1
“SOLIDARIDAD INTERGENERACIONAL: LA
APORTACIÓN DE LOS ABUELOS A LA VIDA
FAMILIAR EN ESPAÑA”
EVA RAMÓN CARRO1
(Universidad Complutense de Madrid)
RESUMEN:
La familia como principal núcleo de socialización ha experimentado una gran
transformación en las últimas décadas; el clásico prototipo de familia tradicional ha
dado paso a una diversidad de tipologías familiares que suponen una restructuración
mental y organizativa de las mismas en cuanto al cuidado y la crianza de los más
pequeños. Esta trasformación ha venido de la mano de dos factores; por un lado,
demográficos, debido al proceso continuo de envejecimiento de la población en las
sociedades desarrolladas, y por otro, sociales, destacando la continua incorporación de
la mujer al mercado laboral, las escasas políticas de conciliación familiar de las que
disponemos así como el actual contexto de crisis, llegando a generar nuevas necesidades
de cuidado dentro de la familia. Las consecuencias de estos cambios sociodemográficos
se pueden apreciar en aspectos que afectan a las relaciones familiares al convertir la
figura del abuelo en un pilar fundamental en la sociedad española actual dando lugar a
la aparición de nuevos roles en las relaciones intergeneracionales. Los abuelos han
tenido un papel importante en la transmisión de valores y muestra de afecto hacia sus
nietos, pero en estas últimas décadas, el papel ha cambiado y están asumiendo su
cuidado, crianza y educación. La dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a
ser diaria y casi a jornada completa, y en muchos casos, ha pasado de ser una ilusión a
una obligación, implicando un esfuerzo físico, emocional y económico muy importante.
PALABRAS CLAVE:
Solidaridad, familia, nietos, cuidado, generaciones
1 Graduada en Sociología. (Universidad Complutense de Madrid ).Máster Psicología Social
2
1. INTRODUCCIÓN
La familia es el principal núcleo de socialización que permite desarrollarnos como
personas y nos ayuda a adquirir los valores predominantes de nuestra sociedad. A lo
largo de la vida, constituye un marco de referencia estable, una fuente de apoyo a la que
acudir así como un espacio donde prestar y recibir cuidados. Sin embargo, esta
importante estructura y marco de relación ha experimentado una gran transformación en
las últimas décadas; el clásico prototipo de familia tradicional ha dado paso a una
diversidad de tipologías familiares que han supuesto una restructuración mental y
organizativa de las mismas en muchos aspectos, pero especialmente en el cuidado y la
crianza de los más pequeños.
Esta trasformación ha venido de la mano de dos factores: demográficos y sociales. Por
un lado, demográficos, ya que debido al proceso continuo de envejecimiento de la
población en las sociedades desarrolladas, se permite a las personas mayores de 65 años
tener oportunidad para una mayor presencia y participación en las decisiones y
responsabilidades dentro del sistema familiar, incluyendo una incorporación activa en
las tareas del cuidado de los nietos. Además, es también relevante la progresiva
comprensión de la morbilidad2, que posibilita que las personas mayores alcancen la
“abuelidad” en condiciones cada vez más aceptables de salud, permitiéndoles realizar
actividades que eran impensables hace treinta años. Y por otro lado, sociales, en los que
cabe destacar la continua incorporación de la mujer al mercado laboral, las escasas
políticas de conciliación familiar de las que dispone nuestro país así como el actual
contexto de crisis en el que estamos inmersos, llegando por ende a generar nuevas
necesidades de cuidado dentro de la familia.
Las consecuencias de estos cambios sociodemográficos se pueden apreciar en diversos
aspectos que afectan a las relaciones familiares, sobre todo porque están convirtiendo la
figura del abuelo en un pilar fundamental en la sociedad española actual debido a que la
prolongación de la vida está permitiendo la coexistencia de diferentes generaciones y
por tanto, la aparición de nuevos roles en las relaciones intergeneracionales. Cabe decir
que desde siempre los abuelos y abuelas han tenido un papel muy importante en la
2 Diccionario RAE: “Proporción de personas que enferman en un lugar durante un periodo de tiempo
determinado en relación con la población total de ese lugar”.
