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107420-134476-1-PB

Date post: 13-Sep-2015
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GEO
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INTRODUCCIÓN Las montañas representan una parte esencial de la fisiografía del globo, y la ciencia geológica ac- tual reconoce en ellas unos elementos fundamenta- les para comprender la dinámica de la corteza te- rrestre. Desde la antigüedad han jugado un papel relevante para muchas culturas y civilizaciones, bien como lugares de retiro y paraísos del conoci- miento y la sabiduría, bien en un plano místico del que se deriva un carácter sagrado, con multitud de ejemplos a lo largo y ancho del planeta, como el monte Meru de los hindúes, el Olimpo griego, Al- borj para los persas, Iztaccíhuatl de los aztecas, la montaña de Qaf en la tradición árabe, el monte Kai- las para hindúes y tibetanos, Chuscha y Aconcagua, dos de las montañas más representativas de la cultu- ra inca, Koya y Fuji para los japoneses, el monte Si- naí, entre otros muchos, para la tradición judeo- cristiana, Uluru de los aborígenes australianos, Tai Shan y Jiuhua Shan para los taoístas y budistas chi- nos, respectivamente, que se reparten la gran mayo- ría de las montañas del país como sagradas... Sin embargo, el interés en la interpretación de su origen no ha tenido paralelamente el mismo gra- do de implicación a lo largo de la historia. En algu- nas ocasiones porque no existía un pensamiento ra- cional que alcanzase al mundo natural y bastaban los mitos; otras veces, y desde una perspectiva del cristianismo, debido a que la superstición y las con- jeturas de tipo religioso no propiciaban la observa- ción, con flagrantes intentos por parte de las autori- dades religiosas de desviar este tipo de estudios puesto que las Sagradas Escrituras tenían más peso que el llamado Libro de la Naturaleza, siempre ba- jo la actitud bastante dogmática de que la filosofía natural, por razones obvias, no ayudaba a la salva- ción, cuando no porque era más que suficiente la fe en la autoridad de los Antiguos. Durante cientos de años, y muy especialmente en el s. XVI, se estaba convencido de que la Parusía y el Fin de los Tiem- pos estaba próximo y por lo tanto no merecía la pe- na el estudio del mundo natural. Hasta la moderni- zación de la ciencia geológica a partir del s. XVIII es difícil encontrar explicaciones etiológicas sobre las cordilleras que se puedan definir como racionales, 16 EL ORIGEN DE LAS MONTAÑAS. I. DEL MITO Y LA SUPERSTICIÓN AL NEPTUNISMO. The mountain-building. I. From myth and superstition to Neptunism. FUNDAMENTOS CONCEPTUALES Y DIDÁCTICOS * I.E.S. Barranco Las Lajas, c/ Las Abiertas s/n, Agua García, 38355 Tacoronte, Santa Cruz de Tenerife. Miembro de INHIGEO. Correo electrónico: [email protected]. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 2007. (15.1) 16-29 I.S.S.N.: 1132-9157 Cándido Manuel García Cruz* RESUMEN Se realiza una aproximación histórica y didáctica de las teorías sobre el origen de las montañas como recurso para estudiar algunos obstáculos epistemológicos que han tenido una notable influencia en el de- sarrollo de la geología. En esta primera parte de un trabajo más extenso se analiza desde el pensamiento mítico hasta la filosofía neptunista, pasando por el organicismo, las primeras clasificaciones de las mon- tañas, y el permanentismo de la Física Sagrada, con sus contradicciones e incoherencias, ajenos total- mente a los modelos racionales de la ciencia geológica. ABSTRACT An historical and didactic approach is made of the theories concerning the mountain building as a re- source to study some epistemological obstacles which have had a marked influence on the development of geology. In this first part of a longer work, the ideas from the mythical thinking to Neptunism are analy- zed, through the organicism, the first classification of mountains, and the permanentism of the Sacred Physics, with its contradictions and incoherencies, beyond completely the rational models of geology. Palabras clave: origen de las montañas, historia de la geología, obstáculos epistemológicos, geomitolo- gía, permanentismo, organicismo, neptunismo, clasificación de las montañas. Keyworks: mountain building, history of geology, epistemological obstacles, geomythology, permanen- tism, organicism, neptunism, classification of mountains.
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  • INTRODUCCINLas montaas representan una parte esencial de

    la fisiografa del globo, y la ciencia geolgica ac-tual reconoce en ellas unos elementos fundamenta-les para comprender la dinmica de la corteza te-rrestre. Desde la antigedad han jugado un papelrelevante para muchas culturas y civilizaciones,bien como lugares de retiro y parasos del conoci-miento y la sabidura, bien en un plano mstico delque se deriva un carcter sagrado, con multitud deejemplos a lo largo y ancho del planeta, como elmonte Meru de los hindes, el Olimpo griego, Al-borj para los persas, Iztacchuatl de los aztecas, lamontaa de Qaf en la tradicin rabe, el monte Kai-las para hindes y tibetanos, Chuscha y Aconcagua,dos de las montaas ms representativas de la cultu-ra inca, Koya y Fuji para los japoneses, el monte Si-na, entre otros muchos, para la tradicin judeo-cristiana, Uluru de los aborgenes australianos, TaiShan y Jiuhua Shan para los taostas y budistas chi-nos, respectivamente, que se reparten la gran mayo-ra de las montaas del pas como sagradas...

    Sin embargo, el inters en la interpretacin desu origen no ha tenido paralelamente el mismo gra-do de implicacin a lo largo de la historia. En algu-nas ocasiones porque no exista un pensamiento ra-cional que alcanzase al mundo natural y bastabanlos mitos; otras veces, y desde una perspectiva delcristianismo, debido a que la supersticin y las con-jeturas de tipo religioso no propiciaban la observa-cin, con flagrantes intentos por parte de las autori-dades religiosas de desviar este tipo de estudiospuesto que las Sagradas Escrituras tenan ms pesoque el llamado Libro de la Naturaleza, siempre ba-jo la actitud bastante dogmtica de que la filosofanatural, por razones obvias, no ayudaba a la salva-cin, cuando no porque era ms que suficiente la feen la autoridad de los Antiguos. Durante cientos deaos, y muy especialmente en el s. XVI, se estabaconvencido de que la Parusa y el Fin de los Tiem-pos estaba prximo y por lo tanto no mereca la pe-na el estudio del mundo natural. Hasta la moderni-zacin de la ciencia geolgica a partir del s. XVIII esdifcil encontrar explicaciones etiolgicas sobre lascordilleras que se puedan definir como racionales,

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    EL ORIGEN DE LAS MONTAAS. I. DEL MITO Y LA SUPERSTICIN ALNEPTUNISMO.

    The mountain-building. I. From myth and superstition to Neptunism.

    FUNDAMENTOS CONCEPTUALES Y DIDCTICOS

    * I.E.S. Barranco Las Lajas, c/ Las Abiertas s/n, Agua Garca, 38355 Tacoronte, Santa Cruz de Tenerife. Miembro de INHIGEO.Correo electrnico: [email protected].

    Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007. (15.1) 16-29I.S.S.N.: 1132-9157

    Cndido Manuel Garca Cruz*

    RESUMEN

    Se realiza una aproximacin histrica y didctica de las teoras sobre el origen de las montaas comorecurso para estudiar algunos obstculos epistemolgicos que han tenido una notable influencia en el de-sarrollo de la geologa. En esta primera parte de un trabajo ms extenso se analiza desde el pensamientomtico hasta la filosofa neptunista, pasando por el organicismo, las primeras clasificaciones de las mon-taas, y el permanentismo de la Fsica Sagrada, con sus contradicciones e incoherencias, ajenos total-mente a los modelos racionales de la ciencia geolgica.

    ABSTRACT

    An historical and didactic approach is made of the theories concerning the mountain building as a re-source to study some epistemological obstacles which have had a marked influence on the development ofgeology. In this first part of a longer work, the ideas from the mythical thinking to Neptunism are analy-zed, through the organicism, the first classification of mountains, and the permanentism of the SacredPhysics, with its contradictions and incoherencies, beyond completely the rational models of geology.

    Palabras clave: origen de las montaas, historia de la geologa, obstculos epistemolgicos, geomitolo-ga, permanentismo, organicismo, neptunismo, clasificacin de las montaas.Keyworks: mountain building, history of geology, epistemological obstacles, geomythology, permanen-tism, organicism, neptunism, classification of mountains.

  • aunque en casos aislados podemos vislumbrar algnintento en este sentido. Hay que aclarar que por ra-cionalidad no nos referimos a los principios hereda-dos del Positivismo Lgico en el marco de una me-todologa cientfica que permite justificarexperimentalmente el conocimiento. Estamos ha-blando de una serie de modelos mentales donde notienen cabida los acontecimientos imposibles basa-dos en causas extraordinarias, en seres sobrenatu-rales, en analogas especulativas y teleolgicas,aunque, por razones muy diversas, en las distintasetapas socio-culturales en que se dieron dichos mo-delos no se dispusiera de unos mtodos cientficosequiparables a los utilizados en pocas posteriores.

    En este trabajo se abordar una sntesis histricasobre el origen de las montaas. Hacemos hincapiuna vez ms en que los estudios histricos constitu-yen, de acuerdo con Hallam (1983, p. VII), una ne-cesidad bsica para llegar a comprender de qu for-ma y en qu medida el ser humano ha reflexionadosobre la realidad natural del mundo que lo rodea.Tendremos, adems, en cuenta un postulado histo-riogrfico bsico: el inters en la historia de lasciencias no reside en el hecho de que el pasado sea,o pueda ser, considerado un instrumento para expli-car el presente, sobreentendiendo que ste es msveraz y relevante, ms fiable y meritorio, ms real ymejor fundamentado. El inters en el pasado estribaen que ste posee un valor intrnseco que lo hacefascinante por s mismo, independientemente de losderroteros histricos por donde haya transcurridoun tiempo futuro en relacin con aqul hasta alcan-zar un tiempo presente. El atractivo de la historia delas ciencias se debe a que nos permite comprenderel origen de las ideas, la diversidad en los modos depensamiento, sus cambios y sus transformaciones, yla forma en que han evolucionado a lo largo del de-sarrollo de la humanidad. Nos aproximaremos,pues, al pasado de las teoras orognicas por lo quefueron en s mismas, sin que se pretenda vislumbrarel momento presente sobre la base de ideas anti-guas. En otras palabras, no vamos a aplicar aqu uncriterio de demarcacin popperiano, sensu stricto, apesar de que evidentemente determinados enuncia-dos, desde la perspectiva actual, entren en conflictocon las observaciones posibles o concebibles.

    La historia de las ciencias, como fuente de infor-macin sobre la evolucin del conocimiento, nosayuda a comprender perfectamente el hecho de quela ciencia es una actividad humana, una construc-cin social. Esto nos sirve como argumento a favorde que la ciencia no es tan asptica como se puedasuponer (o desear). En las ciencias existe un conjun-to de factores sociales que configuran un marco ide-olgico en el que se elaboran los diseos experimen-tales, donde se plantean las lneas que deben regirlas observaciones, y condiciona inevitablemente lasconclusiones que se pueden extraer a partir de aqu-llas. Se trata, as, de un excelente recurso para reco-

    nocer los obstculos epistemolgicos que han limi-tado el desarrollo de una determinada disciplina yque tendrn su traduccin como conceptos estructu-rantes en el campo de la didctica. Ya se ha llamadola atencin sobre esto en el caso de las Ciencias dela Tierra, y se han identificado ideas importantesque, actuando como obstculos, han marcado elrumbo del conocimiento en su vertiente epistemol-gica y en relacin con la enseanzaaprendizaje dela Geologa (Pedrinaci, 1993a,b, 1994, 2000, 2001,cap. 3; Gohau, 1995; Lillo Bevi, 1996; GarcaCruz, 1998, 1999, 2001; AdrizBravo, 2001a,b;Sequeiros y Anguita, 2003)1. A travs de la historiade las diferentes teoras orognicas, en tanto quepertenecen a patrones ideolgicos bien definidos yms o menos rigurosos donde se intenta explicar to-do lo relacionado con el origen de las montaas, esposible analizar algunos aspectos conceptuales queya han sido abordados en ms de una ocasin comoobstculos fundamentales a lo largo del desarrollode la ciencia geolgica.

    La aproximacin histrica a las teoras orogni-cas es una tarea que requiere un trabajo muy exten-so. Por eso lo hemos dividido en tres partes: en esteprimer artculo se abarcarn los aspectos mticossobre las montaas, su naturaleza y su origen. Estonada tiene que ver con esos geomitos actuales sea-lados, entre otros autores, por Armstrong (1991) yDickinson (2003), y que bien mereceran, por otrolado, una revisin didctica; tampoco entraremos enla discusin de Gould (1987) sobre el tiempo geol-gico, o en el carcter inventivo en las geociencias alque se refiere Kennedy (2006) en relacin con lageomorfologa. Est ms bien ligado a los mitos es-tudiados hace dcadas por el filsofo e historiadorde las religiones rumano Mircea Eliade(1907?1986) como realidades culturales complejas,que constituyen historias verdaderas en socieda-des arcaicas (y naturales), y que por poseer un cier-to grado de sacralidad son adems ejemplares ysignificativas (Eliade, 1963). Algunos de estos mi-tos tambin haban sido considerados por AndrewD. White (18321918) a finales del s. XIX en suobra sobre el enfrentamiento de la ciencia y la teo-loga (White, 1896, cap. XVIII, pp. 421446). Nosreferiremos, pues, al pensamiento mtico de civili-zaciones antiguas as como a ideas arraigadas en elfolclore, en leyendas poticas, pasando tambin porlas conjeturas del organicismo, el permanentismo yel diluvialismo de la Fsica Sagrada, hasta llegar alneptunismo y a las primeras clasificaciones que sehicieron de las montaas. Se ha preferido un enfo-que temtico, ms que la tpica clasificacin en te-oras atectnicas y tectnicas, y dentro de cadaapartado se sigue un desarrollo cronolgico. Deja-remos para una segunda parte todo lo que tiene quever con autnticas deformaciones de la superficieterrestre, y en un tercer artculo se har una pro-puesta didctica.

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    (1) Vase adems dos monogrficos sobre conceptos y obstculos en geologa en las revistas Aster (vol. 20, 1995), y Enseanza delas Ciencias de la Tierra (vol. 4, N 1, 1996).

