Post on 25-Mar-2020
transcript
ALGUNAS NOTAS SOBRE ELCORSOINSURGENTE HISPANOAMERICANO EN PUERTO RICO
ARTUROSANTANAUniversidad de Puerto Rico
El corso insurgente, inapreciable auxiliar táctico al serVICIO de las nacientes repúblicas hispano americanas en sus luchas emancipadoras, tuvo desde bien temprano a las AntillasHispanas como importante teatro de sus actividades. Pretendían los nuevos estados por este medio anular o quebrantar,por un lado, el posible valor de las islas como principal basecontrarrevolucionaria de España en la región del Caribe y elGolfo de México y, por otro lado, asestar crecientes y lucrativos golpes al comercio ultramarino español en una de sus remanentes areas de importancia (l). Puerto Rico, punto de apo-
(1) Para los orígenes y desarrollo del corso insurgente, trasfondo obligatorio,pero tema ajeno a! nu!:stro, pueden ,;o~ultarse, entre otras, las siguientesobras: Lewis Bealer, Los corsarios de Buenos Aires. Buenos Aires, República Argentina, 1937). Jaime Duarte French, América de norte a sur.¿CorsariQs o libertadores? Bogotá, Colombia, 1975. Stanley Faye, "Privateersmen of the Gulf and their Prizes", Lousiana Historical Quarvenezolano y las misiones de Irvine y de Perry en Angostura, (Maracaibo,Venezuela, 1968). Charles C. Griffm. Privateering from Baltimore duringthe Spanish American Wars of Independence", Maryland Historica! Magazine, Vol. XXV (1940) pp. 1-25 (Hay versi6n española de este trabajoincIuída en las pp. 103-136 de Charles C. Griffin, Ensayos sobre historiade América. Caracas, Venezuela, 1969). Francisco Alejandro Vargas,Historia Nava! de Venezuela, (Caracas, Venezuela, Tomo 1, 1956; Tomo11, 1961). Francisco Alejandro Vargas, Nuestros pr6ceres navales, (Caracas, Venezuela, 1964).
267
yo de España en el ángulo nororiental del archipiélago antillano ha de sentir en sus costas y en sus aguas, en su economía,su vida social y su administración pública el impacto y las consecuencias de este conflicto marítimo. La isla, al igual queCuba, se mantuvo .ininterrumpidamente leal a la Madre Patria,pero no por ello había de escapar a los avatares de la revueltacontinental. Fueron varias las intentonas y conspiraciones desabor revolucionario que se vieron obligados durante estos añosa sofocar los capitanes generales isleños. Más aun, desde bientemprano la monarquía española transformó sus colonias anti-
. llanas en bases de operación y centros de abastecimiento en suesfuerzo por aniquilar la revolución. El corso insurgente, sinembargo, más que ningún otro hecho, habría de traer entoncesa las islas la imagen y realidad de la guerra. A sus actividades eimpacto en Puerto Rico y sus aguas territoriales hemos de dedicar nuestra atención en las páginas que siguen.
Los primeros corsarios insurgentes y'ue incursionaron enlas Antillas Españolas enarbolaron la bandera del Estado de Cartagena en Nueva Granada (2). Para 1812 estaban ya hostilizando el comercio español en esta arca (3). El 25 de septiembre deese año el Capitán General de Cuba se veía ya obligado a expresar en comunicación oficial sus graves temores ante la embestidade los corsarios en aguas antillanas; en 1813 consideró necesario aumentar las fuerzas navales de la isla con el propósito deincrementar la persecución del nuevo adversario (4). A lo largode este último año y el próximo estuvieron los cartageneroshostigando el comercio español en aguas de las Antillas Mayoresy el Golfo de México. El 18 de Abril de 1814 se dictaba enMadrid una Real Orden disponiendo que la Diputación Provin-
(2) Cesáreo Femández Duro, La annada española desde la unión de los reinosde Castilla y Aragón. (Madrid, 190,3) (9 Vols.) Vol. IX, pp. 157 et seq.
Bealer, op. cit., pp. 21 Y 50.(3) Manuel Ezequiel Corrales, Compilador. Documentos para la Historia de
la Provincia de Cartagena de Indias. (Bogotá, Colombia, 1883), Vol. l.,p. 669. José L. Franco, Política continental americana de España enCuba,1812-1830. (La Habana, Cuba, 1947). p. 128.
(4) Juan Ruiz de Apodaca, Capitán General de Cuba, a Don Ignacio de laPezuela, La Habana, 25 de Septiembre de 1812, Archivo General de indias, Sevilla, España. Sección IX (Papeles de Estado). Legajo 12, Núm.48. Franco, op. cit., p. 129.
268
cial de Cuba proporcionase al Comandante General de Marinade dicha isla los fondos necesarios para el acoso de los corsarios(5). Para el año 1815 las operaciones de los cartageneros habíanllegado a un punto tal que atraían ya poderosamente la atenciónde gobiernos y opinión pública de Europa y Estados Unidos.A mediados de ese año habían sido ya seriamente interrumpidas las comunicaciones marítimas españolas en el área del Caribe, las Antillas y el Golfo de México. De cuardo a un despacho desde La Habana publicado por el Times de Londres:"Los corsarios de Cartagena continuan capturando todos losbuques mercantes españoles que Se atreven entrar en estas aguassin escolta; atacan toda clase de barcos de guerra y capturadgran cantidad de buques convoyados" (6). La actividad del'corso cartagenero se extendía paralelamente a ambos extremosdel arco de las Antillas Mayores siendo así también afectadodesde muy temprano el tráfico marítimo de Puerto Rico y susinmediaciones. Para 1815 el cónsul norteamericano en SanTomás, Robert M. Harrison, se quejaba repetidas veces al Departamento de Estado de su nación de los numerosos ataquesde corsarios a buques norteamericanos que por esa región traficaban con puertos controlados por los realistas. El 17 de Julio informaba específicamente que corsarios de Cartagena congran frecuencia atacaban barcos mercantes norteamericanosen aguas de aquella isla y Puerto Rico y solicitaba para este tráfico la protección naval de su gobierno (7). Durante estos mismos años comenzaban a operar contra el comercio español enel Golfo de México corsarios insurgentes bajo licencia tantode Cartagena como de las diversas juntas revolucionarias que sucesivamente operaron para entonces en el norte del virreinatode la Nueva España (8).
(5) Franco, op. cit., p. 129. Para diversos casos de buques españoles capturados entonces en azuas antillanas véase ibid DO. 129-130.
(6) The Time. (Londres) 17 de agosto de 1815.(7) Robert M. Harrison al Secretario de Estado James Monroe, Saint Tomas,
17 de Julio de 1815, Departamento de Estado, National Archives, (Washington, E.U. de A.).
(8) Véase al respecto: Faye, op. cit. Isidro Fabela, Los precursores de la diplomacia mexicana (Archivo Histórico Diplomático Mexicano, Núm. 20,México, D.F., México, 1926) p. 43.
269
Las nuevas circunstancias históricas contenían, en loque respecta a Puerto Rico, múltiples elementos potencialmente adversos. La isla, poco desarrollada hasta la segunda mitaddel siglo XVIII e importante hasta entonces como base navaly puesto militar de avanzada en el Caribe oriental, continuabadependiendo para su existencia y desarrollo de un creciente pero todavía insuficiente comercio exterior y, ante todo, delSituado, remesa monetaria anual procedente de la Nueva España. Desde 1810 las Cortes de Cádiz, a iniciativa y empeño deldiputado puertorriqueño Don Ramón Power, habian otorgadoa la isla una serie de medidas favorecedoras del comercio y desarrollo económico, culminando en el establecimiento en 1813de la Intendencia de Hacienda de Puerto Rico, a cargo del notable hacendista peninsular Don Alejandro Ramírez. A instanciade éste en 1815 la Corona española prohijó la llamada Real Cédula de Gracias que facilitaba la entrada y arraigo de forasterosy, en su aplicación final, la entrada irrestricta de buques foráneos y el trafico directo con puertos extranjeros. (9). Para queeste programa económico produjese el efecto deseado se necesitaba, sin embargo, un estado general de orden y seguridad en lascomunicaciones marítimas y mercantiles de las Antillas Hispanas, desideratum imposible ante las circunstancias de aquel momento. El corso insurgente habría de convertirse así en uno delos principales agentes retardantes del desarrollo económicoque se anticipaba.
En Puerto Rico, al igual que en otras partes del Caribe,desde los primeros días, extranjeros europeos y norteamericanos desempeñaron importante papel en el corso insurgente.Como los nuevos gobiernos hispano americanos necesitabancon suma urgencia integrar una fuerza naval auxiliar contra España, pero no abundaba en sus países el personal ni los recursos navales necesarios, se vieron obligados a recurir al extranjeroen busca de éstos. Por cercanía geográfica y circunstanciasparticulares los Estados Unidos de América vinieron a consti-
(9) Para la situaci6n económica de Puerto Rico en aquel momento y el programa reformista de P.ower v Ramírez véase. Arturo Morales Carri6n. PuertoRico IlI1d me non Hisplll1ic Ccribbecn, 11 Study In me Decline of Splll1ishExc1usivism (Rfo Piedras, Puerto Rico, 1952) pp. 133-143.
