La guerra civil española

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Fue uno de los acontecimientos más importantes y decisivos de la historia española del siglo XX. Representó una confrontación dramática y sangrienta de ideologías e intereses sociales, cuyas heridas tardaron muchos años en cicatrizar. Las causas fueron internas y muy complejas, aunque no se pueden desligar de la crisis económica de los años treinta y en la crisis política de las democracias occidentales en el periodo de entreguerras. Además, en el conflicto intervinieron, a favor y en contra de cada uno de los contendientes, las distintas potencias, según afinidades ideológicas –democracia, comunismo y fascismo- por lo que es considerada un anticipo de la segunda guerra mundial.

Significación histórica

Los militares conjurados contaban con el respaldo de elementos políticos de la derecha española y de hombres de negocios como Juan March. El general Emilio Mola, director del golpe pretendía un golpe rápido mediante un dispositivo militar de sublevación simultánea en diferentes guarniciones en el territorio nacional, pero no lo consiguió, por lo que el golpe acabó convirtiéndose en una larga guerra civil.

La sublevación militar

La sublevación comenzó el 17 de Julio de 1936 en la zona española de Marruecos, a donde llegó el general Francisco Franco para hacerse cargo del mando. El 18 de Julio la sublevación de extendió por toda España. Las regiones de ideología conservadora y economía agrícola apoyaron al sublevación, mientras que en las grandes ciudades y regiones industriales desarrolladas, el golpe fracasó y se mantuvieron fieles a la República.

En Madrid, el general Joaquín Fanjul no resistió en el cuartel de la Montaña y, en Barcelona, el general Manuel Goded no contó con el apoyo de la guardia civil.

El País Vasco, ideológicamente conservador, se mantuvo republicano –menos Álava- ante la promesa de aprobar un Estatuto de Autonomía. También quedaron en esta zona Santander, Asturias –excepto Oviedo capital- y las regiones levantinas de Valencia y Murcia. Por el contrario, Zaragoza fue tomada por el general Miguel Canabellas.

Andalucía, donde predominaba el izquierdismo, quedó dividida en dos. En Sevilla, se hizo astutamente con el poder el general Queipo de Llano y arrastró consigo a Granada y Huelva, en condiciones, eso sí, precarias por tratarse en sus inicios de núcleos aislados hasta que consiguiera unirlos por ferrocarril.

Quedaron en zona republicana Málaga, Almería, la provincia de Jaén y las altiplanicies granadinas de Guadix y Baza.

La Guerra de columnasGuerra total y cambio de estrategiaEl fin de la Guerra

Fases de la Guerra

Al principio, los generales sublevados intentaron la toma de Madrid, para lo que el ejército operó mediante pequeñas columnas que avanzan a pie o transportadoras de camiones por la carretera en un avance rapidísimo, favorecido por la desorganización republicana de un verdadero ejército regular. Sin embargo, el ejército rebelde tuvo que vencer varias dificultades. Sólo la ayuda italiana con aviones y el apoyo de la flota alemana hicieron posible la operación del paso del Estrecho.

La Guerra de columnas

Por Extremadura, las fuerzas sublevadas, mandadas por el coronel Juan Yagüe, marcharon a Madrid y tomaron Badajoz, pero el desvío desde Talavera de la Reina a Toledo para liberar el Alcázar, donde resistía el coronel José Moscardó, permitió a los generales republicanos José Miaja y Vicente Rojo reorganizarse y detener las columnas del general Varela a las puertas de Madrid. El frente quedó desestabilizado en la Ciudad Universitaria y nació la consígnia del ¡No pasarán!. Ante esta circunstancia, el gobierno republicano se trasladó a Valencia.

A partir de Noviembre de 1936 la guerra fue ganando envergadura y se cambió de estrategia; se pasó a las grandes ofensivas y contraofensivas. La guerra se modernizó. La aviación pasó a ser un arma fundamental y se llegó, en definitiva al concepto de guerra total, al ser bombardeadas las ciudades y las retaguardias con el consiguiente sufrimiento de la población civil.

Guerra total y cambio de estrategia

Comenzaron las grandes operaciones militares. Así, en la ofensiva de Franco a Madrid se dieron las grandes batallas del Jarama, con combates aéreos, y de Guadalajara, en las que las divisiones italianas enviadas por Mussolini fueron derrotadas por las brigadas internacionales. Después de este contratiempo, Franco decidió abandonar Madrid que obligaría a una pesada guerra de desgaste. El general republicano Miaja, ayudado por tanques rusos, con la intención de embolsar al ejército del Norte franquista, inició la contraofensiva de Brunete, pero fracasó en el intento.

Tras la toma del Norte, en octubre de 1937, Franco proyectó la marcha hacia el Mediterráneo, con el fin de dividir la zona republicana en dos y dejar aislada Cataluña, para lo que, después de recuperar Teruel, sus fuerzas consiguieron llegar al mar por Castellón. Para contrarrestar esta ofensiva y frenar el avance de Franco sobre Cataluña por la costa, el ejército republicano realizó un supremo esfuerzo en Verano de 1938 e inició la llamada batalla del Ebro.

En una gran ofensiva, atravesó el río y estableció una cabeza en puente Mequinenza para embolsar al ejército enemigo. Pero este último consiguió reaccionar y vencer a los republicanos en una dirá batalla de desgaste. Libre de obstáculos, se inició la ofensiva de Cataluña. En Enero de 1939 Barcelona es tomada por el ejército franquista.

Tras la perdida de Cataluña, la España republicana quedó reducida a Madrid capital, una parte de Castilla-La Mancha, la zona costera levantina hasta Almería y la parte de la provincia de Granada. El presidente del gobierno Juan Negrín quiso resistir hasta enlazar con una posible guerra mundial, pero se formo una Junta de Defensa, presidida por el coronel Casado, con el fin de gestionar una rendición honrosa, aunque Franco impuso la rendición incondicional.

La guerra toca su fin

Sus tropas entraron en Madrid el 28 de marzo e, inmediatamente, fueron cayendo el resto de los territorios todavía republicanos. El día 1 de abril de 1939, Franco anunciaba el final de la guerra. Dejaba tras de sí un reguero de destrucción y de sangre: el drama de innumerables muertos, el recuerdo de los ‘’paseos’’ o ‘’sacas’’, las ejecuciones, el hambre y la emigración forzosa de la ‘’España peregrina’’