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Copyright © 2017 Carlos del Río. “Sangre, sudor y palabras”, escrito por Larry Brooks, apareció por primera vez en 2011 en la páginaWritetoDone.com, y más tarde en el libro de Larry Brooks Warm Hugs for Writers. Permiso concedidopor Larry Brooks para reproducirlo en este libro. Traducción de Carlos del Río. Fotografía de portada: Joven estudiante mostrando tableta pc © Wavebreakmedia (Deposit Photos)Fotografía de portada: Empresario trabaja sobre una nube © alphaspirit (Deposit Photos)Letra del título: Curse Casual Font © Jayvee D. Enaguas (Grand Chaos). Some rights reserved(Creative Commons CC-BY-SA 3.0, Dafont.com)Diseño de portada y maquetación de Carlos del Río Gráfico de la pirámide de necesidades de Abraham Maslow (cap. 8) realizado por J. Finkelstein,traducido por Mikel Salazar González (Creative Commons. Attribution-Share Alike 3.0 Unported) Mapa del español en el mundo (cap. 17): Fobos92 (https://commons.wikimedia.org/wiki/User:Fobos92,Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International) ISBN 10: 197416604XISBN 13: 978-1974166046 Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total ni parcial de este libro, ni larecopilación en un sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, porfotografías, por registro o por otros medios, salvo breves extractos a efectos de reseña, sin autorizaciónprevia y por escrito del autor de la obra.
A ti, compañero de aventura.
Prólogo: Lo que nunca te han contado, por Pedro Pablo PicazoIntroducción: La carrera literariaCapítulo 1: La diana del escritorCapítulo 2: Diez años para lograrloCapítulo 3: La mentalidad de crecimientoCapítulo 4: ¿Talento?Capítulo 5: GeniosCapítulo 6: Aprender con esfuerzoCapítulo 7: El hábito de escribirCapítulo 8: Tus motivos para escribirCapítulo 9: Las expectativasCapítulo 10: Distorsiones de la realidadCapítulo 11: Superando miedosCapítulo 12: Coaching para escritoresCapítulo 13: La hora de la verdad
Empezar a vivir, por Ana BoloxCapítulo 14: La época del best sellerCapítulo 15: El mundo editorial
Un largo y extraño camino, por Jaume VicentCapítulo 16: Sangre, sudor y palabras, por Larry BrooksCapítulo 17: Malas ideasCapítulo 18: Tu presencia en internet
Invitación a tomar el té, por Mónica Gutiérrez ArteroCapítulo 19: Cómo hacer contactos
Entrevista a Ana González DuqueCapítulo 20: Lucha hasta lograrloCapítulo 21: Salto al vacío
De ingeniero a escritorDe escritor a vivir de escribir, por David Olier
Epílogo: El precio para tener una carrera literaria
AgradecimientosSobre el autorBibliografíaObras y personas citadas
Prólogo
Lo que nunca te han contado
El primer gran adversario a batir que
tiene el escritor es uno mismo.
Por PEDRO PABLO PICAZO
Querido futuro escritor, si no es que lo eres ya:
No sé si este será tu primer libro sobre escritura, aunque es probable que así
sea. Si ese es el caso, eres afortunado, claro que no puedes saberlo aún. ¡Sólo
estás leyendo el prólogo!
Para que veas, el primer libro que leí que trataba sobre qué era eso de
dedicarse a las letras fue Aprende a ser escritor con Snoopy, ese típico regalo
medio en serio medio en broma que te hacen de niño-adolescente. Después he
ido pasando por muchos libros diferentes que trataban el tema con algo más
de profundidad que en el de la creación de Schulz. Unos los leí enteros, otros,
a trozos. En ninguno de ellos recuerdo que hablaran de algo que considero
fundamental a la hora de empezar y que se trata en este libro: la mentalidad y
la actitud que debe tener el escritor a la hora no sólo de enfrentarse al papel,
sino cuando toma la decisión de tomarse en serio una carrera literaria. Porque
la escritura es ante todo un acto de ejercicio de la propia voluntad, y según
sea esa voluntad, esa disposición, así se obtendrán mejores o peores
resultados.
Sin duda como escritor he tenido grandes alegrías, pero también
enormes sinsabores. ¿Cuáles pesan más en la balanza? Para mí, en la vida,
siempre pesará mucho más lo positivo que lo negativo, pero sí es verdad que
nadie te prepara para lo que encuentras en el devenir de una carrera literaria.
Porque es verdad que existen autores que ya con su primer libro se les abren
las puertas del olimpo literario, pero eso no es lo habitual, de hecho se trata
de la excepción, aunque es lo que deseamos conseguir todos cuando
comenzamos. Si comparamos esos pocos casos de éxito (¿uno, dos al año?)
con todos, todos, todos los libros de noveles que se publican cada mes nos
damos cuenta de que, en realidad, esos triunfos no reflejan en modo alguno la
realidad.
Lo normal es que seas un escritor que vas poco a poco escribiendo,
mejorando, mandando tu trabajo a editoriales, agentes, y recibiendo
negativas, una tras otra, haciendo callo, superando las amarguras,
aprendiendo a cada traspiés, levantándote de cada caída más porque estar
abajo resulta más incómodo que estar de pie, y, sobre todo, lo haces solo sin
que nadie nunca te hable de ese proceso, de esos inicios, casi siempre
titubeantes y dudosos, porque poca gente cuenta lo malo, lo que cuesta, pocos
quieren recordarlo si lo han superado, nadie quiere mencionarlo si no lo ha
conseguido.
Este libro tiene un valor enorme, y lo digo sinceramente y no porque
Carlos del Río sea compañero y amigo. Pocos antes se habían atrevido a
hablar de todo lo que rodea a la decisión de ser escritor, y no sólo de técnicas
narrativas. Escribir es exponerse, sacar algo importante para ti y presentárselo
al mundo. Un escritor es como un boxeador que, una vez ha terminado un
libro, se sube a un ring donde un enorme adversario invisible le va a empezar
a dar puñetazos por todas partes. Y lo más probable es que le haga besar la
lona en repetidas ocasiones pero lo que nunca debe hacer ese boxeador es
tirar la toalla, porque lo más probable es que esa derrota no se deba a que sea
un mal boxeador, probablemente sea consecuencia de que ha elegido mal a su
adversario. O quizás ha tenido que sufrir allí esa derrota para alzarse con una
victoria en la siguiente pelea o en otro ring mejor. Lo que nunca puede hacer
ese boxeador es permitir que quede en su alma ni una sola herida abierta,
debe considerar que sólo se ha tratado de un entrenamiento, nada más, y hay
que sanar, superar y, sobre todo, aprender para que el resultado del siguiente
combate sea otro muy distinto.
Tampoco se suele hablar de que el primer enemigo al que hay que
enfrentarse a la hora de escribir y lograr publicar no son los editores, ni los
lectores, ni las librerías, ni mucho menos los críticos. El primer gran
adversario a batir que tiene el escritor es uno mismo. Es quien te plantea las
dudas, quien te desanima, quien te propone mejores cosas que hacer —
seamos sinceros, cualquier cosa es mejor que pasarse horas sentado ante un
teclado, ¡cualquier cosa!—. No hay mayor enemigo que uno mismo, y es la
primera persona con la que el escritor tiene que convivir, a quien tiene que
convencer de que el esfuerzo, merece la pena. A fin de cuentas uno no puede
sentarse a escribir dejándose a sí mismo fuera de la habitación. Pues hay que
hacerlo.
Es maravilloso que haya un libro para escritores que no hable del día
del resultado final, aquel en el que tienes el libro terminado, o del día en el
que te llegan las galeradas, o de aquel en el que hablas por primera vez con
los lectores (eso si llegas a hablar con ellos). Sino un libro que hable del día a
día del proceso, del día en el que te sientas por primera vez con una idea, con
un pálpito, de cómo has de enfocarlo, de qué has de pensar, qué actitud
tomar, cómo mirarte en el espejo al empezar y terminar. Porque de momento
lo único seguro que sabemos es que pasaremos mucho más tiempo en ese día,
el día a día del proceso, que en el día en el que logramos llegar a completar
nuestro sueño. Ese día es el de mañana.
Yo me tomé en serio que quería ser escritor allá por 2008 y publiqué
mi primer libro en 2011. Desde entonces hasta ahora el mundo editorial ha
cambiado muchísimo, se ha movido de una forma vertiginosa como
probablemente no lo ha hecho antes en toda su historia. La irrupción y caída
del ebook, la piratería, una terrible crisis económica que ha sacudido los
pilares de la cultura —en general— como ninguna otra crisis lo había hecho
antes, la irrupción de la autoedición, su integración en los grandes grupos
editoriales, Amazon, las redes sociales, la posibilidad hoy en día de
interaccionar con escritores de todo el mundo o la enorme herramienta que
supone para los escritores internet. Nunca ha habido tantas tentativas, tantos
cambios en un sector tan sólido hasta ahora en el mundo de la cultura como
es el campo editorial.
Hoy el escritor debe ser lo que empresarialmente se conoce como un
emprendedor, un innovador comercial de sus propias ideas: debe abordar la
historia que no se ha escrito todavía, la más diferente, la más original, la más
comercial, pero al mismo tiempo que sea clásica, con sólidos referentes y que
ya disponga de un lugar en el mercado, pero lo suficientemente llamativa
para brillar en la estantería infinita en la que se han convertido las librerías
virtuales.
Hoy día un escritor puede decidir ser muchos tipos de escritores
distintos: tiene a su disposición el escritor al uso, de los de toda la vida;
también puede optar por un escritor autoeditado; o un escritor popular en las
redes; o un escritor experimental; o un escritor… que aún no se ha
inventado. Son muchas las opciones y el escritor actual tiene ante sí el
mercado más grande que existe: el del mundo entero.
Reconozco que como escritor debería estar mucho más interesado por
todos estos temas, debería estudiar, investigar, pero al final me vuelco en el
trabajo, en mi propia búsqueda de historias, mientras que Carlos del Río,
además de escribir sus novelas, se ha documentado como nadie, ha buscado
artículos, contrastado la experiencia de escritores de diferentes países y
géneros. Puedo dar fe de ello porque durante bastante tiempo pude seguir
muy de cerca su investigación. Admiro la labor que ha realizado en ese
aspecto, cómo ha sido capaz de recoger toda esa información, organizarla
para plasmarla en estas páginas, y la generosidad de compartirlo, primero en
su página web, después en este libro.
No puedo asegurarte, futuro escritor, que encontrarás lo que buscas en
estas páginas, pero de lo que estoy convencido es que mucho de lo que
aprendas aquí algún día te será de utilidad. Ojalá yo lo hubiera tenido cuando
empecé. Por todo eso eres afortunado y me das mucha envidia. Vas a iniciar
un viaje maravilloso y con buenos compañeros. Ahora echa a andar, camina,
escribe sin parar y disfruta cada paso. Porque te puedo asegurar que ser
escritor es la más grande y fantástica aventura. ¡A por ella!
Pedro Pablo Picazo es escritor. Entre los tres y los cinco años decidió que lo
suyo era contar historias. No es consciente de cuál debió de ser el detonante,
pero sí que recuerda escribir antes de saber escribir garabateando páginas
de dos rayas con trazos y líneas incomprensibles que relataban historias que
cree recordar eran de detectives. Luego descubrió el cine, así que deseó
escribir películas. Y se formó en la Escuela de Cinematografía y del
Audiovisual de Madrid y asistió a cuanto curso pudo hacer escuchando a los
que más sabían, y escribió para tele y para documentales (Los últimos días
de Cervantes, Mercados de abastos de Andalucía, etc…) y para concursos y
para dibujos animados (Zipi y Zape) y como había muchas historias
bullendo en su interior pasó también a escribir teatro (El Cielo Espera,
Paraísos artificiales) y novelas (Su Majestad el Rey de los Niños Zombis,
Este sueño está patrocinado), y desde que empezó a escribir libros ya no
pudo parar porque en las novelas no había recortes presupuestarios de modo
que el límite sólo lo marcaba su propia imaginación.
Introducción
La carrera literaria
Morir como Ícaro vale más que vivir sin haber
intentado volar nunca, aunque fuese con alas de cera.
MIGUEL DE UNAMUNO
Érase una vez un aspirante a escritor que quería vivir de la escritura…
Tal vez te suene el principio de esta historia. Nunca jamás los
novelistas lo hemos tenido más fácil para poder conseguir lectores y ganar
dinero con nuestro trabajo, y aun así, muchísima gente que quiere ser escritor,
se frustra y tira la toalla.
Mi definición de carrera literaria no es que te hagas rico escribiendo,
sino que en cuanto empiezas a publicar obras de calidad profesional,
comienzas a tener lectores que están dispuestos a pagar por leer tus libros, y
gracias a ellos y a otros nuevos, vas a seguir ganando dinero a lo largo de los
años, con la publicación más o menos regular de nuevos libros, lo que te va a
permitir poder seguir escribiendo, hasta que decidas jubilarte o mueras.
La versión corta para alcanzar eso es así:
—No tener prisa.
—Perseverar y perseverar, probando distintas opciones, hasta lograrlo.
La versión larga es este libro.
LA FÓRMULA
Ya te lo adelanto, que sea más fácil que nunca no significa que sea sencillo;
significa que si das los pasos correctos, te pones a trabajar en las cosas
realmente importantes, vas tanteando el terreno, a medio o largo plazo
comenzarás a tener ingresos, y si no abandonas, esos ingresos puede que
crezcan tanto que acaben siendo tu principal fuente de ingresos: habrás
alcanzado el añorado sueño de vivir de la escritura.
Vamos a ir sacando una fórmula para tener una carrera literaria.
Este libro no tiene nada que ver con los e-books que prometen
grandes ventas en un pispás, con títulos similares a Cómo vender un millón
de libros en tres meses, Cómo escribir un best seller en quince días, o Cómo
me hice rico con e-books; o los que aseguran éxito sin esfuerzo, los que
simplemente te piden que cierres los ojos y visualices lo que deseas con
emoción, que el universo se reconfigurará para que puedas recibir tu
recompensa. Ambos me parecen un timo para gente con mucha prisa y pocas
ganas de trabajar. De estos no sacamos nada que nos ayude.
Algo más acertados me parecen una variante de los últimos, en los
que de nuevo te piden que visualices tu futuro deseado, y entonces vas a tener
ideas que te van indicando el camino a seguir hasta lograr el éxito, pero el
trabajo lo tienes que hacer tú. No es que el universo te eche una mano, es que
al focalizarte en lo que quieres vas a saber reconocer oportunidades, y al
pensar que el éxito está garantizado, despiertas el efecto placebo y te vas a
arriesgar más y te vas a esforzar más, mejorando por tanto tu trabajo, y
creando así más posibilidades de éxito. Mi experiencia es que en la vida, al
contrario que en los casinos, cuanto más te arriesgas, más ganas. El problema
de estos libros es que no dicen cómo lidiar con los reveses, porque el éxito
nunca está garantizado. Pero nos quedamos con un par de conceptos para
nuestra fórmula: el deseo de tener una carrera literaria y que tú haces el
trabajo. Para hacer frente a los fracasos, que son inevitables por mucho que
trabajes y por mucho que desees tener una carrera literaria, hace falta
resiliencia, la capacidad que tenemos las personas de adaptarnos a las
situaciones adversas para rebotar, para volver a intentarlo sin
desilusionarnos. Y como el éxito jamás está asegurado, te recomiendo que
cambies ese concepto por el de satisfacción personal: escribes porque el
mero acto de escribir te llena, y si algún día logras el éxito será un beneficio
adicional. De este modo, sabrás ir identificando todos los cambios positivos
que te traerá la escritura a tu vida.
La aventura de ser escritor tampoco es como esos libros sobre éxito
que te lo garantizan si encuentras tu pasión y sigues una serie de pautas
específicas, y lo único que tienes que hacer es trabajar duro y aguantar en el
tiempo, perseverar hasta lograrlo, porque por mal que vayan las cosas, lo
lograrás al ser tu pasión. Aunque es fundamental ser perseverante, sentir
pasión (la pasión te va a hacer crecer constantemente) y trabajar mucho,
conceptos con los que nos quedamos para nuestra fórmula, dile eso a quien
haya tenido que cerrar una tienda, pongamos por ejemplo un videoclub
(aunque también podía ser una de fotos o de CDs), porque no iban clientes y
se estaba arruinando. Hay que ser flexible y reconocer que si las cosas no nos
salen, debemos probar otras nuevas sin que peligre nuestra economía. En el
caso del videoclub, el dueño se daría cuenta de que cada vez facturaba menos
porque la gente prefería ver las películas en internet, y para no cerrar,
ampliaría la venta de chuches o artículos de papelería. O cerraría antes de
arruinarse, al reconocer que los tiempos habían cambiado. Pero aguantar sin
hacer ningún cambio solo le garantizaba la quiebra. Por mucho que nos
apasione algo, no tenemos el control absoluto.
Tengo buenas noticias, porque en el caso de la escritura, el oficio es
muy barato y no corres el riesgo de arruinarte, además, la demanda de libros
y novelas sigue siendo alta. Ahora se lee más que en el siglo XIX, por
ejemplo, aunque solo sea porque entonces había muchos analfabetos y hoy en
día hay muy pocos, y yo diría que el número de lectores no ha bajado desde
el siglo pasado, porque por muchas opciones de entretenimiento que existan
en la actualidad, pienso sobre todo en cómics, películas y series de televisión,
que, como las novelas, cuentan historias de ficción, lo que te ofrecen las
novelas no te lo ofrecen los otros medios. Conviven, pero no se pisan.
Ser flexible escribiendo se aplica a probar distintas formas para llegar
a nuestro público, ya sea escribiendo diferentes géneros o intentado varias
formas de publicación.
Otro factor importantísimo es pensar a largo plazo y trabajar día a
día hasta conseguirlo. Lo que empiezas hoy, si no abandonas y trabajas en
ello y vas probando alternativas, dará frutos en el futuro. Llevo casi nueve
años escribiendo, y ya he dejado atrás a unos cuantos, no porque haya
logrado mucho ni porque haya estado pisando cabezas para trepar, que es
algo que nunca haría porque no me parece ético, sino porque han
abandonado. Unos querían escribir una novela, y la dejaron a medias, otros
lograron terminar una, y como no la vendieron, no escribieron otra, y otros
trabajaron mucho en cuestiones que poco tenían que ver con la escritura, y
acabaron quemándose. El principal problema es que no sabían bien en qué se
tenían que centrar, y se deslomaron haciendo cosas inútiles, pensando que así
iban a cimentar su carrera, cuando realmente se estaban agotando. Mi apuesta
es que si hubieran empleado todo ese esfuerzo en la dirección correcta, en lo
que realmente cuenta, aún estarían escribiendo y ya habrían comenzado a
recoger frutos. Así que vamos a cambiar el concepto de trabajo duro por el de
trabajo continuado, reflexionado y focalizado. Estudias qué necesitas
hacer para crecer como escritor y lo haces.
En este libro no hablo de técnica, para eso escribí Atrévete a ser
escritor, aquí hablo de todas esas cuestiones, de lo que realmente tiene que
hacer un escritor para que su esfuerzo sea fructífero, y de las opciones que
tenemos en la actualidad para poder ganar dinero con nuestros libros: tan
importante como saber escribir buenas novelas es tener la actitud correcta,
saber venderse, y saber moverse por el mundo editorial. Estos son
nuestros dos últimos conceptos.
Vamos a recapitular, y veamos nuestra fórmula:
Carrera literaria = deseo + satisfacción personal + pasión +
resiliencia + perseverancia + flexibilidad + pensar a largo plazo + trabajo
continuado, reflexionado y focalizado + saber venderse + saber moverse
por el mundo editorial
Bueno, dirás, Carlos ha olvidado en la fórmula de arriba el talento. No,
no lo he olvidado: el talento directamente no cuenta.
EL MITO DEL TALENTO
Una pregunta que me sorprende, y que suele aparecer en suplementos
dominicales o surgir en tertulias literarias, es si el escritor nace o se hace. Me
sorprende porque a nadie se le ocurre preguntar si el médico nace o se hace,
ya que todos asumimos que el médico que nos trata se ha pasado años y años
estudiando y preparándose. O si ves a un culturista, todos asumen que ha
conseguido ese cuerpo con entrenamiento, que no vino al mundo con unos
brazos como Popeye. Pues bien, el escritor hace lo mismo, pero todavía hay
quien se plantea si le ha venido solo y no tuvo que esforzarse para aprender o
si se ha formado como cualquier otro profesional.
Siendo justos, mi respuesta es que en cierto sentido son las dos cosas.
Si uno no siente las ganas de escribir, si no está enamorado de la lectura,
sobre todo de novelas y cuentos —da igual en qué etapa de la vida le venga
este enamoramiento—, no va a lograr ser escritor, simplemente porque se va
a aburrir y no va a perseverar. Así que digamos que nace. Pero por mucho
que sientas las ganas de escribir, por mucho que devores novelas, si no te
esfuerzas en aprender cómo se hace, en aprender de los errores y perseverar y
perseverar para acabar novelas y superar reveses, tampoco vas a lograr ser
escritor. Así que digamos que se hace.
Una idea muy extendida y muy dañina es la noción del talento. Durante
siglos se pensó que la gente que destacaba en algo lo hacía por intervención
divina, por poseer un don que otros no tenían. Si lo tenías, bien, y si no lo
tenías, no hacía falta que te molestaras, porque era imposible adquirirlo. Con
el avance de la ciencia, se rechazó esa explicación y se pensó que el talento
era algo innato que dependía de la herencia genética. De nuevo, si no lo
habías heredado, no lo podías adquirir.
Pero a finales del siglo pasado, sobre todo por las investigaciones
sobre el estado de flujo de Mihály Csíkszentmihályi, y las de Anders Ericsson
sobre la práctica deliberada, que popularizó Malcolm Gladwell en 2008 en
Fueras de serie (Outliers), se descubrió que lo que realmente hacía destacar a
las personas era el tiempo que empleaban en ese tipo de práctica, una práctica
focalizada en mejorar la realización de una disciplina concreta.
(Lógicamente, en algunos deportes son necesarias unas características físicas
para destacar).
La noción de talento ha perdido su componente mágico o hereditario,
y se ha vuelto mucho más democrática: cualquiera puede mejorar mucho en
una disciplina si está dispuesto a dedicar años y años y años de su vida a
practicarla, enmendando errores y creciendo. Esto no significa que de repente
el mundo se llene de portentos, ya que pocos lograrán destacar en alguna
disciplina, porque pocos estarán dispuestos a emplear el tiempo y esfuerzo
necesarios para lograrlo. Mira cuántos practican algún deporte como
pasatiempo y cuántos llegan a las Olimpiadas.
Cuando supe esto hace años, que con la práctica se mejoraba
cualquier cosa, para mí fue muy motivador, porque me indicaba que si me
esforzaba en aprender lo realmente necesario para escribir ficción, y
practicaba y practicaba y practicaba, acabaría siendo muy bueno. Pero para
que esto te motive, te lo tienes que tomar muy en serio. Quien algo quiere,
algo le cuesta.
Aunque esto se sabe desde los años 70 (los libros de autoayuda los
sabían desde hacía siglos, y los deportistas desde hace decenios), y desde
entonces se han escrito muchos libros sobre el tema, aun la noción del talento
como algo innato es la que domina. En una tertulia literaria a la que me
invitaron, el moderador tenía ideas opuestas a las mías: escribir no se podía
enseñar (lo cual me desconcertó, porque él había sido profesor de escritura
creativa) y el talento se tenía o no se tenía. Yo le dije que alguien con poco
talento, sea lo que sea eso, pero con mucha disciplina y perseverancia lograría
mucho, mientras que alguien con talento pero vago, no conseguiría nada. El
moderador me dio la razón.
Cuando estaba empezando a escribir este libro y se lo comenté a una
amiga, ella defendió que el talento era muy importante, al igual que el trabajo
duro, pero que en cada generación había gente que destacaba, como los
futbolistas de élite o Steve Jobs, que llegaban donde nadie llegaba. Le dije
que esas personas si no se hubieran formado y practicado muchísimo, no
habrían acabado destacando, y que no tenía sentido que comenzaras a
practicar algo esperando ser un genio (es pensar en blanco y negro para ni
siquiera intentarlo: si no voy a ser un genio, no tiene sentido que lo intente),
sino que lo hicieras principalmente porque te encantaba la actividad y luego
te esforzaras por ir mejorando e ir aprovechando oportunidades para crecer y
mejorar tu vida.
Ese mismo día por la tarde quedé con dos amigos, un director de cine y
una bióloga, y les conté la conversación que había mantenido al mediodía. La
chica me dijo que el talento era fundamental, porque con él se veían cosas
que no veían otros, y se tenía más capacidad para realizar tareas. Yo les di
muy opinión. El director de cine estaba de acuerdo conmigo, y dijo que
estaba casi convencido de que alguien inepto para una actividad, con la
educación y la práctica adecuada, sería capaz de superar su falta de talento.
Tengo la sensación de que la gente que tenemos trabajos creativos, por
lo general, nos damos cuenta de lo importante que es practicar todos los días
tu oficio, puliendo y puliendo errores para mejorar. Salta a la vista lo que
mejoras al pasar el tiempo, y eres capaz de hacer cosas que antes no podías o
no sabías cómo hacer. Yo también lo noto con mis alumnos del curso de
escritura creativa de nueve meses que imparto: todos los que se lo toman en
serio, todos los que lo completan, mejoran (los que menos avanzan son los
que se aferran a nociones erróneas de lo que es la escritura de ficción, pero
incluso esos mejoran).
Mientras que la gente con trabajos, llamémoslos “normales”, no se
percata de esto, y utiliza la noción de talento para justificar que no quiere
esforzarse o arriesgarse: como no tengo talento, no tiene sentido que
persevere, o que ni siquiera lo intente. Si tienen trabajos creativos y piensan
que es cuestión de talento, es gente con el ego inflado, ya que se creen que
por algún motivo ellos son los elegidos y su arte no se puede aprender.
Para escribir este libro, me he documentado sobre lo que dice la
ciencia y la psicología sobre la adquisición de habilidades y conocimientos, y
cómo tú puedes replicar las actividades que nos hacen crecer como escritores
para que seas muy bueno. (Pista: tiene que ver con escribir muchísimo y leer
muchísimo). Y lo mejor es que todo en la vida es mejorable, lo que significa
que puedes aplicar lo que veamos sobre la escritura a cualquier faceta de tu
vida que desees mejorar, ya sea bailar flamenco, ser más asertivo, tener
mejores dotes sociales, aprender física cuántica, ligar o cocinar suflés.
También me he documentado sobre la vida de reconocidos fueras de
serie a lo largo de la historia: grandes deportistas, científicos, literatos,
artistas. Y todos, absolutamente todos —incluso Mozart de niño—,
dedicaron ingentes cantidades de tiempo a practicar y reflexionar y enmendar
errores de la disciplina en la que acabaron destacando. Una vez que
dominaron lo que les apasionaba, realizaron grandes descubrimientos,
rompieron récords, o crearon obras maestras. El trabajo duro continuado
durante años y años no se lo quitó nadie. Y ninguno comenzó con un don
especial; todos tuvieron la suerte de dar con algo que les apasionó y entonces
se obsesionaron con mejorar más y más, y sus circunstancias personales les
permitieron emplear todo el tiempo necesario hasta alcanzar la maestría. (Los
que no tenían circunstancias propicias, como George Stephenson, el padre de
los ferrocarriles, se las crearon).
LA MOTIVACIÓN
En La aventura de ser escritor también veremos las claves de la motivación,
ya que la perseverancia es fundamental. Yo no la tuve que aprender, porque
cuando me puse a escribir por mi cuenta de adulto, tenía tantas ganas de
hacerlo que no necesité que nadie me motivara. Y ahí sigo dándole a las
teclas todos los días, ganando, de momento, poco dinero por mis escritos,
pero abriéndome camino, paso a paso, como escritor. Pero sé que realmente
soy la excepción.
Aunque voy dando consejos a mis alumnos a lo largo del curso para
que aprendan a motivarse a sí mismos cuando yo ya no esté, y suelen
animarse mucho —varios han comenzado novelas a mitad del curso—, en
cuanto se acaban las clases, van dejando de lado la escritura hasta que la
abandonan.
No quiero que te pase a ti. Por eso aquí hablo de estrategias para
lograr tus objetivos, de la importancia de retrasar la gratificación y qué hace
que nos motivemos incluso sin tener garantía de éxito. Será como tenerme a
mí forzándote a escribir constantemente, hasta que escribir te salga solo.
Tan importante como motivarnos a escribir con regularidad es la
resistencia al fracaso y los reveses, y veremos qué hacer cuando las cosas no
salen como esperábamos para no perder la ilusión y seguir escribiendo. Es la
resiliencia, de la que hablé un poco más arriba. Mucha gente escribe una
novela, y al no tener los resultados esperados, abandona su carrera literaria.
Eso no te pasará a ti.
Como las historias me gustan mucho, me he documentado sobre cómo
lo lograron decenas de escritores, y a lo largo del libro veremos qué hicieron.
Me parece una manera magnífica para aprender (aprendes de quien lo ha
logrado antes que tú) y para motivarse (si ellos lo lograron, tú también
puedes). Todas las historias son distintas, pero todas tienen un elemento en
común: no abandonaron.
Además, en este libro cuento con la colaboración de varios escritores,
que, sin ser famosos, viven de la escritura, o están consolidándose para
hacerlo en el futuro próximo, y aquí nos cuentan cómo lo lograron.
Afortunadamente, ya no hace falta ser una celebridad para vivir de ello.
CARRERA LITERARIA
La última parte del libro está dedicada a las opciones que tenemos los
escritores para ganar dinero con nuestros libros. Lo cuento al final porque si
antes no te has dado cuenta de que escribir te encanta, no tiene sentido que
sepas cómo ganar dinero.
Te planteo un pequeño ejercicio. Quiero que pienses en tu autor
favorito. ¿Cuál fue el primer libro que te leíste de él y por qué lo hiciste?
¿Cuánto tiempo llevas leyendo a ese autor? ¿Cuántos libros tienes suyos?
Supongo que las respuestas sean que de casualidad, o porque alguien te
lo recomendó, leíste una novela suya, y te gustó tanto que quisiste leerte más,
y ya no valía que te prestaran los libros, querías que fueran tuyos. Llevas
varios años siendo fiel a ese autor, y cada vez que publica una novela, te la
compras, y encima te has comprado varios de sus libros anteriores. Te da
igual que ese autor esté de moda o no, te gusta mucho y punto.
Muy bien, pues el truco para tener una carrera literaria es que tú te
conviertas en el autor favorito de un puñado de personas que te harán ganar
dinero de forma continuada. Tu objetivo no es ganar premios o prestigio, sino
lectores a los que les gusten tanto tus libros que te serán fieles durante años y
años. Partes de cero, así que no dejes tu trabajo, y vete sacando tiempo para
escribir, para que tus ingresos por libros vendidos vayan creciendo.
Hasta hace pocos años, la única opción realista para lograrlo era
publicar a través de las editoriales y depender de los medios de comunicación
para darte a conocer, pero tras la irrupción de internet, que nos permite
publicitarnos gratis para llegar a un público potencial global, y las opciones
de autopublicación de Amazon (tanto en papel como en digital), que también
son gratuitas y con las que llegas a muchísimas partes del mundo, ahora
mismo contamos con las editoriales tradicionales y Amazon, y yo
recomiendo que tengas en cuenta ambas: a tus lectores les va a dar igual que
tus libros sean autoeditados o no, pero generalmente una editorial te da más
visibilidad.
En esa parte veremos cómo conseguirlo. Mucha gente no hace más que
reinventar la rueda a la hora de vender sus libros, buscando atajos, y acaba
frustrándose. Tal vez nunca puedas vivir exclusivamente de la escritura, pero
lo que está garantizado, y es algo que por primera vez se puede hacer en la
historia de la literatura, es que mientras sigas publicando y promocionándote,
seguirás ganando dinero con tus libros.
El viaje que estás a punto de emprender no es sencillo, pero sí
apasionante. ¿Estás listo? Pues empezamos.
Capítulo 1
La diana del escritor
No es de su incumbencia que tengas que aprender a escribir.
Deja que se piensen que naciste así.
ERNEST HEMINGWAY
Imagínate que tienes una diana frente a ti, y tú le vas a tirar dardos. Para
ganar, lógicamente, tienes que apuntar al centro; si no apuntas, lanzarás
dardos que caerán en cualquier parte. Pues para tener una carrera literaria,
hace falta lo mismo: tienes que buscar el centro y sólo dedicarte a trabajar en
aquello que te haga avanzar como escritor.
DARDOS FALLADOS
Vamos a comenzar quitándonos de en medio una serie de concepciones
erróneas que suele tener la gente que comienza a escribir, lo que serían
dardos lanzados sin apuntar. Son estos:
1— Para ser novelista, hay que tener un título universitario. Si te
apetece estudiar una carrera universitaria, hazlo, pero no lo hagas pensando
que necesitas una formación universitaria para ser novelista, o que un título
universitario te va a abrir puertas. No cometas mi error, que me licencié en
Periodismo, y lo único que logré fue perder cuatro años de mi vida, odiar la
universidad, que ni me abrió la mente ni me enseñó a escribir, y esa
profesión, por la que mostraba la misma vocación que ser torero. Un
novelista se forma leyendo y escribiendo muchísimo, aprendiendo de los
errores y aciertos, propios y ajenos. No te apuntes a una universidad
esperando ganar seguridad. ¡Comienza a escribir hoy mismo!
2— Hay que saber de literatura. Tonterías. Hay que sentir amor por
los libros y pasión por contar historias con palabras escritas. Saber quién
escribió El Quijote, en qué día se desarrolla el Ulises (Ulysses) de Joyce, o en
qué año ganó el Nobel García Márquez te dará puntos en el Trivial Pursuit,
pero no como novelista.
Yo en clases de Literatura me agobiaba bastante. Me encantaba leer y
quería escribir, aunque no me atrevía a hacerlo, por lo que pensaba, influido
por esas aburridísimas clases, que igual estudiar los clásicos me diera alguna
pista de cómo hacerlo; aunque lo único que me transmitían esas clases era
que nadie sabía por qué los grandes genios de la literatura escribían tan bien.
A lo máximo que llegaban era a describir un poco el estilo del autor y a qué
corriente pertenecía. Generación de tal, de cual, de la madre que los parió. Y
kilómetros y kilómetros de su vida y milagros, como si el secreto de su
grandeza se escondiera en una vida interesante o atormentada. ¿Para qué
hablar de estructura, de caracterización, de dosificación de información, o de
la creación de emoción? A pesar de la muchísima morralla que te metían, no
había ni una sola frase dedicada a cómo aprendieron a escribir ficción, o el
esfuerzo que les supuso escribir sus obras.
Supongo que mis profesores cuando querían comprarse una novela, en
la librería apuntaban los nombres de autores de posibles compras e iban a una
biblioteca a estudiarse su vida, no fuera a ser que un libro que les había
llamado la atención estuviera escrito por alguien con una vida normal. Con el
cine pasaría lo mismo, no fueran a meterse en una peli de alguien no
atormentado. Me alegro por ellos, que ahora con Google y la Wikipedia, se
ahorran el viaje a la biblioteca.
Tras varios años machacándome con esas clases, llegué a la conclusión
de que lo de escribir era cuestión de talento innato: o nacías escritor o no
tenías nada que hacer. Conclusión errónea. Escribir ficción es un arte que se
aprende, del mismo modo que aprendes un idioma o a tocar un instrumento:
gradualmente, dedicándole mucho tiempo y trabajando en ello todos los días.
3— Hay que leerse todos los clásicos. Otro dardo que se va fuera, y
otra manera que tienen algunos aspirantes a escritor de retrasar el comienzo
de su carrera literaria. Yo era de estos. Como les aterroriza ponerse a escribir
su propia ficción, leen y leen y leen, y siempre buscan más novelas que leer,
pensando que deben dominar la historia de la literatura antes de escribir una
sola frase suya. Que si el Poema de Gilgamesh, por ser el más viejo, que si
las homéricas Ilíada ( Ἰ λιάς) y Odisea ( Ὀ δύσσεια), que si todo el Siglo de
Oro español, que si los clásicos rusos del XIX, que si las 46 novelas de los
Episodios nacionales de Galdós, que si los 94 libros de La comedia humana
(La Comédie humaine) de Balzac… Lee todo lo amplio que puedas, clásicos
y best sellers, no ficción y rarezas, novelas sesudas y libros intrascendentes,
pero ponte a escribir tu propia ficción ¡ya!
4— Hay que ser un intelectual. Yo no lo soy, y soy novelista. Lo
que tiene que ser un escritor es ser un buen narrador. ¿Qué sentido tiene que
se haya leído Finnegans Wake en inglés, En busca del tiempo perdido (À la
recherche du temps perdu) en francés, y toda la obra de Kant en alemán, si es
incapaz de contar una historia de forma coherente y atractiva? ¿Para que nos
aburra con sus grandes pensamientos, aunque la trama no tenga sentido o los
personajes sean monigotes sin vida que utiliza para expresar ideas de forma
burda?
No te dejes deslumbrar por los supuestos intelectuales, que dicen
disfrutar con novelas aburridas y películas soporíferas, y que parece que
quieren tener el monopolio de pensar. Cuando alguien me dice, “He leído la
última y sublime novela de Porrompompero Pérez, esa que ganó el Premio
Pedántez, y todavía no me he recuperado del goce. Tiene un extraordinario
pasaje en el que una única frase se extiende durante diez páginas, y más
adelante te deleita durante tres páginas con la descripción de un ladrillo”, lo
primero que pienso es Menos mal que me lo has dicho, ya sé qué no leerme.
A mí las novelas que me encantan son las que me roban tiempo para
hacer otras cosas por lo enganchado que estoy a la historia.
Piensa que todos tenemos una inteligencia parecida, y lo importante
es cómo la utilizas. Todo el mundo tiene la capacidad de reflexionar y de
llegar a sus propias conclusiones, sin que nadie le dicte qué debe pensar. No
creas que no puedes escribir porque no hayas leído a William Shakespeare
(ya lo harás, si te atrae), no entiendes el cine de Ingmar Bergman (es normal.
Que te aburra a más no poder, también), o no eres licenciado. Y desde luego,
no te quedes encerrado en el mundo de las ideas. La vida real tiene otras
normas, y es bastante más apasionante. Reflexiona, llega a tus propias
conclusiones y vive.
5— Hay que leer poesía. Esto lo recomendaba un autor que admiro
mucho, Ray Bradbury, pero realmente, no es necesario. Un novelista tiene
que lograr que el lector se meta en la historia y mantener su interés durante
muchas páginas. Si ya domina eso, y si siente que sus textos lo necesitan, es
cuando puede jugar con el lenguaje e introducir técnicas de la poesía en sus
novelas. A mí me pasó en mi segunda novela. Me parecía que si añadía
alguna figura retórica y algún método para crear ritmo en las frases, mis
descripciones mejorarían.
Repasé un par de libros que explicaban las figuras retóricas. Ya tenía
la teoría, pero me faltaba ponerla en práctica. Nunca he entendido ni
disfrutado la poesía, tal vez porque mis profesores de Literatura se
empeñaron en convertir algo muy pasional en mecánico (cuenta sílabas,
cuenta versos, analiza figuras retóricas… No quiero pensar lo que era una
noche de pasión para ellos), pero me hice con una colección de poemas de
Poe y otra de Bécquer, y me forcé cada día a leer un poema. Menudo
suplicio, así lo único que lograba era sufrir y no aprender nada. Podía seguir
atormentándome con poemas, para dármelas de escritor culto y no aprender
en absoluto, o podía buscar una alternativa nada culta que me gustase, con la
que aprender. Entonces me di cuenta de que había algo que me gustaba que
utilizaba esas técnicas: las canciones. Gracias a Spotify y canciones pop,
dominé las figuras retóricas. Mis maestros fueron Justin Timberlake y
Enrique Iglesias. A la hora de buscar soluciones, busca las que sean éticas y
te hagan disfrutar, las que encajen con tu personalidad, no las que te hagan
quedar bien de cara a la galería.
6— Hay que escribir florido. Hay aspirantes a escritor que se
empeñan en construir frases interminables que son incomprensibles, con un
vocabulario desenterrado del cementerio de las palabras. En mis clases pongo
de ejemplo a Ernest Hemingway, que tenía un estilo sencillísimo. Supongo
que aquí el problema, no sé debido a qué, es que relacionan lo sencillo con
pobre, o quieren demostrar que soy buenos escritores, y no hacen más que
buscar sinónimos, como si fuera un pecado mortal repetir palabras, y
vocablos raros, que fueron utilizados por última vez por Cervantes, en el
diccionario. Un escritor cuenta historias, y el estilo, es decir, cómo utiliza el
lenguaje, siempre tiene que apoyarla, no taparla. Y ya dependiendo de cada
uno, tendrás un estilo más plano o más florido, pero no utilices uno que no
sea el tuyo propio para que la gente te vea como más inteligente.
Con una historia bien construida, que tenga un estilo correcto, tienes
una buena novela. Con un estilo alambicado que no tiene nada por debajo,
tienes una novela hueca difícil de leer.
7— Es imposible ganar dinero. Es la excusa que emplea la gente
para no intentarlo, aunque se muera de ganas, así no tiene que arriesgarse. Es
muy sencillo: si no lo intentas, seguro que no lo logras; pero si lo intentas y
perseveras, tienes posibilidades de lograrlo.
8— Es dinero fácil. Justo la otra cara de la moneda. Hay quien se
piensa que los novelistas viven del cuento, que es dinero fácil, entonces se
ponen a escribir, perseveran hasta acabar una novela, lo cual tiene mucho
mérito, y como o bien pierden dinero porque han pagado para que se la
impriman, o ganan muy poco después de muchísimo esfuerzo, abandonan.
No es fácil, por eso lo principal es que te tiene que apasionar escribir. Una
vez que tienes la pasión, es cuando te planteas cómo sacar beneficios de tus
historias.
9— Hay que vivir antes de escribir. ¿Eso significa que yo, que ya
escribo, he dejado de vivir? Pues oye, no se está mal en el más allá.
Que te vayas a recorrer mundo, buscando experiencias, no significa
que cuando te calmes, seas capaz de escribir ficción bien. Hay técnicas que
tienes que dominar para contar una historia, técnicas que puedes aprender
mientras vives (qué demonios, desde que sales del útero materno y das la
primera patada, ya estás viviendo). Si eres aventurero y quieres escribir, lo
mejor que puedes hacer es escribir, para ir aprendiendo el oficio, al tiempo
que corres aventuras. Y, desde luego, asegúrate de seguir viviendo cuando te
tomes la escritura en serio. Pero no es cierto que necesites haber recorrido
mucho mundo para ser escritor.
10— Es cuestión de talento. Si has leído la introducción, ya sabes lo
que pienso. Algunos de mis alumnos comienzan así: se apuntan a mi curso
para comprobar si tienen talento para escribir, pero al acabarlo y ver lo que
han mejorado, se dan cuenta de que lo realmente importante es sentar el
trasero y ponerse a escribir. Es bueno que sea así, porque de lo contrario
dependería de tener o no tener algo imposible de aprender, y no del esfuerzo
personal.
Si esos eran dardos perdidos, ¿cuál es el primero que da en la diana?
Muy sencillo: tener ganas. Tienes que sentir la necesidad de escribir ficción.
Ahí empieza tu carrera literaria.
En cuanto reconoces que sientes eso, el primer paso es tener la
humildad de aceptar que tienes que aprender a escribir ficción. Todo el
mundo sabe escribir palabras y frases, pero no historias, que es algo bastante
más complejo.
Tardé demasiado en dar este primer paso, unos veinte años, desde que
sentí la atracción de escribir cuentos y novelas de niño hasta que me puse a
ello con casi 30 años (empecé de niño, pero no perseveré, y de adolescente lo
dejé por completo), y cuando lo hice, no me quedó más remedio que
reconocer que tenía que aprender algo nuevo. Podía lucir mis galones, que
eran una licenciatura en Periodismo y una diplomatura en Montaje
Cinematográfico, y así justificar que sabía escribir y sabía estructurar
historias, pero siendo honrado conmigo mismo, no me quedó más remedio
que reconocer que no sabía escribir novelas. Por no saber, no sabía ni cómo
empezar. Así que me puse a aprender por mi cuenta.
EN EL BLANCO
Si antes veíamos los dardos que se iban fuera, veamos ahora los que dan en el
blanco. Una vez que decides que quieres ser novelista, tienes que aprender la
teoría y practicarla, y lo tienes que hacer al mismo tiempo, ¡no esperes a tener
un dominio teórico para ponerte a escribir!, tienes que ir aprendiendo técnica
y una serie de actitudes al tiempo que vas escribiendo.
Eso lo aprendes a través de libros para escritores (tienen que ser libros
para aprender a escribir ficción, no libros de literatura); revistas
especializadas, como Writer’s Digest, The Writer, o Writing Magazine (sigo
subscrito a la primera, que es la que más me gusta. No conozco ninguna en
español); páginas web y blogs de escritores (el mío,
www.elrincondecarlosdelrio.com, tiene una sección para aprender a escribir
ficción), cursos, talleres y conferencias, tanto presenciales como online.
Aunque no hay mucho publicado en español, a mis alumnos les
recomiendo cuatro libros:
— Mientras escribo (On Writing), de Stephen King. Es una mezcla de
memorias y libro para aprender a escribir. Explica cómo escribe él, reflexiona
sobre literatura, da consejos, y muestra la actitud que hay que tener. King
recomienda que te pongas ya a escribir todos los días, y dentro de quince
años habrás logrado algo decente. Yo creo que no se tarda tanto, más si tienes
en cuenta la práctica deliberada que veremos más adelante, y que King
comenzó a escribir de niño, y como es obvio, hasta que no se metió en la
veintena, no escribió algo digno. Quédate con lo importante que es la
perseverancia y escribir sobre temas que te importan.
— El arte de la ficción (The Art of Fiction), de David Lodge. Lodge
es un novelista británico que en 1991 publicó una serie de artículos en el
periódico The Independent sobre literatura. El libro los recopila y los
expande. Son 50 capítulos en los que Lodge analiza varios aspectos técnicos.
Cada capítulo comienza con un fragmento de una novela o cuento (aparecen
obras de Milan Kundera, Edgar Allan Poe, J. D. Salinger, o Paul Auster), y
Lodge lo utiliza como modelo para explicar un determinado aspecto de la
literatura. Es muy ameno. Sirve como recetario de los ingredientes que
puedes añadir a tu ficción, y si no te interesa escribir, pero te gusta leer, este
libro también sirve como guía de lectura.
— El arte de la ficción (The Art of Fiction. Notes on the Craft for
Young Writers), de John Gardner. Sí, no has leído mal, se titula exactamente
igual que el anterior. Es uno de los mejores libros de escritura que he leído en
mi vida. John Gardner además de novelista, era profesor de escritura creativa,
y aquí comenta los errores más comunes que encontró en los principiantes.
Pero no solo eso, también repasa los elementos básicos de la ficción, cuenta
cómo tramar las historias, y acaba con unos ejercicios geniales. No es el
mejor libro para empezar, porque si este es el primero que te lees, mucho de
lo que cuenta te va sonar a chino. Ponte a escribir, y cuando te la hayas
pegado unas cuantas veces, léete este libro. Entonces sabrás por qué tus
cuentos no funcionaban, o por qué no podías acabarlos.
— Escribir ficción (Writing Fiction), supervisado por Alexander
Steele. Gotham Writers’ Workshop es una de las academias de escritura
creativa más famosas de Estados Unidos, y en este libro varios de sus
profesores, en once capítulos, repasan aspectos técnicos y dan consejos,
comenzando por la búsqueda de ideas y acabando con el funcionamiento del
mundo editorial. Todos los capítulos son muy buenos, pero el de la voz y el
del tema son sobresalientes. El libro se centra en ficción literaria, esa en la
que normalmente tienen más peso los personajes y la forma que la trama,
pero también es muy útil para aplicarlo a la literatura comercial. Incluye
“Catedral” (“Cathedral”), un cuento de Raymond Carver.
Aquí te dejo una lista, no exhaustiva, de aspectos técnicos que debes
aprender. No me detengo en ellos porque todos aparecen en mi libro Atrévete
a ser escritor; para todos hay trucos, y todos se aprenden:
— Tramar. Es la sucesión cronológica de acontecimientos que
componen un relato.
— Estructurar. Es darle el mejor orden posible a la trama, para que
sea lo más clara y emocionante posible, cambiando información y situaciones
de lugar.
— Crear y desarrollar personajes. Tienes que crear personajes que le
importen al lector, con deseos y miedos humanos, que guiarán la trama.
— Dialogar. Esos personajes tienen que saber decir diálogos que
suenen naturales y no sean gratuitos.
— Describir. Tanto aspectos externos del mundo en que se desarrolla
la historia, como de los personajes, para que el lector los visualice, así como
sentimientos y emociones, lo que te ayudará a crear el tono y la emoción que
quieres transmitirle al lector.
— Encontrar un equilibrio entre lo mostrado y lo narrado. Es saber
reconocer qué acciones y detalles son realmente importantes, y cuáles lo son
menos. Lo importante lo muestras, contando momento a momento qué pasa,
exprimiendo emocionalmente las situaciones; y lo menos relevante lo narras,
pasando un poco por encima de las acciones. Aquí entra un equilibrio entre
las escenas, que es donde muestras lo que ocurre, y los sumarios, que van
narrados.
— Crear subtexto. Las historias significan algo más que el argumento,
y con el subtexto dices lo que realmente quieres, lo que realmente te importa.
En literatura al subtexto se le conoce con el nombre de tema.
— Dominar el punto de vista. Dependiendo de si escribimos en
primera o tercera persona, y de la distancia a la que nos encontremos de los
personajes, la sensación para el lector será distinta y podremos hacer unas
cosas u otras en el relato.
— Depurar el estilo. El estilo es el uso del lenguaje. Con la práctica
serás capaz de utilizar las palabras para crear el efecto preciso que quieres
lograr en el lector. Un primer paso es dominar la construcción de frases, la
sintaxis, para que no haya problemas de concordancia y resulten claras, así
como utilizar un vocabulario que domines, para que no haya vaguedades; con
el tiempo tu vocabulario crecerá.
— Sacar tu propia voz. La voz engloba todo lo anterior, es tu
personalidad en el papel, vas a tener una forma personal de desarrollar las
tramas y de crear personajes, de destacar determinados detalles, de tratar
temas que te encantan y temas que odias, de contarlo de una manera propia.
— Saber documentarse. Es identificar qué es lo que realmente
necesitas saber para contar esa historia, y cómo logras esa información sin
dedicarle años y años a la documentación.
— Reescribir. Escribir es reescribir. Después de la primera versión,
vas enmendando errores y puliendo todos los aspectos para lograr el conjunto
que realmente quieres.
Con la práctica lograrás que todos esos elementos se armonicen en el
conjunto.
Y además de la técnica, debes hacer lo siguiente, que tiene que ver con
tu actitud hacia tu carrera de escritor:
— Ser disciplinado. Tienes que escribir todos los días, aunque no te
apetezca. Y si no puedes todos los días, imponte una rutina semanal y
cúmplela. Yo descanso los domingos. Mucha gente se piensa que lo de
escribir es cuestión de inspiración. En clase les pregunto a mis alumnos si
tienen trabajo. Unos cuantos me dicen que sí. Entonces les pregunto si van al
trabajo solo cuando están inspirados o cuando deben. La respuesta les parece
obvia; pues escribir es lo mismo.
No sé por qué se asume que un pianista profesional tiene que practicar
todos los días, mientras que un novelista se mueve por inspiración, cuando
ambos casos son iguales: tienen que practicar todos los días porque, de lo
contrario, se oxidan.
— Saber motivarte. Aun sin garantías de éxito, debes trabajar en tus
novelas y cuentos.
— Saber retrasar la gratificación. Lo que empiezas hoy, si no
abandonas, dará frutos en el futuro, aunque a veces no sean los frutos que
esperas, pero siempre habrá merecido la pena.
Me gusta decir que una carrera literaria son tres cosas. La primera,
que es una bola de nieve. Cuando la echas a rodar por una ladera nevada, va
creciendo y cogiendo inercia y velocidad, pero si se detiene, a la bola le da el
sol y se derrite. Pues lo mismo sucede con una carrera literaria: si abandonas,
todo lo que has conseguido hasta entonces desaparece.
La segunda, que es una carrera de obstáculos. Nunca llegarás a un
lugar donde no tengas problemas, ya sean económicos, creativos o
personales, y muchas veces esos retos te harán crecer como persona, porque
de lo contrario, se acabaría tu carrera literaria. Tienes que averiguar qué
necesitas aprender o mejorar para superar ese obstáculo, o quién te puede
ayudar, y superarlo. Así entrarás en la siguiente fase de tu carrera.
Y es una maratón que vence el que no se rinde. Si abandonas, no
consigues nada, pero si perseveras, repitiendo lo que te ha funcionado y
probando cosas nuevas para lo que no te ha funcionado, teniendo en cuenta la
información que has recibido de tus anteriores intentos, lo que has aprendido
por experiencia propia y lo que te has documentado, viendo lo que han hecho
otros antes de ti y cómo les ha ido (nunca pruebas a lo loco, porque es una
pérdida de tiempo), mantienes abierta la puerta del éxito.
Capítulo 2
Diez años para lograrlo
A la gran mayoría de gente con éxito que he estudiado le llevó años lograr lo
que hicieron. Ninguno tuvo éxito de la noche a la mañana.
TOM BUTLER-BOWDON
Tom Butler-Bowdon es un autor que me gusta mucho. El hombre se lee un
montón de libros sobre un mismo tema (espiritualidad, éxito, psicología,
autoayuda... Unos cuantos están traducidos al español) y luego selecciona 50
y los resume, destacando sus puntos más importantes. Es tan bueno que
varias veces es más interesante y claro el resumen que el libro en sí (por lo
que contaba de él Butler-Bowdon parecía atractivo, pero agonizo cada vez
que me meto con Las moradas, de Teresa de Ávila: es de un ameno que bien
se podía haber titulado Las mazmorras).
Como había estudiado tanto el éxito, en 2012 publicó un libro dedicado
a ese tema: Nunca es demasiado tarde (Never Too Late To Be Great). Allí
descubrió algo muy importante: salvo muy raras excepciones, la gente que
tuvo éxito necesitó diez años de aprendizaje y esfuerzo continuado para
lograrlo, por lo que él recomienda que tomes decisiones pensando a largo
plazo. Es el mismo plazo de tiempo que aconsejo que te des si quieres ganarte
la vida como escritor: no tengas prisa, y gradualmente, te vas acercando a tu
objetivo.
DIEZ AÑOS
Al principio del libro aparece una cita del experto en desarrollo personal
estadounidense Anthony Robbins, que me gusta muchísimo: “La mayoría de
las personas sobreestiman lo que pueden lograr en un año, pero subestiman lo
que pueden lograr en un decenio”.
Reconozcámoslo, vivimos en una sociedad con una prisa tremenda,
que desgraciadamente se piensa que si no consigue el éxito en poco tiempo, y
sin apenas esfuerzo, no merece la pena luchar por ello. Y como bien dice
Robbins, muchos no se dan cuenta de lo muchísimo que se puede lograr en
diez años.
Una de las premisas de La aventura de ser escritor es que hay que
prepararse mucho para tener éxito, no solo en el terreno literario. Me parece
que el mundo no es de los que se dan prisa, sino de los que tienen las cosas
claras y perseveran y perseveran, aprendiendo de errores y probando cosas
nuevas, hasta lograr sus objetivos. Así que la frase de Robbins quedaría
incluso mejor si acabara con un “si perseveran”.
Normalmente cuando le dices a la gente que tiene que dedicar diez
años de su vida para lograr algo, se desanima. Creo que el principal culpable,
aparte de la prisa general, es que no quieren verse con diez años más. Pero si
lo piensas, y todo va bien, dentro de diez años seguiremos aquí, y de ti
depende si quieres ser simplemente más viejo, o ser más viejo y vivir de lo
que te encanta, o por lo menos tener ingresos extra con tus libros.
Pongamos que tienes 45 años y te gustaría ganarte la vida como
escritor. Te digo que hacen falta diez años. Entonces te entra el pánico y de
repente te ves con 55.
Vale, la vida se vive día a día, y entre los 45 y los 55 años hay 3.652
días. En ese periodo vas aprendiendo la técnica y dándote a conocer como
escritor. No es que te pases un decenio sin lograr nada, y de repente te llegue
todo de golpe.
También puedes mirarlo de esta otra manera: tanto si te pones a
escribir, pensando que dentro de diez años te habrás establecido como
escritor, como si no, ¿qué edad crees que tendrás entonces?
¿Pues a qué esperas para ponerte a escribir?
En el caso de los escritores, mucha gente no es consciente del tiempo
que lleva esto. Se asume, por ejemplo, que si quieres ser médico, la carrera ya
de por sí es muy larga, a lo que hay que añadir el tiempo que te lleve
conseguir una plaza fija, que también son varios años. O abogado. O
profesor. O muchas profesiones; ya sea que quieras ser funcionario, porque
aprobar una oposición y lograr plaza es muy difícil, o porque necesites
hacerte con una cartera de clientes fija que te mantenga, que es algo que lleva
bastante tiempo.
Bueno, pues ser escritor es lo mismo. Lo que pasa es que no hay una
titulación oficial (existen másteres de escritura creativa, pero
afortunadamente son prescindibles), y tienes que aprender por tu cuenta e ir
consiguiendo lectores que paguen por tus libros también por tu cuenta.
PENSAR A LARGO PLAZO
Tom Butler-Bowdon utiliza algo que aprendió del libro de 1959 La magia de
pensar a lo grande (The Magic of Thinking Big), de David J. Schwartz, pero
lo adapta a la sociedad actual, ya que somos más longevos, para ver el tiempo
que nos queda de vida laboral.
Supongamos que comenzamos a trabajar con veinte años, y que nuestra
esperanza de vida será de 80 (descontamos que la media de vida en los países
ricos aumenta dos años cada década, y que se calcula que para 2030 la
esperanza de vida sea de 90 años). Si trabajas en lo que te encanta, que es el
caso de los escritores, no te vas a jubilar, así que trabajas hasta que mueres.
Teniendo eso en cuenta, si tienes 45 años significa que has utilizado 25
de tu carrera, y te quedan 35; es decir, aun te queda el 58% de tu carrera
laboral para hacer lo que quieras con ella. La mitad se alcanza con 50 años,
que es cuando la gente comienza a pensar en la jubilación. Incluso si tienes
65 años, aun te queda un 25%. Y es que los diez años para establecerte solo
representan el 16,6% de tu carrera. ¿A que ahora parece mucho más fácil?
Sabiendo esto, cada vez que decidas algo concerniente a tu carrera,
pensarás a largo plazo, y por desesperado que estés, rechazarás ofertas que te
ofrecen “beneficios” a corto plazo.
En mi caso, he rechazado a todas las empresas de autopublicación y de
coedición (estas últimas suelen venirte con cantos de sirena que te elevan el
ego, pero que solo tienen un objetivo: llenarse ellas los bolsillos). Me niego a
mandar mis novelas a editoriales de Cantabria. Varias personas me lo han
sugerido, porque posiblemente sea más fácil lograr que me publiquen,
jugando la carta de que nací y vivo ahí. No quiero porque no escribo historias
regionales, y aunque lo hiciera, quiero llegar al mayor número de personas
posible a las que les interesen mis obras, no solo a gente de Cantabria.
Rechacé participar en una novela escrita a varias manos, que se iba a
colgar gratis en internet. Ni lo de escribirla a varias manos, ni lo de darla
gratis me parecían buenas ideas para promocionarme.
Solo utilizo Amazon para mis libros autoeditados, porque quiero llegar
a todo el mundo y no tener que pagar por la publicación. Y para mis novelas
quiero llegar a una editorial tradicional que tenga una buena distribución.
Ten los objetivos claros, vete dando pasos poco a poco, y no tengas
miedo de decir no. Verás como a la larga merecerá la pena.
SIN PRISA, PERO SIN PAUSA
¿Que todo el mundo tiene prisa? Da igual, no todo el mundo es escritor, y los
impacientes no suelen lograr sus sueños. Tómatelo en serio, pero con calma.
Sin prisa, pero sin pausa.
Cada escritor tiene su ritmo de trabajo. Los hay que son prolíficos y son
muy buenos, y no van a tener problemas para publicar con mucha
regularidad, y los hay que escriben más lento, y también son muy buenos.
Sucede también a la inversa: hay escritores prolíficos y escritores lentos muy
malos; en contra de lo que se piensan muchos, el ritmo de escritura no
determina la calidad final.
Si eres de los lentos, yo te recomendaría que no comprometas la
calidad de tu trabajo en aras de la rapidez, lo que tienes que priorizar es la
calidad. Como mucho te puedes presionar para escribir gradualmente más
rápido, para tener más libros disponibles, pero no escribir a toda pastilla y dar
dos o tres churros al año porque es lo que exige el público. Solo con calidad
te vas a asegurar tener unos lectores fieles que te sigan a lo largo de tu
carrera. Si tu ritmo lento impide que jamás puedas vivir de la escritura, que
así sea. No digo que hagas un Salinger o una Harper Lee, porque tienes que
completar novelas con cierta regularidad, pero no pasa nada si no puedes
acabarlas en seis meses, y te tiras varios años. Lo que sí recomiendo es que
por lento que seas, tu primera novela la acabes en un plazo de no más de dos
años; así demostrarás que eres capaz de perseverar durante todo ese tiempo
hasta terminarla, trabajando día a día, y que eres capaz de completar una. Tu
seguridad como escritor se disparará.
Jonathan Franzen publicó su primera novela en 1988, Ciudad
veintisiete (The Twenty-Seventh City), y llamó la atención de la crítica.
Cuatro años después vino Movimiento fuerte (Strong Motion), con la que
consolidó su prestigio. En vez de aprovechar el tirón, Franzen se puso a
escribir a su ritmo, en un pequeño apartamento de Manhattan que compartía
con su novia, hasta que en 2001, siete años después, publicó su siguiente
novela, Las correcciones (The Corrections); la obra fue alabada por la crítica
y un fenomenal éxito comercial. De nuevo, en vez de aprovechar el tirón,
pero ahora en mejores condiciones económicas, Franzen no tuvo prisa y
empleó nueve años para escribir su siguiente novela, Libertad (Freedom),
que también arrasó entre la crítica y el público.
El hindú Vikram Seth publicó su primer libro en 1983, cuanto tenía 31
años, Desde el lago del cielo (From Heaven Lake). Eran unas memorias
sobre sus viajes por Sinkiang, Tíbet y Nepal, que se vendieron bien. Su
primera novela, escrita en verso, The Golden Gate, apareció tres años
después y también tuvo buena aceptación. Para su siguiente libro regresó a
casa de sus padres, pensando que no le llevaría mucho tiempo, pero el
proyecto fue creciendo y no lo terminó hasta siete años después, cuando él
tenía 41. Un buen partido (A Suitable Boy) es una mastodóntica novela de
más de 1.300 páginas, que fue comparada con Tolstói, y de la que se
vendieron más de un millón de ejemplares.
William Styron logró el éxito muy temprano, con 25, con su primera
novela, Tendidos en la oscuridad (Lie Down in Darkness) en 1951. Styron no
tuvo prisa por terminar su siguiente novela; cinco años después publicó por
entregas la novela corta La larga marcha (The Long March) y en 1960 su
segunda novela, Esta casa en llamas (Set This House on Fire), la cual fue
masacrada por la crítica. Para recuperar su prestigio, Styron estuvo siete años
trabajando en su siguiente novela, Las confesiones de Nat Turner (The
Confessions of Nat Turner), por la que ganó el Pulitzer. Había aprendido de
los errores. Sin darse prisa, doce años después publicó su cuarta y más
famosa novela, La decisión de Sophie (Sophie’s Choice).
Estos autores se dedicaron durante muchos años a escribir una novela,
separándola mucho en el tiempo de su anterior libro, y aun así, lograron
grandes ventas. Pero ¿qué pasa si aún no has logrado ser publicado? ¿Debes
tener prisa por tener un libro a la venta?
Joe Hill, el hijo de Stephen King, tardó diez años en lograr que lo
publicaran. Comenzó a escribir regularmente con doce años y en la actualidad
tiene una sólida carrera como autor de terror, aunque es bastante menos
prolífico que su padre (publica una novela cada tres años). En la universidad
tomó dos decisiones: evitar los géneros de fantasía y terror, para que no lo
compararan con su padre, y firmar con un apellido que no fuera el suyo.
Pensó que si un editor descubría quién era su padre, vería una forma rápida
de hacer dinero con un libro malo con su nombre en la portada. Él quería una
carrera, no un único libro.
Aunque acabó escribiendo terror, en la universidad le liberó escribir en
distintos géneros. En 1995 mandó una novela a un agente, sin desvelar quién
era (nunca se vieron en persona, de lo contrario el agente hubiera sabido de
quién era hijo, ya que Hill y King se parecen mucho físicamente), y este
decidió representarlo. Todos los manuscritos eran rechazados por las
editoriales a lo largo de los años. Echando la vista atrás, Hill se dio cuenta de
que el seudónimo funcionaba bien, porque si las novelas no se vendían por
méritos propios, no merecían venderse de ningún modo.
Quería lograrlo por sí mismo, así que perseveró sin revelar su auténtica
identidad. Comenzó a vender cuentos a revistas, y por fin en 2005 su agente
vendió los derechos de la colección de cuentos Fantasmas (20th Century
Ghosts) a una editorial británica; entonces Hill le dijo quién era su padre. El
seudónimo había funcionado para que él lograra ser un autor publicable y
publicado.
NUNCA ES DEMASIADO TARDE
La superventas Julia Navarro publicó su primera novela, La Hermandad de la
Sábana Santa, con 51 años. Richard Adams tenía 52 cuando apareció La
colina de Watership (Watership Down); y aunque los primeros cuentos de
Raymond Chandler se publicaron cuando contaba con 45, hasta que no tuvo
51 no nació el detective privado Philip Marlow en El sueño eterno (The Big
Sleep).
A pesar de que comenzó a escribir con veinte años, la escritora inglesa
afincada en Australia Elizabeth Jolley solo recibió rechazos editoriales hasta
que en 1976, cuando tenía 53, logró que le publicaran Five Acre Virgin. Con
esa misma edad, Annie Proulx publicó su primera colección de cuentos,
Canciones del corazón (Heart Songs and Other Stories); con 57 su primera
novela, Postales (Postcards); un año más tarde fue nominada al Pulitzer por
Atando cabos (Shipping News), y escribió su obra más famosa, Brokeback
Mountain, con 62.
65 años tenía Laura Ingalls Wilder cuando comenzó a escribir los libros
infantiles de La casa de la pradera (The Little House on the Prairie), y
continúo hasta los 76. Mary Alice Fontenot publicó su primer libro infantil
con 51, de la serie de Clovis Crawfish, y el último con 93, el año que murió.
61 tenía William Steig cuando publicó su primer libro infantil, y 96 con el
último, cuando falleció.
El padre de Caperucita Roja, Charles Perroult, decidió dedicarse a sus
hijos con 67 años, cuando perdió su trabajo de secretario, y empezó a
publicar cuentos infantiles con 69. Tras jubilarse, John Verdon se puso a
escribir thrillers y el primero, Sé lo que estás pensando (Think of a Number),
fue un éxito cuando el autor tenía 68.
Harriet Doerr debutó a los 74 con la novela Piedras para Ibarra
(Stones for Ibarra), y con la misma edad, Norman Maclean, publicó su
primera colección de cuentos, El río de la vida (A River Runs Through It and
Other Stories). Con 57 años Mary Wesley escribió un par de novelas
infantiles, pero el éxito le llegó con 71, con la publicación de la novela para
adultos Jumping the Queue.
Aunque José Saramago publicó su primera novela con 25 años, no
publicó la segunda hasta 30 años después; su tercera, Alzado de suelo
(Levantado do Chão) se publicó cuando tenía 58 años y está considerada su
primera gran novela. Su primer éxito le llegó dos años después con su cuarta
novela, Memorial del convento (Memorial do Convento). José Luis Sampedro
también disfrutó de un éxito tardío. Tenía 35 cuando se publicó su primera
novela, pero 64 cuando le llegó el éxito con Octubre, octubre, y 68 con La
sonrisa etrusca.
La novelista caribeña Jean Rhys comenzó a publicar en la treintena,
pero el prestigio y el éxito le llegaron con Ancho mar de los Sargazos (Wide
Sargasso Sea) cuando tenía 76. De forma similar, con 55 años Chufo Lloréns
fue uno de los finalistas al Premio Planeta con su primera novela, Nada
sucede la víspera, pero tuvo que esperar a su quinta novela, con 77 años, para
conseguir un gran éxito: Te daré la tierra.
NUNCA ES DEMASIADO PRONTO
Si no tienes la edad de los escritores de arriba, no quiero que pienses que
tienes que esperar. Cuanto antes empieces, antes lo lograrás. Mary Shelley
comenzó a escribir Frankenstein con dieciocho años y se publicó cuando
tenía veinte. Matthew Gregory Lewis aun no tenía esa edad cuando publicó la
novela gótica El monje (The Monk). Raymond Radiguet empezó a escribir El
diablo en el cuerpo (Le Diable au corps) con dieciséis, y apareció cuanto
tenía diecinueve. Con quince Susan E. Hinton se puso a escribir Rebeldes
(Outsiders), y se publicó dos años más tarde. También con quince,
Christopher Paolini escribió la primera versión de Eragon, una novela que
vio la luz cuando el autor tenía dieciocho. Esa misma edad tenía Jorge
Amado cuando publicó su primera novela: El país del Carnaval (O País do
Carnaval). Javier Marías publicó su primer libro, Los dominios del lobo, con
diecinueve, aunque lo empezó con diecisiete y lo acabó con dieciocho.
Regresaremos a estos autores más adelante.
Tratándose de escribir, cualquier edad es buena para empezar.
Capítulo 3
La mentalidad de crecimiento
Fracasos, fracasos repetidos, son señales en el camino al logro.
Uno fracasa hacia delante, hacia el éxito.
C. S. LEWIS
En una charla TED muy interesante, Angela Lee Duckworth cuenta que
cuando enseñaba matemáticas a niños de séptimo, descubrió que el
coeficiente intelectual no predecía cuáles serían los mejores alumnos; unos
con un coeficiente normal destacaban mucho, mientras que algunos de los
más inteligentes tenían problemas para aprobar.
Años más tarde, se hizo psicóloga y decidió estudiar cuál era el factor
más importante para predecir el éxito. Entre 2002 y 2006, su equipo de
investigación analizó varios escenarios. En la Academia Militar West Point
intentaron predecir quién se graduaría y quién lo dejaría. En un concurso de
deletreo querían ver qué alumnos llegarían más lejos. En barrios conflictivos
estudiaron a profesores novatos para comprobar cuáles dejarían el trabajo y
cuáles no, y quiénes eran los mejores para enseñar. En empresas privadas
estudiaron qué vendedores serían los que lograran mejores ventas. En todos
esos contextos tan diferentes hubo un factor que determinaba el éxito. No era
la inteligencia social, una buena apariencia, buena salud, o un alto coeficiente
intelectual. Era lo que ella llama grit, que en español sería determinación para
lograrlo.
Según Duckworth, la determinación es pasión y perseverancia para
alcanzar metas a muy largo plazo. Es tener resistencia y una visión del futuro
que quieres alcanzar, sabiendo que para llegar a ese futuro tienes que trabajar
duro durante mucho tiempo. La gente con determinación no se toma la vida
como un sprint, sino como una maratón. En mi opinión, la determinación es
fundamental para tener una carrera literaria.
A la pregunta de cómo se puede desarrollar la determinación,
Duckworth reconoce que no sabe la respuesta, pero que lo que más se
aproxima es el concepto de mentalidad de crecimiento de Carol Dweck.
