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35-Finley-Esclavitud-Antigua-Cap-4.pdf

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Esclavitud antigua. Finley
19
, I MOSES 1. FiNlEY ESCLAvrrUD E IDEOlOeí Traducción castellana de ANTONIO-PROMETEO EDITORIAL, CRíTICA Grupo editorial Grijalbo BARCELONA 6 DE NA
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Page 1: 35-Finley-Esclavitud-Antigua-Cap-4.pdf

, I

MOSES 1. FiNlEY

ESCLAvrrUD E IDEOlOeí

Traducción castellana de ANTONIO-PROMETEO ~j¡OVA

EDITORIAL, CRíTICA Grupo editorial Grijalbo

BARCELONA

6 DE NA

Page 2: 35-Finley-Esclavitud-Antigua-Cap-4.pdf

CAPÍTULO 4

LA DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA

En el año 404 la noble dam siderada descendi;nte de 1 ~ romana MeIania (la joven), con-por convencer a su no me~:snt~~b~ gens. de 10.s Yaledos, acabó desprendiera de los bienes m d e mando Plll1ano de que se

. . " un anos y llev 'd CtIstlana, No fue fácil S fi ara una VI a santa y 1· S'" . us ncas rurales rep 'd la, 1cIlla, Hispania Bretan- Af' d' art1 as por toda Ita-. ,a y tIca el N b

mgresos anuales de 1 600 l'b arte, renta an unos d · . l ras romanas de N'" se lcente emperatriz Ser oro. l SlqU1era la

. , ena era capaz de pI' manSlon urbana de Rom L agar e preCIO de su

l a. as amenazas b' b h' a os compradores de tierr . a~ aras anan vacilar . d as en CIertas regI d h prople ades hispanas no se d' . ones; e echo, las

cuando Me1ania llevaba una v~~ ler~1 SIno muchos años después siguieron y las vastas suma vIbta ~od re en Palestina. Pero 10 con~ d b s o em as se emp1

e o ras santas y caritativas. Además d earon en una gama dama manumitió a 8 000 '1' e todos sus esclavos la d· . ,segun e· Cantel' '

10. Este número incluía sólo a 1 n~o!aneo obispo Pala-bertad; la dama posel'a m h" os que qU1sIeron aceptar la lí-

uc ISlmos más' b' , f que una propiedad cercana R . su logra o latino dice deas, cada una con unos 400

a ~ma comp.rendía ella sola 60 al­ean un total aproximado de 2~~~~~: dedIcados a la agricultura,

. 1. Los dat?s han de buscarse en la b' , . cila} y b~n la !itsto.ria Lausíaca de Palad~ Iffraflas gnega y latina de Mela. e a lOgra6a gtlega, a cargo de D G10

. apY u"na buena edición moderna

. orce, arls,. 1962.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 1 () 1.

No es preciso creer en estas cifras, pero hay que aceptar que hí' i\lltores del siglo V y aun posteriores tenían por verosímiles Illilll:1 enormes cantidades. En los últimos años bélicos del rey godo Alill"ico, 408-410, precisamente mientras Melania se ocupaba en 11"NI' I'enderse de sus esclavos, los emperadores hacían lo imposible J'rJI' ,:vitar la esclavitud de los campesinos ilirios que huían de los 11l1dmros, de los cautivos que habían sido rescatados por ellos e hll'lt ISO de la tribu bárbara llamada de los escirianos, que habían ,1.1l1 instalados a la fuerza en el imperio como coloni.2 Una gene-

,~Iwkin antes, los oficiales romanos que defendían las fronteras Mil/e los mismos godos estaban tan ocupados en trancar con es­"Iuvos con el enemigo que las defensas romanas se descuidaron.3

Mil consecuencia, cuando los visigodos se instalaron en Hispania, tdoptaron muchas estipulaciones tocantes a la esclavitud en su v(~I'~ión vulgar del derecho romano, aunque la institución había Clln;cido de importancia en su propia sociedad durante el período "e las migraciones. En el código del rey Ervigio, que gobernó rull'e 680-687, se incluyeron veintiuna disposiciones en el Li­bl'!> lX que estipulaban penas terribles para los que acogieran a los esclavos fugitivos y otro apartado exigía que todos los pro­pklarios donaran uno de cada diez esclavos al ejército, en aquel tltolllcnto agobiantemente falto de hombres. Poco después, el :XVI Concilio de Toledo dictaminaba que no se concedía ningún d(~rc.:cho al sacerdote de las parroquias «muy pobres», consideradas millo tales las que poseían menos de diez esclavos.

Estos ejemplos -y muchos otros que pueden citarse- son lIuficicntes para explicar por qué Marc Bloch comenzaba su en­i'lnyo «Cómo y por qué se dio fin a la esclavitud antigua», de publicación póstuma, diciendo, contra la opinión todavía corríen·, f(': «En el mundo romano de los primeros siglos [a. de n. e.J,

;~. Código teodosiano, 10, 10, 25; 5, 7, 2; y 5, 6, 3 respecto }. 'l'cmistio, Discursos, 10, 136 B; d. P. D. King, Law and Society in

,/:1" Visi,~othic Kingdom, Cambridge, 1972, pp. 159-180, para otras refe)'C'1I d!HI y para lo que sigue inmediatamente en nuestro texto; asimismo, Ncid ~1'1I, S/':!rlVenrecht zwischen Antike zmd Mittelalter, Gotinga, 1972, cap. ,1; 0, C1:llldc, «Soziale Spannungen im Westgotenreich», Klio, 60 (1978), I"íl',í lHl~ 111-325; Verlinden, L'esclavage dans I'Europe médiévale, Brujas, 1')','" Llliv.iII;1H ')9·102.

11. -- I'INLEY

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162 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGI'A

MODERNA

habia esclavos en todas partes En 1 ' [germánicas] y en el primer p :0 d d al epoc.a de las invasiones aún muchos esclavos en tod ~lO o e os remos bárbaros, hahía mienzos del Imperio» 4 So a buropa, más, al parecer, que a co-

o , • 1ll em argo hay un . b mlll010gico que Bloch d ..,' seno pro lema ter-

, a mItlO pero no tom' 1 d en cuenta. ¿Eran esclavos tod; 1 . dota vez emasiado nicos? Las leyes visigod s. os serVt e los códigos germá. y sin embatgo sabemos q~~ po:- ejemplo, no conocen a los coloní reino visigodo ¿Hemo d eXIstlan y que eran importantes en ei

l os . e suponer que los 1 o • ,

tte os servi? Es sabid 1 co onz se mclUlan en. o. o que os tedactores dI' . Impetlales del baJ'o imp . f e as constItucIones

1 etlo ueton «incap d d co onus de manera acept bl 1 aces» e« efinir» al Considétese una ley Cal na le PdataC os e1e~antes juristas clásicos.

1 . o a e Jonstantlll t co onz que optatan pOt huit «debí o ocante a que los vos, pata obligarles mediant . etan ~ncadenatse como escla­ptopios de ellos como homb casl~~o setvtl a cumplit los debetes acetca de que colo.nz· . 'lt~s. 1 res»; o la de Valentiniano 1

e mqul mt s' 1 ' según la obligación del tributo et;n «ebsc avos de la tierra, no Los emperadotes del l' 1 ,con be nom re y titulo de coloni».5 '. s g o IV esta an preo d

Zas lmpetlales; «no pensaton· d cupa os pOt las finan-nato».6 en re actat las notmas del colo-

. Los códigos jutídicos y las hagio rafias . o

tltuyen nuestto mayor d g , pOt desgtaCIa, con s-d 1 b o cuerpo e testimoni b 1 .

e aJO Imperio romano y 1 h 1 1 os so re a esclavitud d ' e eC10 pant d'f"1 e método Los p 1 l' ea 1 lCl es cuestiones . ara e ISmos contemp , . esqueleto de las promula acl'on d otaneos SugIeren que el d 1 b es a a menudo f 1 . . : .0 que realmente acontecía en la so . una a sa Imagen 1l0gICO preguntarse 01' e' 1 c1edad. No es por tanto recibían los esclav~~ s atIJefm

p. ~, con, cuánta frecuencia o facilidad

. . s aCClOn ptactica bajO 1 1 h llltatlas,) que con tanto t' . o as eyes « uma-en uSlasmo cItan los historiadores mo-

4. Originalmente publicado e A l 16~-170, el articulo se ha reim res~ nnll; es, E.S.C., 2 (1947), pp. 30-44 qUtty, 19?8~ pp. 204-228. P en Fmlcy, ed., Slavery in Classical AntX

5. Codtgo teodosiano 5 17 1 C" . vamclltc. " , ,y odtgo ¡ustinianeo 11 53 1 .

6 r ' , , respectI-. , 'ustc1 de Coulanges «Le colo -

problemes d'histoire, París,' 1885, p. ~~.romam» en Recherches sur quelques

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 163

Ikl'll0S.7 Del mismo modo, veintiuna disposiciones sobre los fugi­tivos en un código visigodo sugieren que la ley se violaba con l'<ifl,lIlaridad. En otros casos, una rápida serie de promulgaciones IIIl'oherentes, incluso contradictorias, podía ocultar un conflicto NlIhyacente a propósito de algo distinto de la matetia que osten­lIiblcmente se normatizaba: el título 12 del libto IV del Código I('oclosiano, sobre el senatus consultum claudianum, da la sensa­ri6n de que los empetadores del siglo IV no sabían enconttar la politica exacta de los matrimonios entte mujetes libres y escla­vos, mienttas que apatece como exptesión de supetficie de la etapa final de la lucha ideológica entre paganos y cristianos.8 Ade­más, muchas de las promulgaciones de los códigos se dirigían ell primera instancia a funcionatios locales, en tespuesta a situa­ciones locales. El hecho de que fueran dignamente mentados en Ins codificaciones nos dice algo de la psicología de las cancilletías imperiales, pero no necesariamente de la situación general de todo el imperio.9

Los profanos no eran, por supuesto, más precisos. Víctot Vi tense, obispo notteafricano de finales del siglo v, se quejaba, en tres pasajes distintos y sin relación alguna, del horrible ttato que se daba a los obispos católicos en el África dominada por los vándalos: eran reducidos a servi vandalorum (1, 14), etan obli­gados a realizat labores rusticani imptopias de viri ingenui (2, 10), eran relegati colonatus iure (3, 20). Que Víctot se refería a lo mismo en cada expresión está fuera de duda. Un siglo antes, Libanio de Antioquía, que escribía en griego en la otra punta del imperio, se refería en su discurso 47 a los georgoi, hoi erga­zomenoi, oiketai, somata, douloi y ergatai, tétminos que creo si-

7. Sobre la esclavitud del Nuevo Mundo, véase los amargos comenta­rios, precisamente sobre esta cuestión, que baraja Stroud, op. cit. Su pesi­mismo 10 comparte, por ejemplo, Degler, «Slavery in Brazil and the United States», arto cit., pp. 345-348, y, con menos predisposición, Genovese, op. cit., páginas 25-49. Volveré a este apartado más abajo, en relación con los coloni.

8. E. Andreotti, «L'applicazione del "Senatus Consultum Claudianum" ne! Basso Impero» en E. C. Welskopf, ed., Neue Beitrage zur Geschichte der alten Welt, 2, Berlín, 1965, pp. 3-12 .

9. Véase, por ejemplo, G. 1. Luzzatto, «Ricerche sull'applicazione dalle costituzioni imperiali nelle Provincie», en G. G. Archi, ed., Studi ... in ono­re di C. Ferrini, Milán, 1946, pp. 263-293.

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164 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

nónimos, todos alusivos a los campesinos sirios cuya condición social no puede definirse con una sola palabra moderna, que es­taban sometidos a un amo (despotes) y que sin embargo no eran esclavos (a pesar de la mención del término douloí en el texto).lO Este discurso es célebre a pesar de su obscuridad -la abundante literatura al respecto lo demuestra generosamente--,lI pero debe­mos preguntarnos si era igual de obscuro para los contemporáneos. Hace falta recordar de vez en cuando que ni Victor ni Libanio querían proporcionar pruebas a los historiadores y estudiosos del derecho romano del siglo xx, y que los procónsules y demás des­tinatarios de las normativas imperiales no tenían ningún proble­ma con el lenguaje: sabían muy bien cómo interpretar las leyes aun sin escribir un ensayo erudito sobre las diferencias entre esclavos, coloni y demás.

