AGRADECIMIENTOS
La labor universitaria requiere de una cuidadosa dedicación, en la cual no sólo
colabora el estudiante, personas externas contribuyen a que se logré un buen
resultado al final del camino. Así que me satisface de sobremanera plasmar los
nombres de aquellos que, de diferentes maneras me apoyaron, no sólo para que se
lograra esta tesina, sino para concluir mi estancia en la universidad. Primeramente
a mi madre, quien es mi mejor ejemplo de vida y que, sin su incondicional soporte
y apoyo en toda mi existencia no estaría ahora escribiendo estas líneas. A mi
familia que, sin saberlo, me inculcaron el amor a la Historia y a su oficio, siendo mi
motivación y mi motor para no claudicar en el difícil y duro recorrido. A mi
queridísima Universidad Autónoma Metropolitana que me abrió las puertas y me
abrigó durante estos años, la llevaré por siempre en mi corazón por hacer posible
mi realización como historiadora; por supuesto que mi incondicional
agradecimiento a todos y cada uno de mis profesores que me guiaron y formaron
en el oficio de historiar; especialmente a mi asesora, la Doctora Sonia Pérez Toledo,
quien siempre estuvo en la mejor disposición de tutelarme en esta y en muchas
otras investigaciones, sin sus sabidos consejos hubiera sido imposible finalizar esta
tarea; al Doctor Ricardo Forte Veronese y a la Doctora Verónica Zárate Toscano
quienes fungieron como lectores y consejeros para obtener un mejor resultado de la
investigación. A mis compañeros historiadores, con los que en tantas ocasiones
compartí aulas, viajes y momentos de esparcimiento propios del universitario;
principalmente a mi colega, compañero de estudio, querido y gran amigo Rafael
Castañeda Garcia, que en tantas ocasiones charlamos y debatimos en un sinnúmero
de temas propios de nuestro campo, además de conllevar los mismos anhelos y
metas que ahora juntos alcanzamos. Igualmente guardo un gran cariño a la
biblioteca del Instituto Dr. José María Luis Mora, donde durante largas jornadas,
escribí los párrafos de este texto; asimismo a la biblioteca de la Dirección de
Estudios Históricos, donde me compartieron textos valiosísimos que me sirvieron
de referencia en la investigación. A todos los nombrados aquí, les estaré agradecida
por acompañarme en el andar de este sueño que ahora lo palpo como realidad.
Con todo mi cariño,
Vanessa Hernández Ortega
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . ….. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
1.- La sociedad mexicana de entonces . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . ……. . . . . . . . . . . . . . . . . 19
1.1 Estructura de las clases sociales . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22 1.2 ¿Quiénes son las clases populares? . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27
1.3 Formas de participación política . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32 1.4 Opinión Pública y Educación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39
2.- La organización de un gobierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .42 2.1 Algunos aspectos del pasado inmediato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46
2.2 Culminación de la lucha independiente . . . . . . . . … . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 2.3 Primera experiencia electoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
3.- El nacimiento del Imperio Mexicano . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .70
3.1 Agustín de Iturbide y Arámburu . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .733.2 Proclamación popular . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77
3.3 El Imperio de Agustín I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 3.4 Derrumbe del Imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .100
Reflexiones Finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .112
INTRODUCCIÓN
4
INTRODUCCIÓNFue 1822 cuando México se convirtió en Imperio. Era el inicio de la independencia política
y de la primera experiencia de gobierno propio, figuró casi como un experimento debido a
la carencia de práctica para los mexicanos en estos ámbitos. Agustín de Iturbide le otorgó a
su patria la tan ansiada libertad por la cual había luchado durante once años, lo que
significaría que pronto se tendría la responsabilidad de que el país se rigiera por manos
propias. Pero, ¿los mexicanos de aquel tiempo realmente estaban preparados para tal
acontecimiento? El descontrol para la sociedad en general fue excesivo, ya que después del
dominio español no se sabía a ciencia cierta en que se convertiría México: republicano,
federalista, centralista o monárquico. La incertidumbre sucumbió a todos, había un cierto
“temor” general por el desamparo en el que se encontraban. Se pensó en la familia real
española, el mismísimo Fernando VII fue invitado a tomar la batuta del naciente imperio,
la oferta era demasiado tentadora, pues el territorio que se ofrecía era bastante amplio,
además estaba habitado por numerosos siervos fieles a su majestad; la Corona mexicana
no era cualquier cosa, era un autentico imperio esperando el talento de un hombre cuyas
facultades llevaran por buen camino a la patria. Los mexicanos estaban consientes que el
compromiso era titánico, así que siempre se vislumbró que un español tenía que continuar
con el mandato pero ahora con una monarquía constitucional. La respuesta por parte de
España fue negativa, así que la patria ya no merecía esperar más, había que tomar
decisiones. Que mejor que su libertador para ocupar tan ambicionado puesto; de alguna
manera, era el más indicado, ya que el Generalísimo se había encargado de todos los
asuntos pendientes.
El siglo XIX mexicano se compone de altibajos políticos, el “juego de la silla”
destacó durante este periodo, pero, considero que el imperio de Iturbide constituyó el
proceso de transición de lo que fue la Nueva España a lo que se convertiría en México.
INTRODUCCIÓN
5
Todos participaron de una manera importante, pero la historiografía tradicional indica que
a la historia, la hicieron las clases que detentaron el poder, pues el siglo decimonónico se
caracteriza por los cuantiosos grandes lideres que ocuparon el gobierno. Sin embargo,
nuevos estudios han mostrado que las clases subalternas tuvieron una participación
substancial en estas cuestiones1.
Por tal motivo, en esta tesina se estudiarán a las clases populares en su actividad
política durante el imperio de Iturbide, y en donde es que se acomoda esta pieza
fundamental en el tablero de la organización de gobierno. Mi objeto de estudio son las
clases populares y su inserción en las decisiones políticas. Ya que, “la gente de la época de
Iturbide no podía comprender cómo un hombre, en un periodo tan corto, pudo adquirir
tanta gloria y lograr éxitos apabullantes, sólo para caer después y sufrir un abyecto fracaso
y la destrucción total. Los mexicanos estaban hipnotizados por estos eventos y convirtieron
la historia de Iturbide en una lección de moralidad”.2
Las preguntas a resolver son muchas, pero la hipótesis principal se centra en que,
¿realmente hubo una influencia por parte de las clases populares en las decisiones políticas
del primer imperio? o ¿sólo representaron una herramienta para la justificación de las
acciones de las elites? Pues si bien es cierto que existió una participación popular, no se
puede afirmar contundentemente que ésta influyó para determinar algo, ya que
simplemente pudieron ser meras expresiones de la opinión pública. Lo importante sería
saber ¿por qué? o ¿para qué? participaron activamente; sin dejar de lado que ésta, también
pudo ser inducida por algunos grupos de poder.
Ahora bien, ¿por qué estudiar a las clases populares? sencillo, porque éstas se
constituyen de la gente común de la ciudad, es la población que directamente se ve
afectada por todo lo que acontece en el país, es la que vivió las consecuencias en carne
propia de los aciertos e infortunios de los líderes. En consecuencia, es en la ciudad de
1 Véase: Silva 2003, Anna 2002, Lucea 2001, Di Tella 1987, entre muchos otros estudios.2 Anna, 1991, p 11.
INTRODUCCIÓN
6
México donde se centraron los eventos más destacados para el periodo estudiado, pues en
las provincias, la efervescencia de erguir un gobierno no fue tan apabullante.
Por otro lado, no se hallan muchos estudios que dediquen sus líneas a este tema y
periodo, esta limitante se puede deber a la insuficiencia de fuentes que sustenten un
estudio serio, ya que sólo podemos acercarnos a conjeturas de esta participación, pues por
lo regular se sabe de esto gracias a escritores o viajeros, que escribieron sus testimonios en
panfletos o periódicos, o ya en el mejor de los casos, en libros hechos por algunos
historiadores de la época preocupados por plasmar los acontecimientos que forjaron al
país. Como se observa, el problema de las fuentes es severo, pues siempre se tienen
indicios indirectos del comportamiento de las clases populares. Para esta investigación las
fuentes utilizadas serán estos mismo panfletos y periódicos, además de algunos diarios y
cartas, así como también textos de algunos personajes cercanos a Iturbide. Dichas fuentes
fueron extraídas principalmente del Fondo Reservado y la Hemeroteca del Instituto de
Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México; de la
Hemeroteca del Archivo General de la Nación y del Ramo de Iturbide en CONDUMEX.
Como mencioné anteriormente, sí contamos con estudios serios que analizan la
problemática planteada, aunque resultan pocos los que estudian en especifico el tema, pero
sobre todo el periodo de esta investigación. Por ejemplo, Torcuato S. di Tella en su texto
Política nacional y popular en México 1820-1847 3 analiza la participación popular dentro
de la política, el autor nos dice que desde la Insurgencia, habría sido difícil pasar por alto la
posibilidad de la violencia en la vida cotidiana y en la política, y hacerlo habría sido un
grave riesgo. “Más que nunca, la política se volvió la continuación de la guerra civil por
otros medios, que incluían la apelación, apenas disimulada, a la violencia, o su invocación y
ejercicio ritual: por ejemplo, en el entrenamiento de la milicia, en las elecciones y en una
prensa que empleaba un lenguaje amenazante. El pueblo no era hacedor de reyes, pero si
3 Di Tella, 1987, p. 35.
INTRODUCCIÓN
7
desempeñaba un papel en el proceso de hacer reyes. Y aunque ocupara un puesto
secundario a otros actores mejor colocados, podía, conscientemente o no, fijar algunas
reglas y algunos requisitos a quienes lo utilizaran. Una participación un tanto especial,
pero al fin y al cabo participación”.4
En esta parte di Tella confirma gran parte de mi hipótesis planteada, pues nos
habla de una presencia muy importante por parte de las clases populares en la formación
del Estado, capaz de subir, mantener o quitar a un dirigente del poder; aunque en su texto
emplea el concepto de “clases peligrosas”. Este concepto se refiere a que México contaba
con un numeroso elemento de “clases peligrosas” entre su población, algunos muy visibles,
especialmente los léperos de las grandes ciudades, los mineros, y los indios desarraigados
de sus comunidades a los que era posible movilizar. No cabe duda que estos grupos se
mostraban amenazantes; sin embargo, en mi hipótesis –afirma di Tella- es que las
verdaderamente peligrosas eran las clases medias. Aquí estaría fuera de lugar una
discusión sobre lo que constituye una clase, o sobre como definir una posición intermedia
en la pirámide de la estratificación. Pero dentro de la jerarquía social, hay líneas de
discontinuidad a diferentes niveles. Esta línea casi diluida, es el punto de apoyo que los
estudiosos de estos sectores contamos, debemos observarla con un lente especial que nos
permita poderlos desprender de la sociedad. Se debe leer entre líneas su posición en una
estratificación social, sin perder de vista que la historia se ha abierto nuevos horizontes
para su investigación.
Una aportación de suma importancia es la que nos da Timothy Anna5, ya que nos
brinda un texto donde hace una biografía minuciosa del proceso del imperio, obviamente
ligada a la de Iturbide, pero el objeto de estudio es la participación del pueblo durante este
hecho. Hace un importante énfasis en el aspecto tan significativo que tuvo el pueblo en las
decisiones políticas.
4 Di Tella, 1987, p. 41.5 Anna, 1991.
INTRODUCCIÓN
8
Durante la investigación me tope con numerosas biografías de Iturbide, por
ejemplo: Los últimos días de Iturbide 6Agustín de Iturbide: vida y obra7 Iturbide8La corte
de Agustín I, emperador de México9 (este texto más que un biografía personal de Iturbide,
es una biografía de su vida política y de los personajes que lo rodearon). En particular se
halla un texto donde se habla de su vida pero analizada por los discursos del Congreso, esta
obra se titula Iturbide, pro y contra10.
También hay diversos artículos, cuyos autores se preocupan por dicha temática, tal
es el caso de Verónica Zárate Toscano, que, aunque de manera indirecta, ha hecho estudios
como Política, casas y fiestas en el entorno urbano del Distrito Federal: siglos XVIII y
XIX, Agustín de Iturbide: entre la memoria y el olvido, El testamento político de los
diputados americanos en 1814, entre muchos otros.
Sin lugar a dudas en el transcurso de esta tesina, no se podrán aprovechar valiosos
textos que tratan la problemática, pues el tiempo y el espacio son pequeños para incluir
toda la bibliografía existente para este periodo; empero, confío en que la selección hecha
brindará un panorama amplio y consistente que argumentan firmemente la investigación.
En tanto al contenido de esta tesina, en el primer capitulo abordaré la descripción
de la sociedad de aquella época, de igual forma a la estratificación social que la componía;
seguidamente se precisará quienes conforman las clases populares y sus formas de
participación; para finalizar el capitulo expondré la formación de la opinión pública. En el
segundo apartado, trataré los hechos que precedieron al primer imperio -incluyendo la
consumación de la independencia-, en último lugar presentaré las conflictivas elecciones
que se llevaron acabo para elegir representantes. En cuanto a la tercera parte, discutiré el
6 Zorrilla, 1969.7 Navarro, 1906.8 Navarro, 1869.9 Terreros y Vinent, 1921.10 Jesús Romero Flores, 1971.
INTRODUCCIÓN
9
efímero imperio de Iturbide y su estrecho vínculo con las clases populares, además de
algunos datos biográficos de nuestro emperador.
Pero antes de iniciar con la trama, es substancial definir algunos aspectos teóricos
para comprender mejor este hecho histórico. Las categorías de análisis primordiales son
tres: movimientos sociales, cultura política y espacio público. Debo precisar que la
participación política será vista como un movimiento social, con las reservas necesarias al
respecto, ya que para este periodo aún no se pueden considerar movimientos previamente
organizados por un líder, entre otras cuestiones que enseguida explicaré, simplemente son
manifestaciones espontáneas. La cultura política es fundamental, pues engloba las
motivaciones de las clases populares a manifestarse, expresión que hacen dentro de un
espacio público. Y es dentro de este espacio público, donde se entremezclan todos los
sectores sociales y comparten su cultura.
Como señala Juan Manuel Guillén Mesado, “entendamos que los movimientos
sociales surgen de la discrepancia. Desde siempre han existido diversas maneras de ver y
entender la vida, que por supuesto dependerá de la época y lugar en que se sitúan. Las
tensiones y discrepancias entre individuos no configuran un movimiento social, pero si lo
hacen cuando aquellos son capaces de ponerse de acuerdo y presentarlas en conjunto. Por
movimientos sociales podemos entender aquellos actos colectivos encaminados a
presentar ante las autoridades, grupos o sociedad en general una demanda precisa”.11 Para
nuestro asunto no hay movimientos sociales como tal, son manifestaciones espontáneas12 y
locales, que sin más, expresan lo que les concierne en ese momento a las clases populares;
es decir, para el caso del imperio de Iturbide los grupos subalternos sólo se ocupan de
quién los va a gobernar, o mejor dicho, se ocupan de buscar soluciones inmediatas a
problemas inmediatos, sin entrever el futuro; esto no significa que no tengan otros
11 Guillén Mesado2003, p. 7.12 Aunque hay que aclarar que para el periodo estudiado los movimientos no fueron tanespontáneos, pues detrás de ellos encontramos a figuras importantes como al ejército, queorquestaron a varios de estos movimientos.
INTRODUCCIÓN
10
intereses, simplemente hubo nuevos proyectos que acapararon su atención, de los cuales se
encuentran: la oportunidad de votar, de ser ciudadanos, de tener voz ante sus gobernantes.
El movimiento social se produce esperando una respuesta. Así todo movimiento
social implica una petición pacífica o violenta con la que se pretende convencer a alguien, o
que acceda por la presión o el temor. Lograr que participen activamente aquel o aquellos
que tienen capacidad o influencia para trasformar la realidad que se esta viviendo.13
En el periodo que tratamos, las clase populares no precisamente buscan objetivos o
metas a lograr, más bien se contempla la idea de participar activamente en la elección del
nuevo gobierno, lo que resulta lógico, ya que están sumidos en estas nuevas ideas de
ciudadanía e igualdad. Además de que aún, no existe una forma de “participación
organizada” por parte de la sociedad en general, que les permita inmiscuirse en estas
cuestiones; de tal manera se hacen escuchar espontáneamente cuando tienen en frente a
los que detentan el poder, o bien, la expresión escrita juega un papel determinante en estos
casos, igualmente las charlas informales entre los habitantes.
Las clases populares representan un sector bastante amplio como para poder
especificar a que tipo de movimiento social se refieren, debido a que las movilizaciones en
que participaron para ofrendar a Iturbide no son consideradas en el significado que se
requiere. Sin embargo las podemos canalizar en lo que Guillem llama los movimientos de
marginalidades, puesto que surgen para solucionar cuestiones específicas de la vida
cotidiana. “Las protestas cuentan con numerosos seguidores, muy activos mientras se
desarrolla el conflicto y absolutamente inactivos todos o casi todos una vez que se han
solucionado. La participación de muchos, cuando no hay un sistema articulado que
permita gestionar sus demandas, provoca concentraciones tumultuosas, que conducen en
algunos casos a expresiones violentas”.14
13 Guillén Mesado, 2003, p. 7.14 Guillén Mesado, 2003, p. 17.
INTRODUCCIÓN
11
La explicación de Guillén al respecto de la formación en grupos de una sociedad, es
distinta, lo cual me parece pertinente puntualizar, ya que se podría pensar que si
estudiamos uno, entendemos todos. “Si lo hacen de forma pacífica, sin intentar subvertir el
orden social, se les suele aceptar. Podríamos decir que entonces acaban por convertirse en
una pieza más de la sociedad que los reconoce y permite la incorporación de nuevos
miembros, eliminando, sin costes, parte de las tensiones que generan en su seno.”15
Reiterando que los movimientos sociales requieren cierta rigidez para su estudio, y
que casi siempre son vinculados con protestas laborales o campesinas; se puede extraer
que las masas es un arma muy ruidosa que desestabiliza a cualquier tipo de autoridad en
que se emplee, y que por lo regular, siempre logran mover las fichas del tablero aunque
estas no estén totalmente a su favor.
Hablar de cultura política es desde muchos puntos de vista, situarse en un terreno
de componentes antagonistas.16 Debemos tener presente, que no existe “cultura política
única” para toda la sociedad, no importa de que época o lugar estemos hablando, es muy
difícil entablar una hegemonía cuando tratamos con estos conceptos, ya que los
componentes de dicha sociedad son abundantes y diversos. Tampoco podríamos establecer
un patrón de cómo era la cultura política de cualquier sociedad, nos debemos conformar
con un acercamiento al posible pensamiento político que prevaleció durante esa época. No
hay que dejar de lado que estos enfoques serán vistos desde las clases populares, pues si
bien es cierto que contamos con una abundante historiografía del siglo XIX, pocos son los
textos que vuelcan su mirada a la presencia de la gente común y a la importancia de este
sector.
Este comportamiento humano es precisamente el objeto de estudio de esta tesina,
pues es conveniente situarnos en los hombres de carne y hueso que presenciaron este
eslabón en la política de principios del siglo XIX, y que preocuparon con su inserción a las
15 Guillén Mesado, 2003, p. 20.16 Rioux, 1999, p. 389.
INTRODUCCIÓN
12
clases poderosas. Por ejemplo, la Guerra de Independencia permitió la participación
política del llamado “pueblo bajo” o “plebe”, se involucró a todos los sectores sociales; los
mismos gobernantes insurgentes no tuvieron otra alternativa que reconocer la presencia
política de estos grupos, cada vez más desafiantes y demandantes de sus derechos como
miembros de la sociedad. Este proceso se reforzaría con el establecimiento de la
Constitución de 1812.17
Puntualizando más en que se entiende por cultura política, la Dra. Natalia Silva nos
explica que la búsqueda de definición y precisión de la existencia de una (s) cultura (s)
política(s) de la gente “sin historia”, es un problema de difícil resolución. En primera
instancia porque es absurdo postular una definición universal de lo político y en segunda
medida tratar de avalar una definición a priori de lo político puede ser un error. De igual
manera, se ha señalado que el concepto de cultura política constituye una herramienta
analítica de uso complicado en tanto abarca todos los elementos del proceso político en
todos los niveles de la sociedad política. 18
Un texto publicado en Puebla en 1820 que trata un diálogo entre un ciudadano y su
domestico nos aclara el panorama de esta cuestión:
Dom: ¡Válgame Dios, señor, que algarabía hay por la calle! Yo como soy hijode una cocinera, hermano de un tornero, no se nada ni entiendo lo quedicen; y aunque tengo a mi hermano Cruz que es soldado artillero, desdeque V. me trajo de México no me escribe: el me pudiera dar razón; pero V.Dígame algo sobre esto. Dicen que yo. A pesar que soy bajo de nacimiento,de escasos principios, y de ningunos bienes soy igual al Rey, y que tengovoto en el ayuntamiento.Ciud: Calla, loco: las gentes vulgares como tú, sin principios, sin política,reflexión, ni aquellas cualidades que constituyen al hombre sensato,interpretan las cosas según sus caprichos.Dom: Por eso quiero que V. Me explique las cosas como son.Ciud: Pues atiende un rato. Sabe que el REY es la cosa más sagrada queexiste en nuestros reinos, porque los reyes son los ungidos del Señor. Lanación es árbitra a representar sus derechos y hacer patentes los agraviosque hubiere recibido, como lo hizo con el Rey Don Sancho el gotoso.19
17 Ortiz Escamilla, 1997, p. 101.18 Silva Prada, AÑO19 J. M. D. G., “LA INGRATITUD. DIÁLOGO ENTRE EL CIUDADANO Y SU DOMÉSTICO”, Puebla,Imprenta de D. Pedro de la Rosa, 1820.
INTRODUCCIÓN
13
Este diálogo ejemplifica lo que se vivía en aquella época, las clases populares sabían
una verdad a medias, estaban concientes de que poseían derechos; se percataban que el
entorno había cambiado y tenían derechos, pero no sabían ejercerlos con precisión;
posiblemente nadie se los había explicado. Además que no se puede establecer un
significado único de cultura política, ya que como lo muestra el diálogo, ambos personajes
pertenecían a las clases populares, pero tenían una visión muy distinta de los nuevos
derechos y deberes que eran dueños.
Tal como parece a los ojos de los historiadores, la noción de cultura política está
entonces estrechamente relacionada con la cultura global de una sociedad, sin tampoco
confundirse totalmente con ella, puesto que su campo de aplicación se refiere
exclusivamente con lo político. No podría haber entonces oposición, ya que la cultura
política como la cultura misma se inscribe en el marco de las normas y de los valores que
determinan la representación que una sociedad se hace de ella misma, de su pasado, de su
futuro.20
Por su parte Rioux nos indica, que hay que separar la visión del historiador, ya que
de esto dependen los resultados. Puesto que no es lo mismo una definición expuesta por un
politólogo que por un historiador. La noción utilizada ampliamente por los politólogos
americanos de la escuela “desarrollista”, fue vivamente criticada al punto de que, el día de
hoy, la ciencia política la rechaza completamente. Rioux observa, que la crítica se dirige
sobre dos puntos totalmente ajenos a la cultura política tal como la ven los historiadores:
en primer lugar, la idea de que existía una cultura política nacional propia de cada de
pueblo y, en consecuencia, trasmitida por herencia de generación en generación; en
segundo lugar, la presuposición de una jerarquía de esas culturas políticas nacionales que
implica las vías de la modernización, es decir, que alinea las culturas políticas de las
20 Rioux, 1999, p. 391.
INTRODUCCIÓN
14
diversas naciones sobre las normas y los valores de las democracias, liberales de Occidente,
que deberían representar el modelo terminado de la modernización de las sociedades.21
Hacer estudios culturales implicados en lo social no es una tarea fácil, esto se debe
a que el término en si mismo es demasiado ambiguo, se ha interpretado de diferentes
maneras, sin mencionar los distintos tipos de cultura que persisten. Y si a esto le añadimos
otro concepto, que en este casó es política, nos enfrentamos a un mundo complejo de
definiciones; ya que en primera instancia nos perderíamos en la búsqueda de una
definición exacta que se aplique a nuestro objeto de estudio, y esto no es porque haya
definiciones erróneas y correctas, sino porque como mencione anteriormente, hay una
gama enorme de significados; en segunda instancia las fuentes que nos pueden acercar a la
cultura de la época están hechas por las elites, y aquí encontramos nuevamente otro
problema, pues en este caso el objeto de estudio son las clases populares. Sin embargo
tenemos opciones. Estudios culturales han demostrado que por medio de otro tipo de
fuentes, no precisamente las escritas, se puede hacer una investigación con excelentes
resultados22, con esto no quiero decir, que los documentos sean desplazados a segundo
plano, sólo que su lectura es diferente.
¿Cómo y por qué nace una cultura política? Lo complejo del fenómeno implica que
su nacimiento no puede ser fortuito o accidental, sino que corresponde a las respuestas
aportadas a una sociedad frente a los grandes problemas y a las grandes crisis de su
historia, respuestas lo suficientemente fundadas como para inscribirse en un largo tiempo
y trascender las generaciones.23
Coincido con la Dra. Silva, que es obvio que para una época en la que no podemos
interrogar a la gente sobre lo que opinaba de estos asuntos y en donde no podemos saber
21 Rioux, 1999, p. 392.22 Para estudios culturales véase Peter Burke La cultura popular en la edad media, Formas dehistoria cultura; Roger Chartier El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural;Natalie Zemon Davies Sociedad y cultura; Jacques Le Goff La nueva historia; entre muchos otrostextos.23 Rioux, 2003, p. 396.
INTRODUCCIÓN
15
con exactitud lo que hablaban en las tabernas, en los mercados y en sus casas, es necesario
valernos de las evidencias que proceden de los movimientos violentos o de la literatura
popular.24
El comportamiento político del siglo XIX por parte de la sociedad, esta vinculado
con la violencia y el desorden. La plebe, por ejemplo, era considerada como sector
propenso al desbordamiento porque era “muy libre y sin obligaciones”, poco moderada.
Esta concepción de la vida política hacia que los gobernantes estuvieran constantemente
prevenidos sobre su posible comportamiento “irregular”.25
Estas formas de acción extraordinarias no deben hacernos creer, sin embargo, que
la gente común solamente participaba en la vida política de aquellas épocas. Si bien se
podían expresar abiertamente sólo en momentos críticos, se involucraban constantemente
en los pequeños conflictos cotidianos y se comunicaban continuamente entre sí. Los
intereses y pleitos de los gremios, los abusos de las autoridades, los cobros indebidos, la
defensa de espacios tradicionales, eran todas circunstancias que nos permiten pensar la
posibilidad de buscar en las acciones extraordinarias indicios de acción ordinaria.26
En la mayoría de las veces, no existen alternativas para hacerse escuchar, más que
con la ayuda de las masas; sin embargo los motivos que impulsan a que exista una
organización para un determinado fin, no están bien definidos, aunque si puede haber
particularidades para identificarlos, pero si queremos generalizar cometeríamos un error.
