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1960re108estudios01

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  • 7/25/2019 1960re108estudios01

    1/6

    VOL.

    XxxViirNtm. 168

    PRENtl iZAJE

    RECOMPENSAS Y S T I G O S

    167)CuRso 1959-60

    Aprendizaje, recompensas

    y castigos

    MCTIVACION

    Y APRENDIZAJE

    Desde el punto de vista del conocimiento vulgar,

    los problemas

    motivacionales

    del aprendizaje son

    aparentemente muy simples. Dando por supuesto que

    los deseos de aprender facilitan la tarea educativa,

    todo se reduce, en efecto, a estimular el inters de

    los alumnos mediante un adecuado sistema de re-

    compensas y castigos, u otros procedimientos acre-

    ditados por el uso.

    La Sicologa positiva, sobre todo la de carcter ms

    rigurosamente experimental, ha demostrado, sin em-

    bargo, que la cuestin no es tan sencilla como pare-

    ce. No slo porque a veces resulta en extremo dificil

    estimular adecuadamente el inters de los alum-

    nos, sino porque, adems, las mismas relaciones fun-

    cionales entre la motivacin

    el aprendizaje son

    de hecho bastante ms complicadas de lo que imagi-

    na el sentido comn. Por de pronto, no siempre van

    a la par los deseos y el rendimiento. Glosando al poeta,

    muchos de nosotros podramos decir tambin: Cuan-

    do quiero aprender, no aprendo, y a veces aprendo

    sin querer . Incluso, para ir todava ms lejos, puede

    ocurrir y ocurre que un inters muy intenso

    sea perjudicial desde el punto de vista educativo.

    Otras veces sucede que lo que sirve para estimular a

    un alumno, irrita o perjudica a otro.

    En suma, a lo que vamos con este breve prembulo

    es a indicar que las leyes que ligan la motivacin

    con el aprendizaje son menos simples de lo que pa-

    rece a primera vista. El maestro lo sabe por expe-

    riencia propia; el s iclogo, por experimentacin. Por

    ello, una discusin de este problema hecha a medias

    entre educadores y

    experimentalistas

    puede ser de

    cierta utilidad, sobre todo en un pas como el nues-

    tro, mas familiarizado con la Sicologa de los tests

    que con la teora sicolgica formulada en los labo-

    ratorios y en los centros de experimentacin. Por su-

    puesto, al referirnos a la Sicologa experimental no

    queremos decir que vamos a desarrollar este artculo

    utilizando la jerga y metodologa propias de las re-

    vistas y textos

    expecializados

    en esta disciplina, sino

    que basndonos en ella, trataremos de discutir y ex-

    poner los principales hechos y teoras corrientes en

    semejante campo de trabajo.

    Con toda seguridad, nuestra forma de interpretar

    y resumir esta complicada cuestin estar aquejada

    de numerosas limitaciones. Con plena conciencia de

    ellas, y meramente como plataforma de arranque para

    una ulterior discusin, ofrecemos al educador espa-

    ol estas modestas pginas abiertas a toda suerte de

    crticas y sugerencias constructivas. El lector inte-

    resado en una exposicin ms detallada y con mayor

    aparato bibliogrfico, podr, acudir a otro trabajo del

    autor que

    s r

    publicado en breve por el Centro de

    Orientacin didctica de Enseanza Primaria (1).

    II . LA LEY DEL E FECTO.

    Uno de los puntos centrales de nuestra discusin

    se basa en el supuesto de que las recompensas esti-

    mulan las ganas de aprender. Este es, insistimos, uno

    de los argumentos fuertes del siclogo prctico , en

    torno al cual existe, por fortuna, un abundante cau-

    dal de estudios experimentales. Tcnicamente, seme-

    jantes estudios tienen todos ellos una relacin ms

    o menos inmediata con una famosa ley sicolgica que

    se conoce bajo el nombre, ya clsico, de ley del

    efecto .

    Esta ley fue esbozada por primera vez hacia

    1898

    por un siclogo norteamericano llamado

    Edward L.

    Thorndike,

    y sus races hay que buscarlas en el viejo

    principio hedonista que afirma que los hombres tien-

    den siempre a buscar el placer y a evitar el dolor.

    Segn esta ley, pues, el efecto o consecuencias sub-

    jetivas de un acto es lo que principalmente determi-

    na su incorporacin al sistema de respuesta del indi-

    viduo. O dicho de otra forma : Tienden a repetirse

    aquellas acciones cuyas consecuencias son satisfac-

    torias para el sujeto, mientras tienden a evitarse aque-

    llas cuyas repercusiones son desagradables.

