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1
BREVE HISTORIADE SU EXPANSIÓN POR EL MUNDO
ORDEN HOSPITALARIADE SAN JUAN DE DIOS
Dr. Barousse, Amadeo P.Dr. Gilberto, Daniel O.
AUTORES
3
Agradecimientos
Al Padre Antonio Pérez que revisó el original.
A Martha Sastre quien no solo tipeó el trabajo,
sino que sugirió modifi caciones inteligentes.
A.P.B.
D.O.G.
4 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Prólogo
En el año 1584, Francisco de Castro publica la primera bio-
grafía de San Juan de Dios, en ella nos dibuja una escena
donde Juan está encarcelado en el hospital de Granada, te-
nido por loco luego de su conversión, en esa circunstancia y
lugar específi co, alrededor del año 1539, “viendo castigar a
los enfermos que estaban locos con él, decía: Jesucristo me
traiga a tiempo y me de gracia para que yo tenga un hospital,
donde pueda recoger los pobres desamparados y faltos de
juicio, y servirles como yo deseo”. El principal testimonio de
este libro consiste en el relato de lo que sucedió después: por
un lado el misterio y la fuerza de un carisma y por el otro la li-
bertad de los hombres que la asumieron siguiendo el ejemplo
y el testimonio de San Juan de Dios, la consecuencia de ello,
la presencia de la Orden Hospitalaria como protagonista
de la historia.
Con esta lectura he viajado 500 años a través del tiempo en
una hora y media. Las sensaciones y refl exiones han sido
múltiples, me concentraré en dos de ellas:
la imaginación recrea diferentes situaciones históricas: •
martirio, revoluciones, guerras, intereses políticos, y trans-
versalmente a ellas una obra que testimonia caridad, mi-
sericordia, adaptaciones, cambios continuos, y sobre to-
5
PRÓLOGO
do de una presencia viva que brinda hospitalidad, con
fi delidad a la visión original;
para los que trabajamos en la Orden, es también una toma •
de conciencia de la historia a la que también nosotros per-
tenecemos, y también lleva implícita la invitación a que
cada uno sume su libertad para continuar haciendo pre-
sente la misión de San Juan de Dios en la circunstancia
histórica en que nos encontremos. Junto a los hermanos
hoy somos herederos y continuadores de la hospitalidad.
Quiero agradecer especialmente al Dr. Amadeo Barousse y
al Dr. Daniel Gilberto por este trabajo, considero que nos en-
riquece a toda la familia juandediana de la Casa Hospital San
Juan de Dios y a la Orden misma. No debería extrañarnos
esta obra, ya que desde su trabajo asistencial cotidiano, am-
bos nos brindan un testimonio de adhesión al Carisma de la
Hospitalidad. Viéndolos a diario se entiende porque en la tra-
dición de la Orden, a los laicos que trabajamos en los centros
se nos llama “colaboradores”, ya que colaboramos desde la
historia cotidiana para testimoniar también la misión original
de la Orden.
Termino con una frase de la introducción del libro:
“Y ahora la historia continúa (…) Ser. Sin diferencias”
Dr. Gustavo Cantero
6 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Canadá
Méjico
Colombia
Brasil
Ghana
Portugal
EspañaFrancia
Chile
Mapa de expansión a través del mundo
10 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
El abordaje de la historia nos induce en una compleja trama
de relaciones de personajes y hechos. ¿Por qué avanzar a
través de la historia, a través de lo pasado?
El principio fi losófi co “IGNOTI NULLA CUPIDO”, nos recuer-
da que amamos y queremos sólo aquello que conocemos
(Aquello que se ignora jamás se ama).
Para eso es la historia; para conocer y amar.
También para encontrar pertenencia a través de un hombre
y su obra.
Sólo basta pensar, que hombres de otras nacionalidades,
colaboradores de la Orden, en lugares remotos como Viet-
nam, China o Canadá entre tantos países donde asienta la
Orden, conmemoran el mismo hecho, la vida y la obra de un
hombre, Juan Ciudad, luego canonizado.
No conocemos a aquellos; pero algo en común nos une;
pertenecemos. También para esto es la historia.
La historia de la Orden es la historia de una fi delidad a un
pensamiento, a una idea, a una forma de hacer las cosas.
¿Qué atributos habrá tenido aquel hombre para sobrevivir a
su tiempo y despertar vocaciones cinco siglos después?
¿Qué hechos históricos habrán permitido impulsar un movi-
miento que se proyecte al futuro y perdure ya 500 años?
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PRESENTACIÓN
La vida de Juan Ciudad transcurrió desde fi nes del siglo XV
a mediados del XVI.
Una época de transición de la Edad Media a los Tiempos
Modernos.
Un tiempo de cambios en la forma de pensar y de vivir.
Pocos momentos de la historia del hombre son equiparables
a aquella efervescencia.
Tal vez similar al que nos toca vivir en la actualidad, viajes
espaciales e Internet de por medio. Tiempos de un nuevo
orden de ideas y hábitos.
Si bien podemos considerar la caída de Constantinopla
(1453) como hito de división entre la Edad Media y Moder-
na, no olvidamos dos hechos relevantes ocurridos en 1492,
con peso propio para cambiar el carácter de los tiempos, la
expulsión de los Moros de la península ibérica y el descu-
brimiento de América. Estos momentos históricos, junto al
fi n de la guerra de los Cien Años, constituyen hechos claros
demarcatorios de una época de cambio.
Diferentes factores contribuyeron por evolución al proceso
de quiebre del mundo medieval.
El momento de fi n y resurgimiento fue dado, entre otros, por
los siguientes hechos: la extinción del feudalismo y del per-
12 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
fi l monástico del medioevo; el surgimiento de los estados;
el desarrollo de la clase media en los Burgos; las grandes
invenciones (imprenta, brújula, pólvora, papel); la aplicación
del método experimental en los estudios; los descubrimien-
tos marítimos y el impulso de la economía mundial con las
nuevas manufacturas y riquezas; el resurgir de obras clási-
cas; la difusión del saber; crisis religiosas, etc.
Algunos hechos permiten ubicarnos en los tiempos de vida
de Juan Ciudad:
Miguel Ángel terminaba de esculpir La Piedad; Leonardo Da
Vinci pintaba la eterna sonrisa de la Monalisa; Nicolás Ma-
quiavello analizaba el arte de la política en El Príncipe; en el
nuevo mundo, Hernán Cortés junto a un puñado de hombres
conquistaba una civilización, la Azteca.
Eran tiempos intensos, de sueños, de aventura, de ideales.
Fueron los tiempos de Carlos V, el monarca de un reino don-
de no se ponía el sol, tiempos de Teresa de Jesús, de San Ig-
nacio de Loyola y el nacimiento de una Orden, del humanista
Desiderio Erasmo, “el hombre más cultivado de su tiempo”,
de Martín Lutero y una Reforma que provocó el cisma de la
Iglesia Católica y un reordenamiento posterior, tiempos de
Papas guerreros como Alejandro VI, y de los conquistadores
españoles en América.
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PRESENTACIÓN
Eran los tiempos del Renacimiento, de la Reforma, de los
descubrimientos geográfi cos, del Siglo de Oro Español.
Quien haya vivido aquella época habrá recibido el fuego de
cambios trascendentes.
¿Pero basta esto para proyectarse cinco siglos? No alcanza.
Tal vez, el valor agregado que lo diferenció, fue la fi delidad
a su pensamiento y la coincidencia entre éste, su sentir y su
acción por el prójimo.
El motor fue la COHERENCIA de un hombre, viviendo un
tiempo de cambio.
Lo trascendente, el carisma vivido con intensidad en su mo-
mento y proyectado en el tiempo
Y ahora la historia continúa. Ahora nosotros, con el desafío
de continuar un proceso en el hacer cotidiano y la pertenen-
cia a un lugar.
Ser. Sin diferencias.
16 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Los inicios
La vida pública de Juan Ciudad comienza con la apertura
del Hospital de la calle Lucena en 1539, ocupando todas las
horas del día entre la oración y la entrega al prójimo, espe-
cialmente el enfermo.
Una vida caracterizada por la asistencia a los enfermos sin
descanso; una comida frugal en dosis necesarias sólo para
sobrevivir, la aspereza de su hábito y sus pies descalzos; su
sumisión y obediencia al Arzobispo y al Maestro de Ávila.
Una vida abnegada.
Demuestra también su capacidad organizativa. Primero ad-
mite en la casa alquilada a los menesterosos, lisiados y en-
fermos recogidos de la calle para su cuidado.
Dentro de su pequeña casa, cobijó a los enfermos, a quienes
separó en las habitaciones según edad, sexo, naturaleza de
la enfermedad y gravedad de la misma; realizó espontánea-
mente y con su razón e intuición una verdadera clasifi cación
de pacientes, digno del más actual de los hospitales.
