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2012 - Comentarios a Las Cartas de Santa Teresa de Jesus1

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Tomâs Alvarez Comentarios a las “Cartas" de Santa Teresa de Jésus
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Tomâs Alvarez

Comentariosa las “Cartas"

de Santa Teresa de Jésus

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COLECCIÓN KARMEL

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aLas Cartas

de Santa Teresa de Jesüs

Tonnas A lvarez

Monte Carmelo

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© 2012 by Editorial Monte CarmeloP. del Empecinado, 1; Apdo. 19 - 09080 - BurgosTfno.: 947 25 60 61; Fax: 947 25 60 62

http://[email protected]

Impreso en Espana. Printed in Spain I.S.B.N.: 978 - 84 - 8353 - 427 - 4 Depòsito Legal: BU -7 - 2012

Impresión y Encuadernación:"Monte Carmelo" - Burgos

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación publica y transformación de està obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual.La infracción de los derechos mencionada puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y s. del Código Penai).

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I n t r o d u c c ió n

A l lector

Editorial Monte Carmelo de Burgos, ha promo- vido recientemente la publication de Comenta- rìos a los libros de Santa Teresa, en una serie de cuatro ensayos: comentarios a Vida, a camino, a las Moradas y al Libro de las Fundaciones.

Ahora, en preparation al quinto centenario na­tal de la Santa (1515-2015), me ha sugerido este comentario a sus Cartas, mucho mas numerosas y noticieras que cualquiera de sus libros.

Acepto gustoso.

■k * *

Acercarse al carteo teresiano es asomarse al alma de Teresa, seguirla en su andar cotidiano, en su brega de fundadora, en su manera de tratar y conversar con los amigos, o con elAm igo de ami­gos, o con el recién llegado lector de hoy.

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Santa Teresa, tanto o mas que escritora, es una comunicadora. Dispone de un doble sistema de comunicaciones: sus libros y sus cartas.

En los libros se propone comunicar con el po­stole lector. Traspasarle su pensamiento y expe- riencia, su sentido de Dios, del alma humana, de la vida, de las cosas..., su amor a la Iglesia. Al lector se los comunica para compartirlos y convivirlos. Para «engolosinarlo», dice ella.

* * *

La otra mitad de sus escritos son las cartas. En ellas comunica en directo con un corresponsal concreto. Dialoga con él. Comparte vida y afanes y problemas. Y, a la inversa, le transmite sus senti- mientos y pensamientos, le insinua soluciones o le da consejos. Casi lo acompana en un jirón de vida, desde un pobre retazo de papel. La carta es corno un cable transmisor de corriente, con flujo de ida y vuelta.

* * *

Nos interesa plantear a la Santa escritora unas preguntas sencillas, diriamos casi obvias:

- por qué escribe tantas cartas una mistica corno ella.

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COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

còrno es por dentro una cualquiera de sus cartas.

còrno las cursa y hace Negar al respectivo destinatario.

còrno ha llegado hasta nosotros ese medio millar de cartas suyas, después de cuatro siglos.

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1." El carteo teresiano

Hoy, a la altura de nuestro siglo XXI, la corres- pondencia epistolar al estilo de antano esta de baja. Le han robado campo otros medios de co- municación personal, corno el telèfono, el móvil de bolsillo, el ordenador portatili comunicacio- nes veloces, y mas cómodas, pero volanderas y efîmeras...

Era diverso el siglo de oro en que vivió Santa Teresa. Quizas no se estilaban ya las cartas sabi- hondas, portadoras de egregios tratados, corno las de san Agustin o san Jerónimo. El carteo era mas familiar y mensajero, capaz de cubrir largas distan- cias corno las cartas del misionero san Francisco Javier, o de resolver problemas urgentes, corno las cartas de san Juan de Âvila o las casi cotidianas de San ignacio de Loyola.

El carteo de Santa Teresa se sitüa en este ùl­timo raserò. Las suyas son siempre cartas fami- liares en tü a tu, o en el igualmente casero "tü a Vos" o «a vuestra merced». Siempre con un toque original. Las suyas son cartas de mujer con familia numerosa. Cartas sobre la marcha, al frente de su empresa fundadora. Cartas de una mensajera mis­tica que, escribiéndolas, no interrumpe su dialogo interior con el Amigo Mayor, el Senor de Senores.

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Otra peculiaridad: Teresa no nos ha dejado car­ta alguna de su periodo juvenil, vivido en la pater­na casa abulense hasta los veinte anos, con fre- cuentes idas y venidas a Gotarrendura o quizâs al santuario de Guadalupe. Tampoco nos ha dejado cartas del segundo largo periodo de su vida en la Encarnación, desde los 20 de edad hasta los 47. Todo su carteo pertenece a los 20/21 anos finales de su vida, sus anos de andariega, mistica y funda- dora. Lo cual nos permite entrever el contexto y la originalidad del correo epistolar teresiano.

Teresa habîa vivido los primeras 27 anos de su vida adulta corno carmelita en el monasterio su- perpoblado de la Encarnación de Âvila, con mas de un centenar y medio de religiosas. Alli cerca, en la misma provincia de Âvila, florecian otros dos mo­nasteries de religiosas carmelitas. Numerosos los dos: uno en Piedrahîta, el otro en Fontiveros. Pues bien, no ha llegado hasta nosotros una sola carta fraterna o comunitaria entre las carmelitas de Âvi­la (o Teresa misma) y esos otros carmelos. Todo parece indicar que en aquel mundillo monastico no estaba en uso el sistema de comunicaciones, ni entre las superioras, ni si quiera entre monjas amigas o parientes.

Para Teresa, todo cambia cuando inicia su mi- siôn de fundadora. Su primera carta, la escribe en las Navidades de 1561, y le cuenta a su hermano Lorenzo el proyecto en ciernes de fundar un nuevo Carmelo, y le cursa esa misiva allende el ocèano, en el corazón del imperio del Peru. Y a partir de esa primera fundación comienza y crece el feno­meno del correo teresiano. Teresa escribe cartas a cada nuevo carmelo que funda, a Medina, a Toledo, a Salamanca, a Sevilla. Escribe a cuantos colabo-

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ran ocasionalmente en su obra fundacional: a su obispo Don Alvaro, al Rey don Felipe, al Cardenal Quiroga, a los mercaderes de Toledo, a sus amigas Da Luisa, a Da Maria de Mendoza, a la Duquesa de Alba. Cartas a Roma, a Lisboa, a Madrid, a Sevilla...

Poco a poco, la humilde celda de Teresa se con­viene en una especie de mini-agencia de comu- nicaciones. Frecuentemente escribe en la calma y silencio de la noche, hasta màs allà de las doce. Tiene a su disposición una o màs hermanas que en caso de apuro o de propia enfermedad le sirven de amanuenses, a quienes ella dicta el mensaje (H. Ana, la flamenca Wasteels, Isabel de san Pablo...). Aparte el indispensable ajuar de su modestisima escribanfa, tiene a mano el velón de lacre para se­llar el sobre (el envoltorio de la carta, dice ella). Dispone para elio de uno o màs sellos de mano con que timbrar el lacre de cierre, el màs frecuen- te el que lleva inserito el anagrama Jhs. "Venga mi sello -reclama-, que no puedo sufrir sellar con està muerte", es decir, con està calavera, que era su otro sello de ocasión en Toledo. Frecuentemente, a la puerta del Carmelo abulense esperà paciente -o impaciente- el arriero portador de la misiva. Y para màs seguridad, cuando su corresponencia corre el peligro de los fisgones, ella se gana la simpatia de los correos mayores de Madrid o de Toledo (Roque de Huerta, o Figueredo, o Casademonte), o bien ella misma recurre a un mensajero "propio" -bien pagado y bien servido- para cursar una carta de urgencia o de importancia a destino seguro. -Eran los recursos de su mini-agencia epistolar-.

Podemos sorprenderla escribiendo cartas y cartas, por ejemplo, en su celda de Toledo. Es uno de los momentos màs turbulentos de su vida de

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fundadora: febrero de 1577. Escribe una extensa carta ai carmelita italiano Ambrosio Mariano, re­sidente en Madrid. Es, precisamente el autògrafo que con ocasión del octavo centenario de la Cate- dral de Notre-Dame de Paris, regalara el General De Gaulle al Papa Pablo VI. En ella, Teresa cuenta de paso que Neva escritas esa noche media doce- na de misiväs: al Obispo de Cartagena, a don Alva­ro de Mendoza, a teólogos abulenses sus amigos, a Juan Diaz, a la madre de Graciän Juana Dantis- co, al Carmelo de Caravaca... "Estuve escribiendo -confiesa ella- hasta las dos" de la madrugada.

No siempre sera tan intenso el acoso epistolar, pero el presente caso es buen botón de muestra. En la carta siguiente (10. 2.1577) recordara: “me ha mandado el doctor [el mèdico] que no escriba jamàs sino hasta las doce [de la noche], y algunas veces no de mi letra".

iCuantas cartas escribiria la Santa en esos 20 postreros anos de su vidä? - Difìcil calcularlo. Entre los editores de su epistolario es corriente la cifra aproximativa de "mas de 10.000 cartas". Hay quien eleva esa cifra hasta las 15.000. Desafortunada- mente, lo que cuenta para el lector de hoy es el exi- guo numero que ha llegado hasta nosotros: solas, unas 460, mas una veintena de fragmentos. En su originai autògrafo, unas 268. No siempre fntegras.

iPor qué tan pocas? En su pérdida -o en su ex- travio a lo largo de cuatro siglos- influyen dos fac- tores: ante todo, el retraso de su primer conato de edición, ya promediado el siglo xvil (1658), corno si se temiera que el carteo de la Santa y la bajura de lo cotidiano deslustrase o ensombreciese el es- plendor de sus escritos mfsticos. Y, en segundo lu- gar, un cierto frenesf devoto a lo largo de los siglos

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barrocos, que redujo numerosas cartas teresianas a pequenas reliquias para uso y consumo del por- tador devoto. Aün quedan abundantes huellas de ese saqueo y troceo piadoso (o despiadado).

Quizäs se deba a este ùltimo factor el hecho de que los originales autógrafos del epistolario tere- siano se hallen hoy diseminados por numerosas ciudades espanolas, por al menos siete naciones europeas y por otras tantas naciones hispanoamé- ricanas. Baste, corno mero indicador, apuntar que en Espana hay autógrafos epistolares de la Santa en catedrales como el Pilar de zaragoga, Salaman­ca, Palencia, Córdoba, Cadiz, Guadix y Las Palmas de Gran Canaria. Quedan igualmente autógrafos de sus misivas en altos centros representatives de nuestro patrimonio cultural, por ejemplo, en la Biblioteca National de Madrid, en el Archivo His- tórico National, en el Palacio Real, en el instituto de Valencia de Don Juan, en la Biblioteca regia del Escorial...

Sin embargo, lo mas importante e interesante es que en ese carteo de hace mas de cuatro siglos se trasluce y hace présente al lector de hoy el alma misma de su Autora, la altura de sus ideales hu- manos, su sentido de Dios, su manera sericina de andar por la calle y relacionarse con el interlocutor de su tiempo, al igual que con el lector de hoy.

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2.- l a hechtira de una carta teresiana

Una carta cualquiera de la Madre Teresa es un retazo de su conversar cptidiano. Sencillo y polifa- cético. Coloquio en papel y a distancia; pero que refleja sin falsas irisaciones su manera de decir y de tratar.

Con todo, la carta tiene sus exigencias. Impone limites a la palabra. Le impone sobre todo una ma­nera de estructurar el mensaje. Veâmoslo a gran­des trazos.

Cabecera y saludo initial. — La carta teresiana ini­tia, invariablemente, con un trazo religioso: la senal de la cruz y el nombre de Jesüs. Ambas cosas inclui- das en el anagrama clâsico «jhs» (en minùsculas), que ella lee: «Jesûs», y en el centro del cual sobre el asta prolongada de la h traza la cruz. Preside el fron­tal del papel y precede a la rédaction del texto. Con frecuencia forma parte del saludo: «jhs (Jesus) sea en el alma de vuestra merced o de vuestra paterni- dad». No ha precedido el nombre del destinatario, relegado casi siempre al sobrescrito en la parte ex- terior del envoltorio. El saludo en cambio se prolon- ga o adquiere la flexion correspondiente, bien sea a tono con el ciclo litùrgico, bien con la situación concreta del destinatario: félicitation pascual, con­gratulation, condolencia, agradecimiento..., o bien da paso inmediato al asunto de la carta.

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El cuerpo de la carta. — Se abre la conversation. Cuando la carta es respuesta a otra del interlocu­tor, generalmente se comienza acusando recibo, y empalmando con la palabra o el mensaje recibido. A través de la respuesta el lector de hoy entrevé la otra parte del diàlogo, reflejada en la reaction de la Santa, dialogante maravillosa. La secuencia de temas fluye con libertad. Con incisos, digresiones, repeticiones. Pero con la tìpica lògica femenina y dialogai de la Santa, que apunta a la persona del interlocutor y a los objetivos que quiere lograr. El asunto jamàs es puramente cosfstico. Es personal. Rara vez implica a una sola persona. El texto, por tanto, se abre corno un pequeno drama o un jirón de vida vivida por un grupo de actores. Pocos pun- tos y aparte. Final ràpido. Frecuente confesión de prisa por el exceso de carteo, en esperà de res­puesta. «Escribf con tanta prisa que no sé qué he dicho» (175, 11). «Ya le he esento hartos conse- jos bobos» (147,4). «No tengo lugar (tiempo), iqué poco he sido corta para no tenerle/» (231,11).

Despedida y fecha. — Como el saludo initial, también la despedida es religiosa: «quede con Dios, y pidale que me le dé a mf» (carta a Bànez). «El Sehor dé salud a vuestra merced y nos le guar- de» (a Gaytàn). «Dé nuestro Sehor a vuestra seho- rìa el descanso que deseo, con mucha santidad» (a Salcedo). Casi siempre en ese tono. La despedida se abre con un augurio florecido sobre un deseo bien perfilado, de acuerdo con la situación del destinatario. La recogida material de esa serie de augurios y deseos arrojarfa automàticamente un buen balance de la sensibilidad humana y orante de la autora, de cara a las personas que desfilan ante su pobre escribania. Matizado segun se trate

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de una dama, una monja, un prelado, un merca- der o una de sus prioras. 0 del rey: «Su divina Ma- jestad lo guarde (a Felipe II) tantos anos corno la cristiandad ha menester» (52). «Dé Dios a vuestra Majestad tanto descanso y anos de vida corno yo continuo le suplico y la cristiandad ha menester» (86). «Ningün otro (remedio) tenemos en la tierra (sino a vuestra Majestad): piega a nuestro sehor nos dure muchos anos» (218).

Aigo mâs complicada es la datación. De ordina­rio, sigue al saludo de despedida. Escrita en numé­ros romanos o bien de palabra. (La Santa no usa los nümeros arâbigos). Omite el ano: indica sólo dìa y mes. Las mâs de las veces, en términos li- türgicos: titular del santoral, o fiestas de adviento, navidad y pascua; domingo de «casimodo»; «dia de carrastolendas». Alguna vez relaciona la fecha con efemérides de su propia vida: «Es hoy vfspera de Todos Santos. En dia de las animas tomé el hâ- bito. Pida vuestra paternidad a Dios que me haga verdadera monja del Carmelo, que mâs vale tarde que nunca» (138,5). A veces duplica la fecha: tras haber datado segün la fiesta del dia, anade el nù­mero de este o confiesa no saber en que dìa del mes està: «Es hoy domingo, no sé s i 20 de agosto» (era el 21 : carta 354). «Es hoy domingo 19 de octu- bre» (era el 20: carta 210). No es raro sorprenderse a si misma errando la fecha: «Son hoy 8 de abril, de esta casa de San José de Toledo, quise decir, de mayo» (342). «Esta carta... puse fecha de 10 y paréceme que son doce, dia de santa Clara» (43). O mâs expeditivamente: «Son hoy, ya lo he dicho», habia comenzado recordando que al dia siguiente era la fiesta de la Concepcion (160). Tampoco sera

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raro el caso de doble datación en una misma carta escrita con grandes intervalos.

La firma. — Generalmente: «Teresa de Jesùs». A veces, con el complemento: «carmelita». Hace ex­ception la primera carta a su hermano Lorenzo (de 1561), en que se firma «Dona Teresa de Ahumada» (carta 2). El nombre de la firmante no lleva ador­no ni rubrica alguna. Lo precede casi siempre un titulo de humildad o de afecto: «de vuestra mer- ced sierva», «indigna sierva», «verdadera hija de vuestra paternidad». O bien a Qraciân, redoblando los tftulos: «De vuestra reverenda sierva e hija y subdita, y iqué de buena gana!» (390, 5). Simila- res expresiones de humildad preceden a la firma en sus cartas a las monjas, incluso a novicias y postulantes.

La posdata. — Es frecuente y sintomàtica en las cartas teresianas. Tras la firma, no sólo afloran a su pluma nuevas cosas que decir, sino que en el fondo la carta y su mensajé siguen abiertos. Ocu- rre que de ordinario las ùltimas lineas abren el re- cuerdo o la evocación de las personas queridas, asociadas al destinatario: tres, cinco, hasta una docena, y mas. Elias provocan nuevas alusiones y remembranzas después de la firma. No es raro el caso en que se anaden dos o tres posdatas suce- sivas. Una después de la datación, antes de firmar. Otra a continuation de la firma. Nueva posdata en los mârgenes, latéral o frontal. Alguna vez la posdata sera mas larga que la carta (159). incluso, en ocasiones, una vez cerrado materialmente el envoltorio, se agrega en la parte exterior de éste un ultimo comunicado. Algo que delata la postura de fondo del alma de la santa: ella sigue abierta y comunicante al cerrar su papel, corno al iniciar la

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carta (Cf. las cartas 188,190,195,211,359,412..., o la doble posdata en la c. 146).

Sobrescrito y envoltorio. — El sobrescrito con la direction del destinatario plantea a la Santa el puntilloso problema de los «ditados», titulos pro- tocolarios de su corresponsal. Contra ellos y sus infinitas complicaciones habia protestado en Vida(37,10) y Camino (22,4). «Aun para titulos de car­tas es ya menester haya càtedra». De nuevo pro­testa contra los que a ella le propina don Teutonio de Braganza, en las primeras cartas que le escribe.Y contra el carmelita calabrés Ambrosio Mariano de san Benito, mucho mas tozudo y altisonante. En cambio, ella se plantea el problema cuando se dirige a personajes fuera de serie, corno Felipe il. En la primera carta a éste, tras haberse informado a conciencia, le darà el correspondiente meticulo- so tratamiento: «A la sacra, católica, cesàrea, real majestad del rey nuestro senor» (52). Pero el pro­tocolo dura poco. No resiste a la sencillez en las cartas sucesivas al Rey. El problema se le replan- teara cuando tenga que escribir al terrible nuncio Sega. Envia la carta a Gracian rogandole: «mande poner ese sobrescrito (en la carta) al nuncio, que por no errar no le pongo; una de esas senoras le pondra, la que mâs parezca a mi tetra» (261,1).

Fuera de esos casos, el sobrescrito de sus car­tas consta de lo mas elemental: nombre del des­tinatario y lugar de residencia, anadiendo si es el caso los titulos de aquél, que sirvan para salvaguar­dar la carta o localizar su morada. Por ejemplo: «A Roque de Huerta, guarda mayor de los montes de su majestad, en Madrid». 0 «para la madre priora de San José del Carmen en Sevilla, descalzas car- melitas, a la calle de San José, a las espaldas de

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San Francisco» (126). 0 mas sencillo: «para mi hija la madre priora de San José de Sevilla» (180). Son tipicos y delicados los sobrescritos de las cartas a Bànez: «Al reverendidimo senor y padre mio, el maestro fray Domingo Bànez, mi senor» (59 y 61); o bien a otro sacerdote amigo, de Alba: «Para mi padre Pedro Sanchez, confesor de las carmelitas. Es mi padre. Alba» (467).

El sobrescrito ocupaba su puesto en la parte externa de la carta, bien sea sobre el reverso de uno de los pliegues de ésta si habia quedado en bianco, bien sobre una faja de papel con que en- volvia el folio escrito, una vez plegado en seis u ocho dobladillos. Una de las extremidades de esa faja era apuntada con dos cortes a tijera, e intro- ducida en la ranura hecha también a punta de ti­jera sobre el extremo opuesto. El envoltorio hatia de sobre. En él, asegurando el cierre, se aplicaba el sello a presión.

El sello teresiano. — La función del sello era do­ble: cerrar la carta dentro del envoltorio, y garanti- zar su secreto. Su uso se hatia especialmente ne- cesario cuando dentro se incluia dinero o el texto contema un mensaje delicado. «Es para mi padre Pabio en la cueva de Elias» (292), es decir, en algu- na de las ermitas o cuevas de Pastrana, adonde se ha refugiado Graciàn huyendo de las iras del Nun­cio Sega. El sello de la Santa reproducia el mono­grama inicial de la carta: constaba de las iniciales JHS (mayùsculas), coronadas con una cruz sobre laH, y encuadradas en un sencillo dibujo a modo de retablo diminuto. En torno a éste, un doble tircu- lo concèntrico definia los contornos del sello. Para aplicarlo bastaba una oblea humedecida o unas gotas de goma laca o de lacre.

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La Santa usò mas de un sello, con ese mismo trazado y sin leyenda propia. En casos de emer- gencia, por haberse olvidado de llevarlo consigo, recurria a sellos ajenos. «Venga mi sello, que no puedo su frir sellar con està muerte, sino con quien querrìa que lo estuviese en mi corazón corno en el de san Ignacio», escribfa desde Toledo a su herma- no Lorenzo en Àvila (172, 5). «Està muerte» era el sello de emergencia, prestado por alguien de Tole­do y que lutia en el centro del tirculo una calavera sobre dos huesos cruzados en aspa.

Para abrir la carta era preciso hacer saltar el se­llo o desgarrar la tira del envoltorio. Si sobre éste se habia escrito la ùltima posdata, fàcilmente se la desgarraba o mutilaba al abrir. Es lo que ocurre con los sobrescritos y posdatas teresianas en mu- chos casos.

El papel. — La carta teresiana es generosa. Re- fleja cierta aristocracia de relaciones humanas. Papel de calidad. Formato mayor: generalmente 31x21 cm. con amplios màrgenes superior y la­teral izquierdo. No refleja la pobreza, casi siempre extrema, de quien escribe, sino el respeto profesa- do a quien recibirà el mensaje. «Pase vuestra mer- ced esotra plana, que tomé mal papel», escribe al jesuita Gaspar de Salazar (48,3), y deja en bianco el reverso del primer folio. A Graciàn, al menos en un caso, le responde en el mismo papel en que él le ha escrito, en columna frontera (116). Procederà de igual forma en otras ocasiones, cuando sea ùtil tener presentes las dos piezas: las proposiciones del corresponsal y las respuestas de ella (361).

Cuando no se trata de escribir una carta sino un simple billete, usa papel de menores proporciones. Nunca excepcionalmente pequeno o mal cortado.

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Es normal que sus cartas fuesen acogidas corno un regalo: «Gustaba harto a nuestro católico rey don Felipe cuando leia alguna carta suya, y no me- nos a la serenisima princesa de Portugal Dona Jua­na. Y los excelentisimos senores Duques de Alba, a quien ella escribia muy a menudo, y otras perso- nas guardaban sus cartas corno una viva doctrina para su bien». Asî escribe Graciân (Diâlogos sobre la muerte de la madre Teresa. Conclusion).

una pàgina cualquiera. — Hablaremos luego de los autógrafos del epistolario teresiano. Ahora nos acercamos a una pagina cualquiera de las muchas que parten de su pobre escribanîa. Corno en los grandes autógrafos de Vida o del Castillo Interior, también esa pagina cualquiera de sus cartas es un espejo del alma de Teresa. Grafia segura. Fruto de una pluma que ha escrito mucho. Trazos firmes y algo cincelados, pero de curso agii y fluido. Sin tro- piezos. Las tachas y borrones que hoy afean a mâs de un autògrafo suyo se deben a plumas ajenas y tardias, entrometidas. Rarisima vez la autora ta­cha o borra la palabra una vez escrita. Si acaso, la retracta. Cuando su pluma ha incurrido en un lap­sus, lo repara de palabra, exactamente corno en el lenguaje oral. Por ejemplo, al datar: «Son hoy 8 de abril, de esta casa de San José de Toledo; quise decir, de mayo» (342,10).

indice de la rapidez con que redacta, es su re- curso a las abreviaturas: tildes para suplir la «n» final de silaba, rizos sobre la «q» (q=que), corte del asta de la «p» (=para), trazo en arco para abreviar los «ditados»..., confieren especial fisonomia a la pagina.

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3.- Recurso a tas amanuenses

Para la madre Teresa la carta es cosa personal. Como la palabra. Se produce en clima de intimidad o de inmediatez. Lo normal es que todas sus car­tas sean autógrafas. iCómo ceder a otro la piuma o la palabra?

La traiciona su fragil salud. Cuando sus acha- ques la llevan al extremo de no poder mas, recurre a la mano ajena para no renunciar al carteo y con él a la comunicación. Asi comparecen en el epis­tolario las «secretarias» de la madre Teresa. Ella misma les ha dado ese nombre. "Todavia estoytan flaca de cabeza, que no sé cuando podré escribir de mi letra, mas la secretarla es tal que podré fiar lo que de mi 8C. 357,2: la secretarla es Ana de s. Bartolomé. cf cc. 237,9 y 359.3...). En realidad son sencillas amanuenses. Escriben al dictado. No pa- rece que hayan redactado «por encargo», escri- biendo por propia cuenta.

La presencia de la amanuense sirve de pista para seguir los altibajos de salud o los grandes cansancios de la Santa. Recurre a ellas por primera vez al comienzo de las fundaciones, tras la grave enfermedad contraida en Rio de Olmos (Vallado­lid), a fines de 1568: «ni lugar ni fuerza tengo para escribir mucho, porque a pocas personas escribo ahora de mi letra» (16,1).

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Otro tanto le ocurre dos anos mâs tarde en To­ledo, en visperas de emprender el viaje de vuelta a Âvila: «La mano ajena suplico a vuestra merced perdone, que me tienen las sangrias flaca y no està la cabeza para mâs» (28,2). Alguna vez inicia ella la carta, prosigue la secretarla y la concluye de nuevo la Santa (221).

Pero el recurso a la amanuense se hace nor­mal y frecuente a partir de la gravisima crisis de salud provocada por el trabajo nocturno a prime­ras de febrero de 1577 en Toledo. «Sepa, mi padre, que han parado las muchas cartas y ocupaciones mfas -tan a solas- en darme un ruido y flaqueza de cabeza, y mândanme que si no fuere muy ne- cesario no escriba de mi tetra» (carta 187, 5: del 28.2.1577). Es el ruido y cansancio de cabeza que persistirâ hasta las fechas en que redacte las Mo- radas (verano del mismo ano). Los smtomas de agotamiento nervioso debieron ser alarmantes: «Cierto, ha sido el trabajo excesivo este invierno; y tengo harta culpa, que por no me estorbar la manana, lo pagaba el dormir» (182, 2). «Mire -ad- vierte a Lorenzo su hermano- que es menester los que hemos ya edad llevar estos cuerpos para que no derruequen el espiritu, que es terrible trabajo. No puede creer el disgusto que me da (el cuerpo) estos dfas, que ni oso rezar ni leer, aunque corno digo estoyya mejor; mas quedaré escarmentada, yo se lo digo» (182,7). «Està la cabeza cual la mala ventura», habia escrito poco antes (178,1). La cri­sis habia ocurrido en la noche del 5 al 6 de febrero. A partir de ese percance, el recurso esporadico a «la mano ajena» perdurare hasta las ültimas jorna- das de 1582.

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En el servicio se turnan al menos cuatro carme- litas. Aquf, en Toledo, su sobrina Beatriz de Jesûs. En Âvila, la cèlebre flamenca Ana de san Pedro (Wasteels) y otra sobrina de la Santa, Isabel de san Pablo. Y en los viajes de los ultimos anos, la dulce enfermera Ana de san Bartolomé. La promoción de esta ultima a categoria de secretarla fue un episodio interesante. Lo cuenta esta misma a los jueces en el proceso de beatificación de la Santa (Âvila, 1595):

«Estando un dia la Madre en Salamanca..., ha- llàndose la santa madre Teresa de Jesus fatigada por tener muchas cartas a que responder, la dijo a esta déclarante:

—Si tu supieras escribir, ayudarasme a respon­der a estas cartas.

Y ella le dijo: déme vuestra reverencia materia por donde deprenda.

Diola una carta de buena letra de una religiosa descalza, y dijola que de allî aprendiese. Y esta tes- tigo la replicò que le parecia a ella que mejor saca- ria de su letra y que a imitación de ella escribiria.

Y la santa madre luego escribió dos renglones de su mano y dióselos; y a imitación de ellos escri­bió una carta esta testigo aquella tarde a las her- manas de San José de Âvila. Y desde aquel dia la escribió y ayudó a responder las cartas que la Ma­dre escribia, sin haber -corno dicho tiene- tenido maestro ni aprendido a escribir de persona alguna, ni haberlo aprendido jamâs, y sin saber leer mas de un poco de romance, y con dificultad conocia las letras de cartas» (BMC 18,173).

Poco después comentara la Santa: «Ana de san Bartolomé no cesa de escribir. Harto me ayuda»

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(424, 3). En alguna ocasión escribiràn las dos de mancomun. La Santa firmarà la carta, y Ana la pos­data (359, 3.4.8).

El servicio de la amanuense, sin embargo, no llega a tener estabilidad. Son pocas las cartas de la Santa escritas enteramente de mano de la se­cretarla. Alguna vez ésta es incapaz de seguir el dictado de la Santa, y pièrde el hilo de lo que va escribiendo (196,1). En otras ocasiones, la Santa recurre a ella en ùltima instancia, cuando el can- sancio fisico no le deja concluir el escrito (270,6). Hay cartas en que alternan los estratos autógra- fos de la Madre con los de la secretarla (198,202, 221,237,405...). Generalmente aquélla se reserva ciertos temas delicados, por lo personales o por secretos: «.. .escribo de mano ajena, si no es cosa secreta o forzosas cartas» (198,3; cf. 188).