  • LA FORMACIN DE LAS MONTAAS: DELA MITOLOGA AL NEPTUNISMO

    Antes de entrar de lleno en las distintas ideassobre el origen de las montaas, conviene recordarque tres siglos antes de que Gaston Bachelard(18841962) formulara en los aos 1930 su teorasobre el espritu cientfico en la que expona losconceptos de obstculos, rupturas y actos episte-molgicos, Francis Bacon (15611626), Barn deVerulam, haba sentado las bases del nuevo instru-mento que deba guiar la construccin de la filoso-fa experimental. Aunque no todas las orientacionesbaconianas han sido positivas para el desarrollo dela ciencia, s es preciso destacar, por un lado, susalegatos en contra del viejo organon aristotlico yde sus postulados teleolgicos, y por otro, su firmenegativa a concederle un valor intrnseco a la ima-ginacin, a la intuicin y al sentido comn comofuentes de conocimiento. Todos ellos conformaban,segn el filsofo britnico, una parte esencial de esasupersticin que invadida por la Teologa co-rrompa la filosofa y constitua el peor de todos losazotes, tanto para el sistema en su conjunto comopara sus diversas partes (Bacon, 1620, Libro 1, 65,p. 54). No es posible sostener, como afirmaba tam-bin Goethe, que la imaginacin en el campo de laciencia era uno de los enemigos interiores del hom-bre, y seguir negando, como se ha hecho en nume-rosas ocasiones, el poder y el valor de la imagina-cin en el desarrollo de las ciencias, y en concretopara la geologa. Pero la epistemologa s reconoceen la intuicin y en el sentido comn precisamentedos de las fuentes ms importantes de obstculos.

    Como veremos, existen algunos aspectos intere-santes en relacin con el origen de las montaasque pueden llegar a enriquecer nuestra forma de verel Planeta Tierra a travs de mitos, leyendas y rela-tos poticos que constituyen una parte importantede la cultura universal. Las primeras ideas que va-mos a examinar pertenecen esencialmente a este ca-rcter mtico y a la supersticin, y son fruto de laimaginacin del hombre antiguo, de su poder creati-vo. Tienen, pues, un origen primitivo, y estn, deuna forma u otra, en las races de todas las religio-nes. Para Sengr (2001, p. 3), stas han dotado a lahistoria de un pensamiento no actualstico, puestoque los acontecimientos infrecuentes se conviertenen hechos recurrentes bajo la forma de fenmenoscclicos. Asimismo, han eliminado de la memoriacolectiva los acontecimientos cotidianos, conden-sando en entidades mitolgicas sobrenaturales loque pudieron haber sido en un pasado remoto acon-tecimientos y personalidades inusuales. Hay que te-ner en cuenta que los mitos revelan qu ha ocurrido,pero no suelen explicar cmo han sucedido las co-

    sas, y cuando lo hacen es a travs del poder omn-modo de seres sobrenaturales mediante una activi-dad creadora en tiempos primordiales. Tal com-prensin no es imprescindible, como tampocoresulta necesaria culturalmente, para penetrar en losrelatos mticos. Basta con rememorarlos peridica-mente a travs de rituales!

    Estas explicaciones quedan, pues, al margen delas etapas ms racionales del pensamiento geolgico,y no es posible, por ende, definirlas como procesosorognicos. No obstante, como ya sealara Karl Pop-per (19021994) en su obra Conjeturas y Refutacio-nes, los mitos estn en la base de cualquier aproxi-macin cientfica que se ha hecho a lo largo de lahistoria sobre el mundo que nos rodea, y pueden,adems, anticiparse de forma sustantiva a lo que conel tiempo llegarn a ser nuevas teoras o nuevas ver-dades cientficas (Popper, 1963, p. 63). Son, por tan-to, una importante fuente de conceptos estructuran-tes, estimulan la investigacin y abren nuevasperspectivas en el mbito de la enseanzaaprendiza-je. En ltima instancia, sta es esencialmente nuestraintencin con esta aproximacin histrica.

    Entre la magia, gigantes, dioses y semidiosesA lo largo de la historia se ha considerado que

    las montaas han surgido de ambientes acuticos,bien por retirada de las aguas como consecuencia deuna reordenacin divina de la materia o en relacincon un proceso fsico como la evaporacin, bien porel plegamiento de los materiales sedimentarios alldepositados. Es muy probable que las ideas ms an-tiguas en este sentido tengan su origen en el recono-cimiento de la existencia de fsiles marinos en la ci-ma de las montaas, aunque en la gran mayora delas ocasiones no est explcito en los textos corres-pondientes. Asimismo, el folclore geomitolgico,cuyo estudio ha tenido un cierto auge en los ltimosaos (Vitaliano, 1968, 1973; Tepper, 1999; Barber yBarber, 20042; Krajick, 2005; Sequeira Fernandes,2005; Piccardi y Masse, 2007), nos presenta el ori-gen de muchas caractersticas del paisaje en relacincon dioses o semidioses. Veremos en los prrafosque siguen algunos ejemplos representativos, y em-pezaremos por los mitos cosmognicos.

    En el Enuma elish (I.5), poema babilnico de lacreacin (ca. s. XI a.C.), as como en la Biblia ju-deocristiana (Gnesis 1, 910), se plantea de unaforma simple que, partiendo de un caos acutico,las aguas se juntaron y se separaron as de lo seco;aunque no se habla expresamente de las montaas,el relato bblico indica que sus races, hasta dondehabra llegado el profeta Jons, se encuentran en elmar (Jons 2, 7)3. El ZendAvesta de los persas

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    (2) Esta obra trata la mitologa en un sentido amplio, y contiene numerosas e interesantes referencias a los geomitos, incluyendolos aspectos cosmognicos, los terremotos, la actividad volcnica y las montaas.(3) La cita exacta de Jons (2, 7) dice: He descendido hasta las races de los montes (versin yavtica de la Vulgata Latina). Enla edicin de la Biblioteca de Autores Cristianos (versin sacerdotal) figura como Haba bajado ya a las bocas del Hades, conun sentido ms bien de interpretacin teolgica en referencia tanto al dios del inframundo de los muertos como a su morada segnla mitologa griega.

  • atribuido a Zaratustra (ca. 628551 a.C.), seala aldios Ahura Mazda como hacedor de todas las mon-taas como asientos de la santa felicidad (2 par-te, Srzah I, 28.Zemyd; Mller, 1882, p. 11). Enel Poema de Gilgamesh, una de las grandes epope-yas de la antigedad sumeria (ca. 2500 a.C.), seatribuye a este rey de Uruk, entre otras hazaas, lade ser abridor de los desfiladeros de las montaas(I.I.36), aunque no est del todo claro si fue ms co-mo explorador o como agente geolgico.

    Hesodo (ca. s. VIII a.C.), en su Teogona, refie-re que Gea, la Madre Tierra, sin contar con el gratocomercio, tambin dio a luz las grandes Monta-as (p. 76), los ourea trmino del que deriva oro-gnesis, en forma de dioses primordiales de lasmontaas, entre ellos los montes Athos, Olimpo yEtna. Asimismo Ovidio (43 a.C.17 d.C.), en lasMetamorfosis (ca. 18 d.C.), relata que el mismodios que orden y dividi la masa, quienquieraque fuera, tambin orden que se hundieran losvalles, ...y se elevaran los montes pedregosos (Li-bro I.4344). Y entre los nativos norteamericanos,Begochiddy, dios de los Navajos, hizo las montaasen todas las direcciones de los cuatro mundos quehaba creado sucesivamente (Klah, 1942, pp.3951; Levy, 1998, pp. 5457).

