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JOAQUÍN YEBRA SERRANO
EstudiosBÍBLICOSII
ESTUDIOS BÍBLICOS II
Pr. Joaquín Yebra.
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Se dedicarán las clases que sean necesarias a cada una de estas lecciones. El objetivo
es que las enseñanzas sean asimiladas por los hermanos, sin prisa. Los instructores
pueden en todo momento consultar con el pastor Joaquín las dudas que surjan en clase.
PRIMER ESTUDIO: “LA SOLUCIÓN DE DIOS”.
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1ª Juan 5:19.
El mundo entero está bajo el maligno.
Al desobedecer a Dios, el hombre se puso bajo el dominio del maligno. Fue de esa
manera como el pecado entró en el mundo, trayendo consigo todas las consecuencias:
Separación de Dios, sufrimiento y muerte.
Romanos 5:12.
Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre, y la
muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron.
Romanos 6:23.
La paga del pecado es muerte.
Y el pecado es la transgresión de la Santa Ley de Dios: 1ª Juan 3:4.
La raza humana, en su totalidad, al convertirse en pecadora, fue condenada a muerte.
Jeremías 13:23.
Por siglos, el pecado se ha posesionado del corazón de los humanos, de tal forma que el
hombre (varón y mujer) por sí mismo no puede deshacerse de él, por más que trate de
hacerlo. Abandonado al pecado, el hombre se halla en una situación desesperada.
Romanos 7:18-19, 24.
Cuando aceptamos nuestra incapacidad para hacer lo bueno, sentimos un gran dolor y un
profundo sentido de impotencia.
Isaías 63:19; 64:1.
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Para el ser humano, cuando se da cuenta de su impotencia frente al pecado, el problema
puede parecer insoluble. La única esperanza procede de Dios. Pero, ¿aceptaría Dios
dejar el Cielo para venir a salvarnos?
Ezequiel 33:11.
2ª Pedro 3:9.
1ª Timoteo 2:4.
Efectivamente, Dios ha ideado un plan para la salvación de los pecadores.
1ª Juan 3:1.
Dios nos ama y quiere que todos seamos salvos. Desea ardientemente tener con
nosotros la misma relación que tenía con la raza humana antes de la caída. Pero la
justicia perfecta de Dios exige la muerte del pecador por haber transgredido la Ley Divina:
Romanos 6:23.
¿Cómo puede Dios cumplir con las demandas de la justicia divina y al mismo tiempo
mostrar su ardiente amor para cada uno de nosotros?
1ª Juan 4:9-10.
Para que el hombre culpable pudiera librarse de la condena a muerte, era necesario que
uno que no conoció pecado tomara sobre sí la condenación que los pecadores
merecemos: La muerte.
El Unigénito Hijo de Dios, quien nunca pecó, se ofreció en sacrificio, a morir por nosotros,
para que nosotros podamos vivir eternamente con Dios, que es la perfecta voluntad
divina, y para lo que fue creado el hombre.
Juan 3:16-17.
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Este mensaje es el punto central de la Palabra de Dios, la razón de ser de la Iglesia y el
propósito de todos nuestros estudios bíblicos.
Al entregar a su Hijo Unigénito, Dios se ofreció en sacrificio El mismo, tomando sobre sí
los pecados de todos nosotros, para que nosotros, que éramos pecadores condenados a
la muerte eterna, pudiéramos heredar la vida eterna al aceptar ese sacrificio del Señor por
nuestros pecados. Ese es el verdadero mensaje de esperanza dado a toda la raza
humana, y el que hemos de proclamar con nuestro testimonio.
1ª Pedro 1:10-11.
El mensaje de toda la Biblia se centra en este mensaje de salvación por la gracia divina;
es decir, el regalo de Dios a través de su Hijo Unigénito. Todos los profetas proclamaron
este mensaje.
Génesis 3:14-15.
Acto seguido de la caída del hombre en el pecado, Dios prometió remediar la situación.
La descendencia de la serpiente son los seguidores de Satanás, los hijos de pecado. La
descendencia de la mujer es Jesús, el Unigénito Hijo de Dios, el Salvador del mundo, y
aquellos que fielmente le siguen.
A través de los pecadores, Satanás ha afligido enormemente a Jesucristo, y de esa forma
le ha herido el talón a Jesús. Pero por su sacrificio en la Cruz del Calvario, Jesucristo ha
triunfado sobre Satanás, y de esa manera ha herido la cabeza de la serpiente.
Juan 8:56.
Job 19:25
Isaías 59:20.
Abraham, Job y muchos otros, pusieron su esperanza en la salvación de Dios.
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Mateo 1:21.
Jesucristo es el Unigénito Hijo de Dios, quien se ofreció a morir por cada uno de nosotros,
para salvarnos de nuestros pecados.
En Jesucristo se cumplen perfectamente todas las profecías del Antiguo Testamento
concernientes al Mesías prometido.
Veamos algunas de esas profecías que confirman el cumplimiento de cada una de ellas:
Miqueas 5:2.
Mateo 2:1.
Oseas 11:1.
Mateo 2:14-15.
Isaías 40:3.
Mateo 3:1-3.
Isaías profetizó que una voz en el desierto prepararía el camino a Jehová.
Mateo cita ese texto revelando que Juan el Bautista preparó el camino a Jesús. La
conclusión es evidente: Jesucristo es Jehová en carne.
Isaías 35:4-6.
Mateo 11:4-5.
El Antiguo Testamento había predicho que el Mesías sanaría a muchos.
Isaías 53:1.
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Juan 12:37-38.
A pesar de lo que revelaban las profecías, las autoridades judías no creyeron que Jesús
era el Mesías Sufriente.
Isaías 53:3.
Marcos 9:12.
Para salvarnos, Jesucristo sufrió el desprecio de los hombres sufriendo en gran medida.
Isaías 53:7.
Mateo 27:13-14.
Mientras la sarta de falsas acusaciones en su contra era proferida, Jesús permaneció en
silencio.
Isaías 53:12.
Lucas 23:33-34.
Aunque agonizaba clavado en la Cruz, Jesús intercedió por sus asesinos.
Isaías 53:12.
Juan 10:17-18.
El amor de Jesucristo hacia nosotros fue y es tan grande que estuvo dispuesto a morir por
nosotros. Nadie le obligó a hacerlo. Lo hizo por amor a nosotros y en obediencia al Padre.
Isaías 53:5-6, 11.
Estas son las buenas nuevas del Evangelio: Jesús se ofreció como sacrificios por cada
uno de nosotros, para que tengamos vida eterna.
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Salmo 16:10.
Hechos 2:31.
La victoria de Jesucristo sobre la muerte comprueba que Él tiene poder de darnos vida
eterna si en realidad la deseamos, puesto que esa vida eterna será vivir con Él en el
Reino de Dios.
Lucas 24:25-27.
La Biblia en su totalidad, dese el Génesis al Apocalipsis, nos habla de la promesa de un
Salvador y el cumplimiento de la misma en la Persona y el Ministerio de Jesús de
Nazaret, quien murió y resucitó y ascendió al seno del Padre, de donde había venido,
para salvar a la humanidad perdida.
Juan 20:31.
Dios no fue forzado a venir a salvar a los pecadores. Lo hizo porque nos ama con amor
infinito. La salvación que nos ofrece, a través de su Hijo Jesucristo, es la única solución
para el problema del pecado y para que obtengamos vida eterna.
Dios hizo todo lo que era necesario para nuestra salvación. Aceptemos su ofrecimiento
mientras tenemos tiempo para hacerlo.
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SEGUNDO ESTUDIO: “¿NECESITAMOS REALMENTE A CRISTO?”
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Romanos 3:10
Romanos 3:23.
La triste condición del hombre nos llevaría finalmente a la muerte eterna.
Juan 14:6.
Hechos 4:12.
También hemos visto que Dios, por el gran amor que tiene hacia la humanidad, ideó un
plan a través del cual podemos obtener la vida eterna, en lugar de la muerte.
Marcos 10:17.
Hechos 16:29-30.
¿Qué debe os hacer para ser salvos? Busquemos la respuesta en la Biblia:
Hechos 2:37-38.
Lucas 13:3.
El primer paso es el arrepentimiento. Debemos reconocer que somos pecadores,
arrepentirnos de nuestra condición de pecadores y aceptar nuestra necesidad absoluta de
un Salvador.
1ª Corintios 2:14.
Infortunadamente, el hombre (varón y mujer), manchado por el pecado por muchos miles
de años, no puede arrepentirse por sí solo. Entonces, ¿qué debemos hacer para
experimentar el arrepentimiento?
Hechos 5:31.
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Salmo 51:10.
La respuesta es directa: Debemos pedir la ayuda a Dios para experimentar el
arrepentimiento. Dios nos hará sentir nuestra condición pecaminosa y nuestra necesidad
de un Salvador.
Ezequiel 18:30-31.
El arrepentimiento verdadero, dado por Dios, nos lleva a reconocer nuestra miseria
espiritual, nuestra culpabilidad y lo horrible del pecado. Por lo tanto, nos prepara para una
segunda etapa: La confesión de nuestros pecados.
Proverbios 28:13.
Para ser librados de nuestra culpabilidad de nuestros pecados del pasado, debemos venir
ante Dios humildemente y confesárselos. El pecador verdaderamente arrepentido no trata
de justificar sus pecados, sus caídas y sus errores, sino que los reconoce delante de Dios
y le pide al Señor perdón por ellos.
Si nuestra confesión es sincera, trataremos de enmendar aquellos actos que pueden
haber dañado a otros. Este paso es muchas veces doloroso, pero trae consigo al final
gran alivio y satisfacción.
Salmo 51:1-3.
Todo el Salmo 51, escrito por David, es un brillante ejemplo del tipo de confesión que Dios
espera de nosotros, reconociendo nuestros pecados, sin justificarlos, y humildemente
pidiendo a Dios que los perdone.
Lucas 15:21.
Lucas 19:8.
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Por tanto, este es el segundo paso en el plan de Salvación: Confesión sincera de nuestros
pecados, y por tanto, cuando nos sea posible, enmendar el daño que hayamos podido
causar.
Lucas 5:21.
Muchos enseñan que Jesús dio autoridad a los apóstoles de escuchar las confesiones de
los hombres y perdonarles sus pecados en el nombre de Dios. Esta creencia viene de una
interpretación errónea de Mateo 16:19.
A pesar de las claras enseñanzas de la Biblia, las cuales nos aseguran que sólo Dios
puede perdonar pecados, hay quienes entienden que Jesús confirió al Apóstol Pedro el
poder de otorgar o negar el perdón de los pecados.
Descubrimos este error cuando consideramos el siguiente versículo de la Biblia: Hechos
8:20-22.
Escandalizado por el ofrecimiento de Simón el mago, quien quiso comprar el Espíritu
Santo, Pedro no decidió si lo perdonaría o no. Simplemente le dijo que orara a Dios para
obtener el perdón.
