoria de la cruz e t c . . También el Dies ¡rae del
franciscano Tomás de Celano del siglo trece:
Dies ¡rae, dies illa
Solvet seculum in favilla
teste David cuín Sybyla...
Día de la cólera que reducirá el mundo a cenizas según testi
monio de David y la Sibila. . .
También el himno de la transfiguración que ya citamos en
otro sitio y los Laude de San Francisco. Son estos cantos la
más alta poesía de los siglos.
En la literatura indostánica, hay libros de noble y poética
meditación como los Salmos de las Hermanitas, pero allí el
arrebato poético está entrabado por la reflexión intelectualis-
ta. En un sistema de llegar a Dios por la inteligencia, desa
parece el elemento artístico que es sentimental. Donde no
hay fervor del alma amante, no hay tampoco estética ni se
produce revelación. La revelación consiste en hacer aprehen-
sible por amor y gracia, lo que la inteligencia jamás podría
descubrir por simple inducción.
Como tipo de poesía apolínea tenemos, pues, la épica de
Homero a Píndaro. De Horacio y Virgilio baste decir que son
romanos: poseen la ciencia verbal, el artificio, la regla; son
los antecesores de la Raison con la i de los franceses. De mí
sé decir que las églogas me duermen y la Eneida me indigna.
Por demás está añadir que los romanos no hicieron poesía
dionisiaca ni mística. En el género apolíneo imitaron a los
griegos, y no llegan a la tragedia, se quedan en la literatura,
el Séneca prudente.
La poesía lírica puede ser apolínea, dionisiaca o mística;
su índole subjetiva la acerca sin embargo, más a la expresión
dionisiaca y mística: dionisiaco es Anacreonte, en el orden
menor, así como Eurípides lo es en el grande. Esquilo, más
que místico, es visionario. Hay por supuesto en la lírica una
multitud de obras inclasificables, pero no por culpa de mi
clasificación, sino por su índole híbrida, inexpresiva o con
fusa. Por otra parte, la división del verso en odas, sonetos,
poemas, drama y tragedia, así como las clasificaciones métri
cas, obedecen a las condiciones de la forma: son modalidades
del instrumental. El sitio para examinarlas es la Preceptiva. Y
una estética no puede ni debe confundirse con el manual de
Retórica y Poética.
L A J A R D I N E R Í A
La idea de transformar el campo de cultivo en prado de orna
to es tan antigua como la arquitectura. Y aun podría citarse el
Génesis y su Jardín del Paraíso en apoyo de una prioridad del
jardín sobre el palacio y el templo. También la creación poé
tica filosófica de los hindúes se desarrolla en jardines exube
rantes. A la sombra de higuera clásica meditó el Buda. De los
lirios de los campos hablan las Escrituras, y los Diálogos
Platónicos se desenvuelven según el ritmo de los sicómoros
de las márgenes del Ilisos. El jardín es la morada del hombre
dichoso, más aún que el palacio. Y la misma literatura
romántica recurre a jardines de Italia como Shakespeare, o se
deleita con fantasías sobre la selva del trópico americano a lo
Saint Hilaire. El hombre bajo techo, así se trate del artesona-
do más suntuoso, es un prisionero de su alma, impedido de
su cuerpo. El clima oblígalo a resguardarse y los deberes
sociales le imponen artificialidad. La decadencia del arte,
desde el Renacimiento, depende, en parte, de que la actividad
internacional pasa desde entonces a pueblos que habitan cli
mas destemplados. El ceremonial vistoso y la canción nece
sitan espacio en donde ensancharse, claridad para el luci
miento de los colores y perspectiva de sol o de noche con
estrellas. Por eso todas las artes decorativas se han creado en
Oriente. Y también todas las ceremonias cultas, danzas y pro-
cesiones, carnavales y
representaciones alegóri
cas. El ambiente de jardín
es inseparable de la vida
poética. Los trágicos grie
gos colocaban sus esce
nas a campo abierto,
como el Prometeo, y a la
puerta de los templos y en
las terrazas. El jardín fue
siempre el marco obliga
do de toda acción de arte.
Es un error suponer que
en las zonas cálidas la
selva por su frondosidad
cierra las perspect ivas ,
anula las proporciones.
Toda vegetación está
subordinada a las corrien
tes de agua; en las márge
nes de todos los grandes
ríos, la periodicidad del
aluvión crea las vegas que
deben haber sido las pri
meras zonas cultivadas. Y
encima, sobre la tierra
firme del barranco, deben
haber aparecido los primeros
jardines en Babilonia y en el Ganges. De esta suerte, jardín y
palacio guardan la misma relación de siembra y morada.
Donde hay arquitectura aparece como obligado complemen
to la jardinería.
Al crear el hombre el jardín, de hecho separa lo bello de lo
útil. En el tránsito del grano a la rosa hay el mismo salto que
de la marcha a la danza y de la representación imaginada al
dibujo que la plasma. Desde que empieza a vivir, el alma trans
forma su derredor, según las determinaciones de la fantasía.
Todo lo que pudiera decirse de los jardines de la antigüe
dad resultaría erudito o fantástico, procedería de un rastreo
en la literatura o la historia y sería interesante, pero no preci
sa para nuestro caso. La preparación del material es obra del
especialista. Nos conformaremos por lo mismo, con exami
nar el arte de la jardinería en los tiempos próximos a nosotros
y con los casos más conocidos.
El jardín árabe
El tipo más famoso de jardín es el que nos llega con el nom
bre de árabe: su origen es quizás persa - l as rosaledas figuran
en los relatos de Las Mil y Una Noches. Por su parte, la Bi
blia ha inmortalizado las rosas del Jericó. A los árabes espa
ñoles debemos los más hermosos jardines en existencia; el de
la Alhambra y el de Aranjuez. Son ambos arquitectura y no
simple trazo. Se les mira desde terrazas o sirven para dar
marco a terrazas, explanadas y miradores. El uso de mayóli
cas en fuentes y bancas; los estanques de nenúfares, la ufanía
de los pavos reales; la dulzura de un ambiente embalsamado,
la serenidad del cielo y el aroma de yerbas y flores, he allí
elementos irreemplazables de esa sinfonía de color y fragan
cias que es un verdadero jardín. Para consumarla hace falta
un clima benigno y caluroso. Lo bastante para que el riego
del atardecer cause efecto de incitación, así como al dulzura
de la noche provoca ensoñaciones venturosas.
Tardes de rosedal, ma
ñanas de azucenas y no
ches de nardo y de aza
har. Para gozar la noctur
na complacencia hace
falta olvidarse de que el
goce es pecado, tal como
lo hacen los árabes. En
nuestras ciudades ameri
canas de abolengo anda
luz, ¿quién no conoce el
misterio de las flores que
en la sombra derraman
fragancias como una ter
nura que llega al alma?
Hay el jardín en que se
ama y el jardín en que se
llora. La fronda en que
esconde sus fracasos Pie-
rrot, la sombra en que ri
ñen los celos, y el banco
inolvidable de las confi
dencias, el sendero de la
promesa.
El jardín italiano
La mención de Pierrot nos
saca de estos jardines dionisiacos, que son los árabes, y nos
lleva al jardín de tipo italiano. La configuración más bien mon
tañosa produce en estos jardines una edificación en terrazas,
rotondas y arboledas. El mármol pone en ellos su nota de paga
na religiosidad y la cercanía de la playa recuerda el dolor de las
separaciones. Cuando de noche se iluminan, evocan los jardi
nes de Italia las figuras del Carnaval cuya parodia se paseó tan
tas veces por la América española. Consolémonos; también el
Carnaval de Venecia es imitación de Bahg Kor, y éste lo es de
la Indochina. Pero no es despreciable ni mucho menos la músi
ca con que el Occidente ha contribuido a la fiesta: Minueto de
Verdi en el baile de Máscaras, fantasías de Schumann, ricas de
sugestiones y ritmos. Todo Carnaval supone prados para la
danza y follajes discretos para las parejas bien avenidas.
Añadid, si queréis, la nota alegre de los faroles chinos y el
rodar del cielo estrellado parecerá dichoso. Pues lo propio de
un jardín es devolvemos al disfrute paradisiaco, pero no antes
de la falta, sino después, y según la tolerante versión de
Mahoma. No es cristiano el jardín, ni religioso, salvo cuando
vuelve a ser naturaleza, en la pintura de los místicos. El jardín
propiamente tal, es dionisiaco, y así nos lo parece aun en la
pobre imitación del jardín pagano del Aprés Midi del fauno
debusista.