    En la Primera Parte del Popol Vuh, libro sagra-do de los mayas quichs, se indica expresamenteque las cadenas montaosas surgieron de las aguas,si bien es cierto que el fenmeno en cuestin emanadirectamente de un prodigio, del arte de la magia(cap. 1, p. 24). Ms adelante se especifica que tantola Tierra como los valles y las grandes montaasfueron hechas en una sola noche por el gigante Zi-pacn, hijo de VucubCaquix, demonio del infra-mundo (cap. 5, p. 34; cap. 7, p. 39; cap. 8, p. 44).Zipacn, arrogante y pendenciero, llevaba las mon-taas a sus espaldas durante el perodo nocturno(cap. 8, p. 42) para que no fueran movidas o des-truidas por su hermano Cabracn, que en quichsignifica precisamente terremoto. En una de susmltiples disputas, Zipacn fue derrotado y conver-tido en piedra (cap. 8, p. 44).

    Segn el Corn las montaas fueron plantadaspor Dios como si fuesen jaimas sobre una tierra ex-tendida a modo de tapiz o alfombra (LXXIX, 30,

    LXXXVIII, 1920), de donde parece derivar la idea deuna Tierra plana; hay por otro lado en el Corn unadoble visin teleolgica: las montaas han sido dis-puestas como estacas para darle firmeza a la Tierray evitar as que se mueva o tiemble con los hombres(XVI, 15, XXI, 32, XXXI, 9 [10], LXXVIII, 7, LXXXVIII,19), y, al mismo tiempo, se han levantado para be-neficio del ser humano y de sus rebaos (LXXIX,3233).

    Por otro lado, en la literatura mtica popular seestablece una relacin de las montaas con persona-jes de gran envergadura, los gigantes, de los quehablan numerosas y muy diversas tradiciones cultu-rales. De alguna manera, el origen de los montes seasociaba a la propia existencia de estos seres gigan-tescos que habran sido los primeros habitantes dela Tierra, o a la transformacin de las estructurascorporales de algunos hroes mitolgicos. Segn latradicin germnica, por ejemplo, los gigantes es-tropearon la primitiva superficie terrestre al cami-nar groseramente sobre ella, recin creada, lisa yblanda, dejando por doquier sus enormes huellasque no son otra cosa que las montaas y los valles.Esos mismos gigantes slo se movan en la oscuri-dad de la noche, y los que no llegaban a ocultarsede la luz del sol en las primeras horas del da seconvertan en piedra. As se explicaba, por ejemplo,el origen de las Karkonosze o Riesengebirge (lite-ralmente Montaas Gigantes) entre Polonia y Che-quia, en la cadena montaosa de los Sudetes, o delconjunto volcnico de las Siebengebirge (o SieteMontaas, aunque en realidad son unas cuarenta),que seran restos de los materiales excavados porgigantes para formar una fosa o depresin existenteen la cuenca del Rin. En otras ocasiones, era elcuerpo de un gigante al morir quien se transforma-ba, como Ymir, el primer ser antropomrfico, cuyocuerpo dio lugar a la tierra y sus huesos a las mon-taas (Eliade y Couliano, 1991, p. 168; Rossman,2005, pp. 67), o el ejemplo de Zipacn comentadoanteriormente.

    La mitologa nrdica comparte la labor de losgigantes en la etiologa de las irregularidades del

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    Fig. 1. Representacin maya de la muerte de Zipac-n.

    Fig. 2. Dibujo alegrico al origen mitolgico de al-gunas rocas en las Karkonosze o Riesengebirge(Cadena de los Sudetes).

  • paisaje. En el municipio noruego de Brnny existeuna curiosa montaa con forma de sombrero cono-cida como Torghatten, que est atravesada por unenorme agujero. Segn la leyenda, el gigante Hest-mannen, al no poder capturar en su persecucin a lahermosa Lekamya, dispar una flecha que inter-cept el tambin gigante Smna lanzando su som-brero; al caer al suelo, el sombrero se transform enla montaa con el agujero abierto por la flecha. Alsureste de Suecia, en la costa del condado de Ble-kinge, existen algunos peascos montaosos queforman un conjunto de islas e islotes, y que segn latradicin son piedras arrojadas por un gigante, talcomo recoge Selma Lagerlf en la extraordinariahistoria de Nils Holgersson, en 1906. La gran de-presin de sbyrgi, situada en el Parque NacionalJkulsrgljfur, al norte de Islandia, tiene forma deherradura, y no es otra cosa que la huella de Sleip-ner, el mtico caballo de Odn.

    Por otro lado, la cordillera del Atlas lleva estenombre porque segn la mitologa griega se trataprecisamente de este titn, hijo de Jpeto, converti-do en piedra por rebelarse contra los dioses delOlimpo. Y segn el folclore inuit, la lucha entre lostuniqs, seres gigantescos y temibles, model la Tie-rra mediante sus golpes dando lugar a las montaasy a los valles. Tambin en la cultura mesoamerica-na, una princesa azteca y su amante fueron conver-tidos por los dioses en montaas sagradas, Iztac-cihuatl y Popocatpetl, respectivamente, tras su

    suicidio por amor (Glockner, 1996). Algunas veceslas mitologas relacionan el origen de las montaascon animales sobrenaturales como, por ejemplo, elpueblo africano Fon de Benin, para quien AidoHwedo, una especie de serpiente alada o dragn,haba colaborado en la creacin del universo for-mando las montaas con sus excrementos, y eratambin la responsable de los terremotos (Littleton,2002, pp. 627630); en otros casos, las montaassurgen de las entraas de la tierra milagrosamente,como el volcn Fuji, en Japn

    Entre la tradicin hexameral y el literalismo b-blico

    El papel que jug la Teologa en las primerasinterpretaciones sobre la naturaleza fue extremada-mente relevante si tenemos en cuenta que la filoso-fa natural estaba subordinada a ella. Pero al mismotiempo esta relacin tambin estuvo, en cierto mo-do, cargada de contradicciones (Harrison, 2006),puesto que cada vez eran mayores los retos proce-dentes de la observacin directa en el Libro de laNaturaleza, y que ponan en entredicho los textossagrados. Los telogos naturales de siglos prece-dentes aplicaban su idea del diseo y de las causasfinales, a juicio de Glacken (1967, p. 350), con undiferente grado de entusiasmo a los problemas msinmediatos. Esto se vio reflejado en la ausencia deun consenso claro en relacin con el origen de lasmontaas. Mientras que para unos autores habansido creadas desde el principio, en el Tercer Da se-gn el relato hexameral, para otros, siguiendo tam-bin el texto mosaico, el Diluvio haba contribuidoa su configuracin definitiva; lo que para unos eranimperfecciones del Plan Divino sometidas a fuerzasmundanas que provocaban su decadencia, otros ve-an en ellas autnticas maravillas, lugares privilegia-dos donde la denudacin era considerada como unmecanismo beneficioso puesto que restauraba la an-tigua regularidad de la Creacin, cuando no una fa-lacia del atesmo. Como consecuencia de esta dis-puta, las montaas se convirtieron en una piezaclave de los presupuestos teleolgicos a favor deuna Tierra diseada como habitculo de la humani-dad.