Mas de una vez la secretarla aprovecha una pausa de la Madre, para intercalar un recado de propia cosecha, si la carta va dirigida a otro car­imelo. Por ejemplo, cuando la Santa desde Avi la da recuerdos a la priora de Sevilla para la joven her- mana que en està ciudad le ha prestado servicios de enfermera: «Al prior de las Cuevas un gran re- caudo de mi parte, que es mucho lo que quiero a ese santo... y a la mi Gabriela -que por cierto con una cosa la llama nuestra Madre «su Gabriela» que afnas pondrìa envidia...» (237, 6). Evidentemente, la Santa ha re-lefdo con regusto el entrefilete de la amanuense, y de nuevo le cede la piuma tras fir­mar, para que anada su posdata: «Es la secretarla Isabel de San Pablo, sierva de vuestra reverenda y de toda esa casa. Madre mìa, ahora se me acuer- da que he oido decir que hay ahi unas imàgenes de pape! grandes y muy buenas...; diceme nues-

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tra Madre que pida a vuestra reverenda un san Pablo...; me le envfe vuestra reverenda que sea muy lindo... Ha de ser cosa que me huelgue de mirarle».

En alguna otra ocasión, tras haber dictado todo el texto, la Santa se olvida de firmar y se limita a anadir de propia mano la posdata (211,7). A veces el dictar la cansa, quizàs tanto corno el escribir: «iaun de notar (dictar) me cansoì», confiesa a la priora de Sevilla (357,8).

De la amanuense se sirve también para obte- ner un duplicado de la carta, ya sea cuando deci­de enviarla por dos o mas vias, ya cuando quiere conservar copia o enviarla a Graciàn. Son relati­vamente frecuentes los casos en que opta por el duplicado, aunque poquisimos han llegado hasta nosotros (103; 230; 14; 280; 281; 147).

Entre las amanuenses excepcionales hay que contar también a Teresita, la sobrina de la Santa, hija de don Lorenzo. Mas de una vez, la Madre le cede la piuma para que complete la carta con una posdata de propia mano. Elio darà pie a una nueva posdata de aquélla: «En grada me ha caldo el reca­do de Teresa. Ahora creo que no hay mejor reme­dio que el amor. iDios nos le dé con Su Majestad!»(426,10).

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4.- Criptogramas: por qué las cartas en lenguaje cifrado

Entre las singularidades del epistolario teresia- no, quizàs la mas divulgada sea su recurso al len­guaje cifrado y, mas concretamente, al humorismo que traspira su cifrario.

No se trata sin embargo de un fenòmeno que afecte a todo su carteo. El cifrario teresiano se cine, casi exclusivamente, a la correspondencia con Graciàn. Surge corno recurso obligado cuando la correspondencia entre ambos comienza a ser vigilada e incluso interceptada y violada por los ad- versarios de Graciàn, a consecuencia de su visita a los conventos andaluces.

No sabemos si la idea surgió de éste, hijo del secretarlo regio y conocedor de la tècnica de la correspondencia cifrada, en boga desde los anos de Carlos V1. El mismo Graciàn nos refiere que «cuando nos escribiamos la madre Teresa y yo, por manera de cifra, mudàbamos los nombres; y «ga- tos» llamàbamos algunas veces a los frailes cal- zados...» (Peregrinación de Anastasio, diàlogo 16).

1 Anos mas tarde, el propio J. Graciàn escribirà un Tratado de las cifras, que dedicò a su hermano Tomàs Graciàn, 'intèrprete de leguas de Su Majestad', publicado recientemente por Ismael Bengoechea, en Burgos, rev. Monte Carmelo,104 (1996) 295...

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Lo que no cuenta Graciân es que él, mas descui- dado que su interlocutora, se olvida a veces de la cifra concertada entre ambos, y la Santa tiene que bregar para descifrar sus cartas. Hasta que ella lo reconviene, para que no trastrueque el cifrario sin avisar (254,3).

Quizâs la confusion se debia a que poco a poco la lista de nombres trucados habia crecido desme- suradamente. Y para algunas personas las cifras habian pasado a ser dobles o triples. Asi para ellos dos: la Santa pasa a ser Angela y Laurencia; y Gra­ciân, Eliseo, Pablo o Cirilo, o bien el de la cueva. En una misma carta se le recuerda a Graciân que tiene que hablar con Pablo y recomendar a Eli­seo... A ciertos personajes de talla se les propinan sendos nombres biblicos: al nuncio se le llamarâ Matusalem, y al provincial carmelita de Castilla, Melquisedec; al padre Pablo Hernandez, jesuita in- fluyente en la corte, Padre Eterno. Para el diablo retiene el nombre popular, largamente difundido en el teatro: Patillas. Para la inmensa mayoria de los restantes actores del drama reflejado en el epistolario, la Santa toma nombres que espontâ- neamente han brotado en la conversación, quizâs motivados por un episodio curioso. En todo caso, el conjunto revela bien el trasfondo de humorismo agridulce con que la Santa y Graciân vivieron los trances de la borrasca.

Una lista, seguramente incompleta, de ese ci­frario podria ser la siguiente:

Âguilas: las carmelitas descalzas (119,145).Angel/àngeles: el inquisidor o los inquisidores

(136).

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Angel mayor: el presidente del consejo regio (Co- varrubias o Pazos); o el inquisidor Mayor Quiro- ga (121,145, 231).

Angela: la Santa (136,145).Ardapilla: el licenciado Juan Calvo de Padilla (230,

231).Aves nocturnas: las carmelitas calzadas (145,

155).Carrillo: el jesuita Gaspar de Salazar (230,231). Cigarras: las carmelitas calzadas de Paterna (154,

159).Cirilo: el padre Graciàn (150).Clemente: Elias de san Martin (136).Cuervos: los jesuitas (230).El de la Cueva: el padre Graciàn (325).David: personaje dudoso (128).Elias: el carmelita Juan Evangelista (89,92,197). Eliseo: el padre Graciàn (89).Esperanza: Gaspar de Salazar (128,154,159,174). Fanegas: Maria de los Santos, vanegas (120).Gato: Antonio de la Madre de Dios (231).Gatos: carmelitas calzados (92).Gente de Egipto: carmelitas calzados (155,233). Gilberto: el nuncio Nicolas ormaneto (124,231). infante: Juan de las infantas (118,119).Joanes: Juan de Jesus (?), Graciàn (?) (136).José Bullón: Juan de Jesus Roca (140).Josef: Jesucristo (155,234...).Josefa: Maria de san José (117,124,128). Laurencia/Lorencia: la Santa (89,116,117).Lobos: los carmelitas calzados (254).Macario: Antonio de Jesus, Heredia (89). Madaleno: Juan Gutiérrez de la Magdalena (232).

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Mariposas: las carmelitas descalzas (119, 121, 154).

Matusalem: el nuncio pontificio (Ormaneto: 119, 124,145; Sega: 231).

Melquisedec: el provincial Angel de Salazar (134).Padre Eterno: Pablo Hernandez (8).Patillas: el diablo (136).Paulo (Pablo): el padre Graciàn (234,292,347).Peralta: Jesucristo (219).Peralta: el carmelita Jeronimo Tostado; el cardenal

QUiroga (119,124,136,154, 239).Perucho: el carmelita Alonso de valdemoro (145).Santelmo: el jesuita Francisco de Olea (119,138,

150).Seneca: san Juan de la Cruz (92).Tostado: Jerónimo Tostado (118).

No todos estos pseudónimos son cifras conve- nidas para el carteo. Hay algun caso de cambio de nombre, corno el de «José Bullón», adoptado por el padre Juan de Jesus, Roca, cuando se disfraza para emprender el viaje a Roma de incògnito (140), 1). Otros son simple deformación del nombre o ape- llido del interesado, corno «el Madaleno», Josefa, infante, el Tostado. Como resultado de este juego de nombres, hay una larga lista en el epistolario teresiano. Por ejemplo:

La mi Bela: la nina Isabel Dantisco (175).La Delgada: Inés Delgado (163).La San Francisco (o bien: San Francisco): Isabel de

san Francisco.La mi Gabriela: Leonor de san Gabriel (237).San Jerónimo: Isabel de san Jerónimo.Maruca: Maria de Tolosa (459).La Parda: Maria de Jesus, Pardo (61).

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El Pausado: el presidente del Consejo, Antonio Mauricio de Pazos, tildado de lentitud por la Santa (272).

Periquito: Pedro Graciàn (124).Los del Pano: los carmelitas calzados (98).

La lista de nombres citados suele alargarse con otro tipo de pseudónimos elaborados por la San­ta, pero que en realidad no son sino remoquetes carinosos, probables dejos del trato familiar de la Madre. Valgan sólo unos ejemplos:

La mi Gordilla: es una de las hijas de dona Catalina de Tolosa, la futura Elena de Jesus, pequena y regordeta (461).

La Lloraduelos: companera de «La Parda» (Maria de Jesus, Pardo), tan llorona al separarse de ésta «que no pensé que acabara» (61,5).

Maestro de Ceremonias: es Jerónima de Aranda, la ceremoniàtica domèstica de don Lorenzo de Cepeda (115,1).

Sabandijita: es Mariana Gaytàn, hija de Antonio Gaytàn, admitida muy nina en el carmelo de Alba (85, 5), llamada otras veces «el angelito» (386, 6).

Esa su poca cosa: remoquete de Maria Bautista, que tal vez se habia autodefinido asi, con un gesto de excesiva modestia que no cuadraba del todo a su genio (76,2).

Mi priora: es la Virgen Santisima, cuya estatua ella habia colocado en la siila prioral del coro de la Encarnación (41,3).

El casamentero: Dios o Jesucristo, que ha ben- decido definitivamente el afecto de la Santa a Graciàn (174,5).

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El Vidriero: Jesucristo, joyero misterioso que ha concurrido a la elaboration del libro de las Mo- radas (219).

El sancta santorum: Graciân (390,2).

Aùn utilizando el cifrario, persiste en la Santa el «miedo (de) si toman las cartas» - si se las in- terceptan (254,1). Para prevenirlo, entre ella y la priora de Sevilla organizan un nuevo sistema de camuflaje en los sobrescritos: llevarân el nombre de la madre Maria, priora de Sevilla, pero en rea- lidad irân destinados a Graciân. Mas sagaz que la Santa, la priora perfecciona el sistema, que sigue funcionando mientras Graciân reside en Anda- lutia, o bien hasta que la Santa logre seguridad absoluta captando la benevolencia de los «co- rreos mayores» de Castilla, que se rendirân a sus demandas (246, 5; 148, 2): «Las cartas de nuestro Padre (Graciân) pondre sin cubierta, y para vuestra reverenda (madre Maria) el sobrescrito y dos cru- ces o très; mejor es dos, o una, que son muchas las que ahi van. Y vuestra reverenda le avise que no me sobrescriba él sino vuestra reverenda, y en las suyas con la misma senal, y es mas disimulado y mejor traza que la que yo daba» (146), 5).

Con todo, el cifrario fue problema acuciante sólo en el carteo con Graciân. Apenas si hace acto de presencia en la correspondencia con Ambrosio Mariano de san Benito, mientras éste tramita los asuntos de la Reforma teresiana en la corte de Ma­drid (192,4). Ocasionalmente, reafloró en el carteo con un jesuita, Gaspar de Salazar, gran amigo de la Santa desde los dias de su rectorado en San Gii de Àvila, hasta las fechas en que tantea el paso a la reforma teresiana; luego, poco fiel a la amistad. Ya en esa ocación del fallido cambio de hàbito, re-

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currió él a un cifrario convencional, para esquivar la mirada de sus superiores. Cifrario inütil por lo transparente, pensò la Santa. Ella en cambio ha- bia utilizado un lenguaje entre cifrado y alegórico, para dar a este su amigo la noticia alborozada de su ùltimo libro, la joya de las Moradas. Léase la carta 219,7-8 para comprobar en directo la gracia con que la Santa es capaz de improvisar un siste­ma de mensaje cifrado, sin hermetismo, transido de humor y de belleza.

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5.- Los carteros teresianos

Carteros y mensajeros tienen menos importan- cia para una lectura comprensiva dei epistolario teresiano. Con todo, su intervention no carece de interés. No sólo porque vienen a interpolarse en algo tan personal e ìntimo corno la comunicación epistolar teresiana. Sino por el alto concepto que la Santa tiene del sigilo epistolar. Y por las ase- chanzas que con el andar del tiempo llegaron a acechar a sus cartas en las casas de postas y sus aledanos.

Es curioso sorprender a la Santa dispuesta a abrir, con confianza de hermana, una carta de Lo­renzo de Cepeda a Juana de Ahumada -los très hermanos-, y de pronto retenerse y renunciar a la apertura: «Abri esa carta de mi hemano para... Sepa que la iba a abrir y se me hizo escrüpulo», y no la abriô (22 3). Al propio hermano Lorenzo su- plicaré o requerira que las cartas privadas escritas por ella a su sobrino Francisco, hijo de aquél, se le entreguen cerradas. Ella misma respeta escrupu- losamente las cartas de su hermano a la priora de Sevilla, pese a la confianza que reina entre los très (335,7). Cuando quiere que esta lea alguna de sus cartas a personas amigas, se la envia abierta y se lo advierte (175,11; 330,7...). Datos que permiten vislumbrar la sensibilidad de la Santa al depositar ciertas cartas en manos venales o irresponsables.

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Afortunadamente la Espana de su tiempo con- taba ya con un complejo sistema de correos2. Eran numerosos los «ordinarios» de ciudad a ciudad. Habia ademâs mensajeros ocasionales: arrieros y recueros. Y por fin, cabîa el recurso al mensajero «propio», enviado a propias expensas.

Son numerosas las cartas en que el lector sor­prende a la Madre escribiendo a toda prisa, por- que a la puerta del convento esperà impaciente el cartero o el arriero de turno (180,100). Otro pro­blema es el de la paga, que a su vez puede poner en riesgo la consigna de la carta (210, 2). Mas de una vez quedarâ perpleja sobre la «via» que elegir para una expedición ràpida y segura. A las Indias escribira, si llega el caso, hasta por cuatro vias a la vez. 0 bien se résigna a esperar el dia de esta- feta (439). En alguna ocasión, la carta vuelve a sus manos antes de llegar a las del destinatario: «ésta iba con un cartero, y trajéronle malo y tornómela. Abrila para ver qué decia...» (111,7).

Sabemos que la Santa, pese a la extrema po- breza de sus carmelos, no escatimaba dinero para cursar un «propio». Graciân, que en mas de una ocasión la reprendió «diciéndola... que dónde ha- biamos de hallar para pagar tanto dinero», cuenta:

«Acaecia, para hacer alguna diligencia de algu­na fundación, gastar muchos dineros en hacer co­rreo propio. Diciéndole yo:

— Busquemos quien lieve estas cartas porque no gastemos tanto. Respondia:

2 Cf. M. M ontanez M atilla, El correo en la Espańa de los Austrias. Madrid 1953.

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—Si por negocios importantes se hace un co­rreo propio, qué mâs importante que hacer una iglesia mâs, donde se adore el Santisimo Sacra­mento. Ande, Padre, a trueque de que no perda- mos una coyuntura, iqué hace ai caso doce ni veinte ducados?

Finalmente con la pobraza que tenia, que era grandîsima, nunca vi en hombre ni mujer ma­yor animo, ni condición mâs liberal» (Scholias..., p. 155-156).

Con el fino sentido humano y social que la ca- racterizaba, comprendió rapidamente que lo de­cisivo para su carteo era asegurarse el apoyo de los «correos mayores». En Toledo hace enseguida amistad con Figueredo (120, 118). En Palencia, con Diego de Reinoso (373, 406). En Burgos, con Francisco de las Cuevas, unicamente en Avila fue desafortunada. Hasta el extremo de que en algün caso delicado toda su habilidad no le valiô para recuperar de mano del correo el envoltorio recién consignado, para abrirlo e incluir en él una nueva misiva importante (209,2).

En definitiva, los mejores servicios de mensaje- ria se los prestaron personas intimas: su gran ami­go de Madrid, Roque de Huerta, guarda mayor de los montes de Su Majestad y casi correo familiar de la Santa (véase la primera carta que le escri­be, fijando las condiciones del servicio: 203); dona Juana Dantisco, que servira de medianera entre la Santa y Graciân, cuando el nuncio Sega condene a este al ostracismo y a la incomunicación epis­tolari el prior de la cartuja de las Cuevas (Sevilla) Hernando de Pantoja, a quien la Santa harâ consig- nar cartas delicadas cuando el provincial Cârdenas bloquee las comunicaciones con el carmelo de Se-

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villa. Y otros humildfsimos servidores, corno Ries, Gaytan, Antonio Ruiz...

Mas que todos ellos, la verdadera estafeta de la Santa fue Marfa de san José, la priora de Sevi­lla. Tanto para encaminar el diffcil correo de Indias, corno para el diàlogo con Graciàn en los anos de la visita a los calzados andaluces. «La ruego por caridad tenga mucho cuidado de escribirme lo que pasa cuando nuestro Padre no pudiere, y de darle mis cartas, y recaudar las suyas. Ya ve qué se pasa, aùn estando ahf, de sobresaltos: iqué sera estan- do tan lejos? Que el correo mayor de aquf (Toledo) es primo de una monja que tenemos en Segovia; hame venido a ver, y por ella dice que harà mara- villas. Uàmase Figueredo. Es, corno digo, el correo mayor de aqui. Hémonos concertado y dice que, si alla (en Sevilla) hay cuidado de dar las cartas al correo mayor, que casi a ocho dias podrìa saber de alla. Mire qué gran cosa seria. Dice que con poner una cubierta sobre mi envoltorio que diga que es para Figueredo, el correo mayor de Toledo, cuando en ellas fuere mucho, ninguna se puede perder. - Todo es trabajo de vuestra reverenda; mas yo sé que otros mayores tomara porm i, que sf los torna­rla yo por ellas-» (120,3; 127,152...).

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6.- El mensaje ^ tos destinatarios

No estamos ante un epistolario doctrinal. Ni si- quiera espiritual. La Autora no confunde las cosas: no escribe cartas desde la câtedra, corno los li- bros. Sólo en las cartas espurias nos encontramos con piezas elaboradas desde la tacita consigna convencional: «hablemos de cosas espirituales». La premisa que régula y motiva el dialogo en cual- quier carta suya es mas elemental: «hablemos». Desde la vida que vivimos. Lo pide la tarea que lle- vamos entre manos. Y el amor que nos tenemos. «Sepa que me da a veces un deseo de verla que parece que no tengo otra cosa en que entender. Esto es verdad» (a Maria de san José, 120,4). «jOh, qué mal lo ha hecho en escribirme tan corto!» (a Graciân 239,1). «/La gana que tenia de escribirla!» (330, 16, al final de una carta excepcionalmente larga a la misma Maria de s. José, con no menos de très posdatas sucesivas).

De este subsuelo de vida real, de convivencia al natural, de quehaceres y amores compartidos, brotan los motivos temâticos. No faltan paginas de direction espiritual. De discernimiento de perso­nas o de espiritus. De aterrizaje en el campo de la oration personal. 0 de vuelo a las esferas misticas. Porque todo eso està de antemano en el paisaje de la autora y en el entramado de la vida. La com- paración de esas paginas con el epistolario de san

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Juan de la Cruz o con las cartas de santa Teresa de Lisieux -por citar autores afines- permitiria captar las distancias.

Una ràpida asomada al panorama del carteo ayudara a localizar las siluetas mas destacadas, temas y personas indistintamente.

Ella, ante totio. — No sólo corno autora y dialo­gante. Sino corno objeto de mensaje. Es sabido que aun en las obras doctrinales la Santa, en el fondo, sigue autobiografiândose. En las cartas, lo mejor de la comunicación es la presencia de su persona. No corno centro de atención, sino corno foco de irradiación.

No esquiva artificiosamente el hablar de si misma. Desde lo mas externo de la persona -el cuerpo, de fràgil salud- hasta lo mas recòndito del alma. Habla espontâneamente de sus enfermeda- des, que la rondan y la siguen corno una sombra, dando realce a su dinamismo y sentido del humor. Repite la confidencia, pero jamàs con voz que- jumbrosa. Casi siempre: «ya estoy mejor». 0 a lo sumo: «razonable estoy».

Mas alla del cuerpo, los pianos de la psique quedan reservados para las confidencias a los (n- timos. Al hermano Lorenzo de Cepeda le permite asomadas fugaces hasta la morada de las gracias misticas. A la priora de Sevilla, Maria de san José, le confia casi toda la gama de sus sentimientos, zozobras, estados de alma; sin recatarse ni des- componerse para el regaho duro: «con quien bien quiero soy intolerable» (319, 2). Para Graciàn, el cuadro es completo: desde los escrüpulos de con- ciencia, cuando teme haber rozado la caridad (96, 1), hasta las reacciones interiores, los juicios sobre

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él mismo y sobre otros, ansias y proyectos, erro- res cometidos, seguridades y esperanzas para el futuro...

En todo caso, ella y su alma ocupan la franja central del epistolario. Como la arena en el anfi­teatro. Cada corresponsal tiene cita para contem­plarla desde distancia proporcional al puesto, cer­cano o remoto, que ocupa en el tablero de la vida compartida con la autora. Lo mismo, el lector del epistolario. A cada corresponsal se le ofrece un àngulo visual diverso, frente al alma de la Madre Teresa. Para abarcar el panorama entero o rehacer la imagen integrai de su alma, no bastan los datos autobiogràficos del libro de su Vida, ni el balance descriptivo de las siete Moradas; son indispensa- bles e insuplantables las cartas: corno correctivo de la imagen ya clàsica de la santa, unilateral y desenfocadamente mistica; y corno encuadre y reinserción de su figura humana y femenina en el realismo de lo pequeno y episòdico, de lo terrestre y cotidicano, de la sociedad y las clases sociales, desde el rey hasta el arriero del camino: trataba a estos ultimos, dice Graciàn «con si ella toda su vida hubiese sido arriero»!

En segundo lugar, los destinatarios. — Diverso àn­gulo visual: colocarse en el punto de mira de la autora permite asistir a un policromo desfile de personas y gestos. Cada carta es un cuadro es- cénico. A veces demasiado denso. No menos de treinta personas, con perfil propio, en alguna carta a Graciàn. Con frecuencia, una o dos docenas de evocaciones. Generalmente distribuidas en dipti- co: de un lado los que actualmente rodean a la autora; del otro, los amigos y seres queridos del

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destinatario. Y todavfa un tercer plano de amigos o adversarios, lejanos pero igualmente presentes en su animo.

Con todo, los primeros pianos estân ocupados por los destinatarios. Cada uno de ellos motiva un tono dialogai diverso y el desarrollo de una linea o una secuencia de mensajes con sentido unitario. Podemos seguirlos tal corno aparecen en el fluir de su carteo. Los precisaremos mas adelante, en la segunda parte de este comentario.

Grupo printero, la famllia. — Ha precedido el nor­mal fenòmeno de dispersion familiar. En Espana ha quedado sólo la hermana menor de la Madre Tere­sa, Juana de Ahumada, tras la muerte de la mayor, Maria de Cepeda (Vida 34,19). En el ùltimo dece- nio, coincidiendo con el periodo del carteo, la vida familiar y los hermanos refluyen en parte hacia el hogar, aunque de hecho pocos lleguen a él. Es el momento reflejado en las paginas del epistolario del postrer sexenio. Ahora el centro del grupo lo ocupa la Madre Teresa. Por ella pasan los abiga- rrados problemas de la familia, no sólo numerosa, sino marcada con hondos traumas de preceden- tes disensiones y pleitos y herencias. A la piuma de la Madre se debe que ninguno de esos proble­mas se deshumanice: los dineros de Lorenzo, la locura de Pedro, las calumnias contra Juana y su hogar, las calaveradas de los dos sobrinos Lorenzo y Francisco, la fragilidad de Teresita, la agresividad de dona Beatriz, suegra del sobrino Francisco..., los enredos y lejanias de los hermanos que siguen en las Indias, antes preocupados por la ejecutoria de hidalguia, ahora âvidos de poder y de dinero.

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Otros grupos importantes son las comunidades de sus carmelos. Son éstas las que en definitiva han puesto en marcha el dilatado episodio del car- teo teresiano. En él estàn presentes con sus mas y sus menos: personalidades selectas, casistica comunitaria, selecciones vocacionales, problemas económicos, enfermeria...

Mas alla de esos dos grupos familiares, por el epistolario teresiano desfilan varios otros colecti- vos, que puntualizaremos mas adelante.

cCuales son los temas recurrentes en las cartas de la santa? — Un sinnumero de avatares cotidianos. impostole recensionarlos. Mas bien, podemos su- mariarlos, ano por ano, siguiendo la andadura de la propia Santa:

- Temas fundacionales y familiares en el carteo de los 12 primeros ahos: 1562-1573, con un total de 57 cartas.

- De pronto, el carteo se engrosa, numèrica y temàticamente en los dos ahos sucesivos, 1574-1575, en que Teresa rebasa las fronteras de Castilla y se adentra en Andalucia, con pai- saje y casistica nuevos: nos queda casi me­dio centenar de cartas de solo ese bienio, con hàlito nuevo y renovado flujo de sentimientos y cercamas humanas.

- Acto seguido se agigantan los problemas y el nùmero de cartas en los ahos 1578-1580: mas de 120 cartas en esos dos anos, en los que emergen los problemas mas acuciantes del carteo teresiano: la problemàtica Visita Canò­nica de Graciàn al Carmelo andaluz; el espino- so conflicto entre el Nuncio Sega y Graciàn;

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las graves enfermedades de Teresa: en Ävila con el brazo dislocado, en Toledo con la ca- beza llena de «ruidos y flaqueza grande», en Valladolid victima del catarro universal; mas el acoso a la lejana y tan querida comunidad del carmelo hispalense...

- El carteo de esos dos Ultimos ahos ha teni- do dos momentos de obstruction: el bloqueo total del carmelo de Sevilla por el provincial Cardenas (1578), y el confinamiento de Gre­cian por decreto del Nuncio papal Felipe Sega (1579). En el primer caso la Santa recurre al santo prior de la Cartuja de las Cuevas, Her­nando de Pantoja, para salvar la barrera obs- truccionista. En el segundo, recurre a Dona Juana, la madre de Grecian, para mantener la comunicación con éste.

- Por fin, el carteo de la Santa se abre a las pre- visiones y propuestas del Capitulo de Alcala, en torno al 1581. Y escribe la ultima carta de camino, en su postrer viaje de andariega, mitad en Valladolid, mitad en Medina, en res- puesta a lois problemas caseros-comunitarios de la priora de Soria, Catalina de Cristo, pocos dias antes de morir: 15-17 de septiembre de 1582, dictândola a su enfermera y companera de camino, la dulce Ana de san Bartolomé.

Buen colofón de todo su carteo.

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7.- Autógrafos originales de las cartas teresianas a lo largo de cuatro sigtos

En el concepto de la Santa, la carta comun y corriente es un papel volandero. Como la palabra hablada, cumplida su función comunicante, se vo- latiliza. Rarisima vez conserva ella las cuartillas de su corresponsal (415, 2). En varias ocasiones la sorprende el lector barajando los papeles de su escribania o de su arquilla, para remitir acà o alla alguna carta recibida, pero rindiéndose a la evi- dencia: ya la ha destruido. «Nunca se me acuerda de guardar las cartas que me escriben» (120, 5). Mas que buena memoria retentiva, tiene la fortuna de una escucha atentfsima: toda carta que llega a sus manos es leida con ojos àvidos y gran interés. Retiene integro su mensaje. Puede responderlo puntualmente sin tenerlo delante.

A ese conjunto de factores se debe que de los varios millares de cartas recibidas y respondidas por ella, sean contadisimas las que han llegado hasta nosotros: las de san Juan de Àvila, san Pedro de Alcantara, san Luis Beltràn y pocas mas. Ningu- na de san Juan de la Cruz. Casi ninguna del padre Graciàn.

Entre sus corresponsales, hubo de todo. Quién las destruyó todas de una vez, corno fray Juan de la Cruz. Quién las trató con gran indiferencia y qui-

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zâs las destruyó una a una, corno fray Antonio de Jesüs Heredia. No faltaron sin embargo quienes in- tuyeron su valor y las atesoraron.

En vida de la Santa los mas sensibles a la cali- dad de esos autógrafos intimos fueron, sin duda, el padre Jerónimo Graciàn -pese a la insistencia con que la Madre le repitió la consigna de romper y quemar sus cartas- y Maria de san José, la priora de Sevilla. Junto a ellos, aunque a cierta distancia, hay que situar al italiano Ambrosio Mariano de san Benito. Otra carmelita, Ana de Jesüs, fue sumisa a la Santa y ejecutó la orden de ésta de destruir to- dos sus papeles; nos lo cuenta ella misma: «hasta la ùltima semana que vivió no cesò de escribirme, que lo hatia muy a menudo... Y por haberme tra- tado de muchas cosas en las cartas que me habia escrito, viendo una vez algo revuelta la religion y contienda de prelados, porque aùn no los tenia- mos de nuestros descalzos corno ahora, me enviô a mandar la Madre quemase todas sus cartas. Yo lo hice, y sin echarlo de ver, entre otros papeles se me quedó una de su letra, y a cabo de cinco o seis anos la hallé...» (BMC 18, 472, 485). - Era, precisamente, la «carta terrible», en que la Santa corregia su conducta en la fundación del carmelo de Granada (c, 451).