El jardín francés
Su temperamento cartesiano lleva al francés a introducir geo
metría, inclusive en el arte de los jardines. Todo el mundo
conoce el género Jardín Lenotre. Su más alta expresión es
Versalles, y lo mejor que tiene Versalles está en las fuentes y
los espejos de agua, los grupos escultóricos, elementos italia
nos del arquitecto de jardines. Lo que tiene de propio
Versalles es el trazo rectangular, alternado con círculos y
elipses. La geometría entrometida donde menos tiene que
hacer, en el desarrollo de las plantas, que ya superaron la ley
de los cristales, propia del orden mineral y se desenvuelven
según las espiras del tronco y sus follajes. La insensibilidad
de la mayoría para estas situaciones de la dinámica del uni
verso, hace que pasen inadvertidos atropellos semejantes y
aun que exista quien los imite y elogie. Los bellos jardines de
Francia están en el mediodía, donde la moda provenzal retie
ne los secretos italianos. Tan copiosa es la producción de las
flores en la comarca de Niza, que allí se han establecido
industrias del perfume. Y no en vano elige el ruiseñor las flo
restas provenzales, catalanas, andaluzas, para su juego meló
dico, el más dulce de los reclamos genésicos. Pero los jardi
nes que imita el mundo, son los jardines geométricos, estilo
Saint Cloud, o estilo Versalles, ordenados según la poca idea
del malhechor de la estética que fue Lenotre. En los alrede
dores de Madrid se observa la mala influencia extranjera
comparando la magnificencia de Aranjuez con la imitación
versallesca de la Granja. Simple bosque con rotondas, calza
das y juegos de agua en la Granja, en tanto que toda la poe
sía de la creación, se refugia en Aranjuez.
El estilo de la arquitectura también contrasta. Arquitectura
española en Aranjuez, con todo el encanto de la grandeza
venida a menos, pero que todavía retiene tesoros como las
Cámaras de porcelana. La naturaleza también se ha esmera
do en aquel oasis, atravesado por el río Tajo y su capricho del
Jardín de la Isla. Hierro oxidado de los viejos balcones, iri
sación de una fingida catarata y sillares enlamados; ¿dónde
hay en Francia jardín comparable?
En todo caso, el mejor jardín de Francia es el de la músi
ca de Debussy: Les jardins sous la pluie, trozo vivamente
poético.
El jardín inglés
Walpole en su Essay on Modern Gardening (1770), es uno de
los más distinguidos teóricos del arte de la jardinería, enten
dido como equilibrio de bosques y montañas, estanques,
lagos y ríos. La pintura del paisaje de Ruisdael y Hobema,
puesta a la moda por Salvador Rosa, y la influencia del arte
chino popularizado por libros y viajes, he allí los anteceden
tes del jardín inglés. El ornamental gardening es en Ingla
terra profesión reconocida. Se menciona un Brown, como
fundador del estilo inglés, que imita la naturalidad campestre
introduciendo ríos y lagos artificiales. William Chambers,
introductor de la influencia china, "exige que los jardineros
sean, no labradores, sino hombres de genio de fértil imagina
ción y conocedores de las pasiones". Lo cierto es que se ha
creado en el mundo anglosajón una rama artística en torno a
los problemas del terrado, los niveles, las perspectivas, las
enramadas, las flores y aun las siembras, todo dentro de la
regla de irregularidad propia de quien tiene por modelo la
naturaleza. A veces el diseño abarca no sólo el jardín y sus
edificios, también el panorama de poblaciones enteras; y
todo se comprende bajo el nombre de country landscape
architecture. Otras veces el jardín inglés se encierra en la ciu
dad y sobre las mismas terrazas de los edificios construye
modelos de la jardinería de todas las naciones, como en el
Rockefeller Center de Nueva York.
El jardín tropical
A finales del dieciocho, la época en que México fue nación en
grande. Borda el rico minero que construyó a Taxco, -una de
tantas Villes D'Art de nuestro territorio-, se edificó morada y
jardines en la ciudad de Cuemavaca. El recinto amurallado se
interrumpe a trechos, con miradores que descubren un panora
ma de palmeras y caseríos, huertos de mangos y mameyes,
torres barrocas y cúpulas, cañaverales y arroyos, terreno que
brado y en la distancia la serranía. Por su interior el jardín ofre
ce veredas de ensueño, rotondas con bancos de mampostería y
estatuas de piedra, fuentes y estanques. En el follaje hay todos
los tonos del verde, subido en el árbol del mango, claro en los
platanares. Framboyanes encendidos y tamarindos en flor,
recuerdan el clima del trópico. Mangos maduros y mameyes,
naranjas, toronjas, limones, zapotes, hacen del Borda un jardín
de los frutos, no sólo de plantas y flores. Cisnes en un estan
que y pavos reales por los prados completan la sugestión para
disiaca. Una vieja casa señorial, convertida en hotel de viaje
ros ofrenda el reposo de sus anchos corredores con soportal.
Toda la tierra caliente mexicana de Veracruz a Campeche,
construyó quintas de esta índole en la época pródiga del colo
niaje. Hoy las antiguas mansiones, regenteadas por los "gene
rales", repintan sus muros arruinados, para el celestinaje del
turismo de Norteamérica.
Por la feracidad y el misterio, por la belleza esplendorosa
y aun los riesgos escondidos de flores venenosas y cobras
traicioneras, los jardines tropicales desasosiegan al visitante,
lo fascinan luego, y ponen en tumulto las apetencias de la
sensación.
El jardín japonés
Una variedad de jardín que ha dejado de ser exótica para con
vertirse en curiosa es la llamada del jardín enano. Una ver
dadera industria de pinos diminutos y de araucarias enanas
se sostiene en Teziutlán de México y en cada parque de
California hay la sección "sumergida" o japonesa, que imita
colinas, arroyos y puentes y exhibe asombrosas reducciones
de coniferas, todo un mundo vegetal como para turistas del
Liliput. Pero no es esto propiamente el jardín japonés, aun
que la idea de producir flores enanas sea china o japonesa. Lo
que distingue el jardín japonés es la armonía de las flores con
el ambiente. En vez de las macetas que en ciertos jardines a
la Rusiñol, reemplazan casi el terreno, el japonés adapta el
sembrado a las sinuosidades naturales, lo enmarca en los
sitios favorables, huyendo del seto y de toda disposición geo
métrica; siguiendo más bien la línea propia del panorama que
no es otra cosa que la de las aguas y los vientos que lo han
conformado en el tiempo. De allí esa armonía del paisaje
japonés en donde todo se inserta según ritmo natural. Fluye
entonces la emoción, incorporándose a un tono de finura en
que la naturaleza se desenvuelve identificada con la belleza.
En las pinturas y tapices del Asia y en los relatos de los via
jeros, podemos advertir una suerte de contacto musical del
alma con las flores que llegan a ser la melodía del panorama.
En vez del plan del arquitecto, la topografía del terreno indi
ca en este arte la ordenación de árboles y arbustos.
El bosque como parque
Lo que el arte de la jardinería debe a Francia es la adaptación
del bosque a los fines del paseo y la belleza. Los parques de
ciudades modernas proceden más o menos directamente de
los Bois de Boulogne, Saint Cloud, Meudon. Inmensas arbo
ledas cortadas por calzadas, terminadas en "clariéres" donde
la luz atenuada, crea esos tonos dulces que son el encanto de
las telas de Corot. El nombre de este artista se identifica con
la vaguedad seductora de las ramazones de castaños y hayas;
la luz de un abra que decora alguna mala estatua versallesca,
pero que en aquel sitio adquiere cierto encanto de época.
como los muebles de algún discreto bazar. El empeño del
hombre y su éxito al embellecer el pobre panorama de aque
llas tierras sin colinas, conmueve casi y nos llena de simpa
tía por un arte laborioso y astuto ya que no logrado, en las
exigencias de una auténtica belleza.
Fuera de Francia el estilo bois se ha reproducido en todas
las capitales modernas. El Chapultepec de México sobresale
por sus cedros milenarios y el panorama circundante.
En realidad, la multiplicación de estos principados del
áibol se ha hecho posible por la rapidez con que hoy se reco
rre el espacio. La mayor parte de los grandes parques yan
quis, desde el Central Park neoyorquino al National Park y el
Yosemite, están hechos para ser recorridos en automóvil. Las
bellezas naturales en grande, la montaña, el geyser, la catara
ta, sustituyen en estas creaciones magníficas a los arreglos
artificiales del corte inglés o del prado francés. El arquitecto
interviene en estos parques para poblarlos de hoteles, pabe
llones de administración o fines científicos. Las edificacio
nes de suntuosa rusticidad del Gran Cañón del Colorado; los
jardines y hoteles nuevos de la Bahía de Carmel en Califor
nia, los hoteles palacios de Yosemite y de Tacoma combinan
la arquitectura con el panorama, por manera afortunada. Y
todo el mundo sabe de la gracia y hermosura imponente de
los hoteles y casinos de Suiza, Alemania, Italia. El landsca-
pe architect, arquitecto de paisajes, localiza la construcción
en la falda del monte o en la cima, protegida por boscajes o
aislada. También aprovecha los espacios en torno a construc
ciones ya levantadas, determinando la clase de plantas, el
tipo de jardín que en cada caso conviene. Las mansiones de
los alrededores de Los Angeles y las de Berkeley, Santa
Bárbara y San Francisco, los barrios lujosos de las grandes
ciudades modernas deben su encanto al landscape garde-
ning; se distingue en este arte, por encima del palacio priva
do, la mansión, el hotel de viajeros, palacio de la democracia,
donde cada quien habita por días o semanas. El Hotel de
Carmel Bay en noche de verano, parece un cuento de hadas,
según arreglo de Barrie. Y no es que haya por allí mucha ino
cencia; al contrario, todas la facilidades de la ocasión y el
lujo tientan al visitante. A un alma gastada o exigente podrá
parecerle el lujo de relumbrón, pero arriba las estrellas se
miran tan auténticas como en las noches de Persia o de París.