    La deduccin

    sico-pedaggica

    de este principio de

    Thorndike

    es inequvoca y concuerda con las refle-

    xiones de la sicologa vulgar a que antes nos hemos

    referido. Efectivamente, todo aprendizaje seguido por

    una recompensa se intensifica, mientras que los cas-

    tigos corrigen o eliminan el comportamiento a que van

    ligados. La ley, insistimos, es clara, y sus deducciones

    son terminantes. El nico reparo que cabe oponer es

    que es falsa, o al menos slo parcialmente verdadera.

    Porque la verdad es que esta primera versin de la

    ley del efecto, tan rotunda y convincente en aparien-

    cia, no ha podido de hecho resistir el peso de la cri-

    tica sicolgica posterior. Sobre todo, la parte de la

    ley que se refiere al efecto de los castigos es la que

    ms ha sufrido bajo

    l

    fuego cruzado de la crtica

    sicolgica y pedaggica. La otra parte, la que alude

    al efecto de las recompensas, ha salido mejor libra-

    da, aunque no tanto que no requiera tambin ciertos

    retoques y

    cualificaciones.

    A ella nos vamos a refe-

    rir inmediatamente, dejando para despus el comen-

    tario sobre los castigos y sus consecuencias.

    III.

    LAS RECOMPENSAS Y EL APRE NDIZAJE .

    Hablando en general, cabe afirmar que las recom-

    pensas favorecen

    l

    aprendizaje. Lo que ocurre es

    que, en este caso, hablar en general equivale a decir

    muy poco. Porque, como veremos a continuacin, exis-

    ten muchos factores que es preciso tener en cuenta

    para que, de hecho, la aplicacin de una recompensa

    vaya efectivamente seguida de una mejora real del

    aprendizaje.

    El primero de semejantes factores es la

    oportuni-

    (1)

    Motivacin y

    aprendizaje

    en la coleccin de con-

    ferencias que publicar prximamente el Centro sobre

    el tema general de

    Sicologla

    Pedaggica.

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    2/6

    4 16)

    CURSO

    59 6 EVISTA DE EDIMACINESTUDIOS

    OL.

    XXXVIIIV31. 109

    dad.

    Una recompensa a destiempo es una recompen-

    sa perdida, o incluso puede que contraproducente. El

    tiempo constituye una dimensin sicolgica de gran

    importancia. en cuya virtud el efecto de la misma re-

    compensa puede variar mucho. Por supuesto, es muy

    difcil dar normas precisas acerca del intervalo exac-

    to que debe transcurrir entre la recompensa y el acto

    que la origina. Este lapso de tiempo depende de la

    clase de tarea ejecutada, del nivel y madurez de la

    persona premiada y de la naturaleza de la recom-

    pensa misma. Pero de existir alguna norma, sera la

    siguiente: Las recompensas deben

    diferirse

    lo menos

    posible a partir del momento en que se han mereci-

    do. Mientras ms prximas a su merecimiento, tanto

    mayor es su efecto, es decir, tanto ms motivan al

    sujeto y le animan a superarse en su trabajo. Aparte

    de esta directriz general, cabe sealar tambin que

    la concesin de la recompensa puede

    diferirse

    tanto

    ms, cuanto ms importantes son la tarea, el sujeto

    y el premio. Ello equivale, por consiguiente, a afir-

    mar que los nios deben recibir las recompensas lo

    ms pronto posible a partir de su merecimiento.

    El factor de oportunidad, empero, es independiente

    del problema que plantea el

    nmero y distribucin

    de las recompensas. Los premios pueden ser pocos y

    oportunos, o muchos

    inoportunos. Como orienta-

    cin, cabe aconsejar la moderacin respecto al n-

    mero de las recompensas. Un exceso de premios pro-

    voca la inflacin de los incentivos y disminuye los

    recursos sicolgicos del maestro para estimular a sus

    alumnos en un momento dado. La reiteracin de las

    recompensas provoca en el individuo un fenmeno

    de

    saciacin

    o saturacin respecto de los premios que

    puede manejar el profesor, y le crea adems unas

    expectativas fatales para la

    interaccin

    social en la

    vida. El

    esp ci miento de las recompensas posee ma-

    yor poder motivador que el refuerzo continuado, en-

    tre otras cosas porque el individuo aprende a tole-

    rar mejor, sin desanimarse, las inevitables frustra-

    ciones que trae consigo la convivencia social. Recom-

    pensas distribuidas con moderacin en los momentos

    oportunos, esa es la orientacin que se desprende de

    la evidencia sicolgica existente.

    Y

    cules son, podra preguntar alguien, los mo-

    mentos oportunos? De nuevo nos encontramos con

    la imposibilidad de prever todos los casos. Por lo co-

    mn, empero,

    el momento de aplicar un incentivo es

    aquel en que la tensin

    motivacional

    del sujeto ha su-

    frido una baja

    se orienta hacia objetivos distintos

    de los convenientes. Cuando el alumno se desanima,

    cuando su inters se desva de la disciplina, cuando

    est decado o desilusionado, cuando empieza a vaci-

    lar, es cuando el maestro debe estimular el proceso

    motivacional.