3
transmisión de valores y muestra de afecto hacia sus nietos, pero en estas últimas
décadas, el papel ha cambiado y están asumiendo su cuidado, crianza y educación. La
dedicación ha pasado de ser voluntaria y esporádica a ser diaria y casi a jornada
completa, y en muchos casos, ha pasado de ser una ilusión a una obligación, implicando
para los abuelos un esfuerzo físico, emocional y económico muy importante.
Es por ello que las relaciones intergeneracionales en general y los vínculos que los
abuelos establecen con sus nietos en particular, son temas que están adquiriendo un
indudable interés por los investigadores sociales, puesto que el número de personas que
llegan a ser abuelos aumenta progresivamente así como también lo hace el número de
años que el abuelo o la abuela puede compartir con sus nietos. De esta forma y
partiendo de una revisión bibliográfica, pretendo desarrollar el tema de cómo los
abuelos contribuyen al bienestar de sus familias dentro de un entorno donde la
conciliación de la vida laboral y familiar es cada vez una tarea más ardua. Para ello,
resulta especialmente importante dar cuenta de los factores que han hecho posible un
despliegue mayor de dicho rol, el estudio de las características del rol de abuelo/a actual
junto con la relación y actividades que comparte con su nieto/a, y finalmente, es
relevante aportar información acerca de las posibles repercusiones y beneficios que
conllevan dichas tareas de cuidado en la salud de éstos.
2. SOLIDARIDAD FAMILIAR: UNA APROXIMACIÓN
CONCEPTUAL
Los procesos de transformación que estamos experimentando en nuestra sociedad
afectan, a ritmos e intensidades diferentes, a todas las instituciones sociales construidas
durante la primera modernidad3. En este sentido, y teniendo en cuenta el tema que nos
compete, la estructura y dinámica de la vida familiar en España no ha sido ajena a los
profundos cambios que se han registrado en el pasado reciente en la sociedad española,
y en general, en todos los países desarrollados (González y Requena, 2008).
3 Época histórica en Occidente que siguió a las revoluciones americana (1787) y francesa (1789) y
abraza los siglos XIX y XX.
4
Mientras que por un lado, ha aumentado la libertad individual y se ha reducido el
control social sobre múltiples dimensiones de la vida familiar tradicionalmente sujetas a
modelos normativos muy arraigados, por otro, se ha reforzado el control social sobre las
dinámicas de poder que se desarrollan en el seno de la realidad familiar, anteponiendo
los derechos individuales a los de la institución; todo ello tanto en el plano legislativo
como en el de las actitudes y comportamientos. Este proceso de transformación del
control social y la correspondiente ganancia de la autonomía personal en los proyectos
de vida de los individuos ha sido sintetizado por Ulrich Beck (1986) mediante el
concepto de “individualización”. Con este concepto se pretende poner de relieve el
mayor protagonismo que la cultura actual concede a las opciones y decisiones
individuales frente a las normas sociales en ámbitos tales como la profesión, la política
y la vida familiar (Meil, 2011).
En este caso, ni Beck ni sus colaboradores desarrollaron los posibles efectos de la
individualización en las pautas de solidaridad familiar; sin embargo, implícita en su
tesis se encuentra la afirmación de una erosión de ésta como corolario del menor control
social ante comportamientos familiares, de la mayor vulnerabilidad de los matrimonios
y de las aspiraciones profesionales de las mujeres. Es decir, formulado en términos más
generales, la mayor libertad de los individuos derivada del menor control social sobre
los proyectos de vida redundaría en una menor capacidad de ayuda y de fiabilidad de las
redes sociales y en una mayor dependencia de las instituciones. En esta línea
argumental, la tesis de Popenoe (1993) sobre el declive de los valores familiares, y por
extensión de la familia nuclear occidental, abundaría en la misma dirección. La tesis
central de este autor es que la familia ha perdido funciones, poder y autoridad, y que el
“familismo” como valor cultural está erosionándose debido a que las personas están
menos dispuestas a invertir tiempo, dinero y energía en la vida familiar, porque
prefieren invertirlo en sí mismos. No obstante, este enfoque del declive de la
importancia de la familia y de la solidaridad intergeneracional ha sido cuestionado por
otros muchos autores. En España por ejemplo, la fortaleza de dichas relaciones se ha
puesto de manifiesto a través de estudios que están centrados en el cuidado de mayores
dependientes, pero sobre todo hacia el cuidado de niños (Pérez Ortiz, 2008; Tobío et al.,
2010). Sus trabajos han evidenciado que las relaciones intergeneracionales durante la
vida adulta y en la vejez siguen siendo fuertes y constituyen un recurso de gran
relevancia para el bienestar de las familias.