Y en los jardines, a orillas del mar, bajo las frondas benignas,
el amor es sano y nuevo en los cuerpos bruñidos por el agua
del mar, el sol y el deporte.
Arquitectos de playas o de balnearios, la era del deporte
los ha creado, pero en realidad, Italia, que en todo está de
vuelta, puso hace siglos el modelo de sus villas romanas,
napolitanas, y los palacios, las arcadas, los miradores de
Amalfi y de Capri.
Los parques del trópico
La creación de parques ocurre en una época en que la cultura
española, decaída, ya no construye y apenas logra conservar su
herencia. Esto explica que no sean Cuba ni México, el sitio de
un gran parque o jardín botánico de la flora cálida. La maravi
lla de este género de jardín la han creado los ingleses en
Jamaica. Aparte del jardín jamaiquino hay otro botánico en la
India. El que yo he visto en los alrededores de Kingston es la
mayor obra de hermosura que jamás se haya realizado con los
elementos de la flora del planeta. El parque común es la estili
zación del bosque. El jardín de Jamaica es la estilización de la
selva. Se le suprimen ciénagas, fieras, murciélagos, insectos y
se da sitio de honor a palmeras, heléchos, bambúes, bejucos y
frutales. En las estampas de la India se ven panoramas seme
jantes, pero no creo que exista nada más bello que esas fron
das gigantescas y civilizadas, pobladas de pájaros y orquídeas.
El goce de la naturaleza y los jardines es tan antiguo como la
civilización. Pero a diferencia del bosque del norte con músi
ca del Sigfrido y los Murmullos de la Selva de Wagner, la selva
tropical tiene un ritmo cósmico, en el cual participan lianas y
troncos, pájaros y bestias. En el bosque germánico, los sende
ros son como de zorro, serpean entre troncos y buscan el abri
go de los ramajes, para protegerse de la lluvia y el frío; la nave
en ojiva nace quizás de estos caminos bajo los brazos de las
coniferas. En la llanura, el sendero tiende a la línea recta; de
allí el tipo geométrico de los jardines del centro de Francia.
Los senderos de la selva siguen el ritmo de las corrientes,
modificado por las exigencias del paso del hombre. Armonía
del pie desnudo y la vereda, que Tagore ha precisado en algu
no de sus ensayos prodigiosos.
Instintos de poesía aletargados en la conciencia se despere
zan al contacto de la naturaleza tropical, y vagamente se sueña
en futuros poemas, como Ramayanas del establecimiento de la
civilización técnica en la exuberancia de las regiones tórridas.
La vista se complace y el oído se afina. Un vago terror, como
el del mar, conmueve el ánimo, mientras la imaginación se
satisface reconociendo más de lo que ella sola, en el mejor de
sus sueños, podría inventar. La regla de aquel mundo no es la
pequeña que traza sobre el papel diseños fáciles. Un acuerdo
como de sinfonía, enlaza la pluralidad, y la conciencia ambi
ciona ser el alma de aquel conjunto.
L O S S I G N O S
El pesimismo alegre. Mis pasos han sido guiados por dos
tiranos crueles: el Azar y la Necesidad. La necesidad que
embrutece. El azar que desorienta. Y en el fondo de cada ins
tante hallé el dolor, el dolor que atormenta.
Más terrible aún que todo lo que yo he pasado, más espan
toso, es todo lo que yo he visto: inquietud, odio, hambre,
enfermedad, dolor, impotencia y muerte; he aquí los ritmos
de esta pesadilla monstruosa que el Azar y la Necesidad man
tienen.
Sin embargo, la vida no sólo perdura, sino que es capaz de
parecer hermosa, y a veces como que se torna en goce y
rapto. ¡Cuántas veces la conciencia, después de la angustia,
se abre a la dicha y la esperanza, como celo que se va lle
nando de luz! Y a medida que vivimos más, parece que va
mos venciendo el dolor.
Tendrá quizá razón el sentido ordinario -nuest ro enemigo
el sentido ordinario- , y al fin y al cabo, ¿será el mundo per
fectible, y la vida buena . . . ? Y yo, exaltado rebelde, ¿voy a
servir de prueba y de ejemplo a todo el rebaño de los opti
mistas, tan sólo porque mi fortuna ha logrado arrebatar a la
suerte una que otra ventura intensa, o porque ya no me
importa la pérdida de las cosas que se pueden perder? ¡Como
si no hubiera tantos otros, tantos millares y millares de seres
para quienes todo ha sido ruindad, miseria, injusticia, impo
tencia y terror! ¡No, jamás afirmaré que esto es bueno!
¡Antes el tormento que la beatitud cobarde! ¡Antes el dolor
que la mentira! ¡Sigamos atormentados, pero con la ambición
puesta en lo infinito!
Todo conformismo es vil. Amarga es toda contemplación
del mundo; amargo todo examen sincero del corazón. Nuestro
pesimismo es radical y definitivo. A pesar de eso, frecuente
mente la alegría mana de nuestros pechos, incontenible, rebo-
sante. A pesar de que el juicio condena siempre, el corazón a
menudo se suelta a danzar de júbilo. ¿Qué extraña locura es
esta? ¿Qué clase de pesimismo es este pesimismo alegre...?
¡Pesimismo alegre!, tal es la fórmula. Pesimismo respec
to de la vida terrestre en todas sus formas. Horror de la vida
social en todos sus arreglos malditos. Horror del cuerpo
humano que es modelo de ruindad y de imperfección y
absurdo. Horror de la vida de las especies: monstruo que vive
de sí mismo, devorándose a sí mismo! ¡Horror de nacer: acci
dente terrible que las antiguas religiones califican de pecado!
¡Horror de engendrar! Horror y asco de todo amor de sexos.
Desdén y piedad de toda dicha meramente humana.
Inconformidad, aun con el más logrado > brillante de todos
los destinos. ¡Horror del planeta! ¡Pesimismo de nosotros
mismos, porque nuestra conciencia es una y minúscula y el
mundo es múltiple, infinito! Disgusto y horror totales, sí,
pero de todo esto, nace alegría.
Alegría porque ya todo lo perdimos, porque ya nada nos
detiene; porque si todo se va. también todo es vano. Alegría
porque en el fondo inescrutable hemos advertido un proceso
de tránsito. Alegría porque en lo más revuelto del plexo
hemos percibido un curso que se sobrepone a los fenómenos:
un ir que complace al corazón y se iguala con la fantasía.
Una corriente libertadora. ¡Devenir estético y divino, nuevo
y triunfante! Por todo el Universo resuena, de todas las cosas
se levanta, en todas las almas vibra. Pasa por el mundo como
un gran himno de victoria.
Los ecos de este himno han penetrado en mi conciencia, y
desde entonces marcho contento. Y paso por las cosas y me de
tengo delante de los seres y en todo busco el signo: el signo
revelador de lo que comienza a revertir su impulso, de lo que
ya acude al nuevo existir, a la potencia y al amor de lo infinito.
Así se dijo, a sí mismo, en una larga meditación, el hom
bre que bajaba de la montaña.
El relámpago y la bestia. El cielo se había nublado. Por la
serranía, allá lejos, del fondo espeso de las nubes, salió un
relámpago, tan lejos que no se oyó el trueno; pero el fulgor
iluminó el ambiente y un perro pasó huyendo. Y el hombre
pensó; el Relámpago, la Bestia. ¡He aquí extraños signos!
Parece que al ahondar en las profundidades de mi con
ciencia, veo allí las sombras oprimiéndose y rozando, como
en el seno de la nube que produjo el relámpago. Y tal ha sido
mi vida consciente: una sucesión de relámpagos fugaces, en
una ruta de sombras. ¿Pues qué otra cosa son las ideas?
¡Breve aunque glorioso fulgor de relámpagos!
La bestia pasó, asustada y huyendo, para ponerse en salvo.
Una chispa de luz del relámpago encamó en el perro, y allí
brega hecha instinto; un poco menos brillante, pero más per
manente y fija. Al encarnar hase aliado estrechamente con la
sombra; se ha penetrado del misterio de la sombra, se ha
hecho una con los huesos y los músculos y explora el uni
verso por todos los nervios del perro. A través de sus ojos
atisba, atisba con menos fulgor que cuando era relámpago;
mas en cambio, por el lado del cuerpo, ahora penetra el
mundo de una manera más honda. Ha aumentado la intensi
dad de su ser. Pasó, del dinamismo pobre y uniforme de la
potencia elemental, al dinamismo específico de las especies
vivientes; fuerza que ya no es mera repetición de procesos,
sino un ensayo de rumbos nuevos. Así lo dicen los ojos del
perro, los ojos de todas las bestias: ojos llenos de anhelo con
fuso y lánguido.
