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la amazonia brasileña
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Brasil posee unos cinco millones de kilómetros cuadrados
de ecosistema amazónico, casi un 70% de toda la región.
Comprende los Estados de Acre, Amapá, Amazonas, Mato
Grosso, Pará, Rondônia, Roraima, Tocantins y parte de
Maranhão y Goiás. Se podría decir que este vasto territorio
es el corazón de toda la Amazonia. Está formado por una
gran depresión ligeramente inclinada hacia el este, lo cual
explica las numerosas curvas del río y el carácter inundable
de un suelo que alimenta la biodiversidad más rica del
planeta. La extensión de bosques cubre más de la mitad del
territorio nacional y representa el 30% mundial de selvas
húmedas tropicales. Aquí vive uno de cada once mamíferos,
uno de cada seis pájaros, uno de cada quince reptiles y uno
de cada ocho anfibios del mundo. Además de esta riqueza
natural, posee también una fascinante diversidad cultural
manifiesta en sus millares de comunidades diferentes
como caboclos, ribereños, seringueiros, garimpeiros,
castanheiros, y en los 170 pueblos indígenas de los que por
lo menos 40 aún no tienen contacto con el mundo exterior,
cuya población aproximada es de unos 180.000 individuos.
Un país tomado por el gran ecosistema de ecosistemas
Durante los últimos 25 años, en la Amazonia
brasileña se ha arrasado un área de vegetación
más grande que Alemania. Cerca de un 80% de
esta superficie acabó siendo convertida en pasto y
luego abandonada. El sur de Pará y Rondonia son
los dos estados más castigados por la destrucción
del bosque. Ante la amenaza que supone el
imparable avance de la pérdida de la selva y sus
especies, hace años que algunas zonas del territorio
están siendo protegidas bajo la denominación
de parques y reservas naturales. El Complejo de
Conservación de la Amazonia Central que incluye
el Parque Nacional de Jaú, la Estación Ecológica
de Anavilhanas, y las Reservas de Desarrollo
Sostenible de Amanã y Mamiraua, con un área
total de cerca de 50.000 km2, es la región de selva
tropical protegida más extensa del mundo. En 2002
fue delimitado en el Estado de Pará el Parque
Nacional más grande de Brasil con 36.000 km2,
el de las Montañas de Tumucumaque. Además,
alrededor de un millón de kilómetros cuadrados
de la Amazonia brasileña son reservas indígenas.
Las áreas de conservación han sufrido menos
deforestación que otros bosques, sin embargo han
sido objeto de una cuantiosa extracción ilegal de
madera.
Mapa satelital de la Amazonia brasileña – Landsat TM
Troncos flotando a la espera de transporte
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La diversidad que contiene la Amazonia brasileña es la
consecuencia de la estrecha relación entre la textura
del suelo y su topografía, la adaptación evolutiva de la
vegetación y la fauna, y la composición de las aguas de sus
ríos. Se han catalogado 112 ecosistemas atendiendo a las
semejanzas de ciertas especies con respecto a otras, de
lo que resultan diferentes conformaciones forestales con
características propias bien definidas:
• El bosque denso húmedo de tierra firme.
• El bosque de transición entre el bosque denso
húmedo y las formaciones de sabana.
• Los bosques pantanosos, representados por la várzea
y el igapó.
Ecosistemas amazónicos brasileños
Bosque denso húmedode tierra firme
Este bosque de gran riqueza botánica se encuentra en las
áreas libres de inundación. Ocupa cerca de un 85% del
área total de la cuenca amazónica y posee una vegetación
compacta con más de 500 especies arbóreas de bosque
perennifolio que alcanzan una gran altura. La mayor parte
de estas especies proporcionan una madera dura y de
gran densidad. En las áreas dispersas de arena blanca del
noroeste de la cuenca también crecen árboles de tipo seco
caducifolio y bosques bajos de matorrales muy ricos en
orquídeas y bromeliáceas.