MENTALIDAD DE CRECIMIENTO
Carol Dweck, autora de Mindset. La actitud del éxito (Mindset: How You
Can Fullfil Your Potential), es una profesora de Psicología especializada en
motivación que ha descubierto que existen dos tipos de mentalidades para
cualquier aspecto de la vida: la fija y la de crecimiento.
La gente que tiene la mentalidad fija asume que no puede hacer nada
por cambiar su inteligencia y habilidades: nacen de una determinada manera
y ya están programados para ser buenos en unos determinados aspectos fijos
y ser malos en otros, y no pueden hacer absolutamente nada por cambiar: se
les dan bien las matemáticas pero mal los idiomas, y será así hasta que
mueran. En el caso de la escritura, aquí estarían las personas que creen que
para ser novelista hay que tener talento, que si no, no hay tu tía.
Por el contrario, los que tienen una mentalidad de crecimiento, piensan
que todo con el entrenamiento adecuado se puede mejorar, y si continúan,
acabarán siendo muy buenos en eso en lo que al principio eran unos negados,
desde las habilidades sociales hasta el cálculo mental, desde hablar en público
hasta el baile folklórico. Y aquí también entra escribir novelas.
Matthew Syed, en otro libro interesantísimo, Bounce, explica que para
comprobar cómo influía una mentalidad u otra en el comportamiento, en
1978 Dweck y otro investigador cogieron a 330 alumnos de once y doce años
y les dieron un test para averiguar si pensaban que la inteligencia era estática
o se podía desarrollar. Los que pensaban lo primero eran de mentalidad fija;
los segundos, de crecimiento. A continuación, les dio unos problemas para
resolver que eran muy fáciles. Y luego cuatro dificilísimos.
Los que tenían la mentalidad fija, al enfrentarse a los problemas
difíciles, empezaron a echarse la culpa a ellos mismos: “Supongo que no soy
muy inteligente”, “Nunca he tenido buena memoria”, “No soy bueno en
esto”. Dos tercios se enfrentaron a los problemas difíciles con peores
estrategias que a los fáciles, y más de la mitad utilizaron estrategias inútiles.
O bien abandonaban, o se volvían menos resolutos.
Los de la mentalidad de crecimiento no echaban la culpa a nadie y no
se veían como un fracaso. Más del 80% mantuvo o mejoró la calidad de sus
estrategias para resolver problemas. Un 25% mejoró, y se enseñaron a sí
mismos nuevas y más complejas estrategias para resolver los problemas
difíciles. Incluso hubo alguno que fue capaz de resolver problemas no
adecuados a su edad.
FIJA VS. DE CRECIMIENTO
Veamos ahora las grandes diferencias que conlleva tener un tipo de
mentalidad u otra.
La fija asume que la inteligencia y las habilidades son estáticas a lo
largo de la vida y que no hay nada que se pueda hacer por cambiarlas; esto
provoca que la gente desee aparentar ser inteligente. Mientras que la de
crecimiento cree que la inteligencia y las habilidades se pueden desarrollar
con la práctica adecuada, haciendo que la gente tenga ganas de aprender.
Los fijos evitan los retos y las nuevas situaciones. Como creen que no
se puede mejorar nada, si al intentar resolver una situación por primera vez
fracasan, dan por sentado que no están capacitados para solventar una
situación similar en el futuro, no tienen talento para eso, así que evitan retos
que demostrarían que no son inteligentes. Por el contrario, los de crecimiento
aceptan los retos porque les van a hacer crecer; tienen que solucionar algo
nuevo, y cuando lo logren, da igual el tiempo y esfuerzo que les lleve, habrán
crecido como personas: ya saben hacer otra cosa. Y si no lo logran, al menos
tendrán la satisfacción de descubrir soluciones que no funcionaban y de
haberlo intentado.
Los fijos, en cuanto encuentran un obstáculo, se ponen a la defensiva
o abandonan muy rápidamente. Lo hacen porque para ellos un error significa
que no son inteligentes. Los de crecimiento persisten frente a los reveses,
porque saben que es la manera de aprender.
Los fijos ven el esfuerzo como algo inútil: o estás dotado para algo o
no lo estás; si no lo estás, significa que debes esforzarte, y según su punto de
vista, solo los torpes se esfuerzan y ellos no quieren mostrar que son torpes.
Los de crecimiento ven el esfuerzo como el camino hacia la maestría: es
necesario para llegar a dominar alguna disciplina ya que cuanto más te
esfuerces mejor serás.
Los fijos ignoran las críticas negativas que les podrían ayudar por el
simple hecho de que no saber hacer las cosas a la primera demostraría que no
están dotados para esa actividad, de que, ¡horror!, son torpes. Los de
crecimiento aprenden de las críticas negativas constructivas. Reconocen que
no saben todo y que la opinión ponderada de otros les ayudará a crecer. De
este modo identifican fallos y comienzan a enmendarlos.
Los fijos se ven amenazados por el éxito de otros, ya que presuponen
que es gente más dotada que ellos, y ellos no pueden hacer nada por mejorar.
Mientras que los de crecimiento aprenden lecciones y se motivan con el éxito
de otros: si él lo ha logrado con esfuerzo, yo también puedo.
Como resultado de todo esto, los fijos se estancan en seguida, dejan
de crecer, y no alcanzan todo su potencial. Los de crecimiento, en cambio,
mejoran constantemente.
No pienses que eres 100% de mentalidad fija o 100% de mentalidad
de crecimiento; lo más habitual es que nos movamos en un espectro que va
de puramente mentalidad fija a puramente mentalidad de crecimiento y
estemos en algún lugar intermedio, que haya aspectos de nuestra vida en los
que tendamos más a un lado y otros aspectos en los que tendamos a otro.
Yo soy de mentalidad de crecimiento, y cuando comienzo algo que no
domino, sé que tendré que esforzarme durante algún tiempo hasta lograrlo;
pero gran parte de mi vida fui de mentalidad fija. Al igual que le recomiendo
a todo el mundo que se haga optimista, porque ser pesimista solo te hace
sufrir y lograr muchas menos cosas, también recomiendo a la gente que tenga
una mentalidad de crecimiento. Además, me parece fundamental si quieres
tener una carrera literaria, donde vas a tener que hacer frente continuamente a
obstáculos.
LIMITÁNDOTE A TI MISMO
Desde niño, yo era de mentalidad fija, y nadie me incentivaba para cambiarla,
supongo que porque me tocó vivir una época en la que los genes eran los
reyes: tus padres eran de tal manera, y tú serías igual, y ya desde pequeñito
estabas predestinado por las habilidades que mostrabas. Ahora se sabe que tu
herencia genética te condiciona mucho menos de lo que se pensaba hace 30
años, y que puedes cambiar muchísimo porque el cerebro es maleable
durante toda tu vida: puedes cambiar tu comportamiento, puedes cambiar
muchos aspectos de tu personalidad, sea cual sea tu edad.
Hasta la treintena, que fue cuando comencé a cambiar, quería aparentar
ser inteligente, por eso sufría muchísimo cuando no sabía alguna cosa o
cometía errores; tendía a ocultar mi ignorancia. Las situaciones nuevas me
aterrorizaban porque no las dominaba. Era un perfeccionista, y hasta que no
me aseguraba de poder hacerlo bien, no lo hacía, lo cual me limitaba
muchísimo en la vida. Si hacía algo, debía ser tan bueno que deslumbrara a la
gente. Era agotador y frustrante, porque no todo lo que hacía era bueno o
gustaba a todo el mundo. Y me cabreaba cuando veía que otros, que se
esforzaban menos que yo, me superaban: no sabía que o bien habían
practicado más, o bien sus padres o educadores, de forma consciente o
inconsciente, les estaban motivando para que destacaran en eso.
Como explica Dweck, hay profesores, los de mentalidad fija, que
juzgan a los alumnos, y deciden si serán buenos o malos en determinadas
materias. Y no van a parar hasta lograr que ese alumno encaje en la noción
preconcebida que tenían de él.
A mí me tocaron unos cuantos así, y supongo que a ti también.
El profesor de Psicología Robert Rosenthal realizó un famoso
experimento en 1964, donde descubrió lo que se conoce como el efecto
Pigmalión, para demostrar cómo influían las expectativas de los profesores en
los resultados de los alumnos. A un grupo de niños les hicieron un test de
inteligencia, pero a sus profesores les dijeron que era un test para evaluar a
alumnos que estaban a punto de experimentar un gran salto en su inteligencia.
Luego eligieron nombres al azar de alumnos, y les dijeron a los profesores
que esos eran los que iban a crecer mucho, y que no tenían que decirles nada
a los niños; es decir, los alumnos no sabían quiénes eran los más “listos”. Al
año siguiente, cuando volvieron a hacerles el mismo test de inteligencia,
sorpresa, sorpresa, descubrieron que los que más habían crecido eran los que
habían señalado los investigadores de forma aleatoria.
Rosenthal descubrió que las expectativas positivas de los profesores
afectaban a cómo se comportaban con los alumnos momento a momento, y
sacó cuatro factores que influían en los resultados:
1— El factor calidez. Los profesores creaban un ambiente más cálido
para los alumnos por los que tenían mejores expectativas, utilizando palabras
más amables y un lenguaje corporal más cariñoso. Les tocaban más y
asentían y sonreían más a esos alumnos.
2— El factor información. Los profesores daban más información a
los alumnos por los que tenían expectativas positivas. Si pensaban que el niño
era tonto y no podía aprender, no se molestaban en que aprendiera.
3— El factor respuesta y oportunidad. Les daban más tiempo para
dar sus respuestas, y les ayudaban a que llegasen a la respuesta correcta.
4— El factor corrección. Les reforzaban más las respuestas
correctas, y les ayudaban a clarificar las respuestas negativas (correcciones
más específicas y más comentarios positivos); con los alumnos que
consideraban torpes, no se molestaban.
El estudio de Rosenthal solo se centraba en lo positivo, pero lo
contrario es igual de efectivo, y también se aplica a los padres y todo el
entorno. Muchos adultos no se dan cuenta de cómo cosas tan nimias como el
lenguaje corporal influye en los niños, o el tiempo que dedican y la emoción
que muestran al hablar de determinados temas. Esto provoca que esos niños
de adultos acaben trabajando en algo que no les gusta por influencia de sus
padres, sin que estos se hayan dado cuenta de dicha influencia.
Por eso es muy importante conocerte a ti mismo, y no dar por sentado
tus gustos ni opiniones hasta que no los hayas reconocido como tuyos
propios. Puede que coincidan con los de tus padres y educadores, tu religión,
tus amigos y compañeros, la sociedad, redes sociales y medios de
comunicación, pero puede que no.
Lo más grave de este tipo de educación, de tener profesores y padres
que decidan por ti para qué vales y para qué no, es que hace que nos
limitemos a nosotros mismos. Hay determinadas actividades que asumimos
que no podemos hacer, porque no nos salió en el pasado cuando lo
intentamos solo unas pocas veces (y posiblemente alguien que nos debía
enseñar nos humilló, o al menos no nos motivó para intentarlo de nuevo), o
ya no lo intentamos porque nos consideramos mayores.
A mí me pasó con la escritura. Me moría de ganas por escribir
novelas, pero durante lustros y lustros lo único que hice fue frustrarme. Leía
muchísimo, pero no ponía ni una sola palabra en el papel. Nadie me educó
para que fuera escritor y durante muchísimo tiempo pensé que no tenía
talento para escribir.
Cuando comencé a escribir a finales de 2008 tenía una dificultad
enorme para encontrar ideas, se debía a que era demasiado racional y muy
poco soñador: mucha parte izquierda del cerebro y nada de la derecha, que es
lo que nos enseñan que tienen que utilizar los adultos. No creo que eso te
convierta en adulto, sino en un robot quejica que ve cómo se le va la vida sin
disfrutarla.
Con ese sistema de enseñanza, no sé dónde quedan el humor, la
amistad o el amor. Todo cambió en 2009. En primavera me compré el curso
para escribir novelas de Holly Lisle How to Think Sideways, y me enseñó a
tener mis propias ideas, a encontrar mis géneros, a pensar por mí mismo. Me
di cuenta de que estaba utilizando mal el cerebro y que mi peor enemigo era
yo mismo, porque yo mismo me limitaba.
Un poco más tarde me compré una recomendación de Lisle: Nuevo
aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro (The New Drawing on
the Right Side of the Brain), de Betty Edwards. No tenía mucha fe en mí,
porque yo no sabía dibujar y no dibujaba nada desde niño, pero me puse a
hacer los ejercicios de dibujo y me encontré con muchas sorpresas. Un gran
día fue cuando tuve que dibujar un objeto real por primera vez (mi mano
izquierda), y tras seguir las indicaciones, en el papel apareció algo que se
asemejaba muchísimo a mi mano.
Entonces empecé a plantearme que tal vez sería capaz de hacer cosas
que pensaba que nunca podría lograr y que nadie me había animado a
intentar.
Resultó que tenía razón. Tres años después, haciendo tabula rasa con
todo lo que me habían inculcado hasta entonces, acabé mi primera novela. Y
desde ese momento he estado retándome para alcanzar metas que pensaba
que jamás podría lograr, y como resultado, soy otra persona mucho más feliz.
CÓMO CAMBIAR DE MENTALIDAD
El primer paso es reconocer que existen dos tipos de mentalidad, y que la que
te va a ayudar a alcanzar tus objetivos en la vida es la de crecimiento. Luego
te tienes que plantear cuatro cuestiones:
1— Piensa en actividades que antes hacías mal y ahora haces bien.
Esto te ayudará a convencerte de que puedes desarrollar habilidades. Como
ejemplo te pongo montar en bici, conducir un coche, o cocinar. Pues escribir
ficción es lo mismo.
2— Piensa en personas que conoces que han hecho cosas que
pensabas que no podían hacer. Como ejemplo pongo a un amigo mío, que
era muy tímido, como lo era yo. Durante mucho tiempo, cuando yo tenía la
mentalidad fija, pensé que él no podría hablar en público. Ahora me doy
cuenta de que lo que realmente yo quería era que él jamás lo lograra, porque
si lo conseguía, significaría que me dejaba a mí, que tampoco me atrevía,
atrás. Mi amigo aprendió a hablar en público. Y yo también.
3— Piensa en alguien que no conozcas personalmente, puede ser
algún famoso o algún personaje histórico, que logró cosas que parecía que
no iba a lograr.
Jack Canfield en Maximum Confidence (unos CDs que me ayudaron
muchísimo a ampliar lo que podía lograr en mi vida) cuenta una historia que
me encanta. A finales de los 70 su amigo Charles Garfield, un hombre
especializado en el máximo rendimiento humano, quiso entrevistar a una
mujer llamada Laura Shots, quien con 63 años había levantado un Buick a
pulso para liberar la pierna de su nieto. Tras insistir mucho, Garfield pudo
entrevistarla, pero Shots se negaba a hablar de ese acontecimiento, y le
explicó el porqué: “Cuando tienes mi edad y haces algo que piensas que no
podías hacer, te cuestionas todas tus creencias sobre la vida. Porque si levanté
ese Buick y pensaba que eso no era posible, ¿qué otras cosas podría haber
hecho en mi vida que no he hecho? La pregunta que me surge es, ¿he
malgastado mi vida?”.
Garfield le preguntó qué le gustaría hacer, y Shots le confesó que era
estudiar Geología, pero que ya era demasiado mayor: si empezaba a estudiar
entonces, tendría más de 65 años al graduarse. Garfield le dijo que el tiempo
pasaría de todas maneras, pero que podría tener un título dentro de cuatro
años. Dos años después, Garfield recibió una carta de Shots donde le contaba
que acababa de sacarse el grado de asociado (AA degree) en Geología. Y dos
años después, Laura Shots se licenció (BA degree). La mujer acabó
impartiendo clases de Geología en una institución de enseñanza en Florida.
4— Por último, imagínate que alguien te dice que no vales para
escribir, ¿qué harías? La respuesta es bien sencilla: olvidarte de esa persona
y escribir y escribir y escribir hasta lograrlo. No tienes que demostrarle nada
a nadie; lo vas a lograr porque tú quieres.
Tengo que darte dos advertencias con respecto al cambio, para evitar
que te frustres:
1— Cualquier cambio significa un esfuerzo continuado en el
tiempo. Piensa que tu comportamiento actual se ha formado a lo largo del
tiempo, y que ahora necesitas transformarlo en otro distinto. No va a cambiar
de la noche a la mañana sin que tú hagas nada. Las personas solemos
resistirnos al cambio, por mucho que nos beneficie, y tendemos a buscar un
equilibrio estable, a quedarnos como estamos. Eso se llama homeostasis, y la
sufren desde las bacterias hasta las sociedades. Para superar esa homeostasis,
tienes que hacer un esfuerzo constante durante un tiempo, hasta que llegas a
otro nivel de equilibrio, y entonces ya no sientes una resistencia.
2— Por mucho que estés intentando cambiar, puedes tener un
entorno que te frene, ya sean familia o amigos. Aquí entra en juego la
homeostasis social. Gente que te conoce desde hace mucho asume que
piensas y te comportas de una determinada manera, y si de repente lo haces
de otra forma, al menos se va a sorprender, y puede que algunos no reciban
bien el cambio porque se modifica la relación que tenían contigo. Si hay
confianza, explícales lo que estás intentando lograr, y seguramente te
ayudarán.
Si responden mal y no hay manera de razonar con ellos (puede que
tengan mentalidad fija y les parezca imposible cambiar —cambiar tú
demostraría que estaban equivocados, y que podían haber hecho muchas más
cosas en la vida—, o temen perderte si cambias, o están incómodos porque se
altera el equilibrio de fuerzas en una familia o relación), tienes dos
alternativas: si puedes, sepárate de ellos; si no puedes, no hagas caso de sus
comentarios y continúa adelante hasta que hayas cambiado y tus logros
hablen por sí solos. Pero ante todo, no pierdas el tiempo discutiendo.
Capítulo 4
¿Talento?
El talento vale menos que la sal de mesa. Lo que separa al individuo con
talento del que tiene éxito es mucho trabajo duro.
STEPHEN KING
Érase una vez un niño austriaco que el siglo XVIII, con cuatro años, empezó
a componer música, que con seis deslumbró a Europa por sus dotes tocando
el clavicémbalo y el violín, y que acabó siendo uno de los mejores
compositores de la historia.
Como habrás adivinado, estoy hablando de Mozart, un ejemplo
perfecto de niño prodigio, una prueba irrefutable de que hay gente con talento
innato.
O no.
Michael J. A. Howe cuenta en Genius Explained que Mozart tenía un
padre que era compositor y profesor de música, y que quería demostrar las
habilidades musicales de sus hijos y sus dotes como maestro. Había logrado
que su hermana mayor, Nannerl, fuera muy buena, y con Mozart siguió un
régimen de aprendizaje similar, con el niño dedicando muchas horas a
actividades relacionadas con la música. Para cuando comenzó a recorrer
Europa con seis años, Mozart ya llevaba acumuladas 3.500 horas de práctica,
que es lo que tarda un joven amateur en lograr un nivel bueno, aunque lo
normal en aquella época era que un niño de su edad solo tuviera acumuladas
1.000, haciendo que Mozart destacara mucho.
En cuanto a sus composiciones, las primeras las anotaba su padre, por
lo que es de suponer que este las corregía y mejoraba, y en su mayoría eran
arreglos de otras obras. De los conciertos originales, que empezó a componer
con diez años, su primera obra maestra, Concierto para piano nº9
(Jeunehomme), la compuso cuando tenía 21 años, es decir, había practicado
durante muchos años para alcanzar ese nivel.
A Mozart le encantaba la música, pero sin ese padre, que le enseñó e
incentivó desde muy pequeño, y sin todas las horas que dedicó a su actividad,
no habría logrado ser quien llegó a ser.
Me he documentado sobre las vidas de varios fueras de serie, de gente
que destacó sobre sus contemporáneos, y he encontrado dos similitudes,
aunque hay alguna excepción, solo del punto 1, que veremos más adelante:
1— De pequeños o muy jóvenes, descubrieron, o les enseñaron, una
actividad que les encantó, y sus circunstancias personales (padres, entorno,
nivel económico) les permitió dedicarse a esa actividad hasta que la
dominaron.
2— Tras años de práctica y estudio, lograron hacer grandes
descubrimientos o crear obras maestras. Todos, absolutamente todos,
necesitaron años y años de práctica. No hay ningún genio que tuviera un
talento innato para su disciplina, aunque sí una inclinación natural para que le
gustase, y ninguno creó nada innovador sin preparación.
Del segundo punto, solo he encontrado dos excepciones en el deporte,
y no porque no le echaran horas y horas de práctica, que sí lo hicieron, sino
porque odiaron el tenis: John McEnroe y Andre Agassi. En su caso funcionó
la presión de los padres para que se entregaran a ese deporte desde niños, y
más tarde, la presión por ganar.
EDUCADOS DESDE LA CUNA
En Hungría en la década de 1960, vivía un pedagogo que estaba convencido
de que nada era innato, y que todo se podía aprender hasta alcanzar la
maestría. Todos los genios se hacían, no nacían; no contaba el talento, sino el
esfuerzo, y era necesario que la gente se diera cuenta para que cualquiera
pudiera alcanzar su máximo potencial. Para demostrarlo, le propuso a su
mujer un experimento: educarían a los hijos que tuviesen para destacar en
ajedrez, una actividad en la que sería fácil comprobar si eran buenos o malos.
Resultó que tuvieron tres hijas, Zsuzsan, Zófia y Judit Polgár, y resultó que el
hombre tenía razón: las tres fueron portentos de un juego en el que se
consideraba más aptos a los hombres.
Zsuzsan Polgár, en 1981, con doce años ganó el título mundial de
chicas menores de dieciséis años; tres años después se convirtió en la mejor
jugadora del mundo; y en 1991 fue la primera mujer de la historia en lograr la
categoría de gran maestro.
Zófia Polgár, la peor de las tres hermanas, en 1980, con cinco años,
ganó el campeonato de Hungría para chicas menores de once años; y con
once, el campeonato mundial de chicas menores de catorce años. Con catorce
años logró su mejor hazaña, conocida como el “Saqueo de Roma”, donde
ganó ocho partidas seguidas contra grandes jugadores y tres grandes
maestros. Aunque su mejor puntuación superó los 2.500 puntos necesarios
para ser gran maestro, parece ser que no se lo concedieron por desavenencias
con los organizadores, no por su capacidad como ajedrecista.
Y Judit Polgár es sencillamente la mejor mujer ajedrecista de la
historia. En 1988 ganó el campeonato mundial de niños y niñas menores de
doce años —fue la primera vez que lo logró una niña—. En 1991, con quince
años y cuatro meses, alcanzó la categoría de gran maestro poco después que
su hermana Zsuzsan, convirtiéndose en la persona más joven de la historia en
conseguirlo. Llegó a ser la número ocho mundial, contando hombres y
mujeres, y en 2005 se convirtió en la primera mujer en la historia en jugar en
el Campeonato del mundo de ajedrez. Cuando se retiró en 2014, llevaba 25
años siendo la número uno entre las mujeres (perdió el puesto cuando se
retiró brevemente al nacer su primer hijo, siendo sustituida por su hermana
Zsuzsan).
Con las Polgár vemos que se cumplen los dos requisitos de arriba, las
circunstancias que favorecen la práctica de esa disciplina y los grandes logros
tras muchos años de esfuerzo. Lo peculiar es que las hermanas no eligieron el
ajedrez; su padre László eligió por ellas y les transmitió pasión por ese juego,
presentándoselo de forma atractiva, y ellas respondieron muy bien. Como
vimos en el capítulo anterior, la influencia de los padres es enorme, aunque
sea a través de señales imperceptibles; en este caso las niñas verían que sus
padres se ponían muy contentos cuando avanzaban, que las animaban mucho,
y ellas se lo pasaban bien. Si no hubieran disfrutado con el ajedrez, por
mucha presión que tuvieran de los padres, no habrían llegado tan lejos.
El caso de Tiger Woods es similar. Su padre Earl, amante del golf, se
volcó por completo para que su hijo fuera un portento en ese deporte, y le
empezó a mostrar movimientos cuando tan solo tenía siete meses; con dos
años le daba clases en un campo de golf, y desde lo cuatro estuvo
aprendiendo con profesores profesionales. Para cuando llamó la atención a
nivel internacional con diecinueve años, llevaba diecisiete practicando en
serio el golf. Aquí también, si Tiger no hubiera disfrutado, es improbable que
llegara tan lejos.
Y el caso de las hermanas Williams es igual. Dos años antes de nacer
Venus, su padre vio lo que ganaban los tenistas de élite, y junto con su esposa
decidieron que sus hijos serían grandes tenistas. El padre, Richard, aprendió a
entrenar tenis viendo vídeos de partidos de tenistas famosos, leyendo revistas
de tenis en la biblioteca, y hablando con psiquiatras y entrenadores de tenis.
Para Venus el entrenamiento en serio comenzó cuando tenía cuatro años y
seis meses, mientras que Serena empezó con tres años. Cuando tenían doce y
once años, su padre invitó a un renombrado entrenador, Rick Macci, para que
las viera jugar. Impresionado por su destreza, las invitó a estudiar en su
academia en Florida, y la familia se mudó a ese estado para seguir con la
formación de las niñas.
Cabe preguntarse, ¿si todas las hermanas Polgár tuvieron la misma
educación, por qué no fueron igual de buenas? En el caso de la peor, Zófia,
ella misma reconocía que abandonaba antes que su hermana Judit, que nunca
trabajó tan duro como ella. Y Judit, al parecer, era la que más se esforzaba de
todas, y fue la que posiblemente tuvo una educación mejor por ser la última
(su padre habría mejorado los métodos de enseñanza). En su caso también
cuenta la influencia de unas hermanas mayores practicando y recibiendo los
halagos de sus padres por jugar al ajedrez, lo que haría que se motivase para
esforzarse y lograr alcanzar el nivel de sus hermanas y recibir halagos.
Este último motivo, también explicaría por qué Serena Williams superó
a su hermana Venus, Mozart a su hermana Nannerl, quien era cuatro años y
medio mayor que él, o Arantxa Sánchez Vicario, quien comenzó a practicar
con cuatro años, a sus hermanos Emilio y Javier.
Si te estás frotando las manos pensando en convertir a tus hijos en
genios, o tienes un objetivo más egoísta, el de vivir de tus hijos, ten en cuenta
que tienes que involucrarte por completo en su educación (no vale mandarlos
un par de horas a la semana a una particular), que la pasión puede que prenda
o no en ellos, y si no lo hace, habrás perdido mucho tiempo y dinero (las
historias que hemos visto aquí son de éxito, los que abandonan sin lograrlo
no son conocidos), y que puede que acaben odiándote.
Una vez un chico de veintipocos años me contó que se pasó once
tocando el piano. Sus padres no sabían tocarlo, pero se empeñaron en que él
sí. Al chico nunca le gustó, y no sabía tocar bien. Fue una completa pérdida
de tiempo y dinero.
Y piensa en McEnroe y Agassi, que llegaron a lo más alto y no
disfrutaban del tenis estando en la cúspide de su carrera; o en Sánchez
Vicario, que acabó a tortas con sus padres por ser, según ella, demasiado
controladores y estafarla.
Independientemente de que el experimento salga bien o mal, creo que
querer forzarle una disciplina a un hijo desde tan pequeño es robarle algo
fundamental de la experiencia humana, que es encontrar tu propio camino en
la vida, descubriendo tus gustos y tus pasiones. Si yo tuviera un hijo, no me
gustaría que fuera un genio o me diera de comer, sino que fuera feliz.
GUSTO NATURAL
Reconozco que hay personas que tienen facilidad para captar conceptos que a
otras les lleva más tiempo aprender, y que parece que les sale sin esfuerzo a
las primeras de cambio, y durante un tiempo avanzan más rápido que el resto.
Dejando de lado el efecto Pigmalión que ya hemos visto y la
importancia de la familia, y que posiblemente a esas personas ya les gustaba
esa disciplina y no empiezan de cero (les gusta algo, y como les gusta, más
practican y más avanzan, y como más avanzan, más practican), el problema
es que generalmente cuando aprendes algo nuevo, al principio se suele
avanzar más o menos rápido; lo complicado viene cuando llegas a un nivel
avanzado y tienes que forzarte por crecer y todo va mucho más lento, porque
estás perfeccionando.
Hay personas con ese gusto natural, que han avanzado casi sin darse
cuenta, que cuando encuentran algo que les suponga un esfuerzo, o sufren
algún revés (lo quieran o no, tarde o temprano llegará), no saben reaccionar:
lo que les salía solo ya no les sale. O cambian de actitud y se ponen a
practicar como el resto de los mortales para llegar a la maestría, o abandonan.
En el caso de la escritura de novelas, que es algo complejísimo en
donde tienes que barajar un montón de elementos al tiempo y todos tienen
que funcionar para que el conjunto esté bien, no creo que ese tipo de talento,
de gusto innato, te sirva para mucho. Puede que se te dé bien manejar el
lenguaje, o desarrollar la trama, o escribir los diálogos, o las descripciones, o
crear personajes o ambientes. O cualquiera de los elementos que componen
una novela, pero no se te van a dar bien todos, por lo que tienes que estudiar
y practicar todos hasta que llegues a un equilibrio bueno. Y si no estás
acostumbrado a hacer un esfuerzo, malo, malo.
De vez en cuando me encuentro con algún cuento de mis alumnos que
está bien, y el alumno apenas ha escrito cuentos en su vida, aunque sí ha leído
mucho. Podría pensar que esa persona tiene talento para la escritura. El
problema viene cuando les pregunto por qué han escrito tal cosa u otra, y no
me saben contestar, o me dicen que les salió así. Entonces me doy cuenta de
que les sonó la flauta. En cuentos cortos, de entre 1.000 y 2.000 palabras, que
son los que mando en clase, si llevas muchas horas de lectura acumuladas, es
posible que te suene la flauta, la suerte existe, pero en novelas es imposible.
Estos alumnos me confirman que de talento nada de nada cuando me mandan
el siguiente cuento, y está mal: no han sabido repetir lo que lograron en el
anterior simplemente porque no sabían qué estaban haciendo. O hacen un
esfuerzo por aprender, o me entregan un cuento tras otro con los mismos
errores. La flauta no suele sonar dos veces.
Con este gusto natural cuentan las inclinaciones de cada uno, para
limitarte o hacerte avanzar. Por mucho que me gustara el inglés, me costó una
barbaridad soltarme a hablarlo, a pesar de que vivía en Londres y tenía un
nivel muy alto. Desde que comencé a estudiarlo en serio, veía con envidia a
los que se ponían a hablarlo a las primeras de cambio. ¡Qué fluido hablaban!
Tenían talento para el idioma.
Con el tiempo me di cuenta de que esas personas solían ser
extrovertidas (yo era introvertido y muy tímido), y les encantaba hablar en su
idioma materno, vamos, que eran parlanchinas, o al menos no tenían miedo
de hablar con desconocidos. A medida que mejoraba mi nivel, descubría que
muchos de los que hablaban sin parar en inglés lo hacían rápido pero muy
mal, cometiendo un montón de errores. Los extrovertidos tenían ventaja
sobre mí porque disfrutaban hablando, mientras que yo tenía que superar el
miedo al ridículo y hacer algo que ni siquiera hacía en mi propia lengua para
poder practicar, pero a la larga, solo los que se esforzaban en enmendar
errores (errores hay que cometerlos sin miedo, si no, no aprendes, pero
también hay que dar pasos para solventarlos), ya fueran introvertidos o
extrovertidos, eran los que acababan hablando un buen inglés. Incluso en
niveles altos, los extrovertidos seguían teniendo ventaja sobre los
introvertidos porque no les costaba ponerse en situaciones de la vida real
donde tuvieran que practicar el idioma extranjero y mejorar.
En 2006 dos investigadores de la Universidad de Oxford, Merim
Bilalić y Peter McLeod, y uno de la Universidad de Brunel, Fernand Gobet,
analizaron a 57 niños de entre nueve y trece años, que llevaban cuatro años
jugando al ajedrez. El objetivo del estudio era comprobar si tener un
coeficiente intelectual más alto influía para ser mejor ajedrecista. Uno de los
tópicos que tiene el ajedrez es que es un juego de inteligentes (por cierto, con
la escritura pasa lo mismo: mucha gente asume que todos los escritores
somos inteligentes. Es un estereotipo sin ningún fundamento, pero al menos
nos hace quedar bien). Con ese estudio verían si era cierto o no. O lo que es
lo mismo, comprobarían si hay gente con más talento para ese juego.
Los investigadores no solo midieron el coeficiente intelectual, sino
también su inteligencia espacial, memoria, inteligencia verbal y velocidad de
procesamiento, y les preguntaron cuándo empezaron a jugar y cuánto
practicaban a la semana. Para evaluar qué nivel tenía cada uno, les dieron
problemas de ajedrez para resolver y les mostraron situaciones de mitad de
partidas en las que tenían que reconstruir todo lo ocurrido hasta entonces. Y
si alguno participaba en campeonatos, tenían en cuenta su puntuación.
El factor que más influía no era la inteligencia, sino el tiempo de
horas dedicado al ajedrez, aunque el segundo factor más importante, y sí
contaba, era la inteligencia. Parecía que el ajedrez sí que era un juego de
inteligentes.
Sin embargo, al comprobar los datos de los mejores jugadores, 23
niños que participaban en torneos y que podrían vencer a un adulto
competente, la cosa cambiaba: el número de horas de práctica seguía siendo
el factor más importante, pero la inteligencia ya no contaba. Si bien era cierto
que la media del coeficiente intelectual de los mejores era más alto que la
media de todo el conjunto, los investigadores comprobaron que de los
mejores, los que tenían un coeficiente más bajo eran ligeramente mejores
ajedrecistas que los que tenían un coeficiente más alto. El motivo era que los
de coeficiente más bajo practicaban más —posiblemente porque necesitaban
más tiempo para asimilar nueva información— y acabaron jugando mejor
que sus compañeros más inteligentes.
Así que el ajedrez más que un juego de inteligentes, de gente con un
talento especial para jugarlo, es un juego de perseverantes.
NIÑOS PRODIGIO
De acuerdo, pensarás, para llegar a ser muy bueno en algo hay que esforzarse
durante años, pero ¿qué pasa con los niños prodigio? Porque haberlos, los
hay.
Para empezar, tengo que destacar que no hay ni un solo caso en la
historia de la literatura de un niño prodigio, de alguien que con cinco años
escribiera algo decente. Pero veamos qué pasa en otros campos.
Aquí hay que diferenciar a dos clases de niños prodigio: los que han
tenido una educación especial, tipo Mozart (y ya sabes por qué llegaron a ser
prodigios), y los que muestran una inclinación natural hacia una disciplina
desde muy pequeños.
Pongamos que un bebé muestra interés por dibujar, y los padres no son
dibujantes. Si esa habilidad no se incentiva, o al menos no se le pone trabas,
ese bebé no llegará a nada.
El ingeniero George Bidder asombró de niño al Reino Unido del XIX
siendo un prodigio del cálculo mental, sin apenas haber recibido educación y
sin saber leer ni escribir. Comenzó a llamar la atención en su barrio con seis
años, cuando calculaba muy deprisa sumas de dinero. Su padre, que era
cantero, vio un filón y decidió exhibirlo para ganar dinero a lo Mozart; tres
años después, el niño era conocido en todo el país y sus proezas incluían
calcular 257.689.435 x 356.875.649 en 13 segundos; averiguar la distancia
entre la Tierra y la estrella más cercana en un minuto, cuando le dijeron que
la luz del Sol tardaba en llegarnos ocho minutos; o el tiempo que necesitaría
un caracol que recorriera 2,40 metros al día para recorrer el Reino Unido
desde el extremo sur al extremo norte.
Está claro que Bidder tuvo un gran incentivo por parte de su padre para
seguir desarrollando sus dotes matemáticas en cuanto vio la posibilidad de
ganar dinero con él, pero ¿cómo adquirió esa habilidad sin apenas educación
y sin saber escribir?
La respuesta es que el cálculo mental que él hacía, que fue
perfeccionando con el tiempo, y las cuentas con lápiz y papel, que no le
habían enseñado, exigían destrezas distintas (el cálculo mental exige mucha
memoria, el otro no), y por lo tanto, si cuando mostró interés por el cálculo le
hubieran enseñado a hacer cuentas con lápiz y papel, no habría desarrollado
sus dotes prodigiosas para el cálculo mental. Cualquier niño de su edad con
educación estaría en desventaja para practicar el cálculo mental, porque
habría aprendido cómo se hacían las cuentas, pensando en el lápiz y el papel,
y tendría que desaprender si quería hacer cálculo mental.
Es decir, aquí tenemos una inclinación natural de un niño muy
ingenioso, al que le gustaba hacer cuentas en su cabeza, que acabó teniendo
la ayuda de su padre.
Malcolm Gladwell en Fueras de serie cuenta la historia Chris Langan,
un hombre con un coeficiente intelectual tan alto que los test normales no lo
pueden medir. En un entorno nada favorecedor (pero que no le frenó), con
una familia pobre y disfuncional, Langan con seis meses ya hablaba, con tres
años aprendió a leer por sí mismo siguiendo en casa los cómics que leían los
domingos en la radio, y con cinco se planteaba la existencia de Dios. Y desde
la década de 1980, lleva trabajando en una teoría del todo, el modelo
cognitivo-teórico del universo.
Pero ¿por qué no es un genio reconocido? Pues por falta de
habilidades sociales y no saber venderse.
Esto es importante: solo la inteligencia no garantiza que logres nada,
y que destaques de niño no significa que lo hagas de adulto. En el caso de los
escritores, que escribas muy bien y tengas una vastísima cultura literaria no
garantiza que puedas tener una carrera como novelista o que seas reconocido,
porque hay que saber venderse.
Gladwell cuenta otro caso muy interesante. En 1921 Lewis Terman,
un profesor de Psicología que había diseñado un test de inteligencia, analizó a
más de 250.000 estudiantes de colegios e institutos y se quedó con 1.470
genios con un coeficiente de entre 140 y 200. Esos destacarían en el futuro.
Para su sorpresa, a medida que pasaban los años, sus predicciones no se
cumplían. Ya siendo adultos, Terman analizó la carrera de 730 de esos
“genios” y los dividió en tres grupos. El 20% logró el éxito, al 60% le iba
bien, pero sin destacar, y el restante 20% había fracasado.
Estaba claro que la inteligencia innata no predecía un gran futuro.
Terman analizó a los mejores y a los peores y vio que lo que les separaba era
el ambiente en el que habían crecido: los primeros venían de familias de clase
media y clase alta, con casas llenas de libros, y la mitad de sus padres (solo
padres, no madres) tenían un título universitario cuando estudiar en la
universidad era una rareza. Los segundos, en cambio, vivían en hogares
pobres, y un tercio tenía al menos a un progenitor que había abandonado la
escuela primaria. No tenían un ambiente que favoreciera las ganas de
desarrollarse y aprender.
SIN AMBIENTE PROPICIO
Vale, entonces si no has nacido en un buen ambiente, no tienes nada que
hacer. No exactamente. En el caso de la escritura, podemos aprender en
cualquier momento de la vida y es barato. En cuanto sientas que quieres ser
novelista, ponte a leer y escribir como un loco, independientemente de si tus
padres te incentivaron el amor a la literatura o no. Deja el pasado atrás y
céntrate en el presente y el futuro. No tienes excusas.
Es el caso de la premio Nobel Herta Müller, quien se crió en una casa
sin libros; los únicos contactos que tuvo con la literatura de niña fueron los
libros que le regalaban en el colegio, de realismo socialista que no le
gustaban, y los del párroco. De adulta descubrió la literatura y se enamoró de
ella porque era una continuación de lo que había hecho de niña: utilizar su
imaginación para convertir todo lo que veía en literatura sin saber que lo era.
Cuenta Robert Greene en Maestría (Mastery) la historia Zora Neale
Hurston, una escritora negra nacida a finales del XIX en Estados Unidos.
Tras una infancia feliz, en la que leyó mucho y soñó con ser escritora, cuando
tenía trece años murió su madre y se le torcieron las cosas. Su padre la mandó
a un colegio, pero pocos años después, dejó de pagar su manutención,
forzándola a trabajar de limpiadora. Zora conseguía trabajos en casas de
blancos ricos, y leía pasajes cada vez que podía de los libros de sus
bibliotecas; un día encontró en la basura un ejemplar de El paraíso perdido
(Paradise Lost) de Milton, que se quedó y leyó una y otra vez.
Más tarde consiguió trabajo como asistenta en una compañía de
actores, y leyó los libros que leían los intérpretes y charlaba con ellos. Y
como, durante el tiempo que estuvo con la compañía, aprendió manicura,
logró trabajos en las barberías de Washington, donde políticos importantes
hablaban delante de ella como si no existiera, y así aprendió los tejemanejes
de la política.
Con 25 años, se quitó diez y volvió a instituto para recibir una
educación formal. Allí leyó y escribió mucho. Más tarde fue admitida en la
Universidad de Howard, la más importante para alumnos negros, y comenzó
a conocer a escritores. Con toda la disciplina que había adquirido, en la
década de 1920 se puso a escribir cuentos, y gracias a sus contactos, fueron
publicados en revistas.
Con todo el conocimiento adquirido, en 1932 volvió a su pueblo natal,
y pidió prestado dinero a amigos para poder escribir su primera novela. Dos
años después se publicó Jonah’s Gourd Vine y fue un éxito. Zora Neale
Hurston superó todas las trabas, fue adaptándose a lo que le arrojaba la vida,
y acabó siendo la primera autora negra que pudo vivir exclusivamente de la
escritura.
En otros campos, veamos los ejemplos de George Stephenson,
Michael Faraday y Thomas Alva Edison, quienes nacieron pobres, en
tiempos mucho más duros que el actual, pero acabaron haciendo grandes
inventos y descubrimientos.
George Stephenson, considerado el padre del ferrocarril, nació en un
pueblo minero inglés en 1781. De niño le gustaba hacer modelos de barro de
máquinas mineras y motores, y su aspiración era ser operador de una
máquina de vapor. Sin nada de educación, con catorce años logró un trabajo
como ayudante de bombero de una mina. Aunque no sabía leer, cada vez que
alguien le contaba un nuevo descubrimiento científico, hacía experimentos
por su cuenta. Y como le gustaban tanto las máquinas, cada vez que se
estropeaba una, la mayoría de las veces podía él arreglarla sin tener que
llamar al ingeniero. Aquí tenemos la inclinación natural que él mismo se
encargó de cultivar.
Con dieciocho se dio cuenta de que necesitaba aprender a leer,
escribir y matemáticas, y sacó tiempo para acudir a clases en un pueblo
vecino, estudiando hasta muy tarde, mientras seguía trabajando en la mina.
Luego se esforzó en aprender las leyes mecánicas que gobernaban las
máquinas. Se casó con 21 años, y para mantener a su familia, además
arreglaba zapatos y relojes. A pesar de los reveses y de épocas muy duras,
Stephenson siguió ampliando sus conocimientos de ingeniería, y en 1810 le
llegó su gran oportunidad: reparar una antigua bomba de agua en una mina
cercana que nadie sabía arreglar. Stephenson lo logró, y fue ascendido a
ingeniero. El niño pobre, con muchísimo esfuerzo, había logrado su sueño.
Puede parecer que tuvo suerte, pero si no se hubiera preparado por su cuenta
durante años y años, no habría podido arreglar esa bomba.
Michael Faraday nació en un hogar pobre de Londres en 1791, y a los
trece años abandonó el colegio y se puso a trabajar como ayudante de un
encuadernador. Con esas circunstancias tan adversas, y encima hace más de
dos siglos, ¿cómo hizo para convertirse en uno de los científicos más
influyentes de la historia? La respuesta está en que Faraday pudo leer
muchísimo gracias a un patrón muy benevolente. Gradualmente Faraday se
fue sintiendo atraído por la ciencia al leer artículos de la Enciclopedia
Británica (Encyclopædia Britannica), y comenzó a hacer experimentos en la
trastienda, donde tenía un pequeño laboratorio.
Con dieciocho descubrió un libro de desarrollo personal que le enseñó
a aprender y a reflexionar, The Improvement of the Mind, de Isaac Watts.
Siguiendo las recomendaciones de Watts, cuando acudía a conferencias
científicas tomaba notas que ampliaba en casa. En cuanto tenía esas notas,
escribía toda la conferencia entera utilizando la memoria. Así aprendía. Con
21 años, cuando ya tenía una buena base, comenzó a trabajar para Humphry
Davy, un destacado químico que se convirtió en su mentor. Y de ahí fue
ascendiendo. Si no hubiera aprendido por su cuenta durante ocho años, jamás
habría trabajado para Davy.
Thomas Alva Edison tiene una historia parecida. Nació en un hogar
pobre de Estados Unidos a mediados del XIX, y aunque era muy curioso, y
quería saber cómo funcionaban todas las cosas mecánicas, no podía
permitirse clases ni mentores, así que recurrió a los libros, y cada vez que iba
a una ciudad, visitaba la biblioteca pública. Fue precisamente un libro de
Faraday el que le enseñó a aprender y a ser disciplinado: Experimental
Researches in Electricity. Con muchísima autodisciplina, durante diez años,
hasta que se hizo inventor, se educó a través de libros, experimentos y la
experiencia adquirida en varios trabajos.
Cuando te apetezca quejarte sobre lo que tarda en arrancar tu carrera
literaria, o poner excusas para no escribir, acuérdate de sus historias.
Capítulo 5
Genios
No hay genios, el talento se aprende.
JOSÉ ANTONIO MARINA
Para mí, un gran error es que te pongas a escribir teniendo como meta
alcanzar la inmortalidad o escribir obras maestras. En cuanto a lo primero, y
me parece una razón de lógica elemental, es que no vas a estar ahí para verlo,
así que te da igual, y mejor dedicas tus esfuerzos a vivir el día a día mientras
estés vivo; además, nadie puede planificar su prestigio póstumo. Y en cuanto
a lo segundo, es imposible diseñar la creación de una obra maestra.
Esfuérzate en hacerlo lo mejor posible, y la obra maestra surgirá, o no.
Si tuviera la actitud del genio, entendido como ser excepcional
incomprendido en su época que no quiere saber nada de las cuestiones
comerciales de la literatura y que solo busca destacar con rarezas o
provocaciones gratuitas, estaría resentido, lo pasaría muy mal y me moriría
de hambre o dejaría de escribir. Prefiero tomarme esto de escribir como algo
con lo que me lo paso muy bien, esforzándome para que cada novela sea
mejor que la anterior, guiándome por una historia bien contada que me
importe a mí y a mis lectores, con la esperanza de algún día poder vivir
exclusivamente de escribir novelas. Esa es mi mejor recompensa, no una
inmortalidad que no voy a disfrutar.
LA SUBJETIVIDAD DEL ARTE
Hablando de obras maestras y de inmortalidad, no hay que olvidar un gran
factor a la hora de valorar a los artistas: lo subjetivo que es cualquier arte. La
popularidad de artistas y su valor caen y bajan muchas veces de manera
caprichosa, y no hace falta que se mueran. Aquí también entraría el
esnobismo de muchos, que dicen disfrutar de obras raras, aburridas o
incomprensibles simplemente porque así creen demostrar ser más inteligentes
o cultos que el resto.
Créate tu propio criterio y evita a ese tipo de gente; no vas a aprender
nada de ellos.
No hace falta que domines todas las artes, pero sí tienes que tener un
criterio literario propio, y eso se logra leyendo muchísimo, analizando y
reflexionando qué te gusta, qué no, y por qué. Da igual lo que piense el resto
del mundo, es tu opinión, es tu gusto personal.
Un día hablando con otro escritor, me dijo que para aprender había
que leerse a los mejores. Yo sonreí, no dije nada, pero me pregunté quiénes
eran los mejores; los mejores para mí posiblemente no lo fueran para él, así
que, ¿a quién leíamos? Me parece que tanto aprendes de una mala novela
como de una buena o de una regular. Además, con la otra opción, aparte de
dejar que otros te digan qué es bueno y qué no lo es sin que tú lo sopeses,
corres el riesgo de no analizar, que es lo que te hace aprender, y caer en la
contemplación: admiremos la maravillosa prosa de este genio.
Posiblemente del novelista que más he aprendido sea Dean Koontz,
precisamente por lo irregular que es.
En Talent is Overrated, Geoff Colvin cuenta cómo un experto en
Mozart, Neal Zaslaw, fue muy criticado por sugerir en una conferencia en
Viena sobre el músico que Mozart compuso tanto porque necesitaba dinero, y
que muy pocas veces, si es que hubo alguna, compuso sin cobrar. El enfado
vino por decir que Mozart era humano y necesitaba comer, en vez de ser un
semidiós tocado por un don divino.
El moderador de la mesa redonda le replicó que la música de Mozart
no podía compararse con la de sus contemporáneos porque pertenecía a las
más altas esferas de la creatividad. Zaslaw le recordó que la música de
Mozart se revalorizó a lo largo del siglo XIX, que en vida se le tenía la
misma estima que a sus contemporáneos.
Estamos hablando de Mozart. Si esto no da que pensar…
El pintor holandés Vermeer, que vivió en el XVII, está considerado
un gran pintor. En vida tuvo un éxito moderado, aunque sí fue reconocido,
pero tras su muerte, cayó en el olvido y no recuperaron su figura hasta casi
dos siglos después. Los cuadros eran exactamente los mismos, fue la
percepción de las personas la que cambió.
Lo mismo le pasó a Botticelli, quien murió en 1510, pero que no vio
recuperado su prestigio hasta finales del XIX. O al compositor Bach, quien a
pesar de ser muy prestigioso como organista en vida —siglo XVIII—, no
logró ser reconocido como gran compositor hasta el XIX.
Charles Dickens está considerado un genio literario y el mejor escritor
de la época victoriana. En vida fue inmensamente popular (y lo sigue siendo),
aunque no encandilara a los críticos. En el siglo XX la crítica se dio cuenta de
su ceguera, y lo revalorizó.
Cuando Edgar Allan Poe murió en 1849, un antiguo enemigo suyo, el
editor Rufus Wilmot Griswold, que incomprensiblemente era el albacea
literario de su obra, escribió un largo obituario lleno de mentiras con la
intención de mancillar su nombre. Lo logró; la gente creyó a Griswold y Poe
cayó en el olvido durante más de 50 años, y solo fue recuperado a principios
del siglo XX. Mismas obras, distinta percepción.
Me gusta poner a Dickens y Poe de ejemplos para destacar el
esnobismo de la crítica y de los sectores intelectuales. En la actualidad, los
best sellers están muy desprestigiados, y se los juzga en conjunto, como si la
literatura comercial no pudiera ser de calidad, o la calidad se perdiese al
lograr un determinado número de ejemplares vendidos. Tan estúpida es esa
noción como pensar que todos los best sellers son buenos. Pero a esa gente
que desprecia la literatura comercial Dickens les parece un genio. ¿Qué
piensan que era Dickens más que un escritor de best sellers? Y no solo
Dickens, sino muchos de los grandes literatos del XIX. Con Poe pasa con el
terror, un género denostado por completo, aunque curiosamente sus cuentos
de terror son alabados por la crítica. Poe era excelente, pero no es el único
que haya escrito obras maestras de terror.
Y hablando de géneros masacrados, ¿qué se piensan los sesudos
críticos que es El Quijote sino una comedia? Otra cosa es que ahora no
entendamos la mitad de las expresiones y maldita la gracia que nos hace.
Herman Melville publicó Moby Dick en 1851, y fue un fracaso que ya
estaba descatalogado en 1891, cuando murió el autor. Sin embargo, en 1917
el crítico literario Carl Clinton Van Doren comenzó a alabarla, y en su
estudio de 1921 The American Novel la consideró la cumbre del
romanticismo estadounidense. Luego vieron las alabanzas de D. H. Lawrence
y William Faulker, y Moby Dick se volvió una obra maestra. No seré yo
quien lo diga, que me parece un ladrillo insufrible, pero la historia es muy
buena para ver lo caprichoso que es el gusto de la gente.
Nada ni nadie te asegura que estas figuras vuelvan a caer en el olvido.
Alguien comienza a cuestionarse la genialidad de un artista, eso se pone de
moda, y todo el mundo, que antes veía genialidad, ahora ve mediocridad y
¡adiós genio!
Esto para que estés planeando tu inmortalidad.
OBRAS MAESTRAS
Si aplicáramos la noción de mentalidad fija al arte, de tienes talento o no lo
tienes, negando la posibilidad a los artistas de crecer, nos habríamos quedado
sin grandes obras. En literatura, por ejemplo, no tendríamos Matadero 5
(Slaughterhouse 5) de Kurt Vonnegut.
La primera obra de Vonnegut, Entrenamiento básico (Basic
Training), es una novela corta de finales de la década de 1940, cuando el
autor tenía veintitantos, y está escrita bajo el seudónimo de Mark Harvey. En
esa época trabajaba en el departamento de relaciones públicas de la General
Electric, y al mismo tiempo intentaba que alguna revista le comprara algún
cuento o novela, por lo que utilizaba seudónimos para no llamar la atención
en el trabajo. Leyéndola se nota muchísimo que es la obra de un escritor que
está muy verde, que aún no ha encontrado su voz, y si Entrenamiento básico
tiene algo de interés es simplemente porque el autor posteriormente fue muy
interesante, no por la obra en sí.
Vonnegut siguió escribiendo, y en 1969, más de veinte años después,
escribió la genial locura Matadero 5. Si alguien hubiera juzgado su talento
literario por Entrenamiento básico, que no da ninguna indicación de
genialidad, le habría dicho que no valía para eso, y si Vonnegut hubiera sido
tan tonto de hacerle caso, no habría escrito esa peculiarísima, demencial,
única y brillante novela.
Y en cine no tendríamos las grandísimas películas de Francis Ford
Coppola. Con solo veinte años, re-montó y dirigió el doblaje y las escenas
adicionales de una película soviética para estrenarla en el mercado
estadounidense, Batalla más allá del Sol (Battle Beyond the Sun). Poco
después dirigió dos nudies: películas que, sin ser porno, tenían mucha carne y
poca trama. Con 23 años dirigió su primer largometraje, Demencia 13
(Dementia 13), una mediocre película de terror, que no tiene nada de su
huella personal, producida por Roger Corman. Pero nueve años y tres
películas después, dirigió El padrino (The Godfather). Y a continuación
encadenó El padrino II (The Godfather. Part II), La conversación (The
Conversation) y Apocalypse Now. Si hubiera abandonado su sueño de ser
director con 30 años, ahora no nos acordaríamos de él, pero se podía haber
retirado con 40 siendo una leyenda del cine.
Dejando de lado el factor subjetivo del arte, a diferencia de la
inclinación o gusto natural que vimos en el capítulo anterior, existe lo que yo
llamo la genialidad que florece, que son los casos de Kurt Vonnegut y
Francis Ford Coppola: tras años de trabajo en los que han aprendido mucho,
de repente hacen una obra que rompe moldes. No hay manera de saber quién
tiene esta genialidad y quién no. Mi recomendación es que te esfuerces en
escribir lo mejor que puedas, sin caer en el perfeccionismo y disfrutando del
proceso, y sin pensar en escribir una obra maestra. Si tiene que surgir,
surgirá, y si no, habrás escrito novelas muy buenas y logrado una gran
carrera.
LAS BRONTË
Durante mucho tiempo se pensó que las hermanas Brontë eran un ejemplo
perfecto de talento innato, o divino, como novelistas. Eran genios. La culpa la
tuvo Elizabeth Gaskell y su libro de 1857 Vida de Charlotte Brontë (The Life
of Charlotte Brontë). En él dibujaba una infancia dura en un páramo remoto
de Yorshire, bajo el tutelaje de un padre tiránico, y a pesar de todo, las tres
hermanas, Charlotte, Emily y Anne, escribieron grandes novelas antes de
morir jóvenes. Como muestra de su don divino, Gaskell ponía de ejemplo los
libritos fantásticos que las hermanas escribieron de niñas. Los biógrafos
posteriores no se molestaron en comprobar las fuentes originales, y siguieron
cimentando la versión de Gaskell, pero en 1994, tras seis años de trabajo, la
historiadora Juliet Barker desveló la historia real en su estudio The Brontës.
El pueblo de Haworth donde vivían no era el sitio remoto que Gaskell
pintó, sino un pequeño centro de actividad política y comercial. Su vida
doméstica fue mucho más benigna, con un padre tolerante y bueno, y con una
casa llena de libros, revistas de actualidad y juguetes. Barker analizó los
libros de fantasía que escribieron de niñas y vio que eran amateurs y no
mostraban ni un atisbo de talento, con frases como esta: “un Inmenso y
terrible monstruo su cabeza tocó las nubes estaba rodeado por un rojo y fiero
Halo sus fosas nasales echaban llamas y humeaban humo y estaba envuelto
en tenue niebla y toga indefinible”.
Los textos eran copias de artículos y libros de la época, llenos de
aventuras exóticas y melodrama, con personajes y estilos de autores imitados
sin disimulo. Lo que lograron al escribir esos libritos sin nada de calidad
literaria fue poner en forma sus músculos como narradoras, y eso les permitió
escribir grandes obras posteriormente.
Cuando en 1847 se publicó Cumbres borrascosas (Wuthering
Heights) los críticos se quedaron maravillados ante la inventiva de Emily
Brontë. En un entorno nebuloso aparecía la historia de amor de Heathcliff y
Catherine, quien se casaba con el rico Edgar Linton. Esos elementos ya
aparecían en los libros que Emily escribió de niña: un paisaje poético llamado
Gondal, un héroe similar a Heathcliff llamado Julius Brenzaida, una heroína
fuerte (Augusta Geraldine Almeda), y un rico que quiere casarse con ella
(Lord Alfred). Emily Brontë llevaba años practicando esa historia. Barker
también encontró similitudes entre los primeros escritos de Charlotte y Anne
y sus novelas.
ESCRITORES ADOLESCENTES
¿Y qué pasa con los jóvenes prodigios que vimos en el capítulo 2, los que
habían publicado siendo adolescentes? Sin meternos en la calidad de las
obras, todos tienen dos cosas en común: se enamoraron primero de la
literatura, y llevaban varios años escribiendo cuando acabaron su primera
novela publicada. No es que un día con quince años, sin haber leído nada y
sin haber escrito nada, les diera por ponerse a escribir una novela.
Mary Shelley era la hija de dos escritores famosos: William Godwin y
Mary Wollstonecraft. Aunque su madre murió cuando tenía once días y fue
educada por su madrastra, Mary escribía cuentos de niña, imitando a
escritores contemporáneos, y no hacía más que soñar despierta historias.
Tanto ella como sus hermanos fueron educados en casa, tenían acceso a la
biblioteca familiar y a los amigos intelectuales que los visitaban, por lo que
creció rodeada de libros y cultura. En la adolescencia dejó de escribir, pero el
poeta Percy Bysshe Shelley, quien acabaría siendo su esposo, insistía que
debía destacar en las letras, al igual que sus padres.
Cuando comenzó Frankenstein, quería escribir solo unas pocas
páginas, pero continuó gracias de nuevo a la insistencia de Percy Shelley. La
primera versión, la que se publicó en 1818, la escribía primero Mary y luego
Percy la corregía, introduciendo mejoras: se calcula que de las 72.000
palabras que contiene, entre 4.000 y 5.000 son de Percy. Así que
Frankenstein la escribió una adolescente culta, acostumbrada a escribir y
fantasear, ayudada por su marido poeta.
El padre de Matthew Gregory Lewis era un rico e influyente hombre
que hizo carrera diplomática, y buscaba que su hijo, nacido a finales del
XVIII, le siguiera los pasos, por lo que Lewis tuvo una educación
privilegiada. Su madre le animó a que cumpliera su deseo de ser un escritor
profesional y desde los catorce escribía novelas y obras de teatro, esperando
ganar dinero para su madre, quien se había separado. Con dieciséis comenzó
una novela, de la que hoy solo quedan fragmentos, y terminó su primera obra
de teatro. Al año siguiente tradujo una obra del francés, con la esperanza de
verla puesta en escena; tradujo un poema épico alemán (Oberon, de
Wieland), ganándose el respeto de Goethe; y escribió otra obra de teatro. Con
diecinueve completó su tercera obra teatral, y en diez semanas, estando en
Holanda, escribió El monje. Llevaba al menos cinco años escribiendo cuando
terminó la que sería su primera novela publicada.
Raymond Radiguet, al que muchas veces se le ha puesto la etiqueta de
niño prodigio cuyo talento surgió de la nada, nació a principios del XX, hijo
de un dibujante. Aunque no fue buen estudiante, devoró la biblioteca
familiar, donde leyó a los clásicos del XVII y XVIII, y admiró a los
novelistas Stendhal y Proust, y a los poetas Rimbaud, Verlaine, Mallarmé y el
Conde de Lautréamont. Con quince años decidió dedicarse al periodismo y
empezó a colaborar en revistas literarias francesas, y se adentró en los
círculos bohemios de París. Un día se presentó en casa del escritor y futuro
cineasta Jean Cocteau, y se hicieron tan amigos que este acabó siendo el
mentor que le guiara en su carrera literaria. Por esa época comenzó a escribir
poesía, con dieciocho escribió una obra de teatro, y con diecinueve, pero
comenzada cuando tenía dieciséis, publicó El diablo en el cuerpo. Radiguet
llevaba casi cinco años escribiendo, rodeado de un ambiente muy
favorecedor, y bajo la tutela de un escritor.
Susan E. Hinton creció en un entorno nada halagüeño. Nacida en
1950, tenía un padre muy distante y una madre agresiva que la pegaba y la
insultaba. Hinton era feliz en la granja de su abuela, y se refugiaba en la
escritura y lectura para soportar el ambiente familiar. Con once y doce años
escribió su primera novela, que se desarrollaba en la Guerra de Secesión,
mientras que su segunda trataba sobre un grupo de adolescentes que
trabajaban en un rancho para turistas. Rebeldes, publicada en 1967 pero
comenzada en 1965, fue su tercera novela, y lo que la hizo escribirla fue que
estaba harta de cómo eran los adolescentes en las novelas, preocupados por el
baile de graduación en historias muy blanditas. Así que escribió una historia
inspirada en las dos bandas que había en su instituto. Hinton llevaba seis años
escribiendo.
Christopher Paolini, que fue educado por sus padres, iba con
frecuencia a la biblioteca y leía muchísimo, y desde niño escribía cuentos y
poemas. Con diez comenzó a leer fantasía, y con catorce, como pasatiempo,
se puso a escribir la primera parte de una tetralogía de ese género, pero
apenas pudo avanzar porque no sabía qué estaba haciendo. Entonces se puso
a leer todo lo que pudo sobre la construcción de historias y sacó la trama de
la serie de El legado (The Inheritance Cycle). Con quince terminó la primera
versión de Eragon, con dieciséis la reescritura, y en 2002, cuando tenía
dieciocho, tres años después de comenzar, se la autopublicó a través de la
editorial de autoedición de sus padres.
El brasileño Jorge Amado, nacido a principios del XX, se enamoró de
los libros de niño estando en el instituto, cuando un maestro le dio a leer Los
viajes de Gulliver (Gulliver's Travels), de Jonathan Swift. Por esa época, sus
autores favoritos eran Charles Dickens y Mark Twain; con catorce comenzó
su carrera literaria, colaborando y fundando varios periódicos, e integrándose
en el ambiente literario del municipio donde vivía. Con diecisiete escribió,
junto con otros dos escritores, la novela Lenita, aparecida por entregas en un
periódico, y al año siguiente, como respuesta a los apolillados cánones
literarios de la época, escribió su primera novela: El país del Carnaval.
Llevaba cuatro años escribiendo.
Javier Marías se crió en un hogar donde su padre, el filósofo Julián
Marías, escribía constantemente y su madre, Dolores Franco, escritora que
dejó de escribir para criar a sus hijos, le leía mucho desde pequeñito, en una
casa llena de libros. Con ocho años devoraba novelas de aventuras de Julio
Verne, Enid Blyton y Richmal Crompton, y tebeos del Capitán Trueno. Con
doce empezó a escribir cuentos, imitando lo que le gustaba, y con quince
escribió una novela corta que jamás se publicó. Cuando apareció Los
dominios del lobo, publicada en 1971 cuando tenía diecinueve, pero
comenzada con diecisiete, Marías llevaba siete años escribiendo.
GENIOS
Como veremos en el siguiente capítulo, generalizando mucho, se considera
que necesitas 10.000 horas de entrenamiento consciente para llegar a dominar
una disciplina. Pero siempre hay gente que destaca sobre los demás.
Volviendo a dejar aparte la subjetividad del arte, no es lo mismo Steven
Spielberg que Ron Howard o Robert Zemeckis, por mucho que tengan un
estilo parecido, y los tres hace tiempo que llegaran a esas horas. Hay muchas
ajedrecistas profesionales, pero solo una Judit Polgár; hay muchas tenistas
profesionales, pero solo una Serena Williams. El sistema de gremios
florentino, en el que niños de siete años pasaban a trabajar para un maestro
artesano durante cinco o diez años, favoreció la creación de grandes artistas
en el Renacimiento, pero solo hay un Miguel Ángel. Han existido muchos
científicos ilustres a lo largo de la historia, pero dos destacan por cambiar la
percepción que teníamos de la realidad, y ambos hicieron sus
descubrimientos siendo muy jóvenes: Isaac Newton con 22 años y Albert
Einstein con 26.
Lo que es innegable es que los genios existen: personas que se salen de
lo normal y consiguen unos logros impresionantes en sus actividades. Pero el
caso de los genios es igual que el de la genialidad floreciente: no hay manera
de saber quién lo será, pero para llegar a descubrirlo hay que dedicarle las
10.000 horas de marras. Sin esfuerzo no hay genialidad que valga. Si Newton
no hubiera estudiado a los científicos que le antecedieron y experimentado
mucho durante años, jamás habría relacionado la caída de una manzana con
la gravedad. Del mismo modo, si Einstein no hubiera sido autodidacta, y
aficionado a los experimentos mentales desde la adolescencia, no habría
escrito la teoría de la relatividad especial con 26 años.
Y así sucede con los descubrimientos fortuitos, como la penicilina por
Alexander Fleming, el desarrollo de las vacunas por Louis Pasteur, los rayos
X por Wilhem Röntgen. Si no hubieran estado muy bien preparados, estos
científicos habrían pasado por alto las anomalías y no habrían descubierto
nada.
Steve Jobs y Bill Gates fueron visionarios, fanáticos de la informática,
que vieron el potencial de los ordenadores en los 70 y revolucionaron la
informática haciendo que todos en la actualidad tengamos al menos un
cachivache informático que nos simplifica la vida (o nos esclaviza). Jobs y
Gates se deslomaron a trabajar en algo que les apasionaba para hacer realidad
su visión, y no les quedó más remedio que volverse portentosos hombres de
negocios; además, se dio la casualidad de que vivieron en el momento preciso
de la historia para ello. Por el contrario, Leonardo da Vinci dedicó muchos
años de su vida a diseñar una máquina para volar, pero en la época en la que
vivió (siglos XV y XVI), la tecnología no había avanzado lo suficiente para
hacerla realidad.
Después de todo este recorrido por personajes ilustres, lo que podemos
ver es que hay circunstancias que son favorables, y que a veces cuenta el
factor suerte, pero lo que todas las historias tienen en común es que ninguno
nació enseñado y que se prepararon a conciencia y estuvieron listos para
cuando les llegó su oportunidad.
Tómate del mismo modo tu carrera literaria.
Capítulo 6
Aprender con esfuerzo
Si nunca te fuerzas a salir de tu zona de confort, nunca mejorarás.
ANDERS ERICSSON
Cuando el psicólogo investigador Anders Ericsson jugaba al ajedrez con
quince años, era muy bueno, ganaba a todos sus compañeros. Pero un día,
uno de los peores jugadores comenzó a ganar todas las partidas. Ese
acontecimiento hizo que Ericsson centrara su futura carrera profesional en
saber por qué los que consiguen grandes logros son tan buenos en lo que
hacen.
A finales de los 80, Ericsson y sus colegas realizaron un estudio en la
Academia de Música de Berlín Occidental. Les pidieron a los profesores que
dividieran a los alumnos en tres grupos: los mejores violinistas, que tenían
potencial para hacer carrera como solistas internacionales, los buenos
violinistas, y los que estudiaban para ser profesores de violín, no concertistas.
Una vez divididos los grupos, entrevistaron a los alumnos y les pidieron que
anotaran cómo empleaban el tiempo durante unos días.
Descubrieron que los tres grupos pasaban la misma cantidad de horas,
más de 50 a la semana, en actividades relacionadas con la música. Los tres
tenían el mismo número de deberes que hacer en casa. Pero los dos mejores
grupos pasaban la mayoría del tiempo practicando solos: casi 24 horas y 20
minutos el mejor grupo, es decir, 3 horas y media diarias, mientras que el
peor grupo solo practicaba 9 horas y 20 minutos semanales, 1 hora y 20
minutos diarios.
Los mejores violinistas consideraban la práctica a solas la mejor
actividad, y pensaban que la práctica en grupo era un pasatiempo. Ericsson
vio patrones similares en otras especialidades, y llegó a la conclusión de que
solo así, practicando a solas, se logra la práctica deliberada, que es la que te
permite aprender y crecer; con ella identificas tareas o conocimientos
específicos que están un poco fuera de tu alcance, y te esfuerzas por
lograrlos. La práctica deliberada la realizan personas que se motivan a sí
mismas, y que quieren mejorar aspectos de su especialidad que identifican
como mejorables. Y para eso tienen que estar solas.
Un violinista elegiría un pasaje que aún no dominara, y practicaría y
practicaría, identificando errores, hasta que le saliera bien. Una y otra vez,
una y otra vez. Un guitarrista tocaría acordes, una y otra vez, enmendando
problemas, hasta que le salieran solos. Los ajedrecistas se educan estudiando
las partidas jugadas de los maestros. Analizan una posición en profundidad,
previendo el siguiente movimiento, y si no coincide con lo que hizo el
maestro, vuelven atrás y reflexionan hasta que descubren qué pasaron por
alto para no tomar la misma decisión. Este tipo de práctica, según Ericsson,
es la que forma a los mejores ajedrecistas, no las partidas de ajedrez, y
necesitan diez años para llegar a gran maestro. (Bobby Fisher “solo” necesitó
nueve).
La práctica deliberada es acumulativa. Los alumnos que analizaron, que
tenían una media de dieciocho años y llevaban algo más de diez practicando
el violín, calcularon cuánto tiempo acumulado llevaban de práctica
deliberada, y el resultado coincidía con el anterior: cuanta más práctica
deliberada tenían acumulada, mejores eran. Los mejores le habían dedicado
7.410 horas; los intermedios 5.301, y los peores 3.420.
Aunque Malcolm Gladwell popularizó las 10.000 horas para ser un
virtuoso de cualquier disciplina en Fueras de serie basándose en el estudio de
Ericsson, y dio a entender que solo hacía falta echarle esas horas para ser un
portento mundial, en Número uno (Peak), el propio Ericsson le rebatió y
reconoció que esas horas eran la media, por lo que unos tardaban más y otros
menos en alcanzar la maestría, y que cada disciplina necesitaba un número de
horas distinto, pero que todas eran muchísimas, y todas eran de práctica con
esfuerzo: un pianista o un violinista necesita 20.000; los científicos, para que
dominen la materia y puedan hacer descubrimientos, cada vez necesitan más
horas porque cada vez hay más información pasada que asimilar; y en el caso
de los novelistas, los autores comienzan a escribir sus mejores obras a los
diez años de práctica.
En un estudio a finales de los 80 sobre 131 pintores se calculó que
necesitaban seis años de práctica, y en el caso de 66 poetas, ninguno compuso
algo digno en menos de cinco años, once lo hicieron entre el quinto y el
décimo año (lo cual explica el caso de Arthur Rimbaud, quién comenzó a
escribir de niño y logró sus grandes poemas en la adolescencia), y 55
necesitaron diez años o más para lograrlo.