Así como por la nube, también por allí, por la lánguida
espera de la bestia, pasamos nosotros. ¡Feliz, dichoso el ins
tante en que hemos dado un paso adelante! ¡Dichoso el trán
sito que nos libertó de la nube, que nos libertó de la bestia!
¡Bendito, inefable el instante que nos arranque del hom
bre . . . . esa otra bestia que aspira a ser alma!
Y el hombre siguió bajando de la montaña.
El Sol. El cielo se había despejado. La sierra quedó atrás.
Verdes colinas onduladas descienden hacia el mar. A interva
los se alzan grupos de árboles de follajes lozanos. El Sol bri
lla intensamente. En la playa, la arena reverbera y contiene
las olas que se estrellan en grandes rompientes. El agua a dis
tancia parece el lomo de un gran monstruo en reposo. La luz
baña todas las cosas. Los co lo res , la b r isa , el mar. las peñas,
los campos, el cielo, todo parece unirse y conciliarse en rit
mos de júbilo y danza. La claridad idealiza los cuerpos, como
si a través de ellos se transparentase un alma. El hombre per
manece en la melodía ambiente, complácese y goza.
A medida que declina la tarde, el Sol se aparta del armo
nioso concierto, se agranda y se hace más presente, como
reclamando más atención. Ahora está rojo y arde, llenando el
cielo de resplandores soberbios. El hombre, arrancándose al
arrobamiento en que lo había puesto el paisaje, contempla la
majestad del Sol y piensa, piensa o rememora.
Henos aquí de nuevo, oh Sol, frente a frente. Aún eres her
moso y ofuscante. Y todavía al mirarte, parece que revive en
mí el viejo instinto que te veneraba; el estupor que me arran
cara cánticos y me hiciera levantar templos, cuando era yo
salvaje o más tarde sacerdote incaico. ¡Pues de todo esto hay
en mi alma la huella confusa!
¡Cuánto te amamos; sin embargo nos engañaste! No eras
Dios, no eres Dios. Lo mismo que nosotros, eres esclavo: un
esclavo que marcha en el vacío con una gran antorcha en el
pecho. Tus pasos están reglados, y constantemente recorres
los mismos ciclos. También tú como yo, labras un Karma. Tu
Karma es arder y girar. Das vida, ya lo sé; todo lo que en el
planta se arrastra, tu calor lo fermenta y le da cuerpo, y en
seguida tu luz lo despeja y le da anhelo. Pero no lo libertas,
como no puedes libertarte tú mismo.
No eres libre, pero posees un vasto anhelo. Todos los días,
en el Ocaso, tu luz ahonda el azul, dora las cosas, enciende
las nubes, deslíe los tenues matices, pone ensueño en las pro
fundidades de lo alto. Además de fuerza que trabaja eres
fuerza que derrocha: eres artista.
Ya tu disco se sumerge en el confín distante y en este
momento parece que la naturaleza entera se halla atenta a tu
tránsito. Te retiras orgulloso de tu obra; satisfecho del festín
con que has llenado el espacio. Pero mira, no estamos solos
- tú en tu vasto resplandecer, yo peregrino de ignotos mun
dos, que también con mis ideas pueblo de esplendores el
vacío- ; no estamos solos, no somos ni la única aspiración ni
el único alarde. . . Mira, allá vienen las estrellas.. . Son her
mosas y son inmensas y su número no tiene fin. También
como nosotros tienen ansia y saben resplandecer: resplande
cer es un verbo destinado a las criaturas. Muchos somos los
empeñados en arder y ninguno abarca la extensión inmensa,
ninguno de nosotros es Dios.
Y entonces el hombre le dijo a su conciencia: "Mañana,
cuando pases por otros soles y otros mundos y encuentres
extraños prodigios, por mucho que te asombren no les rindas
culto: aprovecha la lección del Sol. No basta resplandecer. El
ser a quien buscas, el Ser de los seres, ha de ser capaz de des
lumhrar."
E L P O D E R D E L A P A L A B R A
Cada palabra es un vaso de esencia; mera forma si se usa
como signo del objeto o nombre de la idea; potencia miste
riosa si se confunde con lo pensado. Las palabras sueltas,
huecas, deshilvanadas, son como utensilios sin empleo,
como pedrería sin enjoyar. Las palabras llenas de sentido,
más valiosas que un tesoro, son capaces de destruir, de con
mover, de libertar, de edificar. Y si se juntan, se organizan y
animan para formar credo, belleza, doctrina, entonces no hay
poder que las detenga ni fuerza que las destruya.
La palabra más humilde cumple la misión de consolidar la
personalidad, de la cosa a la bestia. Un banco, un mulo, pene
tran a la región de las ideas sólo desde el instante en que se
les nombra.
La palabra más alta es el Verbo. Según las más diversas
teogonias, de ella proceden todas las cosas; suponiendo que
no proceda la creación material de un Fiat, de un Logos, es
evidente que el mundo del hombre, el mundo de la represen
tación, como decía Schopenhauer, sí cobra existencia sólo
desde el instante en que encarna en la palabra. Se afirma
entonces por lo menos una realidad psicológica cuando se
dice que: el Verbo hizo la luz, hizo las estrellas y animó a la
primera pareja. Dentro del Verbo está todo. La voluntad, la
inteligencia, la fantasía, la cosa y el ser; todo procede del
Verbo y todo retoma a él. Nada hay más alto entre todos los
conceptos. Sobre el Verbo sólo está lo Inefable.
Lo que se multiplica y se dispersa, todo cuanto es nume
rable, ha pasado o tiene que pasar por los moldes infinitos y
luminosos del Verbo. Esos moldes son las palabras; moldes
vacíos si no sabemos despertar su contenido; moléculas
poderosas de una fuerza ilimitada si sobre ellas sopla un
viento de espíritu.
Nada hay más fascinante, más poderoso, más peligroso
que el manejo de las palabras. El que supiera aprovechar sus
secretos se convertiría en un mago. La más alta magia no es
ya otra cosa que una ciencia de palabras. Con el poder de las
palabras se ha revolucionado el mundo. Las palabras hacen
la guerra, restauran la paz, forjan la historia. Después de que
ellas se pronuncian en la boca de los inspirados, los sucesos
se ponen a seguirlas y las voluntades a obedecer.
En ocasiones las palabras quedan sueltas por años y por
siglos, dispersas en el ambiente; las conciencias oscuras las per
ciben con vaguedad y las obedecen sin
darse cuenta de su influjo. Las mentes
iluminadas logran orientarse, adivinan
las corrientes que manan del concepto
y de acuerdo con ellas organizan la ac
ción. Pero todos vivimos y nos mo
vemos dentro del poder irresistible de
las palabras.
Confusión y claridad, poder para el I
mal y poder para el bien: todo eso está I
en las palabras. Hay magia negra de
las palabras cuando un malvado o un J
hipócrita hablan de maldad y de justi
cia. ¡Las palabras se vuelven mido
confuso, torpe runruneo cuando
hablan los necios!
Hay otras dos maneras de usar las
palabras. Una es cuando escribimos
o cuando hablamos con perfecto
dominio de la forma, sobre un asun
to baladí y, escogiendo cada término
para que exprese los matices de un estado de ánimo, los ins
tantes de un paisaje o de un suceso. La palabra desempeña
entonces un oficio subordinado y se pierde en un conjunto
como de impresión descriptiva o pictórica. Si la releemos se
verá que hace las veces de jeroglíficos perfeccionados, pero
está desprovista de energía propia. Se ha usado la palabra en
su más limitada función de signo, sin remover, sin sondear,
sin poner en movimiento su contenido. Con este sistema se
puede hacer conversación amena, se puede hacer literatura y
cierta especie de jerga convencional que para muchos mere
ce ya el nombre de arte: naturalmente, en tales ejemplos ni
siquiera se da a sospechar el poder arrasador, el poder crea
dor de las palabras.
