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“La gestione delle università e delle organizzazioni di ricerca in contesti
multiculturali".
Dra. Isabel Miralles Gonzalez
Secretaria General Universitat de Barcelona
La Universidad de Barcelona forma parte de la LERU lo que demuestra su
potencial en investigación. Además y así lo constatan los diferentes
rankings que anualmente se publican, se encuentra situada entre las
mejores universidades del mundo, lo que prueba también su calidad
docente. Esto hace que los estudiantes de la Universidad de Barcelona
pertenezcan a casi todos los países del mundo y que en ella confluyan casi
todas las culturas mayoritarias.
La Universidad es un reflejo de la sociedad y debe seguir siendo el centro y
el referente de una manera de entender la convivencia, el estudio y el
progreso. Un país como España y una ciudad como Barcelona refleja
claramente la situación multinacional y multicultural que constituyen un
reflejo de nuestro mundo. Puedo decir con satisfacción que no sólo no se
producen conflictos entre nuestros estudiantes sino que tampoco son
apreciables los conflictos en nuestra ciudad. Barcelona es y ha sido
siempre un lugar donde la convivencia es un modo de ser, donde la gente
se siente acogida, y donde todos podemos encontrar nuestro espacio.
Alejandro Portes, catedrático de sociología en las universidades de
Princeton y Miami y uno de los mayores especialistas mundiales en
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sociología de la inmigración ha señalado recientemente que España es un
país sin un modelo de integración de inmigrantes. Y ¡sorpresa!: es
precisamente por eso por lo que el grado de integración de los
inmigrantes es muy alto (el 81% de los hijos de inmigrantes nacidos el país
dice sentirse español y sólo el 5% afirma haber sido víctima de
discriminación en los últimos tres años).
El Dr.Portes se dedica a estudiar desde hace diez años la situación de los
inmigrantes de segunda generación en España, para lo cual ha
entrevistado en Madrid y en Barcelona a unas 7.000 personas nacidas en
España de padres extranjeros o que llegaron al país a una edad temprana
(antes de los 12 años). Los ha entrevistado a lo largo de varios años (2006,
2010 y 2012), para observar su evolución en el tiempo. Para finalizar, ha
comparado esos datos con los de otro estudio similar realizado en Estados
Unidos, un país con un 13% de inmigrantes frente al 16% de España. Y la
conclusión a la que ha llegado es rotunda: España es un país donde los
inmigrantes se integran bien, mucho mejor que en EEUU.
La prueba más contundente se encuentra en el número de hijos de
inmigrantes que dicen sentirse españoles. El porcentaje de inmigrantes
de segunda generación que se ven a sí mismos como españoles es del
49%. Y la cifra se dispara nada menos que al 81% entre los nacidos en
España de padres extranjeros, dejando fuera a los que llegaron al país
siendo niños. En Estados Unidos, sin embargo, los que se consideran
americanos son sólo el 13,5%. Y un dato más a favor de España: mientras
los inmigrantes de segunda generación en Estados Unidos que sienten
auto identificación nacional se reduce a medida que crecen, en España
aumenta.
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Otra evidencia se obtiene cuando se pregunta a los inmigrantes de
segunda generación si han sentido discriminados en los últimos tres años.
En España sólo el 5% tiene esa percepción. Un panorama radicalmente
distinto al de Estados Unidos, donde el 62% asegura haber sido víctima de
discriminación.
El Dr. Portas lo tiene claro: "En España nunca ha habido un modelo de
inmigración, no ha habido intentos de forzar a los inmigrantes a adoptar
la cultura del país, se les ha dejado a su aire. Y el resultado es que ha
tenido mucho más éxito a la hora de integrar a los inmigrantes que
aquellos países que han tratado de imponer la integración desde las altas
esferas del Estado”.
Bien, no sé si es por falta de políticas o por el contrario por la manera que
tenemos de entender la convivencia, por la que los datos son los que son.