La asistencia médica era realizada por médicos llamados
por Juan.
Juan Ciudad entendía que el cuidado de cuerpo del enfermo
era el medio para salvar sus almas.
Su solidaria acción en Granada, se fue conociendo y ex-
pandiendo, dando lugar al aumento de bienhechores de la
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LOS INICIOS
causa, llegando incluso a otras regiones como Andalucía y
Castilla.
En la Navidad de 1539, el Prelado de Granada, Obispo de
Tuy, le impuso el nombre Juan de Dios, como así también
el hábito que lo distinguiese en nombre de la Santísima Tri-
nidad (un cossete, unos calzones de buriel y un capote de
sayal).
Primeros juandedianos
Con nombre y hábito, permaneció sólo en la realización de
las arduas tareas. Siete años pasaron únicamente con la
ayuda de los propios enfermos y algunos criados (1).
Es a fi nes del año 1546 que recibe e incorpora al Ministerio
Hospitalario a los dos primeros Hermanos, Antonio Martín y
Pedro Velasco, dos personas separadas por la brecha de la
venganza el primero y la culpa, el otro.
Juan de Dios logra la unión de ambos y su acto convierte la
vocación de ellos, constituyéndose en los primeros conti-
nuadores de la obra, después de la muerte del Santo.
En 1547 se mudan al ex convento de la calle de los Gomeles;
un lugar más amplio que admitió 150 camas que rápidamen-
te fueron ocupadas por más enfermos.
Esta expansión requirió nueva solicitud de fondos para
18 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
afrontar los nuevos gastos, Juan salió a pedir ayuda por las
ciudades de Andalucía y Extremadura. En esta búsqueda,
que llega a Valladolid, asiento de la Corte, donde conoce
personalmente al Príncipe Felipe (futuro Felipe II), hijo del
Emperador Carlos V.
Logró el apoyo del Príncipe, sus hermanas las Infantas y
otros cortesanos logrando nuevas donaciones que comenzó
a utilizar con los pobres de Valladolid.
En su ausencia, el Hospital de Granada funcionó correcta-
mente bajo la Dirección de Antón Martín.
Episodios como el incendio del Hospital Real y el acto heroi-
co en el Río Genil, no hicieron más que exaltar la vida singu-
lar y de entrega de Juan Ciudad cuya muerte ocurrió el 8 de
Marzo de 1550 en Granada.
Nuevos miembros perpetuaron la obra de Juan de Dios lue-
go de su muerte arrastrados por su vida ejemplar, abnegada,
desinteresada y con entrega absoluta al hombre enfermo.
En los apuntes Fr. Luis García, a la muerte del Santo tomaron
el hábito seis personas: Antón Martín, Pedro Velasco, Fernan-
do Nuñez, Simón de Ávila, Dominico Piola y Juan García.
Estos hombres se entregaron con fervor a las tareas de hos-
pitalidad, constituyéndose en sus verdaderos apóstoles.
Ellos elaboraron la primera Constitución de la Orden, basa-
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LOS INICIOS
dos en las Normas Prácticas que Juan de Dios dejó, tenien-
do como eje los actos de hospitalidad y ejercicios de la vida
ascética.
Este compendio fue sin duda, la base organizacional de la
Orden dada por el fundador.
Antón Martín fue nombrado Hermano Mayor por el Arzobis-
po Pedro Guerrero, siendo el responsable de esa comunidad
hospitalaria.
La fama ganada por el Santo y sus discípulos por la caridad
prestada a los enfermos, fue de tal magnitud, que la casa de
la calle de los Gomeles prontamente quedó pequeña, para
recibir la masiva llegada de enfermos de otras regiones.
Por esta razón Antón Martín tramitó la mudanza a otro predio
más espacioso dependiente de los jerónimos.
Los buenos auspicios del Arzobispado y del Maestro Juan
de Ávila hicieron el resto en 1552.
Este nuevo Hospital de Granada se fundó con el nombre de
Juan Ciudad.
Antón Martín viaja a Madrid a postular para el Hospital de
Granada y no sólo logra ese objetivo sino también la ayuda
y los auspicios del Príncipe Felipe y el Arzobispo de Toledo
para edifi car el Hospital de Madrid.
Esto se concreta en 1552 inaugurándose un nuevo Hospital
llamado de Nuestra Señora del Amor de Dios.
20 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
La nueva generación de Hermanos impulsores de la Herman-
dad Hospitalaria en el Hospital de Granada fueron Rodrigo
de Sigüenza, Sebastián Arias, Melchor de los Reyes, Pedro
Soriano y Frutos de San Pedro.
Sin duda fue Rodrigo de Sigüenza una fi gura relevante en la
historia de la Orden por ser el gran organizador inicial de la
misma.
Logró formar una congregación religiosa, a punto de partida
de los Hermanos de Juan de Dios, diseminados ya en varios
hospitales.
Sigüenza que en 1567 es nombrado Hermano Mayor asistió
como soldado del Emperador Carlos I y como enfermero en
la guerra de las Alpujarras.
Esta rebelión morisca ocurrida en 1568 en Granada requirió
la rápida intervención de Felipe II y de su hermano Don Juan
de Austria para poner fi n a la misma (1).
Sin duda fue Rodrigo de Sigüenza una fi gura
relevante en la historia de la Orden por ser el gran
organizador inicial de la misma.
Los Hermanos Hospitalarios Rodrigo de Sigüenza, Sebas-
tián Arias y Pedro Soriano, se ofrecieron y actuaron en los
trabajos sanitarios de la guerra.
21
LOS INICIOS
Su magnífi ca labor fue premiada con el apoyo del Rey en
sus obras.
Episodio similar ocurrió en la Batalla naval de Lepanto cola-
borando luego en la fundación del Hospital de Nápoles.
En 1568 Pío V emite la bula LUBRICUM VIATE GENUS, que
propone a personas religiosas que viven en comunidad a la
profesión solemne de los tres votos substanciales.
Rodrigo de Sigüenza expresó al Arzobispo Pedro Guerrero la
intención de la Hermandad Hospitalaria de erigirse en Con-
gregación religiosa.
Con las recomendaciones de Felipe II, Juan de Austria, el
Marqués de Modejar y otros cortesanos de Granada envía a
los Hermanos Sebastián Arias y Pedro Soriano a Roma para
realizar la petición a su Santidad.
En 1572 el Papa San Pío V fi rma la bula LICET EX DEVITO
con la que se aprueba la Congregación Hospitalaria, esto es
la erección canónica en Congregación Religiosa Hospitalaria
y luego en Orden.
En 1576 Gregorio XIII emite la bula IN SUPEREMINENTI y al
año siguiente la bula PROVISIONES NOSTRAE declarando
la autenticidad de bulas anteriores (LICET EX DEVITO) (1).
24 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Efervescencia religiosa y hospitalidad
En el año 2002 publicamos en Historia y Vida un artículo
que titulamos “San Juan de Dios, un pionero de la medicina
científi ca”, donde atribuíamos a Juan Ciudad (1495–1550) el
mérito de haber humanizado la medicina en una época pre-
científi ca. En el 2003 publicamos en Labor Hospitalaria de
Ramos Mejía, un breve trabajo en el que pretendíamos de-
mostrar que fue también un adelantado de la reforma hospi-
talaria. Fue necesario que transcurrieran 1500 años para que
apareciera en occidente un hombre que entendiera el men-
saje de Jesucristo y resolviera trabajar para vincular el amor
al hombre con el arte de curar. “El arte de curar se inicia con
el hombre porque el hombre encuentra fallas en su cuerpo”,
pero el ejercicio de este arte fue en un principio mágico y aun
religioso y fue humanitario cuando fue expresión del amor al
prójimo, amor personalizado y desinteresado. La expansión
de la Orden se produce a medida que la sociedad descubre
el cambio de paradigma y entonces se genera en todo oc-
cidente una fuerte apetencia por gozar de sus servicios. De
España a Italia y a Francia y de allí a Inglaterra, a Portugal y
explosivamente a América.
Retomando y reafi rmando en parte lo expresado al comien-
zo de este trabajo: 1500 fue un siglo de grandes testimonios
religiosos, tanto de católicos como de disidentes: Ignacio de
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EFERVESCENCIA RELIGIOSA Y HOSPITALIDAD
Loyola crea la Orden de los Jesuitas en 1540; Santa Teresa
de Jesús en 1562 funda el Convento de San José y em-
prende la Reforma del Carmelo para preconizar el ascetismo
religioso en coincidencia con la prédica simultánea de San
Juan de la Cruz, su confesor, quien preso en Toledo redacta
el “Cántico Espiritual”; Tomás Moro pública “Utopía” en 1516
que es una de las obras más importantes del humanismo in-
glés y muere decapitado en 1535 por negarse a traicionar su
testimonio religioso. Pero simultáneamente Lutero publica
en 1517 su “95 Tesis” en que critica a la Iglesia y se consti-
tuye en el padre del protestantismo; Erasmo de Rótterdam
edita en 1511 su libro “Elogio de la Locura”, obra aplaudida
por Lucero; Calvino desde Ginebra escribe “Institución de
la religión cristiana” donde sostiene los preceptos de lo que
sentarían las bases de una nueva Iglesia.