La verdadera manera de escribir, la emocionante, la pode
rosa manera de escribir, es aquella en que un taumaturgo
logra dar a cada palabra el toque peculiar que despierta y
pone en acción sus virtudes mágicas. Hacer resaltar la poten
cia que encierra dentro de sí cada término: tal es el secreto
supremo del estilo. Cada vocablo se convierte entonces en
una caja de Pandora, de donde irrumpe el prodigio. En segui
da la potencia de cada voz suscita y hace estallar las poten
cias afines de las otras palabras, y así se inicia un torbellino,
se suelta una corriente de voces afortunadas, de frases hirien
tes, de apostrofes destructores, de imprecaciones y de ala
banzas que conmueven y transforman el mundo de los con
ceptos, hasta que, tarde o temprano, la realidad social, los
hechos mismos se acomodan a las nuevas y superiores nor
mas. El mundo físico, también sumiso al plan humano, res
ponde al llamamiento sublime, brindándose como piedra,
mármol o bronce para la construcción de los monumentos
que son fruto de las grandes ideas. Toda construcción es un
esfuerzo que sujeto por el impulso de la palabra no se con
forma con entregarle su voluntad: se empeña en someter tam
bién el objeto al imperio de lo ideal. De esta suerte, cada obra
humana es efecto de la potencia que originariamente se des
prendió de un vocablo, de un conjunto de vocablos organiza
dos, inspirados y poderosos.
El que ha sabido suscitar el magnífico desorden de una súbi
ta aparición de un conjunto de vocablos potentes tiene que
hacer uso de una especie de cautela; necesita destreza consu
mada si ha de posesionarse de las sueltas potencias y aprove
charlas en un propósito definido. Se sentirá lo mismo que un
mago en cuyas manos se revelasen de pronto las fuerzas pro
fundas del Universo y se pusiera a tem
blar porque las sentía dóciles a su
arbitrio, pero sin saber el instante en
que, saliéndose de quicio, irían a des
truir y arrasar cosas y seres y aún su
propia existencia.
La mayor parte de las páginas que
a diario se escriben no están llenas
más que de signos, no de palabras:
por eso vivimos tranquilos o, más
bien dicho, embotados. Miramos los
vocablos y los pronunciamos como el
que juega con pólvora sin tener lum
bre; como podría rodar entre filisteos
la vara milagrosa de Moisés, sin que
nadie sospechara sus virtudes. Sólo la
mano del profeta puede hacerla vibrar
para conmover pueblos y sacar linfas
de la roca. Así son las palabras, sólo
un alma conmovida y sincera les
puede desentrañar el poder que se
impone a los tiempos. Los profetas hebreos hablaron, removie
ron, pusieron en acción las palabras, y han pasado y se han
hecho polvo faraones y emperadores; pero el verbo de Israel
sigue conmoviendo a los pueblos. ¡La verdad se expresa dentro
de un torbellino! ¡El que se atreva a despertar las potencias
ocultas, sagradas, de un vocablo, resuélvase primero a perecer!
Sucumbirá, pero después de haber creado algo eterno. Quien
sepa hablar en este tono será más grande que el héroe y gozará
de un poder que se confunde con el poder absoluto.
El que usa las palabras para murmurar o para mentir, aunque
las haga muy perversas, muy insidiosas, muy dañinas, perecerá
también, pero sin gloria; se perderá en los fondos oscuros de la
magia negra. Si la intención del que escribe es noble, no impor
ta que sus palabras desencadenen la catástrofe; de ella saldrá
más clara la conciencia, y, tarde o temprano, el brazo consu
mará una acción ilustre. ¡Pues no hay poder sobre el poder de
la palabra! La bala, la piedra, el cañón, todas son potencias
subalternas del concepto. Claro que a veces nos muestran una
sumisión muy tardía o nos destruyen bárbaramente antes de
que el poder del verbo se manifieste: pero no hay poderío esta
ble, poderío válido, si antes la palabra no le ha dado normas,
contextura, definición. Y el mismo estruendo del caos sólo se
aquieta después de que la palabra ha impuesto silencio.
Se puede escribir con palabras que son meros signos para
la representación del suceso frío y de las variedades de la
inerte opinión diaria; no seremos entonces sino esclavos de
las letras.
Se puede escribir para dar desahogo a pequeñas pasiones,
para el orgullo y la envidia, para la adulación y el éxito fácil;
entonces las palabras acabarán por formar una maraña en la
cual perderemos la ventura y la conciencia.
Se puede escribir con emoción para el bien y la verdad;
sólo entonces gozaremos la embriaguez de las fuerzas que se
desatan; sentiremos temblar las multitudes y el mundo ente
ro llegará a conmoverse.
¡Palabras! ¡Palabras fuertes, palabras mágicas, envolved-
nos en la trama vuestra; prestadnos el rayo que fulmina, la
piedad que rejuvenece, la claridad que ilustra las frentes!
JOSÉ VASCONCELOS'
LA RAZA CÓSMICA
(Fragmentos)
Después de examinar las potencialidades
remotas y próximas de la raza mixta que
habita el continente iberoamericano y el
destino que la lleva a convertirse en la
primera raza síntesis del globo, se hace
necesario investigar si el medio físico en
que se desarrolla dicha estirpe correspon
de a los fines que le marca su biótica. La
extensión de que ya dispone es enorme;
no hay, desde luego, problema de super
ficie. La circunstancia que sus costas no
tienen muchos puertos de primera clase,
casi no tiene importancia, dados los ade
lantos crecientes de la ingeniería. En
cambio, lo que es fundamental abunda en
cantidad superior, sin duda, a cualquiera
otra región de la tierra: recursos natura
les, superficie de cultivable y fértil, agua
y clima. Sobre este último factor se ade
lantará, desde luego, una objeción: el
clima, se dirá, es adverso a la nueva raza,
porque la mayor parte de las tierras dis
ponibles está situada en la región más
cálida del globo. Sin embargo, tal es, pre
cisamente, la ventaja y el secreto de su
futuro. Las grandes civilizaciones se ini
ciaron entre trópicos y la civilización
final volverá al trópico. La nueva raza
comenzará a cumplir su destino a medi
da que se inventen los nuevos medios de
combatir el calor en lo que tiene de hos
til para el hombre, pero dejándole todo su
poderío benéfico para la producción de la
vida. El triunfo del blanco se inició con la
conquista de la nieve y del frío. La base
de la civilización blanca es el combusti
ble. Sirvió primeramente de protección
en los largos inviernos, después se advir
tió que tenía una fuerza capaz de ser uti
lizada no sólo en el abrigo sino también
en el trabajo; entonces nació el motor, y
de esta suerte, del fogón y de la estufa
procede todo el maquinismo que está
transformando al mundo. Una invención
semejante hubiera sido imposible en el
cálido Egipto y, en efecto, no ocurrió allá
a pesar de que aquella raza superaba infi
nitamente en capacidad intelectual a la
raza inglesa. Para comprobar esta última
afirmación basta comparar la metafísica
sublime del "Libro de los muertos" de
los sacerdotes egipcios con las chabaca-
Vasconcelos. José, La raza cósmica. Austral. México 1999. 208 pp.
nerías del darwinismo spenceriano. El
abismo que separa a Spencer de Hermes
Trimegisto no lo franquea el dolicocéfa-
lo rubio ni en otros mil años de adiestra
miento y selección.
En cambio, el barco inglés, esa má
quina maravillosa que procede de los tiri-
teos del Norte, no la soñaron siquiera los
egipcios. La lucha ruda contra el medio
obligó al blanco a dedicar sus aptitudes a
la conquista de la naturaleza temporal, y
esto precisamente constituye el aporte
del blanco a la civilización del futuro. El
blanco enseñó el dominio de lo material.
La ciencia de los blancos invertirá algu
na vez los métodos que empleó para
alcanzar el dominio del fuego y aprove
chará nieves condensadas o corrientes de
electroquimia, o fases casi de magia sutil,
para destruir moscas y alimañas, para di
sipar el bochorno y la fiebre. Entonces la
Humanidad entera se derramará sobre el
trópico, y en la inmensidad solemne de
sus paisajes, las almas conquistarán la
plenitud.
Los blancos intentarán, al principio,
aprovechar sus inventos en beneficio
propio, pero como la ciencia ya no es
esotérica, no será fácil que lo logren; los
absorberá la avalancha de todos los de
más pueblos y. finalmente, deponiendo
su orgullo, entrarán con los demás a
componer la nueva raza síntesis, la quin
ta raza futura.
La conquista del trópico transformará
todos los aspectos de la vida; la arquitec
tura abandonará la ojiva, la bóveda, y en
general, la techumbre que responde a la
necesidad de buscar abrigo: se desarro
llará otra vez la pirámide; se levantarán
columnatas en inútiles alardes de belleza,
y quizá construcciones en caracol, por
que la nueva estética tratará de amoldar
se a la curva sin fin de la espiral que
representa el anhelo libre; el triunfo del
ser en la conquista del infinito. El paisa
je pleno de colores y ritmos comunicará
su riqueza a la emoción, la realidad será
como la fantasía. La estética de los nu
blados y de los grises se verá como un
arte enfermizo del pasado. Una civiliza
ción refinada e intensa responderá a los
esplendores de una Naturaleza henchida
de potencias, generosa de hálitos, lucien
te de claridades. El panorama del Río de
•' Murales de Diego Rivera (fragmentos)
J O S É V A S C O N C E L O S
B D D D O O B D D D n r j r J D D D r j r j r j D r j ®
I L A R A Z A C Ó S M I C A i
MISIÓN DE LA RAZA IBEROAMERICANA
N O T A S DE VIAJES D A LA A M É R I C A DEL S U R
• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • E S
.\ C E N C Í A M U N D I A L n f i.»h RE K I A
Janeiro actual o de Santos, con la ciudad
y su bahía, nos pueden dar una idea de lo
que será ese emporio futuro de la raza
cabal, que está por venir.