Y, antes de explicar brevemente, como entendemos que debe gestionarse
la diversidad en la Universidad de Barcelona, permítanme que les adelante
algún dato que nos puede ayudar a situarnos (son datos del curso
2014/15):
el número de estudiantes extranjeros de grado es de un 5,4% sobre
el total
El número de estudiantes extranjeros de master es de 25,2%
El número de estudiantes extranjeros de masters propios es el 26%
El número de estudiantes de doctorado alcanza el 31,5%
Lo mismo cabe decir de los programas de movilidad. En la memoria
de la Universidad de Barcelona 2014/15 se realizó un resumen de la
movilidad de estudiantes POR PROGRAMAS Y AREAS GEOGRÁFICAS
que nos proporciona los siguientes datos
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Programa Europa EUA i Canadá
América Latina
Magreb y Oriente Medio
Asia y Oceanía
Países de África, Caribe y Pacífico (ACP)
Total
Erasmus estudios
UB 863 — — — — — 863
EET 1.105 — — — — — 1.105
Erasmus
UB 84 — — — — — 84
EET 36 — — — — — 36
Erasmus Mundus Acción 2
UB 2 — — 3 — — 5
EET 11 — 1 12 — 7 31
Grupo de Coímbra
UB 4 — — — — — 4
EET 5 — — — — — 5
Convenios bilaterales
UB 3 36 75 — 26 — 140
EET 27 20 87 — 18 — 152
Solicitudes individuales
UB 1 1 — — — 2
EET 13 6 76 — 10 — 105
Programes específicos de EUA (Study Abroad)
EET — 291 — — — — 291
Total estudiantes de la UB 957 37 88 3 26 — 1.111
Total estudiantes extranjeros 1.197 317 188 12 28 7 1.749
Estos números porcentuales son significativos, pero resultan más
impactantes cuando se hace en números absolutos: el pasado curso el
número de estudiantes extranjeros fue de más de 10.000
Quiero destacar que en estos momentos ya se imparten 9 Masters en
idioma ingles (íntegramente) y se dan aproximadamente en esa lengua
500 asignaturas.
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Nuestros grupos de investigación, como nuestras clases, están integrados
por personas capaces de desarrollar su actividad sin que importe su
procedencia originaria ni su religión u otra circunstancia meramente
accidental.
Pero, ¿realmente es improvisada la actuación –carecemos de políticas de
integración y de inclusión- o, por el contrario, responde a que España es
un país multinacional y por tanto multicultural y en consecuencia
sabemos entender la diversidad? Y, aun mas importante ¿Cómo
entendemos esta función integradora y evolutiva en la universidad de
Barcelona? Pues bien, partimos de una premisa y es que entendemos que:
“Educar es transmitir un patrimonio cultural que es reflejo de la identidad
cultural”. Y, si esta educación se convierte en medio para la realización de
oportunidades personales que van más allá de las condiciones de partida-
al permitir cambios y la creación de una nueva diferencia no condicionada
por la raza, la cultura, el sexo o la condición social- , tal educación será
intercultural o multicultural.
Multicultural es una sociedad en la que grupos diferentes, con una lengua
y una cultura diferentes, conviven en un mismo espacio geográfico
interculturalmente, es decir, respetando las diferencias de las otras y
aportando lo mejor de su cultura para que de ahí surja una nueva
sociedad en la que el respeto, la igualdad y la tolerancia sean la nota
predominante. Educación multicultural significa aprender acerca y con los
diversos grupos. Las culturas se diferencian, entre otras razones, por su
particular manera de adaptarse a los diferentes contextos, y es en esa
diferencia, que no desigualdad, sobre la que deben compararse y
encontrarse unas y otras culturas. Entender que existe un déficit de una
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cultura minoritaria frente a otra presuntamente mayoritaria por
dominante, equivale a no admitir la capacidad de cualquier cultura para
generar nuevas estrategias adaptativas en nuevos contextos.
Hay que aceptar la existencia evidente de la diversidad cultural como
fenómeno creciente en la sociedad; y esta diversidad debe ser un
concepto enriquecedor y articulador del proceso educativo y no un
instrumento indicador de diferencias.