270
tuir gradualmente el lugar más adecuado al respecto. Desde1812, según algunas fuentes documentales, agentes insurgentesreclutaban corsarios en sus puertos, pero es luego de 1815, terminadas las guerras Napoleónicas y el conflicto anglo-norteamericano de 1812, que hacen su aparición allí numerosos excorsarios europeos y norteamericanos sin ocupación ni destinoinmediato. Algunos de ellos, armadores con ciertos medios,o con el respaldo económico de especuladores, adquirieron patentes de corso ofrecidas por agentes de los nuevos estados ycon gran diligencia comenzaron a lanzarse al Caribe en persecución del comercio español. Los puertos norteamericanosdel litoral Atlántico y del golfo de México se convierten en notables bases de estas operaciones. Nueva York, Philadelphia yBaltimore se destacan al respecto y Nueva Orleans viene a serel centro de aventureros de origen francés, hasta poco antesal servicio del régimen napoleónico y ahora bajo bandera deMéxico y Cartagena (la). Muy pronto, las naves insurgentesen las Antillas, aunque enarbolando bandera de los nuevos es-
(lO) Para 1811 ó 1812 aventureros franceses de NiJeva Orleans entre ellos loscélebres hermanos jean y Pierre Lafitte habían adquirido patentes decorso de Cartagena y comenzaban a operar bajo esta bandera desde aquelpuerto. En años anteriores estos aventureros practicaban el corso bajobandera francesa utilizando la isla caribeña de Guadalupe como base deoperaciones en el Caribe pero al regresar en una ocasión de sus crucerosencontraron que dicha isla había sido ocupada por los ingleses y en conse- .cuencia se trasladaron a Cartagena de Indias, donde el gobierno republicano de ese estado, parte de la confederación novo-granadina, les extendiónuevas patentes de corso para operar contra el comercio marítimo español. Véase: Harris Gaylord Warren, The Sword was Their Passport. AHistory of American Filibustering in me Mexican Revolution (Baton Rouge, Lousiana, Estados Unidos de América, 1943) p. 98; Vargas, Nuestrospróceres navales, p. 151. Véase además: julio F. Guillén (editor): Indicede los papeles de la Sección de Corso y Presas, 1784-1838; Archivo Generalde Marina Don Alvaro de Barzan, Instituto Histórico de Marina, Madrid,España, 1953 pp. 129 (Leg. Núm. 967 y 968) 253-254 (Leg. Núm. 1800).Se aportan aquí variadas noticias sobre corsarios franceses procedentesmayormente de Nueva Orleans, en aguas de las Antillas Hispanas entre1810 y principios de 1814. Algunos autores afirman que para esos mismosaños dos agentes de Cartagena, Don Pedro Gual y Don Manuel Palacio Fajardo concedían patentes de corso a extranjeros en el litoral oriental de Estados Unidos. Véase: Harold A. Bierck jr., Vida pública de Don PedroGoal (Caracas, 1976) p. 61. Para el origen y desarrollo de esta participación extranjera, a través de Estados Unidos, en el corso insurgente puedenconsultarse, aparte de los autores recién citados, las siguientes fuentes: Beater, op. cit., Faye, op. cit., Franco, op. cit., y Griffin, op. cit.
271
tados, procedían de puertos norteamericanos y de allí veníabuena parte de su oficialidad y tripulación.
Como consecuencia de esta infusión de recursos extranjeros al esfuerzo insurgente, la situación comenzó a tornarsegravemente crítica para España en el año 1816. El 26 de Juniode ese ario el cónsul norteamencano en San Tomas intormabaa su gobierno que las autoridades danesas de esa isla habíanlepresentado una protesta debido a que corsarios de Cartagenaequipados en puertos norteamericanos operaban en las aguasentre San Tomas y Puerto Rico hostigando el comercio y lanavegación de esa zona. El consul señalaba que la acusaciónera cierta y añadía que estos corsarios luego de ser equipadosen puertos norteamericanos, se trasladaban a las Antillas asaquear buques de todas las naciones, incluso Estados Unidos,impidiendo el potencialmente lucrativo comercio norteamericano con la Tierra Firme sudamericana (11). Para fines deese añ09. el comercio marítimo exterior de Puerto Rico operabaen medio de extraordinarios obstáculos. El 17 de Diciembreun comerciante extranjero de Mayaguez, Puerto Rico, no en·centraba otro recurso que solicitar del cónsul norteamericanoen San Tomas un pasaporte y la protección norteamericanaa sus barcos en la ruta hacia Nueva York, petición rechazadacomo improcedente por el cónsul (12).
La caida de Cartagena en manos españolas hacia fines de1815 no atenuó la presión insurgente sobre las comunicacionesmarítimas de las Antillas Hispanas. Muchos corsarios de Cartagena emigraron, junto con gran parte del derrotado lideratoinsurgente de la Nueva Granada, a la región sur de Haití. Allíbajo la protección del presidente haitiano Alexandre Petion,convirtieron esa región en un nuevo centro de sus operacionesy continuaron azotando la navegación marítima de las Antillas Hispanas (13). Al reiniciar Simón Bolívar en 1816 su lucha(11) Robert M. Harrison al Secretario de Estado James Monroe, Saint Thomas,
26 de Julio de 1816, Despachos Consulares, Saint Thomas, Departamentode Estado, National Archives (Washington, D. C., E.U. de AJ.
(12) Harrison a Monroe, Saint Thomas, 26 de Diciembre de 1816, loe, cit.(13) Paul Verna, Petión y Bolívar, 3ra. Edición, (Caracas, Venezuela, 1980),
pp. 298-318. Guillén, op. cit. p. 8 (Leg. 49).
272
por la recuperación de Venezuela, colaboraron los corsarios enese esfuerzo, participando como auxiliares navales en la liberación del litoral venezolano y, más tarde, de la zona del Orinoco.Se vieron así obligados a diluir parcialmente su acción marítimahasta entonces centralizada en las Antillas. Decaida, por otrolado, la lucha emancipadora en México luego de 1815, los corsarios que bajo esa bandera operaban desde Texas y Luisiana,concentraron sus esfuerzos en el Golfo de México y el CaribeOccidental. (14). Es precisamente en esta coyuntura, que laacción del corso insurgente cobra inusitado auge en PuertoRico con la irrupción en esta area de los corsarios de BuenosAires. En el año de 1816 el gobierno independiente de Buenos Aires, empeñado al igual que los demás en debilitar el poderío marítimo y comercial de España, pero carente de buquesy marinos, comenzó a distribuir patentes de corse en los puertos del Atlántico de los Estados Unidos (15). Muy pronto barcos equipados por especuladores norteamericanos y tripuladospor aventureros reclutados en esa nación se habían de lanzar alCaribe bajo bandera bonaerense. El primer agente enviado porBuenos Aires a Estados Unidos en esta misión, Thomas Taylormarino nativo de Bermuda, pero naturalizado norteamericanoy desde 1810 al servicio de Buenos Aires, asumió él mismo rápidamente la función de corsario, adquirió y equipó un buquede Baltimore al que rebautizó "El Patriota" y enfiló hacia elCaribe (16). Iniciador y representantivo del nuevo esfuerzonaval rioplatense, su trayectoria habría de afectar notablemente el comercio y economía de Puerto Rico. A lo largo del añode 1816 y parte del 1817 Taylor recorrió las aguas de las Antillas Mayores, desde Cuba hasta Puerto Rico, infligiendo gravísimos daños al comercio marítimo español. Reunió una flotilla,a base de algunos buques capturados y otros corsarios que sele unieron, y haciéndose llamar el Comodoro Taylor de la marina de guerra de Buenos Aires, llegó a contar hasta con trecebarcos según unas fuentes, y diez y siete, según otras, bajo su
(4) Warren, op. cit. pp. 139-145.(5) Para los inicios de este proceso véase: Griffin, op. cít., p. 3 Y Bealer,
op. cit., pp. 1-18.(6) Ibid., pp. 57-59; Enrique Udaondo, Diccionario biográfico argentino (Bue
nos Aires, República Argentina, 1938) p. 1033.
273
comando. (17). Una de sus más importantes acciones navalesdurante ese período fue una incursión contra el puerto de Fajardo en el litoral nordeste de Puerto Rico. De acuerdo al informe oficial enviado por el gobernador de la isla a Madrid, eldesembarco ocurrió el 25 de Enero de 1817 (18). Taylor surgió frente a! lugar con una flotilla compuesta de un bergantín,una goleta y una balandra, desembarcó sus hombres y saqueóel pueblo y las inmediaciones. Según el gobernador Don Salvador Meléndez el principal objetivo de los atacantes era el pillaje como medio de obtener ciertos elementos que urgentementeprecisaban, sobretodo víveres, armas y pólvora (19). La milicialocal contra atacó a los invasores y después de prolongada luchaestos debieron retirarse a sus barcos tras fuerte pérdida de vidasen ambos lados (20). Para hacer aún más humillante la situación el gobernador de Puerto Rico se vio forzado a negociaren calidad semi-oficia! con Taylor y el 12 de Febrero acordó
(I7) Teodoro Caillet-Bois, Historia naval argentina, (Buenos Aires, Argentina,1944) p. 149; Niles Weekly Regíster, (Baltimore, Maryland, E.U.A.),26 de Abril de 1817 y Franco, op, cit. pp. 135-136, 149-155.
