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FUNDACIÓN ISABEL CACES DE BROWN VALPARAÍSO - CHILE VI JORNADA DE REFLEXIÓN: A LA LUZ DE JUAN PABLO II El Evangelio de la Vida: Convicción y Discipulado en la Universidad Católica
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VI JORNADA DE REFLEXIÓN: A LA LUZ DE JUAN PABLO II

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FUNDACIÓN ISABEL CACES DE BROWN

VALPARAÍSO - CHILE

VI JORNADA DE REFLEXIÓN:A LA LUZ DE JUAN PABLO II

El Evangelio de la Vida:Convicción y Discipulado en

la Universidad Católica

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EL EVANGELIO DE LA VIDA EN APARECIDA

Francisco Javier Errázuriz OssaCardenal Arzobispo de Santiago

A gradezco de corazón la invitación que me ha hecho la PontificiaUniversidad Católica de Valparaíso a compartir con ustedes algunasreflexiones sobre el Evangelio de la Vida y la V Conferencia General delEpiscopado latinoamericano y caribeño en Aparecida. Pese al breve tiempoque estuve ligado a esta querida universidad, me une a ella un especialafecto. Agradezco por lo tanto a Dios la posibilidad que hoy me regala deencontrarme con ustedes, y reforzar los lazos de amistad y de comuniónque han existido desde entonces entre nosotros.

La providencia de Dios permitió que participara activamente, comoPresidente del CELAM, en la V Conferencia de Aparecida. El trabajo previo,de gran participación en tantas diócesis de nuestro continente, el encuentrofraterno con los obispos, el aporte invaluable de laicos y laicas en auténticoespíritu de colaboración, la cercanía del Santo Padre y su enseñanzaluminosa , per manecerán imbor rab les en la memor ia de la Ig les ialatinoamericana. Ya ha pasado más de un año y, en la perspectiva que vaofrec iendo e l t i empo t r anscur r ido, es toy convenc ido que és te esverdaderamente un ‘acontecimiento de gracia’, y que por eso mismo darácada vez más frutos a nuestra Iglesia.

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Entre tantos temas que l lamaron nuestra atención en aquellaoportunidad, y que hoy ya forman parte de la gramática pastoral de nuestrascomunidades, como el concepto indisoluble de “discípulos–misioneros”, ola necesidad de una auténtica “conversión pastoral”, o la esperada ynecesaria misión continental, fruto del encuentro con Jesucristo… en estaocasión vamos a tomar uno sólo, el “Evangelio de la Vida”.

JUAN PABLO II Y EL EVANGELIO DE LA VIDA

Antes de entrar de lleno en él, y para comprenderlo mejor, quierorecordar con ustedes -aunque sea someramente- el origen de la expresión‘evangelio de la vida’, así como algunas consideraciones esenciales alrespecto. Esto nos lleva al Pontificado de Juan Pablo II, particularmente aaquella carta encíclica sobre el valor y el carácter inviolable de la vidahumana, que llevó por título Evangelium vitae. En ese documento del año1995 Juan Pablo II afirmó que: “El Evangelio de la vida está en el centrodel mensaje de Jesús. Acogido con amor cada día por la Iglesia, es anunciadocon intrépida fidelidad como buena noticia a los hombres de todas las épocasy culturas”1 . Se trataba así de una carta ‘fundacional’ que quería expresaren el umbral del siglo XXI la actitud de la Iglesia frente a la vida humana.Quería proclamar los cimientos inviolables de su dignidad. La encíclica,una verdadera ‘oda a la vida’ , es s in duda uno de los documentosfundamentales del largo pontificado de Juan Pablo II.2

En consonancia con otras declaraciones anteriores, el documentofue también un grito de alarma frente a algunas corrientes de pensamientoy algunas ideologías, que profesaron ayer y defienden todavía hoy principioscontrarios a la vida humana y a su inherente dignidad. El Papa desvelabaentonces las amenazas a la vida humana y buscaba las causas del eclipseen la valoración de la vida humana (capítulo I). Presentó con fidelidad elmensaje cristiano sobre la vida (capítulo II) y después de analizar elmandamiento “no matarás”, manifestó el carácter sagrado e inviolable dela vida humana (capítulo III). Concluyó presentando algunas propuestaspara un cambio cultural frente a la vida (capítulo IV).

1 Evangelium Vitae 1.2 Jean LAFFITE afirma que este texto está destinado a ser una ‘piedra miliar’ en el magisterio del pontificadode Juan Pablo II, al lado de Veritatis Splendor. Podemos afirmar que también lo es Fides et Ratio.

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Subyacente a todas las amenazas contra la vida humana, el PapaJuan Pablo desenmascaraba un concepto errado de subjetividad (entendidacomo total autonomía), la que llevaba a negar el carácter relacional de lalibertad humana, divorciando libertad y verdad. Sin lugar a dudas, tras losproblemas de la técnica y la ciencia frente a la vida humana, había cuestionesantropológicas, sociales y políticas. Por eso era imperioso desarrollar unauténtico diálogo que confrontara las diversas concepciones sobre lapersona humana, sobre la sociedad y sobre el poder.

Fue una carta sumamente oportuna. Con ella, Juan Pablo II estabamanifestando, por una parte, que la Iglesia no podía dejar de proponer, deuna manera precisa y firme, el valor de la vida humana y su carácterinviolable. Y por otra, que no podía dejar de hacer un llamado acuciante atodos a respetar, defender, amar y servir la vida. Quisiera comentar aquíalgunas af ir maciones de los textos del documento que me parecenespecialmente pertinentes.

