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A mis soledades voy (Poesía)
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo
no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan.
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.
El dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco
porque en él y en mí contemplo,
su locura en su arrogancia,
mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en otro tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más
otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
con el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,
y algunos inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
dos polos tiene la tierra,
universal movimientos;
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo,
porque solamente de ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños!
Fea pintan a la envidia,
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones, ni pleitos.
Ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron
parabién, ni pascual dieron.
Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
a mis soledades vengo.
Ay, amargas soledades (Poesía)
¡Ay, amargas soledades de mi bellísima Filis,
destierro bien empleado del agravio que la hice!
Envejézcanse mis años
en estos montes que vistes, que quien sufre como piedra
es bien que en piedras habite.
¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy
del que me vistes!
¡Con cuánta razón os lloro, pensamientos juveniles
que al principio de mis años cerca del fin me trujaste!
Retrato de mala mano,
mudable tiempo me hiciste sin nombre no me conocen aunque despacio me miren.
¡Ay, horas tristes,
cuán diferente estoy del que me vistes!
Letra ha sido sospechosa, que clara y escura sirve,
que por no borrarla toda, encima se sobre escribe.
Pienso a veces que soy otro hasta que el dolor me dice
que quien le sufre tan grande ser otro fuera imposible.
¡Ay, horas tristes,
cuán diferente estoy del que me vistes!
Boscán, tarde llegamos (Soneto)
-Boscán, tarde llegamos. ¿Hay posada?
-Llamad desde la posta, Garcilaso.
-¿Quién es? -Dos caballeros del Parnaso.
-No hay donde nocturnar palestra armada.
-No entiendo lo que dice la criada.
Madona, ¿qué decís? -Que afecten paso,
que ostenta limbos el mentido ocaso
y el sol depongan la porción rosada.
-¿Estás en ti, mujer? -Negóse al tino
el ambulante huésped. -¡Que en tan poco
tiempo tal lengua entre cristianos haya!
Boscán, perdido habemos el camino;
preguntad por Castilla, que estoy loco
o no habemos salido de Vizcaya.
De la abrasada eclíptica que ignora (Soneto)
De la abrasada eclíptica que ignora
intrépido corrió las líneas de oro
mozo infeliz, a quien el verde coro
vio sol, rayo tembló, difunto llora.
Centellas, perlas no, vertió el aurora,
llamas el pez austral, bombas el toro,
etnias la nieve del Atlante moro,
la mar incendios y cenizas Flora.
Así me levanté, y a la presencia
llegué de un sol; así también me asombra
cayendo en noche eterna de su ausencia.
Así a los dos el Po Faetontes nombra,
pero muertos con esta diferencia,
que él quiso ser el sol y yo la sombra.
Ruego a la muerte (Poesía)
Enseñé, no me escucharon;
escribí, no me leyeron;
curé mal, no me prendieron;
maté, no me castigaron.
Si con morir satisfice,
¡Oh Muerte, quiero quejarme!
Bien pudieras perdonarme
por los servicios que te hice.
A celestina (Poesía)
Yace en esta tierra fría,
Digna de toda crianza,
La vieja cuya alabanza
Tantas plumas merecía.
No quiso en el cielo entrar
A gozar de las estrellas,
Por no estar entre doncellas
Que no pudiese manchar.
A Lope de Vega (Soneto)
Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado.
Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado.
La envidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece.
Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece.
A una mujer flaca (Poesía)
No os espantéis, señora Notomía,
Que me atreva este día,
Con exprimida voz convaleciente,
A cantar vuestras partes a la gente:
Que de hombres es en casos
importantes
El caer en flaquezas semejantes.
Cantó la pulga Ovidio, honor Romano,
Y la mosca Luciano,
De las ranas Homero; yo confieso
Que ellos cantaron cosas de más peso:
Yo escribiré con pluma más delgada
Materia más sutil y delicada.
Quien tan sin carne os viere, si no es
ciego,
Yo sé que dirá luego,
Mirando en vos más puntas que en
rastrillo,
Que os engendró algún miércoles
Corvillo;
Y quien pez os llamó, no desatina,
Viendo que tras ser negra, sois espina.
Dios os defienda, dama, lo primero,
De sastre o zapatero,
Pues por punzón o alesna es caso llano
Que cada cual os cerrara en la mano;
Aunque yo pienso que por mil razones
Tenéis por alma un viernes con
ciciones.
Mirad que miente vuestro amigo,
dama,
Cuando «Mi carne» os llama,
Que no podéis jamás en carnes veros,
Aunque para ello os desnudéis en
cueros;
Más yo sé bien que quedan en la calle
Picados más de dos de vuestro talle.
Bien sé que apasionáis los corazones,
Porque dais más pasiones
Que tienen diez Cuaresmas con la
cara,
Que Amor hiere con vos como con
jara;
Que si va por lo flaco, tenéis voto
De que sois más sutil que lo fue Scoto.
Y aunque estáis tan angosta, flaca
mía,
Tan estrecha y tan fría,
Tan mondada y enjuta y tan delgada,
Tan roída, exprimida y destilada,
Estrechamente os amaré con brío,
Que es amor de raíz el amor mío.
Aun la sarna no os come con su gula,
Y sola tenéis Bula
Para no sustentar cosas vivientes;
Por sólo ser de hueso tenéis dientes,
Y de acostarse ya en partes tan duras,
Vuestra alma dice que tiene
mataduras.
Hijos somos de Adán en este suelo,
La Nada es nuestro abuelo,
Y salístele vos tan parecida
Que apenas fuisteis algo en esta vida.
De ser sombra os defiende no el
donaire,
Sino la voz, y aquello es cosa de aire.
De los tres enemigos que hay del alma
Llevárades la palma,
Y con valor y pruebas excelentes
Los venciérades vos entre las gentes,
Si por dejar la carne de que hablo,
El mundo no os tuviera por el diablo.
Díjome una mujer por cosa cierta,
Que nunca vuestra puerta
Os pudo un punto dilatar la entrada
Por causa de hallarla muy cerrada,
Pues por no deteneros aun llamando,
Por los resquicios os entráis volando.
Con mujer tan aguda y amolada,
Consumida, estrujada,
Sutil, dura, büida, magra y fiera,
Que ha menester, por no picar,
contera,
No me entremeto: que si llego al
toque,
Conocerá de mí el señor San Roque.
Con vos cuando muráis tras tanta
guerra,
Segura está la tierra
Que no sacará el vientre de mal año;
Y pues habéis de ir flaca en modo
extraño
(Sisándole las ancas y la panza)
Os podrán enterrar en una lanza.
Sólo os pido, por vuestro beneficio,
Que el día del juicio
Troquéis con otro muerto en las
cavernas
Esas devanaderas y esas piernas,
Que si salís con huesos tan mondados,
Temo que haréis reír los condenados.
Salvaros vos tras esto es cosa cierta,
Dama, después de muerta,
Y tiénenlo por cosa muy sabida
Los que ven cuán estrecha es vuestra
vida;
Y así, que os vendrá al justo, se
sospecha,
Camino tan angosto y cuenta
estrecha.
Canción, ved que es forzosa
Que os venga a vos muy ancha
cualquier cosa:
Parad, pues es negocio averiguado
Que siempre quiebra por lo más
delgado.