Hace más de cuarenta años argüía Paul Collinet que la pro­fusión de términos técnicos en los documentos jurídicos no es una simple confusión, sino un reflejo de las realidades sociales del bajo Imperio, de las variantes locales, por ejemplo, o de las condiciones sociales distintas de distinto origen que podían o no haber confluido Y Se trata de un argumento serio, pero, que yo sepa, nadie lo ha probado mediante el estudio sistemático de la terminología. La costumbre de hacer inferencias e incluso amplias generalizaciones a partir de textos sueltos o cierta can­tidad de textos dispersos no ha hecho avanzar mucho nuestros conocimientos y no es probable que' resulte más fructífera en el futuro. Cada cual tiene su pasaje favorito del Código teodosiano, al igual que, en una época' anterior, se podía citar a Columela ( 1, 7, 6-7) sobre la informalidad de la mano de obra esclava o a Plinio el Joven (9, 37, 2-3) sobre la informalidad de los arrendatarios libres, según el gusto o la predisposición.

LO. En esta época, dominus se empleaba sin su estricta y clásica acep­ci"ll de propiedad, por ejemplo como sinónimo de patronus: véase Seyfarth, Frtl!:clI da spatromischen Kaiserzeit im Spiegel der Theodosianus, Berlín, l~(¡ ¡, p\>. Kl-~~.

I L V,:ase L. Harmand, Libanius, Discours sur les patronages, París, 195'), qlle Ilay que utilizar con precaución.

12. P. C"lIilll,t, «Le colonat dans l'Empire romain», en Recueils ... Jean Bodin, 2 (19.3"1), pp. ~5-122.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA

Lo que se nos antoja confusión es en efecto capital para toda la cuestión de la decadencia de la esclavitud en la Antigüe­dad. «Decadencia» es un término arriesgado. Esclavitud no es una categoría moral, comparable a buenos modales u honradez; es una institución que desempeñaba diversas funciones, en par­ticular la de proveer de una parte importante del conting~nte de mano de obra. Mientras hace falta mano de obra, la esclavitud no puede desaparecer tout COUrti ha de reemplazarse:, Creo co­rrecta la impresión de que el Imperio romano conoclO al final una lenta y cuantitativa decadencia en cuanto a los esclavos, aun­que la investigación reciente nos pone de manifiesto que la ma~­nitud del descenso fue menor que el que suele creerse (y que Sl

gue repitiéndose demasiado a menudo). De ser así, es posible que se diera un cambio en la condición social y organización del tra­bajo. Pero ¿dónde? ¿En qué sector o sectores de l~ fuerza de trabajo? La «localización» es capital para la decadenc1a de la es­clavitud, como lo fue para su establecimiento.

La ausencia de estadísticas, serio obstáculo para el análisis, se complica por la escasez de material comparativo apropiado. Tres diferencias básicas impiden las comparaciones con las socie­dades esclavistas del Nuevo Mundo. Primera, la esclavitud del Nuevo Mundo existió dentro del más amplío contexto de una sociedad europea basada en el trabajo asalariado libre y la cre­ciente industrialización, mientras que la antigua se dio en un con­texto preindustrial y coexistió con otros tipos de trabajo su~or­dinado no con el trabajo libre asalariado. Segunda, la esclaVitud del Nu~vo Mundo no decayó durante un largo período de tiempo; se abolió, muy espectacularmente, con la guerra civil norteameri­cana. y tercera, dependiente de las otras dos, la esclavitud mo­derna fue reemplazada por mano de obra libre, no (salvo episó­dicamente) por otras formas de trabajo subordinado.

Estamos pues obligados a buscar las soluciones sin contar con mucha ayuda de otras partes. Haya mano diversas explica­ciones convencionales. La primera puede descalificarse en el aelo

-me refiero al argumento humanitarista, ya se crean estoicos (, cristianos, o ambas cosas, los agentes morales-, según hice fll¡h

arriba. Ni las exhortaciones ni las raras promulgaciones '1'11.1"11

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166 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

tes a tratar con honradez a los esclavos fueron medidas andes­clavistas en intención o efectos. Cuando Constantino ordenó en 315 que los esclavos condenados a trabajar en las minas o a com­batir en el circo fueran marcados en las manos o las piernas y no en la cara (Código teodosiano, 9, 40, 2), los prudentes propie­tarios que habían marcado a los fugitivos en el pasado recurrie_ ron a argollas de bronce grabadas, treinta y cinco de las cuales se descubrieron hace tiempo, una en Cerdeña, con el nombre del propietario, el arcediano Félix.l3 Pocas huellas de abolicionismo pueden detectarse aquí, no más que en la serie de estipulaciones papales y conciliares, desde principios del siglo V, que limitaban y hasta prohibían la manumisión de los esclavos que fueran pro­piedad de las iglesias o de los clérigos.14 La propiedad de la Igle­sia, se deda una y otra vez, debe conservarse. Las santas Mela­nias son, por supuesto, irrelevantes en este contexto: eran laicos que se desprendían, como individuos, de sus riquezas, no sólo de sus esclavos, y nadie ha intentado argumentar que el cristia­nismo primitivo fuera responsable de la abolición de la propiedad privada, o luchara por ella.

El segundo tipo de explicación se basa en la «teoría de las conquistas» ya analizada en el segundo capítulo de este libro. Roma, dice esta argumentación, tenía que pagar el precio de su expansión incontenible; cuantas más partes del mundo se incor­poraban a su imperio, más y más tribus y naciones, en conse­cuencia, quedaban inmunes a la esclavización; las conquistas orientales de Roma arrojaron cientos de miles de hombres, mu­jeres y niños al mercado de esclavos mientras aquéllas siguieron su curso, pero no tras las colonizaciones finales, primero de Gre­cia, luego de Asia Menor y Siria; 10 mismo le ocurrió a César en las Galias, etc. Hay cierta verosimilitud en este razonamiento, pero es demasiado vacilante para proporcionar una explicación satisfactoria de la decadencia de la esclavitud.

Lns conquistas ctsi habían terminado ya en el momento de

1.3. G. Slllgi". «[Jn coll"rc di ~chiavo l"Ínvenuto in Sardegna», Al'cheolo­gia cltlssica, ;!'j·2ú (1 ')/)·llJM). pp. 688-697; cf. Bellen, op. cit., Pp. 23-29.

14. Vé:t~c V J,'"I'/'rílli, 1,</ 1IlillZumissio in ecclesia, Milán, 1965, pági­nas 227-243.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 167

14 de ne' ¿por qué la presunta deH-lit 11IIIctte de Augusto, en " ., hacer estragos en la gene-. d t' nte no comenzo a b ' .

lilr Ill' I a e con 1l1ge . 1 la brecha que se a na entl.e 'L • • t;l 15 En pnmer ugar, b'"

flll'IOI1 slgUle? e; . 1 s la práctica era, tam len aqul, lAM normas jundlcas fo~~~ :d:ertía Mommsen que, casi sin ex­illl1y grande, Hace un slg. pecifica en las fuentes . 1 1 vos cuyo 01'1gen se es . trpéÍones, os. es,c a o de Italia o de las provincias interzo-lIicl'(lt'Ías ° eplgrafic~s era~ . 'n osterior ha confirmado esta ob-rru del imperio. La 1l1veStlgaclO 1 p «internos» llegaban al mer-

., 16 M has de estos ese avos . "el'Vaclon. uc .. . -t d de la práctica corrIente ! . d de su hnaJe o en Vlt u b' , ~I\( o en vlrtu . _ . deseados 17 aunque no menos tam len de «exponer» a los l11no~ 1:1 '1 secuestro de niños o la nracias a actividades dehctlvl~bs, como e udaban a mantener el I/'l d . , idos 1 res que ay cotnpra e reClen nac d l' En segundo lugar, aunque Ilcgocio de los traficantes 1 e ese. aros, teriores había terminado In violencia en bloque de lOS Slg dOS ;an auerra y los prisioneros

A no fue éste e caso e b' • d ron ugust~,. d" d y engrosando la esclavltu con de guerra slguleron ven len ose

. d las cifras totales de inscripciones so-15 Con las debidas reservas, oy d T lía y Grecia central y sep-. 'd procedentes e esa d 119' 1 re manumisión conoCl as, b 1966, del siglo II a. e n. e., ,

;entrional, ya analizada~ por Ba acos" e~o Tiberio, 238; del siglo 1 de n. e. del siglo 1, 91; de los remadod dT1u,,~) Iz. de los siglos II y Ill, 12.1: d. a partir del año 37A(muerd~ li;nat~oe: e~ c~mmun." de la Thessalze an-A. M. Babacos, etes a . .

tique Tesalónica, 1966, ap:. A. r h und peregrinisches Freiheltsschutz( 1m 16. T. Mommsen, «Bur~er 1'1 eS hriften 3, Berlín, 1907, pp. 1-20 p.~_

romisehen. S.taat», en sus ]Ul'lSt/SC /ob~ervació~ fue luego comprobad~, y .afn­blicado ongmalmente en 1.885~i ~ ft der romischen Sklaven», R~:n:se~e mada por M. Bang, «Die er{U~. 27 (1912) pp. 189-221. El anahS1S e Mitteilungen, 25 (1910), PP}23"~5 i~ado no sóio por cuestiones de deta~e, Bang ha sido correctamente esau or tinci ios estadísticos de base" S? te . también por lo que afecta a l~s p . p . m lario' sobre esto ultimo, ~~d~ la fiab¡1ida~ y cual,~da~ hlea~on~lk~~u~gsi:sc~ichte' und Inschriftednsta­

véase F. G. Maler, «Rom1se e evo 318-351 en pp. 344-347; sobre eta­tistih, en Histol'ia, 2 (1953-19~), .pp. Slaves ;nd Freedmen in the R01?an

~:' ii~ra;áeili~l~ a!' o~~~~r D:ci=~lprisoners of !:~~\~;~:ib1:tá~da! 3::1 {;; o ~lítana (1963), pp. 45-52. Pese.a todo, ~e s~cado de su documenta<:Í611. ~o!rección de la única consecuenc1~ 5lue sta ahora a todo criterio C\I;\IlI.I.

17 Los «expósitos» se han r~slst1do hi luación de la imporl:tIl<'11I tativo' o cuasi-cuantita~iv?, esencla~ 1~~~~ e~ l~VAntigüedad. Sobre qlliz:í:; .. 1 como fuente de abasteclt~l1ento de ese 'ase Biezunska-Malowist, op. ('1/" 11, mejor testimonio debl'bEl~lPtofíomp:~~' o~:os períodos y zonas. páginas 21-26, con 1 logra a

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168 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

tan~a regularidad como antes: bajo los Julio-Claudias, los Ar. tonmos, los Sevetos y después. Por último, los ttaficantes tenía.'1 libte acceso a todos los tetrltodos ajenos al dominio romano al mundo germánico en particular. Los historiadores suelen olvidar est?, ptesumiblemente a causa de la tácita e insostenible hipó­t~slS de que los germanos no fueron satisfactorios como esclavos. Sm embargo, el tráfico de germanos en gran escala está docu­~enta.do desde los siglos IU, IV y V, Y no entiendo por qué los hlstonadores modernos piensan que fue ésta una fuente inferior a los otros pueblos «bárbaros» que habían demostrado una total adecuación durante siglos, tanto entre los griegos como entte los romanos. Verlinden comprendió la dificultad y la soslayó ale­gando que por esta época el colonato «se encontraba sólidamente atrincherado».18 Pero esto es una petición de principio.

Desgraciadamente hay un subproducto de la «teoría de las conquistas» que exige una bteve consideración. La aro-umenta­ción pseudoestadística de A. H. M. Jones de que el p~ecio de los esclavos se multiplicó unas ocho veces entre los siglos IV a. de n. e. y II de n. e. se ha afianzado a pesat de las evidentes vaci­ladones y etrores de cálculo: las fórmulas sencillas vienen como anillo al dedo: el fin de la expansión tomana agotó los contin­gentes ~~ ~sclavos, a esto siguió un incremento de los costes que los VOlVlO lrrentables y que en consecuencia condujo a los patro­~os a buscat otras fuentes. 19 La argumentación, francamente, no tIene el menor valor. Es absmdo infetir tendencias que abatcan más de seis 5i810s de 11 n puñado de precios aislados (al.o-unos de ellos. claramente (ict.jdos ) mencionados por testigos p~ocesales atenlCnscs, poetas griegos y romanos, cómicos o dramáticos, y el

18. VerlílJdl'll, 01' cit., pp. 47-49. 1.9. A. 11. M . .1()Jlt~S, «Slavery in the Ancient Wotld» Econolnic History

l~cVlcUJ, 1.." scríe,. <J (19'56), pp .. 18~-199, en pp. 191-194, reimpr. en Fin­ley, .,:eL, .\/'II"·I? fII Uas'leal 4nttquzty, pp. 1-15. Anderson, Passages ¡rom AII/!(flllly lo ¡'-"lld,tlIIIIl, por ejemplo, acepta totalmente las matemáticas de ,Joncs (pp. 7('·11) y se apoya en ellas luego para argumentar en sentido opuesto (p. 'Jl): «la c~u'V:l de precios de los esclavos -que, como hemos vl~to, {/ el/II .. {/. de 1(1 0:'/,\1.1' del a~as~ecimiento, subió vertiginosamente en los pnmer<!s dOSCientos allos dd Pnnclpado- comenzó a estabilizarse y a caer en el SIglo IlI, claro .\"/gllo de la reducción de la demal1da» (cursivas mías).