    Cmo ? De mil maneras distintas, y,

    por supuesto, no siempre a base de premios. La ac-

    tivacin del sujeto puede producirse por la va de las

    recompensas o por la de los castillos, y dentro de

    aqulla, de formas

    variadsimas,

    pues muchas son las

    clases de incentivos existentes y de procesos subje-

    tivos susceptibles de

    estimulacin.

    Una

    enumer cin de l s recompens s

    ms relevan-

    tes desde el punto de vista escolar es difcil de hacer.

    En lugar de intentar una clasificacin de premios y

    maneras de estimular a los alumnos, hemos conside-

    rado ms eficaz llamar la atencin sobre

    l

    mec nis

    111

    sicolgico

    que se intenta poner en accin al re-

    compensar. Las recompensas, premios, estmulos, et-

    ctera, que utiliza el maestro para espolear el inters

    de sus alumnos, no son sino incentivos positivos, esto

    es, estmulos de diversas clases que son apetecidos

    por los sujetos y cuya consecucin les satisface en

    mayor o menor grado. En otras palabras, los alum-

    nos

    necesitan

    conseguir ciertas cosas materiales

    o

    morales y se

    mueven

    para conseguirlas. En esto

    consiste justamente la motivacin, en moverse para

    alcanzar algo que se necesita. Este algo es el in-

    centivo, la recompensa, el premio, que lo mismo pue-

    de ser un dulce o dinero, que una palabra amable o

    el cumplimiento de una tarea. Los incentivos, las re-

    compensas, son, pues, innumerables; tanto como los

    infinitos modo en que pueden estimularse y satisfa-

    cerse las diversas necesidades

    sujetivas experimenta-

    das por las personas. Estas necesidades no son slo

    materiales; las hay tambin de orden superior, como

    son la de tener amigos, prestigio o mando. Los maes-

    tros conocen muy bien estas necesidades y saben en

    la prctica cmo encauzarlas y satisfacerlas. Pen-

    semos, por ejemplo, en la necesidad de autonoma o

    independencia que se desarrolla en los nios peque-

    os. El nio desea hacer las cosas por si mismo, quie-

    re

    independiz rse de la tutela del adulto, y una ma-

    nera de premiarle consiste justamente en permitirle

    que haga las cosas a su manera. Fcilmente se echa

    de ver que las situaciones y procedimientos posibles

    para satisface/

    esta necesidad bsica son innumera-

    bles y difciles de encasillar en una clasificacin es-

    cueta.

    Sin constituir propiamente una clasificacin, con-

    viene, eso s, que mencionemos la existencia de una

    gran divisin en que cabe agrupar los incentivos es-

    colares. Casi todos ellos pueden, en definitiva, redu-

    cirse a uno de estos dos tipos:

    Extrnsecos o intrn

    secos. Recompensas del primer tipo son las que se

    administran al alumno para que haga algo que de

    suyo no le interesa o le desagrada. Por ejemplo, si

    el muchacho estudia bien las matemticas que le

    desagradan, recibe a cambio un premio que s le

    agrada, dinero u otra cosa. En este caso, el dinero es

    un

    incentido

    extrnseco al estudio de las matemti-

    cas, que en s mismas le resultan desagradables. Si

    se sintiera atrado por la disciplina misma, el puro es-

    tilo y progreso en la materia le servira de recom-

    pensa; esto es, las matemticas mismas constituiran

    el incentivo motor de su actividad, un incentivo in-

    trnseco.

    La

    plic cin de los incentivos extrnsecos

    suele ha-

    cerse en el supuesto de que, al fin y al cabo, en su

    virtud el alumno puede acabar por cogerle gusto al

    estudio mismo o al menos puede acabar sabiendo lo

    que se quiere que sepa. Esto es, se supone que las

    recompensas extrnsecas pueden actuar como refuer-

    zo secundario o indirecto de aquellas actividades a

    que van asociadas. A nuestro juicio, sin embargo, a

    medida que los nios van desarrollndose conviene

    acostumbrarles a que aprendan a valorar el estudio

    por s mismos, por sus propios valores ticos, est-

    ticos, tericos, etc., y no por la

    utilidad que pueda

    reportar para la consecucin de objetivos materiales

    extrnsecos al conocimiento mismo. Si el ejercicio in-

    telectual y el cumplimiento del deber constituyen ya

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    VOL. XXXVIIINM.