A una vieja que traía una muerte de oro (Poesía)
No sé a cuál crea de los dos,
Viéndoos, Ana, cual os veis:
Si vos la muerte traéis,
O si os trae la muerte a vos.
Queredme la muerte dar
Por que mis males remate:
Que en mí tiene hambre que mate
Y en vos no hay ya qué matar.
Diana y Acteón (Soneto)
Estábase la Efesia cazadora
Dando en aljófar el sudor al baño,
En la estación ardiente, cuando el año
Con los rayos del Sol el Perro dora.
De sí (como Narciso) se enamora;
(Vuelta pincel de su retrato extraño),
Cuando sus ninfas, viendo cerca el daño,
Hurtaron a Acteón a su señora.
Tierra le echaron todas por cegadle,
Sin advertir primero que era en vano,
Pues no pudo cegar con ver su talle.
Trocó en áspera frente el rostro humano,
Sus perros intentaron de matadle,
Mas sus deseos ganaron por la mano.
De Dafne y Apolo (Fábula)
Delante del Sol venía
Corriendo Dafne, doncella
De extremada gallardía,
Y en ir delante tan bella,
Nueva Aurora parecía.
Cansado más de cansarla
Que de cansarse a sí Febo,
A la amorosa batalla
Quiso dar principio nuevo,
Para mejor alcanzarla.
Mas viéndola tan cruel,
Dio mil gritos doloridos,
Contento el amante fiel
De que alcancen sus oídos
Las voces, ya que no él.
Mas envidioso de ver
Que han de gozar gloria nueva
Las palabras en su ser,
Con el viento que las lleva
Quiso parejas correr.
Pero su padre, celoso,
En su curso cristalino
Tras ella corrió furioso,
Y en medio de su camino
Los atajó sonoroso.
El Sol corre por seguilla,
Por huir corre la estrella;
Corre el llanto por no verla,
Corre el aire por oírla,
Y el río por socorrerla.
Atrás los deja arrogante,
Y a su enamorado más,
Que ya, por llevar triunfante
Su honestidad adelante,
A todos los deja atrás.
Mas viendo su movimiento,
Dio las razones que canto,
Con dolor y sin aliento,
Primero al correr del llanto
Y luego al volar del viento:
«Di, ¿por qué mi dolor creces
Huyendo tanto de mí
En la muerte que me ofreces?
Si el Sol y luz aborreces,
Huye tú misma de ti.
»No corras más, Dafne fiera,
Que en verte huir furiosa
De mí, que alumbro la Esfera,
Si no fueras tan hermosa,
Por la noche te tuviera.
»Ojos que en esa beldad
Alumbráis con luces bellas
Su rostro y su crueldad,
Pues que Sois los dos estrellas,
Al Sol que os mira, mirad.
»¡En mi triste padecer
Y en mi encendido querer,
Dafne bella, no sé cómo
Con tantas flechas de plomo
Puedes tan veloz correr!
»Ya todo mi bien perdí;
Ya se acabaron mis bienes;
Pues hoy corriendo tras ti,
Aun mi corazón, que tienes,
Alas te da contra mí.»
A su oreja esta razón,
Y a sus vestidos su mano,
Y de Dafne la oración,
A Júpiter soberano
Llegaron a una sazón.
Sus plantas en sola una
De lauro se convirtieron;
Los dos brazos le crecieron,
Quejándose a la Fortuna
Con el ruido que hicieron.
Escondióse en la corteza
La nieve del pecho helado,
Y la flor de su belleza
Dejó en la flor un traslado
Que al lauro presta riqueza.
De la rubia cabellera
Que floreció tantos mayos,
Antes que se convirtiera,
Hebras tomó el Sol por rayos,
Con que hoy alumbra la esfera.
Con mil abrazos ardientes,
Ciñó el tronco el Sol, y luego,
Con las memorias presentes,
Los rayos de luz y fuego
Desató en amargas fuentes.
Con un honesto temblor,
Por rehusar sus abrazos,
Se quejó de su rigor,
Y aun quiso inclinar los brazos,
Por estorbarlos mejor.
El aire desenvolvía
Sus hojas, y no hallando
Las hebras que ver solía,
Tristemente murmurando
Entre las ramas corría.
El río, que esto miró,
Movido a piedad y llanto,
Con sus lágrimas creció,
Y a besar el pie llegó
Del árbol divino y santo.
Y viendo caso tan tierno,
Digno de renombre eterno,
La reservó en aquel llano,
De sus rayos el Verano,
Y de su hielo el Invierno.
La pobreza. El dinero (letrilla satírica)
Pues amarga la verdad,
Quiero echarla de la boca;
Y si al alma su hiel toca,
Esconderla es necedad.
Sépase, pues libertad
Ha engendrado en mi pereza
La Pobreza.
¿Quién hace al tuerto galán
Y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
Le sirve de Río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
Sin ser el Dios verdadero
El Dinero.
¿Quién con su fiereza espanta
El Cetro y Corona al Rey?
¿Quién, careciendo de ley,
Merece nombre de Santa?
¿Quién con la humildad levanta
A los cielos la cabeza?
La Pobreza.
¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.
¿Quién procura que se aleje
Del suelo la gloria vana?
¿Quién siendo toda Cristiana,
Tiene la cara de hereje?
¿Quién hace que al hombre aqueje
El desprecio y la tristeza?
La Pobreza.
¿Quién la Montaña derriba
Al Valle; la Hermosa al feo?
¿Quién podrá cuanto el deseo,
Aunque imposible, conciba?
¿Y quién lo de abajo arriba
Vuelve en el mundo ligero?
El Dinero.
Los sueños (Obra satìricomoral)
SUMA DEL PRIVILEGIO.
Tiene privilegio de su Majestad por diez años don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, para imprimir
este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, como consta de su original, despachado en el oficio de Lázaro de
Ríos, Secretario de su Majestad, y Escribano de Cámara. Fecho en Madrid a 28 de enero 1631.
SUMA DE LA TASA.
Los señores de Consejo tasaron este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, a cuatro maravedís cada pliego, y
tiene veinticuatro pliegos, que monta noventa y seis maravedís cada libro, en que se ha de vender en papel, como consta de la fee
que dio Lázaro de Ríos, Secretario de su Majestad, en 17 de marzo de 1631.
FE DEL CORRECTOR.
Este libro, intitulado Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, compuesto por don Francisco de Quevedo, está bien y fielmente
impreso con su original. Dada en Madrid a 12 días de marzo de 1631. El Licenciado Murcia de la Llana.
CENSURA DEL P. M. FRAY DIEGO de Campo, Calificador de la General Inquisición y examinador Sinodal del Arzobispado de Toledo.