(LS) Este informa se halla reproducido en Pedro Tomás de Córdova, Memoriasgeográficas, históricas, económicas y estadísticas de la isla de Puerto Rico,(6 vols., San Juan, Puerto Rico, 1831-1833), Vol. m, pp. 310-314. En este informe no se hace mención de la bandera particular bajo la cual luchaban los invasores a los que se les llamaba piratas. La bandera e identidaddel atacante están señaladas en una comunicación posterior del intendenteinterino de la isla Don José Ramírez de Arellano al gobernador Don Salvador Meléndez. Comentando en torno a reclamaciones de indemnizaciónsurgidas del ataque se menciona "el desembarco de Mister Thaylor (sic) enel puerto de Fajardo". José Ramírez de Arellano al Capitán General DonSalvador Meléndez, Puerto Rico, 9 de Mayo de 1818, Fondo Documentalde los Gobernadores españoles de Puerto Rico, National Archives, (Washington, D.C., E.U. de A.). / Esta colección se halla al presente depositadaen el Archivo General de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico.! Tambiénestá plenamente identificado en una comunicación del 14 de Abril de 1817del Capitán General de Cuba al gobernador de Santiago de Cuba dondele manifiesta "haber recibido la noticia que el bergantín pirata" El Patriota" atacó la batería de Fajardo en la isla de Puerto Rico". Archivo Nacional (Cuba, Asuntos Políticos, Legajo 109, Signatura 94.
(19) Córdova, op. cit., Vol. m, p. 311.(20) Ibid., el ataque se halla también descrito (aunque sin plena identificación
de los invasores) en Fernando J. Géigel, Corsarios y piraras de Puerto Rico,episodios en Puerto Rico durante la guerra de 105 Estados Unidos con lospiraras de las Indias Occidentales, 1819-1825. (San Juan, Puerto Rico,1946), pp. 25-26.
274
con éste un intercambio de prisioneros (21). Taylor, cuya flotilla constaba ahora de diez y siete buques, declaró y mantuvopor breve tiempo a la isla de Puerto Rico bajo estado de bloqueo (22). Las autoridades coloniales de Cuba, preocupadasante las graves noticias de Puerto Rico, se alarmaron considerablemente cuando a fines de Febrero Taylor apareció con suflota frente a Santiago de Cuba, anunció que este puerto estabaoficialmente bloqueado y procedió a capturar todos los buquesespañoles que trataban de entrar allí, aunque permitió la navegación de las naves británicas y norteamericanas (23). Taylor quehabía enviado ya un anuncio a la prensa norteamericana notificando el bloqueo de Cuba y Puerto Rico (24), exaltado, segúnalgunas fuentes, por sus éxitos contra el poderío naval de España en las Antillas, contempló aparentemente entonces la posibilidad de otro desembarco en Puerto Rico (25). Parece, sinembargo, que pronto abandonó la idea pues para el mes de Mayo se encontraba hostigando el comercio marítimo español enaguas de la península ibérica y en Enero de 1818 estaba deregreso en Buenos Aires con su flota (26). Pronto retornóal Caribe, y por un dilatado período habría de causar considerable daño al comercio español en esta región; no volvería aintentar desembarco o ataque alguno al litoral puertorriqueño.
Por algún tiempo más los corsarios rioplatenses hostigaron la navegación y el comercio exterior de las islas españolas, pues agentes bonaerenses continuaban ocasionalmente vendiendo patentes de corso en los puertos norteamericanos (27).De los corsarios bonaerenses que operaron en aguas antillanas,el más importante, aparte de Taylor, fue José Joaquín de Almeida. Nativo de las Islas Azores pero naturalizado ciudadanonorteamericano, vivió durante diez y seis años en Baltimore,
(21) Franco, op. cit., p. 152. Se incluye aquí el testimonio directo fechado2 de Marzo de 1817 y I~ tratos de un testigo contemporáneo con Taylory su gente mientras la flotilla bonaerense estaba andada frente a Santiagode Cuba.
(22) (bid.(23) (bid., pp. 149-150.(24) Nile. Weekly Repter (Btltimore, Maryland, E.U.A.).(25) Franco, op. cít., p. 151.(26) Bealer, op. clt,, p. 6(kSl(27) (bid., p. 31.
275
según señala en sus Memorias, a base de conocimiento personal,el entonces Secretario de Estado y luego Presidente de EstadosUnidos John Quincy Adams. Añade Adams que Almeida, aquien describe como analfabeta, actuó como corsario al servicio de Estados Unidos durante el conflicto anglo-norteamericano entre 1812 y 1815 (28). En este último año asumió elcomando de un buque mercante que desde Baltimore traficaba con Cartagena en la Nueva Granada. Al caer esta plaza fuerte en Diciembre de 1815 en manos de las fuerzas españolasbajo el general Morillo, el buque de Almeida fue confiscado y
(28) Ibid., p. 44; Charles Francis Adams (editor).Memoirs of John Q!.tincy Adams, Comprising Portions of His Diary from1795 to 1848 (12 Vols. Philadelphia, E.U.A., 1874-1877), Vol. IV, pp.377-378. Angel jusriniano Carranza, Campañas navales argentinas, cuadroshistóricos. (Vol. 11I, Buenos Aires, República Argentina 1916), p. 201. Ajuzgar por una firma de Almeida, reproducida en la obra de Carranza, sabíapor lo menos escribir. El historiador puertorriqueño Cayetano Col1 y Toste(1850-1930) dedicó una de sus Leyendas puertorriqueñas. 2da. ed. (Barce
'lona, España. 1929), pp. 235-245, al "pirata" José Almeida, pero ofreceuna serie de datos sustancialmente diferentes a los aportados por otrasfuentes sobre este personaje, Aduce que Almeida era natural de Lisboa yresidente en Oporto (Portugal) y al trasladarse muy joven a América seestableció, dedicándose al comercio, en la isla Antillana de Curacao. Abandon6 al poco tiempo esta ocupación para dedicarse al corso (no dice Col1y Toste bajo que bandera) desembocando tal vez en la piratería. Describeel historiador puertorriqueño las andanzas de Almeida en su nuevo quehacer y su eventual captura en el litoral de Guayama (Puerto Rico) y su postrero fusilamiento frente al Castillo del Morro el 14 de Febrero de 1832.Como generalmente estas leyendas están basadas en testimonios documentales o fehacientes datos personales dado además el hecho que, según Col1y Toste, el padre del personaje de su leyenda "hizo el corso contra los ingleses, cabría entonces la posibilidad de que el Almeida fusilado en PuertoRico fuese, sino el antiguo corsario bonaerense, un' hijo de éste. Esta posibilidad, sin embargo, queda desvanecida ante datos aportados más recientemente. Según la partida de enterramiento de A1meida, preservada en losarchivos eclesiásticos de Puerto Rico y citada por el historiador FernandoJ. Géigel, el corsario era natural de la Isla Terceira en las Azores y contabaa la fecha de su fusilamiento cincuenta y cinco años de edad en lugar deacercarse a los treinta como sugiere Col1 y Toste. En su testamento, citadotambién por Gefgel y suscrito el día antes dé su ejecución dispone que susobjetos personales fuesen enviados a su esposa e hijos, residentes entoncestodos ellos en los Estados Unidos de América. Este testamento, incidentalmente parece confirmar, a pesar de la firma estampada en la obra de Carranza, la aseveraci6n de john Quincy Adams, pues seg6n señala Geigel"por no saber Almeida escribir, firmó a sus ruegos el testimonio Domínguez de Oliván". Geígel, op. cit., p. 130. Se trata, no cabe duda, de nuestro viejo corsario de Baltimore.
276
él fue apresado y, según su reclamo ante Adams, cruelmentetorturado. (29). Pronto fue puesto en libertad. retornó a Baltimore (30) y, tal vez resentido ante su recién pasada experiencia, obtuvo una patente de corso bonaerense. Adquirió entonces y equipó un buque al que denominó Congress y en Mayode 1816 se lanzó al ataque contra la marina mercante española.Durante los años inmediatamente siguientes sus campañas marítimas fustigaron violentamente el comercio marítimo españolen las Antillas e hicieron de su nombre un símbolo de terroren todo el archipiélago (31). Al abolir Buenos Aires el corso enel año de 1821 pasó Almeida, según algunas fuentes, a navegarbajo bandera colombiana, continuando sus incursiones bajo elnuevo pabellón. (32). En estas nuevas circunstancias, o tal vezcomo pirata operando por cuenta propia, habría de tener suencuentro final con. los españoles. En Diciembre de 1827 fuecapturado frente al litoral puertorriqueño según las fuentes españolas "el pirata José Almeida". Sometido a tribunal de guerraespañol fue fusilado en el Castillo del Morro en San Juan dePuerto Rico el 14 de Febrero de 1832 (33).
Todas las fuentes coinciden en que a partir de 1817 semultiplicaron los ataques del corso insurgente bajo los diversospabellones revolucionarios al comercio y aún al litoral de PuertoRico. El cronista Pedro Tomás de Córdoba, funcionario del gobierno colonial isleño enumera varias incursiones de los que élllama indistintamente piratas o corsarios, aunque sin identificarel correspondiente pabellón. En 1819 desembarcaron en Guayama y Humacao, puertos en la costa sur y sudeste respectivamente, devastaron numerosos establecimientos agrícolas y ganaderos y secuestraron varias personas para luego obtener fuertessumas por su liberación. (34). Un grupo de corsarios se estable-
(29) Adarns, op. cit., Vol. IV, p. 378. Bealer, op. cit., p. 53.(30) Niles WeekIy Register, (Baltimore, Estados Unidos de América), 13 de
Abril de 1816.(31) Carranza, op. cit., pp. 83-84. Franco, op. cír., pp. 148-155. Guillén, op.
cit., p. 68 (Leg. 509).(32) Bealer, op. cít., pp. 50, 217, 226. Worthington Ford (Editor) The Writinp
of Joho Quincy Adams¡ Vol. VII, (New York, 1917), p. 57.(33) Salvador Brau, Histoñade Puerto Rico, (New York, E.U. de A., 1904),
pp. 239-240.(34) Córdova, op, cit., Vol. I1I, p. 326.