Resulta viable entender mejor la cultura política por medio del acercamiento al
espacio público en que la sociedad interactúa o convive, ya que esta sería una especial
herramienta que nos permite reconstruir la vida cotidiana del pueblo.
En el espacio público era en donde realmente se creaba la conciencia y la cultura
política de la sociedad, era donde el pueblo externaba sus quejas o agrados, intercambiaba
24 Silva, 2003, p. 11.25 Silva, 2003, p. 17.26 Silva, Tesis, p. 20.
INTRODUCCIÓN
16
opiniones o establecía discusiones referentes a los asuntos políticos. Era dentro de la vida
cotidiana del pueblo, donde se determinaban sus inclinaciones políticas y se planeaban las
soluciones.
“La reflexión relativa al espacio público en la ciudad cobra especial relevancia en el
contexto de los procesos globales y locales que han impulsado profundas trasformaciones
estructurales en la sociedad y en la vida pública. Pensar la ciudad a partir de la relación
entre espacio público y ciudadanía nos introduce a la comprensión de algunos de los
efectos de estas transformaciones en la estructura social urbana, así como de las formas
diferenciadas de identificación y de aproximación social de los lugares comunes. En estos
lugares sedes de interacciones y actividades publicas y privadas, miembros distintos de la
sociedad urbana expresan valores e intereses, plantean demandas y necesidades,
desarrollan prácticas sociales heterogéneas, relaciones de sociabilidad, de cooperación y de
conflicto que en su conjunto expresan la manera como se construye o se destruye lo
colectivo. El tema de espacio público es aún reciente en el debate en torno a la ciudad de
México, a las formas de participación ciudadana, de gestión y gobierno, de planeación
urbana y de organización social de recursos y significados que circulan en los lugares que
usan y habitan los ciudadanos”.27
En un sentido histórico, el concepto de lo público de ha definido como culto de
pueblo con relación a los asuntos de la política, de la cultura, del Estado, del gobierno, de
los poderes públicos, de la autoridad, de las instituciones, de la comunidad y de la
sociedad. Lo que se hace público, tanto a través de prácticas y acciones como de la opinión,
de las publicaciones y de la publicidad en lugares y medios distintos, tiene como
destinatarios a personas y grupos sociales que usan, se apropian y legitiman socialmente
este campo. En particular, el vínculo entre lo público y la política lleva implícito al público
como sujeto y objeto de la política. El significado de lo público se define en esta propuesta
27 Ramírez Kuri, 2003. p. 25.
INTRODUCCIÓN
17
teórica a través de dos fenómenos interrelacionados: lo que puede ser visto y escuchado
por todos, difundirse y publicarse, apareciendo como constitutivo de los distintos aspectos
de la realidad; y lo público concebido como el mundo común de los hombres se relacionan,
actúan y viven juntos. Por un lado, éste se expresa y cobra sentido a través de la pluralidad
de perspectivas y situaciones que simultáneamente asignan un significado de la realidad de
lo público como espacio común que si bien reúne a todos, quienes interactúan en él ocupan
y representan posiciones distintas. Por otro, porque las diferencias existentes, al aparecer
públicamente, plantean tanto las posibilidades como las restricciones para la creación de
vínculos sociales que puedan unir, a partir de intereses comunes, a miembros distintos de
la sociedad. Lo público remite a concepciones distintas de lo social y de la política,
asociadas a los valores, imaginarios y representaciones de lo colectivo: bien común,
legitimidad, soberanía, poder, comunidad, ciudadanía y sociedad. Pero también a la
relación y diferenciación público-privado inscrita en distintas vertientes de discusión y
análisis de procesos y fenómenos que intervienen en la vida social.28
Así pues, el espacio publico jugaba un papel muy importante dentro de una
sociedad, debido a que es el lugar donde todas las clases sociales conviven, además se da
un intercambio cultural que permea a todos los sectores sociales. Un espacio social muy
importante para la ciudad es el zócalo, el cual representó un vínculo de suma importancia
entre los diversos estratos sociales; de tal manera, Guillermo Prieto lo describe como un
extenso cuadrado de la plaza principal dividido por una cruz tirada de la puerta principal
de Palacio Nacional al portal de Mercaderes, y de la puerta central de la Catedral al portal
de las flores.29
Igualmente las calles en si mismas son testigos de un sin fin de eventos históricos,
de ahí la relevancia de ser incluidas en este tipo de estudios, ya que figuran como el
28 Ramírez Kuri, 2003, p. 33-34.29 Esta descripción fue hecha por Guillermo Prieto en 1819, se tomo de: Revista Universal, 9 demayo de 1875.
INTRODUCCIÓN
18
escenario perfecto de diversos pasajes en la vida de México. “Las calles son bastante
espaciosas –nos comenta un diario de la época-, por lo común, tiradas a cordel, y
adornadas con edificios bellos y de buen gusto. Son de notar algunos defectos que se
advierten, tan chocantes unos a la vista, como perniciosos otros al público: de aquella clase
son muchas carrocerías de edificio bajo, desaliñado y feo, como si sus dueños tuviesen
derecho para afear unos lugares tan públicos; y de ésta las ventanas con reja baja y
exterior, los umbrales de parte de afuera, y los pilarcillos de cantería que están en cortas
distancias a orillas de las banquetas que son causa de muchas caídas peligrosas,
especialmente de noche”.30
Como observamos, las calles citadinas encarnaron un importante emblema de
convivencia de la sociedad, no importaba a que clase se perteneciera, la gente paseaba en
las calles e interactuaba entre sí, compartiendo la cultura, la política y los problemas
propios de una ciudad.
30 Tomado del Diario de México, 9 de octubre de 1810.
CAPITULO 1
LA SOCIEDAD MEXICANA DEENTONCES
Una ciudad está compuesta por
diferentes clases de hombres;
personas similares no pueden
crear una ciudad.
Aristóteles
Ciudad de México, siglo XIX
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
20
Conocer la vida cotidiana de la sociedad de principios de siglo XIX requiere de un
gran esfuerzo, pues sin duda, no hay registros específicos que nos revelen el rol que
jugaba la gente común en su vida diaria. Empero podemos rastrear indicios de
ciertos problemas urbanos para formular una noción de la ciudad de aquel tiempo.
Muestra de ello, es el diario de México, donde los criollos lamentaban el altísimo
costo de la imprenta porque les impedía dar a conocer los frutos de su ingenio (por
lo cual se ganaban la fama de tontos y perezosos en los círculos intelectuales de la
metrópoli), podían ver impresas sus odas anacreónticas al pulque, ya no al vino
europeo. Junto a una crítica muy cuidadosa, irónica y entrelíneas de los abusos
virreinales, figuraba, por ejemplo, el anuncio de venta de una esclava guinea, moza
de 18 años, fuerte, dócil y apta para todos los servicios. Estas pautas nos resultan
indispensables para un estudio de esta índole, ya que, “leyendo entre líneas” se
observa que la sociedad -aunque en este ejemplo sólo se remite a los criollos- no
permanecía quieta dentro de los parámetros que habitualmente podríamos
suponer que le concernían. La sociedad en su totalidad figuraba de distintas
maneras en la ciudad, se podría obviar este argumento, sin embargo debemos tener
claro que los diferentes sectores sociales se movían dentro de un contexto político
muy inestable, y por ende, no debemos pensar que cada grupo se desplazaba
únicamente en la “línea que le correspondía”, mejor dicho, no debemos concebir a
cualquier sociedad dentro de los patrones tradicionales de dominados y
dominantes, donde el dominante impone su influencia absoluta al dominado,
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
21
siendo que por mera definición se entienda que éste sea activo y en consecuencia el
dominado sea reducido a un estado pasivo, o en el mejor de los casos, receptivo. 1
Pero en definitiva, se comprendían diferencias sustanciales en cuanto a
jerarquías sociales, que forzosamente nos remiten a una estructura social, aún
cuando los distintos grupos compartieran un mismo espacio. De tal manera, la
sociedad mexicana de entonces se componía en:2
Ø Terratenientes (hacendados y latifundistas)Ø Mineros (altos empleados de las compañías mineras)Ø Comerciantes al mayoreoØ IndustrialesØ Profesionistas unidos al régimen administrativoØ Clero Alto
Ø Profesionistas (abogados, médicos, ingenieros, maestros,etc.)
Ø BurócratasØ Empleados del comercio y la industriaØ Comerciantes al menudeoØ Militares (jefes y oficiales)Ø Trabajadores calificadosØ Campesinos (pequeños propietarios)
Ø Clero BajoØ Labriegos (peones de hacienda libres y arrendatarios)Ø Comerciantes ambulantesØ ArrierosØ Artesanos y menestralesØ SirvientesØ Militares (soldados)
1 Alberro, 1992, p. 14.2 Carrera Stampa, 1965, pp. 45-46.
a) Clase Alta
b) Clase
c) ClaseBaja
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
22
1.1 Estructura de las clases sociales
Como en todas las sociedades, la composición social del siglo XIX es diversa; sin
embargo, en estos años no podemos definir con estricta exactitud cuantas clases
existían, ya que aún habían secuelas del sistema social de la Nueva España.
Por otro lado, Francisco González Hermosillo Adams asegura que “los
historiadores no deben retomar los juicios elaborados por la conciencia social y la
legislación de la época para diferenciar a los sectores de la sociedad, ya que la
visión de un grupo social hacia otro nunca concordaba, es decir, cada grupo o clase
social se autodefinía y definía a los otros grupos, pero estas caracterizaciones no
coincidían entre si. Empero, las disertaciones que se puedan tener frente a esta
problemática nos debe llevar a pensar, ya que la estratificación social no fue, ni es,
un patrón recurrente, la sociedad y su estratificación, resultante de los procesos
históricos”.3 Por ende podemos deducir que las clases populares son el resultado de
un periodo victima de un torbellino político y económico, en el cual es lógico
determinar que los grupos sociales se transformaban consecutivamente, y por tal
motivo, “la gente común” se puede englobar cómodamente en este concepto, pues
el siglo decimonónico se caracteriza por el protagonismo de sus gobernantes, en
diversas obras de la época no se enumeran muchos sectores sociales, por el
3 González, 1980, p. 230.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
23
contrario en su mayoría coincidían en que únicamente coexistían tres grupos
sociales a grandes rasgos: elites, clase media y marginados.4
En general, estos análisis vinculan la división social del trabajo con la
característica étnica de los grupos que participaban en la estructura productiva.
Así, el grupo minoritario blanco de acaudalados (gachupines y criollos europeos)
era el que acaparaba los puestos más elevados de la Iglesia, el ejército y la
administración pública. La producción minera e industrial, el gran comercio
interno y externo y la extensa propiedad de fincas rústicas y urbanas estaban
monopolizadas por este grupo, haciéndolo el rector del poder político y económico
del país.
En la última escala de rango social, se encuentran los indígenas, como fuerza
de trabajo requerida para el funcionamiento de las haciendas y minas de la clase
privilegiada. También, se adjunta un grupo de mestizos pobres que fungían como
sirvientes domésticos, jornaleros, artesanos fuera de gremio, vendedores
ambulantes y soldados del ejército.
Un fenómeno objetivo que nos ayuda a entender las actitudes agresivas de
los liberales para con este tradicional ordenamiento de los estratos se ubica entre
estas dos modalidades de agrupamiento social: la estratificación novohispana que
estuvo influida por el status que atribuía grados distintos de honor, y por las
personalidades jurídicas (clero, ejército, consulados comerciales, gremios de
artesanos, comunidades indígenas) expresadas en fueros, inmunidades y demás
privilegios corporativos.5 “Los intereses de los estratos más bajos de la aristocracia
empezaron a converger con los más altos de las capas medias, constituidos por una
4 Véase Alamán, 1942; Bustamante, 1895; Mora 1985; Poinsett, 1950; Zavala, 1845.5 González, 1980, p. 231.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
24
reducida burguesía emergente que comenzaba a figurar al interior de la producción
artesanal y del sector mercantil: las fronteras entre estratos tendieron a
desaparecer”.6
En este sentido, el carácter discriminatorio en la ubicación de las personas
dentro de las relaciones sociales de la comunidad siguió existiendo durante todo el
siglo XIX, aunque no tan rígidamente excluyente.
González habla de que “una interpretación muy diferente apoya la
explicación de la desigualdad económica y social de los grupos humanos que
configuraban la sociedad mexicana sobre la teoría marxista de las clases sociales.
Esta teoría, considera la posición de los grupos sociales dentro de la organización
social de trabajo.”7 Aunque para esta tesina no nos ocuparemos de formular una
acertada jerarquía social, es importante destacar este aspecto ya que el término
“clase” para este periodo puede confundir y resultar anacrónico si nos basamos
meramente en la concepción marxista, las clases populares están implícitas dentro
del grueso de la población conjuntamente con la cultura popular.8
González habla de la extrema fragmentación del mercado interno, agudizado
por el rompimiento del monopolio comercial de la colonia y el encarecimiento del
transporte, fue un fenómeno cuya permanencia se observó a lo largo de casi todo el
siglo XIX; además de la aparición de un incipiente proletariado industrial, la
intensificación del fortalecimiento de oligarquías regionales, que aprovecharon el
aislamiento geográfico de los mercados para controlar los intercambios en sus
6 González, 1980, p. 232.7 González, 1890 p. 233.8 Véase Lida, 1997 y Gruzinski, 1979.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
25
localidades, fue uno de los pocos cambios en la estructura social constatados en las
primeras décadas de vida independiente.9
Otro sector en la estructura social, de mayor número que la clase
privilegiada y los marginados, fue el constituyó las clases medias de la sociedad.10
Se ha visto que éstas sirvieron como el motor de cambios importantes; a este grupo
pertenecían los pequeños propietarios dedicados al comercio modesto y a las artes
y oficios. Una pequeña proporción de artesanos propietarios de un taller, aún sin la
formación técnica de su oficio pero con el dinero necesario para pagar el alquiler de
un local y a unos cuantos jornaleros, se ubican en este sector. También gran parte
de los servicios (dependientes, oficinistas, etc.) quedaba incluidos en los estratos
medios. El nivel económico de los empleados públicos, de los militares de mediana
gradación y el clero secular los colocaba en esta categoría.
Las pocas profesiones liberales eran prácticamente ejercidas por individuos
pertenecientes a los sectores medios (abogados, médicos, docentes, notarios, etc.).
En el campo, los representantes de este grupo eran los trabajadores de confianza en
las haciendas (administradores, capellanes, mayordomos, encargados de las
tiendas, escribientes, contadores) y sus dependientes, los maestros de las escuelas
rurales, los caporales, los pastores y trojeros.
En el otro extremo de la estructura social se encuentran las clases bajas, las
cuales consistían en las masas pobres. Los vagos y bandidos proliferaban a altos
niveles. A este sector lo podemos denominar como los marginados, debido a que
eran todos aquellos que mendigaban por las calles, no tenían un oficio o un trabajo.
9 González, 1980, p. 236.10 Este término “clase media”, se determina en base a la generalización antes hecha de la estructurasocial de principios del siglo XIX, pues mi interés sólo es mostrar a grandes rasgos el contenido dela sociedad, para así, poder identificar a las clases populares.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
26
“Esta clase es desconocida como tal en una sociedad bien ordenada, consiste de
mendigos y ociosos, zánganos que se mantienen a expensas de la colectividad y que
no teniendo nada que perder, están siempre prestos a engrosar el grito de la
agitación popular, o a prestar su ayuda a la tiranía imperial. En México la mano
fuerte del gobierno virreinal mantuvo sumisas a estas gentes, pero hay motivos
para temer que en lo sucesivo van a ser el instrumento fácil de todas las
facciones.”11
En apariencia estas clases les fueron muy útiles a las esferas de poder,
debido a que son moldeables y manipulables por su baja condición, pero considero
que no se deben advertir generalidades a este respecto, pues eran consideradas
peligrosas en conjunto, inclusive eran temidas y, hasta me atrevería a decir, eran
respetadas a causa de las derivaciones de sus actos.
Si bien la marginación puede ser un estado efímero, algunos grupos sociales
han sido considerados marginados por estar condenados irremediablemente a la
exclusión. Son los criminales, los locos y los vagabundos. “El concepto de
marginación va indudablemente unido al de peligrosidad porque sus bases
ideológicas representan un peligro para la sociedad o el Estado. Aunque las
sociedades ven en los marginados un peligro, los necesitan, proyectan sobre ellos
todos los males y a través de las atenciones que se les brindan forjan una buena
conciencia, desde la caridad cristiana hasta el Estado benefactor”.12
Entonces podemos decir, que las clases populares son un sector que no
observamos a primera vista en la pirámide social, más bien es una parte que se
entremezcla al grueso de la población, pues sólo excluye a las elites y a los
11 Poinsett, 1950, pp. 179-181.12 Sacristán, 1994, p. 191.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
27
marginados. Debemos leer entre líneas a las clases populares, teniendo en cuenta
que su lugar en la estratificación social no esta dado precisamente por
circunstancias económicas, yo diría que esta determinada por su nivel cultural.
1.2 ¿Quiénes son las clases populares?
A pesar de que es difícil encontrar una definición del término clase social, es
importante tomar en cuenta que las clases sociales son una consecuencia de
desigualdades sociales, pero sobre todo son el resultado de un proceso histórico
específico. “Las diferencias entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos, entre
individuos pertenecientes a distintas razas, se convierten en diferencias sociales
cuando una sociedad toma estas diferencias como criterios para la asignación de
los individuos a las diferentes funciones sociales y se convierten en desigualdades
sociales, cuando estas funciones se ubican en diversos niveles dentro de la jerarquía
social”.13 Ahora bien, el término popular se define, según Bobbio, como fórmulas
políticas por las cuales el pueblo, considerado como conjunto social homogéneo y
como depositario exclusivo de valores positivos, específicos y permanentes.
De tal manera hablar de clases populares es hablar de un concepto de
infinita complejidad, pues no es un término que precisamente se refiera a una clase
social en sí, más bien creo que es un término que no se puede incluir en la
estructura social, puesto que dentro de este sector se alberga un amplio grupo de la
población, el cual no precisamente se puede entender por clase media o por tener
un mismo nivel económico o cultural; es decir, las clases populares se componen de
13 Bobbio, 1981, p. 225.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
28
un importante grueso de la población que tiene cierta “estabilidad y solvencia
económica” pero no por ello pertenece a la clase política o a los marginados. En
palabras de Gruzinski “se impone un paréntesis para explicar el término cultura o
clase subalternas. Para un historiador, el concepto de pueblo o el calificativo
popular nada significan si no se les define en función de una realidad histórica. No
conviene usar el término clases inferiores porque es despectivo; lo más correctos es
utilizar el adjetivo subalterno”14; o bien de un modo más cómodo: clases populares.
Asimismo Di Tella dice que México contaba con un numeroso elemento de clases
peligrosas entre su población, algunos muy visibles, especialmente los léperos15 de
las grandes ciudades, los mineros y los indios desarraigados de sus comunidades a
los que era posible movilizar. 16
Por otro lado Lida hace implícita la noción de clases populares en la historia.
“El concepto de popular aplicado a la clase exige reacomodos y redefiniciones
según distintas épocas y lugares. En realidad, lo que estas variaciones revelan es el
carácter fluido de sociedades en las cuales muchas de las fronteras de las clases
sociales carecían de rigidez y donde las formas tradicionales, corporativas,
estamentales y estáticas del Antiguo Régimen se resquebrajaban sin dar lugar
plenamente a las formaciones sociales propias del capitalismo industrial. Así, estas
transformaciones permitían a aquellos sectores sociales que hasta entonces
parecían periféricos o desplazados penetrar en ámbitos más amplios y dinámicos
del mundo del trabajo, de la economía, de la política y de la cultura”.17
14 Grzinski, 1979, p. 33.15 Se les denominaba léperos al “populacho”, véase Bustamante, 1980.16 Di Tella, 1987, p. 17.17 Lida, 1997, p. 3.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
29
De manera muy precisa Lida responde la incógnita: ¿quiénes son las clases
populares?, proporcionándonos las profesiones de las mismas, resultando fácil
deducir que éstas son aquellas que pertenecen al mundo del trabajo y la
producción, ya sea en el campo o en la ciudad. “En este amplio universo, también
estarían incluidos quienes dedicaban sus actividades cotidianas al pequeño
comercio o al pequeño taller: los tenderos, los empleados, los maestros de oficio.
Un amplio mundo del trabajo que, como observamos, lo mismo incluía a hombres
que a mujeres, aunque los primeros dominaran los ámbitos más públicos y las
segundas estuvieran segregadas de la esfera política. Y todo esto sin excluir a quien
también era gente de pluma: de educación y letras, como institutrices y maestros,
impresores y profesionales nuevo y advenedizos que comenzaban a pulular en
ocupaciones cada vez más extendidas: el periodismo y las letras, las profesiones
liberales y técnicas, la política. Es decir, esa nueva intelligentsia disidente, critica y
progresiva que convergía con los demás sectores populares en aspiraciones
democráticas”.18 Asentándome plenamente en este concepto, asumo que las clases
populares, para el periodo estudiado, son aquellas que no detentan el poder, pero
sin embargo tienen una “condición de vida que defender”, a diferencia de los
marginados, por lo cual se muestran preocupadas por perder ese status social que
su esfuerzo laboral les brinda, y al mismo tiempo se motivan a incorporarse a un
modelo de vida mejor, pero esto, sin llegar a aspirar a entrar a las esferas de las
elites.
Empero, Lida expone que “en el universo de las clases populares tampoco
tienen cabida en pie de igualdad los marginados, los hombres y las mujeres sin
18 Lida, 1997, p. 4.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
30
calificación y sin trabajo, aunque esto no impedía que, en ocasiones particulares,
ambos actores lucharan juntos”. 19 De aquí la importancia de la definición de clases
populares, ya que, como he venido mencionando, excluye a la gente sin nombre que
a menudo conformaba las poblaciones periféricas de la sociedad y que permanecía
al margen de los procesos organizativos característicos de los movimientos
políticos más o menos estructurados. “Se podría pensar en un espacio conceptual
(un esquema espacial) en el cual las clases populares ocupan un universo
intermedio entre lo hegemónico y lo marginal, con una doble articulación que
podríamos calificar de subalternidad y de subhegemonía frente a los otros dos
universos: el del poder y el de la marginación respectivamente. Sin embargo, pese a
las distancias entre estas tres esferas sociales, la confrontación entre las clases
populares y las dominantes a menudo lleva a las primeras a reivindicar los rezagos
de los marginados más que a someter sus propias reivindicaciones a las de
poder”.20
La redefinición y metas de las clases populares estaban sujetas a cambios,
según se desarrollan en ámbitos de mayor apertura o concentración de los espacios
públicos y políticos, o bien, según la mayor capacidad del Estado de ampliar su
base de participación y tolerancia, o según la rigidez e incapacidad para permitir
una amplitud participativa más allá de las restricciones impuestas por los sectores
tradicionales. Éstas cuestionaban a las instituciones oficiales, los miembros de
estas clases proponían alternativas como la movilización y la lucha por objetivos
comunes, sus asociaciones y uniones de oficio, sus clubes, sus centros de
instrucción, la prensa, es decir, organizaciones no institucionalizadas oficialmente.
19 Lida, 1997, p. 5.20 Lida, 1997, p. 7.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
31
En un articulo de la época se decía que el populacho tenía sus jerarquías, su
nobleza, su aristocracia. Un barbero mira con desprecio a un peón de albañil, con
tanto desdén como el más rico de los especuladores a un simple empleado. De la
clase de los léperos proceden los albañiles, los tocineros, los porteros, los
conductores de los carros de basura, los candeleros y los empedradores de calles.21
Los artesanos y los políticos que buscaban su apoyo tenían clara conciencia de las
diferencias que había entre un maestro y un obrero de fábrica, que era anexado a
un oficial, es decir, a un artesano que no poseía su taller, y que trabajara en
posición subordinada.
En ocasiones de llama de manera análoga a las clases populares como “clase
media”, justo se hizo en un folleto de 1821, cuando se refería a la clase medía como
“esa clase de hombres donde reside la mayor ciencia, la mayor probidad y el
verdadero y más acendrado amor a la patria”.22 “…ni el miserable populacho, ni en
la elevada grandeza, hay ni puede haber en general éstas y otras cualidades buenas;
porque la extrema pobreza priva de la educación necesaria, y es madre del
abatimiento y la servilidad; y la extrema riqueza, lo es del lujo, del libertinaje y del
orgullo. El miserable no estudia ni aprende porque no puede, y el poderoso y el
grande tampoco porque no lo necesitan. Es pues la clase media, en donde se
encuentra el futuro de la nación”.23
Los estamentos sociales inferiores fueron designados por Iturbide con la expresión de
“pueblo”, en la proposición que hizo para organizar las Cortes con representación de los diversos
estamentos sociales. Esta idea no fue del agrado de todos, ya que en un panfleto se hizo la distinción
21 Articulo titulado “El populacho de México” publicado en el Museo de México, 1844.22 Luis de Mendizábal, “Catequismo de la Independencia”, México, Imprenta Ontiveros, 1821.23 El Tributo de la Plebe o Escritor de los Pelados, “Diálogo entre el Tributo y el Vulgo”, México,Imprenta de Benavente, 1821.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
32
entre “plebe” y “populacho”. La plebe es la porción más útil de la sociedad que lleva las cargas del
Estado, esta compuesta de los “hombre útiles, como labradores, artesanos, mineros, arrieros y todos
los que trabajan para mantener a otros”. El populacho es la porción inútil de la sociedad; dominan
en él los haraganes, pordioseros, petardistas y gentes sin oficio que vegetan en esos mundos como
los zánganos de una colmena y que hacen el contrapeso de otros de la misma relea que viven. El
vulgo es un concepto más complicado, pues se encuentra en una graduación superior a la de la
plebe.24
Tampoco le resulto convincente a Carlos María de Bustamante la designación que hizo
Iturbide de “pueblo”. Oposición que plasmó en la Abispa de Chilpancingo, cuando expresó
que “pueblo es el acervo conjunto de toda clase de ciudadanos reunidos en una sociedad”.
Consideraba a los zánganos y holgazanes que no tienen por qué llevar representación en las Cortes,
pues ella se convertiría en un garullo y turba confusa.
