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Posgrado en Historiografía
Doctorado
TEORÍA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO
Cuaderno de trabajo
Leonardo Martínez Carrizales
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco
Departamento de Humanidades Posgrado en Historiografía
2020
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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA
POSGRADO EN HISTORIOGRAFÍA
TEORÍA Y ANÁLISIS DEL DISCURSO
CUADERNO DE TRABAJO
Leonardo Martínez Carrizales
Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Azcapotzalco
Departamento de Humanidades
Posgrado en Historiografía
Índice
Planteamiento general (objetivos)
La fundación teórica de la categoría conceptual discurso
Contribución del discurso al estudio de la sociedad
Primera introducción
Las condiciones de posibilidad teórica del término discurso
El discurso como proceso de interacciones sociales
Segunda introducción
Falsa vindicación de la Retórica
El discurso. El giro retórico-pragmático del lenguaje
I
II
III
Primera digresión
La teoría del enunciado de Michail Bajtin. El programa de unidad entre la vida y el arte
Segunda digresión
Leer lo ilegible
Bibliohemerografía
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PLANTEAMIENTO GENERAL (OBJETIVOS)
LA FUNDACIÓN TEÓRICA DE LA CATEGORÍA CONCEPTUAL DISCURSO
* Plantear las condiciones epistemológicas que hicieron posible la fundación teórica del
término discurso.
** Plantear que la teoría retórica es una de las matrices epistemológicas del término
discurso.
** Exponer la retórica como modelo teórico de la lengua de índole pragmática.
** Plantear que el giro pragmático de la lingüística es una de las matrices epistemológicas
del término discurso.
** Exponer las contribuciones de Teun Van Dijk a la explicación de la apertura del modelo
sistémico de la lingüística hacia la pragmática.
CONTRIBUCIÓN DEL DISCURSO AL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD
* Plantear que el discurso es un proceso de interacciones interpersonales situadas en el
espacio social por medio de las cuales los seres humanos entran en contacto entre sí y, por
efecto de este comercio interpersonal de naturaleza lingüística, constituyen el hecho mismo
de la sociedad.
* Plantear que el estudio de la historicidad de la vida social tiene una de sus marcas más
firmes en los procesos discursivos.
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PRIMERA INTRODUCCIÓN
LAS CONDICIONES DE POSIBILIDAD TEÓRICA DEL TÉRMINO DISCURSO
EL DISCURSO COMO PROCESO DE INTERACCIONES SOCIALES
En la descripción de la Unidad de Enseñanza-Aprendizaje (UEA) denominada Teoría y
Análisis del Discurso, que forma parte del programa de estudios del Posgrado en
Historiografía, se destaca en primer lugar que el término discurso ha cobrado “una difusión
de tales dimensiones, que desde varias disciplinas se ha planteado la necesidad de hacer
explícito continuamente su uso particular y puntual, tanto en lo que se refiere a las
delimitaciones teóricas como en lo que se vincula con los análisis particulares, con el fin de
evitar un uso cada vez más ‘inflacionario’ y por lo mismo difuso del término”.
Quien es responsable de este cuaderno de trabajo hace suya enfáticamente esta
observación, pues en los hechos, a menudo, en el ámbito de las humanidades y las ciencias
sociales, el discurso es una categoría que se disuelve en un comentario conducido por el
sentido común a propósito de los contenidos de los documentos sobre los cuales se llevan a
cabo las operaciones interpretativas. Esta clase de comentarios ignora, en primer lugar, las
condiciones de posibilidad teórica en las cuales el término se consolidó, y, en segundo
lugar, las orientaciones teóricas que han tratado de formalizar este concepto e incorporarlo
en los instrumentos de disciplinas específicas.
Las páginas que el estudiante tiene ante sus ojos en este momento abrigan como uno
de sus objetivos principales, precisamente, el primero de los hechos ignorado por un
comentario “impresionista” de los textos escritos (y otros tipos de textualidades) que
constituyen los insumos de la investigación especializada en las disciplinas relacionadas
con las formulaciones sobre el pasado; insisto, las condiciones epistemológicas que han
hecho posible la fundación teórica del término discurso.
De acuerdo con los comentarios “impresionistas” (es decir, relaciones más o menos
sumarias de un texto agotadas en sus contenidos, indiferentes a los términos de su
formulación y a su inserción en la estructura y funcionamiento de sociedades ubicadas en el
tiempo y en el espacio), todo fenómeno relacionado con el impacto del lenguaje sobre la
ideología y las representaciones en la esfera social se convierte en discurso. En el caso de la
historiografía, esta condición corre el riesgo de agudizarse.
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El hecho es particularmente preocupante pues, como se verá en las páginas
siguientes, la historicidad de la vida social tiene una de sus marcas más firmes en los
procesos discursivos por medio de los cuales los seres humanos entran en contacto entre sí
y, por efecto de este comercio interpersonal, constituyen el hecho mismo de la sociedad. He
aquí una formulación apretada del objetivo de este cuaderno de trabajo que de un modo
más directo se conecta con los estudios sobre las sociedades en el pasado. Sin agotar el
tema, abundemos un poco más a propósito de este problema, cuya exposición completa
desarrollaremos en páginas próximas.
El discurso implica un proceso de interacciones interpersonales normadas por la
lengua. El discurso es el proceso por medio del cual tales interacciones se estructuran
significativamente. La capacidad normativa de los acontecimientos de lengua que hacen
posible a la sociedad se verifica y es comprensible gracias al constructo teórico llamado
discurso. Este fenómeno, histórico e historizable, sólo es comprensible si, como se indicó
en el inicio de esta página, el investigador se hace cargo de “las condiciones de posibilidad
teórica en las cuales el término se consolidó”. Tales condiciones son retóricas y
lingüísticas, al menos para la perspectiva que se abriga en este cuaderno de trabajo. En la
explicación de la matriz lingüística y retórica del discurso estriba otro de los objetivos
principales de este documento, siempre y cuando consideremos que ese origen de
posibilidad teórica no es, no puede ser un mero dato correspondiente a los “antecedentes
históricos” de una materia.
Para quien escribe estas líneas, la distinción pedagógica entre una esfera histórica
(antecedentes) del discurso, otra lingüístico-simbólica y una más social es ilusoria y carece
de sentido. Si nos atenemos a una consideración seria de la matriz retórica y lingüística del
discurso, reconoceremos que esas esferas se unen y se confunden entre sí. La retórica es
una teoría de la lengua en uso social efectivo que anticipa y establece las bases del estudio
de la dimensión pragmática del lenguaje; en este sentido, la retórica es una teoría que ya
vislumbra el dominio social como elemento sustantivo de la lingüística. El giro pragmático
del pensamiento lingüístico es fundamentalmente retórico.
De este modo, el estudio de las condiciones de posibilidad teórica de la categoría del
discurso es una herramienta imprescindible para el entendimiento de los procesos de
interacción lingüística (indiscernibles en los términos de la diada esfera simbólica/esfera
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social) que constituyen a la sociedad. Reclamo la idea de constitución de la sociedad como
recurso a Georg Simmel, “Digresión sobre el problema: ¿cómo es posible la sociedad?”,
puerta de entrada a problemas como construcción de imaginarios, representaciones,
subjetividades, etcétera.1 Esta zona de las inquietudes de la investigación sobre la sociedad
humana (ya presente, ya pasada) es tan intensa, que Teun Van Dijk afincó en ella lo que
llamó los Critical Discourse Studies, una esfera de investigaciones sobre el discurso con
una eminente vocación crítica y de compromiso político. El eje de estos estudios es la
reproducción discursiva de la inequidad social, pertinente para Van Dijk pues, según él, en
la medida en que se ha reconocido que el discurso se encuentra inserto en la sociedad y en
la cultura, éste tiene una relación obvia con el poder, el abuso del poder, el control de la
sociedad.2 Esta nueva orientación, desde mi punto de vista, sólo ha podido fundarse
teóricamente gracias al reconocimiento de la estructura y la dinámica lingüístico-retórica
del discurso. De esta afirmación se desprende la centralidad de la dimensión lingüístico-
retórica en este cuaderno de trabajo.
1 Georg Simmel, “Digresión sobre el problema: ¿cómo es posible la sociedad?”, en Sociología: estudios sobre
las formas de socialización, traducción José Pérez Bances, México, Fondo de Cultura Económica, 2014. 2 Van Dijk, Teun, “Editor’s Introduction: The Study of Discourse: An Introduction. The Emergence of a New
Cross-Disipline”.
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SEGUNDA INTRODUCCIÓN
FALSA VINDICACIÓN DE LA RETÓRICA
1.
Agradezco a la administración actual del Posgrado en Historiografía, encabezada por el Dr.
Álvaro Vázquez Mantecón, el hecho de que se me haya confiado la tarea de formular un
cuaderno de trabajo para la Unidad de Enseñanza Aprendizaje (UEA) “Teoría y Análisis
del Discurso”, que deberé conducir en el trimestre lectivo 20I. Además del cumplimiento
de mis responsabilidades laborales, esta encomienda me da la posibilidad de incorporar en
la masa de conocimientos gestionados en los procesos de planeación, enseñanza y
aprendizaje del Posgrado en Historiografía algunas líneas de trabajo que articulan mi
trayectoria como investigador.
El marco general de esa trayectoria tiene como eje el estudio de las figuras de autor
que han encarnado históricamente los sujetos sociales caracterizados primordialmente por
su especialización, a veces monopólica, en las instituciones, prácticas e ideologías de la
letra escrita. De este marco general se desprenden, a propósito de la UEA que ahora nos
compete, las operaciones simbólicas por medio de las cuales los sujetos referidos
intervienen en el proceso de integración (negociada, conflictiva) del orden social que
históricamente les compete. Entre esas operaciones simbólicas se destaca, por supuesto, el
discurso.
El discurso, especialidad de las minorías letradas, no es el continente verbal de un
abstracto sistema de conceptos, pretendidamente coherente y lógico, sino un instrumento de
intervención pública, con toda la conflictividad propia de la intervención de sujetos en el
campo de las fuerzas sociales. El discurso de los “intelectuales” –término anacrónico las
más de las veces, pero operativo en el sentido común– no es un decir, sino un hacer; un
hacer conflictivo; un hacer en disputa con otros haceres.
Si esta perspectiva fuera pertinente –y creo que lo es–, entonces me parece oportuno
llevar al centro de la UEA una de mis inquietudes más constantes a lo largo de varios años,
abrigada tácitamente en no pocos de mis trabajos, pero no explícitamente planteada. Esta es
la oportunidad para hacerlo. Esa inquietud es, en términos generales, la proyección
(operativa, metodológica, teórica) sobre el dominio de la cultura letrada de los principios
teóricos de la comunicación del ser humano organizado socialmente que se han
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desarrollado a lo largo de varios siglos en el seno de un sistema en formación y
transformación constantes, pero coherente: la Retórica. Porque la Retórica,
independientemente de haber fungido a veces como manual práctico en manos de hombres
que buscaban ameritarse como elocuentes discurseadores ante los suyos, ya en las causas
judiciales, ya en los asuntos políticos, ya en las celebraciones de aparato, en las aulas o los
recintos de Dios; la Retórica fue, repito, una teoría del lenguaje.
La Retórica llegó a convertirse, durante su edad clásica, en una explicación global,
integradora, sistémica, de un enorme espectro de fenómenos y elementos atinentes al
lenguaje. Con sus propios recursos intelectuales –nada desdeñables–, Alfonso Reyes hace
más o menos ochenta años ya se había percatado, de la mano de Aristóteles, a quien
comentó cuidadosa y competentemente, de la amplitud organizada y abstracta de esta
explicación global de carácter lingüístico.3 En términos generales, la Retórica implica una
teoría general de la productividad y la ejecución lingüísticas, e incluso una estética de la
recepción. Semejante amplitud de las dimensiones de la explicación general que se propuso
la Retórica sobre el lenguaje tiene como piedra angular la construcción del objeto verbal, el
texto, en cuyo cuerpo construido descansan las tensiones de una productividad, ejecución y
apropiación socialmente conflictivas; en cuyo cuerpo, por unos momentos, sólo unos
momentos –los instantes que consumen las tareas de formularlo, escucharlo/leerlo,
interpretarlo–, se lleva a cabo el armisticio de las fuerzas en conflicto que actúan sobre el
campo social, poco antes de desencadenar los procesos que a su vez llevarán a otro texto,
and so on…4 De este modo, estamos ante una teoría de la textualidad, es decir, la
organización textual de las conflictivas interacciones que hacen posible a una comunidad
humana.
La Retórica extiende su manto de explicaciones teóricas a propósito del homo
loquens y el lógos sobre el territorio de las instituciones y las prácticas sociales que giran
alrededor del texto escrito. Esta proyección en modo alguno es arbitraria, sino, por el
contrario, natural, cómoda, pues ya estaba indicada en las últimas transformaciones que
3 Alfonso Reyes habla del “afán totalizador de Aristóteles –aquello de comenzar desde el cero y registrar
después uno a uno cada aspecto del fenómeno–” (229), autor de la Retórica, cuando se ve obligado a pasar
lista en su descripción de las “consideraciones extratécnicas” de ese arte, es decir, la acción oratoria, Obras
completas, pp. 202-220. 4 Mijail Bajtín, en el “El problema de los géneros discursivos”, colocó la idea de series concatenadas de
enunciados, propia de la comunicación social, en el centro de su noción de discurso.
