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ALEJANDRO DUMAS - gcu.universia.net · deshabitado desde la muerte de este último príncipe ... ,...

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ALEJANDRO DUMASÁngel Pitou

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LaRevoluciónFrancesahacomenzado,elhambrehahechoqueelpueblotome las armas para destruir todo lo que considera causante de susdesgracias,comoelacaparamientodeltrigoqueproduceescasezdepany,por tanto, lo encarece. Existe, además, una creciente antipatía por MaríaAntonieta,aquienllamandespectivamente'laAustriaca’.

Angel Pitou, uno de los héroes de la toma de la Bastilla y principalprotagonistadelanovelaesademashermanodelechedeunniñoarrancadode los brazos de su madre que todos recuerdan de la novela anterior, Elcollar de la reina. Angel es un chico valiente y noble, pero ingenuo, comotodos los nacidos lejos de las grandes ciudades. Ha crecido libre en losbosques y es un gran cazador con muchos deseos de aprender.AfortunadamenteconocealseñorBillot,quienlellegaatenergranestimayloinduceasuperarse.

AndreayasehacasadoconelcondedeCharnyycontinúacomodamadelaCorte. Al conocer el terrible secreto que guarda Andrea con relación alhermanodelechedeAngelPitou,MariaAntonietaplaneausarloparaquelarelacióndelapareja,queesdepuraformalidad,nosesigaestrechando.

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AlexandreDumas

ÁngelPitouRevoluciónfrancesa-3

ePUBr1.0Pepotem211.12.13

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Títulooriginal:AngelPitouAlexandreDumas,1853

Editordigital:Pepotem2ePubbaser1.0

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CapítuloI

DONDEELLECTORTRABARÁCONOCIMIENTO

CONELHÉROEDEESTAHISTORIAYCONELPAÍSQUELEVIONACER

EnlafronteradePicardíaydelSoissons,enesaporcióndel territorionacional,quebajoelnombredeIsladeFranciaconstituíaunapartedelantiguopatrimoniodenuestrosreyes;enmediodelainmensamedialunaqueforma,prolongándosealnorteyalmediodía,unbosquedecincuentamilfanegadas,seeleva,perdidaenlasombradeungrandiosoparqueplantadoporFrancisco IyEnriqueII,lapequeñaciudaddeVillers-Cotterets,célebreporhaberdadonacimientoaCarlosAlbertoDemoustier,elcual,enlaépocaenquecomienzaestahistoria,escribíasusCartasaEmiliosobrelaMitología, con gran satisfacción de las lindas mujeres de la época, que se lasdisputabanamedidaqueveíanlaluzpública.

Añadamos,paracompletarlareputaciónpoéticadeesapequeñaciudad,alaquesusdetractoresseobstinanendarelnombredeburgo,apesardesucastillorealydesus dos mil cuatrocientos habitantes, añadamos que está situada a dos leguas deLaferté-Milon, donde nació Racine, y a ocho de Cháteau-Thierry, donde nació LaFontaine.

Consignemos, además, que lamadre del autor deBritánico y deAtalia era deVillers-Cotterets.

Volvamosasucastillorealyasusdosmilcuatrocientoshabitantes.Este castillo real, comenzado por Francisco I, cuyas salamandras conserva, y

concluido por Enrique II, cuya cifra tiene aún entrelazada con la de Catalina deMédicis y circuida de las tres medias lunas de Diana de Poitiers, este castillo,repetimos,despuésdeocultarlosamoresdelreycaballeroconmadamed’Etampes,ylos de Luis Felipe de Orleans con la hermosamadame deMontesson, estaba casideshabitadodesdelamuertedeesteúltimopríncipe,puessuhijoFelipedeOrleans,llamadodespuésIgualdad,lehizodescenderdesdelacategoríaderesidenciarealaladesimplepuntodereuniónparaloscazadores.

Sabidoesqueel castilloyelbosquedeVillers-Cotterets formabanpartede losdominiosotorgadosporLuisXIVasuhermano,Monsieur,cuandoelhijosegundodeAnadeAustriacasóconlahermanadelreyCarlosII,EnriquetadeInglaterra.

En cuanto a los dosmil cuatrocientos habitantes, de los que hemos prometidodeciralgoanuestros lectores,eran,comoen todas las localidadesdondevivendosmilcuatrocientosindividuos,unareunióncompuestade:

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1AlgunosnoblesquepasabanelveranoenloscastillosdelasinmediacionesyelinviernoenParís,yqueparaimitaralpríncipenoteníanmásqueunpalmodeterrenoenlaciudad.

2.°Debastantesmenestralesaquienesseveíasalirdesucasa,fuerecualfueseeltiempo,conunparaguasenlamano,parairadardespuésdecomersupaseodiario,limitadoregularmenteaunanchofosoqueseparabaelparquedelbosque,situadoaun cuartode leguade la ciudad, y que se llamaba elAháh, sin duda a causade laexclamación que su vista arrancaba de los pechos asmáticos, satisfechos de haberrecorridotanlargadistanciasinsofocarsemucho.

3.° De una mayoría de artesanos que trabajaban toda la semana y tan sólo sepermitían losdomingoselpaseodequedisfrutaban todos losdíassuscompatriotasmásfavorecidosqueellosporlafortuna.

4.°Y, por último, de algunosmíseros proletarios, para los cuales la semananoteníanisiquieradomingo,yquedespuésdetrabajarseisdíasajornal,bienfueraparalos nobles, o bien para los menestrales, o ya, en fin, para los artesanos, sediseminabanelséptimoenelbosque,afinderecogerlamaderamuertaotronchadaqueelhuracán,esegransegadordelosbosques,paraelquelasencinassonespigas,esparcía por el suelo oscuro y húmedo de las grandes arboledas, magníficopatrimoniodelpríncipe.

SiVillers-Cotterets(VilleriiadCotiam-Retioe)hubiesetenidoladesgraciadeseruna ciudad de bastante importancia en la historia para que los arqueólogos seocupasende ella y siguieran sus pasos sucesivosdesde el pueblo al burgoydesdeéstealaciudad,últimotítuloqueseledisputa,comoyahemosdicho,seguramentehabríanconsignadoelhechodequeestepueblocomenzóporserunadoblelíneadecasasconstruidasenambos ladosdel caminodeParís aSoissons.Despuéshabríanañadidoque,pocoapoco,habiendoaumentado,mercedasuposiciónenellinderodeunhermosobosque,elnúmerodehabitantes,seunieronotrascallesconlaprimera,divergentescomolosrayosdeunaestrellaendirecciónalosotrosreducidospueblos,conlosqueimportabaconservarcomunicaciones,yconvergenteshaciaunpuntoquellegó a ser naturalmente el centro, es decir, lo que se llama en provincia la plaza.Alrededor de ésta se edificaron lasmás hermosas casas del pueblo, convertido enburgo,yensucentroseelevóunafuente,decoradahoyconuncuádruplecuadrante.En fin, los arqueólogos hubieran determinado la fecha precisa en que, cerca de lamodesta iglesia, primera necesidad de los pueblos, se asentaron los primeroscimientosdeaquelvastocastillo,últimocaprichodeunrey,castilloquedespuésdeser sucesivamente, como hemos dicho ya, residencia real y residencia de príncipe,llegóaconvertirseennuestrosdíasenuntristeyhediondodepósitodemendicidad,dependientedelaprefecturadelSena.

Peroenlaépocaenquecomienzaestahistoria,lascosasreales,aunqueyamuy

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vacilantes,nohabíandecaídoaúnhastaelpuntoenquesehallanhoy.Ciertoqueelcastillonoestabahabitadoyaporunpríncipe;perotampocovivíanenélmendigos;estabasencillamentedesocupado, sinmás inquilinosque los indispensablespara suconservación,entreloscualesfigurabaelconserje,eldueñodeljuegodepelotayelcapellán.Poresotodaslasventanasdelinmensoedificio,quedaban,unasalparqueylas otras a la segunda plaza, llamada aristocráticamente plaza delCastillo, estabancerradas,locualcontribuíamásalatristezayalasoledaddeaquelsitio,enunodecuyosextremosseelevabaunacasita,acercadelacualellectornospermitiráqueledigamosalgunaspalabras.

Eraunacasitadelaquenoseveía,pordecirloasí,másquelaespalda;pero,lomismoqueenciertaspersonas,estaespaldateníaelprivilegiodeserlamejorpartedesuindividualidad.Enefecto,lafachadaqueteníasalidaalacalledeSoissons,unadelasprincipalesdelaciudad,porunapuertatoscamentearqueada,tansóloabiertaseishorasdecadaveinticuatro,presentabaunaspectotristeymelancólico;mientrasquelaopuestaeraalegreyrisueña,sindudaporqueaquíhabíaunjardín,sobrecuyasparedes asomaban las copas de los cerezos, de los manzanos y de los cúnelos.Además,acadaladodeunapuertecitaquedabasalidaalaplazayentradaaljardín,elevábansedosacaciasseculares,queenlaprimaveraparecíanprolongarsusramassobre el muro para sembrar el suelo con sus perfumadas flores en toda lacircunferenciadesufollaje.

Aquellacasitaera ladelcapellándelcastillo,que,a lavezqueservía la iglesiaseñorial,donde,apesarde laausenciadelamo, sedecíamisa todos losdomingos,teníaunapequeñaescuela,a lacualsehabíanaplicado,porunfavormuyespecial,dosbecas:unaparaelcolegiodePiessisylaotraparaelseminariodeSoissons.InútilesañadirquelafamiliadeOrleanseralaquelashabíafundado,debiéndosealhijodel regente ladel seminario,y ladelcolegioalpadredelpríncipe.Estasdosbecaseran objeto de la ambición de los padres y desesperaban a los alumnos, pues paraaspiraraellasdebíanhacercomposicionesextraordinariastodoslosjueves.

Ahorabien:ciertojuevesdelmesdejuliode1789,díabastantetriste,oscurecidoporunatempestadquesecorríadeoesteaéste,ybajocuyovientolasdosmagníficasacaciasdequehemoshablado,perdiendoya lavirginidadde su follajeprimaveral,dejaban escapar algunas hojitas amarillentas por efecto de los primeros calores delverano; cierto jueves, decimos, después de un silencio bastante prolongado,interrumpidotansóloporelrocedelashojasqueseentrechocaban,arremolinándoseen el suelo batido de la plaza, y por el canto de un gorrión que perseguía a lasmoscas, rasando la tierra, el reloj del puntiagudo campanario de la ciudad dio lasonce.

Enaquelmomentoseoyóun¡hurra!,semejantealquepudieraproferirtodounregimiento de hulanos, acompañado de un rumor parecido al que la avalancha

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producecuandosaltaderocaenroca.Lapuertasituadaentrelasdosacaciasseabrió,omásbiensehundió,dandopasoauntorrentedeniñosquesediseminaronpor laplaza, donde casi enseguida formáronse cincoo seisgrupos alegresy ruidosos, losunos alrededor de un círculo destinado a retener los trompos prisioneros, los otrosdelantedeunjuegodetresenraya,trazadoconyeso,yalgunos,enfin,enfrentedevariosagujerospracticadoscon regularidad, en loscuales lapelota,deteniéndoseopasandodeellos,haciaganaroperderalquelaechaba.

Almismotiempoquelosescolaresjugadores,aquieneslosvecinoscuyasrarasventanas daban a la plaza solían llamar pilletes, y que llevaban, por lo regular,pantalones agujereados en las rodillas y chaquetas perforadas en los codos, sedeteníanparajugar,veíasealosquesecalificabadejuiciosos,alosque,aldecirdelascomadres,debíanserlaalegríayelorgullodesuspadres,separarsedelamayoría,y por diversos caminos, con un paso cuya lentitud revelaba que no se iban por sugusto, dirigirse con su cestita en la mano a la casa paterna, donde les darían larebanada de pan, con manteca o confitura, para resarcirles de los juegos a queacababanderenunciar.Estosescolaresvestíanpor loregular,chaquetasenbastantebuenestadoypantalonesmuydecentes,locual,agregadoasufamadejuiciosos,leshacíaobjetode laburlayhastadelodiodesuscompañerosmenosbienvestidosy,sobretodo,menosdisciplinados.

Ademásde estas dos clases quehemos indicadobajo los nombresde escolaresjugadoresyescolares juiciosos,habíauna tercera,quedesignaremosconelnombredeescolaresperezosos, lacualnosalíacasinuncaconlasotras,niparajugarenlaplazadelcastillo,niparavolveralacasapaterna,puestoqueestadesgraciadaclasedebía quedarse, por lo regular, en la escuela. Esto quiere decir que, mientras suscompañeros,despuésdehacersusversionesysustemas,ibanajugaroacomersusrebanadas de pan, ellos permanecían en sus bancos o delante de sus pupitres parahacer durante las horas de recreo los ejercicios que no hicieron en la clase; y estocuandolagravedaddesufaltanoexigía,ademásdelencierro,elcastigosupremoconlasdisciplinasolaférula.

Tantoesasíque,sisehubieraseguido,paravolveraentrarenlaclase,elcaminoque los escolares acababan de tomar en sentido inverso para salir, se habría oído,despuésde franquear una callejuela que costeaba la huerta, conduciendo a ungranpatiodestinadoalosrecreosinteriores,sehabríaoído,repetimos,alentrarenél,unavoz fuerte, muy robusta, que resonaba en lo alto de la escalera; mientras que unescolar, que nuestra imparcialidad de historiadores nos obliga a comprender en latercera clase, o sea la de los perezosos, bajaba precipitadamente, haciendo con loshombros elmovimiento de que los asnos se sirven para derribar a sus jinetes, asícomotambiénlosescolaresaquienesseacabadecastigarconlasdisciplinasytratandesacudirseeldolor.

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—¡Ah,bribón! ¡Pequeño excomulgado!—gritaba lavoz. ¡Ah, reptil! ¡Retírate!¡Vete!Vade,vade! ¡Acuérdatequehe tenidopacienciacontigo tresaños,yquehaypícaros que apurarían la del mismo Padre Eterno! Hoy hemos concluido ¡y parasiempre! ¡Recoge tus ardillas, tus ranas, tus lagartos, tus gusanos de seda y tusabejorros,yveteacasadetutía,odetutío,sitienesalguno,oaldiablo,oadondequieras,enfin,contalquenovuelvaavertemás!Vade,vade!

—¡Ohmi buen señor Fortier! Perdonadme—contestaba siempre en la escaleraotra voz suplicante—. ¿Vale la pena incomodarse tantopor un ligerobarbarismoyalgunossolecismos,segúnllamáisaeso?

—¡Tres barbarismos y siete solecismos en un tema de veinticinco líneas! —contestólavozenojada,masvigorosaaún.

—Asi ha sido hoy, señor abate, convengo en ello, pues todos los jueves sondesgraciadosparamí;perosimañanamitemaestuviesebien,¿nomeperdonaríaismitorpezadehoy,señorabate?

—¡Tres años hace ya que todos los días de composición me repites la mismacosa,holgazán!Losexámenesseefectuaránen1°denoviembre,yyo,quearuegosde tu tía Angélica he tenido la debilidad de apuntarte como candidato a la beca,vacante ahora en el seminario de Soissons, yo tendré la vergüenza de ver querechazanmidiscípulo,ydeoírpor todaspartesestaspalabras:«ÁngelPitouesunasno.ÁngelusPitoviusasinusest».

Apresurémonosadecir,enfin,paraqueelbenévololectorseinteresedesdeluegopor él, que Ángel Pitou, cuyo nombre acababa de latinizar el abate Fortier tanpintorescamente,eselhéroedeestahistoria.

—¡OhmibuenseñorFortier! ¡Ohmiqueridomaestro!—contestabaelescolar,desesperado.

—¡Yo tu maestro! —gritó el abate, a quien este título humillaba—. A diosgracias,yanosoytumaestro,nitúmidiscípulo;reniegodeti;yanoteconozco,yquisieranohabertevistonunca;teprohíbopronunciarminombre,yhastasaludarme.¡Retro,desgraciado,retro!

—Señorabate—insistióeldesgraciadoPitou,queparecíatenergraveinterésenno indisponerse con sumaestro—; señor abate, yo le suplico que nome retire suprotecciónporunpobretemamutilado.

—¡Ah!—gritó el abate, fuera de sí por este último ruegoybajando los cuatroprimeros escalones,mientrasqueporunmovimiento igualÁngelPitou franqueabaloscuatroúltimos,viéndoseleyaenelpatio—.¡Ah!¡Tesirvesdelalógica,cuandono puedes hacer un tema; calculas los grados de mi paciencia, cuando no sabesdistinguirelnominativodelrégimen!

—Señor abate, habéis sido tan bueno para mí —repuso el muchacho—, quebastaráquedigáisunapalabraamonseñorelobispoquenosexamina.

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—¡Yo,desgraciado!¡Mentiramiconciencia!—Siesparaunabuenaacción,señorabate,Diosleperdonará.—¡Jamás,jamás!—Y,porotraparte,¿quiénsabe?Losexaminadoresnoserántalvezconmigomás

severos de lo que fueron en favor de Sebastián Gilberto, mi hermano de leche,cuandoelañopasadoaspiróalabecadeParís.Y,sinembargo,¡nocometíaélpocosbarbarismos, Dios mío! Aunque es verdad que no contaba más que trece años,mientrasqueyotengodiecisiete.

—¡Ah!Heaquíunaestupidez—dijoelabate,franqueandoelrestodelaescalera,consusdisciplinasenlamano,entantoquePitoumanteníaprudentementeentreélysu profesor la primera distancia—. Sí —añadió cruzándose de brazos y mirandoindignadoasudiscípulo—;hedichoestupidezylorepito.¡Heaquílarecompensademis lecciones de dialéctica! ¡Triple animal! ¿Es así como te acuerdas de aquelaxioma:Notiminora, toquimajora votens? Pues precisamente porqueGilberto eramásjovenquetúsehatenidomásindulgenciaconunniñodecatorceañosquelaquesetendráconunimbécildedieciocho.

—Sí,ytambiénporqueeshijodelseñorHonoratoGilberto,quetienedieciochomillibrasderentasenbuenastierras,solamenteenlallanuradePilleleux—contestóconvozlastimeraelmuchachológico.

ElabateForniermiróaPitou,prolongandoloslabiosyfrunciendoelceño.—Esto no es tan estúpido—murmuró después de una pausa—. Sin embargo,

pecadeespecioso,ynoesfundado.Species,nonautemcorpus.—¡Oh!¡Siyofuerahijodeunhombrequetuviesediezmillibrasderentas!…—

repitióÁngelPitou,quehabíacreídonotarquesurespuestahabíaproducidoalgunaimpresiónensuprofesor.

—Sí,peronoloeres;y,encambio,notienesmásqueignorancia,comoelneciode quien habla Juvenal; cita profana—añadió el abate—, haciendo la señal de lacruz,peronomenosjusta.Arcadiusjuvenis.Apuestoaquenisiquierasabes loquequieredecirArcadius…

—¡Diantre! Significa Arcadio —contestó Ángel Pitou, irguiéndose con lamajestaddelorgullo.

—¿Yquémás?—¿Cómoquémás?—LaArcadiaeraelpaísdeloscaballosdedoscuerpos,yasí,entrelosantiguos

comoentrenosotros,asinuseraelsinónimodestuttus.—Nohequeridocomprender lacosaasí—dijoPitou,atendidoqueestabalejos

demi pensamiento que el ánimo austero demi digno profesor pudiera humillarsehastalasátira.

El abate Fortier miró a Pitou por segunda vez con más atención aún que la

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primera.—Afemía—murmuró,unpocodulcificadoporlaréplicadesudiscípulo—,que

haymomentosenquejuraríaqueestetunanteesmenosestúpidodeloquerealmenteparece.

—Vamos,señorabate—dijoPitou,quesinohabíaoídolaspalabrasdelprofesorpudo sorprender en su fisonomía una expresión compasiva—, perdonadme y yaveréisquébuentemahagomañana.

—Puesbien,consiento—dijoelabatecolocándoselasdisciplinasenlacinturaenseñal de tregua y acercándose a Pitou, que gracias a esta demostración pacíficapermanecióinmóvil.

—¡Oh!¡Gracias,gracias!—exclamóelescolar.—Espera:nome lasdes tanpronto.Teperdonaré; sí, teperdono,peroconuna

condición.Pitou inclinó la cabeza; y como estaba a discreción del abate, esperó

resignadamente.—Esque—añadióelmaestro—,mehasdecontestarsinerroralapreguntaque

teharé.—¿Enlatín?—preguntóPitouconinquietud.—Latine—contestóelabate.Pitouexhalóunsuspiro.Siguióse una pausa, durante la cual, los gritos alegres de los escolares que

jugaban en la plaza llegaron a oídosdeÁngelPitou, que suspirópor segundavez,másprofundamentequelaprimera.

—Quidvirtus?Quidreligio?—preguntóelabate.Estaspalabras,pronunciadasconelaplomodelpedagogo,resonaronenlosoídos

delpobrePitoucomolatrompetadelÁngeleneljuiciofinal;unanubepasóporsusojos,y esforzó tanto supensamiento,quecomprendióun instante laposibilidaddevolverseloco.

Sinembargo,envirtuddeaquel trabajocerebral,queporviolentoquefuesenoproducíaningúnresultado,lacontestaciónpedidasehacíaesperarindefinidamente;yentonces seoyóel rumorprolongadodeuna tomade rapé,queel terribleprofesorabsorbíalentamente.

Pitoucomprendióbienqueeraprecisoacabar.—Nescio—contestó,esperandoqueseleperdonaríasuignoranciasilaconfesaba

enlatín.—¡Nosabesloqueeslavirtud!—exclamóelabate,sofocadodecólera—.¡No

sabesloqueeslareligión!—Loséperfectamenteenfrancés—contestóPitou—;peronoenlatín.—¡Pues,entonces,vetealaArcadia,juvenis!¡Todohaconcluidoentrenosotros!

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Pitouestabatanagobiadoquenohizounmovimientoparahuir,aunqueelabateFortier hubiese empuñado otra vez sus disciplinas con tanta dignidad como en elmomentodelcombateungeneraldesenvainasuespada.

—Pero¿quéserádemí?—preguntóelpobremuchacho,dejandocaersusbrazosinertes—.¿Quéserádemí,sipierdolaesperanzadeentrarenelseminario?

—¡Sealoquequiera,pardiez!¡Amímeimportapoco!Elbuenabateestabatanenojado,quecasijuraba.—Pero¿nosabéisquemitíamecreeyaabate?—Puesbien:sabráquenosirvesniparasacristán.—Pero,señorFortier…—¡Tedigoquetemarches,liminalinguce!—¡Vamos!—dijoPitou, comohombre que tomauna resolución dolorosa, pero

quealfinlatoma—.¿Mepermitísrecogermipupitre?—preguntóPitou,esperandoqueenaquelmomentodereposoqueleconcedíanseablandaríaelcorazóndelabateFortier.

—¡Ya lo creo! —contestó el profesor—. Puedes llevártelo con todo cuantocontiene.

Pitouvolvióasubirtristementelaescalera,pueslaclasesehallabaenelprimerpiso;entróenlahabitación,dondereunidosalrededordeunagranmesaaparentabantrabajarunoscuarentaescolares,levantólacubiertadesupupitreparaversiestabanallí todos los huéspedes que guardaba, y, levantándole con un cuidado quedemostrabasusolicitudparaaquéllos,tomóconpasolentoymesuradoelcaminodelcorredor.

AsupasosehallabaelabateFortier,extendióelbrazoymostrandolaescalera.Era preciso pasar por las horcas caudinas, y Ángel Pitou se achicó cuanto era

posible,locualnoimpidióquerecibiesealpasoelúltimozurriagazodelinstrumentoa que el abate Fortier debía sus mejores discípulos, y cuyo empleo, aunque másfrecuente y prolongado en Ángel Pitou que en ningún otro alumno, había tenido,comovemos,tanmedianoresultado.

Mientras que Ángel Pitou, enjugando la última lágrima, se encamina con supupitresobralacabezaendirecciónaPleux,barriodelaciudaddondesutíahabita,digamosalgunaspalabrassobresufísicoysusantecedentes.

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CapítuloII

ENELQUESEPRUEBAQUEUNATÍANOESSIEMPREUNAMADRE

LuisÁngelPitou,comoélmismohabíadichoensudialogoconelabateFortier,teníadiecisieteañosymedioenlaépocaenquecomienzaestahistoria.Eraunjovenalto y delgado, con los cabellos amarillentos, las mejillas coloradas y los ojos decolor azul claro; la flor de la juventud, fresca e inocente, se revelaba en su anchaboca, cuyos gruesos labios dejaban ver, al entreabrirse con exceso, dos líneascompletas de dientes formidables para las personas que con él debían compartir elalimento. De las extremidades de sus largos brazos huesosos pendían las manos,anchascomopaletas;teníalaspiernasregularmentearqueadas,rodillasvoluminosascomo cabezas de niño, que reventaban casi su estrecho calzón negro, y sus piesenormes parecían estar holgados en zapatos de cuero enrojecidos por el uso. Siañadimosquellevabaunaespeciedecasacóndesargadecolorcastaño,queguardabaun términomedio entre la chaqueta y la blusa, se tendrán las señas exactas del exdiscípulodelabateFortier.

Réstanosbosquejarlamoral.ÁngelPitouhabíaquedadohuérfanoalaedaddedoceaños,épocaenquetuvola

desgracia de perder a su madre siendo hijo único. Esto quiere decir que desde lamuertedesupadre,ocurridaantesdequeelchicollegasealaedaddelconocimiento,ÁngelPitou,adoradodelapobremujer,habíahecho,pocomásomenos,cuantoseleantojaba,locualdesarrollómuchosueducaciónfísica,peroretrasandoendemasíasueducaciónmoral.Nacidoenunpuebloencantador,llamadoHaramont,aunaleguadelaciudad,enmediodelosbosques,susprimerascorreríasfueronparaexplorarelqueestabamáspróximoasucasa,ylaprimeraaplicacióndesuinteligenciaconsistióenhacerlaguerraalosanimalesquelehabitaban.Deestaaplicación,dirigidahaciaunsolo objeto, resultó que a los diez años Ángel Pitou era un cazador furtivo muynotable, y un pajarero de primer orden, y esto sin trabajo casi, y sobre todo sinlecciones, por la única fuerza de ese instinto que la naturaleza concede al hombrenacido en medio de los bosques, y que parece una parte de aquél que dio a losanimales.Poresonoleeradesconocidoningúnpasodeliebresodeconejos;entresleguasa la redondanohabíaescapadodesu investigaciónelmáspequeñopantanodonde las aves van a beber; y por todas partes se encontraban las señales de supodadera en los árboles propios para explorar. De estos diferentes ejercicios,repetidosde continuo, resultóquePitou llegóadistinguirse en algunosde ellosde

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unamaneraextraordinaria.Graciasasuslargosbrazosygruesasrodillas,quelepermitíanabrazarlostroncos

másrespetables,subíaalosárbolesparacogerlosnidosmásaltos,conunaligerezayseguridad que llenaban de admiración a sus compañeros. Bajo una latitud máspróximaalEcuador,lehubieravalidoelapreciodelosmonosenestaclasedecaza,detantoatractivohastaparalaspersonasdistinguidasyenlaqueelcazadoratraealas avecillas a un árbol impregnado de liga, imitando el grito del grajo o delmochuelo,individuosquesonobjetodelodiogeneraldelaespeciedepluma,tanto,que,asíelpinzón,comoelparoyeljilguero,acudenconlaesperanzadearrancarunapluma a su enemigo, y casi siempre dejan las suyas. Los compañeros de Pitou seservíandeunverdaderomochueloodeungrajonatural,odeunahierbaparticularquelespermitíaimitarmásomenosbienelgritodeunodeesosanimales;peroPitoudespreciabatodosestospreparativosysubterfugios.Consuspropiosmedios,conlosmedios naturales, tendía el lazo; y con su boca solamente, en fin, modulaba lossonidoschillonesyodiadosquellamaban,notansóloalasdemásaves,sinotambiénalasdelamismaespecie,quesedejabanengañar,nodiremosporelcanto,sinoporelgrito,acausadeloperfectodelaimitación.Encuantoalacazaenlospequeñospantanos, o en las charcas, tenía poca importancia para Pitou, y seguramente lahubieradespreciadocomocuestióndeartesihubiesesidomenosproductiva.Estonoimpedía,apesardeldesprecioqueleinspirabaunacazatanfácil,queningunodelosmásprácticossupieratanbiencomoPitoucubrirdehelechosunpantanodemasiadograndeparaponerloslazosentodaspartes;ningunosabíacomoéldarlainclinaciónconvenienteasustrampas,demaneraquelasavesmásastutasnopudiesenbeberniporencimanipordebajo;y,enfin,nadieteníaesaseguridaddemanoyesaprecisiónenelgolpedevistaquedebepresidiren lamezcla,enporcionesdesigualesybienentendidas de la pez-resina, del aceite y de la liga, para que esta últimano resultedemasiadolíquidaniquebradizaconexceso.

Ahorabien:comoelaprecioquesehacedelascualidadesdeloshombrescambiasegúnelteatrodondemanifiestanaquéllas,ysegúnlosespectadoresanteloscualeslasdanaconocer,Pitou,ensupueblodeHaramont,enmediodeloscampesinos,esdecir,dehombresacostumbradosapedira lanaturaleza,por lomenos, lamitaddesus recursos, y odiando por instinto la civilización, Pitou, repetimos, gozaba deconsideraciones que no permitían a su pobremadre suponer que siguiese pormalcamino,niquelaeducacióndesuhijo,privilegiadoportalconcepto,sedabagratisasípropio,no fuese lamásperfectaquepudiera recibircualquierhombreacostadegrandesgastos.

Perocuandolabuenamujercayóenferma,adivinandoquelamuerteseacercaba,cuandocomprendióqueibaadejarasuhijosoloyaisladoenelmundo,comenzóadudar, y buscó un apoyo para el futuro huérfano. Entonces recordó que diez años

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antesunjovenhabíallegadoallamarasupuertaenmediodelanoche,llevándoleunniño recién nacido, por el cual le había dejado, no solamente una suma bastanteredonda,sinootramásconsiderableaúndepositadaencasadeunnotariodeVillers-Cotterets. De aquel jovenmisterioso tan sólo supo, por lo pronto, que se llamabaGilberto; pero hacía tres años, poco más o menos, que había vuelto a verle: eraentonces un joven de veintisiete años, de formas un poco rígidas, de palabradogmáticaydeaspectoalgofrío.Peroestaprimeracapadehielosehabíaderretidoalver a su hijo; y como le pareció hermoso, robusto,muy risueño y criado como lopidieraélmismoalanaturaleza,estrechólamanodelabuenamujer,diciéndoleestasúnicaspalabras:

—Encasodenecesidad,contadconmigo.Después tomóelniñoenbrazos,preguntóporelcaminodeErmenonville,hizo

consuhijounaperegrinaciónalatumbadeRousseauyregresóaVillers-Cotterets.Aquí,seducido,sinduda,porelairesanoqueserespiraba,porlobienqueelnotariolehablódelapensióndelabateFortier,dejóalpequeñoGilbertoencasadeldignohombre, cuyo aspecto filosófico apareció a primeravista, pues en aquella época lafilosofía era tan poderosa que se había deslizado hasta en casa de los hombres deiglesia.

Despuésdeesto,volvióamarcharaParís,dejandosusseñasalabateFortier.LamadredePitouconocíatodosestosdetalles,yenelmomentodemorirrecordó

estaspalabras:«Encasodenecesidad,contadconmigo».Estolailuminó.Sinduda,laProvidencialohabíadirigidotodoparaqueelpobrePitouencontrasetalvezmásdeloqueperdía.Envióabuscaralcura,porquenosabíaescribir;elcuraescribió,yenelmismodíaenvióselacartaalabateFortier,queseapresuróaponerlasseñasyaecharlaenelcorreo.

Yaeratiempo,porquedosdíasdespuéslamujermurió.Pitou era demasiado joven para reconocer toda la extensión de la pérdida que

acababadesufrir;perolloróasumadre,noporquecomprendieselaseparacióneternadelatumba,sinoporquevioalapobremujerfría,pálidaydesfigurada;y,además,elpobre niño adivinó instintivamente que el Ángel guardián del lugar acababa deremontarsealcielo,yquelacasa,viudadesumadre,quedabadesiertaydeshabitada.Yanosedabacuentadesuexistenciafutura,nitampocodesuvidadeldíasiguiente;yporeso,cuandohuboconducidoasumadrealcementerio,cuandolatierraquedóredondeadasobresuataúd,formandounanuevaeminencia,sentósesobrelafosa;yatodaslasinvitacionesquelehicieronparasalirdelcementeriocontestómoviendolacabezaydiciendoque,nohabiéndoseseparadonuncadesumadreMagdalena,queríapermanecerdondeellaestaba.

Durantetodoelrestodeldíaytodalanochenosemoviódelafosa.Allífuedondeeldignodoctor(norecuerdosihemosdichoqueelfuturoprotector

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de Pitou era médico), allí fue, repetimos, donde el doctor le encontró cuando,comprendiendo toda la extensión del deber que se había impuesto por la promesahecha, acudió él mismo para cumplirla, cuarenta y ocho horas, o poco menos,despuésdesalirlacarta.

Ángel era muy joven cuando vio al doctor marchar por primera vez; pero yasabemosquela juventudconservaprofundas impresiones,quedejanreminiscenciaseternas;yademás,elpasodelmisteriosojovenhabíaestampadosuhuellaenlacasa,enlacualdejóelniñoquehemosdicho,yconélsubienestar.TodaslasvecesqueÁngel oía a su madre pronunciar el nombre de Gilberto, experimentaba unsentimientoanálogoalaadoración;ydespués,enfin,cuandolevioreaparecerenlacasa,hombreyayconsunuevotítulodedoctor,cuandoagregóalosbeneficiosdelpasadolapromesadelporvenir,Pitoujuzgó,porelagradecimientodesumadre,queél también debía agradecer al pobremuchacho, sin saber bien lo que decía, habíabalbuceadolaspalabras«recuerdoeterno»y«sincerasgracias»,queoyópronunciarasumadre.

Así,pues,apenasvioaldoctoratravésdelapuertadelcementerio,apenaslevioadelantarseenmediodelastumbasrodeadasdecésped,conlosbrazoscruzados,lereconoció, levantóse y salióle al encuentro, comprendiendo que no podía contestarnegativamente, como a los otros, a quien acudía al llamamiento de sumadre. Nohizo,pues,másresistenciaquevolverlacabezahaciaatrás,cuandoGilbertolecogiódelamanoylesacóllorandodelrecintomortuorio.Unelegantecabrioléesperabaala puerta, hizo subir al pobre niño, y dejando momentáneamente la casa bajo lasalvaguardiadelabuenafepúblicaydelinterésqueladesgraciainspira,condujoasupequeñoprotegidoalaciudadyapeóseconéldelantedelamejorposada,queenaquella época era la delDelfín. Apenas instalado, envió a buscar un sastre, que,prevenidoanticipadamente,sepresentóconropashechas;eligióconprudenciaparaPitou un traje dos o tres pulgadas más largo de lo necesario, superfluidad que,atendidoelrápidocrecimientodenuestrohéroe,prometíanoserdelargaduración;ydespués encaminóse con su protegido hacia ese barrio de la ciudad que hemosindicadoantesyquesellamabaelPleux.

Amedidaqueavanzabahaciaél,Pitouacortabaelpaso,porqueeraevidentequele conducían a casa de su tíaAngélica, y, a pesar de las pocas veces que el pobrehuérfano había visto a sumadrina—pues la tíaAngélica era la que había dado aPitou su poético nombre de pila—, conservaba de aquella respetable parienta unrecuerdopocograto.

En efecto, la tíaAngélica no teníamucho atractivopara unniño acostumbradocomo Pitou a todas las atenciones de la solicitudmaternal: la tía Angélica era enaquella época una solterona de cincuenta y cinco a cincuenta y ocho años,embrutecidaporelabusodelasmásminuciosasprácticasdelareligión,yenlaque

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una piedad mal entendida había estrechado en sentido contrario todos lossentimientos benignos, misericordiosos y humanos, para cultivar, en cambio, unadosis natural de inteligencia ávida que no hacíamás que aumentar cada día por elasiduo trato con las beatas de la ciudad.No vivía precisamente de limosnas; pero,ademásde laventadel linoquehilabaen larueca,ydelalquilerde lassillasde laiglesia,quelehabíaconcedidoelcapítulo,recibíadevezencuandodealgunasalmascaritativasquesedejabanembaucarconsushipocresías religiosas,pequeñassumasque,simplessueldosenunprincipio,convertíansedespuésenmonedablanca,yalfinen luises de oro, los cuales desaparecían, sin que nadie lo viese ni sospechara suexistencia,parairaocultarse,unoporuno,enelcojinetedelsillóndondelasolteronatrabajaba.Unavezensuescondite,ibanareunirsedespués,secretamente,conciertonúmero de sus compañeros, recogidos delmismomodo, y que en adelante debíanquedarsecuestradosdelacirculaciónhastaeldíadesconocidoenquelamuertedelasolteronalaspusieraenmanosdesuheredero.

Hacia la morada de esta venerable parienta se encaminaba el doctor Gilberto,llevandodelamanoalgranPitou.

Decimos el gran Pitou porque, a partir del primer trimestre después de sunacimiento,elniñohabíasidosiempredemasiadograndeparasuedad.

En elmomento de abrirse la puerta para dar paso a su sobrino y al doctor, laseñoraRosaAngélicaPitouhallábaseentregadaaunaccesodealegría.Mientrasquese cantaba la misa de difuntos sobre el cadáver de su cuñada en la iglesia deHaramont,habíahabidobodasybautismosenladeVillers-Cotterets;yelingresoporalquiler de las sillas había ascendido a seis libras en un solo día; demodo que laseñora Angélica pudo convertir sus sueldos en un gran escudo de plata, el cual,agregadoaotrostrespuestosdereservaenépocasdiferentes,diounluisdeoro.Estaúltimamonedaacababadeirareunirseconotrasdelmismovalor;yeldíaenqueseefectuabasemejantereunióneranaturalmenteunafiestaparalaseñoraAngélica.

EldoctoryPitousepresentaronprecisamenteenelmomentoenque,despuésdehaberabiertosupuerta,cerradadurantelaoperación,latíaAngélicaacababadedarlaúltimavueltaensusillónparaasegurarsedequeningunaseñalindicabaporfueralaexistenciadeltesoroocultoenelinterior.

La escena hubiera podido ser conmovedora;mas, a los ojos de un hombre tanbuen observador como el doctor Gilberto, no fue más que grotesca. Al ver a susobrino,laviejabeatadijoalgunaspalabrassobresupobrehermanaquerida,alaquetantoamaba,yaparentóenjugarunalágrima.Porsuparte,eldoctor,quedeseabaleerhasta en lo más profundo del corazón de la solterona antes de tomar un partidorespecto a ella, afectó cierto aire de gravedad para dirigir a la señoraAngélica unsermón sobre los deberes de las tías respecto a los sobrinos; pero amedidaque eldiscursosedesarrollabayquelaspalabrasdebondadsalíandeloslabiosdeldoctor,

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los ojos enjutos de la solterona absorbían la imperceptible lágrima que los habíahumedecido, y sus facciones recobraron la sequedad del pergamino que parecíacubrirlas. Levantó la mano izquierda a la altura de su barba puntiaguda, y con laderecha comenzó a calcular sobre sus dedos huesosos el número aproximativo desueldosqueelalquilerdelassillaslereportabananualmente;demodoque,comolacasualidad quiso que el cálculo terminara al mismo tiempo que el discurso, pudocontestarenelinstantemismoque,sibienhabíaamadomuchoasupobrehermanayla interesaba en alto grado su querido sobrino, la escasez de sus recursos no lapermitía,apesardesudobletítulodetíaydemadrina,ningúnaumentodegastos.

Porlodemás,eldoctoresperabaestanegativa;demodoquenolesorprendió:eragranpartidariodelasnuevasideas;ycomoacababadepublicarseelprimertomodela obra deLavater, había hecho ya la aplicación de la doctrina fisiognomónica delfilósofodeZurichenelenjutoyamarillentorostrodelaseñoraAngélica.

Elexamenledioporresultadoquelosojillosbrillantesdelasolterona,sunarizlargaysuslabiosdelgadospresentabanlareuniónenunasolapersonadelacodicia,delegoísmoydelahipocresía.

Lacontestación,comohemosdicho,noleprodujoelmenorasombro;peroqueríaver,ensucalidaddeobservador,hastaquépuntollegabaenladevotaeldesarrollodeestostresfeosdefectos.

—Pero, señora —dijo—; Ángel Pitou es un pobre huérfano, hijo de vuestrahermana.

—¡Diantre!Escuchad,señorGilberto—replicó laseñoraAngélica—;estoseríaun aumento de seis sueldos diarios, por lo menos, contando el más bajo precio,porqueesemuchachodebecomeralmenosunalibradepancadadía.

Pitouhizounamueca,puesgeneralmentecomíalibraymediasóloparaalmorzar.—Sincontareljabónparaellavabodelaropa—añadiólaseñoraAngélica—,y

yorecuerdoqueestechicoensuciamucho.Enefecto,Pitouensuciabastanteropa,ysecomprenderámuybiensiserecuerda

su género de vida; pero debe añadirse, en justicia, que desgarraba más aún queensuciaba.

—¡Ah!—exclamó el doctor—. No hable usted así, señora Angélica. ¡La quepractica tan bien la caridad cristiana hacer semejantes cálculos tratándose de unsobrinoyahijado!

—Sincontarelcosidodelaropa—exclamóarrebatadamentelaseñoraAngélica,querecordabahabervistoasuhermanaMagdalenaremendarnopocaschaquetasyrodillerasenloscalzonesdesusobrino.

—Demodoque—dijoeldoctor—,¿rehusáisadmitiravuestrosobrinoencasa,yconsentísenqueelhuérfanorechazadoporsutíavayaapedirlimosnaalaspuertasdecasasextrañas?

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La solterona, por avara que fuese, comprendió que naturalmente recaería sobreellatodoloodiosodesemejanteconductasi,porsunegativaderecibirasusobrino,ésteúltimosevieraobligadoasemejanteextremo.

—No—dijo—;meencargarédelmuchacho.—¡Ah!—exclamó el doctor, complacido de encontrar un buen sentimiento en

aquelcorazónqueélcreíadeltodoseco.—Sí—continuó la solterona—; yo le recomendaré a los Agustinos de Bourg-

Fontaine,yentraráensuestablecimientocomohermanocriado.Yahemosdichoqueeldoctorerafilósofo,ybiensesabecuáleraelvalordela

palabrafilosofíaenaquellaépoca.Resolvió,pues,arrancarunneófitoalosAgustinos,yestocontantocelocomoel

quehubierandemostradoaquéllosparaarrancarunadeptoalosfilósofos.—Puesbien—replicó, introduciendolamanoensuprofundobolsillo—,puesto

queestáisen tanprecaria situación,apreciable señoraAngélica,viéndoosobligada,porfaltaderecursospersonales,arecomendaravuestrosobrinoalacaridaddeotros,buscarépersonaquepuedaaplicarmáseficazmentequevoslasumaquedestinabaalpobrehuérfanoparasumanutenciónydemásnecesidades.DeboregresaraAmérica,yantesdemimarchadejaréavuestrosobrinoPitoucomoaprendizencasadealgúncarpintero o carretero, pudiendo él mismo elegir, según su vocación. Durante miausenciacrecerá,yamivueltaseráyabastanteinteligenteeneloficio,encuyocasoveréquésepuedehacerporél.¡Vamos,pobremuchacho!—continuó,haciendoentreellayéllaseñaldeunaseparacióneterna.

Aunnohabíaconcluidodehablareldoctor,cuandoyaPitouseprecipitabahacialavenerablesolteronaconsusdosbrazosextendidos:leurgía,enefecto,abrazaralaseñoraAngélica;peroacondicióndequeesteabrazofueraentreellayéllaseñaldeunaseparacióneterna.

Peroaloírlapalabrasuma,alnotarelademándeldoctor,queintroducíalamanoenelbolsillo,yalpercibirelsonidoargentinoqueaquellamanoprodujoincontinentientrelosescudosdeplata,cuyonúmerosepodíacalcularporlatensióndelbolsillodeltraje,lasolteronasintiósubirhastasucorazónelcalordelacodicia.

—¡Ah!—exclamó—.ApreciableseñorGilberto,biensabeustedunacosa.—¿Cuál?—preguntóeldoctor.—¡OhDiosmío!Es que nadie en elmundo amará tanto como yo a ese pobre

muchacho.Y,entrelazandosusflacosbrazosconlosdePitou,yaextendidos,depositóensus

dosmejillas un beso seco, que hizo estremecer almuchachodesde la punta de lospiesalaraízdeloscabellos.

—¡Oh!Ciertamente—contestóeldoctor—,losémuybien;ydudabatanpocodela amistad que le profesáis, que yo traía al chico directamente a su apoyo natural;

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peroloqueacabáisdemanifestarme,apreciableseñora,mehaconvencidoalavezdevuestrabuenavoluntadydevuestraimpotencia,ybienveoquesoisdemasiadopobreparaayudaraquienloesmásaún.

—¡OhseñorGilberto!—repusolaviejadevota—.¿NoestáDiosenelcieloynoatiendedesdeallíatodassuscriaturas?

—Esverdad—dijoGilberto—;pero,siproporcionaalimentoalospajarillos,noponeenaprendizaje a loshuérfanos.Ahorabien:he aquí loque sedebehacerporÁngelPitouyloque,atendidosvuestrosescasosmedios,oscostaríademasiadocaro,sinduda.

—Sinembargo,sidaisesasuma,señordoctor…—¿Quésuma?—La de que habéis hablado, la que lleváis en el bolsillo—añadió la devota,

señalandoconsudedoganchudolafaltriqueradelhábilfilósofo.—Ladaré seguramente, apreciable señoraAngélica—dijo el doctor—;mas os

prevengoqueseráconunacondición.—¿Cuál?—Queelmuchachoaprenderáunoficio.—Letendrá:yoos loprometoafedeAngélicaPitou,señordoctor—repusola

devotaconlosojosfijosenlafaltriquera,cuyovolumenllamabasuatención.—¿Meloprometéis?—Osloprometo.—Seriamente,¿noesverdad?—TanciertocomohayDios,apreciableseñorGilberto:oslojuro.YlaseñoraAngélicaextendióhorizontalmentesudescarnadamano.—¡Puesbien,sea!—exclamóeldoctor,sacandodesufaltriqueraunabolsamuy

redondeada—. Estoy conforme con daros el dinero, como veis. ¿Estáis dispuestaigualmentearespondermedelniño?

—¡Porlaverdaderacruz,señorGilberto!—Nojuréistanto,buenaseñora;yfirmemosundocumento.—¡Firmaré,señorGilberto,firmaré!—¿Antenotario?—Antenotario.—PuesvamosacasadelpapáNiguet.ElpapáNiguet,aquieneldoctordabaeste

título amistoso, gracias a un largo conocimiento, era, como ya saben aquéllos denuestroslectoresquehanleídominovelaJoséBálsamo,elnotariomásreputadodelalocalidad.

LaseñoraAngélica,delaquetambiéneranotarioelpapáNiguet,nadatuvoquedecircontralaeleccióndeldoctor;demodoquelesiguióasucasasinvacilar.Allí,eltabeliónregistrólapromesahechaporlaseñoraRosaAngélicaPitou,detomarasu

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cargoydedicaraunaprofesiónhonrosaaLuisÁngelPitou,susobrino,paralocualrecibiría anualmente la suma de doscientas libras. El convenio se hacía por cincoaños y el doctor depositó ochocientas libras en casa del notario, debiendo pagarsedoscientasporadelantado.

Aldía siguienteeldoctor saliódeVillers-Cotterets,despuésdehaberarregladoalgunascuentasconunodesusarrendadores,delcualhablaremosenotrolugar;ylaseñora Pitou, precipitándose como un buitre sobre las citadas doscientas libras,pagadasporadelantado,escondíaensusillónochohermososluisesdeoro.

Encuantoalasocholibrasrestantes,depositadasenunplatillodeporcelana,quedesdehacíatreintaocuarentaañoshabíavistopasarcentenaresdemonedasdetodasespecies,esperandoaquelacosechadedosotresdomingoscompletaselasumadeveinticuatro libras, cifra que, como hemos explicado ya, sufría en este punto lametamorfosisdorada,pasandodelplatilloalsillón.

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CapítuloIII

ÁNGELPITOUENCASADESUTÍA

Yahemosvisto quépoco simpática era paraÁngelPitou la perspectiva de unapermanenciademasiadoprolongadaencasadesubuenatíaAngélica:elpobreniño,dotadodeuninstintoigual,yhastaquizásuperioraldelosanimalesaquesolíahacerlaguerra,habíaadivinadodeantemanotodoloqueaquellapermanencialereservaba,no por las decepciones—ya hemos dicho que no se había hecho un solo instanteilusiónsobreestepunto—,sinoporlospesares,losdisgustosylosenojos.

Porlopronto,unavezfueraeldoctorGilberto,yjustoesañadirquenoeraestoloquehabíaenojadoaPitoucontralasolterona,nosetratóniunsoloinstantedeponeral muchacho en aprendizaje. El buen notario había dicho, sin embargo, algunapalabrasobreesteconvenioformal;perolaseñoraAngélicacontestóquesusobrinoeramuyjovenyquetenía,sobretodo,unasaluddemasiadodelicadaparasometerleatrabajos,talvezsuperioresasusfuerzas.Elnotario,aloírestaobservación,admirólos buenos sentimientos de la señora Pitou, dejando el aprendizaje para el añopróximo.Aunnosehabíaperdidotiempo,pueselchicoacababadecumplirlosdoceaños.

Unavezencasadesutía,ymientrasqueéstameditabasobreelmejorpartidoquepodría sacar de su sobrino, Pitou, que volvía a encontrarse en el bosque, o pocomenos, tenía ya tomadas todas sus disposiciones topográficas, para observar enVillers-CotteretselmismogénerodevidaqueenHaramont.

Enefecto:unavisitadeinspecciónlehabíapermitidoaveriguarquelosmejorescharcosypequeñospantanoseranlosdelcaminodeDampleux,haciaCompiégne,ylos del camino de Vivieres, y que el cantón más abundante en caza era el de laBruyére-aux-Loups. Practicado este reconocimiento, Pitou había adoptado susdisposicionesenconsecuencia.

Lacosamásfácildeobtener,porquenoexigíafondos,eralaligaylasvaretas:lacortezadeacebo trituradaconunmorterodepiedraybien lavadadespués,daba laliga; y en cuanto a las varetas, las encontraba a miles en los abedules de losalrededores.Pitouseproporcionó,pues,sindecirnadaanadie,unmillardevaretasyuna olla de liga de primera calidad; y cierta mañana, después de tomar en lapanadería,porcuentadelasolterona,unpandecuatrolibras,semarchóalamanecer,estuvotodoeldíafuera,yvolvióalcerrarlanoche.

Pitounohabíatomadosemejanteresoluciónsincalcularlosresultados,previendounatempestad,pues,aunquenotuvieselasabiduríadeSócrates,éralebienconocido

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elcarácterdesutíaAngélica,tanbiencomoelilustremaestrodeAlcibíadesconocíaeldesumujerJantipa.

Pitou no se había engañado en su previsión, y confiaba en hacer frente a latormenta,presentandoalaviejadevotaelproductodesucaza;peronoleeraposibleadivinarenquépuntodescargaríaelchubasco.

Elrayoletocóalentrar.LaseñoraAngélicasehabíaescondidodetrásdelapuertaparaquesusobrinono

seleescaparaalpaso;demodoque,enelmomentoenqueseatrevíaaponerelpieen lacasa, recibióhaciaeloccipuciouncacheteenelque reconociómuybien, sinhabervistonada,lamanosecadelaviejadevota.

Por fortuna,Pitou tenía la cabezadura,y, aunqueelgolpeno lehubiesehechovacilar,aparentó,paraenternecerasutía,cuyacóleraibaenaumentoporeldañoqueacababade hacerse en los dedos al descargar el golpe, aparentó, repetimos, que secaíaporlafuerzadelmismo,tropezandoenelextremodelahabitación.Después,alver que su tía se iba sobre él con la rueca en la mano, apresuróse a sacar de lafaltriqueraeltalismánconelcualconfiabaobtenerperdónporsufuga.

Eran dos docenas de pajarillos, entre los cuales contábase una de petirrojos ymediadealondras.

LaseñoraAngélicaabriólosojosconasombro,ysiguióriñendo,aunquesóloporlaforma;pero,entretanto,sumanoseapoderódelacazadesusobrino,y,dandotrespasoshacialalámpara,preguntóle:

—¿Quéesesto?—Bienloveis,mibuenatíaAngélica—dijoPitou—,sonpájaros.—¿Buenos para comer? —preguntó vivamente la tía, que como devota era

naturalmenteglotona.—¡Buenosparacomer!—repitióPitou—.¡Petirrojosyalondras,yalocreo!—Y¿dóndehasrobadoestasavecillas,desgraciado?—Nolasherobado:lashecogido.—¿Cómo?—Enlabalsa.—¿Quésignificaeso?Pitoumiróasutíaconairedeasombro:nopodíacomprenderquehubieseenel

mundo una persona de educación bastante descuidada para ignorar lo que era unabalsa.

—¡Pardiez!—contestó—.¡Labalsaeslabalsa!—Sí; pero yo, tunante, no sé lo que significa. Como Pitou compadecíamucho

todaslasignorancias,contestó:—Labalsa esunacharca,ounpequeñopantano,y enelbosquehay lomenos

treinta;seponenalrededorcañasconliga,ycuandolospájarosvanabeber,comono

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conoceneso,losmuytontosquedancogidos.—¿Enqué?—Puesenlaliga.—¡Ah,ah!—exclamólatíaAngélica—.Yacomprendo;pero¿quiéntehadado

eldinero?—¡Dinero!—exclamó Pitou, asombrado de que se pudiese creer que él había

poseídojamásuncuarto—.¿Dinerodices,tíaAngélica?—Sí.—Nadie.—Pues¿conquéhascompradolaliga?—Yomismolahice.—¿Ylascañas?—Tambiénlaspreparé.—¿Ynotecuestannada?—Eltrabajodebajarmeparacogerlas.—Y¿sepuedeirconfrecuenciaalabalsa?—Sepuedeirtodoslosdías.—¡Bueno!—Sóloquenosedebe…—Nosedebe…¿qué?—Irtodoslosdías.—¿Porquérazón?—¡Toma!,porqueseríaruinoso.—¿Paraquién?—Para la charca. Ya comprenderéis, tía Angélica, que los pájaros que se han

cogido…—¿Ybien?—Yanovuelven.—Esverdad—dijolatía.Porprimeravez,desdequeelmuchachoseencontrabaensucasa,latíaAngélica

le daba la razón, y esto era tan inesperado, que Ángel Pitou quedó sumamentecomplacido.

—Perolosdíasenquenosevaalacharca—continuó—,sepuedeiraotraparte;losdíasenquenosecogenpajarillos,secazaotracosa.

—Y¿quésecaza?—¡Toma!¡Conejos!—¿Conejos?—Sí;secomelacarneysevendelapiel,quevaledossueldos.La tía Angélica miraba a su sobrino completamente maravillada: jamás había

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vistoenéltandistinguidoeconomista.Pitouacababaderevelarse.—Pero¿yopodríavenderlaspielesdeconejo?—Sinduda—contestóPitou—;comolohacíalamamáMagdalena.Jamás le había ocurrido al muchacho que del producto de su caza pudiera

reclamarcosaalgunaquenofuerasupartedeconsumo.—Y¿cuándoirásacogerconejos?—preguntólaseñoraAngélica.—¡Diantre!Cuandotengalazosotrampas—contestóPitou.—¡Puesbien!Hazlotú.Pitoumoviólacabeza.—Bienhashecholaligaylascañas.—¡Ah!Estosí,escierto;peronoséfabricaralambredelatón:estosecompraya

hecho.—Y¿cuántocuesta?—¡Oh!Con cuatro sueldos—contestó Pitou—, calculando por los dedos, bien

harédosdocenas.—Ycondosdocenas¿cuántosconejospuedescoger?—Segúnlasuerte…cuatro,cinco,otalvezseis;yademás,loslazossirvenvarias

veces,cuandoelguardanolosencuentra.—Pues toma: ahí tienes cuatro sueldos—dijo la tíaAngélica—.Ve a comprar

alambredelatónacasadelseñorDambrun,ymañanairásacazarconejos.—Mañanairéaponerloslazos—dijoPitou—;perohastapasadonosabrésihay

algocogido.Elalambredelatóneramásbaratoenlaciudadqueenelcampo,atendidoquelos

traficantesdeHaramontseabastecíanenVillers-Cotterets;demodoquePitouobtuvoveinticuatrolazosportressueldos,deloscualesdevolvióunoasutía.

Estaprobidad,inesperadaensusobrino,conmoviócasialasolterona,yduranteunmomentotuvolaidea,laintencióndegratificarleconaquelsueldoquenosehabíagastado; pero, desgraciadamente para Pitou, era una moneda ensanchada amartillazosyquealaluzdelcrepúsculopodíapasarcomounadedossueldos;y1aseñoraAngélica,pensandoquenodebíadesprendersedeunapiezaquepodíadarelcientoporciento,laguardóensufaltriquera.

Pitou observó el movimiento, pero sin analizarle: jamás le hubiera ocurrido laideadequesutíapudiesedarunsueldo.

Actocontinuocomenzóaconfeccionarsuslazos,yaldíasiguientepidióunsacoalaseñoraAngélica.

—¿Paraqué?—preguntólasolterona.—Porquelonecesito—contestóPitou,quesiempreeramisterioso.La señoraAngélica le dio el saco, poniendo en el fondo la provisión de pan y

queso que debía servir de almuerzo y de comida a su sobrino, y éstemarchómuy

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prontoaBruyére-aux-Loups.Por su parte, la tía Angélica comenzó a desplumar los doce petirrojos, que

destinabaparasualmuerzoysucomida;llevódosalondrasalabateFortier,yfueavenderlasotrascuatroalposaderodelaBoladeOro,queselaspagóarazóndetressueldoscadauna,prometiendotomaralmismopreciotodascuantaslellevase.

LatíaAngélicaentróensucasaradiantedealegría:labendicióndelCielohabíaentradoconPitouensucasa.

—¡Ah! —exclamó, mientras comía sus petirrojos, que estaban gorditos comotordos,conlacarnetanfinacomoladelosbecafigos—.Razóntienenaldecirqueunbeneficionosepierdejamás.

Ángelvolvióporlanoche;llevabasusacoperfectamenteredondeado,yestavezlatíaAngélicanoleesperódetrásdelapuerta,sinoenelumbral,y,envezderecibirasusobrinoconuncachete,leacogióconunamuecaquecasiparecíaunasonrisa.

—¡Ya estoy aquí!—dijo Pitou, entrando en la habitación con ese aplomo queindicalasatisfaccióndehaberempleadobieneldía.

—Túytusaco—repusolatíaAngélica.—Sí,yoymisaco—repusoPitou.—Y ¿qué traes dentro? —preguntó la solterona, alargando la mano con

curiosidad.—Haybejuco[1]—dijoPitou.—¡Bejuco!—Sin duda. Ya comprenderéis, tía Angélica, que si el padre La Jeunesse, el

guarda de la Bruyére-aux-Loups,me hubiera visto rondando por su cantón sinmisaco,mehubieradicho:«¿Quéhacestúporaquí,pequeñovagabundo?».Sincontarquehabríasospechadoalgunacosa;mientrasqueconmisaco,simepreguntabaquéhacíalehubieracontestadoqueibaabuscarbejuco,puestoquenocreíaqueestuvieseprohibido.Alcontestarmeélqueno,yohabríaobservadoque,siendoasí,nadateníaquedecir.Enefecto:sidijesealgoelpadreLaJeunesse,notendríarazón.

—¡Conque has pasado todo el día cogiendo bejuco en vez de tender tus lazos,perezoso! —exclamó la tía Angélica, que en medio de todas estas finezas de susobrinocreíaverqueseleescapabanlosconejos.

—Alcontrario,hetendidomislazosmientrasrecogíaelbejuco;demodoqueelguardamehavistoocupadoenestoúltimo.

—Y¿notehadichonada?—Sí,mehadicho:«DarásexpresionesalatíaPitou».¡Oh!Esunbuenhombreel

padreLaJeunesse.—Pero ¿y los conejos? —replicó la tía Angélica, a la que nada podía hacer

olvidarsuprincipalidea.—¿Los conejos?La luna sale amedianoche,yyo iré a launaparaver si hay

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algunocogido.—¿Adonde?—Albosque.—¿Cómo?¿Alaunadelamadrugadairásalbosque?—Esclaro.—¿Sintenermiedo?—¿Miedodequé?LatíaAngélicaquedótanmaravilladadelvalordePitoucomoloestuvoantespor

susespeculaciones.ElhechoesquePitou,sencillocomounhijodelanaturaleza,noconocía ninguno de esos peligros ficticios que espantan a las criaturas de lasciudades.

Así, pues, a media noche se marchó, costeando el muro del cementerio, sinapartarsedeél:elniñoinocenteque,jamáshabíaofendido,porlomenosensusideasdeindependencia,niaDiosnialoshombres,noteníamásmiedodelosmuertosquedelosvivos.

No temía más que a una persona, al padre La Jeunesse, y por eso tuvo laprecaucióndehacerunrodeoparapasarcercadesucasa.Comopuertasypostigosestabancerrados,ynohabíaningunaluzenelinterior,Pitou,afindeasegurarsedequeelguardasehallabaensucasaynovigilando,comenzóa imitarel ladridodelperro,contalperfección,queRonflot,elpodencodelpadreLaJeunesse,seengañóenlaprovocación,ycontestóalpuntoacuellotendido,apresurándoseahusmearpordebajodelapuerta.

Desde aquel momento, Pitou quedó tranquilo: si Ronflot estaba en la casa, elpadreLaJeunessedebíahallarsetambién,porquehombreyperroeraninseparables,ycuandoseveíaalunosepodíatenerlaseguridaddequeprontosepresentaríaelotro.

Pitou,completamentetranquilizado,seencaminó,pues,alaBruyére-aux-Loups.Loslazoshabíanhechosuobra:dosconejosestabancogidosyestrangulados.

Pitou los guardó en los anchos bolsillos de aquel traje demasiado largo, que alcabodeunañodebíasercorto,yvolvióacasadesutía.

Lasolteronaestabaechada;perolacodicianolapermitiódormir;habíacalculadoloqueproduciríancuatropielesdeconejoporsemana,yestacuentalacondujotanlejos que no le fue posible cerrar los ojos. Por eso experimentó como un temblornerviosoalpreguntaralmuchachoquétraía.

—Un par—contestó Pitou—. ¡Ah, tíaAngélica!No es culpamía si no traigomás.ParecequelosconejosdelpadreLaJeunessetienenmuchaastucia.

Las esperanzas de la tía Angélica quedaban colmadas con creces. Cogió,estremeciéndose de alegría, los dos pobres animales, examinó su piel, que semantenía intacta, y fue a encerrarlos en la despensa, que jamás había vistoprovisionessemejantesalasquecontenía,desdequeaPitouleocurrióabastecerla.

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Después,convozbastantedulce, la tía invitóasusobrinoa iradormir, loquehizo al punto porque estaba muy cansado, sin pedir de cenar, lo cual acabó decomplaceralasolterona.

Alosdosdías,Pitourenovósutentativa,yestavezfuemásfelizaún,puescogiótresconejos.

DosdeellostomaronelcaminodelaposadalaBoladeOro,yeltercerofueparaelpresbítero.LatíaAngélicateníamuchasatencionesconelabateFortier,que,porsuparte,larecomendabaalasbuenasalmasdesuparroquia.

Las cosas siguieron así durante tres o cuatro meses; la tía Angélica estabaencantada de su sobrino, y a Pitou le parecía la situación soportable. En efecto:exceptoelamordesumadre,quesecerníasobresuexistencia,PitouobservabaenVillers-Cotterets poco más o menos la misma vida que en Haramont; pero unacircunstancia imprevista, la cual se debía esperar, sin embargo, vino a romper elcántarodelechedelatía,interrumpiendolasexpedicionesdelsobrino.

SehabíarecibidounacartadeldoctorGilbertofechadaenNuevaYork.Alsentarel pie en tierra de América, el filósofo viajero no había olvidado a su pequeñoprotegido, y lo primero que hizo fue escribir al papá Niguet para saber si susinstrucciones se habían cumplido, y reclamar, en caso contrario, la ejecución delcontratoobienlaanulaciónsinosequeríallenarlascondicionesconcertadas.

Elcasoeragrave;laresponsabilidaddeltabeliónestabaenjuego;sepresentóencasadelatíaPitou,yconlacartadeldoctorenlamanoleintimóelcumplimientodesupromesa.

No se podía retroceder, y toda excusa sobre lamala saluddel sobrinoquedabadesmentidaporelfísicodePitou.Elmuchachoeraaltoyflaco;perotambiénloeranlosvástagosdelbosque,ynadieimpedíaconservarsemuybien.

La señora Angélica pidió ocho días para meditar sobre la profesión que seríamejordarasusobrino.

Pitouestabatantristecomosutía,puessuoficioactualparecíaleexcelente,ynodeseabaotro.

Duranteaquellosochodías,nofuecuestióndecogerpajarillosnidecazafurtiva,sincontarqueerainvierno,estaciónenquelasavesbebenentodaspartes.Además,acababadenevar,yPitounoseatrevíaadejarsushuellasimpresasenelsueloparaira tender sus lazos. La nieve conserva la impresión de las suelas de los zapatos, yPitouteníaunpardepiesquehubieranpermitidoalpadreLaJeunesseaveriguarenveinticuatrohorasquiéneraeldiestroladrónquerobabalacaza.

Duranteestosochodías, lospesaresdelasolteronarenacieron,yPitouvolvióaver en la beata la tíaAngélica de otro tiempo, la que le inspiraba tantomiedoy aquienelinterés,esepoderosomóvildetodasuvida,debíafaltarledepronto.

Amedidaqueseacercabaelplazo,elmalhumordelasolteronaeracadavezmás

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insoportable, hasta el punto de que, hacia el quinto día, Pitou deseó que la señoraAngélica sedecidieseprontoporunacosauotra.Poco le importaba laprofesiónaquelededicaran,contalquenosufrieramásjuntoalasolterona.

De repente, una idea sublime iluminó el cerebro de la beata, tan cruelmenteagitado,yestaidealedevolviólacalmaquehabíaperdidohacíaunasemana.

Reducíase a rogar al abate Fortier que admitiera en su escuela, sin retribuciónalguna,alpobrePitou,afindequepudieseaspiraralabecafundadaenelseminarioporSuAltezaelduquedeOrleans.

SetratabadeunaprendizajequenocostaríauncuartoalatíaAngélica;yelabateFortier, sin contar las alondras, los mirlos y los conejos que la vieja devota leregalaba hacía seis meses, debía bien alguna cosa, más que a otro cualquiera, alsobrinodelaquealquilabalassillasensuiglesia.

Enefecto:ÁngelfuerecibidoencasadelabateFortiersinretribuciónalguna.Elabate era un buen hombre, nada interesado, que daba su ciencia a los pobres deespírituysudineroalospobresdecuerpo;peroeraintratableenunsolopunto:lossolecismos le ponían fuera de sí, y los barbarismos le enfurecían. En esto noreconocíaamigosnienemigos,nipobresniricos,nidiscípulosdepagoniescolaresgratuitos. Pegaba a los culpables con la mayor imparcialidad, con un estoicismoespartano;ycomoteníaelbrazofuerte,pegabadefirme.Lospadresnoloignoraban,yde ellosdependía llevarono llevar sushijos a casadel abateFortier;peroenelprimercaso,debíanabandonarloscompletamenteamerceddelmaestro,puesatodaslasreclamacionesmaternas,elabatecontestabaquehabíahechograbarenlapaletadesuférulayenelmangodesusdisciplinasestaspalabras:«Quienbienama,biencastiga».

Porrecomendacionesdesutía,ÁngelPitoufueadmitido,pues,entrelosalumnosdelabateFortier.Laviejadevota,muyenorgullecidaporaquella recepción,muchomenos agradable para Pitou, cuya vida nómada interrumpía, privándole de sulibertad, se presentó en casa del señor Niguet para anunciarle que, no solamenteacababadeconformarseconlosdeseosdeldoctorGilberto,sinoquehabíahechomásde loprometido.Enefecto: eldoctorqueríaparaÁngelPitouunoficiohonroso,yellaledabamuchomás,unaeducacióndistinguida.Y¿dóndeledabaestaeducación?EnaquellamismaescueladondeSebastiánGilberto,por el cualpagabancincuentalibras,recibiólasuya.

A decir verdad, Ángel se educaba gratis; mas no era necesario hacer estaconfidenciaaldoctorGilberto;yenestoseconocíalaimparcialidadyeldesinterésdelabateFortier,que,asícomoelsublimemaestro,abríalosbrazosdiciendo:«Dejadveniralosniñoshastamí».Perolasdosmanosqueterminabansusbrazospaternalesestabanarmadas,launadeunaférula,ylaotradeunasdisciplinas;demodoquelamayorpartedesutiempo,muyalcontrariodeJesús,querecibíaalosniñosllorosos

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y los enviaba consolados, el abate Fortier veía venir a sí a las pobres criaturasespantadasylasdevolvíallorando.

Elnuevoescolarhizosuentradaenlaclaseconunpequeñocofreviejodebajodelbrazo, un tintero de cuerno en lamano, y dos o tres troncos de plumas colocadossobrelaoreja;elpequeñocofreestabadestinadoaservir,bienomal,depupitre;eltintero era regalo del longista; y la señoraAngélica había obtenido los troncos deplumas,visitandolavísperaamaeseNiguet.

Ángel Pitou fue acogido con esa dulce fraternidad que nace en los niños y seperpetúaenloshombres,esdecir,consilbidos.Todalaclasecomenzóaburlarsedesu persona: dos escolares fueron encerrados por reírse de sus cabellos amarillos, yotrosdospormofarsede sus extrañas rodillas,de lasqueyahemos indicadoalgo.EstosúltimoshabíandichoquelaspiernasdePitouparecíancuerdasdepozoenlasque se hubiera hecho un nudo; la frase fue aplaudida, y, circulando por la mesa,excitólahilaridadgeneral,asícomotambiénelresentimientodelabateFortier.

De estemodo, pues, al salir almediodía, es decir, después de cuatro horas declase,Pitou,sinhaberdirigidounapalabraanadie,sinhaberhechomásquebostezardetrásdesucofre,teníayaseisenemigosenlaclase,tantomásencarnizadoscuantoque no se les había ofendido en nada. Por eso, con lasmanos extendidas sobre elcalorífero, que en la clase representaba el altar de la patria, prestaron el juramentosolemne,losunosdearrancaraPitoususcabellosamarillos,losotrosdedesfigurarlesusfeosojos,ylosúltimosdeponerlederechassusrodillasarqueadas.

Pitou ignorabacompletamenteestasdisposicioneshostiles,yal salirpreguntóauno de sus vecinos por qué seis de sus compañeros se quedaban en la escuela,mientrasqueellossalían.

ElvecinomiróaPitoudereojo,lellamóperverso,hablador,yalejósesinquerertrabarconversaciónconél.

Pitou se preguntó cómo sería que, no habiendo dicho una sola palabra durantetodalaclase,podíaserunperversohablador;peroenaqueltiempohabíaoídodeciralos discípulos y al abate Fortier tantas cosas que no entendía, que comprendió laacusación del vecino en el número de las que eran demasiado elevadas para suinteligencia.

Al ver que Pitou regresaba al mediodía, la señora Angélica, ansiosa por unaeducación que suponía grandes sacrificios por su parte, preguntó almuchacho quéhabíaaprendido.

Pitou contestó que había aprendido a callarse: la respuesta era digna de unpitagórico,sóloqueunpitagóricolahubieradadoporseñas.

Elnuevoescolarvolvióalaclasedelatardesindemasiadarepugnancia:laclasedelamañanasehabíaempleadoporlosescolaresparaexaminarelfísicodePitou;lade la tarde se dedicó por el profesor para estudiar sumoral. Hecho esto, el abate

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FortierquedóconvencidodequePitouteníalasmejoresdisposicionesparallegaraser un Robinson Crusoe, pero muy pocas probabilidades para ser algún día unFontenelleounBossuet.

Mientras duró aquella clase, más fatigosa que la de la mañana para el futuroseminarista, los escolares castigados por causa de él le enseñaron los puños variasveces:entodoslospaíses,civilizadosono,estademostraciónseconsideracomounaseñaldeamenaza,yPitousemantuvoalerta.

Nuestrohéroenosehabíaengañado:alsalir,omásbiencuandotodoshubieronsalidodelasdependenciasdelacasacolegial,losseisescolarescastigadosindicaronaPitouquedeberíapagarlessusdoshorasdeencierro,congastos,interesesycapital.

Pitoucomprendióquesetratabadeundueloalpugilato,y,aunqueestuvieselejosde haber estudiado el sexto libro de la Eneida, donde Darés y el viejo Entela seentregan a este ejercicio, con grandes aplausos de los troyanos fugitivos, conocíaaquelgéneroderecreo,quenoeradeltodoextrañoaloscampesinosdesupueblo.Declaró,pues,queestabadispuestoaentraren lizacontraaquéldesusadversariosquequieracomenzar,haciendofrentedespuésasusseisenemigos.Estadeclaracióncomenzóamerecerciertasconsideracionesdepartedelúltimollegado.SefijaronlascondicionestalcomolaspropusoPitou;formóseuncírculoalrededordelaliza,ylosadversarios, después de haberse despojado, el uno de su casaca y el otro de suchaqueta,avanzaronunocontraotro.

YahemoshabladodelasmanosdePitou:estasmanos,quenoeranagradablesdever, loeranmenosaúndesentir:elmuchachohacíagirarenlaextermidaddecadabrazounpuñovoluminosocomolacabezadeunniño,y,aunqueelboxnosehubieseintroducido aún en Francia, no teniendo Pitou, de consiguiente, ningún principioelementaldeestearte,pudoaplicarsobreelojodesuprimeradversariounpuñetazotanperfectamenteajustadoqueelórganovisualquedórodeadoalpuntodeuncírculoazulado,tangeométricocomosielmáshábilmatemáticohubiesetomadolamedidaconsucompás.

El segundo contrincante se presentó después: si Pitou tenía en contra suya lafatigadelprimercombate,suadversario,encambio,eravisiblementemenosrobustoque el primer antagonista; de modo que la lucha fue menos prolongada. El puñoformidable cayó sobre la nariz, y las dos fosas nasales revelaron desde luego lavalidezdelgolpe,dejandoescaparundoblechorrodesangre.

Eltercercompetidorsaliódelpasoconundienteroto;eraelmenosdeteriorado,losotrossedieronporsatisfechos.

Pitou salió del círculo, que se entreabrió con el respeto debido al vencedor, yretirósesanoysalvoasuhogar,omásbienaldesutía.

Aldíasiguiente,cuando los tresescolares llegarona laclase,elunoconelojoamoratado,elotrocon lanarizmaltratada,yel tercerocon los labioshinchados,el

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abate Fortier quiso abrir una información; pero los colegiales tienen también supundonor,yniunosolodeloslesionadosfueindiscreto;demodoquesolamenteporvíaindirecta,esdecir,poruntestigodelalucha,completamenteextrañoalcolegio,elabateFortiersupoaldíasiguientequePitoueraquienhabíahechoenelrostrodesusdiscípuloslosdesperfectosquelavísperaexcitaronsusolicitud.

Enefecto:elabateFortier respondíaa lospadres,no tansólode lamoral, sinotambiéndelfísicodesusalumnos.Habíarecibidolatriplequejadelastresfamilias;eranecesariaunareparación,ysecastigóaPitoucontresdíasdeencierro,unoporelojo,otroporlanariz,yelterceroporeldiente.

AquellostresdíasdeencierrosurgieronalaseñoraAngélicaunaingeniosaidea,cualfue ladesuprimiraPitousucomidasiemprequeelabateFortier leencerrara.Estamedida debía redundar necesariamente en beneficio de la educacióndePitou,puesto que se miraría dos veces antes de cometer faltas que exigieran un doblecastigo.

Pero Pitou no comprendió nunca bien porqué le habían llamado hablador, sindecirnada,yporqué lecastigaronporhaberpegadoa losque tratabandehacer lomismoconél.Sinembargo,sisecomprendiesetodoenelmundo,estoseríaperderunodelosprincipalesencantosdelavida,eldelmisterioydeloimprevisto.

Pitou sufrió su encierro de tres días, y durante ellos debió contentarse conalmorzarycenar.

Que se contentó no es la palabra, porque Pitou no estaba nada contento; peronuestralenguaestanpobreylaAcademiatansevera,queesprecisocontentarseconloquetenemos.

Sinembargo,aquelcastigosufridoporPitou,sindenunciarlaagresiónaquenohabíahechomásquecontestar,levaliólaconsideracióndetodos;aunqueesverdadque los tresmajestuosospuñetazosque le habíanvisto aplicar entrabanpor algunacosa,talvez,endichaconsideración.

A partir de aquel día, la vida de Pitou fue, poco más o menos, la de suscompañeros, sóloqueestosúltimospasabanpor lasconsecuenciasvariablesde susadelantos o atrasos; mientras que Pitou permanecía siempre en el mismo lugar,sufriendodoblenúmerodecastigosquelosdesuscondiscípulos.

Pero se ha de añadir una cosa que estaba en la naturaleza de Pitou, comoresultadodelaeducaciónprimeraquerecibió,omásbiendelaquenohabíarecibido;unacosaaquesedebíanatribuir,porlomenos,unatercerapartedelosencierrosquesufría:erasuinclinaciónnaturalalosanimales.

El famoso cofre a que su tía Angélica había dado el nombre de pupitre habíallegadoaser,graciasasuanchurayalosnumerososcompartimientosconquePitouhabía adornado su interior, una especie de arca de Noé, conteniendo un par dediversas especies de animales trepadores, rampantes o volantes: había lagartos,

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culebras,hormigas-leones,escarabajosyranas,animalestantosmáscarosparaPitoucuantoqueporellossufríacastigosmásomenosseveros.

Ensuspaseosdelasemana,Pitourecogíaespeciesparasucolecciónzoológica:habíadeseadosalamandras,muypopularesenVillers-Cotterets,porserlasarmasdeFrancisco I, que las hizo esculpir en todas las chimeneas, y no tardó en hallarlas;solamentelepreocupabamuchounacosa,yacabóporcomprenderlaenelnúmerodeaquéllasaquenoalcanzabasuinteligencia:eraquehabíaencontradosiempreenelagua estos reptiles, que, según pretenden los poetas, viven en el fuego. Estacircunstancia fue causa de que Pitou, amante de lo exacto, mirara con profundodesprecioalospoetas.

Pitou,dueñodedossalamandras,comenzóabuscaruncamaleón;peroestavez,todaslasexploracionesdelmuchachofueroninútilesyningúnresultadocoronósusesfuerzos;demodoquePitouacabópordeducirdesusinfructuosastentativasqueelcamaleónnoexistía,oque,porlomenos,habitababajootralatitud.

Determinadoestepunto,Pitounoseocupómásenbuscarelcamaleón.Las dos terceras partes de los encierros que Pitou sufría debíanse a los

condenadossolecismosya losbarbarismosmalditos,queaumentabanen los temasdelnuevoescolarcomolacizañaenloscamposdetrigo.

Encuantoalosjuevesydomingos,díasdevacación,Pitouseguíaempleándolosenlacharcayenlacaza;perocomoPitoucrecíasiempreyteníayacincopiescuatropulgadas a los dieciséis años de edad, sobrevino una circunstancia que distrajo unpocoaPitoudesusocupacionesfavoritas.

EnelcaminodelaBruyére-aux-LoupssehallasituadoelpueblodePisseleu,elmismo tal vez que ha dado su nombre a la hermosa Ana de Heilly, querida deFranciscoI.

En ese pueblo estaba la granja del padre Billot, y en el umbral de su puertahallábaseporcasualidad,casitodaslasvecesquePitoupasabayrepasaba,unalindajoven de diecisiete a dieciocho años, fresca, vivaracha y jovial, que se llamabaCatalina,peromásamenudoconocidaporlaBillota,delnombredesupadre.

PitoucomenzóporsaludaralaBillota,yluego,pocoapoco,atrevióseamirarlasonriendo,hastaque,al fin,ciertodía,despuésdesaludarlaydesonreír,detúvose,ruborizándose,yaventuróestafrase,queélconsiderabacomoungranatrevimiento:

—Buenosdías,señoritaCatalina.Lajoven,queeraunabuenamuchacha,acogióaPitoucomoantiguoconocido;y

éralo,enefecto,pueshacíadosotresañosqueleveíapasaryrepasarpordelantedelagranjaalmenosunavezalasemana;peroCatalinaveíaaPitou,yéstenosefijabaenella:eraporquecuandoPitoupasaba,Catalinateníadieciséisaños,yelmuchachosolamentecatorce:yahemosvistoloquesucediócuandoPitoutuvodosañosmás.

PocoapocoCatalinatuvoocasióndeapreciarlostalentosyhabilidadesdePitou,

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porqueésteleofrecíasusmejorespájarosylosconejosmásgordos,delocualresultóqueCatalinahizomuchoscomplidosaPitou,mostrándoseéstetantomássensibleaelloscuantoquenoestabaacostumbradoa recibirlos.Asíescómoelmuchachosedejó llevar de los encantos de la novedad, y, en vez de continuar como antes sumarcha hasta la Bruyére-aux-Loups, deteníase a medio camino; y, en lugar deocuparseduranteeldíaenrecogerbejucosytenderlazos,perdíaeltiemporondandoporlagranjadelpadreBillot,conlaesperanzadeverunmomentoaCatalina.

De esto resultó una disminuciónmuy sensible en el producto de las pieles deconejo,yunaescasezcasicompletadepetirrojosydealondras.

La tíaAngélica sequejaba,yPitou contestóque los conejos comenzabana sermuydesconfiados,yque lospájaros,habiendo reconocidoel lazo,bebíanahoraenloshuecosdelosárbolesydelashojas.

UnacosaconsolabaalatíaAngélicadeestainteligenciadelosconejosydeestaprevisióndelospájaros,queellaachacabaalosprogresosdelafilosofía;yeraquesusobrinoobtendríaelpremio,ingresaríaenelseminario,yalcabodetresañossaldríadeélconvertidoenabate.Ahorabien:seramadegobiernodeunabateeralaeternaambicióndelaseñoraAngélica.

Estaambiciónnopodíamenosdequedar satisfecha,puesÁngelPitou,unavezabate, estabaobligadoenciertomodoa tomara su tíapor amadegobierno, sobretododespuésdehaberhechosutíatantoporél.

Laúnicacosaqueperturbaba lossueñosdoradosde lapobresolteronaeraque,cuando hablaba de tal esperanza al abate Fortier, éste contestaba, encogiéndose dehombros:

—Apreciable señora Pitou, para ser abate, vuestro sobrino debería dedicarsemenosalahistorianaturalymuchomásalDevirisillustribusoalSelectceéprofanisscriptoribus.

—¿Locualquieredecir…?—preguntabalaseñoraAngélica.—Que comete muchos barbarismos, e infinitamente demasiados solecismos,

contestabaelabateFortier.ContestaciónquedejabaalaseñoraAngélicaenlavaguedadmásaflictiva.

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CapítuloIV

DELAINFLUENCIAQUEPUEDETENERENLAVIDADEUN

HOMBRE

UNBARBARISMOYSIETESOLECISMOS

Estos detalles eran indispensables al lector, cualquiera que fuere su grado deinteligencia,paraquepudiesecomprenderbientodoelhorrordelaposiciónenquePitouseencontró,unavezfueradelaescuela.

Con uno de sus brazos pendiente, y el otromanteniendo en equilibrio su cofresobrelacabeza;mientrasqueaunvibrabanensuoídolasinterjeccionesfuriosasdelabate Fortier, encaminábase hacia Pleux con un recogimiento que no era otra cosasinoelestuporenelmásaltogrado.

Porfin,unaideacruzóporsumente,ysuslabiospronunciarontrespalabrasqueencerrabantodosupensamiento:

—¡Jesús,mítía!Enefecto,¿quédiríalaseñoraAngélicaPitoualsaberqueeraprecisorenunciara

todassusesperanzas?Sinembargo,Ángelnoconocíalosproyectosdelasolteronasinocomolosperros

fieles e inteligentes conocen los de sus amos, es decir, por la inspección de lafisonomía. El instinto es un guía precioso, porque jamás engaña; mientras que elrazonamiento,porelcontrario,sepuedefalsearporlaimaginación.

Loque resultaba clarode las reflexionesdeÁngelPitou, y loquehabíahechosalir de sus labios la dolorosa exclamación que hemos citado, era que el escolaradivinabacuántoseríaeldescontentodelasolteronaalsaberlafatalnoticia.Ahorabien:yaconocíaporexperienciaelresultadodeldescontentodelaseñoraAngélica;pero esta vez la causa se levantaba almás alto grado, y las consecuencias debíanalcanzarunacifraincalculable.

He aquí bajo qué impresiónde temorPitou entró en elPleux.Había empleadocercadeuncuartodehoraenrecorrerelcaminoqueconducíadesdelagranpuertadelabateFortieralacalleenquelasolteronavivía,ysinembargo,eltrayectonoeramásquedetrescientospasos.

Enaquelmomento,elrelojdelaiglesiadiolauna.Entoncesechódeverquesuconversaciónsupremaconelabate,ylalentitudcon

que recorrió la distancia, le habían retardado sesentaminutos; demodo que hacíatreintaquehabíaterminadoelplazoderigor,pasadoelcualnosecomíaencasadelatíaAngélica.

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Yahemosdichocuálerael frenosaludableque lasolteronahabíaaplicadoa lavezalostristesencierrosyalosardimientoslocuacesdesusobrino;yasíeracomo,unañoconotro,economizabaunassesentacomidasacostadelpobrePitou.

Peroestavezloqueinquietabaalescolarretrasadonoeralaparcacomidadelatía,nomenosmezquinaqueelalmuerzo:Pitouteníaelcorazóndemasiadotristeparaechardeverquesuestómagoestabavacío.

Hayunespantososuplicio,bienconocidodelescolar,pormíseroquefuere,yeslapermanenciaindebidaenalgúnretiradolugar,despuésdeunaexpulsióncolegial;es la vocación definitiva y forzosa de que se debe aprovechar; mientras que suscondiscípulospasancon los librosdebajodelbrazopara ir al estudio cotidiano.Elcolegio,tanaborrecido,tieneentalesdíasunaformaagradable;elescolarseocupaseriamenteenelgranasuntodelostemasydelasversionesyhaymuchasrelacionesentre el discípulo despedido por su profesor, y aquél que ha sido excomulgado acausadesuimpiedad,quenotieneyaderechoparaentrarenlaiglesiayqueardeendeseosdeoírmisa.

Heaquíporqué, amedidaque seacercabaacasade su tía, lapermanenciaenaquéllaparecíaespantosaalpobrePitou;yporlaprimeravezdesuvidafigurábaseque laescuelaeraunParaíso terrenal,delqueel abateFortier, ángelexterminador,acababadeexpulsarleconsusdisciplinas,aguisadeespadaflamígera.

Sinembargo,pordespacioqueanduviese,yaunqueacadadiezpasoshicieraunaestación, prolongando más cada una de ellas a medida que se acercaba, no pudomenos de llegar a la puerta de aquella casa tan temida. Pitou tocó aquel umbralarrastrandolospies,mientrasquefrotabasumanocontraelpantalón.

—¡Ah! Estoy muy enfermo, tía Angélica —dijo, para evitar una burla o unareprensión,yacasotambiénparaquelecompadecieran.

—Bueno —contestó la solterona—, conozco tu enfermedad, y se curaráfácilmenteadelantandolaagujadelrelojhoraymedia.

—¡Oh!¡No,no!—exclamóamargamentePitou—.Puesnotengohambre.La tía Angélica quedó sorprendida y casi alarmada: una enfermedad inquieta

igualmentea lasbuenasmadresya lasmadrastras; lasprimerasporelpeligroqueaquéllasupone,ylassegundasporelperjuicioqueocasionaasubolsa.

—¡Puesbien;veamosquéhay,habla!—dijolatíaAngélica.Al oír estas palabras, aunque pronunciadas sin marcada simpatía, Ángel Pitou

comenzóa llorar,yconfesaremosque lamuecaquehizo,alpasarde laquejaa laslágrimas,fueunadelasmásfeasydesagradablesquepudieranverse.

—¡Oh,mibuenatía!—exclamó—.Mehasucedidounagrandesgracia.—¿Cuál?—¡Elseñorabatemehadespedido!—exclamóÁngelPitou,desahogándosecon

ruidososyprolongadossollozos.

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—¡Despedido!—repitiólaseñoraAngélica,comosinocomprendiera.—Sí,tíamía.—Y¿dedóndetehandespedido?—Delaescuela.YlossollozosdePitouredoblaron.—¿Delaescuela?—Sí,tíamía.—¿Parasiempre?—Sí,tía.—Y¿yanohabráexámenes,niconcurso,nibeca,niseminario?Los sollozos de Pitou se convirtieron en alaridos: la señora Angélica le miró,

comosiquisieraleerenelfondodesucorazónlascausasdeladespedida.—Apostemos—dijo—,quehashechonovillos;apostemosaquehasidoarondar

otravezporlagranjadelpadreBillot.¡Quélástima,unfuturoabate!Ángelmoviólacabeza.—¡Mientes! —gritó la solterona, cuya cólera iba en aumento a medida que

adquiríalacertidumbredequelasituacióneragrave—.¡Mientes!—repitió—,puesauneldomingotevieronenlaavenidadelosSuspirosconlaBillota.

LaseñoraAngélicaeralaquementía;peroentodotiempolosdevotossecreenautorizadosparaello,envirtuddeesteaxiomajesuítico:«Estápermitidoabogarporlofalsoparasaberloverdadero».

—No me han visto por la avenida de los Suspiros —dijo Ángel—; esto esimposible,puesnospaseábamosporelladodelNaranjal.

—¡Ah,desgraciado!¡Bienvesqueestabasconella!—Pero, tíamía—repusoÁngel sonrojándose—, aquí no se trata de la señorita

Billota.—¡Sí, llámalaseñoritaparaocultar tus ideas impuras!Peroyahablaréyosobre

estoalconfesor:deesaremilgada.—Pero,tía,osjuroquelaseñoritaBillotanoesunaremilgada.—¡Ah!¡Conque ladefiendes,siendo túquiennecesitaexcusarse! ¡Bien,yaveo

que os entendéis! ¡Dios mío, adonde vamos a llegar!… ¡Unos niños de dieciséisaños!

—Tíamía,muyalcontrariodeentendernos,Catalinaeslaquemeobligasiempreamarcharme.

—¡Ah!Yavescomotúmismotevendes,llamandoaesajovenCatalinaasecas.Sí,ellaeslaqueteecha,hipócrita…cuandoalguienlamira.

—¡Toma!—exclamóPitou, súbitamente iluminado—.Puesesverdad;nohabíapensadoenello.

—¡Ah!Yaloves—dijolasolterona,aprovechandolaingenuaexclamacióndesu

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sobrinoparademostrarlesuconvivenciaconlaBillota—;perodéjamehacer,queyoarreglaré todo eso. El señor Fortier es su confesor, y yo le rogaré que te encierrequince días, teniéndote a pan y agua durante este tiempo. En cuanto a la señoritaCatalinaBillota, si necesita el convento paramoderar la pasión que le inspiras, lotendrá.LaenviaremosaSaint-Remy.

La solterona pronunció estas últimas palabras con un tono de autoridad y unaconviccióndesupoder,quePitouseestremeció.

—Mibuenatía—repuso,uniendolasmanos—,juroqueosengañáissicreéisquelaseñoritaCatalinaentraporalgoenmidesgracia.

—Laimpurezaesmadredetodoslosvicios—interrumpiólaseñoraAngélicacontonosentencioso.

—Pero, tía, os repito que el señor abate no me ha despedido porque yo seaimpuro: solamente fue porque cometía demasiados barbarismos, mezclados consolecismos,quesemeescapabantambiéndevezencuando,haciéndomeperderasítodaprobabilidaddeganarlabecadelseminario.

—¿Toda probabilidad, dices? ¡Pues entonces no alcanzarás esa beca, ni serásabate,niyotampocotuamadegobierno!

—¡Diosmío,no,queridatía!—Y¿quéserádetientonces?—preguntólasolterona,fueradesí.—Nolosé—contestóPitou,levantandolosojosalcieloconexpresióndolorosa

—;seréloquelaProvidenciadisponga.—¿LaProvidencia? ¡Ah!,yaveo loquees—exclamó la señoraAngélica—, le

habrántrastornadolacabeza,habiéndoledelas ideasnuevas,y lehabráninculcadoprincipiosdefilosofía.

—Nopuedesereso,tía,puestoquenoesposiblecursarfilosofíahastadespuésdehaberaprendidoretórica,yatendidoquejamásmefueposiblepasardelterceraño.

—¡Chancéate,chancéate;peronoesésalafilosofíadequeyohablo:merefieroalafilosofíadelosfilósofos,desgraciado!HablodeladelseñorArouet,deladeJuanJacoboRousseau,ydeladeDiderot,quehaescritolaReligiosa.

LaseñoraAngélicahizolaseñaldelacruz.—¿LaReligiosa?—preguntóPitou—.¿Quéeseso,tíamía?—¿Lahasleído,desgraciado?—Osjuroqueno,tía.—YheaquíporquénotegustalaIglesia.—Osengañáis,tía:laIglesiaeslaquenomequiereamí.—¡Pero estemuchacho es una serpiente, y creo queme replica!—exclamó la

señoraAngélica.—No,tía:nohagomásquecontestar.—¡Oh! —continuó la solterona, con todas las señales del más profundo

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abatimiento,ydejándosecaersobresusillón—.¡Estemuchachosehaperdido!Estoeralomismoquedecir:«¡Estoyperdida!».El peligro era inminente, y la tía Angélica tomó una resolución suprema:

levantóse,comosiunresortehubieramovidosuspiernas,ycorrióacasadelabateFortierparapedirleexplicaciones,ysobretodoparaintentarelúltimoesfuerzo.

Pitousiguiócon losojosa su tíahastaelumbralde lapuerta;después,cuandohubo desaparecido, acercóse a ésta y vio a la solterona encaminarse, con unaceleridaddequeélnoteníaidea,hacialacalledeSoissons.DesdéaquelmomentoyanotuvodudadelasintencionesdelaseñoraAngélica,yquedóconvencidodequeibaacasadesuprofesor.

Deestemodo,Pitoutendría,por lomenos,uncuartodehorade tranquilidad,ypensó en utilizar aquel breve tiempo que la Providencia le concedía. Recogió losrestos de comida para alimentar a sus lagartos; cogió dos o tres moscas para sushormigas y sus ranas, y luego, abriendo sucesivamente la alacena y el armario,ocupóseenalimentarseasípropio,puesconlasoledadlehabíavueltoelapetito.

Adoptadastodasestasdisposiciones,volvióparaespiaralapuerta,afindenosersorprendidoporelregresodesusegundamadre.

ÉsteeraeltítuloquesedabaalaseñoraAngélica.MientrasquePitouacechaba,unajovenpasópordelantedelacasa,siguiendola

callejuelaqueconducíadesdelaextremidaddelacalledeSoissonsaladelacalledeLormet.Ibamontadaenlagrupadeuncaballocargadocondoscestos,unollenodepollosyelotrodepalomas:eraCatalina,quealveraPitouenelumbraldelapuertasedetuvo.

Pitou se sonrojó, según su costumbre, ydespuésquedóse con la boca abierta ymirando,o,mejordicho, admirando,pues la señoritaCatalinaeraparaél laúltimaexpresióndelabellezahumana.

Lajovenpaseóunamiradaporlacalle,saludóaPitouconunligeromovimientodecabezaycontinuósumarcha.

Pitoucontestó,estremeciéndosedeplacer.Esta breve escena tuvo precisamente la duración necesaria para que el escolar,

entregadodeltodoasucontemplación,ymirandosiempreelsitiodondehabíaestadola señorita Catalina, no echase de ver a su tía que regresaba de la casa del abateFortier,yquedeimprovisolecogiólamano,palideciendodecólera.

Ángel,despertandosobresaltadoenmediodesudulcesueño,por laconmocióneléctrica que le causaba siempre el contacto de la solterona, se volvió, mirandosucesivamenteelrostrodesutía,queexpresabaelenojo,ysupropiamano,enlaquevio con terror que conservaba la enormemitad de una torta, en la cual se habíanaplicado generosamente dos capas, sobrepuestas, de manteca fresca y de quesoblanco.

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La señora Angélica profirió un grito de furor, y Pitou una exclamación deespanto;latíalevantósumanoganchuda,yelsobrinoinclinólacabeza;lasolteronaempuñóelmangodeunaescobaquesehallabaasualcance.Pitoudejócaersutorta,yechóacorrersinmásexplicación.

Aquellos dos corazones acababan de entenderse: habían comprendido que nopodíaexistiryanadaentreellos.

La señora Angélica entró en su casa y cerró la puerta, dando dos vueltas a lallave, mientras que Pitou, a quien el crujido de la cerradura espantaba como unaconsecuenciadelatempestad,redoblósuligereza.

De esta escena resultó un efecto que la señora Angélica estaba muy lejos depreveryqueseguramentePitounoesperabatampoco.

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CapítuloV

UNLABRADORFILÓSOFO

Pitou corría como si todos los diablos del infierno le persiguieran, y en unmomentoestuvofueradelaciudad.

Aldoblar la esquinadel cementerio, estuvoapuntodedardenaricescontra lagrupadeuncaballo.

—¡Eh! —exclamó una dulce voz bien conocida de Pitou—. ¿Dónde vaiscorriendoasí,señorÁngel?PocohafaltadoparaqueCadetsedesboqueporelmiedoquelehabéiscausado.

—¡Ah,señoritaCatalina!—exclamóPitou,contestandoasupropiopensamientomás bien que a la pregunta de la joven—. ¡Ah, señoritaCatalina! ¡Qué desgracia,Diosmío,quédesgracia!

—¡Jesús, me espantáis! —dijo la joven, deteniendo su caballo en medio delcamino—.¿Quéocurre,señorÁngel?

—Ocurre—contestóPitou,comosifuesearevelarunmisteriodeiniquidades—,queyanoseréabate,señoritaCatalina.

—Pero, en vez de gesticular en el sentido que Pitou esperaba, la Billota dejóescaparunaruidosacarcajada.

—¿Quénoseréisabate?—preguntó.—No—repusoPitouconaireconsternado—,parecequeesimposible.—¡Puesbien!Entoncesseréismilitar—dijolajoven.—¿Soldado?—Sin duda. No hay que desesperarse por tan poca cosa, Diosmío. Yo creí al

prontoqueveníaisparaanunciarmelarepentinamuertedevuestratía.—¡Ah!—exclamó Pitou con sentimiento—. Paramí es exactamente lomismo

quesihubiesemuerto,puestoquemehaechadodesucasa.—Dispensad—repusoCatalina, sonriendo—, si osdigoque ahoraos faltará la

satisfaccióndepoderllorarla.YCatalinacomenzóareíramásymejor,locualescandalizódenuevoaPitou.—Pero ¿no habéis oído que acaba de despedirme? —replicó el escolar,

desesperado.—¡Puestantomejor!—dijolajoven.—Es una dicha poder reírse así, señorita Billot, y esto prueba que tenéis un

carácter muy agradable, puesto que las penas de los demás no os causan muchaimpresión.

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—Y ¿quién os dice que si os ocurriera una verdadera desgracia no oscompadecería,señorÁngel?

—¿Queme compadeceríais sime ocurriese una verdadera desgracia? ¡Pues nosabéisquenotengoyarecursos!

—¡Tantomejor!—volvióadecirCatalina.Pitounosabíayaquépensar.—¡Ycomer—exclamódepronto—,sobretodoyo,quetengosiemprehambre!—Pues¿noqueréistrabajar,señorPitou?—¡Trabajar!¿Yenqué?ElseñorFortierymitíaAngélicamehanrepetidomás

decienvecesqueyonoerabuenoparanada.¡Ah!Simehubiesenpuestodeaprendizcon un carpintero o un carretero, en vez de hacerme estudiar para ser abate.Decididamente—añadióPitou, conun ademándesesperado—,decididamentepesasobremíunaterriblemaldición.

—¡Aydemí!—exclamólajovencontonocompasivo,puesconocía,comotodoelmundo, la historia lamentable de Pitou—.Hay algo de verdad en lo que decís,apreciableseñorÁngel;pero…¿porquénohacéisunacosa?

—¿Cuál?—preguntóPitou,cogiéndosealafuturaproposicióndeCatalina,comoquiensecogeaunaramadesaucecuandoseahoga—.Decidpronto.

—Meparecequeteníaisunprotector.—Sí,eldoctorGilberto.—Eraiselcompañerodeclasedesuhijo,puestoquefueeducado,comovos,en

casadelabateFortier.—Yalocreo,yhastaimpedímásdeunavezquelezurraran.—¡Puesbien!¿Porquénoosdirigísasupadre?Seguramentenoosabandonará.—¡Diantre! Seguramente lo haría, si supiera lo que ha sido de él; pero tal vez

vuestro padre lo sepa, señorita Catalina, puesto que el doctor Gilberto es supropietario.

—Yo sé que le enviaba una parte del importe de los alquileres a América,depositandolaotraencasadeunnotariodeParís.

—¡Ah!—exclamóPitoususpirando—.Américaestámuylejos.—¿Iríais a América? —preguntó la joven, casi espantada de la resolución de

Pitou.—¿Yo, señorita Catalina? ¡Jamás, jamás! Si yo supiera dónde y cómo comer,

estaríaenFranciamuybien.—¡Muybien!—repitióCatalina.Pitou bajó los ojos, y la joven guardó silencio bastante rato; el escolar estaba

sumidoenmeditacionesquehubieranextrañadoalabateFortiercomohombrelógico.Estasmeditaciones, partiendodeunpuntooscuro, se aclararon; después fueron

confusas,aunquebrillantescomorelámpagoscuyoorigenestáoculto.

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Sinembargo,Cadethabíacontinuadosumarchaalpaso,yPitou iba juntoaél,con la mano apoyada en uno de los cestos. En cuanto a la señorita Catalina,meditabundaporsuparte,comoPitouporlasuya,dejabaflotarlasriendassintemerquesucaballosedesbocase.Porlodemás,nohabíaningúnmonstruoenelcamino,yCadeteradeunarazaquenoteníaningunarelaciónconloscaballosdeHipólito.

Pitousedetuvomaquinalmentecuandoelcaballodejódeandar.Habíanllegadoalagranja.

—¡Toma! ¡Eres tú, Pitou! —exclamó un hombre de poderosa corpulencia,plantadoconmuchoaplomodelantedeunabalsa,dondehacíabeberasucaballo.

—¡Ah!Sí,señorBillot,soyyomismo.—Otra desgracia que ha sufrido el pobre Pitou—dijo la joven apeándose, sin

mirarquesufalda,levantándoseunpoco,dejaraverelcolordelasligas—,sutíalehadespedido.

—Y¿quélehahechoaesaviejamarrullera?—preguntóéllabrador.—Parecequenosémuchodegriego—dijoPitou.¡Elmuytontosevanagloriaba!Delatíndebióhaberdicho.—¿Quenosabesbastantegriego?—repitióellabrador—.Y¿paraquénecesitas

saberlo?—ParaexplicaraTeócritoyleerlaIlíada.—¿YparaquéteserviríaexplicarTeócritoyleerlaIlíada?—Paraserabate.—¡Bah!—dijoelpadreBillot—.¿Séyoacasoelgriego,nitampocoellatín?¿Sé

yo siquiera el francés, ni tampoco escribir ni leer? Esto no me impide sembrar,recogeryalmacenar.

—Sí,perovos, señorBillot,nosoisabate, sinocultivador,agrícola,comodiceVirgilio:Ofortunatusnimium…

—Ybien;¿creestú,malniñodecoro,queuncultivadornovalgatantocomounclérigo, sobre todo cuando tiene sesenta fanegadas de tierra al sol y un millar deluisesalasombra?

—Siempremehandichoqueserabateeralomejordelmundo,aunqueescierto—añadióPitou,consusonrisamásagradable—,quenosiempreescuchéloquemedecían.

—Hicistebien,muchacho,puesyavesqueyocompongoversoscomocualquierotrocuandomeempeñoenello.Meparecequeeresdebastantebuenamaderaparahacer de ti algomejor que un abate, y que es una dicha que no te dediques a talcarrera,sobretodoenestemomento.Enmicalidaddelabrador,conozcolaépocaenquevivimos,yleadviertoqueeltiempoesmaloparalosabates.

—¡Bah!—exclamóPitou.—Sí —dijo el labrador—, te aseguro que habrá tempestad, y, por lo tanto,

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créeme.Túereshonrado,túeressabio…Pitousaludó,muysatisfechodequelellamaransabioporprimeravezensuvida.—Porlotanto—continuóellabrador—,puedesganartelavidasineso.LaseñoritaCatalina,descargandolospollosylaspalomas,escuchabaconinterés

eldiálogoentrePitouysupadre.—Ganarmelavida—replicóPitou—,estoescosaquemeparecemuydifícil.—¿Quésabeshacer?—¡Diantre! Sé tender lazos y poner cañas con liga; también imito muy

regularmenteelcantodelasaves.¿Noesverdad,señoritaCatalina?—¡Oh!Encuantoaesoesmuyverdad:cantacomounpinzón.—Sí;perotodoesonoesunoficio—replicóelpadreBillot.—¡Esoesloqueyomedigo,pardiez!—Veoquejuras:estoesbueno.—¿Yohejurado?—preguntóPitou—.Ospidomilperdones,señorBillot.—¡Oh!Nohayporqué—repusoellabrador—,puesyolohagotambiénalgunas

veces. ¡TruenodeDios!—exclamódepronto,volviéndosehacia sucaballo—.¿Teestarás quieto? Estos diablos de percherones —añadió—, quieren estar siempreretozando o agitándose. Veamos —continuó, volviéndose otra vez hacia Pitou—,¿eresperezoso?

—Nolosé;solamentemeocupabadellatínydelgriego,y…—¿Yqué?—Ydebodecirquenomeentrabamucho.—Tantomejor—dijoBillot—,estopruebaquenoerestananimalcomoyocreía.Pitou abrió los ojos desmesuradamente; era la primera vez que oía expresar

semejante orden de ideas, subversivo de todas las teorías que le habían enseñadohastaentonces.

—Pregunto—dijoBillot—,sieresduroalafatiga.—¡Oh!Alafatiga—dijoPitou—.Estoesotracosa.No,no:andaríadiezleguas

sincansarme.—Bueno,yaes algo—repusoBillot.Haciéndoteenflaquecer enalgunas libras,

llegarásacorrer.—¡Enflaquecer!—exclamóPitou,mirandosudelgadocuerpo,suslargosbrazos

huesososysuslargaspiernasarqueadas—.Amímeparecía,señorBillot,queestababastanteflacoasí.

—Enverdad, amigomío—repusoel labrador, soltando la carcajada—,eresuntesoro.

TambiéneraéstalaprimeravezquePitouseveíaestimadoentanaltoprecio,yasíesqueibadesorpresaensorpresa.

—Escúchame—dijoelpadreBillot—;yopreguntosieresperezosoeneltrabajo.

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—¿Quétrabajo?—Eltrabajoengeneral.—Nolosé,porquejamáshetrabajado.Lajovencomenzóareírse;peroestavezellabradortomólacosaporloserio.—¡Esospícarosdecuras!—dijo,amenazandoconsurobustopuñolaciudad—.

Heaquícomoeducanalajuventudenlaholgazaneríaylainutilidad.¿Dequépuedeservir,preguntoyo,semejantemocetónparaayudarasushermanos?

—¡Oh!Noparagrancosa—dijoPitou—,bienlosé;mas,porfortuna,notengohermanos.

—Por hermanos —repuso Billot—, entiendo todos los hombres en general.¿Quieresdecir,porventura,queéstosnosonhermanostuyos?

—¡Oh!Sítal:esodiceelEvangelio.—Ytusigualestambién—continuóellabrador.—¡Ah!Estoesotracosa—repusoPitou—.Siyohubierasidoeligualdelabate

Fortier,nomehubierasacudidotanamenudoconlasdisciplinasylaférula;ysiyohubierasidoeligualdemitía,nomehabríadespedido.

—Te digo que todos los hombres son iguales—replicó el labrador—, y muyprontoseloprobaremosalostiranos.

—Tyrannis!—replicóPitou.—Ylapruebaes—continuóBillot—,queteadmitoenmicasa.—¡Quemeadmiteensucasa,queridoseñorBillot!¿Noosburláisdemíaldecir

semejantecosa?—No.Veamosloquenecesitasparavivir.—¡Diantre!Treslibrasdepandiarias,pocomásomenos.—¿Yconelpan?—Unpocodemantecaodequeso.—¡Vamos, vamos—dijo el labrador—; ya veo que no será difícil alimentarte!

Puesbien:tedaremosdecomer.—Señor Pitou—dijo Catalina—, ¿no tenéis ninguna otra cosa que decir a mi

padre?—¡Yo,señorita!¡Oh!¡No,no!—Pues¿paraquéhabéisvenidoaquí,entonces?—Porqueveníaistambién.—¡Ah!Estoesunagalantería;masnoaceptoelcumplidosinopor loquevale.

Habéisvenido,señorPitou,parapediramipadrenoticiasdevuestroprotector.—¡Ah!Escierto—exclamóPitou—.Extrañoesquesemehayaolvidado.—¿QuiereshablardeldignoseñorGilberto?—preguntóellabradorconuntono

queindicabalaprofundaconsideraciónquelemerecíasupropietario.—Precisamente—contestóPitou—;peroyanolonecesito,y,puestoqueelseñor

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Billotmeadmiteensucasa,puedoesperartranquilamentesuregresodeAmérica.—Entalcaso,amigomío,nohabrásdeaguardarlargotiempo,porqueyaestáde

vuelta.—Y¿cuándoharegresado?—No lo séapunto fijo;masno ignoroqueestabaenelHavreochodíashace,

puestengoahíunpaquetequemeenvióalllegar,yquemeentregaronestamañanaenVillers-Cotterets.Heaquílaprueba.

—Y¿quiénnohadichoqueeradeél,padremío?—preguntólajoven.—¡Pardiez!¿Nohabíaunacartaenelpaquete?—Dispensad, padre—repuso Catalina sonriendo—; pero yo creí que usted no

sabíaleer;ledigoestoporquesealabasiempredenosaber.—¡Oh!¡Yalocreoquemevanagloriodeello!Quieroquesepuedadecirqueel

padreBillotnodebenadaanadie,nisiquieraaunmaestrodeescuela,yquehahechosufortunaporsísolo.Estoesloqueyoquieroquesepuedadecir.Yahoraañadiréque no soy yo quien ha leído la carta, sino el sargento de la gendarmería, al queencontrécasualmente.

—Y ¿qué os dice esa carta, padre mío? —preguntó Catalina—. Está siemprecontentodenosotros,¿noesverdad?

—Juzgaportimisma.Yellabradorsacódesucarteradecuerounacartayselapresentóasuhija.Catalinaleyó:

ApreciableseñorBillot:LlegodeAmérica,dondehevistounpueblomásrico,másgrandeymásfelizque

elnuestro,locualsedebealhechodeserlibremientrasquenosotrosnolosomos.Pero también avanzamos hacia una nueva era, y es preciso que cada cual trabajepara apresurar la llegada del día en que la luz brillará por fin. Conozco losprincipiosqueprofesáis,apreciableseñorBillot;ysécuántainfluenciatenéissobreloslabradores,vuestroscofrades,ysobretodaesavalerosapoblacióndeobrerosydecampesinossobrelacualmandáis,nocomorey,sinocomopadre.Inculcadleslosprincipios de abnegación y fraternidad que he reconocido en vos. La filosofía esuniversal,ytodosloshombresdebenleersusderechosysusdeberesalaluzdesuantorcha.Osenvíounfolletoenelcualseconsignantodosesosderechosydeberes.Estefolletoesmío,aunquenolleveimpresominombre,yesperoquepropagaréislosprincipios expuestos, que son los de la igualdad universal, leyéndolo en alta vozdurante las largas veladas del invierno. La lectura es el pasto de la inteligencia,comoelpaneselalimentodelcuerpo.

Uno de estos días os haré una visita para proponeros un nuevo sistema delabranzamuyusadoenAmérica.Consisteenrepartirlacosechaentreelarrendador

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y el propietario, lo cual me parece más conforme con las leyes de la sociedadprimitiva,ysobretodoconladeDios.

Saludyfraternidad.

HonoratoGilberto

—¡Oh,oh!—exclamóPitou—,heaquíunacartabienredactada.—¿Noesverdadquesí?—preguntóBillot.—Sí, querido padre —dijo Catalina—; pero dudo que el sargento de la

gendarmeríaseadelmismoparecer.—Y¿porqué?—Porque me parece que esta carta puede comprometer, no tan sólo al doctor

Gilberto,sinoavosmismo.—¡Bah! —repuso Billot—, siempre tienes miedo. Pero esto no impide que

tengamos aquí el libro, y también una ocupación para Pitou. Por la noche leerás,muchacho.

—¿Ydedía?—Dedíaguardarásloscarnerosylasvacas,yahoraheaquíelfolleto.Yellabradorsacódesuspistolerasunodeesosfolletosdecubiertaroja,comolos

que se publicaban en gran número en aquella época, con o sin permiso de laautoridad.

Sóloque,enesteúltimocaso,elautorseexponíaaserenviadoapresidio.—Dimeahora,Pitou,cuáleseltítulo,paradarleaconocerantesdehablardela

obra.Yameleeráseltextomástarde.Pitouleyóenlaprimerapáginaestaspalabras,queelusohahechobienvagase

insignificantes después; pero que en aquella época tenían profunda resonancia entodosloscorazones:

—DelaIndependenciadelHombreydelaLibertaddelasNaciones.—¿Quédicesaeso,Pitou?—preguntóellabrador.—Digo,señorBillot,que,enmiconcepto,independenciaylibertadsonlamisma

cosa,yquemiprotector sería expulsadode la clasedel señorFortierpor causadepleonasmo.

—Pleonasmoono,ésteesellibrodeunhombredigno—replicóBillot.—Noimporta,padremío—dijoCatalina,guiadaporeseadmirableinstintodelas

mujeres,ocultadle,oslosuplico,porque,delocontrario,osdaráalgúndisgusto.Yotiemblosóloalverle.

—Y ¿por quéme ha de perjudicar amí, puesto que no le ha ocurrido nada alautor?

—¿Y qué sabéis, padre mío? Ocho días hace que se escribió esa carta, y elpaquete no debe haber tardado tanto tiempo en llegar desde el Havre aquí. Yo

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tambiénherecibidounacartaestamañana.—¿Dequién?—DeSebastiánGilberto,quenoshaescritotambién;hastameencargaquediga

muchascosasasuhermanodelechePitou;perosemehabíaolvidadolacomisión.—¿Ybien?—DicequehacetresdíasseesperaenParísasupadre,elcualnohallegadoy

debíaestarallíya.—La señorita tiene razón —dijo Pitou—; me parece que esta tardanza debe

inquietar.—¡Cállate, miedoso, y lee el folleto del doctor! —dijo el padre Billot—; así

llegarásaser,nosolamentesabio,sinohombre.Sehablabaasíentoncesporqueseestabaenelprefaciodeaquellagranhistoria

griegayromanaque lanaciónfrancesacopiódurantediezañosen todassus fases:abnegaciones,destierros,victoriasyesclavitud.

Pitoucolocóellibrodebajodesubrazocontansolemneademán,queacabódeganarseelcorazóndellabrador.

—Yahora—dijoBillot—,sepamossihascomido.—No, señor —contestó Pitou, conservando la actitud semirreligiosa y

semiheroicaquehabíatomadodesdequerecibióellibro.—Precisamenteibaacomercuandoledespidieron—dijoCatalina.—¡Puesbien!—continuóellabrador—,veapediralamadreBillottupartedelo

quesecomeenlagranja,ymañanaentrarásenfunciones.PitoudiolasgraciasaBillotconunaelocuentemirada,yconducidoporlajoven

entró en la cocina, dependencia que estaba bajo la dirección absoluta de la señoraBillot.

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CapítuloVI

BUCÓLICAS

La señora Billot era unamamá obesa, de treinta y cinco a treinta y seis años,redonda como una bola, frescachona y de carácter muy cordial; trotando siempredesde el palomar al corral, desde el establo de los carneros al de las vacas;inspeccionando las ollas, los hornillos y el asado, como un general experto susacantonamientos; juzgando de un solo golpe de vista si todo estaba en su sitio;asegurándosetansóloporelolorsieltomilloyellaurelestabandistribuidosenlascacerolasensuficientescantidades;ymurmurandoporcostumbre,perosinlamenorintención de que esto fuese desagradable, la señora Billot honraba a su esposo,considerándolecomoelmayorpotentado.AmabaasuhijasindudamásquemadamedeSeyignéamadamedeGriñán,ytratabamuybienalosjornaleros,dándolesmejoralimentoqueeldeningunaotralabradora,endiezleguasalaredonda.PoresohabíacompetenciaparaentrarencasadelseñorBillot,mas,pordesgracia,lomismoaquíqueenelcielo,llamábaseamuchosyseelegíanpocos,comparativamentealosquesepresentaban.

Ya hemos visto que Pitou, sin ser llamado, fue elegido: era una dicha que élapreció en su justo valor, sobre todo al ver el mollete dorado que ponían a suizquierda,eljarrodesidracolocadoasuderecha,yelpedazodecarnedecerdoqueteníaantesí.Desdelaépocaenqueperdiósupobremadre,yhacíayadeestocincoaños,Pitounohabíadisfrutadodesemejanteración,niaunenlosdíasdegranfiesta.

Por eso el joven, poseído de agradecimiento, a medida que devoraba el pan,humedeciendoconsidralastajadas,sentíaaumentarlaadmiraciónqueleinfundíaelpadreBillot, el respetoqueyaprofesabaa sumujer, y el amorque le inspiraba suhija. Tan sólo una cosa le molestaba, y era la humillante ocupación a que debíaentregarseeldíaenquehubieradeguardarloscarnerosylasvacas,funcióntanpocoen armonía con la que le estaba reservada para la noche, la cual tenía por objetoinstruir a la humanidad en los más elevados principios de la sociabilidad y de lafilosofía.

EnestopensóPitoudespuésdecomer;peroaunenestameditación,lainfluenciade labuenacomida sedejó sentir, yPitou comenzóa considerar las cosasbajounpunto de vista muy diferente del que se representaba mientras estuvo en ayunas.Aquellas funciones de guardián de carneros y de conductor de vacas, que élconsideraba tan humillante para su persona, le hacían pensar en los dioses ysemidioses.

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Apolo,enuna situacióncasi semejantea la suya,esdecir, arrojadodelOlimpoporJúpiter,comoél,Pitou,habíasidoexpulsadodePleuxporlatíaAngélica;Apolo,decimos,sehizopastorycuidódelosrebañosdeAdmeto,aunquetambiénesverdadqueesteúltimoeraunreypastor,mientrasqueApolofueundios.

Hérculeshabíasidoguardiándevacas,opocomenos,puestoque,segúndicelamitología,habíatiradodelacolaalasvacasdeGerion,yatendidoque,conduciresosanimalesporlacolaoporlacabeza,noesmásqueunadiferenciaenlascostumbresdel que las dirige; esto no puede impedir que, bien mirado, sea un conductor devacas,esdecir,unvaquero.

Aunhaymás:aquelTitiroechadoalpiedeunhaya,delqueVirgilionoshablayquesefelicitaentanhermososversosdelreposoqueAugustolehaconcedido,eraunpastor también; y, por último, pastor era asimismo aquelMelibeoque se queja tanpoéticamentealabandonarsushogares.

Adecirverdad,todosaquellospersonajeshablabanbastantebienellatínparaserabates,y,sinembargo,preferíanverasuscabraspacerelcítiso[2],másbienquedecirmisa y cantar vísperas; de modo que era preciso que el oficio de pastor tuviesetambiénsusencantos.Porotraparte,¿quiénimpedíaaPitoucomunicarleladignidadylapoesíaquehabíaperdido,quiénleimpedíaproponercertámenesdecantoalosMenalcosylosPalemonesdelospueblosdelascercanías?Seguramentequenadie.Pitouhabíacantadomásdeunavezalfacistol,y,anohabérselesorprendidoenciertaocasión,bebiéndoseelvinodelasvinagrerasdelabateFortier,queconsuordinariaenergía le destituyó de su dignidad de niño de coro en el mismo instante, aqueltalentopodíahaberleconducidolejos.Nosabíatocarelcaramillo,esverdad,perosíelpiporroentodoslostonos,quedebíaparecersebastante.Nosecortabaélmismosuflautacontubosdedimensionesdesiguales,comolohacíaelamantedeSyrinx;peroconmaderadetiloydecastañoconstruíasilbatos,cuyaperfecciónlevalieron,másde una vez, los aplausos de sus compañeros. Pitou podía, pues, ser pastor sinrebajarsemucho; no descendía a tal estado, que tan poco se aprecia en las épocasmodernas,sinoqueloelevabahastaél.

Por lo demás, los apriscos estaban bajo la dirección de la señoritaBillot, y nopodíaconsiderarcomoórdeneslasquepronunciaranloslabiosdeCatalina.

Pero,asuvez,lajovenvelóporladignidaddePitou.Aquellamismanoche,cuandoÁngelseacercóaCatalinaparapreguntarleaqué

hora debía marchar a reunirse con los pastores, la hija del labrador le contestósonriendo:

—Nomarcharéis.—Y¿cómoeseso?—preguntóPitou,admirado.—Hepodidohacerentenderamipadrequelaeducaciónquehabéisrecibidoera

demasiadosuperiorparalasfuncionesaqueosdestinaba,y,porlotanto,osquedaréis

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aquí.—¡Ah!Tantomejor—exclamóPitou—.Deestemodonomesepararédevuestro

lado.Al ingenuomancebo se le había escapado la exclamación;más apenas la hubo

pronunciadosesonrojóhastalasorejas;mientrasqueCatalina,porsuparte,inclinabalacabezaysonreía.

—¡Ah! Dispénseme, señorita —añadió—, pues he dicho esas palabras bien apesarmío,ynodebéisenojarosporeso.

—Nomeenojo, señorPitou—contestóCatalina—,yno es culpavuestra si oscomplacepermaneceramilado.

Siguióseunapausa,locualnoteníanadadeextraño.¡Sehabíandicholospobresmuchachostantascosasentanpocaspalabras!

—Pero—observóPitou—,nopuedopermanecerenlagranjasinhacernada.¿Enquémeocuparéaquí?

—Haréis loqueyohacía; encargarosde lasescrituras, llevar lascuentasde losjornalerosynotadelosgastoseingresos.Sabéiscalcular,¿noesasí?

—Sélascuatroreglas—contestóorgullosamentePitou.—Unamásqueyo—dijoCatalina—,puesnuncapudepasardelatercera.Bien

veisquemipadreganará teniéndoosporcontador,comoyoganarépormiparte,yvosporlavuestra:todosquedaránbeneficiados.

—Y¿enquéganaréis,señorita?—preguntóPitou.—Ganarétiempo,yasípodréhacermesombrerosparaestarmáslinda.—¡Ah! —exclamó Pitou—. Me parece que ya lo sois bastante sin sombrero

ninguno.—Puedeser;peroéstaesvuestraopiniónparticular,—repusolajovensonriendo

—,sincontarquenopuedoirabailareldomingoaVillers-Cotteretssinllevarenlacabezasombreroocosaqueseleparezca.Solamentelasgrandesdamassonlasquetienenderechoparaempolvarseeirconlacabezadescubierta.

—Pues a mí me parecen vuestros cabellos más hermosos que si estuvieranempolvados—dijoPitou.

—¡Vamos,vamos!Yaveoqueestáisendisposicióndehacermecumplidos.—No,señorita,noséhacerlos,porqueencasadelabateFortiernoseenseñaba

esto.—Y¿seaprendíaabailar?—¡Abailar!—preguntóPitouconasombro.—Sí,abailar.—¡AbailarencasadelabateFortier!¡Jesús,señorita!…¡Ah,sí,noeramalbaile!—¿Esdecirquenosabéisbailar?—repusoCatalina.—No—contestóPitou.

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—Pues bien:me acompañaréis el domingo al baile y veréis bailar al señor deCharny,queesquienmássedistingueentretodoslosjóvenesdelosalrededores.

—Y¿quiéneseseseñordeCharny?—preguntóPitou.—EselpropietariodelcastillodeBoursonne.—Y¿bailaráeldomingo?—Sinduda.—Y¿conquién?—Conmigo.ElcorazóndePitouseoprimiósinquesupieraporqué.—Entonces—repuso—,¿parabailarconélqueréisengalanaros?—Parabailarconél,conlosdemásycontodoelmundo.—¿Menosconmigo?—Y¿porquénoconvos?—Comoyonosé.—Puesyaaprenderéis.—¡Ah!Si quisierais enseñarme, señoritaCatalina, aprenderíamuchomejorque

viendobailaralseñordeCharny:yoosloaseguro.—Ya veremos eso —dijo Catalina—. Entretanto, ya es hora de acostarnos.

Buenasnoches,Pitou.—Muybuenas,señoritaCatalina.HabíabuenoymaloenloquelajovenhabíadichoaPitou:lobuenoeraquese

habíaelevado,desdelasfuncionesdepastorydevaquero,alasdetenedordelibros;lomalo,quenosabíabailar;mientrasqueelseñordeCharny,aldecirdeCatalina,bailabamejorquetodoslosdemás.

PitousoñótodalanochequeveíaalseñordeCharnybailandoyquelohacíamuymal.

Al día siguiente, el joven comenzó a trabajar bajo la dirección de Catalina:entonceslellamólaatenciónunacosa,yesqueconciertosmaestroselestudioeramuyagradable.Alcabodedoshorasestuvodeltodoalcorrientedesutrabajo.

—¡Ah, señorita!—dijo—. Sime hubierais enseñado el latín, en vez de sermimaestroelabateFortier,creoquenohubieracometidobarbarismos.

—Y¿hubieraissidoabate?—Sí,sí,señorita,abate.—Demodo que ¿os habríais encerrado en un seminario, donde jamás hubiera

podidoentrarunamujer…?—¡Toma!—exclamóPitou—.Nuncahabíapensadoenesto,señoritaCatalina…

puesprefieronoserabate…AlasnueveentróencasaelpadreBillot,quienhabíasalidoantesdequePitouse

levantase.Todoslosdías,alastresdelamadrugada,ellabradorestabapresenteala

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salida de sus caballos y de sus carreteros; después recorría los campos hasta lasnueve,paraversitodalagenteestabaensupuestoysicadacualseocupabaensutrabajo; luego iba a su casa para almorzar, y salía de nuevo a las diez; a la unaservíaselacomida,y,terminadaésta,lashorasdelatarde,asícomolasdelamañana,sepasabaneninspección.Deestemodo,losasuntosdelpadreBillotmarchabanalasmilmaravillas,y,segúnhabíadicho,poseíaunassesentafanegadasdetierraalsol,yunmillardeluisesalasombra;yhastaesprobableque,sisehubieracontadobien,yquesiPitouhubiesehechoelcálculo,envezdedistraersedemasiadoporlapresenciaorecuerdodelaseñoritaCatalina,sehabríanencontradoalgunosluisesyfanegadasdetierramásdelosquehabíacontadoelbuenodeBillot.

Duranteelalmuerzo,ellabradoranuncióaPitouquelaprimeralecturadelaobradel doctor Gilberto se verificaría dos días después en la granja, a las diez de lamañana.

Pitouobservóentonces tímidamentequeestahoraera lade lamisa;peroBillotcontestó que precisamente había señalado las diez de lamañana para probar a susobreros.

YahemosdichoqueelpadreBilloterafilósofo.Aborrecía a los curas, considerándolos comoapóstolesde la tiranía;y teniendo

ahoraocasióndeelevaraltarcontraaltar,aprovechábalaapresuradamente.LaseñoraBillotyCatalinaaventuraron tambiénalgunasobservaciones;peroel

labradorcontestóquelasmujeresiríanaoírmisasilodeseabanasí,atendidoquelareligiónsehabíahechoparaellas;peroqueloshombresoiríanlalecturadelaobradeldoctorosaldríandesucasa.

ElfilósofoBilloteramuydéspotaensucasa;solamenteCatalinateníaprivilegioparalevantarlavozcontrasusdecisiones;perosiestasúltimaserancosaresueltaenelánimodellabradorparaquecontestaseaCatalinafrunciendoelceño,lajovensecallabacomolosdemás.

PeroCatalinapensósacarpartidodelascircunstancias,enprovechodePitou.Allevantarsedelamesa,hizopresenteasupadreque,paradecirtodaslasbuenascosasque iba a leer, el joven estaba muy pobremente vestido; que hacía las veces demaestro,puestoqueéleraquieninstruía,yqueelmaestronodebíatenermotivoparasonrojarsedelantedesusdiscípulos.

BillotautorizóasuhijaparaentenderseconelseñorDulauroy,sastreenVillers-Cotterets.

Catalinateníarazón,puesunnuevotrajenoeracosadelujoparaelpobrePitou:elpantalónque llevabaera siempreaquélque lemandóhacer, cincoañosantes, eldoctor Gilberto, pantalón que, siendo demasiado largo, era ahora excesivamentecorto;peroque—forzosoesdecirlo—,sehabíaprolongadoendospulgadasporaño,graciasa lasolicitudde laseñoraAngélica.Encuantoalchaquetóny reemplazado

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por el capotón de sarga con que nuestro héroe fue presentado a los ojos de mislectoresdesdelasprimeraspáginasdeestahistoria.

Pitounohabíapensadonunca en el tocador; el espejo era cosadesconocida encasa de la señora Angélica; y no teniendo, como el bello Narciso, las primerasdisposicionesparaenamorarsedesípropio,aPitounoseleocurriónuncamirarseenlasfuentesdondecolocabasuslazos.

Pero desde el instante en que la señorita Catalina le habló de acompañarla albaile, desde el momento en que fue cuestión del señor de Charny, aquel elegantejoven; desde la hora en que se trató de los sombreros con que Catalina pensabaaumentarsusencantos,Pitousemiróenunespejo,y,contristadodeldeteriorodesupantalón, preguntóse de qué manera podría él también agregar alguna cosa a suscualidadesfísicasnaturales.

Por desgracia, Pitou no había podido contestarse sobre este punto, pues eldeterioro era general en su ropa; para tener un traje nuevo se necesitaba dinero, yPitounohabíaposeídoensuvidauncuarto.

BienhabíavistoÁngelque,paradisputarelpremiodelaflautaodelapoesía,lospastores se coronabande rosas;peroPitoupensabacon razónqueesta corona,porbienquesentasealaexpresióndesurostro,noharíamásquerealzarlapobrezadesutraje.

Pitou, pues, quedó sorprendido de una manera muy agradable, cuando eldomingo,alasochodelamañanaenelmomentoenquemeditabasobrelosmediosdeengalanarsupersona,elsastre,entrandodepronto,dejósobreunasillaunalevita,uncalzónazulcelesteyungranchalecoblancoconlistasdecolorderosa.

Almismotiempo,lalenceraentrótambiénparadejarsobreunasilla,frentealaprimera, una camisa y una corbata; si la primera sentaba bien, tenía orden deconfeccionarmediadocena.

Eralahoradelassorpresas:detrásdelalenceraaparecióelsombrerero,elcualllevabaunpequeñotricorniodeúltimamoda,muybienhechoyelegante,delomejorque se confeccionaba en casa del señor Cornú, primer sombrerero de Villers-Cotterets.

Llevabatambiénunencargodelzapatero,queeradejaralospiesdePitouunpardezapatosconhebillasdeplata,hechosexpresamenteparaél.

Pitounovolvíaensídesuasombro,nipodíacreerque todasaquellas riquezasfuesen para él. En sus sueños más exagerados, no se hubiera atrevido a desearsemejanteequipo:lágrimasdeagradecimientohumedecieronsuspárpados,ytansólopudo murmurar estas palabras: ¡Oh señorita Catalina, señorita Catalina! ¡Jamásolvidaréloquehacéispormí!

Todo aquellos iba a las mil maravillas, como si el sastre hubiese tomado lamedidaaPitou,ysolamenteloszapatosresultaronunamitadmáspequeñosdeloque

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debían,porqueelseñorLaudereau,elzapatero,sehabíaguiadoporelpiedesuhijo,elcualcontabacuatroañosmásquePitou.Estasuperioridaddeljoven,sobreelhijodel zapatero, enorgulleció un instante a nuestro héroe; pero este sentimiento deorgullo se modificómuy pronto por la idea de que le sería preciso ir al baile sinzapatos,oconlosviejos,quenocuadraríanconsutraje.Sinembargo,estainquietudfue de corta duración, pues un par de zapatos que se enviaba almismo tiempo alpadreBillotremediólafalta:porfortuna,ellabradoryPitouteníanelmismopie,delocualnosedijonadaaBillotportemordehumillarle.

MientrasquePitousedisponíaavestiraquelsuntuosotraje,elpeluqueroentró.LoprimeroquehizofuesepararloscabellosamarillosdePitouentrespartes:unadeellas,lamásabundante,debíacaersobrelaespaldaenformadecola;ylasotrasdosteníanpormisiónacompañaralassienesbajoelnombredeorejasdeperro:espocopoético;pero¿quélehemosdehacer,siasísellamaban?

Ahora, confesemos una cosa, y es que cuando Pitou, peinado, rizado, con sulevita,sucalzónazul,suchalecoblanco,sucamisaconchorrera,sucolaysusorejasdeperro, semiróenelespejo, lecostómucho reconocerseasípropio,ysevolvióparamirarsiAdonisenpersonanohabríabajadounmomentoalatierra.

Estabasolo;sonriócongracia,yaltalacabeza,yconlasmanosenlosbolsillos,seirguiódepuntillas,diciendo:

—¡AhoraveremosaeseseñordeCharny!…CiertoqueÁngelPitou,consunuevotraje,seasemejaba,comodosgotasdeagua

entresí,noaunpastordeVirgilio,sinoaunpastordeVatteau.Asíesque,elprimerpasoquePitoudioalentrarenlacocinadelagranja,fueun

triunfo.—¡Oh!¡Veausted,mamá,québienestáPitouasí!…—exclamóCatalina.—Laverdadesquenoselereconoce—dijolaseñoraBillot.Por desgracia, para el conjuntoquehabía llamado la atencióndeCatalina, esta

últimapasóalosdetalles,yPitouparecíaenellosmenosbienqueenelconjunto.—¡Oh! —exclamó Catalina—. ¡Qué grandes tenéis las manos! Es cosa muy

particular.—Sí—contestóPitou—,tengograndesmanos,¿noesverdad?—Yvoluminosasrodillas.—Estopruebaquedebocrecer.—Puesmeparecequeyasoisbastantealto,señorPitou.—Noimporta,aunloserémás,puestansólotengodiecisieteañosymedio.—Yosfaltanpantorrillas.—¡Ah!Estoesverdad;notengo,perotambiéncrecerán.—Esdeesperarasí—repusoCatalina—.Enfin,estáismuybienasí.Pitousaludó.

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—¡Oh,oh!—exclamóelpadreBillotalentrar,mirandoaPitouasuvez—.¡Quéguapoestásasí,muchacho!QuisieraquetutíaAngélicatevieseenestemomento.

—Yotambién—dijoPitou.—Presumoloquediría—repusoellabrador.—Nodiríanada,sinoquerabiaría.—Pero,papá—observóCatalinaconciertainquietud—,¿notendríaderechopara

reclamarle?—No,puestoquelehadespedido.—Yademás—dijoPitou—,loscincoañoshanpasadoya.—¿Quécincoaños?—preguntóCatalina.—LosquepagóeldoctorGilberto,dejandomilfrancos.—Conque¿habíadejadomilfrancosatutía?—Sí,sí,paraquehicieramiaprendizaje.—¡Ésesíqueesunhombre!—exclamóellabrador—.¡Cuandopiensoquetodos

los días oigo contar cosas semejantes! Debes estarle agradecido toda tu vida —añadió,haciendounademánconlamano.

—Queríaqueyoaprendieseunoficio—dijoPitou.—Y tenía razón; pero he aquí cómo las buenas intenciones se desnaturalizan.

Dejanmilfrancosparaqueelmuchachoaprendaunoficio,y,envezdeenseñárselo,le llevan a casa de un clérigo que quiere convertirle en seminarista. Y ¿cuánto lepagabaalabateFortier?

—¿Quién?—Tutía.—Puesnada.—Entonces,seembolsaríalasdoscientaslibrasdeesebuenseñorGilberto.—Probablemente.—Escucha,Pitou:voyadarteunconsejo,yesque,cuandolaviejabeatareviente,

registres bien todos los rincones de la casa, los armarios, los jergones y hasta lostiestos.

—¿Porqué?—preguntóPitou.—Porqueencontrarásalgúntesoro,antiguasmonedasdeoroenalgunamediade

lana;no lodudo,puesnohabráencontradounabolsabastantegrandeparaguardarsusahorros.

—¿Locreéisasí?—Seguroestoydeello;peroyahablaremosdelasuntoensutiempoylugar.Hoy

escuestióndedarunavueltecita.¿TieneselfolletodeldoctorGilberto?—Leguardoenelbolsillo.—Padremío—dijoCatalina—,¿habéisreflexionadobien?—Noesnecesarioreflexionarparahacercosasbuenas,hijamía—dijoelpadre

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Billot—.Eldoctormeencargaquehagaleersulibroyquepropaguelosprincipiosquecontiene:ellibroseleerá,ylosprincipiossepropagarán.

—Y¿podremosiramisamimadreyyo?—preguntóCatalinacontimidez.—Idamisa—dijoBillot—,puestoquesoismujeres.Paranosotros,loshombres,

yaesotracosa.Venconmigo.Pitou.El joven saludó a la señora Billot y a Catalina y siguió al labrador, muy

enorgullecidodequelellamaranhombre.

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CapítuloVII

ENELQUESEDEMUESTRAQUESILASPIERNASLARGAS

SONALGOFEASPARABAILAR,SONMUYÚTILESPARA

CORRER

Se había reunido numeroso auditorio en la granja, porque Billot, como hemosdicho, era muy considerado de su gente, pues si la reprendía con frecuencia, laalimentabaylapagababien.

Por eso se apresuraron todos a corresponder a su invitación. Por lo demás, enaquella época propagábase en el pueblo esa fiebre extraña que sobrecoge a lasnaciones, cuando éstas van a emprender alguna obra. Palabras extrañas, nuevas, ycasi desconocidas, salían de bocas que no las habían pronunciado jamás; eranpalabrasdelibertad,deindependencia,deemancipación;y,cosaextraña,noseoíanpronunciar tan sólo entre el pueblo: la nobleza había pronunciado primeramenteaquellaspalabras,ylavozquecontestabanoeramásqueuneco.

DelOccidentehabíallegadoaquellaluzquedebíailuminarhastaqueabrasase;enAméricaeradondehabíasalidoaquelsol,querecorriendosucursodebíaencenderenFranciaunvasto incendio, a cuyo resplandor las naciones, aterradas, iban a leer lapalabrarepúblicaescritaenletrasdesangre.

Por eso aquellas reuniones en que se hablaba de asuntos políticos eranmenosrarasdeloquesepudieracreer.Hombressalidos,nosesabíadedónde,apóstolesdeun dios invisible, y casi desconocidos, recorrían las ciudades y los campos,sembrados por doquiera palabras de libertad y el Gobierno, ciego hasta entonces,comenzabaaabrirlosojos.Losqueestabanalacabezadeesagranmáquinaquesellama la cosa pública sentían que ciertos rodajes se paralizaban, sin que pudiesencomprenderdequéprocedíaelobstáculo.Laoposiciónestabaentodoslosánimos,sinosehallabaaúnenlosbrazosyenlasmanos;invisible,peropresenteymarcada,ya veces amenazadora, semejante a los espectros, no era posible sorprenderla; peroadivinábasesinpodersofocarla.

Veinteoveinticincocolonos,todosdependientesdeBillot,sehabíanreunidoenlagranja.

El labrador entró seguido de Pitou, y todas las cabezas se descubrieron,agitándose los sombreros en lasmanos: comprendíase que todos aquellos hombresestabandispuestosadejarsemataraunaseñaldelamo.

BillotexplicóaloscampesinosqueelfolletoquePitouibaaleerleseraobradeldoctorGilberto.Esteúltimoeramuyconocidoentodoelcantón,dondeteníavarias

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propiedades,siendolaprincipallagranjadeBillot.Sehabíapreparadountonelparaellector;Pitousubióalatribunaimprovisaday

dioprincipioalalectura.Esdenotarquelagentedelpueblo,yhastacasimeatreveríaadecirloshombres

en general, escuchan con tanta mayor atención cuanto menos comprenden. Eraevidentequeelsentidoesencialdelfolletonosecomprendíaporlosmásilustradosdelarústicaasamblea,inclusoelmismoBillot;masenmediodeaquellafraseologíaoscura pasaban, como relámpagos en un cielo sombrío cargado de electricidad, laspalabras luminosas de independencia, libertad e igualdad. No se necesitó más:oyéronse nutridos aplausos, y resonaron los gritos de ¡viva el doctor Gilberto! Sehabía leído la terceraparte del folleto, pocomásomenos, y se acordó terminar lalecturaentresdomingos.

Losoyentesfueroninvitadosareunirseelprimardomingo,ycadacualprometióasistir.

Pitouhabíaleídomuybien:nadaentusiasmatantocomoelbuenéxito;el lectorhabía recibido su parte de los aplausos dirigidos a la obra, y, bajo la influencia deaquella ciencia relativa, el mismo Billot sintió nacer en sí cierta consideración aldiscípulodelabateFortier.Pitou,másgrandeyadeloqueeraregular,porsufísico,habíacrecidomoralmentediezpalmos.

Solamente le faltaba una cosa: que la señoritaCatalina hubiese presenciado sutriunfo.

Pero el padreBillot, encantadopor el efectoquehabíaproducidoel folletodeldoctor,seapresuróadarcuentadeléxitoasumujeryasuhija.LaseñoraBillotnocontestó nada, porque era una mujer de cortos alcances; pero Catalina sonriótristemente.

—Ybien;¿quétienesahora?—preguntóellabrador.—¡Padremío,padremío!—dijoCatalina—,temoqueoscomprometáis.—¡Vamos,novengasaserahoraelavedemalagüero!Teprevengoqueprefiero

laalondraalbúho.—Padremío,mehandichoyaqueosavisequese tenía lavista fijaenvuestra

conducta.—Y¿quiéntehadichoeso?—Unamigo.—¿Un amigo?Tu consejomerece gracias; pero vas a decirme ahoramismo el

nombredeeseamigo.¿Quiénes?Veamos.—Unhombrequedebeestarbieninformado.—Perodimequiénes.—ElseñorIsidorodeCharny.—Y ¿por qué semezcla en esto ese lechuguino, y se atreve a darme consejos

sobremimaneradepensar?¿Selosdoyyoacasoacercadesumododevestir?Me

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parecequetantohabríaquedecirdelunocomodelotro.—Padremío,yonoledigoesoparaenojarle.Elconsejosehadadoconlamejor

intención.—Puesbien:yoledaréotro,ypuedestrasmitírselodemiparte.—¿Cuál?—Advertirleaélyasuscofradesquedebencuidarsedesípropios,porqueenla

AsambleaNacionalsacudendelolindoalosseñoresnobles,ymásdeunavezsehatratadode los favoritosyde las favoritas.Avisoa suhermanoel señorOliveriodeCharny, que está allá abajo, y que, según dicen, no se halla en mal lugar con laaustriaca.

—Padremío—dijo Catalina—, tenéis más experiencia que nosotros: haced loqueosplazca.

—Enefecto—murmuróPitou,aquiensubuenéxitollenabadeconfianza—,¿porquésemezclaenestoelseñorIsidorodeCharny?

Catalinanooyó,oaparentónooír,ylaconversaciónquedóenesto.Lacomidasesirviócomodecostumbre,peroningunalehabíaparecidoaPitou

tanlarga.Leurgíadejarseverconsunuevoesplendor,llevandoaCatalinadelbrazo.Elpróximodomingoibaaserparaélungrandía,yprometíaseconservarlafechadel12dejulioensumemoria.

Seemprendiólamarcha,alfin,aesodelastres.Catalinaestabaencantadora;eraunalindarubiadeojosnegros,esbeltayflexiblecomolossaucesquesombreabanlapequeña fuente de donde se sacaba el agua para la granja, e iba vestida con esacoqueteríanaturalquerealzatodoslosencantosdelamujer:susombreritoarregladoporellamisma,comohabíadichoaPitou,lesentabaalasmilmaravillas.

Elbailenocomenzabaporloregularhastalasseis:cuatroministriles,colocadossobreunestradode tablas,hacían loshonoresdeaquellasaladebailealaire libre,mediantelaretribucióndeseisblancas[3]porcontradanza.Hastaquedieranlasseis,era costumbre pasearse en aquella famosa avenida de los Suspiros, de que la tíaAngélicahabíahablado,ydondesemirabaalosjóvenesseñoresdelaciudadodelascercaníasjugaralapelota,bajoladireccióndemaeseFarolet,primerpeloterodeSuAlteza monseñor el duque de Orleans. Maese Farolet era considerado como unoráculo, y sus decisiones en el juego eran atendidas con toda la veneraciónque sedebíaasuedadoasumérito.

Pitou,sinsaberporqué,hubierapreferidoconmuchopermanecerenlaavenidadelosSuspiros;peroCatalinanosehabíaengalanadotantoensutocador,congranadmiracióndePitou,parairapasearalasombradeaquelladoblehileradeárboles.

Las mujeres son como las flores que la casualidad ha hecho nacer en lugaressombríos; tiendende continuo a la luz, y, de unamanera u otra, preciso es que sucorolafrescayembalsamadaseabraporfinalsol,quelasmarchitaylasagosta.

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Solamente la violeta, al decir de los poetas, es la que tiene la modestia depermaneceroculta;perotambiénllevaellutodesuinútilbelleza.

Catalina,pues,tirótantoytanbiendelbrazodePitou,quesetomóelcaminodeljuegodepelota.

Apresurémonos a decir que Ángel no se mostró reacio, pues le urgía tambiénmostrarsutrajeazulcelesteysugraciosotricornio,asícomoCatalinadeseabaqueseviesesusombreroalaGalateaysucorsédecuellodepichón.

Unacosahalagaba,sobretodo,anuestrohéroeyledabaunaventajamomentáneasobreCatalina.Comonadie le reconocía,pues jamássehabíavistoaPitoucon tanricotraje,tomábanleporunjovenextranjerollegadodelaciudad,poralgúnsobrinoo primo de la familiaBillot, o tal vez un pretendiente de lamismaCatalina; peroPitouteníademasiadoempeñoenprobarsuidentidadparaqueelerrorpudiesedurarmástiempo.Hizotantasseñasasusamigos,ysequitóelsombrerotantasvecesparasaludar a las personas conocidas, que al fin se supo que el vistoso aldeano era elindignodiscípulodelabateFortier,locualprodujounaespeciedeclamoreo.

—¡EsPitou!¿HabéisvistoaÁngelPitou?EstaspalabrasllegaronhastalaseñoraAngélica;perocomoelrumorledecíaque

aquélaquienseproclamabaporsusobrinoeraunguapomozo,queandabaconlospieshaciaafueray redondeando losbrazos, la solterona,quehabíavistosiempreaPitouconlospieshaciadentroyloscodostocandoelcuerpo,moviólacabezaconexpresiónincrédula,limitándoseadecir:

—Osengañáis:noesésemipícarosobrino.Los dos jóvenes llegaron al juego de pelota: precisamente aquel día era el

señaladoparaundesafíoentrelosjugadoresdeSoissonsylosdeVillers-Cotterets:demodoquelapartidaeradelasmásanimadas.CatalinayPitousecolocaronalaalturadelacuerda,alpiedeldeclive,siendolajovenquienhabíaelegidoaquelsitiocomoelmejor.

AlcabodeunmomentoseoyólavozdemaeseFaroletquegritaba:—¡Partidoados!Pasemos.Losjóvenespasaron,enefecto;esdecir,quecadacualfueadefendersuterrenoy

atacareldesusadversarios.UnodelosjugadoressaludóalpasoaCatalinaconunasonrisa, y la joven contestó con una reverencia ruborizándose. Al mismo tiempo,Pitou sintió correr por el brazodeCatalina, apoyado en el suyo, un ligero temblornervioso.

UnaespeciedeangustiadesconocidaoprimióelcorazóndePitou.—¿EséseelseñordeCharny?—preguntó,mirandoasucompañera.—Sí—contestóCatalina—.¿Leconocíaisacaso?—Noleconozco—contestóPitou—,peroleheadivinado.Enefecto:ÁngelhabíapodidoadivinaralseñordeCharnyenaqueljoven,según

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loqueCatalinalehabíadicholavíspera.El que había saludado a la joven era un elegante caballero, de veintitrés a

veinticuatro años, guapo, airoso, de elegantes formas y con mucha gracia en losmovimientos; según se observa en aquéllos que recibieron una educaciónaristocráticadesde lacuna.Todos losejercicioscorporales,quenoseejecutanbiensinlacondicióndehaberlosestudiadodesdelainfancia,elseñorIsidorodeCharnylos practicaba con notable perfección; y, además, era de aquéllos cuyo traje searmonizasiempremaravillosamenteconelejercicioaquesedestina; losqueusabaparalacazaerancitadosporsudelicadogusto;ylosquevestíaenlasaladearmashubieranpodido servir demodelos almismoSaint-Georges.En fin, sus trajesparamontartenían,omásbienparecíantener,graciasasumaneradellevarlos,uncorteparticular.

Aquel día, el señor deCharny, hermanomenor de nuestro antiguo conocido elconde de Charny, luciendo un elegante traje de mañana, llevaba una especie depantalónceñido,decolorclaro,querealzabalaformadesuspiernas,alavezfinasymusculosas; unas graciosas zapatillas, propias para el juego de pelota, sujetas concorreas,reemplazabanmomentáneamenteelzapatodetacónrojoolabotadepieles;unachaquetadepiquéblancoestrechabasutallecomouncorsé;y,porúltimo,eneldeclive,sucriadoteníaalbrazounalevitaverdecongalonesdeoro.Laanimaciónlecomunicaba en aquelmomento todo el encanto y la frescura de la juventudque, apesar de sus veintitrés años, las vigilias prolongadas, las orgías nocturnas y laspartidasdejuegoqueelsoliluminaalsalir,lehabíanhechoperderya.

NingunadelasventajosascualidadesqueCatalinahabíareconocidoyasinduda,pasó desapercibida para Pitou. Al ver las manos y los pies del señor de Charnycomenzó a estar menos orgulloso de aquella prodigalidad de la naturaleza que lehabía dado la victoria sobre el hijo del zapatero, y pensó que aquella mismanaturalezahubierapodidorepartirdeunamaneramáshábilentodaslaspartesdesucuerpoloselementosdequesecomponía.

Enefecto,conloquesobrabaenlospies,enlasmanosyenlasrodillasdePitou,lanaturalezahubieratenidoconquehacerleunapiernamuyagraciada;masahoralascosasnoestabanensusitio:donde faltaba finurahabíapesadezde forma,ydondeestaúltimadebíaserredondeadahallábaseelvacío.

Pitoumirósuspiernasconlaexpresiónconqueelciervodelafábuladebiómirarlassuyas.

—¿Qué tenéis, señor Pitou? —preguntó Catalina. El joven no contestó, ycontentóse con suspirar. La partida había terminado, y el vizconde de Charny seaprovechódelintervaloquedebíaseguirantesdecomenzarlaotra,parairasaludaraCatalina.Amedida que se acercaba, Pitou veía colorearse el rostro de la joven, ysintióquesubrazoestabamástembloroso.

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El vizconde saludó con unmovimiento de cabeza a Pitou, y después, con esacortesíafamiliarquetanbienusabanlosnoblesdeaquellaépocacuandotratabanconlasmenestralasylasmodistas,preguntóaCatalinaporsusalud,solicitandosumanoparalaprimeracontradanza,locualaceptóaquélla.Eljovennoblediolasgraciasconuna sonrisa; la partida iba a comenzar de nuevo, y como le llamaran, saludó aCatalinayalejóseconlamismadesenvolturaconquellegó.

Pitoucomprendióalpuntotodalasuperioridadquesobreélteníaunhombrequehablaba,sonreía,seacercabayseibadeaquellamanera.

UnmesempleadoparaesforzarseenimitarelsencillomovimientodelseñordeCharny no hubiera conducido a Pitou más que a una parodia, cuya ridículezcomprendíaélmismo.

Si el corazóndel jovenhubiese conocido el odio, desde aquelmomento habríadetestadoalvizcondedeCharny.

Catalina continuó mirando jugar a la pelota hasta el momento en que losjugadoresllamaronasuscriadosparaquelesvistiesen;ydespuéssedirigióhaciaelbaile, con gran desesperación de Pitou, que aquel día parecía estar destinado a ircontrasuvoluntadatodaspartes.

El señor de Charny no se hizo esperar: un ligero cambio en su traje habíaconvertidoaljugadordepelotaenunelegantebailarín.Losviolinesdieronlaseñal,yeljovennoblepresentósumanoaCatalina,recordándolelapromesahecha.

LoquePitouexperimentóalsentirqueelbrazodeCatalinasedesasíadelsuyo,ycuandovioquelajoven,muyruborizadasedirigíaalcírculoconsucaballero,fuetalvezunadelassensacionesmásdesagradablesquehabíasentidoensuvida.Unsudorfríoinundósufrente,porsusojospasóunanube;extendiólamano,yapoyóseenlabalaustrada,porquesusrodillas,porsólidasquefueran,comenzabanaflaquear.

EncuantoaCatalina,parecíanotener,yprobablementenoteníalamenorideadeloquepasabaenelcorazóndePitou;era feliz,yestabaorgullosaa lavez,porquebailabaconelmásapuestocaballerodelascercanías.

SiPitouhabíadebidoadmirarforzosamentealseñordeCharny,comojugadordepelota,nopudomenosdehacerletambiénjusticiacomobailarín.Enaquellaépocanohabía llegado aún lamoda de andar en vez de bailar; la danza era un arte que secomprendíaen laeducación,y, sincontaral señordeLauzun,quehabíadebidosufortuna a la manera de bailar en el primer rigodón del rey, más de un caballeroalcanzó el favor de que gozaba en la corte a su modo de mover la cadera y deadelantarlapuntadelpie.Poresteconcepto,elvizcondeeraunmodelodegraciayde perfección, y hubiera podido, como Luis XIV, bailar en un teatro con laprobabilidaddequeleaplaudieran,aunquenofuesenireyniactor.

Porsegundavez,Pitoumirósuspiernas,yhubodeconfesarseque,amenosdequeseefectuaraungrancambioenaquellapartedesuindividuo,debíarenunciara

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obtenerningúntriunfodelgénerodelosquealcanzabaelseñordeCharnyenaquelmomento.

La contradanza terminó: paraCatalina, apenas había durado algunos segundos;peroaPitou leparecióunsiglo.Alvolverpara tomarelbrazodesuacompañante,Catalinaechódeverelcambioquesehabíaefectuadoensufisonomía:estabapálido;elsudorbañabasufrente,yunalágrimamediodevoradaporloscelosdesprendíasedesusojoshúmedos.

—¡Ah,Diosmío!¿Quétenéis,Pitou?—Lo que tengo—contestó el pobremuchacho—, es que jamásme atreveré a

bailarconvos,despuésdehaberosvistocomoparejadelseñordeCharny.—¡Bah!—repusoCatalina—.Nodebéistrastornarosasí;bailaréiscomopodáis,y

notendrémenosgustoenservuestrapareja.—¡Ah!—replicóPitou—.Decísesoparaconsolarme,señorita;peroyomehago

justicia,yséqueosagradarámásbailarconesenoblejovenquenoconmigo.Catalinanocontestó,porquenoqueríamentir;perocomoteníamuybuencorazón

y comenzaba a echar de ver que pasaba alguna cosa extraña en el del pobremuchacho,díjolepalabrasmuylisonjeras,aunquenofueronsuficientesparahacerlerecobrar sualegríaperdida.ElpadreBillothabíadichoverdad:Pitoucomenzabaaserhombre,puestoquesufría.

Catalinabailócincooseiscontradanzasmás,unadeellasconelseñordeCharny.Estavez, sinsufrirmenos,Pitouestabamássereno,alparecer; seguíacon losojoscada movimiento de Catalina y de su pareja; esforzábase para adivinar por elmovimientodeloslabiosloquesedecían,ycuandoenlasfigurasqueejecutabansusmanos llegaban a tocarse, procuraba adivinar y si se unían solamente o si seestrechabanenaquelmomento.

Sin duda era esta segunda contradanza la que Catalina esperaba, pues apenashubo terminado, la joven habló a Pitou de tomar el camino de la granja. Jamásproposiciónalgunapudoseracogidacontantaansiedad;peroPitouhabíarecibidoyaelgolpe,ydandozancadas,queCatalinadebíaimpedirdevezencuando,guardabaelsilenciomásabsoluto.

—¿Quétenéis,yporquénohabláis?—preguntóalfinCatalina.—Nooshablo,señorita—contestóPitou—,porquenoséhablarcomoelseñorde

Charny.¿Quépodríayodecirosahoradespuésdetodaslaslindascosasqueoshabrádichoesecaballeromientrasbailabais?

—Vedsisoisinjusto,señorÁngel;hablábamosdevos.—¿Demí,señorita?Y¿cómoeseso?—¡Oh! Sencillamente, señor Pitou, porque si vuestro protector no aparece,

precisoserábuscarosotro.—¿Nosoyacasobuenoyaparallevarlascuentasdelagranja?—preguntóPitou,

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exhalandounsuspiro.—Alcontrario,señorÁngel;esqueamímeparecequemerecéisalgomejorque

lacontabilidaddelagranja.Porlaeducaciónquehabéisrecibidopodéisllegaraunasituaciónmáselevada.

—Ignoroaquéllegaré;peroloqueséesquenoquierollegaranadasiparaellohadesernecesarialaproteccióndelvizcondedeCharny.

—Y ¿por qué la rehusaríais? Su hermano, el conde de Charny, ocupa, segúnparece, una admirable posición en la corte, pues se ha casado con una amigaparticular de la reina. El vizconde me ha dicho que, si pudiese agradaros, osproporcionaríaunaplazaenlosalmacenesdelasal.

—Lo agradezco mucho, señorita; pero ya os he dicho que me encuentro biendondeestoy,y, amenosquevuestropadremedespida,permaneceré convos en lagranja.

