El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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• Mani�esta la estructura asimétrica de la escritura• El interpalabrado es regular lo que implica• Gris uniforme en la mancha tipográ�ca
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había
ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública
subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier
forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad,
ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal como una utilería teatral
abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en
otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A
Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las
caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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• Contrario a la escritura propone una estructura simétrica• Dibuja formas en el texto• Se debe retocar los saltos de líneas para evitar extremos demasiado irregulares lo que implica • No es adecuado para textos largos
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones
sociales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en
pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier
forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad,
ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un
montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en
otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y,
apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido
hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que
no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel
tesoro que había venido a buscar.
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• El eje dominante es contrario a la dirección de lectura• Se debe retocar los saltos de líneas para evitar extremos demasiado irregulares lo que implica• No es adecuado para textos largos
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales
había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública
subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier
forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad,
ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal como una
utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado
para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos
para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder
rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados
en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad,
ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería
teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño
viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el
almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía.
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y
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• Impone una forma simétrica al texto• Es regular abriendo o cerrando los espacios en blanco( interpalabrado y algunas veces interletrado)• Requiere corte de palabras y saltos de líneas
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogé-neos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clau-surado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevár-selos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reli-quia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revol-tijo como para descubrir, entre las caóticas co-lecciones deterioradas, aquel tesoro que había
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guar-dando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral aban-donada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los mon-tículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogé-neos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder resca-tarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cual-quier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, pa-recía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el al-macén y, apenas él se fuese, también ella se mar-charía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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• Romanas de transición • Altura de x diferente, �nos y gruesos más o menos marcados• Implican cambios de color en la textura del bloque
• Romana humanista y Sans serif grotesca • Altura de x diferente, modulación marcada o escasa, anchos de tipos diferentes• Implican cambios de color en la textura del bloque y rendimientos diferentes
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos
años, gente de todas las condiciones sociales había
ido guardando objetos heterogéneos para despren-
derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a
la espera de poder rescatarlos. Después el depósito
había sido clausurado y los objetos seguían allí,
amontonados en cualquier forma, y como nadie
venía a llevárselos el almacén había cobrado una
absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo
de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral
abandonada o como los sótanos de un montepío
que cerró sus puertas un siglo atrás.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para despren-derse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le per-tenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones so-ciales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no for-maba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
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El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos he-terogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los ob-jetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inuti-lidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral aban-donada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifo-llado para recibir a ese turista ex-céntrico que quería visitar el al-macén y, apenas él se fuese, tam-bién ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos he-terogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los ob-jetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inuti-lidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral aban-donada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal re-voltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
Adobe Caslon Pro 11/13 - 12p Adobe Caslon Pro 11/13 - 36p
un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifo-llado para recibir a ese turista ex-céntrico que quería visitar el al-macén y, apenas él se fuese, tam-bién ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones so-ciales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pú-blica subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, pa-recía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, también ella se mar-charía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que había venido a buscar.
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones so-ciales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pú-blica subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, pa-recía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás. La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los montículos de mercadería sin dueño viviría
en otra parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se fuese, tam-bién ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una reliquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había visto, que no sabía qué era,
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de
todas las condiciones sociales había ido guardando objetos heterogé-
neos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o
a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clau-
surado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y
como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda
inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal
corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un
montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones sociales había ido guardando objetos he-terogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los ob-jetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén
había cobrado una absurda inuti-
lidad, ya no formaba parte del
mundo de los vivos, parecía irreal
corno una utilería teatral aban-
donada o como los sótanos de un
montepío que cerró sus puertas
un siglo atrás.
La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por entre los
montículos de mercadería sin dueño viviría en otra
parte. Se había emperifollado para recibir a ese turista
excéntrico que quería visitar el almacén y, apenas él se
fuese, también ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la
curiosa idea de haber ido hasta allí en busca de una re-
liquia, de algún objeto raro y precioso que nunca había
visto, que no sabía qué era, que jamás encontraría y
que sin embargo le pertenecía. Mientras caminaba iba
mirando el colosal revoltijo como para descubrir, entre
las caóticas colecciones deterioradas, aquel tesoro que
había venido a buscar.
El salón era un vasto depósito donde, hacía muchos años, gente de todas las condiciones so-ciales había ido guardando objetos heterogéneos para desprenderse de ellos, para venderlos en pública subasta o a la espera de poder rescatarlos. Después el depósito había sido clausurado y los objetos seguían allí, amontonados en cualquier forma, y como nadie venía a llevárselos el almacén había cobrado una absurda inutilidad, ya no formaba parte del mundo de los vivos, parecía irreal corno una utilería teatral abandonada o como los sótanos de un montepío que cerró sus puertas un siglo atrás.
La mujer que guiaba a Sidney en zigzag por
entre los montículos de mercadería sin dueño
viviría en otra parte. Se había emperifollado
para recibir a ese turista excéntrico que quería
visitar el almacén y, apenas él se fuese, también
ella se marcharía. A Sidney lo asaltó la curiosa
idea de haber ido hasta allí en busca de una
reliquia, de algún objeto raro y precioso que
nunca había visto, que no sabía qué era, que
jamás encontraría y que sin embargo le perte-
necía. Mientras caminaba iba mirando el co-