Dice el documento pontificio que comentamos:

a) “La vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parteintegrante de todo proceso unitario de la vida humana. Un procesoque, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa yrenovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plenarealización en la eternidad (cf. 1 Jn. 3, 1-2). Al mismo tiempo, estallamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de lavida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, ésa no es realidad‘última’ sino ‘penúltima’; es realidad sagrada, que se nos confía paraque la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos aperfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a loshermanos. La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida, recibido desu Señor, tiene un eco profundo y persuasivo en el corazón de cadapersona, creyente e incluso no creyente , porque, superandoinfinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente.Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aun entredificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjosecreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escritaen su corazón (cf. Rm 2,14-15) el valor sagrado de la vida humanadesde su inicio hasta su término, y afirmar este derecho de cada ser

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humano a ver respetado totalmente este bien primario suyo. En elreconocimiento de este derecho se fundamenta la convivenciahumana y la misma comunidad política”3 .

De alguna manera toda la vida del hombre en sociedad se fundamentaen este respeto a la vida, un valor que pertenece al ‘patrimonio ético’ de lahumanidad. Con todo, el nuevo contexto social y las innovacionestecnológicas de la investigación biomédica ponen el tema una vez más conurgencia en el tapete de la reflexión. Hay que escuchar ese grito profundodel corazón humano y de la historia, que esperaba y espera el mensaje deJesús sobre la Vida. La pregunta que surge hoy es si acaso se escucha esegrito en nuestra sociedad y si la Iglesia ayuda a destapar oídos sordos paraque esta convocación del valor sagrado de la vida humana sea efectivamentefundamento de convivencia.

b) “En realidad, el Evangelio de la vida no es una mera reflexión,aunque original y profunda, sobre la vida humana; ni sólo unmandamiento destinado a sensibilizar la conciencia y a causarcambios significativos en la sociedad; menos aún una promesailusoria de un futuro mejor. El Evangelio de la vida es una realidadconcreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona mismade Jesús, el cual se presenta al apóstol Tomás, y en él a todo hombre,con estas palabras: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14,6)”4 .

Jesús revela -en su persona y en su acción- toda la verdad sobre elvalor de la vida humana que de alguna manera está escrito en cada corazón,y que esencialmente puede ser conocido por la razón humana. Allí hay unallamada al diálogo entre la razón y la fe, dos alas del entendimiento, quepueden ayudarse mutuamente en la búsqueda de la verdad. El estupor antela vida humana no sólo viene de la fe, sino también de la razón. Allí hay unoptimismo, que no es ingenuo, en la razón y sus capacidades.

c) “Defender y promover, respetar y amar la vida es una tarea queDios confía a cada hombre, llamándolo, como imagen palpitante suya,

3 Evangelium Vitae 2.4 Evangelium Vitae 29. “El Evangelio de la vida abarca así todo lo que la misma experiencia y la razónhumana dicen sobre el valor de la vida, lo acoge, lo eleva y lo lleva a término” (Evangelium Vitae 30).

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a participar de la soberanía que El tiene sobre el mundo... El hombre,llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo (cf. Gen 2,15),tiene una responsabilidad específica sobre el ambiente de vida...”5 .

Conocer la vida humana y su valor incomparable hace surgir unrespeto que debe configurarse en un ambiente que proteja la vida, en unacultura de la vida que se opone a una cultura de amenazas de muerte. Losdiscípulos misioneros deberían ir a la delantera en este cuidado del ‘mundo’,creación que no se vuelva ‘caos’ por el respeto al Creador y el cuidado detodo lo creado y en particular de la criatura humana.

d) “Es urgente una movilización general de las conciencias y uncomún esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia enfavor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva culturade la vida”6 .

Para construir una auténtica cultura de la vida es necesaria unaestrategia. ¿Cuál puede ser la más adecuada? Sin duda, Aparecida nos puededar luces al respecto ya que el tema de la vida es central, no sólo en eltítulo y contenido, sino en la propuesta, las opciones y el espíritu de esta VConferencia General del Episcopado 7 . Así, después de comentar estosaspectos fundamentales sobre el Evangelio de la vida en esta extraordinariacarta encíclica de Juan Pablo II, pongamos nuestra mirada en la conferenciade Aparecida.

CONFERENCIA DE APARECIDA Y LA VIDA

Durante el tiempo de preparación, el primer tema acogido por lascomunidades fue la vocación discipular. De manera más lenta, en un segundomomento, el envío misionero. Pero los varones que se reunían para prepararen diferentes seminarios la V Conferencia General, acostumbrados a

5 Evangelium Vitae 42.6 Evangelium Vitae 95.7 He escrito en la última revista Humanitas, en un reciente libro del CELAM y en los Cuadernos delInstituto Pastoral Apóstol Santiago sobre Aparecida acerca de estos temas, lo que utilizo aquí para estaexposición.

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reflexionar sobre verdades y estructuras, sobre formas de organización,sobre los derechos y los deberes que dan estabilidad al entramado social,no ofrecían muchas reflexiones sobre la segunda parte del tema deAparecida: “Para que nuestros pueblos en Él (Cristo) tengan vida.” En laPres idencia de l Celam optamos por convocar un seminar io cuyasparticipantes fueran sólo mujeres, procedentes de todas las Conferenciasepiscopales del Celam. No quedamos defraudados. Ellas podían mostrar lariqueza del tema, que recogía nada menos que las palabras de Cristo cuandoexplicó el tesoro que nos regalaba con su encarnación y su pascua: “Hevenido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Sicomparamos las reflexiones vacilantes del inicio con el Documentoconclusivo, nos causa admiración con qué fuerza la “vida nueva en Cristo”,y la instauración del Reino de la Vida (Documento final de Aparecida 367)8 ,se transformaron en un eje central de las conclusiones de Aparecida.

Evangelizar, ser testigo y portador de la Buena Noticia, según lasorientaciones pastorales del Documento no es una acción que implique tansólo el anuncio de un mensaje espiritual. Hemos sido enviados para que lavida nueva en Cristo sea la riqueza mayor de nuestros pueblos. Ello implicauna opción por todas las dimensiones de la vida y por las condiciones másfavorables a la vida, ya que hemos asumido la misión de Cristo, que vino aeste mundo como el Señor de la Vida a proclamar e inaugurar el Reino dela vida, para que todos “tengan vida y la tenga en abundancia” (Jn 10,10).