277
cion entonces en el islote Caja de Muertos, frente a la costa sury desde allí hicieron ocasionales incursiones contra haciendasy caseríos costaneros (35), Por un tiempo constituyeron consus correrías una amenaza en la región de Aguadilla, puerto enel ángulo noroccidental de la isla. En Abril de 1819 el comandante local comunicaba el gobernador que varios buques corsarios insurgentes, muy bien armados, recorrían aquel litoral (36).El 22 de Mayo informaba que una flotilla española había sidocapturada por los corsarios cerca de aquel puerto, viéndose obligados en medio de gran zozobra, a refugiarse en la vecina playatripulación y pasajeros contándose entre estos el Coronel DonSebastián Anguita, gobernador de San Carlos de Nicaragua,según la documentación contemporánea. (37). El 4 de Juliode 1818 el semanario Niles WeekIy Register de Baltimore, Estados Unidos, informaba que la goleta insurgente "Brutus"
(35) Ibid., p. 327 ..(36) Francisco Vasallo al Gobernador de Puerto Rico, Aguadilla, Puerto Rico,
24 de Abril de 1819, Fondo Documental de los gobernadores españoles dePuerto Rico, National Archives (Washington, D. C. , E.U. de A.), al presente en el Archivo General de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico.
(37) Francisco Vasallo al gobernador de Puerto Rico, Aguadilla, Puerto Rico,22 de Mayo de 1819, Ibid, Según esta última comunicación el cabecilladel ataque fue "el corsario insurgente Bernard". Podría referirse, por unlado a Charles Barnard, de nacionalidad hasta ahora no precisada, quiensegún fuentes oficiales norteamericanas, comandaba el buque corsario venezolano "Americano Libre", alias "Neptuno", que generalmente utilizabael puerto de Norrfolk, en Estados Unidos, corno su base de operaciones,Annals of Congress, 15th Congress, 2nd Session, Pan I1, (Washington,D.C.,E.U. de AJ, p. 1918. Se le llama aquí indistintamente Barnard o Bernard.El historiador norteamericano Alfred Hasbrouck asevera que en el año1817 el capitán Charles Barnard, al comando del buque corsario" América Libre" operaba desde el puerto de Baltimore en Estados Unidos enestrecha colaboración con las fuerzas navales venezolanas bajo el AlmiranteLuis Brion, Alfred Hasbrouck, Foreign Legionaires in the Liberation ofSpanish South America (New York, E.U. de A., 1969). p. 366. Podríatratarse, por otro lado.. de Bernardo Ferrero, generalmente conocido como Monsieur Bernard, corsario francés al servicio de los venezolanos desdeque en 1816 Bol ívar organiza en Haití su expedición de Los Cayos, op. cit.,pp. 196, 202, 274, 310. Para complicar aun más el proceso de identificación el historiador Vicente Lecuna, eminente autoridad en el proceso militar y naval de la emancipación venezolana le describe corno:
"Bernardo Ferrero, denominado el capitán Bernard en algunas narraciones, valiente marino francés al servicio del imperio, capitán en 1817del corsario venezolano El Americano Libre, siempre fiel a la República".Vicente Lecuna, Crónica razonada de las guerras de Bolívar, 2da. Edición.(New York, E.U. de A., 3 vols., 1960), Vol. 1, p. 437.
278
(no se señalaba su nacionalidad) había apresado en el Canalde la Mona, entre Puerto Rico y la vecina isla Española, un bergantín español con 43,000 dólares a bordo, además de un cargamento de productos coloniales, que fueron todos, luego de sucaptura, enviados a la isla de Margarita (38).
Aparentrnente en este año 1819 llegó a un punto cimerola ofensiva del corso insurgente contra Puerto Rico. Según Pedro Tomás de Córdova, hacia mediados de Diciembre de ese añouna flotilla de corsarios insurgentes (piratas en su texto) irrumpió en varios puntos del litoral: Ponce, Fajardo, Humaco yAguadilla. Según los partes de los diversos comandantes localesse trataba de un bergantín, una goleta y dos balandras. No seidentifica explícitamente la bandera pero conforme al testimonio del comandante de Ponce, el bergantín se denominabaBrion, lo que nos indica el pabellón venezolano de los atacantess. Los desembarcos generalmente fueron en partidas dequince o veinte hombres, dedicándose según los partes oficialesa incendiar y destruir casas y establecimientos agropecuarios asícomo al saquéo de armas y vituallas. En varios puntos secuestraron algunos vecinos que luego fueron liberados probablemente previo pago de un rescate. En todas partes fueron contraatacados por las milicias locales y obligados a reembarcarse perdiendo algún material y armas y en un caso, Fajardo, dejandodos de sus hombres prisioneros de los españoles (9). Otro delos renglones afectados por la embestida corsaria fue el frecuente intercambio comercial entre Puerto Rico y las vecinas Antillas Danesas (Santomas y Santa Cruz sobre todo). Un ejemplode los peligros inherentes a esta ruta lo presenta desde 1818 elcaso de la balandra danesa "Pastora". De acuerdo a su Comandante, la balandra había salido de Puerto Rico hacia Santornasel 17 de Julio de 1816. El día 22 fue atacado y abordado porla goleta "Hunter" procedente de Savannah, Georgia, EstadosUnidos. Al pasar al buque atacante, relata el comandante queencontró allí "al General Bermudaz (sic), uno de los indepen-
(38) Niles Weekly Register, (Baltimore, E.U.de A.), 4 de Julio de 1818.39) C6rdova, op. cit., Vol. llIl, pp. 398-404. Se incluye aquí el texto comple
to de los partes oficiales de los comandantes locales.
279
dentistas, y como cuarenta de sus gentes" (40). Añade que fueatado, al igual que su tripulación y todos ellos estuvieron confinados por un tiempo en la bodega del "Hunter, pero eventualmente fueron liberados y enviados a Santomas. La balandra"Pastora", según creencia de su comandante, fue enviada a laisla Margarita, donde los insurgentes tenían un tribunal de Almirantazgo. Aseveraba que había sido informado por el Capitán Brown, comandante del "Hunter", que él hab ía fletado subarco en Los Cayos, Haití, "al General Bermudas (sic) por$ 1,000 para llevar a éste y cuarenta de su gente, todos independentistas, a la isla de Margarita (sic) , que luego al encontrarse en altamar el citado Bermudaz (sic) con sus hombres se habíaapoderado del "Hunter" y obligado a él y su tripulación americana a obedecer sus órdenes" (41). Ve todas maneras pareceque el "Hunter" continuó por alzún tiempo sus activid-ades corsarias, pues el mes siguiente, el 24 de julio, Robert M. Harrison, Cónsul norteamericano en Santomas, informaba al Secretario de Estado James Monroe que el "Hunter" hab ía efectuadovarias capturas en las aguas cercanas a esa isla y agregaba que elbuque llevaba entre su tripulación algunos ciudadanos norteamericanos procedentes "de nuestras mejores familias" (42).Probablemente esta creciente actividad corsaria a ambos extremos del arco antillano fue factor principal ísimo en la solicitudhecha ese verano por las autoridades españolas en las Antillasal Conde de Vangirard, capitán general de las Antillas Francesas,requiriendo ayuda naval. Como resultado de ello ocasionalmente durante ese verano buques de guerra franceses convoyaronembarcaciones mercantes españolas desde Puerto Rico hasta
(40) Declaración jurada en Santomas ante el Cónsul de Estados Unidos. RobertM. Harrison, 26 de junio de 1816, por Aaron Motta, dueño y comandantede la balandra "Pastore", Despachos Consulares, Saint Thornas, Departamento de Estado, National-Archives, Washington, E. U. de A.). Esta declaración está contenida en un sobre dirigido al Secretario de Estado JamesMonroe pero una nota al calce señala "para el Presidente Mr. Madison".La referencia en la declaración es aparentemente al general insurgente venezolano José Francisco Bermúdez, controversial partícipe en los preparativos de la expedición en Los Cayos (Haitf) que habría de destacarse en lasluchas que en 1816 se inician en el oriente venezolano.
(41) Ibid.(42) Roben M. Harrison a James Monroe, Saint Thomas, 24 de Julio de 1816,
Ibid.
280
Cuba, persiguiendo en el recorrido a las naves que le parecíansospechosas (43). Ya a mediados de 1817 la Comandancia General del Apostadero Naval de La Habana se vio obligada a extender el crucero regular de uno de sus buques de guerra hastaPuerto Rico para dar convoy al comercio mas ítimo español entre las dos islas (44). Por otro lado, para acentuar aún más lasperspectivas alarmantes de aquella coyuntura, para esa mismaépoca los corsarios de Buenos Aires interceptaron varias vecesen altamar la correspondencia oficial del gobernador de PuertoRico con las autoridades superiores en la pen ínsula y publicaron, para información general en la Gaceta de Buenos Airesaquellas comunicaciones de mayor importancia (45), haciendoello necesario que al año siguiente se recurriese al uso de unaclave secreta para la tramitación de esta correspondencia (46).