5
¿Qué entendemos entonces por “solidaridad familiar”? El término hace referencia a las
normas y prácticas de ayuda mutua entre los miembros de la familia. Concretamente, el
investigador Höpflinger (2009) (citado en el Libro Blanco sobre Envejecimiento Activo,
2011; p. 572) señala que “la noción de relaciones entre generaciones designa los
procesos recíprocos de orientación, influencia, intercambio y aprendizaje entre los
miembros de dos o más generaciones. La forma y la dinámica de las relaciones entre
ellas resulta de una experiencia subjetiva de las similitudes y diferencias, así como de
la realización de roles y funciones no prescritas institucionalmente”.
Por otra parte, autores como Bengtson y Roberts (1991) (Citado en Meil, 2011) lo
entienden como un constructo multidimensional que se refleja en seis dimensiones
diferentes en cuanto a las relaciones entre padres e hijos adultos, a saber: la dimensión
asociativa (se refiere a la frecuencia y pautas de interacción en distintos tipos de
actividades en las que participan los miembros de la familia generando identidad),
afectiva (recoge la dimensión subjetiva de las relaciones y los vínculos que se crean a
través del sentimiento de pertenencia al grupo), consensual (alude al hecho de compartir
valores, actitudes y opiniones entre los miembros de la familia), funcional (se refiere a
las acciones de dar y recibir ayudas y recursos a otros miembros de la familia sin recibir
contraprestación directa alguna a cambio de la ayuda o los servicios prestados),
normativa (representa la fuerza del compromiso de los miembros de la familia para
asumir los roles y cumplir con sus obligaciones familiares) y estructural (se entiende la
estructura de oportunidades para que se produzcan las relaciones familiares, de acuerdo
con el número, tipo y proximidad geográfica de los miembros).
Además, hablamos de solidaridad porque va más allá de la reciprocidad, ya que no
necesariamente conlleva a la obligación de devolver; es decir, en ciertos casos o en
ciertos momentos, una generación puede aportar más de lo que va a recibir o recibir más
de lo que ha aportado o va a aportar. Por tanto, la solidaridad intergeneracional puede
verse como un reflejo de la confianza incondicional de los miembros de una o varias
generaciones, en especial en el seno de la familia. La solidaridad familiar es un “capital
social” con el que cuentan los individuos para aumentar su bienestar subjetivo y
material, pero para que este capital esté disponible, las personas deben invertir tiempo y
6
esfuerzo en mantener unas relaciones continuadas y satisfactorias que garanticen la
fortaleza de los vínculos.
3. ABUELOS CUIDADORES: FACTORES PARA EL
DESPLIEGUE DEL ROL
Desde hace varios años, a la luz de los nuevos modelos familiares, las dificultades para
conciliar la vida familiar y laboral hacen que colectivamente se asuma el hecho de que
los abuelos y abuelas desarrollan una labor básica en nuestra sociedad. Hace tan solo
treinta años, no se había manifestado con tanta claridad el conflicto de la conciliación;
la unidad familiar estaba compuesta por el padre, que realizaba un trabajo remunerado
fuera del hogar para obtener los recursos económicos necesarios, y la madre, que se
dedicaba a la atención del hogar y de los miembros de la familia. Sin embargo, la
evolución social ha propiciado de manera acelerada una restructuración de los roles de
la “familia tradicional”, lo que supone asumir unos cambios importantes en la actitud y
en el comportamiento de sus integrantes. Bajo este contexto podemos decir que han sido
tres los factores que han desplegado el rol de los abuelos en cuanto al cuidado de los
nietos:
I. La progresiva incorporación de la mujer al mercado laboral
Comenzando por el proceso de incorporación de la mujer al mundo del trabajo, éste se
inicia en nuestro país recientemente aunque debe señalarse que con una progresión
notable. En un estadio previo, la sociedad española se muestra como una sociedad
principalmente patriarcal, caracterizada por una división sexual del trabajo y por
contemplar roles claramente diferenciados para hombres y mujeres. En esta sociedad las
mujeres quedaban relegadas al ámbito de lo doméstico y privado, en tanto el hombre
ocupaba el rol de proveedor, inserto en el ámbito de lo público. Es evidente que, en este
contexto, resulta totalmente innecesario plantear siquiera una política de conciliación de
la vida familiar y laboral (De la Cuesta, et al., 2006). Este modelo ha funcionado
durante un largo período de tiempo, sin embargo, la actividad laboral femenina como
7
nueva normalidad social no aparece hasta prácticamente los años 80’ cuando la mujer
comienza a introducirse de una manera paulatina pero constante e irreversible en el
mercado de trabajo. Como puede observarse en la gráfica 1, desde los años 80’ hasta la
actualidad la tasa de actividad (resulta del cociente entre la población activa y la
población en edad de trabajar) refleja un incremento constante de mujeres incorporadas
Gráfica 1. Tasa de actividad de la mujer (1980-2015)
Fuente: INE (Elaboración propia)
Los factores que han contribuido a dicha incorporación son múltiples; entre otros, la
prosperidad económica que ha caracterizado la evolución de nuestro país en las últimas
décadas multiplicando la necesidad de mano de obra en las empresas, así como la
ampliación del número mujeres que acceden a una formación académica. Por otra parte,
los ingresos en la familia que proporciona el trabajo de la mujer permiten elevar el nivel
de vida y consumo de la misma, situación a la que ya no se renuncia.