Este bosque es semiperenne con árboles de altura
media. Es muy rico en lianas y palmeras como el babaçu
(Orbignya martiana), y también en árbol del caucho (Hevea
brasiliensis). En algunas zonas de este ecosistema la roca
aflora a la superficie o se desarrollan formaciones de arcilla
impermeable bajo un suelo de arena pura y la selva se abre
en islotes de sabana.
El bosque de transición
En la estación de las lluvias, las crecidas de los ríos hacen
que la planicie de los bosques amazónicos de las márgenes
se inunden. La selva se transforma entonces en un inmenso
charco que ocupa unos 100.000 km2. El terreno inundado
en la margen de los ríos de agua blanca se llama várzea,
puede alcanzar los 100 kilómetros de ancho y permanece
anegado durante cuatro o cinco meses al año, lo que limita su
utilización permanente. Sin embargo, es la parte más habitada
y explotada del bosque; cuando las aguas se retiran, el suelo
abonado que dejó el río es intensamente aprovechado por
las plantaciones agrícolas. La várzea está integrada por un
complejo de islas, lagos y canales que quedan descubiertos u
ocultos con la crecida y decrecida de las aguas. Los canales,
llamados igarapés, se convierten en un laberinto fluvial que
permite el acceso en canoa al corazón de la selva. El suelo de
este hábitat es el más fértil gracias a la descomposición de la
materia orgánica sumergida y a ciertas bacterias y hongos que
se desarrollan en ella.
Bosque pantanoso: la várzea
Bosque de tierra firme
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Este ecosistema se desarrolla en los terrenos inundables
de los ríos de agua negra a cierta distancia de las
márgenes, y sus suelos se caracterizan por una baja
fertilidad. La vegetación arbórea permanece bajo las aguas
entre siete y ocho meses del año, es muy rica en especies
y posee árboles de hasta 30 metros, aunque algunos
pueden alcanzar los 60 y tener varias centenas de años de
antigüedad.
Las especies arbustivas, que pasan inmersas entre siete y
diez meses, tienen que florecer y fructificar durante el corto
periodo de tiempo en que quedan por encima del agua. En
las áreas de sombra el crecimiento de las plantas jóvenes
se ralentiza por la poca luz que llega hasta ellas impidiendo
la fotosíntesis; durante el drenaje estacional de las aguas
absorben toda la energía del sol para invertirla en un rápido
crecimiento. La mayor parte de la flora es polinizada por
animales, sobre todo insectos pero también aves, macacos,
roedores y otros vertebrados, ya que la densa vegetación
elimina al viento como agente polinizador.
La selva de igapó
El igapó, un jeroglífico biológico sin
descifrar
Aún es un misterio científico cómo la vegetación de
los igapós puede sobrevivir a periodos tan largos
de inundación a pesar de la falta de oxígeno en
las raíces, ya que sólo una minoría de las plantas
de este ecosistema desarrolla raíces aéreas sobre
la línea del agua. Quizá la respuesta esté en
ciertas adaptaciones bioquímicas que permitan
su respiración, probablemente adaptaciones
fisiológicas para extraer el máximo de los mínimos
niveles de luminosidad. Un dato destacable es
que la mayoría de los árboles mantiene sus hojas
durante meses aun estando sumergidas, lo que
sugiere que podría ser posible algún tipo de
fotosíntesis bajo el agua.
Igapó o selva inundada
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biodiversidad verde
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En un análisis realizado por satélite, fueron identificados
104 sistemas paisajísticos distintos en Amazonia.
Imaginemos que pudiéramos hacer un vuelo rápido
sobre el territorio amazónico de Brasil para recrearnos
en su diversidad y atrapar de un solo vistazo la increíble
belleza de la región. Iniciando nuestro viaje desde el igapó
durante la crecida de las aguas, atravesaríamos una densa
trama de árboles que alzan sus copas hasta muy alto
para que las hojas recojan la luz; entre troncos y raíces
retorcidas, a pie de agua, brotan bromelias y orquídeas.