Aùn asï, cuando muriô la Santa y sobrevino rapidisimo su «huracân de gloria», el nùmero de autógrafos dispersos en manos de sus correspon- sales era elevado. Muchos mas de los que hacen suponer las cartas que figuran en su presente epistolario. Sólo que el recuerdo de la Madre Te­resa y el halo de santidad que envolvió su figura hicieron de reactivo devocional destructor. Aque- llos papeles suyos pasaron a ser reliquias: materia

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tocada por su mano, mucho mas que irradiación de su alma y su pensamiento. Lo que en la mayoria de ellas decia aquella mujer mistica distaba tanto de sus séptimas moradas, eran cosas tan sencillas, tan de la vida de todos, que la reliquia de papel prevaleció sobre el mensaje. Cuando alguien pide a una de sus sobrinas mas inteligentes -Beatriz de Jesùs, Ovalle- algun recuerdo de la Santa, res­ponde ella enviando lo que le queda, retazos de los escritos: una «firma de nuestra Madre Santa Teresa, con ese panito del olio que sale de su car­ne... Yo le quisiera enviar carne, mas ya no la hay, y aqui se estiman mas las firmas que ella; que han venido a mis manos unas cartas de la Santa que tenia una senora, mujer de un primo mio y sobrino de la Santa (Francisco de Cepeda), que he hecho harto para sacarle algunas» (BMC 7, p. Iviii: carta del 18.6.1627).

Fue fatai para el epistolario teresiano aquella trasposición de las cartas-mensaje al mundillo de las devociones y las reliquias. Para obtener firmas destinadas a relicarios, se fueron tijereteando las existentes ai pie de las cartas. Luego se confec- cionaron a base de letras recabadas de los autó- grafos epistolares. Por el mismo sistema de letras recortadas en la cantera de las cartas autógrafas se elaboraron sentencias espirituales, se recons- truyeron en pequenos billetes ciertos pasajes sen- sacionales de la Vida, se rehicieron uno a uno los Avisos atribuidos a la Santa, se compusieron al­gunas de sus Relaciones y parte de sus poemas, se rehizo con miles de letras recortadas todo o casi todo el texto de sus Exclamaciones. incluso se confeccionaron con igual material autògrafo largas cartas espurias, malamente atribuidas a la

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Santa. Aün hoy existen fuera de Espana carmelos que conservan restos de relicarios con firma tere- siana, de los que anfano poseia uno cada religiosa de la comunidad. Por otro lado existen igualmen- te cartas autografai que tras el malhadado trata- miento de tijera han quedado corno vidrieras cate- dralicias semidestruidas: con una larga docena de orificios, de los que se han extraido letras o silabas para obtener la suma final de «Teresa de Jesùs car- melita» o para confeccionar un breve pensamien- to teresiano.

Sin ese vendaval de piedad barroca, los autógra- fos epistolares de la Santa hoy serian ciertamente muchos mas, aun cuando distasen de acercarse a la cifra de cartas escritas por ella.

Efecto de ese mismo vendaval de amor y de­votion es la actual dispersion de los autógrafos teresianos a lo largo y ancho de Europa y America. Baste esbozar el cuadro:

1. La mayor colección de autógrafos epistola­res se conserva en el carmelo de Valladolid. Son restos del carteo a Maria de san José, la priora de Sevilla. Salvados providencialmente del naufragio cuando la destinataria aceptó seguir el curso de la propia tragedia. Son en total casi medio centenar de cartas.

2. Restos de la colección del padre Jerónimo Gracian se conservan hoy sobre todo en dos pequenas colecciones: en los carmelos tere­sianos de Sevilla y del Corpus Christi de Alcala de Henares. El resto, disperso dentro y fuera de Espana.

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3. Otras dos colecciones, relativamente copio- sas, se conservan en los carmelos de Santa Ana de Madrid y de Consuegra (Toledo).

4. Los restantes, un nùmero elevado de autó- grafos, se halla diseminado por Espana y por unas cuantas ciudades de Europa y America, indicamos unicamente estas ûltimas:

- En Portugal: Lisboa, Estoril y Oporto.- En Francia: Paris, Amiens, Burdeos, Libourne,

Rions.- En italia: vaticano, Roma, Venecia, Bolonia,

Concessa, Florencia, Careggi, Genova, Antig- nano, Massalubrense, Moncalieri, Napoles, Parma, Treviso Caprarola...

- En Bèlgica: Bruselas y Lovaina.- En inglaterra: Chichester y Darlington (ahora

en el Museo Taresianum de Roma).- En Austria: Innsbruck.- En Polonia: Cracovia.- Ciudades de America: La Habana, Sancti Spi­

ritus (Cuba), Lima, Quito, Santiago de Chile, Méjico D.F. y Querétaro, Buenos Aires.

Como hemos observado ya, no todas las cartas teresianas fueron integramente autógrafas. Las dictadas a las amanuenses y firmadas por la Santa nos han llegado originales. Muchas otras, por des- gracia, se nos han transmitido unicamente en tras- cripciones de data tardia, mas o menos fidedignas.

Al lado de ese rimero de textos auténticos, se ha deslizado a lo largo de los siglos una gavilla de cartas espurias. Mas o menos, corno ha ocurrido a todos los grandes escritores clasicos. Merece la pena destacar algunas de ellas por la suerte que

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les ha cabido en las ediciones o en la difusión del epistolario.

1. Carta espuria al doctor Alonso Velazquez, con una larga instrucción sobre la oración. Publi- cada con todos los honores por el cronista de la Reforma teresiana (Reforma l, libro 5, c. 34, pp. 865- 868), cuando aün no se habîa editado el epistolario. Todavîa en el sigio pasado fue difundida en hojas volanderas, corno lección especial de la Santa para principiantes de oración.

2. Carta espuria al carmelita descalzo Juan de Jesüs Roca, consolandolo en las persecuciones de que es objeto con la llegada del nuncio Sega a Madrid. (Recuérdese que es él, Roca, quien se presenta al Nuncio para defender a la Madre Tere­sa, y escucha de labios de este la rèplica: «fémina inquieta y andariega»...). Toda ella compuesta de letras recortadas de otros autógrafos teresianos. Editada y anotada por Palafox en la primera impre- sión del Epistolario (l, 27).

3. Cartas igualmente espurias sobre Felipe ll. Son varias. Una, dirigida al secretarlo del duque de Alba, don Juan de Albornoz, contando impresionis- ticamente el encuentro de la Santa con el Rey en El Escoriai. Otra, dirigida a Antonio de Jesus, toda­vîa alegada con todos los honores en las recientes biografias de Felipe II (Cf. L. Fernândez F. de Retana, Historia de Espana, dirigida por Ramón Menéndez Pidal, t. xix/2. Madrid 1958, p. 689-690).

4. Serie de pseudoautógrafos editados a prin- cipios de nuestro siglo en el Boletin de la Real Aca­demia de la Historia por el Marqués de San Juan de Piedras Albas. Pueden verse reproducidos y cri- ticados por el padre Silverio en la BMC 9, pp. 253- 271; y 7, pp. xcvi y siguientes.

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8.- La empresa editorial:ofrecet* las cartas a los lectores

Nacidas en la intimidad, las cartas teresianas no aspiraban a salir del espacio recatado y confi­dential de los amigos o de los destinatarios.

Cuando fray Luis de Leon editò por primera vez las Obras de la Madre Teresa (Salamanca 1588), respetó ese recato. Lo respetó también el primer gran biògrafo de la Santa, el jesuita Francisco de Ribera (Salamanca 1590). Ambos se asomaron con asombro a los autógrafos, tan copiosos, del epis­tolario. Sólo el segundo los utilizò para su relato, pero citàndolos con gran parquedad.

Por esas mismas fechas se ponfa en marcha el ingente proceso de beatification y canonization de la Santa. No era de rigor procesai por aquel enton- ces inventariar uno a uno los escritos del procesa- do. Y nadie por desgracia pensò en una recogida de los autógrafos epistolares, pese a que por si solos hubieran aportado material informativo màs copio­so y calificado que todos los testigos juntos.

Asi, la idea de un epistolario teresiano desti- nado al publico hubo de abrirse paso lentamente, entre escollos y suspicacias. Pionero absolute del proyecto fue sin duda uno de los màs implicados en el carteo: Jerónimo Graciàn. Amigo y admirador de la Santa, no se habia lucido en la programación

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de la edición de sus obras mayores. En cambio, reunió cuidadosamente un gran lote de cartas. Probablemente se trataba sólo de las dirigidas a él. Formaban un cuaderno de «tres o cuatro dedos en alto», corno ya hemos visto. Esa medida -tres o cuatro dedos de grosor- la repite él con insis- tencia en sus relatos, siempre que alude a aquel cartapacio: buen indice del tesoro que obraba en su poder.

En el ànimo de Graciàn se abrieron paso, a la par, dos o tres ideas contradictorias. Un posible proyecto de edición de todos aquellos papeles. Con el inconveniente de darlos al publico en vida de tantas personas aludidas en ellos. Y el riesgo de que, no publicados, cayesen en manos aviesas interesadas en destruirlos.

Este ùltimo recelo prevaleció. Los tràgicos su- cesos en que ràpidamente quedó envuelta la per­sona de Graciàn -calumniado, perseguido, expul- sado de la familia teresiana, cautivo en Tùnez y sucesivamente desterrado de Espana- acreditaron realìsticamente su temor. Proveyó él a tiempo. Du­rante su destierro, los autógrafos epistolares de la Madre Teresa quedaron en buenas manos en Es­pana. Rescatado por fin y restituido al mundo cris­tiano, no por eso mejoraron los tiempos.

A ralz de la edición de fray Luis y de la biogra­fia de Ribera, ampliando los datos de ésta ùltima, habia escrito Graciàn: «...para còrno me habia de haber con algunas almas, me avisaba con cartas (la Madre Teresa): de las cuales guardé muchas, de que tengo un libro de tres dedos de alto, que aun- que es bien se publiquen, por haber en ellas cosas particulares que es bien se guarden en secreto, tengo puesto...» El texto nos ha llegado mutilado

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en ese punto, y no permite enterarnos del proyec- to apenas insinuado (Scholias... p. 90).

Mucho antes, casi a raiz de la muerte de la Ma­dre Teresa, cuando aùn no se habia enturbiado el horizonte de Graciân en la familia teresiana, habia concebido él un proyecto ambicioso, timidamen­te enunciado: juntar las cartas que la Santa habfa escrito a diversas personas y hacer con ellas «un libro de los mâs deleitosos y provechosos que hu- biese». Con el esbozo de ese proyecto terminaba él, hacia 1584, sus Diâlogos sobre la muerte de la Madre Teresa. Merece la pena trascribir por entera esa pagina:

«Si se hubiesen de juntar las cartas que la Santa Madre Teresa de Jesûs escribiô a diversas perso­nas y la doctrina y avisos que en ellas da, con la mucha dévotion que pone a quien lee, seria un libro de los mâs provechosos y deleitosos que hu- biese. Gustaba harto nuestro rey Don Felipe cuan­do leia alguna carta suya... y otras personas que guardan sus cartas corno una viva doctrina para su bien. Imitaba al glorioso Apóstol san Pablo, de quien era muy devota, en gobernar sus monaste­ries con cartas que de ordinario escribia a todas las prioras y a cualquier otra monja que tuviese necesidad de algun consueto o aviso; y demâs de esto a los prelados y otros particulars religiosos, para avisarlos y animarlos a las cosas de la reli­gion; les escribia ordinariamente a todos los ami­gos y personas principales que hatian los nego- cios de la provincia.

Ella era quien con cartas los incitaba, granjeaba y tenia contentos, cumpliendo con todos con tan­ta cortesia, discretion, aviso y espîritu, que pocas cartas he visto en mi vida que sean mâs de estimar

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que las suyas. Escribia siempre de su mano una letra muy legible y agradable, con tanta facilidad y velocidad corno se suele escribir la procesada.Y eran tantas cartas las que escribia, que muchas veces estaba hasta las doce y la una de la noche poniendo cartas y despachando correos.

Bien quisiera yo -dijo Cirilo- que se recopilasen las cartas mas importantes y se hiciese de ellas un libro, porque en tiempos venideros aprovecharan harto aquellos avisos, y vemos ahora que aprove- chan las cartas que escribió santa Catalina de Sie­na al papa Gregorio xi y al papa urbano vi y a otras muchas personas, y las Epistolas de Constancia, hija del principe Camarin y las de Baptista, prin- cesa de Flaminia; y no menos las de la Damisela Milanesa; y aquel tratado de cartas de Genebria, hija de Leonardo, y las cartas de santa Hildegardis, y otras muchas, que no me quiero parar a contar, hicieron mucho provecho en su tiempo, y también ahora en quien las lee, y no menos por cierto hicie- ran fruto las cartas de la Madre Teresa de Jesus».

Eran éstas las ultimas palabras del libro de Gra- ciàn, editado tres siglos mas tarde por el padre Sil- verio (Burgos, El Monte Carmelo, 1913).

La marejada que sobrevino pocos anos después de escrita esa pàgina, hizo cambiar de pensamien- to o al menos postergar indefinidamente la edición de libro tan «deleitoso y provechosó». Poco antes de alejarse definitivamente de Espana camino de Flandes (1607), Graciàn escribe a su hermana Ma­ria de san José, carmelita en Consuegra, donde ha dejado sigilosamente el depòsito de los autógra- fos teresianos; que las cartas de la Madre Teresa de momento «no son para que otro las lea..., mas son para que se guarden y no se quemen, que

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56 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

tiempo vendra cuando sean menester» (carta del 31.3.1607: BMC 17, 396).

En el destierro, no renuncia al proyecto, pero lo deja entibiarse. En 1611, Graciân se decide a editar por primera vez los Conceptos del amorde Dios de la Madre Teresa, y al prologarlos, de nuevo afiora a su piuma el senuelo de «hacer un gran libro», «con otros muchos conceptos espirituales que tengo en cartas que me envió escritas de su mano la misma beata Madre». Con todo, en vìsperas de su muerte ha renunciado definitivamente a la edición. Escri­be desde Bruselas a una de sus hermanas carme- litas, Juliana de la Madre de Dios, en Sevilla:

«El (cuaderno) de las cartas de la beata Madre que me envió, està cerrado y sellado en poder de mi tiermano, y por ahora no conviene que muchas que hay allf de letra de la misma Santa se lean, hasta que yo sea muerto, que quizâs negando a manos de algunos de los que no gustan de mis cosas, lo echarian al fuego» (BMC 17,469). - Escri- bia esas Imeas a 15 de septiembre de 1614. El 21 del mismo mes moria Graciân en Bruselas. Asi, la tragedia de su vida, por culpa de «los que no gus­tan de sus cosas», decide la suerte del epistolario teresiano.

Aquel cuaderno «de cuatro dedos en alto» (Pe­regrination de Anastasio, dialogos 10 y 11), consig- nado al secretario del rey, Tomâs Graciân, «cerra­do y sellado», se dispersara ràpidamente, mucho antes de que nadie vuelva a tener la mas minima idea de editarlo. De manos de Tomâs Gracian pasa momentàneamente a las de otro amigo insigne, Andrés del Mârmol, ocupado en redactar la prime­ra biografìa del padre Jerónimo Gracian y de poner en marcha su proceso de beatificación. Fue ahi, en

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esa biografia titulada Excelencias, vida y trabajos del padre fray Gerônimo Graciân de la Madre de Dios carmelita (Valladolid 1619), donde por prime­ra vez vieron la luz en letra de molde dos cartas de la Santa editadas con todos los honores. Son las dos cartas al rey Felipe II en favor de Graciân (86 y 208 de nuestra edición: folios 38-40 de A. del Màrmol).

Para que reaflore en serio el proyecto del epis­tolario teresiano, hay que esperar a la segunda mitad de esa centuria. A 22 de abril de 1652, el General de los carmelitas descalzos espanoles ini- ciaba una campana de recogida de materiales con el siguiente decreto:

«Por cuanto sera de mucha gloria de nuestra Santa Madre Teresa de Jesüs y aprovechamiento espiritual de las aimas el que todos puedan gozar de la celestial doctrina que muchas de sus car- tas, que hoy se conservan en Espana, contienen, y para que puedan andar en manos de todos con facilidad, sera medio muy a propòsito el darlas a la estampa:

Por tanto, mando en virtud de Espfritu Santo, santa obediencia y debajo de precepto formai, a todos los religiosos y religiosas, asi prelados, pre- ladas, sûbditos y sûbditas, de cualquier estado y condition que sean, desta provincia del Espîritu Santo, que den cuenta al provincial de dicha pro­vincia de las cartas que supieren hay, fuera y den­tro de la religion, de nuestra gloriosa Madre santa Teresa de Jesus, y mandamos a dicho padre pro­vincial, debajo de dicho precepto, que habiendo sabido de las cartas, encomiende a la persona que le pareciese a propòsito haga sacar copias y tras- lados de dichas cartas, autorizados con testimonio

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bastante que haga fe; y dichas copias y traslados autorizados los remitira dicho padre provincial al padre procurador general de la corte de Espana que fuere, para que los dirija a la persona que se- nalaremos. Y encargamos a dicho padre provin­cial, por los méritos de la santa obediencia, pro­cure abreviar esta diligencia para que no se dilate el fruto, y remita una copia autèntica de nuestro orden a todos los conventos de religiosos y religio- sas de dicha provincia, para que luego se ponga en ejecución. En fe de lo cual, mandamos dar las présentes, firmadas de nuestra mano y de nuestro secretano, y selladas con el sello de nuestro oficio. En Pastrana, a 22 de abril de 1652 anos. - Fray Ge­ronimo de la Concepcion, general. - Fray José de la Encarnación, secretarlo» (BMC 7, p. Ixviii).

Resultado de este primer paso fue la édition principe del epistolario teresiano. Dos tomos, lo- grados después de muchos expurgos y titubeos. Se terma, en el fondo, ofrecer al publico unas pagi­nas que defraudasen por no estar a la altura de la autora, cèlebre ya por sus escritos misticos. Para esquivar ese escollo, se recurrió a una pluma de prestigio, el famoso Juan de Palafox, para que glo- sase y anotase uno a uno los textos teresianos.

Asî, en 1658 veîa la luz en dos volümenes de 535 y 376 paginas una selection de cartas tere- sianas, casi sofocadas entre el follaje de innume- rables notas que pretendîan realzar la supuesta modestia de su contenido doctrinal. Las notas y glosas del Beato Palafox estaban elaboradas con amor y competencia, en estilo fluido y abundo- so, muy del gusto barroco de su sigio. Hoy, desde la altura del nuestro, es interesante asomarse a

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aquella edition para ojear las piezas que entonces merecieron los honores de la publicidad.

El volumen primero se organizaba en cuatro secciones: la primera, con una carta «al Rey nues- tro Senor Felipe II». La segunda, con once cartas «a prelados y personas ilustres», entre ellas, très da­mas, incluyendo la famosa carta espuria a Alonso Velazquez. Tercera section: «cartas a religiosos y maestros graves». Son 16 cartas, la primera de ella a Rubeo, cinco a Gracian...; se incluyen corno car­tas las dos Relaciones al P. Rodrigo Alvarez (4 y 5), y de nuevo una carta espuria, la dirigida al padre Roca (27 de la serie). Section cuarta: «a su herma- no y personas seglares». Trece cartas; seis de ellas a su hermano Lorenzo. Es la sección mas lograda.

En total 41 cartas. En realidad, solas 37.

El segundo tomo prosiguió la numeración hasta 65 unidades: 24 cartas mas, todas ellas dirigidas «a sus hijas las carmelitas descalzas». La mitad exacta eran cartas a la priora de Sevilla. Fuera de serie se editaba una mâs, incluida entre los Avisos: «para una religiosa de otra orden». Un tercio del volumen quedó reservado a 19 «avisos» dados por la Santa en vida o después de muerta.

La sorpresa de los editores hubo de ser grande ante el éxito de la edition. Antes de dos anos, las cartas habian sido editadas en francés e italiano (Paris y Roma, 1660). Reeditadas cuatro veces en 1661: (Venecia, en italiano; Anveres, en castella­no; Bruselas, en francés; Venecia, de nuevo en ita­liano). En Madrid, al ano siguiente, 1662. Y sucesi- vamente en Madrid (1663), Londres (1669), Madrid (1669), Venecia (1671) y Zaragoza (1671).

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60 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

El éxito determinò la edición de un nuevo tomo (numerado corno «segundo») con 108 cartas mas, a los 16 anos de editados los dos primeros: Bru- selas 1674. Aun asi, los superiores carmelitas tar- daron un siglo entero en decidirse a completar en lo posible el epistolario teresiano: los tomos 3° y 4° apareceràn ùnicamente en 1771. El 3°, con 82 cartas mas; y el 4.°, con 75 y un alto nùmero de fragmentos. Por remate, para està edición se pres­cinde intencionadamente de los ingentes estudios crìticos llevados a cabo por varios grandes teresia- nistas del siglo XVIII: padre Manuel de santa Maria, Andrés de la Encarnación y otros. Y se vuelve a im- primir el precedente texto, mutilado y manipulado por los primeros editores.

Asi y todo, a fines del siglo XVIII quedaba logra­da la publicación oficial del epistolario en cuatro grandes volumenes, hinchados de comentarios ascéticos, con un total aproximado de 371 cartas.

Las sucesivas etapas editoriales estàn presidi- das por cuatro nombres beneméritos. En la segun- da mitad del siglo XIX, don Vicente de la Fuente utilizarà a fondo los trabajos criticos de los carme­litas del siglo anterior, y por primera vez publicarà en castellano, en buen orden cronològico una edi­ción pràcticamente completa del carteo teresiano. Demasiado tarde. Para esas fechas la suma de car­tas perdidas era ingente e irrecuperable (Escritos de santa Teresa, anadidos e ilustrados por don Vi­cente de la Fuente, catedràtico de disciplina ecle- siàstica en la universidad de Madrid. Tomo II. En la Biblioteca de Autores Espanoles. Madrid 1862. 538 pàginas. Segùn su numeration, 403 cartas, y cuatro mas en los Apéndices, pp. 342-345).

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A principios del sigio pasado reanuda la tarea, con criterios y posibilidades muy superiores, el gran teresianista padre Silverio de santa Teresa. Por primera vez se intenta una edición critica del epistolario de la Santa. No sólo se buscan uno a uno los autógrafos teresianos, sino que se intenta reunirlos en un arsenal fotogràfico de gran calidad, que tendrâ el mèrito de salvar definitivamente no pocas paginas de la Santa, cuyo autògrafo perece- ria poco después en la catàstrofe bélica del 1936. El padre Silverio editò el epistolario en très volû- menes de la Biblioteca Mistica Carmelitana, Vll-lX: BurgOS 1922-1924.

Un posterior esfuerzo por ofrecer en su integri- dad y pureza el epistolario ha sido realizado por los padres Efrén de la Madre de Dios y Otger Steg- gink, en una novisima edición critica publicada en la Biblioteca de Autores cristianos: santa Teresa, Obras complétas, tomo III. Madrid 1959.123+1.041 paginas, en las que han reunido 457 unidades, sen- siblemente incrementadas en ediciones posterio­res: gran avance en la fijación del texto teresiano de las Cartas y en la identification de los persona- jes que desfilan por ellas.

Ùltimamente se ha enriquecido el numéro de cartas de la Santa con nuevos hallazgos en la edi­ción manual de la editorial Monte Carmelo 1997, que suma ya la cifra de 468 unidades, mâs 18 frag­mentes: en total 486 cartas.. A esta postrera un- meración de las Cartas de la Santa remiten los dos volümenes de las Concordancias de los escritos de Santa Teresa de Jesüs (Roma 2000), y a esa mis- ma unmeraciôn remiten las citas y referencias del presente ensayo.

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Anteriormente a estas cuatro ediciones que podriamos calificar de criticas, habia surgido el proyecto de reproducir en facsimil los autógrafos epistolares de la Madre Teresa. Afrontaron esta empresa dos grandes editores teresianos del sigio XIX: el ya mencionado don Vicente de la Fuente (que dirigió la edición facsimil de los autógrafos de Vida y Fundaciones), y don Francisco Herrero y Ba- yona, que a su vez habia reproducido en facsimil el Camino de Perfección y el Modo de visitar los conventos. Ambos tuvieron que desistir, tras ha- ber reproducido en fotolitografia varios autógrafos epistolares de la Santa.

En cambio, son numerosas las reproducciones facsimilares de nuevas cartas teresianas a lo lar­go de los siglos XX y XXI a medida que van re- descubriéndose sus autógrafos (cf. una minuciosa enumeración de esos hallazgos en: Manuel Diego Sànchez, Santa Teresa de Jesus: Bibliografia siste­matica. Madrid 2008, pp. 72-77).

*

Elio ha hecho posible que las cartas de la Santa estén actualmente al alcance de la mano en cual- quiera de nuestras ediciones populäres, por ejem- plo en la de Editorial Monte Carmelo, Burgos, 1997.

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Los destinatarios

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Cartearse es una manera de dialogar. Entre dos o mas dialogantes: por un lado el autor de la carta, por el otro los destinatarios, que luego invierten los papeles cuando responden o se corresponden. Lo tipico en el caso teresiano es que asistimos a una sola parte del diàlogo, la palabra de ella, la au- tora. No nos ha llegado la rèplica del corresponsal.

Tipico también en el epistolario de la Santa es que éstos, los destinatarios de su carteo, son multitud, de rostro y cultura y estrato social suina­mente variados. En contexto sociocultural diverso. Con un motivo dialogai o vivencial especffico.

En las ediciones de sus Obras complétas, las cartas ocupan casi la mitad del volumen. Pero es- tablecen con el lector una relación diversa que los libros. De hecho, las cartas no han sido escri- tas para el lector de hoy. Mas bien, establecen un diàlogo en corto circuito con el correspondiente destinatario. Casi siempre en estricta confidencia- lidad. La Santa misma temió, màs de una vez, que se las interceptaran y las leyeran ojos intrusos y no los del dialogante a quien las enviaba.

Leerlas hoy, a distancia de siglos, de culturas y estructuras sociales, es adentrarse en ese clima de confidencialidad, improvisando una cita no pre­vista por la autora, pero literaria y èticamente ple­tòrica de ensenanzas.

Para leer comprensivamente esos textos, es preciso colocarse del lado del destinatario, cono-

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cerio a él -y no solamente a la autora de la carta-, conocer los problemas del momento, las motiva- ciones concretas que han determinado esa pausa de diàlogo entre los dos. En cierto modo, identi- ficarse con el destinatario en la escucha o en la lectura de la misiva, corta o extensa, suave o pe­rentoria, intima o distante y respetuosa..., los dos a solas o en piena comitiva de amigos citados, casi convocados para el encuentro dentro de la carta...

Por eso mismo, el carteo teresiano no es mo­nocorde, sino mâs bien polifònico. Depende sobre todo de las varias categorias de los destinatarios, que determinan las diversas tonalidades o los ya­rns niveles del diàlogo epistolar.

En ese medio millar de cartas de la Santa, los destinatarios suman en total poco mas de un cen- tenar. Pero entre ellos podemos distinguir grupos diferenciados, cronològicamente dispersos, si bien faciles de diagramar en una serie sinóptica. Po- drian agruparse en las nueve series siguientes:

1.- Un primer tote de Cartas familiares2.-Cartas a personajes de la alta sociedad3.-Cartas selectas al P. Graciân: mâs de un

centenar4.-Cartas a otros Padres Carmelitas.5.-Cartas a la Priora de Sevilla, Maria de San

José: 64 misivas6.-Cartas a religiosas y comunidades de Car­

melitas Descalzas7.-Cartas a teôlogos, religiosos y sacerdotesS.-Cartas a amigas y colaboradoras9.-Cartas a colaboradores selectos.

En las paginas siguientes los resenaremos uno por uno.

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I.» Cartas a familiares

A la familia Ovalle: hermana, cunado, sobrina A su hermano Lorenzo de Cepeda Al sobrino Lorencico, en Quito Al sobrino Diego de Guzmàn y Cepeda A su prima Marla de cepeda A su primo Luis de Cepeda A Da Beatriz de Castilla y Mendoza, suegra del sobrino Francisco de Cepeda.

* * *

Las cartas familiares de la Santa son pocas: 44 en total. A una decena de seres queridos. Restos de un gran naufragio. Se ha perdido casi toda su correspondencia con los hermanos de America: Rodrigo, Hernando, Agustin, Jerônimo...; destrui- do todo el carteo con su pobre hermano Pedro, regresado de las Indias, viudo, sin dinero y melan- côlico perdido; igualmente perdidas sus cartas a la hermana mayor Maria de Cepeda. Ni uno solo de sus billetes a tios y familiares de Âvila ha llegado hasta nosotros. Nada, ni un insignificante billete de los enviados a su padre Don Alonso se ha salvado del naufragio. Toda la correspondencia de juven- tud, de noviciado y de monja carmelita hasta sus 46 anos se ha perdido. De ese largo periodo de su

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vida, sólo nos ha llegado un billete de cinco Ifneas al encargado del palomar de Gotarrendura (c. n° 1).

Nos queda, por tanto, un epistolario tardio: cuando ya se ha disuelto el hogar de los cepeda- Ahumada. Fragmentario: cartas a hermanos, sobri- nos y primos. Pero representative, por su variedad y riqueza de contenido: permite conocer estratos selectos de la vida familiar de los Cepeda-Ahuma- da, y una vasta gama de matices afectivos y emo- tivos del alma teresiana.

Podemos reconstruir el cuadro, siguiendo un posible orden cronològico y, dentro de él, una cier- ta jerarquia personal.

En el lote de cartas familiares destacan, ante todo, las misivas a Lorenzo, el hermano intimo: 16 cartas, que van bordando la historia de amor que nace, crece y madura entre ambos. Desplie- gan una larga lección de dirección espiritual y de estreno en la vida mistica. Negocios profanos, de dineros, fincas, encomiendas, ganados y casorios. Intercambio de poemas (Oh hermosura que ex- cedéis...: cartas 172 y 177), asomadas al tablado de la sociedad abulense y ex indiana... Desenlace con el presagio de la muerte de Lorenzo mismo: "a mi me ha hecho gran soledad, mas que a nadie... " -escribe Teresa (363,4). En suma, todo un retablo de intimidad familiar, de amor fraterno y cultivo de los valores espirituales. Ella misma tiene que fre­nar a Lorenzo en su exceso de fervores (182,4).

