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ESTADOSPLURALES:LOSRETOSDELADIVERSIDADYLADIFERENCIA
Coordinadoras:LauraR.ValladaresdelaCruz,MayaLorenaPérezRuizyMargaritaZárate
Índice
EditorialUAM‐Iztapalapa‐JuanPablosEditor(2009).BibliotecaAlteridades.GrandesTemasdelaAntropologíaIntroducción
LauraValladaresyMayaLorenaPérez
SecciónIIdentidadesétnicasymulticulturalismos
GilbertoGiménez“Eldebatecontemporáneoentornoalconceptodeidentidad”.
MiguelAlbertoBartolomé
“Loslaberintosdelaidentidad:Procesosidentitariosenlaspoblacionesindígenas”.
ÁlvaroBelloMulticulturalismo,ciudadaníaypueblosindígenas¿UndebatependienteenAméricaLatina?
DeniseHelly
“Primaciadelosderechosocohesionsocial:loslimitesdelmulticulturalismocanadiense”.
ScottRobinsonS“Multiculturalismoenlasnegociacionesenmateriadesalud.”.
SecciónII
EstadospluralesyprocesosdedescolonizaciónBoaventuradeSousaSantos“LareinvencióndelEstadoyelEstadoPlurinacional”.
LauraR.Valladares“Colonizandoelmulticulturalismo:Resistencia,adaptaciónyrebeliónentrelospueblosindiosen
tiemposmulticulturales”.
LuisTapiaEltripledescentramiento.Descolonización,democratizaciónyfeminismo.
SecciónIII
InterculturalidadyeducaciónMayaLorenaPérez“DequéhablamoscuandonosreferimosalaInterculturalidad?:Reflexionessobresuorigen,aportacionesylimitaciones”.
GuntherDietzyLauraSeleneMateosEldiscursointerculturalanteelparadigmadeladiversidad:estructuracionessubyacentesy
migracionesdiscursivasdelmulticulturalismocontemporáneo.
SaulVelascoCruzLainfluenciadelmulticulturalismoenlaeducaciónyenlaspolíticaseducativasdeMéxico
YolandaJiménezNaranjo,
Indeterminaciónconceptualenlasprácticaseducativasinterculturales:losconceptosdeculturaeidentidadaexamen.
MaríaGarcía‐Cano,EstherMárquezLepeyBelémAgrelaRomero
Laeducacióninterculturalapropósitodelainmigración.Susmotivos,nocionesypraxisenelcontextoespañol.
MargaritaZárateVidalLasparadojasdelacultura,larazóndeladiversidadoladiversidadderazones:multiculturalismoe
interculturalismo
Descolonizando el discurso de los Derechos Humanos y colonizando espacios de poder: Experiencias de las mujeres indígenas en América Latina∗
Laura R. Valladares de la Cruz
Departamento de Antropología UAM-Iztapalapa lauravalladares.delacruz@gmail.com
Introducción
En este artículo me interesa dar cuenta de la trayectoria de la conformación de las mujeres
indígenas como actoras políticas que luchan por demandas de género desde una perspectiva
culturalmente situada, es decir, desde una perspectiva que reivindica la pertenencia étnica y de
genero, y que en términos políticos se trata de una posición comprometida con las luchas
autonómicas y democráticas de sus pueblos de origen. Discutiremos los vínculos existentes
entre el movimiento de mujeres indígenas con determinados procesos y fenómenos históricos y
culturales, que tienen que ver con la emergencia y las dinámicas del movimiento indígena
nacional y latinoamericano en la década de los años noventa, es decir, que será el espacio
glolocal el que nos permita entender en su complejidad la constitución de las mujeres como
actoras políticas y su importancia tanto para el movimiento indígena mundial y nacional, como
en la vida de las propias mujeres indígenas.
En términos teóricos argumentaré la existencia de un doble proceso en la conformación de las
mujeres indigenas como actoras políticas, al primero lo caracterizaremos como proceso de
"descolonización" en tanto que que alude a la apropiación y resignificación de la doctrina de los
derechos humanos por parte de las mujeres para darle un rostro indígena, con la particularidad
de que en esta apropiación expresan una posición crítica al sistema de dominación cultural,
económico y político, es decir, que tiene un carácter de oposición al sistema económico y
político de dominación contemporáneo. Intentaremos por tanto, mostrar la existencia de un
proceso de "colonización desde abajo" del discurso hegemónico de los derechos humanos y
los derechos de las mujeres, que ha sido construido desde una perspectiva occidental, "desde
arriba". Esta noción de colonización del discurso desde abajo nos permitirá mostrar que la
agencia de las mujeres indígenas que se ha traducido en una suerte de colonización "desde
abajo" de espacios de poder del Estado, de las institucionales y de las propias organizaciones
indígenas.
Para mostrar la forma en que se expresa la colonización del Estado y del discurso de los
derechos humanos aludiremos a la forma en que la perspectiva de étnica y genero se ha
incorporado en los Foros Internacionales y en las directrices operativas de las instituciones
gubernamentales.
∗ArtículopublicadoenValladares,Laura,MayaLorenaPérezyMargaritaZárate,EstadosPlurales:Los
retosdeladiversidadyladiferencia”,UAM‐I&JuanPabloseditor,México,2009.
Resistencia y rebelión indígena: re-encontrando el pasado
He querido iniciar este artículo utilizando la metáfora de Steve Stern sobre la colonización del
Estado porque nos invita a considerar las diferentes formas en que los campesinos e indígenas
han participado en la construcción de las naciones y los Estados contemporáneos.1 Esto nos
remite a una contracorriente historiográfica que escudriña fuentes y rescata narrativas
silenciadas, que visibiliza lo oculto, que propone nuevos derroteros en la construcción de las
historias nacionales y locales, alude a una corriente que sin esencializar lo subalterno, pues
rechaza considerarlo como un bloque homogéneo y con un alto potencial de resistencia y
rebelión, sino que por el contrario intenta dar cuenta de la diversidad de actores, de las
orientaciones de sus prácticas políticas y sobre los diálogos que se establecen con el poder
establecido (Mallon, 2003). Con esta perspectiva y con diferentes énfasis metodológicos, en las
últimas décadas nuevas corrientes historiográficas y antropológicas como los estudios
poscoloniales, la escuela de los estudios subalternos (Dube, 2001) y la antropología
comprometida (Leyva y Burguete, 2006), entre otras, han puesto el énfasis en estudiar el papel
que los subordinados, de “los de abajo”, sobre el cómo los excluidos del poder han contribuido
a la construcción de los Estados contemporáneos y su papel en la construcción del poder y del
ejercicio de la política.