Entonces, ¿qué quiso decir Jesús al pronunciar estas palabras: “Todo lo que ates en la
tierra habrá sido atado en los cielos, y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en
los cielos”?
2ª Corintios 2:15-16.
Pedro y los demás apóstoles no recibieron el poder de otorgar ni retener el perdón de los
pecados de los hombres. Lo que recibieron fue la misión de predicar el Evangelio de
Jesucristo.
Al presentarles este Evangelio, los cristianos debemos llevar a quienes lo escuchan a un
momento decisivo: Aceptar o rechazar a Jesús como Señor y Salvador personal, eterno y
todo poderoso.
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La decisión tomada atará o desatará a esa persona en los cielos.
Salmo 32:5.
Esdras 10:11.
Sólo Dios tiene el poder para perdonar nuestros pecados. Por lo tanto, debemos
confesarlos a Él, sin ningún otro Mediador que no sea el mismo Señor Jesucristo.
Isaías 55:7.
1ª Juan 1:9-10.
El tercer paso en el plan divino de la salvación del pecador es aceptar incondicionalmente
el perdón de Dios creyendo que es cierto.
1ª Juan 1:7.
Romanos 5:9.
La única manera de ser justificados, es decir, de ser hechos justos delante de Dios y su
Santa Ley, es aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador personal. Su sangre
derramada en la Cruz, al ser aceptada, nos limpia de todos nuestros pecados, y la justicia
de Jesucristo se convierte en la nuestra.
Habacuc 2:4.
1ª Pedro 1:9.
Hebreos 11:1.
Para salvarnos, Dios necesita nuestra cooperación: ¿Qué es lo que constituye nuestra
parte en el acto de la salvación? Tener fe y confianza plena en nuestro Señor.
Efesios 2:8.
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Fe es poner toda nuestra confianza en Dios para salvarnos.
A través de la fe, creemos que el plan divino de salvación es todo lo que necesitamos
para obtener la vida eterna.
Pero entonces ¿qué podemos hacer para aumentar nuestra fe o nuestra confianza en
Dios?
Romanos 10:17.
A través del estudio ferviente de las Sagradas Escrituras, con una actitud humilde y
sincera, y la práctica de la oración clamando por ser llenos del Espíritu Santo, cada uno
de nosotros llegaremos a conocer cada vez más a Dios nuestro Señor, y confiar más en
Él. Esa confianza es el medio para obedecerle andando en sus mandamientos.
Si le amamos, le obedeceremos porque nos fiaremos de Él con todo nuestro corazón.
Nuestra fe en Dios y en su plan de salvación crecerá cada día más en nosotros. Esa es
exactamente la meta de estas lecciones.
Juan 3:36.
Hechos 16:30-31.
Dios nos otorga su salvación con una sola condición: Que la deseemos con todo nuestro
corazón. Nos pide que le creamos a Él y confiemos en sus promesas.
Gálatas 2:16.
El último punto que es esencial que comprendamos es que no existe nada que nosotros
podamos hacer para merecer o ganar nuestra salvación. Ninguna obra de justicia, por
grande que sea, puede contribuir a nuestra salvación del pecado y sus consecuencias.
La salvación es un regalo de Dios para nosotros, y la única obra aceptable delante de
Dios Padre es el sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario.
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Tito 3:5.
Efesios 2:8-9.
Dios espera que como discípulos de su Hijo Jesucristo practiquemos buenas obras, no
para salvarnos, sino porque hemos sido salvados para hacerlas.
Isaías 64:6.
Romanos 3:10.
Por lo tanto, debemos tener presente que la salvación no es algo que merecemos ni que
podemos ganar por nuestros propios méritos. Nuestras buenas obras no nos justifican
delante de Dios. El único camino que lleva a la salvación se encuentra cuando
reconocemos que somos impotentes para salvarnos a nosotros mismos, y aceptamos a
Jesucristo como nuestro Salvador personal. Entonces nuestro Señor nos otorga su
perfecta justicia.
Isaías 64:6.
Zacarías 3:3-4.
La Biblia se refiere con frecuencia a la justicia del hombre como vestiduras sucias, pero a
la vestidura de Jesucristo como blanca y limpia.
Lucas 15:21-22.
En esta parábola del “hijo pródigo”, Jesús usa esta ilustración de las vestiduras sucias que
son reemplazadas por vestiduras limpias, para enseñarnos que, cuando Dios nos
perdona, Él reemplaza nuestra justicia manchada por la perfecta justicia de Jesucristo,
nuestro Redentor y Salvador.
Isaías 61:10.
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Romanos 13:14.
Somos invitados a recibir a Jesucristo como nuestro Salvador personal, a vestirnos con su
ropa de justicia, con sus vestiduras de salvación, para que aparezcamos delante de Dios
tan blancos como la nieve.
Apocalipsis 7:13-14.
¿Queremos vestirnos con esas vestiduras blancas?
Dios ha preparado un vestido blanco parta cada uno de nosotros.
Romanos 6:23.
Hebreos 2:3.
2ª Corintios 6:2.
No pospongamos nuestra decisión. Si no lo hemos hecho, hagámoslo ahora, recibiendo a
Jesucristo como nuestro Salvador personal, entregándole nuestro corazón, a quien
primeramente entregó el suyo por nosotros.
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TERCER ESTUDIO: “UNA VIDA TRANSFORMADA”:
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Juan 16:12.
Hebreos 5:14.
(Es imprescindible haber comprendido el estudio anterior (“¿Necesitamos realmente a
Cristo?”) porque esta lección da por hecho que los elementos cruciales ya fueron
explicados en ella).
Mateo 18:3.
En el estudio anterior vimos que la Biblia declara que todos los hombres (varones y
mujeres) somos pecadores, y que la consecuencia es la muerte. Sin embargo, también
aprendimos que, gracias al sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario, Dios borra el
pasado oscuro de cualquier pecador que se arrepiente.
En este estudio vamos a ver que Dios también desea transformar nuestro presente y
nuestro futuro.
Juan 3:3-5.
Hablando con Nicodemo, Jesús abordó el tema de la conversión, y la comparó a un nuevo
nacimiento, necesario para obtener la vida eterna.
2ª Corintios 5:17.
Al invitar a Jesucristo para que sea nuestro Salvador personal, le damos también la
bienvenida a nuestro corazón para que nos transforme a su imagen.
Este cambio de naturaleza sólo es posible por medio de la intervención divina. Nadie
puede convertirse por sus propios esfuerzos.
1ª Corintios 3:1-2.
1ª Pedro 2:2.
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Los nuevos conversos, como niños, crecerán en el conocimiento de Jesucristo día a día.
2ª Corintios 4:16.
A medida que progresamos en nuestra vida cristiana, la poderosa acción del Espíritu
Santo de Dios en nuestros corazones producirá gradualmente una transformación de
nuestros valores, prioridades y conceptos de las cosas de la vida, así como la manera en
que interpretaremos los acontecimientos de nuestra existencia. Reflejaremos cada día
más el carácter de Jesucristo.
Juan 15:4-5.
A través de nuestra relación personal con Jesucristo llegaremos a producir los buenos
frutos que Él tiene para nosotros.
¿Cuáles son esos buenos frutos? Gálatas 5:22-23.
Un árbol produce frutos de manera espontánea, a través de la acción de la savia en sus
ramas. De la misma manera, a través de la acción del Espíritu Santo en nuestro corazón,
nosotros espontáneamente produciremos el fruto del Espíritu.
Esta obra continua del Espíritu de Dios actuando en nuestros corazones es lo que
llamamos nuestra “santificación”.
1ª Corintios 1:30.
La salvación del hombre comprende dos grandes elementos: 1) La justificación, a través
de la cual el pecador arrepentido recibe el perdón de sus pecados pasados. 2) La
santificación, que es la obra del Espíritu Santo en nosotros, transformándonos día a día
para restaurar la imagen de Dios en nosotros.
La santificación es la prueba de que sinceramente hemos pedido a Jesucristo que
perdone nuestros pecados y que se convierta en nuestro Señor y Salvador personal.
Romanos 12:2.
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Efesios 5:17.
Cuanto más conozcamos a nuestro Salvador, tanto más anhelaremos hacer su voluntad y
trataremos de cumplirla con el poder de su Gracia.
Ahora bien, ¿cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida?
Salmo 40:8.
Juan 14:15.
1ª Juan 5:3.
La voluntad perfecta de Dios está expresada en los Mandamientos de la Santa Ley de
Dios.
Hebreos 5:9.
La fe separada de la obediencia no es la fe verdadera, sino la fe muerta, la que no obra
por el amor a Dios.
Lo primordial en la vida del cristiano es mantener una relación personal con Jesucristo,
que se destaque por la obediencia a su voluntad. Sin embargom fijémonos en el siguiente
punto:
No obedecemos a nuestro Señor para ser salvos, sino que le obedecemos porque somos
salvos.
Gálatas 2:20.
Apocalipsis 3:20.
No olvidemos que separados de Cristo Jesús nada podemos hacer. Debemos invitarle a
morar en nosotros para ser transformados a su imagen.
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1ª Corintios 10:13.
Abandonados a nuestra suerte, no podemos obedecer la Santa Ley de Dios.
Pero nuestro Señor nos da el poder necesario para vencer las tentaciones, para que
podamos hacer su voluntad siempre y seguirle hasta el fin.
Juan 14:16-17, 26; 16:13.
La obra del Espíritu Santo es esencial para nuestro crecimiento espiritual. El Santo
Espíritu del Padre y del Hijo es quien nos hace sentir la necesidad de un Salvador, y quien
también nos dirige a toda la verdad, para que la aceptemos en nuestros corazones.
Lucas 11:13.
Dios quiere que nos acerquemos a Él con fe, y que le pidamos que nos envíe ese poder
esencial que reside en el Espíritu Santo.
A través de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida seremos capaces de hacer la
voluntad de Dios.
Lucas 6:44.
Gálatas 5:22-23.
La santificación se revela a través de la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones,
produciendo el fruto del arrepentimiento.
Filipenses 4:5-7.
El Espíritu Santo hará posible nuestra santificación al llevarnos a depender de los dos
recursos que Dios ha puesto a nuestro alcance: Lo primero es la oración, a través de la
cual nos comunicamos con Dios, para agradecerle y presentarle nuestras peticiones.
Mateo 4:4.
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2ª Pedro 3:18.
El segundo recurso es el estudio de la Santa Palabra de Dios, el cual es tan necesario
para la vida espiritual como la comida lo es para el mantenimiento de nuestra vida física.
Ese estudio ha de hacerse con el sincero deseo de buscar la voluntad de Dios para
nuestra vida.
1ª Tesalonicenses 4:1.
Al ser justificados por Jesucristo, Dios nos invita a seguir por la senda de la santificación;
es decir, crecer espiritualmente cada día, con la ayuda del poder del Espíritu Santo
obrando en nosotros.