No solamente resultaban así atacados los barcos españoles sino que, como hemos visto, buques mercantes de naciones neutrales resultaban frecuentemente saqueados por corsarios cuando comerciaban con puertos en manos españolas. Engeneral, las embarcaciones mercantes norteamericanas y británicas fueron tal vez menos hostigadas. sobre todo las últimas,resultado indudable de la eficiente fuerza naval que duranteese período mantuvo siempre Gran Bretaña en el Caribe y lasAntillas. La mayor parte de los ataques al comercio neutralparece eran obra de aventureros al servicio de gobiernos insurgentes incapaces de hacer cumplir su reglamento de corso o laautoridad de sus tribunales de almirantazgo. Este era particularmente el caso en las Antillas con respecto a los corsarios,equipados en los Estados Unidos, que operaban con patentesotorgadas por el gobierno presidido por José Gervasio Artigasen la banda oriental del Río de la Plata. De acuerdo a algunasautoridades, en la mayoría de los casos la patente de estos cor-(43) Franco,op. cit., pp. 137-138.(44) Franco, op. cit., p. 162.(45) Correo del Orinoco, (Angostura, Venezuela) Núm. 5, sábado 25 de Julio
de 1818, p. 4.(46) El texto de la clave está incluído en una comunicación sin fecha, señalán
dose solamente" Año 1818". del Gobernador de Puerto Rico al Secretariodel Despacho de la Guerra, Fondo Documental de los Gobernadores Españoles de Puerto Rico. National Archives (Washington, E.U. de A.• al presente en el Archivo General de Puerto Rico, San Juan, Puerto Rico).
281
sarios era solamente un pretexto para consagrarse a la pirateríaabierta, actividad que comenzó a intensificarse luego de 1819(47). Las mismas circunstancias prevalecían con respecto a loscorsarios autorizados por los diversos grupos insurgentes que sucesivamente operaron en el Virreinato de la Nueva España durante estos años. Sus correrías, no obstante, con base en Nueva Orleans y el Litoral de Texas, estaban mayormente limitadasal Golfo de México y las costas de Cuba; rara vez extend ían susactividades a Puerto Rico (48).
Parece, según la prensa norteamericana contemporánea,que los corsarios bonaerenses por lo general se absten ían másque otros de atacar los buques mercante de bandera neutral;se elogiaba especialmente a este respecto a las fuerzas que operaban bajo Thomas Taylor (49). Desde luego, se acusaba corrientemente a los bonaerenses del mismo tipo de agravio atribuído al corso de otras banderas: el incumplimiento de suspropios reglamentos de corso, absteniéndose de enviar los cargamentos capturados a Buenos Aires para que dispusiera legalmente de ellos su tribunal de almirantazgo. Habitualmente esta
(47) Bealer, op. cit., pp. 64, 161-167. Hacia mediados de 1820 el Cónsul delos Estados Unidos en Santomas informaba al Departamento de Estado queen buque corsario, equipado en Norfolk (Virginia), Estados Unidos, mayormente tripulado por norteamericanos y bajo bandera de Artigas, estaba enesos días asaltando a los diversos buques neutrales, principalmente franceses, que traficaban en esa región. Añadía que el producto del saqueo, sobre todo los esclavos, era vendido en Santornas, por intermedio de unnorteamericano que era allí su consignatario. El comandante de la naveinformó al Cónsul, con respecto a su patente que esta le había sido vendidapor Mr. Thomas Halsey, agente norteamericano en Buenos Aires, quienobtenía un porcentaje de cada presa capturada. Robert M. Harrison ajohn Quincy Adams, Saint Thornas, 15 de Mayo de 1820, DespachosConsulares, Departamento de Estado, National Archives (Washington,E.U. de A.).
(4ll) Franco, op. cir., pp. 164-175. Un testigo presencial informaba a fines deFebrero de 1817 que la armada insurgente que bajo Thomas Taylor bloqueaba entonces el puerto de Santiago de Cuba estaba formada conjuntamente por buques corsarios argentinos y naves que con patente mexicanaoperaban desde Tejas y Nueva Orleans, Ibid., pp. 152-155. No hemos encontrado evidencia documental que indique esta había sido la situaciónalgunas semanas antes en aguas puertorriqueñas cuando Taylor asediabacon una flotilla el litoral isleño. No deja de ser esta, sin embargo, una definitiva posibilidad.
(49) Niles Weeldy Register (Baltimore, Maryland, E.U. de A.) 5 de Abril de1817.
282
mercancía era introducida de contrabando en Estados Unidos,directamente o vía las colonias europeas en las Antillas Menores,práctica tal vez más generalizada entre los argentinos, dada ladistancia entre el Caribe y el Río de la Plata (50). De todoello derivó una sucesión de agrias y frecuentes reclamacionesdiplomáticas y consulares de España ante funcionarios, tribunales y aduanas norteamericanas, situación que pronto llevaríaa varios sucesivos estatutos legislativos norteamericanos mediante los cuales el gobierno federal trataba de enfrentarse a lo quesuponía una violación de la oficialmente proclamada neutralidad de los Estados Unidos. Aunque no siempre fue feliz el resultado de esta legislación, ni se mantuvo su plena vigencia, la creciente presión de diplomáticos y cónsules españoles y las ocasionales confiscasiones impuestas por algunos tribunales y alguaciles norteamericanos comenzaron a hacer más difícil la ubicación de la mercanc ía capturada en el mercado de EstadosUnidos (51).
Con respecto a los corsarios venezolanos (durante elperiodo que precedió a la Gran Colombia) las circunstanciasmostraban ser un poco más ambiguas. Aunque algun,!s fuentese historiadores señalaban la importancia prioritaria de los corsaríos bonaerenses en las Antillas durante este periodo, recalcandosu actuación preeminente en el bloqueo de la propia pen ínsulaibérica. Otras fuentes, sin embargo, subrayan la participaciónigualmente trascendente de los corsarios venezolanos en lasAntillas Mayores durante los años aquí estudiados. Así, porejemplo, el Intendente General de Cuba, antes Intendente dePuerto Rico, don Alejandro Ramírez, en comunicación de fecha4 de Julio de 1818 al encargado del despacho de Hacienda deIndias, vislumbraba el panorama general del corso en el Caribe:
" Ce suerte Exmo Señor, que hay en la actualidad en estos mares tres divisiones fuertes de pirata: una del caudillo
(50 United Srates Congress., Annals of Congress, Vol. XXXIV, lS'th Congress,2nd Session, Pan 11, pp. 1917-1919; Bealer, op. cit., p. 64; Griffin, op. cit.,pp. 4, 18.
(51) Franco, op. cit., pp. 72, 187-193. Bealer, op. cit., pp. 76 e t sequirur, Franco, op, cit., pp. 142-143.
283
Brion, que . . . debe ser la ... que cruza entre esta isla y lasde Puerto Rico y Santo Domingo; otra de Aury que ... despacha sus presas a Galveston y mantiene su cruzero sobre estasCostas, y entre sus dos Canales; y otra, que se dice procedentede Buenos Aires al mando de Brown, que anda en e! Seno y hoyse cree sobre Cartagena y Portobelo , sin contar una multitud decorsarios sueltos, verdaderos bandoleros de! mar, casi todos armados en los Estados Unidos" (52). Generalmene los corsariosvenezolanos que operaban directa o indirectamente bajo el control del Almirante Luis Brion, cuya acción abarcó desde TierraFirme hasta las Antillas Mayores, mostraron un discreto proceder con respecto a los buques mercantes neutrales. Así se desprende, entre muchos otros ejemplos, de la siguiente información ofrecida a mediados de 1820 en e! Correo del Orinoco, vocero oficial del gobierno independiente venezolano establecidoen Angostura, citando una carta de Kingston, Jamaica, fechadael 29 de Marzo de ese año:
"La goleta corsario que ha estado bordeando a barlovento en estos días pasados, resulta ser el Buytre, una de las dela escuadra de Brion, que monta un cañón, tiene como veinticinco hombres de tripulación y está comandada por Rafitte.Este buque abordó el martes último a la goleta Isabel, CapitánLowrick, procedente de Puerto Rico, y después de haber examinado su cargamento y encontrado que todo pertenecía a Holandeses, le permitió seguir viaje. El capitán Rafitte rogó almismo tiempo al capitán Lowrick, que hiciese saber a todosaqu í que él no molestaría de ningún modo a los buques de estaisla, que navegasen con propiedad bona fide holandesa" (53 ~.
(52) Archivo Nacional (Cuba) Gobierno Superior Civil, Legajo 492, número 18,688, citado en Franco, op. cit., pp. 186-187. La alusión a Brown parecereferirse a Guillermo Brown 0777-1857) marino irlandés al servicio deBuenos Aires, de destacada actuación naval en el Río de la Plata, el Atlántico Sur y el Oceano Pacífico; los diversos manuales de historia naval argentina, no informan de crucero alguno de Brown o su presencia en el Caribeo las Antillas.
(53). Correo del Orinoco (Angostura, Venezuela), Núm. 67, sábado, 17 de Juniode 1820, p. 1. Según el historiador norteamericano Alfred Hasbrouck, sobre la base de documentos del Archivo Nacional de Colombia el comandante de la goleta corsaria Buytre era el italiano al servicio de' VenezuelaGiuseppe Raffetti, Hasbrouck, op. cit., p. 364. Para su biografía véaseVargas, Nuestros próceres navales, pp. 509- 511.