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 169

\'ífliricón de PetronÍo. Los precios de los esclavos, en patticulat, ~RI ,,1)<\11 sujetos a enormes vatiadones privadas,zo Es insostenible, l'¡¡JI' (Jtro lado, relacionar inmediatamente el aum~nto de los pre­dp» con el descenso del contingente. La tendenCla general de. los t.fcLÍos en los Estados Unidos, desde el comienzo de la esclavitud 11ll~1 a el final, fue siempte alcista, con un bache espectacular en la dt~nda de 1850-1860, y la complejidad de los factotes subyacen­t('!l ha provocado algunas de las más virulentas polémicas actuales Itlllll'c historiadores. Los histotiadores de la Antigüedad no pue­den entrar en estas polémicas porque se carece de datos, pero no flucdo por menos de llamar la atención sobte una ~erie que pot lu menos tiene el mérito de ser coherente: el preclO de las ma­numisiones en Delfos subió de manera uniforme y significativa ('11 los dos últimos siglos antedotes a nuestra era, ptecisamente el período de mayores suministros (tayando en la su?etab~n?an­da) gradas a las conquistas tomanas y la secunda~la actlvld~d IlIvasora.21 También podríamos señalar que en el ed1cto de DlO­cledano sobre ptedos máximos (año 301), el esclavo más caro, el varón de 40 años, no costaba más que el salario de ttes años de \111 cantero o un carpinteto que trabajasen 200 días al año.22 Pero tampoco confío en estos «cálculos» y ptefieto co~cl~ir c?? Shtae~­man: «No se puede afirmar que ~ubiera una dlsm111uclOn

23nmue­

rica. La tesis del aumento de preclO no se ha confitmado».

20. Véase la lista de precios del Egipto roma~o ~n Biez;tnsk~-~alowist, (¡p. cit., n, pp. 165-167. Jones rechaza este (seg~n el) testlmOl1!O Inconve­niente con el inconvincente argumento de que EgIpto estuvo «~eparado eco­nómicamente del resto del Imperio y se rigió según sus propIas normas».

21. Hopkins, op. cit., pp. 158-163.. , 22. En la última edición del edicto,~. Glacchero, 2 vols., Genova, 1974,

I()~ salarios aparecen en la seco 7, los preclOS de los esclavos en la 29. ~ec­dones mejoradas de ambas secciones, basadas en nu~vos ~all~.gos, han sld? publicadas por M. Crawford y J. Reynolds en la Zeztschrzft fur Papyrologze l/IId Epigraphik, 26 (1977), pp. 125-151, Y, 34 (1979~ pp. 163-210, 'pe!? qu~ (,n nada afectan a mis «cuentas». Habna qu~, senalar, dos maw;aclOnes. 1) a los jornaleros habia que darles la manutencl0!1 ademas d~l sal~r1o; 2) el ('dicto permite al comprador ~ el v~ndedor negoClar ;1l1 preclO n;as e~~va(I(), hasta el doble de lo establec1do, S1 el esclavo pose la una cualificaClOn (S·

Jlecial. ., llJl l" . 1 1 111 ' 1 23. Shtaerman-Trofimova, La schiavttu ne fa ta tmperta eJ - • SU:O/J,

Roma, 1975, p. 27; d. Shtaerman, Die Blütezeit del' Sklaventuzrts('¡',,¡I. (11'. cit., pp. 25-26 Y 55-56.

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I I I

170 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

Cuando los europeos de Norteamérica, el Caribe y Brasil des­cubrieron que los indios eran mano de obra insatisfactoria re. - , currieron a Africa: por medio del comercio, no de la conquista. Luego, a principios del XIX, cuando el tráfico de esclavos se prohi. bió formalmente, satisficieron sus necesidades mediante el tráfico ilegal y mediante la cria de esclavos más o menos sistemática aunque sólo en los Estados Unidos la población ya existente lleg6 a reproducirse (con mucho). También se criaron de este modo muchos esclavos en el mundo romano. Tenemos que creer firme. mente el dato de que Ático, amigo de Cicerón, limitó su familia urbana a los esclavos criados y educados en la casa, aunque la fuente sea en este caso el poco fiable Cornelio Nepote (Atico, 13, 4); o la afirmación de CoIumela (1, 8, 19) de que tenía por Costumbre recompensar a la madre esclava de tres hijos con la exención laboral o con la libertad si tenía más; o el testimonio de Apiano (Guerra civil, 1, 7) de que los propietarios de esclavos de la campiña italiana sacaban substanciosos beneficios secunda_ rios de la multitudinaria progenie esclava, ya se considere sin d~d~ que habla del siglo II a. de n. e. o bien que refleja su pro­pIa epoca.

Sin embargo, parece ser que en el bajo Imperio, en términos generales, los patronos fueron incapaces de mantener una dota­ción suficiente de mano de obra esclava. Los relativos testimo_ nios sugieren que pudieron haberse adoptado sucesivas medidas de adaptación; de donde se infiere que la causa de la caída se encuentra en el seno de la sociedad misma, que la explicación debe ser de orden estructural. Me apresuro a decir que no utilizo el término «estructural» en el sentido de Léví.Strauss ni ningún otro sentido especial, sino de manera bien tradicional, en el sen­tido en que los weberianos o los marxistas 10 hacen.

PC1'1nftascnos aclarar el extraordinario problema de la aven­llll'a.f\l SiSll'll1;1 csdavj~ta antiguo estaba ya totalmente desano_ liado y cSI:d);li¡;;ldo e11 tanto que si~tcma alrededor del siglo II

a. de 11. c. O/lcriol'I IIClllc hubo cicrta extensión geográfica de la Iltili¡;<ll'ilill <1(' ('Sc!:IVOS CU:IIlt!o el impcrio incorporó tenitorios adicioll:dcs. I "liJO 1:lll1hk~lI 1111:1 utilización plena de la flexibilidad inherente ni SiSlcllla, sohre todo 1l1ediante el mecanismo del pe-

LA ESCLAVITUD ANTIGUA DECADENCIA DE 171

1 'n mel'oramiento concomitante . ., con a gu 'fi ' i.'IIlium y la manumlS10n, y esclavos madI caClO-. . nales entre amos '.

,ftl las relaclOnes persa d t 'b ían a fortalecer el SIstema, ' h eñala o ya con n u. dI' a;>

IWH que, segun e s d 'd . el reemplazo e slstem . ' d dio la « eca enCla», 1 ez

Pero ¿cuan o se . 1 f e absoluto antes, ta v , Nlldje sabe decirlo. El reemp azo ~o u Marc Bloch)' ningún con-de la época de Carlomagno (clamo a efgar'mación' un hermoso sím-

. f ible a a trans o. dI' temporáneo ue sens . , n la codificación justinianea e 51-

hola es la conservaClOn, el' ico tocante a la escla-d 1 derecho romano c as ,

glo VI, del cuerpo e die reO'istró el proceso 111 pro-vitud. Es obvio, por tanto, que na e~os de datos para esta-

1· 1 p. nuestra parte carec "d '1 curó exp lcar o. 01 b" 'n iban aconteclen o; so o blecer un gra ca l' tencia de unos enomen s 'fi de los cam lOS segu f' o . l' . observar a eX1S B ¡)Odemos Imitarnos a f' , en el momento .

A d otros enomenos d Sh cn el momento y e. 1 ento la fecha e taer-Aceptemos, en atenCión a 1 argu~nzo de la «crisis» y un par

. 1 d n e para e com . bias man el Slg o II e . ., .. nl'festara medIante cam ' 1 nSIS» se ma 1 . de siglos para que . a «c 1 ostumbre de escorzar e tlem-significativos. No caIgamos ~~~hi:t~riadores e historiadores ~e !as po tan seductora pata l?s p U u'ansformación socioeconomlca so~iedades del pasado lejano. lan~is;oria del moderno capitali~n:o básica que durase tanto como l' dión de la idea de crlSlS, 1 tí con a mtro .ucc , 1 industrial no se ac ara. a. - . t~ Y en consecuenCla a tan cara a ciertos histonadores .marxIst"s), Estrictamente hablan-

1 . que antenormen e . 1 . d evito (ahora o mIsmo 1 h' toóa no de la esc aVItu , do deberíamos embarcarnos en a

d .11Sos ~l~imos siglos, como ya

' 1 . d d recorromana e 'bl sino de a SaCIe a , g 'l Se trata de algo casi imposl e, dije al final del pnmer capltu o"d r otra vez las condiciones Pero por lo menos debemos con8: era . e

1 desarrollo de la es-

' , L eran necesatlas pala 1

que, segun sugen, w . rivada de la tierra, con concentra-clavitud. Eran la prOPIedad P f z de trabajo continua; una . exigir una uer a ción sufiCIente para d' , mercantil y de los merca-evolución suficiente ?e la pro u~cl~n alternativa e «interna» de dos' y la inexistencia de una. o er a d' mas que detectar cam.

' b S' t en 10 CIerto ten na d 1 mano de ora, 1 es ay .,' ra que la esclavitu <- ('(';1

bíos en alguna de estas condlclOnes Pda dos puntos compl('IIH'I' 1 d t nemas que recor ar 1 1

ycsc. Por otro a o ,e, , d' 1 ontinua necesida( l l' IIII!!I . del pr;mer anahsls, es eClr, a c tar10s •

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172 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGI'A

MODERNA

ten. el' analíticamente aparte el secta el Incesante dominio fuer dI! urbano del sector rural y

1 -, a e «nuc1eo 1" d ' ese avas de trabajo sub d' d ~ . c aS1co», e formas no agricultores). 01' llla o (Junto con pequeños propietarios

Como siempre, el punto d . piedad privada ~s" mantuv d e partIda es la tierra. Que la "ro

• v o mante todo 1 l' J:é -neceSita demostración e mpeno romano no . , como tampoco q h b Contmua a la acumulación de p . d d ue u o una tendencia nerado de la población 1 ropIe a es en el sector más adí­en 10 alto de la Pirám[d~~~ Ve. emperador y la familia imperial Por . , d . na vez que hubo d 1 aClOn e nuevos territ' h b . cesa o a incor-la colonización de las tierr~:lOsd y . ~ o termmado más o menos 110, toda la acumulación ulter;~rq~lt1 as en estado de subdesarro_ costa de los propietarios M1 fUVO que ser, necesariamente a P t d UlenoS a ortunados '

ar e e este proceso tuvo b ' . o menos poderosos. y redistribuciones Que h b un da ase pol1tlca, en las confiscaciones dI' 1 " . u o urante la p' . d e. SIg o r, por ejemplo, o en las f SICOSIS ~ las traiciones

tanas en favor del emperador - drec.uedl~t~s donaclOnes testamen_ Gran parte de la acumula " y . e 1D 1V1duos de alta posición b, ClOn, 8m embarg t .

ase economica, y la superviven ida' uvo una sencilla tamaño medio a lo largo de t d

C a ~ numerosas propiedades de

- o o el 1mp . . l' o

quenas propietarios fueron 1 ,. . etlO 1mp lca que los pe-t~ndencia de la propiedad de ;: tTlctl1nas pril1ci?ales. Pero esta tlca de tamaño medio d erra a conVertIrse en finca rús­pietarios libres no puYedgral1 el: a expensas de los pequeños pro

1 . ' e exp lcar po ' . -~n e SIstema de trabajo rmal el r Sl mISma 10 que ocurría ae obra esclava en las zon ' aparente agotamiento de la mano y el fortalecimiento del ,a~ en que. estaba firmemente arraigada q , . reglmen eXistente h ue aomInaban otras form d b . en muc as partes en E' ~ as e tra aJo subordi d s preCISO subrayar este 'It" na o.

se mire de las provincias e;te~~no pu~to. ~n cualquier parte que mano se encuentra una latente 0pres

b1a . :l1tlguo núcleo grecorro_

P01' 10 1 • . . o aClOn de aor' 1 1 '. genera SIgUIendo una tradici' b ICU tares que, Os tIempos tomanos no . on que se remonta más aUá de

, eran D1 esclavos ni libres, ya se les 11a-

o 24. Vé"sc Fíl!ley 'n A . Pltulo 4 . ,.)e ¡tetent Econom)' Berk 1 10

. , e ey y ndres, 1973, ca-

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 173

mase laoi o paroikoi o cualquier otra designación nativa que los romanos traducían a veces por clientes (por ejemplo, César, De la guerra de las Galías, 1, 4, 2). Esto fue cierto en Asia Menor, Siria y Egipto, África del Norte y los territorios subdesarrollados conquistados a los celtas, los dacios, los escitas y los germanos.25

No sólo fue cierto para las fincas rústicas imperiales, sino tam­bién para las grandes propiedades particulares -ya fuesen las de los magnates locales o las regidas por emigrantes romanos-, para las tierras ptopiedad de las ciudades, además, y para la tierra particular administrativamente incorporada al territorio urbano. Había variantes locales en cuanto a los detalles, como la condi­ción social de su población, que raras veces sabemos con exacti­tud, pero todas compartían una cualidad común que las diferen­ciaba de los esclavos por un lado y, por el otro, de los propieta­rios agricultores libres.