Aquí, cuando llegue el descenso de las aguas, emergerán
playas e islas de fina arena blanca formadas por los
sedimentos de los ríos negros que volverán a desaparecer
en la próxima inundación. Continuaríamos por las tierras
altas sin inundaciones hasta los bosques de tierra firme,
donde las copas de los árboles empujándose unas a otras
forman ese inconfundible tapiz verde sin interrupción
durante kilómetros y kilómetros. Después, alguna montaña
importante como la Sierra de Aracá o el Pico de la
Neblina en el alto río Negro, abriría el bosque y lo llenaría
de arbustos. Al llegar a las tierras bajas de las regiones
próximas a Manaos avistaríamos una vegetación más
cerrada y diversa, con árboles majestuosos. Y un poco más
allá, surgirían suelos de arena blanca y campos abiertos
con algunos árboles y arbustos creciendo en un terreno
enmarañado de raíces y hojas caídas, donde brotan musgos
y hongos de colores. Podríamos seguir viaje y Amazonia no
dejaría de sorprendernos. Y dentro, en el corazón de este
magnífico puzzle de paisajes, late una ingente vida animal y
vegetal cuyas cifras y variedad son impresionantes.
Un paseo aéreo por los diferentes ecosistema
La espectacular diversidad botánica de
Amazonia es imposible de inventariar
La diversidad de árboles en Amazonia varía entre
40 y 300 especies por hectárea. A mediados del
siglo pasado comenzaron a efectuarse estudios
cuantitativos de la floresta amazónica destinados
a tratar de ofrecer un inventario de la región.
Para elaborarlos se suele utilizar la muestra de
una hectárea dividida en parcelas, y en cada una
se identifica el número de especies diferentes
encontradas. Todos los estudios fueron poniendo
de manifiesto las diferencias entre la composición
de cada ecosistema y la sorprendente diversidad
que existía en cada uno de ellos. Pero hasta el
momento, a pesar del esfuerzo realizado para
entender la estructura y composición de la floresta
amazónica, no son definitivos, porque los resultados
obtenidos a partir de muestras de una hectárea
no pueden aplicarse a las áreas adyacentes con
idénticas condiciones de topografía y suelo.
La selva se eleva en busca de luz
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Hasta hoy, se conocen 2.500 especies de árboles en
Amazonia. En el bosque húmedo de tierra firme se dan
algunos de los más grandes, que pueden llegar a los 60
metros de altura formando un espeso dosel: el angelim
(Dinizia excelsa), la hermosa y alimenticia castanheira o
castaño de Pará (Bertholletia excelsa) y el piquiá (Caryocar
villosum), cuyos frutos oleaginosos son muy aromáticos.
En este hábitat pueden encontrarse también especies de
gran valor comercial como la caoba o mogno (Swietenia
macrophylla), el pumaquiro (Aspidosperma macrocarpon),
el cedro (Cedrela odorata) o el guaraná (Paullinia cupana),
cuyas semillas son ricas en sustancias excitantes como
la cafeína. En los terrenos inundables de la várzea o el
igapó se dan también árboles de gran porte generalmente
de hoja perenne y alargada para captar la luz. Son muy
comunes también la seringueira (Hevea brasiliensis) o árbol
del látex, y la piranheira (Piranhea trifoliata) polinizada por
mariposas y muy conocida por su madera extremadamente
pesada, cuyas semillas sirven de alimento a muchas
especies de peces como la piraña.
Árboles de todos los tamaños
La mayoría de los árboles producen compuestos
orgánicos como látex, óleos, resinas y ácidos por
cuyo olor se hacen identificables a los animales. La
cecropia o imbaúba (Cecropia sciadophylla) atrae
peces, aves y roedores para dispersar sus pequeñas
semillas, favoreciendo la aparición de colonias
enteras de esta especie en las islas aluvionares
tras las crecidas. Las áreas deforestadas suelen
repoblarse con ejemplares de este árbol, ya que
restablece en poco tiempo una óptima cobertura
del suelo.
Samaúma (Ceiba petandra)
La samaúma, el gigante de la várzea
El representante más majestuoso del bosque
inundado es la samaúma o sumaumeira (Ceiba
petandra), que poseía una distribución relativamente
uniforme y ha sido en gran parte aniquilada por la
explotación descontrolada de su madera blanca.