    Esta lnea etiolgica de tradicin textual o lite-ralismo bblico, referido en especial al Hexamernde Moiss, ha estado siempre relacionado con el de-sarrollo de las llamadas Teoras de la Tierra a partirdel s. XVII (Magruder, 2000). En el plano epistemo-lgico, dicha corriente se traducira en uno de losobstculos ms importantes que ha soportado laciencia geolgica durante siglos, el permanentismoo inmutabilidad del planeta, inexorablemente unidoa otro obstculo sustantivo: la idea de una Tierrajoven, de apenas seis mil aos. Algo parecido ocu-rri tambin entre la mayora de los intelectualesmusulmanes, que intentaban mitigar el conflicto en-tre racionalidad y revelacin para armonizar la reli-gin con la filosofa (Mahdi, 2000), aunque la filo-sofa natural en cierto sentido qued liberalizadapor el Islam.

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    Fig. 3. El sombrero de Smna (Torghatten, No-ruega).

    Fig. 4. Huella del caballo de Odn (Depresin desbyrgi, Islandia).

  • En el mbito cristiano, el clmax imaginativo selo debemos al Rvdo. Thomas Burnet (1635?1715):en su Telluris Theoria Sacra, cuya primera edicinlatina data de 1681, sostena que, antes del diluvio,la Tierra era llana y lisa, y careca de montaas. Co-mo consecuencia del diluvio, se produjo el hundi-miento catastrfico del arco de la primera tierrasobre el abismo. Esto provoc la expulsin de sufi-ciente material que all se encontraba dando lugar auna superficie totalmente irregular formada pormontaas y valles (Burnet, 1681, 1684, Lib. I, caps.IV y XI). Las ideas de Burnet eran totalmente hosti-les a la existencia de las montaas, tanto desde unpunto de vista esttico como de su utilidad, y tuvie-ron una doble consecuencia: por un lado, desperta-ron un inters muy especial por el paisaje montao-so (Ogden, 1947), y por otro, puesto que dejabanmalparado al Gran Gemetra del universo, provo-caron un agrio debate incluso entre los telogos na-turales. John Keill (16711721), por ejemplo, sepreguntaba cmo un ignorante en Geometra era ca-paz de escribir un libro sobre Filosofa Natural(Keill, 1698, p. 26). Tambin fueron discutidas atravs de una relacin epistolar por Isaac Newton(16421727), que defenda un origen de las monta-as a consecuencia de la contraccin del planeta pordesecacin a partir de un caos acuoso (Brewster,1855, pp. 447454; Turnbull, 1960, pp. 319 y321335; Garca Cruz, 2005).

    Otros autores contemplaban posibilidades biendistintas. El Rvdo. John Ray (16271705), uno delos primeros y ms influyentes telogos naturales,public en 1691 una obra sobre la sabidura divinay el diseo inteligente que se manifestaba en unorden social emanado de la Creacin, y que ten-dra una gran repercusin. Frente a la idea de lasmontaas como verrugas , excrescenciassuperfluas, desperdicios o ruinas, Ray analizaba enesta obra, desde un prisma teleolgico, una serie deefectos positivos en tanto que los montes eran ne-cesarios, beneficiosos y de gran utilidad; y entreestos efectos destacaba ser origen de manantiales yros as como de la lluvia fruto de la condensacinque se produce en sus laderas, su accesibilidad paralos yacimientos minerales, la proteccin para la po-blacin contra los vientos fros, su gran variedadde suelos aptos para los cultivos, y, en un planoms bien esttico, su carcter decorativo y comoatalaya para la contemplacin de la belleza de lastierras adyacentes ms bajas (Ray, 1691, pp.215220; Davies, 1969, p. 112; Gillespie, 1987).Un ao despus publicara sus tres disertaciones f-sicoteolgicas que trataban del caos primitivo y lacreacin del mundo, del diluvio, sus causas y susefectos, y de la conflagracin final (Ray, 1692). Enla Primera Disertacin, Ray sostena que Dioscre el Globo Terrqueo a partir del caos, sin for-ma y vaco (cap. II, p. 5) y que posteriormente se-par el agua de la tierra y surgieron as las monta-as (cap. II, p. 7); pero no poda determinar si estoocurri directamente por el poder de Dios o por se-gundas causas, como los terremotos, que tendransu origen en los fuegos y gases subterrneos, y queprovocaban el hundimiento de los valles y la eleva-

    cin de las montaas (cap. III, p. 10). John Ray esun telogo natural singular, porque adems de ha-cer referencia a la Biblia (Gnesis 1, 2 y 9; Salmos104, 6 y 9), cita tambin a autores profanos comoOvidio (Metamorfosis, Libro I.5), y Estrabn (63a.C.19 d.C.) (Geografa, Libro I), y asimismo sebasa en la observacin directa: comparando lasgrandes cosas con las pequeas, y en relacin con

    21Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007 (15.1)

    Fig. 5. Thomas Burnet (1635?1715).

    Fig. 6. Primera pgina de Telluris Theoria Sacrade T. Burnet (ed. 1694).

  • la elevacin del terrero que se produjo cerca delpuerto de Puteoli, en el golfo de Npoles, comoconsecuencia del terremoto del 29 de septiembrede 1538, Ray se preguntaba por qu las montaasms altas no pudieron ser levantadas por el fuegosubterrneo en cantidad y fuerza suficientes paracausar tal efecto (cap. III, p. 12).

    Otro personaje notable fue William Whiston(16671752), autor de A new theory of the earth,from its original, to the consummation of allthings, aparecida en Londres en 1696. Se trata deuna teora hexameral en la que se copia o reinter-preta de forma parecida algunas de las figuras deBurnet, e incorpora la mecnica celeste de Newtony la teora cometaria del astrnomo y matemticobritnico Edmund Halley (16561742)4. En unalarga introduccin, Whiston empieza criticando lasinterpretaciones errneas del relato mosaico quehaban conducido a grandes contradicciones(Whiston, 1696, Introductory Discourse, p. 1),puesto que el Gnesis no era un relato sutil y filo-sfico del origen de todo, sino la representacinhistrica y verdadera de la formacin de la Tierraa partir del caos (p. 3); esta introduccin finaliza

    con tres postulados bsicos que expresan la tradi-cin escritural, y, en resumen, sostienen que en elsentido obvio o literal de las Escrituras est la ver-dad, y por lo tanto no es posible aportar evidenciasrazonables en sentido contrario, ni adscribir a unPoder Milagroso lo que tan claramente se relata deforma natural; consecuentemente hay que admitircomo verdad lo que la Tradicin Antigua defiendesobre la constitucin de la naturaleza y el estadoprimitivo del mundo, puesto que estn de acuerdocon la Escritura, con la Razn y con la Filosofa (p.95).

    Las ideas sobre la literalidad de las SagradasEscrituras tambin las encontramos en algunostextos profanos poticos que hacan hincapi en laveracidad del relato mosaico, intentando armoni-zar la realidad con la Biblia. ste es el caso, porejemplo, de John Milton (16081674), a pesar deser uno de los autores del Renacimiento britnicoms influidos por el metafrico Libro de la Natu-raleza (Norwick, 2006, vol. II, cap. 9). En El para-so perdido, Milton relata las maravillas reveladaspor el Divino Intrprete, entre ellas, que tras juntarDios las aguas en un solo lugar, ...de improviso,las montaas enormes, desprendidas de las olas, seelevan... hasta alcanzar el cielo (Libro VII, p.124).