284
Parece, no obstante, que a pcsar de estos esfuerzos,cuando faltó la mano dirigente de Brion o en etapas de precaria existencia nacional para el estado venezolano, sus corsariosllevaron a cabo repetidos ataques contra el comercio neutralen el Caribe. Hay que recordar, desde luego, que muchas deestas incursiones eran el resultado del empeño de algunas naciones neutrales como los Estados Unidos en no reconocer el bloqueo decretado contra España por los regímenes independientesy continuar traficando con los puertos en manos de los realistas (54). En lo que toca a Puerto Rico y el Caribe Oriental,todo esto se evidencia, entre diversas fuentes, en la correspondencia oficial del cónsul norteamericano en Santomas. A lolargo del año 1816 y 1817 informaba a su gobierno que corsarios de Venezuela (cartageneros los llama él equivocada y yaanacrónicamente) estaban siendo equipados o dotados de tripulación en los Estados Unidos para luego atacar y saquearen las Antillas tanto e! comercio norteamericano como el deotras naciones neutrales. El 30 de Mayo de 1817 informaba quelos buques originalmente destinados a los puertos españolesde Tierra Firme se veían obligados, por temor a los corsariosinsurgentes, a disponer de su mercancía, a precios inferioresy con graves pérdidas en Santornas y otros puertos de las Antillas Menores. Mientras tanto apuntaba, los buques mercantesingleses proseguían normalmente su tráfico marítimo con lospuertos continentales en manos de España, circunstancia favorable resultante de! continuo patrullaje en estas aguas de buques de guerra británicos (55).
Las más importantes bases de opcracion en el Caribede los corsarios,' tanto venezolanos, como bonaerenses y mexi-
(54) Esta política norteamericana, al desconocer el bloqueo decretado en 1817por las autoridades insurgentes contra los puertos españoles de la Guayana y el Río Orinoco, ocasionó la captura de varios buques mercantes norteamericanos y las consiguientes, infructuosas, reclamaciones del gobiernode Estados Unidos en 1818, acompañadas de una agria correspondenciaentre Bolívar y el agente especial ad hoc norteamericano Baptis Irvine.Véase: Fortigue, op. cit., pp. 27-37; Lewis Hanke, "Baptis Irvine's Reportson Simon Bolívar", Hispanic American Historical Review, Vol. XVI,(1936), pp. 360-373.
(SS) Robert M. Harrison a James Monroe, Saint Thornas, 26 de Junio de 1816y 30 de Mayo de 1817, Despachos Consulares, Saint Thomas, Departamenro de Estado, National Archives, (Washington, E.U.de A,).
285
canos, eran las diversas colonias europeas en las Antillas Menores, sobre todo, y a pesar de las declaraciones de las autoridadesdanesas, la isla de Santomas (56). La primordial función de estas islas, especialmente las danesas y suecas (San Bartolomé)era servir de centro de almacenaje y re-embarque para la distribución de los cargamentos capturados. Por lo general, EstadosUnidos era el principal mercado donde trataba de colocarseesta mcrcanc ía y en los primeros años buena parte de ella eraintroducida directamente en territorio norteamericano a travésde un amplio contrabando que tenía su centro en varios puertos, notablemente Baltirnore, Norfolk, Charleston, Savannahy Nucva Orleans (57). Ante las constantes protestas y reclamaciones de los representantes diplomáticos y consulares de España y la presión de las potencias marítimas europeas, así comolas rcsul tan tes pérdidas del erario público, el congreso norteamericano aprobó entre 1817 y 1819 sucesivas medidas que, aunque no lograron atajar la actividad ilegal de los corsarios en suelo de esa nación, llegaron a dificultar la importación clandestinade las presas capturadas en el Caribe (58). Como resultado, apartir de entonces se multiplica la actividad de reembarque desde las Antillas Menores, para cubrir con un velo de legalidad lamercancía arrebatada en alta mar. El más notorio agente de loscorsarios en Santomas, intermediario en estos reembarques, eraun personaje pintoresco, nombrado Mosén Elías Levy, muyvinculado por diversas razones con Puerto Rico. Comerciante
(56) Theodore S. Currier, Los corsarios del Río de la Plata (Buenos Aires,1929), pp. 27-29; Bealer, op. cit., pp. 194-195.
(57) United States Congress, Annals of Congress, Vol. XXXIV, 15th Congress,2nd Session, Pan 11, pp. 1917-1919;Currier, op. cit., pp. 26-27.
(58) La múltiple actuación de diplomáticos y Cónsules españoles en EstadosUnidos contra la utilización por los corsarios del territorio norteamericanopuede verse ante todo en Philip Coolidge Brooks, "Spanish Royalists in theUnited States. 1809-1821". Articulo inclufdo en: A. Curtís Wilgus (Editor) Colonial Hispanic Ameríca, (Washington, E.U. de A., 1936) pp. 563564. Para la presión diplomática de la potencias europeas al respecto véaseArrhur Presten Whitaker, Estados Unidos y la indepedencia de AméricaLatina (1800-1830), Buenos Aires, República Argentina, 1964), pp. 162165 Y Bealer, op. cit., pp. 160-163. Al reunirse en 1818 e! Congreso deAquisgrán, una de las principales reuniones internacionales de la Europapost-napoleónica, e! problema de! corso en el Caribe fue tema importanteen su agenda. Se expresó particular preocupación ante la utilización quehadan corsarios y pseudo-corsarios de los puertos y facilidades de Estados
286
socio de la importante casa Levy y Benjamín, mantenía al mismo tiempo relaciones comerciales con los corsarios insurgentesy con las autoridades españolas en las Antillas (59). Viejo conocido de Don Alejandro Ramírez desde que este dirigía laintendencia de Puerto Rico se dedicaba, entre otros negocios,a prestar dinero. con interés a las Reales Cajas de Cuba y PuertoRico. En 1813 proporcionó a Ramírez un crédito de 14,743pesos fuertes para ayudar a superar la crisis financiera suscitada en Puerto Rico por el abuso del papel moneda. Ya se le había otorgado antes a Levy o se le otorgó ahora como parte deesa transacción un contrato para el suministro de vestuariospara las tropas expedicionarias que desde España llegaban a
Puerto Rico (60). En Junio de 1816 Levy facilitó a las autoridades españolas de Puerto Rico dos barcos armados y material de gucrra para transportar y convoyar desde Puerto Ricoa La Habana al nuevo Capitán General de Cuba Don JoséCienfuegos y al nuevo Intendente General de esa isla Don Alejandro Ramírez, hasta entonces Intendente de Puerto Rico.En Cuba, Ram írez otorgó a Levy el contrato de suministrosal Ejército Expedicionario español que bajo las órdenes delGeneral Pablo Morillo fue enviado a Costa Firme a combatir
Unidos. El representante de Portugal urgió la acción concertada ante elproblema y las potencias menores propusieron la creación de una liga parasupresión de la piratería, a la cual aportada cada país un contingente debarcos. Gran Bretaña, cuya colaboración era vital, indicó sin embargosu renuncia a respaldar el proyecto y la propuesta fue retirada. El únicoresultado al respecto del Congreso fue una declaración oficial contra elcorso y la piratería en el Caribe y una "amigable protesta" ante el gobierno de Estados Unidos. Véase: William P. Cresson, The Holy Alliance.The European Background of me Monroe Doctrine (New York, 1922) p.81; Adarns, op. cit., Vol. IV, pp. 316-319. Para los sucesivos estatutos lezislacivos norteamericanos en torno a este problema véase Whitaker, op.
cit., pp, 20S-235.(S9) Franco, op. cit., p. 143.(60) Ibid., p. 44. El regimiento de Granada, que se quedó de guarnición en Puer
to Rico, recibió este vesruario, cuyo costo por valor de 3.000 pesos debíaser pagado por las Reales Cajas de La Habana. Los jefes y oficiales del regimiento, sin embargo, reunidos en asamblea, se negaron a sancionar dichopago, aduciendo que el comerciante de Santornas había remitido mercancía de la peor calidad y exigieron que así se hiciese constar en acta de laJunta de Real Hacienda de Puerto Rico.
287
las tropas independentistas (61). Según el historiador cubano) osé Luciano Franco: "Levy, consignatario de piratas y corsarios, ten Ía en sus manos todo el tráfico clandestino del Caribe.Mantenía estrechas relaciones con (David) De Forest que comoagente del zobiemo del Río de La Plata (en los Estados Unidos)vendía patentes de corso en blanco -también con lean Lafitte,el pirata del Colfo, y con los heroicos corsarios de México, Colombia y Venezuela cuya refacción le producía ganancias incalculables" (62).
Para 1819 Y 1820, al terminar la segunda década delsiglo XIX, en todas las aguas del Caribe y las Antillas se generalizaban los ataques del corso al comercio neutral y paralelamente el corso insurgente degeneraba en piratería o seudopiratería. Varios elementos, algunos ya apuntados, habían idopreparando el camino hacia esta coyuntura. De especial importancia fueron los diversos estatutos norteamericanos prohibiendo la utilización de los puertos de ese país por buques corsarioso agentes extranjeros (63). Al mismo tiempo el gobierno norteamericano comenzó a poner mayores empeños en mantener loscorsarios y sus asociados más discretamente fuera de sus puertosy en obstruir la venta de patentes de corso en su territorio (64).La nueva política era, en buena parte el resultado, no tan solode -las presiones europeas sobre el gobierno de los Estados Unidos, sino también de otros intereses más cercanos. A ello noeran ajenos probablemente los reclamos de comerciantes norteamericanos que bajo licencia de España comenzaban ahora abeneficiarse del cada vez más lucrativo tráfico comercial conlas Antillas Españolas ji ansiaban una poI ítica de mayor enren-
(61) (bid. , p. 143. Según Franco el 10 de Marzo de 1818 Levy visitó a Rarnfrez en La Habana.