Por remisión del señor don Juan de Velasco y Acevedo, Vicario general en esta Corte, vi un libro que se intitula, Juguetes de la niñez y
travesuras del ingenio, de don Francisco de Quevedo Villegas, Caballero de la Orden de Santiago, dividido en estos tratados, la Culta
Latiniparla, el Cuento de Cuentos, el Sueño de las Calaveras, la Visita de los Chistes, el Entremetido, y la Dueña, con la Caldera de
Pero Gotero, las Zahúrdas de Plutón, el Alguacil Alguacilado, el Mundo por de dentro, el Caballero de la Tenaza. Y todo es de buena y
sana doctrina, sin tener cosa en contrario, por ser un discurso de grande agudeza y ingenio, para mostrar los naturales de algunas
naciones y los peligros y daños que padecen algunos oficios y maneras de vivir; antes podrían sacar del escarmiento y buena
enseñanza, y esto con tan gran primor y sutileza, que se aventaja mucho al Dante y a los otros autores que han seguido el mismo
intento; y así juzgo que se le puede dar la licencia que pide para imprimirle. En san Felipe de Madrid en 23 de agosto de 1629. Fr.
Diego de Campo.
El Licenciado don Juan de Velasco y Acevedo, Vicario general de la Villa de Madrid y su Partido, etc. Por la presente, habiendo hecho
ver este libro, no tiene cosa contra la Fe y buenas costumbres, y por lo que nos toca se puede imprimir. En Madrid a 28 de agosto de
1629 años. Lic. Velasco y Acebedo.
Por su mandado.
Simón Jiménez, Notario.
APROBACIÓN DEL P. JUAN VÉLEZ Zabala, de los Clérigos Menores, Calificador del Consejo Supremo de Inquisición, a quien el Real de
Castilla cometí este libro.
No tiene cláusulas que contradigan las verdades católicas ni discursos que ofendan la pureza de buenas costumbres este libro que he
visto por orden de V. A. donde están no ya adulteradas algunas de las obras de don Francisco de Quevedo Villegas, ocupaciones
sabrosas con que desterraba la ociosidad en sus menores años y esfuerzos del ingenio suyo, que ofrecía en estos amagos
desempeños mayores: antes hay en ellos tanta propiedad de voces, tanta admiración de estilo, tanta viva y clara significación de
importantes verdades en palabras tan breves, que le asustan como a Lucil las con que Séneca encarecía y admiraba lo grande de su
escribir en lo menor de su edad, prometiéndose obras ingeniosas, y serias en mayores años. Cap. 59 Habes verba in potestate praesa
sunt omnia, et rei apta loqueris quantum vis, et plus significas, quam loqueris hoc maioris rei inditius est . Por tanto merece muy bien
que V. A. le dé la licencia que pide para que salgan a luz. En esta casa del Espíritu Santo de los Clérigos Menores de Madrid, último de
setiembre 1629. Juan Vélez Zabala, de los Clérigos Menores.
DEDICATORIA.
A NINGUNA PERSONA DE TODAS CUANTAS DIOS CRIÓ EN EL MUNDO.
Habiendo considerado que todos dedican sus libros con dos fines que pocas veces se apartan, el uno, de que la tal persona ayude
para la impresión con su bendita limosna; el otro, de que ampare la obra de los murmuradores; y considerando (por haber sido yo
murmurador muchos años) que esto no sirve sino de tener dos de quien murmurar, del necio que se persuade que hay autoridad de
que los maldicientes hagan caso, y del presumido que paga con su dinero esta lisonja, me he determinado a escribirle a trochimoche
y a dedicarle a tontas y a locas, y suceda lo que sucediere, que el que le compra y murmura, primero hace burla de sí, que gastó mal
el dinero, que del autor, que se le hizo gastar mal. Y digan y hagan lo que quisieren los mecenas, que como nunca los he visto andar a
cachetes con los murmuradores sobre si dijo o no dijo, y los veo muy pacíficos de amparo, desmentidos de todas las calumnias que
hacen a sus encomendados, sin acordarse del libro del duelo, más he querido atreverme que engañarme. Hagan todos lo que
quisieren de mi libro, pues yo he dicho lo que he querido de todos. Adiós, mecenas, que me despido de dedicatoria. Yo.
A LOS QUE HAN LEÍDO Y LEYEREN. Yo escribí con ingenio facinoroso en los hervores de la niñez, más ha de veinte y cuatro años, los
que llamaron sueños míos, y precipitado, les puse nombres más escandalosos que propios. Admítaseme por disculpa que la sazón de
mi vida era por entonces más propia del ímpetu que de la consideración. Tuve facilidad en dar traslados a los amigos, mas no me
faltó cordura para conocer que en la forma que estaban no eran sufribles a la imprenta, y así los dejé con desprecio. Cuando, por la
ganancia que se prometieron de lo sabroso de aquellas agudezas, sin enmienda ni mejora, algunos mercaderes extranjeros las
pusieron en la publicidad de la imprenta, sacándome en las canas lo que atropellé antes del primer bozo, y no solo publicaron
aquellos escritos sin lima ni censura, de que necesitaban, antes añadieron a mi nombre tratados ajenos, añadiendo en unos y
dejando en otros muchas cosas considerables, yo, que me vi padecer no solo mis descuidos, sino las malicias ajenas, doctrinado del
escándalo que se recibía de ver mezcladas veras y burlas, he desagraviado mi opinión y sacado estas manchas a mis escritos, para
darlos bien corregidos, no con menos gracia, sino con gracia más decente, pues quitar lo que ofende no es disminuir, sino
desembarazar lo que agrada. Y porque no padezcan las demasías del hurto que han padecido los demás papeles, saco de nuevo el de
la Culta latiniparla y el Cuento de cuentos, en que se agotan las imaginaciones que han embarazado mi tiempo. Tanto ha podido el
miedo de los impresores, que me ha quitado el gusto que yo tenía de divulgar estas cosas, que me dejan ocupado en su disculpa y
con obligación a la penitencia de haberlas escrito. Si v. m., señor lector, que me compró facinoroso, no me compra modesto,
confesará que solamente le agradan los delitos, y que solo le son gustosos discursos malhechores.
ADVERTENCIA DE LAS CAUSAS DESTA IMPRESIÓN. DON ALONSO MESÍA DE LEYVA.
Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera del Reino, con nombre de don Francisco de Quevedo Villegas, estos
discursos, con tanto descuido y malicia que entre lo añadido y olvidado y errores de traslados y imprenta se desconocían de su autor,
y más teniéndolos yo trasladados de su original, determiné, dándole cuenta, de restituirlos limpiándolos del contagio de tantos
descuidos, porque se vea cuán de otra suerte en su primera edad jugaba con la pluma sin apartarse de la enseñanza. Salen enteras,
como se verá en ellas, con cosas que no habían salido, y en todas se ha excusado la mezcla de lugares de la Escritura y alguna licencia
que no era apacible, que aunque hoy se lee uno y otro en el Dante, don Francisco me ha permitido esta lima, y aseguro en su nombre
que procura agradar a todos sin ofender a alguno, cosa que en la generalidad con que trata de solo los malos, forzosamente será
bien quisto; sujetándose a la censura de los ministros de la Santa Iglesia romana en todo, con intento cristiano y obediencia rendida.
Estos discursos en la forma que salen corregidos y en parte aumentados, conozco por míos, sin entremetimiento de obras ajenas que
me achacaron. Y todo lo pongo debajo de la corrección de la Santa Iglesia Romana, y de los ministros que tiene señalados para
limpiar de errores y escándalos las impresiones. Y desde luego con anticipado rendimiento me retrato de lo que no fuere ajustado a
la verdad Católica, o ofendiere a las buenas costumbres.