En nùmero y cordialidad siguen las diez cartas a Juana de Ahumada, hermana menor de la San­ta, casi hechura y criatura suya. Preparada por ella misma al matrimonio con Juan de Ovalle, tuvo en éste un marido bueno, afecto a la Santa, pero

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débil, desangelado en las empresas y celosillo. Al fin -ultimas cartas- el episodio de la hija Beatriz, calumniada y desatendida, pone al rojo vivo el dià­logo epistolar y la sensibilidad de la Santa (404), que tras el desenlace del penoso episodio, se lo re­sume a Beatriz misma en términos fuertes: "Gran merced de Dios ha sido el que vuestra merced se haya librado de la peste de aquella mujer (la ca- lumniadora)" (439).

Cartas a los sobrinos: Lorencico, hijo de Lorenzo de Cepeda, es una buena mezcla de noble, picaro y aventurero conquistador. En cambio, don Diego de Guzmàn, hijo de la hermana mayor Maria, es la estampa del hidalgo castellano, noble y poco afor- tunado, pero hacendoso y bienhechor. con ellos se entablan dos tipos de diàlogo: enèrgico y sin paliativos, con el primero ("temprano ha comen- zado a ser traviesol - le dice: 427, 4). Delicado y respetuoso, con el segundo.

Cartas a dos primos. Maria y Luis de Cepeda son hermanos: ella, carmelita en la Encarnación y enferma crònica, no ha podido seguir a la Santa en su nuevo Carmelo. Él, casado en Torrijos, con buenas relaciones sociales, es admirador y bien­hechor de la Santa. Preciosa la carta que le escri­be ésta, cuando sigue todavfa manca de la mano izquierda, asistida asiduamente por una hermana de Luis, carmelita en San José de Àvila: "es tanta la tentación que la hermana Isabel de san Pablo tie­ne en quererme..." {235,1). Isabel es la hermana de Luis y hace de enfermera de la Santa.

Ultimo en ese tablero del carteo familiar es un personaje intruso y batallero, la suegra del sobri-

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no Francisco de Cepeda, dona Beatriz de Castilla: linajuda y corta de dineros, quiere enriquecer a Francisco a costa de Teresita su hermana, que es novicia carmelita bajo la tutela de la Madre Teresa. Da Beatriz se propone anular el testamento de don Lorenzo -padre de Teresita y de Francisco-, y ha escrito a la Santa una carta agresiva y puntillosa: "esa carta me ha escrito la suegra de Francisco (escribe a Gracian)... que me amohiné harto de ver tan malos intentos"(424,2). Y la Santa le responde en tono perentorio, pero respetuoso (425). Buen botón de muestra del arte de batallar por carta.

Para completar el cuadro del carteo familiar, habria que agregar, al menos, las cartas a las dos sobrinas Teresita y Maria Bautista, ambas monjas insignes de la otra familia de la Santa, el Carmelo. Pueden verse en la sección sexta.

Pero aun sin estas, las cartas familiares de la Santa son buen exponente de vida familiar.

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2.- Cartas a personajes

Al Padre General Al obispo Don Alvaro Al Doctor Velazquez Al Rey Don Felipe llA l arzobispo Don Teutonio de Braganza Al Duque de Alba Don Fadrique Al Cardenal Gaspar de Quiroga Al Padre Granada, dominico A l Padre Suarez, provincial de los Jesuitas

* * *

Sólo 25 cartas. Representan el diàlogo de la Santa con la gente de alto copete: dignatarios eclesiàsticos, autoridades civiles, un escritor fa­moso, el dominico P. Granada. Abanico de colores, desplegado sobre la alta sociedad de su tiempo, y buena atalaya para otear un cuadrante del alma teresiana: su sentido social.

Recordemos que esas 25 cartas son un exiguo muestrario de las muchas que les escribió. Hemos perdido las mas. No nos ha llegado nada de su car- teo con la curia de Roma, con san Pio V, por ejem- plo. Nada de su correspondencia con los nuncios Ormaneto y Sega, ni con los visitadores de sus car- melos (padre Fernàndez, dominico; el Tostado, car-

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melita; padre Vargas, también dominico...), ni con ios provinciales carmelitas de Castilla y Andalucia: ni una sola de sus numerosas misivas a su supe­rior inmediato, padre Àngel de Salazar.

Prâcticamente nada de su correspondencia con la corte de Madrid, excepto las cartas al Rey; por tanto, ninguno de sus mensajes a Covarrubias o a Pazos ni al conde de Tendilla ni a los principes de Eboli ni al Consejo de órdenes.

Perdidas igualmente todas sus cartas a perso- najes de otra talla, cuales san Pedro de Alcantara, san Francisco de Borja, san Luis Beltran, san Juan de Àvila, san Juan de la Cruz...

Tampoco nos han llegado sus cartas a varios obispos con quienes terció entre batallera y amis- tosa, corno el de Sevilla (Cristóbal de Rojas y San­doval), el de Burgos (Cristóbal vela), el de Cartage­na (Gómez Zapata), o el obispo carmelita Diego de León...

Escasisimos los restos de correspondencia con la familia ducal de Alba: una sola carta a don Fabri­que. (Otras pocas misivas a damas familiares del Duque las remitimos a la section octava).

Pese a tales pérdidas, las piezas que nos han lle­gado componen un mosaico de gran colorido. Des- taquemos las secciones mas interesantesy, en ellas, el diàlogo con los destinatarios mas relevantes:

Très cartas al Padre General.— Juan Bautista Rossi -"Rubeo" en el léxico familiar de la Santa- fue Ge­neral de los carmelitas desde 1564 hasta su muerte (Révena 1507 - Roma 4.9.1578). Hombre exceptio­nal por su cultura, cualidades humanas y virtudes religiosas. En su visita a las provincias de Espaha y Portugal (1567), conoció a la santa en San José de

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Âvila, carmelo fundado durante el generalato de su predecesor. La trató paternalmente, comprendió el calado de su experiencia religiosa y el calibre de su personalidad. Aprobô su iniciativa fundacional, facultandola para proseguirla. La animò a fundar cuantos carmelos pudiese. Pero las relaciones en­tre ambos siguieron una curva descendente, por causas extranas a los dos. En 1569 escribia Rubeo desde Roma: “Ella (la M. Teresa) hace mâs provecho a la Orden que todos los traites carmelitas de Espa- ha" (MHCT, 1.1, p. 107). En cambio, en 1575 desde el capitulo generai de Piacenza se le intima bajo pena de excomuniôn el cese de fundaciones y la réclusion en uno de sus carmelos. En este clima se sitûan las très piezas que nos quedan del carteo de la Santa. Son un penoso monòlogo. Antes, él "la escribia muy a menudo y favorecia" (271,1). Ahora no responde.

Las très misivas teresianas, aparte su contenido humanisimo, hacen un esfuerzo titanico por ram­per el silencio. La primera tiene todavia un tono de osada confianza: la Santa hace de medianera a favor de los descalzos, caidos en desgracia del Ge­neral (83). La segunda baja de tono para dar paso a un requiebro dolorido: sigue mediando por otros, pero tiene la certeza de que no se le hace caso, y se ve precisada a multiplicar las declaraciones de veracidad y fidelidad: "mentir al padre que yo tanto quiero, aunque no fuera ir contra Dios, lo tu- viera por grandisima traición y maldad" (102, 2). La tercera es ya angustiosa. Tiene que recurrir ella misma a un medianero que lieve hasta el General sus palabras y “acabar con su senoria que la cas- tigue...", pero que "no esté en su desgracia mâs" (271). Para esas fechas, el padre Rubeo ya habia

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muerto y, al saberlo ella, no podrà contener el Man­to: un dia entero "llorar que lloraràs, sin poder ha- cer otra cosa y con gran pena de los trabajos que le hemos dado" (272,1).

seis cartas a Don Alvaro.— Don Alvaro de Mendo­za es "el obispo" de Àvila y de la Santa. ÉI acepta la fundación de San José de Avila y la tiene bajo su patrocinio hasta que es trasladado a la diócesis de Palencia. Su afecto y admiration por la Santa son entranables, superados sólo por la corresponden- cia de ésta, que extiende su amor y agradecimien- to a toda la familia del prelado: a Don Bernardino, su hermano y fundador del carmelo de Valladolid; a Da Maria su hermana, antes puntillosa dama de la corte de Carlos V y ahora amiga de la Madre y lectora -corno Don Alvaro- del Libro de su Vida. La serie de cartas documenta -muy fragmentariamen- te, por desgracia- esas relaciones: nostalgia por la "ausencia" del difunto don Bernardino (c. 12); im- plicaciones de Don Alvaro en los enredos de la no- bleza castellana: Duques de Alba yAdelantados de Castilla (c. 60); noticias personales: viajes y funda- ciones (c. 80); agradecimiento por dos extraordi- narios favores de Don Alvaro en pro de la primera y de la ùltima fundación de la Santa (cc. 206-207).

una carta al Doctor velàzquez— Alonso Velaz­quez inició las relaciones con la Santa en forma carismàtica. Catedràtico de sagrada Escritura, el saber biblico fue su mejor recomendación: "me confesó y trató todo el tiempo que yo estuve en Toledo, que fue harto... Me aseguraba con cosas de la sagrada Escritura, que es lo que mas a m i me hace al caso cuando tengo la certidumbre de que lo sabe bien, que la tenia de él, junto con su buena

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vida". Pero habfa mediado un resorte mas miste­rioso: "verdad es que hubo otra ocasión que no espara (decir) aqui" (Fund. 30,1). Esa ocasión fue el imperativo de "la voz interior": "Yo haré que te oiga y te entienda: declàrate con él" (Relación 63).

Sucedia en Toledo entre 1576 y 1577, en un mo­mento en que la Santa se hallaba "fatigadisima de estarausente de Dios". La actuación de Velàzquez fue eficaz, e inició una amistad profunda. Él deci- dió la redacción del Castillo Interior (junio de 1577) y la composition de la Relación VI, ùltimo testimo­nio de la vida interior de la Santa.

En cambio, sólo una carta nos ha quedado de su correspondencia (383).

Cuatro cartas al Rey.— El carteo de la Santa con Felipe il es uno de los motivos explotados por la leyenda teresiana, hasta forjar cartas apócrifas, pseudoautógrafos, y un careo de los dos persona- jes en El Escoriai. Las cartas que nos quedan com- pensan con creces ese lujo de fantasia. Revelan la ausencia de complejos en la Santa, dan fe de su capacidad de recursos dialogales y documentan su concepto de la cristiandad, de la realeza y de la persona misma de Felipe II.

De él habia hecho cumplido elogio en varias pà- ginas del Libro de las Fundaciones. Comentando la respuesta regia a una de sus cartas (hoy perdida), escribia en 1576: "Hizome tanta merced el rey... Es al presente don Felipe, tan amigo de favorecer los religiosos que entiende que guardan su pro- fesión, que, corno hubiese sabido la manera del proceder de estos monasterios... en todo nos fa- vorecia" (Fund. 27, 6; cf. pasajes similares en 28, 6-7; 29, y 31: "este nuestro santo rey don Felipe").

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Esa visión semiteocràtica del rëy, cargado de responsabilidades eclesiales, le harâ escribir en un momento critico: "esperò en Dios, s i da vida al papa y rey y nuncio y a nuestro padre (Graciân) uno o dos ahos, que queda todo harto remediado. Cualquiera que faite, quedamos perdidos" (c. 98, 11). Al rey le ha asignado un papel concreto: él es “gran defensor y ayuda de su igiesia", pero visto con óptica teresiana: “yo veo que la virgen nues- tra senora le ha querido tornar por amparo para el remedio de su Orden" (es decir de las fundaciones teresianas: c. 86,2).

En esta linea se sitûan las cuatro cartas: la pri­mera, la menos acertada, le recomienda a un fo- goso celador de la reforma eclesiâstica en Espana, el licenciado Padilla; la segunda pide apoyo para una solicita erección de la provincia de descalzos; la tercera es un vibrante alegato a favor de Graciân calumniado; y la cuarta, un nuevo recurso a su jus- ticia a favor de fray Juan de la Cruz, secuestrado de noche. Sólo la carta primera adopta tono con­tendo y formal. Las otras recuperan la franqueza y libertad del carteo teresiano. Dicen al Rey todo lo que ella piensa.

Se/s cartas a don Teutonio de Braganza.— Cartas de amistad, dirección espiritual, colaboración en las fundaciones, interés por el destino politico de Portugal ante el espectro de una nueva guerra en­tre cristianos, es decir, entre Portugal y Castilla: "lo siento tan tiernamente -le escribe- que deseo la muerte, s i ha de permitir Dios que venga tanto mal, porno lo ver"(305,5).

Don Teutonio es de la familia real portuguesa, partente del ùltimo rey Don Enrique. Ha ensayado,

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sin resultados, la vida jesuita. En Salamanca, sien- do todavia sacerdote, ha entablado amistad con la Santa, y se mantendrâ fiel a ella hasta la muerte de esta, que le habia confiado la primera edition del Camino de Perfection.

carteo con don Gaspar de Quiroga.— El cardenal Quiroga es arzobispo de Toledo e inquisidor mayor. En calidad de tal, retiene secuestrado el autògrafo teresiano de la Wda, delatada a la inquisición en 1575. Los temas que se entrecruzan en el carteo de la Santa con él son otros dos: el enojo del cardenal por la vocación carmelita de sus sobrinas, madre e hija: primero muy contento por la vocación de ésta ultima ("el AngeI Mayor -Quiroga- està muy contento de tener sobrina entre las mariposas"- c. 121,2)] muy enojado en cambio cuando se trata de la madre, que en el carmelo de Medina se llamara Elena de Jesüs; y, en segundo lugar, la anhelada fundación de un Carmelo en Madrid, siempre dila- cionada por el cardenal, muy a pesar de la Santa.

Al escritor, padre Granada.— Carta agradecida, de lectora y admiradora, casi a la moderna (c, 82). La Santa se la envia a Lisboa en mano de un porta- dor egregio, don Teutonio de Braganza.

Al provincial jesuita, padre Juan Suàrez.— Ver- dades entre amigos: carta 228. El P. Suarez, pro­vincial de los jesuitas en Castilla, hace llegar a la Santa una dura misiva. Ella le responde a tono. Y finalmente, cuando a aquel le llega la mala hora de una racha sombria, Teresa intercede en su fa­vor solicitando la mediación de la Duquesa de Alba (C. 342,5).

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3. A l Padre Jerónimo Gracian, 110 cartas

Primer ano, 1575:5 cartas Segundo ano, 1576:24 cartas Tercer ano, 1577:9 cartas Cuarto ano, 1578:24 cartas Quinto aho, 1579:15 cartas Sexto ano, 1580:10 cartas Séptimo ano, 1581:20 cartas Ùltimo ano, 1582:3 cartas

* * *

El carteo con Gracian es capitulo aparte en el epistolario teresiano. A nadie escribió tanto la San­ta. Y nadie, corno Gracian, se empenó tan insisten­temente en conservar y trasmitir sus cartas. Cuan- do aûn no habia surgido la idea de poner a salvo el epistolario teresiano, ya él tenia coleccionado un grueso volumen de autógrafos. "Guardé muchas... tengo de ellas (de sus cartas autógrafas) un libro de très dedos en alto", escribia él mismo al primer biò­grafo de la Santa, corno ya antes hemos recordado.

Y para defender ese su cartapacio, lo cercò de precauciones y de sigilo. Trabajo en vano: de aquel tesoro sólo nos han llegado -entre autógrafos, co­pias y retazos-110 piezas.

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De la otra parte del diàlogo -cartas de Graciàn a la Santa- pràcticamente nada: apenas el fragmen- to de un billete que el lector podrà ver al lado de la carta 116.

Con todo, no es el nùmero sino la calidad lo que avalora ese tesoro. De nuevo nos encontramos con un filón intimo del diàlogo epistolar teresiano. no inferior al mantenido con el hermano Lorenzo y, corno el carteo con éste, entranablemente hun- dido en el alma y en la historia de la Santa.

Estuvo preparado por un somero cruce de es- critos perdidos, durante los anos 1572-1575, antes de conocerse los dos. En realidad el carteo comen- zó con el encuentro de ambos en Beas: 1575. Gra­ciàn tiene 30 anos de edad y 5 de sacerdocio. La Santa, 60 de vida y 13 de fundadora. El encuentro dura varios dias. "Nunca tendré mejores dfas que los que a llì tuve" -recuerda Teresa (c. 162,11). Ella abre el alma al joven carmelita. Se pone a sus ór- denes y, por propia iniciativa, hace voto de obede- cerlo a ultranza. Un voto que no sólo "le fiaba su alma", sino que lo corresponsabilizaba de su em- presa fundadora.

El carteo brota de ese suceso y lo prolonga. En tres pianos: a nivel humano, profunda intimidad, amor e inteligencia mutuos. En el plano de la vida interior, abre un cauce a la comunicación espiri- tual y mistica. En el campo de la acción, distribu­tion del liderazgo y de las responsabilidades en la empresa de la reforma: "estamos vuestra paterni- dad y yo cargados de muy gran cargo, y hemos de dar cuenta a Dios y al mundo" (141,3).

Graciàn acepta el voto de la Santa. Y a la vez la autoriza para juzgarlo y criticarlo a él con entera

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libertad. Decide no actuar sin el asesoramiento de ella. Cuando llegue el caso, le confesarâ sus es- crûpulos de conciencia, sus temores de estar ex- comulgado por el nuncio Sega, su angustia ante el peligro de ser apresado y torturado. Le envia apuntes sobre su propia vida interior (230 y 231). Se firma "su hijo querido" (162,11). Le envia pa­tentes y folios en bianco avalados con su firma de visitador para que ella los llene (136,11). Y si llega el caso, le recordarâ que el prelado es él y a ella le toca obedecer, y que "en lo que toca al mayor servicio de Dios, entienda Laurencia (la Santa) que aunque ella esté de por medio no se me da nada, que mas quiero una hilachita de la honra de mi Jesüs y tantico de la mi Virgen Maria, Senora mia y madre mia de mi aima, que a cien mil Laurencias (Teresas)" (cf c. 116).

En ese clima de intimidad, minado enseguida por el odio y las envidiejas, surge desde las pri­meras cartas un hecho que da colorido al carteo entre los dos: el recurso a la clave cifrada. La San­ta lo mantiene en casi todas sus cartas a Graciân: desde la carta primera hasta la 422. Lo abando- na en las siete ültimas, cuando el horizonte se ha aclarado.

El cifrario teresiano -corno ya hemos visto- se reduce casi exclusivamente a una corta lista de pseudónimos que encubren a los personajes mas en vista. Los mâs necesitados de nombre-disfraz son los dos protagonistas: "Graciân y ella". No les basta un pseudònimo: en una misma carta Teresa serâ "Angela" y "Laurencia"; Graciân sera "Pablo", "Eliseo" y "Joanes". En torno a los dos se distribuye nombre nuevo a los principales actores: Jesucristo serâ "Josef", los dos nuncios Ormaneto y Sega se

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turnarân con el remoquete de "Matusalén" (Sega sera ora "Matusalén" ora "Gilberto"), el provincial carmelita sera "Melquisedec", fray Juan de la Cruz "Seneca", Antonio Heredia "Macario", etc. Hay car­tas en que los nombres cifrados pasarân de la me­dia docena (cc.119.154,231).

Sin embargo, rara vez se enturbiarâ el texto para el lector moderno: aquel cifrario pecaba de ingenuo y transparente. Y aun asi, en ocasiones lo agrava la ingenuidad de Graciân, que no sólo lee en pûblica comunidad las cartas de la Santa, sino que en las respuestas trabuca y cambia las cifras convenidas. La Santa protesta. Pero en definitiva ella misma se convence de que en los negocios importantes el cifrario es insuficiente o inütil. Y le pide a Graciân que "rompa luego esa carta" (245,1); "apunte en un papelillo las cosas de sustancia que le he esento y queme mis cartas" (377,10); que no pierda las que metiô o debia meter en "el forro" (118,8). Alguna vez, recelosa, abre el sobre ya cerrado y borra algo de lo que decia (245, posdata). Todo sin grandes resultados, pues esas misivas que habian de ser "rotas" enseguida, han llegado hasta nosotros, in­cluso alguna en el original autògrafo.

Una somera sembianza de Graciân es indispen­sable para la lectura de estas cartas. Nacido en Valladolid (1545), es hijo de uno de los secretarios regios, Diego Graciân de Alderete, y de dona Juana Dantisco. Tiene varias hermanas carmelitas. Cur- sa estudios en la Universidad de Alcalâ y se or- dena sacerdote en 1570. Dos anos después toma el hâbito en Pastrana, profesando al ano s ig ien ­te (1573) y ocupando enseguida puestos de suma responsabilidad en la Reforma: -delegado visitador de los descalzos de Andalucia (1573): -visitador de

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los carmelitas calzados andaluces (1574); -vicario provincial de los descalzos de Castilla y Andalucia (1575); -primer provincial de la reforma teresiana (1581).

Apenas muerta la Santa (1582), Graciân comien- za un penoso calvario. Procesado por sus propios sucesores en el gobierno de la Reforma, es expul- sado de ella (1592, un ano después de la muerte de san Juan de la Cruz). Va a Roma a defender su causa, y es apresado por piratas tunecinos (1593). Dos anos de duro cautiverio. Rescatado en 1595, vuelve a Roma y a Espana, sin conseguir el reingre- so en la familia teresiana. Muere en Bruselas el 21 de septiembre de 1614, tras haber visto beatifica- da a la Madre Teresa (24 abril 1614).

Graciân escribió su autobiografia en la famosa Peregrination de Anastasio, excelente marco para la piena comprensión del presente epistolario de la Santa. Ésta trazó su perfil en las Fundaciones c. 23. Y anotó el paso de Graciân por el escenario interior de su vida mistica en las Relaciones 39-41 y siguientes.

El carteo entre la Santa y Graciân se extiende desde 1575 hasta 1582. Ültimos 7 anos de ella: desde el encuentro de ambos en Beas, hasta un mes antes de morir ella. Cartas enviadas desde los cuatro puntos cardinales de la geografia castella­na y andaluza recorridos por la mistica andariega: Sevilla, Malagón, Toledo, Avila, Valladolid, Salaman­ca, Palencia, Soria, Burgos van reflejando las situa- ciones de alma y de salud fisica que se suceden en el drama teresiano. Denso diario, hecho de confi- dencias y reportajes.

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Una serie de trances criticos van jalonando y motivando el carteo. Podemos enumerarlos:

- Primer momento, 1575-1577: Gracian se Ina­ila enredado en la visita de los carmelitas an- daluces; cuenta con el apoyo del nuncio pa­pal Ormaneto y del Rey; pero tiene frente a si la resistencia de los carmelitas y la oposición del General de la orden, Rubeo.

- cambio de escena: sobreviene la muerte del nuncio papal Ormaneto y llega a Madrid su sucesor Sega (verano de 1577), que crea a Gracian y a la Santa una situación de grave zozobra: prisión de san Juan de la Cruz, ca- lumnias y procesos, incertidumbre de Gra­cian sobre la persistencia de sus poderes de visitador: 1577-1578.

- Trance critico: Gracian es depuesto y casti- gado con el confinamiento en un convento; durante varios meses se ve obligado a inte- rrumpir su comunicación epistolar con la Ma­dre Teresa: 1578-1579.

- Desenlace: por fin Gracian es rehabilitado, primero corno prior de los carmelitas descal- zos de Sevilla (19-2-1580), y luego corno pri­mer provincial de la reforma teresiana (1581): son los anos 1580-1582.

La ùltima carta, escrita por la Santa desde Va­lladolid, durante su postrer viaje de Burgos a Alba, està transida de anoranza y tristeza, porque Gra­cian se ha alejado camino de Andalucia sin aten­der a sus requerimientos de presencia. Con todo, ni eso ni nada logró empanar el amor que ella tuvo a este carmelita, ingenuo y fiel, realizador y huma- nista, hombre de alma limpia y altos ideales.

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4. Cartas a otros religiosos carmelitas

16 cartas al P. Ambrosio Mariano 4 cartas al P. Nicolâs Doria 2 cartas al P. Juan de Jesüs (Roca)

* * *

Aparte el padre Graciân, solos tres carmelitas descalzos nos trasmitieron cartas de la Madre Fundadora. Son dos italianos (Ambrosio Mariano y Nicolâs Doria) y un catalan (Juan de Jesüs, Roca). Entre los tres suman 22 cartas, frente al largo cen- tenar del carteo con Graciân. Haganos un sencillo balance de cada uno de esos tres carteos.

Carteo con el padre Ambrosio Mariano de San Benito:

Diàlogo batallero: "harto renimos Mariano y yo", escribe ella al General. Y al mismo Mariano: "me espanto lo que sufre su còlerai" (189,6).

Mariano es calabrés, ex-soldado, ex-ingeniero a su modo, ex-ermitano. Amigo de las medidas fuer- tes. Fâcil de lengua. Muy ingenuo en el fondo. En­tra en el espacio operativo de la Fundadora corno "el hombre de negocios". Y de los contrastes vis- tosos: està aferrado a su fallida vocation de ermi- tano, y sin embargo es una palaciego: las 16 cartas que le dirige la Santa lo alcanzan invariablemente en la corte (15 en Madrid; una en Usboa); ni siquie-

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ra en cuaresma lograrà la Santa apartarle del am­biente cortesano. Se jacta de antifeminista, hasta maravillarse de que la madre Teresa -una mujer!- lo haya reducido a la Reforma, y sin embargo es admirador incondicional de la Cardona, amigo de la princesa de Eboli y de Leonor de Mascarenas...

Comparece en la escena del epistolario teresia- no enfrentado con el generai de la orden, y conclu- ye corno vocero de la oposición a Graciàn y a su candidatura para primer provincial de los descal- zos. A excepción de la ùltima, todas las cartas diri- gidas a él datan de 1576-1577, anos criticos. Casi todas autógrafas (13 de las 16).

Al padre Dona:

Nicolas de Jesùs Maria, Doria (1539-1594), entra en el epistolario teresiano antes de hacerse des­calzo, siendo ya sacerdote y todavfa ex-financie- ro genovés en Sevilla. Mezclado con la Santa en asuntos económicos y en el tràmite de vocaciones para los carmelos. Pasa a la reforma en el momen­to mas critico para ésta (protesa en Sevilla, 1578), y ràpidamente gana el aprecio de la Santa, que ve posible su candidatura para primer provincial (ca­pitolo de Alcalà: 1581) y lo preconiza corno "com- panero" de Graciàn en el provincialato. Quizàs ella barruntó algo de las hondas divergencias que en lo humano y en lo religioso separaban a Doria y Graciàn. Pero no llegó a conocer la tràgica colisión de los dos.

"Escribiamonos a menudo" (Fund. 30,6). Su ùlti­ma actuación en el epistolario teresiano es triunfal: ha ido a Italia a presentar al General de la orden las buenas intenciones de los descalzos espanoles, y la Santa celebra el éxito de su imtervención. Ella

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no escatima eiogios a Doria: "he alabado a nuestro Sehor de que nos haya dado tal sujeto en la orden, y de tanta virtud" (301,2). "Cierto, me ha parecido cuerdo y de buen consejo y siervo de Dios... Es hombre de sustancia y muy humilde, penitente y puesto en la verdad y que sabe ganar las volun- tades" (302,4), si bien alguna vez le advierte con franqueza: "no se haga mojigato" (438,2).

Él en cambio no se excediô en deferencias con la Santa en el caso de la vocation del sobrino Francisco de Cepeda, o en el pago de la deuda al hermano Lorenzo de Cepeda y en alguna que otra incidencia consignada en el epistolario (cf. Funda- ciones 30, 5-6).

cartas al padre Juan de Jesus, Roca;

El padre Roca es catalan. Uno de los primeras en pasar de las aulas universitarias de Alcalâ al noviciado de Pastrana (profeso el 1.1.1573). Con- distipulo y amigo de Graciân. Hombre de action. Al llegar el capitulo de Alcalâ (1581), figurarâ en la terna de provinciales propuesta por la madre Tere­sa: Graciân, Doria, Roca, aunque con menos dotes de gobierno, segün ella: "le dije la verdad, que no tenia este (Roca) don de gobierno, corno a mi pa- recer no le tiene" (c. 374,8).

En el epistolario, Roca desempena otros dos pa- peles importantes: primera, corno "celador" oficial de la vida religiosa; y luego, comisionado para tra- mitar en Roma la erection de provincia. Empren- de este viaje disfrazado de pies a cabeza; se hace llamar José Bullón y se viste de caballero, ambas cosas con el visto bueno de la Santa, quien sin em­bargo se siente inquieta hasta que el disfrazado sale de los confines de Espana. Prior de Mancera

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(1575-1579) y de Pastrana (1581). Mas tarde lo sera de Barcelona (1586) y Baeza (1587); vicario provin­cia! de Cataluna y primer provincial de Aragón.

Su mejor elogio fue escrito por la santa: "mien- tras mas le trato, mas esperanza tengo lo ha de ha- cermuybien" (c. 290,4), "harto le debemos todos; virtud y talento tiene para estoy mas" (c. 293,1; cf. Fundaciones 23,3).

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5. - Cartas a la priora de SeOilla, T'taria de San José

1576:27 cartas 1577:75 cartas 1578:5 cartas 1579:3 cartas 1580:8 cartas 1581:6 cartas 1582:4 cartas

* * *

Maria de san José, Salazar (1548-1603), convivio con la Santa unos meses en el palacio de dona Luisa de la Cerda (Toledo, 1562 y 1568); très cor- tas temporadas en los carmelos de Malagón, Beas y Sevilla; y varias jornadas de carromato en dos largos viajes, de Malagón a Beas, y de Beas a Se­villa (1575). Joven de 27 anos, es una de las seis monjas pioneras del carmelo andaluz, que, segûn la Madre Fundadora "eran taies aimas que me pa- rece me atreviera a ir con ellas a tierra de turcos" (Fund. 24,6).