El mérito de haber humanizado la medicina en una
época precientífi ca.
Toda esta efervescencia religiosa produce importantes cam-
bios institucionales, pero Juan Ciudad permanece al margen
de los debates porque para poner en acción su proyecto le
basta con privilegiar el amor. Seguramente su confesor San
Juan de Ávila lo ayudaría a ignorar los debates políticos que
26 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
se derivaban en guerras supuestamente religiosas y de los
debates teológicos que disimulaban el deseo de poder de
los obispos y lo alentara a encontrar el camino de la hos-
pitalidad. Pero en tiempo de efervescencia religiosa surgen
vocaciones para una vida de entrega de amor a Dios y al
prójimo.
Pero en tiempo de efervescencia religiosa surgen
vocaciones para una vida de entrega de amor a
Dios y al prójimo
La efervescencia espiritual a la que hacíamos referencia se
refl eja en 2007 en las actas de la reunión de los Obispos
de Hispanoamérica en Aparecida. Nos encontramos con los
reclamos del clero por ocuparse del trabajo social y sus re-
clamos de más educación y más salud para sus pueblos y
entonces añoramos un Juan de Dios que supo unir su amor
por los enfermos a una gran capacidad de gestión innata en
él y transmitida a los colaboradores. Veamos lo que hizo:
La misión: etapa fundacional
Cuando Juan Ciudad funda su primer hospital en Granada en
1539 bajo el reinado de Carlos V (1) de España (1500-1558),
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EFERVESCENCIA RELIGIOSA Y HOSPITALIDAD
el pueblo español sufría grandes penurias, porque su rey
comprometido en continuas guerras en Francia, Alemania,
Países Bajos y Turquía, invertía en esas guerras grandes
sumas de dinero (incluido el oro que llegaba de América)
y aunque una de sus motivaciones guerreras fuera la recu-
peración del cristianismo en Europa con su poder por ser
el Emperador del Sacro Imperio Romano germánico, poca
atención prestaba a los confl ictos sociales españoles. Au-
sente de España por largo períodos, ignoraba los asuntos
de su pueblo.
También debió enfrentar la fragmentación doctrinaria del
cristianismo y debate ideológico con Lutero en 1521 que
terminó en un fracaso.
Los Habsburgos supieron precozmente de la existencia de
los Hermanos Hospitalarios y siempre expresaron afecto
por la nueva Orden y no obstante Felipe II, heredero de Car-
los V, cometió errores diplomáticos con los religiosos, pero
al mismo tiempo permitió que se expandieran por toda Es-
paña: en 1570 ya funcionaban más de 5 casas españolas.
Claro está que en esos años habían ocurrido sucesos que
prestigiaban mucho a la Orden. Uno muy importante fue que
los Hermanos Hospitalarios ingresaran en calidad de enfer-
meros en los ejércitos de Felipe II y tuvieran una actuación
muy reconocida en la Guerra de Alpujarras contra los Moros
(1568-70). Luego en 1571 acrecentarían su prestigio en la
28 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
batalla de Lepanto en la que Don Juan de Austria venció a
los turcos. Tanto prestigió a los Hermanos Hospitalarios su
participación en las fuerzas armadas que Juan de Austria
les donó 5000 ducados para satisfacer el deseo del Herma-
no Pedro Soriano de fundar un hospital en Nápoles y así se
hizo. También Felipe II los invitó a recomponer el hospital
San Lázaro de Córdoba, de su propia donación.
Tal era la pujanza de esos religiosos que en ese mis-
mo año en 1589 arribaron Hermanos Hospitalarios
a Méjico, primera puerta en América.
Pero el verdadero gran suceso fue por entonces el viaje a
Roma de Pedro Soriano y Sebastián Arias, quienes consi-
guieron que el Papa Pío V aprobara la Fraternidad el 1º de
Enero de 1572 y autorizara su funcionamiento no sólo en
Italia sino también en el resto del mundo. Sixto V ratifi caría
la constitución canónica el 1º de Octubre de 1586 y ya en
1587 se celebraría el Primer Capítulo integrado por 7 voca-
les de España y 5 de Italia. El 2º Capítulo tendría lugar en
Roma en 1589.
Tal era la pujanza de esos religiosos que en ese mismo año
en 1589 arribaron Hermanos Hospitalarios a Méjico, prime-
ra puerta en América. (Ver Tabla 3. Hermanos Hospitalarios)
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No todo sería fácil para la “Hermandad Hospitalaria” en esos
primeros tiempos. El empeño de los Obispos Ordinarios en
conservar su infl uencia institucional, más el reclamo de los
Jerónimos que reclamaban el poder de gobierno del Hospi-
tal de Granada infl uye sobre el ánimo de el voluble Felipe II,
quien consigue que el Papa Clemente VIII limite la indepen-
dencia de la Orden (1592).
El Papa ordena a los Hermanos Hospitalarios volver a la dis-
ciplina de los ordinarios y retrotrae a la Orden a la califi ca-
ción de “Fraternidad”, lo que signifi caba no poder acceder
a los votos agustinianos de pobreza, obediencia y castidad.
Era evidente que a Felipe II le molestaba que una Orden re-
ligiosa nacida en España fuera gobernada desde Roma. Por
eso hasta 1608 no hubo General, ni Provinciales, ni nuevos
Capítulos. Fue necesario que Felipe y su esposa Margarita
escucharan a Pedro Egipciaco para que las normas funda-
cionales volvieran a su curso aunque sólo en Italia por rec-
tifi cación del mismo Clemente VIII. En el Capítulo de 1596
las cosas se habían arreglado parcialmente, sobre todo en
Italia.
Vale la pena imaginar ese tiempo de lucha por la expansión,
cuando pese a tener que respetar a las autoridades políticas
y al papado consigue la Orden atraer tal cantidad de voca-
ciones entre jóvenes de todos los estratos sociales, incluso
de la nobleza, que en setenta años de trabajo tiene presencia
EFERVESCENCIA RELIGIOSA Y HOSPITALIDAD
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Tabla 3. Hermanos Hospitalarios
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32 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
en España, Italia (1570), Francia (1601), Países Bajos (1590)
y en la lejana América (1587).
Del desarrollo en España, que es abrumador, no nos ocupa-
remos pero sabemos de las rápidas fundaciones en Sevilla,
Málaga, Antequera, Palencia, Pontevedra, Segovia, Madrid
y Barcelona la ciudad que tanta infl uencia tuvo en toda la
historia de la Orden, y en tantas otras localidades españolas
antes del año 1600.
La vista a Roma de Pedro Soriano y su relación con Carlos
Borromeo y con Don Juan de Austria, no solo provocó des-
pertar el interés de esos personajes que como dijimos facili-
taron a los Hermanos Hospitalarios la fundación del Hospital
de Milán y de la atención hasta en los países bajos, donde
se afi anzaron luego en 1590, sino que también despertó la
admiración de María de Médici, esposa del rey de Francia
Enrique IV, quien solicitó de los Hermanos Hospitalarios que
se instalaran en París y efectivamente, allí fueron desde Italia
en 1601 a poner su impronta en un Hospital que aun existe,
conocido hoy como Hospital de Cuidar o (la Charité/caridad)
en pleno centro de la ciudad. La presencia en Italia desde
1572 produjo la expansión a Austria en 1605 y luego en 1672
a Polonia, Alemania, Hungría y Rumania.
En Italia mientras tanto y por infl uencia también de Carlos
Borromeo, Don Juan de Austria y del Papa Gregorio XIII, fun-
dan el Hospital de Calibita en Roma en 1584, cuya historia
33
merecería un artículo especial. En 1606 los Hermanos Hos-
pitalarios retornan a Portugal en un intento de comprar la
casa donde viviera Juan Ciudad. Por supuesto de inmediato
instalaron una pequeña Iglesia y un pequeño Hospital. Lue-
go se afi anzarán allí en 1640.