Pasiones de ausente enamorado (Poesía)
Este amor, que yo alimento de mi propio corazón, no nace de inclinación, sino de conocimiento.
Que amor de cosa tan bella,
y gracia, que es infinita, si es elección, me acredita, si no acredita mi estrella.
¿Y qué deidad me pudiera
inclinar a que te amara, que ese poder no tomara
para sí, si le tuviera?
Corrido, señora, escribo en el estado presente,
de que estando de ti ausente, aún parezca que estoy vivo.
Pues ya en mi pena y pasión,
dulce Tirsi, tengo hechas de las plumas de tus flechas
las alas del corazón.
Y sin poder consolarme, ausente, y amando firme,
más hago yo en no morirme, que hará el dolor en matarme.
Tanto he llegado a quererte, que siento igual pena en mí,
del ver, no viéndote a ti, que adorándote no verte.
Si bien recelo, señora,
que a este amor serás infiel, pues ser hermosa y cruel
te pronostica traidora.
Pero traiciones dichosas serán, Tirsi, para mí,
por ver dos caras en ti, que han de ser por fuerza hermosas.
Y advierte que en mi pasión,
se puede tener por cierto, que es decir ausente y muerto,
dos veces una razón.
Prevención para la vida y para la muerte (Soneto)
Si no temo perder lo que poseo,
ni deseo tener lo que no gozo,
poco de la Fortuna en mí el destrozo
valdrá, cuando me elija actor o reo.
Ya su familia reformó el deseo;
no palidez al susto, o risa al gozo
le debe de mi edad el postrer trozo,
ni anhelar a la Parca su rodeo.
Sólo ya el no querer es lo que quiero;
prendas de la alma son las prendas mías;
cobre el puesto la muerte, y el dinero.
A las promesas miro como a espías;
morir al paso de la edad espero:
pues me trujeron, llévenme los días.
Significase la propia brevedad de la vida, sin pensar, y con padecer, salteada de la muerte (Soneto)
Fue sueño ayer; mañana será tierra. Poco antes, nada; y poco después, humo.
Y destino ambiciones, y presumo apenas punto al cerco que me cierra.
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo; y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo que me entierra.
Ya no es ayer; mañana no ha llegado; hoy pasa, y es, y fue, con movimiento que a la muerte me lleva despeñado.
Azadas son la hora y el momento
que, a jornal de mi pena y mi cuidado, cavan en mi vivir mi monumento.
A una rosa (Poesía)
Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.
¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.
De tu caduco ser das mustias señas!
Al que ingrato me deja, busco amante (Poesía)
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.
Amor inoportuno (Poema)
Dos dudas en que escoger
Tengo, y no se a cual prefiera,
Pues vos sentís que no quiera
Y yo sintiera querer.
Con que si a cualquiera lado
Quiero inclinarme, es forzoso
Quedando el uno gustoso
Que otro quede disgustado.
Si daros gusto me ordena
La obligación, es injusto
Que por daros a vos gusto
Haya yo de tener pena.
Y no juzgo que habrá quien
Apruebe sentencia tal,
Como que me trate mal
Por trataros a vos bien.
Mas por otra parte siento
Que es también mucho rigor
Que lo que os debo en amor
Pague en aborrecimiento.
Y aun irracional parece
Este rigor, pues se infiere,
Si aborrezco a quien me quiere
¿qué haré con quien aborrezco?
No se como despacharos,
Pues hallo al determinarme
Que amaros es disgustarme
Y no amaros disgustaros;
Pero dar un medio justo
En estas dudas pretendo,
Pues no queriendo, os ofendo,
Y queriéndoos me disgusto.
Y sea esta la sentencia,
Porque no os podáis quejar,
Que entre aborrecer y amar
Se parta la diferencia,
De modo que entre el rigor
Y el llegar a querer bien,
Ni vos encontréis desdén
Ni yo pueda encontrar amor.
Esto el discurso aconseja,
Pues con esta conveniencia
Ni yo quedo con violencia
Ni vos os partís con queja.
Y que estaremos infiero
Gustosos con lo que ofrezco;
Vos de ver que no aborrezco,
Yo de saber que no quiero.
Sólo este medio es bastante
A ajustarnos, si os contenta,
Que vos me logréis atenta
Sin que yo pase a lo amante,
Y así quedo en mi entender
Esta vez bien con los dos;
Con agradecer, con vos;
Conmigo, con no querer.
Que aunque a nadie llega a darse
En este gusto cumplido,
Ver que es igual el partido
Servirá de resignarse.
Detente sombra (Poesía)
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
Feliciano me adora y le aborrezco (Soneto)
Feliciano me adora y le aborrezco;
Lizardo me aborrece y yo le adoro;
Por quien no me apetece ingrato, lloro,
Y al que me llora tierno, no apetezco.
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
A quien me ofrece víctimas, desdoro;
Desprecio al que enriquece mi decoro,
Y al que le hace desprecios enriquezco.
Si con mi ofensa al uno reconvengo;
Me reconviene el otro a mí ofendido;
Y a padecer de todos modos vengo;
Pues ambos atormentan mi sentido:
A que este con pedir lo que no tengo;
Y aquél con no tener lo que le pido.
Este amoroso tormento (Poesía)
Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no sé
la causa porque lo siento
Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
Los empeños de una casa (Dramática) En casa de don Pedro Salen doña Ana y Celia Ana: Hasta que venga mi hermano, Celia, le hemos de esperar. Celia: Pues eso será velar, porque él juzga que es temprano la una o las dos; y a mi ver, aunque es grande ociosidad viene a decir la verdad, pues viene al amanecer. Mas, ¿por qué ágora te dio esa gana de esperar,.....10 si te entras siempre a acostar tú, y le espero sola yo? Ana: Has de saber, Celia mía, que aquí esta noche ha fiado de mí todo su cuidado; tanto de mi afecto fía. Bien sabes tú que él salió de Madrid dos años ha, y a Toledo, donde está, a una cobranza llegó,...........20 pensando luego volver, y así en Madrid me dejó, donde estando sola yo, pudiendo ser vista y ver, me vio don Juan y le vi, y me solicitó amante, a cuyo pecho constante atenta correspondí; cuando, o por no ser tan llano como el pleito se juzgó,..... ......30 o lo cierto, porque no quería irse mi hermano —porque vive aquí una dama de perfecciones tan sumas que dicen que faltan plumas para alabarla a la Fama, de la cual enamorado aunque no correspondido, por conseguirla perdido en Toledo se ha quedado, ....... 90 como en depósito, a ella me la entregasen a mí, y que luego al apartarse, como que acaso ellos van descuidados, al galán den lugar para escaparse, con lo cual claro es arguye que él se valdrá de los pies huyendo, pues piensa que es la justicia de quien huye;........ .... 180 Salen dos Embozados y doña Leonor. Embozado: Señora, aunque yo no ignoro el decoro de esta casa, pienso que el entrar en ella ha sido más venerarla que ofenderla; y así, os ruego que me tengáis esta dama depositada, hasta tanto que se averigüe la causa porque le dio muerte a un hombre otro que la acompañaba190 Y perdonad, que a hacer vuelvo diligencias no excusadas en tal caso. Véanse los Embozados. Ana: …………¿Qué es esto? Celia, a esos hombres llama que lleven esta mujer, que no estoy acostumbrada a oír estas liviandades. Celia: (Aparte.) Bien la deshecha mi ama hace de querer tenerla). Leonor: Señora,—en la boca el alma 200 tengo, ¡ay de mí!—si piedad mis tiernas lágrimas causan en tu pecho —hablar no acierto—, te suplico arrodillada que ya que no de mi vida, tengas piedad de mi fama, sin permitir, puesto que ya una vez entré en tu casa, que a otra me lleven adonde corra mayores borrascas210 mi opinión; que a ser mujer, como imaginas, liviana, ni a ti te hiciera este ruego, ni yo tuviera estas ansias. Hablan doña Ana y Celia aparte. Ana: (A lástima me ha movido su belleza y su desgracia. Bien dice mi hermano, Celia.) Celia: (Es belleza sobrehumana; y si está así en la tormenta ¿cómo estará en la bonanza?)..... ...... 250 pues son tales los indicios que tengo de estar culpada, que por culpables que sean son más decentes sus causas; y así, escúchame. Ana: …El silencio te responda. Celia: ………¡Cosa brava! ¿Relación a media noche y con vela? ¡Que no valga! Leonor: Si de mis sucesos quieres escuchar los tristes casos.....260 con que ostentan mis desdichas lo poderoso y lo vario, escucha, por si consigo que divirtiendo tu agrado lo que fue trabajo propio sirva de ajeno descanso, o porque en el desahogo hallen mis tristes cuidados a la pena de sentirlos el alivio de contarlos. .... ...270 Yo nací noble; éste fue de mi mal el primer paso, que no es pequeña desdicha nacer noble un desdichado; que aunque la nobleza sea joya de precio tan alto, es alhaja que en un triste sólo sirve de embarazo; porque estando en un sujeto, repugnan como contrarios, .. 280 entre plebeyas desdichas haber respetos honrados.