Esta oposición también la figuró en su Diario Histórico de México, donde sus prejuicios son
más que evidentes, pues no estaba de acuerdo con la igualdad y la abolición de castas, ya que para
él, representaban un gran peligro:
En Jamiltepec, costa de Oaxaca, se ha sublevado un mulato llamado Alamán proclamando a FernandoVII (¡fresco está el tal mulato!). Sacóse de Oaxaca 70 hombres con los cuales sorprendió aldestacamento del pueblo de Sola. Ha salido en su persecución el teniente coronel don Diego González.La negrada de dicha costa siempre se ha mostrado inquieta y turbulenta. Dio mucho que hacer alseñor Morelos el año de 1813. Son negros tan feroces y voltarios, que en un día dicen viva y muera alhéroe a quien proclaman.25
En conclusión, las clases populares jugaron un papel determinante en el desarrollo de la
política en los primeros años del conflictivo siglo XIX. La cultura política prevaleciente del periodo,
se formó con base en una “opinión pública” conciente de su entorno, y decidida a expresarse y a
participar en conjunto con la clase política dominante. Las clases populares son los protagonistas
con rostro de la protesta.
1.3 Formas de participación política
24 “El Tributo de la Plebe”, México, Imprenta de J. M. Benavante, 1821.25 Bustamante, Versión en CD.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
33
Para desenmarañar el hilo de la política mexicana del primer periodo
independiente es necesario empezar por considerar al abismo que separaba a las
clases superiores de las inferiores. “Nadie niega la existencia de este abismo; pero
lo que sí esta abierto a la discusión es su magnitud, la pertinencia de los sectores
intermedios y el grado en que los estratos populares podían canalizar sus
antagonismos en una acción política”.26
El acercamiento a la protesta social produce asombro, generalmente unido a
buenas dosis de pavor.27 Es evidente, que las clases populares han producido una
grave inestabilidad en varios aspectos sociales, económicos, políticos y culturales.
La forma de participación se distingue por los motines y la violencia colectiva de la
multitud (aunque no es así en todos los casos), esto se debe, a que en las clases
sociales altas y políticamente organizadas no tiene cabida estos impulsos, pues las
clases populares tenían poco o nada que perder.
Empero Lida nos advierte que se debe destacar el discurso de la movilización
colectiva, que en periodos de fuerte contracción de los espacios políticos se
manifestaba en la invocación a la acción violenta por medio de proclamas o actos
dirigidos contra blancos específicos, o a través de la organización de
levantamientos y barricadas. En cambio, en los breves momentos en los que el
poder o el Estado permitían la apertura política, el discurso de la movilización se
centraba en la participación ciudadana a través de la organización de la población
en partidos y movimientos políticos y en el ejercicio del sufragio.28 Si bien es cierto
que los movimientos sociales en su mayoría se caracterizan por el uso de la
26 Di Tella, 1987, p. 13.27 Lucea, 2001, p. 729.28 Lida, 1997, p. 8.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
34
violencia, es importante tomar en cuenta el señalamiento de Lida al retomar la
apertura política que vivía el territorio mexicano en aquella época, pues
legítimamente todos los habitantes -incluyendo las castas- eran ciudadanos, lo que
otorgaba ciertos privilegios para actuar activamente en la política, ciertamente
como lo marca Lida, con el ejercicio del sufragio.
Las formas de organización y de asociación públicas y secretas, se integra
una gama plural de posibilidades29, que abarca de las sociedades de acción secretas,
compuestas por un número limitado de miembros, hasta los partidos políticos más
o menos públicos, de orientación democrática y republicana y de filiación amplia;
desde las sociedades de cooperación y ayuda mutua, predominantemente
artesanales pero ya no corporativas. Aunque muchas de estas sociedades tenían
una marcada orientación hacia las clases artesanales y profesionales, no excluían la
participación de miembros de otros sectores. Se incluían miembros de los diversos
grupos populares que buscaban nuevas formas de sociabilidad política, al margen
de las organizaciones excluyentes que servían de base al Estado conservador, así
como los que se pronunciaban en lucha abierta contra éste.
La protesta no se debe ver como una respuesta irracional y espasmódica a
los estímulos externos, sino que se parte de la convicción de que las acciones en
estudio guardan una profunda coherencia interna, aunque no se expresen de un
lenguaje fácilmente inteligible en la actualidad.30
Dicho lo anterior, coincido en que no podemos establecer que todas las
protestas deben ser espontáneas, pues hubo algunas que fueron planeadas y
regidas por una conciencia política que en ese momento sobresalió de otras,
29 Lida, 1997, p. 8.30 Lucea, 2001, p. 730.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
35
además que no siempre se usó el recurso de la violencia encarnado en motines o
tumultos, fueron movilizaciones sociales resultantes de distintos motivos. Lucea
aclara que los individuos que integran una masa amotinada se disuelven en el
arrebato criminal que contagia la muchedumbre. El individuo, formando parte de
una muchedumbre, tiene conciencia del poder que le da el número, y éste basta
para sugerirle ideas. Fueron los marxistas británicos quienes demostraron que la
acción de la multitud no era patológica, sino que incluía objetivo sociales bien
definidos ¿Qué tanto afectó la política en la vida cotidiana de la sociedad?
Por otro lado, en el discurso del acceso a la cultura de las clases populares,
no es la búsqueda de una cultura paralela a la hegemónica, ni como una cultura
subalterna o subordinada. Por el contrario, se trata del diseño de una cultura
alternativa, en la cual se propone y desarrolla la creación de instituciones de
educación, información, solidaridad colectiva e inconformidad, distintas de las
dominantes (públicas o privadas).31 En estas manifestaciones lo que es evidente, es
el desarrollo de una cultura popular independiente.
La participación popular en la política fue difícil, porque la política se volvió
la continuación de la guerra civil para otros medios, que incluían la apelación,
apenas disimulada, a la violencia, o su invocación y ejercicio ritual, por ejemplo: en
el entrenamiento de la milicia, en las elecciones y en una prensa que empleaba un
lenguaje amenazante. “El pueblo no era hacedor de reyes, pero si desempeñaba un
papel en el proceso de hacer reyes. Y aunque ocupara un puesto secundario a otros
actores mejor colocados, podía, conscientemente o no, fijar algunas reglas y
algunos requisitos a quienes lo utilizaran. Una participación un tanto especial, pero
31 Lucea, 2001, p. 9.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
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al fin y al cabo participación”. 32 La política no se hace en la plaza pública, el
parlamento o la prensa, en debates o polémicas sonados, sino en la conversación
directa, a medias palabras, entre el aspirante y en detentador del poder.33
Ya antes mencioné que los movimientos sociales no siempre debían ser
violentos, ejemplo de esto es la participación en clubes políticos y la lectura asidua
de periódicos y folletos (o escuchar leerlos) hasta servir en la milicia o concurrir a
las manifestaciones callejeras, huelgas y motines; en otras palabras la participación
popular iba en aumento con el transcurso del periodo. El motín popular es utilizado
como una forma eficaz y coherente de resistir a las demandas externas, de articular
las propias reivindicaciones, y hacerlo entender a quien tiene responsabilidad de
ello. “Atrás queda la visión del motín como reflejo directo de la miseria. La acción
colectiva pasaba también por varios tipos de motivaciones. La aplicación de una
justicia popular contrapuesta a la oficial solía desplegarse en los momentos de
detenciones o liberaciones contrarias a esa concepción popular.”34 En México
durante el siglo XIX hubo cientos de periódicos y semanarios, aparte de los
incontables panfletos y hojas sueltas. Sólo que, salvo excepciones, duraban poco y
tenían escasos lectores.
Ferrer nos advierte que no debemos olvidar, que la proclamación de
independencia facilitó la difusión y traducción de obras de autores ilustrados y
revolucionarios franceses e ingleses, de sus comentaristas, y de escritos
divulgadores de constitucionalismo estadounidense que antes resultaba muy difícil
de adquirir en las librerías. Entre los lectores de estos impresos no encontramos tan
32 Di Tella, 1987, p. 235.33 Cosío, 1966., p. 65.34 Lucea, 2001, p. 735-737.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
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sólo a los legisladores, hubo además un sector ilustrado de la población que se había familiarizado
con esa literatura política y que se esforzó por propalarla a través de folletos o de publicaciones
periódicas.35 Lo que nos advertiría que el entusiasmo por esas ideas hubiera prendido
concientemente en estratos amplios de la sociedad, ni que la propuesta emancipadora revistiera un
carácter popular, al menos en el sentido de que la gente común poseyera una percepción clara del
hecho que aclamaban, incluso con frenesí, en calles y plazas, en tertulias y cafés. Empero, considero
que posiblemente las clases populares si estaban enteradas de lo que sucedía en su entorno, la
información no se le negaba a nadie, al contrario, la difusión de estas nuevas ideas le era
conveniente a las elites, pues de esta manera tendrían el apoyo del pueblo. Si bien es cierto que las
clases subalternas obtenían la información de forma indirecta, éstas estaban concientes de los
cambios políticos que ocurrían, los medios no son tan importantes en comparación de los fines.
La función de la prensa fue sobresaliente, con su lucha por la libertad de expresión, sus
criticas ante el poder, sus dibujos y caricaturas, sus prosas y poesías escritas no sólo para las clases
populares sino por estas mismas clases, en su más alta composición y variedad, permiten un
acercamiento a la cultura y sus discursos en espacios amplios y entre sectores plurales36
La prensa popular contribuyó a unir de modo suprarregional movimientos locales que de
otro modo hubieran quedado fragmentados.37 Esta prensa permitió enlazar las quejas y los
descontentos de procesos que se desarrollaban en la escena nacional, así como informar de las
quejas y los descontentos nacionales a las comunidades locales y dispersas. La función de la prensa
no sólo era informar sino formar conciencia de los problemas de las clases populares. Lo importante
no eran los lectores, sino las tertulias y los comentarios callejeros. Las noticias se sabían por los
gritos de los vendedores y por la charla de los cafés; con frecuencia por la lectura en voz alta.
De tal manera Ferrer observa que la folletería de 1821 es hija de las circunstancias
incendiarías de ese año, “publicada cuando la ruptura total con España, era inminente o había sido
ya realizada, fue concebida para lograr que la opinión pública cristalizara a favor de la
Independencia. Y ese carácter instrumental implicaba, necesariamente, una fuerte dosis de
35 Ferrer, 1997, p. 5.36 Lida, 1997, p. 10. En el Fondo Reservado de Hemeroteca Nacional, encontré un sin fin de papelesdonde se defiende ferozmente el derecho a la libertad de prensa.37 Lida, 1997, p. 11.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
38
“exageración deliberada de los vicios y de la maldad de los españoles”, en abierto contraste con la
idealización de América que, a los ojos de los panfletistas, encerraba una potencialidad sin
límites”.38
Es notable que en los planes políticos, en las quejas y en los pleitos se nota, ya un
conocimiento serio del aparato jurídico, sino incluso las frases, lemas y razonamientos habituales de
los escritores políticos. Hablan de sus derechos como ciudadanos, de la soberanía de la nación, de
fraudes electorales y de cosas por el estilo. Es seguro que no formaban parte del “público culto” de la
ciudad, y que no coincidían con él en casi nada; pero tampoco estaban del todo al margen de la
discusión pública.
De lo que no cabe duda, es de que el pueblo era un actor de peso en el melodrama político.
En quien nadie podía confiar enteramente, al que todos despreciaban por una cosa u otra, pero del
que todos sabían echar mano cuando hacía falta. No eran ciudadanos como los hubiera querido la
fantasía ilustrada de la clase política, pero tampoco era perfecta su apatía.39
La cultura política no se define como la intervención dentro de la política en sí, hay varias
formas de interacción política: electoral, armada, asociativa, movilización callejera, periódicos,
pasquines, folletos, hojas, volantes, tertulias, rumores, proclamas, conversaciones callejeras en
tiendas, clubes y púlpitos. Y es de esta forma como se fue construyendo la opinión pública.
Es evidente que los sujetos necesitan no sólo una dirección política y unos recursos que
indiquen la dirección del movimiento, sino también unos instrumentos culturales o discursivos,
unas ceremonias que refuercen su identidad como grupo y unas formas de encuadramiento y
movilización determinadas.40
La educación es fundamental en este periodo, ya que representó el recurso ideal de
mantener “tranquilas” a las clases populares, a causa de esto, los proyectos sobre educación, se
consideraron imprescindibles para establecer con firmeza las bases del imperio. Se decía que la
prosperidad del país dependería de la organización de la instrucción pública.
El verdadero fondo de este interés, se debía a que si se mantenían “ocupadas” a las clases
populares, y así, las insurrecciones de todo tipo se irían extinguiendo. De tal modo se crearon
38 Ferrer, 1999, p. 6.39 Montaño, 1986, p. 280.40 Lucea, 2001, p. 742.
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39
numerosos proyectos de escuelas y talleres, donde cualquier ciudadano podía acceder. Se buscaba
estimular el trabajo, el honor y el orgullo nacional. Los objetivos centrales de estos proyectos
fueron: la educación de la juventud, extinción de la mendicidad y la general ocupación de los
pueblos abandonados en la más sórdida e inmoral holgazanería.41
Se propuso construir un hospicio o taller público para los pobre impedidos y vagos que no
tuvieran ningún oficio. En esos lugares se les obligaría a que sean “útiles para la manutención y
vestido, no permitiendo que nadie pidiera limosna por las calles”. Se propuso quitar a los
vendedores de billetes, papeles, frutas u otros efectos, permitiendo sólo la venta a los impedidos
para trabajar y a los dueños de fruterías y demás comestibles. Se aconsejó desterrar del imperio a
los jugadores de profesión, sin otra industria; asimismo se propuso una multa progresiva para los
vicios con alguna ocupación.42 También se propuso una campaña contra la ociosidad de los jóvenes
en los billares, tabernas, calles y solares en donde los vicios son generales, dentro de este proyecto se
consideraba que debía inculcárseles a los padres y madres de familia, la necesidad de colocar a sus
hijos en las escuelas de primeras letras.43
La educación es fundamental para la formación de la opinión pública. A las elites les
convenía mantenerla siempre de su lado; en el imperio de Iturbide esta inquietud siempre estuvo
presente, pues encontramos diversos papeles de propaganda política donde se invita a la “opinión
pública” a creer en su gobierno.
1.4 Formación de la Opinión Pública
La opinión pública de la primera mitad del siglo XIX es sin duda una expresión que
difícilmente podemos definir, los motivos son varios, pero principalmente el
problema de las fuentes es nuestra limitante. Empero en este apartado trataré de
41 “Comisión de esclavos”, México, Imprenta Imperial, 1821.42 “Clamores de un ciudadano amante de su nación y de su patria”, México, Imprenta de Ontiveros,1821.43 C. C., “Allá va esa borrachera o entretenimiento de niños”, México, Imprenta Ontiveros, 1821.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
40
referirme lo más acertadamente posible a este concepto. Rafael Rojas observa tres elementos
indispensables de la construcción de la [opinión pública] en México: la apertura del espacio público,
la introducción de una lógica representativa y la práctica de nuevas formas de sociabilidad
política.44
Es indudable que al igual que la “cultura política”, la opinión pública forma parte de
aquellos conceptos que no podemos definir a ciencia cierta, ya que encontramos un sin número de
elementos que nos hablan de “opiniones públicas”, es decir, esta expresión es una de tantas que
debemos tratar y anotar en plural, pero esto ya es otro tema, sin embargo debemos tenerlo siempre
presente a lo largo de este estudio. Lo que ahora nos atañe es aproximarnos a la mentalidad de las
clases populares del primer imperio en México, considerando que la opinión pública es el motor de
la participación política y popular que anteriormente ya expliqué.
Ahora bien, someramente me referiré a este punto. La “opinión pública” puede entenderse,
de una parte, como opinión “del público” y, de otra, como opinión “sobre o acerca de lo público” de
la opinión pública o en qué consista “lo público” como objeto de la opinión pública, son dos
preguntas a las que habrá que responder desde cualquier aproximación a su concepto.45
La opinión pública como concepto político y como realidad normativa, debe ser resultado de
ciertas condiciones que pueden concretarse en las siguientes:
1) Libertad de expresión en sentido amplio.2) Publicidad.3) Ausencia de prejuicios.46
Estas condiciones deben ser consideradas como simples características que enmarcan a la
opinión pública, pues para la sociedad de la primera mitad del siglo XIX no es posible tratar
explícitamente estas condiciones. Comenzando por “total libertad de expresión”, no es posible
utilizar este concepto para la época, ya que encontramos varios panfletos en contra de la libertad de
imprenta.
Es evidente que los intelectuales novohispanos que se acogieron a la libertad de imprenta,
establecida por la Constitución de Cádiz de 1812, tenían una noción de ese nuevo público que se
44 Rojas, 2003, p. 17.45 Rodríguez, 1999, p. 76-77.46 Rodríguez, 1999, p. 95.
LA SOCIEDAD MEXICANA DE ENTONCES
41
formaba.47 Pero en 1808 se inició una trabajosa inserción de la lógica representativa en la cultura
política mexicana que no culminará hasta 1824. Entre 1810 y 1820, se articulan dos políticas
paralelas que convergerán en el Plan de Iguala: la de los insurgentes separatistas y la de los
diputados autonomistas.48
En la Nueva España, todavía en 1808, la cultura política se generaba fundamentalmente
dentro de los cuerpos virreinales y según el imaginario estamental. Aquí, la nueva sociabilidad
política que posibilita el montaje de una esfera pública moderna aparece con el movimiento social
de la Independencia y, sobretodo, después de la consumación de 1821.49 Las sociedades secretas, las
conjuras locales, las partidas armadas, los grupos de opinión, las diputaciones provinciales, las
facciones parlamentarias son en estos años las formas de asociación que gestan, a la vez, la ruptura
con España, las ideas de un Estado independiente y las imágenes de la nación mexicana y sus
actores.50 Esta emergencia de una publicidad política intensificó la comunicación de los grupos
sociales por medio de la escritura. Entonces, los valores originarios de la nueva sociedad y el nuevo
Estado se reflejaron profusamente en la cultura política escrita.51
Finalmente, la idea del nuevo “público” que aparece en los textos de Bustamante y
Fernández de Lizardi remite a una comunidad de lectores que no corresponde plenamente a la
ciudadanía de una república moderna y que, más bien, debería asociarse con el “reino de súbditos”
de las monarquías constitucionales europeas de la primera mitad del siglo XIX. Dicha concepción de
una libertad acotada por la monarquía fernandina y la religión católica, lo mismo en la prensa
gaditana que en la insurgente, esta relacionada con el predominio, entre 1808 y 1821, de un
imaginario criollo, liberal y autonomista, dentro del movimiento de Independencia, que se resistirá
con fuerzas a la asimilación de los discursos y de las prácticas del republicanismo americano.52
La opinión pública en esta etapa es muy difusa, sin embargo es la apertura de una mayor
participación de los mexicanos en todos los ámbitos, no se limita a lo político, también concurren en
otro tipo de prácticas.
47 Rojas, 2003, p. 18.48 Rojas, 2003, p. 33.49 Rojas, 2003, p. 34.50 Ferry, 1992, p. 92.51 Guerra, 1998, p. 61.52 Rojas, 2003, p. 62-63.
CAPITULO 2
LA ORGANIZACIÓN DE UNGOBIERNO
…¿quéimporta que el dominio haya sido antes de españoles yahora de los hijos de españoles?, de todos
modos la situacióndel pueblo sigue siendo la misma,
antiguamentesufríamos a los tiranos y perversos por
fuerza, yahora los sufrimos por política.
Entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
43
Establecer que tipo de gobierno le convendría más a la naciente nación1 no es el
problema principal al que se enfrentaban los mexicanos, más que eso era resolver
¿cómo se hacia un gobierno? Hay que tomar en cuenta que los principales ideales
de la lucha de Independencia era quitar el yugo español; y aunque de alguna
manera se tenía previsto qué seguiría después de que esto sucediera, la idea se fue
perdiendo debido a que la lucha se prolongó más de lo pronosticado. De cualquier
forma se puede decir que la consumación de independencia fue sorpresiva, pues la
división interna de los defensores de la libertad se agudizaba más al paso de los
meses.
México buscaba una forma de organización. Unos pretendían encontrarla en
el pasado manteniendo las instituciones del régimen colonial. Otros la buscaban en
el porvenir mediante la transformación del régimen político y de la sociedad. “Del
conflicto de estas tendencias había de originarse un estado crónico de las luchas
sociales y políticas que debía durar tanto tiempo como fuese necesario para que
desaparecieran todos los privilegios, costumbres e instituciones, productos de una
sociedad viciosa y de una organización pésima, arraigadas profundamente durante
los siglos del coloniaje”.2
1 El termino nación, se utilizará a lo largo de este trabajo tomando en cuenta las reservas necesariasque conlleva este concepto, pues recordemos que para la época aún no podemos establecer unaNación mexicana propiamente dicha. La nación que intentan construir tiene un contenidoesencialmente político: el de ser una comunidad soberana, y construir un gobierno propio,independientemente tanto del precario gobierno central de la Monarquía como de las ciudadesrivales. En América elaborar una constitución no podía presentarse –como en la Constitución deCádiz- como el hecho de dar forma nueva a una “nación” o a un conjunto político preexistente,puesto que hasta entonces los americanos se habían considerado como formado parte de la naciónespañola. Construir la nación equivalía a una verdadera invención: erigir una parte de aquélla enentidad soberana. Véase Guerra, 2003, pp. 213-214.2 Cue, 1960, p. 254.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
44
El divorcio con España representaba más que la simple independencia
política, los aspectos culturales que regían las tradiciones y costumbres de la
sociedad, mantenían vínculos muy rehaceos a disolverse.
El descontrol cultural significó algo más que el simple desapego a la
metrópoli, se encaminaba a una ardua lucha por asimilar que por fin, después de
tres siglos, los habitantes serían “ciudadanos libres”. Esta premisa pesaba mucho
en el pensamiento de los habitantes, ni siquiera sabían el significado de
ciudadano3, la tarea para Iturbide y para el Congreso sería arto complicada en el
sentido de inyectar a la población con todas estas nuevas ideas. Hacerlas concientes
de votar por sus gobernantes, que el pueblo decidiese lo mejor para si, por si sola la
sociedad debía planear su futuro político.
España pretendía una “negociación” que le permitiera, aunque de manera
parcial, seguir sosteniendo lazos con el territorio. Los primeros en reaccionar en
forma desfavorable contra la Constitución fueron los grupos y autoridades
peninsulares civiles y eclesiásticas que habían sido nombradas a partir del regreso
3 El ciudadano y la nación son dos de las mayores novedades del mundo moderno, dos figurasíntimamente ligadas con la soberanía en el mundo latino. Ambos se constituyen en relación o enoposición al monarca absoluto: la nación, como soberanía colectiva que remplaza la del rey; elciudadano, como el componente elemental de este nuevo soberano. Estos conceptos son complejoscon atributos múltiples y a veces contradictorios, que cambian según los momentos y lugares. Paraestudiar al ciudadano hay que colocarse en un doble registro: el cultural, para descifrar esta figuracompleja, y el histórico, para asistir a su génesis y a sus avatares. Ser y sentirse ciudadano no es algo“natural”, sino el resultado de un proceso cultural en la historia personal de cada uno y en lacolectiva de una sociedad. El ciudadano, la nación, las elecciones, el régimen representativo, laigualdad ante la ley, los derechos del hombre y muchos otros elementos constitutivos de nuestrosmodelos políticos actuales son realidades (o ideales) nuevas que tienen a lo más dos siglos deexistencia. Hay pues, que estudiarlas como lo que son, como una invención social, sin dejarseengañar por la polisemia del lenguaje. Ni el ciudadano moderno es el ciudadano de las republicasantiguas o medievales, ni la nación moderna equivale a la del Antiguo Régimen, ni la representacióntiene el mismo sentido y funciones en las sociedades tradicionales que en las modernas. VéaseGuerra, 1999, p. 33.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
45
de Fernando VII a España y que se vieron afectadas por el modo liberal de esta
carta fundamental, planteándose incluso la posibilidad de desconocerla.4
Durante el mes de abril y los primeros días de mayo de 1820, el Virrey
Apodaca, el Regente de la Audiencia, Tirado y Monteagudo conspiraron el Plan de
La Profesa para impedir el restablecimiento de la Constitución de México.
Afirmaba que el Rey estaba presionado por los revolucionarios y que la Nueva
España debía gobernarse por el virrey, con el apoyo de las leyes de Indias y con
independencia de la metrópoli. La ejecución de estas ideas obligaba a contar con un
jefe militar que mereciera su confianza, el cual creyeron encontrar en Iturbide.
Asimismo, los diputados novohispanos a Cortes hacían el último intento por
conquistar la autonomía dentro del Imperio. El 24 de junio de 1821, Lucas Alamán
y Mariano Michelena presentaron una exposición en la que señalaban los
problemas que provocaba la Constitución de 1812 para los reinos ultramarinos, por
la distancia de la metrópoli. Proponían una solución de carácter federalista:
establecer tres secciones de Cortes en América, una septentrional en México y dos
meridionales, en Santa Fe y en Lima. Éstas se reunirían al mismo tiempo que las de
Madrid. En cada una de las provincias “una delegación ejercerá a nombre del rey, el
ejecutivo”, que podrá ser la familia real y “responderá de su conducta a S. M. y a las
Cortes generales”. En todo el Imperio, sus habitantes gozaran de iguales
oportunidades, empleos y cargos políticos. Las provincias Americanas se
comprometían a colaborar en el pago de la deuda Española y a enviar 40 millones
de reales anuales”. La proposición ni siquiera fue debatida, por lo que la
4 Arenal, 2002, p. 21.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
46
emancipación total quedó como única alternativa. Los diputados novohispanos abandonaron las
Cortes.5
En 1821 los fundadores de la nueva nación podían inspirarse en tres modelos nacionales
recientes. Primero estaba la ya difundida “nación española”, que en el siglo XVIII había venido a
designar el conjunto imperial de pueblos y comunidades políticas que reconocían la soberanía del
Rey Católico a cambio de la garantía otorgada a sus derechos y privilegios históricos, y del que la
Nueva España había formado parte. El segundo modelo era la nación francesa nacida en 1789: una
identidad basada en principios contractualistas, soberana en el sentido de que la soberanía era la del
pueblo, el cual se componía de individuos-ciudadanos libremente asociados. “Esta nación rechazaba
la legitimidad dinástica y, al reconocer la libertad de conciencia y de culto, integraba en la
ciudadanía a individuos cuyo credo religioso no era el católico. Por último, los liberales gaditanos
hicieron una concesión de gran alcance a la constitución histórica del Imperio al mantener al
catolicismo como la única religión tolerada reconocida y protegida por la nación”.6
La formación del gobierno nunca fue una tarea fácil, sobre Iturbide pesaba el hecho de
establecer una tutela digna, que conllevara todas las virtudes posibles, no se le iba a permitir ningún
error. Pero su inexperiencia política lo llevó a tropezar desde un principio, nunca congenió con el
Congreso, mucho menos pudo acceder a un dialogo con sus oponentes. Siempre se apoyó en el
pueblo y en sus designios, y fue así como manipuló su hechura de Emperador de México.