Puede objetarse que he callado la hipótesis de que la creciente concentración de la propiedad de la tierra estimuló el abandono de la mano de obra esclava para buscar mayor producción y ren­tabilidad. Me parece que esta hipótesis puede falsificarse por 10 que toca al Imperio romano, pero antes es preciso eliminar una confusión muy difundida. La concentración de la propiedad no da paso automáticamente al aumento de tamaño de las unidades de explotación, y sólo esto último es importante para una conside­ración de las posibles mejoras y del desarrollo económicos. Buena parte de la creciente acumulación en pocas manos fue un mero añadido, sin que por ello resultasen afectadas las unidades de explotación incluidas, esto es, las haciendas individuales. Dos clientes de Cicerón nos proporcionan un par de ejemplos de los últimos años de la República: Aula Cecina poseía muchas fin­cas, entre ellas dos contiguas, que se consideraban por separado; Sexto Roscio de Amerina poseía trece unidades distintas, todas en el valle del Tiber.26 Si nos trasladamos a los siglos I y lInos

25. Véase, por ejemplo, C. R. Whittaker, en Garnsey, ed., Non-slave I.abour in Graeco-Roman Antiquit)', op. cit.; Kreissig, op. cit., parte II; Pípllidi, loe. cit.; A. Grenier, en Frank, ed., An Economic SUl've)' 01 Att­dCllt Rome, Baltimore, 19.33-1940, III, pp. 406-410; Rostovtzdf, Studieu zur Geschichte des rümischen Kolonates, Archiv f. Papyrusjof'Jdmng, Bci· lIdt J, 1910.

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174 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGI'A

MODERNA

encontramos con Plinio el Joven '. la zona de Como y n U b', que posela vanos praedia ell

. u o en m na al q - d" contiguo, con varias vill d d' ue ana 10 otro después dudad de Roma y otro taoSd e~tro Oe l~s fin

27 cas, otro más en 1~

A . aVla en stla' b' tlco, con propiedades . , _ o len con Herodes en vanas zonas de At"

otras en Corinto, junto a la Vía A . lca, otra en Eubea, tO.

28 Para el bajo Imperio baste ifla

, c~rca de Roma, y en Egip­maco (que no tuvo aura le enda~i:r a a ~ant~ Me1anÍa, o a Si­nos una docena de vill g d' . ), propietarIO de por lo me-t' as en Istllltas partes d 1 l' lerras en el Samnio la Ap r S' '1' e ta la, así como

Ha . ' u la, IClla y Mauritania 29 y motIvoS para creer que la . d .

en la provincia de Maratón f s p~ople ades de Herodes Atico riapo Otros ejemplos de con °t~1a.:n un solo bloque territo­mucho mayores En Afri d ~o ~ aClon geográfica señalan áreas que escribía a fines del :al e lorte, según el sobrio Frontino

Slg o 1 a gunas finc . d ' yores que el territorio de 1 '. d d as pnva as eran ma-za de trabajo lo bastante :~n c~~ a es, todas eUas con una fuer­que rodeaban la villa com . t erable para poblar aldeas (vici) cas galas alcanzaban inme~ SI tuera~ mu

1raIlas. 31 Unas cuantas fin-

d T 1 so amano' a de Mont . e ou ouse, por ejemplo t" maut1n, cerca de tierra cultivada 32 O b' ,ema

b posiblemente 1.000 hectáreas

dlS' '1' .' len esta a la llamada el' . e a lCI la mendional entid d d . massa a VZSZaJ1a extendía más de quin' 1'1' a e comIenzos del siglo IU que se G l ce <1 ometros por la ·U .

e a [luego Ghiozzo, tl. del t.].33 on a orIental del tío

26. Cicerón, Discurso en d f d en defensa de Sexto Roscio 2g ensa e Aulo Cecina, 11 21 Y 94' D'

. 27. Véase Duncan-J ' ' " ,zscurso bndge, 1974, cap. 1. ones, The Economy 01 the Roman Empz'¡'c C

28 V' , am-. " ease, para una amplia pers _' :~~t~~;o~:odJe ~ttDicus et sa famille,P~r~a~i!' ?~~~dbr: Un milliardaire an-

, , ,o n ay, An Econom' H' , ,levemente sobre 10 mtn;~lOn, Nueva York, .1932, pp, 2;~_236.tory 01 Athens uJlder Roman Do~ f ,La prueba se CIta en Jone Th L ord, 1964, ~II, p, 250, n. 32. s, e afer RomaJt Empire 284-602, Ox-

30. U. I\.ahrSkdt Oie ' l f ' serzeit, n,:rna, 19')./, í,p, 47~;~~sCJa tlzche Gesicht Griechenlands in der Kai-

31. (,1'JlIJ;IIICJ Vt"I"IT' ,1 (' /. 32 C; 11" ' I . s, ((, " úlchmann Berlín 1848

1969' , II( 1" ,,¡(Id .r:lI!lo ro//MÍI/e ¡.' M· , .' p. 53. . .. { (. outmaurm, Gallia S pI 20

33 M / ["' / ' u. , d . ,,'111 'OV, 111Ii"Íl"/It \'¡'I '

res, 1979, pp. / 'ig lb' , (/ Y lo lIJe Arab Conqttest d .. , , e . rev., Lon.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 175

Esta enumeración de ejemplos (la lista puede multiplicarse) nos dice mucho de la sed y riqueza territorial de las élites del bajo Imperio, pero casi nada que nos aproxime a nuestro tema, d régimen de trabajo. Hay dos preguntas que necesitan respon­derse: 1) ¿ Qué modelo era más común, la consolidación territo­rial de las propiedades o la simple acumulación de unidades dis­persas en manos de propietarios aislados? 2) ¿Eran explotados los tetritorios mayores como unidades simples, esto es, trabaja­dos como una sola, o fraccionados en unidades múltiples?

La primera respuesta tiene que ser impresionista: creo que las propiedades dispersas -las de un Plinio, un Herodes Ático o un Símaco- representaban el modelo normal. Para la segunda pregunta, hay testimonios decisivos de que la explotación de los grandes terrenos se hacía normalmente con divisiones previas en unidades menores. Esto es seguro para África del Norte; está cla­ro para Sicilia e Italia por la facilidad con que las massa se ven­dían o, por otro lado, se enajenaban poco a poco cuando se daba la oportunidad; y es cada vez más probable para las Galias.34

Incluso la finca sabina de Horacio, un regalo de Mecenas que le permitió vivir cómodamente en Roma, aunque sin excesos, se dividió en una parte explotada directamente por un vilicus y ocho esclavos, y otra que luego se volvió a fraccionar y se alquiló a cinco arrendatarios.35 Esto significa que, admitiendo la posibilidad de ahorros en la comercialización de los productos agrícolas, por ejemplo, la labranza y la ganadería seguían basándose en las típi­cas unidades explotadas por los grandes, aunque más modestos, propietarios del pasado, aquellos, digamos, para los cuales y a pro­pósito de los cuales escribía Columela en el siglo 1 de n. e.

La unidad de explotación es el tema principal, y una idea bien sencilla, pese a que los autores modernos la confunden con­tinuamente con otros tipos de clasificación. Rostovtzeff, por ejem-

34. Para las Galias dependemos totalmente de la arqueología y hasta hace muy poco los arqueólogos no han sido particularmente sensibles al pro­blema de las unidades de explotación, difícil para ellos, como se sabe. Pero véase ya por ejemplo, M. Lutz, «Le domaine gallo-romain de Saint-Ultich (Moselle)>>, Gallia, 29 (1971), pp. 17-44, en pp. 22-25.

35. Horacio, Sátiras, 2, 7, 118, y Epístolas, 1, 14, 1-3.

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I I

176 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

pIo, distinguía tres tipos: 1) «una mezcla de residencia de vera­no, agradable y a veces lujosa incluso, y auténtica villa rústica con espacios apropiados para la explotación agrícola de una hacienda bastante grande»; 2) <<una verdadera finca ... construida para uso de un agricultor acomodado, que probablemente vivía en su villa durante todo el año»; 3) «un Complejo agricola administrado pOi' esclavos y visitado ocasionalmente por el propietario».36 A estos tres los llamó «tipos económicos», y yo debo objetat: se refieren a la residencia del propietario, no al método de organización y explotación. No hay duda de que el último pudo variar en los casos particulares según fuese o no un absentista el propietario, pero está claro que no hacia ninguna falta que variase y no co­nozco ningún testimonio al respecto. Las ptopíedades de Plinio no se diferenciaban entre las que incluían una villa que a veces visitase y las que no.

Una imprecisión semejante se da en las cuatro «formas de propiedad» que subyacen en el informe de Shtaerman de 10 que ella llama «la crisis del sistema de propiedad esclavista en el Imperio romano de occidente»/7 la más seria investigación es­tructural de amplio alcance -hay que reconocerlo_ sobre los problemas que aquí nos afectan. Sus formas constituyen una cla­sificación jurídico-política: 1) la forma esclavista, 2) la «forma comunal», esto es, la propiedad en manos de aldeas o comuni­dades tribales que no caen dentro de territorio urbano, 3) los latifundios (saltus) «extraterritoriales», y 4) las propiedades im­periales o del estado. En un sentido fundamental todos los pro­pietarios de estas «formas» de propiedad tenían un interés co­mún, los ingresos que podían sacar de sus tincas rústicas, en úl­tima instanda ingresos en metálico si eran propietarios privados (bien directamente en rentas netas, bien indirectamente de la venta de los productos). ¿Hay alguna razón para creer que las «formas» de Shtaerman son también tipos económicos, por dar la vuelta al lenguaje de Rostovtzeff? Insiste ella en que 10 son, peto, aparte de algunas afirmaciones insostenibles, no hace el me-

36. Ros[ov(%t'((, The Social and Economic History, op. cit., p. 564. 37. SlJtilCl'ln;ln, Die Kríse del' SklavenhalterordnuNg, op. cit., p. 26.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 177

h bi métodos básicamente dlfe-110r esfuerzo por demostrar lque, ,a paata cada tipo cosa que der-' , , exp otaclOn , rentes de orgall1ZaClOn y 11 . ndo tiene nada que

l' 1 38 Tampoco e an e tUlnente no poana .~acer, , lar O los arrendatarios alquilaban Ilportar a esta cuestlon partlcu _. para explotarlas sobre una

fi . nte pequenas ( , IJnidades su Clenteme , d d campesinas o alquilaban Ull1-base familiar, como las ~rople a .esl1ecesitar m~no de obra escla-

d i' n suficlente para 1 d dades e extens o 1 bi del l)ropietario a anen a-E 1 había só o un cam o .. , lId va. n ta caso . una transformaClon e e mo o tnrio del control dltecto,. pero no

de explotación o producc1O.nd· b los ant1

0l108 que era la uni-

b cuál consl era an c-,.