En esos años ocurrieron cosas insólitas para su tiempo, por
ejemplo: Margarita de Austria esposa de Felipe III solicita al
Padre Pedro Egipciaco, el mismo que introdujo la Orden en
América y que tanto trabajó para mantener el carisma de la
Orden, le pide a los Hermanos Hospitalarios que vayan a Fi-
lipinas. Era el año 1608 y allí van los Hermanos Hospitalarios
por rutas marítimas e intrépidas, y pretenden instalarse pese
a la agresión continua de grupos de indígenas, acciones que
culminan con el martirio de tres religiosos (es mucho des-
pués, en 1750 que los Hermanos Hospitalarios volverán a
Filipinas desde Méjico).
Otro hecho insólito fue la llegada a Australia en 1605 (“Aus-
tralia” en homenaje a la Casa de Austria). Llegaron en barcos
que partieron del Callao (Perú) y allí volverían para instalarse
defi nitivamente en 1946 con éxito.
Un tercer hecho insólito ocurrió en 1636 cuando los Her-
manos Hospitalarios que estaban cumpliendo funciones de
enfermeros en una fl ota española, conocen las costas bra-
sileras e intentan instalarse, pero también fueron resistidos
y varios religiosos fueron muertos. Esa fl ota española com-
EFERVESCENCIA RELIGIOSA Y HOSPITALIDAD
34 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
batía a piratas holandeses e ingleses que asolaban la zona.
Volverían a Brasil desde Portugal recién en 1953.
1630 año histórico: Juan de Dios es beatifi cado por Urbano
VIII, y el 16 de Octubre de 1690 es canonizado por Alejandro
VIII. La Iglesia ratifi ca así su admiración por la Orden, lo que
en esos tiempos signifi caba un gran estímulo para las voca-
ciones y un gran respeto en el mundo de la salud. En 1780
desde Portugal llegaron Hermanos Hospitalarios a Asia. Mu-
cho más tarde, 1928, desde Portugal fueron a las Azores; en
1947 al África y como dijimos en 1953 a Brasil. Francia que
tuvo el privilegio como ya dijimos de instalar Hermanos en
París en 1601, envió representantes a Canadá en 1716 y en
1877 y 1880 a Irlanda e Inglaterra, previendo las difi cultades
que surgían a partir de la Revolución Francesa.
1630 año histórico: Juan de Dios es beatifi cado por
Urbano VIII, y el 16 de Octubre de 1690 es canoni-
zado por Alejandro VIII.
36 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
La expansión
La Etapa Fundacional iniciada en 1539 se extendió aproxi-
madamente hasta 1794. Durante esta etapa defi nitoria la Or-
den consiguió instalar 206 casas en el mundo, contando con
una abundancia de Hermanos Hospitalarios no igualada en
etapas posteriores. Vale la pena mencionar datos, aunque
estos no sean rigurosamente exactos:
1539-1974 PRIMERA ETAPA DE EXPANSIÓN
ESPAÑA 60 Casas Religiosos: 5 a 30 por Casa
AMÉRICA 62 Casas Religiosos: 5 a 30 por Casa
FILIPINAS 5 Casas Religiosos: 6 a 16 por Casa
PORTUGAL 11 Casas Religiosos: 4 a 27 por Casa
España: 60 casas, entre 5 y 60 religiosos por casa.•
Portugal: 11 casas, entre 4 y 27 religiosos por casa.•
América: 62 casas, entre 3 y 50 religiosos por casa.•
Filipinas: 5 casas, entre 6 y 16 religiosos por casa.•
(Luego veremos que para 1880 en Italia llegaron a ser 559 los
religiosos y para 1850 había en Asia y África 35 religiosos).
Antes de continuar con la historia de la expansión de la
Orden cabe una meditación sobre el despertar de las vo-
37
LA EXPANSIÓN
caciones que permitió esta gesta gigantesca. La vocación
no sólo signifi ca hacer bien lo que se hace por placer, en
este caso diríamos por amor al enfermo, sino también asu-
mir los riesgos de los viajes por mares poco conocidos a
tierras casi desconocidas. Un amor así expresado debe ser
considerado doblemente heroico. Despertar vocaciones im-
plica sustentarlas, sostenerlas, alimentarlas con la doctrina
sin desviarla y orientarlas a los fi nes misioneros ya que se
trataba de evangelizar por el servicio y desde el servicio a la
apetencia religiosa.
En la primera parte de este trabajo hemos intentado instalar
la fundación de la Orden en su contexto histórico donde se
dieron el despertar de las ideas y de los compromisos del
hombre del Renacimiento, la fuerza de la Fe de los hombres
en los nuevos mandatos de Dios. “Enseñad el Evangelio a
todos los hombres”.
Volviendo a la historia, nos atrevemos a afi rmar que América
fue una hija dilecta de la Orden (6).
Se trataba de evangelizar por el servicio y desde el
servicio a la apetencia religiosa.
Como lo puntualizábamos en nuestro trabajo anterior (6) so-
38 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
bre la gesta de la Orden en Argentina, Bolivia y Chile, la ac-
tuación española en América “fue conquista porque una cul-
tura se impuso por la fuerza a otra cultura; fue colonización
porque la nueva cultura impuso comportamientos propios
del país de origen; y fue evangelización porque siendo Es-
paña un país intrínsecamente católico envió a América junto
con los soldados al clero…”. Pero diferenciábamos el clero
ofi cial que portaba una cruz que las indígenas confundían
con una espada, de los religiosos de las órdenes monacales
que brindaron primero servicios, como salud y educación y a
través de ese testimonio avanzaron en la evangelización. (7)
Que en menos de 60 años se expandieron por toda
América.
Llegaron los Hermanos Hospitalarios con los barcos de la
conquista, asistieron sanitariamente a conquistadores y
conquistados sin distinción, regentearon hospitales de la
corona y fundaron los propios donde fueran necesarios. Tan
apreciados fueron sus servicios que en menos de 60 años
se expandieron por toda América. Estuvieron en la Habana
en 1603, en 1604 en Cartagena de Indias, en 1606 en El
Callao, Perú, en 1613 en Potosí, en 1615 en Oruro, en 1619
en La Concepción de Chile, y ese mismo año en Santiago,
39
LA EXPANSIÓN
Cuzco y Arica, en 1620 en Portobelo de Panamá, en 1625
en Cochabamba, en 1636 en Brasil, en 1642 en Guatemala,
en 1650 en Nicaragua y en 1662 en Honduras. En Méjico
habían recalado tres Hermanos en 1587 pero se instalaron
ofi cialmente en 1611. A Argentina llegaron tarde y eso está
explicado en el trabajo ya citado. Basta ahora recordar que
el Virreinato del Río de La Plata se jerarquiza tarde en la his-
toria de la ocupación española.
Tal vez no debiera hablarse de sincretismo en Amé-
rica, sino de una religión cristiana enriquecida con
mitos y costumbres propios de una religiosidad
aborigen.
Muchos más ejemplos podríamos consignar para demostrar
la rapidez de la expansión en América, pero el recuerdo de
esas radicaciones basta para apreciar el éxito juandediano
en el nuevo continente y su contribución a los resultados
más respetados de la Conquista, los cuales fueron una mis-
ma religión con sus sincretismos y una sola lengua.
Tal vez no debiera hablarse de sincretismo en América, sino
de una religión cristiana enriquecida con mitos y costumbres
propios de una religiosidad aborigen.
42 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Decadencia
Un tiempo de grandes difi cultades comienza para la Orden
alrededor de 1775. Por un lado las vocaciones comienzan
a escasear y la propia expansión explosiva afecta la disci-
plina en los próximos setenta años aproximadamente. Por
otro lado los procesos históricos cambiaron el esquema
geopolítico de occidente: el surgimiento de las nuevas ideas
enciclopedistas con fuerte acento laicista que prepara la re-
presión de las órdenes religiosas, entre ellas la expulsión de
los Jesuitas de Portugal, España y Francia. La Revolución
Francesa, 1789 que primero produce primordialmente un
gran desorden social; la invasión napoleónica a España en
1809; la independencia de las Colonias de América y la con-
secuente interrupción de las comunicaciones y directivas
desde Europa. Ya antes en España se asistía a la caída de la
Casa de los Austria y el trono español pasaría a ser propie-
dad de los Borbones que nunca simpatizaron con los juan-
dedianos. Respecto de este punto y como reconocimiento
a los valores morales de los Hermanos Hospitalarios, recor-
demos que siguieron fundando hospitales, aunque en menor
número. No es nuestra intención justifi car la conveniencia de
gozar del apoyo de los gobernantes y de los poderosos para
crecer y afi anzarse, pero sí afi rmar que es deber de los que
43
DECADENCIA
detentan poder ayudar en sus tareas a quienes más contri-
buyen al bien común que siempre benefi cia al que recibe y
al que da.
Napoleón ordenó luego directamente la extinción
de las Ordenes Religiosas en su Imperio.