2.1 Algunos aspectos del pasado
inmediato
La incapacidad de la Corona para detener la lucha la llevó a recurrir a una dura
política contrarrevolucionaria deteriorando la lealtad, fenómeno que se incrementó
5 Vázquez, 2003; Galeana, 1999; Gómez 1986.6 Lempériere, 2003, p. 319.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
47
con la suspensión de la Constitución en 1814 por Fernando VII, y su
restablecimiento forzado por un golpe militar de 1820. La península proporcionaba
de nuevo una coyuntura favorable para consumar la independencia y ahora,
después de once años de lucha, el reino se había transformado. Los
acontecimientos, la libertad de prensa y la discusión constitucional habían
politizado a la población y transformando su cultura política aportándole conceptos
nuevos. Con la ruptura del orden novohispano se había producido un reacomodo
político, en que el ejército conquistó un lugar importante. Asimismo, se había roto
“el complejo de sociedades provinciales ligadas al centro por la burocracia del
Estado absolutista y los intereses económicos comunes”. Así, para 1820 y por
diferentes razones, la mayoría de la población favorecía la independencia, situación
que supo aprovechar el coronel Agustín de Iturbide para lograr la consumación sin
derramar sangre. Su fórmula continuar la monarquía constitucional independiente,
encabezada por un miembro de la familia imperial española, satisfacía a la
mayoría.7 Juan D’Odonojú decía que “la independencia ya era indefectible, sin que
hubiera fuerza en el mundo capaz de contrarrestarla, nosotros mismos hemos
experimentado lo que sabe hacer un pueblo cuando quiere ser libre”. La
Independencia ya era inminente.
En el virreinato de Nueva España los comienzos del movimiento
independentista tuvieron un marcado carácter popular, insurreccional y
revolucionario. La conspiración iniciada (y fracasada) en Querétaro en 1809 dio
paso al levantamiento del sacerdote Miguel Hidalgo en Dolores el 16 de septiembre
de 1810. Las tropas del virrey Francisco Javier Venegas, a las órdenes del general
7 Lempériere, 2003, p. 326.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
48
Félix María Calleja del Rey, vencieron a los rebeldes en Guanajuato y Puente de
Calderón, y ejecutaron a los principales responsables en 1811. Más amplitud
tuvieron los levantamientos en el sur del país, donde los insurrectos dirigidos por el
también sacerdote José María Morelos, tras ocupar Oaxaca y Acapulco, convocaron
el Congreso de Chilpancingo, proclamaron la independencia de México y, en
octubre de 1814, redactaron la Constitución de Apatzingán, primera ley magna de
la historia del constitucionalismo mexicano. La enérgica y sangrienta reacción del
virrey Calleja concluyó con la ejecución de Morelos en 1815 y el restablecimiento de
la autoridad real.
Al comenzar el siglo XIX resultaba patente que, pese a todos sus esfuerzo,
España no había alcanzado a convertirse en una potencia de primer orden y por
tanto, participaba con creciente desventaja en el juego de poder que por entonces
se llevaba a cabo entre varias potencias europeas, particularmente entre Inglaterra
y Francia.8 La crisis del Imperio Español, provocada por la invasión francesa a la
Península, puso de relieve y actualizó, en términos de acción política y de lucha
armada, las corrientes y las tensiones de la sociedad novohispana que había venido
fraguándose a lo largo del periodo colonial.
Como ocurrió en casi todos los territorios que conformaban el imperio
español, los serios problemas que en la Nueva España planteaba la ausencia de un
monarca legítimo exigían una respuesta inmediata.9 De igual forma, a España le
preocupaba la situación que, dentro del nuevo orden político, le correspondería a la
Nueva España.
8 Guedea, 2001, p. 61.9 Guedea, 2001, p. 69.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
49
El movimiento emancipador mexicano se desenvuelve en dos planes de importancia: el de la
rebeldía armada, con todas sus sucesiones políticas, que trastornó todo el orden establecido; y el de
la revolución ideológica y psicológica que, originada en España, contagia a la sociedad colonial de
sus pensamientos comunes: la Independencia.
El 25 de septiembre de 1808 se constituyó la Junta Suprema y Gubernativa del Reino que
aglutinaba a todas las juntas y el 22 de enero de 1809 emitió un decreto en el cual afirmaba que los
territorios americanos no eran colonias sino partes de la monarquía y las invitaba a que enviaran
participantes.10 La convocatoria de las Cortes, de fines de octubre de 1809, fijaba la instalación
solemne para el 1 de marzo siguiente.
La Constitución de Cádiz fue jurada por las Cortes de España el 19 de marzo de 1812, y
promulgada en México el 30 de septiembre siguiente, al pie de la estatua de Carlos IV, al centro de
la Plaza Mayor, que en ese acto cambió su nombre por el de Plaza de la Constitución. Redactada
para nombrar la monarquía, implantó la soberanía nacional y acabó con el poder absolutista. Las
novedades jurídicas que más interesaron en Nueva España, fueron la libertad de imprenta y el
derecho electoral para el nombramiento de ayuntamientos. Como consecuencia de lo primero, se
publicaron multitud de impresos, entre otros los periódicos El Juguetillo de Carlos María de
Bustamante y El Pensador Mexicano de Joaquín Fernández de Lizardi. Con respecto a lo segundo,
el 29 de noviembre, en medio de un gran regocijo, el pueblo eligió a los electores, donde todos eran
mexicanos, y estos a su vez, deberían nombrar a los miembros del nuevo Ayuntamiento de la capital.
Estos primeros ensayos de democracia fueron reprimidos por el virrey, de acuerdo con la
Audiencia, el 5 de diciembre suspendió la vigencia de la libertad de imprenta, y a finales de ese mes,
dispuso que continuaran ejerciendo las antiguas corporaciones municipales, además que no
tuvieran efecto todas las demás prescripciones de la Constitución. Estos hechos provocaron el
recrudecimiento de la lucha de Independencia.
Chust reflexiona diciendo que los diputados americanos, y especialmente los novohispanos,
“prosiguieron la tarea autonomista iniciada en el periodo liberal anterior. Reclamaron una igualdad
de representación nacional equitativa a la población, y retomando la mayor parte de las propuestas
10 Chust, 2001, p. 101.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
50
económicas, sociales y políticas que dejaron sin resolver n 1814, así como algunas de cuyos
resultados no estaban satisfechos”.11
La Iglesia se presentaba angustiada cuando se percató del sentido liberal y del tono jacobino
que adoptó la lucha en que la metrópoli obligó a Fernando VII a promulgar la Constitución de 1812
y a reunir las Cortes. Tanto los monjes regulares, como los sacerdotes seculares, descubrían en la
agitación desencadenada en España, un anuncio clarísimo de lo que sucedería en México. Unos y
otros se veían ya despojados de sus bienes y de sus rentas, privados de sus privilegios, encarnecidos
con las turbas de léperos y sansculots. Les asustaba el auge que tomaban las logias masónicas en
cuyas tenidas se proferían las mayores blasfemias en contra de ellos, como clase social, y aun en
contra de la religión. Y esta inquietud subía de punto cuando advertían que las prédicas desde el
púlpito, los consejos en el confesionario y las enérgicas pastorales que suscribían los prelados más
eminentes, de nada servían para detener el impulso liberal.12 Así pues, con una gran diligencia y con
una sagacidad inimitable, el clero se dio a buscar al individuo que sirviera de instrumento para
alcanzar sus deseos, y ese instrumento lo encontró en la persona de don Agustín de Iturbide, criollo
terrateniente, que desde hacia una década luchaba con gran fortuna y empleando procedimientos
crueles, en contra de los insurgentes.13
Javier Ocampo dice que para los estamentos inferiores la independencia política de México
no tiene ninguna consecuencia, su situación social seguirá la misma que cuando el dominio
español.14 El querer independentista ni siquiera constituyó un aprecio predominante entre los
criollos, la mayoría de los cuales eran burgueses acomodados y temerosos de los desórdenes
sociales: sólo un grupo instruido, probablemente pequeño participó de la admiración de los ideales
republicanos estadounidenses y por el pensamiento jacobino francés.15 La acusada distinción entre
una minoría ilustrada y una mayoría iletrada ha conducido a algunos investigadores a formular la
tesis de que los movimientos de independencia hispanoamericanos –incluido el de México- no
fueron genuinamente populares, sino “revoluciones políticas organizadas y propulsadas por las
clases medias cultas y algunos grupos de las altas”. Por eso, la comprensión teórica de las razones
11 Chust, 2001, pp. 119-120.12 Chávez, 1947, p. 126.13 Chávez, 1947, p. 128.14 Ocampo, 1969, p. 37.15 Ferrer, 1997, p. 6.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
51
que impulsaron la lucha emancipadora puede basarse legítimamente en el examen de la literatura
panfletaria que produjeron los grupos sociales más altos.16
La versión utópica de la Independencia de México, y de muchos otros episodios de nuestra
historia, nos revela que el “pueblo” fue el iniciador del movimiento independiente y una vez más las
masas son quienes llevan la batuta en este proceso. Pero definitivamente la opinión pública que
preponderó en esta etapa fue tutelada por los criollos que antepusieron sus intereses. Aunque esta
premisa no es novedosa, si debemos tenerla presente, ya que en lo subsiguiente la situación fue
análoga.
El temor a la plebe permitió la “reconciliación” entre criollos y peninsulares para hacer
frente a las demandas del pueblo bajo. En la mayoría de los casos las comunidades se dividieron
entre los notables que apoyaban a los realistas y el “pueblo bajo” o la “plebe” que apoyaría a los
insurgentes. A partir de ese momento, “las relaciones entre los notables y la plebe cambiaron, se
radicalizaron, y requirieron de nuevos mecanismos de negociación. La desobediencia civil iniciada
con la guerra adquirió nuevas manifestaciones. La plebe ya no actuaría dirigida por los criollos
notables sino obedeciendo a sus propios impulsos”.17
Como en todas las guerras, las mujeres y los niños desempeñaron un papel importante.
Criollas, mestizas, indias, negras, ricas, pobres, esposas, madres, novias , amantes, monjas y
prostitutas, en mayor o menor grado arriesgaron la vida, la libertad y el bienestar por una causa que
consideraban legítima. Los niños también siguieron las andanzas de sus padres y corrieron los
mismos peligros. 18
Juan Ortiz nos advierte que hubo ocasiones en que la esposa y la amante compartieron la
misma prisión, además sucedió que fueron detenidas por mostrar simpatías por los rebeldes,
ofrecerles asilo o presentarse a transportar municiones. Tampoco faltaron mujeres de “la vida
alegre”. Mujeres de la aristocracia también apoyaron la causa insurgente arriesgando vida, fortuna y
tranquilidad.19
16 Ferrer, 1997, p. 6.17 Ortiz, 1997, p. 101.18 Ortiz, 1997, pp. 96-97.19 Ortiz, 1997, p. 98.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
52
La lucha desarticuló las estructuras de gobierno del antiguo régimen, y la ciudad de México
perdió el control sobre las provincias. Ante ello, se estableció una nueva estructura a partir de los
autogobiernos que en cierto sentido favorecieron la autonomía de las provincias y de los pueblos.
Con casi total independencia del gobierno virreinal, cada ciudad desarrollo sus propias políticas
para hacer frente a la situación: garantizar el abasto, cobrar las contribuciones y hasta rechazar las
decisiones del gobierno virreinal y del ejército, cuando dañaban los intereses de los habitantes.
Estas medidas y el establecimiento de la Constitución de 1812, garantizaron la existencia del
régimen virreinal y dieron a las elites urbanas la autonomía tan anhelada. La guerra terminó con el
sistema fiscal que mantenía a flote al Estado.20
Durante los diez años de lucha, los insurgentes fueron perdiendo influencia sobre la
población. Su mayor debilidad radicó en su incapacidad fue mantenerse en su mismo lugar. Al
suavizarse la política realista hacia los pueblos leales, los insurgentes endurecieron la suya y los
incendios de poblaciones, la represión contra el clero por el cobro de contribuciones y la discordia
entre los jefes, los desprestigiaron.
Ciertamente, nos confirma la premisa de Ortiz, la crisis imperial ocupaba un lugar
preferente en la agenda de los liberales, victoriosos desde que Fernando VII jurara la Constitución
del 9 de marzo de 1820: la reorganización del ejecutivo efectuada el día siguiente incluía la creación
de un Ministerio de Ultramar; y la Junta Provisional propuso unas cuantas medidas que habían de
realizarse a corto plazo y que fueron admitidas con enmiendas de poca importancia: pero ni
Fernando ni las nuevas autoridades estaban dispuestos a abandonar el recurso de la fuerza. “Las
cortes no reemplazaron la cuestión americana entre sus prioridades, absorbidas tal vez por el denso
programa de cambios en las estructuras políticas, económicas y sociales de la monarquía y por los
problemas internos de la nación; da la impresión de que permanecieron a la espera de los resultados
que pudieran arrojar el retorno de las libertades y las negociaciones emprendidas. Partidarias
indudablemente de una solución conciliadora, perdieron un tiempo precioso en aportar un
planteamiento de conjunto”.21
20 Ortiz, 1997, pp. 99-100; Galeana, 1999; Rodríguez 1992; Wiechers, 1995.21 Ferrer, 1997, p. 8.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
53
Durante mayo de 1820 en la casa de los oratorianos de México, conocida como La Profesa,
se reunió un grupo de personas inconformes con la restauración constitucional, y decidido, de ser
posible, a impedir su aplicación en México. Su Plan consistía en declarar la falta de libertad de
Fernando VII para jurar la constitución y, en consecuencia, facultad al virrey para continuar en el
gobierno de la Nueva España, en forma independiente al gobierno liberal instalado en España y bajo
la vigencia de las Leyes de Indias.22 Finalmente el 24 de agosto de 1821 se firma el Acta de
Independencia. Iturbide logró finalizar la desgastadora lucha sin ánimos violentos, pudo unir a
todos los habitantes de las clases sociales a su favor y así consagrarse.
2.2 Culminación de la lucha independiente
Los efectos de la restaurada Constitución de Cádiz consistieron en suscitar la
discusión pública y la expresión de los resentimientos, los temores y las esperanzas
de todas las clases de la sociedad, estimuladas por una conciencia generalizada en
el sentido de la necesidad del cambio. El fiscal de la Audiencia, José Hipólito
Odoardo, trasmitió en un informe al ministro de Gracia y Justicia, a fines de
octubre de 1820, el estado de la opinión de la Nueva España. Indicaba que desde
principios de 1819 la situación había venido normalizándose, no quedando sino los
grupos insurgentes en el partido de Chipala, protegidos por el clima letal y las
tierras montañosas y que la insurrección de 1810 se había dominado no por las
concesiones que se hubiesen hecho a favor de los americanos, ni por las Cortes, que
cesaron en 1814, sino por haberse unido cordialmente al gobierno las tropas
veteranas y las milicias, los eclesiásticos, los empleados, los propietarios y las
demás clases. Pero advertía que el espíritu público había cambiado completamente:
22 Rodríguez, 1968, p. 21.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
54
los militares se quejaban del agravio que se les hizo al suspenderles, después de
jurada la Constitución, el aumento de paga de que disfrutaban; el clero temía por
sus rentas e inmunidades y por la existencia de algunos establecimientos religiosos;
los españoles residentes, por lo común propietarios, no parecían dispuestos a
volver a consumir sus fortunas en apoyo del gobierno, si ocurría una nueva
revolución y por ello se ocupaban de ir de una a otra tertulia “para explorar los
planes de independencia que en ellas se discutían con más o menos embozo”, y los
abogados y los oficinistas veían en la eventualidad de un cambio la perspectiva de
mejorar en sus empleos.
Los efectos de la restaurada Constitución de Cádiz consistieron en suscitar la
discusión pública y la expresión de los resentimientos, los temores y las esperanzas
de todas las clases de la sociedad, estimuladas por una conciencia generalizada en
el sentido de la necesidad de un cambio.
El día 10 de enero Iturbide escribió a Guerrero instándolo a someterse y
haciendo votos por la emancipación; éste contestó el 20 de ese mismo mes
rechazando el indulto, pero ofreciéndole colaborar si en efecto buscaba la
separación de España. Antonio de Mier, representante de Iturbide escribió al
arzobispo de México, a los obispos de Guadalajara y Puebla y al gobierno de la
mitra de Valladolid, anunciándoles sus planes, y movilizó agentes que fueran a
persuadir a los comandantes militares acantonados en Michoacán y en el Bajío.
Una vez obtenido el acuerdo de tan importantes sectores del clero y del ejército,
proclamó el 24 de febrero de 1821 el Plan de Iguala, cuyos artículos principales
establecían la religión católica, sin tolerancia de otra alguna; la absoluta
independencia; un gobierno monárquico constitucional, reservado a Fernando VII
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
55
o a otro miembro de casa reinante; la formación de una Junta Gubernativa, previa
a la constitución del Imperio Mexicano; y la creación del Ejército de las Tres
Garantías. Se indicaba, además, que todos los habitantes eran ciudadanos idóneos
para optar empleos y garantizaba a las personas y al clero el respeto a sus
propiedades y fueros.
El Plan de Iguala, que revestía semejanza con la propuesta rechazada por las
Cortes, atrajo a todo el mundo. “Por una parte, satisfacían a quienes deseaban la
autonomía al establecer una monarquía limitada y separada. A su vez, los
tradicionalistas también podían apoyar dicho plan, ya que el mismo invitaba a
Fernando VII, o en caso de no aceptar éste a un príncipe español, a que encabezara
el nuevo orden gubernamental dentro de España de España. Al garantizar que el
país seguiría siendo católico, Iturbide se granjeo a la mayoría de la nación y
tranquilizó a la Iglesia.”23
En la opinión de Chávez, “el Plan de Iguala es una de las maniobras políticas
más audaces que registra la historia del pueblo mexicano. Fue concebido en las
circunstancias más propicias, es decir, en el momento en que el juego de las fuerzas
sociales internas y externas hacía coincidir entre sí los anhelos e intereses de todas
las clases privilegiadas.”24
Justo al día siguiente de la consumación de la independencia comenzó la
adulación que perdió a Iturbide. En el acta de independencia de la nueva nación ya
se nombraba al libertador como un “genio superior a toda admiración y elogio”. A
los pocos días murió O’Donojú, víctima de los males que padecía; después por parte
23 Rodríguez, 1992, p. 61; González 1999, p. 91.24 Chávez, 1947, p. 129.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
56
de España llegó el desprecio: la casa reinante no aceptaba la corona que los vasallos
rebeldes le ofrecían.
El gobierno imperial de Nueva España se desmoronó siete meses después de
la publicación del Plan de Iguala. En un principio Iturbide –el nuevo líder
insurgente- instó a Apodaca, el entonces jefe político de México, a que aceptara la
independencia como algo inevitable y asumiera el cargo de presidente de la Junta
Soberana. Sorprendido por la inesperada rebelión, éste adoptó una actitud
conciliadora.25
El 30 de julio desembarcó en Veracruz el teniente general Juan O’Donojú,
nombrando jefe político y capitán general en sustitución de Apodaca; el 3 de agosto
expidió una proclama conciliatoria , al siguiente día entró en relación con Santa
Anna para que franqueara las comunicaciones al interior del país y ese mismo día
escribió a Iturbide proponiéndole una entrevista. Ésta se celebró en Córdoba, y el
24 de febrero de 1821 firmaron el tratad o que puso término a la dominación
española. En resumen, los Tratados de Córdoba, reconocían al Imperio Mexicano
como nación soberana e independiente, instaurando un gobierno monárquico
constitucional moderado, a cuyo frente se llamaría a Fernando VII y, por renuncia
o no admisión de éste, a otros miembros de la casa reinante; se nombraba una
Junta Provisional Gubernativa, encargada de designar una regencia compuesta por
tres personas, que ejercería el poder ejecutivo hasta que el monarca ocupará el
cetro; se convocaba a Cortes para formar la Constitución; se dejaba en libertad de
escoger su nacionalidad a los españoles residentes en América y a los americanos
25 Rodríguez, 1992, p 63.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
57
residentes en la Península, y finalmente O’Donojú se ofrecía a intervenir para que
la capital se entregase sin efusión de sangre.
La capital se agitó con el júbilo de sus habitantes al saber que el libertador
Iturbide había dispuesto entrar el día 27 a la cabeza de todo su ejército. La ciudad
respondió. La noche del 26 se anunció en el teatro, en medio de atronadoras
aclaraciones, que el producto de tres funciones extraordinarias, que en él se darían,
quedaría destinado a manos del ejército libertador. El entusiasmo popular suplió al
tiempo y a la escasez de los fondos públicos, y pocos días bastaron para que la
capital se preparase a recibir a los defensores de las tres garantías.26
Desde muy temprano, el 27 de septiembre de 1821, había salido la división
de Filisola hacia Chapultepec, donde se incorporó al grueso de las tropas que desde
este punto se extendía por la calzada de la Verónica y el camino de Tacuba. Grupos
de personas se amontonaban en calles y plazas por donde habrían de pasar los
dieciséis mil hombres que formaban el ejército más numeroso que entonces se veía
en México. Las casas estaban adornadas con flores y vistosas colgaduras que
ostentaban los colores adoptados en Iguala. Los habitantes de la ciudad también
pusieron estos colores en sus pechos, como emblema de la nacionalidad que surgía
a la vida en aquellos inexpresables momentos.
Montado en un caballo negro y seguido de un numeroso grupo de personas
notables, entró el primer jefe por la garita de la Piedad a las diez de la mañana.
Avanzando por el Paseo Nuevo (Bucareli) y la avenida de Corpus Christi, se detuvo
en la esquina del convento de San Francisco, bajo un soberbio arco triunfal, donde
lo esperaba el ayuntamiento. Se adelantó el alcalde más antiguo, don José Ignacio
26 González, 1999, p.101.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
58
Ormaechea y le presentó unas llaves de oro, emblemáticas de la ciudad. Iturbide bajo a tierras para
recibirlas e inmediatamente las devolvió al alcalde, diciéndole: “Estas llaves que lo son de las
puertas que únicamente deben estar cerradas para la religión, la desunión y el despotismo, como
abiertas a todo lo que puede hacer la felicidad común, las devuelvo a V. E., fiando de su celo que
procurará el bien del público a quien representa”. Volvió a montar y, aumentada su comitiva por el
ayuntamiento y las parcialidades de San Juan y Santiago, continuó su marcha en medio de las
aclamaciones delirantes de la multitud. Desmontó en el palacio, donde lo felicitaron la diputación
provincial y demás autoridades y corporaciones; en seguida salió al balcón principal, teniendo a su
derecha a O’Donojú, para ver el desfile de las tropas.27
El desfile fue largo y solemne, y terminó a las dos de la tarde. Marchaba a la vanguardia la
columna de granaderos imperiales y venían, una tras otra, las divisiones en que estuvo distribuido el
ejército durante el asedio de la capital. Llamaron la atención las tropas del sur, que a pesar de sus
desgarrados vestidos, marchaban con el aire marcial que habían cobrado en diez años de lucha
incesante. El pueblo derrochó sus aplausos a todos los cuerpos del ejército, y en cada uno de los
soldados contemplaba a un fundador de la Independencia nacional. Terminando el desfile, Iturbide,
O’Donojú y una nutrida comitiva se dirigieron a la Catedral Metropolitana, donde se entronó un
majestuoso Te Deum, después del cual pronunció un discurso el doctor Guridi y Alcocer, quien
había sido diputado en las famosas Cortes de Cádiz y miembro a la sazón de la Junta Provisional de
Gobierno. Iturbide habló a la nación para anunciarle el término de su grandiosa empresa. 28 En
dicha proclama, Iturbide reiteraba sus promesas hechas en Iguala, se jactó de lograr la
Independencia sin verter sangre (hecho que lo llenaba de orgullo, ya que nadie podía hacerle
reclamo alguno). “Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros toca señalar el de ser felices “, decía el
libertador al pueblo vigoroso que lo recibía en las calles, al mismo tiempo que los invitaba a
someterse a las leyes.29
Después de la función religiosa, el ayuntamiento obsequió al primer jefe del ejército un
espléndido banquete en el palacio, al que asistieron 200 personas. Llegó la noche, y como si los
habitantes de México quisieran prolongar la duración de aquel día, iluminaron cuantiosamente las
27 González, 1992, p. 102; Ocampo, 1969.28 González, 1992, p. 102.29 Iturbide, 2001, p. 34.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
59
casas, las calles y las plazas, y volvieron a saludar una y otra vez al libertador Iturbide cuando éste se
dirigió al teatro, seguido de la entusiasmada y contenta multitud. Ante el júbilo de todo el pueblo
por la Independencia, Iturbide fue recibido como el gran héroe y estadista de gran visión que había
liberado a la nación. Sin embargo, su popularidad sería tan corta como el consenso sustentado en el
Plan de Iguala, desapareciendo al nombrarse él mismo emperador, con lo que se suscitaron varios
problemas de carácter económico y político.30
En uno de los incontables papeles publicados a razón de la llegada del Generalísimo, se
ponían en voz del pueblo, las peticiones de que Iturbide retomara “el cetro de Moctezuma”, ya que
no había ninguna otra figura que mereciera el “solio de Anáhuac”, pues Iturbide había sido quien le
entregara su libertad al pueblo. “¿A quién nos someteremos más obedientes, sino al mismo que va a
dominar a nuestros corazones? ¿No es la voz del pueblo la que hace los reyes? ¿La soberanía no
reside esencialmente en la nación? Pues ya el pueblo americano lo ha puesto en las manos de
Iturbide. Este es el voto general. Iturbide es pues Emperador; el Pueblo lo proclama.”31
Agustín de Iturbide se convirtió en el héroe de moda encumbrado por el pueblo:
Ese que ves con tanta fama y nombre hoy en públicas voces aplaudido es el grandeIturbide, es aquel hombre cuyas proezas a la fama han excedido: No te admire portanto no te asombre así triunfe del tiempo y del olvido quien hace que en el tiempode la gloria sus proezas eternicen la memoria.32
El pueblo no dudó en salir a las calles para apoyar a quien le concedió la libertad, las
alabanzas no tardaron en surgir:
Salí confundido entre la muchedumbre a conocer a mi Libertador y cerciorarme desu salud, complexión, temperamento y fisonomía: lo conseguí; descubrí en aquelhéroe la actitud más emprendedora: volví a mi hogar satisfecho de que con el favordivino, dentro de pocos días, pondría término a nuestra opresión. Lo verificó enefecto, con un éxito que superó nuestras esperanzas: disfruto el bien que nosalcanzó su prudencia, valor y constante amor a la patria: le amo, le estoy muyagradecido, y le aseguro cuenta en esta capital con su afectísimo, ElIndependiente.33
No puedo describir el entusiasmo que reinó aquel día, sin que disminuyera el gozogeneral por la actitud rencorosa de los peninsulares adictos al antiguo estado de lascosas. Iturbide tenía una personalidad magnética, y ese día se condujo como unHéroe. 34
30 González, 1999, p. 104.31 E. D. L., 1821.32 “Sonetos”, Imprenta de Mariano Rodríguez. Guadalajara, 1821.33 El Independiente, En nuestra religión e Independencia no hay chanzas, Imprenta Imperial,México 1821.34 Fuentes 1966, pp. 51-54.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
60
El 28 de septiembre de 1821 se instaló la Junta Provisional Gubernativa, compuesta por 38
personas nombradas por Iturbide. La naturaleza de la Junta reveló el propósito de Iturbide de
congregar a las más altas clases de la sociedad en un círculo aristocrático que formase la corte del
futuro monarca. Pero como la Junta tenía la función primordial de legislar, su composición
repugnaba al espíritu popular y contradecía el Articulo 12 del Plan de Iguala, según el cual “todos los
habitantes de la Nueva España, sin distinción alguna de europeos, africanos ni indios” eran
ciudadanos de la monarquía “con opción a todo empleo según su mérito y virtudes”. Y aún cuando
el propio Plan proclamó la Independencia con “la misma voz que resonó en el pueblo de Dolores en
1810”, los antiguos patriotas y los insurgentes quedaron excluidos del gobierno.”