Decirte que nací hermosa presumo que es excusado, pues lo atestiguan tus ojos y lo prueban mis trabajos. Sólo diré... Aquí quisiera no ser yo quien lo relato, pues en callarlo o decirlo dos inconvenientes hallo; ........290 porque si digo que fui celebrada por milagro de discreción, me desmiente la necedad del contarlo; y si lo callo, no informo de mí, y en un mismo caso me desmiento si lo afirmo, y lo ignoras si lo callo. Pero es preciso al informe que de mis sucesos hago.. 300 —aunque pase la modestia la vergüenza de contarlo—, para que entiendas la historia, presuponer asentado que mi discreción la causa fue principal de mi daño. Inclinéme a los estudios desde mis primeros años con tan ardientes desvelos con tan ansiosos cuidados, .... .....310 que reduje a tiempo breve fatigas de mucho espacio. Conmuté el tiempo, industriosa, a lo intenso del trabajo, de modo que en breve tiempo era el admirable blanco de todas las atenciones, de tal modo, que llegaron a venerar como infuso lo que fue adquirido lauro. .. 320 Era de mi patria toda el objeto venerado de aquellas adoraciones que forma el común aplauso; y como lo que decía. fuese bueno o fuese malo, ni el rostro lo deslucía ni lo desairaba el garbo, llegó la superstición popular a empeño tanto, 330 que ya adoraban deidad el ídolo que formaron. Voló la Fama parlera, discurrió reinos extraños, y en la distancia segura acreditó informes falsos. La pasión se puso anteojos de tan engañosos grados, que a mis moderadas prendas agrandaban los tamaños. ........ 390 que un afecto tan preciso se forjase de un acaso?— don Carlos de Olmedo, un joven forastero, mas tan claro por su origen, que en cualquiera lugar que llegue a hospedarlo, podrá no ser conocido, pero no ser ignorado. Aquí, que me des te pido licencia para pintarlo, ...400 por disculpar mis errores, o divertir mis cuidados; o porque al ver de mi amor los extremos temerarios, no te admire que el que fue tanto, mereciera tanto. Era su rostro un enigma compuesto de dos contrarios que eran valor y hermosura, tan felizmente hermanados, .. 410 que faltándole a lo hermosos la parte de afeminado, hallaba lo más perfecto en lo que estaba más falto; porque ajando las facciones con un varonil desgarro, no consintió a la hermosura tener imperio asentado; tan remoto a la noticia, tan ajeno del reparo, .. .......420 que aun no le debió lo bello la atención de despreciarlo; que como en un hombre está lo hermoso como sobrado, es bueno para tenerlo y mal para ostentarlo. Era el talle como suyo, que aquel talle y aquel garbo, aunque la Naturaleza a otro dispusiera darlo, .... .430 sólo le asentara bien al espíritu de Carlos; que fue de su providencia esmero bien acertado, dar un cuerpo tan gentil a espíritu tan gallardo. Gozaba un entendimiento tan sutil, tan elevado, que la edad de lo entendido era un mentís de sus años. .. ...... 520 algunos; y aunque pudiera la fuga salvar a Carlos, por no dejarme en el riesgo se detuvo temerario, de modo que la justicia, que acaso andaba rondando, llegó a nosotros, y aunque segunda vez obstinado intentaba defenderse, persuadido de mi llanto.... .........530 rindió la espada a mi ruego, mucho más que a sus contrarios. (¡Cielos! ¿qué es esto que escucho? Al mismo que yo idolatro es el que quiere Leonor... ¡Oh, qué presto que ha vengado.. 550 Amor a don Juan! ¡Ay triste!) Señora, vuestros cuidados siento como es justo. Celia, lleva esta dama a mi cuarto mientras yo a mi hermano espero. Celia: Venid, señora. Leonor: .............Tus pasos, sigo, ¡ay de mí!, pues es fuerza obedecer a los hados. Véanse Celia y doña Leonor. A la continuación de la primera jornada de Los empeños de una casa.
Pues estoy condenada (Poema)
Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has, fiero, condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado,
nunca alegre me mires ni te vea;
si le hablé con agrado,
eterno desagrado en ti posea;
y si otro amor inquieta mi sentido,
sáqueseme el alma tú, que mi alma has sido.
Mas, supuesto que muero,
sin resistir a mi infeliz suerte,
que me des sólo quiero
licencia de que escoja yo mi muerte;
deja la muerte a mi elección medida,
pues en la tuya pongo yo la vida.