    Se han sealado algunas objeciones que se lle-garon a plantear precisamente a lo largo del s. XVIIen contra de la antigedad de las montaas (Davies,1969, pp. 3537). La ms importante, sin duda, pro-viene de la idea de denudacin, cuya realidad habasido aceptada por la gran mayora de los naturalis-tas desde el siglo anterior, destacando la interpreta-cin que aport Leonardo da Vinci (14521519) so-bre la accin del agua (Da Vinci, 1508b, pp.171178), as como Nicolaus Steno (16381686)ms de ciento cincuenta aos despus (Steno, 1669,pp. 168171 [p. 261]5). William Shakespeare(15641616) introduce esta idea en la Segunda Par-te de su drama histrico Enrique IV, publicado en1598, en el que, en un dilogo con el conde de War-wick, pone en boca del rey: Oh Dios, si se pudie-se leer el libro del Destino y ver las revoluciones delos tiempos, unas veces allanar las montaas y di-solver en el mar el continente (fatigado de su slidafirmeza)...! (Acto III, escena 1, p. 105).

    No era posible entender que la topografa tuvie-se un origen divino y al mismo tiempo aceptar sudescomposicin mediante agentes mundanos, a noser que tales estructuras no hubieran sido fruto delDiseo Inteligente y fuesen realmente anomalas,irregularidades e imperfecciones de la superficieterrestre. Sin embargo, es paradjico y contradicto-rio que se atribuyesen dichos calificativos a unasestructuras ntimamente ligadas, segn la Biblia,por un lado a las teofanas (Puche Riart, 2001), y

    22 Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007 (15.1)

    Fig. 7. John Ray (16271705).

    (4) Sobre estas ideas ironiz su contemporneo el escritor irlands Jonathan Swift (16671745) en su obra Viajes de Gulliver (3Parte, cap. ii, pp. 212213).(5) La paginacin entre corchetes de la obra de Steno remite a la traduccin castellana del profesor Leandro Sequeiros citada en labibliografa.

  • por otro a una serie de acontecimientos de grantrascendencia para la tradicin judeocristiana, des-de el Monte Sina (Horeb), del Antiguo Testamen-to, al Monte de los Olivos, en el Nuevo Testamento,pasando por la montaa del Sermn, los montes Ba-sn, Calvario, Ebal, Garizim, Hor, Mambr, Nebo ySin, sin olvidar tampoco nombres como Ararat,Carmelo, Tabor... Las montaas, por lo tanto, debe-ran haber tenido para los exegetas cristianos del re-lato bblico mucho mayor peso debido a su relacincon la divinidad, quizs incluso haberles dado des-de siempre el carcter de sagradas como lo son enotras culturas6.

    Este tipo de incoherencias condujo a otras opi-niones an ms especulativas: la estructura, confi-guracin y distribucin de las cadenas montaosashaban quedado establecidas definitivamente por eldiluvio bblico, nico agente que pudo modificar elplan divino de la Creacin, y que a su vez formabaparte de otro plan de intervencin de Dios en la his-toria natural y humana (Young, 1987a). Uno de losprincipales autores de esta corriente de pensamientofue John Woodward (16651728), que publicaraun ensayo sobre la historia natural de la Tierra ha-ciendo hincapi en los efectos que haba producidoel diluvio sobre ella (Woodward, 1695, partes II yVI). Para los diluvistas, las montaas ya existan an-tes del diluvio, puesto que sus aguas cubrieron losmontes ms altos (Gnesis 7, 1920). La sedimen-tacin tras la gran inundacin, y la retirada paulati-na del agua (Gnesis 8, 5), haban dejado al descu-bierto las actuales montaas como parte importantede la fisiografa del globo. El argumento ms evi-dente a favor de este hecho hay que entenderlo bajoel prisma de la cohabitacin de dos filosofas anta-gnicas que han actuado cada una en su contextocomo obstculos epistemolgicos. Nos referimos alcatastrofismo y al actualismouniformitarismo: laexistencia en la cima de las montaas de restos deorganismos marinos slo era posible (visin actua-lista) si las montaas haban quedado cubiertas enel pasado como consecuencia de una gran inunda-cin, tipo diluvio universal (interpretacin catastro-fista).

    El nico planteamiento sobre la disposicin yorientacin de las montaas que se hizo la gran ma-yora de los pensadores, incluyendo aqu a los te-logos naturales, bajo la influencia de la alquimia,estaba relacionado con la causalidad de unas estruc-turas que actuaban como alambiques para la recogi-da de las aguas en beneficio de la humanidad, y queal mismo tiempo permita explicar la distribucinde los ros y los lagos, ideas que haban sido pro-puestas por el jesuita alemn Athanasius Kircher(16011680), y ms tarde por Edmund Halley. Enltima instancia los montes formaban parte, directao indirectamente, del Diseo Inteligente, y bastabacon ajustarlas al arco teleolgico de la filosofa im-perante. La Fsica Sagrada queda, pues, totalmente

    fuera de la tradicin racionalista heredada de la cul-tura griega, puesto que sus discusiones crticas noiban en la direccin de la bsqueda de la verdad, si-no hacia una confirmacin de las Escrituras (Co-llier, 1934, pp. 234241).

    La osamenta del organismo terrestreEn ciertos perodos de la historia del conoci-

    miento esta idea del diseo cohabitara en el mismomarco con una visin organicista de la Tierra, queCapel (1980) considera como un verdadero obst-culo epistemolgico porque impeda una autnticareflexin cientfica. De antiguas races grecolati-nas, el organicismo contemplaba las montaas co-mo una especie de sistema esqueltico u osamentaptrea del planeta.

    Leonardo da Vinci haba expresado una opinincomo sta a principios del s. XVI en sus Cuadernos,donde consideraba a las rocas, que forman las mon-taas, los huesos de la Tierra (Da Vinci, 1508b, p.171; Richter, 1888, vol. II, p. 1000), pero al mismotiempo se mostraba bastante racionalista para buenaparte de sus otros planteamientos geolgicos. Leo-nardo recoge adems algunas ideas citadas anterior-mente bajo la influencia probable del libro de Jo-ns: Ninguna profundidad del mar es tan bajacomo la de los ms altos montes que tienen su baseen l (Da Vinci, 1508a, p. 201).