—Y¿porquédiablostehabíadedespedir?—preguntóunavozrobusta,enlaqueCatalinareconocióalpunto,estremeciéndose,ladesupadre.

—ApreciablePitou—dijo en voz bajaCatalina—,os ruegoque no habléis delseñordeCharny.

—¡Vamos,contesta!—dijoelpadreBillot.—Pues…yonosé—dijoPitou,muyconfuso—,talveznoosparezcalobastante

instruidoparaserosútil.—¡Bastante instruido, tú que cuentas tan bien, y que, lees mejor que nuestro

maestrodeescuela,elcualcreeser,sinembargo,unanotabilidad!No,Pitou:Diosesquienconcedeami casa laspersonasqueentran,y cuandoestándentro sequedantodoeltiempoqueDiosquiere.

Pitouvolvióalagranjaconestaseguridad;peroaunquefuesealgunacosa,noeralo bastante. En él se había efectuado un gran cambio desde su salida a su vuelta,porqueacababadeperderunacosaqueunavezperdidanoserecobrayamás:eralaconfianzaensímismo.PoresoPitou,contrasucostumbre,durmiómuymal.Ensusmomentos de insomnio, recordó el libro del doctor Gilberto, libro escritoprincipalmentecontralanobleza,contralosabusosdelaclaseprivilegiadaycontralacobardíadelosquesesometenaellos.EntoncesparecióleaPitouquecomenzabaacomprendertodaslasbuenascosasquehabíaleídoporlamañana,yprometióseleerparasísoloyenvozbaja,apenasamaneciese, laobramaestradequedio lecturaatodos.

PerocomoPitouhabíadormidomal,despertótarde.Noporesodejódeponerenejecuciónsuproyectodelectura;eranlassiete;elpadreBillotnovolveríahastalasnueve, y además, aunque volviese, no podría menos de aplaudir una ocupaciónrecomendadaporélmismo.

Bajóporunaescalerilla recta,y fuea sentarseenunbanco,bajo laventanade

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Catalina.¿EralacasualidadlaquehabíaconducidoaPitouhastaaquelsitio,osabíayadóndesehallabanlaventanayelbanco?

El caso es que Pitou, entrando con su traje de diario, pues no se había tenidotiempoaúnde reemplazarle,yque secomponíade sucalzónnegro,de sucasacónverdeydesuszapatosenrojecidos,sacóelfolletodelafaltriqueraycomenzóaleer.

NonosatreveríamosadecirquelosprincipiosdeestalecturaterminaronsinquelosojosdePitou se apartasendevez en cuandodel libro, paramirar a la ventana;pero comoésta nopresentabaningúnbustode joven en sumarcode capuchinas yenredaderas,losojosdePitouacabaronporfijarseinvariablementeenellibro.

Perotambiénesverdadque,comosumanosedescuidabaenvolverlashojas,yque,cuandomásprofundaerasuatención,menossemovíasumano,sepodíacreerquesupensamientoestabaenotraparteyquemeditabaenvezdeleer.Deimproviso,parecióle a Pitou que una sombra se proyectaba sobre las páginas del folleto,iluminadashastaentoncesporelsolmatinal;estasombra,demasiadodensaparaserla de una nube, no podía producirse, pues, sino por un cuerpo opaco; y comohaycuerpos opacos encantadores que agrada mucho mirar, Pitou se volvió vivamenteparavercuáleraelqueleinterceptabaelpasodelosrayosdelsol.

Pitou sehabíaengañado:era, efectivamente,uncuerpoopacoelque le robaba,aquella parte de luz y de calor que Diógenes reclamaba de Alejandro; pero aquelcuerpo opaco, en vez de ser encantador, presentaba, por el contrario, un aspectobastantedesagradable.

Eraeldeunhombredecuarentaycincoaños,másaltoymásdelgadoaúnquePitou, vistiendo un traje casi tan raído como el suyo, y que, inclinando la cabezasobreelhombrodel joven,parecía leer con tanta curiosidad, comoprofundaera ladistraccióndePitou.

Ángel quedó muy asombrado: en los labios del hombre negro se deslizó unasonrisa,ydejandoverunabocaenlacualnoquedabanmásquecuatrodientes,dosarribaydosabajo,quesecruzabancomoloscolmillosdeunjabalí,murmuróconvozgangosa:

—Edición americana, en octavo: «De la Independencia del hombre y de laLibertaddelasNaciones».Boston,año1788.

A medida que el hombre negro hablaba, Pitou abría los ojos con un asombroprogresivo; de modo que, cuando aquel hombre dejó de hablar, los ojos de Pitouhabíanalcanzadoelmayordesarrolloposible.

—Boston,milsetecientosochentayocho;esoes,caballero—repitióeljoven.—EseltratadodeldoctorGilberto—dijoelhombrenegro.—Sí,señor—contestóPitoucortésmente.Yselevantó,porquehabíaoídodecirsiemprequeeradepocaeducaciónhablar

sentadoaunsuperior,yenelpensamientodePitou,candidoaún,todohombretenía

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derechoparareclamarsuperioridadsobreél.Pero,allevantarse,Pitouvioalgunacosasonrosadaymoviblehacialaventana:

era la señorita Catalina, que le hacía señas singulares, mirándole de una maneraextraña.

—Caballero—dijoelhombrenegro,queteniendolaespaldavueltaalaventananohabíapodidoverloquesucedía,sinqueseaindiscreción¿sepuedesaberaquiénperteneceestelibro?

Yseñalabaconeldedo,perosintocar,elfolletoquePitouteníaentrelasmanos.PitouibaacontestarqueellibropertenecíaalseñorBillot,cuandollegaronhasta

élestaspalabras,pronunciadasporunavozcasisuplicante:—Decidqueesvuestro.Elhombrenegro,queeratodoojos,nooyóestaspalabras.—Caballero—dijomajestuosamentePitou—,estelibroesmío.El hombre negro levantó la cabeza, pues comenzaba a notar que, de vez en

cuando,lasmiradasdeasombrodePitousedesviabandeélparafijarseenunpuntodeterminado.Entoncesviolaventana,peroCatalinahabíaadivinadoelmovimientodelhombrenegro,y,rápidacomounpájaro,acababaderetirarse.

—¿Quémirabaisalláarriba?—preguntóelhombrenegro.—¡Ah, caballero!—contestó Pitou sonriéndose—, permitidme deciros qué sois

bastante curioso, curiosus, o más bien avidus cognoscendi, como decía el abateFortier,mimaestro.

—¿Decís, pues—repuso el hombre, sin que le intimidara, al parecer, aquellaprueba de sabio que Pitou acababa de darle, sin duda con la intención de que suinterlocutor formase de él una idea más elevada de la que debía tener desde unprincipio—,decís,pues,queestelibroospertenece?

Pitou guiñó el ojo, de manera que la ventana se hallase de nuevo en su rayovisual.LacabezadeCatalinareaparecióehizounaseñalafirmativa.

—Sí, señor—contestóPitou—.¿Desearíais acaso leerle?Avidus legendi libriolegendaehistoriae.

—Señormío—dijoelhombrenegro—,meparecequesoismuysuperioraloquevuestro traje indica: Non dives vestitu sed ingenio; y, de consiguiente, quedáisdetenido.

—¡Detenidoyo!—exclamóPitou,enelcolmodelasombro.—Sí,señor:osruegoquemesigáis.Pitou miró, no ya al aire, sino a su alrededor, y pudo ver dos sargentos que

esperabanlasórdenesdelhombrenegro:hubiérasedichoqueacababandesurgirdelatierra.

—Vamosaextenderelprocesoverbal,señores—dijoelhombrenegro.El sargento ató lasmanos dePitou con una cuerda, y cogió el libro del doctor

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Gilberto.DespuéssujetóalmismoPitouaunaargollaquehabíadebajodelaventana.Pitouibaaprotestar;perooyóaquellamismavozquetantainfluenciateníasobre

él,yquelemurmuraba:—Dejadleshacer.Eljovenobedecióconunadocilidadqueencantóalossargentos,ysobretodoal

hombre negro; de modo que sin desconfianza alguna entraron en el interior de lagranja, losdosprimerosparaposesionarsedeunamesa,yelúltimo…yasabremosmásadelanteparaqué.

Apenashubieronpenetradoenlacasa,lavozseoyóotravez.—Levantadlasmanos—dijo.Pitou levantó, no solamente las manos, sino también la cabeza, y pudo ver el

rostro pálido de Catalina, poseída de espanto; tenía un cuchillo en la mano ymurmuró:

—Esperad…esperad.Eljovenseenderezócuantoeraposiblesobrelaspuntasdelospies.Catalinase

inclinóhaciaafuera;lahojadelcuchillotocólacuerda,yÁngelrecobrólalibertaddesusmanos.

—Tomad el cuchillo—dijo Catalina—, y cortad vos mismo la cuerda que ossujetaalaargolla.

Pitou no esperó a que le repitiesen la orden; cortó la cuerda y quedócompletamentelibre.

—Ahora—dijolajoven—,heaquíundobleluis.Tenéisbuenaspiernas,poneosensalvo,eidaParísparaavisaraldoctor.

Nopudodecirmás,porquelossargentosllegaban;yeldobleluiscayóalospiesdePitou,quelerecogióvivamente.

En efecto: los sargentos estaban ya en el umbral de la puerta, dondepermanecieronuninstanteatónitos,alverlibrealquehabíanamarradotanbienhacíauninstante.Aldivisarlos,Pitouseestremeció,yrepitióseconfusamenteelincrinibusanguesdelosEuménides.

LossargentosyPitoupermanecieronuninstanteenlasituacióndelaliebreydelperrodemuestra, inmóviles ymirándose; pero así comoal primermovimientodelperro, la liebre escapa, al primer movimiento de los agentes, Pitou dio un saltoprodigiosoyhallósealotroladodeunacerca.

Lossargentosprofirieronungritoquehizocorreralexento,elcual llevabaunacajitadebajodelbrazo.Sinperder tiempoenpreguntar,comenzóacorrerdetrásdePitou, y losdos sargentos le imitaron; peronopodían saltar comoPitou sobreunacercadetrespiesymediodealtura,yporlotantodebierondarlavuelta.

Perocuandohubieron llegadoal ángulode la cercadivisaronaPitouamásde

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quinientospasosen la llanura,encaminándosedirectamentealbosque,que tansólodistabauncuartodeleguaescaso,porlocualllegaríaalmismoalospocosminutos.

En aquel momento, Pitou volvió la cabeza, y al ver a los sargentos quecomenzabanaperseguirledenuevo,másbienparatranquilizarsuconcienciaqueconlaesperanzadecogerle,redoblósuceleridad,ymuyprontoviéronledesaparecerenellinderodelbosque.

Pitoucorrióuncuartodehoramásasí,yhubierapodidohacerlodoshorasmásencasonecesario,puesteníaelalientodelciervo,asícomosuligereza.

Pero al cabo de un cuarto de hora, juzgando por instinto que estaba fuera depeligro,detúvose,respiró,escuchó,y,segurodequeestababiensolo,sedijo:

—Esincreíblequehayanpodidoocurrirtantosacontecimientosentresdías.Y,mirandoalternativamentesudobleluisysucuchillo,exclamó:—¡Oh! Hubiera querido tener tiempo para cambiar mi doble luis y dar dos

sueldos a la señorita Catalina, porque temomucho que este cuchillo corte nuestraamistad.Noimporta—añadió—,puestoqueellamehadichoquevayaaParíshoy,vamosallá.

Y Pitou, después de haberse orientado, reconociendo que se hallaba entreBoursonne e Yvors, tomó por una vereda que debía conducirle directamente a losbrazosdeGondreville,queatraviesaelcaminodeParís.

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CapítuloVIII

PORQUÉELHOMBRENEGROHABÍAENTRADOENLA

GRANJA

ALMISMOTIEMPOQUELOSDOSSARGENTOS

AhoravolvamosalagranjaparareferirlacatástrofedequeelepisodiodePitounoeramásqueeldesenlace.

Aesodelasseisdelamañana,unagentedepolicíadeParís,acompañadodedossargentos,llegóaVillers-Cotterets,y,presentándosealcomisariodepolicía,pidiólasseñasdelamoradadellabradorBillot.

Aquinientospasosdelagranja,elexentohabíadivisadouncolonoquetrabajabaen los campos,y, acercándose a él, lepreguntó si encontraría al señorBillot en sucasa.ElcolonodijoqueBillotnovolvíanuncaantesdelasnueve,esdecir,antesdealmorzar;masenaquelmomentomismo,porcasualidad,elhombrelevantólosojos,y,mostrandoconeldedounjinete,quesehallabaauncuartodelegua,pocomásomenos,hablandoconunpastor,ledijo:

—Precisamenteheahíelquebuscáis.—¿ElseñorBillot?—Sí.—¿Esejinete?—Elmismo.—Pues bien, amigo mío —repuso el exento—. ¿Queréis complacer a vuestro

amo?—Nodeseootracosa.—PuesidadecirlequeunseñordeParísleesperaenlagranja.—¡Oh!—exclamóelcolono—.¿SeráéldoctorGilberto?—Vamos,idpronto.El campesino no se hizo repetir la orden dos veces, y emprendió la carrera a

través de los campos,mientras que el agente y los dos sargentos iban a ocultarsedetrásdeunaparedmedioruinosa,situadacasienfrentedelapuertadelagranja.

Alcabodeuninstanteseoyóelgalopedeuncaballo:eraBillotquellegaba.Entró en el patio de la granja, apeóse, entregó la brida a unmozode cuadra y

precipitóse en la cocina, convencido de que la primera cosa que iba a ver sería eldoctorGilberto,depie,bajola inmensacampanadelachimenea;peronoencontrómásquealaseñoraBillot,que,sentadaenelcentro,desplumabasusánadescontodoelcuidadoylaminuciosidadqueestadifíciloperaciónexige.

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Catalina estaba en su habitación, ocupada en arreglar un sombrero para eldomingo siguiente: según se ve, la joven pensaba en sus cosasmuy de antemano;pero las mujeres se complacen tanto en estos preparativos como en vestirse yengalanarse.

Billotsedetuvoenelumbraldelapuertaymiróentornosuyo.—¿Quiénpreguntapormí?—dijo.—Yo—contestóunavozaflautadadetrásdeél.Billotsevolvió:elhombrenegroylosdossargentosestabanallí.—¡Hola!—exclamó,retrocediendotrespasos—.¿Québuscáisaquí?—¡OhDiosmío!Casinada,apreciableseñorBillot—contestóelhombrenegro

—,nadamásquepracticarunregistroenvuestragranja:estoestodo.—¿Unregistro?—repitióBillot.—Sí,unregistro.Ellabradordirigióunamiradaasucarabina,colgadasobrelachimenea.—DesdequetenemosAsambleaNacional—dijo—,yocreíaquelosciudadanos

noestabanexpuestosa estasvejaciones,propiasdeotro tiempoydeotro régimen.¿Qué deseáis demí, que soy un hombre pacífico y leal? Los agentes de todas laspolicíasdelmundotienenunacosadecomúnentresí,yesquenocontestanjamásalas preguntas de sus víctimas; pero, mientras que los registran, los detienen y losagarrotan,algunossemuestrancompasivos,yéstos son losmáspeligrosos,porqueparecenlosmejores.

AquélqueoperabaenlagranjadeBilloteradelaescueladelosTapinydelosDesgrés, hombre de carácter muy dulce, que siempre tenían una lágrima para losinfelicesaquienesperseguían,peroque,sinembargo,nonecesitabanlasmanosparaenjugarselosojos.

Nuestro hombre negro, dejando escapar un suspiro, hizo una seña a los dossargentos,queseacercaronaBillot.Esteúltimo,dandounsaltohaciaatrás,alargólamano para coger su carabina; pero esta mano fue desviada del arma, doblementepeligrosa en aquel momento, porque podía matar a la vez al que la usaba y a lapersonacontraquien ibadirigida lamanodel labradorquedóaprisionadaentredosmanospequeñasyblancas,fuertesporelterrorypoderosasporlasúplica.

EraCatalina,queacababadesalirparaverquépasaba,y llegabaa tiempoparalibrarasupadredelcrimenderebeliónalajusticia.

Transcurridoelprimermomento,Billotnoopusoyaresistencia:elexentoordenóque fuese encerrado en una sala del piso bajo, y Catalina en una habitación delprincipal.EncuantoalaseñoraBillot,lajuzgarontaninofensivaquenosecuidarondeellaydejáronlaensucocina.Despuésdeesto,ydueñosyadelaplaza,elexentocomenzóaregistrarcajones,armariosycómodas.

Billot,alversesolo,quisohuir;pero,asícomolamayorpartedelassalasdelos

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pisosbajosdelagranja,aquéllateníarejas.Elhombrenegrosehabíafijadoenestoalprimer golpe de vista mientras que Billot las había olvidado, a pesar de haberlashechoponerélmismo.

Entonces, a través de la cerradura, vio al exento y a sus dos acólitos quetrastornabantodalacasa.

—¿Peroquédiabloshacéisahí?—preguntó.—Yaloveis,apreciableseñorBillot—dijoelexento—;buscamosunacosaque

nohemosencontradoaún.—¡Puessoisunosbandidos,pillosyladrones!—¡OhseñorBillot!—Contestóelexentoa travésde lapuerta—.Nos injuriáis,

puessomospersonastanhonradascomovos;peroestamosasueldodeSuMajestad,y,porlotanto,debemosobedecersusórdenes.

—¡LasórdenesdeSuMajestad!—exclamóBillot—.¿OshamandadoelreyLuisXVIregistrarmipupitre,ytrastornarlotodoenmiscómodasyenmisarmarios?

—Sí.—¿SuMajestad?—replicóBillot—.SuMajestad,cuandoelañoúltimohuboun

hambre tan espantosa que pensamos en comernos nuestros caballos; SuMajestad,cuandolagranizadadeltrecedejulio,dosañoshace,destrozónuestrascosechas,SuMajestadnosedignóentoncesacordarsedenosotros.¿Quéquierehacerhoyconmigranja,quejamáshavisto,yconmipersona,quenoleesconocida?

—Me dispensaréis, caballero —dijo el exento, entreabriendo la puerta conprecaución, para mostrar su orden firmada por el teniente de policía, pero, segúncostumbre,precedidade laspalabras: ¡Ennombredel rey!—.SuMajestadhaoídohablardevos,y,sinoosconocepersonalmente,norehuséiselhonorqueosdispensa.

Y el exento, después de saludar cortésmente, haciendo un ademán amistoso,volvióacerrarlapuerta,continuandoluegoelregistro.

Billotquedósilencioso;cruzósedebrazos,ycomenzóapasearporaquellasalacomounleónensujaula:comprendíaquesehallabaenpoderdeaquelloshombres.

La operación de registro continuó silenciosamente: aquellos agentes parecíancaídosdelcielo;nadieloshabíavistomásqueeljornaleroquelesindicólacasa;yenlospatios,losperrosnohabíanladrado.Seguramenteeljefedelaexpedicióndebíaserunhombrehábilentresuscofrades,ynoseríaaquélsuprimergolpedemano.

Billotoíalosgemidosdesuhija,encerradaenlahabitaciónqueestabasobrelasuya,ynopudomenosderecordarsuspalabrasproféticas,pueseraindudablequelapersecuciónquelealcanzabareconocíaporcausaelfolletodeldoctor.

Sin embargo, acababan de dar las nueve, yBillot pudo contar por su reja, unodespués de otro, los jornaleros que volvían del trabajo. Este espectáculo le hizocomprenderque,encasodeconflicto,lafuerza,sinoelderecho,estabandesuparte.Estaconvicciónhacíahervirlasangreensusvenas;notuvodominioparacontenerse

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mástiempo,y,cogiendolapuertaporelpomo,dióletalsacudida,queunaodosmáscomoaquéllahubieranhechosaltarlacerradura.

Losagentesacudieronalpuntoparaabrir,yvieronallabradorjuntoalumbral,depieyconexpresiónamenazadora:todoestabatrastornadoenlacasa.

—¡Pero,enfin!—exclamóBillot—.¿Québuscáisaquí?¡Decidlopronto,o,viveDios,queosobligaréaello!

La entrada de los jornaleros no podía pasar desapercibida para un hombre tanprácticocomoelexento;habíacontadolosindividuos,yseconvenciódeque,encasodeconflicto,podríasucedermuybienqueélnoquedasedueñodelcampodebatalla.Ensuconsecuencia,seacercóaBillot,conunacortesíamásmelosaahoraqueantes,y,saludandoprofundamente,ledijo:

—Quiero revelaros, señor Billot, aunque esto sea faltar a nuestras costumbres,que lo que buscamos en su casa es un libro subversivo, un folleto incendiario,señaladopornuestroscensoresreales.

—¡Unlibroencasadeunlabradorquenosabeleer!—¿Quéhaydeextrañoenesto,sisoisamigodelautoryésteoslohaenviado?—NosoyamigodeldoctorGilberto,sinosumuyhumildeservidor:sersuamigo

fuerademasiadohonorparaunpobrecomoyo.Esta contestación irreflexiva, en la que Billot se descubría confesando que, no

solamenteconocíaalautor, locualeramuynatural,siendoésteelpropietariode lagranja,sinotambiénellibro,asegurólavictoriadelagente.Ésteseirguió,tomandolaexpresiónmásamable,ytocóelbrazodeBillot,conunasonrisaqueparecíadividirtransversalmentesurostro.

—Tú eres quien le ha nombrado—dijo—. ¿Conocéis vos este verso,mi buenseñorBillot?

—Noentiendodeversos.—PuessabedqueesdeRacine,ungranpoeta.—Ybien;¿quésignificaeseverso?—replicóBillotconimpaciencia.—Significaqueacabáisdedescubriros.—¿Yo?—Vosmismo.—Y¿cómoeseso?—Pronunciandoel nombredel señorGilberto, quenosotroshabíamos tenido la

discrecióndecallar.—Esverdad—murmuróBillot.—Conque¿confesáis?—Harémás.—¡OhseñorBillot!Noscolmáisdesatisfacción.¿Quéharéis?—Sieseselibroloquebuscáis,yyoosdigodóndeestá—repusoellabradorcon

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unainquietudquenopodíadisimulardeltodo—,¿dejaréisderevolverlotodoaquí?Elexentohizounaseñalalosdosesbirros.—Seguramente —contestó—, puesto que ese libro es el objeto de nuestras

pesquisas;pero—añadióconunasonrisaquemásbienparecíaunamueca—,quizánosentregaréisunejemplar,teniendodiez.

—Noposeomásqueuno:oslojuro.—Esto es lo que estamos obligados a probar, practicando el más escrupuloso

registro, señorBillot—dijo el exento—.Tened, pues, un poco de paciencia, cincominutos más. Nosotros no somos más que unos pobres agentes que han recibidoórdenes de la autoridad, y seguramente no os opondréis a que personas honradas,comolashayentodaslascondiciones,señorBillot,cumplanconsudeber.

Elhombrenegrohabía tocadoelpuntosensible:asíeracomosedebíahablaraBillot.

—Cumplid,pues,convuestrodeber,peroqueseapronto.Ylesvolviólaespalda.Elexentocerróconsuavidadlapuerta,yconmássuavidadaúndiounavueltaa

lallave.Billot le dejóhacer, encogiéndosedehombros, segurode echar abajo la puerta

cuandoquisiese.Porsuparte,elhombrenegrohizounaseñalalossargentos,quecontinuaronsu

tarea; y todos tres, redoblando su actividad, tuvieronmuypronto, libros, papeles yropa,desdobladoyalavista.

De repente, en el fondo de un armario que había quedado vacío, se vio uncofrecillodemaderadeencina,guarnedidodehierro,yelexentocayósobreélcomounbuitresobresupresa.Tansóloporsuaspectoysupesoreconoció,sinduda,loquebuscaba,puesocultóvivamenteelcofrecillodebajodesucapoteraído,ehizoseñaalosdossargentos,indicándolesquelamisiónestabacumplida.

Billotseimpacientabaprecisamenteenaquelmomento,ysedetuvodelantedesupuertacerrada.

—¡Cuandoosaseguroquenoloencontraréissinoosdigodóndeestá!—exclamó—.Novale lapena revolver todosmis efectosparanada. ¡No soyunconspirador,qué diablo! Veamos: ¿me oís? ¡Contestad, o vive Dios que marcho a París paraquejarmealrey,alaAsambleayatodoelmundo!

Enaquellaépocasenombrabaaúnantesalreyquealpueblo.—Sí,queridoseñorBillot,yaosoímos,yestamosdispuestosacederavuestras

excelentes razones. Veamos: decidnos dónde está ese libro; y como estamosconvencidosahoradequenotenéismásqueeseejemplar,lecogeremos,retirándonosdespués.

—Puesbien—dijoBillot—,eselibroestáenmanosdeunhonradojoven,aquien

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loentreguéestamañanaparallevárseloaunamigo.—¿Y cómo se llama ese honrado joven? —preguntó el hombre negro con

expresiónpicaresca.—ÁngelPitou;esunpobrehuérfanoaquienrecogíporcaridad,yquenosabeni

siquieradequéasuntotrataellibro.—Gracias,señorBillot—dijoelexento,echandolaropaenelarmario,perono

sobreelcofrecillo—.Y¿dóndeestáeseamablejoven?—Meparecehaberlevistoalentrar,cercadelcuadrodelasjudíasdeEspaña;id

allíycogedellibro,peronohagáisdañoaPitou.—¡Dañonosotros! ¡OhseñorBillot,quépoconosconocéis!Nosomoscapaces

dehacerdañoaunamosca.Ysedirigieronhaciaelsitioindicado;ycuandoestuvieronalavistadelasjudías

deEspaña,divisaronaPitou,que,porsuelevadaestatura,parecíamástemibledeloqueenrealidadera.Pensandoentoncesquelosdossargentosnecesitaríansuauxilioparahacersedueñosdeljovengigante,elhombrenegrosequitóelcapote,arrollóconésteelcofrecillo,yocultóeltodoenunoscurorincónqueallícercahabía.

PeroCatalina,queescuchaba,aplicadoeloídocontralapuerta,habíadistinguidovagamentelaspalabraslibro,doctoryPitou;y,viendoqueestabaapuntodeestallarla tempestadquehabíaprevisto,ocurrióleatenuarsusefectos.EntoncesfuecuandohizoentenderaPitouquedebíadeclararsedueñodel libro.Yahemosdicho loquepasócuandoel joven,atadoysujetoporelhombrenegroysusacólitos,recobrólalibertadporCatalina, la cual aprovechóel instante enque losdos sargentos ibanabuscarlamesa,yelexentoarecogerlacapayelcofrecillo.YasabemostambiéndequémodoPitoupudohuirsaltandoporencimadeunacerca;peroloquenohemosdichoesqueelhombrenegro,comohombreprevisor,seaprovechódeaquellafuga.

En efecto: ahora que la doblemisión del agente quedaba cumplida, la fuga dePitoueraparaelhombrenegroysusdosauxiliaresunaexcelenteoportunidad.

El exento, aunque sin esperanza de alcanzar al fugitivo, excitó a sus doscompañeros con la voz y el ejemplo, tanto que, al verlos a los tres pisando lostréboles,lostrigosylasalfalfas,seleshubieratomadoporlosmayoresenemigosdelpobrePitou,aunquebendecíansuslargaspiernasenelfondodesucorazón.

MasapenasPitouhubodesaparecidoenelbosque,hallándoseaúnlosotrosenellindero,detuviéronsedetrásdeunmatorral.Durantesucarrerasehabíanreunidoconellos otros dos individuos ocultos en las cercanías de la granja, y que no debíanacudirsinoenelcasodellamarlessujefe.

—A fe mía —dijo el exento—, es una fortuna que ese mozo no tuviera elcofrecillo en vez del libro, pues nos habría sido necesario tomar la posta paraalcanzarle.¡Diablo!Notienelaspiernasdehombre,perosíeltendóndelciervo.

—Sí—dijo unode los sargentos, no tenía el cofrecillo—,pero está envuestro

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poderahora.¿Noesverdad,señorPasodeLobo?—Ciertamente,amigomío,yheleaquí—contestóaquélcuyonombre,omásbien

apodo,acabamosdepronunciarporprimeravez,yquelehabíamerecidoacausadelaligerezaydelaoblicuidaddesumarcha.

—Entonces,tenemosderechoalarecompensaprometida.—Ahí, va —dijo el exento, sacando de su bolsillo cuatro luises de oro, que

distribuyóporigualasuscuatroayudantes,asíalosquehabíantrabajadocomoalosquenohicieronmásqueesperar.

—¡Vivaelseñorteniente!—gritaronlossargentos.—Noperjudicagritar ¡vivael teniente!—dijoPasodeLobo—,perocuandose

grita,sehadehacercondiscernimiento.Noeselseñortenientequienpaga.—Pues¿quién?—Unode susamigos,ode susamigas;pero, seaquien fuere,deseoguardarel

incógnito.—Apuestoqueesaqueloaquéllaaquiensedestinaelcofrecillo—dijounode

lossargentos.—¡Rigoulot,amigomío!—dijoelhombrenegro—,siempreaseguréqueerasun

mozosumamenteperspicaz;perohastaqueestaperspicaciadesusfrutos,ydespuéssurecompensa,creoquelomejoresponerpiesenpolvorosa.Esecondenadolabradortiene, al parecer,mal genio, y cuandoveaque le falta el cofrecillopodría sermuybienqueenviaraennuestrapersecuciónatodoslosdependientesdesugranja,mozosquedisparanuntiroytocanelblancotanbiencomoelmejorsuizodelaguardiadeSuMajestad.

Este parecer fue sin duda el de lamayoría, pues los cinco agentes siguieron ellinderodelbosque,quelesocultabaa losojosde todos,yquea los trescuartosdelegualesconduciríaalcamino.

Laprecauciónnoerainútil,puesapenasCatalinahubovistoalhombrenegroyalosdossargentosdesaparecerenpersecucióndePitou,cuando,llenadeconfianzaenla agilidad de Ángel, que amenos de un accidente le permitiría llegarmuy lejos,llamó a los jornaleros, los cuales sabían bien que pasaba alguna cosa, aunque sinsaberelqué,ylesmandóabrirlapuertadesuhabitación.Loshombresacudieron,yCatalina,unavezfuera,seapresuróairaponerenlibertadasupadre.

ABillot leparecíasoñar:envezdeprecipitarse fueradelaposento,andabaconrecelo y volvía desde la puerta al centro de la habitación: hubiérase dicho que noosabapermanecerenelmismositio,yquealmismotiempotemíafijarlavistaenlosmueblesrevueltosporlosagentes.

—Enfin—preguntóBillot—,yalehancogidoellibro.¿Noesverdad?—Asílocreo,padremío,peronolehancogidoaél.—¿Quiénesél?

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—Pitou. Se ha salvado, y, si corren siempre en su seguimiento, deben hallarseahoraenCayollesoenVauciennes.

—¡Tantomejor!¡Pobremuchacho!¡Yosoyquientienelaculpadeello!—¡Ohpadremío!Noos inquietéisporél,ypensemosahoraennosotros.Pitou

saldrádelapuro:notengáiscuidado.Pero¡quétrastorno,Diosmío!¡Vedeso,madremía!

—¡Oh! ¡Mi armario de ropa!—exclamó la señoraBillot.Nohan respetadomiropablancaesosbribones.

—¿Hanregistradoesearmario?—preguntóBillot.Y se precipitó hacia el mueble, que el exento, como ya hemos dicho, había

cerrado cuidadosamente, e introdujo ambos brazos a través de los montones deservilletascaídas.

—¡Oh!—exclamó—.Esimposible.—¿Québuscáis,padremío?—preguntóCatalina.Billotmiróasualrededorconunaespeciedeextravío.—Mira—dijo—,mirasiestáenalgunaparte;perono,enesacómodanoestá,ni

enelpupitre tampoco.Yoséque sehallabaahí, ahí, enel fondodel armario…yomismolepuse,yaunayer levi…¡Noesel libro loquebuscabanesosmiserables,sinoelcofrecillo!

—¿Quécofrecillo?—preguntóCatalina.—¡Oh!Bienlosabes.—¿Será el cofrecillo del doctor Gilberto?—se aventuró a preguntar la señora

Billot,queenlascircunstanciassupremasguardabasilencio,dejandoobraryhablaralosdemás.

—¡Sí,el cofrecillodeldoctorGilberto!—exclamóBillot,hundiendo lasmanosensusabundantescabellos—.¡Eraelpreciosocofrecillo!

—¡Meespantáis,padre!—dijoCatalina.—¡Desgraciado de mí! —exclamó Billot, rojo de cólera—. ¡Y yo que no he

sospechado eso; yo que ni siquiera pensaba en el cofrecillo! ¡Oh! ¿Qué dirá eldoctor?¿Quépensará?¡Quésoyuntraidor,uncobarde,unmiserable!

—Pero,Diosmío,¿quéencerrabaesecofrecillo,queridopadre?—Loignoro;peroloqueséesquehabíarespondidodeélaldoctorconmivida,y

quedebídejarmematarparadefenderle.YBillot hizoun ademán tandesesperado, que sumujer y suhija retrocedieron

conterror.—¡Diosmío,Diosmío,mipadresevuelveloco!—exclamóCatalina.Ycomenzó

asollozar.—¡Contestadme,padremío,poramordeDios!—dijolajoven.—¡Pedro,amigomío—añadiólaseñoraBillot—,contestaatuhija,contestaatu

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mujer!—¡Micaballo,micaballo!—gritóellabrador—.¡Quemetraiganmicaballo!—¿Adondequeréisir,padremío?—Adaravisoaldoctor:esprecisoqueestéprevenido.—Pero¿dóndeleencontraréis?—EnParís.¿Nohasleídoenlacartaquenosescribióquesedirigíaalacapital?

Yadebeestarallí,yyovoyaParís.¡Micaballo,micaballo!—¿Y nos dejáis así, padre mío, nos abandonáis en semejante momento,

dejándonosposeídasdeinquietudydeangustia?—Es preciso, hija mía, es preciso —dijo el labrador, tomando la cabeza de

Catalinaentresusmanosyacercándolaconvulsivamenteasus labios—.«Sialgunavezperdierasesecofrecillo,medijoeldoctor,omásbien,sitelosustrajeran,enelmomento mismo en que eches de ver el robo, ponte en marcha, Billot, corre adecírmelo,dondequieraquemehalle,yquenada tedetenga,ni aun lavidadeunhombre».

—¡Señor!¿Quépodríaconteneresecofrecillo?—Loignoro.Todocuantoyoséesquemeleconfiaronparaguardarle,yqueme

lehedejadorobar.¡Ah!Yaestáaquímicaballo.Porelhijo,queestáenelcolegio,biensabrédóndesehallaelpadre.

Yabrazandootravezmásasumujeryasuhija,ellabradorsaltóasucaballo,alquepusoalgalopeatravesandolastierrasendirecciónalcaminodeParís.

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CapítuloIX

CAMINODEPARÍS

VolvamosaPitou.A Pitou le impulsaban hacia adelante los dos estímulos más grandes de este

mundo:elmiedoyelamor.Elmiedolehabíadichodirectamente:—¡Tepuedendeteneryapalearte:cuidadeti,Pitou!Yestobastabaparaquecorriesecomoungamo.Elamorlehabíadichoporlavoz

deCatalina:—¡Salvaospronto,queridoPitou!YPitoulohizoasí.Losdosestimulantes,comohemosdicho,hicieronquePitouvolasemásbienque

corriese.Decididamente,Diosesgrande;Diosesinfalible.¡QuéútileseranahoraenelcampoparaPitoususlargaspiernas,queleparecían

nudosas, y sus enormes rodillas, tan feas en un baile, ahora que tenía el corazóndilatadoporeltemorycontreslatidosporsegundo!

Seguramente el señor de Charny, con sus piececitos, sus finas rodillas y susmuslossimétricos,nohubierapodidocorrerasí.

Pitourecordóaquellagraciosafábuladelciervoquese lamentadesusdelgadaspiernasalmirarseenunafuente;y,aunquenotuvieseenlacabezaeladornoenqueelcuadrúpedoveíaunacompensacióndeaquéllas,searrepintiódehaberdespreciadosuszancas.

Así llamaba la madre Billot a las piernas de Pitou cuando éste se las mirabadelantedeunespejo.

Así,pues,Pitoucorríasiempreporelbosque,dejandoaCayollesaladerecha,yaYvorsalaizquierda,volviéndoseacadamomentoparaver,omásbienparaescuchar,pueshacíaya largoratoquenoveíanada,sindudaacausadehaberquedadomuyatrás sus perseguidores, gracias a la velocidad de que Pitou acababa de dar tanbrillanteprueba,interponiendoprimerounadistanciademilpasosentreellosyél,yaumentándolaluegoacadainstante.

¡Por qué se habría casado Atalante! Si Pitou hubiera concurrido, para triunfarsobreHipomenenohabría necesitado servirse, comoél, del subterfugiode las tresmanzanasdeoro.

Cierto es, como ya hemos dicho, que los agentes del hombre negro, muycontentosdehaberobtenidoelbotín,nosecuidabanyadePitouenlomásmínimo;

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peroéstenolosabía.Dejandodeverseperseguidoporlarealidad,seguíaestándoloporsusombra.En cuanto a los hombres del agente, tenían esa confianza que hace a todos

perezosos.—¡Corre, corre—decían, introduciendo lasmanos en sus bolsillos, para hacer

sonarlasmonedasqueacababadedarlesPasodeLobo—,corre,buenhombre,quesiempreteencontraremoscuandoqueramos!

Locual,dichoseadepaso,lejosdeserunafanfarronada,eralapuraverdad.YPitouseguíacorriendo,comosihubierapodidooírlaspalabrasdelosagentes

delhombrenegro.Cuando hubo franqueado considerable distancia, cruzando acertadamente de un

ladoaotro,comolohacenlasfierasparadespistaralajauría,cuandohuboenredadosus huellas en una red tan revuelta que el mismo Nemrod no hubiese reconocidonada,tomóderepentesupartido,queconsistíaenoblicuaraladerechaafindeganarelcaminodeVillers-CotteretsaParís,pocomásomenosalaalturadelosbrezosdeGondreville.

Adoptada esta resolución, se lanzó a travésde los tallares, cortópor un ángulorecto,yalcabodeuncuartodehoravioelcamino,consumarcodearenasamarillasyflanqueadodeverdesárboles.

Unahoradespuésdesusalidadelagranja,hallábaseenterrenodelrey.Habíarecorridocuatroleguasymedia,pocomásomenos,enelespaciodeuna

hora.Estodocuantosepuedeexigirdeunbuencaballolanzadoaltrotelargo.Dirigiólavistahaciaatrás,ynovionadaenelcamino.Despuésmiróhaciadelante,ydivisódosmujeresqueibanenasnos.Pitou había cogido una mitología con grabados, perteneciente al pequeño

Gilberto,puesenaquellaépocaseocupabanmuchoenlamitología.La historia de los dioses y de las diosas del Olimpo griego entraba en la

educacióndelosjóvenes;y,afuerzademirarlosgrabados,Pitouhabíaaprendidolamitología:supoqueJúpitersehabíadisfrazadode toroparaseduciraEuropa,ydecisne para entregarse a obscenidades con la hija de Tíndaro; y había visto, en fin,otrosmuchosdiosesquepracticabantransformacionesmásomenospintorescas;peroqueunagentedelapolicíadeSuMajestadseconvirtieraenasno,jamás.ElmismoreyMidasnosufriócambiomásqueenlasorejas,yerasoberano,yhacíaoroasuvoluntad; de modo que no le faltaba medio para comprar la piel entera de loscuadrúpedos.

Unpoco tranquilizadopor loqueveía,omásbienpor loquenoveía,Pitousedejócaersobrelahierbadellindero,enjugóconsumangasugruesacaracoloraday,echadoeneltrébolfresco,seentregóalavoluptuosidaddedormirtranquilo.

Pero las dulces emanaciones de la alfalfa y de la mejorana no podían hacer

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olvidaraPitoueltocinofritodelamadreBillot,ylalibraymediadepanmorenoqueCatalina le daba en cada comida, es decir, tres veces al día. Era aquel pan queentoncescostabacuatrosueldosymediolalibra,precioenorme,equivalente,porlomenos,anuevedenuestraépoca;aquelpandelquetodaFranciacomíayquecuandose podía comer considerábase como la famosa torta que la duquesa de Polignacrecomendabaalosparisiensesparasualimentocuandonotuvieranharina.

Pitousedecía,pues,filosóficamente,quelaseñoritaCatalinaeralamásgenerosaprincesadelmundo,ylagranjadelpadreBillotelmássuntuosopalaciodeluniverso.

Después, así como los Israelitas a orillas del Jordán, dirigía una miradamoribundahaciaeleste,esdecir,enladireccióndeaquellabienaventuradagranja,ysuspiraba.

Porlodemás,suspirarnoescosadesagradableparaelhombrequenecesitatomaralientodespuésdeunacarreradesordenada.

Pitou respiraba suspirando, y sentía que sus ideas, un instantemuy confusas yperturbadas,comenzabanasermásserenas.

—¿Porqué—sedijoentonces—,mehanocuridotantascosasextraordinariasentanbreveespaciodetiempo?¿Porquémásaccidentesentresdíasquedurantetodamiexistencia?Seráquehesoñadoungatoquemebufaba—dijoPitou.

Asípensando,hizounademánqueindicabaqueconocíabienelorigendetodassusdesgracias.

—Sí—añadióPitou,despuésdeunmomentodereflexión—,peroéstanoesunalógicacomolademivenerableabateFortier.Porelhechodehabersoñadoungatofuriosonohede suponerquemesuceden todasestasaventuras.El sueñono sehadadoalhombresinocomoaviso.Poreso—continuóPitou—,algúnautorhadicho:«¿Hassoñado?Vivealerta».Cave,somniasti.¿Somniasti?—sepreguntóPitouconexpresión inquieta—. ¿Habré cometidounbarbarismo? ¡Ah!No, nohagomásqueuna elisión: somniavisti, debí decir en lengua gramatical. ¡Es extraño —continuóPitou,admirándoseasípropio—,cómosélatíndesdequeyanoleaprendo!

Yconestaglorificacióndesímismo,Pitouemprendiódenuevolamarcha.El joven avanzó con paso largo, aunque más tranquilo, paso que le permitía

recorrerdosleguasenunahora.Deaquíresultóque,doshorasdespuésdeponerseencamino,Pitouhabíapasado

deNanteuilyencaminábasehaciaDammartin.Derepente,suoídoejercitadolepermitiópercibirelrumordeunaherradurade

caballoqueresonabaenelpavimiento.—¡Oh,oh!—exclamóPitou,repitiendoelfamosoversodeVirgilio:Quadrupedanteputremsonituquatitúngulacampum.Ymiró;peronovionada.¿Serían aquéllos los asnos que había dejado en Levignan y que acababan de

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emprenderelgalope?No,pueslauñadehierro,comodiceelpoeta,resonabasobreeldurosuelo;ynienHaramontnienVillers-Cotterets,Pitounohabíaconocidoningúnasnoherrado,comonofueraeldelamadreSabot,yaunésteporquelabuenamujerprestabaelserviciodepostaentreVillers-CotteretsyCrespy.

Olvidó,pues,momentáneamenteel rumorqueacababadeoírparavolvera susreflexiones.

Y ¿quiénes eran aquellos hombres negros que le habían interrogado sobre eldoctor Gilberto, que le ataron las manos y le persiguieron después hasta que losperdiódevista?

¿De dónde venían aquellos hombres completamente desconocidos en todo elcantón?¿QuéteníanellosquearreglarconPitou,siendoasíqueélnoloshabíavistonuncayque,porlotanto,nolosconocía?

Y¿cómoeraque,apesardeesto,leconocíanaél?¿Porqué la señoritaCatalina lehabíadichoquemarchaseaParís,yporqué le

había dado, para facilitar el viaje, un luis de cuarenta y ocho francos, es decir,doscientas cuarenta libras de pan, a cuatro sueldos cada una, a fin de que comieraduranteochentadías,oseacercadetresmeses,economizandounpoco?

¿Suponía la señorita Catalina que Pitou pudiera o debiera estar ochenta díasausentedelagranja?Derepente,Pitouseestremeció.

—¡Oh,oh!Otravezlaherraduradecaballo.Yseirguió.—Estavez—dijo—,nomeengaño,elrumorqueoigoeseldeuncaballoqueva

algalope.Voyaverledesdelacuesta.Apenas acababa de pronunciar estas palabras, cuando Pitou vio aparecer un

caballoenunaeminenciaquehabíadejadoatrás,esdecir,aunoscuatrocientospasosdedistancia.

Pitou,quenohabíaadmitidoqueunagentedepolicíapudiera transformarseenasno, admitiómuy bien que le fuera posiblemontar a caballo, para perseguirmásrápidamentelapresaqueseleescapaba.

Eltemor,desechadoporuninstante,seapoderóotravezdePitou,devolviéndoleunas piernas más largas e intrépidas que aquéllas de que había hecho uso tanmaravillosamentedoshorasantes.

Por eso, sin reflexionar, sinmirar hacia atrás, sin esforzarse para disimular sufuga,y confiandoen la excelenciade susmúsculosde acero,Pitou se lanzódeunsolosaltohastaelotroladodelfosoqueflanqueabaelcamino,ycomenzóacorreratravés de los campos en la direccióndeErmenonville, sin conocer este punto.Tansólovioenelhorizontelascopasdealgunosárboles,ysedijo:

—Si alcanzo esos árboles, que sin duda son el lindero de algún bosque, estoysalvado.

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Y aceleró la carrera hacia Ermenonville. Esta vez se trataba de vencer a uncaballoalacarrera,yyanoeranpiesloqueteníaPitou,sinoalas.

Tantomáscuantoquealoscienpasos,pocomásomenos,atravésdelastierras,Pitoumiróhaciaatrásypudoverqueeljineteobligabaasucaballoadarelinmensosaltoquelepermitióaélmismofranquearelfosodelcamino.

Apartirdeaquelmomento,yanodudóelfugitivodequeeljineteleperseguíaaél,yPitouredoblósuceleridad,sinvolveryalacabezaportemordeperdertiempo.Loqueaguijoneabasucarreraahoranoerayael ruidode laherraduraenelsuelo,sinoelrumoramortiguadoenlasalfalfasylashierbas;loqueapresurabasucarreraeracomoungritoqueleperseguía,laúltimasílabadesunombrepronunciadaporeljinete,unou,ou,queparecíaelecodesucólerayquecruzabaelaire.

Pero,alcabodediezminutosdeaquellacarreradesordenada,Pitousintióquesupecho tenía más pesadez y que la cabeza se desvanecía; sus ojos comenzaron avacilarenlasórbitas;pareciólequesusrodillassedesarrollabanconsiderablementeyquesusriñonessellenabandepiedrecillas.Devezencuandotropezabaenlossurcos,él,quedeordinariolevantabatantolospiesalcorrer,queseleveíantodoslosclavosde las suelas de los zapatos. El caballo, superior al hombre en el arte de correr,alcanzóventajasobreelbípedoPitou,quienoyóalmismotiempolavozdeljinete,gritandoahoracontodaclaridad:«¡Pitou,Pitou!».

Eljovensecreyóperdido.Sinembargo, tratódecontinuarsucarrera,peroéstaseredujoaunaespeciede

movimiento maquinal, debido a la fuerza repulsiva; de repente, sus rodillasflaquearon,vacilóydejósecaerbocaabajo,exhalandounsuspiro.

Peroenelmomentodeecharse,bien resueltoanoponerseyaenpie,almenosconsuvoluntad,recibióunlatigazoquelecruzóelcuerpoyoyóunablasfemiaquenoleeraextraña,conunavozbienconocidaquelegritó:

—¡Hola,belitre,imbécil!¿HasjuradoreventaramiCadet?EstenombredesvaneciólasVacilacionesdePitou.—¡Ah!—exclamó,dandomediavueltasobresímismo,demodoque,envezde

estarbocaabajo,quedóechadodeespaldas—.¡Ah!OigolavozdelseñorBillot.Era,enefecto,ellabrador;ycuandoPitousehuboaseguradodelaidentidad,se

incorporó.Billot, por suparte, habíadetenidoel caballo, inundadode sudory cubiertode

espuma.—¡Ah,queridoseñorBillot!—exclamóPitou—.¡Cuántaesvuestrabondadpor

correr así en mi seguimiento! Os juro que habría vuelto a la granja después decomerme el doble luis de la señorita Catalina;mas, puesto que estáis aquí, tomadvuestrodobleluis,pues,alfinyalcabo,ospertenece,yvolvamosalagranja.

—¡Mildiablos!—exclamóBillot—.¡Degranjasetrataahora!¿Dóndeestánlos

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esbirros?—¡Los esbirros!—exclamó Pitou, que no comprendía bien la significación de

estapalabra,comprendidahacepocotiempoenelvocabulariodelalengua.—Sí,hombre,losesbirros,loshombresnegros,silocomprendesasímejor—dijo

Billot.—¡Ah!¡Loshombresnegros!Yacomprenderéis,miqueridoseñorBillot,queno

meheentretenidoenesperarlos.—¡Bravo!Entoncesquedanatrás.—Melisonjeodeello.Mepareceque,despuésdelacarreraqueacabodedar,es

lomenosquepodíasuceder.—Pues¿porquéhuíasasí,siestássegurodeello?—Porquecreíaqueerasujefeque,paranoquedarmal,meperseguíaacaballo.—¡Vamos,vamos,noerestantorpecomocreí;y,puestoqueelcaminoestálibre,

arribayaDammartin!—¡Cómoarriba!—Sí,levántateyvenconmigo.—¿VamosaDammartin?—Sí:tomaréuncaballoencasadelcompadreLefranc,dejandoallíaCadet,que

yanopuedemás,yllegaremosestanocheaParís.—¡Sea,señorBillot,sea!—Puesbien:¡arriba,arriba!Pitouhizounesfuerzoparaobedecer.—Bienquisiera,queridoseñorBillot;masnopuedo.—¿Nopuedeslevantarte?—No.—Puesbienhasdadoelsaltodelacarpa,hacepoco.—¡Oh! No es extraño que lo hiciera antes; pero después he oído vuestra voz,

recibiendoalmismotiempounlatigazoquemehacruzadolaespalda.Encuantoaesossaltos,nosalenbienmásqueunavez;estoyacostumbradoavuestravoz;yencuantoallátigo,seguramentenoleaplicaréismásqueaesepobreCadet,quetendrácasitantocalorcomoyo.

La lógica de Pitou, que, bienmirado, era la del abate Fortier, persuadió y casiconmovióallabrador.

—Notengotiempoparaenternecermerespectoatusuerte—dijoaPitou—,peroveamos:hazunesfuerzoymontaenlagrupa.

—¡Oh!—repusoPitou—.EstoreventaríaalpobreCadet.—¡Bah!DentrodemediahoraestaremosencasadelpadreLefranc.—PeroseñorBillot—dijoPitou—,meparecequeesdetodopuntoinútilqueyo

vayaacasadelpadreLefranc.

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—Y¿porqué?—Porque,sitenéisalgoquehacerenDammartin,noesprecisoqueyovaya.—Sí,peroyonecesitoquevengasaParís,puesallímeservirás.Tienesbuenos

puños,yestoyseguroquenosetardaráendistribuirmojiconesallíabajo.—¡Ah,ah!—exclamóPitou,pocoseducidoporlaperspectiva—.¿Locreéisasí?YtrepóalagrupadeCadet,atrayéndoleBillothaciasí,comosifueseunsacode

harina.Elbuenlabradorganódenuevoelcamino,ymanejótanbienlabrida,lasrodillas

ylasespuelas,queenmenosdemediahora,comohabíadicho,llegóaDammartin.Billothabíaentradoenlaciudadporunacallejueladeélconocida;ganólagranja

delpadreLefranc,y,dejandoaPitouyaCadetenmediodelpatio,corrióalacocina,dondeeldueño,queestabaapuntodeiradarunavueltaporloscampos,sesujetabalaspolainas.

—¡Pronto,pronto,compadre!—ledijo,antesdequeLefrancserepusieradesuasombro—.Dameelcaballomásresistentequetengas.

—ElmejoresMargot—dijoLefranc,yprecisamente está ensillado,porqueyoibaamontar.

—¡Puesbien,dameMargot;peroteadviertoqueesposiblequelereviente!—¡Bueno!¡ReventaraMargot!Y¿porquéhadeserasí?—PorqueesprecisoqueestamismanocheestéenParís—contestóBillotconaire

sombrío.Aldeciresto,hizoaLefrancunaseñalmasónicadelasmássignificativas.—En ese caso, revienta aMargot —dijo el padre Lefranc—. En cambio me

dejarásaCadet.—Yaestádicho.—¿Quieresunvasodevino?—Dos.—Peromeparecequenoestássolo…—No:meacompañaunbuenmuchacho,quehadevenirconmigo,yelcualse

halla tancansadoquenohatenidofuerzaparallegarhastaaquí.Dispónqueledenalgunacosa.

—Almomento,almomento—contestóellabrador.Endiezminutos,losdoscompadresapuraroncadacualsubotella,yPitoudevoró

unpandedoslibras,conmediadetocino.Mientrasquecomía,uncriadodelagranjale frotaba con un puñado de alfalfa fresca, como lo hubiera hecho con un caballofavorito.

Friccionadoyrepuestoasí,Pitouapuróasuvezunvasodevino,tomadodeunatercera botella, la cual se vació con tantamás rapidez cuanto que Pitou, como yahemosdicho, había tomado suparte.DespuésdehabermontadoBillot enMargot,

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Pitou,rígidocomouncompás,fuecolocadoenlagrupa.En el mismo instante, el buen cuadrúpedo, hostigado por la espuela, trotó

valerosamente bajo su doble peso hasta llegar a París, sin dejar de espantar lasmoscasconsurobustacola,cuyasespesascrinesarrojabaenelpolvosobrelaespaldadePitou,azotandoalgunasvecessusdelgadaspiernas,malcubiertasconlasmedias.

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CapítuloX

LOQUEPASABAENELTÉRMINODELCAMINO

QUEPITOUSEGUÍA,ESDECIR,ENPARÍS

De Dammartin a París se cuentan aún ocho leguas. Las cuatro primeras serecorrieron con bastante facilidad; pero, desde el Bourget, las piernas deMargot,aunque hostigadas por las de Pitou, acabaron por perder el moviento. La nochecerrabaya.

AlllegaralaVillette,Billotcreyódivisar,porelladodeParís,unagranllama,yseñalóaPitouelresplandorrojizoquesubíaporelhorizonte.

—¿Noveis—dijoPitou—,que son tropasquevivaqueanyquehanencendidohogueras?

—¡Cómotropas!—exclamóBillot.—Nofaltanporaquí—dijoPitou—.¿Porquénohabíadehaberallíabajo?Enefecto:mirandoconatenciónasuderecha,elpadreBillotviolallanuradeSan

Dionisiosembradadedestacamentosnegrosqueavanzabansilenciososenlasombra,coninfanteríaycaballería.

Susarmasbrillabanavecesalapálidaluzdelasestrellas.Pitou,aquiensuscarrerasnocturnasporelbosquehabíanacostumbradoaveren

laoscuridad,pudohastamostrarasuamocañonesatascadosenelcienohastaelcubodelasruedas,enmediodeloscamposhúmedos.

—¡Oh,oh!—exclamóBillot—.Algonuevoocurreallíabajo.—Sí, sí: hay fuego allí—dijo Pitou, que acababa de alzarse sobre la grupa de

Margot—.¡Mirad,mirad:ahorasevenlaschispas!Elcaballosedetuvo;Billotsaltóalsuelo,y,acercándoseaungrupodesoldados

azulesyamarillosquevivaqueabanbajolosárbolesdelcamino,preguntóles:—Compañeros:¿podéisdecirmequéocurredenuevoenParís?Pero los soldados solamente le contestaron con algunos votos pronunciados en

lenguaalemana.—¿Quédiablosdicen?—preguntóBillotaPitou.—Esonoes latín,queridoseñorBillot—dijoPitou,muytembloroso—,estoes

todoloquepuedoaseguraros.Billotreflexionó,mirandodenuevo.—¡Quéimbécilsoypordirigirmealoskaiserliks!—exclamó.Y,ensucuriosidad,permanecióinmóvilenmediodelcamino.Unoficialseacercóaél.

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—¡Seguidvuestrocamino,ypronto!—Dispensad,capitán—contestóBillot—,peroyovoyaParís.—¿Quémás?—Y como os veo en medio del camino, temo que no se pueda pasar por las

barreras.—Puessepasa.Billotvolvióamontar,ypasó,enefecto.PerofueparacaerentreloshúsaresdeBercheny,queocupabanLaVillette.Estavezdebíatratarconsus,compatriotas,einterrogóconmejorresultado.—Caballero—preguntó—,¿tendríaislabondaddedecirmequéocurredenuevo

enParís?—Pues sencillamente que vuestros condenados parisienses quieren tener su

Necker,yquenosdisparantiroscomosituviésemosalgoqueverconello.—¿TenersuNecker?—exclamóBillot—.¿Lehanperdido,pues?—Ciertamente,puestoqueelreyacabadedestituirle.—¡ElreyhadestituidoalseñorNecker!—exclamóBillot,conelestupordeun

adeptoqueclamacontraelsacrilegio—.¡Elreyhadestituidoaesegranhombre!—¡OhDiosmío!Sí—repusoelhúsar—,yhastaosdiréqueesegranhombreestá

encaminodeBruselas.—Pues,entalcaso,vamosareírnos—gritóBillotconvozterrible,sincuidarse

delpeligroquecorríaalpromoverasíinsurrecciónenmediodemilquinientossablesrealistas.

YmontódenuevosobreMargot,hostigándolecruelmenteconlostaloneshastalabarrera.

A medida que avanzaba, veía el incendio aumentar por momentos; una largacolumnadefuegoascendíadesdelabarreraalcielo.

Eralamismabarreralaqueardía.Una multitud que gritaba furiosa, y en la cual se veían mujeres, que, según

costumbre,amenazabanychillabanmásaltoqueloshombres,ocupábaseenatizarlallamaconrestosdemaderaylosmueblesyefectosdelacasetadeconsumos.

Enelcamino,losregimientoshúngarosyalemanesmirabanconelarmaalbrazoaquelladevastación,sinpestañearsiquiera.

Billot no se detuvo ante aquel muro de llamas; lanzó aMargot a través delincendio, y el caballo franqueó con valor la barrera incandescente; pero cuandoestuvo en el otro lado debió detenerse ante una compactamultitud de pueblo querefluíadelcentrodelaciudadalosarrabales,losunoscantandoylosotrosgritando:«¡Alasarmas!».

Billot parecía ser lo que era, es decir, un buen labrador que llega a París paraevacuar susdiligencias.Tal vezgritabademasiado alto: «¡Paso, paso!».PeroPitou

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repetíatancortésmentedespuésdeél:«¡Paso,silotenéisabien!»queelunoparecíacorregir al otro. Nadie tenía interés en impedir a Billot que fuera a despachar susasuntos,yseledejóelpasolibre.

Margotrecobrabasusfuerzas;elfuegolehabíatostadolapiel,ytodosaquellosclamores, tan extraños para el pobre animal, le inquietaban.Billot era ahora quiendebía reprimir su último esfuerzo, temeroso de atropellar a los muchos curiososreunidosdelantedelaspuertas,asícomoalosquesalíanporellasparadirigirsealasbarreras.

Billot avanzó, bien o mal, tirando deMargot a derecha e izquierda hasta elbulevar;peroaquídebiódetenerseporfuerza.

Un cortejo desfilaba delante de la Bastilla hasta el Guarda Mueble, esos dosnudosdepiedraqueuníanenotraépocasurecintoconlosflancosdeParís.

Aquelcortejo,quellenabaelbulevar,seguíaunataúdquellevabadosbustos:unodeellosveladoporuncrespónnegro,yelotrocoronadodeflores.

ElbustoveladoeraeldeNecker,ministroquenohabíacaídoendesgracia,peroaquienseexpulsaba;elotro,elqueibacoronadodeflores,eraelbustodelduquedeOrleans, que había tomado altamente en la corte el partido del economista deGinebra.

Billot se informó de lo que era aquella procesión, y le dijeron que era unhomenajepopulartributadoalseñorNeckeryasudefensorelduquedeOrleans.

Billot había nacido en un país donde el nombre del duque de Orleans eraveneradohacíasigloymedio;eljovenpertenecíaalasectafilosófica,y,porlotanto,considerabaaNecker,notansólocomoungranministro,sinocomounapóstoldelahumanidad.

Esto eramás de lo queBillot necesitaba para exaltarse; saltó de su caballo sinsaberbienloquehacía,ysemezclóconlamultitud,gritando:

—¡VivaelduquedeOrleans,vivaNecker!Unavezmezcladoconlamuchedumbre,lalibertadindividualdesaparece;todos

saben que entonces se deja de tener el libre albedrío; se quiere lo que lamultitudquiere,ysehaceloqueellapide.Billot,porlodemás,teníatantamásfacilidadparadejarse llevar cuanto que se hallaban más bien a la cabeza que a la cola delmovimiento.

El cortejogritaba avoz en cuello: «¡VivaNecker! ¡Nadade tropas extranjeras;fueralastropasextranjeras!».

Billotmezclósupoderosavozcontodaslasdemás.Unasuperioridad,cualquieraquesea, seapreciaporelpueblo.Elparisiensede

losarrabalestienelavozdébiloronca,alteradaporlainaniciónogastadaporelvino;elparisiensedelarrabaladmirólavozllena,frescaysonoradeBillot,yleabriópaso;demodoquesinquelecodearanmuchooleestrujasen,ellabradoracabóporllegar

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hastaelataúd.Alcabodediezminutos,unode losportadores,cuyoentusiasmoexcedíaasus

fuerzas,lecediósupuesto.Segúnvemos,Billothabíahechorápidamentecarrera.Lavíspera,simplepropagadordelfolletodeldoctorGilberto,yalotrodía,unode

losinstrumentosdeltriunfodeNeckerydelduquedeOrleans.Mas,apenasllegadoaestaaltura,unaideacruzóporsumente.¿QuéhabríasidodePitouydeMargot?Sosteniendo el ataúd, Billot volvió la cabeza, y a la luz de las hachas que

iluminabanelcortejo,ydelaslamparillasquebrillabanentodaslasventanas,divisóenmediodelaprocesiónunaespeciedeeminenciaambulanteformadaporcincooseishombresquegesticulabanygritaban.

EnmediódesusademanesydesusgritoserafácilreconocerlavozyloslargosbrazosdePitou.

EljovenhacíacuantoleeraposibleparadefenderaMargot;mas,apesardesusesfuerzos,elcaballohabíasidoembargado,yyanoconducíaaBillotyPitou,pesomuyrespetableyaparaelpobrecuadrúpedo.

Ensulugar,Margotllevabatodocuantopodíasostenersesobreél,enellomo,enlagrupayenelcuello.

Margotparecía,enlaoscuridaddelanoche,queagrandacaprichosamentetodoslosobjetos,unelefantecargadodecazadoresquevanalabatidadeltigre.

El ancho lomo de Margot sostenía cinco o seis energúmenos que se habíanacomodadoallí,gritando:

—¡VivaNecker!¡VivaelduquedeOrleans!¡Abajolosextranjeros!AlocualcontestabaPitou:—VaisareventaraMargot.Laembriaguezerageneral.BillottuvounmomentolaideadeiraprestarauxilioaPitouyasucaballo;pero

reflexionóquesirenunciabaunmomentoalhonorconquistadodellevarunodelosbrazosdelataúd,alfinyalcabo,graciasalconveniohechoconelpadreLefranc,decederCadetporMargot, esteúltimo lepertenecía,yque, aunque sucediesealgoalcaballo de su amigo, sería cuestión de tres o cuatrocientas libras, las cuales podíasacrificarmuybienBillotporlapatria,puestoqueerarico.

Entretanto, el cortejo avanzaba siempre; había oblicuado a la izquierda ydescendido por la calle de Montmartre, en dirección a la plaza de las Victorias.Llegado al Palais-Royal, un considerable grupo impedía pasar, ymuchos hombresquellevabanhojasverdesenlossombrerosgritaban:

—¡Alasarmas!Era preciso reconocer si aquellos hombres queobstruían la calleVivienne eran

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amigoso enemigos.El verde era el color del condedeArtois. ¿Por qué se poníanaquellaespeciedeescarapelasverdes?

Despuésdeuninstantedeconferencia,todoseexplicó.AlsaberladespedidadeNecker,unjovenhabíasalidodelcaféFoy,y,subiéndoseaunamesa,habíagritado,enseñandounapistola:

—¡Alasarmas!Aloírestegrito,todoslosquesepaseabanporallísehabíanreunidoalrededorde

él,gritando:—¡Alasarmas!Ya hemos dicho que todos los regimientos extranjeros estaban concentrados

alrededordeParís;demodoqueaquelloparecíaunainvasiónaustriaca:losnombresdeestosregimientoserandiscordantesparalosoídosfranceses:titulábanseReynac,Salis Samade, Diesbach, Esterhazy y Rcemer; y bastaba nombrarlos para que lamultitud comprendiera que eran enemigos. El joven citó sus nombres, anunciandoquelossuizos,acampadosenlosCamposElíseosconcuatrocañones,debíanentraraquellamismanocheenParís,precedidosdelosdragonesdelpríncipedeLambesq.En su consecuencia, propuso una escarapela nueva que no fuese la de ellos,arrancando una hoja de un castaño para ponerla en su sombrero. En el mismoinstante,todoslospresenteslehabíanimitado,y,endiezminutos,tresmilpersonasdespojarondesufollajelosárbolesdelPalais-Royal.

Porlamañana,elnombredeljoveneraignorado;porlanoche,estabaentodaslasbocas.

AqueljovensellamabaCamiloDesmoulins.Todossereconocieron,fraternizaronyabrazáronse;despuésdelocual,elcortejocontinuósumarcha.

Duranteaquelmomentodeparada, lacuriosidadde losquenadapodíanver,niaunempinándose,aumentómáslayapesadacargadeMargot;puesvarioshombressecolgarondelasbridasydelasilla,izándoseotrosenlosestribos;demodoque,enel momento de continuar la marcha, el pobre cuadrúpedo estaba completamenteagobiadobajoelenormepeso.

En la esquina de la calle de RichEliasu, Billot volvió la cabeza para mirar:Margothabíadesaparecido.

Entoncesdejóescaparunsuspiro,dirigidoalamemoriadeldesgraciadoanimal;y,reuniendotodaslasfuerzasdesuvoz,llamótresvecesaPitou,comolohacíanlosromanosenlosfuneralesdesusparientes; leparecióoírenelcentrodelamultitudunavozquelecontestaba;peroestavozseperdíaen losconfusosclamoresqueseelevabanalcielo,muchosdeellosamenazadores.Elcortejoavanzabasiempre.

Todaslastiendassehabíancerrado;perotodaslasventanasestabanabiertas,ydeellas salían gritos de estímulo que llegaban hasta los paseantes, poseídos deembriaguez. Así se llegó hasta la plaza de Vendóme. Pero aquí, el cortejo debió

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detenerseporunobstáculoimprevisto.Semejante a esos troncos de árboles que las hondas de un río desbordado

arrastran,yque,encontrándoseconelpostedeunpuente,saltanhaciaatrássobrelosrestos que les siguen, el ejército popular se halló ante un destacamento del RealAlemánenlaplazadeVendóme.

Aquellos soldados extranjeros eran dragones, que al ver la inundación queascendíaporlacalledeSanHonoratoyquecomenzabaadesbordarseenlaplazadeVendóme, dieron rienda suelta a sus caballos, que, impacientes por haberpermanecidoallícincohoras,partieronaescape,cargandosobreelpueblo.

Losportadoresdelataúd,recibiendoelprimerchoque,fueronderribadosbajoelpesoqueconducían.Unsaboyano,que ibadelantedeBillot, fueelprimeroquesepusoenpie,levantólaefigiedelduquedeOrleans,y,sujetándolaenlaextremidaddeunpalo,elevólasobresucabeza,gritando:

—¡VivaelduquedeOrleans!¡VivaNecker!Elbuenhombrenohabíavistojamásalduque,niconocíatampocoaNecker.Billot se disponía a recoger a su vez el busto del ministro; pero alguno se le

adelantó:unjovendeveinticuatroaveinticincoaños,vestidoconbastanteeleganciaparamerecerelnombredecurrutaco,habíaseguidoelbustoconlavista, locualleeramásfácilqueaBillotquelellevaba,y,apenashubocaídoentierra,precipitóseparacogerle.

El labrador lebuscó,por lo tanto, inútilmente;elbustodeNeckerestabayaenuna especie de una punta de pica, y próximo al del duque deOrleans, atraía a sualrededorunabuenapartedelcortejo.

De improviso, un resplandor ilumina laplaza;óyeseunadescarga en elmismoinstante;lasbalassilban;algunacosaduratocaaBillotenlafrente,ycae:alprontosecreemuerto.

Pero como el conocimiento no lo abandona, como, prescindiendo de un doloragudoenlacabezanosienteningúnmal,ellabradorcomprendequetansólopuedeestarherido;seaplicalamanoalafrenteparaasegurarsedelagravedaddeldaño,yvequetansólotieneunacontusiónenlacabeza,aunquesusmanosestánmanchadasdesangre.

EljovenelegantequeprecedíaaBillot,acababaderecibirunbalazoenmediodelpecho,yéleraquienhabíamuerto,siendosusangrelaqueteníalasmanosdeBillot.ElgolpequerecibiófuedebidoalbustodeNecker,que,perdiendoelapoyo,lecayósobrelacabeza.

Billotprofiereungritoalavezderabiaydeterror,ydesvíasedeljovenqueserevuelve en las convulsiones de la agonía; los que le rodean se apartan de él, y elgritoqueacabadeproferir,repetidoporlamultitud,sepropagacomounecofúnebrehastalosúltimosgruposdelacalledeSanHonorato.

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Aquelgritoesunanuevarebelión;seoyeunasegundadescarga,y,enelmismoinstante,profundoshuecosabiertosenlamultitudseñalanelpasodelosproyectiles.

Recogerelbustocuyacaraestámanchadadesangre,elevarlesobresucabeza,yprotestarconsuvozvaronil,ariesgodequelematencomoalelegantejovenquesehallatendidoasuspies,sonlosactosquelaindignacióninspiraaBillot,yloscualesejecutaenelprimermomentodesuentusiasmo.

Pero,enelmismo instante,unamanoanchayvigorosaseapoyaenunode losrobustoshombrosdellabrador,contalfuerza,queleobligaadoblarsebajoelpeso;Billotquieresustraersedelapresión;masotramano,tanpesadacomolaprimera,caesobreelhombrolibre.Ellabradorsevuelve,poseídodecólera,paraverquéespeciedeantagonistaesaquél.

—¡Pitou!—exclama.—Sí,sí—contestaeljoven—,bájaosunpocoyyaveréis.Y, redoblando sus esfuerzos, Pitou consigue echar a su lado al labrador

recalcitrante.Apenas lohaconseguido, resuenaotradescarga;elsaboyanoque llevaelbusto

delduquedeOrleansvacilaasuvezyquedaheridodeunbalazoenelmuslo.Despuésseoyeelcrujidodelhierroenelsuelo;losdragonescarganporsegunda

vez;uncaballoenloquecidoyfurioso,comoeldelApocalipsis,pasasobreelinfelizsaboyano,quesienteelfríodeunalanzapenetrarensupecho,ycaesobreBillotyPitou.

Elhuracánpasa,llevandohastaelfondodelacalle,dondeseabisma,elterrorylamuerte; solamente los cadáveres quedan en el suelo; toda la gente huye por lascallesadyacentes;lasventanassecierran,yunsilenciolúgubresucedealosgritosdeentusiasmoyalosclamoresdecólera.

Billot esperó un instante, siempre sujeto por el prudente Pitou; después,comprendiendoqueelpeligrosealejabaconelruido,seincorporóenparte;mientrasque el joven, como las liebres en sus madrigueras, comenzaba a levantar, no lacabeza,sinolasorejas.

—¿Qué tal, señorBillot?—dijoPitou—,creoquedecíaisverdad,yquehemosllegadoenelmomentooportuno.

—Vamos,ayúdame.—¿Aqué?¿Asalvarnos?—No,no:El jovenelegantehamuerto,peroelpobresaboyano,segúncreo,no

estámásquedesvanecido.Ayúdameacargarconél,puesnopodemosdejarleaquíparaqueesoscondenadosalemaneslerematen.

BillothacíausodeunlenguajequenopodíamenosdeenterneceraPitou,elcual,no teniendoquécontestar,seapresuróaobedecer.Recogióelcuerpodelsaboyano,desvanecidoyensangrentado,ylecargó,comohubierahechoconunsacodeharina,

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sobreloshombrosdelrobustolabrador,que,viendolacalledeSanHonoratolibreydesierta,alparecer,tomóconPitouelcaminodelPalais-Royal.

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CapítuloXI

LANOCHEDEL12AL13DEJULIO

LacallehabíaparecidoalprontovacíaydesiertaaBillotyaPitou,porque losdragones, alejándose en persecución del grueso de los fugitivos, se dirigían almercado de San Honorato, diseminándose en las calles de Luis el Grande y deGaillon; pero, a medida que Billot avanzaba hacia el Palais-Royal, murmurandoinstintivamenteamediavozlapalabrasvenganza,varioshombresaparecieronenlasesquinasdelascallesyenlosumbralesdelaspuertascocheras.Alpronto,mudosyespantados, miraban a su alrededor, y, seguros de la ausencia de los dragones,formaron el cortejo de aquellamarcha fúnebre, repitiendo amedia voz, y al fin agritos,lapalabra¡venganza!

Pitouibadetrásdellabrador,conlagorradelheridoenlamano.Así llegaron, cual fúnebre y espantosa procesión, a la plaza del Palais-Royal,

dondetodounpueblo,ebriodecólera,celebrabaconsejo,solicitandoelapoyodelossoldadosfrancesescontralosextranjeros.

—¿Quiénessonestoshombresquevistenuniforme?—preguntóBillot,alllegarfrenteaunacompañíaque,conelarmaalbrazo,ocupabalaplazadelPalais-RoyaldesdelagranpuertadelcastillohastalacalledeChartres.

—¡Sonlosguardiasfranceses!—gritaronvariasvoces.—¡Ah!—exclamóBillot,acercándoseymostrandoalossoldadoselcuerpodel

saboyano,queyanoerasinouncadáver—.¡Ah!¡Soisfrancesesypermitísquenosasesinenlosalemanes!

Apesarsuyo,losguardiasfranceseshicieronunmovimientohaciaatrás.—¡Muerto!—murmuraronalgunasvocesenlasfilas.—¡Sí,muertoyasesinado,asícomootrosmuchos!—Y¿porqué?—PorlosdragonesdelRealAlemán.¿Nohabéisoídolosgritos,lasdetonaciones

yelgalopedeloscaballos?—¡Sítal,sítal!—gritarondoscientasotrescientasvoces.Seasesinabaalpueblo

enlaplazadeVendóme.—¡Y vosotros sois del pueblo, vive Dios! —gritó Billot dirigiéndose a los

soldados. En vosotros es, pues, una cobardía consentir que maten a vuestroshermanos.

—¡Unacobardía!—murmuraronalgunasvocesamenazadorasenlasfilas.—¡Sí…una cobardía!Lo he dicho y lo repito. ¡Vamos, continuóBillot, dando

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trespasoshaciaelpuntodedondehabíanpartidolasamenazas;novayáisamatarmeamíparaprobarquenosoiscobardes!

—¡Puesbien!Esoesbueno…muybueno—dijounodelossoldados—,habláiscomounvaliente,amigomío;perosoisciudadanoypodéishacer loqueosplazca;mientrasqueelmilitaressoldadoytienesuconsigna.

—¡De modo —replicó Billot—, que si recibierais la orden de tirar contranosotros,esdecir,contrahombressinarmas,loharíaisasívosotros,lossucesoresdeloshombresdeFontenoy,quedabanventajasalosingleses,diciéndolesquehiciesenfuegolosprimeros!

—Yosémuybienquenoharíafuego—dijounavozenlasfilas.—Niyo,niyo—repitieronotrasciento.—Pues,entonces,impedidalosotrosquedisparencontraelpueblo—dijoBillot

—. Permitir que los alemanes nos asesinen es exactamente lo mismo que si nosmataraisvosotros.

—¡Losdragones,losdragones!—gritaronvariasvoces,almismotiempoquelamultitud rechazada comenzaba a desbordarse en la plaza, huyendo por la calle deRichEliasu.

Y se oía ya, aunque lejano aún, pero acercándose, el galope de una pesadacaballería,queresonabaenelsuelo.

—¡Alasarmas,alasarmas!—gritabanlosfugitivos.—¡Milrayos!—exclamóBillot,dejandoentierraelcuerpodelsaboyanoqueaun

llevabaencima—.Dadnosvuestrasarmas,sinoqueréisservirosdeellas.—¡Puesbien,mil rayos!Yanos serviremos—dijo el soldado aquienBillot se

habíadirigido,arrancandodemanosdeéstesufusil,queellabradorhabíaempuñadoya—.¡Vamos,vamos;elcartuchoalosdientes,ysilosaustriacosdicenalgunacosaaestabuenagente,yaveremos!

—Sí,sí;veremos—gritaronlossoldados,llevandolamanoasuscartucherasyelcartuchoalaboca.

—¡Oh!—exclamóBillot,golpeandoelsueloconelpie—.Cuandopiensoquenohe traído mi carabina de caza; pero, sin duda, caerá alguno de esos bribones deaustriacosymeapoderarédesuarma.

—Entretanto—dijounavoz—,tomadestacarabina,queyaestácargada.Almismotiempo,unhombredesconocidodeslizóelarma,queeramagnífica,en

manosdeBillot.Precisamente en aquel momento los dragones desembocaban en la plaza,

arrollandoydistribuyendosablazossobretodocuantoencontrabanalpaso.Eloficialquemandabalosguardiasfranceses,seadelantó.—¡Hola,señoresdragones!¡Altoaquí,siosplace!Bienfueraporquelosdragonesnooían,oporquenoquisieranoír,oya,enfin,

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pornoserlesposiblerefrenarloscaballosensuviolentacarrera,dieronmediavueltaporlaplazayarrollaronaunamujeryunanciano,quedesaparecieronbajoloscascosdeloscaballos.

—¡Fuego,pues!—gritóBillot.El labrador estaba junto al oficial, y se pudo creer que éste era quien daba la

orden; losguardias francesesse llevaronel fusilalhombroehicieronunfuego tannutrido,quelosdragonessedetuvierondepronto.

—¡Eh, señores guardias! —dijo un oficial alemán, avanzando al frente delescuadrónendesorden—.¿Sabéisqueestáishaciendofuegocontranosotros?

—¡Pardiez!—exclamóBillot—.¡Yalocreoquelosabemos!Alpronunciarestaspalabrashizofuegosobreeloficial,quecayó.Entonces losguardias franceseshicieronunasegundadescarga,y losalemanes,

viendoqueestavezteníanquehabérselas,noyaconciudadanosquehuíanalprimersablazo, sino con soldados que les aguardaban a pie firme, volvieron grupas ydirigiéronsealaplazadeVendóme,enmediodetanformidableexplosióndegritosde triunfo, que muchos caballos se desbocaron y fueron a estrellarse contra lasventanascerradas.

—¡Vivanlosguardiasfranceses!—gritóelpueblo.—¡Vivanlossoldadosdelapatria!—gritóBillot.—¡Gracias! —contestaron los otros—. Hemos visto el fuego y ya estamos

bautizados.—Yyotambiénhevistoelfuego—dijoPitou.—¿Yqué?—preguntóBillot.—Puesmeparecequenoescosatanterriblecomoyomefiguraba.—Ahora—dijo Billot, que había tenido tiempo de examinar la carabina y de

reconocerunarmadegranprecio—,sepamosaquiénperteneceesto.—Amiamo—contestólamismavozquehabíahabladoyadetrásdeél—,peroa

miamoleparecequesabéisusarlademasiadobienparanoregalárosla.BillotsevolvióyviouncaballerizoconlalibreadelduquedeOrleans.—¿Dóndeestávuestroamo?—preguntó.El caballerizo señaló una ventana entreabierta, detrás de la cual el príncipe

acababadevercuantohabíapasado.—¿Está,pues,vuestroamoconnosotros?—preguntóBillot.—Detodocorazónconelpueblo—contestóelcaballerizo.—En tal caso, diré una vez más ¡viva el duque de Orleans!—gritó Billot—.

¡Amigosmíos—añadió—,elduquedeOrleansestápornosotros!¡Vivaelduque!Mostrólapersiana,detrásdelacualsemanteníaelpríncipe.Entonceslapersianaseabriódeltodo,yelduquedeOrleanssaludótresveces.Despuéssecerródenuevo.

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Porbrevequehubierasidolaaparición,llevóelentusiasmoasucolmo.—¡VivaelduquedeOrleans!—gritarondosotresmilvoces.—¡Derribemoslaspuertasdelosarmeros!—dijounavozenlamultitud.—¡Corramos a los Inválidos!—gritaron algunos viejos veteranos—.Sombreuil

tieneveintemilfusiles.—¡AlosInválidos!—¡A la Casa Ayuntamiento! —exclamaron algunos—. El preboste de los

mercaderes,Flesselles, tiene las llavesdeldepósitodearmasde losguardias,ynoslasdará.

—¡AlaCasaAyuntamiento!—repitieronmuchosdelosasistentes.Ytodoelmundomarchóenlastresdireccionesquesehabíanindicado.Durante este tiempo, los dragones se habían reunido alrededor del barón de

BezenvalydelpríncipedeLambesqenlaplazadeLuisXV.NosabíanestoBillotyPitou,loscualesnohabíanseguidoaningunodelostres

gruposdehombres,yquesehallabancasisolosenlaplazadelPalais-Royal.—Ybien,queridoseñorBillot—preguntóPitou—,¿adondevamos?—¡Diantre!—contestó el labrador—. Bien hubiera querido seguir a esa buena

gente, no a casa de los armeros, puesto que tengounahermosa carabina, sino a laCasaAyuntamientooalosInválidos;perohabiendovenidoaParís,noparabatirme,sinoparaaveriguarlasseñasdelseñorGilberto,meparecequedeberíairalcolegiodeLuiselGrande,dondesehallasuhijo,locualnoimpediráquedespuésdeveraldoctortomeparteotravezenelmovimiento.

YlosojosdeBillotbrillabandeentusiasmo.—Ir desde luego al colegio de Luis el Grande me parece cosa lógica, ya que

hemosvenidoaParísparaesto—dijoPitousentenciosamente.—Cogeunfusil,unsableounarmacualquieradeunodeesospobresdiablosque

están tendidos en tierra allí abajo—dijo Billot señalando uno de los cinco o seisdragonesquehabíancaído—,yvamosalpuntoalcolegiodeLuiselGrande.

—Peroesasarmas—dijoPitouvacilando—,nosonmías.—Pues¿dequiénson?—preguntóBillot.—Pertenecenalrey.—Sondelpueblo—repusoBillot.EntoncesPitou,tranquilizadoporlaaprobacióndellabrador,aquienconsideraba

comohombreincapazdeperjudicarasuvecinonienungranodemijo,seaproximócontodaespeciedeprecaucionesaldragónquesehallabamáscercadeél,y,despuésde asegurarse de que estaba bien muerto, le cogió su sable, su mosquete y sucartuchera.

Pitouteníabuenosdeseosdecogerletambiénsucasco;peronoestabasegurodeque lo dicho por Billot respecto a las armas ofensivas se refiriese también a las

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defensivas.Y,mientrassearmaba,PitouaplicóeloídoporelladodelaplazadeVendóme.—¡Oh,oh!MeparecequeelRealAlemánvuelve.Enefecto:oíaserumordecaballeríaqueregresabaalpaso.Pitouseinclinóhacia

elángulodelcafédelaRegencia,ypudover,enefecto,a laalturadelmercadodeSanHonorato, una patrulla de dragones que avanzaban con la culata delmosqueteapoyadaenelsuelo.

—¡Pronto,pronto!—dijoPitou—.¡Yavuelven!Billot dirigió una mirada en torno suyo para ver si había medio de oponer

resistencia;perolaplazaestabacasisolitaria.—VamosalcolegiodeLuiselGrande—contestó.YdirigióseporlacalledeChartres,seguidodePitou,que,ignorandoelusodel

portamosquetesujetoalacintura,arrastrabasugransable.—¡Mil rayos!—gritóBillotmirando aPitou—.Pareces un vendedor de hierro

viejo.Enganchaesalata.—¿Dónde?—preguntóPitou.—¡Pardiez,aquí!YsuspendióelsabledePitoudesucinturón,locualpermitióaésteandarconuna

ligerezaquenohubierapodidoesperarsinaquelexpediente.ElcaminoserecorriósinobstáculohastalaplazadeLuisXV;peroaquíBilloty

PitouencontraronlacolumnaqueibaalosInválidosyqueseviodetenidadepronto.—¿Quéhay?—preguntóBillot—.¿Quéocurre?—QuenosepasaporelpuentedeLuisXV.—¿Yporlosmuelles?—Tampoco.—¿YporlosCamposElíseos?—Menos.—Pues,entonces,retrocedamos,afindepasarporelpuentedelasTullerías.Laproposicióneramuysencilla,ylamultitud,siguiendoaBillot,demostróque

estabadispuestaaseguirsuconsejo;perodeprontosevieronbrillarsablesamitaddelcamino,endirecciónalasTullerías,yelmuelleestabaocupadoporunescuadróndedragones.

—¡Peroesosmalditossoldadosestánentodaspartes!—murmuróellabrador.—Oíd, querido señor Billot —dijo Pitou—, me parece que ahora estamos

cogidos.—¡Bah!—exclamóBillot—.Nosecogencincooseismilhombres,ynosotros

nocomponemosmenosdeestenúmero.Los dragones delmuelle avanzaban con lentitud, es verdad, casi, al paso; pero

avanzabandeunamaneravisible.

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—NosquedalacalleReal—dijoBillot—.Venporaquí,Pitou.Eljovensiguióallabradorcomosusombra.Perounalíneadesoldadoscerrabala

callealaalturadelaPuertadeSanHonorato.—¡Ah,ah!—murmuróBillot—.Podríaserquetuvierasrazón,amigoPitou.—¡Hum!,selimitóacontestaréljoven.Peroestasolapalabraexpresaba,porla

maneradepronunciarla, todoel sentimientodePitoupornohaberse engañado.Lamultitud,consusagitacionesyclamores,demostrabaquenoeramenossensiblequeellabradorysuacompañantealasituaciónenqueseencontraba.

Enefecto,porunahábilmaniobra,elpríncipedeLambesqacababadecercaracuriososyrebeldes,ennúmerodecincooseismil,ycerrandoelpuentedeLuisXV,losmuelles, losCamposElíseos, lacalleRealy losFeuillans, los teníaacorraladosporungranarcodehierro,cuyacuerdaserepresentabaporelmurodeljardíndelasTullerías,difícildeescalar,ylaverjadelPont-Tournant,casiimposibledeforzar.

Billot juzgó la situación, que no tenía nada de buena; pero como era hombresereno,fríoyfecundoenrecursosenelpeligro,miróasualrededoryviounmontónderestosdemaderaalaorilladelrío.

—Meocurreunaidea—dijoaPitou—.Sígueme.Pitouobedeció,sinpreguntarallabradorcuálerasuidea.Billotseadelantóhaciaelmontónyempuñóunaviga,contentándosecondecira

Pitouqueleayudase.El joven, por suparte, se limitó aprestar auxilio al labrador sinpreguntarle en

qué;peropocoleimportaba,puesteníatalconfianzaenBillotquehubierabajadoconél a los infiernos sin observar siquiera que la escalera le parecía larga y la cuevaprofunda.

ElpadreBillothabíacogidolavigaporunaextremidad,yPitoulasostuvoporlaotra.

Losdosganaronelmuelle,llevandounpesoquecincooseishombresdefuerzaordinariaapenashubieranpodidolevantar.

La fuerzaes siempreobjetodeadmiraciónpara lamultitud,y,pormuchaprisaquetuviese,seapartóanteBillotyeljoven.

Después, como todos comprendiesen que la maniobra que se ejecutaba era deinterésgeneral,algunoshombresmarcharondelantedeBillot,gritando:

—¡Paso,paso!—Decid,padreBillot—preguntóapocoPitou—,¿vamosmuylejosasí?—HastalaverjadelasTullerías.—¡Oh,oh!—exclamólamultitud,comprendiendoalfin.Yseapartó,conmásvivezaaunqueantes.Pitoumiróypudoverquedesdeelsitiodondesehallabahastalaverjanohabían

másdeunostreintapasos.

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—¡Iré!—dijoconlabrevedaddeunpitagórico.La tarea fue tantomás fácilparaPitou,cuantoquecincooseishombresde los

másvigorososayudaronallevarelpeso,delocualresultóunaceleridadnotableenlamarcha.

Aloscincominutossehabíallegadoalaverja.—Vamos—dijoBillot—,hayaunión.—Bueno—repusoPitou—,yacomprendo; acabamosdehacerunamáquinade

guerra.Losromanosllamabanaestounariete.Ylaviga,puestaenmovimiento,chocócontralacerraduradelaverja,dandoun

golpeterrible.Los soldados quemontaban la guardia en el interior de lasTullerías acudieron

para oponerse a la invasión; pero al tercer golpe la puerta cedió, girandoviolentamentesobresusgoznes,yporaquelboqueteabiertoprecipitóselamultitud.

Porelmovimientoquesehizo,elpríncipedeLambesqechódeverquesehabíadejadounasalidaalosqueélcreíasusprisioneros;lacóleraseapoderódeélehizodarun salto a su caballohacia adelante, a finde juzgarmejorde la situación.Losdragones,queestabanescalonadosdetrásdesujefe,creyeronqueselesdabalaordendecargarylesiguieron;loscaballos,enardecidosya,nopudieronmoderarsucarreray los soldados, que deseaban tomar el desquite de su descalabro de la plaza delPalais-Royal,notrataronprobablementedecontenerlos.

Elpríncipe,viendoqueleseríaimposiblereprimirelmovimiento,sedejóllevar,yunclamorangustioso,proferidoporlasmujeresylosniños,seelevóalcieloparapedirvenganzaaDios.

Enmediodelaoscuridadseprodujounaescenaespantosa:aquéllosaquienessecargabasevolvíanlocosdedolor,ylosdragoneslocosdecólera.

Entoncesseorganizóunaespeciededefensadesdeloaltodelosterrados,ylassillas volaron sobre los dragones. El príncipe de Lambesq, tocado en la cabeza,contestó con un sablazo, sin pensar que hería a un inocente en vez de castigar unculpable,yunancianodesetentaañoscayóentierra.

Billotlovioyprofirióungrito.Almismotiempoapuntósucarabina;unsurcodefuegoatravesólaoscuridad,y

el príncipe hubiera muerto si no hubiese tenido la suerte de que su caballo seencabritaraenelmismoinstante.

Elcaballorecibiólabalaenelcuelloycayó.Creyendo muerto al príncipe, los dragones se precipitaron en las Tullerías,

persiguiendoalosfugitivosapistoletazos.Peroteniendoahoraaquéllosconsiderablesespacioparahuir,sediseminaronbajo

losárboles.Billotvolvióacargartranquilamentesucarabina.

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—Afemíaqueteníasrazón,Pitou—dijo—.Creoquehemosllegadoatiempo.—¡Si yo fuera valiente! —dijo Pitou, descargando su mosquete en lo más

compactodelosdragones—.Meparecequenoestandifícilcomoyocreía.—Sí—repusoBillot—;perovalor inútilnoesvalor.Venporaquí,Pitou,y ten

cuidadodenoenredartelaspiernasconelsable.—Esperadme,queridoseñorBillot—contestóel joven—,porquesiosperdiese

nosabríadóndeir,puesnoconozcoParíscomovos,atendidoquenuncaestuveaquí.—Ven,ven—dijoBillot,dirigiéndoseporelterrapléndelaorilladelaguahasta

quehubopasadode la líneade tropasqueavanzabanpor losmuelles, estavez tanrápidamente como les era posible, para prestar auxilio, en caso necesario, a losdragonesdelpríncipedeLambesq.

Llegadoalaextremidaddelterraplén,Billot,sentándosesobreelparapeto,saltóalmuelle.

Pitouhizootrotanto.

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CapítuloXII

LOQUESUCEDÍAENLANOCHEDEL12AL13DEJULIODE1789

Una vez en elmuelle, los dos provincianos, viendo brillar en el puente de lasTullerías las armas de una nueva tropa que, según toda probabilidad, no era deamigos,sedeslizaronhastalaextremidaddeaquél,encaminándosedespuésalolargodelaorilladelSena.

LasoncedabanenelrelojdelasTullerías.Unavezllegadosbajolosárbolesqueflanqueanelrío,hermososálamosblancos

que humedecían su pie en el agua, y perdidos bajo la oscuridad de su follaje, ellabradoryPitouseecharonsobreelcéspedparacelebrarconsejo.

Tratábasedesabersiconveníaquedarsedondeestaban,esdecir,seguros,opocomenos,osiseríamejorlanzarseotravezenmediodeltumulto,quealparecerduraríaunapartedelanoche.

Enunciada esta cuestión por Billot, el labrador esperó la contestación de sucompañero.

PitoumerecíaahoramuchaconsideraciónenelánimodeBillot,enprimerlugar,porlahabilidaddequehabíadadopruebalavíspera,ydespuésporelvalorquehabíademostradodurantelanoche.Pitoucomprendíaestoinstintivamente;peroenvezdeenorgullecerse estaba más agradecido al buen labrador, pues el joven eranaturalmentehumilde.

—SeñorBillot—dijo—,evidentemente,soismásintrépido,yyomenoscobardedeloquecreía.Horacio,que,sinembargo,eraunhombremuydiferentedenosotros,por lo menos en cuanto se refiere a la poesía, arrojó sus armas y huyó al primerchoque.Yotengomimosquete,micartucheraymisable,yestopruebaquesoymásvalerosoqueHoracio.

—Ybien;¿quéquieresdecir?—replicóéllabrador.—Sencillamente,queridoseñorBillot,queelhombremásintrépidopuedemorir

deunbalazo.—¿Quémás?—Heloaquí:segúnhabéisanunciadoalsalirdelagranja,vuestravenidaaParís

teníaunobjetoimportante…—¡Rayodelcielo!Esverdad…elcofrecillo.—Y¿habéisvenidosolamenteparaeso,síono?—Sí:hevenidoporelcofrecillo,ynoparaningunaotracosa.—Siosdejáismatardeunbalazo,elasuntoqueoshatraídoaquínoseevacuará.

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—Enverdadquetienesrazón,Pitou.—¿Oísdesde aquí cómogritan?—continuó el joven conmás animación—.La

maderasedesgarracomopapel,yelhierroseretuercecomocáñamo.—Esqueelpuebloestáencolerizado,Pitou.—Peromeparece—seaventuróacontestarPitou—,queelreynoloestámenos.—¿Cómoelrey?—Sinduda.Losaustriacos,losalemanesyloskaiserlicks,comolosllamáis,son

lossoldadosdelrey,yentalcaso,sicargansobreelpueblo,seráporqueelreyselomanda. Y si el soberano da semejantes órdenes, preciso es que esté encolerizadotambién.

—Tienesrazónyteengañasalmismotiempo,Pitou.—Esto nome parece posible, querido señor Billot, yme atrevo a decir que si

hubieraisestudiadológicanoaventuraríaissemejanteparadoja.—Tienesrazónyteengañas,Pitou,yahoravasacomprendercómo.—Nodeseootracosa;perodudo.—Puesmira,Pitou:hasdesaberqueenlacortehaydospartidos:eldelrey,que

amaalpueblo,yeldelareina,queamaalosaustriacos.—Es porque el rey es francés y la reina austriaca —contestó filosóficamente

Pitou.—¡Espera! Con el rey están Turgot y Necker; con la reina, Breteuil y los

Polignac;yelreynoeselamo,puestoqueseveenlaprecisióndedespediraTurgoty a Necker; de modo que la reina es quien manda, es decir, los Breteuil y losPolignac.He aquí por qué todovamal,Pitou, y todovienedemadameDéficit; laseñoraestáencolerizadaylastropascarganensunombre;losaustriacosdefiendenalaaustriacayestoesmuynatural.

—Dispénseme,señorBillot—dijoPitou—;perodéficitesunapalabralatinaquesignificafalta.¿Quéfalta,pues?

—¡Eldinero, viveDios!Yporque los favoritos de la reina se han comido estedineroquefalta,sehadadoenllamaralareinamadameDéficit.Deaquíresultaquenoeselreyquienestáencolerizado,sinolareina;elsoberanoestásolamenteirritadodequetodovayatanmal.

—Yacomprendo—dijoPitou—;perovolvamosalcofrecillo.—¡Esverdad,esverdad!Esamalditapolíticame lleva siempremás lejosde lo

queyoquisierair.Sí,elcofrecilloantetodo:tienesrazón,Pitou.CuandohayavistoaldoctorGilberto,volveremosalapolítica.Éseesundebersagrado.

—Nohaynadamássagradoquelosdeberesqueloson—dijoPitou.—PuesvamosalcolegiodeLuiselGrande,dondeestáSebastiánGilberto—dijo

Billot.—Vamos—contestóPitou,suspirando,porqueleeraprecisoabandonarunlecho

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deblandocésped,alqueseacostumbrabaya.Además, a pesar de la terrible sobreexcitación de la noche, el sueño, huésped

asiduo de las conciencias puras y de los riñones cansados, se apoderaba ya delvirtuosoydelrendidoÁngelPitou.

Billotsehabíalevantadoya,yPitouselevantabacuandoelrelojdiolamedia.—Pero me ocurre —dijo Billot—, que a las once y media estará, sin duda,

cerradoelcolegiodeLuiselGrande.—Seguramente—contestóPitou.—Y,además, sepuedecaerenunaemboscada.Mepareceverdoshoguerasde

vivacponlapartedelPalaciodeJusticia,yesposiblequemedetenganomematen.Tienesrazón,Pitou:sedebeevitarunacosayotra.

Eralaterceravez,desdelamañana,queBillothacíaresonaralosoídosdePitouestasdospalabrastanlisonjerasparaelorgullohumano:

—Tienesrazón.PitoupensóqueloquepodíahacererarepetirlaspalabrasdeBillot.—Tenéisrazón—dijo,echándosesobreelcésped—,esprecisoquenoosmaten,

queridoseñorBillot.El fin de esta frase se extinguió en el gaznate de Pitou. Vox faucibus hoesit,

hubierapodidodecirsihubieseestadodespierto;peroyadormía.Billotnoloechódever.—¡Unaidea!—exclamó.—¡Ah!—murmuróPitoudejandooírunronquido.—Escúchame, tengo una idea; a pesar de todas mis precauciones, podrían

matarme de cerca o de lejos, tal vez sin darme tiempo para hablar; y, por si estosucediese,esprecisoquesepasloquedebesdecirenminombrealdoctorGilberto,perosémudo,Pitou.

Pitounooía,ydeconsiguientenocontestó.—Si quedasemortalmente herido y no pudiera llevar a cabo lamisión queme

impongo, irías a buscar al doctorGilberto y a decirle… ¿me oyes bien, Pitou?—preguntó el labrador, inclinándose sobre el joven—, para decirle… ¡Ah! Eldesgraciadoestádurmiendo—exclamó.

TodalaexaltacióndeBillotsedesvanecióanteelsueñodePitou.—Puesdurmamos—dijo.Ysetumbójuntoasucompañerosinmurmurarmucho,puesporacostumbrado

queellabradorestuviesealafatiga,lascarrerasdeldíaylosacontecimientosdelanochenodejabandetenerparaélunafuerzasoporífera.

Yamanecióalcabodetreshorasdesueño,omásbiendeletargo.Cuando abrieron los ojos, París no había perdido nada del aspecto terrible que

habíanvistolavíspera,sóloquehabíamássoldadosymáspuebloportodaspartes.

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Elpueblosearmabadepicas fabricadasapresuradamente, fusilesde losquenosabíanservirselosmás,yarmasmagníficasdeotraépoca,cuyosadornosdeoro,demarfilydenácaradmirabansusportadores,sincomprenderelusonielmecanismo.

Pocodespuésdelaretiradadelossoldados,sehabíasaqueadoelGuarda-Mueble;yelpueblorodabahacialaCasaAyuntamientodospequeñoscañones.

Oíanse los tañidos de la campana de alarma en Nuestra Señora, en la CasaAyuntamientoyen todas lasparroquias,yveíasesalir, sinsaberdedónde,comosisurgierandelatierra,legionesdehombresydemujeres,pálidos,flacosydesnudos,quelavísperagritaban:¡Pan!,yquehoypedíanarmas.

Nadaeratanlúgubrecomoaquellosgrupos,deespectrosquedesdehacíaunmeso dos llegaban de la provincia, y, franqueando las barreras silenciosamente, iban ainstalarsedespuésenParís,tanhambrientocomoellos.

Aquel día, toda Francia, representada en París por los hambrientos de cadaprovincia,gritabaasurey:

—¡Danoslalibertad!YasuDios:—¡Aplacadnuestrahambre!Billotfueelprimeroqueestuvoenpie,despertóaPitou,yambosseencaminaron

hacia el colegio de Luis el Grande, mirando en torno suyo, estremeciéndose yespantadosdeaquellassangrientasmiserias.

Amedidaque avanzabanhacia loque llamamoshoy el barrio latino, amedidaqueremontabanlacalledelaHarpe,yamedida,enfin,quepenetrabanenlacalleSaint-Jackes,veían,comoentiempodelaFronda,elevarsebarricadas.Lasmujeresylos niños transportaban a los pisos superiores grandes libros, muebles pesados, yprecisosmármoles,quesetratabadearrojarsobrelossoldadosextranjeros,enelcasodequeosaranaventurarseenlascallestortuosasyestrechasdelantiguoParís.

Devezencuando,Billotveíaunoodosguardiasfrancesesformandoelcentrodealgúngrupo,elcualorganizaban,enseñándoleconmaravillosarapidezelmanejodelfusil, ejercicioque lasmujeresy losniñosobservabanconcuriosidadycasiconeldeseodeaprenderellostambién.

BillotyPitouencontraronelcolegiodeLuiselGrandeenrebelión:losescolaressehabíansublevado,expulsandoasusmaestros;yenelinstanteenqueellabradoryPitoullegabanantelaverja,losescolareslasitiaban,profiriendoamenazas,alasqueeldirectorrespondíaconlágrimasdeespanto.

Ellabradormiróunmomentoaquellarevoluciónintestina,yderepentepreguntó,convozdetrueno:

—¿QuiéndevosotrossellamaSebastiánGilberto?—Yo—contestóunjovendequinceaños,deunabellezacasifemeninayquecon

ayudadetresocuatrodesuscompañerossosteníaunaescalaparafranquearelmuro,despuésdehabervistoquenopodíaforzarlaverja.

—Acércateaquí,hijomío—dijoellabrador.

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—¿Quéseosofrece?—preguntóeljovenaBillot.—¿Deseáis llevárosle?—preguntó el director, espantado a la vista de aquellos

dos hombres armados, uno de los cuales, el que había dirigido la palabra al jovenGilberto,estabacubiertodesangre.

Elniño,porsuparte,mirabaaquellosdoshombresconasombro,tratando,aunqueen vano, de reconocer a su hermano de leche Pitou, que había crecidodesmesuradamentedesdequelosdosmuchachosdebieronsepararse,yestabadetodopuntodesconocidobajosuaparatoguerrero.

—¡Llevármele —exclamó Billot—, llevarme al hijo del señor Gilberto!¡Conducirleyoaesarevueltayexponerlearecibiralgúnmalgolpe!¡Oh!Deningúnmodo.

—¿Loestáisviendo,Sebastián?—dijoeldirector—.¿Noveis,niñorabioso,quenisiquieravuestrosamigosquierenrecibiros?Estosseñoresnoson,alparecer,otracosa.¡Veamos,señoritos,jóvenesdiscípulos,hijosmíos—exclamóelpobredirector—,obedecedme:yooslomandoyoslosuplicoalmismotiempo!

—Oroobtestorque—dijoPitou.—Caballero—dijoeljovenGilbertoconunafirmezaextraordinariaparaunniño

desuedad—,retenedamiscompañerossiosparececonveniente;peroyo,entiéndalobien,quierosalir.

Yelmuchachohizounmovimientohacialaverja;perosumaestrolecogiódeunbrazo.

El joven Gilberto, sacudiendo sus hermosos cabellos castaños sobre su frentepálida,replicóalpunto:

—¡Caballero, cuidado con lo que hacéis, porque yo no estoy en el caso de losdemás:handetenidoamipadre,quesehallapresoyenpoderdelostiranos!

—¡Enpoderdelostiranos!—gritóBillot—.Habla,hijomío.¿Quéquieresdecir?—¡Sí,sí!—exclamaronlosmuchachos—.Sebastiántienerazón;sehadetenidoa

supadre; y comoel pueblo acabade abrir las prisiones, nuestro compañeroquierequetambiénseledejeenlibertad.

—¡Oh,oh!—exclamóellabrador,sacudiendolaverjaconsubrazodeHércules—. ¡Conque han detenido al doctor Gilberto! ¡Pardiez, mi pequeña Catalina teníarazón!

—Sí, caballero—continuóel jovenGilberto—;handetenidoamipadre,yporesoquierohuir,poresoansíoempuñarunarma,poresoquieroirabatirmehastaquehayalibradoamipadre.

Estaspalabras fueronacompañadasy sostenidasporcienvoces furibundas,quegritabanentodoslostonos:

—¡Armas,armas!¡Quenosdenarmas!Aloírestosgritos,lamultitudquesehabíareunidoenlacalle,animadaasuvez

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deheroicosardimientos,seprecipitósobrelaverjaparadarlibertadaloscolegiales.Eldirectorsedejócaerderodillasentrelosescolaresylosinvasores,ypasósu

brazosuplicanteatravésdelaverja.—¡Ohamigosmíos!—exclamaba—.Respetadaestosmuchachos.—¡Ya lo creo que los respetaremos! —dijo un guardia francés—. ¡Son muy

graciosos,yharánelejerciciocomoángeles!—Amigos míos —repuso el director—, estos niños son un depósito que sus

padresmehanconfiado,yyorespondodeellos;suspadrescuentanconmigo,ylesdebomivida;pero,ennombredelcielo,nooslosllevéis.

Varios silbidos que partían del fondo de la calle, es decir; de los últimosindividuosdelamultitud,acogieronsusdolorosassúplicas.

Billotseprecipitóasuvez,yoponiéndosealosguardiasfranceses,alamultitudyalosmismosescolares,gritó:

—Tiene razón,esundepósito sagrado. ¡Quesebatanhombresyque sematen,rayo del cielo; pero que vivan los niños, porque se necesita la simiente para elporvenir!

Unmurmullodedesaprobaciónacogióestaspalabras.—¿Quiénmurmura?—gritóBillot—.Seguramentenoseráunpadre;peroalque

os habla le mataron ayer dos hombres en los brazos, y he aquí su sangre en micamisa.¡Mirad!

Ymostrósucasacaysucamisaensangrentadas,conunmovimientodegrandezaqueelectrizóalospresentes.

—Ayer—continuóellabrador—,mebatíenelPalais-RoyalyenlasTullerías,yestemozoquemeacompaña sebatió también.No tienepadrenimadre, pero, aunmuyjoven,escasiunhombre.

YmostróaPitou,queseenorgullecía.—Hoy—continuóBillot—,mebatirédenuevo;peroquenadievengaadecirme

que los parisienses no eran bastante fuertes contra los soldados extranjeros, y quedebieronllamaralosmuchachosensuauxilio.

—¡Sí, sí!—gritaron por todas partes voces demujeres y de soldados—.Tienemucharazón.¡Entrad,entrad!

—¡Oh!¡Gracias,gracias!—murmuróeldirector,tratandodecogerlasmanosdeBillotatravésdelaverja.

—Y,sobretodo,guardadaSebastián—añadióellabrador.—¡Guardarme a mí! Pues bien: ¡yo digo que no me guardarán!—exclamó el

joven, lívido de cólera, agitándose entre las manos de los dependientes que se lollevaban.

—Dejadmeentrar—dijoBillot—;yomeencargodecalmarle.Lamultitudseapartó,yellabrador,tirandodesucompañero,penetróenelpatio

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delcolegio.Tresocuatroguardiasfrancesesyunadocenadefuncionariosguardabanyalas

puertas,cerrandotodasalidaalosjóvenesinsurgentes.BillotsefuederechoaSebastián,y,tomandoentresusmanosgruesasycallosas,

lasblancasyfinasmanosdelmuchacho,lepreguntó:—¿Nomereconoces,Sebastián?—No.—SoyBillot,arrendatariodetupadre.—Yaosreconozco,señor.—Yesejoven—continuóBillot,mostrandoasucompañero—,¿noleconoces?—EsÁngelPitou—dijoelmuchacho.—Sí,Sebastián—contestóeljoven;yosoy.YPitouseprecipitó,llorandodealegría,alcuellodesuhermanodelecheydesu

compañerodeestudios.—Ybien—dijoSebastiánsincambiardeexpresión—,¿quémáshay?—Pues… quiero decirte que, si han cogido a tu padre, yo te le devolveré:

entiéndelobien.—¿Vos?—¡Sí, yo, yo! Y todos los que ves allí fuera. ¡Qué diablo! Ayer tuvimos que

habérnoslasconlosaustriacos,yhemosvistosuscartucheras.—Lapruebaesqueyotengouna—dijoPitou.—¿Noesverdadquelibraremosasupadre?—preguntóBillotdirigiéndoseala

multitud.—¡Sí,sí,gritarontodos;lepondremosenlibertad!Sebastiánmoviólacabeza.—MipadreestáenlaBastilla—dijoconexpresiónmelancólica.—¿Yqué?—preguntóBillot.—¡QuenosetomalaBastilla!—contestóelniño.—Pues,entonces,¿quépensabastúhacersitienesesaconvicción?—Queríairalsitio;sebatiránallí,ytalvezmipadremehubieravistoatravésde

losbarrotesdesuventana.—¡Imposible!—¡Imposible! Y ¿por qué no? Cierto día, paseándome con los compañeros de

colegio, vi la cabeza de un prisionero. Si en su lugar hubiese visto ami padre, lehabríareconocidoygritado:«¡Puedesestartranquilo,padremío,queyoteamo!».

—¿YsilossoldadosdelaBastillatehubiesenmuerto?—Puesbien:¡habríacaídoalavistademipadre!—¡Votoatodoslosdiablos!Eresunmalmuchacho,Sebastián.¡Dejartematarala

vistadetupadreyhacerlemorirdepenaensujaula,él,quenotienemásquetúenel

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mundoyque tanto te ama!Decididamenteque eresunmuchachodemal corazón,Gilberto.

Yellabradorrechazóalniño.—¡Sí,sí,demalcorazón!—exclamóPitou,vertiendolágrimas.Sebastiánnocontestó.Ymientrasquemeditabaconexpresiónsombría,Billotpudoadmirarsublancoy

anacaradorostro,losojosdefuego,labocairónicayfina,lanarizaguileñaylabarbamuymarcada,querevelabanalaveznoblezadealmaynoblezadesangre.

—Y¿dicesquetupadreestáenlaBastilla?—preguntóalfin,ellabrador.—Sí.—Y¿porqué?—PorquemipadreesamigodeLafayetteydeWashington;porquemipadreha

combatidoconlaespadaporlaindependenciadeAmérica,yconlapluma,porladeFrancia;porquemipadreesconocidoenambosmundoscomoenemigodelatiranía;yporquehamaldecidolaBastilla,dondelosotrossufren…Despuésleencerraronenella.

—¿Cuándo?—Seisdíashace.—Y¿dóndelehandetenido?—EnelHavre,cuandoacababadedesembarcar.—¿Cómolosabes?—Herecibidounacartadeél.—¿FechadaenelHavre?—Sí.—Y¿ledetuvieronenelmismoHavre?—EnLillebonne.—Veamos, muchacho, no pongas mala cara, y dame todos los detalles que

conozcas.TejuroquedejarémishuesosenlaplazadelaBastilla,oquevolverásaveratupadre.

Sebastián miró al labrador, y, viendo que parecía hablar sinceramente, sedulcificó.

—Puesbien—dijo—;lecogieronenLillebonne,ytuvotiempodeescribir,conlápiz,estaspalabrasenunlibro:

Sebastián:medetienenparaconducirmealaBastilla.Paciencia;esperaytrabaja.

Lillebonne,7dejuliode1789.

P.S.Mehandetenidoporcausadelalibertad.Tengo un hijo en el colegio de Luis el Grande, en París. Se ruega al que

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encuentreestelibro,ennombredelahumanidad,queleenvíeamihijo,cuyonombreesSebastiánGilberto.

—¿Yeselibro?—preguntóBillotpalpitantedeemoción.—Eselibro,mipadrepusoenélunamonedadeoro, loatóconuncordóny lo

arrojóporlaventana.—¿Y…?—Yelcuradelaciudadloencontró;eligióentresusfeligresesunvigorosojoven

yledijo:«Dejadocefrancosatufamilia,quenotienepan,yconlosrestantesveallevar este libro a París, a un pobre niño a cuyo padre han detenido porque amademasiadoalpueblo».

—Eljovenllegóayeramediodía,ymehaentregadoellibrodemipadre.Heaquíporquémediohellegadoasaberquelehandetenido.

—¡Vamos, vamos!—dijo Billot—. Esto me reconcilia un poco con los curas;mas,pordesgracia,notodossoncomoél.Y¿dóndeestáesevalerosojoven?

—Marchó anoche, y espera llevar cinco libras a su familia, de las doce que ledieronparaelviaje.

—¡Bravo,bravo!—exclamóBillot,llorandodealegría—.¡Ohpueblo!Entihaymuchodebueno;créelo,Gilberto.

—Ahora,yalosabéistodo—dijoelniño.—Sí.—Mehabéisprometidodevolvermeamipadresiyohablaba;acabodehacerlo;

pensadenvuestrapromesa.—Yatehedichoquelesalvaréoquemematarán;yahoraenséñameellibro—

dijoBillot.—Hele aquí —contestó Gilberto, sacando de su faltriquera un volumen del

Contratosocial.—Y¿dóndeestáelescritodetupadre?—Mirad—dijoelniño,mostrándoselo.Ellabradorbesólasletras.—Ahora—dijo—,estátranquilo:voyabuscaratupadrealaBastilla.—¡Desgraciado!—exclamóeldirector,cogiendolasmanosdeBillot—.¿Cómo

llegaréishastaunprisionerodeEstado?—¡TomandolaBastilla,truenosdeDios!Algunosguardias francesescomenzarona reírse,yalcabodeun instante todos

losimitaron.—Pero¿quéeslaBastilla,siqueréisdecírmelo?—gritóBillot,paseandoentorno

suyounamiradadecólera.—Piedras—dijounsoldado.

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—Hierro—añadióotro.—Fuego—exclamóuntercero—.Ymuchocuidado,buenhombre,porqueallíse

quemauno.—¡Sí,sí,sequema!—repitiólamultitudconterror.—¡Ah, parisienses! —gritó el labrador—. ¡Ah! Tenéis azadones y teméis las

piedras;tenéisplomoyosamedrentaelhierro;tenéispólvorayosinfundepavorelfuego. ¡Parisienses cobardes; máquinas de la esclavitud! ¡Mil rayos! ¿Quién es elhombredecorazónquequierevenirconmigoyconPitou,atomarlaBastilladelrey?YomellamoBillot,labradorenlaisladeFrancia.¡Adelante!

Billotacababadeelevarsealomássublimedelaaudacia.Lamultitudenardecidaseagitabaentornosuyo,gritando:—¡AlaBastilla,alaBastilla!SebastiánquisocogerseaBillot;peroéstelerechazóconsuavidad.—Niño—díjole—,¿cuáleslaúltimapalabraescritaportupadre?—¡Trabaja!—contestóSebastián.—Pues trabaja aquí: nosotros vamos a trabajar allí abajo; nuestra tarea es

destruirymatar.Eljovennocontestóunapalabra;ocultósurostroentrelasmanos,sinestrechar

siquiera los dedos de Pitou, que le abrazaba, y sobrecogiéronle tan violentasconvulsionesquefueprecisollevarlealaenfermeríadelcolegio.

—¡AlaBastilla!—gritóBillot.—¡AlaBastilla!—gritóPitou.—¡AlaBastilla!—repitiólamultitud.YseencaminaronhacialaBastilla.

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CapítuloXIII

¡ELREYESTANBUENO,YLAREINATANBUENA!

Nuestros lectores nos permitirán ahora que les pongamos al corriente de losprincipales acontecimientos políticos ocurridos desde la época en que, en nuestraúltimapublicación,abandonamoslacortedeFrancia.

Losqueconocen lahistoriapuraysencilla,puedensaltarestecapítulo,pueselsiguiente encaja enelque leprecede,y elquedamosaquínoesmásquepara loslectoresexigentesquequierendarsecuentadetodo.

Desdehacíaunañoodos,ciertacosainusitadaydesconocida,algoqueveníadelpasadoeibahaciaelporvenir,parecíazumbarenelaire.

EralaRevolución.Voltaire se había incorporadoun instante en su lechode agonía, y, apoyadode

codos,viobrillar,hastaenlanocheenqueibaamorir,aquellaaurorafulgurante.YeraquelaRevolución,asícomoJesucristo,delqueeraelpensamiento,debía

juzgaralosvivosyalosmuertos.CuandoAnadeAustriallegóalaregencia—diceelcardenaldeRetz—,nohubo

másqueunapalabraentodaslasbocas:¡Lareinaestanbuena!Ciertodía,elmédicodemadamedePompadour,Quesnoy,quesealojabaensu

casa,vioentraraLuisXV;yunsentimiento,quenoeraeldel respeto, leperturbóhastaelpuntodehacerletemblarypalidecer.

—¿Quétenéis?—lepreguntómadamedeHausset.—Tengo—contestóQuesnoy—,quecadavezqueveoalreymedigo:«¡Heahí

unhombrequepuedeordenarquemecortenlacabeza!».—¡Oh!Nohaypeligro—replicómadamedeHausset—.¡Elreyestanbueno!Conestasdosfrases,elreyestanbuenoylareinaestanbuena,sehahechola

revoluciónfrancesa.CuandoLuisXVmurió,Franciarespiró:sehabía librado,almismotiempoque

delrey,delasPompadour,delasDubarryydelParquedelosCiervos.LosplaceresdeLuisXVcostabancarosalanación:costaban,porsísolos,más

detresmillonesanuales.Felizmenteseteníaunreyjoven,moralyfilántropo,casifilósofo.Unreyque,comoEmiliodeJean-Jacques,habíaaprendidounoficio,o,másbien,

tresoficios.Eracerrajero,relojeroymecánico.Poreso,atemorizadoanteelabismosobreelcualseinclina,elreycomienzapor

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denegar todos los favores que le piden. Los cortesanos se estremecen; pero,felizmente, una cosa los tranquiliza: que no es él quien niega, sino Turgot; que lareinanoloestalvezaún,yque,deconsiguiente,nopuedentenerhoylainfluenciaquetendrámañana.

Enfin,hacia1777adquierelainfluenciatanesperada:lareinallegaasermadre;yelrey,queerayatanbuensoberanoybuenesposo,podráserbuenpadre.

¿Cómorehusarahoranadaalaquehadadounherederoalacorona?Y,además,estonoestodo:elreyestambiénbuenhermano;conocelaanécdota

deBeaumarchals, sacrificadoal condedeProvenza,yel reynoamaaesteúltimo,queesunpedante.

Pero,encambio,quieremuchoalcondedeArtois,esetipodenobleza,detalentoydeeleganciafrancesa.

Lequieretanto,querehúsaalgunasvecesalareinaloqueéstapide;perobastaqueelcondedeArtoisapoyealareinaparaqueelreynopersistaensunegativa.

Poresoesel reinadode loshombresgalantes.El señordeCalonne,unode loshombresmásamablesdelmundo,quedesempeñaelcargodeadministradorgeneral,esquiendicealareina:

«Señora:siesposible,consideradlocomocosahecha.Siesimposible,sehará».ApartirdeldíaenqueestahermosacontestacióncirculóporlossalonesdeParís

y deVersalles, el libro rojo, que se creía cerrado, quedó abierto otra vez.La reinacompraSaint-Cloud.ElreycompraRambouillet.

No es ya el rey quien tiene favoritos, sino la reina:Diana, y Julio dePolignaccuestan a Francia tan caros como la Pompadour y la du Barry. ¡La reina es tanbuena!

Seproponeunaeconomíaen losaltoscargos,yalgunosseconforman;perounfamiliardepalaciorehúsaobstinadamentepermitirquedisminuyansusueldo:eselseñordeCoigny,que,habiendoencontradoalreyenuncorredor,leescandalizaentredospuertas.Elreyhuye,ydiceporlanoche,sonriéndose:

—Creoque,enverdad,eseCoignymehubierapegadosiyonohubiesecedido.¡Elreyestanbueno!Porotraparte,losdestinosdeunreinodependenalgunasvecesdebienpocacosa:

delaespueladeunpaje,porejemplo.LuisXVmuere.¿QuiénsucederáalseñordeAiguillon?ElreyLuisXVIestáporMachaut,unodelosministrosquehansostenidoeltrono

yavacilante; lastíasdelreyestánporelseñordeMaurepas,hombremuydivertidoquecomponetanlindascancionesyquehaescritoenPontchartraintresvolúmenes,titulándolossusMemorias.

Todoestoescuestióndecarrerasdecaballos.¿Quiénllegaráprimero,elreyolareina,aArnouville,odelastíasaPontchartrain?

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Elreytieneelpoderentrelasmanos;demodoquelasprobabilidadesestánensufavor,porlocualseapresuraaescribir:

«MarchadalpuntoaParís:osespero».Introducelamisivaenunsobre,yescribeenéste:«AlseñorcondedeMachaut,

enArnouville».Se llama a un paje y se le entrega el pliego real, ordenándose que marche a

escape.Unavezfueraelpaje,elreypuederecibiralasseñoras.Estasúltimas, lasmismasque supadre llamaba, como sehavisto enBálsamo,

Locque,Chiffe yGraille, tres nombres eminentemente aristocráticos, esperan en lapuertaopuestaalaquehadadosalidaalpajeaqueéstesalga.

Entonceslasdamaspuedenentrar.Así lo hacen, y hablan al rey en favor del señor deMaurepas—todo esto es

cuestióndetiempo—elreynoquiererehusarnadaalasdamas.¡Elreyestanbueno!Concederá,cuandoelpajeestébastantelejos,paraquenopuedanalcanzarle.Luchacontralasdamas,conlosojosfijosenelreloj—mediahoralebasta—yel

relojnoleengañará,porqueélmismolehadadocuerda.Alcabodeveinteminutoscede.—¡Quevayanenbuscadelpaje,ytodosehará!Lasdamasseprecipitan;semontaráacaballoy,aunqueserevientenuno,doso

tres,sealcanzaráalpaje.Esinútil:nosereventaránada.Al bajar, el paje ha tropezado contra un escalón, rompiéndose la espuela,

faltándoleasíelmediodeiraescape.Además,elcaballerodeAbzaces jefede lacuadrareal,ynopermitiríaqueun

correomóntaseacaballo,él,quepasarevistaatodos,siestecorreodebiesemarchardeunamaneraquenohonraralacuadrareal.

Elpaje,pues,nopartirásinlasdosespuelas.De aquí resulta que, en vez de alcanzar al paje en el camino de Arnouville,

corriendoariendasuelta,seleencontraráenelpatiodelcastillo.Estabadispuestoamarchar,conunequipoinmejorable.Lerecogenelpliego;sacanelescrito,tanbuenoparaunapersonacomoparaotra,

y, en vez de poner en el sobre «Al señor Machaut, en Arnouville», las damasescriben:«AlseñorcondedeMaurepas,enPontchartrain».

Elhonordelacuadrarealquedaensalvo;perolamonarquíaestáperdida.ConMaurepasyCalonne,todovaperfectamente;ademásdeloscortesanosestán

losintendentesgenerales,quehacenbiensunegocio.LuisXIVcomenzósureinadoordenandoqueahorcasenadosdeellos,porconsejo

deColbert,hecholocual tomaporqueridaaLavalliéreymandaedificarVersalles.

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Lavalliérenolecostabanada.PeroVersalles,dondequeríaalojarla,lecostabamuycaro.Después, en 1685, se expulsa de Francia a unmillón de hombres industriosos

bajoelpretextodequesonprotestantes.Poresoen1707,reinandoaúnelgranmonarca,Boisguillebertdijo,refiriéndosea

1698:«Estomarchabatodavíaenaqueltiempo,porqueaunhabíaaceiteenlalámpara;

perohoytodosehaextinguidoporfaltademateria».¿Quédirán,¡Diosmío!,ochentaañosdespués,cuandolasduBarryylosPolignac

hayanpasadosobretodoesto?Despuésdehacersudaraguaalpueblo,leharánsudarsangre.Aestosereducetodo.

¡Ytodoellobajoformastanencantadoras!Enotrotiempo,losarrendadoreseranduros,brutalesyfríoscomolaspuertasde

lasprisionesdondearrojabanasusvíctimas.Hoysonfilántropos;esverdadqueconunamanodespojanalpueblo;peroconla

otraleedificanhospitales.Unamigo,granhacendista,mehaaseguradoque,decadacientoveintemillones

quelagabelareportaba,losarrendadoresseguardabansetentaparasí.Por eso en una reunión en que se pedían los estados de gastos, un consejero,

sirviéndosedelequívoco,dijo:«No son los estados particulares los que se necesitarían, sino los Estados

Generales».Lachispacayósobrelapólvora;éstaseinflamóyprodujounincendio.Cada cual repitió la frase del consejero, y se pidieron a gritos los Estados

Generales.LacortefijólaaperturadelosEstadosGeneralesparael1°demayode1789.El 24 de agosto de 1788, el señor de Brienne se retiró: era otro que había

manejadolahaciendaconbastanteligereza.Peroalretirarse,porlomenos,diounconsejobastantebueno:recomendabaque

sellamaseaNecker.Neckervolvióalministerio,yserespiróconmásconfianza.Sinembargo,lagrancuestióndelostresórdenessedebatíaentodalanación.SiéyéspublicabasufamosofolletosobreelTercerEstado.El Delfinado, cuyas cortes se reunían a pesar del gobierno, acordaba que la

representacióndelTercerEstadofueraigualaladelanoblezaydelclero.Se rehizo una asamblea de los notables, que duró treinta y dos días, es decir,

desdeel6denoviembreal8dediciembrede1788.EstavezDiosintervino:cuandoellátigodelosreyesnobasta,eldeDiossilbaa

suvezenelaireyhacemarcharalospueblos.

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Elinviernollegóacompañadodelhambre.Estaúltimayelfríoabrieronlaspuertasalaño1789.Paríssellenódetropasylascallesdepatrullas.Dos o tres veces se cargaron las armas delante de lamultitud que semoría de

hambre.Después,cuandofuenecesarioservirsedeellas,noseusaron.Cierta mañana, el 26 de abril, cinco días antes de la apertura de los Estados

Generales,unnombrecirculóenlamultitud.Estenombreibaacompañadodemaldiciones,tantomáspesadascuantoqueerael

deunobreroenriquecido.Reveillon,segúnseasegura,Reveillon,eldirectordelafamosafábricadepapel

delarrabaldeSanAntonio,habíadichoqueeranecesariorebajaraquincesueldoseljornaldelosobreros.

Éstaeralaverdad.Lacorte,seañadía,proponíaseconcederleelcordónnegro,esdecir,delaorden

deSanMiguel.Estoeraloabsurdo.Enlosmotinessiemprecirculaalgúnrumorabsurdo;yesdenotarqueporeste

rumor,sobretodo,seproducenaquéllos,yaumentanhastaconvertirseenrevolución.Lamultitud confecciona unmaniquí, le bautiza con el nombre deReveillon, le

revistedelcordónnegro,leprendefuegodelantedelapuertadelmismoindividuo,yacabadequemarleenlaplazadelaCasaAyuntamientoalosojosdelasautoridadesmunicipales,quemirancomoarde.

Laimpunidadenardecealamultitud,lacualanunciaquealdíasiguiente,despuésdehaberhechojusticiaenReveillon,enefigie,seharárealmenteensupersona.

Eraunreto,uncarteldedesafíodirigidoalpodercontodaslasreglas.Elpoderenvió treintaguardias franceses,o,mejordicho,nofueelpoderquien

losenvió,sinoelcoronelseñordeBiron.Lostreintaguardiasfrancesesfuerontestigosdeaquelgrandueloquenopodían

impedir.Contemplaronelsaqueodelafábrica,losmueblesarrojadosporlaventana,y vieron cómo se destruía y se quemaba todo. Enmedio de aquella barahúnda serobaronquinientosluisesenoro.

Aquellagentesebebióelvinoquehabíaen labodega,ycuandonohubomás,tomaronloscoloresdelafábrica,creyendoqueeravinotambién.

Todoeldía27seempleóenaquelactoinfame.En socorro de los treinta hombres se enviaron algunas compañías de guardias

franceses,quealprincipiotiraronconpólvorasolaydespuésconbalas,agregándoseaesterefuerzo,alaentradadelanoche,lossuizosdelseñordeBezenval.

Los suizos no se chancean en materia de revolución; dejaron las balas en sus

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cartuchos,ycomolossuizossonnaturalmentecazadores,muybuenosporcierto,unaveintenadelosquesaqueabanquedarontendidosenelsuelo.

Algunosllevabanencimasupartedelosquinientosluisesdequehemoshablado,yquedesdelacajadeReveillonpasaronalbolsillodelosladrones,ydeéstealdelossuizos.

Bezenvallohabíadispuestoyhechotodobajosuresponsabilidad,comosedice.Elreynolediograciasnilecensuró.Ahorabien:cuandoelreynodagracias,elreycensura.Elparlamentoabrióuninforme;peroelsoberanolesuprimió.¡Elreyeratanbueno!¿Quiénhabíaincendiadoasíelpueblo?Nadiepudodecirlo.¿Nosehanvistoaveces,enlosgrandescaloresdelestío,conflagracionesquese

producensincausa?SeacusóalduquedeOrleans.Laacusacióneraabsurdaynosehizoapreciodeella.El29,Parísestabacompletamentetranquilo,oporlomenosparecíaestarlo.Llegóel4demayo;el reyy lareinafueroncontoda lacorteaNuestraSeñora

paraoírelVenicreator.Segritómucho¡vivaelrey!,ysobretodo¡vivalareina!¡Lareinaeratanbuena!Éstefueelúltimodíadepaz.Aldíasiguientesegritabaunpocomenos¡vivalareina!,yunpocomás¡vivael

duquedeOrleans!Estegritoresintiómuchoaladama;lapobremujeraborrecíaalduque,hastael

puntodellegarleadecirqueerauncobarde.¡ComosihubierahabidojamásalgunoenlosOrleans,desdeMonsieur,queganó

la batalla de Cassel, hasta el duque de Chartres, que contribuyó a ganar la deJemmapesydeValmy!

Tanto se resintió la reina, decimos, que la pobre mujer estuvo a punto dedesmayarse; y se la sostuvo cuando su cabeza se inclinaba.Madame deChampanrefiereelhechoensusMemorias.

Peroaquellacabezasevolvióalevantaraltivaydesdeñosa;ylosquevieronsuexpresiónquedaroncuradosdevolveradecirnunca:¡Lareinaestanbuena!

Tres retratos existen de la reina; el uno pintado en 1776, el otro en 1784 y elterceroen1788.

Yohevistolostres;vedlostambién;ysialgunavezsehallasenreunidosenunasolagalería,seleerálahistoriadeMaríaAntonietaenesostresretratos.

Lareuniónde los tresórdenes,quedebíaserunabrazo, fueunadeclaracióndeguerra.

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—«¡Tresórdenes!—exclamóSiéyés—.¡No,tresnaciones!».El3demayo,vísperadelamisadelEspírituSanto,elreyrecibióalosdiputados

enVersalles.Algunos leaconsejaronquesustituyese lacordialidadcon laetiqueta.El reyno

quisoescucharnada.Recibióalcleroprimeramente.Despuésalanobleza.Y,porúltimo,alTercerEstado.Susindividuoshabíanesperadolargotiempo,ymurmuraron.Enlasantiguasasambleasdebíanhablarderodillas.¿Nohabíamediodehacerarrodillarasupresidente?Seacordóquenopronunciasemásdiscursos.Enlasesióndel5,elreysecubrió.Lanoblezahizolomismo.LosrepresentantesdelTercerEstadoquisieroncubrirse;peroelreysedescubrió

entonces,prefiriendotenersusombreroenlamanomásbienqueveralTercerEstadocubiertodelantedeél.

Elmiércoles,10dejunio,SiéyésentróenlaAsambleaylaviocasienteramentecompuestadelTercerEstado.

Elcleroylanoblezasereuníanenotraparte.—«¡Cortemoselcable—dijoSiéyés—,yaestiempo!».YSiéyésproponeintimaralcleroyalanoblezaacomparecerdentrodeunahora,

portodoplazo.—Sinolohacenasí,seconsiderarácomocontumacesalosausentes.UnejércitoalemánysuizohabíacercadoVersalles,yunabateríaapuntabaa la

Asamblea.Siéyésnoobservónadadeesto:tansólovioqueelpuebloteníahambre.—PeroelTercerEstado—dijeronaSiéyés—,nopuedeconstituirdepor sí los

EstadosGenerales.—Tantomejor—contestó,Siéyés—;formarálaAsambleaNacional.Los ausentes no se presentan; se aprueba la proposición de Siéyés, y el Tercer

Estado recibe el nombre de Asamblea Nacional por la mayoría de cuatrocientosvotos.

El19dejunio,elreymandacerrarlasaladondesereúnelaAsambleaNacional.Mas,paradarsemejantegolpedeEstado,elreynecesitaunpretexto.Diceque lasalaestácerradaparahacer lospreparativosdeunasesión realque

debeefectuarseellunes.El20de junio,a lassietede lamañana,elpresidentede laAsambleaNacional

recibenoticiadequenosereuniráaqueldía.

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Alasochosepresentaantelapuertadelasalaconmuchosdiputados.Laspuertasestáncerradasysehanpuestocentinelas.Estálloviendo,ysequierederribarlas.Perolossoldadoscruzanlasbayonetas,obedeciendolaconsigna.UnoproponereunirseenlaplazadeArmas.Otro,enMarly.GuillotinaconsejaelJuegodePelota.¡Guillotin!¡ExtrañacosaquefueraGuillotin,cuyonombre,agregandounae,serátancélebre

cuatro años después! ¡Qué cosa tan extraña que fuera Guillotin quien propuso elJuegodePelota!

UnJuegodePelotadesnudo,ruinoso,expuestoaloscuatrovientos.¡EralacunadelahermanadeCristo!¡EralacunadelaRevolución!SóloqueCristoerahijodeunamujervirgen.LaRevoluciónerahijadeunanaciónviolada.Aestagranmanifestación,elreycontestaconlapalabrareal:¡Veto!ElseñordeBrézeesenviadoalosrebeldesparaordenarlesquesedispersen.«Estamos aquí por la voluntad del pueblo—diceMirabeau—, y no saldremos

sinoconlabayonetaenelvientre».Ynocomosehadicho:«Porlafuerzadelasbayonetas».¿Por qué ha de haber siempre detrás de un gran hombre un maestrillo que

descomponelaspalabrasbajoelpretextodearreglarlas?¿PorquéestabaaquelretóricodetrásdeMirabeauenelJuegodePelota?¿PorquédetrásdeCambronneotroenWaterloo?Sellevólacontestaciónalrey.Elsoberanosepaseóalgúntiempoconlaexpresióndeunhombreaburrido.—¿Noquierenirse?—preguntó.—No,señor.—¡Puesbien,quelosdejen!Según se ve, la monarquía se doblegaba ya bajo la mano del pueblo, y

humillábasemucho.Desdeel23de junioal12de julio, todoparecióbastante tranquilo;peroera la

tranquilidadpesadaysofocantequeprecedealatormenta.Eraunmalsueño.El11,elreytomaunpartido:instadoporlareina,elcondedeArtois,losPolignac

ytodalacamarilladeVersalles;despideaNecker;yel12llegalanoticiaaParís.Yasehavistoelefectoquehabíaproducido.Enlanochedel13,Billot llegaba

paraverquemarlasbarreras.En esta misma noche, París se defendía; en la mañana del 14, París estaba

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dispuestoparaatacar.Enestedía,Billotgritaba:—¡AlaBastilla!Ytresmilhombreslesiguieron,repitiendoelmismogrito,queibaasereldetoda

lapoblaciónparisiense.Era que existía unmonumento que hacía cerca de cinco siglos pesaba sobre el

pechodeFrancia,comolarocainfernalenloshombrosdeSísifo.Pero,menosconfiadaqueelTitánensusfuerzas,Francianohabíatratadonunca

delevantarla.Aquel monumento, sello del feudalismo, impreso en la frente de París, era la

Bastilla.El reyerademasiadobueno,comodecíamadamedeHausset,parahacercortar

unacabeza.PeroelreymandabaencerrarenlaBastilla.Ycuandoseestabaaquídeordendelrey,todohombreeraolvidado,secuestrado,

enterradoyaniquilado.Permanecíaallíhastaqueelreyseacordabadeél;ylosreyestienentantascosas

nuevasenquepensar,queconfrecuenciaolvidanlasmásantiguas.Por lo demás, no había en Francia una sola bastilla; contábanse otras veinte,

llamadas: Fort-l’Evéque, San Lázaro, el Chátelet, la Conserjería, Vincennes, elcastillodelaRoche,elcastillodeIf,lasislasdeSantaMargarita,Pignerolles,etc.

PerolafortalezadelapuertadeSanAntoniosellamabalaBastilla,comoRomasellamabalaCiudad.

EralaBastillaporexcelencia;yporsísolavalíatantocomotodaslasdemás.Durantecercadeunsiglo,elgobiernodelaBastillasehabíaconservadoenuna

solaymismafamilia.El abuelo de estos elegidos fue el señor de Cháteauneuf; le sucedió su hijo

Lavrilliére,y,porúltimo,aLavrilliéresiguiósunietecitoSaint-Florentin.Ladinastíasehabíaextinguidoen1777.

Durante este triple reinado, que transcurrió, en gran parte, bajo el gobierno deLuis XV, nadie podía decir cuántas órdenes de prisión fueron firmadas. Saint-Florentinrubricóporsísolomásdecincuentamil.

Estasórdenesproducíanuningresoconsiderable.Sevendíanalospadresquedeseabanlibrarsedesushijos.Sevendíanalasmujeresquedeseabandesembarazarsedesusmaridos.Ycuantomáslindaseranlasmujeres,menoslescostabansusórdenes.Entreellasyelministroerauncambiodebuenasvoluntades,nimásnimenos.DesdefinesdelreinadodeLuisXIV,todaslasprisionesdeEstado,ysobretodola

Bastilla,sehallabanenmanosdelosjesuitas.

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Serecuerdaquienesfueronlosprincipalesprisioneros:ElMáscaradeHierro,LauzunyLatude.Los jesuitas eran confesores, y confesaban a los prisioneros para mayor

seguridad.Y, paramayor seguridad también, los prisionerosmuertos eran enterrados bajo

falsosnombres.Ya se recordará que el Máscara de Hierro fue sepultado bajo el nombre de

Marchialy.Habíaestadocuarentaycincoañosenlaprisión.Lauzunestuvocatorce.YLatudetreinta.PeroelMáscaradeHierroyLauzunhabíancometidograndescrímenes.Elprimero,hermanoonodeLuisXIV, asemejábaseaeste reyde talmodoque

cualquierasehabríaengañado.Yesunaimprudenciaosarasemejarseaunrey.Lauzunhabíaestadoapuntode

casarse,osecasó,conlagranPrincesa.YeramuyimprudenteatreverseacontraermatrimonioconlasobrinadelreyLuis

XIII,lanietadeEnriqueIV.Pero Latude, pobre diablo, ¿qué había hecho? Había osado enamorarse de la

señoritadePoisson,damadelaPompadour,queridadelrey.Yleescribióunbilletedeamor.Este billete, que una mujer honrada habría enviado a quien le escribió, fue

remitidopormadamedePompadouralseñordeSartines.Y Latude, detenido, fugitivo, cogido una y otra vez, permaneció treinta años

encerradosucesivamenteenlaBastilla,enVincennesyenBicetre.Nofaltaba,pues,motivoparaodiarlaBastilla.Elpueblolaaborrecíacomounacosaviviente;considerábalacomounadeesas

tarascas gigantescas, como una de esas fieras del Gévaudan que devorandespiadadamentealoshombres.

PoresosecomprendeelpesardelpobreSebastiánGilbertocuandosupoquesupadreestabaenlaBastilla.

TambiénsecomprendíalaconviccióndeBillot,dequeeldoctornosaldríayadesuprisiónsinoselesacabaporlafuerza.

YsecomprendióigualmenteelimpulsofrenéticodelpueblocuandoBillotgritó:«¡AlaBastilla!».

Mas era cosa insensata, como lo habían dicho los soldados, la idea de que sepudiesetomarlaBastilla.

Estafortalezateníavíveres,unaguarniciónyartillería.Tambiénteníamurosdequincepiesdegruesoenlapartesuperiorydecuarenta

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enlabase.En laBastillahabíaungobernadorquese llamaseñordeLaunay,que tenía las

cuevasllenasdepólvora,yquehabíaprometido,encasodeungolpedemano,volarlaBastilla,yconellalamitaddelarrabaldeSanAntonio.

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CapítuloXIV

LOSTRESPODERESDEFRANCIA

Billotavanzabasiempre;peronoerayaélquiengritaba.Lamultitud,prendadadesuaspectomarcial,reconociendoenaquelhombreunodelossuyos,comentabasuspalabras y sus actos, y le seguía siempre, aumentando como la ola de la mareamontante.

DetrásdeBillot, cuandodesembocóenelmuelledeSanMiguel,habíamásdetresmilhombres,armadosdecuchillos,dehachas,depicasydefusiles.

Todoelmundogritaba:«¡AlaBastilla,alaBastilla!».Billotseaislóensímismo.Lasreflexionesquehemoshechoalfindelcapítulo

anterior,éllashizoasuvez,y,pocoapoco,todoelvapordesuexaltaciónfebrilsedesvaneció.

Entoncesvioclaroensumente.La empresa era sublime, pero insensata: fácilmente se comprendía esto en las

fisonomías espantadas e irónicas en que se reflejaba la impresión del grito: «¡A laBastilla!».

PeroestosirviótansóloparaqueBillotpersistiesemásensuresolución.Comprendió tambiénqueélera responsablea lasmadres, a lasmujeresya los

hijos, de la vida de todos los hombres que le seguían, y quiso adoptar todas lasprecaucionesposibles.

Billot comenzó, pues, por conducir a toda su gente a la plaza de la CasaAyuntamiento.

Allínombróuntenienteyoficialesparaconteneralamultitud.—Veamos—pensóBillot—,enFranciahayunpoder,yhastados,yhastatres.Consultemos:Y entró en la Casa Ayuntamiento, preguntando quién era el jefe de la

municipalidad.Lecontestaronqueeraelprebostedelosmercaderes,elseñordeFlesselles.—¡Ah, ah! —exclamó con aire poco satisfecho—. El señor de Flesselles, un

noble,esdecirunenemigodelpueblo.—Nadadeeso—ledijeron—,esunhombredetalento.BillotsubiólaescaleradelaCasaAyuntamiento.Enlaantecámaraencontróunujier.—Quiero hablar al señor de Flesselles —dijo Billot, notando que el ujier se

acercabaaélparapreguntarlequédeseaba.

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—¡Imposible!—contestóelhombre—.AhoraseocupaencompletarloscuadrosdeunamiliciaciudadanaqueParísorganizaenestemomento.

—Puesvienedemolde—dijoBillot—,yotambiénorganizounamilicia;ycomoyatengotresmilhombresalistados,valgotantocomoelseñordeFlesselles,quenotieneunsolosoldadoenpie.Servios,pues,anunciarmealseñordeFlesselles,yahoramismo.¡Oh!,miradporlaventanasigustáis.

Elujierdirigía,enefecto,unarápidaojeadaalosmuelles,yacababadeverloshombres deBillot.Entonces se apresuró a dar cuenta del hecho al preboste de losmercaderes, a quien mostró, para confirmar sus palabras, los tres mil hombres encuestión.

Estoinspiróalprebosteunaespeciederespetoalquedeseabahablarle;saliódelconsejoyentróenlaantecámara,buscandoconlavista.

DivisóaBillot,adivinóleysonrió.—¿Soisvosquienpreguntapormí?—dijo.—¿SoiselseñordeFlesselles,prebostedelosmercaderes?—replicóBillot.—Sí,señor.¿Enquépuedoserviros?Ydaosprisa,porqueestoymuyocupado.—Señorprefecto—preguntóBillot—,¿cuántospodereshayenFrancia?—¡Diantre!Estoessegúnloentendáis,apreciableseñor,—contestóFlesselles.—Decidcómoloentendéisvosmismo.—SiconsultáisalseñordeBailly,osdiráquenohaymásqueuno:laAsamblea

Nacional;ysipreguntáisalseñordeDreux-Brézé,osdirátambiénquenohaymásqueuno:elrey.

—¿Yvos,señorpreboste,cuálesvuestraopiniónentreesasdos?—Lamíaestambiénqueenestemomento,sobretodo,nohaymásqueuno.—¿LaAsamblea,oelrey?—preguntóBillot.—Nilauna,nielotro:lanación—contestóFlesselles,arrugandosuchorrera.—¡Ah,ah,lanación!—dijoBillot.—Sí; es decir, esos señores que esperan abajo en la plaza con cuchillos y

asadores;lanación,esdecir,paramí,todoelmundo.—Podríaismuybientenerrazón,señordeFlesselles,—contestóBillot—,ynose

hanengañadoaldecirmequeeraishombredetalento.DeFlessellesseinclinó.—¿Acuáldeesostrespoderespensáisapelar?—preguntóFlesselles.—¡Pardiez!—exclamóBillot—.Yo creo que lomás sencillo, cuando se ha de

pediralgoimportante,esdirigirseaDios,ynoasussantos.—¿Locualquieredecirquevaisadirigirosalrey?—Asílodeseo.—Y¿seríademasiadaindiscreciónsaberquépensáispediralrey?—LalibertaddeldoctorGilberto,queestáenlaBastilla.

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—¿EldoctorGilberto?—preguntóFlesselles,comointerrogándoseasímismo—.¿Noesunautordefolletos?—añadió.

—Decidunfilósofo,caballero.—Es lomismo, apreciable señor Billot. Creo que hay pocas probabilidades de

obtenersemejantecosadelrey.—Y¿porqué?—Enprimerlugar,porquesielreyhamandadoconduciraldoctorGilbertoala

Bastilla,seráporquetienesusrazonesparaello.—Estábien—dijoBillot—,yameexplicarásusrazones,yyoledarélasmías.—ApreciableseñorBillot,elreyestámuyocupadoynoosrecibirá.—¡Oh!Sinomerecibe,yaencontraréyomediodeentrarsinsupermiso.—Entonces, una vez dentro, encontraréis al señor de Droux-Brézé, que dará

ordendeponerosalapuerta.—¿Quiénmepondráamíalapuerta?—Sí, bien ha querido hacerlo con la Asamblea en masa, aunque no lo ha

conseguido;perorazóndemásparaqueestéirritadoytomeenvoseldesquite.—Estábien.EntoncesmedirigiréalaAsamblea.—ElcaminodeVersallesestáinterceptado.—Iréconmistresmilhombres.—Cuidado,porqueencontraréisenelcaminocuatroocincomil suizosydoso

tres mil austriacos, que no tendrán para comenzar con vos y vuestros tres milhombres,yenunmomentoquedaréisaniquilado.

—¡Ah,diablo!¿Quédebohacer,entonces?—Obrad como os plazca; pero hacedme el favor de llevaros vuestros tres mil

hombres, que alborotan ahí abajo y que fuman. Tenemos las bodegas llenas depólvora,yunachispapuedehacernosvolaratodos.

—Entalcaso—dijoBillot—,piensoquenomedirigiréalreynialaAsambleaNacional,sinoalanación,ydespuéstomaremoslaBastilla.

—Y¿conqué?—Conlapólvoraquevaisadarme,señorpreboste.—¡Ah!¿Deveras?—replicóFlessellescontonosocarrón.—Nimásnimenos,caballero.Hacedelfavordedarmelasllavesdelabodega.—¡Bah!¿Habláisenbroma?—preguntóelpreboste.—No,caballero,noesbroma—dijoBillot.Y,cogiendoaFlessellesconambasmanosdelcuellodesucasaca,exclamó:—¡Lasllaves,ollamoamigente!Flessellesquedópálidocomounmuerto;sus labiosysusdientesseoprimieron

porunestremecimientoconvulsivo,perosinquesuvozsealteraseysinquedejaraeltonoirónicoquehabíatomado.

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—A decir verdad —repuso—, me prestaréis un gran servicio retirando esapólvora,y,por lo tanto,voyadarordenparaqueosentreguen las llaves, como lodeseáis;perotenedpresentequesoyvuestroprimermagistradoyque,situvieraisladesgracia de hacer delante de gente lo que acabáis de hacer conmigo, a solas, unahoradespués seríais ahorcadopor losguardiasde la ciudad. ¿Persistís en tener esapólvora?

—Persisto—contestóBillot.—Y¿ladistribuiréisvosmismo?—Yomismo.—¿Cuándo?—Enesteinstante.—Dispensad,yentendámonos.Loquetengoquehacermeocuparáuncuartode

hora, y, si os es indiferente, prefieroque la distribuciónno comiencehasta queyohaya salido.Mehanpronosticadoquemorirédemuerteviolenta;perome repugnamuchovolarporlosaires,osloconfieso.

—Sea:dentrodeuncuartodehora;peroamivezospediréunfavor.—¿Cuál?—Acerquémonoslosdosalaventana.—¿Paraqué?—Quierohacerospopular.—Muchasgracias.Y¿dequémanera?—Vaisaverlo.Billotcondujoalprebostealaventana.—Amigos míos —gritó—, vosotros queréis siempre tomar la Bastilla: ¿no es

verdad?—¡Sí,sí,sí!—gritarontresocuatromilvoces.—Peroosfaltapólvora:¿noescierto?—¡Sí,pólvora,pólvora!—¡Pues bien! He aquí al señor preboste de los mercaderes, que tiene a bien

darnoslaquehayenlasbodegasdelacasa.Dadlegracias,amigosmíos.—¡Viva el preboste de los mercaderes, viva el señor de Flesselles!—gritó la

multitud.—¡Gracias,gracias,pormiyporél!—Yahora,caballero—dijoBillot—,yanonecesitocogerosporelcuellode la

casaca,niasolas,nidelantedetodoelmundo,porque,sinomedaislapólvora,lanación,comolallamáis,osharápedazos.

—Heaquílasllaves—contestóFlesselles—.Tenéisunamaneradepedirquenoadmitenegativa.

—Entalcaso,meestimuláisasí—dijoBillot,queparecíamadurarotroproyecto.

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—¡Ah,diablo!¿Tendríaisquepedirmealgunaotracosa?—Sí.¿ConocéisalgobernadordelaBastilla?—¿AlseñordeLaunay?—Nosécómosellama.—SellamaLaunay.—Muybien.¿Leconocéis?—Esamigomío.—Entalcaso,debéisdesearquenoleocurraalgunadesgracia.—Enefecto,lodeseo.—Puesbien:hayunmediodeevitarlo,yesquemeentreguelaBastilla,oporlo

menoseldoctor.—¿Supongoquenoesperáisqueyotengalainfluenciasuficienteparainducirlea

entregarossufortalezaosuprisionero?—Estomeincumbe:yonoospidomásqueunacartadeintroducciónparaél.—Apreciable señor Billot, os prevengo que si tratáis de entrar en la Bastilla,

entraréissolo.—¡Muybien!—Yosadvierto,además,que,sientráissolo,talveznopodréissalirya.—¡Perfectamente!—PuesvoyadarosunpaseparalaBastilla.—Loespero.—Peroconunacondición.—¿Cuál?—Quenovendréisapedirmemañanaunpaseparalaluna;puesosprevengoque

noconozcoanadieenesemundo.—¡Flesselles,Flesselles!—dijounavozsordaydeenojodetrásdelprebostede

losmercaderes—.Sicontinuáisteniendodoscaras,unaquesonríealosaristócratasyotra que sonríe al pueblo, tal vez, de aquí amañana, firmaréis para vosmismounpaseparaotromundo,delquenadievuelve.

Elprebostevolviólacabezaestremeciéndose.—¿Quiénhablaasí?—preguntó.—Yo,Marat.—¡Maratelfilósofo,Maratelmédico!—dijoBillot.—Sí—contestólamismavoz.—Sí,Marat el filósofo,Marat el médico—dijo Flesselles—, y en esta última

calidaddeberíaencargarsedecuraraloslocos,locualseríaparaélunmediodetenerhoymuchosclientes.

—SeñordeFlesselles—contestóel fúnebre interlocutor—,estebuenciudadanoospideunpaseparaelseñordeLaunay;yosadvertiréquenoessolamenteélquien

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loespera,sinotresmilhombresmás.—Estábien,caballero:voyadárselo.Flesselles se acercó a unamesa, pasóse unamano por la frente, y con la otra,

cogiendolapluma,escribiórápidamentealgunaslíneas.—Heaquíelpase—dijo,presentandoelpapelaBillot.—Leed—dijoMarat.—Noséleer—replicóBillot.—Puesbien,dádmela:yoleeré.BillotdioelpapelaMarat.Elpaseestabaconcebidoenestostérminos:

Señorgobernador:Nos, preboste de los mercaderes de la ciudad de París, os enviamos al señor

Billotparaqueseentiendaconvosacercadelosinteresesdedichaciudad.

14dejuliode1789.DEFLESSELLES.

—¡Bueno!—dijoBillot—.Dadmeelpase.—¿Osparecequeestábienasí?—preguntóMarat.—Sinduda.—Esperad,esperad:elseñorprebosteañadiráunapostdata,yserámejor.YseacercóaFlesselles,quehabíapermanecidoenpie,conlamanoapoyadaen

la mesa, mirando desdeñosamente a los dos hombres con quienes tenía quehabérselas, y a un tercero, medio desnudo, que acababa de aparecer en la puerta,apoyadoenunmosquete.

Este último era Pitou, que había seguido a Billot y que estaba dispuesto aobedecerlasórdenesdesuprotector,cualesquieraquefuesen.

—Caballero—dijoMarataFlesselles—,heaquílapostdataquedebéisañadir,yqueharámásválidoelpase.

—Decid,señorMarat.Esteúltimopusoelpapelsobrelamesa,yseñalandoconeldedoelsitiodondeel

prebostedebíaescribir,dictólosiguiente:—«ComoelciudadanoBillottieneelcarácterdeparlamentario,confíosuvidaa

vuestrohonor».Flesselles miró aMarat como hombre que tenía más deseos de aplastar aquel

pálidorostrodeunpuñetazoquenodehacerloqueselepedía.—¿Vaciláis,caballero?—preguntóMarat.—No—dijoFlesselles—,porque,alfinyalcabo,nomepedísmásqueunacosa

justa.

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Yescribiólapostdatapedida.—Sinembargo,señores—dijo—,fijaosbienenelhechodequenorespondode

laseguridaddelseñorBillot.—Pues yo sí—replicóMarat, tomando el papel de entre susmanos—, porque

vuestra libertadestáaquíparagarantizar lasuya,yvuestracabezaasegura ladeél.Heaquívuestropase,valerosoBillot—añadió.

—¡Labrie!—gritóelseñordeFlesselles—.¡Labrie!Unlacayodegranlibreasepresentóalpunto.—¡Micarroza!—Yaesperaalseñorprebosteenelpatio.—Bajemos—dijoelpreboste—.¿Nodeseáisnadamás,señores?—No—contestaronalavezBillotyMarat.—¿Dejarépasar?—preguntóPitou.—Amigomío—dijo Flesselles—, os recordaré que lleváis un traje demasiado

indecenteparamontar laguardiaa lapuertademihabitación.Si tenéisempeñoenquedaros,poneosalmenoslacartucheradelante,yapoyadlaespaldaenlapared.

—¿Dejaré pasar? —repitió Pitou, mirando al señor de Flesselles con unaexpresiónqueindicabaquenoeramuydesuagradolachanzadequeacababadeserobjeto.

—Sí—dijoBillot.Pitouseapartóaunlado.—Talvezhabéishechomalendejarsaliraesehombre—dijoMarat—,porque

eraelmáspropioparaconservarleenrehenes;peroentodocaso,encualquierapartequesehalle,yaleencontraré:perdedcuidado.

—Labrie—dijo el preboste de losmercaderes, subiendo a su carroza—, van adistribuirlapólvoraaquí;ysilaCasaAyuntamientovuelaporcasualidad,noquieroestardentro.¡Fueradealcance,Labrie,fueradealcance!

El coche rodó bajo la bóveda, apareciendo después en la plaza, dondemurmurabancuatroocincomilpersonas.

Flesselles temió que interpretaran mal su salida, pues podía ser muy bien unafuga.

Y,sacandomediocuerpoporlaportezuela,gritóalcochero:—¡AlaAsambleaNacional!Locuallevaliódepartedelamultitudunasalvadeaplausos.Marat y Billot, que estaban en la ventana, habían oído las últimas palabras de

Flesselles.—Apuestomi cabeza contra la suya—dijoMarat—, que no va a laAsamblea

Nacional,sinoaveralrey.—¿Convendrádetenerle?—preguntóBillot.

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—No —dijo Marat, con su fatídica sonrisa—, pues, por deprisa que vaya,nosotrosllegaremosantesqueél.¡Yahora,alapólvora!

—¡Sí,alapólvora!—repitióBillot.YambosbajaronseguidosdePitou.

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CapítuloXV

ELSEÑORDELAUNAY,GOBERNADORDELABASTILLA

SegúnlohabíadichoelseñordeFlesselles,lasbodegasdelaCasaAyuntamientoestabanllenasdepólvora.

MaratyBillotentraronen laprimeraconuna linterna, lacualsuspendierondeltecho.

Pitousequedódecentinelaenlapuerta.Lapólvoraestabaenbarriles,queencerrabanveinte libras,pocomásomenos,

cadauno, conteniendo entre todosunasochomil.En la escalera se situaronvarioshombresparaformarlacadena,ycomenzóeltransportedeaquéllos.

Porlopronto,hubounmomentodeconfusión;ignorábasesihabíapólvoraparatodo el mundo, y cada cual se precipitaba para tomar su parte; pero los jefesnombradosporBillotconsiguieronhacerseescuchar,yladistribuciónseefectuóconunaespeciedeorden.

Cadaciudadanorecibiómedialibradepólvora,oseaparatreintaocuarentatiros;perocuandotodostuvieronsuparte,seechódeverquefaltabanfusiles,yqueapenashabíaquinientoshombresarmados.