A LA MUY MAGNIFICA SEÑORA DOÑA JERÓNIMA PALOVA DE ALMOGÁVAR
Si no hubiera sabido antes de agora dónde llega el juicio de Vuestra Merced, bastárame para entendello ver que os parecía bien este
libro. Mas ya estábades tan adelante en mi opinión, que pareciéndome este libro bien hasta aquí por muchas causas, la principal por
donde agora me lo parece es porque le habéis aprobado, de tal manera que podemos decir que le habéis hecho, pues por vuestra
causa le alcanzamos a tener en lengua que le entendemos. Porque no solamente no pensé acabar con Boscán que le tradujese, mas
nunca osé poner en decírselo, según le vía siempre aborrecerse con los que romanzan libros, aunque él a esto no lo llama romanzar,
ni yo tampoco; mas, aunque lo fuera, creo que no se excusara mandándolo Vuestra Merced. Estoy muy satisfecho de mí, porque
antes que el libro viniese a vuestras manos, ya yo le tenía en tanto como entonces debía; porque, si ágora después que os parece
bien empezara a conocerle, creyera que me llevaba el juicio de vuestra opinión. Pero ya no hay que sospechar en esto, sino tener por
cierto que es libro que merece andar en vuestras manos para que luego se le parezca donde anduvo y pueda después andar por el
mundo sin peligro. Porque una de las cosas de que mayor necesidad hay, doquiera que hay hombres y damas principales, es de hacer
no solamente todas las cosas que en aquella su manera de vivir acrecientan el punto y el valor de las personas, mas aun de guardarse
de todas las que pueden avasalle. Lo uno y 1o otro se trata en este libro tan sabia y tan cortesanamente que no me parece que hay
qué desear en él sino vello cumplido todo en algún hombre, y también iba a decir en alguna dama, si no me acordara que estábades
en el mundo para pedirme cuenta de las palabras ociosas. Demás de todo esto, puédase considerar en este libro que como las cosas
muy acertadas siempre se extienden a más de lo que prometen, de tal manera escribió el conde Castellón lo que debía hacer un
singular cortesano, que casi no dexó estado a quien no avisase de su oficio. En esto se puede ver lo que perdiéramos en no tenerle. Y
también tengo por muy principal el beneficio que se hace a la lengua castellana en poner en ella cosas que merezcan ser leídas;
porque yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino lo que se pudiera
muy bien excusar, aunque esto sería malo de probar con los que traen entre las manos estos libros que matan hombres.
Y supo Vuestra Merced muy bien escoger persona por cuyo medio hiciésedes este bien a todos; que siendo a mi parecer tan
dificultosa cosa traducir bien un libro como hacerle nuevo, diose Boscán en esto tan buena maña que cada vez que me pongo a leer
este su libro o (por mejor decir) vuestro, no me parece que le hay escrito en otra lengua: Y si alguna vez se me acuerda del que he
visto y leído, luego el pensamiento se me vuelve al que tengo entre las manos. Guardó una cosa en la lengua castellana que muy
pocos la han alcanzado, que fue huir del afectación sin dar consigo en ninguna sequedad, y con gran limpieza de estilo usó de
términos muy cortesanos y muy admitidos de los buenos oídos y no nuevos ni al parecer desusados de la gente. Fue, demás de esto,
muy fiel traductor, porque no se ató al rigor de la letra, como hacen algunos, sino a la verdad de las sentencias y por diferentes
caminos puso en esta lengua toda la fuerza y el ornamento de la otra, y así lo dexó todo tan en su punto como lo halló, y hállalo tal
que con poco trabajo podrían los defensores de este libro responder a los que quisieren tachar alguna cosa dél. No hablo en los
hombres de tan tiernos y tan delicados oídos que entre mil cosas buenas que terná este libro les ofenderá una o dos que no serán
tan buenas como las otras, que de estos tales no puedo creer sino que aquellas dos les agradan y las otras les ofenden; y podríalo
probar con muchas cosas que ellos fuera desto aprueban.
Mas no es de perder tiempo con éstos, sino remitirlos a quien les habla y le responde dentro en ellos mismos, y volverme a los que
con alguna apariencia de razón podrían en algún lugar desear satisfacción de algo que les ofendiese, y es que allí donde se trata de
todas las maneras que puede haber de decir donaires y cosas bien dichas a propósito de hacer reír y de hablar delgadamente, hay
algunas puestas por ejemplo, que parece que no llegan al punto de las otras, ni merecen ser tenidas por muy buenas de un hombre
que tan avisadamente trató las otras partes; y de aquí podrían inferir una sospecha de no tan buen juicio ni tanta fineza del autor
como le damos. Confieso a Vuestra Merced que hube tanta envidia de veros merecer sola las gracias que se deben por este libro, que
me quise meter allá entre los renglones o como pudiese. Y porque hube miedo que alguno se quisiese meter en traducir este libro o
(por mejor decir) dañarle, trabajé con Boscán que sin esperar otra cosa hiciese luego imprimirle por atajar la presteza que los que
escriben mal alguna cosa suelen tener en publicarla. Y aunque esta traducción me diera venganza de cualquier otra que hubiera, soy
tan enemigo de cisma que aun ésta tan sin peligro me enojara. Y por esto , casi por fuerza le hice que a todo correr le pasase; y él me
hizo estar presente a la postrera lima, más como a hombre acogido a razón que como ayudador de ninguna enmienda. Suplico a
Vuestra Merced que, pues este libro i está debajo de vuestro amparo, que no pierda nada por esta poca de parte que yo del tomo,
pues, en pago de esto, os le doy escrito de mejor letra, donde se lea vuestro nombre y vuestras obras.
GARCILASO DE LA VEGA
Al Emperador Carlos V (Carta)
Al Emperador Carlos V
S.C.C.M.
La orden que el Príncipe a dado en el caminar de la gente es que se dembarquen en Baya o en Saona y de allí tomen el camino la
vía de Alexandria y paren en medio de esta ciudad y de Alexandria lo cual se pone luego en obra y yo me parto delante para
tener proueydo lo necesario en Saona.
El capitán Sabajosa va a lo que el príncipe y el embajador escriben; la gente que viene según todos afirmantes muy buena.
Nuestro Señor la Sacra persona de Vuestra Majestad guarde con acrecentamiento de nuevos Reynos y señoríos. De Génova XX
de mayo de 1536.
S.C.C.M.
Criado de V. S. M.
Coplas (De la l a la V)
HABIÉNDOSE CASADO SU DAMA
Culpa debe ser quereros,
Según lo que en mí hacéis,
mas allá lo pagaréis
do no sabrán conoceros,
por mal que me conocéis.
Por quereros, ser perdido
pensaba, que no culpado;
mas que todo lo haya sido,
así me lo habéis mostrado
que lo tengo bien sabido.
¡Quién pudiese no quereros
tanto como vos sabéis,
por holgarme que paguéis
lo que no han de conoceros
con lo que no conocéis!
Yo dejaré desde aquí
de ofenderos más hablando,
porque mi morir callando
os ha de hablar por mí.
Gran ofensa os tengo hecha
hasta aquí en haber hablado,
pues en cosa os he enojado
que tan poco me aprovecha.
Derramaré desde aquí
mis lágrimas no hablando,
porque quien muere callando
tiene quien hable por sí.
Acaso supo, a mi ver,
y por acierto quereros
quien tal yerro fue a hacer
como partirse de veros
donde os dejase de ver,
Imposible es que este tal
pensando que os conocía,
supiese lo que hacía
cuando su bien y su mal
junto os entregó en un día.
Acertó acaso a hacer
lo que si por conoceros
hiciera, no podía ser:
partirse y, con solo veros,
dejaros siempre de ver
Pues este nombre perdí,
Dido, mujer de Siqueo,
en mi muerte esto deseo
que se escriba sobre mí:
"El peor de los troyanos
dio la causa y el espada;
Dido, a tal punto llegada,
no puso más de las manos."
De la red y del hilado
hemos de tomar, señora,
que echáis de vos en un hora
todo el trabajo pasado
Y si el vuestro se ha de dar
a los que se pasearen,
lo que por vos trabajaren
¿dónde lo pensáis echar?