Los habitantes de la Nueva España gozaron nuevamente de los beneficios de la paz, y la
armonía de las clases sociales seriamente afectadas con el estallido de Dolores, pareció volver a
restablecerse. Tanto criollos como peninsulares, castas, mestizos e indígenas nuevamente ejercieron
las tareas que les concernían según el rígido orden estamental que les correspondía.35
La corona para Iturbide fue el premio que muchos mexicanos justificaron para recompensar
en parte los magnánimos favores; fue una idea que brotó espontáneamente con el triunfo. Al día
siguiente de la entrada victoriosa, Fernández de Lizardi propuso la corona del Imperio para
Iturbide, aún cuando esta proposición estuviese en contra del Plan de Iguala. Asimismo en los días
siete y ocho de octubre la plebe de Puebla proclamó al grande Iturbide como el primer emperador
de México. Al respecto dice el escritor que “no fue la voz de los grandes siempre sospechosa de
adulación, diré yo ahora con un sabio: la voz libre y sencilla del pueblo, de este pueblo que no sabe
adular y que no sigue otros movimientos que los de su ingenuidad y de su ternura; la voz del pueblo
al que por las calles gritó: “Viva Agustín Primero, Emperador Mexicano. Con estos alegres vivas, y
en medio de la admiración universal, se condujeron por toda la ciudad dos bien formados retratos
del señor Iturbide y del señor Obispo; y no pueden recordarse sin que de nuevo se enternezcan
nuestras almas, las extraordinarias demostraciones.36 Esto es participación política, si lo analizamos
de la manera más burda, los habitantes manifestaban sus inclinaciones “políticas”, no importa que
35 Arenal, 2002, p. 19.36 E. D. L. “Realizado en Puebla el importante voto de un ciudadano”, Imprenta Americana, Puebla1821.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
61
no fuera en las urnas, de hecho, mucha de la gente que participó en este tipo de algarabías ni
siquiera estaba considerado como prospecto para votar; sin embargo se hizo escuchar mediante
proclamas a quién consideraban el mejor candidato para portar la hechura de emperador.
Resulta interesante analizar las ideas que condujeron finalmente a la independencia de
México. Éstas fueron múltiples, variadas y en ocasiones hasta contradictorias. No puede sostenerse,
en consecuencia, que aquella haya obedecido simplemente a un movimiento reaccionario. “Iturbide
en el Plan de Iguala, en los Tratados de Córdoba, en su correspondencia particular y en las
proclamas que emitió a lo largo de 1821 mostró una decidida inclinación por el constitucionalismo
moderno, la división de poderes, la monarquía moderada, la existencia de unas cortes, la igualdad
entre todos los grupos sociales que habitaban el Imperio Mexicano, la libertad de transitó y la de
imprenta y el respeto a la propiedad privada.”37
Si nos remitimos a los años de 1808 a 1821, nos percatamos que las clases medias y altas
aspiraron a la autonomía dentro de una comunidad española, por la que la Independencia de la
Nueva España no era ineludible. No obstante, “como los peninsulares se mostraban reacios a
conceder autonomía a los americanos y ni las cortes liberales ni el sistema absolutista de Fernando
VII llegaron a plantearse seriamente semejante posibilidad, esto trajo como consecuencia que los
novohispanos lucharan por su libertad.”38
Consumada la independencia, quedaba por hacer una obra gigantesca de la reforma social y
económica, tarea mucho más difícil que la de la simple emancipación política. Era necesario
destruir todos los abusos y privilegios; extirpar la ignorancia, el fanatismo y el desprecio al trabajo y
a todas las artes útiles; quitar todo género de trabas a la agricultura y ala comercio y crear sobre
bases firmes el desarrollo de la industria; y, destruyendo la intolerancia religiosa y del odio feroz al
extranjero, abrir las puertas del país a la colonización por hombres laboriosos de todos los países,
que vinieran a fecundar con su ciencia e industria las regiones desiertas de nuestro inmenso
territorio.
Era el inicio del compromiso más importante para los mexicanos, llevar a cabo un buen
gobierno no era tarea fácil, y menos aún, cuando ni siquiera la sociedad estaba en plena conciencia
37 Rodríguez, 1999, p. 36.38 González, 1999, p. 104.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
62
de tal hecho. Aquellos eran tiempo delicados, había que tomar decisiones prontas y eficaces, había
que preguntarles a los mexicanos lo que deseaban, había que buscar a los representantes de la
población, había que preparar elecciones.
2.3 Primera experiencia electoral
Uno de los tres primeros actos, después de la entrada del Ejercito de las Tres
Garantías a la ciudad de México, fue el de la constitución de la Regencia del
Imperio y de la Junta Soberana Provisional Gubernativa, a que se refería el Plan de
Iguala y los Tratados de Córdoba. La Regencia, cuya jefatura recayó, naturalmente,
en manos del “Libertador”, tenía la facultad ejecutiva, mientras Fernando VII o
alguna otra persona de la familia real, acudía a México a asumir la dignidad
imperial que tan graciosamente se le ofrecía, y correspondió a la Junta Soberana la
facultad legislativa. Esta facultad, que, como la de la Regencia, era provisional ,
había de ejercerse teniendo en cuenta la Constitución Española de 1812, en todo
aquello que no se opusiera al Plan de Iguala y a los Tratados de Córdoba; pero la
principal misión de la Junta Gubernativa, consistía en convocar, dentro de un plazo
determinado , la reunión de un Congreso Constituyente que, de una vez por todas,
trazara las bases políticas y sociales para la organización del Imperio Mexicano.39
Había motivos suficientes para advertir que el pueblo mexicano no había
logrado echar a andar un gobierno representativo estable, ni siquiera cualquier tipo
de régimen capaz de mantener un mínimo de gobernabilidad. Era cierto que nadie
conocía sus derechos, las leyes ni las teorías puestas en boga a principios del siglo
39 Chávez, 1947, p. 142. Rodríguez, 1992.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
63
XIX, pero tampoco era necesario ese conocimiento para exigir un gobierno que
tomara en cuenta los intereses de sus “representados”.
Después de todo, la práctica electoral, ahí donde fue realizada con más o
menos eficacia durante los años del constitucionalismo gaditano, abrió una forma
de participación política que si no fue aprovechada por toda la población, si lo fue
por ciertos individuos capaces de ganarse la confianza del potencial electorado.
También la guerra había dado elecciones que no serían fáciles de olvidar. Quizá las
masas no tomaron conciencia de su capacidad para sostener o destruir un
gobierno, pero sus dirigentes, los caudillos, supieron valerse de su ascendente
sobre ellas para entrar en la disputa por el poder y legitimar sus aspiraciones. Con
la independencia se les presentó la oportunidad de actuar.40
Es verdad, las clases populares no concibieron sus derechos como éstos lo
merecían, se les había entregado en manos propias un poder para actuar, que se vio
empañado por la inexperiencia de ejercerlo; sin embargo, la tendencia de colaborar
en las decisiones nacionales estaba presente. En un folleto de 1820, mucho antes de
aquel 27 de septiembre de 1821, ya se distinguía el hecho de que en poco tiempo el
pueblo debía estar listo para depositar su confianza en los que envestirían la
legislación nacional buscando el bien general.41
Se puede percibir el entusiasmo por el reconocimiento de todos los
habitantes como ciudadanos, con las reservas de que hubo excepciones, pues no
todos podía votar pero si ser reconocidos como tal. Muchos ni siquiera observaron
este suceso, resultaban conceptos nuevos, pocos se dieron cuenta que el país había
40 Ávila, 1999, p. 214-215.41 “La voz del pueblo a los electores de partido y diputados para Cortes”, México, Imprenta de D.Alejandro Valdés, 1820.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
64
cambiado. El clamor general versaba así: dicen que ya todos juramos la
Constitución, el reconocimiento de derechos pronto se condujo a rumores, había
que explicarle todo a la sociedad.
Se buscaba establecer una “monarquía moderada”, según el concepto de la
época, significa que “participa de todo lo bueno de los demás gobiernos, y tiene
menos inconvenientes o males que los otros. Ha de haber un emperador en quien
reside el poder ejecutivo; esto es, ha de ser el instrumento de la ejecución de las
leyes, y se ha de formar una reunión de diputados, nombrados por todo los
ciudadanos, para que hagan aquéllas; y esto es lo que se llama reunión de Cortes, o
Congreso, en el que reside el poder legislativo, o más claro, la facultad de hacer las
leyes.”42 El pueblo no hace las leyes por sí mismo, ni esto sería posible en regiones
tan dilatadas, sino por medio de sujetos muy escogidos que nombra, y que se
llaman sus diputados o representantes.43
Por otro lado, las pugnas por determinar quién sería el pueblo44 no se
hicieron esperar, el sector culto de la sociedad se oponía a que el populacho votara,
ya que lo concebía carente de responsabilidad y manipulable ante cualquiera. La
posición más conservadora y criticada fue formulada personalmente por Iturbide,
al proponer la representación por estamentos que condenaba al pueblo a una
minoría ficticia y que dejaba además sin voto a los jornaleros. 45 Había por otra
parte quienes proponían que sólo votaran quienes sabían leer y escribir. Sin
42 “A perro viejo no hay tos o sea diálogo entre un zapateo y su marchante”, México, Imprenta deMariano Ontiveros, 1821.43 “Derechos convenientes para elegir Emperador de México”, México, Imprenta Imperial, 1821.44 En las actas del Congreso Constituyente Mexicano del día 27 de febrero de 1822, consta que el Sr.Tercero declaró el decreto de igualdad, donde dice: “...los ciudadanos no tendrán otra distinción,que las que proporcioné su mérito, virtudes sociales y utilidad a la patria, para que de esta suerte sehaga la ley perceptible, aún el ínfimo del pueblo…”45 El ciudadano de Puebla, 1821.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
65
embargo, en la folleteria predomina, al menos numéricamente, el criterio liberal de
que los representantes sean nombrados por el pueblo sin restricciones, sin trabas,
sin preferencia de clases, ni menos exclusión de condiciones.
Si en el antiguo régimen los cuerpos que conformaban la sociedad eran los
encargados de representarla, para una concepción moderna, en cambio, la nación
está integrada por individuos iguales, de modo que sus representantes lo son de
toda la nación. Sin embargo, el reconocimiento de que los intereses de los
ciudadanos son distintos dio motivo para que algunos pensadores, creyeran
necesaria la convocatoria de representantes por cada grupo de interés.46
La situación política ya de por sí grave, se agudizaba más a cada momento, a
medida que el gobierno veía disminuir sus recursos económicos para sostenerse
con decoro. Las antiguas finanzas tan reparadas y equilibradas en los últimos
cincuenta años, se desquiciaron. Los componentes de la Regencia, con Iturbide a la
cabeza, y los miembros de la Junta Soberana Provisional, todos se entregaron a la
tarea de disminuir los impuestos, pues de este modo unos trataban de demostrar
su afán de renovación y otros su anhelo de ganarse, para su propio provecho
político, el apoyo de los sectores sociales beneficiados.
Los temas que se discutieron fueron de variada índole, desde si el pueblo
hacía representar su soberanía en el Congreso o si la delegaba, hasta el carácter de
las elecciones, si directas o indirectas. El Amigo del Pueblo, periódico editado por
José María Moreno, fue el primero en denunciar los empeños de algunas personas
por limitar la participación popular en el gobierno representativo.47 Esta premisa
ocurre a lo largo de todo el periodo, la exclusión de las clases populares del terreno
46 Ávila, 2002, p. 214.47 Ávila, 2002, p. 216.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
66
político es una grave contradicción en la historia mexicana, o al menos a mi parecer, pues ¿no era
este sector el que saldría mejor beneficiado con la independencia? ¿no se supone que por esto fue la
lucha, por la igualdad de todos los mexicanos y sus derechos? En teoría si, pera la práctica fue muy
distinta, el pueblo es la simple justificación de todos los agites políticos de las elites. Las cuales
propagaron las ideas del pueblo de diversa maneras, ponían en su boca una serie de deseos que
posiblemente era difícil que fueran adoptados por las clases subalternas, ya que como se mencionó,
la deficiencia de educación fue determinante es ese aspecto. Se decía que “el Pueblo no quiere por
sus representantes sino aquellos ciudadanos de cuyo verdadero amor, desinterés, patriotismo y
adhesión, está satisfecho: no todos los que son están, ni todos los que están son… No basta saber
decir: es necesario decir verdad y sostenerla. Esto pide el Pueblo a sus Diputados. Allá no se va a
callar, sino a sostener a la patria”.48
Se propuso que los ciudadanos sufragarían por sus electores en cada ciudad, villa y pueblo
del imperio, quienes a su vez votarían por los diputados. Este sistema, simplificaba enormemente el
proceso, el cual evitaría fraudes y manipulaciones de la voluntad nacional, pero tampoco dejaba la
tan importante decisión de nombrar diputados en el “pueblo ignorante”.49 En algunas provincias las
temidas clases medias hicieron de las suyas: según Pedro Celestino Negrete, entre los diputados
electos había varios que “no tienen o han tenido otro fin que el de ser destinados para tener que
comer”. En las antiguas comunidades indígenas la situación fue más complicada, pues los naturales
intentaron repetir sus prácticas ancestrales en condiciones que, en la mayoría de los casos, había
cambiado.
Por otro lado, el Congreso discutía la forma más conveniente de llevar acabo las elecciones.
Se pensó en reunir al pueblo en masa para la elección de sus diputados, lo consideraron un método
cómodo, justo y racional, además era el más adecuado para proporcionar unión al pueblo. Un
folleto expresó a nombre de los ciudadanos que en su nueva condición de libertad, nadie les podía
negar la facultad de construir su gobierno de la manera que más les conviniera. En principio de
cuentas de debían aclarar varios puntos: 1) quiénes serían los ciudadanos aptos para votar; 2) cuál
debía ser el método de elección; 3) cuántos deben ser los Diputados de las Cortes; 4) el tiempo que
48 “La voz del pueblo a los electores de partido y diputados para Cortes”, México, Imprenta de D.Alejandro Valdés, 1820.49 Ávila, 2002, p. 217.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
67
estos han de ejercer tan arduo y honroso puesto. 50 El folleto deja ver que había un gran interés
político por parte de las clases populares, ya que no sólo habían elaborado una propuesta de
elecciones, también sugerían a los “nuevos ciudadanos aptos para votar”. Apuntaban que todos los
habitantes del Imperio, sin distinción de clases desde la ínfima hasta la suprema, debían ser
ciudadanos aptos y habilitados para votar y ser Diputados en Cortes; exceptuándose únicamente los
eclesiásticos regulares, y los ciudadanos que notoriamente tengan alguna de las rachas que expresa
la Constitución Española. También daban respuesta a cuántos diputados debía haber: un diputado
por cada cincuenta mil almas, lo que por lo menos nos producirá ciento veinte diputados, cuyo
número es indispensable para atender los grandes objetos del Congreso.
Pero aún hay más inserción política de las clases populares, aludiendo que convenía formar
una masa de la Nación para escoger en toda ella aquellos genios raros de quienes se conoce
comúnmente que reúnen en sí todas las circunstancias, sean nobles, plebeyos, clérigos, militares,
negociantes labradores, artesanos, o empleados; porque la virtud y el mérito no están vinculados a
ninguna clase, el gobierno para ser justo debe honrar estos dones donde los encuentre, y el gobierno
para ser sabio debe valerse de los instrumentos que considere necesarios a los altos fines que se
propone, prescindiendo de circunstancias accidentales que ofenden la ilustración del siglo en que
vivimos.51
Los grupos de poder se escandalizaron con la idea de una “elección popular”, pues una
elección así beneficiaría a las clases medias de la sociedad, grupos de aspirantes que no tenían las
propiedades y riquezas necesarias como para preocuparse de los intereses nacionales. Sus prejuicios
les impedían apreciar que tal vez la mejor manera de evitar la manipulación de la voluntad nacional
durante las elecciones sería hacerlas directas. Para evitar las movilizaciones tumultuosas, el
Pensador Mexicano sugería reducir el número de votantes. En lugar del sufragio censatario,
proponía que sólo fueran los padres de familia quienes acudieran a las elecciones.
Se presentaron varios problemas electorales. Por ejemplo en Otumba, que originalmente
fue un pueblo de naturales, pero durante las últimas décadas presenció constantes inmigraciones de
50 “Defensa de la libertad del pueblo o representación hecha hoy a la Soberana Junta Gubernativa”,México, Imprenta Imperial de Don Alejandro Valdés, 1821.51 “Defensa de la libertad del pueblo o representación hecha hoy a la Soberana Junta Gubernativa”,México, Imprenta Imperial de Don Alejandro Valdés, 1821.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
68
otros grupos raciales que llegaban atraídos por la prosperidad de aquellas tierras pulqueras. En
estas elecciones la mayoría de los mestizos y de españoles realizó unas elecciones en las cuales
obtuvieron los cargos personas que no habían estado relacionadas con el gobierno indígena. Ante
esta situación, José Antonio Macías, “Apoderado de los Vecinos del pueblo de Otumba”, anuló las
elecciones. Este caso es muy especial pues muestra cómo un individuo que representaba legalmente
a la antigua república de indios se impuso también como representante en un sentido político”.52
Pronto se estructuraron los grupos políticos, los españoles peninsulares se dividieron en dos
sectores. Contrario al Plan de Iguala y a los Tratados de Córdoba, en medida en que suponían en
que la entronización de Fernando VII los perpetuaría en la posesión de sus privilegios. Ambos
sectores eran enemigos de Iturbide o por haber hecho la independencia de México o por suponer en
él ambiciones de disputar a Fernando VII el trono. Los criollos terratenientes no estaban tampoco
unificados, aunque la mayor parte, siguiendo las inspiraciones del alto clero, se inclinaban a favor
de Iturbide. La clase media intelectual se oponía tanto al cumplimiento del Plan de Iguala y los
Tratados de Córdoba, como a las pretensiones ambiciosas de Iturbide, y aspiraba, aunque en forma
vaga por falta de educación política, a un sistema republicano de gobierno. Idéntico punto de vista
era el de los antiguos insurgentes, que no podían ocultar el resentimiento profundo en contra del
libertador, que por su parte, no perdía ocasión de desairarlos.
La Junta Soberana no se daba punto de reposo para cumplir la función primordial que tenía
encomendada, la de reunir el Primer Congreso Constituyente del Imperio. Las elecciones se llevaron
a cabo con los tropiezos consiguientes a la carencia de la educación cívica del pueblo, pero al lado de
esa deficiencia se advirtió que el gobierno, por buena fe o por falta de experiencia, dejaba en
libertad a los incipientes partidos para que participasen en los comicios. El Primer Congreso
Constituyente del Imperio Mexicano, abrió sus puertas la mañana del 24 de febrero de 1822, al año
justo de la proclamación del Plan de Iguala.53
Al presentarse Iturbide en el recinto, la mañana del 24 de febrero, las gradas de la
presidencia del Congreso, se suscitó un significativo incidente. Con malicia o sin ella, Iturbide tomó
el asiento de la derecha del que se reservaba vacío para Fernando VII. Esto sirvió para que se
52 Ávila, 2002, p. 227.53 Chavez, 1947, p. 149.
LA ORGANIZACIÓN DE UN GOBIERNO
69
formulara una ofendida protesta. Tal sitio de honor no le correspondía a él, sino al Presidente del
Congreso. Y así, se quiso y se consiguió humillar la soberbia del libertador. Poco a poco se iban
deslindando los campos políticos. Apoyaban a Iturbide: el ejercito, el clero y una enorme masa
anónima sin educación política. A él se enfrentaban casi todos los españoles, los antiguos
insurgentes y la clase media letrada, que en el seno de las logias masónicas del rito escocés,
introducidas por los militares españoles, empezaba a organizarse en el país.
Folletos, periódicos y otro tipo de impresos, manifestaciones y representaciones privadas lo
inducían a creer que Iturbide era el elegido por la nación –y por la Providencia- para ser emperador.
No importaba que buena parte de esas expresiones fueran provocadas por agitadores profesionales
y amigos directos de Iturbide. Lo verdaderamente importantes era que podía servirse mejor que
nadie del argumento de ser el representante indiscutible del Imperio. No le interesó la
contradicción que había en erigirse soberano de un pueblo soberano o, en otras palabras, ser al
mismo tiempo igual y superior a sus conciudadanos, como después lo advertían los pensadores
conservadores de mediados del siglo XIX.
La coronación de un americano no era tan sencilla, ya que si bien se notó el apoyo popular
de la ciudad de México para proclamar a Iturbide, no se conocía el parecer del resto del imperio. Se
suponía que los diputados en su calidad de representantes con poderes plenos podían dar su
parecer en nombre de toda la nación, pero de cualquier manera se decidió informar a las provincias
y esperar su aprobación. Finalmente se aceptó la entronización de Iturbide gracias a la presión
popular impuesta en el Congreso.
CAPITULO 3
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
¡Dios nos libre de emperadores o reyes! Nada cumplen de lo que prometen y van siempre a parar al despotismo. Rey es sinónimo de atraso; los reyes son ídolos levantados por la adulación; rey y libertad son incompatibles; la naturaleza no hizo reyes…
Servando Teresa de Mier
Escudo Imperial
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
71
En septiembre de 1821 se hablaba indistintamente de “Nación Mexicana” o de
“Imperio Mexicano”. Imperio halagaba el orgullo criollo al equiparar a México con
España pero también remitía al Imperium: a un conjunto de referentes tales como
la facultad de mando, la maiestas o soberanía, la jurisdicción. La palabra realzaba
el prestigio de una comunidad política que nacía sin que sus fundadores hubiesen
proyectado establecer en ella una forma de gobierno distinta de la metrópoli. Los
mexicanos no rechazaban la legitimidad dinástica pero el “Imperio mexicano” fue
desdeñado por los príncipes Borbones a quienes lo habían ofrecido.1
El breve periodo de la actuación política de Agustín Iturbide en el México
independiente abarca del 27 de septiembre de 1821 -fecha en que entra triunfante
en la ciudad de México-, hasta el 20 de marzo de 1823 -en que se vio obligado a
abdicar-. “Es una etapa histórica muy importante en el proceso de formación del
Estado mexicano durante el siglo XIX; es el primer intento de imponer un sistema
de gobierno capaz de englobar los elementos sociales, políticos y económicos, en
busca de la emancipación de Nueva España, de la paternal soberanía de la
metrópoli española.”2
Fue una etapa política compleja, en la cual Iturbide pregonó sus firmes
convicciones monárquicas desde el principio, y que, a pesar de todos los obstáculos
y adversidades que le impusieron, llegó al poder por la euforia del pueblo,
estimulado por el grupo iturbidista que lo proclamó emperador de México el 18 de
mayo de 1822. “Con todo, el Imperio Mexicano nació con bases endebles. La vieja
prosperidad novohispana se venía esfumando desde la última década del siglo 1 Lempériere, 2003, p. 319. 2 Salinas, 1999, p. 81.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
72
XVIII. A la bancarrota hacendaría, consecuencia de las guerras españolas y de una
lucha independentista de 11 años, se iban a sumar la inexperiencia política, la
división ideológica y las amenazas de la reconquista. Como ni Fernando VII ni las
Cortes ratificaron los Tratados, se abrió el camino para que se coronara Agustín
Iturbide.”3
A principios de mayo de 1822 se recibió la noticia de que las Cortes de
España no aprobaron el Tratado de Córdoba, lo cual estimuló los planes de los
iturbidistas. Los borbonistas y los republicanos, quisieron despojar a Iturbide del
mando del ejército, reglamentando la Regencia, de modo que ninguno de sus
miembros tuviera mando de tropas. Pero cuando empezaba a discutirse en el
Congreso esta iniciativa, ocurrió el motín de Pío Marcha.
El imperio de Iturbide ha sido sentenciado a incluirse en la lista de las
épocas poco memorables en la historia de México, sin lugar a dudas Iturbide se
convirtió en persona no grata para los “héroes de la nación”. Pero esto no significa
que el primer imperio desmerezca atención, ya que representa la primera
experiencia de gobierno propio. Aunque definirlo es arriesgado, el nacimiento de
éste le abrió las puertas a las masas para que se expresaran y fueran activas
políticamente.4
El imperio se inició entre confusiones de todo sentido, las clases populares
obtuvieron un tipo de reconocimiento como ciudadanos, concepto que no alcanzó
su entendimiento, el desconcierto llevó a este grupo a seguir reconociendo la guía
3 Vázquez, 2003, p. 27. 4 No obstante, durante toda la época del coloniaje y la lucha de independencia en si misma, hubo una clara participación política de los habitantes. Sin embargo, creo que en el primer imperio esta participación se convierte en una necesidad, pues por fin, las masas eran reconocidas como ciudadanos que tenían derechos y debían ejercerlos.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
73
de las elites, y éstas siguieron aprovechando su posición de prestigio frente a la
sociedad, procurando acomodar las piezas del juego a su favor.