Mientras que la distribución continuaba, unaparte de aquella población furiosaquepedíaarmassubióalasaladondeloselectorescelebrabansussesiones,yqueenaquelinstantesedisponíanaorganizarlaguardianacionaldequeelujierhabíadichoalgoaBillot.Seacababadedecretarquedichamiliciasecompusieradecuarentayocho mil hombres; pero esta milicia no existía aún sino en el decreto, y ya sedisputabaparanombrarsugeneral.

Enmedio de aquella discusión, el pueblo invadió laCasaAyuntamiento; ya sehabíaorganizadodeporsí,ysóloqueríamarcharadelante;perolefaltabanarmas.

Enaquelmomentoseoyóelrumordeuncochequeentraba:eraelprebostedelosmercaderes,aquiennosehabíadejadopasar,pormásquemostrólaordendelreyquelellamabaaVersalles,yaquienseconducíaporfuerzaalaCasaAyuntamiento.

—¡Armas,armas!—gritaronportodaspartesapenaslevieron.—Yonotengoarmas—contestó—,perodebehaberenelArsenal.—¡AlArsenal,alArsenal!—gritólamultitud.YcincooseismilhombresseprecipitaronhaciaelmuelledelaGréve.ElArsenalestabacompletamentevacío.Lamultitudvolvióentonces,vociferando:—¡AlaCasaAyuntamiento!

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Elpreboste no tenía armas, o,másbien, noquería darlas; pero, apuradopor elpueblo,ocurriólelaideadeenviarlealaCartuja.

Los cartujos abrieron sus puertas, y se registró por todas partes; pero no seencontrónisiquieraunapistola.

Entretanto,Flesselles,alsaberqueBillotyMaratsehallabanaúnenlasbodegasdelaCasaAyuntamiento,distribuyendolapólvora,propusoenviarunadiputacióndeelectoresadeLaunay,paraquehiciesedesaparecersuscañones.

Loqueenlavísperahabíairritadomásalamultituderalavistadeaquéllos,queprolongabansucuelloatravésdelasalmenas;yFlessellesesperabaque,quitándolos,elpueblosecontentaríaconesaconcesión,retirándosedespuéssatisfecho.

Ladiputaciónacababademarchar,cuandoelpueblovolviófurioso.Alosgritosqueprofería,BillotyMaratsubieronhastaelpatio.Flesselles trataba de calmar al pueblo desde un balcón inferior, y proponía un

decreto que autorizase a los distritos a mandar construir cincuenta mil picas. Elpuebloestabaapuntodeaceptar.

—Decididamente ese hombre es traidor—dijoMarat. Y, volviéndose a Billot,añadió—: Id a laBastilla adesempeñarvuestro cometido,ydentrodeunahoraosenviaréveintemilhombres,cadacualconsufusil.

Billothabía tenidogranconfianzaenaquelhombredesdelaprimeravezquelevio;llegóhastaélporlapopularidaddesunombre;ynolepreguntó,porlotanto,dequémodopensabaobtenerlasarmas.

Allíestabaunabateque,participandodelentusiasmogeneralgritabacomotodoelmundo:«¡AlaBastilla!».Billotnoeraamigodelosabates;peroésteleagradó,yconfióleelencargodecontinuarladistribución:elvalerosoabateaceptó.

EntoncesMaratsubióaunposte:eltumultoeraespantoso.—¡Silencio! —dijo—. Soy Marat y quiero hablar. Todos callaron como por

encanto,ytodaslasmiradassefijaronenelorador.—¿Queréisarmas?—preguntó.—¡Sí,sí!—contestaronmilesdevoces.—¿ParatomarlaBastilla?—¡Sí,sí!—¡Puesbien!Venidconmigoylastendréis.—¿Adonde?—AlosInválidos:allíhayveinticincomilfusiles.—¡AlosInválidos,alosInválidos!—gritarontodaslasvoces.—Y ahora—dijoMarat a Billot, que acababa de llamar a Pitou—, ¿iréis a la

Bastilla?—Sí.—Esperad:puedeserqueantesdelallegadademishombresnecesitéisauxilio.

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—Enefecto—dijoBillot—,esposible.Marat rasgó una hoja de su libro de memorias y escribió cuatro palabras con

lápiz:DepartedeMarat.Despuéstrazóunaseñalenelpapel.—¡Ybien!—preguntóBillot—.¿Quéhedehaceryoconestepapel,puestoque

noindicanielnombrenilasseñasdelapersonaaquiendeboentregarle?—Encuantoalasseñas,aquélaquienosrecomiendonolastiene;yencuantoa

su nombre, es bien conocido. Preguntad al primer obrero que encontréis, porGonchon,elMirabeaudelpueblo.

—Gonchon—repitióBillot—.¿Teacordarásdeestenombre,Pitou?—GonchooGonchonius—dijoPitou—,yalorecordaré.—¡A los Inválidos, a los Inválidos! —gritaron por todas partes con creciente

ferocidad.—¡Vamos, márchate—dijo Marat a Billot—, y que el genio de la libertad te

acompañe!—¡A los Inválidos!—gritó a su vez Marat. Y bajó por el muelle de Gévres,

seguidodemásdeveintemilhombres.Billotpor suparte ibaacompañadodequinientososeiscientos, losqueestaban

armados.Enelmomentoenqueelunosedisponíaaseguirlacorrientedelrío,yelotroa

remontarhaciaelbulevar,elprebostedelosmercaderesseasomóaunaventana.—Amigos míos —dijo—, ¿por qué veo en vuestros sombreros la escarapela

verde?EralahojadetilodeCamiloDesmoulins,quemuchossehabíanpuestoalverla

enlosotros,aunquesinsaberquéhacían.—¡Esperanza,esperanza!—gritaronalgunasvoces.—Sí;pero el colorde la esperanza es almismo tiempoel del condedeArtois.

¿Queréisaparentarquelleváislalibreadeunpríncipe?—¡No,no!—gritarontodaslasvoces,predominandoladeBillotsobretodas.—¡Puesbien!Entoncescambiaddeescarapela,ysiqueréisllevaruna,queseaal

menosladelaciudaddeParís,nuestramadrecomún:azulyroja,amigosmíos,azulyroja[4].

—¡Sí, sí! —gritaron todas las voces—, azul y roja. Y todos arrojaron laescarapela verde, pidiendo a gritos cintas. Entonces se abrieron las ventanas comoporencanto,ylascintasrojasyazulescayeroncomounalluvia.

Perolascintasquesearrojaronapenaseransuficientesparamilpersonas.Enelmismo instante, los delantales, los vestidos de seda, los chales y las cortinas sedesgarranycaenapedazos;enlosfragmentossehacennudosyrosetas,ycadacualtomasuparte.

Despuésdeesto,elreducidoejércitodeBillotcontinúasumarcha.Enelcamino

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se le agrega más gente: todas las arterias del arrabal de San Antonio le enviabancuantoteníandemásardienteyvivoenlasangrepopular.

Se llegó con bastante orden a la altura de la calle de Lesdiguiéres, donde unamultitud de curiosos, los unos tímidos, los otros serenos y los demás insolentes,mirabanlastorresdelaBastilla,caldeadasporunsolardiente.

La llegada de los tambores populares por el arrabal de San Antonio; la de uncentenardeguardiasfrancesesporelbulevar,yladeBillotconsutropa,quepodíacomponerse de mil a mil seiscientos hombres, bastaron para cambiar al punto elcarácter y el aspecto de la multitud: los tímidos se enardecieron, los serenos seexaltaron,ylosinsolentescomenzaronaproferiramenazas.

—¡Fuera los cañones, fuera los cañones! —gritaban veinte mil individuos,amenazandoconelpuñolasgrandespiezasqueprolongabansuscuellosdebronceatravésdelastronerasdelasplataformas.

Precisamente en aquel momento, como si el gobernador de la fortalezaobedeciesealasinstanciasdelamultitud,losartillerosseacercaronalaspiezas,yloscañonesretrocedieronhastadesaparecerdeltodo.

Lamultitudaplaudió:eraunapotencia,puestoquesecedíaasusamenazas.Sinembargo,loscentinelasseguíanpaseándoseenlasplataformas:uninválidose

cruzabaconunsuizo.Despuésdegritar:«¡Fueratuscañones!—segritó—:¡Abajolossuizos!».Erala

continuacióndelgritodelavíspera:«¡Abajolosalemanes!».Perolossuizosnodejaronporesodecruzarseconlosinválidos.Uno de los que gritaban «abajo los suizos» se impacientó; tenía un fusil en la

mano;apuntóelcañónhaciaelcentinelaehizofuego.Labalafueamorderelmurogrisde laBastilla,unpiemásabajodelcoronamientode la torre,enfrentedelsitiopordondeelcentinelapasaba;elproyectildejóunaseñalblanca;peroelcentinelanosedetuvo,ynisiquieravolviólacabeza.

Entonces se elevó un rumor en torno de aquel hombre, que acababa de dar laseñal de un ataque inusitado, insensato; y en aquel rumor había más espanto quecólera.

MuchosnocomprendíanquenofueseuncrimenpunibledemuerteelhechodedispararuntirocontralaBastilla.

Billotcontemplabaaquellamoleverdosa,semejanteaesosmonstruosfabulososquelaantigüedadnospresentacubiertosdeescamas;contabalastronerasdondeloscañones podrían volver a su sitio de un momento a otro, y veía los fusiles de lamuralla,cuyosojossiniestrosparecíanmiraratravésdelastroneras.

YBillotmovíalacabeza,recordandolaspalabrasdéFlesselles.—Nollegaremosjamás—murmuró.—Y¿porquénollegaremosjamás?—dijounavozdetrásdeél.

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Billot se volvió y vio un hombre de aspecto feroz y andrajoso, cuyos ojosbrillabancomodosestrellas.

—Porquemepareceimposible—contestó—,tomarsemejantemoleporlafuerza.—LatomadelaBastilla—repusoelhombre—,noesunhechodeguerra,sinoun

actodefe:creeytriunfarás.—¡Paciencia—dijoBillotbuscandosupaseenlafaltriquera,paciencia!Elhombreseengañórespectoasuintención.—¡Paciencia! —dijo—. Sí; lo comprendo: tú estás gordo y tienes aspecto de

labrador.—Losoy,enefecto—contestóBillot.—Puesentoncescomprendoquedigaspaciencia:túhascomidosiemprebastante;

peromiradetrásdetiesosespectrosquenosrodean;mirasusvenassecas;cuentasushuesosa travésde losagujerosde su ropa,ypregúntales si comprenden lapalabrapaciencia.

—Heaquíunoquehablamuybien—dijoPitou—,peromedamiedo.—Puesamíno—replicóBillot.Yañadió,volviéndosehaciaelhombre:—Sí,paciencia—perouncuartodehoranadamás,ledijo.—¡Ah,ah!—exclamóelhombresonriendo—.Adecirverdad,uncuartodehora

noesdemasiado.Y¿quéharásenesetiempo?—Deaquí aun cuartodehora, habrévisitado laBastilla; sabréquéguarnición

tiene;cuálessonlasintencionesdesugobernador,y,enfin,pordóndeseentraenlafortaleza.

—Tambiénhasdesaberpordóndesesale.—¡Puesbien!Sinosalgo,unhombrevendráparaayudarmeaquesalga.—Y¿quiénesesehombre?—Goncho,elMirabeaudelpueblo.Elhombreseestremecióysusojosbrillaron.—¿Leconoces?—preguntó.—No.—Pues¿entonces…?—Que voy a conocerle; pues me han dicho que la primera persona a quien

pregunteenlaplazadelaBastillamepresentaráaél; túestásenlaplaza,y,porlotanto,condúcemeadondesehalle.

—¿Quélequieres?—Entregarleestepapel.—¿Dequiénes?—DeMarat,elmédico.—¡DeMarat!¿ConocesaMarat?—preguntóelhombre.

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—Acabodesepararmedeél.—¿Dónde?—EnlaCasaAyuntamiento.—¿Quéhace?—HaidoaarmarveintemilhombresenlosInválidos.—Entalcaso,dameesepapel:yosoyGonchon.Billotretrocedióunpaso.—¿TúeresGonchon?—preguntó.—Amigos—dijoelhombreandrajoso—,heaquíunoquenomeconoce,yque

preguntasiesverdadqueyosoyGonchon.Lamultitud soltó la carcajada.A todos aquellos hombres les pareció imposible

quenoseconocieseasuoradorfavorito.—¡VivaGonchon!—gritarondosotresmilvoces.—Tomad—dijoBillotpresentándoleelpapel.—Amigos—gritóGonchondespuésdehaber leídoydandoungolpecito en el

hombrodeBillot—,ésteesunhermano;Maratmelerecomienda,y,porlotanto,sepuedecontarconél.

—¿Cómotellamas?—añadióvolviéndosehaciaellabrador.—MellamoBillot[5].—Yyo—dijoGonchon—,mellamoHacha,yesperoquenosotrosdosharemos

algunacosabuena.Lamultitudsonrióaloírestesangrientojuegodepalabras.—Sí,sí:haremosalgunacosa—dijo.—Y¿quévamosahacer?—preguntaronalgunasvoces.—¡Pardiez!—contestóGonchon—.PuesvamosatomarlaBastilla.—Corriente —dijo Billot—, eso es lo que se llama hablar. Pero oye, bravo

Gonchon:¿decuántoshombresdispones?—Deunostreintamil.—Puestreintamilhombresdequedispones,veintemilquevanallegarnosdelos

Inválidos,ydiezmilqueestányaaquí,esmásdeloquenecesitamosparatriunfar.—Ytriunfaremos,—añadióGonchon.—Talcreo.Puesbien:reúnetustreintamilhombres;yoentraréenlahabitación

delgobernadory le intimaré la rendición.Si se rinde, tantomejor:asíahorraremossangre.Sinoserinde,lasangrederramadacaerásobresucabeza,y,enlostiemposque corremos, la sangre derramada por una causa injusta es de mal agüero.Preguntádseloalosalemanes.

—¿Cuántotiempoestarásconelgobernador?—Todoel tiempoquepueda,hastaqueseataqueformalmente laBastilla.Sies

posible,tanluegocomoyosalgaempezaráelataque.

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—Estádicho.—Supongo que no desconfías de mí —dijo Billot a Gonchon alargándole la

mano.—¡Yo!—respondióGonchonconunasonrisadesdeñosayapretandolamanoque

lepresentabaelrobustocampesinoconunvigorquenohubieracreídoencontrarenaquel cuerpodesmedrado. ¿Yodesconfiar de ti?Y ¿por qué?Si yoquisiera, a unasolapalabramía,aunaseñal,teharíamachacarcomosifuerasdevidrio,aunquetepusieras al abrigo de esas torres que mañana habrán desaparecido; aunque teprotegeríanesos soldadosqueestanoche seránmuertosohabrándejadodeexistir.Anda,pues,ycuentaconGonchoncomoélcuentaconBillot.

Billot quedó convencido y se encaminó a la puerta de la Bastilla, mientras suinterlocutorseinternabaenelarrabal,seguidodeunamuchedumbrequegritabasincesar:

—¡VivaGonchon!¡VivaelMirabeaudelpueblo!—NosécómoeselMirabeaudelosnobles—dijoPitoual tíoBillot—,peroel

nuestromeparecemuyfeo.

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CapítuloXVI

LABASTILLAYSUGOBERNADOR

NodescribiremoslaBastilla,porqueseríainútil.Vivecomounaimageneternaenlamemoriadelosancianosydelosniños.Noscontentaremosconrecordarque,vistadesdeelbulevar,representabahaciala

plazadelaBastilladostorresgemelas,mientrasquelasdoscarassecorríanparalelasalasdosorillasdelcanalqueseveactualmente.

La entrada de la Bastilla estaba defendida primero por un cuerpo de guardia,luegopordoslíneasdecentinelas,ydespuéspordospuenteslevadizos.

Franqueados estos obstáculos, se llegaba al patio del Gobierno, donde vivía elgobernador.

Desdeestepatio,unagaleríaconducíaalosfososdelaBastilla.Enestaotraentrada,quedaba tambiéna los fosos,había igualmenteunpuente

levadizo,uncuerpodeguardiayunaverjadehierro.EnlaprimeraentradaquisierondeteneraBillot;peroésteenseñóelpasequele

habíadadoFlessellesyledejaronpasar.Billot notó entoncesquePitou le seguía.Pitouno tenía iniciativa, perohubiera

sidocapazdebajarconBillotalosinfiernososubirconélhastalaluna.—Quédatefuera—ledijoBillot—.Sinosalgo,convienequehayaalguienque

recuerdealpuebloqueheentrado.—Tenéis razón —contestó Pitou—. ¿Y al cabo de cuánto tiempo habrá que

recordareso?—Dentrodeunahora.—¿Ylacajita?—Esverdad.Escucha:sinosalgo,siGonchonnotomalaBastilla,osidespués

detomarlanomeencuentra,habráquedeciraldoctorGilberto,aquienseguramenteseencontrará,queunoshombresprocedentesdeParísmequitaron lacajitaquemeconfióhacecincoaños;quecuandoloechédeverpartíinmediatamenteparaavisarlequealllegaraParíssupequeestabaenlaBastilla,yque,alquerertomarla,hedejadoenellaelpellejo,queestabasiempreasudisposición.

—Estábien,tíoBillot—dijoPitou—,sóloquetodoesoesmuylargoytemoquesemeolvide.

—¿Quéestásdiciendo?—Loquesiente.—Puesvoyarepetírtelo.

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—No—dijounavozdetrásdeBillot—,mejoresescribirlo.—Esquenoséescribir—dijoBillot.—Noimporta:yosé,comoquesoyalguacil.—¡Ah!¿Soisalguacil?—preguntóBillot.—Sí:soyEstanislaoMaillard,alguacildelChátelet.—Ysacódelbolsilloungrantinterodecuerno,enelcualhabíapluma,papely

tinta;enunapalabra:todoloquesenecesitabaparaescribir.Erahombredeunoscuarentaycincoaños,alto,delgado,grave,vestidodenegro,

comoconveníaasuprofesión.—He ahí un individuo que parece un empleado de una funeraria —murmuró

Pitou.—Conque¿decísqueunoshombresprocedentesdeParísosquitaronunacajita

queoshabíaconfiadoeldoctorGilberto?—preguntóelalguacil,impasible.—Sí.—Puesesoconstituyeundelito.—EsoshombrespertenecíanalapolicíadeParís.—¡Infame,ladrona!—murmuróMaillard.Yenseguida,dandoelpapelaPitou,añadió:—Toma,joven:aquítieneslanotapedida;ysilematan—yaldecirestodesignó

aBillot—,otematan,amíquizásnomematen.—Ysinoosmatan,¿quépensáishacer?—preguntóPitou.—Loquetúhabríasdebidohacer.—Gracias—dijoBillot.Yalargólamanoalalguacil.Ésteselaestrechóconunafuerzaquenohubieracreídoencontrarenuncuerpo

tanflaco.—¿Esdecir,quecuentoconvos?—preguntóBillot.—ComoconMarat,comoconGonchon.—Heaquíunatrinidadquedeseguronoencontraréenelcielo—dijoPitou.Y,volviéndoseaBillot,añadió:—Prudencia,tíoBillot,prudencia.—Pitou—le contestó el colono con una elocuencia que a veces extrañaba en

aquella naturaleza agreste, tenmuy presente una cosa, y es que en Francia lomásprudenteeselvalor.

Ypasópordelantedelosprimeroscentinelas,mientrasPitousalíaalaplaza.Enelpuente levadizo tuvo tambiénqueparlamentaryenseñar supase;cayóel

puenteyseabriólaverjadehierro.DetrásdelaverjaestabaelseñordeLaunay.Aquelpatiointerior,enelcualelgobernadoraguardabaaBillot,servíadepaseoa

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losprisionerosy estabadefendidoporocho torres, es decir, porochogigantes.Nodabaa élningunaventana; jamás llegabael solhasta supavimentohúmedoycasicenagoso:parecía,másbienquepatio,elfondodeunanchopozo.

Enélhabíaunreloj,sostenidoporcautivosencadenados,elcualseñalabalahora,ydesdeelquecaíaelruidolentoyacompasadodesusminutos,comoenuncalabozocaesobrelapiedraquecorroelagotadeaguaquerezumadesutecho.

En el fondo de aquel pozo, el prisionero, perdido en un abismo de piedra,contemplabaunmomentolainexorabledesnudezdelaslosas,ynotardabaenpedirquelovolvieranasuencierro.

Acabamos de decir que detrás de la verja de aquel patio estaba el señor deLaunay.

Eraésteunhombredecuarentaycincoacincuentaaños.Aqueldía llevabauntrajegris;sobreelpecholacintaencarnadadelacruzdeSanLuisyenlamanounbastóndeestoque.

Erapersonademalos sentimientos; lasmemoriasdeLuinguetacababadedarletristecelebridad,yseleaborrecíatantocomoalamismaBastilla.

DeigualmodoquelosCháteauneuf, losLavrilliéreylosSaint-Florentin, losdeLaunaysetransmitíandepadresahijoselgobiernodelafortaleza.

EssabidoquenoeraelministrodelaGuerraelquenombrabalosoficialesdelasprisiones. En la Bastilla todos los empleos se compraban, desde el de gobernadorhastaeldepinchedecocina.Elgobernadoreraunconserjeengrande,unchalánconcharreteras,queasus60.000francosdesueldoañadíaotros60.000deextorsionesyrapiñas.

Fuerzaerarecobrarelcapitalylosinteresesdeldinerodesembolsado.En punto a avaricia, el señor de Launay había dejado muy atrás a sus

predecesores. Quizá había pagado su plaza más cara y preveía que la conservaríamenostiempo.

Manteníasucasaaexpensasdelosprisioneros; leshabíamermadola leñaparacalentarse,yduplicadoelpreciodecadapiezadesuajuar.

Tenía el derecho de introducir en París cien toneles de vino libres de pago deconsumos;derechoquevendíaauntaberneroquehacíaentrarasíexcelentesvinos,yconladécimapartedeloquerecibíacomprabaelvinagrequedabaasusprisioneros.

Solamenteunconsueloquedabaa losdesgraciadospresosde laBastilla:eraunjardinilloquehabíanplantadoenunbaluarte;allísepaseaban,yallíencontrabanunmomentoaire,flores,luz,lanaturaleza,enfin.

ElseñordeLaunayhabíaarrendadoaqueljardínaunjardinero,yporcincuentafrancosquerecibíaalaño,privóalospresosdeesteúltimorecreo.

Verdadesqueconlosprisionerosricossemostrabacomplacienteenextremo.Y,contodo,aquelhombreeraunvaliente.Desdelavísperarugíalatempestaden

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tornosuyo.Desdelavísperapercibíalamareadelaasonadaque,creciendosincesar,azotabaelpiedesusmurallas.Y,aunqueestabapálido,seleveíatranquilo.Esciertoque tenía tras sí, a su disposición, cuatro cañones prontos a hacer fuego; a sualrededor una guarnición de suizos y de inválidos, y delante solamente un hombredesarmado.

Billot,alentrarenlaBastilla,habíaentregadosucarabinaaPitou,porquecreyóquedetrásdeaquellaverjacualquierarmaseríapeligrosa.

A la primera ojeada lo observó todo: la actitud serena y casi amenazadora delgobernador; los suizos preparados en los cuerpos de guardia; los inválidos en lasplataformas,ylasilenciosaagitacióndelosartillerosqueibanllenandodecartuchoslosdepósitosdesusfurgones.

Los centinelas estaban con el arma al brazo y los oficiales con la espadadesenvainada.

Como el gobernador no semoviera, Billot tuvo que acercarse a él; la verja secerródetrásdelparlamentariodelpuebloconunrechinamientotansiniestroque,porvalientequefuese,lehizosentirfríohastaenlaméduladeloshuesos.

—¿Quémequeréistodavía?—preguntóelseñordeLaunay.—¿Todavía? Pues me parece que es la primera vez que os veo, y, por

consiguiente,notenéisderechodeestarcansadodeverme.—EsquemedicenquevenísdelaCasaAyuntamiento.—Esverdad:deallívengo.—Puesbien:hacepocoherecibidounacomisióndelAyuntamiento.—¿Yaquéhavenido?—Aexigirmelapromesadenoromperelfuego.—¿Yselohabéisprometido?—Sí.Ademásmehapedidoquemanderetirarloscañones.—Yloshabéisretirado.Yalosabía;yoestabaenlaplazadelaBastillacuandose

ejecutólamaniobra.—¿Ysindudahabréiscreídoqueeraporobedeceralasamenazasdelpueblo?—Almenosasíloparecía—dijoBillot.—¡Cuandoyoosdecía,señores—gritódeLaunayvolviéndosealosoficiales—,

cuandoyoosdecíaqueibanacreerqueéramoscapacesdesemejantecobardía!…Y,volviéndoseotravezaBillot,añadió:—Yvos¿departedequiénvenís?—Departedelpueblo—contestóBillotconarrogancia.—Está bien—dijo de Launay sonriendo—, pero supongo que traeréis además

otra recomendación, porque con la que invocáis no os hubieran dejado pasar loscentinelas.

—Sí,traigounsalvoconductodevuestroamigoelseñordeFlesselles.

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—¡Flesselles! ¿Decís que esmi amigo?—replicó de Launaymirando a Billotcomosi quisiera leerhasta lomásprofundode su corazón—.¿Quémotivos tenéisparasabersielseñordeFlessellesesmiamigoono?

—Hesupuestoqueloera.—¿Suposiciónynadamás?Estábien.Veamoselsalvoconducto.Billotlepresentóelpapel.DeLaunayloleyóyreleyó;leabrióparaversiconteníaalgunapostdataoculta

entre lasdoshojas,y lomiróal trasluzporsihabíaalgún renglónescritoentre losotros.

—¿Esestotodoloquemedice?—preguntó.—Todo.—¿Estáissegurodeello?—Enteramenteseguro.—¿Nohaañadidonadadepalabra?—Nadaabsolutamente.—¡Esextraño!—dijodeLaunaydirigiendounamiradaalaplazadelaBastilla,

altravésdelasaspilleras.—Pero¿quéqueréisqueosdijera?—preguntóBillot.DeLaunayhizounmovimiento.—Nada,alaverdad.¡Ea!Decidloqueseosofrece;perodespachad,tengoprisa.—Puesbien:loquequieroesquenosentreguéislaBastilla.—¡Quédecís!—exclamódeLaunayvolviéndosevivamentecomosihubieraoído

mal.¿Quéhabéisdicho?—Digo que vengo a intimaros en nombre del pueblo que nos entreguéis la

Bastilla.DeLaunayseencogiódehombros,yluegodijo:—Alaverdad,elpuebloesunanimalmuyextraño.—¿Qué?—Y¿quéquierehacerconlaBastilla?—Arrasarla.—¿Y al pueblo qué le importa la Bastilla? ¿Acaso ha sido encerrado en ella

alguna vez un hombre del pueblo?Al contrario, debería bendecir cada una de suspiedras. ¿A quién encierran en esta prisión? A los filósofos, a los sabios, a losaristócratas,alosministros,alospríncipes,esdecir,alosenemigosdelpueblo.

—Puesbien:esopruebaqueelpueblonoesegoísta.—Amiguito—dijo deLaunay con una especie de conmiseración—, bien se ve

quenosoissoldado.—Tenéisrazón:soycolono.—YquenosoisdeParís.

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—Enefecto:soyprovinciano.—YquenoconocéisafondolaBastilla.—Tenéisrazón:noconozcomásqueloquehevistodeella,esdecir,losmuros

exteriores.—PuesseguidmeyosenseñaréloqueeslaBastilla.—¡Oh,oh!—dijoBillotparasí—.Mevaahacerpasarporalgúnescotillónque

seabrirádeprontobajomispies,ydespuésbuenasnoches,tíoBillot.Pero el intrépido colononopestañeóy se dispuso a seguir al gobernador de la

Bastilla.—Antetodo—dijodeLaunay—,buenoesquesepáisquetengoenlossótanos

suficientepólvoraparavolarlaBastillayconellalamitaddelbarriodeSanAntonio.—Losé—contestótranquilamenteBillot.—Corriente.Vedahoraesoscuatrocañones.—Yalosveo.—Puesesaspiezasenfilantodaéstagalería,lacualestádefendidaprimeroporun

cuerpo de guardia, luego por dos fosos que no se pueden pasar sino echando dospuenteslevadizos,y,enfin,porunaverja.

—NodigoquelaBastillaestémaldefendida—respondió tranquilamenteBillot—,sinoqueserábienatacada.

—Prosigamos—dijodeLaunay.Billothizoconlacabezaunademándeasentimiento.—Heaquíunapoternaquedaalosfosos—dijoelgobernador—,vedelespesor

delosmuros.—Sí,unoscuarentapies,pocomásomenos.—Sí, cuarentaporabajoyquinceporarriba.Yaveisque,porbuenasuñasque

tengaelpueblo,selasdoblaráenestaspiedras.—No he dicho que el pueblo arrasaría la Bastilla antes de tomarla, pero sí

después.—Subamos—dijodeLaunay—.Subamos.Ysubieronunostreintaescalones.Elgobernadorsedetuvo.—Mirad:aquítenéisunatroneraquedaalsitiopordondequeréisentrar;noestá

defendidamásqueporunmosquete;peroquegozadeciertafama.Yasabréisaquellacancioncita:

¡Ohmigaitaquerida,gaitademisamores!…

—Sí,lasé—dijoBillot—,peronocreoqueesahoraocasióndecantarla.—EsquehabéisdesaberqueelmariscaldeSajoniallamabaaestecañoncitosu

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gaita,porquesabíatocaralaperfecciónlamúsicaquemásleagradaba.Esundetallehistórico.

—¡Oh!—exclamóBillot.—Vamosadelante.Ysiguieronsubiendo,hastallegaralaplataformadelatorredelaComté.—¡Ah,ah!—exclamóBillot.—¿Quées?—preguntódeLaunay.—Quenohabéismandadobajarloscañones.—No:hemandadoúnicamentequelosretirenunpoco.—Puessabedquehededeciralpuebloqueaunestánahíloscañones.—Decídseloenhorabuena.—¿Esdecir,quenoqueréismandarlosbajar?—No.—¿Decididamente?—Señormío:loscañonesdelreyestánahídeordensuya,ynoselesmoveráde

esesitiosinoporotraordendelrey.—Señor de Launay —dijo Billot, elevando la expresión y el sentido de sus

palabras a la altura de la situación—, el verdadero rey a quien os aconsejo queobedezcáis es ése. Y designó al gobernador la muchedumbre, ensangrentada enalgunos puntos por el combate de la víspera, y que ondulaba delante de los fososhaciendorelucirsusarmasalsol.

—Señormío—replicóasuvezdeLaunayirguiendolacabezaconarrogancia—,puedeserquevosconozcáisdosreyes;peroyo,enmicalidaddegobernadorde laBastilla, no conozco más que uno, Luis XVI que ha puesto su firma al pie de undespachoenvirtuddelcualmandoaquíloshombresylascosas.

—Pero¿acasonosoisciudadano?—exclamóBillot,colérico.—Soyuncaballerofrancés—contestóelgobernador.—Esverdad:soismilitaryhabláiscomotal…—Voslohabéisdicho—replicódeLaunayinclinándose—,soymilitar,y,afuer

detal,cumploconmiconsigna.—Puesyosoyciudadano;ycomomideberdeciudadanoestáenoposicióncon

vuestraconsignademilitar,unodelosdosmorirá:oelqueobedezcasuconsigna,oelquecumplaconsudeber.

—Esmuyprobable.—Conque¿estáisresueltoamandarhacerfuegocontraelpueblo?—Noloharé,mientraselpueblonoseaelprimeroenatacar.Asíloheprometido

bajo palabra a los enviados del señor de Flesselles. Ya veis que he retirado loscañones;peroalprimertiroquesedisparedesdelaplazaaestafortaleza…

—¿Quésucederá?

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—Quemeacercaréaunodeloscañones,aéste,porejemplo;yomismoloharérodarhastalatronera,loapuntaré,ylodispararéconestamecha.

—¿Vosmismo?—Yomismo.—Silocreyese—dijoBillot—,antesdequecometieseissemejantecrimen…—Yaoshedichoquesoymilitar,yquenoconozcomásquemiconsigna.—Pues bien, mirad —dijo Billot llevando a de Launay hasta una tronera, y

designándole alternativamente con el dedo dos puntos diferentes, el barrio de SanAntonioyelbulevar—,dehoyenadelanteéseseráelqueosdarávuestraconsigna.

Ymostrabaalgobernadordosmasasnegras,densas,clamorosas,queobligadasaplegarse en forma de lanzas estrechadas por los bulevares, ondulaban como unainmensaserpiente,delacualseveíalacabezayelcuerpo,perocuyosúltimosanillosseperdíanenlosreplieguesdelterrenosobreelcualsearrastraba.

Ytodocuantoseveíadelgigantescoreptilparecíabrillarconescamasluminosas.EranlosdosejércitosdelpuebloaloscualesBillothabíadadocitaenlaplazade

laBastilla,capitaneadoselunoporMaratyelotroporGonchon.Avanzabanporambosladosagitandosusarmasylanzandogritosterribles.DeLaunayperdióelcoloralverlos,y,levantandoelbastón,gritó:—¡Alaspiezas!Enseguida,acercándoseaBillotconamenazadorademán,ledijo:—Yvos,desventurado,vosquevenísaquí sopretextodeparlamentarmientras

losdemásnosatacan,¿sabéisquemerecéislamuerte?Billot vio elmovimiento y, rápido como el relámpago, cogió a de Launay del

cuelloydelacintura.—Y vos—contestó levantándole en el aire—,mereceríais que os arrojase por

encimadel parapetoparaque fuerais a estrellaros al fondode ese foso.Pero,Diosmediante,oscombatirédeotromodo.

En aquelmomento, un clamor inmenso, universal, que subía de abajo a arriba,pasóporelairécomounhuracán,yelseñordeLosme,mayordelaBastilla,aparecióenlaplataforma.

—Señor—exclamódirigiéndoseaBillot—,porfavor,asomaos,porqueelpueblocreequeoshasucedidoalgunadesgracia,yquiereveros.

En efecto: el nombre de Billot, esparcido por Pitou entre la muchedumbre,llegabahastaellosentreelconfusoclamoreo.

BillotsoltóalseñordeLaunay,quienmetióelestoqueenelbastón.Luego hubo entre aquellos tres hombres unmomento de vacilación, durante el

cualresonarongritosdeamenazaydevenganza.—Asomaos—dijodeLaunay—,noporqueesosgritosmeintimiden,sinoporque

sesepaquesoyunhombreleal.

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EntoncesBillotseasomóalasalmenas,haciendounaseñaconlamano.Al verlo, el pueblo prorrumpió en aplausos. Parecía Billot en aquel instante la

revoluciónpersonificadaenunhombredelpueblo,quepisabaporprimeravezcomodominadorlaplataformadelaBastilla.

—Basta—dijodeLaunay—,hemosconcluido;yanotenéisnadaquehaceraquí;y,puestoquelaplazaosllama,bajad.

Billotaprecióestamoderaciónporpartedeunhombreencuyopoderestaba,ybajóporlamismaescalerapordondehabíasubido,seguidodelgobernador.

Elmayorsequedóarriba,porquedeLaunayacababadedarlealgunasórdenesenvozbaja.

Eraevidentequeelgobernadorde laBastillano teníamásqueundeseo: eldetenerprontoalparlamentariofrenteafrentecomoenemigo.

Billot atravesó el patio sin decir una palabra; vio los artilleros al lado de suspiezas,ylasmechasencendidas.

Billotsedetuvodelantedeellos.—Amigos: tened en cuenta que he venido a pedir a vuestro jefe que evite la

efusióndesangreyquesehanegadoaello.—¡Ennombredel rey!—exclamódeLaunay,golpeandoel sueloconsupie—,

saliddeaquí.—Tenedentendido—replicóBillot—,quesimehacéissalirennombredelrey,

volveréaentrarennombredelpueblo.Luego,volviéndosehaciaelcuerpodeguardiadelossuizos,lespreguntó:—Yvosotros,¿porquiénestáisaquí?Lossuizosnocontestaron.DeLaunayledesignóconlamanolapuertadehierro.Billotquisohacerelúltimoesfuerzo.—Caballero—dijo a de Launay—, ¡en nombre de la nación! ¡En nombre de

vuestroshermanos!—¡De mis hermanos! Llamáis hermanos míos a los que gritan: «¡Abajo la

Bastilla!¡Mueraelgobernador!».Esosseránhermanosvuestros,perodeseguroquenolosonmíos.

—Entonces…ennombredelahumanidad.—¿Ennombrede lahumanidad,yvenísennúmerodecienmiladegollarcien

desgraciadossoldadosencerradosenestosmuros?—EntregandolaBastillaalpueblo,lessalváislavida.—Yquedodeshonrado.Billot no replicó, porque aquella lógica de soldado le desarmaba; pero,

dirigiéndosedenuevoalossuizosyalosinválidos,exclamó:—Rendíos,amigosmíos:aunestiempo.Dentrodediezminutosserádemasiado

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tarde.—Sinosalísalpuntodeaquí—exclamóasuvezdeLaunay—,afedecaballero

queosmandofusilar.Billotsedetuvounmomento,secruzódebrazosenademándereto,y,mirando

porúltimavezadeLaunay,salió.

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CapítuloXVII

LABASTILLA

Lamultitudesperaba, sofocadaporel ardiente solde julio,y llenade furia.Lagente deGonchon acababa de reunirse con la deMarat. El barrio de SanAntonioreconocíaysaludabaasuhermanoelbarriodeSanMarceau.

Gonchonestabaalfrentedesuspatriotas;peroMarathabíadesaparecido.Elaspectodelaplazaeraterrible.CuandolamuchedumbrevioaBillot,redoblaronsusgritos.—¿Quéhay?—preguntóGonchonacercándoseaél.—Queesehombreesunvaliente—contestóBillot.—¿Quéqueréisdecirconeso?—Quierodecirquesemantienefirme.—¿NoquiererendirlaBastilla?—No.—¿Estáresueltoasostenerelsitio?—Sí.—Y¿creéisquelosostendrámuchotiempo?—Hastamorir.—Sea,pues:hastamorir.—Pero¡cuántoshombresvamosahacerquemueran!—exclamóBillotponiendo

endudaqueDioslehubiesedadoelderechoquesearroganlosgenerales,losreyesylosemperadores—,privilegiadosparaderramarsangre.

—¡Bah!—dijoGonchon—.Haymuchagentedesobraenelmundo,puestoquefaltapanpara lamitaddelapoblación.¿Noesverdad,amigos?—añadióGonchonvolviéndosealamultitud.

—Sí,sí—contestóéstaconabnegaciónsublime.—Pero¿yelfoso?—preguntóBillot.—Nohaynecesidadderellenarlesinoporunsolositio—contestóGonchon—,y

hecalculadoqueconlamitaddenuestroscuerpossepuedellenarelfosoentero.¿Noesasí,amigos?

—Sí,sí—respondiólamultitudconelmismoentusiasmoqueantes.—Puesadelante—dijoBillot.En aquel momento apareció de Launay en la azotea, acompañado del mayor

Losmeydedosotresoficiales.—Empieza—gritóGonchonalgobernador.

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Éstevolviólaespaldasincontestarle.Gonchon,quehabríaquizássoportadolaamenaza,notoleróeldesdén;encaróse

lacarabina,ycayómuertounodelosqueacompañabanalgobernador.Cien,miltirosdefusildisparadosalavez,comosinosehubieseaguardadomás

queaquellaseñal,salpícarondemanchasblancaslastorresgrisesdelaBastilla.A esta descarga siguió un silencio de algunos segundos, como si la misma

muchedumbresehubieseasustadodeloqueacababadehacer.Alpocorato,enlacrestadeunatorreseviobrillarunfogonazoentreunanubede

humo;resonóunadetonación,ydelaapiñadamultitudpartierongritosdedolor.LaBastillaacababadedispararelprimercañonazo,ysederramabalaprimerasangre.Labatallaestabaempeñada.

Loqueentoncesexperimentóquellamuchedumbre,pocoantestanamenazadora,separecíamuchoalterror.AquellaBastilla,enelmerohechodeponerseendefensa,se presentaba a sus ojos comouna fortaleza inexpugnable.El pueblo esperaba, sinduda,queenaqueltiempodeconcesionessealcanzaríatambiénéstasinefusióndesangre.

Peroelpuebloseengañaba.Elcañonazodisparadocontraélledioaconocerlotitánicodelaempresaquehabíaacometido.

SiguióleinmediatamenteunadescargadefusileríadisparadadesdelaplataformadelaBastilla.

Luegosesiguióunnuevosilencio,interrumpidosóloporalgunosgritos,gemidosyquejasquesalíandeentrelamultitud.

Entonceshubounagranagitaciónenaquellamasa:eraqueelpuebloempezabaarecogersusmuertosyheridos.

Pero el pueblo no pensó en huir, o, si lo pensó, tuvo vergüenza al contar sunúmero.

Enefecto:losbulevares,lacalleyelbarriodeSanAntonioeranuninmensomarde hombres; cada ola tenía una cabeza y cada cabeza dos ojos centelleantes y unabocaamenazadora.

Enunmomento todas lasventanasde las casas aparecieron, llenasde tiradoresaunlasqueestabanfueradealcance.

Si asomaba a las azoteas o a las troneras un inválido o un suizo, al instante leapuntaban cien fusiles, y la granizada de balas descantillaba los ángulos de laspiedrastraslascualesseguarecíanlossoldados.

Peropronto se cansabandedisparar a losmuros insensibles.Losdisparos ibandirigidosalacarne.Sangreynopolvoeraloquesequeríaverbrotar.

Todosdabansuparecerenmediodelamultitudydelosclamores.Formaban corro alrededor del que se ponía a hablar, y cuando notaban que su

proposicióneradesatinada,sealejaban.

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Uncarreteroproponíaquesehicieseunaespeciedecatapulta,porelestilodelasantiguasmáquinasromanas,paraabrirbrechaenlaBastilla.

Losbomberosproponíanapagarconsusbombas loscebosde loscañonesy lasmechasdelosartilleros,sincaerenlacuentadequelamáspoderosadesusbombasno podría lanzar el aguamás que a los dos tercios de la altura de losmuros de lafortaleza.

Uncervecero,quecapitaneabalagentedelbarriodeSanAntonioycuyonombreadquiriódespuéstristecelebridad,proponíaincendiarlafortalezaconaguarrásqueseinflamaríaconfósforo.

Billotescuchóunatrasotratodasestasproposiciones.Aloírlaúltima,cogióunhachademanosdeuncarpinteroy,avanzandoenmediodeunalluviadebalasqueherían y derribaban en torno suyo los hombres apiñados como las espigas en uncampo de trigo, llegó a un pequeño cuerpo de guardia que había junto al primerpuente levadizo, y, enmedio de lametralla que silbaba sobre el techo, rompe lascadenasydejacaerelpuente.

Duranteelcuartodehoraqueduróestaempresacasiinsensata,lamuchedumbrese detuvo anhelante. A cada detonación esperaba ver rodar al arrojado obrero. Lamultitudseolvidabadelpeligroqueellamismacorríaparanopensarsinoenelque,amenazaba a aquel hombre. Cuando vio caer el puente, lanzó un gran grito y seprecipitóalprimerpatio.

Fue tan rápido elmovimiento, tan impetuoso, tan irresistible, que no pudieronoponerobstáculo.

LosgritosdeunjúbilofrenéticoanunciaronadeLaunayestaprimeraventaja.Nisiquierasehizocasodeunhombrequehabíaperecidoaplastadobajoaquella

masademadera.Entonces los cuatro cañones que el gobernador habla enseñado a Billot,

disparadosalavezconformidableestampido,barrierontodoaquelprimerpatio.Elhuracándehierrodejótrazadoenlamultitudunlargosurcodesangre;diezo

doce muertos y quince o veinte heridos quedaron en el sitio por donde pasó lametralla.

Billotsedeslizódesdeeltechodelcuerpodeguardiaalsuelo,yseencontróconPitou que había llegado allí sin saber como. Pitou tiene lamirada perspicaz; es lacostumbredelcazadorfurtivo.Havistoquelosartillerosacercanlamechaaloídodelcañón,ycogiendoaBillotporelfaldóndelchaquetónlehahechadovivamentehaciaatrás.Unángulode lamuralla loshapuestoaambosacubiertodeaquellaprimeradescarga.

Desdeaquelmomentolacosaibaponiéndoseseria:eltumultoeraespantoso;larefriega, mortal; diez mil tiros resonaron a la vez alrededor de la Bastilla, máspeligrososparalossitiadoresqueparalossitiados.Porúltimo,uncañón,servidopor

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los guardias franceses, vino a aumentar con su estampido el fragor de aquelladescargacerrada.

Ruidoespantosoqueembriagóalamultitudyqueasustótambiénalossitiados,que,alcontarse,comprendenquejamáspodránhacerellosunruidosemejantealquelosatronaba.

Los oficiales de la Bastilla conocen instintivamente que sus soldados cejan; y,cogiendofusiles,seponenasuvezahacerfuego.

En medio de aquél estruendo de artillería y fusilería, y de los alaridos de lamuchedumbre,enelmomentoenqueelpuebloseprecipitapararecogerdenuevolosmuertosyconvertirenarmaaquelloscadáveresquepediránvenganzaporlabocadesusheridas, aparecea la entradadelprimerpatioungrupodehombrespacíficosydesarmadosque,atravesandoporentreelgentío,avanzandispuestosasacrificarsuvida,protegidasolamenteporlabanderablancaquelesprecedeyqueindicaquesonparlamentarios.

Enefecto:eraunacomisióndelaCasaAyuntamiento;loselectoressabíanquesehabíanrotolashostilidades;queríanponertérminoalaefusióndesangreyobligaronaFlessellesahacernuevasproposicionesalgobernador.

Estoscomisionados iban,ennombrede laciudad,a intimaradeLaunayyquemandara cesar el fuego y que accediese a admitir en la fortaleza cien hombres demilicia ciudadana que garantizarían las vidas de los ciudadanos, la suya y la de laguarnición.

Asíloanunciabanloscomisionadosasupaso.Elpueblo,asustadodelaempresaquehabíaacometido,yalverpasarenparihuelas losmuertosy losheridos,estabapronto a apoyar esta proposición: que de Launay aceptara una semiderrota y secontentaraconunasemivictoria.

Alavistadeloscomisionadoscesaelfuegodelsegundopatio;seleshaceseñadequepuedenacercarse,yseacercanenefecto,resbalandoenlasangre,saltandoporencimadeloscadáveresyalargandolamanoalosheridos.

Resguardadoporellos,elpuebloseagrupa:sellevalosmuertosylosheridos,yquedanúnicamenteloscharcosdesangreenelpavimentodelospatios.

Porpartedelafortalezaelfuegohacesado.Billotsaleparaprocurarqueceseelde lossitiadores,yencuentraa lapuertaaGonchonsinarmas,arengandocomouninspiradoytranquilocomosifueseinvulnerable.

—¿Quéesdelacomisión?—preguntóaBillot.—QuehaentradoenlaBastilla.Mandadcesarelfuego.—Esinútil—contestóGonchonconlamismacertidumbrequesiDioslehubiera

concedidoeldondeadivinarlofuturo;noaccederáaello.—No importa: respetemos las costumbres de la guerra, puesto que nos hemos

convertidoensoldados.

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—Enhorabuena—dijoGonchon.Y,dirigiéndoseenseguidaadoshombresdelpuebloqueparecíanmandara sus

órdenesatodaaquellamasa,añadió:—Elias,Hullin:idyquenosedispareningúntiromás.Losdosayudantesdecamposealejaronhendiendolasoleadasdelpueblo,yen

breve el ruido de la fusilería disminuyó poco a poco, extinguiéndose luegoenteramente.

Sucedióunmomentodereposo,aprovechandoparacuraralosheridos,queeranyatreintaycincoocuarenta.

Mientras tanto,dieronlasdosde la tarde:elataquehabíaempezadoa lasdoce:hacíadoshorasqueestabaentabladalalucha.

Billotvolvióasupuesto,seguidoentoncesdeGonchon.Dirigióésteinquietasmiradasalaverja,siendovisiblesuimpaciencia.—¿Quétenéis?—leprepuntóBillot.—QuesidentrodedoshorasnohemostomadolaBastilla—contestóGonchon

—,todoestáperdido.—¿Porqué?—Porque la corte tendrá noticia de la faena en que estamos ocupados, enviará

contra nosotros a los suizos de Bezenval y a los dragones de Lambescq, yquedaremoscogidosentredosfuegos.

BillottuvoqueconfesarquenocarecíadefundamentoloqueGonchontemía.Porfinvolvieronaaparecerloscomisionados;porlatristezadesussemblantes,

seconocióquenohabíanconseguidonada.—¿Quéosdije?—exclamóGonchonradiantedealegría—.Sucederá loquehe

vaticinado:lamalditafortalezaestádestinadaacaer.Luego,sininterrogarsiquieraaloscomisionados,lanzósefueradelprimerpatio,

gritando:—¡Alasarmas,hijosmíos,alasarmas!Elcomandanterechazalaproposición.En efecto: tan luego como de Launay leyó la carta de Flesselles, se animó su

fisonomía,y,envezdecederalasproposicionesqueselehacían,contestó:—Señoresparisienses,habéisqueridoelcombate:ahoraesyademasiadotarde.Los parlamentarios insistieron, representándole todas las desgracias que su

defensapodíacausar;peronoquisoescucharlesyacabópordecirlesloquedoshorasanteshabíadichoaBillot:

—Saliduosmandofusilar.Ylosparlamentariosseretiraron.Aquella vez fue de Launay quien tomó la ofensiva. Parecía fuera de sí de

impaciencia.Antes que los parlamentarios hubieran traspuesto el umbral del patio,resonó la gaita del duque de Sajonia, y cayeron tres personas, una muerta y dos

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heridas.Aquellosdosheridoseran,elunounguardiafrancésyelotrounparlamentario.Alverquesellevabancubiertodesangreaaquelhombre,queporsucarácterera

sagrado,lamuchedumbreseenfureció.Los dos ayudantes de campo deGonchon volvieron a ponerse a su lado; pero

cadaunodeelloshatenidotiempodeirasucasaacambiardetraje.VerdadesqueelunovivíajuntoalArsenalyelotroenlacalledeCharonne.Hullin, que había sido relojero en Ginebra y luego cazador del marqués de

Conflans, volvió vestido con su librea, que se parecía mucho al uniforme de unoficialhúngaro.

Elias,exoficialdelregimientodelareina,fueaponersesuuniforme,quedebíainspirarmásconfianzaalpueblo,haciéndolecreerqueelejércitoestabaporélyconél.

Rompióseotravezelfuegoconmássañaqueantes.En aquel momento, el mayor de la Bastilla, señor de Losme, se acercó al

gobernador.Eraun soldadovalerosoyhonrado,peroenel interior tenía algodepaisano,y

veíacondolorloquepasabay,sobretodo,loqueibaapasar.—Yasabéis—ledijo—,quecarecemosdevíveres.—Losé—contestódeLaunay.—Tambiénsabéisquénotenemosórdenesdenadie.—Dispensad,señordeLosme:tengoordendecerrarlaBastilla,yporesomehan

dadolasllaves.—Lasllavessirvenparaabrirlaspuertas,lomismoqueparacerrarlas.Novayáis

ahacerqueperezca toda laguarnición sin salvar la fortaleza.Dos triunfosparaunmismodía.Miradesoshombresquematamos;noparecesinoquebrotandelatierra.Estamañanaeranquinientos;hacetreshorasllegabanyaadiezmil;ahorasonmásdesesenta mil y mañana serán cien mil. Cuando nuestros cañones enmudezcan, yacabaránporahí,seránbastantefuertesparademolerlaBastillaconsusmanos.

—Nohabláiscomobuenmilitar,señordeLosme.—Hablo como buen francés. Digo que, como Su Majestad no nos ha dado

ningunaorden…Digoque,comoelseñorprebostedelosmercaderesnoshadirigidouna proposición muy aceptable, cual era la de admitir cien hombres de miliciaciudadanaenlafortaleza,podéisaceptarlaproposicióndelseñordeFlessellesparaevitarlosmalesquepreveo.

—Segúnveo,envuestroconcepto,elpoderquerepresentalavilladeParísesunaautoridadalaquedebemosobediencia.

—AfaltadelaautoridaddirectadeSuMajestad,sí:talesmiparecer.—Puesbien—dijo llevándosealmayoraun rincóndelpatio—, leed, señorde

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Losme.Ylepresentóunpedazodepapel.Elmayorleyóenélestaspalabras:

Manteneosfirme:entretengoalosparisiensesconescarapelasypromesas.Antesdelanochecer,deBezenvalosenviarárefuerzos.

DeFlesselles

—¿Cómohallegadoavuestrasmanosestebillete?—preguntóelmayor.—Dentrodelacartaquemehantraídolosparlamentarios.Creíanentregarmela

invitaciónparaque rindiera laBastilla,ymeentregaban laordendedefenderla.Elmayorbajólacabeza.

—Idavuestropuesto—ledijodeLaunay—,ynoosseparéisdeélhastaqueosmandellamar.ElseñordeLosmeobedeció.

Launaydoblóconfrialdadlacarta,selametióenelbolsilloyvolvióaponersealfrentedesusartilleros,encargándolesqueapuntaranbajoybien.

LosartillerosobedecieroncomohabíaobedecidoelseñordeLosme.PeroyaestabadecididalasuertedelaBastilla,yningúnpoderhumanoeracapaz

decontrarrestarla.Acadacañonazo,elpueblorespondía«¡QueremoslaBastilla!».Y mientras las voces pedían, los brazos obraban. Entre las voces que más

enérgicamentepedían,entrelosbrazosqueobrabanconmayoreficacia,figurabanlasvocesylosbrazosdePitouydeBillot.

Sóloquecadacualseportabasegúnsunaturaleza.Billot,valerosoyconfiado,alamaneradeldogo,avanzabacadavezmás,despreciandolasbalasylametralla.

Pitou,prudenteycircunspectocomoelzorro,dotadoenaltogradodelinstintodeconservación, ponía en juego todas sus facultades para conocer el peligro yesquivarlo.

Conocía cuáles eran las troneras más peligrosas y distinguía el imperceptiblemovimiento de las armas que iban a descargarse. Había acabado por adivinar elmomentoprecisoenquelabateríaibaadispararaltravésdelpuentelevadizo.

Entonces,despuésdeponerseenacciónsusojos,poníaenacciónsusmiembros.Achicabaloshombros,hundíaseleelpecho,ytodosucuerponopresentabamás

superficiequeunatablavistadecanto.EnaquellosmomentosnoquedabadePitou,delgordinflónPitou,porqueloúnico

queteníaflacoeranlaspiernas,noquedabamás,decimos,queunaaristaparecidaalalíneageométrica,sinlatitudniprofundidad.

Sehabíasituadoenunrincón,enelpasodelprimerpuentelevadizoalsegundo,unaespeciedeparapetovertical, formadoporsaledizosdepiedra;sucabezaestaba

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resguardada por una de estas piedras y su vientre por otra; sus rodillas por unatercera, y celebraba que la naturaleza y el arte de las fortificaciones se hubierancombinado tan agradablementequehubiesehalladounapiedrapara preservar cadaunodelospuntosenqueunaheridapodíasermortal.

Desdesurincón,dondesehabíaagazapado,comouna liebreensumadriguera,disparabadevezencuandoelfusil,paradescargodesuconciencia,porquenoteníaenfrentemásquepiedrasypedazosdemadera;peroestodebíagustarlemuchoaltíoBillot,quelegritaba:

—¡Tira,perezoso,tira!Y él, a su vez, interpelando al tío Billot para calmar su ardor, en lugar de

excitarle,legritaba:—Noospongáistanaldescubierto.Obien:—Cuidado, señor Billot, retiraos:mirad que el cañón os dispara;mirad que el

perrodelagaitaladra.YnobienpronunciabaPitouestaspalabrasllenasdeprevisión,estallabaelfuego

decañónodefusilería,ylametrallabarríaelpaso.Apesardetodasestasadvertencias,Billothacíaprodigiosdevalor,perotodoen

vano.Nopudiendoderramarsusangre,yalaverdadnoporculpasuya,derramabaamaressusudor.

DiesveceslecogióPitouporelfaldóndesucasaca,yapesarsuyoletumbóenelsuelo,precisamenteenelmomentoenqueunadescargalehubieradestrozado.

PeroBillotselevantabasiempre,nosólocomoAnteo,másfuertequeantes,sinoconunaideanueva.

Ocurrióseleunavez iracortar lasvigasquesujetaban lascadenasenel tableromismodelpuente,comoyalohabíahecho.

EntoncesPitouprorrumpióenalaridosparadetener al colono;mas,viendoqueeraninútiles,selanzabafueradesuabrigo,diciendo:

—SeñorBillot:miradque,siosmatan,laseñoraBillotquedaráviuda.Lossuizosasomaronoblicuamenteloscañonesdesusfusilesporlatroneradela

gaita,paraapuntaraltemerarioqueintentabadestrozarelpuente.Otrasveces,Billotgritabaparaqueacercaranelcañóndelosguardiasfranceses,

con objeto de destruir el puente; pero entonces la gaita tocaba, los artillerosretrocedíanyBillotsequedabasoloparacargarydispararlapieza,locualeracausaquePitouvolvieraasalirdesurefugio.

—Señor Billot —gritaba—, señor Billot: pensad que, si os matan, la señoritaCatalinasequedaráhuérfana.

YBillotcedíaaestaobservación,que,alparecer,lecausabamásimpresiónquelaprimera.

Porúltimo,lafecundaimaginacióndelcolonoconcibióunanuevaidea.

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Corrióalaplaza,gritando:—¡Unacarreta!¡Unacarreta!Pitoureflexionóqueloqueerabuenodeporsídebierasermejorduplicándolo,y

siguióaBillot,gritando:—¡Doscarretas!¡Doscarretas!Inmediatamentelellevarondiezcarretas.—¡Vengapajayhenoseco!—gritóBillot.—¡Pajayhenoseco!—repitióPitou.Ydoscientoshombresllevaronalpuntosusrespectivoshacesdehenoodepaja.Otrosamontonaronestiércolsecoenangarillas.Fueprecisodecirquehabíayadiezvecesmáshenodelquesenecesitaba;puesen

unahorasereunióunmontóndeforrajetanaltocomolaBastilla.Billotsecogióalosvaralesdeunacarretacargadadepaja,yenlugardetirarde

ella,laempujóhaciadelante.Pitouhizootrotantosinsaberloquehacía,peropensóquedebíaimitaralcolono.EliasyHullinadivinaronloqueseproponíahacerBillot,y,cogiendocadacualsu

carreta,laempujaronhaciaelpatio.Al trasponer el umbral, empezó a llover sobre ellos lametralla, y las balas se

introdujeronen lapajaoen lamaderade lascarretasconun ruidoestridente;peroningunodelosacometedoresresultóherido.

Entoncessesituarondetrásdelascarretasdoscientosotrescientoshombresconfusilesy,guareciéndosedeellas,consiguieronponersedebajodeltablerodelpuente.

Billotsacódesubolsilloeslabónyyesca,pusounapulgaradadepólvoraenunpedazodepapel,yprendiófuegoalapólvora.

Lapólvoraencendióelpapelyelpapellapaja.Conaquelfuegoseincendiaronalavezlascuatrocarretas.Paraapagarlo,lossitiadosteníanforzosamentequesalir,yalsalirseexponíana

unamuertecierta.Lallamapasóaltablero,mordiólamaderaconsusdientesdefuego,ysecorrió

serpenteandoalolargodelasarmazonesdelpuente.Ungritodejúbilo,salidodelacorte,hallóecoentodalaplazadeSanAntonio.

Se veía subir el humo por encima de las torres; y todos suponían que estabaocurriendoalgofunestoparalossitiados.

Enefecto: lascadenasenrojecidassedesprendierondelosmaderos,yelpuentevinoatierra,mediorotoymedioquemado,humeanteychisporroteando.

Losbomberosacudieronconsusbombas.Elgobernadormandóhacerfuego;perolosinválidossenegaron.

Únicamentelossuizosobedecieron;perolossuizosnoeranartillerosyhuboqueabandonarlaspiezas.

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Encambio,losguardiasfranceses,viendoqueenlafortalezacesabaelfuegodeartillería,pusieronsupiezaenbatería:altercerdisparorompieronlaverja.

ElgobernadorhabíasubidoalaplataformadelaBastillaparaversillegabanlosrefuerzosprometidos,cuando,depronto,seencontrórodeadodehumo.Entoncesfuecuandobajóprecipitadamenteymandóalosartilleroshacerfuego.

Lanegativadelosinválidosleexasperó;ycuandoviorotalaverjacomprendióquetodoestabaperdido.

El señor de Launay sabía que el pueblo le odiaba, y adivino que no habíasalvaciónposibleparaél.Todoel tiempoqueduróel combateestuvopensandoensepultarsebajolasruinasdelaBastilla.

Poresocuandoseconvenciódelainutilidaddeladefensa,arrancóunamechademanosdeunartillero,ycorrióalsótanodondeestabanlasmuniciones.

—¡La pólvora! —exclamaron los soldados llenos de terror—. ¡La pólvora, lapólvora!

Habíanvistobrillarlamechaenmanosdelgobernador,yadivinaronsuintención.Dossoldadosseprecipitaronsobreélyleapuntaronalpecholasbayonetasenel

momentoenqueabríalapuerta.—Podéismatarmesiqueréis—lesdijodeLaunay—,peroantesquemematéis

tendré tiempo de arrojar esta mecha en medio de los barriles; y entonces todosvolaremos,sitiadoresysitiados.

Losdossoldadossedetuvieron,aunquesinapartarsusbayonetasdelpechodelgobernador;perosiempreeraésteelqueallímandaba,porqueconocíaqueteníaensusmanos lavidade todos.Suacciónhabíadejadoclavadoa todoelmundoensupuesto.Lossitiadorescomprendieronquepasabaalgoextraordinario,yasomándosealinteriordelpatiovieronadeLaunayamenazadoyamenazador.

—Oídme—gritóéste—,tanciertocomoquetengoenlamanolavidadetodos,osaseguroque,siunosolodevosotrosdaunpasoparapenetrarenestepatio,pegofuegoalapólvora.

Losqueoyeronestaspalabrascreyeronsentirqueel fuego retemblababajosuspies.

—¿Qué queréis? ¿Qué pedís? —preguntaron muchas voces con el acento delterror.

—Quierounacapitulación;perounacapitulaciónhonrosa.Lossitiadoresnohacencasode laspalabrasdeLaunay;nodancréditoaaquel

acto de desesperación y quieren entrar, conBillot al frente. Pero, de pronto,Billotpalideceytiembla:sehaacordadodeldoctorGilberto.

Mientras no ha pensado más que en sí mismo, le ha importado poco que laBastillavolarayqueélvolaseconella;peroatodacostaeraprecisosalvaraldoctorGilberto.

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—¡Deteneos!—gritóBillot poniéndosedelantedeEliasyHullin—. ¡Deteneos,ennombredelosprisioneros!

Yaquelloshombres,quenotemíanlamuerteporsí,retrocedierontemblandoasuvez.

—¿Quéqueréis?—preguntaronalgobernadorrepitiendolapreguntaquelehabíahechoyalaguarnición.

—Quiero que todo el mundo se retire —contestó de Launay—. No aceptaréningunaproposiciónmientrashayaunapersonaextrañadentrodelaBastilla.

—Pero,¿noosaprovecharéisdenuestraretiradaparavolveraponerlotodoensuseryestadoanterior?—preguntóBillot.

—Siserechazalacapitulación,loencontraréistodocomoestáahora:vosotrosenesapuertayyoenésta.

—¿Nosdaisvuestrapalabra?—Palabradecaballero.Algunosmenearonlacabezaconincredulidad.—¡Palabradecaballero!—repitiódeLaunay—.¿Hayaquíalguienquedudedela

palabradeuncaballero?—No,no:nadie—repitieronquinientasvoces.—Puesquemetraiganpapel,plumaytinta.Alpuntoseejecutaronlasórdenesdelgobernador.—Estábien—dijodeLaunay.Y,volviéndosealossitiadores,añadió:—Yahoraretiraos.Billot,HullinyEliasdieronelejemplo,siendolosprimerosenretirarse.Todoslosdemáslossiguieron.DeLaunaydejólamechaaunladoyempezóaescribirlacapituaciónsobrelas

rodillas.Los inválidos y los suizos, que comprendían que se trataba de su salvación, le

contemplabansilenciososyconunaespeciederespetuosoterror.De Launay volvió la cabeza antes de empezar a escribir. Los patios estaban

vacíos.Enuninstantesesupofueratodoloqueacababadepasardentro.SegúnlodijeraelseñordeLosme,elpuebloparecíabrotardelaspiedras.Cien

milhombresrodeabanlaBastilla.Ynoeranobrerossolamente,sinociudadanosdetodasclases;ynosólohombressinotambiénniñosyancianos.Ytodosteníanarmasylanzabanelmismogrito.

Devezencuando,enmediodelosgrupos,seveíaunamujerllorosa,desgreñada,que se retorcía los brazos y maldecía aquel gigante de piedra con ademándesesperado.

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Era alguna madre cuyo hijo acababa de perecer en el ataque de la Bastilla, oalgunaesposacuyomaridohabíamuertodelmismomodo.

Perohacíaunratoquenoseoíaruidoenlafortaleza,niseveíanllamasnihumo.LaBastillaestabamudacomolatumba.

Inútiltareahubierasidoladecontartodaslasseñalesdebalazosquehabíaensusuperficie. Cada cual había querido disparar un tiro a aquel gigante de granito,símbolovisibledelatiranía.

Así fue que, cuando se dijo que la terrible Bastilla iba a capitular, que sugobernadorhabíaprometidorendirla,nadiequisodarcréditoalanoticia.

Enmediodeestadudageneralquenopermitíaanadiefelicitarle,ycuandotodosesperabansilenciososeldesenlace,sevioasomarporunaaspilleraunacartaclavadaenlapunta,deunaespada.

PeroentrelacartaylossitiadoresmediabaelfosodelaBastilla,ancho,profundoyllenodeagua.

Billotpidióuntablón;lellevarontresylosprobósinalcanzaralotrolado,pueserandemasiadocortos.Unotocó,alcabo,alotroextremodelfoso.

Billotlosujetócomopudo,yseaventurósinvacilarporaquelpuenteoscilante.Todossequedaronmudosdesobresalto;todaslasmiradasestabanfijasenaquel

hombrequeparecíasuspendidoencimadelfoso,cuyaaguaestancadaparecíaladelCocito.Pitou,temblandodemiedo,sesentóalbordedelfosoysetapólacaraconlasmanos.

Faltóleelánimoyempezóallorar.Depronto,enelmomentoenqueBillotllegabaalosdosterciosdeltrayecto,el

tablónseladeó:Billotextendiólosbrazos,cayóydesaparecióenelaguadelfoso.PitoulanzóunrugidoyseprecipitótrasélcomounperrodeTerranovadetrásde

suamo.EntoncesseacercóotrohombrealtablóndesdeelqueacababadecaerBillot,y,

sin vacilar un punto, echó a andar por él. Aquel hombre era EstanislaoMaillard,alguacildelChátelet.

CuandollegóencimadelsitioenqueBillotyPitouseagitabanenelcieno,miróun instante hacia abajo, y, conociendo que llegarían a la orilla sanos y salvos,continuósucamino.

Medio minuto después llegó al otro lado del foso, y cogió el billete que lepresentabanenlapuntadelaespada.

Pero,enelmomentoenquetodosformabancorroenderredorsuyoparaleerlo,cayódesdelasalmenasunalluviadebalas,yresonóunaespantosadetonación.

Detodoslospechossalióunsologrito;perounodeesosgritosqueanuncianlavenganzadeunpueblo.

—¡Confiadenlostiranos!—exclamóGonchon.

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Y,sinocuparseyaenlacapitulación,nienlapólvora,niensímismo,nienlosprisioneros,sinpensar,sindesearnipedirotracosamásquevenganza,elpuebloseprecipitaenlospatiosdelaBastilla,noacientos,sinoamillaresdehombres.

Loque impedía a lamuchedumbreentrarnoeranya lasdescargasde fusilería,sinolaspuertas,pordemasiadoestrechas.

Al ruidodeaquelladetonación, losdossoldadosquenosehabíanseparadodelseñor de Launay se arrojaron sobre él,mientras otro se apoderó de lamecha y lapisoteó.

Elgobernadorsacóelestoquedesubastónyquisoatravesarseconél;peroselorompieron.

Entoncescomprendióquenopodíahacerotracosasinoesperar,yesperó.Entróelpueblo,ylossoldadoslealargaronlosbrazos.LaBastillafuetomadapor

asalto,avivafuerza,sincapitulación.Hacía cien años que no era sólo la materia inerte lo que se encerraba en la

fortaleza real, sino el pensamiento. El pensamiento fue lo que abrió brecha en laBastilla,yelpuebloentróporella.

En cuanto a la descarga hecha en medio del silencio y de la suspensión dehostilidades;encuantoaaquellaagresiónimprevista,impolítica,mortal,jamássehasabidoquiénlamandóniquiénlallevóacabo.

Haymomentosenquesepesaenlabalanzadeldestinoelporvenirdetodaunanación,yunodelosplatillossubemásqueelotro.Todoscreenhaberllegadoalfinapetecido.Pero,depronto,unamanoinvisibledejacaerenelotroplatillolahojadeunpuñaloelcañóndeunapistola,yentoncestodocambiaynoseoyemásqueungrito:«¡Aydelosvencidos!».

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CapítuloXVIII

ELDOCTORGILBERTO

MientraselpuebloseprecipitabaenlospatiosdelaBastilla,rugiendodealegríaydecóleraalavez,doshombreschapoteabanenelaguacenagosadelosfosos.

EstosdoshombreseranPitouyBillot.Aquélsosteníaaéste;nolehabíaheridoningunabalanialcanzadoningúngolpe;

pero,aconsecuenciadelacaída,elbuenlabriegoestabauntantoatolondrado.Lesecharoncuerdasylesalargaronlargospalos.PitouseasióaunodeéstosyBillotaunacuerda.Cincominutosdespuéseran llevadosen triunfoyabrazospor todoelmundo,a

pesardeestarllenosdefango.UnodioaBillotuntragodeaguardiente;otroatiborróaPitoudelonganizayde

vino.Unterceroleslimpióelbarroylosllevóasecarsealsol.De pronto cruzó por la imaginación de Billot una idea, o, mejor dicho, un

recuerdo: se escapó de los que tan solícitos cuidados le prestaban y corrió a laBastilla.

—¡Salvemosalosprisioneros!—gritó.—¡Sí, sí: a los prisioneros!—gritó a su vez Pitou echando a correr detrás del

colono.Lamultitud, quehasta entoncesnohabíapensadomásque en losverdugos, se

agitóalacordarsedelasvíctimas.Yrepitiócongritounánime:—¡Asalvaralosprisioneros!Unanuevaoleadadesitiadoresrompelosdiquesypareceensancharlosmurosde

lafortalezaparallevaraelloslalibertad.Entonces sepresentóa losojosdePitouydeBillotunespectáculo terrible.La

muchedumbre,embriagadadecólera,furiosa,seagolpóenelpatioehizopedazosalprimersoldadoqueencontróasupaso.

Gonchonlocontemplabaensilencio.Pensaba,sinduda,quelacóleradelpuebloes como la corriente de los ríos caudalosos, que hace más daño si se le procuracontenerquesiseledejacorrertranquilamente.

Encambio,EliasyHullinsepusierondelantedelosmatadores,ylesrogabanysuplicaban, diciendo, ¡sublime mentira!, que habían prometido salvar la vida a laguarnición.

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LallegadadeBillotydePitoufueunrefuerzoparaellos.Billot, a quien la muchedumbre quería vengar, no estaba muerto ni siquiera

herido;el tablónhabíaosciladoalpasarélynadamás: todoquedó reducidoaquetomaraunbañodelodo.

A lossuizoseraa losquese teníamásojeriza;peronoseencontrabaninguno,porque habían tenido tiempo de ponerse capotes de paño gris y los tomaban porcriadosoprisioneros.

Lamultitud rompióapedradas losdoscautivosdel reloj; subióa loaltode lastorresainsultaraaquelloscañonesquehabíanvomitadolamuerte,y,tomándolaconlaspiedras,sellenabadesangrelasmanospretendiendoarrancarlas.

Cuandovieronapareceralosprimerosvencedoresenlaplataforma,todoslosqueestabanfuera,esdecir,cienmilhombres,lanzaronuninmensogrito.

EstegritoseelevósobreParísyvolóportodaFranciacomounáguiladerápidasalas.

¡SehatomadolaBastilla!Alresonarestegrito,todosloscorazonespalpitaronconfuerza,todoslosojosse

llenarondelágrimas,todoslosbrazosseabrieron;nohuboyapartidosopuestos,nohubocastasenemigas,todoslosparisiensesconocieronqueeranhermanos,todosloshombrescomprendieronqueeranlibres.

Billot y Pitou habían entrado en la fortaleza siguiendo a unos y precediendo aotros; pero lo que ellos querían no era participar del triunfo, sino libertar a losprisioneros.

Unmillóndehombressedieronunmutuoabrazo.Al atravesar el patiodelGobierno, pasaron junto aunhombrevestido conuna

casacagrisqueestabatranquiloyconlamanoapoyadaenunbastónconpuñodeoro.Aquelhombreeraelgobernador.Aguardabatranquilamenteoquesusamigosle

salvasenoquelematasensusenemigos.Billotleconocióalverle,dioungritoyseencaminóaelenderechura.DeLaunay también le conoció; cruzóse de brazos y aguardó,mirando aBillot

comoparadecirle:—¿Seréisvoselquemedescargueelprimergolpe?Billotlocomprendióysedetuvo.—Sihablo—pensó—,haréqueleconozcan;ysileconoceneshombremuerto.Y, sin embargo, ¿cómo encontrar al doctor Gilberto en medio de aquel caos.

¿CómoarrancaralaBastillaelsecretoencerradoensusentrañas?DeLaunaycomprendióasuvezaquelladudayaquelespírituheroico.—¿Quédeseáis?—preguntóelgobernadoramediavoz.—Nada—dijoBillotseñalándoleconeldedolapuertaparaindicarlequeaunera

posiblelafuga—,nada:yasabréencontraraldoctorGilberto.

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—TerceraBertaudiére—respondiódeLaunayconvozdulce,casienternecida.Ynosemoviódelmismositio.DeprontounavozpronuncióestaspalabrasdetrásdeBillot:—¡Ah!Ahíestáelgobernador.Aquella voz sonó tranquila y serena como si no fuera de este mundo, y, sin

embargo, se conocía que cada palabra pronunciada era un puñal acerado quepenetrabaenelpechodedeLaunay.

ElquehabíahabladoeraGonchon.Aloírsuspalabras,queresonaroncomountoquederebato,todosaquelloshombres,deseososdevenganza,lanzaronunamiradadefuego,vieronadeLaunayyseprecipitaronsobreél.

—¡Salvadleoestáperdido!—dijoBillotpasandojuntoaEliasyHullin.—Ayudadnos—contestaronéstos.—Nopuedo:necesitoquedarmeaquíporquehedesalvaraotro.DeLaunay,enunabrirycerrardeojos, fuecogidoyarrastradopormilmanos

furiosas.EliasyHullinselanzarontrasélgritando:—¡Deteneos!¡Hemosprometidosalvarlelavida!No era cierto; pero estamentira sublime salió a la vez de aquellos dos nobles

corazones.Enunsegundo,deLaunay,seguidodeEliasyHullin,desaparecióporelcorredor

quedabasalidaa laBastillaa losgritosde:«¡AlaCasaAyuntamiento! ¡A laCasaAyuntamiento!».

El gobernador, presa viva, valía tanto para ciertos vencedores como la presamuertadelaBastillavencida.

Por lo demás, era un extraño espectáculo el que presentaba aquel sombrío ysilencioso monumento, visitado hacía cuatro siglos solamente por guardias,carceleros,yunsombríogobernador,e invadidoahoraporelpueblo,quecorríadepatioenpatio,subíaybajabalasescaleraszumbandocomounenjambredeabejas,yllenandolacolmenadegranitodemovimientoyderumores.

Billot siguió un instante con la vista a de Launay, que, llevado más bien queacompañado,parecíacernerseporencimadelamultitud.

Peroenunsegundodesapareció.Billotlanzóunsuspiro,miróentornosuyo,vioaPitouycorrióhaciaunatorregritando:

—TerceraBertaudiére.Alpasohallóauncarcelerotembloroso.—¿LaterceraBertaudiére?—lepreguntóBillot.—Poraquí,señor—lecontestóelcarcelero—,peronotengolasllaves.—¿Dóndeestán?—Melashanquitado.—Ciudadano,préstametuhacha—dijoBillotaunhombredelpueblo.

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—Tómala—lecontestóéste—.Yano lanecesito,puestoquehemos tomado laBastilla.

Billotcogióelhacha,yselanzóaunaescalera,guiadoporelcarcelero.Éstesedetuvodelantedeunapuerta.—¿LaterceraBertaudiére?—preguntó.—Sí.—Aquíes.—¿ElprisioneroqueestáencerradoaquísellamaeldoctorGilberto?—Nolosé.—¿Hacesólocincooseisdíasquevinoaquí?—Loignoro.—Puesyovoyasaberlo—contestóBillot.Yempezóadescargarhachazosenlapuerta.Eraderoble,peroalosgolpesdelrobustocolonovolabaenastillas.Al poco rato quedó abierto un boquete por donde se podía ver el interior del

calabozo.Billot se asomó a él, y, alumbrado por un rayo de luz que penetraba en el

calabozopor la rejade la torre,viounhombredepie,un tantoechadohaciaatrás,que tenía en lamanodos travesanos arrancadosde su camay estaba en actituddedefensa.

Aquelhombreestabaevidentementeprontoaderribaralprimeroqueentrara.Apesardesulargabarba,desurostropálidoydesuscabellosrapados,Billotle

conoció:eraeldoctorGilberto.—¡Doctor,doctor!¿Soisvos?—preguntó.—¿Quiénmellama?—dijoelprisionero.—Yo,yo,Billot,vuestroamigo.—¿Vos,Billot?—¡Sí, sí! ¡El, él! ¡Nosotros,nosotros!—gritaronveintehombresque sehabían

detenidoenlaescaleraalverlosterriblesgolpesquedescargabaBillot.—Y¿quiénessoisvosotros?—¡Los vencedores de la Bastilla! ¡La Bastilla ha sido tomada a viva fuerza y

estáisyalibre!—¡QuelaBastillahasidotomada!¡Queestoylibre!—exclamóeldoctor.Y,pasandolasdosmanosporelboquete,sacudiótanfuertemente lapuertaque

losgoznesylacerraduraestuvieronapuntodedesencajarse,yuntableroderoble,yamedioarrancadoporBillot,crujió,serompióyselequedóaldoctorenlasmanos.

—Aguardad, aguardad—dijoBillot, quecomprendióqueotros esfuerzos comoaquélledejaríapostradoysinfuerzas.

Yprosiguiódescargandohachazos.

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Al travésde la aberturaque iba agrandándosecadavezmás,pudover alpresoquehabía tenidoque sentarseen suescabel,pálidocomounespectroe incapazdelevantaraquelbarrotequeyacíaenelsuelojuntoaél.

—¡Billot!¡Billot!—murmuraba.—Sí, sí; yyo también, yoPitou, señordoctor.Sindudaos acordaréisde aquel

pobrePitouaquienpusisteisenpensiónencasadelatíaAngélica,Pitou,quevienealibertaros.

—Peroyapuedopasarporeseboquete—dijoeldoctor.—No,no—respondierontodos—,aguardadunmomento.Todos los circunstantes reunieron sus fuerzas en un común impulso, los unos

metiendo una palanqueta entre la pared y la puerta, los otros procurando forzar lacerradura,otros,enfin,empujandoconsusrobustoshombrosysusmanoscrispadas.Porúltimo,lamuralladioelúltimocrujido,laparedsedesmoronó,ytodosalavez,por la puerta rota, por la pared derruida, se precipitaron como un torrente en elcalabozo.

GilbertoseencontróunsegundodespuésenlosbrazosdeBillotydePitou.Gilberto, el pequeño aldeano del castillo deTaverney,Gilberto, a quien hemos

dejadobañadoensusangre,enunagrutadelasAzores,eraentoncesunhombredetreintaycuatroatreintaycincoaños,detezpálidasinserenfermiza,cabellosnegros,ojosfijosyhundidos;sumiradajamáseravaganiseperdíaenelespacio;cuandonola fijaba en algún objeto exterior digno de detenerla, se fijaba en su propiopensamiento,yentonceseramássombríaymásprofunda;sunarizerabienformada,uniéndosealafrenteporunalínearecta;sulabiosuperiordesdeñosodejabaverdevezencuandoelblancoesmaltedesusdientes.Generalmentesutrajeerasencilloyseverocomoeldeuncuáquero;peroestaseveridadrayabaeneleganciaacausadesuextremadapulcritud.Suestaturaeramásbienaltaquebaja;yencuantoasufuerza,puramente nerviosa, acabamos de ver hasta dónde podía llegar en unmomento desobrexcitación,yatuvieraporcausalacóleraoelentusiasmo.

Aunqueestabaencerradoenuncalabozohacíacincooseisdías,elpresohabíacuidadocomosiempredesupersona;subarba,algolarga,hacíaresaltarmásymáseltintematedesucutiseindicabasólounanegligenciadelaquenoteníaéllaculpa,sinodehabérselenegadounanavajadeafeitaroelafeitarle.

CuandohuboabrazadoasusaboraPitouyaBillot,sevolvióhacialamultitudquellenabaelcalabozo.Luego,comosiunsoloinstantehubierasidosuficienteparadevolverletodassusfacultades,dijo:

—Llegó ya el día que yo había previsto, gracias a vosotros, amigos míos, ygraciasalgenioeternoquevaleporlalibertaddelospueblos.

Yalargósusdosmanosaloscircunstantes,que,viendoenélunhombresuperiorpor la arroganciade sumiradaypor ladignidadde suvoz, apenas se atrevierona

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tocarlas.Y, saliendo de su calabozo, echó a andar delante de todos aquellos hombres,

apoyadoenelhombrodeBillotyseguidodePitouydesuslibertadores.Gilberto consagró el primermomento a la amistad y a la gratitud; el segundo

marcóladistanciaquemediabaentreelsabiodoctoryelignorantelabriego,elbuenPitouytodaaquellagentequeacababadelibertarle.

Alllegaralapuerta,Gilbertosedetuvoalverlaluzdelcieloqueleinundaba,ycruzándosedebrazosylevantandolosojosalcielo,exclamó:

—¡Salve, hermosa libertad!Tehevisto nacer enotromundoy somos antiguosamigos.¡Salve,hermosalibertad!

Ylasonrisadeldoctordecía,enefecto,queparaélnoerancosanuevaaquellosgritosqueoíadetodounpuebloebriodeindependencia.

Recogiéndoseluegoalgunossegundos,añadió:—Billot:conque¿elpueblohavencidoaldespotismo?—Sí,señordoctor.—Y¿habéisvenidoabatiros?—Hevenidoalibertaros.—Segúneso,¿teníaisnoticiademiprisión?—Vuestrohijomeladioestamañana.—¡PobreEmilio!¿Lehabéisvisto?—Lehevisto.—¿Sehaquedadotranquiloenelcolegio?—Lehedejadoforcejeandoconcuatroenfermeros.—¿Estáenfermo?¿Acasodelira?—Estabaempeñadoenvenirabatirseconnosotros.—¡Ah!—exclamóeldoctor.Y asomó a sus labios una sonrisa de triunfo. Su hijo correspondía a sus

esperanzas.—Conque¿decíais…?—preguntóaBillot.—Me he dicho: puesto que el doctor Gilberto está en la Bastilla, tomemos la

Bastilla.Peronoesestotodo.—¿Quémáshay?—preguntóeldoctor.—Quemehanrobadolacajita.—¿Lacajitaqueoshabíaconfiado?—Sí.—¿Quién?—Unoshombresvestidosdenegroquesehanintroducidoenmicasasopretexto

debuscarvuestrofolleto;seapoderarondemí,meencerraronenlacueva,registrarontodalacasa,y,habiendoencontradolacajita,selallevaron.

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—¿Quédía?—Ayer.—¡Oh, oh! Hay marcada coincidencia entre mi prisión y ese robo. La misma

personaquemehahechoprendereslaqueharobadolacajita.Siaveriguoquiéneselautordemiprisión,sabrétambiénquiéneseldelrobo.¿Dóndeestánlosarchivos?—prosiguióeldoctorGilbertovolviéndosealcarcelero.

—EnelpatiodelGobierno,respondióéste.—Entonces¡alosarchivos,amigos,alosarchivos!—Señor —dijo el carcelero deteniéndole—, permitidme que os siga, o

recomendadmeaesabuenagente,paraquenomehaganada.—Loharé—dijoeldoctor.Y,volviéndosea lamultitudque le rodeabacontemplándoleconunacuriosidad

mezcladaderespeto,dijo:—Amigos, os recomiendo a este buen hombre; desempeñaba su cometido

abriendoycerrandolaspuertas;peroeraamableparaconlosprisioneros:quenoselehaganingúndaño.

—No,no—gritaron—;quenotemanada,quenotengamiedo,quevenga.—Gracias,señor—dijoelcarcelero—;perosiqueréishaceralgoenlosarchivos,

daosprisa,porquecreoqueestánquemandolospapeles.—Entoncesnohaymomentoqueperder—replicóGilberto—;¡alosarchivos!YseencaminóalpatiodelGobierno,llevandotrassíalamultitud,acuyacabeza

vansiempreBillotyPitou.

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CapítuloXIX

ELTRIANGULO

A la puerta de la sala de los archivos estaba ardiendo efectivamente un granmontóndepapeles.

Desgraciadamente, una de las primeras necesidades del pueblo, después de lavictoria,esladestrucción.

LossitiadoreshabíaninvadidoelarchivodelaBastilla.Era una espaciosa sala, llena de registros y planos, en la que estaban

confusamente amontonados los expedientes de todos los presos que habían sidoencerradosenlafortalezadesdecienañosatrás.

El pueblo inutilizaba con rabia todos aquellos papeles, por parecerle, sin duda,que,aldestruirlostodos,dabaalmismotiempolibertadalospresos.

Gilberto entró; secundado por Pitou se puso a hojear los registros que aúnquedabanenlasestanterías,peronodabanconeldelañocorriente.

Eldoctor,hombrefríoeimpasible,sepusopálidoypateabadeimpaciencia.EnaquelmomentoPitoudivisóaunodeesosheroicospilluelosquenuncafaltan

enlasvictoriaspopulares,elcualsellevabaenlacabeza,corriendohacialahoguera,unlibrodeformayencuademaciónigualesalosquehojeabaeldoctorGilberto.

Corrióaély,graciasasuslargaspiernas,leencanzóenbreve.Eraelregistrodelaño1789.Lanegociaciónnofuelarga.Pitousedioaconoceralmuchachocomounodelos

vencedores; leexplicólanecesidadqueunodelospresos teníadeaquelregistro,yconsiguióqueselocedieraelmuchacho,queseconsolódiciendo:

—¡Bah!Quemaréotro.Pitouabrióelregistro,buscó,hojeó,yalllegaralaúltimapáginaencontróestas

palabras:

Hoy,9dejuliode1789,haentradoelseñorG…,filósofoypublicistamuypeligroso.Hayqueponerleenrigurosaincomunicación.

Pitoullevóelregistroaldoctor.—Tomad,señorGilberto—ledijo—;¿noesestoloquebuscabais?—Sí,sí,estoes—contestóeldoctorcogiendoconafánelregistro.Yleyólaspalabrasquehemosindicado.—Ahoraveamosdequiénprocedelaorden.

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Yconsultóelmargen.—¡Necker! —exclamó—. La orden de prenderme está firmada por mi amigo

Necker.¡Oh!Aquídebeencerrarsealgunasorpresa.—¿Necker es vuestro amigo? —le preguntaron algunos con respeto; pues se

recordarálainfluenciaqueaquelnombreteníasobreelpueblo.—Sí,esamigomío,losostengo,ytantoqueestoyconvencidodequeNeckerno

sabíaunapalabrademiprisión.Peroiréaverley…—Y¿adondeiréisaverle?—preguntóBillot.—PuesaVersalles.—NeckernoestáenVersalles,porquehasalidodesterrado.—¿Adonde?—ABruselas.—¿Ysuhija?—Nosédóndeestá—dijoBillot.—SuhijaviveenunacasadecampodeSaint-Ouen—dijounavozentrelagente.—Gracias—contestóGilbertosinsabersiquieraaquiénselasdaba.Y,volviéndosealosquequemabanlospapeles,lesdijo:—Amigos míos, en nombre de la historia, que podrá hallar mañana en estos

archivoslacondenacióndelostiranos,nomásdevastación,oslosuplico;derribadlaBastillapiedraapiedra,quenoquederastrodeella,perorespetadlospapeles,porqueenellosestálaluzdelporvenir.

Apenasoyóestaspalabraslamultitud,lasaprecióconsusupremainteligencia.—El doctor tiene razón—gritaron cien voces—; basta de devastaciones. ¡A la

CasaAyuntamientoconlospapeles!Un bombero que había entrado en el patio con cinco o seis compañeros,

conduciendounabomba,dirigiólamanguerahacialahogueraque,semejantealadeAlejandría,estabaapuntodedevorarlosarchivosdeunmundo,ylaapagó.

—Y¿apeticióndequiénhabéissidoencarcelado?—preguntóBillot.—Esoesprecisamenteloquebuscoyloquenopuedosaber:elnombreestáen

blanco.Ydespuésdeuninstantedereflexiónañadió:—Peroyolosabré.Y, arrancando la hoja que le concernía, la dobló y se la guardó en el bolsillo.

Luegodijo,dirigiéndoseaBillotyaPitou:—Salgamos,amigosmíos:yanotenemosnadaquehaceraquí.—Salgamos—contestóBillot—;sóloqueesmásfácildecirloquehacerlo.Enefecto:lamultitud,aglomeradaenlospatiosporcuriosidad,afluíaalaentrada

delaBastilla,cuyaspuertasocupaba,porquealaentradadelafortalezaestabanlosdemásprisioneros.

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Habíasedevueltolalibertadaocho,inclusoGilberto.Estos presos se llamaban: Juan Bechade, Bernardo Laroche, Juan Lacaurége,

AntonioPujade,deWhite,elcondedeSolageyTavernier.Loscuatroprimerosnoinspirabanmásqueuninteréssecundario;selosacusaba

dehaberfalsificadounaletradecambio,sinquejamáshubierapodidoprobárseles,loqueinducíaacreerquelaacusaciónerafalsa.HacíadosañostansóloqueestabanenlaBastilla.

Losotrostreseran,comohemosdicho,elcondedeSolage,WhiteyTavernier.El conde de Solage era hombre de unos treinta años, animado y expansivo;

abrazabaasuslibertadores,encomiabasuvictoriaylescontabasucautividad.Presoen1782yencerradoenVincennesenvirtuddeunaordendeprisiónconseguidaporsu padre, había sido trasladado deVincennes a laBastilla, donde llevaba ya cincoaños, sinhabervistoun jueznihaber sido interrogadounavez siquiera.Hacíadosañosquesupadrehabíamuertoynadiesehabíaacordadodeél.SinohubierasidotomadalaBastilla,probablementehabríasucedidolomismohastasumuerte.

Whiteeraunancianodesesentaaños;pronunciabaconacentoextranjeropalabrasincoherentes. A las preguntas que se le dirigían contestaba que no sabía cuántotiempollevabapresonilacausaporlaquelohabíasido.RecordabaqueeraprimodeM.deSartinesynadamás.UnllaverollamadoGuyonhabíavisto,enefecto,aM.deSartinesentrarunavezenelcalabozodeWhiteyhacerlefirmarundocumento;peroelpresohabíaolvidadoporcompletoestacircunstancia.

TaverniereraelmásviejodetodosllevabadiezañosdereclusiónenlasislasdeSantaMargaritaytreintadecautividadenlaBastilla:eraunancianodenoventaaños,con loscabellosy labarbablancos.Laoscuridadhabíacasiapagadosusojosynoveía sino como a través de una nube. Cuando el pueblo entró en su encierro, nocomprendióloqueibaahacerallí;cuandolehablarondelibertadmeneólacabeza,y,enfin,cuandoledijeronquehabíasidotomadalaBastilladijo:

—¡Oh,oh!¿QuédirándeestoelreyLuisXV,madamedePompadouryelduquedelaVrilliére?

TaverniernoestabalococomoWhite,sinoidiota.Laalegríadeestoshombreseraterribledever,porqueclamabavenganza:tanto

eraloqueseparecíaalespanto.Dosotresparecíanapuntodeexpirarenmediodeaquel tumulto compuesto de cien mil clamores reunidos; pues, desde que habíanentrado en la Bastilla, nunca escucharon más voz humana que la suya, y estabanúnicamenteacostumbradosa losruidos lentosymisteriososde lamaderaquecrujeconlahumedad,alaarañaquetejesutelaproduciendounsonidosemejantealdeunapéndolainvisibleoaldelarataasustadaqueroeyseescapa.

En el momento en que Gilberto se presentó, los más entusiastas propusieronllevaralosprisionerosentriunfo:proposiciónquefueaceptadaporunanimidad.

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Resonaronlosgritosde:«¡AlaCasaAyuntamiento!¡AlaCasaAyuntamiento!»yGilbertoseviolevantadoenloshombrosdeveintepersonasalavez.

En vano quería resistirse el doctor, en vano Billot y Pitou distribuyeron a sushermanosdearmas losmásvigorosospuñetazos; la alegríay el entusiasmohabíanendurecido laepidermispopular.Puñetazos,culatazos,golpesconel regatónde laspicas,parecíanalosvencedoressuavescomocaricias,ysólosirvieronparaaumentarsufrenesí.

EldoctorGilbertonotuvomásremedioquedejarselevantarsobreelpavés.Elpavéseraunatablaenmediodelacualsehabíaplantadounalanzaparaque

sirvieradepuntodeapoyoaltriunfador.EldoctordominóaquelocéanodecabezasqueondulabadesdelaBastillahastael

arco de San Juan,mar proceloso, cuyas olas se llevaban a los presos triunfadoresentrepicas,bayonetasyarmasdetodaclase,detodaformaydetodaépoca.

Peroalmismo tiempoqueaellos,aquelocéano terriblee irresistiblearrastrabatambiénotrogrupo,tancompactoqueparecíaunaisla.

EstegrupoeraelqueconducíapresoadeLaunay.En derredor de este grupo resonaban gritos no menos atronadores ni menos

entusiastasque losque seoíanenderredorde losprimeros;peronoerangritosdetriunfo,sinoamenazasdemuerte.

Gilberto, desde el punto elevado en que se encontraba, no perdía un detalle deaquelterribleespectáculo.

Detodoslosprisionerosaquienesseacababadedevolverlalibertad,eraelúnicoquegozabade laplenitudde sus facultades.Cincodíasdecautividadno formabanmásqueunpuntooscuro en lahistoriade suvida.Sumiradanohabía tenido aúntiempodeapagarseodebilitarseenlaoscuridaddelaBastilla.

Por logeneral,elcombatenohace implacablea loscombatientessinomientrasdura, y los hombres, al salir de la lucha en que acababan de arriesgar su vida, semuestranmisericordiososconsuenemigos.

Pero en esos grandes levantamientos populares, como se han visto tantos enFrancia desde la Jacquerie hasta nuestros días, las masas, a las que el miedo haretenido lejos del combate, y a las que el rumor de éste ha irritado, esas masas,ferocesycobardesalavez,quieren,despuésdelavictoria,tomaralgunaparteenlaluchaquenosehanatrevidoaarrostrarfrenteafrente.

Ytambiéntomansupartedevenganza.DesdesusalidadelaBastilla,lamarchadelgobernadorhabíasidoelprincipiode

susuplicio.Elias,quesehabíahechoasímismoresponsabledelavidadelgobernador,ibaa

la cabeza, protegido por su uniforme y por la admiración del pueblo, que le habíavistomarchandoelprimeroalfuego.Llevabaenlapuntadesuespadaelbilleteque

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deLaunayhabíahechopasaralpuebloporunadelasaspillerasdelaBastillayquelehabíaentregadoMaillard.

Trasélibaelguardadelosimpuestosreales,llevandoenlamanolasllavesdelafortaleza;luegoMaillardconlabandera,yporfin,unjovenqueenseñabaatodoelmundo el reglamento de la Bastilla clavado en su bayoneta, odioso rescripto quehabíahechoderramartantaslágrimas.

Seguía,porúltimo,elgobernador,protegidoporHullinypordosotresmás,perohostigadoporpuñosamenazadores,sablesagitadosypicasenarboladas.

Junto a este grupo, y casi paralelo a él, se distinguía en la gran calle de SanAntoniootronomenosamenazador,queconducíaalmayordeLosme,aquienhemosvistoluchandocontralavoluntaddelgobernador,yqueacabóporinclinarlacabezaanteladeterminacióndedefendersetomadaporéste.

ElmayordeLosmeeraloquesellamaunbuenhombre.DesdequeestabaenlaBastillahabíaprocuradomitigarmuchosdolores;peroelpuebloloignoraba,y,alversu brillante uniforme, le tomaba por el gobernador, al paso que éste, gracias a sucasacagris,sinningúndistintivoydelaquehabíaarrancadolacintadelaOrdendeSanLuis, se refugiaba en ciertadudaprotectoraquepodíandisiparúnicamente losqueleconocían.

TaleraelespectáculosobreelcualpaseabaGilbertosumiradasombría,aquellamirada siempre escrutadora y serena, aun en medio de los peligros que eranpersonalesasupoderosaorganización.

Hullin,alsalirdelaBastilla,habíallamadoasusamigosmássegurosyresueltos,alosmásvalientessoldadospopularesdeaquellajornada,yselereunieroncuatroocinco para intentar secundar su generoso designio protegiendo al gobernador. Erantres hombres cuyo recuerdo ha conservado la historia imparcial y que se llamabanArné,ChollatyLépine.

Estos hombres, precedidos como hemos dicho, por Hullin y Maillard, seproponíansalvarlavidadeunhombrecuyamuertepedíancienmilvoces.

Entornosuyosehabíanagrupadoalgunosgranaderosdeguardiasfranceses,cuyouniforme,quesehabíahechomáspopularhacía tresdías,eraobjetodeveneraciónporpartedelpueblo.

ElseñordeLaunaysehabíalibradodelosgolpesmientraspudieronpararlossusgenerososdefensores;peronoasídelasinjuriasydelasamenazas.

Al llegar a la esquinade la calle de Jouy, noquedabayaningunode los cincogranaderos que se habían unido al grupo a la salida de la Bastilla. Uno tras otrohabíansidoarrebatadosalpasoporelentusiasmodelamultitudyquizástambiénporelcálculodelosasesinos,yGilbertoloshabíavistodesaparecercomolascuentasdeunrosarioquesedeshace.

Desdeentoncesprevioque lavictoria ibaaempañarseensangrentándose;quiso

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bajarsedelatablaqueleservíadepavés,peroleteníancomoremachandoaellacienbrazosdehierro.Ensu impotencia,habíaenviadoaBillotyaPitouendefensadelgobernador, y ambos, obedientes a su voz, hacían todos los esfuerzos posibles porhenderaquellasoleadashumanasyllegarhastaél.

Enefecto: elgrupode losdefensoresnecesitaba socorro.Chollat, quenohabíacomido nada desde la víspera, sintió que le faltaban las fuerzas y había caídodesfallecido.Costótrabajolevantarleyevitarquelepisotearan.

Peroquedabaasíunabrechaenlamuralla,unaroturaeneldique.Un hombre se lanzó por aquella brecha, y, haciendo un molinete con su fusil

cogido por el cañón, asestó un culatazo terrible en la cabeza descubierta delgobernador.

PeroLépineobservóelmovimientoytuvotiempodeinterponerseconlosbrazosabiertosentredeLaunayyelfusil,recibiendoenlafrenteelculatazoqueibadirigidoalprisionero.

Aturdidoporelgolpe,cegadoporlasangre,sellevó,tambaleándose,lasmanosalrostro,ycuandopudoverestabayaaveintepasosdelgobernador.

EntoncesfuecuandoBillotllegójuntoaél,llevandoaremolqueaPitou.ElcolonovioquelacircunstanciaporlaqueelpuebloconocíaadeLaunayerala

dequellevabalacabezadescubierta.Sequitóelsombrero,alargólosbrazosyselopusoalgobernador.DeLaunaysevolvióyconocióaBillot.—Gracias,ledijo;pero,pormásquehagáis,nolograréissalvarmelavida.—ContalquelleguemosalaCasaAyuntamiento,dijoHullin,respondodetodo.—Sí—contestódeLaunay—;pero¿llegaremos?—AlmenoslointentaremosconlaayudadeDios—replicóHullin.Lograron, en efecto, desembocar en la plaza de la Casa Ayuntamiento; pero

aquellaplazaestabaatestadadehombresarremangadosqueblandíansablesypicas.ElrumorquecorríadecalleencalleleshabíaanunciadoquetraíanalgobernadoryalmayordelaBastilla,yaguardabancomounajauríalargotiempocontenidaydeseosadelanzarsesobrelapieza.

Apenasvieronaparecerelgruposelanzaronfuriososhaciaél.Hullinconocióqueallíestabaelpeligrosupremo,lapostreralucha.Siconseguía

hacersubiradeLaunaylasescalerasdelaCasaAyuntamiento,estabasalvado.—¡Corredaquí,Elias,Maillard,todosloshombresdecorazón!—gritó—.Éstees

casodehonraparatodos.EliasyMaillardoyeronelllamamiento;aempujoneslograronabrirunclaro;pero

elpueblo los secundódemasiadobien; se apartó, losdejópasar, pero enseguida secerrótrasellos,conlocualsequedaronfueradelgrupo.

Lamultitudvio loqueacababadeganarehizoun furiosoesfuerzo.Comouna

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serpientegigantesca,enroscósusanillosalrededordelgrupo.Billotfuelevantadoenaltoyarrastradoasupesar;Pitousedejóllevardelmismotorbellino.Hullintropezóen los primeros escalones de la Casa Ayuntamiento y cayó, y, aunque pudolevantarse,fueparacaerotravez,yentoncesdeLaunaylesiguióensucaída.

El gobernador semantuvo sereno hasta el últimomomento; no pronunció unaquejanipidiómerced,yúnicamentegritóconvozestridente:

—¡Almenos,tigres,nomehagáispadecer:matadmeahoramismo!Jamásseejecutóordenalgunaconmáspuntualidadqueestasúplica;alpuntose

inclinaronamenazadorascabezasyselevantaronbrazosarmadosentornodeLaunaycaído.Duranteunbreveratonosevieronallímásquemanoscrispadas,hierrosquesehundíanen lascarnes;pocodespuésasomóunacabezaseparadadel troncoyseelevóchorreandosangreenlapuntadeunapica;habíaconservadosusonrisalívidaydespreciativa.

Eralaprimera.Gilberto había presenciado todo aquel espectáculo y había querido lanzarse de

nuevoensocorrodelgobernador;perodoscientosbrazoslecontuvieron.Volviólacabezaysuspiró.Aquellacabeza,conlosojosabiertos,seelevóprecisamentedelantedelbalcónal

queestabaasomadoFlesselles,rodeadoyprotegidoporloselectores.Hubierasidodifícildecirquiénestabamáspálido:sielvivooelmuerto.Depronto,salióungranclamoreodelsitioenqueyacíaelcuerpodeLaunay.Se

lehabíaregistrado,yenelbolsillodesucasacahabíanencontradoelbilletequeledirigióelprebostedelosmercaderesyqueenseñóadeLosine.

Comoserecordará,dichobilleteestabaconcebidoenestostérminos:

Manteneosfirme:entretengoalosparisiensesconescarapelasypromesas.Antesdelamanecer,M.deBezenvalosenviarárefuerzos.

DeFleselles

Una horrible blasfemia llegó desde la calle hasta el balcón de la CasaAyuntamiento,dondeestabaFlesselles.

Sinadivinarlacausa,comprendiólaamenazayseretiródelbalcón.Perolehabíanvisto;sabíanqueestabaallí;lamultitudsubióprecipitadamentelas

escaleras, con movimiento tan unánime, que los hombres que llevaban al doctorGilbertoleabandonaronparaseguiraquellamareaquesubíaalsoplodelacólera.

Gilberto hizo también entrar en laCasaAyuntamiento, no para amenazar, sinopara proteger a Flesselles; y ya había subido los tres o cuatro primeros escalones,cuandosintióqueletirabandelaropaviolentamentepordetrás.VolvióseyvioqueeranBillotyPitou.

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—¿Quéocurreallí?—preguntóGilberto,quedesdeelpuntoelevadoenqueseencontrabadescubríatodalaplaza.

EindicabaconsumanocrispadalacalledelaTixéranderie.—Vámonos,doctor,vámonos—dijeronalavezBillotyPitou.—¡Oh!¡Asesinos!¡Asesinos!—exclamóeldoctor.Enefecto:enaquelmomentoelmayordeLosmecaíaheridodeunhachazo:el

pueblo confundía, en su cólera, al gobernador egoísta y bárbaro que había sido elterror de los desdichados prisioneros, con el hombre generoso que fueconstantementesuapoyo.

—Sí, sí—contestó—; vámonos, porque empiezo a avergonzarme de deber milibertadasemejanteshombres.

—Esquenosonlosquehancombatidolosqueasesinanaquí—dijoBillot.Pero,enelmomentoenqueeldoctorbajaba losescalonesquehabíasubidoya

para acudir en socorro de Flesselles, la oleada de gente que había penetrado en laCasa Ayuntamiento volvía a salir, llevando a un hombre que forcejeabadesesperadamente.

—¡Alpalacioreal!¡Alpalacioreal!—gritabalamultitud.—¡Sí, amigos míos; sí, mis buenos amigos: al palacio real! —repetía aquel

hombre.Pero leconducíanhaciael río,comosi lamuchedumbrequisiera llevarle,noal

palacioreal,sinoalSena.—¡Otro a quien van a asesinar! —exclamo Gilberto. Al menos, procuremos

salvarle.Pero no bien hubo pronunciado estas palabras, cuando sonó un pistoletazo, y

Flessellesdesaparecíaentreelhumodelapólvora.Gilberto se tapó los ojos con las manos en un arranque de sublime cólera.

Maldecía a aquel pueblo que, siendo tan grande, no había tenido fuerza paramantenersepuro,ymanchabasuvictoriacontresasesinatos.

Luego,cuandoseparólasmanosdelosojos,viotrescabezasclavadasenlapuntadetrespicas.

LaprimeraeraladeFlesselles,lasegunda,ladeLosmeylaterceraladeLaunay.LaunaseelevabaenlasgradasdelaCasaAyuntamiento;laotraenmediodela

calledelaTixérandene,ylaterceraenelmuellePelletier.Porlaposiciónqueocupabanformaban,untriángulo.—¡Oh, Bálsamo, Bálsamo!—murmuró el doctor exhalando un suspiro—. ¿Es

conuntriángulosemejantecomosesimbolizalalibertad?YechóacorrerporlacalledelaVannerie,seguidodeBillotyPitou.

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CapítuloXX

SEBASTIANGILBERTO

En laesquinade lacallePlanche-Mibray,eldoctorviouncochedealquiler,alquesubió.

BillotyPitousubierontambiénysesentaronasulado.—Al colegio de Luis elGrande—dijoGilberto al cochero; y se recostó en el

fondodelcarruaje,dondequedósumidoenunameditaciónprofundaquerespetaronBillotyPitou.

CruzaronelPont-au-Change,tomaronporlascallesdelaCitéydeSaint-JacquesyllegaronalcolegiodeLuiselGrande.

TodoParísestabaenmovimiento:pordoquierasehabíapropagadolanoticiadeloquepasaba;losrumoresdelosasesinatosdelaGrévesemezclabanconlosrelatosgloriosos de la toma de la Bastilla; en los rostros se reflejaban las diferentesimpresionesque losánimosexperimentaban, relámpagosdelalmaque traslucíanalexterior.

Gilbertonoasomóunasolavezlacabezaalaventanilladelcarruajenipronuncióuna palabra. Siempre hay un lado ridículo en las ovaciones populares, y Gilbertocontemplabaporesteladosutriunfo.

Además, leparecíaquelasgotasdesangrederramadallegabanasalpicarle,pormásquehubierahechotodoloposibleporevitarquesevertiera.

EldoctorseapeóalapuertadelcolegioehizoseñaaBillotparaquelesiguiese.Pitousequedódiscretamenteenelcoche.Sebastián estaba aún en la enfermería; el director en persona salió a recibir al

doctorcuandoleanunciaronsullegada.PorpocoobservadorquefueseBillot,conocíaelcarácterdelpadreydelhijo,y

presencióconatenciónlaescenaquepasabaasusojos.El muchacho, que se había mostrado débil, irritable, nervioso en su

desesperación,semostrótranquiloyreservadoensualegría.Alverasupadresepusopálidoynosupoquédecir,advirtiéndoseensuslabios

unligeroestremecimiento.LuegoseechóalcuellodeGilbertoexhalandoungritodejúbiloqueparecíade

dolor,yletuvosilenciosamenteestrechadoentresusbrazos.Eldoctorcorrespondióconelmismosilencioaaquelsilenciosoabrazo.Sóloque,

despuésdehaberabrazadoasuhijo,selequedómirandoconunasonrisamásbientristequealegre.

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Un observador más hábil que Billot hubiera sospechado que mediaba unadesgraciaouncrimenentreaquelniñoyaquelhombre.

SebastiánsereprimiómenosconBillot.Cuandopudoverenderredordesíotracosaquesupadre,quehabíaabsorbidotodasuatención,seacercóalbuencolonoyechándolelosbrazosalcuello,ledijo:

—Sois todounvaliente,señorBillot;habéiscumplidovuestrapalabrayosdoylasgracias.

—Trabajillo ha costado, señor Sebastián—dijo Billot—, porque vuestro padreestabamuybienencerrado,yhahabidoquehacermuchosdesperfectosparasacarledeallí.

—Sebastián—preguntóeldoctorconciertainquietud—;¿estásbueno?—Sí,padre—contestóeljoven—,aunquemeencontréisenlaenfermería.Gilbertosonrió.—Yaséporquéestásenella—respondió.Elmuchachosonrióasuvez.—¿Notefaltanada?—Nada,graciasavos.—Puesvoyahacertesiemprelamismarecomendación:estudia.—Sí,padremío.—Séqueparatinoesésaunapalabravacíadesentido;silocreyera,noteladiría

más.—Nosoyyoelquedeboresponderaeso—dijoSebastián—,sinoM.Bérardier,

nuestroexcelentedirector.EldoctorsevolvióaM.Bérardier,quelellamóaparteparadecirledospalabras.—Aguardad,Sebastián—dijoeldoctor.Yseacercóaldirector.—SeñorBillot—preguntóSebastiánconinterés—;¿lehasucedidoalgoaPitou?

¿Cómoesqueelpobremuchachonohavenidotambién?—Estáaguardandoalapuertaenuncarruaje.—Padre—dijoSebastián—,¿permitísqueelseñorBillotvayaabuscaraPitou?

Tendríamuchogustoenverle.GilbertohizounademánafirmativoconlacabezayBillotsalió.—¿Quéteníaisquedecirme?—preguntóGilbertoalabateBérardier.—Quería deciros que, en vez de recomendar el estudio a vuestro hijo, lo que

debéisrecomendarleesladistracción.—¿Cómoasí?—preguntóeldoctor.—Sí:esunjovenexcelenteaquientodosquierenaquícomounhijoocomoun

hermano,pero…—Pero¿qué?—preguntóelpadre,inquieto.

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—Quesinosetienecuidado,elestudioquetantolerecomendáislematará.—¿Elestudio?—Sí, señor:elestudio.Si levierais sobresupupitre,cruzadodebrazos,con la

nariztocandoaldiccionario,losojosfijos…—¿Estudiandoodesvariando?—Estudiando, sí, señor; buscando las palabras castizas, los giros clásicos, la

formagriegaolatina,buscándolahorasenteras,y,miradenestemismomomento…Enefecto,auncuandoaúnnohacíacincominutosquesupadresehabíaapartado

deél;aunqueBillotapenasacababadecerrarlapuerta,eljovenestabasumidoenunaespeciedemeditaciónqueseparecíaaléxtasis.

—Y¿estáasíamenudo?—preguntóGilbertoconinquietud.—Podríadecirsequeessuestadohabitual.Vedcómomedita.—Tenéisrazón,señorcura;ycuandoleveáistanreflexivo,convendrádistraerle.—Sería una lástima, porque de esa especie de ensimismamiento salen

composiciones que harán algún día el mayor honor al colegio de Luis el Grande.Predigoquedeaquíatresañossellevaráesejoventodoslospremiosdelconcurso.

—Tened en cuenta —dijo el doctor— que esa especie de absorción delpensamientoenqueveissumidoaSebastiánesmásbienunapruebadedebilidadquedefuerza,unsíntomadeenfermedadmásbienquedesalud.Tenéisrazón,señorcura:noconvienerecomendardemasiadoelestudioaesemuchacho,o,almenos,hayquesaberdistinguirelestudiodelameditación.

—Puesosaseguroqueestudia.—¿Cuándoestácomoahora?—Sí;ylapruebaesquehacesustemasantesquelosdemás.¿Veiscomomueve

loslabios?Puesesquerepasasuslecciones.—Pues bien: cuando repase sus lecciones de esemodo, distraedle; no por eso

dejarádesaberlas,yseencontrarámejor.—¿Locreéisasí?—Estoysegurodeello.—¡Cáspita!—exclamóelabate—.Debéissaberlomejorqueyo,todavezquelos

señoresCondorcetyCabanisaseguranquesoisunode loshombresmássabiosdelmundo.

—Pero os aconsejo —dijo Gilberto, que cuando le saquéis de esos éxtasis,primeramentelehabléisenvozbajayluegolalevantéisprogresivamente.

—¿Porqué?—Paravolverleatraergradualmenteaestemundodelqueestáalejado.Elcuramiróaldoctorconextrañeza,faltandopocoparaquelotuvieraporloco.—Vaisaverlapruebadeloqueestoydiciendo.Enefecto:PitouyBillotentrabanenaquelmomento.EntreszancadasPitouse

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pusoalladodeSebastián.—¿Haspreguntadopormí,Sebastián?—dijoPitoucogiendoalniñodeunbrazo.

Teagradezcomuchotuinterés.Yacercósuabultadacabezaalafrentedescoloridadeljoven.—Mirad—dijoGilbertocogiendodelbrazoalcura.Enefecto:Sebastián,sacadobruscamentedesuensimismamientoporelcordial

contactodePitou,vaciló;surostropasódelcolormatealpálido,einclinólacabezacomosisucuellonotuviesefuerzaparasostenerla.Unsuspirodolorososaliódesupecho,yluegosusmejillassecolorearonvivamente.

Meneóaunladoyotrolacabezaysesonrió.—¡Ah!¿Erestú,Pitou?—dijo—.Sí,esverdad:hepreguntadoporti.Yluego,mirándolefijamente,añadió:—Conque¿tehasbatido?—Sí,ycomounvaliente—dijoBillot.—¿Porquénomehabéisllevadoconvosotros?—repusoelmuchachocontono

dereconvención.Yotambiénmehubierabatidoy,almenos,hubierahechoalgopormipadre.

—Sebastián—dijoGilberto acercándose y apoyando la cabeza del joven en supecho—,puedeshacerpor tupadremuchomásquebatirteporél:puedesescucharsusconsejos,seguirlos,llegaraserunhombredistinguido,célebre.

—Comovos:¿noeseso?—preguntóeljovenconorgullo—.¡Oh!Aesoesaloqueaspiro.

—Sebastián—dijoeldoctor—;ahoraquemehasabrazadoydadolasgraciasanuestrosbuenosamigosBillotyPitou,venaljardínahablarunratoconmigo.

—Conmucho gusto, padremío. Sólo dos o tresmomentos en todami vida hepodidohablaros a solas, y estosmomentos están siempregrabados enmimemoriacontodossusdetalles.

—Convuestropermiso,señorcura—dijoGilberto.—Lotenéis.—Billot,Pitou,quizástendréisnecesidaddetomaralgo.—Yesverdad—dijoBillot—,nohecomidonadadesdeestamañana,ycreoque

Pitoutieneelestómagotanvacíocomoyo.—Confieso—contestó Pitou—, que he comido un pedazo de pan y dos o tres

salchichasantesdesacarosdelagua;peroconelbañosehaceprontoladigestión.—Pues bien: venid al refectorio —dijo el abate Bérardier—, y se os dará de

comer.—¡Oh,oh!—exclamóPitou.—¿Teméisqueseossirvalacomidaordinariadelcolegio?Tranquilizaos;seos

tratará como convidados. Además me parece que no es sólo el estómago lo que

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necesitarefuerzo.Pitousedirigióasímismounapudorosamirada.—Yquesiseosofrecieranunoscalzonesjuntamenteconlacomida…—Laverdadesqueaceptaría,señorcura—contestóPitou.—Puesvenid:lacomidayloscalzonesestánavuestradisposición.YsellevóaBillotyPitouporunlado,mientrasque,haciéndolesunaseñaconla

mano,Gilbertoysuhijosealejabanporotro.Ambosatravesaronelpatiodestinadoalrecreodeloscolegialesysalieronaun

pequeñojardínreservadoparalosprofesores,recintofrescoyumbroso,adondesolíaelabateBérardieriraleeraTácitoyJuvenal.

Gilberto se sentóenunbancodemadera, alquedaba sombraunemparrado,ymandósentarasuladoaSebastián,aquiendijo,almismotiempoqueleapartabaloslargoscabellosquelecaíansobrelafrente:

—Yaestamosjuntosysolos,hijomío.Sebastiánlevantólosojosalcielo.—PorunmilagrodeDios,padremío—contestó.Gilbertosesonrió.—Sihahabidomilagro—dijo—,elbravopueblodeParíseselquelohahecho.—Padre—contestó el muchacho—, no hagáis caso omiso de Dios, en lo que

acaba de pasar; porque yo, cuando os he visto, he dado gracias a Diosinstintivamente.

—¿YBillot?—BillotveníadespuésdeDios,comolacarabinaveníadespuésdeél.Gilbertoreflexionó.—Tienesrazón,hijomío—dijo—.Diosestáenelfondodetodaslascosas.Pero

ocupémonosentiyhablemosunpocoantesdesepararnosdenuevo.—¿Esquevamosasepararnosotravez?—Sí,peronopormuchotiempo,segúncreo.UnacajitaqueentreguéaBillotpara

quemelaguardasehadesaparecidodesucasaalmismotiempoquemeencerrabanenlaBastilla.Meesindispensableaveriguarquiénmehahechoprenderyquiénharobadolacajita.

—Está bien, padre: aguardaré a que hayáis terminado esas pesquisas paravolverosaver.

Yeljovenexhalóunsuspiro.—¿Estástriste,Sebastián?—lepreguntóeldoctor.—Sí.—¿Yporqué?—Nolosé.Meparecequelavidanosehahechoparamícomoparalosdemás

jóvenes.

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—¿Quéestásdiciendo?—Laverdad.—Explícate.—Todostienendistracciones,placeres:yonotengoninguno.—¿Quenotienesdistraccionesniplaceres?—Quierodecirpadre,quenomesatisfacenlosjuegosdemiedad.—Cuidado, Sebastián: sentiría mucho que adquirieras semejante carácter. Los

espíritusqueprometenunporvenirglorioso,soncomolosbuenosfrutosdurantesucrecimiento:alprincipioamargan,sonácidosyverdes,antesderecrearelpaladaralllegarasusabrosamadurez.Créeme,hijomío:esbuenohabersidojoven.

—No tengo yo la culpa de no serlo—respondió elmuchacho conmelancólicasonrisa.

—Tuedadesladelasimiente;nadadebeapareceralexteriordeloqueelestudiohapuestoenti.Aloscatorceaños,Sebastiánlagravedadesorgullooenfermedad.Tehe preguntado si gozabas de buena salud y me has contestado que si. Ahora tepreguntosieresorgulloso,procuracontestarmequeno.

—Tranquilizaos,padre.Loquemetienetristenoesorgullonienfermedad,sinounpesar.

—¿Unpesar?¡Pobreniño!Y¿quépesarpuedesteneratuedad?Vamos,habla.—No, padre, no: más adelante. Habéis dicho que tenéis prisa; sólo podéis

concedermeuncuartodehora.Hablemos,pues,deotracosaynodemislocuras.—No,Sebastián,no:mesepararíade ti intranquilo.Dime:¿enquéconsisteese

pesar?—Nomeatrevo.—¿Quétemes?—Temoquemetengáisporunvisionario,ohablarosdecosasqueosaflijan.—Muchomásmeafligescallandotusecreto.—Yasabéisquenotengosecretosparavos.—Puesentonces,habla.—Alaverdad,nomeatrevo.—¿Noteatrevesytieneslapretensióndeserunhombre?—Precisamenteporeso.—¡Ea,ánimo!—Pues,bien,padre:esunsueño,unaalucinación.—Unsueñoqueteasusta.—Sí y no, porque cuando tengo ese sueño no estoy asustado, sino como

transportadoaotromundo.—Explícate.—Desdemuy niño he tenido esas visiones.Ya sabéis que dos o tres vecesme

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extraviéenlosbosquesquerodeanlaaldeaenquemecrié.—Sí,melohandicho.—Puesbien:meperdí,siguiendoalgoasícomounfantasma.—¿Quédices?—preguntóGilbertomirandoasuhijoconunasombroquetenía

algodeespanto.—Os diré lo queme sucedía: yo jugaba como los demás niños en la aldea, y

mientrasnosalíadeella,mientrashabíaotrosmuchachosconmigoocercademí,noveíanada;perosimeseparabadeellos,simeapartabadelosúltimosjardines,sentíajunto a mí como el roce de un vestido; alargaba los brazos para cogerlo, y sóloabrazabaelaire;pero,amedidaqueesterocesealejaba,elfantasmasehacíavisible.Era un vapor, al principio transparente como una nube, pero qué luego se ibacondensandoy adquiriendo formahumana.Esta formaera ladeunamujer, que sedeslizabamásbienqueandaba,ysehacíatantomásvisiblecuantomáspenetrabaenlos sitios oscuros del bosque.Entonces un poder desconocido, extraño, irresistible,mearrastrabaenposdeaquellamujer.Laperseguíaconlosbrazosabiertos,calladocomo ella; porqué a menudo he procurado llamarla, y jamás mi voz ha podidoarticularunsonido,ylaperseguíasinqueellasedetuviese,sinquemefueraposiblealcanzarla,hastaqueelprodigioquemehabíaindicadosupresenciameanunciabasupartida.Aquellamujersedisipabapocoapoco lamateriaseconvertíaenvapor,elvaporsevolatilizabaytodoconcluía.Yyo,muertodefatiga,caíaalsueloenelsitiomismoenquesehabíadesvanecido.AllíeradondePitoumeencontraba,unasveceselmismodíayotrasaldíasiguiente.

Gilbertocontinuabamirandoalniñoconcrecienteinquietud.Alargólamanoyletomóelpulso.Sebastiáncomprendióelsentimientoqueagitabaasupadre.

—¡Oh!Noosalarméis, ledijo;sequenohaynadaderealentodoesto,queesunavisiónynadamás.

—Y¿quéaspectoteníaesamujer?—lepreguntóeldoctor.—Majestuosacomounareina.—Y¿hasvistoalgunasvecessurostro?—Sí.—¿Desdecuándo?—lepreguntóGilberto,sobresaltado.—Desdequeestoyaquí.—PeroenParísnoestásyaenelbosquedeVillers-Cotterets,dondelosgrandes

árbolesformanunabóvedasombríaymisteriosa.EnParísnotieneselsilencioylasoledad,elementosdelosfantasmas.

—Sí,padre,lostengo.—¿Dónde?—Aquí.—¿Aquí?Peroestejardín¿noestáreservadoparalosprofesores?

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—Sí;masdosotresvecesmehaparecidoverqueesamujerpasabadelpatioaljardín, y cada vez he querido seguirla; pero me encontré detenido por la puertacerrada. Cierto día que el abate Bérardier,muy satisfecho demi composición,mepreguntóquédeseaba,lepedíquemepermitierairconélalgunavez,apasearporeljardín.Melopermitió,hevenido,ylavisiónhareaparecido.Gilbertoseestremeció.

—Extrañaalucinación,dijo;perocomprensibleenunanaturalezanerviosacomolasuya.Y¿dicesquehasvistosurostro?

—Sí.—¿Lorecuerdas?Elmuchachosesonrió.—¿Hasprocuradoalgunavezacercarteaella?—Sí.—¿Alargarlelamano?—Entoncesescuandodesaparece.—Ydime,Sebastián:¿quiénteparecequepuedaseresamujer?—Meparecequeesmimadre.—¡Tumadre!,exclamóGilbertoponiéndosepálido.Y se llevó la mano al corazón, como para estancar la sangre de una dolorosa

herida.—¡Bah,bah!—dijo—.Esoesunsueño,yyosoytanlococomotu.Eljovencallóymiróasupadreconexpresiónpensativa.—¿Quéesloquepiensas?—lepreguntóéste.—Piensoquebienpuedeserunsueño;perolarealidaddemisueñoexiste.—¿Quédices?—Digo que cuando la última Pascua nos llevaron a pasear por el bosque de

Satory,cercadeVersalles,yqueallí,estandosoloymeditabundo…—¿Seteapareciólamismavisión?—Sí, pero entonces en un carruaje tirado por cuatro magníficos caballos… y

aquellavezbienreal,bienviva.Estuveapuntodedesmayarme.—¿Porqué?—Nolosé.—Y¿quéimpresióntehaquedadodeesaúltimaaparición?—Que no era mi madre la que se me aparecía en sueños, puesto que aquella

mujereralamismademiaparición,yquemimadrehamuerto.Gilbertosepusoenpieysepasólamanoporlafrente.Acababadedominarleun

sentimientoextraño.Elmuchachonotósuturbaciónyseasustódesupalidez.—¿Veis,padremío,comohehechomalencontarostodasesaslocuras?—ledijo.—No,hijomío;al contrario,háblamedeellasamenudo,háblamesiempreque

meveas,ytrataremosdecurarte.

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Sebastiánmeneólacabeza.—¡Curarme!Y¿paraqué?—dijo—.Meheacostumbradoaesesueño;esyauna

partedemivida;amoaesefantasma,aunquehuyedemíyaunavecesparecequemerechaza.Nomecuréis,padremío.Podéisdejarmeunavezmás,viajardenuevo,volveraAmérica:conesavisiónnoestoysolo.

—¡Diosmío!—exclamóeldoctor;y,abrazandoaSebastián,añadió—:Hastalavista,hijomío;creoquenonossepararemosmás;porque,sivuelvoapartir,entoncesprocuraréquemeacompañes.

—¿Eramuybellamimadre?—preguntóeljoven.—¡Oh,sí,mucho!—contestóeldoctorconvozahogada.—¿Yosqueríatantocomoyoosquiero?—¡Sebastián!¡Sebastián!¡Nomehablesjamásdetumadre!—exclamóeldoctor.Y,aplicandoporúltimavezsuslabiosalafrentedeljoven,salióprecipitadamente

aljardín.En vez de seguirle, Sebastián se dejó caer en el banco, donde quedó triste y

abatido.Gilberto encontró en el patio a Billot y Pitou, que, después de haber comido

grandemente, estaban contando al abate Bérardier los detalles de la toma de laBastilla.Recomendónuevamentealdirectorasuhijo,yvolvióasubiralcocheconsusdoscompañeros.

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CapítuloXXI

MADAMEDESTAÉL

Cuando Gilberto volvió a ocupar su puesto en el carruaje al lado de Billot yenfrentedePitou,estabapálidoyconlafrentebañadadesudor.

Peronoerapropiodesucarácterdejarsedominarporunaemocióncualquiera.Serecostó en el respaldo de su asiento, apoyó la frente en sus dos manos como sihubiera querido comprimir el pensamiento, y después de un rato de inmovilidadseparólasmanos,y,mostrandounafisonomíaenteramenteserena,dijo:

—Conque¿decíais,queridoBillot,queelreyhadespedidoalbaróndeNecker?—Sí,señordoctor.—¿YquedeaquíprovienenenpartelosdisturbiosdeParís?—Engranparte.—Habéis añadido que el señor de Necker se había marchado enseguida de

Versalles.—Recibió la orden cuando estaba comiendo, y una hora después ya estaba en

caminoparaBruselas.—¿Dóndeestáahora?—Dondedebeestar.—¿Nohabéisoídodecirsisehadetenidoenelcamino?—Sí:sedetuvoenSaint-Ouen,paradespedirsedesuhija,labaronesadeStael.—YmadamedeStael¿hapartidotambiénconél?—Heoídodecirquehabíapartidosoloconsumujer.—Cochero—gritóGilberto—,paradelantedelaprimeraroperíaqueencuentres.—¿Vaisacambiardetraje?—preguntóBillot.—Sí,porqueéstehueledemasiadoaBastilla,ynoescosadeiravisitarvestido

deestemodoa lahijadeunministrocaídoendesgracia.Registraos losbolsillosyvedsiencontráisenellosalgunosluises.

—ParecequehabéisdejadovuestrabolsaenlaBastilla—dijoBillot.—Así lo disponen los reglamentos—contestóGilberto—, todo objeto de valor

debedepositarseallíenlaadministración.—Yallísequeda—observóBillot.Y,abriendosuanchamano,queconteníaunaveintenadeluises,añadió:—Tomad,doctor.Gilbertotomódiezluises.Alospocosminutoselcocheseparóalapuertadeun

ropavejero.Era lacostumbredeaquellaépoca.Gilbertosequitó la ropaestropeada

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por el roce con losmuros de laBastilla y se pusoun traje negromuydecente, talcomolollevabanentoncesalaAsambleanacionallosseñoresdelestadollano.

Unpeluqueroensu tiendayunsaboyanoensubanquetacompletaronelatavíodeldoctor.

ElcocherolellevóaSaint-Ouenporlosbulevaresexteriores.GilbertoseapeóalapuertadelacasadelseñordeNeckerenSaint-Ouenenel

momentoenquedabanlassietedelanocheenelrelojdelacatedraldeDagoberto.En aquella casa, poco antes tan frecuentada, reinaba un profundo silencio turbadoúnicamenteporlallegadadelcochedeldoctor.

Y,sinembargo,nosenotabaallíesamelancolíadelospalaciosabandonados,esatristezadelascasascuyosdueñoshancaídoendesgracia.

Las verjas cerradas, los jardinillos desiertos, indicaban que los amos estabanausentes;peronoseadvertíahuelladedolorodeprecipitación.

Además,todaunapartedelpalacio,elaladeleste,teníalaspersianasabiertas;ycuandoGilbertoseencaminóhaciaaquellado,salióarecibirleunlacayovestidoconlalibreadelseñordeNecker.

Entoncesseentablóaltravésdelaverjaeldiálogosiguiente:—¿EstáencasaelseñordeNecker?—Noestá:elseñorbarónsalióelsábadopasadoparaBruselas.—¿Ylaseñorabaronesa?—Hamarchadoconelseñor.—¿YmadamedeStael?—Continúa aquí, pero no sé si podrá recibiros, porque es la hora en que

acostumbraadarsupaseo.—Os ruego que averigüéis dónde está, y anunciadle que desea verla el doctor

Gilberto.—Voyaversilaseñoraestáonoensushabitaciones.Siestá,probablementeos

recibirá;peroosadvierto,quesisepasea,tengoordendenomolestarla.—Estábien.El lacayoabrió laverjayGilbertoentró.Al tiempodecerrar laverja,el lacayo

echóunainvestigadoramiradasobreelcarruajequehabíallevadoaldoctorysobrelasfachasextrañasdesusdoscompañerosdeviaje.

Luegosealejómeneandolacabezacomohombrequenoaciertoacomprenderloquepasa,peroquedesafíaaotroaadivinarlo.

Gilbertosequedóaguardando.Alcabodecincominutosvolvióellacayo.—La señora baronesa está paseando —dijo. Y saludó como para despedir a

Gilberto.Peroeldoctornosedioporvencido.—Amigo—dijo al lacayo—,hacedme el favor de faltar por esta vez a vuestra

consigna y de decir a la señora baronesa, al anunciarme, que soy un amigo del

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marquésdeLafayette.Un luisdeslizadoen lamanodel lacayoacabódevencer los escrúpulosqueel

nombrequeacababadepronunciareldoctorhabíadisipadoamedias.—Entrad,caballero—dijoellacayo.Gilbertolesiguió;peroellacayo,enlugardehacerleentrarenlacasa,lellevóal

parque.—Éste es el sitio favorito de la señora baronesa—dijo el criado indicando a

Gilbertolaentradadéunaespeciedelaberintos—.Tenedlabondaddeesperaraquíunmomento.

Alosdiezminutosseoyóruidoentreelfollaje,yalavistadeGilbertoaparecióunamujer de veintitrés a veinticuatro años, alta y de formasmás bien nobles quegraciosas.

Pareciósorprendersealverunhombrejoventodavía,cuandocreíaencontrarunodeedadbastantemadura.

Gilbertoera,enefecto,unhombrebastantenotableparallamarlaatenciónaunamujertanobservadoracomomadamedeStael.

Pocos hombres tenían el rostro formado por líneas tan puras, y, merced alejercicio de una voluntad omnipotente, estas líneas habían adquirido el carácter deunainflexibilidadextraordinaria.Sushermososojosnegros,siempretanexpansivos,estaban velados y habían cobrado firmeza por el trabajo y los sufrimientos, y alvelarseyrobustecersehabíanperdidoesavaguedadqueesunodelosencantosdelajuventud.

Unpliegueprofundoygraciosoa lavez, formabaen la comisurade sus labiosfinos esa cavidad misteriosa en la cual los fisonomistas suponen que reside lacircunspección.ParecíaqueeltiempoúnicamenteyunavejezprematurahabíandadoaGilbertoesacualidaddequelanaturalezanohabíapensadoendotarle.

Sufrenteanchaybienredondeada,conunaligerainclinaciónqueterminabansushermososcabellosnegros,noempolvadoshacíamuchotiempo,conteníaalavezlaciencia y el pensamiento, el estudio y la imaginación. Los arcos de sus cejasproyectaban sobre sus ojos dos sombras espesas, como sucedía a su maestroRousseau,ydeesasombrabrotabaelpuntoluminosoquerevelabalavida.

Gilberto, a pesar de sumodesto traje, sepresentó, pues, a los ojosde la futuraautoradeCorinabajounaspectonotablementehermosoydistinguido.

MadamedeStaelestuvoalgunosinstantescontemplándole.Gilberto,porsuparte,invirtióaquellosinstantesenhacerunceremoniososaludo

querecordabauntantolasencillaurbanidaddeloscuáquerosdeAmérica,loscualesnoconcedenalamujermásquelafraternidadquetranquiliza,envezdelrespetoquesonríe.

Luego, de una rápida ojeada, analizó toda la persona de la joven ya célebre, y

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cuyas facciones inteligentesy llenasde expresióncarecíanenabsolutode encanto;cabezadehombrejoveninsignificanteyvulgarmásbienquedemujerenuncuerpollenodevoluptuosidad.

Llevaba en la mano una rama de granado, de la que, en su distracción, ibamordiendolasflores.

—¿SoisvoseldoctorGilberto?—preguntólabaronesa.—Yosoy,sí,señora.—¿Tan joven y habéis adquirido ya tan gran reputación? ¿Acaso no pertenece

másbienesareputaciónavuestropadreoalgúnparientedemásedadquevos?—NoséquehayamásGilbertoqueyo,señora.Y,sieraefecto,aminombreva

unida,comodecís,algunareputación,measisteelderechodereivindicarla.—OshabéisvalidodelnombredelmarquésdeLafayetteparallegarhastamí,y,

enefecto,elmarquésnoshahabladodevosydevuestracienciaextraordinaria.Gilbertoseinclinó.—Ciencia tanto más notable, tanto más interesante—prosiguió la baronesa—,

cuantoque,segúnparece,nosoisunquímicovulgar,unprácticocomolosotros,yhabéissondeadotodoslosmisteriosdelacienciadelavida.

—Supongo, por lo que indicáis, que el marqués de Lafayette os habrá dichotambiénquetengoalgodehechicero;y,sioslohadicho,leconcedobastantetalentoparahaberloprobado,sihaquerido.

—Enefecto;noshahabladodelascurasmaravillosasquehabéishechoamenudoenloscamposdebatallaoenloshospitalesamericanosconenfermosdesahuciados.Segúnnoshadichoelgeneral, los sumíais enunamuerte ficticia tanparecidaa lamuerterealquemuchasvecesloparecía.

—Esa muerte ficticia, señora, es resultado de una ciencia casi desconocida,confiadahoyaalgunosadeptossolamente,peroqueacabaráporvulgarizarse.

—Elmesmerismo:¿nosellamaasí?—preguntómadamedeStaelsonriendo.—Esoes:elmesmerismo.—¿Oslahaenseñadoelmismomaestro?—¡Ah,señora!ElmismoMesmernoeramásqueundiscípulo.Elmesmerismo,

o,mejordicho,elmagnetismo,eraunacienciaantiguaconocidadelosegipciosydelosgriegos,peroqueseperdióenelocéanodelaEdadMedia.ShakespearelaadivinaenMacbeth.UrbanoGrandierlavuelveadescubrirymuereporhaberladescubierto.Peroelgranmaestro,elmío,eselcondedeCagliostro.

—¡Esecharlatán!—dijomadamedeStael.—Señora, señora, no juzguéis de él como los contemporáneos, sino como lo

juzgará la posteridad.A este charlatán es a quien yo debomi ciencia, y quizás elmundoledeberálalibertad.

—Enhorabuena —dijo madame de Stael sonriendo—. Hablo sin estar muy

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enterada,yvoshabláisconconocimientodecausa:esprobablequevostengáisrazónyyono…Peroocupémonosenvosydecidme:¿porquéhabéisestadotantotiempoausentedeFrancia?¿PorquénohabéisvenidoaocuparvuestropuestoalladodelosLavoisier,losCabanis,losCondorcet,losBaillyylosLouis?

Aloíresteúltimonombresesonrojóimperceptiblementeeldoctor.—Auntengomuchoqueestudiarparaquedebuenasaprimerasvayaacolocarme

alladodelosmaestros.—Enfin,yahabéisvuelto,aunqueenunaocasiónmuy tristeparavosotros.Mi

padre,quehubiera tenidomuchogustoenveros,hadejadodeserministroy sehaausentadohacetresdías.Gilbertosesonrió.

—Señora baronesa —dijo inclinándose ligeramente—. Hace seis días que meencerraronenlaBastillaporordendelseñorbaróndeNecker.

MadamedeStaelsesonrojóasuvez.—Me decís una cosa que me sorprende, en verdad —contestó—. ¡Vos en la

Bastilla!—Yomismo,señora.—Pues¿quéhabíaishecho?—Losquehansidocausadequemeprendieranpodrándecirlo.—Pero,alfin,estáislibre.—Sí,loestoyporqueyanohayBastilla.—¿Qué significa eso de que no hay Bastilla? —preguntó madame de Stael

fingiendosorpresa.—¿Nohabéisoídoloscañonazos?—Sí;¿yesoqué?—PermitidqueosdigaqueesimposiblequemadamedeStael,hijadelseñorde

Necker,ignorequeelpueblohatomadolaBastilla.—Os aseguro, caballero—repuso la baronesa con embarazo—, que, extraña a

todos los acontecimientos desde lamarcha demi padre, nome cuidomás que dellorarsuausencia.

—Señora —replicó Gilberto meneando la cabeza—, los correos de gabineteconocen muy bien los caminos que van a parar a Saint-Ouen para que no hayallegadosiquieraunoencuatrohorasquehacequehacapituladolaBastilla.

Labaronesaconocióque le era imposiblecontestar sinmentirpositivamente;ycomolerepugnólamentira,diootrogiroalaconversación.

—¿Yaquédeboelhonordevuestravisita,caballero?—preguntó.—DeseabatenerelhonordehablarconelseñordeNecker.—Pues¿nosabéisquenoestáenFrancia?—Señora,meparecetanraroquesehayamarchadoelbaróndeNecker,juzgotan

impolítico que no haya aguardado a ver cómo se desarrollan los acontecimientos,

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que…—¿Qué?—Quecontabaconvosparaquemedijeraisdóndepodríaencontrarle.—PuesleencontraréisenBruselas.Gilbertoclavóenlabaronesasumiradaescudriñadora.—Gracias,señora—dijoinclinándose—,puesvoyapartirparaBruselas,porque

tengoquedecirlecosasdelamayorimportancia.LaseñoradeStaelhizounmovimientodevacilación,yluegorepuso:—Por fortunaos conozco, caballero, y sé que sois hombre formal, porque esas

cosas importantespodríanperdermuchode suvalorpasandoporotraboca…Pero¿quépuedehaberimportanteparamipadredespuésdehabercaídoendesgracia?

—Elporvenir,yquizánodejeyodetenerinfluenciaenelporvenir.Peroestonohace al caso ahora. Lo importante para mí y para él es que yo vea al señor deNecker…Conque¿decísqueestáenBruselas?—Sí,señor.

—Invertiréveintehorasenelviaje.¿Sabéisloquesonveintehorasentiempoderevolución y cuántas cosas pueden pasar en veinte horas? ¡Qué imprudencia hacometidoelseñordeNeckerausentándose!

—Alaverdad,caballero,measustáisyempiezoacreerque,enefecto,mipadrehacometidounaimprudencia.

—¿Qué queréis, señora? Las cosas son así. Por consiguiente, sólo me restapedirosquemeperdonéisporlamolestiaqueoshecausado.Adiós,señora.Perolabaronesaledetuvo.

—Repitoquemeasustáis—dijo—,medebéisunaexplicacióndetodoesto,algoquemetranquilice.

—¡Ah, señora!—respondióGilberto—.Tengo en estemomento tantos asuntospersonales a que atender, que me es enteramente imposible pensar en los de losdemás;mevaenelloslavidayelhonor,delpropiomodoqueimportaríaalavidayalhonordelbaróndeNeckersihubierapodidoaprovecharenseguidaloquetodavíatardaréveintehorasendecirle.

—Permitidmeque recuerde una cosa que hace largo rato estoy olvidando, y esque semejantes cuestiones no deben tratarse al aire libre, en un parque dondecualquierapuedeoírnos.

—Señora—replicóGilberto—,estoyenvuestracasa,ysoisvos,ynoyo,laquehabéis elegido el sitio endonde estamoshablando. ¿Quéqueréis?Estoy a vuestrasórdenes.

—Quieroquemehagáislamerceddeacabarestaconversaciónenmigabinete.—¡Ah, ah! —dijo Gilberto para sí—. Si no temiera ponerla en un apuro, le

preguntaríasisugabineteestáenBruselas.Perosinpreguntarnadasecontentóconseguira labaronesa,queechóaandar

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muydeprisahaciaelpalacio.DelantedelafachadaencontraronalmismolacayoquehabíarecibidoaGilberto.MadamedeStaellehizounaseña,y,abriendolaspuertasella misma, le condujo a su gabinete, elegante habitación, más masculina quefemenina y cuya segunda puerta, así como dos ventanas, daban a un jardinillo,inaccesiblenosóloalaspersonas,sinotambiénalasmiradasextrañas.

Llegadosallí,madamedeStaelcerrólapuertay,volviéndoseaGilberto,ledijo:—Caballero: en nombre de la humanidad os ruego que me digáis cuál es ese

secretoimportanteparamipadrequeoshahechoveniraSaint-Ouen.—Sivuestropadrepudieraoírmedesdeaquí—contestó eldoctor—, si pudiera

saberquesoyelhombrequehaenviadoalreylasMemoriassecretastituladas:Delasituación de las ideas y del progreso, estoy seguro de que el barón de Necker sepresentaría de pronto y me diría: «Doctor Gilberto, ¿qué me queréis? Hablad, osescucho».Aunnohabía acabadodepronunciar estas palabras, cuando se abrió sinruidounapuertasecretapintadaporVanloo,yelbaróndeNeckerapareciósonriendoalpiedeunaescalerilladecaracolenlapartesuperiordelacualseveíabrillarlaluzdeunalinternasorda.

EntonceslabaronesadeStaelhizounsaludoaGilberto,y,besandoasupadreenlafrente,seretirópordondeéstehabíaentrado,subiólaescaleraycerrólapuerta.

NeckerseacercóaGilbertoylealargólamanodiciéndole:—Aquímetenéis,caballero.¿Quémequeréis?Osescucho.Ambossesentaron.—Señorbarón—dijoeldoctor—,acabáisdeoírunsecretoqueosrevelatodos

misplanes.Yosoyquien,harácuatroaños,hicellegaramanosdelreyunaMemoriasobreelestadogeneraldeEuropa;yquien,desdeentonces,leheidoenviandodesdelos Estados Unidos las diferentes Memorias que he recibido sobre todas lascuestionesdeconciliaciónydeadministraciónsurgidasenFrancia.

—MemoriasdelasqueSuMajestadmehahabladosiemprecontantaadmiracióncomoterror—contestóelseñordeNeckerinclinándose.

—Sí,porquedecíanlaverdad,yentoncescausabaterroroírlaverdad,comohoy,queesyaunhecho,causamásterrortodavía.

—Esincontestable—respondióNecker.—¿YelreyoshacomunicadoesasMemorias?—Notodas;dossolamente;una

deellassobrehacienda,enlasqueeraisdemímismaopiniónconpocadiferencia.—Pero hay una en que le vaticinaba todos los sucesos políticos que acaban de

realizarse.—¡Ah!—Sí.—Y¿quésucesossonésos?—Dosentreotros:elunoeralaprecisiónenqueseveríadedespedirosacausade

ciertoscompromisoscontraídos.

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—¿Lepredijisteismicaídadelpoder?—Selopredije.—Yelsegundosuceso¿cuálera?—LatomadelaBastilla.—¿Tambiénlavaticinasteis?—Señorbarón, laBastillaera,másqueunaprisióndeEstado,el símbolode la

tiranía.Lalibertadhaempezadopordestruirelsímbolo;larevoluciónharálodemás.—¿Habéiscalculadolagravedaddelaspalabrasquemedecís?—Claroestá.—Y¿notenéisreparoenemitirenaltavozsemejanteteoría?—¿Reparos?¿Porqué?—Porquepodéissufriralgúndisgusto.—SeñordeNecker—replicóGilberto—,cuandosesaledelaBastillanosetiene

miedodenada.—¿HabéissalidodelaBastilla?—Hoymismo.—Y¿porquéestabaisenella?—Esovengoapreguntaros.—¿Amí?—Sí,avos.—Y¿porquéamí?—Porquevosmehabéishechoencerrarenella.—¡QueyooshehechoencerrarenlaBastilla!—Haceseisdías.Comoveis,lafechanoesmuyremota,ydeberíaisacordaros.—Esimposible.—¿Conocéisestafirma?YGilbertoenseñóalexministroel registrode laBastillay laordendeprisión

queibaunidaaél.—Sí,laconozco—contestóNecker—,ésaeslaordendeprisión.Yasabéisque

yo firmaba lasmenos que podía, a pesar de lo cual llegaban a cuatromil al año.Además, en el momento de mi partida, eché de ver que me habían hecho firmaralgunasenblanco.Quizáshayasidolavuestraunadeellas,yafequelosiento.

—¿Eso quiere decir que no debo atribuiros en modo alguno la causa de miencarcelamiento?

—Deningunamanera.—Pero, en fin, señor barón—dijo Gilberto sonriendo—, ya comprenderéismi

curiosidad:necesitosaberaquiéndebomiprisión.Tenedlabondaddedecírmelo.—Es cosa fácil. Por precaución jamás he dejadomis cartas en el ministerio y

todaslasnocheslastraíaaquí.LasdeestemesestánenelcajónBdeesapapelera;

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busquemosenellegajolaletraG.Necker abrió el cajón, y se puso a examinar un enorme paquete que podría

contenerquinientasoseiscientascartas.—Noconservomáscartassinoaquéllascuyocontenidopuedeponeracubierto

mi responsabilidad—dijo el ex ministro—. Cada orden de prisión que firmo, megranjeaunenemigo.Debohaberloprevisto,puesmeextrañaríalocontrario.Vamosaver:G…G…sí,aquíestá,Gilberto.Pueslaordenprocededelacámaradelareina,amigomío.

—¡Delacámaradelareina!—Sí: se pide una orden de prisión contra él llamado Gilberto, sin profesión

conocida,ojosycabellosnegros.Siguen lasdemás:RegresandodelHavreaParís.Conque¿eseGilbertoeraisvos?

—Sí,yo.¿Podéisentregarmelacarta?—No;peropuedodecirosquiénlafirma.—¿Quién?—LacondesadeCharny.—¿La condesa deCharny?—repitióGilberto—.No la conozco ni le he hecho

nada.Ylevantópocoapocolacabezacomoparahacermemoria.—Hay,además,unabreveapostillasinfirma;perodeletraqueconozco.Mirad.Gilbertoseinclinóyleyóenelmargendelacarta:«Hágase,sintardanza,loque

pidelacondesadeCharny».—Esextraño—dijoeldoctor—, la reina…loconcibo,puesenmiMemoria se

tratabadeellaydelaPolignac;peroesacondesadeCharny…—¿Nolaconocéis?—Debe ser un testaferro.Por lo demás, no tienenadade extraño el queyono

conozca las notabilidades de Versalles: hace quince años que estoy ausente deFrancia; sólo he vuelto dos veces, y la segunda hace cuatro años.Y ¿quién es esacondesadeCharny?

—Laamiga,laconfidentemásíntimadelareina;laesposaadoradadelcondedeCharny;unabellezayunavirtud;enunapalabra,unprodigio.

—Puesnoconozcoeseprodigio.—Entonces, debéis pensar, querido doctor, que sois juguete de alguna intriga

política.¿NohabéishabladodelcondeCagliostro?—Sí.—¿Leconocisteis?—Fueamigomío;másqueamigo,mimaestro;másquemaestro,misalvador.—Puesbien:elAustriaolaSantaSedehabránpedidovuestroencarcelamiento.

¿Habéisescritoalgunosfolletos?

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—Sí.—Puesparatodasesaspequeñasvenganzasseacudealareina.Sehatramadoun

complotcontravos;seoshaseguido.Lareinahaencargadoa laseñoradeCharnyquefirmelacartaparaalejartodaslassospechas,yyatenéiselmisterioaclarado.

Gilbertoreflexionóunmomento.EsteinstantedereflexiónletrajoalamemorialacajitarobadaenPisseleux,en

casadeBillot,yconlacualnoteníannadaqueverconlareina,nielAustriani laSantaSede.Esterecuerdolepusosobrelaverdaderapista.

—No—dijo—,noeseso,nopuedeser;peronoimporta:pasemosaotracosa.—¿Aqué?—Atratardevos.—¿Demí?Y¿quétenéisquedecirme?—Lo que sabéis mejor que nadie: que antes de tres días estaréis repuesto en

vuestrocargoyquepodréisgobernarlaFranciatandespóticamentecomoqueráis.—¿Locreéisasí?—preguntóNeckersonriendo.—Yvostambién,puestoquenooshabéismarchadoaBruselas.—Y¿cuálseráelresultado?—Muy sencillo. Los franceses, que os quieren ahora, llegarán a adoraros. La

reina estaba ya cansada de veros querido; el rey se cansará de veros adorado;procurarán hacerse populares a vuestra costa y vos no lo consentiréis.Entonces osharéis impopular avuestravez.Elpueblo, señordeNecker, esun leónhambrientoquenolamemásquelamanoqueledadecomer,cualquieraqueseaestamano.

—¿Ydespués?—Despuéscaeréisenelolvido.—¿Yoenelolvido?—¡Ah!Sí.—Y¿quiénmeharáolvidar?—Losacontecimientos.—Paréceme,señorGilberto,quehabláiscomounprofeta.—Tengoladesgraciadeserlounpoco.—Puesvamosaver:¿quésucederá?—No es difícil predecirlo, porque lo que ha de suceder está en germen en la

Asamblea.Surgiráunpartidoqueduermeenestemomento,mejordicho,quevela,peroqueseoculta.Estepartidotieneporjefeunpríncipeyporarmaunaidea.

—Comprendo:habláisdelpartidoorleanista.—No.Simehubiera referidoaél,habríadichoque teníapor jefeunhombrey

porarmalapopularidad.Elpartidodequehablotieneunnombrequenisiquierasehapronunciado,yeselrepublicano.

—¡Elpartidorepublicano!

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—¿Nosoisdemiopinión?—¡Quimera!—Sí:quimeraconbocadefuegoqueosdevoraráatodos.—Puesbien:meharérepublicano,o,pormejordecir,yalosoy.—RepublicanodeGinebra,nolodudo.—Meparecequeunrepublicanoessiempreunrepublicano.—Ahíestáelerror,señorbarón:nuestrosrepublicanosnoseparecerána losde

losotrospaíses;nuestrosrepublicanostendránquedevorar,antetodo,losprivilegios,luego la nobleza, y después la monarquía; nuestros republicanos irán mucho máslejos,partiréisconellos,peroosquedaréisalamitaddelcamino,porquenoquerréisseguirlosadondeirán.No,señorbaróndeNecker,osengañáis:nosoisrepublicano.

—Siloentendéiscomodecís,no,porqueyoquieroalrey.—Yyo también—dijoGilberto—,yenestemomento todoelmundo lequiere

comonosotros.Si aunhombredemenos talentoquevos ledijera loqueosestoydiciendo,seburlaríademí;peroestadpersuadidodeloqueosdigo,señorNecker.

—Silacosafueraverosímil,mepareceríabien;pero…—¿Conocéislassociedadessecretas?—Heoídohablarmuchodeellas.—¿Creéisensuexistencia?—Sí;peronoensuuniversalidad.—¿Estáisafiliadoaalguna?—No.—¿Pertenecéissiquieraaunalogiamasónica?—No.—Puesyosí,señorministro.—¿Comoafiliado?—Sí, y a todas. Son, señor ministro, una inmensa red que envuelve todos los

tronos; un puñal invisible que amenaza a todas las monarquías. Somos,próximamente, unos tres millones de hermanos, diseminados por todos los países,difundidospor todas lasclasesde lasociedad.Tenemosamigosenelpueblo,en laclase media, en la nobleza, entre los príncipes y hasta entre los soberanos. Tenedcuidado,señorNecker,porqueelpríncipeanteelcualosmostráisirritadoestalvezunafiliado;elcriadoqueseinclinaantevos,talvezloseatambién.Nivuestravida,nivuestrafortuna,nivuestramismahonra,sonvuestras.Todoperteneceaunpoderinvisibleconelquenopodéis lucharporqueno leconocéis,yquepuedeperderos,porqueélsíqueosconoce.Yesostresmillonesdehombresquehanconstituidoyalarepública americana, intentan constituir ahora una república francesa y despuésintentaránconstituirunarepúblicaeuropea.

—PerolarepúblicadelosEstadosUnidosnomecausamiedo,yaceptodebuen

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gradoeseprograma—dijoNecker.—Sí;perodelaAméricaaFranciahayunabismo.LaAméricaesunpaísvirgen,

sinpreocupaciones,sinprivilegios,sinmonarquía,sueloalimenticio,situadoentreelmarquedasalidaalosartículosdesucomercioylasoledad,queesunrecursoparasupoblación,mientrasqueFrancia…¡ah!¡CuántohayquedestruirenFranciaantesqueseparezcaaAmérica!

—Pero,enfin,¿adondequeréisveniraparar?—Adondetenemosqueirprecisamente.Sóloqueyoquisierallegarsintrastornos,

poniendoalreyalacabezadelmovimiento.—¿Cómounabandera?—No;comounescudo.—¡Comounescudo!—replicóNeckersonriendo—.Noconocéisalrey,cuando

queréisquedesempeñesemejantepapel.—Sí,leconozco.Ésunhombrecomootrosmuchosaquieneshevistoalfrentede

lospequeñosdistritosdeAmérica;unpobrehombresinmajestad,sinresistencia,sininiciativa;pero…¡cómohadeser!Aunqueno fuesesinoporel títulosagradoquelleva,debeserunasalvaguardiacontraesoshombresdequeacabodehablaros,y,porflaca que sea esa salvaguardia, valemás algo que nada.Recuerdo que en nuestrasguerras con las tribus salvajes de América he pasado noches enteras detrás de uncañaveral:elenemigoestabaalotroladodelríoydisparabacontranosotros.Nosongrancosaloscañaveralescomodefensa,y,sinembargo,osaseguro,señorbarón,queteníamenosmiedo detrás de aquellos grandes tallos verdes, cortados por las balascomosifueranhilos,deloquelohubieratenidoencamporaso.Puesbien:elreyesmicañaveral:mepermiteveralenemigoeimpidequeelenemigomevea.Poresto,aunque republicano en Nueva York o en Filadelfia, soy realista en Francia. Allínuestrodictador se llamabaWashington; aquí,Dios sabe cómo se llamará: puñalocadalso.

—Todoloveisdecolordesangre,doctor.—Puesdelmismomodoloveríais,señorbarón,sihubieraisestadocomoyoenla

plazadelaGréve.—Esverdad.Mehandichoquehahabidoasesinatos.—¡Oh!Elpuebloesunagrancosacuandonoseextralimita…¡Ohtempestades

humanas!¡Cuanatrásdejáisalastempestadesdelcielo!Neckersequedópensativo.—¡Cuántodaríapor teneros ami lado, señordoctor!—dijopor fin—.Encaso

necesario,seríaisunmagníficoconsejero.—Avuestroladonoosseríatanútil,y,sobretodo,tanútilaFrancia,comoallí

adondemepropongomarchar.—Pero¿adondequeréisir?

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—Oíd,señorNecker.Juntoalmismotronohayungranenemigodeltrono;juntoalrey,ungranenemigodelrey,yesteenemigoeslareina.¡Pobremujer,queolvidaque es hija deMaríaTeresa, o,más bien, que no se acuerda de ello sino desde elpuntodevistadesuorgullo!Creesalvaralreyypierdemásqueelrey,porquepierdelamonarquía.Puesbien:nosotrosqueamamosalreyyalaFrancia,esprecisoquenosunamosparaneutralizaresepoder,paradestruiresainfluencia.

—Pues,entonces,hacedloqueoshedicho:quedaosamilado.Ayudadme.—Simequedoavuestrolado,notendremosmásqueunsoloymismomediode

acción: vos seréis yo, y yo seré vos. Es menester que nos separemos y entoncespesaremoscondoblepesoenlabalanza.

—Y¿quéconseguiremosconeso?—Quizáretardarlacatástrofe,aunquenoimpedirla,pormásquecuentoconun

auxiliarpoderoso,elmarquésdeLafayette.—¿Lafayetteesrepublicano?—Todo lo republicano que puede ser un Lafayette. Si nos es absolutamente

preciso pasar bajo el nivel de la Igualdad, creedme, escojamos la de los grandesseñores.AmolaIgualdadqueelevaynolaquerebaja.