Ericsson también recriminaba a Gladwell que considerara que cualquier
tipo de práctica, con tal de llegar a las mágicas 10.000 horas, te haría un
experto mundial. Ponía como ejemplo las miles de horas, que destacaba
Gladwell, que emplearon los Beatles tocando en vivo en tugurios de
Hamburgo. Para Ericsson eso no cuenta como práctica deliberada.
Aunque me parece que Gladwell simplifica demasiado las cosas, y nada
garantiza que te vuelvas un portento (la práctica solo te garantiza mejorar
muchísimo), creo que en cierto sentido, ambos tienen razón. Con la práctica
deliberada identificas problemas concretos, y los vas solucionando, pero
también tienes que hacer otro tipo de práctica, en la que te sueltes, aunque
después reflexiones para no cometer los mismos errores en el futuro: por
mucho que te pases horas y horas dando golpes de derecha con una raqueta,
jamás serás un buen jugador de tenis hasta que no te pongas a jugar partidos.
La clave está en que independientemente del tipo de práctica que hagas, tiene
que ser una práctica reflexionada.
Del mismo modo, considero que para aprender a escribir novelas no
basta con la práctica deliberada (analizar un aspecto específico de la escritura
de ficción y practicar solo ese aspecto; así son parte de mis clases), porque te
puede bloquear (al escribir la primera versión, te tienes que dejar llevar por la
historia, dejando de lado aspectos técnicos, y solo escribiendo cuentos y
novelas enteros llegas a un equilibrio; así es otra parte de mis clases), sí me
parece correcto que tengas que pasarte al menos tres horas diarias, durante
años y años (el resto de tu vida, posiblemente) enfrascado en la literatura, ya
sea leyendo o escribiendo.
Normalmente, cuando cuento esto en mis clases, la gente se desanima
porque le dedica mucho menos tiempo. No son conscientes de que alcanzar
las tres horas se hace de forma gradual. Si tienes sobrepeso y no has hecho
nada de deporte desde que dejaste el instituto, no te vas a poner a correr
muchos kilómetros al día, sino que poco a poco vas aumentando la distancia
hasta que te pones en forma. Y una vez que estás en tu peso ideal, sigues
haciendo deporte porque es una actividad con la que disfrutas. Pues con la
escritura y lectura pasa exactamente igual.
Mi experiencia es que a medida que avanza tu carrera literaria, esas
tres horas te saben a poco, cada vez te enamoras más y más de la literatura
(¡qué autor acabo de descubrir!, ¿cómo es posible que jamás hubiera leído tal
género?), cada vez sientes con mayor intensidad la necesidad de leer y
escribir más, y, casi sin darte cuenta, le vas robando tiempo a otras
actividades para hacer lo que realmente te encanta.
El truco es sacar tiempo todos los días para leer y escribir, e ir
ampliando ese tiempo poco a poco.
APRENDER SUPONE UN ESFUERZO
Para hacer la práctica deliberada de la escritura de ficción, el primer paso es
reconocer qué quieres mejorar de las múltiples facetas que tiene la disciplina,
y luego tienes que ver cómo lo puedes mejorar con ejercicios que te atraigan.
Si no sabes qué quieres mejorar, vas a estar dando palos de ciego, y si los
ejercicios te parecen aburridos, no los vas a hacer, así que busca alternativas
que te parezcan atractivas. Una vez que ya lo sepas hacer, que hayas
interiorizado esa faceta, te pones con la práctica deliberada de otra. Siempre
va a haber aspectos que mejorar, aunque solo sea porque cada novela te va a
exigir nuevas destrezas.
Pongamos que te cuesta mucho escribir las descripciones de paisajes,
porque todas te quedan igual. Ya has identificado un problema. Entonces
tienes que buscar novelistas que destaquen precisamente por sus
descripciones paisajísticas, y analizas cómo lo hacen, qué recursos utilizan
para lograrlo. Durante un tiempo te pones a describir paisajes utilizando las
mismas estrategias que esos autores, hasta que notes que mejoras y mejoras,
y que te vienen buenas ideas para describir sin apenas esfuerzo.
Cuando llevaba varios años escribiendo, notaba que aun se me
resistían las descripciones y jugar con el estilo. Mi solución fue traducir del
inglés pasajes que me gustaban mucho. Durante semanas, en las que cada día
traducía un rato, hice la práctica deliberada. Al acabar noté que mi repertorio
para describir se había ampliado mucho, y que no me costaba encontrar
elementos que utilizar en mis textos. Había asimilado la información.
Cuando haces la práctica deliberada, tienes que estar un poco
incómodo, un poco tenso, haciendo un pequeño esfuerzo, porque estás
mejorando algo que no dominas. Y paradójicamente, disfrutas del reto. Si no
disfrutas, malo, malo; tal vez escribir no sea para ti. Si te resulta muy fácil, es
que no estás aprendiendo; rétate a escribir algo que se salga de lo que
habitualmente escribes, sin que te estrese pero que te haga esforzarte. Y si te
resulta muy difícil, es que has sido demasiado ambicioso, o que tienes
demasiada prisa, y estás intentando algo que aun está muy lejos de tu alcance.
Ponte como objetivo a medio o largo plazo lograr eso que ahora te resulta
dificilísimo, pero busca pasos intermedios; los ordenas por nivel de
dificultad, y vas afrontando uno a uno hasta que domines todos.
Con la práctica deliberada es importante recibir información sobre
cómo lo estás haciendo, para poder enmendar errores. Si tienes un profesor,
este debe señalarte errores y aciertos específicos, para que tú sepas qué
mejorar y qué repetir. Si tienes un profesor que solo te dice vaguedades,
búscate otro. Y si no tienes a un profesor, aprendes comparando lo que haces
con el trabajo de escritores profesionales que están por encima de ti. Con el
tiempo, tú mismo serás capaz de identificar errores y enmendarlos.
Cuando comencé a escribir, aprendí todos los aspectos técnicos
comprándome libros, en su mayoría de la editorial Writer’s Digest, que
cubrían esos temas específicos. ¿Quería aprender a dialogar? Pues me
compraba un libro sobre diálogos, me lo leía con detenimiento, hacía los
ejercicios, y analizaba los diálogos de las novelas que me leía. ¿Para crear
personajes? Lo mismo. ¿Para desarrollar tramas? Tres cuartos de lo mismo.
¿Revisar? Ídem. Al correr los meses, en los que había seguido escribiendo
cuentos, me di cuenta de que podía integrar en mis narraciones todo eso que
había asimilado.
Es fundamental que cuando estés haciendo la práctica deliberada de
una única faceta de la ficción, sigas escribiendo cuentos y novelas enteros. Si
solo sabes escribir bonitos paisajes, no podrás escribir una historia de
100.000 palabras. Y dependiendo de cómo sea la historia, esa descripción
será de una manera u otra: no es lo mismo describir una mansión en una
novela romántica que una mansión en una de terror; y la longitud no será la
misma si la mansión tiene mucha importancia en la historia o es un simple
escenario.
Por lo tanto, la práctica, no solo la deliberada, para los escritores, esas
tres horas diarias, implica leer muchísima ficción, prestando atención a lo que
han hecho autores profesionales antes que ellos. A veces hay que leer
muchísimas novelas a toda velocidad, para asimilar sus ritmos internos y
estructuras (luego reflexionas por qué funcionan o no), algo que según
Ericsson no sería práctica deliberada, pero que ayuda mucho. Y tienes que
escribir tu propia ficción, identificando tus puntos fuertes y débiles, para
sacar provecho de los primeros y saber mejorar los segundos; estos los
mejoras con la práctica deliberada.
La práctica habitual del escritor también supone leer no ficción,
porque te abre la mente y te ayuda a tramar: cuanto más leas y más cosas
aprendas, más recursos tendrás para desarrollar tramas y más flexible serás
(yo no hubiera podido escribir mi segunda novela si no hubiera leído libros
sobre religión, espiritualidad o meditación); y escribir no ficción, porque te
fuerza a plasmar con palabras lo que tienes en la mente, y a estructurarlo para
que sea entendible. Reconozco que mantener mi blog me ayuda mucho a
reflexionar y a formarme una opinión.
La práctica, no solo la deliberada, supone mucho análisis y mucha
reflexión, tanto de textos propios como ajenos.
Así que ya ves, las tres horas no son solo tres horas de darle a las
teclas. Y lo bueno de los escritores es que aprender cuesta muy poco (no hay
que comprarse un piano, y si estás muy mal de dinero, puedes conseguir
libros gratis en cualquier biblioteca), no hay que incordiar a otros para
practicar, que sería el caso de un tenista, por ejemplo, y no tenemos la presión
del tiempo como los deportistas o bailarines, quienes forzosamente se jubilan
jóvenes.
PRÁCTICA SIN ESFUERZO
Las prácticas que no te exigen esfuerzo son contraproducentes porque
refuerzan hábitos ya existentes, que pueden ser nocivos, en vez de
mejorarlos. Si fuera simplemente echarle 10.000 horas a escribir ficción,
Corín Tellado, que escribió 5.000 novelas durante una carrera de más de 60
años, sería la mejor escritora de la historia, porque le echó esas horas y
muchas más.
Existen cuatro fases de aprendizaje de cualquier disciplina; vamos a
ver un ejemplo con la conducción:
1— Incompetencia inconsciente. Es lo que sucede antes de que
empieces a aprender. Quieres aprender a conducir, y todavía no sabes ni lo
que tienes que aprender.
2— Incompetencia consciente. Empiezas a aprender a conducir y te
das cuenta de todo que lo que hace falta aprender. No te dan los pies ni las
manos para tanto pedal y tanta palanca, y en las carreteras hay más señales
que chinos en el mundo.
3— Competencia consciente. Ya llevas un tiempo aprendiendo a
conducir, pero vas con cuidado y eres consciente de seguir un proceso.
Tienes que pensar cuando pisas los pedales, o cuando cambias de marcha.
4— Competencia inconsciente. Has automatizado el proceso y no
tienes que pensar, te dejas llevar por la situación.
Si hace años que te sacaste el carnet, posiblemente ya hayas
alcanzado las 10.000 horas, y estés más suelto que cuando empezaste, pero
como no te has esforzado por enmendar errores y mejorar, has adquirido un
montón de vicios y hay normas que has olvidado. A mí me pasó con la
mecanografía. Hice un curso de niño, y durante años me esforcé por mejorar.
Pero hace tiempo que dejé de esforzarme, y aunque ya llevo más de 10.000
horas acumuladas y escribo rápido y sin mirar el teclado, muchas veces se me
van los dedos a otras teclas, o me salto alguna letra.
En el caso de la escritura de ficción, me parece que si quieres ser
bueno, nunca llegas a la fase 4 por completo, sí llegas a interiorizar
cuestiones técnicas (sería agotador que tuvieras que pensar cómo escribir un
diálogo, o dónde poner una descripción), pero siempre vas a estar haciendo
un esfuerzo para escribir la mejor historia posible.
Cuando escribo la primera versión de mis novelas, que para mí es la
más ardua, forcejeo para llegar al final de un conjunto más o menos
coherente. Y en las siguientes versiones, me esmero para que esa historia sea
completamente coherente y emocionante, y esté bien estructurada para que el
lector se enganche de principio a fin. Y al mismo tiempo, voy jugando con el
estilo, para contar todo eso con cierta elegancia, sin que mi voz tape la
historia.
En ningún momento escribo sin esfuerzo, aunque muchas veces me
deje llevar por la historia para averiguar a dónde me lleva.
Con malas prácticas en la escritura, se pueden cimentar las nociones
de que todo es inspiración y hay que dejarse llevar por la pasión, que el estilo
es lo más importante, que no hace falta reescribir, que la calidad da igual
mientras disfrutes escribiendo, que es un juego colectivo y no hace falta un
esfuerzo individual. Ya me han contado de dos talleres de escritura creativa
donde los múltiples participantes escriben una novela entre todos. Así no se
forma a escritores, así se juega a ser escritor: querer aprender a escribir
novelas de esa manera es como querer aprender a ser banquero jugando al
Monopoly.
Si algo logro en mis cursos es que haya buen ambiente, y los alumnos
vayan contentos a clase. Pero les digo que tienen que acostumbrarse a
trabajar solos, a escribir aunque no tengan a un profesor que les marque una
fecha límite o compañeros que les animen, a retarse a sí mismos, a escribir
aunque no estén inspirados y no tengan ganas, para que cuando nos
separemos, continúen con su carrera literaria. No tienen que identificar la
práctica de la escritura con lo bien que lo pasan en mis clases, sino con el
esfuerzo que les supone escribir en casa cuentos cada vez más largos y
complejos.
La escritura de ficción no es un acto social. Es un acto muy solitario.
Puedes tener amigos escritores (de hecho, es muy recomendable), y no es
bueno que te vuelvas un ermitaño, pero a la hora de trabajar, trabajas solo.
MIELINA
Aprendemos creando conexiones neuronales, las sinapsis, que forman
circuitos en el cerebro, conectados al sistema nervioso. Cuanto más repitamos
algo, más estaremos reforzando esos circuitos, y menos cuenta nos daremos
de las respuestas que nos provocan porque las habremos interiorizado: en
cuanto reciben un estímulo externo, se dispara el circuito que le indica a tu
cuerpo qué tiene que sentir o hacer.
Esto no solo se aplica a las destrezas adquiridas, sino también a las
fobias y adicciones, que nacen de desequilibrios emocionales y que se
solidifican al repetir la misma respuesta frente al mismo estímulo una y otra
vez, una y otra vez.
Gracias a la neuroplasticidad, al hecho de que el cerebro es maleable
durante toda la vida, podemos crear los circuitos neuronales que nos interesen
a cualquier edad. Lógicamente, habrá limitaciones para realizar tareas físicas
por cuestiones de edad o enfermedad: no, loco, no te pongas a hacer parkour
con 80 años.
Para la adquisición de destrezas, Daniel Coyle, en The Talent Code,
explica que una sustancia llamada mielina se encarga de reforzar esas
conexiones neuronales: recubre el axón de las neuronas, que es el filamento
con que hacen llegar la información a neuronas vecinas, haciendo que la
información que transmiten viaje más rápido y mejor. Cuanto más recubiertos
estén de mielina, mejor será tu destreza.
Cada vez que las células que producen mielina notan que se activa una
conexión neuronal, empiezan a envolver los axones con esa sustancia. Eso
significa que cuantas más veces hayamos disparado esa conexión neuronal,
más recubiertos de mielina estarán los axiones. ¿Y cómo logramos activar
una conexión neural? Con la práctica deliberada. Por eso, cuanto más tiempo
estemos haciendo la práctica deliberada, mejores serán nuestras habilidades
como escritores.
Coyle destaca cuatro elementos sobre la mielina:
1— Es necesario disparar un circuito neuronal para que lo
recubra. No vale imaginar que escribes novelas o firmas libros (o la fantasía
que tengas en la cabeza sobre lo que hace un escritor). Tienes que escribir y
escribir y escribir, y leer y leer y leer haciendo la práctica deliberada.
2— La mielina es universal. El cerebro genera esta sustancia y va a
recubrir los circuitos que actives a menudo. Si quieres ser escritor, reforzarás
unos, si quieres ser tenista, otros. A la mielina le da igual quién seas, solo le
importa lo que hagas.
3— La mielina recubre, pero no se quita. Una vez que se ha puesto
encima de circuitos neuronales, no se quita, salvo por enfermedad o por
envejecimiento. Por eso una vez que has adquirido un hábito es tan difícil de
quitar. Para cambiar un hábito por otro, lo que hay que hacer es disparar
nuevos circuitos neuronales para que se vayan cubriendo de mielina. Los
viejos permanecen, pero los nuevos son más potentes.
4— La edad importa. Hasta la treintena recibimos mielina en oleadas,
creando momentos en los que somos más receptivos para aprender. Luego
seguimos generando mielina hasta los 50, y a partir de allí comenzamos a
perderla. Pero siempre tenemos la capacidad de crear nueva mielina. Se
puede aprender en cualquier momento de la vida, aunque de mayores nos
cueste más.
La mielina está viva, generándose y degradándose, y a medida que
envejecemos, los recubrimientos tienden a degradarse. La manera de
mantener esos recubrimientos y, por lo tanto, nuestras habilidades en forma,
es la práctica deliberada diaria. Ya lo dijo Vladimir Horowitz, el pianista que
estuvo activo hasta los 84 años: “Si me salto la práctica un día, yo lo noto. Si
me salto la práctica dos días, mi mujer lo nota. Si me salto la práctica tres
días, el mundo lo nota”.
Con la escritura pasa exactamente lo mismo. Para ser escritor, tienes
que hacer que la escritura sea un hábito, que notes que si no escribes, algo te
falta. Y eso se logra escribiendo con regularidad, te apetezca o no, estés
inspirado o no. Da igual que escribas un diario para ti, entradas de blog,
colaboraciones en medios, cuentos o novelas, la cuestión es que estés en
contacto con la escritura a diario, que te fuerce a expresar con palabras lo que
sientes u opinas o a crear historias.
ESTADO DE FLUJO
El psicólogo Mihály Csíkszentmihályi es conocido por haber formulado el
concepto de flujo en 1975, ese estado de atención plena que nos hace perder
la noción del tiempo y nos hace felices. Csíkszentmihályi estudió a pintores
que ignoraban el hambre, la incomodidad y la fatiga mientras trabajaban,
pero perdían interés en el trabajo cuando terminaban porque para ellos el acto
de pintar era gratificante en sí mismo. Así tiene que ser para ti el acto de
escribir.
A medida que profundizó en el tema, Csíkszentmihályi descubrió que
necesitabas realizar una tarea adecuada a tu nivel de destreza, que te forzara a
salir un poco de tu zona de confort. Si hacías algo demasiado fácil, no
entrabas en flujo, y si intentabas algo demasiado difícil, sentías angustia, no
flujo. Como ves, coincide con la definición de la práctica deliberada.
La zona de confort es una zona que dominas, pero que te provoca
angustia porque no puedes salir de ella, limitando tus acciones. Todos
tenemos zonas de confort para todos los aspectos de la vida. El truco para
ampliarla es saber qué quieres lograr, e ir saliendo, yendo paso a paso, hacia
tu destino, para ganar confianza. Siempre vas a tener una zona de confort,
pero de esta manera será mucho más amplia, y sabrás cómo ampliarla en el
futuro cuando sea necesario.
Curiosamente, Csíkszentmihályi también descubrió que podías entrar
en flujo si realizabas tareas muy fáciles, que no requerían esfuerzo. Por eso
hay gente que entra en flujo viendo la televisión. Esto explicaría por qué hay
aspirantes a escritor que hacen escritura automática, entran en flujo, y ya se
creen que dominan el oficio. Este no es el tipo de flujo que nos interesa.
W. Doyle Gentry, en Happiness for Dummies, explica qué se tiene que
dar para entrar en el estado de flujo:
— Tiene que ser una experiencia que tú quieras, no que te
impongan. Escribes porque te encanta, no porque nadie te haya dicho que
debas hacerlo, o quieras demostrar lo inteligente que eres. Si no sale de ti, no
lo intentes.
— La experiencia requiere toda tu atención momento a momento.
Tienes que sumergirte en lo que escribes, sin pensar en qué harás mañana,
redes sociales, o qué hay para cenar. No lo dice Gentry, pero es
recomendable que descanses de vez en cuando, y si quieres pienses en otras
cosas.
— La experiencia es creativa y tienes que esforzarte para
realizarla. Aquí entra en juego nuestra amiga la mielina. No escribes lo
primero que te viene a la cabeza, sino que te retas a escribir cada vez mejor, a
dominar aspectos técnicos que aún no dominas, a lograr narraciones más
complejas.
— La experiencia da una sensación inmediata de gratificación.
Disfrutas del acto de escribir momento a momento.
— La experiencia requiere hacer algo. Tienes que utilizar una
habilidad, que en nuestro caso es escribir, y cuanta más práctica tengas, más
fácil te será estar en flujo.
— La experiencia puede ocurrir en cualquier sitio. Puedes entrar en
flujo en cualquier sitio donde escribas, aunque posiblemente tengas lugares
preferidos.
— La experiencia viene de conocerte a ti mismo. Escribir no es dejar
volar la imaginación sin ningún sentido, es encontrarte a ti mismo, a tu tú
auténtico, construyendo una buena narración que te importe.
PRÁCTICAS DE ESCRITORES
Benjamin Franklin, en pleno siglo XVIII y siendo adolescente, para mejorar
como escritor, se creó un método. Primero localizaba textos que estaban
mejor escritos que los suyos en el periódico Spectator, y escribía notas con el
significado de cada una de las frases. Días más tarde recuperaba las notas, e
intentaba expresar su significado con sus propias palabras. Y cuando
acababa, comparaba su texto con el original, encontraba errores y los
corregía.
Franklin descubrió que tenía un vocabulario pobre, y se dio cuenta de
que para escribir poesía hacía falta tener un vocabulario muy extenso, así que
reescribía en verso los artículos del Spectator. Más tarde, cuando se había
olvidado de ellos, volvía a sus artículos en verso y los reescribía en prosa, y
luego los comparaba con el original, de nuevo buscando errores que
enmendar.
Franklin también descubrió que para que un ensayo funcionase, era
fundamental una buena estructura. Para aprender a estructurar volvió a
escribir notas de cada frase, pero ahora en papeles distintos. Luego las
mezclaba y las guardaba durante unas semanas. Cuando se había olvidado del
ensayo original, sacaba las notas e intentaba ponerlas en el orden correcto, y
escribía su propio ensayo. Cuando acababa, lo comparaba con el del
Spectator para solventar errores.
Franklin fue muy tesonero. Trabajaba muchas horas en la imprenta de
su hermano, y apenas tenía tiempo libre, así que practicaba la escritura por las
mañanas antes del trabajo, por las noches, y los domingos.
John Keats, aparte de morir muy joven a principios del XIX, no lo
tuvo nada fácil, pero logró ser un gran poeta gracias a la perseverancia y la
práctica deliberada. Con quince años se quedó huérfano y se puso a trabajar
como aprendiz de un médico y boticario. Keats ya se había enamorado de la
literatura, y para seguir formándose, el tiempo que tenía libre volvía a su
antiguo colegio para leer todos los libros que pudiera de la biblioteca.
Más tarde quiso escribir poesía, pero como no conocía a nadie que le
pudiera enseñar, recurrió a los libros, leyendo y analizando los poemas de los
grandes poetas del XVII y XVIII. Cuando encontraba un poeta que le
gustaba, escribía poemas imitando su estilo; al poco tenía varios modelos a
los que imitar, y escribía poemas en diversos estilos que modificaba para
añadir su propia voz.
Años después, cuando decidió que sería poeta, vio que para finalizar su
aprendizaje necesitaba escribir un poema largo de 4.000 versos. Como tema
eligió el mito griego de Endimión y se dio de plazo siete meses, lo que le
forzaba a escribir 50 versos al día.
Cuando llevaba tres cuartos del poema, lo odiaba. Pero en vez de
abandonar y empezar otro, perseveró hasta acabarlo en el plazo de tiempo
que se había dado. Al terminar vio que no le gustaba su estilo por artificial y
florido, pero había aprendido a reconocer errores, a escribir rápido y a
centrarse en la escritura, a perseverar hasta llegar hasta al final, a darse cuenta
de que las mejores ideas le venían escribiendo, y a reconocer su propio estilo,
que era el opuesto que utilizó en Endimión. Y gracias a ello, pudo escribir sus
grandes poemas.
Aunque Mary Anne Evans, más conocida por el seudónimo de
George Eliot, está considerada uno de los mejores novelistas británicos del
XIX, no se planteó hasta que rozó la cuarentena dedicarse en serio a escribir
ficción. Amante de los libros desde niña, con diez años decidió crecer
intelectualmente a través de la lectura y la reflexión y la escritura, actividades
a las que se dedicó durante toda su vida con muchísima diligencia y tesón.
En la adolescencia, leía novelas, aprendió a tocar el piano (llegó a ser
una buena pianista), aprendió francés, italiano, alemán y algo de latín,
escribía poesía y prosa realista, se interesó por la química, la geología y la
astronomía, lo que le hizo plantearse sus sentimientos religiosos.
Con 21 años era una joven con una vastísima educación. En esa época
se dedicó a la edición de textos y a la escritura de ensayos de varios temas, y
a escribir críticas de libros. Por entonces, una de sus labores más complejas
fue la traducción de La vida de Jesús (Das Leben Jesu, kritisch bearbeitet),
del teólogo alemán David Friedrich Strauss. En 1.500 páginas el autor
analizaba la figura de Jesús desde una perspectiva histórica, separándola de
milagros, ya que pensaba que la cristiandad había que tomársela como
metáforas, no de forma literal.
Había sido casi imposible encontrar un traductor de la obra, y uno que
lo intentó, abandonó cuando no había llegado a un cuarto. Los razonamientos
y el estilo rebuscado de Strauss hacían difícil entenderlo en el original,
complicando muchísimo la traducción, y tenía citas en varios idiomas, entre
ellos el hebreo, del que Eliot no sabía ni una palabra. Siendo tan disciplinada,
decidió que traduciría seis páginas al día, un ritmo que tuvo que rebajar. Dos
años después lo había logrado, y ganó en el proceso seguridad en sí misma y
creció intelectualmente. Pocos de sus contemporáneos lo hubieran podido
hacer.
Aunque parecía que estuviera ocioso todo el rato, Marcel Proust
practicó durante más de veinte años la práctica deliberada sin saberlo, y como
resultado pudo escribir En busca del tiempo perdido a principios del XX.
Desde niño se aficionó a la lectura. En sus paseos observaba con
detenimiento lo que le llamaba la atención, y comenzó a leer libros de
botánica y entomología. De joven se introdujo en los círculos bohemios y
aristocráticos de París, y estudió a sus personajes y convenciones como si
fueran los insectos que le atrajeron de niño. Analizaba con detenimiento todo
lo que leía, para asimilarlo, y a la sociedad que le rodeaba. Tomaba notas de
esos personajes, y después intentaba recrearlos en escenas literarias. Con 25
años publicó su primer libro, Los placeres y los días (Les plaisirs et les
jours), basado en esas experiencias, y fue un estrepitoso fracaso. Para
compensarlo, se propuso escribir una novela mucho más ambiciosa, que
mezclaba recuerdos infantiles con acontecimientos recientes, pero tres años
después abandonó.
Para demostrar que era un escritor serio, traduciría al francés las obras
del pensador y crítico de arte John Ruskin, al que llevaba leyendo desde hacía
años a través de textos de terceros. Para ello necesitó aprender inglés por su
cuenta y documentarse exhaustivamente sobre los temas que trataba Ruskin,
lo que implicaba viajar a los lugares que el autor describía. Al publicar las
traducciones con introducciones suyas, Proust logró ser tomado en serio, y lo
que es más importante, había logrado pulir su estilo literario hasta crear el
suyo propio y una disciplina de escritura.
LA INTUICIÓN
En 1990 el psicólogo estadounidense Gary Klein realizó un estudio para
demostrar que los mejores expertos tomaban decisiones de forma lógica,
valorando las diferentes alternativas y eligiendo la más adecuada. Pero para
su sorpresa, cuanto más investigaba, más veía que la realidad era todo lo
contrario: los mejores expertos parecía que no estuvieran tomando ninguna
decisión, que contemplaban una situación unos instantes, y sin considerar
alternativas, tomaban una decisión que era la correcta. Varios de los
entrevistados no eran capaces de explicar cómo lo habían hecho; incluso
alguno lo achacaba a poderes extrasensoriales.
Un jefe de bomberos iba a apagar un fuego con sus hombres en la
cocina de una casa. Al echarle agua, el fuego rugía y no se apagaba. Cuando
volvieron a intentarlo, obtuvieron el mismo resultado. El jefe notaba que algo
no iba bien, pero no sabía qué pasaba ni tenía ninguna pista. Mandó que
evacuaran el edificio, y en cuanto lo hicieron, el suelo sobre el que habían
estado, se desplomó. Si hubieran permanecido un poco más, los bomberos
hubieran caído al fuego del sótano, que ni siquiera sabían que existía.
Algunas enfermeras que trabajaban en el ala de natalidad de un
hospital eran capaces de diagnosticar infecciones en los bebés que nadie
podía ver. Hubo casos en los que las pruebas a los bebés daban negativo, pero
al día siguiente, daban positivo, dando la razón a las enfermeras.
Lo que descubrió Klein no fue que esas personas tuvieran poderes
especiales y pudieran ponerse un pañuelo en la cabeza y echar las cartas, sino
que tenían acumulados muchos años de práctica. Veían el conjunto, y de
forma inconsciente asimilaban detalles que habían visto en otros casos a lo
largo de su carrera, lo que les permitía tomar decisiones sin saber por qué, y
acertar.
En el caso del jefe de bomberos, los detalles fueron que el fuego no se
apagaba porque su fuente estaba en el sótano, no en la cocina; el suelo
amortiguaba el sonido; y el fuego emitía más calor de lo esperado porque
venía de abajo y era más grande. Esos, y otros detalles, fueron los que le
permitieron tomar la decisión sin saber por qué.
Y en el caso de las enfermeras, eran pistas muy sutiles de sufrimiento,
tan sutiles que no sabían verbalizarlas, pero que al juntarlas les indicaban que
el bebé tenía una infección.
La intuición no es algo esotérico que escapa a nuestra percepción
racional, es algo que se puede educar con la práctica. A medida que practicas
más una disciplina, esforzándote, más eres capaz de asimilar pequeñas
señales que te indican un patrón y te hacen actuar sin saber muy bien por qué.
Lees muchísimo mejor las situaciones, y actúas de forma mucho más
acertada. Pero sin la práctica, no hay intuición que valga.
Anders Ericsson llama a esto representaciones mentales. Cada
profesión, cada disciplina, desarrolla unas representaciones mentales
concretas muy específicas; no existe una representación mental general.
Los tenistas profesionales son capaces de predecir dónde irá la pelota
cuando el oponente está sacando, incluso antes de que esta toque la raqueta.
No lo hacen observando la raqueta o el brazo, sino las caderas y el tronco del
contrario, para así darles tiempo a prepararse. Es una información que solo
ellos saben leer, y que solo funciona en el tenis. Si tuvieran que jugar un
partido de bádminton o ping-pong, no les funcionaría.
Los ajedrecistas profesionales son capaces de predecir los mejores
movimientos de un solo vistazo. Los mejores futbolistas tienen más
desarrollada la capacidad de ver los patrones en el campo de juego, lo que les
permite discernir cuáles son los movimientos e interacciones más importantes
de los otros jugadores, y por tanto decidir a qué parte del campo ir, cuándo
pasar el balón, y a quién.
Cuando el pintor Matisse vio una película de él dibujando el cuadro
Mujer joven en blanco, fondo rojo (Jeune femme en blanc, fond rouge
(modèle allongé, robe blanche)), se sorprendió al ver su mano moverse por sí
sola antes de comenzar a pintar. Inconscientemente estaba estableciendo las
proporciones entre la chica que iba a dibujar y el tamaño del papel. Al
comenzar un cuadro, los pintores deben utilizar de referencia un elemento de
tamaño medio que servirá de guía para las dimensiones del resto de los
elementos. Matisse, con ese gesto inconsciente, sin darse cuenta estaba
calculando las dimensiones de la cara de la chica. Era una de sus
representaciones mentales.
Y como puedes suponer, con los escritores pasa lo mismo.
MIS REPRESENTACIONES MENTALES
El origen de La aventura de ser escritor nació cuando fui identificando varios
patrones que me rodeaban. Uno de ellos vino de los artículos mensuales que
escribía en mi blog, donde hablaba de mi vida. Con el tiempo me percaté de
que un tema recurrente era la actitud correcta para tener una carrera literaria,
y otro el desarrollo personal, la noción de que con la educación y práctica
correctas se puede mejorar lo que quieras. Eso me fue dando pistas sobre qué
temas hablar en mi blog.
Gracias a las reacciones de mis alumnos, de conocidos, y de aspirantes
a escritor en internet, descubrí que muchos querían ser escritores, pero que se
quemaban por no saber lo básico del mundo editorial y tener unas
expectativas completamente irreales. No tenían un plan que seguir, y lo
dejaban todo en manos de la suerte.
Otro acontecimiento que me dio una pista fue una tertulia literaria a la
que me invitaron. Estaba rodeado de personas que se tomaban la literatura
como afición, aunque se consideraban literatos; no se molestaban en conocer
el mundo editorial, al que despreciaban, ni se planteaban poder vivir de la
escritura; estaban obsesionados con los grandes genios y la inmortalidad, y
pensaban que escribir era cuestión de talento.
Como respuesta a esa tertulia, al mes siguiente di una charla en una
asociación cultural. El tema era cómo vivir de la escritura, e hice una
presentación de hora y media. A los pocos días, todos estos acontecimientos
se juntaron en mi cabeza: ¡ya sabía cuál sería mi siguiente libro para
escritores! Uno que ayudara a escritores en ciernes a no abandonar y lograrlo,
sin prometer milagros, sino siendo realista.
A la hora de escribirlo, me planteé que tendría tres grandes bloques:
desmontar el mito del talento, por lo mucho que frena a los aspirantes a
escritor y lo muy extendido que está; la motivación, para que la gente
aprenda a motivarse a sí misma; y el mundo editorial, para conocer de verdad
las opciones de publicación que existen para ganar dinero.
Con eso en mente, comencé a escribir en ese orden, y los capítulos
fueron surgiendo casi solos. Escribir me inspira, me meto en un estado
mental distinto, mucho más creativo, que me permite ir vislumbrando lo que
quiero contar en el futuro teniendo en cuenta lo que ya he escrito, así que
tengo a mi lado un cuaderno en el que apunto ideas e información que buscar.
Recordaba entradas en mi blog que podrían encajar; las buscaba y las
colocaba en el libro, y al mismo tiempo recordaba información de libros de
no ficción que me vendría bien. Además, me fui leyendo libros sobre el tema,
dos a la semana, e iba seleccionando partes que me podrían valer. Cuando,
después de leer mucho, notaba que una idea estaba bien cuajada, que había
descubierto un patrón en varios libros que encajaba en el conjunto, la escribía
con mis propias palabras en el lugar correspondiente. Una idea me llevaba a
otra y otra, y un libro a otro y otro. Llegaba a lugares desconocidos, y
escribía secciones que no tenía pensado escribir, porque hablan de conceptos
que no recordaba o no les daba importancia, pero entonces descubría que eran
necesarios y mejoraban el libro. Mi mente se iba abriendo a medida que me
adentraba en el proyecto. Iba moviendo cosas de sitio y expandiendo ideas,
corrigiendo y matizando conceptos, hasta llegar al final. Entonces estructuré
y pulí todo.
La creatividad funciona de forma holística, no lineal. Si pretendes
escribir un libro paso a paso, te quedará un puzle frío y aburrido.
Cuando escribo ficción, utilizo el mismo método. Llevo tiempo dándole
vueltas a la historia, y tengo una noción de hacia dónde quiero ir. Voy
apuntando en mi cuaderno ideas que me encantan, sé escenas clave que
quiero escribir, y me dejo llevar por el proceso, siguiendo temas que surgen y
teniendo en cuenta lo que quiero contar y lo ya escrito. Si noto que lo que
escribo no me hace sentir bien, que está un poco desafinado, busco otra
alternativa, porque eso me indica que no va a funcionar. Siempre sigo
adelante, así que no borro y escribo esa otra alternativa, sino que a partir de
ese momento sigo la historia como si hubiera plantado la alternativa mucho
antes; de este modo me aseguro de llegar al final. Y si noto que, por algún
motivo que desconozco, eso que escribo me gusta, aunque se separe de la
historia principal, continúo para saber a dónde me lleva. Estoy tranquilo
porque sé que tengo la reescritura para corregir lo que haga falta.
Gracias a la práctica, escribir me parece más fácil y más gratificante
que nunca: me supone mucho menos esfuerzo que cuando comencé, me dejo
llevar por la escritura, soy capaz de ver errores y enmendarlos, soy
muchísimo más flexible para cambiar cosas e introducir ideas nuevas, me
resulta más fácil expresar lo que realmente quiero expresar y lograr los
efectos que quiero lograr.
Capítulo 7
El hábito de escribir
Tienes que escribir tanto si te apetece como si no.
KHALED HOSSEINI
Si esperas a tener la situación perfecta para ponerte a escribir, nunca lo harás.
Con esto me refiero a que mucha gente sueña con tener un bonito despacho,
un ordenador último modelo, y muchas horas libres al día para poder escribir,
y como no tienen esas cosas, tienen la excusa perfecta para no hacerlo: “Es
que no tengo tiempo”, “Es que no tengo dónde escribir”, “Es que mi
ordenador es muy viejo”, es que, es que, es que. Escribir tiene que ser una de
tus prioridades, y sé consciente de que en esta vida no se puede hacer todo:
asume que escribir te va a quitar tiempo para hacer otras cosas.
Por cómo es su hábito de escritura, existen tres tipos de escritores:
1— Los que se dedican en exclusiva a escribir, porque o bien son
ricos y no necesitan dinero, o sus libros ya generan tanto dinero que son su
mayor fuente de ingresos, y por consiguiente están trabajando en el próximo
libro que genere más ingresos. El segundo caso es el de cualquier escritor que
viva exclusivamente de la escritura.
2— Los que tienen otro trabajo, y concentran su escritura en
periodos de tiempo, ya sea que escriben los fines de semana, o en época de
vacaciones, por ejemplo. En esos periodos escriben muchísimo, para
compensar que no lo pueden hacer todos los días.
Veamos a dos autores que ya vivían de la escritura, pero que
utilizaron esta técnica para encontrar la tranquilidad necesaria para escribir,
que no tenían en su casa. Ray Bradbury redactó la primera versión de
Fahrenheit 451 en nueve días, en la biblioteca de la Universidad de
California, donde alquilaban máquinas de escribir por diez céntimos la media
hora. La escribió allí porque en su casa tenía hijas pequeñas que no hacían
más que interrumpirle cuando intentaba escribir (él acababa jugando con
ellas), y lo hizo tan rápido porque era pobre y no se podía permitir gastar
mucho dinero. Le costó 9,80 dólares.
Algo similar, aunque con muchísimo más dinero (ella sí se podía
permitir alquilar máquinas de escribir o comprarse diamantes a granel y
desayunar kilos de caviar), hizo J. K. Rowling cuando escribió la última parte
de Harry Potter. Además de la presión que sentía por escribir un cierre
satisfactorio para una saga leída por decenas de millones de fans, Rowling
solo encontraba interrupciones en su casa que la impedían concentrarse en el
trabajo. Años antes, si quería tranquilidad, iba a una cafetería y escribía allí,
pero a esas alturas de su carrera ya se podía permitir algo más lujoso.
Comenzó a ir a escribir, algún día suelto, a un hotel de cinco estrellas de
Edimburgo, The Balmoral, y como escribía a gusto, acabó alquilando una
suite —conocida ahora como “Suite J. K. Rowling”, y alquilada por 1.000
libras la noche—, durante cinco meses, hasta que la acabó. Ahí tenía la
tranquilidad que necesitaba más la presión de saber que se estaba dejando una
fortuna durante su estancia. Le costó algo más que 9,80 dólares.
3— Los que tienen otro trabajo, pero sacan tiempo todos los días,
o al menos todas las semanas, para escribir un rato, aunque no sea muy
largo. Saben que día a día irán avanzando en su novela, y que ese esfuerzo
continuado en el tiempo dará sus frutos en el futuro. Si no pueden día a día,
se marcan un plan semanal, y lo cumplen a rajatabla. José Luis Sampedro
escribió con tesón y perseverancia durante 40 años sin ser reconocido como
escritor. Se ganaba la vida como economista y catedrático de Economía, pero
se levantaba a las 4 de la mañana para escribir novelas. Logró publicar una
cuantas que incluso recibieron buenas críticas, pero el éxito no le llegó hasta
que tuvo más de 60 años. Escribía por la mera satisfacción que le producía
escribir novelas.
Scott Turow escribió Presunto inocente (Presumed Innocent) a lo
largo de un año durante los trayectos de media hora en tren que hacía para ir a
trabajar como abogado. Escribía por las mañanas, porque por la tarde estaba
demasiado cansado para ponerse a escribir una novela. Con un portátil
enorme, de los que había en los 80, escribía escenas dispersas que se iban
ocurriendo, y a medida que avanzaba en la historia, encontraba patrones y
una estructura.
Siendo realistas, probablemente tú te encontrarás en la situación 2 o 3
durante mucho tiempo. Por mucho que te encante escribir y quieras tener una
carrera literaria, ¡no dejes tu trabajo actual! Y si no tienes trabajo, búscate
uno que no te queme para que te deje tiempo y energías para escribir.
RUTINA DIARIA
¿Recuerdas la homeostasis del capítulo 3, la tendencia que tenemos a
rechazar el cambio, a quedarnos como estábamos? El truco para superarla es
crearte un hábito. No sé si te ha pasado a ti, pero piensa en la cantidad de
personas que quieren adelgazar y hacen dieta y un poco de ejercicio durante
un tiempo. A poco que se lo tomen en serio, adelgazan, pero la mayoría
vuelven a recupera el peso. Los que se quedan con su nuevo peso son los que
han cambiado sus hábitos de alimentación y de ejercicio: han formado una
nueva homeostasis.
Aquí vamos a ver cómo te puedes crear un hábito diario de escritura,
para que tu comportamiento normal sea escribir todos los días. Me parece
importante que intentes esto antes de desecharlo porque piensas que eres un
escritor de fin de semana. El riesgo del punto 2 es que llegue el momento del
atracón de escritura y no lo hagas por cansancio o pereza; en cambio, si
escribes todos los días, te habrás acostumbrado a ello: las ideas fluirán mejor,
dominarás la parte mecánica, y te sentirás mal si no lo cumples. Si haces esto,
demuestras que te tomas en serio la escritura, y después de unos cuantos
meses, podrás plantearte ser un escritor de fin de semana o vacacional.
No puedo decirte cuándo y durante cuánto tiempo tienes que escribir,
porque cada persona es distinta, pero tienes que probar lo siguiente:
1— Durante una semana, empezando hoy mismo, escribe a
distintas horas del día. Si no tienes un cuento o novela a medias, escribe un
diario, prestándole especial atención a tus opiniones y sentimientos. Tienes
que identificar las horas que te son más productivas, en las que te cuesta
menos escribir. Hay personas muy madrugadoras, se levantan y disparan
frases desde el teclado sin ni siquiera desayunar; hay personas nocturnas que
les inspira la tranquilidad de la noche y escriben mejor antes de acostarse. Yo
no soy ni una ni otra. Nunca me ha gustado madrugar (el “A quien madruga,
Dios ayuda” no es para mí), y mis mejores horas para escribir son de 5 a 9 de
la tarde. Es cuando más energía tengo. También escribo de 12 del mediodía a
las 2 y media, aunque me cuesta un poco más. Por las noches estoy muy
cansado para escribir, y las dedico a leer. Tú tienes que encontrar tus mejores
horas.
2— La siguiente semana, también durante siete días, escribe en
distintos sitios. Si solo tienes un ordenador de sobremesa, puedes moverlo
por distintas partes de la casa: tu cuarto, el salón, el desván, la cocina… Y si
escribes a mano, en un portátil o una tableta, puedes llevártelo a la calle o a
una cafetería. Como en el anterior caso, el objetivo es que encuentres el lugar
de trabajo donde escribes más cómodo. Yo escribo en mi dormitorio, con la
puerta cerrada, y en silencio. Si te inspira la música de fondo, escribe con
música.
Cuando hayas completado estos dos pasos, tendrás la situación ideal,
pero como sabes, lo ideal no existe y la vida es injusta, así que tienes que
encajar tu hábito de escritura en tu día a día.
El objetivo es que todos los días laborables escribas algo. Yo descanso
los domingos, y te recomiendo que hagas lo mismo para recargar las baterías.
Si ves que no te hace falta, escribe todos los días.
Cuando digo que escribas, me refiero a que hagas exclusivamente eso.
La multitarea es una falacia, y no tenemos que estar estimulados en todo
momento. Si estás haciendo varias tareas al tiempo, o interrumpiendo tus
sesiones de escritura cada poco para comprobar algo, jamás entrarás en flujo
y avanzarás poco, habiendo malgastado mucho tiempo.
En Deep Work, Cal Newport habla de un experimento realizado por
Sophie Leroy, una profesora de la Universidad de Minnesota, en 2009. Leroy
descubrió que cuando pasamos de una tarea a otra inmediatamente, se queda
un residuo en la memoria, incluso si hemos completado la anterior, que nos
impide hacer correctamente la siguiente tarea porque estamos pensando en
dos cosas al mismo tiempo.
Newport destaca que el efecto de la multitarea es nocivo y
acumulativo a lo largo del tiempo, haciendo que el cerebro cambie a peor.
Clifford Nass, un profesor de la Universidad de Standford, estudió el
comportamiento en la época digital y llegó a la conclusión de que la gente
acostumbrada a la multitarea es incapaz de separar lo importante de lo
irrelevante, y está crónicamente distraída.
Por eso, a la hora de escribir, es fundamental que te centres solo en
escribir, dándole hasta que llegues a una meta autoimpuesta.
Sabiendo esto, ahora te tienes que plantear lo siguiente (de nuevo,
tienes que probar y encontrar lo que mejor te funcione, yo no te lo puedo
decir):
— Escribir todos los días un número determinado de palabras, y no
paras hasta lograrlo. Yo utilizo este método. Si nunca has escrito, yo
recomiendo que empieces con 300 palabras al día; eso es una cara a doble
espacio en Times New Roman, tamaño 12. Es algo llevadero, y a ese ritmo,
al año tienes una primera versión de una novela. Algo importante: no hace
falta que lo hagas de una sentada, pero sí que lo hagas. Pongamos que por la
mañana, antes de ir a trabajar, escribes 150 palabras; y por la tarde, al
regresar a casa, escribes las 150 que te faltaban, entonces lo dejas hasta el día
siguiente. Cuando llegues a 300, por inspirado que estés, para. No es cuestión
de que te agotes, es cuestión de que te acostumbres a escribir todos los días,
te apetezca o no. A medida que pase el tiempo, tu cerebro se acostumbrará a
ese ritmo, y cada vez te costará menos. Entonces súbelo. Cada seis meses
aumenta el número de palabras. Pongamos que pasas de 300 a 450, y después
a 600. Si ves que el aumento te estresa, bájalo. Tienes que hacer un esfuerzo
mayor, no estresarte. Así encontrarás el número adecuado. Cuantas más
palabras al día escribas, antes acabarás las novelas, y antes encontrarás a tu
público.
— Escribir todos los días un tiempo determinado. Es tiempo
escribiendo, no consultando la Wikipedia o buscando información en Google,
echándole un vistazo a Facebook, o mandando wasaps (“¡Miradme, estoy
escribiendo!”, “Llamadme ¡autor, autor!”, esas cosas que hace la gente con
demasiado tiempo libre y pocas ganas de escribir). No es tiempo para
documentarte, para darle vueltas a la trama, o para sacar la escaleta. Es
tiempo para escribir. Yo recomiendo que sea media hora al día, pero como en
el caso anterior, lo puedes dividir en tandas: diez minutos antes de ir a
trabajar; diez minutos después de comer; y diez minutos antes de cenar.
Tienen que ser minutos productivos, en los que te involucras por completo en
la historia, sin molestarte en la gramática. Te aíslas del mundo, y escribes con
pasión para hacer que avance la historia. El momento de corregirla llegará
más adelante. Aquí también, a los seis meses aumenta el tiempo de escritura,
y vete tanteando hasta que encuentres lo máximo que puedes escribir al día.
Y como en el anterior caso, en cuanto llegues a tu límite, lo dejas para el día
siguiente, por inspirado que estés. Estás creando un hábito, no escribiendo
hasta agotarte.
Cuando ya escribas varias horas seguidas, no olvides descansar de vez
en cuando. Escribir es una tarea que conlleva mucho esfuerzo mental, y
necesitas desconectar. Deja el ordenador durante unos minutos, date un
paseo, y regresa a escribir.
Sergio Fernández, en Vivir sin jefe, cuenta una historia muy ilustrativa
al respecto, sacada del libro La magia de la metáfora (The Magic of
Metaphor), de Nick Owen, y que debes tener en cuenta no solo para tomarte
pequeños descansos a lo largo del día, sino para planificar tu jornada
semanal.
En el cuento un leñador canadiense y un noruego han quedado
finalistas en un concurso de tala de árboles, y ahora, el que corte más árboles
en ocho horas, será el ganador. A los 50 minutos de empezar, el canadiense
deja de oír los hachazos del noruego, por lo que él redobla sus esfuerzos.
Diez minutos más tarde, el noruego vuelve a talar árboles. A medida que
pasan las horas, el canadiense se da cuenta de que el noruego tala sin parar
durante 50 minutos, pero luego descansa diez; él decide seguir con su ritmo
regular, para asegurarse de adelantar al noruego. Cuando pasan las ocho
horas, el canadiense está convencido de haber ganado, pero al contar los
árboles, resulta que el ganador ha sido el noruego.
—Cada hora parabas durante diez minutos. ¿Cómo es posible que
talaras más árboles que yo? —le pregunta el canadiense al noruego.
—Pues realmente es muy sencillo. Cada hora efectivamente paraba.
Pero mientras tú seguías talando, yo me dedicaba a afilar el hacha.
A la hora de escribir no es que tengas que afilar ningún hacha, pero sí
necesitas recargar las pilas. Yo, de vez en cuando, al notar que me estoy
agotando, dejo la escritura durante una semana, y luego la retomo con fuerza.
Tanto si utilizas el método 1 o el 2, vete sumando cómo va avanzando
tu trabajo. Si escribes palabras, puedes instalarte un contador en tu blog, o
llevar la cuenta en un cuaderno. Si utilizas lo de un tiempo determinado, lleva
la cuenta de las palabras escritas y del tiempo empleado. Necesitas ver que
aumentan todos los días. Hace años, cuando se utilizaban las máquinas de
escribir, era obvio que avanzabas en tu novela por cómo ibas llenando
páginas; en el mundo digital podemos pasar por alto todo el trabajo realizado.
Tienes que ver ese contador todos los días. Eso te animará a perseverar,
porque te muestras lo mucho que estás trabajando en tu proyecto y lo que
estás avanzando.
Siendo sincero, habrá algún día que te será imposible escribir. En ese
caso, la solución es ser flexible y buscar una cuota semanal, ya sea de
palabras o de tiempo. Es decir, en vez de 300 palabras al día, tienes que
escribir 1.500 cada semana, y si el martes no has podido, aún tienes el resto
de la semana para escribir las 1.200 que te faltan.
SACANDO TIEMPO
Veamos ahora qué puedes hacer si tienes una agenda muy apretada. Para
completar este paso, tienes que ser realista y hacer el siguiente ejercicio
siendo honrado, no vale quejarse de que no tienes tiempo para escribir.
Durante la siguiente semana, día a día apunta en qué empleas el
tiempo. Tanto en comer, como en trabajar, tomar cafés, ver la tele (ver series
de televisión y películas es ver la tele), socializarte, estar con la familia, hacer
ejercicio, navegar por internet, o usar el móvil. Todo. Cuando lo tengas, ves
de dónde puedes recortar para sacar tiempo para escribir, qué tareas son
inevitables, cuáles puedes delegar, y en cuáles te pueden echar una mano. Lo
tienes que sopesar tú, pero yo de primeras te diría que dejaras la tele, internet
y el móvil bajo mínimos, y así ganas un montón de tiempo. Recuerda que
tienes que sacar tiempo también para leer todos los días. Puedes ver algo de
televisión, o perder un poco de tiempo en internet, para desconectar, pero no
puedes dedicar más tiempo a esas actividades que a escribir y leer. En
general, tómate internet y el móvil como herramientas, no como una forma de
entretenimiento: los utilizas solo cuando los necesitas, sabiendo que buscas
algo concreto, y después los dejas.
Si tienes un trabajo que te exige resultados en vez de tiempo empleado,
cuando estés trabajando, trabaja, y no te lleves tareas a casa. Acabarás antes.
Si estás en un trabajo con un horario fijo, y tienes tiempos muertos, escribe
en ellos, o al menos vete desarrollando ideas. Todas las tareas que hagas a lo
largo del día, incluso cuando te socialices, las haces centrándote en ellas,
viviendo el presente, y cuando te pongas a escribir, haces lo mismo: te
involucras por completo en la escritura y te olvidas del resto.
Y ahora que sabes en qué empleas realmente el tiempo, acuérdate de
sacar tiempo para ti, tiempo en que estés solo y puedas reflexionar sobre tu
vida y tus proyectos literarios. Da un paseo, escucha música, vete a nadar,
haz meditación. Tienes que estar tranquilo, y sin obsesionarte, le vas dando
vueltas a tu situación actual. Con un cuarto de hora basta. Si no lo haces, lo
más probable es que entres en una vorágine de actividades que no te dejen
tiempo para nada y acabarás agotado.
Pide ayuda en casa. Explícales por qué es importante para ti tener
tiempo para escribir, y llega a acuerdos del tipo “Si me dejas media hora
todos los días, los fines de semana hago yo la comida”; o, “Si cuidas a los
niños durante media hora todos los días, yo los cuidaré cuando vayas a yoga”.
Tienes que tomártelo en serio. Si alguien te llama para tomar unas
cervezas cuando estás escribiendo, di que no; o te quiere encasquetar a sus
niños porque estás en casa con tu hobby (de hobby nada, trabajo), di que no.
Aprende a decir sí y a decir no sin sentirte mal: tienes que tener el control de
tu tiempo.
Si te llaman egoísta, que te lo llamen. Estás luchando por tu sueño sin
hacer daño a nadie. Tal vez la gente que te lo llama estaba acostumbrada a
tomarte por sentado y hacer planes contando con tu ayuda sin preguntarte. Si
no lo entienden, es su problema. Como dijo Steve Jobs, “Tu tiempo es
limitado, no lo malgastes viviendo la vida de otros”.
El psicólogo Antoni Bolinches, en La felicidad personal, reconoce que
todos somos egoístas, que el egoísmo se explica evolutivamente como la
manifestación socializada del instinto de conservación, que es una actitud
vital necesaria para la preservación de la propia individualidad, y que el
egoísmo cambia dependiendo del punto de vista y las circunstancias: si yo
quiero ir al cine y mi pareja no, para mí ella será egoísta, y yo lo seré para
ella; pero si ambos queremos ir al cine, ninguno lo será.
Sin egoísmo, no existirían las sociedades, no tendríamos sentido de
superación personal, los sistemas políticos entrarían en crisis (los dictadores
no querrían serlo, pues no tendrían opiniones y conductas que imponer, y en
las democracias, al cederse todos a todos las preferencias en las listas
electorales, sería imposible celebrar elecciones), se disgregarían las familias
(los padres no querrían transcenderse en sus hijos, no se molestarían en
educarlos, y serían demasiado permisivos), se empobrecerían las artes
(ningún artista se esmeraría en superarse a sí mismo en cada obra y en
innovar y transgredir las normas), desaparecería el deporte espectáculo (sin
superación personal, sería imposible que existiera) y los avances científicos
(ningún científico dedicaría su vida a la ciencia). La cuestión no es reprimir
nuestro egoísmo, sino lograr que esté en equilibrio con el egoísmo de los
demás, para que funcione la sociedad.
Reconoce que eres egoísta, que escribes porque te importa mucho a ti,
aprende a negociar y a poner tus límites, no te olvides de los demás, y
siéntete bien por estar trabajando en tu sueño de escritor.
Capítulo 8
Tus motivos para escribir
El éxito sin sentirte realizado es un fracaso.
ANTHONY ROBBINS
Veamos un poco de psicología, porque es importante antes de dar el siguiente
paso. No quiero que te aprendas de memoria todas las categorías que vienen
abajo, quiero que simplemente las leas, y vayas pensando dónde estás tú y tu
escritura. Más adelante veremos cómo sacar los motivos que te hacen
escribir: en cuanto sepas el por qué, encontrarás el cómo, y ya nada ni nadie
te detendrá.
ABRAHAM MASLOW
Vayamos a la famosa pirámide de Maslow. Abraham Maslow estudió las
necesidades humanas a mediados del XX y las colocó en una escala, que fue
perfeccionando a lo largo de su vida, al estudiar a las personas que se sentían
realizadas.
Aunque no es perfecta y simplifica demasiado el comportamiento
humano, es muy útil para tener una primera visión de lo que nos mueve a las
personas.
Maslow dividió las necesidades humanas en cinco segmentos, y según
él, para ir ascendiendo primero había que tener satisfechas las necesidades del
escalón anterior. Por lo tanto, se lee de abajo a arriba.
En el nivel inferior tenemos las necesidades fisiológicas, sin ellas nos
moriríamos. Aquí entra la comida y el agua, el descanso, el oxígeno, que el
cuerpo mantenga una temperatura corporal constante, y sorprendentemente,
el sexo (yo diría que el sexo es necesario para que continúe la especie
humana, pero no es fundamental para el individuo; nadie fallece por no echar
un polvete, aunque me alegro mucho de que todos mis antepasados lo
practicaran). Tiene sentido que si te estás ahogando, no te preocupes por
caerle bien a los suegros o por tu carrera universitaria.
Una vez que tenemos cubiertas esas necesidades básicas, subimos un
escalón y estamos en el de la seguridad. Aquí nos defendemos a nosotros y a
los que queremos de depredadores. Necesitamos una casa segura, un buen
vecindario, un salario digno, un seguro de vida. El dinero está en este nivel.
Estos dos primeros niveles son fundamentales para vivir. Si no tenemos
dinero que nos cubra las necesidades básicas, o alguien que nos ayude a
hacerlo, no podremos dedicarnos a escribir.
El siguiente nivel es el de afiliación, o amor y permanencia si prefieres.
Entra la amistad, la familia, la pareja. Es encontrar un entorno donde encajar,
querer y que nos quieran, donde puedas expresarte y vivir con libertad. Para
tener una carrera literaria es muy importante rodearte de gente creativa que se
tome sus actividades como una profesión. Lo ideal es tener amigos escritores
que estén en tu misma fase en la carrera literaria, para animaros, aunque sea a
través de e-mails, y otros por encima, para motivarte a alcanzar su nivel.
Más arriba viene el escalón de reconocimiento, que se divide en dos: la
estima alta y la estima baja. La primera se refiere a nuestra estima interior, es
decir, la autoestima, la confianza en uno mismo, verse competente para
realizar tareas, la maestría, los logros, la independencia y la libertad. Aquí
entraría la noción de ser capaz de escribir novelas.
La estima baja se refiere a la estima social: necesidad de atención, de
aprecio, de reconocimiento, de reputación, estatus, dignidad, fama, éxito,
gloria. En el caso de los escritores, algo de reconocimiento necesitas, que te
refuerce que lo estás haciendo bien, aunque solo sea un puñado de seguidores
de tu blog, o cuatro críticas positivas en Amazon. Así te aseguras de forzarte
a mejorar.
Y en la cúspide está la autorrealización, que solo alcanzan los
verdaderamente felices. Es encontrar tu misión en la vida y crecer y crecer
hasta que mueras, siempre respetando a los demás, siempre de una forma
ética (Hitler no se autorrealizó). No tienen prejuicios, son creativos y
espontáneos, aceptan la vida como es, y son resolutos.
El objetivo de todo ser humano es llegar a ese nivel de autorrealización
para llevar una vida plena, aunque a mí no me parece que haya que cumplir
con todos los niveles anteriores para alcanzar la autorrealización. Un escritor
necesita escribir aun sin alcanzar el éxito o la fama; lo necesita porque es una
parte integral de su ser, y si no lo hiciera, no sería feliz.
Al final de su vida, Maslow sacó una serie de comportamientos que
ayudaban a lograr la autorrealización. Veámoslos con ejemplos para la
escritura.
1— Opciones de crecimiento. Es elegir las opciones que te hagan
crecer como escritor, no las que te hagan evitar miedos. Haz que cada
proyecto en el que te embarques te fuerce a hacer cosas que antes no sabías
hacer, sé cada vez más ambicioso, crece, en vez de buscar proyectos fáciles
que no te fuerzan a arriesgarte.
2— Honradez. Sé tú mismo, y asume las consecuencias. No intentes
ser otro por complacer a la gente, o por ampliar tu público. Puede que no seas
el más popular, pero serás más feliz. No sigas modas simplemente por
seguirlas o para tener temas de conversación. No sigas modas editoriales
buscando la publicación, eso es como los galgos que quieren alcanzar la
liebre mecánica; cuando hayas terminado tu novela, la moda posiblemente
haya pasado. Lee lo que realmente te interesa, no solo los últimos best
sellers. Solo así lograrás tener una voz auténtica como escritor, sin importar
si te leen muchos o pocos.
3— Busca experiencias plenas. Son los estados de flujo. Busca en lo
que eres bueno y te hace disfrutar, y saca tiempo para ello. Escribe porque
escribir te encanta.
4— No estés a la defensiva. No justifiques por qué no puedes alcanzar
tus metas con frases como “Si tuviera más tiempo…”, “Si fuera rico…”, “Si
hubiera tenido mejor educación…”. Mira qué es lo que te falta para llegar a
ser el escritor que te gustaría ser, y da pasos concretos para lograrlo.
5— Escucha quién eres tú. Tienes que prestar atención a tus
sentimientos para saber en qué te quieres convertir, e ignorar lo que otros te
digan en qué tienes que convertirte.
6— No ignores otras experiencias. Ser escritor no significa encerrarse
en una cueva a escribir aislado del mundo, disfruta de la vida y de los que te
rodean.
DESEOS HUMANOS
El filósofo José Antonio Marina, en Los secretos de la motivación, saca tres
deseos básicos de las personas, que tienen puntos en común con la pirámide
de Maslow:
1— El deseo de bienestar personal. Queremos vivir bien, lo que
implica que buscamos el placer y evitamos el dolor, la ansiedad y la tensión.
Buscamos realizar actividades y alcanzar logros porque disfrutamos con
ellos. Escribir tiene que ser para ti uno de esos deseos.
2— El deseo de relacionarse socialmente, formar parte de un grupo
o ser aceptado. Serían los niveles tres y cuatro de Maslow, los de afiliación y
reconocimiento. Somos seres sociales, y necesitamos sentirnos queridos y
apreciados.
3— El deseo de ampliar las posibilidades de acción. Sería la
autorrealización de Maslow. Deseamos ir mejorando cada vez más, para cada
vez alcanzar metas más ambiciosas. Es un deseo exclusivamente humano.
José Luis Urcola, en La motivación empieza en uno mismo, habla de
tres tipos de motivación transcendente, que van más allá de la obtención de
dinero para motivarnos. Como verás, comparten elementos con Maslow y
Marina.
1— Sentido de utilidad y servicio. Nos motivamos más si
encontramos un sentido de utilidad a lo que hacemos, si vemos que de alguna
manera nuestra actividad beneficiará a otros. En el caso de escribir novelas,
motivos muy nobles son hacer que la gente con tus libros deje de lado sus
problemas durante un tiempo o que se lo pase bien.
2— Crecimiento personal. Es normal querer mejorar en un trabajo,
para ser mejores en él, pero la motivación aumenta si ese trabajo fomenta que
mejoremos personalmente. En el caso de la escritura, si queremos ser mejores
escritores, tenemos que cambiar, por lo que acabaremos creciendo,
mejorando personalmente con cada proyecto.
3— La autorrealización. De nuevo, nuestro amigo Maslow. Las
personas autorrealizadas han encontrado su misión vital, y la tarea que
realizan les da tanta satisfacción y les hace crecer tanto, que podrían hacerla
sin ninguna recompensa económica. Les importa poco lo que piensen los
otros de ellos, y se autorregulan para seguir creciendo. Imagínate que te
preguntara, ¿qué harías si mañana te tocara un millón de euros? Si no dices
seguir escribiendo (más otras cosas, que para eso te lo has ganado), tal vez
escribir novelas no sea tu vocación.
El experto en desarrollo personal Anthony Robbins saca seis
necesidades básicas para sentirse realizado y ser feliz, que se asemejan a lo
que hemos visto hasta ahora.
1— Necesidad de certeza. En nuestra vida debemos tener un nivel de
certeza, de seguridad, de lo contrario no podemos ser eficaces. Si no tienes
unas necesidades básicas garantizadas, un mínimo de seguridad, no vas a
poder escribir, te bloquearás.
2— Necesidad de incertidumbre. Si supiéramos cómo sería nuestra
vida sin ninguna sorpresa, nos aburriríamos y desesperaríamos, por eso
necesitamos tener un cierto grado de incertidumbre. Para ser sincero, la vida
del escritor tiene mucho más de incertidumbre que de certeza, así que tienes
que llevarte bien con ella. A la hora de crear, también es necesario tener un
grado de incertidumbre, para que te vengan ideas inesperadas y mejoren el
conjunto.
3— Necesidad de sentido. Sientes que tu vida cuenta, es importante y
especial, que tu vida tiene significado. En el caso de los escritores, el sentido
nos viene a través de la escritura, que nos completa.
4— Necesidad de conexión y amor. Este sería el nivel 3 de Maslow,
el de la afiliación. Amar y ser amados, encontrar un lugar donde encajar y
nos quieran. Rodéate de personas que te quieran y entiendan tu sueño de ser
escritor.
Robbins considera que estas cuatro necesidades son básicas, pero que
las dos últimas, que son las más difíciles de completar, son las que realmente
separan a las personas felices del resto.
5— Necesidad de crecer. En la vida, tienes que crecer constantemente,
de lo contrario te estancas y te oxidas. Y como escritor, cada vez tienes que
ponerte retos más ambiciosos que te fuercen a crecer.
6— Contribuir más allá de ti mismo de una forma significativa.
Sería lo que José Luis Urcola llama el sentido de utilidad y servicio, es lo que
hace que a la hora de cubrir estas necesidades, busques alternativas éticas y
que afecten de forma positiva a los demás.
TUS MOTIVOS PARA ESCRIBIR
Ahora que ya conoces las necesidades humanas, vas a averiguar tus razones
para escribir.
Abre un documento de texto, o coge un cuaderno, y escribe en la parte
de arriba “Por qué escribo”. Durante diez minutos, sin censurarte (nadie lo va
a leer), escribe todo lo que te venga a la cabeza. Piensa qué te hace sentir la
escritura, qué esperas conseguir con tus libros, qué reacción pretendes lograr
en tus lectores, por qué escribes en vez de hacer cualquier otra cosa.
Recuerda las necesidades humanas, e intenta averiguar cómo te las cubre la
escritura. Cualquier respuesta es buena: hacerme rico, hacerme famoso, ligar,
tener una intensa vida sexual, trabajar sin jefe, trabajar desde casa, que me
admiren…
Cuando lo tengas, descansa un rato y lee los resultados. Busca las
razones que te hacen escribir, y saca entre cinco y diez frases que resuman
bien tus motivos. A lo largo de los siguientes días, cada día coge una de esas
frases y las exploras escribiendo sin censurarte, también durante diez
minutos, y averiguas por qué es importante.
Puedes hacer este ejercicio cada seis meses, porque a medida que
creces como escritor, tus respuestas irán cambiando.
Aquí tienes las mías; he sacado once:
— Me encanta. Disfruto muchísimo escribiendo tanto ficción como no
ficción. No es que todos los días me apetezca o que todos los días vaya como
la seda, pero si no lo hago, siento que no he aprovechado bien el día. Me hace
sentir bien y le da dirección a mi vida. No sé si algún día podré vivir
exclusivamente de la escritura, pero lo que sí sé es que si abandonara, sentiría
un vacío interior y unas tremendas ansias por escribir, que era lo que sentí
durante los muchos años que no me atreví a escribir, así que no tengo
ninguna intención de dejarlo.
— Conocerme mejor, crecer y aprender. Con cada proyecto
aprendo cosas nuevas de la vida y de mí mismo. Es algo que ni me imaginaba
que pudiera pasar con la escritura, y ahora es una de las cosas que más me
gustan.
— Ganar dinero. Es mi trabajo, y al igual que todo el mundo, yo no
trabajo gratis. La gente que dice “Pero si te gusta” para justificar que no
debería buscar una recompensa económica, supongo que es gente que no está
a gusto con su trabajo, y en vez de hacer algo para cambiar su situación,
espera que yo cambie la mía y me tenga que esclavizar en un trabajo que odie
solo para hacer dinero. Sé que primero viene la pasión por escribir, y luego el
ver cómo ganar dinero con esa pasión.
— Trabajar desde casa. Sin politiqueos de oficina, sin atascos, y con
el horario que yo quiera. Como a los españoles de mi generación, se me
educó para que fuera funcionario sin pensar en si me atraía esa vida o no. No,
jamás me atrajo, y hago justo lo contrario. Prefiero ser un escritor pobre pero
feliz, que un funcionario con un sueldo garantizado.
— Vivir sin jefe. Nunca me ha gustado que me manden.
— Recuperar al niño que tengo dentro. Lo pasé fatal en la infancia,
donde se me inculcó desesperanza porque no había manera de cambiar mis
circunstancias; daba igual que me quejara o pidiera ayuda. Nadie me enseñó
que lo importante no son las cartas que te han tocado, sino cómo las juegas, y
que siempre hay alternativas. Mi refugio era demostrar que era inteligente;
dejé de hacer el tonto y de soñar demasiado temprano. Ahora me gano la vida
fantaseando y enseñando a fantasear.
— Hacer que la gente se olvide de sus problemas por un rato. Me
encanta la literatura como entretenimiento, y es lo que escribo. No entiendo
por qué en España se le da una pátina intelectual a la lectura, incluso a las
novelas más intrascendentes, como si leer por el mero placer de perderte en
una historia de ficción fuera malo. Incomprensible. Es como que solo
pudieras hacer el amor cuando quisieras tener hijos.
— Hacer que la gente tenga ganas de vivir la vida. Me encanta la
literatura vitalista, en la que los personajes, a pesar de tener que hacer frente a
grandes desafíos, no pierden la esperanza de un futuro mejor y luchan por
conseguirlo. Así son mis novelas.
— Enseñar a la gente que los sueños se pueden lograr con esfuerzo.
Esos son mis libros de no ficción y mi blog. Viene de mi infancia, de la
noción que me grabaron a fuego de así naciste, así te quedas, y así morirás, y
no puedes hacer nada por cambiarlo. El cambio es posible, pero es costoso, y
lo mismo ocurre con alcanzar los sueños: solo con esfuerzo se pueden lograr.
— Demostrar que se puede vivir de la escritura. “Es imposible”,
“Nadie lo logra”, “Eres demasiado optimista”, etc, etc, etc… Te van a acosar
con este tipo de comentarios. Normalmente es gente resentida o cobarde que
no lucha por sus sueños, y te quiere tirar para abajo, para que estés a su nivel.
No tengo prisa y soy muy perseverante, y si no logro vivir exclusivamente de
la escritura, al menos las actividades que realice para ganar dinero estarán
relacionadas con ella. No es que más tarde vaya donde los agoreros y les diga
“¿Veis? Estabais equivocados”, porque a esa gente la saco de mi vida, sino
que quiero que mi comportamiento sirva de modelo a otros escritores.
— Enseñar a escribir ficción. Aquí también me refiero a mi no
ficción. Me parece que se enseña muy mal en España, que generalmente no
saben explicar qué es una historia, le dan excesiva importancia al estilo, y
asumen que la noción de historia la vas adquiriendo sola, a base de escribir y
escribir y correcciones llenas de vaguedades. Demencial. Es como si
quisieras aprender a tocar el violín y el primer día te dan uno y te mandan
tocar sin ningún tipo de instrucción, pero te dicen que toques y toques con
más pasión y garbo, que al final tocarás bien.
Capítulo 9
Las expectativas
Tanto si crees que puedes como si no, tienes razón.
HENRY FORD
Para motivarme mientras escribo, ya sea un libro de no ficción o una novela,
me involucro por completo en el proyecto por dos motivos, y luego doy un
tercer paso:
1— Me encanta lo que estoy haciendo; ¡demonios, me he metido de
forma voluntaria y sin cobrar un céntimo, como para hacerlo sin gustarme!