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sufrió la Retórica durante su fase clásica. Entonces, el texto oratorio ya se había convertido
en un texto escrito; ya el arte de la acción oratoria se había convertido en un arte de la
escritura; ya la escucha era una lectura… en suma, ya el rétor era un escritor que redactaba
silenciosamente su oración sin pensar siquiera en pronunciarla. Ya Cicerón puede verse a sí
mismo, al mismo tiempo y sin contradicciones, como un estilista que escribe para la agitada
esfera pública de su época y para la posteridad. Unos ven en él al político ardiente; otros,
como Reyes, al educador de la humanidad póstera. Ello es posible porque el taller retórico
de Cicerón no sólo incumbe a la figura del orator, sino también al intelectual recluido en su
gabinete de estudio.5 En cualquier caso, el entramado teórico de la Retórica permaneció
vigente, dispuesto a internarse en el régimen social de la letra escrita.
En suma, en este cuaderno de trabajo propongo la pertinencia de la extensión de la
teoría retórica al ámbito de la escritura, a condición de comprender que el texto escrito es
en realidad un enunciado discursivo.
2.
A lo largo de mi vida universitaria transcurrida entre practicantes de las ciencias sociales y
de alguna modalidad del estudio del pasado, me han sorprendido no pocas veces actitudes
próximas a la indiferencia, ya no digamos con respecto de ese dato de cultura fundamental
propia de las ciencias humanas que es la Antigua Retórica y su influjo multisecular, sino
incluso ante la proyección de su entramado teórico sobre el campo de los fenómenos
textuales y discursivos que se organiza alrededor de la civilización de la letra escrita y sus
dispositivos. Entre esas actitudes indiferentes, tomo en serio las alimentadas por una
reacción de hastío (a veces justificada y comprensible) que despierta la corriente
monumentalista de vindicación de la cultura clásica, tan vigorosa en el siglo XX a partir de
la atmósfera cultural de la Segunda Guerra Mundial; una corriente que, dicho sea de paso,
5 Alfonso Reyes, que conocía sobradamente la actividad política y jurídica de Cicerón –espacios fundadores
de la Antigua Retórica–, no tuvo problema alguno en integrarlo, junto a Aristóteles y Quintiliano, entre los
cultivadores de una noción de la Retórica como “enciclopedia del saber”. Esto pudo ser posible porque las
condiciones históricas de la lectura crítica de este hombre de letras a propósito de la Retórica Antigua lo
condujeron cómodamente a la comprensión de que el andamiaje teórico de esta tradición de conocimiento se
había trasladado a la esfera letrada, erudita, escolar, en fin, humanística, donde seguía rindiendo frutos. “[…]
noción [la de la Retórica como enciclopedia del saber] que Cicerón sostenía en principio y en cierto modo
ejemplificaba, aunque no haya sido su destino el ponerla en práctica desde la cátedra”. Obras completas, XIII,
p. 457.
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mucho contribuyó al conocimiento informado del ingente caudal de conocimientos
atesorado en la tradición retórica.
Monumentalistas pudieron ser Heinrich Lausberg, Alfonso Reyes o Antonio López
Eire, cuyos trabajos sobre nuestra materia nadie se atrevería a desdeñar conscientemente.
Pero los indiferentes a quienes me vengo refiriendo definitivamente sí incurren en un error
grave contra su propia educación cuando echan en saco roto la evidencia de que entre los
frecuentadores de los estudios retóricos figuran algunas mentes excepcionalmente
brillantes, responsables de contribuciones irrenunciables para la contemporánea comunidad
internacional de universitarios, en muchos casos base del debate vigente en las disciplinas
sociales, humanísticas e históricas (para no ir más lejos, estudiantes de Historiografía,
tantos lugares privilegiados de la obra de Paul Ricoeur).
Un ejemplo a este respecto es el interés de los estructuralistas franceses en el
redescubrimiento de la Retórica Antigua y su colocación en el centro de las reflexiones
lingüísticas, poéticas y narratológicas de nuestra época. Nadie podrá sospechar de estas
verdaderas estrellas del cosmos universitario internacional como reos de conservadurismo o
monumentalismo filoclasicista. Sin ser los iniciadores del movimiento general de
recuperación, redescubrimiento y renovación de la Retórica en el campo universitario de la
segunda mitad del siglo XX, Roland Barthes, Gerard Genette y Tzvetan Todorov
contribuyeron decisivamente en la acreditación plena de ese conocimiento dentro de los
marcos disciplinarios más actuales –aun cuando hayan sido desafiados en su competencia a
propósito de la historia de la tradición retórica por personalidades de un rigor extraordinario
al respecto como A. Kibedi-Varga y Antonio García Berrio–.6 Precisamente ese desafío
estableció las condiciones de la rehabilitación plena de la Retórica en el paradigma
contemporáneo del discurso y de una ciencia general de la expresividad discursiva.7
6 Roland Barthes, “L’ancienne rhétorique”, Communications, 16 (1970), pp. 172-223. 7 Tal es el problema planteado en el inicio de la famosa propuesta de Antonio García Berrio, “Retórica como
ciencia de la expresividad (presupuestos para una retórica general)”, p. 7-8. Para este investigador español, en
el “auge de los estudios neorretóricos” se destacaban dos grupos. El primero, como se comenta en el pasaje
que da pie a esta nota, “los investigadores de la tradición clásica”; en la acera de enfrente, el “sector opuesto
de los recientes acercamientos lo constituyen aquellos ‘scholars’ que, procedentes de diversas disciplinas
modernas de estudio del discurso, tales como la Lingüística, la Poética o la Semiología –y en muchos aspectos
también los lógicos se han querido mezclar en el empeño–, han entrevisto la posibilidad de una fructífera
ayuda de las categorías y los paradigmas analítico-interpretativos de la Retórica en algún momento de
expansión o incluso crisis de sus respectivas disciplinas. Si en este aspecto la iniciativa en sí misma la
considero personalmente oportuna y aun imprescindible, no cabe duda, juzgando por los resultados finales,
que han abundado más hasta ahora los casos de frívola precipitación” (8).
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En espera de no simplificar demasiado la materia propia de las siguientes palabras,
convengamos en que la Retórica, a lo largo del curso histórico de la tradición de
conocimientos elaborados a partir de la Edad Media, se fue concentrando paulatinamente
en la esfera correspondiente a la operación del discurso llamada elocución (elocutio;
digamos provisionalmente en español, y con un fuerte sentido poético, verbal:
enunciación), en menoscabo de las esferas relativas a las operaciones de invención
(inventio) y disposición (dispositio). Las operaciones del discurso directamente
relacionadas con el contingente de conocimientos necesarios para orientar el cálculo que
llevaba a cabo el orador acerca del escenario social, vivo y ardiente, en el que se encontraba
situado, y en función del cual debía actuar, habían perdido peso en el interés de los
iniciados en una retórica silenciosa, escolar, erudita. Concomitantemente, los genera
dicendi clásicos o géneros del discurso sancionados por la Antigua Retórica como
fundamentos de su teoría habíanse reducido a la especie epidíctica o celebratoria, en
menoscabo de la política y la jurídica.8
Esta deriva elocutiva de la Retórica la aproximó, hasta identificarla, con la
literatura, o bien con la mera ornamentación de formas genéricas ajenas a la poesía
(entendido este término en un sentido amplio, propio del pasado humanístico), como el
sermón y la historia. Concomitantemente, la filosofía, la dialéctica, la lógica, la moral, se
alzaron con la bolsa de conocimientos y reflexiones que habían sido abandonados a su
suerte en las disminuidas esferas de la invención y la disposición. La “enciclopedia del
8 A pesar de la necesidad que tendríamos en otro contexto de ofrecer algunas explicaciones de carácter
historiográfico para cribar sus tesis, y así distinguir entre el grano que no hemos de comer y el que aún puede
sernos de provecho, la gentileza literaria de Alfonso Reyes puede darnos una mínima noticia sobre los genera
dicendi. Reyes aborda los tres géneros retóricos sólo después de haber tratado de las pruebas o medios
técnicos de la persuasión, reducto que la teoría disponía para los conocimientos, esquemas mentales y formas
de discurrir que actualmente son difíciles de concebir fuera de la lógica o la dialéctica, la política o la ética.
La médula de los genera dicendi descansaba en la res (las ideas, las sentencias, los universos conceptuales
sobre el mundo) y no en las verba (las palabras, la ornamentación, el estilo). En el género deliberativo o
político, el orador es, ante el auditorio conformado por la asamblea de los representantes del pueblo,
“consejero de lo conveniente para el porvenir”; en el judicial o forense, ante el auditorio constituido en el
tribunal, “abogado de lo legal o ilegal ya acontecido”; en el epidíctico o demostrativo, ante el auditorio de los
espectadores en la plaza, “demostrador de lo noble o lo vil considerados como presentes o permanentes”. Al
género deliberativo le corresponde el tiempo del futuro y la finalidad de lo justo; su auditorio juzga de la
oportunidad. Al judicial le corresponde el tiempo de las acciones pasadas y la finalidad de la justicia; su
auditorio juzga de la veracidad. Estos dos géneros son “agonísticos o de combate”. Al género demostrativo
corresponde el presente y “lo hermoso moral”; el auditorio aquí califica la elocuencia. Este género es “más
bien expositivo” que combatiente. Como se ve, el entramado de los géneros afecta dimensiones de la
actividad humana regulada institucionalmente; sólo en última instancia compete al estilo verbal. Op. cit., 224-
7.
13
saber”, que diría Alfonso Reyes, se había desmembrado. Gérard Genette, que por cierto no
reconoció en Aristóteles, como Reyes, una teoría general, afirmó que “de Corax à nos jours,
l’histoire de la rhétorique est celle d’une restriction généralisée”.9 Los estructuralistas
franceses se encontraron con esta retórica pretendidamente enjuta y en ese dictamen
establecieron su punto de partida. Precisamente allí fueron desafiados por especialistas más
dotados que ellos en la materia. La rectificación subsecuente concentra en dos focos la
recuperación de la Retórica y su inserción en la ciencia contemporánea.
El primero, que interesa sobremanera en este cuaderno de trabajo, estriba en la
postulación de la Retórica como un sistema teórico global cuya materia es el lenguaje, muy
lejos de la retórica enjuta. El otro foco es condición sine qua non del anterior, y consiste en
la crítica de la concepción de la retórica enjuta, “literaturizada”, efecto de la enérgica
restitución de las esferas correspondientes a la invención y la disposición. El enunciado
verbal de la retórica “literaturizada” venía a rehabilitarse como discurso, eje del uso del
lenguaje en situaciones sociales concretas cuyas múltiples dimensiones eran calculadas por
el orador de acuerdo con un complejo procedimiento que implica tres operaciones, y no
solo una. La Retórica regresó al discurso entendido como fenómeno general de la sociedad,
proceso social que no se circunscribe a la verbalidad construida y, en fin, atributo global,
absoluto de la sociabilidad humana. El discurso así concebido teóricamente ya no puede
anclar su caracterización (definición, clasificación, descripción con fines pedagógicos o
normativos) en el suelo de los modos oral o escrito, ni en los campos normados
profesionalmente de acuerdo con los genera dicendi clásicos (el Derecho, la Política o la
celebración pública), sino que ahora supone una interpretación crítica de índole
transdisciplinaria centrada en un proceso normado y normativo de las interacciones
humanas.
Por último, pero no menos importante, la rehabilitación teórica de la Retórica
general implicó la rearticulación de los problemas literarios como una modalidad del
discurso, subsumida junto a otras modalidades en el entramado de una teoría general de
todas las especies discursivas.
9 Gérard Genette, “La rhétorique restreinte”, Communications, 16 (1970), p. 158. Citado en Guy Bouchard,
“Rhétorique des mots, rhétorique des idées”, p. 303.
14
Terminemos este alegato en favor de la pertinencia de acudir a la Retórica –teoría
moderna en que ha venido a resolverse un corpus histórico de conocimientos
transhistórico– en el estudio y los análisis de los discursos que forman parte de los insumos
de nuestro trabajo universitario. De modo ambicioso pero plenamente habilitados por la
teoría transdisciplinaria de la Retórica, acudamos a ésta en busca de una guía para estudiar
los procesos sociales que competen a nuestro campo como discursos. Porque para la
Retórica el discurso es la categoría nodal de su entramado teórico, masa verbal
estructurada, construida de acuerdo con cálculos y recursos que no sólo competen a la
elocución, sino que abarcan otras operaciones como la invención; masa verbal engastada,
embedded en el proceso de las interacciones sociales. El discurso es esencialmente retórico
no por su ornamentación, no por los atributos formales de su enunciación, sino por su
engaste en el proceso normado y normativo de las interacciones sociales en cuyo seno es
cabalmente inteligible.
15
EL DISCURSO. EL GIRO RETÓRICO-PRAGMÁTICO DEL LENGUAJE
I.
Este cuaderno de trabajo es una invitación que su autor quiere hacer a un estudiante de
historiografía para reflexionar acerca del estatuto epistemológico de uno de los conceptos
teóricos más socorridos actualmente en diferentes campos disciplinarios del estudio y la
crítica de las sociedades humanas. Ese concepto es el discurso, eje de lo que uno de los
estudiosos más constante y destacado en este campo ha llamado una Cross-discipline o una
transdisciplina, los estudios del discurso.10
La productividad heurística de este concepto es tan poderosa y lábil que ante
nuestros ojos se perfila como un centauro del pensamiento desarrollado en el siglo XX a
propósito de los fenómenos relacionados con la comunicación social, la construcción de
representaciones sociales e identidades intersubjetivas, la ideología, la psicología social,
entre otros. Más que un centauro, como quisiera la figura que el escritor mexicano Alfonso
Reyes empleó para referirse a la identidad híbrida del ensayo, el discurso es el Proteo de los
instrumentos conceptuales de la crítica social, pues aparece una y otra vez investido de
diferentes atavíos, reacio a adoptar una sola apariencia por todos reconocida.