Pero, ¿es la santificación necesaria para nuestra salvación? ¿No es la justificación
suficiente?
1ª Tesalonicenses 4:3.
Hebreos 12:14.
La Biblia es sumamente clara al respecto, digan lo que digan los que abaratan la gracia
de Dios convirtiéndola en libertinaje: La justificación y la santificación son esenciales para
la salvación.
Somos justificados por gracia, e igualmente por gracia somos santificados, a través de la
fe en Jesucristo. Debemos comprender este punto tan esencial, y nunca olvidarlo, pues
de lo contrario caeremos en la gracia barata y el libertinaje de la carnalidad.
Juan 1:11-12.
Ningún pecador arrepentido es un caso perdido para Dios, no importa cuántos hayan sido
sus pecados.
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Dios puede guiarnos por la senda de la santificación si en verdad lo deseamos.
Ezequiel 36:26-27.
Si le damos la oportunidad, el Espíritu Santo reavivará nuestro corazón, de tal forma que
hagamos la voluntad de Dios con ánimo: Efesios 6:6.
Filipenses 2:13.
Filipenses 4:13.
Dios pone a nuestro alcance el poder de su Santo Espíritu, así como todos los recursos
de la Biblia, que están a nuestra disposición a través de la oración y la meditación.
Filipenses 1:6.
No tenemos razón para estar desanimados: Dios nos ha prometido que nos guiará en el
camino de la santificación. Sólo tenemos que aceptar su invitación y sujetarnos
firmemente a su mano a lo largo de la jornada de nuestra vida. Él sabrá cómo llevarnos
hasta el puerto seguro.
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CUARTO ESTUDIO: “NACIDOS DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU”.
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2º Reyes 5:1.
Naamán era un sirio que deseaba ser sanado de su lepra.
2º Reyes 5:9-10.
Habiendo escuchado habla del profeta Eliseo, Naamán decidió visitarlo para ser sanado
de su enfermedad.
El profeta Eliseo no se dignó encontrarlo personalmente, pero le informó cómo podría ser
sanado, lavándose siete veces en el río Jordán.
2º Reyes 5:11-12.
Despreciando aquella forma de ser sanado, Naamán, enfurecido, se preparaba para irse
sin seguir las instrucciones del profeta Eliseo.
2º Reyes 5:13-14.
Las aguas del río Jordán no tenían ningún poder milagroso. Lo que en realidad sanó a
Naamán fue su obediencia a las instrucciones del profeta de Dios.
1ª Pedro 2:21.
1ª Juan 2:6.
Así como fue necesario que Naamán se zambullera en el río Jordán, así Dios nos pide
mostrar concretamente que hemos tomado la decisión de seguir a su Hijo Jesucristo.
¿Qué es lo que Dios nos pide? Volvamos nuestros ojos a nuestro Redentor Jesucristo,
nuestro ejemplo en todas las cosas.
Mateo 3:13-15.
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Jesús no era pecador, por lo tanto no necesitaba ser bautizado. Esa fue la razón por la
que Juan el Bautista se opuso a bautizarlo. Pero Jesús deseaba dejarnos su ejemplo,
para que “cumplamos toda justicia”.
Juan 3:22.
Mateo 28:19-20.
Jesús enseñó a sus primeros discípulos la importancia del bautismo en las aguas. Justo
antes de regresar al cielo, al seno del Padre, de donde había venido, les ordenó a
bautizaran a quienes quisieran ser sus discípulos.
Romanos 6:3-4.
¿Qué significa el bautismo?
Es un acto ceremonial que simboliza nuestro deseo y compromiso de morir con Cristo,
dejando atrás al “viejo hombre”, es decir, nuestra pasada vana manera de vivir en el
pecado, para comenzar a caminar en novedad de vida desde el momento de recibir a
Jesucristo de manera personal como único Señor y Salvador.
Romanos 6:5-6.
2ª Corintios 5:17.
El bautismo, pues, simboliza el reemplazo del hombre viejo por el hombre nuevo.
Colosenses 2:12.
Romanos 6:11.
Recordemos que el bautismo simboliza nuestra muerte al pecado (muerte del “viejo
hombre”) con Cristo, seguido de nuestro nuevo nacimiento en Cristo Jesús.
1ª Pedro 3:20-21.
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El Apóstol Pedro utiliza el relato del Diluvio de los días de Noé para hacernos entender el
significado del bautismo. Recordemos que en respuesta a la llamada de Dios, Noé y su
familia fueron “salvados a través del agua”.
Así como las aguas en sí mismas no podían limpiar la lepra del cuerpo de Naamán, las
aguas no fueron las que salvaron a Noé y su familia. Dios es quien salvó a través de las
aguas a Noé y su familia de la muerte.
1ª Pedro 3:21.
Así como Noé respondió a las llamada de Dios por una acción concreta, entrando en el
arca, nosotros también tenemos que responder a la llamada de nuestro Señor
respondiendo por la acción concreta del bautismo.
Esa es “la apelación de una buena conciencia hacia Dios”, mediante la demostración
pública de nuestra fe en Jesucristo.
Efesios 5:25-26.
Mateo 10:32.
El bautismo es un símbolo de nuestra muerte con Cristo a la vieja manera de vivir,
saliendo de las aguas como símbolo de resucitar a una vida nueva. También simboliza en
cierto sentido el matrimonio del discípulo con su Salvador Jesucristo. De ahí la
importancia de procurar hacer el bautismo públicamente.
Efesios 4:5.
¿Cómo debemos ser bautizados?
De acuerdo con la Biblia, existe sólo un método aceptable para el bautismo:
Juan 3:23.
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El único método de bautismo enseñado en la Santa Palabra de Dios es el bautismo en el
cual la persona es sumergida en el agua. Esa es la razón por la que la Biblia dice que
Juan el Bautista necesitaba “mucho agua”.
De hecho el verbo “bautizar” proviene del griego “baptizo”, cuyo significado es “sumergir”,
“zambullir”, “hundir”.
Mateo 3:16.
Este versículo claramente nos muestra que Jesús fue sumergido en las aguas del río
Jordán.
Hechos 8:36-39.
Si el bautismo hubiera sido por aspersión, no hubiera sido necesario que Felipe y el
eunuco “descendieran ambos al agua”.
Colosenses 2:12.
Romanos 6:4.
Sólo un método de bautismo puede simbolizar el ser sepultados: El bautismo por
inmersión.
Mateo 28:19-20.
¿Hay algunos requisitos preliminares al bautismo?
Como veremos en los siguientes textos, el candidato al bautismo debe tener fe personal
en Jesucristo como Señor y Salvador personal, arrepintiéndose de sus pecados.
Puesto que los menores no pueden cumplir con estos requisitos, no es correcto
bautizarlos.
Marcos 1:5.
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Hechos 2:38.
Como podemos ver, la confesión de pecados, el arrepentimiento y la fe personal en
Jesucristo con todo nuestro corazón deben preceder al bautismo.
Hechos 8:36-37.
Hechos 18:8.
Hechos 8:12.
La Biblia menciona el bautismo de hombres y mujeres, pero nunca de infantes o niños
pequeños.
De hecho, la historia confirma que el bautismo de infantes es una práctica que comenzó
en el siglo III bajo Constantino, cuando la Iglesia estaba ya en proceso de romanización,
adaptándose al rito de “salute aqua frontali”, cuando en el imperio romano se frotaba con
agua perfumada con pétalos de flores al recién nacido imponiéndosele el nombre.
La Biblia es clara al respecto: El único bautismo que es válido es el de una persona que
toma la decisión por sí misma, completamente consciente de su decisión. Y con
capacidad para confesar a Jesucristo como su Señor y Salvador personal.
Hechos 2:41, 47.
1ª Corintios 12:13.
A través del bautismo pasamos a formar parte de la gran familia de Dios: La Iglesia.
También somos así constituidos en obreros capacitados para trabajar con alegría para el
Señor.
1ª Corintios 12:20, 27.
2ª Corintios 5:20.
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A través del bautismo pasamos a ser parte del cuerpo de Cristo, su Iglesia, para trabajar
de acuerdo con los dones, ministerios y operaciones que Dios reparte entre sus hijos e
hijas. Siendo que somos sus embajadores, representamos el Reino de Dios en la tierra.
Lucas 3:21-22.
Hechos 2:38.
Una vez que tomamos la decisión de obedecer a nuestro Señor Jesucristo y ser
bautizados, podemos estar seguros de que el Espíritu Santo obrará en nosotros y nos
ayudará a desempeñar las funciones de embajadores de Cristo, purificando nuestros
corazones de toda iniquidad.
Juan 3:5.
Marcos 16:16.
A la luz de estas palabras de nuestro bendito Señor y Maestro, debemos entender la
importancia del bautismo en la vida de cada cristiano. Estas palabras de Jesús
demuestran que el bautismo nbo es un asunto de elección para aquellos que quieren
seguir a Cristo, sino que es una necesidad.
Juan 13:15.
Jesús, quien no conoció pecado, no necesitaba ser bautizado. Sin embargo, lo hizo para
darnos el ejemplo a seguir.
Ahora, nosotros hemos de preguntarnos: “¿Dejaré que el ejemplo de Jesucristo haya sido
en vano? ¿Seguiré su ejemplo y aceptaré el bautismo también, o ignoraré lo que Jesús
hizo?
Hechos 22:16.
Hechos 22:16.
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QUINTO ESTUDIO: “HACED ESTO EN MEMORIA DE MÍ”
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Éxodo 12:3-7, 11.
La celebración de la Pascua se remonta a los días de Moisés, cuando el pueblo de Israel
se encontraba en la esclavitud en Egipto.
Éxodo 12:12-13.
Para convencer al Faraónb de que debía dejar al pueblo hebreo en libertad, Dios envió
nueve plagas sobre el pueblo egipcio. Pero todo aquello fue en vano.
Durante la décima plaga, toda la tierra de Egipto fue afligida con la mortandad de los
primogénitos de cada familia. Solamente aquellas que participaron de la Pascua no se
vieron afectadas por aquella plaga.
Éxodo 12:14.
El pueblo de Israel demostró su fe en Dios a través de un acto concreto; es decir,
sacrificando un cordero y rociando los postes y dinteles de las puertas de sus casas con
su sangre.
La siguiente noche, vieron como el ángel destructor pasó sobre las casas marcadas con
la sangre, salvando a sus primogénitos.
Lucas 22:7-8.
Fiel a los mandamientos de su Padre, Jesús celebró la Pascua durante su ministerio aquí
en la tierra. Pero al aproximarse el día de su sacrificio en la Cruz del Calvario, Jesús dio a
sus discípulos unos emblemas nuevos.
Juan 1:29.
Jesús sabía que la Pascua era más que un recordatorio de la liberación del pueblo de
Israel de la esclavitud en Egipto. Jesús sabía que simbolizaba la libertad mayor que
alcanzaría el Cordero de Dios al ser sacrificado en la Cruz, salvando a los pecadores de
nuestros pecados.