Trabajar con personas de entornos diferentes hace que debamos
replantearnos el modo en el que nos relacionamos y nos entendemos. Y
uno de los elementos más importantes para poder articular una respuesta
adecuada a las necesidades que presenta el alumnado de origen
inmigrante es el análisis del impacto que implica su presencia. Su mayor o
menor impacto depende, a su vez, de otros muchos factores. Esto nos
sitúa en un nuevo plano complementario: la definición del concepto
cultura. El concepto tradicional de cultura viene definido como: “Efecto de
cultivar los conocimientos humanos por medio del ejercicio de las
facultades intelectuales del hombre”.
A nuestros efectos me parece destacable caracterizar la cultura como el
conjunto de significados, símbolos, valores y normas compartido por el
grupo, asimilada por cada uno de los miembros del mismo y
conjuntamente con los demás, de manera que cada individuo colabora en
la modificación o recreación cultural.
Una educación intercultural parte del reconocimiento de la cultura del
otro, de un conjunto de valores tan positivos como pueden ser los de la
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propia y toma la diversidad como algo de lo que se pueden beneficiar
mutuamente. Debe sacar a la luz los múltiples aspectos culturales que
forman parte de cualquier cultura. Todos estamos implicados en el
desarrollo de lo que tiene de enriquecimiento y en el proceso de
negociación y resolución de conflictos que genera.
Decía José Ignacio López Soria que: “El tema de la relación entre
interculturalidad y universidad, consiste en una exploración abierta que
tiene como fuentes de inspiración las reflexiones teóricas sobre la
interculturalidad y las acciones afirmativas a favor de la inclusión que se
están llevando a cabo en algunas universidades. Y hoy, lo que más nos
convoca es que las diversidades culturales que nos enriquecen han tomado
la palabra y nos están invitando a construir una sociedad en la que
podamos vivir todos digna y gozosamente juntos siendo diferentes”.
La toma de conciencia de la necesidad de construir una sociedad de esa
naturaleza pone de manifiesto que las instituciones, a pesar de las
políticas y prácticas de inclusión, son excluyentes. Si ya la inclusión misma,
entendida en términos tradicionales, plantea serias dificultades, el
postulado de una convivencia de diversidades aumenta las dificultades. El
tema de la interculturalidad tiene que ver no sólo con la producción y
difusión de conocimientos y construcción de ciudadanía sino, en general,
con la vida cotidiana, con los subsistemas sociales y las esferas de la
cultura. Las culturas en contacto interactúan y generan nuevas culturas.
En general, se acepta que toda cultura, por el hecho de serlo, establece
una distancia con respecto a otras culturas, situando a las distantes en
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posiciones de inferioridad y/o diferencias. Otro aspecto a remarcar es que
la cultura se transmite a través de diferentes mecanismos. Parte de la
cultura se «auto transmite» en función de su propia dinámica, mientras
que otra parte, es transmitida en instituciones privilegiadas y
especializadas que enfatizan los aspectos más formales o, si se prefiere,
más «académico» de ella.
Es en el ámbito de las relaciones sociales donde se conserva y se modifica
la cultura. Todas las culturas incluyen como procesos la transmisión y la
transformación de sus formas culturales, de modo que continuidad y
cambio cultural son procesos básicos de las mismas. Cuando hablamos de
la educación multicultural no nos referimos tanto a un proceso de
transmisión de cultura sino a la promoción del conocimiento (crítico)
generado sobre ella. Todo esto nos induce a presentar una nueva
propuesta sobre la educación multicultural. El objetivo específico de ésta
es transmitir, promover, facilitar la comprensión crítica de la cultura, de
las culturas.
En el caso concreto de la educación, el asunto se complica porque el
sistema educativo desempeña tradicionalmente un rol protagónico en la
construcción de homogeneidades. La necesidad de atender la diversidad
no es percibida por la educación superior porque a ella le llega una
población ya esencialmente homogeneizada. Por eso no es raro que haya
sido la educación superior el último segmento del sistema educativo en
abordar, teórica y prácticamente, el asunto de la inclusión y sus
implicaciones normativas e institucionales. De las reflexiones anteriores se
deduce una pregunta: ¿Cómo incorporar el principio diversidad en la
praxis universitaria?