Habia profesado en Malagón a los 23 anos. A los 27 queda de priora en el carmelo de Sevilla. Sigue en el cargo hasta muerta la santa, con sólo el intervalo de unos meses (entre 1578-1579), de-

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puesta airadamente por el provincial de los car- melitas andaluces. Requerida para introducir en Francia el carmelo teresiano (1583), tiene que re- nunciar a la empresa. En cambio, funda el primer carmelo portugués en Lisboa (1585), donde sera priora largo tiempo. Pese a sus cautelas y recti- tud inquebrantable, queda envuelta en la borrasca Doria-Graciân. Sufre la humiliation, la cârcel, la de­portation... Y muere, humillada pero serena, en el convento de Cuerva.

En Sevilla (1576), logra que Graciân obligue a la Santa a dejarse retratar por fray Juan de la Miseria. Màs tarde ella misma ensaya otro retrato teresia­no, no de pincel sino de pluma: en una pàgina de su Libro de Recreaciones nos deja la mejor sem­bianza de la Madre Teresa. Ninguna carmelita de aquella generation glosarà, corno ella, el mensaje doctrinal de la Santa con tanto amor, galanura y comprensión, en diâlogos, instrucciones y poesias.

A su vez, en el Epistolario teresiano nos dejó la Santa un buen perfil de la madre Maria: monja in­tei igente y buena, “esta priora tiene un ànimo que me ha espantado; harto mejor que yo.. tiene har- to entendimiento" (105,7). De gran sagacidad: "es una raposa, y pienso que viene con algûn rodeo", dicho con carino (175,2); y con dureza: "esta prio­ra es mas sagaz que pide su estado" (311,4). Dina­mica y generosa: "es extremada para elAndalucìa" (105,7); "vàlgame Dios qué poderosa està: espan- tadas tiene a estas monjas con los regalos que me envió" (186,4). Letrera, es decir, docta y buena escritora, hasta dar pie a la ironìa teresiana por sus alusiones a los asirios, por sus latines, porque “cuando quiere hacer mejor tetra, la hace peor"(112,2). Teresiamsima, identificada con la obra de

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la Santa: “vuestra reverenda lo dice tan bien todo que, si m i parecer se hubiera de tornar, después de muerta (yo) la eligiera por fundadora,yaun en vida muy de buena gana, que harto mâs sabe que yo y es mejor: esto es decir verdad" (435,1).

Fueron siete anos de carteo. La partida de la Santa deja en Sevilla un enorme vacio. Nadie lo siente corno la priora. Sólo ahora se percata de no haber explotado a fondo la presencia de la Madre, su afecto, su intimidad. Por esa confesión comien- za su carteo. La Santa corresponde en tono huma- nisimo. Cartas frecuentes, larguisimas, afectuosas. Exigiendo respuesta a tono: "cartas, que con esto vivo!" (160,1). Largas y densas también las res- puestas de madre Maria. Tanto que la Santa tiene que pedirle que, luego de escritas, résuma en una cédula los puntos pendientes de respuesta.

La priora de Sevilla, ademâs, tendra que servir de reportera y de estafeta. Reportera de las actua- ciones de Graciân y de los percances de la Visita a los carmelitas andaluces. Estafeta para cursar seguro el carteo entre la Santa y aquél. Para nor- malizar este ùltimo, aquélla propone un sistema de signos convencionales en los sobres dirigidos a madre Maria. Y ésta, mâs sagaz en esos achaques, perfecciona "la traza" de la Madre.

De aquel copiosîsimo carteo, quedan sólo unas migajas. Ni una sola carta de madre Maria: la Santa las rompió inexorablemente, corno harâ con otros corresponsales insignes: Rubeo, Graciân, fray Juan de la Cruz... Al contrario, madre Maria debió con­servar todas o casi todas las que recibiô de la Fun- dadora. Pero sin éxito. Ya en 1578 en el terrible proceso del provincial Cârdenas, que exige a las carmelitas la entrega de las cartas de la Santa, ma-

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dre Maria debió perder un buen lote de su tesoro. Mas tarde, a lo largo de la calle de amargura que fueron sus ültimos anos, difîcilmente pudo salvar el resto.

Afortunadamente se librò del naufragio uno de sus cartapacios, con casi medio centenar de car­tas que vinieron a parar al carmelo de Valladolid: allì habfa sido priora otra monja excepcional, Ma­ria Bautista (+1603). Y allî habia vivido largos anos otra Maria de san José, Graciân. una y otra, amigas fieles de la priora de Sevilla. Gracias a la lealtad del carmelo vallisoletano poseemos hoy esta preciosa fraction del epistolario de la Santa.

Para entrar mâs agilmente en la lectura de es­tas paginas, es preciso tener en cuenta el entra- mado de los sucesos sevillanos que motivaron el dialogo epistolar. La Santa ha dejado el carmelo de Sevilla apenas inaugurado. Gravado de deudas y pleitos. Necesitado de agua. Y de vocaciones. For- zado, en definitiva, a buscarse nuevo alojamiento. En buenas relaciones con los carmelitas descalzos (convento de Los Remedios). Pero en tirantez con los calzados. Tension que se agrava con la visita de Graciân a estos ultimos, con el ensayo de refor­ma de las carmelitas de Paterna por obra de dos o très sübditas de madre Maria y con la mediation del menguado sacerdote sevillano Garciâlvarez. La tension llegarâ al paroxismo cuando se eclipse la estrella de Graciân, y la persona de madre Maria quede envuelta en un proceso infamante, manipu- lado por el provincial de Cârdenas.

En el drama interviene un ingente cortejo de personajes que se turnan en la escena y en el car- teo. Tras ellos, la Santa entrevé "ese mundazo" de

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Sevilla (152, 4), y el vasto panorama de America con el que madre Maria le sirve de enlace.

Junto con las cartas, llegan de Sevilla regalos de toda clase: copias de ocasión y villancicos de Navi- dad; jerga y jerguilla; jarabe, medicinas y confites; las ültimas novedades de las Indias: patatas, pipo- te, tacamaca, anime, el coco ("bendito sea el que lo crìó", comenta Teresa 202,6), especias...; rega­los caseros: tollas, atün, membrillos, carana, agua de azahar (primera agradecida, y luego requerida por la Santa), naranjas, balsamo, brinquinillos, po­rnos, una calderica, agnusdeis...; cosas de captila y sacristia: relicarios, crucecitas, corporales, estam­pas muy bonitas, capaces de engolosinar a la se­cretarla de la Santa y a Graciân.

Madre Maria "débese sonar alguna reinal", co­menta la Madre, que no puede competir en ge- nerosidad. Corresponde con el envio de crucifijos toledanos, con recetas castellanas, por ejemplo, para confeccionar pîldoras "muy loadas" contra el mal de corazón (412,,5), o para no abusar del agua de zarzaparrilla. 0 bien "sahumerios con erbatum y culandro y câscaras de huevos y aceite y poquito romero y un poco de alhucema" (163,1). Y cuan- do llegue el caso, corresponderé con sus terribles reganos: "con quien bien quiero, soy intolerable"(319,2). "Yo, cierto, la quiero mâs de lo que piensa, y asf deseo que aderte en todo... Es el mal que mientras mâs amo, menos puedo sufrir ninguna falta" (331,8).

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6. - Cartas a otras religiosas carmelitas

A prioras de sus carmelos:Maria Bautista (Valladolid): 17 cartasAna de Jesus (Beas y Granada): 4 cartas y va-rios fragmentosAna de la encarnación (Salamanca): 5 cartas Ana de san Alberto (Caravaca): 4 cartas Ana de los Angeles (Toledo): 3 cartas Inés de Jesus (Medina): 3 cartas Isabel de santo Domingo (Segovia): una carta Maria de Cristo (Àvila): una carta Catalina de Cristo (Soria): 3 cartas Tomasina Bautista (Burgos): 3 cartas Brianda de san José (Malagón): una carta

A otras Hermanas:Ana de san Agustfn (Villanueva)Hermanas Maria e Isabel (Palencia)Maria de Jesus (Beas)Leonor de la Misericordia (Soria)Maria de Jesus (Toledo)

A jóvenes postulantes:Isabel de JimenaCatalina BalmasedaMariana Juàrez de LaraA unas aspirantesA las hermanas Osorio, de MadridA su sobrina TeresitaA una religiosa

A varias comunidades de carmelitas: 6 cartas

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El rimero de cartas a Maria de san José se dupli­ca con otras tantas a los carmelos y carmelitas di- seminadas por Castilla, La Mancha y Andalutia. En conjunto, ofrecen lo mas ìntimo y representative del epistolario teresiano: diàlogo dentro de casa, en la familia que la Santa va fraguando con sus propias manos.

A la entrana misma del vivir teresiano, alenta- do por ella en cada carmelo, pertenece "el estilo de hermandad y recreación", el "trato y conver­sation", la comunicación abietta a nivel personal y comunitario. Al multiplicarse las fundaciones, se amplia ese espacio familiar y, con él, ese estilo dia­logai. Las cartas crean una red de comunicaciones.

Anos adelante, cuando la familia teresiana lleva ya en su carne traumas graves y mal cicatrizados, Graciàn, desterrado en Flandes, evoca a "las que alcanzaron aquellos buenos tiempos de la Madre Teresa", deplora lo que ahora "sienten... verse tan desasidas y desencadenadas unas de otras" las de Francia, Italia, Espana, Flandes y Cracovia..., y las in­vita a que "las unas a las otras en cartas se comuni- quen y traten, que cuando la Santa Madre era viva, gustaba mucho de està unión" (carta del 2 de enero de 1613, al carmelo de Sevilla, BMC, 17, p. 461).

Las 66 cartas que siguen son restos preciosos de aquel sistema de comunicaciones y del estilo de vivir implantado en los nuevos carmelos. Para facilitar la lectura, pueden agruparse en cuatro secciones, a saber:

Cartas a las prìoras — Estàn presentes casi todas las prioras de sus carmelos: Valladolid, Medina, Sa­lamanca, Beas, Granada, Caravaca, Toledo, Sego- via, Palencia, Soria, Burgos, Malagón y Sevilla (con

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el precedente carteo a Madre Marfa). Cada figura representa no sólo un carmelo y las relaciones de la Santa con él, sino un mundo entero: cada prio­ra es persona y personalidad, humana y religiosa, netamente diversa, respetada por la Santa en su absoluta originalidad, y llamada al orden si llega el caso...

En su conjunto el carteo con las prioras se abre corno un abanico policromo, de variedad casi irre­ducible a un balance monocorde. Podria ser un libro aparte en el epistolario teresiano. Entre las destina- tarias, destaca en primer lugar Maria Bautista (17 misivas), sobrina de la Santa y priora del carmelo de Valladolid, presente y actora en la empresa fun- dacional desde la tertulia inicial de 1560 en la En- carnación de Àvila. Interviene luego en el agridulce episodio de Casilda de Padilla, y tercia corno aseso- ra en casi toda la actividad fundacional de la Santa.

Entre las restantes prioras, presentes en el car­teo teresiano, sobresalen Ana de Jésus (Lobera) con la "carta terrible" (451) y su interés por la per­sona de fray Juan de la Cruz; Inès de Jesüs, por su especial intimidad con la Madre Teresa; y Catalina de Cristo, co-fundadora de Soria y posteriormen­te de los Carmelos de Pamplona y Barcelona, asî corno promotora del fundado en Génova.

cartas a varias Hermanas— Sólo cinco corres- ponsales. Es singularisimo el caso de la penùltima -Leonor de la Misericordia-, de noble origen nava- rro, que ha logrado desenredarse de una enama- ranada situación familiar para entrar en el carmelo de Soria y ponerse inmediatamente en relaciones confidenciales con la Santa.

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Asi y todo, la section adolece de lagunas incol- mables: ni un solo billete a la enfermera y secreta­rla, Ana de San Bartolomé; ninguna carta a las dos "flamencas Wasteels" madre e hija en el carmelo de Âvila, o a "la mi Gabriela", enfermera de la San­ta en Sevilla, ni a las très reformadoras de Paterna, ni a las de Pastrana, acosadas por la princesa de Eboli (la preciosa carta a lsabel de Santo Domingo -c. 81- es ya posterior a la fuga de Pastrana), ni a las de Alba, ni a sus sübditas de la Encarnación de Âvila...: cartas que ciertamente mediaron en el dialogo epistolar de la Santa, pero desafortunada- mente perdidas.

Cartas a jôvenes postulantes.— Respuestas bre­ves, pero indicadoras de la sensibilidad de la Santa para quienes llamaban con emotion a la puerta de un carmelo. Buen botón de muestra, la preciosa carta a lsabel de Jésus (Jimena), la cèlebre cantora del "Iféante mis ojos" (c. 30). Muy presente en la memoria de la propia Santa, que "siempre que iba a Salamanca, solia decirle: venga acâ, mi hija, cân- teme aquellas coplillas".

cartas a comunidades — Son siete cartas; a seis comunidades; en trances sumamente diversos. Sobresalen las dos primeras a la comunidad de Sevilla, de lo mâs entranable y fino del epistolario teresiano. Primero, una misiva a trasmano, hacien- do de mediador el prior de la Cartuja hispalense de las Cuevas, cuando la comunidad sufre, casi des- atrozada (c. 283). Ese mismo dia, una larga misiva a la comunidad hispalense, sumida en la désolation (c. 284). Y por fin, otra carta placida y apaciguado- ra, cuando la comunidad hispalense se repone del susto (c. 294).

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7. - Cartas a teólogos, religiöses sacerdotes

A dos padres dominicos A seis padres jesuitas A un cartujo A un franciscano A varios sacerdotes

•k * *

La Madre Teresa de Jesüs es gran amiga de le- tras y letrados. "Buen letrado nunca me enganó" -es su lema. Hacia ellos se orientaba una honda zona de su espfritu. La misma que en ella estuvo siempre sedienta de luz y de verdad.

En un momento delicado de su vida, la Santa se vio obiigada a hacer el recuento ordenado de esos hombres de letras. Ocurrió en Sevilla, cuando la Inquisición se presentò a la puerta de su Carmelo. El balance quedó consignado en la Relación IV, diri­gida al letrado de turno, el jesuita Rodrigo Àlvarez. La Santa ordenó los nombres de sus asesores en très grupos. Una primera serie de "espirituales", integrada por diez jesuitas: Araoz, san Francisco de Borja, Gii Gonzalez, Juan Suârez, Baltasar Alva­rez, Gaspar de Salazar, Luis de Santander, Jeroni­mo Ripalda, Pablo Hernandez, Juan Ordónez. Una tercera serie de "letrados", integrada por otros

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tantos dominicos: Barrón, Bânez, Chaves, Ibanez, Garcia de Toledo, Bartolomé de Medina, Felipe de Meneses, Juan Salinas, Diego de Yanguas, Lunar. Y entre ambos grupos, una serie intermedia de très hombres excepcionales: san Pedro de Alcantara, el obispo de Salamanca e inquisidor Francisco de Soto y el Maestro san Juan de Avila.

La lista nos sirve de punto de referencia para comprobar, con pena, las enormes lagunas exis- tentes en esta sección del epistolario. De esos 23 teólogos y espirituales privilegiados, sólo unos pocos estân aquî présentes corno destinatarios de alguna carta. En cambio el epistolario que po- seemos alarga ese horizonte: 48 cartas, para 24 letrados-espirituales. Casi todos, nombres nuevos. Entran en escena en un momento cruciai del itine­rario teresiano. Estân ordenados asì:

dos dominicos insignes: Garcia de Toledo y Do­mingo Bânez. Recuérdese que en la primera sec­ción figura una carta a otro dominico eminente, el padre Granada. Pero se ha perdido todo el carteo con otros dominicos entranables: Pedro ibànez, Pedro Fernandez, Juan de las Cuevas, Medina, Her­nando del Castillo, Yanguas... San Luis Beltran.

seis jesuitas, mas una carta en la sección pri­mera al provincial Juan Suârez. Estân también au- sentes figuras de primer plano: san Francisco de Borja, Rodrigo Àlvarez, padre Olea, padre Ripalda, los primerizos padres Cetina y Prâdanos. Y su futu­ro biògrafo, F. de Ribera.

un cartujo y un franciscano: Pero ninguna carta a san Pedro de Alcantara. Ni al insigne jerónimo Diego de Yepes, su futuro biògrafo.

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Catorce sacerdotes seculares: Très de ellos seràn obispos apenas muerta la Santa: Sancho Davila, obispo de Cartagena, Jaén y Sigüenza; Pedro de Castro y Nero, obispo de Lugo y de Segovia; Pedro Manso de Zürïiga, obispo de Calahorra. Es espe- cialmente interesante la terna de cartas que en 1581 escribe a su teòlogo asesor, Don Pedro de Castro y Nero, deseoso de leer el Libro de la vida, cuyo autògrafo seguia recluido en los antros de la inquisición. Teresa le proporciona un subrogado: la copia del mismo, que retiene la Duquesa de Alba.Y el impacto que en él produce la lectura es tan fuerte que repercute en el alma de Teresa misma.Y asì se lo confiesa ella en la primera de esas tres misivas: "su carta (de Don Pedro) me enterneció de manera que d i primero las gracias a nuestro Sehor con un Te Deum iaudamus' (antes; que a vuestra merced... ìQué cosa es la misericordia de Dios!, que mis maldades han hecho bien a vuestra merced..."(c. 415,1).

Pero también aqui siguen ausentes hombres que mantuvieron con ella mtensas relaciones: san Juan de Avila, juez del libro de su Vida; Fernan­do de Rueda, su asesor jurista; "el escudero de la Madre" Julian de Avila; la figura ambigua del licen- ciado Padilla su asesor en materia de reforma; el sacerdote sevillano Gartialvarez...

Pese a estas ausencias, el cuadro de cartas y destinatarios refleja bastante fielmente el arco de relaciones cultas y espirituales de la Santa. Y una franja inconfundible de su diàlogo humano. Alter- nan en él religiosos, capellanes, canónigos y un curial romano, Diego de Montoya (c. 440). Desde el punto de vista geogràfico, el mosaico es mas va- riado. Estan representados, ante todo, los centros

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de mas intensa presencia teresiana y los escena- rios de mayor dramatismo en su vida mìstica y an- dariega: Avita, Salamanca, Alba, Toledo. Seguidos de otros mas periféricos: Sevilla, Palencia, Soria, Burgos. Por ahi pasó ella viviendo su drama inte­rior y entablando relaciones humanas hondamen- te sentidas, de las que son eco estas 48 cartas.

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8. - Cartas a amigas colaboradoras

A Ana Enriquez: 4 cartas A Catalina Hurtado: 1 carta A Catalina de Tolosa: 2 cartas A Guiomar Pardo de Tavern: 1 carta A Inés Nieto: 5 cartas A Juana Dantisco: 3 cartas A Luisa de la Cerda: 7 cartas A Maria Enriquez: 3 cartas A Maria de Mendoza: 5 cartas A Teresa de Làyz: 1 carta A la viuda de Alonso Mejia: 1 carta

* * *

Son 33 cartas, a once diversas amigas. Tan po- cas corno las espigas que quedan por tierra des­pues de cosechada la gavilla. Habia sido haz co­pioso el de las amistades femeninas atraidas por la simpatia de la Santa. Mujeres de todos los nive- les sociales: damas, viudas, madres de carmelitas, modestas servidoras de sus fundaciones. Desde la princesa Dona Juana -la que cursaria, segun fama, el primer billete de la Santa a Felipe ll- hasta la domèstica de don Lorenzo de cepeda que por mandona se ganó de la Madre el remoquete de "maestro de ceremonias".

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Las presentes en el epistoriario teresiano hacen un manojo selecto, variado, representative de sus relaciones sociales, de su vida interior y de sus an- danzas de fundadora. Desde la Duquesa de Alba, hasta la humilde y anònima esposa de un amigo recién fallecido, viuda de Alonso Mejia, a la que consueta sentidamente.

En cambio es imposible enumerar a las corres- ponsales ausentes. Baste recordar alguna figura de interés. De las relaciones de la santa con Ca­talina Àlvarez, madre de san Juan de la Cruz, no nos ha quedado nada escrito, a excepción de las menciones significativas del libro de cuentas del carmelo de Medina. Ninguna de las cartas escritas a sus tres amigas abulenses, la "santa" Maridiaz, Guiomar de Ulloa y su madre dona Aldonza, ha lle- gado hasta hoy. A mas alto nivel, es posible que la princesa de Eboli rompiese todo el carteo de la Madre Teresa: nada de él ha llegado hasta noso- tros. Ni de las misivas a la corte, por ejemplo a la princesa dona Juana o a Leonor de Mascarenas, ni del carteo con dona Maria de Acuna, ocasionado por la vocación de su hija Casilda de Padilla. Ni del correo para la apreciadisima fundadora del carme- io de soria, "Beatriz de Beamonte y Navarra, que viene de los reyes de Navarra, hija de don Fran­ces de Beamonte, de claro linaje y muy principal" (Fund. 30,3)...

Igualmente nada se ha salvado de la correspon- dencia con figuras tan simpàticas corno "la vieja" de Sevilla, o "la priora de san Alejo" (otra buena mujer de Valladolid) o alguna de las numerosas amigas de Sevilla, o con la extrana figura de Ca­talina de Cardona, la mal disfrazada solitaria de La Roda.

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Lo normal, en el estilo comunicativo de la Santa, es sintonizar con los achaques y problemas perso­nales o caseros de sus corresponsales, y hacerles llegar, antes o después, una palabra de simpatia, o de elevación a un superior plano de sentimientos, o bien transmitirles un câlido mensaje de persona a persona, de alma a aima. A très de ellas les escri- birâ unas palabras de pesame en la muerte de un ser querido (cartas 37,38,349).

Podemos resenarlas, una a una, por orden alfa­bètico, sin atención a las postineras clases socia­les de aquel mundillo teresiano:

1®. D'Ana Enriquez: Pertenece a la alta nobleza espanola. Es hija de los marqueses de Alcani- ces. En 1558/59 se vió envuelta en el proceso inquisitorial contra Cazalla. (Està presente en el relato de Delibes en El Hereje). Sera gran amiga de la Santa y de sus asesores Bânez y Baltasar Alvarez. Proyecta la fundación de un carmelo, no logrado, en Zamora. Colabora en las fundaciones teresianas de Valladolid y Pa- lencia. Para esta ùltima ofrece una bella ima- gen de la virgen. La Santa se la agradece: "La imagen de vuestra merced nos ha honrado mucho, que està sola en el altar mayor y es tan buena y grande que no hacen fatta otras" (378,5).

El carteo entre ambas es un modelo de fidelidad y aprecio, a pesar de las sombras sociales que pesan sobre Da Ana. - (4 cartas: 77,101,370, 378).

2a. Catalina Hurtado: es toledana, madre de dos hijas carmelitas ahi en Toledo (1569). Ella y su esposo se han opuesto tenazmente a la

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COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA TERESA

vocation de éstas. La Santa los ha ablandado con dos cartas al padre de las jóvenes car- melitas. Ahora, Catalina y su marido se han tornado sus admiradores, y le envian mante- quilla y membrillos. - (Una sola carta: 29)

3a. Catalina de Tolosa: Viuda de sebastiàn Mun- charaz. Promotora de la fundación del Car­melo burgalés. De ella nos ofrece una pre- ciosa sembianza el Libro de las Fundaciones: "Fiabfa en la ciudad de Burgos una santa viu­da, llamada Catalina de Tolosa, naturai de Viz­caya, que en decir sus virtudes me pudiera alargar mucho. . „de muy buen entendimien- to y valor" (Fund. 31,8). Todos sus hijos e hijas ingresaràn carmelitas. Finalmente, también lo harà ella en el carmelo de Palencia.

Se conservan dos cartas de la Santa a Da Catalina: la una desde Palencia, anuncian- do la llegada a Burgos. También desde Palen­cia la otra, ya de despedida, a los pocos dfas de alejarse del carmelo burgalés, anoràndolo y trazando cannosamente las siluetas de los hijos de Da Catalina. - (Cartas 430 y 459).

4a. Guiomar Pardo de Tavera: hija de Da Luisa de la Cerda. Muy querida de la Santa desde su es- tancia en el palacio toledano de ésta en 1562. Ahora (1571) le escribe a Paracuellos, donde yace moribundo su hermano mayor don Juan Pardo. (Una sola carta: 37).

5a. inés Nieto: pertenece al séquito del Duque de Alba. Es esposa de Juan de Albornoz, secre­tano de éste. Mantiene intensas relaciones de amistad y de servicio con la Santa. Le pro-

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pone jóvenes vocacionadas al Carmelo. Para la fundación de Sevilla le regala una precio- sa imagen: "mientras mas miro la imagen -le escribe Teresa- mas linda me parece" (94, 3). La Santa, a su vez, le recomienda a su propio sobrino Gonzalo de Ovalle para paje del Du- que, y la consuela no sólo con ocasión de la muerte de su amiga la marquesa de velada, sino sobre todo por el encarcelamiento de su marido y de los Duques -padre e hijo- por or- den de Felipe li. (Cartas 78,84,94,285,310).

6a. Juana Dantisco: madre de Graciàn y de varias carmelitas. Madre de familia muy numerosa: 20 hijos. Entabla relaciones con la Santa en los ultimos anos de ésta, que la describe asi: "Yo digo a vuestra paternidad que es de las mejores partes (cualidades) las que Dios le dio y talento y condición, que he visto pocas semejantes en mi vida...; una llaneza y clari- dad por la que yo soy perdida" (c. 124,2).

La Santa se cartea con ella intensamente cuando Graciàn -por decreto del Nuncio Sega- queda incomunicado con todos excepto con su madre Da Juana, que sirve de medianera entre los dos, Graciàn y la Madre Teresa: car- teo que es un jirón del drama Sega-Graciàn, tan intensamente vivido por la Santa. De todo elio nos quedan apenas unas migajas: dos cartas y un fragmento (Cartas 241,282,369).

7a. Da Luisa de la cerda: es la dama toledana que en 1561 pide, en su desolación, la asistencia de la Madre Teresa. Mas tarde le propone fun- dar en Malagón, y la asiste, si bien pobremen- te, en la fundación del Carmelo de Toledo.

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A ella consigna la Santa el autògrafo de Vida para que lo lieve personalmente al Maes­tro de espirituales, san Juan de Àvila: tema éste, reiteradamente presente en el presente carteo y que documenta parte de los ava ta­res del primer libro teresiano. (Cartas: 7,8,9, 10,14,16, 38).

8". Da Marta Enriquez de Toledo: Duquesa de Alba, esposa del cèlebre Duque don Fernando, gran admiradora de la Santa ya desde el priorato de la Encarnación. A veces exigente con ésta, que comparte con ella alegrias (278,1) y pe- sadumbres, sobre todo estas ultimas, ya sea por el encarcelamiento de su esposo y del hijo Don Fadrique por orden de Felipe II, ya por la implicación de aquél en la guerra de Portugal, tan profundamente sentida por la Santa, que preferirla la muerte "antes que venga tanto mal, por no lo ver" (242 y 305,4-7).

Dona Maria posee una excelente copia del Libro de la Vida, secuestrado por la Inquisi­tion, y lo presta temporalmente a la autora, que se lo agradece: “Ha sido tan grande la merced que vuestra excelencia me ha hecho con el libro, que no se lo sabre encarecer... ", y casi le cuesta devolverlo (419,1). Desafortu- nadamente, Da Maria interrumpirà y desviarà hacia Alba el postrer viaje de la Santa. - (Se conservan sólo 3 cartas: 278,342,419).

9a. Maria de Mendoza: es hermana de don Alva­ro, el obispo de Àvila. Viuda del comendador Cobos. La amistad con la Santa le hace supe­rar el anterior periodo de veleidades polfticas y cortesanas en tiempo de Carlos v. También

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ella posee una copia del Libro de la Vida, aùn después de requisado el autògrafo por la In­quisition, y la Santa intenta varias veces re­cuperarlo (115,7 y 177,19). Colabora asidua- mente con ésta en sus tareas de fundadora. En realidad, el trato con la Madre Teresa ha reorientado en cristiano su vida. Todo elio, re- flejado en el presente carteo (cc. 19, 34, 41, 42,236).

10 y 11. Dos cartas finales: una, mas bien peren­toria y exigente, con la puntillosa y entrome- tida Teresa de Layz, promotora del Carmelo de Alba (c.460), y otra transida de compasión a la anònima viuda de Alonso Mejia, recién fallecido (c. 349).

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9. - Cartas a amigos colaboradores

A Alonso Venegrilla, en Gotarrendura (Avila)A Cristóbal Rodriguez de Moya, en Segura de la

Sierra (Jaén)A Diego Ortiz, en Toledo A Alonso Alvarez Ramirez, en Toledo A Simón Ruiz, en Medina del Campo A Diego de San Pedro, en Toledo A Martin Dâvila Maldonado, en Salamanca A Pedro de la Banda, en Tozas (Salamanca)A Mateo de las Penuelas, en Avila A Antonio Gaytân, en Alba de Tormes A Rodrigo de Moya, en Caravaca (Murcia)A Roque de Huerta, en Madrid A Antonio de Soria, en Salamanca A Pedro Juan de Casademonte, en Madrid A Tomâs Graciân, en Madrid A Diego Sarmiento de Mendoza, en Avila (?)

* * *

Los caballeros de esta 'dama errante de Dios' fueron escolta numerosa. Pobremente represen- tada en el epistolario que ha llegado hasta noso- tros: solos 16 caballeros, con un total de 46 cartas.

A estas cifras habria que sumar buena parte de la sección segunda: cartas al rey Felipe II, y al Du- que de Alba Don Fernando o Don Fadrique. Aun asî

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el cuadro està lejos de reflejar la realidad. El mun- do y la sociedad cruzados por la red de comuni- caciones teresianas fueron mâs vastos y tupidos. En extension llegaron hasta las Indias. Y en calado, hasta los arriéras castellanos y andaluces. En am- bos casos, no sólo envolviéndolos en el halo inti­mo de su afecto, sino ciertamente con mensajes escritos. Aqui y ahora sólo podemos presentar los jirones de correspondencia que han sobrevivido al paso de los siglos.