Está sustentada por gigantescos sapopemas debido
a que la fina capa del suelo sólo permite raíces
poco profundas. Su tronco recto alcanza unos 30
metros hasta el desarrollo de la copa, que sobresale
de la masa del bosque para recibir los vientos.
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Las comunidades de palmeras son una excepción a la
diversidad del bosque amazónico, ya que en algunas
áreas se dan largas extensiones de la misma especie.
Constituyen, con las leguminosas, el grupo más importante
de plantas económicamente útiles. Con sus hojas se
construyen cubiertas muy resistentes para las casas y
algunas se queman para obtener sal. Con las fibras se
fabrican redes, cestos y vestidos, y sus nutritivos frutos son
muy empleados en alimentación.
La palmera buriti (Mauritia flexuosa) forma los llamados
buritizales en el estuario del río y en las márgenes que
permanecen anegadas casi todo el año. Su tronco poco
espinoso alcanza los 25 metros de altura y es muy conocida
por los habitantes de la región, que extraen de ella aceite,
vino, almidón, madera, fibra para cuerdas y cestos, palmito
y fertilizante, además de servir de alimento con sus frutos a
numerosos animales.
La pupunha (Bactris gasipaes) es muy apreciada por sus
sabrosos frutos, que suelen consumirse cocidos. Con
su excelente madera se fabrican arcos de violín, y de su
tronco espinoso los indígenas extraen afiladas púas que
impregnan de veneno para sus flechas. Del fruto de la
palmera açaí (Euterpe) se extrae el famoso vino de açaí,
un delicioso refresco. Las semillas del babaçu (Attalea
speciosa) contienen aceites alimenticios y muy valorados en
cosmética; su comercialización constituye la mayor industria
en el mundo totalmente basada en una especie silvestre.
Palmeras: unos árboles muy productivos
Semillas “inteligentes”
La multitud de recursos que emplea la vegetación
para la dispersión de sus semillas obra el milagro de
la increíble diversidad de los bosques amazónicos.
Algunas especies de los árboles más altos que
sobresalen de la masa del bosque poseen semillas
aladas que el viento transporta a grandes distancias.
Otras rodean sus semillas con una carnosa pulpa
nutritiva de la que se alimentan muchos roedores
y otros mamíferos, manteniéndose intactas hasta
ser excretadas. Las semillas de muchas especies
del bosque inundado flotan en el agua gracias a la
película oleosa que las recubre, y algunas tienen
forma de boya. La castaña de Pará está recubierta
por un fruto leñoso y es el manjar favorito de
muchos roedores, que suelen esconder parte de
su botín como despensa alimenticia. Los frutos
abandonados germinarán un año después, cuando
comience a deshacerse su cobertura.
Brasil es el país tropical con más variedad en
orquídeas. Todos los años son descubiertas 20
especies desconocidas para la ciencia. Hasta ahora
se han clasificado unas 750.
Refugio indígena construido con hojas de palmera
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La industria maderera es uno de los principales recursos
de la región amazónica y al mismo tiempo una de sus
mayores amenazas por la explotación incontrolada que
arrasa miles de hectáreas de bosque. La variedad y calidad
que ofrecen muchas de sus especies es incalculable y su
belleza sorprendente. Del roxinho (Peltogyne catingae) se
extrae una bella madera de tonalidad violeta. La acariquara
(Minquartia guianensis) es un árbol acanalado cuya
robusta madera resiste a las termitas, por eso se utiliza
frecuentemente como poste de luz. La madera dura y
pesada del jutaí pororoca (Diallium guianense) se utiliza
también en los postes y en construcción naval. La madera
de la carapanauba (Aspidosperma arapanauba) es muy
popular por su gran calidad. Hay al menos 64 especies de
árboles de madera preciosa en peligro de extinción, como
el ipé, iatoba, sucupira, jacarandá o mognos.
Maderas tropicales
El 80% de la madera que se comercializa en
Brasil proviene de madereras ilegales. En 1974 se
realizó un estudio que calculaba la riqueza leñosa
de la región en más de cinco millones de metros
cúbicos de madera comercial. El agotamiento de
las reservas de África y Asia, previsto para dentro
de treinta años, haría de la Amazonia brasileña el
principal proveedor de maderas tropicales, papel
y derivados de la pulpa. En el país ya operan tres
grandes compañías provenientes de EEUU, Holanda
y Japón.