Si tenemos en cuenta los últimos datos disponible de la Encuesta de Población Activa,
2015 registra una tasa de actividad femenina total de 53,9% y para el grupo de 25 a 49
años en torno al 69% (INE 2015). No obstante, las políticas de conciliación siguen
siendo escasas (Tobío, C; Cordón, F. 1999) a pesar de las mejoras previstas o
implementadas a partir de 2004 pero paralizadas desde 2010 como efecto de la crisis
económica. Tampoco el empleo parcial femenino ha sido una forma de conciliación
muy extendida, ya que del total de ocupadas (7,934.6), sólo 2.073,9 millones de mujeres
tienen una jornada de este tipo4.
4 Según la Encuesta sobre empleo y Familia del INE, algunas de las maneras de conciliar trabajo y vida
familiar son el trabajo a tiempo parcial, la creación de guarderías gratuitas en los centros de trabajo, la
posibilidad de tener horarios flexibles y aumentar la duración de los permisos de maternidad, entre otras
27,7 28,6
34,337,8
41,546,3
53,01 53,90
1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015
TASA DE ACTIVIDAD al mercado de trabajo,
aumentando en 35 años
25 puntos porcentuales,
lo que en datos absolutos
refleja un paso de a
3,835.2 a 7,934.6 miles
de personas.
8
Por otro lado, el impacto sobre la participación en el mercado de trabajo cuando existen
hijos o adultos que requieren cuidados es muy diferente en hombres y mujeres, lo que es
reflejo no sólo de un desigual reparto de responsabilidades familiares, sino también de
la falta de servicios o servicios muy caros para el cuidado de niños, implicando una falta
de oportunidades para conciliar trabajo y familia. Es por ello que el recurso principal
para sostener la actividad laboral de las madres con hijos pequeños es la ayuda de la
generación anterior, de los abuelos, es decir, de la familia extensa tal y como numerosas
investigaciones empíricas han puesto de manifiesto (Pérez Ortiz, 2007; Villalba
Quesada, 2002).
En este sentido se puede afirmar que es en realidad la red familiar la que sustituye al
Estado, que es la institución a la que hoy correspondería el protagonismo del cuidado de
los niños cuando las mujeres se han incorporado a la actividad laboral y no tienen por
tanto, su anterior disponibilidad para atender a sus menores. No obstante, los problemas
derivados del empleo y la familia se resuelven en el ámbito privado; es decir, se acude a
la familia y generalmente a los abuelos para delegar en ellos el cuidado de los menores,
y esto se debe a la limitada cobertura pública de atención prestada por el Estado. De esta
forma, la estricta regulación del mercado laboral y familiar han contribuido a reproducir
un modelo cultural basado en la solidaridad, y es por ello que la realidad nos define la
importancia de los apoyos informales de la familia en el cuidado de los menores, porque
gracias al esfuerzo y dedicación de los abuelos muchas parejas pueden conjugar vida
laboral y familiar.
