Post on 24-Dec-2015
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Dios ha establecido el universo en base a leyes o
principios.
Estas leyes se cumplen si o si, creamos o no, nos
gusten o no.
Cuando nos alineamos a esas leyes, se desata la
bendición de ese principio sobre nosotros.
Cuando violamos esas leyes sufrimos las
consecuencias.
Una de esas leyes es: La honra a los siervos de Dios.
Si uno reconoce y honra a los siervos de Dios, la
bendición se desata sobre nuestras vidas.
El que recibe a un profeta como profeta, recibirá recompensa
de profeta; y el que recibe a un justo como justo, recibirá
recompensa de justo. Y cualquiera que como discípulo dé de
beber aunque sólo sea un vaso de agua fría a uno de estos
pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
(Mateo 10:41-42)
Recibir, “dejomai”, recibir, aceptar, tolerar, hospedar, acoger, dar la bienvenida, creer, aceptar como verdadero.
Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a
que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.
Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que
siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios. Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y
pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él.
Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel
aposento, y allí durmió. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando
la llamó, vino ella delante de él.
Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti?
¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He
aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo. Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.
Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu
sierva.
Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho.
(2 Reyes 4:8-17)
Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado
orden allí a una mujer viuda que te sustente.
Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí
recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.
Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego
que me traigas también un bocado de pan en tu mano.
Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de
aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos
dejemos morir.
Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero
hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de
la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.
Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja
no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en
que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.
Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su
casa, muchos días.
1 Reyes 17:8-15
Elías era un hombre de pasiones semejantes a las
nuestras, y oró fervientemente para que no
lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y
seis meses.
(Santiago 5:17)
Después subió de allí a Betel; y mientras subía por el
camino, unos muchachos salieron de la ciudad y se burlaban
de él, y le decían: ¡Sube, calvo; sube, calvo! Cuando él miró
hacia atrás y los vio, los maldijo en el nombre del SEÑOR.
Entonces salieron dos osas del bosque y despedazaron de
ellos a cuarenta y dos muchachos.…
2 Reyes 2:23-24
Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió
una propiedad, y se quedó con parte del precio, sabiéndolo
también su mujer; y trayendo la otra parte, la puso a los pies de
los apóstoles. Mas Pedro dijo: Ananías, ¿por qué ha llenado
Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con
parte del precio del terreno?
Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de
vendida, ¿no estaba bajo tu poder? ¿Por qué concebiste este
asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios.
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró; y vino un gran temor
sobre todos los que lo supieron. Y los jóvenes se levantaron y lo
cubrieron, y sacándolo, le dieron sepultura.
Después de un lapso como de tres horas entró su mujer, no
sabiendo lo que había sucedido. Y Pedro le preguntó: Dime,
¿vendisteis el terreno en tanto? Y ella dijo: Sí, ése fue el precio.
Entonces Pedro le dijo: ¿Por qué os pusisteis de acuerdo para
poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, los pies de los que
sepultaron a tu marido están a la puerta, y te sacarán también a ti.
Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró. Al entrar los jóvenes,
la hallaron muerta, y la sacaron y le dieron sepultura junto a su
marido. Y vino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos
los que supieron estas cosas.
(Hechos 5:1-11)
Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y
muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos
milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón?
¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?
Y se escandalizaban de él. Mas Jesús les decía: No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa. Y no pudo hacer allí
ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos. Y estaba asombrado de la incredulidad de
ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
(Marcos 6:1-6)
En la iglesia de Antioquía eran profetas y maestros Bernabé; Simeón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manaén, que se
había criado con Herodes el tetrarca; y Saulo. Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al
que los he llamado.»
Así que después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron.
Hechos 13:1-3