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Números 9:12.
Juan 19:33, 36.
El sacrificio del cordero pascual era una figura y sombra perfecta del sacrificio de Jesús
en la Cruz; ni aun los huesos del cordero fueron quebrados.
1ª Corintios 5:7.
1ª Pedro 1:18-19.
La pascua era una figura y sombra perfecta del sacrificio de Jesús en la Cruz.
A partir de ese momento, la Pascua perdía su valor antiguo, adquiriendo un sentido
mucho más hondo.
Lucas 22:14-16.
Jesús empleó nuevos emblemas para aportar el nuevo y más hondo significado a la
Pascua.
Esos nuevos emblemas representarían mejor su sacrificio en la Cruz: Lucas 22:19.
Juan 6:51.
El primer emblema es el pan sin levadura, que simboliza el cuerpo de nuestro Señor
Jesucristo, ofrecido en sacrificio por nuestros pecados.
Lucas 22:17-20.
Juan 6:53.
El segundo emblema es el jugo de la uva sin fermentar, por cuanto en la Pascua no se
comía ni bebía nada leudado (fermentado), como símbolo de la sangre de Jesucristo,
derramada por nosotros.
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Juan 6:54-55.
Al leer estas palabras pronunciadas por Jesús, la Iglesia Católica Romana y las Iglesias
Ortodoxas enseñan que durante el servicio de la comunión el pan y el fruto de la vid se
transforman milagrosamente en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. A esta creencia se la
conoce con el término teológico de “transubstanciación”. Las Iglesias Protestantes de la
Reforma del siglo XVI enseñan que el cuerpo y la sangre de Cristo son añadidos al pan y
al fruto de la vid. Esto es lo denominado “consustanciación”. Pero, ¿qué es lo que enseña
la Biblia?
Juan 10:9.
Juan 14:6.
Juan 15:1.
Cuando Jesús empleó las expresiones “Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre” para
sostener las doctrinas de la “transubstanciación” y la “consustanciación”, se ignora que
nuestro Señor Jesucristo con frecuencia utilizó las metáforas para describirse a sí mismo.
Juan 6:52, 63.
Conociendo que los judíos estaban interpretando sus palabras literalmente en lo referente
a su carne y a su sangre, Jesús los corrigió diciéndoles: “Las palabras que yo os he
hablado son espíritu y son vida”. Por lo tanto, el pan y el fruto de la vid no se convierten
literalmente en el cuerpo y en la sangre de Jesucristo, sino que son símbolos de su
cuerpo y de su sangre.
Hebreos 7:27.
Las doctrinas de la “transubstanciación” y la “consustanciación” implican que en cada
servicio de comunión, el cuerpo y la sangre de Jesucristo son ofrecidos en sacrificio cada
vez.
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Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña claramente que este sacrificio no debe ser
repetido, habiendo sido ofrecido “una vez para siempre”.
1ª Corintios 11:23-25.
La enseñanza de la Palabra de Dios es clara: El propósito de la Santa Cena no es ofrecer
a Cristo en sacrificio vez tras vez, sino recordar el sacrificio que Jesucristo hizo por
nosotros en la Cruz del Calvario.
1ª Corintios 11:26-27.
Participar en la Cena del Señor es un acto solemne. Debemos participar en ella con
reverencia hacia nuestro Salvador, haciendo distinción entre los alimentos comunes y los
emblemas sagrados que representan la entrega de la vida de Jesucristo.
1ª Corintios 11:28-29.
La Santa Cena nos recuerda lo que costó salvarnos de nuestros pecados: La vida del
Unigénito Hijo de Dios, Jesucristo.
Nuestra participación en este servicio de comunión requiere, por lo tanto, una preparación
adecuada.
Antes de participar en la Cena del Señor hemos de hacer un examen de conciencia,
confesar al Señor nuestros pecados y proceder a arrepentirnos sinceramente.
Lucas 22:24.
Tristemente, unas horas antes del arresto de nuestro Señor Jesucristo, los apóstoles
parecían estar solamente interesados en saber quién sería el mayor de ellos en el Reino
de Dios.
Sin embargo, Jesús estaba a punto de instituir un servicio que se llevaría a cabo
inmediatamente antes de la Santa Cena pascual. Sería una invitación a renunciar al
orgullo y las ambiciones, como preparativo para participar de la mesa:
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Juan 13:1.
De esta forma se nos presenta el servicio de Jesús iba a instituir para que sus discípulos
se hallaran preparados para participar de la Santa Cena:
Juan 13:4-5.
Era costumbre que antes de cenar, un sirviente, generalmente una sirvienta, lavara
primero los pies de los comensales, empolvados del camino.
En ausencia de tal sirvienta que realizara la labor del lavacro, ninguno de los discípulos
estuvo dispuesto a humillarse y lavar los pies del Maestro y de los demás. Así que Jesús
mismo lavó los pies de sus discípulos enseñándoles, a ellos y a nosotros, una verdadera
lección de humildad.
Juan 13:12-14.
El lavamiento de los pies es un servicio que nos enseña a humillarnos y servir a otros. Es
también una oportunidad para hacer un examen de conciencia y completar nuestra
preparación para participar de la Santa Cena.
Juan 13:14-15.
Muchos cristianos han abandonado la práctica del servicio de lavatorio de los pies previo
a la Santa Cena, olvidando que fue una práctica de la iglesia naciente: 1ª Timoteo 5:9-10.
Jesús claramente dijo a sus discípulos que debían hacerlo, sabiendo la importancia de
este servicio para preparar los corazones de aquellos que anhelan participar de la Mesa
del Señor.
Juan 13:14-17.
Jesús repitió tres veces seguidas que debemos practicar el servicio del lavamiento de los
pies:
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1: También vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros.
2: Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os hice, vosotros también hagáis.
3: Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.
Juan 13:10.
Al vivir la vida cristiana, nuestros pies se empolvan por el camino. Por lo tanto,
necesitamos ir a Jesús para recibir su limpieza.
El lavatorio de los pies es como un “pequeño bautismo”. Simboliza esa limpieza que
necesitamos y nos recuerda siempre a depender de la sangre de Jesús para alcanzarla.
Juan 13:10.
Ahora comprendemos mejor las palabras de Jesús: El que está limpio (por el bautismo)
no necesita ser bautizado nuevamente cuando se equivoca o cae, porque no ha perdido
su fe en Cristo.
El lavamiento de los pies es una garantía continua de que la sangre de Cristo nos limpia
de todo pecado confesado con arrepentimiento.
Pero tengamos presente que el bautismo y el lavatorio de los pies no tienen en sí virtud
para limpiarnos: Cristo es el único que tiene potestad para limpiarnos. Los ritos son sólo
expresiones de realidades espirituales personales.
Juan 6:56-57.
Apocalipsis 3:20.
Cuando participamos de los servicios del lavatorio de los pies y de la Santa Cena,
fortalecemos nuestra comunión con nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Gálatas 2:20.
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Efesios 3:17.
Al participar del lavatorio de los pies y la Santa Cena renovamos nuestro pacto con
Jesucristo y le invitamos nuevamente a morar en nuestros corazones, reforzando los
lazos que nos unen a Él.
1ª Corintios 10:16-17.
Estos servicios nos unen y nos hacen conscientes de que le pertenecemos a Él y a la
gran familia de todos los redimidos en la redondez de las tierra, con todos los que nos
precedieron, y los que el Señor seguirá uniendo a su Iglesia hasta el glorioso día de su
Segunda Venida.
Mateo 26:29.
La Santa Cena, precedida por el lavatorio de los pies, aviva en nosotros la esperanza
bienaventurada y manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, el
Segundo Adviento de nuestro Redentor, la esperanza más querida por todos los
corazones redimidos por la sangre de Cristo.
1ª Corintios 11:26.
Apocalipsis 19:7-9.
Cada vez que participamos de la Santa Cena celebramos un anticipo del día cuando, en
el Reino de Dios, nos sentaremos a la mesa en la Casa del Padre con Jesucristo el Señor
y todos los redimidos de todos los tiempos.
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SEXTO ESTUDIO: “JESUCRISTO: HOMBRE O DIOS”
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MARCOS 8:29.
Esta pregunta que Jesús hizo a sus discípulos muy bien podría ser preguntada hoy,
especialmente en lo que se refiere a la naturaleza divina de Jesucristo. De hecho muchos
no saben responder. Por un lado, algunos dicen que Jesús es Dios, igual al Padre. Por
otro lado, otros niegan su divinidad, enseñando que Jesús es el Hijo de Dios, no Dios el
Hijo. Nosotros vamos a dejar que la Biblia sea la que dé la respuesta a la pregunta.
Mateo 1:23.
Las Sagradas Escrituras nos aseguran en diferentes pasajes y de diversas formas que
Jesucristo es Dios manifestado en carne.
Vamos a ver textos que directamente testifican sobre la divinidad de Jesucristo,
compararemos textos del Antiguo Testamento con textos del Nuevo Testamento que nos
conducen a esa conclusión.
Juan 1:1, 14.
Juan 5:18.
Varias veces en el Evangelio según Juan se testifica de la divinidad de Jesucristo. Desde
el primer versículo, Juan presenta a la Palabra, el Verbo, como Dios. Y una lectura del
resto del capítulo nos muestra claramente que Juan estaba refiriéndose a Jesús.
Juan 20:28.
Juan 10:30, 33.
Notemos que Jesús nunca corrigió a Tomás en su exclamación, como tampoco a la
acusación de las autoridades judías, cuando ambas revelaban su divinidad.
Si Jesús no hubiese sido Dios, Jesús hubiera corregido tan claras y directas
declaraciones al instante.
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Romanos 9:5.
Colosenses 2:9.
Hebreos 1:8-9.
Isaías 9:6.
“Dios Fuerte y Padre Eterno”… Las profecías del Antiguo Testamento, las cuales
anunciaron la venida del Mesías, también afirman la divinidad de Jesucristo.
Zacarías 11:12-13.
Zacarías 12:1, 10.
Las palabras de la profecía de la traición de Judas por treinta piezas de plata, así como
aquellas relacionadas con la crucifixión de Jesús, fueron pronunciadas por Dios
refiriéndose a sí mismo, aunque se referían a Jesucristo. La única conclusión a la que
podemos llegar es que Jesucristo es Dios manifestado en carne.
Juan 14:8-11.
Veamos ahora como Cristo ya trabajaba con el Padre aún antes de la creación del
universo.
Juan 17:5.
Juan 1:3.
Así como Dios el Padre, Jesús existe “desde los días de la eternidad”: Miqueas 5:2.
Hebreos 13:8.
Hebreos 1:2.
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Colosenses 1:16.
La Biblia nos enseña que Cristo desempeñó un papel primordial en la creación del
universo. Todas las cosas fueron creadas por Él y para Él.
Isaías 44:24.