Quisiera mencionar aquí que estoy muy alejada de querer presentar una visión sobrevalorada y
triunfalista de las conquistas indias, de sobra sabemos los retos y los grandes rezagos en
materia de equidad, igualdad, de justicia, de acceso a la toma de decisiones que existen en el
ámbito nacional y los retos sobre el ejercicio de regímenes de autonomía que se viven en el
país en su conjunto, así como del grave proceso de criminalización que sufren muchas
organizaciones y luchadores sociales.2 Sin embargo, me parece que es importante dar cuenta
del cómo desde los márgenes de la hegemonía neoliberal la agencia social de los y las
indígenas se ha expresado en rebeliones como la zapatista, en las decenas de protestas
callejeras, en la toma del Congreso de la Unión, en el ejercicio de las autonomías de facto,
entre otras muchas expresiones. Asimismo, es importante dar cuenta de la multiplicidad de
estrategias que los pueblos, organizaciones y líderes indígenas han desplegado para el logro
de sus reivindicaciones y rescatar algunas de las experiencias que nos muestran, que también
participando en las propias estructuras estatales "colonizándolas desde abajo" se logran
cambios encaminados a ampliar la democracia y en ocasiones con el objetivo de radicalizar la
democracia, en el sentido que lo expresan Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (2004), es decir,
luchando por construir espacios de autonomía al interior de un Estado que hasta ahora se ha
1 Stern, Steve, "La contracorriente histórica" (2000). 2 La criminalización de la protestas sociales y de los líderes alude a las prácticas de los Estados que utilizando la legislación vigente reprimen o detienen a los luchadores sociales por considerar que ponen en entredicho el poder establecido.
limitado a reconocer derechos culturales pero se niega a modificar la estructura política y la
económica que son el origen de la exclusión y la subordinación.3
Partimos del supuesto de que los movimientos indígenas del último cuarto del siglo en México
han contribuido a ampliar los espacios de democracia, pero lamentablemente no han sido sus
beneficiarios (Valladares, 2007b), y esto no se debe solamente a que el tema de las demandas
indígenas ha dejado de ser prioritario para el Estado mexicano, sobre todo después del año
2001, sino fundamentalmente porque la ampliación de la democracia en términos de
democracia representativa, no resuelve los problemas de opresión, desigualdad y exclusión
que el propio modelo capitalista genera (Laclau y Mouffe, 2004).
En este sendero de reflexiones sobre la construcción de mundos posibles desde abajo, está la
polémica sobre los distintos caminos que toma la resistencia étnica para cambiar al poder y
para ampliar la democracia. Díaz-Polanco nos recuerda que debemos clarificar los significados
teóricos y prácticos que se debaten dentro de la izquierda, y sobre la necesidad de abandonar
las falsas dicotomías que desde la derecha y la izquierda se han construido: derechos
colectivos-derechos individuales, reconocimiento-igualdad (políticas de la identidad vs. Políticas
redistributivas), construir el poder-luchar contra el Estado. Ciertamente una propuesta
democrática desde la izquierda debe ser enriquecida incorporando las dimensiones y
contenidos de las luchas contemporáneas: étnicas, de género, ecológicas, que son la base
fundamental para todo proyecto que tenga como objetivo modificar las políticas centralistas y
monistas del Estado, así como el modelo económico neoliberal, porque estos son en el origen
de la subordinación, la explotación y el sufrimiento social.
Las luchas por una democracia pluralista y las reivindicaciones por la igualdad en la diferencia,
son dos metas estratégicas en los procesos de lucha contemporáneos, en este sentido, lo que
para Steve Stern constituyen procesos de colonización del Estado "desde abajo" que
contribuyen a flexibilizarlo y reinventarlo, es decir, a invadirlo para pluralizarlo, para Díaz-
Polanco, pensando en las luchas autonómicas de los pueblos indígenas y en sus disputas por
el poder, se trata también de estrategias que desde abajo permiten ensanchar lo público,
cargándolo de contenidos socioculturales y políticos, así como de impulsos para colocar a las
instituciones públicas bajo el control popular.
Con estos presupuestos encuentro coincidencias entre la constatación histórica que postula
Steve Stern acerca de que los campesinos han preferido transformar el Estado antes que
derrocarlo, es decir, colonizarlo para garantizar sus derechos, sus modos de vida y las culturas
de los sectores subordinados. En el caso de los procesos de lucha contemporáneos Díaz-
Polanco nos recuerda que lo que están pidiendo los indígenas autonomistas es construir
3 Díaz-Polanco, Héctor, Elogio a la Diversidad, (2006).
poderes dentro del poder del Estado nación, en el marco de la reforma del Estado, por lo que
contribuyen de ésta manera a transformarlo.
Ahora bien, me voy a permitir sintetizar los argumentos centrales del modelo propuesto por
Steve Stern, que aunque está enfocado al estudio de procesos históricos, me parece que
puede extenderse a la etapa contemporánea que me interesa discutir aquí. Stern encuentra
tres diferentes olas de colonización que van desde "arriba" y de colonización desde "abajo" a lo
largo de la historia de la actual América Latina. La primera ocurrió en los primeros años de la
colonización, donde poco a poco se fue creando el Estado colonial, periodo que estuvo
marcado por una dialéctica de alianza y desencanto de los conquistados frente a los
españoles; diversos estudios han mostrado que durante las primeras décadas que prosiguieron
a la conquista no solamente hubo resistencias y enfrentamientos bélicos, sino también alianzas
indígenas con los españoles u otros grupos rivales locales. Tales serían los casos de grupos
indígenas en Yucatán y Michoacán, que vieron en los misioneros católicos una fuente de
protección o ayuda contra los otros conquistadores y los encomenderos, o cuando grupos de
indígenas de Perú vieron en las guerras "civiles" entre españoles una oportunidad de ganar
privilegios y protección por "servicios" a la Corona (Stern, 1987; Espinoza, 1973). De tal forma
que durante las primeras décadas posteriores a la conquista se fue construyendo una larga
cadena de alianzas y desencantos, que en ocasiones desencadenaron en movimientos de
resistencia y rebelión como el movimiento milenarista de "Taki Ongoy" en Huamanga, Perú.
Ahora bien, de la relación con las instituciones coloniales y el conocimiento de colonizadores y
misioneros, los indígenas contestaron con alianzas y mediaciones interétnicas, que aunque
frágiles, reversibles o menores, significaron en ocasiones una protección de los intereses
indígenas locales concretos, es decir, del control indígena comunal sobre su propia tierra y
mano de obra.