II. El aumento de la esperanza de vida
En segundo lugar, la responsabilidad de la eclosión del rol del abuelo en las últimas
décadas corresponde al aumento de la esperanza de vida5 . Esta abre para las personas
de la tercera edad la oportunidad para un periodo de vida significativo; oportunidades
asociadas con la participación activa de las generaciones mayores produciendo cambios
que han hecho variar las expectativas sociales de la vejez (Bazo, 2008). Bajo este
contexto, es sobradamente conocido que la configuración de la familia en países como
5 La esperanza de vida al nacer para un periodo de 34 años (1980 – 2014) ha aumentado de 72,3 a 80,1
para los hombres y de 78,4 a 85,6 para las mujeres. Fuente: DatosMacro
9
España ha venido cambiando de forma notable en las últimas décadas; un cambio
caracterizado sobre todo por la rapidez con la que ha tenido lugar. Parte de esta
trasformación se recoge en lo que autores como Knipscheer (1988) han etiquetado como
“verticalización”: por una parte cada generación dentro de la familia tiene menos
miembros (resultado del descenso en la tasa de natalidad) y por otra, aumenta la
probabilidad de coincidencia de múltiples generaciones (consecuencia del fenómeno
comentado). De esta forma, las relaciones intergeneracionales y los vínculos que los
abuelos establecen con sus nietos son cada vez mayores, puesto que hay más tiempo
para compartir experiencias entre los miembros de varias generaciones. (Triadó, C;
Villar, F, 2008). Además, la existencia de un número menor de familiares puede
conllevar a una mayor facilidad para la implicación de los abuelos en el grupo familiar,
es decir, este contexto propicia en muchos casos que se creen nuevos lazos afectivos y
más intensos.
Desde este punto de vista, el enfoque del envejecimiento ha pasado a entenderse como
“vejez productiva” (Caro, F; Sánchez, M, 2005) donde los mayores participan
activamente en una diversidad de ocupaciones de la vida cotidiana colaborando
notoriamente en las dinámicas diarias de la familia. Según estos autores, la
productividad apunta al “hacer con sentido” que puede no necesariamente referirse a la
esfera de la generosidad económica, sino que más bien abarca aquellas actividades que
contribuyen al bienestar del grupo familiar, como por ejemplo y teniendo en cuenta el
caso que nos compete, el cuidado de los nietos.
III. Carácter “familista” del Estado del Bienestar mediterráneo
Por último, cabe decir que hay una extendida percepción tanto en el ámbito científico-
social como en la sociedad en su conjunto, de que la solidaridad familiar en España
como en todos los países mediterráneos, es alta. La supuesta mayor importancia de la
solidaridad familiar en estos países se explicaría por las características del régimen de
bienestar familista, que según la tipología de políticas sociales que Esping-Andersen
(1999) ha popularizado, forman el denominado “régimen de bienestar mediterráneo”.
Estos países (España, Italia y Grecia), comparten una serie de características en lo que
respecta a las formas y políticas familiares; con respecto a la familia, dichos países se
caracterizan por la permanencia de formas familiares tradicionales sustentadas en lo que
10
se ha denominado como “familiarismo”. Este término se refiere a la estrategia familiar
basada en la dependencia y la solidaridad entre generaciones para hacer frente a las
deficitarias políticas de atención a la infancia y a las madres trabajadoras. (Moreno,
2007).
Nos referimos a que con la incorporación de la mujer al mercado laboral, las
insuficientes políticas sociales dirigidas a ayudar la conciliación de la vida laboral y
familiar y la falta de recursos destinados a la población infantil (como son las guarderías
que no dan respuesta a las necesidades horarias de las familias trabajadoras así como el
elevado coste de estos servicios en el mercado) ha hecho necesario que en muchas
familias los abuelos se hayan convertido en un medio imprescindible para la
conciliación de la vida familiar y laboral de los progenitores, por lo que dicha
solidaridad ocuparía un lugar muy importante en la provisión de bienestar individual
(Tobío, 2013). Siguiendo esta línea argumental habría que decir por tanto, que la
solidaridad familiar en estos países no se habría visto sustancialmente afectada por el
proceso de individualización comentado con anterioridad, porque ni el mercado ni el
Estado posibilitan una des-familiarización de los servicios de cuidado y los problemas
derivados del empleo y la familia se resuelven fundamentalmente mediante estrategias
privadas, individuales e informales (Bazo, 2008).