Ya el discurso inaugural del Santo Padre abrió todo el horizonte dela vida, recordando las enseñanzas de Populorum Progressio, y precisandoque con la vida divina, de la cual Cristo nos hace partícipes, ha dedesarrollarse también “en plenitud la existencia humana, en su dimensiónpersonal, familiar, social y cultural”, y que la respuesta al gran desafío dela pobreza y la miseria hace “inevitable hablar del problema de lasestructuras, sobre todo de las que crean injusticia”.

Como podemos constatarlo, el Documento de Aparecida, cuyatercera parte está enteramente dedicada a “la vida de Jesucristo para nuestrospueblos”, se distingue por su pasión por la vida de nuestras comunidades

8 En adelante el Documento final de Aparecida cuando sea citado sólo aparecerán los números entre paréntesis.

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latinoamericanas. En efecto, la opción fundamental por la vida nueva, esdeterminante: enfoca la perspectiva para ver la situación de nuestrospueblos, de sus culturas y de sus familias, nos ofrece un criterio insustituiblede d i scern imiento y eva luac ión , y numerosas pr ior idades para l acontemplación y la acción.

Detengámonos a analizar algunas características de esta opciónfundamental por la vida nueva que se evidencian en el documento.

1. Como el Evangelio de la vida es una realidad concreta y personal, comolo señalaba Juan Pablo II en su carta encíclica, la opción por la vida es unaopción misionera. En efecto, Aquél que es la Vida, la que existía antes dela Creación, Aquél para quien fueron hechas todas las cosas, Aquél quevino a este mundo a restaurar la vida y a dárnosla en abundancia, Aquélque es la Cabeza de la Creación y el esperado por nuestros pueblos, ha deser anunciado, acogido, amado y servido. Reconocerlo y amarlo como laVida, la Verdad y el Camino nos conduce a la vida plena.

2. La opción radical por la vida en Cristo, tiene también otra dimensión: esuna opción por el Reino de Dios y por la promoción de la dignidad humana.De ello trata el capítulo 8, que establece numerosas metas para nuestroservicio pastoral. Sobre la dignidad de la vida humana dice el DocumentoConclusivo: “Proclamamos que todo ser humano existe pura y simplementepor el amor de Dios que lo creó, y por el amor de Dios que lo conserva encada instante. La creación del varón y la mujer, a su imagen y semejanza,es un acontecimiento divino de vida, y su fuente es el amor fiel del Señor.Luego, sólo el Señor es el autor y el dueño de la vida, y el ser humano, suimagen viviente, es siempre sagrado, desde su concepción, en todas lasetapas de la existencia, hasta su muerte natural y después de la muerte”(388). “Nos urge la misión de entregar a nuestros pueblos la vida plena yfeliz que Jesús nos trae, para que cada persona humana viva de acuerdocon la dignidad que Dios le ha dado” (389).

3. La opción por la promoción de la vida y de la dignidad humana implicanecesariamente la opción preferencial por la vida y la dignidad de los pobresy excluidos. Aparecida constata con angustia la existencia de millones delatinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida queresponda a su dignidad, y ratifica y potencia vigorosamente, desde una visión

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humana y teológica, que esta opción preferencial, hecha en las Conferenciasanteriores, es “uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesialatinoamericana y caribeña” (391). Aparecida llama a contemplar en losrostros sufrientes de nuestros hermanos el rostro de Cristo que nos llama aservir lo en el los (393), y explicita que el hecho de ser una opción“preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras yprioridades pastorales” (396). Lo mismo podemos decir de las estructurasy prioridades legislativas y ciudadanas.

Por eso propone el Documento conclusivo una visión universal dela vida amenazada, atormentada y esclavizada, particularmente, en lasnecesidades y las pobrezas humanas (65, 402), e impulsa a una renovadapastoral social para la promoción humana integral, valiéndose de la DoctrinaSocial de la Iglesia (399ss). Alienta a los empresarios que se caracterizanpor su compromiso social (404, 122,), pide orientación ética para losresponsables del desarrollo de los pueblos (395), propicia la globalizaciónde la solidaridad y de la justicia internacional (406), y nos insta a detenernosante los “rostros sufrientes que nos duelen”, y a seguir el ejemplo del BuenSamaritano, siendo fieles a nuestra opción por la vida ante los malheridosde nuestra sociedad: los que viven en situación de calle (407-410), sonmigrantes (411-416), sufren enfermedad (417-421), son adicto dependientes(422-427) o viven detenidos en las cárceles (427-430).

4. La opción por la vida de Jesucristo para nuestros pueblos, es asimismouna opción por el matrimonio y la familia, por la cultura de la vida y por lamisma vida, lo que implica una preocupación por el nicho de esta vida ypor la ecología humana. (431-475). Sobre la pastoral familiar, después deconstatar las amenazas que se ciernen sobre la familia como realidad vivay como institución, el Documento pide encarecidamente que “dado que lafamilia es el valor más querido por nuestros pueblos, creemos que debeasumirse la preocupación por ella como uno de los ejes trasversales detoda la acción evangelizadora de la Iglesia” (435). Llama la atención unavaliosa novedad, a saber, la mención explícita de la responsabilidad delvarón y padre de familia (459-463), tan silenciada hasta ahora con ocasiónde la justa y necesaria promoción de la dignidad y la participación de lasmujeres (451-458). El Documento insta a los gobernantes, legisladores yprofesionales de la salud a defender y proteger la familia y la dignidad de lav ida humana, y p ide hacer uso de la objec ión de conciencia anteordenamientos jurídicos contrarios a la ley de Dios (436).

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5. La opción por la vida es necesariamente una opción por la evangelizaciónde la cultura y de las culturas de nuestros pueblos. Una tarea de talesproporciones como la que nos propusimos en Aparecida, alimentando unaverdadera pasión por la vida de nuestros pueblos, tenía que dar un pasomás, debía apuntar hacia la evangelización de nuestras convicciones, denuestros comportamientos y costumbres, hacia la manera como cultivamosla relación con la naturaleza, entre nosotros y con Dios (ver Puebla 386).En una palabra, tenía que impulsar la evangelización de la cultura (476-480).