Esos destinatarios son un grupo heterogéneo, integrado por tipos de extraction social extrema- damente varia. A saber:

La nobleza esté representada por el ultimo de la serie, Diego Sarmiento de Mendoza, hermano del obispo don Alvaro y Adelantado Mayor de Gali- eia, asi corno por otro caballero salmantino anòni­mo que colma de obsequios {sesenta y dos aves!) a la Santa Priora de la Encarnación para remediar la pobreza de sus monjas (c. 47).

Los hombres de las finanzas estân présentes con uno de los primeras banqueros castellanos, Simón Ruiz, que sin embargo no llegó a penetrar del todo en el alma de la Madre Teresa. No que- dan cartas al otro "asentista" famoso y amigo de la Santa, Asensio Galiano.

Sigue el gremio de los mercaderes, dignamen- te representado por Pedro Casademonte, que ayudarâ a la Santa en el Capitulo de Alcalâ y en las ultimas jornadas de la Fundadora (cc. 293..., 446). Pero, lâstima, en el epistolario no ha queda- do mensaje alguno a otro tipo de mercader, el gran amigo Antonio Ruiz, de Malagón, tratante en gana-

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dos, incondicional servidor de la Madre, pese a sus reveses económicos.

Los letrados tienen un buen representante, "el teòlogo" Diego Ortiz, de Toledo, no fàcil de rendir- se a las razones de la Madre (cc. 17,28,32..., 165).

Entre administradores y contables, se mueven las dos simpàticas figuras de venegrilla, el de los palomares de Gatarrendura, y Mateo de las Penue- las, el pundonoroso administrador de la Encarna- ción de Avila (cc.1 y 74).

Del que hoy diriamos gremio de los empleados estatales nos queda la portion mas rica, con 16 cartas dirigidas a Roque de Huerta, Guarda Ma­yor de Montes de Su Majestad, que se ganó toda la confianza de la Madre y puso a su disposition habilidad y posibilidades de cartero real (cc.203..., 448). Sólo un fragmento de carta a Tomàs Grecian, hijo del "secretano del Rey" (c. 100). Làstima que de los otros "correos mayores" (corno Figueredo en Toledo y Diego de Reinoso en Palencia) no se haya salvado carta alguna.

Por fin, figuran en la galena una serie de hom- bres sencillos, sin otro denominador que el de "ayu- dantes" o "escuderos" o "co-fundadores": el mas destacado de todos es sin duda Antonio Gaytan, el mozo viudo de Alba de Tormes, que acompana a la Santa en las fundaciones de Segovia, Beas y Sevi­lla, y a sus órdenes viaja hasta Caravaca. A su lado comparecen hombres de signo diverso, corno Cris­tobal R. de Moya, que no llega a entenderse con la Santa tras ofrecerle una fundación en la remota Segura de la Sierra (c. 11); o Rodrigo de Moya que le facilita en su propia casa la fundación de Carava­ca (c, 103); o el cicatero Pedro de la Banda que en-

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reda interminablemente la de Salamanca; a él, dos cartas (54 y 56), y en cambio ninguna al patriarcal Nicolas Gutiérrez, el verdadero colaborador en la fundación salmantina, padre de seis carmelitas.

Los enclaves geogrâficos de todo este carteo se sitüan preferentemente en paisaje castellano: Ävila, Toledo, Madrid, Medina, Alba y Salamanca, Valladolid, caravaca. Pero también en el andaluz.

Esas cartas a los caballeros amigos reflejan ante todo el paisaje externo, el caminar de la andariega y la actividad de la fundadora. Pero con asomadas a su mundo interior. Y al de sus corresponsales.

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99.0Doce cartas de la Santa a destinatarios diversos

1 - 2.- Dos cartas (39 •>} 40) a su hermana Juana de Ahumada, en Galinduste

3.- A su hermanoLorenzo de Cepeda, en Acila

4.- Al re'} Felipe II, en Madrid5.- Cruce de cartas entre la Santa ^

J. Graciân, en Toledo (?)6.- Primera carta a Maria de san José,

priora en Sevilla7.- A su teòlogo preferido,

Domingo Bânez, en Valladolid8." A la dama toledana,

Da Luisa de la Cerda, en Antequera9.' A su sobrina Teresita,

noOirìa en San José de À'Oila10.- A otra no^icia, l^eonor de A'Çanz

Beamonte, en Soria11.- Al empleado estatal,

Roque de Huerta, en Madrid12.- A Catalina de Cristo, en Soria:

postrera carta de la Santa

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Ofrecemos al lector un exiguo florilegio de car­tas teresianas. No las mas selectas, ni las mas espi- rituales o las mas autobiogràficas, sino una selec- ción representativa de los diversos niveles de dia­logo que se suceden en el carteo de la Santa. Mo­desta espigadura en la rica mies de su epistolario.

Preceden très cartas familiares: dos a su her- mana Juana y una a su hermano preferido, Loren­zo de Cepeda, recién venido de las indias y rapida­mente engolosinado..., casi enrolado en la intensa vida mistica de Teresa.

Sigue una carta al rey Felipe II, para clamar jus- ticia a favor de fray Juan de la Cruz, secuestrado y preso no se sabe dónde.

En diptico dialogai, se transcribe a continua­tion un cruce de cartas entre Graciân y ella, a dos columnas paralelas, cuando Graciân -muy joven todavia- emprende su misión de Visitador, «irres­ponsable de la empresa fundacional teresiana.

Ocupa el sexto lugar la primera carta de la San­ta a su carmelita preferida. Maria de San José, priora en el lejano y recién fundado carmelo de Sevilla: es la primera misiva de un copioso carteo, en total mas de 60 misivas desde Castilla a ella y al atribulado carmelo andaluz.

Una carta a su teòlogo preferido, Dômingo Bâ- nez, que no sólo ha refrendado ya el contenido mis-

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tico del Libro de la Vida, sino que ahora promueve vocaciones de jóvenes al carmelo de Teresa.

Sigue una carta a la gran amiga y colaboradora de la Santa, la dama toledana Da Luisa de la Cer­da, comisionada para llevar el autògrafo de Vida al Maestro san Juan de Avila, en tierras andaluzas, encargo que cumple con menos premura de cuan- to quisiera la Santa.

Carta a su sobrina quitena, Teresita, ahora no- vicia en San José de Àvila, dolorida por la redente muerte de su padre, y aquejada de pruebas inte- riores en su initiation de carmelita. Ùnica misiva que nos queda del carteo con Teresita.

A continuation, carta a otra novicia exceptio­nal, Leonor Ayanz y Beamonte, de la nobleza nava- rra, que a sus 31 anos estrena vida carmelita en el noviciado de Soria.

Al 'Guarda Mayor de los Montes de Su Majes- tad', Roque de Huerta, Teresa le pide facilidades y seguridad para el intenso y acechado correo epis- tolar de esos ultimos anos de su vida.

Y por fin, ultima carta que escribe Teresa a la priora de Soria, Catalina de Cristo. La dicta a su amanuense improvisada, la encantadora Ana de San Bartolomé. Y la redacta de camino, mitad en Valladolid, mitad en Medina del Campo, mientras proyecta nuevos viajes que ya no emprendera, porque fallece poco después en Alba.

Esa docena de cartas hacen de ramiliete selec- to y sirven de aperitivo para adentrarse en la lec- tura del rico epistolario de la Santa.

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Son dos ejemplares del carteo familiar. Corres- ponden a las cartas 39 y 40 de su epistolario. Hace sólo unos meses que la Santa es priora de la Encar- nación. Con ella al frente, la comunidad ha cambia- do de sembiante y de clima religioso. Yo veo -escri- be- lo que el Senor ha hecho en està casa, de tanta mejorìa. Pero ella està enferma, con cuartanas y mal de garganta. Siente la lejama de su hermana, que se ha trasladado a la residencia rural de Galin- duste no lejos de Alba, y presume de abundancia de pavos! La Santa le reclama alguno para la pobre comunidad de la Encarnación: Los pavos vengati, pues tiene tantos.

Entretanto, ha surgido un litigio en Alba, en que estan implicados, por un lado, la familia de Juana, y por el otro las carmelitas de la villa. Teresa aboga en prò del Carmelo albense.

Las dos cartas son un modelo de confidencia y cordialidad fraternas. Reflejan Nanamente la vida en marcha por ambos lados: la familia de Juana y la comunidad de Teresa. Incluso, con una referen­za a las remotas Indias, donde sigue el hermano preferido de ambas, Lorenzo de Cepeda.

Dos Cartas a su hermartaJuana de Ahumada n° 39 ^ 4-0

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Àvila, 4 febrero 1572.

Jesus sea con vuestra merced. Parece que estàn en el otro mundo en estando en ese lugar\ Dios me libre de élyaun de éste también, que desde que vine casi tengo poca salud, y por no lo decir a vuestra merced he gustado de no escrìbiria. Antes de Navidad me dieron unas calenturas y estuve de mal de gargan- ta, sangrada dos veces y purgada. Desde antes de los Reyes tengo cuartanas2, aunque no con hastio, ni dejo de andar con todas, el dia que no la tengo, a coro, y a refitorio algunas veces; creo no han de durar. Como yo veo lo que el Senor ha hecho en està casa de tanta mejora3, esfuérzome a no estar en la cama sino con la calentura, que es toda la noche. El frìo comienza desde las dos, mas no es redo. Bien va en lo demàs con ocupaciones y trabajos, que no sé còrno se puede llevar. El mayor es de cartas. Para las indias he escrito cuatro veces, que se va la armada.Espantada estoy del descuido que tiene, viéndo-

me con tantos trabajos. Cada dia esperaba al senor Juan de Ovaile, corno dicen que se habla de venir, para que fuese a Madrid, que fuera gran cosa enviar a mi hermano lo que envfa a pedir*. Va ni hay tiempo

1. A dona Juana de Ahumada,en Galinduste (Salamanca)

1 Ese lugar: Galinduste, pueblecito del partido de Alba de Tormes, donde Juan de ovaile tiene algunas fincas y suele pasar el Invierno.

2 Cuartanas: fiebres que se repiten cada cuatro dias.3 Està casa: monasterio de La Encarnación, que ya «mejora»

espiritualmente.4 Mi hermano: probablemente Lorenzo de Cepeda, que ha solicitado

tràmites en la corte.

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Ill: DOCE CARTAS DE LA SANTA A DESTINATARIOS DIVERSOS 119

ni sé qué me diga, rodo se ies ha de venir a la mano; cierto que no puede parecer bien.Hanme dicho que el senorjuan de Ovalle y el se-

hor Gonzalo de Ovalle son ios que contradicen se dé al monasterio una calleja5. Yo no lo puedo creer. No querrìa que comenzàsemos a andar en temas, que con mujeres parece mal, aunque hubiese oca- sión, y se deslustrarìan esos senores mucho, en especial siendo cosa mia, cuànto mas que creo yo ellas no la habian dado a sabiendas, si su llaneza no las dana6. Aviseme vuestra merced qué es, porque, corno digo, son nuevas, que se podrìan enganar. Y no tenga pena de mi mal, que no creo serà nada; al menos, aunque a mi costa, a poco me estorba.Harto la echo menos acà, y sola me hallo. Algunos

reales habré menester, que no corno del convento sino sólo pan; procuren enviàrmelos. A esos senores beso las manos, y a mi Beatriz. Harto me holgara acà con ella. Gonzalo ya sé que està bueno. Dios Ios guar- de. Agustin deAhumada està con el virrey; fray Garda me lo ha escrito. Mi hermano ha casado dos sobrinas y muy bien; antes que venga, las deja remediadas. Daràn las doce, yyo bien cansada, y asl no màs7.

Fue ayer San Blas; antes nuestra Senora.De vuestra merced muy sierva,

Teresa de Jesùs.

5 Los dos Ovalle son hermanos. Gonzalo es el mismo «Godinez» de la carta 23 (nota 7). Al parecer, se oponen Ios dos a que el municipio de Alba conceda a las carmelitas de la Villa una «calleja» medianera entre las casas de Ios Ovalle y el convento.

6 Con mujeres... y ellas...: las carmelitas de Alba.7 Las personas mencionadas son: Beatriz y Gonzalo, hijos de Juana;

Agustin deAhumada, hermano de la Santa que està con el virrey del Perù, don Francisco Àlvarez de Toledo, gracias a la mediación del dominico Garda de Toledo, muy amigo de la Madre y asesor del virrey. - MI hermano ha casado dos sobrinas: es Lorenzo de Cepeda, que con el apoyo econòmico de su mujer ha proveido al casamiento de Leonor y Juana, hijas naturales de dos hermanos de la Santa, Agustin y Jerónimo, todos ellos en las Indias.

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Àvila, febrero-marzo 1572.

Jesus. — Con vuestra merced sea el senor. Este arriero viene por la carta cuando se quie- re marchar. Asi no hay lugar de decir màs cosas. Piense vuestra merced, mi senora, que de una manera o de otra, Ios que se han de salvar tie- nen trabajos, y no nos da Dios a escoger; y por ventura a vuestra merced, corno màs flaca, le da Ios màs pequehos. Yo sé mejor Ios que pasa que vuestra merced me Ios sabe decir o puede por carta, y asf la encomiendo a Dios con cuidado, que me parece la quiero ahora mas que suelo, aunque siempre es harto.

Otra carta mia le daràn. Yo creo no està màs ruin, aunque le parece que si. El confesarse a me- nudo le pido por amor de Dios y de mi. Él sea con ella, amen. Lo demàs dirà el senor Juan de Ovalle; muy presto se me ha ido.

Los pavos vengan, pues tiene tantos.Indigna sierva vuestra,

Teresa de Jesus.

2. A dona Juana de Ahumada,en Galinduste (Salamanca)

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Teresa escribe en Toledo. Lorenzo ha venido de America hace algo màs de un ano, y reside en Àvila, donde ha entablado relaciones espiritua- les con fray Juan de la Cruz. En las recientes na- vidades, Ios dos hermanos, Teresa y Lorenzo, han intercambiado cartas, villancicos y regalos. Han iniciado, sobre todo, un intenso diàlogo espiritual, casi incontenible. Es reciente la carta en que ella le transcribe integro el poema (villancico, dice Tere­sa, pero, en realidad, limpida radiografìa de la pro­pia alma): Oh Hermosura que excedéis / a todas las hermosuras... etc.

En respuesta, Lorenzo le pide aclaraciones so­bre la herida de amor que celebra el poema. Y con ese motivo la carta de la Santa no solo despliega una primorosa lección espiritual, sino que se abre a un càlido intercambio de experiencias profun- das. Las estàn viviendo Ios dos hermanos en ese momento: Me han tornado Ios arrobamientos... Ni basta resistir ni se puede disimular... Ando estos dias corno un borracho, en parte. A l menos entién- dese bien que està el alma en buen puesto...

Sin que elio obste para que a la vez se entre- mezcle el ajetreo de Ios negocios pendientes, el cruce de regalos, sardinas y confites, pastillas aro-

3.- Carta a su hermanoLorenzo de Cepeda

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122 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

màticas y tejuelos de oro, el reclamo del autògra­fo de Vida, la confianza en un mercader amigo... Cruce de experiencias misticas y de la banalidad de lo cotidiano, sol radiante y polvo del camino. La carta a Lorenzo se ha vuelto pura lección de vida espiritual.

Surge espontàneo el recuerdo de San Benito y Santa Escolàstica en conversación espiritual. También los dos hermanos abulenses, Teresa y Lo­renzo, son buen modelo de diàlogo en comunión espiritual.

A su hermano Lorenzo de Cepeda, en Toledo

Avila, 77 de enero de 1577.

Jesus sea con vuestra merced. Ya dije en la que llevó el de Alba\ que las sardinas vinieron buenas y los confites a buen tiempo, aunque qui- siera yo mas se quedara vuestra merced con los mejores. Dios se lo pague. De ninguna cosa me envie ya nada, que cuando yo lo quiera lo pedi- ré. Mucho enhorabuena se pase a nuestro barrio. Todavia lo mire mucho esto del cuarto que digo, que si no se remedia estaba peligroso, y sfhabla, que ha esto mucho. Con todo se mire2.

Cuanto a lo del secreto de lo que me toca3, no digo que sea de manera que obligue a pecado,

1 La carta que llevó el de Alba: perdida. Habfa pedido las sardinas en la carta 172,21, del 2 de enero.

2 Alude a la casa de Peralta, comprada por Lorenzo (ver carta 172, 4). -El sentido de la frase: «esto del cuarto..., estaba peligroso; y s( habfa (peligro)».

3 Lo del secreto: la Santa le habia pedido reserva sobre sus «papeles de oración» (cartas 115,5; 172,5.24) y el libro de su Vida (c. 115, 7). -Sobre la «promesa» hecha por Lorenzo y su «obediencia» a la Santa, ver la carta 172, 9. -El confesor consultado es Alonso Velàzquez.

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Ill: DOCE CARTAS DE LA SANTA A DESTINATARIOS DIVERSOS 123

que soy muy enemiga de esto y podrìase descui- dar; basta que sepa que me darà pena. Lo de la promesa ya me habla dicho mi confesor que no era vàlida, que me holgué harto, que me tenia con cuidado. También de la obediencia que me tiene dada le dije; que me ha parecido sin camino. Dice que bien està, mas que no sea promesa a mi ni a nadie; y asi no la quiero con promesa, y aun lo demàs se me hace de mal; mas por su consue­to paso por elio, a condición que no la prometa a nadie. Holgàdome he que vea que le entiende fray Juan, corno tiene experiencia; y aun Francis­co tiene algùn poco, mas no lo que Dios hace con vuestra merced. Bendito sea por siempre sin fin. Bien està con entrambos ahora\

iBueno anda nuestro Seriori Paréceme que quiere mostrar su grandeza en levantar gente ruin, y con tantos favores, que no sé qué mas ruin que entrambos5. Sepa que ha mas de ocho dias que andò de suerte que, a durarne, pudiera mal acudir a tantos negocios. Desde antes que escribiese a vuestra merced me han tornado los arrobamientos, y hame dado pena; porque es (cuando han sido algunas veces), en pùblico, y asi me ha acaecido en maitines. Ni basta resis- tir ni se puede disimular. Quedo tan corridfsima que me querrìa meter no sé dónde. Harto ruego a Dios se me quite esto en pùblico; pidaselo vues­tra merced, que trae hartos inconvenientes y no me parece es mas oración. Ando estos dfas corno un borracho, en parte; al menos entiéndese bien que està el alma en buen puesto; y asi, corno las potencias no estàn libres, es penosa cosa enten- der en mas que lo que el alma quiere.

4 Entrambos: son San Juan de la Cruz y Francisco de Salcedo.5 Entrambos: Lorenzo y la Santa. -El pasaje que sigue (nn, 3-11) es

interesante para la lectura de las Moradas VI y VII, que escribirà este mismo ano.

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124 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

Habia estado antes casi ocho dias que muchas veces ni un buen pensamiento no habia remedio de tener, sino con una sequedad grandi'sima; y, en forma, me daba en parte gran gusto, porque habia andado otros dias antes corno ahora, y es gran piacer ver tan darò lo poco que podemos de nosotros. Bendito sea el que todo lo puede, amen. Harto he dicho. Lo demàs no es para carta ni aun para decir. Bien es alabemos a nuestro Se- nor el uno por el otro; al menos, vuestra merced por mi, que no soy para darle gracias las que le debo, y asì he menester mucha ayuda.

De lo que vuestra merced me dice que ha te- nido, no sé qué le diga, que, cierto, es màs de lo que emenderà y principio de mucho bien, si no lo pierde por su culpa. Ya he pasado por esa manera de oración, y suele después descansar el alma y anda a las veces entonces con algunas peniten- cias. En especial, si es impetu bien redo, no pare- ce se puede sufrir sin emplearse el alma en hacer algo por Dios; porque es un toque que da al alma de amor, en que entenderà vuestra merced, si va credendo, lo que dice no entiende de la copia6; porque es una pena grande y dolor, sin saber de qué.y sabrosisima.Y aunque en hecho de verdad es herida que da el amor de Dios en el alma, no se sabe adónde ni còrno, ni si es herida ni qué es, sino siéntese ese dolor sabroso que hace quejar, yasldice:

Sin herir, dolor hacéis, y sin dolor deshacéis el amor de las criaturas.

Porque cuando de veras està tocada el alma de este amorde Dios, sin pena ninguna se quita el

6 La copia: Lorenzo pide aclaraciones sobre la primera estrofa del poema «Oh Hermosura», que le envió la Santa en la carta 172 (2 de enero).

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que se tiene a las criaturas, digo de arte que esté el alma atada a ningùn amor; lo que no se hace estando sin este amor de Dios; que cualquiera cosa de las criaturas, si mucho se aman, da pena; yapartarse de ellas, muymayor. Como se apode- ra Dios en el alma, vaia dando senorìo sobre todo lo criado, y aunque se quita aquella presencia y gusto (que es de lo que vuestra merced se queja), corno si no hubiese pasado nada cuanto a estos sentidos sensuales, que quiso Dios darles parte del gozo del alma, no se quita de ella ni deja de quedar muy rica de mercedes, corno se ve des- pués, andando el tiempo, en los efectos.

De esas torpezas después, de que vuestra merced me da cuenta, ningùn caso haga; que, aunque eso yo no lo he tenido -porque siempre me librò Dios por su bondad de esas pasiones—, entiendo debe ser que, corno el deleite del alma es tan grande, hace movimiento en el naturai; irà- se gastando con el favor de Dios, corno no haga caso de elio. Algunas personas lo han tratado conmigo7.

También se quitaràn esos estremecimientos; porque el alma, corno es novedad, espàntase, y tiene bien de qué se espantar. Como sea mas ve- ces, se harà hàbil para recibir mercedes. Todo lo que vuestra merced pudiere, resista esos estre­mecimientos y cualquier cosa exterior, porque no se haga costumbre, que antes estorba que ayuda.

Eso del calor que dice que siente, ni hace ni deshace, antes podrà danaralgo a la salud si fuere mucho; mas también quizà se irà quitando corno los estremecimientos. Son esas cosas, a lo que yo creo, corno son las complexiones; y corno vues­tra merced es sanguineo, el movimiento grande de espiritu con el calor naturai, que se recoge a

7 volverà sobre el mismo tema en la carta 182,6.

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126 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

lo superior y llega al corazón, puede causar eso; mas, corno digo, no es por eso mas la oración.

Ya creo he respondido al «quedar después corno si no hubiese pasado nada»8. No sé si lo dice asl san Agustln: que pasa el esplritu de Dios sin dejar serial, corno la saeta, que no la deja en el aire. Ya me acuerdo que he respondido a esto; que ha sido multitud de cartas las que he tenido después que recibi las de vuestra merced, y aun tengo ahora por escribir hartas, por no haber te­nido tiempo para hacer esto.

Otras veces queda el alma que no puede tor­nar en si en muchos dlas, sino que parece corno el sol, que los rayos dan calor y no se ve el sol; asf parece el alma tiene el asiento en otro cabo, y anima al cuerpo no estando en él, porque està alguna potencia suspendida.

Muy bien va en el estilo que lleva de medita- ción, gloria a Dios; cuando no tiene quietud, digo9. No sé si he respondido a todo; que siempre tor­no otra vez a leer su carta, que no es poco tener tiempo, y ahora no sino a remiendos la he tornado a leer. Ni vuestra merced tome ese trabajo en tor­nar a leer las que me escribe. Yo jamàs lo hago. Si faltaren letras, póngalas alla, que asiharé yo acà a las suyas -que luego se entiende lo que quiere decir-, que es perdido tiempo sin propòsito.

Para cuando no se pudiere bien recoger al tiempo que tiene oración, o cuando tuviere gana de hacer algo por el Senor, le envlo ese cilicio, que despierta mucho el amor™; a condición que no se lo ponga después de vestido en ninguna

8 Le ha respondido incidentalmente en el n. 6.9 Medltaclón y quietud indican aqui dos formas o grados de oración:

«Muy bien la meditación..., cuando no tenga oración de quietud». volvera sobre el tema en la carta 182,5.

10 Véase la continuación del tema en la carta 182,4.

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manera, ni para dormir. Puédese sentar sobre cualquier parte, y ponerle que dé desabrimiento.

Yo lo hago con miedo: corno es tan sanguineo, cualquiera cosa podrfa alterar la sangre; sino que es tanto el contento que da (aunque sea una na- derìa corno ésa) hacer algo por Dios cuando se està con ese amor, que no quiero lo dejemos de probar. Como pase el invierno, harà otra alguna cosina, que no me descuido. Escrìbame còrno le va con esa nirlerla. yo le digo que cuando mas justicias queramos hacer en nosotros, acordàn- donos de lo que pasó nuestro Senor, lo es. Rién- dome estoy còrno él me envla confites, regalos y dineros, yyo cilicios.

A Aranda me encomiende11 y que eche un poco de esas pastillas en el aposento de vuestra merced, o cuando esté al braserò, que son muy sanas y puras, de descalzas, que todo lo que tie- nen no es curioso; aunque mas mortificado quie- ra ser, las puede echar. Para reumas y cabeza son bonlsimas. Ese envoltorio pequeho mande vues­tra merced se dé a dona Maria de Cepeda en la Encarnación12.

Sepa que està concertada de entrar en el su monasterio de Sevilla una muy buena monja, y tiene seis mil ducados sin ningùn embarazo, y an- tes que entre ha dado unos tejuelos de oro que valen dos mil; y pone tanto en que se comience a pagar la casa de ellos, que la priora lo hace,

11 Es Jerónima de Aranda, la domèstica de Lorenzo. -Sobre esas pastillas maravillosas decia dias màs tarde a Maria de San José: «Del anime (que le enviaron de Sevilla) también se tornò un poco -que se lo querfa yo enviar a pedir- queiiacen unas pastillas de elio con azücar rosado que me hacen muy gran provecho a las reùmas» (carta 180,10).

12 Maria de Cepeda, prima de la Santa, seguîa enfermiza en el convento de La Encarnación de Avila.

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128 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

y escrìbeme que pagarà ahora tres mil13. Mucho me he alegrado, que era gran carga la que te­n/an. En fin, corno profese se pagarà luego toda, yaun quizà antes. Encomiéndelo vuestra merced a Dios y déle gracias, que asi acaba la obra que vuestra merced comenzó14.

Nuestro Padre Visitador15 ha andado en los conciertos; bueno està y visitando las casas. Es cosa que espanta cuàn sosegada tiene la provin­cia y lo que le quieren. Bien le lucen las oracio- nes, y la virtud y talentos que Dios le dio.

El sea con vuestra merced y me ie guarde, que no sé acabar cuando hablo con él. Todos se le en- comiendan mucho; yo a él. A Francisco de Salce­do siempre le diga mucho de mi. Tiene razón de quererle, que es santo. Muy bien me va de salud.

Hoy son diecisiete de enero.Indigna sierva de vuestra merced,

Teresa de Jesus.

Al obispo envié a pedir el libro''6, porque quizà se me antojarà de acabarle con lo que después me ha dado el Senor, que se podrìa hacer otro y grande, y si el Senor quiere acertase a decir; y si no, poco se pierde.

Unas cosillas vinieron de Teresa en el arquilla; ahi van'7. Esa bolilla es para Pedro de Ahumada, que corno està mucho en la iglesia, debe haber

13 Sobre està aspirante de oro, véanse las cartas a la priora de Sevilla (175, 5; 178,1).

14 Alude a la generosidad con que Lorenzo financió la fundación de Sevilla.

15 Jerónimo Graciän, Visitador de la «provincia» de carmelitas de Andalucia.

16 El obispo es don Alvaro de Mendoza. El libro, una copia de la Vida de la Santa, de que habló a Lorenzo en la carta 115, 7. (Lectura dudosa, quizàs: «...envfe (vuestra merced) a pedir el libro»),

17 El arquilla remitida desde Avila a petición suya (carta 172, 5). A continuación, Pedro de Ahumada, hermano de la Santa.

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frio en las manos. Yo no he menester ahora di- neros. Nuestro Senor pague a vuestra merced el cuidado y me le guarde, amen. Bien puede enco- mendar a la priora de Valladolid Io de los dineros, que Io harä muybien, que tiene un mercadergran amigo de aquella casa y mio, y buen cristiano18.

* * *

18 Priora cte Valladolid es su sobrina Marta Bautista. El mercader es Agustfn de Vitoria, que ayudara a la Sta. en la fundaci6n de Palencia (Fundaciones 29,9; ver la carta 179,4, a Maria Bautista). -Sobre to de los dineros, le ofrecera nuevos datos en la carta 182,14.

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4 .- Carta a Felipe I I

Es la carta 218 de su epistolario. Teresa la escri­be en San José de Àvila, el 4 de diciembre de 1577. En piena borrasca. La noche anterior ha sido se- cuestrado y preso fray Juan de la Cruz, ahi cerca, en su casita de la Encarnación. E inmediatamente ella escribe al rey: "perdone tanto atrevimiento" -le dice-, Aboga por “tan gran siervo de nuestro Sehor (fray Juan)..., le tienen por un santo"- ase- gura. Ella misma està en el ojo del ciclón por su redente elección corno priora de ese monaste­ro de la Encarnación. Penalizadas todas sus se- guidoras... “Està todo el lugar (Àvila entera) bien escandalizado".

La carta es un clamor por la liberación de fray Juan: "por amor de nuestro Senor suplico a vues- tra majestad mande que con brevedad le resca- ten... Temo por su vida".

En el contexto social y absolutista de aquel siglo, es insòlita y clamorosa la humilde y valiente apela- ción de una pobre monja a Su Majestad el Rey.

A Felipe il, en Madrid

Àvila, 4 de diciembre de 1577.

La grada del Esplritu Santo sea siempre con vuestra majestad, amen. Yo tengo muy creldo que ha querido nuestra Senora valerse de vues-

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tra majestad y tornarle por amparo para el reme­dio de su Orden, y asi no puedo dejar de acudir a vuestra majestad con las cosas de ella. Por amor de nuestro Senorsuplico a vuestra Majestad pen­done tanto atrevimiento.