Tal es la elusividad del discurso, noción teórica que a muchos parece tan distante
hoy de su origen en la teoría lingüística de la Antigüedad grecorromana. En ese predio de
10 Teun Van Dijk, “Editor’s Introduction: The Study of Discourse: An Introduction. The Emergence of a New
Cross-Disipline”; también, del mismo autor, “Introduction: Discourse Analysis as a New Cross-Discipline”.
Por otra parte, en los hechos, el discurso, tal y como aquí lo discutiremos, también es el denominador común
de la “pluralidad de enfoques teóricos, recortes temáticos y estrategias de investigación que animan hoy la
vida de las disciplinas relativas al mundo histórico y social” (14). La “dispersión teórica y la pluralización de
los criterios para recortar los objetos [de estudio de las ‘disciplinas que hasta ayer designábamos como
ciencias del hombre’]” (13) se relaciona, de acuerdo con Carlos Altamirano, autor a quien ahora citamos, con
“la erosión que ha experimentado la idea de un saber privilegiado, es decir, de un sector del conocimiento que
obre como fundamento para un discurso científico unitario del mundo humano” (13). El autor argentino
conjetura que tal paisaje desarticulado quizá pueda rearticularse en “ese espacio discursivo en que coexisten
los diversos miembros de la familia que Marc Angenot denomina géneros ‘doxológicos y persuasivos’” (14).
Con base en este planteamiento, Altamirano busca acreditar su programa de historia intelectual
principalmente centrado en la “literatura de ideas” que caracteriza una buena parte de la historia cultural de
América Latina. Por ello identifica los atributos retóricos señalados por Angenot con los textos comúnmente
llamados ensayos. Aquí me aparto del planeamiento de Altamirano. La índole doxológica y persuasiva de los
textos que funcionan como referentes simbólicos de la vida social no es patrimonio exclusivo de una zona
determinada de la producción letrada, sino atributo general de la experiencia viva del lenguaje, es decir,
discursiva, en una comunidad humana; experiencia constituyente del orden social. Cfr. C. Altamirano, Para
un programa de historia intelectual, pp. 13-24.
16
conocimientos, por varios siglos, el nombre se refirió inequívocamente a la oración pública
efectivamente pronunciada en el tribunal de justicia (discurso judicial o forense), en la
asamblea del pueblo legalmente constituido (discurso político), en las ceremonias de
aparato con las que las ciudades se investían de una historia, unos héroes, en fin, los
patricios del pasado convertidos por obra del discurso epidíctico en pedestales de la
“patria”. En las frases anteriores he aludido a las tres grandes divisiones genéricas del
discurso promulgadas por la Antigua Retórica, base de una teoría de géneros del discurso
de índole normativa que aun hoy organiza nuestras nociones sobre tales materias. El
discurso era el eje central de las tres dimensiones de la Retórica, es decir, a) praxis del
ciudadano en tribunales, asambleas, ceremonias publicas, propia de una sociedad
fundamentalmente “oral” en sus mecanismos de relación interpersonal; b) reflexión teórica
y codificación de dicha praxis civil; c) integración de un archivo cultural complejo de
conocimientos sobre el discurso, sus referentes, el lenguaje, el texto y su construcción en
diferentes niveles; archivo de índole escolar, erudita, universitaria.11
Toda una teoría, como queda dicho, se tejió alrededor de esta idea unívoca del
discurso, sustentada en la riquísima experiencia pública, agónica, democrática de las
grandes ciudades antiguas de Occidente.12
Porque conviene no soslayar, aun en las más
11 Tomás Albaladejo, Retórica, pp. 23-40. Este autor ha empeñado buena parte de su trabajo en el desarrollo
de la tesis de la retórica como un sistema que codifica la totalidad del hecho y la práctica retóricos luego de un
proceso multisecular de reflexión sistematizada. En este sentido, la retórica es en estricto sentido el proceso
de la constitución de un marco general de reflexión metateórica, acumulativo, normativo, descriptivo y, en
última instancia, escolar. Proceso de sistematización, claro está, llevado a cabo colectivamente a lo largo de
un periodo multisecular que siguió al fin de la práctica generalizada de la retórica civil. La índole de la
retórica como un sistema teórico transhistórico fue discutida por A. Kibedi-Varga, “L’histoire de la rhétorique
et la rhétorique des genres”, Rhetorica. A Journal of the History of Rhetoric, pp. 201-221., con quien
Albaladejo discute fructíferamente a ese respecto. El estatuto teórico y sistémico de la retórica también es
planteado por Marc Fumaroli, L’Age de L’Éloquence. Rhétorique et Res Literaria de la Renaissance au seuil
de L’Époque Classique, pp. IX-X. 12 La democracia ateniense y las experiencias políticas de la Antigua Roma se encuentran estrechamente
vinculadas con la retórica aludida en el inicio de este cuaderno. Esta vinculación implica necesariamente el
ámbito público del comercio humano, subrayado por su dimensión oral: seres humanos deliberantes que
comparecen ante otros seres humanos de viva voz, mediante el fuego de sus respectivas personalidades, sin
menoscabo de sus virtudes y defectos como actores en la escena política (el volumen de su voz, la fuerza o
parquedad de sus gestos, la gallardía o el desmedro de sus figuras). La llamada retórica política corresponde al
sistema de la ciudad-estado, donde el ciudadano participa directamente en los asuntos públicos. La retórica,
así, es un instrumento civil. Éste es el fundamento de la asociación exclusiva, en el primer periodo de su
existencia, de la retórica con el discurso político o deliberativo y con el discurso jurídico o forense. Este
fundamento suponía la asociación de la noción general de la retórica con la acción pública del discurso. El
término de la primacía de este régimen histórico de la comunicación redundó en beneficio de la institución de
la enseñanza, en cuyos recintos la retórica se refugió. Allí encontramos la preservación y la elaboración de
índole pedagógica de este saber teórico y práctico sobre el lenguaje y la sociedad elocuente. Sistemas sociales
17
ambiciosas aulas universitarias del siglo XXI enamoradas de su apariencia proteica, que el
discurso fue el eje alrededor del cual se urdía la vida pública de las muy avanzadas
ciudades de la Antigüedad occidental; eje constituido por palabras estructuradas en
obediencia de la primera teoría general del lenguaje que Europa se dio a sí misma, la
retórica. Como consecuencia del estatuto civil de la experiencia humana al cual acabo de
aludir, la primera reflexión teórica sobre el lenguaje con que contó Occidente constituyó su
objeto de estudio como esencialmente dinámico, expuesto a los avatares de los intereses
políticos de los seres humanos. Quiero subrayar con esto que el registro del estado en
reposo de la lengua fue desde el principio una mera abstracción, secundaria con respecto
del propósito fundamental de ese programa de estudio.
Pues bien, precisamente la retórica clásica, o, si se prefiere, la retórica a secas, parte
de un concepto del lenguaje como instrumento operativo cuya validez depende de su
oportuno empleo en el mundo externo y en el entorno social.
más complejos desplazaron la función civil de la retórica hacia la enseñanza humanística. Un desplazamiento
sustentado en el auge del discurso epidíctico o de aparato en menoscabo de los discurso forense y
deliberativo. Éstos pierden utilidad en la convivencia pública, mientras que aquél es modelo y archivo de los
saberes de la retórica para quienes la aprenden en las aulas. En cualquier caso, los valores y las prácticas
fundamentales de la retórica, así como también su sistema conceptual de carácter práctico y teórico
permanecen, transformándose, mediante adecuaciones a los entornos comunicativos verificados
históricamente. Adecuaciones que tienen como eje la pérdida del prestigio de la oralidad y el auge de la
escritura y las operaciones de conocimiento especializado que le son propias. La retórica se convierte en
instrumento de las humanidades, pues atesora mediante sus discursos los conocimientos propios de este
paradigma de cultura letrada y erudita. La retórica escolar (la retórica refugiada en las aulas una vez que se la
desplazó del ágora) y humanística (la retórica que asegura su permanencia en la cultura occidental como eje
de la educación del sujeto letrado y el sujeto moral) se convierte en un modelo de estudio sobre el lenguaje
que asimila tipos de discurso no sólo poéticos, sino también históricos y epistolográficos (Antonio López
Eire, Retórica clásica y teoría literaria moderna, p. 27; George Kennedy se ha referido al refugio de la
retórica en el dominio escolar y humanístico como una verdadera transformación de sus principios a la que
llamó letteraturizzazione of rhetoric, Classical Rhetoric and Its Christian And Secular Tradition From
Ancient to Modern Times, location 82-88). Así, se va constituyendo la matriz de organización y distribución
de los discursos letrados que todavía reconocemos en el siglo XIX. Aun en sociedades letradas muy próximas
a nosotros, esa dimensión oral impera en el imaginario de la cultura política moderna. Por ejemplo, en los
escritos altamente formalizados de acuerdo con los archivos letrados de su cultura histórica, los hombres de
letras de Hispanoamérica en el siglo XIX una y otra vez construyen la imagen de una sociedad deliberante,
agónica y dramática. El prestigio de la voz no decae del todo en un régimen letrado (silencioso) de la cultura.
Concomitantemente, tampoco decae la proyección simbólica de ese prestigio sobre las elaboraciones teóricas
acerca del lenguaje en sociedades modernas. La esfera pública de la modernidad admite en sus
caracterizaciones muchas de estas proyecciones. Yo no he hecho otra cosa sino admitir esas proyecciones y
hacerlas explícitas en la descripción del funcionamiento del discurso en sociedades modernas, dominadas por
las instituciones culturales de la letra: periodismo, educación pública, industria editorial, museos, etcétera.
Cfr. Leonardo Martínez Carrizales, Tribunos letrados. Aproximaciones al orden de la cultura letrada en el
México del siglo XIX, pp. 19-29.
18
El ideal de la retórica es realizar una acción entreverada con el lenguaje
destinada a persuadir a un auditorio. La retórica es impensable fuera del entramado o
trabazón del lenguaje con la acción.13
Desde entonces, el discurso, aparentemente circunscrito a la oración (texto)
pronunciada públicamente, y luego, en ciertos casos, atesorada como monumento literario,
se vinculó a la retórica y se irguió como el eje de una teoría lingüística de la constitución
del orden social. Esta teoría discursivo-retórica de la sociedad articulada y normada
culturalmente afecta un espectro enorme de instancias de la lengua, desde el ritmo de la
frase sustentado en los patrones acentuales en la serie de los fonemas y la determinación de
acervos léxicos, hasta el cálculo político de las estrategias del orador para suscitar en el
público una reacción determinada, pasando por la elección de los gestos del orador
convertido así en actor, el género, el estilo y las autoridades invocadas en el proceso lógico-
argumentativo. De acuerdo con algunos comentaristas de las autoridades clásicas a
propósito de los géneros retóricos, esta categoría (género) ya implica la normatividad de la
situación comunicativa global. Por ello, Tomás Albaladejo establece la correspondencia
directa entre género retórico y situación retórica; es decir, entre una categoría que suele
reducirse al ámbito del estilo y de la elocuencia, y otra que abarca una “situación
comunicativa” de índole pragmático textual cuyos componentes se funden en la
“textualidad”. En seguida, cito la explicación de Albaladejo a este respecto.
Kibédi-Varga considera que los géneros retóricos son más propiamente situaciones
comunicativas que categorías textuales. Entiendo que los géneros son la base de las
clases de hecho retórico; son clases de discurso, entendido éste como el lógos que,
desde un espacio textual, engloba a orador, a oyente y referente en el conjunto del
hecho retórico. No hay inconveniente en interpretar los géneros retóricos como clases
de hecho retórico (en la línea de las situaciones comunicativas de las que habla
Kibédi-Varga) siempre que no se pierda la dimensión textual de aquél ni la
implicación de productor y receptor en la textualidad, pero tampoco lo hay en
considerarlos clases de discurso, una vez aceptada la condición pragmático-textual
del lógos, con la consiguiente amplitud semiótica de este elemento central y
articulador de toda la actividad oratoria. La interpretación de los géneros retóricos
como clases de hechos retóricos supone la aceptación de una clasificación en la que,
en la medida en que el hecho retórico está formado por el texto retórico con su
13 Antonio López Eire, “La retórica y la fuerza del lenguaje”, p. 20.
19
referente, por el orador, por el oyente, por el contexto, por el código y por el canal de
la comunicación retórica, afecta a todos estos componentes.14
La teoría del lenguaje en uso que se encuentra en el seno de la Antigua retórica tiene
implicaciones de una verdadera teoría de la sociedad, pues no sólo regula y prescribe los
modos del discurso (la oración/texto propiamente dichos), sino que también, por obra de la
consideración sistemática que lleva a cabo sobre los fines del orador/escritor, el carácter de
éste y de la audiencia/público lector, la naturaleza de la función pública que comporta el
entorno que hace posible la comparecencia del orador/escritor ante la audiencia/público
lector, etcétera; por obra de todas estas consideraciones, repito, la retórica también legisla
las identidades y funciones públicas de los sujetos deliberantes.
Como se puede advertir, el discurso retórico no se abandonaba al azar del talento
individual, sino que se sujetaba consciente, teóricamente, a una ciencia de la lengua en uso
efectivo que conjugaba tanto los estratos léxico, fonológico y sintáctico-gramatical, como
los archivos culturales puestos en juego, los recursos ilocutivos y, en fin, la estructura
global en cuyo centro se insertaba el acontecimiento de la lengua (el discurso propiamente
dicho), que hoy reconocemos como el dominio de la pragmática.15
Esta amplitud temática
ya se encontraba inscrita en las bases de la Antigua Retórica.