No su emos , , e habría variado por supuesto enor-dad óptima de explotaclOn, qu o por ejemplo entre la gana-memente, según el ~uelo S~ su ubsa_:go ciertos ín~lícíos en los es-

1 li' o mIxto 111 em <1 ,

dctía y e cu 1V , • a rimensores romanos permiten supo-edtos de los agronomos Y20~' era (unas 50 hectáreas), lo que ner que según ellos eran . . ¡~gd r Propiedades de este tamaño

' • 010 adm1D1Stl a o , . 1 pod1a manejar un s h diseminadas por todas partes, !-nc ~so () un poco mayores esta ~nl . mirar entre los prop1etar10S b · 1 '. no so o hay que y ell el aJo mpeno,. 1 de esclavos en el campo. no llIás ricos para anahza:[ el eu:

p eO

ntre una propiedad de 50 hectá-

. haya dlletenClas e 1 sug1ero que no , d' e para los fines e e nuestro feas y otra de 25.000. Pero SI

d 190 qu prendían una proporción

d· 1 iedades gran es com l' t:stu 10 as prop . d d del suelo en el mpeno muy elevada de todas las prop(le, a le:

o en el siglo 1 a. de n. e,):

l'omano ya en el siglo 1 de ~,e. e lllt c u natorial por no hablar de l·· al pequeno estra o se , 9

110 nos Im1tamos d Atico o un Símaco.3 los casos extremos de un Rero es

• < f Anti uity to Feudalism, p. 61 ~. 9, '38 Véase Anderson, Pass~ges 10m q 't pp 51-57. En sus últ1mos Keí ~ 43' Zelin, en Annequm y otros, OPi97Ú Shtaerman ha modificado Vih;'(:'~ (editados originalmen~d el?- 19~:ar?te pel'~ se ha mantenido aferrada

/H/N concepciones. el?-, un .sentl o lmpo , . .

11 HI! capital dist1l1CIOn vl11a-sttus. ludidas en la nota anterior, l?Slste tepe.

1'). Shtaerman, en las o ra5 a. , ticas de tamaño medIO eran, en IIdl! y correctamente en q~~ las finc~s rus 'Por desdicha tambi~n SOStl~lle 111I1í'1. centros de exp

l.otaclOn dfdecic avo~s auténticos latifundl?s" ten~all

'11" los grandes predIOS conso 1 a oS'a sa de su tamaño. En mngun (,l',!) ':IIt ... llldir la mano de obra e~cl~v) iasc ~nidades de explotación más p~qr N,· p/'egunta por q:r

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Jíl1l1 ('/1 que los latlfun os sb que alO'unos 10 fueron. ¡odofl por esclavos, como sa emos t>

12. - )!INLIlY

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178 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

Sin embargo, es en estos últimos en particular donde las eco­nomías de peso significativo, y por tanto 103 estímulos «econó­micos» de los cambios en los módulos laborales, fueron hipoté­ticamente posibles. ¿Qué podemos descubrir al respecto? Una de las cartas de Plinio (3, 19) tiene relevancia inmediata.

Cierta finca adjunta a una suya en Umbría fue puesta en Ven­ta a precio de ganga, y él pensó en comprarla. Su principal ven­taja, dice, era su atractivo (pulchritudo). Había también ventajas prácticas; se podrían visitar en un solo viaje dos propiedades, ambas podrían ponerse bajo un solo procurador (agente) y tal vez incluso bajo un actor (administrador), y sólo necesitaría tenerse a punto una casa de campo según los cánones apropiados para la visita ocasional de un senador. En el debe, añade, estaban los riesgos de poner dos propiedades bajo los mismos «caprichos de la fortuna» (incerta fortunae), el tiempo, por ejemplo. Hay aquí sentido del cálculo, naturalmente, pero aplicar conceptos tales como «cómputo del máximo de beneficios» o «microecono­mía» sería ridículo. En cierta ocasión califiqué el enfoque de Catón de la administración agricola de «cálculo pesetero» 40 y no veo aquí nada que le supere en sutileza. No se dice esto como crítica de los hombres que saben enriquecerse a costa de la tierra, sino como intento de subrayar los límites del cálculo y la plani­ficación en Roma. Carecían los romanos tanto de las técnicas como de las posibilidades prácticas para establecer el máximo de bene­ficios en sentido significativo, más allá del trabajo afanoso, la tacañería y la adición de nuevas propiedades a las ya existentes. Weber y Mickwitz han dicho a este objeto 10 que hacía falta 41

y no sé de ningún historiador que parezca discrepar que les haya replicado; simplemente se ha hecho caso omiso de ellos.

A fin de cuentas, ¿cómo podía el terrateniente antiguo (cual­quier terrateniente, para el caso) aumentar la productividad de

40. Finley, «Technical Innovation and Economic Progress in the An­cicnt World», en Economic History Review, 2.' serie, XVIII (1965), p. 40.

41. Weber «Die Agrarverhaltnisse des Altertums», en HWB der StaatI/lIiIS., 1<)09', esp. pp. 8-10, 31-33 Y 142-145; Mickwitz, «Economic RationalislIl in (;/'ae('o-Roman Agriculture», en English Historical Review, LII (1937), y «Zutn Problem det Betriebsführung in det antiken Wirts­chaft», en Vicrtcliahrschrift f. Sozial- u. Wirtschaftsgesch, XXXII (1939).

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 179

. ue había alcanzado la unidad óptima sus prop1ed~?es unl a ve~ q ombinadón de cultivos, encontrado de explotaClon y a mejor c d 1 - un f d ntener a sus esclavos ocupados to o e ano ~ :~::o Je ~;ensidad laboral, y hecho todos los .ahorro1s ~~slbqle~ . . l' . , 1 . atería;> La úl11ca so UClOn u mediante la espeCIa lzaclOn o a ClC. . 1 ólo se me ocurre es el adelanto tecnológico. Y, en ~gncu tura, s .

h nueva tecnología disponible es posIble y necesano

~:::'" ';:,btancialmente ¡" unidad", de exp¡o"t.1n .~""d:P;: vechar las innovaciones. De otro modo la conso 1 aClo~

Propiedades se vuelve inútil, salvo por razones de atractlvdo. , d' han adentra o con-En los últimos años Clertos estu lOSaS se ,. d 1 An

siderablemente en la busca de las mejo:as tecnolo~lc~~de~:s de: tigüedad sobre todo durante el Impeno romano., d 1 t'

' h b ningún «estancamIento e a ec-cir triunfalmente que no u o d' n nca ninguna con-nica '" Pero al mismo tiempo tampoco se 10 u. 1 nomía

d · , que potencIara a eco jundón importante e InVenCIOnes d d ión» 43 Lo antl'gua hada fuerzas cualitativamente nuevas e pro , uhc~ : , n ' 1 ., , . m1 mcaple e último es, por supue:t?, la co.n~,uslonl c~~~:Jedad de los mo-ella no es una anacrOl11ca rem1SlOn a a 'U mo la dernos valores tecnológicos. Un adelanto tan ~e~~l o ca d

introducción del ~istem~ ,de c,ult~vo trí~al, qU~ad~~c~!r~:~i:,u~á: considerarse un~ mvenClOn t~cl11ca, se44 ~oe~:olino de agua, aun­o menos en la epoca de Car o~agnlo. d 1 momento de su

. t antiguo, «es med1eva respecto e 45 que lnven o. . , d b' haber confusiones en esto», verdadera dlfuslOn»; «no, e l~a d que tenemos noticia Frente al puñado de molmos e agua e

d h' h Portschritt im romischen 42. Kiechle, Sklavenarbeit ~n ~ec i~f~~:ción más completa, aunque

Reieh, Wiesbaden, 1969, proporClOna ~, principal sobre la alfarería «are-11 veces anticuada, sobre todo, en su se

lcclon

ra especu'lación (ficción a veces)

. . Caldas en a pu d' . ., ti na», y con vettlgmosasd .. d los objetos materiales a la lVlS10n clJ;lndo pasa del detalle escnptlvo e. , del trabajo, organización de la produ~C1o?, ete'Peudalism . 26,

43. Anderson, P~ssageTs frhomIAnttqudttYS~~ial Change' bXford, 1964, p,¡ 44. White, Medteval ee no ogy an ,

gin:1s 69-76. , n uétes du moulin a eau», JlIlIl,d,'\ 45. Marc Bloc~, «Avenem~nlt e;( c~9~) pp. 538-56.3 (estudio modelo), d'lliJtoire Economtque et Soeza e, ,

en p. 545.

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180 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

para todo el Imperio romano fi uran 'd Domesday Book de 1086.46 ,g mas e 5.600 en el inglés

No es éste el sitio par l' 1 . de la tecnología antiaua a ana Iz~r e complejo .tema de los límites entre trabajo esclavo by ~/ nl~s ~mcullos: notorIamente indirectos, 111 'd . e o ogla re atlvamente estática 47 Deb

os conSl erar, sm embar o un l' . . e-consignado en la literatura! d ' coro ~10 no mfrecuentemente aumentó con el paso de 1 o e1rna, a sal er, que la productividad

os ese avos a os 01 . L Sh por ejemplo di e om. a taerman, les, «debem~s :p;~~; a~~q~~ ~arecemos ~e testimonios esencia_ pleaban meJ'ores métod' s ante, q.ue mcluso los coloni ero..

/ . os en sus prople¿,'de mas Interesados que los e 1 1" Si> porgue «estaban Admitamos el interés' el J~cl·a:os en e dresultado de su trabajo».48

, u ClO se que a en m d b en el mismo criterio mor 1 ero ogma asado de Franklin, Millar y Ada~ §:it~~~O~~:~110S antes en la actitud bemos suponer» De hecho n d b rvese sus palabras «de­a tenor de 10 q~e nos revela e el~os suponer nada por el estilo de la tecnología y la dI' 8 M-> • a ~? so o el continuo estancamiento

",1l1uClOn de las h' , . hasta la época de Carla,." . b erram1entas metahcas wagl10 S1110 tao . / 1 'f ducciól1 agraria. Colume1a' 'bi11 len as. Cl ras de la pro-3 4) , que escn e en el sIglo 1 ti (

, que en buena parte de Italia la prop .. / ' a. rma 3, OtClon entre tngo cose-

46. White, op. dt., P 84 El b 1 ' . del molino d:; agua en la Ánticiiedad ae:nc: mas r~clel:te 50b.re la difusión der Wassermuhlen in Europa» A t 1 .. ~. Marotl, «Über dle Verbreitung . ~7. Véa~e Finley, «Technlca{ ;n~:tzWja, 23 ~197.:5), pp. 255·280.

sl!1111m: trabajado con independencia H'atW'l»ptr' cIt., y para un estudio ~el)' lU the Graeco-Romal1 Wo Id' . . . e .'et, «Technology and So­

paglUas 1-22. Kiechle op ez'J' rh'~»' Aeta Hz~tortae Neerlandica 2 (1967) d ' . ., 1zo caso omISO dI' , ,

segun, o en una frase despectiva ( 17 e pTJmero y rechazó el

Yenerg18 en «Technolooy in the cfr' ~ n. 16)Wa la que Pleket replicó con

atanta, 5 (1973) pp'" 6-47 eco- oman orld: A General Report. troIlado» de la n'one~ci~ de' e;]l PI' p. 28-30. Este articulo es el «texto desa

l,

11'· .' E ' ": q ... e ,et en la IV Co f . 1 . -Istoua conomrca, celebrada Bl' 11 erenCla 11ternaclO11al de Illl'lI I'c, en su más breve versió en . .o0ml11gton en 1968, publicado n11al­n'I!;'la, I':lrís y La Haya 1973 n ot1fllla~, en los. Pro.ceedings de la C011fe­'~l'lll'IrI() dl' Kk'chle, «iechnic~lPp' J03-J3~, segUIdo ~nmedi~tamente por el ~laVl'l'y" (p/,. 33'5-346) d rogress 1ll the Ma111 Perlod of A . . . . . ,- - , mon o resumen d l'b (' nClent XlJlla "".'!I'lel()11 ('J/aITO años después de brsu l ro. c!tado como de pró-al lI·,~ll;¡I(). d,· "Id(,'l que le precedía. pu lcatse), Slll .la menor referencia

4~. '<;[,I""/'/{);1I1, Die K.rise der Skta 49. Vé"se Clp. r 11 •• 14. venhalterordnung, pp. 90-91.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 181

chado y trigo sembrado disminuyó por debajo de cuatro por una, que era posiblemente el resultado perseguido en aquella época para la buena tierra italiana (en modo alguno la mejor del Impe­do). Sin embargo, en la Inglaterra y la Francia medievales hay que llegar al siglo XIV para que dicha proporción quede regular­mente superada; hasta entonces, lo corriente era un rendimiento de tres por uno, y el rendimiento de dos por uno no era descono­cido. Es sabido que el dato de Columela es aislado y más bien equívoco, que carecemos de cifras para la Italia medieval y que los porcentajes de rendimiento no revelan por sí mismos necesa­riamente el nivel de productividad.so Sin embargo, por frágil que pueda ser como testimonio, junto con la tecnología -únicas bases de que disponemos para establecer comparadones-, debilitan el argumento de que la ineficacia fue un factor en la decadencia de la esclavitud antigua.