(62) (bid.(63) Para un conveniente resumen de esta legislación puede consultarse: Charles
Fenwick, The Neutrality Laws oí me Uníted Sutes (Baltimore, Maryland,E.U. de A., 1912), pp. 40-41.
(64) (bid.
288
dimiento con el gobierno español (65). Por otra parte, agentecausal principalísimo lo constitu ía ya la extensa y complicadanegociación que venían llevando a cabo las autoridades de Washington y Madrid en torno a la Florida y que culminó en Febrero de 1819 con el Tratado Adams-On ís que transfería esa colonía peninsular a los Estados Unidos. Tanto durante las negociaciones que llevaron al tratado corno hasta ahora su ratificaciónpor las Cortes españolas, que se di! tó hasta Octu bre de 1820,el gobierno de Estados Unidos siguió una política contemporizadora con España, procurando no antagonizar los intereses deesta en torno a problemas marginales o secundarios (66). Atodo esto respondía la nueva política norteamericana de manomás dura hacia el corso insurgente. La transformación de corsarios en pseudo piratas y piratas fue producto, además, de laya visible decadencia numérica de la marina mercante española en las Antillas y el Caribe, consecuencia fatal de la impetuosa ofensiva del corso insurgente. Resultado ineludible fuela rápida mudanza de gran parte del comercio marítimo de colonias y puertos realistas a manos de buques neutrales, sobre todonorteamericanos y británicos, creciente tráfico que rápidamentese convirtió en nuevo imán que aira ía los ataques de un corsodispuesto a todo. incluso a la piratcrfa, ante el declinar cuantitativo de su tradicional adversario y el cambiante conjunto decircunstancias en que hasta entonces habían debido operar (67).Fue también factor de importancia la análoga políticia inicia-
(65) Whitaker, op. cir., pp. 95-99; La extraordinaria magnitud del comercio deEstados Unidos con Cuba durante estos años puede apreciarse en RolandT. Ely, Cuando reinada Su Majestad el Azúcar. Estudio histórico sociológico de una tragedia latino americana. el monocultivo en Cuba. Otigen yevolución del proceso, (Buenos Aires, República Argentina, pp. 6HS9; también en Manuel Moreno Fraginals, El ingenio: complejo econémico-socíalcubano del azúcar, (La Habana, Cuba, 1978, 3 vols.) Vol. 11,pp. 98-130.
(66) El tema ha sido extensamente tratado en Charles C. Griffin, The UnitedSutes and tbe Disruption of me Spanish Empire, 1810-1822, (New York,1937), pp. 221-242.
(67) El historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, apoyado en copiosas secuencias estadísticas, señala como a partir de fines de siglo XVIII la marinamercante norteamericana va desplazando a la española en el comercio exterior de Cuba, llegando a un casi complejo dominio del tráfico de exportación de azúcar, producto que 'los norteamericanos distribuían en su propio país y, mayormente, en Europa. A ello contribuían dos circunstancias. Primero, las concesiones al tráfico neutral en las Antillas que el 80-
289
da, a insistencia de España, por las potencias marrnrnas de Europa Occidental, de cuyos puertos metropolitanos y colonialesamericanos fueron excluidos los corsarios y sus presas, aunque('(1 las colonias americanas la benévola protección oficial y privada al corso debilitaron la nueva legislación. En algunos lugares como Santornas, donde privaba un extenso y productivocomercio con las costas de Venezuela y Nueva Granada, tantorealista como insurgente, daneses e ingleses mantenían, a partirde 1818 y 1819 un activo patrullaje de esa ruta marítima (68).Igualmente Francia reforzó en esos años sus hasta entonces escasas fuerzas navales del Caribe (69). De Inglaterra, ya sabemosposeía desde antaño la más poderosa flota de guerra activa enla región. En contraste, España difícilmente podía enfrentarseal reto del corso insurgente: sus débiles fuerzas navales en elCaribe tan solo precariamente podían atender las extensas obligaciones impuestas por la guerra, su corso nacional, por otro
bierno español se vio obligado a hacer durante el periodo revolucionario ynapoleónico. Por otro lado, era ya patente la incapacidad de la infraestructura comercial y marítima de España para transportar y mercadear la creciente producción cubana -sobre todo el azúcar, sin desatender el resto delcomercio de Indias, que también había crecido durante la segunda mitadsiglo XVIII a un ritmo mayor que la flota española. Véase Moreno Fraginals, op. cit., Vol. 11, pp. 98-106. Moreno Fraginals recalca correctamentela gran importancia de este segundo factor; indudablemente luego de 1810el corso insurgente contribuyó a remachar a través de las Antillas la curvadescendente de la capacidad marino-mercante de España. Casi seguramentela situación del comercio exterior de Puerto Rico entonces era similar a laque acabamos de ver en Cuba. Aunque no contamos en Puerto Rico conestudios económico-sociales de la naturaleza de la extraordinaria obra deMoreno Fraginals ni disponemos de secuencias estadísticas comparables,algunos datos aislados nos permite columbrar circunstancias más o menossimilares. El carácter más marcadamente militar de Puerto Rico permitióa España. sin embargo, conservar aquí un mayor agarre. El historiadorpuertorriqueño Lidio Cruz Monclova señala, por ejemplo, que en el mes deDiciembre de 1817 el movimiento portuario de San Juan registró la entradade 17 barcos españoles y 11 extranjeros. Cruz Monclova, op. cit., pp. 130131. Evidentemente a esta creciente dependencia con respecto al tráficoneu tral respondía la continuada insistencia del intendente Alejandro Ramfrez en man tener abiertos con visos de permanencia, los puertos de PuertoRico a buques de bandera extranjera.
(68) Birgit Sonesson, Puerto Rico y Santomas en conflicto comercial. Tesis para el grado de Maestro en Artes, Universidad de Puerto Rico (Río Piedras,Puerto Rico, 1973) (Mecanografiada), p. 46.
(69) William Spence Robertson, France and Latin American Independence,(Baltimore, Maryland, KU. de A., 1939). pp. 123-128, 191-193.
290
lado, aunque ya incipientemente activo, solo cobraría augeluego de 1820.
Acosados los corsarios como hemos visto, por un cúmulo de circunstancias adversas y enfrentados a la decadencia marino mercante española en el Caribe, se acelera ahora un procesoque ya venía forjándose desde hacía algún tiempo: el tránsitohacia la piratería. Es en esta crítica coyuntura que los gobiernos de Estados Unidos y Europa Occidental incrementan lapresión sobre los nuevos estados independientes con miras a laabolición o más estrecha reglamentación del corso. La acciónde los nuevos gobiernos anhelosos del reconocimicn to oficialextranjero, no se hizo l:sperar. Precisamente entonces la afirmación de la independencia de Gran Colombia, Buenos Aires,y más tarde México iba dando a sus respectivas fuerzas navales categoría oficial, lo que tendía a regularizar más estrechamente sus relaciones marítimas con las naciones neutrales.El primero en actuar fue el gobierno de Buenos Aires que bajola dirección de Bernardino Rivadavia el 6 de Octubre de 1821abolió el corso bajo dicha bandera (70). Para entonces, dejabatambién de constituir un problema en estos mares el corso mexicano que había venido operando desde el litoral de Texas. Eldecaimiento de la lucha independentista en aquel virreinatoy los conflictos internos entre los jefes corsarios habían debilitado y diezmados sus fuerzas. Finalmente en 1820 el gobiernonorteamericano, ansioso de liquidar ese foco de contrabandoadyacente a su territorio nacional, hizo que su marina de guerrales expulsara de aquellas costas (71). Aunque en grado menory más tardía y lentamente, el corso de Gran Colombia, de lacual formaba parte desde 1819 Venezuela, decreció como factoroperante en la región. Ya desde la firma, el 25 de Noviembrede 1820, del Armisticio de Trujillo entre las fuerzas de Bolívary las de Morillo, muchos corsarios gran colombianos (la mayoría adscrita en sus orígenes a la causa venezolana) se habían pasado al grupo que bajo pabellón uruguayo de José GervasioArtigas se dedicaba desde unos islotes cercanos a San Bartolo-
(70) Bealer, op. cit., Franco. op. cit., pp. 188-189.
(71 \ Warren, op, cit., pp. 247-249.