    Dentro de las conjeturas que vean la Tierra co-mo un organismo, se suele reconocer como mximoexponente a Athanasius Kircher y su Mundus subte-rraneus, cuya primera edicin data de 1665 (Se-queiros, 2000, 2001a,b; Sequeiros y Pedrinaci,1999; Sierra Valent, 1981). Para el jesuita alemn,el origen de las montaas hay que buscarlo en lametamorfosis de la Tierra, y pueden ser absorbidasa travs de grietas o nacer sbitamente all dondeantes no existan. En cualquier caso, no poseen unadistribucin casual y desordenada en la naturaleza,sino que las protuberancias superficiales del OrbeTerrestre forman parte de un agudo plan de la Pro-videncia Divina: son en realidad inmensas reservasde agua (aquarum penaria), de donde nacen los r-os, las fuentes y los lagos, y al mismo tiempo, enlas entraas de los altsimos montes se distribuyentambin varias cavidades llenas de fuego (ignis re-ceptacula) (Kircher, 1665, tomo I, libro II, cap. X, p.70, y cap. XI, p. 75). En el Geocosmos kircheriano,los montes se encuentran relacionados por lo tantocon su idea de los hidrofilacios y pirofilacios. Tam-bin, y siguiendo el plan divino, considera que lasmontaas le dan consistencia a todo el geocosmos amodo de subestructura esqueltica (Kircher, 1665,tomo II, libro VIII, cap. II, p. 5), y en dos ocasionesaplica a los montes Apeninos la idea de que consti-tuyen una especie de espina dorsal en medio de Ita-lia (Kircher, 1665, tomo I, libro II, cap. IX, p. 68, ycap. X, p. 71).

    23Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007 (15.1)

    (6) El carcter sagrado de las montaas, por ejemplo, en una cultura prxima a la hebrea como fue la hitita lo podemos encontraren un excelente estudio de Gonzlez Salazar (1998).

  • Esta concepcin organicista la encontramos conposterioridad en otros autores, como en las obrasdel Rvdo. Thomas Robinson, Rector de Ousby (m.1719), The anatomy of the earth, de 1694, y sobretodo en New observations on the natural history ofthis world of matter, and this world of life, publica-do en 1696, donde las montaas constituyen el es-queleto superficial del planeta, y el fuego centralrepresenta la analoga del corazn y es el responsa-ble de la ebullicin de los manantiales y de la circu-lacin del agua subterrnea, en equivalencia al pul-so y a la circulacin sangunea, respectivamente(Robinson, 1694, pp. 2124; 1696, pp. 3537 y4145). Ideas similares las expondra igualmente aprincipios del s. XVIII el sacerdote espaol TomsVicente Tosca (16511723), matemtico y arquitec-to, para quien las montaas haban sido creadas porla providencia y tenan la misma utilidad en la Tie-rra que el esqueleto en el cuerpo humano, enlazn-dose entre s para dar consistencia, firmeza y per-manencia a la fbrica del globo terrestre... (Tosca,1707, p. 439), y algunos aos ms tarde el inglsWilliam Hobbs of Weymouth en una obra sobre lageneracin y la anatoma de la Tierra (Hobbs,1715; Porter, 1976). Tambin Antonio Vallisneri(16611730), profesor de medicina en Padua, muycrtico con algunas teoras geolgicas, hablaba de laanatoma del planeta y consideraba las montaas ylos estratos como los huesos de la Tierra (Vallisne-ri, 1721, pp. 49 y 7374). Finalizaremos esta sec-cin con Franois Marie Arouet Voltaire(16941778), que tena unas interesantes ideas so-bre geologa. Trat el tema de las montaas bajounos principios teleolgicos en dos de sus obras:Dissertation sur les changements arrivs dans notreglobe (1746), y Les singularits de la nature(1768). A diferencia de Burnet y de otros autores,entre ellos algunos ilustrados de la poca como Be-not de Maillet (16561738), para Voltaire, a pesarde estar considerado como uno de los grandes es-

    cpticos de la historia del conocimiento, las monta-as existan desde siempre puesto que haban sidocreadas por Dios, al que denomina el gran Ser, y enellas vea un orden infinito en todo el universo; aligual que Kircher en relacin con las causas finales,crea que las cadenas montaosas eran altos acue-ductos continuos que se abren en numerosos luga-res, dejando a los ros y a los brazos de mar, alldonde son necesarios, humedecer la tierra (Voltai-re, 1746, p. 574), y las consideraba una piezaesencial de la mquina del mundo que proporcio-naban a la Tierra estabilidad como los huesos a loscuadrpedos y a los bpedos (Voltaire, 1768, p.235).

    La filosofa neptunista y la clasificacin de lasmontaas

    La tradicin racionalista clsica haba penetradocon fuerza en la cultura rabe, especialmente en loque respecta a una visin evolutiva del mundo fsi-co y biolgico. Esta tradicin se hace patente en elgrupo de pensadores conocido como Ikhwan alSa-fa o Hermanos de la Pureza, establecido en Basorahacia el ao 983 d.C. (367 A.H.), y que desarrolla-ra una actividad intelectual bastante avanzada y li-beralizadora; sus enseanzas tuvieron gran difusincomo consecuencia de la expansin del Islam. Mu-chas de sus ideas sobre el funcionamiento del pla-neta se adelantan en casi ocho siglos a la filosofageolgica de Henri Gautier (16601737) y JamesHutton (17261797) (Duhem, 1958, pp. 253268;Ellenberger, 1988, pp. 7275; Bausani, 1978), y tu-vieron cierta repercusin en el desarrollo del pensa-miento europeo. Para los Hermanos, exista una al-ternancia entre el ambiente acutico y el terrestre alo largo de ciclos de treinta y seis mil aos. En cadauno de estos perodos, los materiales erosionados ytransportados desde los continentes hacia el mar sedepositaban en diferentes capas o estratos, con elconsiguiente desalojo de las masas de agua, origi-nndose as la emersin de las montaas. Esta vi-sin de corte neptunista, heredera asimismo de lasideas defendidas por Aristteles (384322 a.C.),Estrabn y Plinio el Viejo (2379 d.C.), sera repro-ducida siglos despus por otros pensadores.

    El neptunismo, en su versin moderna, postula-ba que todos los materiales de la corteza terrestreprocedan de la cristalizacin a partir de un maruniversal, tanto minerales como rocas y estratos, yconsecuentemente las estructuras asociadas comoson las montaas, y constituye una de las bases delConcordismo (Young, 1987b). Suele reconocersecomo mximo representante de esta filosofa geol-gica al alemn Abraham Gottlob Werner(17491817), considerado por Adams (1938, p.209) el primer naturalista que elev la geologa alrango de ciencia real. En una pequea obra (tan s-lo veintiocho pginas) de 1777 sobre la clasifica-cin y descripcin de la diversa naturaleza de lasmontaas, publicada diez aos ms tarde, Wernerdefenda la idea de un ocano universal del cual sehaban levantado los montes, y por cristalizacin

    24 Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007 (15.1)

    Fig. 8. Distribucin de las montaas segn Athana-sius Kircher (1665, tomo I, Libro ii, cap. ix, p. 69).

  • fueron apareciendo las rocas de las montaas primi-tivas en una secuencia cronolgica, desde el grani-to, como la ms antigua, hasta los esquistos silce-os, ms modernos (Werner, 1787; Adams, 1938, pp.209227).

    Durante el s. XVII se propicia una clasificacinde las montaas que perdurara, con ciertas modifi-

    caciones, a lo largo de ms de cien aos y que en sugran mayora se fundamentan en el neptunismo(Adams, 1938, pp. 368381; Albritton, 1980, cap.6; Gohau, 1979, 1983, 1990, pp. 174176, 2003,cap. 2; Meunier, 1911, cap. IV; Oldroyd, 1996, pp.7485).