Si Dios crea sin la ayuda de nadie, y al mismo tiempo se nos revela que todo fue creado
por Cristo, la Palabra de Dios, es evidente que Cristo es Dios, el Verbo encarnado en
Jesucristo.
Lucas 2:11.
1ª Juan 4:14.
Efesios 1:7.
Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor, y toda la Biblia muestra que los títulos de
Creador, Salvador y Redentor son reservados solamente para Dios, como muestran los
siguientes textos:
Isaías 43:11.
Oseas 13:4.
Isaías 54:5.
Lucas 4:8.
Apocalipsis 19:10.
Debemos adorar a Dios, y a Dios solamente. Este es un punto bien establecido en toda la
Biblia.
Hebreos 1:5-6.
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Apocalipsis 5:12-14.
El Cordero, Jesús, es adorado por cuanto es Dios manifestado en carne.
Éxodo 3:14.
Juan 8:58-59.
Jesús usó el tiempo presente “Yo Soy” en lugar de emplear lo que habría sido apropiado,
el tiempo pasado “Yo fui”. Al hacer esto, se estaba presentado como el “Gran Yo Soy”, es
decir, Jehová. Dándose cuenta d ello, las autoridades judías quisieron apedrearle.
Isaías 44:6.
Apocalipsis 1:17-18.
Además del nombre “Yo Soy”, Jesús utiliza la expresión “el Primero y el Último”, otra de
las designaciones para referirse a Dios.
La expresión “estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos” claramente se
refiere a Jesucristo.
Apocalipsis 1:8.
Apocalipsis 22:12-13.
Nuevamente, Jesús se presenta usando los mismos títulos de Dios: “El Alfa y la Omega”,
es decir, “el Primero y el Último”, ya que “alfa” y “omega” son la primera y la última letra
del alfabeto griego.
Salmo 24:10.
1ª Corintios 2:8.
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1ª Timoteo 6:13-16
El contexto claramente indica que en este pasaje “el Rey de reyes y Señor de señores” se
utiliza para identificar a Dios el Padre.
Apocalipsis 17:14 muestra el mismo título aplicado al Cordero.
Apocalipsis 19:13, 16.
“Rey de reyes y Señor de señores” es otro de los títulos que se dan tanto al Padre como
al Hijo
Juan 8:24.
Jesús, Creador, Salvador, Rey de reyes y Señor de señores, Rey de gloria, Alfa y Omega,
el Principio y el Fin, el Todopoderoso, el “Yo Soy”, el Admirable Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz, Estrella resplandeciente de la mañana, Sol de Justicia,
Testigo Fiel y Verdadero, el que era, y el que es, y el que ha de venir, el Verbo de Dios
que es Dios, es Dios manifestado en carne.
Juan 1:1, 14.
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SÉPTIMO ESTUDIO: “EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO”.
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JUAN 14:16-18
Antes de ascender al Cielo, de volver al seno del Padre, de donde había venido, Jesús
prometió a sus discípulos que regresaría a buscar a los suyos:
Juan 14:1-3.
También les prometió a la misma vez que hasta el día de su Segunda Venida les
mandaría a un Consolador. Este Consolador es el Espíritu Santo.
Ahora bien, ¿quién es el Espíritu Santo? ¿Cómo se recibe? ¿Qué puede hacer por
nosotros? Vamos a dejar que la Biblia responda a todas estas preguntas:
Juan 10:30.
Primeramente, la Biblia nos dice que Dios es UNO, manifestándose en tres Personas: El
Padre. El Hijo, y El Espíritu Santo.
El Padre en la Creación, que es Dios POR nosotros.
El Hijo en la Redención, que es Dios CON nosotros.
Y el Espíritu Santo en la Santificación, que es Dios EN nosotros.
Mateo 28:19.
2ª Corintios 13:14.
Este misterio de Dios es lo que denominamos “Trinidad” o “Triunidad”; esto, es un solo
Dios revelado en tres Personas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo.
Lucas 1:35.
Este texto, y algunos otros, han sido malentendidos por algunos, como si el Espíritu Santo
fuera una fuerza o un poder que emana de Dios. Sin embargo, todo indica que el Espíritu
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Santo es Persona, pues la Biblia muestra que el Espíritu Santo tiene personalidad,
inteligencia, emociones y voluntad.
El Espíritu Santo posee inteligencia: Escudriña: 1ª Corintios 2:10.
El Espíritu Santo escucha: Juan 16:13.
El Espíritu Santo habla: Mateo 10:20; Hechos 13:2.
El Espíritu Santo enseña: Lucas 12:12.
El Espíritu Santo testifica: Juan 15:26.
El Espíritu Santo predice: Juan 16:13.
Ahora analicemos las emociones del Espíritu Santo:
El Espíritu Santo ama: Romanos 15:30.
El Espíritu Santo consuela: Hechos 9:31; Juan 14:26.
El Espíritu Santo ayuda: Romanos 8:26.
El Espíritu Santo intercede: Romanos 8:27.
El Espíritu Santo nos invita a arrepentirnos y salvarnos: Apocalipsis 22:17.
Analicemos ahora la voluntad del Espíritu Santo:
El Espíritu Santo tiene voluntad propia: 1ª Corintios 12:11.
El Espíritu Santo dirige: Romanos 8:14.
El Espíritu Santo impide: Hechos 16:6-7.
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El Espíritu Santo atestigua: Hebreos 10:15.
El Espíritu Santo convence: Juan 16:8.
Que el Espíritu Santo es persona, se desprende de lo siguiente:
Es posible resistirlo: Hechos 7:51.
Es posible intentar mentirlo: Hechos 5:3.
Es posible intentar tentarle: Hechos 5:9.
Es posible entristecerlo: Efesios 4:30.
Es posible insultarlo: Hebreos 10:29.
Es posible blasfemar contra Él: Mateo 12:32; Marcos 3:29.
Sigamos estudiando acerca de la bendita Persona del Espíritu Santo:
Génesis 1:2.
Éxodo 31:1-4.
Como vemos, el Antiguo Testamento nos habla del Espíritu Santo desde el primer capítulo
de la Biblia. Lo vemos trabajando en la creación del universo, y también capacitando a los
seres humanos para que cumplamos el trabajo ordenado por Dios.
2ª Pedro 1:21.
La inspiración divina de la Palabra de Dios procede del Espíritu Santo.
Mateo 3:16.
Antes de comenzar su ministerio terrenal, Jesús fue lleno del Espíritu Santo.
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Juan 14:16-17.
Hechos 1:5.
Antes de ascender a la gloria del Padre, al seno de Dios, de donde había venido, Jesús
recordó a sus discípulos la promesa de que pronto recibirían la unción del Espíritu Santo.
Como Jesús les había instruido, los discípulos se congregaron en el aposento alto y
perseveraron unánimes en oración: Hechos 1:14.
Hechos 2:2-4.
Bautizados con el Espíritu Santo, los discípulos comenzaron a compartir el Evangelio de
la salvación con un poder nunca visto antes.
Juan 16:8.
Ahora podemos estudiar el papel que desempeña el Espíritu Santo en nuestra conversión:
Primeramente, el Espíritu Santo nos habla individualmente, de formas diferentes, para
hacernos comprender nuestra condición pecadora, sin esperanza, y nuestra necesidad de
un Salvador.
1ª Corintios 12:3.
Cuando no endurecemos nuestro corazón a la influencia del Espíritu Santo, Él nos lleva a
reconocer nuestro pecado, y a reconocer a Jesucristo como el único que puede salvarnos.
Juan 3:5.
Tito 3:5.
El Espíritu Santo es quien nos conduce al arrepentimiento de nuestros pecados, y de allí,
a la experiencia del nuevo nacimiento de la regeneración al recibirá Jesucristo como
nuestro único Señor y Salvador personal, eterno y todo suficiente.
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Hechos 2:38.
El Espíritu Santo nos acompaña y nos guía en el desarrollo de nuestra vida espiritual
como discípulos de Jesucristo.
Juan 16:13.
Juan 14:26.
Isaías 30:21.
Para quien se arrepiente y entrega su corazón a Jesucristo, el Espíritu Santo es una guía
preciosa.
1ª Corintios 6:11.
2ª Tesalonicenses 2:13.
El Espíritu Santo no sólo participa en el proceso de nuestra justificación, sino también en
el proceso de nuestra santificación, es decir, en el crecimiento en santidad, en
asemejarnos a Cristo Jesús.
1º Samuel 10:6.
Juan 14:17.
Gálatas 2:20.
El nuevo nacimiento de la regeneración sólo ocurre a través del poder del Espíritu Santo.
Obrado en nosotros, es el Espíritu Santo quien nos transforma de día en día a la imagen
de Cristo.
Gálatas 5:16-17.
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Gálatas 5:25.
La tendencia de nuestra vieja naturaleza es a oponernos a la voluntad de Dios. Sólo el
Espíritu Santo puede capacitarnos para obedecer a Dios.
Gálatas 5:19-23.
Esa es la transformación que el Espíritu Santo puede hacer en todo corazón arrepentido y
entregado a Cristo.
Mateo 12:32.
¿Qué es el pecado contra el Espíritu Santo, es decir, el pecado imperdonable?
Proverbios 28:13.
1ª Juan 1:9.
Hemos visto que el Espíritu Santo habla al corazón de cada persona, haciéndole
comprender su condición pecadora. Todo aquel que responde favorablemente a esa
llamada, es conducido al arrepentimiento.
2ª Tesalonicenses 2:10.
Hebreos 2:3.
Infortunadamente, muchos rechazan la llamada del Espíritu Santo, y endurecen sus
corazones, no aceptando la salvación que Dios nos regala en su Hijo Jesucristo. Y Dios,
quien siempre respeta nuestra libertad, la que Él mismo nos ha otorgado, no tiene otro
camino para salvar a quien rechaza la salvación. Esa actitud de rechazo constante es el
pecado contra el Espíritu Santo.
Hebreos 3:7-8, 13.
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El pecador que incesantemente rehúsa escuchar la llamada del Espíritu Santo, va
endureciendo su corazón día a día. Dios no tiene otra forma de llevarlo al arrepentimiento,
pedir el perdón de sus pecados y aceptar a Jesucristo como su Salvador personal. Tal
persona comete el pecado contra el Espíritu Santo, el cual es imperdonable ya que
implica el rechazo del perdón de Dios.
Romanos 8:9.
Efesios 5:18.
Dios ardientemente desea que seamos llenos del Espíritu Santo. ¿Qué debemos hacer
para recibirlo?
Lucas 11:13.
Si sinceramente deseamos que el Espíritu Santo llene nuestro corazón y nos transforme,
y si estamos dispuestos a que el Espíritu del Señor obre en nosotros, la promesa es
cierta: Dios nos llenará con su Santo Espíritu: 1ª Corintios 12:13.
Juan 14:15-16.
Hechos 5:32.
Si estamos dispuestos a obedecer la voluntad de Dios en nuestras vidas, tal y como el
propio Señor nos revela en su palabra y por su Espíritu, entonces seremos llenos del
Espíritu Santo.