De las relaciones entabladas entre dominadores y dominados durante la conquista y la
colonización se ha podido constatar la existencia paralela, a la colonización desde arriba
española en América (que se tradujo en la construcción de instituciones como el Estado y la
Iglesia), de un proceso que se registró desde abajo, de una colonización "al revés". Es decir,
que los pueblos indígenas fueron "invadiendo" el laberinto del Estado, la Iglesia y los mercados
coloniales, tratando de hacerlos suyos y así protegerse y transformarlos en instituciones hasta
cierto punto consecuentes con ellos (Stern, 2000:77). Tales serían los casos de Perú y Bolivia
en lo relacionado con el trabajo en la minas; pues la nueva historiografía ha demostrado que
los pueblos indígenas lucharon para disminuir su efecto invadiendo los laberintos jurídicos y
entrando en el juego de testigos, papeles y sobornos para bajar las cuotas o paralizar
prestaciones específicas al enredarlos en conflictos o acusaciones legales, colonizando las
ciudades, poblaciones y mercados mineros para crear un nuevo sistema laboral y mercantil de
facto, que socavaba el peso del sistema formal de mitas; con lo que lograron redefinir el
sistema de tributos y mitas, por ejemplo, a través de migraciones que escondían recursos
humanos y creaban nuevas categorías tributarias relevantes (indios "originarios" versus indios
"forasteros").
En el caso de la Nueva España (México) se ha documentado para Yucatán y Oaxaca el cómo
los pueblos lograron imponer límites a la expansión de la propiedad española. Se trata de una
colonización del Estado sustentada en la creación de archivos de expedientes y títulos que
confirmaban los "derechos " ganados por los indígenas y que asimismo, formaron gente
encargada de proteger y utilizar esos derechos y papeles para las nuevas luchas sociales
(Stern, 2000:77-78). A este tipo de estrategias Stern las ha denominado como "adaptación en
resistencia", la cual supone un cierto reconocimiento de los mecanismos del poder de los
colonizadores, con una sensibilidad sobre los derechos propios que pudieran justificar la
desobediencia y la rebelión, en el caso de que los colonizadores violaran lo que los indígenas
definían como sus justos derechos dentro de la sociedad colonial. Es decir, la adaptación en
resistencia combina la adaptación o el acomodo parcial al poder colonial, con una sensibilidad
al interior de esta adaptación que se resiste a la dominación plena. Esa sensibilidad define
ciertos derechos y límites cuya transgresión puede provocar una resistencia más abierta. Las
expresiones de la "adaptación en resistencia" presuponen que no solamente se trataba de que
los indígenas reclamaran un derecho post facto, pues se requería de su agencia social, es
decir, de iniciativa, de cierta invasión "desde abajo" de las instituciones coloniales,
especialmente del laberinto del Estado y sus redes de autoridades y mediadores, tanto
informales como formales.4
La segunda gran ola de "colonización desde arriba" la ubica Stern en el contexto de las
llamadas reformas Borbónicas (1775-1825) las que tuvieron como objetivo fortalecer el control
geopolítico de la corona de España sobre sus territorios de ultramar. Para la población indígena
el esfuerzo por fortalecer y hacer más "peninsular" al Estado colonial, significó rupturas que
amenazaban las estrategias de "adaptación en resistencia", ya que las reformas supusieron
maximizar la explotación de recursos como la cochinilla en el sur la Nueva España, o las minas
de plata del Virreinato de Perú (Perú y Bolivia actuales) o sencillamente los tributos indígenas
informales. Esta nueva colonización fue acompañada por una migración de peninsulares en
4 Con una perspectiva semejante Barrigton Moore (1978) en su clásico estudio La injusticia: bases sociales de la obediencia y la rebelión discutía como los subordinados tenían una extraordinaria capacidad de aceptar el dolor y el sufrimiento causado por una suerte de naturalización de su condición de subordinados, situación que solo podía ser revertida, en los casos estudiados por Moore, cuando los oprimidos consideraron roto el acuerdo o contrato social que legitimaba la jerarquía existente. Documentó cómo cuando el grupo en el poder se extralimita de lo considerado legítimo y por tanto inevitable, los subordinados crean patrones de condena, cuestionan la opresión y protagonizan procesos de rebelión, así mismo, este autor argumentó que el enorme costo social que trae consigo el encabezar y participar en un movimiento contra hegemónico es lo que se constituye como una de las barreras para la resistencia abierta. Años después James Scott coincidía con Moore en cuanto a los costos sociales del disenso y la insubordinación y concentró su análisis en lo que el denominó "guiones ocultos de la resistencia", que están constituidos por una amplia variedad de expresiones de rechazo y críticas cotidianas a la dominación, estas van desde una representación teatral, la broma, el eufemismo, el disfraz, entre otras muchas formas de protesta. véase: Scott, James Los guiones ocultos de la Resistencia” (2000)
aumento, que tomó peso y remodeló las redes de comercio e inversión, gobierno y
administración, parentesco y mediación de la élite colonial en América. Se trataba de
conquistar un Estado que había llegado a ser criollo. Desde el punto de vista indígena, el
esfuerzo por fortalecer y hacer más "peninsular" al Estado colonial, significó rupturas que
amenazaban las estrategias de "adaptación en resistencia", pues había por un lado, un intento
de maximizar la explotación de ciertos recursos, como los tributos indígenas informales, o los
pagos para el reparto forzoso de mercancías. Esto unido a la reorganización de la redes de
gobierno, administración y del comercio por su "peninsularización" parcial cambiaba o
desmoronaba las mediaciones y expectativas forjadas en el ciclo anterior de colonización
"desde arriba" y "desde abajo".
Stern considera esta segunda ola de colonización como desmanteladora de las reglas de juego
o pactos implícitos que definían el sistema colonial y que para el siglo XVII impidieron la
"colonización al revés", que constituía una estrategia de sobrevivencia. De allí que se viva un
tránsito de la "adaptación en resistencia" a la rebelión abierta, en la cual la violencia colectiva
contra la autoridad colonial llegó a ser un factor de mayor peso. En este contexto se puede
hablar de dos tipos de rebeliones, las clasificadas como tumultos que tenían como objetivo
restaurar el viejo pacto y otros que reclamaban los derechos violados, tales son los casos
documentados por William Taylor (1979) en la Nueva España. En otros casos se presentaron
rebeliones insurreccionales que respondiendo a la violación profunda de los acuerdos previos,
buscaban transformaciones de fondo (Stern, 2000:82), tales serían los casos de las rebeliones
de Tupac Amaru II y Tupac Katari. En donde los rebeldes no buscaban ya colonizar al Estado
desde abajo, sino conquistar y transformar lo que podría haber sido un nuevo Estado.