Con la Retórica de Aristóteles esta disciplina queda plenamente implantada en el
siglo IV a. C., en el sistema de pensamiento de la Antigüedad clásica. Esta obra de
Aristóteles es fundamental para la consolidación histórica de la Retórica, por una
parte porque la define y aclara su función, y por otra parte porque establece categorías
imprescindibles para la constitución del sistema retórico, como son el propio
concepto de discurso, los géneros de oratoria, las operaciones que realiza el orador,
las diferentes funciones de los oyentes del discurso en relación con éste, etc. Incluso
la fundamentaron lógica de la construcción argumentativa que ofrece Aristóteles
14 Tomás Albaladejo, “Los géneros retóricos: clases de discurso y constituyentes textuales”, pp. 57-58. El
subrayado es mío. 15 La relevancia pragmática del discurso, elevado por la retórica al estatuto de concepto fundamental de una
teoría lingüística, procede de su inserción histórica en una sociedad esencialmente deliberante. La condición
pragmática del discurso no es un atributo más del lenguaje, sino el esencial. Recordemos las palabras a ese
respecto del estudioso Antonio López Eire: “La palabra no está hecha para filosofías sino para obrar, para
deleitar y para persuadir. La palabra o el lenguaje, si se prefiere, es tan poco fiable para filosofar –pues tiende
gustoso a reflejar lo mítico e inexistente– como fundamentalmente psicagógico, o sea, arrastrador de almas.
La palabra es acción que mueve, conmueve, seduce, persuade y hace cambiar de opinión a prójimo. [...] la
palabra (el logos) no sirve para reproducir la realidad ni para transmitírsela a los demás, pero sí para actuar
sobre los individuos de una colectividad convenciéndolos y haciéndoles cambiar de opinión (discurso
retórico) o enhechizándolos y drogándoles el alma como si realmente la palabra fuera un fármaco hechicero
(discurso poético)”. Antonio López Eire, Retórica clásica y teoría literaria moderna, pp. 22-23.
20
contribuye al afianzamiento de la Retórica con la colaboración de la Dialéctica en una
parte tan medular de la actividad comunicativo-persuasiva como es la defensa
razonada de la posición mantenida por el orador.
La Retórica de Aristóteles había puesto las bases y las líneas maestras para la
construcción de una explicación completa del fenómeno retórico, esto es, de todos los
elementos que lo componen y de las relaciones que entre éstos existen. Los tratados
retóricos posteriores irán completando aspectos concretos del esquema retórico
general o confirmarán su estructura global ofreciendo un tratamiento integral del
amplio objeto retórico constituido por el discurso y por los demás elementos
retóricos. La creación de un marco teórico que progresivamente iba siendo aceptado y
que servía como espacio global de referencia metateórica fue, sin duda, un logro
absolutamente imprescindible para la formación del sistema retórico.16
No es necesario aquí explicar, y mucho menos contar, la vigencia que esta
verdadera tecnología intelectual de la palabra en uso real y efectivo, condición de la
sociabilidad humana, tuvo por varios siglos luego de que el ruidoso taller discursivo de
Grecia y Roma se hubiera silenciado para ingresar, como nuevo dispositivo pedagógico, en
los recintos educativos de toda la historia subsecuente de las llamadas sociedades
occidentales, comenzando por la vacilante cristiandad y hasta fechas no tan alejadas de
nosotros en lo que se refiere a la enseñanza, la práctica de las facultades de lectura y
escritura entendidas como mecanismos de distinción social.17
La tesis de la retórica como primera ciencia general del lenguaje no es un mero
elogio de la tradición clásica. Por el contrario, esta tesis no hace sino reconocer que el
entramado teórico de la Antigua Retórica ha funcionado como un repositorio de los
conocimientos especializados sobre el lenguaje en sus diversos niveles y modalidades;
repositorio en constante crecimiento y reformulación de acuerdo con diversas tradiciones
del conocimiento lingüístico en Occidente, sobre cuya base se construyeron a partir del
siglo XIX las modernas ciencias del lenguaje, la filología, la literatura, la argumentación, la
lógica, la semiótica y el discurso. De acuerdo con el investigador de esta tradición del
conocimiento sobre el lenguaje, Tomás Albaladejo, el estatuto teórico de la Antigua
retórica se asienta en su naturaleza sistemática.
Puede afirmarse que la retórica es un sistema histórico que se ha formado
progresivamente con la articulación de las diversas categorías y de los distintos
16 Tomás Albaladejo, Retórica, p. 25. 17 George A. Kennedy, Classical Rhetoric and Its Christian And Secular Tradition From Ancient to Modern
Times, 2ª ed., Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1999.
21
componentes en los espacios teóricos correspondientes, los cuales a su vez han sido
consolidados en sí mismos y en sus respectivas relaciones como secciones del modelo
retórico que las sucesivas aportaciones teóricas han venido configurando. La
sistematización retórica llevada a cabo en la Antigüedad clásica es el punto de partida
y de afianzamiento de esta disciplina, en las que las categorías ofrecidas por los
retóricos clásicos forman una organización teórica justamente vigente en la ciencia
retórica en épocas posteriores y en la actualidad, al ofrecer al sistema retórico
históricamente establecido explicaciones decisivas no sólo sobre el texto retórico,
sino también sobre otras clases textuales, comprendidas las diferentes clases de
discursos literarios. La Retórica con la que contamos en el presente ha sido
enriquecida por continuas aportaciones históricas relativas a los diferentes espacios
teóricos del modelo, con la atención centrada en unos aspectos más que en otros
según el periodo histórico o los objetivos concretos de los diversos retóricos; pero la
base de esta Retórica heredada es ante todo deudora del magnífico esfuerzo de
teorización llevada a cabo por los retóricos griegos y latinos.18
Sólo una ilusión deformada puede hacernos creer que la civilización del discurso
retórico –o la Edad de la elocuencia, para tomar en préstamo el bello título de Marc
Fumaroli–19
feneció hacia fines del siglo XVIII en la pesada e inútil carga contenida en
prontuarios de figuras retóricas que el pupilo debía aprender con el sudor de mucho y
penoso esfuerzo para, después de acreditada su formación escolar, olvidarse felizmente de
tan vacuo conocimiento. El daño que este modo miope de ver los asuntos de la retórica ha
sido tal que un especialista en la materia se ha considerado obligado a ofrecernos la
siguiente advertencia en el inicio de uno de los panoramas que escribió a lo largo de su
trayectoria científica:
La retórica clásica no es esa infame taxonomía nominalista de figuras retóricas
clasificadas y reclasificadas con paciencia monástica por maestros de corto ingenio
que no se proponían sino integrarla como inamovible doctrina cada vez más
voluminosa en el programa de una pedestre y repetitiva formación escolar.20
Esa leyenda ha llegado hasta nuestros días conducida –y, tristemente, sancionada–
por la voz autobiográfica de varios escritores modernistas y sus discípulos directos e
indirectos. Ese tipo de testimonios ignora que la civilización del discurso retórico atesoró,
junto a los repertorios de figuras y recursos de estilo, el sustrato de una teoría lingüístico-
pragmática de la comunicación humana. Una reflexión que sin duda alcanza el estatuto de
18 Tomás Albaladejo, Retórica, pp. 18-19. 19 Marc Fumaroli, L’Age de L’Éloquence. Rhétorique et Res Literaria de la Renaissance au seuil de L’Époque
Classique, Genève, Librairie Droz, 2002. 20 Antonio López Eire, Retórica clásica y teoría literaria moderna, p. 11.
22
teoría porque, aun sin estar plenamente acabada, posee el diseño general, global y abstracto
de todos los niveles del proceso de la interacción humana que se lleva a cabo mediante los
acontecimientos de lengua; y porque ese diseño, planteado originalmente por las grandes
autoridades teóricas del discurso retórico en la Antigüedad, no ha hecho otra cosa sino
admitir en la trama de sus andamios conceptuales, las nuevas elaboraciones.
La renovación espectacular de la retórica ocurrida en el ámbito de la investigación
universitaria luego de la labor a ese respecto de Roland Barthes, Gérard Genette, Tzvetan
Todorov y Chaïm Perelman estableció las condiciones para volver explícito este programa
oculto de desarrollo conceptual en la tradición retórica de Occidente. Tal ha sido el
veredicto, además de las autoridades españolas ya citadas, de Guy Bouchard, cuyo
dictamen vale la pena leer pues concluye su atenta lectura de algunos libros destacados en
el decurso de la Retórica occidental:
Or ne peut-on penser que ce qui `travaille` ainsi la rhétorique et les disciplines
concurrentes depuis leur avènement, c’est la nécessité d’une théorie globale des
différents types de discours, théorie préfigurée non par le seule rhétorique, mais par la
rhétorique en liaison avec les disciplines voisines? Derrière une rhétorique qui
n’étudie, des mots et des idées, que ce qui a trait à un type particulier de discours;
derrière une rhétorique se restreignant aux mots mais les examinant en plusieurs types
de discours, ou se restreignant aux idées mais les étudiant aussi, dans leur structure
argumentative, en plusieurs types de discours; derrière les échanges entre rhétorique,
grammaire, poétique et logique –se serait joué et se joue encore la mise en scène
d’une théorie des diverses formations discursives.21
Desde entonces, el resurgimiento de la investigación retórica se ha desarrollado con
energía y con una enorme influencia en dominios tales como el discurso. Este dominio ha
sido espectacularmente expuesto a dicha influencia pues lo ha asimilado a su marco global
de explicación de la interacción humana que se deposita en los acontecimientos de lengua,
21 Bouchard, Guy, “Rhétorique des mots, rhétorique des idées. Â propos du Traité de l’argumentation de Ch.
Perelman et L. Olbrechts-Tyteca”, pp. 312-313. En seguida, una versión en español de la cita que da pie a esta
nota: “Así, ¿no se puede pensar que lo que ‘trabaja’ de este modo la retórica y las disciplinas concurrentes
desde su advenimiento es la necesidad de una teoría global de diferentes tipos de discurso, teoría prefigurada
no sólo por la retórica, sino por la retórica vinculada a las disciplinas vecinas? Detrás de una retórica que sólo
estudia las palabras y las ideas atinentes a un tipo particular de discurso; detrás de una retórica restringida a
las palabras, pero que las examina en muchos tipos de discurso, o una retórica que se restringe a las ideas pero
estudiándolas, también, en su estructura argumentativa, en muchos tipos de discurso; detrás de los
intercambios entre retórica, gramática, poética y lógica, ¿no se ha dirimido y se dirime la puesta en escena de
una teoría de las diversas formaciones discursivas?”
23
incluidos sus atributos segmentales de índole sistemática y formal, y suprasegmentales,
incluidos procesos de cohesión textual, argumentativa, ilocutiva y pragmática.
Aun sin reconocerlo, una obra como la desarrollada por Teun Van Djik a propósito
del discurso se asienta en el modelo retórico. Los géneros del discurso de Mijail Bajtin no
son sino un comentario a uno de los aspectos de ese mismo modelo. Por todo ello, Roberto
García Berrio propuso convertir a la retórica en la matriz de una ciencia general del
discurso comunicativo22
. La centralidad del discurso en la teoría retórica y el
reconocimiento de su naturaleza pragmática y textual explica que este concepto teórico
haya sido espectacularmente expuesto a la influencia de esa tradición del conocimiento
revalorada en el siglo XX. Desde mi punto de vista, las explicaciones de la estructura y el
desarrollo de las sociedades humanas con base en sus producciones lingüístico-pragmáticas
son legatarias de esta tradición del conocimiento especializado.
II.
Las derivas modernas de la categoría conceptual del discurso corresponden al ámbito de la
lingüística luego de que ésta se acreditara en el campo de la investigación y la enseñanza
universitarias como disciplina autónoma del proceso de significación verbal. Los lectores
de este cuaderno de trabajo deben tener claro que, de acuerdo con la perspectiva del autor, y
un tanto a contrapelo de la productividad heurística del término teórico que aquí nos
congrega extendida y bien afianzada en el terreno de la ideología, la cultura política, las
representaciones sociales, la memoria, la distribución del acervo histórico de conocimientos
en categorías prescriptivas de la imaginación y la conducta sociales, por ejemplo, la matriz
conceptual que actúa como horizonte de posibilidad del discurso es lingüística y textual.
Para quien escribe estas notas, el análisis del discurso siempre implica una forma
estable, articulada, estructurada culturalmente, de la lengua. Una forma que, como veremos
en seguida, implica tanto problemas segmentales (la frase) como suprasegmentales
(unidades mayores a la frase) y, así, en último término, societarios. El discurso como
22 Antonio García Berrio, “Retórica y comunicación literaria”, p. 13; también “Retórica como ciencia de la
expresividad (Presupuestos para una Retórica general)”, Estudios de Lingüística, 2 (1984), pp. 7-59.
24
categoría conceptual de índole teórica inicia el camino de su consolidación cuando se abre
paso un modelo de comprensión del fenómeno lingüístico que se aparta decididamente del
esquema de un sistema cerrado de signos autocontenidos gracias a cuyo funcionamiento se
producían las palabras y las frases. Este esquema había colmado los requerimientos
históricos de cientificidad de los investigadores del lenguaje pertenecientes a la generación
de Ferdinand de Saussure y daría pie a la riquísima tradición de conocimiento del
estructuralismo en el siglo XX.
Sin embargo, este modelo de explicación teórica no satisfacía la necesidad de tomar
en cuenta, como factor decisivo de la comunicación lingüística, el uso efectivo, real,
dramático o agónico de la lengua, con todo el elenco de los elementos implicados –y luego
se vería que organizados y de ningún modo meramente casuísticos o aleatorios– en las
emisiones reales del lenguaje ejecutado en la sociedad humana. El uso efectivo de la lengua
se traduce en acontecimientos activamente experimentados por los seres humanos en las
series de turnos de habla que éstos toman en el curso de sus interacciones normadas por las
pautas culturales de toda índole a las cuales se encuentran sometidos como integrantes de
una comunidad histórica.23
Turnos de habla como, por ejemplo, los que imperan en el
diálogo que dos seres humanos entablan en un entorno de trato amistoso, o bien en
situaciones normados institucionalmente como la toma de la palabra por parte de los
participantes en una asamblea deliberativa o en un seminario universitario.