    A pesar de que el filsofo alemn GottfriedWilhelm Leibniz (16461716) est considerado co-mo uno de los principales neptunistas, en el manus-crito de su Protogaea (ca. 169091) haba dejadoestablecido que las montaas eran fruto de la distri-bucin de los materiales de la corteza terrestre co-mo consecuencia de su contraccin por enfriamien-to (Leibniz, 1749, IV). Este autor sugera laexistencia de tres pisos de tierra: las cumbres delas altas montaas (summa montium juga), las coli-nas medianas (colles medios), y las tierras bajas dellitoral (tractus imos litorales) (Leibniz, 1749, XXI).Un ao antes de la primera edicin de la Protogaea,apareci una obra annima que llevaba el extraottulo Telliamed, ou Entretiens dun philosophe in-dien avec une missionnaire franois sur la diminu-tion de la mer... Su autor, el diplomtico francsBenot de Maillet, buen conocedor de la geologade toda la cuenca mediterrnea, haba realizado unaserie de consideraciones sobre la formacin de lasmontaas en esta obra publicada en 1748, diez aosdespus de su muerte, pero que circul de formaprivada por muchos ambientes intelectuales europe-os durante las primeras dcadas del s. XVIII. De pro-fundas races neptunistas, Maillet divida las monta-as en dos grandes grupos: primitivas o primarias,que se originaban en el fondo del mar por medio delas corrientes marinas, y tras una sedimentacinuniforme emergan como consecuencia de la retira-da de las aguas por evaporacin; estas montaasprimarias constituiran los actuales ncleos centra-les de las cordilleras. Un segundo grupo, que deno-minaba montaas secundarias, se formaban por losmateriales erosionados y transportados a partir delas anteriores que tras su emersin quedaban sujetasa la accin del oleaje, y recurra a tormentas ocasio-nales para explicar la perturbacin de los estratos(Maillet, 1748, 1e Entretien; Albritton, 1980, pp.6877; Garca Cruz, 1997).

    Asimismo, Anton Lazzaro Moro realiz, en1740, una clasificacin de las montaas en prima-rias (primordiales o primitivas), caracterizadas porser muy altas, con los estratos inclinados o vertica-les, y ricas en minerales; y montaas secundarias,ms bajas, donde los estratos se disponan horizon-talmente, y estaban poco mineralizadas; posterior-mente se aadiran las montaas terciarias (Moro,1740, pp. 262263). Otros autores relevantes en elcampo del pensamiento geolgico como JohannGottlob Lehmann (17191767) y Giovanni Arduino(17141795), en 1756 y 1760, respectivamente,tambin contribuiran a la concrecin de la clasifi-cacin de las montaas (Lehmann, 1756; Arduino,1760; Adams, 1938, pp. 373374; Ellenberger,1994, pp. 246273; Vaccari, 1999, 2006). Arduino,de slida filosofa vulcanista y enfrentado por ellocon Werner, elabor una teora litoestratigrfica a

    25Enseanza de las Ciencias de la Tierra, 2007 (15.1)

    Fig. 9. Abraham Gottlob Werner (17491817).

    Fig. 10. Portada de la Kurze Klassifikation de A.G.Werner (1787).

  • partir de sus conocimientos sobre minera en la quepropona como causa del origen de las montaas, elfuego o el agua, segn los casos, y distingua los si-guientes rdenes o unidades:

    1.1. ROCA BASE PRIMITIVA (roccia primigenia),formada por esquistos cristalinos, y cuyo origen es-taba en el enfriamiento de la superficie original dela Tierra.

    1.2. MONTAAS PRIMARIAS o MINERALES (montiprimari o minerali), constituidas por granito, prfi-dos, rocas cristalinas con minerales, areniscas, yconglomerados sin fsiles; podan tener dos orge-nes: el volcanismo y la erosin por el viento y elagua.

    2. MONTAAS SECUNDARIAS (monti secondari),ricas en mrmoles y calizas estratificadas con fsi-les, pero sin minerales, originadas por sedimenta-cin marina y por ciertas modificaciones debidas auna reactivacin del volcanismo.

    3. MONTAAS TERCIARIAS o COLINAS (monti ter-ziari o colline), formadas por grava, arcilla, arenafosilfera y materiales volcnicos, causadas por se-dimentacin marina y por el volcanismo.

    4. LLANURAS (pianure), constituidas por depsi-tos aluviales ocasionalmente estratificados, debidosa la erosin de la lluvia y los ros.

    Naturalistas como Peter Simon Pallas(17411811) y HoraceBenedict de Saussure(17401799), aceptaran dicha clasificacin, aunque afinales de ese mismo siglo sera discutida su realidad.

    La filosofa neptunista de Werner y su escuelade Friburgo tuvieron una enorme influencia en nu-merosos naturalistas en las dcadas siguientes, entreellos Alexander von Humboldt (17691859) y, tam-bin inicialmente, sobre Leopold von Buch(17741853), y adems repercutieron en la geologaespaola desde los primeros aos del s. XIX (Herr-gen, 1802). Sentaron las bases de una interesantecontroversia cientfica con la corriente plutonista li-

    derada por el escocs James Hutton (17261797), apartir de la cual comienza una nueva andadura parala ciencia geolgica.

    EPLOGOCasi todas las ideas que se han expuesto a lo

    largo de este artculo, desde los mitos hasta los pen-samientos organicistas, pasando por el literalismobblico, caen fuera de la racionalidad de la cienciatal y como ha sido expresada con anterioridad. Tanslo algunas propuestas del neptunismo, especial-mente la clasificacin de las montaas de Arduino ylas aportaciones de la Escuela de Werner, se alejande las causas extraordinarias y de los seres sobrena-turales, aunque como veremos en la segunda partede este trabajo, su poder explicativo fue cediendopaso al plutonismo y a los procesos tectnicos, peronunca desaparecieron totalmente. Sin embargo, estecarcter irracional no significa que puedan ser cali-ficadas de ridculas, puesto que hay que entenderlascon una perspectiva crtica pero siempre dentro delnivel de desarrollo del pensamiento de cada poca.En caso contrario, nos veramos abocados a un ana-cronismo historiogrfico. No se debe perder de vis-ta que el pensamiento racional, que de hecho, y enel mbito de nuestros orgenes culturales, haba sur-gido en Mesopotamia, Persia, e India, fue heredadoy reelaborado por las civilizaciones mediterrneasde Egipto, Grecia y Roma, y ms tarde pasara tam-bin a los rabes y con ellos al resto del continenteeuropeo durante la Alta Edad Media. Pero este pen-samiento racional, que est en la base del desarrolloy de la evolucin intelectual del mundo occidental,y dentro de ste en los procesos de modernizacinde la ciencia, estuvo desplazado durante siglos porla autoridad de los Antiguos y por el poder hege-mnico de la Iglesia sobre la cultura, de una maneratal que la literalidad textual tena ms valor que elLibro de la Naturaleza; actuaron as, particularmen-te para la ciencia geolgica, como sendos obstcu-los epistemolgicos, a los que hay que sumar los yacitados del permanentismo, la idea de una Tierra jo-ven, y el organicismo.

    Dejaremos para la segunda parte de este trabajoaquellas ideas que suponen una activa preocupacinpor entender el planeta en su conjunto desde el pun-to de vista de las causas naturales y de las tectni-cas globales.

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    Fecha de recepcin del original: 5 julio 2007.Fecha de aceptacin definitiva: 31 octubre 2007.

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