—Y¿nosrespondéisdeLafayette?—Sí,mientrasnoseleexijamásquehonor,abnegaciónyvalor.—Puesbien,decid:¿quéesloquequeréis?—Unacartaparapoderveralrey.—Unhombredevuestrovalornonecesitacartasderecomendación:sepresenta

solo.—No, porque me conviene ser vuestra hechura; entra en mis proyectos ser

presentadoporvos.—¿Yaquéaspiráis?—AsermédicodecámaradeSuMajestad.—Escosafácil.Pero¿ylareina?—Estandoyoalladodelrey,nadameimporta.—¿Ysiospersigue?—Entoncesharéqueelreytengavoluntad.—¡Queelreytengavoluntadpropia!Seréistodounhombresiloconseguís.—Elquedirigeelcuerpoesungrannecio,sinollegaalgúndíaadirigirtambién

elespíritu.—Pero ¿no creéis que sea un mal precedente para ser nombrado médico de

cámaraelhaberestadoenlaBastilla?—Alcontrario,eselmejor.Segúnvos,¿nosemehaperseguidoporcrimende

filosofía?—Talsospecho.

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—Pues, entonces, el rey se rehabilita, se populariza si toma por médico a undiscípulodeRousseau,aunpartidariodelasnuevasdoctrinas,aunpresoquesaledelaBastilla.Laprimeravezqueleveáis,hacedlevalertodoesto.

—Siempretenéisrazón;perocuandoestéisalladodelrey¿podrécontarconvos?—Detodopunto,mientrasnoosapartéisdelalíneapolíticaqueadoptaremos.—¿Quémeprometéis?—Avisaroscuandollegueelmomentoprecisoenquedebáisretiraros.NeckersequedómirandoaGilberto,ydespuésledijoconvozsombría:—En efecto: es el mayor favor que un amigo leal pueda hacer a unministro,

porqueeselúltimo.Ysesentóasumesaparaescribiralrey.Entretanto,Gilbertovolvióaleerlacarta,diciendoparasí:—¿QuiénpodráserestacondesadeCharny?—Tomad,doctor—dijoNeckeralpocorato,entregandoaGilbertoloquehabía

escrito.Eldoctortomólacarta,queestabaconcebidaenestostérminos:

Señor:VuestraMajestaddebe tenernecesidaddeunhombreseguro,conelquepueda

hablar de sus asuntos. Mi último presente, mi postrer servicio al separarme devuestrolado,eselqueoshagoenlapersonadeldoctorGilberto.Nonecesitodecirmás en su favor sino que, no tan sólo es uno de losmédicosmás distinguidos delmundo, mas también el autor de lasMemorias: Administraciones y Políticas, quetantooshanimpresionado.

AlosR.P.deV.M.

BaróndeNecker

Elbarónnofechólacartaylaentregóaldoctor,cerradaconunsimplesello.—Yahora,estoyenBruselas:¿noeseso?—Sí,másquenunca.Mañanaporlamañanarecibiréisnoticiasmías.Elbarónllamódeciertomodoallienzodepareddondeestabalapuertasecreta,y

se presentómadame de Stael, que entonces no llevaba ya en la mano la rama degranado, sino el folleto del doctor Gilberto, a quien enseñó el título con lisonjeracoquetería.

GilbertosedespidiódeNeckerybesólamanodelabaronesa,queleacompañóhastalapuertadelgabinete.

YvolvióasubiralcarruajeenqueBillotyPitouestabandurmiendo,tendidosenlos asientos, así como el cochero en el pescante y los caballos apoyados en sus

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cansadaspatas.

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CapítuloXXII

ELREYLUISXVI

LaentrevistaentreGilberto,madamedeStaelyelbaróndeNecker,habíaduradocosa de hora ymedia.Gilberto entró en París a las nueve y cuarto, se hizo llevardirectamentealcorreo,tomócaballosdepostayuncarruaje;ymientrasBillotyPitouibanadescansarde sus fatigasaunaposadade lacalleThiroux,dondeelprimerosolíahospedarsesiemprequeibaaParís,eldoctorpartióagalopeaVersalles.

Eraya tarde, peropoco le importaba aGilberto.La actividad es unanecesidadpara loshombresde su temple.Acaso suviaje fueraunpaseo inútil; pero, inútil ytodo, prefería darlo a no hacer nada. Para las organizaciones nerviosas, laincertidumbreesunsupliciopeorquelamásespantosarealidad.

LlegóaVersallesalasdiezymedia.Entiemposnormales, todossushabitanteshubieran estado acostados y durmiendo profundamente; pero aquella noche nadiedormíaenVersalles.SeacababaderecibirelgolpederechazodelasacudidaqueaunhacíatemblaraParís.

Los guardias franceses, los de corps, los suizos, agolpados en todas lasbocacalles,hablabanunosconotrosoconlosciudadanosqueporsurealismonolesinspirabandesconfianza.

PorqueVersalleshasidoen todo tiempounaciudadrealista.Esta religiónde lamonarquía, yaquenodelmonarca, está incrustadaen el corazónde sushabitantescomounadelascualidadesdelterreno.LoshabitantesdeVersalles,acostumbradosavivir cerca de los reyes y por los reyes, a la sombra de sus grandezas, respirandosiempreelperfumeembriagadordelasfloresdelis,viendobrillarelorodelostrajesylasonrisadelosrostrosaugustos;loshabitantesdeVersalles,paraquieneslosreyeshan levantado una ciudad demármol y de pórfido, se creen en ciertomodo reyestambién; y aun hoymismo, cuando entre losmármoles crece elmusgo y entre lasbaldosas ha brotado la hierba; hoy que el oro está a punto de desaparecer de losartesonados, que la sombra de los parques es más solitaria que la de las tumbas,Versalles, o renegaría de su origen, o debe considerarse como un fragmento delesplendordecaído,y,aunquenopuedayatenerelorgullodelpoderydelariqueza,debe conservar, al menos, la poesía de los recuerdos y el soberano hechizo de lamelancolía.

Así, pues, segúnhemosdicho, en aquella nochedel 14 al 15de juliode1789,todoVersallesseagitabaconfusamenteporaveriguarcómotomaríaelreydeFranciaaquelinsultodirigidoasucorona,aquellabrechaabiertaensupoder.

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ConsurespuestaaM.deDreuxBrézé,Mirabeauhabíaheridoalamonarquíaenelrostro.

ConlatomadelaBastilla,elpuebloacababadeherirlaenelcorazón.Noobstante, para los hombres de estrechasmiras, la cuestión eramuy fácil de

resolver. Sobre todo a los ojos de los militares, acostumbrados a no ver en elresultadode losacontecimientosmásqueel triunfoo laderrotade la fuerzabruta,tratábase simplemente de una marcha sobre París. Treinta mil hombres y veintecañones reducirían en breve a la nada el orgullo y la furia victoriosa de losparisienses.

Jamástuvolamonarquíatantosconsejeros:todoelmundodabasuparecerenvozaltaypúblicamente.

Losmásmoderadosdecían:—Esonoescosamuysencilla…Y nótese que, entre nosotros, esa forma de lenguaje se usa siempre en las

situacionesmásdifíciles.—Es cosa muy sencilla —decían—. Empiécese por obtener de la Asamblea

Nacional una sanción que no negará. Desde hace algún tiempo, su actitud estranquilizadora para todo el mundo: ni quiere violencias de parte del pueblo, niabusosdelpoder.LaAsambleadeclararálisayllanamentequelainsurrecciónesuncrimen;que,teniendolosciudadanosrepresentantesparaexponersusagraviosalrey,yunreyparahacerles justicia,notienenrazónenapelara lasarmasyenderramarsangre.Armadoconestadeclaración,queseguramenteseobtendrádelaAsamblea,elreynopuedemenosdecastigaraParíscomobuenpadre,esdecir,severamente.Yentonces sealeja la tempestad,y lamonarquíavuelvea recobrar elprimerode susderechos. Los pueblos vuelven a su deber, que es la obediencia, y todo sigue sumarchaacostumbrada.

AsíeracomosearreglabanlosnegociosdeEstado,enlacorteyenlosbulevares.PeroenlaplazadeArmasyenloscuarteles,ellenguajeeramuydistinto.Allíseveíanhombresdesconocidosenlalocalidad,hombresderostrointeligente

y de mirada inquieta, sembrando acá y allá avisos misteriosos, exagerando lasnoticiasyagravesdeporsíypropagandocasipúblicamentelasideassediciosasquehacíadosmesesagitabanaParísysoliviantabanlosarrabales.

Alrededor de aquellos hombres se formaban grupos, sombríos, hostiles,animados, compuestos de personas a las que se recordaba su miseria, sussufrimientos,eldesdénbrutaldelamonarquía.Paralosinfortuniospopularesselesdecía:

—Haceochosiglosqueelpueblovieneluchando;y¿quéhaconseguido?Nada.Niderechossociales,niderechospolíticos:eldelavacadelcolonoalaquesequitasuterneroparallevarloalacarnicería;sulecheparavenderlaenelmercado;sucarne

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parallevarlaalmatadero;supielparacurtirlaenlatenería.Enfin,apremiadaporlanecesidad, y la monarquía ha cedido y convocado los Estados; pero hoy que losEstadosestán reunidos¿quéhace lamonarquía?Ejercercoacciónsobreellos.Si laAsamblea Nacional se ha constituido ha sido contra la voluntad de la monarquía.Pues bien: puesto que nuestros hermanos de París acaban de darnos tan terribleayuda, empujemos hacia delante a laAsambleaNacional. Cada paso que da en elterreno político en que se ha trabado la lucha es una victoria para nosotros; es elensanche de nuestro campo, el aumento de nuestra fortuna, la consagración denuestrosderechos.¡Adelante,adelante,ciudadanos!LaBastillanoesmásquelaobraavanzadadelatiranía;sehatomadolaBastilla:ahorafaltatomarlaplaza.

Enlossitiosmásapartadosseformabanotrasreunionesysepronunciabanotrosdiscursos.Losoradoreseranevidentementepersonasquepertenecíanaunaclasemáselevadayque,apesardehabersedisfrazadocomohombresdelpueblo, seconocíaquenoloeranporsusblancasmanosysuportedistinguido.

—¡Pueblo!—decíanaquelloshombres—.Porunayotrapartetequierenengañar;los unos te piden que retrocedas; los otros que avances. Te hablan de derechospolíticos, de derechos sociales; ¿eres acasomás feliz desde que te se ha permitidovotar pormedio de tus delegados? ¿Tienesmenos hambre desde que laAsambleaNacional promulga decretos?No.Deja la política y sus teorías a los hombres quesabenleer.Loquenecesitasnoesunafraseounamáximaescrita,sinopan,yluegopan;eselbienestardetushijos,ladulcetranquilidaddetumujer.¿Quiéntedaráeso?Unreydecarácterfino,deespíritujuvenil,decorazóngeneroso.EsereynoesLuisXVI,quereinasupeditadoporunamujer,poresaaustriacadecorazóndebronce.Esereyes…buscabienalrededordeltrono;buscaalquepuedehacerlaFranciadichosa,yalquelareinadetestaprecisamenteporquehacesombraasuambición,porqueamaalosfrancesesyesamadodeellos.

AsísemanifestabalaopiniónenVersalles;deestemodosepreparabaportodasparteslaguerracivil.

Gilbertoescuchóloquesedecíaendosotrescorrillos,y,conocedoryadelestadode los ánimos, se encaminó en derechura a palacio, guardado por multitud decentinelas.¿Aquéenemigotemían?Nadielosabía.

Sinqueloscentinelas le impidieranelpaso,cruzólosprimerospatiosy llegóalosvestíbulossinquenadielepreguntaraadondeiba.

LlegadoalsalóndelOjodeBuey,unguardiadecorpsledetuvo.Gilbertosesacódel bolsillo la carta deNecker, cuya firma enseñó. La consigna era rigurosa; perocomo las consignas más rigurosas son las que más necesidad tienen de serinterpretadas,elguardiadecorpsdijoaGilberto:

—Laordendenodejarentraranadieenlashabitacionesdelreyesformal;peroindudablemente no se ha previsto el caso de presentarse un enviado del señor de

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Necker; y como probablemente traéis algún aviso importante para Su Majestad,entrad:yocargoconlaresponsabilidaddelainfracción.

Gilbertoentró.Elreynoestabaensushabitaciones,sinoenlasaladelconsejo;allírecibíauna

comisióndelaguardianacionalquehabíaidoapedirlequealejaraalastropas,queformaseunaguardiaciudadanayquesepresentaraenParís.

Luis escuchó estas peticiones con frialdad; luego respondió que era precisoaclararlasituaciónyqueibaadeliberarsobreellaensuconsejo.

Yenaquelmomentosehallabadeliberando.Mientras tanto, los comisionados aguardaban en la galería, y al través de los

cristales deslustrados de las puertas, estaban viendo las sombras de los consejerosrealesyelmovimientoamenazadordesusactitudes.

Fijándoseenaquellaespeciedefantasmagoría,podíanadivinarque la respuestanoseríafavorable.

Enefecto:elreyselimitóacontestarquenombraríalosjefesdelamiliciaurbanayqueordenaríaalastropasdelcampodeMartequesereplegasen.

EncuantoasupresenciaenParís,noqueríadispensarsemejantefavoralaciudadrebeldehastaqueestuvieracompletamentesometida.

La comisión rogó, insistió, conjuró. El rey contestó que lo sentía con toda sualma,peroquenopodíahacermás.

Y,satisfechodeestetriunfomomentáneo,deestamanifestacióndeunpoderqueyanoexistía,elreysetrasladóasushabitaciones.

EnellasencontróaGilbertoconelguardiadecorps.—¿Quéqueréis?—preguntóLuisXVI.Elguardiadecorpsseacercóaél,y,mientrassedisculpabaporhaberfaltadoasu

consigna, Gilberto, que hacía muchos años no había visto al rey, examinabasilenciosoaaquelhombrequeDioshabíadadoporpilotoalaFrancia,enelmomentodelamásviolentatempestaddecuantaslanaciónhabíasufrido.

Aquelcuerpobajoygrueso, sinesbelteznimajestad;aquel rostrode faccionescarnosas y sin expresión, aquella tez pálida como de una vejez prematura; aquellalucha desigual de unamateria poderosa con una inteligenciamediana a la cual elorgullodelaposicióneraloúnicoquedabaciertovalorintermitente,todoesto,paraelfisonomistaquehabíaestudiadoconLavater,paraelmagnetizadorquehabíaleídoen el porvenir conBálsamo, para el filósofo que habíameditado con Juan Jacobo,para el viajero, en fin, que había examinado todas las razas humanas, todo estosignificabadegeneración,bastardeamiento,impotencia,ruina.

Gilberto se quedó, pues, como cortado, no por respeto, sino por dolor, alcontemplaraqueltristeespectáculo.Elreyseacercóaél.

—¿SoisvosquienmetraeunacartadeNecker?

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—Sí,señor.—¡Ah!—exclamócomosilohubierapuestoenduda—.Dádmelapronto.Ypronuncióestaspalabrasconeltonodeunhombrequeseahogaygrita:«¡Un

cabo!».Gilberto entregó la carta al rey. Luis se apoderó de ella al punto, la leyó

rápidamente,yluego,conunademánquenocarecíadeciertanobleza,dijoalguardiadecorps:

—SeñordeVaricoúrt,dejadnossolos.Gilbertosequedósoloconel rey.Lacámaranoestabaalumbradamásquepor

una lámpara; no parecía sino que el rey había disminuido la luz para que no sepudiera leer en su frente, aburridamás bien que pensativa, todos los pensamientosqueenellaseacumulaban.

—Caballero—dijo,fijandoenGilbertounamiradamásclaraymásobservadorade lo que éste hubiera podido presumir en él, ¿es cierto que sois el autor de lasMemoriasquetantaimpresiónmehanhecho?

—Sí,señor.—¿Quéedadtenéis?—Treintaydosaños,peroelestudioylossinsaboresduplicanlaedad.Tratadme

comosifuerayaanciano.—¿Porquéhabéisdejadopasartantotiemposinpresentarosamí?—PorquenonecesitabadecirdevivavozaVuestraMajestad loque leescribía

máslibreyfácilmente.LuisXVIsequedópensativo.—¿Notenéisotrosmotivos?—dijoconciertasuspicacia.—No,señor.—Sin embargo, omuchome equivoco, o por ciertas particularidades hubierais

debidoconocerlabenevolenciaconqueosdistingo.—VuestraMajestad se refiere, sin duda, a aquella especie de cita que tuve la

temeridaddedaralreycuandodespuésdemiprimeraMemorialerogué,hacecincoaños,quepusieraunaluzjuntoalcristaldesuventana,alasochodelanoche,paradarmeaentenderquehabíaleídomitrabajo.

—Y…—dijoelreyconsatisfacción.—Yeneldíayalahoraprefijados,apareciólaluzenelmismositiodondeyo

habíapedidoquelapusieseis.—¿Ydespués?—Despuésviquesubíaybajabatresveces.—¿Ydespués?—DespuésleíestaspalabrasenlaGaceta:«Aquélaquienlaluzhallamadotres

vecespuedepresentarseaquienlalevantótresveces,yserárecompensado».

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—Sonlasmismaspalabrasdelaviso—dijoelrey.—Yaquítenéiseseaviso—dijoGilbertosacandodesubolsillolaGacetaenque

sehabíainsertadocincoañosatrás.—Bien,muybien—contestóelrey—;osheesperadomuchotiempo.Llegáisen

elmomentoenquehabíacesadodeesperaros.Bienvenidoseáis,porquellegáiscomolosbuenossoldados,enelmomentodelalucha.

Luego,mirandotodavíaconmásatenciónaGilberto,añadió:—¿Sabéisqueparaunreynohaycosamásextraordinariaquelaausenciadeun

hombreaquiensedice:«Venidarecibirunarecompensa»,ynoviene?Gilbertosonrió.—Vamosaver:¿porquénohabéisvenido?—preguntóelrey.—Porquenomerecíaningunarecompensa.—¿Porquéno?—Francés y amante de mi patria, celoso de su prosperidad, confundiendo mi

individualidadconladetreintamillonesdehombres,conciudadanosmíos,trabajabaparamíaltrabajarparaellos.Así,pues,siendoegoísta,nosoydignoderecompensa.

—¡Paradoja!Tenéisotrarazón.Gilbertonoreplicó.—Hablad,caballero,lodeseo.—Quizáslohayáisadivinadoya,señor.—¿Sí?…—dijoelreyconinquietud—.Sinduda,osparecíagravelasituacióny

osreservabais.—Paraotramásgrave,sí,señor:VuestraMajestadlohaadivinado.—Me gusta la franqueza —dijo el rey, que no pudo disimular su turbación,

porqueeradecaráctertímidoysesonrojabafácilmente.—Así, pues—continuóLuisXVI—,predecíais al rey la ruina, y habéis temido

estarcolocadomuycercadelosescombros.—Nohay tal, por cuanto en elmomento enque la ruina es inminente vengo a

colocarmecercadelpeligro.—Sí,sí:acabáisdesepararosdeNeckeryhabláiscomoél.¡Peligro,peligro!Sin

duda,haypeligroenacercarseamí.Y¿dóndeestáNecker?—Prontoaponerse,segúncreo,alasórdenesdeVuestraMajestad.—Tantomejor,porque lenecesito—dijoel reysuspirando—.Enpolíticanose

debe ser terco. Se cree hacer bien y se obra mal, y, aunque se obre bien, loscaprichososacontecimientosdesbaratanlosmejoresresultados;losplanespuedenserbuenos,y,sinembargo,unopasaporhaberseengañado.

Elreyvolvióasuspirar,yGilbertolesacódelaprietodiciendo:—VuestraMajestadrazonaadmirablemente;masahoraloqueconvienehaceres

vermásclaroenelporvenirdeloquesehavistohastaahora.

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Elreylevantólacabeza,ysuceñosinexpresiónsefruncióligeramente.—Perdonadme,señor—dijoGilberto—;soymédico,ycuandoelmalesgrande

procedodeunmodoexpedito.—Daisdemasiadaimportanciaalmotíndehoy.—Esquenohasidounmotín,sinounarevolución.—Y¿queréisquepacteconrebeldes,conasesinos?Porqueenrigorhantomado

la Bastilla a viva fuerza, lo cual es una rebelión; y han matado a los señores deLaunay,deLosmeydeFlesselles,locualesunasesinato.

—Hay que establecer una separación entre unos y otros, señor. Los que hantomadolaBastillasonhéroes;losquehandadomuerteaesosseñoressonvulgaresasesinos.

El reysesonrojóaloíresto, sus labiossecontrajeronyalgunasgotasdesudorresbalaronporsufrente.

—Tenéis razón, caballero —dijo—. Sois, en efecto, médico, o, mejor dicho,cirujano,porquecortáispor losano.Peroocupémonosenvos.Os llamáiseldoctorGilberto, ¿no es verdad? Por lo menos, con ese nombre habéis firmado vuestrasMemorias.

—Señor, es mucho honor para mí que Vuestra Majestad tenga tan buenamemoria,aunque,bienmirado,hagomalenenvanecermeporello.

—¿Porqué?—PorqueminombrehadebidoserpronunciadodelantedeVuestraMajestadhace

pocosdías.—Nocomprendo.—HaceseisdíasmeprendieronymeencerraronenlaBastilla.Ahorabien:yohe

oídodecirquenoseefectuabaunadetencióndealgunaimportanciasinqueelreylosupiera.

—¡VosenlaBastilla!—dijoelreyconextrañeza—.Aquíestámicertificadodeencarcelamiento.Encerrado,comoacabodedecir,haceseisdíasporordendelrey,hesalidohoyalastresdelatardegraciasalpueblo.

—¿Hoy?—Sí,señor.¿VuestraMajestadnohaoídoloscañonazos?—Sí.—Puesbien:loscañoneshanabiertolaspuertasdemiprisión.—¡Ah! —exclamó el rey—. Estaría muy contento si los cañonazos de esta

mañananohubieransidodisparadoscontralamonarquíaalmismotiempoquecontralaBastilla.

—Señor, no hagáis de una prisión el símbolo de un principio. Decid, por elcontrario, que estáis satisfecho de que haya sido tomada la Bastilla, porque enadelantenosecometeráya,ennombredelreyquelaignora,unainjusticiacomola

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dequehesidovíctima.—Pero,enfin,caballero:vuestroarrestohabrásidoporalgunacausa.—Ninguna,queyosepa,señor.MehanprendidoalregresaraFrancia,ymehan

encarcelado.—Alaverdad—dijoLuisXVIcondulzura—,¿nohayalgúnegoísmodevuestra

parteenvenirahablarmedevoscuandotantonecesitoquesehabledemí?—EsquetengoprecisióndequeVuestraMajestadmerespondaunasolapalabra.—¿Cuál?—¿HaentradoVuestraMajestadporalgoenmiarresto?—Ignoraba vuestro regreso a Francia. —Me alegro mucho de que Vuestra

Majestadmerespondaeso:asípodrédecirenvozaltaqueVuestraMajestadnoobramal sinocuando leengañan,ypresentarmecomoejemploa losque lopusieranenduda.

Elreysesonrió.—Señormédico—dijo—,estáisponiendoelbálsamoenlaherida.—¡Ohseñor!Pondréelbálsamoamanosllenas,y,siqueréis,curaréesaherida:

osloaseguro.—¡Vayasiquiero!—Peroesmenesterqueloqueráisfirmemente.—Loquerréasí.—Antesdecomprometerosmás—dijoGilberto—,tenedlabondadde leeresta

notapuestaalmargendelregistrodemientradaenlaBastilla.—¿Quénota?—preguntóelreyconinquietud.—Ésta.Gilbertopresentólahojaalrey,elcualleyó:«Ainstanciasdelareina…».Luisfruncióelentrecejo.—¡Delareina!—dijo—.¿Habéisincurridoeneldesagradodelareina?—Señor,estoysegurodequeSuMajestadmeconocemenosde loqueVuestra

Majestadmeconocía.—Pues,contodo,debéishabercometidoalgunafalta,porqueporalgoseentraen

laBastilla.—Parecequesí,puestoquesalgodeella.—PeroNeckerosenvíaamí,ylaordendeprisiónestabafirmadaporél.—Escierto.—Entonces explicaos mejor. Repasad vuestra vida; ved si en ella hay alguna

circunstanciaquehayáisolvidado.—¡Repasarmi vida! Sí, señor, lo haré y francamente. Perded cuidado: no será

largo. Desde la edad de seis años he trabajado sin descanso. Discípulo de Juan

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Jacobo,compañerodeBálsamo,amigodeLafayetteydeWashington,desdeeldíaenque salí de Francia jamás he tenido que inculparme por falta alguna. Cuando lacienciaadquiridamehapermitidoasistiralosheridosoalosenfermos,hepensadosiempre que debía dar cuenta aDios de todasmis ideas, de todasmis acciones, y,puestoqueDioshabíapuestoamicargolasaluddeloshombres,comocirujanohevertidosangreporhumanidad,prontoadarlamíaporaliviaroporsalvaralenfermo;comomédico,hesidosiempreunconsolador,avecesunbienhechor.Deestemodohantranscurridoquinceaños.Dioshabendecidomisesfuerzos;hevistorecobrarlavidaalamayorpartedelospacientes, todosloscualesmebesabanlasmanos.Losquehanmuerto,Diosloshabíacondenado.No,lorepito,señor:desdeeldíaenquesalídeFrancia,hacequinceaños,notengonadaporquévituperarme.

—Pero enAmérica habéis tenido trato con los innovadores y vuestros escritoshanpropagadosusprincipios.

—Sí, señor, y por cierto queme olvidaba de aducir ese título queme asiste alagradecimientodelosreyesydeloshombres.

Elreynocontestó.—Ya conocéismi vida—prosiguió Gilberto—; no he ofendido ni lastimado a

nadie,yvengoapreguntaraVuestraMajestadporquésemehacastigado.—SeñorGilberto,hablarédeelloalareina;pero¿creéisquelaordendeprisión

procededirectamentedelareina?—No digo eso, señor, y aun creo que suMajestad no ha hecho otra cosa sino

ponerunaapostilla.—¿Loveis?—dijoLuisXVIconalegría.—Sí;peronoignoráis,señor,quecuandounareinaapostilla,manda.—Y¿dequiéneslacartaapostillada?Veamos.—Sí,señor:vedla.Ylepresentólaordendeprisión.—¡LacondesadeCharny!—exclamóelrey—.¿Esellalaquehapedidovuestra

prisión?Pero¿quéhabéishechoaesapobreCharny?—Estamañananisiquieradenombreconocíaaesaseñora.Luissepasóunamanoporlafrente.—¡Charny!—dijo—.Ladulzura,lavirtud,lacastidadpersonificada.—Veréis,señor—dijoGilbertosonriendo—,comovendráaresultarquemehan

encerradoenlaBastillaapeticióndelastresvirtudesteologales.—Prontosabréaquéatenerme—dijoelrey.Ytiródelcordóndeunacampanilla.Alinstanteentróunujier.—QueveansilacondesadeCharnyestáconlareina—dijoLuisXVI.—Señor—contestó el ujier—, la señora condesa acaba ahoramismode cruzar

porlagaleríayvaasubiralcarruaje.

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—Puescorredydecidlequevengaamigabineteparaunasuntodeimportancia.YvolviéndoseaGilbertolepreguntó:—¿Esesoloquedeseáis?—Sí,señor,ydoymilgraciasporelloaVuestraMajestad—contestóeldoctor.

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CapítuloXXIII

LACONDESADECHARNY

CuandoelreymandóllamaralacondesadeCharny,Gilbertoseretiróalhuecodeunbalcón.

Elreysepusoadarpaseosporlasala,orapreocupadoconlosacontecimientospúblicos,orapensandoenlainsistenciadeaquelGilberto,acuyainfluenciacedíaapesar suyo, precisamente en el momento en que nada podía interesarle sino lasnoticiasdeParís.

Deprontoseabriólapuertadelgabinete;elujieranuncióalacondesadeCharny,y Gilberto, colocado detrás de las cortinas del balcón, pudo ver una mujer cuyovestidoholgadoysedosopasórozandoconlahojadelapuerta.

Aquelladamaibavestidaalausanzadelaépoca:llevabatrajedesedagris,conrayasdecolor,unafaldaigualyunaespeciedechalquesecruzabasobreelpechoeibasujetodetrásde lacintura, realzandoextraordinariamente lasgraciasdesubienformadoseno.

Unsombrerillofijoenelextremodeunaltopeinado,elegante;chinelasdealtostacones y un bastoncito con el que jugaban los enguantados dedos de una manopequeña, finayaristocrática: taleraelatavíode lapersona tanvivamenteesperadaporGilbertoyqueentróenlacámaradeLuisXVI.

Elreyseacercóasuencuentro.—¿Mehandichoqueibaisasalir,condesa?—ledijo.—Sí,señor—contestólacondesa—;ibaasubiralcarruajecuandoherecibidola

ordendeVuestraMajestad.Aloíraquellavozfirmementetimbrada,lezumbaronlosoídosaGilberto,afluyó

lasangreasusmejillasysintióescalofríos.Apesarsuyodiounpasofueradelascortinastraslasquesehabíaocultado.—¡Ella!—murmuró—.¡Ella…Andrea!—Señora—dijoelrey,quenohabíaadvertido,comotampocolacondesa,aquel

movimientodeGilberto—,osherogadoquevinieraisamicámaraparahacerosunapregunta.

—EstoyprontaacontestaraVuestraMajestad.ElreyseinclinóhaciadondeestabaGilbertocomoparaprepararle.Comprendiendoéstequeaunnohabíallegadoelmomentodepresentarse,volvió

aocultarsedetrásdelascortinas.—Señora—dijoelrey—,haceochoodiezdíassehaenviadoalseñordeNecker

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unaordendeprisiónparaquelafirmara…Gilberto fijó sumirada enAndrea al través de la abertura imperceptible de las

cortinas,yvioquelajovenestabapálida,inquietaycomoabrumadaporelpesodeunaobsesióndequeniellamismasedabacuenta.

—¿Mehabéisoído?—preguntóelrey,viendoquelacondesadeCharnyvacilabaencontestarle.

—Sí,señor.—Entonces,sabréisaloquemerefiero,ypodréiscontestaramipregunta.—Estoyhaciendomemoria—respondióAndrea.—Puesosayudaréahacerla,condesa.Laordendeprisiónfueapeticiónvuestray

recomendadaporlareina.Lacondesa,envezdecontestar,seentregómásymásaaquellaabstracciónfebril

queparecíatenerlafueradelavidareal.—¿Nocontestáis,señora?—dijoelrey,queempezabaaimpacientarse.—Es verdad —respondió temblando—, es verdad: he escrito la carta y Su

Majestadlahaapostillado.—Entonces, decidme qué crimen ha cometido la persona contra quien se tomó

semejantemedida.—Nopuedodecirelcrimenquehacometido:sólodiréqueesgrande.—¿Nopodéisdecírmeloamí?—No,señor.—¿Alreyno?—No.PerdónemeVuestraMajestad;peronopuedo.—Entonces,selodiréisaesamismapersona—replicóLuisXVI—,porqueloque

negáisavuestrosoberanonoselopodréisnegaraldoctorGilberto.—¡AldoctorGilberto!—exclamóAndrea—.¡GranDios!¿Dóndeestá?ElreysehizoaunladoparadarpasoaGilberto;lascortinassedescorrieron,yel

doctorsepresentócasitanpálidocomoAndrea.—Aquíletenéis—dijoelrey.Al ver aGilberto, la condesa tembló, le flanquearon las piernas, se echó atrás

comosifueraadesmayarse,ysipudomantenersedepiefuegraciasalsillónenelque se apoyó en la actitud tétrica e insensible en que se quedó Eurídice en elmomentoenquelellegóalcorazónelvenenodelaserpiente.

—Señora—dijoGilberto,inclinándoseconhumildecortesía—;nollevéisamalqueosrepitalamismapreguntaqueacabadehacerosSuMajestad.

LoslabiosdeAndreasemovieron,peronosaliódeellossonidoalguno.—¿Quéoshehecho,señora,paraqueaunaordenvuestrasemehayaencerrado

enunaprisión?Al oír esta pregunta, Andrea dio un salto como si hubiese sentido que se le

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desgarrabanlasfibrasdelcorazón.Enseguida,clavandoenGilbertounamiradafríacomoladelaserpiente,dijo:—Noosconozco,caballero.Pero,mientraspronunciabaestaspalabras,Gilbertolahabíamiradocontalfijeza

e impregnado el brillo fulgurante de sus ojos de tan invencible audacia, que lacondesatuvoquebajarlavista,yseapagósumiradaanteladeldoctor.

—Condesa—dijoelreyconsuavetonodereconvención—,vedadondeconduceelabusoquesehacedelasfirmas.Noconocéisalseñor,segúnhabéisconfesado,alseñor,queesungranprácticoyun sabiomédicoyaquiennopodéis inculparpornada…

—Andrea levantó la cabeza y fijó en Gilberto una mirada de desdeñosomenosprecio.

Éstepermaneciótranquiloyarrogante.—Digo, pues—continuó el rey—, que, no teniendo nada por qué inculpar al

señor,porcastigar,sinduda,aotrapersona,harecaídoelcastigosobreuninocente.Esoestámalhecho,condesa.

—¡Señor!—dijoAndrea.—¡Oh!—dijo el rey, que tenía yamiedode indisponerse con la favorita de su

esposa—.Séqueno tenéismal corazón,yque, si habéisperseguidoa alguienconvuestroodio,esporquelohabrámerecido;peroyacomprenderéisqueenlosucesivonodeberepetirsesemejanteequivocación.

VolviéndoseenseguidaaGilberto,añadió:—¿Quéqueréis,doctor?Esculpade los tiemposmásbienquede loshombres.

Hemosnacidoenlacorrupción,yenellamoriremos;pero,almenos,sedebemejorarelporvenirparalaposteridad,yesperoquenosayudaréisenestaobra.

YLuisXVIsedetuvo,creyendohaberdicholosuficienteparadejarsatisfechasalasdospartes.

¡Pobrerey!SihubierapronunciadosemejantefraseenlaAsambleaNacional,notansololehabríanaplaudido,sinoquealdíasiguientelahubieravistoreproducidaentodoslosperiódicosdelacorte.

Peroaquelauditoriocompuestodedosenemigosencarnizadosgustópocodesuconciliadorafilosofía.

—ConpermisodevuestraMajestad—dijoGilberto—,rogaréaestaseñoraquerepitaloquehadicho,estoes,quenomeconoce.

—Condesa—dijoelrey,¿queréishacerloquepideeldoctor?—NoconozcoaldoctorGilberto—repitióAndreaconvozfirme.—Pero¿conocéisaotroGilberto,cuyocrimensemehaimputado?—Sí—contestóAndrea—;leconozcoyletengoporuninfame.—Señor —dijo Gilberto—, no me corresponde interrogar a la condesa; pero

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dignaospreguntarleloqueesehombreinfamehahecho.—Condesa,nopodéisnegarosatanjustapetición.—¿Loquehahecho?—respondióAndrea—.Lareinadebesaberlo,todavezque

haautorizadoconsufirmalacartaenqueyopedíasuprisión.—Esquenobastaque la reina losepa—objetóLuisXVI—,convendríaqueyo

tambiénlosupiese.Lareinaeslareina;peroyosoyelrey.—Puesbien,señor:elGilbertodelaordendeprisiónesunhombrequecometió

uncrimenhorriblehacedieciséisaños.—DígneseVuestraMajestadpreguntarlealaseñoracondesaquéedadtendráhoy

esehombre.Elreyrepitiólapregunta.—Detreintaatreintaydosaños—contestóAndrea.—Señor—dijo Gilberto—, si se cometió el crimen hace dieciséis años, no lo

cometió un hombre, sino un niño; y si desde entonces el hombre ha deplorado elcrimendelniño,¿noeraacreedoraalgunaindulgencia?

—Pero¿esqueconocéisalGilbertodequesetrata?—preguntóelrey.—Loconozco—respondióGilberto.—Y¿nohacometidomásfaltaqueladesujuventud?—Creoquedesdeque cometió, nodiré esa falta, porque soymenos indulgente

quevos,sinoesecrimen,nadieenelmundotienenadaporquévituperarle.—Anoserporhabermojadosuplumaenvenenoyescritoodiososlibelos—dijo

Andrea.—Señor—preguntadtambiénalaseñoracondesasilaverdaderacausaquehabía

paraponerpresoaeseGilbertonofueelproporcionarmejorocasiónasusenemigos,o mejor dicho, a su enemiga, para apoderarse de cierta caja que contenía variospapelesquepuedencomprometeraunagrandama,unadamadelacorte.Andreaseestremeciódepiesacabeza.

—¡Caballero!—murmuró.—¿Quécajaesésa,condesa?—preguntóelrey,aquiennopasaroninadvertidas

laemociónylapalidezdeAndrea.—Señora—dijoGilberto,conociendoquedominaba lasituación—,bastayade

rodeos, de subterfugios y dementiras por una y otra parte.Yo soy elGilberto delcrimen; elGilberto de los libelos, elGilberto de la caja.Vos sois la grandama, ladama de la corte; tomo al rey por testigo, y digamos a este juez, al rey, a Dios,digámosletodoloquehapasadoentrenosotros,yelreydecidirámientrasDiostengaabiendecidir.

—Decid cuanto queráis—contestó la condesa—, pero yo no puedo decir nadasinoquenoosconozco.

—Y¿tampococonocéisesacaja?

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La condesa crispó los puños y semordió los descoloridos labios hasta hacersesangre.

—No—contestó—,tampoco.Peroelesfuerzoquehizoparapronunciarestaspalabrasfuetalquevacilócomo

vacilaunaestatuasobresubasealocurriruntemblordetierra.—Os advierto, señora—dijoGilberto—, lo que no podéis haber olvidado: que

soydiscípulodeunhombrequese llamabaJoséBálsamo,elcualme transmitióelpoderqueteníasobrevos.Porprimeravezospregunto:¿dóndeestámicaja?

—Nolosé—contestólacondesaconunaturbacióninexplicableyhaciendounmovimientoparasalirdelahabitación.

—Pues bien —replicó Gilberto poniéndose pálido y levantando el brazo enactitud amenazadora—, pues bien, naturaleza de acero, corazón de diamante,doblégateamiirresistiblevoluntad.Andrea,¿noquiereshablar?

—¡No,no!¡Favorecedme,señor!—Pueshasdehablar,ynadie,aunqueseaelrey,aunquefueraelmismoDios,te

sustraeráamipoder;hablarás,abrirástodatualmaalaugustotestigodeestaescenasolemne;yvos,señor,vaisasaberporbocadelamismaqueseniegaarevelarlotodocuantohayen los replieguesde suconciencia, todocuantoúnicamenteDiospuedeleerenlatenebrosidaddelasalmas.Dormíos,condesadeCharny,dormíosyhablad:¡loquiero!

Apenasacabódepronunciarestaspalabras,cuandolacondesasequedócortadaalamitaddeungrito,extendiólosbrazos,y,buscandouncuerpoenqueapoyarseparanoveniratierra,cayóentrelosbrazosdelreyque,temblorosoasuvez,lasentóenunsillón.

—¡Oh!—exclamóLuisXVI—.Heoídohablardeesto;perohastaahoranohabíavistocosaparecida.¿Nohaquedadosumidaenunsueñomagnético,doctor?

—Sí,señor.Cogedunamanodelacondesaypreguntadleporquémehahechoprender—respondióGilberto,comosiaélsololepertenecieraelderechodemando.

Luis XVI, aturdido de aquella escena maravillosa, dio dos pasos atrás paraconvencersedequenoestabaéltambiéndormidoydequeloquepasabaasuvistano era un sueño; luego, interesado como un matemático en la solución de unproblema,seacercóalacondesa,alacualcogióunamano.

—Decid, condesa —preguntó—, ¿por qué habéis hecho prender al doctorGilberto?

Maslacondesa,apesardeestardormida,hizounpostreresfuerzo,retirósumanodeladelreyy,llamandoensuayudaatodassusfuerzas,contestó:

—No,nodiréunapalabra.ElreymiróaGilbertocomoparapreguntarlesiprevaleceríasuvoluntadolade

Andrea.

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Gilbertosesonrió.—¿Nohablaréis?—dijo.YconlavistafijaenAndreadormida,diounpasohaciaelsillón.Andreaseestremeció.—¿Quenohablaréis?—repitió, dandootro paso que redujo el intervalo que le

separabadelacondesa.Andreaestirótodosucuerpoconespantosareacción.—¿Quenohablarás?—repitióconterceravezyponiéndosejuntoaAndreasobre

cuyacabezacolocósumanoabierta.Andreaseretorció,presadeviolentasconvulsiones.—Cuidado,doctor—dijoLuisXVI—,vaisamatarla.—Notengáismiedo,señor:solomedirijoalalma;elalmalucha,perocederá.Y,bajandolamano,añadió:—¡Habla!Andreaalargó losbrazosehizounmovimientopara respirar,comosiestuviera

bajolapresióndeunamáquinaneumática.—¡Habla!—repitióGilbertobajandootravezlamano.Todos losmúsculos de la joven parecieron a punto de romperse.En sus labios

apareció una franja de espuma, y un amago de epilepsia la hizo agitarse de pies acabeza.

—¡Doctor!¡Doctor!—exclamóelrey—.Tenedcuidado.Peroél,sinhacerlecaso,bajóporterceravezlamanoy,tocandoconlapalmala

partesuperiordelacabezadelacondesa,dijo:—¡Habla!¡Loquiero!Andrea,alcontactodeaquellamano,exhalóunsuspiroydejócaerlosbrazos;su

cabeza, que estaba echada hacia atrás, cayó hacia adelante apoyándose sobre supecho,yaltravésdesuspárpadoscerradosfiltraronabundanteslágrimas.

—¡Diosmío!¡Diosmío!—murmuró.—Enhorabuena que invoquéis a Dios. El que opera en nombre de Dios no le

teme.—¡Oh!—exclamólacondesa—.¡Osaborrezco!—Aborrecedme;perohablad.—¡Señor,señor!—repusoAndrea—.Decidlequemeabrasa,quemedevora,que

memata.—¡Hablad!—dijoGilberto.Luegohizounaseñaalreyindicandoquepodíainterrogarla.—Decid,condesa—preguntóelrey—,¿era,enefecto,eldoctorGilbertoaquien

queríaisprendercomolohabéisconseguido?—Sí.

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—Y¿nohahabidoerrornimalainteligencia?—No.—¿Yesacaja?—Noconveníadejarlaensupoder—articulósordamentelacondesa.Gilbertoyelreycambiaronunamiradadeinteligencia.—Y¿selahabéisquitado?—Selahehechoquitar.—Contadnos eso, condesa—dijo el rey arrodillándose sin reparo delante de la

condesa—.¿Selahabéishechoquitar?—Sí.—¿Dóndeycómo?—Supe que eseGilberto, que en el espacio de dieciséis años había hecho dos

viajesaFrancia,ibaahacerelterceroconánimodeestablecerseaquí.—Pero¿ylacaja?—preguntóelrey.—Supe también por el teniente de policía señor deCrosne, que en uno de sus

viajeshabíacompradounastierrasenlascercaníasdeVillers-Cotterets;queelcolonoencargadodeellaserahombredetodasuconfianza,ysupusequelacajaestabaensucasa.

—¿Porquélosupusisteis?—FuiacasadeMesmer,hicequemedurmieraylavi.—Y¿dóndeestaba?—Enungranarmarioquehabíaenlaplantabaja,escondidaentreropablanca.—¡Esmaravilloso!—dijoelrey—.Y¿quémás?—Volví a casa del señor deCrosne, quien, por recomendación de la reina,me

proporcionóunodesusmáshábilesagentes.—¿Cómosellamaeseagente?—preguntóGilberto.Andreaintentóresistir.—Decidmesunombre:¡loquiero!—PasodeLobo.—Y¿quémás?—preguntóelrey.—Queayermañanaeseagenteseapoderódelacaja…ynadamás.—No:hayalgomás—dijoGilberto—.Ahoravaisadeciralreydóndeestáesa

caja.—¡Oh!—exclamóLuisXVI—.Pedísdemasiado.—No,señor.—PerosepodríasaberporesePasodeLobo,porelseñordeCrosne…—Másprontoymejorlosabremosporlaseñora.Andrea,conunmovimientoconvulsivoquesindudateníaporobjetoimpedirque

laspalabrassalierandesuboca,apretólosdientes.

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Elreyhizoobservarestaconvulsiónnerviosaaldoctor.Gilbertosesonrió.Tocó con el pulgar y el índice la parte inferior del rostro de Andrea, cuyos

músculossedistendieronalmomento.—Ante todo, señora condesa, decid al rey que esa caja pertenecía al doctor

Gilberto.—Sí,erasuya—contestólacondesaconrabia.—Y ¿dónde está ahora? —preguntó Gilberto—. Responded pronto: el rey no

puedeperdermástiempo.Andreavacilóunmomento.—EncasadePasodeLobo—contestó.Eldoctorobservóaquellavacilación,porimperceptiblequefuese.—¡Mentís!—exclamó—.O,mejordicho,tratáisdementir.¿Dóndeestálacaja?

Quierosaberlo.—Enmicasa,enVersalles—contestóAndreallorandoyconuntemblornervioso

quesacudíatodosucuerpo.Enmicasa,dondePasodeLobomeaguardaestanochealasonce,segúnestabaconvenido.

Enestodieronlasdocedelanoche.—Y¿sigueaguardando?—Sí.—¿Enquéhabitación?—Lehanhechoentrarenelsalón.—¿Quélugarocupaahoraenelsalón?—Estádepie,apoyadoenlachimenea.—¿Ylacaja?—Enunamesaquehaydelantedeél.¡Oh!—¿Qué?—Daosprisaahacerlesalir.Miesposo,quenodebíavolverhastamañana,vaa

regresarestanoche,acausadelosacontecimientos.Leestoyviendo:estáenSevres.Hacedsaliraeseagenteparaqueelcondenoleencuentreencasa.—¿OyeVuestraMajestad?¿DóndeviveenVersalleslacondesadeCharny?—¿Dóndevivís,señora?—EnelbulevardelaReina.—Estábien.—Señor,yalohaoídoVuestraMajestad.Esacajaesmía.¿Mandaelreyquese

medevuelva?—Ahoramismo.Y el rey, después de poner delante de la condesa de Charny un biombo que

impedíaquelavieran,llamóaloficialdeservicioyledioenvozbajaunaorden.

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CapítuloXXIV

FILOSOFÍAREAL

Esaextrañapreocupacióndeunreycuyotronoestabanminandosussúbditos,esacuriosidaddesabioaplicadaaunfenómenofísicocuandosedesarrollabaentodasugravedadelmásimportantedelosfenómenospolíticosquesehanvistoenFrancia,esdecir, la transformacióndeunamonarquíaendemocracia,eseespectáculodeunreyqueseolvidadesípropioenlomásreciodeunatempestad,hubierahechoreíralos grandes ingenios de la época, atentos hacía tres meses a la solución de suproblema.

Mientras la asonada rugía por fuera, Luis XVI olvidando los terriblesacontecimientos del día, la tomade laBastilla, los asesinatos deLaunay,LosmeyFlesselles, la Asamblea Nacional dispuesta a rebelarse contra su rey, Luis XVI seconcentraba en aquella especulación puramente privada, y la revelación de aquellaescenadesconocidaleabsorbíatantocomolosmásgravesinteresesdesugobierno.

Así fue que, no bien dio la orden que acabamos de indicar a su capitán deguardias,volvióadondeestabaGilberto,quienalejabadelacondesaelexcedentedefluido de que la había cargado, para hacerla caer en un sueño sosegado en vez deaquelsonambulismoconvulsivo.

Alpocoratolarespiracióndelacondesaeratranquilaeigualcomoladeunniño.EntoncesGilberto,haciendounsolomovimientocon lamano, levolvióaabrir losojosyladejóenéxtasis.

Entoncespudoverseen todosuesplendor lamaravillosahermosuradeAndrea.Completamentedesligadade todamezcla terrestre, la sangre,quehabía refluidouninstantehastasurostroycoloreadomomentáneamentesusmejillas,volvíaabajaralcorazón, cuyos latidos recobraban su ritmo moderado; su color habíase tornadopálido,peroconesapalidezmatede lasmujeresdeOriente; losojos,unpocomásabiertosquedecostumbre,estabanlevantadoshaciaelcielo,ysuspupilasnadabanen el blanconacaradodel globo; la nariz, ligeramentedilatada, parecía aspirar unaatmósferamáspura;enfin,loslabios,quehabíanconservadotodosucarmín,aunquelas mejillas hubiesen perdido algo del suyo, dejaban ver dos hilos de perlas cuyasuavehumedadrealzabasubrillo.Teníalacabezaligeramenteechadahaciaatráscongraciainefable,casiangelical.

Hubiérase dicho que aquella mirada inmóvil, acreciendo su intensidad con sumismafijeza,penetrabahastaelpiedeltronodeDios.

El rey se quedó como deslumbrado. Gilberto volvió la cabeza suspirando; no

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habíapodidoresistiraldeseodedaraAndreaaquelgradodebellezasobrehumana;yahora, como Pigmalión, más desgraciado aún que Pigmalión, porque conocía lainsensibilidaddelabellaestatua,seasustabadesupropiaobra.

Hizounademán,sinvolversiquieralacabezahaciaAndrea,ylosojosdeéstasecerraron.

ElreyquisoqueGilbertoleexplicaraaquelestadomaravillosoenqueelalmasesepara del cuerpo, y, libre, dichosa y divina, se remonta por cima de lasmiseriashumanas.

Como todos los hombres verdaderamente superiores, Gilberto no teníainconvenienteenpronunciaresafrasequetantocuestaalasmedianías:«Nolosé».Confesó al rey su ignorancia, y le dijo que producía un fenómeno que no podíadefinir:elhechoexistía,peronoteníaexplicación.

—Doctor—dijoelmonarcaaloírestaconfesióndeGilberto—,éseesotrodelossecretos que la Naturaleza guarda para los sabios de otra generación, y que sedescubrirácomotantosotrosmisteriostenidosporinsolubles.Nosotroslosllamamosmisterios;nuestrospadresloshubieranllamadosortilegiosohechicerías.

—Sí,señor—contestóGilberto—,yyohubieratenidoelhonordeserquemadoenlaplazadelaGréveparalamayorgloriadeunareligiónquenosecomprendía,porsabiossincienciayporsacerdotessinfe.

—Y ¿con quién habéis estudiado esa ciencia? —preguntó el rey—. ¿ConMesmer?

—Diezaños,antesqueseconocieseenFranciaelnombredeMesmer,yahabíapresenciadoyolosmássorprendentesfenómenosdeesaciencia—contestóeldoctor.

—Y decidme: ese Mesmer que ha hecho tanto ruido en todo París, ¿es uncharlatánono?Meparecequeoperáismássencillamentequeél.Heoídocontarsusexperimentosasícomo losdeDeslonyPuysegur.Yasabéis todo loquesedicedeellos,seanpatrañasoverdades.

—Sí,heseguidoconatencióntodasestascontroversias.—Puesbien:¿quépensáisdelafamosacubeta?—Perdóneme Vuestra Majestad si contesto con la duda a cuanto me pregunta

acercadelartemagnético.Elmagnetismotodavíanoesunarte.—¡Ah!—Noesmásqueunapotencia,peropotencia terrible,porcuantoanulael libre

albedrío,aislaelalmadelamateriayentregaelcuerpodelasonámbulaenmanosdelmagnetizador,sinqueconservelafacultadynisiquieralavoluntaddedefenderse.Loqueesyo,hevistoefectuar fenómenosmuyextraños, loshehecho también,y, sinembargo,dudo.

—¡Como!¿Hacéismilagrosydudáis?—No…, no dudo. En este momento tengo a la vista la prueba de un poder

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inauditoydesconocido.Perocuandoestapruebadesaparezca,cuandoestésoloenmicasa,enmibiblioteca,delantedetodocuantohaescritolacienciahumanadetresmilañosaestaparte,cuandolacienciamediceno,cuandoelespíritu,larazónmedicenno,dudo.

—Y¿vuestromaestrodudaba?—Talvez;pero,menosfrancoqueyo,nolodecía.—¿EraDeslonoPuysegur?—No, señor, no. Mi maestro era un hombre muy superior a los que habéis

nombrado.Lehevistohacercosasmaravillosas,sobre todoencuestióndeheridas:nodesconocíaningunaciencia.Estabaprofundamenteversadoenlasteoríasegipcias,yhabíapenetradolosarcanosdelaantiguacivilizaciónasiría.Eraunsabioprofundo,un filósofo temible que unía a la experiencia de la vida la perseverancia de lavoluntad.

—¿Leheconocido?—preguntóelrey.Gilbertovacilóunmomento.—Ospreguntosileheconocido.—Sí,señor.—¿Cómosellamaba?—Señor —contestó Gilberto—, pronunciar su nombre delante del rey es

exponerse quizás a desagradarle. Y ahora que la mayor parte de los franceses seburlan de la majestad real no quisiera faltar al respeto que todos debemos a SuMajestad.

—Decid resueltamente cómo se llama ese hombre, doctor Gilberto, y estadpersuadidodequeyo también tengomi filosofía; filosofíadebastantebuen templeparapermitirmequemeríadetodoslosinsultosdelpresenteydetodaslasamenazasdelporvenir.

Gilbertotitubeabaaún,apesardeaquelestímulo.Elreyseacercóaél.—Vamos—ledijosonriendo—,decidmequiénes,aunqueseaelmismoSatanás,

porque tengo contra Satanás una coraza que no tiene vuestros dogmatizadores nitendrán jamás, y quizá soy yo el único que la posee sin queme dé vergüenza, lareligión.

—Es verdad—contestó Gilberto—. VuestraMajestad tiene tanta fe como SanLuis.

—Yenesoconsistetodamifuerza:loconfieso.Yoamolaciencia,megustanlosresultadosdelmaterialismo.Yasabéisquesoymatemático:untotaldeunasuma,unafórmulaalgebraicamecautivan;perocontraaquéllosque llevanelálgebrahastaelateísmo,reservomife,quemehacemuysuperioraelloseinferioralmismotiempo;superior para el bien e inferior para elmal.Ya veis, doctor, que soy un hombre a

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quienpuededecirsetodo,yunreyquepuedooírlo.—Señor—dijoGilbertoconunaespeciedeadmiración—,agradezcoaVuestra

Majestadloqueacabadedecirme,porqueescasiunaconfidenciadeamigoconquemehabéishonrado.

—QuisieraquetodaEuropameoyerahablarasí—seapresuróadecirel tímidoLuisXVI—. Si los franceses pudiesen ver en mi corazón toda la fuerza y todo elcariñoquecontiene,creoquemeopondríanmenosresistencia.

La última parte de la frase, que revelaba la irritación causada en la regiaprerrogativa,perjudicóaLuisXVIenelánimodeGilberto.Estedijo,yasinningunaconsideración:

—Señor, puesto que lo queréis saber, os diré quemi maestro fue el conde deCagliostro.

—¡Oh!—exclamóLuisXVIponiéndosecolorado—.¡Eseempírico!—Eseempírico…sí,señor.VuestraMajestadnoignoraquelapalabraqueacaba

deemplearesunadelasmásnoblesdequesesirvelaciencia.Empíricoquieredecirtantocomohombrequeensaya.Ensayarsiempreparaunpensador,paraunpráctico,paraunhombre,enfin,eshacertodolomásbelloygrandequeDioshapermitidoalos mortales. Ensaye el hombre toda su vida, y habrá ocupado su tiempodebidamente.

—PeroeseCagliostroaquiendefendéiseraunenemigodelosreyes.Gilbertoseacordódelasuntodelcollar.—¿Noserámásbiendelasreinas?—preguntó.LuisXVIseestremecióalrecibirestealfilerazo.—Sí, ha observado una conducta de lasmás equívocas en toda la cuestión del

príncipeLuisdeRohan—contestó.—Señor, entonces, como siempre, Cagliostro cumplió con un deber humano:

ensayabaparasí.Enciencia,enmoral,enpolítica,nohaybiennimal:nohaymásquefenómenoscomprobados,hechosadquiridos.Lorepito,señor:elhombrepuedehacerse con frecuencia digno de censura, censura que quizá pueda convertirse enelogioconeltiempo,pueslaposteridadrevisalosjuiciosdeloshombres;peroyonoheestudiadoconelhombre,sinoconelfilósofo,conelsabio.

—Bien,bien—dijoelrey,quesentíaaúneldolordeladobleheridadesuorgulloy de su corazón—, bien; pero nos olvidamos de la señora condesa, y tal vez estésufriendo.

—Voyadespertarla,siVuestraMajestadlodesea;perohabríadeseadorecibirlacajamientrasestádurmiendo.

—¿Porqué?—Porahorrarleunaleccióndemasiadosevera.—Precisamenteaquívieneya—dijoelrey—.Aguardad.

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Enefecto:sehabíaejecutadopuntualmentelaordendelrey: lacaja,encontradaencasadelacondesadeCharnyenmanosdelagentePasodeLobo,estabayaenelgabinetereal,delantedelosojosdelamismacondesa,quenolaveía.

El rey hizo un ademán de satisfacción al oficial que la había traído, y éste seretiró.

—¿Quédecís?—preguntóLuisXVI.—Quees,enefecto,lamismacajaquemehabíanquitado—contestóeldoctor.—Abridla,pues.—Lo haré si Vuestra Majestad lo desea. Pero antes debo advertir a Vuestra

Majestadunacosa.—¿Cuál?—Que, como he dicho aVuestraMajestad, esta caja tan sólo contiene papeles

muyfácilesdeleer,perodelosquedependeelhonordeunamujer.—Yesamujereslacondesa.—Sí, señor; pero suhonornopadecerá lomásmínimoaunque lo sepaVuestra

Majestad.Abridla,señor—dijoGilbertopresentandolallavealrey.—Llevaosesacaja—dijoelmonarcaconfrialdad—,lleváosla:esvuestra.—Gracias,señor;y¿quéharemosdelacondesa?—Noladespertéisaquí.Quieroevitarlassorpresasylosdolores.—LacondesanosedespertarásinoenelsitioadondeVuestraMajestadtengapor

convenientehacerlallevar.—Puesquelallevenalacámaradelareina.LuisXVI.Llamoysepresentóunoficial.—Capitán—dijo—,laseñoracondesasehadesmayadoaquíalsaberlasnoticias

deParís.Disponedquelallevenalacámaradelareina.—¿Cuántotiemposenecesitaparatrasladarla?—preguntóGilbertoalrey.—Unosdiezminutos.Gilberto,extendiólamanosobrelacondesa.—Osdespertaréisdentrodeuncuartodehora—dijo.Entrarondossoldadospormandatodeloficialy se llevarona lacondesaenun

sillón.—Yahora¿quémásdeseáis,señorGilberto?—preguntóelrey.—UnfavorquemeacerqueaVuestraMajestadyquemeproporcionealmismo

tiempolaocasióndeserleútil.—Explicaos.—QuisierasermédicodecámaradeVuestraMajestad;anadieharésombracon

esto:esuncargohonoríficoymásbiendeconfianzaquedeaparato.—Concedido—dijo el rey—.Adiós, señorGilberto. Y no olvidéis de darmis

afectosalseñordeNecker.Adiós.

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YdespuésdesalirGilberto.—¡Quemesirvanlacena!—dijoenaltavozLuisXVI,aquienningúnsucesodel

mundopodíahacerleolvidaraquélla.

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CapítuloXXV

ENLACÁMARADELAREINA

Mientrasel reyaprendíaacombatir filosóficamente la revolución, siguiendouncursodecienciasocultas, la reina,queprofesabaotra filosofíamuchomássólidayprofunda,habíareunidoensusalónacuantosllamabasusleales,sindudaporqueaunnohabíatenidoocasióndeponerapruebalalealtaddecadaunodeellos.

Tambiénenaquellacámarasehabíancontadocontodossusdetalleslossucesosdelaterriblejornada.

Antesquenadie,lareinahabíasabidoloocurrido,puesconociendosuintrepideznosehabíatenidoreparoenadvertirladelpeligro.

Asualrededorhabíagenerales,cortesanos,clérigosymujeres.Junto a las puertas o detrás de los cortinajes se agrupaban algunos oficiales

jóvenes,cuyobelicosoardornoveíaenaquellasrevueltasmásqueunaocasión,largotiempo esperada, de hacer gala de su destreza en las armas delante de las damas,comoenlosantiguostorneos.

Familiares o servidores fieles de la monarquía, todos habían escuchado conatención lasnoticiasdeParís referidasporelpríncipedeLambescq,que,habiendopresenciadolossucesos,corrióaVersallesconsuregimiento,llenoaúndelpolvodelas Tullerías, a fin de consolar con la realidad a las personas azoradas que seexagerabansudesgracia,comosidesuyonofuerayabastantegrande.

Lareinaestabasentadajuntoaunamesa.No era ya la dulce y bella desposada, ángel protector de la Francia, a la que

hemosvistoapareceralprincipiodeestahistoria,cruzandolafronteradelNorteconunaramadeolivoenlamano.Tampocoeralagallardaygraciosaprincesaaquienvimos entrar una noche con la princesa de Lamballe en la misteriosa morada deMesmer y sentarse, risueña e incrédula, junto a la cubeta simbólica que había deproporcionarleunarevelacióndelofuturo.

¡No!Eralaaltivayresueltasoberanadefruncidoentrecejoydesdeñososlabios;era lamujer de cuyo corazón había huido ya una parte de su amor para recibir, acambio de este dulce y vivificador sentimiento, las primeras gotas de una hiel quedebíaconvertirseensangrealcorrersincesar.

Era,enfin, lamujerdel tercer retratode lagaleríadeVersalles,esdecir,noyaMaríaAntonieta,ni tampocolareinadeFrancia,sinoaquéllaaquienempezabanadesignarconelnombredelaaustriaca.

Detrásdeella,medioocultaenlasombra,habíaunamujerinmóvil,recostadaen

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losalmohadonesdeunsofáyconlafrenteapoyadaenlamano.EralaseñoradePolignac.Al ver al señor de Lambescq, la reina hizo uno de esos ademanes de alegría

desesperadaquesignifican:—¡Porfinvamosasaberlotodo!Lambescq hizo una reverencia demodo que parecía pedir perdón a la vez por

presentarseconlasbotassucias,eltrajellenodepolvoyelsabletorcidoentérminosquenohabíapodidoentrarenteramenteenlavaina.

—¿Quéhay,señordeLambescq?—preguntólareina—.¿LlegáisdeParís?—Sí,señora.—¿Quéhaceelpueblo?—Matayquema.—¿Porlocuraoporodio?—Porferocidad.Quedóse la reina maditabunda como si estuviera dispuesta a participar de la

opinióndesuinterlocutoracercadelpueblo,yluego,meneandolacabeza,dijo:—No,príncipe:elpueblonoesferoz,almenossinmotivo.Nomeocultéisnada.

¿Esdelirio?¿Esodio?—Puesbien,señora:creoqueesunodiollevadohastaeldelirio.—¿Odioaquién?Veoquevolvéisavacilar;puesosprevengoquesinarráisde

esemodo, en lugar de tomar informes de vos, como lo hago, enviaré uno demispalafrenerosaParís;lebastaráunahoraparair,otraparaenterarseyotraparavolver,ydentrode treshorasesehombremecontará todos losacontecimientos, tan lisayllanamentecomounheraldodeHomero.Dreux-Brézéseacercósonriendo.

—Señora —dijo—, ¿qué os importa el odio del pueblo? El pueblo puedeaborreceraquienquieraquesea,exceptoasureina.

MaríaAntonietanisiquierasedioporentendidadelalisonja.—Vamos,vamos,príncipe—dijoalseñordeLambescq—,hablad.—Puesbien,sí,señora:elpuebloobramovidoporelodio.—¿Amí?—Atodoloqueledomina.—Enhorabuena:esoesdecirlaverdad—contestóresueltamentelareina.—Señora,soysoldado—dijoelpríncipe.—Pueshabladcomosoldado.Decidme:¿quésedebehacer?—Nada.—¿Cómonada?—exclamólareinaaprovechandoelmurmulloexcitadoporesta

palabra en aquella reuniónde cortesanos, de casacasbordadasy espadasdeoro—.¡Nada!¿Yvos,príncipelorenés,venísadeciresoalareinadeFranciaenelmomentoenqueelpueblomatayquema,segúnconfesáis?¡Decísquenosedebehacernada!

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Un nuevo murmullo, pero esta vez de aprobación, acogió las palabras de MaríaAntonieta.

Volvióéstalacabeza,recorrióconlavistatodoelcírculoquelarodeaba,yentretodosaquellosojoscentelleantesbuscólosquedespedíanmásllamas,creyendoleerenellosmásfidelidad.

—¡Nada!—repusoelpríncipe—.Porquesidejamosalparisiensequesecalme,secalmará,deseguro.Noesbelicososinocuandoseleexaspera.¿Aquéconcederleloshonoresdeunaluchaycorrerlosazaresdeuncombate?MantengámonosquietosydentrodetresdíasyanohabránadaenParís.

—Pero¿ylaBastilla?—¡La Bastilla! Se cerrarán sus puertas, y los que la hayan tomado quedarán

prisionerosasuvez.Aestosereducetodo.Entrelosgrupossilenciosossenotaronrisasmalcontenidas.—Cuidado,príncipe—dijolareina:vedqueahorametranquilizáisdemasiado.Ypensativa,conlabarbillaapoyadaenlapalmadelamano,seacercóalaseñora

dePolignac,que,pálidaytriste,parecíacompletamenteabsorbidaensímisma.Lacondesahabíaescuchadotodasaquellasnoticiasconvisibleterror,ynosonrió

sino cuando la reina se detuvo delante de ella; pero aquella sonrisa era pálida eincoloracomounaflormarchita.

—¿Quédecísdetodoesto,condesa?—lepreguntóMaríaAntonieta.—Nada,señora.—¿Nada?—No.Ymeneólacabezaconexpresióndeindecibledesaliento.—Vamos,vamos—dijolareinaaloídodelacondesa—,miamigaDianaesuna

miedosa.Yelevandolavozañadió:—Pero ¿dónde está la intrépida condesa de Charny? Me parece que la

necesitamosparatranquilizarnos.—Lacondesaibaasalircuandolahanllamadoalacámaradelrey—contestóla

señoradeMisery.—¿Alacámaradelrey?—repitiódistraídamenteMaríaAntonieta.Entoncessolamenteadvirtióelextrañosilencioquereinabaenlaestancia.Y era que aquellos acontecimientos inauditos, increíbles, cuyas noticias habían

ido llegando sucesivamente a Versalles, habían desalentado a los corazones másenteros,notantoquizáportemorcomoporasombro.

Lareinacomprendióqueeranecesarioreanimartodosaquellosespíritusabatidos.—¿Nadiemedaunconsejo?—dijo—.Estábien.Pueslotomarédemímisma.Aloírestaspalabrasseacercaronaellaloscortesanos.

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—Elpueblo—dijolareina—,noesmalo,sinoqueestáextraviado.Nosaborreceporquenonosconoce;porconsiguiente,acerquémonosaél.

—Sí;peroparacastigarle—replicóunavoz—,porquehadudadodesusseñores,yesoesuncrimen.

LareinamiróhaciadondesalíalavozyvioalseñordeBezenval.—¿Soisvos,señorbarón?—ledijo—.¿Venísadarnosalgúnbuenconsejo?—Yaestádado,señora—contestóBezenvalinclinándose.—Corriente—replicólareina—;elreycastigará,perocomobuenpadre.—Quienbienquiere,hacellorar—respondióelbarón.Y,volviéndosealseñordeLambescq,añadió:—¿Nosoisdemiparecer,príncipe?Elpueblohacometidoasesinatos…—Quecalificaderepresalias—dijosordamenteunavozsuaveyllenadefrescura

aespaldasdelareina,quesevolvióaloírla.—Tenéis razón, princesa, y precisamente en eso consiste su error, querida

Lamballe:poresodebemosserindulgentes.—Peroantesdedecidirsisehadecastigar,convendríasabersisepuedevencer

—replicólaprincesaconsuvoztímida.Resonóungritogeneral,gritodeprotestacontralaverdadqueacababadesalirde

aquellanobleboca.—¡Vencer!¿Ylossuizos?—dijouno.—¿Ylosalemanes?—dijootro.—¿Ylosguardiasdecorps?—añadióuntercero.—¡Se duda del ejército y de la nobleza! —exclamó un joven que llevaba el

uniformede tenientedehúsaresdeBercheny. ¿Acasohemosmerecidoesebaldón?Pensad, señora, que, si el rey quiere, mañana mismo puede reunir cuarenta milhombres,lanzarlossobreParísydestruirlacapital.Pensadquecuarentamilhombresdetropasdecididasylealesvalenpormediomillóndeparisiensessublevados.

El joven que así hablaba disponía, sin duda, de muchas análogas razones queomitiótodavía;perocallóalverlosojosdelareinafijosenél.Habíahabladodesdeungrupodeoficiales,ysucelolehabíallevadomásalládeloquepermitíansugradoylasconveniencias.

Calló,comohemosdicho,avergonzadodelefectoquehabíaproducido.Masyaeratarde,pueslareinahabíaoídosuspalabras.

—¿Conocéislasituación,señoroficial?—lepreguntóbondadosamente.—Sí, señora —contestó el joven ruborizándose—; yo estaba en los Campos

Elíseos.—Entonces,decidtodoloquesepáis.Acercaos,caballero.Eljoven,sumamentecolorado,saliódeentrelosgrupos,queseabrieronasupaso

yseacercóalareina.

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ElpríncipedeLambescqyel señordeBezenval retrocedieronconmovimientosimultáneo,comosihubieranconsideradodepresivoparasudignidadasistiraaquellaespeciedeconsejo.

Lareinanoreparóofingiónorepararenaquellaretirada.—Conque¿decísqueelreydisponedecuarentamilhombres?—preguntó.—Sí,señora.—¿EnlascercaníasdeParís?—EnSaint-Denis,Saint-Mandé,MontmartreyGrenelle.—Dadnospormenores.—Señora:losseñoresdeLambescqydeBezenvaloslosdiránmuchomejorque

yo.—Proseguid: me agrada oír esos detalles de vuestra boca. Los cuarenta mil

hombres¿alasórdenesdequiénestán?—Ante todo, a las de los señores deBenzeval y deLambescq; luego a las del

príncipedeConde,Narbonne-FritzlarydeSalkenaym.—¿Esciertoeso,príncipe?—preguntólareinavolviéndosehaciadeLambescq.—Sí,señora—contestóelpríncipeinclinándose.—EnMontmartrehaytodounparquedeartillería—dijoeljoven—;enseishoras

puedequedarreducidoacenizastodoelbarriodominadoporMontmartre.Quedesdeallí se dé la señal de fuego; queVincennes la responda, que se presenten diezmilhombres por los Campos Elíseos, otros diez mil por la barrera del Infierno, otrostantos por la calle de SanMartín y otros tantos por la Bastilla; que París sufra elfuegode fusilería por los cuatropuntos cardinales, yParís no resistirá veinticuatrohoras.

—GraciasaDiosquehayunoqueseexplicafrancamente;éseesunplanpreciso.¿Quéosparece,señordeLambescq?

—Meparecequeelseñor tenientedehúsaresesungeneralperfecto—contestódesdeñosamenteelpríncipe.

—Porlomenos—replicólareina,viendoqueeljovenoficialpalidecíadecólera—,porlomenosesunsoldadoquenopierdelaesperanza.

—Gracias,señora—dijoeloficialinclinándose—.IgnoroloquedecidiráVuestraMajestad; pero le suplico queme cuente en el número de los que están prontos amorirporsureina,en locual,podéiscreerlo,nohagomásqueloquecuarentamilsoldadosestándispuestosahacer,sincontaranuestrosjefes.

Y, al decir esto, el joven saludó cortesmente al príncipe que casi le habíainsultado.

Estacortesíachocóalareinamuchomásquelasprotestasdeabnegaciónquelahabíanprecedido.

—Caballero,¿cómoosllamáis?—preguntóaljovenoficial.

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—SoyelbaróndeCharny,señora—contestóinclinándose.—¡DeCharny!—exclamóMaríaAntonietasonrojándose,apesarsuyo—.¿Acaso

soisparientedelcondedeCharny?—Soyhermanosuyo.Yeljovenhizounagraciosareverenciamásprofundaaúnquelaanterior.—A las primeras palabras que habéis pronunciado —dijo la reina

sobreponiéndoseasuturbación—,habríadebidoconocerqueeraisunodemismásfieles servidores. Gracias, barón; pero ¿cómo es que os veo en la corte por vezprimera?

—Señora,mi hermanomayor, que reemplaza a nuestro padre,me ha ordenadoquenomeapartedelregimiento,y,desdehacesieteañosquetengoelhonordeservirenlosejércitosdelrey,nohevenidomásquedosvecesaVersalles.

Lareinafijóunainsistentemiradaenelrostrodeljoven.—Osparecéisavuestrohermano—ledijo—.Le reñiréporhaberdado lugara

queospresentaraisporvosmismoenlacorte.Ylareinasevolvióasuamigalacondesa,quenohabíasalidodesuinmovilidad

durantetodaestaescena.Peronosucedíalomismoconlosdemáscircunstantes.Losoficiales,electrizados

porlaacogidaquelareinaacababadedispensarasucompañero,exagerabanaporfíasuentusiasmopor lacausareal,ycadagrupoprorrumpíaenfrasesdeunheroísmocapazdedominarlaFranciaentera.

María Antonieta se aprovechó de estas disposiciones que halagabanindudablementesupensamientooculto.

Prefería luchar a soportar, morir a ceder. Por esto desde las primeras noticiasrecibidasdeParís,resolvióoponerunatenazresistenciaaaquelespírituderebeliónqueamenazabaaniquilartodaslasprerrogativasdelasociedadfrancesa.

Sihayenelmundounafuerzaciega,unafuerzainsensata,esladelosnúmerosyladelasesperanzas.

Unguarismodetrásdelcualsevanamontonandoceros,excedeenbreveatodoslosrecursosdeluniverso.

Lomismosucedecon losanhelosdeunconspiradorodeundéspota;sobre losentusiasmos, aunque estén basados en simples esperanzas, se van amontonandopensamientos gigantescos, evaporados por un soplo en más breve tiempo del quehabíaninvertidoencreceryencondensarseenniebla.

Por las pocas palabras, pronunciadas por el barón de Charny, por el hurra deentusiasmolanzadoporloscircunstantes,MaríaAntonietasevioyaenperspectivaalacabezadeunpoderosoejército;oíarodarsuscañonesinofensivosyseregocijabadelespantoquedebíancausaralosparisienses,comodeunavictoriadecisiva.

En tornosuyo,hombresymujeres, llenosde juventud,deconfianzaydeamor,

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enumeraban aquellos brillantes húsares, aquellos pesadosdragones, aquellos suizosterribles,aquellosruidososartilleros,yseburlabandelas toscaspicasencajadasenpalos, sin pensar que en la punta de tan viles armas debían pasearse clavadas lascabezasmásnoblesdeFrancia.

—Amímedamásmiedounapicaqueunfusil—dijolaprincesadeLamballe.—Porqueesmásfea,queridaTeresa—contestólareinariendo—.Pero,detodos

modos,tranquilízate.LospiquerosparisiensesnovalenloquelosfamosospiquerossuizosdeMorat,yhoylossuizostienenalgomásquepicas,tienenbuenosmosquetesconlosquehacenmuycerterapuntería,aDiosgracias.

—Deesorespondoyo—dijoBezenval.LareinasevolvióotravezamiraralaseñoradePolignacparaversitodassus

seguridadesledevolvíanlatranquilidad;perolacondesaparecíamástrémulaymáspálidaquenunca.

Lareina,quemuchasvecessacrificabaaestaamiga,enelexcesodesucariño,ladignidadreal,solicitóenvanoquedieraotroaspectomásrisueñoasufisonomía.

La joven continuó sombría, y parecía embebida en los más dolorosospensamientos.

Perosemejantedesalientonoteníaotrainfluenciaqueladeentristeceralareina.Manteníase el entusiasmo bajo el mismo diapasón en los jóvenes oficiales, y,reunidos todos, aparte de sus jefes principales, en torno de su joven camarada, elcondedeCharny,trazabansuplandebatalla.

Enmediodeaquellaanimaciónfebril,elreyentrósolo,sinujieresysonriente.Lareina,sobrexcitadaconlasemocionesqueacababadesuscitarasualrededor,

corrióasuencuentro.Al aspecto del rey, cesaron todas las conversaciones, y reinó el más profundo

silencio; cada cual esperaba que el señor dijera algo, una palabra, una de esaspalabrasqueelectrizanysubyugan.

Sábesequecuandolosvaporesestánsuficientementecargadosdeelectricidad,elmenorchoqueproducelachispa.

Alosojosdeloscortesanos,elreyylareina,yendoelunoalencuentrodelotro,eranlasdospotenciaseléctricasdelasquedebíasurgirelrayo.

Escucharon,aspirabanlasprimeraspalabrasquedebíansalirdelarealboca.—Señora—dijoLuisXVI—,enmediodetodosestossucesossehanolvidadode

servirmelacenaenmishabitaciones;tenedlabondaddedarmedecenaraquí.—¡Aquí!—exclamólareina,estupefacta.—Sí,sí:nolollevéisamal.—Pero…señor…—Estabaishablando.Puesbien:yotambiénhablarémientrasceno.La palabra cenar había enfriado todos los entusiasmos; pero al oír decir: «Yo

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tambiénhablarémientras ceno», lamisma reinanopudomenosde creerque tantacalmaocultaraunpocodeheroísmo.

Elreyquería,sinduda,imponerseconsutranquilidadatodoslosterroresdelascircunstancias.

¡Oh!Sí.LahijadeMaríaTeresanopodíacreerqueensemejantemomentoelhijodesanLuisestuvierasujetoalasnecesidadesmaterialesdelavidaordinaria.

MaríaAntonietaseequivocaba.Elreyteníaapetito,ynadamás.

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CapítuloXXVI

COMOCENÓELREYEL14DEJULIODE1789

PorordendeMaríaAntonieta,sirviósealreylacenaenunamesitaenelgabinetemismodelareina.

Entonces sucedió todo lo contrario de lo que esperaba la princesa. Luis XVIimpusosilencio,perofueparaquenoledistrajeranmientrascenaba.

MientrasMaríaAntonietaseesforzabaporreavivarelentusiasmo,elreytragaba.A los oficiales no les pareció aquella escena gastronómica digna de un

descendiente de sanLuis, y formaron grupos cuyas intenciones no eran quizás tanrespetuosascomoloexigíanlascircunstancias.

La reina se puso colorada, y su impaciencia se echaba de ver en todos susmovimientos.Aquella naturaleza fina, aristocrática, nerviosa, no podía comprendersemejante predominio de lamateria sobre el espíritu, y acercóse al rey para atraeralrededordelamesaalosqueseapartabandeella.

—Señor,¿notenéisningunaordenquedar?—lepreguntó.—¡Ah,ah!—dijoelreyconlabocallena—.¿Quéórdeneshededar?¿Seréistal

veznuestraEgeriaenestemomentocrítico?Y,aldeciresto,arremetióanimosamenteaunaperdiztrufada.—Señor —repuso la reina—, Numa era un rey pacífico; pero hoy se cree

generalmentequeloquenecesitamosesunreybelicoso,yquesiVuestraMajestaddebetomarmodelosenlaantigüedad,nopudiendoserunTarquinoesprecisoqueseaunRómulo.

Elreysonrióconunatranquilidadrayanaenbeatitud.—Yesosseñores¿tambiénsonbelicosos?—preguntó.Ysevolvióalgrupodejóvenesoficiales,ysumirada,animadaporelcalordela

cena,parecióaloscircunstantesresplandecientedevalor.—Sí,señor—contestarontodosauna—.Sí:pedimoslaguerra.—Señores, señores —replicó el rey—; a decir verdad, me complacéis

probándome que, si se ofrece la ocasión, podré contar con vosotros. Mas en estemomento tengo un consejo y un estómago; el primerome aconsejará lo que debohacer,yelsegundomeaconsejaloquehago.

Yseechóareír,alargando,aloficialqueleservía,suplatollenodedesperdiciosparacogerotrolimpio.

Un murmullo de estupor y de indignación pasó como un escalofrío por aquelgrupodecaballerosqueaunaseñadelreyhabríanderramadoporéltodasusangre.

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Lareinavolviólacabezaygolpeóenelsueloconelpie.ElpríncipedeLambescqseacercóaella.—Señora —le dijo—, su Majestad piensa, sin duda, como yo, que vale más

esperar. Es prudencia, y, aunque no sea lamía, por desgracia, la prudencia es unavirtudnecesariaenlostiemposquecorremos.

—Sí,tenéisrazón:esunavirtudmuynecesaria,contestólareinamordiéndoseloslabioshastahacersesangre.

Y,llenademortaltristeza,fueasentarsejuntoalachimenea,conlamiradafijaenlaoscuridadyelalmainundadadedesesperación.

Ladobledisposicióndeánimodelreyydelareinallamólaatencióndetodoelmundo.Lasegundaconteníaaduraspenassuslágrimas.ElreyseguíacenandoconelapetitoproverbialenlafamiliadelosBorbones.

Pocoapocosefuedesocupandolaestancia.Losgrupossedeshicieroncomosedeshacealosrayosdelsollanieveenlosjardines,apareciendodetrechoentrecholatierranegraysinvegetación.

Alverlareinacomosedisipabaaquelgrupobelicosoconelcualhabíacontadotanto,creyóquealavezsedisipabatodosupoder,alamaneraqueenotrotiemposedeshicieron al soplo del Señor aquellos formidables ejércitos de asirios y deamalecitas,aquienesunanocheounmarsepultabanparasiempreensusabismos.

Despertóladeaquellaespeciedesopor ladulcevozde lacondesaJules,queseacercabaaellaconsucuñadaladuquesaDianadePolignac.

Alsonidodeaquellavoz,elporvenirproscripto,eldulceporvenirreaparecióconsusfloresysuspalmasenelcorazóndeaquellamujerorgullosa:unaamigasincerayverdaderamentelealvalíamásquediezreinos.

—¡Oh!¡Tú,tú!—murmuróabrazandoalacondesaJules—.Conque¿mequedaunaamiga?

Ylaslágrimas,largotiempocontenidasensusojos,seescaparondesuspárpados,resbalaronpor susmejillase inundaronsupecho; sóloque,envezdeseramargas,erandulces;enlugardeoprimir,desahogabansuseno.

Huboun instante de silencio durante el cual la reina continuó estrechando a lacondesaentresusbrazos.

Laduquesafuelaquerompióelsilencio,sinsoltarlamanodesuhermana.—Señora—dijoconvoztantímidaquecasiparecíaavergonzada—,nocreoque

VuestraMajestadcensureelproyectoquevoyasometerasuconsideración.—¿Quéproyecto?—preguntólareina,atenta—.Hablad,duquesa,hablad.Y,mientras se disponía a escuchar a la duquesaDiana, la reina se apoyó en el

hombrodesufavoritalacondesa.—Señora—prosiguióladuquesa—,laopiniónquevoyaemitirprocededeuna

personacuyaautoridadnoserásospechosaaVuestraMajestad,puesesdeSuAlteza

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RealMme.Adelaida,tíadelrey.—¡Cuántos preámbulos, querida duquesa! —dijo alegremente la reina—. Al

grano.—Señora, lascircunstanciassontristes.Sehaexageradomuchoelfavordeque

goza nuestra familia para con Vuestra Majestad: la calumnia mancha la augustaamistadqueosdignáisconcedernosencambiodenuestrarespetuosaabnegación.

—¿Es que os parece que no he sido bastante animosa, duquesa?—preguntó lareina con un principio de asombro—. ¿Acaso no he sostenido valerosamente misamistadescontralacorte,contraelpueblo,contraelreymismo?

—Al contrario, señora. Vuestra Majestad ha sostenido tan noblemente a susamigos, que ha presentado su pecho a todos los golpes; de suerte que hoy que elpeligroesgrandeyhastaterrible,losamigostannoblementedefendidosporVuestraMajestadseríanunosvilesymalosservidoressinoprestaranelmismoservicioalareina.

—¡Muy bien y muy digno!—exclamó la reina con entusiasmo, besando a lacondesa, a la que seguía estrechando contra su pecho y apretando la mano de laseñoradePolignac.

Peroambaspalidecieron,enlugardelevantarorgullosamentelacabezaalrecibiraquellacariciadesusoberana.

Jules dePolignac hizounmovimiento para desasirse de los brazos de la reina;peroéstanolasoltó.

—VuestraMajestad—continuóDianadePolignac—,quizánocomprendebienloquetenemoselhonordeanunciarleparadesviarlosgolpesqueamenazansutronoysupersona,talvezacausadelaamistadconquenoshonra.Hayunmediodoloroso,unsacrificioamargoparanuestroscorazones,perodebemossufrirlo,porquenos loimponelanecesidad.

Lareinapalidecióasuvezaloírestaspalabras,porquetrasaquelexordio,traselvelodeaquellareservatímida,noveíayalaamistadvalerosayfiel.

—Hablad,hablad,duquesa—dijo—.¿Quésacrificioesése?—Es todo entero para nosotras, señora —contestó ésta—. Nos execran en

Francia, Dios sabe por qué: al apartarnos de vuestro trono, le devolvemos todo elbrillo,todoelcalordelamordelpueblo,amorextinguidoointerceptadopornuestrapresencia.

—¿Alejarosdemí?—exclamóla reina,alarmada—.¿Quiénhadicho,quiénhapedidoeso?

Ysequedómirando,empujandosuavementeconlamanoalacondesaJules,quebajabalacabeza.

—Yo no—contestó ésta—, yo deseo quedarme.Mas pronunció estas palabrasconuntonoquequeríadecir:«Mandadqueparta,señora,ypartiré».

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¡Ohsantaamistad,santacadenaquepuedehacerdeunareinaydeunaservidorados corazones indisolublemente unidos! ¡Oh santa amistad, que engendras másheroísmo que el amor, que la ambición, esas nobles enfermedades del corazónhumano!Aquella reina rompiódeprontoelaltardoradoque tehabíaerigidoensucorazón; bastóle una mirada, una sola, para ver lo que en diez años no habíavislumbrado: frialdad y cálculo, disculpables, justificables, legítimos quizás; pero¿hay algo que disculpe, justifique y legitime el abandono a los ojos del que amatodavía,cuandoelotrohadejadodeamar?

María Antonieta sólo se vengó del dolor que experimentaba dirigiendo unamiradaglacialasuamiga.

—¿Conque ése es vuestro parecer, duquesa Diana? —preguntó llevándose alpechosumanofebril.

—¡Ah,señora!—respondióladuquesa—.Noesmideseo,noesmivoluntadlaquemedictaloquedebohacer,sinolodispuestoporeldestino.

—Comprendo, duquesa —dijo María Antonieta. Y, volviéndose a la condesaJulesañadió—:Yvos,condesa,¿quédecís?

Lacondesarespondióconunalágrimaardientecomounremordimiento;peroseagotótodasufuerzaenelesfuerzoquehabíahecho.

—Está bien—contestó la reina—;me es grato saber lomuy querida que soy.Gracias,condesa;sí,aquícorréispeligros;sí,lafuriadeesepueblonoconocefreno;sí, ambas tenéis razón, y yo sola soy la loca. Solicitáis quedaros; es una granabnegación;peroyonolaacepto.

Lacondesa Jules levantó sushermososojosparamirara la reina;peroésta, enlugardeleerenelloselsacrificiodelaamiga,sólovioladebilidaddelamujer.

—Conquevos,duquesa,¿estáisresueltaapartir?Yrecalcólapalabravos.—Sí,señora.—Sindudaparaalgunadevuestrasposesiones…lejos…muylejos…—Señora,parapartir,parasepararmedevos,tandolorosoesalejarseacincuenta

leguascomoacientocincuenta.—Pero¿marcháisalextranjero?—¡Ah!Sí,señora.Unsuspirolaceróelcorazóndelareina,peronosaliódesuslabios.—Y¿adondevais?—AlasorillasdelRhin.—Muy bien. Habláis alemán por habéroslo enseñado yo —dijo la reina con

sonrisadeindefinibletristeza—.Porlomenos,laamistaddelareinaoshabráservidodealgo,delocualmealegro.

VolviéndoseentoncesalacondesaJules,añadió:

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—Noquierosepararos,queridacondesa.Deseáisquedaros,yaprecioestedeseo;peroyo,quetemoporvosotras,quieroquepartáis:osmandoquemarchéis.

Y se detuvo al decir esto, oprimida por las emociones que, a pesar de suheroísmo,quizánohubiera sidodueñadecontener, si lavozdel rey,quenohabíatomado parte en lo que acabamos de contar, no hubiera resonado de pronto en suoído.SuMajestadestabacomiendolospostres.

—Señora—ledijo—,vienenaavisarosqueosesperaalguienenvuestracámara.—Pero,señor—exclamólareina,olvidandotodootrosentimientoquenofuerael

de la dignidad real—; ante todo debéis dar algunas órdenes. Ved: aquí no hanquedadomásquetrespersonas;peroprecisamentesonlasquenecesitáis:losseñoresdeLambescq,deBezenvalydeBroglie.

Elreylevantólavistacomoconvacilación.—¿Quépensáisdetodoesto,señordeBroglie?—preguntó.—Señor —respondió el anciano mariscal—, si alejáis vuestro ejército, de la

presenciade losparisienses,diránque losparisienses lohanderrotado.Si lodejáisfrenteafrente,seráprecisoquevuestroejércitolosderrote.

—¡Biendicho!—exclamólareinaestrechandolamanodelmariscal.—Biendicho—repitiódeBezenval.ElpríncipedeLambescqsecontentóconmenearlacabeza.—¿Ydespués?—preguntóelrey.—Mandad:«¡Marchen!»—contestóelmariscal.—¡Sí…marchen!—exclamólareina.—Pues…¡marchen!,yaqueasíloqueréistodos—dijoelrey.En este momento entregaron a la reina un billete concebido en los siguientes

términos:«¡PorDios, señora,nohayqueprecipitarse!AguardounaaudienciadeVuestra

Majestad».—¡Suletra!—exclamólareina.Yvolviéndose,preguntó:—¿EstáenmicámaraelSr.deCharny?—Ha llegado lleno de polvo, y aun creo que ensangrentado —respondió la

camarera.—Unmomento,señores—dijolareinaalseñordeBezenvalyalseñordeBroglie

—;aguardadme,queprontovuelvo.Ypasópresurosaasucámara.Elreynosehabíamovido.

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CapítuloXXVII

OLIVERIODECHARNY

Alentrarlareinaensucámaraencontróenellaalquelehabíaescritoelbilleteentregadoporsucamarera.

Era un hombre de treinta y cinco años, de aventajada estatura, y en cuyasfacciones se retrataban la fuerza y la resolución. Sus ojos garzos, de miradapenetrantecomoladeláguila,sunarizrecta,subarbasaliente,dabanasufisonomíauncaráctermarcial,realzadoporlaeleganciaconquellevabaeluniformedetenientedeguardiasdecorps.

Auntemblabansusmanosbajolosvuelosdebatistaarrugadosydesgarrados.Suespadasehabíatorcidoyentrabamalenlavaina.Al entrar la reina, este personaje se paseaba precipitadamente por la estancia,

presademilideasencontradasyfebriles.MaríaAntonietafueenderechuraaél.—¡SeñordeCharny!¡Vosaquí!—exclamó.Y al ver que aquél a quien interpelaba así se inclinaba respetuosamente, con

arregloalaetiqueta;hizounaseñaalacamarera,queseretiró,cerrandolapuerta.Nobienestuvoéstacerrada,lareina,cogiendolamanodeCharnyconfuerza,le

preguntó:—Conde,¿porquéhabéisvenido?—Porquehecreídoquetaleramideber—contestóelconde.—No:vuestrodebererahuirdeVersalles;erahacerloqueestabaconvenido;era

obedecerme, era, en fin, hacer lo que todosmis amigos, que han tenidomiedo decorrermisuerte.Vuestrodeberconsisteennosacrificarnadaamidestino;vuestrodeber,enfin,esalejarosdemí.

—¿Alejarmedevos?—Sí;huirdemí.—Y¿quiénhuyedevos,señora?—Losquesoncuerdos.—Puesyomejactodecuerdo,yporesohevenidoaVersalles.—Y¿dedóndellegáis?—DeParís.—¿DeParíssublevado?—DeParísenfermentación,ebrio,ensangrentado.Lareinasellevóentrambasmanosalrostro.

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—¡Oh!—dijo—.Nadie,nisiquieravos,vendráadarmeunabuenanoticia.—Señora, en las circunstancias en que nos encontramos pedid a vuestros

mensajerosqueosanuncienunacosa:laverdad.—Y¿venísadecírmela?—Comosiempre,señora.—Tenéisunalmahonradayuncorazónanimoso.—Soyunsúbditolealynadamás.—Pues bien: tregua por un momento, amigo mío: no me digáis ahora nada.

Llegáisenuninstanteenquetengodesgarradoelcorazón.Hoy,porvezprimera,meabrumanmisamigosconesaverdadquevosmehabéisdichosiempre,yesaverdad,conde,nopodíanocultármelapormástiempo,porqueserevelaentodo:enelcielo,que está rojo; en el aire, que se llena de ruidos siniestros; en las caras de loscortesanos,pálidasyserias.No,conde,no:porlaprimeravezenvuestravida,nomedigáislaverdad.

Elcondemiróalareinaasuvez.—Sí,sí—prosiguióMaríaAntonieta—;¿verdadqueosextrañáis,sabiendoque

soyanimosa?Puesaúnnoestáisalcabodelassorpresas.Charnyhizounademáninterrogativo.—Prontoloveréis—añadiólareinaconsonrisanerviosa.—¿EstáindispuestaVuestraMajestad?—preguntoelconde.—No, no: venid, sentaos ami lado y no hablemos una palabra de esa horrible

política…Procuradqueyoolvide.Elcondeobedeciócontristesonrisa.MaríaAntonietalepasólamanoporlafrente.—Osardelafrente—dijo.—Sí,tengounvolcánenlacabeza.—Ylamanohelada—añadió,cogiendolamanodelcondeentrelassuyas.—Esqueamicorazónllegaelfríodelamuerte.—¡PobreOliverio!Razónteníayoparadecirosqueolvidáramos.Yanosoyreina;

ya no estoy amenazada ni aborrecida.No, ya no soy reina: soy unamujer, y nadamás.¿Quéesparamíeluniverso?Mebastaríauncorazónquemeamase.

Elcondesepostródehinojosantelareina,ylebesólospiesconelrespetoquelosegipciosteníanporladiosaIsis.

—¡Ohconde,miúnicoamigo!—dijo la reinaprocurando levantarle—.¿SabéiscómoseportaconmigoladuquesaDiana?

—Emigra—contestóCharnysinvacilar.—Lohaadivinado—exclamóMaríaAntonieta—,lohaadivinado.¡Ah!¿Esque

podíaadivinarseeso?—Sí,señora:enestosmomentospuedesuponersetodo.

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—Perovosylosvuestros¿porquénoemigráis,puestoqueescosatannatural?—preguntólareina.

—Ante todo, señora, yo no emigro porquemi adhesión aVuestraMajestad esprofunda, y me he prometido no separarme de Vuestra Majestad un solo instantedurantelatempestadqueseprepara.Mishermanosnoemigrarán,porqueamoldaránsuconductaalamía,quelesservirádeejemplo.Enfin,señora:lacondesadeCharnynoemigrará,porqueamasinceramenteaVuestraMajestad,almenosasílocreo.

—Sí:Andreatieneuncorazónmuynoble—dijolareinaconvisiblefrialdad.—PuesporesonosaldrádeVersalles—respondióCharny.—Entonces os tendré siempre a mi lado—repuso la reina con el mismo tono

glacial,aunqueuntantodisimuladoparaquenosetranslucieramásquesuscelososudesdén.

—VuestraMajestadmehahonradonombrándometenientedelosguardias—dijoelcondedeCharny—,mipuestoestáenVersalles,ynomehabríaseparadodeélsiVuestraMajestad nome hubiera designado para la guardia de las Tullerías. Es undestierronecesario,mehadicholareina,yhepartidoparaesedestierro.Puesentodoesto, Vuestra Majestad lo sabe, la condesa de Charny no me ha hecho la menorobjeciónporcuantonohasidoconsultada.

—Esverdad—respondiólareinaconsumismafrialdad.—Hoy—prosiguióelcondeconintrepidez—,creoquemipuestonoestáyaen

lasTullerías, sinoenVersalles.Puesbien: suponiendoque la reinano lo llevaría amal,hevioladolaconsigna,escogiendoasímiservicio,yaquíestoy.QuelacondesadeCharnytengaonotengamiedodelosacontecimientos,quequieraemigrarono,yomequedoal ladode la reina…anoserque la reina rompamiespada,encuyocaso,noasistiéndomeyaelderechodepelearymorirporelladentrodelpalaciodeVersalles,mequedarásiempreeldehacermemataralapuerta,enlacalle.

El joven pronunció tan valerosa, tan lentamente estas sencillas palabras salidasdelcorazón,quelareinadepusosuorgullo;refugiotraselcualacababadeocultarunsentimientomáshumanoquereal.

—Conde—dijo—,nopronunciéisjamásesapalabra;nodigáisquemoriréispormí,porqueséqueloharéistalcomolodecís.

—Alcontrario,lodirésiempre—replicóelseñordeCharny—.Lodiréatodoelmundo y en todas partes; lo diré como lo haré, porque temo que haya llegado eltiempoenquehandemorircuantoshanamadoalosreyesdelatierra.

—¡Conde!¡Conde!¿Porquéesefatalpresentimiento?—¡Ah, señora!—respondió Charnymeneando la cabeza—. Yo también, en la

épocadeesafatalguerradeAmérica,mehesentidocontagiadocomotodoelmundodeesafiebredeindependenciaquehaalcanzadoalasociedadentera.Yotambiénhequerido tomarparteen laemancipaciónde losesclavos,comoentoncessedecía,y

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mehehechofrancmasón;meheafiliadoaunasociedadsecretaconlosLafayetteylosLameth.Y¿sabéiscuáleraelobjetodeesasociedad?Puesladestruccióndelostronos.¿Sabéiscuálerasudivisa?Tresletras:L.P.D.

—Y¿quésignificabanesastresletras?—Liliapedibusdestrue:Pisoteadlaslises.—Yentonces¿quéhicisteis?—Me retiré con honor; pero, por uno que se retiraba, ingresaban veinte. Pues

bien,señora:loquehoysucedeeselprólogodelgrandramaqueseveníapreparandosilenciosamenteyenlassombrasdelanochehaceveinteaños,estandoalacabezaesoshombresqueagitanaParís,quemandanenlaCasaAyuntamiento,queocupanelPalacioreal,quehan tomadolaBastilla.Hereconocido losrostrosdemisantiguoshermanos los afiliados. No os hagáis ilusiones, señora: todos esos accidentes queacabandeocurrirnosonobradelacasualidad:sonlevantamientospreparadosdesdemuylargafecha.

—¿Locreéisasí,locreéisasí?—preguntólareinaechándoseallorar.—Nolloréis,señora:comprendedloqueocurre.—¡Quélocomprenda!—continuóMaríaAntonieta—.¡Quécomprendaqueyo,

lareina,yo,laseñoradeveinticincomillonesdehombres;quecomprendaqueesosveinticincomillonesdesúbditosnacidosparaobedecer,sesublevenymematenmisamigos!No:¡jamáslocomprenderé!

—Y,sinembargo,espreciso,porquedesdeelmomentoenqueesaobedienciaesunacargapesadaparaesossúbditos,paraesoshombresnacidosparaobedeceros,soisparaellosunaenemiga;ymientrasesperantenerfuerzasuficienteparadevoraros,acuyofinaguzansusdienteshambrientos,devoraránavuestrosamigos, todavíamásdetestadosquevosmisma.

—¿Talvezvaisadarles la razón, señor filósofo?—exclamó imperiosamente lareina.

—¡Ah! Sí, señora: tienen razón —respondió el conde con su voz dulce yafectuosa—,porquecuandomepaseopor losbulevaresconmishermososcaballosingleses,micasacabordadaymiscriadosllenosdemásgalonesdeplatadelaquesenecesita para mantener tres familias, vuestro pueblo, es decir, esos veinticincomillonesdehombreshambrientos,sepreguntandequélessirvoyo,quenosoymásqueunhombreigualaellos.

—Los servís con esto—respondió la reina cogiendo el puño de la espada delconde; los servís con esta espada que vuestro padre ha esgrimido heroicamente enFontenoy,vuestroabueloesSteinkerque,vuestrobisabueloenLensyenRocroy,yvuestros antepasados en Ivry, Marignart y Azineourt. La nobleza sirve al pueblofrancéspormediode laguerra;porellahaganadoacostadesusangreeloroqueadornasusvestidos.Nopreguntéis,pues,Oliverio,dequéservísalpueblo,vosquea

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vuestravezmanejáisvalerosamenteesaespadaqueoshanlegadovuestrospadres.—Señora, señora —replicó el conde—, no habléis tanto de la sangre de la

nobleza;elpueblotambiéntienesangreenlasvenas:id,sino,averlosarroyosquecorrenen laplazade laBastilla; idacontar susmuertos tendidosenelempedradoenrojecido;ysabedquesuscorazones,queyanolaten,hanpalpitadotannoblementecomoeldeuncaballeroeldíaenquevuestroscañoneshanhechofuegocontraél;eldía en que, blandiendo un arma nueva para su mano inexperta, cantaba ante lametralla, lo que no siempre hacen nuestros más bravos granaderos. ¡Ah, señora yreina mía! Os suplico que no me miréis con esos ojos enojados. ¿Qué es ungranadero? Un uniforme muy adornado que cubre ese corazón de que acabo dehablaros.¿Quéleimportaalabalaqueagujereaymataqueesecorazónestécubiertodepañoazulodeunpedazodelienzo?¿Quéleimportaalcorazónqueserompequelacorazaqueleprotegeseadelienzoodepaño?Hallegadoeltiempodepensarentodo eso, señora; ya no tenéis veinticinco millones de esclavos en Francia; ya notenéisveinticincomillonesdesúbditosnisiquieraveinticincomillonesdehombres:tenéisveinticincomillonesdesoldados.

—¿Quepelearáncontramí?—Sí,contravos,porqueluchanporsulibertad,yvososinterponéisentreellosy

sulibertad.A las palabras del conde siguió un largo silencio. La reina fue la primera en

romperlo.—Porfin,mehabéisdichoesaverdadqueossuplicabaquecallarais—dijo.—¡Ah, señora!—contestó el conde—.Sea cualquiera la formabajo la cualmi

abnegación ladisfrace, seacualquieraelveloconquemi respeto laoculte,apesarmío,apesarvuestro,mirad,oíd,sentid,tocad,pensad,reflexionad,laverdadestáahí,eternamente ahí, y, por muchos esfuerzos que hagáis, ya no la separaréis de vosmisma.Dormid,dormidparaolvidarla,ysesentaráalacabeceradevuestrolechoelfantasmadevuestrossueños,larealidaddevuestrodespertar.

—¡Ohconde!—dijolareinaconaltivez—.Conozcounsueñoqueesaverdadnoperturbará.

—TanpocotemoesesueñocomoVuestraMajestad,yquizálodeseotantocomovos.

—Envuestro concepto, ¿es ése nuestro único refugio?—preguntó la reina condesesperación.

—Sí,peronoprecipitemoslascosas,novayamosmásdeprisaquelosenemigos,porque nos encaminamos en derechura a ese sueño por las fatigas que nos causantantosdíasdetempestades.

Reinóunnuevosilencio,mássombríoaúnqueelanterior.Losdosinterlocutoresestabansentados,éljuntoaella,ellajuntoaél.Setocaban,

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y, sin embargo, entre ellos había un abismo inmenso: su pensamiento, que corríadivididosobrelasolasdelporvenir.

Lareinafuelaprimeraenreanudarlaconversación,perodandounrodeo.Mirófijamentealcondeyledijo:

—Unapostrerpalabraacercadenosotros,ymelodiréistodo,todo,todo:¿looís?—Osescucho,señora.—¿Mejuráisquesólopormíhabéisvenidoaquí?—¡Ylodudáis!—¿MejuráisquelacondesadeCharnynooshaescrito?—¿Ella?—Oíd.Yoséqueellaibaasalir;séqueteníaunaidea…Juradme,conde,queno

habéisvueltoporella.Enestemomentollamaronmuyquedoalapuerta.—Adelante—dijolareina.Lacamareraentró.—Señora—dijo—,elreyhacenadoya.ElcondemiróaMaríaAntonietaconextrañeza.—¿Quétieneesodeextraño?—dijolareinaencogiéndosedehombros—.¿Acaso

nohadecenarelrey?Oliveriofruncióelceño.—Dialrey—prosiguiólareina—,quemeestándandonoticiasdeParísyqueiré

amanifestárselascuandohayaconcluido.VolviéndoseluegoaCharny,añadió:—Continuemos.Puestoqueelreyhacenado,esjustoquehagaladigestión.

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CapítuloXXVIII

OLIVERIODECHARNY

Esta interrupción suspendiómomentáneamente la conversación, pero sin alterarennadaeldoblesentimientodecelosqueanimabaalareinaenaquelinstante;celosdeamorcomomujer,celosdepodercomoreina.

Resultaba de aquí que la conversación, que parecía agotada en este primerperíodo,apenashabíasidoentabladayqueibaareanudarsemásincisivaquenunca,comoenunabatalla,despuésdecesarelprimerfuego,conelquesehaempezadolaacciónenalgunospuntos,serompeentodalalíneaelfuegogeneralqueladecide.

Llegadaslascosasaestepunto,elcondeparecía,porsuparte,tandeseosocomolareinadetenerunaexplicación,porlocual,apenassehubocerradolapuerta,fueélelprimeroquehizousodelapalabra.

—Mepreguntabais sihasidopor lacondesadeCharnyporquienhevuelto—dijo—.¿VuestraMajestadhaolvidadoquehemoscontraídomutuoscompromisosyquesoyhombredehonor?

—Sí —contestó la reina inclinando la cabeza—, sí, se han contraídocompromisos;sí,soishombredehonor;sí,habéisjuradoinmolarospormifelicidad,yesejuramentoeselquemecontrista,porquealinmolarospormifelicidadinmoláisalmismotiempoaunamujerhermosaydenoblecarácter…Uncrimenmás.

—Señora, exageráis la acusación. Confesad solamente que he cumplido mipalabraafuerdehombrehonrado.

—Esverdad:soyunainsensata.Perdonadme.—No califiquéis de crimen lo que es hijo de la casualidad y de la necesidad.

Ambos hemosdeplorado ese casamiento, única cosa que podía poner a cubierto elhonordelareina,yyanoesposibleotracosasinosoportarlocomolosoportohacecuatroaños.

—Sí —contestó la reina—, pero ¿creéis que no veo vuestro dolor, que nocomprendo vuestro disgusto, traducidos bajo la forma del más profundo respeto?¿Creéisquenoloveotodo?

—Por favor, señora—dijo el conde inclinándose—, decidme lo que veis paraque,siaunnohesufridobastanteyhechosufriralosdemás,dupliquelasumadelosmalesparamíyparalosquemerodean,segurodequenuncallegaréapagarosloqueosdebo.

Lareinaextendió lamanohaciaelconde.Lapalabradeaquelhombre teníaunpoderirresistible,comotodoloqueemanadeuncorazónnobleyapasionado.

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—Mandadme, pues, señora —repuso—, os lo suplico. No temáis mandarmecuántoqueráis.

—¡Oh!¡Sí,sí!Losé,hehechomal:perdonadme.Sí,esverdad.Perosienalgunapartetenéisunídoloocultoaquienofrecéisuninciensomisterioso;sienalgúnrincóndelmundohayparavosunamujeradorada…¡Oh!Nomeatrevoapronunciaresapalabra,medamiedo,ydudocuandolassílabasdequesecomponehierenelaireyvibranenmioído.Puesbien:siesoexiste,ocultoatodos,noolvidéisquetenéisantetodos,quetenéispúblicamenteparalosdemásytambiénparavosmismo,unamujerjovenybellaa laqueprodigáiscuidadosyatenciones;unamujerque seapoyaenvuestro brazo, y que, al apoyarse en vuestro brazo, se apoya al mismo tiempo envuestrocorazón.

Oliverio frunció el entrecejo,y las líneas tanpurasde su rostro se alteraronuninstante.

—¿Qué pedís?, señora —dijo—. ¿Que aleje de mí a la condesa de Charny?¡Calláis!Luego¿eseso?Puesbien:estoyprontoaobedeceresaorden;pero,segúnsabéis,estásolaenelmundo.Eshuérfana;supadre,elbaróndeTaverney,murióelañopasadocualdignocaballerodeltiempoantiguoquenoquiereverloquepasaenelnuestro.TambiénsabéisquesuhermanoFelipesepresenta,cuandomás,unavezalaño:vieneaabrazarasuhermana,asaludaraVuestraMajestadyseausentasinquenadiesepaquéesdeél.

—Sí,sétodoeso.—Reflexionad,señora,quesiyomuriese,esacondesadeCharnypodríatomarde

nuevosunombredesolterasinqueelmáspurodelosángelesdelSeñorsorprendieraensussueños,ensupensamiento,unapalabra,unnombre,unrecuerdodemujer.

—Sí, sí—dijo la reina—,séquevuestraAndreaesunángelen la tierrayquemereceseramada.Porestopiensoqueelporveniressuyo,mientrasqueamísemeescapa.¡Oh!¡No,noconde,nohablemosmásdeello,porfavor!Nooshablocomoreina,perdonadme;meheolvidadodemímisma;pero¿quéqueréis?…Hayenmialmaunavozqueentonasiemprecantosa ladicha,al júbilo,alamor, juntoaesassiniestrasvocesquemurmurandesgracias,guerras,muertes.Eslavozdemijuventuda la que sobrevivo. Charny, perdonadme: ya no seré joven, ya no sonreiré, ya noamaré.

Y la dolorida dama apoyó sus ojos ardientes en sus manos flacas de afiladosdedos,yentreéstossedeslizóunalágrimadereina,undiamante.

Elcondesepostródehinojosotravez.—Señora—dijo—, por favor, mandadme que me aleje, que huya de vos, que

muera;peronopermitáisqueosveallorar.Yelmismocondeestabaapuntodesollozaraldecirestaspalabras.—Estohaconcluido—dijoMaríaAntonietalevantándoseymoviendolacabeza

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congraciosasonrisa.Yconunademánencantadorechóatrássuscabellosempolvados,quesehabían

desenrrolladosobresucuellodeblancuradecisne.—Sí,sí:estohaacabado—continuólareina—.Noosafligirémás:demostregua

a esas locuras. ¡Dios mío! Es extraño que la mujer sea tan débil cuando la reinanecesita ser tan fuerte.Decís que venís de París. Pues hablemos.Me habéis dichocosasqueheolvidado.Loqueallí sucedeesmuyserio:¿verdadseñordeCharny?Ocupémonoseneso,yaqueasíloqueréis,porque,segúnacabáisdedecir,loqueallísucedeesmuyserio.Sí,vengodeParís,yhepresenciadolaruinadeltrono.

—Razón tenía yo en volver a las cosas serias, porqueme las decís con algunaexageración.Calificáisde ruinadel tronounmotín triunfante.Porque el pueblohatomadolaBastilladecísquelamonarquíahaquedadoabolida.NoreflexionáisquelaBastilla no ha tenido origen en Francia hasta el siglo decimocuarto, y que lamonarquíaestáarraigadaentodoeluniversohaceseismilaños.

—Quisierahacermeilusiones,señora,yentonces,envezdeapenarelánimodeVuestra Majestad, os daría las noticias más consoladoras. Por desgracia, elinstrumentonoproducemássonidosqueaquéllosparalosqueestádestinado.

—Vamos,vamos:yo,quenosoymásqueunadébilmujer,voyasosteneros;voyaponerosenelbuencamino.

—Nodeseootracosa.—Losparisiensessehansublevado:¿noeseso?—Sí.—¿Enquéproporción?—Enlaproporcióndedocesobrequince.—¿Cómohacéisesecálculo?—Muysencillamente:elpuebloentrapordocequinceavaspartesenelcuerpode

lanación:quedandosquinceavasparalanoblezayunaparaelclero.—El cálculo es exacto, conde, y sabéis ajustar cuentas perfectamente. ¿Habéis

leídolosescritosdelseñorydelaseñoraNecker?—LosdeNeckersí,señora.—Entonces,elproverbioescierto—dijolareina—,siemprehayunJudasenlas

familias.Puesbien:¿queréisoírmicálculo?—Contodorespeto.—Deesasdocequinceavasparteshabráseisdemujeres:¿noesasí?—Sí,señora;pero…—Nomeinterrumpáis.Decíamosseisquinceavaspartesdemujeres:quedanseis;

dosdeancianosimpotentesoindiferentes.¿Esmucho?—No.—Puesquedancuatroquinceavaspartes,de lascualesbienmeconcederéisque

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haydosdecobardesotímidos.Aduloalanaciónfrancesa;pero,enfin,quedandosquinceavos,yconcedoqueseanvalientes,fuertes,furibundosymilitares.Calculemosestosdosquinceavos,porloquerespectaaParís,puesencuantoalasprovinciasesinútil,¿verdad?LoquesetrataderecobraresParís.

—Sí;pero…—Vueltaconlosperos.Tenedpaciencia,queyamecontestaréis.Charnyseinclinó.—Calculo,pues—prosiguiólareina—,losdosquinceavosdeParísencienmil

hombres:¿ospareceasí?Aquellavezelcondenocontestó.Lareinarepuso:—Pues bien: a esos cien mil hombres mal armados, indisciplinados, poco

aguerridos, vacilantes porque sabenqueobranmal, opongo cincuentamil soldadosconocidos en toda Europa por su bravura, oficiales como vos, señor de Charny.Además,esacausasagradaquesellamaelderechodivino,y,porfin,mialma,queesfácildeenternecer,peronoderomper.

Elcondesiguióguardandosilencio.—¿Creéis—preguntólareina—,queenuncombatetrabadoenesascondiciones,

doshombresdelpueblovalganmásqueunodemissoldados?Charnycalló.—Contestad:¿locreéis?—preguntólareinaconimpaciencia.—Señora—respondió,porfin,elconde,saliendoyadelarespetuosareservaen

quesehabíaencerrado—,enuncampodebatalladondesepresentaranesoscienmilhombresaislados,indisciplinadosymalarmadoscomoestán,vuestroscincuentamilsoldadoslosderrotaríanenmediahora.

—Luegotengorazón—dijolareina.—Aguardad.Peronosucedetalcomooslofiguráis,y,antetodo,lossublevados

deParísquesuponéiscienmilsonquinientosmil.—¿Quinientosmil?—Opocomenos.Envuestrocálculonohabéiscontadolasmujeresylosniños.

¡Oh reina de Francia! ¡Ohmujer animosa y arrogante! Contadlas por otros tantoshombres: día llegará en que esasmujeres deParís os obliguen a tenerlas por otrostantosdemonios.

—¿Quéqueréisdecir,conde?—¿Sabéiscuáleselpapelquedesempeña lamujerennuestrasguerrasciviles?

No.Puesbien:voyadecíroslo,yveréisquenobastandossoldadoscontraunamujer.—Pero¿estáisloco?Charnysonriótristemente.—¿LashabéisvistoenlaBastilla—preguntó—,arrostrandoelfuego,enmedio

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de las balas, llamando a las armas, amenazando con el puño a vuestros suizos,echandomaldicionessobreelcadáverdelosmuertosconesavozqueexasperaalosvivos?¿Lashabéisvistohirviendopez,empujandocañones,distribuyendocartuchosaloscombatientesenardecidos,yunbesoyuncartuchoaloscombatientestímidos?¿Sabéis que por el puente levadizo de laBastilla han pasado tantasmujeres comohombres,yqueaestahora,silaspiedrasdelaBastillasederrumban,esporquelasmujeresmanejan la piqueta? ¡Ah, señora! Contad lasmujeres de París, contadlas;contadtambiénlosniñosquefundenbalas,queafilansables,quearrojanunadoquíndesdeunsextopiso;contadlos,porquelabalafundidaporunniñoiráamatardesdelejos a vuestro mejor general; porque el sable que habrá afilado desjarreterá avuestros mejores caballos de guerra, porque esa piedra ciega que caerá del cieloaplastará a vuestros dragones y a vuestros guardias. Contad los viejos, señora,porque,siyanotienenfuerzaparaesgrimirunaespada,latienenaúnparaservirdeescudo.EnlaBastillahabíaancianos;y¿sabéisloquehacíanesosancianosquenocontáis? Pues se ponían delante de los jóvenes que apoyaban los fusiles en suhombro;desuertequelabaladevuestrossuizosmatabaalancianoimpotente,cuyocuerposervíadeantemuralalhombreútil.Contadlosancianos,porque,desdehacetrescientosaños,ellossonlosquerefierenalasgeneracionesquesevansucediendolasafrentas sufridaspor susmadres, lapenuriade suscampiñasdevastadaspor laspiezas de caza del noble; la vergüenza de su casta abrumada por los privilegiosfeudales, y entonces los hijos empuñan el hacha, la maza, el fusil, todo cuantoencuentranamano,e,instrumentoscargadosdelasmaldicionesdelanciano,comoelcañónestácargadodepólvoraymetralla,vanamatarcuantose lesopone.Enestemomento,hombres,mujeres,ancianosyniñosgritanlibertad,emancipación.Contadtodoloquegrita,señora;contadochocientasmilalmasenParís.

—TrescientosespartanosvencieronalejércitodeJerjes,señordeCharny.—Sí; pero hoy vuestros trescientos espartanos son ochocientos mil, y sólo

cincuentamilsoldadoscomponenelejércitodeJerjes.Lareinaselevantóconlospuñoscrispadosyelrostroencendidodecólerayde

vergüenza.—¡Oh!Vermeprecipitadadeltrono—exclamó—;muerayodestrozadaporesos

quinientos mil parisienses; pero que no tenga el disgusto de oír hablar así a unCharny,aunpartidariomío.

—Sioshabloasí,señora,esporqueesindispensable,puesesteCharnynotieneen sus venas una gota de sangre que no sea digna de sus abuelos y que no ospertenezca.

—EntoncesquemarchesobreParísconmigoymoriremosjuntos.—Vergonzosamente; sin lucha posible —objetó el conde—. Ni siquiera

pelearemos:desapareceremoscomofilisteosoamalecitas.¡MarcharsobreParís!Pero

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no sabéis una cosa, y es que, en el momento que entremos en París, las casas sedesplomaránsobrenosotroscomolasolasdelmarRojosobreFaraón,ydejaréisenFranciaunnombremaldito,yvuestroshijosseránexterminadoscomolobeznos.

—Pero¿cómodebocaer,conde?—preguntólareinaconaltivez—.Decídmelo.—Como víctima —contestó Charny respetuosamente—, como caer una reina,

sonriendoyperdonandoa losque lahieren. ¡Ah!Sidispusieraisdequinientosmilhombrescomoyo,osdiría:«Partamos,partamosestanoche,ahoramismo,ymañanareinaréisenlasTullerías;mañanahabréisreconquistadovuestroreino».

—Es decir, que ¿habéis desesperado, vos, en quien yo había cifradomi últimaesperanza?

—Sí: he desesperado porque toda Francia piensa como París; porque vuestroejército,aunquevencieraenParís,seríadeshechoenLyon,Rouen,Lille,Strasburgo,Nantesyotrascienciudadesdevoradoras.¡Ea!¡Animo,señora!Quédeselaespadaenlavaina.

—Y¿paraesohecongregadoentornomíotantoshombresvalientes?¿Paraesolesheinspiradodenuedo?

—Sinoesésevuestroparecer,mandad,yestamismanochemarcharemossobreParís.Mandad.

Habíatantaabnegaciónenestaofertadelcondequeatemorizóalareinamásquesihubierasidounanegativa.Sedejócaerdesesperadaenunsofá,dondeluchólargotiempoconsuorgullo.

Porfin,levantandolacabeza,dijo:—Conde:¿deseáisquepermanezcainactiva?—AsítengoelhonordeaconsejárseloaVuestraMajestad.—Puessehará.Volved.—¡Ah,señora!¿Osheenojado?—preguntóelcondeconunatristezaimpregnada

deindecibleamor.—No:dadmelamano.Elconde,inclinándose,presentósumanoalareina.—Tengoquereñiros—dijoMaríaAntonietaprocurandosonreír.—¿Porqué,señora?—¿Porqué?Tenéisunhermanoenelservicioylohesabidoporcasualidad.—Nocomprendo.—Estanoche,unjovenoficialdehúsaresdeBercheny…—¡Ah,sí!MihermanoJorge.—¿Porquénomehabéishabladonuncadeesejoven?¿Porquénotieneungrado

máselevadoensuregimiento?—Porquetodavíaesmuyjoveneinexperto;porquenoesdignodemandarenjefe

y,enfin,porquesiVuestraMajestadsehadignadofijarsusmiradasenmí,noesésa

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unarazónparaqueyoprocurecolocacionesamifamiliaacostadegrannúmerodebravoscaballerosmásdignosquemishermanos.

—¡Ah!¿Tenéisademásotrohermano?—Sí,señora,ydispuestosamorirporVuestraMajestadcomolosotrosdos.—¿Nonecesitanada?—Nada, señora: tenemos la dicha de contar, no tan sólo con una vida, sino

tambiénconunafortunaqueponeralospiesdeVuestraMajestad.Acababa de pronunciar estas palabras, quedando la reina penetrada de aquella

delicadaprobidad,yélllenodeemoción,cuandolossobresaltóungemidoqueseoyóenlaestanciacontigua.

Lareinaselevantó,abriólapuertaydioungrito.Acababadeveraunamujerqueseretorcíasobrelaalfombra,presadeterribles

convulsiones.—¡Eslacondesa!—dijoenvozbajaaCharny.Noshabráoído.—No lo creo —respondió el conde—, pues, de lo contrario, ella misma nos

hubieraavisadoquepodíanoírnos.YcorrióadondeyacíaAndrea,alaquelevantódelsuelo.Lareinasemantuvoalgoapartada,fría,pálidaypalpitantedeansiedad.

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CapítuloXXIX

TERCETO

Andrea fue recobrando el sentido sin saber quién la auxiliaba; peroinstintivamentecomprendióqueacudíanensuayuda.

Irguiósucuerpo,ysusmanosseasieronalapoyoinesperadoqueseleofrecía.Perosuespíritunoresucitóconsucuerpo;permanecióvacilante,comoaturdidoy

soñoliento,algunosminutos.Después de haberse esforzado por hacerle recobrar la vida física, el señor de

Charnyseesforzabaporllamarlaalavidamoral;peronoteníaentresusbrazosmásqueunalocuraterribleyconcentrada.

Porfin,Andreafijóenélsusojosabiertos,peroextraviados,y,conunrestodedelirio,sinconoceralhombrequelasostenía,lanzóungritoylerechazóduramente.

Lareinahabíaapartadolavistamientras tanto.Ella,mujercuyamisiónhubieradebidoserladeconsolar,dereanimaraaquellamujer,laabandonaba.

CharnylevantóaAndreaentresusbrazosvigorosos,apesardelaresistenciaqueoponía,y,volviéndosealareina,siemprerígidayfríadijo:

—Algoextraordinariohaocurrido.LacondesadeCharnynosueledesmayarse,yhoyeslaprimeravezquelaveoprivadadeconocimiento.

—Debepadecermucho—contestó la reina, volviendo a la ideadequeAndreahabíaescuchadotodalaconversación.

—Sí,sindudapadece,yporestopidoaVuestraMajestadpermisoparahacerlatrasladarasushabitaciones.Necesitaloscuidadosdesuscamareras.

—Lotenéis—dijolareinaalargandolamanohaciaunacampanilla.Peroaloírelsonidodeésta,Andreaseirguióyensudeliriogritó:—¡OhGilberto!¡EseGilberto!Estenombrehizoquelareinaseestremeciera,yelconde,asombrado,dejóasu

esposaenunsofá.Enestemomento,elservidorllamadoporlacampanillaentró.—Noesnada—dijolareinahaciéndoleseñadequeseretirase.Alquedarseotravez solos, la reinayelcondemiraronaAndrea, lacualhabía

vueltoacerrarlosojosyparecíatenerotracrisis.Charnylasujetaba,arrodilladojuntoalsofá.—Gilberto—repitiólareina—;¿quiénsellamaasí?—Habráqueaveriguarlo.—Me parece que le conozco —dijo María Antonieta; creo que no es ésta la

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primeravezqueoigopronunciaresenombrealacondesa.PeroAndrea,comosisehubieravistoamenazadaporesterecuerdodelareinay

esta amenaza la hubiera sorprendido enmedio de sus convulsiones, abrió los ojos,levantólosbrazos,yhaciendounesfuerzosepusoenpie.

Suprimeramirada,inteligenteya,fueparaelseñordeCharny,aquienconocióycontemplóconcariño.

Luego,comosiestamanifestacióninvoluntariahubierasidoindignadesualmadeespartana,Andreaapartólosojosyvioalareina,inclinándosealpunto.

—¿Qué tenéis, señora?—preguntó el señor deCharny—.Me habéis asustado.Vos,tanfuerte,tananimosa,haberosdesmayado…

—EsquepasancosastanterriblesenParís—contestóAndrea—,quecuandoloshombrestiemblan,bienpuedendesmayarselasmujeres.¡HabéissalidodeParís!¡Oh!Bienhecho.

—¿Acasoserápormí—preguntóCharnycontonodeduda—,porquienhabéispasadotanmalrato?

Andreamiróotravezasumaridoyalareina,peronocontestó.—¿Podéisdudarlo,conde?—dijoMaríaAntonieta—.Lacondesanoesreina,y

porconsiguienteestáenelderechodetenermiedoporsumarido.Charnyconocióloscelosocultosbajoestafrase.—Puesyoestoysegurodequelacondesatienemásmiedoporsusoberanaque

pormí.—Vamos al caso —dijo María Antonieta—; ¿por qué y cómo os hemos

encontradodesmayadaenesegabinete,condesa?—Nopodríadecíroslo,señora.Yomismaloignoro;peroenestavidadefatiga,

de terrorydeemocionesque llevamoshace tresdías, creoqueeldesmayodeunamujerescosamuynatural.

—Nocabeduda—respondióMaríaAntonieta,conociendoqueAndreanoqueríaserinterrogada.

—PeroobservoqueV.M.tienetambiénlosojosllororos—repusoAndreaconlaextraña calma que le era característica tan luego como volvía a ser dueña de suvoluntad, yque era tantomásmolesta en las circunstanciasdifíciles cuantoque seconocíafácilmentequeeraafectaciónyocultabasentimientospuramentehumanos.

También entonces creyó el conde notar en las palabras de sumujer, el acentoirónicoquehabíaobservadounmomentoantesenlasdelareina.

—Andrea—dijo a su esposa con cierta severidad, a la cual su voz no estabaacostumbrada—,noesextrañoqueacudanlágrimasalosojosdelareina,porcuantoamaasupuebloyhavistocorrerlasangredeéste.

—Afortunadamente, Dios no ha permitido que corriera la vuestra, conde —contestóAndreatanfría,tanimperturbablecomosiempre.

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—Sí; pero ahora no se trata de SuMajestad, sino de vos. Conque volvamos aocuparnosenvos:lareinalopermite.

MaríaAntonietahizoconlacabezaunademánafirmativo.—Habéistenidomiedo,¿verdad?—¿Yo?—Habéissufrido,noloneguéis:oshasucedidoalgúnpercance.¿Cuál?Nolosé,

perovaisadecírnoslo.—Osequivocáis,caballero.—¿Tenéisquejasdealguien,dealgúnhombre?Andreapalideció.—Notengoquejadenadie:vengodelacámaradelrey.—¿Directamente?—Directamente.SuMajestadpuedeinformarse.—Siendo así—dijoMaríaAntonieta—, la condesa debe tener razón.El rey la

quiere mucho y sabe que yo también le profeso demasiado cariño para haberladisgustadoenalgo.

—Peroesquehabéispronunciadounnombre—dijoCharnyinsistiendo.—¿Unnombre?—Sí,alrecobrarlossentidos.Andreamiróalareinacomopararecurriraella;pero,yafuesequelareinanola

comprendieraonoquisiesecomprenderla,dijo:—Sí:habéispronunciadoelnombredeGilberto.—¿QuéhepronunciadoelnombredeGilberto?—exclamóAndreaconacentotan

llenodeespantoqueelcondesequedómássorprendidodeestaexclamaciónde loquelesorprendióeldesmayo.

—Sí—dijoCharny—,lohabéispronunciado.—Puesesmuyraro.Ypocoapoco,delpropiomodoqueelcielosecierradespuésdelrelámpago,la

fisonomíadelajoven,tanviolentamentealteradaaloíraquelnombrefatal,recobrósuserenidad,yapenassialgunosmúsculosdesu rostrocontinuaroncontrayéndoseimperceptiblemente, como se disipan en el horizonte los últimos fulgores de unatormenta.

—Gilberto—repitióAndrea—;puesnoséquienes.—Sí,Gilberto—replicólareina—.Vamos,queridaAndrea:hacedmemoria.—Señora,¿ysiesenombreescompletamentedesconocidodelacondesaysólo

porcasualidadlohapronunciado?—preguntóCharnyaMaríaAntonieta.—No—dijoAndrea—,nomeesdesconocido:eseldeunsabio,deunmédico

muy hábil que ha llegado de América, según creo, y que estaba allí en íntimasrelacionesconLafayette.

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—¿Ybien?—preguntóelconde.—Pues bien —contestó Andrea, con perfecta naturalidad—; no lo conozco

personalmente,peromehandichoqueesunhombremuydistinguido.—Entonces,¿aquévieneesaemoción,queridacondesa?—preguntólareina.—¿Hetenidoalgunaemoción?—Sí:alpronunciarelnombredeGilbertonoparecíasinoqueostorturaban.—Seráposible.Vaisasaberloquehasucedido:enelgabinetedelreyhevistoun

hombrevestidodenegro;hombrederostroseveroquehablabadecosassombríasyterroríficas;contabaconhorrorosarealidadlosasesinatosdelosseñoresdeLaunayydeFlesselles.Yomeheasustadotantoqueheperdidoelconocimiento,comohabéisvisto.Quizáshehabladoentonces,ytalvezhayapronunciadoelnombredeeseM.Gilberto.

—Es muy posible —dijo Charny—, evidentemente dispuesto a no llevar elinterrogatoriomásadelante;peroahorayaoshabéistranquilizado,¿verdad?

—Completamente.—Entoncesvoyarogarosunacosa,conde—respondiólareina.—EstoyalasórdenesdeVuestraMajestad.—IdenbuscadelosseñoresdeBezenval,deBroglieydeLambescq,ydecidles

quemandenacantonarsustropasenlasposicionesenqueseencuentran.Elreyverámañanaenconsejoloqueconvienehacer.

Elcondeseinclinó,masantesdepartirdirigióaAndreaunapostrermirada.Estamiradaestaballenadeafectuosainquietud,ynoseleescapóalareina.—Condesa—dijoésta—,¿venísconmigoalacámaradelrey?—No,señora,no—contestóAndreavivamente.—¿Porqué?—Ruego aVuestraMajestad quemepermita retirarme amis habitaciones.Las

emocionesqueheexperimentadomehacensentirlanecesidaddereposo.—Vamos,sedfranca,condesa:¿habéisvistoalgoenlacámaradeSuMajestad?—¡Oh!Nada,absolutamentenada.—Decidlosiesasí.Elreynosiempreguardaconsideracionesamisamigos.—Elreysehamostradomuybondadosoconmigo,comodecostumbre,pero…—Peropreferísnoverle:¿noeseso?Decididamente,aquíhayalgo,conde—dijo

lareinaentonodebroma.Andrea dirigió a la reina unamirada tan expresiva, tan suplicante, tan llena de

revelaciones,queéstacomprendióqueyaeratiempodeponerfinalacuestión.—Puesbien,Andrea—dijo—;dejemosqueCharnydesempeñe la comisiónde

queleheencargado,yretiraosavuestrocuartooquedaosaquí,comoqueráis.—Gracias,señora—contestóAndrea.—Id pues, señor de Charny —prosiguió María Antonieta, no sin advertir la

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expresióndegratitudqueseretratabaenelsemblantedeAndrea.Elcondenonotóonoquisonotaraquellaexpresión;tomólamanodesumujery

ledioelparabiénporhaberrecobradosusfuerzasysuscolores.Luego,haciendounarespetuosareverenciaalareina,salió.Peroantesdesalircruzóconellaunapostrermirada.Ladelareinadecía:—Volvedpronto.Ladelcondecontestaba:—Tanprontocomopueda.Andreaobservabaconelcorazónoprimido,anhelante,todoslosmovimientosde

suesposo.Parecíaacelerarconsusvotoslamarchalentaynobleconquesedirigíaalapuerta,yleimpelíahaciafueracontodoelpoderdesuvoluntad.

Así fue que, tan luego comohubo cerrado aquella puerta, no bien desapareció,todas las fuerzas que Andrea había reunido para hacer frente a la situación sedisiparon;surostropalideció,leflaquearonlaspiernasycayóenunsillónquehabíacercadeella,procurandodisculparseantelareinaporaquellafaltadeetiqueta.

La reina se acercó a la chimenea, cogióunpomode salesy lashizo respirar aAndrea,queserepusomásbienporunesfuerzodesuvoluntadqueporlaeficaciadeloscuidadosquerecibíadeunamanoregia.

Entreambasmujeresmediabaalgoextraño.Lareinaquería,alparecer,aAndrea;Andrea respetabaprofundamentea la reina,y sinembargohabíamomentosenqueparecían,nounareinaafectuosa,niunaservidoradesinteresada,sinodosenemigas.

Como decimos, la enérgica voluntad de Andrea le devolvió muy en breve lasfuerzas.Selevantó,apartórespetuosamentelamanodeMaríaAntonieta,einclinandolacabezadijo:

—VuestraMajestadmehapermitidoquemeretiraseamicuarto…—Sí,queridacondesa,ypodéishacerlocuandoosplazca,yalosabéis:convos

norezalaetiqueta.Peroantesderetiraros¿notenéisnadaquedecirme?—¿Yo,señora?—Sí,vos.—No.¿Sobrequé?—SobreeseGilberto,cuyavistaoshaimpresionadotanto.Andreaseestremeció,peroselimitóamoverlacabezaconademánnegativo.—Enesecaso—repusolareina—,noosdetengo:podéisretiraros.Ylareinadiounpasohaciaelretretecontiguoasucámara.Porsuparte,Andrea,despuésdehaceralareinaunareverenciairreprochable,se

encaminóalapuertadesalida.Peroenelmomentoenqueibaaabrirlaresonaronpasosenelcorredorysepuso

unamanoenelbotónexteriordelapuerta.

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—¡Señora,elrey!—dijoAndrearetrocediendo—.¡Elrey!—Corriente,elrey—dijoMaríaAntonieta—.¿Tantomiedooscausa?—¡PorDios, señora! ¡Quenoveayoal rey,quenomeencuentredelantedeél

estanochealmenos,memoriríadevergüenza!—Pero,alfin,mediréis…—Todo,todo,siVuestraMajestadloexige.Peroocultadme.—Entrad enmi retrete, y saldréis cuando el rey se hayamarchado.No tengáis

cuidado:vuestroencierronoserálargo;elreynuncaestámuchotiempoaquí.—¡Ohgracias,gracias!—exclamólacondesa.Y,precipitándoseenelretrete,desaparecióenelmomentoenqueelreyaparecía

enelumbraldelapuerta.

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CapítuloXXX

UNREYYUNAREINA

La reina, después de echar una ojeada en torno suyo, recibió el saludo de suesposoyselodevolvióamistosamente.Luegolealargólamano.

—¿Aqué feliz casualidaddeboelplacerdequemevisitéis?—preguntóMaríaAntonieta.

—A una verdadera casualidad, decís bien, señora. He encontrado a Charny, elcualmehadichoqueibaadecirdevuestraparteanuestrosbelicososmariscalesquenosemovieran.Mehacomplacidotantoquehayáistomadotanacertadaresoluciónquenohequeridopasarpordelantedevuestracámarasinentraradaroslasgracias.

—Enefecto—contestólareina—,hereflexionadoyhededucidoquevalíamásque dejaseis las tropas tranquilas que no que dieseis pretexto para una guerraintestina.

—Enhorabuena—dijo el rey—;me alegromuchoque seáis de eseparecer.Yasabíayoqueosharíavenirapararaél.

—SepaVuestraMajestadquenohacostadograntrabajoconseguiresteresultado,puestoquemehedecididoaellobienajenaavuestrainfluencia.

—Eso prueba que sois casi razonable, y cuando os haya hecho algunasreflexionesloseréisdeltodo.

—Pero,sisomosdelmismoparecer,esas reflexiones lasconsideroenteramenteinútiles.

—Noosalarméis, señora;no intentoentablarningunadiscusión: sabéisque lasdiscusionesmegustan tanpococomoavos.Vamosaver:¿noosagradahablardecuando en cuando conmigo sobre los asuntos de Francia, del propiomodo que unbuenmatrimonioseocupaenlosasuntosdesucasa?

LuisXVIpronuncióestaspalabrasconeseacentobonachónqueempleabaen laintimidad.

—Siempremeagrada,señor;pero¿habéisescogidobienelmomento?—Creo que sí. Hace pocome habéis dicho que deseáis que no se rompan las

hostilidades:¿noeseso?—Asíes.—Peronomehabéisdicholasrazonesquetenéisparaello.—Porquenomelashabéispreguntado.—Puesahoraoslaspregunto.—¡Laimpotencia!

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—Segúneso,¿sicreyeraisserlamásfuerte,haríaislaguerra?—Sícreyeraserlamásfuerte,pegarlefuegoaParís.—¡Cuánseguroestabadequenoqueríaislaguerraporlosmismosmotivosque

yo!—Entonces,veamoscuálessonlosvuestros.—¿Losmíos?—preguntóelrey.—Sí,losvuestros—contestóMaríaAntonieta.—Notengomásqueuno.—¿Cuál?—Prontoos lodiré.Noquieroguerra conelpuebloporquecreoqueelpueblo

tienerazón.MaríaAntonietahizounmovimientodesorpresa.—¿Queelpueblotienerazónparasublevarse?—exclamó.—Yolocreo.—¿Razón para asaltar la Bastilla, para matar al gobernador, para asesinar al

prebostedelosmercaderes,paraexterminaravuestrossoldados?—Sí,ymilvecessí.—Y¿ésassonlasreflexionesdequemequeríaishablar?—Osdirécómosemehanocurrido.—¿Mientrascomíais?—¡Ea!Yavolvemosapasaralacuestióndelalimento.Nopodéisperdonarmeel

queme guste comer: me quisierais poético y vaporoso. ¿Qué le hemos de hacer?Todamifamiliacome.EnriqueIVnotansólocomía,sinoquebebíabien;LuisXV,paraestarsegurodecomerbuenoslosbuñuelos,seloshacíaélmismo,yparatomarbuencafé recomendaba a la condesaduBarryque se lohiciese.Yo, cuando tengoapetito,nopuedoresistir,yentoncesnecesitoimitaramisabuelosLuisXV,LuisXIVy Enrique IV. Si esto es una necesidad en mí, sed indulgente; si es un defecto,perdonádmelo.

—Pero,enfin,confesaréis…—¿Que no debo comer cuando tengo hambre? No, contestó el rey meneando

tranquilamentelacabeza.—Nooshablodeeso,sinodelpueblo.—¡Ah!—Confesareisqueelpueblonotienerazón.—¿De sublevarse?Tampoco lo confieso.Vamosaver: pasemos revista a todos

nuestrosministros. Desde que reinamos, ¿cuántos se han ocupado realmente en elbienestar del pueblo? Dos: Turgot y Necker. Vos y vuestra camarilla me habéisobligadoadesterrarlos.Enfavordelunohahabidounmotín;enfavordelotrotalvezhaya una revolución. Hablemos ahora de los otros. ¡Ah! Hombres excelentes,

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¿verdad?Maurepas,hechurademistías,nosabíamásquehacercanciones.Nosonlosministroslosquedebenhacercantar,sinoelpueblo.¿ElseñordeCalonne?Oshadichounafraseoportuna,frasequenoseolvidará.Ciertodíaquelepreguntasteisnoséqué,oscontestó:«Siesposible,dadloporhecho;sies imposible,sehará».Estafraseha costado tal vez cienmillones al pueblo, por lo cual noos extrañequemeparezcamenosingeniosaqueavos.Comprended,pues,loqueosdigo:siconservoamiladoalosqueesquilmanalpuebloydespidoalosqueleaman,meparecequenoeselmejormododesosegarleydehacerleadictoanuestrogobierno.

—Entonces, ¿la insurrección es un derecho? Proclamad ese principio. No medisgustaquemedigáistalescosasasolas.¡Siosoyeran!…

—¡Ohsí,sí!—repusoelrey—.Nomedecísnadadenuevo.SéquesivuestrosPolignac,vuestrosDreux-Brézé,vuestrosClermont-TonnerreyvuestrosCoignymeoyesen,seencogeríandehombrosamisespaldas;peroasuvezmedanlástimaesosPolignacqueosadulanyalosquehabéisregaladoelcastillodeFénestrange,queoshacostadounmillóndoscientasmillibras;eseSartines,aquienheseñaladoyaunapensión de ochenta y nuevemil y a quien acabáis de dar otras doscientas mil encalidad de socorro; el príncipe de Deux-Ponts, a quien me obligáis a concedernovecientascuarentaycincomillibrasparaquepaguesusdeudas;MaríadeLavalyMme.deMagnenville, cadaunade las cuales cobraochentamil librasdepensión;Coigny,colmadodetodaclasedefavores,yalqueenciertaocasiónquiserebajarsusemolumentos,cogiéndomesoloenunahabitación,creoquemehabríapegadosinohubieseaccedidoasusdeseos.Todaesagenteesamigavuestra:¿noescierto?Puesbien,habladdeella.Pormiparteosdigounacosaquetalveznocreeréis,porcuantoesunaverdad:quesivuestrosamigos,enlugardeestarenlacorte,hubieranestadoenlaBastilla,elpueblolahabríafortificadoenlugardederribarla.

—¡Oh!—dijolareinahaciendounmovimientodecólera.—Decidloquequeráis;peroeslapuraverdad—repusotranquilamenteLuisXVI.—Vuestro muy amado pueblo no tendrá ya mucho tiempo de aborrecer a mis

amigos,porquesedestierran.—¿Semarchan?—preguntóelrey.—Sí,semarchan.—¿Polignac?¿Lasmujeres?—Sí.—¡Tantomejor!¡AlabadoseaDios!—¡Cómo,tantomejor!¿Nosentísquesemarchen?—Niporpienso,y,sinecesitandineroparaelviaje,selodaré.Deseguroqueese

dinero no estará mal empleado. ¡Buen viaje, señores y señoras! —dijo el reysonriendo.

—Sí,sí—dijolareina—;comprendoqueaprobéisesasbajezas.

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—Vamos;veoque,porfin,leshacéisjusticia.—Esquenosevan,sinoquedesertan.—Pocomeimporta,contalquesevayan.—¡Ycuandosepiensaqueesvuestrafamilialaqueaconsejatalesinfamias!—¿Mifamiliaaconsejaatodosvuestrosfavoritosquesealejen?Decidmequiénes

sonlosindividuosdemifamiliaquemehacenesefavor,paradarleslasgracias.—VuestratíaAdelaida,vuestrohermanod’Artois.—¡Mihermanod’Artois!¿Acasocreéisqueseguiríaporsucuentaelconsejoque

da?¿Creéisquetambiénsemarcharía?—¿Porquéno?—preguntóMaríaAntonietaprocurandopicaralrey.—PuesqueDiososoiga;yqued’Artoissemarche:lediréloquehedichoalos

demás:«¡Buenviaje;hermano,buenviaje!».—¡Aunhermanovuestro!—¡Vayasi esde sentir!Séqueesunmuchachoquenocarecede ingenioyde

valor,perodemuypocoseso;quejuegaalpríncipefrancéscomounhombrerefinadodeltiempodeLuisXIII;esuntarambana,unimprudentequeoscompromete,avos,lamujerdeCésar.

—¡César!—murmurólareinaconsangrientaironía.—O Claudio, si lo preferís, porque, según sabéis, Claudio era un cesar como

Nerón.Lareinabajólacabeza.Aquellasangrefríahistóricalaconfundía.—Yasabéis—prosiguióelrey—,queClaudio,puestoquepreferíselnombrede

Claudio al deCésar, tuvo quemandar cerrar una noche la verja deVersalles, paradarosuna leccióncuandoos retiraraisdemasiado tarde.Laculpadeesta lección lateníaelseñorcondedeArtois.Porconsiguiente,noecharédemenosaeseseñor.Porloque tocaami tía,yasé loquesesabedeella.Ésaesotraquemereceserde lafamiliadelosCésares.Portanto,quesevaya:tampocolosentiré.Y¿creéisquenomepasa lomismoconelcondedeProvenza?Sisequieremarcharquesemarche.¡Buenviaje!

—Ésenohablademarcharse.—Tanto peor. El conde de Provenza sabe demasiado latín paramí: yo le pago

hablándole en inglés. Él es quien nos ha hecho cargar con la cuestión deBeaumarchals,haciéndoleencerrarenBicétre,enFor-Léveque,ynosédóndemás,por su propia autoridad, y el señor de Beaumarchals también nos ha devuelto lapelota.¿ConqueelseñordeProvenzasequeda?Tantopeor,tantopeor.¿Sabéisunacosa?Que el único hombre honrado a quien conozco cerca de vos es el conde deCharny.

Lareinasesonrojóyvolviólacabeza.—Pero ahora recuerdo —continuó el rey después de una breve pausa, que

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estábamoshablandodelaBastilla.Conque¿lamentáisqueelpueblolahayatomado?—Sentaos almenos, señor—dijo la reina—; porqueme parece que aun tenéis

muchascosasquedecirme.—No,gracias:prefierohablarpaseándome.Mientrasmepaseo,procuropormi

salud,delaquenadiesepreocupa;porque,sicomobien,digieromal.¿Sabéisloquesediceenestosmomentos?Puesdicen:«Elreyhacenado;elreyestádurmiendo».Yyaveiscómoduermo.Aquímetenéis,depie,procurandohacerladigestiónmientrashablodepolíticaconmimujer.¡Ah,señora!Estoyexpiando…

—Y¿quéexpiáis?—Los pecados de un siglo, de los que yo pago las consecuencias; expío a la

Pompadour, laduBarry,elParquede losCiervos;expíoalpobreLatude,quepasótreinta años pudriéndose en los calabozos e inmortalizándose por sus sufrimientos.¡Pobre mozo! ¡Ah! ¡Cuántas necedades he hecho dejando pasar sin correctivo lasajenas!Heayudadoaperseguiralosfilósofos,aloseconomistas,aloseruditos,alosliteratos, y todos ellos no deseaban otra cosa sino amarme.Simehubiesen amadohabríansidolagloriaylaventurademireinado.Porejemplo:aRousseau,esecocode los Sartines y compadres, le vi un día, aquél en que le mandasteis llamar aTrianón: llevaba la ropa sin cepillar, es verdad; la barba larga; también es verdad;pero,porlodemás,eraunbuenhombre.Simehubiesepuestomitrajeordinariodecolor gris y mis medias casi caídas, y hubiera dicho a Rousseau: «¡Ea! Vamos abuscarmusgosporlosbosquesdeVilled’Avray…».

—Bien;¿yqué?—preguntólareinaconmenosprecio.—QueRousseaunohabríaescritoelVicarioSaboyanonielContratosocial.—Sí,sí;losé—contestóMaríaAntonieta—.Heahícómorazonáis;soishombre

prudente;teméisavuestropueblocomoelperrotemeasuamo.—No, sino comoel amo temea susperros.Significa algo el saberqueunono

serámordidoporsupropioperro.CuandomepaseoconMedoro, elmolosode losPirineosquemeregalóelreydeEspaña,meenorgullecesuamistad.Reíossiqueréis;peronoporesoesmenosciertoque, siMedoro no fuera amigomío,medevoraríacon sus grandes dientes blancos. Pues bien: le digo: «Medoro, buenMedoro, venaquí»ymelame.Prefierolalenguaaloscolmillos.

—Corriente.Halagadalosrevolucionarios,acariciadlos,echadlespasteles.—Asíloharé.Notengootropropósito:podéiscreerme.Sí:escosaresuelta.Voy

areunirunpocodedineroy trataréa todosesosseñorescomoCerberos.Yved:elseñordeMirabeau…

—Sí,habladmedeesabestiaferoz.—Concincuentamil librasmensualesseráunMedoro;mientrasquesidejamos

pasartiempopedirálomenosmediomillónalmes.Lareinaseechóareírdelástima.

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—¡Adularasemejantegente!—dijo.—ElseñordeBaillyseráotroMedorosilehagoministrodeArtes,ministerioque

meentretendréencrear.Sientonoserdevuestroparecer,señora;peropiensocomomiabueloEnriqueIV.Eraunpolíticotanbuenocomootrocualquierayrecuerdoloquedecía.

—¿Quédecía?—Quenosecogenmoscasconvinagre.—SanchoPanzatambiéndecíaesooalgoparecido.—YSanchoPanzahubierahechoalpueblodeBaratariamuyfeliz,si la islade

Baratariahubieseexistido.—Señor,vuestroabueloEnriqueIV,aquieninvocáis,cogíaloboslomismoque

moscas; testigo el mariscal de Birón, a quien mandó cortar la cabeza. Porconsiguiente,podíadecirloquequisiera.Raciocinandocomoélyobrandocomovos,quitáistodoprestigioaladignidadreal,quesólovivedeprestigio;ysidegradáiselprincipio¿quéserádelamajestad?Sémuybienquelamajestadesunapalabra;peroen esta palabra están incluidas todas las virtudes reales: quien respeta, ama; quienama,obedece.

—¡Ah!Hablemos de lamajestad; sí, hablemos—dijo el rey sonriendo—.Vos,porejemplo,soistanmajestuosacomoelquemás,ynoconozcoanadieenEuropa,niavuestramadreMaríaTeresa,quehayallevadotanlejoscomovoslacienciadelamajestad.

—Comprendo: queréis decir que lamajestad no impide que sea aborrecida delpueblo.

—Nodigoaborrecidaprecisamente,queridaAntonieta—dijoelreycondulzura—;perolociertoesquenosoistanamadacomomerecéisserlo.

—Señor—replicó la reinaprofundamenteofendida—,oshacéisecode todo loquesedice.Nohehechomalanadie,y,encambio,hehechomuchobien.¿Porquéme han de aborrecer como decís? ¿Por qué no me han de amar, aunque sólo seaporquehaygenteocupadatodoeldíaendecir:«Lareinanoesamada»?Biensabéis,señor, quebastaquehayaunavozquediga estoparaque ciento lo repitan, y cienvoceshacenhablaradiezmil.Entonces,haciendocoroaesasdiezmilvoces,todoelmundorepite:«Lareinanoesamada».Ynoseamaalareinatansóloporqueunapersonahadichoquenadielaquiere.

—¡Diosmío!—exclamóelrey.—¡Diosmío!—repitiólareina—.Meimportapocolapopularidad;perocreoque

seexageramiimpopularidad.Esciertoquelasalabanzasnolluevensobremí;perotambién lo es que se me ha adorado y que, por haberme adorado mucho, meaborrecentambiénmucho.

—Señora—dijo el rey—, no sabéis toda la verdad y aun os hacéis ilusiones.

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HablábamosdelaBastilla:¿noesasí?—Sí.—Pues bien: en la Bastilla había un gran cuarto lleno de toda clase de libros

escritoscontravos.Supongoqueloshabránquemadotodos.—Y¿quémeatribuíanenesoslibros?—Comprenderéis, señora, que si no me hago vuestro juez, tampoco deseo ser

vuestroacusador.Cuandotodosesoslibelossalenaluz,hagosecuestrarlaediciónysepultarla en la Bastilla; pero a veces esos libelos llegan a mis mismas manos, yprecisamenteenestemomento—añadióel reygolpeándoseelbolsillode lacasaca—,tengoaquíunoydelosmásabominables.

—Enseñádmelo—dijolareina.—Nopuedo:tienegrabados.—Y¿nohabéistomadoningunamedida?¿Tanciegoestáis,soistandébil,queno

procuráisaveriguarelorigendetalesinfamias?—Precisamente eso es lo que se está haciendo: averiguar el origen. Todosmis

tenientesdepolicíahantrabajadoasiduamenteparalograrlo.—Entoncesdebéissaberquiéneselautordeesasindignidades.—Almenosconozcouno,al autordeéste,M.Furth,porcuantoaquí tenéisun

recibo de 22.500 libras firmado por él. Ya veis que cuando la cosa lo merece noreparoenelprecio.

—Pero¿ylosotros?—ConfrecuenciasonpobresdiabloshambrientosquevegetanenInglaterraoen

Holanda.Sesienteunopicado,mordido,yseirrita;busca,creequevaaencontraruncocodriloounaserpienteyamatarla,aplastarla;peronoesasí: se tropiezaconuninsecto,tanpequeño,tanmezquino,tanasqueroso,quenisiquieraseatreveatocarleparacastigarle.

—Perfectamente. Pero si no os atrevéis a tocar los insectos, al menos acusadfrenteafrentealquelosengendra.Alaverdad,noparecesinoqueFelipedeOrleanseselsol.

—¡Ah! —exclamó el rey dando una palmada—. ¡Ya estamos! ¿QueréisenemistarmeconFelipedeOrleans?

—¿Enemistarosconvuestroenemigo?Lasalidatienegracia.Elreyseencogiódehombros.—Heahíelsistemade las interpretaciones—dijo—.¿AtacáisaM.deOrleans,

quevieneaponerseamisórdenesparacombatiralosrebeldes?¿QuesaledeParísyviene aVersalles? ¡Felipe deOrleans enemigomío!A la verdad, señora, tenéis unodioinconcebiblealosOrleans.

—Pues¿sabéisporquéhavenido?Porquetemequesenotesuausenciaformandocontrasteconlasolicitudgeneral;havenidoporqueesuncobarde.

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—Vueltaaempezar—dijoelrey—.Elquehainventadoesoeselcobarde.Vos,quehabéishechopublicarenvuestrosdiariosquehabía tenidomiedoenOuessant,habéis queridodeshonrarle, y, sin embargo, eso era calumnia, señora.Felipenohatenidomiedo;Felipenohahuido.Sihubierahuidonoseríadelafamilia.LosOrleansson valientes: eso es cosa sabida. El jefe de la familia, que parecía descender deEnrique IIImásbienquedeEnrique IV, era intrépido, a pesar de suEffiat y de sucaballero de Lorena, y arrostró lamuerte en la batalla de Cassel. El regente teníaalgunas cosillas que echarse en cara por lo que respecta a las costumbres; pero sehabíabatidoenSteinkerque,enNerwindeyenAlmansacomoelúltimosoldadodesuejército.Nohablemossinodelamitaddelbienqueexiste,siloqueréis;pero,almenos,nohablemostampocodelmalquenoexiste.

—Veo que Vuestra Majestad está dispuesto a disculpar a todos losrevolucionarios. Ya veréis, ya veréis todo lo que valdrá ése. Si echo demenos laBastillaesporél.Sí:mearrepientodequehayanencerradoenellacriminalescuandoésenoestaba.

—¡EnbuenasituaciónnosencontraríamoshoysihubieraestadoenlaBastillaeldeOrleans!—dijoelrey.

—¿Quéhabríasucedido?—Nodejaréisdesaber,señora,quehanpaseadosubustocoronadodefloresjunto

aldelseñordeNecker.—Sí,losé.—Puesbien: unavez fuerade laBastilla,FelipedeOrleanshabría sido reyde

Francia.—Y quizás os habría parecido justo —contestó María Antonieta con amarga

ironía.—Cierto que sí. Encogeos de hombros cuanto queráis. Para juzgar bien a los

demás,mecolocodesdesupuntodevista:nosevebienalpueblodesdeloaltodeltrono.Yodesciendohastaél,ypiensosi,burguésuotracosa,hubieratoleradoqueunseñormecontaraentresuspollosysusvacascomocualquierproducto;si,labrador,habría soportado que las diezmil palomas de un señor se comiesen cada día diezgranos de trigo, de avena o demaíz, lomejor demis ganancias;mientras que susliebres y sus conejos devoraban mis alfalfas, mientras que sus jabalíes hacíandesaparecer mis patatas, mientras que sus cobradores diezmaban mi hacienda,mientras que élmismo acariciaba amimujer ymis hijas,mientras que el reymearrancabamishijosparalaguerra,mientrasqueelclerocondenabamialmaensusmomentosdecólera.

—Vaya,vaya,señor—dijolareinaconfuribundamirada—;cogedunapiquetaeidaderribarlaBastilla.

—Creéisreíros—repusoelrey—;peroosdoymipalabradequeiríasinofuera

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ridículo que un rey cogiera una piqueta cuando de una plumada puede hacerse elmismo trabajo. Sí, cogería la piqueta y me aplaudirían, como aplaudo a los quepueden realizar esa tarea. Los queme derriban laBastillame prestan un señaladofavor; y a vosmuchomás grande; sí, a vos, porque ya no podréis sepultar en uncalabozoalaspersonashonradas,accediendoaloscaprichosdevuestrosamigos.

—¿QueyohehechoencerrarpersonashonradasenlaBastilla?¿TalvezelseñordeRohanseaunapersonahonrada?

—Nomehabléisdeése,puestoqueyonohablodeél.Nonoshasalidobienelencerrarle,puestoqueelParlamentolehahechosalir.Además,noeraéseelpuestodeunpríncipede la Iglesia,porcuantohoy llevana los falsariosa laBastilla;y,adecir verdad, os pregunto: ¿qué tienen que hacer allí los falsarios y los ladrones?¿AcasonotengoenParíscárcelesquemecuestanmuycaras,paraguardarenellas,aesos desgraciados? Pase por los falsarios y los ladrones; pero lo peor es que seencierratambiénalabuenagente.

—¡Buenagente!—Sí,yhoyhevistounhombrehonradoqueestuvoencerradoenlaBastillayque

hasalidohacepocotiempo.—¿Cuándo?—Estatarde.—¿HabéisvistoestanocheunhombrequehasalidoestatardedelaBastilla?—Acabodesepararmedeél.—¿Quiénes?—Unoaquienconocéis.—¿Queleconozcoyo?—Sí.—¿Cómosellama?—EldoctorGilberto.—¡Gilberto!¡Gilberto!—repitiólareina—.¿SeráelquehanombradoAndreaal

volverensí?—Esedebeser;porlomenos,lojuraría.—¿YesehombrehaestadoenlaBastilla?—Noparecesinoqueloignoráis,señora.—Loignorodetodopunto.Ylareina,notandoenelsemblantedelreyunaexpresióndeasombro,añadió:—Anoserqueunmotivoqueheolvidado…—¡Ah!—exclamóel rey—.Paraesas injusticiassiemprehayunmotivoquese

olvida.Perosihabéisolvidadoesemotivoasícomoaldoctor,AndreadeCharnynohaolvidadonielunonielotro:osloaseguro.