    10 8

    PRENDIZAJE, RECOMPENSAS Y CASTIGOS

    169

    )CURSo

    1959-60

    de suyo una recompensa independiente del xito ex-

    terno, la vida moral de los muchachos adquirir un

    centro de gravedad propio y una solidez mayores que

    la de aquellos acostumbrados a estudiar para conse-

    guir ventajas materiales.

    En concreto, las necesidades o motivos bsicos ms

    frecuentes en la vida escolar se refieren sobre todo al

    prestigio

    (intelectual, fsico o social), al deseo de te-

    ner amigos o

    pertenecer

    a un grupo o pandilla, al

    do

    minio

    o mando sobre otros, a la

    autonoma

    o capaci-

    dad de desenvolverse por s mismos y a los

    premios

    materiales.

    Prcticamente todas ellas pueden redu-

    cirse a dos grupos,

    egocntricas o individuales unas

    y sociales o altruistas otras. Los muchachos necesi-

    tan destacar,

    valer-mels

    en algn modo o manera, y

    pertenecer

    sentirse inscritos en un mbito social de-

    finido. Asimismo, y por debajo de todo esto,

    necesi

    tan

    s rtirs

    seguros

    razn por la cual el castigo tie-

    ne tambin un cometido motivador poderoso. Pero

    de esto hablaremos luego. De momento nos basta con

    sealar cmo este tipo de consideracin de las recom-

    pensas es ms dinmico que una mera enumeracin

    de los incentivos ms frecuentemente aplicados. La

    competicin, la participacin, la informacin, etc-

    tera, constituye, s, procedimientos para estimular es-

    peranzas y satisfacer estas necesidades bsicas de los

    chicos, pero procedimientos que pueden ser tan va-

    riables y flexibles como las circunstancias lo re-

    quieran. Ms importante que pensar en el premio que

    se va a dar, o por lo menos anterior a este pensa-

    miento, es considerar las necesidades bsicas del su-

    jeto que pretendemos educar. Conocidas stas, hay

    ms probabilidades de que nuestra recompensa pro-

    duzca verdaderamente efecto . Las recompensas no

    recompensan ms que al que tiene necesidad de ellas.

    Cuando la necesidad no existe o est atrofiada, hay

    que comenzar por despertarla.

    Existe an otro punto sobre el que es preciso hacer

    algn comentario. Nos referimos a la relacin que

    existe entre la

    intensidad de las recompensas

    y su

    efecto. En primer lugar, como es obvio, la intensi-

    dad de una recompensa no depende slo de su cuanta

    o valor objetivo, sino tambin, y muy principalmente,

    de lo intensa que sea la necesidad correspondiente.

    Para una pobre, una peseta puede tener algn valor,

    sin que este dinero signifique, en cambio, nada para

    el millonario. Lo mismo ocurre, evidentemente, con

    casi todas las cosas. Pero al margen de esto, existe

    otro fenmeno relacionado con la intensidad de las

    recompensas que es al que queramos ir a parar. Nos

    referimos a la

    falta de proporcionalidad que existe

    entre el incremento objetivo de las recompensas

    y

    su

    efecto subjetivo.

    Si un premio de diez pesetas, para

    poner un ejemplo sencillo, produce en quien lo recibe

    una satisfaccin de una intensidad

    x,

    digamos de

    una intensidad uno , un premio de veinte pesetas

    no produce una satisfaccin doble que la anterior,

    sino tan slo ligeramente superior. En otras pala-

    bras, la relacin entre el incremento de las recom-

    pensas y su efecto subjetivo no es rectilnea, sino de

    naturaleza exponencial. Y no slo esto, sino que lleva

    alcanzada una cierta intensidad, el incremento del in-

    centivo puede incluso llegar a ser contraproducente

    y tener efectos negativos. En otras palabras, una

    recompensa demasiado grande puede perjudicar la

    marcha de un proceso educativo. En la figura adjun-

    ta, que hemos tomado de

    Hebb,

    se ha intentado re-

    presentar grficamente esta relacin curvilnea de

    mximos y mnimos que parece existir entre la mo-

    tivacin y el aprendizaje.

    o 0

    100

    90

    80

    70

    60

    50

    40

    30

    20

    10

    SARCASMO RIDICULO

    ARCASMO RIDICULO RECONYENCION RECOAVENCION

    PUBLICO

    UBLICO

    RIVADO

    RIVADO

    UBLICA

    R

    V

    Fg

    1.Adaptado

    de riges y

    Laird, 1923-1928.