Operarios cargando un tronco de acariquara
y seccionando uno de Jutaí pororoca
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vida animal
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La unión hace millones de años del continente
suramericano con el africano, su posterior disgregación
y la elevación de los Andes que conformó la trayectoria
de la cuenca amazónica influyeron decisivamente en la
distribución y evolución de la fauna de los dos continentes.
Muchos peces como las pirañas y los bagres son
descendientes de especies marinas que modificaron su
espina dorsal para captar las ondas de sonido en las aguas
menos densas del río. Los cocodrilos de ambos lados
del océano eran muy similares, pudiendo alcanzar los 10
metros de largo; sin embargo los yacarés actuales, únicos
supervivientes de aquéllos, son muy diferentes de los
africanos. Existen en la actualidad cuatro o cinco tipos de
lagartos e iguanas que son descendientes de la época y
han variado su comportamiento para adaptarse al medio:
cuando presienten peligro se dejan caer al agua desde
la vegetación ribereña. Los anfibios más antiguos están
Una fauna con familia al otro lado del océano
Representación de una piraña negra
Muchas especies de fauna amazónica aún no
poseen nombre científico, y algunas, sobre todo
de invertebrados, ni siquiera se conocen por
vivir en áreas aún no exploradas. La riqueza de
esta diversidad crece cada día con los nuevos
descubrimientos, pero al mismo tiempo sufre la
amenaza constante de la degradación de sus
ecosistemas.
representados por las cobras ciegas o caecilídeos; son
comunmente acuáticas y se esconden en las raíces de
los matupás, la vegetación fluctuante de las várzeas. Sin
embargo, en el bosque inundado no son muy frecuentes
los sapos y ranas, ya que además de resultar una captura
fácil para las especies predadoras, los peces evolucionaron
de una forma espectacular ganando la carrera por el
espacio y el alimento.
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Un tercio de las especies de aves de todo el mundo tiene
su hábitat en el ecosistema amazónico, lo que supone
un 10% de todas las del Planeta, y casi la mitad de ellas
son endémicas de la región; mil de esas especies están
consideradas como raras, y un 13% está en peligro de
extinción.
Quizá el ejemplar más impresionante sea el águila arpía
(Harpia harpyja), la mayor del mundo, con una envergadura
que supera los dos metros de longitud. Anida en la copa de
los árboles más altos y se alimenta de perezosos y grandes
primates.
Otras aves se distinguen por su particular aspecto como
la cigana y el anambé negro, muy numerosas en las áreas
inundadas, que lucen en su cabeza una graciosa cresta de
plumas semejante al corte de pelo característico de algunas
tribus indígenas. Su alimentación básica consiste en frutos y
grandes insectos que encuentran en la copa del árbol y que
la cigana suele almacenar en la gran bolsa de su garganta
como reserva.
Volar en la selva
Hoatzin o cigana
Tucanes, araras, guacamayos y papagayos de vistosos
colores vuelan todo el día en busca de alimento y regresan
al nido a dormir, siguiendo la regla de oro de la selva de
no comer y pernoctar en el mismo lugar, ya que serían
el botín de los predadores que conocieran sus hábitos;
esta cautela no las salva de las capturas masivas para su
comercialización, muriendo muchas de ellas en el viaje al
ser exportadas. Estas aves son capaces de abrir con su pico
las duras cápsulas de sus frutos favoritos como los de las
palmeras jauari y tucumã.
Los colibríes, que son los vertebrados de sangre caliente
más pequeños que existen, cuentan con 320 especies en
toda América, y la mayoría vive en Amazonia. Las garzas
eran muy numerosas pero llegaron casi a la extinción a
finales del siglo XIX y principios del XX a causa de la captura
masiva de que fueron objeto, ya que sus vistosas plumas se
pusieron de moda para adornar abanicos y sombreros.