Juan 7:38-39.
Mateo 3:11.
No endurezcamos nuestro corazón al incesante llamamiento del Espíritu Santo, sino
invitémosle a estar con nosotros y en nosotros, para que pueda impartir la vida de Cristo
en nuestra vida, transformándonos a la imagen de Jesucristo día tras día.
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OCTAVO ESTUDIO: “LOS DOS SANTUARIOS”.
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Génesis 3:21.
Para reemplazar sus ropas hechas de hojas e higuera, Dios sacrificó un animal y los
cubrió con su piel.
Fue así como Dios instituyó el sistema sacrificial que debían practicar, y que simbolizaba
la muerte de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Éxodo 25:8.
Al transcurrir del tiempo, se fue perdiendo el significado de este sistema de sacrificios. El
paganismo lo convirtió en idolatría, añadiendo aún sacrificios humanos.
Dios quería restaurar y devolver a los sacrificios su verdadero significado, a través del
cual los hombres podrían demostrar su fe en el Salvador que vendría.
Y fue así como instruyó a Moisés y le dijo que debían construirle un Santuario, para que
morara entre su pueblo.
Hebreos 9:1-5.
Descripción del Santuario:
Entrada (el Altar del Sacrificio); Atrio (la Fuente); Lugar Santo (la Mesa de los Panes de la
Presencia, el Candelabro y el Altar del Incienso); Lugar Santísimo (el Arca del Pacto que
contenía las tablas con los Diez Mandamientos, y los querubines cubiertos de oro).
Números 1:51.
El primer Santuario o Tabernáculo era portátil. Años después, un templo permanente en
Jerusalem lo reemplazó siguiendo la misma estructura: El Atrio, la Primera Parte del
Tabernáculo o Lugar Santo; y la Segunda Parte del Tabernáculo o Lugar Santísimo.
Primero, demos un vistazo al Atrio: De aproximadamente 50 metros de largo por 25
metros de ancho, y rodeado por una cerca de 3 metros de altura.
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Dentro del Atrio se encontraba el Altar de los Sacrificios por los pecados del pueblo, y la
fuente de bronce, donde el sacerdote lavaba sus manos y pies antes de entrar en el
Tabernáculo.
Después estaba el Lugar Santo o primera parte del Tabernáculo cuya entrada estaba
marcada por una cortina de lino. Otro velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo.
Dentro del Lugar Santo se encontraban la mesa de los panes de la proposición o
presencia, donde eran colocados los doce panes, representativos de las doce tribus, cada
Sábado. También el candelabro, cuyo aceite mantenía las lámparas ardiendo noche y día,
alumbrando continuamente el Tabernáculo.
También se encontraba allí el Altar del Incienso, que era quemado de mañana y de tarde.
Una vez al años, se celebraba una ceremonia para purificarlo.
Y finalmente el Lugar Santísimo, en la segunda parte del Santuario, donde sólo el Sumo
Sacerdote podía entrar una vez al año en el Día de la Expiación, para realizar el servicio
anual.
En el Lugar Santísimo se encontraban el Arca de la Alianza, hecha de madera de acacia
cubierta de oro puro por dentro y por fuera, que contenía las Tablas de la Ley (los Diez
Mandamientos) escritos por el dedo de Dios, el Propiciatorio, es decir, la tapa del Arca,
que servía como cubierta del Arca, y sobre la cual se encontraban los querubines
recubiertos de oro, de cara el uno al otro, cada uno de ellos con un ala extendida sobre el
propiciatorio, y la otra apuntando al suelo.
Éxodo 29:28-39, 42.
Los servicios regulares del Santuario eran dos: El servicio diario y el servicio anual.
El servicio diario descrito aquí se realizaba solamente en el Atrio y en el Lugar Santo.
Consistía en los sacrificios ofrecidos dos veces al día por los pecados del pueblo.
Levítico 4:30.
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Durante este servicio diario, los pecados eran transferidos al Santuario a través de la
sangre de los corderos ofrecidos en sacrificio.
El pecador, habiendo desobedecido la Ley de Dios, merecía la muerte. Pero Dios
aceptaba en su lugar la muerte de un cordero, prefigurando la muerte de Jesús, el
Cordero de Dios, para perdón y salvación del pecador arrepentido. Ahora veamos lo que
sucedía durante el servicio anual:
Levítico 16:29-31.
Cada día el pueblo confesaba sus pecados, transfiriéndolos al Santuario. Entonces era
necesario que al final del año, el Santuario fuera purificado durante los servicios del Día
de Kippur, Yom Kippur, el Día de la Expiación.
Levítico 16:7-9.
El primer macho cabrío, representado a Jesucristo, era sacrificado como ofrenda por el
pecado.
Levítico 16:10, 21-22.
El segundo macho cabrío, simbolizando a Satanás, era figuradamente el responsable de
todos los pecados del pueblo. De ahí la expresión “chivo expiatorio”. Ese macho cabrío
era enviado al desierto, prefigurando el exilio en que Satanás vivirá durante el milenio en
una tierra desolada después de la Segunda Venida de Cristo, cuando los impíos habrán
muerto y los redimidos habremos sido trasladados por nuestro Señor a la Casa del Padre.
En esa tierra desierta y desierta habrá quedado sólo el maligno.
Hebreos 9:21-22.
El propósito de sacrificar al animal inocente era mostrarle al pecador el horror del pecado,
y el maravilloso amor del Salvador que estaba dispuesto a morir por el pecador
arrepentido.
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El Día de la Expiación era entonces la oportunidad en la cual cada uno podía examinar su
conciencia, admitiendo la seriedad de sus pecados y el precio que Dios pagaría para
perdonar al pecador: La vida de su Hijo Jesús.
Hebreos 9:6-7.
Estos dos versículos resumen los servicios del Santuario: En la primera parte (el Lugar
Santo) del Santuario entraban siempre los sacerdotes para realizar los servicios del culto.
Pero en la segunda parte (el Lugar Santísimo), una sola vez al año, entraba el Sumo
Sacerdote solo, no sin sangre, la cual era ofrecida por sí mismo y por los pecados del
pueblo:
El servicio diario, realizado por los sacerdotes en el Lugar Santo, y el servicio anual,
realizado por el Sumo Sacerdote de Israel en el Lugar Santísimo, en el Día de la
Expiación, también conocido como Día de la Purificación del Santuario.
Hebreos 9:8-10.
La Biblia nos enseña que los servicios del Santuario terrenal fueron dados hasta el tiempo
de reformar todas las cosas. ¿Con qué sería reemplazado luego?
Notemos que estos versículos describen el Santuario terrenal como “el primer
tabernáculo”, de lo que se desprende que existía un “Segundo Tabernáculo”.
¿Dónde se encuentra ese “Segundo Santuario”, según la Palabra de Dios?
Éxodo 25:9.
Hechos 7:44.
Al instruir a Moisés para que construyera un Santuario, Dios le mostró el modelo del que
existía en los cielos. ¿Cuál era ese modelo?
Hebreos 8:4-5.
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Evidentemente, el Santuario terrenal era entonces la figura y sombra del Santuario
celestial.
En sus visiones del Cielo, el Apóstol Juan reconoció los muebles del Santuario terrenal:
Apocalipsis 1:12.
Apocalipsis 4:5.
Apocalipsis 8:3.
Apocalipsis 11:19.
Apocalipsis 15:5.
Consideremos ahora Juan 1:29 y Mateo 27:50-51.
En el preciso momento en el cual Jesucristo, el Cordero de Dios, fue sacrificado, el
Santuario terrenal perdió su sentido. Dios claramente envió este mensaje al rasgar el velo
del Templo de Jerusalem en el momento en que Jesús entregó su vida.
Hebreos 9:11-12.
Al resucitar de entre los muertos, al ascender al Cielo, a la Casa del Padre, al seno del
Padre, de donde había venido, Jesús fue hecho tanto el Sumo Sacerdote, como el
Cordero de Dios, nuestro sacrificio expiatorio perfecto. Todo lo anterior había sido figura y
sombra de lo que había de venir.
Jesucristo es ahora nuestro Sumo Sacerdote en el Santuario celestial:
Hebreos 8:1-2.
Hebreos 6:19-20.
Hebreos 9:24.
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1ª Timoteo 2:5.
Romanos 8:34
Hebreos 7:25.
Como nuestro Sumo Sacerdote, Jesucristo glorificado es quien hace la intercesión por
todos los redimidos por su sangre. Nadie más.
Hebreos 9:21-23.
La Biblia muestra que el Santuario celestial también tendrá que ser purificado, como lo
tenía que ser el Santuario terrenal.
Daniel 8:13-14.
Siglos atrás, el profeta Daniel tuvo una visión relacionada con la purificación del Santuario
celestial: La profecía de los 2.300 días, la cual estudiaremos en una futura lección.
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NOVENO ESTUDIO: “LA PROFECÍA DE LOS 2.300 DÍAS”.
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Hoy vamos a comenzar el estudio de un proceso judicial de infinita gravedad que según
las Sagradas Escrituras está realizándose en estos momentos para juzgar la conducta
humana. El Juez Supremo pronunciará una sentencia inapelable que entraña la vida
eterna en la felicidad de la Casa del Padre, con Jesucristo, o la anulación total de la vida
de los impíos.
El Apóstol Pablo se refiere a este solemne hecho del juicio por el cual ha de pasar todo
ser humano, y explica que en él todos habremos de dar cuenta de la manera en que
hemos aprovechado la oportunidad que Dios con confirió al darnos la vida:
2ª Corintios 5:10.
En el capítulo 7 del libro de Daniel, en su profecía relativa a las cuatro bestias simbólicas,
representativas de los cuatro imperios universales, el profeta observó la escena pavorosa
del juicio investigador la cual describió en estos términos:
Daniel 7:8-10.
¿Cuándo comenzó este juicio y qué posibilidad tiene cada ser humano de ser absuelto de
sus culpas cuando su nombre pase en revista?
Vamos a demostrar en este estudio que la profecía de los 2.300 días señala el comienzo
de este solemne proceso judicial. Recordemos que cuando uno de los personajes
celestiales preguntó hasta cuándo duraría la obra del pequeño cuerno, Roma en su fase
religioso-política), se le respondió así:
Daniel 8:14.
La expresión “el Santuario será purificado” entraña una obra de juicio, y como los 2.300
años finalizaron en el año 1844 d.C., a partir de esa fecha comenzó en los cielos el juicio
investigador, el acontecimiento de más profundas consecuencias para cada uno de
nosotros, siendo que de su fallo inapelable depende el eterno destino de cada ser
humano.
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Respecto a la interpretación profética del tiempo en términos de “día por años”, lo vemos
en el libro del profeta Ezequiel:
Ezequiel 4:6.