Toda esta articulación de la función cuidadora informal que desarrollan los abuelos crea
dos posturas contrapuestas: por un lado puede entenderse como una tarea de
“sustitución” ante los servicios formales escasos, y por otro lado también se ha
argumentado que no existe relación de sustitución entre los servicios públicos y los
servicios informales, sino más bien de “complementariedad”, porque la labor de los
abuelos sigue siendo importante incluso cuando los servicios sociales de atención están
más desarrollados (Tobío, 2013). En cambio, si la noción de sustitución se asocia al
tiempo y a la competencia, vemos efectivamente “sustitución” en el sentido de que
tareas que antes hacían madres o las mujeres de la familia, ahora en mayor medida, las
hacen otras personas.
Por último, debería tenerse también en cuenta la intervención de otros factores para los
que depende la experiencia de ser abuelo y su duración; se trata de las pautas de
fecundidad y de la edad media a la maternidad. (Pérez Ortiz, 2007). El efecto del retraso
11
de la fecundidad puede determinar, seguramente no la posibilidad de ser abuelo, pero sí
la edad a la que este acontecimiento se produce y la duración de la experiencia.
4. CARACTERÍSTICAS Y ROL DE LOS ABUELOS
Como ya hemos anunciado, las trasformaciones en las exigencias laborales y sus
consecuencias en la estructura familiar han afectado al rol de los abuelos
convirtiéndoles en importantísimos soportes de la organización de la vida familiar y
laboral de los españoles. Ello hace que la permanencia de la fuerza en cuanto a la ayuda
intergeneracional actual se centre en la relevancia cada vez mayor de la figura del
abuelo en el sistema familiar en relación a la participación, apoyo y provisión de
cuidados de los nietos; por lo tanto cabe decir que la redefinición de las relaciones que
se establecen en las familias y entre cada uno de los miembros hace que sea necesario
definir un nuevo rol de los éstos. El componente que caracteriza a lo que podríamos
denominar “tipos de abuelos” es precisamente su diversidad, condicionada ésta por las
diferentes funciones que ellos realizan o que van realizando a lo largo de esta etapa de
su existencia (Sanz, R y Moril, R, 2011), ya que se parte del hecho de que convertirse
en abuelo requiere de “nuevas adaptaciones, un cambio en la propia identidad y en la
definición de uno mismo” (Pinazo, 1999; p. 169).
Además es evidente de que no existe un prototipo de abuelo típico, sino que cada
persona se convierte en abuelo en un momento y situación concreta y con unas
circunstancias cambiantes. Como señalan algunos investigadores, se comprende que no
sea posible hablar de un solo tipo de rol de abuelo; el rol de ser abuelo se encuentra
fuertemente individualizado, definiéndose como “diverso y heterogéneo” así como
“multidimensional” (Osuna, 2006) en el que convergen múltiples y complejas facetas
(Pinazo, 1999) entre las que podemos destacar una faceta actitudinal (corresponde a las
normas que gobiernan los derechos y obligaciones del os abuelos), una conductual (se
relaciona con las actividades que los abuelos llevan a cabo con y para los nietos), una
emocional o afectiva (relacionada con la satisfacción con el rol) y por ultimo una faceta
simbólica (corresponde con los diferentes significados de la abuelidad que le dan los
abuelos).
12
Por otro lado, el abuelo actual desempeña un papel mucho más activo; ser abuelo
supone acceder al posicionamiento de una función específica inscrita en la dinámica de
la trama familiar. Según autores como Rico, Serra y Viguer, ese papel posee como
elemento originario y definitorio que no se trata de un cometido elegido sino más bien
atribuido, y además, no es un papel institucionalizado, sino que puede ser descrito como
un “rol sin rol” (2001) al no estar definidas y delimitadas con precisión sus
obligaciones y derechos. Como recuerda Pinazo “no existen normas institucionales
sobre la conducta que debe tener un abuelo” (Pinazo, 1999; p. 169) es decir, no se ha
determinado el deber ser o lo que la inmensa mayoría de la sociedad ha consensuado
que tendría que ser su comportamiento más adecuado.