Me esfuerzo para que quede lo mejor que pueda, corrigiendo errores del
pasado. Si me moviera solo por dinero, haría tiempo que hubiera dejado de
escribir. La única garantía que tengo cuando escribo es que parto de cero
ingresos y no sé si crecerán mucho, poco o nada.
2— Pienso que va a tener una buena aceptación. En el caso de las
novelas, mientras escribo pienso que esa será la que me abra las puertas de
las editoriales, y que logrará que me asiente como novelista. Y en el caso de
los libros autoeditados, pienso que van a tener buenas ventas, porque sí,
necesito ganar dinero.
3— Cuando acabo, hago lo siguiente, y es fundamental para no
frustrarse: me distancio emocionalmente de ese proyecto por completo y
me pongo con el siguiente, al que le echo toda mi pasión. Esa distancia
emocional es la que me permite recibir rechazos y fracasos sin que me
afecten, y analizar cuáles pueden ser sus defectos y si yo puedo hacer algo
para solucionarlos; y como siempre estoy con algo entre manos, no me
desespero porque pienso que si un proyecto no funciona, lo hará el siguiente.
Más de una vez he oído decir que tu novela es tu niño, tu hijo, o cosas
por el estilo. ¡No digas eso! Así solo vas a conseguir sufrir. Y la gente que lo
dice, ¿qué pretende, escribir solo una o dos novelas en su vida? Apasiónate
durante el proceso de escritura, pero luego distánciate; de lo contrario, lo vas
a pasar muy mal.
En este capítulo veremos cómo las expectativas de éxito que
tengamos nos van a ayudar a terminar nuestros proyectos, o por el contrario,
limitarnos y ponernos la zancadilla.
OPTIMISMO VS. PESIMISMO
Para tener una carrera literaria es importante ser optimista. No hay más vuelta
de hoja.
En mi vida he sido pesimista y he sido optimista. No le veo ningún
sentido al pesimismo: te hace sufrir, no te arriesgas casi nunca, vas temeroso
por el mundo, y te cabrea que a los optimistas les vaya bien. No vuelvo a ser
pesimista ni aunque me asegurase una noche apasionada con Rihanna.
De pura casualidad, con 30 años descubrí la inteligencia emocional en
unas jornadas con ponentes en su mayoría norteamericanos, y fui
convirtiéndome en optimista, leyendo libros y más libros (principalmente
estadounidenses) y no volví la vista atrás. Fue como esa gente que encuentra
a Jesús y renace.
Me defino como soñador realista. Sueño mucho, pero sé que tengo
que trabajar para que mis sueños se hagan realidad y que a veces, por mucho
que me esfuerce y quiera, no salen. Me quedo tranquilo, porque al menos lo
he intentado, y he aprendido más de una lección en el proceso. Sé qué es la
frustración por no atreverse, y no quiero volver a sentirla jamás. Sé que solo
soñando, o esperando que suceda siempre lo mejor, no se logra nada o sufrir
inútilmente. Este es mi concepto de optimismo, y es el que recomiendo que
adquieras tú.
Muchos libros de autoayuda malos han distorsionado la noción de
optimismo, mezclándola con espiritualidad de opereta, y aseguran que tienes
que rechazar la negatividad de tus pensamientos y emociones, porque lo que
piensas lo atraes en la realidad. Así tienes a gente que se reprime soltar un
taco cuando alguien se le cruza de malas maneras conduciendo, cabrearse
cuando ve una injusticia, o intenta ser todo sonrisas cuando siente un malestar
físico, porque cree que la negatividad atrae malos acontecimientos, cuando lo
que realmente tiene que hacer es ir al médico porque tiene una infección de
caballo.
Otro tipo de optimismo dañino es el que siempre espera que pase lo
mejor, como al final de La vida de Brian (Life of Brian), de los Monty
Python, donde los crucificados se ponen a cantar que siempre veas el lado
bueno de las cosas. ¿Que pierdes una pierna? Bueno, seguro que vuelve a
crecer o no la necesitabas. ¿Que te han diagnosticado cáncer? Bueno, seguro
que desaparece. ¿Que has perdido a un ser querido? Bueno, seguro que luego
viene alguien que reemplaza su hueco.
Este tipo de optimismo tapa la realidad, y hace que los problemas se
acrecienten cuando se podían haber solucionado, o al menos aminorado, con
muy poco esfuerzo al principio. También provoca angustia en las personas,
porque se creen que solo hace falta desear lo mejor para que se cumpla, y
como la realidad no es así, o bien se culpan a sí mismas por haber atraído
inconscientemente esos acontecimientos, o se bloquean y no saben cómo
reaccionar para superar los obstáculos.
Una educación religiosa muy estricta puede provocar este tipo de
angustia: he sido malo, aunque no sé qué he hecho mal, y Dios me ha
castigado; sufro en esta vida sin merecerlo por la ley del karma, por lo que
hice en otra vida… Puedes tener o no nociones espirituales —de hecho, me
parece sano buscar tu sentido de la espiritualidad, y después llegar a
conclusiones personales, incluyendo el ateísmo—, pero mi postura es que si
te crean angustia y hacen que te sientas culpable sin motivo, lo mejor es no
tenerlas.
Una cosa es vivir pensando en arcoíris y unicornios saltarines, paz
mundial y amor universal, y otra es que los sentimientos negativos te
superen, o te hagan rumiar los problemas constantemente y eviten que te
pongas en acción para solucionarlos. Hay que buscar un equilibrio
emocional.
Este tipo de optimismo cursi es el que atacan los pesimistas, sin saber
que existe otro tipo de optimismo mucho más realista. Los agoreros que no
hacen más que quejarse de que las cosas no van a salir sin ni siquiera
intentarlo, ven siempre el vaso medio vacío, abandonan a las primeras de
cambio, se ríen de ti cuando dices que eres optimista, solo destacan las cosas
que podrían ir mal si lo intentas. No hacen más que preocuparse y
preocuparse, cuando podrían estar probando cosas e improvisando para salir
adelante. Sinceramente, prefiero comerme una cosecha de limones entera que
estar cerca de ellos. Estando a su lado, me tengo que frenar para no gritarles:
¡Deja de quejarte, deja de darle vueltas, deja de buscar excusas para no
intentarlo, y HAZ ALGO!
Desgraciadamente, en Europa se fomenta el pesimismo. Luis Rojas
Marcos, en La autoestima, cuenta que en Estados Unidos sucede todo lo
contrario. Es una sociedad optimista, donde la mayoría de la población
considera que con optimismo se puede vencer cualquier adversidad, y que las
personas felices tienen más posibilidades de ir al cielo. Mientras que en
Europa ser optimista está mal visto. La culpa la tienen los filósofos tétricos y
cenizos europeos, que han influido tremendamente en la cultura del Viejo
Continente, quienes durante siglos y siglos se han centrado en los aspectos
negativos de la existencia y han tachado de ingenuo, inculto e ignorante al
optimista.
En fin, ellos sabrán. Llámame tonto, pero deja que sea feliz. Y que
esos agonías atosiguen a otro.
El psicólogo W. Doyle Gentry en Happiness for Dummies compara a
los optimistas y los pesimistas, y aparte de la obvia, que somos más felices,
saca, entre otras, estas conclusiones:
—Son más seguros de sí mismos que los pesimistas.
—Es más probable que resuelvan mejor los problemas.
—Persisten y perseveran.
—Buscan de forma más activa la consecución de la felicidad.
—Aprovechan mejor las segundas oportunidades.
—No suelen culpar a otros por sus desgracias.
—Lidian mejor con el estrés.
Si aún no te he convencido, pasemos a la siguiente sección.
PROFECÍAS QUE SE AUTOCUMPLEN
Las profecías que se autocumplen son aquellas que acaban haciéndose
realidad por la actitud de la que partíamos, por eso es muy importante creer
que lo vas a lograr. Tienen mucho que ver con la mentalidad de crecimiento y
mentalidad fija de Carol Dweck.
Dependiendo de tu actitud, se van a crear dos espirales: una ascendente,
con la que vas a lograr muchísimo más en la vida, y otra descendente, con la
que te frenas y consigues muy poco. Básicamente es así: creo que puedo
bailar, a medida que lo intento, voy mejorando, y eso me anima a intentarlo
más y más, y como cada vez bailo mejor, practico más y más; pero si parto de
la idea de que no sé bailar y nunca podré hacerlo, yo mismo confirmaré, al no
intentarlo o al intentarlo sin estar motivado, que estaba en lo correcto.
Veámoslas con detenimiento.
Espiral ascendente: Yo puedo.
Partes de la noción de que eres capaz de lograr la tarea que te
propones. Tienes fe en ti mismo, porque lo has logrado anteriormente (o algo
similar). Ya sabes que el truco para ir ampliando tus logros es ir saliendo
gradualmente de tu zona de confort, para que los grandes retos no te
paralicen. Una vez que has completado una novela, te lanzas a la siguiente,
que será más ambiciosa, con más ganas.
Como tienes confianza en ti mismo, tu comportamiento es mucho
más seguro. Estás convencido de que lo vas a lograr; el éxito está
garantizado. Volviendo al principio de este capítulo, esto sería el punto 2;
durante el proceso de escritura yo estoy convencido de que será un éxito.
Cuando acabo, si no es así, aprendo lecciones para volverlo a intentar con
otra novela.
Al ser tu comportamiento mucho más seguro, has completado la tarea,
y eso provoca que aumente tu confianza en ti mismo. Y vuelves al
principio: eres capaz de lograr la tarea, tu comportamiento es mucho más
seguro, aumenta tu confianza en ti mismo…
Espiral descendente: Yo no puedo.
Es la hermana mala de la anterior. Partes de la noción de que no eres
capaz de lograr eso que te propones, porque rara vez logras lo que quieres,
o con un único fracaso te convences de que no vales para eso. Recuerda que
en la escritura necesitas años de práctica para poder alcanzar un nivel
profesional.
Esto provoca que te pongas a ello sin entusiasmo, buscando evitar el
fracaso en vez de alcanzar el éxito. El resultado, inevitablemente, es malo.
Como consecuencia del churro que te ha quedado, te reafirmas en la
idea de que no vales para eso. Ya lo sabías tú. Lo que no sabías es que tú
mismo has provocado el fracaso. Y entonces, vuelves al principio: no eres
capaz de lograrlo, te pones a ello sin entusiasmo, te reafirmas en la idea de
que no vales para eso…
La programación neurolingüística, aparte de estudiar cómo influyen
nuestras emociones en nuestro comportamiento, analiza cómo lo que nos
decimos a nosotros mismos nos limita o nos ayuda a conseguir nuestros
objetivos. Si en algún momento dudas de tu capacidad como escritor, para
evitar caer en la espiral descendente, yo recomiendo que hagas los siguientes
cambios:
— Cuando te digas o pienses “No puedo”, cámbialo por “Hasta ahora
no podía”. Ya sabes que con tiempo y esfuerzo podrás. No dejes que tu
pasado condicione tu futuro. En el pasado eras de una determinada forma, a
partir de ahora, eres de otra.
— Cuando tengas que hacer frente a un problema o a una situación
que no te gusta, llámalo un reto o desafío. Un problema tiene connotaciones
negativas, hace que queramos evitarlo, mientras que un reto es algo que
buscas voluntariamente, y superarlo te hace sentir bien. Ya sé que si ha
surgido sin tú quererlo no ha sido de forma voluntaria, pero haz este cambio,
y verás la diferencia.
— Cuando tengas que solucionar un entuerto, cambia el “¿Quién tiene
la culpa?” por “¿Cuál es la solución?”. Una vez se haya solucionado el
problema, perdón, el desafío, verás si buscas culpables que tengan que asumir
consecuencias. Esto te hará ser mucho más resoluto.
VISUALIZANDO EL ÉXITO
Una técnica muy efectiva para motivarte los días que no te apetece es
visualizar el éxito. Ya sabes que solo visualizando no se logra nada, pero sí te
da la energía para ponerte a trabajar.
Si tienes uno de esos días, cierra los ojos e imagínate que estás
escribiendo donde escribes habitualmente. Céntrate en los sentidos. Lo ves
desde tu punto de vista, y estás escribiendo muy contento, porque la escritura
fluye. Fíjate en lo que ves, en lo que oyes, en lo que sientes. Céntrate en tus
sentimientos. Estás inmensamente feliz y emocionado, porque vas a acabar tu
novela. Ahora intensifica la emoción, que te inunde por completo, ya que
acabas de poner el punto final. Mantente con los ojos cerrados durante unos
instantes, recreándote en la emoción. Abre los ojos, y ponte a escribir.
También ayuda que hagas visualizaciones de los motivos que tienes
para escribir (revisa el capítulo anterior). Imagínate que lo has logrado, y que
estás viviendo, momento a momento, una de esas situaciones en el presente.
De nuevo, fíjate en los sentidos, y en lo que sientes. Aumenta la intensidad de
tus emociones positivas, y permanece unos instantes con los ojos cerrados,
disfrutando.
Luego abre los ojos, y ponte a trabajar para que esas visiones se hagan
realidad.
Otra técnica, que a mí me ayudó mucho cuando empecé para no
abandonar, es decir que vas a escribir una novela. No me refiero a que seas
un cantamañanas de esos que hoy dice que va a escribir una novela, mañana
que le ha dado por la jota aragonesa, y pasado por el feng shui. No, me refiero
a que lo dices, y lo haces.
Cuando escribí mi primera novela, lo puse en mi blog, en una serie de
artículos en los que contaba cómo iba avanzando, sin desvelar nada de la
trama, y todo lo que había aprendido del arte de escribir ficción. Durante los
periodos más duros, donde dudaba seriamente que fuera capaz de terminarla,
me decía que no podía dejarlo, porque había gente que no me conocía de
nada que estaba siguiendo esos artículos mensuales. De estas dudas no dije
nada. Así que perseveré y perseveré hasta acabarla, y esos artículos, que se
volvieron los más populares de mi blog, fueron el origen de Atrévete a ser
escritor y de mis clases de escritura.
Si no hubiera dicho que estaba escribiendo una novela, posiblemente
habría abandonado mi sueño de ser escritor.
También recomiendo que des un paso más allá y vayas diciendo que
eres escritor. No solo en tu blog, sino en la vida real.
Como ya he dicho anteriormente, te tienes que formar como escritor,
pero tienes que tener claro que eres uno, no porque te mole que te griten
“¡Autor, autor!”, te paren por la calle para pedirte autógrafos y selfis, y las
chicas te tiren el sujetador en un ataque de histeria (si tienes esa idea de lo
que es ser un escritor, te esperan desagradables sorpresas), sino porque
escribes muchísimo, incluso cuando no te apetece, y lees muchísimo para
mejorar. Tienes que mostrar seguridad, que crees en ti, que lo vas a lograr,
que sabes lo que estás haciendo.
Lo que no recomiendo es eso de “fingirlo hasta lograrlo”. Me parece
contraproducente, te fuerza a ir mintiendo a la gente, y te puede crear mucha
angustia si eso que vas vendiendo no se cumple. Di que eres escritor y sé
honrado: “Estoy escribiendo mi primera novela”, “Estoy dando los primero
pasos”. Recuerda que eso que dices lo tienes que demostrar con hechos:
trabaja, trabaja y trabaja.
Al principio me costaba mucho decir que era escritor, y no lo
comencé a decir en la vida real hasta que estaba finalizando mi primera
novela, cuando llevaba escribiendo más de tres años y medio. Decía que era
montador cinematográfico y escritor, y poco a poco lo de escritor fue
poniéndose delante, hasta que lo de montador se cayó por completo (también
porque había dejado el trabajo).
Cuando veía que mi primera novela me la rechazaban una y otra vez,
y que mis ahorros menguaban, me ayudó mucho para seguir adelante porque
ya había dicho que era escritor, y lo decía en serio.
Antes de que la realidad me golpeara —como le pasa a la mayoría de
los escritores que están empezando, pensaba que esto era mucho más fácil—,
creía que tenía la publicación de mi primera novela garantizada, y que ya solo
era cuestión de escribir una novela tras otra, para que mi número de lectores
creciera, hasta que pudiera vivir exclusivamente de la escritura. Llevaba
escribiendo un blog unos años para promocionarme, me había formado como
escritor a través de un montón de libros y cursos, no partía de cero, porque
venía del mundo del audiovisual y sabía estructurar historias, y me había
esforzado muchísimo en esa novela. Había seguido todos los pasos, ahora
solo faltaba que las agencias y las editoriales hicieran su parte. Pero la
realidad es bastante más compleja.
No pensaba dejar de escribir, porque me encantaba, pero necesitaba
ganar dinero, así que no me quedó más remedio que ser muy imaginativo
para continuar y tener ganancias: me puse a escribir más novelas y libros,
probé con la autoedición en Amazon, Atrévete a ser escritor fue un éxito, y
creé cursos y talleres presenciales de escritura creativa, también con éxito. Y
por fin pude respirar. Esto sucedió cuando llevaba seis años escribiendo. Si
hubiera abandonado al quinto año, no hubiera conseguido nada como
escritor.
Di que eres escritor, créetelo y haz tu sueño realidad, por muchas
vueltas que te fuerce a dar la vida.
Capítulo 10
Distorsiones de la realidad
La mayoría de nuestros problemas surgen porque
nuestro estilo cognitivo está distorsionado.
RAIMON GAJA
No hay dos personas que vean el mundo de la misma manera. En cierto
sentido, por cómo fuimos educados y nuestras vivencias vitales, todos
llevamos unas gafas a través de las cuales interpretamos la realidad y que
influyen en nuestro comportamiento. Si esas interpretaciones nos ayudan a
avanzar, no hay problema; lo malo es cuando nos limitan. También puede
suceder que la distorsión te dé una imagen excesivamente positiva, y no sepas
actuar cuando la realidad muestre su verdadero pelaje.
En psicología, en las terapias cognitivo-conductuales, a estas
distorsiones se las conoce como distorsiones cognitivas. Lo que pensamos y
sentimos, por el modelo de mundo que tenemos, provoca en nosotros una
reacción concreta y, por lo tanto, un resultado concreto: tengo un
determinado pensamiento, y este pensamiento me genera una determinada
emoción; esto provoca que actúe de un modo concreto, y al actuar así,
obtengo un resultado concreto.
También parte de las emociones: siento una determinada emoción, y
esta emoción me genera un determinado pensamiento; esto provoca que actúe
de un modo concreto, y al actuar así, obtengo un resultado concreto.
Si cambiamos nuestros pensamientos, cambiarán nuestras emociones
(también a la inversa: si cambiamos nuestras emociones, cambian nuestros
pensamientos), y por lo tanto, cambiará nuestro comportamiento y lo que
logremos.
Las terapias cognitivo-conductuales te piden que vigiles tus
pensamientos y emociones, porque están interrelacionados (una emoción
genera un pensamiento, y un pensamiento genera una emoción), y cuando
sientas que te limitas, que te sientes mal ante una situación, busques el
pensamiento relacionado con ese sentimiento, y lo cambies por uno más
racional que no te provoque ansiedad. Así tu comportamiento cambiará en
pocas semanas:
Siento angustia porque un cuento me ha quedado mal, y pienso que
jamás podré escribir, por lo que dejo de escribir por completo, abandonando
mi sueño de ser escritor.
Este ciclo lo cambias por:
Siento angustia porque un cuento me ha quedado mal (has
identificado la emoción), pero me doy cuenta de que es uno de mis primeros
intentos, y que la escritura, como todo en la vida, se aprende con la práctica
(cambias el pensamiento por otro más racional), así que me pongo con otro
cuento para mejorar y seguir con mi carrera literaria (cambias cómo actúas
y el resultado).
Karen Reivich y Andrew Shatté, en The Resilience Factor, explican
que existen tres grandes bloques de creencias que hacen que distorsionemos
la realidad, limitándonos nuestras opciones. Los autores las llaman “creencias
iceberg”, porque no somos conscientes de ellas, aunque nos influyen
enormemente (notarás su influencia en este capítulo y en el siguiente, el de
los miedos). No las hemos heredado, las hemos ido creando a lo largo del
tiempo y nos han condicionado para que interpretemos de ese modo la
realidad:
— El logro. Debes alcanzar el éxito, ves el fracaso como un signo de
debilidad. Esto provoca perfeccionismo, el no arriesgarse, el pensamiento del
todo o nada, el miedo al fracaso, el miedo a perder el tiempo.
— El ser aceptado. Crees que debes ser aceptado por todos, caerle
bien a todo el mundo. Esto provoca una ficción blanda y sin personalidad,
miedo al rechazo y al fracaso, que personalices los reveses y te culpabilices
de todos los errores.
— El control. Debes tener el control absoluto de todo lo que te rodea.
Pedir ayuda es de débiles, tienes que solucionar tú mismo tus problemas. Con
esta actitud trabajas el triple que si pidieses ayuda y el resultado es peor, no
sabes delegar las tareas, y agobias a la gente que tienes cerca, porque quieres
que haga las cosas exactamente como tú quieres. Eres poco creativo, porque
la creatividad es caótica, y te quedan unos relatos mediocres; tienes miedo al
rechazo, al fracaso y a acabar, porque terminar supone mandar la novela a un
entorno que no controlas: el imprevisible mundo editorial.
Veamos las distorsiones más comunes. Primero tienes que identificar
las que te afectan a ti y cambiarlas por pensamientos racionales para que no te
limiten. Comprobarás que influyen mucho en las espirales ascendente y
descendente que vimos en el capítulo anterior.
Es importante que cuando leas las distorsiones, así como los miedos
del siguiente capítulo, tengas en cuenta lo que dice la gente que te rodea, ya
que verás que está utilizando un filtro que la limita, y te limita a ti. En este
caso, lo mejor es evitar a esas personas, porque van a estar tirándote para
abajo, pero si no puedes, no discutas con ellas, intentando hacerles cambiar
de opinión (de verdad, no pierdas el tiempo: la gente no cambia a menos que
esté dispuesta a ello), pero te distancias emocionalmente, para que sus
comentarios no te afecten, y sigues con tu vida.
PENSAMIENTO DEL TODO O NADA. O logras lo perfecto, o no
vale nada. O eres un genio de la literatura, o no merece la pena ni que lo
intentes. Los perfeccionistas caen en este tipo de razonamiento. Son
incapaces de ver que la vida no es blanco o negro, sino una serie de grises.
Han escrito una novela, pero como no consiguen que se la publiquen, son un
fracaso y el esfuerzo no ha merecido la pena, así que dejan de escribir. Un
razonamiento más adecuado sería centrarse en todo lo que han aprendido
durante el proceso de escritura: han demostrado perseverancia hasta terminar
la tarea, se han atrevido a mandarla a editoriales y agencias, y están mejor
preparados para escribir una segunda novela.
En este tipo de distorsión caen los que logran que les publiquen, pero la
novela no se vende como rosquillas y no les hace famosos. No ha merecido la
pena, no soy un autor reconocido. Mucho más racional sería sentirse
orgulloso por haber logrado meterse en el mundo editorial, y si la novela ha
tenido beneficios, no habrá problemas para publicar la segunda. Ser un autor
publicado por una editorial tradicional es un gran logro.
GENERALIZACIÓN EXCESIVA. De un único acontecimiento
negativo hacen la norma, y asumen que será así para el resto de su vida. Si
han tenido que abandonar un proyecto literario, deducen que jamás podrán
escribir. Más racional sería pensar que la novela era demasiado ambiciosa
para su nivel de destreza, y que necesitaban practicar con algo más sencillo.
Si reciben una mala crítica en una clase de escritura o en Amazon, ya
no valen para eso. Mejor sería pensar que una crítica es una opinión
subjetiva, y que las únicas críticas válidas son las constructivas, las que
señalan fallos concretos. Una crítica sangrante normalmente enmascara a
alguien que está frustrado. A la hora de valorar las críticas, las que coinciden
son las que mejores indicios te dan para saber qué tienes que mejorar, aunque
tú tienes la última palabra para aceptarlas o no. Una serie de malas críticas
constructivas simplemente te está indicando el camino a seguir.
FILTRO MENTAL. Son personas que se centran en lo negativo,
ignorando lo positivo. Si han conseguido un agente pero esa novela no se
vende, ya piensan que no valen para esto, cuando en realidad conseguir un
agente es un gran paso en tu carrera literaria. Si le dan a leer la versión final
de una novela a varias personas y una dice que no le gusta, se mortifican con
ese comentario y piensan que su novela es mala, por mucho que le haya
gustado a la mayoría. La cuestión aquí es saber reconocer los aspectos
positivos de las situaciones.
También puede suceder lo contrario, que se centren en lo positivo,
ignorando lo negativo: le han dado a leer su novela a colegas y familiares, y
como le han dicho que es una maravilla, espera que sea un best seller
inmediato. Como no sucede eso, se enfadan y se frustran.
DESCALIFICAR LO POSITIVO. Estos van un paso más allá, y los
acontecimientos neutros o positivos, los vuelven negativos. Esta distorsión es
muy dañina porque anula la espiral ascendente. Si les sucede algo bueno, le
quitan importancia o dicen que es una casualidad, y si les pasa algo malo, se
lo tienen merecido. Si alguien les felicita por lo bien dibujados que están los
personajes en su novela, piensan que les han dicho eso por quedar bien,
porque el resto está mal. Si les felicitan por haber terminado una novela,
dicen que no es nada. Si la novela fracasa, piensan que se lo tienen bien
merecido. La cuestión es saber valorarte, no quitarte mérito por tus logros,
sentirte bien cuando te feliciten (un “Gracias” es suficiente), ver lo positivo y
evitar encontrar significados negativos, y reconocer que muchas veces las
cosas malas pasan sin ningún motivo.
SACAR CONCLUSIONES. Es sacar conclusiones apresuradas
negativas de un acontecimiento sin que haya datos objetivos que las
respalden; activan la espiral descendente, creando una profecía negativa que
acaba cumpliéndose. Sabes que no vales para escribir. Entonces comienzas a
escribir sin motivación, y acabas escribiendo mal. Tu presagio se ha
cumplido. El mercado editorial es una mierda porque es imposible que te
publiquen, entonces mandas una carta de presentación llena de resentimiento,
y así te aseguras de que nadie te publique la novela. En este caso es útil
revisar lo de la mentalidad de crecimiento y la espiral ascendente.
Una variación es leer el pensamiento, que se da cuando sucede algo
y tú das por sentando que significa algo negativo, aunque tal vez no tenga
ninguna importancia. Pongamos que estás en un curso de escritura creativa, y
a la hora de corregir un ejercicio, el profesor te salta (algo que me ha pasado
más de una vez a mí por despiste), y en vez de decirle, “¡Eh, que me has
saltado!”, llegas a la conclusión de que el profesor te tiene manía. Como
piensas que te tiene manía, no haces más que darle malas contestaciones,
hasta lograr que ese profesor te coja manía de verdad. Aquí lo racional es
barajar otras opciones (que el profesor es un despistado, que no hay tiempo
para corregir a todos y va alternando alumnos), antes de saltar a conclusiones
negativas.
MAGNIFICACIÓN Y MINIMIZACIÓN. Se da cuanto magnifican
de forma desproporcionada los errores propios y minimizan los éxitos
propios; mientras que hacen lo contrario con los errores ajenos (les quitan
peso) y los éxitos ajenos (les conceden mucho mérito). De este modo, se
hunden si no han sabido acabar una novela (“Es una desgracia”), o se quitan
mérito si lo han logrado (“No tiene importancia, mucha gente acaba
novelas”); mientras que reaccionan de forma contraria si no están hablando
de ellos: “No pasa nada porque no hayas podido acabar una novela, prueba
con otra”, “¡Enhorabuena por acabar tu novela! Es un gran logro”. Como en
el caso de la descalificación de lo positivo, tienes que saber valorarte, no
quitarte mérito, y sentirte bien cuando te felicitan.
RAZONAMIENTO EMOCIONAL. Ocurre cuando las personas se
dejan guiar por sus emociones, sin pararse a pensar si son razonables o no,
desvirtuando su comportamiento. “Me siento mal, por lo tanto, soy mala
persona”; “Estoy cabreado contigo, lo que demuestra que te has portado mal
conmigo”. El “No me siento capaz” hace que vayas posponiendo más y más
el escribir, sin ni siquiera intentarlo.
Esta también tiene su revés positivo. Una distorsión excesivamente
positiva sería pensar “Mi novela es una obra maestra” o “Soy un gran
escritor”, lo cual hace que te crees expectativas completamente irreales, que
te aterrorice el fracaso y el rechazo, te ciegues ante los comentarios de gente
que quiere mejorar la obra, y la realidad te espere para darte un tortazo. Más
razonable sería pensar que estás muy orgulloso de la obra, pero que no sabes
cómo será recibida, y que seas receptivo a los comentarios de tus lectores.
ADICTOS AL DEBERÍA. Lo utilizan los que no son nada flexibles
y necesitan tener el control absoluto de la realidad. Usan el “debería”, el
“debo”, o el “tengo que” para motivarse (“Debo escribir cinco páginas todos
los días”), y si por algún motivo no pueden, se sienten culpables. En su trato
con los demás, lo usan para exigir un comportamiento que a veces es
imposible en la realidad, lo que les provoca enfado y resentimiento: “Las
editoriales deberían leerse mi manuscrito entero y contestarme”. Intentan
imponer su visión del mundo a la gente que tienen cerca (“Deberías leerte
este libro”), y no se dan cuenta de que provocan justo lo contrario, que la
gente se ponga a la defensiva y no haga lo que le piden.
La solución es reconocer cuándo utilizas este tipo de razonamiento, y
pensar que la vida real no es 100% controlable, para no frustrarte, y que se
logran más cosas siendo flexible, adaptándote a los problemas que surgen en
cada momento, que siendo estricto, y que la inteligencia social abre muchas
más puertas que las exigencias.
ETIQUETACIÓN. De un mal acontecimiento, llegan a la conclusión
de que es un rasgo de personalidad inmutable, y se etiquetan a sí mismos,
creando profecías que se autocumplen porque solo se fijan en los datos que
confirman la etiqueta. Un cuento les ha quedado mal, y ya se etiquetan como
malos escritores. También suelen etiquetar a los demás: un profesor de
escritura creativa piensa que un alumno que no vale para escribir, solo ve los
aspectos que confirman su punto de vista, los malos, y como únicamente le
desanima, el alumno deja de escribir, convencido de que no vale para esto.
PERSONALIZACIÓN. Esta provoca culpa porque quien la sufre
piensa que es responsable de los actos de otras personas o de acontecimientos
sobre los que no tenía ningún poder. Un escritor ha logrado que una editorial
le publique su primera novela, pero a los pocos meses, la editorial quiebra. El
escritor se siente culpable porque si su novela no hubiera sido un fracaso, la
editorial seguiría funcionando; cuando en realidad la editorial quebró por una
serie de fracasos, o por unas decisiones malas desde la dirección.
EXTERNALIZACIÓN. Es lo contrario que el anterior. Para que no
les dañen la autoestima, hay personas que culpan de todo a otros, haciendo
imposible que puedan enmendar errores y mejorar. Si su novela no se publica
o se vende mal, dicen que ese género no se vende en su país, en vez de ver
qué otros autores venden en un género similar al suyo y cómo lo han logrado;
o reconocer que no hay un público amplio para ese tipo de novela, para
conformarse con pocas ventas o intentar otros géneros. Si le masacran su
novela autoeditada en Amazon, la culpa es de los lectores, que no la han
comprendido. Si no gana un concurso literario, la culpa es del jurado, que
tiene un gusto pésimo.
Capítulo 11
Superando miedos
El miedo es bueno. Al igual que dudar de uno mismo,
el miedo es un indicador. El miedo nos dice lo que tenemos que hacer.
STEVEN PRESSFIELD
Muchas veces nos frenamos a nosotros mismos. En vez de escribir, buscamos
cualquier excusa para no hacerlo, o encontramos actividades que nos impiden
avanzar más rápido. En los casos más graves, esto provoca el temido bloqueo
del escritor. Lo que realmente está pasando es que tenemos un miedo
limitándonos. Aquí veremos cuáles son los más comunes, y cómo superarlos.
Pero antes, quiero hablar de dos elementos muy importantes: la autoestima y
el ego.
Para ser escritor, hay que tener buena autoestima, de lo contrario, lo
vas a pasar muy mal. Esto no significa que seas arrogante y mires por encima
del hombro al resto de los mortales, eso lo hacen los que tienen una
autoestima demasiado alta, o los que la tienen baja y la enmascaran con
agresividad y arrogancia.
Una buena autoestima significa que reconoces y aprecias tu valía
como ser humano, que te mereces buscar la felicidad y eres digno de respeto
y de ser amado, y que, como tal, ni tus errores ni aciertos ni tu trabajo ni tus
posesiones materiales influyen en tu valor como persona. Siempre tienes
espacio para mejorar, y sabes que todos los seres humanos son dignos de
respeto, lo cual te conduce a una vida ética. Los éxitos harán que crezca tu
seguridad en ti mismo, y te ayudarán a arriesgarte más, pero no te definirán
como persona; mientras que los fracasos no te hundirán, te levantarás y
volverás a intentarlo. Si alguien quiere hacerte sentir mal por ser como eres,
es su problema. Si machacan una novela tuya y personalizan la crítica, es su
problema, y no afecta a tu autoestima: no te gustará, pero tu valía como
persona no se resiente y sigues adelante, sin más, con tu vida. Así que tu
autoestima debe estar equilibrada.
Si tienes problemas de autoestima, yo recomiendo dos libros de
Nathaniel Branden que me ayudaron mucho: Cómo elevar su autoestima
(How to Raise Your Self-Esteem) y Los seis pilares de la autoestima (The Six
Pillars of Self-Esteem). Sin ellos, dudo que hubiera llegado hasta aquí en mi
carrera de escritor.
Y otra cosa es el ego, que debes evitar. Si no lo haces, malgastarás
muchísima energía persiguiendo objetivos que no te llevarán a nada, y que, si
los logras, te dejarán vacío. El ego es vivir de cara a las apariencias, es hacer
las cosas pensando en el qué dirán, es no atreverte a ser nunca tú mismo. El
ego evita que veas la realidad y te hace cometer errores.
Un par de preguntas que te puedes hacer para saber si estás actuando
por propia voluntad o por ego son:
—¿Lo hago porque yo quiero, o para demostrar algo?
—¿Lo hago para encajar o quedar bien, o porque me gusta?
Es obvio que habrá momentos en los que deberás hacer cosas que no
te apetezcan, ya sea echarle una mano a un amigo (lo haces porque quieres
ayudar a alguien, no por quedar bien), o porque son necesarias para avanzar
en tu carrera (como esmerarte en la documentación, para que la novela quede
bien).
No es raro que los escritores principiantes se guíen por el ego:
escriben para demostrar que valen. Construyen (mal) retorcidas frases, con
palabras apolilladas, para demostrar lo buenos que son; se embarcan en
proyectos complejísimos, que les exige una documentación inmensa, por
necesidad de destacar; se estrujan las meninges buscado formas originales de
contar historias, porque hacerlo de forma sencilla no mostraría su valía
(aunque aún no dominen los tres actos), y les quedan incomprensibles
pestiños; se pierden en indescifrables e insufribles digresiones filosóficas,
aunque no hayan cogido un libro de filosofía, o reflexionado sobre ella, desde
que dejaron el instituto, y así les queda. También se guían por el ego los que
escriben sobre seguro, buscando gustarle a todo el mundo; irremediablemente
acaban no gustando a nadie por carecer de personalidad.
La cuestión es que tienes que tener buena autoestima, para que no te
afecten los vaivenes de la vida del escritor y puedas seguir adelante, y no
dejarte guiar por el ego. Tu función como novelista no es demostrarle nada a
nadie, es contar buenas historias, y punto.
Veamos ahora los miedos más comunes. El primer paso es identificar
que no estás avanzando todo lo que quisieras en tu novela (una pista son las
excusas que te pones para no escribir, o las sensaciones malas que tienes solo
de pensar que tienes que escribir), y luego buscar aquí los síntomas que más
se parezcan a tu situación. A continuación, debes poner en marcha un plan de
acción para superarlos.
MIEDO A COMETER ERRORES. También conocido como el
fatídico perfeccionismo. Yo lo sufría, y es un infierno. Tienes un miedo
exacerbado a cometer errores, así que procuras que todo lo que hagas, aunque
sea un primer intento, sea perfecto. Te limita mucho y te crea mucha
angustia, porque si no estás convencido de poder hacer una cosa bien a la
primera, no lo intentas, o solo intentas cosas que puedes practicar sin que
nadie te vea, para que cuando lo hagas en público, te quede bien, pero
temiendo cometer errores. Es imposible ser feliz así, es imposible estar
relajado, es imposible ser espontáneo.
Hay que darle la vuelta a los errores, y en vez de pensar que nos marcan
como personas defectuosas por cometerlos, como si en vez de humanos
fuéramos robots infalibles, hay que tomárselos como lo que realmente son:
señales de aspectos que necesitamos mejorar. Descubrimos que así no se
hace, y que hay que intentar algo nuevo, o modificarlo un poco. Piensa que si
no cometes errores, no creces.
En el caso de la escritura, el perfeccionismo te frena cuando estás en la
primera fase de la escritura, y no haces más que compararte con autores
consagrados. Quieres que cada frase sea perfecta, digna de volverse un
clásico. Es demencial porque todavía no sabes si esa frase tendrá cabida en la
versión definitiva, que es cuando conoces el tono de la historia; y porque
estás comparando dos cosas distintas: la primera versión y la versión
definitiva; estás comparando un producto acabado, en el que el autor ha
estado trabajando, reflexionado y puliendo, durante mucho tiempo (un autor
que posiblemente tenga mucha más práctica que tú, y por lo tanto, sea mejor),
con un primer boceto. No tiene sentido.
En la revisión es cuando intentas hacerlo lo mejor posible, pero
sabiendo que la perfección no existe, que errar es humano, y que siempre hay
espacio para mejorar.
MIEDO A PERDER EL TIEMPO. El autor solo escribe pensando
en publicar, porque lo contrario sería una pérdida de tiempo. No se plantea el
placer de escribir, solo busca una meta, y por eso le son inconcebibles las
revisiones o crecer con el proceso. Es incapaz de ver que tiempo escribiendo,
es tiempo bien empleado, porque ha mejorado como escritor. Si se ve forzado
a reescribir algo, lo hará a regañadientes, y si lo que ha escrito no llega a
publicarse, se cabrea. Esta es la receta perfecta para no ser creativo, escribir
novelas malísimas y abandonar.
Algo parecido sucede con los autores que utilizan la escritura como una
validación de su ser: si les gustan mis libros, resulta que soy válido como ser
humano. De nuevo, no escriben por placer, esperando aprender de los errores
y crecer con cada proyecto, sino buscando la publicación para demostrar lo
que valen. Esto corta su creatividad, creando un producto mediocre, y si la
publicación no llega, sufren mucho y abandonan. Si comenten el error de
autopublicarse porque tienen prisa, sufren por las malas ventas o malas
críticas.
MIEDO AL ÉXITO. Por sorprendente que parezca en la sociedad en
que vivimos, hay gente a la que le atemoriza el éxito. Puede ser que hayan
sido condicionados así por sus padres cuando crecían, ya que no hacían más
que criticar a los que tenían éxito, y ahora de adultos, se angustian por poder
llegar a ser lo que tanto se criticaba en casa, así que ellos mismos se frenan
antes de alcanzar el éxito, ya sea porque nunca acaban las novelas que
empiezan, o porque no se esmeran en escribir la mejor novela que puedan, o
no la mueven por editoriales.
También puede pasar que sus padres les hayan condicionado para que
no les superen en éxito: no ganes más que tu padre, no logres más que tu
madre… Su cerebro está acostumbrado a un nivel de éxito, y si hay
posibilidad de superarlo, se sabotean a ellos mismo para que eso no suceda.
El truco para superar este miedo es identificar que lo tienes, que te
está frenando, que te crea angustia solo de pensar en tener éxito, que cometes
muchos errores y no das lo mejor de ti mismo cuando te acercas; o que, si
tienes éxito, en seguida vuelves a tu nivel normal.
Para acostumbrar al cerebro a llevar bien el éxito, una técnica muy
buena es visualizar con emoción cada mañana que tienes éxito como escritor.
Cierras los ojos, te relajas inspirando y espirando tres o cuatro veces, e
imaginas desde tu punto de vista que eres un autor de éxito, firmando libros o
lo que tú consideres que representa el éxito para un autor. Así le estarás
diciendo a tu cerebro que no te sientes mal por tener éxito, y no te frenarás en
el futuro. Haz este ejercicio hasta que notes que los síntomas se han reducido
o desaparecido.
Otra causa de este miedo puede ser que te angustie la fama. Piensas que
si tienes éxito, tu vida cambiará radicalmente, no podrás relacionarte con tus
amigos de siempre o ir al bar de la esquina, ese de las croquetas tan ricas,
deberás llevar guardaespaldas a todas horas, y la gente te acosará nada más
pises la calle. Tienes miedo de que se inmiscuyan en tu vida personal, y
saquen trapos sucios que quieres ocultar, porque te acarrearía problemas con
tus seres queridos.
En este caso, Antoñita la Fantástica, la solución es reconocer que tienes
una visión completamente irreal de lo que es un escritor. Incluso los autores
superventas son muy poco conocidos, y sus fans solo les conocen por la foto
en la contraportada de sus libros, porque no viven de su físico o de sus
vivencias personales, sino de las historias que escriben. Ser novelista no es
ser una estrella de cine, un cantante de éxito, o un famoso que vende
exclusivas a las revistas del corazón. Tu vida privada seguirá intacta, y
podrás seguir llevando la vida de siempre.
MIEDO A ACABAR. Mientras escribes una novela, todas las
fantasías que tengas en la cabeza son válidas: que sea un best seller, que la
adapten a una superproducción de Hollywood, y así conoces a Brad Pitt y
Steven Spielberg, que te haga rico… Pero una vez que acabas, sabes que
llega la cruda realidad y las fantasías no se suelen cumplir. Esto provoca que
vayas posponiendo terminar la novela, buscando excusas para no hacerlo. De
repente, tu agenda está llena a rebosar: te llevas trabajo a casa, los lunes vas a
zumba, los martes a yoga, los miércoles a un taller de cocina austrohúngara,
los jueves pintas con acuarelas, y los viernes te has ofrecido a cuidar al
sobrino de tus vecinos, ese niño que nadie soporta. Inconscientemente, has
llenado tu agenda para no tener tiempo para escribir. La novela está casi
acabada, pero cada día escribes menos, porque eso significaría dejar de
fantasear y tener que hacer frente al mundo real, donde habitan los temibles
gigantes come-escritores Rechazo y Fracaso.
Por mucho que te hagan disfrutar tus fantasías, si no acabas esa novela,
no tienes nada, porque una novela a medias no te abre ninguna puerta. Pero si
rebajas tus expectativas a situaciones factibles (primero, acabar la novela,
luego, moverla por tantas editoriales y agencias… teniendo la esperanza de
que tenga una buena recepción, pero sabiendo que si lo que esperas no
sucede, no te hundes) y la acabas, obtienes el placer de haber completado una
tarea muy compleja, lo que te hace ganar confianza como escritor para poder
escribir la siguiente. Y al moverla por editoriales y agencias, tienes alguna
posibilidad de que te la publiquen, y te vas acostumbrando al rechazo y al
fracaso, que son inherentes a la profesión.
MIEDO AL RECHAZO. Si eres escritor, asume que el rechazo es
parte de la profesión. Rainbow Rowell tardó siete años, con un hiato de dos,
en acabar Enlazados (Attachments) porque le aterrorizaba el miedo al
rechazo. Escribió la mayor parte durante el último año y medio, y cuando
acabó, su marido la tuvo que animar para que se la mandara a agentes. Tardó
trece meses en encontrar uno, y la novela se vendió en una subasta.
Enlazados se publicó en 2011, y fue un éxito, y desde entonces Rowell se ha
labrado una sólida carrera como escritora. Si no hubiera acabado esa novela,
y no hubiera hecho caso a su marido, nada de esto habría ocurrido.
Una vez que tienes una novela de calidad profesional, tienes que
intentar una y otra vez, una y otra vez, que un agente decida representarte o
un editor comprarte tu novela. La cuestión es reconocer que los editores o
agentes no te rechazan a ti, sino a tu trabajo, que es algo muy subjetivo, y que
nadie en su sano juicio rechazaría un éxito, que lo que pasa es que es
imposible saber qué será un éxito de antemano. Lo mismo sucede si te
presentas a concursos.
Piensa que solo necesitas un sí para lograrlo.
Para que veas que es lo normal, aquí tienes varias historias de autores
que fueron rechazados. Aunque J. K. Rowling consiguió un agente en su
segundo intento, este recibió doce rechazos antes de vender Harry Potter y la
piedra filosofal (Harry Potter and the Philosopher’s Stone) a la editorial
Bloomsbury, y la vendió de potra. El editor tenía una hija pequeña a la que le
encantaba leer, y como no tenía nada que darle, le dejó leer un manuscrito
que no le gustaba especialmente, y que si le llamaba la atención era porque
estaba escrito a máquina (era el año 1996). A la niña le encantaron las
primeras páginas, y gracias a ello, el padre decidió adquirir la novela y tirar
una edición de 1.000 ejemplares: 500 para bibliotecas y 500 para librerías.
Cuando Rowling, que vivía del subsidio del desempleo, firmó el contrato, el
editor le dijo que se buscara otro trabajo, que no podría vivir de la escritura.
La primera novela de Charlotte Brontë, El profesor (The professor),
acabada en 1846, cuando la autora tenía 30 años, fue rechazada por todas las
editoriales a las que se la envió, y no fue publicada hasta después de su
muerte. Sin embargo, una editorial le invitó a mandarle más manuscritos.
Charlotte acabó Jane Eyre en 1847 y se la envió. Siete semanas después la
publicaron.
Tras sufrir un desengaño amoroso con 21 años, Jane Austen escribió
una novela llamada Primeras impresiones (First Impresions), que fue
rechazada. Catorce años más tarde logró vender Sentido y sensibilidad (Sense
and Sensibility), y fue un éxito, lo que posibilitó que se publicara la primera
novela con un nuevo título: Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice).
El autor de thrillers Steve Berry tardó doce años en ser publicado. En
ese tiempo escribió ocho novelas, cinco de las cuales envió a editoriales de
Nueva York. Recibió 85 rechazos, y al 86º intento, logró su primera venta.
Mary Higgins Clark, antes de convertirse en una autora de misterio de
muchísimo éxito, recibió 40 rechazos. John Grisham vio rechazada su
primera novela, Tiempo de matar (A Time to Kill), por quince editoriales y 30
agencias. Jack London recibió 600 rechazos antes de vender su primer
cuento.
Criadas y señoras (The Help), de Kathryn Stockett, antes de convertirse
en un fenomenal best seller y ser adaptada a una película de Hollywood, fue
rechazada al menos por 45 agencias. Richard Hooker trabajó durante siete
años en su novela humorística M*A*S*H, la cual fue rechazada por 21
editoriales hasta que Morrow decidió publicarla. La novela fue un exitazo que
dio lugar a una película de Hollywood y una serie de televisión que se
mantuvo en antena once temporadas.
El clásico de ciencia ficción Dune, de Frank Herbert, fue rechazado 23
veces, y La colina de Watership, de Richard Adams, 38. Louis L’Amour, el
autor de westerns más popular de la historia, recibió 350 rechazos antes de
lograr su primera venta. El best seller Juan Salvador Gaviota (Jonathan
Livingston Seagull), de Richard Bach, que el autor había dejado sin terminar
durante ocho años, fue rechazado por dieciocho editoriales.
El autor británico John Creasy recibió 774 rechazos antes de lograr su
primera venta. Acabó escribiendo más de 600 novelas a lo largo de su
carrera. Al Dr. Seuss le costó 27 rechazos vender su primer libro infantil, And
to Think That I Saw It on Mulberry Street, del cual se vendieron seis millones
de ejemplares. La buena tierra (The Good Earth), de Pearl S. Buck, fue
rechazada catorce veces, y acabó ganando el Pulitzer. Los desnudos y los
muertos (The Naked and the Dead), de Norman Mailer, recibió doce
rechazos.
Si aun así sufres al pensar en un posible rechazo, te voy a proponer un
ejercicio de programación neurolingüística para acostumbrar a tu cerebro a
distanciarse del rechazo. Lo importante es que emocionalmente no te afecte.
Ten en cuenta que si hablamos del mundo editorial, el rechazo significa que
te manden un e-mail rechazando tu manuscrito, o que pase el tiempo (unos
seis meses) sin tener ninguna noticia.
Este ejercicio lo vas a tener que hacer con los ojos cerrados; lo mejor es
que te grabes leyéndolo lentamente, y luego haces la visualización siguiendo
las instrucciones, escuchando la grabación.
Cierra los ojos y lentamente inspira y espira tres veces, sintiendo cómo
te relajas. Uno (espera unos segundos)… dos (espera unos segundos)… tres
(espera unos segundos)… Ahora imagínate que estás en un cine, y tú estás en
medio del patio de butacas. Estás muy tranquilo, y va a comenzar la película.
Las luces se apagan, y en la pantalla aparece en blanco y negro una película
muda en la que sales tú, de cuerpo entero, leyendo un e-mail donde rechazan
tu novela. Lo ves desde la distancia, sin emoción, porque tú estás muy
tranquilo viendo una película desde la butaca. Ahora te desplazas a la
cabina de proyección, y sigues viendo esa película, sin emoción. No hay
sonido, y no hay color, son unas meras imágenes de alguien que recibe un
rechazo. Ahora la película va disminuyendo de tamaño, haciéndose cada vez
más pequeña, hasta que desaparece.
Haz este ejercicio todos los días hasta que notes que la noción de
rechazo ya no te molesta tanto.
MIEDO AL FRACASO. Hay gente a la que le atemoriza un posible
fracaso. Cada vez que quieren intentar algo nuevo, leen y leen libros y
artículos sobre el tema, queman Google, hacen 1.000 preguntas a expertos,
acuden a cursos y talleres, estudiando variables que pudieran influir
negativamente, para así dominar la teoría antes de pasar a la práctica. Y
aburren a sus amigos contándoles el detallado plan que tienen para su
siguiente iniciativa.
Son los que al subir las cuestas en coche van pisando el freno, no vayan
a derrapar, y en los días de un sol de justicia, llevan un paraguas, no vaya a
ser que llueva.
Irónicamente, mientras se han estado documentando, otros se han
lanzado a la piscina, y les han dejado atrás, porque están lidiando con el
mundo real, no el teórico, y están aprendiendo de verdad. No es raro que al
final esta gente, la del miedo al fracaso, no haga nada, porque se le ha pasado
la emoción inicial y ya no le apetece, o ha encontrado tantos factores
negativos que se ha convencido de que es inviable, que no merece la pena ni
intentarlo, pasando por alto a los que se han arriesgado y lo han conseguido.
Generalmente la teoría y la práctica tienen poco que ver: la teoría no
te dice cómo influye tu entorno en tus iniciativas, qué hacer cuando debes
improvisar para solucionar entuertos que han surgido de la nada, cómo tratar
a la gente para lograr lo que quieres sin manipulación (inteligencia social), o
cómo evitar quedarte en números rojos y echar el cierre; situaciones que
pasan constantemente en la vida real si eres emprendedor, y un escritor en la
actualidad debe ser emprendedor. Debes tener una base teórica, para saber
qué quieres conseguir y no andar dando palos de ciego, y está bien conocer
las experiencias de otros que lo lograron antes que tú, para no cometer sus
errores, pero tienes que tirarte al vacío para aprender a volar, por mucho que
te la pegues unas cuantas veces.
Este tipo de gente se toma el fracaso como algo personal, y
posiblemente tenga un condicionamiento muy negativo desde la infancia a
asumir riesgos. Sus padres y profesores exigían que no cometiera errores, que
siempre diera la respuesta correcta, y para lograr eso solo podía jugar sobre
seguro, creándole un miedo a la incertidumbre y al fracaso que arrastra de
adulto; o en su entorno se criticaba duramente a los que se habían arriesgado
y lo habían conseguido, y ponían malas caras: “Seguro que es un enchufado”,
“A saber con quién se habrá acostado”, “Nadie se hace rico honradamente”,
etc, etc, etc…
Nadie se hace rico sin arriesgarse, a menos que le toque la lotería.
Reconozcámoslo, hay países como Estados Unidos que fomentan
muchísimo el espíritu de emprendimiento: arriésgate y aprende del fracaso a
volverlo a intentar; un fracaso es una señal hacia el camino del éxito, y ya
sabes qué no funciona; el que no arriesga, no gana… Luego hay países que lo
fomentan algo, y otros que lo fomentan poco. Y luego está España, que
fomenta el emprendimiento igual que un vegano el darle un bocado a la vaca
Paca.
Así que si eres español, posiblemente tengas un condicionamiento
negativo que necesitas superar: estudia y vete a la universidad para ser
funcionario o asalariado y tener un sueldo fijo toda tu vida, te guste o no lo
que hagas, y lo de luchar por tus sueños los dejas… ¿para otra vida?
Un primer paso para superar este miedo es reconocer que un fracaso
no indica tu valor como persona. Ha fracasado una iniciativa tuya, no tú; tú
sigues siendo igual de válido que antes. Levántate e inténtalo otra vez. Si la
sola noción de fracasar te provoca ansiedad, haz el ejercicio de programación
neurolingüística del cine del punto anterior, pero en vez de verte a ti
recibiendo un e-mail de rechazo, imagina que te ves a ti fracasando sin
emoción.
Otro componente de este miedo es la cuestión de la incertidumbre, el
no saber reaccionar ante un imprevisto. Un buen ejercicio para superarlo es
pensar en situaciones malas que superaste en el pasado. Saca una lista de diez
de esos momentos, y luego, diariamente, vas explorando uno a uno
escribiendo, como si mantuvieses un diario. No quiero que te fijes en si lo
pasaste mal o bien, en que no había más remedio que afrontarlo, sino en el
resultado (es obvio que saliste airoso, porque estás leyendo este libro), y en
qué hiciste para superarlo: qué recursos utilizaste, quién te ayudó, cómo
hiciste para continuar hasta solucionarlo. A los diez días, verás que eres más
resoluto de lo que te imaginabas, y que puedes hacer frente a cualquier
imprevisto.
Como en el anterior punto, los escritores deben acostumbrarse al
fracaso, ya sea creativo, porque una novela no llega a buen puerto y debemos
abandonarla después de años trabajando en ella o no gusta a nuestros lectores,
o económico, porque no vende lo que esperábamos (o directamente, ninguna
editorial te la compra).
Para crear una novela viva, te tienes que arriesgar, y eso conlleva que
exista la posibilidad de que no guste, de que fracase. La creatividad es
caótica, y del caos tú vas sacando una historia que en cuanto identificas,
perfeccionas. Pero hasta que no la acabas, no hay manera de saber si esa
historia funciona o no. Lógicamente, con la práctica, tus éxitos subirán,
porque ya sabes escribir novelas, y los fracasos descenderán. Si andas
escribiendo pisando huevos, es imposible que escribas algo digno.
Y para lograr una carrera literaria, te tienes que estar arriesgando
constantemente, aunque solo sea porque tienes que publicar libros con cierta
regularidad. Lo importante no es evitar el fracaso, sino lanzarse a buscar el
éxito y saber improvisar.
MIEDO AL ESTILO. Desde niño te han inculcado que lo más
importante a la hora de escribir ficción es el estilo, ser un orfebre del
lenguaje, un prestidigitador de las palabras, un perito de la expresión, un
estilista del idioma, un vate narrativo… y ahora de adulto, te paraliza pensar
que tu estilo no esté a la altura, o no tener un vocabulario lo suficientemente
amplio. Esos profesores de Literatura que te torturaron con novelas
momificadas (y cuyo público objetivo no eran los niños o adolescentes, o ni
siquiera los adultos del siglo XXI), no eran escritores, no tenían ni idea sobre
creatividad, y se limitaban a enseñar lo que traía el libro de texto sin
planteárselo, que estaba escrito por alguien que no era novelista, y que se
centraba en el estilo de los textos.
Es como si un arquitecto quisiera aprender a construir edificios
siguiendo las indicaciones de arquitectura que le diera un cocinero.
La función de los novelistas es escribir buenas historias, para lograr que
los lectores se metan en ellas y se olviden de su vida mientras leen, no hacer
malabares con el lenguaje por el mero hecho de hacerlos.
Hay una frase atribuida a Aristóteles que me gusta mucho (y que los
pedantes desconocen): “Piensa como piensan los sabios, mas habla como
habla la gente sencilla”.
Y otra de Borges, que no es precisamente el escritor con el estilo más
transparente: “Cuando empecé a escribir pensaba que todo debía ser definido
por el escritor. Por ejemplo, decir la palabra ‘luna’ se encontraba
absolutamente prohibido; uno debía hallar un adjetivo, un epíteto para ‘la
luna’. Nunca hubiera dicho: ‘fulano entró y se sentó’ porque era demasiado
simple y demasiado fácil. Pensaba que tenía que encontrar una manera más
fantasiosa de decirlo. Ahora descubro que todas esas cosas son, en general,
molestas para el lector”.
Y una de Elmore Leonard: “Si suena a escritura, lo reescribo. O, si el
uso correcto molesta, puede que haya que saltárselo. No puedo permitir que
lo que nos enseñaron en clases de Lengua interrumpa el sonido y ritmo de la
narración”.
Al pan, pan, y al vino, vino. De vez en cuando tengo algún alumno que
es incapaz de escribir “luna”, y pone “la plateada esfera celeste” o “el argento
orbe”. Es francamente difícil hacerle cambiar de opinión, y francamente
difícil leer sus cuentos.
Otra cosa es que tú sientas que se te queda corto el vocabulario, que te
gustaría jugar más con el estilo para contar mejor las historias. Pero lo tienes
que sentir tú, que no hace falta ser poético o tener un vocabulario vastísimo
para ser novelista.
MIEDO A NO TENER IDEAS NUEVAS. Se te ocurren ideas muy
buenas para la novela que estás escribiendo, pero como dudas de que puedas
tener ideas nuevas cuando acabes, no pones todas, no vaya a ser que para la
siguiente no te quede más remedio que repetir situaciones. A mí me pasó con
mi segunda novela; para el tramo final se me ocurrían un sinfín de ideas que
me encantaban, pero me aterrorizaba ponerlas en el papel porque no me veía
capaz de ser tan creativo en el futuro.
Más tarde me di cuenta de que no era consciente de lo mucho que
había cambiado. Uno de mis principales problemas, cuando empecé a escribir
ficción, era que no sabía tener ideas, pero lo superé con técnicas para activar
los dos hemisferios cerebrales, y escribiendo mucha ficción. Cuanto más
ejercitas la imaginación, más creativo te vuelves. Cuando me atacó este
miedo en mi segunda novela, fue como si regresara al pasado, cuando no era
capaz de tener ideas. Lo superé al racionalizar que había cambiado mucho, y
que cada proyecto te exige situaciones distintas, por lo que sería capaz de
tener nuevas ideas sin problemas.
Una variante de este miedo se produce cuando el escritor principiante
piensa que las ideas son lo fundamental de las novelas, un concepto muy
extendido entre la gente que precisamente no escribe, y no arranca hasta que
no tiene una idea que él cree única, aunque normalmente no lo es (lo que pasa
es que lee poco, y cualquier cosa le parece original). Suelen ser paranoicos
que tienen miedo de contar de qué va su novela, no vaya a ser que le roben la
idea. He de reconocer que yo apenas cuento nada de la novela en la que estoy
trabajando, pero no por miedo a robos, sino para no perder la pasión de
escribirla; si anduviera contando a todo cristo qué va a pasar, se me quitarían
las ganas de ponerme a teclear.
No, lo importante de las historias no son las ideas, sino cómo las
desarrollas, siguiendo unos patrones para que sean interesantes. Con una idea
no haces nada, ya que para completar novelas tienes que ir enlazando una
idea tras otra, hasta alcanzar el final. Todo está escrito bajo el sol, pero lo que
hace únicas a las historias es cómo las cuentas.
Parte de una idea que te llame la atención, y vete desarrollándola a
medida que escribas la novela.
Y otra variante son los que se creen que solo tienen una novela en
ellos. Piensan en Harper Lee y su Matar a un ruiseñor (To Kill a
Mockingbird) o J. D. Salinger y El guardián entre el centeno (The Catcher in
the Rye), y creen que ellos también solo escribirán una novela en su vida. (De
acuerdo, Lee publicó por los pelos otra novela al final de su vida, Ven y pon
un centinela —Go Set a Watchman—, pero parece que en realidad era una
primera versión de la anterior). Realmente tienen miedo de no tener ideas
para otras, y ya hemos visto que la solución es reconocer que cuanto más
escribes, más creativo te vuelves, y que cada novela exige situaciones
distintas.
También puede suceder que les atemorice que la segunda novela sea
peor que la primera. Este miedo está fundado en que es habitual que un autor
que tiene éxito con su primera novela, es presionado por la editorial para
sacar pronto otra, para aprovechar el tirón, con lo que hay una merma de
calidad, y ese autor desaparece.
Lo ideal al llegar a una editorial es que tengas práctica para escribir
novelas, por eso es importante escribir una tras otra, incluso si no se publican,
para que no te pase eso. También tienes que ser consciente de tu ritmo de
trabajo (siempre lo puedes aumentar un poco, pero no tanto como para que
sufra una merma de la calidad), y antes de comprometerte a entregar una
novela en una determinada fecha, debes sopesar si vas a ser capaz o no.
MIEDO A OFENDER A PERSONAS QUE TE CONOCEN. A
pesar de que estás escribiendo ficción, hay situaciones de la vida real que se
te cuelan en las historias, y tienes miedo de que ofendan a seres queridos o
personas que te conocen. La solución es muy fácil: o bien reconoces que tal
vez se sientan ofendidos, y apechugas con las consecuencias, o bien
enmascaras tanto la ficción que no se dan cuenta.
En el primer caso, ten en cuenta que no estás escribiendo tus memorias,
y que por mucho que cuentes hechos reales, esos hechos solo los conoces tú y
la persona implicada, por lo que con toda seguridad nadie más sabrá que eso
pasó en la vida real, ni quién es la persona a la que dejas mal.
Armistead Maupin contó una anécdota muy divertida en un programa
de la radio BBC. Cuando estaba escribiendo la novela Maybe the Moon, su
hermana le dijo que estaba harta de su nueva suegra, que era muy estirada, y
que tenía la costumbre de llevar al ginecólogo una bolsa que se ponía en la
cabeza cuando la estaban examinado. A Maupin le fascinó la historia, pero su
hermana le pidió que por favor no lo utilizara en ninguna de sus obras (ya
sabría que los escritores somos famosos por aprovechar todo lo que nos pasa
y cuentan). Maupin se lo prometió, pero se olvidó enseguida, y escribió una
escena en la que una mujer se ponía una bolsa en la cabeza cuando iba al
ginecólogo.
En la gira promocional, donde Maupin leía partes de Maybe the Moon
en librerías, uno de los fragmentos seleccionados era el de la mujer con la
bolsa en la cabeza. Para su desgracia, cuando fue a la población donde vivía
su hermana, a la presentación fueron ella y su suegra; Maupin las descubrió
entre la audiencia y decidió seguir adelante, y leer ese fragmento como si no
pasara nada.
Al acabar, el hombre se acercó a su hermana y le pidió disculpas. Le
preguntó qué tal se lo había tomado su suegra, y ella le dijo que muy bien,
que cuando llegó a ese pasaje la señora se inclinó hacia ella y dijo: “¿Lo ves?,
otras también lo hacen”.
Y en el segundo caso, si no quieres ofender a nadie, maquillas lo
sucedido, utilizando la emoción que te creó. Pongamos que tu marido, por
mucho que le dijeras que no lo hiciera, amañó la declaración de la Renta, le
pillaron y tuvo que pagar un multón. Ese acontecimiento es todavía una
herida abierta en el matrimonio, así que lo enmascaras: un amigo le pide a
otro que se suba con él en un coche de alta gama para correr por la autopista a
toda pastilla; el otro le dice que no, y cuando el primero lo hace, tiene un
accidente y acaba en el hospital, mientras que el otro se queda con la
conciencia tranquila.
O te han despedido de forma improcedente de tu oficina porque
utilizabas internet en el trabajo, mientras veías delante de tus narices cómo tu
jefe blanqueaba dinero. No tienes pruebas que mostrar, y tienes miedo de
meterme en problemas si cuentas la verdad en tu novela. Pues cambias el
trabajo y de género al jefe, y ahora es una de las dueñas de una peluquería,
donde trabaja tu protagonista, que mete mano en la caja sin que lo sepa la
otra dueña y echa la culpa a las peluqueras, que cobran mal, y tu protagonista
decide irse cuando se entera de lo que pasa.
Capítulo 12
Coaching para escritores
No desees que fuera más fácil, desea que fueras mejor. No desees menos
problemas, desea más destrezas. No desees menos retos, desea más
sabiduría.
JIM ROHN
Para tener una carrera literaria, es fundamental que tengas claro a dónde
quieres llegar, aunque debas ir modificando el rumbo durante el camino.
Aquí vamos a estudiar modelos de coaching que te ayudarán a escribir
novelas y a dar tus siguientes pasos en tu carrera de escritor. El coaching deja
atrás el pasado y se centra en lo que quieres lograr en el futuro, ayudando a la
gente a darse cuenta de que tienen más recursos y son más válidos y capaces
de lo que se pensaban.
LOGRAR OBJETIVOS
Al final del curso, a mis alumnos les hago estas preguntas para que puedan
escribir su primera novela, sin que yo esté supervisando su desarrollo. Yo
también las utilizo cuando estoy preparando una novela. Me he inventado
unas respuestas como ejemplo, pero tú tienes que dar con tus propias
respuestas.
1— ¿Qué deseas? Tiene que estar en positivo, y ser específico. No
vale, escribir un libro bonito, o una colección de cuentos que me haga sentir
bien. Quiero escribir una novela histórica de 100.000 palabras.
2— ¿Cómo sabrás que lo has logrado? Porque habré puesto el punto
final, después de revisarla.
3— ¿Cuándo lo lograrás y con quién? Imagina que has terminado la
novela y visualiza la escena con los cinco sentidos, y responde todo lo
específicamente que puedas. ¿Dónde estás? ¿Cuándo ocurre eso? ¿Con quién
estás? Estoy en mi despacho, tecleando. El sol se cuela por la ventana, y
tengo el ventilador, que hace ruido, encendido. Acabo y le grito a mi mujer
que he terminado. Ella entra y me da un beso. Siento una inmensa felicidad.
4— ¿Qué efectos tendrá sobre ti y los que te rodean? ¿Cómo crees
que influirá en tu vida el haber terminado una novela? Piensa en positivo. La
satisfacción de haber terminado una novela, ganar confianza como escritor, y
la posibilidad de meterme en el mundo editorial, o autopublicarla y comenzar
a ganar lectores. Mi mujer se sentirá orgullosa y sabrá que lo de la escritura
me lo tomo en serio.
5— ¿Qué evita que lo puedas lograr ahora? Esta pregunta te ayudará
a descubrir obstáculos a superar. La presión del trabajo en el banco, los niños
jugando, el miedo al fracaso, el miedo a cometer errores con la
documentación.
6— ¿Con qué recursos cuentas ahora que te puedan ayudar a
alcanzar tu objetivo? Al contestar esta pregunta, te darás cuenta de que
tienes más recursos de los que imaginabas. Tengo conexión a internet, y
puedo utilizar Google Maps para “viajar” a cualquier parte, puedo leer la
Wikipedia y blogs para hacerme una idea de la documentación, ir a la
biblioteca para consultar libros sobre la época de mi novela, llegar a un trato
con mi mujer para que cuide a los niños mientras escribo.
Parecido al ejercicio para superar el miedo al fracaso, aquí también es
útil que saques una lista de diez logros de los que te sientas orgulloso. Con
logros no solo me refiero a éxitos que conseguiste porque te empeñaste, sino
también a obstáculos que superaste cuando la vida te dio palos. No te fijes en
la emoción que te crean, sino en que pudiste seguir adelante. En cuanto la
tengas, por cada logro saca una lista de las habilidades que utilizaste para
lograr tus objetivos. Al tenerlas todas, observa las habilidades que se repiten.
Eso son tus puntos fuertes. Y mira si hay alguna habilidad que te falta. Ahí
tienes tus puntos débiles. Saca provecho de los primeros, y busca ayuda para
superar los segundos.
7— ¿Qué más necesitas para alcanzar tu objetivo? Aquí sacarás más
recursos. Algo práctico es que te preguntes “¿Qué más puedo hacer?”, sin
pensar si eso es factible o no, hasta que no se te ocurra ninguna otra cosa.
Escribir e-mails a expertos para que me ayuden a resolver dudas concretas,
contactar con grupos de recreaciones históricas. Buscar grupos online de
escritores que también estén escribiendo su primera novela, para que nos
animemos mutuamente. Contratar una mentoría online para que me ayude a
sacar la escaleta. Leer novelas históricas mientras estoy en el proceso de la
escritura.
8— ¿Qué plan tienes para alcanzar tu objetivo? Aquí desarrollas los
pasos concretos que vas a dar. Es importante que cumplan el modelo SMART
(sus siglas en inglés) de objetivos. No te preocupes si ves que no puedes
cumplir los objetivos en el plazo indicado; más tarde puedes retocarlo.
S— Específico. Volvemos al principio, debes dejar claro qué vas a
hacer, y tiene que ser algo específico y controlable. No vale ser rico o
hacerme famoso escribiendo. Vale escribir una novela histórica de 100.000
palabras. Ahí tienes un género concreto y una extensión concreta.
M— Medible. Divide ese objetivo en partes más pequeñas, y ponte
plazos para cumplirlas, así sabrás si estás avanzando o no. Escribir cada día
500 palabras, de lunes a viernes.
Lo de dividir los objetivos en partes más pequeñas, con o sin plazos
de tiempo, me ha ayudado tremendamente, no solo para escribir. La
documentación me la planteo así, primero me hago una idea del conjunto
leyendo algún libro, y luego voy buscando solo lo que necesito, lo que me
pide la historia en ese momento. De lo contrario, me abrumaría.
Cuando comencé mi blog de Blogger allá por 2009, personalizarlo era
un tormento, así que lo que hice fue dividir todo lo que quería mejorar en
partes pequeñas. No valía con “Quiero que quede más bonito”, tuve que
buscar qué cosas específicas deseaba cambiar. Quería que mis entradas
fueran más anchas, pues buscaba en Google cómo hacer solo eso. Luego
quería cambiar el fondo, pues también, solo buscaba eso. Así con cada detalle
que quería cambiar de mi blog.
Esto también me ayudó a superar la tensión que me producía
conducir: comencé a dividir lo que tenía que hacer. Primero, ir al coche y
arrancarlo. Eso era fácil. Luego, salir de mi casa y llegar a cierto punto.
También era fácil. Avanzar hasta otro punto. También era fácil. Y cuando
llegaba a la ciudad, a la zona donde quería aparcar, tan solo me tenía que
preocupar por aparcar. Era muchísimo más sencillo que ir angustiado desde
el principio porque me podría pillar un atasco y no podría aparcar.
A— Atractivo. Para ti tiene que ser atractivo. Si no te apetece escribir
una novela histórica, no hay nada que hacer. Busca objetivos que te
apetezcan. Igualmente, cuando dividas tu objetivo en partes más pequeñas,
esas partes deben resultarte atractivas: leer una novela histórica a la semana,
leer un libro de técnica narrativa al mes. Si ves que pasa el tiempo y no los
vas cumpliendo, busca otros objetivos, o un plazo de tiempo distinto.
R— Realista. Por muchas ganas que tengas de escribir, sé realista e
imponte plazos que puedas cumplir. No pretendas escribir ocho horas
seguidas todos los días si tienes otro trabajo, o acabar tu primera novela en
tres meses. Vete retocando el plazo de tiempo que te das y lo que trabajas
cada día, a medida que vayas conociendo tu ritmo de trabajo. Ejemplo:
escribir 2.000 palabras a la semana.