Bien creo tiene vuestra majestad noticia de còrno estas monjas de la Encarnación han procu- rado llevarme allà\ pensando habria algun reme­dio para librarse de los frailes, que cierto les son gran estorbo para el recogimiento y religion que pretenden, y de la falta de ella que ha habido allf en aquella casa tienen toda la culpa. Ellas estàn en esto muy enganadas, porque mientras estu- viesen sujetas a que ellos las confiesen y visiten no es de ningun provecho mi ida allI -al menos, que dure-, y as! lo dije siempre al visitador domi- nico2, y él lo tenia bien entendido.

Para algun remedio, mientras esto Dios hacla, puse allI en una casa un traile descalzo3, tan gran siervo de nuestro sehor, que las tiene bien edi- ficadas, con otro compahero, y espantada està ciudad del grandlsimo provecho que all/ ha he- cho, y asl le tienen por un santo, y en mi opinion lo es y ha sido toda su vida.

Informado de esto el nuncio pasado4 y del daho que hacian «los del pano» por larga infor- mación que se le llevó de los de la ciudad, envió un mandamiento con descomunión para que los tornasen alli (que los calzados los hablan echado con hartos denuestos y escàndalo de la ciudad),

1 La Santa habia sido priora de La Encarnacion desde 1571 a 1574. La comunidad habfa intentado elegirla de nuevo el 7 de octubre pasado. Ver el relato de la Santa en carta a don Teutonio 226,8.

2 Pedro Fernandez, que la habia nombrado priora de La Encarnacion.3 Fray Juan de la Cruz. -El otro companero, German de san Matias.4 Nicolas Ormaneto, muerto el 18.6.1577. infbrmado de esto: de los

hechos que motivaron (a finales de 1575) la primera prision de fray Juan de la Cruz.

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y que so pena de descomunión no fuese alla nin- guno «del pano» a negociar ni a decir misa ni a confesar, sino los descalzos y clérigos. con esto ha estado bien la casa hasta que murió et nuncio, que han tornado los calzados y asl torna la in- quietud, sin haber mostrado por dónde lo pueden hacer5.

Y ahora un traile6 que vino a absolver a las monjas, las ha hecho tantas molestias y tan sin orden y justicia, que estàn bien afligidas y no li- bres de las penas que antes tenlan, segùn me han dicho. Y sobre todo hales quitado éste los confe- sores7 (que dicen le han hecho vicario provincial, y debe ser porque tiene mas partes para hacer màrtires que otros) y tiénelos presos en su mo- nasterio, y descerrajaron las celdas, y tomàronles en lo que tenlan los papeles.

Està todo el lugar bien escandalizado còrno, no siendo prelado ni mostrando por dónde hace esto (que ellos estàn sujetos al comisario apostòlico)8, se atreven tanto, estando este lugar tan cerca de donde està vuestra majestad, que ni parece temen que hay justicia ni a Dios. A mi me tiene muy lastimada verlos en sus manos, que ha dlas que lo desean, y tuviera por mejor que estu- vieran entre moros, porque quizà tuvieran màs piedad. Y este traile9 tan siervo de Dios està tan flaco de lo mucho que ha padecido, que temo su vida.

Por amor de nuestro sehor suplico a vuestra majestad mande que con brevedad le rescaten,

5 Sin mostrar qu6 facultades tienen para hacerlo (como en el n. 6).6 Fray Hernando Maldonado, prior de los carmelitas de Toledo, -vino

a absolver a las monjas de la excomuni6n impuesta con ocasion de la elecci6n de la priora (cf. nota 1).

7 Los confesores: fray Juan de la Cruz y German de San Matias.8 Era el padre Gracian.9 Fray Juan de la Cruz.

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y que se dé orden cómo no padezcan tanto con «los del pano» estos'pobres descalzos todos, que ellos no hacen sino callar y padecer y ga- nan mucho; mas dase escàndalo en los pueblos. Que este mismo que està aquP0 tuvo este verano preso en Toledo a fray Antonio de Jesus -que es un bendito viejo, el primero de todos- sin ningu- na causatasiandan diciendo los han de perder, porque lo tiene mandado el Tostado11. Sea Dios bendito, que los que habfan de ser medio para quitarque fuese ofendido, le sean para tantos pe- cados, y cada dia lo haràn peor si vuestra majes- tad no manda poner remedio; no sé en qué se ha de parar, porque ningun otro tenemos en la tierra.

Piega a nuestro Senor nos dure muchos anos. Yo esperò en El que nos harà està merced, pues se ve tan solo de quien mire por su honra. Con­tinuamente se lo suplicamos todas estas siervas de vuestra majestadyyo.

Fecha en San José de Àvila a 4 de diciembre de mil quinientos setenta y siete.

indigna sierva y subdita de vuestra majestad Teresa de Jesus, carmelita.

10 El mismo que està aqui es el mencionado padre Maldonado. -Antonio de Jesus habfa acompanado a la Santa y al p. Gracién en su redente viaje de Toledo a Avila. Y al regresar a Toledo recibió órden del P. Maldonado de quedar recluido en el convento.

11 Jerónimo Tostado (cf. carta n. 208,12).

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5.- Cruee de Cartas entre la Santa el P. Gracian

Aunque no muy representative del carteo de la Santa con Gracian (114 misivas), reproducimos aqui el cruce de cartas entre una y otro, por ser el ùnico caso que poseemos de carta y respuesta en­tre ambos. Los respectivos autógrafos estuvieron en un folio a dos columnas: a la izquierda, las pro- puestas de Gracian; la respuesta de la Santa, en la columna de la derecha. Fecha probable, agosto de 1576, en Toledo. Hace sólo un ano que los dos se han conocido en Beas. Ella le ha prometido piena obediencia (Relación 40).

El texto de ambas cartas està mutilado al inicio y al final. Pero contiene un preciso diàlogo entre los dos. Gracian pregunta (n. 1) y propone (n. 2). Ella responde por libre. El tema cuestionado es do­ble: un caso concreto del Carmelo de Segovia, y la posible fijación de una norma generai para la admisión de nuevas postulantes a los Carmelos.

En su tarea de Visitador oficial, Gracian ha topa- do con ese caso, a su parecer anòmalo: Teresa ha dado palabra de admisión a una joven, sin requerir- le la dote correspondiente. Con tal ocasión, quisie- ra él prescribir una norma generai para las futuras admisiones. En su respuesta, la Santa no se cine a la pregunta. Pero otorga sumisión piena. Entre ambos ya està en curso el lenguaje cifrado: Gracian se dice Eliseo. A ella la llama Laurencìa. Dialogan.

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Cruce de cartas entre la Santa y el p. Graciân, en Toledo (?) n° 116

Toledo, agosto de 1576.(Texto de Graciân, a la izquierda. Respuesta de la Sta. a la derecha)

Pregóntase:Sisepuede recibir sin dote una eten- dienta que ofreció Lau- rencia admitir de grada, cuando la puede llevar. A Eliseo le parece que no, porque los prelados no son duehos de la ha- denda de los conventos, sino administradoresa. Y esto tràtese con los le- trados y veràse ser asi.

iOh, que murmura- ràn! -Respondo: Supues- to que es màs servicio de Dios estotro, murmuren, que ya saben en Segovia la pobreza de aquella ca­sa y que a la que nolo tie­ne la reciben, corno tue a la que ahora se dio el hàbito, pues la que lo tie­ne no es menester hacer tranquezas.

...los segiares en caso de interés miran poco a la razón. Esa madre priora1 no le talta, que, corno està mostrada a las sobras de Pastrana, hale quedado poca pobreza de es- plritu, que a mi me daba pena y darà cada vez que entien- da esto; porque estas casas, a gloria de Dios se han tunda- do sólo contiando en El, y asi temo que, en comenzando a poner la confianza en medios humanos, nos ha de taltar al­go de los divinos. Esto no lo digo por ese negocio, mas sé que no metiera ahi a su hija2 si no fuera de esa suerte. Mas a él se le debe tan poco, que Dios debe querer se haga asi.

1 Priora de Segovia, isabei de Santo Domingo, que anteriormente era priora en Pastrana.

a El texto en cursiva no es de Graciân. Lo anaden los editores para com­pletar el sentido del original mutilado. Habrta que descartar el epigra­fe «Pregûntase». Mâs bien, Graciân viene «exponiendo» su opinión; la «pregunta formai» la harâ luego en la «Duda generai».

2 Hija de uno de esos segiares de que venia hablando. — Ese mismo verano daba normas a Maria de San José sobre la admisión de aspiran­tes, y anadia: «porque me escribió nuestro padre (Graciân) que un gran letrado de la corte le habia dicho que no teniamos justicia, y aunque la tuvieramos, es recia cosa pleitos; no olvide esto» (c. 122,5).

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cY la honra de Laurencia que puso asi su palabra? -Responda Laurencia que tiene superior que lo ha de mandar y que ella ya no pue- de nada en aquello. Y en lo que toca al mayor serviclo de Dios, entienda Lauren­cia que aunque ella esté de por medio no se me da na­da, que màs quiero una hi- lachita de la honra de mi Je­sus y tantico de la mi Virgen Maria, Senora mia y Madre mia de mi alma, que a cien mil Laurencias.

Pues icómo se ha de obrar?; ihemos de traer pleitos? Aquellos benditos licenciados Herrera y otros amigos que allI hay lo haràn a su tiempo dàndoles un poder, y Dios, que sabe que aquello es hacienda de po- bres, darà orden.

Duda generai: Si convie­ne mandar a Laurencia que de aqui adelante no dé su palabra de recibir ninguna monja sin dar parte a Eliseo.Y esto hablo en todos los conventos, porque no nos veamos en aprieto de cum- plirsus palabras dadas. Y Eli­seo la promete delante de

La manera del visitar las descalzas3 està corno ensenada de Dios. sea por todo bendito.

No ha menester vues- tra paternidad mandarme­lo, que yo lo doy por man- dado y asi lo haré. Y verda- deramente me darà gusto quitarme de este cansan- cio; sino que he miedo que hay màs codicia en algu- nas casas de lo que yo que- rrìa; y piega a Dios que no enganen a vuestra paterni­dad màs que a mi. De esto me he agraviado màs que de todo, a mi parecer. Y, a cuanto puedo entenderde mi, estaba yo determina- da, aunque no fuera vues­tra paternidad prelado, no recibir sin decirselo, estan- do cerca, yaun, creo, lejos. Es imposible acertar en to­do. El tiempo lo dirà; y, si andamos por dotes, peor.

3 Modo de visitar los conventos. No es seguro que se trate de la obra teresiana que lleva ese titulo, sino de «la manera» o de los criterios de Graciàn en sus visitas. Por esas fechas habia escrito él su «Forma y manera de proceder que se llevaba en la visita de los Calzados de Andalucia».

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su Senor de jamas dar licen­tia para nada sin que sea su voluntad y gusto.

Digolo porque en aquella casa de Segovia dimos aho- ra el hśbito a una, aunque es muy bonita, y no llegara a mas de esto. La casa es muy pobre y hay muchas monjas, y muy pocas. Y aun en es- totros monasterios, aunque hay mucha santidad no hay mucha ropa. Y si luego Lau- rencia se cree de cualquiera confesoryporque se confie- se una dos dias en la Com- pahia ya queda santificada, podria ser causa adelante de muchos dahos; que mśs vale buena esperanza que ruin posesión...

Esta es información de la priora. Cuando me creo eon mucha información, es para bien de las casas y ne- gocios de ellas. No sé cô- mo pueden decir eso. Dios lo reciba y dé luz para que de aqui adelante se acier- te mejor. Mas iqué de dis- culparme hago! Lo peor es que estoy tentadisima con quien he dicho...4

4 Con la priora o con alguien mencionado antes en el texto de Graciân.

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6.- Primera carta a 'Maria de San José, priora en Sentila

Es el comienzo de un carteo intimo y entranable: mas de sesenta cartas a M. Maria. Todo un arsenal de relaciones humanas, de ideales carmelitanos, de preocupaciones por los graves problemas que acosaràn incesantemente al carmelo hispalense, intensamente compartidos por la Santa fundado- ra. Es la carta n° 109 del epistolario teresiano.

De regreso a Castilla, Teresa ha viajado de Sevi­lla a Malagón. La acompanan su hermano Lorenzo, Teresita y otros sobrinos, el carmelita Gregorio Na- cianceno, y el simpatico Antonio Ruiz...

En Sevilla ha dejado la fundación con serios pro­blemas económicos. Aquf, en Malagón, ha encon- trado a la priora -M. Brianda- gravemente enferma, la casa destartalada y a Da Luisa de la Cerda remo- loia en aportar la ayuda prometida para el arreglo. Ella ha de permanecer en el Carmelo de Malagón por orden de Gracian "hasta concluir y asentar la fundación y edificio de aquel convento".

Pero sigue pendiente del drama de Sevilla: sus monjas enredadas en pleitos, Gracian embarca-

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do en la Visita de los conventos andaluces, y gran nostalgia por parte de la autora y la destinataria de la carta. Ese mismo dia escribe una larga misiva al P. Graciàn, por mediación de ésta (n. 4).

A Maria de san José, en Sevilla

Malagón, 15 de junio de 1576.

Para la madre priora Maria de San José. Sevilla.Jesus. — La grada del Espiritu Santo sea con

vuestra reverenda, hija mia. ìOh còrno quisiera escribir muy largo!, sino corno escribo otras car­tas, no tengo lugar. Al padre fray Gregorio1 he di- cho escriba largo de todo el camino. El caso es que hay poco que contar, porque venimos muy bien y no con mucha calor, y llegamos buenos, gloria a Dios, el segundo dia de Pascua2. Halle a la madre priora3 mejor, aunque no està del todo buena. Tengan mucho cuidado de que la enco- mienden a Dios. Holgàdome he mucho con ella. Harto me he acordado de la barata que les que- daba. Piega a Dios que no faltase algo.

Por caridad la pido que me escriba por todas las vias que pudiere para que yo sepa siempre còrno estàn. No deje de escribir por Toledo, que yo avisaré a la priora4 las envle con tiempo, yaun quizà me detendré alli algunos dias, que he mie- do ha de ser trabajo hasta concluir este negocio con dona Luisa5. Encomiéndenlo alla a Dios y a la madre supriora6 me encomiende mucho y a todas las hermanas. Mire que me regale a San

1 Fray Gregorio Nacianceno, que la ha acompanado a Sevilla (Fund. 24, 5) y en el viaje de regreso a Malagón.

2 El 11 de junio. Habia salido de Sevilla el 4. Sobre el viaje, ver c. 108,8.3 Priora de Malagón: Brianda de san José (c. 108,6).4 Priora de Toledo: Ana de los Angeles.5 Dofìa Luisa de la Cerda, fundadora de Malagón (Fund. 9), que este

mismo dia anunciarà a la Santa el envto de «un gran oficial» (c. 108,13).6 Supriora de Sevilla: Maria del Espfritu Santo.

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GabrieP, que estaba muy boba en mi venida. En- comiéndeme mucho a Garciâlvarez8 y diganos del pleito9 y de todo, y mâs de nuestro padre10 si ha ya llegado. Yo le escribo muy encargado que no consienta coma ahi ninguna persona —mire que no haga principio—, si no fuere para él que tiene tanta necesidad, y se podrâ hacer sin que se entienda; y, ya que se entienda, hay diferen- cia de un prelado a sûbdito, y vanos tanto en su salud que todo es poco lo que podemos hacer. La madre priora enviarâ algûn dinero con el pa­dre fray Gregorio para esto y lo que se ofreciere haber menester, que de veras le quiere mucho y asi lo hace de gana. Y es bien que él entienda esto; porque yo le digo que tendràn poca limosna y que asi podrâ ser que se queden sin comer si lo dan a los otros. Yo deseo mucho que ellas no tengan inquietud en nada, sino que sirvan mucho a nuestro Senor. Piega a Su Majestad que sea asi como yo se lo suplicaré.

A la hermana San Francisco11, que sea buena historiadora para lo que pasare de los fra/'/es12. Como venia de esa casa, hàseme hecho ésta peor; trabajo harto tienen aqui estas hermanas. Teresa13 ha venido, especial el primer dla, bien

7 Leonor de San Gabriel, enfermera de la Santa en Sevilla ha sentido vivamente la partida de ésta (c. 108,10).

8 Garciâlvarez, clérigo sevillano que ha ayudado a la Santa en la funda- ción (Fund. 25, 5), pero luego causarà graves disgustos a ésta y al carmelo de Sevilla.

9 Pleito ocasionado por la paga de la alcabaia en la compra de la casa de Sevilla.

10 Nuestro padre: Jerónimo Graciân, que regresa de Castilla a Sevilla para reanudar la visita de los carmelitas calzados andaluces. Le escribe este mismo dia; ver n. 11.

11 Isabel de San Francisco, profesa de Toledo, que hace de «cronista» de la comunidad.

12 Los carmelitas calzados de Sevilla.13 Teresita de Ahumada, hija de Lorenzo de cepeda.

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trìstecilla; decia que de dejar a las hermanas14. Eri viéndose acà, corno si toda su vida hubiera estado con ellas, que de contento casi no cenò aquella noche que venimos. Heme holgado, por- que creo es muy de raiz el ser aficionada a ellas. Con el padre fray Gregorio tornare a escribir15. Ahora no mas de que el Senor la guarde y haga santa para que todas lo sean, amen.

Es hoy viernes después de Pascua.

Esa carta dé a nuestro padre a recaudo, y si no estuviera ahi, no se la envle sino con persona muycierta, que importa.

De vuestra reverenda,Teresa de Jesus.

Teresa no la escribe porque està ocupada; dice ella que es priora, y se le encomienda mucho16.

* * *

14 Las hermanas: carmelitas de Sevilla, con quienes Teresita ha convivido varios meses.

15 Lo haré tres dias después: c. 110,2.16 A continuación anotó la destinataria: «Tengo de escribir a la Madre

cómo ha de entrar su madre de Beatriz: que nos envie licencia de nuestro Padre. Y a Malagón por el adorno para profesar». — Alude a Beatriz de la Madre de Dios y a la madre de esta, Juana Gômez, que poco después entrarâ también en el carmelo de Sevilla.

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7.-A su teòlogo prefendo, Domingo Bânez, en Valladolid

Es la carta n° 61 del epistolario. La Santa es priora de La Encarnación de Àvila (1574), pero està en Salamanca, enredada en el negocio intermina­ble de la compra de casa para el carmelo salmanti- no. Aqui ha recibido a dos postulantes carmelitas, enviadas por Bânez: excepcionalmente dotada la primera, Maria Jesùs Pardo ("laParda", en el léxico familiar teresiano); una "Lloraduelos" no muy con­vincente, la otra.

Pero la carta fluye en franca comunicación con- fidencial con Bânez, en torno al cual desfila un coro de personajes del mundillo teresiano: Pedro Fernandez, Da Beatriz de Mendoza, la famosa abu- lense Maridiaz, el nuevo prior dominico de Sala­manca, incluso Melchor Cano, sobrino del cèlebre teòlogo del mismo nombre.

Destaca en toda la carta la efusión de las pri­meras Irneas.

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Ill: DOCE CARTAS DE LA SANTA A DESTINATARIOS DIVERSOS 143

Carta a su teòlogo preferido.Fray Domingo Bànez. En Valladolid

Salamanca, 28 de febrero 1574.

Al reverendlsimo senor y padre mio el maes­tro fray Domingo Bahez, mi senor.

Jesus. — La gracia del Espiritu Santo sea con vuestra merced y con mi alma. No hay que es- pantar de cosa que se haga por amor de Dios, pues puede tanto el de fray Domingo, que lo que le parece bien, me parece, y lo que quiere, quiero; y no sé en qué ha de parar este encantamiento.

La su Parda1 nos ha contentado. Ella està tan fuera de s i de contento después que entrò, que nos hace alabar a Dios. Creo no he de tener co- razón para que sea freila2. viendo lo que vuestra merced ha puesto en su remedio, y asi estoy de- terminada a que la muestren a leer, y conforme a corno le fuere, haremos.

Bien ha entendido mi espiritu el suyo, aunque no la he hablado; y monja ha habido que no se puede valer, desde que entrò, de la mucha ora- ción que le ha causado. Crea, padre mio, que es un deleite para mi cada vez que tomo alguna que no trae nada, sino que se toma sólo por Dios, y ver que no tienen con qué y lo habian de dejar por no poder mas. veo que me hace Dios particu­lar merced en que sea yo medio para su remedio. Si pudiese fuesen todas asl, me seria gran ale- grìa; mas ninguna me acuerdo contentarme, que la haya dejado por no tener3

Hame sido particular contento ver còrno le hace Dios a vuestra merced tan grandes merce-

1 Maria de Jesus, Pardo y Cifuentes, naturai de Rioseco. Proteso el 19.9.1575 e irà con la Santa a la fundación de Soria (1581).

2 Freila: no corista.3 Alegria por admitir postulantes sin dote.

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des, que le empiee en semejantes obras, y ver venir a ésta. Hecho està padre de los que poco pueden, y la caridad que el Senor le da para esto me tiene tan aiegre, que cualquier cosa haré para ayudarle en semejantes obras, si puedo. Pues jel llanto de la que trala consigo! que no pensé que acabara. No sé para qué me la envió acà.

Ya el padre visitador ha dado licencia\ y es principio para dar màs con el favor de Dios; y qui- zà podré tornar ese «lloraduelos»5, si a vuestra merced le contenta, que para Segovia demasiado tengo.

Buen padre ha tenido la Parda en vuestra mer­ced. Dice que aùn no cree que està en casa. Es para alabar a Dios su contento. Yo le he alabado de ver acà su sobrinito de vuestra merced, que venia con dona Beatriz,6 y me holgué harto de verle. iPor qué no me lo dijo?

También me hace al caso haber estado està hermana con aquella mi amiga santa7. Su herma- na me escribe y envia a ofrecer mucho. Yo le digo que me ha enternecido. Harto màs me parece la quiero que cuando era viva.

Ya sabrà que tuvo un voto para prior en San Esteban8; todos los demàs el prior, que me ha hecho devoción verlos tan conformes. Ayer es- tuve con un padre de su Orden que llaman fray Melchor Cano9. Yo le digo que, a haber muchos

4 Visitador: Pedro Fernândez, dominico, que da licencia a la Santa para la fundación de Segovia (Fund. 21,2).

5 La misma que acompanó a «la Parda» (nota 1).6 Dofìa Beatriz sarmiento de Mendoza, hermana de don Alvaro de

Mendoza.7 Mi amiga santa: la abulense Maridfaz, muerta el 17.11.1572.8 San Esteban: —convento de dominicos en Salamanca. Prior del mismo,

Alonso de Hontiveros.9 Melchor Cano (en el siglo, Baltasar de Prego 1541-1607), sobrino del

cèlebre teòlogo del mismo nombre.

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Ili: DOCE CARTAS DE LA SANTA A DESTINATARIOS DIVERSOS 145

espirìtus corno el suyo en la Orden, que pueden hacer los monasterios de contemplativos.

A Àvila he esento para que los que le querìan hacer no se entibien si acà no hay recaudo, que deseo mucho se comience. iPor qué no me dice lo que ha hecho? Dios le haga tan santo corno deseo. Gana tengo de hablarle algun dia en esos miedos que trae, que no hace sino perder tiempo y de poco humilde no me quiere creer. Mejor lo hace el padre fray Melchor que digo, que de una vez que le hablé en Àvila, dice le hizo provecho y que no le parece hay hora que no me trae de- lante. iOh, qué espiritu y qué alma tiene Dios alli! En gran manera me he consolado. No parece que tengo mas que hacer que contarle espirìtus aje- nos. Quede con Dios y pidale que me le dé a mi para no salir en cosa de su voluntad.

Es domingo en la noche.De vuestra merced hija y sierva,

Teresa de Jesus.

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8." A ta dama toledana,Da Luisa de la Cerda, en Antequera

Es la carta n° 7 del Epistolario, escrita en Mala- gón el 16 de mayo 1568, y enviada a Antequera, en Andalucla.

Dona Luisa es la dama toledana que en 1561 reclamò la comparila de Teresa para reponerse de una gran desgracia familiar (cfvida, c. 34). Ahora recientemente ha patrocinado la fundación del Carmelo de Malagón, desde donde le escribe Te­resa. Al presente se halla practicando una cura de aguas en Fuentepiedra, Antequera.

Con ocasión de ese viaje a Andalucia, la San­ta le ha confiado el autògrafo del Libro de la Vida, para que lo entregue en Montilla a san Juan de Àvi­la, que valorarà su contenido. Encargo apremian- te. Pero Da Luisa da de largas a su cuplimiento. Y la Santa le insiste con tanta urgencia corno es la indiferencia de la mensajera. Asi que Teresa ten- drà que urgirla una y otra vez en cartas sucesivas. Hasta que, por fin, el autògrafo teresiano llega a manos del Maestro, entrado ya el verano de ese ano. San Juan de Àvila responderà a Teresa el 12 de septiembrede 1568.

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A Da Luisa de la Cerda, dama toledana, intima de la Santa, en Antequera

Malagón. 18 de mayo de 1568.

Jesus sea con vuestra senorìa. Yo quisiera te­ner màs espacio para alargarme aqui; y pensan­do tenerle hoy de escribir, helo dejado hasta el postrer dia, que me voy manana, que son 19 de mayo, y he tenido tanto que hacer que no me ha quedado lugar. Con el padre Pablo Hernan­dez1 escribiré; aunque yo no he sabldo de él cosa después que se fue de aqul, diréle lo que vuestra senorìa manda. He alabado a nuestro Sefior de que el camino haya sucedido tan bien;2 harto selo suplicamos acà. Piega a Su Majestad sea asi todo lo demàs.

voy buena, y cada dia mejor con està villa, y asi lo estàn todas; no hay quien ya tenga ningun descontento, y cada dia me contentan màs. Yo digo a vuestra senorìa que, de las cuatro que vinieron,3 las tres tienen gran oración y aun màs. Ellas son de suerte que vuestra senorìa puede estar segura que, aunque yo me vaya, no faltarà un punto de perfection, en especial con las per­sonas que les quedan...*. Dios le tenga muchos ahos aqul, que yo voy bien descuidada de todo con él.5 Y el cura6 besa las manos de vuestra se- horìa, porque es tan no sé còrno que no le envla encomiendas; yo, con la comisión que tengo de

1 Jesuita, confesor y gran colaborador de la Santa.2 Se refiere al viaje de dona Luisa a Andalucia, en busca de aguas

saludables para el mal de piedra de su hijo don Juan, a quien acomparia.3 Las cuatro carmelitas que vinieron de San José de Àvila a la fundación

de Malagón: Maria del Sacramento, Marfa Magdalena, Isabel de Jesus e Isabel de San José.

4 Laguna de varias lineas en el texto.5 Alude probablemente al confesor de la comunidad, Tomàs Carievai.6 Cura de Malagón, licenciado Juan Bautista.

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vuestra sehoria, se las dl. Es cosa grande lo que le debemos.

Yo no puedo entender por que dejô vuestra sehoria de enviar luego mi recaudo al maestro Avila.7 No lo haga, por amor del Sehor, sino que a la hora con un mensajero se le envie (que me dicen hay jornada de un dia no mâs), que ese es- perar a Salazar* es dislate, que no podrâ salir,; si es rector, a ver a vuestra sehoria, cuânto mâs ira ver al padre Âvila. Suplico a vuestra sehoria, si no le ha enviado, luego le lleven, que en forma me ha dado pena, que parece el demonio lo hace. Y con el sehor licenciado9 me tenté mucho, que le habla yo avisado que le llevase cuando fuese, y creo el demonio le pesa de que le vea ese santo; la causa no la alcanzo...10. Suplico a vuestra seho- ria desde luego lo envie y haga lo que le supliqué a vuestra sehoria en Toledo; mire que importa mâs de lo que piensa...

1 El maestro Âvila: San Juan de Âvila, que se halla en Montilla. El recaudo, es la consigna del manuscrito del Libro de su Vida, que la Santa quiere someter al visto bueno del Santo.

8 Gasparde Salazar, jesuita que conociô a la Santa siendo rector dei colegio de San Gii (Âvila) y ahora es rector del de Marchena (cf. vida 33,7).

9 Licenciado Velasco, que està al servicio de dona Luisa.10 Otra laguna textual. Mutilada también la conclusion de la carta y la

firma.

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9.- A su sobrina Teresita, mWieia en San José de Avita

Es la carta 351 del Epistolario. Teresita (1566- 1610) es quitena, hija de Lorenzo de Cepeda, con el que llegó a Sevilla a los nueve anos de edad (1575), admitida tan nina en el Carmelo hispalen- se, de donde pasó a San José de Âvila, ya con su hâbito de carmelita, si bien sólo en 1581 comenza- rà oficialmente el noviciado.

Cuando la Santa le escribe esta carta, hace poco que ha muerto, ahi mismo en Âvila, su padre Don Lorenzo, por lo que la joven Teresita, huérfa- na de madre desde la mas tierna infancia (1567), ahora està sumida en honda tristeza, lejos de su santa tia. Acompanarâ a ésta en los ùltimos via- jes: Âvila-Burgos-Alba. Y aqui, en Alba, asiste a la muerte de la Santa. Teresita profesarâ en Âvila un mes después (5.11.1582).

La presente carta es un modelo de la doble re­lation familiar, corno Cepeda y corno carmelita. Durante el borrascoso noviciado de Teresita, la Santa sera su puerto de salvación.

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A su sobrinaTeresita,novicia en el Carmelo de San José de Àvila

Medina del Campo, 7 de agosto de 1580

Para mi querida hija la hermana Teresa de Jesus.

Jesùs. -La grada del Espiritu Santo sea con vuestra caridad, hija mia. Mucho me holgué con su carta, y de que le den contento las mias lo es harto para mi, ya que no podemos estar juntas.