La tercera gran ola de colonización "desde arriba" se da en el contexto poscolonial con los
intentos de crear Estados nacionales, pues durante las primeras décadas de independencia los
Estados intentaron controlar las fronteras territoriales, los pueblos y poblaciones, se trata de la
conquista "republicana", que eliminó algunos de los privilegios y las autonomías conquistadas a
lo largo de la Colonia, logradas tanto por la "adaptación en resistencia", como por medio de la
violencia. De tal suerte que a los intentos de acabar con las corporaciones y la transferencia de
la propiedad de la tierra se da una especie de recolonización, a partir de procesos de
resistencia que han sido estudiados por diversos autores como Leticia Reina (2000) y Roger
Platt (2000) quienes afirman que dichos procesos impusieron una suerte de reindianización de
la sociedad, así, durante el siglo de rebeliones decimonónicas tanto en México, como en Bolivia
y Ecuador, no solamente se organizaron rebeliones antiliberales y alianzas con las fracciones
conservadores en los conflictos políticos nacionales, también se dieron intentos de colonizar al
Estado desde abajo, pero ahora tratando de construir pactos de ciudadanía con los nuevos
Estados, en este sentido están los estudios de las Huastecas documentados por Antonio
Escobar (2004 y 2007).
En este contexto es posible hablar también de distintos intentos por redefinir el liberalismo
"desde abajo", para lo cual los campesinos tomaron diversas vías, por un lado aquellos que
buscaban restaurar los "viejos pactos" de la etapa colonial, y aquellos que a través del servicio
patriótico a la república construían un concepto de ciudadanía nuevo, sin embargo, sabemos
que en términos generales la ciudadanización de los indígenas supuso una nueva forma de
despojo y opresión, en nombre de la “modernización de la nación”. Ya que éste proyecto
estuvo basado en un discurso dualista de la realidad nacional, por lo menos hasta la primera
mitad del siglo XIX en la que se emprendió la construcción del nuevo país, hoy sabemos por
distintos estudios que el proceso de despojo fue muy complejo, que no se puede hablar de una
sociedad dividida entre indios y blancos o mestizos, sino que más bien de un proceso de
creación de una sociedad de carácter multiétnico que se empezó a construir en términos
políticos, económicos y sociales desde el final del siglo XVIII, con las reformas borbónicas y la
delimitación territorial y administrativa de las intendencias, así como por los impactos que tuvo
la Constitución Gaditana en 1812, que implicó la instauración de municipios en las anteriores
jurisdicciones implementadas por los españoles, y que si bien en algunos casos significó la
ruptura de las estructuras de poder tradicionales, en otros casos ocurrió que las nuevas
demarcaciones coincidieron con gobiernos tradicionales y de esta manera éstos fueron
reconocidos como ayuntamientos. Por otro lado, en los últimos años de coloniaje se
empezaron a incrementar los asentamientos de mestizos y blancos en tierras indígenas, lo que
sin duda fue cambiando la fisonomía política y social en tierras novohispanas.5 Lo que
queremos argumentar con esto es que una de las grandes falacias del siglo pasado y aún del
presente, es pensar que los indios no participaron en la estructura nacional y que no tienen
idea de los procesos que se gestan en el resto de la nación, estos ejemplos muestran la
existencia de un proceso de adaptación en resistencia a través del cual se buscaban
reacomodos a las condiciones políticas, sociales y económicas existentes en diferentes
momentos de la historia nacional y en ocasiones se trataba de enfrentamientos abiertos que
pretendían mantener los derechos de pueblos y comunidades.
Leticia Reina afirma que una de las paradojas del liberalismo decimonónico fue crear un
proceso de reindianización, en tanto que si bien la pauperización de las condiciones de vida de
la población indígena empeoraron a lo largo del siglo XIX en la medida en que se consolidaba
el proyecto liberal y el Estado nacional, los proyectos indios no tenían cabida como tales, por lo
que muchos pueblos se mantuvieron en lucha continua, mientras otros lucharon por ampliar y/o
modificar las nuevas estructuras. Sin embargo, ya para el último cuarto del siglo XIX, la
bonanza porfiriana significó para los pueblos indios una situación crítica en términos de despojo
de sus bienes comunales y de imposiciones gubernamentales, a las que se enfrentaron con
una multitud de pequeños brotes de violencia mucho más radicales que los registrados en los
5 Véase, Escobar, Antonio, “Indios y no indios en pos de la ciudadanía a través de los Ayuntamientos en las Huastecas, 1812-1824”, (2001). Este trabajo presenta una interesante revisión del proceso de ciudadanización comparando el proceso mexicano con el latinoamericano.
años cuarenta del siglo XIX, pues en palabras de Leticia Reina “ahora dejaron de pelear por
una u otra cosa, por la recuperación de tierras, ríos, o por los altos impuestos. En esa ocasión,
al perder hasta sus antiguos aliados caciques, militares o curas, y al cerrarse todo canal de
expresión, aunado al recrudecimiento de las condiciones de vida; orillaron a los pueblos a
luchar por todo: su dignidad, es decir, por su derecho a vivir”.6 En síntesis, podemos afirmar
que ésta etapa de colonización desde arriba llega a su fin cuando los recursos de
intermediación, (los aliados) existentes que permitían una resistencia en adaptación para
campesinos e indígenas, quedaron cerrados y la polarización social llevó a la revolución
mexicana.
Podríamos ubicar por lo menos otras dos nuevas olas colonizadoras "desde arriba" en el siglo
XX, y que son contestadas desde abajo, la primera es aquella que ocurrió en los años cuarenta
y se prolonga hasta la década de los ochenta, caracterizada por la puesta en marcha de un
modelo de industrialización vía sustitución de importaciones, que en términos sociales estuvo
aparejado con la política pública frente a la diversidad cultural y étnica: el "indigenismo
incorporacionista" que tenía como premisa central llevar el "desarrollo" a los pueblos indígenas,
a través de distintos programas gubernamentales construidos sin el acuerdo de los supuestos
beneficiarios.
Se trató de un proyecto paternalista, sustentado en la creación de organizaciones indígenas
impulsadas por el Estado con el objetivo de incorporar a los indígenas a la cultura nacional y a
los beneficios que el proyecto desarrollista prometía. Con esta visión se creó el Instituto
Nacional Indigenista y sus Centros Coordinadores Indigenistas (CCI), y se pusieron en marcha
programas dirigidos al campo como los fideicomisos, sin embargo, a pesar de este intento de
control estatal se registró paralelamente la aparición de organizaciones autónomas. Sin
embargo, ya para mediados de los años sesenta el modelo económico emprendido mostraba
signos de agotamiento y la aparición de una grave crisis económica reactivaba las
movilizaciones de protesta y la aparición de un número importante de organizaciones
campesinas e indígenas independientes que exigían al Estado respuestas económicas a la
grave crisis agrícola, así como demandas por democratizar las estructuras de poder caciquiles.