T— Con plazo de tiempo. Tienes que tener un límite de tiempo,
aunque lo puedas modificar más adelante, para asegurarte de que acabas la
novela. Ejemplo: un año y medio.
Una vez que tienes ese plan, vas trabajando sobre él, modificándolo
cada vez que haga falta. Así no estarás yendo a ciegas, y sabrás si te estás
acercando o alejando de tu objetivo.
EL VIAJE DEL HÉROE
Joseph Campbell fue un mitólogo que tras estudiar las leyendas de muchas
épocas y lugares, llegó a la conclusión de que compartían un patrón común:
el viaje del héroe. Dio a conocer por primera vez este viaje en El héroe de las
mil caras (The Hero with a Thousand Faces) en 1949, y lo fue
perfeccionando a lo largo de su vida.
Años después, George Lucas reconoció la influencia que tuvo sobre él
ese libro para escribir La guerra de las galaxias (Star Wars), y Christopher
Vogler aplicó ese patrón a las películas en el que debe de ser el libro para
escritores más vendido de la historia: El viaje del escritor (The Writer’s
Journey), publicado en 1998.
Me parece interesante conocer por encima este viaje, y el libro de
Vogler es muy bueno, aunque demasiados escritores primerizos se lo toman a
pies juntillas y no hacen más que variaciones de una misma historia, forzando
giros para que encaje en el patrón, cuando en realidad, analizando la literatura
y el cine, te encuentras tantos ejemplos que siguen este modelo como los que
no lo hacen.
El viaje del héroe es el siguiente:
1— El mundo ordinario. La historia comienza con el mundo
corriente del protagonista.
2— La llamada de la aventura. Algo pasa que desestabiliza su
mundo, y al protagonista no le queda más remedio que ponerse en acción.
Normalmente las historias empiezan aquí, porque nos aburriríamos viendo el
mundo ordinario sin ningún conflicto.
3— El rechazo de la llamada. El protagonista quiere rechazar la
llamada de la aventura porque tiene miedo. Bueno, depende. A veces no le
queda más remedio que lanzarse al vacío con todo el miedo del mundo. Y si
alargas mucho esta parte, te aseguro que pierdes lectores.
4— Aparece un mentor. Un maestro ayuda al protagonista a
prepararse para el viaje. Bueno, a veces no hay de esto, o aparece más tarde.
5— Cruzando el primer umbral. Por fin el protagonista entra en
acción. Si en tu novela tarda tanto en entrar en acción, solo se la leerá tu
madre, si es que te quiere de verdad.
6— Pruebas, aliados y enemigos. Una vez que está en camino, va a
tener que superar obstáculos para llegar a su objetivo, y encontrará aliados
que le ayudarán, y enemigos que le pondrán la zancadilla. Esto sí suele
cumplirse.
7— Acercamiento a la caverna más recóndita. Es la gran prueba en
el camino.
8— El sufrimiento. El protagonista parece que va a fracasar en su
intento.
9— Recompensa (obteniendo la espada). El héroe ha superado la
gran prueba, y logra su recompensa, que puede ser material o conocimiento
que lo hace cambiar.
10— El camino de vuelta. El protagonista decide regresar al mundo
ordinario, pero aún tiene que vencer a fuerzas del mal que lo persiguen.
Bueno, normalmente las historias se acaban en el punto anterior, y muy
brevemente se cuenta qué pasó después.
11— La resurrección. Es el segundo gran momento en el que se
juega la vida. Cuando venza, renacerá siendo un nuevo ser. Normalmente
suele haber solo un clímax, y no va después del camino de vuelta.
12— Regreso con el elixir. El héroe regresa a casa con un elixir, que
puede ser material, o un conocimiento que ayuda a la comunidad. A mí esto
me parece repetir un poco el punto 9, y asume que en todas las historias el
protagonista cambia.
Si eres de los que este modelo te parece la purga de Benito, intenta
encajar, sin hacer malabares, Psicosis (Psycho) de Alfred Hitchcock, Diez
negritos (Ten Little Niggers / And Then There Were None), de Agatha
Christie, Toro salvaje (Raging Bull), de Martin Scorsese, Cita con Rama
(Rendez-vous with Rama), de Arthur C. Clarke, o Un beso antes de morir (A
Kiss Before Dying), de Ira Levin, y me cuentas.
Más interesante me parece el uso que hace Robert Dilts del viaje del
héroe aplicado a la vida en Coaching (From Coach to Awakener). Y es que tu
carrera literaria se asemeja a ese viaje. Veamos aquí una adaptación con el
ejemplo de escribir tu primera novela, pero tenlo presente cada vez que
tengas que hacer frente a un nuevo reto en tu carrera.
1— El llamamiento. Es tu vocación, lo que quieres conseguir. Piensa
que son cosas que dependen de ti lograr. Pongamos que es comenzar una
carrera literaria, y para ello, el primer paso es acabar una novela.
2— Aceptar el llamamiento. Si no lo aceptamos, nos frustramos, y si
lo aceptamos, tenemos que cruzar un umbral que nos lleva a un mundo que
no conocemos: salimos de nuestra zona de confort, y para lograr el objetivo,
debemos cambiar.
3— Encontrar un mentor. Para saber movernos en el nuevo
territorio, tenemos que buscar a alguien que nos guíe, alguien que ya haya
recorrido el terreno en el que nos adentramos. En nuestro caso, acudimos a
clases de escritura, leemos libros de técnica, seguimos blogs de escritores…
para no ir a ciegas. Siempre que te adentres en terreno desconocido para ti,
sea cual sea tu objetivo, busca la guía de los que ya lo han logrado.
4— Enfrentarse a un reto o retos. En algún momento del camino, te
toparás con un reto que te forzará a cambiar: o cambias, o no puedes seguir
adelante. Este es el paso más importante. Normalmente está relacionado con
algún condicionamiento negativo que arrastramos de nuestro pasado. Para
superarlo, desarrollamos una habilidad especial, o descubrimos un recurso o
herramienta especial, y cambia nuestra noción del mundo porque hemos
crecido como personas.
En mi primera novela, me mortificaba la documentación que debía
buscar y que no aparecía en internet. Me mortificaba porque yo tenía la
noción de que si pedía ayuda, era un débil, de que debía saberlo todo, y de
que la gente generalmente era egoísta y mala. No me quedó más remedio que
superarlo, y descubrí que pedir ayuda te simplifica mucho las cosas, y la
gente generalmente es buena, y si eres educado y asertivo, va a ayudarte sin
problemas.
5— Regresar a casa con el cambio de visión y compartirlo con
otros. Has crecido como persona, y quieres ayudar a otros a que también
cambien para mejor. En mi caso, este libro es mi forma de compartir lo que
he cambiado, y lo que tú puedes lograr.
Ten en cuenta que cada novela que escribas, cada libro de no ficción
que termines, te cambia como persona. Y que cuanto más tiempo te
mantengas en la carrera literaria, más cambiarás para ajustar tu visión del
mundo a la realidad y poder seguir adelante.
No olvides que para cambiar, para aprender la lección que te vuelve
mejor y más feliz, tienes que superar el reto. Te vas a sentir mal, pero te las
tienes que ingeniar para seguir adelante, de lo contrario, todo el esfuerzo
hecho hasta entonces habrá sido en vano. Si alguna vez piensas en tirar la
toalla, que esto es muy duro, que todo el trabajo no te merece la pena, ya
estás harto de todo el esfuerzo que supone y de no ver recompensas, está
decidido, abandonas… haz lo siguiente: fuérzate a superar el reto con el que
estés lidiando entonces, y después abandonas. Lo más probable es que sigas
adelante.
Veamos unas preguntas muy útiles para ayudarte a superar el reto:
1— ¿Cuál es el reto que debes superar? ¿Qué situaciones te hacen
sentir mal? ¿Dónde parece que no tienes el control de tu vida?
2— ¿Dónde termina tu zona de confort? ¿Dónde tienes que
adentrarte para superar el reto?
3— Teniendo en cuenta el reto que debes superar y la zona de
confort que debes abandonar, ¿qué acciones tienes que llevar a cabo? Si
las acciones son muy complejas, divídelas en partes más pequeñas. ¿En qué
tienes que convertirte para superarlo? En una persona más segura, en alguien
más organizado, más asertivo, más constante…
4— ¿Qué recursos tienes para llevar a cabo esa acción? ¿Cuáles vas
a tener que desarrollar? ¿Quiénes serán tus mentores? Piensa en toda la gente
que te puede echar una mano, en todas las veces que has sido resoluto en el
pasado y que puedes aplicar a la situación actual, en tus éxitos para ver que
anteriormente has resuelto situaciones más complejas, en lo que necesitas
aprender para superar el obstáculo.
TU ACTITUD ANTE LOS REVESES
En programas para superar adicciones se dice una plegaria que a mí me gusta
mucho, la plegaria de la serenidad:
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo
cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
Da igual que creas en Dios o no, porque lo importante es el mensaje
que da. En la vida hay situaciones que puedes cambiar, porque está en tu
poder cambiarlas, tienes capacidad de influencia (suelen ser bastante más de
las que nos pensamos), pero no podemos cambiar todo, y en ese caso lo
mejor es aceptarlo, no sufrir y adaptarnos a la situación. Para alcanzar la
serenidad, debemos ser capaces de distinguir las situaciones que podemos
cambiar —y cambiarlas— de las que no se pueden cambiar —en cuyo caso
nos adaptamos— para que no nos hagan sufrir.
No puedes cambiar que llueva o haga sol, pero sí tu actitud ante esos
acontecimientos. Prefiero el sol, pero los días de lluvia no me importan,
porque me parecen más acogedores para leer y escribir. No puedes cambiar
que te pille un atasco, pero te puedes agobiar o tomártelo con calma, avisar
que vas a llegar tarde, y relajarte escuchando música. No puedes cambiar que
tengas un accidente, mueran seres queridos, o contraigas una enfermedad
grave, pero sí puedes cambiar tu actitud ante esos acontecimientos.
En el caso de la carrera literaria, tú puedes, y debes, trabajar para ser
cada vez mejor escritor, no tomando atajos y esforzándote por mejorar
continuamente. Aunque no puedes cambiar el mundo editorial, si te rechazan
puedes estudiar los motivos del rechazo y mejorarlos, ya sea reescribiendo la
novela o retocando la carta de presentación, pero tienes que asumir que por
mucho que hagas, no está en tu poder que te publiquen, o que tus libros sean
un éxito.
Una técnica muy buena de programación neurolingüística para asumir
lo que no se puede cambiar es el reencuadre, que es ver qué puedes sacar en
positivo de esas situaciones, para que no te hundas emocionalmente y puedas
seguir adelante. No es que lo veas todo de color de rosa, es darle un giro
realista que te anima a continuar.
Una de las muertes que más me han dolido fue la de mi prima Lilí. Me
sacaba 21 años, así que para mí fue más tía que prima. Luchó contra el cáncer
durante cuatro años, hasta que se agotó. Fueron dos duros golpes; primero,
cuando nos dijeron que el cáncer era terminal y como mucho le quedaban dos
meses de vida, y luego cinco días después, cuando murió.
Recuerdo que estaba agotado en el tanatorio, pensando que su muerte
dolía muchísimo. Entonces caí en la cuenta de que en cierto sentido ese dolor
era bonito, porque significaba que Lilí me había dado tanto cariño en vida,
que ahora su ausencia me partía. La muerte de otros familiares o conocidos
no me habían marcado ni muchísimo menos. No es que me pusiera a dar
saltos de alegría en el tanatorio, pero fue un pensamiento que me reconfortó,
saber que los seres queridos que más lloramos cuando perdemos, son los que
más hemos amado.
Eso es un reencuadre.
Armistead Maupin comenzó a escribir en los 70 una serie de historietas
humorísticas en un periódico de San Francisco, que más tarde compondrían
la novela Historias de San Francisco (Tales of the City). Al poco se dio
cuenta de que no tenía personajes negros, que todos eran blancos, entonces
creó un personaje negro, esperando que fuera realista: la modelo D'orothea
Wilson. El resultado fue desastroso; los lectores le criticaron que D’orothea
era una mujer blanca disfrazada de negra. Maupin lo pasó muy mal durante
un par de días, hasta que se dio cuenta de que eso era una idea magnífica para
la trama: D’orothea era realmente una blanca disfrazada de negra porque las
agencias estaban contratando a modelos negras.
Eso es un reencuadre.
Ante un revés te preguntas qué puedes aprender de él, y si hay algo que
puedas hacer para superarlo, lo hagas, y si no hay nada, lo aceptes tranquilo,
porque es inútil sufrir, y te adaptes y sigas con tu vida.
A veces hay que dejar correr el tiempo para descubrir qué ocultaba ese
revés, como demuestra esta antigua historia china taoísta:
Hace mucho, mucho tiempo vivía un campesino pudiente en un pueblo
pobre. Era dueño de un caballo que utilizaba para arar y viajar. Un día el
caballo huyó, y sus vecinos se lamentaron, diciendo que era terrible lo que
había pasado, pero él simplemente contestó “Tal vez”.
Unos días más tarde, el caballo regresó y trajo consigo dos caballos
salvajes. Los vecinos se alegraron de su buena fortuna, pero el campesino
simplemente contestó “Tal vez”.
Al día siguiente, el hijo del campesino intentó montar uno de los
caballos salvajes, pero este lo tiró al suelo y el chico se rompió la pierna. Los
vecinos se lamentaron de su mala fortuna, pero el campesino simplemente
contestó “Tal vez”.
A la semana siguiente, unos soldados llegaron al pueblo para alistar a
los jóvenes, pero rechazaron al hijo del campesino porque tenía la pierna rota.
Cuando los vecinos le dijeron que tenía mucha suerte, el campesino
simplemente contestó “Tal vez”.
Echando la vista atrás, por muchas ganas que tuviera de que mi
primera novela se publicara y fuera un éxito, fue un acierto que no sucediera:
si hubiera logrado la publicación, lo más probable es que hubiera sido un
fracaso, y en el muy hipotético caso de que hubiese tenido éxito, el éxito se
me habría subido a la cabeza, habría dejado de crecer como escritor, no
habría hecho todo el trabajo de introspección que hice para conocerme a mí
mismo, no habría reconocido la importancia de la humildad, no habría
superado todos los traumas que arrastraba desde la infancia, cosas que hice
para seguir adelante con mi carrera de escritor, y como no tenía la suficiente
práctica escribiendo, no hubiera podido escribir una segunda novela en
condiciones.
A esto los anglosajones lo llaman bendición disfrazada; una situación
mala, que con el tiempo se revela positiva. Cuando tengas un revés, sigue
adelante, aprendiendo de él o aceptándolo, y verás que con el paso del tiempo
es posible que el revés que tanto te dolió escondía un gran beneficio.
PATRÓN DE VIDA
Una técnica muy buena para encontrar esos beneficios, para ser más
resiliente, más flexible y resoluto, es ver qué podemos aprender del pasado,
para comprobar que de alguna manera, nuestras acciones, tanto las buenas
como las malas, todo lo que hemos vivido, está interrelacionado y nos ha
llevado a convertirnos en las personas que somos ahora. Vamos atisbando un
patrón en nuestra vida con el sentido que le damos a nuestras vivencias. Es
percatarse de que en la vida, todo cuenta.
Aquí no me refiero a lo que recomiendan muchos libros sobre cómo
crearse una marca personal, que busques tu narrativa vital y te vayas
vendiendo así, como si desde que naciste —o desde que fuiste concebido en
una noche loca— estuvieras predestinado a convertirte en lo que eres. No lo
recomiendo porque me parece que es simplificar demasiado la realidad, es
pasar por alto todas las dudas y todos los miedos que tuviste que superar, y es
vender una imagen completamente irreal de ti: infalible, cuando nadie lo es.
Además, te cierras la posibilidad de cambiar en el futuro, de reconocer que ya
esa actividad no te gusta y te vas a dedicar a otra cosa.
Yo desde niño sentí la necesidad de escribir, y hasta que no me puse a
ello no se me quitaron las ganas, pero también quería ser director de cine,
bailar y ser actor. Probé el atletismo un trimestre, el ajedrez durante varios
años, y de pequeñito, la cría de caracoles (no sobrevivió ni uno). De
adolescente me encantaba jugar al tenis, el inglés y era muy cinéfilo. Con
trece años, después de salir extasiado del cine de ver el Drácula de Coppola,
decidí que definitivamente sería director de cine.
Sería un hipócrita si dijera que desde pequeño tenía claro que iba a ser
escritor, y que desde entonces mi objetivo fue superar todas las trabas para
lograrlo. Mi vida, como la de todos, está llena de dudas, pasos en falso, crisis,
pérdidas de tiempo, miedos, incertidumbres, rodeos… Durante mucho tiempo
pensé que mi vida estaría ligada al cine, hasta que me fui acercando a la
escritura, y entonces sí, con 30, me dije que quería dedicarme a esto, y me
propuse superar todo lo que hiciera falta.
Primero tienes que buscarte a ti mismo, reconocer qué es lo que
realmente te gusta, y lanzarte a ello, teniendo en cuenta que tus gustos, o tus
circunstancias vitales, pueden cambiar, y por tanto tus objetivos; no pasa
nada por cambiar de meta en cualquier momento de la vida.
A lo que me refiero con este ejercicio es que veas el pasado desde la
distancia, encontrando sentido a lo sucedido, y viendo cómo has ido
creciendo a lo largo de los años, buscando reencuadres y conexiones.
Imagina que estás viendo un cuadro de puntillismo. Si lo ves muy de
cerca, solo ves puntos inconexos, pero a medida que te vas alejando, se va
formando una imagen. Pues de eso se trata con tu vida. A medida que la
vayas observando desde la distancia, notarás que se va formando un patrón.
Steve Jobs lo expresó perfectamente en su famoso discurso de 2005
en la Universidad de Stanford: “No puedes conectar los puntos hacia delante,
solo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar que los puntos se
conectarán alguna vez en el futuro. Tenéis que confiar en algo: vuestro
instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Esta forma de actuar nunca
me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida”.
Disfruta de los recuerdos felices, pero distánciate de los infelices y
analízalos: ¿Por qué ocurrieron? ¿Pudiste hacer algo por evitarlos? ¿Qué
lecciones sacaste de ellos? ¿Cómo actuarías ahora si ocurriera lo mismo,
sabiendo que hay situaciones inevitables, y por lo tanto simplemente hay que
aceptarlas, y situaciones que sí se pueden evitar, siendo flexible y con mucha
perseverancia?
Piensa que al actuar, hacemos las cosas lo mejor que podemos de
acuerdo a nuestros conocimientos en ese momento, que no cometemos
errores ni hacemos daño de forma consciente (si lo hacemos, es porque
estamos sufriendo un desequilibrio emocional o una enfermedad o
desequilibrio psicológico). Esto te ayudará a revisitar tu pasado de forma
mucho más calmada, y a ser muchísimo más flexible al tratar con las
personas, y verlas desde una luz mucho más benigna.
En el año 2012 aun no se sabía cuál sería el futuro del mundo
editorial. El libro digital todavía no había tocado techo, y estaba en el aire qué
pasaría con las editoriales tradicionales. Constantemente saltaban a los
titulares escritores que habían dado la campanada autoeditándose libros
digitales y vendiéndolos por menos del precio de un café. Yo me quise subir
al carro, y decidí autopublicar una colección de cuentos, Vivir soñando, que
fue un estrepitoso fracaso —como lo es el 99,99% de los libros autoeditados
—. Aprendí a no darle valor a las excepciones que saltan a los titulares o se
hacen virales en las redes sociales, aprendí que la autoedición no es la
panacea, aprendí a maquetar un libro en papel y a hacer un Kindle, aprendí a
trabajar con Amazon. Todo esto me permitió dos años después autoeditarme
Atrévete a ser escritor y tener mi primer éxito. La experiencia de Vivir
soñando fue necesaria para que existiera Atrévete a ser escritor.
Todo cuenta.
Marcel Proust, al poco de lograr el éxito como traductor, tuvo una crisis
al perder a su padre con 32 años y a su madre, a la que estaba muy unido, dos
años después. Se retiró de la sociedad y buscó el sentido de su existencia, que
como sabes se caracterizó por fiestas, lecturas y paseos. Descubrió que su
frágil físico le llevó a leer muchísimo desde niño, acumulando una vastísima
cultura; que llevaba veinte años analizando la alta sociedad y los círculos
bohemios franceses, a los que había retratado en artículos para la prensa,
ensayos y un intento fallido de novela, convirtiéndose en un gran lector de
personas; y que traduciendo a Ruskin había logrado una disciplina de trabajo.
En 1908, tres años después de la muerte de su madre, comenzó a escribir En
busca del tiempo perdido, donde utilizó todo lo que había aprendido hasta
entonces.
Todo cuenta.
Según Steve Jobs, en el célebre discurso: “Estoy seguro que nada de
esto habría ocurrido [estaba en la cima del éxito] si no me hubieran echado de
Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la
necesitaba. A veces la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No perdáis la
fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi
amor por lo que hacía”.
Un ejercicio que ayuda a encontrar un patrón en tu vida es jugar al
“¿Qué habría pasado si…”, anulando tanto situaciones positivas como
negativas de tu vida. Verás que en cierta manera, fue necesario que pasaras
por todo eso para llegar hasta donde estás hoy en día.
Ojo con los traumas. Si arrastras algún trauma del pasado, alguna
situación que te atemoriza recordar y te limita, antes de realizar este ejercicio
busca ayuda psicológica para superarlo. Muchas cosas malas pasan sin
ningún motivo, y tú no tienes la culpa; o si la tuviste, actuaste como mejor
supiste, de acuerdo a tus conocimientos, madurez y circunstancias vitales de
entonces, ahora actuarías de otra manera. No le busques sentido, no le
busques una justificación posterior, como si fuera una especie de prueba. El
primer paso es reconocer la intensa emoción, o emociones, negativa que te
provoca (rabia, vergüenza, dolor, impotencia, arrepentimiento, culpa, terror,
angustia, pena, resentimiento), y con ayuda debes ir rebajando esa emoción,
hasta que puedas continuar con tu vida. Entonces es cuando puedes sacar
conclusiones, como no ser jamás como aquellos que te hicieron daño, no
cometer los mismos errores, reconocer que no pudiste hacer nada por
evitarlo, ayudar a otros en tu misma situación, o aprovechar la vida al
máximo ahora que ya nada te arrastra al pasado.
Dejando traumas de lado, pregúntate cosas como ¿Qué habría pasado si
no hubiera leído esa novela que me enamoró de la literatura? ¿Qué habría
pasado si tuviera hijos? ¿Qué habría pasado si no me hubiera marchado del
país?
Prueba a hacer el cambio con un éxito, un fracaso, una decisión
acertada, una decisión terrible, una experiencia muy mala, y una experiencia
muy buena.
Te habrás dado cuenta de que en el anterior apartado, el de los
reencuadres, yo encontré una explicación a que mi primera novela no se
hubiera publicado jugando con el ¿Qué habría pasado si…? Así encontré
explicaciones que justifican que no sucediera, porque necesitaba aprender
muchas lecciones y crecer como escritor.
Capítulo 13
La hora de la verdad
Fracasar no es perder. Es no haberlo intentado.
XAVIER GABRIEL
A menos que seas un descerebrado que se ha puesto a escribir pensando en
hacer dinero fácil, la mayoría nos ponemos a esto porque nos encanta leer, y
queremos saber si también podemos escribir. Probamos, aprendemos más y
más, y nos enamoramos de la escritura. Entonces, inevitablemente, llega un
momento en el que nos tenemos que plantear si queremos que la escritura sea
un hobby o una profesión. En este capítulo veremos lo que has de hacer si
quieres lo segundo.
¿HOBBY O PROFESIÓN?
Un día me dejaron en Facebook un comentario que decía que solo los que se
lo podían permitir podían tener una carrera literaria. Ese comentario era
erróneo, ya que una carrera literaria no cuesta dinero, porque tú no pagas por
publicar (de hecho, se trata de todo lo contrario: cuando publicas tu objetivo
es ganar dinero), y lo realmente importante es sacar tiempo para poder
escribir.
Con lo fácil que es hoy en día publicar, mucha gente se frustra… por
ser poco realista. Confunden publicar con tener ingresos con sus libros
(olvidan que hay que lograr que gente que no te conoce de nada
voluntariamente pague por leer tus novelas), se toman la escritura como un
hobby, y pretenden ganar dinero como los profesionales. Tienen dos
opciones: o bajan sus expectativas y se conforman con ver su nombre en la
portada de un libro autopublicado y ganar muy poco dinero por su afición, o
se lo toman como un trabajo para tener la posibilidad de ganar como los
profesionales dentro de unos años.
Viven en la fantasía del dinero rápido, del éxito sin esfuerzo, de que
es fácil dar el pelotazo con un libro y forrarse, en vez de mirar a la realidad a
la cara. Es querer comprarse una mansión poniendo de aval un billete de
lotería. Si fuera tan fácil, a cualquier escritor que se lo tomara mínimamente
en serio, le estaría saliendo el dinero por las orejas y todo el mundo lo haría.
Lo que suelen hacer es seguir con su hobby, quemándose porque
nadie compra sus libros. Culpan a todo cristo de su fracaso (como hemos
visto, a veces suceden cosas malas sobre las que no tienes control, pero sí
puedes cambiar tu respuesta ante ellas), y en vez de pararse a analizar cómo
funciona el mundo editorial y cómo lo han logrado otros antes que ellos, se
ponen a inventar la rueda, intentando vencer al sistema. Acaban muy
cabreados con el mundo editorial, y dejan de escribir, empeñados en que la
culpa era de otros y que ellos son artistas incomprendidos. Conozco a más de
uno así. No es bonito estar a su lado. Volveremos a ellos cuando veamos la
adicción a la justicia.
Una variación son los que prefieren alimentar el ego que la panza,
pero se enfadan porque no consiguen lo segundo; que sus libros les den de
comer. No les gusta escribir a diario, sino que les consideren autores, firmar
libros y hacer presentaciones a las que solo van familiares y amigos, pero les
gustaría tener una carrera literaria. Como los anteriores, acaban
quemadísimos. De nuevo, aquí se tienen que plantear si realmente les
apasiona escribir novelas o el postureo literario.
Creo que todo esto viene de que no son conscientes de que la literatura
aparte de un arte, es un negocio, y si no te sabes vender, ya puedes escribir
maravillas, que no vas a durar. Prefieren seguir con su imagen soñada de lo
que debería ser la vida de un autor, que ver cómo funciona la realidad. Eso
solo garantiza el fracaso.
Y es que para tener una carrera literaria, además de ser muy bueno
escribiendo (no pretendas durar decenios si no das novelas que tu público
considere de calidad), de trabajar todos los días para mejorar (si solo lo haces
cuando te apetece, es un hobby), tienes que tener espíritu de emprendedor:
tienes que estar creando novelas y productos constantemente, tienes que
buscar a tu público y mantenerlo, tienes que saber jugar en las leyes del
mercado, tienes que llevar bien la incertidumbre, saber reconocer
oportunidades y reconocer cuando se agotan.
Yo no sabía nada de eso, pero no me quedó más remedio que
aprenderlo, y resulta que me gusta. Todas las actividades relacionadas con la
escritura que hago para ganar dinero me las tomo como actividades que me
compran tiempo para seguir escribiendo, que es lo que realmente me encanta.
Para mí, ya es motivación más que suficiente para ser emprendedor.
Si nunca te has planteado ser uno, dos libros que te recomiendo
encarecidamente son El libro negro del emprendedor, de Fernando Trías de
Bes, y Vivir sin jefe, de Sergio Fernández. Ahí verás la actitud que hay que
tener, y los errores más comunes a la hora de emprender.
CUESTIONES FUNDAMENTALES
Veamos algunas cuestiones fundamentales para tener una carrera literaria:
1— Tú eres tu propia empresa, cuyo nombre es el nombre con el
que firmas tus libros, y tus productos son tus libros (y derivados de la
escritura).
2— Tienes que encontrar a tu público: gente que pague por leer
tus libros. Volvamos a una idea que adelanté en la introducción de este libro,
el de buscar a tu público ideal. Piensa en un autor que te encante. En mi caso
es Stephen King. De niño vi a mi padre devorar novelas suyas, y una amiga
de mi hermana, cinco años mayor que yo, hablaba maravillas de él, así que
con trece años comencé a leerlo, y aun sigo. Puede que me tire años sin
comprarme sus libros, pero entonces me compro el último, y si me gusta
mucho, tiro de fondo editorial y me compro más. Sin darme cuenta, siempre
lo tengo en el fondo de la mente, y de vez en cuando busco qué ha publicado
últimamente.
No es que me guste todo lo que escribe (a veces pienso, Stevie, si te
tuviera cerca, te haría tragar este ladrillo, con tapas duras y todo), ni que me
lea todo, y sé que hay muchos otros escritores de terror, pero él me da tantos
subidones emocionales, incluso con sus peores novelas, que sigo leyéndolo.
Sé que te da novelas flojas, pero que tarde o temprano te da una gran obra.
Ese es tu objetivo. No ser una megaestrella literaria como King, que
eso es imposible de controlar, sino lograr un público que no se olvide de ti y
se vaya comprando tus libros año a año, lustro a lustro, decenio a decenio,
porque le gusta lo que escribes. Solo así tendrás una carrera literaria.
3— Escribir es tu trabajo, por lo tanto, no tienes que pagar para
que te lo publiquen ni darlo gratis, tienes que ganar dinero. Si trabajas
con una editorial, no pagas nada, y si te autoeditas, puedes pagar por
cuestiones que no sabes hacer y no tienes intención de aprender (aunque yo
recomiendo que si lo sabes hacer, o te lleva poco tiempo aprenderlo, lo hagas
tú, al menos cuando estás empezando, de lo contrario es posible que no
recuperes la inversión), como el diseño de la portada, la maquetación, o la
creación del libro digital, sabiendo que cada coste aleja más en el tiempo los
beneficios, pero jamás para que te impriman ejemplares. Nadie trabaja gratis,
y los escritores tampoco. Si das tu trabajo gratis, es que lo aprecias muy poco.
No vale que hayas puesto gratis la versión digital y tengas 1.000
descargas, porque no has ganado nada de dinero. Vale que ya hayas ganado
1.000 euros con tu libro, gracias a que un puñado de gente se lo ha
comprado, y siga sumando. Deja de lado el ego, y sé práctico. Imagina que
vas a hacer la compra al súper y cuando vas a pagar le dices a la cajera que no
tienes dinero, pero que se han descargado tu libro 1.000 personas. Te dirá que
le parece muy bien, pero que esas descargas no te pagan la cesta de la
compra.
Algo que me frenó durante muchos años para ganar dinero como
escritor es lo que yo llamo la falacia del “Con el hambre que hay en el
mundo”. No hacía más que oír a gente quejándose de artistas que ganaban
muchísimo, “con el hambre que hay en el mundo” (o cualquier desgracia que
se te ocurra). Con el tiempo me di cuenta de que era gente que normalmente
no disfrutaba de su trabajo o no se atrevía a arriesgarse a lograr sus sueños, y
estaba resentida con los que tenían éxito con el suyo.
Pero lo más importante es que si tú ganas mucho o poco dinero con tus
libros, el hambre va a seguir estando, porque no hay una correlación de
causa-efecto entre tus ganancias y el hambre en el mundo. Es decir, si decides
no ganar dinero por tu trabajo como escritor, el hambre va a seguir
existiendo; sin embargo, si ganas algo, algo puedes hacer, como donaciones a
ONGs.
Siendo escritor no vas a lograr la paz mundial, acabar con el hambre en
el mundo, o encontrar la cura del cáncer. No, tu función como novelista es
hacer que la gente desconecte de la realidad mientras se sumerge en el mundo
de ficción que has urdido con palabras, olvidándose de sus problemas por un
rato. Eso ya es suficiente. Y si conectan emocionalmente contigo y los temas
que tratas les hacen reflexionar porque resuenan con ellos, mejor que mejor.
Por eso estás cobrando dinero.
En cuanto al éxito, dejando de lado que es francamente difícil hacerse
rico escribiendo (de verdad, si ese es tu objetivo, mejor vete al bingo o asalta
un banco), tú no has puesto una pistola a nadie en la cabeza para que se
compre tus libros, te den un premio literario, o hagan una película. Si tienes
éxito, has tenido mucha suerte porque te has puesto de moda, siéntete bien y
disfrútalo. La carrera del escritor es muy inestable, así que lo mejor es que
ahorres bastante, por las vacas flacas que seguro llegarán en el futuro.
4— Si nadie te conoce, y sin promoción, no hay ventas. Más de uno
se piensa que Amazon y las redes sociales son la panacea; las editoriales son
unas miserables que solo buscan lo comercial, pero Amazon te permite llegar
a todo el mundo gratis y te da unos royalties mucho mejores, así que te vas a
forrar con Amazon, promocionándote en tu Facebook, para que la gente se lo
compre. Eso es creer aun en los Reyes Magos. Si nadie te conoce, nadie va a
comprar tu libro; Amazon está sobresaturado de libros autoeditados, y si no
haces algo más que dar la murga en Facebook, no vas a destacar del resto. Lo
único bueno es que no habrás palmado dinero.
Ya te lo adelanto, en esta época es fundamental tener una presencia en
internet, independientemente de que vayas por editorial tradicional o te
autoedites. No puede ser que publiques una novela sin que te conozca nadie,
y lo único que hagas es cruzar los dedos para que empiece a funcionar el boca
a boca.
5— Invierte lo menos posible para sacar el máximo beneficio. No
me refiero a que por ahorrar y por hacerlo tú todo te quede un libro
cochambroso, ni que cobres tus libros como el caviar, o amenaces con
romper piernas si no se los compran, pero ten en cuenta que ganar dinero
cuesta mucho, y que gastarlo es muy fácil. Justo lo contrario que los kilos.
Cuanto más dinero gastes en un libro, más tarde llegarán los beneficios, y tus
libros deben tener beneficios, por pocos que sean. De nuevo, deja de lado el
ego, y no te arruines con traducciones a otros idiomas, viajes a otras
provincias para firmar libros, campañas de publicidad caras, impresión de
ejemplares. Todos esos gastos más tarde tienen que estar compensados con
los beneficios, de lo contrario, tu negocio es una ruina.
6— Tus libros dan dinero desde que los publicas hasta que dejas de
promocionarte. Al contrario que los trabajos “normales”, donde la gente
recibe un salario mensual a cambio de unas horas de trabajo, con los libros tú
los escribes sin recibir ni un céntimo, y una vez que están publicados, cada
vez que hagas una venta, recibirás dinero por él y tú no tendrás que volver a
pagar nada por ellos. Esto es importante, porque muchos se piensan que
escribes un libro y tienes un cajero automático en casa de por vida: si no hay
ventas, no hay ganancias. La comisión que recibes es poca, pero te puede dar
dinero de por vida, si vas ampliando tu base de lectores.
Un concepto que me encanta es que no tienes que buscar lograr un best
seller, un libro que arrase en muy poco tiempo y desaparezca, sino un long
seller, un libro que se siga vendiendo a lo largo de los años.
Pero si dejas de escribir y de tener una presencia en internet, esos
libros se dejarán de vender y tú dejarás de recibir dinero.
Por primera vez en la historia, los escritores tenemos garantizados
ingresos por nuestros libros, por pequeños que sean, siempre que nos
mantengamos activos.
7— No tengas prisa y da calidad. No es que todo el mundo piense que
tus libros sean buenos, ya que solo te interesa la opinión de tus lectores fieles,
de tu público objetivo, pero para conseguir a estos y mantenerlos, tienes que
dar calidad. Somos humanos, y lógicamente algún libro que pensabas que
funcionaba artísticamente, no funciona en absoluto, pero tus lectores te lo
pasarán por alto, porque verán que es un desliz sin importancia. No tengas
prisa por ganar dinero. A pesar de la morralla que hay en Amazon, esos libros
digitales que te gritan desde el título el éxito asegurado autoeditándote, es un
error querer forrarte con un libro digital escrito en un mes. Igual engañas a
unos cuantos, pero ni te van a recomendar ni van a repetir, y si hablan de ti,
lo harán para criticarte. Recuerda que primero te tienes que formar como
novelista, que tienes que practicar muchísimo, y entonces es cuando puedes
comenzar a publicar y ganar dinero.
8— La honradez empieza por uno mismo. Predica con el ejemplo.
No busques atajos, queriendo ser más listo que otros, buscando el dinero
fácil. No te crees cuentas falsas, o animes a tus amigos a que lo hagan, para
darte puntuaciones de cinco estrellas en Amazon (sí me parece lícito pedirle a
tus lectores al final del libro que te hagan una crítica si les ha gustado, pero
sin insinuarles que te den cinco estrellas). No infles tus ventas (“¡Best
seller!”, cuando has alcanzado el número uno de una categoría de Amazon,
algo que es relativamente fácil de lograr vendiendo pocos ejemplares), no
mientas vendiendo humo (“¡La novela revelación de la temporada!”, “¡El
thriller del año!”, “¡Mejor que Harry Potter!”, “Una obra maestra”; frases de
las que no indicas la procedencia porque directamente te las has inventado).
No seas un lameculos que quiere caerle bien a otros escritores simplemente
para que te ayuden a promocionarte y meterte en el mundo editorial. No
pretendas ganar dinero si estás robando a otros autores (o lo incentivas),
descargándote sus libros digitales pirateados.
Yo dejé de piratear en primavera de 2009. España era el paraíso de la
piratería; de hecho, eras tonto si pagabas por contenidos digitales, vaya, si es
que los tenías gratis. Estaba aprendiendo a escribir ficción, y descubrí en un
foro del Amazon estadounidense que recomendaban los libros de Nancy
Kress para empezar (una recomendación, por cierto, muy acertada). Corrí a
bajarme uno, porque así me ahorraba dinero. Cuando lo tenía descargado, me
planteé que de esa manera Kress no ganaría nada, mientras que yo disfrutaba
de su trabajo. Lo borré y me lo compré. Jamás volví a piratear nada, y todo el
software que utilizo es original. No hacen falta leyes, ni que la gente te diga
si está bien o mal, ni que lo haga todo el mundo o que no lo haga nadie, tan
solo hace falta darte cuenta de las consecuencias de tus actos.
Con este punto no quiero decir que cuentes toda la verdad. Hay gente
que se vende muy mal, y solo cuenta lo negativo: me rechazan todas las
editoriales (estoy moviendo la novela por editoriales y esperando respuesta),
estoy bloqueado (estoy preparando mi siguiente novela), solo he vendido
cuatro ejemplares (ha alcanzado el top 5 en Amazon, en su categoría), no
puedo vivir de ello (estoy trabajando para poder vivir de ello). Entre contar
mentiras, desvirtuando la realidad, y destacar lo positivo hay una gran
diferencia. Haz lo segundo.
NO TIENES NINGÚN DERECHO
Un libro sobre autoestima que me gusta mucho es Bienestar, autoestima y
felicidad, de Raimon Gaja. En la última parte, Gaja habla de creencias
contraproducentes que evitan que alcancemos la felicidad, entre ellas, la
adicción a la justicia, que creo que puede explicar por qué mucha gente se
frustra al intentar lograr una carrera literaria.
Gaja explica que para la mayoría de las personas la justicia significa
una serie de derechos y obligaciones, individuales y colectivos, y que gracias
a ella se mantiene la paz social. Hasta ahí, muy bien.
El problema viene cuando se personaliza el concepto; es decir, hay
individuos que se creen con derecho a determinadas cosas, y los demás deben
procurárselas. Están mezclando derechos y deseos. Gaja dice que las
personas tenemos derechos a nivel público y deseos a nivel personal; de este
modo tenemos derecho a la educación, a la libre expresión o a la sanidad,
pero no al amor, a la salud o al dinero: "Ser correspondido en el amor, gozar
de una buena salud y disponer de estabilidad económica son deseos
individuales pero en ningún caso debemos confundirlos con derechos
adquiridos".
Gaja destaca que la característica más notable de estas personas es que
se quejan mucho y no hacen nada. Como piensan que lo que les pasa no es
justo, no hacen nada para solucionarlo. Tienen unos derechos que los demás
incumplen, y eso les convierte en personas rígidas y exigentes, poco proclives
a la negociación: "Una de las asignaturas pendientes de este tipo de personas
es comprender que los demás no siempre tienen que hacer las cosas a su
gusto".
Otras características son una poca tolerancia a la frustración y al
fracaso, y que esperan la reciprocidad de los demás ("Si he hecho esto por ti,
ahora tú tienes que hacer esto por mí"), porque la entienden como un derecho.
¿Y qué tiene que ver todo esto con una carrera literaria? Pues que hay
gente que se cree con el derecho a poder vivir de la escritura, cuando
realmente es un deseo.
Gracias sobre todo a Amazon, que decidió meterse en el mundo de la
autopublicación sin cobrar al autor, y a internet, que nos permite
promocionarnos sin coste alguno, para los escritores ha cambiado el modelo a
seguir para lograr una carrera literaria. Si hasta hace muy poco el objetivo era
ser un autor publicado, ahora el objetivo es ser un autor que gana dinero con
sus libros, ya sean autoeditados o publicados por editoriales, en papel o
digitales.
El modelo ha cambiado por la sencilla razón de que publicar ya no
supone ningún esfuerzo. Lo que sigue siendo difícil es ganar dinero con tus
libros, aunque nunca ha sido más fácil que ahora. ¿Cómo logras eso? Con la
estrategia de la hormiga: a lo largo de mucho tiempo, acumulando poco a
poco logros para que la gente te vaya conociendo, hasta que un día puedas
vivir de la literatura, o al menos tener ingresos extra.
No deja de sorprenderme que en otras profesiones se da por supuesto
que debes ir mejorando tu currículum con el tiempo, mientras que con la
escritura mucha gente obvia este paso. Pues es exactamente igual. Supongo
que parte de la culpa la tiene la idea generalizada de que los escritores son
gente especial, tocados por un don que se tiene o no se tiene, y que les
permite ver al resto de los mortales desde un pedestal, porque ellos son más
inteligentes.
Es una idea muy extendida en Europa; en Estados Unidos son mucho
más pragmáticos. Mientras en Estados Unidos, con la salvedad de la ficción
literaria, la literatura está considerada una forma de entretenimiento (un chico
estadounidense me dijo: "Me compro el último número 1 del New York
Times, al igual que voy al cine a ver el último exitazo de Hollywood"), en
Europa mucha gente que lee busca una justificación intelectual, aunque se
esté leyendo Crepúsculo (Twilight) o Cincuenta sombras de Grey (Fifty
Shades of Grey). Si no aprenden nada, están perdiendo el tiempo.
Esta idea nefasta la han perpetuado muchos escritores, profesores,
críticos, periodistas e intelectuales con unos problemas de ego tremendos. Mi
opinión es que un escritor escribe, y escribiendo perfecciona su arte;
cualquiera que tenga ganas de escribir, sepa retrasar la gratificación, y tenga
mucha tolerancia a la frustración y el fracaso, puede ser escritor. Otra cosa es
que luego se vuelva un mamarracho y quiera que le traten como a un divo.
(Si el problema europeo es la intelectualidad, en Estados Unidos el
problema es la obsesión por el ÉXITO sin ningún tipo de esfuerzo y a toda
prisa, algo, por cierto, de lo que se está contagiando Europa.)
Cuando empiezas como escritor, no tienes ningún derecho. No te
conoce nadie y partes de cero. Ya sabes que debes emplear varios años a
aprender a escribir ficción, y practicar y practicar hasta que tengas un nivel
profesional. Más adelante, no puedes exigir que las editoriales te publiquen,
porque no tienes derecho a ser publicado, ni que un agente te represente, ni
tienes derecho a ganar un concurso; tampoco puedes exigir ganar más por
ejemplar, porque no tienes ningún poder de decisión (puedes rechazar sus
condiciones e intentar negociar algo, pero no imponer las tuyas, y siempre
tienes la libertad de no firmar contratos). Pero a medida que vas cosechando
éxitos y logrando más lectores —recuerda: estrategia de la hormiga—, más
poder tienes para imponer tus condiciones.
Incluso si tiras por la vía de la autopublicación, no tienes derecho a
unos lectores fieles que te mantengan, porque esos lectores debes ganártelos
tú, uno a uno, con el tiempo.
El truco es estar activo, teniendo la esperanza de que dándole y
dándole, y aprendiendo de los errores, algún día se te abrirán las puertas. Yo
moví mi primera novela durante tres años por treinta y tantas agencias y
editoriales, y todas me rechazaron. En vez de quemarme, y andar criticando
el mundo editorial a la menor oportunidad (Carlos “el quejica” del Río), en
ese tiempo acabé y autopubliqué la colección de cuentos Vivir soñando,
escribí y autopubliqué Atrévete a ser escritor, monté él largometraje Hazlo
por mí, de Álvaro de la Hoz, creé un curso presencial de escritura creativa de
Santander y unas tutorías online (mandaba principios de cuentos, los alumnos
los escribían y me los mandaban por e-mail, y yo se los corregía), escribí la
mitad de mi segunda novela, y mantuve mi blog. Atrévete a ser escritor y el
curso fueron un éxito; la película y la segunda novela aún no están
disponibles, así que no sé si les irá bien o mal; las tutorías estaban
funcionando, pero las cancelé porque me quitaban demasiado tiempo.
Ya sabes que lo fundamental es que te apasione leer y escribir ficción.
Sin eso, no hay nada que hacer. Y desde luego, olvídate de cosas que otros
dan por sentado, como vacaciones pagadas o salario mínimo.
Volvamos a los adictos a la justicia. Han escrito un libro —aunque no
sabemos si han empleado el tiempo suficiente para escribir con nivel
profesional— y se creen con derecho a ser publicados. Cuando se lo rechazan
editoriales y agencias, o no ganan un concurso, algo harto probable con una
primera novela, se queman y empiezan a echar pestes del mundo editorial
(era su derecho, ¿no?). Entonces recurren a la autoedición —algunos incluso
pagan para que les impriman ejemplares—, y como es prácticamente
imposible salir de tu círculo de conocidos con las imprentas de vanidad o el
gran timo de la coedición (como hemos visto, incluso si usan Amazon, nadie
les va a comprar su libro), dejan de escribir, cabreadísimos y resentidos con
el mundo editorial, y envidiosos de los escritores que logran tener una carrera
literaria.
Solución: estrategia de la hormiga, y reconocer que cuando empiezas
no tienes derecho a nada y que tienes que ganarte todo. Si no tienes esta
mentalidad, es muy probable que en el futuro acabes echando espumarajos
por la boca cuando oigas las palabras "carrera literaria".
EMPEZAR A VIVIRPor ANA BOLOX
Cuando uno lleva la escritura en la sangre, la decisión de dedicarse a ella por
entero acaba por llegar, sí o sí. En mi caso tardó mucho tiempo. Lo hizo,
además, en una época de mi vida muy dura. Probablemente los peores años
de los que llevo vividos. Quizá por eso la determinación de abandonarlo todo
y entregarme a ella por entero apareció tan nítida en mi mente.
No hablo de corazonadas ni de presentimientos y mucho menos de
arrebatos. Hablo de certezas porque concedo a nuestro cerebro una capacidad
instintiva de análisis que, a cuenta de la prisa con que vivimos, la mayor parte
de las veces nos pasa desapercibida. Pero está ahí: instintiva, sí, porque
procede del instinto, y todos estamos de acuerdo en que el más potente de los
que nos asisten es el de la supervivencia. El mío alzó la voz hace tres años.
No gritó, simplemente se hizo oír por encima del ruido entre el que vivía.
Había llegado el momento de dejar de morir poco a poco y empezar a vivir.
El cuerpo y la mente son sabios. Saben lo que te conviene. Sólo hay
que detenerse a escucharlos. Ahora sé que la decisión de dedicarme a la
escritura había estado ahí desde siempre, silente, aguardando su momento, y
que, en el instante en el que todo se conjuró para que hiciera su aparición
estelar, no lo dudó. Sin hacerse sitio a codazos, sin gritos, sutil y elegante,
como el movimiento de un delfín que juega en el agua, apareció sin más, pero
tan nítida, tan obvia, tan inequívoca… Ineludible. No hizo concesiones. Su
llamada resultó sencillamente inapelable.
Ocurrió en 2014 y desde entonces vivir de lo que escribo es el
objetivo luminoso que guía cada paso de mi existencia.
En enero de 2015 autopubliqué en Amazon el primer número de la
serie de Carter & West. No conocía a nadie en las redes, no tenía ningún tipo
de contacto y tampoco creo que en aquel momento pensara que mi libro fuera
a abrir un resquicio por el que pudiera colarme, pero eso fue exactamente lo
que sucedió. Un año después, Carter & West aparecía publicada en papel por
una editorial. Y lo hacía sin que yo hubiera llamado a su puerta. Fue ella la
que tocó la mía.
Desde entonces, he aprendido algunas buenas lecciones y he
entrevisto las muchas que me quedan por estudiar, pero el camino que se abre
ante mí es apasionante, pese a sus durezas, y yo me he adentrado en él con la
intención de llegar hasta el final.
Si lo alcanzo o no sólo el tiempo lo dirá, pero, sea cual sea su
dictamen, yo estaré ahí y en ningún otro sitio. Mientras llega el veredicto,
sigo escribiendo, ahora también mi nueva serie Las cosas y casos de la
señora Starling, y sigo aprendiendo, una tarea que un escritor jamás debe
abandonar. Y aprovecho, además, lo que aprendo para enseñarlo, porque,
seamos francos, vivir sólo de lo que se escribe es difícil, al menos mientras se
dan los primeros pasos del camino. De ahí mis talleres y mis libros de no
ficción sobre escritura.
La aventura es intrépida, no lo dudes, ¿pero acaso se hizo el mundo
para los cobardes?
Si tu deseo es convertirte en escritor, escucha a tu corazón y sigue sus
indicaciones. Recuerda que, salvo el amor de una madre por su hijo, no hay
nada más poderoso en este mundo que el instinto de supervivencia. No
permitas que otros vivan tu vida, no consientas que el torbellino de un mundo
atolondrado y cimentado sobre los intereses y necesidades de otros te
arrastre. Sólo tienes una vida y va pasando día a día. No la dejes correr y
aprovéchala. ¡Escribe y sé feliz!
Ana Bolox es licenciada en Filología Inglesa y escritora. Ejerce como
profesora de idiomas, español e inglés, y ha trabajado como traductora de
textos científicos. Es editora de su propio blog y escritora de novela
policíaca, género que imparte a través de un taller en su web,
www.anabolox.com, aunque no le hace ascos a otros géneros.
En verano de 2017 publicó el número uno de una nueva serie
policíaca con tintes de humor: Las cosas y casos de la señora Starling, y
escribe relatos con cierta asiduidad que se publican en diferentes antologías.
Además de los talleres sobre novela policíaca que imparte tanto
online en su web como presenciales, y del mentoring a distancia para
construir una novela policíaca con su ayuda personalizada, le gusta formar a
escritores a través de libros que tratan diversos puntos del arte de escribir.
Hasta ahora ha publicado Los cuatro pilares de la ficción y Cómo construir
tu novela en 10 preguntas. El próximo título, Cómo trabajar el escenario de tu
novela, nacerá en otoño de 2017.
Forma parte del equipo de redacción de las revistas Sólo novela
negra y MoonMagazine, en la que, además de su tarea como redactora, se
hace cargo de una sección fija, dentro del Club Literario, titulada
“Construye tu novela con Ana Bolox”, y en este momento se encuentra
trabajando en la organización de una nueva revista literaria, Zubyah, de la
que será directora.
Capítulo 14
La época del best seller
Necesitamos escritores. No podemos permitir que las listas
de best sellers continúen como hasta ahora con tonterías preliterarias.
DAN SIMMONS
El prolífico escritor Jonathan Maberry contaba en una entrevista de la
Writer’s Digest que con doce años tuvo la fortuna de conocer a prestigiosos
escritores de ciencia ficción, entre ellos a Ray Bradbury y Richard Matheson.
Durante los tres años que compartió con Bradbury y Matheson, le enseñaron
el oficio de la escritura y los entresijos del mundo editorial: “Me
recomendaron que aprendiese ambos y fuera hábil en los dos para que
pudiese vivir más eficazmente el sueño de ser un escritor profesional”.
A mí también me parece fundamental que domines el aspecto creativo
de la escritura y el del negocio. Veamos aquí en qué etapa del mundo
editorial nos encontramos.
LA ÉPOCA DEL BEST SELLER
Mira el siguiente dibujo y dime qué ves. No, no es un test de Rorscharch, es
un gráfico de lo que ganan los escritores exclusivamente por sus libros (por
cierto, los artistas de cualquier disciplina y los deportistas tienen un gráfico
muy similar).
Como sabes, los escritores no tienen un
sueldo, sino que ganan un porcentaje por libro vendido, eso significa que
cuantos más libros vendan, más dinero ganan. En la base, que es muy amplia,
se encuentra la gran mayoría: escritores que ganan muy por debajo del salario
mínimo, incluso nada. Más arriba, después de un gran salto en los ingresos,
se encuentra un pequeño rectángulo que representa a los que pueden vivir
exclusivamente de la escritura. Son pocos. Y más arriba, en la punta, después
de otro gran salto en los ingresos, están las estrellas literarias representadas
por un punto. Son los que ganan millones, y son solo un puñado en todo el
mundo.
No te cuento esto para que estampes este libro contra la pared, tengas
pesadillas con ese gráfico y caigas en depresión, te atiborres de Prozac y
viajes a Lourdes, sino para que tengas una idea realista de lo que se gana. Si
quieres escribir novelas solo para hacer dinero, malo, malo. Los medios de
comunicación no hacen más que destacar las rarezas y convertirlas en norma,
y cada vez que un autor da la campanada, salta a los titulares, haciendo que la
gente se piense que los escritores eructamos euros. Las redes sociales son las
cámaras de resonancia de los medios de comunicación; así que esas
igualmente ayudan a distorsionar la realidad. También los medios de
comunicación son los culpables de que muchos piensen en el éxito de la
noche a la mañana.
Cuando dices que eres escritor, les viene a la mente Stephen King o J.
K. Rowling, Juego de tronos (A Game of Thrones), el Premio Planeta y el
Nobel, como si escribir novelas fuera una fórmula sencilla para hacer dinero,
como si escribir una novela te garantizara tener unas ventas mínimas.
Y es que en las noticias no aparece la inmensa mayoría de los
escritores. A los actores les pasa lo mismo, pensamos en los Oscars y las
estrellas, pero la mayoría no puede vivir de lo que le encanta. Con pintores,
nos viene a la cabeza Picasso; con bailarines, Nuréyev; con cantantes,
Beyoncé, etc, etc, etc… Pero la gran mayoría estaría por debajo del umbral de
pobreza si se dedicara solo a su arte. Con los deportistas, pasa exactamente lo
mismo.
En el caso de los escritores, ¿por qué pasa lo de ese gráfico? Pues
porque vivimos en la época del best seller. Eso significa que el pastel
literario, que es grande, cada vez se reparte entre menos. Si tienes la suerte de
lograr un best seller, las editoriales te tendrán en palmitas, las librerías
colocarán tus libros en el escaparate y en buenos lugares para que se vean, y
ganarás mucho dinero; si no, te barrerán, porque no les interesa tenerte como
cliente. Te quedas fuera del juego y buscan el siguiente best seller.
A lo que se tiende es a que el que tiene éxito, se forra, el que no lo
tiene, se muere de hambre. No hay término medio. Inquietante, ¿verdad?
El mundo editorial se ha contagiado del frenesí general, con libros
que cada vez duran menos en las estanterías de las librerías. La gente quiere
el best seller de moda esa temporada, no el best seller del año pasado. Y los
peores, si les parece caro, se descargan una copia pirata porque no pueden
esperar a que llegue la edición de bolsillo o baje el precio digital. Y si
hablamos de libros de hace cinco años, para ellos ya son antiguallas (¿ah,
pero entonces ya existía la escritura?).
Los escritores superventas, sobre todo en Estados Unidos, tienen cada
vez plazos más cortos para escribir su siguiente libro, para que su público no
se olvide de ellos. Lisa Gardner, en una entrevista de la Writer’s Digest,
contaba que cuando empezó, en los 90, le exigían una nueva novela de
misterio al año, un ritmo que llevaba bien; ahora le exigían una al trimestre, y
como no podía, había llegado a un acuerdo para escribir cuentos largos que se
publican digitalmente en Amazon. Scott Turow, autor de once best sellers,
Presunto inocente entre ellos, podía haber tenido una carrera como la de John
Grisham, pero prefirió seguir trabajando como abogado y escribir a su ritmo
(una novela cada tres años), que someterse a ese frenesí de publicación.
Generalmente las megaestrellas estadounidenses, las que ganan
millones al año, y llevan ganándolos desde hace mucho tiempo, son fábricas
de libros. Piensa en Danielle Steel y Nora Roberts, Nicholas Sparks y Mary
Higgins Clark, Dean Koontz, Stephen King y James Patterson. Ganan
muchísimo, pero son muy prolíficos por contrato. Más raros son los casos de
Dan Brown o Stephenie Meyer, que vendieron tantísimo que se hicieron ricos
con una novela (Meyer con una tetralogía), y se pueden permitir más tiempo
entre libro y libro, porque las editoriales les van a respaldar con campañas de
publicidad gigantescas cuando publiquen su siguiente novela.
El mundo editorial cada vez se parece más al mundo del cine: vente a
ver el taquillazo de Hollywood el fin de semana de estreno, y olvídate del
resto; si no vas durante la primera semana, ya no está de moda.
Me estresa toda esta rapidez; así no se reflexiona, así se fomenta el
consumismo y el pensamiento y comportamiento en masa.
LA EXTINCIÓN DE LOS AUTORES MIDLIST
En Estados Unidos, hubo un tiempo a mediados del siglo pasado en el que los
escritores tenían mucho más fácil lograr una carrera literaria. Gracias a las
revistas literarias de género, que publicaban cuentos, y a la explosión del
libro de bolsillo, había un camino establecido para poder vivir de la escritura:
escribías cuentos que se publicaban en revistas, tu nombre comenzaba a
sonar, y acababas en varias antologías. Luego dabas el salto a la novela, y
como ya tenías cierto renombre, te la publicaban en edición de bolsillo. Te
consagrabas dando el siguiente paso: una novela en tapa dura, que más tarde
se publicaría en bolsillo. Y si se vendían de forma regular, tus novelas no se
quedabas descatalogadas, y te iban dando dinero durante años y años. No
hacía falta ser una estrella literaria para vivir de ello, ni siquiera publicar en
tapa dura; con que fuera rentable para las librerías y las editoriales, bastaba.
A esos autores en inglés se los conoce como midlist authors; no llegaban a
alcanzar los puestos más altos de los libros más vendidos, porque se
quedaban a mitad de la lista, pero era suficiente para tener una carrera.
Hasta la década de 1950, los libros se vendían únicamente en librerías,
las cuales estaban enfocadas a una clientela culta. Solían estar localizadas en
grandes ciudades, y los libros eran considerados productos de calidad para la
élite intelectual y pudiente, no una forma de entretenimiento para las masas.
No vendían ni por asombro novelas de género.
En 1935, en Inglaterra, el editor Allen Lane ideó el concepto del libro
de bolsillo que se vendería fuera de las librerías, y así nació Penguin Books.
Cuatro años después, Robert De Graff llevó el modelo a Estados Unidos. Sus
libros de bolsillo se saltarían las librerías para venderse en quioscos,
droguerías, tiendas de alimentos y otros lugares, y serían infinitamente más
baratos que las ediciones de tapa dura. De Graff logró que las editoriales,
miopes, le vendieran los derechos de sus libros de tapa dura por muy poco
dinero, pensando que el libro de bolsillo sería un fracaso. Pero en los años 40,
este se consolidó, ya que el gran público podía acceder a novelas baratas y sin
necesidad de ir a las elitistas librerías. Y géneros que tenían prohibido el
formato libro, como la ciencia ficción, empezaron a publicarse en bolsillo.
En los años 60, las ventas del libro de bolsillo superaron a las de tapa
dura; empezaron a abrirse librerías especializadas en ellos, y varias añadieron
libros de bolsillo y rústica a los de tapa dura (los de rústica son los libros de
tapa blanda con un formato más grande que los de bolsillo). En esa misma
época, comenzaron a expandirse las cadenas de librerías situadas en centros
comerciales, acabando con el concepto elitista de los libros: las novelas como
entretenimiento conquistaron la clase media.
En los años 70, lentamente comenzó a cambiar el modelo al del best
seller, sobre todo con la explosión de las grandes cadenas de librerías, con
Barnes & Noble a la cabeza. A los autores consolidados, ofreciéndoles unos
adelantos económicos cada vez más sustanciosos, se les pedían novelas más a
menudo, para cubrir la demanda de los lectores. Y en 1979, debido a un caso
en el Tribunal Supremo, conocido como la decisión Thor, que hizo que a las
librerías y las editoriales les saliese más a cuenta, por cuestión de impuestos,
destruir los libros que se vendían en pocas cantidades que tenerlos
almacenados e ir vendiéndolos poco a poco, se aceleró el ritmo para
consolidar los best sellers, arrinconando a los autores midlist: si no vendías
mucho en poco tiempo, tus libros serían destruidos para hacer hueco a otros
best sellers, y tu carrera se acabaría, a pesar de que tus ventas se hubieran
mantenido estables. Tus libros se quedarían descatalogados, los royalties se
agotarían. Más te valía buscarte otro trabajo.
A medida que cambiaba el gusto del público, la novela se hizo la
reina, dejando en la cuneta a los cuentos y las novelas cortas, y las revistas
que publicaban cuentos fueron desapareciendo, hasta extinguirse casi por
completo en los años 80. A partir de entonces, las pocas que aún publicaban
relatos, lo hacían de autores consagrados; ya no eran canteras de escritores en
ciernes. Se acabó lo de comenzar a publicar allí, aparecer en antologías, pasar
a los libros de bolsillo y acabar con novelas en tapa dura.
En los años 80 se estranguló más a este tipo de autores cuando las
editoriales comenzaron a fusionarse, o mejor dicho, las grandes empezaron a
comprar las pequeñas. Aun así, en los años 80, en Estados Unidos había
1.000 novelistas que vivían exclusivamente de las ventas de sus novelas.
Las fusiones no han parado, y en la actualidad en Estados Unidos
manejan el cotarro cinco grandes editoriales (Penguin Random House,
Hatteche Book Group, MacMillan Publisher, HarperCollins y Simon &
Schuster), que curiosamente son las mismas que contralan el mundo editorial
británico. En España, Planeta y Penguin Random House se comen un 46%
del mercado (y Anaya, por ejemplo, pertenece a la francesa Hatteche); en
Francia reinan Hatteche, Editis (que pertenece a Planeta) y Gallimard /
Flammarion. Siguen existiendo editoriales pequeñas y medianas, pero cada
vez lo tienen más difícil para hacerse un hueco entre estos gigantes.
El golpe de gracia para los autores midlist llegó a finales de los 90.
Tanto las editoriales como las librerías comenzaron a utilizar programas de
ordenador para controlar las ventas de libros; así sabían sin ningún resquicio
de duda qué novelas se vendían a mansalva y cuáles no, y preferían centrarse
en autores superventas, que garantizaban muchas ganancias en poco tiempo,
que en otros que podrían ser rentables a largo plazo. Autores que habían
vivido de la escritura vendiendo 10.000 o 15.000 ejemplares de sus libros de
bolsillo, eran barridos del mapa porque ahora les exigían un mínimo de
20.000 o 30.000.
Con la llegada del nuevo siglo, a la hora de buscar nuevos escritores
dejó de tener importancia consideraciones literarias, como una prosa elegante
o una buena trama, y las editoriales se centraban en lo vendibles que eran sus
autores, en el potencial de ventas que tenían antes de publicar nada. ¿Era
atractivo y se desenvolvía bien en entrevistas de televisión? ¿Tenía ya una
base de seguidores? ¿Podría comprar muchos ejemplares para revender en su
cadena de gimnasios? Más adelante vinieron los YouTubers, que no
necesariamente sabían escribir, pero que eran cazados por las editoriales
porque sus canales tenían millones de visualizaciones.
Este fenómeno está muy de moda ahora en España, con multitud de
presentadores de televisión publicando novelas: solo por ser caras conocidas,
tienen unas ventas garantizadas que un autor novel no podría ni soñar
alcanzar. Habrá de todo, a algunos siempre les habrá gustado escribir, y
tienen la ventaja de que no han de esforzarse para que una editorial les
compre sus novelas; y habrá jetas que lo ven como una forma de hacer dinero
fácil, explotando su popularidad, y además son tan vagos que contratan a
negros. Hay aspirantes a escritor que se cabrean con esto. No tiene sentido.
Tú no eres famoso, ¿para qué sufrir? Y su público (gente que se compra un
libro porque el autor sale en la tele) no es tu público (gente a la que le encanta
leer).
Para empeorar más las cosas, las editoriales se centraron solo en los
posibles beneficios económicos de los libros, y las grandes editoriales se
peleaban por robarse los escritores estrella: si tal editorial te paga 12 millones
por tu siguiente novela, nosotros te pagamos 15.
Aunque en los 2000 los escritores noveles ya podían comenzar a
crearse una base de lectores fieles en internet, gracias sobre todo a los blogs,
y más tarde las redes sociales, para así llamar la atención de editoriales que
quisieran arriesgarse a publicar su primera novela, y gracias a Amazon el
tiempo que los libros tenían para venderse se amplió muchísimo (ya no solo
contaba el espacio que ocupaban en las librerías físicas), el panorama era
desolador. Si en la década de 1980 había 1.000 novelistas en Estados Unidos
viviendo exclusivamente de la escritura, en 2011 ese número se había
reducido a 400. Y es que desde finales de los 90 era mejor negocio dedicarte
a plantar patatas en el Gobi que intentar ganarte la vida como novelista.
UN RESPIRO
La cosa cambió, y mucho, cuando Amazon decidió meterse en el mundo de la
autoedición a finales de los 2000. Gracias a su libro digital, el Kindle, y a los
libros de bolsillo de impresión bajo demanda, autores que no eran
megaestrellas, y que habían sido barridos del mapa, recuperaban los derechos
de sus novelas, las que ya no les interesaban a las editoriales, y las publicaban
en Amazon, sin que a ellos les costara nada, llegando a una audiencia
potencial mundial. A los lectores fieles les iba a dar igual tener que ir a una
librería a comprarlos que encargarlos online, los royalties seguían llegando, y
ellos podían seguir publicando nuevas novelas.
Por primera vez era realista poder tener una carrera literaria utilizando
la autopublicación, y les dio a los autores un poder de negociación que no
habían tenido nunca antes: si trabajar con una editorial no me asegura más
ventas, no trabajo con ella, y puedo negociar yo publicar el libro digital y ella
el de bolsillo.
Los autores noveles se iban haciendo un pequeño hueco en internet con
blogs, y si no llamaban la atención de editoriales por no ser blogueros
famosos, o no lograban que ninguna les comprara su novela, podían utilizar
Amazon para vender novelas a sus lectores fieles.
En este momento nos encontramos de la historia. Todo apunta a que las
editoriales, y las librerías, cada vez se van a centrar más en las ganancias
rápidas de los best sellers y en los autores que venden millones publiquen lo
que publiquen, pero gracias a internet y a Amazon, nos podemos hacer un
hueco, que puede ir creciendo año a año, sin necesidad de ser famosos, y
dejando siempre abierta la puerta a un posible best seller que nos alegre la
vida.
Aunque el caso de Hugh Howey es excepcional (el factor suerte no hay
quien lo controle, y no presupongas que autopublicar con Amazon te dará sus
mismos resultados), merece la pena contarlo, por el poder de negociación que
tuvo. Howey publicó en 2010 su primera novela con una pequeña editorial,
pero cuando comenzó la serie de Crónicas del Silo (Wool), decidió utilizar
Amazon para publicarse y promocionarse por internet. Tuvo tanto éxito que
Howey pudo negociar con Simon & Schuster la distribución de libros en
papel mientras él retenía los derechos del libro digital, y consiguió vender los
derechos a varios países extranjeros, España entre ellos.
Capítulo 15
El mundo editorial
Pensaba que iba a ser fácil. Pensaba que
te quedabas en casa y escribías libros.
JANET EVANOVICH
Para encontrar a tu público, yo recomiendo que te ciñas solo a las cuatro
opciones que veremos en este capítulo: editoriales, agencias, concursos y
autoedición con Amazon. No descartes ninguna, ve probando y mezclando,
barajando alternativas, hasta que encuentres la combinación que te funcione.
La peruana afincada en Venezuela Blanca Miosi, quien saltó a los
titulares por arrasar con libros digitales autoeditados cuando casi nadie en
España los compraba, trabaja con y sin agentes y mezcla la autoedición en
Amazon con las editoriales tradicionales. Miosi, que demuestra tener un
olfato comercial hiperdesarrollado, es un caso rarísimo porque solo recibió
dos rechazos en su vida; la primera vez fue cuando mandó su primera novela
a una editorial, y le dijeron que si la corregía, se la publicarían. Pensaba que
escribir novelas era simplemente contar una buena historia, pero se percató de
que es algo mucho más complejo. Le detectaron fallos de sintaxis,
congruencia, comentarios omniscientes (daba su opinión personal de vez en
cuando), y de estilo. Miosi se puso a aprender el oficio, y le ha ido de
maravilla.
Mandó la sinopsis de su novela corregida, La búsqueda, y una carta
de presentación a una editorial, la cual le pidió el manuscrito a los quince
días, y al poco firmó el contrato. Se publicó en 2008. Para buscar agente,
buscó en internet y se lo mandó a la primera agencia que apareció (Antonia
Kerrigan), y les mandó una carta muy corta y una sinopsis de su novela El
legado. A la semana, firmó con ellos, y dos meses después, la novela era
publicada por una editorial. Con El manuscrito I recibió su segundo rechazo,
cuando fue rechazada por la editorial que le había publicado El legado, así
que la puso a la venta en Amazon, y al mes ocupaba el segundo puesto en los
Amazon estadounidense y español. Viendo lo bien que se vendía, Ediciones
B la llamó, y la publicó con ellos. Como le fueron bien las ventas, su
siguiente novela también la publicó con esa editorial. Miosi es bastante
prolífica, vende muy bien, y sigue utilizando esas tres estrategias: editoriales
tradicionales, agencias y autoedición con Amazon.
EDITORIALES TRADICIONALES. Llegar a una editorial es un
gran logro, pero algo que olvida muchísima gente es que se trata de un
acuerdo comercial. Las editoriales no son hermanitas de la caridad, o amigas
que van a estar siempre a tu lado, a las duras y a las maduras. Son empresas,
organismos con ánimo de lucro (si no lo tienen, cierran) y si tus libros no dan
beneficios, no van a querer volver a trabajar contigo.
No pagas por trabajar con ellas. Tú ya has hecho tu trabajo, que es
escribir una buena novela, y ahora te toca ganar dinero. Ellas se encargan de
sugerirte cambios para que mejore la historia, de peinar el manuscrito
quitando erratas, de maquetarlo, de diseñar la portada, de crear el libro
digital, de imprimir ejemplares, almacenarlos y mandarlos a librerías. Si
alguna editorial te dice (enmascarada o abiertamente) que tienes que pagar
por alguno de estos servicios, ¡corre en sentido contrario!
Recibes el 10% de las ventas en papel, porcentaje que en digital suele
subir al 25%, ese porcentaje son los royalties o regalías. La editorial se queda
el 40% (es la que más dinero arriesga), la distribuidora el 20% (almacena los
ejemplares y se encarga de colocarlos en librerías), y las librerías el 30%.
Si te has autopublicado un libro y tiene muy buenas ventas, es posible
que alguna editorial se ponga en contacto contigo para comprártelo, sucede lo
mismo si tienes un blog con muchísimas visitas. Es lo que le pasó a Eva
García Sáenz de Urturi. Tardó tres años en escribir La saga de los longevos y
como veía que las editoriales no le contestaban, en 2012 decidió
autopublicarla en Amazon. El libro se hizo viral y se convirtió en un best
seller cuando en España la piratería estaba en la estratosfera; la editorial La
Esfera de los Libros se la publicó en papel, con una tirada inicial de 10.000
ejemplares, y se tradujo al inglés, logrando ser un éxito en Estados Unidos,
Reino Unido, Canadá y Australia. En 2013, el gigante Planeta la fichó, y
desde entonces publica con ellos. Ahora mismo, sus libros se venden como
rosquillas.