Por su parte, las elites se toparon con serios problemas ideológicos que
derivaron divisiones internas, el miedo al desamparo de gobierno precipitó el
apoyo a Iturbide como emperador, decisión que más tarde sería la razón de
incontables enfrentamientos con el libertador.
De esta forma nace el México independiente, con una monarquía moderada
y constitucional, que culminó en el fusilamiento de su emperador, de aquel caudillo
que gracias a su popularidad logró entronarse como emperador de México; sin
embargo, su final fue de traidor y tirano, acusado de despotismo por los que lo
irguieron como emperador.
3.1 Agustín de Iturbide y Arámburu
“Su estatura es de unos cinco pies y diez y once pulgadas (1.80 mts.), es de
complexión robusta y bien proporcionado; su cara es ovalada y sus facciones son
muy buenas, excepto los ojos que siempre miran hacia abajo o para otro lado. Su
pelo es castaño, con patillas rojizas, y su tez es rubicunda, más de alemán que de
español. De modales cultos y agradables, habla claro e insinuante. No pienso
repetir las versiones que oigo a diario acerca del carácter y de la conducta de este
hombre. En una sociedad que no se distingue por su estricta moral, él se destacó
por su inmoralidad. Su usurpación de la autoridad principal fue lo más notorio e
injustificado y su ejercicio del poder ha sido arbitrario y tiránico. De trato
agradable y simpático, y gracias a una prodigalidad desmedida, a atraído a los jefes,
oficiales y soldados a su persona, y mientras disponga de los medios de pagarles y
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
74
recompensarles, se sostendrá en el trono. Es máxima de la historia que
probablemente se ilustre una vez más con este ejemplo, que un gobierno que no
ésta fundado en la opinión pública, sino establecido y sostenido por la corrupción y
la violencia, no se puede existir sin amplios recursos para pagar a la soldadesca y
mantener a sus pensionados y partidarios. Juzgando a Iturbide por sus
documentos públicos, no le considero como hombre de talento. Obra rápidamente,
es audaz y resuelto y nada escrupuloso en elegir los medios para lograr sus fines.”5
Iturbide personificó al caudillo americano que apareció reiteradamente en la
historia de México. No fue un genio militar; muy por el contrario, sus fracasos
como hombre de armas fueron continuos. En cambio, adquirió talento político y
una especial agudeza psicológica. Se caracterizó por una flexibilidad moral que le
permitió enmascarar el robo y traición con ideales patrióticos, dentro del marco de
una ambición sin medida.
Iturbide consumó rápida, concertada y de manea pacifica la independencia
de México. Convocó a la unidad entre todos sus habitantes, sin distinción de su
origen racial; ideó un plan político para garantizar la creación de un nuevo y
enorme imperio de casi cinco millones de kilómetros cuadrados (desde el norte de
California hasta Panamá, desde Texas hasta el istmo centroamericano, dueño de
inmensas costas en el océano Pacifico, el golfo de México y el Caribe).
Se sujetó a una constitución moderna, propia y singular que limitaría los
poderes de los gobernantes, se opuso al expansionismo estadounidense y ofreció
una unidad tanto comercial como cultural con la antigua metrópoli. Creó la
bandera nacional, fue el fundador del primer ejército mexicano, el primer gobernante
5 Poinsett, 1950, pp. 116-118.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
75
del México independiente, y prefirió abdicar a su poder y a su enorme prestigio antes que propiciar
una nueva guerra civil. Regresó del exilio ante la amenaza de que el país fuera reconquistado por
España y murió después de recomendar a los mexicanos obediencia a sus autoridades y amor a la
patria. Empero, fue asesinado de la manera más cobarde, consecuencia de unos cuantos políticos
temerosos de su prestigio y envidiosos de sus éxitos, pues sin ningún fundamento jurídico y sin
permitirle defenderse lo fusilaron como traidor.
Desde entonces, la historia que se construye desde el poder, fundó una imagen falsa y se
esmera en tratar de que se olvide su nombre y su obra. Se conservan cuantiosos documentos de la
autoría de Iturbide, que hacen posible conocer su pensamiento, sus propósitos, sus planes, sus
contradicciones y su intimidad. Sin embargo, muchos historiadores se han negado a escucharlo.
La mayoría de sus contemporáneos que escribieron acerca de él fueron sus enemigos, que a
sabiendas que hicieron mal al fusilarlo, justificaron sus acciones tachándolo como traidor. En la
actualidad, todavía es el personaje histórico tratado injustamente por la memoria histórica de los
mexicanos, quienes recuerdan el inicio del movimiento de independencia, pero no celebran el
grandioso día cuando el país nació como nación independiente el 27 de septiembre de 1821, así
como han olvidado el nombre de su libertador: Agustín Iturbide.
Agustín de Iturbide y Arámburu nació en Valladolid la lluviosa noche del 27 de septiembre
de 1783. Fue hijo legitimo de la criolla michoacana doña María Josefa Arámburu y Carrillo de
Figueroa y del peninsular don José Joaquín de Iturbide y Arregui. Agustín fue el mayor de cinco
hermanos: Francisco, Mariano, Josefa y Nicolasa.
La infancia de Iturbide transcurrió tranquila y segura, su casa se ubicaba al centro de la
ciudad y muy cerca de los conventos de San Francisco y San Agustín. Posiblemente fueron estas
circunstancias las que lograron una sólida formación religiosa que jamás traicionaría. Ingresó al
Colegio Seminario Conciliar de San Pedro donde realizó algunos estudios de gramática latina, pero
no concluyó por falta de vocación. Sin embargo esta formación literaria, le sirvió años más tarde
para redactar importantes documentos políticos, donde convenció a muchos de las ventajas de su
proyecto de independencia.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
76
Años más tarde, ingresó a las milicias provinciales en donde demostró buena disciplina y
obediencia, gracias a esto lo nombraron segundo alférez a los catorce años. Ya para los diecisiete
años poseía una excelente hoja de servicios, debido a las cualidades que demostró para la milicia.
Agustín conoció a Ana María Huarte –quien más tarde sería su esposa-, en el colegio de
Santa Rosa. El noviazgo no tuvo contratiempos, debido a que ambos pertenecían a familias ilustres
de Valladolid. El matrimonio se celebró el 27 de febrero de 1805, cuando él tenía veintidós años.
Fruto de la relación que duró casi veinte años, fueron diez hijos.
Vivió en Jalapa algunos años para su formación militar, pero regresó a Valladolid en 1808,
siendo testigo del inicio de la lucha por la independencia. Cuando los insurgentes entraron a
Valladolid en octubre de 1810, Miguel Hidalgo, quiso aprovechar las cualidades y el prestigio de
Iturbide (con quien lo unían lazos de familia), le ofreció la protección de su familia y de sus bienes,
además del cargo de teniente general si se integraba al movimiento insurgente. Sin embargo no
aceptó, porque estaba convencido de que en las circunstancias y condiciones propuestas en
Guanajuato, el movimiento fracasaría:
“La propuesta era seductora para un joven sin experiencia y en la edad de ambicionar; la desprecié sin embargo porque me persuadí que los planes del cura estaban mal concebidos; ni podían producir más que desorden, sangre y destrucción, y sin que el objeto que se proponía llegara a verificarse… El tiempo demostró la certeza de mis predicciones”.6 Para 1816 era comandante del Bajío, pero se vio envuelto en un escándalo. Importantes
personajes de Guanajuato solicitaron su destitución. Lo acusaron de estafas, saqueos, incendios y
tráfico de comercio ilícito, y a pesar de la protección del virrey Calleja fue depuesto y sometido a
proceso. Aunque resultó absuelto, no quiso volver al mando.
Después de combatir la causa insurgente conjuntamente con las tropas realistas, y en un
lapso de tiempo pacifico, se retiró a vivir con su familia a su hacienda de La Compañía cerca de
Chalco, rompiendo con toda actividad política y militar. Sin embargo nunca ignoró los
acontecimientos políticos del país, continuó relaciones con las autoridades.
Las cosas cambiaron en el año de 1820. La proclamación de la Constitución liberal en
España hizo renacer los ideales autonomistas de una separación de España sin sangre .
6 Iturbide, 2001, p. 27.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
77
Iturbide logró convencer a todos por igual, ofreciendo a cada parte de la sociedad algo que
le fuera importante y que pudiera ser compatible con las aspiraciones de los demás. A los realistas
les ofreció la tradicional forma de gobierno: la monarquía; a los mexicanos: la facultad de crear sus
propias leyes; a los españoles: les dio la oportunidad de convertirse en mexicanos; a los insurgentes:
la igualdad por la que habían luchado, eliminando las castas; a los liberales: un gobierno moderado
con una constitución propia; a toda la sociedad en general: mantener la religión católica intacta.
Los acontecimientos de su vida durante el imperio los conoceremos a detalle más adelante.
Pero a manera de conclusión podemos decir que todo salió mal para el nuevo emperador de México.
Primero, quiso enaltecer a su familia y no se conformó con designar a su esposa emperatriz y a su
hijo mayor príncipe imperial heredero de la corona. Designó a su hermana princesa y a su padre le
dio tratamiento real; el resultado fue la desaprobación general. Segundo: el Congreso despertó de la
euforia imperial y comenzó a obstaculizar las iniciativas del emperador y atacarlo, obligándolo a
poner presos a algunos diputados y luego a disolver el Congreso. Tercero: se enemistó con el
representante diplomático estadounidense, Joel R. Poinsett7, quien le sugirió un arreglo de las
fronteras entre el imperio mexicano y Estados Unidos de América. Cuarto: Iturbide fue victima de
las intrigas de las logias masónicas que perseguían la fundación de la república y la caída del
emperador. Quinto: su incapacidad para gobernar se hizo patente al no poder conciliar con el
Congreso asuntos de relevancia nacional, como la reconstrucción de la economía nacional y el
arreglo de la hacienda pública. Por último, lo acusaron de déspota, por su afición a meter en la
cárcel a todo aquel que se atrevía a manifestarse en su contra.
3.2 Proclamación popular
7 En el futuro, este personaje se convertiría en el actor intelectual del derrocamiento de Iturbide, ya que fue el autor del Plan de la Casa Mata.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
78
A las ocho de la noche del sábado 18 de mayo de 1822 el regimiento de Caballería
núm. 1 salió de su cuartel de San Hipólito y fue a encabezar, en la plaza del Salto
del Agua, una manifestación de soldados y gente del pueblo que recorrió la ciudad
lanzando vivas a Iturbide como emperador, tirando cohetes y echando a vuelo las
campanas de las iglesias. Muchos vecinos iluminaron sus casas, y en la plaza Mayor
se dispararon salvas de artillería. Iba al frente de aquel tumulto Pío Marcha, que
esa noche tuvo el mando de todas las corporaciones de la guarnición, pues los altos
jefes y oficiales, en su mayoría antiguos realistas, no juzgaron prudente encabezar
el movimiento. “Siguieron su ejemplo los demás cuerpos y se pusieron en
movimiento los barrios. Por todas las calles se esparcieron pelotones de aquella
clase de gente que en México se conoce con el nombre de léperos, semejante a los
lazzaroni de Nápoles, aclamando a Agustín I.”8
Esa noche de presagios, fue plasmada por diferentes hombres de la época,
aunque no todos redactaron sus obras contemporáneamente al hecho, todos ellos
coinciden en su versión: “ A las diez de esta noche se empezaron a oír varias
descargas de fusilería, a las que siguieron gritos de Viva Agustín I, Viva nuestro
Emperador. Se unió un inmenso pueblo al Regimiento No. 1 que tiraba con bala. En
el teatro hubo su conmoción y casi quedo desierto. Entró en el patio un corneta que
pareció la del Juicio, pues ya había corrido la voz de que las tropas se batían unas
por la República y otras por Agustín I y correspondió el pueblo. A las 11 de la noche
estaba todo el pueblo en conmoción y las casas de Azcárate, Conde de Santiago,
Condesa de San Pedro, y Correos se vieron completamente iluminados en el acto de
la grita. Los diputados Oduardo, Faguaga, Tagle y Orbegoso corrieron gran peligro:
8 Arrangoiz, 1872, p. 114.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
79
se escondieron quién sabe donde .Cabaleri le besó la mano al Emperador
diciéndole que era el primero que tenía aquella honra. A las 12 de la noche en lugar
de ir a maitines, fue la comunidad de S. Francisco con su Prelado a postrarse ante
el Emperador. Luego siguieron infinitos eclesiásticos, militares y particulares. La
Emperatriz se desmayó al principio del alboroto y aun el Emperador y el Ministro
Domínguez tuvieron su cuidado, porque se anticipó la hora de la proclamación que
debía haber sido a las 4 de la mañana, pero el Regimiento No. 1 que comandaban
los Tenientes Coroneles Otero y Matianda, forzó la puerta y anticipó el negocio con
poca precisión, pues tiraba balazos sin poderlos contener, aunque su dirección era
para el cielo, para que aprobase lo hecho. El pueblo grito toda la noche Viva
Agustín I y mueran los que se opongan, y alguna vez se oyó mueran los
chaquetas9; muera el congreso y mueran los gachupines; también gritaban Viva el
Emperador y mueran los serviles; muera el Despotismo, todo era seguido, no hubo
más que dos heridos de muy poca consideración, lo que fue milagroso. Algunos
robillos de poco monto. 10
Leyendo entre líneas, encontramos que la proclamación popular no fue tan
espontánea como se aseguró, las clases populares fueron inducidas a amotinarse en
las calles; empero otorgándoles cierto mérito, tampoco creo que hayan sido
“obligadas a elegir como emperador a Iturbide”, ya que como se ha venido
mencionando, el desconcierto era tal, que posiblemente las clases populares diluían
que era la decisión más correcta, pues ¿que no era Iturbide el libertador de México?
Entonces ¿por qué cuestionarse su coronación como emperador?, que mejor
9 Los chaquetas eran los intelectuales. Se llamaron así a los voluntarios defensores de Fernando VII que, en agosto de 1809, promovieron un tumulto en México aprehendiendo al virrey José de Iturrigaray y Pablo Villavicencio. 10 Beruete, 1974, p. 56; Arrangoiz, 1872, p. 114; Bocanegra, 1985, p. 58; Fuentes, 1948, p. 42.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
80
candidato que él para ocupar tan codiciado puesto. Recordemos que Iturbide era
sumamente popular entre las masas, así que no fue tan difícil convencer al pueblo
de apoyarlo. Además que el partido iturbidista contaba con todos los elementos de
acción y fuerza para sobreponerse. Estaba compuesto de casi todo el ejército, de
muchos que después fueron republicanos, del clero en general y de la numerosa
plebe de la ciudad. El pueblo en general se hallaba a favor de Iturbide, en
reconocimiento de haber hecho la independencia del país.
El corifeo de la proclamación del primer emperador de México fue Pío
Marcha11. Al sargento Pío Marcha le tocó formar parte de la escolta autorizada por
Iturbide para que acompañara, de la ciudad de México al puerto de Veracruz, al ex
Virrey don Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito, quien regresaba a España
como consecuencia de su deposición inmediata anterior y del nombramiento del
nuevo militar del Virreinato acompañara, de la ciudad de México al puerto de
Veracruz, al ex Virrey don Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito, quien
regresaba a España como consecuencia de su deposición inmediata anterior y del
11 En el expediente personal de Pío Marcha no solamente consta que organizó y encabezó aquella manifestación iturbidista, sino que aquella noche dirigió y mandó todas las corporaciones de la guarnición de México. Con fecha 12 de junio Agustín I expidió a Pío Marcha patente de capitán y dispuso que siguiera prestando sus servicios en el mismo “Regimiento de Caballería Número Uno”. En seguida, desempeño el empleo de guarda-almacén de la División de Vanguardia del Ejército” y estuvo comisionado en la plaza de Irapuato, con instrucciones de recoger a los dispersos y desertores del Ejército que se localizaran en la región. Formó con ellos una sección, personalmente se encargó de impartirles la instrucción correspondiente y en seguida los incorporó al expresado Regimiento. Se significó por su adhesión personal al primer Emperador y éste lo distinguió con su confianza. Poco antes de la caída definitiva del primer Imperio, el titular de éste le concedió el beneficio de retiro a dispersos con efecto a partir del 1° de abril de 1823 y le expidió el despacho respectivo. Escolto a Iturbide desde México hasta Veracruz, en donde se embarcó para el extranjero. Una orden procedente de México obligó a Pío Marcha a regresar a Tulancingo. En la hoja de servicios militares que se le formó, que existe agregada a su expediente personal, consta la siguiente anotación: “…Proclamó el Imperio del excelentísimo señor Iturbide a la cabeza de todos los cuerpos de la guarnición, cuyas fuerzas mandó en esos momentos y por lo que fue víctima después de innumerables persecuciones, prisiones y destierros, habiéndole confiscado la cantidad de diez y seis mil pesos, so pretexto de que ella debería servir para fomentar la revolución a favor del señor Iturbide…”. Véase Almada, 1965, p. 135-137.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
81
nombramiento del nuevo militar del Virreinato. Por esta causa no le toco participar
en el desfile triunfal del Ejército de las Tres Garantías el 27 de septiembre de 1821
por las calles de la Capital, con cuyo acontecimiento quedó consumada nuestra
independencia. Con la antelación debida, Pío Marcha puso de acuerdo a los
sargentos de otras corporaciones del Ejército, movió a sujetos de la clase popular y
a un grupo más o menos numeroso de “léperos” para reunirse, ya entrada la noche,
en la Plaza del Salto del Agua a fin de encabezar una manifestación que recorriera
las calles de la ciudad y proclamara a don Agustín de Iturbide como Emperador de
México.12
En otro punto de la ciudad, “el coronel Rivero, ayudante de Iturbide, entró al
teatro que entonces era el llamado Principal, y haciendo saber lo que pasaba, hizo
que la concurrencia verificase igual proclamación. Entre tanto numerosos grupos
de gente del bajo pueblo y crecidos pelotones de léperos, nombre que se aplica en
México a los individuos de lo más ínfimo de la plebe, que viven en la holgazanería,
recorrían la ciudad dando vivas a Agustín I, y haciendo que los vecinos pusiesen
iluminación en sus casas, muchos de los cuales lo habían hecho ya
espontáneamente. Las familias acomodadas, las de los honrados artesanos, así
como los individuos que tenían abiertos sus establecimientos de comercio, como
eran panaderías, tocinerías, tendejones, bizcocherías y cafés, pues las tiendas de
ropa, lo mismo que todas las de lujo, se cerraban siempre a la oración de la noche,
se apresuraron a atrancar las puertas que daban a la calle, ignorando lo que pasaba,
y temiendo que se cometiesen algunos desordenes por la multitud. Pronto, sin
embargo, llegó a saberse lo que motivaba el movimiento, y los balcones se vieron a
12 Almada, 1965, p. 135-137.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
82
poco iluminados con vistosos faroles y adornados con colgaduras. En los que la
inquietud tomó creces a medida que se aumentaba el entusiasmo de la multitud
que en los diputados que se habían manifestado más contrarios a Iturbide:
temiendo ser asesinados durante el desorden o por lo menos insultados, se ocultó
cada cual donde se juzgaba más seguro”.13
Casi todos los historiadores contemporáneos, reflejaban sus prejuicios en
contra de las clases populares, asegurando que en la proclamación sólo
participaron las clases bajas e insistieron en que tal vez fue Iturbide quien la
patrocinó.
Ante la proclamación tumultuosa de Iturbide, sus opositores difieren en que
su proclamación haya sido “popular”, insinuaron que esta fue creada y organizada
por el mismo Iturbide. Alamán habla de que esta “misión secreta” fue
encomendada a Marcha, de tal forma, que la expresión del pueblo de la que hace
referencia Iturbide no fue legitima.14 Esta interpretación es la voz de muchos otros
que no creen en la autenticidad de la envestidura de Iturbide como primer
Emperador de México.15
No puede haber duda, de que los más altos comandantes del ejército querían
que Iturbide asumiera el trono. Algunas fuentes dicen que el general Negrete y
otros jefes del ejército dieron al sargento Pío Marcha, la misión secreta de levantar
a los sargentos de diversos cuerpos y tomar las calles para proclamar emperador a
13 Zamacois, 1879, pp. 286-288. 14 Alamán, 1942, pp. 548-549. 15 Zavala, 1949, p. 127.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
83
Iturbide.16 Empero existen otras versiones que aseguran que todos los habitantes
del imperio auguraban la coronación de Iturbide.
El mismo Iturbide desmiente los argumentos que señalan que él mismo fue
el indiciador de la proclamación, aseguró que “por el mes de abril de 22 ya se
notaban agitaciones que amenazaban anarquía. El Congreso depuso a tres regentes
dejando sólo uno reputado enemigo mío, para reducir mi voto a la nulidad en el
poder ejecutivo; no se atrevieron a deponerme temiendo ser desobedecidos por el
ejército y el pueblo, entre quienes sabían el concepto que disfrutaba”.17
Entre tanto el entusiasmo de la multitud iba en aumento, y la Regencia le
aconsejó accediese a la opinión general, añadiendo los jefes del ejército, “que así
era la voluntad de todos: que así convenía; que él no podía disponer de si mismo
desde que se había dado todo a la patria; que sus privaciones y sufrimientos serían
inútiles si partía por la negativa; y que habiéndose comprometido por él y
obedeciéndole sin restricciones, se creían acreedores a su condescendencia”.18 La
opinión unánime de los que habían acudido al llamamiento de Iturbide fue, pues,
para admitiese la corona que se le ofrecía, convocando para ello al congreso a las
siete de la mañana del inmediato día 19, por medio de su presidente, D. Francisco
García Cantarines, que fue uno de los que se hallaban presentes. Decía que se iba a
reunir el congreso para tratar el asunto con el detenimiento debido; que el pueblo
de la capital y la guarnición de ella habían manifestado su deseo; que al resto de la
nación le tocaba a su vez manifestar el suyo para obrar así conforme a la voluntad
de los pueblos; voluntad que todo buen ciudadano debía acatar, como él la acataría
16 Anna, 1991, p. 74. 17 Iturbide, 2001, p. 53. 18 Iturbide, 2001, p. 55.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
84
siempre, y que, por lo mismo, recomendaba que se aguardase el mayor orden y el
respeto a las autoridades. “La ley es la voluntad del pueblo”.19
Por su parte, en las actas del Congreso Constituyente Mexicano, en la sesión
extraordinaria del 19 de mayo se asentó que “en masa y en absoluta uniformidad,
han proclamado al Sr. Generalísimo Almirante, Presidente de la suprema Regencia
D. Agustín de Iturbide, Emperador de la América Mexicana. Este pronunciamiento
se ha seguido con las demostraciones más vivas de alegría y entusiasmo por el
pueblo de esta capital, reunido aun en sus calles. Los generales, jefes y oficiales que
subscriben, se ocupan en conservar el orden y tranquilidad pública; y al mismo
tiempo han creído de su deber manifestar a V. M. Esta ocurrencia; para que
tomándola en consideración, delibere sobre punto de tanta importancia…”20
Las actas nos indican que fue una “manifestación ordenada”, empero al
derrocamiento de Iturbide, los diputados justifican la aceptación de su coronación
a causa de la presión ejercida por el pueblo al introducirse en las galerías del
Congreso. De este argumento, deduzco que de cualquier forma se puede observar
claramente la participación política de las clases populares, por un lado los
diputados hablan de que el pueblo ya se ha expresado: quiere a Iturbide como
emperador, y en concordancia acepta su entronación. Por otro, llegado el
momento del derrocamiento del imperio, los diputados insisten en la presión
ejercida por el pueblo, aunque es un poco desmeritada por el hecho de que
argumentan que fueron inducidos por el Generalísimo. De cualquier forma, aquí
existe una participación en la política de las clases populares.
19 Zamacois, 1879, p. 288-290, Iturbide, 2001, pp. 87-91. 20 Actas del Congreso Constituyente Mexicano, 19 de mayo de 1822.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
85
El pueblo se hallaba alrededor del edificio donde se celebraban las sesiones, gritando sin
cesar ¡Viva Agustín I!, como lo hicieron la noche anterior. El tumulto era indescriptible, y las voces
de la multitud penetraron hasta el salón donde se encontraban los diputados. En estas
circunstancias era imposible deliberar, pues el bullicio y la agitación de las masas era intolerable.
Las calles estaban literalmente llenas de gente que hacían casi intransitable el paso. El
pueblo, lleno de entusiasmo, vociferó vivas al ver subir a Iturbide a su carruaje, le quitó las mulas
que lo jalaban, y la misma gente lo condujo hasta llegar a la puerta del edificio en que estaban los
diputados.
La sesión del Congreso diciendo que “al abrirse la sesión al día siguiente presentaron una
Exposición al mariscal de campo don Anastasio Bustamante y el brigadier don Joaquín Parres,
firmada por todos los generales y jefes que se encontraban en la capital, manifestando que los
cuerpos de la guarnición habían proclamado Emperador al Generalísimo, y pidiendo al Congreso
deliberarse sobre punto de tanta importancia. Algunos diputados dejaron de asistir a la sesión. El
edificio del Congreso estaba rodeado de gente del pueblo que gritaba “Viva Agustín I”: no pudieron
deliberar en medio del tumulto, se acordó invitar a Iturbide para que asistiese a la sesión, el cual,
después de alguna vacilación y de consultar a varios sujetos que se hallaban presentes, accedió a la
invitación del Congreso, siendo llevado por el pueblo, que quitó las mulas del coche. A la una y
media de la tarde se presentó en el salón de sesiones, e inmediatamente se llenaron las galerías de
gentes que aclamaban a Iturbide: con él entraron en tropel en el mismo salón muchos militares,
algunos religiosos y mucho pueblo, tomando todos asientos entre los diputados”.21
Por parte del Congreso la proclamación de Iturbide como emperador fue dirigida por
Valentín Gómez Farias diputado por Zacatecas, quien después fue jefe del partido republicano y
vicepresidente de la Republica. Decía que rotos los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala por no
haber sido aceptados por España, los diputados estaban autorizados por estos mismos tratados a
dar voto para que Iturbide fuese declarado emperador, confirmando de esta manera la aclamación
del pueblo y del ejército.