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En general puede decirse que la universidad no se ha puesto aún al día en
el tema de la interculturalidad: no ha asumido plenamente la
responsabilidad que le corresponde desempeñar a este respecto y que
debe ser influenciar y marcar el camino a seguir por la sociedad y por las
demás instituciones educativas. Sin embargo, el tema está ya instalado en
la práctica académica de algunos docentes y estudiantes y en el debate
sobre la universidad. Hemos de continuar trabajando en entender la idea
de identidad plural, de “...valoración positiva de la diferencia, vista no
como una situación que conduzca a la descalificación del otro, sino como
fuente de enriquecimiento mutuo.”
La toma de conciencia de la diversidad y de la interculturalidad está ya
presentes en la vida universitaria, pero no informan todavía el quehacer
universitario en su conjunto. Vivimos en entornos cada vez más
multiculturales y a veces, la convivencia no necesariamente es armónica.
Por ello las diversas culturas que coexisten en un mismo entorno deben
respetarse mutuamente, atribuirse recíprocamente el mismo valor y
reconocerse capacidad de creación. Por consiguiente solo podemos
hablar de multiculturalidad cuando la convivencia entre las culturas es,
al menos, recíprocamente respetuosa. Ello condude a determinar que la
tolerancia es el concepto clave en entornos multiculturales. Pero la
expresión tolerancia no puede ser entendida como “soportar”, por el
contrario, la diversidad debe sentirse como fuente de enriquecimiento.
El concepto de interculturalidad remite esencialmente a un diálogo
fecundo y mutuamente enriquecedor entre culturas diversas. Tres
elementos constituyen el punto de partida:
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respeto mutuo
el reconocimiento recíproco de la capacidad de creación cultural y
la existencia de condiciones de igualdad para el desarrollo de cada
cultura.
A estos elementos se añade una voluntad de comunicación, de apertura al
otro, sin pérdida de las propias esencias. En contextos multiculturales la
interculturalidad se constituye en una idea o principio normativo que
debería regir el comportamiento de los individuos, los colectivos sociales,
las instituciones y los estados.
Si bien los principios son claros, la organización de la vida desde la
perspectiva de la interculturalidad no es nada fácil porque somos
herederos de un mundo en el que han predominado el principio de la
unidad y las estrategias de homogeneización, practicadas frecuentemente
de manera coercitiva, con su “natural” secuela de exclusión, marginación,
indiferencia, opresión, inclusión neutralizante, etc.
Y me pregunto, ¿este principio de interculturalidad es practicable en una
institución como la universidad a la que se le exige que provea de
competencias para un entorno globalizado? Desde mi punto de vista sí e
intentaré justificarlo. Una primera vía podría ser facilitar el acceso a la
universidad a los grupos sociales que tienen más dificultades para ello por
razones culturales. Este derecho antidiscriminatorio, debería basarse en
el establecimiento de políticas que den a un determinado grupo social, un
trato preferencial en el acceso o distribución de ciertos recursos, servicios
o bienes sociales. La educación universitaria es un bien social y, por tanto,
debería facilitarse la disponibilidad de este bien a quienes tienen mayores
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dificultades para acceder a él por razones lingüísticas y culturales. Si bien
es cierto que esta “acción” no asegura por sí misma la vigencia del
principio de la interculturalidad en la universidad, es condición necesaria
porque contribuye a que la universidad sea poblada por la diversidad
cultural que nos caracteriza como sociedad.
Pero no basta la presencia de personas de diversas culturas en la
universidad para que ésta se atenga al principio de la interculturalidad. Es
necesario, además, que estén también sus propias lenguas. El asunto de
la presencia de diversas de lenguas en la universidad es sumamente
complejo. Para abordarlo hay que tener en cuenta que la propia lengua no
es sólo un instrumento de comunicación sino de autopercepción y de
apropiación de la realidad. La lengua nos permite percibir la realidad,
organizarla, gestionarla y construirla. Si no es posible la presencia de todas
las lenguas, no está de más encontrar una lengua de comunicación global.