Por fin estamos en situación de abordar la segunda de las tres condiciones a analizar, el nivel de la producción mercantil y de mercados, concretamente según afectó a los patronos, de la mano de obra agricola sobre todo. Doy por sentado que la rigidez del mercado, tomando el Imperio romano en conjunto, no precisa argumentación detallada. Una sociedad en que la gran mayoría estaba compuesta de campesinos pobres, inquilinos (libres o so­metidos) y esclavos tenía poco poder adquisitivo. Los mercados antiguos sólo se extendían regularmente mediante las conquistas y la incorporación de nuevos territorios, y esta oportunidad quedó cerrada a todo intento y propósito con Augusto, salvo a la colo­nización interior de las nuevas adquisiciones que inmediatamente siguieron. Supongo, además, que nadie querrá discutir la continui­dad de la producción mercantil en las fincas de tamaño grande y medio. Y supongo, por último, que no cabe la menor duda de las muy considerables variaciones Io(ales, a menudo entre zonas ve­d nas, en todos los aspectos de la producción agrícola y oríenta­ci()!1 del mercado.

'50. Sobre el último punto véase por ejemplo, P. F. Brandon d ;«/'('111 Vi"ld:; oF the Sussex Estate of Battle Abbey duting the Later Míddlc- ¡\¡:I"h. 1:'ul//(/1I/{C History Review, 2." serie, 25 (1972), pp. 403·420.

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!III 11

IJI 11

I 1

I 1

182 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGI'A

MODERNA

La cuestión pue . b b d . , ,s, es SI 'u o un dedi "fi

UCCIOn mercantil en el '. . ve slgm cativo de la pro-t fi zmperto en conJunto C 1 a es a rmativa y las pruebas h d . reo que a respues-

~epatados, peto no aislados. Un~n fu: ~ncontr~tse en dos procesos ablemente a titmo acelerado d 1 a contInua expansión, pro­

p~cie al (y pOI' el) estado. Desde fie a costu~bte de pagar en es­bIa existido en las provI'n . naIes del sIglo III a. de n. e ha-

1 CIas romanas y . . tes, e pago de los impuesto .' en proporcIones crecien_ d 1 s en espeCIe el l' . e as tropas, compras obl' . '. a 0JamIento obligatorio Y " d IgatOtlas a preCIOS fi' d serVIcIOS e transporte ob],' )a os por el estado demos cuantificar el por ~gatonos (y no retribuidos). No po-

. . centaJe entre pag '1' o serVICIOS satisfechos en e p' , b os en meta lCO y bienec t d 'b s eCIe, nI sa emo' ~ o e trI utas en especie f s que tanto por cien-y 'd ueron conmut d Iqm o. Podemos concluit sin b a os por pagos en dinero

y IV el ejército fue amp1iamentem

/rgo que dmante los siglos III pado con impuestos de bi e a lmen~ado, transpOttado y equi-t b" 1 b enes en espeCIe' 10 Id d am len autocracia tecibí f ,S so a os, y pronto la manufactma de at:nas y an.fcon tecuencia la paga en especie' d 1 d unl Otmes se c '. , , e esta o. En ottas palabt 1 onVlrtlO en monopolio d t d 1 as, e mercado sobr t d d 1 uc os e a tierra, quedó reducid .' e o o e os pro-saparición ~e un importante secto~ J~ VIrtU~ de 1a paulatina de­Un claro eJemplo de las . su mas relevante usuario te consecuenCIas que d' '

nemas en la rápida dec d . d po 1an seguirse 10 b '. a enCIa e Lyon d 1 a asteCImlento de los ej" dI' cuan o e centro de

veris.51 Además no habíercItos 1 e. ,Rm se trasladó a ArIes y Tré 1 ' a corre aClon local d -

co a y necesidades militares' 1 .,. entre pro ucción agrÍ-in . os e)ercltos desp' . mensos que se mantenían B _ 10porClonadamente de' en tetana cons . . sproporcIOnadamente mayot d 1 d' ,umleron una parte

tI.t d~ la época de Diocledano loe ~ pr? UCClOn locaJ.5z Y, :¡¡ pm'­dlSmllluir. ' s eJercItos aumentaron en vez de

51. L. Cracco R '. L lyollllaises au I~.' siecl~glU1, « eL s structures de ]a société et d 1" , J97R, pp. 65.91 en ... », en es martyrS de Lyon (177 e T economle provincias <1,,1 Danubf¿ 82/3. So?re los efectos de la anno~~ C~,~S, París, 1Jr. wirlrr/'II!¡!idlCll R~t~i~klu;r¡]d Gre::, .Kleinasien und der 01;~~a;lken l?s es~v. ,de. t¡Jpt'sala, 9, 1941, pp. f38.r5~oJJ?z~che:z Kai;ferzeit, Arsskrift ci: í~

scnrl( o. , UUlca InvestIgación qu " 52. Rivc' . 1 ' • e conozco en

t, u ., 1 he Roma!1 Villa itJ Brítai!1 Lo , nmes, 1969, pp. 189-198.

f

I

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 183

El otro proceso fue aún más tardío: no se dio hasta los si­glos IV y v. En el año 527 el emperador ordenó a un funcionario de la Italia meridional, en documento recogido por Casiodoro (Variae, 8, 31), que todos los possessores y curiales volvieran a las ciudades y dejaran el campo a sus coloni.53 En los últimos siglos del Imperio occidental se incrementó la huida de las ciudades de los sectores más ricos de la población, sobre todo, aunque no con exclusividad, en las zonas más sensibles a las invasiones germáni­cas.54 Una consecuencia natural fue la decadencia generalizada de la población urbana. Hubo grandes variaciones geográficas, como las hubo en el impacto de los ejércitos, pero no caben dudas res­pecto de la situación general, aunque no en cuanto a los detalles, ya que la investigación del fenómeno sigue siendo casi inexistente: falta, por ejemplo, en el monumental Later Roman Empire de Jones.55 Los autores antiguos, como Casiodoro, o san Ambrosio antes que él (que escribía acerca de la Emilia), se lamentaban de los efectos en la civilización y la cultura. Mí interés se centra en otro punto: cuando los adinerados terratenientes absentistas se retiraron a sus fincas rústicas, tendieron a transformar sus nuevas bases de operaciones no sólo en centros fortificados, sino también en comunidades autosuficientes que satisfacían al máximo sus ne­cesidades particulares, 10 mismo en alimentación que en vestido, en carpintería e incluso en metalistería. Estos hombres, por su­puesto, siguieron siendo productores de mercancías, como ya he dicho, pero al parecer redujeron el metcado en sentido global en virtud del cambio de residencia, que redundó en el cambio de forma de vida.

¿Contribuyó a cambiar este hilo evolutivo el régimen de las cosechas y por tanto la organización de las fincas grandes, inclu­yendo el sistema de la mano de obra? Algunos historiadores han

53. Véase 1. Cracco Ruggini y G. Cracco, «Changing Fortunes of thc !'talian City trom Late Antiquity to Early Middle Ages», Rivista di Filología Classica, 105 (1977), pp. 448-475.

54. En las provincias del Danubio no hubo recuperaci6n alguna tras h extendida destrucci6n de ciudades del siglo III; véase, por ejemplo, /\ Mocsy, «Fannonia», en RE, Supl. 9 (1962), co1s. 516-776, en coIs. 697 (,l!il

55. Una antigua y notable excepción es C. Jullian, Histoire de la (,'(I/i/(',

vol. 8, París, 1926, cap. 4.

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184 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

sugerido una correlación, a comienzos del Imperio, entre cosechas y mano de obra; la viticultura, suele argüirse, se adaptaba total­mente al trabajo de los esclavos, pero no la producción de cerea­les.

56 ¿Se dio de hecho tal correlación y otras aun en la cambian­

te situación del bajo Imperio? La posibilidad no puede desechar­se; ni puede aceptarse sin la necesaria investigación. Ni Columela ni los dos Plinios ni los agrimensores ni los últimos moralistas, paganos o cristianos, nos proporcionan soluciones. Hace falta una compleja investigación arqueológica y con esto no me refiero a la fotografía aérea ni al estudio de centuriationes y catastros, por útil que este tipo de indagaciones haya sido en otros aspectos. John Bradford, el gran pionero de la fotografía aérea en el estudio de la Antigüedad, hizo un comentario decisivo hace más de veinte años: «la arqueología topográfica -escribió- no puede distin­guir la condición de las centuriae simplemente por sus perfiles».57 Necesitamos mapas seguros que pongan de manifiesto la interrela­ción de las fincas rústicas, los sistemas de comunicaciones, los cen­tros mercantiles y los campamentos militares; necesitamos inven­tarios completos de los aperos encontrados en los asentamientos agrícolas, así como de los restos orgánicos.

Trasladémonos de esta área de ignorancia a un tema del que sabemos un poco y que es mi tercera condición básica, la dispo­nibilidad de un abastecimiento de mano de obra «interna». Antes argumenté que una condición imprescindible para la aparición de una sociedad esclavista era la ausencia de una fuente interna de trabajo libre, a causa del nexo politico, militar y sociopsico­lógico. Diré ahora que el cambio fundamental en la estructura político-militar que se dio a lo largo de la historia imperial ro­mana fue quizás el factor decisivo en el reemplazo paulatino de los esclavos por otros tipos de mano de obra. No aludo a ninguna ingenua evolución de causa a efecto, sino a un desarrollo dialéc­tico. Tampoco sugiero un cambio deliberado y consciente de la política respecto de la mano de obra en general o la esclavitud

56. Yeo, «The Eeonomics of Roman and American Slavel'Y», en Finanz­archiv, n. S., xln (1952), esp. pp. 468-471.

57. John Hr'tdl'ord, Allcient Lanscapes, Londres, 1957, p. 214 ..

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 185

. h bo en realidad sino un lento pro-en particular. Antes bIen, no Uf maban localidad por localidad,

d 'k' S que se Hans or , ceso e pracLlca . 'd d de un enfoque a gran es-. , la contmua neceS1 a ,. f como reaCClOn ~ . 58 L cambios en la practIca ueron cala en el tra?aJo de la. t1erra~l' ~~iones jurídicas y políticas, que posibles grac~as a las nU~::~a1:~~eron éstas. Sólo después, siglos a su vez est1mularon y 1 régimen de trabajo había sufri­después, se hizo ev~~ente, ~ue e bre todo en aquellas Zonas cen­do una transformac!on b

daslca, so ho tiempo auténticas socie-

1 e habl'an sido urante muc tra es qu

dades esclavistas. . 'F tel de Coulanges hace casi 1 la O1'OpOrClOno us '. , La c ave nos L • 1 d' ,t" nadie.59 En su mdagaclOn . 1 apenas S1 o a va 10

un Slg o, aunque d 1 l' t hizo dos observaciones fundamen­sobre los orígenes e co onal °d ho romano fue siempre unila-1 L 'mera fue que e erec '. f ta es. a pn bordar las relaciones entre superlOres e m e-teral a la ho.m de a 1 rtados jurídicos tocantes a las deu­riores, especIalmente den. os apaMax Weber que escribía indepen-d I pación e tIerras. , 1

as y a ocu 1 1 que sé comentó que estas eyes dientemente de Fu:te, ~dor . o ptabl~s para una clase «social-d . habnan Sl o mace , . « raC0111anas» 'ra de sí» que sus Vlctllnas rea-' 'n1portante y mas segu mente mas 1 ,. olíticamente deprimido que compren­les, el sector eCOn01ll1ca'y p. grícolas y los campesinos despo-d' 1 p queños prOpletarlOs a , . 1

la a os e . , d Fuste! fue que la practica, no a . d 60 La otra observaclOn el" '1 Ja ?Sl' ., , y fomentó el colonato, y que a practica so o se legls aClOn, creo h h d manera ocasional en las promulga-. , aún los cc os e conSIgno seo b tan elegante que merece que se dones imperiales. La prue a es

. b' eción a la tesis de que la clave 58. En. otro )~lgar he e)~p~estdelbaC; oJ Imperio fuera la e~easez total de

de la histona poht1ca y.econo!TI1ca 1 Jo~rnal 01 Roman Studzes,48 (1958), mano de obra: véase mI resena en e Shortage and the Decline 01 lhe pp. 156-164,. de. A.E.R. Boak, Makb~;r 1955. Uno de lo~ principales pUIl.