En el acta del Congreso de ese día se nota la preocupación por parte de los diputados por el
desmedido desorden que prevaleció durante todo el día. No sólo se comenzó a dudar si habría 21 Arrangoiz, 1872, p. 115; Zavala, 1949, pp. 130-131.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
86
número suficiente de diputados para formar al Congreso; pero debió entenderse que si, porque
excedían de noventa. Se discutió si debía ser pública o secreta la sesión, aunque desde mucho antes
se hallaba el edificio rodeado de un inmenso pueblo que gritaba, ¡viva el emperador! y deseaba
penetrar en las galerías. En este estado, se creyó de toda preferencia el calmar esta inquietud
popular, a cuyo fin, se nombró una comisión de cuatro diputados, que de orden del soberano
Congreso, pasaría a la Regencia para que tomara las medidas oportunas, a fin de asegurar la
tranquilidad pública y la libertad de deliberación. Esta comisión regreso sin una respuesta capaz de
satisfacer las miras del Congreso. Seguidamente se creyó como medio más viable que asistiera el
Generalísimo con los generales al Congreso, lo que se acordó después de una ligera discusión.
Entretanto, quedó la discusión interrumpida hasta que se anunció por la comisión la venida de el
generalísimo, que en efecto, se dejó ver en el salón en compañía de sus generales, y en gritos del
pueblo que le proclamaba, con cuyo motivo se hizo la sesión pública, cubriéndose las galerías y la
entrada del salón por un concurso numerosísimo.22
Este enfrentamiento entre algunos diputados del Congreso y las clases populares apenas
comenzaba, pues todavía faltaba ponerse de acuerdo si es que era necesario tomar el voto de las
provincias, es decir, hacer elecciones generales para verificar que todo el territorio mexicano
aclamaba a Iturbide como emperador.23 Además, los diputados se sintieron presionados por el
pueblo y el ejército, y no les quedó más que aceptar la propuesta de Gómez Farias24. Varios
diputados, siguiendo el deseo de la formalidad necesaria para estos casos, hicieron presente que la
limitación de poderes que los diputados tenían, no les permitía acatar la manifestación hecha por el
pueblo y por el ejército por lo que había que acudir a las provincias de que provenían, a que
ampliaran sus facultades, por lo menos, las dos terceras partes de las provincias; entretanto Iturbide
quería como único regente, nombrando una comisión de trece diputados para que en un término
corto elaborara un estatuto para evitar choques entre los poderes. Nada de esto se aprobó.
22 Estos argumentos están plasmados en el Acta de Sesiones del Congreso Constituyente Mexicano del día 19 de mayo de 1822. 23 En muchas de las provincias, la población ni siquiera estuvo enterada del alboroto de la capital, tuvieron que pasar varios días para que se percataran de que tenían nuevo emperador. 24 Sin embargo, algunos diputados como Fagoaga, Odoardo y otros, no querían comprometerse en una deliberación donde no podía haber libertad para decidir sin la presión popular.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
87
Seguidamente tomaron la palabra en medio del bullicio de las galerías, varios señores
diputados; pero habiéndose restablecido el silencio se declaró el asunto suficientemente discutido, y
se disponía la votación, cuando el Sr. Generalísimo dirigiéndose al pueblo, le exhortó a guardar el
mejor orden y respeto a la soberanía nacional, exigiéndole con expresiones insinuantes, que si
amaba a su persona, le prometiese someterse respetuosamente a la deliberación del soberano
Congreso, sea cual fuere su resultado, siendo así que en aquella asamblea residía la voluntad
reunida de la nación, representada por sus diputados. Este discurso fue interrumpido con voces
calmosas que manifestaban el deseo público de que se proclamase Emperador al Sr. Generalísimo, o
que se consultaría para el efecto a las provincias.
Empero, surgió una nueva discusión al paso de los días, pues los diputados que se oponían a
Iturbide, argumentaron que la votación no fue legal, ya que no estaban presentes el mínimo de
diputados para aprobar cualquier propuesta.25
En el acta del Congreso, en una nota final, asegura que “los votos recogido por todos hacen
ochenta y dos, no son los de todos los diputados que hallaron presentes, porque algunos salieron
antes de la votación, unos fiados en que habían firmado la proposición leída por el Sr. Farias, la que
creyeron suficiente para expresar su voluntad, y otros porque se hallaban esparcidos en los
gabinetes de distracción”.
El número de diputados que realmente votaron ese día en el Congreso es bastante discutido,
encontramos varias versiones y pocas de ellas coinciden, tal es el caso de Beruete, dice que en total
fueron ochenta y siete diputados. También Arrangois ofrece otro número, el de 82 y no noventa y
dos como lo afirman Bocanegra y Zamacois. Por su parte Rocafuerte, establece que al Congreso sólo
asistieron ochenta y dos diputados, y que para completar las dos terceras partes faltaban veintidós,
ya siendo un total de ciento cincuenta y seis el total, sus dos terceras partes eran ciento cuatro.
Sobre la cuestión de que si hubo quórum o no, considero fundamentales las observaciones
que hace Anna, partiendo de la base de que la disputa en torno a este tema parte de Alamán, quien
tuvo algunas confusiones pero siendo el hecho elemental que en mayo de 1822 no existía ninguna
relación establecida por el Congreso en cuanto a quórum. Además que la ley vigente era la
Constitución de Cádiz, que en resumidas cuentas, en su articulo 139 establecía que para que un 25 Bocanegra, 1985 pp. 59-61; Zamacois, 1879, pp. 300-301.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
88
proyecto se aprobara, era necesario que se encontraran presentes la mitad más uno de la totalidad
de diputados que deben componer las Cortes.26 Finalmente se aceptó la proclamación de Iturbide
como emperador, aunque ésta no haya sido unánime y haya creado descontentos entre algunos27
El 21 de mayo de 1822, Iturbide se presentó en el Congreso y se le nombró emperador,
asistieron ciento seis diputados, se redactó el decreto correspondiente que decía: “Teniendo en
consideración que las Cortes de España, por decreto inserto en las Gacetas de Madrid de trece y
catorce de febrero último, han declarado nulo el Tratado de Córdoba, y que por lo mismo es llegado
el caso que no obligue su cumplimiento a la nación mexicana, quedando ésta con la libertad que el
articulo 3º de dicho Tratado concede al Soberano Congreso Constituyente de este Imperio, para
nombrar Emperador por la renuncia o no admisión de los allí llamados, ha tenido a bien elegir para
Emperador Constitucional del Imperio Mexicano al señor don Agustín de Iturbide, primero de este
nombre, bajo las bases proclamadas en el Plan de Iguala y aceptadas con generalidad por la nación,
las cuales se destallan en la fórmula del juramento que debe prestar ante el Congreso el día
veintiuno del corriente”.28
La fiesta duró hasta días después. El 22 de mayo de 1822 por la tarde “vino un Víctor con
muchas banderas del barrio de San Pablo; traían inscripciones que decían Viva el Emperador
Agustín I y en otra decía Mueran los fracmasones; se apoderaron de las campanas de la Catedral y
tocaron hasta que se cansaron. Al retirarse para su barrio se habían reunido cosa de mil personas y a
cosa de la oración de la noche llegaron a San Pablo, he hicieron alto y delante de todas las casas de
curtiduría, cuyos dueños son europeos, empezaron a gritar Mueran los gachupines y un tal Gortari
hombre de mucha edad tuvo que esconderse en un horno. Los demás cerraron bien sus casas y
aunque gritaban y golpeaban para que las abriesen nada consiguieron y se retiraron sin haber
habido ninguna desgracia; siendo de notar que la mayor parte de aquel barrio trabajan en las
curtidurías”.29
En las provincias se recibió con mucho entusiasmo la noticia de la elevación de Iturbide al
trono; todas las clases de la sociedad le dirigieron felicitaciones; algunas de ellas en términos muy
26 Anna, 1991, p. 98. 27 Bocanegra, 1985, pp. 62-63. 28 Actas del Congreso Constituyente Mexicano. 29 Beruete, 1974, 22 de mayo de 1822.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
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sumisos y poco dignos. “Tengo a la vista unas cuantas de individuos, que en los sucesos posteriores
a la caída de Iturbide han hecho un gran papel, dándose aires de muy liberales y de republicanos
exagerados, que no fueron de los que más atrás se quedaron en esta carrera de humillación y
abatimiento; en la felicitación de un jefe, muy rojo en 1828.” 30
Según Iturbide el pueblo ya había decidido, el veredicto final fue convertir a Agustín
Iturbide en el nuevo emperador de México. Ahora se iniciaban los preparativos de su coronación y la
de su esposa; la algarabía que vivió la ciudad en esos años duró varios días. Las clases populares
estaban dichosas por habérseles concedido tan anhelado deseo.31
3.3 El Imperio de Agustín I
El 21 de mayo, Iturbide apareció ante el Congreso para presentar un juramento que
él mismo había redactado, en donde declaraba que si el Congreso no observaba la
constitución y las leyes, si desmembraba al imperio, si quitaba su propiedad a
cualquier persona, si no respetaba su libertad de todos los individuos, no debía ser
obedecido, y que cualquier cosa que hiciera contraria al juramento sería nula y sin
validez.32 Este día, el nuevo soberano juró por Dios y por los santos evangelios que
defendería y conservaría la religión católica, apostólica y romana, sin permitir
ninguna otra en el imperio, respetaría la propiedad, la libertad política de la nación
y la personal del individuo.
Días después el Congreso aprobó su título oficial “Agustín, por la Divina
Providencia y por el Congreso de la Nación, primer emperador constitucional de
30 Arrangoiz, 1872, p. 117. 31 Iturbide, 2001, p. 61. 32 Anna, 1991, p. 89.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
90
México”. La declaración del presidente del Congreso subrayaba que, de acuerdo
con su juramento, Iturbide no ejercería poderes ilimitados, como los reyes de
España, sino que más bien habría de hacer los oficios de padre con sus hijos.33
Iturbide volvía a aparecer de nuevo como líder carismático, único capaz de
suscitar el apoyo de todo el pueblo. Los hechos se encargarían de demostrar en
breve que no lo era, que su supuesto carisma era tan sólo un leve barniz que no
resistía más allá de los brillantes desfiles y las suntuosas ceremonias. “Agustín I
soñaba con ser el Napoleón americano y decidió comenzar por lo más fácil:
coleccionaba con pasión estampas y cuadros que le representaran y los estudiaba
detenidamente para copiar con detalle sus uniformes, gestos y posturas; entre sus
íntimos y allegados se discutía largamente y con serenidad sobre cuestiones de
protocolo, sobre las diferencias existentes entre la ceremonia de unción de los reyes
de Francia y la de los emperadores de Austria, sobre si las libreas y uniformes del
servicio palaciego debían imitar el modelo francés o el español, sobre el modo
correcto de hacer la genuflexión ante sus majestades imperiales.”34
La proclamación de Iturbide como emperador fue el primer paso de una
negación de la garantía de Unión; fue un paso dictado por el sentimiento de
nacionalismo exaltado, que no le convenía ni a Iturbide ni al Imperio, según
Alamán, quien explica los problemas que surgieron casi inmediatamente después
del nombramiento del emperador.35
En el intermedio a partir del 21 de mayo al 21 de julio –día de la coronación
de Iturbide-, sucedieron algunos hechos que se deben plantear. Beruete narra que
33 Anna, 1991, p. 89. 34 Vega, 1987, pp. 81-83. 35 Alamán, 1942, p. 562.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
91
el 2 de junio “a las dos de la madrugada se oyeron por las calles muchas carreras de
caballos y se observó que cerca de mil hombres de varios Regimientos se situaron
en el Portal de las Flores, Parián y Portal de Mercaderes, y durante el día se ha
dicho que la tropa desesperada por falta de recursos se quería arrojar sobre el
Comercio”.36 Después de la proclamación de Iturbide, y cuando regresó un poco la
calma a la ciudad, el ejército exigió a Iturbide el pago por sus servicios durante la
consumación de independencia, pero las arcas casi vacías del imperio impidió que
el emperador cumpliera su palabra. Al día siguiente -3 de junio de 1822- hubo otro
incidente, “parece que S.M.I., tuvo denuncia de que algunos Cuerpos querían
atentar contra las casas de comercio y dio orden para custodiar el Parián con los
mismos cuerpos que se decía iban a robar”.37
En consecuencia a estos problemas, en las Cortes se trató de dictar una ley
para contener los escándalos, robos y asesinatos que se cometían diariamente en
todas partes de la ciudad, se decía que esto se lo debían al ejército Trigarante, ya
que desde su entrada a la capital hubo más homicidios.
Diversos panfletos se discute el problema del pago de las tropas. En uno de
ellos afirmaba que si no se pagaba puntualmente a la tropa, correrían arroyos de
sangre por las calles de México, y el emperador será depuesto y muerto. La miseria
se acrecentaba día con día.
Este tipo de episodios se repetirían a lo largo del imperio, así como seguían
las vivas y clamores a favor de Iturbide, “por la tarde [6 de junio] salieron S.S.M.M.
a paseo y se presentó un víctor con más de mil hombres y cosa de doscientos a
caballo con espada en mano y empezaron a gritar viva el Emperador; muera 36 Beruete, 1974, p. 78. 37 Beruete, 1974, p. 78.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
92
España con todos los que le pertenecen; mueran los Gachupines, mueran los del
Parián, muera el Congreso y esto continuó hasta las doce de la noche, esta voz se
oye casi en todos los Pueblos por lo que se van acostumbrando a ella. También se
dice que se va a reaccionar el Ejército porque no hay un peso. También se situaron
delante de la Inquisición donde se hallan los capitulados y gritaron seguido mueran
los Capitulados, pero con tanto ahínco que el Oficial de Guardia se preparó para
hacer fuego.”38
Una vez más corroboramos la participación política de las clases populares,
hallando aquí varios ejemplos de ello. Primeramente el apoyo fiel a Iturbide, si bien
no podemos generalizar, el agrado de la próxima coronación entusiasmaba a la
población. Segundo, el repudio innegable hacia España y a las instituciones que en
su momento invistieron a verdugos, las clases populares se sentían por fin libres,
capaces de elegir su nuevo gobierno, lo mostraban con la admiración hacia
Iturbide. Tercero, y por otro lado, este sector estaba conciente de los problemas
económicos por los que pasaba la naciente corona. El ejército, pieza angular en la
consumación de independencia, comenzaba a revelar su desacuerdo por la falta de
reconocimiento, tanto económico como público.
Al parecer, estas muestras de gratitud y admiración hacia Iturbide
comenzaba a fastidiar a algunos, las reacciones no se hicieron esperar, “en las
Cortes se habló del escándalo de anoche [refiriéndose al 6 de junio] y hubo
acaloradas discusiones diciendo algún diputado que no oyó nada a pesar de haber
estado paseando en los Portales; pero le rebatieron quienes lo oyeron, y parece que
38 Beruete, 1974, p.79.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
93
se va a oficiar al Emperador para que contenga estas escenas que en mi juicio él las
fomenta.”39
Los roces entre Iturbide y el ejército se mostraron más evidentes al paso de
los días, y es que sus los miembros vivían una fuerte crisis financiera. No creo que
el emperador se rehusara a pagarles lo correspondiente, pues éste les tenía una
enorme gratitud por la fidelidad que siempre le habían mostrado. El problema para
Iturbide, fue el recibir un imperio lleno de problemas financieros, simplemente no
había dinero con que pagarles. Un incidente demuestra la desesperación de la
milicia, “los soldados estaban sin ranchos, en las salvas que hubo cuando se declaró
la Dinastía de Agustín I un soldado gritó viva Agustín I y otro del mismo cuerpo
dijo qué Emperador, viva el Rey de España Fernando VII; y en el acto le dieron una
puñalada.”40
Finalmente, el 21 de julio Iturbide fue coronado con una ceremonia llena de
pompa y esplendor. El palacio de los Virreyes se convirtió en palacio imperial,
mientras Iturbide residía todavía en el Palacio de Moncada. Bocanegra relata que
“tal era la expresión de los semblantes de la inmensa muchedumbre espectadora de
un orden sorprendente, y las salvas y aclamaciones animaban el lenguaje mudo de
un pueblo que reúne los efectos de toda la nación mexicana en las armonías que
hemos palpado, y el héroe, noblemente agitado con las manifestaciones de sus
conciudadanos, hacia brillar la amable dignidad de sus ojos comunicándola a
cuantos le observan”.41
39 Beruete, 1974, p. 80. 40 Beruete, 1974, p. 81. 41 Bocanegra, 1985, p. 70.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
94
De acuerdo con el ceremonial de coronación decretado por el Congreso, su
presidente habría de informar al monarca, antes de coronarlo, que el estatus de
emperador le imponía la preservación del bienestar y la felicidad de la nación.
También se debía informarle que debía esperar obediencia y lealtad de los
mexicanos si respetaba su juramento de coronación; en caso contrario, la nación
estaba autorizada por el mismo juramento a reclamar sus derechos.42
Lo que pasó en la Iglesia lo dicen los papeles públicos. El sermón que
predicó el Obispo de Puebla no fue largo, tiró contra los republicanos tajos y
reveses y lo mismo hizo con la España por su omisión en contestar, etc., sin olvidar
a los gachupines, no faltaron en la concurrencia.43 “No se le vaya a caer a vuestra
majestad”, le dijo el presidente del Congreso al emperador de México, Agustín I, en
el momento en que le colocaba la corona imperial en la cabeza. “Yo haré que no se
me caiga”, respondió seco Iturbide, quien inmediatamente procedió a coronar, él
mismo, a su esposa Ana María Huarte de Iturbide, la emperatriz.44
El cónsul estadounidense en México William Taylor, describió la ceremonia
de cinco horas como una aburrida pantomima, torpe y de oropel, y Carlos María de
Bustamante la calificó de farsa teatral. Alamán pensó que la coronación no sólo
contribuyó a la dignidad y autoridad del nuevo monarca, sino que de hecho las
disminuyó.45
A las tres de la tarde concluyó la función, pasando SS. MM., con la misma
comitiva al palacio nacional, y desde los balcones los reyes de armas reiteraron el
viva arrojando mondas al pueblo, lo mismo que en el paso señalado en el
42 Gazeta del Imperial de México, julio de 1822. 43 Beruete, 1974, 21 de julio de 1822. 44 Zamacois, 1879, p. 345. 45 Anna, 1991, p. 94.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
95
ceremonial. A las cuatro marcharon las tropas para sus cuarteles, y el pueblo
continuó en sus regocijos públicos, sin que se advirtiera el más mínimo desorden.
La iluminación fue completa, a pesar de la lluvias que alteraron por unos
momentos la serenidad con que brillaba en todas las calles y edificios públicos.
Muchos particulares decoraron las fachadas de sus casas con alegorías, retratos de
SS. MM. II. Y otros adornos en que sobresalía el buen gusto y el sincero efecto y
satisfacción de los buenos patriotas, tanto americanos como europeos, pues a
proporción que cree el entusiasmo y el orden público, se corroboran más la unión y
las virtudes cívicas, que son las únicas que nos han de hacer prosperar. El paseo
público la Alameda con músicas militares y un concurso numeroso, llenó el objeto
de tanta solemnidad. Veamos ya si la conducta del generalísimo Iturbide, después
de su proclamación y elevación al solio imperial, correspondió o no a las esperanzas
que se habían concebido en bien de la nación que tanto lo distinguía.46
Iturbide siempre mantuvo la postura de que su elevación al trono fue una
carga que él no había elegido. En sus memorias escribió que se vio obligado a
cumplir las demandas del pueblo, además de cumplir con lo que para él había sido
la mayor desgracia. Y por el resto de su vida insistió en que él era la expresión de la
voluntad de los mexicanos.
El Generalísimo se convirtió en el gobernante de un imperio que se alargaba
desde California hasta el istmo de Panamá. El imperio era una extensión inmensa y
poseía grandes recursos naturales. Sin embargo, el enfrentamiento del emperador
con el Congreso no había concluido. Bocanegra dice que en aquellos días comenzó
a percibirse un rumor vago de que se trataba de disolver el Congreso; de que se
46 Bocanegra, 1985, p. 71-76.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
96
formaban reuniones de militares afectos al emperador, y de otras personas notables porque influían
en el pueblo con el mismo objetivo, y que también revelaba las acriminaciones que el mismo
gobierno hacia a los diputados.47
El descontento era fomentado por el padre Mier, opositor tenaz de la monarquía, y defensor
de la República, reforzado por las logias masónicas. Corrían rumores de conspiración en contra de
Iturbide, así que su reacción fue rápida. La noche del 26 de agosto varios miembros del Congreso
fueron apresados y encarcelados en el convento de Santo Domingo.
Iturbide logró introducir a dos espías en la supuesta conspiración y por ellos se enteró de
que, por el momento, no pasaba de ser una reducida tertulia donde se hacían planes fantásticos para
la toma del poder y en la que fray Servando se explayaba a gusto, lo que desde luego no era ninguna
novedad, ya que el indómito republicano aprovechaba cualquier ocasión (ya fuera en el Congreso o
en la calle, en tertulias o paseos, en actos públicos o en reuniones privadas) para expresar a voz en
cuello la opinión que le merecían e emperador y su flamante imperio.48
El 25 de septiembre el diputado Zavala, bien conocido en las Cortes españolas en 1821,
propuso una reforma del Congreso, fundándose en sólidas razones: era una la convivencia de
disminuir el número de diputados, y que los que quedaran formasen un proyecto de reglamento
provisional para la convocatoria de la segunda Cámara. Iturbide, que acogió el proyecto de Zavala,
reunió una junta numerosa el dieciséis de octubre, compuesta de varios diputados, de los
Consejeros de Estado y de los generales residentes en México, en que se aprobó un dictamen para
que se redujese a setenta, en lugar de ciento cincuenta, el número de diputados, proyecto que se
presentó al Congreso, el cual lo desechó proponiendo que se observara la Constitución española. No
pudiéndose entender el Gobierno con el Congreso, resolvió Iturbide disolverlo, y el treinta y uno de
octubre encargó al brigadier don Luis de Cortazar que lo verificara, dándole la preferencia para la
comisión entre todos los generales y jefes que se la disputaban. Cortazar se presentó en el salón de
sesiones, leyó el decreto de disolución; dio a los diputados diez minutos de término para separarse,
y a los secretarios una certificación de lo ocurrido, que le pidieron.49
47 Bocanegra, 1985, p. 78. 48 Vega, 1987, p. 88. También recordemos a Lida cuando nos habla de los distintos tipos de participación política. Lida, 1997, p. 9. 49 Arrangoiz, 1872, pp. 121-124; Iturbide, 2001, p. 57; Poinsett, 1950, pp. 114-115.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
97
Los ministros tomaron la decisión de asegurar la disolución del Congreso en un plazo de
diez minutos, después de que la orden al efecto hubiera sido presentada al presidente del mismo.
Iturbide decretó la disolución del Congreso el 31 de octubre, y en su lugar se formó una junta
instituyente con dos diputados por cada provincia con suficiente población. Un número crecido de
folletos salieron de las prensas, producciones todas de los que escribían bajo el influjo del gobierno,
ridiculizando todos los actos del cuerpo que acababa de disolverse y presentando a los individuos
indignos representantes de la voluntad nacional. Los títulos de esos folletos revelaban la pasión que
había guiado la pluma de sus autores. Pero también hubo defensores del congreso que igualmente
publicaron folletos. “El público leía las producciones de unos y otros; y como desgraciadamente no
eran menos los cargos que podían hacerse a los diputados que los que había motivo de hacer al
gobierno, todos parecían tener razón”.50
El gobierno explicaba el motivo por el cual se podía encarcelar a alguna persona que
cuestionara la manera de gobernar del emperador y el Congreso: “Son reos de sedición todos
aquellos que maquinen contra la Independencia y libertad política de la Nación, contra el gobierno
establecido, contra el Emperador, contra el Congreso nacional y contra la inviolabilidad de los
diputados por sus opiniones”.51
Entretanto, la situación económica del país estaba peor que nunca. La escasez de recursos
iba en aumento; después de varios proyectos, entre ellos el de un préstamo por parte de Inglaterra
de treinta millones de pesos. “Las finanzas de México están en una situación muy deplorable. Nadie
sabe la verdad exacta y el haberse negado al Ejecutivo a rendir cuentas de las cantidades gastadas,
fue de las causas de las diferencias que surgieron entre el Emperador y el Congreso. El año de 1822,
que había visto instalar y disolver un Congreso, motivo de tantas esperanzas; elegir y coronar un
Emperador; en que habían ocurrido intentos de conspiración, prisiones y sediciones de fuerza
armada; en que la escasez de fondos para los gastos públicos había conducido a las medidas más
vejatorias, terminaba dejando un erario exhausto; todos los fondos públicos destruidos; el comercio
50 Zamacois, 1879, pp. 393-394. 51 Gazeta del Gobierno Imperial de México, 20 de agosto de 1822.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
98
aniquilado; la confianza extinguida; los propietarios hostigados con los préstamos forzosos, de los
que no estaba acabado de colectar el uno cuando ya se decretaba el otro.”52
Los impuestos y contribuciones forzosas exigidos por la Corona española en los años
inmediatamente anteriores a la independencia habían sido motivo de quejas continuas de los
propietarios –tanto peninsulares como criollos- de México. La ruptura del lazo colonial les liberaba
de las cargas fiscales hasta entonces soportadas, pero nadie parecía caer en la cuenta de que el
nuevo país necesitaría también de las aportaciones de sus habitantes para sobrevivir. El mismo
Iturbide había fomentado este ambiente de despreocupación ante las necesidades financieras del
Estado, ya que –fiel a su principio de ofrecer a cada uno lo que deseara- se había ganado el apoyo de
comerciantes y propietarios con unas medidas calurosamente aplaudidas por éstos pero,
indudablemente, ruidosas para la economía nacional: redujo el derecho de alcabala del 16 al 6 por
100, suprimió los impuestos que gravaban aguardiente y el mezcal, los que pesaban sobre el alquiler
de las casas, el de sisa y todos los que había adoptado el gobierno español para sostener la guerra
contra los insurgentes. Iturbide convertía a México en un paraíso fiscal y su ministro de Hacienda,
Pérez Maldonado, se enfrentaba, perplejo, a la tarea de reconstruir la economía de un país operando
con un déficit inicial de cerca de dos millones de pesos. A las dificultades económicas acompañaba
el recrudecimiento del enfrentamiento político. El aparente acuerdo general con que fue acogida la
proclamación del emperador Agustín I se transformó en poco tiempo en críticas y ataques
provenientes de muchos frentes.53
La situación política también estaba en crisis, Antonio López de Santa Anna, gobernador
general de Veracruz, había hecho un intento sospechoso para apoderarse del castillo de San Juan de
Ulúa (único territorio español) y fue desaprobado por Iturbide. Santa Anna se indignó por la orden,
así que organizó una sublevación. El 2 de diciembre de 1822 Santa Anna se levantó en armas contra
el imperio, proclamando la república al frente de su regimiento, que tenía poco más de
cuatrocientos hombres.54
Días más tarde de la sublevación de Santa Anna, Iturbide recibió una carta de Manuel
Rincón donde le informaba de la situación en Veracruz, la cual decía que “corrieron noticias de la 52 Arrangoiz, 1872, p. 130. 53 Vega, 1987, pp. 86-87; Martínez, 2002, pp. 56-59. 54 Vega, 1987, p. 92.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
99
sedición de Veracruz y andaban esparcidos los papeles de subversivos del Brigadier Santa Anna no
obstante, el carácter de esos habitantes se sentía una fuerte efervescencia promovida por algunos
emisarios, genios díscolos que se abrigan en el país y porque los partidarios de la revolución
intentan insurrección con que la opinión hará absoluta y que la democracia se hallaba establecida en
nuestro imperio…”55
El 10 de diciembre Iturbide mandó a Echevarri a luchar contra Santa Anna, sin embargo no
pasó nada. El 13 de enero de 1823 se pronunciaron los generales Vicente Guerrero y Nicolás Bravo a
favor del Plan de Veracruz. Echevarri instalo el Plan de la Casa Mata el 1 de febrero, era una especie
de compromiso que exigía la instalación de un nuevo congreso lo más pronto posible. “Firmaron el
Plan la mayor parte de los jefes que más habían adulado a Iturbide, y excitándole a que disolviera el
Congreso. Dio Iturbide otro paso de debilidad: sabiendo que había en la capital ciento nueve
diputados del Congreso disuelto, lo convocó para el siete de marzo. En su discurso provocó
disculpar la disolución: pasando ligeramente sobre este punto, dijo que no era ella la ocasión de
hacer cargos y exculpaciones, siendo el día feliz de la reconciliación. El resto de su lenguaje era el de
la debilidad; Iturbide había perdido completamente su prestigio. Sólo se reunieron cincuenta y ocho
diputados, de los cuales algunos, como don Carlos María de Bustamante, habían salido para la
apertura de las sesiones de la prisión en donde les había tenido el Gobierno”.56
En estos días de conspiración, hubo otros que siguieron fieles al emperador, aunque es de
entenderse que en su mayoría el apoyo venía de los clérigos, es como se destaca María Loreto,
monja del convento de San Lorenzo: “La actual evolución que esa porción de ociosos ha promovido
contra VM y de todo el imperio, es tanto lo que ha penetrado de tristeza, confusión, y dolor los
corazones de esta comunidad.”57
A pesar de que por parte de los eclesiásticos hubo mucho apoyo para Iturbide, para este
estado de las cosas, el nivel de popularidad del emperador había bajado considerablemente. Se decía
que en Jalapa había sido recibido fríamente. Y en la capital ya no se observaban tantas muestras de
admiración por parte de las clases populares.