La profecía de los 2.300 años esboza año por año cómo y cuándo esto toma lugar. Daniel
entendió que cada día representaba un año. Esta distancia en el tiempo aturdió a Daniel,
quien no sabía cuándo comenzaría el período de los 2.300 años o días proféticos, o
cuáles serán los acontecimientos que ocurrirían durante ese período de tiempo.
Daniel 9:24-27.
De estas palabras entendemos por primera vez el punto de comienzo de la profecía del
tiempo: El proceder del mandato a restaurar y reconstruir Jerusalem. Sólo necesitamos
encontrar esa fecha histórica, y todas las demás fechas caerán en su lugar:
En el año 457 a.C. se halla un decreto en el capítulo 7 del libro de Esdras. Todas las
fechas antiguas son confirmadas por referencia al canon de Ptolomeo, el cual se basa en
un conteo de eclipses, y que ofrece certeza a todos los historiadores.
Un repaso de las fechas aceptadas para cada uno de los acontecimientos mencionados,
muestran que han sido cumplidas con gran precisión:
La ciudad de Jerusalem fue reconstruida en el año 408 a.C.
La venida del Mesías príncipe fue cumplida en el bautismo de Jesús en el año 27 d.C.
Jesús.
El Mesías Sufriente fue muerto en su crucifixión en el año 31 d.C.
Las setenta semanas terminaron cuando el Sanedrín oficialmente rechazó la mesianidad
de Jesús, y en evidencia de esto el Sanedrín apedreó a Esteban en el año 34 d.C.
Nuestro Señor Jesucristo entró en el Lugar Santísimo del Santuario Celestial para hacer
la expiación por el pecado que había llevado sobre su cuerpo en la Cruz en el año 1844,
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cuando se cumplieron los 2.300 días proféticos, es decir, años. Cuando esa labor
concluya, nuestro Señor Jesucristo volverá a la tierra, como prometió, en el día y hora que
sólo queda en la potestad del Padre Eterno.
Jesús de Nazaret, el Verbo Encarnado vino a vivir y morir por la humanidad pecadora, fue
resucitado y ascendido a los Cielos para obrar por nosotros como Sumo Sacerdote del
orden de Melquisdec en el Santuario Celestial.
Nuestros pecados, perdonados por el sacrificio de Jesús en la Cruz, fueron trasladados al
Santuario Celestial, donde son borrados a través de la intercesión sacerdotal de Cristo
Jesús.
Pero vamos a volver ahora a considerar el Santuario terrenal. Se trataba de la
construcción que el Señor ordenó levantar a Moisés según especificaciones precisas que
le fueron dadas, para que sirviera como centro de culto para el pueblo de Israel:
Éxodo 25:8.
Ese Santuario o Tabernáculo terrenal, cuyas partes y ceremonias eran según el Apóstol
Pablo “figura y sombra de las cosas celestiales”, fue construido “conforme al modelo” que
se le había mostrado a Moisés en el monte Sinaí:
Éxodo 25:40.
Hebreos 8:5.
Era, por lo tanto, una pobre copia el Santuario Celestial:
Hebreos 8:2.
Jesús es nuestro Gran Sacerdote, nuestro Sumo Pontífice y nuestro Abogado, el único
que merced a su carácter divino y los méritos de su sacrificio en la Cruz del Calvario
puede interceder eficazmente por nosotros ante Dios:
Hebreos 4:14.
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Hebreos 3:1.
Hebreos 8:1-2.
Hay dos cualidades que hacen de nuestro Señor Jesucristo el Sumo Sacerdote
inigualable:
La primera es que en su condición de hombre fue tentado en todo a nuestra semejanza, y
por lo tanto, puede identificarse con nosotros en nuestras flaquezas y dolores:
Hebreos 4:15.
La segunda cualidad radica en que se mantuvo perfecto, sin pecado, sin mancha:
Hebreos 4:15.
Hebreos 8:2.
Hechos 4:12.
Este tipo de juicio que estamos estudiando, y que se desarrolla en el Cielo en este tiempo
del fin, no debe confundirse con otro tipo de juicio que se verificará después de la
Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo.
Este juicio que consideramos ahora abarca los casos de los seres human os que en esta
vida profesamos ser leales a Dios, los miembros de su pueblo, los que hemos hecho
profesión de fe en Jesucristo como Señor y Salvador.
Pero los que nunca han pretendido seguir a Jesucristo en sus normas divinas, los que han
estado en franca rebelión contra la Santa Ley de Dios, serán juzgados por el Señor y los
redimidos:
Apocalipsis 20:4.
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1ª Corintios 6:1-3.
Nuestra actitud para confrontar con éxito la hora del juicio no consiste en tener un registro
perfecto, exento de pecados, ofensas o delitos. En ese caso, ninguno podría ser salvo,
por cuanto todos hemos pecado.
Nuestra seguridad radica n la convicción de que necesitamos a Cristo el Salvador, y en
que a semejanza del pecado de antaño, cuando el pecador confesaba sobre la cabeza del
cordero que iba a ser sacrificado , hagamos nuestra confesión a Dios y recibamos el
perdón divino que se obtiene mediante el arrepentimiento, la confesión y la entrega de
nuestro corazón a Jesucristo, quien entregó primeramente el suyo por nosotros.
Después de entregarnos a Cristo Jesús, y restaurada nuestra armonía con Dios, nos
disponemos a seguir las pisadas del Maestro. Por medio del Espíritu Santo, nos guiará
por los mandamientos de la Santa Ley de Dios, los Diez Mandamientos, que constituyen
el fundamento mismo del gobierno divino:
Mateo 5:17-20.
Apocalipsis 22:12.
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DÉCIMO ESTUDIO: “LAS DOS MUJERES DEL APOCALIPSIS”
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Hechos 2:47.
La voz “iglesia” proviene del griego “ekklesia”, y su significado suele explicarse como
“asamblea”, formada por los términos “ek”, preposición griega para “fuera”, y el verbo
“kaleo”, “llamar”. Es decir, se trata de una “asamblea” de los “llamados a salir”.
La Biblia, pues, afirma que Dios tiene una asamblea de los que hemos sido llamados a
salir para ser salvos.
Mateo 16:18.
Jesús nunca habló de “sus iglesias”, en plural, sino de “su Iglesia”, en singular. Esa es la
Iglesia verdadera, la que pertenece sólo a Jesús.
Veamos ahora cuál es el fundamento de la Iglesia de Cristo. Tengamos en cuenta que una
interpretación errónea de este versículo (Mateo 16:18) lleva a muchos a la conclusión que
el Apóstol Pedro es el fundamento de esa Iglesia. Pero, ¿es cierta dicha interpretación?
Efesios 2:20.
1ª Corintios 3:11.
El único fundamento de la Iglesia es Jesucristo. Él es la única Roca sobre la que la Iglesia
está fundada.
Efesios 5:23.
Colosenses 1:18.
Cristo Jesús es la cabeza de la Iglesia, y los miembros constituyen su cuerpo. De ahí que
cada miembro hayamos sido llamados a desempeñar una función determinada dentro de
la Iglesia.
Dios nunca asignó a nadie en exclusiva para que representara a Jesucristo en la tierra.
Jesús siempre ha sido y siempre será la única cabeza de su Iglesia.
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Juan 10:16.
Efesios 4:4-5.
Aunque cientos de denominaciones se dicen ser la verdadera Iglesia de Cristo, la Palabra
del Señor es muy clara al respecto: El Señor tiene una sola Iglesia.
Juan 17:17.
1ª Timoteo 3:15.
Puesto que su doctrina está basada enteramente en lo que enseña la Santa Palabra de
Dios, la verdadera Iglesia de Jesucristo es “columna y fundamento de la verdad”.
Tratemos ahora de averiguar según las Sagradas Escrituras cuál es la verdadera
identidad de la Iglesia de Cristo.
Isaías 54:5-6.
En la Biblia, el pueblo de Dios es muy frecuentemente presentado bajo la figura simbólica
de una mujer.
2ª Corintios 11:2.
Efesios 5:25.
Cuando la Iglesia de Dios es fiel, está representada simbólicamente por una mujer pura:
La novia del Señor.
Jeremías 3:6, 20.
Por el contrario, cuando la Iglesia se aleja de las enseñanzas de la Palabra de Dios y
desobedece al Señor, es entonces representada por una mujer infiel, una ramera.
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Apocalipsis 17:1, 4.
La Biblia representa a la Iglesia infiel como una ramera muy adornada.
Apocalipsis 17:1-3.
En lecciones anteriores hemos visto que la bestia del final de los tiempos es símbolo de
un reino, de un poder político.
Aquí vemos a una ramera que se sienta sobre una bestia. Por lo tanto, la imagen
representa la combinación de la Iglesia infiel (mujer) y el Estado infiel (la bestia). Es decir,
se trata de un poder político-religioso.
Mateo 22:21.
Jesús nunca promulgó la unidad de las Iglesia con el Estado. Y la historia confirma que la
unión de la religión con el Estado, con el mundo político, siempre ha resultado en horribles
persecuciones.
Apocalipsis 17:5-6.
Esta Iglesia infiel engendró hijas, es decir, otras iglesias que no obedecen las enseñanzas
de la Palabra de Dios, sino que siguen las enseñanzas y tradiciones de su “Iglesia
Madre”.
Es más, durante su existencia, esta Iglesia ha perseguido al pueblo fiel a Dios,
derramando incluso mucha sangre de entre los fieles de Jesucristo.
Creemos que es muy fácil identificar a esa Iglesia infiel.
Apocalipsis 17:9, 18.
Es más que evidente que la Gran Ramera simboliza al Papado, la Iglesia de Roma.
(Roma se ha dado a conocer al mundo como “la ciudad de las siete colinas”).
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Este enriquecido poder político-religioso persiguió a millones de cristianos durante la Edad
Media, y después ha dado origen a muchas otras iglesias que, sin darse total cuenta de
ello, han seguido y siguen sus tradiciones en lugar de lo que enseña la Santa Palabra de
Dios.
Apocalipsis 12:1.
Ahora el libro de Apocalipsis nos muestra una segunda mujer: Una mujer vestida del sol y
con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
Por el contrario a la primera mujer, esta otra se describe como alguien puro.
Apocalipsis 12:6, 13-14.
Durante los 1260 años del reinado papal, hasta su limitación de poderes tras la invasión
de Roma por Napoleón, el encarcelamiento del Papa y la pérdida de los territorios
pontificios, la Iglesia pura y fiel sufrió los ataques de Satanás, representado por dragón, y
por medio del poder papal.
En enero del año 1808, Italia estaba bajo el poder de Napoleón. Tan sólo el papa, como
soberano de los Estados Pontificios, que se extendían por el centro de la Península
Italiana, mantenía visos de independencia respecto a Napoleón, entonces “amo de
Europa”.