El proceso de preparación de Aparecida puso en evidencia que enlos últimos decenios la mayoría de nuestras Iglesias particulares alentaroncon entusiasmo la participación de los laicos en muchos campos de laconstrucción de la comunidad eclesial. Por eso podemos constatar que loscatólicos no están presentes proporcionalmente en las tareas principalesde la construcción de la sociedad. Pues bien, la búsqueda del bien denuestros pueblos en todas sus dimensiones seculares, y la transformaciónde las estructuras de la sociedad, de manera que sean favorables a la vida,es una tarea que implica una opción por la misión específica de los fieleslaicos en medio de las realidades temporales, presencia responsable y activaen los nuevos y antiguos areópagos: en la educación, la comunicación social,el servicio público, la organización de la empresa y de las organizacioneslaborales, la apertura de caminos favorables a la integración de los pueblosindígenas y afroamericanos, la reconciliación y la solidaridad, y la unión denuestras naciones. América Latina está llamada a ser el Continente de laEsperanza y del Amor, un Continente de la Vida y de la Paz (537, y mensajefinal, 5).

Para concluir este apartado, podemos afirmar que en Aparecida hayuna opción por la vida, pero no una exigencia desde afuera, impuesta. Éstasurge más bien de la buena noticia del encuentro con Jesucristo, con elverdadero ‘Evangelio de la vida’. La semilla sembrada por el Siervo deDios Juan Pablo II está llamada a dar especiales frutos en América Latinay el Caribe. No podemos decir que él no estuvo en Aparecida; estuvo muypresente no sólo en su enseñanza9 , sino también en su sucesor, el Santo

9 Cabe notar que Juan Pablo II aparece explícitamente citado 25 veces en el Documento Final (9 veces enel texto y el resto en notas). Y de las 285 notas marginales, más de 100 corresponden a documentos suyoso de su pontificado.

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Padre Benedicto XVI, cuyo discurso inaugural ha sido verdaderamentegravitante y que ha continuado por esta senda ya trazada en Novo MillennioIneunte de contemplar el rostro de Cristo, en comunión eclesial para dar almundo testimonio de la caridad. De hecho, el discurso inaugural deBenedicto XVI y su magisterio tuvieron tal acogida en la Asamblea, que elPapa se refirió a fines de ese año al documento final que “elaboráramos”en Aparecida10 , como si él hubiera participado e intervenido personalmentedurante toda la Asamblea.

EN LA UNIVERSIDAD

Finalmente, estoy seguro que todos nosotros queremos y necesitamosuna Universidad discípula misionera para la vida de nuestros pueblos. Elmensaje de Aparecida también quiere dirigirse a la Universidad. ¿Cómopuede ella asumir el Evangelio de la vida? ¿Cómo debe realizarlo, situadaen el contexto latinoamericano? ¿Cómo aprovechar lo que Aparecida nosha ofrecido?

Ya en 1990 el Siervo de Dios Juan Pablo II nos regaló la constituciónapostólica Ex Corde Ecclesiae sobre las Universidades Católicas. Allí concibela Universidad como”una comunidad académica que de modo riguroso ycrítico contribuye a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de laherencia cultural”. Eso la ubica en el centro de la actividad humana, y delo que le es más propio y específico, su dignidad y la cultura. Su labor es lade tutelar y desarrollar con una metodología propia, que es la del ejercicior iguroso y cr í t ico de l pensamiento. Añade también : “mediante lainvestigación, la enseñanza y los diversos servicios, no sólo a la comunidadlocal sino nacional e internacional.” La Universidad “examina a fondo larealidad”, mediante la integración del saber. Es un centro de creatividad yde irradiación del saber para beneficio de la humanidad, un conjunto demaestros y estudiantes que se consagran a la investigación, a la enseñanzay a la formación de los estudiantes que se han reunido con sus maestroslibremente y por el amor al saber.

10 Benedicto XVI, discurso a sus colaboradores más cercanos en la Curia Roma, 21 de diciembre de 2007.

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Una Universidad Católica tiene como tarea privilegiada, “la deunificar existencialmente en el trabajo intelectual dos órdenes de realidadesque muy a menudo se tiende a oponer como si fueran antitéticas: la búsquedade la verdad y la certeza de conocer ya la fuente de la verdad”11 . Así estállamada a consagrarse a la causa de la verdad, “distinguiéndose por su librebúsqueda de toda la verdad acerca de la naturaleza, del hombre y de Dios”12 .Este diálogo entre el mensaje salvífico de la revelación y la pluralidad delsaber humano permite un fecundo diálogo de la Iglesia con la cultura. LaUniversidad propicia que la evangelización de la cultura sea real y no unaideología.

“La Universidad Católica es, por consiguiente, el lugar donde losestudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cadadisciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saberhumano. Cada disciplina se estudia de manera sistemática, estableciendodespués un diálogo entre las discipl inas con el f in de enriquecersemutuamente”13 -señala con claridad la Constitución que comentamos-. EnChile, hace ya más de 20 años, dirigiéndose al mundo de la cultura, el Siervode Dios recordaba que para evangelizar la cultura eran necesarios laidentidad, la apertura y el discernimiento. Son criterios básicos para la tarea delos cristianos en la Universidad. “Por otra parte, queda fuera de toda dudaque en su servicio a la cultura han de mantenerse claramente algunosprincipios: la identidad de la fe sin adulteraciones, la apertura generosa acuantas fuentes exteriores de conocimiento puedan enriquecerla y eldiscernimiento crítico de esas fuentes conforme a aquella identidad. Sin laidentidad inamovible de la fe cristiana, los préstamos se convierten en fácilesy transitorios sincretismos que el tiempo disipa. Sin la necesaria apertura aesas fuentes tan variadas y ricas en nuestra época, el pensamiento cristianose angosta y queda atrás. Y sin el indispensable discernimiento crítico, se

11 Ex Corde Ecclesiae 1.12 Ex Corde Ecclesiae 4. “Por un especie de humanismo universal la Universidad Católica se dedica porentero a la búsqueda de todos los aspectos de la verdad en sus relaciones esenciales con la Verdadsuprema, que es Dios” (ibídem). Trabaja con entusiasmo en todos los campos del saber y no descuida laadquisición de conocimientos útiles.13 Ex Corde Ecclesiae 15. “En una Universidad Católica la investigación abarca necesariamente: a) laconsecución de una integración del saber; b) el diálogo entre fe y razón; c) una preocupación ética y d) unaperspectiva teológica” (ibídem).