    Semejante relacin entre la intensidad de las re-

    compensas y sus efectos es doblemente interesante

    para el educador, no slo porque le previene contra

    un posible exceso en la alabanza, etc., sino porque

    le previene contra un posible despilfarro en las re-

    compensas. Queremos decir que si la relacin entre

    la intensidad de la recompensa y su efecto es de

    naturaleza exponencial, a partir de un determinado

    punto las mejoras producidas por un incremento de

    los premios son prcticamente imperceptibles, e in-

    cluso pueden llegar a

    invertirse

    de signo y se con-

    traproducentes, como ya hemos dicho.

    En general, pues, las recompensas deben quedar

    dentro de lo que suele denominarse

    zona de ego im

    plicacin

    del sujeto, esto es, no deben rebasar las

    fronteras de su mundo presente. Para un nio peque-

    o, un sobre de una carta puede ser una recompensa

    tan intensa como un billete de mil pesetas, etc. Asi-

    mismo, no deben ser demasiado fciles ni difciles de

    conseguir; de la oportunidad, nmero y distribucin

    de los premios ya hemos hablado, as como de la in-

    fluencia que en sus efectos produce el aumento de

    intensidad. Desearamos recordar, por ltimo, que los

    criterios de concesin de las recompensas han de ser

    conocidos y comprendidos por los alumnos, y tienen

    que ser

    consistentes

    y no arbitrarios.

    Mucho ms, en fin, habra que decir sobre las re-

    compensas y sus consecuencias educativas, pero un

    artculo breve como ste no da para tanto. El espa-

    cio se agota, y hemos de pasar ya a considerar la

    otra cara de la cuestin.

    IV LOS CASTIGOS Y SUS CONSECUENCIAS

    Desgraciadamente, los efectos de los castigos son

    mucho ms variados y desconcertantes que los de

    las recompensas. La idea vulgar de que el castigo

    sirve para corregir o eliminar el comportamiento in-

    deseable, se aleja mucho ms de la verdad que la

    conviccin relativa al efecto beneficioso de las

    recom-

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    6 170 )

    CURSO

    1959-60

    EVISTA DE EDUCACINESTUDIOS

    OL. XXXVIIIN 11.

    1 08

    MINIMO

    IVELES E

    TIV ION

    AXIM O

    (Grados de molivacln )

    Zona molivacional

    optima para el aprendizaje

    Fig

    2.Adaptada

    de

    Hebb, 1955.

    Los resultados de estas experiencias, recogidas en

    la figura 2, son en cierto modo paradjicos y con-

    trarios a la idea del castigo como correctivo. Pues

    lo natural sera que el efecto de correccin del com-

    portamiento indeseable fuera mayor en los castigos

    ms fuertes, mientras la realidad es que ocurre pre-

    cisamente todo lo contrario. Es decir, son los casti-

    gos ms dbiles los que poseen una mayor virtuali-

    dad correctiva.

    Desde luego, estos resultados son revisables y sus-

    ceptibles de discusin y sera poco serio basar una

    teora en ellos solos. Lo cierto es, sin embargo, que

    en muchas otras experiencias de todo tipo se han ob-

    tenido resultados similares. El mismo Thorndike llev

    a cabo experimentos donde ms o menos se demos-

    tr que los castigos no servan para eliminar el com-

    portamiento indeseable, y s en cambio podan ac-

    tuar de refuerzo en el aprendizaje como si fueran re-

    compensas.

    Las experiencias de Skinner sobre el fenmeno de

    extincin p rente

    son tambin interesantes a este

    respecto. Segn Skinner el castigo puede tener como

    efecto inmediato una supresin de la conducta inde-

    seable, pero una supresin momentnea nada ms.

    esto es, una extincin aparente. Los que por profe-

    sin, o como padres de familia, tenemos que tratar

    con nios, sabemos por experiencia propia cun cier-

    to es el fenmeno descrito por Skinner bajo el ep-

    grafe de extincin aparente,

    Los ejemplos, en fin, podran multiplicarse sin es-

    fuerzo, pero no lo juzgamos necesario. Es un hecho

    sicolgico universalmente reconocido que el efecto

    corrector de los castigos es muy variable; en unas

    circunstancias, el castigo puede ser eficaz; en mu-

    chas otras, no. Hay ocasiones en que incluso el com-

    portamiento se empeora. El castigo. pues, aplicado

    indiscriminadamente es una peligrosa arma de dos

    filos.

    Hacia 1 940 , en efecto, diversos estudios experimen-

    tales llamaron la atencin sobre las consecuencias de-

    generativas o contraproducentes que los castigos po-

    dan provocar en el comportamiento, un fenmeno

    que ya haba sido sealado espordicamente muchos

    aos antes. Hace ahora unos veinte aos, Norman

    Maier

    y sus colaboradores estudiaron efectivamente

    el desarrollo de formas rgidas y estereotipadas de

    comportamiento inadaptado, provocadas por los cas-

    tigos continuados.