Supuesta, pues, la conquista del trópi
co por medio de los recursos científicos,
resulta que vendrá un período en el cual
la Humanidad entera se establecerá en
las regiones cálidas del planeta. La tierra
de promisión estará entonces en la zona
que hoy comprende el Brasil entero, más
Colombia; Venezuela. Ecuador, parte de
Perú, parte de Bolivia y la región supe
rior de la Argentina.
Existe el peligro de que la ciencia se
adelante al proceso étnico, de suerte que
la invasión del trópico ocurra antes que
la quinta raza acabe de formarse. Si así
sucede, por la posesión del Amazonas
se librarán batallas que decidirán el des
tino del mundo y la suerte de la raza
definitiva. Si el amazonas lo dominan
los ingleses de las islas o del continente,
que son ambos campeones del blanco
puro, la aparición de la quinta raza que
dará vencida. Pero tal desenlace re
sultaría absurdo, la Historia no tuerce
sus caminos; los mismos ingleses en el
nuevo clima se tornarían maleables, se
volvería mestizos, pero con ellos el pro
ceso de integración y de superación
sería más lento. Conviene, pues, que el
Amazonas sea brasilero, sea ibérico,
junto con el Orinoco y el Magdalena.
Con los recursos de semejante zona, la
más rica del globo en tesoros de todo
género, la raza síntesis podrá consolidar
su cultura. El mundo futuro será de
quien conquiste Universópolis y de allí
saldrán las predicaciones, las escuadras
y los aviones de propaganda de buenas
nuevas. Si el Amazonas se hiciese in
glés, la metrópolis del mundo ya no se
llamaría Universópolis, sino Anglo-
town, y las armas guerreras saldrán de
allí para imponer en los otros continen
tes la ley severa del predominio del
blanco de cabellos rubios y el extermi
nio de sus rivales obscuros. En cambio,
si la quinta se adueña del eje del mundo
futuro, entonces aviones y ejércitos irán
por todo el planeta, educando a las gen
tes para su ingreso a la sabiduría. La
vida fundada en el amor llegará a expre
sarse en formas de belleza.
Naturalmente, la quinta raza no pre
tenderá excluir a los blancos, como no se
propone excluir a ninguno de los demás
pueblos; precisamente, la norma de su
formación es el aprovechamiento de
todas las capacidades para mayor inte
gración del poder. No es la guerra contra
el blanco nuestra mira, pero sí una guerra
contra toda clase de predominio violento,
lo mismo el del blanco que en su caso el
del amarillo, si el Japón llegare a conver
tirse en amenaza continental. Por lo que
hace al blanco y a su cultura; la quinta
raza cuenta ya con ellos y todavía espera
beneficios de su genio. La América La
tina debe lo que es al europeo blanco y
no va a renegar de él; al mismo nortea
mericano le debe gran parte de sus ferro¬
carriles, puentes y empresas, y de igual
suerte necesita de todas las otras razas.
Sin embargo, aceptamos los ideales su
periores del blanco, pero no su arrogan
cia; queremos brindarle, lo mismo que a
todas la gentes, una patria libre, en la que
encuentre hogar y refugio, pero no una
prolongación de sus conquistas. Los mis
mos blancos, descontentos del materia
lismo y de la injusticia social en que ha
caído su raza, la cuarta raza, vendrán a
nosotros para ayudar a conquistar la li
bertad.
Quizá entre todos los caracteres de
la quinta raza es predominante los ca
racteres del blanco, pero tal supremacía
debe ser fruto de elección libre del
gusto y no resultado de la violencia o de
la presión económica. Los caracteres
superiores de la cultura y de la natura
leza tendrán que triunfar, pero ese triun
fo sólo será firme si se funda en la acep
tación voluntaria de la conciencia y en
la elección libre de la fantasía. Hasta la
fecha, la vida ha recibido su carácter de
las potencias bajas del hombre; la quin
ta raza será el fruto de las potencias su
periores. La quinta raza no excluye,
acapara vida; por eso la exclusión del
yanqui, como la exclusión de cualquier
otro tipo humano, equivaldría a una
mutilación anticipada, más funesta aún
que un corte posterior. Si no queremos
excluir ni a las razas que pudieran ser
consideradas como inferiores; mucho
menos cuerdo sería apartar de nuestra
empresa a una raza llena de empuje y
de firmes virtudes sociales.
Expuesta ya la teoría de la formación
de la raza futura iberoamericana y la ma
nera como podrá aprovechar el medio en
que vive, resta sólo considerar el tercer
factor de la transformación que se verifi
ca en el nuevo continente; el factor espi
ritual que ha de dirigir y consumar la ex
traordinaria empresa. Se pensará, tal vez,
que la fusión de las distintas razas con
temporáneas en una nueva que complete
y supere a todas, va a ser un proceso re
pugnante de anárquico hibridismo. de
lante del cual la práctica inglesa de cele
brar matrimonios sólo dentro de la propia
estirpe, se verá como un ideal de refina
miento y de pureza- Los arios primitivos
del Indostán ensayaron precisamente este
sistema inglés, para defenderse de la
mezcla con las razas de color, pero como
esas razas obscuras poseían una sabidu
ría necesaria para completar la de los
invasores rubios, la verdadera cultura in
dostánica no se produjo sino después de
que los siglos consumaron la mezcla, a
pesar de todas las prohibiciones escritas.
Y la mezcla fatal fue útil, no sólo por
razones de cultura, sino porque el mismo
individuo físico necesita renovarse en
sus semejantes. Los norteamericanos se
sostienen muy firmes en su resolución de
mantener pura estiipe. pero eso depende
de que tienen delante al negro, que es
como el otro polo, como el contrario de
los elementos que pueden mezclarse. En
el mundo iberoamericano el problema no
se presenta con caracteres tan crudos:
tenemos poquísimos negros y la mayor
parte de ellos se han transformado ya en
poblaciones mulatas. El indio es buen
puente de mestizaje. Además, el clima
cálido es propicio al trato y reunión de
todas las gentes. Por otra parte, y esto es
fundamental, el cruce de las distintas
razas no va a obedecer a razones de sim
ple proximidad, como sucedía al princi
pio, cuando el colono blanco tomaba
mujer indígena o negra porque no había
otra a mano. En lo sucesivo, a medida
que las condiciones sociales mejoren, el
cruce de sangre será cada vez más espon
tánea, a tal punto que no estará ya sujeto
a la necesidad, sino al gusto; en último
caso, a la curiosidad. El motivo espiritual
se irá sobreponiendo de esta suerte a las
contingencias de lo físico. Por motivo es
piritual ha de entenderse, más bien que la
reflexión, el gusto que dirige el misterio
de la elección de una persona entre una
multitud.
( ^ PORFIRIO DÍAZ
En Díaz no hay conflictos de sangre ni de ideas. En su organis
mo la vena mixteca se ha fundido con la vena española, crean
do un equilibrio firme. Y sus ideas son demasiado escasas para
que puedan librar batalla.
La sangre española lo defiende de las claudicaciones tota
les en que cayó un Juárez, un indio puro que no pudiendo
sentir en el ánimo las ventajas de la conquista ibérica, se
entregó por completo a la nueva influencia nórdica. Por mes
tizo Porfirio Díaz es mexicano, en tanto que Juárez sólo fue
un indio. La falta de ilustración, su poca capacidad impidie
ron que Díaz abarcase el problema del pueblo. Pero el hecho
de haber abrazado con sinceridad la política de la concilia
ción religiosa, es ya una prueba de que rechazaba, repugnaba
el plan Poinsett que Juárez, adoptó sin escrúpulos.
Más mexicano que Juárez, también tiene Porfirio Díaz ven
tajas sobre Santa Atina, el bajo criollo desleal. Santa Anna era
todo un rufián. Porfirio Díaz sentía la repugnancia del robo. A
menudo porque era dictador - y una dictadura no puede mora
lizar-. Díaz dejó que sus amigos robaran, pero la codicia no
fue en él pasión dominante. . .
Como jefe del clan. Porfirio Díaz es el más capaz de los go
bernantes de la República. Como estadista nunca tuvo tamaños.
JOSÉ VASCONCELOS
FIGURAS DE LA HISTORIA MEXICANA*
CLAROSCUROS
FRANCISCO I. MADERO
Era de pura raza española: de estatura corta, de rostro barbado,
de ojos grandes y luminosos, frente noble, gesto bondadoso y
enérgico. Lo distinguía un trato sencillo y afable. Su pensa
miento claro, profundo, se expresaba en frases precisas, nervio
sas, rápidas. Viéndolo moverse en la pantalla del cinematógrafo
recordamos el tipo de políticos franceses, encumbrados a fuer
za de talento y honestidad. ¿Era un extraño en el medio nuestro
en que el político de éxito ha de ser mudo y tortuoso como
Porfirio Díaz, insensible y torvo como Plutarco Elias Calles?