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Amazonia es la región de mayor riqueza entomológica
del mundo, ya que se calcula que unos dos millones de
especies de artrópodos viven en ella. Los insectos son muy
numerosos en número y especie; evolucionaron al tiempo
que las plantas superiores y dependen mutuamente para
alimentarse y polinizarse. Muchos están especializados
en la fecundación de especies de plantas concretas, y
la mayor parte de las flores también posee estructuras
especializadas para atraer a sus polinizadores y evitar
visitantes indeseados. Los habitantes de Amazonia saben
que los insectos son los animales más peligrosos de
la selva. En la región se dan 500.000 casos anuales de
enfermedades provocadas por sus picaduras.
La fauna diminuta
No tan pequeños…
La araña caranguejeira puede alcanzar 28
centímetros con las patas abiertas, el doble que un
teléfono móvil.
• El escarabajo Titanus gigantus mide unos 20
centímetros, mayor que la mano de un adulto.
• La mariposa emperador, la más grande del
mundo, tiene 30 centímetros de envergadura.
Insectos en su tarea polinizadora
Tarántula detrás de una hoja
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La hormiga es el insecto más frecuente del ecosistema
amazónico. Cuenta con tipos especializados como los que
hospedan algunas plantas, que prefieren las colonias de
ejemplares que pican o muerden porque son muy agresivas
defendiendo el nido y ahuyentan a los predadores de
hojas, al tiempo que ayudan a la dispersión de sus semillas
y dejan restos orgánicos de los que la planta también se
alimenta. Pero las más extendidas, del género Atta, poseen
afiladas mandíbulas y son grandes devoradoras de hojas
que transportan luego al nido. Allí elaboran un compost que
favorece el desarrollo de un hongo con el que se nutren las
larvas.
El disciplinado ejército de las hormigas
Hoja devorada por insectos
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De las 6.000 especies de reptiles que hay en el mundo,
550 viven en el hábitat amazónico, y más de la mitad de
ellas son endémicas. Existen en la región 14 especies de
tortugas de agua dulce y dos de tierra; algunas miden
hasta metro y medio de largo. Ya en el siglo XVI, las
tortugas fueron diezmadas por la utilización masiva de sus
huevos en la elaboración de aceite para las lámparas de
los colonizadores. El mayor sapo del mundo vive en este
ecosistema: el cururu, que mide 30 centímetros y pesa
más de un kilo. Los lagartos cuentan con 89 especies de
distribuidas en nueve familias. También habitan en la región
seis especies diferentes de cocodrilos, llamados yacarés,
que se dan en una relación de 80 ejemplares por kilómetro
cuadrado. El yacaré de cuello amarillo (Caimán latirostris)
y el yacaré açú o caimán negro (Melanosuchus niger) de
hasta seis metros de longitud, se encuentran en peligro de
extinción. La anaconda o sucuri (Eunectes murinus) es uno
de los mayores ofidios del mundo; puede alcanzar en la
edad adulta más de ocho metros de longitud. Sus hábitos
principalmente nocturnos y acuáticos han generado un
sinfín de leyendas entre los habitantes de la región, que
aseguran que son capaces de engullir una canoa con sus
tripulantes que se haya adentrado en el recodo sombrío de
un igarapé.
Anfibios
Abrazo mortal de una anaconda a un caimán negro
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Amazonia alberga aproximadamente 800 especies de mamíferos
entre roedores, primates, carnívoros y cetáceos. Algunos de
ellos están adaptados a la vida semiacuática como la lontra
(Lutra longicaudis), una gran nadadora gracias a sus membranas
interdigitales. Los carnívoros tienen su más espectacular
representación en la onza pintada (Panthera onca), el mayor felino
neotropical, que vive en las proximidades del agua y se encuentra
bajo protección a causa de las masivas cacerías que sufre para el
comercio de su piel. Uno de sus manjares favoritos es la capibara
(Hydrocaeris hydrocaeris), el mayor roedor del mundo, que se
alimenta generalmente de plantas acuáticas y también tiene unos
dedos semipalmados que permiten su desplazamiento por el
agua. Otros roedores viven así mismo junto a los ríos como la cutia
(Dasyprocta prynmolopha), que se sienta sobre sus patas traseras
y sostiene con sus manos las frutas, semillas o raíces de las que
se alimenta. Algunos mamíferos tienen ancestros marinos como
el peixe-boi (Trichechus inunguis), el más grande de la región y
el único totalmente acuático. Es un hervíboro semejante a un
hipopótamo que puede alcanzar tres metros de largo y media
tonelada de peso. Desde la llegada de los portugueses viene
siendo diezmado por su sabrosa carne y su excelente aceite.