    Maier

    oper con_ ratas, pero los

    maestros saben muy bien cmo los castigos demasia-

    do fuertes, continuados o injustos pueden provocar

    tambin en los nios obcecacione, fijaciones, hosti-

    lidades, etc., muy distintas de los objetivos que se

    perseguan. En un famoso trabajo, Barker, Dembo y

    Lewin dem ostraron all por los arios 40 cm o la frus-

    tracin produce efectos degenerativos en el compor-

    tamiento infantil. No es cosa, en fin, de multiplicar

    las citas. Est demostrado que, en determinadas cir-

    cunstancias, lejos de corregir el comportamiento in-

    fantil, el castigo lo empeora y lo fija. La rigidez, la

    terquedad, la obcecacin, la agresividad, la regresin

    a formas m s primitivas del comportamiento, etc., son.

    repetimos, posibles consecuencias del castigo admi-

    nistrado en circunstancias inoportunas..

    Pero an hay ms. An falta por apuntar un he-

    cho paradjico totalmente contrario a la ley del efec-

    to. A saber: Que

    el c stigo puede ctu r t mbin

    como si fuese una recompensa.

    Es decir, que en lugar

    de reprimir o eliminar los actos que le preceden, el

    castigo puede reforzarlos exactamente igual que si

    fuera un premio. No vamos a resear aqu las expe-

    riencias de Hurlock, Rosenbaum, Muenzinger y tan-

    tos otros como se han ocupado de este asunto. Lo

    cierto es que, en determinadas circunstancias, el cas-

    tigo puede favorecer el ap rendizaje exactamente igual

    que una recompensa. Basta para ello que no sea muy

    fuerte y tenga para el sujeto un carcter informa-

    tivo, de serial, y no de ensaamiento o revancha por

    parte del profesor. Si no es tan fuerte que provoque

    una desorganizacin de la conducta, y si el sujeto lo

    acepta como justo o a ttulo de seal til para me-

    jorar su actuacin, el castigo constituye un factor

    motivacional extraordinariamente til para el maes-

    tro... y para el nio. Sin duda, una clase no se puede

    llevar slo a base de premios; hay que castigar tam-

    bin; pero hay que castigar con medida, pensando

    ms

    en las consecuencias del castigo que dejndose

    llevar del mal humor que lgicamente se produce en

    el adulto cuando los nios se deciden a molestar.

    El castigo ha de medirse mucho porque, adems

    de constituir un tentador desahogo para el profesor,

    sus

    efectos secund rios

    son numerosos y negativos.

    Adems de los que ya hemos mencionado ms arri-

    ba, el castigo puede originar tambin la supresin de

    acciones distintas de las que se pretenda suprimir.

    pensas.

    Dicho de otra forma: Mientras lo normal es

    que las recompensas refuercen de alguna manera el

    aprendizaje, los castigos en cambio no tiene como

    efecto normal la extincin de la conducta sanciona-

    da. De hecho, en bastantes casos el efecto del castigo

    es nulo o justamente contrario a lo previsto en la

    ley del efecto, esto es, refuerza la conducta castigada

    en lugar de eliminarla. Otras veces, los efectos se-

    cundarios del castigo pueden ser tan fuertes que anu-

    len las posibles ventajas logrables con su aplicacin.

    El castigo es, en fin, menos til de lo que se piensa.

    La

    concepcin del castigo como correctivo

    capaz

    de eliminar o modificar la conducta indeseable, ha

    sido rectificada por numerosas experiencias sicol-

    gicas y pedaggicas. Por ejemplo, entre los arios

    23, y 28 de esta centuria, T. H. Brigs y D. A. Laird

    estudiaron en repetidas ocasiones los efectos de las

    censuras sobre el comportamiento escolar.

  • 7/25/2019 1960re108estudios01

    5/6

    VOL.

    XXXVIIINm.

    1 8

    PRENDIZAJE, RECOMPENSAS Y CASTIGOS

    (171)

    CURSO

    1959-60

    Asimismo, en virtud de asociaciones no planeadas por

    el maestro, el uso frecuente de los castigos tiende a

    producir en el sujeto una actitud de hostilidad gene-

    ralizada hacia todo lugar, disciplinas y personas

    lo que se relaciona con la enseanza. Es decir, la hos-

    tilidad provocada por el castigo puede generalizarse,

    asocindose a personas y situaciones contiguas. Asi-

    mismo, el carcter prohibitivo del castigo, su carc-

    ter negativo, tiende a reducir la espontaneidad crea-

    dora de las personas y a encerrarlas en prcticas ru-

    tinarias que parecen ms seguras que la interpre-

    tacin.