—¡Señor,señor!—exclamóMaríaAntonieta.

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—Debenhaberpasadoentreelloscosas…—¡Por favor, señor!—dijoMaría Antonietamirando hacia el retrete, desde el

cualAndrea,oculta,podíaoírloquesedecía.—¡Ah, sí!—dijo el rey riendo—. Teméis que entre Charny y yo se averigüe.

¡PobreCharny!—¡Por Dios, señor! La condesa de Charny es una mujer muy virtuosa, y os

confiesoqueprefierocreerqueeseGilberto…—¿Osatrevéisaacusaraesehonradojoven?Yoséloquesé,ylopeoresque,

sabiendomuchascosas,todavíanolosétodo.—Alaverdad,mepasmatantaseguridad—dijolareinasindejardemirarhacia

elretrete.—Pero estoy tranquiloynoperderénadapor esperar,—prosiguióLuisXVI. El

principiomeprometeunfinagradable,yestefinlosabréporelmismoGilberto,queesahoramimédico.

—¿Queesehombreesvuestromédico?¿Confiáisacualquieradvenedizolavidadelrey?

—¡Oh!—replicófríamenteélmonarca—.Tengoconfianzaenmigolpedevista,yosaseguroqueheleídoenelalmadeése.

Lareinahizounmovimientodecóleraydedesdén.—Encogeosdehombroscuántoosplazca:esono importaparaqueGilbertono

seaunsabio.—¡Manía!—Quisiera veros en mi lugar. Quisiera saber si Mesmer no os ha producido

algunaimpresiónavosyalaprincesadeLamballe.—¿Mesmer?—preguntólareinasonrojándose.—Sí,cuandohacecuatroañosasistíaisdisfrazadaaunadesussesiones.¡Oh!Mi

policíaesexcelente,ylosétodo.Yelrey,alpronunciarestaspalabras,sonrióafectuosamenteaMaríaAntonieta.—Si lo sabéis todo—contestóésta—, lohabéisdisimuladobien,porquenunca

mehabéishabladodeello.—¿Para qué?La voz de los noticieros y la pluma de los periodistas os habían

echado en cara lo bastante esta ligera imprudencia. Pero volvamos a Gilberto y aMesmer.Esteúltimooscolocabaalrededordeunacubeta,ostocabaconunavarilladeacero,yse rodeabademil fantasmagoríasa fuerde loqueera,deuncharlatán.PeroGilbertonoprocedeasí:extiendelamanosobreunamujer,laduermealpuntoydormidahabla.

—¡Quehabla!—exclamólareina—,asustada.—Sí—respondió el rey, complaciéndose en prolongar el ligeromalestar de la

reina—; sí, dormida por Gilberto, habla, y, creedme, las cosas que dice son muy

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extrañas.Lareinaperdióelcolor.—¡LacondesadeCharnyhadichocosasmuyextrañas!—murmuró.—Enaltogrado.Yaúnhatenidolasuerte…—¡Chist!¡Chist!—interrumpióMaríaAntonieta.—¿Porquémehacéiscallar?Digoquehatenidolasuertedequenadielaoyera

másqueyo.—¡PorDios,señor!Nodigáismás.—Corriente, porque la verdad es que estoymuerto de cansancio, y delmismo

modo que como cuando tengo hambre, me acuesto cuando tengo sueño. Buenasnoches, señora; desearé que os quede una impresión saludable de nuestraconversación.

—¿Cuál?—Queelpueblohatenidorazónendeshacerloquenosotrosynuestrosamigos

hemoshecho,testigomipobremédicoGilberto.Adiós,señora:tenedlaseguridaddeque, después de haber indicado el mal, tendré valor para impedirlo. Dormid bien,Antonieta.

Yelreyseencaminóalapuertadesucámara.—Apropósito—dijovolviendo—;avisadalacondesadeCharnyquedebehacer

laspacesconeldoctor,siesqueaúnestáatiempo.Adiós.Y se alejó lentamente, cerrando él mismo la puerta con la satisfacción del

mecánicoqueponeapruebasusbuenascerraduras.Aunnohabíadadodiezpasosporelcorredor,cuandolacondesasaliódelretrete,

corrióalaspuertas,echóloscerrojos,yluegoalosbalcones,cuyoscortinajescorrió.Todo esto lo hizo viva y violentamente, con la energía de la demencia y de la

rabia.Cerciorándoseluegodequenadiepodíaverlanioírla,volvióalladodelareina

exhalandounsollozodesgarrador,ycayóderodillasexclamando:—¡Salvadme,señora,porDios,salvadme!Y,trasunapausaseguidadeunsuspiro,añadió:—¡Yoslodirétodo!

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CapítuloXXXI

LOQUEPENSABALAREINAENLANOCHE

DEL14AL15DEJULIODE1789

No podríamos decir cuánto tiempo duró aquella confidencia; pero se prolongóbastante,pueshastaesodelasoncedelanochenosevioabrirlapuertadelgabinetede lareina,yaparecerenelumbralaAndrea,casiderodillas,besandolamanodeMaríaAntonieta.

Después, al levantarse, la joven enjugó sus ojos enrojecidos por el llanto;mientrasquelareinaentrabadenuevoensuhabitación.

Andrea, por el contrario, como si hubiera querido huir de sí misma, se alejórápidamente.

Apartir de aquelmomento, la reina quedó sola.Cuando la doncella entró paraayudarlaadesnudarse,encontrólaconlosojosbrillantesypaseándosealargospasosporsuhabitación.

Lareinahizoconlamanounademánquepareciódecir:dejadme.Ladoncellaseretirósindecirnada.Desde aquel instante la reina se vio sola otra vez; había prohibido que la

molestaran,amenosdequesetratasedeimportantesnoticiasprocedentesdeParís.Andreanoreapareció.Encuantoalrey,despuésdehaberconversadoconelseñordeLaRochefoucault,

que trató de hacerle comprender la diferencia que existía entre un motín y unarevolución, declaró que estaba cansado, acostóse y se durmió, ni más ni menostranquilamentequesihubieraestadoenunacacería,yqueelciervo(cortesanobienamaestrado)sehubiesedejadocogerenelestanquedelosSuizos.

La reina, por su parte, escribió algunas cartas, pasó a la habitación contigua,dondereposabansusdoshijosbajolacustodiadelaseñoradeTourzel,yseacostó,noparadormircomoelrey,sinoparameditartranquilamente.

Sinembargo,muypronto,cuandoelsilenciohuboinvadidoaVersalles,cuandoelinmensopalacioquedósumidoenlassombras,cuandonoseoyeronyaenelfondodelosjardinesmásquelospasosdelaspatrullas,quehacíancrujirlaarena,yenloslargos corredores las culatas de los fusiles, tocando discretamente las baldosas demármol, María Antonieta, cansada de su reposo, experimentando la necesidad derespirar,saltódesulecho,sepusosuszapatillasdeterciopelo,y,cubriéndose,conunlargopeinadorazul,seasomóalaventanaparaaspirarlafrescuradelosestanquesycoger al paso esos consejos que el viento de la noche murmura sobre las frentes

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abrasadorasyenloscorazonesoprimidos.Entonces repasó en su mente todo lo ocurrido aquel día, tan fecundo en

acontecimientosimprevistos.LatomadelaBastilla,eseemblemavisibledelpoderreal;lasincertidumbresde

Charny,aquelamigofiel,aquelcautivoapasionado,aquien teníahacía tantosañossometido a su yugo, y que, no habiendo suspirado nunca más que amor, parecíasuspirarahoraporprimeravezelpesarylosremordimientos.

Conesehábitodesintetizarqueacostumbróalosgrandestalentosaconocerloshombres y las cosas,MaríaAntonieta hizo en aquelmismo instante dos partes delmalestar que experimentaba, debido a una desgracia política y a una pena delcorazón.

Ladesgraciapolíticaeraaquellagrannoticiaque,partiendodeParísalastresdelatarde,ibaapropagarseporelmundoenteroyadisminuirenelánimodetodoselrespetosacrotributadohastaentoncesalosreyes,mandatariosdeDios.

La pena del corazón era aquella sorda resistencia de Charny, al dominio de lasoberanaamada;eracomounpresentimientodeque, sindejarde ser fiely leal, elamornoseríayaciego,ysepodríacomenzaradiscutirsufidelidadysuabnegación.

Estepensamientooprimía cruelmente el corazónde lamujer, llenándolede esahielamargaquellamancelos,acrevenenoqueulceraalavezmilpequeñasllagasenelalmaherida.

Sinembargo,elpesar,comparadoconladesgracia,eramuyinferiorlógicamente.Así,pues,másbienporrazonamientoqueporconciencia,másbienpornecesidad

queporinstinto,MaríaAntonietapensóprimeramenteenlagravedaddelpeligrodelasituaciónpolítica.

¿A dónde volverse? Odio y ambición de frente; debilidad e indiferencia a loslados, y por enemigos, hombres que, comenzando por la calumnia, llegaban a lasrebeliones.

Genteque,porlotanto,noretrocederíaantenada.Pordefensores,nosreferimosalamayorparte,porlomenos,deloshombresque

poco a poco se habían acostumbrado a sufrirlo todo, y que, de consiguiente, nosentiríanyalaprofundidaddelasheridas.

Hombresquevacilaríanencontestaraunataqueportemordehacerruido.Eranecesario,pues,olvidarlo todo,aparentarquenoserecordabanada,aunque

nofueseasí;fingirqueseperdonaba,ynoperdonarnunca.No era esto digno de una reina de Francia, y sobre todo de la hija de María

Teresa,aquellamujerdetantocorazón.¡Luchar,luchar!Taleraelconsejodelorgullorealresentido;pero¿eraprudente

luchar?¿Secalmanlosodiosconlasangrederramada?¿Noeraterribleelnombrede«la austriaca»? ¿Sería necesario, para consagrarle, como habían hecho Isabel y

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Catalina de Médicis con los suyos, administrarle el bautismo de una matanzauniversal?

Y,porotraparte,siCharnyhabíadicholaverdad,eléxitoeradudoso.¡Combatiryservencida!Porloquehacealadesgraciapolítica,heaquícuáleseranlosdoloresdeaquella

reina, que en ciertas fases de su meditación sentía surgir del fondo de suspadecimientos como se siente saltar un reptil de los brezos donde nuestro pie ladespierta, ladesesperacióndelamujerquesecreemenosamadacuandolohasidodemasiado.Charnyhabíadicholoquelehemosoídodecir,noporconvicción,sinoporcansancio;yhabíaapuradolascalumniascomotantosotros,hastalasaciedad,enlamismacopaqueella.Charny,queporprimeravezhablóentérminostandulcesdesuesposaAndrea,olvidadahasta entoncesporél,Charnyechabadever ahora, sinduda,quesumujereratodavíajovenyhermosa.Yaestasolaidea,quelaabrasabacomolamordeduradevoradoradeláspid,MaríaAntonietaseextrañabaalreconocerqueladesgracianoeranadaencomparacióndelpesar…

Yestoporqueloqueladesgracianohabíapodidohacer,elpesarlorealizaba:lareina se revolvía furiosa en el sillón donde había permanecido fría y vacilante, ycontemplabadefrenteladesgracia.

Todo el destino de aquel ser privilegiado para el sufrimiento se reveló en laexcitacióndesualmaduranteaquellanoche.

¿Cómoescaparalavezdeladesgraciaydelpesar?,sepreguntabaconangustiasquerenacíandecontinuo.¿Seríaforzosoresolverseadejareltronoparavivirfelizenlamedianía?¿EraprecisovolverasuverdaderoTrianón,asuquinta,alapazdellagoyalasoscurasalegrías?¿Deberíadejartodoaquelpueblo,paraqueserepartieselosrestosdelamonarquía,exceptuandotansóloalgunaspartículasmuyhumildesquelamujerpodríaapropiarseconlos tributosdealgunosamigosfielesqueseobstinaranenseguirsiendovasallos?

¡Ay!, aquí era donde la serpiente de los celosmordía de nuevo, profundizandomás.

¡Feliz!¿Podríaserloconlahumillacióndeunamordesdeñado?¡Feliz!¿Loseríajuntoalrey,aquelesposovulgar,aquienfaltabatodoprestigio

paraserunhéroe?¿Feliz juntoalseñordeCharny,quelosería talvezconalgunamujeramada,o

acasoconsuesposa?Yestepensamientoencendíaenelcorazóndelapobrereinatodas lasardientes

pasionesqueabrasaronaDido,másbienquesuhoguera.Peroenmediodeaquelfebriltormentohubouninstantedereposo,yenmediode

aquellatorcedoraangustia,ungocefugaz.Dios,ensubondadinfinita,nohacreadoelmalmásqueparahacerapreciarelbien.

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Andreahahechoalareinasusconfidencias,descubriendoasurivallavergüenzade su vida;Andrea, prosternada y con lágrimas en los ojos, ha confesado aMaríaAntonieta que ella no era ya digna del amor y del respeto de un hombre honrado:Charny,pues,noamaránuncaaAndrea.

Pero Charny ignora, e ignorará siempre aquella catástrofe de Trianón, y lasconsecuenciasque tuvo;demodoqueparaCharnyescomosinohubieseocurridonada.

Y, haciendo estas diversas reflexiones, la reina examinaba en el espejo de suconcienciasubellezamarchita,sualegríapasadaysulozaníaperdidaparasiempre.

Después volvía a pensar en Andrea, y en aquellas aventuras extrañas, casiincreíbles,queacababadereferirle.

Admiraba la combinación mágica de aquella ciega fortuna, que tomaba en elfondo de Trianón, en la sombra de la cabaña y en el fango de las granjas, unmuchacho jardinero para asociarle al destino de una noble dama de la reina, cuyasuerteestabaunidatambiénconladelasoberana.

—¡Así,pues,sedecía,elátomoperdidoenlasregionesinferioreshabríavenido,poruncaprichodelasatraccionessuperiores,afundirsecomopartículadediamantesenlaluzdivinadelaestrella!

¿Noeraaqueljovenjardinero,aquelGilberto,unsímbolovivodeloquesucedíaenaquellahora,unhombredelpueblosalidodelabajaesferadesunacimientoparaocuparseenlapolíticadeungranreino,extrañocomediantequeveníaapersonificarensí,porunprivilegiodelgeniomaléficoquesecerníasobreFrancia,porelinsultoinferidoalanobleza,comoelataquedelaplebecontralamonarquía?

¡AquelGilberto,ahoraunsabio;aquelGilberto,quevestíayael trajenegrodeltercer estado; el consejero de Necker; el confidente del rey de Francia, hele aquíahora,graciasaljuegodelarevolución,igualándoseconlamujercuyohonorhabíarobadounanochecomounladrón!

La reina, volviendo a sermujer, y estremeciéndose a pesar suyo al recordar lalúgubre historia referida porAndrea, la reina, decimos, se imponía comoun debermirar de frente a aquel Gilberto, y aprender a leer por sí misma en las faccioneshumanasloqueDiospermitequesereveleenuncaráctertanextraño;y,apesardelsentimientodequehablábamosantes,yquelaalegrabacasiporlahumillacióndesurival,sentíaunfuertedeseodezaheriralhombrequetantohabíahechosufriraunamujer.

Además, experimentaba el deseo de admirar, con el espanto que inspiran losmonstruos,aquelhombreextraordinarioqueporuncrimenhabíamezcladosusangrevilconlasangrearistocráticadeFrancia;aquelhombrequeparecíahaberpromovidolarevoluciónparaqueleabriesenlaBastilla,enlacual,anomediarestarevolución,habríaaprendidoeternamenteaolvidarqueunplebeyonodebeacordarsedenada.

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Porestaconsecuenciadesusideas,lareinavolvíaalosdolorespolíticos,viendoacumularsesobreunamismaysolacabeza laresponsabilidadde todocuantohabíasufrido.

De estemodo, el autor de la rebelión popular que acababa de hacer vacilar laautoridaddelreyderribandolaBastilla,eraGilberto;aquelhombrecuyosprincipioshabíanpuestolasarmasenmanosdelosBillot,delosMaillard,delosEliasydelosHullin.

Gilberto era, pues, a la vezun ser venenosoy terrible: venenoso, porquehabíaperdidoaAndreacomoamante;terrible,porquehabíaayudadoaderribarlaBastillacomo enemigo. Era preciso, por lo tanto, conocerle para evitarle, o, mejor aún,conocerleparaservirsedeél.

Eraindispensableatodacostahablarconaquelhombre,verledecerca,juzgarleporsímisma.

Habíantranscurridodosterceraspartesdelanoche,yyadabanlastres.Laaurorablanqueaba las copas de los árboles del parque de Versalles y las cabezas de lasestatuas.

Lareinahabíapasadotodalanochesindormir.Sumiradavagaseperdíaenlasavenidasiluminadasporunapálidaluz.

Unsueñopesadoycalenturientoseapoderópocoapocodeladesgraciadamujerysedejócaerenunsillón, juntoa laventanaabierta,conelcuello inclinadoenelrespaldo.

EntoncessoñóquesepaseabaenTrianón,yquedelfondodeunaplatabandasalíaun gnomo de sarcástica sonrisa, como aquéllos de que se habla en las baladasalemanas,yqueaquelmonstruosardónicoeraGilberto,queextendíahaciaellasusdedosganchudos.

Enaquelmomentoprofirióungrito.Otrogritocontestóalsuyo,yesteúltimoladespertó.La señora de Tourzel era quien le había proferido. Acababa de entrar en la

habitacióndelareina,y,alveraestatrastornadaycomosinsentidoenunsillón,nopudoreprimirelimpulsodesudolorydesusorpresa.

—¡Lareinaestáenferma!—exclamó—.¡Lareinasufre!¿Llamaréaunmédico?Lareinaabriólosojos.AquellapreguntadelaseñoradeTourzelparecíacontestar

aladesucuriosidad.—Sí,sí,unmédico—contestóMaríaAntonieta—;eldoctorGilberto.Llamadal

doctor.—¿QuiéneseldoctorGilberto?—preguntólaseñoradeTourzel.—Unnuevomédiconombradoayer,alllegardeAmérica,segúncreo.—YaséaquienserefiereSuMajestad—seaventuróadecirunadelasdoncellas

delareina.

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—¿Ybien?—preguntóMaríaAntonieta.—Queeldoctorestáenlaantecámaradelrey.—¿Leconocéis,pues?—Leconozco—contestóladamabalbuceando.—Pero¿cómoleconocéis?¡LlegódeAméricaochoodiezdíashace,yhastaayer

nosaliódelaBastilla!—Leconozco…—Responded.¿Dequéleconocéis?—preguntóimperiosamentelareina.Ladamabajólosojos.—Veamos;¿podrésaber,alfin,cómoleconocéis?—Señora, he leído sus obras, y, habiéndome inspirado la curiosidad de ver al

autor,hedeseadoquemeleenseñasenestamañana.—¡Ah!—exclamólareinaconunaexpresiónindecibledéenojoydedisimuloa

lavez.¡Ah!Estámuybien,ypuestoqueleconocéisdecidlequeestoyindispuestayquedeseoverle.

Entretanto, la reinamandóentrarasusdoncellas,sepusoun trajedemañanayarreglósutocado.

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CapítuloXXXII

ELMÉDICODELREY

Pocosminutosdespuésdehaberformuladolareinaeldeseoquemanifestóaunadesusdamas, lacualseapresuróasatisfacerle,Gilberto,admirado,algoinquietoyprofundamente conmovido, pero sin que se revelase nada en sus facciones, sepresentóanteMaríaAntonieta.

El aspecto noble y sereno, la palidez distinguida del hombre de ciencia y deimaginación, para quien el estudio constituía una segunda naturaleza, palidezrealzada más aún por el traje negro del tercer estado, que no solamente losrepresentantesdeaquelordendecosas,sinotambiénloshombresqueadoptabanlosprincipiosdelarevolución,seimponíancomoundebervestirsiempre;lamanofinayblanca del operador bajo la simplemuselina plegada; la pierna de elegante forma,tantoquenadieenlacortehubierapodidomostrarunademáscorrectosperfilesalosinteligentes de ambos sexos de la corte; y, con todo esto, una mezcla de respetotímido a lamujer, de tranquila audacia con el enfermo, ynadapara la reina.Talesfueron los detalles rápidos y claramente escritos que María Antonieta, con suaristocráticainteligencia,supoleerenlapersonadeldoctorGilbertoenelmomentodeabrirse,paradarlepaso,lapuertadesugabinete.

CuandomenosprovocativofueGilbertoensumaneradeconducirse,mássintióla reina acrecentarse su cólera. Había imaginado un tipo odioso en aquel hombre,representándosele, natural y casi involuntariamente, como semejante a uno de esoshéroes de la impudencia que veía a menudo a su alrededor. ¡El causante de lospadecimientos de Andrea, aquel discípulo bastardo de Rousseau, aquel abortoconvertidoenhombre,aqueljardineroquehabíallegadoaserdoctor,aquelcazadordenidosenlosárboles,transformado,ahoraenfilósofoydomadordealmas!MaríaAntonietaselerepresentaba,apesarsuyo,bajolasfaccionesdeMirabeau,esdecir,elhombrequemásodiabadespuésdelcardenaldeRohanydeLafayette.

Habíaleparecido, antesdever aGilberto, que senecesitabaun colosomaterialparacontenertanenormefuerzadevoluntad.

Pero cuando vio un hombre joven, erguido, delgado, de formas esbeltas yelegantes, de rostro dulce y afable, parecióle que este nombre había cometidotambiénelcrimendementirporsuexterior.Gilberto,hombredelpueblo,deoscuronacimientoydesconocido;Gilberto,campesinoyplebeyo;Gilbertofueculpablealosojosdelareinadehaberusurpadolaexterioridaddelcaballeroydelhombredebien.Laorgullosaaustriaca,enemigajuradadelamentiraenotros,seindignó,concibiendo

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súbitamente un odio iracundo contra el desgraciado átomo que tantos sentimientosdiferentesconvertíanenenemigosuyo.

Para sus familiares, para los que estaban acostumbrados a leer en sus ojos lacalmaolatempestad,fácileraverqueunatormenta,cargadaderayosyrelámpagosseformabayaenelfondodesucorazón.

Pero ¿cómoun ser humano, aunque fuese unamujer, hubiera podido seguir enmedio de aquel torbellino de llamas y de cóleras, la huella de los sentimientosextraños y opuestos que se entrechocaban en el cerebro de la reina, dilatando supechocontodosaquellosvenenosmortalesqueHomerodescribe?

Conunamirada,lareinadespidióatodoelmundo,inclusolaseñoradeMisery.Todossalieron.Lareinaesperóaquelapuertasehubiesecerradodetrásdelaúltimapersona,y

después,fijandolavistaenGilberto,observóqueélnohabíadejadodemirarla.Tantaaudacialaexasperó.

Aquella mirada del doctor era inofensiva, al parecer, pero fija, intencionada,aunquedetalmodograve,queMaríaAntonietaquisocombatirsuimportunidad.

—Ybien,caballero—preguntócontonobrusco,casigrosero—;¿quéhacéisdepie,delantedemí,ymirándomedeesemodo,envezdedecirmedequépadezco?

Estefuriosoapostrofe,apoyadoporlosrayosdelamirada,habríasidosuficienteparatrastornaracualquiercortesanodelareina,yhubierahechocaerderodillasalospiesdeMaríaAntonieta,pidiendogracia,aunmariscaldeFrancia,aunhéroeounsemidiós.

PeroGilbertocontestótranquilamente.—Por los ojos, señora, el médico juzga desde luego; y al mirar a Vuestra

Majestad,quememandó llamar,nohesatisfechounavanacuriosidad,sinoquehecumplidoconmideber,obedeciendoalasórdenesdelareina.

—Entonces¿mehabréisestudiado?—Tantocomomehasidoposible,señora.—¿Estoyenferma?—No,enelsentidoexactodelapalabra;peroVuestraMajestadestáposeídade

unafuertesobrexcitación.—¡Ah,ah!—exclamóMaríaAntonietaconexpresiónirónica.¿Porquénodecís

deunavezqueestoyencolerizada?—PermitaVuestraMajestad,puestoquehamandadollamaralmédico,queéste

sesirvadeltérminoprofesional.—Sea.¿Ydequéprovendráestasobrexcitación?—VuestraMajestadtienedemasiadotalentoparanosaberqueelmédicoadivina

laenfermedadmaterial,graciasasuexperienciayalastradicionesdelestudio;peroquenoesunadivinoparasondearaprimeravistaelabismodelasalmashumanas.

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—¿Lo cual quiere dtcir que a la segunda o tercera vez podríais decirme, nosolamentequémalsufro,sinotambiénenquépienso?

—Talvez,señora—contestófríamenteGilberto.La reina enmudeció, estremeciéndose; veíase en sus labios, por decirlo así, la

palabraapuntodesalir,ardienteycorrosiva;perosecontuvo.—Precisoserácreeros—dijo—,puestoquesoisunsabio.Yacentuóestasúltimaspalabrasconundesdéntansumamentemordaz,quelos

ojosdeGilbertoseiluminaronasuvezconelfuegodelacólera.Perounsegundodeluchafuesuficienteparaqueaquelhombresedominase.Yconlafrenteserenaylapalabralibre,replicócasialpunto:—Demasiado buena es Vuestra Majestad al concederme el título de sabio sin

haberpuestoapruebamiciencia.Lareinasemordióloslabiosyrepuso:—Comprenderéisqueignorosisoissabio;peroasílodicen,ylorepitoporboca

detodoelmundo.—¡Oh!—dijo respetuosamente Gilberto, inclinándose más aún que la primera

vez—.UnainteligenciacomoladeVuestraMajestadnohaderepetirciegamenteloqueelvulgodice.

—¿Queréisdecirelpueblo?—replicólareinaconacentoinsolente.—Elvulgo,señora—repitióGilbertoconunafirmezaqueremovióenel fondo

del corazón de la mujer alguna cosa dolorosamente impresionable, y emocionesdesconocidas.

—En fin—dijoMaríaAntonieta—, no discutamos sobre este punto.Aseguranquesoisunsabio,yestoesloesencial.¿Dóndehabéisestudiado?

—Entodaspartes,señora.—Esonoesunacontestación.—Puesenningunaparte.—Prefieroesto.¿Conquenohabéisestudiadoenningunaparte?—Comoosplazca,señora—contestóeldoctorinclinándose—;peronoseríatan

exactocomodecirentodas.—Pues contestad entonces —exclamó la reina, exasperada—, y, sobre todo,

hacedmeelfavor,señorGilberto,deeconomizarlasfrases.Y,comohablandoconsigomisma,añadió:—¡En todas partes, en todas partes! ¿Qué significa esto? ¿Serán palabras de

charlatán,deempírico,odemédicode lasplazaspúblicas?¿Pretendéis imponermeconsílabassonoras?

Aldeciresto,adelantóelpie,conlosojosardientesyloslabiostemblorosos.—¡Entodaspartes!—repitió—.Citadalgunas,señorGilberto,citadlas.—Hedicho en todaspartes—contestó fríamente el doctor—,porque ésta es la

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verdad,señora.Estudiéenlacabañayenelpalacio,enlaciudadyeneldesierto,enloshumanosyenlosanimales,enmíyenlosotros,comoconvienealhombrequeama la ciencia y que va a recogerla donde quiera que se halle, es decir, por todaspartes.

La reina, vencida, dirigió una mirada terrible a Gilberto, que, por su parte, lamirabatambiénconlamismafijezadeantes.

MaríaAntonieta se agitó convulsivamente, y volviéndose de pronto, derribó elpequeñoveladorenqueacababandeservirlesuchocolateenunatazadeSévres.

Gilbertoviocaerlamesa,viocomoserompíalataza;maspermanecióinmóvil.La reina se sonrojó, y, aplicando sumano fría y húmeda a su abrasada frente,

quisofijardenuevolavistaenGilberto;masnoseatrevió.Pero pretextando para sí propia un desprecio más que insolente, preguntó,

reanudandolaconversaciónenelmismopuntoenquelahabíadejado:—Y¿quiénhasidovuestromaestro?—NosécómocontestaraVuestraMajestadsinexponermearesentirladenuevo.La reina comprendió la ventaja que Gilberto acababa de ofrecerle, y se lanzó

sobreellacomounaleonasobresupresa.—¡Resentirme a mí, resentirme vos a mí! —exclamó—. ¡Oh caballero! ¿Qué

decís?¿Vosresentiraunareina?Osjuroqueosengañáis.¡Ah,señordoctorGilberto!Meparecequenohabéisestudiadolalenguafrancesaentanbuenasfuentescomolamedicina.Noseresientealaspersonasdemicalidad,señorGilberto:selascansaynadamás.

Gilberto saludó,dandounpasohacia lapuerta,pero sinquea la reina le fueseposible descubrir en su rostro el menor vestigio de cólera, la menor señal deimpaciencia.

Lareina,porelcontrario,seestremecíadecólera,ycasidiounsaltocomoparadeteneraGilberto.

Esteúltimocomprendió.—Dispensadme,señora—dijo—.Esverdad:hecometidoelerrorimperdonable

deolvidarque,enmicalidaddemédico,hesidollamadoparavisitaraunaenferma:enadelantelorecordaré.

YGilbertomeditaba.—Vuestra Majestad —continuó—, parece estar a punto de sufrir una crisis

nerviosa,yyomeatreveríaarogarosquenoosabandonéisaella,puesmuyprontonoseréisdueñadeevitarlo.Enesteinstante,elpulsodebeestarsuspenso,ylasangreafluyealcorazón:VuestraMajestadsufre,VuestraMajestadsehallamuypróximaalasofocación,ytalvezfueraprudentequemandasellamaraunadesusdamas.

Lareinadiounavueltaporlahabitación,y,volviendoasentarse,preguntó:—¿OsllamáisGilberto?

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—Gilberto,sí,señora.—¡Es extraño! Tengo un recuerdo de la juventud cuya singular existencia os

heriría,sinduda,profundamentesios locitase;pero¡no importa!Yaoscuraréis laherida,vosquesoistanprofundofilósofo,comosabiomédico.

Ylareinasonrióirónicamente.—Eso es, señora—dijo Gilberto—; sonreíd y dominad poco a poco vuestros

nervios por la burla: es una de las más hermosas prerrogativas de la voluntadinteligentedominarseasípropio.Dominad,señora,dominad,perosinviolencia.

Esta descripción delmédico fue dictada con tal suavidad, que la reina, aunquecomprendiendolaprofundaironíaqueencerraba,nopudoofendersedelasGilbertoacababadepronunciar.

Perovolvióalacarga,continuandoelataquenhabíadejado.—Voyadecirosaquérecuerdomerefiero—dijoamaneradeconclusión.Gilbertoseinclinóenseñaldequeescuchaba.Lareinahizounesfuerzo,fijandosumiradaenladeldoctor.—Yo era Delfina entonces, y habitaba en Trianón. En los jardines había un

muchacho casi negro, siempre manchado de tierra, y ceñudo, que se ocupaba enescardarycavarlatierraconsuspequeñasmanosganchudas:sellamabaGilberto.

—Erayo,señora—dijoflemáticamenteeldoctor.—¡Vos!—exclamóMaríaAntonietaconexpresióndeodio.¡Puesyoteníarazón!

¡Nosoishombredeestudios!—YaqueVuestraMajestad tiene tanbuenamemoria, piensoquedebe recordar

también las épocas —dijo Gilberto—. Era en 1772, si no me engaño, cuando elmuchachojardinerodequienVuestraMajestadhablacavabalatierraparaganarseelsustentoenlosjardinesdeTrianón.Estamosen1789;demodoquehantranscurridodiecisieteaños,señora,desdequeocurrieronlascosasaqueserefiere.Sonmuchosañoseneltiempoenquevivimos;esmuchomásdeloquesenecesitaparahacerdelsalvajeunsabio;elalmayelespíritufuncionanconrapidezenciertascondiciones,así como las plantas y las flores crecen pronto en los invernaderos cálidos; y lasrevoluciones, señora, son los invernaderos de la inteligencia.VuestraMajestadmemira,y,apesardelapenetracióndesusojos,nomiraqueelniñodedieciséisañoshallegado a ser un hombre de treinta y tres. Por eso hace mal en extrañar que elignorante,el ingenuoGilberto,haya llegadoaser,al soplodedos revoluciones,unsabioyunfilósofo.

—Ignorante,sea;peroingenuo—exclamólareina,furiosa—,creoqueoshabéiscalificadodeingenuo:¿noesasí?

—Simeheengañado,señora,osielogiéaesemuchachoporunacualidadquenotenía,ignorocómoVuestraMajestadpuedesabermejorqueyoqueposeíaeldefectocontrario.

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—¡Oh! Esto es otra cosa —dijo la reina con expresión de tristeza; tal vezhablaremos de eso algún día; pero entretanto, volvamos al hombre, al sabio, alhombreperfeccionadoyperfectoquetengoalavista.

Gilbertonorecogió lapalabraperfecto,puescomprendíademasiadoqueeraunnuevoinsulto,ylimitóseacontestar:

—Continuad, señora, y decid con qué objeto VuestraMajestad ha dado ordenparaquevengaavisitarla.

—Os proponéis para médico del rey —repuso María Antonieta—; perocomprended, caballero, que me importa demasiado la salud de mi esposo paraconfiarlaaunhombreaquienyonoconocieramuybien.

—Me he propuesto, señora—contestó Gilberto—, y he sido aceptado sin queVuestra Majestad pueda concebir con justicia la menor sospecha sobre miincapacidadomi celo.Soymédicopolítico sobre todo, señora,y recomendadodelseñordeNecker.Encuantoalodemás,sielreynecesitaalgunavezmiciencia,seréparaélbuenmédicofísico,encuantolacienciahumanapuedaserútilalaobradelCreador; pero lo que seré principalmente para el rey, señora, además de buenconsejeroybuenmédico,esunbuenamigo.

—¡Buenamigo!—exclamólareinaconunanuevaexplosióndedesdén—.¡Vos,caballero,amigodelrey!

—Seguramente—contestóGilberto con lamayor tranquilidad—. ¿Por qué no,señora?

—¡Ah! Sí, siempre en virtud de vuestros poderes secretos, y con el auxilio devuestracienciaoculta—murmurólareina—.¿Quiénsabe?¡AcabamosdeveralosJacquesyalosMaillotins,ytalvezvolvemosalaEdadMedia!Resucitáislosfiltrosylosencantos,vaisagobernarFranciaporlamagia,yaser,enfin,unFaustoounNicolásFlamel.

—Nopretendoeso,señora.—¡Ah!Y¿porquéno,caballero?¡Cuántosmonstruosmáscruelesquelosdelos

jardines de Armida, más crueles que el Cerbero, adormeceríais en el umbral denuestroinfierno!

Alpronunciarlapalabraadormeceríais,lareinafijóeneldoctorsumirada,másinvestigadora que nunca. Esta vez Gilberto se sonrojó a pesar suyo. Esto fue unaalegríaindefinibleparaMaríaAntonieta,puescomprendióqueelgolpequeacababadedirigirhabíatocadoenelblanco,infiriendounaverdaderaherida.

—Porque vos sabéis adormecer, caballero —continuó—. Vos, que habéisestudiado en todas partes y en todo, sin duda, aprendisteis también la cienciamagnéticaconlosadormecedoresdenuestrosiglo,conesoshombresquehacendelsueñounatraiciónyqueleenensecretoenelsueñodelosotros.

—Enefecto,señora:confrecuenciaylargotiempoestudiébajoladireccióndel

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sabioCagliostro.—Sí,aquélquepracticabayhacíapracticarasusadeptoseserobomoraldeque

acabo de hablar, aquél que con auxilio del sueñomágico, que yo llamaré infame,tomabadelosunoslasalmasydelosotroselcuerpo.

Gilbertocomprendiótambiénlaintencióndelaspalabras,yestavezpalidecióenvezdesonrojarse.Lareinaseestremeciódealegríahastaelfondodelcorazón.

—¡Ah,miserable!—murmuró—.Yotambiénacabodeherirteyveotusangre.Pero las emociones más profundas no se hacían visibles mucho tiempo en el

rostrodeldoctor;y,acercándosealareina,quemuycontentadesuvictorialemirabaosadamente,contestó:

—Señora,VuestraMajestadharíamalendisputara los sabios,hombresdequehablaeldominiomáshermosodesuciencia,esedondeadormecer,noavíctimas,sino a individuos, por medio del sueño magnético; y haríais mal, sobre todo, endisputar el derecho que tienen de profundizar por todos los medios posibles undescubrimientocuyasleyes,unavezreconocidasyregularizadas,estánllamadastalvezarevolucionarelmundo.

Y,acercándosea la reina,Gilberto lamiróa suvezconesa fuerzadevoluntadbajolacualhabíasucumbidolanerviosaAndrea.

Lareinasintióqueunestremecimientorecorríatodassusvenasalacercarseaquelhombre.

—¡Baldón —exclamó—, sobre los hombres que abusan de ciertas prácticassombrías y misteriosas para perder las almas o los cuerpos! ¡Baldón sobre eseCagliostro!

—¡Ah!—contestóGilbertoconacentopenetrante—.Guardaosbien, señora,dejuzgarcontantaseveridadlasfaltascometidasporlossereshumanos.

—¡Caballero!—Todosestamosexpuestosaincurrirenerror,señora;todacriaturaperjudicaasu

semejante,ysinelegoísmoindividual,queconstituyelaseguridadgeneral,elmundonoseríamásqueunvastocampodebatalla.Losmejoressonlosbuenos,yaestosereducetodo.Otrosdirán:losmejoressonlosmenosmalos.Laindulgenciadebesermás grande, señora, cuantomás elevado está el juez, y en la altura del trono queocupáis tenéismenosquenadiederechoparaser severa respectoa las faltasde losotros.Enel tronode la tierra, sed le suprema indulgencia, así comoDioses, eneltronodelcielo,lasupremamisericordia.

—Caballero—repuso la reina—,considerobajounpuntodevistadiferentedelvuestromisderechosy,sobretodo,misdeberes,yestoyenel tronoparacastigaryrecompensar.

—No lo creo, señora.Enmi concepto, estáis en el trono, por el contrario, vos,mujeryreina,paraconciliaryperdonar.

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—Supongoquenomoralizáis,caballero.—Tenéisrazón,señora:nohagomásquecontestaraVuestraMajestad.Así,por

ejemplo,tengomuypresenteaeseCagliostrodequienacabáisdehablar,poniendoendudasuciencia,yesunrecuerdoanterioralosvuestrosdeTrianón.NoheolvidadoqueenlosjardinesdelcastillodeTaverneyhubooportunidaddedaralaDelfinadeFrancia una prueba de esa ciencia, no recuerdo cuál, prueba de que ha debidoconservarunprofundorecuerdo,porquelaimpresionócruelmentehastaelpuntodehacerleperderelsentido.

Gilbertoheríaasuvez,aunquedirigíaelgolpealacasualidad;peroéstalesirvió,permitiéndole tocar en el blanco con tanta precisión, que la reina palidecióespantosamente.

—Sí—dijo con voz ronca, sí, es verdad, me hizo ver en sueños una horriblemáquina; pero hasta ahora no tengo noticia de que semejante aparato exista enrealidad.

—Yo ignoro qué os hizo ver, señora—repuso el doctor, satisfecho del efectoproducido—;peroloqueséesquenosepuedenegareltítulodesabioalhombrequeadquieresobresussemejantessemejantepoder.

—¡Sussemejantes!—murmuródesdeñosamentelareina.—Bien:supongamosquemeengaño—replicóGilberto—;mássostengoquesu

poderestantomásgrandecuantoquedoblegaasunivel,bajoelyugodelmiedo,lacabezadelosreyesydelospríncipesdelatierra.

—¡Baldón,baldón,osrepito,sobreaquéllosqueabusandeladebilidadodeloscrédulos!

—¡Baldón,decís,contralosquesesirvendelaciencia!—¡Quimeras,mentiras,cobardía!—¿Locualquieredecir…?—preguntóGilbertoconcalma.—QuieredecirqueeseCagliostroesuncobardecharlatán,yquesupretendido

sueñomagnéticonoesmásqueuncrimen.—¡Uncrimen!—Sí,uncrimen—continuólareina—,porqueesresultadodeunbrebaje,deun

filtro,deunenvenenamiento,quelajusticiahumana,representadapormíeneltrono,sabrásorprenderparacastigarasusautores.

—Señora, señora—repusoGilberto—, tened indulgencia, si os place, para losquehancometidoerrorenestemundo.

—¡Ah!¿Esdecirqueconfesáis?Lareinaseengañaba,y,juzgandoporladulzuradelavozdeGilberto,creíaque

implorabaparasímismo.EraunaventajadelaqueGilbertonoteníaempeñoenaprovecharse.—¡Cómo! —exclamó el doctor, dilatando sus pupilas brillantes, bajo las que

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MaríaAntonietadebióbajarlosojoscomoelreflejodeunrayodesol.Lareinaquedóunmomentoconfusa;pero,haciendounesfuerzo,repuso:—Noseinterrogaaunareina,asícomotampocoselaresiente—dijo—.Sabed

tambiénesto,vos,quesois reciénvenidoa lacorte;peromeparecequehabláisdeaquéllosquehanfaltado,ymepedísindulgenciaparaellos.

—¡Ay de mí, señora! —dijo Gilberto—. ¿Cuál es el ser humano sin tacha?¿Quiénesaquélquehasabidoencerrarseenlomásprofundodesuconcienciadetalmodo que lasmiradas de los otros no puedan penetrar? Esto es lo que se llama amenudovirtud.Sedindulgente,señora.

—Pero pensando así —repuso imprudentemente la reina—, no habrá personaalgunavirtuosaparavos,caballero,paravos,discípulodeesoshombrescuyamiradabuscalaverdadhastaenelfondodelasconciencias.

—Escierto,señora.Lareinacomenzóareírsesincuidarsedeocultareldesdénquesurisaencerraba.—¡Oh!Por favor, caballero—exclamó—, tenedabien recordarquenohabláis

conidiotasenunlugarpúblico,niconcampesinosopatriotas.—Séaquiénhablo,señora:creedlobien—repusoGilberto.—Pues, entonces,más respeto, caballero, omáshabilidad.Repasadvosmismo

toda vuestra vida; sondead las profundidades de esa conciencia que, a pesar de sugenio y de su experiencia, los hombres que han trabajado en todas partes debenposeercomolosdemásmortales;recordadbientodocuantohayáispensadoenloquees malo, nocivo y criminal, y en todo cuanto podáis haber cometido en cuanto acrueldades,atentadosyhastacrímenes.Nomeinterrumpáis.Ycuandohayáishecholasumadetodoeso,señordoctor,bajadlacabeza,sedhumilde,ynoosacerquéisconeseinsolenteorgulloalamoradadelosreyesque,hastaquehayaunnuevoordendecosas, por lo menos, se hallan instituidos por Dios para penetrar el alma de loscriminales, sondear los repliegues de las conciencias, y aplicar el castigo a losculpablessinpiedadysinapelación.Heaquí,caballero,loqueconvienequehagáis,yconestoseagradecerávuestroarrepentimiento.Creedme;elmejormododecurarunalmatanenfermacomolavuestraseríavivirenlasoledad,lejosdelasgrandezas,quecomunicanaloshombresfalsasideasacercadesupropiovalor.Osaconsejaría,pues, que no os acercarais a la corte, y que renunciarais a cuidar del rey en susenfermedades.DebéispracticarunacuraqueDioshadeagradecerosmásquenadie,y es la vuestra. La antigüedad tenía un proverbio sobre esto, caballero: Ipse curamedid.

Gilberto,envezdeindignarseporestacita,quelareinaconsiderabacomolamásdesagradabledelasconclusiones,contestócondulzura:

—Señora,hehechoyatodoloqueVuestraMajestadmerecomiendahacer.—Y¿quéhabéishecho,caballero?

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—Hemeditado.—¿Sobrevosmismo?—Sí,señora.—¿Ysobrevuestraconciencia?—Particularmentesobreella,señora.—¿Creéis,entonces,queestoysuficientementeinstruidadeloquehabéisvisto?—Ignoro lo queVuestraMajestad quiere decirme,mas lo comprendo en cierto

modo.¿CuántasvecesunhombredemiedadpuedehaberofendidoaDios?—¿VerdaderamentehabláisdeDios?—Sí,señora.—¡Vos!—¿Porquéno?—¡Unfilósofo!¿AcasolosfilósofoscreenenDios?—HablodeDiosycreoenél.—Y¿noosretiráis?—No,señora:mequedo.—SeñorGilberto,tenedcuidado.Yelrostrodelareinatomóunaindefinibleexpresióndeamenaza.—¡Oh!Hereflexionadobien,señora,ymisreflexionesmehanconducidoasaber

que no valgo menos que otro: cada cual tiene sus pecados, y he aprendido esteaxioma,nohojeandoloslibros,sinolaconcienciadelosdemás.

—Axiomauniversaleinfalible¿noesverdad?—repusolareinaconironía.—¡Ay de mí! Si no universal, si no infalible, por lo menos muy acertado en

miseriashumanas,bienprobadoendoloresprofundos;yestoes tanverdad,queosdiré,tansóloalverelcírculodevuestrosojosfatigados,tansóloalveresalíneaqueseextiendedesdeunaaotradevuestrascejas;tansóloalvereseplieguequecrispalosángulosdevuestraboca,contracciónalacualsedaelprosaiconombredearruga,osdiré,señora,cuántasrudaspruebashabéissufrido,cuántasvecesvuestrocorazónlatiódeangustiaycuántasvecesesecorazónseentregóalaconfianzaparadespertarengañado.Osdiré todoesto,señora,cuandogustéis; lodirécon laseguridaddenoser desmentido; lo diré fijando en vos una mirada que sabe y que quiere leer; ycuando hayáis sentido su peso, cuando hayáis sentido la sonda de esta curiosidadpenetrar hasta el fondo de vuestras alma, como el mar siente el plomo de la quedivide sus abismos, entonces comprenderéis que soymucho, señora, y que, si medetengo,esprecisoquemeloagradezcanenvezdeexcitarmealaguerra.

Estelenguaje,sostenidoporunafijezaterribledelavoluntaddeprovocacióndelhombrealamujer,estedesprecioatodaetiquetaenpresenciadelareina,produjeronunafectoindecibleenMaríaAntonieta.

Pareciólequeunanieblacaía sobre su frenteyhelaba sus ideas; sintióunodio

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convertidoenespanto,dejócaersusmanoscomoinertes,yretrocedióunpasocualsiquisierahuirdeunpeligrodesconocido.

—Yahora, señora—dijoGilbertoviendoclaramente loquepasabaen la reina,¿comprendéisquemeseabienfácilsaberloqueocultáisatodoelmundoyhastaavos misma? ¿Comprendéis que me sea fácil dejaros inmóvil en ese sillón quevuestrosdedosbuscanporinstintoparaencontrarunapoyo?

—¡Oh! —exclamó la reina, espantada, sintiendo llegar hasta su corazónestremecimientosdesconocidos.

—Bastaqueyodigaunapalabra interiormente, lacualnoquieropronunciar—continuóGilberto;bastaque formuleunavoluntad,a lacual renuncio,paradejarosahí aniquilada en mi poder. ¿Dudáis de ello, señora? ¡Oh! No dudéis, porque meinduciríaistalvez;ysiyomedejasellevar…Perono,vosnodudáis.¿Noesciertoqueno?

Lareina,inclinada,conlarespiraciónfatigosa,oprimidayfueradesí,secogíaalrespaldodesusillónconunaenergíadesesperadayfuriosaporsuinútildefensa.

—¡Oh!—continuóGilberto—.Creedbien,señora,loquevoyadeciros,yesque,siyonofueraelmásrespetuoso,elmásfieldevuestrossúbditos,osconvenceríaporunexperimentoterrible.¡Oh!Notemáisnada:meinclinohumildemente,oslorepito,ante la mujer más bien que ante la reina. Me estremezco a la idea de tener unpensamientoquepuedaresentirenlomásmínimoalvuestro,ymearrancaríalavidaantesdehacercosaalgunaquepuedaperturbarvuestroánimo.

—¡Caballero,caballero!—exclamólareinaagitandoelaireconsusbrazoscomopararechazaraGilberto,queestabaamásdetrespasosdeella.

—Y,sinembargo—continuóGilberto—,mehabéishechoencerrarenlaBastilla,ynosentísquelahayantomadosinoporqueelpueblo,alapoderarsedeella,abriólaspuertasdemiprisión.Vuestrosojos revelanelodioaunhombrecontra el cualnotenéisnadaquedecirpersonalmente;ymirad,mirad:observoquedesdequeatenúola influencia con la cualosdominaba, tal vez comenzáis a recobrar laduda con larespiración.

Efectivamente: desde que Gilberto había dejado de dominar con los ojos y lamano,María Antonieta se erguía casi amenazadora, como el ave que, libre de lassofocacionesdelacampananeumática,tratadevolverasuscantosyasuvuelo.

—¡Ah!¡Dudáis,osreísydespreciáis!¡Puesbien!Voyacomunicaros,señora,unaideaterriblequehacruzadopormimente,yadecirosloqueestabaapuntodehacer:os condenaba a revelarme vuestros pesares más íntimos, vuestros secretos másocultos, os obligaba a escribirlos aquí, sobre la misma mesa que tocáis en estemomento;ydespués,despiertaya,yunavezserena,oshubieraprobadoporvuestraescritura que poco quimérico es ese poder que aparentáis ponéis en duda, y, sobretodo, cuánta es la paciencia y hasta la generosidad del hombre a quien acabáis de

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injuriar,aquieninjuriáisdesdehaceunahorasinqueoshayadadoniunsoloinstanteelderechooelpretextodehacerlo.

—¡Obligarmeadormir,obligarmeaquehabledormida!¡Amí,amí!—exclamólareinapalideciendo—.¿Oshubieraisatrevidoasemejantecosa,caballero?¿Sabéisloqueeso significa?¿Conocéis el alcancede la amenazaqueacabáisdehacerme?Puesvedqueesuncrimende lesamajestad,caballero;ypensadqueesuncrimenque,unavezdespiertayo,yenposesióndemisfacultades,lehubieracastigadoconlamuerte.

—Señora—repusoGilberto,siguiendoconsumiradalaemociónvertiginosadela reina—, no os apresuréis para acusar, y sobre todo para amenazar. Cierto quehubiera adormecido a Vuestra Majestad; cierto que habría descubierto todos lossecretosdelamujer;pero,creedlobien,seguramentenohabríasidoenunaocasióncomoésta,nienunaentrevistaasolasentrelareinaysusúbdito,entrelamujeryunhombredesconocido,no;yohubierahechodormiralareina,esverdad,ynadapodíaserparamítanfácil;peronomehabríapermitidodormirlanihacerlahablarsinoenpresenciadeuntestigo.

—¿Untestigo?—Sí,señora:un testigoquehubieserecogidofielmente todasvuestraspalabras,

todos vuestros ademanes y, en fin, todos los detalles de la escena que yo hubiesepromovido,paraque,terminadaestaúltima,noospudieraquedarlamenorduda.

—¡Un testigo, caballero!—repitió la reina, espantada—.Y¿quiénhubiera sidoese testigo?Advertid, caballero, que esto sería un doble crimen, pues, en tal caso,hubieraistenidoun,cómplice.

—¿Ysíestecómplice,señora,nohubierasidootrosinoelrey?—dijoGilberto.—¡Elrey!—exclamóMaríaAntonietaconunespantoquedescubríaalaesposa

más enérgicamente aún de lo que hubiera podido hacerlo la confesión de lasonámbula—.¡OhseñorGilberto,señorGilberto!

—¡Sí, el rey —añadió tranquilamente el doctor—, sí, el rey, vuestro esposo,nuestro sostén, vuestro defensor natural; el rey, que os hubiera dicho, una vezdespierta, hasta qué punto había sido yo respetuoso al demostrar con orgullo micienciaalamásveneradadelassoberanas!

Y,despuésdepronunciarestaspalabras,Gilbertodejóa la reina todoel tiemponecesarioparameditarsualcance.

Lareinaguardódurantealgunosminutosunsilenciointerrumpidotansóloporsurespiraciónentrecortada.

—Caballero—repuso,alfin—,despuésdeoírtodocuantomehabéisdicho,debocreerquesoisunenemigomortal.

—Ounamigoatodaprueba,señora.—Imposible, caballero: la amistad no puede vivir junto al temor o la

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desconfianza.—Señora, laamistaddelsúbditoa lareinanopuedevivirsinopor laconfianza

queaquélleinspira.Sindudaoshabréisdichoyaquenoesenemigoaquélaquienalaprimerapalabraseprivadelmediodehacerdaño,sobretodocuandoélmismoseprohíbeelusodesusarmas.

—¿Se podrá creer lo que decís ahora, caballero? —preguntó la reina coninquietud,fijandoeneldoctorunamiradapenetrante.

—¿Por qué no habéis de creer, señora, teniendo todas las pruebas de misinceridad?

—Secambiadeidea,caballero,secambia.—Señora,hehechoelvotoqueciertoshombresilustresenelmanejodelasarmas

peligrosas solían hacer antes de tomar parte en una expedición. Yo no me valdréjamás demis ventajas sino para rechazar las faltas que quieran atribuirme,no porofensa,sinopordefensa:talesmidivisa.

—¡Aydemí!—exclamólareina,humillada.—Os comprendo, señora. Sufrís al ver que vuestra alma está en manos del

médico,vosqueos resistíaisavecesa la ideadeabandonarvuestrocuerpo.Tenedvalor,tenedconfianza,puesaquélqueoshadadohoylapruebadelonganimidadquehabéisrecibidodemí;noquieremásqueaconsejarosbien.Quieroamaros,señora,ytambiénqueosamen,ydiscutiréconvoslasideasqueyahecomunicadoalrey.

—¡Doctor,tenedcuidado!—dijogravementelareina—.Mehabéiscogidoenunlazo,ydespuésdehaberintimidadoalamujercreéispoderdominaralareina.

—No,señora—contestóGilberto—,nosoyunmiserableespeculador.Tengomisideas; comprendoque tengáis lasvuestras,y rechazodesdeahora la acusaciónquemeharíaiseternamentedehaberosintimidadoparasubyugarvuestrarazón.Aundirémás,yesquesoislaprimeramujerenqueencuentroalaveztodaslaspasionesdeéstaytodaslasfacultadesdominadorasdelhombre;demodoquepodéisseralavezunamujeryunamigo,encerrándoseenvostodalahumanidadencasonecesario.Osadmiro y os serviré, sin recibir nada de vos, y únicamente para estudiaros, señora.Aunharémásenvuestroobsequio:enelcasodequeyoosparecieraunmuebledepalaciodemasiadomolesto,ysuponiendoquelaimpresióncausadaporlaescenadehoynoseborredevuestramemoria,osrogaréyospediréquemealejéis.

—¡Queosaleje!—exclamólareinaconunaalegríaquenoescapóaGilberto.—¡Puesbien!Asuntoconcluido,señora—repusoeldoctorconadmirablesangre

fría—.Nisiquieradiréal rey loquedebíadecirle,ymemarcharé.¿Seránecesarioquevayamuylejosparatranquilizaros,señora?

Lareinalemiró,sorprendidadeestaabnegación.—Yaveo—añadióeldoctor—,loqueVuestraMajestadpiensa.Másinstruidade

loquesecreeacercadeésos,misteriosdelainfluenciamagnética,quelaespantaban

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hacepoco,VuestraMajestadsedicequedesdelejospodrésertambiénpeligroso.—¿Cómoeseso?—preguntólareina.—Sí: repito, señora, que si alguien quisiese hacer daño a cualquiera por los

mediosquecensuráisenmismaestrosyenmí,queaunamillaoatrespasos;peronotemáisnada,señora,puesyonoloharé.

La reina permaneció unmomentopensativa, no sabiendoqué contestar a aquelhombreextrañoqueasíhacíavacilarsusmásresueltospropósitos.

De repente, un rumor de pasos en el fondo de los corredores hizo levantar lacabezaaMaríaAntonieta.

—¡Elrey—dijo—,elreyviene!—Pues entonces, señora, os ruego que me contestéis. ¿Debo quedarme o

marcharme?—Pero…—Apresuraos,señora,puessilodeseáispuedoevitarqueelreymevea.Vuestra

Majestadmeindicaráunapuertapararetirarme.—Quedaos—dijolareina.Gilbertoseinclinó,mientrasqueMaríaAntonietaprocurabaleerensusfacciones

hasta qué punto el triunfo seríamás revelador de lo que había sido la cólera o lainquietud.

Gilbertopermanecióimpasible.—Porlomenos—sedijolareina—,hubieradebidomanifestaralegría.

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CapítuloXXXIII

ELCONSEJO

Elreyentróvivamente,aunqueconpesadez,segúnsucostumbre.Teníaelairedeunhombreatareadoyafanoso,quecontrastabasingularmentecon

larigidezheladadelaspectodelareina.Los frescos colores del rey no le habían abandonado, madrugador y muy

orgullosodesubuenasaludalrespirarelairedelamañana,resoplabaruidosamente,apoyandoconvigorsupieenelsuelo.

—¿Yeldoctor?—preguntó—.¿Dóndeestáeldoctor?—Buenosdías,señor.¿Cómoseguísestamañana?¿Estáismuycansado?—He dormido seis horas, según costumbre, y me siento muy bien; tengo

despejada la cabeza. Vos estáis un poco pálida, señora.Me han dicho que habíaisenviadoallamaraldoctor.

—Heleaquí—contestólareina,señalandolaventana,enlaqueeldoctorsehabíadisimuladohastaentonces.

Lafrentedelreyparecióaclararsealpunto.—¡Ah!Semeolvidaba—exclamó—,habéis enviadoa llamar aldoctor,y esto

quieredecirquesufrís.Lareinaseruborizó.—¿Osruborizáis?—preguntóLuisXVI.LasmejillasdeMaríaAntonietatomaronelcolordelapúrpura.—¿Algúnsecretomás?—preguntóelrey.—¿Quésecreto,caballero?—interrumpiólareinaconaltivez.—Nomeentendéis.Quierodecirquevos, teniendovuestrosmédicos favoritos,

nopodéishaberllamadoaldoctorGilberto,anoserporeldeseoqueyoconozco…—¿Quédeseo?—Eldeocultarmesiemprelaverdadcuandosufrís.—¡Ah!—exclamólareina,unpocomástranquila.—Sí—continuóLuisXVI—,perotenedcuidado,porqueelseñorGilbertoesuno

demisconfidentes,ysilecontáisalgunacosamelacomunicará.—¡Oh!Encuantoaeso,no,señor—dijoeldoctorsonriendo.—Bien:heaquíquelareinapervierteamigente.María Antonieta no pudo reprimir una de esas ligeras risas ahogadas que

solamente significan que se quiere interrumpir la conversación, o que ésta cansamucho.

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Gilbertocomprendió;peronoelrey.—Veamos,doctor—dijo—,yaqueestodiviertea la reina,contadme loqueos

decía.—Preguntaba al doctor—interrumpió a su vezMaría Antonieta—, por qué le

habíaisenviadoallamartandemañana.ConfiesoingenuamentequesupresenciaenVersalles,desdelasprimerashorasdelamañana,mepreocupaymeinquieta.

—Esperabaaldoctor—repusoelrey,entristeciéndose—,parahablardepolíticaconél.

—¡Ah!Muybien—dijolareina.Ytomóasientocomoparaescuchar.—Venid,doctor—dijoLuisXVI,dirigiéndosehacialapuerta.Gilbertosaludóprofundamentealareinaydispúsoseaseguiralrey.—¿Adondevais?—preguntóMaríaAntonieta—.¡Cómo!¿Osmarcháisya?—Novamosaconversardecosasmuyalegres,señora—contestóeldoctor—,y

mejoresevitarosuncuidadomás.—¡Llamáiscuidadosalosdolores!—exclamómajestuosamentelareina.—Razóndemás,señora.—Permaneced aquí: yo lo quiero, señor Gilberto. Supongo que no me

desobedeceréis.—¡SeñorGilberto, señorGilberto, señorGilberto!—gritó el rey con acento de

enojo.—Ybien;¿quédeseáis?—preguntólareina.—¡Eh!—exclamóel rey—.El señorGilbertodebíadarmeunconsejoyhablar

librementeconmigosegúnsuconciencia;yeldoctornolohará.—¿Porqué?—preguntólareina.—Porqueestaréisaquí,señora.Gilbertohizounademán,alqueMaríaAntonietadioalpuntounasignificación

importante.—¿YenquéseexponeelseñorGilbertoaincurrirenmidesagrado—repusola

reina,comoparaapoyarle—,sihablasegúnsuconciencia?—Estoesfácildecomprender,señora—contestóelrey—,tenéisvuestrapolítica

propia,quenoessiemprelanuestra…Demodoque…—DemodoqueelseñorGilberto,yvosmismomelodecísclaramente,noestá

nadaconformeconmipolítica.—Eso debe ser, señora —replicó Gilberto—, dadas las ideas que Vuestra

Majestad me conoce; pero podéis estar bien segura de que diré la verdad tanlibrementedelantedeVuestraMajestadcomoenpresenciadelrey.

—¡Ah!Siempreesalgunacosa—replicóMaríaAntonieta.—Noconvienedecirsiemprelaverdad—seapresuróamurmurarLuisXVI.

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—¿Ysiesútil?—preguntóGilberto.—Osolamentebienintencionada—añadiólareina.—Encuantoaesto,nolopondremosenduda—dijoLuisXVI—,perosifuerais

juiciosa, señora, permitiríais al doctor la completa libertad de lenguaje… que yonecesito.

—Señor—repusoGilberto—,puestoquelareinareclamaporsímismalaverdad,ypuestoqueconozcoelcarácterdeVuestraMajestad,demasiadonobleparatemerla,prefierohablardelantedemisdossoberanos.

—Señor—dijolareina—,yolopidoasí.—TengofeenelbuenjuiciodeVuestraMajestad—replicóGilbertoinclinándose

antelareina—,setratadeladichaydelagloriadelrey.—Bienhacéisentenerfe—dijolareina—.Comenzad,caballero.—Todoestoesmuyhermoso—continuóelrey,queporfiabasegúnsucostumbre

—, pero, en fin, la cuestión es delicada, y sé muy bien que, en cuanto a mí, meentorpeceríaismucho.

Lareinanopudoreprimirunmovimientode impaciencia; levantóse,yvolvióasentarse, fijando su mirada rápida y fría en el doctor como para sondear supensamiento.

LuisXVI,viendoquenoquedabamedioalgunodeescapardelacuestiónordinariay extraordinaria, sentóse en su sillón frente a Gilberto, exhalando un profundosuspiro.

—¿Dequé se trata?—preguntó la reinacuandosehuboconstituidoasí aquellaespeciedeconsejo.

El doctor miró al rey otra vez, como pidiéndole autorización para hablarlibremente.

—¡Decid,Diosmío,decid!,puestoquelareinaloquiereasí.—Pues bien, señora —dijo Gilberto—, instruiré en pocas palabras a Vuestra

Majestad del objeto de mi visita matinal a Versalles. Quería aconsejar a VuestraMajestadquefueseaParís.

Unachispaquehubiesecaídosobrelascuarentamillibrasdepólvoraencerradasentonces en la Casa Ayuntamiento no hubiera ocasionado la explosión que estaspalabrasprodujeronenelcorazóndelareina.

—¡ElreyenParís!¡Elrey!¡Ah!YprofirióungritodehorrorquehizoestremeceraLuisXVI.—¡Vaya!—exclamóelrey,mirandoaGilberto—.¿Quéosdecíayo,doctor?—¡Elrey!—continuólareina—,¿elreyenunaciudadentregadaalarevolución;

el rey en medio de las picas y de las hoces; el rey entre esos hombres que handegolladoalossuizos,asesinandoalseñordeLaunayyalseñordeFlesselles;elreyatravesandolaplazadelaCasaAyuntamientoypisandolasangredesusdefensores?

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…¡Sois un insensato, caballero, por haber hablado así! ¡Oh!Os lo repito; sois uninsensato.

Gilbertobajólosojos,comohombreaquienelrespetocontiene;peronocontestóunapalabra.

El rey, agitado hasta el fondo del alma, se revolvió en su sillón como unatormentadosobrelaparrilladelosinquisidores.

—¿Esposible—prosiguiólareina—,quesemejanteideahayapenetradoenunacabeza inteligente,enuncorazónfrancés? ¡Cómo,caballero!¿AcasonosabéisquehabláisconelsucesordesanLuis,albiznietodeLuisXIV?

Elreygolpeabalaalfombraconelpie.—Nosupongo,sinembargo—prosiguiólareina—,queospropongáisretiraral

rey el auxilio de sus guardias y de su ejército; que tratéis de hacerle salir de supalacio, que es una fortaleza, para exponerle solo e indefenso a los ataques de susenemigosencarnizados;yquenodeseáis,enfin,queasesinenalrey.¿Noesverdad,señorGilberto?

—SiyocreyeraqueVuestraMajestadpudieseteneruninstantelaideadequesoycapaz de semejante traición, no sería un insensato, sino que me tendría por unmiserable;pero, aDiosgracias, señora,dais tanpococréditocomoyoa semejantecosa.No:hevenidoadaresteconsejoamireyporquecreoqueelconsejoesbueno.

Lareinacrispólosdedossobresusenocontalviolencia,quecasirasgólabatistabajosupresión.

Elreyseencogiódehombrosconunligeromovimientodeimpaciencia.—¡Pero,porDios!—exclamó—.¡Escuchadle,señora,puessiempreestaremosa

tiempodecontestarnegativamentecuandolehayáisoído!—Elreytienerazón,señora—dijoGilberto—,yaquenosabéisloquetengoque

deciraVuestrasMajestades.Creéis,señora,hallarosenmediodeunejércitoseguro,fielydispuestoamorirporsusreyes;peroestoesunerror,puesentrelosregimientosfranceses, la mitad conspiran con los regeneradores en favor de la idearevolucionaria.

—¡Caballero!—exclamólareina—.Tenedcuidado,puesinsultáisalejército.—Todo lo contrario, señora —repuso el doctor—, hago su elogio. Se puede

respetaralareinayconsagrarsealreysinperderelamoralapatriayfavoreciendosulibertad.

LareinafijóenGilbertounamiradabrillantecomounrelámpago.—Caballero—dijo—,eselenguaje…—Sí, este lenguaje os ofende, señora, lo comprendo, pues, según toda

probabilidadVuestraMajestadleoyeporprimeravez.—Será necesario acostumbrarse —murmuró Luis XVI con el buen sentido

resignadoqueconstituíasufuerzaprincipal.

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—¡Jamás!—exclamóMaríaAntonieta—.¡Jamás!—¡Veamos:escuchad,escuchad!—dijoelrey—.Amímeparecequeeldoctor

tienerazónenloquedice.Lareinavolvióasentarseestremeciéndose.Gilbertocontinuó:—Decía,pues, señora,quehevistoParís,yquevosnohabéisvistoni siquiera

Versalles.¿Sabéisloqueelpuebloquierehacerenestemomento?—No—dijoelreyconinquietud.—Supongoquenoquiere tomar laBastillaporsegundavez—dijo la reinacon

desdén.—Seguramentequeno,señora—repusoGilberto—,peroParíssabequehayotra

fortalezaentreelpuebloysurey,yseproponereunirlosdiputadosdeloscuarentayochodistritosquelecomponenparaenviarlosaVersalles.

—¡Quevengan,quevengan!—exclamólareinaconlocaalegría—.¡Oh!¡Seránbienrecibidos!

—Esperad, señora —contestó Gilberto—, y advertid que esos diputados novendránsolos.

—¿Quiénlosacompañará?—Vendránapoyadosporveintemilhombresdeguardiasnacionales.—¿Deguardiasnacionales?—preguntólareina—.¿Quéeseso?—¡Ah,señora!Nohabléisligeramentedeestainstitución,puesalgúndíaseráuna

potenciaqueharáydeshará.—¡Veintemilhombres!—exclamóelrey.—¡Oh caballero!—replicó la reina a su vez—.Aquí tenéis diezmil que valen

tanto como cien mil revoltosos. Llamadlos, llamadlos: los veinte mil briboneshallaránaquísucastigoyelejemploquenecesitatodaesahezrevolucionaria,queyobarreríaenunasemanasimeescuchasensolamenteunahora.

Gilbertomoviólacabezacontristeexpresión.—¡Ohseñora!—dijo—.¡Cómoosengañáis,másbien,cómooshanengañado!

¡Ay de mí! ¡Reflexionad lo que sería la guerra civil provocada por una reina!Solamenteunalahizo,yllevóconsigoalatumbaelterribleepítetodeextranjera.

—¿Provocada por mí, caballero? —dijo el rey—. En vez de aconsejar laviolencia,escuchadprimerolarazón.

—¡Ladebilidad,querréisdecir!—Veamos,Antonieta,escuchad—dijoel reycontonosevero—,noescuestión

depocaimportancialallegadadeveintemilhombres,queseríanecesarioametrallaraquí.

YvolviéndosehaciaGilbertoañadió:—Continuad,caballero,continuad.

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—Evitad para el rey, y para vosmisma, señora—dijo el doctor—, todos esosodios que se enardecen por el alejamiento, todas esas fanfarronadas que puedenconvertirseenvaloralgunavez, todaesaconfusióndeuna luchacuyo resultadoesincierto, pues por la dulzura podréis impedir esa llegada, que vuestras violenciasacelerarán tal vez.Lamultitudquierevenir abuscar al rey; evitémoslo, dejandoalsoberano ir al encuentro de lamultitud; rodeado hoy de su ejército, permitidle darmañanaunapruebadeosadíaydeespíritupolítico.Esosveintemilhombresdequehablamospodrían talvezconquistaral rey;dejadalsoberano irsoloaconquistaralosveintemilnombres,porqueellos,señora,representanelpueblo.

Elreynopudomenosdehacerunaseñaldeasentimiento,queMaríaAntonietasorprendióalpaso.

—¡Desgraciado! —dijo a Gilberto—. Pero ¿no sabéis lo que significará lapresenciadelreyenParísenlascondicionesenquelasolicitáis?

—Hablad,señora.—Estoquerrádecir:«Apruebo;habéishechobienalmatarmissuizos,alasesinar

misoficiales;habéishechobienalrecorrerasangreyfuegomihermosacapitalyaldestronarmeporúltimo.¡Gracias,señores,gracias!».

YunasonrisadesdeñosaentreabrióloslabiosdeMaríaAntonieta.—No,señora—replicóGilberto—,vuestraMajestadseengaña.—¡Caballero!—Estoquerrádecir:Hahabido alguna justicia en el dolor del pueblo.Vengo a

perdonar,porquesoyeljefeyelrey.Yosoyquienestáalacabezadelarevoluciónfrancesa, comoenotro tiempoEnrique III sepusoa la cabezade laLiga.Vuestrosgenerales sonmis oficiales; vuestros guardias nacionales,mis soldados; y vuestrosmagistrados,misagentesdejusticia;envezdeexcitarme,seguidmesipodéis,ymiproceder demostrará una vez más que soy el rey de Francia, el sucesor deCarlomagno.

—Tienerazón—dijoelreycontristeza.—¡Oh!—exclamólareina—.¡Señor,porcompasión,noescuchéisaesehombre,

porqueesehombreesvuestroenemigo!—Señora—replicóGilberto—, suMajestad podrá deciros por símisma lo que

piensademispalabras.—Pienso, caballero—dijo el rey—, que hasta aquí sois el único que ha osado

decirmelaverdad.—¡Laverdad!—exclamólareina—.¡Oh!¡Quédecís,granDios!—Sí,señora—repusoGilberto—,ycreedbienquelaverdadenesteinstanteesla

únicaantorchaquepuedeimpedirquecaiganenelabismoeltronoylamonarquía.Alpronunciarestaspalabras,Gilbertoseinclinóhumildementehastalasrodillas

deMaríaAntonieta.

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CapítuloXXXIV

DECISIÓN

Porprimeravez,lareinaparecióprofundamenteconmovida.¿Eraestodebidoalrazonamiento,oalahumildaddeldoctor?

Por lo demás, el rey se había levantado con aire resuelto y pensaba en laejecución.

Sin embargo, por la costumbreque teníadenohacernada sin consultar con lareina,dijo:

—Señora,¿aprobáis…?—Precisoserá,señor—contestóMaríaAntonieta.—Noospidoabnegación—dijoelreyconimpaciencia.—Pues¿quépedísentonces?—Unaconvicciónquefortifiquelamía.—¿Mepedísunaconvicción?—Sí.—¡Oh!Sinoesmásqueeso,convencidaestoy,señor.—¿Dequé?—De que ha llegado el momento de hacer de la monarquía el Estado más

deplorableymásenvilecidodelmundo.—¡Oh!—exclamóelrey—.Exageráis.Deplorable,noloniego;peroenvilecido,

esimposible.—Caballero—dijo con triste expresiónMaría Antonieta—, los reyes vuestros

abuelososhanlegadounasombríaherencia.—Sí—contestóLuisXVI—,unaherenciadequeoshagoparticipar,bienapesar

mío,señora.—Permita Vuestra Majestad —dijo Gilberto, que en el fondo del corazón

compadecíaelgraninfortuniodeaquellossoberanoscaídos—,permítamecreerquenohaymotivoparaqueVuestraMajestadveaelporvenir tanespantosocomodice.Hacesadolamonarquíadespótica,yahoracomienzaelimperioconstitucional.

—¡Eh,caballero!—exclamóelrey—.¿SoyacasoyoelhombrequesenecesitaparafundarenFranciasemejanteimperio?

—¿Por qué no, señor?—preguntó la reina, algo consolada por las palabras deGilberto.

—Señora—repusoelrey—,soyhombredebuensentidoalavezquesabio;veoclaro,envezdeesforzarmeparaverturbio,yséprecisamentetodoloquenonecesito

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saberparaadministrarestepaís.Desdeeldíaenquesemeprecipitedesdeloaltodelainviolabilidaddelospríncipesabsolutos,desdeeldíaenquesedejeadescubiertoenmíalhombresencillo,perderétodalafuerzaficticia,únicaqueeranecesariaparael gobierno de Francia, puesto que, en rigor, Luis XIII, Luis XIV y Luis XV sesostuvieronperfectamentegraciasadichafuerza.¿Quénecesitanlosfranceseshoy?Un amo: yo no me siento capaz más que para ser un padre ¿Qué necesitan losrevolucionarios?Unpuñal:yonomesientoconfuerzaparaherir.

—¡Noossentísconfuerzaparaherir!—exclamólareina—.¿Nola tenéisparacastigar a losqueosarrebatan losbienesdevuestroshijosyquieren romper sobrevuestrafrente,unotrasotro,todoslosfloronesdelacoronadeFrancia?

—¿Qué podría contestaros?—replicó Luis XVI con calma—. Si digo que no,suscitarédenuevoenvuestraalmalastempestadesqueacibaranmivida.Vossabéisodiar.¡Oh!Tantomejorparavos.Hastasabéisserinjusta,ynooscensuroporello,porqueesunagrancualidadenlosdominadores.

—¿Osparezcoacasoinjustarespectoalarevolución?Decid.—Afemíaquesí.—¡Decísquesí,señor!—Sifueraissimpleciudadana,queridaAntonieta,nohablaríaiscomolohacéis.—Peronolosoy.—He aquí por qué os dispenso; pero esto no quiere decir que os apruebe.No,

señora,no:debéisresignaros.HemosocupadoeltronodeFranciaenunmomentodetormenta,ynosfaltaríafuerzaparaempujarhaciaadelanteesecarroarmadodehocesquellamanlarevolución;peroesafuerzanosfalta.

—¡Tantopeor—exclamóMaríaAntonieta—,porquepesarásobrenuestroshijos!—¡Aydemí!Yalosé;pero,enfin,noleempujaremos.—Seleharáretroceder,señor.—¡Oh! —exclamó Gilberto, con acento profundo—. Tened cuidado, señora,

porquealretrocederosaplastaría.—Caballero—dijo la reina con impaciencia—,observoqueos permitísmucha

franquezaconvuestrosconsejos.—Mecallaré,señora.—¡OhDiosmío!—replicóelrey—.Dejadledecir.Sinohaleídocuantoosdice

en veinte diarios que lo repiten hace ocho días, es porque no ha querido leerlo; ydebéis agradecerle, cuandomenos,quenomezcle la amarguracon laverdadde supalabra.

MaríaAntonietaguardósilencio,ydespués,exhalandoundolorososuspiro,dijo:—En resumen, repetiré que ir a París por vuestra propia voluntad es sancionar

cuantosehahecho.—Sí—dijoelrey—,bienlosé.

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—Eshumillaravuestroejércitocuandosedisponíaadefenderos,esrenegardeél.

—Esevitarelderramamientodesangrefrancesa—repasoeldoctor.—Esdeclararparalofuturo—dijolareina—,queelmotínylaviolenciapodrían

imprimiralasvoluntadesdelreyladirecciónqueconvengaalosrevoltososyalostraidores.

—Señora,creoquehabéistenidolabondaddeconfesarhacepocoqueosdabaisporconvencida.

—Sí,haceun instante, loconfieso, se levantóantemíunapuntadelvelo;peroahora, ¡ohdoctor!, ahora vuelvo a ser ciega, comovos decís, y prefiero ver enmiinterior los esplendores a que me acostumbraron mi educación, la tradición y lahistoria; prefiero verme siempre reinamás bien que reconocermemalamadre paraesepuebloquemeinjuriayquemeodia.

—¡Antonieta, Antonieta! —exclamó Luis XVI, atemorizado al ver la súbitapalidezqueacababadecubrirlasmejillasdelareinayquenoerasinoelpresagiodeunviolentoaccesodecólera.

—¡Ah!No,señor,no:quierohablar—contestólareina.—¡Cuidado,señora!Y,conunaligeraseñal,elreymostrabaeldoctoraMaríaAntonieta.—¡Oh!—exclamólareina—.Elseñorsabetodocuantovoyadecir…sabesabe

hasta lo que pienso —añadió, recordando con amargura la escena entre ella yGilberto—,y,por lo tanto,no séporquéhabíade contenerme.Este caballero,porotraparte,eselelegidopornosotrosparaconfidente,eignoroporquédeberíatemercosa alguna. Yo sé que os llevan, señor; yo sé que os impelen, semejante aldesgraciado príncipe de mis queridas baladas alemanas… ¿Dónde vais?… ¡Loignoro;perovais,vaisaunsitiodedondenovolveréisjamás!

—¡Ohseñora!No:yovoybuenamenteaParís—contestóLuisXVI.MaríaAntonietaseencogiódehombros.—¿Creéis que estoy loca?—preguntó con voz sorda e irritada—.Vais a París:

estábien;pero¿quiénosdicequeParísnoeseseabismoqueyonoveo,aunqueloadivino?¿Porquéeneltumultoqueseproduciránecesariamenteentornovuestronohabríandemataros?¿Quiénsabededóndevienelabalaperdida?¿Quiénsabe,entremilpuñosamenazadores,cuálestáarmadodeuncuchillo?

—¡Oh!Poresaparte,señora—exclamóelrey—,notemáiscosaalguna,porquemeaman.

—¡Oh!Nodigáiseso,porqueme inspiráis lástima,señor. ¡Osaman,ymatanyasesinanalosqueosrepresentanenlatierra;avos,unrey,laimagendeDios!¡Puesbien: el gobernador de laBastilla era vuestro representante, era la imagen del rey!Creedlobien:yonoexagerolascosas:sihanmatadoadeLaunay,esevalerosoyfiel

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servidor, lo mismo hubiera hecho con voz si hubieseis estado en su lugar, y estomucho más fácilmente, porque os conocen y saben que, en vez de defenderos,hubieraispresentadoelpecho.

—Continuad—dijoelrey.—Meparecehaberconcluido,señor.—¿Mematarán?—Sí.—Ybien…—¡Ymishijos!—exclamólareina.Gilbertopensóqueyaeratiempodeintervenir.—Señora—dijo—,el reyserá tan locamenterespetadoenParís,ysupresencia

daráorigenatalestransportes,que,sialgúntemortengo,noesporelrey,sinoporlosfanáticoscapacesdedejarseaplastarbajolospiesdesuscaballoscomolosfaquiresindosbajolasruedasdelcarrodesuídolo.

—¡Ohcaballero,caballero!—exclamóMaríaAntonieta.—EsamarchaaParísseráuntriunfo,señora.—Pero,señor,vosnocontestáis.—Esporqueparticipounpocodelaopinióndeldoctor.—Y estáis impaciente por disfrutar del triunfo, ¿no es verdad? —exclamó la

reina.—En tal caso, el rey tendría razón, y esa impaciencia probaría el sentido

profundamenterectoconqueSuMajestadjuzgaloshombresylascosas.Cuantomásseapresureelrey,mayorserásutriunfo.

—¿Creéiseso,caballero?—Seguroestoydeello;perosielreytardaperderátalveztodoelbeneficiodela

espontaneidad.Es dado, pensadlo bien, señora, tomar en otra parte la iniciativa deuna demanda que entonces cambiaría, a los ojos de los parisienses, la posición deVuestraMajestad,haciéndolaatemperarseenciertomodoaunaorden.

—¡Veis!—exclamólareina—.Eldoctorconfiesa:osmandarán.¡Ohseñor!¡Noloestáisviendo!

—Eldoctornodicequehayanmandado,señora.—¡Paciencia, paciencia! Perded el tiempo, señor, y la demanda, omás bien la

orden,notardaráenllegar.Gilbertooprimióligeramenteloslabios,conunaexpresióndecontrariedadquela

reinasorprendióalpunto,porrápidaquefuera.—¿Qué he dicho? —murmuró—, pobre loca que soy; he hablado contra mí

misma.—¿Enqué,señora?—preguntóelrey.—Enqueporunadilaciónosharéperderelbeneficiodevuestrainiciativa,y,sin

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embargo,debopedírosla.—¡Ah,señora,señora!Pedidcuantogustéis,exigidloqueosplazca,todomenos

eso. Antonieta, Antonieta—añadiómoviendo la cabeza—, sin duda habéis juradoperderme.

—¡Oh!—contestó la reina conun acentode reprensiónque revelaba todas susangustias—.¡Esposiblequemehabléisasí!

—Pues¿porquéhemosderetardareseviaje?—preguntóelrey.—Pensadlo bien, señora, pues en semejante circunstancia la oportunidad es el

todo. Reflexionad qué peso tienen las horas que pasan en semejantes momentos,cuandotodounpueblofuriosolascuentaamedidaquesuenan.

—Hoyno,doctor.Yvos,señor,concededmedeplazohastamañana,yosjuroquenomeopondrémásaeseviaje.

—Undíaperdido—murmuróelrey.—Veinticuatrolargashoras—añadióGilberto—.Pensadlo,señora,pensadlo.—Espreciso,espreciso,señor—dijolareinacontonosuplicante.—Dadmeunarazónalmenos—repusoelrey.—Nada más que mi desesperación, señor, nada más que mis lágrimas y mis

súplicas.—Pero¿sesabequésucederádeaquíamañana?—preguntóelrey,trastornadoal

verladesesperacióndeMaríaAntonieta.—¿Qué ha de suceder?—preguntó la reina,mirando aGilberto con expresión

suplicante.—¡Oh!—exclamóeldoctor—.Allíabajo,nadatodavía.Una esperanza, aunque fuese vaga como una nube, bastará para que aguarden

hastamañana;pero…—Pero¿seráaquí?—replicóelrey.—Sí,señor:aquí.—¿LaAsamblea?Gilbertohizounaseñalafirmativa.—LaAsamblea—continuóelrey—,queconhombrescomoMonnier,Mirabeau

ySiéyés,serácapazdeenviarmealgúnmensajequemeprivarádetodoelbeneficiodemibuenavoluntad.

—¡Pues bien!—exclamó la reina con sombrío furor—. Entonces, tantomejor,porqueasírehusaréis,conservandovuestradignidadderey;porquenoiréisaParís,yporque,siesnecesariososteneraquílaguerra,lasostendremos;ysiesforzosomoriraquí,moriremos;perocomopersonasilustres,comoreyesyseñores,comocristianosqueconfíanenelDiosdequienhanrecibidolacorona.

Al ver aquella exaltación febril de la reina, LuisXVI comprendió que en aquelmomentonoquedabamásremedioqueceder.

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Hizo una señal aGilberto, y, adelantándose haciaMaríaAntonieta, cuyamanocogió,díjole:

—Calmaos,señora:seharácomodeseáis.Yasabéis,queridaesposa,que,pormiparte, no quisiera hacer nada que os fuese desagradable, porque os profeso elmáslegítimocariñoporvuestroméritoy,sobretodo,porvuestravirtud.

Y Luis XVI recalcó estas palabras con una expresión indefinible de nobleza,reanimandoasícontodassusfuerzasalareinatancalumniada,yestoenpresenciadeuntestigocapazdereferir,encasonecesario,loquehabíavistoyoído.

Esta delicadeza conmovióprofundamente a la reina, que, estrechando entre susmanosladelrey,contestó:

—¡Puesbien!Hastamañana,señor,ynomástarde:eslaúltimadilación,perooslapidoporfavorderodillas.Mañana,alahoraqueosplazca,osjuroquemarcharéisaParís.

—Cuidado,señora,porqueeldoctorestestigo—dijoelreysonriéndose.—Señor,jamásmehabéisvistofaltaramipalabra—replicólareina.—No;solamenteconfiesounacosa.—¿Cuál?—Esque, resignadaenel fondo,comoparecéisestarlo,ansíosaberporquéme

pedís veinticuatro horas de plazo. ¿Esperáis noticias de París o deAlemania? ¿Setrata…?

—Nomeinterroguéis,señor.ElreyeratancuriosocomoFígaroholgazán.—¿Se trata de alguna llegada de tropas, de un refuerzo o de una combinación

política?—¡Señor,señor!—murmurólareinacontonodereprensión.—¿Setrata…?—Absolutamentedenada—contestólareina.—Entonces¿seráunsecreto?—Puesbien:sí,secretodemujerinquieta,yheaquítodo.—Capricho,¿noesverdad?—Capricho,siasíloqueréis.—Leysuprema.—Esverdad.¿Porquénohadeserenpolíticacomoenfilosofía?¿Porquénoha

deserpermitidoalosreyesconvertirsuscaprichospolíticosenleyessupremas?—Yallegaremosaello,estadtranquila.Encuantoamí,yaesotracosahecha—

dijoelrey,comobromeando—.Seahastamañana.—Sí,hastamañana—dijolareinacontristeza.—¿Conserváisaquíaldoctor,señora?—preguntóelrey.—¡Oh!No,no—exclamóconunaespeciedevivezaquehizosonreíraGilberto.

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—Puesmelellevo.GilbertoseinclinóporterceravezanteMaríaAntonieta,queahoraledevolviósu

saludomásbiencomomujerquecomoreina.Y,encaminándosehacialapuerta,eldoctorsiguióalrey.—Meparece—dijoLuisXVI al atravesar lagalería—,queestáisenbuen lugar

conlareina,señorGilberto.—Señor,deboestefavoraVuestraMajestad.—¡Vivaelrey!—exclamaronloscortesanosqueafluíanyaenlasantecámaras.—¡Viva el rey! —repitió en el patio una multitud de oficiales y soldados

extranjerosqueseagrupabanenlaspuertasdelpalacio.Estas aclamaciones, prolongándose y aumentando, produjeron en el corazón de

LuisXVIunaalegríaquetalveznuncahabíasentidoennumerosasocasiones.Encuantoalareina,sentada,comoestaba,juntoalaventana,dondehabíapasado

pocoantes tan terriblesmomentos, cuandooyó losgritosdeafectoy fidelidadqueacogíanalreyasupaso,extinguiéndosealolejosbajolospórticos,nopudomenosdeexclamar:

—¡Oh! ¡Sí, viva el rey; y el rey vivirá a pesar tuyo, infame París! ¡Abismoodioso,abismosangriento,noatraerásestavíctima!¡Yote laarrancaré,yo,ymira:tan sólo, con este brazo tan débil y tan flaco que te amenaza en este momento,condenándotealaexecracióndelmundoyalavenganzadeDios!

Al pronunciar estas palabras, con una violencia y una expresión de odio quehubiera intimidado a losmás furiosos amigos de la revolución, si les hubiese sidodado ver y oír, la reina extendió en la dirección de París su débil brazo,resplandecientebajolablondacomounaespadacuandosedesnuda.

Después llamó a la señora de Campan, aquélla de sus damas en quien másconfianzatenía,yseencerróconellaenelgabinete,ordenandoquenosepermitieseentraranadie.

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CapítuloXXXV

LACOTADEMALLA

Eldíasiguienteamanecióbrillanteypurocomolavíspera,yunsoldeslumbradordorabalosmármolesylaarenadeVersalles.

Las avecillas, agrupadas amiles en los primeros árboles del parque, saludabanconsusruidososgritoselnuevodíadecalorydealegríaprometidoasusamores.

Lareina,quesehabía levantadoa lascinco,envióadeciral reyque tuviese labondaddepasarporsuhabitacióncuandoselevantase.

Luis XVI, algo cansado por haber tenido que recibir a una diputación de laAsambleaquesehabíapresentadolavíspera,yalacualnopudomenosdecontestar(eraelprincipiodelosdiscursos),LuisXVI,decimos,habíadormidoalgomásquedecostumbreafinderepararsufatigayparaquenosedijesequelanaturalezaperdíaenélalgunacosa.

Poreso,apenaslehubieronvestido,recibióelrecadodelareina,enelmomentodeceñirselaespada.

—¡Cómo!—exclamó frunciendo ligeramente el ceño—. ¿Está ya levantada lareina?

—¡Oh!Desdehacelargotiempo,señor.—¿Estáindispuestaaún?—No,señor.—Y¿quémequieretandemañana?—SuMajestadnolohadicho.Encontró a la reina ya vestida, como para una ceremonia, hermosa, pálida e

imponente, y su esposa le acogió con esa fría sonrisa que brillaba comoun sol deinviernoensusmejillascuandoenlasgrandesrecepcionesdelacorteeranecesariosonreíralamultitud.

El rey se desayunó con un poco de caldo y vino, y trasladóse después a lahabitacióndeMaríaAntonieta.

El reynocomprendió la tristezadesumiradaydesusonrisa;preocupábaleyaunacosa,yeralaresistenciaprobablequeencontraríaenMaríaAntonietarespectoalplanconcertadoenlavíspera.

—Seráalgúnnuevocapricho—pensaba.Yheaquíporquéfruncíaelceño.La reinanodejóde confirmar en él esta opiniónpor las primeras palabras que

pronunció.

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—Señor—dijo—,desdeayerhereflexionadomucho.—¡Ea,yaestamos!—exclamóelrey.—Tenedlabondaddemandarqueseretirenlosquenosoníntimos.Elrey,nosinmurmurar,ordenóasusoficialesqueseretiraran.Unasoladelasdamasdelareina,laseñoradeCampan,permanecíajuntoaSus

Majestades.EntoncesMaríaAntonieta,apoyandosusdoshermosasmanosenelbrazodelrey,

lepreguntó:—¿Porquéoshabéisvestidoyadeltodo?Nomeparecebien.—¡Cómoquenoosparecebien!Y¿porqué?—¿Nooshabíaenviadoadecirquenoosvistieseisantesdepasarporaquí?Veo

queyalleváispuesta lacasacayceñidalaespada,yesperabaquehubieseisvenidoconbata.

LuisXVImiróalareinamuysorprendido.Este capricho despertaba en él una infinidad de ideas extrañas, cuya novedad

mismahacíamásprobableloinverosímil.Suprimerpensamientofueladesconfianzaylainquietud.—¿Qué tenéis? —preguntó la reina—. ¿Pretendéis retardar o impedir lo que

convinimosayerjuntos?—Deningúnmodo,señor.—Os ruegoqueno tomemosmásabromaunasuntodeestagravedad.Deboy

quieroiraParís:yanopuedodispensarmedeello.Tengomiservicioorganizado,ylaspersonasquehandeacompañarmeestándesignadasya.

—Señor,yonopretendonada;pero…—Pensad—dijoel rey,animándoseporgrados,comoparaarmarsedevalor—,

pensad que la noticia de mi viaje a París ha debido llegar ya a la capital; que elpueblo está preparado yme espera, y que los sentimientosmuy favorables que lanoticiadeesteviajehaproducidoenlosánimospuedeconvertirseenunahostilidaddesastrosa.Enfin…

—Pero,señor,yonoosdisputoloquemehacéiselhonordemanifestarme;meheresignadoayer,yresignadaestoyahora.

—Puesentonces,señora,¿aquévienenestospreámbulos?—Nohagoninguno.—Dispensad.¿Porquéesaspreguntassobremitrajeymiproyecto?—Sobreeltrajesí—repusolareina,intentandodenuevootrasonrisa,queporlo

forzadasehacíacadavezmástriste.—¿Quévaisadecirsobremitraje?—Quisiera,señor,queosdespojaraisdelacasaca.—¿Acasonomesientabien?Esdesedadecolorvioleta.Losparisiensessehan

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acostumbradoavermeasí,ylesagradaestecolor,sobreelcualsientabienuncordónazul.¿Nolohabéisdichovosmismamuyamenudo?

—Notengoqueoponerningunaobjeciónrespectoalcolordevuestrotraje.—Pues¿entonces?—Quierohablardelforro.—Verdaderamentemedaisquepensarconesaeternasonrisa…Elforro…¡Vaya

unachanza!…—¡Nomechanceo!—¡Vamos!Ahoraexamináismicasaca.¿Osdesagradatalvez?Casacablancay

plata,conlasguarnicionesquevosmismahabéisbordado:esunademisfavoritas.—Nohedichotampoconadadelacasaca.—¡Quésingularsois!¿Esacasolachorrera,olacamisadebatistabordadaloque

osofusca?¡Oh!¿NodebovestirmeasíparairavermibuenaciudaddeParís?Unaamargasonrisadilatóloslabiosdelareina,sobretodoelinferior,aquélque

tanto secriticabaen laaustriaca,yqueésta,vez sobresaliómásquedecostumbre,comosiestuviesehenchidoportodoslosvenenosdelodioydelacólera.

—No—dijo—,nocriticovuestrohermosotraje,señor:nadatengoquedecirsinocontraelforro,siempreelforro.

—¡Eldemicamisabordada!¡Ah!Explicaosdeunavez.—¡Pues bien! Voy a explicarme: el rey, odiado y molesto, que se dispone a

lanzarseenmediodesetecientosmilparisienses,embriagadosconsustriunfosysusideas revolucionarias, el rey, digo, no es un príncipe de la Edad Media, y, sinembargo, debería hacer hoy su entrada en París con una buena coraza de hierro,protegidoporunaarmaduradeacerodeMilán;debería,en fin,arreglarsedemodoqueniunabala,niunaflecha,niuncuchillo,niunapiedra,pudieranllegarhastasuscarnes.

—Enelfondoesverdad—dijoelrey,pensativo—,pero,queridaamiga,comoyonomellamoCarlosVIII,niFranciscoI,nisiquieraEnriqueIV,ycomolamonarquíadehoyestádesnudabajoelterciopeloylaseda,nollevarémásquemitraje,o,mejordicho,conunpuntodemiraquepodráservirdeblancoalasbalas,puestoquellevolaplacadelasórdenessobreelcorazón.

Lareinaprofirióungemidoahogado.—Señor—dijo—, comenzamos a entendernos; yaveréis, yaveréis quevuestra

esposanosechancea.MaríaAntonietahizounaseñaamadameCampan,quehabíapermanecidoenel

fondodelahabitación,ylacualsacódeuncajóndelamesitadelareinaunobjetoancho,planoydeformaoblonga,ocultobajounpañodeseda.

—Señor—dijolareina—,elcorazóndelreypertenecedesdeluegoaFrancia,esverdad;mascreomuchoquetambiénesdesuesposaydesushijos.Pormiparte,no

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quieroqueestecorazónestéexpuestoalasbalasdelosenemigos,yhetomadomismedidasparalibrardetodopeligroamiesposo,amireyyalpadredemishijos.

Mientrasquehablaba,desenvolvíaelpañode seda, encuyo interiorveíaseunaespeciedechalecodemallasmuyfinasdeacero,entrecruzadascontanmaravillosoarte,queaquelloparecíamásbienunatelaárabe,porlobienqueelpuntodelatramaimitaba la seda, y por la soltura y elasticidad de los tejidos y del juego de lassuperficies.

—¿Quéesesto?—preguntóelrey.—Miradlobien,señor.—Pareceunchaleco.—Sí,señor.—Unchalecocerradohastaelcuello.—Conunavueltadestinada,comoyaveis,adoblarelcuellodelacasacaodela

corbata.Elreytomóelchalecoentresusmanos,yexaminóloconcuriosidad.Lareina,alveraquellabenévolaatención,rebosabadealegría.El rey parecía contar con satisfacción cada una de las mallas de aquella red

maravillosa,queondulababajosusdedosconlamaleabilidaddeuntejidodelana.—¡Oh!—exclamó—.Ésteesunaceroadmirable.—¿Noesverdadquesí,señor?—Yuntrabajomilagroso.—¿Ospareceasí?—Noséverdaderamentedondehabéispodidoadquiriresto.—Lohecompradoanocheaunhombrequedesdehacelargotiempomelohabía

ofrecidoparaelcasodequefueraisacampaña.—¡Es admirable, admirable!—exclamó el rey, examinando otra vez el objeto

comointeligente.—Yestodebesentaroscomochalecoconfeccionadoporvuestrosastre.—¿Locreéisasí?—Probadle.Elrey,sindecirpalabra,desabrochósucasacadecolorvioleta.La reina temblaba de alegría; ayudó a Luis XVI a retirar la placa, y madame

Campanhizolodemás.Sin embargo, el rey se desceñía él mismo la espada: cualquiera que en aquel

momentohubiesepodidocontemplarelrostrodelareina,lehubieravistoaluminadodeunadeesasclaridadestriunfalesquereflejanlafelicidadsuprema.

El rey se dejó quitar la corbata, bajo la cual, las delicadas manos de la reinadeslizaronelcuellodeacero.

Después, María Antonieta enganchó los broches de la cota, que tomaba

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admirablemente la forma del cuerpo, cubría las escotaduras, y estaba forrada portodaspartesdeunafinapieldebúfaloparaamortiguarlapresióndelasmallassobrelascarnes.

Aquelchalecoeramáslargoqueunacoraza,yprotegíatodoelcuerpo.Puestas encima, la casaca y la camisa, cubríanle completamente, sin aumentar

más que en media línea el grueso del cuerpo, y permitía todos los movimientoslibremente.

—¿Pesamucho?—preguntólareina.—No.—Ved,pues,quémaravilla, reymío.¿Noesverdad?—añadióMaríaAntonieta

batiendo palmas y dirigiéndose a madame Campan, que acababa de abotonar lasmangasdelrey.

Ladamademostrósualegríataningenuamentecomolareina.—¡Hesalvadoamirey!—exclamólasoberana—.Colocadestacorazainvisible

sobreunamesa,trataddeperforarlaconuncuchillo,odeagujerearlaconunabala,yyaveréis.¡Probad,probad!

—¡Oh!—exclamóelreyconairededuda.—¡Probad!—repitiólareinaconentusiasmo.—Loharíadebuenaganaporcuriosidad—dijoelrey.—Nolohagáis,porqueesinútil,señor.—¿Cómopuedeserinútilqueospruebelaexcelenciadevuestramaravilla?—¡Ah! He aquí lo que son los hombres. ¿Creéis que yo hubiera dado fe al

testimoniodeotro,deunapersonaindecente,tratándosedelavidademiesposoydelasalvacióndeFrancia?

—Puesmeparecequeestoesloquehabéishecho,Antonieta,puestoquedisteisfe.

MaríaAntonietamoviólacabezaconencantadoraobstinación.—Preguntad—repuso, señalando a su dama—, preguntad a esa buena señora

Campanloqueellayyohemoshechoestamañana.—¿Elqué,Diosmío?—preguntóelreymuypreocupado.—Estamañana, o,mejor dicho, anoche, y procediendo comodos locas, hemos

alejadoatodalaservidumbreparaencerrarnosenlahabitacióndemadameCampan,que se halla retirada en el fondo del último cuerpo del edificio de los pajes.PrecisamenteéstosmarcharonayerparaprepararlosalojamientosenRambouillet,ynosaseguramosdequenadiepodíasorprendernosantesderealizarnuestropropósito.

—¡Diosmío!Meinquietáisverdaderamente.¿QuédesignioseranlosdeesasdosJudith?

—Judithhizomenos—contestólareina—,ynotantoruido,sobretodo.Anoserasí, estaría muy en su lugar la comparación. Madame Campan tenía el saco que

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encerrabalacotademalla,yllevabaunlargocuchillodecazaalemándemipadre,esahojainfaliblequetantosjabalíesmató.

—¡Judith,siempreJudith!—dijoelreysonriéndose.—¡Oh! Judith no tenía la pesada pistola que tomé entre vuestras armas, y que

mandécargaraWeber.—¡Unapistola!—Sinduda.Eraprecisovernosenmediodelanoche,temblorosasyperturbadas

al menor ruido, evitando encontrarnos con indiscretos, y deslizándonos como dosratonesgolososporloscorredoresdesiertos.

MadameCampancerrótrespuertas,aplicandocolchonesenlaúltima;colgamoslacotademallaenlapared,sobreelmaniquíquesirveparacolocarmisvestidos;yyo,conmanofirme,oslojuro,apliquéunacuchilladasobrelacota;lahojadeacerose dobló, saltando de mis manos, y fue a clavarse en el suelo con gran espantonuestro.

—¡Diantre!—exclamóelrey.—Esperad.—¿Nohabíaagujero?—preguntóLuisXVI.—Esperad, os repito. Madame Campan recogió la hoja y me dijo: «No sois

bastantefuerte,señora,yvuestramanotemblaríatalvez:yosoymásrobustayvaisaverlo».Despuéscogióelcuchillo,ydescargósobreelmaniquí, fijoenlapared,ungolpetanbienaplicado,quemipobrehojaalemanasepartióensecosobrelasmallas.Mirad: aquí están los dos pedazos, señor, y quiero que os hagan un puñal con losrestos.

—¡Oh!Estoesfabuloso—dijoelrey—.¿Ynohaquedadolamenorbrecha?—Unarañazoeneleslabónsuperior,yhaytressobrepuestos.—Quisieraverlo.—Yaloveréis.Y la reina comenzó a despojar de su traje al rey con una prestezamaravillosa,

parahacerleadmirarsubuenaideaysusaltoshechos.—Heaquíunespacioalgomaltratado,segúnparece—dijoelrey,mostrandocon

eldedounaligeradepresiónproducidaenunasuperficiedeunapulgada,pocomásomenos.

—Eslabaladelapistola,señor.—¡Cómo!¿Habéisdisparadounpistoletazoconbala?—Vedaquíelproyectilaplastado,negroaún.¿Creéisahoraquevuestraexistencia

estásegura?—Sois un ángel tutelar—dijo el rey, comenzando a desabrochar lentamente el

singularchaleco,paraobservarmejorlahuelladelahojadelcuchilloylaseñaldelabala.

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—Juzgad de mi espanto, querido rey —dijo María Antonieta—, cuando debídisparareltirosobrelacoraza;yaunerapocacosahacerelruidoespantosoquetantome intimida: lo peor fue que, al hacer fuego sobre la cota destinada a protegeros,parecíame que disparaba sobre vos mismo, tanto que temía ver un agujero en lasmallas,conlocualseperdíaparasiempremitrabajo,misesfuerzosymiesperanza.

—¡Querida esposa —dijo Luis XVI, desabrochando completamente la cota—,cómoosloagradezco!

Ydejóelobjetosobreunamesa.—Ybien;¿quéhacéis?—preguntólareina.Lareinatomólacota,presentándolaporsegundavezalrey.—No—dijoLuisXVI,conunasonrisallenadegraciaydenobleza—,gracias.—¿Rehusáis?—exclamólareina.—Rehuso.—¡Oh!Peroreflexionad,señor.—¡Señor!…—dijolaseñoraCampancontonosuplicante.—¡Peroeslasalvación,eslavida!—Talvez,talvez—dijoelrey.—RehusáiselauxilioqueDiosmismonosenvía.—¡Basta,basta!—dijoelrey.—¡Rehusáisdeveras!—Sí.—¡Peronoveisqueosmatarán!—QueridaAntonieta, cuando los caballeros van a campaña, en este sigloXVIII,

vistentrajedepaño,camisaychupa,pararecibirlasbalas;ycuandovanalterrenodelhonornoconservanmásque lacamisa, locualessuficientepara laespada.Yosoyelprimercaballerodemireino,ynoharémásnimenosquemisamigos;añadiréque allí donde ellos visten paño, sólo yo tengo derecho de llevar seda. Gracias,queridaesposa;gracias,mibuenareina,gracias.

—¡Ah!—exclamó María Antonieta, a la vez desesperada y contenta—. ¡Quélástimaquenolehayapodidooírsuejército!

En cuanto al rey, había acabadodevestirse tranquilamente, sin que, al parecer,notaraelactodeheroísmoqueacababadellevaracabo.

—¡Seráunamonarquíaperdida—murmurólareina—laquesabe tenerorgulloensemejantesmomentos!

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CapítuloXXXVI

LAMARCHA

Al salir de la habitación de la reina, el rey se vio rodeado inmediatamente detodos los oficiales y las personas de su servicio particular, designadas por él parahacerelviajeaParís.

EranlosseñoresdeBeauvau,deVilleroy,deNesleydeEstaing.Gilbertoesperó,confundidoenmediodelamultitud,aqueLuisXVIleviese,aunquesólofueraparadirigirlealpasounamirada.

Eravisiblequetodaaquellagenteestabaenladuda,yquenopodíacreerenlapersistenciadesemejanteresolución.

—Despuésdealmorzar,señores—dijoelrey—,marcharemos.YcomodivisaseaGilberto,añadió:—¡Ah!Yaestáisahí,doctor.¡Muybien!Sabedquevendréisconmigo.—Avuestrasórdenes,señor.Elreypasóasugabinete,dondetrabajódoshoras.Alcabodeestetiempooyómisacontodoelpersonaldesuservicio,yaesode

lasnuevesentósealamesa.Sealmorzóconelceremonialacostumbrado;perolareina,aquienseviodespués

delamisaconlosojoshinchadosyenrojecidos,quisosentarsealamesa,aunquesincomernada,afindeestarmástiempoconsuesposo.

MaríaAntonietasehabíapresentadoconsusdoshijos,quealgoconmovidoya,sindudaporlosconsejosmaternales,paseabansusmiradasinquietasdesdeelrostrodesupadrealamultituddeoficialesyguardias.

Devezencuando,yobedeciendoasumadre, losniñosenjugabanuna lágrimaque asomaba entre sus pestañas, y este espectáculo excitaba la compasión de losunos,lacóleradelosotrosyeldolordetodos.

Elreycomióestoicamente;hablóvariasvecesaGilbertosinmirarle,ydirigiódecontinuolapalabraalareina,siempreconunafectoprofundo.

Porúltimo,dioinstruccionesasusoficiales.Terminabayasualmuerzo,cuandoleanunciaronqueunanumerosacolumnade

hombresapie,procedentedeParís,aparecíaenlaextremidaddelagranavenidaquedesembocabaenlaplazadeArmas.

Enelinstantemismo,oficialesyguardiasseprecipitaronfueradelasala;yelreylevantólacabezaymiróaGilberto;mas,viendoqueéstesonreía,acabódealmorzartranquilamente.

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La reina palideció e inclinóse hacia el señor de Beauvau para rogarle que seinformase.

ElseñordeBeauvausalióprecipitadamente,mientrasquelareinaseacercabaalaventana.

Cincominutosdespués,elseñordeBeauvauentró.—Señor—dijoalrey—,sonlosguardiasnacionalesdeParís,quealsaber,porel

rumor circulado en la capital, que Vuestra Majestad se proponía ir a ver a losparisienses,sehanreunidoennúmerodeunosdiezmilparasaliravuestroencuentro,y,alverquetardabais,hanavanzadohastaVersalles.

—¿Quéintencionesparecentener?—preguntóelrey.—Lasmejoresdelmundo—contestóelseñordeBeauvau.—¡Noimporta!—dijolareina—.Cerradlasverjas.—Guardaos bien de hacerlo —replicó el rey—. Basta que estén cerradas las

puertasdelpalacio.Lareina,frunciendoelseño,dirigióunamiradaaGilberto.Eldoctorlaesperaba,pueslamitaddesupredicciónsehabíarealizado:prometió

lallegadadeveintemilhombres,ydiezmilsepresentabanya.ElreysevolvióhaciaelseñordeBeauvau,yledijo:—Cuidaddequesedéunrefrescoaesabuenagente.El señor de Beauvau bajó por segunda vez para trasmitir a los reposteros las

órdenesdelreyyvolvióasubir.—¿Quéhay?—preguntóLuisXVI.—Quevuestrosparisienses,señor,discutenvivamenteconlosseñoresguardias.—¡Cómo!—repusoelrey—.¿Haydiscusión?—¡Oh!Depuracortesía.ComohansabidoqueSuMajestadseproponemarchar

dentrodedoshoras,quierenesperarparairdetrásdelacarrozadeSuMajestad.—Pero¿novanellosapie?—preguntólareina.—Sí,señora.—Puesbien:elreytienesucocheconbuenoscaballos,quevanmuydeprisa,yya

sabéis,señordeBeauvau,queaSuMajestadleagradaviajarconrapidez.Estaspalabras,asíacentuadas,significaban:—Ponedalasenelcochedelrey.LuisXVIhizounademánparainterrumpirelcoloquio.—Iréalpaso—dijo.Lareinaexhalóunsuspiro,queparecíacasiungritodecólera.—No es justo—añadió tranquilamente el rey— que haga correr a esa buena

gente,despuésdehabersemolestadoparadispensarmeestehonor;iréalpaso,ymásdespacioaún,afindequetodoelmundopuedaseguirme.

Los presentesmanifestaron su admiración por unmurmullo aprobador; pero al

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mismo tiempo se notó en varias fisonomías el reflejo de la reprobación que semanifestabaclaramenteenlasfaccionesdelareinaporaquellabondaddealmaqueellaconsiderabacomounadebilidad.

Deprontoseabrióunaventana.Lareinavolviólacabezaconasombro:era.Gilberto,queensucalidaddemédico

hacía uso de su derecho, mandando abrir todo para renovar el aire del corredor,viciadoporelolordelosmanjaresylarespiracióndemásdecienpersonas.

Eldoctorsecolocódetrásdelascortinillasdeaquellaventanaabierta,yporellaseoyeronlasvocesdelamultitudreunidaenelpatio.

—¿Quéeseso?—preguntóelrey.—Señor, son los guardias nacionales, que están enmedio del sol y que deben

tenermuchocalor.—¿Porquéno invitarlosaveniraalmorzarconel rey?—dijoenvozbajaa la

reinaunodesusfavoritos.—Sería necesario conducirlos a la sombra, al patio de mármol, bajo los

vestíbulos,yadondequieraquehayaunpocodefrescura—dijoelrey.—¡Diezmilhombresbajolosvestíbulos!—exclamólareina.—Repartidosportodaspartes,yacabrán—dijoelrey.—¡Repartidosportodaspartes!—exclamóMaríaAntonieta—.Pero,señor,vaisa

enseñarleshastaelcaminodevuestraalcoba.Profecía del espanto que debía realizarse en el mismo Versalles antes que

transcurrierantresmeses.—Muchosllevanniñosconsigo,señora—dijoconsuavidadGilberto.—¿Niños?—preguntólareina.—Sí,señora;muchoshantraídosushijoscomoparaunpaseo,yvanvestidosde

pequeñosguardiasnacionales:tantoeselentusiasmoporlanuevainstitución.Lareinaabriólaboca;perocasialpuntoinclinólacabeza.Habíatenidointencióndepronunciarunabuenapalabra;peroelorgulloyelodio

lacontuvieron.Gilbertolamiróatentamente.—¡Eh!—exclamó el rey—. Se ha demirar por esos pobres niños. Cuando se

traen loshijos consigo, esporqueno sedeseahacerdaño aunpadrede familia, yrazóndemásparaponerlosalasombra.

Gilberto, moviendo ligeramente la cabeza, pareció decir a la reina, que habíaguardadosilencio:

—He ahí, señora, he ahí lo que hubierais debido decir: os he proporcionado laocasión;sehubierarepetidolafrase,yganabaisdosañosdepopularidad.

La reina comprendió estemudo lenguaje deGilberto, y su frente se cubrió derubor.

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Notósufalta,peroexcusósealpuntoasípropiaporunsentimientodeorgullo,quefuesucontestaciónaGilberto.Entretanto,elseñordeBeauvaucomunicabaalosguardiasnacionaleslaspalabrasdelrey.

Entonces se oyeron gritos de alegría y las bendiciones de aquella multitudarmada,admitida,segúnlasórdenesdeLuisXVI,enelinteriordelpalacio.

Las aclamaciones y los vivas ascendieron como un torbellino hasta los dosesposos,tranquilizándolossobrelasdisposicionesdeaquelParístantemido.

—¿Quéorden señalaVuestraMajestadpara su escolta?—preguntóel señordeBeauvau.

—¿Yesadiscusióndelaguardianacionalconmisoficiales?—¡Ohseñor!Sehadesvanecido,estáterminada.Esabuenagenteseconsideratan

feliz,quediceahora:«Iremosadondenoslleven.Elreyestannuestrocomodelosdemás,ydondequieraquevaya,serádenosotros».

ElreymiróaMaríaAntonieta,cuyodesdeñosolabiodilatóunasonrisairónica.—Decidalosguardiasnacionales—repusoLuisXVI—queseponganallídonde

quieran.—VuestraMajestad—observólareina—noolvidaráqueesunderechopropiode

losguardiasdecorpsrodearlacarroza.Losoficiales,viendoalreyalgoindeciso,seacercaronparaapoyaralareina.—Esjustoenelfondo—contestóelrey—.¡Yaveremos!LosseñoresdeBeauvauydeVilleroysalieronparaocuparsupuestoenlasfilasy

darórdenes.LasdiezdabanenVersalles.—Vamos—dijoelrey—,trabajarémañana:estabuenagentenodebeesperar.Yselevantó.María Antonieta, con los brazos abiertos, acercóse para estrechar a su esposo,

mientras que los niños se colgaron llorosos del cuello de su padre, que, muyenternecido, trató de sustraerse suavemente a su presión: quería ocultar elsentimiento,quenohubieratardadoendesbordarse.

Lareinadeteníaatodoslosoficiales,cogiendoalunoporelbrazoyalotroporsuespada.

—¡Señores,señores!—decía.Yaquellaelocuenteexclamaciónlesrecomendabaalrey,queacababadebajar.Todospusieronlamanosobresucorazónysuespada.Lareinalesdiograciasconunasonrisa.Gilbertosehallabaentrelosúltimos.—¡Caballero—le dijo la reina—, vos sois quien ha aconsejado estamarcha al

rey! ¡Vos quien le ha decidido, a pesar de mis súplicas! ¡Pensad, caballero, queincurrísenunatemibleresponsabilidadantelaesposayantelamadre!

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—Noloignoro,señora—contestófríamenteGilberto.—¡Y me traeréis el rey sano y salvo, caballero! —dijo la reina con solemne

ademán.—Sí,señora.—¡Pensadquemerespondéisdeélconvuestracabeza!Gilbertoseinclinó.—¡Reflexionadlobien,convuestracabeza!—repitióMaríaAntonietaconeltono

deamenazayladespiadadaautoridaddeunareinaabsoluta.—Conmicabeza—dijoeldoctorinclinándose—,sí,señora,yconsideraríaesta

prendacomodepocovalorsicreyesealreyamenazado;perolohedicho,señora,auntriunfoesaloqueconduzcohoyaSuMajestad.

—Quieronoticiasdehoraenhora—añadiólareina.—Lastendréis,señora:oslojuro.—Marchadahora,caballero.Oigolostambores,y,sinduda,elreyseponeyaen

marcha.Gilbertoseinclinó,y,desapareciendoporlaescaleraprincipal,encontróseconun

ayudantedecampodelcuartodelrey,quelebuscabadepartedeSuMajestad.Se le hizo subir a una carroza perteneciente al señor deBeauvau, pues el gran

maestredeceremoniasnohabíaqueridoquesecolocaseenunadelasdelreyacausadenohaberhechoaúnméritosparaello.

Gilberto sonrió al verse solo en aquella carroza blasonada, pues el señor deBeauvauhacíacaracolearsucaballojuntoalaportezueladelcochereal.

Despuésleocurrióqueeraridículoenélocuparseasíenuncocheconcoronayblasón.

Aquel escrúpulo le duraba aún, cuando en medio de la multitud de guardiasnacionales,queestrechabanlascarrozas,oyólassiguientesfrases,cuchicheadasporhombresqueseinclinabanconcuriosidadparamirarle:

—¡Ah!¡ÉseeselpríncipedeBeauvau!—¡Quéhadeser!—exclamóuncompañero—.Teengañas.—Tedigoquesí,puesenlacarrozasevenlasarmasdelpríncipe.—¡Lasarmas…,lasarmas!…Tedigoqueestonosignificanada.—¡Pardiez,lasarmas!Pues¿quépruebaesto?—Pruebaque,silasarmasdelseñordeBeauvauestánsobreelcoche,sudueño

debeirenelinterior.—¿EsunpatriotaelseñordeBeauvau?—preguntóunamujer.—¡Ca!—exclamóelguardianacional.Gilbertovolvióasonreír.—Puesyotedigo—repitióelprimerinterlocutor—quenoeselpríncipequien

va ahí. El príncipe es grueso, y ése es delgado. El príncipe viste el uniforme de

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comandantedelosguardias,yésellevatrajenegro;debeserelintendente.Un murmullo de reprobación acogió a la persona de Gilberto desfigurado por

aqueltítulopocolisonjero.—¡Votoaldiablo!—gritóunavozrobusta,cuyosonidoestremecióaGilberto.Eralavozdeunhombrequeconcodosypuñosseabríapasohaciaelcoche.—No —dijo—, no es el señor de Beauvau, ni tampoco su intendente: es el

famosopatriotayhastaelmáscélebrede todos. ¡Eh, señorGilberto! ¿Quédiabloshacéisenlacarrozadeunpríncipe?

—¡Toma!¿Soisvos,padreBillot?—exclamóeldoctor.—¡Pardiez! He tenido buen cuidado de no perder la ocasión —contestó el

labrador.—¿YPitou?—preguntóGilberto.—¡Oh!Noestálejos.¡Hola,Pitou!Llégateaquí.Veamos,pasa.Y, al oír aquella invitación, Pitou se deslizó a fuerza de codazos hasta donde

estabaBiílot,ysaludóconadmiraciónaGilberto.—Buenosdías,señordoctor—dijo.—Buenosdías,Pitou,amigomío.—¡Gilberto,Gilberto!¿Quiénesése?—preguntólamultitud.—¡Lo que es la gloria!, —pensaba el doctor—. Bien conocido en Villers-

Cotterets,sí;peroenParís,vivalapopularidad.Seapeóde lacarroza,queavanzóalpaso,y,apoyándoseenelbrazodeBillot,

continuósumarchaapieenmediodelamultitud.Entonces refirió en breves palabras a Billot su visita a Versalles, y las buenas

disposicionesdelreyydelafamiliareal;yenpocosminutoshizotalpropagandaderealismo en el grupo que, ingenuos y satisfechos, aquellos buenos hombres,dispuestosaúnalasimpresionesfavorables,profirieronunprolongadogritode¡vivaelrey!,que,aumentadoporlasfilasprecedentes,llegóatronadorhastalacarrozadeLuisXVI.

—Quieroveralrey—dijoBillot,electrizado—,esprecisoqueleveadecerca,yaqueparaestoemprendíelviaje.Quierojuzgarleporsufisonomía,puesporlosojosse adivina un hombre honrado. Acerquémonos, acerquémonos, señor Gilberto.¿Tendréislabondad?

—Esperad: me parece que nos será fácil —dijo el doctor—, pues veo a unayudantedecampodelseñordeBeauvauquebuscaaalgunoporestelado.

En efecto: un jinete, maniobrando con toda especie de precauciones entreaquellos grupos de caminantes fatigados, pero alegres, trataba de llegar a laportezueladelacarrozadondeantesibaGilberto.

Esteúltimolellamó.—¿NoesaldoctorGilbertoaquienbuscáis,caballero?—preguntóle.

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—Elmismo—contestóelayudantedecampo.—Entalcaso,aquímetenéis.—Muybien:elseñordeBeauvaumeenvíaallamarosdepartedelrey.EstaspalabrashicieronabrirlosojosaBillot,ysusfilasalamultitud;demodo

queGilbertopudodeslizarseentreellas,seguidodellabradorydePitou,enposdeljinete,elcualrepetía:

—¡Dejadpaso,señores;dejadpaso,ennombredelrey!Gilbertollegómuyprontoalaportezueladelacarrozareal,quemarchabaalpaso

delosbueyesdelaépocamerovingia.

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CapítuloXXXVII

ELVIAJE

Empujando y codeando así, pero siguiendo siempre al ayudante de campo delseñordeBeauvau,Gilberto,BillotyPitoullegaron,alfin,aestarcercadelacarroza,donde el rey, acompañado de los señores de Estaing y de Villequier, avanzabanlentamenteenmediodeunamultitudcadavezmayor.

¡Espectáculocurioso,inusitadaydesconocido,puesseproducíaporprimeravez!Todos aquellos guardias nacionales de la campiña, soldados improvisados, acudíancongritosdealegríaparaverpasaralrey;saludábanleconsusbendiciones,tratabande hacerse ver, y, en vez de volverse a sus casas, agregábanse a la escolta paraacompañaralreyensumarcha.

¿Porqué?Nadiehubierapodidodecirlo.¿Obedecíanal instinto?¿Sequeríaverdenuevoalreybienamado?

Porque,forzosoesdecirlo,enaquellaépoca,LuisXVIeraunreyadorado,aquienlosfranceseshubieranerigidoaltares,anoserporelprofundodesprecioqueVoltairehabíainspiradohaciaéstos.

Luis XVI no tuvo, pues, sus altares; pero fue únicamente porque los hombresenérgicos le apreciaban demasiado en aquella época para imponerle semejantehumillación.

ElreydivisóaGilbertoapoyadoenelbrazodeBillot,ydetrásdeellosaPitou,quesiempreibaarrastrandosugransable.

—¡Ah,doctor!¡Québuentiempoyquébuenpueblo!—Yaloveis,señor—repusoGilberto.Yseinclinóhaciaelrey,añadiendo:—¿QuéhabíaprometidoyoaVuestraMajestad?—Sí,caballero,sí,yhabéiscumplidodignamentevuestrapalabra.Elreylevantólacabeza,y,conlaintencióndequeleoyesen,dijo:—Vamosmuydespacio;peroamímeparecedemasiadodeprisa,paratodoloque

hoytenemosquever.—Señor—dijoBeauvau—,alpasoquevamos,VuestraMajestadtardatreshoras

enrecorrerunalegua,ydifícilescaminarconmáslentitud.En efecto, los caballos se detenían a cada momento; había discursos y

contestaciones; y los guardias nacionales «fraternizaban» (se acababa de encontrarestapalabra)conlosguardiasdecorpsdeSuMajestad.

—¡Ah! —se decía Gilberto, que contemplaba como filósofo aquel curioso

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espectáculo—. Si se fraterniza con los guardias de corps, es porque antes de seramigoseranenemigos.

—Oíd,señorGilberto—dijoBillotamediavoz—,hemiradoyescuchadomuybienalrey,yopinoqueestodounbuenhombre.

YelentusiasmoqueBillotsentíafuecausadequeacentuasesusúltimaspalabrasdetalmodoqueelreyyelestadomayorlasoyeron.

Elestadomayorserió.Elrey,haciendounmovimientodecabeza,sonrióasuvezydijo:—Heahíunelogioquemeplace.YestaspalabrasfueronpronunciadasbastantealtoparaqueBillotlasoyese.—¡Oh!Tenéisrazón,señor,porqueeselogioquenohagoatodos—repusoBillot

entrandodellenoenlaconversaciónconsurey—,comoMichaudconEnriqueIV.—Estomelisonjeatantomás—replicóelreymuyapuradoynosabiendocómo

hacer para conservar la dignidad de rey, hablando graciosamente lomismoque unpatriota.

¡Ay! El pobre príncipe no estaba acostumbrado aún a titularse rey de losfranceses.

CreíallamarseaúnreydeFrancia.Billot, sumamentesatisfecho,nose tomólamolestiadereflexionarsiLuisXVI,

desdeelpuntodevistafilosófico,acababadeabdicareltítulodereyparatomareldehombre,y, comprendiendohastaquépunto este lenguaje se acercaba a labuena ferústica,regocijábasedecomprenderaunreyydesercomprendidodeéste.

Poreso,apartirdeaquelmomento,Billotnodejódeentusiasmarsecadavezmás:«bebía las facciones del rey», según la expresión virgiliana, un largo amor a lamonarquía constitucional, comunicábale a Pitou, el cual, demasiado lleno de supropio amor y de lo superfluo del amor de Billot, respondía con vigorosos gritosprimero,sordosdespuésymásvagosalfin:

—¡Vivaelrey!¡Vivaelpadredelpueblo!EstamodificaciónenlavozdePitouefectuábaseamedidaqueseenronquecía.Pitou estaba del todo ronco cuando el cortejo llegó al Point du Jour, donde

Lafayette, a caballo sobre el famoso corcel blanco, reprimía las cohortesindisciplinadasdelaguardianacional,quesehabíanescalonadodesdelascincodelamañanaenelterrenoparaescoltaralrey.

Ahorabien:yaerancercadelasdos.Laentrevistadel rey conel nuevo jefede laFrancia armada se efectuódeuna

manerasatisfactoriaparalosasistentes;peroelreycomenzabaafatigarse,nohablabamásycontentábaseconsonreír.

El general en jefe de las milicias parisienses, por su parte, no mandando ya,gesticulaba.

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ElreytuvolasatisfaccióndeverquesegritabacasitantovivaelreycomovivaLafayette; mas, por desgracia, aquélla era la última vez que debía saborear estasatisfaccióndelamorpropio.

Porlodemás,Gilbertoibasiemprejuntoalaportezueladelcochedelrey,Billotmuycercadeldoctor,yPitoualladodesuamo.

Gilberto,fielasupromesa,habíaencontradomediodeexpedircuatrocorreosalareinadesdequesaliódeVersalles.

Todoselloshabíanllevadobuenasnoticias,pueselreyhabíavistopordoquieralosgorrosobonetesarrojadosalaire;peroenéstosbrillabaunaescarapelacon loscoloresdelanación,especiedecensuraalasescarapelasblancasquelosguardiasdelrey,yhastaesteúltimo,llevabanensussombreros.

Enmediodesualegríaydesuentusiasmo,aquelladivergenciadelasescarapelaseralaúnicacosaquecontrariabaaBillot.

Ellabradorllevabaensutricorniounaenormeescarapelatricolor;ladelreyerablanca. De modo que el súbdito y el soberano no tenían aficiones del todosemejantes.

Estaidealepreocupabadetalmodo,quesedeclaróaGilbertoenuninstanteenqueeldoctornohablabayaconSuMajestad.

—SeñorGilberto—ledijo—,¿porquénollevaelreylaescarapelanacional?—Porque, o no sabe que hay una nueva, amigoBillot, o le parece que la suya

debeserladelanación.—No,no;porquesuescarapelaesblanca,ylanuestratricolor.—Uninstante—dijoGilbertodeteniendoaBillotcuandoibaarepetirlasfrases

delosdiarios—.Laescarapeladelreyesblanca,comoloestambiénlabanderadeFrancia,yno tienedeello laculpael soberano.Escarapelaybanderaeranblancasmuchoantesdequeélviniesealmundo,y,porlodemás,queridoBillot,ambashanhecho sus pruebas. El bailío de Suffren llevaba en el sombrero escarapela blancacuandorestableciónuestropabellónenlapenínsuladelaIndia,ytambiénadornabaladelsombrerodeAssas,a locualdebióésteque losalemanes le reconocierandenoche cuando se dejómatar para que no sorprendieran a sus soldados. EscarapelablancallevabaenelsombreroelmariscaldeSajoniacuandobatióalosinglesesenFontenoy,yblancaeratambiénladelseñordeCondecuandoderrotóalosimperialesenRodoy, enFriburgo y enLens.He aquí lo que ha hecho la escarapela blanca yotrasmuchas cosasmás, amigoBillot,mientras que la escarapela nacional, que talvezdarálavueltaalmundo,comolohapredichoLafayette,nohatenidotiempoaúndehacernada,atendidoquetansóloexistedesdehacetresdías.Yonoquierodecirquepermanezcaociosa;pero,enfin,nohabiendohechonadatodavía,dejaalreyelderechodeesperaraquehaga.

—¡Cómoquenohahechoaúnnadalaescarapelanacional!—exclamóBillot—.

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Pues¿nohatomadolaBastilla?—Sítal—contestócontristezaGilberto—,tenéisrazón,Billot.—Heaquíporqué—repusoconexpresióntriunfanteellabrador—elreydebería

usarla.Gilberto dio un codazo a Billot, porque había notado de pronto que el rey

escuchaba,ydespuésdijoenvozbaja:—¿Estáisloco,Billot?Y¿contraquiénsehatomadolaBastilla?Amímeparece

quecontralamonarquía;yheaquíqueahoraqueréisqueelreyllevelostrofeosdevuestrotriunfoylasinsigniasdesuderrota.¡Insensato!Elreyeshombredecorazón,llenodebondadydefranqueza,yvosqueréisconvertirleenhipócrita.

—Peroadvertid—repusoBillotmáshumildemente, pero sindarseporvencidodel todo—, no se ha tomado precisamente la Bastilla contra el rey, sino contra eldespotismo.

Gilbertoseencogiódehombros,peroconesadelicadezadelhombresuperiorquenoquiereponerelpiesobresuconcienciaportemordeaplastarla.

—No—continuóBillotanimándose—,nohemoscombatidocontranuestrobuenrey,sinocontrasussatélites.

Enaquellaépoca sedecía, enpolítica, satélitesenvezde soldados,comoenelteatrosedecíacorcelenvezdecaballo.

—Por lo demás —continuó Billot, con visos de razón—, su Majestad losdesaprueba,puestoquevieneavernos,yestoquieredecirquenosaprueba.Nosotros,losvencedoresdelaBastilla,hemostrabajadoparanuestrafelicidadyenhonorsuyo.

—¡Aydemí!—murmuróGilberto,quenosabíacómoconciliarloqueexpresabaelrostrodelreyconloquesentíasucorazón.

EncuantoaLuisXVI,enmediodelmurmulloconfusodelamarcha,comenzabaaoíralgunaspalabrasdeladiscusiónempeñadaasulado.

Gilberto,echandodeverlaatencióndelreyenaqueldebate,esforzábasetodoloposible para conducir aBillot a un terrenomenos resbaladizo que aquél en que sehabíaaventurado.

Derepenteseinterrumpiólamarcha:seacababadellegaralCours-la-Reine,alaantiguapuertadelaConferencia,enlosCamposElíseos.

Enestepunto, unadiputaciónde electoresy regidores, presididospor el nuevoalcalde, Bailly, se había situado en buen orden, con una guardia de trescientoshombres al mando de un coronel, y trescientos individuos, por lo menos, de laAsamblea Nacional, elegidos, como ya se comprenderá, en las filas del TercerEstado.

Doselectorescombinabansusfuerzasysudestrezaparamantenerenequilibriounabandejadeplata sobredorada,en lacual seveíandosenormes llaves, lasde laciudaddeParísentiempodeEnriqueIV.

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Aquel espectáculo imponente puso término a todas las conversacionesparticulares,ycadacual,tantoenlosgruposcomoenlasfilas,sepreparó,segúnlascircunstancias,paraoírlosdiscursosqueibanacruzarseenaquellaocasión.

Bailly, el digno sabio, buen astrónomo, a quien se había elegido diputadoprimeramente,luegoalcaldeydespuésorador,todoapesarsuyo,habíapreparadounlargodiscursodehonor,elcualteníaporexordio,segúnlasmásestrictasleyesdelaretórica,unelogioalrey,desdeeladvenimientodeTurgotalpoderhastalatomadelaBastilla.Pocofaltaba,taleselprivilegiodelaelocuencia,paraqueseatribuyesealreylainiciativadelosacontecimientosqueelpueblo,apurado,nohabíahechomásquesufrir,comohemosvisto,contrasuvoluntad.

Baillyestabamuysatisfechodesudiscurso,cuandounincidente(BaillyesquienlerefiereensusMemorias)leproporcionóunnuevoexordiomuchomáspintorescoque aquél que había preparado, el único, además, que se haya conservado en lamemoria del pueblo, siempre dispuesto a sorprender las buenas y sobre todo lasbellasfrasespronunciadassobreunhechomaterial.

Avanzandoconlosregidoresyloselectores,Baillysealarmabaporlapesadezdelasllavesqueibaapresentaralrey.

—¿Creéis, por ventura —dijo sonriéndose—, que después de mostrar estemonumentoalreymefatigaréenllevarledenuevoaParís?

—Pues¿quéharéis?—preguntóunelector.—¿Loqueharé?—repusoBailly—.Lasdejaréenvuestrasmanos,olasarrojaré

encualquierfosoalpiedeunárbol.—Guardaos bien de hacerlo—exclamó el elector escandalizado—. ¿No sabéis

queesasllavessonlasmismasquelaciudaddeParíspresentóaEnriqueIVdespuésdelsitio?Sonpreciosas,ydeunaantigüedadinestimable.

—Tenéisrazón—replicóBailly—,lasllavesofrecidasaEnriqueIV,conquistadordeParís,seofrecenaLuisXVI,que…¡Ah!—sedijoeldignoalcalde—.Heaquíunahermosaantitesis,dignadepresentarse.

Y, tomando un lápiz, escribió encima de su discurso preparado el siguienteexordio:

Señor,traigoaVuestraMajestadlasllavesdelabuenaciudaddeParís,lasmismasqueseofrecieronaEnriqueIV.Habíareconquistadosupueblo,yhoyelpuebloreconquistasurey.

La frase era hermosa y oportuna, y se incrustó en el ánimo de los parisienses;pero de todos los discursos de Bailly, y hasta de sus obras, es lo único que hasobrevivido.

EncuantoaLuisXVI,aprobóconlacabeza,perosonrojándose,puescomprendió

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laepigramáticaironíadisfrazadabajoelrespetoylasfrasesoratorias.Ymurmuróenvozbaja:—María Antonieta no se dejaría engañar por esa falsa veneración del señor

Bailly, y contestaría de muy distinta manera que yo lo haré a ese malhadadoastrónomo.

Esto fue causa de que Luis XVI, por haber comprendido demasiado bien elprincipiodeldiscursodelseñorBailly,noescucharahastaelfin,asícomotampocoeldelseñorDelavigne,presidentedeloselectores,delcualnooyónielprincipionielfin.

Sin embargo, terminados los discursos, el rey, temiendo no parecer bastanteregocijado de cuanto le habían dicho agradable, repuso con noble expresión, sinaludir a nada de los discursos, que los homenajes de la ciudad de París y de loselectoreslecomplacíaninfinitamente.

Despuésdeestodiolaordendemarcha.Peroantesdecontinuarladespidióasusguardiasdecorps,afindecorresponder

conunaamableconfianzaalosagasajosqueacababadehacerlelamunicipalidadporconductodeloselectoresydelseñorBailly.

Soloentonces,enmediodelacompactamultituddelosguardiasnacionalesydeloscuriosos,lacarrozaavanzómásrápidamente.

Gilbertoy sucompañeroBillot continuabansiempre juntoa laportezuelade laderecha.

En el momento en que el coche atravesaba la plaza de Luis XV resonó unadetonaciónenelotroladodelSena,yunhumoblanquecinoascendiócomounvelodeinciensohaciaelcieloazul,dondesedesvanecióalpunto.

Como si el ruido de aquel disparo hubiera tenido eco en su persona, Gilbertoexperimentó una violenta sacudida; durante un segundo faltóle la respiración, yllevóselamanoalpecho,dondeacababadesentirundoloragudo.

Almismotiemposeoyóungritodeangustiacercadelcochereal,yunamujercayóatravesadadeunbalazorecibidomásabajodelhombroderecho.

UnodelosbotonesdeltrajedeGilberto,botóndeaceronegro,anchoycortadoenfacetas,segúnlamodadelaépoca,habíasidotocadoporlamismabala.

Sirviendodecoraza,elproyectilhabíarebotado,ydeaquíeldolorylasacudidaqueGilbertoexperimentó.

Labalahabíarasgadotambiénsuchaleconegroypartedelachorrera;ydespués,despedida por el botón deGilberto, acababa dematar a la desgraciadamujer, quealgunosseapresuraronallevarsemoribundayensangrentada.

Elreyhabíaoídoladetonación,perosinvernada.YsonriéndoseseinclinóhaciaGilberto,diciéndole:—Porallíquemanpólvoraenhonormío.

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—Sí,señor—contestóeldoctor.Pero se guardó muy bien de manifestar a Su Majestad lo que pensaba de la

ovaciónqueselehacía.Sin embargo, en voz muy baja se confesó que la reina había tenido razón de

temer,puestoquesinél,quecerrabaelpasodelaportezuela,aquellabalaquerebotóensubotóndeacerohabríallegadodirectamentealrey.

Y ¿de qué mano partía aquel tiro tan bien dirigido? ¡No se quiso averiguarloentonces!…Y,porlotanto,nosesabrájamás.

Billot, pálido al ver lo que acababa de suceder, con los ojos fijos sin cesar enaqueldesperfectodeltrajedeGilberto,obligóaPitouaredoblarsusgritosde:«¡VivaelPadredelosfranceses!».

El acontecimiento era tan importante, por lo demás, que el episodio se olvidópronto.

LuisXVIllegó,alfin,antelaCasaAyuntamiento,despuésdehabersidosaludadoenelPuenteNuevoporunasalvadecañones,quealmenosnoestabancargadosconbala.

En la fachadade laCasaAyuntamiento ostentábase una inscripción engrandescaracteres, negros de día, pero que por la noche debían iluminarse y brillartransparentes.

Estainscripcióneradebidaalasingeniosaselucubracionesdelamunicipalidad.Heaquíloquedecía:

ALuisXVI,padredelosfrancesesyreydeunpueblolibre.

Otraantitesisbiendiferente,por su importancia,de ladeldiscursodeBailly,yquehacíaproferirgritosdeadmiraciónatodoslosparisiensesreunidosenlaplaza.

EstainscripciónatrajolamiradadeBillot.PerocomoBillotnosabíaleer,mandóaPitouqueselaleyese;yquisoquesela

repitieraporsegundavez,comosinohubieraoídobienlaprimera.YcuandoPitouleyódenuevo,sincambiarunasolapalabra,Billotpreguntó:—¿Diceeso,diceeso?—Sinduda—contestóPitou.—¡Lamunicipalidadhahechoescribirqueelreyerasoberanodeunpueblolibre!—Sí,padreBillot.—Puesentonces—exclamóellabrador—,silanacióneslibre,tienederechopara

ofreceralreysuescarapela.Y de un salto, precipitándose al encuentro de Luis XVI, que se apeaba de su

carrozafrentealaescalinatadelaCasaAyuntamiento,ledijo:—Señor,habéisvistoenelPuenteNuevoquelaestatuadebroncedeEnriqueIV

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tienepuestalaescarapelanacional.—¿Ybien?—preguntóelrey.—Puesque,siEnriqueIVllevalaescarapelatricolor,tambiénpodéisusarlavos,

señor.—Ciertamente—dijoLuisXVI,algoapurado—,ysituvierauna…—¡Pues bien! —exclamó Billot, alzando la voz y levantando la mano—, én

nombredelpueblo,yoosofrezcoésta,enlugardelavuestra:aceptadla.Baillyintervino.Elreyestabapálido,comenzabaasentirlaprogresión,ymiróaBaillycomopara

interrogarle.—Señor—dijoelalcalde—,eslaseñaldistintivadetodofrancés.—Entalcaso,acepto—dijoelrey,tomandolaescarapelademanosdeBillot.Y,desviandoaunladolaescarapelablanca,fijóensusombrerolaqueacababade

recibir.Uninmenso¡hurra!,detriunforesonóenlaplaza.Gilbertovolviólacabeza,profundamenteresentido.Parecíalequeelpuebloibademasiadodeprisayqueelreynoresistíabastante.—¡Viva el rey! —gritó Billot, dando así la señal de una segunda salva de

aplausos.—¡Elreyhamuerto!—murmuróeldoctor—.¡YanohayreyenFrancia!Se había formadouna bóvedade acero conunmillar de espadas desde el sitio

dondeelreyseapeódelcochehastalasalaenqueseleesperaba.LuisXVIpasóbajoaquellabóvedaydesaparecióenlasprofundidadesdelaCasa

Ayuntamiento.—Eso no es un arco de triunfo—dijoGilberto— eso es pasar por las Horcas

Caudinas.Y,exhalandounsuspiro,exclamó:—¡Ah!¡Quédirálareina!

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CapítuloXXXVIII

LOQUESUCEDÍAENVERSALLESMIENTRASELREY

ESCUCHABALOSDISCURSOSDELAMUNICIPALIDAD

EnelinteriordelaCasaAyuntamientoelreyobtuvounaacogidamuylisonjera,ylellamaronRestauradordelalibertad.

Invitadoahablar,porquelaseddelosdiscursoseracadadíamásintensa,ycomoelreyqueríasaber,alfin,elfondodelospensamientosdecadacual,aplicólamanosobresucorazón,ylimitóseadecir:

—Señores,podéiscontarsiempreconmicariño.Mientras que escuchaba en la Casa Ayuntamiento las comunicaciones del

Gobierno (pues a partir de aquel día hubo un verdadero Gobierno, constituido enFrancia junto al Trono y la Asamblea Nacional, fuera del edificio), el pueblo sefamiliarizaba con los hermosos caballos del rey, con el coche dorado y con loslacayosycocherosdeSuMajestad.

DesdelaentradadelreyenlaCasaAyuntamiento,Pitou,graciasaunluisqueelpadreBillotlehabíadado,seentretuvoenhacerconmuchascintasazules,blancasyrojas una colección de escarapelas nacionales de todos tamaños, con las cualesadornabalasorejasdeloscaballos,losarnesesytodoelequipo.

Y,alverestoelpúblicoimitador,habíatransformadoliteralmenteelcochedeSuMajestadenalmacéndeescarapelas.

Elcocheroyloslacayosostentabantambiénprofusamenteesteadorno.Ademássehabíandeslizadoalgunasdocenasderepuestoenelinteriordelcoche.Sin embargo, justo es decir queLafayette, siempre a caballo en la plaza, había

tratadoderechazaraloscelosospropagandistasdeloscoloresnacionales;masnolohabíaconseguido.

Demodoquecuandoelreysalió,alvertodosaquellosadornosdeescarapelas,nopudomenosdemurmurar:

—¡Oh,oh!YconlamanohizounaseñalaLafayette,comoparaindicarlequeseacercara.Lafayetteseaproximórespetuosamente,bajandolaespada.—SeñorLafayette—ledijoelrey—,osbuscabaparadecirosqueosconfirmoen

elmandodelosguardiasnacionales.Yvolvióasubirasucocheenmediodeunaaclamaciónuniversal.EncuantoaGilberto,tranquiloenadelanterespectoalrey,sehabíaquedadoenla

saladesesionesconloselectoresyBailly.

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Sin embargo, al oír aquellos ruidosos gritos, que saludaban lamarcha del rey,acercósealaventanaydirigiólaúltimamiradaalaplazaafindevigilarlaconductadesusdoscampesinos.

Eransiempre,oporlomenosparecíanser,losmejoresamigosdelrey.DerepenteGilbertoviollegarporelmuellePelletier,contodalarapidezposible,

unjinetecubiertodepolvo,queseabríapasoenmediodeunamultitudrespetuosaydócilaún.

Elpueblo,buenoycomplacienteaqueldía,sonreíarepitiendo:—¡Unoficialdelrey,unoficialdelrey!Y los gritos de viva el rey saludaron al oficial,mientras que lasmanos de las

mujeresacariciabanelcaballollenodeespuma.Aqueloficialpenetróhastalacarroza,yllegabaalaportezuelaenelmomentoen

queelcaballerizoacababadecerrarladetrásdelrey.—¡Ah!—exclamóLuisXVI—.¿Soisvos,Charny?Yenvozmásbajapreguntó:—¿Cómosiguenporallí?¿Ylareina?—Muyinquieta,señor—contestóeloficial,pasandocasideltodolacabezapor

laportezueladelcoche.—¿VolvéisaVersalles?—Sí,señor.—Puesbien:tranquilizadanuestrosamigos:nohaocurridoningunanovedad.Charnysaludó,yallevantarlacabezavioalseñordeLafayette,quelehizouna

señalamistosa.CharnysedirigióaLafayetteyofreciólelamano,locualbastóparaqueeloficial

delreyysucaballofueranempujadosporlamultituddesdeelsitiodondesehallabanhastaelmuelle,donde,graciasalarigurosaconsignadelaguardianacional,seabríayacalleparaquepasaraSuMajestad.

ElreydispusoqueelcochecontinuaraalpasohastalaplazadeLuisXV,dondeseencontróalosguardiasdecorpsqueesperabanconimpaciencialavueltadelrey;demodoqueapartirdeaquelmomento,ycomoesta impacienciasecomunicaseatodos, los caballos tomaronun paso que se aceleró cada vezmás amedida que seavanzabahaciaelcaminodeVersalles.

Gilberto,desdelaventana,habíaadvertidolallegadadeaqueljineteaunquenoleconociera,adivinandocuántasseríanlasangustiasdelareina,tantomáscuantoquedesdehacíatreshorasnosehabíapodidoenviarningúncorreoaVersallesatravésdeaquellamultitudsinexcitarsospechasorevelarunadebilidad.

Nosospechaba,sinembargo,másqueunapequeñapartedeloquehabíaocurridoenVersalles.

Vamosaconducirallíallector,afindenoentretenerledemasiadoconlahistoria.

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Lareinahabíarecibidoelúltimocorreodelreyalastres.Gilbertohabíahalladomediodeexpedirleenelmomentoenqueelrey,pasando

bajolabóvedadeacero,acababadeentrarsanoysalvoenlaCasaAyuntamiento.Cercade la reinahallábase lacondesadeCharny,queacababadeabandonarel

lecho,dondeunagraveindisposiciónlareteníadesdelavíspera.Muy pálida aún, apenas tenía fuerza para levantar los ojos, cuyos pesados

párpadosvolvíanacaersiemprecomobajoelpesodeundolorodeunavergüenza.La reina, al verla, sonrió, pero con esa sonrisa de costumbre que, para las

personasfamiliares,pareceestereotipadaenloslabiosdelospríncipesydelosreyes.YcomoaúnexaltabaalareinalaalegríadesaberqueLuisXVIestabaseguro,dijo

alosquelarodeaban:—¡Otrabuenanoticia!¡Ojalápaseasítodoeldía!—¡Oh, señora!—dijouncortesano—. ¡VuestraMajestad sealarmasinmotivo,

pueslosparisiensesconocendemasiadobienlaresponsabilidadquesobreellospesa!—Pero, señora —dijo otro cortesano menos tranquilo—, ¿está bien segura

VuestraMajestaddequelasnoticiassonauténticas?—¡Oh!Sí—contestó lareina—;lapersonaquemelasenvíameharespondido

delreyconsucabeza,y,porotraparte,lecreounamigo.—¡Oh! Si es un amigo—repuso el cortesano inclinándose—, nada tengo que

decir.LaseñoradeLamballe,quesehallabaapocospasos,seacercó.—Eselnuevomédicodelrey:¿noescierto?—preguntóaMaríaAntonieta.—Gilberto, sí—contestóaturdidamente la reina—,sinpensarquedescargabaa

suladoungolpeterrible.—¡Gilberto! —exclamó Andrea, estremeciéndose como si la hubiese mordido

unavíboraenelcorazón—.¡GilbertoamigodeVuestraMajestad!Andreasevolvió,conlosojosbrillantesylasmanoscrispadasporlacólerayla

vergüenza,acusandoaltivamentealareinaporsumiradaysuactitud.—Pero…debodecir…—murmurólareinavacilando.—¡Ohseñora,señora!—dijoenvozbajaAndreacontonodeamargareprensión.Aesteincidentemisteriososiguióseunsilenciomortal.Perodeprontoseoyóunpasodiscretoenlahabitacióncontigua.—¡El señor deCharny!—exclamó amedia voz la reina, como para advertir a

Andreaqueserepusiese.Charnyhabíaoído,Charnyhabíavisto;peronocomprendía.Sinembargo,observólapalidezdeAndreaylaconfusióndeMaríaAntonieta.No debía preguntar a la reina; peroAndrea era su esposa y tenía derecho para

interrogarla.Seacercóaella,yconuntonodelmásamistosointerés,preguntó:

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—¿Quéocurre,señora?—Nada,señorconde—contestóAndreahaciendounesfuerzo.Charnysevolvióentonceshacia lareina,que,apesardehaberseacostumbrado

muchoasituacionesequívocas,habíatratadoinútilmenteochoodiezvecesdesonreírsinpoderconseguirloniunasola.

—Parece que dudáis de la abnegación del señor Gilberto —dijo a Andrea—.¿Tendríaisalgúnmotivoparasospechardesufidelidad?

Andreanocontestó.—Decid,señora,decid—insistióCharny.YcomoAndreasemantuviesesiempremuda,añadió:—¡Oh!Hablad,señora,porqueesadelicadezaseríacensurableaquí.Pensadque

setratadelasalvacióndenuestrosreyes.—Yalosé,caballero;peronoséaquépropósitodecíseso—replicóAndrea.—Habéis dicho, y yo lo he oído…Apelo, por lo demás, a la princesa—dijo

Charny—, interrumpiéndoseparasaludara laseñoradeLamballe.Habéisdichoensondequeja:«¡Oh!¡Esehombrevuestroamigo!…».

—Esverdad,esohabéisdicho,amigamía—contestólaprincesadeLamballeconsuingenuabuenafe.

Y,acercándoseaAndreaasuvez,añadió:—Sisabéisalgunacosa,elseñordeCharnytienerazón.—¡Porpiedad,señora,porpiedad!—murmuróAndrea,envozbastantebajapara

noseroídamásquedelaprincesa.LaseñoradeLamballesealejó.—¡Diosmío!Erabienpocacosa—dijolareina,comprendiendoquetardarmás

tiempo en intervenir sería una falta de lealtad—; la señora condesa expresaba untemorvago,sinduda,ydecíaqueeramuydifícilqueunrevolucionariodeAmérica,queunamigodelseñorLafayettefuesenuestroamigo.

—Sí,temorvago…—repitiómaquinalmenteAndrea—,muyvago.—Un temor semejante al que esos señores expresaban antes de que la condesa

manifestaraelsuyo—repusoMaríaAntonieta.Yseñalóconlamiradaaloscortesanosquehabíanexpresadoantessusdudas.Pero se necesitabamás que esto para convencer a Charny, y la confusión que

observóalllegarleindicabaunmisterio,porlocualinsistió.—No importa, señora—dijo—.Mepareceque seríadebervuestronoexpresar

solamenteuntemorvago,sinoprecisarlo.—¡Vamos!—dijolareinacondureza—.¿Volvéisotravezalasunto?—¡Señora!—Dispensad,masveoqueinterrogáisotravezalacondesadeCharny.—Ospidomilperdones,señora—repusoelconde—lohacíaporinterés,por…—Por vuestro amor propio, ¿no es verdad? ¡Ah, señor deCharny!—añadió la

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reina con una ironía cuyo peso sintip el conde—.Decidlo francamente, decid queestáisceloso.

—¡Celoso!—exclamóCharny sonrojándose—. Pero ¿de quién? TengaVuestraMajestadlabondaddeindicármelo.

—Devuestraesposa,alparecer—replicólareinaconacritud.—¡Señora!—balbuceóCharny,aturdidoanteaquellaprovocación.—Esmuynatural—repusoconsequedadMaríaAntonieta—,y lacondesavale

seguramentelapena.Charny dirigió a la reina una mirada como para advertirla que iba demasiado

lejos.Pero esto era inútil, y la precaución superflua, pues cuando en aquella leona

heridaeldolorhacíasentirsuabrasadoaguijón,nadaconteníayaalamujer.—Sí, comprendo que estáis celoso, señor de Charny, celoso e inquieto; es el

estadohabitualdetodocorazónqueamayque,porlotanto,vela.—¡Señora!—repitióCharny.—Por eso yo —prosiguió la reina— experimento en este instante el mismo

sentimientoquevos;sientoalavezceloseinquietud—añadió,recalcandolapalabracelos—;elreyestáenParís,yyonovivo.

—Pero,señora—dijoCharny,sincomprenderlacausadeaquellatempestad,quesecargabacadavezmásderelámpagosyderayos—,acabáisderecibirnoticiasdelrey;sonbuenas,y,deconsiguiente,debíantranquilizaros.

—¿Oshabéis tranquilizadovos cuando la condesayyo contestamos avuestraspreguntashaceunmomento?Charnysemordióloslabios.

Andrea comenzaba a levantar la cabeza, sorprendida y espantada a la vez:sorprendidaporloqueoía,espantadaporloquecreíacomprender.

ElsilencioquesehabíaproducidoporcausadeAndreaalaprimerapreguntadeCharny,seprodujoahoraenlospresentesporcausadelareina.

—Enefecto—prosiguióMaríaAntonietaconunaespeciedefuror—;espropiode laspersonasqueamannopensarmásqueenelobjetodesucariño,yseríaunaalegría para los pobres corazones sacrificar despiadadamente todo sentimiento quelosagita.¡Diosmío,quéinquietaestoyporelrey!

—Señora—seaventuróadecirunodelospresentes—,otroscorreosllegarán.—¡Oh!¿PorquénoestoyenParís, envezdehallarmeaquí?¿Porquénoestoy

cercadelrey?—dijoMaríaAntonieta,quehabíavistoaCharnyturbarsedesdequeellatratabadeinfundirleesoscelosqueellamismaexperimentabacontalviolencia.

Charnyseinclinó.—Si no es más que eso, señora—dijo—, voy a marchar; y si, como Vuestra

Majestadlocree,haypeligroparaelrey,siesapreciosacabezaestáexpuesta,creed,señora,quenoseráporfaltadehaberarriesgadolamía.Marchoahoramismo.

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Ysaludando,enefecto,diounpasoparasalir.—¡Caballero, caballero!—exclamóAndrea, colocándose delante de Charny—,

reportaosunpoco.NofaltabamásaestaescenaquelaexplosióndelostemoresdeAndrea.Por eso, apenas la condesa hubo pronunciado estas palabras imprudentes,

saliendoapesarsuyodesufrialdadordinaria,paramanifestarunainusitadasolicitud,lareinapalidecióespantosamente.

—¡Eh,señora!—dijoaAndrea—.¿Cómoesqueusurpáisaquíelderechodelareina?

—¡Yo,señora!—balbuceóAndrea,comprendiendoqueporprimeravezacababadedaraconocerelfuegoqueabrasabasualmahacíatantotiempo.

—¡Cómo!—continuóMaría Antonieta—. ¿Vuestro esposo está al servicio delrey, debe ir a buscarle, se expone por él, y cuando se trata de su servicio decís alseñordeCharnyquesereporte?

Aloírestasiracundaspalabras,Andreaperdióelconocimiento,vacilóyhubieracaídoenelsuelosiCharny,precipitándosehaciaella,nohubiesealargadosusbrazos.

Unmovimientodeindignaciónqueelcondenofuedueñodereprimiracabódedesesperar aMaría Antonieta, que creía no ser más que una rival ofendida y quehabíasidounasoberanainjusta.

—La reina tiene razón—dijo al finCharny, haciendounesfuerzo—,yvuestroimpulso,señoracondesa,hasidoimpropio.Notenéisesposocuandosetratadelosintereses del rey, y yo debería ser el primero que os ordenara reprimir vuestrasensibilidad,sicreyesequeosdignáissentiralgúntemorpormí.

YvolviéndosehaciaMaríaAntonietaañadióconfrialdad:—Estoyalasórdenesdelareina,ymarcho.Yosoyquienostraeránoticiasdel

rey,yseránbuenasonotraeréninguna.Pronunciadasestaspalabras, inclinóseprofundamenteypartió, sinque la reina,

poseídaalavezdeterrorydecólera,pensaraendetenerle.Unmomentodespuésseoyeronresonarenelpatioloscascosdeuncaballoque

partíaagalope.La reina permaneció inmóvil, pero presa de una agitación interior, tanto más

terriblecuantomayoreseranlosesfuerzosquehacíaparaocultarla.Cada cual, comprendiendo o no la causa de aquella agitación, respetó, por lo

menosalretirarse,elreposodelasoberana,dejándolasola.Andrea salió de la habitación con los demás, mientras que María Antonieta

acariciaba a sus hijos, a quienes había enviado a buscar, y que habían entrado enaquelmomento.

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CapítuloXXXIX

LAVUELTA

Habíallegadolanoche,consucortejodetemoresydesiniestrasvisiones,cuandodeprontoresonarongritosenlaextremidaddelpalacio.

Lareinaselevantó,estremeciéndose,yabrióunaventanaqueestabaasualcance.Casienelmismoinstante,variosservidorestransportadosdealegríaentraronen

lahabitacióndeSuMajestad,gritando:—¡Uncorreo,señora,uncorreo!Alostresminutos,unhúsarseprecipitabaenlasantecámaras.Era un teniente enviado por el señor de Charny, y que llegaba a rienda suelta

desdeSévres.—¿Yelrey?—dijolareina.—SuMajestadestaráaquídentrodeuncuartodehora—contestóeloficial,que

apenaspodíahablar.—¿Sanoysalvo?—preguntólareina.—Sanoysalvo,ysonriéndose,señora.—¿Lehabéisvisto?—No,señora;peroelcondedeCharnymelohadichoal,enviarme.Lareinaseestremeciódenuevoaloírestenombre,quelacasualidadacababade

unirconeldelrey.—Gracias,caballero.Descansadahora—respondiólealoficial.Eljovensaludóysalió.MaríaAntonieta, cogiendoa susdosniñosde lamano, sedirigióhaciaelgran

pórtico,enelcualseagrupabanyatodoslosservidoresycortesanos.Los ojos penetrantes de la reina divisaron en primer término unamujer joven,

muyblanca,con loscodosapoyadosen labalaustradadepiedray fijandosuávidamiradaenlassombrasdelanoche.

EraAndrea,aquienlapresenciadelareinanopudodistraerdesupreocupación.Evidentemente, la condesa, siempre tan afanosa para ir a colocarse junto a la

reina,nohabíavistoasuseñoraonoteníadeseosdeverla.Conservaba,pues, rencorpor lavivezadeMaríaAntonieta,vivezacruelque la

hizosufrirduranteeldía.Obien,impulsadaporunsentimientodepoderosointerés,acechabaporsucuenta

elregresodeCharny,aquienhabíamanifestadotantasinquietudesafectuosas.Doblepuñaladaqueabriódenuevoenlareinaunaheridasangrientaaun.