La historia de Eva García es muy buena, pero como en el caso de
Blanca Miosi, no es ni de lejos lo normal. Un ejemplo similar, por
extraordinario, es el de Andy Weir. Comenzó a escribir El marciano (The
Martian) en 2009; cuando acabó la mandó a editoriales y agencias, y todas se
la rechazaron, así que decidió colgarla en su página web por capítulos, gratis.
Sus fans le dijeron que la vendiera en digital en Amazon, cosa que hizo,
poniéndola a 99 centavos. En seguida se puso la número 1 de las novelas de
ciencia ficción, y en tres meses vendió 35.000 ejemplares. Esto llamó la
atención de una editorial de audiolibros, que en 2013 le compró los derechos,
y otra de libros en papel, que también le compró los derechos. Cuando salió a
la venta en tapa dura en 2014, se colocó la 14ª en la lista de más vendidos del
New York Times. Hollywood le compró los derechos, y Ridley Scott la adaptó
en una superproducción con Matt Damon que fue un exitazo y estuvo
nominada a siete Oscars, mejor película incluida.
Suena a cuento de hadas, pero es verdad. No cuentes con ello, pero si
te pasa, ¡enhorabuena!
La manera habitual de llegar a las editoriales es mandándoles el
manuscrito por tu cuenta, o a través de un agente que te represente, o
ganando un concurso.
Si ya has trabajado con ellas, o prevén que tu siguiente libro sea un
éxito, puede que te den un adelanto. Las ventas de los libros deben cubrir ese
adelanto, de lo contrario, tú te quedas con el dinero, pero no volverás a
trabajar con esa editorial.
Algo importante: asegúrate de que los derechos de autor de tus libros
te reviertan en el futuro. No los des a perpetuidad. Si la editorial quiebra,
puede que no puedas volver a publicarlos. O si ya no le interesa tirar más
ejemplares porque no se venden bien, y tú no tienes la posibilidad de
venderlos por tu cuenta, es dinero que dejas de ganar. Ninguno de tus libros
se puede quedar descatalogado.
Si no tienes una presencia muy potente en internet, yo recomiendo
que intentes ir por editorial. Busca editoriales que publiquen en papel y en
digital; tus libros tienen que estar en ambos formatos (si solo publican en
uno, pide permiso para que puedas autopublicarlo en el otro). Deben tener
distribución nacional y estar en Amazon, para llegar a todo el mundo. Es
difícil llegar a ellas, pero al menos te ponen tus libros en librerías y centros
comerciales, apareces un poco en internet, hay gente que se pensará que eres
mejor escritor por no ser autopublicado, y tendrás más posibilidad de
aparecer en medios de comunicación.
Si vendes muy bien, como en el caso de Eva García, te compensa si la
editorial te promociona para vender mucho más. Si no va a haber un aumento
de ventas, no te merece ir por editorial.
AGENTES. Otra manera de llegar a las editoriales es tener un agente
que te represente. De nuevo, un agente no es tu amigo del alma, se trata de un
acuerdo comercial. Tú no pagas para que te represente, el agente se lleva un
porcentaje de los beneficios que obtengas por las ventas de tus libros (entre el
10 y 15% de las ventas nacionales, entre el 20% y 30% de las ventas en el
extranjero, el 10% de las adaptaciones), así que se va a esforzar para que
consigas un buen contrato. Si un agente te pide dinero para que te represente,
¡corre en sentido contrario!
Un agente tiene contactos en las editoriales, sabe cuáles andan
buscando novelas como la tuya y él la mueve, te peina el contrato para que no
firmes clausulas perniciosas, se asegura de que te paguen los royalties que
realmente te corresponden. Trabaja contigo para crear el mejor manuscrito
posible (no todos lo hacen), te ayuda a crearte tu marca personal y a
desarrollar una carrera (no todos lo hacen). El agente también vende tu
novela al extranjero y se encarga de los derechos para las adaptaciones —
muy hipotéticas— a otros medios: cine, series, teatro...
Al igual que con las editoriales, te pones en contacto con las agencias
mandándoles tu manuscrito, y ellas deciden si trabajan contigo o no. Hay
editoriales que solo aceptan manuscritos enviados por agentes.
CONCURSOS. Hay editoriales que no permiten que les manden
manuscritos, pero te dan la posibilidad de publicar con ellas si ganas un
concurso, o si les gusta la novela que has presentado. Existen concursos cuyo
premio es una cantidad en metálico y la publicación de la novela. Tienes que
buscar en qué concurso encaja tu novela, por género y extensión (de verdad,
no intentes ganar un concurso de un género que claramente no es el de tu
novela, o con una extensión que se pasa o se queda corta de lo que te piden.
Es obvio lo que acabo de decir, pero es que hay cada uno…), y seguir a
rajatabla las fechas de entregas y las bases. Escritores.org es un sitio muy
bueno para estar al día de los concursos literarios.
La manera de publicar con SM es ganando el Premio El Barco de
Vapor o el Gran Angular. Laura comenzó a escribir con once años, y durante
los diez siguientes escribió trece novelas que fueron sistemáticamente
rechazadas. Con la 14ª, Finis Mundi, Laura ganó el Premio El Barco de
Vapor en 1999, y logró por fin ser publicada. Laura es Laura Gallego, y
desde entonces no ha parado, creándose la que posiblemente sea la carrera
más sólida de España de un autor de literatura juvenil.
AUTOPUBLICACIÓN CON AMAZON. Es la cuarta y más
reciente vía, y nos ha dado un gran balón de oxígeno a los escritores. Amazon
ofrece servicios gratuitos para vender libros digitales (su Kindle) y en papel
en su tienda, sin diferenciar si son autoeditados o no. Esto significa que una
vez que subes un libro a Amazon, digamos un thriller, puedes aparecer al
lado de Dan Brown o Jo Nesbø. Amazon es la librería más grande e
importante del mundo, y llega a muchísimos países, pero has de tener en
cuenta que no llegas a librerías físicas, centros comerciales o al Círculo de
Lectores.
No recomiendo Amazon como primera opción, buscando un atajo.
Amazon nos ha venido muy bien porque podemos tantear el terreno,
autopublicando alguna novela de calidad que haya sido rechazada por las
editoriales. Si quieres hacer esto, recuerda que tienes que tener una presencia
en internet, y que no debes tener prisa. Ponerla en Amazon sin que nadie te
conozca es quemar esa novela. Si es la primera novela que escribes, mándala
a agencias y editoriales y concursos, y ponte a escribir la siguiente. Si pasa al
menos un año o año y medio, tiempo en el que has seguido escribiendo y
promocionándote en internet, y todas te han rechazado (mándasela a unas
cuantas), retoma esa novela. Como durante ese tiempo has mejorado como
escritor, verás que puedes mejorar cosas. Entonces considera seriamente
autopublicarte.
Amazon también nos permite publicar algún libro que sabemos que
ninguna editorial nos publicaría (es mi caso con mis libros autopublicados:
una pequeña colección de cuentos y dos libros para escritores). Y nos permite
extender la vida de nuestros libros, que era algo que no se podía hacer antes:
cuando a una editorial ya no le interesa nuestra novela, nos revierten los
derechos de autor y la autoeditamos en Amazon. Ya lo he dicho
anteriormente, tus libros no se pueden quedar descatalogados.
Para poder vender libros, tanto digitales como en papel (te
recomiendo encarecidamente que crees ambas versiones), debes abrirte una
cuenta en Amazon Kindle Direct Publishing (https://kdp.amazon.com/).
Para los libros en papel utiliza la tecnología de la impresión bajo demanda.
La calidad que da es la de un libro de bolsillo. (Más de una editorial pequeña
utiliza esta forma de edición para tirar pocos ejemplares, para así no tener que
arriesgar mucho dinero). Le mandas un PDF con la portada y la maquetación,
y sin cobrarte nada, cada vez que vendes un libro en papel, Amazon lo
imprime y se lo manda al cliente, y a ti te mete dinero en el banco, un
porcentaje que depende del precio que hayas puesto y del número de páginas,
aunque suele rondar el 30% del precio del libro.
Para el digital tienes que crear un Kindle (mobi). De nuevo, no te
cobra nada, y cada vez que haces una venta, te mete dinero en el banco,
aunque solo sea un céntimo. Los royalties que da Amazon son un 70% si
cuesta entre 2,99 y 9,99 euros, y un 35% si baja o sube de esos precios.
(Cuando hable de precios y de impuestos en este libro, ten en cuenta que lo
escribí en 2017, y que me refiero a impuestos españoles).
Los precios van a aparecer en la moneda local donde venda Amazon
(tú puedes poner, con limitaciones, precios en varias monedas), y Amazon te
calcula los impuestos del país donde vendes libros (se aplican los impuestos
del país del cliente).
Necesitas una segunda cuenta, también gratuita, para poner tu
biografía: Amazon Author Central (https://authorcentral.amazon.com/).
Los precios los pones tú, pero yo recomiendo que ni lo des regalado
ni seas muy avaricioso. Mira lo que valen los libros en tu país, y cobra algo
parecido, bajándolo un poco porque es autoeditado, pero, a menos que sea un
libro muy breve, no bajes de los 2,99 euros. ¡Qué menos que cobrar eso por
tu trabajo!
La única alternativa factible que le veo a Amazon es que vendas los
libros digitales desde tu página web, además de en Amazon. Llegas a
muchísima menos gente, pero te ahorras la comisión de Amazon, aunque
debes tener una pasarela de compra en tu web. Así puedes darlo en formatos
que no ofrece Amazon, como el PDF y el epub.
Ten en cuenta que si haces esto, no puedes estar en el programa del
Kindle Unlimited, la tarifa plana de libros digitales; la gente paga 10 euros al
mes, y puede leerse todos los libros que quiera, mientras que tú cobras por
página leída. Mis libros están ahí, el dinero que generan es ridículo, pero
dudo que perjudiquen a mis ventas, y me gusta dar esa opción a los lectores
que no quieran comprarlos pero sí alquilarlos.
Estoy absolutamente en contra de la piratería, pero creo que tienes
que ponérselo fácil al lector. Primero, con un precio razonable (un libro
digital no puede valer más que un libro de bolsillo), y dándole opciones como
el Kindle Unlimited. Yo también permito, en los países donde me deja
Amazon, que la gente comparta mis Kindles con algún amigo por unos días,
y que si se compran el libro en papel, se puedan descargar la versión digital
gratis.
Vender libros en papel desde tu web sería una ruina: imprimir el libro,
comprar un sobre y mandarlo por correos te costaría mucho más que utilizar
Amazon, y perderías tiempo en los envíos.
TRABAJANDO CON AMAZON
Si vives fuera de Estados Unidos, debes hacer un trámite burocrático, que
solo se hace una vez, que te va a ahorrar mucho dinero. Si no lo haces, la
Hacienda de ese país se va a quedar con un 30% de tus beneficios.
El primer paso es saber si tu país tiene un acuerdo con Estados Unidos
para reducir el porcentaje que se queda en el caso de royalties. Busca en
Google “United States Income Tax Treaties”, y te llevará a la página de la
Hacienda estadounidense, https://www.irs.gov/businesses/international-
businesses/united-states-income-tax-treaties-a-to-z , busca en su lista tu país,
busca el “Income tax treaty” más reciente y clica en el tratado. Cuando lo
tengas, tienes que buscar “royalties”, y allí te vendrá qué te retiene Estados
Unidos por vender libros en su país. En el caso de España, sólo es el 5%, lo
que significa que ganarás un 25% más por libro, pero hay países como
Francia, Alemania, Reino Unido o Grecia, en los que no te retienen nada.
Otros, en cambio, como Argentina o Chile, no tienen acuerdo, y no hay nada
que hacer: tienes que asumir que vas a perder el 30% de las ventas. Los
tratados cambian, búscalo por tu cuenta, no te conformes con leer lo que
cuento aquí.
Ahora tienes que indicarle a Amazon que puedes pedir una reducción
de la retención, y para ello tienes que rellenar el formulario W-8BEN. En
Amazon Kindle Direct Publishing rellenas esa información online, donde
pones la información tributaria.
En “¿Quién recibirá los ingresos de Amazon o sus filiales?”, marcas
“Individual/ Propietario único / SL de propietario único”.
En “A efectos fiscales estadounidenses, ¿es usted una persona de los
EE.UU.?”, marcas “No”.
Guardas y continúas.
En “Tipo de beneficiario”, marcas “Empresario por cuenta propia”.
En “¿Es usted un agente que actúa como intermediario?”, marcas “No”.
En “Número de identificación tributaria (TIN)”, marcas “Tengo un
número de identificación tributaria extranjero (no estadounidense)”.
Guardas y continúas.
En “Número de identificación del contribuyente (TIN) extranjero (no
estadounidense)”, introduces tu NIF si eres español. Si no lo eres, busca en
Google cuál es el TIN en tu país, y si no lo tienes, cómo lo puedes solicitar.
Guardas y continúas.
Comprueba en el formulario que en el 6 aparece tu TIN (el NIF en el
caso de españoles).
Que en el 9 pone “I certify that the beneficial owner is a resident of (tu
país) within the meaning of the income tax treaty between the United States
and that country”.
Que en el 10 pone “Special rates and conditions (if applicable—see
instructions): The beneficial owner is claiming the provisions of Article 12 of
the treaty identified on line 9 above to claim a 5.0% rate of withholding on
(specify type of income): Royalty”.
En el caso de España, el artículo del tratado es el 12, el de los royalties,
y lo que te retienen es el 5%.
Firmas en mayúsculas.
Pones la fecha como los estadounidenses: mes/día/año; 03/16/2017.
En “Capacity in which acting”, pones “Individual”.
Cuando acabas, Amazon tiene que comprobarlo. Conmigo les llevó un
par de meses, así que paciencia.
CÓMO CONTACTAR CON EDITORIALES Y AGENCIAS
Aquí me refiero a editoriales, pero la forma de contactar con agencias es
exactamente la misma. ¿Primero una editorial o una agencia? Yo recomiendo
que lo hagas al tiempo. Si consigues agente, ya te olvidas de buscar editorial,
y si consigues editorial (y quieres agente), llama a una agencia, que casi
seguro te van a representar, y te peinarán el contrato.
Si les vas a mandar el manuscrito, el primer paso es tener la mejor
obra posible. No mandes algo a medio hacer, esperando que desde la editorial
te lo corrijan. Demuestra que eres un profesional.
Da al manuscrito un buen formato:
— Tamaño de letra 12.
— Letra Times New Roman. Con Arial, Garamond, Courier New o
Georgia no vas a tener ningún problema.
— Texto alineado a la izquierda, como si estuviera escrito a máquina.
Esto se ha heredado de cuando se escribía a máquina. Si lo pones justificado,
no pasa nada.
— Doble espacio.
— Márgenes de al menos 2,5 centímetros en todos los lados.
— Sin espacio extra entre los párrafos.
— Utiliza sangrías en cada párrafo. Ya sabes, que comiencen un
poquito más a la derecha que el resto de líneas. Una excepción puede ser el
párrafo que comienza un capitulo o una nueva escena, que puede ir sin
sangrar. Si decides que así sea, sé consistente durante toda la novela y haz
que todos los primeros párrafos de capítulos y escenas no estén sangrados.
— En la página de portada pon arriba a la izquierda tu nombre,
dirección, teléfono, e e-mail, y el de tu agente, si tienes uno. Arriba a la
derecha si quieres puedes poner el número de palabras.
— A mitad de la portada, centrado, pones el título de la novela en
mayúsculas, y debajo, tu nombre o el seudónimo con el que escribes en
minúsculas.
— Comienza todos los capítulos en páginas distintas. Bajas un tercio
de la página y escribes el título del capítulo o “Capítulo 1”. Le das un par de
veces al enter y comienzas el texto.
— Enumera las páginas desde el primer capítulo. La página de portada
no cuenta.
— En la cabecera, a izquierda o derecha, pon tu apellido, el título de la
novela y el número de página: “Del Río / El príncipe Eosh / 1”.
— Cuando la imprimas para mandarla en papel, imprime los folios
solo por una cara. Y si no te lo piden específicamente, no la encuadernes.
Antes de contactar con ellas, debes identificar bien a qué género
pertenece tu novela y luego buscar editoriales que lo publiquen. Con Google
y Amazon no tienes excusas. Y luego tienes que seguir a rajatabla las líneas
de contacto. Si te piden un formato distinto, cámbialo.
Haz una lista de las editoriales y agencias que más se ajusten, y se lo
vas mandando. Yo recomiendo que se lo mandes a dos o tres al tiempo (¡en
e-mails independientes!), y cada dos o tres meses, si ves que no te contestan,
se lo mandas a otras. Vete ajustando el ritmo de envíos y a cuántas se lo
mandas al tiempo. Ten en cuenta que el tiempo de respuesta suele ser seis
meses, así que ponte a escribir otra cosa. Si pasa el plazo de tiempo y no te
contestan, tacha esa editorial de la lista y mándaselo a otra. Hasta que no
firmes el contrato con una editorial o agencia, no tienes los derechos de autor
comprometidos, así que puedes mandar tu novela sin problemas a varias, e
incluso a concursos.
Mi recomendación es que apuntes alto, y vayas bajando: comienza con
las grandes editoriales, o al menos las que están establecidas y no corran el
riesgo de quebrar, que son las que pueden ayudarte a lograr un público que tú
por tu cuenta no podrías, y si ves que estas te rechazan, pruebas otras más
pequeñas, o más nuevas, que crees que te ayudarán a llegar a más lectores.
De verdad, por mucho que sea una editorial tradicional honrada, no te merece
la pena firmar con cualquiera.
Lo más habitual que te suelen pedir es una carta de presentación, el
manuscrito (o las primeras páginas), una sinopsis, y un currículum del autor.
Si das con una editorial en la que crees que encajas, pero en su página web no
encuentras ninguna dirección donde mandarles el original, ponte en contacto
con ellos y pregunta si les puedes mandar una novela de tantas palabras y de
tal género. No hace falta que escribas mucho más:
“Estimado editor: He escrito una novela de fantasía juvenil de 111.000
palabras que creo que encaja en su catálogo. ¿Puedo enviarle el original a
alguna dirección para que estudien su publicación? Muchas gracias”. Y
firmas.
Escríbeles un e-mail, llámales por teléfono, o pregunta por Facebook.
Por preguntar que no quede. Yo me ceñiría al usted, a menos que la página
web sea muy informal.
La carta de presentación debe ser breve. Es la primera criba que
debes pasar. Piensa que el editor está harto de leer, y tú no le puedes aburrir.
Personaliza el saludo “Estimado editor de Colorín Colorado Editorial:”; si
sabes quién lo lee, pon su nombre. En el primer párrafo di que has escrito una
novela de tal género, di también si es tu primera, segunda, tercera novela, o la
que sea, y la extensión que tiene. Explica qué género es exactamente, si
mezclas más de uno, y qué temas tratas, para que el editor vea que puede
encajar en su línea editorial. También puedes poner algún título reciente que
se le asemeje. Pongo de ejemplo mi carta para mi segunda novela, El príncipe
Eosh:
El príncipe Eosh es mi segunda novela. Es una fantasía juvenil de
111.000 palabras que mezcla aventuras y humor con intrigas palaciegas y
misterio y una pizca de fenómenos paranormales, en la que el protagonista se
dará cuenta de que el destino no está escrito, sino que lo creamos con
nuestras acciones, y que lo que parece imposible se puede lograr.
En el segundo párrafo, pon un resumen de máximo 100 palabras. Ahí
tienes que presentar a tu protagonista con un poco de caracterización, el
conflicto que le hace entrar en acción, y si la historia no se desarrolla aquí y
ahora, debes indicar la época y el lugar:
El joven y muy juguetón Eosh, príncipe del poderoso reino de Kroesh,
acude con quince años a la ciudad-estado de Shyla en su primera misión
diplomática. Como se aburre, el último día decide escaparse para ver el mar,
pero en el camino conoce a Yisher, una valiente y vitalista chica de su edad,
de la que se enamora, y con ella se dará cuenta de que puede llevar otra vida.
Eosh, a regañadientes y solo, vuelve al castillo de Kroesh, y allí descubre que
su padre está preparando la invasión de Shyla, donde morirán inocentes. El
príncipe tiene que avisar a Yisher, pero no sabe cómo.
Caracterizo al protagonista, Eosh (joven y muy juguetón, es un
príncipe de quince años), a la heroína, Yisher (una valiente y vitalista chica
de su edad), muestro dónde se desarrollará, indicando que es fantasía (el
poderoso reino de Kroesh, y la ciudad-estado de Shyla), y el conflicto
(Kroesh va a atacar a Shyla, y Eosh quiere avisar a su amada, pero no sabe
cómo hacerlo).
Para escribir este párrafo, practica leyendo la parte de atrás de novelas
(o las descripciones que aparecen en Amazon), y resume las novelas que leas
en cien palabras.
En el tercer párrafo muestras tu experiencia literaria. Sé honrado.
Todos empezamos de cero. Si tienes un blog, dilo, si has publicado algo (no
autoeditado; si pones algo autoeditado, tiene que tener buenas ventas), dilo, si
has completado cursos, dilo. Solo pon lo que esté relacionado con la
escritura. Y firmas.
¡No des la chapa!
No pongas que tu novela ha sido corregida por un editor independiente
para darle calidad, ya que se asume que estás mandando la mejor versión
posible, ni digas que tu novela está registrada en el Registro de la Propiedad
Intelectual, ya que parece que tienes miedo de que la editorial te la robe:
Soy licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco
(cuatro años) y diplomado en Montaje por la Escuela de Cinematografía y del
Audiovisual de la Comunidad de Madrid (tres años). Mantengo un blog
literario, www.elrincondecarlosdelrio.com, y ya ha superado las 350.000
visitas. Imparto clases de escritura creativa en Santander, donde compagino
un curso de nueve meses con talleres cortos a lo largo del año. He aparecido,
como escritor, en El Diario Montañés, El Mundo y la Cadena SER, entre
otros medios; y mi libro de no ficción Atrévete a ser escritor ha superado los
900 ejemplares vendidos.
Gracias por su tiempo y atención.
Atentamente,
Carlos del Río
Con el currículum literario sucede lo mismo que con el tercer párrafo. Sé
honrado, y pon de verdad lo que has hecho como escritor. Si no tienes
publicaciones, debes centrarte en aspectos relacionados con la escritura.
Ninguna licenciatura te va a hacer daño, ya que vivimos en la época de la
titulitis, pero procura destacar lo que tiene relación con tu novela. Si has
escrito un thriller legal, por ejemplo, una licenciatura en Derecho da puntos, o
si es un thriller médico, que tú seas médico.
Un ejercicio muy revelador para ayudarte a mejorar tanto tu
currículum como el último párrafo de tu carta de presentación es que escribas
ahora uno, siendo honrado. Cuando acabes, ten en cuenta que para aumentar
tus posibilidades de publicación tienes que mejorar como escritor, y eso se
logra escribiendo más y más novelas, y haciendo que tu nombre se vaya
conociendo. Piensa cómo podrías darte a conocer mejor. Ejemplos: ganando
concursos, escribiendo un blog, colaborando en medios… Ponte a trabajar en
ello.
La sinopsis es un resumen en tercera persona, en presente (da igual
que la novela esté en primera persona y pasado), de toda la novela. Sí, tienes
que desvelar el final. Tiene que ser muy corta, para demostrar al editor que
sabes resumir. Escríbela a espacio simple, separando los párrafos. Lo ideal es
que no te ocupe más de una cara. Ponle unas 600 palabras, y como
muchísimo 1.000.
Por motivos obvios, no voy a poner aquí la sinopsis de El príncipe
Eosh.
Y ya está. ¡Mucha suerte y ponte con la siguiente novela!
UN LARGO Y EXTRAÑO CAMINOPor JAUME VICENT
Esta historia comienza como muchas otras; estudié Antropología Social por
amor y me encontré sin salida profesional. Durante años había compaginado
trabajo y estudios. Con el tiempo reuní algunos ahorros y me monté una
empresa, un bar. La cosa me iba de maravilla, me gustaba el ambiente —yo
me encargué de que fuera un ambiente molón, muy irlandés y con música de
The Clash— y las cosas me iban bien.
Desde el instituto, siempre he estado escribiendo y, por aquella época,
tenía un blog. Escribía allí, una vez a la semana, dos veces al mes… y al final
acababa por cerrarlo y olvidarme. Cuando me entraba el gusanillo, abría otro
y empezaba el proceso de nuevo. Para mí, escribir era un paso más en la
escala de Maslow; las cosas me iban bien y como tenía mis necesidades
cubiertas, podía entretenerme escribiendo.
Entonces, cuando todo estaba tranquilo —ahora es cuando suena el
chelo de Tiburón (Jaws)—, llegó la gran C de 2008. La crisis, me dio un
buen revés, como a todos. De un día para otro, me encontré con el local
cerrado y perdiendo todo lo que tenía; todo mi pasado estaba allí y se esfumó.
No me resultó sencillo avanzar, ¿cómo se recupera uno al haber
perdido todo lo que ha construido a lo largo de su vida? En parte no se
supera. Después de aquello estaba pelado. No tenía ni para tomar un café, así
que, me quedaba en casa. Con el tiempo empecé a escribir más y no solo en
esos blogs cutres que me abría cada semana en Blogger. Empecé a escribir de
verdad: relatos, cuentos y hasta artículos de opinión de esos en los que uno
pone las entrañas y que tanto me siguen gustando.
Entonces escribí mi primera novela. Estoy bastante seguro de que, si
en aquella época supiera todo lo que sé ahora, jamás la hubiese escrito. Pero
lo hice y lo hice con la ilusión de un niño; ni siquiera pensaba en los
personajes, ni los diálogos, no pensaba en caracterización, estructura o
continuidad. Solo escribía y lo hacía porque me gustaba. Disfruté mucho
escribiendo, aunque a día de hoy esa primera novela siga acumulando polvo
en el disco duro de mi ordenador.
Ese fue mi primer y torpe intento de convertirme en escritor.
Llegados a este punto había logrado algo importante sin ni siquiera
proponérmelo. Había aprendido a escribir. No es que fuera un buen escritor
—sigo sin pensar que lo sea— pero con el tiempo y las horas pasadas delante
de un ordenador o de un libro, era capaz de escribir sin pensar, sin dudar
tanto y con cierta soltura.
Empecé a rebuscar información y di con páginas de certámenes
literarios. Ya sabes lo que dicen de la ignorancia, y como además soy
atrevido de fábrica, empecé a enviar relatos. No te voy a engañar, había
ganado músculo, pero mis relatos seguían siendo rígidos y les faltaba ángel.
Sin embargo, empecé a quedar finalista e incluso a gané alguno.
Supongo que, como la mayoría, me metí en esto con la idea
equivocada de que me iba a forrar en poco tiempo. En serio, yo me metí
pensando que iba a dar el pelotazo y ser el nuevo King o el nuevo Dan Brown
—Dios me libre de escribir como Brown—. Fue en esa época cuando escribí
Blackwood: Piel y huesos, mi primera novela publicada. Fue, como te estaba
contando, a raíz de un certamen. Encontré uno de novela corta y me decidí a
participar con una idea que me llevaba mucho tiempo rondando por la
cabeza.
Aquella novela fue una locura. La escribí en menos de un mes y,
aunque entonces, pensaba que era una especie de logro, ahora sé que no lo
fue. Por supuesto, ni gané ni quedé finalista. Pero no importa, la bombilla
estaba encendida y esta vez sí que había un bollo en el horno.
En este punto, con casi cinco años sin trabajar a mis espaldas, empecé
mi blog Excentrya (http://www.excentrya.es/). Y aquí es donde comienza la
verdadera aventura. Excentrya se convirtió en mi trabajo. Cada mañana me
levantaba y buscaba por internet, me empeñé en aprender a gestionar un blog
y a escribir para internet. Durante más de un año estuve publicando a diario
sin atraer casi ninguna visita, Excentrya tenía que ser lo que me definiera
como persona y aunque no hubiera visitas, yo seguía erre que erre.
Así que aguanté y atravesé el desierto del primer año.
Durante ese proceso seguí escribiendo. Escribí mi tercera novela y
trabajé en Blackwood. Aprendí a trabajar con otras personas, a escuchar sus
opiniones y a tener en cuenta sus consejos. Revisé Blackwood muchas veces
(no te haces una idea de cuántas) y, cuando pensé que estaba lista, la envié a
todas las editoriales que pude encontrar. Recibí muchos rechazos, algunos
justificados y otros simplemente, por silencio administrativo. No te quiero
engañar, me dolieron los rechazos, pero me sobrepuse y seguí trabajando en
ella. Lejos de dejarla, trabajé hasta que conseguí crear la mejor versión de
Blackwood posible.
Mientras trabajaba en ella, no dejé de escribir en mi blog que
empezaba a despegar. Tenía mis primeros lectores y eso me supuso que
algunas editoriales independientes pusieran sus ojos sobre mí. Me costó
mucho trabajo llevar el blog hasta ahí, la clave fue la constancia, no
rendirme; ni en los malos momentos, ni cuando me llegaban malos
comentarios… Mientras trabajaba en Blackwood y en Excentrya, publiqué
algunos relatos en antologías de género y mi nombre empezaba a sonar aquí y
allá. Aunque seguía siendo un desconocido, al menos, cuando me veían les
sonaba mi nombre.
Entonces, con Blackwood recién revisada por quinta vez, una editorial
se puso en contacto conmigo. Querían publicar una novela de terror y habían
leído mis relatos y estaban interesados en ella. Al mismo tiempo, a través de
Excentrya empecé a recibir ofertas de trabajo: alguien quería que le escribiera
un artículo, otro quería que revisara su texto. Habían pasado tres años y
Excentrya empezaba a ser lo que yo siempre había querido que fuese: mi
trabajo.
Publiqué Blackwood: Piel y huesos con una editorial modesta, a estas
alturas aún no he dado el pelotazo que soñaba, pero mi novela va por su
tercera edición. Además, he publicado otra novela La Carne y la Sangre —
una novela corta que forma parte de una colección de novelettes— y muchos
relatos en solitario, en pequeños formatos o en antologías. Sigo publicando y
sigo recibiendo ofertas de editoriales para que publique con ellas.
A estas alturas tengo muy claro —lo tengo claro desde hace mucho en
realidad— que dar un pelotazo es imposible. Tampoco es deseable. Escribir
no es una carrera de velocidad, aquí no vale el sprint. Esto es una carrera de
fondo, tienes que ir dando pequeños pasos; tienes que hacerte un nombre y
tienes que ser constante escribiendo y publicando si quieres encontrar ese
flujo de dinero. Para vivir de la escritura, necesitas tener mucha constancia y
escribir mucho, tienes que publicar y saber diversificar; no solo de la ficción
vive el escritor. Tienes que saber encontrar tus otros trabajos, pequeñas
piezas que juntas forman ese puzle que es vivir de la escritura.
A día de hoy, echando la vista atrás, creo que ha sido un viaje largo y
extraño, pero no me arrepiento de nada. Escribir me sacó de una situación
muy complicada y me ha permitido desarrollarme en algo que me encanta y,
lo más importante, me permite trabajar en algo que amo tanto, que ni siquiera
me parece un trabajo.
Jaume Vicent es escritor, gestor de contenido y community manager.
Atravesó por el invierno del descontento literario cuando se topó con una de
esas infames editoriales piratas, por suerte, tras una corta batalla legal,
pudo recuperar su manuscrito. La mala noticia es que sigue sin estar
publicado, la buena es que, un año después de aquello logró publicar otra
novela, Blackwood: Piel y huesos. Desde 2015 ha publicado una novela más,
La Carne y la Sangre, las dos novelas de terror, y muchos relatos, tanto en
formato digital como en formato físico, además ha tenido la suerte de
participar en proyectos tan interesantes como Historia de un revólver.
En la actualidad está trabajando en la autopublicación —porque cree
firmemente que es la mejor opción para cualquier escritor— de un par de
libros de ayuda para escritores y sobre todo, está centrado en su blog,
Excentrya (http://www.excentrya.es/). En él trata de ayudar a los escritores y
blogueros que dan sus primeros pasos en este complicado, pero fascinante
mundo. Además, asesora a otros escritores que quieren ser visibles en
internet, y corrige textos.
Capítulo 16
Sangre, sudor y palabras:
¿con qué intensidad deseas esto?
La determinación no es algo que reclames,
es algo que te ganas demostrándola y trabajando.
Por LARRY BROOKS
Una de las películas nominadas al Oscar en 2011 fue The Fighter, concebida
y protagonizada por Mark Wahlberg. Alquílala —incluso si no te va el boxeo
—, brilla por el guión y las actuaciones, y está basada en una historia real
poco conocida fuera del mundo del boxeo.
Probablemente sepas una o dos cosas sobre Wahlberg, que se dejaba los
pantalones justo por encima del comienzo del trasero cuando era un raperito
blanco llamado Marky Mark, y que se convirtió en una Estrella de Cine
segura y se volvió más rico que Dios como productor de series de televisión
como El séquito (Entourage), la cual está basada en su carrera de actor.
Esto es lo que tal vez no sepas de Mark Wahlberg. Le llevó cinco años
sacar adelante The Fighter, cuando estaba en la cumbre de su carrera. Era su
niño, y a pesar de los continuos rechazos él continuó preparándose para el día
en que alguien le dijera sí.
Y cuando digo preparándose, no me refiero a reuniones. Me refiero a
sangre y sudor… literalmente.
Aquí hay dos lecciones para nosotros los escritores.
Primero, cuando alguien te diga no (como por ejemplo, en una nota de
rechazo), siéntelo por ellos. Ellos se lo pierden, puede que hayan perdido la
oportunidad de tener algo maravilloso. Luego sigue adelante con esperanza,
revisando y creciendo cuanto sea necesario, porque cada no es un paso
obligatorio en el camino que te lleva a un sí.
Todo el mundo es rechazado. Todo el mundo.
Segundo, Wahlberg se puso a entrenar para convertirse en el campeón
del mundo de peso wélter Mickey Ward, en quien se basa esta historia real.
Entrenó durante los cinco años que pasaron desde la idea original hasta la
realización de la película. Incluso cuando estaba haciendo otras películas, se
levantaba dos horas antes para ir al gimnasio y sudar lo requerido para estar
listo cuando llegara el momento del sí.
Con esa intensidad lo deseaba.
Los críticos y espectadores se deleitan con la transformación de
Christian Bale como el hermano adicto al crack de Ward (consiguió una
nominación al Oscar como actor secundario, mientras que Wahlberg fue
ignorado en las nominaciones), y desde luego era una interpretación
espectacular. Pero era el film de Wahlberg, porque está empapado del sudor y
sangre, sea como sea que definas esos conceptos, que hicieron posible este
proyecto.
La idea para este artículo me vino hoy cuando estaba en el
gimnasio, sudando mucho.
Cuando te esfuerzas al máximo, llegando al nivel del dolor
placentero, hay algo que te indica que te has entregado por completo.
Los kinesiólogos te dirán que es un subidón de endorfina. Nada más
que sustancias bioquímicas disparándose. Lo curioso de esas sustancias
bioquímicas es que te provocan sensaciones que de lo contrario nunca
tendrías.
Me di cuenta de que a veces experimento el mismo subidón
estimulante al escribir. Y entonces, descansando entre tandas de ejercicios en
una máquina inspirada en algo salido de una mazmorra medieval, lo
comprendí: no lo hago lo suficiente.
Me moría por llegar a casa y empezar a escribir este artículo.
Hoy dormí hasta las 9. Incluso con la presión de nada menos que once
entradas para el blog por escribir, dos proyectos freelance que hacía tiempo
que debía haber entregado y tres grandiosas cartas de presentación por
redactar a un posible nuevo agente y dos editoriales con las que me quiero
acostar…
Había un hueco entre cuánto deseaba tener éxito como escritor, y lo
que estoy dispuesto a esforzarme para conseguirlo.
Y en cambio aquí estoy, escribiendo este artículo.
Y sudando mucho, añadiría. Porque este es un mensaje importante
para quien quiera lograr el sueño literario.
Considera que es el Primer Día de mi nuevo plan de entrenamiento.
Que se entere todo el mundo —y qué mejor manera de hacerlo que
diciéndolo aquí— y no puedes dar marcha atrás. No si tienes un gramo de
orgullo y autoestima.
No conozco a muchos escritores que también sean atletas. Soy uno de
los raros en ese sentido. A menudo utilizo comparaciones con mi pasado de
atleta en los talleres de escritura que imparto, y a veces son recibidos con
miradas perdidas y el lenguaje corporal nervioso de los que ansían ir afuera
para su siguiente cigarrillo.
No estoy juzgando. Pero no es la mentalidad de un atleta.
Pero eso no le quita lustre a esta verdad en cuestión: tener éxito
escribiendo no es diferente a tener éxito en los deportes. O en cualquier
disciplina en la que solo los que se dedican a ella con locura y los mejores del
mundo, que se han hecho a sí mismos, consiguen hacer su sueño realidad.
A puerta cerrada, tienes que pagar un precio muy alto para
lograrlo.
No oímos mucho sobre la agonía privada en ceremonias de premios y
perfiles en revistas, pero este proceso casi siempre está ahí.
Lo que hace que me pregunte, y a ti, esta pregunta: ¿cuánta sangre,
sudor y lágrimas estás poniendo en tu escritura? ¿No te lo tomas muy en
serio, pensando que jugueteando con la escritura lo lograrás? ¿O están tus
palabras empapadas de dolor y deseo? ¿Has sentido el subidón de endorfinas
al escribir algo brillante en mitad de la noche, y el miedo de sospechar que no
has hecho lo suficiente para aprovechar oportunidades?
UN CASO PARA ESTUDIAR DE DISCIPLINA
Has oído hablar de James Patterson, quien ha escrito 68 libros (solo en 2010,
ocho) y cuarenta y tantos best sellers y tiene más estanterías ocupadas en las
librerías que, bueno, cualquier otro en el planeta. Pero puede que no conozcas
la historia de este tipo, y está calada hasta los huesos de sangre, sudor y
endorfinas, elementos que estaban en su vida mucho antes de que aparecieran
los enormes dólares literarios.
Antes de ser James Patterson el semidiós inmortal de la escritura, James
Patterson el aspirante a escritor tenía un trabajo que molaba mucho. Era el
director ejecutivo de la mayor agencia publicitaria del planeta, J. Walter
Thompson. De hecho, fue el director ejecutivo más joven de una gran agencia
publicitaria de la historia.
El tren que cogía Patterson para llegar a su despacho en las alturas salía
a las 6:30 de la mañana. Rara vez llegaba a casa antes de las 8 de la tarde, y
viajaba a menudo.
¿Cómo te las apañas para seguir con el sueño de escribir novelas —de
hecho, ¿cómo es posible que el sueño siga vivo cuando estás ganando
millones en tu trabajo?— con un horario así?
Respuesta: te levantas a las 4 de la mañana y aporreas el teclado
durante dos horas. Cada día, sin importar dónde te despiertes y lo mucho que
te duela la cabeza.
Con esa intensidad lo deseaba.
¿Con qué intensidad deseas que tu sueño literario se haga realidad?
Puede que no conozcas a muchos atletas, puede que no te gusten
especialmente los que conoces. Pero mira con detenimiento los intangibles
para dar el pelotazo en el competitivo mundo actual de los deportes, una
época en la que atletillas de institutos pueden superar corriendo, en fuerza y
jugando a profesionales de hace tan solo dos décadas.
Ahora pon eso en el contexto del mundo editorial de hoy, que está más
ajustado y en un estado de cambio continuo mayor y de metamorfosis que
nunca.
Tienes que desearlo con muchísimas ganas para pagar el precio
requerido. Tienes que ser humilde ante el gran obstáculo que quieres saltar.
Para competir con otros que se aferran a su sueño con tanta fuerza como tú al
tuyo, cuando solo hay disponibles contadas plazas en el caos del mundo
editorial actual.
¿Estás escribiendo muchísimo, o estás escribiendo de forma
inteligente? ¿Y te das cuenta de que necesitas escribir de ambas formas para
lograrlo?
Tienes que volver al principio a menudo y revisar lo básico y poner a
prueba tus habilidades. Igual que los atletas van a campos de entrenamiento
cada año para repasar lo fundamental. Necesitas seguir aprendiendo,
practicando y experimentando. Seguir forzándote a crecer. Necesitas leer
todo y a todos en tu nicho de mercado, y debes saber, como si trabajases en
ella, cómo funciona la industria en la que te quieres meter.
Tienes que sudar sangre. Tienes que sudar lágrimas. Tienes que buscar
el subidón que las endorfinas solo dan cuando te esfuerzas al máximo.
Necesitas respaldar tu creencia con sacrificio y esfuerzo solitario e
intenso. Los practicantes informales del arte de la escritura no hace falta que
lo intenten.
Nunca dejes de crecer. Nunca abandones.
Nunca olvides que la mediocridad está en todas partes, pero que
también hay una abundancia de escritores de calidad con grandes
manuscritos.
Tienes que ser mejor que ellos.
Puede que no seas el escritor más rápido, fuerte, con más talento natural
del mundo. Me atrevo a decir que James Patterson no lo era, y no lo es. Pero
es un modelo a seguir del que podemos aprender. (Me lo encontré una vez en
una firma de libros. Habría trescientas personas esperándolo, y como llegué
tarde me puse al final de la sala. Sentí que me daban un golpecito en el
hombro, y cuando me giré, allí estaba él, comenzando a abrirse camino hacia
el estrado. Cuando vio que lo había reconocido —quedarme con la boca
abierta ayudó— me extendió la mano y dijo, “Hola, soy John Grisham,
gracias por venir”).
Como he dicho, y te guste o no su trabajo, este tipo es un modelo a
seguir.
Puede que no vayas a ganar el Pulitzer, pero puedes ser el escritor más
disciplinado y más centrado. La determinación no es algo que reclames, es
algo que te ganas demostrándola y trabajando.
Pregunta a cualquier atleta profesional, te dirán lo mismo.
Porque más que nunca antes, en los deportes y en la escritura, esto es
algo que se requiere para elevar el sueño a una carrera real.
Me siento mejor ahora. Con un subidón de endorfinas al escribir esto.
Que comience la sangría y el sudor.
Larry Brooks es un antiguo jugador de baloncesto y escritor. Su primera
novela publicada, Darkness Bound, vio la luz en 2000 y desde entonces ha
escrito cinco thrillers más editados por editoriales tradicionales, tres libros
para escritores publicados por Writer’s Digest, entre ellos los best sellers
Story Engineening y Story Physics, y varios libros autopublicados para
ayudar a escritores. Su página web, Storyfix.com, es un referente para
aprender a estructurar historias, y desde ella Brooks ofrece servicios de
coaching para escritores, con análisis y asesorías personalizadas.
Capítulo 17
Malas ideas
La autoedición es un atajo y no creo
en los atajos en las artes.
SUE GRAFTON
Hay personas que se disparan en el pie nada más empezar. Si quieres tener
una carrera literaria, evita estos errores de amateur. Como verás, muchos se
cometen por prisa o porque juegan con tu ego. Recuerda, no escribes para
demostrarle nada a nadie, ni para que te lisonjeen. Escribir es tu trabajo, y
ahora tu objetivo es ganar dinero. Que ese dinero sea mucho o poco lo verás
con el tiempo.
TRILOGÍA. No deja de sorprenderme la cantidad de aspirantes a
escritor que quieren empezar escribiendo una trilogía, o una serie de novelas
que continúan. No tiene ningún sentido. Supongo que se les ocurra por el
éxito de Harry Potter o la saga Crepúsculo o Millennium o Juego de tronos, o
tal vez por lo de moda que están las series televisivas (“Con un libro no me
da para tanta trama y personajes, así que escribo diez novelas de la saga de El
castañón”). Con lo que cuesta, cuando empiezas, acabar una novela que esté
bien construida y funcione, como para meterte en un fregado de varias.
Económicamente no tiene sentido porque si la primera no tiene éxito, al resto
le va a ir incluso peor; y si no logras vender la primera a una editorial, la
segunda es imposible.
Si, por lo que sea, tienes en mente escribir una trilogía, escribe la
primera y asegúrate de que se lee como una novela independiente: todas las
tramas se cierran al final. Puedes dejar la puerta abierta a una continuación,
pero no puedes dejar abierto lo fundamental. Muévela por editoriales, tantea
Amazon, y dependiendo de la respuesta que tengas, decides si escribes la
segunda parte.
No escribas una primera novela que deje tramas sin resolver. Si tu
primera novela no ha tenido éxito, no escribas una segunda novela que
comience con tramas sin resolver que deba conocer el lector y acabe con
tramas sin resolver.
MAMOTRETOS. Es algo parecido a lo anterior. Hay gente que nada
más empezar no se conforma con una novela de 300 páginas, y apunta a una
de 800. Quieren algo épico, colosal; de esos libros que te quiebran las
muñecas cuando los lees y luego se pueden utilizar como armas arrojadizas.
Posiblemente sea un pestiño lleno de partes que se pueden quitar sin que
sufra la historia. Mi recomendación es que apuntes a un manuscrito de entre
60.000 y 100.000 palabras, que es una extensión mucho más vendible para
llegar a las editoriales. Y mejor comienzas practicando con 80.000 palabras,
antes de lanzarte a las 300.000.
AMAZON COMO ATAJO. En la actualidad, es el error número
uno. En 2012, Sue Grafton, la autora de las muy entretenidas novelas de la
detective Kensey Millhone (A de adulterio —A is for Aliby—, B de bestias
—B is for Burglar—, C de cadáver —C is for Corpse—… ya solo le queda
la Z) se ganó la enemistad de los autores autopublicados con sus
declaraciones. Por aquel entonces, no se sabía muy bien qué pasaría con las
editoriales tradicionales; hoy está claro que van a permanecer, y que la
mayoría de los escritores que logren una carrera literaria, de algún modo,
habrá trabajado con ellas.
A los autores jóvenes les recomendaba, en una entrevista aparecida en
el periódico local Louisville KY, que no recurrieran a la autopublicación
porque era como admitir que eran demasiado vagos para hacer el trabajo
duro. Reconocía que las novelas autopublicadas que había leído solían ser
amateurs, y comparaba la autoedición con un estudiante que dominara cinco
piezas fáciles en el piano y ya estuviera preguntándose si podría tocar en el
Carnegie Hall.
Eso me recuerda un chiste no muy gracioso, pero que me gusta
mucho, porque muestra muy bien lo que tiene que hacer un músico o un
escritor:
—Disculpe, ¿cómo llego a Carnegie Hall?
—Practicando, practicando y practicando.
Para Grafton hacerse escritor significa trabajo duro, y lo sabe por
experiencia: escribió tres novelas que jamás se publicaron, y logró su primera
venta con la cuarta; la quinta también se publicó, pero tras esas escribió otras
dos que siguen inéditas. Después de quince años trabajando como guionista
en Hollywood, escribió su octava novela, la que le dio la fama: A de adulterio
(1982). Tenía 42 años.
Es trabajo duro porque “hay que aceptar el rechazo, aprender las
lecciones, y dominar el oficio a lo largo del tiempo”. “Aprender a construir
una narrativa y crear un personaje, aprender a equilibrar ritmo, descripción,
exposición y diálogo lleva mucho tiempo. Esto no es un rápido proyecto
casero de hazlo tú mismo. La autoedición es un atajo y no creo en los atajos
en las artes”.
Blanca Miosi expresó una opinión similar en su blog, también en
2012. Reconocía que Amazon se alimentaba de escritores, en su mayoría
frustrados, que no habían podido publicar a través de una editorial, o que
decidieron probar suerte, o tenían viejos manuscritos guardados en el cajón, o
estaban cansados de esperar a sus agentes.
“Lo cierto es que en ese maremágnum de autores (no todos escritores;
algunos decididamente no lo son), se mezclan talento, oportunismo y deseos
de hacerse ricos”. Reconocía que el 80% de los libros autoeditados en
Amazon necesitaba una revisión: “Y de los libros que he leído hasta ahora
muy pocos son los que realmente valen la pena. Muchas veces deseo que me
agraden, pero cuando el tema es bueno se cae por el argumento. O cuando el
argumento es bueno, es aburrido y lleno de florituras. O contienen tal
cantidad de adjetivos que dejan poco a la imaginación. O las descripciones
son tantas que cuando voy en el 10% de lectura aún no me entero de qué va el
libro. También me he topado con faltas de ortografía tan evidentes que me
hacen dejar el libro de lado”.
Pero reconocía que también había algunos muy buenos, que son los
que se mantienen en el tiempo.
Volviendo a Grafton, ella veía que con la autoedición demasiados
escritores que completaban una novela ya estaban buscando la fama y la
fortuna que supuestamente les correspondía por derecho propio. Grafton y
Miosi tienen más razón que un santo.
COLGARLO GRATIS O MUY BARATO. Nadie te conoce, así
que para promocionarte pones tu novela en páginas piratas. Lo importante es
que te lean, ¿no?
Esa idea es tan brillante para crearte una carrera literaria como querer
ganar dinero poniendo una máquina de condones en un convento de clausura.
Los que usan ese tipo de páginas aprecian tan poco el trabajo de los creadores
que no están dispuestos a pagar por su trabajo, aunque sí a disfrutarlo. Tu
público objetivo es el que compra libros, no el que los roba, y los que
piratean posiblemente se descarguen best sellers, no un libro de alguien que
desconocen. Además, que se lo descarguen no significa que se lo vayan a
leer; como no le conceden ningún valor a los contenidos digitales (siempre
están ahí, no pasa nada —no les pasa nada a ellos, pero sí a los creadores—,
no se agotan nunca), tienen miles de libros pirateados, así que tu novela
puede estar muerta de risa en su disco duro durante años y años, sin que sea
leída.
Y lo peor es que si se la leen, como asumen que lo digital debe ser
gratis (dicen que es compartir cultura, pero no les digas que compartan su
cuenta de banco), no vas a lograr ninguna venta futura, ya que siempre
buscarán la copia pirata. Menudo negocio. Atraer a este tipo de gente no te
interesa en absoluto.
Otra estrategia mala, aunque algo mejor que la anterior, es abrirte un
blog y colgar una novela entera para que la gente se la descargue gratis. Creo
que esto viene de la noción errónea de que es fácil crearte un público en
internet, que te abres un blog, y a los tres días te has hecho famoso y puedes
vivir de la publicidad, y vas a tener miles de descargas de tu novela. La
realidad es que encontrar a tu público en internet no es nada fácil, lleva
tiempo y esfuerzo, y aunque de esta forma tienes más probabilidad de que se
lo lea la gente, y de cobrar por la siguiente novela (si es que no se cabrean
por tener que pagar, una vez que los has acostumbrado a lo gratis), vas a tener
muy pocas descargas.
Algo más afinado es utilizar Amazon, porque allí es donde van los
lectores que compran libros digitales, pero tampoco es una buena idea.
Normalmente lo hace gente que tiene prisa, y que no tiene ninguna presencia
en internet; se da cuenta de que si lo pone a 2,99 euros vende menos libros
que sacos de arena a los beduinos (resulta que Amazon no es la bicoca que le
habían contado), entonces se le ocurre darlo gratis para promocionarse
durante unos días (como que no hay miles y miles de libros gratis en
Amazon), y después dejarlo a 0,89 euros, que es lo mínimo que te permite
Amazon.
He aquí el gran secreto: la gente no aprecia lo gratis o lo muy barato
y, de hecho, lo da por sentado. Como el aire, no cuesta nada, no vale nada.
Así van a apreciar tu trabajo.
Si acostumbras desde un principio a tus lectores que tus novelas valen
tan poco, cuando quieras cobrar más, no te las van a pagar, porque ya han
asumido que son muy baratas. Tendrías que empezar de nuevo, con gente
dispuesta a pagar más.
Y si saben que de vez en cuando las das gratis, van a esperar a ese
momento. ¿Para qué pagar si me la va a dar gratis dentro de poco?
Recuerda, no es cuestión de tener lectores, es cuestión de tener
lectores que paguen por leer tus libros. Solo así podrás tener una carrera
literaria.
Y como les pasó a Sue Grafton y Blanca Miosi con los libros
autoeditados, los lectores, después de comprar mucha bazofia a 1 euro, van a
asumir que los libros tan baratos son malos, y tú tienes que venderte desde el
principio dando calidad.
Si quieres promocionarte, créate una presencia en internet, pero no
regales tu trabajo.
Voy a poner otro ejemplo personal, para que veas que esto de
venderlo tan barato es un desastre. En enero de 2015, Amazon seleccionó
Atrévete a ser escritor, con otros catorce libros, en una promoción que iba del
1 al 15 de ese mes. Bajó el precio de 3,99 euros a 1,5 euros y creó páginas en
los Amazon de Estados Unidos, España y México. Te metías en su librería, y
allí destacaba mi libro. Vendí en dos semanas 400 ejemplares.
En octubre de ese año, Amazon me volvió a seleccionar para otra
promoción. Ahora lo bajaba a 1 euro, ¡y duraba todo el mes! Yo me frotaba
las manos, pensando en la cámara repleta de dinero donde se zambullía Tío
Gilito, y pronto, Carlos del Río. Comenzó la promoción y descubrí que había
4.000 títulos seleccionados. No había manera de destacar entre esa multitud.
Mucha promoción en mi blog, en Facebook y Twitter, dando la coña a mis
alumnos, pero no tenía detrás a Amazon promocionándome casi en exclusiva,
haciéndome destacar de la competencia. Vendí 23. Gané lo mismo que si
hubiera vendido tres a precio normal.
¿Y qué pasa con el Kindle Unlimited? ¿No es en cierto sentido darlo
gratis? No lo creo, porque estás en Amazon, donde la gente está
acostumbrada a pagar por libros digitales, y quienes utilizan la tarifa plana
están pagando una cuota mensual para disfrutarla. Saben que están
invirtiendo dinero para leer tu libro. Y aunque ganas menos que si lo
vendieras a 2,99 euros (consigues 1,15 euros por un libro de 250 páginas, si
se lo leen entero), ganas bastante más que los menos de 30 céntimos que te
llevas vendiéndolo a 0,89 euros.
Creo que solo hay una situación en la que darlo gratis te pueda
beneficiar. Tienes que tener varios libros publicados (si eres prolífico, mejor
que mejor), que se estén vendiendo de forma continuada. Entonces, para que
la gente te conozca, pones uno gratis en Amazon o en tu tienda. Si has escrito
una serie, regalas la primera parte. Si no se cumplen estos requisitos, no lo
hagas.
AUTOEDICIÓN. Aquí me refiero a la que existía antes de que
llegara Amazon, y que incompresiblemente aun sigue existiendo. Se las
conoce como imprentas de vanidad, porque cuando te han rechazado todas
las editoriales, por vanidad pagas para que te impriman tu libro. Recuerda
que hay que dejar el ego aparte.
Pagas por todos los servicios: maquetación, diseño de portada,
corrección e impresión de ejemplares. Normalmente son paquetes
preestablecidos, y tienes que comprar un número fijo de ejemplares (con
Amazon puedes imprimir, si quieres, uno solo). No hacen nada por
promocionarte o colocarte en librerías, porque ellos ya han cobrado, y les da
igual que vendas libros o los utilices como papel higiénico. Acabas con el
trastero lleno de cajas con libros enmohecidos, atormentando a familiares y
amigos para que se compren un ejemplar, y frustrado porque ves que todas
las librerías rechazan poner tu libro a la venta.
Bueno, si te gusta tirar el dinero y vender tus libros como se vendían
enciclopedias en los 70, puerta a puerta, esta es tu opción. Puedes llevar en el
maletín también productos de Tupperware y maquillaje de Avon, que igual te
sacas unas perras.
COEDICIÓN. Esta es la gran estafa. Se enmascaran como editoriales
tradicionales, pero tienes que pagar por la impresión de los ejemplares, con lo
cual, es una autoedición encubierta. Mandas el manuscrito, y en pocos días te
van a contestar diciendo que te han aceptado. Te venden maravillas, y que te
van a hacer gratis la portada, la maquetación, la corrección, etc, etc… pero al
final te exigen que vendas un número de ejemplares en poco tiempo, y si no
lo logras, te los cobran, o no se cortan y directamente te piden que corras tú
con la impresión de ejemplares.
De nuevo, juegan con el ego. Te dicen que vendas 70 ejemplares, a un
precio caro, en una presentación, y tú piensas que 70 no es tanto, fíjate los
millones que ha vendido J. K. Rowling, y que vas a arrasar en la
presentación, donde la gente te va a adorar por ser autor. Acabas vendiendo
veinte, y comiéndote con patatas 50.
Entonces, recorrido Tupperware y Avon. A estas también les importa
un pimiento que vendas o no libros, y no hacen nada por promocionarte,
porque ya han cobrado. Y siempre va a haber incautos a los que engañar
jugando con su ignorancia y su ego.
PENSAR EN LOCAL. En mi ciudad una librería muy espabilada ha
creado un servicio de autoedición, y te lo vende como si fuera un chollo,
porque te pone en sus estanterías. De nuevo, el ego haciendo de las suyas.
A la librería le da igual que se vendan o no los libros, porque cobrar,
ya ha cobrado. Recomienda que hagas presentaciones, y te publicites entre
tus amigos y en redes sociales.
Pero qué morro tienen. Ni tus amigos ni tus familiares ni tus
conocidos se tienen por qué comprar tus libros, a menos que estén realmente
interesados. Imagínate que a la vecina de enfrente le da por pintar al óleo y
tienes que comprarle un bodegón cada tres meses. Si quieres tener una carrera
literaria, tienes que lograr que gente que no te conozca personalmente se
compre tus libros. Ganarte unos eurillos porque le das pena a tus conocidos
no te crea una carrera.
Sinceramente, ya de pagar, es mejor esta opción que las anteriores,
que al menos te ponen en una librería. Varias de las empresas de autoedición
y coedición también mandan algún ejemplar a librerías, tienen acuerdos con
algunas, pero mandan muy pocos, y se quedan perdidos entre las estanterías
porque no los posicionan bien. Vamos, que no van a estar en el escaparate o
en las mesas expositoras al lado del último de Julia Navarro.
Yo diría que lo de la librería de mi ciudad sucede porque muchos
tienen una mentalidad localista. Son incapaces de imaginarse que sus libros
puedan interesar a personas más allá de su provincia, limitándose mucho las
ventas.
Mira este mapa, y busca la ciudad o pueblo donde vives.
Apuesto a que es un puntito inapreciable. En negro está marcado
donde se habla el español en el mundo. En Asia no se aprecia muy bien, pero
aún tiene presencia en Filipinas. Como ves, el español está extendidísimo.
Los hispanohablantes tenemos la suerte de compartir un mismo idioma con
más de 500 millones de personas, y eso crea un mercado potencial enorme;
de hecho, yo diría que tras el chino, que está localizado en un único —pero
gigantesco— lugar, y el inglés, que es el más rico, el español es el tercero
más importante del mundo.
Tenemos la suerte de no necesitar traducciones para llegar a
muchísima gente. (Si llegan las traducciones, bienvenidas sean). No es lo
mismo escribir en español que, digamos, en húngaro o checo.
No te limites a tu localidad a la hora de venderte, por mucho que lo
que escribas se desarrolle en ella. No te conformes tampoco con editoriales
locales, que en teoría te aceptarán con más facilidad, si no tienen una
distribución nacional ni te colocan en Amazon. Nunca he vivido en
Barcelona, y he leído Nada, de Carmen Laforet, o La sombra del viento, de
Carlos Ruiz Zafón. No he pisado jamás Colombia, y he leído a García
Márquez. Lo mismo me sucede con Argentina y Borges o Cortázar, y México
y Carlos Fuentes. Piensa en la cantidad de libros que no se desarrollan donde
vives que te has leído. Si sus autores hubieran tenido una mentalidad
localista, jamás los hubieras leído.
¿Cómo logramos llegar a tanta gente? Teniendo una presencia en
internet y colocando nuestros libros en Amazon.
PRESENTACIONES Y FIRMAS DE LIBROS. Tienes cajas y
cajas llenas de libros, así que lo mejor es crear una firma de libros, que es lo
que hacen los famosos y llenan grandes auditorios, ¿no? Así te los quitan de
las manos, alimentan tu ego, porque eres el centro de atención durante unas
horas, y te vuelves un autor de renombre.
Pues no. Esos autores famosos llenan grandes auditorios precisamente
porque ya son conocidos, y la gente va a verlos a ellos, a ver qué dicen, y ya
de paso, a que le firmen un libro; pero si nadie te conoce, nadie va a verte.
Jamás he hecho una firma de libros, y lo más parecido que hice fue
dar una charla en una asociación cultural sobre si se podía vivir de la venta de
novelas. Me parecía ridículo organizar una firma de libros de Atrévete a ser
escritor, porque así forzaría a mis conocidos a ir y comprarse un ejemplar,
que es algo que odio que me hagan; nadie que no me conociera estaría
interesado en acudir, a menos que diera algo de información práctica, así que
pensé que mejor era crearme una charla de hora y media entretenida,
hablando de la escritura y del mundo editorial. No vendí ni un ejemplar, pero
por una serie de casualidades (gente que conocí allí, gente que vio el cartel),
acabé impartiendo cinco talleres en sitios distintos, alguno muy bien pagado.
Todo partió de esa charla. Todo cuenta.
Si eres muy pesado, y no haces más que dar la murga a familiares,
amigos, conocidos y a todo cristo que encuentres, de esta forma, después de
unas cuantas presentaciones, puede que vendas 100 ejemplares. Tal vez
algunos más o algunos menos, dependiendo de la cantidad de amigos que
tengas y de lo pesado que seas.
Si escribes otra novela y la autopublicas, ahora las ventas caerán hasta
los 20 ejemplares. Tus colegas te compran la primera, porque te hace ilusión,
pero ya más no, y ahora solo te comprarán tus familiares y amigos más
cercanos. Si persistes y autoeditas una tercera novela, aun venderás menos.
Incluso si vas por editorial, las firmas de libros suelen ser ruinosas. A
menos que las hagas en tu ciudad, que casi no te gastas dinero en
desplazamientos, o te la pague la editorial, si es que hay alguna que lo haga,
económicamente no te salen a cuenta. Si vas más lejos, en cuyo caso vas a
palmar dinero, te lo puedes permitir como un capricho, por estar con tus
lectores en persona, pero no funciona ni como promoción ni como forma de
ganar dinero.
Lo que es una locura es autopublicarte un libro, organizar una
presentación en otra ciudad, donde tienes que pernoctar, con la esperanza de
que vayan personas. Si no te importa malgastar dinero, haz esto.
TRADUCCIONES. Como los 500 millones de hispanohablantes les
parecen pocos, y están convencidos de que el mercado anglosajón es mejor
(que sí, en cierto sentido es mejor porque es más rico y hay más cultura de
novelas como entretenimiento y no como peñazos intelectualoides), pagan
para que les traduzcan sus novelas (una buena traducción no es precisamente
barata; es justo que tenga ese precio). Las ponen en Amazon, y no venden
nada porque no les conoce ni Blas.
Incluso si tienes una presencia en internet, y tienes un libro que se
está vendiendo bien, el público que te conoce es el público hispanohablante.
Meterte en el mercado anglosajón es partir de cero. Con las traducciones sí
que me parece indispensable tener una editorial que te respalde, para que al
menos te ayude a hacerte un hueco, y para eso necesitas un agente que te
venda al extranjero. Pagarte una traducción, esperando que la versión en
inglés funcione por sí sola, es demencial.
Capítulo 18
Tu presencia en internet
Actualmente el que publique por su cuenta o lo haga
a través de una editorial, tiene la obligación de promocionarse.
BLANCA MIOSI
En este capítulo veremos cómo no partir de cero en cuanto acabes tu primera
novela, y tengas así más posibilidades de encontrar a tu público. La cruda
realidad es que las editoriales y agencias esperan que tú les hayas hecho gran
parte del trabajo, y cuando te presentes a ellas, además de mandarles un
manuscrito niquelado, ayuda que tengas una base de seguidores que
garanticen unas ventas mínimas antes de publicarse. Igualmente, si quieres
autoeditarte, es un suicido hacerlo si solo te conocen tus familiares y amigos.
¿Qué significa todo esto? Pues que, como mínimo, tienes que tener una
presencia en internet.
Las ideas de este capítulo y el del salto al vacío están sin desarrollar
porque se salen del ámbito de este libro. Tómatelas como sugerencias de lo
que puedes hacer, y cuando quieras poner alguna en práctica, busca los pasos
concretos que debes dar en internet.
CRÉATE UN NOMBRE Y CONSIGUE LECTORES FIELES
Si quieres ser escritor, ahora mismo es importante que te hagas un hueco en
internet; no es que sea obligatorio, pero vas a tener ventaja sobre los
escritores que no utilizan internet para promocionarse. Puede que tengas una
cuenta de Twitter con un montón de seguidores, o seas conocido por
comentar en foros, o tengas una página de Facebook muy popular, o una
página web, o un blog personal... pero tienes que tener una presencia en
internet. Es la manera de promocionarte por muy poco dinero. Es la manera
de que tu público te encuentre.
Yo lo que recomiendo es un blog, al que añades Facebook y Twitter.
No a todo el mundo le gustan las redes sociales, y si lo único que tienes es
una cuenta de Facebook o Twitter, a esos los vas a perder. Con un blog llegas
a cualquiera que tenga internet.
No pierdas de vista cuáles son los objetivos de mantener un blog:
— Venderte como experto, para que la gente se fíe de ti. Para ello
tienes que especializarte en un tema, o en unos pocos temas, relacionados con
la escritura.
— Caer bien siendo tú mismo. Tienes que conectar emocionalmente
con tu público para que este se compre tus productos. Te ganas a tus lectores
siendo honrado, y es la mejor arma contra la piratería.
— Ganar dinero. Esto lo logras poniendo a la venta libros, productos y
servicios relacionados con la escritura.
Durante demasiado tiempo cometí el error de mantener un blog para
hacerme famoso (hablando de ego…) y poder vivir de la publicidad, que es
uno de los mayores bulos que rondan por internet y los medios de
comunicación. Me hice esclavo de él, escribiendo muchísimo sobre cine y
literatura, para tener más y más lectores, hasta que me di cuenta de que mi
público objetivo, el que me daría de comer, no era el que veía películas, sino
el que leía novelas o quería aprender a escribir ficción.
Me sonrojo al pensar lo que tardé en descubrir que a nadie le gusta
una mala crítica, y que no era justo que las escribiera; alcanzar el sueño
literario ya de por sí es difícil, como para que yo estuviera tirando piedras en
el tejado de otros escritores que buscaban lo mismo que yo, así que decidí
que solo escribiría críticas de novelas que me gustaran mucho (no reseñaría
las de conocidos y amigos, porque no podría ser objetivo; una cosa es sacar
sangre con tus críticas y otra que tus reseñas sean publicidad encubierta), y
me centraría en literatura y en consejos para escritores. Eso me liberó de
muchísimo tiempo que empleé para impartir clases de escritura y escribir
libros.
El lado bueno de haber escrito tantísimo es que me creó una rutina de
trabajo, me sacó mi estilo propio, y al forzarme a analizar muchísimas
novelas y películas (analizar, una palabra que desconocen los críticos),
aprendí una barbaridad de narrativa. No hay mal que por bien no venga, y
todo cuenta.
Comenzar a escribir un blog es intentar destacar en un inmenso océano
con una sola gota de agua. Pero si no abandonas, esa gota irá creciendo y
creciendo. La promoción funciona así: llenas un blog escribiendo de temas
que te apasionan, alguien busca información en internet y te encuentra (o se
lo han recomendado amigos), y le gustan tanto tus artículos que se compra
tus libros.
Ya he hablado de la terrible idea que me parece dar tus libros gratis. Lo
que tienes que dar gratis es un buen blog. La clave es hacerse un nombre para
lograr lectores fieles. No todos los lectores de tu blog se comprarán tus libros,
puede que no les guste el género en el que escribes, pero no te quepa duda de
que te van a recomendar a sus amigos, y alguno de ellos comprará tus libros.
Así te haces un hueco en internet.
MALAS IDEAS PARA UN BLOG
Mucha gente se piensa que empiezas a escribir un blog y a los tres meses te
llama Spielberg para que le escribas un guión; o eres tan popular que puedes
vivir de la publicidad que tienes (que yo sepa, ningún bloguero que hable de
literatura puede vivir de la publicidad porque lo que da la publicidad en
internet es ridículo).
Todo eso es vivir en un mundo de fantasía. No cuentes con ello. Un
blog exige mucha paciencia y un esfuerzo continuado en el tiempo (empiezas
hoy y lo puedes dejar en el futuro si ya has encontrado otras fuentes de
ingresos continuas); y durante varios meses, incluso años, tal vez no te dé
ningún fruto, pero a la larga merecerá la pena.
Es una mala idea obsesionarse con el puesto en Alexa, el PageRank,
con conseguir enlaces, o con el posicionamiento en los buscadores (el famoso
SEO; hay gente que pierde el sueño cada vez que Google cambia su
algoritmo). Escribe contenido de calidad, interacciona con más gente en
internet, y tus lectores aparecerán.
Internet está lleno de demagogos, de oportunistas (no hacen más que
seguir modas, sin importarles contradecirse, simplemente para caer bien), de
pícaros que se aprovechan del trabajo de otros, de gente que es
deliberadamente ofensiva y polémica para llamar la atención. Estos últimos
escupen ponzoña, sin haber reflexionado un segundo lo que dicen, con el
objetivo de conseguir más lectores, y se escudan tras la libertad de expresión.
La libertad de expresión no es decir la primera barbaridad que se te ocurra; la
libertad de expresión es expresar tu opinión razonada de un tema.
No intentes caer bien a todo el mundo. Siempre andas con pies de
plomo, la corrección política es tu insignia, y tienes miedo de dar tu opinión
en ciertos temas por si acaso ofendes a alguien. Si haces esto, no puedes ser
más gris. Tu blog será como leerse el BOE y no tendrá personalidad, y si
alguien te descubre, no se acordará de ti para volver a visitarte.
Entre ser deliberadamente ofensivo y completamente blando hay un
término medio que se llama asertividad: expresa tu opinión, explicando por
qué piensas así, respetando la de los demás.
BUENAS IDEAS PARA UN BLOG
¿Cuándo comienzas a escribir un blog? Cuando tienes claro que quieres ser
escritor. Como el blog es la manera que tienes de darte a conocer, yo
recomiendo lo siguiente:
— En el nombre del blog y en tu url tiene que aparecer el nombre con
el que escribes. Lo ideal es que sea www.tunombreyapellido.com, y si está
pillado, que es lo que me pasó a mí, pues lo llamas El blog de... o El rincón
de... pero tu nombre tiene que aparecer.
Las dos plataformas más famosas de blogs, Blogger.com y
Wordpress.com, tienen la posibilidad de darte un blog gratis añadiendo a tu
url blogspot.com y wordpress.com (www.tunombreyapellido.blogspot.com o
www.tunombreyapellido.wordpress.com), o por poco dinero darte un
dominio propio (www.tunombreyapellido.com). Yo hice lo segundo, porque
da una imagen más profesional, y ese dominio no lo pienso soltar.
Actualmente con Blogger te cuesta 10 euros al año.
— Ábrete una cuenta en Google Analytics, es gratis, e instala en el blog
el código de seguimiento. De este modo, al meterte en Google Analytics
podrás ver un montón de variables que te indicarán qué temas son los que
mejor funcionan; el número de lectores que tienes, cuántos repiten, cuánto
tiempo están, de dónde son, cuáles son las páginas más vistas, desde qué
canales acceden a tu blog… Yo recomiendo que le eches un vistazo mes a
mes.
— Foto actual. Preferiblemente sonriendo. Vas a dar tu opinión de un
montón de temas, y aparte de tu nombre, muestras tu cara. Los cobardes son
los que se esconden tras el anonimato. Además, a los lectores les gusta
ponerte cara.