Lo cierto es que Madero rompió una tradición, pero no
logró crear una nueva. Con él nace y se extingue la esperanza
de que aparezca un México dirigido por el espíritu, gobernado
por la inteligencia al servicio del patriotismo. Los anteceden
tes de Madero también son distintos, de los de todos los presi
dentes anteriores. Ni general ni licenciado, pero más valiente
que los generales y más despejadamente inteligente que todos
los licenciados de su tiempo, su educación es la del hombre de
empresa, creador de bienes en la industria, productor de los
Vasconcelos. José. Obras Completas, t. IV Libreros Mexicanos Unidos S.A., Laurel. México 1961. 1706 pp.
desiertos nórdicos. Su abuelo, Evaristo Madero, ganó tierras a
los indios bárbaros, creó poblaciones, inició cultivos, sembró
vides, improvisó talleres. El padre, los tíos, los hermanos, fue
ron hombres que crearon riqueza. No ricos a la manera colo
nial, mediante de la explotación del trabajo ajeno en el latifun
dio, sino en la forma moderna del pioneer y el constructor, que
enriquecen a otros al enriquecerse y aumentan los recursos de
la zona en que viven. El mismo Francisco Madero, después de
cursar la segunda enseñanza en Saltillo, en el colegio de los
jesuítas, en Francia en un Liceo, en California en una Univer
sidad, regresó a México y sembró algodón; tuvo éxito: reunió
una pequeña fortuna. No le ocurrió lo que a la mayoría de los
políticos y los generales, que del fracaso en la vida privada y
de la más absoluta impreparación, saltan a los altos puestos del
ejército y de allí al gobierno. Y aprenden a leer cuando llegan
a ministros, como se vio durante la administración callista.
Tampoco había en Madero una sola fibra del dueño de la enco
mienda colonial, del terrateniente de la era porfirista, implaca
ble con la peonada, codicioso en la merma del jornal, esplén
dido, despilfarrado en la juerga y los vicios. Se casó joven y no
parece que las pasiones eróticas hayan perturbado su vida de
modo anormal. En su rancho, no sólo mantenía satisfecho al
labrador con el buen trato y el buen jornal, sino que llevado de
cierto franciscanismo que dominó su vida, él, como propieta
rio, comía legumbres, dormía en modesto lecho, pero sostenía
en la finca una especie de hotel de pobres donde se daba cama
y comida a todos los jornaleros que pasaban por la región,
necesitados.
VICTORIANO HUERTA
El Judas Huerta sonrió, abrazó públicamente a Madero y
tomó el mando del Palacio, el mando de la plaza; en seguida.
con el pretexto de que necesitaba fuerzas suficientes para
atacar a los sublevados, empezó a ordenar movimientos de
tropas en todo el país; todo bajo la tolerancia inepta de un
ministro de Guerra que no supo cumplir con su deber. Y así
comenzó la llamada Decena Trágica. Días de angustia nacio
nal y de incertidumbre y confusión. Mientras tanto. Huerta
metió a Palacio tropas adictas, dejando a Madero, convertido
en prisionero de hecho. Madero sería obligado a renunciar.
Victoriano Huerta quedaría de presidente interino, y Félix
Díaz se presentaría candidato a las elecciones que deberían
verificarse pocos meses después. Victoriano Huerta el incali
ficable beodo de la más negra página de nuestra historia la
mentable.
VENUSTIANO CARRANZA
Nunca la administración se había identificado con la persona
del jefe de gobierno en forma tan rigurosa, y no porque fuese
Carranza hombre de extraordinaria capacidad, sino porque el
ansia de mando, la envidia de subordinados más capaces, lo
llevaban a intervenir en la nimiedad de los detalles con per
juicio del despacho. Desde el principio la ineptitud de
Carranza motivó que la Revolución no tuviese programa fijo.
Cada quien la interpretaba a su modo.
ADOLFO DE LA HUERTA
Don Adolfo De la Huerta, hombre honorable y que había
pasado por las aulas, creó un gobierno de conciliación nacio
nal. Abrió las puertas del país a todos los desterrados;
devolvió su libertad a la prensa y a los tribunales, disipó la
atmósfera de terror en que se había vivido bajo el carrancis-
mo. En acuerdo tácito con Obregón, que era el caudillo triun
fante y el consabido presidente de las elecciones que estaban
próximas, organizó De la Huerta un gabinete de hombres
capaces y honorables. Al tomar posesión Obregón, casi no se
modificó el personal de secretarios de Estado. Lo mejor de la
Revolución y del país colaboró con Obregón en las primeras
etapas del gobierno.
ALVARO OBREGÓN
Era Obregón alto, blanco, de ojos claros y apariencia robusta,
frente despejada, tipo de criollo de ascendencia española. Su
talento natural era extraordinario, pero jamás había salido de la
aldea, y su cultura superior era casi nula. Dedicado a los nego
cios del campo y a la política local en la cual sirvió de alcalde
de su pueblo bajo Porfirio Díaz, tenía Obregón la preparación
de la clase media pueblerina que lee el diario de la capital y
media docena de libros, principalmente de historia. Las ideas
revolucionarias que en algunos otros "generales" producían un
caos mental, a Obregón lo dejaban sereno; pues era un conven
cido de los métodos moderados y su aspiración más profunda
era imitar los sistemas oportunistas de Porfirio Díaz. Por eso
nunca aplicó las leyes bárbaras de la Constitución contra el
clero. Tampoco se puso a hacer experimentos descabellados en
materia agraria, y aunque ayudó a los obreros, no tuvo que
ponerse a cortejarlos en ansia de popularidad, como más tarde
haría Calles. Obregón era un militar nato, un capitán compara
ble a Cortés y, sin duda, el mejor soldado de México después
de don Hernando. Y como todos los verdaderos capitanes, era
militar estricto en campaña, pero amigo de las formas civiles en
la vida ordinaria y en el gobierno. Aunque ya había mostrado
crueldad en las represalias que deshonran la victoria, el trato de
Obregón era afable y le ganaba amigos. Poseía el talento supe
rior que permite rodearse de consejeros capaces, y aunque su
comprensión era rápida, sus resoluciones eran reflexivas. Los
primeros años de su gobierno determinaron progreso notorio de
todas las actividades del país.
PLUTARCO ELIAS CALLES
I i.
Inició su régimen de asesinatos y prevaricaciones el general
Calles, el 1" de diciembre de 1924. Bajo un ambiente de terror
se consumó el cambio de mando, pero el país sintió algún ali
vio al comprobar que Calles era un prisionero. Todo el gabine
te había sido nombrado por Obregón y a Calles no le quedaría
sino la sombra del mando. Son, sin embargo, peligrosas estas
situaciones, aun para el mismo que cree usufructuarlas. Se con
formó Calles, al principio, con ser un testaferro, pero con astu
cia aprovechó la debilidad de Obregón por el dinero y lo dejó
hacer grandes negocios. También, aunque pudo irle a la mano,
dejó que Calles se ensañara en su política de persecución reli
giosa, a fin de obligar a los católicos a ponerse de su lado cuan
do después de violentar una reforma constitucional, volvió a
presentarse candidato a la presidencia.
ESTUDIOS INDOSTANICOS P O R
JOSÉ VASCONCELOS V O L U M E N Q U E A C A B A D E A P A R E C E R
EN LA
BIBLIOTECA DE AUTORES MEXICANOS MODERNOS O B R A DE G R A N INTERÉS
ARTÍSTICO Y CIENTÍFICO.
EDICIONES MÉXICO MODERNO $3.50 Ejemplar de 380 páginas.
R E V I S T A D E L I B R O S
SECCIÓN A CARGO D B
G E N A R O E S T R A D A
" E S T U D I O S I N D O S T A N I C O S " , por
José Vasconcelos. Ediciones México
Moderno. 1021. 373 pp.—Es éste el libro
de unidad plena, síntesis y fundamento
de los anteriores, en la obra humana,
humanísima de José Vasconcelos. E s
la luz cenital de una Vida. Sobre es
tas paginas no se estremece el en
tusiasmo pasajero, ni la Teosofía, ni
el misticismo literario de Maeterlinck,
ni la chachara de los aficionados a
escribir sobre tópicos del Oriente mis
terioso y monstruoso. Este libro na
da tiene que ver con la moda. D e
erudición cabal, de honrada filosofía,
de intención pura, de explicación sin
alarde fatuo: tal dirán los lectores
de alma desnuda que se arrojen al agua
corriente de estas paginas, en cuyo
álveo crece el bosque antiquísimo del
enigma.... C o m o en el verso del mís
tico, entrad aquí los que comprendéis
y amáis.