De este modo, el horizonte conceptual de posibilidad de existencia del término
teórico del discurso y su eficiencia heurística se afinca en un momento en que ciertos
23 En este largo y apretado párrafo se condensa la perspectiva teórica que este cuaderno tiene acerca de la
lengua, condición de posibilidad teórica del discurso. Conviene entonces subrayar los elementos de esa
perspectiva. 1) Para la investigación de la sociedad humana pasada o presente, el lenguaje no existe sino como
habla; es decir, conjunto de acontecimientos sociales de lengua; 2) Los seres humanos experimentan
vívidamente los acontecimientos de lengua en cuya serie se ven implicados, ya como emisores, ya como
receptores; de allí la naturaleza dramática, agónica que aquí se atribuye al habla efectivamente ejercida por los
seres humanos; 3) todos los elementos que concurren en la serie de los acontecimientos de habla, verbales y
no verbales, se encuentran estructurados, normados; 4) la estructuración de la serie de los acontecimientos de
lengua procede de convenciones culturales (por tanto, históricas e historizables) de todo tipo, desde los
fundamentos de la verbalidad (v. gr., el acento de la palabra y el ritmo de la frase, hasta los protocolos
institucionales y los condicionamientos de clase que determinan la acción lingüística del sujeto). Por último,
pero quizá lo más importante, 5) el acontecimiento de lengua siempre se inscribe en una serie de
acontecimientos de lengua sólo determinados por turnos de habla (enunciados); en la serie, todos los
acontecimientos están determinados por su posición en la ocurrencia de los turnos de habla. Un enunciado
siempre es la “respuesta” a un enunciado anterior y, a su vez, implica un enunciado subsecuente, su propia
respuesta, y así… Esta serie de determinaciones no sólo afecta el “contenido” del anunciado, sino todos los
niveles de su estructuración. Este fenómeno constituye propiamente la esfera del discurso.
25
estudiosos del lenguaje se vieron en la necesidad de tomar distancia del mundo teórico
habitado por los espectros de los signos autocontenidos, maquinaria abstracta de piezas
convencionalmente articuladas cuyo funcionamiento echa a andar la rotación de los
engranajes de la gramática y la sintaxis. El campo deslindado por los estudios saussurianos
como lengua, aunque productivo para el estudio moderno de objetos segmentales, es decir,
formulaciones contenidas en el orbe de la palabra y de la frase, no era suficiente para dar
cuenta de fenómenos de la significación y el sentido que se imponen a la consideración del
estudioso cuando se amplía la escala cuantitativa y cualitativa de las formulaciones
lingüísticas.
En la lengua impera un sistema autocontenidos de signos, un repertorio finito de
significantes asociados a significados de acuerdo con normas convencionales convertidas
en leyes de construcción; la rotación casi perpetua de los signos. Luego de la explotación de
esta veta, se impuso una deriva fructífera que se orientó hacia el dominio de la
comunicación real ejercida por los seres humanos, es decir, el dominio teórico del habla,
también indicado por el propio Ferdinand de Saussure. Este territorio de la comunicación
humana se verifica en series articuladas y coherentes de emisiones verbales, determinadas
por turnos que se imponen a los seres humanos por obra de las circunstancias sociales
(leyes culturales e institucionales de sociabilidad, estatutos de identidad pública, sistemas
de subordinación y dominio). En el territorio del habla es posible estudiar la productividad
de los actos de habla, continua, circunstancialmente actualizados más allá del “sistema” de
los signos y en colindancia con otros “sistemas” de la vida social.
El depósito de unidades desencarnadas constituidas por contenidos referenciales
asociados sistémicamente a unidades fonológicas se ha enriquecido de este modo al admitir
en el modelo de estudio de la significación las interacciones sociales, los accidentes
verdaderos que enfrentan a los seres humanos unos con otros, plebiscito continuamente
renovado de los sentidos por medio de los cuales la sociedad se hace posible.
Esta deriva sería especialmente practicada por la sociolingüística y el análisis de la
conversación, cuya vasta producción teórica y descriptiva amplió la escala de las
formulaciones lingüísticas investigadas, y, consecuentemente, incorporó a su modelo de
26
explicación teórica, el cuadro social en que ocurren las interacciones.24
El diálogo es el caso
por excelencia de esta ruta de investigación. En el transcurso azaroso del diálogo y de la
conversación, las sombras de los signos autocontenidos en el sistema de la significación
diseñado por el genio científico de Saussure cobran relieve y peso para determinar la
existencia del fenómeno de la producción del sentido, radicado en variables asistemáticas e
incluso antisistemáticas con respecto del sistema de los signos de la lengua, como el acento
que las emociones del hablante llevan a imprimir en la serie fonológica de la emisión; las
marcas del estatuto social del hablante en los matices del insulto, la orden, la súplica,
etcétera; el papel asignado al sujeto por las leyes de las instituciones en sus ámbitos de
interacción.25
24 “In sociology, the interest in discourse emerged within the broader framework of ‘ethnomethodology’, a
direction in microsociology focusing on the ways people understand and manage their everyday life. […]
Conversation Analysis (CA) closely analyzed interactional sequences and phenomena such as turn taking,
interruptions, pauses, laughter, opening and closing conversations, and many other properties and strategic
moves of spontaneous talk now being accessible due to meticulous transcriptions of audio and video
recordings. […] At the end of the 1960s, appeared another new discipline at the boundaries of linguistics and
the social sciences, Sociolinguistics. Although initially studying variation of grammar, especially
pronunciation, due to variables as class, age or gender, some of these studies, also by the founders of
sociolinguistics, Bill Labov and Susan Ervin Tripp, focused on naturally occurring discourse, such as child
discourse, storytelling about everyday experiences or the verbal play by African–American adolescents.”
Teun Van Dijk, “The Study of Discours: An Introduction. The Emergence of a New Cross-Discipline”.
25 Nos referimos a “variables” que los sistemas fonológico, gramatical y sintáctico no pueden ni prever ni
incorporar en el seno de su productividad sistemática; estamos ante variables que, para su explicación, exigen
traer a cuento, necesariamente, los conocimientos radicados en los dominios de la política, la sociedad, la
psicología, el género, la institución, etcétera. Un ejemplo tomado de las investigaciones de índole sociológica
que Didier Eribon ha desarrollado sobre el insulto. Independientemente de que Eribon discute la ubicación
social y la identidad del sujeto que es víctima del poder injuriante, destaco en la siguiente cita los indicios de
que el análisis siempre se hace cargo de la naturaleza lingüística del insulto: una palabra emitida por un
locutor en detrimento de un sujeto: un acto de habla. “Descubrir, poco a poco, cuáles eran mis deseos y mi
sexualidad significó, para mí, en esa categoría previamente definida y estigmatizada por esas palabras
insultantes y sentir el efecto de terror que ejercen en quienes las reciben y las sienten como algo a lo que se
arriesgan a estar expuestos toda la vida. El insulto es una cita tomada del pasado. Sólo tiene sentido porque
fue repetido por tantos otros locutores anteriormente: ‘Una palabra vertiginosa, venida del fondo de las eras’,
como dice un verso de Genet. Pero también representa, para la persona a la que está dirigido, una proyección
hacia el futuro: el terrible presentimiento de que esas palabras y la violencia que cargan lo acompañarán toda
su vida. Volverse el gay es volverse el blanco –y darse cuenta de que uno ya era el blanco potencial incluso
antes de convertirse realmente en él, e inlcuso antes de tener conciencia de ello– de un vocablo oído mil veces
y cuya fuerza injuriante se conoce desde siempre. Uno está precedido por una identidad estigmatizada que
viene, a su vez, a habitar y encarnar y con la que hay que apañárselas de una manera u otra. Y si bien las
maneras posibles son variadas y numerosas, todas ellas están marcadas por el sello de este poder constituyente
del acto de injuriar.” El sentido del insulto (pédé) solo es comprensible plenamente por los marcos de
conocimientos sociales y las pautas colectivas de acción organizadas en torno a nociones como el género y la
subordinación. ¿Categorías ajenas al uso concreto del lenguaje? De ninguna manera. Didier Eribon, Regreso a
Reims, p. 204.
27
Estos fenómenos propios del habla nos imponen de la naturaleza comunicacional
del lenguaje y, por tanto, de las dimensiones cultural, histórica, espacial y temporal en que
la frase se inmerge. La ruta de investigación crítica que conduce de la lengua al habla
implica desatar al pensamiento crítico del formalismo correspondiente al segmento verbal
(palabra, frase) para dejarlo llegar al fenómeno de la sociabilidad ejercida por obra de las
palabras urdidas en conjuntos mayores, es decir, como ya ha quedado asentado, al territorio
de las interacciones verbales efectivamente ocurridas donde la sociedad se hace posible y se
constituye.
III.
La noción conceptual del discurso se asienta en un programa de investigación de los
procesos del sentido lingüístico que se libera del modelo sistémico afincado en el segmento
de la frase, despojada así de su pretendida autosuficiencia en términos gramaticales; de este
modo, el programa de investigación referido se centra en un modelo teórico de problemas
suprasegmentales, es decir, la proposición y la asociación de proposiciones en
macroestructuras como el texto.26
El discurso es la macroestructura que hace evidente los términos de la vinculación
necesaria de la investigación lingüística con otros dominios disciplinarios de índole
marcadamente social; por ejemplo, la sociolingüística, la psicología social y la retórica
entendida como ciencia general del uso del lenguaje en sociedad. En el camino abierto al
lenguaje hacia la experiencia social y, por tanto, a la historia, se funda el discurso como
categoría básica de la comunicación lingüística efectiva, real, agónica y dramática entre
hablantes (o su proyección en el ámbito de la letra: autores y lectores de textos escritos)
situados en la sociedad, y, por tanto, sometidos a las disposiciones normativas de la
sociabilidad.
Por todo lo discutido hasta aquí en este cuaderno de trabajo, el campo de la
comunicación lingüística que supone el discurso se considera un proceso central de la
26 La lógica y la argumentación, procedimientos asentados propiamente en la proposición, regresan a su
estrecha vinculación con el lenguaje.
28
constitución de la sociedad. La sociedad, así, es concebida como la articulación de una
comunidad humana gracias al proceso continuo, creativo y crítico de sus interacciones de
habla. En suma, el discurso lleva inscrito en el seno de su constitución teórica el efecto del
cruce de dos orientaciones de la investigación lingüística que no sólo ha sido conflictivo,
sino también admirablemente productivo para la maduración de métodos de investigación y
crítica de la sociedad construidos sobre la base del uso que ésta hace del lenguaje, es decir,
la lengua.
La lengua en estas páginas no sólo se concibe como un instrumento de la expresión
de la voluntad humana, sino como la instancia donde se constituye la humanidad misma,
quiero decir, la condición de los seres humanos plenamente integrados en el universo social
del sentido. En términos que aspiran a reelaborar la formulación teórica de Georg Simmel,
establecemos como uno de los puntos más importantes de este cuaderno de trabajo que la
existencia de la sociedad es posible gracias a la serie continua, creativa y crítica de sus
interacciones, sean éstas depositadas en las instancias de la comunicación oral, directa o
teletrasmitida, sea en las instancias de la letra escrita.27
Teun Van Dijk es el responsable de planteamientos teóricos sumamente fructíferos a
propósito del discurso entendido como una categoría más apropiada para la explicación del
funcionamiento real de la lengua en el marco de la sociedad humana; funcionamiento que
hace de lado, como lo hemos discutido hasta aquí, el modelo espectral, descarnado, de un
supuesto teórico y sistemático de signos autocontenidos. Aunque no la describe de esta
manera, tal ha sido la orientación de Teun Van Dijk cuando llamó la atención sobre la serie
articulada y coherente de frases efectivamente ocurrida en un marco social determinado en
tiempo y espacio como fundamento del estudio del lenguaje. De acuerdo con el parecer y la
experiencia profesional de Teun Van Dijk, la participación de la lingüística en el
movimiento intelectual que abriría paso a los estudios del discurso se inició mediante el
reconocimiento de que “the use of language obviously was not reduced to the structures of
27 Hemos llegado en este cuaderno de trabajo al fin al enfoque que interesará más a quienes leen estas páginas
en el ámbito del posgrado de historiografía. Lo que se asienta en el pasaje que da pie a esta nota establece
plenamente una inversión en las prioridades de los elementos concurrentes en el argumento hasta ahora
desarrollado: lenguaje y sociedad. La prioridad es el estudio de los términos históricos y su representación en
el (un) presente de los marcos de sociabilidad de una comunidad humana, situada en el tiempo y en el espacio.
Ese objeto de conocimiento supone la determinación de un corpus suficientemente representativo de “la serie
continua, creativa y crítica de [la]s interacciones del grupo social, sean éstas depositadas en las instancias de
la comunicación oral, directa o teletrasmitida, sea en las instancias de la letra escrita”.
29
isolated, abstract, invented sentences –as was the case in structural and generative
grammars– but nedded analyses of structures beyond the sentence and of whole texts, for
instance to account for anaphora and coherence”. Teun Van Dijk resume con las siguientes
palabras la base común de todas las disciplinas a su juicio concurrentes en el
establecimiento de los estudios del discurso:
• Interest in properties of ‘naturally occurring’ language use by real language users,
instead of a study of abstract language systems and invented examples.
• A study of larger units than isolated words and sentences, and new basic units of
analysis: texts, discourses, conversations or communicative events.