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producen síntesis aparentes, ruinosas, que tanto dañan hoy mismo laconciencia de los fieles14 .

Por tanto la tarea de la Universidad hoy día en esta ‘emergenciaeducativa’ es única. Le podrán ayudar las leyes y los presupuestos, el estadoy el mercado, pero la deberá enfrentar ella misma, por su identidad y misiónespecíficas, mediante un integral servicio a la verdad. Con respecto a la‘vida’ no se trata sólo de establecer comités de ética o de bioética, sino demantener vigente en la sociedad su fundamento, la centralidad de la personahumana y la dignidad sagrada de la vida desde múltiples perspectivas. Ycomenzando por casa, reconociendo en la vida universitaria la presenciadel Dios de la Vida, que regala vida abundante y plena para todos.

Hace sólo dos meses otro Pontífice universitario, el Santo PadreBenedicto XVI, en su visita a Norteamérica señalaba con gran lucidez elurgente desafío de la identidad en nuestras instituciones educativas: “Asípues, está claro que la identidad católica no depende de las estadísticas.Tampoco se la puede equiparar simplemente con la ortodoxia del contenidode los cursos. Esto exige e inspira mucho más, a saber, que cualquier aspectode vuestras comunidades de estudio se refleje en una vida eclesial de fe.La verdad solamente puede encarnarse en la fe y la razón auténticamentehumana, hacerse capaz de dirigir la voluntad a través del camino de lalibertad (cf, Spe Salvi 23). De este modo nuestras instituciones ofrecen unacontribución vital a la misión de la Iglesia y sirven eficazmente a la sociedad.Han de ser lugares en los que se reconoce la presencia activa de Dios enlos asuntos humanos y cada joven descubre la alegría de entrar en “el serpara los otros” de Cristo (cf. ibid., 28)”.15

Se necesitan hoy testigos y maestros, verdaderos discípulos que en lamisma vida universitaria superen el ‘dogmatismo de la ciencia’ y quevaliden la ‘libertad de la fe’ que nunca se cansan de buscar y entender.Pero el primer testimonio de los cristianos debe ser, de acuerdo a la ‘propia’identidad, el gozo de vivir en Cristo, y el ardor del anuncio misionero de

14 Juan Pablo II, Discurso al mundo de la cultura y constructores de la sociedad, Pontificia Universidad Católicade Chile, 3 de abril de 1987.15 Benedicto XVI, Encuentro con los educadores católicos, 17 de abril de 2008.

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Aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida, con la esperanza que su palabrasig a alumbrando en este nuevo siglo, como destaca con claridad elacontecimiento de Aparecida. Como lo ha recordado el profesor PedroMorandé hace algunos años “la posibilidad de un nuevo humanismo pasapor la santidad de la vida intelectual y universitaria. Debemos preguntarnossi ella ha logrado penetrar en las universidades a partir del oficio mismodel profesor y del estudiante, si la santificación como finalidad de la vidaha logrado entrar en las aulas, a los laboratorios, a las bibliotecas y a loscurricula o ha permanecido más bien en los patios, en las actividadesextraprogramáticas. Pareciera que se ha encontrado en los claustros unsustituto para la santidad en el concepto de ‘excelencia académica’, quesuele definirse operacionalmente por la aceptación social, por el prestigio,por la acreditación de terceros o por la propia autoevaluación. No dejalugar para la acción de la gracia, sino sólo para el autoesfuerzo”16 .

Todo lo contrario a lo que sucedió en la Santísima Virgen María quenos ha traído la Vida en abundancia. El haber realizado el encuentro deAparecida en un Santuario Mariano no fue indiferente. María, la nueva Eva,ha dejado su impronta en el texto y en el acontecimiento. “Nos ayude lacompañía siempre cercana, llena de comprensión y ternura, de MaríaSantísima. Que nos muestre el fruto bendito de su vientre y nos enseñe aresponder como ella lo hizo en el misterio de la anunciación y encarnación.Que nos enseñe a salir de nosotros mismos en camino de sacrificio, amor yservicio, como lo hizo en la visitación a su prima Isabel, para que, peregrinosen el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotrosconforme a su promesa” (553) de darnos vida en abundancia.

Que la Universidad Católica pueda atesorar en el corazón, comoMaría, las buenas noticias y las opciones propias del Evangelio de la vida,y se disponga siempre a anunciarlas en todas sus instancias de una maneraatrayente y misionera.

16 Pedro MORANDÉ, Un nuevo humanismo para la vida de la Universidad, en Congreso de DocentesUniversitarios, Jubileo, 9 de Septiembre de 2000, Ciudad del Vaticano. Jubileo de las Universidades,La universidad para un nuevo humanismo.

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EL EVANGELIO DE LA VIDA: MÁS ALLÁ DE LA CONVICCIÓN

Y DISCIPULADO

Pbro. Dietrich Lorenz DaiberVice Gran Canciller

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Querido Señor Cardenal, Mons. Francisco Javier ErrázurizQuerido Mons. Gonzalo Duarte, Obispo de Valparaíso, y Gran Canciller,Querido Señor Rector, don Alfonso Muga y Autoridades AcadémicasQueridos Profesores, Personal Administrativo y Auxiliar,Queridos Estudiantes,

C on alegría y emoción, al igual que en años anteriores, nos reunimospara llevar a cabo esta jornada de reflexión al interior de nuestra Universidad.Es un esfuerzo de diálogo en el que se honra la presencia del Logos, presenciaque siempre pone en crisis nuestros modos de ser hombres. Por medio del diálogoel Logos (o el Verbo) nos interpela, interpela nuestra libertad y nos pide querevisemos nuestra relación con la vida y nuestro modo de concebirla.