El dulce lamentar de dos pastores (Fragmento de Égloga l)
El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
(de pacer olvidadas) escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
ágora estés atento sólo y dado
el ínclito gobierno del estado
Albano; ágora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;
agora de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando;
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mundo
sobras.
En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
el árbol de victoria,
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.
Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes al altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba,
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente,
razonando con ella, le decía:
Salicio:
¡Oh más dura que mármol a mis
quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro ágora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Señor Boscán, quien tanto gusto tiene (Epístola)
Señor Boscán, quien tanto gusto tiene
de daros cuenta de los pensamientos,
hasta las cosas que no tienen nombre,
no le podrá faltar con vos materia,
ni será menester buscar estilo
presto, distinto de ornamento puro
tal cual a culta epístola conviene.
Entre muy grandes bienes que consigo
el amistad perfecta nos concede
es a que este descuido suelto y puro,
lejos de la curiosa pesadumbre;
y así, de esta libertad gozando,
digo que vine, cuanto a lo primero,
tan sano como aquel que en doce días
lo que sólo veréis ha caminado
cuando el fin de la carta os lo mostrare.
Alargo y suelto a su placer la rienda,
mucho más que al caballo, al pensamiento,
y llévame a las veces por camino
tan dulce y agradable que me hace
olvidar el trabajo del pasado;
otras me lleva por tan duros pasos
que con la fuerza del afán presente
También de los pasados se me olvida;
a veces sigo un agradable medio
honesto y reposado, en aquel discurso
del gusto y del ingenio se ejercita.
Iba pensando y discurriendo un día
a cuántos bienes alargó la mano
el que del amistad mostró el camino,
y luego vos, del amistad el ejemplo,
os me ofrecéis en estos pensamientos,
y con vos a lo menos me acontece
una gran cosa, al parecer extraña,
y porque lo sepáis en pocos versos,
es que, considerando los provechos,
las honras y los gustos que me vienen
de esta vuestra amistad, que en tanto tengo, ninguna cosa en
mayor precio estimo
ni me hace gustar del dulce estado
tanto como el amor de parte mía.
Éste conmigo tiene tanta fuerza
que, sabiendo muy bien las otras partes
del amistad y la estrechez nuestra
con solo a que éste el alma se enternece;
y sé que otramente me aprovecha
el deleite, que suele ser pospuesto
a las útiles cosas y a las graves.
Llévame a escudriñar la causa de esto
ver continuo tan recio en mí el efecto,
y hallo que el provecho, el ornamento,
el gusto y el placer que se me sigue
del vínculo de amor, que nuestro genio
enredó sobre nuestros corazones,
son cosas que de mí no salen fuera,
y en mí el provecho solo se convierte.
Mas el amor, de donde por ventura
nacen todas las cosas, si hay alguna,
que a vuestra utilidad y gusto miren,
es gran razón que ya en mayor estima
tenido sea de mí que todo el resto,
cuanto más generosa y alta parte
es el hacer el bien que el recebirle;
así que amando me deleito, y hallo
que no es locura este deleite mío.
¡Oh cuán corrido estoy y arrepentido
de haberos alabado el tratamiento
del camino de Francia y las posadas!
Corrido de que ya por mentiroso
con razón me ternéis; arrepentido
de haber perdido tiempo en alabaros
cosa tan digna ya de vituperio,
donde no hallaréis sino mentiras,
vinos acedos, camareras feas,
burletes codiciosos, malas postas,
gran paga, poco argén, largo camino;
llegar al fin a Nápoles, no habiendo
dejado allá enterrado algún tesoro,
salvo si no decís que es enterrado
lo que nunca se halla ni se tiene.
A mi señor Durall estrechamente
abraza de mi parte, si pudieres.
Doce del mes de octubre, de la tierra
do nació el claro fuego del Petrarca
y donde están del fuego las cenizas.
A cierta dama que se dejaba vencer antes del interés que del gusto (Soneto)
Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indiano
por cien escudos la mitad del lecho.
¿Quién, pues, se maravilla de este hecho,
sabiendo que haya ya paso más llano,
la bolsa abierta, el rico pelicano,
que el pelícano pobre, abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones
le flecharon de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?
A los celos (Soneto)
¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!
¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!
¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste dónde estabas,
o al reino (si allá cabes) del espanto;
mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mismo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.
A un caballero que, estando con una dama, no pudo cumplir sus deseos (Décima)
Con Marfisa en la estacada
entrasteis tan mal guarnido
que su escudo, aunque hendido,
no lo rajó vuestra espada.
¿Qué mucho?, si levantada
no se vio en trance tan crudo,
ni vuestra vergüenza pudo
cuatro lágrimas llorar,
siquiera para dejar
de orín tomado el escudo.
Ándeme yo caliente (letrilla)
''Ándeme yo caliente
y ríase la gente''.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y agua ardiente,
''y ríase la gente''.
Como en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
''y ríase la gente''.
Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el Enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
''y ríase la gente''.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
''y ríase la gente''.
Pase a media noche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver a su dama;
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente,
''y ríase la gente''.
Pues Amor es tan crüel,
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada
do se junten ella y él,
sea mi Tisbe un pastel,
y la espada sea mi diente,
''y ríase la gente''.
Angélica y Medoro (Poesía de romance)
En un pastoral albergue
que la guerra entre unos
robles
lo dejó por escondido
o lo perdonó por pobre;
do la paz viste pellico
y conduce entre pastores
ovejas del monte al llano
y cabras del llano al
monte,
mal herido y bien curado,
se alberga un dichoso
joven
que sin clavarle amor
flecha
le coronó de favores.
Las venas con poca sangre,
los ojos con mucha noche,
lo halló en el campo
aquella
vida y muerte de los
hombres.
Del palafrén se derriba,
no porque al moro conoce,
sino por ver que la yerba
tanta sangre paga en
flores.
Límpiale el rostro, y la
mano
siente al Amor que se
esconde
tras las rosas, que la
muerte
va violando sus colores.
Escondióse tras las rosas,
porque labren sus arpones
el diamante del Catay
con aquella sangre noble.
Ya le regala los ojos,
ya le entra, sin ver por
dónde,
una piedad mal nacida
entre dulces escorpiones.
Ya es herido el pedernal,
ya despide el primer golpe
centellas de agua, ¡oh
piedad!,
hija de padres traidores.
Yerbas le aplica a sus
llagas,
que si no sanan entonces
en virtud de tales manos
lisonjean los dolores.
Amor le ofrece su venda,
mas ella sus velos rompe
para ligar sus heridas;
los rayos del sol perdonen.
Los últimos nudos daba
cuando el cielo la socorre
de un villano en una yegua
que iba penetrando el
bosque.
Enfrénanle de la bella
las tristes piadosas voces,
que los firmes troncos
mueven
y las sordas piedras oyen;
y la que mejor se halla
en las selvas que en la
corte,
simple bondad, al pío
ruego
cortésmente corresponde.
Humilde se apea el villano
y sobre la yegua pone
un cuerpo con poca
sangre,
pero con dos corazones.
A su cabaña los guía,
que el sol deja su
horizonte
y el humo de su cabaña
le va sirviendo de norte.
Llegaron temprano a ella
do una labradora acoge
un mal vivo con dos almas,
una ciega con dos soles.