Para la siguiente década, los ochenta, existen ya algunas organizaciones de carácter regional y
nacional independientes en las cuales militan un número importante de organizaciones
indígenas como en la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA) y la Central Independiente
de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), y se crean también organizaciones indígenas
tales como el Frente Independiente de Pueblos Indígenas (FIPI) y Movimiento 500 Años de
Resistencia Indígena, Negra y Popular, con el objetivo de demandar espacios autonómicos al
interior de la república. Simultáneamente se había ido formado un importante grupo de jóvenes
6 Ídem. Pág. 272.
indígenas en diferentes disciplinas, fundamentalmente de maestros bilingües, que se
constituirán como líderes de sus pueblos y organizaciones y que tendrán un papel importante
como mediadores políticos de los pueblos indígenas frente al Estado. Un rasgo significativo en
los años ochenta y que tendrá un papel relevante en los procesos organizativos de principios
de los años noventa, fue el hecho de que algunos líderes se vinculan con organizaciones
indígenas internacionales y se capacitan en derechos humanos, derechos colectivos y se
acercan al conocimiento de los instrumentos internacionales sobre derechos de minorías y
pueblos indígenas y a partir de entonces se abre una amplia discusión sobre la posibilidad del
reconocimiento de la autonomía indígena en la constitución federal. Se inicia pues, una etapa
de lucha por establecer una nueva relación entre pueblos indígenas y el Estado por la vía
legislativa, podemos hablar del inicio de una disputa por colonizar al Estado desde abajo,
aunque con pocos resultados porque el movimiento indígena nacional aún no alcanza una
madurez organizativa y de coordinación nacional que le brindaran un poder de negociación o
con posibilidades de emprender una confrontación lo suficientemente fuerte para lograr que el
Estado respondiera a sus reclamos y los considerará como interlocutores políticos.
En esta línea analítica encontramos que la última ola colonizadora "desde arriba" que
corresponde a la actual etapa neoliberal, fenómeno que marcó el fin del Estado de Bienestar,
así como una ampliación de la importancia de las organizaciones e instituciones
supranacionales. Esta nueva fase del capitalismo ha estado acompañada por el discurso
multicultural, que ha puesto énfasis en ampliar los principios clásicos del liberalismo, es decir,
de los derechos ciudadanos, de tal suerte que se amplió la concepción individualista de los
derechos ciudadanos a una en donde los derechos colectivos juegan un papel relevante. Sin
embargo, a pesar de que el multiculturalismo ha estado sustentado en nuevos discursos como
la democratización de la democracia, la globalización de los derechos colectivos y los derechos
humanos, la transparencia en la gestión pública, y la descentralización administrativa, en
realidad, a más de dos décadas de la primera euforia despertada por las políticas
multiculturales, sus efectos excluyentes, pauperizantes y colonizadores de esta era del
capitalismo salvaje son palpables.
En este contexto, el multiculturalismo ha estado antecedido y precedido por la multiplicación de
conflictos étnicos y políticos, así como por la aparición de redes igualmente supranacionales
que cuestionan, enfrentan y demandan el cambio de rumbo ante el fracaso de las promesas de
bienestar social y de los magros resultados de las "nuevas democracias" o las llamadas
"democracias emergentes". Este periodo comprende los años que corren desde el año de 1982
hasta la actualidad. La primera fecha coincide con el gobierno del ex-presidente Miguel de la
Madrid Hurtado y con el inicio de la Reforma del Estado en diferentes aspectos como son el
adelgazamiento del aparato estatal, a través de la desincorporación de las más de mil
cuatrocientas empresas que tuvo el Estado, con lo que se inició el fin del modelo de Estado de
“Bienestar Social” y entramos a la fase contemporánea neoliberal de libre mercado, de apertura
hacia el mercado externo y por tanto al fin del Estado benefactor.
En esta misma tesitura política, durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se dieron los
mayores cambios en la relación del Estado con los pueblos, se adicionó el artículo cuarto
constitucional, que reconoció la composición pluricultural de la nación y se modificó el artículo
27 Constitucional referido a los derechos sobre la tierra, que permitió la posibilidad de privatizar
tierras comunales y ejidales, y se modificaron los Códigos de Procedimientos Penales tanto el
federal como el concerniente al D.F., y a partir de entonces empezó una diversa pero continua
carrera por realizar reformas legislativas en materia indígena, que se traducen en que desde el
año de 1987 y hasta el 2006, son 22 las Constituciones estatales que reconocieron su
composición pluricultural.
En términos sintéticos, podemos señalar que el multiculturalismo, entendido como el proyecto
cultural del neoliberalismo, lo consideramos como una nueva colonización desde arriba, que si
bien responde en alguna medida a las demandas de los pueblos y organizaciones indígenas,
tiene grandes retos con relación a replantar las inequidades existentes y a resolver la gran
brecha existente entre el reconocimiento de derechos y su ejercicio (Sieder, 2006; Valladares,
2007b).7 De tal forma que la puesta en marcha de políticas de reconocimiento, emprendidas en
el marco de la Reforma del Estado, se han traducido en la constitucionalización de ciertos
derechos indígenas, como son las autonomías indígenas, el reconocimiento de tierras y
territorios, el reconocimiento de los sistemas jurídicos, la educación intercultural, entre los más
relevantes; sin embargo, se ha demostrado que estos reconocimientos tienen límites
predeterminados; se han cuestionado porque su contenido es muy limitado con relación a lo
demandado por el movimiento indígena, pues hasta ahora se trata de autonomías relativas,
supervisadas y acotadas en competencias jurisdiccionales (Gómez, Magdalena, 2002, 2004;
López Bárcenas, 2001, 2005). Pero sobre todo en el sentido que solo ciertas demandas tienen
cabida en el multiculturalismo neoliberal: aquellas que son concordantes con el modelo
económico y político vigente (Hale, 2004), incluso para Díaz-Polanco (2005, 2006) el
reconocimiento de derechos culturales tiene como objetivo utilizar la diversidad cultural para
incorporar a los pueblos indígenas a las redes de reproducción del capital en esta fase
neoliberal, y por tanto en desmedro de las demandas políticas del movimiento indígena, por lo
que el elogio de la diversidad solo significa una readecuación del sistema de dominación.
7 Para documentar los retos y brechas entre los avances en materia de reconocimientos constitucionales y las reformas institucionales consúltese el Informe sobre México, presentado por el Relator sobre Pueblos Indígenas de la ONU, Rodolfo Stavenhagen en 2003, así como el análisis preparado por la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas: La vigencia de los Derechos Indígenas en México, (2006), y en el Informe de la CEPAL 2006, titulado Panorama Social de América Latina, especialmente el Cap. 3 intitulado "Pueblos indígenas en América Latina: Antiguas inequidades, realidades heterogéneas y nuevas obligaciones para las democracias del siglo XXI.