• Extension of linguistics beyond grammar towards a study of action and interaction.
• Extension to non-verbal (semiotic) aspects of interaction and communication:
gestures, images, film and multimedia.
• Focus on dynamic cognitive or interactional moves and strategies.
• Study of the role of the social, cultural and cognitive contexts of language use.
• Analysis of a vast number of hitherto largely ignored phenomena of language use:
coherence, anaphora, topics, macrostructures, speech acts, interactions, turn-taking,
signs, politeness, mental models, and many other aspects of discourse.28
Esta orientación pronto se vio enriquecida por otras vinculadas al análisis empírico
del uso del lenguaje. El fin de la frase aislada como eje de la investigación lingüística es el
axis sobre el cual descansa la deriva teórica hacia el discurso. En este sentido, para la
trayectoria de Teun Van Dijk, fue de enorme importancia que la psicología cognitiva
también iniciara el estudio del procesamiento mental de palabras en “macroestructuras”,
instancia más allá de la frase.29
28 Teun Van Dijk, “The Study of Discours: An Introduction. The Emergence of a New Cross-Discipline”.
29 Esta fundamentación de índole cognitiva fue absolutamente necesaria para el desarrollo de los estudios del
discurso, como por ejemplo la noción de “modelo mental”, una estructura de representación de contenidos de
la conciencia que superó por completo la referencialidad semántica atenida a la palabra y a la frase. Teun Van
Dijk abunda en la explicación de este enriquecimiento. “There should be little doubt that before long also this
broad gap between interaction and cognition will be bridged, especially since discourse obviously is both a
form of social interaction, as well as a form cognition of communication, and because there are many ‘mental’
notions that are crucial in any kind of discourse study, such as meaning, coherence, topics, inference,
presupposition, knowledge, belief, opinion, and so on. Indeed, the very notions of action and interaction
30
El autor plantea que las propiedades de la lengua no corresponden a la frase
gramaticalmente pertinente, sino a la secuencia articulada de frases. Esta orientación
conduce naturalmente al discurso. La investigación así desarrollada por el estudioso
neerlandés corresponde al programa de formulación de una gramática suprasegmental, es
decir, una descripción modélica de las emisiones de la lengua verificadas en sociedad. “[…]
la primera aproximación gramatical al discurso será una representación en términos de una
secuencia de oraciones”.30
Es decir que la primera atención teórica a un problema
emergente del lenguaje llamado discurso se circunscribe a una secuencia articulada y
coherente de frases. Los atributos de esa secuencia proyectan a su escala cuantitativa los
atributos ya reconocidos en la frase, es decir, sintaxis, semántica y pragmática.
En el nuevo objeto de estudio de naturaleza suprasegmental, más apropiado al
proceso efectivo de la comunicación humana, se produce la cohesión y la adecuación
correspondientes a la linealidad progresiva espacial y temporal de la frase. Así como cada
elemento en el interior de una frase debe observar rigurosamente las propiedades de
cohesión y coherencia se ha de cumplir con la función gramatical y semántica que le
corresponde en el segmento pertinente como instancia productiva de un significado
inteligible; así, también, cada frase constitutiva de una serie articulada como un
acontecimiento de lengua reconocible como tal por quienes intervienen en éste debe
observar coherencia y cohesión con respecto del resto de las frases a las cuales se integra.31
Entonces hay, por así decirlo, una gramática, una sintaxis y, sobre todo, como veremos
cannot properly be defined without ‘cognitive’ notions such as plan, aim, goal, purpose, coordination,
monitoring, and so on. It is within the study of discourse that such an integration of cognitive and
interactional approaches is most fruitful. The last decades have seen extraordinary advances in both the study
of interaction and that of cognition, and the time has come to integrate these results. Insight into the detailed
mental strategies (and their neurological basis) of discourse production and comprehension may thus be
combined with what we now know on the details of interactional moves and strategies.” Teun Van Dijk, “The
Study of Discours: An Introduction. The Emergence of a New Cross-Discipline”.
30 21. El propósito gramatical que Teun Van Dijk abrigó durante un periodo de su trayectoria en que aún no
abandonaba el origen de sus investigaciones en el dominio de la gramática no es parte de los intereses de este
cuaderno de trabajo. En otras palabras, quienes concurrimos en estas páginas, reunidos alrededor de la
historiografía, no estamos comprometidos con el fin de elaborar una descripción gramatical de la serie de
interacciones lingüístico-pragmáticas suficientemente representativas del proceso de estructuración social de
una comunidad históricamente cirucunstanciada. 31 De acuerdo con mi entendimiento, los atributos de cohesión y adecuación (de matriz lingüística) se
encuentran anunciados o implícitos en la teoría de los géneros de la retórica antigua. La coherencia del
discurso del orador con respecto de todos los elementos concurrentes en la situación de comunicación social
en cuyo seno actúa, prescrita y estudiada por la retórica, supone la adecuación y la cohesión de las palabras
con todo el proceso oratorio. En esta dimensión holística de la textualidad estriba el discurso.
31
próximamente, una semántica exterior al segmento de la frase: una semántica
suprasegmental, propia del ámbito del discurso.
El discurso propiamente dicho ocurre en este proceso secuencial de frases. A pesar
de que el discurso implica un objeto de reflexión –la secuencia de frases articuladas y
socialmente verificadas– sobre el cual se proyectan los atributos lingüísticos de la frase, el
nuevo objeto de reflexión crítica implica atributos cualitativamente diferentes de los que
caracterizan a la frase gramaticalmente pertinente. La secuencia de frases posee, según
Teun Van Dijk, una estructura en la cual se verifican formas y funciones que son
intrínsecas a ésta y que van desde el acento con el cual se articulan los fonemas –fenómeno
de entonación, pronunciación y sentido comprometido con la totalidad de la estructura, y no
ya sólo con la morfología de la palabra– hasta la referencialidad, fenómeno específicamente
discursivo que ocurre en contextos reales de interacción interpersonal y comunicación
colectiva. Quiero decir, construcción de referentes simbólicos que sólo es posible gracias a
la serie de frases constitutivas de la estructura global del acontecimiento de la lengua, de
acuerdo con los interese y los cálculos de sus participantes. Gracias a esta estructura, el
discurso cobra su plena productividad reflexiva.
La frase gramaticalmente pertinente en el marco de una lengua histórica implica
significado, pues opera en la escala de la asociación de estructuras discretas articuladas
sintácticamente con estructuras simbólicas discretas; la asociación así regida da lugar a la
imagen verbal de un concepto.32
Por su parte, la secuencia de frases –las proposiciones,
estructuras cualitativamente diferentes de la frase– comprende problemas de conocimiento
no sólo circunscritos a una semántica intensional, propia de la asociación de estructuras
discretas, sino a una semántica extensional, propia de problemas cognoscitivos de la
comunidad humana implicada en la emisión de la secuencia de frases: marcos sociales de
32 En este pasaje no hacemos otra cosa que aludir a la teoría del signo lingüístico elaborada por Ferdinand de
Saussure, piedra angular de una explicación estructuralista del lenguaje. Roy Harris, editor de Saussure y un
destacadísimo lingüista, explica del siguiente modo la teoría aludida: “Each sign is a dual entity, uniting
signal with signification (signifié). Neither facet of this duality exists independently of the other, just as no
sign exist independently of the other signs united in the same system of structural contrasts. A language
(langue) is for Saussure this whole system which alone makes it possible to identify and describe constituent
parts: it is not a whole fortuitously built up out of parts already existing in their own right. Linguistic signs are
therefore not like individual bricks, put together in a certain way to form n architectural structure. Unlike
bricks, they are not separate self-contained units. Except as parts of the total structure, they do not even exist,
any more tan the circumference or the radii of a circle exist without the circle”. Roy Harris, “Translator’s
Introduction”, Ferdinand de Saussure, Course in General Linguistics, Translated and Anotated by Roy Harris,
Chicago, Open Court, 1983 (Ed. Kindle, Location 194).
32
conocimientos, codificados culturalmente, es decir, circunscritos en tiempo y en espacio, y
almacenados en el sujeto de acuerdo con una trayectoria que lo habilita como interlocutor
de su comunidad lingüístico social.
Por último, la escala de estructuración y funcionamiento de la secuencia de frases
efectivamente emitidas y constituyentes de la sociabilidad nos impone con una claridad
meridiana de la condición que la emisión verbal cobra como acción.33
Las palabras
articuladas estructuralmente en este cuadro social revisten la condición de actos, de
acciones por medio de las cuales los sujetos en sociedad se determinan mutuamente. La
secuencia de frases es un acto de habla con valor ilocutivo. El sentido de la secuencia de las
frases emitidas e incorporadas en la experiencia social no corresponde sólo a los
procedimientos semánticos de la construcción verbal, sino también al dominio en que los
sujetos llevan a cabo acciones inteligibles socialmente gracias a las palabras. Acciones
inteligibles en las estructuras específicamente sociales que articulan la comunidad en cuyo
seno se lleva a cabo la interacción verbal: estructuras de dominación y subordinación, de
fidelidad familiar o clientelar, de competencia, de compromiso... con todo el elenco de
protocolos, estatutos de identidad y papeles sociales que se ven incorporados en el
acontecimiento verbal descifrado como acto de habla, incorporado en la perspectiva del
hablante y convertido en insumos de nuevos actos de habla. La dimensión pragmática de la
frase se traslada a la serie articulada de frases, en cuya órbita se desarrolla cabalmente.34
Si la frase implica un acto de habla (v. gr. una pregunta, una orden, una súplica, el
aviso de una explicación, etcétera), la serie de frases implica una serie de actos de habla
33 La pragmática será el punto de referencia más importante de la acreditación definitiva de los estudios del
discurso. Ésta es la explicación al respecto de Teun Van Dijk: “Within the tradition of British analytical
philosophy, the 1960s also saw the very successful birth of another new interdiscipline, namely pragmatics.
Based on the work of Austin (1962) on How to Do Things with Words, it is especially the study of John Searle
(1969) on speech acts and an influential essay of H. P. Grice (1975) on conversational maxims that sparked a
flow of studies on language use extending the traditional focus on syntax and semantics with a pragmatic
component, accounting for the illocutive functions of language in terms of speech acts, implicatures and other
aspects of contextually based language use. More generally, Pragmatics has become the discipline that houses
many of the studies of language use beyond grammar, such as the influential work on politeness by Penelope
Brown and Stephen Levinson”. Teun Van Dijk, “The Study of Discours: An Introduction. The Emergence of
a New Cross-Discipline”. 34 Teóricamente, las frases poseen una dimensión pragmática. “¡Alto!” es una frase gramaticalmente completa
que implica una orden. Sin embargo, la índole y el alcance de esa orden sólo se comprende en un escenario
social estructurado. Sólo el reconocimiento de dicho escenario y la inserción de la frase en éste puede
hacernos comprender, por ejemplo, que la frase es parte de una señal de tránsito, o bien el rechazo de un
interlocutor al enunciado que acaba de escuchar. El sentido de la frase y su valor pragmático en realidad sólo
es pleno cuando se inscribe aquella en una serie de interacciones sociales.
33
coordinados y coherentes entre sí, constitutiva de una estructura global unificada por un
propósito general. Estamos ante una especie de superestructura genérica, que, como todo
género, cumple con indicaciones prescriptivas y normativas y confiere a toda la serie la
condición de una totalidad concluida, es decir, el marco reconocible formalmente en que un
proceso de construcción de sentido ocurre, se divide en partes y finaliza. Esta
superestructura genérica determina la forma de los actos de habla, el orden secuencial en
que ocurren, los papeles de los participantes y, por tanto, los protocolos a los cuales se
someten, su “derecho” a tomar un turno, la orientación de sus interacciones. El marco
global de la superestructura genérica asegura la coherencia de todos los actos de habla
pertinentes dentro de las normas y convenciones culturalmente (históricamente)
promulgadas. Esta codificación global de la superestructura de los actos de habla ocurrida
en un espacio y un tiempo históricamente discernibles es de índole retórica y ya se
encontraba indicada en la tradición clásica de esta disciplina.
Como se ha indicado, la comunicación humana ocurre plena y cabalmente en el
terreno de la pragmática de la lengua, constituida por series de actos de habla articulados y
coherentes, no sólo verbal sino socialmente (que aquí equivale a expresar: históricamente).
En ese terreno, el sujeto implicado en el intercambio de emisiones verbales estructuradas se
encuentra al tanto de los marcos de conocimiento vigentes culturalmente, históricamente,
en su comunidad de sentido; de tales repositorios, el sujeto extrae el material necesario para
llevar a cabo la reducción semántica de la ingente cantidad de información que recibe
codificada de la serie de actos de habla. Este proceso complejo de inteligibilidad que lleva a
cabo el sujeto inmerso en una comunidad histórica de sentido corresponde a lo que antes
llamamos semántica extensional, fenómeno propiamente discursivo. El paso teórico de la
frase a la secuencia de frases y, consecuentemente, al reconocimiento de la condición
pragmática de esta nueva secuencia, convertida en serie articulada de actos de habla,
implica el paso de un nivel semántico intensional a otro extensional. Estamos ante un tipo
específico de objeto y un orden específico de realidad construida que nos obliga a deslindar
el dominio de la significación de matriz saussuriana del dominio al cual ya nos hemos
referido como sentido.