El enciclopedismo fue, con cierta razón, fuertemente crítico
del poder temporal de la Iglesia, propuso el predominio de
la razón sobre la Fe y desprestigió la fi gura del sacerdote y
del monje. El luteranismo, el jansenismo y el volterianismo
(Voltaire fue un gran enemigo de la religión) introducía du-
das sobre la sinceridad de la Iglesia Católica. La Revolución
Francesa tardó muchos años en conseguir que su lema “li-
bertad, igualdad y fraternidad” produjera mejoras en cuanto
a los derechos humanos y en ese intervalo destruyó muchos
valores que mantenían la unidad del pensamiento europeo.
Napoleón ordenó luego directamente la extinción de las Ór-
denes Religiosas en su Imperio, al punto de desbastar los
hospitales juandedianos de España (sólo resistieron unos
pocos de Andalucía y uno en Murcia). En 1834 fueron su-
primidas todas las órdenes religiosas. Los Hermanos Hos-
pitalarios de las casas de América quedaron a la deriva y se
enrolaron algunos en los ejércitos españoles y otros en los
44 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
libertadores. Se interrumpió el arribo de Hermanos Hospita-
larios a América y por supuesto no surgieron nuevas voca-
ciones. El laicismo impregnó por un tiempo todas las mentes
juveniles, incluso la de algunos jóvenes religiosos.
El laicismo impregnó por un tiempo todas las mentes
juveniles, incluso la de algunos jóvenes religiosos.
En Italia también se sintieron los mismos efectos provoca-
dos por las mismas causas, pero la Orden pudo conservar
allí 16 hospitales y 160 religiosos. En Asia y en África queda-
ron sólo 35 religiosos en total.
1775-1800 SEGUNDA ETAPA: DECADENCIA Y DESAPARICIÓN
ITALIA 68 CasasReligiosos: 4 a 60 por Casade 1700 a 559 Religiosos
ASIAAFRICA
Religiosos: 35 en total
1820 - 1914 TERCERA ETAPA: RESTAURACIÓN
El resultado provisorio fue la casi desaparición de la Orden
en el mundo, por lo menos su desarticulación.
Fueron tiempos de sufrimiento y desazón, pero Dios no
abandona al hombre y como prueba de ello recordemos por
ejemplo desde 1732 crecía la orden de los Redentoristas
45
DECADENCIA
fundada por Alfonso María de Ligorio y desde 1747 la de
los Pasionistas hijos de Juan Pablo de la Cruz y que la acti-
vidad de los Hermanos Hospitalarios era añorada en todos
los lugares en donde habían actuado. No todo era sórdido.
La Iglesia toda examinaba su pasado y nuevos Papas con
menos ansiedad de poder temporal y gran deseo de revitali-
zación de la doctrina y de la conducta del clero facilitaron la
Restauración.
48 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
La restauración
El Papa Pío VII después de cinco años de destierro retornó
a su sede ante el júbilo de una Europa ávida de reunifi cación
espiritual. En 1814 había sido vencido Napoleón y Fernan-
do VII al recuperar el trono devolvió los conventos. Pero, no
surgían vocaciones. Durante la posterior guerra de sucesión
en tiempos de Felipe V los pocos Hermanos Hospitalarios
que persistían se encontraron dispersos en ambos bandos.
La restauración debió esperar en España a que se superara
el duro golpe que recibiera la Iglesia en cuanto a la pérdida
de sus bienes por obra de un movimiento de fuerte infl uencia
masónica que dio en llamarse la “Amortización de Mendizá-
bal”. El gobierno ordenó a la Orden cerrar aquellos hospita-
les en los que se desempeñaran menos de doce religiosos.
Fernando VII al recuperar el trono devolvió los con-
ventos.
A partir de 1850, pese a las situaciones sociales externas
que se desataron a partir de la Revolución Industrial inicia-
da en Inglaterra en 1830 y replicada en Francia en 1848, el
hombre occidental más consciente de su dignidad comenzó
a reclamar educación y salud. Una mínima educación bási-
49
LA RESTAURACIÓN
ca para acceder al ahora trabajo mecanizado y a una salud
más agredida por el trabajo industrial era el reclamo al que
muchas órdenes religiosas podían dar respuesta en sus ins-
tituciones.
Los Hermanos Hospitalarios de San Juan vuelven a ser ape-
tecidos y dignifi cados.
El hombre occidental más consciente de su dignidad
comenzó a reclamar educación y salud.
A partir de 1820 en Francia y 1867 en España comienza real-
mente la restauración de la Orden. Pero el mérito mayor de
esa restauración es de un italiano Benito Menni, descubierto
por otro grande en la historia de la Orden, Juan Alfi eri. Benito
Menni redefi ne la Orden, reagrupa la diáspora, reunifi ca la
unidad de los Hermanos Hospitalarios Juandedianos, recom-
pone la disciplina, reactiva el crecimiento, viaja por el mundo,
incluso llega a América y aun visita brevemente la Argentina
en 1892, funda la rama femenina de la Orden (las Herma-
nas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús) y muere en
1914 dejando en marcha una auténtica restauración.
En América nunca se perdió el ánimo de fundar nuevas ca-
sas, aunque a un ritmo más lento y nunca los Hermanos
Hospitalarios perdieron su actitud misionera y su vocación
50 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
sanitaria. Hay registros sobre la consolidación de las casas
en 1914, previo a la primera guerra mundial, regidas por
1740 religiosos (con predominio de españoles).
Los Hermanos Hospitalarios de San Juan vuelven a
ser apetecidos y dignifi cados.
52 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Nuevos problemas. Persecución y martirio
No podemos dejar de destacar entre las circunstancias pro-
picias de la restauración no sólo en la Orden sino del catoli-
cismo en general, la eclosión en el seno de la Iglesia de los
grandes Papas que enarbolaron las banderas de la paz y de
la justicia social, Pío IX (1846-78) y León XIII (1878-1903). De
allí en adelante el Papado fue asumido por hombres imbui-
dos de una profunda espiritualidad y comprometidos con las
causas justas, entre otras del sistema democrático basado
en la libertad, no en el orden. Estos fueron los papas que
alentaron las esperanzas de los hombres por un mundo me-
jor pese a los acontecimientos que luego sobrevendrían y
que nuevamente se opusieron a la restauración juandediana.
La guerra civil española (1936-39) dividió a España. Los Her-
manos Hospitalarios que quedaron en la zona roja sufrieron
persecución y martirio. En Toledo 4 Hermanos Hospitalarios
fueron fusilados, 15 en Tarragona, 7 colombianos en Bar-
celona, 24 de la Comunidad de Ciempozuelos, (Madrid), 12
de la comunidad de Carabanchel (Madrid), 5 de Barcelona
(Sant Boi), 13 de la Provincia de Castilla, todos ellos declara-
dos Beatos, más 28 de distintas casas ya designados Sier-
vos de Dios. Todos fueron fusilados al no querer abandonar
las casas. Todos sufrieron graves vejaciones previas, como
también las sufrieron muchos otros Hermanos Hospitalarios
53
NUEVOS PROBLEMAS. PERSECUCIÓN Y MARTIRIO
españoles que salvaron a último momento sus vidas en cir-
cunstancias inenarrables.
Bien dice la tradición que “sangre de mártires semilla de
cristianos”.
Quien visite hoy España será testigo de la vitalidad juande-
diana, de su ortodoxia, de su carisma y de la necesidad de
su presencia en mundo de la salud.
La segunda guerra mundial (1939-45) obligó a toda Europa a
poner todo el esfuerzo sanitario en la asistencia de soldados
y civiles, porque a diferencia de la guerra del 14 que fue una
guerra de trincheras ésta fue una guerra de ciudades. Mu-
chos Hermanos Hospitalarios tuvieron que prestar servicios
en las fuerzas armadas, lo que a agravó el mantenimiento de
las casas.
“Sangre de mártires semilla de cristianos”.
Durante esos años en los países dominados por la Alema-
nia de Hitler se suprimieron todos los hospitales religiosos y
en la Italia de Mussolini pese a ser aliada fi el de Alemania,
las casas pudieron seguir funcionando. Terminaba la guerra,
mediante el tratado de Yalta los pueblos fueron cruelmen-
te divididos quedando los húngaros, yugoslavos, rumanos
y polacos sujetos al dominio comunista que suprimió toda
expresión religiosa.
54 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Pero la Orden creció entonces en Irlanda, Canadá y en al-
gunos países de América, sobre todo en Colombia y desde
Portugal se expandió a África.
Los Hermanos Hospitalarios estaban en Irlanda desde 1880
y al año de terminar la segunda guerra mundial fueron a Aus-
tralia a reactivar las casas (1946) y en 1959 se fueron a Costa
de Marfi l y en 1961 a Rodesia. Los Hermanos Hospitalarios
portugueses que ya habían estado en Asia en 1780 y en las
Azores en 1928, se instalaron en 1947 también en África y
en 1953 en Brasil (donde como ya lo consignamos habían
tenido una experiencia anterior frustrante en 1636 viajando
desde España).