Ahora bien, desde la experiencia multicultural sudamericana Donna Lee Van Cott (2000) afirma
que el reconocimiento constitucional de la naturaleza pluricultural y multilingüe de los Estados
en los años noventa se puede entender en parte como un esfuerzo por incrementar la débil
legitimidad de muchos gobiernos en turno. Desde ésta perspectiva el multiculturalismo tiene el
potencial de profundizar la democracia, en el sentido que las reformas emprendidas se
enmarcan en los nuevos procesos de democratización de los Estados que se viven en América
Latina, si bien esto es cierto, la misma autora afirma que este nuevo paradigma de las políticas
multiculturales, aumenta las posibilidades de intromisión directa del Estado y del sistema
político nacional en las comunidades indígenas. Esto lo podemos ver claramente en el caso de
México, por ejemplo, en lo referente a los sistemas de procuración de justicia existentes en los
pueblos indígenas, en donde como nunca antes vemos los esfuerzos de intromisión del Estado,
en algunas ocasiones para cuestionar o desconocer acuerdos tomados al interior de los
pueblos y comunidades indígenas, tales son los casos de la policía comunitaria de Guerrero
(Sierra, 2007), o lo referente al desconocimiento de autoridades elegidas en los municipios
autónomos zapatistas a través de Asambleas, entre otros muchos ejemplos.
Así las cosas, tenemos que nuevamente el fin del siglo XX pareció colocar al país en el dilema
de finales del siglo XIX, es decir, que ante el desconocimiento de la presencia indígena y sus
demandas, así como por la acelerada pauperización y la ascendente represión existente, los
indígenas respondieron como hacía un siglo generando movimientos radicales que luchan por
la dignidad: por su derecho a existir.8
En este escenario de contestación social, me interesa ahora dar cuenta de algunas de las
expresiones de la agencia social indígena para a través de ellas dar cuenta de las respuestas
que "desde abajo" intentan modificar los principios y las prácticas en que se sustenta el
neoliberalismo, de tal suerte que la pregunta es ¿Cómo se coloniza al Estado en tiempos
multiculturales? Intentaremos mostrar a partir de algunos procesos que nos parecen muy
reveladores la compleja dinámica existente entre la construcción de poder desde arriba y su
contestación y por tanto su colonización desde abajo, nos referiremos a los procesos
protagonizados por las mujeres indígenas organizadas.
Colonizando al Estado en tiempos multiculturales
Mujeres indígenas: de la descolonización del discurso feminista a la colonización del poder y la política Diversos estudios han dado cuenta de la presencia de las mujeres indígenas en los procesos
de lucha de sus pueblos y dentro de las filas de muchas organizaciones, sin embargo, hasta la
década de los noventa, podemos hablar de un movimiento social indígena con rostro femenino
y con demandas específicas (Hernández, 2006, Valladares, 2007a). Se trata de un complejo
8 Reina, Leticia, “Raíces y fuerza de la autonomía”, (2000).
proceso de constitución de las mujeres indígenas como actoras políticas. Ahora bien, el
proceso de construcción de un discurso y una plataforma política desde la perspectiva de las
mujeres indígenas de México y en el resto de América Latina es el resultado de una rica
fertilización entre el feminismo occidental, las luchadoras sociales de todas las latitudes, los
procesos de movilización y reflexión indígena en América Latina, así como de las propuestas
de líderes indígenas y académicas que han arribado a la construcción de una posición política
que defiende la necesidad de ubicar la problemática de las mujeres indígenas desde una
perspectiva culturalmente situada y políticamente comprometida (Sánchez, 2005).
En este andar podemos rescatar algunos de los espacios que las mujeres han logrado
colonizar desde abajo, primeramente me gustaría hacer referencia a la doctrina de los
derechos humanos, en virtud de su importancia en tanto que se ha constituido como una serie
de principios que deben de guiar las políticas públicas y porque las mujeres han encontrado en
el paradigma de los derechos humanos un lenguaje cohesivo global, un marco moral y una
estructura legal a través de la cual perseguir sus demandas; sin embargo, los enfoque
tradicionales han fracasado en proteger adecuadamente a las mujeres indígenas,
fundamentalmente por tres nociones erróneas: la primera tiene que ver con la percepción de
que las violaciones a los derechos fundamentales de las mujeres indígenas se deben a causas
inmanentes a las culturas de los pueblos indígenas que las colocan en condiciones de
subordinación; la segunda alude a la contraposición entre los derechos colectivos frente a los
derechos individuales, y la tercera se refiere a que el modelo de los derechos humanos ha sido
construido desde una visión occidental.
Con este sentido crítico diversas autoras como Sally Engle Merry (2003), han afirmado que los
organismos internacionales a partir de una definición limitada y esencialista del concepto de
cultura, denominada como costumbres y tradiciones, han pretendido culturizar conflictos y
desigualdades en países del llamado “Tercer Mundo,” sin dar cuenta en términos históricos del
origen de dichas prácticas, ni contextualizarlas en el marco de las relaciones de desigualdad
económica y política que construyen y dan sentido a las exclusiones de género. Paralelamente
a esta culturalización de las desigualdades de género, Sally Engle muestra cómo se
“desculturizan” y universalizan las prácticas y concepciones de los organismos internacionales.9
Por su parte Aída Hernández afirma que esos mismos mecanismos de “culturización” y
“desculturización” han estado presentes también en las organizaciones feministas en lo que se
refiere a los derechos humanos de las mujeres indígenas al contraponer los derechos de las
mujeres a las prácticas culturales, desculturalizando los primeros y definiendo limitadamente
las segundas, en este proceso de culturización de las desigualdades de género y
desculturización de los discursos de los derechos de las mujeres, los Estados latinoamericanos
han jugado un papel fundamental con la complicidad de las organizaciones no
9 Citada por Aída Hernández, “Hacia una propuesta multicultural de los derechos de las mujeres indígenas. Una propuesta desde México, 2006, en prensa.
gubernamentales feministas, pues el discurso desarrollista y modernizador ha tendido a culpar
a las “culturas indígenas” y a las “costumbres y tradiciones” de las exclusiones de las mujeres,
presentando la panacea del desarrollo y los derechos de la mujeres cómo alternativas
desculturizadas ante la exclusión.10
Estas críticas se han expresado en los diferentes foros nacionales e internacionales en los que
las líderes indígenas han conquistado un lugar, por ejemplo, han estado presentes en las
Conferencias Internacionales sobre la Mujer, de las cuales la IV Conferencia realizada en
Beijing en 1995 fue muy importante porque en esa ocasión las mujeres indígenas asistentes
demandaron que sus particularidades culturales fueran consideradas y a partir de entonces de
abrió un periodo organizativo relevante, tanto en América Latina como en diferentes regiones
del mundo.