Si a la frase gramaticalmente pertinente le corresponde la categoría semántica del
significado; al discurso le corresponde el sentido. Entonces, el sentido procede de la
34
reducción semántica que el sujeto inmerso en una experiencia de comunicación social lleva
a cabo del cúmulo de información estructurada verbalmente en la serie de actos de habla en
la cual participa o aspira a participar; dicho proceso de reducción semántica, es decir, de
formulación operativa de estructuras simbólicas de valor conceptual se lleva a cabo con
base en el dominio que el sujeto tiene de los marcos de conocimientos propios de su
comunidad, reformulados y almacenados en su propia memoria y puestos en juego de
acuerdo con su ubicación en el campo social de los intercambios verbales. Todo ese
proceso es discursivo. Las competencias del sujeto para conducirse en ese terreno son
discursivas, en modo alguno circunscritas a las competencias lingüísticas correspondientes
a la frase gramatical, aunque por supuesto implican el reconocimiento competente de la
frase. Si la reducción semántica correspondiente a una palabra o a una frase aislada se
impone al usuario del sistema de la lengua como dictamen emitido por un sistema de
convenciones (árbol es árbol); por el contrario, la reducción semántica correspondiente a la
superestructura de un acto de habla complejo da pie a la interpretación, la controversia, el
desacuerdo, el debate…
La comprensión del discurso como macroestructura de actos de habla implica el
análisis de la situación comunicativa total, estructura societaria, en la cual se inscribe el
discurso. Junto con la estructura del discurso, “es decisivo el análisis de la situación
social”.35
“[…] un oyente debe tener una representación cognoscitiva36
parcial del tipo de
contexto, del marco social utilizado (por ejemplo, el uso del transporte público), la
categoría de los participantes (en el habla), las diversas reglas o convenciones del contexto
y del marco, finalmente, el momentáneo estado de interacciones con el hablante. El oyente
puede seleccionar dentro de estos elementos la necesaria información acerca de la
institución social y las relaciones sociales entre el hablante y él mismo que son pertinentes
para la determinación de la probabilidad y la adecuación de un acto de habla, como una
petición de ayuda en la calle, una orden de silencio en el tribunal, etc[étera]”.37
35 Teun Van Dijk, Estructuras y funciones del discurso. Una introducción interdisciplinaria a la lingüística
del texto y a los estudios del discurso, p. 95. 36 Representación cognoscitiva equivale al proceso de reducción semántica. Teun Van Dijk se vale de estas
expresiones indistintamente porque atribuye un valor cognoscitivo al proceso de reducción semántica. 37 Teun Van Dijk, Estructuras y funciones del discurso. Una introducción interdisciplinaria a la lingüística
del texto y a los estudios del discurso, pp. 95-96.
35
Esta evaluación compleja, que afecta varios niveles de la comunicación lingüística,
es necesaria para la comprensión del oyente situado en el escenario retórico y la
subsecuente proyección de su conducta (entre cuyas posibilidades se encuentra la de
convertirse él mismo en hablante: una conducta traducida en palabras). La comprensión del
discurso por parte del oyente lo dispone a una acción que se verifica en el espacio social
normado por el discurso y concebido en términos de una macroestructura de actos de habla.
Subrayemos que este proceso no se desata sólo por la ocurrencia de un enunciado, sino por
una serie coordinada y coherente de enunciados/actos de habla –dimensión propiamente
discursiva– que se organiza de acuerdo con un plan general, es decir, una macroestructura
inteligible socialmente, constitutiva de la forma, la función y la orientación de todas las
interacciones que integran este vasto fenómeno del lenguaje y de la interacción de la
sociedad misma.
“[…] la formación y la producción de un acto de habla global o local están a su vez
incrustadas en un complejo intrincado de interacciones sociales, que deben ser
continuamente analizadas, comprendidas, recordadas, evaluadas, programadas,
ejecutadas y controladas por medio de estrategias importantes.38
Entonces, este
proceso entero de interacción, del que la interacción verbal es sólo una parte, es por
fin ‘controlado’ cognoscitivamente. Sólo aquellas estructuras sociales que están
realmente representadas cognoscitivamente son pertinentes en el procesamiento de
acción y de discursos. El papel del discurso en la comunicación y en la interacción
social no puede ser adecuadamente comprendido sin tomar en cuenta la importancia
de su base cognoscitiva”.39
La categoría del discurso formulada por Teun Van Dijk permite la comprensión
teórica a partir de la matriz disciplinaria de la lingüística de que en la serie articulada y
coherente de frases/actos de habla que componen una macroestructura de la lengua
38 El “complejo intrincado de interacciones sociales” es una estructura societaria que atribuye a los sujetos
concurrentes en los actos de habla que allí se verifican papeles, protocolos y aun géneros del discurso. El
análisis, la comprensión, el recuerdo, la evaluación, la programación, la ejecución y el control a los cuales
alude el pasaje que da pie a esta nota suponen el reconocimiento de la institucionalidad que rige el espacio
social determinado por las interacciones. Las estrategias que se abren al sujeto como posibilidad de acción se
encuentran acotadas por dicha institucionalidad. Pensemos en la institucionalidad de unas exequias. El
universo de las estrategias de interacción que se ofrece al sujeto concurrente en ese espacio culturalmente
normado se encuentra determinado por el estatuto social del que goza en función de su proximidad con el
fallecido; la forma y el contenido de sus posibles enunciados se encuentra dirigido por la retórica fúnebre
vigente en sus circunstancias de tiempo y espacio. El “tema” que preside y organiza el macroacto de habla
reconocido como unas exequias es la lamentación del caído, expresada por medio de las convenciones
genéricas del encomio. El tema y el género incluso conducen atributos de la escena social atinentes al tono de
la voz y los colores de la vestimenta. 39 Ibid., p. 97.
36
concurren elementos internos y externos con respecto de la forma verbal. “[…] un discurso
no sólo debe estudiarse ‘internamente’ sino también ‘externamente’, es decir, dando cuenta
del hecho de que el discurso es usado, como acción, en los procesos de la comunicación”.40
La dimensión “interna”, como se sabe, corresponde a los “sistemas” de normas o
convenciones morfológicas que afectan la construcción pertinente, competente e inteligible
de frases gramaticalmente correctas y sintácticamente coherentes. Esta dimensión es
irrenunciable en el estudio del discurso. Esta dimensión implica un proceso constructivo o
poético que se integra solidaria, sistémicamente con los elementos de la dimensión
“externa” del discurso, es decir, los elementos del universo social en el que la serie de
enunciados articulados funcionan como acción: acto no sólo expresivo de la entidad
autoral, sino instrumento simbólico constituyente de la sociedad.41
La interacción retórica global es el marco estructurador de la experiencia social
depositada, formalizada, en los enunciados efectivamente emitidos y en los actos de habla a
que éstos dan lugar. Esta condición estructurada de índole retórica concurre con el
presupuesto descriptivo del modelo gramatical de Teun Van Dijk centrado en el discurso y
el modelo retórico de los géneros del discurso. El capital simbólico del sujeto (el
conocimiento de los marcos de conocimientos almacenado en su memoria y constitutivo de
su trayectoria) que pone en juego al desarrollar el proceso de reducción semántica de toda
la información codificada en la secuencia efectiva de emisiones verbales con valor
pragmático en modo alguno es independiente o autónomo con respecto de la estructura del
acontecimiento retórico. Las facultades cognoscitivas del sujeto operan en el interior de la
estructura global de las interacciones verbales y pragmáticas. La dimensión pragmática de
los actos de habla extiende el dominio de la cohesión y adecuación de la serie de frases
verbales al dominio de la interacción humana; un dominio construido, por ejemplo, por el
40 Loc. cit. 41 La dimensión poética o constructiva del discurso no es irrelevante; por el contrario, es el fenómeno
estructurante de todo el proceso de comunicación. La “puesta en forma” del discurso no sólo está integrada
solidaria y sistémicamente con su dimensión “externa”, sino que dicta y controla el curso de la experiencia
social de acuerdo con la explicación que hasta aquí hemos ofrecido. Sin embargo, lamentablemente, cuando
se estudian los registros escritos del discurso en nuestro campo de conocimiento universitario, como señala
Carlos Altamirano, “lo regular es que se los aborde pasando por sobre su forma (su retórica, sus metáforas,
sus ficciones), es decir, por sobre todo aquello que ofrece resistencia a las operaciones clásicas de la exégesis
y el comentario”. Altamirano, op. cit., pp. 16-17. Quien ignora esas “resistencias” que el proceso de
formulación discursiva ofrece a las operaciones críticas dirige sus pasos, muy probablemente, al comentario
anacrónico y voluntarioso, es decir, voluntariamente ignorante de las anclas que fijan el proceso discursivo en
el sedimento de su propio tiempo de enunciación.
37
propósito (tema) general de la estructura completa de las emisiones y la aceptación
(reconocimiento) de dicho propósito por parte de los interlocutores implicados; aceptación
que afecta sus respectivas elecciones a propósito del género, estilo y argumentación de sus
emisiones. Recuérdese nuestro ejemplo expuesto en la nota 25, correspondiente a unas
exequias. En esa situación impera un tema y un género que los asistentes a ese tipo de
situación discursiva generalmente acatan y ejercen de acuerdo con las convenciones que
para tal efecto imperan en su tiempo y en su espacio, y de acuerdo con su propio capital
simbólico. Por otra parte, estos interlocutores ingresan en el escenario gobernado por la
estructura retórica con estatutos sociales y jerarquías determinados, lo que a su vez controla
los protocolos de su actuación verbal.
Como se ve, los fenómenos de orden social, institucional o político, que en el campo
de los estudios sobre la sociedad se consideran por completo ajenos a las formas verbales
(la base lingüística de estos fenómenos), aquí aparecen, gracias al discurso, estrechamente
vinculados, y aun organizados, por las competencias lingüísticas de índole discursiva que
los seres humanos constituidos en grupos normados ponen en juego. A mi juicio, este es el
motivo por el cual los estudios del discurso han sido tan productivos en esferas de la
investigación especializada acerca del orden social y político. La historia de la política, por
ejemplo, no hubiera podido ser tan productiva como ha sido en los últimos años de no
haber centrado sus reflexiones en los registros del discurso atinentes a la organización
institucional de las comunidades humanas. En tales registros los estudiosos han dejado de
contemplar cuerpos doctrinales plenamente sistemáticos y coherentes para adentrarse en el
terreno en el cual las interacciones sociales se apropian en beneficio de los cálculos de
sujetos concretos enfrentados a otros sujetos en la arena de espacios normados socialmente
de jirones (por así decirlo) de tales cuerpos de ideas, otrora considerados indiscutiblemente
congruentes.
38
PRIMERA DIGRESIÓN
LA TEORÍA DEL ENUNCIADO DE MICHAIL BAJTIN. EL PROGRAMA DE
UNIDAD ENTRE LA VIDA Y EL ARTE
Conviene iniciar esta conferencia sobre el problema de los géneros discursivos que Mijail
Bajtin planteó hacia los años veinte del siglo pasado con un recordatorio sobre la índole
polémica de buena parte de su obra. Las concentradas páginas del ensayo “El problema de
los géneros discursivos” corresponden a un brillante polemista, excepcionalmente
capacitado como erudito universitario, pero no menos brillante como escritor independiente
y creativo que decidió desde temprano adoptar la responsabilidad de que en su propia
persona el arte y la vida se convirtieran en algo unitario, pues había rechazado la
comodidad que implica “crear sin responsabilizarse por la vida” y “vivir sin tomar en
cuenta el arte”. Este orden de convicciones dio sentido a su programa como estudioso del
lenguaje literario, el discurso y la cultura, frontalmente polémico con respecto de la escuela
formalista. En esta actitud contestataria estriba la vigencia que su obra tiene en el ámbito
universitario de los estudios literarios y culturales desde los años setenta, cundo ocurrió el
deceso de Mijail Bajtin.
En esta polémica en contra del formalismo se inscribe la tesis del teórico ruso
acerca de los géneros discursivos. Según él, hasta el momento en que tomó la pluma con el
propósito de definir el problema, todos los intentos por establecer y describir los géneros
del lenguaje habían sucumbido porque se habían olvidado de la vida en el arte, por echar
mano de sus palabras aquí citadas; es decir, se habían olvidado del sustrato común de
índole verbal de todo discurso. La naturaleza verbal de todo discurso radica esta categoría
en la esfera social donde la lengua se disgrega en enunciados efectiva, concreta y
completamente producidos: unidad humana de una cadena indefinida de enunciados, todos
igualmente determinados por sus circunstancias de tiempo y espacio, ya en su contenido, ya
en su materialidad verbal (estructura y estilo).
Mijail Bajtin no llegó a establecer una relación de los géneros discursivos; mucho
menos llegó a describirlos. En cambio, propuso un modelo de explicación de la lengua
efectivamente radicado en la vida; una explicación que supone una lengua agónica, viva y
cordial; instrumentos de sujetos propios de la sociedad moderna y compleja que se
comunican por medio de respuestas que, a su vez, se completan mutuamente, se rectifican,
39
se amplían, se contradicen. En este modelo de explicación de la lengua también se acogió
un modelo de explicación de la cultura letrada, constituida por obras pensadas como
enunciados complejos que también forman una cadena de respuestas, citas, parodias y
apropiaciones democráticas de todo tipo.
El enunciado en la esfera social
El famoso artículo de Mijail Bajtin sobre los géneros discursivos y algunas notas de trabajo
no desarrolladas a este respecto plantean que el enunciado es la unidad básica de la lengua,
y no la frase gramaticalmente estructurada; asimismo, esas páginas asientan que las
diversas esferas de la comunicación social constituyen el ámbito en que verdadera,
efectivamente funciona el enunciado y, consecuentemente, en éstas se establece y se ejerce
su tipología. Estas afirmaciones polemizan abiertamente con las nociones teóricas de la
lingüística moderna de matriz saussureana según las cuales la lengua es un sistema de
signos autocontenido, autónomo y suficiente. El horizonte teórico sobre el cual se recortan
las tesis de Mijail Bajtin sobre los géneros discursivos corresponde a la lingüística
estructural.