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Oyó distraída los cumplidos de sus amigas y de los cortesanos, mostrándoseindiferenteasualegría.

Hastaolvidóuninstanteaquelviolentodolorquelahabíaagobiadodurantetodala noche, y dio tregua a la inquietud, que excitaba en su corazón el viaje del rey,amenazadoportantosenemigos.

Peroconalmafuerte,lareinadesechómuyprontotodocuantonoeraellegítimoafectodesucorazón:depusoalospiesdeDiossuscelos,einmolósuscólerasysussecretasalegríasalasantidaddeljuramentoconyugal.

Dios era, sin duda, quien le enviaba como reposo y sostén aquella saludablefacultaddeamaralrey,suesposo,antetodaslascosas.

Enaquelinstante,porlomenos,sintió,ocreyósentir,elorgullodelamonarquía,que elevaba a la reina sobre todas las pasiones terrestres; el amor del rey era suegoísmo. Había rechazado completamente así las mezquinas venganzas de mujer,como las frívolas coqueterías de la amante, cuando los hachones de la escoltabrillaronenelfondodelaavenida,aumentandoelresplandoracadasegundoporlarapidezdelacarrera.

Oíanse los relinchos y resoplidos de los caballos; y el suelo retemblaba en elsilencio de la noche bajo el peso cadencioso de los escuadrones que llegaban a lacarrera.

Las verjas se abrieron, la servidumbre se precipitó al encuentro del rey,profiriendogritosdeentusiasmo,y lacarroza resonóconestrépitoenelpavimentodelpatiogrande.

Deslumbrada, muy contenta, embriagada por todo aquello que acababa deexperimentar,yloquesentíadenuevo,lareinabajópresurosalaescalerapararecibiralrey.

Luis XVI, apeándose del coche, subió después lo más rápidamente que le fueposible enmedio de sus oficiales, agitados todos por los acontecimientos y por sutriunfo; mientras que abajo, los guardias, mezclados sin miramientos con lospalafreneros y caballerizos, arrancaban de las carrozas y de los arneses todas lasescarapelasconqueelentusiasmodelosparisiensesloshabíaadornado.

El rey y la reina se encontraron en unameseta demármol, yMaríaAntonieta,exhalandoungritodealegríaydeamor,estrechóentresusbrazosvariasvecesasuesposo.

Ysollozaba,comosialtenerleasuladohubieracreídonovolveraverlejamás.Poseídadeeste impulsodeuncorazóndemasiadolleno,noviocómoCharnyy

Andreaacababandeestrecharselamanosilenciosamenteenlasombra.Noeranadaunapretóndemanos,puesAndreaestabaalpiedelaescalera,yella

fuelaprimeraquevioalconde.MaríaAntonieta,despuésdepresentarsushijosalrey,hízolesabrazaraLuisXVI,

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yentonceselDelfín,viendoenel sombrerode supadre lanuevaescarapela, en lacualseproyectaba,porelresplandordelashachas,comounaluzsangrienta,exclamóconasombroinfantil:

—¡Mirad,papá!¿Tenéissangreenlaescarapela?Eraelcolorrojonacional.Lareinaprofirióungritoasuvez.LuisXVIinclinabalacabezacomoparaabrazarasuhija,pero,enrealidad,para

ocultarsuvergüenza.María Antonieta arrancó aquella escarapela con profundo disgusto, sin que la

noblefuriosapensasequeheríaenlomásprofundoalanación,quesabríavengarsealgúndía.

—¡Arrojadeso,caballero—exclamó—,arrojadlo!Ytiróalaescaleraaquellaescarapela,lacualpisaronlospiesdetodalaescolta

queconducíaalreyasushabitaciones.Aquella extraña transición había sofocado en la reina todo el entusiasmo

conyugal. Buscó con los ojos, pero sin darlo a conocer, al señor de Charny, queestabaensupuestocomounsoldado.

—Osdoygracias,caballero—ledijocuandosusmiradasseencontraron,despuésde algunos segundos de vacilación por parte del conde—; os doy gracias, porquehabéiscumplidobienvuestrapromesa.

—¿Aquiénhabláis?—preguntóelrey.—AlseñordeCharny—contestóMaríaAntonietavalerosamente.—¡Sí,pobreCharny!—repusoelrey—.¡Nolehacostadopocollegarhastamí!

¿Y…Gilberto?Noloveo.—Venidacenar, señor—dijo la reina,cambiandodeconversación—.Señorde

Charny—prosiguió—, buscad a la condesa, y que venga con vos. Cenaremos enfamilia.

Enestepunto,MaríaAntonietafuereina,perosuspiróalpensarqueCharny,envezdeestartristecomoantes,volvíamuyalegre.

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CapítuloXL

FOULON

Billotrebosabadealegría.HabíatomadolaBastilla,devolviendolalibertadaGilberto;yLafayettelehabía

distinguidollamándoleporsunombre.Porúltimo,habíavistoelentierrodeFoulon.En aquella época, pocos hombres eran tan execrados como Foulon. Solamente

uno tal vez hubiera podidohacerle competencia en este sentido, y era su yerno, elseñorBerthierdeSavigny.

PoresolosdoshabíansidoafortunadosaldíasiguientedelatomadelaBastilla.Foulonmurió,yBerthierpudosalvarse.LoquehabíapuestoelcolmoalaimpopularidaddeFoulonfueque,alretirarse

Necker,habíaaceptadoelcargodelvirtuosogenovés,comosele llamabaentonces,habiendosidotresdíasadministradorgeneral.

Poresohubomuchoscantosybailesensuentierro.Porunmomentosetuvolaideadesacarelcadáverdelataúdydecolgarle;pero

Billot se subió a un poste, pronunció un discurso acerca del respeto debido a losmuertos,yelcochemortuorioprosiguiósumarcha.

EncuantoaPitou,habíapasadoalacategoríadehéroe.Pitou era amigode los señoresElias yHullin, que se dignabanutilizarle como

recadero.TambiéneraconfidentedeBillot,distinguidoasuvezporLafayette,comohemos

dicho,elcualleencargabaalgunasvecesvigilarcercadeél,consusanchoshombrosysuspuñosdeHércules.

Desde el viaje del rey a París, Gilberto, a quien Necker había puesto encomunicación con los principales individuos de la Asamblea Nacional y de lamunicipalidad,trabajabasindescansoparaeducaraquellarevoluciónenlainfancia.

Por eso descuidaba a Billot y Pitou, que, abandonados por él, lanzábase conardimientoenlasreunionesdelosciudadanos,encuyosenoagitábansecuestionesdepolíticatrascendental.

Enfin,ciertodíaqueBillothabíapasadotreshorasemitiendosuparecersobreelabastecimientodeParís,enunareunióndeelectores,yque,cansadodesuperoración,aunquedichosoenelfondoporhaberhechodeorador,reposabacondelicia,oyendolos discursos monótonos de sus sucesores, a quienes se guardaba muy bien deescuchar,Pitou llegó,muytrastornado,ydeslizósecomounaanguilahastaelsalón

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desesionesdelaCasaAyuntamiento,yconunavozconmovida,quecontrastabaconlaacostumbradaplacidezdesuacento,exclamó:

—¡OhqueridoseñorBillot,apreciableseñorBillot!—Ybien,¿quéhay?—¡Grannoticia!—¿Buena?—Gloriosa.—¿Dequésetrata?—Ya sabéis que yo había ido al club de las Virtudes en la barrera de

Fontainebleau.—Sí.¿Quémás?—Puesbien;sedecíaunacosamuyextraordinaria.—¿Cuál?—Ya sabéis que ese pícaro Foulon se había hecho pasar por muerto, y hasta

fingiódejarseenterrar…—¡Cómo! ¿Que se ha hecho pasar por muerto? Y ¿de qué modo ha fingido

dejarseenterrar?¡Pardiez!Bienmuertoestá,puesto,queyomismohevistopasarelentierro.

—¡Puesbien,señorBillot:estávivo!—¡Vivo!—Comovosycomoyo.—¡Tútehasvueltoloco!—Querido señor Billot, yo no estoy loco: el traidor Foulon, el enemigo del

pueblo,lasanguijueladeFrancia,elacaparador,enfin,nohamuerto.—¡Perositedigoquelehabíanenterradodespuésdesufrirunataqueapoplético;

siterepitoqueyovipasarelentierroyquehastaimpedíquesacaransucadáverdelataúdparacolgarle!

—Puesyoacabodeverlevivo.¡Ah!—¿Tú?—Comoosveo ahora, señorBillot.Parecequeunode sus criados esquienha

muerto,yqueelbribóndesuamomandóquelehicieranunentierrodearistócrata.¡Oh!Todosehadescubierto,yelhombrehaprocedidoasíportemoralavenganzadelpueblo.

—Cuéntameeso,Pitou.—Venidunpocoalvestíbulo,señorBillot,yestaremosmásagusto.Salierondelasalayentraronenelvestíbulo.—Y,porlopronto—dijoPitou—,esprecisosabersielseñordeBaillysehalla

aquí.—Síqueestá,peropuedeshablar.

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—Muybien.YoestabaenelclubdelasVirtudes,dondeescuchabaeldiscursodeunpatriota.Eraaquélquecometíatantasfaltasdelfrancés,ybienseechabadeverquenosehabíaeducadoencasadelabateFortier.

—Continúa—dijoBillot—,yasabesquesepuedeserbuenpatriotasinsaberleerniescribir.

—Es verdad —repuso Pitou—. De repente llega un hombre muy sofocado,gritando: «¡Victoria, victoria! Foulon no había muerto, Foulon vive, yo le heencontradoyvisto».Todoshicieroncomovos,padreBillot:nadiequeríacreer.Losunosdecían:«¡Cómo!¡Foulonvivo!».«Sí».Losdemásgritaban:«¡Vamos,nopuedeser!». Y algunos, en fin, decían: «¡Pues bien: mientras que estabas allí, hubieraspodidodescubriralmismotiempodóndesehallabasuyernoBerthier!».

—¡Berthier!—exclamóBillot.—Sí,BerthierdeSavigny,yasabéis,nuestrointendentedeCompiegnerpkamigo

delseñorIsidorodeCharny.—Sinduda,aquélqueerasiempretandurocontodoelmundoytancortéscon

Catalina.—Precisamente, —contestó Pitou—, un tratante horrible, una segunda

sanguijuela del pueblo francés, la execración del género humano, la vergüenza delmundocivilizado,comodiceelvirtuosoLoustalot.

—¿Quémás,quémás?—preguntóBillot.—Es verdad —replicó Pitou—, ad eventum festina, lo cual quiere decir,

apreciábleseñorBillot:apresuraeldesenlace.Continúo,pues:aquelhombrellegaalclub de lasVirtudesmuy sofocado, gritando: «¡He hallado a Foulon, he hallado aFoulon,lehedescubierto!».Aestaspalabrascontestóungritoinmenso.

—¡Seengañaba!—dijoBillot,queeradurodecabeza.—Nomeengañaba,puestoquelehevisto.—¿Túlehasvisto,Pitou?—Conmispropiosojos.Esperad.—¡Ah! Escuchad, que yo también tengo bastante calor. Os digo, pues, que se

habíahechopasarpormuerto,mandandoenterraraunodesuscriadosensulugar;mas,porfortuna,laProvidenciavelaba.

—¡Vamos,laProvidencia!—dijodesdeñosamenteBillot—émulodeVoltaire.—Queríadecirlanación—replicóPitouconhumildad—.Aquelbuenciudadano,

aquel patriota que daba la noticia, había reconocido a Foulon en Viry, donde sehallabaoculto.

—¡Ah,ah!—Y, habiéndole reconocido, le denunció. El síndico, un tal Rappe, mandó

detenerleenelacto.—Y ¿cómo se llama ese bravo patriota que tuvo valor para cometer semejante

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acto?—¿DenunciaraFoulon?—Sí.—Puesbien:sellamaseñorSanJuan.—¿SanJuan?Éseesnombredelacayo.—¡Yalocreo,comoqueesellacayodeesepícaroFoulon!¡Toma,aristócrata!Te

estábienempleado,portenerlacayos.—Pitou—dijoBillotacercándosealmozo—,meinteresaloquedices.—Soismuy bondadoso, señor Billot. Pues ya tenemos a Foulon denunciado y

detenido. Ahora le conducen a París, y el denunciador va delante publicando lanoticia, para recibir el premio de la denuncia, tanto que, detrás de él, Foulon hallegadoalabarrera.

—¿Yesallídondelehasvisto?—Sí.Teníaunairemuyextraño,ylehabíanpuestouncollardeortigasenlugar

decorbata.—¿Ortigas?Y¿porquéesto?—Porquehadicho,segúnparece,elmuybribón,queelpaneraparaloshombres,

yelhenoparaloscaballos,peroquelasortigaseranbastantebuenasparaelpueblo.—¿Hadichoesoelmiserable?—¡Pardiez!Síquelohadicho,señorBillot.—¡Bueno:veoqueyajuras!—¡Bah!—repusoPitoucondespego—.¡Entremilitares!…Enfin,ibaapie,yen

elcaminolesacudíanunainfinidaddegolpesenelcuerpoyenlacabeza.—¡Ah!,¡ah!—exclamóBillotalgomenosentusiasmado.—Eramuydivertidoaquello—continuóPitou—,perono todoelmundopodía

pegar,puestoquemásdediezmilpersonasgritabandetrásdeél.—¿Ydespués?—preguntóBillot,quecomenzabaareflexionar.—Después le han conducido a casa del presidente del distrito deSanMarcelo,

buenpatriota,yasabéis.—Sí,elseñorAcloque.—¿Cloque? Eso es; y hamandado que le conduzcan a la Casa Ayuntamiento,

porquenosabíaquéhacer;demodoquepodéisiraverle.—Pero¿cómoerestúquienmeanunciaestoynoelfamosoSanJuan?—Porque yo tengo piernas seis pulgadas más largas que las suyas. Había

marchadoantesqueyo;pero ledi alcanceymeadelantédespués a él.HequeridoprevenirosparaquedeisavisoalseñorBailly.

—¡Quésuertetienes,Pitou!—Muchamástendrémañana.—¿Cómolosabes?

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—PorqueelmismoSanJuan,quehadenunciadoalseñorFoulon,hapropuestoelmedioparaquecojantambiénalseñorBerthier,quehaemprendidolafuga.

—¿Sabedóndeestá?—Sí:parecequeelbuenodeSanJuaneraelhombredeconfianzadeambos,y

queharecibidomuchodinerodelsuegroydelyerno,quetratabandepervertirle.—¿Hatomadodinero?—Ciertamente que sí. El dinero de un aristócrata, siempre es bueno de tomar;

perohadichoqueunbuenpatriotanovendelanaciónpordinero.—Sí—murmuróBillot—,perohacetraiciónasusamos,yestoestodo.¿Sabes

tú,Pitou,quetuseñorSanJuanesungranpillastre?—Puede ser; pero no importa: se cogerá al señor Berthier, como se cogió a

Foulon,ylosahorcaránunofrenteaotro.¡Quémuecaharánalmirarse!—Y¿porquéloshandeahorcar?—preguntóBillot.—Porquesonunosbribones:yolosaborrezco.—¡ElseñorBerthier,quefueamigranja;elseñorBerthier,queensuspaseospor

laisladeFranciatomólalecheconnosotrosyqueenviódesdeParíspendientesdeoroaCatalina!¡Oh!¡No,no:aésenoleahorcarán!

—¡Bah!—exclamóPitouconexpresiónferoz—.Eraunaristócrata,unfarsante.Billotmiró a Pitou con asombro, y el joven no pudomenos de bajar los ojos,

sonrojándosevivamente.Deimproviso,eldignolabradordivisóalseñorBailly,quepasabadesdelasalaa

sugabinetedespuésdeunadeliberación,yseprecipitóhaciaélparadarlelanoticia.PeroBillotencontróasuvezunincrédulo.—¡Foulon,Foulon!—exclamóelalcalde—.¡Quélocura!—Puesmirad, señor Bailly—replicó el labrador—, aquí está Pitou, que le ha

visto.—Sí que le he visto, señor alcalde—dijo Pitou aplicando unamano sobre su

pechoeinclinándose.YrefirióaBaillyloqueacababadecontaraBillot.Entoncesseviopalideceral

pobreBailly,quecomprendíatodalaextensióndelacatástrofe.—Y¿eseAcloqueleenvíaaquí?—murmuró.—Sí,señoralcalde.—Pero¿cómoleenvía?—¡Oh!Estadtranquilo—dijoPitou,queseengañabarespectoalainquietudde

Bailly—,haygenteparaguardaralprisionero,ynoescaparáenelcamino.—¡Ojalápudierahacerlo!—murmuróBailly.YvolviéndosehaciaPitouañadió:—Genteparaguardarle…¿Quéentendéisporesto,amigomío?—Quierodecirgentedelpueblo.

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—¿Delpueblo?—Más de veinte mil hombres, sin contar las mujeres —dijo Pitou con aire

triunfante.—¡Desgraciado! —exclamó Bailly—. ¡Señores, señores electores! —gritó el

alcalde.Yconvozestridentelosllamóatodos.Aldarcuentadeloocurridonoseoyeronasualrededormásqueexclamacionesy

gritosdeangustia.Siguióse un silencio de terror, durante el cual un rumor confuso, lejano,

incalificable,comenzóapenetrarenlaCasaAyuntamiento,semejanteaunodeesoslatidosdelasangrequezumbaavecesenlosoídosenlascrisiscerebrales.

—¿Quéeseso?—preguntóunelector.—¡Pardiez!Elruidodelamultitud—contestóotro.De improviso un coche rodó rápidamente por la plaza. En el interior iban dos

hombresarmados,queobligaronabajarauntercero,pálidoytembloroso.Detrásdelcoche,conducidoporSanJuan,mássofocadoquenunca,corríanunos

cienjóvenesdedoceadieciochoaños,derostrodemacradoyojosbrillantes.—¡Foulon,Foulon!—gritabancorriendocasitantocomoloscaballos.Losdoshombresarmados les llevaban,sinembargo,algunaventaja, locual les

diotiempoparaempujaraFoulonenlaCasaAyuntamiento,cuyaspuertassecerrarondejandofueraalosquegritaban.

—¡Alfinletenemosaquí!—dijeronaloselectoresqueesperabanenloaltodelaescalera.

—¡Señores,señores!—gritóFoulontemblando—.¿Mesalvaréis?—¡Ah,señor!—contestóBaillyconunsuspiro—.Soisungranculpable.—Sin embargo, caballero —replicó Foulon, cada vez más turbado—, por lo

menosesperoquehabráunajusticiaparadefenderme.Enaquelmomento,eltumultoexteriorredobló.—¡Ocultadle pronto! —gritó Bailly a las personas que le rodeaban—. De lo

contrario…Y,volviéndosehaciaFoulon,ledijo:—Escuchad:lasituacióneslobastantegraveparaqueseosconsulte.¿Queréis,

puesto que aún es tiempo, tratar de huir por la puerta posterior de la CasaAyuntamiento?

—¡Oh!No—exclamóFoulon—.Seríareconocidoyasesinado.—¿Preferísquedarosconnosotros?Yoharé,yestosseñorestambién,cuantosea

humanamente posible para defenderos. ¿No es verdad, señores?—preguntó a suscompañeros.

—Loprometemos—exclamarontodosloselectoresalavez.

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—¡Oh!Sí:prefieroquedarmeconvosotros,señores.Nomeabandonéis.—Oshe dicho, caballero—replicóBailly con dignidad—,que haremos cuanto

seahumanamenteposibleparasalvaros.Enaquelmomentoresonóen laplazaun inmensoclamoreoque,elevándoseen

losaires,penetróenlaCasaAyuntamientoporlasventanasabiertas.—¿Oís,oís?—murmuróFoulonpalideciendo.Enefecto:lamultituddesembocaba,vociferandoyespantosadever,portodaslas

callesqueconducíanalaCasaAyuntamientoysobretodoporelmuellePelletierylacalledelaVannerie.

Baillyseacercóaunaventana.Losojos,loscuchillos,laspicas,lashocesylosmosquetesbrillabanalsol,yen

menosdediezminutoslavastaplazaquedórepletadegente:eratodoelcortejodeFoulondelquePitouhablóyquehabíaaumentadomásconloscuriososque,oyendoungranruido,acudíanalaplazadeGrévecomohaciauncentro.

Todasaquellasvoces,ycontábansemásdeveintemil,gritaban:—¡Foulon,Foulon!Entoncessevioaloscienprecursoresdeaquellosfuriososseñalaralamultitudla

puerta por donde Foulon había entrado. Esta puerta fue amenazada al punto, y secomenzó a descargar sobre ella puntapiés, culatazos con los fusiles y golpes conpalancas.

Derepenteseabrió.Losguardiasde laCasaAyuntamiento sedejaronverentoncesyadelantándose

contralossitiadores,que,retrocediendoalprontoantelasbayonetas,dejaronlibreensuprimerespantounanchoespaciovacíodelantedelafachada.

Aquellaguardiasesituóenlosescalones,firmeyserena.Losoficiales,porotraparte,envezdeamenazar,arengabanafectuosamenteala

multitud,tratandodecalmarlaconsusprotestas.Baillyestabaaturdido:eralaprimeravezqueelpobreastrónomoseencontraba

antelagranborrascapopular.—¿Quéhacer?—preguntóaloselectores—.¿Quéhacer?—¡Juzgarle!—gritaronvariasvoces.—Nosejuzgabajolaintimidacióndelamultitud—dijoBailly.—¡Diantre!—repusoBillot—.¿Tenéissuficientestropasparadefenderos?—Nisiquierahaydoscientoshombres.—Puessenecesitaríaunrefuerzo.—¡Oh!SiseavisasealseñordeLafayette…—exclamóBailly.—Puesavisadle.—¿Quiénlohará?¿Quiénpodríaatravesarlasoleadasdeesamultitud?—Yo—contestóBillot.

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Ysepreparabaasalir.Baillyledetuvo.—¡Insensato! —le dijo—. Mirad ese océano: seríais arrollado por la primera

oleada.Siqueréis llegarhastael señordeLafayette,yaunasíno respondodevos,pasadporlapuertaposterior.Id.

—Bien—contestósencillamenteBillot.Ypartiócomounrayo.

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CapítuloXLI

ELSUEGRO

Sin embargo, según lo demostraban los rumores siempre crecientes de lamultitud,losánimosseenardecíanenlaplaza.Aquellonoerayaodio,sinohorror;yanoseamenazaba,sinoquesequeríapasaralasvíasdehecho.

Losgritosde«¡AbajoFoulon!¡MuerteaFoulon!»secruzabancomoproyectilesmortalesenunbombardeo;y lamultitud,siempreaumentando, llegaba,pordecirloasí,asofocaralosguardiasensuspuestos.

Y ya en aquella muchedumbre comenzaban a circular y acrecentarse aquellosrumoresqueautorizabanlasviolencias.

Yestos rumoresnoamenazaban solamenteaFoulon, sino tambiéna losque leprotegían.

—¡Handejadohuiralprisionero!—gritabanlosunos.—¡Entremos,entremos!—decíanlosotros.—¡IncendiemoslaCasaAyuntamiento!Baillycomprendióquenoquedabamásqueun recurso,puestoqueel señorde

Lafayettenollegaba.Sereducíaaquelosmismoselectoresbajaranysemezclasenconlosgrupospara

convenceralosmásfuriosos.—¡Foulon,Foulon!Taleraelgritoincesante,elalaridodeaquellaciegamultitud.Sepreparabaunasaltogeneralquelosmurosnohubieranresistido.—Caballero—dijoBaillyaFoulon—,sinoosdejáisverdelamultitud,esagente

creerá que os hemos dejado escapar; forzará la puerta, entrarán aquí, y, una vezdentro,norespondodenadasiosencuentran.

—¡Oh!Nocreíaquefuesetanaborrecido—dijoFoulon,dejandocaersusbrazosinertes.

Y,sostenidoporBailly,searrastróhastalaventana.Al verle resonó un clamor terrible; el pueblo forzó la línea de los guardias,

derribó las puertas, y el torrente se precipitó por las escaleras, los corredores y lassalas,quedandoéstasinvadidasenunmomento.

Bailly situó alrededor del prisionero cuantos guardias disponibles había, ydespuésarengóalamultitud.

Queríahacercomprenderalpuebloqueasesinaresalgunasveceshacerjusticia.Yalfinloconsiguiódespuésdeinusitadosesfuerzos,despuésdearriesgarveinte

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vecessupropiavida.—¡Sí, sí!—gritaron los sitiadores—. ¡Que se le juzgue, que se le juzgue; pero

queleahorquen!A este punto llegaban de su argumentación, cuando el señor de Lafayette se

presentóenlaCasaAyuntamientoacompañadodeBillot.Lavistadesupenachotricolor,unodelosprimerosquesehabíanllevado,bastó

paraquecesasenalpuntoelruidoylascóleras.El comandante general de la guardia nacionalmandó abrir paso, y repitió,más

enérgicamenteaúnqueBailly,todoloqueéstehabíadichoya.Su discurso llamó la atención de todos los que pudieron oírle, y la causa de

Foulonseganóenlasaladeloselectores.Pero fuera, veinte mil furiosos no habían podido oír al señor de Lafayette, y

persistíanensufrenesí.—¡Vamos!—dijoenconclusiónLafayette,creyendonaturalmentequeelefecto

producidoporlosquelerodeabanseextendíahastalosdeafuera.Esprecisojuzgaresehombre.

—¡Sí!—gritólamultitud.—En su consecuencia, ordeno que se le conduzca a la prisión —prosiguió

Lafayette.—¡Alaprisión,alaprisión!—vociferólamultitud.Lamuchedumbrequeestabafueranocomprendiónadasinoquesupresallegaría

muypronto,yanadieleocurriólaideadequeseladisputaran.Olfateaba,pordecirloasí,elolordelacarnefrescaquebajabaporlaescalera.Billot se había asomado a la ventana con algunos electores, y con el mismo

Bailly, para seguir con los ojos al prisionero, mientras que atravesaba la plaza,escoltado,pollosguardiasdelaciudad.

En el trayecto, Foulon dirigía acá y allá palabras sueltas que atestiguaban unterrorprofundo,malembazadobajoprotestasdeconfianza.

—¡Noblepueblo!—decíaalbajarlaescalera—.Notemonada;porqueestoyenmediodemisconciudadanos.

Yya lasrisasy los insultossecruzabanen tornosuyo,cuandode improvisoseencontrófueradelabóvedasombría,enloaltodelaescaleraquedominabalaplazaydondeelaireyelsoltocabansurostro.

Enelmismoinstanteunsologritoderabia,alaridoamenazador,rugidodeodio,partió de veinte mil pechos, y al punto los guardias son levantados en alto, losdispersan,ymilbrazosseapoderandeFoulonparallevarleal,ángulofatal,bajoelreverbero,innoblehorcadelascólerasqueelpueblollamabasusjusticias.

Billot,desdesuventana,veíaygritaba,yloselectoresestimulabantambiénalosguardias,quenopodíanhacermás.

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Lafayette, desesperado, se precipitó fuera de la Casa Ayuntamiento; pero nisiquiera pudo traspasar las primeras filas de aquella multitud, que se extendía,semejanteaunlagoinmensoentreélyelreverbero.

Subiéndosealospostesparavermejor,cogiéndosealasventanas,alossalientesde los edificios y a todo cuanto les ofrecía un punto de apoyo, los simplesespectadoresestimulabanconsusgritosterriblesaquellaespantosaefervescenciadelosactores.

Éstos se burlaban de su víctima, como pudiera hacerlo un tigre con una presainofensiva.

Todos se disputaban a Foulon, y al fin se comprendió que para disfrutar de suagoníaeraprecisodistribuirselospapeles.

Anoserporesto,ibanadespedazarle.LosunoslevantaronaFoulon,queyanoteníafuerzaniparagritar.Los otros, que le habían quitado la corbata, rasgándole la ropa, le pasaron una

cuerdaalcuello.Yalgunos,en fin, subidosenel reverbero,bajabanaquellacuerdaparaquesus

compañeroslacolocasenenelcuellodelexministro.DuranteunmomentoseelevóaFoulonafuerzadebrazos,ymostráronleasíala

multitud,conlacuerdapuestaylasmanosatadasalaespalda.Después,cuandolamuchedumbrehubocontempladobienalpacienteyaplaudido

confrenesí,sehizounaseñal,yFoulon,pálidoycubiertodesangre,fueizadoalaalturadelbrazodehierrodelfarolenmediodeunasilbamásterriblequelamuerte.

Todosaquéllosqueaúnnohabíanpodidovernada,divisaronentoncesalenemigopúblicocerniéndosesobrelamultitud.

Nuevosgritosresonaron;peroestavezcontralosverdugos.¿HabíademorirtanprontoFoulon?

Losverdugosseencogierondehombros,limitándoseamostrarlacuerda.Esta última era vieja, y se podía ver cómo se deshilachaba poco a poco. Los

desesperadosmovimientosdeFoulonensuagoníaacabaronderomperelhiloquelasujetaba;alfinserompió,yFoulon,casiestrangulado,cayóenelsuelo.

Éstenoeramásqueelprólogodelsuplicio;lavíctimahabíapenetradotansóloenelvestíbulodelamuerte.

Todosseprecipitaronhaciaelpaciente,peroestabantranquilosporquenopodíahuir,puesalcaeracababaderomperseunapiernapordebajodelarodilla.

Y,sinembargo,oyéronsealgunasimprecaciones,ininteligiblesycalumniosas:seacusaba a los ejecutores, calificándolos de torpes a ellos, tan ingeniosos por elcontrario;aellos,quehabíanelegido lacuerdaviejaygastadacon laesperanzadequeserompiese.

Esperanzaquesehabíarealizado,comoseacabadever.

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Sehizounnudoenlacuerda,ylapasaronotravezporelcuellodeldesgraciado,que,mediomuerto,lamiradavagaylavozronca,buscabaasualrededor,enaquellaciudadquesellamacentrodeluniversocivilizado,paraversialgunadelasbayonetasdeaquel reydequienhabía sidoministro,yqueposeíacienmil, abriríabrechaenaquellahordadecaníbales.

Peroentornosuyonohabíamásqueodio,elinsultoylamuerte.—¡Matadme al menos, sin hacerme sufrir tan atrozmente! —gritó Foulon,

desesperado.—¡Hola!Y¿porquéabreviaríamostusuplicioati,quetantohashechodurarel

nuestro?—Yademás—dijootro—,aúnnohastenidotiempodedigerirlasortigas.—¡Esperad,esperad!—gritóuntercero—.AhoraletraeránasuyernoBerthier,

queaúnquedasitioenelreverberodeenfrente.—Yaveremosquémuecashacenelsuegroyelyerno—añadióotro.—¡Rematadme,rematadme!—gritabaeldesgraciado.Duranteestetiempo,BaillyyLafayetterogaban,suplicabanygritaban,tratando

de penetrar en aquella multitud; pero de repente Foulon se eleva otra vez en laextremidad de la cuerda, que de nuevo se rompe; y las súplicas deBailly y de sucompañero,asícomosuangustia,nomenosdolorosaqueladelpaciente,sepierdenyseconfundenconlahilaridadgeneralqueacogeaquellasegundacaída.

Bailly y Lafayette eran tres días antes soberanos árbitros de la voluntad deseiscientos mil parisienses; pero hoy ni aun el niño de la escuela los escucha.Murmúrasecontraellos,porquemolestaneinterrumpenlosespectáculos.

Billot ha prestado inútilmente el concurso de su vigor; el robusto atleta haderribado veinte hombres; mas para llegar hasta Foulon necesitaría saltar sobrecincuenta, ciento o doscientos; ya se han agotado sus fuerzas, y cuando se detieneparaenjugarelsudorylasangrequecorrendesufrente,Foulonseelevaporterceravezhastalapoleadelreverbero.

Estavezhantenidocompasióndeél,encontrándoseunacuerdanueva.Elcondenadohamuertoalfin;lavíctimanosufreya.Mediominutohabastadoalamultitudparareconocerquelachispadelavidase

haextinguido;yahoraqueeltigrehamatado,puedeyadevorar.Elcadáver,precipitadodesdeloaltodelfarol,nisiquieratocaelsuelo,puesantes

dellegarlehicieronpedazos.Lacabeza,separadadeltroncoenunsegundo,fuelevantadaenlapuntadeuna

pica.Estabamuydemodaenaquellaépocallevarasílascabezasdelosenemigos.Ante aquel espectáculo, Bailly quedó aterrado: aquella cabeza era para él la

Medusaantigua.Lafayette,pálidoycon laespadaen lamano,apartabade sí condisgustoa los

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guardias,quetratabandeexcusarsedehabersidomenosfuertes.Billotpataleabadecólera,moviéndoseaderechaeizquierda,yalfinentróenla

Casa Ayuntamiento para no ver cosa alguna de lo que sucedía en aquella plazaensangrentada.

En cuanto a Pitou, su sed de venganza popular se había convertido en unmovimientoconvulsivo;acababadellegaralaorilladelrío,yallícerrabalosojosytapábaselosoídosparanovernioírmás.

LaconsternaciónreinabaenlaCasaAyuntamiento,yloselectorescomenzabanacomprenderquenoreprimiríannuncalosmovimientosdelpueblosinoenelsentidoqueaésteconviniera.

Derepente,mientrasquelosfuriososseentreteníanenarrastrarhastaelarroyoelcuerpo decapitado de Foulon, un nuevo grito, un nuevo estrépito se propaga hastamásalládelospuentes.

Uncorreoseprecipita: lanoticiaque traeesconocidayade lamultitud,que laadivinaporindicacióndesusmáshábilesjefes,comolajauríaquetomalahuellaporelolfatodelmásejercitadopodenco.

Lamultitudseoprimealrededordelcorreo, rodeándolecompletamente;adivinaqueseaproximaunanuevapresa,ycomprendequeaquelhombrellegaparahablardelseñorBerthier.

Interrogado por diez mil bocas a la vez, el correo se ve en la precisión decontestar:

—ElseñorBerthierdeSavignyacabadeserdetenidoenCompiégne.Después penetra en la Casa Ayuntamiento, donde anuncia la misma cosa a

LafayetteyaBailly.—Bien,bien:yalosabía—dijoLafayette.—Losabíamos—repitióBailly—,ysehandadoórdenesparaqueletenganallí.—¿Guardadoallí?—repitióelcorreo.—Sinduda.Heenviadodoscomisariosconunaescolta.—Una escolta dedoscientos cincuenta hombres, ¿no es verdad?—preguntóun

elector—.Esmásquebastante.—Señores—dijoelcorreo—,heaquíprecisamenteloquevengoamanifestaros:

laescoltahasidodispersada,yelprisioneroarrebatadoporlamultitud.—¡Arrebatado! —exclamó Lafayette—. ¿La escolta se ha dejado coger el

prisionero?—Nolaacuséis,general,pueshahechocuantoeraposible.—Pero¿yelseñorBerthier?—preguntóconansiedadBailly.—Le traen a París —contestó el correo—, y en este instante se halla en el

Bourget.—Pero¡sivienehastaaquíestáperdido!—exclamóBillot.

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—¡Pronto, pronto! —gritó Lafayette—. Quinientos hombres al Bourget. QuepasenallílanocheloscomisariosyelseñorBerthier,yentretantoresolveremos.

—Pero ¿quién se atreverá a encargarse de semejante comisión?—preguntó elcorreo,mirandocon terrorpor laventanaaquella inmensamultitud semejanteaunmarrevuelto,decadaunadecuyasolaspartíaungritodemuerte.

—¡Yo!—gritóBillot—.Loqueesaésequierosalvarle.—Pereceréis en la demanda—exclamó el correo—, pues el camino está negro

porlamuchagentequeloocupa.—¡Puesmarcho!—dijoellabrador.—¡Inútil! —murmuró Bailly, que acababa de prestar oído—. ¡Escuchad,

escuchad!Entonces seoyópor el ladode la puerta deSanMartínun rumor semejante al

mugidodelmarentrelasrocas.Aquelrumorfuriosopasabaporencimadelascasas,comoelvaporhirvientese

escapasobrelosbordesdeunvaso.—¡Demasiadotarde!—exclamóLafayette.—¡Yavienen,yavienen!—murmuróelcorreo—.¿Looís?—¡Unregimiento,unregimiento!—gritóLafayetteconesagenerosalocuradela

humanidadqueeraelladobrillantedesucarácter.—¡Eh, pardiez! —exclamó Bailly, que tal vez juraba por primera vez—.

¿Olvidáis que nuestro ejército es precisamente esa multitud que os proponéiscombatir?Yocultó su rostroentre lasmanos.Losgritosoídosa lo lejos sehabíancomunicadodesdelamultitudapiñadaenlascalleshastalaqueocupabalaplazaconlarapidezdeunreguerodepólvora.

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CapítuloXLII

ELYERNO

Entoncessevioa losqueprofanabanlos tristesrestosdeFoulonrenunciarasusangrientadiversiónparalanzarseenbuscadeunanuevavenganza.

Delascallesadyacentesalaplazadesembocóalpuntounagranpartedeaquellaruidosa multitud, que se precipitó con los cuchillos levantados y los puñosamenazadoresalencuentrodelanuevaprocesióndemuerte.

Lareuniónseefectuómuypronto,porqueunosyotrossedabanigualprisa.Entoncesheaquíloquesucedió.Algunosdeaquelloshombressanguinariosaquieneshemosvistoenlaplazade

Grévellevabanalyerno,enlapuntadeunapica,lacabezadesusuegro.ElseñorBerthierllegabaporlacalledeSanMartínconelcomisario,yhallábase,

pocomásomenos,alaalturadelacalleSaint-Merry.Ibaensucabriolé,esevehículoeminentementearistocráticoenaquellaépocay

odiadodelpueblo,quetantasveceshabíadebidoquejarsedelarapidezquesusamosle imprimían,obien lasbailarinas, las cuales,guiandopor sípropiasyconducidasporuncaballoardiente,hacíanrodarconfrecuenciaalostranseúntesylosllenabandebarrosiempre.

Berthier,enmediodelosgritos,delossilbidosydelasamenazas,avanzabapasoa paso, hablando tranquilamente con el elector Riviére, aquel comisario enviado aCompiégneparasalvarle,yque,abandonadoporsucompañero,nopudosalvarseasípropiosinmuchotrabajo.

Elpueblohabíacomenzadoporelcabriolé;ycomorompieselacapota,Berthierysucompañeroquedaronadescubierto.

Entretanto, el primero oía que le recordaban sus crímenes, comentados yaumentadosporelfurorpopular.

—HabíaqueridomatardehambreaParís—decíauno.—Sí—añadíaotro—,mandóquesecortaranloscentenosylostrigosverdes,y,

habiendosubidoelpreciodeloscereales,realizósumasenormes.—Nosolamentehizoeso, locualerayabastante—decían—,sinoque también

conspiraba.—Se le había cogido una cartera, en la cual se hallaron cartas incendiarias,

órdenes de matanza, y la prueba era el hecho de haberse distribuido diez milcartuchosentresusagentes.

Éstos eran monstruosos absurdos; pero, como ya se sabe, la multitud, cuando

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llegaalparoxismodelacólera,daporverdaderaslasnoticiasmásinsensatas.Aquélaquienacusabandetodoestoeraunhombrejovenaún,detreintaatreinta

y dos años, vestido con elegancia, casi risueño en medio de los golpes y de lasinjurias;ymirabaasualrededor,conlamayorindiferencia,loscartelesinfamesquelemostraban,sindejardehablarconRiviére.

Doshombres,irritadosalveraquelaplomo,quisieronespantarle,humillandosuactitud;habíansecolocadocadacualenlosestribosdelcabriolé,yambosapoyabansobreelpechodeBerthierlasbayonetasdesusfusiles.

PeroBerthier, intrépidohasta la temeridad,no se intimidópor tanpocacosa,ysiguióhablandoconelelectorcomosiaquellosdosfusilesnohubieransidomásqueunaccesorioinofensivodelcabriolé.

La multitud, profundamente irritada ante aquel desdén, que contrastaba de unmodotanopuestoconelterrordeFoulon,rugíaalrededordelcoche,esperandoconimpacienciaelmomentoenque,envezdeunaamenaza,podríacausarundolor.

Entonces fue cuando Berthier fijó su mirada en algún objeto informe yensangrentado que agitaban delante de él, y, de repente, reconoció la cabeza de susuegro,queseinclinabacasialaalturadesuslabios.

Sequeríaquelabesase.ElseñorRiviére,indignado,apartólapicaconsumano.Berthierlediolasgraciasconunademán,sindignarsesiquieravolverlacabeza

paraseguircon lavistaaquelhediondo trofeoque losverdugos llevabandetrásdelcabriolé,sobrelacabezadeBerthier.

AsísellegóalaplazadeGréve.El prisionero, después de los inusitados esfuerzos de la guardia que se había

reunido apresuradamente, fue entregado en manos de los electores en la CasaAyuntamiento.

Peligrosa misión, terrible responsabilidad que hizo palidecer de nuevo aLafayette,agitandoelcorazóndelalcaldedeParís.

Lamultitud,despuésdehaberdestrozadounpocoelcabriolé,abandonadoalpiede la escalera de laCasaAyuntamiento, ocupó losmejores sitios, guardó todas lassalidas,yadoptósusdisposiciones,preparandonuevascuerdasparalaspoleasdelosreverberos.

Billot, al ver a Berthier subir tranquilamente la gran escalera de la CasaAyuntamiento,nopudomenosdelloraramargamente,mesándoseloscabellos.

Pitou, que dejando la orilla del río volvió a subir al muelle, cuando creyóterminadoelsupliciodeFoulon;Pitou,espantadoapesardesuodioalseñorBerthier,culpableasusojosnosolamentedetodocuantoleacusaban,sinodehaberregaladounospendientesdeoroaCatalina,sedejócaerdetrásdeunbancosollozando.

Entretanto,Berthier,comosise tratasedealgunaotrapersonaynodeél,había

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entradoenlasaladelconsejoyhablabaconloselectores.Conocíaalosmásdeellos,yhastaeraamigodealgunos.Estos últimos se alejaban de él con el terror que inspira a las almas tímidas el

contactodeunhombreimpopular.PoresoBerthierseviomuyprontocasisoloconBaillyyconLafayette.Solicitó que le refiriesen todos los detalles del suplicio de Foulon, y después,

encogiéndosedehombros,dijo:—Sí, comprendo eso: nos aborrecenporque somos los instrumentos conque la

monarquíaatormentóalpueblo.—Osacusandegrandescrímenes,caballero—dijoseveramenteBailly.—Señor—contestóBerthier—, si yo hubiera cometido todos los crímenes que

meimputan,seríamásomenosqueunhombre,unanimalferozoundemonio;perovanajuzgarme,segúnpresumo,yentoncesseharálaluz.

—Sinduda—repusoBailly.—Pues bien —continuó Berthier—, esto es todo lo que yo deseo; tienen mi

correspondencia,porlacualseveráaquéórdenesheobedecido,ylaresponsabilidadrecaerásobreelverdaderoculpable.

Los electores dirigieron sus miradas a la plaza, de donde partían espantososrumores.

Berthiercomprendiólacontestación.EntoncesBillot,abriéndosepasoentrelamultitudquerodeabaaBailly,acercóse

alintendenteyofreciólesurudamanocallosa.—Buenosdías,señorSavigny—ledijo.—¡Hola! ¿Eres tú, Billot? —contestó Berthier, sonriendo, mientras que

estrechaba con mano firme la del labrador—. ¿Vienes ahora a tomar parte en losmotinesdeParís,tú,tanhonradoyquetanbienvendíastutrigoalostraficantesdeVillers-Cotterets,deCrépyydeSoissons?

Billot, a pesar de sus tendencias democráticas, no pudo menos de admirar latranquilidaddeaquelhombre,queasísechanceabacuandoteníasuvidapendientedeunhilo.

—Sentaos, señores —dijo Bailly a sus compañeros—, vamos a comenzar lainstruccióncontraelacusado.

—Sea —dijo Berthier—, pero os advierto una cosa, señores, y es que estoyrendido;desdehacedosdíasnomehandejadodormir;hoy,durantetodoelcamino,desdeCompiégneaParís,mehanmaltratado,ycuandopedídecomermeofrecieronheno, lo cual es muy poco estomacal. Sírvanse señalarme un sitio donde puedadormirsiquieraunahora.

EnaquelmomentoLafayettesalióuninstanteparainformarse,yentróluegoenlasalamásabatidoquenunca.

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—QueridoBailly—dijoalalcalde—,laexasperaciónllegaasucolmo;conservaralseñorBerthieraquíesexponerseaunsitio;defenderlaCasaAyuntamientoesdaralosfuriososelpretextoquepiden;ynodefendereledificioestomarlacostumbredecedercuantasvecesseataca.

Entretanto Berthier se había sentado, y después se echó sobre una banqueta,disponiéndoseadormir.

Losfuriososgritosllegabanhastaélporlaventana,perosinperturbarle:surostroconservaba la serenidad del hombre que lo olvida todo para que le sea posibleconciliarelsueño.

BaillydeliberabaconloselectoresyLafayette.BillotmirabaaBerthier.Lafayette recogió rápidamente los votos, y, dirigiéndose al prisionero, que

comenzabaadormitar,ledijo:—Caballero,podéisprepararos.Berthier exhaló un suspiro, incorporóse después, y apoyándose en el codo

preguntó:—¿Prepararmeparaqué?—EstosseñoreshanacordadoqueseostrasladealaAbadía.—Sea—contestóelintendente—,perodeunamanerauotra—añadió,mirando

aloselectoresconfusosycomprendiendolacausa—,concluyamosdeunavez.UnaexplosióndegritosdeimpacienciaresonóotravezenlaplazadeGréve.—No, señores, no —exclamó Lafayette—, no le dejaremos marchar en este

momento.Baillytomóunaresolución,yconsunoblevalorbajóalaplazaacompañadode

doselectoreseimpusosilencio.Elpueblosabíatanbiencomoélloqueibaadecir,y,estandoresueltoacometer

otrocrimen,noquisonisiquieraoírlareprensión;demodoquecuandoBaillyabríalaboca,unclamorinmensodelamultitudahogósuvozantesdequenadielaoyera.

Bailly,viendoqueleseríaimposiblearticularunasolapalabra,volvióatomarelcaminodelaCasaAyuntamiento,perseguidoporlosgritosde:«¡Berthier,Berthier!».

Otros gritos resonaban entre aquéllos, como esas notas agudas que se oyen deprontoenloscorosdedemoniosdeWeberodeMeyerbeer,yquedecían:«¡Alfarol,alfarol!».

AlverqueBaillyvolvía,Lafayette se lanzóa suvez; joven, ardienteyamado,parecíalequeloqueelviejonohabíapodidoconseguirconsupopularidaddeayer,él,amigodeWashingtonydeNecker,loobtendría,sinduda,alaprimerapalabra.

Peroenvanoelgeneraldelpueblopenetróenlosgruposmásfuriosos;envanohabló en nombre de la justicia y de la humanidad; y en vano, reconociendo, oaparentandoreconoceraciertosjefesdelamultitud,suplicó,estrechandolasmanosy

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deteniendolospasosdeaquelloshombres.Ni una sola de sus palabras fue escuchada, ninguno de sus ademanes fue

comprendido,ynosevioningunadesuslágrimas.Rechazado palmo a palmo, se arrodilló al fin en el pórtico de la Casa

Ayuntamiento,conjurandoaaquellostigres,aquienesllamabasusconciudadanos,anodeshonrarsunación,anodeshonrarseasípropios,anoerigirenmártiresa losculpables,aquieneslaleyaplicaríaelcastigodesusdelitos.

Y como insistiese, las amenazas llegaron hasta él; pero luchó contra lasamenazas; y entonces algunos desalmados le mostraron los puños amenazadores,levantandosobreélsusarmas.

PeroLafayetteseadelantóhaciaellos,ysusarmasseinclinaron.Sin embargo, si se acababa de amenazar a Lafayette, lo mismo hacían con

Berthier.Elgeneral,vencido,entrócomoBaillyenlaCasaAyuntamiento.Loselectores todoshabíanvistoaLafayette impotentecontra la tempestad,yél

erasuúltimobaluarte,derribadoahora.Ensuconsecuencia,acordaronquelaguardiadelaCasaAyuntamientocondujera

aBerthieralaAbadía.Eracomoenviarlelamuerte.—¡Alfin!—exclamóBerthiercuandosehuboadoptadoesteacuerdo.Y,mirandoatodosaquelloshombresconprofundodesdén,secolocóenmediode

losguardias,despuésdehaberdadograciasconunademánaBaillyyaLafayette,ofreciendoluegosumanoaBillot.

Baillyapartó lamiradaparaocultar sus lágrimas,yLafayetteparadisimular suindignación.

BerthierbajólaescaleradelaCasaAyuntamientoalmismopasoconquelahabíasubido.

Enelmomentodeaparecerenelpórtico,unespantosoclamoreo,partiendodelaplaza,hizoretemblarhastalosescalonesdepiedraenqueasentabaelpie.

PeroBerthier,desdeñosoeimpasibleanteaquellosojoschispeantes,concalmayserenidad,yencogiéndosedehombros,pronuncióestaspalabras:

—¡Quéextrañoesesepueblo!¿Porquéaulladeesemodo?Antesdequehubieseacabadodehablar,yapertenecíaaesepueblo.Enelpórticomismo,variosbrazos le cogieronenmediode susguardias;unos

ganchosdehierro leatrajeron,faltóleelpie,yrodóenlosbrazosdesusenemigos,queenunsegundodispersaronlaescolta.

Después,unaoleadairresistiblearrastróalprisioneroporelcaminomanchadodesangrequeFoulonhabíaseguidodoshorasantes.

Unhombreestabayaenelreverberofatalconunacuerdaenlamano.

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PeroaBerthiersehabíacogidootrohombre,quedistribuíaconciegarabia,condelirio,golpeseimprecacionesalosverdugos,gritando:

—¡Noletendréis,nolemataréis!Aquel hombre era Billot, a quien la desesperación enloquecía, y que en aquel

momentoteníalafuerzadeveintehombres.—¡SoyunodelosvencedoresdelaBastilla!—gritabaalosunos.Ynopocos,reconociéndole,moderabansusataques.—¡Dejadquelejuzguen!—decíaalosotros—.Yorespondodeél,ysiconsigue

huirmeahorcaréisensulugar.¡PobreBillot,pobrehombrehonrado!Eltorbellinolearrastraba,aélyaBerthier,

comounatrombaarrastraalavezunaplumayunapajaensusvastasespirales.Andabasinver,sindivisarnada.Elrayohubierasidomenosrápido.Berthier,aquiense llevabaaempujones,Berthier,aquienhabíanlevantadoya,

notando que se detenían, se volvió, alzó los ojos, y su vista se fijó en la infamecuerda,quesebalanceabasobresucabeza.

Por un esfuerzo tan violento como imprevisto, desasióse de las manos que lesujetaban, arrancó el fusil de las de un guardia nacional y comenzó a descargarbayonetazossobrelosverdugos.

Pero en un segundomiles de golpes le alcanzaron por detrás: entonces cayó yotrosmillehirieron.

Billothabíadesaparecidobajolospiesdelosasesinos.Berthier no tuvo tiempo de sufrir: su sangre y su alma salieron a la vez de su

cuerpopormilheridas.EntoncesBillotpudoverunespectáculomáshediondoaúnquetodocuantohabía

contempladohastaentonces:vioaunhombreintroducirsumanoenelpechoabiertodelcadáverysacarelcorazónhumeante.

Después, pinchando este corazón con la punta de su sable, en medio de lamultitudqueaullaba,abriéndolepaso,fueadepositarleenlamesadelgranconsejo,dondeloselectorescelebrabansussesiones.

Billot,aquelhombredehierro,nopudoresistirlavistadesemejanteespectáculo,ycayódesvanecidosobreunposte,adiezpasosdelreverberofatal.

Lafayette, ante aquel insulto infame inferido a su autoridad, inferido a larevoluciónquedirigía,omásbienquehabíacreídodirigir,rompiósuespadayarrojólospedazosalascabezasdelosasesinos.

PitoufuearecogeraBillot,yselellevóensusbrazos,murmurandoasuoído:—¡Billot,padreBillot,tenedcuidado,puessiviesenqueestáismalo,ostomarían

porsucómpliceyosmataríantambién!¡Seríalástima…tanbuenpatriota!Yselellevóhaciaelrío,ocultándolelomejorposiblealasmiradasdealgunos

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envidiososquemurmuraban.

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CapítuloXLIII

BILLOTCOMIENZAAECHARDEVER

QUENOTODOSONROSASENLASREVOLUCIONES

Billot, que juntamente con Pitou había disfrutado de todas las libacionesgloriosas,comenzabaanotarquellegabaalcálizdelacopa.

Cuandohuborecobradoelconocimientoporlafrescuradelrío,Pitouledijo:—SeñorBillot,echomuydemenosVillers-Cotterets.¿Yvos?Estas palabras despertaron al labrador con una fresca sensación de virtud y de

calma,yBillotencontróvigorparaatravesarentre lamultitudyalejarsedeaquéllacarnicería.

—Ven—dijoaPitou—;tienesrazón.YseresolvióairabuscaraGilberto,quehabitabaenVersalles,yque,sinhaber

vuelto a ver a la reina desde el viaje del rey a París, había llegado a ser el brazoderechodeNecker,elcualfigurabaotravezenelMinisterio,renunciandoalanovelade su vida por la historia de todos, y proponiéndose organizar la prosperidad parageneralizarlamiseria.

Pitousiguióasuamocomosiempre.Ambosfueronintroducidosenelgabinetedondeeldoctortrabajaba.—Doctor—dijoBillot—,vuelvoamigranja.—Y¿porqué?—preguntóGilberto.—PorqueaborrezcoParís.—¡Ah!Sí,locomprendo—repusoGilbertoconfrialdad—.Estáiscansado.—Másquecansado.—¿Yanoamáislarevolución?—Quisieraverlaconcluida.—Puesahoracomienza—replicóGilberto,sonriendocontristeza.—¡Oh!—exclamóBillot.—¿Osextrañaesto?—preguntóeldoctor.—Loquemeextrañaesvuestrasangrefría.—¿Sabéis,amigomío,dequéprovieneestasangrefría?—preguntóGilberto.—Nopuederesultarmásquedeunaconvicción.—Precisamente.—Y¿quéconvicciónesésa?—Adivinad.—Quetodoacabarábien.

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Gilbertosonriómástristementeaúnquelaprimeravez.—No—repuso—;tengolaconviccióndequetodoacabarámal.Billotmanifestóasombro.En cuanto a Pitou, abrió los ojos desmesuradamente, porque el argumento le

parecíapocológico.—Veamos —dijo Billot, rascándose la oreja con su gruesa mano—, veamos,

porquemeparecequenocomprendobien.—Tomadunasilla,Billot—dijoGilberto—,ycolocaosbienjuntoamí.Ellabradorobedeció.—Máscerca,máscerca—dijoeldoctor—,paraquevosmeoigáisbien,ynadie

más.—¿Yyo, señorGilberto?—preguntó tímidamentePitou,haciendoseñaldeque

estabadispuestoaretirarsesieldoctorlodeseaba.—¡Oh!Puedesquedarte—dijoéste—.Eresjoven,y,porlotanto,escucha.Pitou preparó los oídos para que no se le escapase nada, y sentóse en el suelo

juntoalasilladelpadreBillot.Curioso espectáculo era el de aquel conciliábulo entre los tres hombres en el

gabinetedeGilberto.Estabanjuntoaunamesacargadadecartas,deimpresos,depapelesydediarios,

a cuatro pasos de una puerta sitiada por solicitantes, sin poder franquearla porimpedírseloundependienteviejo,casiciegoymanco.

—Yaescucho—dijoBillot—;explicaos,maestro.¿Cómoacabarátodomal?—Heloaquí,Billot.¿Sabéisquéhagoenestemomento,amigomío?—Escribíslíneas.—Pero¡imagináissusentido,Billot!—¿Cómoqueréisqueloimagine,siapenasséleer?Pitoulevantótímidamentelacabezaparaverelpapelqueeldoctorteníadelante.—Haycifras—dijo.—Esoes,haycifras;peronosabéisquesona lavez la ruinay la salvaciónde

Francia.—¡Ah!—exclamóBillot.—¡Hola,hola!—repitióPitou.—Estascifras, impresasmañana—continuóeldoctor—, iránapediralpalacio

delrey,alcastillodelosnoblesyalascabañasdelospobreslacuartapartedesushaberes.

—¡Cómo!—exclamóBillot.—¡Oh!¡QuémuecasharámipobretíaAngélica!—murmuróPitou.—¿Qué decis, buen amigo? —continuó Gilberto—. Si se hacen revoluciones,

precisoespagarlas.

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—Muyjusto—contestóheroicamenteBillot.Estabien:sepagará.—¡Pardiez! —exclamó Gilberto—. Sois un hombre convencido, y en vuestra

contestaciónnohaynadaquemeextrañe;perolosquenoestánconvencidos…—Ybien…—Sí.¿Quéharán?—Se resistirán —dijo Billot con un tono que indicaba que él lo haría

vigorosamente, si le pedían la cuarta parte de su renta para llevar a cabounaobracontrariaasusconvicciones.

—Entonces,habrálucha—dijoGilberto.—Perolamayoría…—dijoBillot.—Concluid,amigomío.—Lamayoríaestáahíparaimponersuvoluntad.—Pueshabráopresión.MiróBillot aGilberto con aire de dudaprimeramente, y después, brilló en sus

ojosunrayodeinteligencia.—Esperad, Billot—repuso el doctor—; ya sé lo que vais a decirme: que los

noblesyelclerolotienentodo,¿noesverdad?—Ciertamente—contestóBillot,ytambiénlosconventos…—¿Losconventos?—Sí,losconventosestánrepletos.—Notumcertumque—murmuróPitou.—Losnoblesnopaganunimpuestocomparativo—continuóBillot—,yporeso

yo, labrador,pagopor impuestos,yosolo,doblecantidadque los treshermanosdeCharny,misvecinos, loscuales tienenpara los tresmásdedoscientasmil librasderenta.

—Pero veamos—prosiguióGilberto—; ¿creéis que los nobles y los sacerdotesseanmenosfrancesesquevos?

Pitou aguzó el oído a esta proposición, algo herética, en un tiempo en que elpatriotismosemedíaporlafuerzadeloscodosenlaplazadeGreve.

—¿No lo creéis, eh, amigomío? ¿Nopodéis reconocer que esos nobles y esossacerdotes,queloabsorbentodosindevolvernada,sontanpatriotascomovos?

—Esverdad.—Error,amigomío,error;losonmás,yvoyaprobároslo.—¡Oh!Encuantoaeso,niego—dijoBillot.—Acausadelosprivilegios,¿noesverdad?—¡Pardiez!—Esperad.—¡Oh!Yaespero.—¡Pues bien! Os aseguro, Billot, que de aquí a tres días el hombre más

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privilegiadoquehayaenFranciaseráelhombrequenoposeanada.—Entoncesseréyo—dijocongravedadPitou.—¡Puesbien,sí,serástú!—¿Cómoeseso?—preguntóellabrador.—Escuchad,Billot: esosnoblesyesoseclesiásticosaquienacusáisdeegoístas

comienzan a sentirse dominados por esa fiebre de patriotismoque dará la vuelta aFrancia.Enestemomentosereúnencomoloscarnerosalaorilladelfoso;deliberan;elmásatrevidosaltarámañana,oestanochetalvez,ydespuésleseguirántodos.

—¿Locualquieredecir,señorGilberto…?—Quieredecirque,renunciandoasusprerrogativas,losseñoresfeudalesdejarán

enlibertadasuscampesinos;losseñoreshacendadosabandonaránsusgranjasysusrentas;ylosnoblesquetienenpalomares,suspichones.

—¡Oh,oh!—exclamóPitou,estupefacto—.¿Creéisquedejarántodoeso?—¡Oh!—dijoBillot,iluminadodepronto—.Esalibertadseríamagnífica.—Ybien—repusoPitou—;¿quéharemosunavezlibres?—¡Diantre!—exclamóBillotalgoperplejo—,yaveremosloquesehace.—¡Ah!¡Heaquílapalabrasuprema!—exclamóGilberto—.¡Veremos!Y se levantó con expresión sombría, paseóse silencioso durante algunos

momentos, y, dirigiéndose después al labrador, cuya mano callosa tomó con unaseveridadsemejantealaamenaza,ledijo:

—Sí,veremos;todosveremos,lomismotúqueyo,lomismoyoquelosdemás;yheaquíprecisamenteenquépensabaahora,cuandomehasvistoconesasangrefríaquetantotehasorprendido.

—¡Meatemorizáis!Elpueblounido,abrazándose,uniéndoseparacontribuiralaprosperidadcomún,¿cómopuedeserasuntoqueosentristezca,señorGilberto?

Eldoctorseencogiódehombros.—Entonces—continuóBillot—,¿quédiréisdevosmismosihoydudáis,después

dehaberlopreparadotodoenelantiguomundoparadarlibertadalnuevo?—Billot—repusoGilberto—,sinsaberloacabasdepronunciarunapalabraque

es el sentido del enigma, esa palabra que Lafayette pronuncia y que tal vez nadiecomprende,comenzandoporélmismo.Sí:hemosdadolalibertadalnuevomundo.

—Nosotroslosfranceses.Estoesmuyhermoso.—Síqueloes;perotambiénmuycaro—replicóGilbertocontristeza.—¡Bah! El dinero se ha gastado, y la cuenta está pagada—dijo alegremente

Billot—.Unpocodeoro,muchasangre,yladeudaquedasatisfecha.—¡Ciego—exclamóGilberto—,ciego,quenovesenesaauroradeOccidenteel

germendenuestraruinaparatodos!¡Aydemí!¿Porquélosacusaréyo,quenolehevistomásqueellos?Muchotemo,Billot,quehaberdadolalibertadalNuevoMundotansólosirvaparaperderalantiguo.

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—Rerumnovusnasciturordo—dijoPitoucongranaplomorevolucionario.—¡Silencio,muchacho!—exclamóGilberto.—¿Seríamás difícil—replicóBillot— someter a los ingleses que calmar a los

franceses?—Nuevomundo—repitióGilberto—, es decir, lugar despejado, tabla rasa; sin

leyes,perosinabusos;sinideas,perotambiénsinpreocupaciones.EnFrancia,treintamilleguascuadradasparatreintamillonesdehombres,esdecir,encasodedivisióndelpaís,apenasterrenosuficienteparalacunaylatumbadecadacual.Allíabajo,enAmérica, doscientasmil leguas cuadradas para tresmillones de hombres; fronterasideales con el desierto, o sea el espacio con el mar, con la inmensidad; en esasdoscientasmilleguas,ríosnavegablesenlaextensióndemil;bosquesvírgenescuyasprofundidadesúnicamenteDiosconoce;y,enfin,todosloselementosdelavida,dela civilización y del porvenir. ¡Oh! ¡Qué fácil es, Billot, cuando uno se llamaLafayetteyestáacostumbradoamanejarlaespada;cuandounosellamaWashingtonyejercitasupensamiento,quéfácilescombatircontramurosdemadera,detierra,depiedra,odecarnehumana!Perocuandoenvezdefundarodestruir,cuandovemosenelantiguoordendecosasqueseatacanmurosdeideasquesehundenyquedetrásdesusmismasruinasserefugiantantoshombresytantosintereses,cuandodespuésdehaberencontradolaideasevequeparahacerlaadoptaralpueblosenecesitarátalvezdiezmarle,desdeelancianoquerecuerdahastaelniñoqueaprendería,desdeelmonumento que es la memoria hasta el anciano que es el instinto, entonces, ¡ohBillot!, la tarea es unade aquéllas quehace estremecer a los quevenmás allá delhorizonte.Tengomuylargalavista,Billot,yporesotiemblo.

—Dispensadme,doctor—dijoellabradorconsurudobuensentido;meacusabaishaceunmomentodeodiarlarevolución,yheaquíquelahacéisexecrableamisojos.

—Pero¿tehedichoyoquerenunciase?—Errarehumanumest—murmuróPitou—,sedperseverarediabolicum.—Perseveraré, sin embargo —continuó Gilberto—; pues, aun viendo los

obstáculos,entreveoelobjeto,yésteesgrandioso,Billot.NoessolamentelalibertaddeFrancia loquesueño,sino ladelmundoentero;noes la igualdadfísica, sino laigualdadantelaley;noeslafraternidadantelosciudadanos,sinolafraternidadantelospueblos.Perderé talvezel alma,yacasodejaréel cuerpo—continuóeldoctorconexpresiónmelancólica—;peronoimporta:elsoldadoaquienseenvíaalasaltodeunafortalezaveloscañones,velasbalasconquesecargan,velamechaqueseaproxima,ymásaún:veladirecciónenqueseapunta,veaquelfragmentodehierronegroqueleatravesaráelpecho;perova,siesnecesario,atomarlafortaleza.¡Puesbien, padre Billot: nosotros somos soldados! ¡Adelante, aunque sobre nuestroscuerpospasenalgúndíalasgeneracionescuyavanguardiarepresentaesemuchachoquenosoye!

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—No sé verdaderamente por qué desesperáis, señor Gilberto. ¿Será porque uninfelizhasidoasesinadoenlaplazadeGréve?

—Pues¿porquétehorrorizastú?Anda,Billot:asesinatútambién.—Pero¡quédecís,señorGilberto!—¡Pardiez!¡Precisoesserconsecuente!Túhasvenidopálido,tembloroso,tú,tan

intrépidoytanfuerte,ymehasdichoqueestabascansado.Yomereíentusbarbas,Billot,yheaquíquecuandoteexplicoporquéestabaspálido,porquétecansabas,túeresquienseríedemíatuvez.

—¡Hablad, hablad! Mas, por lo pronto, dejadme la esperanza de que volverécuradoamiscampos.

—Los campos, escucha Billot, toda nuestra esperanza está en ellos; el campo,revolución encantadora que se agita cadamil años y que comunica el vértigo a lamonarquíasiemprequesucedeesto.Lacampiñasemoveráasuvezcuandolleguelahoradecomprarodeconquistaresosbienesmaladquiridosdequehablabashaceuninstante, y de los que están repletos la nobleza o el clero;mas para, impulsar a lacampiña a cosechar ideas espreciso inducir al campesino a conquistar la tierra.Elhombre,unavezpropietario,quedalibre,y,alserlo,esmásbueno.Anosotros,pues,obreros privilegiados, por quienes Dios consiente levantar el velo del porvenir, anosotros corresponde el trabajo terrible que, después de haber dado al pueblo sulibertad,leproporcionarálapropiedad.Aquí,Billot,buenaobraymalarecompensatalvez;peroobraactiva,poderosa,llenadealegríasydedolores,llenadegloriaydecalumnias;allíabajo,sueñofríoeimpotente,enlaexpectativadeundespertarquesehará a nuestra voz, de una aurora que vendrá de nosotros. Una vez despertado elcampo, nuestra sangrienta tarea habrá concluido, y su labor pacífica comenzaráentonces.

—¿Quéconsejomedais,pues,señordoctor?—Siquieresserútila tupaís,a tunación,a tushermanosyalmundo,quédate

aquí,Billot;cogeunmartilloytrabajaenesetallerdeVulcano,queforjarayosparaelmundo.

—¡Quedarmeyoparavercómoasesinan,yllegaraseryoasesinotalvez!—¿Cómo es eso? —replicó el doctor con una ligera sonrisa—. ¡Tú asesinar,

Billot!¿Quémedices?—Digo que, si me quedo aquí, como me aconsejáis —exclamó al labrador,

tembloroso—,digoquealprimeroaquienveaatarunacuerdaaunfarol,lecolgaréyomismoconlasmanosqueveis.

Gilbertosesonriómásmarcadamente.—Vamos—dijo—;veoquemecomprendes,yheteaquíasesinotambién.—Sí,asesinodebribones.—Dime, Billot: ¿no has vistomatar a de Losme, de Launay, de Flesselles, de

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FoulonydeBerthier?—Sí.—¿Cómolosllamabansusasesinos?—Bribones.—¡Oh!Esverdad—dijoPitou—;esenombrelesdieron…—Sí;peroyosoyquientienerazón—dijoBillot.—Latendrássiahorcas;peronositeahorcanati.Billotinclinólacabezabajoaquelgolpedemaza;pero,levantándoladespuéscon

nobleexpresión,repuso:—¿Me sostendréis que los que asesinan a hombres indefensos y bajo la

salvaguardiadelhonorpúblicosonfrancesescomoyo?—¡Ah!—dijoGilberto—.Esto esotra cosa.Sí, en elpaíshayvarias clasesde

franceses: primeramente, el pueblo francés, al que pertenecemos tú, Pitou y yo, ydespuésel cleroy lanobleza franceses;demodoque tenemos tres clases, francesacadacualbajoelpuntodevistadesupropiointerés,yestosincontarelrey,queesfrancésa sumanera. ¡Ah,Billot!Aquíves tú ladiferentemanerade ser francés,yaquíestálaverdaderarevolución.Túloserásdeunamanera,elabateMaurydeotra,MirabeaudedistintomodoqueelabateMaury,yenfin,elreynoseráfrancéscomoMirabeau. Pues bien, Billot, mi buen amigo, hombre de corazón y de inteligenciasana:túacabasdetocarlasegundapartedelacuestiónqueyotrato,yteruegoquetengaslabondaddepasarlavistaporesto.

YGilbertopresentóaBillotunpapelimpreso.—¿Quéesloquemedais?—dijoellabradortomandoelpapel.—Lee.—¡Oh!Biensabéisqueyonoséleer.—PuesdiaPitouquelea.PitouseempinóparamirarporencimadelhombrodeBillot.—Noesfrancés—dijo—,nilatín,nitampocogriego.—Esinglés—dijoGilberto.—Puesyonoconozcoelinglés—replicóorgullosamentePitou.—Yolosé—contestóGilberto—,yvoyatraducirosestepapel;perovedprimero

lafirma.—PITT—dijoPitou—.¿QuésignificaPITT?—Voyaexplicároslo—dijoGilberto.

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CapítuloXLIV

LOSPITT

—Pitt—continuóGilberto—eselhijodePitt.—¡Toma!—dijoPitou—.EscomoenlaEscritura.DemodoquehayPittprimero

yPittsegundo.—Sí,yelPittprimero,amigosmíos…Escuchadbienloquevoyadeciros.—Yaescuchamos—contestaronalavezBillotyPitou.—EstePittprimero—prosiguióeldoctor—fuedurantetreintaañoselenemigo

juradodeFrancia;ydesdeel fondode sugabinete,donde lagota le teníaclavado,combatióaMontcalmyaVaudreuilenAmérica,albailíodeSuffrenyaEstaingenelmar, y a Noailles y Broglie en el continente. Este Pitt primero había tenido porprincipioqueeranecesariodestronaralosfrancesesdeEuropa,ydurantetreintaañosnosvolvióatomarunaporunatodasnuestrascoloniasyfactorías,todoellitoraldelaIndia, ymil quinientas leguas de territorio en elCanadá; después, cuando vio queFranciaestabaarruinadaensustrescuartaspartes,aconsejóasuhijoquelaarruinaseporcompleto.

—¡Ah,ah!—exclamóBillot,visiblementeinteresado—.DemodoqueelPittqueahoratenemos…

—Precisamente—contestóGilberto—eshijodelPittquehemostenido,queyaconocéis,padreBillot,asícomotambiénPitou;que todoeluniversoconoce,yquecumpliótreintaañosenelmesdemayoúltimo.

—¿Treintaaños?—Yaveisquehaempleadobiensutiempo,amigosmíos.Puessabedquehaceya

sieteañosquegobiernalaInglaterra,sieteañosqueponeenprácticalasteoríasdesupadre.

—Puesentoncesaúnnosquedaparatiempo—respondióBillot.—Sí,tantomáscuantoqueelsoplovitalesmuyactivoenlosPitt.Dejadmedaros

unapruebadeello.PitouyBillotindicaronporunligeromovimientodecabezaqueescuchabancon

lamayoratención.Gilbertocontinuó:—En 1778, el padre de nuestro enemigo se moría; los médicos le habían

anunciado que su vida estaba pendiente de un hilo, y que el menor esfuerzo lerompería. Se agitaba entonces en pleno parlamento la cuestión de abandonar lascoloniasamericanasasuindependencia,segúnlodeseaban,paraevitarlaguerra,que

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amenazaba, fomentada por los franceses, dar fin de toda la riqueza y de todos lossoldadosdelaGranBretaña.

EraelmomentoenqueLuisXVI,nuestrobuenrey,aquélaquientodalanaciónacababa de otorgar el título de padre de la libertad francesa, acababa de reconocersolemnementelaindependenciadeAmérica.Allí,enloscamposdebatallayenlosconsejoshabíanprevalecidolaespadayelgeniodelosfranceses,eInglaterramandóofreceraWashington,esdecir,aljefedelosrebeldes,elreconocimientodelanaciónamericanasi,volviéndoseéstacontralosfranceses,lanuevanaciónqueríaaliarseconInglaterra.

—Peromeparece—dijoBillot—quenoerahonrosohacerniaceptarsemejanteproposición.

—AmigoBillot, esto es lo que se llama diplomacia, y en elmundo político seadmiraestaclasedeideas.Puesbien,amigomío:porinmoralquelacosaosparezca,talvez apesardeWashington, elmás lealde loshombres, sehubieranencontradoamericanos dispuestos a comprar la paz al precio de esa vergonzosa concesión aInglaterra; pero lord Chatam, el padre de Pitt, ese enfermo condenado, esemoribundo,esefantasmaquehabíaentradoyahastalasrodillasenlatumba;Chatam,que,alparecer,nodebíapediryamásqueelreposoenlatierraantesdeentregarsealsueño eterno bajó su monumento, ese viejo, en fin, quiso que le condujeran alparlamento,dondeseibaatratarlacuestión.

»SeapoyabaenelbrazodesuhijoGuillermoPitt,entoncesjovendediecinueveaños, y en el de su yerno. Iba revestido de un traje suntuoso para encubrirridículamente su mortal flacura; y, pálido como un espectro, con los ojosamortiguados bajo los párpados lánguidos, se hizo conducir a su asiento;mientrasque todos los lores, estupefactos ante tan inesperada aparición, inclinábanse yadmiraban,comohubierapodidohacerloelsenadoromanoalverdeprontoaTiberio,muertoyolvidadoya.

Escuchó silencioso, con profundo recogimiento, el discurso de lordRichmond,autor de la proposición; y cuando éste hubo terminado, Chatam se levantó paracontestar.

«Entoncesaquelhombremuertohallófuerzasparahablartreshoras;tuvofuegoensucorazónparaquesusojoscentellearanyensualmaacentosqueagitarontodosloscorazones.

»Mas cierto es que hablaba contra Francia, cierto que avivaba el odio de suscompatriotas y cierto también que había concentrado todas sus fuerzas y su fuegoparaarruinaryconsumirelpaísodiosorivaldelsuyo.Prohibióquesereconocieselaindependencia de América; prohibió toda transacción, y exclamó: «¡La guerra, laguerra!».Habló comoAníbal contraRoma, comoCatón contraCartago, y declaróque el deber de todo inglés leal era perecer arruinado antes de consentir que una

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colonia,unasola,sedesprendiesedelamadrepatria.«Terminósudiscurso,profiriólaúltimaamenaza,ycayócomoheridodelrayo.«Nadalequedabayaquehacerenelmundo,yselellevaronexpirante.«Pocosdíasdespuéshabíamuerto.—¡Oh, oh!—exclamaron a la vez Billot y Pitou—. ¡Qué hombre era ese lord

Chatam!—Era el padre del joven de treinta años que nos ocupa—repuso Gilberto—.

Chatammurióalossetentaaños;ysielhijovivetantocomoelpadre,aúntendremosquesufriraPittcuarentaaños.Heaquí,padreBillot,elhombreconquientenemosquehabérnoslas;heaquíelhombrequegobiernalaGranBretaña,querecuerdalosnombres Lameth, deRochambeau y de Lafayette, que sabe ahora cómo se llamantodoslosindividuosdelaAsambleaNacional,quehajuradounodiomortalaLuisXVI,autordeltratadode1778;yaquél,enfin,quenorespirarálibrementemientrasquehayaenFranciaunfusilcargadoyunabolsarepleta.¿Comenzáisacomprenderahora,amigoBillot?

—ComprendoqueaborrecemuchoaFrancia;peronoveonadamás.—Niyo—dijoPitou.—Puesbien:leedesascuatropalabras.YpresentóelpapelaPitou.—¿Inglés?—dijoéste.—Don’tmindthemoney—dijoGilberto.—Oigobien—dijoPitou—;peronoentiendo.—Nohagáiscasodeldinero—replicóeldoctor.Ymásadelante,volviendoalamismarecomendación,leyó:«Decidlesquenoahorreneldineronimedencuentaalguna».—Entoncesarman—dijoBillot.—No,corrompen.—Pero¿aquiénvadirigidaestacarta?—Atodoelmundoyanadie.Eldineroqueseda,quesedistribuyeyseprodiga,

se entrega a los campesinos, a los obrerosmiserables, a personas, en fin, que nosecharánaperderlarevolución.

ElpadreBillotinclinólacabeza:aquellafraseexplicabamuchascosas.—¿HabríaismuertoanteLaunaydeunculatazoconvuestrofusil,amigoBillot?

—preguntóGilberto.—No.—¿HabríaisdadomuerteaFlessellesdeunpistoletazo?—No.—¿HabríaisahorcadoaFoulon?—No.

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—¿Habríais llevado el corazón ensangrentado de Berthier a la mesa de loselectores?

—Esoesunainfamia—exclamóBillot—.Porculpablequefueseaquelhombre,me habría dejado hacer pedazos para salvarle, y la prueba es que fui herido aldefenderle,yque,anoserporPitou,quemecondujoalaorilladelrío…

—¡Oh!Esoesverdad—dijoeljoven—.Anoserpormí,elpadreBillothubierapasadounmalcuartodehora.

—Puesbien:advertid,amigoBillot,quehaymuchaspersonasqueobraríancomovossi tuvieranjuntoasíunapoyo;peroabandonadas,porelcontrario,alosmalosejemplos,lleganasermalignasprimero,ferocesdespués,frenéticasalfin,ycuandoelmalestáhechonotieneremedio.

—Peroaunadmitiendo—objetóBillot—queelseñorPitt,omásbiensuagente,hayaintervenidoporalgoenlamuertedeFlesselles,deFoulonydeBerthier,¿québeneficiopuedereportarleesto?

Gilbertocomenzóasonreírsilenciosamente,deesamaneraquecausaextrañezaalaspersonassencillasyestremecealospensadores.

—Y¿mepreguntáisvosquébeneficiolereportaría?—Sí,quisierasaberlo.—Puesvoyadecíroslo,yheloaquí.¿Amáismucholarevolución,vosquehabéis

pisadolasangreparatomarlaBastilla?—Sí,laamaba.—Pues bien: ahora no la amáis tanto, y echáis de menos Villers-Cotterets,

Pisseleux,lacalmadevuestrallanuraylasombradevuestrosgrandesbosques.—FrígidaTempe—murmuróPitou.—¡Oh!Sí:tenéisrazón—dijoBillot.—Pues bien: vos, padre Billot, vos, labrador y propietario, hijo de la Isla de

Francia,ydeconsiguientefrancéspuro,representáiselTercerEstado,ypertenecéisaloquellamanlamayoría.¡Y,noobstante,estáisdisgustado!

—Loconfieso.—Entonces,lamayoríaloestarátambién.—¿Quémás?—Que un día abriréis los brazos a los soldados del señor de Brunswick o del

señorPitt,loscualesvendránennombredeesosdoslibertadoresdeFranciaparaqueadoptéislassanasdoctrinas.

—Jamás.—¡Bah!Esperadunpoco.—Flesselles,BerthieryFouloneranenelfondounosbribones—murmuróPitou.—¡Pardiez! Como los señores de Sartines y de Maurepas, como Argenson y

Philippeaux lo fueron antes que ellos, como el señor Law, como Duverney, los

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LeblancylosdeParis,comoFouquetyMazarino,comoSemblanceyyEnguerrandode Marigny, como los señores de Brienne y de Calonne lo son para el señor deNecker,ycomoésteloseráparaelMinisterioquetendremosdentrodedosaños.

—¡Oh,ohdoctor!—murmuróBillot—.¿ElseñordeNeckerunbribón?¡Jamás!—Comoloseréisvos,mibuenBillot,paraeljovenquetenemosaquí,enelcaso

de que un agente del señorPitt le enseñe ciertas teorías bajo la influencia de unascopas de aguardiente y diez francos por cada día demotín. La palabrabribón,miquerido Billot, es la que sirve para designar durante la revolución al hombre quepiensa de distintamanera que cada uno de por sí; y estamos destinados a que noscalifiquenatodosconella,pocoomucho.Algunoslaconfirmarándetalmodo,quesuscompatriotas la inscribiránensu tumba;mientrasqueotros lamerecerán tanto,quelaposteridadratificaráelepíteto.Heaquí,amigoBillot,loqueyoveo,yvosno.Amigomío,esprecisoqueloshombreshonradosnoseretiren.

—¡Bah! —exclamó Billot—. Aunque los hombres honrados se retirasen, larevoluciónnodejaríadeseguirsucurso,porqueyahacomenzado.

OtrasonrisaentreabrióloslabiosdeGilberto.—¡Niñogrande!—exclamó—,queabandonaelcabodelarado,quedesengancha

los caballos y dice: «Bueno, el aradonomenecesita, y hará el surcopor sí solo».Pero, amigomío, ¿quién ha hecho esta revolución?Los hombres honrados, ¿no esverdad?

—Francia se lisonjea de ello. A mí me parece que Lafayette es honrado, queBailly loes también,asícomoelseñordeNecker;yopino,enfin,que losseñoresElias y Hullin, lo mismo que Maillard, que combatía conmigo, son personashonradas,ymeparece,enfin,quevos…

—Puesbien,Billot,siloshombreshonrados,sivos,yo,Maillard,Hullin,Elias,Necker, Bailly y Lafayette se abstienen, ¿quién trabajará? Esos miserables, esosasesinos, esos bribones que antes os indicaba, los agentes de los agentes del señorPitt…

—Contestadaeso,padreBillot—dijoPitoumuyconvencido.—Puesbien—replicóellabrador—;nosarmaremos,yseharáfuegocontraellos

comosifuesenperros.—Esperad.¿Quiénsearmará?—Todoelmundo.—Billot,Billot,recordadunacosa,amigomío,yesqueloquehacemoseneste

momentosellama…¿Cómollamaréisaloquehacemosahora,Billot?—Estosellamahablardepolítica,¿señorGilberto?—Pues bien: sabed que en política no hay crimen absoluto. Se puede ser un

bribónounhombrehonrado segúnque seperjudiqueno se sirvan los interesesdeaquélquenosjuzga.Aquéllosaquienesllamáisbribonesdaránunarazónespeciosa

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de sus crímenes, y para muchos hombres honrados que hayan tenido un interésdirecto o indirecto en que esos crímenes se cometan, llegarán a ser personasmuyhonradas. Desde el momento en que suceda así, andemos con tiento, Billot, ytengamoscuidado.Hayyagentequecogeelarado,ycaballosdispuestosatirardeél;yadvertid,Billot,queyaestáenmarchasinnosotros.

—Estomepareceespantoso—dijoellabrador—;pero,sielaradoavanzayasinnosotros,¿dóndeirá?

—¡Dioslosabe!—contestóGilberto—.Encuantoamí,nosénada.—Puesbien: si no lo sabéis vos, que sois un sabio, señorGilberto, conmucha

más razón yo, que soy un ignorante, nada puedo decir tampoco. Pronostico, sinembargo…

—¿Quépronosticáis,Billot?Veamos.—YopreveoquelomejorquepodemoshacerPitouyyoesvolveraPisseleux.

Allímanejaremosotravezelarado,elverdaderoarado,eldehierroymadera,conelcualselabranlastierrasynosecortanlascarnesniserompenloshuesosdeloquesellama el pueblo francés. Haremos crecer el trigo en vez de derramar sangre, yviviremoslibresycontentosyseñoresdenuestrascasas.¡Venidconnosotros,señorGilberto,quédiablo!Amímeagradasaberadondevoy.

—Uninstante,mibuenamigo—repusoGilberto—.Yonosédóndevoy,segúnoshedichoyosrepito;perovoyyquieroirsiempreadelante.Mideberestátrazado,ymividaperteneceaDios;peromisobrassonladeudaquepagaréalapatria;bastaquemiconcienciamediga:«¡Adelante,Gilberto,quevasporbuencamino!».Estoestodo cuanto necesito. Si me engaño, los hombres me castigarán; pero Dios meabsolverá.

—Sinembargo,loshombrescastigantambiénalosquenoseengañan,segúnmehabéisdichoantes.

—Y lo digo aún, y persisto en ello,Billot: error o no, sigo adelante. ¡Diosmelibre,sinembargo,deasegurarqueelresultadonoprobarámiimpotencia!Pero,antetodo,Billot,elSeñorlohadicho:«Pazaloshombresdebuenavoluntad».Seamos,pues, de aquéllos a quienes el Todopoderoso promete la paz. Mira al señor deLafayette,tantoenAméricacomoenFrancia;yamontasutercercaballoblanco,ynosabemoscuántosusaráaún;miraalseñordeBailly,quegastasuspulmonesymiraalrey, que pierde su popularidad. ¡Vamos, vamos, Billot: no seamos egoístas!Gastémonosunpoco,amigomío,yquédatedondeestás.

—Pero¿conquéfin,sinohemosdeimpedirelmal?—Billot, no vuelvas a repetir esa palabra, porque te apreciaré menos. Has

recibidopuntapiés,puñetazosyhastabayonetazoscuandoquisistesalvaraFoulonyaBerthier…

—Sí,ymuchos—contestóBillot,pasandolamanoporsusmiembrosdoloridos

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aún.—Yyotengounojocasihundido—dijoPitou.—Ytodoestoparanada—añadióBillot.—Puesbien,hijosmíos:sienlugardeserdiez,quinceoveintedevuestrovalor,

hubieraissidocien,doscientosotrescientos,habríaislibradoalinfelizdelaespantosamuerte que sufrió, evitando así un trabajo a la nación.He aquí por qué, envezdemarchara loscampos,queestánbastante tranquilos,exijo,amigoBillot, encuantopuedoexigirdevos,quepermanezcáisenParís,paraqueyotengaamanounbrazofuerteyuncorazónleal,paraqueyopruebemiespírituymiobraenlafielpiedradetoque de vuestro buen sentido y de vuestro puro patriotismo, para que, en fin,distribuyendo,noeloro,puestoquenoletenemos,sinoelamoralapatriayalbienpúblico,seasmiagentecercadeunainfinidaddeinfelicesextraviados,ytambiénmibastóncuandoyoresbale,ocuandodebaaplicaruncastigo.

—Unperrodeciego—dijoBillotconsublimesencillez.—Precisamente—contestóGilbertoconelmismotono.—Puesbien,acepto—dijoBillot—,seréloquedeseáis.—Séqueloabandonastodo,fortuna,mujerehijosyfelicidad,Billot;masnoserá

porlargotiempo:pierdecuidado.—Yyo—preguntóPitou—,¿quéharé?—Tú—contestóGilberto,mirandoalingenuoyrobustomozo,pocoorgullosode

su inteligencia—, tú volverás a Pisseleux para consolar a la familia de Billot yexplicarlasantamisiónquehaemprendido.

—Ahoramismo—dijoPitouestremeciéndosedealegríaantelaideadevolveraestarjuntoaCatalina.

—Billot—dijoGilberto—,dadlevuestrasinstrucciones.—Helasaquí—repusoBillot.—Yaescucho.—Catalinaquedanombradapormídueñadelacasa.¿Meentiendesbien?—¿YlaseñoraBillot?—preguntóPitou,algosorprendidodequesetransfiriesea

lahijaelderechodelamadre.—Pitou—dijo Gilberto, que había comprendido la idea de Billot al notar un

ligeroruborenlafrentedelpadredefamilia—,recuerdaesteproverbioárabe:«Oíresobedecer».

Pitousesonrojóasuvez,puescasihabíacomprendidotambiénsuindiscreción.—Catalina es el espíritu de la familia —añadió Billot, sin rodeo alguno para

aclararsuidea.Gilbertoseinclinóenseñaldeasentimiento.—¿Estoestodo?—preguntóeljoven.—Paramísí—contestóBillot.

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—Peronoparamí—dijoGilberto.—Yaescucho—replicóPitou, dispuesto aponer enpráctica el proverbio árabe

citadocincominutosantesporGilberto.—LlevarásunacartamíaalcolegiodeLuiselGrande—añadióGilberto—;sela

darásalabateBérardier,quiendebeentregarteaSebastián;melotraerásafindequeleabrace,yleacompañarásdespuésaVillers-Cotterets,dejándoleencasadelabateFortierparaquenopierdademasiadotiempo.Quieroquesalgacontigolosdomingosylosjueves,yleharásandarsintemorporlasllanurasylosbosques.Másvale,paramitranquilidadyparasusalud,queestéalláynoaquí.

—Hecomprendido—exclamóPitou,halagadodeencontraralavezlasamistadesde la infancia y las vagas aspiraciones de un sentimiento algo más adulto que sedespertabaenéltansóloaloírelnombremágicodeCatalina.

Pitouselevantó,despidiósedeGilberto,quesonreía,ydeBillot,quemeditaba.DespuésmarchócorriendoparairenbuscadeSebastián,suhermanodeleche,en

casadelabateBérardier.—Ynosotros—dijoGilbertoaBillot—,trabajemos.

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CapítuloXLV

MEDEA

EnVersalleshabíaseguidounpocodecalmaalasterriblesagitacionesmoralesypolíticasqueacabamosdeponeralavistadenuestroslectores.

El rey respiraba; y pensando algunas veces en lo que había debido sufrir suorgulloborbónicoenaquelviajeaParís,consolábalelaideadehaberreconquistadosupopularidad.

Entretanto,deNeckerorganizabayperdíasuavementelasuya.Encuantoalanobleza,comenzabaaprepararsudecepciónosuresistencia.Elpueblovelabayesperaba.Por suparte, la reina, concentradaen símisma, seguradequeera elblancode

todos los odios, se hacíamuy pequeña y disimulaba, comprendiendo también que,aunquefueseelpuntodemirademuchasaversiones,eraalmismotiempoobjetodenopocasesperanzas.

DesdeelviajedelreyaParís,apenashabíavueltoaveraGilberto.Unavez,sinembargo,sehabíapresentadoaellaenelvestíbuloqueconducíaala

habitacióndelrey.Y allí, como la saludase profundamente, la reina fue la primera en trabar

conversación.—Buenosdías,caballero—dijo—.¿Vaisaveralrey?Yañadióconunasonrisaquerevelabaciertaironía:—¿Vaiscomoconsejeroocomomédico?—Comomédico,señora—contestóGilberto—.Hoytengoseñaladoelservicio.MaríaAntonietahizounaseñalaGilbertoparaquelasiguiese,yésteobedeció.Losdosentraronenunsaloncitoqueprecedíaalahabitacióndelrey.—Yaveis,caballero—dijolareina—,quemeengañabaiselotrodía,cuandoal

hablardelviajeaParísmeasegurasteisqueelreynocorríapeligroalguno.—¡Yo,señora!—replicóGilbertoconasombro.—Sinduda.¿NohandisparadountirocontraSuMajestad?—¿Quiéndiceeso,señora?—Todoelmundo,caballero,ysobretodolosquehanvistocaeralapobremujer

casibajolasruedasdelcochedemiesposo.¿Preguntáisquiéndiceeso?LosseñoresdeBeauvauydeEstaing,quevieronvuestrotrajeperforado.

—¡Señora!—Labalaqueosrozó,caballero,pudomuybienmataralrey,comomatóaesa

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pobremujer,pues labalade losasesinosno ibadirigidacontra la infeliz,nicontravostampoco.

—Nocreoenuncrimen,señora—repusoeldoctor,algovacilante.—Puesyosícreo,caballero—replicólareina,mirandoaGilbertofijamente.—Entodocaso,sihaycrimen,nosedebeimputaralpueblo.LareinafijóenGilbertounamiradamáspenetranteaún.—¡Ah!—exclamóMaríaAntonieta—.Pues¿aquiéndebeatribuirseentonces?—Señora—continuóeldoctor,moviendolacabeza—,desdehacealgúntiempo

veo y estudio al pueblo, y puedo decir que éste, cuando asesina en tiempo derevolución,mata con susmanos, porque es en tal caso el tigre enfurecido, el leónirritado.Estasdosfierasnosesirvendeintermediario,deagenteentrelafuerzaylavíctima;matanpormatar;derramanlasangreporpurogusto,yagrádalesteñirenellasusdientesyhumedecersusgarras.

—Sí, testigos de ello pudieron ser Foulon y Berthier. ¿No es verdad? PeroFlesselles fuemuerto de unpistoletazoo, por lomenos, así lo he oídodecir;mas,despuésdetodo—continuólareinaconironía—,talveznoseacierto.¡Estamostanrodeadosdeaduladoresnosotroslosreyes!

GilbertomiróasuvezfijamenteaMaríaAntonieta.—¡Oh!—exclamó—.Seguramentenocreéis,señora,quefueelpuebloquienle

mató.Encuantoaése,habíamuchaspersonasinteresadasenquemuriera.—Enrigor,esposible—contestólareinadespuésdereflexionarunmomento.—Puesentonces…—dijoeldoctor,inclinándosecomoparapreguntaralareina

siteníaalgunacosamásquehablar.—Comprendo, caballero —contestó la soberana, deteniendo al doctor con un

ademán casi amistoso—. Como quiera que sea, me permitiré deciros que nuncasalvaréisalreytanpositivamenteconvuestracienciacomolesalvasteistresdíashaceconvuestropecho.

Gilbertose inclinóporsegundavez;perocomovieseque lareinanosemovía,permanecióquieto.

—Yohubieradebidovolveraveros,caballero—dijoMaríaAntonietadespuésdeunapausa.

—VuestraMajestadnomenecesitabaya—replicóeldoctor.—Soismuymodesto.—Quisieranoserlo,señora.—¿Porqué?—Porque siendo menos modesto sería menos tímido, y, de consiguiente, más

propioparaserviramisamigosomolestaralosenemigos.—¿Porquédecís«Misamigos»,yno«Misenemigos»?—Porqueyonotengoenemigos,o,másbien,porquenoquieroreconocerlos,al

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menosdemiparte.Lareinamiróconsorpresaaldoctor.—Quierodecir—continuóGilberto—quesolamente losquemeodiansonmis

enemigos,peroqueyonoaborrezcoanadie.—¿Porqué?—Porquenoamoanadietampoco.—¿Soisambicioso,señorGilberto?—Hubouninstanteenqueesperéllegaraserlo,señora.—Y…—Yestapasiónabortóenmialmacomotodaslasdemás.—Peroaúnosquedauna—dijolareinaconunaespeciedefinurairónica.—¡Amí,señora!Y¿cuálpuedeser,Diosmío?—El…patriotismo.Gilbertoseinclinó.—¡Oh! Esto es verdad—dijo—; adoromi patria y haré en su favor todos los

sacrificios.—¡Ay de mí!—exclamó la reina con encantadora e indefinible melancolía—.

Huboun tiempoenque jamásunbuenfrancéshubieraexpresadoestepensamientocomoacabáisdehacerlo.

—¿Quéquieredecirlareina?—preguntórespetuosamenteeldoctor.—Quierodecir,caballero,queenel tiempodequehabloeraimposiblequeuno

amasesupatriasinamaralmismotiempoasureinayasurey.Gilbertosesonrojóeinclinóse,sintiendoensucorazóncomounchoquedeesa

electricidadquesedesprendíadelareinaensusseductorasintimidades.—¿Nomecontestáis,caballero?—Señora—replicóeldoctor—,mepreciodeamarlamonarquíamásquenadie.—¿Estamosenuntiempoenquebastedecirlo?¿Novaldríamásprobarlo?—Pero,señora—repusoGilberto,sorprendido—,ruegoaSuMajestadquecrea

queentodocuantoelreyolareinaordenen,yo…—Loharéis,¿noesverdad?—Seguramente,señora.—Conlocual,caballero—replicólareina,tomandoapesarsuyounpocodesu

altaneríaordinaria—,nohabríaishechomásquecumplirconvuestrodeber.—Señora…—Dios,quehadadolaomnipotenciaalosreyes—continuóMaríaAntonieta—,

leshalibradodelaobligacióndemostrarseagradecidosalosquetansólocumplenconundeber.

—¡Aydemí,aydemí,señora!—repusoasuvezeldoctor—.Seacercaeltiempoen que vuestros servidoresmereceránmás que vuestro agradecimiento, si tan sólo

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quierencumplirconsudeber.—¿Quéquieredecireso,caballero?—Quieredecir,señora,queenestosdíasde trastornoydedemolición,envano

buscaréisamigosallídondeestáisacostumbradaaencontrarservidores.PedidaDios,señora,queosenvíeotrosconnuevosapoyosynuevosamigosdiferentesdelosquetenéis.

—Y¿conocéisalguno?—Sí,señora.—Puesindicádmelo.—Mirad,señora,elqueoshablaenestemomentoeraayervuestroenemigo.—¡Mienemigo!¿Yporqué?—Porqueordenasteismiprisión.—¿Yhoy?—Hoy,señora—contestóGilbertoinclinándose—,soyvuestroservidor.—¿Yelmotivo?—Señora…—Sí, el motivo que os ha inducido a ser mi servidor. No está en vuestra

naturaleza,caballero,cambiarasítanprontodeparecer,decreenciasodeafecciones.Sois un hombre profundo en los recuerdos, señor Gilberto, y sabéis hacer durarvuestrasvenganzas.Veamos,decidmecuáleselobjetodevuestrocambio.

—Señora,mehabéiscensuradohaceunmomentoporamardemasiadomipatria.—Nunca se puede amarla demasiado, caballero, y solamente se trata de saber

cómo se la ama. Yo adoro la mía—Gilberto sonrió—. ¡Oh! No hagáis una falsainterpretación,caballero:mipatriaesFrancia,yyo laheadoptado.Alemanapor lasangre,soyfrancesaporelcorazón,yamoaFranciaporelrey,porelrespetodebidoaDios,quenoshaconsagrado.Decidvosahora.

—¿Yo,señora?—Sí, vos. Confesad que no pensáis lo mismo: vos amáis la Francia pura y

simplementeporloqueesensí.—Señora—contestóGilbertoinclinándose—,seríaunafaltaderespetoavuestra

Majestadnohablarconfranqueza.—¡Oh! —exclamó María Antonieta—. Espantosa época aquélla en que las

personasquepretendenserhonradasaíslandoscosasquenosehanseparadonunca,dosprincipiosquesiempremarcharon juntos:Franciaysurey.Pero¿no tenéisunatragedia de unode vuestros poetas en que se pregunta a una reina abandonada deltodo?¿Quéosqueda?Alocualcontestaella:«¡Amí!YosoycomoMedea;descanso,yyaveremos».

Y pasó por delante de Gilberto con expresión de enojo, dejándole poseído deasombro.

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Acababade levantaranteél,porel soplodesucólera,unapuntadeaquelvelotraselcualseelaborabatodalaobradelacontrarrevolución.

—¡Vamos!—sedijoGilbertoalentraren lahabitacióndeLuisXVI—.Lareinameditaunproyecto.

—¡Vamos!—se dijo la reina al entrar en su aposento—.Decididamente no sepuedehacernadaconesehombre:tienelafuerzaycarecedelaabnegación.

¡Pobres príncipes! Para ellos la palabra abnegación es sinónimo de la palabraservilismo.

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CapítuloXLVI

LOQUELAREINAQUERÍA

Gilberto volvió a casa de Necker, después de haber visto al rey, tan tranquilocomoagitadaestabalareina.

Elreyescribía,formabaplanesymeditabareformasenlasleyes.Aquelhombredebuenavoluntad,demiradabondadosaydereconocidarectitud,

cuyo corazón se falseó, al fin, por preocupaciones inherentes a la condición real,aquelhombreseobstinabaenreconquistarfrivolidadesacambiodelascosasdevalorque le arrebataban; y empeñábase en penetrar el horizonte con su mirada miope,cuando el abismo estaba abierto a sus pies. Aquel hombre inspiraba profundacompasiónaGilberto.

En cuanto a la reina, no era así, y, a pesar de su impasibilidad, Gilbertocomprendía que era una de aquellas mujeres a quienes se ha de amarapasionadamenteuodiaramuerte.

Unavezensuhabitación,parecióleaMaríaAntonietaquesentíacomoungranpesoenelcorazón.

Enefecto:nicomomujernicomoreinateníanadasólidoasualrededor,nadaquelaayudaseasoportarunapartedelfardoquelaagobiaba.

Dondequieraquefijaralavistacreíaverunavacilaciónounaduda.Loscortesanos,inquietosporsufortuna,realizabansusbienes.Losparientesylosamigospensabaneneldestierro.Lamujermásaltiva,Andrea,sealejabapocoapoco,decuerpoydecorazón.Elhombremásnobleymásqueridodetodos,Charny,estabaresentidoporalgún

capricho,yerapresadeladuda.Aquellasituación inquietabaa la reina,aella,queerael instintoy lasagacidad

misma.¿Cómohabíacambiadodeprontoaquelhombrepuro,aquelnoblecorazón?«No,aúnnohacambiado—sedecíalareinasuspirando—,perocambiará».¡Convicción terrible para la mujer que ama con pasión, e insoportable para la

mujerqueamaconorgullo!Ahorabien:lareinaamabaaCharnyalavezconpasiónyconorgullo;demodo

quesufríapordosheridas.Y,sinembargo,enelcasoaquehabíallegado,enelmomentoenqueacababade

darse cuenta delmal que había hecho, y del error en que había incurrido, aún eratiempoderepararlo.

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Mas no era un carácter maleable el de aquella mujer coronada, que no podíadecidirse a ceder ni aun en la injusticia. Tal vez ante un indiferente hubierademostradooqueridodemostrargrandezadealma,yentonces,quizáshabríapedidoperdón.

Peroaquélaquienhabíahonradoconsuafectoalaveztanvivoytanpuro,aquélaquiensedignóhacerpartícipedesusmássecretospensamientos,lareinaopinabaquenodebíahacerlelamenorconcesión.

Ladesgraciadelasreinasquedesciendenhastaelpuntodeamaraunsúbditosedebeaqueamansiemprecomoreinasyjamáscomomujeres.

MaríaAntonieta se estimaba en tal alto precio, que no creía que nada humanopudierapagarsuamor,nilasangre,nisiquieralaslágrimas.

Desde elmomento en que reconoció que estaba celosa deAndrea, comenzó aperdermoralmente.

Consecuenciadeestainferioridadfueronsuscaprichos.Consecuenciadeestoscaprichos,lacólera.Ycomoresultadodeésta, losmalospensamientos,queconducendespuésa las

malasacciones.Charnyno se daba cuenta ennadade todo cuanto acabamosdedecir; pero era

hombre,yhabíacomprendidoqueMaríaAntonietaestabacelosainjustamentedesumujer.

Desumujer,aquienjamáshabíamirado.Nadasublevatantouncorazónrectoeincapazdetraicióncomoverqueselecreecapazdeella.

Nadaes tanpropiopara llamar laatenciónsobrecualquieracomoloscelosconqueselehonra,ysobretodosiloscelossoninjustos.

Entonces, aquél de quien se sospecha reflexiona, mirando alternativamente elcorazóncelosoylapersonacelosa.Cuantomáselevadaeselalmadelceloso,mayoreselpeligroenquesearroja.

En efecto: ¿cómo suponer queunnoble corazón, una inteligencia elevadayunorgullolegítimo,cómosuponerquetodoestoseinquietaríapornadaopormuypocacosa?¿Porquéhabíadetenerceloslamujerhermosa?¿Porquélostendríaunareina?¿Por qué la mujer de talento? ¿Cómo suponer que esta mujer se inquietaría sinmotivo?Elcelosonoesmásqueelsabuesoquedescubreparaotrolosméritosqueelcazadorindiferentenohabíaobservadoenelcamino.

CharnynoignorabaquelaseñoritaAndreadeTarverneyeraantiguaamigadelareina, siempre bien tratada en otro tiempo y preferida siempre. ¿Por qué MaríaAntonietanolaamabaya?¿Porquéestabacelosa?

Habíasorprendido,pues,algúnmisteriososecretodebellezaqueCharnynohabíadescubierto,sindudapornohaberbuscado.

SindudacomprendióqueCharnypodíamiraraquellamujeryqueellaperdería

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algunacosaporlacomparación.Obienhabría creídonotarqueCharny la amabamenos, sinqueningunacausa

exterior disminuyese su pasión. Para los celosos nada hay tan fatal como elconocimientoquecomunicanaotrorespetoalestadodelcorazónquequierenguardarconsucalormásintenso.

¿Cuántas veces sucede que la persona amada reconoce por las quejas sobre sufrialdadlaquerealmentecomienzaaexperimentarsindarsecuentadeello?

Y cuando ve esto, cuando reconoce la verdad de la queja, ¿cuántas veces sevuelveaencendersupasión,cuántasvecesseavivalallamalanguideciente?

¡Oh torpezade losamantes!Ciertoesqueallídondehaydemasiadaastucianohaycasinuncabastanteamor.

MaríaAntonietahabíadescubierto,pues,ellamismaaCharny,porsuscólerasysusinjusticias,quehabíaunpocomenosdeamorenelfondodesucorazón.

Y, apenas lo supo él, buscó la causamirando a su alrededor, y entonces hallónaturalmentelacausadeloscelosdelareina.

EraAndrea,lapobremujer,abandonadaantesdeseresposa.YCharnysecompadeciódeAndrea.Laescenaocurridadespuésdesuregresode

Paríslehabíadescubiertoaquelprofundosecretodecelos,ocultoatodoslosojos.También la reinavioque todoestabadescubierto;y comonoquería ceder ante

Charny,empleóotromedioqueensuopinióndebíaconducirlaalmismoobjeto.Comenzó amostrarsemuy atenta y solícita conAndrea.Admitióla a todos sus

paseos,atodassusveladas;lacolmódecaricias,ehízolaobjetodeenvidiasdetodaslasdemásdamas.

Y Andrea se dejó llevar, con asombro, pero sin agradecimiento, pues habíasedicho,desdehacíaaños,quepertenecíaalareina,queéstapodíahacerdeellacuantoquisiese,y,porlomismo,dejábaseconducir.

En cambio, como era necesario que la irritación de la mujer recayese sobrealguno,lareinacomenzóamaltratarduramenteaCharny;yanolehablaba,ydejabapasardíasysemanasafectandoquenisiquieranotabasupresencia.

Pero,apenasestabaausente,elcorazóndelapobremujerseentristecía,ysusojosvagabaninquietosbuscandoaquéldequienseapartabanapenaspodíanverle.

Si necesitaba un brazo, si quería dar alguna orden, si debía prodigar algunasonrisa,eraparaelprimeroquesepresentara.

Jamásfaltabaalguno,queaveceserapersonadistinguidademérito.La reina creía curarse de su herida hiriendo a Charny. Este último sufría y se

callaba:erahombrequesedominabamucho;ydurantesusespantososmartiriosnoseleescapabaniunsolomovimientodecóleraodeimpaciencia.

Entonces se vio un curioso espectáculo, uno de aquéllos que solamente a lasmujeresesdadopresentarycomprender.

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Andreacomprendiótodoloquesuespososufría;ycomoleamabaconesecariñoangelical que jamás había concebido una esperanza, se compadeció de él ydemostróloasí.

Deestacompasiónresultóunadulcearmonía;yAndreaquisoconsolaraCharnysindejarleverquecomprendíaquenecesitaseconsuelos.

Y todo esto se hacía con esa delicadeza que podría llamarse femenina, puessolamentelasmujeressoncapacesdeella.

MaríaAntonieta,quetratabadedividirparareinar,echódeverquehabíatomadomal camino, y que, involuntariamente, acercaba dos almas que hubiera queridosepararpormediosmuydistintos.

Entonces, en el silencio y la soledad de las noches, la pobre mujer sufrióespantosostormentosquedebíandaraDioslamásaltaideadesupoder,puestoquehacreadoseresbastantefuertesparasoportarsemejantespruebas.

Poreso la reinahubierasucumbidoseguramentea tantosmales,anoserpor lapreocupación de su política. No se queja de la dureza de su lecho quien tiene losmiembrosquebrantadosporlafatiga.

Tales eran las condiciones en que la reina vivió desde el regreso del rey aVersalleshastaaqueldíaenquepensóseriamenteenvolveralejercicioabsolutodesupoder.

Yeraque,ensuorgullo,atribuíaasudecadenciacomoreinalaespeciededesdénquehacíaalgúntiempoparecíasufrirlamujer.

Paraaquellaimaginaciónactiva,pensareraobrar.Ypusomanosalaobrasinperdermomento.¡Ay!¡Laobraqueemprendíaeraladesuperdición!

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CapítuloXLVII

ELREGIMIENTODEFLANDES

Desgraciadamenteparalareina,todosloshechosquehemosdadoaconocereranaccidentesenlosqueunamanofirmeeindustriosapodíaponerremedio;ytansólosetratabadeconcentrarlasfuerzas.

Lareina,viendoquelosparisiensessehabíanconvertidoenmilitaresyquerían,alparecer,laguerra,resolviódemostrarlesloqueeraunaguerraverdadera.

—Hasta entonces —decíase— han tenido que habérselas tan sólo con losinválidos de la Bastilla y los suizosmal sostenidos y vacilantes;mas ahora se lesdemostraráloquevalenunoodosbuenosregimientosrealistasybiendisciplinados.

«Talvezhayaenalgunaparteunodeesosregimientosquehanpuestoyafinalosmotines, derramando su sangre en las convulsiones de la guerra civil; semandarállamaraunodeellos,elmásconocido,ylosparisiensescomprenderánentoncesquenoselesdejamásremedioquelaabstención.

EstosucedíadespuésdetodaslasdiscusionesdelaAsambleaydelreysobreelveto. Luis XVI había luchado durante dos meses para recobrar un resto de susoberanía;yjuntamenteconelministerioyMirabeautratódeneutralizarelimpulsorepublicanoquedeseabaeliminardeFrancialamonarquía.

La reina se había debilitado en aquella lucha, sobre todo porque vio al reysucumbir.

Luis XVI había perdido en aquel combate todo su poder y el resto de supopularidad;mientrasquealareinalevalióunsobrenombre,unmote;unadeesaspalabrasextrañasaloídodelpueblo,yqueporlomismoleacaricia,unnombrequenoeratodavíaunainjuria,peroquedebíallegaraserlamássangrientadetodas,unapalabraqueseconvirtiómástardeenpalabradesangre:lallamabanMadameVeto.

Este nombre debía ir, en alas de las canciones revolucionarias, a espantar enAlemania a los súbditos y amigos de aquéllos que, al enviar a Francia una reinaalemana,teníanderechoparaextrañarqueselainjuriaseconelnombredeAustriaca.

EstenombredebíaacompañarenParís,enlasasonadas,enlosdíasdematanzayenlosúltimosgritos,lasagoníasespantosasdelasvíctimas.

María Antonieta se llamó en lo sucesivo Madame Veto, hasta el día que sellamaralaViudaCapeto.

Era la tercera vez que cambiaba de nombre: después de llamarse laAustriacaapellidáronlaMadameDéficit.

Después de las luchas en que la reina trató de interesar a sus amigos por la

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inminenciadesupropiopeligro,fuecuandoobservóquesehabíanpedidoyaenlaCasaAyuntamientosesentamilpasaportes.

SesentamilpersonasnotablesdeParísydeFranciahabían idoa reunirseenelextranjero con los amigos y parientes de la reina. ¡Doloroso desengaño que habíaheridoprofundamenteaMaríaAntonieta!

Por eso no hacíamás quemeditar, desde aquelmomento, una fuga hábilmenteconcertada,una fugaque seapoyasepor la fuerzaencasonecesario;una fugaqueasegurase la salvación, y, después de la cual, los fieles que se hallaran en Franciapodríanhacer laguerracivil,esdecir,castigara losrevolucionarios.Elplannoeramalo, y seguramente habría tenido buen resultado; pero detrás de la reina velabatambiénelgeniomaléfico.

¡Extrañodestino!Aquellamujerqueinspiróantestangenerosasabnegacionesnoencontróenningunapartediscreción.

EnParíssesupoquedeseabahuirantesdequeestuviesepersuadidadeestoellamisma.

A partir delmomento en que se supo,MaríaAntonieta no echó de ver que suproyectohabíallegadoaserimpracticable.

Sinembargo,unregimientofamosoporsussimpatíasrealistas,elregimientodeFlandes,llegabaaParísamarchasforzadas.

LamunicipalidaddeVersalleshabíapedidoaquel regimiento,pues fatigadaporlas guardias extraordinarias y por la vigilancia precisa alrededor del palacio,amenazado sin cesar por las distribuciones de víveres y los motines sucesivos,necesitabaotrafuerzaademásdelaguardianacionalylasmilicias.

Elpalacioteníayabastantequehacerparadefenderseasípropio.El regimientodeFlandes llegaba, comohemosdicho, y, para que adquiriese al

punto la autoridad con que se quería revestirle, era preciso que un recibimientoparticularatrajesesobreéllaatencióndelpueblo.

El almirante de Estaing reunió los oficiales de la guardia nacional y todosaquéllosdeloscuerpospresentesenVersalles,ysalióasuencuentro.

El regimiento hizo una entrada solemne en Versalles con sus cañones y susbagajes.

Alrededor de aquel punto céntrico llegaron para agruparse muchos jóvenescaballerosquenopertenecíananingúnarmaespecial.

Eligieron un uniforme para reconocerse, uniéndose con todos los oficiales queestabanfueradeservicio,contodosloscaballerosdeSanLuis,aquieneselpeligroolaprevisiónconducíanaVersalles,yquedesdeaquísediseminabanporParís,elcualvioentoncesconprofundoestuporaquellosnuevosenemigosinsolentesyorgullosos,porserdueñosdeunsecretoquehadeescapárselesalgunavez.

Desdeaquelinstante,elreypodíamarchar,puesleapoyaríanyprotegeríanensu

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viaje, y tal vezParís, ignorante aún del hecho, ymal preparado, le hubiera dejadomarchar.

PeroelgeniomaléficodelaAustriacavelabasiempre.Liejaserebelócontraelemperador,ylapreocupaciónqueestehechoprodujoen

AustriaimpidióquesepensaseenlareinadeFrancia.Sin contar que María Antonieta creyó deber abstenerse por delicadeza en

semejantemomento.Entonces, las cosas a que se había dado impulso continuaron su marcha con

espantosarapidez.DespuésdelaovacióndispensadaalregimientodeFlandes,losguardiasdecorps

acordaronofrecerunbanqueteasusoficiales.Aquella comida,omejordichoaquella fiesta, debíadarse el1deoctubre,y se

convidóatodaslaspersonasimportantesdelaciudad.¿De qué se trataba? ¿De fraternizar con los soldados de Flandes? ¿Por qué no

habíande fraternizar los soldados entre sí, puestoque losdistritosy lasprovinciasfraternizaban?

¿EstabaprohibidoporlaConstituciónqueloscaballerosfraternizasen?Elreyeradueñoaúndesusregimientos,ysolamenteéllosmandaba;tambiénera

suyo el palacio deVersalles, y tenía derecho únicamente él para recibir a quien lepareciesebien.

¿Por qué no había de recibir a valerosos soldados y dignos caballeros quellegabandeDouai,dóndetanbiensehabíanconducido?

Nadamásnatural; nadie pensaba en admirarse de ello, ymuchomenos aún enalarmarse.

Aquella comida en reunión debía cimentar el afecto que entre sí se profesabantodosloscuerposdeunejércitofrancésdestinadoadefenderalavezlalibertadylamonarquía.

Porotraparte,¿sabíaelreysiquieraloquesehabíaconvenido?Desdelosúltimosacontecimientos,LuisXVI,libreya,graciasasusconcesiones,

no se ocupaba ya en nada; le habían aliviado del peso de los negocios; no queríareinar más, puesto que reinaban por él; pero tampoco se creía obligado a estaraburridotodoeldía.

El rey, mientras que los señores de la Asamblea cortaban y mermabanfraudulentamente,ocupábaseencazar.

En tantoque losnoblesy losobisposabandonabanel4deagostosusderechosfeudales,sustierrasysuspergaminos,elrey,deseando,comotodoelmundo,hacersacrificios,hacíarenunciardesusposesionesreales;masnodejabadecazarporeso.

Ahora bien: el rey,mientras que los señores del regimiento deFlandes comíanconlosguardiasdecorps,seibaacazarcomotodoslosdías,ylamesadebíaservirse

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asuvuelta.Estoleinquietabatanpoco,yporsuparteocasionabatanligeramolestia,quese

resolviópediralareinaelpalaciodeVersallesparacelebrarelfestín.LareinanoveíamotivopararehusarlahospitalidadalossoldadosdeFlandes.En suconsecuencia, cedió la saladeespectáculos, en la cualpermitióquepara

aqueldíaseconstruyeseuntabladoafindequehubieraespaciosuficienteparasussoldadosysushuéspedes.

Cuando una reina da hospitalidad a caballeros franceses, la dispensa porcompleto. Ya tenían comedor; pero faltaba el salón, y la reina concedió el deHércules.

Eljueves,1deoctubre,segúnhemosdicho,sedioaquelfestín,queseñalarátancruelmenteenlahistorialasimprevisionesoceguedadesdelamonarquía.

Elreyestabadecaza.Lareinasehabíaencerradoensuhabitación,triste,pensativayresueltaanooír

unsolochoquedelosvasosnielsonidodeunasolavoz.Tenía a su hijo en brazos y a Andrea junto a sí; dos damas trabajaban en un

ángulodelahabitación,yésteeratodosuacompañamiento.Poco a poco iban entrando en el palacio los brillantes oficiales con sus ricos

uniformes y fulgurantes armas; los caballos relinchaban junto a las verjas de lascuadras,ylasmúsicasdelregimientodeFlandesydelosguardiasllenabanelairedearmonías.

A las puertas del palacio, una multitud inquieta, curiosa y burlona acechaba,analizabaycomentabalaalegríaylasmúsicas.

Por laspuertasabiertasexhalábanse,como las ráfagasdeuna tempestad lejana,losvaporesdeunasuculentacomida,juntamenteconalegresmurmullos.

Era por demás imprudente hacer aspirar a aquel pueblo hambriento yencolerizadoel olorde lasviandasydelvino,haciéndolepensar en la alegríay laesperanza.

Elfestíncontinuaba,noobstante,sinquenadavinieseaperturbarlo.Sobriosenunprincipio,yrespetuososasusuniformes,losoficialeshabíanhabladoenvozbaja,bebiendomoderadamente;y,duranteelprimercuartodehora,éstafue laejecucióndelprogramatalcomosehabíaconcertado.

Sesirvióelsegundoplato.El señor deLusignan, coronel del regimiento deFlandes, se levantó y propuso

cuatrobrindis,porelrey,porlareina,porelDelfínyporlafamiliareal.Cuatroexclamacionesquehicieronretumbarhastalasbóvedasdelsalónfuerona

herirfugitivaseloídodelostristesespectadoresqueestabanfuera.Unoficialselevantó.Sinduda,erahombredetalentoydevalor,unhombrede

buen sentido, que preveía el resultado de todo aquello, un hombre sinceramente

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afectoalafamiliarealporquiensebrindabatanruidosamente.Aquel hombre comprendía que entre los brindis se olvidaba uno que se

presentaríaporsímismodeunamanerabrutal.Ypropusobrindarporlanación.Unprolongadomurmulloprecedióaunruidosogrito.—¡No,no!—exclamaronacorolospresentes.Yserechazóelbrindisporlanación.El festínacababade tomarasí suverdaderocarácter,yel torrente suverdadero

curso.Sehadicho,yaunsedice,queaquélqueacababadeproponerestebrindiserael

agentepromovedordelamanifestacióncontraria.Comoquieraquesea,supalabraprodujounefectodesastroso:olvidaralanación,

pase;peroinsultarlaerademasiado,yporesosevengó.Como desde aquelmomento se rompió el dique, y como al silencio reservado

siguieronlosgritosylasconversacionesexaltadas,ladisciplinallegóaserunavanaquimera;sedejóentraralosdragones,alosgranaderosyalosciensuizos,y,enfin,acuantossoldadossehallabanenelpalacio.

El vino circuló, llenándose diez veces los vasos; sirviéronse los postres, y lasmanos losarrebataron; laembriaguezsehizogeneral,y lossoldadosolvidaronquetrincabanconsusoficiales.Aquelloerarealmenteunafiestafraternal.

Portodaspartessegritaba:«¡Vivaelrey!¡Vivalareina!».Ytantasflores,tantaslucesreflejándoseenlasbóvedasdoradas,tantasalegresideasiluminandolasfrentes,y tal expresión de lealtad en los rostros de aquellos hombres intrépidos eran unespectáculoquehabríasidomuygratoparalareinaynopocotranquilizadorparaelrey.

¡Aquelreytandesgraciadoyaquellareinatantristequenoasistíanasemejantefiesta!

ServidoresoficiososcorrenenbuscadeMaríaAntonietaylerefierenloquehanvisto,exagerándolo.

Entonceslosojosapagadosdelamujersereaniman,ylevántase,satisfechaalverqueaúnhaylealtadyafectoencorazonesfranceses.

Aúnquedabaesperanza.Perolareinadirigeentornosuyounamiradatristeydesolada.Asuspuertascomienzaacircularlamultituddeservidores.Seruega,seconjuraa

la reinaavisitar,nadamásqueunmomento,aquellasaladel festín,dondedosmilentusiastasconsagranporsusvivaselcultodelamonarquía.

—Elreyestáausente—contestacontristeza—,yyonopuedoirsola.—ConmonseñorelDelfín—dicenalgunosimprudentesinsistiendo.—Señora,señora—murmurabaunavozasuoído—,permanecedaquí,yooslo

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suplico.LareinavuelvelacabezayvealseñordeCharny.—¡Cómo!—exclama—.¿Noestabaisabajocontodosesoscaballeros?—Ya he salido, señora. Allí hay una exaltación cuyas consecuencias pueden

perjudicaraVuestraMajestadmásdeloquecree.MaríaAntonietaestabaenunodeesosdíasdemalhumorydecaprichos,yesta

vezquisohacerprecisamentelocontrariodeloquehubieracomplacidoaCharny.Dirigió al conde una mirada desdeñosa, y disponíase a contestarle con alguna

palabramalsonante,cuandoCharnylacontuvoporunrespetuosoademán.—¡Por favor!—dijo—,esperad,por lomenos, el consejodel rey, señora.—El

condecreíaganartiempo.—¡Elrey,elrey!—exclamaronvariasvoces—.SuMajestadvuelvedelacaza.Yeraverdad.MaríaAntonietaselevantaycorrealencuentrodesuesposo,cubiertodepolvo.—Señor—ledice—,abajohayunespectáculodignodelreydeFrancia.¡Venid,

venid!Y,cogiéndoledelbrazo,selellevasinmiraraCharny,queclavalasuñasfurioso

ensupecho.Lareinallevaasuhijodelamanoizquierdaybajapresurosa;todaunaoleadade

cortesanoslaprecedeylaempuja,yllegaalaspuertasdelasaladeespectáculos,enelmomentoenquelascopasseapurabanporvigésimavezalosgritosde:«¡Vivaelrey!¡Vivalareina!».

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CapítuloXLVIII

ELBANQUETEDELOSGUARDIAS

En elmomento en que la reina se presentó con el rey y su hijo en la sala delteatro, una inmensa aclamación, semejante a la explosión de unamina, resonó portodaspartes.

Lossoldadosembriagadosy losoficialesdelirantes levantabansussombrerosysusespadas,gritando:«¡Vivaelrey!¡Vivalareina!¡VivaelDelfín!».

Lamúsicacomenzóatocar:¡OhRicardo!¡Ohreymío!Laalusiónqueesteaireencerrabaeratantransparente,conveníatanbienconel

pensamiento de todos y traducía con tal fidelidad el espíritu del banquete, que elacompañamientoconlaletrafuegeneralcuandocomenzólamúsica.

Lareina,entusiasmada,olvidóquesehallabaenmediodehombresembriagados;y el rey, sorprendido, comprendía bien, con su buen criterio de costumbre, que sulugar no era aquél y que obraba contra su conciencia; pero débil y halagado, alencontrardenuevounapopularidadyunceloqueyanoveíaensupueblo,dejábasellevarpocoapocodelentusiasmogeneral.

Charny,quedurante toda la comidanohabíabebidomásqueagua, se levantó,palideciendo,alveralareinayalrey.Habíaesperadoquetodoseharíafueradesupresencia, importándole así poco lo que sucediese, pues se podría desmentir todo;mientrasquelapresenciadelreyydelareinaseríadelahistoria.

PerosuterrorfuemuchomayoraúnalverquesuhermanoJorgeseacercabaalareina,yestimuladoporunasonrisaledirigíalapalabra.

Estabademasiadolejosparaoírloquedecía;masporsusademanescomprendióquehacíaunasúplica.

La reina contestó conuna señal de asentimiento, y, desprendiendodepronto laescarapelaquellevabaensucofia,entregóselaaljoven.

Charnyseestremeció,extendiólosbrazosyestuvoapuntodeproferirungrito.No era ni siquiera la escarapela blanca, la escarapela francesa, la que la reina

presentabaalimprudentecaballero,sinolaescarapelanegra,laescarapelaaustriaca,laescarapelaenemiga.

Estavezloquelareinaacababadehacereramásqueunaimprudencia;eraunatraición.

Y, sin embargo, eran tan insensatos todos aquéllos pobres fanáticos, a quienesDiosqueríaperder,que,cuandoJorgedeCharnylespresentólaescarapelanegra,losqueteníanlablancalarechazaron,ylosqueteníanlatricolorpisoteáronla.

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Yentonceslaembriaguezllegóatalextremo,que,ariesgodequedarsofocadospor los besos, o de hollar bajo los pies a los que se arrodillaban ante ellos, losaugustos visitantes del regimiento de Flandes debieron tomar el camino de sushabitaciones.

Todoestonohubierasido,sinduda,másqueunalocuradejóvenes, locuraquelosfrancesessehallansiempredispuestosaperdonar,silaorgíasehubieselimitadoalentusiasmo;peromuyprontosepasódeesto.

—¿Nodebíanlosbuenosrealistashumillarunpocoalanaciónalacariciaralrey?Esta nación, ennombrede la cual se hacía tantodaño al rey, que lamúsica se

creíaconderechoparatocar:Peut-onaffligercequ’onaime?[6]

Conestamúsicaseacompañólasalidadelrey,delareinayelDelfín.Apenas estuvieron fuera, cuando, animándose unos a otros, los convidados

transformaronlasaladelbanqueteenunaciudadtomadaporasalto.A una señal dada por el señor de Perseval, ayudante de campo del señor de

Estaing,elclaríndejóoíreltoquedecarga.—¿Contraquiénsería?¿Contraelenemigoausente?¿Contraelpueblo?Eltoquedecarga,esamúsicatandulcealoídofrancés,produjolailusióndeque

se tomara la sala de espectáculos de Versalles por un campo de batalla, y porenemigosalashermosasdamas,quecontemplabandesdelospalcoslaescena.

El grito de «¡Al asalto!» resonó de pronto, proferido por cien voces, y elescalamiento de los palcos comenzó; cierto que los sitiadores estaban endisposicionestanpocotemibles,quelassitiadaslesalargaronlasmanos.

ElprimeroquellegóalagaleríafueungranaderodelregimientodeFlandes.ElseñordePersevalarrancóunacondecoracióndesupecho,y lapusoeneldeaquelmilitar.

CiertoqueeraunacruzdeLimburgo,unadeésasqueapenasmerecenelnombredetales.

Y todo esto se hacía en nombre de la escarapela negra, vociferando contra laescarapelanacional.

Acáyallápercibíansealgunossordosysiniestrosclamores;pero,ahogadosporlosgritosdelosquecantaban,porlosvivasdelossitiadoresyporelsonidodelosclarines,estosrumoresibanarefluiramenazadoreshastaenlosoídosdelpueblo,queescuchabaalapuerta,asombrándosealprincipioeindignándosedespués.

Entoncessesupofuera,enlaplaza,yluegoenlascalles,quelaescarapelanegrahabíasustituidoalablanca,hollándosebajolospieslaescarapelatricolor.

Tambiénsesupoqueunvalerosooficialdelaguardianacional,queapesardelasamenazas conservó su escarapela tricolor, había sido gravemente mutilado en lasmismashabitacionesdelrey.

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Después se repitió vagamente que un solo oficial, inmóvil, triste y de pie a laentrada de aquella inmensa sala, convertida en circo, donde se agitaban todosaquellos furiosos, habíamiradoy escuchado,dejándosever, corazón leal, intrépidosoldado,que,sometiéndosealafuerzadelamayoríaytomandosobresílafaltadelosotros,aceptabalaresponsabilidaddetodoslosexcesoscometidosporelejército,representadoenaquelfunestodíaporlosoficialesdelregimientodeFlandes.Maselnombre de aquel individuo, único juicioso entre tantos locos, no se pronunciósiquiera,yaunquesehubiesecitadonosehabríacreídoqueelcondedeCharny,elfavoritodelareina,eraprecisamenteaquélque,dispuestoamorirporella,fueelquemásdolorosamentesufrióporloqueMaríaAntonietahabíahecho.

Encuantoalareina,habíaentradoensushabitacionesverdaderamenteaturdidapor lamagiadeaquella escena,ymuypronto sevioasediadapor los cortesanosyaduladores.

—Vea —le dijeron— cuál es el verdadero espíritu de vuestras tropas; ved sicuandooshablendelafuriapopularporlasideasanárquicas,vedsiesafuriapodrálucharcontraelardimientoentusiastadeesosmilitaresfrancesesenfavordelasideasmonárquicas.

Ycomotodasestaspalabrascorrespondíanalossecretosdeseosdelareina,éstasedejabamecerporlasquimeras,sinnotarqueCharnyestabalejosdeella.

Pocoapoco,sinembargo,losrumorescesaron,yelsueñodelespírituextinguiótodoslosfuegosfatuos,todaslasfantasmagoríasdelaembriaguez.

El rey, por su parte, hizo una visita aMaríaAntonieta antes de acostarse, y ledirigióalgunaspalabrasllenasdeprudencia.

—Veremosmañana—dijo.Con esta frase, que para otra cualquiera persona hubiera sido una juiciosa

advertencia, el imprudente rey acababa de reavivar en María Antonieta todos losodiosylosdeseosdeprovocación,casiapagadosya.

—En efecto—murmuró la reina cuando el rey se hubomarchado—; la llamaencendida en el palacio esta noche será mañana un incendio para Francia entera.Todosesossoldados,todosesosoficialesquemehandadoestanochetanrelevantespruebasdeadhesiónseránllamadostraidoresyrebeldesalanación.Asesinosdelapatriasellamaráalosjefesdeesosaristócratas,alossubalternosasalariadosdePittydeCoburgo,satélitesdelpoder,bárbarosysalvajesdelNorte.

»Cadaunadeesascabezasquehanostentado laescarapelanegraserá señaladaparaelreverberodelaplazadeGréve.

»Cadaunodeesospechosdequetanlealmenteseescapabaelgritode«¡Vivalareina!»seráatravesadoenlosprimerosmotinesporlosvilescuchillosyporlaspicasinfames.

»¡Y seré yo, siempre yo, la que le habrá ocasionado todo esto! Yo soy quien

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condenaráamuerteatantosvalerososservidores,yo,lasoberanainviolableaquienhalagaránporhipocresíaamialrededor,yaquienultrajarándespuésporodiocuandoesténlejos.

»¡Oh! No. Antes que ser hasta este punto ingrata para mis últimos y únicosamigos,antesdesertancobardeydesnaturalizada,querecaigasobremílafalta.Pormísehahechotodo,yyocargaréconlaculpa.Veremoshastaquépuntollegaráelodio;veremoshastaquégradademitronoosarásubirlaoleadaimpura.

Y la reina, así animadapor aquel insomniocargadode sombríos consejos,veíaconclaridadelresultadodeldíasiguiente.

Elotrodíallegócargadoderemordimientosydesordosmurmullos.Aquel día, la guardia nacional, a la que la reina acababa de distribuir sus

banderas, se presentó con la cabeza baja y la mirada torva para dar gracias a SuMajestad.

Fácileraadivinarenlaactituddeaquelloshombresquenoaprobabannada,peroque hubieran desaprobado, por el contrario, si se hubiesen atrevido a ello.Habíanformadopartedelacompañamiento;habíansalidoarecibiralregimientodeFlandes;habíanaceptado invitacionesparaelbanquete;pero,másciudadanosque soldados,ellosfueronlosquedurantelaorgíaosaronhaceralgunasobservacionesquefuerondesoídas.

Peroaldíasiguienteestasobservacioneseranunaacusación,unacensura.Cuando fueron al palacio para dar gracias a la reina, iban escoltados por una

inmensamultitud.Y, atendida la gravedad de las circunstancias, la ceremonia tomó un carácter

imponente.Seibaaverporunayotraparteconquiéneraprecisohabérselas.Todos aquellos soldados, todos aquellos oficiales comprometidos la víspera,

queriendosaberhastaquépuntolesapoyaríalareinaensuimprudentedemostración,habían buscado sitios enfrente de aquel pueblo escandalizado y escarnecido lavíspera,deseososdeoírlasprimeraspalabrasoficialesquelareinapronunciara.

Elpesodetodalacontrarrevoluciónestaba,pues,suspendidosobrelacabezadeMaríaAntonieta.

Sin embargo, aún podía declinar semejante responsabilidad, conjurando lasdesgracias.

Perolareina,altivacomolosmásorgullososdesuraza,paseabasumiradaclara,límpidaytranquilasobrelosquelarodeaban,amigosyenemigos,yconvozsonoradijoalosoficialesdelaguardianacional:

—Señores: estoymuy satisfecha de haberos dado las banderas. La nación y elejércitodebenamaral rey,comonosotrosamamosa lanaciónyalejército.Mehacomplacidoeldíadeayer.

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Al oír estas palabras, que la reina acentuó con su voz más firme, un sordomurmullopartióde lamultitud,mientrasqueen lasfilasde losmilitaresresonóunruidosoaplauso.

—Senosapoya—exclamaronéstos.—Noshanvendido—dijolamultitud.¡Pobrereina!Aquellatardefataldel1deoctubrenoeraunasorpresa,y,poreso,

desgraciadamujer, no lamentarás el día de ayer, ni te arrepentirás tampoco. ¡Muylejosdearrepentirte,estáscomplacida!

Charny,quesehallabaenungrupo,oyó,exhalandounprofundosuspirodedolor,aquellajustificación,o,mejordicho,aquellaglorificacióndelaorgíadelosguardiasdecorps.

La reina, apartandosumiradade lamultitud, la fijóenel jovenpara leeren lafisonomíadesuamantelaimpresiónquelehabíaproducido.

—¿Noesverdadquesoyintrépida?—queríadecirlareina.—¡Aydemí! ¡Soismás locaque intrépida!—contestó la expresión contristada

delconde.

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CapítuloIL

LASMUJERESINTERVIENEN

EnVersalles,lacortesemostrabaheroicacontraelpueblo.EnParíseransolamentecaballeroscontralacorte;perocorríanporlascalles.Estos caballeros del pueblo vagaban errantes y andrajosos, con la mano en la

empuñadura de un sable o en la culata de una pistola, interrogando sus bolsillosvacíosysusestómagoshambrientos.

Mientras que enVersalles se bebía demasiado, enParís…, ¡ay!…,no se comíabastante.

DemasiadovinoenlasmesasdeVersalles,ynosuficienteharinaenlastahonasdeParís.

¡Cosasingular,sombríaceguedad,quehoy,queestamosacostumbradosa todasestascaídasdetronos,arrancaráunasonrisadecompasiónaloshombrespolíticos!

¡Hacerlacontrarrevoluciónyprovocaralabatallaahombreshambrientos!¡Ay!,dirálahistoria,obligadaaserfilósofomaterialista.¡Jamássebateelpueblo

tanencarnizadamentecomocuandonohacomido!Bienfácilera,sinembargo,darpanalpueblo,yentonces,seguramente,elpande

Versalleslehubieraparecidomenosamargo.Pero las harinas de Corbeil no llegaban ya. ¡Estaba este punto tan lejos de

Versalles!Yademás¿quiénhubierapensadoenCorbeilhallándosejuntoalreyolareina?

Desgraciadamente, ante este olvido de la corte, el hambre, ese espectro que seduerme con tanta dificultad y que se despierta tan fácilmente, el hambre habíapenetradopálidaeinquietaenlascallesdeParís;escuchabaentodaslasesquinasdelascalles, reclutandosuséquitodevagabundosymalhechores,e ibaa tocarconsurostrosiniestrolasventanasdelosricosydelosaltosfuncionarios.

Loshombresseacuerdandelosmotinesquetantasangrecuestan;seacuerdandelaBastilla;nohanolvidadoaFoulon,BerthieryFlesselles: temenquese les llameotravezasesinosyesperan.

Perolasmujeres,quenohanhechomásquesufrir,yquesufrentresveces,porelhijoquellora,sinconocerlacausa,porelhijoquepidepanasumadre,porelmaridoque,sombríoytaciturno,saledesucasaporlamañanaparavolverporlanochemássombrío y más taciturno aún; y, en fin, por ellas mismas, eco doloroso de lospadecimientos conyugales y maternales, las mujeres arden en deseos de tomar eldesquiteyquierenserviralapatriaasumanera.

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Por otra parte, lasmujeres eran las que habían llevado a cabo la obra del 1 deoctubreenVersalles.

Yahoralesllegabalavezdehacerlajornadadel5deoctubreenParís.Gilberto y Billot estaban en el Palais Royal, en el café Foy, aquel donde se

dirigíanlasopiniones.Derepenteseabrelapuerta;unamujerentracomoespantada,ydenuncialasescarapelasblancasynegrasquedesdeVersalleshanpasadoaParís,proclamandodespuéselpeligropúblico.

YaserecordaráloqueCharnyhabíadichoalareina.—Señora,habráquetemerverdaderamentecuandolasmujeresintervengan.TambiéneraéstalaopinióndeGilberto;y,porlomismo,alverquelasmujeresse

mezclaban,volviósehaciaBillotysolamenteledijoestaspalabras:—¡AlaCasaAyuntamiento!Desde la conversación que había mediado entre Billot, Gilberto y Pitou, y a

consecuenciadelacualesteúltimohabíaregresadoaVillers-Cotteretsconelhijodeldoctor,BillotobedecíaaGilbertoalaprimerapalabra,alamenorinsinuación,puescomprendíaquesiéleralafuerza,eldoctorrepresentabalainteligencia.

Ambos salieron al punto del café, cruzaron diagonalmente el jardín del PalaisRoyal, atravesaron el patio de Fontaines ymuy pronto llegaban a la calle de SanHonorato.

A la altura del mercado encontraron una joven que salía de la calle deBourdonnaistocandoeltambor.

Gilbertosedetuvoadmirado.—¿Quéeseso?—preguntó.—¡Diantre!Bienloveis—contestóBillot—.Esunajovenquetocaeltambor,y

nomuymal,afemía.—Habráperdidoalgunacosa—dijountranseúnte.—Estámuypálida—añadióBillot.—Preguntadlequéquiere—añadióGilberto.—¡Eh,muchacha!—gritóBillot—.¿Porquétocasasíeltambor?—Porquetengohambre—contestólajovenconvozdébilyestridente.Ycontinuósumarcha,redoblandosiempreenlacaja.Gilbertohabíaoído.—¡Oh,oh!—exclamó—.Estocomienzaasertemible.Y comenzó amirar conmás atención a lasmujeres que seguían a la joven del

tambor.Aquellasmujeres,pálidasyvacilantes,parecíandesesperadas.Algunasdeellasnohabíancomidohacíatreintahoras.Devezencuandopartíadelgrupoungrito,amenazadorporsudebilidadmisma,

puesconocíasequeeraproferidoporbocashambrientas.—¡AVersalles—gritaban—,aVersalles!

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Yensucaminohacíanseñasatodaslasmujeresqueveíanenlascasas,llamandoalasqueestabanenlasventanas.

Un coche pasó. En el interior iban dos damas, y, asomándose éstas a lasventanillas,seecharonareír.

Laescoltade la tamborilerasedetuvo.Unaveintenademujeresseprecipitaronhacia las portezuelas del coche, y obligaron a las señoras a apearse para unirse algrupo,apesardesusrecriminacionesydeunaresistenciaaquepusierontérminodosotresvigorososmojicones.

Detrásdeaquellasmujeres,queavanzabanlentamente,acausadelreclutamientoquehacíanenelcamino,ibaunhombreconlasmanosenlosbolsillos.

De rostro flacoypálido,yde elevadaestatura,vestía casacade colorgris, conchupay calzonesnegros, y cubría su cabezaunpequeño tricornio raído, puestodeladosobrelafrente.

Unalargaespadaazotabasuspiernasflacas,peronerviosas.Elhombreseguíadetrás,mirando,escuchandoyobservándolotodoconsusojos

penetrantes,sobrepuestosdecejasnegras.—¡Ah!—exclamóBillot—.Conozcoesacara:lahevistoentodoslosmotines.—EselujierMaillard—dijoGilberto.—¡Ah! Sí, es el que pasó después que yo por la tabla de la Bastilla. Fuemás

diestroynocayóalfoso.Maillarddesaparecióconlasmujeresaldoblarlaesquinadelacalle.Billothubieraquerido imitaraMaillard;peroeldoctor se lo llevóconsigoa la

CasaAyuntamiento.Estababiensegurodequeelmotínrefluiríasiempreallí,bienfueraunmotínde

hombres o de mujeres, y, en vez de seguir el curso del río, iba derecho a sudesembocadura.

En la Casa Ayuntamiento se sabía lo que pasaba en París; mas apenas seocupaban de ello. ¿Qué importaba, en efecto, al flemáticoBailly y al aristocráticoLafayette que se le hubiese ocurrido a unamujer tocar el tambor?Era anticipar elCarnaval,ynadamás.

Perocuandosevieronllegardetrásdeaquellamujerquetocabael tamborotrasdosotresmil,cuandoenlosflancosdeaquellamultitud,queaumentabademinutoenminuto,sevioavanzarunconsiderablenúmerodehombres,sonriendodeunmodosiniestro, y con sus armas en reposo, cuando se comprendió que aquellos hombressonreíande antemanoal pensar en elmalque lasmujeres seproponíanhacer,maltanto más irremediable cuanto que era sabido que la fuerza pública no llegaría atiempo para evitarlo, y que la fuerza legal no castigaría después, se comenzó acomprenderlagravedaddelasituación.

Aquellos hombres sonreían porque el daño que no habían osado hacer iban a

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verlorealizadoporlamásinofensivamitaddelgénerohumano.AlcabodemediahorasehabíanreunidodiezmilmujeresenlaplazadeGréve.Y,juzgándoseelnúmerosuficiente,comenzaronadeliberarconlasmanossobre

lascaderas.La deliberación no fue tranquila. Las que discutían eran en su mayor parte

porteras, vendedoras del mercado y mujeres públicas. Había también no pocasrealistas,y,envezdetenerelpropósitodehacerdañoalreyyalareina,sehubierandejadomatarporellos.Sehabríanpodidooírlosgritosdeaquelladiscusiónalotroladodelrío,enlastorressilenciosasdeNuestraSeñora,quedespuésdehabervistotantascosassepreparabanparaverotrasmáscuriosasaún.

Elresultadodeladeliberaciónfueelsiguiente:«VamosaprenderfuegoalaCasaAyuntamiento,dondese fabrican tantospapelotesquenos impidencomer todos losdías».

Precisamente el Ayuntamiento se ocupaba en juzgar a un panadero que habíavendidopanfaltodepeso.

Se comprenderá que, cuanto más caro es el pan, tanto más lucrativa es unaoperacióndeestegénero;pero,siloesdemasiado,tantomáspeligroofrece.

Ensuconsecuencia,losquesecuidabandelreverberoesperabanalpanaderoconunacuerdanueva.

La guardia del Ayuntamiento quería salvar al infeliz, y servíase de todas susfuerzas;perohacíaalgúntiempo,segúnsehavisto,queelresultadosecundabamalsusfilantrópicasdisposiciones.

Lasmujeresseprecipitaroncontraaquellaguardiadiseminándola,penetraronenlaCasaAyuntamientoycomenzóelsaqueo.

Querían arrojar al Sena cuanto encontraran, y quemar en el sitio lo que nopudieranllevarse.

Asi,pues,loshombresalagua,ylasmujeresalfuego.Latareaeraímproba.EnlaCasaAyuntamientohabíaunpocodetodo.Primeramentetrescientoselectores.Además,lostenientesalcaldes.Yluegolosalcaldes.—Seráoperaciónmuylargaarrojaralaguaatodaesagente—dijounamujerde

criterioqueteníaprisa.—Puesnodejandemerecerlo—repusootra.—Sí,perofaltatiempo.—¡Puesbien:quemémoslotodo!—dijounavoz—.Estoeslomássencillo.Sebuscaronhachasysepidiófuego.Después,provisionalmente,yparanoperder

tiempo,entretuviéronseenahorcaraunabate,elabateLefevred’Ormesson.

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Porfortuna,elhombredelacasacagrissehallabaallí;ycomocortaselacuerda,elabatecayódesdeunaalturadetresmetros,dislocóseunpieysealejócojeando,enmediodelasrisasdetodasaquellasfuriosasmujeres.

Loquefavoreciólaretiradadelsacerdotetantranquilamentefuequelashachasestaban encendidas ya y en las manos de las incendiarias. Acercábanlas a losarchivos,ydentrodediezminutostodoardería.

Derepente,elhombredelacasacagrisseprecipitayarrancarestosdehachasdelasmanos de lasmujeres. Éstas se resisten, pero el hombre las azota con ellos; ymientrasqueelfuegoprendeenlosvestidos,apagaelquecomenzabaenlospapeles.

¿Quién es aquel hombre que se opone así a la voluntad terrible de diez milmujeresfuriosas?

¿Porqué sedejandominarporaquelhombre?SeacabadeahorcaramediasalabateLefevre,ybiensepodráahorcardeltodoalqueseoponeasusvoluntades.

Por este razonamiento se produjo un clamoreo frenético, que amenazó con lamuertealhombre,yaestosesiguenloshechos.

Lasmujeresrodeanaldelacasacagrisylearrojanunacuerdaalcuello.Pero Billot acude al punto, y Billot prestará a Maillard el servicio que éste

dispensóalabate.Secogealacuerda,lacortaendosotressitiosconuncuchillomuyafilado,que

sirve a su propietario para cortar cuerdas, pero que en un momento de apuro,empuñadoporunbrazovigoroso,sepuedeutilizarparaalgomás.

YmientrasBillot seocupaenesto,haciendode lacuerda tantospedazoscomopuede,exclama:

—¡Pero,desgraciadas!,¿noreconocéisaunodelosvencedoresdelaBastilla,alque pasó por la tabla para ir en busca de la capitulación, mientras que yo meenfangabaenelfoso?¿NoreconocéisaMaillard?

Al oír este nombre tan conocido y temido, todas aquellasmujeres se detienen,míranseunasaotrasyenjuganelsudordesufrente.

La tareahabíasidofatigosa,y,aunqueseestabaenelmesdeoctubre,sepodíasudaralocuparseenella.

—¡UnvencedordelaBastilla,yademáselseñorMaillard,elujierdelChatelet!¡VivaelseñorMaillard!

Lasamenazasseconvirtieronencaricias.SeabrazaaMaillardysegrita«¡VivaMaillard!».

ElhombreestrechalamanodeBillot,ylamiradadeambossecruza.Elapretóndemanosquieredecir:«¡Somosamigos!».Lamiradasignifica:«Sialgunavezmenecesitáis,contadconmigo».Maillard vuelve a ejercer sobre todas aquellas mujeres una influencia, tanto

mayorcuantoqueellascomprendenqueelhombreleshadeperdonaralgunosligeros

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agravios.Pero Maillard es un antiguo marinero popular, y conoce aquel mar de los

arrabales,queseembravececonunsoploysecalmaconunapalabra.Sabecómosehadehablaraesasoleadashumanascuandodantiempoparaello.Además, el momento es oportuno para hacerse escuchar, y se guarda silencio

alrededordeMaillard.Este último no quiere que las parisienses destruyan la Casa Ayuntamiento, es

decir,laúnicaautoridadquelesprotege,nitampocoquedestruyanelregistrocivil,elcualpruebaquenotodossushijossonbastardos.

LapalabradeMaillard,sonora,estridenteyburlona,producesuefecto.Nosemataráanadie,nisequemaránada;perosequiere iraVersalles.Allíes

donde está elmal, allí donde se pasan las noches en orgías,mientras que París semueredehambre.EnVersallesesdondeseconsumetodo.EnParísfaltaeltrigoylaharina,porqueestaúltima,envezdequedarenParís,vadirectamentedesdeCorbeilaVersalles.

Nosucederíaestosielpanadero, lapanaderayelmozodepala sehallaranenParís.

Con estos nombres se designan al rey, a la reina y alDelfín, esos repartidoresnaturalesdelpandelpueblo.

Detodosmodos,seiráaVersalles.Puesto que las mujeres se hallan organizadas como tropas, puesto que tienen

fusiles,cañonesypólvora,ylasquecarecendetodoestovanarmadasdepicasydehoces,necesitanungeneral.

¿Porquéno?Bientieneunolaguardianacional.Lafayetteeselgeneraldeloshombres;Maillardseráeldelasmujeres.Lafayette capitanea esos granaderos holgazanes que parecen un ejército de

reservaporlopocoquehacencuandotantohayquehacer.Maillardmandaráelejércitoactivo.Sinsonreírnipestañear,elhombreacepta.MaillardeselgeneraldelasmujeresdeParís.Lacampañanoserálarga,perosídecisiva.

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CapítuloL

MAILLARD,GENERAL

RealmenteeraunejércitoelqueMaillardmandaba.Teníacañones,sincureñas,esverdad;perosehabíancolocadoencarretas.Teníafusiles,muchosdeellossin llavesobatería,esverdad;peroaningunole

faltabalabayoneta.Y contaban además con otras armas, no pocas de ellas bastante incómodas, es

cierto;pero,alfin,eranarmas.Además llevaba pólvora en los pañuelos, en las cofias, en los bolsillos; y en

medio de aquellas cartucheras vivientes se paseaban los artilleros con susmechasencendidas.

Si todo el ejército no voló durante aquel extraño viaje por efecto de unaexplosión,fueverdaderamentepormilagro.

Maillard acaba de apreciar de una ojeada las disposiciones de su ejército, yobservaquetodocuantopuedehaceresconducirleaVersallesy,unavezallí,impedirel mal que pueda ocasionar: no debe pensarse en mantenerle donde se halla niencadenarleenParís.

Maillardllevaráacabotanheroicamisión,pordifícilquesea.Ensuconsecuencia,bajaalaplazaytomaeltamborsuspendidodelcuellodela

joven.La infeliz,nutriéndosedehambre,no teníayafuerzapara llevarlo;abandonael

tambor,y,resbalandoporlapared,caedecabezasobreunposte.¡Lúgubrealmohada…,almohadadelhambre!Maillard le pregunta cuál es su nombre, y contesta que se llama Magdalena

Chambry. Ocupábase en esculpir en madera para las iglesias; pero ¿quién piensaahoraendotarlostemplosconesoshermosostalladosenmadera,esasricasestatuasyesospreciososbajorrelieves,obrasmaestrasdelsigloXV?

Mediomuertadehambre,lajovenquisoserramilleteraenelPalaisRoyal.Pero¿quiénpiensaencomprarflorescuandofaltadineroparacomprarpan?Las

flores,esasestrellasquebrillanenelcielodelapazydelaabundancia,semarchitanalvientodelastempestadesydelasrevoluciones.

Nopudiendoyaesculpirsus frutosdemaderas,nivendersus rosas, jazminesylirios,MagdalenaChambrycogióun tamborehizoresonaraquella terrible llamadadelhambre.

Irá aVersalles la queha reunido toda aquella triste diputación; pero comoestá

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demasiadodébilparaandar,iráencarreta.LlegadaaVersalles,sesolicitaráqueseaintroducidaenelpalacioconotrasdoce

mujeres,yellaseráeloradorhambrientoquedebeabogaranteelreyporlacausadelhambre.

SeaplaudeestaideadeMaillard.—Yheaquíqueconpocaspalabrashacambiadotodaslasdisposicioneshostiles

porsimpatías.NosesabíaporquéseibaaVersalles,niquésetratabadehacerallí;masahorase

sabe: van a Versalles para que una diputación de doce mujeres, con MagdalenaChambry a la cabeza, vaya a suplicar al rey, en nombre del hambre, que secompadezcadesupueblo.

Se han reunido sietemilmujeres, pocomás omenos, las cuales emprenden lamarcha,siguiendolosmuelles.

Pero,llegadasalasTullerías,seoyenruidososgritos.Maillardsesubeaunguardacantónparadominartodosuejército.—¿Quédeseáis?—pregunta.—QueremosatravesarlasTullerías.—Imposible—contestaMaillard.—Y¿porquéimposible?—preguntansietemilvoces.—Porque las Tullerías son la casa y el jardín del rey, porque atravesar sin su

permisoes insultarle,y,aúnmásqueeso,esatentaren lapersonadel reycontra lalibertaddetodos.

—¡Puesbien,sea!—dicenlasmujeres—.Pedidpermisoalsuizo.Maillardseacercaalhombreconsutricornioenlamano.—Amigomío—ledice—, ¿permitiréis a esas señoras cruzar por lasTullerías?

Pasaránsolamenteporlasgalerías,sinhacerdañoalgunoalasplantasnilosárbolesdeljardín.

Portodacontestación,elsuizodesenvainasulargaespadayacometeaMaillard.Esteúltimoponemanoalasuya,unpiemáscorta,yalpuntocruzanlosaceros;

perodeprontounamujerseacercaalsuizo,yconelmangodesuescobaledescargaungolpeenlacabezayletiendealospiesdeMaillard.

Esteenvainasuespada,apodérasedeladelsuizo,selacolocadebajodelbrazo,recogesutricorniocaídodurantelalucha,secubreycontinúasumarchaatravésdelas Tullerías, donde, según la promesa que ha hecho, no se ha ocasionado ningúndaño.

DejémoslescontinuarsumarchaatravésdeCours-la-ReineyencaminarsehaciaSévres,dondesedividenendoscuerpos,yveamosloquesucedíaenParís.

Aquellassietemilmujeresnohabíanestadoapuntodeahogaraloselectores,deahorcaralabateLafévreydeincendiarlaCasaAyuntamientosinhaceralgúnruido.

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Aesteruido,quetuvosuecoenlosbarriosmáslejanosdelacapital,Lafayettehabíaacudidoalpunto.

Pasaba una especie de revista en elCampo deMarte, y había estado a caballodesde las ocho de la mañana: era mediodía cuando llegó a la plaza de la CasaAyuntamiento. Las caricaturas de aquella época representaban a Lafayette bajo lasformasdeuncentauro,cuyocuerpoeraeldelfamosocaballoblanco,yaproverbial;mientrasquelacabezaeraladelcomandantedelaguardia.

Desdeelprincipiodelarevolución,Lafayettehablabaacaballo,comíaacaballoymandabaacaballo.

Ymuchasveceshastadormíaacaballo;demodoquecuandoporcasualidad leeradadoreposarensucama,Lafayettedormíamuybien.

Cuando el general llegó almuelle Belletier le detuvo un hombre que partía algalopedeunexcelentecaballodecarrera.

Aquel hombre era Gilberto, que iba a Versalles para anunciar al rey lo que leamenazabayponerseasudisposición.

En dos palabras refirióselo todo a Lafayette, y después cada cual continuó sucamino.

Lafayetteendireccióna laCasaAyuntamiento,yGilbertohaciaVersalles;perocomolasmujeresseguíanlaorilladerechadelSena,éltomólaizquierda.

LaplazadelaCasaAyuntamiento,libredemujeres,hallábasellenadehombres.Aquellos hombres eran guardias nacionales, con paga o sin ella, y, sobre todo,

antiguos guardias franceses, que por haber pasado a las filas del pueblo habíanperdidotodossusprivilegiosdeguardiasdelrey,heredadosporlosguardiasdecorpsylossuizos.

Alruidoquelasmujereshacíansiguióeltoquedegenerala.Lafayettecruzósoloentrelamultitud,seapeóalpiedelaescalera,sincuidarse

delosaplausosmezcladosdeamenazasquesupresenciaexcitaba,ycomenzóadictarunacartaalreyrespectoalainsurrecciónocurridaaquellamañana.

Llegabaalasextalíneadesucarta,cuandolapuertadelasecretaríaseabrióconviolencia.

Lafayette levantó losojos.Unadiputacióndegranaderos solicitaba ser recibidaporelgeneral.

Lafayettehizoseñaldequepodíaentrar,yasílohizo.Elgranaderoencargadodetomarlapalabraseadelantóhastalamesa.—Migeneral—dijoconvozfirme—,venimoscomisionadospordiezcompañías

de granaderos. No creemos que seáis traidor, pero sí que el Gobierno nos hacetraición, y ya es tiempo de que esto concluya. No nos es posible volver nuestrasbayonetascontralasmujeresquenospidenpan.ElComitédeSubsistenciasmalversasusfondos,oesincapazdeadministrarlos,y,enunouotrocaso,sedebecambiar.El

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puebloesdesgraciado,yelorigendelmalestáenVersalles.EsprecisoirabuscaralreyparatraerleaParís;sehandeexterminarelregimientodeFlandesylosguardiasde corps, que osaron hollar bajo sus pies la escarapela nacional; y si el rey esdemasiadodébil para llevar la corona, que la deponga.Nosotros coronaremos a suhijo,senombraráunconsejoderegencia,ytodoirámejor.

Lafayette, asombrado, mira al orador. Ha visto motines, ha llorado asesinatos;peroeslaprimeravezenqueelsoplorevolucionarioletocarealmenteelrostro.

Aquellaposibilidadqueelpueblovedeprescindirdelreyleadmiray,másaún,leconfunde.

—¡Cómo!—exclama—.¿Tenéisacasoelproyectodehacerlaguerraalreyydeobligarleaquenosabandone?

—Migeneral—contestaelorador—,amamosyrespetamosalreyysentiríamosmuchoquenosabandonase,porqueleamamosenextremo;pero,sinosdeja,tenemoselDelfín.

—¡Señores,señores!—dijoLafayette.¡Cuidadoconloquehacéis,porquetocáisalacorona,ymideberesnotolerarlo!

—Mi general —replicó el guardia nacional inclinándose—, daríamos por voshastalaúltimagotadesangre.Maselpuebloesdesgraciado;elorigendelmalestáenVersalles,yesprecisoirabuscaralreyytraerleaParís:elpuebloloquiere.