Como sabemos, a partir de la aprobación de la Plataforma de Acción de Beijing,11 se han dado
avances significativos en el reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y sobre la
necesidad de poner un alto a la violencia y subordinación que viven, tal es el caso de la
aprobación de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW), así como la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Convención De Belem Do Para). Sin embargo, si
bien se han reconocido los adelantos que estas Convenciones suponen para todas las mujeres
del mundo, las mujeres indígenas cuestionaron el énfasis excesivo que la Plataforma de Beijing
puso sobre la discriminación e igualdad de género, pues despolitizaba temas centrales que
reivindican las mujeres indígenas, como son los derechos de sus pueblos de origen, o sus
denuncias sobre los impactos nocivos de los tratados comerciales en el marco del modelo
económico neoliberal, entre otros procesos que no son considerados como impactantes en la
condición de las mujeres indígenas, ya que en general se ha hecho énfasis en la condición de
pobreza y en ocasiones se habla de las diferencias culturales y las prácticas tradicionales como
causantes centrales de su condición.12
10 Ídem.
11 En la Plataforma se definen un conjunto de objetivos estratégicos y allí se explican las medidas que se debían de adoptar, a más tardar para el año 2000, los gobiernos, la comunidad internacional, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado para eliminar los obstáculos que entorpecen el adelanto de la mujer. Se señalaron 12 esferas de especial preocupación que fueron las siguientes: mujer y la pobreza; la educación y la capacitación; la violencia contra la mujer; mujer y conflictos armados; la mujer y la economía; la participación de la mujer en el poder y la adopción de decisiones; los mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer; los derechos humanos de la mujer; la mujer y los medios de comunicación; la mujer y el medio ambiente y la niña. Sobre los contenidos de cada uno de los rubros enunciados puede consultarse la página WEB http://www.un.org/spanish/conferences/Beijing/mujer2021.htm 12 Para tener una visión amplia sobre los procesos organizativos de las mujeres indígenas del mundo véase el Informe Mairin Iwanka Raya. Mujeres Indígenas confrontan la violencia. 2006.
Fue entonces en el marco de la Conferencia de Beijing, que las mujeres indígenas de diversas
partes del planeta pudieron encontrarse y conquistaron un espacio específico para ellas,
intercambiaron experiencias, preocupaciones y demandas. Allí también ellas se plantearon la
necesidad de contar con una organización que pudiera dar continuidad al trabajo emprendido a
nivel internacional y al trabajo de movilización que empezó durante la Conferencia. Con éstas
inquietudes Tarcila Rivera, Lucy Mulenkei, Lea MacKenzie y Bernice See fundaron el Foro
Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) en el contexto de la primera reunión de Enlace
Continental de Mujeres Indígenas que se realizó en Lima, Perú en 1999, cuyo Comité Directivo
fue el encargado de organizar el Primer Foro de Mujeres Indígenas, en Nueva York, en el
marco de la Conferencia de Beijing +5, realizada en 2000 bajo el liderazgo de la organización
Asambly of First Nation. Es decir, Beijing se constituyó como una punta de lanza para crear el
Enlace Continental de Mujeres que fue consolidando la formación de un grupo de mujeres
líderes con representación e impacto desde el ámbito internacional al local y del local al
internacional, me parece entonces que la colonización que desde abajo han logrado las
mujeres indígenas en los foros internacionales ha sido relevante para deconstruir el discurso de
la desigualdad de género basado únicamente en un enfoque de pobreza, exclusión y las
diferencias culturales.
Después de Beijing +5, el mandato del FIMI fue participar en las conferencias de las Naciones
Unidas y organizar un Segundo Foro de Mujeres Indígenas en el 2005. El FIMI participó
también en Beijing +10, organizando una conferencia preparatoria de Mujeres Indígenas para
la conferencia de Naciones Unidas. Este espacio contribuyó a apoyar el proceso para que las
mujeres integraran sus agendas, fortalecieran su unidad, desarrollaran capacidades de
liderazgo y cabildeo y aprendieran a incrementar su participación en los procesos de toma de
decisiones relacionados a proyectos, programas, políticas y leyes a nivel local, nacional e
internacional. El FIMI se convirtió en una red con el propósito de fortalecer las organizaciones
de mujeres indígenas, aumentar su participación y visibilidad en el ámbito internacional y
construir capacidades.13
Uno de los grandes aportes de las líderes indígenas que participan en Foros internacionales
fue el señalar que la situación de violencia que viven las mujeres indígenas está mediada por
varios aspectos de la identidad y sus interacciones, y en consecuencia hablan sobre la
necesidad de buscar una alternativa al concepto incluyente de “hermandad global” entre
mujeres que niega las diferencias de poder entre ellas, así como también a la posición
13 Sobre la trayectoria internacional del FIMI véase el Informe Complementario al Estudio sobre la Violencia contra las mujeres del Secretario General de las Naciones Unidas: Mairin Iwanka Raya: Mujeres Indígenas Confrontan la Violencia. El Informe puede consultarse en la el portal Web del Foro Internacional sobre Mujeres Indígenas, http://www.indigenouswomensforum.org/intadvocacy/vaiwreport-sp.html. 2006.
relativista que subraya las diferencias sobre los potenciales puntos de vinculación entre ellas,
por tal motivo reivindican una perspectiva intercultural comprensiva.14
En este contexto el grupo de trabajo de FIMI ha venido planteando la necesidad de contar con
un enfoque interseccional que de cuenta de las interrelaciones entre los varios aspectos en que
las identidades son usadas como categorías para resaltar privilegio y opresión, pues denuncian
que si bien se hace énfasis en proponer soluciones al problema de la violencia contra las
mujeres indígenas, es necesario que en dicho combate se considere que su problemática debe
entenderse en la intersección entre tres ámbitos: los derechos de los Pueblos Indígenas, los
derechos humanos y los derechos humanos de las mujeres.