Blando heno en vez de
pluma
para lecho les compone,
que será tálamo luego
do el garzón sus dichas
logre.
Las manos, pues, cuyos
dedos
De esta vida fueron dioses,
restituyen a Medoro
salud nueva, fuerzas
dobles,
y le entregan, cuando
menos,
su beldad y un reino en
dote,
segunda envidia de Marte,
primera dicha de Adonis.
Corona un lascivo
enjambre
de cupidillos menores
la choza; bien como
abejas,
hueco tronco de
alcornoque.
¡Qué de nudos le está
dando
a un áspid la envidia torpe,
contando de las palomas
los arrullos gemidores!
¡Qué bien la destierra
Amor,
haciendo la cuerda zote,
porque el caso no se
infame
y el lugar no se inficione!
Todo es gala el africano,
su vestido espira olores,
el lunado arco suspende
y el corvo alfange depone.
Tórtolas enamoradas
son sus roncos a tambores
y los volantes de Venus
sus bien seguidos
pendones.
Desnuda el pecho anda
ella;
vuela el cabello sin orden;
si lo abrocha, es con
claveles,
con jazmines si lo coge.
El pie calza en lazos de oro
porque la nieve se goce,
y no se vaya por pies
la hermosura del orbe.
Todo sirve a los amantes,
plumas les baten veloces,
airecillos lisonjeros,
si no son murmuradores.
Los campos les dan
alfombras,
los árboles pabellones,
la apacible fuente sueño,
música los ruiseñores.
Los troncos les dan
cortezas
en que se guarden sus
nombres
mejor que en tablas de
mármol
o que en láminas de
bronce.
No hay verde fresno sin
letra,
ni blanco chopo sin mote;
si un valle Angélica suena,
otro Angélica responde.
Cuevas do el silencio
apenas
deja que sombras las
moren,
profanan con sus abrazos
a pesar de sus horrores.
Choza, pues, tálamo y
lecho,
contestes de estos amores,
el cielo os guarde, si
puede,
de las locuras del conde.
Con la estafeta pasada (Décima)
Con la estafeta pasada
me dio aviso un gentil hombre
de que asombraís con mi nombre
y que mataís con mi espada;
Vivís, señora, engañada;
que el amor que os he propuesto
no es hijo de Marte en esto;
antes es de él tan distinto,
que si me hablaís en el quinto
no os he de hablar en el sexto
De las Lusiadas de Luis de Camoes, que tradujo Luis de Tapia, natural de Sevilla (Silva)
Suene la trompa bélica del castellano cálamo,
dándoles lustre y ser a las Lusíadas, y con su rima angélica en el celeste tálamo
encumbre su valor sobre las Híadas, Napeas y Hamadríadas:
con amoroso cántico y espíritu poético
celebren nuestro Bético del Mauritano mar al mar Atlántico,
pues vuela su Calíope desde el blanco francés al negro etíope.
Aquí la fuerza indómita del Pacheco diestrísimo
descubre de su rey el pecho y ánimo, la India deja atónita
con su valor rarísimo, y al Samorín soberbio, pusilánimo.
Muéstrese aquí magnánimo Alburquerque, y solícito
capitán integérrimo, que al amador misérrimo
crudamente castiga el hecho ilícito, y a Goa y su potencia
dos veces la[s] sujeta a su obediencia.
Almeida, que a los árabes con la venganza horrida
sus muros y edificios va talándoles, y a los rumes y alárabes,
debajo de la tórrida, con valerosa espada domeñándoles,
y mayor pena dándoles con el hijo belígero,
que en el seno Cambaico contra el moro y hebraico
muere mostrando su furor armígero, sirviéndole de túmulo
de mamelucos el sangriento cúmulo.
Cuanto pechos heroicos te dan fama clarífica,
oh Lusitania, por la tierra cálida, tanto versos estoicos te dan gloria mirífica,
celebrando tu nombre y fuerza válida: dígalo la Castálida,
que al soberano Tapia hizo que (más que en árboles,
en bronces, piedras, mármoles) en su verso eternice su prosapia,
dándole el odorífero lauro, por premio del gran dios lucífero.
La más bella niña (Poesía de romance)
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice
que escucha su mal:
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Pues me distes, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el penar,
y me cautivaste
de quien hoy de va
y lleva las llaves
de mi libertad.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos de hoy más
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues que no se pueden
mejor ocupar
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
No me pongáis freno
ni queráis culpar,
que lo uno es justo,
lo otro por demás.
Si me queréis bien
no me hagáis mal;
harto peor fue
morir y callar.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Váyanse las noche,
pues ido se han
los ojos que hacían
los míos velar;
váyanse, y no vean
tanta soledad
después que en mi lecho
sobra la mitad.
Dejadme llorar,
orillas del mar.
Por una negra señora (Poesía)
Por una negra señora
un negro galán doliente
negras lágrimas derrama
de un negro pecho que tiene.
Habló la un negra noche,
y tan negra que parece
que de su negra pasión
el negro luto le viene.
Lleva una negra guitarra,
negras las cuerdas que tiene,
negras también las clavijas,
pues negro es el que las tuerce.
"Negras pascuas me dé Dios,
si más negros no me tienen
los negros amores tuyos
que el negro color de allende.
Un negro favor te pido,
si negros favores vendes,
y sí con negros favores
un negro pagarse debe."
La negra señora entonces,
enfadada del negrete,
con estas negras razones
al galán negro entristece:
"Vaya muy en hora negra
el negro que tal pretende,
que para galanes negros
se hicieron negros desdenes."
El negro señor entonces,
no queriendo ennegrecerse
más de lo negro, quitóse
el negro sombrero y fuese.
¿Qué lleva el señor Esgueva? (letrilla)
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva este río crecido,
Y llevará cada día
Las cosas que por la vía
De la cámara han salido,
Y cuanto se ha proveído
Según leyes de Digesto,
Por jueces que, antes de esto,
Lo recibieron a prueba.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva el cristal que le envía
Una dama y otra dama,
Digo el cristal que derrama
La fuente de mediodía,
Y lo que da la otra vía,
Sea pebete o sea topacio;
Que al fin damas de Palacio
Son ángeles hijos de Eva.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva lágrimas cansadas
De cansados amadores,
Que, de puro servidores,
Son de tres ojos lloradas;
De aquél, digo, acrecentadas
Que una nube le da enojo,
Porque no hay nube de este ojo
Que no truene y que no llueva.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva pescado de mar,
Aunque no muy de provecho,
Que, salido del estrecho,
Va a Pisuerga a desovar;
Si antes era calamar
O si antes era salmón,
Se convierte en camarón
Luego que en el río se ceba.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva, no patos reales
Ni otro pájaro marino,
Sino el noble palomino
Nacido en nobles pañales;
Colmenas lleva y panales,
Que el río les da posada;
La colmena es vidriada
Y el panal es cera nueva.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.
Lleva, sin tener su orilla
Árbol ni verde ni fresco,
Fruta que es toda de cuesco,
Y, de madura, amarilla;
Hácese de ella en Castilla
Conserva en cualquiera casa,
Y tanta ciruela pasa,
Que no hay quien sin ella beba.
¿Qué lleva el señor Esgueva?
Yo os diré lo que lleva.