Tres ideas fundamentales se destacan
en el libro: (1) Las grandes civiliza
ciones no son producto de los hombres
que luchan para adaptarse a un clima
hostil, sino que surgen cuando ee ha
resuelto el problema inmediato de la
adaptación al medio, asi que se deja
de luchar a brazo partido para soñar
creando. (2) La conversión de la
energía sexual en mentalidad, es decir,
el triunfo de la Doctrina Yogui, gra
d a s a la intervención primaria del
alimento vegetal con su acervo de sus
tancias químicas. (3) Las religiones
no pueden desunirse, considerarse ais
ladamente sin penetrar a su Intima
correlación: el Cristianismo es el úl
timo plano en el desarrollo sucesivo
de ellas, siendo el brahamanlsmo y el
budismo los peldaQos iniciales.
N o hay en castellano, y quizá en
inglés, una síntesis de los sistemas
centrales, de las doctrinas de la Filoso
fía del oriente, m á s clara, m á s sobria,
de honradez espiritual mejor depurada
que la ofrecida en este libro: hay que
leerlo para nuestro bien, para confor
tarnos con el lenitivo de BU enseñanza y la pasión discreta de su entusiasmo. Si
el capítulo "Demonología" es atra-
yente, conturbador, la "Conclusión" es,
sin quizá, una de las páginas m á s bri
llantes y sólidas de Vasconcelos. Será
"Prometeo Vencedor" la joya de su
estilística, pero "Estudios Indost&ni-
eos" (que no por ser trabajo de Infor
mación, de coordinación, de fe y de
esperanza es simple enunciamlento de
datos, sino lo acendrado de una Vida)
viene a afirmarnos en la opinión de
que como pensador y maestro, como
educador y hombre bueno, Vasconcelos
se halla, en nuestra América, a la van
guardia del pensamiento filosófico.
Los que lo conocemos a través de su
obra y de su trato, los que somos testi
gos de su fé, de su inmensa fe, en los
destinos del Continente de habla espa
ñola, encarecemos la lectura de su libro
último, avivando nuestro elogio del
varón fuerte que es ejemplo cotidiano
y dádiva desinteresada. Sus páginas
darán seguro gozo a las almas selectas.
R. H . V.*
•
JO S É V A S C O N C E L O S . Estudios
Indostánicos. Editorial Calleja,
Madrid, 1923. **
D e España nos llega también esta
obra que la Editorial México Moderno
publicó hace algún tiempo; y nos llega
en un tomo severo y cuidado.
¿Habremos de insistir elogiando
una vez m á s el vigoroso aliento de este
libro? Todos sabemos que Vasconce
los alza entre nosotros la voz de los
problemas metafísicos esenciales dis
ciplinados, con la fuerza de las concep
ciones atrevidas y las intuiciones
grandes. Todos sabemos que es n u e s
tro escritor menos limitado de e x p r e
sión, y de m á s ímpetu creador. Sus
"Estudios Indostánicos" nos dicen m u
cho de sus inclinaciones teosóficas, de
su puro orientalismo, pero sobre todo,
revelan al hombre de pensamiento ilu
minado.
•
* R.H.V. corresponde a Rafael Heliodoro " Sin firma. La Falange sin número. ¿O Valle. Revista México Moderno. Año 1. No. tubre de 1925? 10, mayo de 1921
"La biblioteca complementa a
la escuela, en muchos casos la
sustituye y en todos los casos
la supera"
p r o m o t o r , c o n s t r u c t o r y d i r e c t o r d e b i b l i o t e c a s
H o m e n a j e e n lo s c i n c u e n t a a ñ o s d e s u f a l l e c i m i e n t o
SALA DE EXPOSICIONES 1 • DEL 2 2 DE JULIO AL 1 3 DE SEPTIEMBRE DE 2 0 0 9
PLAZA DE LA CIUDADELA 4 • CENTRO HISTÓRICO • 41 5 5 0 8 3 0 EXT. 3 8 5 9
c a b o d e l e e r e l i n t r i g a n t e v o l u m e n e n q u e V a s c o n c e l o s p l a n e a s u
e c u a c i ó n v i t a l . V a s c o n c e l o s e s u n o d e l o s h o m b r e s q u e h e r e s p e t a d o
e n m a y o r a m p l i t u d . L o r e s p e t o c o n t a l s e r i e d a d , q u e , s i e n d o l a v i o l e n c i a
a l g o m a l s a n o p a r a m í , l e r e c o n o z c o e l d e r e c h o d e e m p l e a r g i r o s v i o l e n t o s p o r q u e e s t á c a p a
c i t a d o p a r a c o n s e g u i r q u e n o p e q u e n f o r m a l m e n t e c o n t r a e l b u e n g u s t o . Q u i z á h a s t a l e d i s
c u l p o s u a r r o j o c o n t r a e l p a d r e d e J e r ó n i m o C o i g n a r d .
Y o t a m b i é n b u s q u é m i e c u a c i ó n , c u a n d o e l c o n o c i m i e n t o n o m e i n s p i r a b a l a s o s p e c h a
d e u n a d e s c o m p o s i c i ó n c e r e b r a l . P o r e s t a s f e c h a s , m i c e r e b r o m e i n c u l c a d e s m e d i d a t e r n u
r a , m a s a l a v e z e l d e s c r é d i t o d e c u a l q u i e r f i a m b r e . E l s e s u d o c a t a l e j o c o n q u e s e f i l o s o f a
p a r é c e m e m á s i n f o r t u n a d o q u e l a c a b e z a d e l c a r n e r o , e n g u l l i d a p o r u n a e s p e c i e s u p e r i o r ,
m i e n t r a s q u e n u e s t r o s s e s o s e n c i c l o p é d i c o s s e s i r v e n e n e l m e n ú d e l s u b s u e l o . F u l m i n a d o
p o r e l s o e z d i s p a r a t e d e l a e c l í p t i c a , p r e s c i n d í d e l c á l c u l o d i f e r e n c i a l y d e l i n t e g r a l , r e s i g
n á n d o m e a a p r o v e c h a r , c o n m o d e s t i a , l a m a g i a d e d e n t r o y d e f u e r a . A l a s p e r s o n a s d e c o n
v i c c i ó n m a c i z a q u e m e f a v o r e c e n c o n s u s i n t e r r o g a c i o n e s , s ó l o r e s p o n d o q u e a u n q u e p e r t e
n e z c o a l a c l a s e i n g e n u a q u e c u l t i v a l a p o e s í a , n o m e h e c o n f i a d o a l o s p u n t o s d e p a r t i d a q u e
e s p r e c i s o a c e p t a r g r a t u i t a m e n t e p a r a c o m e n z a r a s a b e r . S o y u n p o c o m á s f u e r t e q u e m i c r e
e n c i a y m i i n c r e d u l i d a d , y p o r t e n e r a m b a s e l s e m b l a n t e d e l c e r o , p u e d o a s í d e c l a r a r l o c o n
s e r v á n d o m e h u m i l d e . . . F i e l a m i e s t r u c t u r a , c o n t i n ú o e n d i o s a d o e n l a m e n o s e n g a ñ o s a i l u
s i ó n , c o l g á n d o m e d e l a i n m a n e n t e p a l a b r a m í s t i c a q u e r e s u m e l o s o r b e s y q u e n o s a n i ñ a o
n o s e n t r o n i z a d e n t r o d e l a s r e g a l í a s d e s u d i a p a s ó n .
M i t e m p e r a m e n t o , h u m i l d e c o m o u n p e l e l e , r e c a l c i t r a n t e c o m o u n s e m i d i ó s , r e c h a z a a l
M a l a n t e s d e v i s l u m b r a r l o .
e i n t e r e s ó s i e m p r e L ó p e z V e l a r d e , p o r s u a f á n d e c o s a s r e c ó n d i t a s ; •' X I
e n s u c o n v e r s a c i ó n s e n o t a b a q u e t e n i a m u y v i v o e l s e n t i m i e n t o d e l
m i s t e r i o ; a v e c e s n o a c a b a b a d e e x p r e s a r d e l t o d o s u s i d e a s p o r q u e e l s e n
t i d o s e l e i b a . E s t o o c u r r e a m e n u d o a l q u e e s t á o b s e í d o d e a l g o p r o f u n d o e i n e f a b l e . E r a w
p r o f e t a p r o f u n d o q u e n o l l e g ó a d e s a r r o l l a r s u m e n s a j e ; t r a í a c o s a s n u e v a s y s e l l e v ó s u m i t
t e r i o c o n s i g o , p o r q u e n i p a r a s í m i s m o l l e g ó a d e f i n i r l o .
$38.00 I S" "•••«" I
•José Luis Martínez anota que se refiere a El monismo estético. Colección Cultura, t. IX, núm. 1, 1918.
Allí dice José Vasconcelos (p.8): "France, con su gracia afeminada y trivial." López Velarde, Ramón.
I I IPIII MIIÜII II! jj ¡IríH Obras Completas, "El minutero", compilador José Luis Martínez, Fondo de Cultura Económica,
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