Romal1 Emplre Z1I the Westci¿l11;', del' abandono de la tierra de labrall~". tales de Boak, la presunta 1 'llbO~d por C R. Whittaker, en Finley, "d., en Italia y otros lugares, fue re a l'do 1976 cap. 8: «Agri deserti». Studies in Roman Property, Cimbr\ ge, p 15:24; d. Fin1ey, Studies ill I\(}

59. Fustel de Coulanges, oc. ct i~sP ;cos que se dieron cuenta y JJln, man Property, pp. 1~5-117. UAno Sdh -1 P Die romischen Grundb('I"IJt(¡"!tm. taraD. su apoyo entusIasta fue . e u ten,

Weimar, 1896, PDP'. 9R3-?8.. he Agrargeschichte, Stuttgart, 1 R,)l, p. :' \! 60. Weber, le omzsc

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186 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

repita. En el Código justinianeo hay veintiséis normativas reuni­das bajo el solo epígrafe de De agricolis censitis vel colonis (11, 42), dando pie a la ilusión de un programa legislativo coherente, Sin embargo, en el anterior Código teodosiano, promulgado en el año 438, estas normativas se encuentran diseminadas en títu­los diversos y bajo epígrafes diferentes, lo que demuestra que la legislación era de hecho ad hoc y poco sistemática, poco más que una respuesta gubernamental a problemas o disputas particu­lares surgidos de la práctica local. En ninguna de tales normati­vas, por otra parte, hay nada referente a las obligaciones del colo­nus para con el propietario de la tierra, aunque ciertamente exis­tían leyes de gran detalle y complejidad.61 Fustel habría podido añadir que el contrato de ocupación tradicional, locatio conductio rei, desapareció de las fuentes después de Diocleciano sin ningún comentario de parte de ningún jurisconsulto o emperador.62

Las presiones sobre las minorías que sostenían y estructuraban todo el Imperio se habían manifestado ya durante la República. La servidumbre por deudas en su sentido formal podía haber sido abolida tiempo atrás, pero los deudores morosos estuvieron siem­pre sujetos a la addictio, que no significaba sino trabajo obliga­torio.

63

Estrictamente hablando, era necesaria la autoridad de un juez, pero ¿quién está preparado para argüir que se había conce­dido un proceso en regla a todos los siervos complicados en la conjuración de Catilina (Salustio, Catilina, 33), a los obaerati (u obaerarii) de Varrón (De re rustica, 1, 17, 2) o a los ciudadanos obligados por deudas (nexi) con los que, según refiere Columela con desaprobación (1, 3, 12), algunos terratenientes ricos llena­ban sus propiedades? ¿O que los coloni de Enobarbo que se unie­ron a su :flota privada junto con sus esclavos y libertos (César, Guerra civil, 1, 34, 2 Y 56, 3) lo hicieron como voluntarios que compartían las opiniones políticas de su señor? ¿Por qué, en un

61. Fuste1 de CouIanges, loe. cit., p. 119; d. Heitland, Agrícola, Cam­bridge, 1921, pp. 378-384.

62. Lcvy, «Vom romischen Precarium zur germanischen Landleihe», en ZRG, LXVI (1948), pp. 17-25.

63. r. von \'Voess, «Personalexelmtion und cessio bonorum im romis­chen Reichsrccht», en ZRG, 43 (1922), pp, 485-529, sigue siendo funda­mental.

1

I ,.

I I ,

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 187

. 1 r endataríos de Plinio el Joven se que-contexto diferente, os ~ r d' d pagar la renta y ver vendidas daron después de no ha ~r P? 1. ~ nos dicen que un inquilino sus posesiones (3, 19)? os Jun~ aS

b contrato normalmente

. cando term111a a su , , era libre para m.e u 19 2 25) Sin embargo, Adriano creyo de cinco años (Dtgesto, " . t mbre [mos J» de retener

. d la «inhumana cos u . 1 necesano con enar 1 d tierra comunal;64 un Slg o 1 . '1' contra su vo unta en '1' a os 111qu1 1110S d d taba que «ni los inqu1 1110S d ' 244 un empera or ecre espues, en, h d era'n retenidos una vez que se 1 d i sus ere eros s 65

que no o ,esee~ nI del arriendo» (Código justinianeo, 4, , haya cum?hdo e p az10 b iniestras: saepe rescriptum est (cons-11), añadlendo tres pa a ras s .

'd n los rescnptos). ta repetl as veces e.. !isbos si se prefiere, me

Este tipo de testlmomos.', estos d a al de' la capacidad de las aseguran que hubo u~a. eroslOtnrabgraaJ' a: en beneficio ajeno en con-1 - f' s de res1stirse a E . .

cases 111 erlOre . d 1 - 1 libertad de contrato». s s1gm-diciones por debajO e da f enta :imonios procedan de Italia pre­ficativo que gran parte . el os es ella fue el centro, el núcleo cisamente durante lo: Slg os .en que ue proceda del sector agrí­de la sociedad esclav1sta antigua, y ql ' el estado aun-

' . El proceso no o comenzo , cola, el sector cntlCO. ., n ciertos aspectos no tardó en que tampoco 10 entorpeclO, y el mpesino -había estado incor-

. 1 ~ E l' mpos remotos e ca 1 instigar o. n le 'd d como miembro cabal, con todas as porado en la com~m a imos antes En Roma, naturalmente, amplias consecuenClas qu~ vI' t ió~ de su colega ateniense, no alcanzó nunca del to °b a sl

duac l'ndispensable aportación . d d ' y so l'''' to o su . _

pero su C1~ a ama, ~ A rtir de la época de Augusto tnilitar, teman bastante d

Peso; pa ierta rapidez. La ciudadanía f ' todo y a emas con c ,

se trans ormo . "'fi d . 1 derechos políticos que esta perdió su antiguo slgm c~ o, os rse por completo y durante entrañaba no tar~ar~n en eS:t~:~:icio militar obligatorio fue tres siglos aproxIma. ame~te t voluntario aliviando a los hom­Hnbstituido por el ahs~;,mle.~ o de una p:s;da carga, aunque al hrcs en edad de m~vl1~:~1~~ un arma importante, a decir ver­mismo tiempo apartanhdo h b p·oseían de cara al estado. El dlld la única que mue os om res

Digesto, 49, 14, 3, 6; d. 39, 4, 9, 1. 64.

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188 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

cambio está daramente simbolizado en la aparición a comienzos del ~i?10 II, de la. distinción formal entre los hon~stiores y los humzlzores, expreSlOnes que podrían traducirse superficialmente por «clases superiores» y «clases inferiores». La desigualdad ante la ley, nunca .eliminada en las realidades de la vida, se introdujo entonces oticlaltnente en el derecho criminal y los humiliores quedaron a merced de 10 que hasta el momento se habían consi­derado formas «serviles» de castigo sangriento.65

El empeí:ador era todavía el pater patriae, por supuesto. A fines del s1glo II los inquilinos de una parte del tractus car­taginés recurrieron al emperador Cómodo contra las excesivas exigencias con que los cargaban los capataces-inquilinos, instiga­dos por el procurador imperial, que no sólo había hecho caso omiso de sus demandas de derecho «durante muchos años» sino que además les había mandado a los soldados para encadenar, pegar y torturar a los que protestaban, algunos de elIos ciudada­nos romanos.

66 El emperador ordenó solemnemente a sus funcio­

narios africanos que devolvieran a los campesinos sus derechos legales. Tenemos dudas de su influjo, aun momentáneo, en Car­tago, por no hablar ya de otras partes de los vastos dominios im­~etiales. En cuatro elocuentes páginas, Rostovtzeff señaló hace tiempo que las detal1adisimas normativas para los dominios afri. canos constituían la única defensa de los inquilinos ante los conductores y procuradores, pero que eran estas mismas norma­tivas las que dejaban a los campesinos en manos de los mismos f . . C7 R ~l~ClOnatlOs. J. ecutrÍr al emperador siempre era posible en prin-

ClplO, ?ero .SI los, consejeros municipales «sobrepasaban al pro. tector lmpet1a~ m~s de 10 que recomendaba la seguridad»,68 ¿qué esperanza abnganan los coloni? Los emperadores romanos en conj~~to, no favorecie.ron abiertamente la injusticia, pero ta~lpo­co hICIeron a los humIldes una justicia muy sensible en la escala

65. Véase, en general, Ga1'11scy, Social Status and Legal Privilege , ~6. Corpus inscriptio,:um latinarum, VIII, 10.570; texto y trad~cción en Plank, ed., An Economzc Survey of Ancient Rome Ba1timore 1933-1940 IV, pp. 96-98. ' , ,

. 67. I~).';!(w¡~cff, Sttldien :<:ur Geschichte des romischen Kolonates pá-gmas 370-)7). ,

68. Garnsey, Social Status and Legal Privilege, p. 274.

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA IX')

de valores de éstos, y está claro que no lo bastante sensible pal':\

entrar en serio conflicto con la clase dominante o comprometer las finanzas imperiales. «Consta repetidas veces en .10s res~rjp­tos» en una frase que revela la falta de voluntad o de capaCldad para emprender acciones eficaces en este campo. La definitiva impotencia de los emperadores viene ilustrada por el fracaso total de Juliano, con la oposición de la clase dominante, en ayudar a

d JI . '690 los pobres durante la hambruna e 363 en ÁntlOqUla. por la inútil resistencia al patrocinium, abandonada por último en 415: «1a corona se dio cuenta -se ha dicho con justida- que era más importante recoger los ingresos que recogerlos de un sector particular del pueblm>.70

Si bien, pese a todo, el estado dejó de autorizar el voto de los campesinos o de necesitar su fuerza combativa, en cambio siguió necesitando su dinero y en crecientes cantidades. En cierto modo, todo el peso de los impuestos recayó en la tielTa. Aunque hay testimonios de recursos en pro de la reducción tributaria incluso durante el reinado de Tiberio (Tácito, Anales, 2, 42), y aunque el primer aumento fiscal sobre la tierra que se conoce se atri .. buye a Vespasiano (Suetonio, Vespasíano, 16, 2), la carga no comenzó a ser realmente pesada hasta el siglo III. A partir de entonces aumentó de manera uniforme, según una estimación posiblemente exagerada, hasta que aproximadamente en el r~i­nado de Justiniano el estado tomó entre un cuarto y un terclO de la producción bruta de las tierras imperiales.71 A esto hay que añadir las enjundiosas sumas que nunca llegaron al tesoro, re­partidas entre una horda de funcionarios y recaudadores de inl" puestos, parcialmente en función de gajes legales (conocidos pOI'

sportulae), parcialmente como exacciones autorizadas. Por último, y por si esto fuera poco, Italia, a comienzos del siglo IV, pctdi,í su añeja exención tributaria.

69. Véase J. H. W. G. Liebeschuetz, Antiocb ... in tbe Later RIJII/dIJ

Empire, Oxford, 1972, pp. 126-132. . . 70. E. R. Hardy, TIJe Large Estafes 01 By.tantme Egypt, Nuev:, \,,,1,.

1931, pp. 22-23. , . 71. Jones, Tbe Later Roman Empire, p. 469; d. su «Over-l :1":11111'1 111,,1

the Decline of the Roman Empire», Antiquity, 33 (1959), pp .. 3').·,11, Id¡"I'L en su TIJe Roman Eeonomy, ed. P. A. Brunt, Oxford, 1974, Clp. ,1

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190 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

Las crecientes necesidades fiscales pueden atribuirse en pri­mera instancia a esa ley de hierro de la burocracia absolutista que aumentaba tanto en contingente humano como en gastos. De la corte imperial para abajo, hubo, una década tras otra, cada vez más hombres que sostener con los fondos públicos, a un nivel de lujo que crecía ininterrumpidamente. En segundo término, casi a fines del siglo II entró en escena un factor exte­rior: las serias agresiones extranjeras contra el imperio que acon­tecían por vez primera desde hacía más de doscientos años. Ha quedado ya anticuada la acentuación de las «invasiones bárba­ras» en contextos como el nuestro, pero ello no neutraliza el cúmulo de los daños financieros y materiales infligidos por cin­cuenta años de continua guerra civil en el siglo III y por las continuas y ulteriores intentonas de los germanos, de los persas en Oriente, y de grupos variados en el resto.