En lo que toca a las sequedades, paréceme que la trata ya nuestro Senor corno a quien tiene por fuerte, pues la quiere probar para entender el amor que le tiene, si es también en la sequedad corno en los gustos; tengalo por merced de Dios muy grande. Ninguna pena le dé, que no està en esa la perfección sino en las virtudes. Cuando no pensare, tornarà la devoción.

En lo que dice de esa hermana, procure no pensar en elio, sino desviarlo de si. Y no piense que en viniendo una cosa al pensamiento luego es malo, aunque elio fuese cosa muy mala, que eso no es nada. Yo también la querrìa con seque­dad a la misma, porque no sé si se entiende, y por su provecho podemos desear eso. Cuando algùn pensamiento malo le viniere, santlguese o rece un Paternòster o dése un golpe en los pechos y procure pensar en otra cosa, yantes sera mèrito, pues resiste.

A Isabel de San Pablo quisiera respondery no haylugar. Déle mis encomiendas -que ya sabe ha de ser vuestra caridad la mas querida- y que las dé a Romero y a Maria de San Jerónimo, que si- quiera alguien quisiera me escribiera de su salud, pues ella no lo hace. Don Francisco està corno un àngel y bueno. Ayer comulgó y sus criados. Ma­nana vamos a valladolid. Desde alla le escribirà, que ahora no le he dicho de este mensajero.

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Dios os me guarde, mi hija, y haga tan san- ta como yo le suplico, amen. A todos me encomiendo.

Es hoy dia de San Alberto.Teresa de Jesus.

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10.- A otra noOicia, l^eonor de A^anz Beamonte

Es la carta 449 del epistolario teresiano. Escrita en Burgos, mayo de 1582.

Leonor es novicia en el Carmelo de Soria desde hace cinco meses. Ahi ha conocido a la Santa y ha quedado fascinada por ella y por el carmelo. Casada con su pariente navarro, don Frances de Beamonte, por consentimiento de ambos disuel- ven legalmente el matrimonio, y ella ingresa a los 31 anos (enero de 1582) en el carmelo de Soria, desde donde se cartea con la M. Fundadora.

Leonor es de noble familia navarra. Excepcio- nalmente culta, segùn testimonio del P. Gracian: "tenia habilidad rara en escribir, pintar, saber latin y en las demàs labores y ejercicios de mujeres". Acompanara a Catalina de Cristo en las fundacio- nes de Pamplona y Barcelona.

De su frecuente carteo con la Santa en el ùlti­mo ano de ésta, la presente misiva es modélica, con un copioso manojo de consejos alentadores. Leonor profesara al ano siguiente (12 de enero de 1583), cuando ya habia fallecido la Santa.

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A otra novicia: Leonor de la Misericordia (de Ayanz y Beamonte), en Soria

Burgos, mayo de 1582.

Para mi querida hija la hermana Leonor de la Misericordia.

Jesus. — Sèa con vuestra merced el Esplritu Santo, mi hija. iOh, còrno quisiera no tener mas cartas que escribir sino ésta para responder a vuestra merced a la que vino por la Com pania y a ésta! Crea, mi hija que cada vez que veo letra de vuestra merced me es particular regalo; por eso no la ponga el demonio tentaciones para dejarme de escribir.

En la que vuestra reverenda trae de parecer- le anda desaprovechada, ha de sacar grandisimo aprovechamiento: el tiempo le doy por testigo; porque la lleva Dios corno a quien tiene ya en su palacio, que sabe no se le ha ya de ir, y quiérela ir dando màs y mas a merecer. Hasta ahora puede ser que tuviese màs ternuritas, corno la querìa Dios ya desasir de todo, y era menester.

Heme acordado de una santa que conocl en Àvila\ que cierto se entiende lo fue su vida de tal. Hablalo dado todo por Dios cuanto tenia, y habiale quedado una manta con que se cubrìa, y diola también; y luego dale Dios un tiempo de grandisimos trabajos interiores y sequedades. Y después quejàbasele mucho y decla: «iDe ésos sois, Sehor?; idespués que me habéis dejado sin nada, os me vaisi». Asi que, hija mia, de éstos es Su Majestad, que paga los grandes servicios con trabajos; y no puede ser mejor paga, porque la de ellos es el amor de Dios.

Yo le alabo que en las virtudes va vuestra re­verenda aprovechada en lo interior. Deje a Dios

1 Alude a Maridiaz, de quien habló la Santa en Vida 27,17.

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con su alma y esposa, que El darà cuenta de ella y la llevarà por donde mas le conviene. Y también la novedad de la vida y ejercicios parece hace huir esa paz, mas después viene por junto. Nin- guna pena de eso tenga. Préciese de ayudara Ile­var a Dios la cruz, y no haga presa en los regalos, que es de soldados civiles querer luego el jornal. Sirva de balde, corno hacen los grandes al rey. El del cielo sea con ella.

En lo de mi ida respondo a la sehora dona Beatriz2 lo que hace al caso.

Està su dona Josef3 es buen alma, cierto, y muy para nosotras; mas hace tanto provecho en aquella casa, que no sé si hace mal en procurar salir de ella; y asi se lo defiendo cuanto puedo, y porque he miedo habemos de comenzar enemis- tades. Si el Senor lo quiere, elio se harà.

A esos serìores hermanos de vuestra reveren­da que yo conozco, mis encomiendas.

Dios la guarde y haga lo que yo deseo.De vuestra reverenda sierva,

Teresa de Jesus.

Olvidéme decir cuàn contento iba nuestro pa­dre4 de vuestra caridad (no acaba de loarla); y de decir a la madre priora5 que còrno no bajan el re­fettorio abajo que con estrados6 estarà bien; y es para las que dan de corner mucho trabajo subir lena y agua y lo demàs, que usandolo me pareció estaba buena comodidad.

2 Beatriz de Beamonte, fundadora de Soria y tfa de la H. Leonor (Fund. 30, 2-3).

3 Alude a una monja de la familia de Leonor, deseosa de pasar de su orden a las descalzas, a lo que se opone la Santa. Quizàs sea D.a Josefa de Alava, monja en las Huelgas de Burgos.

4 Nuestro padre: el provincial, Jerónimo Graciàn (ver c. 444,1).5 Priora de Soria: Catalina de Cristo (Balmaseda).6 Estrados: tarimas de madera.

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11.- Al empleado estalal,Roque de Huerta, en 'Madrid

Es la carta 203. Escrita en Toledo el 14 de julio de 1577.

Roque de Huerta reside en Madrid. Es "Guarda Mayor de Montes" de su Majestad. Buen amigo de la familia Graciàn. Dispone de facilidades especia- les para cursar el carteo. Por tanto, excelente me­dianero para la correspondencia de la Santa, que en ese momento atraviesa un periodo de dificulta- des. El P. Graciàn le ha recomendado el recurso a Roque. Y con està carta comienza ella a utilizar los servicios del empleado real. Agradecida. Pero con una especie de contrato previo.

Al empleado estatal Roque de Huerta,en Madrid.

Toledo, 14 de julio de 1577

Jesus. — Sea con vuestra merced el Espiritu Santo. Nuestro padre, el maestro fray Jerónimo Graciàn,1 me ha dicho la voluntad que tiene a vuestra merced ycuàn confiado està que en todolo que se ofreciere hacerme merced lo harà sin

1 Graciàn por esas fechas ha estado en Toledo y Madrid. Hace un mes escaso que ha muerto el nuncio Nicolas Ormaneto (18 junio). comienza la situación fluida de Graciàn y el periodo de dificultades para la obra de la Santa.

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pesadumbre, que no es poco, segün yo tengo de negocios; y asì, de aqui adelante acudiré a vues- tra merced con las cartas que se ofrecieren para nuestro padre, que es lo que mas me importa. Mas ha de ser a condición que no ponga vuestra merced mâs que el trabajo, sino que con toda lla- neza tengamos cuenta en esto de los portes; por- que, de otra manera, yo no recibiré esta merced

De cualquiera que yo pueda servir a vuestra merced lo haré con toda voluntad, si para esto valgo algo. Estas cartas suplico a vuestra merced mande enviar a quien va.

Son hoy 14 de julio.indigna sierva de vuestra merced,

Teresa de Jesùs.

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12." A Catalina de Cristo, en Soria: postrera carta de la Santa

Es la carta n° 468. Escrita de camino, desde Va­lladolid y Medina del Campo. Dirigida a la priora de Soria, Catalina de Cristo:

Responde a varias cartas que le ha escrito la destinataria sobre asuntos caseros: ubicación de locales en el recién estrenado carmelo de Soria; buena conducta de las novicias; buen trato con los jesuitas (los teatinosy, una monja para el carmelo de Palencia; posible retraso en la profesión de las novicias, entre las que se cuenta Leonor de la Mise­ricordia. A todo responde la Santa, pero se interesa reiteradamente por este asunto de las novicias.

Ella està de de camino y muy ocupada: "esta- mos de camino y con tantos negocios, que no sé de mi": lo repetirä en los nn. 9 y 10: "estamos de camino para Medina". Y de nuevo en la posdata: "Ya estamos en Medina, y tan ocupada, que no puedodecirm às..."

Ha empezado la carta en Valladolid, y la termina en Medina del Campo. La dicta a su fiel enferme­ra, Ana de san Bartolomé. Prosigue viaje: "estaré poco en Âvila... no puedo dejar de ir a Salaman­ca..., aunque si se hace lo de Madrid..." - Proyec- tos fallidos. Terminarà viaje, definitivamente, en Alba de formes.

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Postrera carta de la Santa: a Catalina de Cristo.Escrita durante el ultimo viaje de Teresa

Camino valladolid-Medina, septiembre.

Jesus sea con vuestra reverenda, mi hija, y me la guarde. Sus cartas de vuestra reverenda he recibido y con ellas mucho contento. En lo que toca a la cocina y refettorio,'1 bien me holga- ra que se hiciera, mas alla lo ven mejor; hagan lo que quisieren.

De la hija de Roque de Huerta2 me huelgo sea bonita. En lo de la profesión de esa hermana,3 bien me parece que se detenga hasta lo que vuestra reverenda dice, que nina es y no importa. Ni se espante vuestra reverenda de que tenga al- gunos reveses, que de su edad no es mucho; ella se harà, y suelen ser mas mortificadas después que otras.

A la hermana Leonor de la Misericordia,4 que eso y mas deseo yo hacer en su servicio. Ojala pudiera yo ir a su profesión, que lo hiciera de bue- na gana y me diera mas gusto que otras cosas que tengo poraca...5 que me... Dios se lo cumpla si se ha de servir de elio.

En lo de la fundación,6 yo no me determinare a que se haga si no es con alguna renta, porque veo ya tan poca devoción que habemos de an­dar asi, y tan lejos de todas estotras casas no se sufre si no hay buenas comunidades, que ya por acà unas con otras se remedian cuando se ven

1 La Santa habia sugerido el traslado de ambas piezas a la pianta baja para evitar trabajo a la cocinera (ver c. 449, postdata).

2 Maria de la Purificación, de 16 afios, a quien la Santa dio el hàbito la vispera de salir de Soria (15.8.81).

3 lsabel de la Madre de Dios (Medrano) de 17 anos.4 En el siglo, Leonor de Ayanz y Beamonte. Ver cartas 444,449 y 456, a la

misma Leonor.5 Laguna por mutilación del autògrafo. Igualmente en n. 6.6 Alude al proyecto de fundación en Pamplona (ver c. 444,4).

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en necesidad. Bien es que haya esos principios y que se trate y se vaya descubriendo gente devo­ta, que si elio es de Dios El los moverà con mas de lo que hay al presente.

Yo estaré poco en Àvila, porque no puedo de- jar de ir a Salamanca,7 y al li me puede vuestra re­verenda escribir; aunque si se hace lode Madrid8 -que andò en esperanzas de elio-, mas lo querrìa por estar mas cerca de esa casa. Encomiéndelo vuestra reverenda a Dios.

En eso de esa monja que vuestra reverenda me escribe, si quisiese venir a Palencia me holga- ria, porque lo han menester en aquella casa. A la madre inés de Jesus9 lo escribo para que vuestra reverenda y ella se concierten. En lo de los teati- nos10, me he holgado haga vuestra reverenda lo que pudiere con ellos, que es menester, y el bieno el mal y la grada que les mostramos en...

A la senora dona Beatriz11 le diga vuestra re­verenda todo lo que le paredere de mi parte, que harto la quisiera escribir a su merced, mas esta- mos de camino y con tantos negocios que no sé de mi. Dios se sirva de todo, amen.

No piense vuestra reverenda que le digo que se aguarde la profesión por mayorìa ni minorìa de una ni de otra12, que esos son unos puntos de mundo que a mi me ofenden mucho, y no querrìa que vuestra reverenda mirase en cosas seme- jantes; mas por ser nina me huelgo y porque se

7 Cambiarà de itinerario al dia siguiente por orden del padre Antonio de Jesùs (Heredia), que la esperà en Medina y la ordena ir inmediatamente a Alba.

8 Proyecto de fundación en Madrid, que no llegarà a realizar.9 Priora de Palencia.10 Los jesuitas.11 Beatriz de Beamonte, fundadora de Soria.12 La una y la otra: eran Isabel de la Madre de Dios (de 17 anos) y Leonor

de la Misericordia, que habia entrado en el carmelo de Soria al anular su casamiento con don Francés de Beamonte.

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160 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

mortifique mâs; y si otra cosa se entendiese en ella sino esta, luego la mandarla dar la profesión, porque la humildad que en ella profesamos es bien que se parezca en las obras. Hablalo dicho primero, porque entiendo de la hermana Leonor de la Misericordia que su humildad no mira en uno ni en otro de estos puntos de mundo, y sien- do asi, bien me huelgo se detenga esa niha mâs tiempo en profesar.

No me puedo alargar mâs, porque estamos de camino para Medina. Yo andò corno suelo. Mis compaheras se encomiendan a vuestra reveren­da. No ha mucho escribió >Ana13 lo que habia por acâ. A todas me encomiendo mucho. Dios las haga santas y a vuestra reverenda con ellas.

Valladolid y quince de septiembre.De vuestra reverenda sierva,

Teresa de Jesûs.

Ya estamos en Medina y tan ocupada que no puedo decir mâs de que venimos bien. El detener la profesión a isabel sea con disimulación, que no entienda es por mayoria, pues no es eso lo principal por que se hace.

13 Ana de San Bartolomé.

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APÉN D ICES

I: 'TYibla cronològica: el carteo de los anos 1561-1582

II: Carteos mas numerosos III: Lista de destinatarios ^ nùmero de las

cartas correspondientes a cada uno IV: Autógrafos selectos

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Apéndice ITàbla cronològica:

el carteo de los afios 1561-1582

Numeramos unicamente las cartas existentes todavia en el epistolario teresiano. Muy escasas, los primeros anos de su ta- rea de fundadora. Mucho mas numerosas en losahos postreros.

1561-1565 4 cartas (cc. 1-5) Fundaciön San Jose de Ävila 4

15681569

1570

11 cartas (cc. 6-16)

7 cartas (cc.17-23)

7 cartas (cc 24- 30)

Otras fundaciones: Medina-

Duruelo-Malagön-valladolid-

Toledo-Pastrana-Salamanca

25

1571

1572

1573

1574

8 cartas (cc. 31-38) 8 cartas (cc. 39-46)

11 cartas (cc. 47-57) 21 cartas (cc. 58-78)

En la Encarnaciön de Avila

Mäs fundaciones48

1575

157622 cartas (cc. 79-100)

71 cartas (cc. 101-171)

Beas- Sevilla- Caravaca

Carteo con Graciän y M. Maria93

1577

1578

1579

53 cartas (cc. 172-224

58 cartas (cc. 225-282)

58 cartas (CC. 283-321)

Oposiciön de Sega

Situaciön conflictiva169

1580

15811582

43 cartas (cc. 322-364)

64 cartas (cc. 365-428) 40 cartas (cc. 429-468)

Capitulo de Alcalä

Ültimas fundaciones

Ultimo viaje

147

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ApéndicellCarteos mas numerosos

Al P. Graciàn 114 1575-1582

A Maria de s. José 64 1576-1582

A Maria Bautista 18 1574-1581

A Lorenzo de Cepeda 17 1561-1580

Al P. Ambrosio Mariano 16 1576-1582

A Roque de Huerta 16 1577-1582

A Juana de Ahumada 75 1569-1581

A Ana de Jesùs 8(?) 1576-1582

A Da Luisa de la Cerda 7 1568-1571

A D. Alvaro de Mendoza 6 1568-1582

A D. Teutonio de Braganza 6 1574-1579

A Jerónimo Reinoso 6 1581-1582

A Diego Ortiz 6 1569-1576

A Da Maria de Mendoza 5 1569-1578

AF.de Salcedo 5 1568-1576

A Felipe il 4 1573-1577

Al P. D. Bànez 4 1574-1578

Al P. Doria 4 1579-1582

Al R. P. Rubeo 3 1575-1578

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Apcndice IIILista de destinatarìos numero de las

cartas correspondientes a cada uno

Son 115 corresponsales, incluidas corno tales las cartas a comunidades. - El nùmero de referen­da remite a la edición de las Cartas por Tomas Al­varez: ed. Monte Carmelo, Burgos, 1997.

A humada, AGUSTfN de 379 486A humada, Juana de 20 22 23 39 40 43 45 49 57 87 253

327 353 367 404 A lonso de Salinas, M artin 413 433 A lvarez, Baltasar 90 À lvarez de Toledo, Fadrique 442 A mbrosio M ariano de san Benito 06 131 133 135 144 161

116 181 183 184 187 189 191 192 194 436 A na de San A gustIn 389 A na de san A lberto 95 200 243 323 A na de los A ngeles 443 463 466 A na de la Encarnación 59 66 299 361 368 A na de Jesüs (Lobera) 107 257 277 451 481 482 483 484 A randa, Rodrigo de 215 A spirantes 62Balmaseda, Catalina de (cf. Catalina de C risto)

Banda, Pedro de la 54 56BâSez, Domingo 58 61 76 250Braganza, Teutonio de 67 69 72 79 226 305

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166 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

Brianda de san José 166C a RMELITAS DE SAN JOSÉ DE ÀVILA 3 5 6

Carmelitas de Beas 277 477Carmelitas de M alagón 348Carmelitas de Sevilla 284 326Carmelitas de Soria 428Carmelitas de Toledo 452 478 479Carmelitas de Valladolid 295Casademonte, Pedro Juan de 293 312 341 373 446Castilla, Beatriz de 425Castro y Nero, Pedro de 415 416 417Catalina de Cristo 36 468 485 (Cf. Balmaseda)Cepeda, Lorenzo de 2 24 113 115 142 171 172 177 182

185 309 332 337 338 345 346 473 Cepeda, Lorenzo de (hijo) 363 427 Cepeda, Luis de 153 235 Cepeda, M arIa de 93 Cerda, Luisa de la 7 8 9 I0 14 18 38 Concejo de Avila 3 Dantisco, Juana 241 282 369 Dävila, Gonzalo 229 249 Dävila, M artin 47 Dävila, Sancho 398 409 462 Daza, Gaspar 5 352Desconocidos 362 392 393 471 472 476 Doria, N icoläs 286 318 325 438 Enriquez, Ana 77 101 278 370 378 Enriquez, M arIa 278 342 419 Felipe II 52 86 208 218 Gaytän, Antonio 64 75 85 386 Graciàn Jerónimo 89 91 92 96 99 108 111 116 117 118

119 121 124 128 134 136 138 141 145 147 149I50 154 155 157 159 162 169 170 174 197 199204 205 213 214 216 217 223 225 227 230 231233 234 238 239 242 244 245 246 247 252 254256 258 260 261 262 266 267 268 272 279 288

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APÉNDICE III: USTA DE DESTINATARIOS Y N° DE CARTA 167

289 290 291 292 297 302 303 307 311 315 316334 340 343 344 355 358 317 320 322 324 328333 359 371 372 374 375 376 377 380 382 384390 391 386 402 403 408 410 421 422 423 424426 447 454 465 469

G raciAn, Tomàs 100 G ranada, Luis de 82 G uzmAn y C epeda, D iego de 156 168 Guzmàn, Luis de 15 H ernAndez, Pablo 15 269H uerta, Roque de 203 209 212 232 255 259 270 273

274 275 280 231 287 306 308 448 H urtado, Catalina 29 Inés de Jesus 30 51 298 437 Isabel de san Jerùnimo 294 Isabel de santo Domingo 81

Isabel de la T rinidad 434 Jimena, Isabel de 30 Juàrez de Lara, M ariana 46 Làrez, A ntonio 44 Làyz, T eresa de 460Leonor de la M isericordia 444 449 456 M anso, Pedro 445M aria Bautista 63 68 70 71 73 88 98 104 105 140 143

164 179 296 300 321 381 474 M aria de C risto 339 M arIa de Jesùs (R ivas) 251 263 480 M ar(a de Jesùs (Sandoval) 329 M arIa de san José (M uncharaz) 434

M aria de san José (Salazar) 109 110 112114 120 122 125 126 127 129 132 137 139 146 148 151 152158 160 163 167 173 175 178 180 I86 188 190193 195 196 198 202 211 221 222 237 248 264276 294 301 304 319 329 330 331 335 347 350357 360 364 366 385 395 405 412 418 432 434435 455 457

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168 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

M endoza, A lvaro de 12 60 80 206 207 441M endoza, M arIa de 19 34 41 42 236Montoya, D iego de 440Moya, Rodrigo de 103N ieto, Inés 78 84 94 285 310Ordónez, Juan 50 53O rtiz, D iego 17 28 32 33 97 165Osorio, Inés de 265Osorio, Isabel de 265 313 314 336Ovalle, Beatriz de 439Ovalle, Juan de 210 220 414 420Pantoja, Hernando de 283Pardo de Tavera, Guiomar 37PEfguELAS, Mateo de las 74Quiroga, Gaspar de 394 411RamIrez, Alonso 18 31Reinoso, Jerónimo 387 388 400 401 406 450Religiosa (anònima) 393Roca, Juan de JesCis 130 365Rodrìguez de M oya, Cristóbal 11Rubeo, Juan Bautista 83 102 271Ruiz, D ionisio 397 399 407 429 453Ruiz, Simón 21Salazar, Gaspar de 48 219Salcedo, Francisco de 13 55 65 123 470Sânchez, Pedro 467San Cristóbal, Pedro de 4San Pedro, Diego de 26 27San Pedro, GarcIa de 35Sarmento de M endoza, Diego 354Segura, A ntonio de 25Soria, A ntonio 224Suàrez, Juan 228 475Teresa de JesCis (Ahumada) 321Toledo, GarcIa de 5

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APÉNDICE III: LISTA DE DESTINATARIOS Y N° DE CARTA 169

Tolosa, Catalina de 430 459 Tomasina Bautista 458 461 464 V allejo, D iego de 431 V elAzquez, A lonso 383 V enegrilla, A lonso 1 V illanueva, Gaspar de 201 240

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Apendice NAutografos selectos

1. Carta Autografa a su hermana (Carta 404)(en Burgos: Archivo Silveriano)

2. A Maria Bautista (Carta 68)(en el Carmelo de Sevilla)

3. Sobrescrito de 1a carta ai Rey (Carta 62)(en los Capuchinos de Jerez de la Frontera)

4. un "cantarcillo a fray Juan de la Cruz" (Carta 171)(en las MM. Trinitarias de Madrid)

5. Dibujos varios de los sellos de sus cartas(por Manuel de Santa Maria)

6. A don Alvaro de Mendoza (Carta 206)(Colegio N. H. de Valladolid)

7. AI inquisidor Gaspar de Quiroga (Carta 411)(HH. Maristas de Valladolid)

8. Portada de la ediciön principe de las Cartas(Zaragoza 1658)

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1.- Autògrafo de una carta familiar, a Juana de Ahumada: escrita por la Santa a los 66 anos de edad - (ms. del Archivo Silveriano de los Carmelitas de Burgos).

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Autògrafo de la carta a una de sus carmelitas, Maria Bautista, priora del Carme-Io de Valladolid ( la pàgina): esenta por la Santa a los 60 de edad. (Archivo de las Carmelitas Descalzas de Sevilla).

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3.- Sobrescrito de la carta n. 52 (11.6.1573) al Rey Felipe II, con sus titulos regios: “a la sacra católica cesàrea real majestad del rey nuestro senor ”. Perdido un par de vocablos, al abrir el sobre y desgarrar el sello. (Archi vo de PP. Capuchinos en Jerez de la Frontera).

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4.- Fragmento autògrafo de una carta o un sencillo billete navide- no de la Santa a su hermano Lorenzo, Navidades de 1576-1577.- (Archivo de las MM. Trinitarias de San Ildefonso, de Madrid).

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- Dibujo de sellos utilizados por la Santa para lacrar el so- bre de sus cartas, dibujados por Manuel de Santa Maria (siglo XVIII) en el ms. 13.245 de la BNM. - Propios de la Santa el primero y segundo; prestados ocasionalmente los otros dos.

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Autògrafo de una carta a su Prelado el obispo abulense D. Alvaro de Mendoza, recientemente nombrado obispo de Palencia (c. 206, 1“ pàg.).- Capilla de Ninas Huérfanas Nobles de Valladolid.

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7.- Carta a! Gran Inquisìdor Gaspar de Quiroga, que retiene secuestrado el autògrafo de “Vida ”; escritapor la Santa en octubre de 1581. - (Archivo de los Hermanos Maristas de Valladolid).

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C A R T A S

DE L A GLORIOSA MADRE SAN­TA TERESA DE IESVS.

C O N *N 0 T z A SDEL E X C E L E N T I S S I M O T R E V E R E N D I S S I M O DON I V A N d c P u l a f o x y MendozjtyObif^o de Ofma,dcl Con/cjo de f t tM*gcft«d .

R ^ E C 0 G I D t A SP O R O R D E N D E L R E V E R E N D I S S I M O P A D R E FR.AY

D i e g o de la Prefcncacion, General de Ios Carmelicas D elcalç os de la primit iva O bf ervanc ia .

D E D I C <^4 D c A S

A LA M AGESTAD D E L R E Y D O N FELIPE Quarto Nueftro Seńor.

T O M O P R I M E R O.

P R I M E R A P A R T E .

Cen licencié.Ei Za.ragoça,Por D IEG O D O R M E R .Ano 1658

Portada de la edición principe de las Cartas de la Santa, por el B. Juan de Palafox: dedicadas al rey Felipe IV. Zaragoza 1658.

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rIndice

introduction 5

ISanta Teresa escritora de cartas

1. El carteo teresiano 11

2 . La hechura de una carta 16

3 . Recurso a las amanuenses 24

4 . Criptogramas ............................................................................................................... 29

5. Los carteros teresianos 36

6 . El m ensa je .......................................................................................................................... 40

7 . Autografos y originales teresianos 46

8 . La empresa editorial: Ofrecer las cartas a I oslectores teresianos 52

IILos destinatarios de sus cartas

1. Cartas a familiares 67

2 . Cartas a personajes 71

3 . Cartas a I Padre Gracian 78

4 . Cartas a tres religiosos carmelitas 84

5 . Cartas a la priora de Sevilla 88

6 . Cartas a otras carmelitas 93

7 . Cartas a teologos, religiosos y sacerdotes 97

8 . Cartas a amigas y colaboradoras 101

9 . Cartas a otros colaboradores 108

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182 COMENTARIOS A LAS CARTAS DE STA. TERESA

IIIDoce Cartas selectas

î . Asu hermana Juana de Ahumada, en Galinduste.1172. A la misma Juana de Ahumada, en Galinduste.....1203. A su hermano Lorenzo de Cepeda, en Âvila ......... 1214. Al rey Felipe II, en Madrid........................................1305. Cruce de Cartas entre la Santa yj. Graciân,

en Toledo (?)...........................................................1346. Primera carta a Maria de san José, priora

en Sevilla ................................................................1387 .A su teòlogo pretendo, Domingo Bâtiez,

en Valladolid...........................................................1428. A la dama toledana, Da Luisa de la Cerda,

en Antequera........................................................ 1469. A su sobrina Teresita, novicia en San José

de Avila............... ................................................... 14910.A otra novicia, Leonorde Ayanzy Beamonte,

en Soria ..................................................................15211. Al empleado estatal, Roque de Huerta,

en M adrid .............................................................. 15512. A Catalina de Cristo, en Soria: postrera carta

de la Santa............................................................. 157

Apéndices

Apéndice l: Tabla cronològica del carteo teresiano:anos 1561-1582..................................................... . 163

Apéndice II: Carteos màs numerosos.............................164Apéndice ill: Indice completo de los destinatarios

de sus cartas............................................................... 165Apéndice iv: Autógrafos selectos...................................170

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Cartas de ayer para el lector de hoy...

Son cartas de santa Teresa. Escritas desde su celdilla de Avila, o de Toledo, o de Sevilla, pero capaces de llevar su mensaje a larga distancia, a Roma, o a Lisboa, o hasta Quito, mas alla del ocèano. Capaces, incluso, de cubrir la distancia de los cinco siglos que la alejan y la acercan a ti, lector de hoy.

De los varios millares de cartas escritas por Teresa -10.000 y mas, segun càlculos- nos ha llegado apenas medio miliar. Pero misivas a doble nivel: con jirones de su vida intima, y con auténticas calas en la sociedad de su tiempo.

Leer hoy una cualquiera de esas cartas es corno si te llegara un correo personal, con carta para ti en lo que ella dice, por ejemplo, a su obispo Don Alvaro, o a un empleadillo estatal corno Roque de Huerta, o a su amiga mas entranable la priora de Sevilla, o al rey don Felipe II en persona. Sin recatarse en contar experiencias intimas (m isticas) de su alma, compartidas con su hermano, el Alcalde de Quito, D. Lorenzo de Cepeda. De suerte que, sin interrumpir el cendal de la intimidad mas secreta, ahora habla contigo a micròfono abierto.

Amable lector, una cosa te aseguro: que el presen te libro te in ic iarà y anim arà a la lectura de ese nutrido carteo teresiano.


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