Lafayette veque le es forzosopagar con supersona, necesidad ante la cual noretrocediónunca.

Baja a la plaza y quiere arengar al pueblo; pero los gritos de ¡A Versalles, aVersalles!,ahogansuvoz.

DerepenteseoyeungranestrépitohacialacalledelaVannerie:esBailly,queasuvezsedirigealaCasaAyuntamiento.

A la vista del alcalde resuenan los gritos de «¡Pan, pan! ¡A Versalles, aVersalles!».

Lafayette,apie,yperdidoenlamultitud,comprendequelasoleadassubencadavezmásyqueacabaránporahogarle.

Atraviesa entre la multitud para llegar hasta su caballo, con un ardimientosemejantealdelnáufragoquecortalasolasparacogerseaunaroca.

Le alcanza, al fin, monta y dirígese hacia el pórtico; pero el camino estabaobstruidocompletamenteentreélylaCasaAyuntamiento,interceptandoelpasounamurallahumana.

—¡Pardiez,general!—gritanaquelloshombres—.Osquedaréisconnosotros.Yalmismotiemporedoblanlosgritosde«¡AVersalles,aVersalles!».Lafayette

vacila: sin duda, yendo aVersalles podrá ser útil al rey; pero ¿podrádominar todaaquélla,multitudque le impelehaciaesepunto?¿Leseráposibleconteneraquellasoleadasquelehanhechoperderpieycontralascualesreconocequeluchaélmismo

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parasupropiasalvación?De improviso un hombre baja por la escalera del pórtico, hiende la multitud

llevandounacarta,ymanejatanbienlospiesylasmanos,yenparticularloscodos,quellegahastaLafayette.

AquelhombreeselinfatigableBillot.—Tomad,general—dice—;esdepartedelosTrescientos.Asísellamabaaloselectores.Lafayetterasgaelselloytratadeleerlacartaenvozbaja;peroveintemilvoces

gritan:—¡Lacarta,lacarta!ForzosoleesaLafayetteleerlaenaltavoz.Haceunaseñalparaquesecallen,y

en el mismo instante, como pormilagro, el silencio sigue al inmenso tumulto; demodoque,sinquesepierdaunasolapalabra,Lafayetteleelosiguiente:

«Atendidaslascircunstanciasyeldeseodelpueblo,yenvistadeladeclaracióndel señor comandante general de que es imposible rehusar, se autoriza al señorcomandante,yhastaseleordena,quesetrasladeaVersalles.

»CuatrocomisariosdelAyuntamientoleacompañarán».ElpobreLafayettenohabíadeclaradonadaalosseñoreselectores,aquienesno

desagradabadejarleunapartedelaresponsabilidaddelosacontecimientosqueibanaocurrir;peroelpueblocreyóquehabíadeclaradorealmente;ycomoestadeclaracióndesucomandantegeneralestabaenarmoníaconsudeseo,gritó:

—¡VivaLafayette!Entonceselgeneral,palideciendo,repitióasuvez:—¡AVersalles!Quincemilhombres le siguieronconunentusiasmomássilenciosoyalmismo

tiempomásterriblequeeldelasmujeresqueibanenvanguardia.TodaaquellagentedebíareunirseenVersallesparapediralreylasmigasdepan

caídasdelamesadelosguardiasdecorpsdurantelaorgíadel1al2deoctubre.

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CapítuloLI

VERSALLES

EnVersalles, comosucedía siempre, ignorábaseporcompleto loquepasabaenParís.

Después de las escenas que hemos descrito, y de que la reina se felicitó al díasiguienteenaltavoz,lasoberanadescansaba.

Teníaunejército,habíacontadosusenemigos,ydeseabaempeñarlalucha.¿Nodebíavengar laderrotadel14de julio?¿Noeraprecisohacerolvidarasu

corte y a ella misma aquel viaje del rey a París, viaje del cual regresó con laescarapelatricolorenelsombrero?

¡Pobre mujer! ¡Qué poco esperaba el viaje que a su vez debía emprenderforzosamente!

Desde su altercado con Charny no le había hablado más; y afectaba tratar aAndrea con esa antigua amistad un momento debilitada en su corazón, pero quejamásseextinguióantesurival.

EncuantoaCharny,nolemirabasinocuandoleeraprecisodirigirle lapalabraparasuservicio,odarlealgunaorden.

No era una desgracia de familia, pues en lamismamañana del día en que losparisienses debían salir de París para ir a Versalles se vio a la reina hablarafectuosamenteconeljovenJorgedeCharny,elsegundodelostreshermanos,yelmismo que, contra la voluntad de Oliverio, había dado a la reina tan belicososconsejosalrecibirselanoticiadelatomadelaBastilla.

Enefecto:aesodelasnuevedelamañana,aqueljovenatravesabaporlagaleríaparaanunciaralmonteroqueelreyiríaacazar,cuandoMaríaAntonieta,queacababadeoírmisaenlacapilla,levioylellamó.

—¿Adóndecorréisasí,caballero?—preguntóle.—No corría ya desde que vi aVuestraMajestad—contestó Jorge—;me había

detenido, por el contrario, y esperaba humildemente el honor que me dispensadirigiéndomelapalabra.

—Estonoosimpide,caballero,contestarydecirmedóndeibais.—Señora—contestó Jorge—, debo ir en la escolta. SuMajestad caza, y voy a

tomarórdenesdelmonterorespectoalpuntodereunión.—¡Ah!Elreycazatambiénhoy—dijolareina,mirandolasnubesqueavanzaban

negrasyamenazadorasporlapartedeParís—.Pueshacemal,puesparecequehabráalgunatempestad.¿Noesverdad,Andrea?

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—Sí,señora—contestódistraídamentelajoven.—¿Nosoisdemiopinión,caballero?—Sítal,señora;peroelreyloquiere.—Cúmplaselavoluntaddelrey—replicólareina—lomismoenlosbosquesque

en los caminos—añadió con esa alegría que le era natural y que ni las penas delcorazónnilosacontecimientospolíticosbastabanparahacerlaperder.

Y,volviéndosehaciaAndrea,ledijoenvozbaja—Buenoesquealmenosseentretenga.—¿Podéisdecirme—añadióenvozalta—dóndehadecazarelrey?—EnlosbosquesdeMeudon,señora.—Vamos:acompañadleyveladporél.En aquelmomento, el conde de Charny entró, saludó con una dulce sonrisa a

Andreay,moviendolacabeza,aventuróseadeciralareina:—Esunarecomendacióndelaquemihermanoseacordará,señora,noenmedio

delosplaceresdelrey,sinoenmediodesuspeligros.Al sonido de aquella voz que acababa de herir su oído, sin que su vista le

advirtieselapresenciadeCharny,MaríaAntonietaseestremecióalvolverlacabeza.—Me habría extrañado —dijo con desdeñosa rudeza— que esas palabras no

saliesendebocadelcondeOliveriodeCharny.—¿Porqué,señora?—preguntórespetuosamenteelconde.—Porqueesoesunaprofecíadedesgracia,caballero.Andreapalidecióalverpalideceralconde.Charnyseinclinósincontestar.Pero al observar la mirada de su esposa, que parecía extrañarse de verle tan

resignado,repuso:—Es para mí una verdadera desgracia no saber ya cómo habla a la reina sin

ofenderla.Esteyasehabíaacentuadocomoenelteatroacentúalassílabasunactorhábil.La reina tenía el oído demasiado ejercitado para no sorprender al paso la

intenciónqueCharnyhabíadadoalapalabra.—¡Ya!—exclamóvivamente—.Y¿quésignificaeseya?—Segúnparece,tambiénahorahedichomal—repusosencillamenteelseñorde

Charny.YcruzóconAndreaunamiradaquelareinainterceptóestavez.Entoncespalideció,yconlosdientesoprimidosporlacólerarepuso:—Lapalabraesmalacuandolaintenciónloes.—Yeloídoeshostil—repusoCharny—cuandohostileselpensamiento.Ydespuésdeestaréplica,másjustaquerespetuosa,guardósilencio.—Paracontestar—dijolareina—esperaréaqueelseñordeCharnyseamásfeliz

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ensusataques.—Yyo—dijoCharny—esperaré,paraatacar,aquelareinaseamásdichosade

loquehasidodesdehacealgúntiempoenlaeleccióndesusservidores.Andreacogióvivamentelamanodesuesposoysedispusoasalirconél.Perounamiradadelareinadetuvoalacondesa.—Pero, en fin—preguntóMaría Antonieta—, ¿qué tenía que decirme vuestro

esposo?—Quería decir a VuestraMajestad que, enviado ayer a París por el rey, había

observadoenlaciudadunaextrañafermentación.—¡Otra vez! —exclamó la reina—. Y ¿con qué motivo? Los parisienses han

tomadolaBastillayestándisponiéndoseademolerla.¿Quémásquieren?Contestad,señordeCharny.

—Es verdad, señora —respondió el conde—, pero como no pueden comerpiedras,dicenquetienenhambre.

—¡Que tienen hambre! —exclamó la reina—. Y ¿qué quieren que hagamosnosotrosconeso?

—Hubountiempo,señora—repusoCharny—,enquelareinaeralaprimeraenparticipardelosdolorespúblicosyenaliviarlos;hubountiempoenquesubíahastalas buhardillas de los pobres, y en que las oraciones de éstos se elevaban hasta eltronodeDios.

—Sí —contestó la reina con amargura—, y bien me han recompensado lacompasiónquemanifestéporlasmiseriasdelosdemás.¿Noescierto?Unademismayoresdesgraciasprovinodehabersubidoaunadeesasbuhardillas.

—PorqueVuestraMajestadsehaengañadounavez—dijoCharny—,porquehadispensadosusgraciasysusfavoresaunamiserable,¿acasoespermitidoalareinaponer a toda lahumanidadalniveldeuna infame? ¡Ah, señora, señora! ¡Cómoosamabanenaquellaépoca!

LareinadirigióaCharnyunamiradairacunda.—Enfin—dijo—,¿quépasóayerenParís?Nomehabléissinodelascosasque

hayáisvisto,puesquieroestarseguradelaveracidaddevuestraspalabras.—¡Loquehevisto,señora!Hevistoaunapartedelapoblaciónaglomeradaen

los muelles, esperando inútilmente la llegada de las harinas; y he visto a la otraformandocolaa lapuertade laspanaderías,esperando,envano,elpan.Loquehevisto esunpueblohambriento,maridosmirando tristemente a susmujeres;madresquecontemplabanentristecidasasushijos;hevistopuñoscrispadosyamenazadores,señalandoaVersalles.¡Ah,señora,señora!Temomuchoqueesospeligrosdequeoshablaba,esaoportunidaddemorirporVuestraMajestad,dichaquemihermanoyyoreclamamoslosprimeros,notardarámuchotiempoenpresentarse.

LareinavolviólaespaldaaCharnyconunmovimientodeimpaciencia,yapoyó

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su frente abrasada, aunque pálida, contra los cristales de una ventana que daba alpatiodemármol.

Apenashabíahechoestemovimiento,viéronlaestremecerse.—Andrea—dijo—,venidaverquiénesesejinetequenosllega.Pareceportador

denoticiasmuyurgentes.Andreaseacercóalaventana,perocasialpuntoretrocedióunpasopalideciendo.—¡Ah,señora!—exclamócontonodereconvención.Charny se acercó vivamente a la ventana, pues había observado todo lo que

acababadepasar.—Esejinete—dijo,mirandoalareinayaAndrea—eseldoctorGilberto.—¡Ah!Es cierto—dijo la reina, de talmodo que ni lamismaAndrea pudiese

adivinarsilasoberanahabíallamadosuatenciónenunodeesosaccesosdevenganzafemenina a los que la pobreMaríaAntonieta se entregaba algunas veces, o si fueporquesusojos,debilitadosporlasveladasylaslágrimas,noreconocíanyaaciertadistancianiaunalosqueteníainterésenreconocer.

Al punto reinó un silencio glacial entre los tres principales actores de aquellaescena,cuyasmiradastansólocontinuaronpreguntandoycontestándose.

Efectivamente, Gilberto era quien llegaba para dar las siniestras noticias queCharnyhabíaprevisto.

Sinembargo,aunquesehubieseapeadoprecipitadamentedesucaballo,aunquesubiese con rapidez la escalera, y aunque las tres cabezas inquietas de la reina, deAndreaydeCharnysehubiesenvueltohacialapuertadeentrada,porlacualdebíapenetrareldoctor,estaúltimanoseabrió.

Entonces se produjo en las tres personas una ansiosa inquietud de algunosminutos.

Derepente,enelladoopuestoabrióseunapuerta,yunoficialseadelantó.—Señora—dijo—, el doctorGilberto, que venía para hablar al rey de asuntos

importantesyurgentes,solicitaelhonordeserrecibidoporVuestraMajestad,puestoqueelsoberanohamarchadoaMeudonhaceunahora.

—Queentre—exclamólareina,fijandoenlapuertaunamiradafirme,casidura,mientrasqueAndrea,comosihubieradebidoencontrarnaturalmenteunapoyoensuesposo,ibaretrocediendoparaapoyarseenelbrazodelconde.

Eldoctoraparecióenelumbraldelapuerta.

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CapítuloLII

LAJORNADADEL5DEOCTUBRE

Gilbertodirigióunamiradaalosdiferentespersonajesqueacabamosdepresentarenescena,y,adelantándoserespetuosamentehaciaMaríaAntonieta,ledijo:

—¿Me permitirá la reina, en ausencia de su augusto esposo, comunicarle lasnoticiasdequesoyportador?

—Hablad,caballero—dijolareina—.Alverosvenirtanrápidamentehellamadoenmiauxiliotodamienergía,sospechandoquetraíaisalgunafunestanoticia.

—¿Hubiera preferido la reina que la sorprendiera? Advertida, y con su sanocriterioylafuerzaderaciocinioquelacaracterizan.VuestraMajestadpodrásaliralencuentrodelpeligro,ytalvezésteretrocederáentoncesanteella.

—Veamos,caballero,quépeligroesése.—Señora, siete u ocho mil mujeres han salido de París y vienen armadas a

Versalles.—¡Sieteuochomilmujeres!—exclamólareinaconexpresióndesdeñosa.—Sí; pero se han detenido en el camino, y tal vez sean quince o veintemil al

llegaraquí.—Y¿aquévienen?—Tienenhambre,señora,yvienenapedirpanalrey.LareinasevolvióhaciaCharny.—¡Aydemí,señora!—dijoelconde—.Hasucedidoloqueyohabíaprevisto;—¿Quéhacer?—preguntóMaríaAntonieta.—Avisaralreylaprimeracosa—contestóGilberto.Lareinasevolvióvivamente.—¡Elrey!¡Oh!¡No!—exclamólareina—.¿Dequésirveexponerle?Aquelgrito, escapadodel corazóndeMaríaAntonieta,másbienqueproferido,

ponía de manifiesto su valor, la confianza que en sí misma tenía, pero tambiénrevelaba una debilidad que no debía encontrar en su esposo, ni dar a conocer apersonasextrañas.

Pero¿eranextranjerosCharnyyGilberto?No.Estosdoshombres,porelcontrario,parecíanelegidosporlaProvidencia:el

unoparasalvaralareina,yelotroparadefenderalrey.CharnycontestóalavezalareinayaGilberto.Recobrabatodosudominiosobre

sí,porquehabíahechoelsacrificiodesuorgullo.—Señora—dijo—,elseñorGilbertotienerazón.Esprecisoavisaralrey,porque

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aúnesamado.SuMajestadsepresentaráalasmujeres,lasarengaráylasdesarmará.—Pero—preguntó la reina—, ¿quién se encargará de avisarle?El camino está

cortadoya,sindudaalguna,yseráempresapeligrosa.—¿EstáelreyenMeudon?—Sí;ysi,comoesprobable,loscaminos…—Dígnese Vuestra Majestad no ver en mí más que un soldado—interrumpió

Charnysescillamente—.Elsoldadonaceparasacrificarse.Pronunciadas estas palabras no esperó la contestación ni oyó el suspiro de la

reina. Bajó rápidamente, saltó a un caballo de los guardias y dirigióse a escape aMeudon,seguidodedosjinetes.

Apenas hubo desaparecido, contestando con una última señal al ademán dedespedidaqueAndreahacíaporlaventana,unrumorlejano,semejantealmugidodelasolasenundíadetempestad,llegóaloídodelareina.EsterumorparecíaelevarsedelosárbolesmásdistantesdelcaminodeParís,ydesdelahabitacióndondelareinasehallabaveíansedesarrollarseentrelabrumahastalasúltimascasasdeVersalles.

Muy pronto el horizonte comenzó a ser amenazador a la vista, como lo era aloído,yunalluviablancuzcaymenudacomenzóacortarlanieblagris.

Sinembargo,apesardeestaamenazadelcielo,Versallessellenabadegente.Los emisarios llegaban al palacio unos tras otros. Cada cual señalaba una

numerosa columna procedente de París, y todos pensaban en las alegrías y en losfáciles triunfosde losdíasprecedentes, sintiendoenel corazón, losunos, comounremordimiento,ylosotrosunaespeciedeterror.

Lossoldados,inquietosymirándose,cogíanlentamentesusarmas,semejantesahombresebriosquetratandesacudirlosvaporesdelvino,mientrasquelosoficiales,desmoralizadosporlavisibleturbacióndesugenteylosmurmullosdelamultitud,respirabancondificultadaquellaatmósferacargadadedesgracias,quenaturalmentelesimputaríanaellos.

Por su parte, los guardias de corps, trescientos hombres, poco más o menos,montabanacaballofríamente,conesavacilaciónquesepintaenlosmilitarescuandocomprendenquesehabrádelucharcontraenemigoscuyoataqueesdesconocido.

¿Quéhacercontramujeresquehabíansalidoarmadasyamenazadoras,peroquellegaban sin armas y no podían ni siquiera levantar los brazos por efecto delcansancioydelhambre?

Sinembargo,vanaocuparsusfilas,desenvainanlossablesyesperan.Al fin, aparecen lasmujeres,que lleganpordoscaminos.Amediadistancia se

habíanseparado,tomandounaslavíadeSaint-Cloud,ylasotrasladeSévres.Antesdesepararsesehabíanrepartidoochopanes,todoloquepudieronencontrar

enSévres.¡Treintaydoslibrasdepanparasietemilpersonas!AlllegaraVersalles,apenas

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podíantenerseenpie;másdetrescuartaspartesdeellashabíandejadosusarmasenelcamino;pero,comoyahemosdicho,Maillardconsiguióquelasdemásdepositaranlassuyasenlasprimerascasasdelaciudad.

Después,alentrarenVersalles,dijo:—¡Vamos:paraquenodudenque somosamigosde lamonarquía, cantemosel

VivaEnriqueIV!Y con voz desfallecida, que apenas tenía suficiente fuerza para pedir pan,

entonaronelcánticoreal.Por eso el asombro fue grande en Palacio al oír cantos en vez de gritos y

amenazasy,sobretodo,alverquelascantantes,tambaleándoseyvacilando,pueselhambreseparecealaembriaguez,llegabanhastalaverjaysecogíanalascancelaspara apoyar en ellas sus rostros desencajados y lívidos, bañados en agua y sudor,milesdecarasespantosasqueparecíanduplicarseyseconfundíanconlascrispadasmanoscogidasalolargodelosbarrotes.

Después, de vez en cuando, del seno de aquellos grupos fantásticos partíanlúgubres alaridos y brillaban miradas como relámpagos entre aquellas figurasagonizantes.

Algunasveces,todasaquellasmanosdejabanlabarraquelesservíadeapoyo,yporloshuecossealargabanhaciaelcastillo.

Lasmás, abiertas y temblorosas, como pidiendo; las otras, crispadas y rígidas,comoamenazando.

¡Oh!¡Quésombríoeraaquelcuadro!Lalluviayellodo,porloquehacealcieloylatierra.Elhambreylaamenazarespectoalossitiadores;lacompasiónyladudaparalos

sitiados.Entretanto, Luis XVI era esperado por la reina, que, poseída de fiebre y de

resolución,dabaórdenesparaladefensa.Pocoapoco,loscortesanos,losoficialesylosaltosfuncionariossehanagrupadoalrededordelasoberana.

Enmediodeellos,aquéllavioalseñordeSaint-Priest,ministrodeParís.—Idaverdeunavezloqueesagentequiere,caballero—ledijolareina.ElseñordeSaint-Priestbaja,atraviesaelpatioyacércasealaverja.—¿Quédeseáis?—preguntóalasmujeres.—¡Pan,pan,pan!—contestaronalavezmilvoces.—¡Pan!—exclamaelseñordeSaint-Priestconimpaciencia—.Cuandonoteníais

másqueunamonoosfaltabanunca;ahoraque tenéisdoscientos,yaveisaquéoshanreducido.

Y el señor de Saint-Priest se retira, en medio de los gritos de aquellashambrientas,ordenandoquesemantengalaverjacerrada.

Perounadiputaciónseadelanta,yanteellaseránecesarioabrirla.

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MaillardsehabíapresentadoalaAsambleaennombredelasmujeres,yobtuvoqueelpresidente,conunacomisióndedocedeaquéllas,hicieraunarepresentaciónalrey.

Enélmomentomismoenqueladiputación,conMounieralacabeza,saledelaAsamblea,elreyentraagalopeporunapuertaexcusada.

CharnysehabíareunidoconélenelbosquedeMeudon.—¡Ah! ¿Sois vos, caballero? —le preguntó el soberano—. ¿Es a mí a quien

buscáis?—Sí,señor.—¿Quéocurre?Parecequehabéisvenidomuydeprisa.—Señor, diez mil mujeres se hallan en este momento en Versalles; llegan de

París,ypidenpan.El reyseencogiódehombros,peromásbienporunsentimientodecompasión

quedeindiferencia.—¡Aydemí!—exclamó—.Siyotuvierapan,noesperaríaaqueellasviniesena

Versallesparapedírmelo.Y sin hacer ninguna otra observación, aunque dirigiendo una mirada dolorosa

haciaelladopordondesealejabalacaza,quedebíainterrumpir,añadió:—VamosaVersalles,caballero.Yemprendiólamarcha.Acababa de llegar, como hemos dicho, cuando resonaron ruidosos gritos en la

plazadeArmas.—¿Quéeseso?—preguntóelrey.—Señor —gritó Gilberto, entrando, pálido como un difunto—, son vuestros

guardias, que, conducidos por el señor Jorge deCharny, atacan al presidente de laAsambleaNacionalyaladiputaciónquevieneapresentarseaVuestraMajestad.

—¡Imposible!—exclamaelrey.—¡Escuchadlosgritosdelosqueasesinan!Ved,vedcómotodoelmundohuye.—¡Mandadabrirlaspuertas!—exclamaelrey—.Recibiréaladiputación.—¡Pero,señor!—exclamalareina.—Mandadabrir—diceLuisXVI—;lospalaciosdelosreyessonlugardeasilo._¡Ay!—dijoMaríaAntonieta—.Exceptotalvezparalosreyes.

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CapítuloLIII

LATARDEDEL5AL6DEOCTUBRE

CharnyyGilbertoseprecipitaronporlaescalera.—¡Ennombredelrey!—gritaeluno.—¡Ennombredelareina!—gritaelotro.—Abridlaspuertas—añadenlosdos.Peroestaordennoseejecutabastantedeprisaparaimpedirqueelpresidentedela

AsambleaNacionalseaderribadoenelpatioypisoteado.Yjuntoaéldosmujeresdeladiputaciónhansidoheridas.GilbertoyCharnyseprecipitan.Aquellosdoshombres,salidoelunodelamás

elevadacategoríadelasociedad,yelotrodelamásínfima,sehanencontradoenelmismomedio.

Elunoquiere salvar a la reinapor amora ésta; el otroquiere salvar al reyporamoralamonarquía.

Abiertaslasverjas,lasmujeressehanprecipitadoenelpatio,arrojándosesobrelas filasde losguardiasy lasde los soldadosdel regimientodeFlandes, aquienesamenazan,rueganyacarician.¡Cómoresistiramujeresqueimploranaloshombresennombredesusmadresydesushermanas!

—¡Paso,señores,pasoaladiputación!—gritaGilberto.YtodaslasfilasseabrenparaquepaseMounierconlasdesgraciadasmujeresque

debenpresentaralrey.LuisXVI,prevenidoporCharny,quesehaadelantado,esperaa ladiputaciónen

unacámaracontiguaalacapilla.MounierhablaráennombredelaAsamblea.LuisaChambry,aquellaramilletera,quetocabaeltambor,hablaráennombrede

lasmujeres.Mounierdicealgunaspalabrasalreyylepresentaalajovenramilletera.Estaúltimaseadelantaunpaso,yquierehablar,perosolamentepuedepronunciar

estaspalabras:—¡Señor,pan!Ycaedesvanecida.—¡Socorro!—gritaelrey.Andreaacudepresurosaypresentasufrasquitodeesenciasalrey.—¡Ah,señora!—diceCharnyalareinacontonodereconvención.MaríaAntonietapalideceyseretiraasuaposento.

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—Preparadlosequipajes—dice—.ElreyyyomarchamosaRambouillet.Entretanto,lapobreramilleteravolvíaensí,y,alverseentrelosbrazosdelrey,

quelehacíaaspirarlaesencia,profirióungritodevergüenzayquisobesarlelamano.Peroelreyladetuvo.—Hijamía—dijo—,permitidmeabrazaros,puesbienmerecéislapenadequelo

haga.—¡Ohseñor,señor!Puestoquesoistanbueno—dijolajoven—,dadlaorden.—¿Quéorden?—preguntóelrey.—Laordendequevenganlostrigosparaqueceseelhambre.—Hijamía—contestóelrey—,yofirmarélaordenquemepedís;perotemoque

ossirvademuypocacosa.LuisXVI fue a sentarse a unamesa, y comenzaba a escribir, cuando de pronto

resonóunadetonaciónaislada,seguidadeunnutridofuego.Eltirodefusilhabíasidodisparadoporunhombredelpueblo,ylabalafracturó

el brazo al señor de Savonniéres, teniente de los guardias, en el momento delevantarlo para castigar a un joven soldado refugiado tras de una barraca, el cualextendíalossuyos,sinarmas,paraprotegeraunajovenqueestabaderodillasdetrásdeél.

Aladetonaciónhancontestadocincooseistirosdecarabinadelosguardias.Dos balas habían tocado en el blanco, y acababa de caer una mujer muerta;

mientrasqueotrahasidoheridagravemente.Elpueblocontesta,yasuvezdosguardiasdecorpscaendesuscaballos.En el mismo instante, los gritos de «¡Paso, paso!» se oyen a lo lejos: son los

hombresdelarrabaldeSanAntonioque lleganarrastrando trescañones, loscualessitúanenbateríafrentealaverja.

Porfortuna,lalluviacaeatorrentes; inútilmenteseaproximalamechaalaluz,pueslapólvoramojadanoseinflama.

Enaquelmomento,unavozmurmuraaoídosdeGilberto:—ElgeneralLafayettellegayestáyatansóloamedialeguadeaquí.El doctor mira inútilmente para ver quién le ha dado el aviso; pero de

dondequieraquevenga,esbueno.Paseando la mirada a su alrededor, ve un caballo sin jinete: es de uno de los

guardiasqueacabandematar.Gilbertomontadeunsalto,yparteagalopeendirecciónaParís.El segundocaballo sin jinetequiere seguirle;mas,apenashadadoveintepasos

porlaplaza,esdetenidoporlabrida.Gilbertocreequeseadivinasuintención,quesetrata de perseguirle, y, volviendo la cabeza, dirige unamirada tras sí, sin dejar dealejarse.

No sepiensaen tal cosa: tienenhambre;quierencomer,y sematael caballo a

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cuchilladas.Elanimalcae,yenunmomentolehacenpedazos.Entretanto,algunohaidoadeciralrey,comoaGilberto:—ElseñordeLafayettellega.LuisXVIacababadefirmaraMounierlaaceptacióndelosDerechosdelHombre;

yaLuisaChambrylaordenparaqueviniesenloscereales.Provistos de este decreto y de esta orden, que debían calmar todos los ánimos,

segúnsepensaba,Maillard,LuisaChambryyunasmilmujerestomarondenuevoelcaminodeParís.

En las primeras casas de la ciudad encontraron a Lafayette, que, instado porGilberto,llegabaalacarrera,conduciendolaguardianacional.

—¡Vivaelrey!—gritaronMaillardylasmujeres,elevandolosdecretossobresuscabezas.

—¿Qué hablabais, pues, de los peligros que Su Majestad corre? —preguntóLafayetteasombrado.

—Venid,general,venid—exclamóGilberto—,vosmismojuzgaréis.Lafayettecontinúasumarcha,y laguardianacionalentraenVersallesa tambor

batiente.A los primeros redobles que se oyen en Versalles, el rey siente que le tocan

respetuosamenteenelbrazo.VuelvelacabezayvealacondesadeCharny.—¡Ah!¡Soisvos,señora!¿Quéhacelareina?—Señor, la reina os suplica que marchéis sin aguardar a los parisienses. A la

cabezadevuestrosguardiasysoldadosdelregimientodeFlandespasaréisportodaspartes.

—¿Opináisasí,señordeCharny?—preguntóelrey.—Sí,señor,sidepasoatravesáislafrontera:sino…—¿Qué?—Serámejorquedarse.Elreymoviólacabezaysequedó,noporquetuviesevalorparaello,sinoporque

noteníafuerzaparamarchar.Ymurmuróenvozmuybaja:—¡Unreyfugitivo!¡Unreyfugitivo!Y,volviéndosehaciaAndrea,añadió:—Idadeciralareinaquemarchesola.Andreasalióparacumplirconlaorden.Cincominutosdespués,lareinaentróycolocósejuntoalrey.—¿Aquévenísaquí,señora?—preguntóLuisXVI.—Amorirconvos,caballero—contestólareina.

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—¡Ah!—murmuróCharny—.Ahoraescuandoestáverdaderamentehermosa.Lareinaseestremeció,pueshabíaoído.—Creo,enefecto—dijomirándole—,quemejorseríamorirquevivir.En aquel momento, la guardia nacional tocaba los tambores debajo de las

ventanasmismasdelpalacio.Gilbertoentróvivamente.—Señor—dijo el rey—, vuestraMajestad no tiene nada que temer, porque el

generalLafayetteestáabajo.Alreynoleagradabaelgeneral;perosecontentabaconnoquererle.Lareina,porelcontrario,leodiabafrancamenteynoocultabasuadversión.DeaquíresultóqueGilbertonorecibiócontestación,aunquelanoticiaquedaba

era,ensuconcepto,unadelasmásfelicesquepodíacomunicar.PeroGilbertonoerahombrequepudieraintimidarseporelsilenciodelosreyes.—¿Me ha oído Vuestra Majestad? —preguntó con tono firme—. El señor

Lafayetteestáabajo,yseponealasórdenesdeVuestraMajestad.Lareinapermanecíamuda.Elreyhizounesfuerzoycontestó:—Quevayanadarlegraciasyqueleinvitendemiparteasubir.Unoficialseinclinóysalió.La reina retrocedió tres pasos, como para retirarse; pero un ademán casi

imperativodelreyladetuvo.Loscortesanosseformaronendosgrupos.CharnyyGilbertopermanecieronjuntoalrey.Todos los demás, retrocediendo como la reina, se colocaron detrás de ella.

Entonces se oyó el paso de un solo hombre, y el general Lafayette apareció en elumbraldelapuerta.

Enmediodelsilencioqueseprodujoasuvista,unavozquesalíadelgrupodelareinapronuncióestastrespalabras:

—AhíestáCromwell.Lafayettesonrió.—Cromwell—dijo—nohubieraidosoloaveraCarlosI.LuisXVI sevolvióhaciaaquellos terribles amigosqueconvertíanenadversario

suyoalhombrequeacudíaensuauxilio.DespuésdijoaCharny:—Conde,yomequedo;pueshallándoseaquíel señordeLafayette,nada tengo

que temer. Decid a las tropas que se retiren a Rambouillet; la guardia nacionalprestaráelservicioexterior,ylosguardiasdecorps,eldelinteriordelpalacio.

YvolviéndosehaciaLafayette,añadió:—Venid,general:deseohablaros.

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YcomoGilbertodieraunpasopararetirarse,ledijo:—Noestáisdesobra,doctor:venidtambién.Y, mostrando el camino a Lafayette y a Gilberto, entró en un gabinete con

aquéllos.Lareinalesiguióhastaquelapuertasehubocerrado.—¡Ah!—exclamó—. Hoy era cuando debíamos haber huido. Hoy era tiempo

todavía;mañanatalvezserádemasiadotarde.Ysalióasuvezparaentrarensushabitaciones.Sinembargo,uninmensoresplandor,semejantealdeunincendio,sereflejabaen

loscristalesdelpalacio.Eraunagranhoguera,dondeseasabanloscuartosdelcaballomuerto.

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CapítuloLIV

LANOCHEDEL5AL6DEOCTUBRE

Lanochefuebastantetranquila:laAsambleaestuvoensesiónpermanentehastalastresdelamadrugada.

A esta hora, antes de separarse sus individuos, envió dos de sus ujieres pararecorrerVersalles,visitarlasinmediacionesdelpalacioydarlavueltaalparque.

Todoestaba,oparecíaestar,tranquilo.Lareinaquisosalir,aesodelasdocedelanoche,porlaverjadeTrianón;perola

guardianacionalrehusódejarlapasar.Ycomoalegaratemores,contestáronlequeestabamásseguraenVersallesqueen

ningunaotraparte.En su consecuencia, se retiró a sus habitaciones, y, en efecto, allí pudo

tranquilizarsealverseprotegidaporsusmásfielesguardias.A su puerta se encontró a Jorge de Charny; estaba armado, y apoyábase en la

carabina corta que los guardias usaban, así como los dragones: esto era contra lascostumbres,pueslosguardiasdelinteriordepalacionohacíancentinelamásqueconsussables.

Lareinaseacercóaél.—¡Ah!¿Soisvos,barón?—dijo,—Sí,señora.—¿Siemprefiel?—¿Noestoyenmipuesto?—Y¿quiénoslohaseñalado?—Mihermano,señora.—¿Dóndeestávuestrohermano?—Juntoalrey.—¿Porquéjuntoalrey?—Porqueeseljefedelafamilia,segúnhadicho,yporque,encalidaddetal,tiene

derechoamorirporelrey,queesjefedelEstado.—Sí—dijoMaríaAntonieta,conciertaamargura—.Mientrasquevosnotenéis

derechodemorirsinoporlareina.—Será un gran honor para mí, señora—dijo el joven inclinándose—, si Dios

permitequealgunavezcumplaconestedeber.Lareinadiounpasopararetirarse,perounasospechapenetróensucorazón.Detúvose,y,volviendoamediaslacabeza,preguntó:

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—¿Y…lacondesa?¿Quéhasidodeella?—Lacondesa,señora,entróhacediezminutos,yhaordenadoquecoloquenun

lechoenlaantecámaradeVuestraMajestad.Lareinasemordióloslabios.BastabaquesetratasedecualquiercosadelafamiliadeCharny,paraquenose

pudieraencontrarfalta.—Gracias,gracias,caballero—dijolareina,haciendo,conlacabezaylamanoa

lavez,unademánencantador—.Daréisgraciasavuestrohermanoporlobienquesecuidadelrey.

Y,pronunciadasestaspalabras,entróensuhabitación.EnlaantecámaraencontróaAndrea,noechada,sinodepie,respetuosayesperando.

Nopudomenosdeofrecerlesumano.—Acabo de dar las gracias a vuestro cuñado Jorge, condesa—dijo—, y le he

encargadoquelastransmitaavuestroesposo,asícomooslasdoyavos.Andreahizounareverenciayseapartóparaquepasaselareina,queentróensu

habitación.NodijoaAndreaquelesiguiese,puesaquellafidelidad,enqueyanoexistíael

afectoyque,porheladaquefuera,seofrecía,sinembargo,hastalamuerte,causábalemalestar.

Así, pues, a las tres de la madrugada, como ya hemos dicho, todo estabatranquilo.

GilbertohabíasalidodelpalacioconelgeneralLafayette,que,acausadehaberestado a caballo docehoras, desfallecía de fatiga.A la puerta se encontró aBillot,llegadoconlaguardianacional:habíavistomarcharaGilberto,y,pensandoqueéstepodríanecesitarle,habíavenidoareunirseconél,comoelperrolohaceconelamoquehamarchadosolo.

A las tres, según hemos dicho, todo estaba tranquilo, y la misma Asamblea,tranquilizadaporlosinformesdesusujieres,sehabíaretirado.

Esperábasequeaquellatranquilidadnoseturbaría.Peroseesperabamal.Encasi todos losmovimientospopularesquepreparan lasgrandesrevoluciones

hayuntiempodeespera,duranteelcualsecreequetodohaconcluidoyquesepuededormirtranquilamente.

Peroseengañan.Detrásdeloshombresquehacenlosprimerosmovimientoshayotrosqueesperan

que se hayan ejecutado, y que, cansados o satisfechos, en uno u otro caso, y noqueriendoirmáslejos,dejandescansaralosquelospracticaron.

Entonces es cuando, a su vez, aquellos hombres desconocidos, misteriososagentes de fatales pasiones, se deslizan en las tinieblas, vuelven a comenzar el

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movimiento donde quedó abandonado, y avanzan hasta los últimos límites,espantandoalosqueleshabíanabiertoelcaminoyquesequedaronalamitaddeél,creyendoqueyaestabaconseguidoelobjeto.

Hubo un impulsomuy distinto durante aquella noche terrible, comunicado pordosfuerzasllegadasaVersalles,launaporlatardeylaotraporlanoche.

Laprimeraveníaporqueteníahambre,ypedíapan.Lasegundallegababajoelimpulsodelodio,ypedíavenganza.YasabemosquelaprimerafuerzaeraconducidaporMaillardyLafayette.¿Quiénmandabalasegunda?Lahistorianocitaningúnnombre;pero,afaltade

historia,latradiciónnosdaeldeMarat.¡Marat!Ya le conocemos; le hemos visto en las fiestas del matrimonio de María

Antonieta,cortandopiernasenlaplazadeLuisXVy,mástarde,levimosigualmenteenlaplazadelaCasaAyuntamiento,impeliendoalosciudadanoshacialaBastilla.

Porúltimo,levemosdeslizándosedurantelanoche,comoesoslobosquerondanalrededordelosrebañosdecarneros,esperandoaqueelpastorsehalledormidoparaemprendersusangrientaobra.

¡Verriére!Citamosporprimeravezestenombre:eraeldeunenanodeforme;unjorobado

repugnante,conlaspiernasdesmesuradamentelargas.En cada tormenta que removía el fondo de la sociedad veíase al sangriento

pigmeo subir con la espuma y agitarse en la superficie. Dos o tres veces, en lasépocasterribles,seleviopasarporParísagachadosobreuncaballonegro,semejanteauna figuradelApocalipsisoaunodeesosdiablos inverosímiles,nacidosbajoellápizdeCallot,paratentaraSanAntonio.

Ciertodía,enunclub,ysubidoenunamesa,atacó,amenazóyacusóaDanton:era la época en que comenzaba a decaer la popularidad del hombre del 2 deseptiembre; y, bajo aquel venenoso ataque,Danton se sintió perdido, como el leónque ve a dos dedos de sus labios la repugnante cabeza de la serpiente.Miró a sualrededor,comosibuscaseunarmaconlacualdefenderseounapoyo,y,porfortuna,viootrojorobado;cogiólealpuntoporloshombros,y,levantándole,colocólesobrelamesa,frenteasucofrade.

—Amigomío—ledijo—,contestadaesecaballero;oscedolapalabra.Todosseecharonareír,yDantonsesalvó.Almenosporaquellavez.Había, pues, según la tradición, tres jefes: Marat, Verriére y el duque de

Aiguillon.ElduquedeAiguillon,esdecir,unodelosprimerosenemigosdelareina.YelduquedeAiguillonibadisfrazadodemujer.¿Quiénhadichoesto?Todoel

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mundo.ElabateDelilleyelabateMaury,esosdossacerdotesquetanpocoseparecen.Sehanatribuidoalprimeroestosfamososversos:

Comohombre,esuncobarde;Comomujer,asesino.

EncuantoalabateMaury,eraotracosa.Quincedíasdespuésdelosacontecimientosquereferimos,elduquedeAiguillon

leencontróenelterradodelosFeuillans,yquisohablarle.—Pasadelargo,puerco—ledijoelabateMaury.Ysealejódelduquemajestuosamente.Ahorabien:sedicequéestostreshombresllegaronaVersallesaesodelascuatro

delamadrugada,yqueconducíanlassegundasfuerzasdequehemoshablado.Secomponíandeaquéllosquellegandespuésdelosquecombatenparavencer.Ibanparaentregarsealsaqueoyasesinar.Ahorabien:yahabíanasesinadounpocoenlaBastilla,perosinsaquear.YVersallesofrecíaunmagníficodesquite.A eso de las cinco y media de la mañana, los habitantes del palacio se

estremecieronenmediodesuplácidosueño.AcababaderesonaruntiroenelpatiodeMármol.Quinientososeiscientoshombressehabíanpresentadodeprontoen laverja,y,

excitándoseyanimándose,empujábanseunosaotrosyacababandeescalarlaverja,mientrasquealgunoslaforzaban.

Entonces fue cuando el tiro del centinela dio la señal de alarma. Uno de lossitiadoreshabíacaídomuerto;sucadáverestabatendidoentierra.

Aqueltirohacruzadoporelgrupodelossaqueadores,quebuscan,unos,laplatadelpalacio,yotros,talvez,hastalacoronadelrey.

Cortadocomoporunpoderosohachazo,elgruposedivideendos.Unodeellossedirigehacialahabitacióndelareina;elotrosubehacialacapilla,

esdecir,endirecciónalosaposentosdelrey.Sigamosprimeramenteaesteúltimo.¿Habéisvistocómosubelaolaenlasgrandesmareas?Puesbien:laolapopular

seleparece,conladiferenciadequeavanzasiempre,sinretroceder.Todalaguardiadelreysecompone,enaquelmomento,delcentinela,queguarda

lapuerta, ydeunoficial que sale precipitadamentede las antecámaras, armadodeunaalabarda,arrancadademanosdelsuizo,espantado.

—¡Quiénvive!—gritaelcentinela—.¡Quiénvive!Ycomonorecibecontestación,ylaoleadasubesiempre,gritaporterceravez:

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—¡Quiénvive!Yseechaelfusilalacara.Eloficialcomprendeloqueresultarásiseoyeelruidodeunadetonaciónenlas

habitaciones.Apartaelfusil,precipítasealencuentrodelossitiadores,einterceptaelpasodelaescaleraconsualabarda.

—¡Señores,señores!—grita—.¿Quédeseáis?¿Quépedís?—Nada,nada—contestanalgunasvoces,contonoburlón—.¡Vamos!Dejadnos

pasar,quesomosbuenosamigosdelrey.—¡SoisbuenosamigosdeSuMajestad,yletraéislaguerra!Estaveznohubomáscontestaciónqueunacarcajadasiniestra.Unhombrecogeelmangodelaalabarda,queeloficialnoquieresoltar,y,para

obligarle,elhombrelemuerdelamano.El oficial arranca la alabarda de la diestra de su enemigo y, con elmango, de

encina,descargatanfuriosogolpesobrelacabezadesucontrincante,queleparteelcráneo;perolaviolenciahasidotal,queelarmaquedadivididaendos.

Entonceseloficialtienedosarmasenvezdeuna:unpaloyunpuñal.Conelpalohaceelmolinete,yconelpuñalhiere.Entretantoelcentinelaabrela

puertadelaantecámaraypideauxilio.Cincooseisguardiassalenalpunto.—¡Señores,señores!—diceelcentinela—.¡AuxilioalseñordeCharny,auxilio!Lossables,desenvainados,brillanunmomentoalaluzdelalámparaqueardeen

loaltode laescalera,yaderechae izquierdadeCharnydescargan furiososgolpessobrelossitiadores.

Entonces se oyengritos de dolor.La sangre brota por todas partes, y la oleadaretrocede, rodando sobre los escalones, que, así descubiertos, aparecen rojos yresbaladizos.

Lapuertadelaantecámaraseabreporterceravez,yelcentinelagrita:—¡Entrad, señores: el rey lo ordena! Los guardias se aprovechan de aquel

momentodeconfusióndelamultitudyseprecipitanhacialapuerta,siendoCharnyelúltimoqueentra,cerrandoaquéllasdespuésconlosdoscerrojosgrandes.

Milgolpessedescarganalavezcontralapuerta;perosehanacumuladodetrásbanquetes,mesasytaburetes,yresistirábiendurantediezminutos.¡Diezminutos!

Enestetiempo,algúnrefuerzollegará.VeamosquésucedeenlashabitacionesdeMaríaAntonieta.

Elsegundogruposehaprecipitadohaciaellas;perolaescaleraesmuyestrechayapenas pueden pasar dos personas de frente por el corredor. Allí vela Jorge deCharny.

Ycomoeltercer¡quiénvive!,norecibecontestación,hacefuego.Alruidodeladetonación,lapuertadelareinaseabre.

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YAndreaasomalacabeza,peroconexpresióntranquila.—¿Quéhay?—pregunta.—Señora —exclama Jorge—, salvad a Su Majestad, pues su vida es lo que

quieren.Yoestoysoloaquícontramil,peronoimporta,puesresistirécuantotiemposeaposible.¡Apresuraos,apresuraos!

Ycomolossitiadoresseprecipitansobreél,cierralapuertagritando:—¡Echadelcerrojo!Yovivirélobastanteparadaralareinatiempodelevantarse

yhuir.Y,alvolverse,atraviesaconsubayonetaalosdosprimerosqueencuentraenel

corredor.Lareinalohaoídotodo,ycuandoAndreaentraensuhabitaciónlaencuentraya

depie.Dosdesusdoncellas,lasseñorasHoguéyThibault,lavistenapresuradamente.Después,amediovestir, lasdosmujeres laempujanhacia lahabitacióndel rey

porunpasillosecreto,mientrasque,siempretranquilaycomoindiferenteasupropiopeligro, Andrea corre uno tras otro los cerrojos de cada puerta que franquea paraseguirlospasosdelareina.

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CapítuloLV

LAMAÑANA

Unhombreesperabaalareinaenellímitedelasdoshabitaciones.AquelhombreeraCharny,cubiertodesangre.—¡Elrey!—exclamóMaríaAntonietaalver lasropasenrojecidasdel joven—.

¡Elrey,caballero!Mehabéisprometidosalvarle.—Elreyestásalvado,señora.Yclavando lamiradaa travésde laspuertas,que la reinahabíadejadoabiertas

parallegaralaestanciadesuesposo,dondesehallabanreunidosenaquelmomentoelDelfín,madameRoyaleyalgunosguardias,disponíaseapreguntardóndeestabaAndrea,cuandosumiradaseencontróconladelareina.

Estodetuvolapalabraensuslabios.PerolamiradadelareinapenetrabaprofundamenteenelcorazóndeCharny.Notuvonecesidaddehablar,puesMaríaAntonietaadivinósupensamiento.—Yaviene—dijo—,estadtranquilo.YcorrióhaciaelDelfín,aquiencogióensusbrazos.Enefecto:Andreacerrabalaúltimapuertayentrabaasuvezenlacámara.AndreayCharnynocruzaronunasolapalabra,lasonrisadelunocontestóaladel

otro,ynohubomás.¡Cosaextraña!Aquellosdoscorazones,tanlargotiemposeparados,comenzaban

alatirunoporotro.Entretanto, la reina miraba a su alrededor; y como si se alegrase de coger a

Charnyenfalta,preguntó:—¿Yelrey?¿Dóndeestáelrey?—Ahoraosbusca,señora—contestótranquilamenteCharny—.Haidoavuestra

habitaciónporuncorredor,mientrasquevosveníaisporelotro.Enelmismoinstanteseoyeronruidososgritosenlahabitacióninmediata.Eran los asesinos, que vociferaban: «¡Muera la austriaca! ¡Muera laMesalina!

¡AbajoelVeto!¡Esprecisoahorcaralaaustriaca!».Almismotiempooyéronsedospistoletazos,ydosbalasatravesaron lapuertaa

diferentesalturas.UnodelosproyectilespasórozandolacabezadelDelfínyfueahundirseenel

artesonado.—¡OhDiosmío, Diosmío!—exclamó la reina cayendo de rodillas—. ¡Todos

moriremos!

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AunaseñaldeCharny,loscincooseisguardiasformaronconsuscuerposcomounmurodelantedelareinaydesushijos.

En aquelmomento, el rey apareció con los ojos llenos de lágrimas y el rostropálido.Llamabaalareinacomoéstalellamóantes.

Alverla,selanzóensusbrazos.—¡Salvado,salvado!—exclamóMaríaAntonieta.—Porél—repusoelrey,mostrandoaCharny—,yvostambiénsalvada,¿noes

verdad?—Porsuhermano—contestólareina.—Caballero —dijo Luis XVI al conde—, debemos mucho a vuestra familia,

demasiado,paraquepodamospagarlojamás.LareinacruzósumiradaconladeAndreayvolviólacabezaruborizándose.Losgolpesdelossitiadorescomenzabanaresonarenlapuerta.—Vamos, señores —dijo Charny—, es preciso resistir aquí una hora. Somos

siete,ybien tardaránunahoraenmatarnossinosdefendemoscomoesdebido.DeaquíaunahoraesimposiblequeSusMajestadesnorecibanalgúnauxilio.

Y,aldecirestaspalabras,Charnycogióungranarmarioqueestabaenunángulodelacámarareal.

Los demás siguieron el ejemplo, y muy pronto hubo un montón de muebleshacinados,atravésdeloscualeslosguardiasformaronunaespeciedetronerasparahacerfuego.

La reina cogió en brazos a sus dos hijos, y, elevando ambasmanos sobre suscabezas,oró.

Los niños sofocaron sus gemidos y sus lágrimas. El rey entró en el gabinetecontiguo a la cámara a fin de quemar algunos documentos preciosos que deseabalibrardemanosdelossitiadores.

Estosúltimosselanzaroncontralapuerta,yacadamomentoseveíasaltaralgunaastillabajoelgolpedeunhachaoelimpulsodeunabarra.

Por las aberturas practicadas, las puntas de las picas y las bayonetasensangrentadaspasabanyrepasaban,tratandodedarlamuerte.

Almismotiempo,lasbalasagujereabanladoradatechumbresobrelabarricada.Alfin,unabanquetacayódesdeloaltodelarmario,llevándoseunfragmentodel

mismo;todountablerodelapuertaqueelmueblecubríacayóabajo,ysevieronporlaaberturaensanchada,envezdebayonetasydepicas,brazosensangrentadosquesecogíanalasaberturas,cadavezmásgrandes.

Losguardiashabíanquemadoyahastasuúltimocartucho,ynoinútilmente,puesa través de aquella abertura, cada vez mayor, se podía ver el suelo de la galeríacubiertodeheridosydecadáveres.

A los gritos de las mujeres, que por aquella abertura creían ver entrar ya la

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muerte,elreyvolvió.—Señor —dijo Charny—, encerraos con la reina en el gabinete más lejano;

cerrad todas sus puertas, y dos de nosotros nos pondremos de centinela. Deseoguardarlaúltimapuertayrespondodedoshoras,pueshantardadomásdecuarentaminutosenhundirésta.

Elreyvacilaba,porqueleparecíahumillantehuirasídeunahabitaciónenotrayatrincherarsedetrásdecadatabique.

Sinohubierasidoporlareina,nohabríaretrocedidounpaso.Ysilareinanohubiesetenidosushijos,habríapermanecidofirmejuntoalrey.Pero¡ay,pobreshumanos!Reyesosúbditos,siempretenemosenelcorazónuna

aberturasecretaporlaqueseescapalaosadíaypenetraelterror.Elrey,pues,ibaadarlaordendehuiralgabinetemáslejano,cuandodepronto

losbrazosseretiraron.Laspicasylasbayonetasdesaparecieron,ylosgritosylasamenazascesaron.Hubouninstantedesilencio,duranteelcualtodospermanecieroninmóviles,con

eloídoatentoyconteniendolarespiración.Despuésseoyóelpasocadenciosodeunatroparegular.—¡Eslaguardianacional!—gritóCharny.—¡CaballeroCharny,caballeroCharny!—gritóunavoz.Almismotiempo,elrostrobienconocidodeBillotaparecióporlaabertura.—¡Billot!—exclamóCharny—.¿Soisvos,amigomío?—Sí,yosoy.¿Dóndeestánelreyylareina?—Aquí.—¿Sanosysalvos?—Sanosysalvos.—¡LoadoseaDios!¡SeñorGilberto,señorGilberto!¡Poraquí!Aloírestenombre,doscorazonesdemujerseestremecierondeunamaneramuy

diferente.ElcorazóndelareinayeldeAndrea.Charnysevolvió instintivamente,yviopalidecerasuesposaya la reinaaloír

aquelnombre.Y,moviendolacabeza,suspiró.Los guardias de corps, precipitándose al punto, derribaron los restos de la

barricada.Entretanto,oíaselavozdeLafayettegritando:—Señoresde la guardianacional parisiense: hedado ayer al reymipalabrade

que no se haría daño alguno a nada de cuanto pertenece a SuMajestad. Si dejáisasesinaralosguardias,meharéisfaltaramipromesa,yyanomecreerédignodeservuestrojefe.

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CuandolapuertaseabriólasdosprimeraspersonasqueentraronfueronLafayettey Gilberto; un poco a la izquierda estaba Billot, muy satisfecho de la parte queacababadetomarenlasalvacióndelrey.

BilloteraquienhabíaidoadespertaraLafayette.Detrásdelgeneral,GilbertoyBillothallábaseelcapitánGondran,quemandaba

lacompañíadelcentrodeSanFelipedeRoule.MadameAdelaidafuelaprimeraensaliralencuentrodeLafayette,yestrechóle

entresusbrazosconelagradecimientodelterror.—¡Ah,caballero!—exclamó—.Vossoisquiennoshasalvado.El general se adelantó respetuosamente para franquear el umbral de la cámara;

perounoficialledetuvo.—Dispensad,caballero:debéisdecirmesitenéisderechoparaentrar.—Sinolotiene—dijoelrey,ofreciendolamanoalgeneral—,yoselootorgo.—¡Vivaelrey!¡Vivalareina!—gritóBillot.Elreysevolviósonriendo.—Heahíunavoz—dijo—quereconozco.—Soismuybueno,señor—respondióelhonradoBillot—.Sí, sí,es lavozque

oísteisenelviajeaParís.¡Ah,sihubieseispermanecidoallíenvezdevolver!Lareinafruncióelceño.—¡Sí,comosontanamableslosparisienses!—Ybien,caballero—preguntóelreyalgeneral,comosiquisieradecir:«¿Quese

hadehacer,envuestraopinión?».—Señor —contestó Lafayette—, creo que convendría que Vuestra Majestad

salieraalbalcón.El rey interrogó a Gilberto, pero solamente con la mirada, y después abrió el

balcónsinvacilarypresentóse.Enelmismoinstanteresonóunruidosogrito,ungritounánime.—¡Vivaelrey!Perodespuésseoyóotro.—¡ElreyaParís!Yentreaquellosdosgritos,predominandoalgunasveces,oíanseotrosquedecían:—¡Lareina,lareina!Aloírestegrito,todosseestremecieron;elreypalideció,ytambiénCharnyyel

mismoGilberto.Lareinalevantólacabeza.Pálidaellatambién,conloslabiosoprimidosylascejasfruncidas,hallábasecerca

delbalcón;madameRoyaleseapoyabaenella,ydelanteteníaelDelfín,sobrecuyarubiacabezasecrispabasumanoblancacomoelmármol.

—¡Lareina,lareina!—siguierongritandolasvoces,cadavezmásformidables.—Elpueblodeseaveros,señora—dijoLafayette.—¡Oh!Novayáis,madremía—dijomadameRoyale,abrazándosealcuellodela

reina.MaríaAntonietamiróaLafayette.

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—Notemáisnada,señora—dijoéste.—Pero¿yosola?—preguntólareina.Elgeneral sonrió,y respetuosamente,conesosmodalesencantadoresquehabía

conservadohastaenlavejez,separóalosdosniñosdesumadre,ehízolossalirlosprimerosalbalcón.

Después,ofreciendosumanoalareina,dijo:—DígneseVuestraMajestadfiarsedemí:yorespondodetodo.Yasuvezcondujoalareinaalbalcón.Terrible espectáculo era y propio para inspirar terror aquel patio de Mármol

transformadoenunmardecabezashumanas,llenodeoleadasmugidoras.Al ver a la reina, un grito inmenso partió de toda aquellamultitud; pero no se

hubierapodidodecirsieradeamenazaodealegría.Lafayettebesólamanoalareina,yentoncesresonaronlosaplausos.Y era que en aquella noble nación francesa hasta en las venas más ordinarias

circulasangrecaballerosa.Lareinarespiró.—¡Extraño pueblo! —murmuró. Y, estremeciéndose de pronto, preguntó al

general—:¿Ymisguardias,caballero?¿Ymisguardias,quemehansalvadolavida?¿Nopodéishacernadaensufavor?

—Presentadmeuno,señora—dijoLafayette.—¡SeñordeCharny,señordeCharny!—gritólareina.PeroCharnyretrocedióunpaso,comprendiendodequésetrataba.Nosiendoculpable,nonecesitabajustificarse.Andrea,porsuparte,habíasentido

lamismaimpresión,alargandolamanohaciaCharnyparadetenerle.Sumanoseencontróconladelconde,yambasseestrecharon.La reina lo vio, ella, que tantas cosas tenía que ver, sin embargo, en aquel

momento.Sus ojos chispearon, y, con el seno palpitante y la voz alterada por la cólera,

dirigiólapalabraaotroguardia,diciéndole:—Caballero,venid:yooslomando.Elguardiaobedeció.VerdadesquenoteníalosmismosmotivosqueCharnyparavacilar.Lafayette atrajo al guardia al balcón, puso en el sombrero de aquél su propia

escarapelatricolor,yleabrazó.—¡Viva Lafayette! ¡Vivan los guardias de corps! —gritaron cincuenta mil

personas.Algunas,sinembargo,dejaronoíresemurmullosordoqueeslaúltimaamenaza

delatempestadquesealeja.Perofueronahogadasporlaaclamaciónuniversal.—Vamos—dijoLafayette—,todohaconcluido,yyavuelveelbuentiempo.Y,retirándosedelbalcón,añadió:

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—Mas para que no se perturbe de nuevo, señor, se ha de hacer el últimosacrificio.

—Sí—dijoelreypensativo—,abandonarVersalles,¿noesverdad?—VeniraParís,sí,señor.—Caballero —repuso el rey—, podéis anunciar al pueblo que a la una

marcharemosaParíslareina,yoymishijos.Y,volviéndosehacialareina,añadió:—Señora,pasadavuestrahabitaciónparaprepararos.Esta orden del rey recordó, al parecer, a Charny algo como un acontecimiento

importantequehabíaolvidado,yseadelantóalareinaprecipitadamente.—¿Qué vais a hacer en mis habitaciones, caballero? —preguntó la reina con

dureza—.Notenéisnecesidaddeentrarenellas.—Lo deseomuy vivamente, señora—dijo Charny—, y podéis estar tranquila.

Aunquenotengorealmentenecesidaddeentrar,nopermaneceréallíbastantetiempoparamolestaraVuestraMajestad.

Lareinalesiguió.Enelsuelohabíamanchasdesangre.MaríaAntonietalasvio,cerró los ojos, y buscando un brazo para guiarse tomó el de Charny, con el cualavanzóaciegas.

Derepente,sintióqueelcondeseestremecía.—¿Quéhay,caballero?—preguntó,abriendolosojos.Yexclamóalpunto:—¡Uncadáver,uncadáver!—VuestraMajestadmedispensará—dijoCharny,dejandoelbrazodelareina—.

Heencontradoloqueveníaabuscarensushabitaciones:elcadáverdemihermanoJorge.

Enefecto:eraeldeldesgraciadojoven,aquiensuhermanohabíaordenadoquesedejasematarporlareina.

Yhabíaobedecidopuntualmente.

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CapítuloLVI

JORGEDECHARNY

Elrelatodelosacontecimientosqueacabamosdereferirsehahechoyadecienmanerasdiferentes; porquees, sinduda,unode losmás interesantesde aquelgranperíodotranscurridodesde1789a1795,yquesellamalarevoluciónfrancesa.

Aúnseharáeserelatodeotrascienmaneras;peroaseguramos,desdeluego,quenadielohabráhechoconmásimparcialidadquenosotros.

Perodespuésdetodosesosrelatos,inclusoelnuestro,aúnquedaránotrostantosquehacer,pueslahistorianoesnuncacompleta:cienmiltestigostienencadacualsuversión, y cien mil detalles diferentes ofrecen cada uno de por sí su interés y supoesía,porlomismoquesondiferentes.

Pero¿dequéservirántodoslosrelatos,porverídicosquesean?¿Hainstruidojamásalpolíticoningunaleccióndepolítica?¿Hantenidojamáslaslágrimas,losrelatosylasangredelosreyeslafuerzadela

simplegotadeaguaquesocavalaspiedras?No: las reinas han llorado.No: los reyes fueron asesinados, y esto sin que sus

sucesoresseaprovecharannuncadelacruelinstruccióndadaporlafortuna.Loshombresfielesyadictosprodigaronsuabnegaciónsinqueaprovecharanalas

personasaquieneslafatalidadhabíadestinadoaladesgracia.¡Aydemí!Hemosvisto a la reina tropezar casi con el cadáverdeunode esos

hombresquelosreyesquesevandejanensangrentadosenelcaminorecorridoensucaída.

Algunas horas después de haber proferido la reina el grito de espanto, y en elmomento en que, con el rey y sus hijos, abandonaba Versalles, adonde no debíavolvermás,heaquí loquepasabaenunpequeñopatio interior,humedecidopor lalluviaqueelásperovientodelotoñocomenzabaasecar.

Unhombrevestidodenegroestabainclinadosobreuncadáver.Y en el lado opuesto veíase otro hombre, con el uniforme de los guardias y

arrodillado.Atrespasosdedistanciapermanecíaenpie,conlasmanoscrispadasy losojos

fijos,untercercompañero.Elmuertoeraunjovendeveintidósoveintitrésaños,cuyasangreparecíahaber

escapado todaporprofundasheridas en la cabezay en el pecho, surcadode líneassangrientas,yque,lívidoahora,parecíapalpitaraúnbajolarespiraciónconvulsadeunadefensasinesperanza.

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Subocaentreabierta,ysucabezaechadahaciaatrásconunaexpresióndedolorydecólera,recordabaaquellahermosaimagendelpuebloromano:

«Ylavidaescapóconunprofundogemidohacialamansióndelassombras».ElhombrevestidodenegroeraGilberto.Eloficialarrodilladoeraelconde.ElhombredepieeraBillot.Y el cadáver era el del barón Jorge de Charny. Gilberto, inclinado sobre el

cadáver,miraba,conesasublimefijezaqueenelmoribundodetienelavidapróximaaescapar,yqueenelmuertorecuerdacasielalmaquevoló.

—¡Frío,rígido!¡Estábienmuerto!—murmuró,alfin.ElcondedeCharnydejóescaparunroncogemido,yestrechandoentresusbrazos

aquelcuerpodeCharny,prorrumpióensollozostandesgarradores,queelmédicoseestremeció,mientrasqueBillotocultabalacabezaenunángulodelpequeñopatio.

Después,derepente,elcondelevantóelcadáver,apoyóleenlaparedyseretirópocoapoco,mirandosiempreasuhermanoparaversiselevantabayleseguía.

Gilberto permaneció con una rodilla en tierra, apoyada la cabeza en la mano,pensativo,espantadoeinmóvil.

BillotseretiródesurincónydirigiósehaciaGilberto,puesyanooíalosgritosdelconde,quelehabíanlaceradoelcorazón.

—¡Ah,ahseñorGilberto!—dijo—.Heaquíloqueeslaguerracivil,yloquemehabíais predicho; pero esto sucedemás pronto de lo que yo creía y de lo que vosmismopensabais.Hevistoesosbribonesasesinarahombresperversos;masahoralosveohacerlomismoconpersonashonradas.HevistoasesinaraFlesselles,alseñordeLaunay, aFoulony aBerthier;mehe estremecido, y los demás asesinatosmehanhorrorizado.

»Y, sin embargo, los hombres quemataban eran unosmiserables.Entoncesmepredijisteis, señor Gilberto, que día llegaría en que viese matar a los hombreshonrados.

»Handadomuerte al señor baróndeCharny, y yanome estremezco, sinoquelloro;yanomehorrorizodelosdemás,sinoquetengomiedodemímismo.

—¡Billot!—exclamóGilberto.Pero,sinescuchar,Billotcontinuó:—Heahíunpobrejovenaquienhanasesinado,señorGilberto.Eraunsoldado,y

hacombatido;peronoasesinaba.Billotexhalóunsuspiroqueparecíasalirdelomásprofundodesucorazón.—¡Ah!—murmuró—.Aesedesgraciadoleconocíniñoaún;leveíapasarcuando

iba desde Boursonne a Villers-Cotterets en su caballito gris, y llevaba pan a lospobresdepartedesumadre.Eraunhermosoniño,blancoysonrosado,congrandesojosazules:siempresereía.

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«Pues bien: es extraño, desde que le he visto ahí tendido, sangriento ydesfigurado, ya no es un cadáver lo que vuelvo a ver; es siempre el mismo niñorisueñoquellevabaenelbrazoizquierdounacesta,yenladerechasubolsa.

»¡Ah,señorGilberto!Adecirverdad,creoqueyabastaconesto,ynodeseovermás,puesmelohabéispronosticado,yllegaráelcasodequeosveamorirtambién,yentonces…

Gilbertomoviólacabezasuavemente.—Billot—dijo—,tranquilízate:mihoranohallegadoaún.—Sea;perolamíasí,doctor.Tengoallíabajomiesesquesehanperdido;tierras

que están sin cultivar, y una familia a quien amo, diez veces más aún al ver esecadáverquesufamiliallora.

—¿Qué queréis decir, querido Billot? ¿Suponéis, por ventura, que mecompadecerédevos?

—¡Oh!, no—contestó ingenuamente Billot—, pero como sufro yme quejo, ycomoestonoconduceanada,quieroayudarmeyaliviarmeamimanera.

—Esdecir,que…—Esdecir,quedeseovolveralagranja.—¿Otravez,Billot?—¡Ay,señorGilberto!Vedquehayallíunavozquemellama.—Cuidado,Billot:esavozosaconsejaladeserción.—Nosoysoldado,y,porlotanto,nopuedodesertar,señorGilberto.—Loqueharéis,Billot,seráunadesercióntanculpablecomoladelsoldado.—Explicadmeeso,doctor.—¡Cómo!¿HabréisvenidoademolerParís,yescaparíaisalacaídadeledificio?—Paranoaplastaramisamigos,sí.—O,másbien,paranoseraplastadovosmismo.—¡Eh, eh! —exclamó Billot—. No es cosa prohibida pensar un poco en sí

mismo.—¡Ah! ¡Heaquíunbuencálculo,comosi laspiedrasno rodaran,ycomosial

rodarnoaplastasenalosmiedososquehuyen!—¡Ah!Biensabéisquenosoymiedoso,señorGilberto.—Pues,entonces,osquedaréis,Billot,puesaúnosnecesitoaquí.—Tambiénmenecesitamifamilia.—Billot, Billot, yo creía que habíais convenido conmigo en que no existe la

familiaparaelhombrequeamaasupatria.—Yoquisierasabersirepetiríaisloqueacabáisdedecir,suponiendoquevuestro

hijoSebastiánestuvieradondesehallaeseinfelizjoven.Yseñalabaelcadáver.—Billot—repusoestoicamenteGilberto—,díavendráenquemihijoSebastián

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meveráamícomoyoveoesecadáver.—Tantopeorparaél,señorGilberto,siaqueldíasemuestratanfríocomovos.—Espero que él valdrá más que yo, Billot, y que tendrá mayor firmeza aún,

precisamenteporqueyolehabrédadoelejemplo.—Entonces, queréis que el niño se acostumbre pronto a ver correr la sangre, y

queensutiernaedadsefamiliariceconlosincendios,conlashorcas,conlosmotinesyconlosataquesnocturnos;queveainsultara lasreinasyamenazara losreyes;ycuandoseadurocomolahojadeunaespadayfríocomoella,queosameyqueosrespete.¿Noesasí?

—No.Yonoquieroqueveatodoeso,Billot,yheaquíporquéleheenviadoaVillers-Cotterets,delocualmearrepientocasiahora.

—¿Queosarrepentísahora?—Sí.—Y¿porqué?—Porquéhoyhubieravistoponerenprácticaeseaxiomadelleónyelratón,que

paraélnopasadeserunafábula.—¿Quéqueréisdecir,señorGilberto?—Digo que, si hubiera visto a un pobre labrador a quien la casualidad trajo a

París,aunhombrehonradoquenosabeleerniescribir,yquejamáshubiesecreídoquesuvidapodíatenerunainfluencia,buenaomala,enlosaltosdestinosqueapenasosabamedirconlavista;digoquesihubieravistoaesehombrequeyadeseabaantessalirdeParís, como loquiereahora,digoquehabríavistoaesehombrecontribuireficazmenteasalvarhoyunrey,unareinaydospríncipes.

BillotmirabaaGilbertoconexpresióndeasombro.—¿Cómoeseso,señorGilberto?—preguntó.—¿Cómo, sublime ignorante? Voy a decírtelo: ha sido despertando al primer

rumor,adivinandoqueésteeraeldeunatempestadqueibaacaersobreVersallesycorriendoadespertaralseñorLafayette,quedormía.

—¡Pardiez! Era muy natural, pues hacía doce horas que estaba a caballo, yveinticuatroquenohabíadormido.

—Yconduciéndolealpalacio—continuóGilberto—,eimpeliéndoleenmediodelosasesinos,mientrasgritaba:«¡Atrás,miserables!¡Heaquíelvengador!».

—¡Toma!Puesesverdad—dijoBillot—,yohicetodoeso…—Pues bien: ya ves que es una gran compensación, amigo mío. Si no has

impedidoqueasesinaranaesejoven,talvezimpedistequemataranalrey,alareinayasusdoshijos.Ingrato,queabandonaselserviciodelapatriaenelmomentoqueéstaterecompensa.

—Pero ¿quién sabrá jamás lo que yo he hecho, puesto que ni yo mismo losospechaba?

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—¿Noésbastantequelosepamostúyyo?Billotreflexionóuninstante,y,presentandodespuéssutoscamanoaldoctor, le

dijo:—Vamos, tenéis razón, señorGilberto; pero ya sabéis que el hombre es un ser

débil,egoístaeinconstante.Solamentevossoisfuerte,incansableygeneroso.¿Quiénoshahechoasí?

—¡Ladesgracia!—contestóGilberto,conunasonrisaenlaquehabíamástristezaqueenunsollozo.

—Es singular —dijo Billot—; yo creía que la desgracia hacía malos a loshombres.

—Alosdébiles,sí.—¿Ysiyollegaseaserdesgraciadoydespuésmalo?—Talvezserásdesgraciado,peronuncamalo,Billot.—¿Estáisseguro?—Respondodeti.—Entonces…—replicóBillotsuspirando.—Entonces¿qué?—Entoncesmequedo;peroséquemásdeunavezflaquearéasí.—Ycadavez,Billot,estaréaquíparasostenerte.—Asísea—contestóellabradorsuspirando.Y,dirigiendolaúltimamiradaalcadáverdelbaróndeCharny,queloscriadosse

disponíanallevarse;enunataúd,añadió:—Detodosmodos,eraunhermosomuchachoelpequeñoJorgedeCharny,con

sucaballitogris,sucestaenelbrazoizquierdoysubolsaenlamanoderecha.

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CapítuloLVII

MARCHA,VIAJEYLLEGADADEPITOUYSEBASTIAN

GILBERTO

Yahemosvistoenquécircunstancias,muyanterioresalasquenosencontramos,sehabíaresueltolapartidadePitouydeSebastiánGilberto.

Siendo nuestra intención abandonar momentáneamente a los principalespersonajesdenuestrahistoria,paraseguiralosdosjóvenesviajeros,esperamosquenuestroslectoresnospermitiránentrarenalgunospormenoresrelativosasupartida,alcaminoquesiguieronyasullegadaaViilers-Cotterets,dondePitounodudabaquesusalidahubiesedejadoungranvacío.

GilbertoencargóaPitouquefueseabuscaraSebastiányquelecondujeseasupresencia.Alefecto,selehizosubirenuncochedealquiler,ydelmismomodoquesehabíaconfiadoSebastiánaPitouserecomendóaesteúltimoalcochero.

Alcabodeunahoraelcarruajevolvió,conduciendoalosdosjóvenes.GilbertoyBillotlosesperabanenunahabitaciónquehabíanalquiladoenlacalle

deSanHonorato,unpocomásarribadelaAsunción.EldoctorcomunicóasuhijoquemarcharíaaquellamismatardeconPitou,yle

preguntósi sealegrabadevolveraveraquelloshermososbosques,a losque tantoamaba.

—Sí, padre mío —contestó el niño—. Con tal de que vos vayáis a verme aVillers-Cotterets,oqueyovengaaverosaParís,sí,congusto.

—Notengascuidado,hijomío—dijoGilberto,besandolafrentedesuhijo—.Yasabesquenopodríaestarsinverte.

EncuantoaPitou, se estremecíadegozo,pensandoenque iba apartir aquellamismatarde;ypalideciódealegríacuandoeldoctorlepusoenunamanolasdosdeSebastián,yenlaotraunadocenadeluisesdecuarentayocholibrascadauno.

Unainterminableseriederecomendaciones,higiénicasensumayorparte,hechasporeldoctorGilberto,fueescuchadaatentamenteporlosdosjóvenes.

Sebastiáninclinabalacabeza,consusgrandesojoshumedecidos.Pitoupesabayhacíaresonarlosluisesensuinmensobolsillo.GilbertoentregóunacartaaPitou,aquienrevestíadelasfuncionesdeayo.EstacartaeraparaelabatePortier.Terminado el discurso de Gilberto, el padre Billot tomó a su vez la palabra,

diciendo:—EldoctortehaconfiadolapartemoraldeSebastián:yoteconfíolapartefísica.

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Tienesexcelentespuños,y,encasonecesario,esmenesterquetesirvasdeellos.—Sí—contestóPitou;ytambiéntengounsable.—Noabusesdetusfuerzas—continuóBillot.—Seréclemente,oclemensero—replicóPitou.—Héroesiquieres—repusoBillot,quenoentendíalatín.—Ahora—dijo Gilberto—, tan sólome resta indicaros de quémodo viajaréis

Sebastiánytú.—¡Oh! —exclamó Pitou—. Desde París a Villers-Cotterets no hay más que

dieciocholeguas.Sebastiányyorecorreremoselcaminohablando.Sebastián miró un momento a Gilberto, como preguntándole si sería muy

divertidohablarconPitouduranteuntrayectodedieciocholeguas.Pitousorprendióestamirada.—Hablaremosenlatín—dijo—;yasínostendránporsabios.Éste era su sueño. ¡Pobre muchacho! Cuántos otros, teniendo aquellos doce

luises,hubierandicho:—¡Nosregalaremosbien!Gilbertodudóunmomento;miróaPitouyluegoaBillot.—Yacomprendo—dijoesteúltimo—.OspreguntáissiPitouseráunguíaseguro,

yvaciláisenconfiarlevuestrohijo.—¡Oh!—exclamóGilberto—.Noesaélaquienseloconfío.—Pues¿aquién?Gilberto levantó lavistaalcielo.Eraaúndemasiadovolterianoparaatreversea

responder:—¡ADios!Ytodoquedóconvenido.Resolvióse,porlotanto,nocambiarennadaelplande

Pitou, que prometía, sin demasiada fatiga, un viaje lleno de distracciones para eljoven Sebastián.Y se dispuso que los jóvenes se pusieran enmarcha a lamañanasiguiente.

Gilberto hubiera podido enviar a su hijo a Villers-Cotterets en uno de loscarruajes públicos que desde aquella época prestaban el servicio desde París a lafrontera, o ya en su propio coche; pero sabido es cuánto temía el aislamiento delespírituparaeljovenSebastián;ynadaabstraetantolaimaginacióncomoelrumorproducidoporuncarruaje.

Así es que se contentó con acompañar a los dos jóvenes hastaBourget, y allí,indicándoleselcamino,bañadoporunhermososolyflanqueadodeunadoblefiladeárboles,losestrechóensusbrazosylesdijo:

—¡Marchad!Pitousealejó,pues,conduciendoaSebastian,quevolviómuchasveceslacabeza

paraenviarsusúltimosbesosaGilberto,elcualpermanecíainmóvil,conlosbrazos

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cruzados,enelsitiodondesehabíaseparadodesuhijo,aquienseguíaconlavistacomoenunsueño.

Pitou, con su elevada estatura, erguíase cuanto le era posible, porque estabaorgullosode laconfianzaqueenél teníaunpersonajede la importanciadeldoctorGilberto,médicodecámaradeSuMajestad.

Nuestrohéroe sedisponíayaacumplir escrupulosamentecon lamisiónenquedebíadesempeñaralavezlasfuncionesdeunayoydeaya.

Porlodemás,poseídodeconfianzaensímismo,conducíaalpequeñoSebastián,cruzando tranquilamente por los pueblos, agitados y poseídos de terror desde losúltimosacontecimientosdeParís,muyrecientesaún,segúnserecordará;pues,sibienloshemosregistradohastael5yel6deoctubre,setendrápresentequehaciafinesdejuliooprincipiosdeagostofuecuandoPitouySebastiánsalierondeParís.

Pitouconservabacomosombrerosucasco,ycomoarmasugransable;esdecir,todocuantohabíaganadoenlossucesosdel13y14dejulio.Peroestedobletrofeosatisfacíasuambición,dándoleunaspectoformidablequealmismotiempobastabaparasuseguridad.

Porotraparte,esteaspecto,alquecontribuía,sinduda,aquelcascoyaquelsablededragón,eradeporsíunaconquistaquePitouhabíahechoindependientementededichos objetos. No se asiste a la toma de la Bastilla, contribuyendo a ella, sinconservarciertoaireheroico.

Además,Pitouhabíallegadoaseralgoabogado.NosehanoídolosdebatesenlaCasaAyuntamiento, losdiscursosdelseñorde

Bailly y las arengas deLafayette sin hacerse un poco orador, sobre todo si se hanestudiadolosConcioneslatinos,cuyaelocuenciafrancesa,afinesdelsigloXVIII,erauna copia bastante pálida, aunque muy exacta. Provisto de estos dos poderososauxiliares, que sabía unir a unos puños vigorosos, a una fisonomía risueña y a unapetitode losmásextraordinarios,Pitouviajaba,con lamayorconfianzayalegría,porelcaminodeVillers-Cotterets.

Para los curiosos respecto a política, era portador de noticias, y hasta lasinventaba,encasonecesario;pueshabíaaprendidoenParís,dondeenaquellaépocaeramuynotablelaconfeccióndeaquéllas.

ContabaqueelseñordeBerthierhabíadejadoinmensostesorosescondidos,quesedesenterraríanalgúndía;queel señordeLafayette,parangónde todagloriayelorgullo de la Francia provincial entera, no era ya en París más que un maniquígastado,cuyocaballoblancoservíadeasuntoalosaficionadosaequívocos;además,que Bailly, a quien Lafayette honraba con lamás sincera amistad, así como a lasdemás personas de su familia, era un aristócrata y que las malas lenguas decíanalgunacosamás.

CuandoPitoureferíatodasestascosas,promovíatempestadesdecólera;peroél

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poseíaelquosegodetodasaquellasborrascas,ycontabaanécdotasinéditassobrelaAustriaca.

Estafacundiainagotableleproporcionóunaserienointerrumpidademagníficosconviteshasta llegaraVauciennes,últimopuebloenel caminoque leconduciríaaVillers-Cotterets.

Como Sebastián, por el contrario, comía poco o nada, como no despegaba suslabios,yeraunniñoenfermizoypálido, todos se interesabanporél, admirando lapaternal vigilancia de Pitou, que le acariciaba, cuidaba y mimaba, comiéndoseademássuración,sinmásobjeto,alparecer,queeldecomplacerle.

AsíquellegaronaVauciennes,Pitoupareciódudar.MiróaSebastián,yésteasucompañero.

Pitouserascólacabeza:erasumaneradeindicarquesehallabaenalgúnapuro;peroSebastiánconocíademasiadoaPitouparaignorarestedetalle.

—Ybien,¿quéhay?—preguntóSebastián.—Hay—dijoPitou—quesitefueseigual,ynoestuviesesmuycansado,envez

de continuar nuestro camino todo derecho, volveríamos a Villers-Cotterets porHaramont.

Y el pobre Pitou se ruborizó al manifestar este deseo, como lo hubiese hechoCatalinaalexpresarotronomenosinocente.

SebastiáncomprendióaPitou.—¡Ah!,sí—dijo—;allíesdondemuriónuestrapobremamá.—Vamos,hermanomío,vamos.Pitou estrechó en sus brazos a Sebastián con tal violencia, que le sofocaba, y,

cogiéndole de lamano, se dio a correr por un camino de travesía, que costeaba elvalledeWuala, tanrápidamenteque,a loscienpasos,Sebastián,sinaliento,sevioprecisadoadecirle:

—Vamosdemasiadodeprisa,Pitou.Este último se detuvo: no había notado nada, pues había tomado su paso

ordinario.EntoncesvioaSebastiánpálidoydesfallecido.Lecogióensusbrazos,comoSanCristóbalaJesús,yselollevó.DeestemodoPitoupodíaandartandeprisacomoquisiera;ycomonoeraéstala

primeravezquellevabaenbrazosaSebastián,ésteledejóhacer.Así llegaron aLargny; pero aquí, Sebastián, observando que el pecho dePitou

palpitabaconviolencia,dijoqueyanoestabacansadoyquepodíaseguirleapiealpasoquequisiera.

Pitou,mostrándosemagnánimo,acortóelpaso.Media hora después, Pitou se halló a la entrada del pueblo de Haramont, el

pintorescolugardesunacimiento,comodicelaromanzadeungranpoeta,romanza

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cuyamúsicavaleseguramentemuchomásquelaletra.Así que llegaron, ambos jóvenes dirigieron una mirada a su alrededor para

orientarse.La primera cosa que vieron fue el crucifijo, que la piedad popular coloca

generalmentealaentradadelospueblos.¡Ay!HastaelmismoHaramontseresentíadelaextrañaprogresióndeParíshacia

elateísmo.Losclavosquesujetabanlacruz,elbrazoderechoylospiesdelCristosehabíanroto,corroídosporlahumedad.LaimagendelSeñorpendíasujetasolamenteporelbrazoizquierdoynadiehabíatenidolapiadosaideadereponerelsímbolodeaquellalibertad,deaquellaigualdadyfraternidad,tanpreconizadasportodaspartes.

Pitounoeradevoto,peroconservabaenlamemorialastradicionesdesuinfancia,y aquelCristo abandonado le oprimió el corazón.Buscó enuna cercaunode esosmimbresdelgadosytenacescomounalambre,dejóenelsuelosucascoysusable,subióporelsagradoárbol,atóelbrazoderechodeldivinomártiraltravesanodelacruzy,besandolospiesdelaimagen,bajó.EntretantoSebastiánorabaderodillasalpiedelacruz.¿Porquiénoraba?¡Quiénsabe!

Tal vez por la visión de su infancia, que creía volver a encontrar bajo lossecularesárbolesdelbosque,poraquellamadredesconocida,quenoesdesconocidanunca,pues sinosalimentónuevemesescon la lechede suspechos,nosnutrió almismotiempoconsusangre.

Terminado aquel piadoso acto, Pitou volvió a cubrirse la cabeza con su cascosujetandosusableenlacintura.

Terminadasuoración,SebastiánhizolaseñaldelacruzyvolvióacogersedelamanodePitou.

AmbosentraronentoncesenelpuebloydirigiéronsehacialacasitadondePitouhabíanacidoydondeSebastiánsecrió.

Pitouconocíamuybienelpueblo,peronopudoencontrarsuvivienda;demodoquedebióinformarse,yentoncesleindicaronunacasitadepiedraconuntejadodepizarra.

El jardín de aquella casita estaba cercado por una tapia. La tíaAngélica habíavendidolacasadesuhermana,yelnuevopropietario,enusodesuderecho,lohabíaderribado todo: las antiguas paredes revocadas con tierra; la vieja puerta con suagujeroparaquepasaseelgato;lasvetustasventanasconsusvidrios,enparterotosytapadossushuecosconpapel,enelqueseveíanlospalotesdelainexpertaescrituradePitou;eltejadoderastrojoconsumusgoverdosoylashierbasquecrecíanencima.¡Todohabíadesaparecido!

La puerta estaba cerrada, y en el exterior veíase un enorme perro negro, queenseñólosdientesaPitouencuantoéstetratódeaproximarse.

—Ven—dijoPitouaSebastián,conlágrimasenlosojos—,venaunsitiodonde

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estoyseguroquenadahabrácambiado.Y Pitou condujo al muchacho hacia el cementerio, donde estaba enterrada su

madre.Elpobrechicoteniarazón;nadahabíacambiadoallí;perolahierbaestabamuy

crecida,ytantocreceenloscementerios,quepodíasucedermuybienquePitounollegaseareconocerlatumbadesumadre.

Por fortuna, al mismo tiempo que la hierba, había crecido una rama de saucellorón, la cual en tres o cuatro años se había hecho un árbol. Pitou se dirigió sinvacilarhacia el sauce, ybesó la tierra aqueprestaba sombra con lamismapiedadinstintivaconquehabíabesadolospiesdelSalvador.

Al levantarse sintió las ramas del árbol que agitadas por el viento flotabanalrededordeél.

Entoncesalargólosbrazos,lasreunióyestrechólassobresucorazón.Estoeracomoelúltimoabrazoalacabelleradesumadre.Losdosmuchachossedetuvieronallímuchotiempo;peroeldíaavanzabayfue

precisoabandonarotravezaquellatumba,únicacosaqueparecíaacordarsedelpobrePitou.

Yalsepararsedeellatuvoporunmomentolaideadearrancarunadelasramasdeaquelsauceyguardarlaensucasco;masenelmomentodehacerlosedetuvo.

Parecíaleque seríacausarundolora supobremadreel arrancar la ramadeunárbolcuyasraícesrodeabantalvezelataúddesunidoenqueelcadáverreposaba.

Besóporúltimavezlatierra,volvióatomardelamanoaSebastiányalejáronse.Todalagentesehallabaenloscampos,yasíesquemuypocaspersonashabían

vistoaPitou,que,disfrazadoademásconsucascoysugransable,nofuereconocidoporninguna.

Tomó,pues,elcaminodeVillers-Cotterets,caminodeliciosoquecruza laselvaenlaextensióndetrescuartosdelegua,sinqueningúnobjetoanimadoledistrajeseensudolor.

Sebastiánleseguíasilenciosoypensativo.AesodelascincodelatardellegaronlosviajerosaVillers-Cotterets.

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CapítuloLVIII

DECOMOPITOU,QUEFUEMALDECIDOYARROJADO

DECASADESUTÍAPORCAUSADEUNBARBARISMO

YTRESSOLECISMOS,FUEMALDECIDODENUEVOYVUELTO

ADESPEDIRPORELLAACAUSADEUNAVECONARROZ

PitoullegóaVillers-CotteretsporlapartedelparquequesellamalaFaisanderie,cruzandodespuésporelsalóndebaile,desiertodurantelasemana,yelmismoaquehabíaconducidotressemanasantesaCatalina.

¡QuédecosashabíanpasadoaPitouyaFranciaduranteaquellastressemanas!Después, habiendo seguido la larga calle de castaños, se dirigió a la plaza del

palacioyfueallamaralapuertafalsadelcolegiodelabateFortier.Tres años hacía que Pitou había salido de Haramont, y sólo tres semanas que

faltaba de Villers-Cotterets: de modo que nada tenía de extraño que no fueseconocidoalpuntoenHaramont,nitampocoenVillers-Cotterets.

Enunmomento se propagópor todaspartes el rumordequePitou acababadellegarconeljovenSebastiánGilbertoyqueamboshabíanentradoporlapuertafalsade lacasadelabateFortier;queSebastiánestabapocomásomenos lomismoquecuandosemarchó;peroquePitoullevabauncascoyungransable.

Estodioporresultadoquemuchagenteseagolparadelantedelapuertaprincipaldelcolegio,pensándoseque,siPitouhabíaentradoporlapuertafalsa,saldríaluegoporlaquedabaalacalledeSoissons.

ÉsteeraelcaminoquedebíatomarparadirigirseaPleux.Efectivamente, Pitou no se detuvo en casa del abateFortiermás que el tiempo

necesariopara entregar a suhermana lamisivadel doctor, la personadeSebastiánGilberto,ycincoluisesdestinadosapagarsupensiónenelcolegio.

La hermana del abate Fortier tuvo en un principio mucho miedo cuando viointroducirsepor lapuertadel jardínalformidablesoldado;perobienprontobajoelcasco del dragón reconoció el semblante risueño y candido de Pitou, lo cual latranquilizóunpoco.

Porúltimo,lavistadeloscincoluisesacabódetranquilizarlaporcompleto.Estetemoreratantomásfácildeexplicarenaquellapobremujer,cuantoqueel

abateFortierhabíasalidodepaseoconsusdiscípulosysehallabadeltodosolaenlacasa.

Pitou,despuésdehaberentregadolacartayloscincoluises,abrazóaSebastiánysalió,poniéndosesucascoenlacabezaconenvidiablemarcialidad.

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Sebastián derramó algunas lágrimas al separarse de Pitou, aunque aquellaseparaciónnodebieraserlargaysucompañíanofuesedelomásentretenida;perolaconstantealegría, lacomplacenciaylacompletaabnegacióndel jovenPitouhabíanconmovidoaSebastián;porquePitouseasemejabaaunodeesosgrandesperrosdeTerranova que cansan muchas veces, pero que concluyen por desarmar la cóleralamiendolasmanos.

UnacosaendulzabaeldolordeSebastián,yeraquePitoulehabíaprometidoiraverle amenudo;y a suvezotramitigaba el dolordePitou, y eraqueSebastián lehabíadadolasgraciasporsuofrecimiento.

AhorasigamosporunmomentoanuestrohéroedesdelacasadelabateFortieraladesutíaAngélica,situada,comoyasabemos,enlaextremidaddePleux.

Alsalirdelacasadelabate,Pitouseencontróconunaveintenadepersonasqueleesperaban.Suextrañoequipo,cuyadescripciónhabíacirculadoportodalaciudad,erayaenparteconocidodelamultitud;yalverlevolverasídeParísdondesebatían,presumíase que Pitou habría hecho lo propio, y todos deseaban oír noticias de suboca.

Pitoudiolasnoticiasquelepedíanconsuacostumbradagravedad;refiriólatomadelaBastilla,lashazañasdeBillotydelseñordeMaillard,asícomodelosseñoresHEliasyHullin;dijocómoBillothabíacaídoenel fosode la fortalezaycomoél,Pitou, le había sacado de allí; en fin, contó de qué manera había sido puesto enlibertadeldoctorGilberto,quehacíaochodíassehallabaprisioneroenlaBastilla.

Losoyentessabíanya,sobrepocomásomenos,loquelescontabaPitou,puestoquehabíanleídolosdiariosdeaquellaépoca;mas,porinteresantequesealoqueungacetilleroescribe,nuncaloestantocomountestigoocular,aquiensepuedehacerpreguntasydequiensepuedenescuchardatosinteresantes.

Ahorabien:Pitouhablaba, respondía,daba todos losdetallesque lepedían, sinllevaramallasinterrupciones,ycontestabaconmuchaamenidad.

De aquí resultó que, al cabo de una hora, poco más o menos, de estar dandodetallesdelantedelapuertadelabateFortier,enlacalledeSoissons,obstruidaporloscuriosos,unodelosoyentes,notandoalgunasseñalesdeinquietudenelrostrodePitou,seatrevióadecir:

—PitouestarácansadoyletenemosaquídepieenvezdedejarleiracasadesutíaAngélica.¡Pobresolterona!¡Cómosealegraráalverle!

—Loqueescansado,noloestoy—dijoPitou—,perosítengohambre.Yonomecansonunca;massiempretengoapetito.

Ante esta ingenua declaración, la multitud, que respetaba las exigencias delestómago de Pitou, le abrió paso respetuosamente, y el joven, seguido de algunoscuriososmástenacesquelosdemás,pudotomarelcaminodePleux,esdecir,delacasadesutía.

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La solterona se hallaba ausente, sin duda, visitando a las vecinas, y la puertaestabacerrada.

Muchas personas invitaron a Pitou a entrar en su casa para comer lo quenecesitase;peroPitourehusóorgullosamente.

—Peroyaves,Pitou—ledijeron—,quelapuertadelacasadetutíaestácerrada.—La puerta de la casa de una tía no puede permanecermucho tiempo cerrada

anteunsobrinosumisoyhambriento—dijosentenciosamentePitou.Y, desenvainando su gran sable, cuya hoja hizo retroceder a lasmujeres y los

niños, introdujo la punta entre el pestillo y la armella de la cerradura, empujóvigorosamente,ylapuertaseabrió,congranadmiracióndeloscircunstantes,queyano pusieron en duda las hazañas de Pitou al verle arrostrar tan temerariamente lacóleradelasolterona.

ElinteriordelacasaseguíasiendoelmismoqueantesdeabandonarlaPitou.Elfamososillóndecueroocupabaorgullosamenteelcentrodelahabitación;dosotressillasestropeadasycojasservíandeacompañamientoalmacizosillón;enelfondosehallabalaalacena;aladerechalamesa,yalaizquierdalachimenea.

Pitouentróenlacasaconbenévolasonrisa;nadateníaquedecircontraaquellospobres muebles, y, lejos de ello, debía considerarlos como amigos de la infancia.CiertoqueerancasitanduroscomolatíaAngélica;peroalabrirlosseencontrabaenellos, por lomenos, alguna cosa buena, en tanto que si se hubiera abierto a la tíaAngélicasehabríaencontradoseguramenteelinterioraúnmássecoymásmaloqueelexterior.

Pitoudioenelinstantemismounapruebadeloquedecimosalaspersonasqueleseguían,yque,viendoloquepasaba,mirabandesdeafueraconlacuriosidaddesaberquésucederíaalvolverlatíaAngélica.

Era fácil de ver, por lo demás, que aquellas personas miraban a Pitou con lamayorsimpatía.

Hemos dicho que Pitou tenía hambre, hasta el punto de que se hubiera podidonotarlaalteracióndesusfacciones.

Asíesque,sindetenerseniuninstante,sefuederechoalaalacena.Enotrotiempo,ydecimosenotrotiempo,aunqueapenashayantranscurridotres

semanasdesde lamarchadePitou,porque,anuestromododever,el tiemponosemide por la duración, sino por los sucesos; ocurridos en otro tiempo, repetimos,Pitou, a menos de ser impulsado por el ángel malo o por un hambre irresistible,poderes infernales que se asemejanmucho, se hubiera sentado en el umbral de lapuertacerrada,habríaesperadohumildementelavueltadesutíaAngélica,yasíquehubiesevueltolahubierasaludadoconunadulcesonrisa,apartándoseluegoaunladoparadejarlapasar.

Unavezdentrosutía,habríaentradoasuvez,presentándoleenseguidaelpanyel

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cuchilloparaquelediesesuración,y,despuésdecortadoaquél,hubieradirigidounamiradadecodicia,unatristemiradahumildeymagnética,porlomenosasílocreía,comoparaatraerelquesoolatajadaqueveíasobrelatabladelaalacena.

Electricidadmagnéticaqueraravezproducíabuenresultado,peroqueloteníaenalgunaocasión.

Pero hoyPitou era ya un hombre, y obraba de distintomodo; así es que abriótranquilamente la alacena, sacó de su bolsillo la navaja, cogió el pan, y cortóangularmente un pedazo que podía pesar un kilogramo, bien como se diceelegantementedesdelaadopcióndenuevasmedidas.Despuésvolvióadejarelpanenlaalacena,y,hechoesto,sinperdernadadesucalma,abrióladespensa.

Porunmomento,PitoucreyóoírrefunfuñarasutíaAngélica;perolapuertadeladespensarechinaba,yesteruido,queteníatodalafuerzadelarealidad,ahogóelotro,quetansóloteníalainfluenciadelaimaginación.

CuandoPitouformabapartedelacasa,laavaratíaselimitabaalasprovisionesordinariasdepuroalimento,comoelquesodeMarolleso la tenue tajadade tocinorodeadade lasverdosashojasdeunaenormecol;perodesdequeel temibleglotóndesapareció,latía,apesardesuavaricia,seconfeccionabaciertosplatosquedurabanunasemana,yquenodejabandetenervalor.

Tanprontoeraelasadoalamodarodeadodezanahoriasydecebolletas,comoelguisado de carnero con sabrosas patatas, o unas patas de ternera sazonadas conalgunaconservaenvinagre;obienunatortillagigantesca,hechaenlasarténgrande,y esmaltada de perejil o lonjas de tocino, una sola de las cuales bastaba para lacomidadelaviejahastaensusdíasdeapetito.

Durante toda la semana, la tía Angélica acariciaba estos manjares con muchaparsimonia sin hacer más brecha que la precisa para satisfacer las exigencias delmomento.

Todoslosdíasseregocijabadeestarsolaparacomertanbuenascosas,yduranteaquellafelizsemanapensóensusobrinoPitoucuantasvecesllevólamanoalplatoyelbocadoaloslabios.

Pitoufueafortunado.Llegóenundía,eralunes,enquelatíaAngélicahabíapuestoenunacazuelade

arrozungalloviejo,elcualcociótanto,rodeadodesublandacapadepasta,quelacarnellegóasepararsedeloshuesos,poniéndosecasitierna.

Elmanjarera formidableyhallábaseenunacazuelaprofunda,negrapor fuera,perorelucienteyllenadeatractivosalavista.

Lasviandascoronabanelarrozcomolosdisloquesdeungranlago,ylacrestadelgallo,elevábaseentrelospitonesmúltiplescomoelpicodeCeutasobreelestrechodeGiraltar.

Pitouno tuvonisiquiera lacortesíadeprorrumpirenun¡ay!,deadmiraciónal

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contemplaraquellamaravilla.El ingrato olvidaba que jamás semejante magnificencia había adornado la

despensadelatíaAngélica.Teníaunpedazodepanenlamanoderecha.Cogió la espaciosa cazuela con la izquierda y la sostuvo en equilibrio por la

presióndesudedopulgar,quesumergióenunagrasacompactadeapetitosoolor.En aquel instante parecióle que una sombra se interponía entre la luz que

penetrabaporlapuertayél.Entonces volvióse sonriendo, pues Pitou era uno de esos jóvenes felices y

sencillosenquienlasatisfaccióndelalmaserevelaenelsemblante.AquellasombraeraladelcuerpodelatíaAngélica,másavara,másinflexibley

mássecaquenunca.Enotro tiempo,yaquínosvemosobligadosavolvera lacomparación,porque

tan sóloéstapuedeexpresarnuestra idea, enotro tiempo, repetimos, alvera la tíaAngélica, Pitou hubiera dejado caer la cazuela, y, en tanto que la solterona seagachabapararecogerlosrestosdesugalloylosgranosdearroz,élhubierasaltadoporencimadesucabeza,dándoseacorrerconsupandebajodelbrazo.

PeroPitounoerayaelmismodeantes;sucascoysusablenohabíancambiadotantosufísicocomoeltratoconlosgrandesfilósofosdelaépocasupartemoral.

En vez de huir aterrado a la vista de su tía, se acercó con graciosa sonrisa,extendióhaciaellalosbrazos,y,aunquelasolteronaprocuróesquivartanafectuosademostración,laestrechóentreellos,oprimiéndolacontrasupecho,entantoquesusmanos,ocupadasambas,launaconelpanylaotraconlacazuela,secruzabansobrelaespalda.

Después, cuando hubo cumplido con este acto de nepotismo, que considerabacomoundeberindispensable,respirócontodalaplenituddesuspulmones,diciendo:

—¡Sí,tíaAngélica,aquíestávuestroqueridosobrinoPitou!Alsentiraquelinusitadoapretón,lasolteronacreyóque,habiendosorprendidoen

flagrantedelitoasusobrino,éstehabíatratadodeahogarla,comoenotrotiempolohizoHérculesconAnteo.

Asíesquerespiróasuvezcuandoseviolibredeaquelpeligrosoabrazo.PerolatíapudonotarquePitounohabíamanifestadosiquierasuadmiraciónala

vistadelgallo.Pitoueranotansólouningrato,sinoundesatento.Sinembargo,otracosaafectómásalatíaAngélica,yeraquePitou,queenotro

tiempo,cuandoellaimperabaensusillóndecuero,noseatrevíaniaunasentarseenunadelassillasrotasodelosescabelescojosquelerodeaban,sehabíaarrellanadocómodamenteenél,conlacazuelaentrelaspiernasydisponiéndoseadarcuentadesucontenido.

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Consupoderosadiestra,comodicelaEscritura,empuñabaelcuchillo,verdaderaespátula,conayudadelacualPolifemosehubieracomidosupitanza.

Enlaotramanoteníaunenormepedazodepandetrespulgadasdeanchoporseisdelongitud,quehacíalasvecesdeescobaparaempujarelarrozdelplato;mientrasqueelcuchilloservíaparaacercarlacarnealpan.

Diestrae infaliblemaniobraquediopor resultadoa lospocosminutosdejarendescubierto el fondo de la cazuela, como quedan en el reflujo las argollas y laspiedrasdelosmuellescuandoelaguaseretira.

PintarelindecibleasombrodelatíaAngélica,darideadesudesesperación,seríacosaimposible.

Porunmomentocreyópodergritar;masnolefueposible.Pitousonreíaconunairetanfascinador,queelgritoexpiróenloslabiosdelatía

Angélica.Entonces procuró sonreír, esperando conjurar el feroz animal, llamado hambre,

quesehallabaenaquelmomentoenelestómagodesusobrino.Peroelproverbiotienerazón:elestómagohambrientodePitoupermaneciósordo

ymudo.Lasolterona,envezdesonreír,lloró.EstodisgustóunpocoaPitou;peronoleimpidióseguircomiendo.—¡Oh, querida tía!—exclamó—. ¡Québuena sois al llorar así de gozopormi

llegada!¡Gracias,queridatía,gracias!Ycontinuócomiendo.Evidentemente la revolución francesa había desnaturalizado completamente a

Pitou.Devoró tres cuartaspartesdelgallo, ydejóunpocode arroz enel fondode la

cazuela,diciendo:—Querida tía:vospreferís, sinduda,el arroz,¿noesverdad?Esmásblandoy

másfácildemascarparavuestrosdientes,y,porlotanto,oslodejo.Anteaquellaatención,quelatíaAngélicatomó,sinduda,porunaburla,lamujer

estuvoapuntodesufrirunasofocación.Seadelantóresueltamentehaciasusobrino,arrancó lacazueladesusmanos,yprofirióunablasfemia,queveinteañosdespuéshubierasentadoperfectamenteaungranaderodelaguardiaveterana.

Pitouexhalóunsuspiro.—¡Oh,queridatía!—exclamó—.Losentísporvuestrogallo,¿noesverdad?—¡Bribón!—exclamólasolterona—.¡Creoqueaúnseburlademí!Pitouselevantó.—Tía—dijomajestuosamente—,miintenciónespagaros,puestengodinero,y,

silodeseáis,mequedaréaquídehuésped;peromereservoelderechodeelegirlosplatos.

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—¡Tunante!—exclamólatíaAngélica.—¡Vaya! Pongamos por la ración cuatro sueldos, y así os debo una comida:

cuatrodearrozydosdepansonseis.—¡Seis sueldos! —exclamó la solterona—. ¡Seis sueldos, cuando tú te has

comidomásdeochodearrozyseisdepan!—Elgallo—dijoPitou—no lopongoencuentaporqueesdevuestro corraly

antiguoconocidomío,comoheobservadoporlacresta.—Peronodejadetenersuprecio—contestólasolterona.—Nueveañoshaceque lo robéparavos, cogiéndolobajo las alasde sumadre

cuandonoabultabamásqueelpuño,yrecuerdoquemezurrasteisporque,almismotiempo,notrajetrigoparaalimentarlealdíasiguiente.LaseñoritaCatalinamelodiodespués.Eramío—continóPitou—yhecomidolomío,porqueteníaderechoparaello.

Latía,ciegadecolera,quisoanonadaralrevolucionarioconlamirada,puesnopodíahablar.

—¡Saldeaquí!—exclamóalfin.—¿Así, de pronto, después de haber comido, sin tener tiempo de hacer la

digestión?¡Ah!Estonoesequitativo.—¡Saldeaquí,repito!Pitou, que estaba repleto, se levantó, notando con lamayor satisfacción que su

estómagonopodíacontenerniungranomasdearroz.—Tía—dijo majestuosamente—, sois una mala parienta, y quiero demostraos

queincurrísparamíenlasmismasfaltasdeotrotiempo,siempretandura,siempretan avara. Pues bien: no quiero que vayáis diciendo por todas partes que soy untragónymalpagador.

Asídiciendo,secolocóenelumbraldelapuerta,yconunavozestentóreaquepudo ser oídano solamentede los curiososque le habían acompañado, testigosdeaquellaescena,sinodecuantaspersonaspasabanaquinientospasosdeallí,exclamó:

—Pongoaestasbuenaspersonaspor testigosdequeacabode llegardeParísapie,despuésdehabertomadolaBastilla;dequemehesentadoparacomerencasademitíaydequemehanechadoencaratanduramenteelalimento,expulsándomedeunamaneratandespiadadaquemeveoobligadoamarcharme.

YPitouimprimióuntonotanpatéticoasuexordio,quelosvecinoscomenzaronamurmurarcontralaviejasolterona.

—Aunpobreviajero—continóPitou—queharecorridodiecinueveleguasapie;aunjovenhonradoconlaconfianzadelpadreBillotyladeldoctorGilberto;quehaconducido al hijo de este último a la casa del abate Fortier; a un vencedor de laBastilla; a un amigo del señor de Bailly y del general Lafayette. Pues bien: yo,señores,ospongoatodosportestigosdequemehanarrojadodeestacasa.

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Losmurmullosfuerontomandocuerpo.—Ycomoyonosoyningúnmendigo—prosiguióPitou—,comocuandoseme

echaencaramipanlopago,heaquíunescudoquevoyadepositarenpagodeloquecomíencasademitía.

Y,diciendoesto,Pitousacóorgullosamenteunescudodesubolsilloy loarrojósobrelamesa,donde,alavistadetodoelmundo,rebotóyfueasepultarseamediasenlacazueladearroz.

Esteúltimo rasgoacabódeanonadar a lavieja solterona,que inclinó la cabezabajoelpesodelareprobacióngeneral,expresadaenunprolongadomurmullo.VeintebrazossealargaronhaciaPitou,quesaliódelacasadesutía,sacudiendoloszapatosenelumbral,ydesapareció,escoltadoporlamultitud,queleofrecíanmesaycama,deseosostodosdedaralojamientogratisaunvencedordelaBastilla,aunamigodelseñordeBaillyydelgeneralLafayette.

Lasolteronarecogióelescudo,lolimpióylopusoensuescondite,dondedebíaesperar,encompañíadeotrosmuchos,quelocambiaranporunviejoluisdeoro.

Peroalguardaresteescudo,llegadoasusmanosdeunamaneratansingular, latíaAngélica suspiró, reflexionando que tal vez Pitou tenía derecho para comer detodo,puestoquepagabatanbien.

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CapítuloLIX

PITOUREVOLUCIONARIO

Despuésdesatisfacerlosprimerosdeberesdelaobediencia,Pitouquisollenarlasprimerasnecesidadesdesucorazón.

Escosamuydulceobedecercuandolaordendelamoseavieneconlassecretassimpatíasdeaquélqueobedece.

Poresoemprendiólamarchadelamejorvoluntad;y,siguiendolacallejuelaquevadesdePleuxalacalledeLonnet,formandocomounverdecinturón,consusdoscercasenaquelladodelaciudad,atravesóloscamposparallegarantesalagranjadePisseleux.

Peromuyprontodisminuyósuceleridad,puesacadapasoevocabaunrecuerdo.Cuandoseentraenlaciudadoenelpueblodondesenació,«sepisalajuventud,

seandasobrelosdíaspasados,quesedesarrollan,comodiceelpoetainglés,cualunaalfombrabajolospies,parahonraralviajeroquevuelve».

Acadapasoseencuentraunrecuerdoenunlatidodelcorazón.Aquísehasufrido;alláfueunofeliz;acullásesollozódepesar,yenotropunto

selloródealegría.Pitou,quenoeraanalista,sevioobligadoaserhombre:recogióreminiscencias

delpasadoentodoelcamino,yllegóconelalmallenadesensacionesalagranjadelamadreBillot.

Cuandodivisaacienpasoslaprolongadaaristadelostejados,cuandomidióconlosojoslosolmosseculares,queseelevanretorcidos,cualparamirardesdelaalturacómo humean las ennegrecidas chimeneas; cuando oyó el rumor lejano de losanimalesdomésticos,losperrosquegruñenyeldelascarretasqueruedan,levantósucascosobrelacabeza,sujetómejorsusablededragón,yesforzóseparatomarciertoairemarcial,talcomoconvieneaunenamoradoyaunmilitar.

Nadielereconoció,alpronto,locualprobabaqueconseguíasuobjeto.Uncriadohacíabeberaloscaballosenelpantano;oyóruido,volviólacabeza,y

atravésdelramajedeunsaucevioaPitou,o,másbien,uncascoyunsable.El criado quedómudo de asombro, y Pitou, pasando a su lado, llamóle por su

nombre.—¡Eh,Barnaut!Buenosdías—exclamó.El criado, poseído de asombro al ver que el del sable y el casco conocía su

nombre,sequitósupequeñosombrero,soltandoelronzaldesuscaballos.Pitoupasójuntoaélsonriendo.

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Pero el criado no se tranquilizó por eso: la sonrisa benévola de Pitou habíaquedadoocultabajosucasco.

Almismotiempo,lamadreBillotvioaaquelmilitaratravésdelosvidriosdelaventanadesusala,yalpuntoselevantó.

Se estaba entonces en continua alarma en los campos, y circulaban espantososrumores, hablándose de bandoleros que recorrían los bosques y que cortaban lasmiesesverdesaún.

¿Quépodíasignificarlallegadadeaquelsoldado?¿Eraunataqueounauxilio?LamadreBillothabíaexaminadodeunaojeadaaPitouen todo suconjunto,y

preguntábase por qué llevaría calzado de aldeano con un casco tan brillante,observación que la inclinaba, en sus suposiciones, tanto a sospechar como a teneresperanzas.

Elsoldado,fueraquienfuese,entróenlacocina.LamadreBillotdiodospasoshaciaelreciénvenido,yPitou,paranosermenos

cortés,sequitóelcasco.—¡AngelPitou!—exclamólabuenamujer—.¡Ángelaquí!—Buenosdías,madreBillot—contestóPitou.—¡Ángel!¡Oh,Diosmío!¡Quiéntehubieraadivinado!¿Estásenelservicio?—¡Oh!¡Enelservicio!—exclamóPitou,sonriendoconairedesuperioridad.Ymiróasualrededor,buscandoloquenoveía.LamadreBillotsonrió,yadivinandolacausadelasmiradasdePitou,preguntóle

sencillamente:—BuscasaCatalina,¿eh?—Parasaludarla,síseñoraBillot—contestóeljoven.—Estásecandolaropa.Vamos,siéntate,mírameyhabíame.—Con mucho gusto —dijo Pitou—. Buenos días, buenos días, buenos días,

señoraBillot.YPitoutomóunasilla.Alrededordeélseagruparon,enlaspuertasyenlasescaleras,todosloscriados

delagranja,atraídosporelrelatodeaquelmozodecuadra.Yacadanoticiaseprestabaatentooídoyoíasecuchichear.—¿EsPitou?—Sí,éles.—¡Bah!Pitou paseó una benévola mirada sobre todos sus antiguos compañeros, y su

sonrisafueunacariciaparalosmás.—Y¿túvienesdeParís,Ángel?—continuóladueñadelacasa.—Directamente,señoraBillot.—¿Cómosiguetuamo?

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—Muybien,señora.—Y¿cómoestáParís?—Muymal.—¡Ah!Yelcírculodelosoyentesseestrechó.—¿Yelrey?—preguntólamadreBillot.Pitoumoviólacabeza,produciendoconlalenguaunchasquidomuyhumillante

paralamonarquía.—¿Ylareina?EstavezPitounocontestóabsolutamentenada.—¡Oh!—exclamóladueña.—¡Oh!—repitierontodoslosoyentes.—Vamos,continúa,Pitou—dijolamadreBillot.—¡Pardiez!Interrogadme—repusoel joven,queteníaempeñoennodecir todo

lomásinteresanteenausenciadeCatalina:—¿Porquéllevasesecasco?—preguntólaBillot.—Esuntrofeo—dijoPitou.—¿Quésignificauntrofeo,amigomío?—preguntólabuenamujer.—¡Ah!Esverdad, señora—dijo el jovenconuna sonrisaprotectora—;vosno

podéissaberloqueesuntrofeo.Eltrofeosignificaquesehavencidoaunenemigo,señoraBillot.

—Y¿túhasvencidoaunenemigo,Pitou?—¡Uno!—replicóeljovencondesdén—.¡Ah,mibuenaseñora!¿Nosabéisque

hemostomadolaBastillaentremiamoyyo?Estaspalabrasmágicaselectrizaronalauditorio.YPitousintióelhálitodelosasistentessobresuscabellos,viendoquelasmanos

detodosqueríancogerelrespaldodesusilla.—Cuenta,cuentaalgodeloquenuestrohombrehahecho—dijolaseñoraBillot,

muyengreídaytemblorosaalmismotiempo.PitoumiróotravezparaversiCatalinallegaba;peroéstanoaparecía.YentoncesjuzgóofensivoquelaseñoritaBillotnoabandonasesuropaparaoír

noticiastanfrescas,traídasporsemejantecorreo.Moviólacabeza,ycomenzóaestardescontento.—Escosamuylargadereferir—dijo.—Y¿acasotienesganasdecomer?—preguntólaseñoraBillot.—Puedesermuybien.—¿Ysed?—Nodigoqueno.Enelmismoinstante,criadosycriadasseapresuraronaserviralviajero;demodo

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quePitoutuvoalpuntobajosusmanoseljarrodelvino,pan,carneyfrutasdetodasclases,tantoquenituvotiempoparareflexionarsobreelalcancedesudemanda.

Pitouteníabuendiente,comosueledecirse,o,másbien,digeríapronto;mas,porrápidamentequelohiciera,aúnnopodíahaberdigeridoelgallode la tíaAngélica,cuyoúltimobocadonohacíaaúnmediahoraquehabíapasadoporsugaznate.

Loquehabíapedidonolepermitió,pues,ganartodoeltiempoqueesperaba,porlorápidamentequelesirvieron.

Vioqueeraprecisohacerunesfuerzosuperior,ycomenzóacomer.Mas,pormuchaquefuesesubuenavoluntaddecontinuar,alcabodeuninstante

debiódetenerse.—¿Quétienes?—preguntólaseñoraBillot.—¡Diantre!Tengoque…—QuetraigandebeberaPitou.—Aquítengosidra,señora.—Perotalvezprefierasunvasodeaguardiente.—¿Aguardiente?—Sí.¿NotehasacostumbradoabeberloenParís?La buena mujer suponía que, durante sus doce días de ausencia, Pitou habría

tenidotiempodepervertirse.Pitourechazóorgullosamentelasuposición.¿Aguardiente?—dijo—.¡Jamás!—Pues,entonces,habla.—Sihablo—dijoPitou—seránecesarioquevuelvaacomenzarparalaseñorita

Catalina,yescosalarga.Dosotrescriadosseprecipitaronhaciaellavaderoparairenbuscadelaseñorita

Catalina.Pero, mientras que todo el mundo corría hacia el mismo lado, Pitou miró

maquinalmente hacia la escalera que conducía al primer piso; y como se hubieseestablecidounacorrientedeaireentreabajoyarriba,vioporunapuertaentornadaalajovenconlavistafijaenunaventana.

Catalinamirabaporelladodelbosque,esdecir,endirecciónaBoursonne.Tanabsortaestabalajovenensucontemplación,quenosehabíafijadoennada

detodoaquelmovimientodelinterior,llamandosuatenciónsolamenteloquepasabafuera.

—¡Ah,ah!—murmuró,suspirando—.Porlapartedelbosque,haciaBoursonne,porelladodelseñorIsidorodeCharny;sí,esoes.

Ysuspiródenuevo,másdolorosamenteaún.Enaquelinstanteloscriadosvolvíannosolamentedellavadero,sinodetodoslos

sitiosdondeCatalinapodíaestar.

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—¿Quéhay?—preguntólaseñoraBillot.—Nohemosvistoalaseñorita.—¡Catalina!¡Catalina!—gritólamadre.Lajovennooíanada.Pitouseaventuróentoncesadecir:—SeñoraBillot,yosémuybienporquénoseencuentraalaseñoritaCatalinaen

ellavadero.—¿Porqué?—¡Pardiez!Porquenoestáallí.—¿Sabestúdóndeestá?—Sí.—¿Dónde?—Allíarriba.Y, cogiendo a la señora Billot de la mano, hízola franquear los tres o cuatro

primerospeldañosde laescalera,ymostróleaCatalinasentadaenel rebordede laventanaenmediodelmarcodeenredaderasydeyedra.

—Ahorasepeina—dijolabuenamujer.—¡Ay!—contestómelancólicamentePitou—.Noesasí:yaestápeinada.Lamadre,sinhacerapreciodelamelancolíadePitou,gritóconvozsonora:—¡Catalina!¡Catalina!Lajovenseestremeciósorprendida,cerróligeramentelaventanaydijo:—¿Quéocurre?—Perovenaquí,Catalina—exclamólamadreBillot,sindudardelefectoquesus

palabrasibanaproducir—.¡EsÁngel,quellegadeParís!Pitouescuchóconansiedad,deseosodesaberquécontestaríaCatalina.—¡Ah!—exclamólajoven,fríamente.Tanto,queaquellafrialdadhelóelcorazóndelpobrePitou.Catalina bajó la escalera con la flema que los flamencos manifiestan en los

cuadrosdeVanOstadeodeBrauwer.—¡Toma!—exclamóalpisarelsuelodelahabitación—.¡Esél!Pitouseinclinó,muycoloradoyestremeciéndose.—Llevacasco,dijounacriadaaloídodesuseñorita.Pitouoyólafrase,yestudióelefectoproducidoenelrostrodeCatalina.Rostroencantador,unpocopálidotalvez,peroaúnbienredondeadoyterso.LajovennomanifestólamenoradmiraciónporelcascodePitou.—¡Ah!—exclamó—.Llevacasco.Y¿paraqué?Estavezlaindignaciónseapoderódelhonradomozo.—Tengo casco y sable —dijo con altivez— porque me he batido y matado

dragonesy suizos; y si lo dudáis, señoritaCatalina, preguntádselo a vuestropadre.

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Estoestodo.Lajovenestabatanpreocupada,que,alparecer,nooyómásquelaúltimaparte

delacontestacióndePitou.—Y¿cómosiguemipadre?—preguntó—.Y¿porquénovuelveconvos?¿Son

malasacasolasnoticiasdeParís?—Muymalas.—Yocreíaquetodoestabaarreglado—repusoCatalina.—Sí,esverdad;perotodosehadesarreglado—replicóPitou.—Pues ¿no hay acuerdo entre el pueblo y el rey por la vuelta del señor de

Necker?—¡Bah! No se trata ahora del señor de Necker —dijo Pitou con aire de

suficiencia.—Sinembargo,esohabrásatisfechoalpueblo.¿Noesverdad?—Sí; tanto,queelpueblosedisponeahacerse justiciaporsumano,matandoa

todossusenemigos.—¡Atodossusenemigos!—exclamóCatalina,asombrada—.Y¿quiénessonlos

enemigosdelpueblo?—Pueslosaristócratas—contestóPitou.Catalinapalideció.—Pero¿aquiénesllamanaristócratas?—preguntó.—¡Diantre! A los que poseen grandes tierras, a los que tienen magníficos

palacios,a losquematandehambrea lanación,a losque lo tienen todo,mientrasquenosotrosnotenemosnada.

—¿Quémás?—preguntóCatalinaconimpaciencia.—A los que poseen buenos caballos y elegantes coches,mientras que nosotros

vamosapie.—¡Diosmío!—exclamólajoven,palideciendohastalalividez.Pitouobservóaquellaalteraciónensusfacciones.—Llamoaristócratas—añadió—aciertaspersonasqueconocéis.—¿Queyoconozco?—¿Queconocemos?—dijolamadreBillot.—Pero¿dequéhabláis?—insistióCatalina.—DelseñorBerthierdeSavigny,porejemplo.—¿DelseñorBerthierdeSavigny?—Sí, aquél que os regaló los pendientes de oro que llevabais el día en que

bailasteisconelseñorIsidoro.—Ybien…—Puesbien; queyohe visto a hombres que se comían su corazón; yo, queos

habloenestemomento.Ungritoterribleseescapódetodoslospechos.Catalinasedejócaersobrelasilla

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enqueseapoyaba.—¿Túhasvistoeso?—exclamólamadreBillot,temblandodehorror.—YelseñorBillotlohavistotambién.—¡Oh!¡Diosmío!—Sí; y a estas horas —continuó Pitou— deben haber quemado a todos los

aristócratasdeParísydeVersalles.—¡Esoesespantoso!—murmuróCatalina.—¡Espantoso!Y¿porqué?Vosnosoisaristócrata,nilaseñoraBillottampoco.—SeñorPitou—dijoCatalinaconsombríafirmeza—,meparecequenoeraistan

ferozantesdeiraParís.—Ynolosoymás,señorita—contestóPitou,algovacilante;pero…—Pero entonces no os jactabais de los crímenes que los parisienses cometen,

puestoquenosoishijodeParísnihabéiscometidocrímenes…—Esto es tan verdad—dijo Pitou—que una vez faltó poco para que el señor

BillotyyofuéramosvíctimasdefendiendoalseñorBerthier.—¡Oh,mibuenpadre,mivalerosopadre!—exclamóCatalinaconexaltación—.

Bienlereconozcoeneso.—¡Midignoesposo!—dijolamadreBillotconlosojoshumedecidos—.Y¿qué

hahechoél?PitourefirióentonceslaterribleescenadelaplazadeGréve,ladesesperaciónde

BillotysudeseoderegresaraVillers-Cotterets.—¿Porquénohavueltoentonces?—dijoCatalinaconunacentoqueconmovió

profundamente el corazón dePitou, comouno de esos siniestros presagios que losadivinossabíanhacerpenetrartanprofundamenteenloscorazones.

LamadreBillotuniólasmanos.—ElseñorGilbertonohaquerido—dijoPitou.—El señor Gilberto desea, sin duda, que maten a mi marido—dijo la señora

Billot,sollozando.—¿Quiere,porventura,quelacasademipadresepierda?—añadióCatalinacon

elmismotonomelancólico.—¡Oh! No —contestó Pitou—; el señor Billot y el doctor Gilberto se han

entendido, y nuestro amo se quedará algún tiempo más en París para terminar larevolución.

—¿Ellossolos?¿Cómoeseso?—No,conelseñorLafayetteyelseñorBailly.—¡Ah! —exclamó la buena mujer con admiración—. Estando con el señor

LafayetteyelseñorBailly…—¿Cuándopiensavolver?—preguntóCatalina.—¡Oh!Encuantoaeso,nosénada,señorita.

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—Ytú¿porquéhasvueltoentonces?—ParaacompañaraSebastiánGilbertoacasadelabateFortier,ysoyportadorde

lasinstruccionesdelseñorBillot.Alpronunciarestaspalabras,Pitouselevantó,nosinciertadignidaddiplomática,

quefuecomprendida,sinodeloscriados,porlomenosdelosamos.LamadreBillotselevantótambién,despidiéndolosatodos.Catalinaquedósentada,yestudióhastaelfondodelalmaelpensamientodePitou

antesdepronunciarunapalabra.—¿Quémediráahora?—sepreguntó.

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CapítuloLX

LASEÑORABILLOTABDICA

Paraescucharlasvoluntadesdeaquelhonradopadredefamilia,lasdosmujeresconcentrantodasuatención.Pitounoignorabaquesumisióneradifícil;conocíabienelcarácterdelamadreBillotydeCatalina,ytambiénlacostumbredemandoenlauna,yelamoralaindependenciaenlaotra.

Catalina,hijatandulce,tanlaboriosaybuena,habíaadquirido,porefectomismode sus cualidades, un gran ascendiente sobre todos los habitantes de la granja; ysabido es que el espíritu de dominación no es más que la firme voluntad de noobedecer.

Pitou,exponiendosumisión,estabasegurodelplacerquecausaríaaunade lasdosmujeres,ydelpesarquereresultaríaparalaotra.

La madre Billot, reducida a un papel secundario, parecíale una cosa anormal,absurda.EstoengrandecíaaCatalinaconrelaciónaPitou;perolajovennonecesitabaestoenlascircunstanciasactuales.

PitourepresentabaenlagranjaelpapeldeunodelosheraldosdeHomero,unaboca,unamemoria,ynounainteligencia;yseexpresóenlostérminossiguientes:

—SeñoraBillot,elobjetodevuestroesposoesqueosfatiguéislomenosposible.—¿Cómoeseso?—preguntólabuenamujerconsorpresa.—¿Quésignificafatigarse?—preguntóCatalina.—Quieredecir—contestóPitou—quelaadministracióndeunagranjacomola

vuestra es lo mismo que un gobierno, que exige muchos cuidados y trabajo. Esprecisohacercompras…

—¿Yqué?—preguntólaseñoraBillot.—Sehandehacertambiénpagos…—¿Quémás?—Sehandevigilarlaslabores…—Adelante.—Cuidardelarecolección…—¿Quiéndicelocontrario?—Seguramentenadie,señoraBillot;masparahacerlascomprassehadeviajar.—Tengomicaballo.—Parapagarsoninevitableslasdisputas.—¡Oh!Tengobuenpico.—Paralabrarlastierras…

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—¿Noestoyacostumbradaavigilarlostrabajos?—Yparalarecolección…¡Ah!Ésteesotroasunto.Además,sehadeguisarpara

lostrabajadores,yayudaraloscarreteros…—Todo esto nome espanta, pues lo hago en bien demi hombre—exclamó la

dignamujer.—PeroseñoraBillot…Enfin…—¿Enfinqué?—Tantotrabajo…y…unpocodeedad.—¡Ah!—exclamólamadreBillot,mirandoaPitoudereojo.—Ayudadme, señorita Catalina—dijo el pobremozo, notando que sus fuerzas

disminuíanamedidaquelasituaciónsehacíamásdifícil.—Yonoséloquesehadehacerparaayudaros—dijoCatalina.—¡Puesbien!Heaquílacosa—replicóPitou—.ElseñorBillotnoquierequesu

esposasobrellevetantasfatigas.—¡Cómo!—interrumpiólabuenamujer,temblandoalavezdeadmiraciónyde

respeto.—Haelegidounapersonaqueescomoélmismoycomovosmisma:haelegidoa

laseñoritaCatalina.—¡Mihija paragobernar la casa!—exclamó la buenamadre conun acentode

desconfianzaydeindefinibleenvidia.—Bajovuestrasórdenes,madremía—seapresuróadecirlajovenruborizándose.—¡No,no!—insistióPitou,quehabiéndoseatrevidoaexplicarseestabaresuelto

a llegar hasta el fin. ¡No! Yo desempeño mi comisión fielmente; el señor BillotdelegayautorizaalaseñoritaCatalinaenvuestrolugarparatodoslostrabajosylosasuntosdelacasa.

Cadaunadeestaspalabras,pronunciadasconelacentodelaverdad,penetrabanenelcorazóndelaseñoraBillot;perotaleralabondaddesucarácter,que,envezdemanifestar indignación ni cólera porque se rebajaba su importancia, mostrósemásresignadayobediente,másconvencidadelainfalibilidaddesumarido.

¿PodíaengañarseBillot?¿Eraposibledesobedecerle?Heaquílosdosúnicosargumentosquelabuenamujerseopusoasípropia.Ytodasuresistenciacesó.Miró a su hija, en cuyos ojos no vio más que modestia, confianza y buena

voluntadparallenarsucometido,asícomoternurayrespetoinalterables,ycediódeltodo.

—El señorBillot tiene razón—dijo—;Catalina es joven, con buena cabeza, yhastaenérgicasiesnecesario.

—¡Oh!Sí—contestóPitou,segurodequehalagabaelamorpropiodeCatalina,almismotiempoqueledigirlaunepigrama.

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—Catalina —continuó la madre Billot— estará más a gusto que yo en loscaminos; sabrá corrermejor días enteros en pos de los labradores; venderámás, ysabrá comprar con más seguridad, haciéndose obedecer también de toda nuestragente.¡Hijamía!

Catalinasonrió.—Puesbien—continuólabuenamujer—;heaquíqueCatalinadeberácorrerun

pocoporloscampos;tendrálabolsaylaveránsiempreenmarcha.¡Heaquíamihijatransformadaenmozo!

—NotemáisnadaporlaseñoritaCatalina—dijoPitou,conairedesuficiencia—,porqueaquíestoyyo,ylaacompañaréatodaspartes.

Estagenerosaoferta,conlaqueÁngelcontaba,sinduda,paraproducirefecto,leatrajo,departedeCatalina,unamiradatanextrañaqueelmozoquedóconfuso.

La jovenseruborizó,nocomolasmujeresaquienessecomplace,sinoconesecolorencendidoque,traduciendoporundoblesíntomaladobleoperacióndelalma,su causa primera, revela a la vez cólera y la impaciencia, el deseo de hablar y lanecesidaddecallarse.

Pitou no era hombre de mundo; no entendía de matices; mas, habiendocomprendidoqueelrubordeCatalinanoeraunaconformidadcompleta,exclamóconunaagradablesonrisa,quedejóversuspoderososdientesbajolosgruesoslabios:

—¡Cómo,cómo!¿Oscalláis,señoritaCatalina?—¿Ignoráisacaso,señorPitou,quehabéisdichoundisparate?—¡Undisparate!—exclamóelenamorado.—¡Diantre!—exclamólaseñoraBillot—.¡Estaríadevermihijaconunguardia

decorps!—¡Pero, en fin, en losbosques!…—dijoÁngelPitou, conunaire tan ingenuo

quehubierasidoindignoreírsedeél.—¿Tambiénsehallaestoenlasinstruccionesdenuestrohombre?—preguntóla

madreBillot,mostrandoasídisposicionesparaelepigrama.—¡Oh!—añadióCatalina—,seríaunoficiodeholgazánquemipadrenopodía

haberaconsejadoaPitou,yqueéstenohubieraaceptadotampoco.Pitoumiraba con los ojosmuy abiertos, y como espantados, aCatalina y a su

madre.Todoeledificioquehabíalevantadomentalmentesehundía.Lajoven,verdaderamujer,comprendióladolorosadecepcióndelmozo.—Señor Pitou —dijo—, ¿es en París donde habéis visto a las jóvenes

comprometerseasí,llevandosiempreasuladoacompañantes?—Perovosnosoisunamuchacha—balbuceóPitou—,sinoladueñadelacasa.—¡Vamos:yahemoshabladosuficiente!—dijolamadreBillot,contonobrusco

—.Ladueñade lacasa tienemuchoquehacer.Ven,Catalina: te loentregaré todo,

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segúnlasórdenesdetupadre.Entoncescomenzó,alosojosdePitou,aturdidoeinmóvil,unaceremoniaqueno

carecíadegrandezaydepoesíaensurústicasencillez.LaseñoraBillot sacó todas las llavesdelmanojoy lasentregó,una trasotra, a

Catalina, dándole cuenta de la ropa blanca, de losmuebles, de los vinos y de lasprovisiones.Después condujo a su hija al antiguo armario ropero, del año 1738 ó1740,encuyosecretoelpadreBillotencerrabasuspapeles,susluisesdeoro,ytodalariquezaylosarchivosdelafamilia.

Catalina se dejó investir, congravedad, de todas las atribuciones.Hizo sagacespreguntasasumadre,reflexionóacadarespuesta,y,unavezrecibidoelinformedetodo,hubiérasedichoque loguardabaen lasprofundidadesdesumemoriaydesurazón,comounarmareservadaparalasnecesidadesdelalucha.

Despuésdelexamendelosobjetos,lamadreBillotpasóaldelosanimales,delosquesehizoelrecuentocontodaexactitud.

Carneros válidos y enfermos, corderos, cabras, gallinas, pichones, caballos,bueyesyvacas.

Peroestofueunasimpleformalidad.Enaquel ramode laexplotación,Catalinaera,hacíalargotiempo,eladministradorespecial.

NadiemejorqueCatalinaconocíalasavesdomésticas,consurudocacareo;loscorderos,familiaresconellaalcabodeunmes;lospichones,loscualeslaconocíantan bien, que a menudo la encerraban, en medio del patio, en las espirales de suvuelo,posándoseconfrecuenciaensushombros,despuésdesaludarlaconelextrañomovimientodevaivénquecaracterizaalososos.

LoscaballosrelinchabanalacercarseCatalina.Solamenteéstasabíahacerquelosmásfogososlaobedeciesen.Unodeellos,potrocriadoenlagranja,yquellegóasercaballo padre indomable, rompíalo todo en la cuadra para acercarse a Catalina, ybuscarensusmanosyensusbolsilloslacortezadepanduro,queteníalaseguridaddeencontrar.

Nadaeratanhermosonitanpropioparahacersonreírcomoaquellalindajovenrubia, con susgrandesojos azules, sublanco cuello, susbrazos redondeadosy susmanos bien perfiladas, cuando se acercaba, con su delantal lleno de trigo, a lainmediaciónde lacharca,aunespacioapisonado,desuelobatidoyduro,dondeelgranoresonabaalcaerapuñados.

Entoncessehubieravistoatodoslospolluelos,atodaslaspalomas,atodosloscorderos libres precipitarse hacia la charca: los picotazos agujereaban el suelo, lalenguasonrosadadeloscabritoslamíalaavenaoeltrigo,yaquelespacio,cubiertodegrano,quedaba,alosdosminutos,tanblancoylimpiocomoelplatodelozadelsegadorcuandoacabadecomer.

Ciertossereshumanostienenenlosojoslafascinaciónqueseduceyotroslaque

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espanta:dossensacionestanpoderosasenlosanimales,quejamásintentanresistirlas.¿Quién de nosotros no ha visto al toro feroz mirar melancólicamente, durante

algunos minutos, al niño, que le sonríe sin comprender el peligro? Es que lecompadece.

¿Quién no ha visto a ese mismo toro fijar una mirada inquieta en el robustovaquero,quelecubreconlavista,manteniéndoleinmóvil,bajounaamenazamuda?El animal inclina la cabeza y parece prepararse para la lucha; pero sus pies estáncomoarraigadosenelsuelo,seestremeceytienemiedo.

Catalinaejercíaunadeesasdosinfluenciasentodocuantolarodeaba.Era,a lavez,tanserenaytanfirme,habíatantamansedumbreyfuerzadevoluntadenella,tanpocadesconfianza,tanpocomiedo,queelanimalqueestabaenfrentedelajovennosentíatentacióndehacerledaño.

Con más razón ejercía aquella influencia singular en los seres pensadores. Elencantodeaquellavirgenerairresistible.Ningúnhombredelpaíshabíasonreídoalsepararsedeella;ningúnmozoabrigaba,respectoaella,ningunasegundaintención:losque laamabandeseábanlaporesposa; losqueno laamabanhubiéranlaqueridoporhermana.

Pitou, con la cabeza baja, los brazos pendientes y abstraído el pensamiento,seguíamaquinalmentealajovenyasumadreenlaoperacióndelaentrega.

No le habían dirigido la palabra: estaba allí como un guarda de tragedia, y sucasconocontribuíapocoaquelopareciese.

Despuésseprocedióapasarlistaaloscriadosdelacasa.LamadreBillotmandóformarunsemicírculo,ycolocóseensucentro.—Hijosmíos—lesdijo—,nuestroamonovuelveaúndeParís;perohaelegido

amaensulugar:esmihijaCatalina,queveisaquí,muyjovenyfuerte;yosoyviejaya,ymicabezasedebilita;demodoqueelamohahechobien.LadueñaesahoraCatalina: ella debe dar el dinero y recibirlo; yo seré la primera en obedecer susórdenes y en ejecutarlas, y aquéllos de vosotros que no lo hagan así, deberánentenderseconella.

Catalina,sinañadirunapalabra,abrazótiernamenteasumadre.Elefectodeaquelbeso fuemáspoderosoque todas las frases.LamadreBillot

lloró,yPitounopudomenosdeenternecerse.Todosloscriadosaclamaronlanuevadominación.Catalina, entrando al punto en el desempeño de sus funciones, distribuyó los

servicios;cadacualrecibiósuordenymarchóaejecutarlaconlamejorvoluntad.Pitou,quesehabíaquedadosolo,acabóporacercarseaCatalinayledijo:—¿Yyo?—¡Ah!…—contestólajoven—.Notengonadaqueordenaros.—¡Cómo!¿Voyaestarsinhacernada?

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—¿Quéhabéisdehacer?—Puesloquehacíaantesdemarcharme.—Antesdemarcharfuisteisacogidopormimadre.—Perovossoisladueña:dadmetrabajo.—Notengoningunoparavos,señorÁngel.—¿Porqué?—Porque sois un sabio, un señor de París, a quien estas faenas rústicas no

convienen.—¿Esposible?—exclamóPitou.Catalinahizounaseñal,comoqueriendodecir:«Asíes».—¡Younsabio!—repitióPitou.—Sinduda.—Perovedmisbrazos,señoritaCatalina.—Noimporta.—En fin, señorita —dijo el pobre muchacho, desesperado—. ¿Por qué me

obligaríaisamorirdehambre,bajoelpretextodequesoyunsabio?¿Ignoráis,pues,queelfilósofoEpictetotrabajabaparacomer,yqueelfabulistaEsopoganabaelpanconelsudordesufrente?Sinembargo,esosdosseñoreseranmássabiosqueyo.

—¡Quéqueréisquelehaga!Lascosashanvenidoasí.—Peroadvertidqueel señorBillotmehabíaaceptadopara servir en la casa,y

quemeenvíadeParísparaquesigaenella.—Bien;peromipadrepodíaobligarosaejecutartrabajosqueyo,suhija,nome

atreveríaaimponeros.—Puesnomelosimpongáis,señoritaCatalina.—Sí, pero entonces estaríais en la ociosidad, y esto es lo que no podría

permitiros.Mipadre teníaderechoparaobrarcomoamo,yamímeestáprohibidocomodelegadasuya.Administrosuhacienda,yesprecisoqueéstaproduzca.

—Pero ¡si yo trabajaré y daré ganancias!… Bien veis, señorita Catalina, quegiráisenuncírculovicioso.

—¿Qué quiere decir eso? —repuso Catalina, que no comprendía las grandesfrasesdePitou—.¿Quésignificauncírculovicioso?

—Sellamacírculovicioso,señorita,aunmalrazonamiento.No:dejadmeen lagranja para cuidar de los animales, si lo tenéis a bien, y entonces veréis si soy unsabio o un holgazán. Por lo demás, aquí se han de llevar los libros de cuentas,teniendoenordenlosregistros,yestaaritméticaesmiespecialidad.

—Enmiconcepto,noesocupaciónsuficienteparaunhombre—dijoCatalina.—Esdecir,que¿nosirvoparanada?—exclamóPitou.—Porahoraseguidviviendoaquí—repusolajovendulcificándose;reflexionaré

yveremos.

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—¿Necesitáistiempoparareflexionarydecidirsidebéisconservarme?Pero¿quéoshehechoyo,señoritaCatalina?¡Ah!Noeraisasíantesdemarcharme.

Lajovenseencogiódehombrosimperceptiblemente.No tenía buenas razones que dar a Pitou, y, sin embargo, era evidente que su

insistencialemolestaba.Y,cortandolaconversación,dijo:—Basta ya de este asunto, señor Pitou; pues ahora debo marchar a La Ferté-

Milon.—Pues,entonces,corroaensillarvuestrocaballo,señoritaCatalina.—Nadadeeso:quedaosaquí.—¿Rehusáisqueosacompañe?—¡Digoqueosquedéis!—contestóCatalinaconacentoimperioso.Pitoupermaneciócomoclavadoensusitio,conlacabezabaja,reprimiendouna

lágrima que se agolpaba a sus párpados, abrasándolos como si fuese de aceitehirviendo.

CatalinadejóaPitoudondesehallaba,ydioauncriadodelagranjalaordendeensillarsucaballo.

—¡Ah!—murmuróPitou—.Osparezcomuycambiado, señoritaCatalina;perovossoislaquehabéisvariadomuchomásqueyo.

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CapítuloLXI

LOQUEDECIDEAPITOUADEJARLAGRANJAPARA

VOLVER

AHARAMONT,SUÚNICAYVERDADERAPATRIA

Sin embargo, la madre Billot, conformándose con las funciones de primeracriada, había vuelto a ocuparse en su trabajo sin afectación, sin amargura, y de lamejorvoluntad;demodoqueelmovimientointerrumpidouninstanteenlajerarquíaagrícolacomenzabaaparecersedenuevoalinteriordeunacolmena,porsuactividadysuafanosotrabajo.

Mientras que se preparaba el caballo de Catalina, ésta entró, miró de reojo aPitou,quepermanecíainmóvil,perocuyacabezagirócomounaveleta,paraseguirelmovimientodelajoven,hastaqueéstadesaparecióensuhabitación.

—¿Quétendráquehacerensuaposento?—sepreguntóPitou.¡Pobremuchacho!Catalina ibaaponerseunagorritablancayunasmediasmás

finas.Después,cuandosehuboarregladoyoyóquesucaballopiafabaalapuerta,salió,

abrazóasumadreypúsoseenmarcha.Pitou, desocupado y nada tranquilo, con la mirada indiferente y, en parte,

misericordiosa que Catalina le había dirigido al salir, no pudo resolverse apermanecerasíperplejo.

DesdequeÁngelPitouhabíavueltoaveralajovenparecíalequelavidadeéstaleeradetodopuntonecesaria.

Y, además, en el fondode aquel espíritupesadoy algodormido agitábase algocomounasospechaconlamonótonaregularidaddelapéndoladeunreloj.

Espropiodelasalmasingenuasverlotodoporgradosiguales.Esasnaturalezasperezosasnosonmenossensiblesquelasdemás,perosientenynoanalizan.

Elanálisiseslacostumbredegozarysufrir.Esprecisohaberseacostumbradoalas sensaciones para ver su fermentación en el fondo de ese abismo que se llamacorazónhumano.

Nohayancianosingenuos.CuandoPitouhubooídoelpasodelcaballoquesealejaba,corrióhacialapuerta,

yentoncesvioaCatalinasiguiendounsenderodetravesíaqueseprolongabadesdelagranja al camino grande de La Ferté-Milon, desembocando al pie de una pequeñamontaña,cuyacimasepierdeenelbosque.

Desde el umbral de aquella puerta envió a la linda joven un adiós lleno de

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sentimientoydehumildad.Mas,apenasselohuboenviadoconlamanoyelcorazón,Pitoureflexionóuna

cosa.Catalinapodíaprohibirlequelaacompañase;peronoimpedirlequelasiguiese.Bueno que la joven hubiese dicho a Pitou que no quería verle; pero no podía

prohibirlequelamirase.Pitou pensó, pues, que, no teniendo qué hacer, nada en el mundo se oponía a

recorrerenelbosqueelcaminoqueCatalinadebíafranquear;ydeestemodo,sinservisto,laveríadesdelejosatravésdelosárboles.

NohabíamásqueleguaymediadesdelagranjaaLaFerté-Milon;leguaymediaparair,yotrotantoparavolver.¿QuéeraestoparaPitou?

Porlodemás,Catalinaganóelcaminoporunasendaqueformabaánguloconelbosque: tomando laperpendicular,Pitoueconomizabauncuartode legua;demodoquenotendríaquerecorrermásquedosymediaparairaLaFerté-Milonyvolver.

Dosleguasymedianoerannadaparaunhombrequetanbuenusosabíahacerdesuszancas.

Apenaselmozohuboideadoesteproyectoensumente,púsoloenejecución.MientrasqueCatalinasedirigíaalcaminogrande,Pitou,agachándosedetrásde

losaltoscentenos,ganabaelbosque.En un instante llegó al lindero, y, una vez aquí, saltó al foso del bosque y

precipitóse,conmenosgracia,peroconmásrapidezqueuncorzoespantado.Asícorrióuncuartodehora,yalcabodeestetiempodivisóelclarodelcamino.Allísedetuvo,apoyándoseenunaenormeencinaqueleocultabacompletamente

detrás de su tronco rugoso, y estaba bien seguro de que no se hubiese adelantadoCatalina.

Sinembargo,esperódiezminutos,yhastauncuartodehora;peronovioanadie.¿Habríaolvidadoalgunacosaenlagranjaytendríaquevolverabuscarla?Esto

eramuyposible.Con lasmayores precauciones, Pitou se acercó al camino, alargó la cabeza por

detrás de una robusta haya que crecía en el foso mismo, perteneciendo tanto alcaminocomoalbosque,fijósumiradahastalallanura,queleeradadoveracausadelarigidezdelalínea,ynodivisóunalma.

DecididamenteCatalinahabíaolvidadoalgunacosayvolvíaalagranja.Pitou emprendió la carrera: o no había llegado aún y la vería entrar, o había

llegadoylaveríasalir.Pitou abrió el compás de sus largas piernas, y comenzó a medir con éstas el

espacioqueleseparabadelallanura.Corría por el suelo arenoso del camino, más suave para sus pies, cuando de

prontosedetuvo.

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Elcaballo,queavanzabaalpaso,sehabíadesviadodelcaminorealparaseguirunaestrechasendaacuyaentradaseleíaenunposte:

«SendaqueconducedesdeelcaminodeLaFerté-MilonaBoursonne».Pitou levantó los ojos, y en la extremidad opuesta de la senda divisó, a gran

distancia,algoconfusamenteenelhorizonteazuladodelbosque:elcaballoblancoyelcorpiñoencarnadodeCatalina.

Yahemosdichoque la distancia era considerable, pero sabido es quenohabíadistanciasparaPitou.

—¡Ah!—exclamóel joven lanzándoseotravezalbosque—.NoesaLaFerté-Milon donde va, sino a Boursonne. Y, sin embargo, nome equivoco: ella dijo LaFerté-Milonmás de diez veces; le han dado encargos para este punto, y lamismamadreBillothablódeLaFerté-Milon.

Y,mientras pronunciaba estas palabras, Pitou corría siempre; Pitou corría cadavezmás;Pitoucorríacomounloco.

Porqueeljoven,impulsadoporladuda,esaprimeramitaddeloscelos,noerayaunbípedo:Pitouparecíaserunadeesasmáquinasaladas,comoDédaloenparticular,quelosgrandesmecánicosdelaantigüedadsoñarontanbienyejecutarontanmal.

Se parecía en un todo a uno de esos monigotes de paja de largos y delgadosbrazosqueelvientohacegiraren losescaparatesde losvendedoresde juguetesdeniños.

Brazos,piernasycabezassemueven;tododavueltasytodovuela.Las piernas inmensas de Pitou trazaban ángulos de cinco pies de anchura; sus

manos,semejantesadosgrandespaletasquetuvieranpormangounpalo,hendíanelairecomoremos;sucabeza, todaellaboca,ysunariz, todaojos,absorbíanelaire,devolviéndoloenruidososresoplidos.

Ningúncaballohabíatenidotantarabiaporcorrer.Aningúnleónlehabríaanimadoaquellavoluntadferozdealcanzarsupresa.PitoudebíarecorrermásdemedialeguacuandodivisóaCatalina;perocuandola

jovenhubofranqueadolamitaddeestadistancia,éllaanduvotoda;demodoquesucarrerahabíatenidodoblerapidezqueladeuncaballoaltrote.

Alfin,alcanzóunalíneaparalelaalasuya.PitounoseguíayaaCatalinatansóloparaverla,sinoparavigilarla.Lajovenhabíamentido.¿Conquéobjeto?No importaba: para recobrar sobre ella cierta superioridad era preciso

sorprenderla en flagrante delito de mentira. Pitou penetró de cabeza entre loshelechosy losespinos, rompiendo losobstáculosconsucasco,ysirviéndosedesusableencasonecesario.

Sinembargo,comoCatalinaibaahoraalpaso,devezencuandoelruidodelasramasrotasllegabahastaella,yhacíaenderezarlasorejasalcaballo,mientrasquesu

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amaescuchabaatenta.EntoncesPitou,quenoperdíadevistaa la joven,deteníasepara tomaraliento,

desvaneciendoasítodasospecha.Sinembargo,estonopodíadurar,y,porlotanto,noduró.PitouoyódeprontorelincharalcaballodeCatalina,yalpunto lecontestóotro

relincho.Aún no se podía ver el segundo caballo; pero, cualquiera que fuese, Catalina

hostigóaCadetconsuvaritadeboj,yelcaballo,quehabíarelinchadouninstante,emprendióeltrotelargo.

Al cabo de cinco minutos, gracias a esta mayor velocidad, la joven se habíareunido conun jinete, que llegaba a su encuentro con tanta prisa como la que ellahabíatenidoparallegar.

ElmovimientodeCatalinahabíasidotanrápidoeinesperado,queelpobrePitoupermanecióinmóvil,depieenelmismositio,empinándoseparavermáslejos.

Sinembargo,habíamuchadistancia.Perosielmozonopudover,sintiócomounaconmocióneléctricaalobservarla

alegría y el rubor de la joven, el estremecimiento que agitó todo su cuerpo, y laviveza de sus ojos, tan dulces y serenos de ordinario y tan brillantes en aquelmomento.

No vio tampoco quién era aquel jinete, ni pudo distinguir sus facciones; pero,reconociendo, por su aspecto, por su levita de caza de terciopelo verde, por susombreroconunaanchagasayporsuairegracioso,quedebíaperteneceralaclasemáselevadadelasociedad,supensamientosefijóalpuntoenaquelbellojoven,enaquelelegantebailaríndeVillers-Cotterets.Ysucorazón,suboca,todaslasfibrasdesusentrañasseestremecieronalavez,murmurandoelnombredeIsidorodeCharny.

Yélera,enefecto.Pitoudejóescaparunsuspirosemejanteaunrugido,y,penetrandodenuevoenla

espesura, consiguió situarse a la distancia de veinte pasos de los dos jóvenes,demasiadoatentosunoparaotroensuspersonasparacuidarsedesielruidoqueoíaneraocasionadoporelpasodeuncuadrúpedoodeunbípedo.

El joven caballero, sin embargo, sevolvióhacia el ladodePitou, empinándosesobrelosestribos,ydirigióunavagamiradaasualrededor.

Peroenelmismoinstante,paraquenoleviesen,Pitousetendióenelsuelobocaabajo.

Después, arrastrándose como una serpiente, adelantó diez pasos más, pudoponerseasíalalcancedelavozyescuchó.

—Buenosdías,señorIsidoro—decíaCatalina.—¡SeñorIsidoro!—murmuróPitou—.Yalosabíayo.Entoncessintióentodasupersonalainmensafatigadetodoaqueltrabajoquela

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duda,ladesconfianzaylosceloslehabíaninducidoaemprenderhacíaunahora.Los dos jóvenes, uno frente a otro, habían dejado las riendas para cogerse las

manos; estaban temblorosos, mudos y risueños; mientras que los dos caballos,acostumbrados,sinduda,averse,acariciábanseconelhocicoyretozaban.

—Oshabéisretrasadohoy,señorIsidoro—dijoCatalina,rompiendoelsilencio.—¡Hoy!—dijoPitou—.Parecequelosdemásdíasnoseretrasa.—Noesculpamía,queridaCatalina—replicóeljoven—;mehaentretenidouna

cartademihermano,recibidaestamañana,yalacualhedebidocontestaracorreovuelto;peronotemáisnada,puesmañanaserémáspuntual.

Catalina sonrió, e Isidoro estrechó más tiernamente aún la mano que leabandonaban.

¡Ay!,éstaseranotrastantasespinasquedesangrabanelcorazóndelpobrePitou.—¿Tenéis,pues,noticiasrecientesdeParís?—preguntóCatalina.—Sí.—Puesyo también—repuso la joven sonriendo—.¿Nomedijisteis elotrodía

quecuandosucedealgunacosasemejanteadospersonasqueseaman,estosellamasimpatía?

—Precisamente.Y¿cómohabéisrecibidovosnoticias,hermosaCatalina?—PorPitou.—¿Qué es esodePitou?—preguntó el jovennoble conun aire debroma, que

convirtióencarmesíelcolorrojodelasmejillasdePitou.—Puesyalosabéis—dijoCatalina—,Pitouesesepobremuchachoquemipadre

habíaadmitidoenlagranjayquemedabaelbrazoundomingo.—¡Ah! Sí —dijo el caballero—; aquél que tiene rodillas como nudos de

servilleta.Catalina se echó a reír. Pitou, sensible a la humillación, desesperado,miró sus

rodillas,queparecían,enefecto,nudos,apoyándosesobrelasmanosparalevantarseunpoco,ydespuésseaplanódenuevo,profiriendounsuspiro.

—Vamos—dijoCatalina—;nomaltratéisdemasiadoamipobrePitou.¿Sabéisloquemeproponíahacepoco?

—No:contadmeeso,bellaCatalina.—¡Puesbien!QueríaacompañarmeaLaFerté-Milon.—¿Adondenovais,seguramente?—No, puesto que sabía queme esperabais aquí,mientras que yo soy quien ha

esperadocasi.—¡Ah!Vedqueacabáisdepronunciarunafrasepropiadeunrey.—¿Deveras?Puesnolosabía.—Y¿porquénohabéis aceptado laofertadeesegalante joven?—preguntóel

caballero—.Noshubiéramosdivertidounpoco.

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—Talvezno—replicóCatalina,sonriendo.—Tenéisrazón—repusoIsidoro,fijandoenlabellaaldeanasusojosbrillantesde

amor.Yocultólacabezadelajovenensusbrazos,cruzándolossobreella.Pitoucerrólosojosparanover;perosehabíaolvidadotaparselosoídosparano

oír,yelrumordeunbesollegóhastaél.Pitousecogióloscabelloscondesesperación,comohaceelapestadoenelcuadro

deGros,querepresentaaBonapartevisitandoelhospitaldeJaffa.CuandoPitouvolvióensí,losjóveneshabíanvueltoaponersuscaballosalpaso

yalejábanselentamente.LasúltimaspalabrasquePitoupudooírfueronlassiguientes:—Sí,tenéisrazón,señorIsidoro:pasearemosunahora.Yodesquitaréestetiempo

acostadelaspiernasdemicaballo,ycomoesunbuenanimal,nodiránada.Yestofuetodo.Lavisiónsedesvaneció;laoscuridadsehizoenelalmadePitou,

comosehacíaenlanaturaleza,y,revolcándoseenlosbrezos,elpobremuchachosedejóllevardelosingenuosimpulsosdesudolor.

Lafrescuradelanocheleserenó.—Novolveréalagranja—dijo—porquemeveríahumillado,burladoydebería

comerelpandeunamujerqueamaaotrohombre,aunhombreque,deboconfesarlo,esmásguapo,másricoymáselegantequeyo.No:milugarnoestáyaenPisseleux,sinoenHaramont,enmipaís,dondetalvezhallarépersonasquenoecharándeversimisrodillasparecennudosdeservilleta.

Dicho esto, Pitou se frotó sus largas piernas y encaminóse hacia Haramont,donde,sinqueéllosospechase,lehabíanprecedidosureputaciónyladesucascoysusable,ydondeleesperaban,sinolafelicidad,porlomenosundestinoglorioso.

Yasesabequenoesatributodelahumanidadhallarsiemprefelicidadcompleta.

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CapítuloLXII

PITOUORADOR

Sinembargo,alllegaraVillers-Cotteretsaesodelasdiezdelanoche,despuésdemarcharseishorasantesydehaberhechoenel intervaloel largoviajequehemosprocurado describir, Pitou comprendió que, por triste que estuviese, más valíapermanecer en la posada delDelfín y dormir en una cama que pasar la noche alserenobajoalgunahayaoencinadelbosque.

Nodebíapensar endormir enunacasadeHaramont, llegandoallí a lasdiezymediadelanoche,puesharíayahoraymediaquetodaslaslucessehabíanapagadoyquetodaslaspuertasestabancerradas.

Pitou sedetuvo,pues, en laposadadelDelfín, dondemedianteunamonedadetreinta sueldos obtuvo una excelente cama, un pan de cuatro libras, un pedazo dequesoyunjarróndesidra.

Pitouestaba rendidoy enamorado, a lavezquedesesperado,de lo cual resultóentre la parte física y la moral una lucha en que la segunda, vencedora en unprincipio,acabóporsucumbir.

Es decir, que desde las once de la noche hasta las dos de lamadrugada, Pitoulloró,suspiróyrevolvióseensulechosinpoderdormir;perodespués,vencidoporlafatiga,cerrólosojosparanoabrirloshastalassiete.

SitodoelmundoestáacostadoenHaramontalasdiezymediadelanoche,alassietedelamañanatodoelmundoestálevantadoenVillers-Cotterets.

Al salir de la posada delDelfín, Pitou pudo ver de nuevo cómo su casco y susablellamabandenuevolaatenciónpública;detalmodoquedespuésdeandarcienpasosseViorodeadodeunconsiderablegrupo.

Decididamente,Pitouhabíaconquistadounainmensapopularidadenelpaís.Pocos viajeros tienen tanta suerte: el sol, que, según dicen, luce para todo el

mundo,nobrilla siempre favorablementepara laspersonasquevuelvena supatriaconeldeseodeserprofetas.

Perotampocotodostienenunatíagruñonayavarahastalaferocidad,comoloeralatíaAngélica;nitampocotodoslosquesoncapacesdecomerseungalloconarrozpuedenofrecerunescudodeoroparapagarlo.

Pero menos frecuente es aún en los aparecidos, cuyo origen y tradiciones seremontana laOdisea,elvolverconcascoen lacabezaysableen lacintura, sobretodocuandoelrestodelequipotieneunpocodetodomenosdemilitar.

Puesdebe advertirseque loquemás llamaba la atenciónde sus conciudadanos

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sobrelapersonadePitoueransucascoysusable.Exceptolaspenasdeamor,quehabíancontristadoaPitouasuvuelta,bienseve

queparaelmozolassatisfaccionesylostriunfoseranunacompensación.Por eso algunos habitantes de Villers-Cotterets, que habían acompañado la

víspera a Pitou desde la puerta del abate Fortier, en la calle de Soissons, hasta lapuertadelatíaAngélica,enelPleux,resolvieroncontinuarlaovación,conduciendoaPitoudesdeVillers-CotteretshastaHaramont.