La Orden retoma el impulso y otros países, aún la
lejana China, apetecen su presencia.
Los franceses también hicieron por entonces lo suyo des-
de Canadá donde estaban desde 1716. Irradiaron su obra
a Estados Unidos en 1941, en plena guerra, y en 1955 se
instalaron en Ghana.
Lo que pudiera seguir ahora es historia reciente. La paz vol-
vió a Occidente, que sin embargo se enreda en guerras le-
janas sin sentido. El comunismo ha fracasado y los pueblos
recuperan la libertad religiosa. La Orden retoma el impulso
y otros países, aun la lejana China, apetecen su presencia.
55
NUEVOS PROBLEMAS. PERSECUCIÓN Y MARTIRIO
El progreso científi co, la rápida transferencia a la tecnología
de esos logros de la ciencia, el reclamo del derecho a la sa-
lud y el gerenciamiento de la medicina necesitan más y más
recursos económicos para ofrecer asistencia y prevención
pero también necesitan agentes sanitarios que trabajen por
amor al hombre.
Cincuenta mil colaboradores tratan de ayudar a
1500 religiosos a mantener 264 casas
Esos agentes deben asumir dos lealtades, una al enfermo y
otra al fi nanciador de las prestaciones, lo que expone al tra-
bajador de la salud a perder el placer de ejercer su profesión.
Mucho más que en otros tiempos el carisma de los Herma-
nos Hospitalarios, tendrá que transferirse a laicos colabora-
dores que puedan dar respuesta a todos quienes ven en la
Orden juandediana una garantía de medicina humanizada.
Cincuenta mil colaboradores tratan de ayudar a 1300 religio-
sos a mantener 264 casas. Esta historia de la expansión con
sus períodos de prosperidad y decadencia alternándose en
el tiempo fi naliza con una invitación a releer el Sermón de la
Montaña y a creer en las Bienaventuranzas.
56 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Tabla 6. La expansión
Cronología de la orden
1570 Aprobación Pío V
1592 ReducciónFelipe II
Clemente VIII
1608 RestauraciónAustriasFelipe III
1702-1775 DetenciónBorbones
206 hermanos
1789 ReducciónRev. Francesa
NapoleónIndep. América
1814 RestauraciónVuelta de
Fernando VII
1835 Reducción Mendizabal
1850 Restauración Menni
1914 Consolidación
1936 MártiresGuerra
Española
1940 Resurgimiento
1962 Crecimiento 3600 Religiosos
1592 1608 1814 1835 1850 19621570
MenniMendizabalFernando VIIFelipe IIIFelipe IIClemente VIIIPío VII
58 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Expansión con menos religiosos
El fi n de la segunda guerra mundial y de la guerra fría, la caí-
da del comunismo, la incorporación de China y la India al
comercio internacional facilitaron la recuperación económica
en Europa y Estados Unidos y el consiguiente interés de sus
habitantes por la producción, el lucro y el bienestar social. La
preocupación por el dinero comenzó a reemplazar el interés
por los valores espirituales. El hombre occidental comenzó a
elegir diversas interpretaciones de la doctrina católica según
criterios individualistas, poco respetuosos de las normas re-
ligiosas establecidas desde antaño por la Iglesia Católica. Si
bien se siguen observando los ritos de pasaje (bautismo, pri-
mera comunión, matrimonio, grandes festividades), las con-
ductas morales privadas y públicas testimonian un alarmante
desinterés religioso y concomitantemente una gran crisis de
las vocaciones religiosas. Las instituciones religiosas dedica-
das a la educación y a la salud quedan involucradas en este
problema y deben preparar a laicos comprometidos con sus
fi nes para mantener sus casas. Han de ser laicos a quienes
Dios les regale una gran Fe, una fi rme esperanza en perma-
necer en una actitud testimonial y con capacidad de ejercer
la caridad sin dejar de formar una familia con cónyuge e hijos
con quienes compartan un gran deseo de servir.
Fray Donatus Forkan, Prior General de la Orden publica re-
59
EXPANSIÓN CON MENOS RELIGIOSOS
cientemente un documento titulado “El rostro de la Orden
cambia”, Roma 2009, en el que expresa su refl exión sobre el
futuro de la Orden. Forkan prevé una renovación que no es
otra cosa que la metanoia, transformación de la mente, que
nos permita aceptar un cambio radical en nuestra manera de
pensar y de actuar en el camino que nos señalan las Bien-
aventuranzas:
1. Mayor comprensión de la misión de Hospitalidad en la aldea
global que tiene de nuevo la gran variedad de maneras de
expresarse;
2. Hermanos y Colaboradores miembros de una misma familia;
3. Redescubrimiento de San Juan de Dios.
Efectivamente, el mundo actual reclama asistencia humani-
taria para un sector de la población no privilegiado por los
sistemas de salud y si privilegiado históricamente por San
Juan de Dios desde su misión: los pobres, los crónicos, los
minusválidos, los terminales, los necesitados de cuidados
paliativos, “aquellos a quien nadie ama”. Ese reclamo fuerza
aun en el 2009 la continua expansión de la Orden para cubrir
un trabajo médico que la Orden viene realizando desde hace
más de 500 años.
(Ver Tabla 1. Expansión de la Orden - Página 59)
(Ver Tabla 2. Expansión de la Orden - Página 60)
Forkan quiere correr el riesgo de responder a ese reclamo
60 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
con sólo 1232 religiosos acompañados por 40.000 laicos
colaboradores en el seno de una “familia hospitalaria”. En
La Paz, Bolivia, ya funciona el nuevo hospital que se venía
gestando desde hace varios años. En Paraguay no tiene
la Orden ninguna institución y sin embargo, de Paraguay
surgieron dos vocaciones. Allí se está gestando lentamente
un centro asistencial en la Diócesis de San Lorenzo, con
base en una capilla nominada San Juan de Dios, que da
asistencia espiritual a una vasta población y que proveerá
periódicamente atención primaria de salud.
En Honduras desde el 2002 se trabaja con la ayuda de los
gobiernos de Valencia, Vasco y Balera, en la construcción de
un centro comunitario para la salud mental que ya funciona
con la expectativa de asistir cada año a 6000 pacientes.
Desde 1982 la Orden deseaba entrar a China desde Corea.
En 1999 el Director del Departamento de Salud local de
Yanji pidió a la Orden que estudiara la posibilidad real de
fundar una unidad de cuidados paliativos en Yanji que está
funcionando desde el 2005, y actualmente las autoridades
chinas continúan animando a la Orden a abrir más centros
como el de Yanji. Es la primera vez que una Orden Religio-
sa Católica es demandada por las autoridades chinas para
construir y gestionar un centro de salud.
61
EXPANSIÓN CON MENOS RELIGIOSOS
Desde el 2006 el Superior General pide colaboración para
la construcción de un centro en Camerún para la comuni-
dad de Donala y desde el 2008 avanza el proyecto de un
centro de rehabilitación en Bien Hoa, Vietnam.
Al fi n de la guerra en 1975 el régimen comunista unifi có el
país y nacionalizó las escuelas y hospitales. Los herma-
nos misioneros provenientes de Canadá y junto con algu-
nos jóvenes hermanos vietnamitas tuvieron que abandonar
sus casas y refugiarse en el sur. Ahí en 1954 construyeron
un hospital en Tan Bien, Bien Hoa, Dong Nai a 40 km de
la ciudad de Raigón (luego Hochiming), dando prueba de
que amaban a Dios y a su vocación más que a sus propias
vidas. Hoy la Orden cuenta en Vietnam con cinco comuni-
dades con casi 100 miembros entre hermanos, novicios y
postulantes: una verdadera refundación y el Gobierno re-
conoce a los hermanos como expertos en ese sector de la
medicina.
En el 2009 Forkan llama con insistencia y convicción para
instalar un Hogar Clínica San Juan de Dios en Iquitos, Perú,
donde están los hermanos instalados precariamente desde
el 2000: pero Forkan quiere allí un hospital con estructuras
para realizar operaciones quirúrgicas y rehabilitación.
Estos emprendimientos esperanzados enfrentados con un
62 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
número de religiosos relativamente escaso, testimonian la
valentía de la Orden de no detener la expansión. El testimo-
nio está dado por la calidad de las prestaciones en un área
defi citaria. Nuevamente en la historia de la Orden se suce-
den las acciones de manera adecuada: primero el servicio
y por el servicio a la evangelización. Así ocurrió en América
y así se repite en Asia, del testimonio cristiano a la predica-
ción evangelizadora. En América el testimonio fue ofrecido y
en Asia ahora el testimonio es apetecido. Si Asia apetece la
presencia de los hermanos para asistir a crónicos y discapa-
citados en el seno de una sociedad evangelizada, Occidente
también los apetece por las mismas razones vigentes en una
sociedad evangelizada pero descristianizada.
