Estamos frente a un personaje inolvidable porque sus acciones están carentes de todo egoísmo; sólo buscan dejar una huella visible inspiradas por la generosidad.

Hace 40 años comencé un viaje por los montes de los Alpes.

El paisaje estaba dominado por desiertos

Sólo crecían lavandas silvestres.

Acampaba al lado del esqueleto de un pueblo abandonado. No tenía agua.

Después de tres días de camino me encontré en medio de una desolación sin igual.

Sólo había un pozo seco, las casas derribadas, como si la vida se esfumara.

Empiezo a sufrir las consecuencias del frío de una zona tan alta, pero pronto encuentro ayuda: un

pastor solitario me da cobijo.

Me llevó hasta su morada y vi cómo sacaba agua de un pozo natural muy profundo y que había instalado una polea. Ese hombre hablaba poco pero parecía seguro de sí mismo.

Todo estaba bien, ordenado, limpio…

y el pastor tenía un aspecto muy presentable.

Decido pasar la noche en casa de aquel hombre, ya que había mucho trayecto hasta mi destino y sabía el aire que se respiraba en aquellos pueblos donde todo era odio.

Observé al pastor mientras fumaba una pipa. El pastor tenía unas bellotas metidas en un saco. Las seleccionó y contó hasta reunir cien bellotas. Luego nos fuimos a dormir.

Cuando sacó su rebaño a pastar, llevaba consigo un cayado de hierro con el que plantaba las bellotas.

Se llamaba Elzéard Bouffier. Tenía 55 años. Perdió a su único hijo y después a su mujer. Se dio cuenta de que este país se estaba muriendo porque le faltaban árboles y decidió solucionarlo.

Me estuvo contando que pensaba repoblar toda aquella zona de árboles. Al día siguiente nos separamos.

Estuve comprometido en la guerra durante 5 años. Cuando esta terminó, volví a aquella región. A penas había cambiado, pero a lo lejos se vislumbraba como una pequeña neblina grisácea. Eran los árboles que Elzéard había plantado.

La última vez que vi a Elzéard Bouffier fue en junio de 1945. Ya era un anciano y había poblado todo el monte de árboles.

Aquel pueblo, que recordaba vacío, estaba poblado; aquella fuente estaba llena de agua. Todo había cambiado.

Al ver todo aquello comprendí que los hombres pueden llegar a ser tan eficaces como Dios en otros dominios además del de la destrucción.

Desde entonces, después de transcurrir ocho años, la gente fue poblando toda aquella zona que antes estaba deshabitada y todo empezó como a renacer de las cenizas.

Esa gente le debe todo a Elzéard Bouffier. Un solo hombre fue capaz de repoblar un desierto del Canaán.

REALIZA:…………….Club de lectura “Barallando libros”.DEBUXOS:…………..Alumnos e alumnas.TEXTO:……………….Jean Giono. MÚSICA:……………..Enya.

Este é un traballo educativo. Se alguén considera que algún contido vulnera os dereitos de autor, pregámoslle nolo comunique, e será retirado de inmediato.

CPI “LUÍS DÍAZ MORENO” BARALLA (LUGO)