    Estos efectos secundarios del castigo son tanto ms

    marcados y negativos cuanto ms difciles son las

    tareas con que se encuentra enfrentado el sujeto y

    ms inmaduro es ste. En el castigo hay que extre-

    mar la moderacin siempre, pero sobre todo cuando

    se trata de sujetos emotivos que se enfrentan con

    situaciones complicadas o hbitos y motivos muy

    arraigados. En estos casos, el castigo puede tener un

    sentido de ejemplaridad para los dems o de desaho-

    go para el profesor, pero su eficacia para el intere-

    sado no ser muy grande.

    En sntesis, las consecuencias de los castigos son

    variadsimas y en general poco positivas. No hay que

    sacar de aqu la consecuencia de que el efecto del

    castigo es imprevisible y que, por lo tanto, no se debe

    castigar. El problema estriba en reconocer que las

    consecuencias del castigo dependen de muchas cir-

    cunstancias que hay que tener presentes antes de

    pronunciar la sentencia o imponer la sancin. He aqu

    una enumeracin de las ms importantes.

    V.

    LAS CONDICIONES DEL CASTIGO.

    La gran variabilidad de repercusiones que tienen

    los incentivos negativos se debe a que su efectividad

    depende de factores y condiciones muy diversos. Pre-

    tender pronosticar las consecuencias de las sancio-

    nes sin tener presente la influencia de semejantes

    factores equivale, pongamos por caso, a querer de-

    terminar la resistencia de un material determinado

    sin especificar la clase de temperaturas, vibraciones,

    momentos de fuerza, etc., a que va a estar sometido.

    Lo mismo que el agua hierve a los 100 grados, si

    est sometida a una determinada presin, las conse-

    cuencias de los castigos son siempre semejantes

    si

    se

    mantienen constantes toda una serie de variables que

    pueden influir en el curso del proceso. He aqu una

    escueta enumeracin de las ms importantes:

    a) Intensidad del castigo.

    actores temporales (oportunidad, manera de

    distribuirlos).

    c

    Nmero de castigos.

    d

    Comprensin del motivo del castigo (claridad

    de causas).

    e

    Consistencia en la aplicacin (equidad, firmeza).

    f

    Naturaleza de la actividad castigada (arraigo,

    importancia).

    g Existencia de respuestas o salidas alternativas.

    h

    Aptitud, edad, educacin, posicin del sujeto

    castigado.

    i

    Personalidad del sujeto castigado.

    j

    Personalidad y motivos del que castiga.

    k

    Factores ambientales.

    Esta enumeracin es, desde luego, muy incomple-

    ta, tosca y de carcter eminentemente sicolgico, esto

    es, est pensada desde un punto de vista individual

    que slo de pasada roza los factores ambientales. La

    verdad, sin embargo, es que stos condicionan extra-

    ordinariamente a los anteriores, suministrando una

    suerte de horizonte o marco de referencia desde el

    que se interpreta todo lo dems. Por ejemplo, lo que

    ocurra en otras clases o la opinin que prevalezca en

    las pandillas dominantes, influye muchsimo en la in-

    terpretacin que el individuo da a las recompensas

    castigos utilizados por el profesor.

    Por supuesto, cada uno de los factores menciona-

    dos debera ser objeto de un comentario especial. Asi-

    mismo deberamos desarrollar los problemas de in-

    teraccin que plantea la existencia de tantas varia-

    bles independientes capaces de influir sobre las con-

    secuencias del castigo. Evidentemente, empero, esto

    desborda los lmites de un pequeo trabajo como el

    nuestro. Quiz lo razonable sea recordar que lo ms

    importante es conseguir que los castigos tengan, siem-

    pre que se pueda, un carcter informativo ms que

    expiatorio o vindicativo, un carcter de advertencia

    y seal que apunte, al mismo tiempo, hacia otras ta-

    reas o actividades alternativas, socialmente acepta-

    bles y aceptables tambin por el sujeto como suce-

    dneos legtimos de sus malos hbitos. Esto es, se

    debe buscar que los castigos sirvan siempre no slo

    para detener o impedir un comportamiento determi-

    nado, sino tambin para sealar al sujeto otros ca-

    minos de actuacin que le permitan satisfacer de un

    modo socialmente aceptable los motivos y necesida-

    des bsicas de que se nutre su actuacin indeseable.

    Cuando son los motivos mismos los inaceptables y

    estn hondamente arraigados en la personalidad del

    individuo, la posible modificacin o rectificacin del

    comportamiento escapa claramente a las posibilida-

    des del castigo. La tarea consiste en este caso en

    tratar de cambiar los conceptos bsicos y actitudes

    vitales del alumno, no precisamente reprimiendo los

    sntomas superficiales de unas causas profundas que

    permanecen intactas, sino yendo al fondo de la cues-

    tin e implantando por la va positiva otros motivos

    y aspiraciones ticamente deseables. Esta re-educa-

    cin de fondo puede tropezar con fronteras difciles

    de salvar por el maestro: la cuestin, entonces, no

    se arregla por las malas. Quiz no se arregla de nin-

    guna manera, pues las personalidades sicopticas des-

    bordan a menudo las posibilidades teraputicas de

    la Siquiatra actual. En cualquier caso, la labor del

    maestro ha terminado y comienza la del siquatra.