Y lo hicieron como lo habían resuelto, visto lo cual por los habitantes deHaramont,éstoscomenzaronaapreciarasucompatriotaensujustovalor.

Justoesdecirqueyaestabalatierrapreparadapararecibirlasimiente:elprimerpasajedePitou,porrápidoquefuese,habíadejadounahuellaenlosánimos;sucascoy su sable estaban grabados en la memoria de aquéllos que le habían visto en elestadodeapariciónluminosa.

En su consecuencia, los habitantes deHaramont, viéndose favorecidos por estesegundoregresodePitou,aquiennoesperabanya, rodeáronlecon todaespeciedemuestras de consideración, rogándole que se despojara de su marcial atavío paradescansar al pie de los cuatro tilos que sombreaban la plaza del pueblo, como serogabaaMarteenTesalia,enlosaniversariosdesusgrandestriunfos.

Pitou se dignó acceder a lo que le pedían, con tantamás razón cuanto que suobjeto era establecerse enHaramont; y aceptó el refugio de unahabitaciónqueuncompatriotabelicosodelpueblolealquilócontodoslosmueblesnecesarios,esdecir,uncatredetablasconcolchón,dossillas,unamesayunjarroparaelagua.

El todo fue apreciado por elmismo propietario en seis libras anuales, o sea elvalordedosgallosconarroz.

Hechoel trato,Pitou tomóposesióndesudomicilio,pagandolabebidaa todoscuantoslehabíanacompañado;ycomolosacontecimientos,nomenosquelasidra,selehabíansubidoalacabeza,lesdirigióundiscursoenelumbraldesupuerta.

EraungranacontecimientoaqueldiscursodePitou,yasíesquetodoHaramontformócírculoalrededordelacasa.

El mozo había aprendido un poco, conocía las formas de la oratoria, y noignorabalasochopalabrasconqueenaquellaépocalosorganizadoresdenaciones,comolosllamabaHomero,poníanenmovimientoalasmasaspopulares.

Del señor de Lafayette a Pitou había, sin duda, gran distancia; peroHaramontestabatambiénmuylejosdeParís.

Moralmente hablando, por supuesto, Pitou comenzó por un exordio que nohubieradesagradadoalmismoabateFortier,pordescontentadizoquefuese.

—Ciudadanos —dijo—, conciudadanos: esta palabra es dulce de pronunciar,comoyalomanifestéaotrosfranceses,puestodosellossonhermanos;peroaquícreohablarahermanosverdaderos,yencuentrotodaunafamiliaenmiscompatriotasde

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Haramont.Lasmujeres,delascualessecontabanalgunasenelauditorio,noeranlasmejor

dispuestasenfavordePitou,porqueésteconservabalasrodillasmuyvoluminosasylaspiernasdemasiadodelgadasparateneratractivoalgunoenelauditoriofemenino.Aloírlapalabrafamilia,pensaronenaquelpobrePitou,pobrehuérfanoabandonadoque desde la muerte de su madre no había podido nunca satisfacer del todo lasnecesidadesdesuestómago;yaquellapalabrafamilia,pronunciadaporeljovenquecarecíadeella,conmovióenalgunasesafibratansensiblequeconstituyeeldepósitodelaslágrimas.

Terminadoelexordio,Pitoucomenzólanarración,segundapartedesudiscurso.Refirió su viaje a París, los motines, la toma de la Bastilla y la venganza del

pueblo; tocó ligeramente sobre lapartequehabía tomadoen el combatedelPalaisRoyal y del arrabal de San Antonio; pero cuanto menos se envanecía, tanto másgrandeparecíaa losojosdesuscompatriotas,y,alfindelrelatodePitou,sucascoera tan inmenso como la cúpula de los Inválidos, y su sable tan alto como elcampanariodeHaramont.

Terminadoeldiscurso,PitoupasóaconfirmaraquelladelicadaoperaciónporlaqueCicerónreconocíaalverdaderoorador.

Probó que las pasiones populares se habían sublevado justamente contra losagiotistas; dijo algunas palabras acerca de los señoresPitt, padre e hijo; explicó larevoluciónporlosprivilegiosconcedidosalanoblezayalclero;y,porúltimo,invitóalpueblodeHaramontahacerenparticularloqueelpueblofrancéshabíahechoengeneral,esdecir,reunirsecontraelenemigocomún.

Después pasó de la confirmación a la peroración, por una de esas transicionescomunesatodoslosgrandesoradores.

Dejó caer su sable, y al levantarlo lo desenvainó inadvertidamente, lo cual leproporcionó el texto de una proposición incendiaria que llamaba a las armas a loshabitantesdeldistrito,aimitacióndelosparisiensesrevoltosos.

LosdeHaramont,muyentusiastas,contestaronenérgicamente.Larevoluciónfueproclamadayaclamadaenelpueblo.Los de Villers-Cotterets, que habían asistido a la sesión, marcharon con el

corazónhenchidodepatriotismo,cantandode lamaneramásamenazadorapara losaristócratas,yconsalvajefuror:

¡VivaEnriqueIV!¡Vivaelreyvaliente!

Rougetdel’lslenohabíacompuestoaúnlaMarsellesa,ylosfederalesdelaño90nohabíandespertadotodavíaelantiguaÇairapopular,atendidoqueseestabaaúnen

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elañodegraciade1789.Pitoucreyónohaberhechomásquepronunciarundiscurso;peroPitouacababa

depromoverunarevolución.Entróensucasa,seregalóconunpedazodepanmoreno,yelrestodesuqueso

delaposadadelDelfín,restocuidadosamenteguardadoensucasco,ydespuésfueacompraralambrede latónparaconstruir susballestasy lazos: llegada lanoche, loscolocóenelbosque.

Pocotiempodespués,Pitoucogióunconejoyungazapo.Pitouhubieraqueridounaliebre;peronoobservóningúnpasodeesteanimal,lo

cual le fue explicado por aquel antiguo axioma de los cazadores: perros y gatos,liebresyconejos,novivenjuntos.

Hubiera necesitado recorrer tres o cuatro leguas para llegar a un cantón dondeabundabanlasliebres,yPitouestabaalgocansado,porquesuspiernashabíanhechola víspera todo cuanto podían hacer en un día. Además de recorrer unas quinceleguas,habían llevadodurante lascuatroocincoúltimasaunhombreagobiadodedolor,ynadahaytanpesadoparalaspiernaslargas.

Hacialaunadelamadrugadaentróensucasaconlaprimerapresa,yesperabaobtenerotraduranteelrestodeldía.

Seacostó,conservandoensíun resto tanamargodeaqueldolorque lavísperafatigótantosuspiernasquenopudodormirmásdeseishorasseguidassobreaquelmíserocolchónqueelmismopropietariollamabagalleta.

Pitou durmió desde la una hasta las siete de lamañana, y el sol le sorprendiódurmiendo,conlaventanaabierta.Poraquellaventana,treintaocuarentavecinosdeHaramontmirabancómodormía.

Despertó lo mismo que Turena sobre su cureña, sonrió a sus compatriotas ypreguntóles graciosamente por qué iban a visitarle tan de mañana y en tanconsiderablenúmero.

Unodeellos tomólapalabra,yreproduciremosfielmenteeldiálogoquemedióentrelosdos:eraunleñadorllamadoClaudioTellier.

—Ángel Pitou —dijo—, hemos reflexionado toda la noche: los ciudadanosdeben,enefecto,comonosdijistesayer,armarseparalalibertad.

—Sí lo he dicho—replicó Pitou, con un tono firme que indicaba que estabadispuestoasostenersuspalabras.

—Masparaarmarnosnosfaltaloprincipal.—¿Elqué?—Armas.—¡Ah!Escierto—dijoPitou.—Sinembargo,hemosreflexionadolosuficienteparanoperdereltiempo,ynos

armaremosatodacosta.

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—Cuando yo me marché —dijo Pitou— había cinco armas de fuego enHaramont,tresfusilesdeordenanza,unaescopetadeuntiroyotradedos.

—Puesahorasolamentehaycuatro—repusoelorador—,porqueunaescopetaseinutilizódepuroviejahaceunmes.

—EraladeDesiréeManiquet—dijoPitou.—Sí, y por cierto que se me llevó dos dedos al reventar —dijo Maniqueta,

elevandosobrelacabezasumanomutilada—,ycomoelaccidentemeocurrióenlastierras de ese aristócrata, de ése que llaman señor de Longpré, los aristócratasmepagaráneldaño.

Pitouinclinólacabezaenseñaldequeaprobabaaquellajustavenganza.—Tenemos,pues,cuatroarmasdefuegosolamente—continuóClaudioTellier.—Puesbien:conesosepuedenarmaryacincohombres—dijoPitou.—¿Cómo?—Sí:elquintollevaráunapica,comosehaceenParís:porcadacuatrohombres

armados de fusiles, siempre hay uno que tan sólo lleva una pica, y esto es muycómodo,porqueasísepuedenllevarlascabezascortadas.

—¡Oh, oh! —dijo una voz alegremente—. Debe esperarle que nosotros nocortaremoscabezas.

—No—dijogravementePitou—.Con talquesepamosdespreciarelorode losseñoresPitt,padreehijo.Perovolvamosalasarmasdefuego,sinsalirdelacuestión,comodiceelseñorBailly.¿CuántoshombreshayenHaramontcapacesdeempuñarlasarmas?¿Oshabéiscontado?

—Sí.—Y¿cuántossois?—Treintaydos.—¿Demodoquefaltanveintiochofusiles?—Quenuncatendremos—dijolavozdeantes,queeraladeunhombregrueso,

derostropálido.—¡Ah!—exclamóPitou—.Yaveremoseso,Bonifacio.—¿Cómo?—Sí:esprecisosaber,comoyosé.—Y¿quésabes?—Sédóndesehandebuscar.—¿Buscar?—Sí.ElpueblodeParísnoteníaarmastampoco;peroelseñorMarat,médicotan

sabio como feo, dijo al pueblo dónde había armas; el pueblo fue adonde el señorMaratindicó,ylasencontró.

—Y¿adondedijoelseñorMaratquefueran?—preguntóManiquet.—AlosInválidos.

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—Sí;peroenHaramontnotenemosInválidos—Yoconozcounsitiodondehaymásdecienfusiles—dijoPitou.—¿Dónde?—EnunadelassalasdelcolegiodelabateFortier—¿ElabateFortier tienecien fusiles?¿Acasoquierearmara susniñosdecoro

esegalopín?—preguntóClaudioTellier.PitounoprofesabamuchoafectoalabateFortier;peroaquella injuriacontrasu

antiguoprofesorleresintióprofundamente.—¡Claudio!—exclamó—.¡Claudio!—Ybien,¿qué?—YonohedichoquelosfusilesfuerandelabateFortier.—Siestánensucasa,suyosson.—Ese dilema es falso,Claudio.Yo estoy en la casa deBastíanGodinet, y, sin

embargo,estacasanoesmía.—Es verdad —dijo Bastian, contestando, sin que Pitou tuviera necesidad de

hacerlo.—Losfusiles,pues,nosondelabateFortier—dijoPitou.—Pues¿aquiénpertenecen?—Aldistrito.—Sisondeldistrito,¿porquéestánencasadelabate?—Están allí porque la casa del abate se halla en el distrito, que le permite

ocuparla en recompensa de que dice la misa e instruye gratis a los hijos de losciudadanospobres.Ahorabien:puestoquelacasadelabatepertenecealdistrito,esteúltimotienederechoparareservareneledificioqueleperteneceunaposentodondeponersusfusiles.

—¡Esverdad!—dijeronlosoyentes—.Eldistritotienederechoparaeso.—Puesbien:sepamosahoracómoharemosparaadquiriresosfusiles.EstapreguntaapuróunpocoaPitou,queserascólaoreja.—Vamos,contesta—dijootravoz—.Esprecisoquevayamosatrabajar.Pitourespiró.Elúltimointerlocutoracababadeproporcionarleunasalida.—¡Trabajar!—exclamóPitou—.¡Habláisdearmarosparaladefensadelapatria,

ypensáisentrabajar!YPitourecalcólafraseconunasonrisadetalmodoirónicaydesdeñosa,quesus

oyentessemiraronhumillados.—Biensacrificaríamosalgunosdíasparaserlibres,sifuesedetodopuntopreciso

—dijootro.—Paraser libres—repusoPitou—,noesundíaloquesehadesacrificar,sino

todos.—Entonces,cuandosetrabajaporlalibertadsedescansa—dijoBonifacio.

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—Escucha, Bonifacio —repuso Pitou, con cierto aire de Lafayette irritado—.Jamáspodránserlibreslosquenosepanhollarbajolospieslaspreocupaciones.

—Nadadeseotantocomonotrabajar—repusoBonifacio—.Pero¿quiénmedarádecomer?

—¿Acasosecome?—preguntóPitou.—EnHaramontsí,aúnsecome.¿NohacenlomismoenParís?—Secomecuandosehavencidoalostiranos—replicóPitou—.¿Secomió,por

ventura, el catorce de julio, ni se pensaba en comer aquel día?No: faltaba tiempoparaello.

—¡Ah,ah!—exclamaronlosmáscelosos—.¡QuéhermosadebíaserlatomadelaBastilla!

—¡Comer!—continuó Pitou, con acento desdeñoso—. ¡Ah! Si fuera beber, nodigo,porquehacíamuchocalor,ylapólvoradecañónesmuyáspera.

—Pero¿québebían?—Agua,vinoyaguardiente.Lasmujeressecuidabandeesto.—¿Lasmujeres?—Sí:mujeresheroicas,quehabíanhechobanderasconsusvestidos.—¿Deveras?—exclamaronlosoyentes,maravillados.—Pero,enfin—dijounescéptico—,aldíasiguientesecomería,sinduda.—Nodigolocontrario—contestóPitou.—Puesentonces—repusoBonifacio,conairetriunfante—,sisecomió,también

setrabajaría.—SeñorBonifacio—dijoPitou—,habláisdeesascosassinconocerlas.Parísno

esuncaserío,nisecomponedeungrupodecampesinosrutinarios,queseocupantansólodeatenderalasnecesidadesdesuvientre:Obedienciaventri,comodecimosenlatínnosotroslossabios.No:París,comodiceelseñordeMirabeau,eslacabezadelasnaciones;esuncerebroquepiensaparaelmundoentero;yuncerebronocomejamás,señores.

—Esverdad—pensaronlosoyentes.—Y,sinembargo—continóPitou—,elcerebroquenocomesenutrelomismo.—¿Ycómolohace?—preguntóBonifacio.—Invisiblemente:conelalimentodelcuerpo.EnestepuntolosdeHaramontdejarondecomprender.—Explícanoseso,Pitou—dijoBonifacio.—Muy fácilmente —contestó el mozo—. París es el cerebro, como ya se ha

dicho;lasprovinciassonlosmiembrosquetrabajarán,beberánycomerán,mientrasqueParíspiensa.

—Entonces, abandono la provincia y me voy a París —repuso el escépticoBonifacio—.¿Queréisvenirconmigovosotros?

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Unapartedelauditorioseechóareír,participando,alparecer,de laopinióndeBonifacio.

Pitoucomprendióqueibaaquedardesacreditadoporaquelburlón.—¡Pues id a París!—exclamó a su vez—.Y si encontráis una sola figura tan

ridículacomolavuestra,oscomprarégazapos,comoésequeveis,arazóndeunluiscadauno.

Y,conunamano,Pitoumostrósugazapo,mientrasqueconlaotrahacíaresonarlospocosluisesquelequedabandelamunificenciadeGilberto.

Pitouhizoreírasuvez,locualbastóparaqueBonifaciosesonrojara.—¡Oyetú,Pitou,parecequetedasmuchotonollamándonosridículos!—Ridículustues—dijomajestuosamentePitou.—¡Pero,hombre,míratetúmismo!—replicóBonifacio.—Pormásquemire—dijo elmozo—,podréver algunacosa tan fea como tú,

peronuncatanestúpida.ApenashabíaacabadoPitoudepronunciarestaspalabras,cuandoBonifacio(son

muycerrileslosdeHaramont)leasestóunpuñetazo,quePitouparódiestramenteconunojo,perocontestandoconunpuntapiémuyparisiense,elcualfueseguidodeotroquederribóentierraalescéptico.

Pitou se inclinó sobre su adversario como para completar su victoria de unamanera fatal, y todos se precipitaban en auxilio de Bonifacio, cuando Pitou seincorporó,diciendo:

—HasdesaberquelosvencedoresdelaBastillanosebatenapuñetazos:tengomisable,cogeotro,yconcluyamos.

Yeljovendesenvainó,olvidando;osinolvidar,quenohabíaenHaramontmásquesusableyeldelguardadecampo,algunaspulgadasmáscorto.

Noolvidemosque,pararestablecerelequilibrio,Pitousepusosucasco.Aquellagrandezadealmaelectrizóalaasamblea,yseconvinoenqueBonifacio

eraungañán,unmentecato,indignodetomarparteenladiscusiónsobrelosasuntospúblicos,porlocualfueexpulsadodelacasa.

—Yaveis—dijoentoncesPitou—,laimagendelasrevolucionesdeParís,comolohadichoelseñorPrudhommeoLoustalot…CreoquefueelvirtuosoLoustalot…Sí,estoysegurodequefueél:«Losgrandesnonosparecentalessinoporqueestamosderodillas.¡Levantémonos!».

Estaspalabrasno tenían lamenor relaciónconelcaso;pero, talvezacausadeestomismo,produjeronunefectoprodigioso.

ElescépticoBonifacio,queaúnestabanallí,aunqueaveintepasosdedistancia,quedóadmirado,yvolvióhumildementeparadeciraPitou:

—Nodebestenernosojeriza,Pitou,sinoconocemoslalibertadtanbiencomotú.—Noeslalibertad:setratadelosderechosdelhombre.

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EstesegundogolpebastóaPitouparaanonadarporsegundavezasusoyentes.—Decididamente—dijoBonifacio—,eresunsabioydebemosacatarte.Pitouseinclinó.—Sí—repuso—,laeducaciónylaexperienciamehanelevadosobrevosotros;y

sihaceunmomentotehabléconciertadurezaeraporlaamistadqueteprofeso.Losaplausosresonaron,yPilouvioquepodíalanzarse.—Acabáisdehablardetrabajo—dijo—,pero¿sabéisloquees?Paravosotros,el

trabajoconsisteencortarleña,segarlasmieses…recogerlasyhacergavillas;colocarpiedrasyasegurarlasconargamasa…Heaquí loqueesel trabajoparavosotros.Avuestromododever,yono trabajo.Puesbien:os engañáis:yo solohagomásquetodosvosotros,porquemeditovuestraemancipación,porquesueñovuestralibertad,vuestraigualdad;yunosolodemismomentosvaleciendevuestrosdías.Losbueyesquearanlatierrahacentodoslamismacosa;peroelhombrequepiensasobrepujaatodaslasfuerzasdelamateria.Yosolovalgotantocomotodosvosotros.

»Ved al señor deLafayette: es hombre delgado, rubio, nomuchomás alto queClaudioTellier;tienelanarizpuntiaguda,piernasenjutasybrazoscomolospalosdeesasilla.Encuantoalasmanosyalospies,nohablemosdeellos,puestantovaldríanotener.Puesbien:esehombrehallevadodosmundossobresushombros,unomásqueAtlas,ysuspequeñasmanoshanrotolascadenasdeAméricaydeFrancia.

»Ahorabien:puestoquetalesbrazoshanhechoeso,siendocomolosdeunasilla,juzgadloquepuedenhacerlosmíos.

Asídiciendo,Pitoumostrósusbrazos,nudososcomotroncosdeacebo.Yconestacomparaciónsedetuvo,segurodehaberproducidoungranefectosin

decirnada.Ylohabíaproducido.

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CapítuloLXIII

PITOUCONSPIRADOR

Lamayorpartedelascosasquelesucedenalhombre,yquesonparaélgrandesfelicidadesograndeshonores,leprovienencasisiempredehaberdeseadomuchoodehaberdespreciadomucho.

Si se quiere hacer la aplicación de estamáxima a los acontecimientos y a loshombresdelahistoria,severáquenosolamenteesprofunda,sinoqueesverdadera.

Nos contentaremos, sin apelar a otras pruebas, con aplicarla a Pitou, nuestrohombreynuestrahistoria.

En efecto: Pitou, si se nos permite volver algunos pasos atrás y referirnos a laheridaquehabíarecibidoenplenocorazón,Pitou,decimos,despuésdeloquehabíavistoenel linderodelbosque,sesintióposeídodeungrandesdénporlascosasdeestemundo.

Eljoven,quehabíaesperadoqueflorecieraensucorazónaquellaplantapreciosayrara llamadaamor;él,quehabíavueltoasupaísconcascoysable,orgullosodeasociarseconMarteyVenus,comodecía su ilustrecompatriotaDemoustierensusCartas a Emilio sobre laMitología, quedómuy contristado al ver que en Villers-Cotteretsyensusalrededoreshabíarivalesmuytemibles;él,quehabíatomadounapartetanactivaenlacruzadadelosparisiensescontraloscaballeros,considerábaseahoramuypequeñoantelanoblezacampesina,representadaporelseñorIsidorodeCharny.

¡Ay! Un joven tan apuesto, un hombre capaz de agradar a primera vista, uncaballero que llevaba calzón de piel y traje de terciopelo. ¡Cómo luchar contrasemejante hombre, que llevaba botas de montar con espuelas y a quien muchaspersonastitulabanaúnelhermanomonseñor!

¡Cómolucharcontraunhombresemejante!¡Cómonosentiralavezvergüenzayadmiración,dossentimientosqueenelcorazóndelcelososonundoblesuplicio,tanhorriblequejamássehapodidodecirsielquesehallaenestecasoprefiereunrivalsuperioroinferioraél!

Pitou, pues, conocía los celos, llaga incurable, fértil endolores ignoradoshastaentonces del ingenuo y honrado corazón de nuestro héroe; los celos, vegetaciónfenomenal venenosa, salida sin simiente de un terreno donde hasta entonces nadahabíavistogerminarningunamalapasión,niaunelamorpropio,esamalahierbaqueinvadelosterrenosmásestériles.

Un corazón así lacerado necesita una filosofía muy profunda para recobrar su

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acostumbradacalma.¿FuePitou un filósofo, él, que al día siguiente de aquél en que experimentó la

terrible sensación pensaba en ir a coger los conejos y las liebres de monseñor elduque de Orleans, y al otro día pronunciar los magníficos discursos que hemoscitado?

¿Teníasucorazónladurezadelpedernal,enelquecadachoquehacesaltarunachispa, o simplemente la suave resistencia de la esponja, que tiene la facultad deabsorberlaslágrimasydeablandarsesinromperseenelchoquedelasdesgracias?

Elporvenirnoslodirá.Sinprejuzgar,limitémonosareferir.Despuésderecibidalavisitaydepronunciadossusdiscursos,Pitou,obligadopor

suapetitoadescenderaotrasatencionesinferiores,ocupóseenlacocina,ysecomiósugazapo,sintiendoquenofueraunaliebre.

Enefecto:silohubiesesido,Pitoulahubieravendidoenvezdecomérsela.Ynohabríasidopoconegocio,puesunaliebrevalía,segúnsusdimensiones,de

dieciochoaveinticuatro sueldos,y, aunqueposeedoraúnde lospocos luisesdadosporeldoctorGilberto,Pitou,que,sinseravarocomolatíaAngélica,habíaheredadode sumadre una buena parte de su espíritu de economía, habría reunido aquellossueldosconsutesoro,redondeándoloenvezdemermarlo.

PorquePitou se hacía la reflexión de que no es necesario que un hombre hagacomidastanprontodetreslibrascomodedieciochosueldos;comprendíaquenoeraunLúculo,ydecíasequeconlosdieciochosueldosdesuliebrepodríahabervividotodaunasemana.

Ahora bien: durante este tiempo, suponiendo que hubiese cogido una liebre elprimerdía,muybienhubierapodidoobtenertresenlossietedías,o,mejordicho,enlassietenochessiguientes;demodoqueenunasemanahabríaganadoelalimentodelmes.

Según esta cuenta, cuarenta y ocho liebres le bastaban para un año, y todo lodemáserabeneficiolíquido.

Pitouhacíaestecálculoeconómicocomiendoalmismotiemposugazapo,que,envez de reportarle dieciocho sueldos, le costaba dos de manteca. En cuanto a lascebollas,lashabíacogidoenelterritoriocomunal.

«Despuésdecomer,lalumbreoelpaseo»,diceelproverbio;yPitoubuscóenelbosqueunrincónparadormir.

Inútilparecedecirque,desdequeelinfeliznohablabayadepolítica,hallándosesoloconsigomismo,teníacontinuamenteensupensamientoelespectáculodelseñorIsidorogalanteandoalaseñoritaCatalina.

Susprofundossuspirosdebíanconmoveralasencinasylashayas.LaNaturaleza,que siempre sonríe a los estómagos satisfechos, hacía una excepción en favor dePitou,yselepresentabacomounvastodesiertonegro,enelcualnoquedabanmás

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queconejos,liebresycorzos.Unavezocultobajolosgrandesárbolesdesubosquenatal,Pitou,inspirándoseen

susombraysufrescura,sefortalecióensuheroicaresolucióndenovolveraveraCatalina, dejarla libre y no afligirse él mismo demasiado por sus preferencias, nihumillarsemásdeloqueconveníaporlacomparación.

Muy doloroso era el esfuerzo que debía hacer para no ver más a la señoritaCatalina;masunhombredebíaserhombre.

Porotraparte,notodalacuestiónestabaenesto.Nose tratabaprecisamentedenovermása laseñoritaCatalina, sinodenoser

vistodeella.Ahora bien: ¿qué se oponía a que de vez en cuando el amante importuno,

ocultándosecuidadosamente,mirasealpasoalahermosaingrata?Nada.¿Cuál era la distancia desde Haramont a Pisseleux? Apenas legua ymedia, es

decir,algunaszancadasynadamás.Tan indigno seríaporpartedePitoubuscar aCatalinadespuésde loquehabía

visto,comodiscretoyhábilcontinuarobservandosushechosyademanes,graciasaunejercicioqueseríamuysaludableparaPitou.

Por lo demás, los cantones del bosque situados detrás de Pisseleux, y que seextendíanhastaBoursonne,abundabanenliebres.

Pitouiríaporlanocheatendersuslazos,yalamañanasiguiente,desdeloaltodealgúnmontecillo,interrogaríalallanura,acechandolassalidasdelaseñoritaCatalina;estaba en su derecho, y era ciertamente su deber fundado en poderes recibidos deBillot.

Consoladoasíporestareflexión,Pitoucreyóquepodíadejardesuspirar;comióseunenormepedazodepanqueconsigollevaba,y,llegadalanoche,tendióunadocenadelazos,echándosedespuéssobrelosbrezosaúncalientesporelsoldeldía.

Allídurmiócomounhombredesesperado,esdecir,conunsueñosemejantealamuerte.

Lafrescuradelanocheledespertó;visitósuslazosynovionadaenellos;peroPitounocontabanuncasinocon lacazade lamañana.Sinembargo,comosintieseciertapesadezenlacabeza,resolvióirasualojamientoyvolveraldíasiguiente.

Pero aquel tiempo había pasado para él tan vacío de acontecimientos y deintrigas, como ocupado para los habitantes de la aldea, que se entretuvieron enreflexionaryhacercombinaciones.

Hacia la mitad de aquel día que Pitou había pasado meditando en el bosquehubiérasepodidoveralosleñadoresapoyadosensushachas;aloscavadoresconsusazadasenelaire,yaloscarpinterosconelcepilloinmóvilsobrelatoscatabla.

De todos aquellos momentos perdidos, Pitou era la causa; Pitou había sido elsoplo de la discordia lanzado entre aquellos átomos que comenzaban a flotar

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confusamente.YPitou,causadelaperturbación,nisiquieraseacordabadeella.Peroalahoraenqueseencaminabahaciasudomicilio,yaunquehubiesendado

yalasdiez,horaenquedecostumbrenohayniunaluzencendida,niunojoabiertoen el pueblo, Pitou vio un espectáculo inusitado alrededor de su casa: eran variosgruposdehombres,sentadoslosunos,depielosotrosyalgunospaseando.

Laactituddecadaunodeestosgruposteníaunasignificaciónparticular.Pitou,sinsaberporqué,pensóqueaquellagentehablabadeél.Y, al penetrar en la calle, todos experimentaron como una sacudida eléctrica,

señalándoseleunosaotros.—¿Quétendrán?—sepreguntóPitou—.Puesyonollevomicasco,paraqueme

mirenasí.Y entró humildemente en su casa después de cruzar algunos saludos con sus

vecinos.Aúnnohabía cerrado la puerta, bastantemal unida, cuando creyóoír ungolpe

sobrelamadera.Pitounoencendíaluzantesdeacostarse,pueslavelaerademasiadolujoparaun

hombreque,no teniendomásqueunacama,nopodíaconfundirlaconotra,yque,careciendodelibros,noleeradadoleer.

Perolociertoeraquellamabanasupuerta.Pitoulevantóelpicaporte.Doshombres,dosjóvenesdeHaramont,entraronfamiliarmenteensucasa.—¡Calla!Notienesluz,Pitou—dijounodeellos.—No—contestóPitou—.¿Paraquélaquiero?—Puesparaver.—¡Oh!Yaveoyodenoche:soynictálope.Ycomoenpruebadeloquedecía,añadió:—Buenasnoches,Claudio;buenasnoches,Desirée.—¡Puesyaestamosaquí,Pitou!—contestaronlosdoshombres.—Esunabuenavisita.¿Quédeseáis,amigosmíos?—preguntóPitou.—Venadondehayaclaridad—dijoClaudio.—¿Claridaddequé,sinohayluna?—Claridaddelcielo.—¿Tienesquehablarme?—Sí:debemoshablarte,Ángel.YClaudiorecalcósignificativamenteestaspalabras.—Vamosallá—dijoPitou.Ytodostressalieron.Llegadosalaprimeraencrucijadadelbosque,detuviéronse,sinquePitousupiera

loquedeéldeseaban.

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—Veamosquéhay—dijoPitoualverquesusdoscompañerossedetenían.—Escucha,Ángel—dijoClaudio—,hétenosaquí,aDesiréeManiquetyyo,que

llevamoslavozenelpaís.¿Quieresserdelosnuestros?—¿Paraqué?—¡Ah!Para…—¿Paraqué?—volvióapreguntarPitouirguiéndose.—Paraconspirar—murmuróClaudioaloídodeljoven.—¡Ah,ah!—exclamóPitouconsonrisaburlona.Laverdadesqueledabamiedoaquellapalabrayhastasueco,aunenmediodel

bosque.—Vamos,explícate—dijo,alfin.—Heaquíelhecho;acércate tú,Desirée,queerescazador furtivoenelarmay

queconocestodoslosrumoresdeldíaydelanoche,delallanuraydelbosque:mirasinoshanseguidoyobservasinosespían.

Desiréehizounaseñalconlacabeza,ydescribióuncírculoalrededordePitouydeClaudio,tansilenciosocomoeldeunloboquegiraentornodeunredil.

Despuésvolvióydijo:—Habla:estamossolos.—Hijosmíos—continuóClaudio—,todoslosdistritosdeFrancia,segúnnoshas

dicho,Pitou,quierenestararmadosbajoelpiedeguardiasnacionales.—Esverdad—contestóPitou.—Puesbien;¿porquéHaramontnohadeestartambiénsobrelasarmas,comolos

demásdistritos?—Túmismolodijisteayer,Claudio,cuandohicelaproposicióndearmarnos—

replicóPitou—.Haramontnolohaceporquecarecedefusiles.—¡Oh!Losfusilesnonosinquietan,puestoquetúsabesdóndehay.—Sísé,sísé—dijoPitou,queveíaveniraClaudioycomprendíaelpeligro.—Puesbien—continuóelotro—,todoslosjóvenespatriotasdelpaísnoshemos

consultadohoy.—Muybien.—Ysomostreintaytres.—Latercerapartedecientomenosuno.—¿Sabeselejerciciotú?—preguntóClaudio.—¡Pardiez!—exclamóPitou,quenisiquierasabíallevarelarma.—Y¿conoceslatácticabien?—HevistomaniobrardiezvecesalgeneralLafayetteconcuarentamilhombres

—contestódesdeñosamentePitou.—¡Muybien!—dijoDesirée, que se cansabadenohablar nada, yque, sin ser

exigente,queríaintercalaralgunapalabraasuvez.

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—Pues¿quieresmandarnostú?—preguntóClaudio.—¡Yo!—exclamóPitoudandounsaltodesorpresa.—Túmismo.YlosdosconspiradoresmiraronfijamenteaPitou.—¡Oh!Túvacilas—dijoClaudio.—Pero…—Túnoeresbuenpatriota—añadióDesirée.—¡Oh!Encuantoaeso…—Tútemes,sinduda,algunacosa.—¡Yo!¡UnvencedordelaBastilla,quehasidocondecorado!—¿Túcondecorado?—Loserécuandoseacuñenlasmedallas.ElseñorBillotmehaprometidoretirar

lamíaenminombre.—¡Yserácondecorado!¡Tendremosunjefecondecorado!—exclamóClaudioen

untransportedealegría.—Veamos:¿aceptas?—preguntóDesirée.—¿Aceptastú?—preguntóClaudio.—¡Pues bien, sí, acepto! —contestó Pitou, llevado de su entusiasmo y acaso

tambiéndeunsentimientoquesedespertabaenélyquesellamaorgullo.—¡Puntoconcluido!—exclamóClaudio—.Desdemañana,túnosmandas.—Y¿quéhedemandaros?—Pueselejercicio.—¿Ylosfusiles?—¿Nosabestúdóndehay?—¡Ah!Sí,encasadelabateFortier.—Sinduda.—PeroelabateFortierestáenelderechoderehusármelos.—Puesbien:haráscomolospatriotashicieronenlosInválidos:lostomarás.—¿Yosolo?—Llevarás nuestras firmas, por lo pronto, y, en caso necesario, te daremos

auxilio,sublevandoaVillers-Cotterets.Pitoumoviólacabeza.—ElabateFortierestestarudo—dijo.—¡Bah!Túerassudiscípulopredilecto,ynopodránegartenada.—Biensevequenoleconocéismucho—dijoPitoususpirando.—¡Cómo!¿Creestúqueeseviejorehusaría?—Aunque fuese a un escuadrón delRealAlemán.Es un testarudo, injusiumet

tenacean…¡Ah!Olvidabaquenosabéislatín—añadióPitouinterrumpiéndose.PerolosdosvecinosdeHaramontnosedejarondeslumbrarporlacitaniporel

apostrofe.

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—Afemía—dijoDesirée—,¡vayaunjefequehemosidoaelegir,Claudio,queseespantadetodo!

Claudiomoviólacabeza.Entonces Pitou, comprendiendo que acababa de comprometer su elevada

posición,recordóquelafortunaayudaalosaudaces.—¡Puesbien!—exclamó—.Sea.Yaveremos.—Conque¿teencargasdelosfusiles?—Meencargode…tratardeobtenerlos.Unmurmullodesatisfacciónsustituyóaldedescontentoquesehabíaproducido.—¡Oh,oh!—pensóPitou—.Esagentemeimponeyalaleyantesdequeseasu

jefe.¿Quéserácuandollegueaserlo?—Intentar—dijoClaudiomoviendolacabeza—.¡Oh!Noesbastante.—Puessinoesbastante—replicóPitou—,hazlotúmejor:tecedomimando:así

podráshabértelastúmismoconelabateysusdisciplinas.—Novalía la pena—dijo desdeñosamenteManiquet—volver de París con un

sableyuncascoparatemerunasdisciplinas.—Unsableyuncascono sonunacoraza,y, aunque lo fueran, el abateFortier

sabríaencontrarmuyprontoeldefectodeaquélla.ClaudioyDesiréecomprendieron,alparecer,estaobservación.—Vamos,Pitou,hijomío—dijoClaudio.(Hijomíoesuntérminoamistosomuy

usadoenelpaís).—¡Puessea!—contestóPitou—.Peroquehayaobediencia,¡pardiez!—Yaveráscómosomosobedientes—dijoClaudioguiñandoelojoaDesirée.—Pero—añadióesteúltimo—encárgatetúdelosfusiles.—Convenido—dijoPitou,muy inquietoenel fondo,peroaquien la ambición

aconsejabayalasgrandesaudacias.—¿Loprometes?—Lojuro.Pitouysusdoscompañerosextendieronlamano,yheaquícómoalaclaridadde

las estrellas, a la entrada del bosque, la insurrección quedó declarada en eldepartamento del Aisne por los tres vecinos de Haramont, plagiarios inocentes deGuillermoTellydesuscompañeros.

El hecho es quePitou entreveía al fin de sus trabajos la felicidad demostrarsegloriosamenterevestidodelasinsigniasdeunmandoenlaguardianacional,yestasinsigniasleparecíanmuypropiasparaproducir,sinoremordimientos,porlomenosreflexiones a la señoritaCatalina.Así consagradopor la voluntadde sus electores,Pitou entró en su casa, meditando sobre los medios de proporcionar armas a sustreintaytresguardiasnacionales.

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CapítuloLXIV

DONDESEVEELPRINCIPIOMONÁRQUICOREPRESENTADO

PORELABATEFORTIER,ANTEELPRINCIPIO

REVOLUCIONARIOREPRESENTADOPORPITOU

Aquella noche Pitou estuvo tan preocupado por el alto honor que se le habíahecho, que olvidó visitar sus lazos. Al día siguiente, armado de su casco y de susable,emprendiólamarchahaciaVillers-Cotterets.

LasseisdelamañanadabanenelrelojdelaciudadcuandoPitoullegóalaplazadelPalacioyllamódiscretamentealapuertecillaquedabaaljardíndelabateFortier.

Pitou había llamado con bastante fuerza para tranquilizar su conciencia, y consuficientesuavidadparaquenoseoyesenadaenlacasa.

Esperaba ganar así un cuarto de hora, y entretanto adornar con algunas floresoratoriaseldiscursoquehabíapreparadoparaelabateFortier.

Suasombrofuegrandealverquelapuertaseabría,apesardelosuavementequehabíallamado;perosuadmiracióncesómuypronto,pueselqueacababadeabrireraSebastiánGilberto.

Elmuchachosepaseaba,estudiandosu lecciónalsol,omásbienhaciendoqueestudiaba, porque el libro abierto pendía de su mano, y, la imaginación del niñovolabacaprichosaenposdetodoloqueamabaenestemundo.

SebastiánprofirióungritodealegríaalveraPitou.Los dos se abrazaron, y después las primeras palabras del niño se redujeron a

preguntar:—¿HasrecibidonoticiasdeParís?—No,¿ytú?—preguntóÁngel.—¡OhíYosí!,mipadremehaescritounacartadeliciosa.—¡Ah!—exclamóPitou.—Yenlacualhayunapalabraparati—añadióelniño,Y,sacandolacartadesupecho,lapresentóasucompañero.«P. S. Billot recomienda a Pitou que no moleste ni distraiga a la gente de la

granja».—¡Oh!—suspiróPitou—.Heaquí,afemía,unarecomendaciónbieninútil.Ya

notengoanadieaquienmolestarnidistraerenlagranja.Yañadióenvozbaja,suspirandoconmásfuerza:—AlseñorIsidoroesaquienhubierandebidodirigiresaspalabras.Peromuypronto,reponiéndoseydevolviéndolelacartaaSebastián,preguntó:

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—¿Dóndeestáelabate?Elmuchacho prestó atento oído, y, aunque le separaban de la escalera toda la

anchuradelpatioyunapartedeljardín,oyólospasosdeldignosacerdote,bajoloscualescrujíalaescalera.

—¡Ah!—exclamóSebastián—.Yabaja.Pitou pasó del jardín al patio, y solamente entonces oyó los pesados pasos del

abate.Eldignopreceptorbajabaleyendosudiario.Sus fielesdisciplinaspendíandel costado, comounaespadadel cinturóndeun

capitán.Con la nariz sobre el papel, pues sabía el número de los escalones, así como

conocía lossalientesycavidadesdesuviejacasa,elabate llegóhastaÁngelPitou,queacababade tomarel airemásmajestuosoque le eraposibleante suadversariopolítico.

Y,porlopronto,digamosalgunaspalabrasquénoshubieranobligadoaescribiruncapítulomás,peroquehallannaturalmentesulugarenéste.

ServiránparaexplicarlapresenciaencasadelabateFortierdeaquellostreintaocuarentafusiles,objetodelasambicionesdePitouydesusdoscompañerosClaudioyDesirée.

ElabateFortier,antiguolimosnerodelpalacio,comoyahemostenidoocasióndeindicarenotraparte,habíallegadoaserconeltiempo,ysobretodoporesapacientepersistenciadeloseclesiásticos,elúnicointendentedeloqueeneconomíateatralsedesignaconelnombredeaccesoriosdelacasa.

Además de los vasos sagrados, de la biblioteca y del guardamueble, habíarecibidoendepósitolosantiguosequiposdecazadelduquedeOrleans,LuisFelipe,padre de Felipe, a quien se llamó después Igualdad. Algunos de estos equipos seremontabanaLuisXIIIyaEnrique III.Todosestosobjetoshabíansidodepositadosartísticamenteporelabateenunagaleríadelpalacio,queselecedióalefecto;y,paracomunicarles un aspecto más pintoresco, los había mezclado con escudos, lanzas,puñales,dagasymosquetesconincrustacionesdeltiempodelaLiga.

Lapuertadeaquéllagaleríaestabaformidablementedefendidapordoscañoncitosdebronceplateado,regalodeLuisXIVasutíoMonsieur.

Además,unacincuentenademosquetes,traídoscomotrofeos,porJoséFelipe,delcombatedeOuessant, habían sido regaladospor él a lamunicipalidad,y ésta, que,comoyahemosdicho,dabaalojamientogratisalabateFortier,habíamandadoponeraquellosmosquetes,conloscualesnosabíaquéhacer,enunahabitacióndelacasacolegial.

ÉsteeraeltesoroqueguardabaeldragónllamadoFortier,amenazadoporelJasonllamadoÁngelPitou.

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Elpequeñoarsenaldelpalacioerabastantecélebreenelpaísparaquesedejaseadquirirlosingastos.

Pero el abate, dragón vigilante, como hemos dicho, no parecía dispuesto aentregarfácilmenteaningúnJasonlasmanzanasdeorodesusHespérides.

Sentadoesto,volvamosaPitou.Este último saludó graciosamente al abate, acompañando su saludo con una de

esastosecitasquereclamanlaatencióndelaspersonasdistraídasopreocupadas.Elabatelevantólacabeza,inclinadasobresudiario.—¡Toma!EsPitou—exclamó.—Paraserviros,sifueracapazdeello—dijoÁngelconmuchacortesía.Elabatedoblósudiario,o,másbien,locerrócomosihubiesesidounacartera,

puesenaquellaépocafelizlosdiariosnoeranaunmásquelibritos.Hechoesto,sujetósudiarioenlacinturaenlaparteopuestaalasdisciplinas.—¡Ah!Sí—contestóelabateconairesocarrón—,pero lomaloesquenoeres

capazdeello.—¡Oh,señorabate!—¿Meentiendes,señorrevolucionario?—¡Vamosbien!Apenashehablado,yyaosencolerizáiscontramí.Malprincipio,

señorabate.Sebastián,quenoignorabaloquehacíadosdíashabíadichoelábateacercade

Pitouatodoscuantoslehablaban,prefiriónoasistiraladisputaquenopodíamenosdeseguirseentresuamigoysumaestro,y,porlotanto,seeclipsó.

Pitoumiró con cierto pesar cómo se alejaba Sebastián. No era un aliadomuyvigoroso,perosíunniñodelamismacomuniónqueél.

Así es que, al verle desaparecer fuera de la puerta, exhaló un suspiro, y,volviéndosehaciaelabate,díjole:

—Vamos,señorabate:¿porquémellamáisrevolucionario?¿Soyyo,porventura,lacausadequesehayahecholarevolución?

—Túhasvividoconlosquelahacen.—Señorabate—replicóPitou,consupremadignidad—,cadacualeslibredesu

pensamiento.—¡Calla!—Estpeneshominemarbitriumetratio.—¡Ah!¡Bah!Conque¿sabeslatín?—Sí:loquemehabéisenseñado—contestómodestamentePitou.—Sí,revisado,corregido,aumentadoyembellecidodebarbarismo.—Bueno:debarbarismos,señorabate.¡Ah!¿Quiénnoloscomete,Diosmío?—¡Tunante!—exclamóel abate,visiblemente resentidodeaquellacontestación

conquePitouparecíaquereraludiraél—.¿Creestúqueyocometobarbarismos?

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—Incurriréisenellosalosojosdeunhombrequeconozcaellatínmejorquevos.—¡Habráse visto! —exclamó el abate, pálido de cólera, aunque admirado de

aquelrazonamientoquenodejabadeserlógico.Yañadióconexpresiónmelancólica:—He aquí en dos palabras el sistema de estos bribones: destruyen y degradan,

peronosabenenprovechodequién:seráenprovechode lodesconocido.Veamos,señorrevolucionario,habladfrancamente.¿Conocéisalgunoquesepaellatínmejorqueyo?

—No;peropuedehaberlo,aunqueyonoleconozca,puesyonolopuedosabertodo.

—¡Yalocreo,pardiez!Pitousesantiguó.—¿Quéhaces,libertino?—Esquejuráis,señorabate,yporesohagolaseñaldelacruz.—¡Hola, tunante! ¿Has venido a mi casa para romperme el tímpano con tu

conversación?—¡Eltímpano!—repitióPitou.—¡Ah!Heaquíqueyanocomprendes.—Sí tal, señorabate,comprendo.Graciasavos,conozco las raíces: timpanizar,

tympanum,tambor,vienedelgriegotympanon,tamborocampana.Elabatequedóestupefacto.—Raíz: typos, señal, vestigio; y comodiceLancelot en su Jardínde lasRaíces

griegas:typos,laformaqueseimprime,cuyapalabravieneevidentementedetupto,yoimprimo.Estoes.

—¡Ah,ah,tunante!—exclamóelabate,cadavezmásaturdido—.Parecequeaúnsabesalgunacosa,yaúnmásdeloquesabías.

—¡Bah!—exclamóPitouconfalsamodestia.—¿Cómo es que en el tiempo en que te hallabas en mi casa no hubieras

contestadojamásasí?—Porque en el tiempo en que estuve en vuestra casa, señor abate, me teníais

embrutecido; porque por vuestro despotismo oprimíais enmi inteligencia y enmimemoria todocuanto la libertadhahechosalirdespués. ¡Sí, la libertad,entendedlobien!—insistióPitou,irguiéndoseorgulloso—.¡Lalibertad!

—¡Ah,tunante!—Señorabate—replicóPitou,conunairecomodeadvertenciaquenodejabade

tener cierto carácter de amenaza—, señor abate, no me injuriéis.Contumelia nonargumentum,dijounorador,lainjurianoesunarazón.

—Creoqueelmuytunosecreeobligadoatraducirmesulatín—exclamóelabatefurioso.

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—Noes latínmío,señorabate;es latíndeCicerón,esdecir,deunhombrequeseguramentehabríaprobadoquecometéistantosbarbarismosrespectoaélcomoyopuedohacerrespectoavos.

—Supongoquenopretendes—dijoelabateFortier,estremeciéndosedecólera—queyodiscutacontigo.

—¿Porquéno,sideladiscusiónnacelaluz?Abstrusumversissilicum.—¡Oh!—exclamóelabate—.Meparecequeestebribónhaestadoenlaescuela

delosrevolucionarios.—No,puestoquevosdecísquelosrevolucionariossonidiotaseignorantes.—Sí,ylorepito.—Entonces hacéis un razonamiento falso, señor abate, y habéis sentado mal

vuestrosilogismo.—¡Malsentado!¡Yosentadomalmisilogismo!—Sin duda, señor abate: Pitou raciocina y habla bien; Pitou ha estado en la

escueladelosrevolucionarios,ydeaquíresultaqueéstosraciocinanyhablanbien:estoesforzoso.

—¡Animal,bestia,imbécil!—Nomeinsultéisconpalabras,señorabate.Objurgatioimbellemanimumarguit,

ladebilidadserevelaporlacólera.Elabateseencogiódehombros.—Contestad—dijoPitou.—Dicesque los revolucionarioshablanyraciocinanbien;perocítameunosolo

deesosdesgraciados;unosoloquesepaleeryescribir.—Yo—dijoPitouconaplomo.—Leernodiréqueno;peroescribir…—Sí,escribir—repitióPitou.—Sí;perosinortografía.—Faltasaberlo.—¿Quieres apostar a que no escribes una página, dictándote yo, sin cometer

cuatrofaltas?—¿Queréisapostaraquenoescribísmedia,dictandoyo,sincometerdos?—¡Oh!¡Estoesdemasiado!—Pues bien: vamos a verlo. Voy a buscar participios y verbos reflexivos; los

mezclaréconciertospronombresrelativosqueyoconozco,ymantengolaapuesta.—Situvieratiempo…—dijoelabate.—Perderíais.—¡Pitou,Pitou!Recuerdaelproverbio:PitoueusÁngelusasinusest.—¡Bah!Dejaosdeproverbios;puesparatodoelmundohay.¿Sabéisloqueme

hancantadoenlosoídosloscañaveralesdeWualualpasar?

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—No;perotengocuriosidadporsaberlo,señorMidas.—Fortierusabbasfortefortis.—¡SeñorPitou!—exclamóelabate.—Traducciónlibre:elabateFortiernoesfuertetodoslosdías.—Porfortuna—dijoelabate—,nobastaacusar:esprecisoprobar.—¡Ah!¡Quéfácilsería!Veamos:¿quéenseñáisavuestrosdiscípulos?—Pero…—Contestadme:¿quéenseñáisavuestrosdiscípulos?—Loquesé.—Bueno.Advertidquemehabéiscontestadoloquesé.—Ciertamente,loquesé—replicóelabate,desconcertado,puescomprendíaque

durantesuausenciaaquelsingularcompetidorhabíaestudiadoataquesdesconocidos—.Sí,lohedicho.Y¿quémás?

—Puesbien.Sienseñáisavuestrosdiscípulosloquesabéis,veamosquéesloquesabéis.

—Latín, francés, griego, historia, geografía, aritmética, álgebra, astronomía,botánicaynumismática.

—¿Haymás?—preguntóPitou.—Pero…—Buscad,buscad.—Eldibujo.—Adelante.—Laarquitectura.—¿Quémás?¿Quémás?—Lamecánica.—Éstaesunapartedelasmatemáticas;peronoimporta:seguid.—¡Hola!¿Adondequieresiraparar?—Sencillamente a esto: habéis hecho una larga enumeración de todo lo que

sabéis.Hacedahoraotradeloquenosabéis.Elabateseestremeció.—¡Ah!—exclamóPitou—.Veoqueparaestoesnecesarioqueosayude:vosno

sabéiselalemán,nielhebreo,nielárabe,nielsánscrito,cuatrolenguasmadres;ynooshablodelassubdivisiones,quesoninfinitas.Tampocosabéislahistorianatural,nilaquímica,nilafísica.

—¡SeñorPitou!—No me interrumpáis: no conocéis la física, ni la trigonometría rectilínea;

ignoráislamedicina,laacústica,lanavegacióny,enfin,todocuantoserelacionaconlascienciasgimnásticas.

—¿Deveras?

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—He dicho gimnásticas, del griego gymnaza exercae, que viene de gymnos(desnudo),porquelosatletasseejercitabanencueros.

—Yosoyquientehaenseñadotodoeso—exclamóelabate,casiconsoladodelavictoriadesudiscípulo.

—Esverdad.—Porfortuna,convienesenello.—Yconagradecimiento,señorabate.Decíamos,pues,queignorabais…—Basta.Seguramenteignoromásdeloquesé.—Pues,entonces,convenísenquemuchos,hombressabenmásquevos.—Esposible.—Esseguro.Cuantomássabeelhombre,másechadeverquenosabenada.La

fraseesdeCicerón.—¿Concluyes?—Concluyo.—Veamoslaconclusión.—De todo deduzco que, en virtud de vuestra ignorancia relativa, deberíais ser

más indulgente para la ciencia, también relativa, de los demás hombres. Estoconstituyeunadoblevirtud,virtusdúplex,que,segúnaseguran,eraladeFenelón,elcualsabía,porlomenos,tantocomovos:estoeslacaridadcristianaylahumildad.

Elabateprofirióungritodecólera.—¡Serpiente,serpiente!—«¡Túmeinjuriasynomecontestas!»,contestabaunsabiodeGrecia.Yooslo

diríaengriego;perooslohedichoya,pocomásomenos,enlatín.—Bien—dijoelabate—.Heaquíotroefectodelasdoctrinasrevolucionarias.—¿Cuál?—Tehanpersuadidodequeerasigualamí.—Y,aunquemehubieranpersuadidodeello,notendríaisporesomásderechode

incurrirenunafaltadefrancés.—¿Deveras?—Digoqueacabáisdecometerunafaltadelenguaje,maestro.—¡Ah!¡Estosíqueesgracioso!¿Quéfalta?—Helaaquí:habéisdicho:lasdoctrinasrevolucionariastehanpersuadidodeque

erasigualamí.—¿Yqué?—Queeraeselimperfecto.—Esclaro.—Puesdebísteisusarelpresente.—¡Ah!—exclamóelabatesonrojándose.—Traducid la frase en latín, y veréis qué enorme solecismo os dará el verbo

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puestoenimperfecto.—¡Pitou, Pitou!—exclamó el abate creyendo entrever algo de sobrenatural en

semejanteerudición.¿Quiéneseldemonioque te inspira todosesosataquescontraunancianoycontralaIglesia?

—Pero señor abate —replicó Pitou, algo conmovido del acento de verdaderadesesperaciónconquesehabíanpronunciadoestaspalabras—,advertidquenoeseldemonioquienmeinspira,yqueyonoosataco;perometratáissiemprecómoaunestúpido,olvidandoquetodosloshombressoniguales.

Elabateseirritódenuevo.—¡No toleraré nunca —dijo— que se profieran delante de mí semejantes

blasfemias!¡Tú,túigualaunhombrequeDiosyeltrabajo,hannecesitadosesentaañosparaformar!¡Jamás,jamás!

—¡Pardiez!PreguntádseloalseñordeLafayette,quehaproclamadolosderechosdelhombre.

—¡Sí: cita como autoridad a ese mal súbdito del rey, a la tea de todas lasdiscordias,altraidor!

—¡Oh!—exclamóPitou,escandalizado—.¡ElseñordeLafayettemalsúbditodelrey! ¡El señordeLafayette teade ladiscordiay traidor! ¡Vos soisquienblasfema,señorabate!¿Habéisvividoenunacajadesdehacetresmeses?¿Ignoráisqueesemalsúbditodelreyeselúnicoquelesirve,yqueesateadediscordiaeslaprendadelapazpública?¿Nosabéisqueesetraidoreselmejordelosfranceses?

—¡Oh!—exclamó el abate—. ¡Jamás hubiera creído yo que la autoridad realdescendiese hasta el punto de que un trasto de esta especie (y señalaba a Pitou)invocaraelnombredeLafayette,comoenotrotiemposeinvocabaeldeArístidesodeFocion!

—No es poca fortuna que el pueblo no os oiga, señor abate —dijoimprudentementePitou.

—¡Ah! —exclamó el abate, triunfante—. He aquí que, al fin, te descubres yamenazas.¡Elpueblo,sí,elpueblo!¡Aquélqueasesinócobardementealosoficialesdelrey!¡Aquélqueregistróenlasentrañasdesusvíctimas!Sí,elpueblodelseñordeLafayette;elpueblodelseñorBailly;elpueblodelseñorPitou.Puesbien:¿porquénomedenunciasahoramismoalosrevolucionariosdeVillers-Cotterets?¿Porquénome arrastras por el Pleux? ¿Por qué no te remangas para colgarme del reverbero?¡Vamos,Pitou:macteanimo,Pitou!¡Sursum,sursum,Pitou!Vamos,vamos:¿dóndeestálacuerda?¿Dóndelahorca?Yatenemosaquíalverdugo:Macteanimo,generósePitoue.

—Sic itur ad astra!—continuó Pitou entre dientes, con la simple intención determinar el verso, y sin echar de ver que acababa de pronunciar un equívocosangriento.

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Peroforzosolefuenotarloporlaexasperacióndelabate.—¡Ah,ah!—vociferóesteúltimo—.¡Lotomasasí! ¡Ah!Conque¿asíescomo

iréalosastros?¡Ah!Conque¿medestinasalahorca?—Peroyonohedichoeso—exclamóPitou,comenzandoatemerporelgiroque

tomabaladiscusión.—¡Ah!, ¿conque me prometes al cielo del desgraciado Foulon y del infeliz

Berthier?/p>—Nadadeeso,señorabate.—¡Ah!¡Yadebestenerelnudocorredizo,verdugocarnicero!¿Noerestúaquél

queenlaplazadelAyuntamientosubíasalosreverberosyelquecontusrepugnantesbrazosdearañaatraíalasvíctimas?.

Pitouprofirióunaexclamacióndecóleraydeindignación.—¡Sí!Te reconozco—continuóel abate enun transportede inspiraciónque le

hacíaasemejarseaJoad;tereconozco,Catalina,erestú.—Pero¿advertís—exclamóPitou—quemeestáisdiciendocosashorribles,señor

abate?¿Sabéis,enfin,quemeestáisinjuriando?—¡Yoinjuriarte!—Y¿sabéisquesiestocontinúamequejaréalaAsambleaNacional?Elabateseechóareírdeunamanerasiniestramenteirónica.—¡Denunciadme!—exclamó.—Yadvertidquehayuncastigocontra losmalosciudadanosque injuriana los

buenos.—¡Elreverbero!—Soisunmalciudadano.—¡Lacuerda,lacuerda!Ydeprontoelabateexclamó,comoiluminadorepentinamenteporalgunaideay

poseídodegenerosaindignación:—¡Ah!¡Elcasco,elcasco!¡Éles!—Ybien—dijoPitou—,¿quéhayconmicasco?—¡ÉlhombrequearrastróelcorazónhumeantedeBerthier,elantropófagoquele

depositóensangrentadoenlamesadeloselectores,llevabacasco,ytúereselhombredelcasco,tú,Pitou,monstruodeferocidad!¡Huye,huyedeaquí!

Ycadavezquepronuncióestaúltimapalabra,conairetrágico,elabateavanzóunpaso,yPitouretrocedióotro.

Aestaacusación,que,comoellectorsabe,erainjusta,elpobrejovenarrojólejosde sí aquel casco de que estaba tan orgulloso, y que abolló contra el suelo,produciendounsonidomatedecartónforradodecobre.

—¿Loves,desgraciado?—exclamóelabate—.¡Alfinconfiesas!YtomólaactituddeLekainenOrosmaneenelmomentoenque,encontrandola

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carta,acusaaZaira.—Veamos, veamos —dijo Pitou, fuera de sí ante semejante acusación—, vos

exageráis,señorabate.—¿Yoexagero?¿Conqueesdecirquesolamentehasahorcadounpoco?¿Esdecir

quenohashechomásqueayudaralosquedescuartizaban?—Señorabate,biensabéisquenohesidoyo;biensabéisquefuePitt.—¿QuéPitt?—Pitt segundo, el hijo de Pitt primero, de lord Chatam, aquél que distribuyó

dinero, diciendo: «Gastad y nome rindáis cuentas». Si conocierais el inglés, os lodiríaenesteidioma;peronolosabéis.

—Y¿túleconoces?—ElseñorGilbertomeloenseñó.—¿Entressemanas?¡Miserableimpostor!Pitouvioqueibapormalcamino.—Escuchad, señor abate—dijo—; ya no os disputo nada, pues tenéis vuestras

ideas.—¡Deveras!—Esmuyrazonable.—¿Lo reconoces así? El señor Pitou me permite tener ideas. Muchas gracias,

caballero.—Vamos, ya volvéis a incomodaros; pero ved que, si esto continúa, no podría

decirosloquemetraeaestacasa.—¡Desgraciado!¿Quépuedetraerteaquí?¿Eres,porventura,diputado?Yelabateseechóareírirónicamente.—Señorabate—replicóPitou,colocadoporsumismointerlocutorenelterreno

en que deseaba encontrarle desde el principio de la discusión—, bien sabéis quesiempreosrespetéporvuestrocarácter.

—¡Ah!Sí,hablemosdeeso.—Yqueadmirévuestraciencia—añadióPitou.—¡Serpiente!—exclamóelabate.—¡Yo!—dijoPitou—.¡Vamos,nohabléisasí!—Veamosquévienesapedirme.¿Acasoqueteadmitadenuevoaquí?¡Oh!De

ninguna manera: no quiero que se perviertan mis discípulos. Tienes un venenocontagioso,einfestaríasamisjóvenesplantas.Infecitpabulatabo.

—Pero,señorabate…—No, no me pidas eso, si quieres únicamente comer, pues presumo que los

ferocesverdugosdeParís comencomopersonashonradas.En fin, si exigesque tearrojetupartedecarneensangrentada,latendrás;peroalapuertadelacalle,enlasesportillas,comohacíanlosromanosconsusperros.

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—Señorabate—repusoPitouirguiéndose—,yonopidomialimento,puesyalotengo,aDiosgracias,ynoquieroserunacargaparanadie.

—¡Ah!—exclamóelabate,sorprendido.—Yovivocomomuchossinmendigar,ydelaindustriaaquelaNaturalezameha

inclinado;vivodemitrabajo,yestoytanlejosdesercostosoamisconciudadanos,quevariosdeellosmehanelegidoporjefe.

—¡Hola!—exclamóelabatecontalsorpresa,mezcladadetemor,quesehubieracreídoquehabíapisadounáspid.

—Sí,sí—repitióPitouconairecomplaciente.—¿Jefedequé?—preguntóelabate.—Jefedeunatropadehombreslibres—dijoPitou.—¡Ah,Diosmío!—exclamóelabate.¡Estedesgraciadohaperdidoeljuicio!—JefedelaguardianacionaldeHaramont—añadióPitouconafectadamodestia.Elabateseinclinóhaciaeljovenparavermejorensusfaccioneslaconfirmación

desuspalabras.—Y¿hayunaguardianacionalenHaramont?—exclamó.—Sí,señorabate.—Y¿túereseljefe?—Sí,señorabate.—¡Tú,Pitou!—Yo,Pitou.Elabatelevantólosbrazosalcielo,comoelgransacerdoteFineo.—¡Abominación!—murmuró.—Noignoráis,señorabate—dijoPitoucondulzura—,quelaguardianacionales

una institución destinada a proteger la vida, la libertad y las propiedades de losciudadanos.

—¡Oh,oh!—continuóelanciano,abismadoensudesesperación.—Ynosepodríadarnuncademasiadafuerzaaesainstitución,sobretodoenlos

campos,acausadelosbandidos.—¡De los que tú eres jefe! —exclamó el abate—, de esas cuadrillas de

malhechores,deincendiariosydeasesinos.—¡Oh!Noconfundáis,apreciableseñorabate:esperoqueveréisamissoldados;

ysabedquejamásciudadanosmáshonrados…—¡Cállate,cállate!—Figuraos, por el contrario, señor abate, que somos vuestros protectores

naturales,ylapruebaesquehevenidodirectamenteaveros.—¿Paraqué?—¡Ah!Éstaeslacuestión—replicóPitou,rascándoselaoreja,yexaminandoel

sitiodondehabíacaídosucasco,paraversi,yendoarecogerestaparteesencialdesu

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trajemilitar,nosealejaríademasiadodesulíneaderetirada.El casco había caído a pocos pasos de la puerta grande que daba a la calle de

Soissons.—Tehepreguntadoparaqué—repitióelabate.—Puesbien—dijoPitou, retrocediendodospasoshacia sucasco—,heaquí el

objetodelamisióndequeestoyencargado.Permitidmeexplicároslo.—Exordio—murmuróelabate.Pitoudiootrosdospasoshaciasucasco.MasporunamaniobrasemejanteyquenodejódeinquietaraPitou,amedidaque

éste avanzaba dos pasos hacia su casco, el abate, para conservar las distancias,adelantabaotrosdoshaciaPitou.

—¡Puesbien!—dijoeljoven,comenzandoacobrarvalorporlainmediacióndesuarmadefensiva—.Todosoldadodebetenerfusilynosotrosnotenemos.

—¡Ah! ¡No tenéis fusiles! —exclamó el abate, agitándose de alegría—. ¡Ah!Conque¡notienenfusilesesossoldados!¡Ah!¡Magníficossoldados!

—Pero,señorabate—replicóPitou,adelantándosedospasosmáshaciasucasco—,cuandonosetienenfusilessebuscan.

—Sí—repusoelabate—.¿Ybuscáis?Pitou tenía ya inmediato su casco y atraíale hacia sí con el pie; demodo que,

ocupadoenestaoperación,tardóencontestaralabate.—¿Ybuscáis?—repitióelanciano.Pitourecogiósucasco.—Sí,señorabate—contestó.—Y¿adonde?—Envuestracasa—contestóPitou,encajandoelcascoensucabeza.—¡Fusilesenmicasa!—exclamóelabate.—Sí,envuestracasa:nofaltan.—¡Ah!¡Mimuseo!—exclamóelabate—.¡Túvienesasaquearmimuseo!¡Las

corazasdenuestrosantiguoshéroesenloshombrosdetalestunos!SeñorPitou,yaoslohedichohaceunmomento,estáisloco.¡LasespadasdelosespañolesdeAlmansa,laspicasdelossuizosdeMarignanparaarmaralseñorPitouysuscompañeros!¡Ja,ja,ja!

Elabatecomenzóareírseconunaexpresióndetandesdeñosaamenaza,quePitousintiócorrerunestremecimientoportodassusvenas.

—No,señorabate—dijo—,nosetratadelaspicasdelossuizosdeMarignan,nide las espadas de los españoles de Almansa, no; estas armas serían inútiles paranosotros.

—Esunafortunaqueloreconozcasasí.—No,señorabate:nohablodeesasarmas.

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—Pues¿decuáles?—De esos buenos fusiles de marina, señor abate, de esos fusiles que tan a

menudo limpié cuando tenía el honor de estudiar bajo vuestra dirección; dummeGalateatenebat—añadióPitoucongraciosasonrisa.

—¡Deveras!—exclamóelabate,sintiendoquesusescasoscabellosseerizabanalverlasonrisadePitou—.¡Conquemisfusilesdemarina!

—Es decir, las únicas armas que no tienen ningún valor histórico y que sonsusceptiblesdeprestarbuenservicio.

—¡Ah!—exclamóelabate,acercandolamanoalmangodesusdisciplinas,comohubierahechouncapitánparaempuñarsuespada—.¡Ah!Heaquíqueeltraidorsedescubre.

—Señorabate—dijoPitou,pasandodel tonode laamenazaalde lasúplica—,concedednosesostreintafusilesdemarina.

—¡Atrás!—exclamóelabatedandounpasohaciaÁngelPitou.—Ytendréislagloria—dijoPitou,retrocediendotambiénunpasohacialapuerta

—,lagloriadehabercontribuidoalibrarelpaísdesusopresores.—¡Proporcionaryoarmascontramíy losmíos!—exclamóelabate—.¡Daryo

fusilesparaquehaganfuegocontramí!¡Jamás,jamás!Ysacólasdisciplinasdesucintura,yagitólassobresucabezarepitiendo:—¡Jamás,jamás!—Señorabate,seinscribirávuestronombreeneldiariodelseñorPrudhomme.—¡MinombreeneldiariodelseñorPrudhomme!—exclamóelabate.—Yconmenciónhonoríficadecivismo.—¡Másbienelpresidio!—¡Cómo!¿Rehusáis?—insitióPitou,débilmente.—Rehusoyteechodeaquí.YelabatemostróconeldedolapuertaaPitou.—Peroestoproducirámuymalefecto—replicóeljoven—;osacusarándefalta

depatriotismo,yhastadetraidor.Señorabate,yoossuplicoquenoosexpongáisaesto.

—¡Hazdemíunmártir,Nerón!Estoestodoloquepido—exclamóelabate,conlosojoschispeantesyasemejándosealejecutormásbienquealpaciente.

TalfueelefectoqueprodujoenPitou,porqueésteemprendiólaretirada.—Señor abate —dijo dando un paso atrás—, yo soy embajador de paz, un

diputadotranquilo;yovenía…—¡Asaquearmisarmas,comotuscompañerossaquearonlosInválidos!—Locuallesvalióunainfinidaddeelogiosallíabajo—dijoPitou.—Yloquetevaldráatiunabuenarociadaconmisdisciplinas—dijoelabate.—¡Oh, señor Fortier! —exclamó Pitou, que se acordaba del instrumento, por

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haberse familiarizadomucho con él en otro tiempo—. Vos no violaréis hasta estepuntoelderechodegentes.

—¡Ahoraloverás,miserable!¡Espera!—Señorabate,estoyprotegidopormicarácterdeembajador.—¡Espera!—¡Señorabate,señorabate,señorabate,señorabate!Pitouhabíallegadoalapuertadelacalle,haciendofrenteasutemibleadversario;

pero,acorraladoallí,eraprecisoaceptarelcombateohuir.Paraestoúltimodebíaabrirlapuerta,yparaabrirlavolversedeespaldas.Ahora bien: al hacerlo así, Pitou ofrecía a los golpes del abate aquella parte

desarmadadesupersonaquenocreíasuficientementeprotegidaporunacoraza.—¡Ah!¡Túquieresmisfusiles!…¡Ah!Túvienesadecirme:«¡Vuestrosfusileso

lamuerte!».—Señor abate—dijoPitou—,muypor el contrario, noosdigounapalabrade

esto.—Pues bien: ya sabes dónde están mis fusiles, asesíname para cogerlos, pasa

sobremicadáveryveporellos.—¡Soyincapaz,señorabate,incapaz!YPitou,conlamanoenelpicaporteylavistafijaenelbrazolevantadodelabate,

calculabanoelnúmerodefusilesencerradosenelarsenaldelabate,sinoelnúmerodegolpessuspendidosdelasdisciplinas.

—Conque,señorabate,¿noqueréisdarmelosfusiles?—No,noquierodártelos.—¿Noqueréis?Yvauna.—No.—Vandos.—No.—Vantres.—¡No,noyno!—¡Puesbien!—dijoPitou—.Guardáoslos.Y, haciendo un rápido movimiento, volvióse y se precipitó por la puerta

entreabierta.Pero aquel movimiento no fue tan rápido que las disciplinas inteligentes no

cayeransilbandosobrelosríñonesdePitou,tanvigorosamenteque,pormuchoquefueraelvalordelvencedordelaBastilla,nopudomenosdeproferirungrito.

Aloírle, variosvecinos salieron, y connopoco asombrodivisaron aPitouquehuíacontodalaligerezadesuspiernas,consucascoysable;mientrasqueelabateFortier, de pie en el umbral de su puerta, blandía las disciplinas como el ángelexterminadorsuespadadefuego.

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CapítuloLXV

PITOUDIPLOMÁTICO

Acabamos de ver cómo Pitou había caído desde lo más elevado de susesperanzas.

Lacaídaeraterrible:Satanás,precipitadodesdeelcieloalosinfiernos,nohabíarecorridomayorespacio,y,aunenlosinfiernos,Satanáserarey;mientrasquePitou,arrojadoporelabateFortier,volvíaasersimplementePitou.

¿Cómo presentarse ahora ante sus mandatarios? ¿Cómo, después de habermanifestado tanta imprudente confianza, atreverse a decirles que su jefe era unfanfarrón,queconsucascosobrelaorejayelsablealcostadosedejabaazotarporunancianosacerdote?

¡HaberseenvanecidodeconvenceralabateFortier,yobtenertantristeresultado!¡Ah,quéfalta!

Pitoufueasentarsealaorilladelprimerfosoquevio,y,apoyandolacabezaensusmanos,entregóseasusreflexiones.

HabíaesperadoablandaralabateFortierhablándolegriegoylatín;ensuingenuabuenafe,lisonjeósedepervertiralCancerberoconlamieldeunatortadeescogidaspalabras,yheaquíquesutortaresultóseramarga,yqueelCancerbero,envezdecomérsela,lemordiólamano;demodoquetodossusplanessehabíanperdido.

ElabateFortier teníaundesmedidoamorpropio,yPitounohabíacontadoconesto,puesloquehabíaexasperadoalabatefuemásbienlafaltadefrancés,enquePitoulehabíacogido,quenolostreintafusilesqueseproponíatomarensuarsenal.

Los jóvenes, cuando son buenos, incurren siempre en la falta de creer en laperfeccióndelosdemás.

ElabateFortierera,pues,unrealistafuriosoy,sobretodo,unfilólogoposeídodeorgullo.

Pitou se arrepentía amargamentedehaberdespertadoenél, conmotivodel reyLuisXVIydelverboser,ladoblecóleradequehabíasidovíctima;leconocíabien,ydebíahabertenidoconsideración.Enestoestribabarealmentesufalta,ydeplorábala,aunquedemasiadotarde,comosiempre.

Faltabasabercómodebióconducirse.Lomejorhabríasidoservirsedesuelocuenciaparademostrarrealismoy,sobre

todo,dejarquepasaraninadvertidaslasfaltasgramaticalesdesuantiguomaestro.Debió persuadirle de que la guardia nacional de Haramont era

contrarrevolucionaria.

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Debióprometerqueaquelejércitoseríaauxiliardelrey.Y,sobretodo,nodecirunapalabradeaqueldesgraciadoverboser,enqueseusó

untiempoporotro.Seguramente así, el abate hubiera abierto sus tesoros y arsenales para que la

monarquíapudieracontarconelauxiliodeuna tropa tanvalerosa,mandadaporsuheroicojefe.

Estafalsedaderadiplomacia,yPitou,despuésdehaberreflexionadobien,repasóensumemoriatodaslashistoriasdeotrotiempo.

Pensó en Felipe de Macedonia, que tantos falsos juramentos hizo, y a quienllamanungranhombre.

PensóenBruto,quesorprendióasusenemigosdormidos,yalquesellamagranhombre.

EnTemístocles,quepasólavidaengañandoasusconciudadanosparaservirlos,yalquellamabantambiéngranhombre.

YseacordódeArístides,elcualnoadmitía,porelcontrario,losmediosinjustos,porlocualselellamaigualmentegranhombre.

Esteargumentoledejóindeciso.Pero,reflexionando,pensóqueArístideseramuydichosoporhabervividoenun

tiempo en que los persas eran tan estúpidos que se podía vencerlos solamente conbuenafe.

Después,reflexionandomásaún,sedijoque,alfinyalcabo,Arístidessufrióeldestierro,yqueésteúltimo,porinjustoquefuera,hizoinclinarlabalanzaenfavordeFelipedeMacedonia,deBrutoydeTemístocles.

Pasandoalosejemplosmodernos,PitousepreguntóquéhabríanhechoelseñorGilberto,Bailly,Lameth,elseñordeBarnaveyMirabeausielloshubieranestadoenellugardePitouyLuisXVIhubiesesidoelabateFortier.

¿CómohabríanhechoparaarmarenfavordelreydetrescientosaquinientosmilguardiasnacionalesenFrancia?

PrecisamentelocontrariodeloquePitouhabíahecho.SehubierapersuadidoaLuisdequelosfrancesesnodeseabannadatantocomo

salvaryconservaralpadrede todos,yque,parahacerloeficazmente, losfrancesesnecesitabandetrescientosaquinientosmilfusiles.

Y,seguramente,elseñordeMirabeauhabríaobtenidobuenresultado.Pitoupensabaigualmenteenlacanciónoproverbioquedice:

Cuandosequierealgunacosadeldiablo,esprecisollamarlemonseñor.

Ydeducíadetodoestoqueél,Pitou,noeramásqueuncuadrúpedo,unanimal;y

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que,parapresentarseasuselectoresconalgunagloria,debióhacerprecisamentelocontrariodeloquehizo.

Tratando entonces de explotar aquel nuevo filón, Pitou resolvió obtener por laastuciaoporlafuerzalasarmasquesepropusoalcanzarporlapersuasión.

Elprimermedioqueseleocurriófuelaastucia.Podíaintroducirseenelmuseodelabateycogerlasarmasdelarsenal.Con.elauxiliodesuscompañeros,Pitoutrasladaríaaotrapartelasarmas;mas,

porsísolo,estohabríasidounrobo.¡El robo! He aquí una palabra que sonaba mal en los oídos de un joven tan

honradocomoPitou.Indudablemente, aún había en Francia bastantes personas acostumbradas a las

antiguasleyesparacalificaraquelactodebandolerismoamanoarmada.TodasestasconsideracioneshicieronretrocederaPitouantelosdosmediosque

acabamosdecitar.Por otra parte, el amor propio de Pitou estaba comprometido, y para salir del

apurohonrosamentenodebíaapelaranadie.Siguióbuscando,nosinadmirarseenciertomododelnuevorumboquetomaban

susideas.Y,alfin,exclamó,comoArquímedes:¡Eureka!,locualquieredecirenespañol:

loencontré.En efecto, he aquí el medio que Pitou acababa de hallar en el arsenal de sus

pensamientos.El señor de Lafayette era el comandante general de los guardias nacionales de

Francia.HaramontestabaenFrancia.Haramontteníasuguardianacional.Y,deconsiguiente,elseñordeLafayetteeracomandantegeneraldelosguardias

nacionalesdeHaramont.El señor de Lafayette no debía tolerar, pues, que los milicianos de Haramont

careciesen de armas, puesto que los de otros países estaban armados, o lo estaríanpronto.

ParallegaralseñordeLafayettesepodíallegaraGilberto,y,parallegaraéste,aBillot.

Pitouescribióunacartaal labrador;ycomoéstenosabía leer,naturalmente, laleeríaeldoctor,yelsegundointermediarioquedaríaenteradoasí.

Acordadoesto,Pitouesperólanoche,y,entrandomisteriosamenteenHaramont,tomólaplumaparaescribir.

Sin embargo, por muchas precauciones que hubiese tomado para entrar deincógnito,fuevistoporClaudioTellieryporDesiréeManiquet.

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Losdosseretiraronsilenciososymisteriosamente,aplicándoseundedoalabocayconlavistafijaenlacarta.

ÁngelPitounadabaenplenacorrientedepolíticapráctica.Heaquíahoralacartaqueibaencerradaenaquelsobredepapelblancoquehabía

producidotantoefectoenClaudioyenDesirée.

QueridoyveneradoseñorBillot:La causa de la revolución gana terreno todos los días en nuestro país; los

aristócrataslopierden,ylospatriotasavanzan.EldistritodeHaramontsealistaenelservicioactivodelaguardianacional.Peronotienearmas.Sinembargo,hayunmediodeobtenerlas.Ciertosparticularesconservanarmas

de guerra que podrían ahorrar al tesoro público grandes gastos si pasaran alserviciodelanación.

Sírvase el señor general de Lafayette mandar que esos depósitos ilegales dearmas seanpuestosadisposiciónde losdistritos, proporcionalmentealnúmerodehombresquesehayandearmar,y,pormiparte,yomeencargodequeingresen,almenos,treintafusilesenlosarsenalesdeHaramont.

Eselúnicomediodeoponerundiquea losmanejoscontrarrevolucionariosdelosaristócratasydélosenemigosdelanación.

Vuestroconciudadanoyhumildeservidor,

ÁngelPitou.

Despuésdeescritaestacarta,Pitouechódeverqueselehabíaolvidadohablarallabradordesucasaydesufamilia.

Tratábale demasiado a lo Bruto, y, por otra parte, dar a Billot detalles sobreCatalinaeraexponerseamentiro lacerarelcorazóndeunpadre,abriendotambiénllagasfrescasaúnenelcorazóndePitou.

Poresoahogóunsuspiroyescribióunpost-scriptum:

P.D.La señoraBillot y la señoritaCatalina,así como losdemásde lacasa,siguenbienyenvíansusrecuerdosalseñorBillot.

DeestamaneraPitounocomprometíaniaélnianadie.Mostrando a los iniciados el sobre blanco que debía salir para París, el

comandantedelasfuerzasdeHaramontsecontentócondecirles:—Heaquí.Yfueaecharlacartaenelbuzóndecorreos.

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Lacontestaciónnosehizoesperar.AlosdosdíasllegóaHaramontunmensajeroacaballo,preguntandoporelseñor

ÁngelPitou.Estoprodujoprofundasensación,muchaexpectativayansiedadporpartedelos

milicianos.Elcorreomontabauncaballocubiertodeespuma,yvestíaeluniformedelestado

mayordelaguardianacionaldeParís.JuzgúesedelefectoqueprodujoydelainquietudyansiedaddePitou.Se aproximó tembloroso y pálido y tomó el pliego que le presentaba, no sin

sonreír,eloficialencargadodelmensaje.Era una contestación del señor Billot por mano de Gilberto, y recomendaba a

Pitou la moderación en el patriotismo, incluyendo la orden del general Lafayette,firmadaporelministrodelaGuerra,paraarmarlaguardianacionaldeHaramont.

Billot aprovechaba la salida de un oficial encargado de armar en nombre delgeneralLafayettelaguardianacionaldeSoissonsydeLaon.

Laordenestabaconcebidaenestostérminos:

Todos losqueposeanmásdeun fusilyunsableestaránobligadosaponersusdemásarmasadisposicióndelosjefesdecuerposdecadadistrito.

Lapresenteordenesejecutoriaentodalaextensióndelaprovincia.

Pitou, loco de alegría, dio gracias al oficial, que sonrió de nuevo y marchóinmediatamenteparadesempeñarsuscomisiones.

Déestemodo,Pitouseveíaenelcolmodeloshonores,puesrecibíadirectamentemensajesdelgeneralLafayetteydelosministros.

YestosmensajesservíanenuntodopararealizarlosplanesylasambicionesdePitou.

Pintar el efecto de esta visita en los electores de Pitou sería cosa imposible yrenunciamosaello.

Pero al ver aquellas fisonomías que expresaban el asombro, aquellos ojosbrillantes, aquel afán de la población y, sobre todo, el profundo respeto que todosmanifestaron al punto a Ángel Pitou, el más incrédulo observador hubiera podidoconvencersedequeenlosucesivonuestrohéroeseríaungranpersonaje.

Los electores, uno tras otro, solicitaron verle, y quisieron tocar el pliego delministro,locuallespermitióPitougenerosamente.

Ycuandoelnúmerodeloscuriososquedóreducidotansóloalosiniciados,Pitoulesdijo:

—Ciudadanos,misplaneshantenidofelizéxito,comoyopreveía.Heescritoalgeneral Lafayette manifestándole el deseo que teníais de constituir una guardia

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nacionalylaelecciónquedemíhabéishechoparaelmando.Leedelsobredelpliegoqueacaboderecibirdelministerio.

Ypresentóeldespacho,encuyosobreseleía:

AlseñorÁngelPitou,ComandantedelaguardianacionaldeHaramont

—Estoy, pues —continuó Pitou—, reconocido y aceptado por el generalLafayettecomocomandantede laguardianacional,yvosotroscomo individuosdeella,pordisposicióndelmismogeneralydelministrodelaGuerra.

Un prolongado grito de alegría y de admiración hizo retemblar las paredes delzaquizamíquePitouhabitaba.

—En cuanto a las armas —continuó nuestro héroe—, ya tengo el medio deobtenerlas.Debéiselegirmuyprontountenienteyunsargento,yestasdosunidadesmeacompañaránenlacomisiónquevoyadesempeñar.

Lospresentessemiraronconexpresióndeincertidumbre.—¿Cuálestuparecer,Pitou?—dijoManiquet.—Estonomeconcierne—contestóPitouconciertadignidad—,esprecisoqueen

laseleccionesnohayainfluencias.Reuniosfueradeaquí,nombradlosdosjefesqueacabodeindicar,yelegidlosbien.Estodocuantotengoquedeciros.Retiraos.

Y, pronunciadas estas palabras con aire, majestuoso, Pitou despidió a sussoldados,quedandosoloyrodeadodesugrandezacomoAgamenón.

Se absorbió en su gloria, mientras que los electores se disputaban fuera unapartículadelaautoridadmilitarquedebíagobernarenHaramont.

Laelecciónduróunahora,y,alfin,quedaronnombradoseltenienteyelsargento,recayendo estos cargos el primero en DesiréeManiquet, y el segundo en ClaudioTellier. Entonces volvieron en busca de Ángel Pitou, que los reconoció y aclamó,diciendodespués:

—Ahora,señores,nosehadeperderunmomento.—¡Sí,sí,aprendamoselejercicio!—dijounodelosmásentusiastas.—Unminuto—replicóPitou—;paraelejerciciosenecesitananteslosfusiles.—Esmuyjusto—contestaronlosjefes.—Ymientrasquelleganlosfusiles¿nosepuedeaprenderconpalos?—Hagamos las cosas militarmente —replicó Pitou, que al ver el ardimiento

generalnosesentíaconbastante fuerzaparadar leccionesdeunartedelquenadaentendíaaún—.Soldadosaprendiendoelejercicioconpalosescosamuygrotesca:nocomencemosporponernosenridículo.

—Esmuyjusto—lecontestaron—.¡Abuscarlosfusiles!—Vengan conmigo el teniente y el sargento—dijo Pitou a sus inferiores—; y

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vosotrosesperadnuestroregreso.Unaaprobaciónrespetuosafuelacontestacióndetodos.—Aúntenemosseishorasdedía—añadióPitou—,yesmásdeloquesenecesita

parairaVillers-Cotterets,ahacernuestronegocioyvolver.¡Enmarcha!—gritó.ElestadomayordelejércitodeHaramontsepusoenmovimientoalpunto.PerocuandoPitouvolvióa leer lacartadeBillot,parapersuadirsedequetanta

felicidadnoeraunsueño,encontróunafrasedeGilbertoenquenohabíareparadoantes:

«¿PorquéPitousehaolvidadodedaraldoctorGilbertonoticiasdeSebastián?»¿PorquéSebastiánnoescribeasupadre?».

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CapítuloLXVI

PITOUTRIUNFA

El abate Fortier estabamuy lejos de sospechar la tormenta que le preparaba laprofundadiplomaciadeÁngelPitou,yelprestigiodeésteconlosjefesdelgobierno.

OcupábaseendemostraraSebastiánquelasmalascompañíassonlapérdidadetodavirtudydetodainocencia;queParísesunabismodondelosmismosángelessepervertirían si, como aquéllos que se extraviaron en el camino de Gomorra, noremontaban vivamente al cielo; y, tomando por el lado trágico la visita de Pitou,ángelcaído,recomendabaaSebastián,contodalaelocuenciadequeeracapaz,queseconservasehonradoyverdaderorealista.

Apresurémonos a decir que, por bueno y verdadero realista, el abate FortierestabalejosdeentenderloqueeldoctorGilbertoentendíaporlasmismaspalabras.

El buen abate olvidaba que, atendida esta diferencia en la interpretación, supropagandaeraunactocensurable,porque tratabadearmar, involuntariamente, sinduda,elespíritudelhijocontraeldelpadre.

Preciso es confesar, por lo demás, queno encontraba el terrenobienpreparadoparalasimiente.

¡Cosaextraña!Alaedadenquelosniñossonesablandaarcilladequeelpoetanoshabla,alaedadenqueseimprimenensualmatodaslasideasqueselesquierecomunicar, Sebastián era ya un hombre por la resolución y la tenacidad delpensamiento.

¿Era aquel niño el hijo de la aristocrática dama que despreciaba a un plebeyohasta el punto de causarle horror, o era éste realmente la aristocracia del puebloexageradaenGilbertohastaelestoicismo?

ElabateFortiernoeracapazdesondearsemejantemisterio;sabíaqueeldoctorera un patriota algo exaltado, y, con la ingenuidad reparadora de los eclesiásticos,tratabadereformarasuhijoenbiendelreyydeDios.

Sebastián, por otra parte, aunque, al parecer, muy atento, no escuchaba susconsejos,puespensabaentoncesenaquellasvagasvisionesquehacíaalgúntiempoleexaltabanotravezbajolosgrandesárbolesdelparquedeVillers-CotteretscuandoelabateFortier conducía a sus discípulos por el lado de la piedraClouïse, haciaSanHuberto, o de la torre Aumont; en aquellas alucinaciones que eran para él unasegundavida,juntoasuexistencianatural,unavidaengañosadepoéticasfelicidadesjuntoalprosaísmoindolentedesusdíasdeestudioydecolegio.

Deimproviso, lapuertadelacalledeSoissons,empujadaconalgunaviolencia,

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abriósedeporsíydiopasoavarioshombres.EranelalcaldedelaciudaddeVillers-Cotterets,eltenientealcaldeyelsecretario.Detrásdeellosseveíandossombrerosdegendarmes,yenposdeestosúltimos,

cincooseiscabezasdecuriosos.Elabate,muyinquieto,sedirigióhaciaelalcalde.—¿Quéocurre,señorLongpré?—preguntó.—Señor abate—contestó con gravedad el alcalde—, ¿tenéis conocimiento del

nuevodecretodelministrodelaGuerra?—No,señor.—Puestomaoslamolestiadeleerlo.Elabatetomóelpliegodelministroyloleyó.Yalmismotiemposurostropalidecía.—Ybien—preguntómuyimpresionado—,¿quédeseáis?—Debo advertiros, señor abate, que los señores de la guardia nacional de

Haramont,queestánabajo,esperanlaentregadearmas.Elabatediounsalto,comosisepropusieradevoraralosindividuosdelaguardia

nacional.EntoncesPitou, juzgandoqueera llegadoelmomentodepresentarse, seacercó

seguidodesutenienteydelsargento.—Aquílostenéis—dijoelalcalde.ElrostrodelabateFortierpasódelcolorpálidoaldepúrpura.—¡Esostunantes!—exclamó—.¡Esosimbéciles!El alcalde era un buen hombre que aún no tenía opinión política bien

determinada.Andabasiempreentrelascabrasylascoles,ynoqueríaindisponerseniconDiosniconlaguardianacional.

LasinvectivasdelabateFortierexcitaron,porsuparte,unaruidosacarcajada,conlacualdominólasituación.

—Ya veis cómo trata el abate a la guardia nacional de Haramont y a sus dosoficiales—dijoaPitou.

—EsporqueelseñorabateFortiernoshaconocidoniñosycreequeaúnlosomos—contestóPitouconsumelancólicadulzura.

—Pero estos niños han llegado a ser hombres—dijoManiquet con voz sorda,extendiendohaciaelabatesumanomutilada.

—Yesoshombressonserpientes—exclamóelabate,irritado.—Yserpientesquemorderánsiselashostiga—dijoelsargentoClaudioasuvez.Elalcaldevioenestasamenazaslafuturarevolución.Elabateadivinóelmartirio.—Enfin,¿quésequieredemí?—preguntó.—Quierenunapartedelasarmasquetenéisaquí—contestóelalcalde,tratando

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deconciliariotodo.—Esasarmasnosonmías—contestóelabate.—Pues¿dequiénson?—DemonseñorelduquedeOrleans.—Deacuerdo,señorabate—dijoPitou—;peroestonoimporta.—¿Cómoquenoimporta?—No:nosotrosvenimosapedíroslas,aunqueasísea.—Escribiréamonseñorelduque—replicómajestuosamenteelabate.—Olvidáis—repusoelalcaldeamediavoz—queéstaseríaunadilacióninútil,

pues si se consulta a monseñor contestará que es preciso dar a los patriotas nosolamente los fusilesde susenemigos los ingleses, sino también los cañonesde suabueloLuisXIV.

Estaverdadimpresionódolorosamentealabate,quemurmuró:—Circumdedistimehostibusmeis.—Sí,señorabate—dijoPitou—,esverdad;perosolamentedevuestrosenemigos

políticos,porquenosotrosnoodiamosenvossinoalmalpatriota.—¡Imbécil!—exclamóel abate enunmomentode exaltaciónque le comunicó

ciertaelocuencia—.¡Absurdoypeligrosoimbécil!¿Quiéndenosotrosdoseselbuenpatriota: yo, que quiero guardar las armas de la patria, o tú, que las pides para ladiscordiaylaguerracivil?¿Quiéndelosdoseselbuenhijo:yo,quesolamentedeseoelolivoparafestejaranuestramadrecomún,otú,quebuscaselhierroparadesgarrarsuseno?

Elalcaldevolviólacabezaparaocultarsuemoción,yalmismotiempofijóenelabateunamiradacomosiquisieradecir:

—¡Muybien!Eltenientealcalde,nuevoTarquino,derribóalgunasfloresconsubastón.Ángelquedódesconcertado,visto locualpor susdossubalternos, fruncieronel

ceño.Solamente Sebastián, el niño espartano, se mostró impasible, y acercándose a

Pitoupreguntóle:—¿Dequésetrata,Pitou?Esteúltimoseloexplicóendospalabras.—¿Estáfirmadalaorden?—preguntóelniño.—PorelministroyelgeneralLafayette,ylaescrituraesdetupadre.—Pues, entonces —preguntó Sebastián con altivez—, ¿por qué se vacila en

obedecer?Yenlaspupilasdilatadasdelniño,ensuslabiostemblorososyenlarigidezdesu

frenterevelóelimplacableespíritudominantedelasdosrazasquelehabíancreado.Elabate,aloírlaspalabrasquepronunciabalabocadeaquelniño,estremeciósey

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bajólacabeza.—¡Tresgeneracionesdeenemigoscontranosotros!—murmuró.—Vamos,señorabate—dijoelalcalde—;esprecisoobedecer.Elabatediounpaso,estrujando las llavesque llevabapendientesde lacintura,

sindudaporunrestodecostumbremonástica.—¡No,milvecesno!—exclamó—.Ésanoesmipropiedad,yesperarélaorden

deldueño.—¡Ah, señor abate! —dijo el alcalde, que no podía menos de manifestar su

desaprobación.—Esoesrebeldía—dijoSebastiánalsacerdote—.Vedloquehacéis.—Tu quoque! —murmuró el abate, cubriéndose con su sotana para imitar el

ademándeCésar.—Vamos,vamos,señorabate,estadtranquilo,porqueesasarmasquedaránbien

colocadasalserviciodelapatria—dijoPitou.—¡Cállate,Judas!—contestóelabate—.Sihasvendidoatuantiguomaestro,lo

mismovenderíasatupatria.Pitou,agobiadoporsuconciencia,inclinólafrente:loquehabíahechonoerade

uncorazónnoble,sinodeunhábiladministradordehombres.Pero al bajar la cabeza vio a sus dos subordinados, que parecían poseídos de

enojoportenerunjefetandébil.Pitoucomprendióque,sidejabadeproducirefecto,perderíatodosuprestigio.Y el orgullo tendió el resorte de aquel valeroso campeón de la revolución

francesa.Y,levantandolacabeza,dijo:—Señor abate, por sumiso que sea a mi antiguo maestro, no dejaré pasar sin

comentariosesasinjuriosaspalabras.—¡Ah!¿Comentasahora?—exclamóelabate,esperandoconfundiraPitoucon

susburlas.—Sí,señorabate,comento,yveréisquemiscomentariossonjustos—continuó

Pitou—.MellamáistraidorporquemehabéisrehusadolasarmasqueyoospedíaconelolivoenlamanoyqueosarrancoahoraconelauxiliodeunaordendelGobierno.¡Puesbien,señorabate!Mejorquieroqueparezcaquehefaltadoamisdeberesquehaberdadolamanoparafavorecerconvoslacontrarrevolución.¡Vivalapatria!¡Alasarmas,alasarmas!

El alcalde dirigió a Pitou la misma mirada que fijó antes en el abate, comodiciendo:

—¡Ah!Muybien,muybien.Aquel discurso produjo, en efecto, un resultado decisivo contra el abate, y

electrizóalospresentes.

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Elalcaldeseeclipsó,haciendounaseñalaltenientealcaldeparaquesequedara.Este último hubiera querido marcharse también; pero la ausencia de las dos

autoridadesprincipalesdelpueblosehubieranotadoseguramente.Siguió, pues, con su secretario a los gendarmes, que iban en pos de los tres

guardias nacionales en dirección al museo, cuya situación conocía Pitouperfectamente.

Sebastián,saltandocómounjovenleón,corríadetrásdelospatriotas.Losotrosniñoscontemplabanlaescenacomoatontados.Encuantoalabate,despuésdeabrirlapuertadesumuseo,cayómediomuertode

cóleraydevergüenzaenlaprimerasillaqueencontró.Unavezdentrodelmuseo,losdosasesoresdePitouqueríansaquearlotodo;pero

lahonradatimidezdeljefedelosguardiasnacionalesintervinounavezmás.Contólosindividuossometidosasusórdenes,ycomoerantreintaytres,ordenó

quesetomaratansóloestenúmero.Ycomo,encasonecesario,tambiénéldeberíallevaruno,puesPitounopensaba

quedarseatrás,tomóparasíotrofusil,verdaderofusildeordenanza,máscortoymásligeroquelosdemásyque,aunquedemenoscalibre,lomismopodíadirigirelplomocontra un conejo o una liebre que la bala contra un falso patriota o un verdaderoprusiano.

Además,escogióunaespadarecta,comoladelseñordeLafayette,laespadadealgúnherpedeFontenoyodeFilipsburgo,yselaciñóalcostado.

Susdoscompañeroscargaroncadacualcondocefusiles,ybajoestepesoenormenoflaquearon:tandeliranteerasualegría.

Pitouseencargódelodemás.Se pasó por el parque para no cruzar la ciudad, a fin de evitar el escándalo, y

porque,además,eraelcaminomáscorto.Este camino ofrecía también la ventaja de evitar toda probabilidad de un

encuentrodelostresoficialesconpartidariosdeideascontrariasalassuyas.Pitounotemíalalucha,yelfusilquehabíaelegidoparaelcasodequelahubiese,daríafedesuvalor;peroPitouerayahombredereflexión,ydesdequepensabahabíanotadoque,siunfusilerabuenexpedientepara ladefensadeunhombre,muchospodríansercosaperjudicial.

Nuestros tres héroes, cargados con aquellos despojos ópimos, atravesaron elparque a la carrera, llegando después a una encrucijada, donde se proponíandetenerse.Agobiadosporunagloriosafatiga,ysudandoamares,llevaronacasadePitou el precioso depósito que la patria acababa de confiarles, tal vez un pocociegamente.

Huboreunióndelaguardianacionalaquellamismanoche,yelcomandantePitouentregóunfusilacadasoldado,diciéndoles,comolasmadresespartanasasushijos,

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refiriéndosealescudo:—«Conélodebajodeél».Entonceshuboenaquelpequeñodistrito,asítransformadoporelgeniodePitou,

unaefervescenciasemejantealadelhormigueroendíadeterremoto.La alegría de poseer un fusil entre aquellos hombres, cazadores furtivos por

excelencia, a quienes la opresión de los guardas hacía enloquecer por la caza, fuetantaqueconsideraronaPitoucomoundiosdelatierra.

Seolvidaronsuslargaspiernasydescomunalesbrazos,susabultadasrodillas,suenorme cabezay hasta sus grotescos antecedentes, y fue, y siguió siendo, el geniotutelardelpaísdurantetodoel tiempoqueelrubioFeboestuvovisitandoalabellaAnfitrite.

Eldíasiguientefueempleadoporlosentusiastasenmanejarylimpiarlasarmascomointeligentes:losunos,contentosalverquelabateríasehallabaenbuenestado;losotros,pensandoenrepararladesigualdaddelasuertesileshabíandadounarmadecalidadinferior.

Doranteestetiempo,Pitou,retiradoensuaposento,comoelgranAgamenónensu tienda,pensaba, fatigándoseel cerebro;mientrasque sushombres sedesollabanlasmanoslimpiandosusfusiles.

—¿EnquépensabaPitou?—sepreguntaráellectoraquienleseasimpáticoaquelgenionaciente.

Pitou,convertidoenpastordelospueblos,pensabaenlanulidaddelasgrandezasdeestemundo.

Enefecto,habíallegadoelinstanteenque,detodoaqueledificioapenaselevado,nadaibaaquedarenpie.

Los fusiles se habían entregado la víspera, empleándose el día siguiente enponerlosenorden;mañanaseríanecesarioenseñarelejercicioasussoldados,yPitounoconocíalaprimeravozdemandodelacargaendocetiempos.

Pitouhabíacargadosiempresufusilsincontarlosycomohabíapodido.Encuantoalamaniobra,sehallabaenpeorcaso.Ahora bien: ¿qué era un comandante de la guardia nacional que no conocía la

cargaendocetiemposnisabíamandarlamaniobra?Elqueescribeestas líneasnohaconocidomásqueuno.Verdadesqueésteera

compatriotadePitou.Y por eso, con la cabeza entre las manos y la mirada vaga, Pitou, inmóvil,

reflexionaba.JamásCésarentre lasmalezasde laGaliasalvaje, jamásAníbal,perdidoen los

nevados Alpes, jamás Colón, extraviado en un océano que no se conocía,reflexionaron de una manera más solemne ante lo ignorado, ni fijaron másprofundamente su pensamiento que nuestro héroe en lasDís ignotis, esas terribles

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divinidadesqueposeenelsecretodelavidaydelamuerte.—¡Oh!—exclamaba Pitou—. El tiempo avanza y vendrá el día demañana, y

entonces apareceré en toda mi nulidad.Mañana el rayo de la guerra que tomó laBastillaserátratadodeignoranteportodalagentedeHaramont,comolofue…,yanomeacuerdoquién,portodalaasambleadelosgriegos.

—¡Mañana,silbado,cuandohoytriunfo!—No ha de ser así, ni puede ser tampoco. Catalina lo sabría, y quedaré

deshonrado.Pitoutomóalientouninstante.—¿Quiénpuedesacarmedeesteapuro?—sepreguntó.—¿Laaudacia?—No, no: la audacia dura un minuto, y el ejercicio a la prusiana tiene doce

tiempos.—¡Quésingularideahasidoenseñarelejercicioalaprusianaalosfranceses!—¿Siyodijesequesoydemasiadobuenpatriotaparaenseñaralosfrancesesel

ejercicioalaprusiana,ysiyoinventaseotromásnacional?—No,porquemeembrollaría.—Recuerdo haber visto en la feria de Villers-Cotterets un mono que hacía el

ejercicio;peroprobablementelohacíacomounmono,sinregularidad.—¡Ah!—exclamódepronto—.¡Unaidea!Yactocontinuo,abriendoelcompásdesuslargaspiernas,disponíaseafranquear

elespacio,cuandounareflexiónledetuvo.—Midesapariciónseextrañaría—sedijo—;prevengamosamigente.Y,abriendolapuerta,llamóaClaudioyaDesirée,ylesdijo:—Señaladparapasadomañanaelprimerdíadeejercicio.—Y¿porquénomañana?—preguntaronlosdossubalternos.—Porqueestáisfatigadoslosdos—contestóPitou—,yporqueantesdeinstruira

lossoldadosquieroenseñarosavosotros.Yademásdebéisacostumbraros—añadióPitouconvozsevera—aobedecersiempreenelserviciosinhacerobservaciones.

Lossubalternosseinclinaron.—Estábien—dijoPitou—;señaladparapasadomañanaelprimerejercicioalas

cuatrodelamadrugada.Losdossubordinadosseinclinarondenuevo,salierony,comoeranlasnuevede

lanoche,fuéronseadormir.Pitoulosdejómarchary,apenashubierondobladolaesquinadelacalle,salióa

su vez, emprendió la carrera en dirección opuesta y en cinco minutos ganó laespesuramássombríadelbosque.

VeamoscuáleralaidealuminosadePitou.

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CapítuloLXVII

ELPADRECLOUÏSYLAPIEDRACLOUÏSA,OCOMOPITOU

LLEGÓASERTÁCTICOYATENERUNAIREMARCIAL

Pitou corrió así durantemedia hora, pocomás omenos, internándose cada vezmásenlapartemássalvajeyprofundadelbosque.

Había allí, entre aquellas altas espesuras tres veces seculares, apoyada en unainmensa roca, y en medio de zarzas formidables, una cabaña construida treinta ycinco o cuarenta años antes, y habitada por un personaje que en su propio interéshabíasabidorodearsedeciertomisterio.

Aquellacabaña,mediosocavadaenlatierra,yenparteentretejidaporfueraconramaje ymadera, no recibía la luz y el airemás que por un agujero oblicuamentepracticadoeneltejadillo.

BastanteparecidaalaschozasdelosgitanosdelAlbaicín,serevelabaavecesalasmiradasporlascolumnasdeazuladohumoquésalíandesupartesuperior.

Sinesto,nadie,excepto losguardasdelbosque, loscazadoresy loscampesinosdelosalrededores,hubieraadivinadoqueenaquellachozahabitabaunhombre.

Y, sin embargo, hacía cuarenta años que allí vivía un anciano guardia retirado,peroaquienelduquedeOrleans,padredeLuisFelipe,habíaotorgadopermisoparahabitarenelbosque,conservarsuuniformeydispararun tiro todos losdíascontraunaliebreounconejo.

Quedabanexceptuadoslosanimalesdecazamayorylasaves.Elbuenhombrecontabasesentaynueveañosen laépocaenquehablamos;se

había llamadoprimeramenteClouïs a secas, ydespuéspadreClouïs, amedidaqueavanzabaenedad.

Desunombrerecibiósubautismolainmensarocaenquesuchozaseapoyaba,yllamábanla,porlotanto,lapiedraClouïsa.

Nuestrohombre,heridoenFontenoy,hubodesufriracausadeestolaamputacióndeunapierna,yheaquíporqué,retiradomuypronto,obtuvodelduquedeOrleanslosprivilegiosdequeacabamosdehablar.

ElpadreClouïsnoentrabanuncaenlaciudad,nitampocoibaaVillers-Cotteretsmásqueunavezalaño,solamenteparacomprar365cargasdepólvorayplomo,y366enlosañosbisiestos.

Aquel mismo día llevaba a casa del señor Cornu, sombrerero en la calle deSoissons,365ó366pieles,lamitaddeconejosylamitaddeliebres,porlasqueelindustrialledaba75librastornesas.

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Ycuandodecimos365pielesenlosañosordinariosy366enlosbisiestos,nonosengañamosenunosolo,porqueelpadreClouïs,teniendoderechoauntirodiario,sehabía arreglado para matar una liebre o un conejo a cada disparo; y como no sepermitía jamás ni uno más ni uno menos que los 365 concedidos en los añosordinarios,ylos366enlosbisiestos,elpadreClouïsmatabajustamente183liebresy182 conejos en los años ordinarios, y 183 de las primeras y otros tantos de lossegundosenlosbisiestos.

Vivía de la carne de los animales, bien se la comiese, o ya la vendiera; con elproducto de la piel, como ya hemos dicho, compraba municiones, y poco a pocoformabauncapital.

Ademásdeesto,unavezalaño,elpadreClouïshacíaunapequeñaespeculación.Lapiedraenqueseapoyabasuchozateníaunaparteinclinadacomountejado,

formando un declive, cuyo espacio sería de unos dieciocho pies en su mayorsuperficie.

Un objeto colocado en la extremidad superior descendía suavemente hasta lainferior.

El padre Clouïs hizo circular poco a poco en los pueblos inmediatos, pormediacióndelasbuenasmujeresqueibanacomprarlesusliebresoconejos,quelasjóvenesqueeldíadeSanLuissedejarandeslizartresvecesporlapiedra,dearribaabajo,secasaríandentrodelaño.

Elprimerañosepresentaronmuchasjóvenes;peroningunadeellasseatrevióaintentarlaprueba.

Alañosiguiente,tresdeellasseaventuraron;dossecasaronpronto,yencuantoalatercera,quedósoltera,peroelpadreClouïsaseguróatrevidamenteque,silefaltabaesposo,eraporquenosedeslizóporlapiedraconlamismafequelasotras.

El año que siguió, todas las jóvenes de las cercanías acudieron para dejarseresbalar.

El padre Clouïs declaró que no habría nunca bastantes mozos para tantasmuchachas,peroqueunatercerapartedeéstas,lasmáscreyentes,secasarían.

Enefecto:bastantes secasaron,y,apartirdeaquelmomento,quedósentada lareputaciónmatrimonial de la piedraClouïsa, y todos los años, el día de SanLuis,hubodoblefiestaenlaciudadyenelbosque.

Entonces el padreClouïspidióprivilegio: comonoeraposiblepasar junto a lapiedra todo el día sin comer ni beber, obtuvo elmonopolio, el 25 de agosto, paravendercomidaybebidaalosjóvenesdeambossexosqueibanadejarseresbalarporlapiedra,puestambiénloshombreslograronpersuadiralasmujeresdequelavirtuddelarocaerainfaliblesihacíanlapruebajuntos,ysobretodoalmismotiempo.

Durantetreintaycincoaños,elpadreClouïsvivíadeestemodo;elpaísletratabacomolosárabesasusmarabúes,yhabíapasadoalestadodeleyenda.

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PeroloquemáspreocupabaaloscazadoreseirritabaalosguardaseraqueestabaprobadoqueelpadreClouïsnodisparabamásque365tirosalaño,yqueconéstosmataba183liebresy182conejos.

MásdeunavezvariosseñoresdeParísinvitadosporelduquedeOrleansapasaralgunosdíasenelcastillo,habiendooídoreferirlahistoriadelpadreClouïs,habíanido a depositar, según su generosidad, un luis o un escudo en su callosamano, ytratarondesorprenderelsecretodeaquelhombrequenoerrabaningunodesus365tiros.

Pero el padreClouïsnohabía sabidodarlesmás explicaciónqueésta, esdecir,queenelejércitohabíaadquiridolacostumbredematarconaquellamismacarabina,cargadaconbala,unhombreacada tiro, locual eramuchomás fácil, segúnhabíaobservado,tratándosedetocarconperdigonesaunconsejoounaliebre,yalosquesonreíanaloírlehablarasí,elpadreClouïslespreguntaba:

—¿Porquétiráissinoestáissegurosdetocarelblanco?FrasedignadefigurarentrelasdelseñordelaPalisse.—Pero¿porquéelseñorduquedeOrleans,padre,quenoeraningúnavaro,noos

haconcedidomásqueuntirocadadía?—lepreguntaban.—Porquemáshubierasidodemasiado,puestoqueélmeconocíabien.Lacuriosidaddeaquelespectáculoylosingulardeaquellateoríareportaban,un

añoconotro,diezodoceluisesalviejoanacoreta.Ahorabien:comoganabaotrotantoconsuspielesdeconejoyeldíadefiestaque

habíainstituidoporsípropio,yatendidoquenogastabamásqueunpardepolainascadacincoañosyuntrajecadadiez,elpadreClouïsnoeradeltododesgraciado.

Muyporelcontrario,circulabaelrumordequeteníaunescondrijo,unpequeñotesoro,yqueaquélqueleheredaranoharíamalnegocio.

TaleraelsingularpersonajequePitouibaabuscarenmediodelanochedespuésdeocurrírseleaquellafamosaideaquedebíasacarledesuterribleapuro.

Mas,paraencontraralpadreClouïs,nosedebíasertorpe.Asícomoelviejopastordelosrebaños,Neptuno,Clouïsnosedejabacogertan

fácilmente.Sabíadistinguirmuybienentreelimportunoquenoproduceyelcuriosoopulento;ycomosemostrabayabastantedesdeñosoconesteúltimo,júzguesecómotrataríaalprimero.

Clouïsestabaechadoensulechodebrezos,lechomaravillosoyaromáticoqueelbosque le proporcionaba en el mes de septiembre y que no era necesario renovarhastaelmismomesdelañosiguiente.

Eranlasoncedelanoche,pocomásomenos,yhacíauntiempoclaroyfresco.ParallegaralacabañadelpadreClouïseraprecisodesviarelramajedeunolmo

tansumamenteespeso,queelrumorqueproducíaanunciabasiemprealcenobita lallegadadeunvisitante.

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Pitouhizocuatrovecesmásruidoquecualquierotropersonaje.ElpadreClouïslevantólacabezaymiró,puessehallabadespierto.

Elsolitarioestabaaqueldíademuymalhumor,pueslehabíaocurridounterribleaccidentequelehacíainaccesibleasusmásafablesconciudadanos.

El accidente era muy desgraciado, en efecto: la carabina que le había servidocincoañosparacargarlaconbala,ytreintaycincoparaservirsedeperdigones,habíaestalladoalhacerfuegosobreunconejo.

Eraelprimertiroperdidohacíatreintaycincoaños.Pero el conejo, que huyó sano y salvo, no era lo quemás disgustaba al padre

Clouïs: dosdedosde sumano izquierda sehabíandañadopor la explosión;Clouïshizo la primera cura con hierbas mascadas y hojas; mas no pudo componer sucarabina.

Ahorabien:paraobtenerotraeraprecisoqueelpadreClouïsapelaseasutesoro,y, aunquehiciese un sacrificio tomando la considerable sumadedos luises para lanueva carabina, no podía asegurarse que éstamataría a cada disparo como la queacababadeperdertandesgraciadamente.

Segúnseve,Pitoullegabaenmalmomento.Heaquíporqué cuandopuso lamano sobre el picaportede lapuerta, el padre

Clouïs produjo una especie de gruñido que hizo retroceder al comandante de laguardiacívicadeHaramont.

¿Seríaalgúnloboounajabalinalaquehabíasustituidoallíalsolitario?PoresoPitousedetuvodepronto.—¡Eh,padreClouïs!—gritó.—¿QuéhaY?—preguntóelmisántropo.Pitousetranquilizóalreconocerlavozdeldignoanacoreta.—Bueno—dijo—,¿estáisahí?Ydandounpasoenelinteriordelacabañayhaciendounacortesía,añadió:—Buenosdías,padreClouïs.¿Cómova?—¿Quiénes?—preguntóelherido.—Yo.—Y¿quiénerestú?—Pitou.—¿QuéPitou?—Yo,ÁngelPitou,deHaramont;yasabéis.—Y¿quémeimportaamíqueseasÁngelPitou,deHaramont?—¡Oh, oh!No está de buen humor el padreClouïs, y le he despertado amala

hora.—Muymala:tienesrazón.—¿Quédebohacerentonces?

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—Lomejorquepuedeshaceresirte.—¿Sinhablarunpoco?—¿Hablardequé?—Deunservicioquepodéisprestarme,padreClouïs.—Yonoprestoserviciosdebalde.—Yyopagolosquemehacen.—Esposible;peroyonopuedoyaservirtedenada.—¿Cómoqueno?—Porqueyanomato.—¿Queyanomatáisvos,quenoperdéisunsolotiro?Estonoesposible,padre

Clouïs.—Vamos,retírate.—¡Pero,padreClouïs!—Yameimportunas.—Escuchadme,ynoosarrepentiréis.—Veamos,pues;peropocaspalabras…¿Quédeseas?—Soisunveterano.—¿Quémás?—Puesbien,padreClouïs:yoquiero…—¡Acaba,tunante!—Quieroquemeenseñéiselejercicio.—¿Estásloco?—No: conservo todomi juicio, por el contrario. Enseñadme el ejercicio, padre

Clouïs,yhablaremosdelprecio.—¡Decididamente, este animal se ha vuelto loco! —exclamó el veterano

bruscamente,incorporándosesobresusbrazos.—PadreClouïs,síono;enseñadmeelejerciciocomolohacenenelejército,en

docetiempos,ypedidmeloqueosplazca.Elancianoselevantoamediasy,fijandosumiradahoscaenPitou,lepreguntó:—¿Lacosaquemeplazcahasdicho?—Sí.—¡Puesbien!Lacosaquemeplaceesunacarabina.—¡Ah! ¡Qué oportunamente la pedís! —contestó Pitou—. Yo tengo treinta y

cuatro.—¿Tútienestreintaycuatro?—Sí,ylaqueheescogidoparamiusoosconvendrá:esunagraciosacarabinade

sargento,conlasarmasdelreyembutidasenorosobrelaculata.—Y ¿cómo te has proporcionado esa carabina? Supongo que no la habrás

robado…

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Pitourefiriósuhistoriafrancaylealmente.—Estábien—dijoelancianoguardia—;comprendo.Yobienquisieraenseñarte

elejercicio,perotengolosdedosmalos.YasuvezrefirióaPitouelaccidentequelehabíaocurrido.—¡Puesbien!—contestóPitou—,noospreocupéisdevuestracarabina,porque

seráreemplazada.¡Pardiez!Nosehadepensarmásqueenlosdedos…yconéstosnosucedecomoconlosfusiles,puesyotengotreintaycuatro.

—¡Oh!Encuantoalosdedos,noimporta,ycontalquemeprometasquemañanaestaráaquíelarma…Ven.

Yselevantóalpunto.Laluna,ensucénit,difundíatorrentesdeblancaluzenelclaroqueseextendía

delantedelacabaña.PitouyelpadreClouïsavanzaronporelclaro.Quien hubiera visto en aquella soledad las dos sombras negras gesticulando, y

rodeadas de aquella poética luz, no habría podido menos de experimentar unmisteriosoterror.

ElpadreClouïstomóeltroncodesuarma,mostrándoseloaPitou,ycomenzóaenseñarlelaposiciónylaactituddelmilitar.

Eracuriosovercómoaquelanciano,encorvadoporlacostumbredediscurrirporeltallar,reanimadoporelrecuerdodelregimientoyelaguijóndelejercicio,seerguíade pronto, moviendo la cabeza, cuyos cabellos blancos, pendientes sobre loshombros,estabansólidamenteatados.

—Míramebien—decíaaPitou—;miraconatención,puesasíseaprende.—Cuandohayasvistobienloqueyohago,procuraimitarme:yotemiraréami

vez.Pitouhizolaprueba.—Másadentrolasrodillas;subeloshombros,muevelibrementelacabeza;coloca

lospiesdemodoquehayabuenabase.Conlospiestangrandes,bienpuedeshacerlo.Pitouobedecíalomejorqueleeraposible.—¡Bien!—exclamóelanciano—.Tieneselairebastantemarcial.EstaspalabraslisonjearonmuchoaPitou,puesnoesperabatanto.Enefecto,¡tenerelairemarcialalcabodeunasolahoradeejercicio!¿Quésería

alcabodeunmes?Tendríaelairemajestuoso.Poresoquisocontinuar.Peroerabastanteparalaprimeralección.Por lodemás,elpadreClouïsnoqueríamolestarsedemasiadoantesde tener la

carabina.—No—dijo—;bastaparaunavez:yapuedesenseñarlesenlaprimeralecciónlo

quehasaprendido,yaúntardaráncuatrodíasenaprenderlo,encuyotiempohabrás

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venidoaquídosveces.—¡Cuatro!—exclamóPitou.—¡Ah,ah!—repusofríamenteelpadreClouïs—.Tienesceloybuenaspiernas,

segúnparece.¡Bueno,vencuatroveces!Sinembargo,teadvertiréqueestamosalfindelúltimocuartodeluna,yquemañananohabráclaridad.

—Haremoselejercicioenlacabaña—dijoPitou.—Paraestohasdetraerunavela.—Traeréunalibradeellas,siesnecesario.—Bien.¿Ymicarabina?—Latendréismañana.—Cuentoconello.Veamossiteacuerdasdeloquetehedicho.Pitou volvió a comenzar, y lo hizo demodo quemereció los cumplidos de su

maestro.Ensualegría,hubieraprometidouncañónalpadreClouïs.Terminada aquella segunda lección, y como ya era tarde, Pitou se despidió.

Regresabamás lentamentea sucasa,esverdad,peroconpaso largoaún,y llegóaHaramont, donde todo el mundo, guardias nacionales y simples pastores, estabanentregadosalmásprofundosueño.

Pitousoñóquemandabacomojefeunejércitodevariosmillonesdehombres,yquemandabahacerevolucionesaluniversoenterocolocadoenunasolafila,dandolaordende¡presentenarmas!,conunavozqueseoíahastalaextremidaddelvalledeJosafat.

Desdeeldíasiguientedioomásbientrasladóasussoldadoslalecciónrecibida,con una insolencia en la actitud, y tal aplomo, que elevaron hasta lo imposible elprestigiodequegozaba.

¡Ohpopularidad,soploimperceptible!Pitou llegóaserpopular,y fueadmiradode loshombres,de losniñosyde los

viejos.Hasta lasmujeres quedabanpensativas cuando en su presencia gritaba convoz

estentóreaasustreintasoldadosalineadosenunasolafila.—Pardiez,¡seamosmarciales!¡Miradmeamí!Y,enefecto.Pitouteníaelairemarcial.

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CapítuloLXVIII

DONDECATALINASEOCUPAASUVEZENLADIPLOMACIA

El padreClouïs tuvo su carabina. Pitou eramuchacho de palabra, y para él loprometidoequivalíaaunadeuda.

Diez visitas semejantes a la primera convirtieron a Pitou en un granaderocompleto.

Pordesgracia,elpadreCloui’snoera tanentendidoen lamaniobracomoenelejercicio,ycuandohuboexplicadolavuelta, lamediavueltaylasconversiones,yanotuvomásqueenseñar.

EntoncesPitouapelóalPrácticoFrancésyalManualde laGuardiaNacional,queacababandepublicarse,yaloscualesconsagrólasumadeunescudo.

Gracias al generoso sacrificio de su comandante, el batallón de Haramontaprendióamoverseconbastanteregularidadenunterrenodemaniobras.

Después, cuando Pitou observó que los movimientos se complicaban, hizo unviaje a Soissons, donde vio maniobrar verdaderos batallones, mandados porverdaderosoficiales,yallíaprendióenpocashorasmásqueendosmesesdeteorías.

Dosmesestranscurrieronasí,dosmesesdetrabajo,defatigaydefiebre.Pitouambicioso,Pitouenamorado,Pitoudesgraciadoenamores,y,sinembargo,

¡débil compensación!, cubierto de gloria. Pitou había sacudido bruscamente lo queciertosfisiólogosllaman,pordecirloasí,lapartebruta.

EstaúltimahabíasidodespiadadamentesacrificadaporelalmaenPitou:eljovenhabía corrido tanto, había agitado de tal manera sus miembros y aguzado tanrepetidamentesuingenio,queseextrañabaquepensaseaúnensatisfaceroconsolarsucorazón.

Y,sinembargo,asíera.¡Cuántasveces,despuésdelejercicio,quecasisiempresepracticabadespuésdel

trabajonocturno,cuántasvecesPitouatravesólasllanurasdeLargnyydeNoue,entodasuextensión,ydespuéselbosque,parairallinderodelastierrasdeBoursonne,afindeespiaraCatalina,siemprefielasuscitas!

Catalina, que robando una o dos horas diarias a los trabajos de la casa iba areunirseenunpequeñopabellón,situadoenmediodeunbosquecilloindependientedel castillo de Boursonne, con su amado Isidoro, aquel feliz mortal, siempre másaltivo,siempremásbello,cuandotodossufríanysearrodillabanasualrededor.

¡CuántasangustiasdevoróelpobrePitou,cuántastristesreflexionesdebióhacersobreladesigualdaddeloshombresenmateriadefelicidad!

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¡Pitou, a quien buscaban las jóvenes de Haramont, de Taillefontaine y deVivieres;él,quehubierapodidotenertambiénsuscitasenelbosqueyque,envezdepavonearse como un amante feliz, prefería llorar como un niño a quien han dadoazotes,anteaquellapuertacerradadelpabellóndelseñorIsidoro!

YeraquePitouamabaaCatalina, amábala apasionadamente, tantomás cuantoquelacreíasuperioraél.

Ni siquiera reflexionaba que la joven había dado su corazón a otro, e Isidorohabía dejado de ser objeto de sus celos. Isidoro era un señor, guapo, digno de seramado;peroCatalina,hijadelpueblo,nodebíatalvezdeshonrarasufamiliao,porlomenos,nohubieradebidodesesperaraPitou.

Yeraque,cuandoreflexionaba,suspensamientoseranparaélpuntasmuyagudasquelelacerabancruelmente.

—¡Y bien! —decíase Pitou—. Catalina no ha tenido corazón, porque me hadejado marchar, y después ni siquiera se dignó preguntar si me había muerto dehambre.¿QuédiríaelpadreBillotsisupieraqueseabandonaasíasusamigosysedescuidandeesemodosusnegocios?¿Quédiríasisupieraque,envezdeiravigilareltrabajodelosobreros,laadministradoradelacasaseocupaensusamoresconelseñordeCharny,unaristócrata?ElpadreBillotnodiríanada:mataríaaCatalina.

—Siempre es algo —pensaba Pitou— tener entre manos la facilidad desemejante,venganza.

Sí,perotambiéneramuyhermosonoservirsedeella.Sinembargo,Pitouhabíaobservadoyaquelasbuenasaccionesdesconocidasno

aprovechanalosquelashacen.¿No sería posible conseguir que Catalina tuviese conocimiento de aquel noble

proceder?¡Oh!Nadaeramásfácil:bastabaacercarseaCatalinaalgúndomingoduranteel

baile,ydecirlecomoporcasualidadunadeesasterriblespalabrasquerevelanalosculpablesqueseconocesusecreto.

Aunque no fueramás que ver sufrir un poco a la orgullosa joven, ¿no valía lapenahacerlo?

Masparairalbaileeraprecisopresentarsedemodoquesepudieracompetirconelelegantecaballero,ynoeranadaaceptableparaunrivalponerseenparangónconunhombretanapuestocomoCharny.

Pitou, fértil en recursos, como todos aquéllos que saben concentrar sus penas,hallóunmediomejorquelaconversaciónenelbaile.

El pabellón donde tenían sus citas Catalina y el vizconde de Charny estabarodeadodeunespesotallarcontiguoalbosquedeVillers-Cotterets.

Unsimplefosoindicabaellímiteentrelapropiedaddelcondeyladelparticular.Catalina,aquien llamabanacada instantepara losnegociosde lagranjaen los

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pueblosinmediatos;Catalina,queparallegaraellosdebíaatravesarnecesariamenteelbosque;Catalina,delaquenadasepodíadecirmientrasestabaenél,noteníaquehacermásquefranquearelfosoparaestarenelbosquedesuamante.

Este punto se había elegido seguramente como el más ventajoso para refutarcualquieracusación.

Elpabellóndominabatanbieneltallar,queporlasaberturasoblicuas,convidriosdecolor,sepodíadistinguirtodocuantopasabacerca,ylasalidadeaquelpabellónsedisimulabatanperfectamenteporlaespesura,queunapersonaquesalieseacaballopodíatrasladarseentressaltosalbosque,esdecir,aunterrenoneutral.

PeroPitouhabíaidocontantafrecuenciadíaynoche:Pitouhabíaestudiadotanbienelterreno,queconocíaelsitiopordondeCatalinallegaba,asícomoelcazadorfurtivosabepordóndehadepasarlacorzaquequierecazaralacecho.

JamásCatalinapenetrabaenelbosqueseguidadeIsidoro:éstepermanecíaalgúntiempoenelpabellónparaobservarsilesucedíaalgoalsalir;despuésmarchabaporelladoopuesto,ypuntoconcluido.

El día que Pitou eligió para su demostración fue a emboscarse en el sitio pordonde Catalina debía pasar; y trepó a un haya enorme, que dominaba con sustrescientosañoselpabellónyeltallar.

NohabríatranscurridounahoracuandoviopasaraCatalina;sujetósucaballoenunbarrancodelbosque,ydeun solo salto, comounciervoespantado, franqueóeltosoypenetróeneltallarqueconducíaalpabellón.

PrecisamenteCatalinahabíapasadopordebajodelárboldondesehallabaocultoeljoven.

Pitouno tuvoquehacermásquebajar de su ramay apoyarse en el troncodelárbol. Una vez así, sacó del bolsillo un libro, el Perfecto Guardia Nacional, yaparentóleer.

AlcabodeunahorallegóaoídosdePitouelruidodeunapuertaquesecierrayelrocedeunvestidoenelfollaje; lacabezadela jovenapareciódespuésfueradelramaje,mirandoconinquietudentornosuyo,paraobservarsipodíanverla.EnaquelmomentohallábaseadiezpasosdePitou.

Esteúltimopermanecíainmóvil,consulibrosobrelasrodillas.Peroyanoaparentabaleer,ymirabaaCatalinaconlaintencióndequelajoven

comprendiesequelohacíaexpresamente.CatalinadejóescaparunligerogritoahogadoalreconoceraPitou,púsosepálida

como si la muerte hubiese pasado junto a ella tocándola, y después de una brevevacilación,queserevelabaporeltemblordesusmanosylacontraccióndesuseno,precipitóseenelbosque,y,encontrandosucaballo,emprendióenéllafuga.

PitouvolvióaHaramontenpartefeliz,aunquealgoatemorizado,porque,apenassehubodadocuentade loqueacababadehacer,vioenaquelsimplepasomuchos

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detallesenojososquenoselehabíanocurridoenunprincipio.EldomingosiguienteeraelseñaladoenHaramontparaunasolemnidadmilitar.Bastante instruidos ya, o creyendo estarlo, los guardias nacionales del pueblo

habíanrogadoasucomandantequelosreunieseparapracticarunejerciciopúblico.Algunos pueblos vecinos, excitados por la emulación, y que habían hecho

también estudiosmilitares, debían enviar a Haramont sus guardias para establecerunaespeciedecompetenciaconsusmayoresenlacarreradelasarmas.

Una diputación de cada uno de estos pueblos se había entendido con el estadomayordePitou,ylacapitaneabaunlabrador,antiguosargento.

El anunciode tanmagnífico espectáculohizo acudir amuchos curiosos con sutrajedefiesta,yelCampodeMartedeHaramontfueinvadidodesdelamañanaporuna multitud de mujeres jóvenes y de niños, a los cuales se agregaron máslentamente,aunquenoconmenosinterés,lospadresylasmadresdeloscampeones.

Lo primero que se hizo fue tomar un refrigerio sobre la hierba, muy frugal yreducidoafrutasygalletashumedecidasconaguadelmanantial.

Pocodespuésresonaroncuatrotamboresenotrastantasdireccionesdiferentes,esdecir,deLargny,deVez,deTaillefontaineydeViviers.

Haramonthabíallegadoaseruncentro,yteníasuscuatropuntoscardinales.Un quinto tambor tocó ruidosamente, conduciendo fuera de Haramont a los

treintaytresguardiasnacionales.Entrelosespectadoresveíaseunapartedelaaristocraciaydelaclasemediade

Villers-Cotterets,quehabíaidoallíparareirseunpoco,yademásmuchoslabradoresdelascercanías,queibanparaver.

Muyprontollegaronendoscaballos,unajuntoaotra,CatalinaylamadreBillot.EraelmomentoenquelaguardianacionaldeHaramontdesembocabadelpueblo

alsondeunpitoyuntambor,mientrasquesucomandante,Pitou,montabaungrancaballoblanco,prestadoporManiquet,suteniente,afindequelaimitacióndeParísfuesemáscompleta,yparaqueelgeneralLafayetteestuvieserepresentadoadvivumenHaramont.

Pitou,rebosandodeorgulloysatisfacción,cabalgaba,espadaenmano,enaquelgran caballo de doradas crines, y si en su aspecto no se notaba algode elegante yaristocrático,porlomenosteníaunairederobustezyvalentía,agradabledever.

Aquella entrada triunfal de Pitou y de sus hombres, es decir, de aquéllos quehabíandadoelejemploalaprovincia,fueacogidaconalegresaclamaciones.

LaguardianacionaldeHaramontllevabasombrerossemejantes,adornadostodosde la escarapela nacional, fusiles relucientes, y marchaba en dos filas con unaigualdadmuysatisfactoria.

Poresocuando llegóalcampodemaniobras sehabíaconquistadoya todos lossufragiosdelaasamblea.

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PitouviodereojoaCatalinaysesonrojó,mientrasqueellapalidecía.Desdeaquelmomentolarevistatuvoparaélmásinterésqueparatodoelmundo.Mandó hacer primeramente a sus soldados el ejercicio de fusil, y cada

movimiento que ordenó fue ejecutado con tal precisión que al punto resonaron losaplausos.

Peronosucediólomismoconlosguardiasnacionalesdelosotrospueblos,quesemostraron torpes y descompuestos. Los unos, medio armados ymal instruidos, sedesmoralizabanyapor lacomparación,exagerandolosotrosconorgullo loque tanbiensabíanlavíspera.

Todosellosnodieronmásqueresultadosimperfectos.Pero del ejercicio se debía pasar a la maniobra, y aquí era donde el sargento

esperabaasucompetidorPitou.Atendida su antigüedad, el sargentohabíaobtenido elmandoen jefe, y para él

tratábase tan sólo de hacer maniobrar a los ciento setenta hombres del ejércitogeneral.

Peronopudoconseguirlo.Pitou, con su espada debajo del brazo y su fiel casco en la cabeza, miraba

sonriendocomohombresuperior.Cuando,elsargentohubovistolascabezasdesuscolumnas,queseperdíanentre

losárbolesdelbosque,mientrasquelaretaguardiatomabaelcaminodeHaramont,yalobservarqueloscuadrossedispersaban,confundiéndoseunosconotros,entantoque los jefes de fila se aturdían sin saber qué hacer, se oyó un murmullo dedesaprobaciónparasusveintesoldados.

EntoncesresonóungritoporlapartedeHaramont.—¡Pitou,Pitou,Pitou!—¡Sí,sí,Pitou!—gritaronloshombresdelosotrospueblos,furiososalveruna

inferioridadqueatribuíancaritativamenteasusinstructores.Pitouvolvióamontaensucaballoblancoy,poniéndosealfrentedesushombres,

loscualescolocóalacabezadelejército,diolavozdemandocontalenergíayunavoztanestentórea,quelasencinasdelbosqueseestremecieron.

Enelmismoinstante,ycomopormilagro,lasfilasdesordenadassealinearon;losmovimientosuniformesejecutáronseconunaprecisiónquenopudoperturbarseporel entusiasmo, y Pitou puso en práctica de una manera tan feliz las lecciones delpadre Cloui’s y la teoría del Perfecto Guardia Nacional, que obtuvo un éxitobrillante.

Elejército,reunidoyunánime,lenombróimperatorenelcampodebatalla.Pitouseapeó, inundadodesudoryebriodeorgullo,yal sentarelpieen tierra

recibiólasfelicitacionesdelospueblos.PeroalmismotiempobuscabaentrelamultitudlasmiradasdeCatalina.

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Derepente,lavozdelajovenresonóensuoído.PitounohabíanecesitadoirenbuscadeCatalina,sinoqueéstaveníaaverle.Eltriunfoeracompleto.—¡Comó!—exclamólajovenconairerisueño,desmentidoporlapalidezdesu

rostro—. ¿No nos dice nada a nosotros el señorÁngel? ¿Tanto es vuestro orgulloporquesoisungrangeneral?

—¡Oh!No—contestóPitou—.¡Buenosdías,señorita!Y,volviéndosehacialamadreBillot,añadió:—Tengoelhonordesaludaros,señoraBillot.Después,dirigiéndosedenuevoaCatalina,ledijo:—Señorita, os engañáis: yo no soy un gran general, sino un pobre muchacho

animadodeldeseodeserviramipatria.Esta frase fue transmitida por las oleadas de la multitud, y en medio de

universalesaclamacionessedeclaróqueerasublime.—Ángel—dijoenvozbajaCatalina—esprecisoqueoshable.—¡Ah,ah!—pensóPitou—.Yaestamos.Yenvozaltacontestó:—Avuestrasórdenes,señoritaCatalina.—Puesvolvedconnosotrasalagranja.—Estábien.

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CapítuloLXIX

LAMIELYELACÍBAR

CatalinasehabíaarregladodemodoquepudieraquedarsolaconPitou,apesardelapresenciadesumadre.

LabuenaseñoraBillothabíaencontradoalgunascomplacientescompañerasquelahabíanseguido,sosteniendolaconversación,yCatalina,dejandosumonturaaunadeellas,volvióapieporlosbosquesconPitou,quesehabíasustraídoasustriunfos.

Esta especie de arreglos no extrañan a nadie en el campo, donde todos lossecretospierdensuimportanciaacausadelaindulgenciaqueconcedenunosaotros.

PareciónaturalquePitoutuvieraquehablarconlaseñoraBillotysuhija,yacasonoseecharadever.

Aquel día, cada cual tenía su interés en el silencio y en la densidad de lassombras.Todocuantoeragloriaodichaocultábasebajolasencinassecularesenlospaísesdebosque.

—Hemeaquí,señoritaCatalina—dijoPitoucuandoestuvieronsolos.—¿Porquéhabéisestadoausentedelagranjatantotiempo?—preguntóCatalina

—.Nomeparecebien,señorPitou.—Pero,señorita—replicóPitou,admirado—,biensabéis…—Nosénada…Estámalhecho.Pitousemordióloslabios:lerepugnabavermentiraCatalina.Lajovenloechódever.Porotraparte, lamiradadePitouerasiemprefrancay

leal,yahoralabajaba.—Escuchad,señorPitou:otracosatengoquedeciros.—¡Ah!—Elotrodía,enellugardondemevisteis…—¿Dóndeoshevisto?—¡Ah!Bienlosabéis.Catalinaseruborizó.—¿Quéhacíaisallí?—dijo.—¿Me reconocisteis? —preguntó Pitou con un tono de dulce y melancólica

reconvención.—Alprontono,perodespuéssí.—Y¿cómoeseso?—Esqueavecessehallaunadistraída,andaynofijalaatención;perodespués

reflexiona.

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—Seguramente.Catalina guardó silencio, y Pitou también.Uno y otro tenían demasiadas cosas

quepensarparahablartanclaro.—Enfin—repusoCatalina—,¿noeraisvos?—Si,señorita.—¿Quéhacíaisallí?¿Estabaisescondido?—¿Escondido?Nadadeeso.¿Porquémehabíadeesconder?—¡Oh!¡Lacuriosidad!…—Señorita,yonosoycurioso.Catalinagolpeóelsueloconsupequeñopie,haciendounademándeimpaciencia.—Locierto es—repuso—que estabais allí, y que aquél no es sitio de los que

acostumbráisfrecuentar.—Señorita,yavisteisqueleía.—¡Ah!Loignoraba.—Puestoquemehabéisvisto,debéissaberlo.—Oshevisto,esverdad,perovagamente.Y…¿vosleíais?—ElPerfectoGuardiaNacional.—¿Quéeseso?—Unlibroenelqueaprendolatácticaparaenseñarladespuésamishombres.Y

paraestudiarbien,yasabéis,señorita,queesprecisoaislarse.—Estoesverdad;yenellinderodelbosque,nadaosdistrae.—Absolutamentenada.Siguióseotrapausa.LaseñoraBillotylascomadreshablabansiempre.—¿Estudiáislargotiempocuandovaisalbosque?—preguntóCatalina.—Algunasveces,díasenteros,señorita.—Entonces—exclamólajovenvivamente—haríalargotiempoqueestabaisallí.

Esextrañoquenoosvieracuandollegué—dijoCatalina.Enestomentía,ytanatrevidamente,quePitouestuvotentadodedecírselo;pero

seavergonzabaporella;estabaenamorado,ydeconsiguienteeratímido,defectosaquedebiósucircunspección.

—Tal vez me durmiera —dijo Pitou—, lo cual sucede a veces cuando laimaginacióntrabajamucho.

—Eso es, y, sin duda, durante vuestro sueño yo pasé al bosque para tomar lasombra,yllegué…lleguéhastalasantiguasparedesdelpabellón.

—¡Ah!—exclamóPitou—.Delpabellón…¿Quépabellónesése?Catalina se ruborizó de nuevo.La pregunta le parecía demasiado afectada para

creerquefuesesincera.—ElpabellóndeCharny—repuso,aparentando también tranquilidad—.Allíes

dondecrecelamejorfavacrasadelpaís.

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—¡Hola!—Mehabíaquemadoconlejía,yesashojassonunbuenremedio.Ángel, el pobre, como si hubiera querido creer aquello, fijó unamirada en las

manosdeCatalina.—Nohasidoenlasmanos—dijolajovenvivamente—,sinoenelpie.—Y¿encontrasteisloquebuscabais?—Sí,yanocojeo:mirad.—Menos cojeaba aún—pensóPitou—cuando la vi corriendo comouna corza

entrelosbrezos.Catalina creyóquehabía triunfado, imaginándose quePitounohabía sabidoni

vistonada.Y,cediendoaunmovimientodealegría,movimientopocodignodeunalmatan

hermosa,replicó:—¿Conque el señorPitou se burlabadenosotras, estabaorgullosode sunueva

posiciónyteníaamenoshablarconlospobresaldeanosdesdequeesoficial?Pitouseresintió:tangransacrificiocomoelsuyo,aunquedisimulado,exigecasi

siemprerecompensa,ycomoCatalina,porelcontrario,parecía reprenderyhacerleburla, sin duda por comparación con Isidoro de Charny, todas las buenasdisposicionesdePitousedesvanecieron.Elamorpropioesunavíboradormidaquenuncaesprudentepisar,amenosdeaplastarlaconelpie.

—Señorita—replicó—,meparecequemásqueeraisvosquienseburlabademí.—¿Porqué?—Enprimerlugar,medespedisteisdelagranjarehusándometrabajo.¡Oh!Nole

hedichonadaalseñorBillot,aDiosgracias:tengobrazosyuncorazónalserviciodemisnecesidades.

—Osaseguro,señorPitou…—Basta, señorita: vos sois dueña de vuestras acciones, y podíais despedirme;

pero ya que fuisteis al pabellón deCharny, y que yo estaba allí, y queme habéisvisto,avoscorrespondíahablarme,envezdehuir,comolaqueharobadomanzanas.

Lavíborahabíamordido.Catalinacayódesdeloaltodesutranquilidad.—¿Huir?—dijo—.¿Yohuía?—Como si se hubiese incendiado la granja, señorita; apenas había tenido yo

tiempoparacerrarellibro,cuandoyahabíaissaltadosobreesepobreCadet,ocultoentreelfollaje,dondedevorótodalacortezadeunfresno,porlocualseperderáelárbol.

—¡Unárbolperdido!¿Quémedecís,señorPitou?—balbuceóCatalina,aquienabandonabatodosuaplomo.

—Es muy natural —continuó Pitou—. Mientras que vos buscabais la hierba,Cadetmordíalacortezadelárbol,yenunahoraelcaballodevoramucho.

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—¡Enunahora!—exclamóCatalina.—Esimposible,señorita,queuncaballodespojedetalmodounárbolcomoése

enmenos tiempo.Debéis haber cogido hierba para tantas heridas como las que seinfirieron en la plaza de la Bastilla: la favacrasa es una famosa planta para lascataplasmas.

Catalina,muypálidayconfundida,nosupoquédecir.Pitousecallóasuvez,pueshabíadichobastante.La madre Billot, detenida en una encrucijada, se disponía a despedirse de sus

compañeras.Pitou,queestabaenunsuplicio,porqueacababadeinferirunaheridacuyodolor

sentíaélmismo,balanceábasealternativamentesobreunayotrapierna,comoelavequequierevolar.

—Vamos,¿quédiceeloficial?—gritólaseñoraBillot.—Dicequesedisponeadaroslasbuenastardes—contestóPitou.—Aúnno,quedaosunpoco—dijoCatalinaconacentocasidesesperado.—¡Puesbuenastardes!—dijolamadreBillot.¿Vienestú,Catalina?—¡Oh!Decidmelaverdad—murmurólajoven.—¿Cuál,señorita?—¿Nosoismiamigo?—¡Aydemí!—exclamóelinfeliz,quesinexperienciaaúnentrabaenelamorpor

el peligroso camino de las confidencias, del que solamente los hábiles saben sacarpartidoendetrimentodesuamorpropio.

Pitou sintió que su secreto se le iba a escapar de los labios, comprendiendotambiénquelaprimerapalabradeCatalinalepondríaamerceddeella.

Pero también reconoció que si hablaba era hombre perdido, previniendo quemoriría de pesar el día en que Catalina le anunciara lo que él no hacía más quesospechar.

Estainquietudlehizopermanecermudocomounromano.SaludóalaseñoritaCatalinaconunrespetoqueangustióelcorazóndelajoven,y

despuésalaseñoraBillotconamablesonrisa,desapareciendodespuésenlaespesuradelbosque.

Catalina,apesarsuyo,diounsaltocomoparaseguirle.LamadreBillotdijoasuhija:—Esemuchachotienealgobueno;eslistoynolefaltacorazón.Cuando estuvo solo, Pitou dio principio a un largo monólogo sobre el tema

siguiente:—¿Eseso loque se llamaamor?Esmuydulceenmomentosdados;peromuy

amargoenotros.Elpobremuchachoera tancándidoy tanbueno,queno reflexionabaqueenel

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amorhaymielyacíbar,yqueelseñorIsidorohabíaguardadoparasílaprimera.Apartirdeaquelmomento,Catalina,quehabía sufridohorriblemente,concibió

una especie de respetuoso temor hacia Pitou, temor que estaba muy lejos deexperimentaralgunosdíasantesrespectoalinofensivoygrotescopersonaje.

Cuandonoseinspiraamor,nodesagradainspirarunpocodetemor,yPitou,queansiabamuchotenerdignidadpersonal,nosehabríalisonjeadopocoaldescubrirestegénerodesentimientoenCatalina.

Pero como no era bastante fisiólogo para adivinar las ideas de unamujer a laleguaymediadedistancia,secontentóconllorarmucho,recordandounainfinidaddecancionesdelpueblo,lasmástristesymelancólicasqueconocía.

Su ejército se habría desengañadomucho al ver a su general entregado a unasjeremiadastanelegíacas.

Cuando Pitou hubo cantado, llorado y andadomucho, volvió a su casa, dondepudo ver que los idólatras deHaramont habían puesto centinela en su puerta parahonrarle.

Peroelcentinelanoteníaelarmaalbrazoporqueestabaebrioydormíasobreelbancodepiedraconelfusilentrelaspiernas.

Pitou,asombrado,ledespertó.Entonces supoque sus treintahombreshabíanorganizadoun festín encasadel

padre Tellier, el Batel de Haramont; que doce de las comadres más entusiastascoronabana losvencedores,yquesehabía reservadoelpuestodehonoralTurenaquehabíabatidoalCondedelcantónvecino.

Pitou se había fatigado demasiado el corazón para que el estómago no seresintiese de ello. «Se ha extrañado —dice Chateaubriand— que contenga tantaslágrimas el ojo de un rey; pero jamás se pudo medir el vacío que las lágrimasproducenenelestómagodeunadulto».

Pitou,conducidoporsucentinelaalasaladelfestín,fuerecibidoconestrepitosasaclamaciones.

Saludó silenciosamente, sentóse del mismo modo, y con la calma que todosconocíanatacólastajadasdeterneraycuantoledieron.

Estodurótodoeltiemponecesarioparaquesucorazónsedilataraysuestómagosellenase.

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CapítuloLXX

DESENLACEIMPREVISTO

Unfestíndespuésdeunpesaresundolormásvivoounconsueloabsoluto.Pitouechódever,alcabodedoshoras,quesupenanoaumentaba.Yselevantócuandotodossuscompañerosnopodíanmoverseya.Lesdirigióun

discurso sobre la sobriedad de los espartanos cuando todos estaban completamenteborrachos; y después díjose que sería bueno ir a pasear cuando todos estabanroncandodebajodelamesa.

En cuanto a lasmuchachas deHaramont, debemosdeclarar en honor suyoqueantes de los postres se habían escapado sin que su cabeza, ni sus piernas, ni sucorazónhubiesenhabladosignificativamente.

Pitou,elvalienteentrelosvalientes,nopudomenosdehaceralgunasreflexiones.Detodosaquellosamores,detodasaquellasbeldades,detodasaquellasriquezas,

nadalequedabaenelalmayenlamemoriamásquelasúltimasmiradasylasúltimaspalabrasdeCatalina.

En lamedia tinta que oscurecía su pensamiento recordaba que varias veces lamanodelajovenhabíatocadolasuya,quesushombroshabíanrozadofamiliarmentelos de él, y que, hasta en los momentos de discusión, ciertas particularidades deCatalinalerevelarontodassusbuenasdotesysusbondades.

Entonces, arrepentido de haber tratado a la joven con dureza, buscaba a sualrededor,comohombrequesedespierta.

Preguntabaa las sombrasporquéhabía sido tanseveroparauna jovenqueeratodaellaamor,dulzurayencantos,unajovenquealprincipiodesuvidapodíamuybienhabersoñadounaquimera,unimposible.¡Ay!¿Quiénnotienelasuya?

Pitousepreguntabaporquéél,unaespeciedeoso,feoypobre,habíadeinspiraramoralamáslindajovendelpaís,cuandoasuladohabíaunapuestocaballero,galányenamorado,quehacíalacorteaCatalina.

Pitouselisonjeabadespuésdetenersumérito,ycomparábaseconlavioleta,queexhala,discretaeinvisiblemente,suagradableperfume.

Encuantoa la invisibilidaddelperfume,nodejadadesermuyverdadera;peroaquéldependíadelvino,aunquefuesedeHaramont.

Pitou, así fortalecido por la filosofía contra lasmalas inclinaciones, se confesóque había observado una conducta inconveniente con aquella joven, o más bien,censurable.

Díjosequeaquéleraelmedioparahacerseaborrecer;quehabríacalculadomuy

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mal; y que, alucinada por el señor de Charny, Catalina tendría pretexto para noreconocerlasbrillantescualidadesdePitousiésterevelabamalcarácter.

Erapreciso,pues,daraCatalinaunapruebadequeloteníabueno.Pero¿cómo?Un Lovelace hubiera dicho: «Esa joven me engaña y se burla de mí: yo la

engañaré,burlándometambiéndeella».Un Lovelace habría dicho: «La despreciaré, haciéndola avergonzarse de sus

amorescomopocodecorosos».«Leinfundirétemoryladeshonraré,haciendoparaellaespinosoelsenderoque

conduceasuscitas».PeroPitou,aquelalmahermosa,caldeadaporelvinoy lafelicidad,sedijoque

haríaquelajovenseavergonzasedenohaberamadoaunmancebocomoél.Yademás,precisoesconfesarlo,lascastasideasdePitounopodíanadmitirque

lahermosa, lacasta, laaltivaCatalina,pudiera serparael señor IsidorodeCharnymásqueunalindacoquetaaquienhacíansonreírlosencajesdelnoble,sucalzóndeanteysusbotasconespuelas.

Ahorabien:¿quéleimportabaaPitouqueCatalinaseenamorasedelosencajesydelasespuelas?

Algún día el señor Isidoro iría a la ciudad, se casaría con una condesa, sinacordarseyadeCatalina,yconelloacabaríalanovela.

Todasestasreflexiones,dignasdeunviejo,eraninspiradasporelvinoanuestrovalerosojefedelosguardiasnacionalesdeHaramont.

Ahorabien:paraprobaraCatalinaqueerahombredebuencarácter,debíaborrarenelánimodelajovenelmalefectodelasmalaspalabrasquehabíapronunciado.

ParaestoeranecesarioantetodoveraCatalina.Lashorasnoexistenparaelhombreebrioquenotienereloj.Pitou no lo tenía, y había salido de la casa embriagado como Baco o sumuy

amadohijoTespis.No recordabaquehacíamásde treshorasquesehabíaseparadodeCatalina,y

queéstanonecesitabamásdeunaescasaparallegaraPisseleux.Yselanzóporelbosque,cortandoatrevidamenteatravésdelosárboles,demodo

quepudiesellegaraPisseleuxevitandolosángulosdeloscaminosabiertos.Dejémosleentrelosárboles,lasespesurasyloszarzales,haciendodaño,conlos

piesyelpaloenelbosquedelduquedeOrleans,elcualledevolvíalosgolpesconusura.

Volvamos a Catalina, que, por su parte, pensativa y desconsolada, volvía a lagranjadetrásdesumadre.

Apocospasosdelacasahayunpantano;apartirdeéste,elcaminoseestrecha,ycomodoscaballosnopuedenpasardefrente,elunohadeirenposdelotro.

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LamadreBillotpasóprimero.Catalinaibaaseguirla,cuandooyóunligerosilbido,comodellamada.Alvolverlacabezavioenlasombraelgalóndeunagorraqueeraladellacayo

deIsidoro.Dejóasumadrecontinuarlamarcha,locualhizoaquéllasinlamenorinquietud,

porquesehallabaacienpasosdelagranja.Ellacayoseacercó.—Señorita—dijo—,elseñorIsidoronecesitaverosestamismanoche,yosruega

queleesperéisalasonceencualquierparte,dondeosplazca.—¡Diosmío!—exclamóCatalina—.¿Lehabráocurridoalgunadesgracia?—Lo ignoro, señorita; pero esta tarde ha recibido de París una carta con sello

negro.Haceyaunahoraqueesperoaquí.Las diez daban en la iglesia de Villers-Cotterets, y, unas tras otras, las horas

pasabanalosaires,comoconducidasenalasdebronce.Catalinamiróasualrededor.—Pues bien—dijo—; este sitio es sombrío y retirado: esperaré a vuestro amo

aquí.Ellacayovolvióamontaracaballoypartióalgalope.Catalina,temblorosa,entró

enlagranjadetrásdesumadre.¿Qué tendría que anunciarle Isidoro a semejante hora, como no fuese una

desgracia?Unacitadeamorrevisteformasmásrisueñas.Perolacuestiónnoestabaenesto.

Isidoropedíaunacitadenoche,ypocoimportabalahoraniellugar,pueshubieraidoaesperarleenelcementeriodeVillers-Cotteretsamedianoche.

Nisiquieraquisoreflexionar;abrazóasumadreyretiróseasuhabitacióncomoparaacostarse.

La señoraBillot, sin desconfianza, se acostó también. Por lo demás, aunque lapobremujerhubieraconcebidosospechas,¿noeraCatalinaladueñadelacasa,segúnordensuperior?

Cuandoestuvoensuhabitación,lajoven,envezdeacostarse,esperó.Oyóquedabanlasdiezymedia,ydespuéslasoncemenoscuarto.Aestahoraapagósuluzybajóalcomedor.Lasventanasdeéstedabanalcamino;abrióunadeéstasysaltó ligeramenteal

otrolado.Dejólaventanaabiertaparapoderentrardespués,ycontentóseconacercaruno

delospostigos.Despuéscorrió,enmediodelaoscuridad,allugarindicado,yallí,conelcorazón

palpitante,laspiernastemblorosas,unamanosobresufrenteardorosaylaotrasobresuseno,esperó.

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Pocotuvoqueaguardar,puesmuyprontooyóruidodecaballosquecorrían.Entoncesdiounpasohaciaadelante.Isidoroseacercóaellayellacayosequedóatrás.Sin apearse, Isidoro alargó los brazos, levantó a Catalina sobre el estribo y la

estrechócontrasupecho,diciéndole:—Catalina, ayer mataron a mi hermano Jorge en Versalles, y mi hermano

Oliveriomellama:esprecisoquemarche.Aestaspalabrascontestóunaexclamacióndolorosa,yCatalinaestrechóaCharny

convulsivamenteentresusbrazos.—¡Oh!—dijo—.SihanmatadoavuestrohermanoJorge,tambiénosmatarána

vos.—Catalina, suceda lo que quiera. Mi hermano mayor me espera: bien sabéis

cuántoosamo.—¡Ah!¡Quedaos,quedaos!—exclamólajoven,quedelaspalabrasdeIsidorono

comprendiómásqueunacosa,yeraquesemarchaba.—¡Peroelhonor,Catalina,ymihermanoJorge,ylavenganza!—¡Oh,desventuradademí!—exclamóCatalina.Ysedejócaer,rígidaypalpitante,enlosbrazosdelcaballero.Unalágrima,rodandoporlamejilladeIsidoro,cayósobreelcuellodelajoven.—¡Oh! ¡Lloráis!—exclamó Catalina—. Esto prueba que soy amada. ¡Gracias,

gracias!—¡Ah!Sí,sí,Catalina;peromihermanomayormellama,yesprecisoobedecer.—Id,pues—dijolajoven—;yanoosdetengo.—Elúltimobeso,Catalina.—¡Adiós!Ylajoven,resignada,porquecomprendíaqueanteaquellaordendesuhermano

nadaimpediríaaIsidoroobedecer,sedeslizódesdelosbrazosdesuamantehastaelsuelo.

Isidorovolviólosojos,suspiróyvacilóunmomento;pero,vencidoporlaordenirresistiblequeacababaderecibir,pusosucaballoalgalope,dirigiendoaCatalinaelúltimoadiós.

Ellacayolesiguióatravésdeloscampos.Catalinaquedóentierra,enelmismositiodondehabíacaído,obstruyendoconsu

cuerpoelangostosendero.Casi en elmismo instante se vio un hombre que venía por la parte deVillers-

Cotterets; avanzaba a largos pasos en dirección a la granja, y en su rápida carreratropezócontraelcuerpoinanimadoqueyacíaentierra.

El hombre, perdiendo el equilibrio, rodó por el suelo, y solamente al tocar elcuerporeconocióqueestabainerte.

—¡Catalina!—exclamó—.¡Catalinamuerta!

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Yprofirióungritoterrible,quehizoaullaralosperrosdelagranja.—¡Oh! —exclamó—. ¿Quién ha dado muerte a Catalina? Y, al decir esto,

sentóse,pálidoytembloroso,colocandoaquelcuerpoinanimadosobresusrodillas.

FIN

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ALEXANDREDUMAS(Villers-Cotterêts,1802-Puys,cercadeDieppe,1870),fueuno de los autores más famosos de la Francia del siglo XIX, y que acabóconvirtiéndose en un clásico de la literatura gracias a obras como Los tresmosqueteros(1844).oElcondedeMontecristo(1845).

DumasnacióenVillers-Cotterêtsen1802,depadremilitar—quemurióalpocodenacerelescritor—ymadreesclava.Deformaciónautodidacta,Dumasluchóparapoderestrenarsusobrasdeteatro.NofuehastaquelogróproducirEnriqueIII(1830)queconsiguióelsuficienteéxitocomoparadedicarsealaescritura.

Fueconsusnovelasyfolletines,aunquesiguióescribiendoyproduciendoteatro,conloqueconsiguióconvertirseenunauténticofenómenoliterario.Autorprolífico,se le atribuyen más de 1.200 obras, aunque muchas de ellas, al parecer, fueronescritasconsupuestoscolaboradores.

DumasamasóunagranfortunayllegóaconstruirseuncastilloenlasafuerasdeParís. Por desgracia, su carácter hedonistas le llevó a despilfarrar todo su dinero yhastaverseobligadoahuirdeParísparaescapardesusacreedores.

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Notas

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[1] Paramejor inteligencia de nuestros lectores que no estén familiarizados con lasespeciesforestalesdiremosqueélesel frutodelhaya,conelcualsefabricaaceitebastantebueno,siendopara lospobresunaespeciedemanáquedurantedosmesesdelañolescaedelcielo.<<

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[2]MatadelafamiliadelasPapilionáceas,deunoadosmetrosdealtura,ramosa,conhojascompuestasdetreshojuelas,floresamarillasyenlasvainasdelfrutosemillasarriñonadas.<<

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[3]MonedaantiguadeFranciaydeCastilla.<<

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[4]Mástarde,Lafayettehizo,porsuparte,laobservacióndequeelazulyelrojoerantambiénloscoloresdelacasadeOrleans,ypropusoagregarelblanco,diciendoalosquedeélrecibíanlaescarapela:«Laqueosentregodarálavueltaalmundo.<<

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[5]DebeadvertirsequelapalabraBillotsignificatajo.<<

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[6]¿Esdadoafligiraquienseama?<<

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