— Un pequeño perfil. Como con la foto, la gente va a querer saber un
poco de tu vida. Resume en pocas líneas lo más interesante, y que tenga que
ver con tu carrera de escritor.
— Una dirección de e-mail donde te puedan escribir.
— Alguna forma de archivar las entradas. Habrá personas que te
conozcan cuando lleves años manteniendo el blog, y si les gusta mucho, van
a querer leer todo lo que puedan. Pónselo fácil para que encuentren tus
artículos, ya sea porque tienes una nube de etiquetas o has creado pestañas.
— Utiliza las redes sociales. Ábrete una página en Facebook y otra en
Twitter; y ya verás si en alguna red más. Asegúrate de que la gente pueda
recibir actualizaciones de tu blog por e-mail o por un FeedBurner. La
cuestión es que tus seguidores lo tengan muy fácil para saber cuándo escribes
algo nuevo.
— Da la posibilidad de que te puedan escribir comentarios. Yo
recomiendo que pongas un filtro, que hay gente muy cenutria por ahí que se
piensa que la libertad de expresión es insultar anónimamente (que conste que
yo digo que tengo filtro, pero es mentira; eso disuade a muchísimos). Si
alguien te deja un comentario ofensivo, ¡bórralo!
Tanto en las redes sociales como en el blog, procura contestar a todos
los comentarios que te dejen. Incluso si no coincides con su opinión,
respétala. Si eres sarcástico y tratas a tus lectores como si fueran idiotas, los
perderás por ser un listillo.
— Contenido: tienes que encontrar un equilibrio entre información
práctica, opinión personal y promoción. La gente te va a encontrar buscando
una información, pero tienes que mostrar que eres una persona de carne y
hueso, que no eres la Wikipedia, y que vendes libros. Con la promoción, que
no se te vaya de las manos, que es odioso.
Habla de temas que te gusten mucho, pero siempre pensando en la
escritura. Si hay un género que te encanta, y precisamente es el de tus
novelas, no lo dudes y céntrate en ese. Posiblemente sepas un montón de
algún tema concreto porque te has informado muchísimo a lo largo de los
años. Habla de literatura, de cómo vas escribiendo cuentos y novelas. No
desveles la trama, que el objetivo es que se los compren cuando los
publiques. Habla de cómo vas descubriendo tu propia voz (los "momentos
ajá", cuando ya entiendes cómo se hacen las cosas). Escribe críticas, sabiendo
que son un arma de doble filo (siempre tienes material para escribir, pero con
las negativas estás dañando a otros escritores; casi diría que escribas
recomendaciones, hables solo de los libros que te han gustado mucho. Pero si
quieres criticar, siempre justificando tu opinión, que sean las obras de
estrellas literarias, best sellers o clásicos, ya que tus comentarios no van a
perjudicarles las ventas), habla de tus pasiones, deja tu huella dactilar en los
artículos.
Pero ante todo, sé tú mismo, sé honrado; que lo que escribas sea lo que
realmente piensas y coincida con cómo te comportas en tu vida diaria.
— Piensa que internet es global y te va a leer gente de todo el mundo.
Evita expresiones como "nuestro país", "nuestra actriz más internacional", o
"nuestro mejor tenista". Si escribes así, obligarás a la gente a tener que buscar
en tu blog desde dónde escribes para saber a qué o a quién te refieres. Llama
a las cosas por su nombre y no tendrás problemas.
— Publicidad. Cuando tengas algún libro a la venta, pon enlaces a las
tiendas que lo vendan. Yo de publicidad utilizo programas de afiliación (cada
vez que alguien compra a través de un enlace, cobro una pequeña comisión),
y sólo pongo publicidad de tiendas y cursillos que me gustan.
— Pon los primeros capítulos gratis. Ahora Amazon te permite colocar
un pequeño código en tu blog, y la gente no tiene más que pinchar en la
portada de tu libro para que se puedan leer los primeros capítulos. Si no
quieres utilizar Amazon, busca alguna alternativa para que tus visitantes
puedan leer el comienzo de tus libros. Es la manera que tienen de ojear para
saber si les interesa.
Para utilizar lo de Amazon, solo hay que dar tres pasos:
1— Créate una cuenta en el programa de afiliados de Amazon
(https://afiliados.amazon.es/). Es gratis, pero no te hagas ilusiones con lo de
ganar dinero, que los programas de afiliación suelen dar ingresos risibles, si
es que dan algo. Esto lo haces para promocionar tus propios libros.
2— Ingresas en tu cuenta de Amazon, la tienda, y vas a la página de tu
libro digital. Sí, tiene que ser el Kindle. A la derecha, debajo de donde viene
el precio, ves que aparece un <Incrustar>. Le das, y voilà, ahí tienes el código
para tu blog, con varias opciones para tamaño y demás. Elige la que más te
guste.
3— Cuanto lo tengas, copias el código, y lo pones en tu blog. Y ya está.
TU PÁGINA WEB
¿Cuál es la diferencia entre un blog y una página web? Un blog es mucho
más dinámico, porque le vas añadiendo nuevo contenido de forma
continuada. La página web suele tener unas secciones fijas que se actualizan
poco, por lo que te va a dar muchísimo menos trabajo. A menos que ya
tengas un nombre que te asegure que la gente vaya a visitar tu página web,
tienes que empezar con un blog. Tal vez nunca te haga falta tener una página
web, porque tienes un blog o un blog híbrido con secciones estáticas y otras
dinámicas, eso ya lo sopesarás tú.
Tu página web va a ser tu escaparate para los lectores. También tienes
que instalar Google Analytics para saber el comportamiento de tu audiencia.
En la página de inicio escribes una pequeña introducción, indicando quién
eres y lo que puede encontrar el lector que acaba de llegar, destacando en lo
que estás especializado. Esta página es la que más actualizarás, porque
pondrás noticias y lanzamientos de nuevos libros.
Créate una sección con una pequeña biografía, centrándote en la
escritura, con alguna foto tuya. En otra pones los libros que has escrito, con
enlaces a las tiendas donde los puedan comprar y los primeros capítulos; si
vendes directamente desde tu web, aquí les das la posibilidad de añadir al
carrito tus libros. Y creas secciones independientes para cada uno los
productos y servicios relacionados con la escritura que ofrezcas (algo que
veremos en el capítulo 21): taller online; informe de lectura, corrección de
estilo, etc... Yo también recomiendo que te crees otra sección en la que des
consejos prácticos a aspirantes a escritor, cuelgas unos cuantos artículos muy
currados por si algún despistado que no te conoce llega a tu web, y descubre
información que le gusta. A ese te lo has ganado.
Para crearte una página web lo mínimo que necesitas es un dominio
(www.tunombre.com) y un alojamiento web, o hosting, que es donde vas a
colgar tu página y todo el contenido. Tienes que ver que el alojamiento sea en
condiciones, para que no se te caiga la página. Esos servicios se pagan de
forma anual, y no son caros. GoDaddy y HostGator son dos de las empresas
para registrar dominios y alojar más famosas.
Antes de crearte nada, dale vueltas a cómo quieres que sea tu página.
Mira otras páginas de escritores y vete tomando nota de lo que te gusta,
aunque no sepas cómo se hace. Luego tienes que sopesar las opciones para
crearte la página. Si no tienes ni idea, puedes contratar a un programador para
que te la diseñe. Si eliges esta opción, asegúrate de que sepa qué diseño
quieres, y que te la construya de tal manera que tú puedas hacer cambios sin
necesidad de volver a contratarlo.
Otra opción es utilizar una plataforma que te deje crear tu web de forma
sencilla, sin que tú sepas nada de programación, simplemente arrastrando
elementos por la pantalla. Unas de las más conocidas son Wix y Weebly. Las
páginas suelen quedar muy bonitas, pero el inconveniente es que el servicio
es un alquiler anual más caro que las otras alternativas, y no están bien
preparadas para aparecer en los resultados de Google. Si un año decides
cambiar, puedes esperar a que caduque el contrato de tu dominio, o migrarlo
a otra empresa para mantener el mismo nombre (algo que encarecidamente
recomiendo que hagas), lo registras en otra parte y te abres otra página web
en otro alojamiento, pero en cuanto al diseño, tendrías que empezar de cero.
Una de las opciones más populares es utilizar Wordpress.org (ojo, que
es distinto a Wordpress.com). Tiene un montón de temas (plantillas) plugins
(características especiales), e incluso puedes tocar el código (el código serían
las entrañas de la página web) para personalizar el diseño. Todo esto lo
colocas donde alojas tu página web; aquí necesitas contratar un alojamiento y
un dominio. Los inconvenientes más comunes es que algunos plugins, que te
dejan hacer cosas muy espectaculares, son de pago, y los tienes que
actualizar, porque si no dejan de funcionar.
Otra opción es utilizar el programa Adobe Muse, que puedes alquilar
durante un mes por poco dinero. Es muy intuitivo, y no hace falta saber nada
de programación. Diseñas la web, y la cuelgas en tu alojamiento. El problema
es que tendrías que volver a alquilar el programa cuando quisieras cambiar el
diseño.
Y la alternativa más barata, si te basta una página web sencilla (para un
escritor que está empezando, me parece que es suficiente), es utilizar Blogger
y modificar la plantilla para que tenga la apariencia de una página web. A
veces tienes que saber un poquito sobre cómo retocar el código, pero si has
estado utilizando Blogger durante algún tiempo, y buscando información en
Google, queda bien, y el alojamiento y el dominio propio solo te costará lo
mismo que tener un blog, 10 euros al año. Además, existen páginas que
tienen plantillas prediseñadas de Blogger que puedes descargar gratis, y
modificar un poco, y si necesitas cambios más grandes, por poco dinero el
diseñador de la plantilla te la modifica.
INVITACIÓN A TOMAR EL TÉPor MÓNICA GUTIÉRREZ ARTERO
A menudo me convenzo de que ser escritor es una profesión lamentable. Su
remuneración es cuestionable, la jornada laboral no tiene fin, el trabajo jamás
obtiene el reconocimiento que merece, los altibajos emocionales son de
montaña rusa y tiene muy mala prensa. Los escritores tienen fama de
egocéntricos, llorones, pesados y alcohólicos.
Pero cuando me siento ante el portátil y les doy voz, vida y escenarios
a unos personajes que antes solo existían en la imaginación me olvido de todo
lo anterior. Escribir me parece una labor digna de enriquecer el alma y el
pensamiento, un trabajo que requiere cariño, concentración y dedicadas
rutinas. Un escritor es arquitecto de sueños, capaz de abrir puertas a otros
mundos.
¿Te apetece una taza de té y te cuento cómo ha sido mi experiencia?
Tener una comunidad de lectores te facilitará el camino
Si se trata de inventar historias sobre el papel, reconozco que lo he hecho
durante toda mi vida. Pero jamás se me ocurrió publicar hasta que entré en
contacto con la blogosfera. Abrí mi blog, Serendipia (https://serendipia-
monica.blogspot.com.es/), en septiembre de 2009, con la idea de reseñar las
mejores lecturas que caían en mis manos.
Crear tu propia comunidad de lectores es un proceso de paciencia y
cariño: poco a poco, a medida que me pasaba por otros blogs y comentaba
lecturas con otros blogueros, empezaron a llegar los seguidores. A día de hoy,
me da una enorme seguridad saberme acompañada por una comunidad,
aunque no muy numerosa, sólida, afín y leal.
En Serendipia suelo reseñar y recomendar lecturas feelgood, que es el
género de mis novelas. Por eso, cuando publiqué por vez primera, el blog y
mi red de blogs amigos fueron mis escaparates principales. Mi comunidad
bloguera me leyó, me reseñó en sus respectivos blogs y me hicieron la mejor
publicidad que existe a través de las diferentes redes sociales: la
recomendación personal, el boca-oreja de los publicistas.
No importa si tu primera novela es autopublicada o con editorial, si
tienes una comunidad de lectores previa todo será mucho menos traumático y
tendrás más posibilidades de no pasar totalmente desapercibido en el inmenso
mar de los escaparates librescos.
Autopublicar no es autoeditar
La primera vez que decidí que una de mis novelas iba a publicarse opté por la
autopublicación. Ni siquiera me planteé la posibilidad de llamar a la puerta de
las editoriales; no tenía ni un solo contacto y me faltaba seguridad. Con los
años, la formación y la relación con diversos profesionales del mundo
editorial, he aprendido que mi decisión fue correcta porque para dejar tu
novela sobre la mesa de cualquier editor no vale todo, existen unos
protocolos establecidos y unas estrategias concretas que marcan la diferencia
entre que te lean los editores o no lo hagan jamás. Para asesorar a los
escritores que han decidido probar suerte con las editoriales y no saben cómo
ponerse en contacto con los editores profesionales, imparto un pequeño
tutorial en MOLPE (Marketing online para escritores:
https://marketingonlineparaescritores.com/) que quizás pueda ayudarte.
La ventaja de la autopublicación es que el autor tiene en todo
momento el control absoluto de su novela: precio, diseño, promociones,
fechas de publicación... Eso se traduce en un aprendizaje intensivo que
aportará valor para tu bagaje de escritor. La desventaja es que no estás en las
librerías físicas y muchos lectores —entre los que me incluyo— todavía son
incapaces de renunciar al placer de tocar, oler y hojear los libros que van a
comprar.
Aunque soy muy partidaria de la autopublicación, sobre todo si se
trata de una primera novela, defiendo que un libro autopublicado debe tener
la misma calidad que un libro de editorial. Autopublicarse no es autoeditarse.
Las dos novelas que he autopublicado en Amazon han pasado por un
diseñador, un maquetador, una filóloga, y una correctora de estilo; y a
menudo he contado con el consejo y la formación de una gran experta en
marketing para escritores, Ana González Duque.
Pese a que la autopublicación requiere de una inversión inicial para
asegurar la calidad del producto final, eliminar intermediarios garantiza que
el autor obtenga una porción mayor de la tarta de beneficios, llevándose un
porcentaje mayor de las ventas (regulable en el caso de Amazon y otras
plataformas) o el total de las mismas (si tiene tienda online en su página
personal). Es muy probable que recupere en un par de meses la inversión
original. Ninguna editorial tradicional ofrece tanta flexibilidad o libertad
como esta opción.
Cada escritor debe estudiar la fórmula que más le favorezca, pero en
la actualidad, desde el punto de vista económico, la autopublicación es el
medio que reporta más beneficios al autor. Desde mi punto de vista, lo ideal
sería optar por ser un escritor híbrido (combinar la autopublicación con las
editoriales) para beneficiarse del aspecto monetario sin renunciar a estar
presente en las librerías físicas. Las ventas dependen de la oportunidad: si no
te ven, no te leen.
La aventura de la editorial
Publiqué mi segunda novela en Amazon, en junio de 2014. Rápidamente se
coló en los primeros puestos del top 100 y se mantuvo ahí durante todo el
verano. Por primera vez me di cuenta de que podía ganarme la vida como
escritora porque podía pagar la hipoteca con las ventas de mis libros. Fue uno
de esos momentos en los que decides si vale la pena seguir adelante o colgar
para siempre la máquina de escribir.
La buena prensa y mejores ventas de esta segunda novela me abrieron
otras posibilidades de publicación. Durante el verano recibí ofertas para
publicar con un par de editoriales. Ninguna de ellas me convenció y les di
calabazas. Cuando un autor tiene experiencia en la autopublicación y conoce
los beneficios que le reporta, se vuelve mucho más cauto a la hora de firmar
contratos. No le digas que sí a la primera editorial que te haga una propuesta
si no estás convencido de que tenéis objetivos comunes.
En octubre me llamó una editorial, Roca, con la que siempre he
sentido mucha afinidad como lectora: su catálogo tiene novelas con ese
puntito de excentricidad que tanto me gusta y se mantiene a la vanguardia del
mundo editorial siendo pionera en innovación (fue una de las primeras en
entrar en el mercado digital o en el de los audiolibros). Me hizo una
propuesta para un nuevo libro y les dije que sí.
Consejos
Aquí te dejo algunas ideas que me han funcionado. El secreto está en la
voluntad de aprendizaje y de mejora continuos:
Escribe cada día.
Lee bien.
Siembra y recogerás, este es un oficio en el que se recoge siempre a
largo plazo.
No tengas prisa, también es un oficio de carrera de fondo, no valen los
sprint.
Aprende de los mejores. No pierdas de vista las páginas de formación
para escritores. Lee artículos sobre técnicas narrativas, marketing online para
escritores, estructuras, personajes, géneros, etc.
Preséntate a algún concurso aunque no tengas posibilidades de ganar.
Te ayudará a trabajar con plazos de entrega y te aportará una experiencia
valiosa.
No mires a los demás escritores como enemigos o competencia, no lo
son, hay lectores para todos. Aprende de su experiencia, comparte
información y contactos, sé generoso si te piden ayuda o colaboración (quid
pro quo), nunca critiques sus libros, no eres Enrique Vila-Matas.
No le digas que sí a la primera editorial que te proponga un contrato,
sopesa las condiciones, la distribución, el catálogo o la tendencia de la
editorial y decide si le conviene a tu libro o no. Recuerda que hay muchas
otras editoriales y otras opciones de publicación.
No te rindas.
Mónica Gutiérrez Artero era una periodista sin vocación hasta que cayó
bajo el hechizo de la Historia y se recicló como entusiasta historiadora.
Siempre había tenido la manía de escribir, pero no fue hasta 2012 cuando
encontró el valor necesario para publicar su primera novela feelgood en
Amazon, Cuéntame una noctalia. Las buenas ventas de su segunda novela,
Un hotel en ninguna parte (2014), le abrieron las puertas del mundo editorial
con El noviembre de Kate (Roca Editorial, 2016). Desde entonces tiene la
idea de seguir funcionando como una autora híbrida (autopublicación +
editorial), dependiendo del perfil del manuscrito y de sus intenciones
literarias. A raíz de sus lecturas, del contenido de su blog Serendipia, y del
contacto con los lectores, comprendió que el género feelgood (novelas
optimistas que te hacen sentir bien) en España estaba todavía en pañales.
Convencida de que este género es necesario —un salvavidas literario—, en
los tiempos de ruido y furia que nos ha tocado vivir, en la actualidad imparte
el único taller en lengua castellana de ficción feelgood en su página web
http://monicagutierrezartero.com/.
Capítulo 19
Cómo hacer contactos
La pobreza, descubrí, no era solamente la falta de recursos financieros; era
aislarse del tipo de personas que podrían ayudarte a hacer más de ti mismo.
KEITH FERRAZZI
Networking es una palabra que está de moda y suena muy moderna, pero que
simplemente significa el clásico hacer contactos. Yo tardé más de lo que me
atrevo a confesar en darme cuenta de su importancia. Creo en el trabajo duro
y en el esfuerzo personal, porque vas a ver resultados, pero también creo que
solo no llegas muy lejos.
Mucha gente confunde tener contactos con los enchufes, y los
desprecian ("Yo no quiero ser un enchufado"; "Ese seguro que ha llegado
hasta donde ha llegado gracias a los enchufes que tiene"; yo era de esos), o
fardar de conocidos (esos a los que comentas que vas a hacer algo cotidiano,
como comprar el pan, y de inmediato te abruman para que llames a fulanito y
menganito, porque les conocen, aunque tú realmente no los necesites). No,
tener contactos es reconocer que no lo sabes todo, ni puedes hacerlo todo, y
que vas a pedir ayuda a conocidos, o a conocidos de conocidos.
Solía pensar que en esta vida si estudiabas y trabajabas muchísimo,
acabarías siendo muy bueno en lo que hacías, y la gente acudiría a ti. Lo de
trabajar y formarte es verdad, lo de que la gente acuda a ti, no. Durante
muchos años de mi carrera en el audiovisual, sobre todo cuando estaba en la
escuela de cine, viví con esa noción: si trabajaba y trabajaba, y veía y
estudiaba muchísimo cine, llegaría a ser un gran montador y se me abrirían
las puertas de las productoras por sí solas. Me llamaría Almodóvar, me
llamaría Spielberg. No haría falta ser amable, porque sería tan bueno que
cualquiera me contrataría. Eso me creaba una enorme presión para no
cometer errores, era incapaz de reconocer que había metido la pata. Y me
rechinaban los dientes cuando compañeros míos, con una inteligencia
emocional bastante mejor que la mía, conseguían muchísimo más que yo:
trabajaban menos, tenían más amigos, disfrutaban más, y les iba mejor que a
mí.
Vivía encerrado en el mito del genio: eres un genio y puedes despreciar
a la gente. Algo así como Kubrick (claro que el plasta de Kubrick de genio
tenía poco, más bien fue genial vendiéndose como genio).
Del mismo modo que es inútil tener muchísimos contactos si no sabes
hacer la "O" con un canuto, que seas muy bueno y no cuentes con la gente no
sirve de nada. Trabaja para ser bueno en lo que haces, y queda bien con la
gente, demostrando que eres amable y de fiar.
HACIENDO CONTACTOS
Hay muchísima información sobre cómo hacer y gestionar tus contactos, pero
realmente lo básico se limita a tres puntos.
1— Sé tú mismo. Cuando te relaciones con otras personas muéstrate
tal como eres. Sí, hay que socializarse un poquito, aparte de en internet, en
persona: sal con tus amigos, apúntate a un club, comienza un hobby, estudia
un curso presencial... lo que sea que te haga estar en contacto con otros seres
humanos. (Por cierto, he descubierto que siendo profesor haces contactos
útiles muy fácilmente). No vas a caer bien a todo el mundo, asúmelo. No pasa
nada. No tengas miedo a expresar tu opinión, aunque sea la contraría de la
mayoría. Expresar tu opinión no significa imponérsela a los demás, no. Es
decir que no estás de acuerdo y explicar lo que realmente piensas. Que te
miran mal, pues que te miren. Tú no has sido ofensivo.
2— Sé amable. Interésate por las personas con las que charlas, aunque
jamás las vuelvas a ver. Hay gente que sólo muestra interés por las personas
que piensa que le van a ayudar a medrar. Terrible error; no lo cometas. Sé
amable con todo el mundo. Da igual en donde vivas, y que estés rodeado de
personas desconfiadas y cerradas. Que lo sean. Tú sigue siendo amable.
Presta atención a lo que te cuentan. Llámalas por su nombre y míralas a los
ojos. Que se sientan cómodas contigo. Si por algún motivo te parecen
interesantes, quédate con su contacto.
Una advertencia, por mucho que pongas de tu parte, y quieras ver a los
desconocidos de la mejor forma posible (un gran consejo es que trates a las
personas no como son, sino como lo mejor que pueden llegar a ser), de vez en
cuando te va a tocar gente imposible: listillos sabelotodo, chismosos,
mandones que te organizan la vida nada más conocerte, prepotentes que te
miran por encima del hombro, agoreros que deprimirían al dalái lama,
pesimistas que te tratan como a un idiota por ser tú optimista, desequilibrados
psíquicos... En cuanto los tengas calados, no pierdas el tiempo discutiendo o
justificando tu punto de vista; no seas de esos que prefieren tener razón a ser
felices. Pones alguna excusa del estilo "Disculpa, pero me tengo que ir a
peinar" mientras te pasas la mano por la calva, y haces mutis por el foro.
3— Sé humilde y reconoce que necesitas ayuda. Aquí es cuando tiras
de contactos. Tienes que conseguir algo, y por ti mismo no puedes, o te
llevaría mucho trabajo y esfuerzo, pero conoces a gente (o esa gente conoce a
gente) que te puede ayudar. Pues no seas tonto y pídeles ayuda.
Una cosa muy importante: nunca des por sentado que alguien deba
hacerte un favor. Por mucha confianza que tengas, pide a ver si te puede
ayudar, y al acabar, le das las gracias sinceras, tanto si te ayuda como si no.
Quedar bien y quedar mal cuesta lo mismo, pero las repercusiones son
diametralmente opuestas.
Una vez que tienes contactos, ten en cuenta que tú también tienes que
hacer favores. Conócete bien, reconoce qué puedes hacer y qué no, y sé
consciente del tiempo del que dispones. Si puedes echar una mano a alguien,
hazlo, pero tampoco tengas miedo a decir no. Yo, por ejemplo, he decidido
no leerme nada que no sean los cuentos que mando en clase a mis alumnos;
de lo contrario me vería inundado de textos de escritores noveles y no sacaría
tiempo para leerme las novelas que me interesan.
No lleves la cuenta de a quién le debes un favor, y de quién te lo debe.
No funciona así. Haz favores sin esperar nada a cambio. Piensa que es como
la ley del karma: lo que das al mundo de alguna manera te volverá, no
necesariamente a través de la misma persona. O si prefieres: haz el bien y no
mires a quién. O quien da, recibe. Lógicamente, si alguien te ayuda, te
acordarás de él cuando tú puedas echarle un cable.
La clave está en "cuando tú puedas", no es que se lo debas.
Esta actitud evita que estés buscando contactos solo por interés, lo cual
te cierra las puertas a muchísimas personas que te pueden ayudar sin que tú lo
esperes; que te frustres y enfades cuando no te devuelvan un favor, porque la
gente no va a pensar que te deba nada; y que te conviertas en un chantajista
emocional.
Los chantajistas emocionales suelen soltar perlas como esta: "Eres un
miserable. Te invité a un café en 2003, sin pedirte nada a cambio, y ahora que
te pido que te quedes con mi abuela demenciada, que necesita 24 horas de
atención al día, durante el mes de vacaciones que me voy al Caribe, me dices
que no. Eres un miserable".
Yo solía ceder al chantaje emocional, pasándolo fatal, o era un borde
para que ni lo intentaran, hasta que descubrí la maravillosa asertividad. Ahora
contestaría: "Dime cuánto te costó el café de 2003 y estamos en paz".
Los peores son los que te hacen favores sin que tú se los pidas, y luego
te vienen con las cuentas. No quieras tener a un chantajista emocional cerca.
Hasta no hace mucho yo era un negado para hacer contactos. Pensaba
que pedir ayudar era signo de debilidad y que debía hacerlo yo todo; tenía
miedo de que la gente me hiciera daño y no me mostraba tal y como era ni
me atrevía a dar mi opinión; además, sufría fobia social: me costaba un
triunfo mantener una conversación con desconocidos (si es que alguna vez la
mantenía).
He cambiado, y puedo asegurar que con la ayuda de mucha gente, la
vida es bastante más sencilla. Es obvio que a medida que mejoras en tu
trabajo (tienes mejor currículum), más puertas vas a ser capaz de abrir.
Trabaja para ser muy bueno en lo que haces y pide ayuda para ir ampliando
tu radio de acción.
Ábrete al mundo, sé amable y queda bien, y todo será mucho más fácil.
SÉ SOCIABLE EN INTERNET
Esto es algo que tardé muchísimo en entender y poner en práctica: para
ampliar tu número de lectores, es necesario que seas sociable en internet.
Solía pensar que podía hacerlo solo, que debía demostrar lo muchísimo que
sabía sin ayuda de nadie, demostrando que el resto era peor que yo. Esperaba
que san Google me traería millones de visitas porque mi blog sería tan
brillante que no haría falta más. Así no había manera de destacar.
Hay que cambiar la mentalidad de “esto es una merienda de negros, yo
lo puedo hacer solo y sé más que otros”, donde todos se matan entre todos
para ir ascendiendo, a “si nos echamos una mano, el viaje será mejor y
podremos hacer buenos amigos”.
La clave está en que reconozcas qué actividades te gustan más para
darte a conocer, y para conocer a otros escritores. Yo, durante unos meses,
me estresé haciendo cosas que no me gustaban (discutir en foros, intentado
imponer mi punto de vista, enlazar mis críticas desde Goodreads y otras
páginas), con la única meta de conseguir más visitas para mi blog, más
seguidores para Facebook, no conocer a otros escritores. Craso error. Tienes
que tener una actitud positiva y pasártelo bien.
Puedes meterte en foros de lectores (Goodreads tiene varios) o en
grupos de Facebook, y vas comentando sobre temas, dándote a conocer. No
te metas solo para promocionarte, que los participantes habituales se van a
enfadar, y no vas a vender nada. Opinas, sin humillar a nadie y sin pasarte de
listo, y poco a poco te irá conociendo más gente. Entonces podrás decir que
tienes tal blog, o que has escrito tal libro.
En Facebook y en Twitter está bien que compartas artículos de otros
escritores; los puedes etiquetar para que los autores sepan que los has
compartido. En tu blog también es una buena idea que hables de otros
autores, y de lo que has aprendido de ellos.
Si sigues blogs, comenta. Aquí es igual que con los foros: no te pases
de listo, no escribas solo para publicitarte. Estás comenzando una
conversación con el autor de ese blog, tienes que ser simpático.
PRESÉNTATE A OTROS ESCRITORES
El truco es buscar escritores con los que conectas. Yo no estaría cómodo con
intelectuales, por ejemplo, aparte de porque me aburriría como una ostra,
porque tenemos una visión de la vida y de la literatura completamente
distinta. No te centres solo en escritores de tu zona, ya que a menos que vivas
en una gran ciudad, posiblemente des con muchos aficionados a los que les
gustaría ser escritores pero que realmente se lo toman como un hobby. Utiliza
internet para conocer a otros escritores, y preséntate sin miedo.
Yo lo aprendí escribiendo este libro, ya que, un poco de casualidad,
decidí que tendría colaboradores, y fue un acierto porque sus artículos han
enriquecido mucho el conjunto: aunque ya tenía seleccionadas historias de
escritores famosos, corría el riesgo de que esto de escribir pareciera que era
pasarlo mal durante unos años, y luego nadabas en la abundancia.
Mientras escribía La aventura de ser escritor, me leí el libro de Larry
Brooks Warm Hugs for Writers, y me encantó el capítulo “Sangre, sudor y
palabras”. De Brooks había leído hacía años Story Engineering, un libro para
aprender a escribir ficción genial, pero él no me conocía de nada. Le escribí
un e-mail a través de la forma de contacto de su página web, presentándome
y diciendo que me gustaría añadir ese capítulo a mi libro. Fui al grano, di una
imagen de seguridad, demostrando que me tomaba la escritura en serio, y le
dije lo mucho que me gustó Story Engineering. No tenía nada que perder, y
mucho que ganar. Larry muy amablemente me concedió el permiso para
hacerlo.
Entonces pensé que si Brooks me cedía ese capítulo, estaría bien que
mi amigo Pedro Pablo Picazo escribiera el prólogo. Aceptó sin problemas.
Ahora que tenía prólogo, me haría falta un epílogo. Por entonces me estaba
leyendo El escritor emprendedor, de Ana González Duque, y me estaba
gustando mucho, sobre todo porque llamaba a las cosas por su nombre. A
Ana la conocía por ser una de las primeras en recomendar Atrévete a ser
escritor en internet, motu proprio en su blog, y retwittearme artículos de vez
en cuando.
Me presenté (por famoso que llegues a ser, nunca dejes de ser
humilde, y no asumas que la gente deba conocerte), le hablé del proyecto, y
le pedí que me escribiera el epílogo. Me dijo que sí, pero me propuso que
escribieran más escritores contando su experiencia. La idea me encantó, no
me escribiría el epílogo, pero el libro tendría más historias personales, así que
le pedí que me pusiera en contacto con otros escritores. Me pasó sus e-mails,
visité sus blogs para ver qué escribían, y les escribí personalizando los textos
(veo que escribes terror, etc, etc, etc) y todos accedieron. Luego me compré
un libro de cada uno, para ver cómo escribían, y al acabar les mandé un
ejemplar de este libro.
Vete haciendo amigos escritores, aunque estén en la otra punta del
mundo. Tu camino será más llevadero, y te ayudarán a alcanzar tu público.
ENTREVISTA A ANA GONZÁLEZ DUQUE ¿Cuándo te tomaste la escritura en serio, cuándo decidiste que querías
ser escritora?
Decidí que quería dedicarme a esto en serio después de mi primera novela
autopublicada (la primera novela que publiqué —El blog de la doctora
Jomeini— fue con editorial). Me di cuenta de que el panorama editorial
actual había cambiado mucho y que, como dice Dickens al inicio de Historia
de dos ciudades (A Tale of Two Cities), “era el mejor de los tiempos, era el
peor de los tiempos” para ser escritor. El mejor porque no necesitas a las
editoriales para serlo y eso te da una libertad de la que el escritor no
disfrutaba hasta este momento. El peor, porque toda libertad conlleva
responsabilidades. Y al escritor actual le viene, junto con la de escribir, una
obligación que es la de saber editar y la de saber promocionar su obra. Que
hasta ahora eran labor de las editoriales. El escritor actual, incluso publicando
con editorial, no se libra de la parte de marketing online.
Mi segunda novela (Planes de boda) la publiqué con crowdfunding y
me di cuenta entonces del poder de una audiencia fiel de lectores. Y decidí
empezar a dar los pasos para convertir mi carrera en profesional.
Lógicamente, esto no se hace de la noche a la mañana. Eso fue en el año
2013. He tardado cuatro años en conseguir vivir de la literatura y dejar mi
trabajo.
¿Cómo lograste publicar tu primera novela? ¿Sufriste algún rechazo?
Pues soy de esas pocas afortunadas que no ha tocado a la puerta de las
editoriales. Empecé a publicar esta novela en un blog y la editorial Nowtilus
me escribió diciéndome que le interesaba publicarla. Al principio, pensé que
era un timo, pero no me pedían dinero por ningún lado. La editorial tenía ya
una trayectoria reconocida en otros géneros y, para abrir una nueva colección
de romántica, querían escritores que ya tuvieran una audiencia formada. Así
que ojearon por la red y dieron con mi novela. Y aquí estamos. Esa novela,
junto con su segunda parte (que fue la que inicialmente se publicó con
crowdfunding) acaba de salir en una tercera edición para España y
Latinoamérica con ellos.
¿Qué aprendiste de la experiencia?
Pues muchas, muchísimas cosas. Esa experiencia me cambió la forma de ver
el mundo editorial por completo. Yo pensaba, lo mismo que muchos autores
noveles, que lo único que tenía que hacer era escribir y que la editorial se
encargaría del resto. A medida que me fui metiendo en el mundo editorial,
me di cuenta de que eso no ocurre nunca, ni siquiera en los superventas ni
con las editoriales más potentes del panorama nacional. Que los TOP one
también tienen que currarse sus redes sociales, sus blogs y sus promociones
(aunque tengas un marketing offline potente detrás, el online corre casi por
completo a cargo del autor).
Tal vez por eso me lancé a la autoedición en la segunda novela. Para
controlar yo todo el proceso. La novela se vendió muy bien y recuperé el
importe invertido en maquetación, corrección e ilustración enseguida.
Yo tenía experiencia como community manager de una página
médica, había hecho muchos cursos de marketing online y decidí aplicar
todos los conocimientos que tenía en ese campo a la promoción de mi tercera
novela: la primera parte de una bilogía de fantasía juvenil llamada Leyendas
de la Tierra Límite. Me fue bien. Por ahora llevo vendidos más de 11.000
ejemplares de esa novela y alrededor de 4.500 de la segunda parte.
A principios de 2017, decidí que era hora de volver a publicar con
editorial para recuperar visibilidad offline, así que cedí a mi editorial la
novela de Planes de boda y me embarqué en la escritura de dos novelas que
saldrán el año que viene de manera tradicional.
Aprendí que tienes que combinar ambas cosas, por lo menos por
ahora —la autoedición con la edición tradicional— para poder abrirte un
hueco en el mundo de la literatura. Ser un escritor híbrido ¿Por qué? Porque
de esa manera puedes permitirte el vivir de esto. De todo eso hablo en mi
libro de no ficción El escritor emprendedor.
¿Por qué decidiste pasarte a la autoedición?
Supongo que empecé a autoeditar por pataleta. Porque yo quería decidir
cosas que la editorial no me dejaba decidir y veía que yo me movía mejor
online que ellos. Pasarme a la autoedición me llevó a respetar mucho su
trabajo. Me di cuenta de las dificultades a las que se enfrenta un editor a la
hora de aceptar una novela de un autor novel (o no tan novel) y eso me
reconcilió con el mundo de la edición tradicional. De hecho, como he dicho
antes, volví a firmar con ellos para reeditar este año Planes de boda y mi
intención es que las dos novelas siguientes salgan de manera tradicional.
Autoeditar también me ayudó a saber valorar qué editoriales trabajan bien (y
por lo tanto merece la pena trabajar con ellas) y cuáles no. También seguiré
autoeditando. El quid de la cuestión es valorar qué proyectos son más
rentables autoeditados y qué proyectos tienen cabida dentro de las editoriales
de tu género.
¿Qué consejos le darías a alguien que está empezando?
Que se monte un blog profesional (no un blogspot.com ni un
wordpress.com). Que escriba todos los días: un escritor sin materia prima no
sirve. Hay que escribir y escribir y escribir pero, sobre todo, terminar lo que
escribes. Que si va a autopublicar, lo haga profesionalmente: con corrector
ortotipográfico y de estilo, con maquetador y con portadista. Se está jugando
su reputación y a sus lectores. Que construya una audiencia antes de tocar las
puertas de las editoriales. No hay que olvidar que las editoriales son un
negocio, no una ONG. Sin audiencia, el escritor —por muy bueno que sea—
no vende. Que invierta en su proyecto: en materiales y en formación. Que se
busque un mentor que le dirija en el mundo del marketing online. Evitará
perder muchísimo tiempo dándose porrazos contra cosas absurdas y no se
quemará con la promoción.
¿Qué servicios ofreces para ayudar a otros escritores?
Tengo dos blogs: el primero es El Fogón
(https://www.anagonzalezduque.com/blog/) orientado a fantasía juvenil
donde, a partir de octubre de 2017, se ofrecerá un libro de cómo escribir
fantasía y un curso para escribir tu novela fantástica. También ofrezco ahí
mis servicios como lectora editorial de fantasía y comedia romántica, tanto
para escritores autopublicados como para editoriales.
Y el segundo es Marketing online para escritores (MOLPE para los
amigos: https://marketingonlineparaescritores.com/) donde cuento todo lo
que he aprendido desde que empecé en esto hasta ahora, que ya me dedico
100% a la literatura. En MOLPE, hay muchísimos recursos porque mi ilusión
era ayudar a otros escritores que empezaran tan perdidos en esto como
empecé yo. Hay libros, una plataforma de tarifa plana en la que pagas una
cuota de 14,50 euros y tienes acceso a un montón de cursos para formarte en
marketing online que se actualizan mes a mes (cada mes, hay dos nuevos), y
luego tengo dos cursos potentes al año de formación intensiva: uno en
verano, sobre visibilidad online y otro, desde octubre hasta enero sobre
monetización de blogs de escritor. También doy clases en la Escuela de
Escritores de Madrid. Y dentro de nada, empiezo una empresa con otros siete
escritores —somosescritores.com— para ayudar a escritores noveles en las
tres caras del escritor actual: escribir, editar y promocionar.
También tengo un podcast —el escritor emprendedor— y dos canales
de Youtube, totalmente gratuitos.
Puedes encontrarlo todo en www.anagonzalezduque.com.
Ana González Duque es escritora de fantasía juvenil y comedia romántica.
Empezó en esto de la escritura muy pequeña, pero se lo tomó realmente en
serio a raíz de un blog en Blogger: La doctora Jomeini, un blog que llegó a
tener 10.000 visitas al día y que le abrió las puertas del mundo editorial y la
llevó a aprender de blogging y redes sociales. Médico de profesión, ha
trabajado como community manager de varias páginas médicas, diseñando
sus estrategias de marketing online, hasta que se le ocurrió que eso podía
aplicarlo a los libros. Salió bien: más de 15.000 copias vendidas de su
bilogía de fantasía juvenil Leyendas de la Tierra Límite lo atestiguan.
En 2017 dejó de ejercer como médico para dedicarse a la literatura
por completo. En el momento actual, está trabajando en varios proyectos que
verán la luz en 2018.
Capítulo 20
Lucha hasta lograrlo
Nada importa salvo que te sientes
todos los días y lo intentes.
STEVEN PRESSFIELD
El mundo editorial es impredecible, y aparte de los famosos (y sus negros)
que escriben libros, muy de vez en cuando nuevos novelistas dan la
campanada en su primer intento, mientras que tú llevas años y años
esforzándote y aún no has conseguido nada.
Mi experiencia es que te lo tomas en serio, y lo intentas y lo intentas en
condiciones, probando distintas cosas, y después de muchos rechazos y
fracasos, de repente, tienes un éxito que te da un alivio y te va indicando el
camino a seguir.
Para no desanimarte, aquí te pongo tres modelos que me han ayudado
mucho para seguir adelante, y en la segunda parte del capítulo tienes la
historia de varios escritores que lo lograron porque no abandonaron.
Pero antes, ten en cuenta estas cuatro cosas:
1— Tu objetivo es tener una carrera literaria, no dar el pelotazo
con un único libro y no volver a escribir. Se supone que escribir te encanta.
2— Debes acabar lo que empiezas. Si llevas doce años enfrascado
en una novela que nunca acabas, no estás avanzando; del mismo modo, si no
haces más que empezar una novela tras otra, que invariablemente dejas sin
terminar, no estás avanzando en tu carrera literaria.
3— Cuantas menos novelas tengas, menos posibilidades tendrás
de poder vivir exclusivamente de la escritura. Es cierto que los autores
prolíficos lo tienen mejor, pero que esto no te haga tener prisa, cometer
errores y escribir novelas mediocres. Debes ir a tu ritmo, pensando en la
calidad, no en la cantidad.
4— No te tomes la escritura como tu principal fuente de ingresos,
pero aspira a que lo sea. Puede que nunca suceda, tómatelo cómo ingresos
secundarios que irán creciendo a lo largo del tiempo. Esfuérzate para ganar
más con tus libros año a año, no te acomodes porque otras actividades te dan
dinero (eres escritor, no profesor o corrector), pero no sufras si no logras vivir
de la escritura. Ian Fleming, el padre de James Bond, solo pudo vivir
exclusivamente de sus novelas el último decenio de su vida.
EL MODELO DE DONALD MAASS
Según el agente Donald Maass en The Career Novelist, hace falta que pasen
diez años desde que comienzas a escribir tu primera novela, y que tengas al
menos cinco novelas publicadas —y que se sigan vendiendo— para que los
ingresos que te generen te den para vivir en exclusiva de la escritura. The
Career Novelist es un libro de 1996, pero ese cálculo me parece que sigue
siendo acertado.
Una noción errónea que existe es que con un único libro, puedes vivir
el resto de tu vida. A menos que tengas un mega best seller, que Hollywood
ha adaptado a un blockbuster (tienes más posibilidades de que te toque el
Gordo de Navidad y El Niño unas mismas Navidades que eso), una vez que
tienes el colchón de las cinco novelas, tienes que seguir escribiendo y
publicando constantemente.
He hecho unos cálculos rápidos, y teniendo en cuenta lo que ganas por
libro, ya sea autoeditado o vaya por editorial, en papel o digital, comprado o
alquilado, para poder vivir exclusivamente de la escritura necesitas que unos
5.000 lectores fieles se compren o alquilen dos libros tuyos al año, ya sean
tus últimas novelas o libros de tu fondo editorial (por eso es importante tener
varios libros publicados).
Esos 5.000 lectores te los ganas con el tiempo, uno a uno, y para
mantenerlos y que te descubran otros, tienes que tener una presencia activa en
internet, y publicar libros con regularidad. Lógicamente, cuantos más lectores
tengas, más tranquilo vas a vivir. También hay que tener en cuenta que en
cada libro te estás vendiendo, por lo que siempre tienes que esforzarte por dar
buena calidad.
EL MODELO DE JAMES SCOTT BELL
En The Art of War for Writers, escrito en 2009, justo antes de que cuajara la
revolución de Amazon, James Scott Bell dibuja una pirámide con una ruleta
en la cumbre, y la divide en seis partes. Al ser una pirámide, a medida que
subes, los niveles son más pequeños; y es que a medida que asciendes en tu
carrera de escritor, vas a tener menos competencia porque la gente abandona
y tú sigues y sigues y sigues hasta lograrlo.
En la base, que es muy amplia, encontramos a los que sueñan con ser
escritores. Tal vez han escrito algún cuento, o tienen, desde hace años, una
novela a medias, o muchas ideas. Aquí empezamos todos, pero la inmensa
mayoría no sube al siguiente nivel, que es...
Los que deciden aprender a escribir ficción. Siguen varios blogs, se
compran libros de escritura, se suscriben a revistas, hacen cursillos, acuden a
conferencias, y lo más importante, escriben ficción. Yo hasta finales de 2008
estuve estancado en el primer nivel, sin hacer nada salvo soñar; entonces
entré en este peldaño.
Encima de los aprendices están los que acaban una novela. Aquí
demuestran que tienen la constancia y determinación para terminarla. A mí
me llevó poco más de dos años acabar mi primera novela, y cuando lo hice,
llevaba casi cuatro años escribiendo ficción... sin ninguna compensación
económica.
Encima de ese nivel están lo que escriben otra novela, y otra. No son
escritores ocasionales, son novelistas. Saben que su primera novela
posiblemente sea rechazada, así que escriben más.
En el siguiente nivel, el quinto, aparecen los autores publicados, ya han
logrado escribir novelas de tanta calidad que las editoriales se las compran, y
encima de estos, los autores varias veces publicados. Y una vez que logran
tener varias novelas publicadas de forma tradicional, entran en la Ruleta de la
Fortuna, en donde si tienen suerte, van a lograr un best seller.
Un escritor tiene poder, con su constancia y perseverancia, sobre los
seis niveles de la pirámide, pero la Ruleta de la Fortuna no hay quien la
controle. Así que dedícate a ir ascendiendo por la pirámide, sabiendo que
cada vez tienes menos competencia y estás más cerca de lograrlo. Incluso si
recurres a Amazon, no tengas prisa, y recuerda que tu objetivo es encontrar tu
público, y que con cada novela tienes que ir ampliándolo.
EL MODELO DE INGERMANSON Y ECONOMY
En Writing Fiction for Dummies, también de 2009, Randy Ingermanson y
Peter Economy dividen el camino desde aspirante a escritor a escritor
publicado en cuatro etapas.
En la primera están a los que siempre les ha encantado leer, y quieren
ponerse a escribir; pero cuando lo hacen, descubren que es bastante más
difícil de lo que se imaginaban. Entonces deciden aprender técnica a través de
blogs, cursos, libros, revistas y escribiendo su propia ficción. Analizan lo que
han hecho otros, analizan su ficción, y aprenden de los errores. Y entonces un
día se dan cuenta de que han mejorado mucho.
En la siguiente etapa están los que ya dominan la técnica, pero se ponen
muy nerviosos con solo pensar que tienen que vender su trabajo. Tienen
problemas para diferenciar a un agente de un editor, y no saben cómo
funciona el mundo editorial. En esta etapa, aparte de seguir escribiendo
ficción, tienen que aprender a venderse.
En la tercera etapa aparecen escritores muy buenos, que no hacen más
que escribir y escribir y escribir para mejorar su técnica, y al tiempo están
perfeccionando las cartas de presentación y las propuestas en persona en
conferencias (esas conferencias, donde puedes hablar directamente con
editores y agentes, son populares en Estados Unidos, pero, que yo sepa,
inexistentes en España), aunque todavía no han recibido un sí.
En la última etapa, los escritores saben que tienen calidad más que
suficiente para ser publicados (demonios, hay gañanes publicados que son
mucho peores que ellos), y ya están moviendo una novela muy pulida por
editoriales y agencias. Siguen buscando, sin importarles los rechazos, y
siguen escribiendo más novelas, porque tal vez la siguiente sea la que les abra
las puertas.
Si tiras por la vía de la autoedición en Amazon, asegúrate de tener una
novela de calidad profesional. Si tu novela fracasa en Amazon, escribe otra,
al tiempo que sigues ampliando tu presencia en internet, y cuando acabes
prueba las agencias, editoriales y concursos.
EL REY ANTES DE SER EL REY
Stephen King tuvo suerte de que su primera novela publicada, Carrie, fuera
un best seller y tras ese encadenara uno tras otro hasta hacerse rico —y de
haber mantenido a lectores fieles durante decenios sin afectarle las crisis o los
cambios de moda—, pero sus inicios no fueron nada fáciles.
Llevaba escribiendo cuentos desde niño, y antes de lograr publicar
Carrie, lo único que conseguía vender eran cuentos de terror a revistas
eróticas. Escribió su primera novela con diecinueve años, la mandó a un
concurso, y como no ganó, no la mandó a ningún otro sitio. Al año siguiente
escribió su segunda novela, con la que consiguió representación de una
agente que la envió a una docena de editoriales, sin que ninguna se la
comprarse. Con 22, ya casado y con una niña, trabajaba en una lavandería y
vivía en una caravana; entonces escribió su tercera novela, que tampoco se
vendió, aunque hizo un contacto en una editorial. Consiguió un puesto de
profesor en un instituto, temiendo que ese trabajo acabara por hacerle
abandonar su sueño de ser escritor, y solo sacaba una hora u hora y media al
día para escribir. Aun así, escribió su cuarta novela, que fue rechazada de
inmediato por su contacto en la editorial. King comenzó en serio a pensar que
estaba perdiendo el tiempo escribiendo, y por sorprendente que ahora
parezca, sufrió el temido bloqueo del escritor, ya no podía ni escribir cuentos
de terror para revistas. Estaban tan mal de dinero que los King se quedaron
sin teléfono.
En verano de 1972, cuando estaba a punto de cumplir 25 años,
comenzó a escribir la historia de una chica con telekinesis que se vengaba de
los que la habían humillado. El cuento comenzaba con Carrie White teniendo
su primera menstruación en las duchas del instituto, y como King se sentía
frustrado porque no sabía nada ni de dolores menstruales ni de duchas
femeninas, a la segunda página cogió lo escrito y lo tiró a la papelera. Su
mujer Tabitha recuperó las hojas y las leyó, y le presionó para que
continuara. Como no tenía ideas para otras historias, King perseveró hasta
acabarla, sin disfrutar en ningún momento. Y lo que es peor, el final resultó
ser una novela corta, lo que la convertía en invendible.
A finales de ese año, por primera vez en su vida se percató de que tal
vez debería escribir novelas de terror. Aunque solo escribía cuentos de ese
género, sus anteriores novelas habían sido tres de suspense y una de ciencia
ficción. Retomó Carrie por hacer algo, y la reescribió, ampliándola, y por fin
disfrutó con esa historia. Se la mandó al contacto que tenía en la editorial, y
este le sugirió que reescribiera el último cuarto. King lo hizo con gusto, y se
dio cuenta de que la novela mejoró mucho. Viajo a Nueva York para conocer
en persona a su contacto, y un mes más tarde, Carrie fue adquirida por la
editorial. Stephen King acababa de lograr ser un autor publicado.
Esto es lo que dijo King de esos años: “Hay un periodo en la mayoría
de las vidas de los escritores en el que son vulnerables, cuando los vívidos
sueños y ambiciones de infancia parece que palidecen a la dura luz del día de
lo que llamamos mundo real. Resumiendo, hay un periodo en el que las cosas
pueden ir a un lado o a otro. Ese periodo vulnerable me tocó de 1971 a 1973.
Si mi mujer me hubiera sugerido incluso con amor y amabilidad y
delicadeza… que había llegado el momento de dejar de lado mis sueños y
que tenía que mantener a mi familia, lo hubiera hecho sin quejarme”.
VARIAS NOVELAS
Nicholas Sparks, antes de lograr el éxito con El cuaderno de Noah (The
Notebook) en 1996 y volverse uno de los autores de romances más populares
del mundo, había escrito dos novelas que siguen inéditas y jamás se
publicarán. Sparks se las tomó como una forma de aprendizaje, donde
descubrió que le encantaba escribir historias, y que era capaz de acabar una
novela en cuanto la comenzaba. Esas novelas no verán la luz del día porque
Sparks no considera que estén lo suficientemente bien escritas.
Junot Díaz, que consiguió mucho prestigio con su primera colección
de cuentos en 1996, Los boys (Drown), y que ganaría el Pulitzer en 2008 por
la novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao (The Brief Wondrous Life
of Oscar Wao), escribió antes dos novelas que jamás han sido publicadas,
pero que le ayudaron a aprender el oficio.
El autor de thrillers Robert Crais, antes de lograr su primera venta en
1987, escribió dos novelas tan malas que no llegó a mandarlas a ningún sitio.
Al escribirlas se dio cuenta de que él no era un autor orgánico, de esos que
empiezan a escribir y descubren la historia a medida que avanzan, sino que
necesitaba sacar la escaleta, teniendo todos los cabos atados y bien atados,
antes de escribir nada.
La autora superventas Nora Roberts escribió seis novelas, que fueron
rechazadas, antes de lograr su primera venta, Fuego irlandés (Irish
Thoroughbred), en 1981.
Larry Brooks, del que has leído el capítulo “Sangre, sudor y
palabras”, escribió seis novelas que fueron rechazadas, luego se apartó de la
escritura y de 1983 a 1999 estuvo trabajando en una empresa de publicidad
que hacía vídeos corporativos y de entrenamiento, y material promocional.
En 1999, con 47 años, retomó la carrera que realmente amaba, escribir
novelas y guiones, algo que nunca había abandonado por completo. En 2000
logró que le publicaran una nueva novela, Darkness Bound, la cual estuvo
tres semanas entre las más vendidas del USA Today.
La escritora Lionel Shriver ganó el prestigioso Premio Orange en
2005 por la novela Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About
Kevin) y por fin se hizo un hueco en el panorama literario. Tenía 48 años.
Justo antes de lograrlo, estaba a punto de tirar la toalla: llevaba veinte años
intentándolo, esa era su octava novela, que había sido rechazada por 30
editoriales hasta que logró publicarla en 2003, y aunque sus anteriores (la
primera no se había publicado) habían recibido buenas críticas, no se habían
vendido bien.
CUESTIÓN DE PERSEVERANCIA
Steven Pressfield tardó diecisiete años en lograr su primer cheque como
escritor, y ya tenía 42 años cuando lo logró. En los 70, cuando rondaba la
treintena, su vida era un desastre y jamás había acabado una novela (tenía una
a la que le faltaba solo el 10% y otra solo el 1%), así que alquiló una casa en
California para escribir una. Un vecino suyo, Paul Rink, era escritor y le
enseñó la importancia de la disciplina. Durante 26 meses trabajó sin parar,
hasta que llegó al final. Nunca vendió esa novela, ni la siguiente, y de hecho
estaba a más de diez años de distancia de cobrar por primera vez como
escritor, pero se sintió genial por haberla acabado.
Fue a mediados de los 80 cuando consiguió su primera venta
profesional. Se trataba del guión de King Kong 2 (King Kong Lives), lo había
escrito junto con otro guionista, y fue producido por Dino De Laurentis.
Pressfield estaba convencido de que por fin se haría un hueco en Hollywood,
pero la película fracasó estrepitosamente y fue masacrada por la crítica.
Volvía a empezar, pero ya era un autor profesional: acababa de cosechar un
gigantesco fracaso, ahora solo tenía que continuar hasta lograr el éxito.
Pressfield por fin lo logró en 1995. Cuando se estaba haciendo un
hueco como guionista, se le ocurrió una idea para una novela. Sabía que las
novelas de autores noveles tardaban mucho en venderse, y que al tratar de
golf, posiblemente acabara siendo un fracaso, pero él perseveró y escribió
The Legend of Bagger Vance, una novela que más tarde Robert Redford llevó
al cine, con un guión del propio Pressfield, como La leyenda de Bagger
Vance. Su siguiente novela, publicada en 1998, Puertas de fuego (Gates of
Fire), le consagró como novelista histórico especializado en la Antigua
Grecia.
Michelle Paver, conocida por los libros juveniles de Crónicas de la
prehistoria (Chronicles of Ancient Darkness), decidió que dejaría la abogacía
para dedicarse a escribir a tiempo completo. Se dio dos años para lograr ser
publicada, y si no funcionaba, al menos lo habría intentado. Pero antes de que
dejara el trabajo, logró su primer contrato editorial en 2000. No fue un caso
de éxito de la noche a la mañana, ya que Paver llevaba dieciséis años
escribiendo en sus ratos libres, intentando ser publicada.
Cuando el australiano Bryce Courtenay vendió su primera novela con
55 años, La fuerza de uno (The Power of One), por un millón de dólares y fue
traducida a once idiomas, apareció en la prensa australiana como un caso de
éxito instantáneo, y como el primer autor autóctono en lograr esa cifra. Los
periodistas olvidaban que Colleen McCullough había cobrado más y vendido
más ejemplares con El pájaro espino (The Thorn Birds), y que Courtenay
llevaba desde los once años escribiendo diariamente para ser un buen
escritor, aunque la vida lo llevase por otros derroteros.
De adulto, con mujer y tres hijos, fue ascendiendo en una compañía
de publicidad, donde ganaba un buen sueldo. Cuando un hijo suyo murió con
24 años y los otros dos eran ya adultos, decidió recuperar su pasión, la
escritura, y en doce meses escribió La fuerza de uno.
Él reconocía que la escritura es cuestión de tiempo y práctica. Debías
pasarte al menos seis años aprendiendo el oficio, escribiendo tres horas al día,
o quince a la semana, para que las palabras fueran tus amigas y te ayudaran a
contar historias, para tener la calidad necesaria para ser un escritor
profesional. Para Courtenay, el ingrediente esencial era pegamento de trasero:
pega el trasero en una silla y escribe. Desde 1989, año que publicó esa
novela, hasta su muerte en 2012, Courtenay escribió 22 libros más.
Matilde Asensi era periodista, pero su pasión eran las novelas. En
1991, con 29 años, dejó su trabajo y se sacó una plaza de administrativa en el
Servicio Valenciano de Salud porque así podría escribir. Hacía turnos de
cuatro noches seguidas, pero luego libraba seis días, tiempo que Asensi
empleaba para escribir. En 1996 ganó el Premio Juan Ortiz del Barco, y al
año siguiente el Felipe Trigo de narración corta. En 1999, con 37 años,
publicó su primera novela, El salón de ámbar, y dos años después llegó su
consagración con la tercera, El último Catón, la cual lleva vendidos más de
seis millones de ejemplares. Siempre ha sido ignorada o masacrada por la
crítica, pero eso no ha evitado que logre un público enorme y muy fiel,
habiendo vendido 20 millones de libros en todo el mundo.
CAMBIO DE CARRERA
Dan Brown tardó diecisiete años en lograr el éxito, pero curiosamente no en
lo que él pensaba, porque su sueño de juventud era ser cantante. A mediados
de los 80 publicó un cassette de música infantil que se vendió muy mal, y en
1990, con 26 años, publicó un CD de música para adultos que de nuevo fue
un fracaso. Se mudó a Los Ángeles, esperando triunfar; ingresó en la
Academia Nacional de Compositores de Canciones y allí conoció a la que
sería su mujer. Entonces publicó un tercer álbum que también fracasó
estrepitosamente, y la pareja dejó Hollywood. Para ganar dinero, Brown se
dedicaba a dar clases de español, pero como su sueño seguía vivo, en 1995
publicó otro CD que tampoco funcionó.
Un año antes, estando de vacaciones en Tahití, Brown leyó un thriller
de Sidney Sheldon y pensó que él lo haría mejor. Escribió La fortaleza digital
(Digital Fortress), que se publicó en 1998 sin hacer mucho ruido, aunque
tuvo ganancias económicas. Sus siguientes dos novelas tampoco fueron
exitazos, pero en 2003, cuando tenía 39 años, llegó El código Da Vinci (The
Da Vinci Code).
Pamela Travers fue otra que cambió de carrera; quería ser actriz pero
como también le gustaba escribir, acabó siendo la madre de Mary Poppins.
Con 25 años, en 1924, se mudó desde Australia hasta Inglaterra para conocer
a figuras literarias de la época, y viviendo en Irlanda conoció a William
Butler Yeats y T. S. Eliot. Algunos de sus escritos aparecieron en el Irish
Statesman, y más tarde regresó a Inglaterra para empezar a escribir la historia
de una niñera voladora. Mary Poppins se publicó en 1934 y fue un éxito;
Travers llevaba diez años escribiendo regularmente para dominar el oficio.
El segundo libro sobre Mary Poppins salió a la venta al año siguiente,
pero a partir de entonces se permitió un ritmo de trabajo mucho más relajado,
similar al que decenios después utilizaría George R. R. Martin para completar
Juego de tronos, y las siguientes novelas de Travers saldrían con un intervalo
de entre ocho y doce años. Travers acabó escribiendo ocho libros de Mary
Poppins en 54 años.
Y acabamos con una curiosidad que demuestra lo que es un escritor
honrado. David Baldacci, cuando ya era un escritor de thrillers consagrado,
decidió escribir una novela de fantasía, Vera Jane y el reino de lo
desconocido (The Finisher). Durante cuatro años y medio, mientras escribía
otras novelas, le estuvo dando vueltas a la trama, y después, en seis meses la
escribió. No quería que se la publicaran por ser David Baldacci, así que la
mandó a editoriales con el seudónimo de Janus Pope, hasta que logró
venderla en 2014.
Capítulo 21
Salto al vacío
Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un
carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino.
CHARLES READE
¿Recuerdas el inquietante gráfico de lo que ganaban los escritores? Pues ese
gráfico mejora mucho si a las ganancias por libros se añaden las de
actividades relacionadas con la escritura. Si quieres lanzarte al vacío y
dedicarte a ello, aquí te dejo algunas ideas. Lo importante es que seas
consciente de que necesitas varias fuentes de ingresos, aparte de los libros, y
que para dar este paso debes tener ahorros que te cubran tus necesidades
mínimas durante, digamos, un par de años (casi seguro que tardas más, pero
para entonces ya habrás comenzado a ganar dinero), que debes reducir tus
gastos al mínimo (se acabaron los lujos y caprichos durante un tiempo) y
tener el apoyo de tu familia, no solo emocionalmente para que te estén
animando, sino económico, de lo contrario, vas a preocuparte mucho por el
dinero, y eso es una receta perfecta para sufrir un bloqueo creativo.
Allá por los años 60, el primer trabajo del autor superventas Dean
Koontz tras graduarse fue ayudar a chicos pobres siendo su tutor y consejero
en un programa financiado por el Estado. Cuando empezó, descubrió que
esos chicos a los que tenía que ayudar habían dado tal paliza al anterior
consejero que acabó internado en un hospital varias semanas. Durante el
siguiente año, en el trabajo, Koontz estuvo en tensión constante, por lo que se
volcó en lograr una carrera literaria. Escribía por las noches y los fines de
semana, y siguió con ese ritmo de escritura incluso cuando consiguió un
puesto como profesor de Lengua en un colegio. Al año y medio de trabajar
como profesor, su mujer Gerda le propuso mantenerlo durante cinco años. Si
en ese tiempo no lo lograba, jamás lo lograría. A los cuatro años y pico,
cuando se acercaba la fecha límite, y más de siete años después de comenzar
a escribir constantemente, Koontz logró vivir exclusivamente de escribir
novelas, no le hizo falta hacer ninguna otra actividad extra, y Gerda dejó su
trabajo para encargarse de las tareas administrativas de la carrera de su
marido.
Lograr lo de Koontz es muy difícil, ten en cuenta que un libro es muy
barato (algo de lo que me alegro) y que siempre vas a ganar poco por la venta
de un ejemplar. Por mucho que hayas trabajado en un libro, por maravilloso
que sea, no lo puedes vender a 100 euros, porque ni tu madre te lo compraría.
Sin embargo, puedes crearte actividades y productos relacionados con la
escritura por los que ganar mucho más dinero.
Pongamos que tienes una novela publicada por editorial a 20 euros. Vas
a ganar 2 por ejemplar (menos el 4% de IVA). Sin embargo, si ofreces un
servicio de corrección de novelas desde tu web por 300 euros (que es un
precio normal), vas a ganar 237 (tienes que quitar el 21% de IVA digital).
Eso significa que con un cliente que te contrate para corregirle su novela vas
a ganar lo mismo que si vendieras 118 libros.
Una advertencia: para crearte estos servicios tienes que ser muy bueno
en lo que haces, para asegurarte de que das un producto de calidad, y eso se
consigue a lo largo de los años, a base de estudio y práctica. Si no te ves
capacitado, no lo ofrezcas hasta que no estés seguro de dar algo muy bueno.
Jamás tengas prisa por ganar dinero, que te la vas a pegar, y recuerda todo lo
que has aprendido hasta ahora, incluso de disciplinas que no sean la escritura,
para poder ofrecer otros servicios, que de todo se puede aprovechar,
adaptándolo a la escritura. Hay que ser ambicioso, porque la ambición te hace
crecer, pero jamás avaricioso; la avaricia te hace tener prisa y cometer
errores.
Veamos la cita de Charles Reade, un novelista y dramaturgo inglés del
XIX, que abre este capítulo. Ponte a escribir todos los días, y te crearás un
hábito; cuando lo consigas, habrás logrado un carácter. Un carácter es lo que
crees y piensas de ti mismo: eres escritor. Aunque no lo dijo Reade, después
de carácter, hay que crearse una reputación, que es lo que los demás piensan
de ti. Tienes que demostrar que eres un buen escritor, y que todos los
productos y servicios que ofreces son buenos, así que has de esmerarte por
dar calidad. Entonces es cuando forjas tu destino, y puedes vivir de la
escritura.
Un día una lectora vio en mi blog que recomendaba el curso para
revisar novelas How to Revise Your Novel, de la novelista Holly Lisle. Me
preguntaba si merecía la pena. Yo, sin dudar, le dije que de Lisle
recomendaba absolutamente todo. Gracias a sus cursos, que no son baratos,
pero que valen cada céntimo de lo que cuestan, y sus libros, he aprendido
muchísimo, y es el autor en el que más dinero he invertido. Al poco, la
lectora me contestó que se lo había comprado y que ya la primera lección le
parecía alucinante.
Tu objetivo es lograr que un puñado de personas, que te han conocido
por tu faceta de escritor (y tus productos y servicios derivados), hable de ti
tan bien como lo hago yo de Holly Lisle.
ACTIVIDADES
Vamos a diferenciar tres tipos de actividades:
— Las que trabajas una vez y no requieren de tu esfuerzo nunca más.
Es el caso de los libros.
— Las que requieren de tu tiempo cada vez que la haces. Es el caso de
los cursos presenciales.
— Las actividades híbrido, una parte la haces una vez y se acabó, otra
necesita de tu tiempo. Es el caso de cursos online que tienen la teoría lista,
pero tú tienes que corregir los ejercicios.
Lo ideal es que busques del primer tipo de actividades, algo que se
puede lograr gracias a internet. Lo bueno de las actividades online, incluso
las que requieren de tu tiempo, es que las puedes hacer desde casa, con el
consecuente ahorro en desplazamientos y alquiler de locales y demás, aunque
tienes que ver qué impuestos se aplican a cada uno. Para cuestión de
impuestos, yo recomiendo que lo consultes con un gestor en cuanto empieces
a ganar dinero.
Para mí la mejor opción es que te crees un curso o taller online que
no requiera de tu tiempo una vez que esté hecho, que además te permite
ofrecerlo más barato que si tuvieras que corregir ejercicios. La mayoría de
cursos que hice para aprender a escribir eran así, y aprendí mucho porque
haciendo los ejercicios y siguiendo los ejemplos y explicaciones del profesor,
hacía grandes descubrimientos, aunque nadie me los corrigiera.
Para crearte cursos online, tienes varias posibilidades:
— Puedes contratar a un programador para que te monte todo,
sabiendo que tienes gastos fijos todos los años (el dominio, el alojamiento, y
posiblemente otros servicios, como una pasarela de pago). Si eliges esto,
asegúrate de que te cree una página que puedas alterar fácilmente, para no
tener que contratarlo de nuevo. El inconveniente es que si falla algo, tú eres el
responsable, y tú te tienes que encargar de resolver entuertos.
— Otra alternativa es utilizar una plataforma que por una tarifa anual, o
un porcentaje de las ventas, te ofrece crear una escuela online propia:
alojamiento para subir vídeos, el dominio, pasarela de pago… Ellos se
ocupan de los fallos técnicos y de las cuestiones administrativas. Dos muy
famosas son Teacheable y Podia.
— Una tercera alternativa, que yo solo recomendaría si no tienes una
presencia en internet, o como mucho para colgar talleres de iniciación
sencillos, es utilizar plataformas que ofrecen muchos cursos online de
muchos profesores. Una de las más famosas es Udemy. Lo bueno es que no
tienes que hacer nada, te llevas una comisión de cada curso, y te promocionan
para que más gente pueda apuntarse. Lo malo es que suelen tener precios
muy baratos, o tienen precios normales que rebajan muchísimo de vez en
cuando, para que la gente pique, así, si creas un curso de 200 euros,
posiblemente acabes vendiéndolo por 10. En definitiva, ganas muchísimo
menos por alumno que con la anterior opción.
Una actividad que requiere de tu tiempo es corregir novelas. Aquí van
desde los informes de lectura, que analizan someramente los puntos fuertes y
débiles de una novela, y dan recomendaciones para mejorarla, hasta
correcciones ortográficas, de estilo, de estructura y narración. Las tarifas se
suelen poner por número de palabras. Si vas a meterte en cuestiones
narrativas, debe ser de géneros que domines; cada uno tiene sus propias
convenciones no escritas, así que no ofrezcas corregir la historia de un
romance si lo que lees y escribes son thrillers.
También, dentro de tu género, puedes ofrecer un servicio durante varios
meses para ayudar a escritores principiantes a desarrollar una novela, son
las mentorías. Ellos te dan la idea, y tú les van guiando. Suele estar bien
pagado, pero a mí esto me parece muy intensivo, y te va a suponer mucho
esfuerzo.
Puedes crear una webinar, una conferencia a través de tu webcam, y
cobras para que la gente la vea, o para que se la pueda descargar. O no la
cobras y la utilizas como reclamo para enganchar a más gente a productos y
servicios con el marketing por e-mail. Eso lo veremos más adelante.
Y si estás formado para ello, puedes hacer de coach a través de Skype.
En consultas de una hora, y en pocas sesiones, ayudas a tus clientes a que
identifiquen qué pasos quieren dar en su carrera literaria, qué limitaciones
tienen que impiden que los den, y cómo las pueden superar.
Si sabes autoeditarte, puedes crear servicios para la maquetación en
papel y creación del libro digital, y si tienes conocimientos de diseño, para
la creación de portadas. Aquí también puedes crear talleres online para que
la gente lo aprenda a hacer por su cuenta.
Y puedes crearte cursos sobre marketing online, para que los nuevos
no se pierdan en el maremágnum de opciones para darte a conocer que
existen.
Puedes buscarte otras actividades relacionadas con la escritura, aunque
te llevará tiempo hacerte un hueco, y solo lo recomiendo si realmente te
encantan esas otras actividades, de lo contrario te van a comer muchísimo
tiempo, sin garantía de éxito: tienes que aprender otra disciplina, y tienes que
darte a conocer y venderte en esa otra disciplina para que la gente te contrate.
De este modo, puedes intentar colaboraciones en prensa (si son
colaboraciones habituales debes cobrar por tu trabajo, por poco que sea),
todavía muchos asumen que si tus artículos aparecen en prensa significa que
eres un buen escritor, y así amplias tu audiencia, o puedes escribir guiones u
obras de teatro. Una página muy famosa para guionistas es Abcguionistas.
Dejando internet, puedes dar charlas, talleres cortos y cursos
presenciales de varios meses. Piensa en todo lo que has aprendido de la
escritura, estructura unas clases con ejercicios, y mira dónde puedes
impartirlas. Es muy buena idea para soltarte antes de crear un curso online.
Las charlas cuando empiezas suelen ser gratis, así que te las tomas como
promoción, para que te vaya conociendo la gente; para las clases lo ideal es
que encuentres sitios que te cedan un aula sin coste alguno y tú puedas cobrar
por tu trabajo. Échale morro y vete presentándote a asociaciones culturales,
centros cívicos, asociaciones juveniles. Prueba también colegios, institutos y
universidades. Puedes hacerlo en persona, o enviando e-mails. Si te da
vergüenza, ensaya en casa hasta que no te tiemblen las piernas. Y en última
instancia, si tienes espacio, da las clases en tu casa.