55 CONDUMEX, Fondo CCLXXV, Papeles de Agustín de Iturbide, Año 1823, Caja No. 12, Folio 8279. 56 Arrangoiz, 1872, pp.139-145. 57 CONDUMEX, Fondo CCLXXV, Papeles de Agustín de Iturbide, Año 1823, 18 de febrero, Caja No. 12, Folio 8360.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
100
La situación antes mencionada de la ciudad de México en los tiempos del primer imperio, le
complicó de sobremanera su estancia en el trono a Iturbide, resulta lógico pensar que su
popularidad y credibilidad decayeron al punto de que la mayor parte de la sociedad lo veía con
desagrado. Ya se habían acabado esos gloriosos espacios cuando el emperador era vitoreado a cada
paso que daba. Analizando estos aspectos, tenemos como resultado que las clases populares ya no
participarían políticamente a favor de Iturbide. Sometiéndonos al significado que anteriormente se
expresó sobre cultura política, entenderemos que en el nivel en que se encontraban las clases
populares era de una mayor conciencia ante la situación, pues ya había pasado tiempo y estaban
más familiarizados con sus dotes de ciudadanos. Percibían perfectamente sus desacuerdos con el
estado del imperio, y si visualizamos un poco más, ya podemos hablar de que cuestionaban la forma
de gobierno y por supuesto a Iturbide, no estaban pasivos a lo que acontecía. Esto es cultura
política, que conjuntamente promueve una mayor participación, aunque sea opuesta a la que en un
principio se trató, pero es aún más legitima porque cuenta con mayores elementos que los interesan
aún más en s entorno, tantos como cambiar nuevamente la estructura de gobierno. Una vez más
podemos palpar la inserción política de los sectores populares.
3.4 Derrumbe del Imperio
El Plan de la Casa Mata obligó a Iturbide a reinstaurar al Congreso por medio de un
decreto dado en Ixtapalucan, a cuya reapertura asistió el día 7 de febrero de 1823.58
El 4 de marzo de 1823 a las nueve de la noche el emperador decretó que debían
instalarse de nuevo el Congreso en la ciudad de México. El día 7, unos cincuenta
58 Torre, 1992, p. 137.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
101
diputados se reunieron y oyeron al emperador. Los miembros de la Junta de Puebla
no quisieron reconocer la autoridad del Congreso si el emperador no se ausentaba
de la capital o la legislatura no se trasladaba a Puebla. El 19 de marzo de 1823, el
emperador declaró su intención de abdicar y ausentarse del país. El acta de
abdicación se presentó al Congreso al día siguiente.
Cuando Iturbide partió a su casa en Tacubaya, el capitán Cela notó que por
el camino se le iban agregando a su tropa porción de léperos, y que platicaban con
ella; mandó formar columna cerrada para impedirlo, estando cerca de la Alameda
vio que era inútil esta medida, pues “se mezclaron tantos zaragates que al fin
descompusieron la formación. Para reponerla, tuvo que andar a sablazos, y con
gran trabajo llevó la tropa formada a Tacubaya. Esto sucedió a la precisa hora de la
salida del emperador de su casa.”59 El emperador ya subyugado decide abdicar.
Circulaban papeles que decían mientras haya emperador, nunca seremos
felices, soldados que se mantenían fieles a Iturbide prendieron fuego a los
vendedores, asesinando a varios de ellos. Acto seguido se esparcieron por las calles
otros papeles que decían... “¡Viva la religión! ¡Viva el emperador!”.60
Iturbide se había convertido en el culpable de todos los males del país. Ante
los ojos de Bustamante él siempre había estado detrás de las aclamaciones de
admiración por parte de las clases populares. De esta postura, en lo personal,
difiero bastante por el simple hecho de que existen varios registros de poemas,
canciones y cartas de adulación, ciertamente no todas las podemos aceptar como
sinceras, pero tampoco las podemos juzgar de haber sido inducidas, cada una de
esas muestras de apoyo, por el libertador. Sin embargo éste historiador, enfatiza en 59 Bustamante, 19 de marzo de 1823. 60 Bustamante, 26 de marzo de 1823.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
102
muchas de sus páginas como es que Iturbide, cada vez que se sentía amenazado por
sus opositores, se valía del respaldo que las clases populares le podían ofrecer, y así
poder justificar su entronación.
Las clases populares se valían de diversas mañas, Bustamante explica que
uno de esos “léperos” en medio del alboroto, en una ocasión se aprovechó y le quitó
su reloj al emperador, después “de una manera poco ceremoniosa lo regresó a su
casa de Tacubaya.
Hasta el siete de abril no se ocupó de la abdicación de Iturbide el Congreso,
que en aquella sesión y en la del siguiente día, después de muy acalorados debates,
acordó que no podía tomarse en consideración porque había sido obra de la
violencia y de la fuerza la coronación de Iturbide; que se le señalara una pensión
anual de veinticinco mil pesos, saliendo del país con toda su familia, y que “no
habiendo debido nunca derechos para sujetar a la nación mexicana a ninguna ley o
tratado, sino por sí misma o sus representantes nombrados según el derecho
público de las naciones libres, no subsistían el plan de Iguala, el Tratado de
Córdoba, ni el decreto del Congreso de veinticuatro de febrero del año anterior, por
lo respectivo a la forma de gobierno que establecían y llamamientos que hacían a la
corona; quedando la nación en completa libertad para constituirse como le
acomodase, subsistiendo por la libre voluntad de la misma las tres garantías, de
religión, independencia y unión, y lo demás que contenían los mismos plan, tratado
y decreto, que no se opusiese a lo anterior”.61
En este estado de incertidumbre, un incidente produjo un movimiento
popular, que hizo temer a los diputados por su seguridad. Restablecido el congreso,
61 Arrangoiz, 1872, p. 148.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
103
Iturbide creyó inútil permanecer en el campamento de Iztapaluca y volvió a la
capital, para pasar de allí a Tacubaya, residencia que prefería a las demás. Al
hacerlo la gente del pueblo victoreando al emperador, se fue mezclando entre las
filas, de manera que era difícil guardar la formación y seguir la marcha. Salió al
mismo tiempo Iturbide del palacio provisional con dirección a Tacubaya, y los
grupos de gente que rodearon su coche, quitaron las mulas haciéndolo volver a su
habitación. En medio del tumulto, se oyeron voces contra el Congreso, Iturbide
para sosegar el pueblo, publicó el día siguiente una proclama, anunciando que en
aquella tarde verificaría su salida, por ser conveniente en el estado en que se
encontraban las cosas, y así lo ejecutó sin oposición. Todos estos movimientos de
la clase más baja del pueblo, que se tenía entendido estar pagada para hacerlo; las
voces que corrían de haberse repartido armas a la plebe de los barrios, de la que
también se habían levantado algunos cuerpos, al uno de los cuales se le dio el
nombre de “Defensor de la fe”, tenía en continua zozobra a la gente honrada de la
ciudad. El Congreso no considerándose seguro, pidió informes a los ministros;
algunos diputados propusieron que fuese removido del mando militar el general
Andrade, de quien no se tenía confianza, y que además debía volver a ejercer sus
funciones como individuo de aquel cuerpo.62
Antes de salir de la capital, el 22 de marzo, Iturbide afirmó en un discurso
que estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificio para el bienestar de su patria. El
gobierno fijó Tulancingo como residencia de Iturbide mientras deliberaba sobre su
abdicación. El Congreso declaró el día 29 del mismo mes que el poder ejecutivo,
que regía desde el 19 de mayo de 1822, había cesado. Dos días más tarde, Bravo,
62 Arrangoiz, 1872, pp. 485-486.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
104
Victoria y Negrete, con el titulo de Supremo Poder Ejecutivo, asumía el poder provisionalmente. El
gran imperio empezó a desintegrarse. Al llegar la noticia de lo ocurrido a la ciudad de Guatemala, el
capitán general de esa provincia, el general Filisola, lanzó un manifiesto en el que convocaba un
Congreso de las Provincias Centroamericanas.
Iturbide se disponía a salir con su familia a Tulancingo. Se dio orden para que el 26 de
marzo el ejército libertador se posesionó de las puertas y suburbios de la capital, entrando a ocupar
esta el día siguiente que era Jueves Santo, lo que contribuyó a que la entrada fuese muy triste. La
gente del pueblo como adicta a Iturbide, no sólo no dio señal alguna de contento, sino que en una de
las puertas de la entrada de la ciudad, insultó a una partida de caballería, y el Sábado Santo, una de
las patrullas destinadas a conservar el orden fue asaltada en el barrio de la Palma, siendo necesario
que marchase a sostenerla el general, entonces coronel Terán, con refuerzo de tropa, con lo que se
empeño tan fuerte tiroteo, que resultaron muertos siete individuos de la plebe, treinta heridos y más
de cincuenta presos.63
El 7 de abril la Asamblea se ocupó de la abdicación. He aquí el dictamen formulado por los
diputados: “1.- El Congreso declara la coronación de don Agustín de Iturbide como obra de la
violencia y de la fuerza, y de derecho nulo. 2.- Por consiguiente, declara ilegales todos los actos
emanados de este paso, y sujetos a la confirmación del actual gobierno. 3.- Declara igualmente no
haber lugar de discusión sobre la abdicación que ha hecho de la corona. 4.- El supremo poder
ejecutivo activará, de acuerdo con don Agustín de Iturbide, su pronta salida del territorio de la
nación. 5.- Dispondrá para el efecto primero, que ésta se verifique por uno de los puertos del Golfo
de México, arrendándose a cuenta de la nación un buque neutral, para que lo conduzca al lugar que
le acomode con su familia. 6.- Se asignan de pensión anual a don Agustín Iturbide veinticinco mil
pesos durante su vida, con la condición de que se establezca su residencia en cualquier lugar de la
península de Italia. Su familia tendrá derecho a la pensión que las leyes designan en caso de muerte.
7.- Declara el Congreso a don Agustín de Iturbide el tratamiento de Excelencia. 8.- El Congreso
declara solemnemente que en ningún tiempo hubo derecho para obligar a la nación mexicana a
sujetarse a ninguna ley, ni tratado, sino por sí misma, o por sus representantes nombrados, según el
derecho público de las naciones libres. En consecuencia, considera no subsistentes el Plan de Iguala 63 Arrangoiz, 1872, p. 496.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
105
y tratados de Córdoba, quedando en absoluta libertad para constituirse en la forma de gobierno que
más le acomode”.64
Los diputados se justificaron con respecto al apoyo de Iturbide, diciendo que “todo México
sabe que la noche del 18 de mayo unos cuantos revoltosos desconocidos antes de este
acontecimiento, y marcados posteriormente por la opinión, cosecharon a la ínfima plebe de uno de
los barrios de esta corte para que saliesen en grupos gritando: viva Agustín primero emperador. Se
sabe igualmente que algunos oficiales poco apreciados en sus regimientos, puestos a la cabeza de
esta porción imbecil dieron un aspecto más serio a esta asonada, y no ignora el Congreso hasta que
punto se llevo el desenfreno en esta noche y día siguiente, habiendo ido a casa del señor Cantarines,
presidente entonces, sacándolo en hombros para la del señor Iturbide, en la que se le declaró de un
modo que no pudiese resistir, la voluntad de que se nombrase emperador al héroe de Iguala. No
fueron estas voces nacidas de aquel entusiasmo puro y sincero que hace exaltarse al patriotismo en
canciones: la amenaza acompañaba siempre en esta noche y día funestos a la expresión de unos
deseos temerarios: el pacífico ciudadano tembló a la vista de tan temible espectáculo, la libertad
huyó despavorida de este suelo, y los que no quisieron sacrificar su opinión, puestos en la necesidad
de cooperar con ella a un acto que repugnaba su conciencia, fueron a ocultar sus sentimientos en
donde no pudiesen ser descubiertos. Así vimos desaparecer de este santuario profanado con
sacrílegos gritos y voces amenazantes una porción de diputados; vimos a muchos llorar a ocultas
sobre las ruinas de la libertad, fuimos testigos del compromiso de los más, y también hemos
presenciado con asombro la heroica resistencia de unos cuantos.65
Los diputados insistieron en que fueron obligados a deliberar sobre el asunto. De tal manera
lo más prudente a tanta “violencia”. “Los gritos que habrían amedrentado en la noche anterior por
las calles de México a los pacíficos ciudadanos, resonaban ya alrededor del edificio del Congreso y
los padres de la patria se hallaron asediados por un pueblo insolente que no ponía término a su
desenfreno, ni a la presencia del mismo que proclamaba emperador. Estas y otras reflexiones
hubieran acaso salvado la patria en aquel día, si siquiera se hubiesen guardado los miramientos que
demanda la civilidad en un pueblo culto, pero a la presencia del Sr. Iturbide se quebrantaron todos
64 Actas del Congreso Constituyente Mexicano. 65 Actas del Congreso Constituyente Mexicano del día 7 de abril de 1823.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
106
los respetos que exige la decencia: los guardias y centinelas del Congreso fueron violentados; se
forzaron las puertas que sirven para ocultar los misterios del gobierno, se rompió el dique que debe
separar los simples ciudadanos de los representantes de una gran nación, y se vieron estos
confundidos en este mismo salón con personas armadas que gritaba coronación o muerte. Ente acto
de violencia, acaso el único en su género que presenta la historia por la circunstancia que le
acompañaron, no pudo de ninguna manera legitimar la aclamación hecha en el señor Iturbide para
Emperador, pues el voto emitido por los diputados privados de su libertad, ha sido de derecho nulo,
así por la falta de esta condición esencial para su validación, como porque obligadas las provincias
por los Tratados de Córdoba y Plan de Iguala, a adoptar ciertas bases en que no habían convenido,
no pudieron expresar su voluntad libremente sobre la forma de gobierno que les convenía.”66
Algunos diputados culparon a las clases populares por lo acontecido con Iturbide. “Al
presentar la comisión la honrosa escena del 18 y 19 de mayo del año anterior le da el nombre de
imbecil a la porción de plebe que la presentó; y que esta calificación no puede componerse con el
estrecho doloroso, las amenazas y violencia con que se obligó a V. Sob. a ceder a aquella grita que
tan verdadera y vivamente nos pinta después la misma comisión. que a la violencia, a suma de
debilidad de los representantes de la nación.”67
Iturbide emprendió su exilio en Tulancingo salió a Veracruz, donde desembarcó con su
familia en el puerto de La Antigua en dirección a Liorna, Italia. Iturbide zarpó en el mercante
“Raulins” el 11 de mayo. Durante su permanencia en Europa, Iturbide conoció las intenciones de la
Santa Alianza para reconquistar México y entregarlo al gobierno absoluto de Fernando VII.
Creyendo en el prestigio que ahí tenía y que sus partidarios se congregarían a su rededor para
defender la integridad y libertad de su país, y tal vez ambicionando nuevamente el puesto que había
dejado, decidió regresar a México. Ignoraba que había surgido una fuerte oposición a su persona y
que el Congreso había decretado el 7 de mayo de 1824 declararlo traidor y fuera de la ley y siempre
que se presente en nuestro territorio bajo cualquier titulo. Sin conocer esa disposición, desembarcó
el 15 de julio de 1824 en Soto La Marina.
66 Actas del Congreso Constituyente Mexicano del día 7 de abril de 1823. 67 Actas del Congreso Constituyente Mexicano del día 7 de abril de 1823.
EL NACIMIENTO DEL IMPERIO MEXICANO
107
Después de pisar tierra en Soto la Marina, Tamaulipas el 15 de julio de 1824, “el general
Felipe de la Garza –a quien el consumador había salvado la vida en alguna ocasión- arrestó a
Iturbide y le informó que, por decreto de 28 de abril del propio año, se le había declarado fuera de la
ley y en el momento en que pisara tierra mexicana se le condenaría a muerte. Dicha disposición fue
ratificada por el Congreso de Tamaulipas y a las seis de la tarde del día 19 de ese mismo mes,
Agustín de Iturbide, a sus cuarenta años de edad, fue pasado por las armas en la pequeña Villa de
Padilla.”68
Después de haberlo ejecutado, le rendían toda clase de honores. La noticia de su
fusilamiento inicialmente se hizo pública en el periódico El Sol, que la destacó bajo el llamativo
encabezado de “Ejecución de Iturbide”.69 Esta información llegó a los lectores de la ciudad de
México el mismo día en que fue dada a conocer por los ministros de Guerra (Mier y Terán) y
Relaciones (Lucas Alamán), en la sala de sesiones del Congreso General a donde, según se refiere
Bustamante, había llegado cerca de las once y media de la mañana. La nota periodística es un tanto
ambigua porque en ella se combinan dos informaciones: primero se alientan las esperanzas de los
iturbidistas y a la vez se avivan los temores de sus enemigos con la noticia de que se encuentra
rumbo a México. El público pudo enterarse –a través de las actas de las sesiones del Congreso que
ocupaban un espacio considerable en la prensa del momento- de la posición adoptada en dicho
órgano ante tamaño acontecimiento al manifestar su satisfacción por la conducta del cuerpo
legislativo de Tamaulipas. Si al momento de abdicar Iturbide, se había desbordado la opinión
pública con la aparición de múltiples folletos, una vez muerto el personaje no sería menos
impactante e irónica la nueva producción.
El primer imperio mexicano pasaba así a la Historia. Las clases populares contribuyeron a
que esto sucediera, su participación motivó a otros sectores a tomar las riendas del nuevo gobierno.
No podemos dilucidar una participación permanente a lo largo del imperio, tampoco de la misma
intensidad comparándolas entre si, pero es evidente que los sectores populares no se mostraron
pasivos en su contexto histórico.
68 Zárate, 1994, p. 8 69 El Sol, núm. 408, lunes 26 de julio 1824.
REFLEXIONES FINALES
108
REFLEXIONES FINALES
La participación política de las clases populares durante el primer imperio en la
ciudad de México, tuvo como antesala diversos movimientos populares que datan
de los primeros años del virreinato; los indígenas, los negros y los mestizos
también conformaron a los sectores populares, aunque en otro tenor, formaron
parte de una cultura política y de una conciencia, basada en su condición de
actores activos de la sociedad.
Por tal motivo, los estudios sobre las clases subalternas aún son pocos, las
distintas temáticas representan una veta amplísima para analizar. No sólo los
hechos políticos, también las tradiciones, la religión, la familia, los oficios, las
manifestaciones culturales, entre algunos muchos otros ejemplos invitan a los
historiadores a reorganizar la historia tradicional.
La vida cotidiana de la sociedad en general, puede darnos más elementos
para poder comprender con un mejor criterio a la historia, partiendo de que la
historia es elaborada por hombres de carne y hueso. Es nuestro deber dar voz a los
que no pudieron plasmar con pluma propia su visión del entorno que les toco vivir;
así pues esta tesina intenta rescatar sus testimonios y su versión de la fallida
primera experiencia de gobierno hecha por mexicanos.
Las clases populares tuvieron una participación dentro de los quehaceres
políticos, que hizo mucho ruido en las esferas de poder, asumieron que tenían una
nueva condición que les habría espacios de expresión. Aprovecharon la apertura,
que desde la Constitución gaditana, los incorporaba a construir conjuntamente la
estructura de gobierno.
REFLEXIONES FINALES
109
Iturbide convirtió a este sector en su aliado, logrando convertirse en
libertador como preámbulo de su coronación. Efectivamente la presión de las
masas influyó en los diputados para legitimizar la ya consumada proclamación
popular. Las clases populares se mantuvieron alerta a los cambios que estaba
sufriendo el gobierno, pendientes de la transición del control español a manos
propias.
Aquel 27 de septiembre de 1821, día que triunfantemente entre Iturbide a la
ciudad de México encabezando al Ejército Trigarante y dándole al pueblo su
independencia de España, logró borrar de la memoria colectiva que años atrás él
mismo había sido impío luchando contra los insurgentes; las clases populares
fueron deslumbradas por este acontecimiento que marcó el fin del dominio de tres
siglos, Iturbide dio a los mexicanos la oportunidad de encaminarse por si mismos.
El derrocamiento del imperio, se vio presagiado desde el día que el
Generalísimo fue proclamado por las clases populares como emperador, ya que su
falta de prudencia y su elevada vanidad lo llevaron a ceñirse la corona, haciéndose
responsable de un proyecto político autoritario, formando un gobierno donde no se
concebía una representación nacional, propósito principal de la lucha
independentista y de los mexicanos.
Por tales razones, el imperio tuvo poca permanencia, pronto Iturbide dejó de
ser el líder que los mexicanos querían para llevar la batuta del nuevo gobierno,
dejando de figurar en la vida nacional. Ya no era aquel caudillo que fue aclamado y
recibido con beneplácito, aquel a quien con tanto fervor y entusiasmo, le
dispusieron su inserción en la monarquía mexicana como primer emperador. Por el
contrario, su personalidad se volvió incómoda, no sólo en la perspectiva de las
REFLEXIONES FINALES
110
clases populares, la sociedad en general vivía a descontento con la forma en que
Iturbide había hecho política.
Hubiera parecido que el emperador no se percató de su decadencia como
gobernador carismático, en consecuencia de no frenar a tiempo su desaciertos, tuvo
un final trágico, murió fusilado como traidor. Juzgado por los mismos que alguna
vez lo irguieron emperador y lo alentaron en sus ambiciones políticas.
Iturbide terminó con las esperanzas de una multitud de mexicanos, que no
sabían como hallarse en un régimen de libertad y de legalidad nacional. Pronto sus
acciones comenzaron a ser fuertemente criticadas, él mismo disolviendo el
Congreso, terminó por agudizar aún más los enfrentamientos con los diputados.
Estos hechos también fueron percibidos por las clases populares, y juzgados
de igual forma, al grado de darle la espalda al emperador, de la misma manera que
alguna vez lo apoyaron. Tal vez hubiesen sido otros los resultados, si Iturbide
hubiera dedicado a remunerar a las clases populares y al ejército, de tal modo de no
ponerlos en su contra. Empero prefirió disfrutar los beneficios que su investidura le
otorgó, dejando de hacer política.
Por otro lado, no me atrevería a asegurar que hubo una influencia
trascendental de la participación política de las clases populares en las elites de
poder, retomando las versiones de los historiadores del siglo XIX, ya que había
muchos cabecillas interesados en que Iturbide se convirtiera en emperador, sólo
tuvieron que dejarse llevar por la excitación de las masas que salieron a las calles a
expresarse. En este tenor, intuyo que posiblemente la participación fue inducida,
sin embargo no se le retira el mérito de hacer política a tan temprana edad de la
vida independiente de México.
REFLEXIONES FINALES
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Al fin y al cabo fue participación política, tema central de esta tesina.
Quedaron muchos temas en el tintero dignos de ser historiados, ya que este sólo es
un esbozo general, pero si con paciencia se analiza cada sector que integró a las
clases populares podríamos acercarnos mucho más a la visión de los mismos. Que,
como ya antes he mencionado, no sólo los temas políticos deben ser tratados en el
siglo XIX, existen a un muchos aspectos desconocidos del México de aquel tiempo y
de sus habitantes.
En los últimos años, con la nueva corriente de la historia de las mentalidades
y la historia de la cultura popular, ya contamos con estudios interesantes dedicados
a realzar la importancia de la sociedad, dejando atrás la historia de batallas y de los
que las llevaron a cabo. Ya se nos ha abierto más el camino con trabajos como los
de Solange Alberro, Serge Gruzinski, Chartier, entre muchos otros, preocupados
por esta línea. Mencionando a los que figuran más destacadamente por su
experiencia, pero existen muchos otros historiadores, que han continuando
trabajando en estos perímetros.
Esta tesina, para mi es una puerta abierta, que por cuestiones de espacio no
me fue posible abarcar muchos aspectos que puntualizaran mejor la amplía
participación política de las clases populares, empero en algún otro momento
valdría la pena retomar, para distinguir otras lazos de unión con otros terrenos que
no sean políticos.
Finalmente, invito a los que tienen el oficio de historiar, a crearse conciencia
de la importancia de la sociedad en la vida de un país, y que desde su trinchera,
colaboraron activamente en los designios que otorgaron la formación de la naciente
nación en 1822.
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