Napoleón obligó al Papa a asistir a París a su coronación como emperador, pero lo
humilló coronándose a sí mismo. El dros twerrtorios de los Estados Pintificios fueron
anexionados stendaicaciretario de Estado de la Santa Sede, en nombre del papa ía 2 de
febrero de 1808 las tropas napoleónicas entraron en Roma tomándola por sorpresa. El
papa Pío VII se refugió en el palacio del Quirinal y lo fortificó con la Guardia Noble y la
Guardia Suiza.
Los territorios de los Estados Pontificios fueron anexionados al Reino de Italia. Pero un
año después, tras su derrota en la batalla de Essling, Napoleón quiso dar la impresión de
fuerza, y el 27 de mayo de 1809 decretó la anexión a Francia del resto del territorio papal.
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Napoleón fue excomulgado por el Papa, y entonces, indignado, Napoleón ordenó el
arresto del Papa en la noche del 5 al 6 de julio de 1809, quien permanecería confinado en
Francia hasta 1814, cuando fue liberado por los austriacos.
La recuperación de los poderes imperiales del papado no ocurriría sino hasta poco antes
de la llegada al poder del dictador Benito Mussolini, entonces primer ministro fascista de
Italia, con la firma de los Tratados de Letrán, firmados el 11 de febrero de 1929 por el
Cardenal Pietro Gasparri, Secretario de Estado de la Santa Sede, en nombre del papa Pío
XI, y Benito Mussolini en nombre del rey de Italia Víctor Manuel III, proporcionando el
reconocimiento mutuo entre el entonces Reino de Italia y la Santa Sede, reconociendo a
ésta como un ente soberano, independiente, dotado de facultades de autogobierno y con
opción a establecer relaciones diplomáticas. Así fue como se creó la “Ciudad del
Vaticano”.
Los Estados Pontificios, en los que había gobernado el Papa hasta 1870, habían sido
absorbidos por el Reino de Italia en el proceso de la Reunificación italiana, y como
consecuencia de ello, el Papa y la Santa Sede habían quedado sometidos a la soberanía
italiana para todos los efectos prácticos, generando un ambiente de hostilidad entre la
Iglesia de Roma y el Estado Italiano.
Apocalipsis 12:17.
La Biblia nos enseña que en los últimos días, la Iglesia del Señor, la Iglesia fiel a la
Palabra de Dios, será sólo un resto, un remanente fiel que se caracterizará por guardar
los Mandamientos de Dios y la Fe de Jesucristo.
Debemos descubrir cuál es la identidad de ese remanente.
Apocalipsis 12:14, 17.
Las Iglesia del Señor, representada por “el resto de la descendencia de la mujer”,
apareció después de 1260 años del reinado papal, es decir, después del año 1798.
Apocalipsis 12: 15-16.
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Apocalipsis 17:15.
Siendo perseguida en Europa, lugar populoso representado por “las muchas aguas” (el
“río” y el “torrente”), la mujer fue ayudada por la tierra, un lugar que estaba muy poco
poblado en aquella época, es decir, el Nuevo Mundo, América, donde hallaron refugio
muchos del remanente fiel que huyeron del poder papal.
Apocalipsis 12:17.
Apocalipsis 14:12.
La Iglesia remanente cree en la salvación por la gracia de Dios a través de la fe de
Jesucristo, y guarda y enseña todos los Mandamientos de Dios, comprendido el Cuarto
Mandamiento, es decir, el “Shabat” o “Sábado”, en lugar del día primero de la semana,
dedicado al Sol, impuesto por el emperador Constantino (siglo III), por cuanto él era un
adorador del dios solar Mitra, día en honor del Sol, que él hizo llamar “Domingo” (latín
“Dies Dominicus”), es decir, “Día del Señor”, dsignación que siempre en las Sagradas
Escrituras se refiere al Séptimo Día.
Génesis 2:1-3.
Isaías 58:12-14.
Incluso en la nueva tierra, después de la restauración de todas las cosas, se seguirá
celebrando el Día de Reposo:
Isaías 66:22-23.
La Palabra del Señor revela que el remanente fiel descubriría la importancia de la
observancia del Santo Día de Reposo, levantado así los cimientos que habían estado
destruidos de generación en generación.
¿Cuál es el mensaje de la Iglesia remanente fiel?
Apocalipsis 14:7-10.
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El advenimiento del juicio de Dios (la caída de Babilonia), y la advertencia de no adorar a
la bestia ni a su imagen, y no recibir su marca, es el mensaje triple que la Iglesia
remanente fiel ha de proclamar al mundo.
Apocalipsis 12:17.
Apocalipsis 19:10.
La Iglesia remanente fiel también posee el testimonio de Jesucristo, que es el espíritu de
profecía.
Dios ha dado el espíritu de profecía a su Iglesia remanente fiel, no sólo para advertirnos
de los acontecimientos futuros, sino primordialmente para animar, estimular y promover la
santidad entre sus miembros, ayudarnos a superarnos y a crecer en el gracia y el
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.
Lucas 11:9.
Mateo 23:34.
Si estudiamos minuciosamente las diversas iglesias cristianas, comprobaremos dónde se
dan todas las características de la Iglesia remanente fiel.
Juan 10:16.
La Iglesia remanente fiel NO enseña que sólo sus miembros se salvarán, sino que en
todas las iglesias hay cristianos sinceros que, cuando descubren en la Palabra de Dios las
enseñanzas allí reveladas, se unirán a la Iglesia remanente fiel, y valientemente
abandonarán las tradiciones de los hombres con las que se invalidan los Mandamientos
de Dios:
Marcos 7:9.
Apocalipsis 18:2-4.
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Este es un solemne llamamiento de Dios a cada uno de nosotros hoy.
Nos insta encarecidamente a salir de Babilonia, es decir, de todos los círculos cristianos
infieles a la voluntad de Dios, y a unirnos a su pueblo remanente fiel.
La respuesta ha de ser personal.
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LECCIÓN UNDÉCIMA: “LO QUE ESTÁ EN JUEGO EN EL GRAN CONFLICTO”.
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Apocalipsis 12:12.
1ª Pedro 5:8.
Sabiendo que había sido derrotado por el sacrificio de Jesucristo y su resurrección
gloriosa, Satanás busca solamente una objetivo: Llevarse consigo a la destrucción eterna
el mayor número posible de personas, y utilizará cualquier método necesario para lograr
su propósito.
2ª Corintios 2:10-11.
Efesios 6:11.
La única meta que Satanás persigue es mantenernos alejados de Dios a través de sus
mentiras, engaños, enredos, redes y trampas. De tal forma que perdamos de vista la vida
eterna que Dios nos ofrece por gracia a través de la fe de Jesús.
2ª Timoteo 4:3-4.
Proverbios 14:12.
Engañados por Satanás, los hombres frecuentemente creen que son varios los caminos
que pueden llevar a la vida eterna.
Juan 14:6.
Hechos 4:11-12.
La Palabra de Dios es clara: Sólo hay UN Camino que nos lleva a la vida eterna:
Jesucristo.
Mientras que Satanás busca destruirnos en su destrucción, Dios busca salvarnos:
Ezequiel 18:32.
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Isaías 55:6-7.
Salmo 139:23-24.
Juan 20:31.
Juan 3:16-17.
Por lo tanto cada uno de nosotros hemos de tomar una decisión: Aceptar o rechazar lo
que Dios ha hecho al ofrecernos la salvación por medio de su Hijo Jesucristo.
Esta oferta de salvación, que tiene un precio incalculable –nada menos que la vida del
Verbo de Dios, quien es Dios, encarnado a nuestra semejanza- es la causa de que exista
un indescriptible conflicto entre Cristo y Satanás.
¿Quién está en juego en ese gran conflicto? Cada uno de nosotros.
Debemos tomar la decisión de estar con Cristo o de estar contra Él:
Deuteronomio 30:19.
Josué 24:15.
Malaquías 3:18.
Sólo existen dos opciones o grupos: A favor o en contra de Dios. No hay término medios:
Mateo 12:30.
Isaías 24:14-16.
Isaías 65:12-13.
Marcos 13:13.
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1ª Pedro 4:16.
2ª Timoteo 3:12.
Dios no nos oculta el hecho de que a veces resultará difícil seguir a Jesucristo.
Salmo 55:22.
Mateo 28:20
Pero si deseamos seguir a Jesucristo con todo nuestro corazón, Él ha prometido nunca
abandonarnos.
Podemos confiar en que contaremos con la presencia de Dios a nuestro lado:
Isaías 41:10.
Isaías 49:15-16.
2º Crónicas 16:9.
Juan 15:5.
1ª Corintios 12:12, 26-27.
La ayuda de Dios también se manifiesta a través de otros hermanos en la común fe.
Formamos el cuerpo de Cristo en la tierra, su Iglesia remanente fiel, y cada uno de
nosotros tiene un papel que desempeñar dentro de ese cuerpo.
Hebreos 10:24-25.
La congregación de los fieles es una realidad esencial que necesitamos todos cuantos
tenemos a Jesucristo por único Señor y Salvador.
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Hebreos 10:23-25.
Reunirnos para adorar a Dios juntos, orar por las diversas necesidades, interceder por
otros, alabar al Señor como pueblo, escuchar su Palabra, traer nuestras ofrendas y
estimularnos los unos a los otros al amor y a las buenas obras es fundamental en la vida
cristiana.
Y esto es especialmente necesario “cuando vemos que aquel día se acerca”.
Deuteronomio 26:17-19.
Mateo 13:45-46.
1ª Juan 5:11.
Hebreos 2:3.
La perla de gran precio que hemos de atesorar por sobre toda otra cosa, es la salvación
en Cristo Jesús. Es importante que no nos demoremos en aceptar esa preciosa salvación,
especialmente porque el regreso de Jesucristo está cerca.
Daniel 12:1-3.
Jesús regresará pronto a recoger a su pueblo, la Iglesia remanente fiel.
Mateo 28:19-20.
2ª Corintios 5:20.
Mientras esperamos el regreso de Jesucristo, cada uno de nosotros debe trabajar para Él,
enseñando a todos a nuestro alrededor cuál es el camino de la salvación en Jesucristo.
Isaías 48:17-18.
Deuteronomio 5:29.
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Debemos también procurar, día tras día, comprender mejor la voluntad de Dios para cada
uno de nosotros, porque el único camino a la felicidad es el que Dios nos muestra.
Salmo 119:9.
Proverbios 4:11.
Salmo 143:10.
Si buscamos la verdad de todo corazón, Dios nos la revelará para que la sigamos.
Romanos 12:2.
Romanos 13:11.
Hemos de procurar conformar nuestra voluntad a la de Dios.
Santiago 1:22-25.
Tenemos que conocer la Palabra de Dios y ponerla por obra.
2ª Timoteo 3:14-15.
Miqueas 6:8.
Hechos 22:16.
Hebreos 10:37-39.
Apocalipsis 22:12.
Conservemos fielmente nuestro compromiso con Dios. Muy pronto nuestra bendita
esperanza será una realidad, y el gran conflicto habrá terminado para siempre.
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¡Ven, Señor Jesús!
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