Para promocionarlo, yo recomiendo que utilices internet (tu blog y
redes sociales) y que pongas carteles. No hace falta gastarse mucho, con
fotocopias en color tamaño folio es suficiente. Vete a librerías y bibliotecas, y
pide que te dejen poner un cartel, y luego vas a asociaciones culturales,
aunque no des allí el curso. Yo cada año hago 100 copias de mi cartel, que
pongo en esos sitios, centros de estudios, y en tiendas de lugares concurridos.
Por experiencia, el primer curso es el peor. Luego vas cogiendo
confianza, los alumnos se quedan contentos y hablan de ti, y cada vez te
cuesta menos llenar los cursos y encontrar a gente que lo aprecie de verdad.
NOTA DE PRENSA
Manda también una nota de prensa a medios de comunicación locales. Mucha
gente que desconoce el mundo del periodismo tiene la noción de que los
periodistas se patean la ciudad buscando noticias, cuando la realidad es que
suelen ser empleados con poco tiempo y mucha prisa, que están mal pagados,
y que sacan las noticias acudiendo a ruedas de prensa o reescribiendo las
notas de prensa que les llegan a la redacción.
Es muy sencillo, lo importante es que lo que mandes sea noticiable, y
al ser un periódico local, que destaques que vives o eres de esa zona. Yo no
me siento nada cántabro, pero siempre lo pongo porque es cierto que nací y
vivo en Cantabria, y sé que tengo más posibilidades de que me publiquen si
lo digo. Busca los e-mails que tienen los medios para mandarles notas de
prensa, y mejor aun, mira si tienen un e-mail para noticias culturales.
Aquí tienes de ejemplo una que mandé en primavera de 2016. En el
asunto, pones Nota de prensa: y el titular. En el e-mail, pon el titular en
negrita, destacando el acontecimiento. No hace falta presentarte:
Eureka Santander organiza un taller de escritura creativa
impartido por el escritor cántabro Carlos del Río
En el primer párrafo pones lo fundamental:
La asociación cultural Eureka Santander (c/ Tal y tal) organiza un
taller de iniciación a la escritura creativa impartido por el escritor cántabro
Carlos del Río. Se celebra todos los miércoles de abril, de 17:00 a 19:00
horas, y tiene un precio de 15 euros para socios y 25 euros para no socios.
Luego escribes dos o tres párrafos explicando muy por encima cómo
será la actividad:
Es un taller de iniciación para aprender a escribir ficción, y el objetivo
es que los alumnos sean capaces de tener ideas propias y desarrollarlas para
contar historias, ya sean cuentos o novelas. Es un taller eminentemente
práctico, para que pierdan el miedo a la página en blanco y comiencen a
escribir sus primeros relatos.
Es la segunda edición del taller, tras el celebrado el año pasado en el
Espacio Joven del Ayuntamiento de Santander. El mínimo de alumnos es 6 y
el máximo 20, y el mínimo de edad para apuntarse es 15 años, sin límite de
edad por arriba. Lo único indispensable es traer bolígrafo y cuaderno. Para
apuntarse hay que escribir un e-mail a tal dirección, o llamar a tal teléfono.
Comienza el 6 de abril y el plazo de inscripción está abierto.
Y luego acabas con un par de párrafos sobre ti:
Sobre al autor
Carlos del Río (1979, Santander, Cantabria) se dedica en exclusiva a
escribir y a dar cursos de escritura creativa. Es licenciado en Periodismo por
la Universidad del País Vasco, y diplomado en Montaje Cinematográfico por
la Escuela de Cine y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid. Lleva
escribiendo ficción desde 2008.
Tiene publicados la colección de relatos Vivir soñando y el libro para
escritores Atrévete a ser escritor, que lleva más de año y medio entre los
libros más vendidos de su categoría en Amazon, y es autor de dos novelas
inéditas. De 2013 a 2015 perteneció a la Online Films Critics Society, la
asociación de críticos online más importante del mundo, y de 2007 a 2015
trabajó como montador cinematográfico para la productora Burbuja Films.
Dirige el blog www.elrincondecarlosdelrio.com, en donde habla de cine y
literatura.
Añade una foto del cartel y otra tuya, y al final pones tus datos de
contacto, con tu teléfono. Mandar una nota de prensa no garantiza que te la
publiquen, aunque en periódicos locales es muy posible que lo hagan. En
cuanto aparezcas en un medio, te puedes quedar con el nombre del periodista
que publicó tu nota de prensa, para tener un contacto para la siguiente vez.
Manda también notas de prensa relacionadas con tus libros. Cuando
Amazon decidió imprimir unos ejemplares de Atrévete a ser escritor para
llevarlos a la FIL (Feria Internacional del Libro de Guadalajara), mandé una
nota de prensa y apareció en dos periódicos, y cuando ese mismo libro
cumplió dos años seguidos entre los 100 más vendidos del Amazon español,
mandé otra nota de prensa, y me entrevistó una radio.
Así poco a poco la gente de tu región se irá quedando con tu nombre.
PRECIOS
¿Cuánto cobras por tus productos y servicios? Yo recomiendo que veas qué
cobra la competencia y cobres parecido. Una estrategia mala es que lo des
mucho más barato; la gente no va a apreciar todo el esfuerzo que te supone y
tú vas a ganar menos que si lo dieras más caro. Además, el campo de la
escritura de ficción es muy específico, y a los que realmente quieren aprender
no les va importar pagar lo que sea, dentro de unos límites, claro, si les das un
buen producto.
No es cierto eso de que con precios muy bajos llegas a más gente.
Pongamos que ofreces un curso online muy currado por 200 euros. En un año
vendes diez. Has ganado 2.000 euros. Al año siguiente, haciendo caso de los
que te dicen que si lo pones tirado de precio ganas mucho más (curiosamente,
quien dice esto suele ser gente asalariada), lo bajas a 10 euros. Pues
posiblemente vendas 100, si es que llegas, no 10.000, que es lo que te decían
que ibas a vender, con lo que ganas 1.000 euros. Además, los que han pagado
200 euros demuestran que se toman la escritura en serio, y probablemente
adquieran más productos tuyos, mientras que los que soltaron 10 eurillos se
lo tomaban como hobby y jamás volverás a saber de ellos.
Esto de los precios baratos lo puedo atestiguar por los talleres que he
dado. Un día una librería me contrató dos horas para impartir un taller para
jóvenes. Yo cobraba por horas, así que me daba igual, hasta cierto punto, la
asistencia. El taller era gratuito, y al poco de abrir el plazo de inscripción, se
llenaron las doce plazas. Llegó el día, y acudieron cuatro. Los de la librería
estaban desconcertados. A mí no me sorprendió. No habían pagado nada, así
que si esa tarde les daba pereza, pues no iban y no pasaba nada (pasaba que
hubo gente que se quedó fuera porque se habían llenado las plazas).
En mi curso de nueve meses, de tres horas semanales, también
aprendí esta lección. Comencé poniéndolo muy barato, a 30 euros al mes,
porque necesitaba tener práctica y lograr un buen temario. En ese primer
curso tuve un montón de gente que no hacía el más mínimo esfuerzo por
hacer los ejercicios, y yo tenía que estar encima de ellos para que escribieran
cuentos en casa. En cuanto se cansaban, abandonaban. Muchos no tenían
ninguna intención de tomarse la escritura como un oficio; igual que se habían
apuntado a mi curso, lo podían haber hecho a macramé, bricolaje o danza del
vientre. Año a año fui subiendo el precio, hasta los 50 euros, y yo fui
encontrando mi público: los alumnos ya se toman muchísimo más en serio mi
curso, y varios aspiran a ser escritores profesionales. No lo puedo reducir a
un único factor, también cuenta que yo mejorara como profesor, y el boca a
boca, pero subir el precio ayudó.
No es que seas tan miserable que solo se lo puedan permitir los ricos,
pero recuerda que si la gente no nota que se está gastando dinero, que está
arriesgando algo, no lo va a apreciar.
Una vez que tengas libros publicados, que son baratos y te sirven de
carta de presentación, yo recomendaría que te centres en la gente que aspire a
vivir de la escritura, que así vas a ganar más, y después crees productos y
servicios más baratos para los aficionados, para los que quieren probar, ya
que tal vez a alguno le pique el gusanillo de la escritura y decida hacerse
novelista. Entonces adquirirá los productos más caros.
ANUNCIOS EN INTERNET
Aparte de utilizar tu blog, las redes sociales y los blogs de tus amigos para
promocionarte, tienes la posibilidad de pagar por publicidad en internet,
aunque yo lo considero el último recurso.
Una advertencia: jamás pagues por tener anuncios en internet por
cuestión de ego, es decir, porque te mole verte en un banner en YouTube o en
el primer resultado de Google, o quieras que tu blog tenga más visitas. Así
solo estás tirando el dinero. Te planteas la opción de hacerlo cuando tienes
servicios caros en tu web, no solo libros, y siempre controlas el dinero que te
gastas: si has invertido 75 euros, esa campaña debe darte más que esa
cantidad.
Antes de ver los sitios donde puedes colocar la publicidad, veamos el
comportamiento humano. Las personas compran productos por tres motivos:
1— Familiaridad. Como lo has visto un millón de veces, te da más
confianza, y si ves que lo utiliza mucha gente, pues mucho más. La
publicidad tradicional se basa en esto, y por eso nos bombardean con
anuncios las 24 horas del día. En un libro de éxito la familiaridad se puede
dar, aparte de porque has visto al autor en prensa posando con su novela,
porque ese libro está en los escaparates de todas las librerías, y cuando coges
el metro, siempre hay alguien leyéndolo. Tú no aspires a este tipo de
publicidad.
2— Te lo han recomendado. Aquí está el famoso boca a boca, que
es la mejor estrategia de marketing para vender libros. Un amigo te dice que
está enganchadísimo a un libro, y tú te lo compras. También funciona con los
blogueros que recomiendan libros, porque hacemos más caso a gente con la
que compartimos gustos y nos da confianza, que a supuestos expertos
literarios. Este tipo de publicidad no se contrata, y lo único que puedes hacer
es crear un buen producto para que la gente comience a recomendarte entre
sus amigos.
3— Lo has encontrado tú. Buscabas una solución, y te sientes
orgulloso de haberla encontrado, aunque haya sido algo tan sencillo como ir a
Google. Este es el tipo de publicidad en la que puedes invertir.
En la actualidad puedes contratar publicidad en Twitter (yo no
recomendaría esa opción porque el contenido en Twitter dura 0,2 segundos),
en Facebook (tampoco me parece la mejor opción, la gente no suele ir a
Facebook a comprar), en Amazon y Goodreads (no conozco a nadie que se
haya comprado un libro porque vio un anuncio allí), en plataformas
especializadas que te permiten poner anuncios en páginas concretas y en
Google.
Yo me decantaría por Google, aunque puedes probar todas, controlando
los ingresos y los gastos, para saber si funcionan. Elijas la que elijas, siempre
busca una segmentación del mercado: que el anuncio vaya dirigido solo a
gente a la que le guste leer tu género, o que, en teoría, le pueda interesar
contratar tus servicios. De verdad, no te interesa que lo vea todo el mundo.
Google tiene un programa llamado Google Adwords que te permite
invertir muy poco dinero al día para llegar a millones de usuarios. De todas
las opciones que te da, yo elegiría la de aparecer en los resultados de
búsqueda, y que te cobren no por impresiones (pagas para que tu anuncio
aparezca un determinado número de veces en internet), sino por las veces que
la gente pinche en tu anuncio. Esto significa que tu publicidad solo aparece
cuando alguien busca en Google un servicio (corrección de novelas, por
ejemplo), y si nadie clica en él, no te cobran, pero el nombre de tu página se
ve.
De esta manera estás utilizando lo de buscar una solución, que es lo
más efectivo en este caso, y algo de familiaridad. Si contratas banners y
número de impresiones, estás utilizando la publicidad tradicional, y dudo que
sea efectiva. Si alguien va a ver el último vídeo de Shakira en YouTube, no
creo que le interese un banner sobre corrección de novelas. Y si has
contratados tantos banners al día en Google, Google se va a asegurar de que
así sea, aunque tú no logres ninguna venta.
MARKETING POR E-MAIL
Existe una opción para poder tener seguidores, y posibles clientes, incluso
antes de que tengas una página web. Se trata del marketing por e-mails, las
listas de correo. Hay páginas que se dedican a gestionarte estas listas, como
MailChimp, Acubamail, o AWeber. Si no tienes ninguna presencia en
internet, te puedes crear una página de aterrizaje con una buena oferta para
que te dejen su dirección de correo. Una página de aterrizaje es una página
que no tiene opción de volver atrás o avanzar, y que tiene un formulario para
introducir tu e-mail, y o bien das tus datos, o bien la abandonas.
Para que la página sea atractiva, tienes que colgar un vídeo, o crear un
texto que dé confianza, que demuestre que eres un experto que sabes de lo
que hablas y eres simpático, y tienes que ofrecer algo atractivo para que la
gente te deje su e-mail: un informe en PDF sobre trucos para escribir
misterios, un mini-curso de cinco vídeos de diez minutos sobre la creación de
personajes, un tanto por ciento de descuento para tu curso online, consejos
todas las semanas en su e-mail sobre cómo escribir ficción, acceso a una
webinar…
Para lograr que la gente llegue a esa página, necesitas invertir dinero en
publicidad en Google.
Si tienes un blog o una página web, utilizas la misma técnica. Te creas
un apartado que se vea bien, donde pones la oferta, y les indicas a tus
visitantes dónde te pueden dejar el e-mail. Yo no recomiendo los pop-up,
esas ventanitas molestas que aparecen de la nada y se quedan en mitad de la
pantalla, porque como el 99% de la población, los odio y los cierro
automáticamente, sin saber qué dicen. Mejor me parece ponerlas en la parte
de arriba, justo debajo de la cabecera, o si te creas un slider (un carrusel de
fotos que van cambiando), pones la oferta en el primer puesto, para que la
gente la vea nada más entrar a tu web.
En cuando tengas la dirección, entregas lo prometido a tus suscriptores
(se automatiza con las empresas que te gestionan las listas de correo), de vez
en cuando les mandas más información, y cuando vayas a poner a la venta un
nuevo libro, producto o servicio, te pones en contacto con ellos.
No descartes esta opción, por mucho que tengas un blog y perfiles en
las redes sociales.
Aquí tienes una cuántas ideas. ¡Valor, y a lanzarse al vacío!
DE INGENIERO A ESCRITORDE ESCRITOR A VIVIR DE ESCRIBIRPor DAVID OLIER
A veces, la aventura de ser escritor empieza con una elección. En mi caso, no
descubrí que quería dedicarme a escribir hasta que, después de años
investigando y trabajando en consultoría alrededor del mundo, me hice esa
pregunta que todos deberíamos plantearnos alguna vez: ¿qué quiero hacer en
la vida? Ese día, en ese punto de inflexión, decidí que yo quería escribir. Así
que enfoqué toda mi energía en conseguirlo.
Todavía no he llegado al punto de decir que vivo de la escritura, pero
cada día que pasa estoy más cerca de conseguirlo.
Tres años después de aquella elección, tengo publicadas dos antologías
de relatos de ciencia ficción y terror, Memoria selectiva y La imaginación
también muerde, llevo un blog de éxito para escritores de ciencia ficción, El
rincón de Cabal (https://cabaltc.com), donde ofrezco mis cursos y mis
servicios, estoy montando una empresa relacionada con este mundo, y mi
beneficio como escritor empieza a ser positivo y recurrente. La pregunta que
te harás tú, que también estás inmerso en esta aventura que es ser escritor, es:
¿cómo se llega hasta ese punto? Y la respuesta que puedo darte es tan
sencilla como compleja: trabajando mucho.
Pero esto es empezar por el final. Déjame que te cuente la historia, desde
el principio, de cómo un ingeniero deja su trabajo y se convierte en escritor,
para que veas con detalle en qué consiste ese «trabajando mucho».
En esta historia, mi yo ingeniero entiende de manera rápida que para ser
escritor no solo hay que escribir. Hay que constituirse como una empresa en
la que el producto, productor, empresario, dueño, trabajador... y todos los
cargos que puedas imaginarte, pertenecen a una misma persona: tú. Por eso,
en mi primer año hice un máster de Negocio Digital. En paralelo, como la
escritura, hasta ese momento, solo había sido una afición para mí, devoré
todos los manuales, blogs y tutoriales de escritura y de programas de escritura
que pude encontrar. Intenté hacer lo que hace un ingeniero cuando se enfrenta
a un reto y traté de dominar todos los aspectos de mi nuevo objetivo. Y
aprendí dos de las cosas más importantes de todas: que nunca podemos
dominarlo todo en un ambiente tan multidisciplinar como este, y que
escribir es un proceso evolutivo que no se puede acelerar.
Primera lección obtenida: aprendizaje. Como escritor, tienes que
adiestrarte en muchas materias diferentes. Nunca dejes de aprender, pero
prioriza lo que es más importante para ti en cada momento.
Así que, mientras practicaba y escribía relatos sin parar, lancé mi blog,
El rincón de Cabal, para encontrar a esos lectores que, en un futuro, leerían
mis textos. Me costó casi un año dar con un objetivo para el blog y con esa
audiencia fiel a mis artículos. Pero después de más de doscientos posts y
medio millón de visitas, creo que lo he conseguido. Sin embargo, hasta que
llegué a ese punto, seguí aprendiendo, escribiendo e invirtiendo tiempo y
dinero en mí.
Segunda lección: inversión. Recuerda que «ser escritor» es ser una
empresa que produce libros. Y todas las empresas necesitan que se invierta
tiempo y dinero en ellas.
El blog me ayudó a concentrar mis esfuerzos en la ciencia ficción, a
ganar seguidores —en el blog, Twitter, Facebook…—, y a conseguir
visibilidad. Porque sin construir esa audiencia, siento mucho decir que no te
van a leer ni tus amigos.
Tercera lección: visibilidad. Si nadie sabe que existes, ¿cómo van a
leerte?
Esa visibilidad me trajo mi primera bofetada de realidad. Y es que, en
medio de este mar de escritores emprendedores, existen unos tiburones que
intentan devorarnos y aprovecharse de nosotros y de nuestro dinero: las
empresas de coedición. A mí, una de ellas me secuestró el trabajo y un buen
pellizco de mi dinero. Me estafaron, no hicieron su parte del trabajo —
corrección, maquetación, diseño...— y me forzaron a buscar otras vías de
publicación. De esta forma, en 2016, busqué la forma de publicar por mi
cuenta esa primera antología, La imaginación también muerde. Fue entonces
cuando aprendí que ser dueño del proceso completo de edición —lo que se
conoce vulgarmente como autopublicarse— es mucho mejor que dejarlo en
manos de otros cuyos intereses pueden diferir de los tuyos.
Cuarta lección: autopublicación. Aunque nunca debes perder de vista a
las editoriales tradicionales, que no editoriales de coedición, tienes que tener
en cuenta el proceso de autopublicación como una manera perfecta de llegar a
tus lectores.
Después de haber afinado el tiro de mi esfuerzo, llegó el segundo triunfo.
Con esa audiencia construida, un libro publicado y muchos contactos, llegó el
momento de empezar con la siguiente fase del proyecto: ganar dinero.
Porque, es posible que ya lo hayas oído pero, es casi imposible vivir de
vender libros. Necesitas diversificar y buscar otras vías de ingreso si quieres
poder ganarte la vida como escritor.
Quinta lección: diversificación.
Por eso, yo doy formación a escritores a través de mi página web y
realizo lecturas editoriales o asesoro a nuevos escritores. Además, como te
decía, estoy montando, junto con otros siete escritores, una empresa de
servicios de la que oirás hablar en breve. Cualquier cosa que me ayude a
crecer, a dar a conocer mi trabajo y, por supuesto, a ganar dinero, me
interesa.
Todo esto, sin dejar de escribir ni un solo día. Porque, para poder llegar
hasta este punto, primero tienes que demostrarte a ti, y a los demás, que
puedes escribir. Y, ¿qué mejor manera de poder explicar el proceso completo
de creación de una historia de ciencia ficción que crear tú mismo casi tres
docenas de mundos diferentes? Mi último libro, Memoria selectiva, nació a
partir de trece de esas historias, y ha servido de semilla para la novela que
tengo ahora entre manos.
Sexta lección: no dejes de escribir. Hagas lo que hagas, escribe todos
los días del año.
David Olier es un exconsultor y escritor de ciencia ficción. Ingeniero de
formación, dedicó ocho años a trabajar en investigación y consultoría
tecnológica. Tras cinco años viajando por el mundo, en 2014, decidió
cambiar las maletas por un cuaderno, SAP por Scrivener y las sesiones de
análisis y diseño con Powerpoint por sesiones creativas con rotulador y
pizarra. Ahora, tres años después, su blog, El rincón de Cabal, se ha
convertido en un referente para escritores de ciencia ficción en español.
En 2015 publicó su primer libro de relatos, La imaginación también
muerde, que llegó a ser número uno de ventas en Amazon en diciembre de
2016. En 2017 publicó su segundo libro, Memoria selectiva, que también
alcanzó el número uno, y está trabajando en una novela, además de en varios
proyectos literarios diferentes. También ofrece, a través de su página
web, cabaltc.com, servicios de formación (cursos, tutoriales…) y
asesoramiento para nuevos escritores, así como servicios de lectura
editorial, siempre enfocado al género de la ciencia ficción.
Epílogo
El precio para tener una carrera literaria
Al escritor que le falta valor nunca tendrá éxito.
HOLLY LISLE
Una vez una alumna me preguntó por qué enseñaba tantas cosas, si no tenía
miedo a la competencia, a que pudieran copiarme y quedarme sin lectores y
alumnos. La respuesta es no, no tengo a miedo a eso. Primero, porque me
parece que hay para todos los escritores. Yo escribo de una determinada
manera, que es única (tendré influencias más o menos reconocibles, pero la
amalgama que sale de eso es única), y mis lectores buscarán mis libros
porque de algún modo conectan conmigo, a pesar de que tienen para elegir a
un montón de escritores escribiendo en mi mismo género. Eso pasa con todos
los escritores que hacen carrera.
Con mis libros de no ficción y mis cursos sucede tres cuartos de lo
mismo: explico de una determinada manera las cosas, y eso hace que conecte
con mis alumnos. Al final de mi curso les digo que sigan aprendiendo, que
hagan otros cursos, que lean más libros de técnica, porque yo no tengo todas
las respuestas, y porque van a encontrar profesores con los que conecten más
y aprendan más.
Y segundo, no tengo miedo a explicar todo lo que he aprendido, a
dejar muy claro qué hay que hacer para vivir de la escritura, porque no es
cuestión de información (fíjate, cabe en un libro), sino de esfuerzo; pocos
están dispuestos a pagar el precio para tener una carrera literaria. Aquí pasa
como con el talento: se sabe que no se trata de tenerlo o no tenerlo, sino de
trabajo duro y perseverancia, pero pocos están dispuestos a entregarse por
completo a su disciplina.
EL PRECIO A PAGAR
Desde que doy clases para aprender a escribir ficción, una pregunta muy
habitual que me hace la gente sobre mis alumnos es “¿Ves a alguno que
destaque, que vaya a lograrlo?”.
Lo primero que pienso es que me han visto cara de Rappel, pero yo no
tengo una bola de cristal para ver el futuro; luego les digo que aunque
lógicamente tengo alumnos que me gusta más cómo escriben que otros, lo
lejos que llegue cada uno depende de ellos.
Entonces, ¿cuál es el precio a pagar si quieres tener una carrera
literaria? He sacado estos cinco puntos, que me parecen indispensables. Si no
estás dispuesto a hacerlos, posiblemente no tengas madera de escritor.
1— Hay que leer mucho siempre. No es algo nuevo, y yo lo digo
constantemente. Aunque me parece obvio, todos los años tengo alumnos que
se apuntan a mi curso, que es para ser escritor, que no leen. Eso sí que es un
misterio, y no los de Fátima.
Como dice Stephen King en Mientras escribo, “Si no tienes tiempo
para leer, no tienes tiempo (o las herramientas) para escribir. Es así de
simple”. Para mí es incomprensible, cuando digo en clase que tienen que leer
muchísimo, que me salten que ven muchas series, justificando que tienen
muchas ideas viéndolas. O cuando hablo de una determinada novela, me
digan que han visto la serie o la película, que si eso vale. O me cuentan lo
enganchados que están a tal serie, y el atracón que se han dado el fin de
semana, pero no me hablan del atracón de lectura. Es como querer aprender a
tocar las castañuelas dándole a la gaita, porque ambas son instrumentos.
Si quieres ser escritor, tienes que darte atracones de novelas.
En YouTube hay un vídeo muy interesante en el que Dean Koontz
contestaba a las preguntas de sus fans a través de la webcam. Reconocía que
cuando empezó leía 200 novelas al año, y recomendaba leer mucha ficción
sin analizar, simplemente para que tu cerebro fuera asimilando cómo
funcionan las novelas. Es un gran consejo. (Koontz también hablaba de la
gente que escribe una novela, y como no logra venderla a una editorial, tira la
toalla. Él escribió varios cuentos y cuatro novelas antes de lograr su primera
venta).
Yo matizaría que cuando comienzas tienes que leer mucho,
analizando cómo lo hacen los profesionales, en especial los aspectos técnicos
(el punto de vista, por ejemplo, es algo que no es nada intuitivo). Recuerda la
práctica deliberada. Cada vez que aprendas algo relativo a la escritura, tienes
que cogerte unas cuantas novelas y ver detenidamente cómo manejan ese
aspecto los novelistas.
Y luego, cuando hayas asimilado los conocimientos técnicos básicos,
lees más y más para asimilar el ritmo y los patrones que tienen las novelas y
cuentos. Reconozco que me ayudó mucho en 2011 estar suscrito a las revistas
Asimov’s Science Fiction y Ellery Queen Mystery Magazine. Son revistas
mensuales de relatos bastante voluminosas, lo que me forzaba a leer muy
deprisa, porque de lo contrario me llegaría el siguiente número sin haber
acabado el anterior. Sin analizar, empecé a ver los patrones que siguen las
historias escritas.
En la actualidad, un ejercicio que me ayuda mucho a ver esos
patrones es volver a leer, a toda leche, en dos o tres horas, las novelas que
reseño en mi blog.
En 2015 me di cuenta de que tenía que leer más novelas y ver menos
cine. Aparte de que leer me gusta más que ver películas, descubrí que a la
hora de escribir, el desarrollo de las historias y de las escenas se me iba al
cine. Ahora mismo leo más novelas que nunca, unas 60 al año, y he notado
que tengo muchísimas mejores ideas para mantener la tensión y el interés a lo
largo de una novela, sé integrar escenas y sumarios y saltos en el tiempo
mucho mejor, y soy mucho más hábil para encajar los elementos de la trama
y entretejer los temas.
Y también hay que leer mucha no ficción. Te abre la mente y te da
grandes ideas.
2— Hay que escribir mucho siempre. Otro punto obvio, y con el
que tengo problemas con mis alumnos. Yo les recomiendo que escriban un
diario, al menos durante un tiempo, centrándose en sus sentimientos y
opiniones, porque se tienen que conocer bien y tienen que tener la rutina
diaria de escribir.
Recuerdo a un alumno, hacia el final del curso, que se sorprendió de
todo el trabajo que suponía escribir una novela o un cuento, en especial se
sorprendía de la revisión. Me dijo que con lo de reescribir, escribir la primera
versión era “una pérdida de tiempo”. De un plumazo se cargó algo tan
fundamental como dejar descansar la historia y reflexionar sobre ella para
mejorarla, y se quedó tan ancho.
Le dije que con cada versión conocías mejor a tus personajes y la
historia, y esta la ibas puliendo, perfeccionándola, y que todo el tiempo que
habías empleado escribiendo cada una, era tiempo que habías empleado para
mejorar tú mismo como novelista.
Tiempo que estés escribiendo es tiempo bien empleado, aunque al
final no lleve a nada publicable. Me pongo yo mismo de ejemplo: me llevó
más de dos años escribir mi primera novela, y cinco años después sigue
inédita porque nadie me la compró. Ni de lejos fue una pérdida de tiempo
escribirla, porque aprendí lo indecible sobre escribir novelas, lo que solo se
aprende con la práctica, desentumecí la imaginación y la puse en forma, y me
ha permitido escribir una segunda novela mucho más redonda.
A mi alumno le pregunté, “¿O piensas que Ruth Beitia solo salta
cinco minutos al año?”. Pues escribir es lo mismo: en el resultado final no se
van a ver todas las horas y horas que has estado entrenándote como escritor,
aunque estas sí se notarán por la calidad que tenga tu obra.
Lo ideal es que estés siempre enfrascado escribiendo una novela o un
cuento. Acabas una y empiezas otra. La mejor forma de aprender a escribir
novelas es escribir novelas. Y esto lo haces mucho antes de comenzar a ganar
dinero; cuando empiezas a ganar dinero ya tienes mucha práctica.
Sé que a veces no es posible, pero siempre tienes que estar en
contacto con la escritura. Mantén un blog, o colabora con un periódico local,
o escribe críticas de lo que lees solo para ti. Lo que sea que te fuerce a
escribir todos los días.
Un escritor escribe. Y punto. Si está constantemente buscando
excusas para no escribir, tal vez es que lo de escribir no sea lo suyo.
3— Hay que reflexionar y aprender de los errores. Aquí es donde
entra en juego la humildad. Por mucho que te esfuerces, siempre vas a
cometer errores, simplemente porque eres humano. Lo positivo de este punto
es que siempre vas a poder crecer y mejorar más como escritor. El truco es
saber distanciarte de tus textos para reconocer qué funciona, y allí tienes tus
puntos fuertes, y qué necesita mejorar. Lo que funciona lo repites, lo que no,
lo cambias. Tú mismo vas a darte cuenta al reflexionar sobre tus historias (y
las de otros), y al prestar atención a la opinión de tus lectores (de los críticos
literarios, yo diría vas a aprender más bien poco, si es que aprendes algo).
Entonces das los pasos parar no volver a cometer los mismos errores. Con el
tiempo, aprendiendo de los errores, tus aciertos serán muchísimo más
numerosos que tus fallos. Esto, por cierto, se aplica a todas las facetas de la
vida.
Dan Simmons, en una conferencia en la Universidad Wabash en
2013, contó cómo fueron sus comienzos. A principios de los 80, cuando tenía
treinta y pocos, y dos revistas que iban a publicar sus primeros cuentos
cerraron en el último momento, él se dio una última oportunidad: si no
lograba algo, abandonaba su carrera de escritor y se dedicaba a la enseñanza.
Esa última oportunidad era un taller que impartía el autor Harlan
Ellison, en donde criticaría los cuentos de aspirantes a escritor. Ellison es
famoso por no saber lo que es la diplomacia y no cortarse un pelo al decir las
cosas. En el taller Ellison leyó uno de los cuentos, que era de un hombre de
unos 60 años. No había por donde cogerlo y así se lo dijo: no tenía nada de
talento para escribir, tal vez debería dedicar su tiempo a otra cosa. Le
preguntó si era lo primero que escribía pensando en publicar. El hombre le
contestó que había escrito 64 novelas, que nunca había publicado, pero que
estaba decidido a seguir escribiendo hasta lograrlo.
Lógicamente el hombre ignoraba este tercer punto. Si no te molestas
en reconocer tus errores y enmendarlos, siempre los vas a cometer y jamás
vas a mejorar; siempre obtendrás los mismos resultados mediocres.
Después de ese hombre le tocó el turno a Dan Simmons. Ellison leyó
su cuento y toda la clase se emocionó. Lo alabó inmensamente y le dijo: “Sr.
Simmons, usted es escritor, usted siempre será escritor, incluso si no
escribiera ninguna otra palabra. […] Usted sabe que es escritor cuando otro
escritor le dice que es escritor”.
Harlan Ellison, ¡mil gracias por haber descubierto a ese escritorazo
que es Dan Simmons!
En el caso de mis alumnos, puedo reconocer a los que mejor actitud
tienen para lograr una carrera literaria. Son aquellos que cuento a cuento
comenten distintos errores, y cada vez cometen menos; se arriesgan a probar
cosas nuevas, afinando su noción de lo que es una historia escrita. La otra
cara de la moneda son los que pasan los meses, y todavía les tengo que
corregir los mismos errores que cometían al principio del curso, que además
siguen siendo igual de numerosos.
4— Hay que acabar lo que se empieza. Muchísima gente comienza
con ilusión una novela, pero en cuanto se percata de que eso supone un
esfuerzo continuado durante mucho tiempo, o pierde la ilusión, abandona. Y
comienza otra. Y luego otra. Al final mueren de viejos sin haber acabado ni
una sola novela.
A la hora de escribir novelas, en cuanto a estructura, un escritor tiene
que practicar cuatro cosas: crear un principio, desarrollar un nudo, y cerrar un
desenlace; y luego, revisarla y reescribir todo lo que sea necesario.
Muy resumidamente, eso significa lo siguiente. Tiene que crear un
personaje interesante en un principio igual de interesante, luego tiene que
complicarle las cosas a la mitad, durante muchas páginas, y al final debe
cerrar de forma satisfactoria todo lo que ha escrito hasta entonces. Y luego
tiene que revisarla y reescribirla para que no haya incoherencias, y para
asegurarse de contarla de la mejor y más emocionante forma posible. Pues
bien, si solo practica escribir el principio, esa gente será un portento
escribiendo principios de novelas, pero muy mala con las otras tres fases,
porque nunca las habrá practicado.
Una variación de esto son los que se tiran años y años retocando una
novela. Realmente no avanzan y solo marean la perdiz (una coma aquí, otro
sinónimo allá, y otro libro de historia que se compran para documentarse),
pero se sienten bien porque están trabajando en una novela que ya dura más
que las obras de El Escorial. Se deben de pensar que son inmortales, pero al
igual que los anteriores, mueren de viejos sin haber acabado ninguna novela.
Las causas pueden ser varias: vagancia, falta de seguridad, miedo al
fracaso (si nunca la acaban, siempre pueden soñar que será un éxito y no
tienen que afrontar la realidad), miedo al éxito, perfeccionismo exacerbado,
procrastinación, ser un maestro de las excusas, querer ser considerado autor
sin realizar el esfuerzo de un escritor…
Hace tiempo me hacía mucha ilusión cuando lectores de mi blog me
escribían diciendo que habían comenzado una novela. Visto que la inmensa
mayoría no acaba nada, ahora soy más cauto y la ilusión me la reservo para
cuando me dicen que han terminado una novela. También me pasa con mis
alumnos: muchos sueñan con escribir novelas, pero muy pocos están
dispuestos a trabajar y trabajar constantemente, y superar sus limitaciones,
hasta acabarla. Y luego otra. Y otra, para tener una carrera literaria.
La cuestión es que quede bien o quede mal, independientemente del
tiempo y del esfuerzo que te lleve, una vez que te embarcas en la escritura de
una novela, la tienes que acabar antes de que te llegue la hora. Con una
novela a medias no vas a ninguna parte, y no has practicado las cuatro fases
que te permiten crecer como escritor.
Érase una vez un hombre llamado Branwell que vivía en Inglaterra en
el siglo XIX, y al que su padre y sus hermanas consideraban un genio, el que
más talento tenía de toda la familia, y que estaba destinado a alcanzar grandes
cotas literarias. Siendo niño, escribió junto con sus hermanas una serie de
cuentos y novelitas desarrollados en un mundo imaginario, y de adulto se
puso a escribir lo que sería una obra maestra, una novela titulada And the
Weary are at Rest. Desgraciadamente el joven Branwell, aparte de un
supuesto genio, era un alcohólico auténtico y un adicto al láudano, y murió de
tuberculosis con 31 años, sin acabar esa obra.
Las hermanas de Branwell se llamaban Charlotte, Emily y Anne, y se
apellidaban Brontë. ¿Habría sido And the Weary are At Rest mejor que Jane
Eyre, Cumbres borrascosas o La inquilina de Wildfell Hall (The Tenant of
Wildfell Hall)? ¿Habría sido Branwell Brontë mejor novelista que sus
hermanas? Pues nunca lo sabremos, porque sus hermanas acabaron novelas,
pero él no.
Si quieres ser novelista, que no te pase lo que a Branwell.
5— No hay que abandonar nunca. Es así de sencillo: si abandonas,
jamás lo lograrás, si perseveras y vas probando cosas nuevas, siempre
mantienes la puerta abierta para lograrlo. El truco para no frustrarse y tirar la
toalla es no pensar en el dinero, en el momento en el que podrás vivir de la
escritura exclusivamente, porque puede que no llegue nunca o llegue dentro
de muchos años, sino en lo mucho que disfrutas escribiendo, en lo que te
cambia el proceso, y los logros que alcanzas gracias a escribir.
En mi caso, escribir novelas me forzó a coger el toro por los cuernos
para reconocer mis limitaciones y mis fobias, situaciones que me veía incapaz
de afrontar porque me provocaban angustia tan solo de pensarlas.
Como quería lograrlo como escritor, me daba cuenta de que si no
cambiaba, mi carrera se estancaría, que tocaría un techo por bien que
escribiera. Identifiqué cosas como fobia social, miedo a la intimidad, baja
autoestima, inseguridad, miedo a la incertidumbre, miedo a preguntar, muy
poca asertividad, y perfeccionismo. Y una infancia nada feliz. Había
situaciones en las que a pesar de estar en la treintena, me hacían comportarme
de forma automática como un niño o un adolescente, porque tenía unas
heridas emocionales tremendas. Era incapaz de ir a tomarme un café solo o
sentía ansiedad cada vez que tenía que hablar por teléfono con desconocidos,
por ejemplo.
Las superé gracias a libros de autoayuda y psicología, sesiones de
autohipnosis y ejercicios de programación neurolingüística, y a forzarme a
ponerme en las situaciones que me hacían temblar. Hace casi nueve años que
comencé a escribir ficción; soy otra persona completamente distinta e
infinitamente más feliz, y he hecho cosas que pensé que nunca sería capaz de
hacer.
No te cambia el tiempo; cambias solo si tú quieres y haces el esfuerzo
por cambiar.
Nunca nada me ha cambiado tanto en la vida como ponerme a
escribir. Aunque no ganase ni un céntimo con mis libros, solo por eso habría
merecido la pena. Si hubiera abandonado, nada de esto habría ocurrido.
Voy a acabar con tres citas de Winston Churchill, Premio Nobel de
Literatura en 1953. Sí, ya sé, ahora no nos acordamos de él como literato,
sino como un gran político que insufló esperanza al Reino Unido e hizo
frente a Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, pero no siempre lo tuvo
fácil.
Como cuenta Tom Butler-Bowdon en Nunca es demasiado tarde,
Churchill tuvo mucho éxito de joven, como militar, y con veintitantos se
metió en política, donde fue ascendiendo hasta que cumplió 40 años, en 1915,
donde una mala gestión suya provocó el desastre de Galípoli. Aunque tuvo
cargos ministeriales en 1917 y 1921, Churchill cayó en desgracia y pasó más
de veinte años en un páramo. Sí, fueron veinte años que tuvo que vivir día a
día sin saber si volvería a lograr algo en el futuro. Luego, con 65, consiguió
ser primer ministro y pasar a la historia.
Esto es lo que dijo Churchill:
“Nunca, nunca, nunca abandones”.
“Cuando estés pasando por un infierno, continúa caminando”.
“El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el
entusiasmo”.
Así que aplícate el cuento.
Agradecimientos Muchísimas gracias a Pedro Pablo Picazo por escribir el prólogo, a Larry
Brooks por permitirme reproducir entero “Sangre, sudor y lágrimas”, a Ana
González Duque por aceptar colaborar y presentarme a otros escritores, y a
Ana Bolox, Jaume Vicent, Mónica Gutiérrez Artero y David Olier por sus
artículos.
Muchas gracias a los directores de cine Álvaro de la Hoz y Nacho
Solana por indicarme qué les hace seguir adelante cuando las cosas no salen,
y darme sugerencias para la portada. Gracias de nuevo a Pedro Pablo Picazo
por decirme cómo se motiva cuando todo se tuerce.
Muchas gracias a Laura Crouan por traducirme al francés un e-mail
para conseguir información.
Muchísimas gracias a Lola Aguado por peinarme el original en busca
de erratas, y gracias con retraso por haber hecho lo mismo con Vivir soñando
y Atrévete a ser escritor.
Y gracias a mis padres, Basi y Moncho, por pegarme el amor por la
lectura, por repasar el original buscando alguna errata rebelde y cubrirme las
necesidades básicas de Maslow mientras despega mi carrera literaria.
Sobre el autor Carlos del Río (Cantabria, España, 1979) es escritor. Tiene una licenciatura
en Periodismo (UPV), una diplomatura en Montaje Cinematográfico
(ECAM), y el certificado de Proficiency in English (C2) de la Universidad de
Cambridge. También es coach de vida y maestro practicante de PNL titulado
(American Union of NLP). Lleva escribiendo ficción desde finales de 2008, y
ha publicado la colección de cuentos contemporáneos Vivir soñando y el
libro para aprender a escribir ficción Atrévete a ser escritor, el cual alcanzó el
número 1 en la categoría de Creación literaria y redacción de textos del
Amazon español, y lleva tres años seguidos entre los 100 más vendidos de
dicha categoría. Además, ha escrito una novela de fantasía urbana y otra de
fantasía juvenil. Desde 2015 es profesor de escritura creativa en un curso
presencial de nueve meses, que incluye nociones de coaching y programación
neurolingüística, para que los alumnos alcancen sus sueños literarios. A partir
de 2018 la versión online, para hacer a tu propio ritmo, estará disponible en
su página web.
Para más información, y para estar en contacto con él, visita
www.elrincondecarlosdelrio.com.
¿Te ha gustado este libro?
Si has llegado hasta aquí, asumo que has disfrutado del libro, a menos que
seas de esos que mira el final para saber quién es el asesino.
¿Me echas una mano para dar a conocer La aventura de ser escritor?
Puedes recomendárselo a quien le pueda interesar (bendito boca a boca),
hablar de él en internet, escribir una reseña en Amazon o en Goodreads,
volverte hombre anuncio… bueno, tampoco hay que pasarse.
Muchas gracias, y mucha suerte en tu carrera literaria.
Bibliografía He decidido no incluir notas al pie o citar todas las fuentes a lo largo del
libro, porque afectaría a la fluidez de la lectura, pero aquí está toda la
bibliografía consultada y las referencias. Álvarez, Luis, El éxito, Martínez Roca, 2015. Sobre lo que es un carácter y lo que es una reputación (cap. 21).Bell, James Scott, The Art of War for Writers, Writer’s Digest, 2009.Blanco Prieto, Antonio, Las claves de la motivación, Ediciones B, 2014. Sobre José Luis Sampedro (cap. 7).Bolinches, Antoni, La felicidad personal, RBA, 2007 (original de 1995).Bradbury, Ray, Zen in the Art of Writing (Zen en el arte de escribir), Capra Press, 1990. Sobre la escritura de Fahrenheit 451(cap. 7).Branden, Nathaniel, How to Raise Your Self-Esteem (Cómo elevar su autoestima), Bantam, 1987.Branden, Nathaniel, The Six Pillars of Self-Esteem (Los seis pilares de la autoestima), Bantam, 1994.Bravo, Carlos, Marketing de guerrilla para emprendedores valientes, La Esfera de Libros, 2013.Brooks, Larry, Warm Hugs for Writers, 2012. Sobre Richard Adams (cap. 11). Sobre Frank Herbert (cap. 11).Burchard, Brendon, The Motivation Manifesto (El manifiesto por la motivación), Hay House, 2014.Burns, David D., Feeling Good (Sentirse bien), William Morrow, 1999 (original de 1980). Sobre las distorsiones cognitivas(cap. 10).Burton, Kate, Coaching with NLP for Dummies, Wiley, 2011. Sobre las cuatro fases de aprendizaje (cap. 6).Butler-Bowdon, Tom, Never Too Late To Be Great (Nunca es demasiado tarde), Virgin Books, 2012. Sobre Dan Brown (cap.20). Sobre Bryce Courtenay (cap. 20). Ian Fleming (cap. 20). Sobre Jonathan Franzen (cap. 2). Sobre Bill Gates (cap. 5). SobreSteve Jobs (cap. 5). Sobre Vikram Seth (cap. 2). Sobre Lionel Shriver (cap. 20). Sobre William Styron (cap. 2). Sobre PamelaTravers (cap. 20).Cain, Susan, Quiet (El poder de los introvertidos), Penguin Books, 2012. Sobre el experimento de la Academia de Música deBerlín Occidental y la práctica deliberada (cap. 6).Canfield, Jack, Maximum Confidence, Nightingale Conant, 1989, 2002.Canfield, Jack, Self-Esteem & Peak Performance, CareerTrack, 1995, 2006.Canfield, Jack y Mark Victor Hansen, The Aladdin Factor (El factor Aladino), Berkley, 1995.Canfield, Jack; Mark Victor Hansen y Bud Gardner (editores), Chicken Soup for the Writer’s Soul, Health Communications,2000. Sobre Richard Bach (cap. 11). Sobre Pearl S. Buck (cap. 11). Sobre Bryce Courtenay (cap. 17). Sobre John Creasy (cap.11). Sobre el Dr. Seuss (cap. 11). Sobre Sue Grafton (cap. 17). Sobre John Grisham (cap. 11). Sobre Mary Higgins Clark (cap.11). Sobre Richard Hooker (cap. 11). Sobre Norman Mailer (cap. 11). Sobre Louis L’Amour (cap. 11).Canfield, Jack; Mark Victor Hansen y Les Hewitt, The Power of Focus (El poder de mantenerse enfocado), HealthCommunitations, Inc. 2000.Canfield, Jack, con Janet Switzer, The Success Principles (Los principios del éxito), HarperCollinsPublishers Ltd, 2005.Colvin, Geoff, Talent is Overrated, Nicholas Brealey Publishing, 2008. Sobre el estudio de los pintores y los poetas del capítulo6, realizado por el profesor John R. Hayes y publicado en “Cognitive Processes in Creativity”, del libro Handbook of Creativity(1989), editado por J. A. Glover, R. R. Bonning y C. R. Reynolds. Sobre Benjamin Franklin (cap. 6). Sobre las hermanas Polgár(cap. 4). Sobre Tiger Woods (cap. 4).Coyle, Daniel, The Talent Code, Arrow Books, 2009. Sobre las hermanas Brontë (cap. 5).Dilts, Robert, Coaching (From Coach to Awakener), Urano, 2004 (original de 2003).Dweck, Carol, Mindset (Mindset. La actitud del éxito), Random House, 2006. Sobre John McEnroe (cap. 4).Edwards, Betty, The New Drawing on the Right Side of the Brain (Nuevo dibujar con el lado derecho del cerebro), Jeremy P.Tarcher/Penguin, 1999. Sobre Henri Matisse (cap. 6).Ericsson, Ander y Rober Pool, Peak. Secrets from the New Science of Expertise (Número uno: Secretos para ser el mejor en loque nos propongamos), The Bodley Head, 2016. Sobre los ajedrecistas (cap. 6). Sobre el estudio de los jugadores de ajedrez (cap.4). Sobre el experimento de la Academia de Música de Berlín Occidental y la práctica deliberada (cap. 6). Sobre los futbolistas(cap. 6). Sobre las hermanas Polgár (cap. 4). Sobre las representaciones mentales de los expertos (cap. 6).
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El gráfico del capítulo 14 está basado en mi experiencia personal y de amigos y conocidos, en varios artículos de la Writer’sDigest, y en un estudio de 2013 sobre escritores profesionales británicos(https://www.theguardian.com/books/2015/apr/20/earnings-authors-below-minimum-wage): el 17% trabaja sin ganar nada, el 1%más rico, el que gana más de 450.000 libras al año, gana el 22,7% del total. Los novelistas lo tienen mejor que los escritores de noficción: la media para novelistas en 2013 fue de casi 29.000 libras (hay que contar que las estrellas literarias suben esa media), yla de autores de literatura infantil más de 25.000; la no ficción se movía entre las menos de 4.000 libras para autores de librosacadémicos y las 14.000 para autores de libros de viajes. Cita de Jorge Luis Borges (cap. 11): El placer de escribir, Ana Ayuso Verde, Planeta DeAgostini, 1999.Cita de Tom Butler-Bowdon (cap. 2): Never Too Late To Be Great (Nunca es demasiado tarde), Tom Butler-Bowdon, VirginBooks, 2012.Cita de Anders Ericsson (cap. 6): Peak (Número uno), Anders Ericsson y Robert Pool, The Bodley Head, 2016.Cita de Janet Evanovitch (cap. 15): The Complete Idiot’s Guide to Writing a Novel, Tom Monteleone, Alpha Books, 2010.Cita de Keith Ferrazzi (cap. 19): Never Eat Alone (Nunca comas solo), Keith Ferrazzi y Tahl Raz, Crown Business, 2005, 2014.La cita de Henry Ford (cap. 9) apareció por primera vez en el Reader’s Digest de septiembre de 1947, pero se desconoce sufuente concreta (http://quoteinvestigator.com/2015/02/03/you-can/).Cita de Xavier Gabriel (cap. 13): El libro negro del emprendedor, Fernando Trías de Bes, Empresa Activa, 2007.Cita de Raimon Gaja (cap. 10): Bienestar, autoestima y felicidad, Raimon Gaja, Plaza & Janés, 1996.Cita de Ernest Hemingway (cap. 1): “18 Quotes for Writers from Ernest Hemingway”, Adrienne Crezo, Writer’s Digest, 21 dejulio de 2014 (http://www.writersdigest.com/uncategorized/18-quotes-for-writers-from-ernest-hemingway).Cita de Vladimir Horowitz (cap. 6): The Talent Code, Daniel Coyle, Arrow Books, 2009.Cita de Khaled Hosseini (cap. 7): “Khaled Hosseini: How I Write”, Noah Charney, The Daily Beast, 7 de noviembre de 2012(http://www.thedailybeast.com/articles/2012/11/07/khaled-hosseini-how-i-write.html).Cita de Steve Jobs (cap. 6): Discurso de apertura de la Universidad de Stanford en 2005 (https://www.youtube.com/watch?v=9yB6C0KByqA).Cita de Stephen King (cap. 4): Goodreads (http://www.goodreads.com/quotes/76668-talent-is-cheaper-than-table-salt-what-separates-the-talented).Cita de Stephen King (cap. 20): “Novel Writing by the Numbers”, recopilado por Jessica Strawser, Writer’s Digest, enero de2017.Cita de Elmore Leonard (cap. 11): “WRITERS ON WRITING: Easy on the Adverbs, Exclamation Points and EspeciallyHooptedoodle”, Elmore Leonard, The New York Times, 16 de julio de 2001 (http://www.nytimes.com/2001/07/16/arts/writers-writing-easy-adverbs-exclamation-points-especially-hooptedoodle.html).Cita de Holly Lisle (epílogo): Mugging the Muse. 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Europa Press,Marca, 5 de febrero de 2012 (http://www.marca.com/2012/02/05/tenis/1328398522.html).Sobre Mary Shelley (cap. 5): “Introduction to Frankenstein”, Mary Shelley, 1831(https://www.rc.umd.edu/editions/frankenstein/1831v1/intro).Sobre Dan Simmons (epílogo): “Dan Simmons ’70 – Book Reading”, 11 de abril de 2013 (https://www.youtube.com/results?q=dan+simmons&sp=SBTqAwA%253D).Sobre Nicholas Sparks (cap. 20): página oficial (http://nicholassparks.com/faqs/). Sobre Kathryn Stockett (cap. 11): “The maid's tale: Kathryn Stockett examines slavery and racism in America's Deep South”,Jessamy Calkin, The Telegraph, 16 de julio de 2009(http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/northamerica/usa/5844739/The-maids-tale-Kathryn-Stockett-examines-slavery-and-racism-in-Americas-Deep-South.html).Sobre Scott Turow (cap. 7 y 14): “Scott Turow. Public Defender”, entrevistado por Tyler Moss, Writer’s Digest, mayo 2017.
Sobre Kurt Vonnegut (cap. 5): Basic Training audiobook, Amazon (https://www.amazon.com/Basic-Training-Kurt-Vonnegut/dp/1511323620). Mapa del español en el mundo (cap. 17): Fobos92 (https://commons.wikimedia.org/wiki/User:Fobos92), Creative CommonsAttribution-Share Alike 4.0 International. Wikipedia: Richard Adams (cap. 2); Johann Sebastian Bach (cap. 5); Sandro Botticelli (cap. 5); Branwell Brontë (epílogo);Charlotte Brontë (cap. 11); Raymond Chandler (cap. 2); Bryce Courtenay (cap. 2); John Creasy (cap. 11); Charles Dickens (cap.5); Harriet Doerr (cap. 2); Jonathan Franzen (cap. 2); Mary Alice Fontenot (cap. 2); Hugh Howey (cap. 14); Laura Ingalls Wilder(cap. 2); Elizabeth Jolley (cap. 2); Matthew Gregory Lewis (cap. 2 y 5); Chufo Lloréns (cap. 2); Norman Maclean (cap. 2); JavierMarías (cap. 2 y 5); Moby Dick (cap. 5); Julia Navarro (cap. 2); Christopher Paolini (cap. 2 y 5); Charles Perroult (cap. 2); EdgarAllan Poe (cap. 5); Annie Proulx (cap. 2); Jean Rhys (cap. 2); Arthur Rimbaud (cap. 6); Nora Roberts (cap. 20); José LuisSampedro (cap. 2); José Saramago (cap. 2); Mary Shelley (cap. 2 y 5); Lionel Shriver (cap. 20); William Steig (cap. 2); WilliamStyron (cap 2); Corín Tellado (cap. 6); John Verdon (cap. 2); Johannes Vermeer (cap. 5); Andy Weir (cap. 15); Mary Wesley(cap. 2)
Obras y personas citadasSugerencia de búsqueda 20th Century Ghosts (véase Fantasmas) A de adulterioA is for Aliby (véase A de adulterio)À la recherche du temps perdu (véase En busca del tiempo perdido)Adams, RichardAgassi, AndreAlfred, LordAlmeda, Augusta GeraldineAlmodóvar, PedroAlzado de sueloAmado, JorgeAmerican Novel, TheAncho mar de los SargazosAnd the Weary are At RestAnd Then There Were None (véase Diez negritos)And to Think That I Saw It on Mulberry StreetApocalypse NowAprende a ser escritor con SnoopyAristótelesArt of Fiction, The (véase El arte de la ficción (David Lodge))Art of Fiction, The. Notes on the Craft for Young Writers (véase El arte de la ficción (John Gardner))Art of War for Writers, Thearte de la ficción, El (David Lodge)arte de la ficción, El (John Gardner)Asensi, MatildeAtando cabosAtrévete a ser escritorAttachments (véase Enlazados)Austen, JaneAuster, Paulautoestima, Laaventura de ser escritor, LaÁvila, Teresa de B de bestiasB is for Burglar (véase B de bestias)Bach, Johann SebastianBach, RichardBaldacci, DavidBale, ChristianBalzac, Honoré deBarker, JulietBasic Training (véase Entrenamiento básico)Batalla más allá del SolBattle Beyond the Sun (véase Batalla más allá del Sol)Beatles, LosBécquer, Gustavo AdolfoBeitia, RuthBell, James ScottBergman, IngmarBerry, Stevebeso antes de morir, UnBeyoncéBidder, GeorgeBienestar, autoestima y felicidad
Big Sleep, The (véase El sueño eterno)Bilalić, MerimBlackwood: Piel y huesosblog de la doctora Jomeini, ElBlyton, EnidBolinches, AntoniBolox, AnaBond, JamesBorges, Jorge LuisBotticelli, SandroBounceboys, LosBradbury, RayBranden, NathanielBrenzaida, JuliusBrief Wondrous Life of Oscar Wao, The (veáse La maravillosa vida breve de Óscar Wao)Brokeback MountainBrontë, AnneBrontë, BranwellBrontë, CharlotteBrontë, EmilyBrontës, TheBrooks, LarryBrown, DanBuck, Pearl S.buen partido, Unbuena tierra, Labúsqueda, LaButler-Bowdon, Tom C de cadáverC is for Corpse (véase C de cadáver)Campbell, JosephCanciones del corazónCanfield, JackCaperucitaCapitán TruenoCareer Novelist, TheCarne y la Sangre, LaCarrieCarter & WestCarver, Raymondcasa de la pradera, Lacastañón, ElCatcher in the Rye, The (véase El guardián entre el centeno)“Catedral”“Cathedral” (véase “Catedral”)Catherine (Cumbres borrascosas)Cervantes, Miguel deChandler, RaymondChristie, AgathaChronicles of Ancient Darkness (véase Crónicas de la prehistoria)Churchill, WinstonCielo Espera, ElCincuenta sombras de GreyCita con RamaClark, Mary HigginsClarke, Arthur C.Clash, TheCoachingCocteau, Jean
código Da Vinci, Elcolina de Watership, LaColvin, GeoffComédie humaine, La (véase La comedia humana)Cómo construir tu novela en 10 preguntasCómo elevar su autoestimaCómo escribir un best seller en quince díasCómo me hice rico con e-booksCómo trabajar el escenario de tu novelaCómo vender un millón de libros en tres mesesConcierto para piano nº9Conde de Lautréamontconfesiones de Nat Turner, LasConfessions of Nat Turner, The (véase Las confesiones de Nat Turner)conversación, LaConversation, The (véase La conversación)Coppola, Francis FordCorman, Rogercorrecciones, LasCorrections, The (véase Las correcciones)Cortázar, Juliocosas y casos de la señora Starling, LasCourtenay, BryceCoyle, DanielCrais, RobertCrawfish, ClovisCreasy, JohnCrepúsculoCriadas y señorasCrompton, RichmalCrónicas de la prehistoriaCrónicas del SiloCsíkszentmihályi, Mihálycuaderno de Noah, Elcuatro pilares de la ficción, LosCuéntame una noctaliaCiudad veintisieteCumbres borrascosas da Vinci, LeonardoDa Vinci Code, The (véase El código Da Vinci)Damon, MattDarkness BoundDavy, HumphryDe Graff, Robertde la Hoz, ÁlvaroDe Laurentis, Dinodecisión de Sophie, LaDeep Workdel Río, CarlosDemencia 13Dementia 13 (véase Demencia 13)Desde el lago del cielodesnudos y los muertos, LosDiable au corps, Le (véase El diablo en el cuerpo)diablo en el cuerpo, ElDíaz, JunotDickens, CharlesDiez negritosDigital Fortress (véase La fortaleza digital)Dilts, Robert
Doerr, Harrietdominios del lobo, LosDon Quijote de la ManchaDr. SeussDráculaDrown (véase Los boys)Duckworth, Angela LeeDuneDweck, Carol Economy, PeterEdison, Thomas AlvaEdwards, BettyEinstein, AlbertEliot, GeorgeEliot, T. S.Ellison, HarlanEn busca del tiempo perdidoEnciclopedia BritánicaEncyclopædia Britannica (véase Enciclopedia Británica)EndimiónEnlazadosEntourage (véase El séquito)Entrenamiento básicoEoshEpisodios nacionalesEragonEricsson, AndersEscribir ficciónescritor emprendedor, ElEsta casa en llamasEste sueño está patrocinadoEvanovich, JanetEvans, Mary Anne (véase George Eliot)Experimental Researches in Electricity Fahrenheit 451FantasmasFaraday, MichaelFaulker, Williamfelicidad personal, LaFernández, SergioFerrazzi, KeithFifty Shades of Grey (véase Cincuenta sombras de Grey)Fighter, TheFinis MundiFinisher, The (véase Vera Jane y el reino de lo desconocido)Finnegans WakeFirst Impresions (véase Orgullo y prejuicio) Fisher, BobbyFive Acre VirginFleming, AlexanderFleming, IanFontenot, Mary AliceFord, Henryfortaleza digital, LaFranco, DoloresFrankensteinFranklin, BenjaminFranzen, JonathanFreedom (véase Libertad)
From Coach to Awakener (véase Coaching)From Heaven Lake (véase Desde el lago del cielo)Fuego irlandésFuera de serie / Fueras de seriefuerza de uno, La Gabriel, XavierGaja, RaimonGallego, LauraGame of Thrones, A (véase Juego de tronos)García Márquez, GabrielGarcía Sáenz de Urturi, EvaGardner, JohnGardner, LisaGarfield, CharlesGaskell, ElizabethGates, BillGates of Fire (véase Puertas de fuego)Genius ExplainedGentry, W. DoyleGilito, TíoGladwell, MalcolmGo Set a Watchman (véase Ve y pon un centinela)Gobet, FernandGodfather, The (véase El padrino)Godfather. Part II, The (véase El padrino II)Godwin, WilliamGoethe, Johann Wolfgang vonGolden Gate, TheGonzález Duque, AnaGood Earth, The (véase La buena tierra)Grafton, SueGreene, RobertGrisham, JohnGriswold, Rufus Wilmotguardián entre el centeno, Elguerra de las galaxias, LaGulliver's Travels (véase Los viajes de Gulliver)Gutiérrez Artero, Mónica Happiness for DummiesHarry Potter and the Philosopher’s Stone (véase Harry Potter y la piedra filosofal)Harry Potter y la piedra filosofalHarvey, MarkHazlo por míHeart Songs and Other Stories (véase Canciones del corazón)HeathcliffHelp, The (véase Criadas y señoras)Hemingway, ErnestHerbert, FrankHermandad de la Sábana Santa, LaHero with a Thousand Faces, The (véase El héroe de las mil caras)héroe de las mil caras, ElHill, JoeHinton, Susan E.Historia de dos ciudadesHistoria de un revólverHistorias de San FranciscoHitchcock, AlfredHitler, AdolfHomero
Hooker, RichardHorowitz, VladimirHosseini, Khaledhotel en ninguna parte, UnHow to Raise Your Self-Esteem (véase Cómo elevar su autoestima)How to Revise Your NovelHow to Think SidewaysHoward, RonHowe, Michael J. A.Howey, HughHurston, Zora Neale Iglesias, EnriqueIlíadaἸ λιάς (véase Ilíada)imaginación también muerde, LaImprovement of the Mind, TheIngalls Wilder, LauraIngermanson, RandyInheritance Cycle, The (véase El legado (Christopher Paolini))inquilina de Wildfell Hall, LaIrish Thoroughbred (véase Fuego irlandés) Jane EyreJaws (véase Tiburón)Jesús (Jesucristo)Jeune femme en blanc, fond rouge (modèle allongé, robe blanche) (véase Mujer joven en blanco, fondo rojo)Jeunehomme (véase Concierto para piano nº9)Jobs, SteveJolley, ElizabethJonah’s Gourd VineJonathan Livingston Seagull (véase Juan Salvador Gaviota)Joyce, JamesJuan Salvador GaviotaJuego de tronosJumping the Queue Kant, ImmanuelKeats, JohnKing, StephenKing, TabithaKing Kong 2King Kong Lives (véase King Kong 2)Kiss Before Dying, A (véase Un beso antes de morir)Klein, GaryKoontz, DeanKoontz, GerdaKress, NancyKubrick, StanleyKundera, Milan L’Amour, LouisLa comedia humanala Fantástica, AntoñitaLaforet, CarmenLane, AllenLangan, Chrislarga marcha, LaLawrence, D. H.Leben Jesu, kritisch bearbeitet, Das (véase La vida de Jesús)Lee, Harper
legado, El (Blanca Miosi)legado, El (Christopher Paolini)Legend of Bagger Vance, TheLenitaLeonard, ElmoreLeroy, SophieLevantado do Chão (véase Alzado de suelo)Levin, IraLewis, C. S.Lewis, Mathew Gregoryleyenda de Bagger Vance, LaLeyendas de la Tierra LímiteLibertadlibro negro del emprendedor, ElLie Down in Darkness (véase Tendidos en la oscuridad)Life of Brian (véase La vida de Brian)Life of Charlotte Brontë, The (véase Vida de Charlotte Brontë)LilíLinton, EdgarLisle, HollyLittle House on the Prairie, The (véase La casa de la pradera)Lloréns, ChufoLodge, DavidLondon, JackLong March, The (véase La larga marcha)Lucas, George M*A*S*HMaass, DonaldMaberry, JonathanMacci, RickMaclean, NormanMaestríamagia de la metáfora, Lamagia de pensar a lo grande, LaMagic of Metaphor, The (véase La magia de la metáfora)Magic of Thinking Big, The (véase La magia de pensar a lo grande)Mailer, NormanMallarmé, Stéphanemanuscrito I, Elmaravillosa vida breve de Óscar Wao, Lamarciano, ElMarías, JavierMarías, JuliánMarina, José AntonioMark, Marky (véase Mark Wahlberg)Marlow, PhilipMartian, The (véase El marciano)Martin, George R. R.Mary PoppinsMaslow, AbrahamMastery (véase Maestría)Matadero 5Matar a un ruiseñorMatheson, RichardMatisse, HenriMaupin, ArmisteadMaximum ConfidenceMaybe the Moonmazmorras, LasMcCullough, Colleen
McEnroe, JohnMcLeod, PeterMelville, HermanMemoria selectivaMemorial del conventoMemorial do Convento (véase Memorial del convento)Mercados de abastos de AndalucíaMeyer, StephenieMientras escriboMiguel ÁngelMillenniumMillhone, KenseyMilton, JohnMindset. La actitud del éxitoMindset: How You Can Fullfil Your Potential (véase Mindset. La actitud del éxito)Miosi, BlancaMoby Dickmonje, ElMonk, The (véase El monje)Monty Pythonmoradas, Lasmotivación empieza en uno mismo, LaMovimiento fuerteMozart, NannerlMozart, Wolfgang AmadeusMujer joven en blanco, fondo rojoMüller, Herta NadaNada sucede la vísperaNaked and the Dead, The (véase Los desnudos y los muertos)Nass, CliffordNavarro, JuliaNesbø, JoNever Too Late To Be Great (véase Nunca es demasiado tarde)New Drawing on the Right Side of the Brain, The (véase Nuevo aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro)Newport, CalNewton, IsaacNotebook, The (véase El cuaderno de Noah)noviembre de Kate, ElNuevo aprender a dibujar con el lado derecho del cerebroNunca es demasiado tardeNuréyev, Rudolf OberonOctubre, octubreOdiseaὈ δύσσεια (véase Odisea)Olier, DavidOn Writing (véase Mientras escribo)Orgullo y prejuicioOutliers (véase Fueras de serie)Outsiders (véase Rebeldes)Owen, Nick padrino, Elpadrino II, Elpaís del Carnaval, ElPaís do Carnaval, O (véase El país del Carnaval)pájaro espino, ElPaolini, Christopher
Paradise Lost (véase El paraíso perdido)paraíso perdido, ElParaísos artificialesPasteur, LouisPatterson, JamesPaver, MichellePérez Galdós, BenitoPérez, PorrompomperoPerroult, CharlesPicasso, PabloPicazo, Pedro PabloPiedras para IbarraPigmaliónPitt, Bradplaceres y los días, Losplaisirs et les jours, Les (véase Los placeres y los días)Planes de bodaPoe, Edgar AllanPoema de GilgameshPolgár, JuditPolgár, LászlóPolgár, ZófiaPolgár, ZsuzsanPope, JanusPopeyePoppins, MaryPostalesPostcards (véase Postales)Potter, HarryPower of One, The (véase La fuerza de uno)Pressfield, StevenPresumed Innocent (véase Presunto inocente)Presunto inocentePride and Prejudice (véase Orgullo y prejuicio)Primeras impresiones (véase Orgullo y prejuicio)príncipe Eosh, Elprofesor, Elprofessor, The (véase El profesor)Proulx, AnnieProust, MarcelPsicosisPsycho (véase Psicosis)Puertas de fuego Radiguet, RaymondRaging Bull (véase Toro salvaje)RappelReade, CharlesRebeldesRedford, RobertReivich, KarenRendez-vous with Rama (véase Cita con Rama)Resilience Factor, TheRhys, JeanRihannaRimbaud, ArthurRink, Paulrío de la vida, ElRiver Runs Through It and Other Stories, A (véase El río de la vida)Robbins, AnthonyRoberts, Nora
Rohn, JimRojas Marcos, LuisRöntgen, WilhemRorscharch, HermannRosenthal, RobertRowell, RainbowRowling, J. K.Ruiz Zafón, CarlosRuskin, John saga de los longevos, Lasalón de ámbar, ElSalinger, J. D.Sampedro, José LuisSánchez Vicario, ArantxaSánchez Vicario, EmilioSánchez Vicario, JavierSaramago, JoséSchulz, Charles M.Schwartz, David J.Scorsese, MartinScott, RidleySé lo que estás pensandosecretos de la motivación, Losseis pilares de la autoestima, LosSense and Sensibility (véase Sentido y sensibilidad)Sentido y sensibilidadséquito, ElSet This House on Fire (véase Esta casa en llamas)Seth, VikramShakespeare, WilliamShakiraShatté, AndrewSheldon, SidneyShelley, MaryShelley, Percy ByssheShipping News (véase Atando cabos)Shots, LauraShriver, LionelSimmons, DanSix Pillars of Self-Esteem, The (véase Los seis pilares de la autoestima)Slaughterhouse 5 (véase Matadero 5)sombra del viento, Lasonrisa etrusca, LaSophie’s Choice (véase La decisión de Sophie)Sparks, NicholasSpielberg, StevenStar Wars (véase La guerra de las galaxias)Steel, DanielleSteele, AlexanderSteig, WilliamStendhalStephenson, GeorgeStockett, KathrynStones for Ibarra (véase Piedras para Ibarra)Story EngineeningStory PhysicsStrauss, David FriedrichStrong Motion (véase Movimiento fuerte)Styron, WilliamSu Majestad el Rey de los Niños Zombis
sueño eterno, ElSuitable Boy, A (véase Un buen partido)Swift, JonathanSyed, Matthew Tale of Two Cities, A (Historia de dos ciudades)Talent Code, TheTalent is OverratedTales of the City (véase Historias de San Francisco)Te daré la tierraTellado, CorínTen Little Niggers (véase Diez negritos)Tenant of Wildfell Hall, The (véase La inquilina de Wildfell Hall)Tendidos en la oscuridadTenemos que hablar de KevinTerman, LewisThink of a Number (véase Sé lo que estás pensando)Thorn Birds, The (véase El pájaro espino)TiburónTiempo de matarTimberlake, JustinTime to Kill, A (véase Tiempo de matar)To Kill a Mockingbird (véase Matar a un ruiseñor)Tolstói, LeónToro salvajeTravers, PamelaTrías de Bes, FernandoTurow, ScottTwain, MarkTwenty-Seventh City, The (véase Ciudad veintisiete)Twilight (véase Crepúsculo) Ulisesúltimo Catón, Elúltimos días de Cervantes, LosUlysses (véase Ulises)Unamuno, Miguel deUrcola, José Luis Van Doren, Carl ClintonVe y pon un centinelaVera Jane y el reino de lo desconocidoVerdon, JohnVerlaine, PaulVermeer, JohannesVerne, Julioviaje del escritor, Elviajes de Gulliver, LosVicent, Jaumevida de Brian, LaVida de Charlotte Brontëvida de Jesús, LaVila-Matas, EnriqueVivir sin jefeVivir soñandoVogler, ChristopherVonnegut, Kurt Wahlberg, MarkWard, MickeyWarm Hugs for Writers
Watership Down (véase La colina de Watership)Watts, IsaacWe Need to Talk About Kevin (véase Tenemos que hablar de Kevin)Weir, AndyWesley, MaryWhite, CarrieWide Sargasso Sea (véase Ancho mar de los Sargazos)Wieland, Christoph MartinWilliams, RichardWilliams, SerenaWilliams, VenusWilson, D'orotheaWollstonecraft, MaryWoods, EarlWoods, TigerWool (véase Crónicas del Silo)Writer’s Journey, The (véase El viaje del escritor)Writing Fiction (véase Escribir ficción)Writing Fiction for DummiesWuthering Heights (véase Cumbres borrascosas) Yeats, William ButlerYisher Zaslaw, NealZemeckis, RobertZipi y Zape