El acento que Mijail Bajtin coloca sobre el enunciado como unidad básica de la
lengua, así como la delimitación de la extensión de este segmento que propone con base en
el cambio de interlocutores –en lugar del fin de la frase gramatical– radicó el fenómeno de
la lengua en el ámbito de la sociedad. Una y otra vez, Mijail Bajtin insiste en conducir la
atención de sus lectores hacia el sitio en que realmente, efectivamente ocurren los
fenómenos de la lengua, es decir, las esferas de la vida social en donde son vigentes sus
ejemplos predilectos de enunciados: las órdenes militares, las indicaciones del mundo
industrial, los memorandos de la burocracia, los intercambios del diálogo cotidiano, la
correspondencia personal… Todos estos casos implican no sólo segmentos de lengua
gramaticalmente correctos, sino también y sobre todo enunciados, es decir, instrumentos de
cuyo uso y funcionamiento se valen los seres humanos reales, concretos, actores efectivos
de la comunicación distribuida en diferentes esferas de la vida social.
40
El principio teórico de la genericidad
La tesis de Mijail Bajtin sobre los géneros discursivos entendida como una desviación con
respecto del paradigma científico del lenguaje construido por la lingüística estructural sobre
el presupuesto de un sistema autocontenido de signos rechaza lo que a su juicio es una
plataforma conceptual endeble, incapaz de sostener una teoría de los géneros de la lengua.
El sistema de los géneros literarios y, secundariamente, el de los géneros retóricos, tal y
como los conocía Mijail Bajtin hacia la segunda mitad de los años veinte del siglo pasado,
son desestimados por el teórico ruso, ya que los criterios eclécticos que participan en su
determinación los hacen incapaces para reducir a un principio teórico común textos
diversos. Mijail Bajtin hará de la lengua entendida como un conjunto de enunciados
producidos en las esferas sociales de la comunicación el principio teórico común del
fenómeno de los géneros.
La implantación del fenómeno de los géneros en la lengua implica, por parte de
Mijail Bajtin, una perspectiva pragmática, y aún más, retórica. El estudioso ruso no
considera a la lengua en el reposo del laberinto fantasmal de los signos gobernados por
leyes morfológicas y sintácticas, sino a la lengua en movimiento, instrumento efectivo de
formas sociales más o menos estables, constantes y estructuradas. Las tesis de Mijail Bajtin
nos imponen de esta convicción teórica: la lengua, al margen de su comprensión como un
sistema de signos autocontenido, es la competencia productora de enunciados que son
pertinentes en las demarcaciones que las formas sociales confieren a la comunicación
humana.
La posibilidad de los géneros discursivos depende, en el estudio de Mijail Bajtin, de
la correspondencia entre el enunciado y la esfera social en que se concreta su realización.
Este punto de vista se aparta por completo de los aspectos asociados tradicionalmente a la
definición de los géneros, tales como el contenido del texto, su modo de enunciación o su
manera de imitar la realidad.
Por consecuencia, la genericidad es un fenómeno que tiene una condición de
posibiliad de orden extraverbal. Por supuesto, Mijail Bajtin acepta que el género altera o
compromete la verbalidad del enunciado, pero la primacía de su pensamiento corresponde
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al hecho de que esta afectación ocurre por virtud de eventos extraverbales que tienen lugar
en la esfera social de la interacción normada entre seres humanos; eventos cuya naturaleza
es social, próxima a la reciprocidad de las interacciones entre seres humanos que, por
ejemplo, Georg Simmel estatuyó como condición de existencia de la sociedad.
Bajtin en el paradigma de la retórica
Mijail Bajtin rechaza la constitución de los sistemas de géneros de la lengua establecidos
por la literatura y la retórica, principalmente, las dos instituciones culturales más
influyentes y prestigiosas a propósito de esta materia.
Se han estudiado, principalmente, los géneros literarios. Pero desde la antigüedad
clásica hasta nuestros días estos géneros se han examinado dentro de su especificidad
literaria y artística, en relación con sus diferencias dentro de los límites de lo literario,
y no como determinados tipos de enunciados que se distinguen de otros tipos pero
que tienen una naturaleza verbal (lingüística) común. El problema lingüístico general
el enunciado y de sus tipos casi no se ha tomado en cuenta.
El rechazo se justifica por la incoherencia teórica de estos sistemas pues, a juicio del
estudioso, desconocen el común y efectivo sustento lingüístico-pragmático que hace
posible todo discurso, ya oral ya escrito, ya simple ya complejo. “El problema lingüístico
general del enunciado y de sus tipos casi no se ha tomado en cuenta.” Carentes de esta
consideración correspondiente a la productividad y competencias sociales del lenguaje, las
categorías genéricas imperantes son ficciones que no corresponden a la realidad social de la
lengua. Destaquemos el parecer de Mijail Bajtin sobre los géneros de la retórica, en los
cuales reconoce un avance en el planteamiento del problema de la genericidad que niega
por completo en el caso literario.
A partir de la antigüedad se han estudiado también los géneros retóricos (y las épocas
ulteriores, por cierto, agregaron poco a la teoría clásica); en este campo ya se ha
prestado mayor atención a la naturaleza verbal de estos géneros en cuanto
enunciados, a tales momentos como, por ejemplo, la actitud con respecto al oyente y
su influencia en el enunciado, a la conclusión verbal específica del enunciado (a
diferencia de la conclusión de un pensamiento), etc. Pero allí también la especificidad
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de los géneros retóricos (judiciales, políticos) encubría su naturaleza lingüística
común.
A contrapelo de esta caracterización crítica, las elaboraciones de Bajtin acerca de
los géneros discursivos se desarrollan, precisamente, en el paradigma de la retórica clásica;
no en cuanto se refiere a los arduos y prolijos catálogos de tipos textuales y figuras que se
desprenden de ésta, sino a la teoría general del lenguaje que se encuentra planteada en dicha
tradición. Una teoría que algunos estudiosos de la retórica contemporáneos a nosotros han
propuesto como un sistema general de explicación del lenguaje en todos sus niveles.
En un sentido que el propio Mijail Bajtin no sospechó, éste puede considerarse
como un antecedente distinguido del auge que la retórica cobró al mediar el siglo XX en la
erudición universitaria atinente a los estudios clásicos, el discurso, la lingüística y la
literatura. Este auge, en gran medida, se debe a los planteamientos teóricos que el sistema
retórico contiene y está en condiciones de desarrollar acerca de la índole lingüístico-
pragmática de la comunicación humana entendida como discurso. La noción de discurso
elaborada por la tradición de la retórica clásica excede por completo la descripción
empírica de las oraciones públicas, efectivamente pronunciadas, y las prescripciones que de
éstas se desprendían, como parece haberlo concebido Mijail Bajtin. El discurso
contemplado por la teoría retórica considera el proceso complejo de la comunicación
humana centrado en la productividad lingüística, pero encuadrada ésta en su efectivo y
concreto escenario social, incluidos todos sus componentes. Tan nutrido contingente de
elementos y factores del fenómeno discursivo no puede ser la consecuencia de una
descripción empírica o casuística, sino de una verdadera especulación teórica. La
elaboración teórica del enunciado que desarrolla Mijail Bajtin se encuentra estrechamente
vinculada con la retórica, así como también la caracterización discursiva de la
comunicación humana a que da lugar esa categoría, considerada explícitamente por el
teórico ruso, e implícitamente por la retórica, la unidad básica del discurso.
La doctrina de las operaciones del discurso
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A mi juicio, la tesis de Mijail Bajtin más próxima a la teoría retórica es la que propone que
el enunciado, comprendido como unidad básica del discurso, está inserto en una cadena de
enunciados. El enunciado, así, siempre es un eslabón que supone la presencia en su
formulación y sentido de enunciados precedentes y consecuentes. El enunciado siempre es
una respuesta. Insistamos en que esa presencia del pasado y el futuro en la esfera de la
comunicación social se codifica en la estructura compositiva y el estilo del enunciado,
incluidas sus determinaciones ilocutivas. Esta idea es estratégica en Mijail Bajtin, pues
completa su perspectiva sobre los atributos básicos de la unidad del discurso, que son
conclusividad, concreción social y extensión marcada por el intercambio de interlocutor.
Asimismo, esta idea abre paso a la caracterización dialógica del enunciado.
Estos planteamientos sobre el enunciado se corresponden punto por punto con la
teoría retórica clásica; la doctrina de las operaciones del discurso (inventio, dispositio y
elocutio) ha sido construida sobre la misma base conceptual en que se apoya Mijail Bajtin,
es decir, la naturaleza social de la lengua; la lengua constituida por una serie encadenada de
actos de habla. El discurso del orador siempre está implantado en el suelo de una
experiencia específica de comunicación social, normada y estructurada (la defensa del
acusado en el tribunal; la proyección de los asuntos futuros del pueblo en la asamblea; el
encomio de la gloria de los héroes en la ceremonia cívica); el orador construye un discurso
destinado, orientado a un público y según un propósito que ha ponderado conscientemente;
el orador, a la vez que lleva a cabo la ponderación de su lugar y su función sociales, trae a
cuento el acervo pertinente de discursos anteriores a su actuación verbal; todas estas
operaciones intelectuales determinan la codificación de la estructura y el estilo de su
discurso, desde la segmentación de la oración pública en partes y la distribución en éstas de
la materia hasta la elección de figuras y el universo léxico; en última instancia, ese discurso
prevee discursos futuros. He aquí un pálido dibujo de la consideración teórica del discurso
que la antigua retórica desarrolló como fundamento de sus categorías genéricas.
Luego de esta formulación teórica concentrada en la doctrina de las operaciones del
discurso, la antigua retórica llegó a un punto al cual Mijail Bajtin no logró arribar: el
establecimiento y descripción de los géneros propiamente dichos. La clasificación de los
géneros del discurso correspondientes a la tradición de la retórica clásica, por supuesto,
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carece de la gran amplitud y la plasticidad que Mijail Bajtin imaginó en su programa de
trabajo.
La riqueza y diversidad de los géneros discursivos es inmensa, porque las
posibilidades de la actividad humana son inagotables y porque en cada esfera de la
praxis existe todo un repertorio de géneros discursivos que se diferencia y crece a
medida de que se desarrolla y se complica la esfera misma. Además, hay que poner
de relieve una extrema heterogeneidad de los géneros discursivos (orales y escritos).
La primera clasificación corresponde a una sociedad estamental, jerárquica, poco
diferenciada, autoritariamente restrictiva en cuanto al uso de la palabra en el discurso. Por
el contrario, Mijail Bajtin trabaja en el horizonte de la sociedad moderna, democrática,
diferenciada, propio de “una extrema heterogeneidad de los géneros discursivos”. El propio
Bajtin parece haber sido consciente de esta diferencia según uno de sus apuntes de trabajo
no desarrollados en cuyas páginas opone la palabra del “hombre moderno” a la palabra
autoritaria y sagrada de los “géneros elevados y declamantes”, cuyos sujetos discursivos
son “sacerdotes, profetas, predicadores, jueces, jefes, patriarcas”. Las tesis de Mijail Bajtin
sobre los géneros discursivos, así como sobre el estilo de la novela, se opone a la
palabra de fronteras consagradas e inexpugnables, y por lo tanto palabra inerte, con
limitadas posibilidades de contactos y combinaciones. La palabra que frena y congela
el pensamiento. La que exige repetición piadosa, no desarrollo posterior, correcciones
y complementos. La palabra sacada de su diálogo: ésta tan sólo puede ser citada
dentro de las réplicas, pero no pude ser una réplica entre otras réplicas de igual
importancia. Tal palabra estaba dispersa por todas partes, limitando, dirigiendo y
frenando el pensamiento y la experiencia viva.
En contraste, de acuerdo con su conciencia moderna, Bajtin ratifica la naturaleza
dialógica del enunciado, del eslabón en una cadena interminable de respuestas, atributo de
la sociedad moderna. “El hombre moderno no declama, sino que habla […]”; en su palabra,
que se ha segregado “de la ajena palabra sagrada y en general de la palabra sagrada y
autoritaria, con su carácter incuestionable, incondicional, absoluto”, hay “un ángulo
específico de sobriedad, sencillez, democratismo, libertad […]”. Este “ángulo específico”
es el que da respuesta a la responsabilidad ética que Bajtin se impuso a sí mismo desde los
albores de su trayectoria, marca también de su identidad moderna.
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SEGUNDA DIGRESIÓN
LEER LO ILEGIBLE
Como última sección de este cuaderno de trabajo, incorporo el siguiente artículo. Si este
documento escolar se convierte próximamente en un libro, como espero, sin duda alguna el
artículo cuya liga electrónica y cuyo DOI figuran en seguida se convertirá en uno de sus
capítulos (debidamente replanteado y actualizado). Con esto quiero decir que la materia de
esas páginas es completamente pertinente para nuestra discusión sobre el discurso.
Por ahora, ese artículo cumple cabalmente la explicación de su tesis: el texto
literario es, por excelencia, el texto autónomo, estable, pleno de sentido por sí mismo en la
tradición epistemológica fundada por la filología; dicha pretendida autonomía y estabilidad
es efecto de una ilusión que se derrumba cuando se devuelve a ese texto al escenario social
del que forma parte. El texto, entonces, se convierte en discurso. Así, este artículo conduce
nuestra discusión sobre el discurso al caso privilegiado de la ideología formalista del
lenguaje, la literatura. Una ilusión que se ha trasladado a otros tipos de texto, como el
jurídico o el científico. Finalmente, ese artículo sugiere una salida hacia la historiografía.
DOI: http://dx.doi.org/10.19130/iifl.ap.2012.1.384
https://revistas-filologicas.unam.mx/acta-poetica/index.php/ap/article/view/384/387
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