El reparto social de los gravámenes era, como de costumbre, desigual. El impuesto sobre la tierra recaía con máxima fuerza, directa o indirectamente, sobre los que de hecho la trabajaban, los campesinos y los arrendatarios, Una parte recaía también so­bre los propietarios de las fincas rústicas trabajadas por escla­vos, que no podían pasarse por alto, aunque los más ricos de éstos eran los más adeptos a la evasión fiscal. El emperador Ju­liano, según sabemos, negó la tradicional remisión de los atrasos tributarios sobre la base explícita de que «ello beneficiaba sólo a los pudientes», mientras que los pobres tenían que pagar pun­tualmente.

72 La doble carga de los impuestos y la guerra condujo

a muchos campesinos o al bandidaje o a buscar protección cerca de algún poderoso individuo local. A esto se refería la institución conocida como patrocinium: a cambio de protección y cierto de­sahogo, el campesino aceptaba la autoridad de un señor ruta! (o de un agente del señor) sobre si y sobre su propiedad, y por tanto la pérdida de la independencia que le quedaba. 73 Las seis

72. Amiano, 16, 5, 15; cf. Salviano, Del gobierno de Dios, 4, 30-31; 5,35.

73. V(~:lS(~ sobre todo, 1. Hahn, «Das bauerliche Patrocinium in Ost und Wesl», ¡(!¡o,50 (1968), pp. 261-276; más en general, para las provincias orientales, l'allal',l':ul, Patlvreté économique et pauvreté sociale a Byzance, 4'·7< siecles, París y La Haya, 1977, pp. 271-301.

I I

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 191

415) del libro IX, título 24, De leyes (fechadas entre 340 ,Y. d' hablan claro en este .... del Codtgo tea oszano,

patroctntts vlcorum., , en ue Líbanio se quejaba, en su sentido. Era la mIsma epoca . , q de sus campesinos la estaban discurso 47.°, de que :a ?ro.teccI0

1n f 1 ilia del mucho más influ.

. d otros y 111 slqUlera a a 11 • 74

ílsumlen? A' l' Símaco fue inmune a tales injerencIas. , yente Qmnto ute 10 l. ea ya evidente por qué comence

Espero que a est¿as al tutas s. 10gl'a l[ue serón sugerí, era 1 .. d d e a term1110 '.' e>

por la comp eJ1 a l'd d acial En amplias zonas del Im-un índice de la nueva ~ea Ida s l' trabajO adores de la tierra

. .. predomman o entre os • < 1 T peno SIgUIeron d -. dl' l'onales introducidas cn c .m-I f de depen enC1a tra e, l. ., l as armas - . . Tamhit:n so )rCVIVlO a . desde tlempos anterlOres.

peno romano d'd antitativamente considerahle, con esclavitud en una ~e 1 al c~fi la guerra mediante la criall-. mediante e tra ca y .< , l levas cont111uas, , d'd mediante fórmulas ilcga es O

e~cala mas re UCI a,. d'-za expresa y, a u d 1 pi persona la e 111nos "1 1 o la venta e a pro a '. , .

caSI 1 ega es eom d t blecido de los reclen naCl-nacidos libres y el aba~ ono pree~ : con el nombre de threp-dos libr~s. que en GreC1a se c~nf:a~rtante, empero, vino a aña­toi (exposltoS). Un nd~~~o faet~l d p muchos hombres ¿el campo, d· ndo la con lelon saeta e 1

1rse cua . ndatarios obreros agríco as-, eo­otrora libres -campeS1110S, arre 'f' rme en otra de depen-

' f rse de manera U111 o menzo a trans o~ma h" de la palabra colonus es su dencia, de «.n? hbertad». Lt ~~t~~l:iflcaba tan sólo «labriego», símbolo: ong1l1almente, cdo on .~ «campesino arrendatario»

d .. , na segun a acepClOn, 1 b luego a qUltlo u dI' 1 IV una tercera en pa a ras ' comienzos e Slg o , '. y, mas o menos a l o de la tierra». MIentras del emperador Valen~niano 1, f «esc,r~ma la postdiocleciana, las el Imperio se adentra a en su ?se u ca;egorías de agricultores diferencias formales e~tre ladis. dlVersads aparecer de facto y hasta

'd d ndenCla ten eíon a es . sometl os a epe h b1 d' n distinguido romanlsta-d · P d mas a ar - eCla u d l . e zureo « o e 1 condición social, por ar a de un retroces~ del contra~ a. a Henr Maine.» 75 La historia vuelta a una celebre frase e s~~bolo'y servus acabó por sígni-v<,'I'bal vuelve a aportarnos un s .

4 Símaco Epístolas, 1, 74; 4, 68. ;5: Levy, ;rt. cit., p. 21 n. 89.

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192 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

licar «siervo», de modo que hizo falta ' . abarcara su antiguo sentido d 1 uEn nt.levo termxno que

l e «esc avo» ste fue 1 en o que repetidas veces h 11 d " .e caso tanto de la socied d l' e ama o nucleo terntorial clásico perio. a ese aVIsta como en las restantes partes del im-

En las ciudades, dos de los factore h relación con los mercados 1 . s que e enumerado en

d - os empanas estatales 1 . te pro ucción industrial de 1 1 'f d' . y a crecten-truir entes manufactureros ~s atI un lOs- contnbuyeron a des-do en las antiguas ciudades ayor~s como los ~u~ habían e~dsti­transformación de los oncio y a~u aro~ a la aSImIsmo paradójica Imperio se ha descuidado d s ur anos. a .plebs urbana del bajo

dernas, salvo cuando se su~1~:~~r7~ ~~tot1a ben las historias mo­de que estaba presente en gran " xn em argo, no hay duda

. numero o que seguí t . d peso entre los hombres libres -en f h o .: emen o su una orden imperial aludía al ardo P;:b;otan tar~la co~o 432, de los coloni y los esclavos . Q '1 ' rum-, a dIferencia tumultos? Sin duda al igual' e ue

1 1aCIa cuand? no provocaba

1 . , f ' que as masas pansm d 1 R va ucton rancesa comprendl' '1 1 e as e a 'le-l · ' a no so o a os peones 1 L pro etanat sino también 1 1 y a umpen-

pequeño c~mercio y la pea u~ c ase U1·te~~nal urbana dedicada al cializada, muy laboriosa yq a prodUcclOn mercantil, muy espe-1 l en su mayoría muy p 1 78 F os esc avos urbanos los q . . oore. 'ueton parasitario Sólo podemo ~e constItuyeron entonces el elemento

. s Juzgar por impresi01 cante que en todas las fuentes del ba'o 1 }es, pero es cho-cen los esclavos productivos t b' J lmpeno, cuando apare­labradores o artesanos mien'tr

ra a1en]en e sector agrícola, como

b ,. as que os aún num 1 ur anos aparezcan con la mism l'd d er~sos esc avos

a regu an a como crIados d0111és-

., 76. Tanto la disponibilidad corno 1 l' BOh no ap~ovechadas, documentados e~ S vfdo le las fl!entes de informa-a. n, «Frele Arbeit und Sklavenarbeit' eyart ' .. op .. elt., pp. 104.127, Y

~ntv .. Bu4~pestiensis, Sectio Historica IÍ~ (~e;6r)patant1keJ?- ?tadt», Annales 1l1ycstlgaClOn de PatIagean op dt ,. 2 ' Y por ultImo, la fecunda otlentales. ' . ., caps. ,3 y 5, sobre las provinci

77. Código teodosiano 9 45 5 d f' as 78 V' P , , , a zn . e'IS" .. atlarrean op dt .

mentaci6n en A. F. Not~an ~<Gr'd ~~ps. ?, 3 y 5; concisamente la docu nal 01 Roman Sttldic.r, 48 (958),ap~.10-F9.;~ Later Municipal SOci~ty», Jour~

DECADENCIA DE LA ESCLAVITUD ANTIGUA 1 ') j

dcos y administradores, como un lujo del consumo conspicuo, no sólo de los pudientes, sino también de los más modestos maes­tros y profesores de retórica.79

Los trabajadores de los emporios imperiales formaban grupo aparte, un grupo cuya condición social ha resistido los intentos de la definición convencional. Los únicos términos colectivos que se les aplica en los textos, collegiati, carporati, no nos son útiles. Se ha argüido que como las etiquetas indiscutiblemente serviles -mancipi o ex família- sólo aparecen en relación con los tejedores, los tintoreros y los colectores de tinte morado, ellos solos eran los auténticos esclavos.8o Pero el trabajo de las fábricas imperiales se había añadido a la lista de las penas graves, como la condena más antigua de trabajar en las minas, y esto nos obliga a detenernos un tanto. Advertimos entonces que a los obreros de la ceca, grupo más estimado, no sólo se les marcaba, sino que además se les consideraba esclavos según la estipulación del senatus consultum claudianum. Un edicto de 380 prohibía a toda mujer de clase superior la cohabitación con un monetarius so pena de perder la libertad según la citada ley antigua.S

! Las antiguas categorías jurídicas habían perdido su validez.

La existencia de una fuente «interna» de abastecimiento de mano de obra, en suma, hada innecesario que los possessores fuesen más allá de la recluta complementaria de mano de obra esclava. No soy capaz de descubrir consideraciones, o testimo­nios conscientes, de la productividad relativa en el largo y lento proceso que he intentado reproducir, y ninguna investigación sobre un «aumento de la producción» de parte de «grupos so­ciales más avisados».82 Los moralistas de la baja Antigüedad se

79. Véase Hahn, art. cit., y «Sklaven und Sklavenfrage im politischen Denken der Spatantike», en Klio, LVIII (1976), pp. 460-466.

80. N. Charbonnel, «La condition des ouvriers dans les ateliers ímpé­riaux au IV' et Ve siecles», Travaux et recherches de la Fac. de droi! de Paris, Série Scíences Historiques, 1 (1964), pp. 61-93, en pp. 67-70. El nw jor trabajo sobre las fábricas imperiales sigue siendo el de A. W. Perssoll, Slaa! ttnd Manufaktur im romischen Reiche, Lund, 1923, pp. 67-75. 1" I

conocido al parecer por Charbonnel; pero véase Hahn, «Freie Arl)('i¡ III1lI

Sklavenarbeit», arto cit., pp. 32-33. 81. Código teodosiano, 10, 20, 10. 82. Hahn, «Sklaven und Sklavenfrage», arto cit., p. 469.

13. - FlNLEY

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194 ESCLAVITUD ANTIGUA E IDEOLOGÍA MODERNA

quejaban de la pereza y el abotargamiento de la población urba­na, tanto esclava como libre, en contraste con la afanosa pobla­ción rústica,83 pero sus antecesores habían murmurado del mismo modo a propósito de los esclavos y los arrendatarios por igual: testigos, Columela o Plinio el Joven. Por ideológicamente sig­nificativos que puedan ser, tales textos no dicen más de la con­ducta económica que los equivalentes masculleos de los propieta­rios de esclavos norteamericanos o de las cartas al director del Times acerca de la ociosidad e indisciplina de los obreros ingle­ses. Ninguno de los refunfuñadores sufría mengua alguna en la propia bolsa.

A propósito de la «localización», el mundo de la baja Anti­güedad no era ya una sociedad esclavista, a pesar de la ininte­rrumpida presencia de esclavos en grandes cantidades. Los es­clavos no dominaban ya en la producción a gran escala del sector rural; la producción a gran escala del sector urbano se había re· ducido a las fábricas estatales; los esclavos no aportaban ya el grueso de los beneficios de la élite. Sólo en la esfera doméstica seguían predominando y la cima de esta pirámide la ocupaban ahora los eunucos de la corte.84 Una diáfana transformación es­tructural había acontecido y en las ciudades los esclavos fueron gradualmente substituidos por hombres que seguí'an siendo jurídi­camente libres, pero que ya no eran los ciudadanos libres del mundo clásico, mientras que en el campo lo fueron por hombres que ni jurídica ni políticamente eran libres en el sentido antiguo. Sin embargo, la organización no parece haber sufrido transforma­ción alguna. Soy incapaz de encajar la baja Antigüedad en nin­guna clasificación clara según etapas. Aunque en las fincas rús­ticas imperiales de Africa del Norte y un par de sitios más se han detectado rudimentos de un sistema señorial, dicho sistema y su superestructura feudal no habían de aparecer hasta la época de Carlomagno, como ha insistido Marc Bloch con justeza. La so­ciedad esclavista no dio paso inmediato a la sociedad feudal.

83. IIthn , ibídem. 84. Véase II<l[lkins, op. cit., cap. 4.

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