Además, la universidad tendría que tematizar el asunto de la
interculturalidad para fundamentar y enriquecer sus contenidos teóricos y
pensar mecanismos para su incorporación a la vida cotidiana. La
universidad debería ser no sólo un lugar de aplicación y ejercicio práctico
del principio de la interculturalidad sino, como ocurre con otros aspectos
como los derechos humanos en general, la equidad de género, la vigilancia
ecológica, la innovación tecnológica, la sociedad de la información y las
telecomunicaciones, los procesos de globalización, etc., un taller
permanente de elaboración y propuesta que permita que la teoría de la
interculturalidad vayan creciendo al ritmo de las complejas y variantes
condiciones de vida de la actualidad. La ayuda de profesionales, el apoyo a
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las personas en su entrada a los estudios, facilitarles programas de
integración y comunicación facilitan esta labor. La Universidad de
Barcelona dispone de un programa específico FEM VIA en el que se
cuenta con el apoyo de profesionales para facilitar la conciliación y la
mediación.
Con la reconciliación con la diversidad cultural, la universidad inaugura un
rumbo que propicia una convivencia entre lo diverso a partir del
reconocimiento de la capacidad de creación cultural de las diversas
culturas, y de la consideración de la intercomunicación como fuente de
dinamismo cultural. No se trata sólo de vivir juntos, sino de querer vivir
juntos en espacios libres de violencia cultural y lingüística. El resultado
que se busca con esa intercomunicación no es la fusión de lo diverso sino
una convivencia digna entre diversidades.
Hay que añadir que la reconciliación con la diversidad cultural de la propia
sociedad no conlleva que la universidad cierre sus puertas a la cultura
acumulada por la humanidad ni que se mantenga ajena a los procesos de
producción científica, tecnológica, intelectual y artística de otros pueblos.
En consecuencia hay que seguir acompañando esos procesos para
enriquecernos con ellos y para enriquecerlos con nuestras propias
creaciones.
Pienso que nos toca a nosotros diseñar y promover una reforma con dos
marcas de identidad que parecen contradictorias pero que pueden y
deben vivir juntas potenciándose mutuamente: la interculturización y la
globalización, es decir, por un lado, la reconciliación responsable con
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nuestra propia diversidad y, por otro, la apertura a la riqueza humana y
la participación creativa en el concierto internacional.
De esta manera, la universidad respondería a los dos retos medulares de
nuestro tiempo: la liberación de las diferencias, y la globalización de la
cultura, las instituciones y los procesos sociales. En la respuesta a estos
retos se juega la universidad su papel como institución clave de los
procesos sociales.
Esta última reflexión nos lleva a considerar la sociedad humana como
realidad multicultural, ya que todos los individuos de un grupo desarrollan
competencias en varias culturas (algunos prefieren considerarlas
microculturas, en una estrategia metodológica tendente a la clarificación
de un concepto que se puede utilizar en diferentes niveles grupales). Cada
individuo tiene acceso a más de una cultura, es decir, a más de un
conjunto de conocimientos y patrones de percepción, pensamiento y
acción. Ya no tenemos que seguir equiparando educación con
escolaridad, ni educación multicultural con programas formales.
La educación multicultural promueve competencias en múltiples culturas.
Qué cultura desarrollará un individuo en cada momento es algo que
vendrá determinado por la situación en concreto. La identificación social y
la competencia cultural son cosas diferentes.
Desde la educación se debe favorecer que los estudiantes sean
conscientes de la multiplicidad cultural que les rodea y a la que están
accediendo. Ese elemento de conciencia puede alejarnos de dicotomías
como la de cultura dominante/otra cultura, cultura escolar/cultura del
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hogar, potenciando esa concepción del multiculturalismo como la
experiencia humana normal.
Desde esta normalidad permitiremos el mayor y mejor crecimiento del
ser humano, su absoluta integración y comunicación con los demás, la
igualación cultural –con respeto a las diferencias- y sobre todo la idea de
que todos formamos parte indisociable de un único colectivo que es la
humanidad.