Dios proveerá nuevas formas de incorporarse a la Orden y
de mantener su organización. El catolicismo no es una re-
ligión europea. Nació en Oriente, se afi anzó en Europa, se
expandió en América y penetra en África y Asia predicando
una doctrina y brindando servicios sociales a grupos huma-
nos necesitados de asistencia personalizada.
63
EXPANSIÓN CON MENOS RELIGIOSOS
Romana (8)Aragón
(barcelona) (14)Vietnam (4)
Roma Curia general
Lombardo Véneta (14)
Castilla (15)Sudam.
Septentrional (9)Com. Interprov
Francesa (7) Irlanda (17)America
Central (6)Centros
de formación
Austríaca (10) EE.UU (2)Sudamerica
Merid (8)Esc. de
enfermería (27)
Bávara (13) Africa central (1) Africana (9)Boletin-revista
(36)
Silesia (6) Holanda(1)Africa
Pampuri (5)
Hungría (3) Canadiense (3) Africa Menni (6)
Andaluza (15) Colombia (7) India (4)
Bohemia Moravia (7)
Inglesa (7) Corea del Sur (4)
Polaca (13)Australiana (6)
otros (9)China (1)
Portuguesa (12) Eslovaca (3)
Estados Unidos California (3)
Renana (Alemania) (3)
Tabla 1. Expansión de la Orden
64 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
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Tabla 2. Expansión de la Orden
65
EXPANSIÓN CON MENOS RELIGIOSOS
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68 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Cronología de hechos contemporáneos a la vida de San Juan de Dios
1495: Nacimiento de San Juan de Dios.•
1500: Nacimiento de Carlos V, Hijo de Felipe el Hermoso •
y Juana de Castilla.
1502: 4º viaje de Colón a las Antillas.•
1517: Lutero presenta las 95 Tesis de Wittemberg contra •
las indulgencias.
1521: Primera edición de la traducción del Nuevo testa-•
mento.
1521: Lutero es declarado hereje por el Papa.•
1522: Sebastián Elcano circunnavega el globo.•
1524: Hernán Cortez conquista Méjico.•
1530: Dieta de Habsburgo. Intento de conciliar a los pro-•
testantes y a los católicos.
1532: Paz de Nuremberg. Conquista del Perú por Pizarro.•
1542: Leyes Nuevas de Indias.•
1545: Nace Don Juan de Austria. Concilio de Trento.•
1546: Muerte de Lutero.•
1550: Muerte de San Juan de Dios.•
1556: Abdicación de Carlos V.•
1558: Muerte de Carlos V.•
70 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Bibliografía
1. Compendio de Historia de la Orden Hospitalaria de
San Juan de Dios. Padre Juan Ciudad Gómez. Archivo In-
terprovincial. Granada (1963).
2. Carlos V, Emperador de dos Mundos. Jean – Pierre Sois-
son. Editorial El Ateneo 2005.
3. El reto de una aventura Planetaria: El Laberinto Impe-
rial. La Aventura de la Historia, año 2, Nº 15, Enero 2000.
4. Baja Edad Media y Renacimiento: “El Renacimiento
Italiano en el S XV”. “Plataforma social del Renacimiento, el
Humanismo y la defi nición de la Modernidad”. Historia Uni-
versal. Ed. Salvat. Tomo 11 (2005).
5. Las Luchas de Religión. La Reforma. Erasmo y Lute-
ro. “Contrarreforma. Fundación de la Compañía de Jesús y
Concilio de Trento”. Historia Universal Ed. Salvat. Tomo 13
(2005).
6. Breve historia de la Saga Juandediana en Argentina,
Bolivia y Chile. A.P. Barousse (2001).
7. La Medicina en los Hospitales Juandedianos de Hispa-
noamérica en los Siglos XVI y XVII, A. P. Barousse. Historia
y Vida. Año 23 Nº 128 (2004).
72 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
Addenda
Detenido este trabajo en el que hemos pretendido volver a
la memoria tantos esfuerzos de la Orden para cumplir los
objetivos iniciales de San Juan de Dios, nos queda una in-
certidumbre: ¿por qué tardó tantos años en concretarse su
instalación en la Argentina?
Sólo en 1940 arriban a Buenos Aires los Hermanos, que pri-
mero trabajaron en la localidad de Ramallón, vecino a Luján
y luego, a partir de 1941 en Ramos Mejía ¿qué fue de los
cuatro frailes que el gobernador José Martínez Salazar en
1664 propuso como probables fundadores del primer hospi-
tal de Buenos Aires?
Hay una referencia muy concreta: “en 1635 un vicario pro-
vincial de la Orden de San Juan de Dios, Fray Alonso de la
Cadena, hizo gestiones para ocupar y poblar el nosocomio”
Es evidente que la Orden se expandió inicialmente y rápida-
mente en América siguiendo la ruta de los conquistadores.
No hay documentación de la llegada al Río de la Plata de
Hermanos Hospitalarios con la tripulación de Juan de Garay,
el auténtico fundador de Buenos Aires.
¿Pudieron infl uir en esta demora las sucesivas decisiones de
gobernantes de turno de prohibir el ingreso de nuevas órde-
73
ADDENDA
nes religiosas, ni aun bajo el pretexto de fundar hospicios y
hospitales?
En 1654 una cédula real del 1º de agosto así lo certifi ca y
pasado el tiempo, la Constitución Argentina de 1853 esta-
blece “la autorización de ingreso al país de nuevas órdenes
religiosas, a más de las existentes, requerirá una ley del Con-
greso en cada caso” y por el artículo 108 se prohibió a las
provincias tal autorización.
¿Qué sucedió con los religiosos que partiendo de Chile inten-
taron instalarse en Córdoba donde se sostuvieron de 1635
a 1637 y en San Juan de Cuyo, por infl uencia del General
San Martín, trabajaron de 1815 a 1820? ¿Qué intimidades no
divulgadas nos impiden conocer qué pretendía San Benito
Menni en su paso por Buenos Aires en 1892?
Es intención nuestra retomar las tareas de investigación revi-
sando los documentos que seguramente encontraremos en
los archivos de la Orden.
Mientras tanto y como adelanto a tal inquietud, incluimos
en esta publicación que será entregada a los Hermanos de
la Orden coincidiendo en fecha con los actos de homena-
je al Bicentenario, una editorial del Dr. Samuel Finkielman
74 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
publicado en la revista Medicina (Buenos Aires) en su Nº6/1,
noviembre – diciembre de 1980, sugerido entonces por el Co-
mité de Redacción de la revista cuando se conmemoraba el
Cuarto Centenario de la fundación de la Ciudad de Buenos
Aires, 1980, y que se tituló “La Historia del Primer Hospital de
Buenos Aires. Homenaje al Cuarto Centenario de la Ciudad”.
…“Por eso, y como homenaje al cuarto centenario de la fun-
dación de Buenos Aires, contaremos brevemente la historia
del hospital San Martin, el primero que se estableció en el Río
de la Plata, sin juicios ni adjetivos. Se parece a muchas otras
historias que terminaron por ser paradigmas de nuestra con-
ducta social.