Por eso hemos elegido como tema de reflexión para este día el “Evangeliode la vida: convicción y discipulado al interior de la Universidad Católica”.

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La expresión “Evangelio de la vida” nos recuerda la encíclica del 25 de marzode 1995 de Juan Pablo II. Y también nos pone en sintonía con el gran tematratado por los Obispos latinoamericanos en Aparecida, el año pasado:“Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos enÉl tengan vida”.

La Iglesia sabe que este Evangelio de la vida tiene un eco profundoy persuasivo en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente,porque, superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modosorprendente. Todo hombre abierto sinceramente a la verdad y al bien, aunentre dificultades e incertidumbres, con la luz de la razón y no sin el influjosecreto de la gracia, puede llegar a descubrir en la ley natural escrita en sucorazón (cf. Rm 2, 14-15) el valor sagrado de la vida, y afirmar el derechode cada ser humano a ser respetado. En el reconocimiento de este derechose fundamenta la convivencia humana y la misma comunidad política (JuanPablo II, Encíclica Evangelium Vitae, 25 de marzo de 1995).

El Evangelio del amor de Dios al hombre, el Evangelio de la dignidadde la persona y el Evangelio de la vida, sostenía Juan Pablo II, son unúnico e indivisible Evangelio. Por ello el hombre, el hombre viviente,constituye el camino primero y fundamental de la Iglesia.

En la actual idad, es urgente una movil ización general de lasconciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una granestrategia en favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nuevacultura de la vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver losproblemas propios de hoy; nueva, para que sea asumida con una convicciónmás firme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitarun encuentro cultural serio y valiente con todos.

La urgencia de este cambio cultural está relacionada con la situaciónhistórica que estamos atravesando, pero tiene su raíz en la misma misiónevangelizadora, propia de la Iglesia. En efecto, el Evangelio pretende“transformar desde dentro, renovar la misma humanidad”; es como lalevadura que fermenta toda la masa (cf. Mt 13, 33) y, como tal, estádestinado a impregnar todas las culturas y a animarlas desde dentro, paraque expresen la verdad plena sobre el hombre y sobre su vida.

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Muy a menudo quienes participan activamente en la vida eclesial,caen en una especie de separación entre la fe cristiana y sus exigenciaséticas con respecto a la vida, llegando así al subjetivismo moral y a ciertoscomportamientos inaceptables, sostenía Juan Pablo II. Ante esto debemospreguntarnos, con gran lucidez y valentía, qué cultura de la vida se difundehoy entre los cristianos, las familias, los grupos y las comunidades de nuestrafamilia PUCV.

Con la misma claridad y decisión, debemos determinar qué pasoshemos de dar para servir a la vida según la plenitud de su verdad. Al mismotiempo, debemos promover un diálogo serio y profundo con todos, sinexcepciones, sobre los problemas fundamentales de la vida humana, tantoen la universidad, como en los diversos ámbitos profesionales y allí dondese desenvuelve cotidianamente la existencia de cada uno, nos amonestabaJuan Pablo II.

El deber educativo es parte integrante de la misión que la Iglesiatiene de proclamar la Buena Noticia. Toda institución educativa católica,señalaba Benedicto XVI de visita en la Universidad Católica de Washington(Jueves 17 de abril de 2008) es un lugar para encontrar al Dios vivo, el cualrevela en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y su verdad (cf.Spe salvi, 4). Esta relación suscita el deseo de crecer en el conocimiento yen la comprensión de Cristo y de su enseñanza. De este modo, quienes loencuentran se ven impulsados por la fuerza del Evangelio a llevar una nuevavida marcada por todo lo que es bello, bueno y verdadero. La dinámicaentre encuentro personal, conocimiento y testimonio cristiano es parteintegrante de la diakonia de la verdad que la Iglesia ejerce en medio de lahumanidad.

Frente a los conf l ic tos persona les , l a confus ión mora l y l afragmentación del conocimiento, los nobles fines de la formación académicay de la educación, fundados en la unidad de la verdad y en el servicio a lapersona y a la comunidad, son un poderoso instrumento especial deesperanza

Es oportuno, pues, ref lexionar sobre lo específico de nuestrasuniversidades católicas. ¿Cómo pueden éstas contribuir al bien de la

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sociedad a través de la misión primaria de la Iglesia que es la de evangelizar?

La misma dinámica de identidad comunitaria -¿a quién pertenezco?-vivifica el ethos de nuestras instituciones católicas. La identidad de unaUniversidad católica no es simplemente una cuestión del número de losestudiantes católicos. Es una cuestión de convicción:

· ¿Creemos realmente que sólo en el misterio del Verbo encarnadose esclarece verdaderamente el misterio del hombre (cf. Gaudiumet spes , 22)?· ¿Estamos realmente dispuestos a confiar todo nuestro yo, inteligenciay voluntad, mente y corazón, a Dios?· ¿Aceptamos la verdad que Cristo nos revela?· En nuestra Universidad, ¿es “tangible” la fe? ¿Se expresa en lasdecisiones, en la liturgia, en los sacramentos, por medio de la oración,los actos de caridad, la solicitud por la justicia y el respeto por todoslos demás?· ¿Cómo respetamos nosotros, creyentes en Cristo, a aquellas personasque no lo son, y que sin embargo forman parte de nuestra mismacomunidad? Y ¿cómo respetan ellos nuestras convicciones y nuestraidentidad de Universidad pontificia y católica?