Los mamíferos de la selva
Un vasto paraíso para los primates
Es lógico que un paraíso arbolado como la
Amazonia esté poblado por casi 60 especies de
primates. Su presencia es tan habitual que alguno
se ha convertido en mascota de indios y caboclos
como el macaco barrigudo (Lagothrix lagotricha).
La región de los récords de tamaño bate otro
gracias al mono más pequeño del mundo, el sagüi,
del tamaño de un cepillo de dientes y 130 gramos
de peso, que algunos indios colocan sobre su
cabeza para despiojarse. Uno de los ejemplares
más curiosos es el uacari blanco (Cacajau Calvus
rubicundus) con su cabeza pelada y su cara roja, al
que los nativos llaman el mono inglés, y también el
llamado macaco de noche, que es el único macaco
nocturno del planeta. Sin duda el más amenazado
de todos ellos es el pequeño sauim (Saguinus
bicolor). Su hábitat se reduce a una franja de
selva de unos 250 kilómetros cercana a Manaos,
donde muchos de ellos se han adaptado a la vida
urbana y mueren atropellados en las carreteras o
electrocutados en los postes eléctricos.
Uacarí blancoOnza pintada
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Unas tres mil variedades de peces surcan las aguas del
Amazonas y sus afluentes. El total de los ríos europeos
contiene un 15% menos de especies. Entre ellas se
encuentran algunas de las más grandes del planeta como
el pirarucú (Arapaima gigas) que puede llegar hasta los
tres metros y 200 kilos de peso. Sus escamas son tan
duras que se utilizan como lima para las uñas. El aruanã
es el mayor pez del mundo que se alimenta de insectos
y arañas, aunque con su gran boca llena de dientes y sus
saltos sea capaz de capturar también pequeñas aves y
roedores que se acercan a la orilla. Sus ojos están divididos
horizontalmente, lo que le permite ver a la vez dentro y
fuera del agua. El tambaqui (Colossoma macropomum)
es el más espectacular de los que se alimentan de frutos
y semillas y suele alcanzar un metro y 30 kilos de peso. La
piraiba es el mayor bagre amazónico con aproximadamente
tres metros y 200 kilos de peso, y con frecuencia nada en
profundidades de 20 a 50 metros.
Habitantes de agua dulce
Algunos peces dan calambre
En el río también viven diversas especies de peces
eléctricos. El mayor y más temido es el puraqué
(Electrophorus electricus), que puede descargar
hasta 720 voltios que podrían encender cinco
bombillas de cien vatios. Los ejemplares más
grandes, que alcanzan dos metros y medio, pueden
emitir descargas de hasta mil voltios; esto causaría
la muerte a una persona que nadase cerca. Estas
descargas le permiten reconocer el entorno donde
se encuentra y aturdir a los pequeños peces que le
sirven de alimento.
Pescador con pirarucú
El delfín rojo
El boto rojo (Inia geoffrensis), con casi tres metros
y unos 180 kilos de peso, es el mayor delfín de
agua dulce del mundo y el único cetáceo capaz de
nadar hacia atrás. Este mamífero acuático llegó a
la cuenca amazónica antes de la elevación de los
Andes. Su adaptación a los estrechos canales por
donde suele nadar en busca de los tres kilos diarios
de peces con los que se alimenta ha separado
sus vertebras cervicales para dotarle de mayor
flexibilidad, lo que le permite retroceder donde no
hay espacio para dar la vuelta. En la cabeza posee
una protuberancia que emite ondas ultrasonoras
con las que se orienta, ya que sus pequeños ojos le
proporcionan una visión escasa.
Cabeza del boto