Un hospital lo mismo que un hospicio, cárcel, presidio o basí-
lica, solía ser, en las ciudades europeas, un recinto grande de
tres naves con gente en las laterales, un paso por la central y
un sitial en el ábside; si se agregan a este arreglo arcos de me-
dio punto que padecen la verticalidad tendremos el llamado
estilo gótico, cuya estructura tripartita simboliza la Santísima
Trinidad. Nada de esto se verá en América, tierra nueva de
paupérrimas aldeas donde los edifi cios serán endebles y rús-
ticos montones de adobe y cuyos habitantes preferirán morir-
se en sus camas. Pero las leyes de indias preveían que toda
fundación debía destinar un sitio de la planta urbana, contiguo
a un convento, para una casa de asistencia de enfermos indi-
75
ADDENDA
gentes. También se había establecido que los hospitales es-
tarían dotados de un noveno y medio de los diezmos para su
sostenimiento. De esta manera al fundar la ciudad la manzana
36, limitada por las actuales calles Sarmiento, Corrientes, Re-
conquista y 25 de Mayo e inmediata a la Merced, fue adjudica-
da al hospital. Se acordó también ponerlo bajo la advocación
de San Martin, el santo francés, y que dos regidores fueran di-
putados de su patronato y administración. Se han perdido las
actas del Cabildo de los primeros años de la fundación, pero
en las que se conservan hay varias entradas entre junio de
1605 y enero de 1607 de las que puede establecerse que en el
sitio indicado habría funcionado la hermita correspondiente al
hospital pero no el hospital mismo. Esto pareciera confi rmar-
se por el acuerdo de febrero de 1611 en el que se decidió su
edifi cación. Pero existía con anterioridad una mayordomía de
hospital que había sido ocupada en 1607 por Domingo Gribeo
con una miserable remuneración. No se puede excluir por lo
tanto que haya existido un Hospital San Martin antes de 1611
que se hubiese venido abajo en ocasión de alguna inundación
o tormenta, como pasó con la iglesia Catedral. Poco después,
en marzo de 1611, en vista de las difi cultades resultantes de
su ubicación anterior, pues la ciudad se pobló más al sur en
torno del camino al Riachuelo, se decidió el traslado a la man-
zana limitada por las actuales calles Balcarce, Chile, Defensa
y México, probablemente al mismo solar que ocupa la antigua
76 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
casa de Moneda- que esperamos ningún próximo intendente
haga demoler – casi sobre el borde de la barranca desde don-
de ésta descendía hacia el zanjón de la calle Chile o tercio de
Matorras. El hospital se construyó rápidamente nombrándose
nuevo mayordomo al sargento mayor Sebastian de Orduña;
constaba de un rancho, el hospital propiamente dicho, y una
capilla adosada al rancho, que fue consagrada a nuestra Se-
ñora de Copa Cabana. En los siguientes diez años es posible
que nadie se haya asistido en el hospital que no tuvo, por otra
parte, ninguna dotación médica.
El primer cirujano que llegó a la ciudad fue Manuel Alvarez que
en 1605 concertó un contrato formal con el Cabildo que no
incluía la asistencia hospitalaria, mantuvo su cargo o más bien
fue mantenido en él contra su voluntad por disposición del Ca-
bildo - pues no se le pagaba su estipendio ni se lo autorizaba a
renunciar- por unos tres años, según una versión. Un día desa-
pareció, había huido Dios sabe dónde. Según otra versión, fue
despedido al cabo de un año por los regidores cansados de
sus reclamaciones de que se le hiciesen efectivos sus haberes
ofi ciales y privados. Pero la historia de los médicos de Buenos
Aires es otra historia; no pudieron ser satisfechas sus modestas
aspiraciones ni retenidos en la ciudad y poco o nada tuvieron
que ver con el hospital San Martin. Simétricamente, el hospital
no asistiría enfermos; era sin embargo un ítem para la recauda-
ción fi scal y una fuente de trabajo para su guardián.
77
ADDENDA
En 1623 el Mayordomo Martín de Rodrigo pidió ofi cialmente
autorización para embarcar 1500 cueros que había obtenido
como limosna de moradores y vecinos “por no tener renta di-
cho hospital”. Por esa época parece que algún pobre infeliz o
indio tonto buscaba cobijo ocasional en el rancho. En 1635 un
vicario provincial de la Orden de San Juan de Dios, Fray Alon-
so de la Cadena, hizo gestiones para ocupar y poblar conve-
nientemente el nosocomio y llegó a capitular con el Cabildo
contraviniendo expresas disposiciones reales. Sin embargo,
hacia fi nes de ese año se autorizó a otro mayordomo, Gaspar
Azebedo, ni médico ni cirujano sino barbero como consta en
acta, “a curandear, sangrar, echar ventosas” y a hacer algu-
na “surujía”. Un año después otro mayordomo, llamado Pe-
dro Gomez, requirió al Cabildo que se vendieran los esclavos
negros que tenía a su disposición por ser “malos, de peores
costumbres y mal servicio y se compren otros”. A Gómez si-
guió cierto Alonso de Garro que pretendía ser “zurujano”. En
1639 se ordenó que todo el que curara en el éjido de la ciudad
exhibiera su título de “médico, cirujano barbero” lo que fue rei-
terado al año siguiente a raíz de las protestas de quien puede
haber sido verdaderamente médico, Andrés Gedeón, que se
había marchado a Córdoba descontento de Buenos Aires y de
su gente. Alguien propuso en 1642 suplicarle por su retorno
con agasajes pero Gedeón no regresó. Por ese entonces un
temporal derribó el rancho del hospital; quedó en pie uno con-
78 ORDEN HOSPITALARIA DE SAN JUAN DE DIOS
tiguo donde habitaban los esclavos del mayordomo que muy
pronto sufrió la misma suerte.
¿Qué sucedió con el “nueve y medio del diezmo” destinado a
la salud de los pobres”? La suma quizás no fuera desprecia-
ble- y se siguió recaudando y algunas órdenes religiosas co-
menzaron a disputarse la canonjía pero una Real Cédula del 1º
de agosto 1654 prohibió que se fundasen nuevos conventos
sin autorización real ni aun bajo el pretexto de hospicios y hos-
pitales, por ser tantos los religiosos que en algunas ciudades
hay tres partes más que vecinos”. En 1664 el gobernador José
Martínez Salazar notifi có al rey que del hospital sólo queda-
ba la hermita de nuestra Señora de Copa Cabana y propuso
fundar uno nuevo con cuatro frailes de San Juan de Dios. El
rey denegó el pedido y recomendó rehabilitar el hospital San
Martin. Pero en 1667 el obispo de Buenos Aires y el Cabildo
insistieron en la solicitud y el gobernador Salazar la despachó
a España con su visto bueno. Hubo después algunas disputas
entre sectores del Cabildo que querían conservar el patrona-
to del hospital y los partidarios de trasladarlo a la jurisdicción
religiosa. Se produjo entonces el robo del libro de actas del
hospital por un ex alcalde anticlerical, su encarcelamiento, la
excomunión de carceleros y del alcalde ordinario por el obis-
po, reuniones apresuradas –pero no tanto-del cabildo y el en-
vío de un auto de apelación a la real audiencia de Charcas,
“gastándose más palabras que las que estarían escritas en el
79
ADDENDA
libro del hospital”. La autoridad civil ganó el juicio y, en 1670,
el hospital fue reconstruido para albergar veinte camas. Hubo
así hospital pero no recursos para su funcionamiento y diez
años después de estos episodios el obispo informaba al rey
que no había médicos ni se asistían enfermos y que los bie-
nes asignados no alcanzaban para las reparaciones periódicas
del edifi cio y la celebración de la fi esta anual consagrada a
Nuestra Señora de Copa Cabana. Solicitaba naturalmente un
aumento de las asignaciones que no fue concedido. En 1690
el gobernador Herrera y Sotomayor propuso que las rentas del
“inútil hospital” fueran destinadas a las curas doctrineros. Lue-
go se produjo el intento de transformar el hospital en convento
a guisa de “un recogimiento de doncellas pobres y huérfanas”.
Esto de recogimiento- es decir, asilo u hospicio- confundió al
fi scal del consejo de Indias.
Quizás por la superposición semántica y funcional que existe
entre hospital y hospicio; se asintió fi nalmente a que “se re-
cogiesen las huérfanas en la casa del hospital” pero como se-
glares, antes de tomar sus votos, y que esto no se entendiera
como fundación de un convento ni casa religiosa. Y mientras
el obispo y el gobernador Robles ampliaban con un beaterio
el carácter religioso del nuevo establecimiento se gestionaba,
al mismo tiempo, una autorización para transformar el hospital
en monasterio. Pero el rey dispuso en 1701 que el hospital vol-
viera a serlo. Un nuevo gobernador de Buenos Aires, Juan de
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Valdez, promovió un ruidoso escándalo al descubrir en 1702
que el beaterio no autorizado funcionaba en el hospital e hizo
ordenar su desalojo. Así salieron las monjas y el hospital volvió
a ser habilitado. A partir de 1713 y durante los siguientes 30
años puede seguirse su actividad cotidiana; quedó a cargo
de un mayordomo-enfermero que residía en el hospital con
algunos esclavos y que administraba la asignación destinada
a comida para internados y a cera para la capilla. A partir de
1740 se hizo cargo de la asistencia el Cirujano del Presidio- es
decir, se transformó en un hospital militar- aunque siguió asis-
tiendo a la población.
En 1748, de acuerdo a la transferencia ordenada por el go-
bernador Andonaegui con autorización del Consejo de Indias,
seis monjes betlemitas se hicieron cargo del hospital que pasó
a llamarse de Santa Catalina, de los Betlemitas o, vulgarmen-
te, de los Barbones.
Detalles de esta historia podrán ser hallados por el lector cu-
rioso en la Locura en la Argentina, de José Ingenieros, Tor,
Buenos Aires, 1955, libro difícil de obtener, que trae una com-
pleta bibliografía, y en El primitivo Buenos Aires, de Héctor
Adolfo Cordero, Plus Ultra, Buenos Aires, 1978.”
Samuel Finkielman