    En definitiva, insistimos, la aplicacin del castigo

    ha de medirse ms que la de las recompensas. Sus

    consecuencias son ms imprevisibles, y ms peligro-

    sas que las de los premios. Adems, la tentacin de

    desahogar las propias frustraciones en la persona de

    los dems se justifica muchas veces en la mente del

    profesor bajo mil pretextos razonables.

    1Ino de ellos

    es el de la

    ejempl rid d

    de los castigos. Es verdad

    que, a veces, un castigo individual puede servir para

    restablecer el orden en una clase; en este caso, aun-

    que no tenga utilidad personal, la tiene colectiva. Pero

    cuando hay que recurrir frecuentemente a esta cla-

    se de correctivos ejemplares. es

    que algo va mal

    en esa clase y hay que averiguarlo. En definitiva,

  • 7/25/2019 1960re108estudios01

    6/6

    8(172)CURSO 1959-60

    EV IS TA D E ED U CA CI N ES TU D IO S

    OL. XXXVIIINM. 108

    habra mucho que hablar sobre el castigo como pre-

    texto y sobre el castigo ejemplar.

    No abogamos, entindase bien, por la supresin del

    castigo. La evidencia cientfica que se posee no apo-

    ya en absoluto este tipo de conclusiones. La conclu-

    sin que se saca despus de repasar los estudios ex-

    perimentales sobre la cuestin, es que la efectividad

    del castigo est muy condicionada por factores ml-

    tiples que hay que sopesar cuidadosamente en cada

    caso particular. Nada debe hacerse a la ligera; pero

    castigar, menos que nada.

    VI.

    A PREN D I ZA JE, RECO MPEN S A S

    Y

    CASTIGOS: BALANCE

    FINAL.

    Hace unos aos, Hilgard y Russel publicaron un

    trabajo comparando los efectos del castigo con los

    de las recompensas. Sus conclusiones fueron las si-

    guientes:

    1)

    El castigo dice sobre todo lo que no se debe

    hacer, mientras que las recompensas refuerzan por

    lo comn un tipo concreto de comportamiento.

    2)

    Los efectos del castigo son por lo general me-

    nos duraderos que los de las recompensas, quiz por-

    que las repercusiones emotivas del castigo interfie-

    ren con los procesos intelectuales propios del apren-

    dizaje.

    3)

    Los efectos secundarios del castigo pueden tra-

    ducirse en una actitud negativa hacia el maestro y la

    escuela, mientras que las recompensas tienden a co-

    lorear el ambiente pedaggico con una tonalidad emo-

    tiva positiva y atrayente.

    4)

    Los castigos pueden asimismo fijar todava ms

    la

    conducta indeseable, o provocar fenmenos de re-

    gresin del comportamiento, lesionando la persona-

    lidad del nio.

    En resumen, si se consideran estas conclusiones y

    los argumentos expuestos a lo largo del artculo, si

    se tienen presentes las dificultades implicadas en la

    aplicacin correcta de los castigos, y si no se olvida

    que a menudo la sancin constituye un pretexto, una

    vlvula de escape para las frustraciones del maes-

    tro, hay que convenir entonces en que la moderacin

    en el castigo es altamente recomendable. Tambin la

    aplicacin de las recompensas plantea dificultades,

    y hay modos de premiar que son ms eficaces que

    otros, pero aqu los errores son menos peligrosos. Fi-

    nalmente,

    hemos de confesar que el problema de la

    motivacin escolar es bastante ms complejo que

    todo esto, y no se agota en la consideracin de las

    recompensas y los castigos. Estos constituyen, por

    decirlo as, la cara externa del proceso. Visto por den-

    tro, el proceso motivacional escolar nos llevara a des-

    arrollar otros problemas, como pueden ser los rela-

    tivos al

    nivel de aspiraciones, la memoria la ansie-

    dad,

    etc., etc. Quede, no obstante, para otro momento

    la consideracin de la motivacin escolar desde den-

    tro . Dejemos aqu la cuestin y esperemos que este

    intento, hecho por un aprendir de siclogo que no

    sabe nada de pedagoga, no haya sido totalmente

    intil.

    Jost LUIS

    PINILLOS.

    Colaborador del Departa-

    mento de Sicologa Expe-

    rimental del C. S. I. C. y

    profesor de la Escuela de

    Sicologa de la Universi-

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