Es claro que la identidad católica no depende de las estadísticas, oconsensos. Tampoco se la puede equiparar simplemente con la ortodoxiadel contenido de los cursos. Esto exige e inspira mucho más, a saber, quecualquier aspecto de nuestras comunidades de estudio se refleje en unavida eclesial de fe. La verdad solamente puede encarnarse en la fe y larazón auténticamente humana, hacerse capaz de dirigir la voluntad a travésdel camino de la l ibertad (cf. Spe salv i, 23). De este modo nuestrasinstituciones ofrecen una contribución vital a la misión de la Iglesia y sirveneficazmente a la sociedad. Han de ser lugares en los que se reconoce lapresencia activa de Dios en los asuntos humanos y cada joven descubre laalegría de entrar en “el ser para los otros” de Cristo (cf. Spe salvi, 28).

Recurriendo a la sabiduría divina, proyecta luz sobre el fundamentode la moralidad y de la ética humana, y recuerda a todos los grupos socialesque no es la praxis la que crea la verdad, sino que es la verdad la que debeservir de cimiento a la praxis. Lejos de amenazar la tolerancia de la legítima

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diversidad, una contribución así ilumina la auténtica verdad que hace posibleel consenso, y ayuda a que el debate público se mantenga razonable,honesto y responsable. De igual modo, la Iglesia jamás se cansa de sostenerlas categorías morales esenciales de lo justo y lo injusto, sin las cuales laesperanza acaba marchitándose, dando lugar a fríos cálculos de pragmáticautilidad, que reducen la persona a poco más que a un peón de un ajedrezideológico.

Deseo concluir citando una vez más las palabras de Benedicto XVIen la Católica de Washington: Es necesario que el testimonio público deCristo, modele cualquier aspecto de la vida institucional, tanto dentro comofuera de las aulas. Distanciarse de esta visión debilita la identidad católicay, lejos de hacer avanzar la libertad, lleva inevitablemente a la confusióntanto moral como intelectual y espiritual.

Queridos amigos, la historia de esta Universidad nos demuestra quees posible adelantarse a los grandes desafíos de nuestra sociedad. En estesentido yo sostengo que: “la humanidad de Cristo nos urge”.

Este es nuestro gran desafío, humanizar la universidad de hoy y demañana. Este deber jamás es fácil: implica a toda la comunidad cristiana ymotiva a cada generación de docentes a garantizar que el poder de la verdadde Dios impregne todas las dimensiones de la institución a la que sirven.Solamente de este modo damos realmente testimonio sobre el sentido dequiénes somos y de lo que sostenemos.

Con confianza en la humanidad de Cristo, los educadores cristianospodemos liberar a los jóvenes de los límites del positivismo y despertar sureceptividad con respecto a la verdad, a Dios y a su bondad. De este modo,Ustedes ayudarán también a formar su conciencia que, enriquecida por lafe, abre un camino seguro hacia la paz interior y el respeto a los otros. Nosorprende, pues, que no sean precisamente nuestras comunidades eclesiales,sino la sociedad en general, la que espere mucho de las universidadescatólicas.

Porque es precisamente en la vida de Cristo donde encuentran plenosignificado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre, creemosque nadie mejor que el Cardenal Errázuriz nos puede hablar de este tema

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en relación a nuestro quehacer universitario. A continuación los invito aescuchar las palabras que el Señor Cardenal ha preparado para enriquecernuestra jornada de reflexión y acompañarnos en nuestro diálogo.

Al finalizar debo agradecer a la Facultad de Ciencias, a su Decanodon Arturo Mena y a don Javier Martínez, su Vicedecano, quienes hanaceptado este año la tarea de acogernos y organizar este encuentro dedialogo y reflexión.

¡Y a todos Ustedes muchas gracias por su presencia y su participación!

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APUNTES DE LA SEXTA JORNADA DE REFLEXIÓN

A LA LUZ DEL LEGADO DE JUAN PABLO II«EL EVANGELIO DE LA VIDA: CONVICCIÓN Y DISCIPULADO»

Comisión OrganizadoraJornadas Juan Pablo II

E l 18 de junio de 2008 la Pontificia Universidad Católica deValparaíso fue sede de un encuentro que ya se ha vuelto tradición en estaCasa de Estudios. Representantes de los académicos, estudiantes yfuncionarios trabajaron para dialogar sobre el rol de cada uno de losmiembros de la comunidad universitaria para llevar el Evangelio a lasociedad.

Estas jornadas son organizadas conjuntamente por la Vice GranCancillería; la Rectoría; la Asociación de Académicos, el Instituto deCiencias Religiosas (Ad Instar Facultatis), los sindicatos Nº1 y AlbertoHurtado y la Federación de Estudiantes de la PUCV.

Este resumen presenta algunas de las reflexiones y observacionesplanteadas por los más de 80 asistentes, quienes a través del trabajo engrupos desarrollaron la discusión en torno a tres preguntas centrales:

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¿Cómo comunidad PUCV, hemos sido capaces de llevar el Evangeliode la vida a nuestra sociedad? ¿Cómo ha sido la experiencia?

¿Desde mi existencia, como parte de la PUCV, de qué manera hagopresente el llamado de anunciar el Evangelio de la vida?

¿Qué acciones propondría para promover un diálogo serio y profundosobre los problemas fundamentales de la vida humana?

Si bien estos espacios donde se hace presente la diversidad demiradas y opiniones no implican necesariamente obtener conclusionesdefinitivas sobre temas de tanta profundidad- con implicancias éticas,sociales, prácticas-, propician el diálogo y crean espacios de conocimientoentre los participantes, sentando las bases para acciones específicas.

Responsab i l idad soc ia l , ca l idad educa t iva , par t i c ipac ión ,colaboración y solidaridad son algunos de los conceptos que surgierondurante estas Jornadas. Y fue la comunicación uno de los elementosconstantes dentro de las dist intas perspectivas presentadas en esteencuentro.

A cont inuac ión, la presente s íntes is muestra a lgunas de lasreflexiones surgidas a lo largo de esta experiencia.

LLEVAR EL EVANGELIO DE LA VIDA A LA SOCIEDAD

La pregunta que inició el trabajo grupal planteó a los asistentes lainterrogante sobre cómo los miembros de la comunidad de la PUCV soncapaces de llevar el Evangelio de la vida a la sociedad.