291
mé en las Antillas Menores a una más o menos abierta piratería. (72). El 30 de Marzo de 1822 el Poder Ejecutivo de la GranColombia expidió una Ordenanza de Corso cuyas disposiciones,sobre todo las de caracter fiscal, dificultaron de all í en adelantela actividad corsaria bajo esa bandera (73). Por otro lado, muchos de los antiguos corsarios, fueron gradualmente incorporados a la marina oficial de la Gran Colombia y participaban enla lucha naval para liberar los últimos reductos bajo controlespañol en el litoral caribeño de la nueva república. En consecuencia de este multifacético proceso se aceleró como ya hemosseñalado, el descenso del corso oficial y su tránsito hacia la piratería y pseudo piratería en aguas de las Antillas. A pesar deello, sin embargo, el corso, sobre todo el gran colombiano, nodesapareció del todo en la región sino que continuó por untiempo, aunque muy disperso y en curva descendente. Durantelos años de 1820 a 1830 las fuentes históricas nos revelan, hasta su completa desaparición, esporádicos ataques de corsariosdenominados "venezolanos" al litoral puertorriqueño y susaguas circundantes (74). En estas circunstancias, desde luego,
(72) William Abraham Morgan, Sea Power in me Gulf of México and me Caribbean during the Mexican and Colombian Wars of Independence, 18IS1830. Tesis para el grado de Doctor en Filosofía, Universidad de Southern California (Los Angeles, California, E.U. de A., 1969) (Mecanografiada), pp. 240-241.
(73) "Documentos inéditos de 1826. Exposición del Comandante de MarinaDon Felipe Esteves, sobre el corso en la guerra de Independencia", Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas, Venezuela) Núm. 13,Tomo IV, Abril de 1917, pp. 203-216. Curiosamente, el año anterior de1821 al cesar el Armisticio de Trujillo, se instruyó el 14 de Junio al MayorGeneral de la Marina, General Lino de Clemente a "dar comisiones de corsoa los buques que las pidan ... porque el objeto de S. E. EL Libertador esreemplazar con corsarios particulares la falta de una escuadra nacional parahostilizar en todas partes el comercio del enemigo ... Los mismos corsariossostenidos por los pocos buques de guerra del Estado, harán los bloqueosde las plazas marítimas ..."Vargas, Nuestros próceres navales, p. 135.Aparentemente la presión internacional y el creciente interés del gobiernode Gran Colombia en el pronto reconocimiento de la república por las potencias extranjeras explican la más estricta reglamentación ordenada el siguiente año. Por otro lado, el empleo de los corsarios en el bloqueo delos puertos enemigos de Nueva Granada y Venezuela explica su decrecientepresencia en las Antillas a partir de 1821.
(74) Para noticias de actividad corsaria en el litoral yaguas de Puerto Rico en1822; 1925 Y 1827 véase: Cruz Monclova, 01'. cit., pp. 186,240; Guillén,op. cit., p. 107 (Leg, 804).
292
se hacía ya más difícil la práctica de la piratería bajo patenteregular de corso insurgente, situación hasta entonces difundidaen la región. La piratería, extendida y virulenta, y el corsoespañol basado en Cuba y Puerto Rico reemplazaron al corsoinsurgente como principal factor desestabilizador en las comunicaciones navales del Caribe y el archipiélago antillano.
Es a partir del inicio de la nueva década, 1821, que esaanarquía marítima comienza a afectar marcadamente, y en forma adversa, la vida económica y comercial de Puerto Rico. Aunque no existe estudio alguno, ni especializado ni de conjuntosobre la economía o el comercio de Puerto Rico durante esteparticular periodo, ni tampoco contamos con series o secuenciasestadísticas al respecto, las aisladas noticias asequibles nos permiten algunas conjeturas en torno a los efectos, hasta este momento, del corso en la vida puertorriqueña. Nos revelan estosdatos hacia 1820 un incremento en las cifras de la actividad económica y comercial en contraste con detalles análogos de 1814cuando se iniciaban en la isla las reformas propugnadas por el intendente Alejandro Ramírez. El historiador Lidio Cruz Monclova asevera que para 1819 "el valor de la propiedad o riqueza dela isla, favorecido por la Cédula de Gracias y la gran demanda degéneros tropicales ocasionada por la paz general que comenzabaa disfrutar Europa y Estados Unidos, alean/aba a 16,472,304pesos, catorce veces más que a fines del período anterior(1814)" (75). El único renglón que aparece entonces en víasde reducción cuantitativa es la hacienda pública cuyos ingresossolo alcanzaron la suma de 393,946 pesos, lo que representabauna disminución de más de 190,000 pesos respecto a 1814(76). Entre las varias razones aducidas para esta merma estáel incremento en los gastos de defensa y la ausencia del situado(77), ambas circunstancias producto de la creciente presencia
(75) Cruz Monclova, op, cit., p. 129.(76) Ibid., p. 131.(77) Ibíd. Desde principios de siglo las remesas del Situado habían sido bastante
irregulares (Véase al respecto Franco, op. cir., p. 44), tornándose críticaesta situación al inciarse la lucha por-la independencia en la Nueva España.A partir de 1817, el corso y la piratería mantuvieron mayormente interrumpidas las comunicaciones entre Veracruz y las Antillas Hispanas. Bealer, op. cít., p. 66. Hay que recordar que por lo general los fondos del Si-
293
del corso insurgente en Puerto Rico. Aparentemente el factorque h izo posible la subsistencia del comercio exterior de PuertoRico durante estos años y de! incremento advertido en 1820 esel tráfico marítimo en buques neutrales que servía sus puertos.Todas las fuentes concuerdan en la notable reducción para entonces del tráfico marítimo español en el Caribe y las Antillas(78). Es por ello que el intendente Ram írez, al poner en vigencia en 1816 la Real Cédula de Gracias, incorporó a sus disposiciones la continuada y más amplia admisión de buques extranjeros al comercio y los puertos de la isla.
Al iniciarse luego de 1820 la nueva década, cuando elcorso se transforma en piratería y su multiplican sus ataquesal tráfico marítimo bajo bandera neutral, es entonces cuando elcomercio exterior de Puerto Rico comienza a resentirse de losefectos adversos de aquella anarquía marítima y a entrar encurva descendente. Luego de señalar el ininterrumpido aumento que en 1823 se advertía en e! orden demográfico y en elvalor de la riqueza territorial, agrícola y ganadera, e! historiador Cruz Monclova apunta que el giro comercial, sin embargo,ascendía a solo 2,110,112 pesos comparado con 2,220,000pesos en 1820; es decir, una merma cerca de 100.000 pesos(79). Entre los factores según el citado historiador, responsablesde este estancamiento.convirtiéndose en descenso, ocupabanprominente lugar "las depredaciones de los corsarios insurgentesy los piratas diseminados por las costas de la propia isla"(80).Factor agravante fue también "el retiro de los puertos de laisla de muchos barcos extranjeros, particularmente norteamericanos, con motivo de un acuerdo de la Diputación Provin-
ruado destinados a Puerto Rico eran enviados primero a La Habana y deall í eran remitidos a San Juan.
(78) Desde 1817 las primas de Seguro marítimo sobre barcos de bandera española se cotizaban en Londres a niveles casi prohibitivos, con la consiguienteventaja para las marinas mercantes de países neutrales, sobre todo la británica y norteamericana. Bealer, Ibid. p. 63. Según se desprende de la prensa norteamericana y europea contemporánea desde mediados de eseaño, gran parte, del comercio marítimo del Caribe español se llevaba acabo en buques neutrales, viéndose incluso obligados los armadores españoles a recurrir al registro de sus buques en puertos extranjeros. Ibid., p.6S
(79) Cruz Monclova, op. cit., p. 210.(80) Ibid.
294
cial ordenándoles pagar la mitad de los derechos de aduana enplata redonda o cordoncillo y la otra mitad en moneda macuquina" (81). Se lesionaban así los intereses del tráfico neutral, elemento vital hasta entonces en el intercambio marítimo insular. Aparecía igualmente afectado en 1823 el estadode la Real Hacienda. En ese año sus ingresos solo alcanzabana 362,209 pesos, es decir, cerca de 38,000 pesos menos queen 1820 (82). Desde luego, este estancamiento en el desarrollo del comercio marítimo y el fiscal, mantuvo necesariamentefrenados durante estos años varios renglones en el procesoeconómico suscitado por las reformas del Intendente Ramírez.El papel desempeñado en todo ello por el corso y la pirateríaqueda evidenciado en el subsiguiente curso de los acontecimientos cuando ante la presión internacional España suprimesu corso degenerando éste en pseudo piratería, y las fuerzasnavales británicas y norteamericanas ponen fin a la pirateríaen estas aguas,. meta que comienza a lograrse a partir de 1825;muchos piratas, incidentalmente transfirieron a tiempo sus actividades al más lucrativo campo del contrabando negrero.Este tren de sucesos junto a la terminación de las guerras emancipadoras en el circundante continente hispanoamericano, ponen fin gradualmente a la ya larga inestabilidad marítima enel Caribe y las Antillas (83).
Las fuentes históricas contemporáneas señalan, al poderoperar plenamente el conjunto de las anteriores reformas, elrápido crecimiento del comercio exterior de Puerto Rico y elconsecuente auge de la hacienda pública insular, beneficiario decuyo desarrollo vino a ser el nuevo Capitán General y Gobernador de la isla Don Miguel de la Torre, quien precisamente en1828 inicia la recopilación y publicación anual de las estadísticas económicas y comerciales insulares (84). Los cambios einnovaciones ocurridos entre 1820 y 1822 Y el consiguientetránsito del corso a la piratería cierran pues una etapa y abrenotra en la historia del trafico y comercio marítimo de Puerto
(81) (bid.(82) Ibid., p. 211.(83) Brau, op, cit., p. 240.(84) (bid.
295
Rico. El análisis de la nueva fase iniciada en 1821 tema ajeno alpresente trabajo, es ya, sin embargo, otra historia.