Es así que en el primer rubro, el de los derechos humanos de los pueblos indígenas, las
mujeres indígenas señalaron reiteradamente la necesidad de que la Asamblea General de la
ONU aprobara la Declaración Universal sobre Derechos de los Pueblos Indígenas en tanto que
sería un instrumento que permitiría a los pueblos defender sus derechos constantemente
vulnerados por la convergencia de una compleja interacción de factores que van desde la
colonización, la ampliación del capitalismo occidental, la globalización, el nacionalismo y los
enfoques paternalistas y jerárquicos respecto del desarrollo que han creado un entorno social
en que las mujeres indígenas han sufrido.15
Sin duda alguna se ha avanzado mucho en las plataformas políticas de las mujeres indígenas a
nivel internacional y tales avances expresan con claridad que la solución a los problemas indios
del mundo, la impostergable reducción de la violencia y la intolerancia, no podrán enfrentarse
con un modelo que se centre solo en las diferencias culturales sin en reconocer lo que ellas
llaman las intersecciones de la violencia que estructural, cultural y simbólicamente, reproducen
la inequidad y la subordinación.
La conquista de espacios a nivel internacional, nacional y regional por parte de las mujeres
indígenas ha logrado modificar el discurso hegemónico, ha abierto pequeñas fisuras en el
discurso global de los derechos humanos y ha logrado que la problemática de las mujeres
indígenas sea vista como el resultado de procesos amplios como la colonización, el modelo
liberal capitalista, la globalización, el racismo y la discriminación.
Ahora bien, el arribo de las mujeres a foros internacionales ha estado apuntalado por fuertes
procesos organizativos a nivel local, regional y nacional, así como por la participación de estas
luchadoras sociales en el marco de las luchas indígenas por la democracia y la autonomía. De
tal forma que su agencia política se ha traducido en la construcción de marcos normativos que
14 Informe Mairin Iwanka Raya, Pag. 9. 15 Finalmente después de casi dos décadas de discusión la Declaración de Derechos de Pueblos Indígenas fue aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas el 13 de septiembre de 2007.
contienen referencias a sus derechos, por ejemplo el artículo 2º de la Constitución reformado
en 2001 alude al derecho al ejercicio de la libre determinación de los pueblos indígenas
respetando los derechos de las mujeres indígenas, también existe, aunque con grandes
limitaciones una agenda gubernamental para incluir una perspectiva de genero desde la visión
de las mujeres indígenas en todos aquellos programas y proyectos que las instituciones
gubernamentales pongan en marcha.16 Lo mismo podemos decir sobre diversas
organizaciones no gubernamentales que han impulsado y acompañado a cientos de mujeres y
organizaciones sociales que luchan por ampliar la participación de las indígenas en todos los
ámbitos de la vida comunitaria y nacional. Todas estas experiencias han impulsado procesos
de empoderamiento de las mujeres y han llevado a las mujeres indígenas a replantear y/o
resignificar sus identidades y a construir una agenda de género desde su cosmovisión.
En otro de los rubros en donde las mujeres han "colonizado" espacios y discursos es al interior
de las organizaciones indígenas mixtas como son los casos del Congreso Nacional Indígena
(CNI) y la Asamblea Nacional Indígena Plural por la Autonomía (ANIPA), en donde las mujeres
conquistaron el derecho a crear comisiones y espacios solo de mujeres, ciertamente se trató de
un proceso de negociación que generó algunos conflictos y desencuentros, pero ya legitimado
dicho espacio las mujeres lograron crear consensos generales sobre la importancia de
escuchar sus demandas (Gutiérrez y Palomo, 1999; Palomo, Castro y Orci 1999; y Sánchez,
2003 ). Hoy en día una diversidad de mujeres encabezan, coordinan o participan en
organizaciones productivas, de derechos humanos, políticas, etcétera, y empieza a ser
reconocida su presencia política, su aporte en la lucha de los pueblos indígenas, así como su
papel en la vida cotidiana para construir una vida digna.
De igual envergadura ha sido la construcción de espacios organizativos latinoamericanos y
nacionales, en cuanto a los primeros están los denominados Encuentros Continentales de
Mujeres Indígenas, desde donde las mujeres se posicionan políticamente sobre la situación de
los pueblos indios del continente y frente a las políticas económicas y políticas de los Estados
latinoamericanos, allí también se construyen plataformas y programas de acción (Valladares,
2008). En el nivel nacional destaca y la creación de la Coordinadora Nacional de Mujeres
Indígenas (CNMI) en 1997 que se constituyó como la primera experiencia de coordinación
nacional de y para las mujeres. Esta organización ha sido reconocida por las instancias
gubernamentales como un interlocutor válido para la negociación de sus demandas y en
16 Sobre los principios que guían la perspectiva de género de las instancias gubernamentales véase La perspectiva de género en las acciones de política pública dirigidas a pueblos indígenas, CDI, 2006. Una visión crítica sobre la forma en que se han venido impulsando acciones y proyectos públicos con una visión de género véase, Bonfil, "Lo público es ancho y ajeno. Obstáculos y desafíos para la construcción de una agenda de mujeres indígenas. (2004).
ocasiones algunas de sus integrantes han fungido como asesoras de proyectos y programas
dirigidos a los pueblos indígenas en general y a las mujeres indígenas en particular.17
Tenemos por tanto diversas estrategias para construir agendas de género culturalmente
situadas, en ocasiones podríamos hablar de procesos de "adaptación en resistencia", para
aquellos casos en que las mujeres indígenas han decidido incorporarse a las instancias
gubernamentales desde donde se construye y gestiona la política para los pueblos indígenas,
otras más han conquistado espacios de representación en el Congreso de la Unión y en
diversos cargos de la estructura municipal (Valladares, 2005; 2007a; Barrera, 2002; Barrera y
Massolo, 1998; Velásquez, 2003; Dalton, 2003, 2005). Otras más defienden una posición más
autónoma y luchan a través de sus organizaciones (Sánchez, 2005), en este contexto la
experiencia de las mujeres zapatistas, su Ley Revolucionaria de las Mujeres y los municipios
autónomos zapatistas continúan siendo uno de los referentes emblemáticos de los que significa
ser mujer indígena en tiempos de globalización y los enormes retos que han se tienen que
sortear para construir modelos de democracia pluriculturales en los cuales la equidad de
género culturalmente situada sea uno de sus componentes.
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17 La Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas se creó para poder enlazar a las representantes de las principales organizaciones existentes en México y emprender una lucha conjunta por el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indígenas. Fue en este contexto que se lanzó la Convocatoria para la realización del Encuentro Nacional de Mujeres que fue firmada por 13 organizaciones de mujeres indígenas, para realizarse en Oaxaca en el mes de agosto de 1997; entre las organizaciones más importantes estuvieron el CNI, la ANIPA, K’inal Antsetk, Nación Purépecha y UCIZONI. Se reunieron representantes de 118 organizaciones de 19 pueblos indígenas, provenientes de once estados de la república. Asistieron 560 mujeres, incluidas las provenientes de las bases de apoyo del EZLN y la Comandanta Ramona.
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