Esta amplia discusión dejó de manifiesto la heterogeneidad deopiniones, como así mismo los diversas formas de vivir la Universidad queexisten en las unidades, ya sea administrativas como académicas.

Mientras algunos asistentes plantearon que “aun cuando buscamosun ansiado sí” para afirmar que somos capaces de llevar el Evangelio de lavida a la sociedad, todavía suscite como un desafío, expresando que los

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momentos de crisis y conflicto ponen a prueba la capacidad para vivenciarestos valores.

En otro ámbito, se afirmó que los beneficios entregados a losestudiantes son una forma de expresar y demostrar este Evangelio, porqueconstituyen una apuesta a la calidad de vida, creando mejores condicionespara el desarrol lo de los profesionales que se forman dentro de laUniversidad, incluyendo a aquellos que provienen de los sectores conmayores necesidades.

“De cara al Evangelio de la vida, nuestras relaciones deberíanfundamentarse en mayor medida en el amor, el respeto a la diversidad y eldiálogo”, se indicó. ¿En qué ámbitos o de qué formas? Algunos asistenteshicieron una aproximación al tema, expresando que para extender esteEvangelio a la sociedad es importante considerar tres esferas: desde el puntode vista personal, con la familia y el círculo más íntimo de amigos; desde elpunto de vista profesional, demostrando capacidad de liderazgo y ejerciendouna docencia ejemplar, mientras que a nivel institucional este tema se puedeenfrentar mediante el establecimiento de políticas que respondan a unaconcepción de país, con el “Evangelio de la vida como faro”.

Sin embargo, los participantes expresaron que es difícil llevar esteEvangelio al entorno. La poca apertura para escuchar y dialogar son losprincipales escollos, dijeron.

También se expresa el desafío de encontrar formas de reflejar deuna mejor manera la catolicidad, para lograr un mayor impacto en losestudiantes.

COMPROMISO PERSONAL PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO

La actitud y el esfuerzo personal fueron el eje de la segunda preguntaplanteada a los grupos reunidos en esta Sexta Jornada de reflexión. “¿Desdemi existencia y como parte de la PUCV de qué manera hago presente elllamado a anunciar el Evangelio de la vida?”, se planteó.

Factores como el trato al prójimo, el clima laboral y en el aula y elfomento del diálogo fueron elementos comunes que surgieron dentro delas propuestas de los distintos grupos participantes.

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“Desde su área de desempeño, tener la mirada centrada en el otrobuscando el beneficio de los demás”, expresaron.

Según algunos de los participantes, el “aislamiento” en que seencuentran ciertas carreras impediría una mejor interacción con miembrosde la comunidad, convivencia que permitiría compartir experienciaseducativas que fortalecerían el vínculo entre las personas. Por eso, se expresacon recurrencia la idea de construir puntos de encuentro que permitan crearuna “comunidad PUCV, que nace desde el sentido de pertenencia”,apuntaron.

“Tratemos de aprovechar los distintos espacios, no solamente enlas aulas, para fomentar el diálogo en comunidad”, indicaron.

Frente a esta discusión, el aula aparece como uno de los grandescanales de difusión, un espacio donde se debe “acoger, respetar al otro ensu situación, en su libertad y en sus concepciones”. Aun así se releva laidea de que “debemos aprender a explicitar aún más nuestra condición decatólicos”, aprovechando los temas de la actualidad para dialogar con losalumnos.

DIÁLOGO: UN ESPACIO FECUNDO

Sentada la reflexión sobre cómo reflejar el Evangelio de la vida demanera cotidiana, dentro de la Universidad y hacia la sociedad, la últimainterrogante refirió a la promoción del diálogo serio y profundo sobre losproblemas fundamentales de la vida humana. ¿A través de acciones esposible incorporarlo?

El t raba jo t ransversa l entre los miembros de la comunidaduniversitaria parece ser un elemento en el que existe acuerdo. “Generardistintas y mayores instancias de participación que incentiven el trabajoen grupos motivados por la solidaridad, en síntesis, por el amor vivo’”,precisaron.

Idea que se refuerza cuando los grupos expresan que debe generarse“espacios de conversación e intercambio entre los distintos actores de la

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comunidad universitaria, sobre problemáticas propias de la Universidad yde la sociedad”.

Los currículums no quedan exentos de esta propuesta, por cuanto laformación en valores debe impregnar las modalidades y contenidos que seincorporan en las actividades académicas, afirmaron.

Como observación y propuesta, se presentó la necesidad de hacerde los cursos de Cultura Religiosa espacios de diálogo permanente. Tambiénse propuso la creación de cursos -optativos o generales- que considerentema de reflexión frente a los problemas cotidianos. Otra medida sería“implementar el sistema tutorial”.

Por otra parte, se resaltó la necesidad de generar un vínculo mediáticoescrito basado en el Evangelio de la vida. A través de éste e instanciascoordinadas podría impulsarse un “diálogo verdadero”, que definieron comouna forma de conocer profundamente al otro y reconocer y valorar lo quelo hace d i s t in to. Para le l amente , cons t ruye una for ma de t r aba jocolaborativa, que los g rupos definieron como “cor responsabil idad”,subrayando el concepto de “nuestra Universidad”.

PALABRAS AL CIERRE

Si bien esta síntesis no expone cada uno de los comentariosplanteados durante la rica y extensa discusión que implicó el trabajo engrupos y la posterior presentación en el plenario, recoge ideas fuerzas quepueden dar pie a próximos análisis.

De esta manera, las discusiones propiciadas en espacios como elque constituyen estas jornadas pueden encontrar eco y réplica en otrosmiembros de nuestra comunidad universitaria. Una manera más de extenderla reflexión sobre el Evangelio de la vida, legado por Juan Pablo II.

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Edición al cuidadode la Dirección Generalde Comunicacionesy Relaciones Institucionales

Pontificia UniversidadCatólica de Valparaíso

Diagramación:Max. Valdivia

Noviembre 2008

www.pucv.cl


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