Al mismo tiempo, el rol de los abuelos podría describirse como un “rol camaleónico”,
ya que como describe Osuna “se trata de un rol estático que irá modificándose y
adaptándose a las nuevas situaciones familiares y características de los nietos”
(Osuna, 2006; p. 35). Este proceso de adaptación de los abuelos a las nuevas
necesidades familiares está siendo vivido desde una doble perspectiva: por un lado,
desde la sumisa aceptación de la responsabilidad de educar y cuidar a los nietos que
puede provocar en muchos casos un distanciamiento (a veces voluntario) de los abuelos
con su entorno natural y por otro lado (como veremos más adelante), se vive a veces
desde el enfrentamiento y la problemática de las relaciones abuelos-padres e hijos, ya
que hacen frente a una nueva realidad para la que nadie se ha encargado de prepararles:
educar a los nietos sin enfrentarse a los hijos.
Factores que modifican la actividad de cuidado
Como hemos visto, la permanencia de la fuerza en la ayuda intergeneracional tiene
sobre todo un fundamento demográfico, y es que la coexistencia cada vez más
prolongada de las generaciones familiares ofrece una oportunidad para que se
produzcan flujos de ayuda en aquellas fases del curso vital en que sea más necesaria.
Sin embargo, las características de la actividad del cuidado y los estilos de ser abuelo
son diferentes y flexibles, por eso según Constanza Tobío Soler (2010) las variables que
tienen poder explicativo para dar cuenta del fenómeno del cuidado por parte de los
abuelos son:
13
Edad. Establece algunas diferencias en la actividad de cuidado de los abuelos, sobre
todo porque con la edad aumenta la probabilidad de ser cuidador de más de un niño/a
menor de 12 años (la razón de esta pauta es de origen demográfico, ya que las mujeres
más jóvenes tienen menos nietos). La edad no reduce la complejidad de la actividad de
cuidados, sino a la inversa; asumir la atención de más de un niño/a no sólo supone una
mayor carga de trabajo para los abuelos, sino que hace la misma más complicada
especialmente si las edades de los niños son dispares. Las mujeres en las edades
centrales son las que asumen una carga mayor de cuidados.
Estado civil. Tener o no tener cónyuge es una variable significativa con respecto al
cuidado de los nietos. La pareja de abuelos cuida con más frecuencia a sus
descendientes que el abuelo o la abuela sola. Además, los datos diferenciados para cada
sexo relevan que el efecto de la pareja es mayor entre los hombres: cuando está la
abuela, ellos son más activos con los nietos.
Relación con la actividad económica. Tener empleo o estar jubilado son dos situaciones
que inciden fuertemente en el cuidado de los nietos por parte de los abuelos. El grupo
más activo suele corresponder a las mujeres que trabajan; es un resultado sorprendente
porque cabría pensar que al estar ocupadas en un empleo tienen menor disponibilidad
que las amas de casa o los jubilados. Ello se matiza sin embargo en que son más jóvenes
y por tanto se encuentran en mejores condiciones vitales para ayudar a sus
descendientes.
Proximidad espacial. La distancia media a la que viven los nietos también es una
variable significativa; cuanto más lejos viven unos de otros, menor es la probabilidad de
ser abuelo cuidador. La distancia que separa a los nietos y abuelos presenta capacidad
para explicar a su vez las horas de cuidado, de forma que cuanto mayor es la distancia,
menor es el número de horas de cuidado.
La feminización del rol
Los estudios que tratan de establecer un perfil de estos abuelos cuidadores han puesto de
manifiesto que el género es un aspecto importante para entender el fenómeno. Las
normas tradicionales de género según la cual las mujeres se orientan más a roles
expresivos y los hombres a roles instrumentales inducen a pensar que, tanto el
significado de la llegada de los nietos como la posibilidad de asumir su cuidado,
variarán poderosamente en función del mismo. En cualquier caso, la situación de la
14
mujer mayor en la familia requiere de una reflexión especial por dos razones concretas;
por un lado, como se vio al principio, la elevada supervivencia actual de las mujeres de
edad avanzada se ha convertido en un factor claro de feminización de la vejez, y por
otro lado, las históricas diferencias de género que a través de las culturas han asignado
como parte de la naturaleza de las mujeres su función de cuidadoras en el ámbito
doméstico. Como lo describe Bover (2004) (citado en Mestre Miquel, 2011; p.8) “el
cuidado, como compromiso para la acción dirigida hacia el bienestar de otros, ha sido
asumida tradicionalmente y en prácticamente todas las culturas como un rol ligado al
género femenino.
Hay estudios que sugieren (Imserso, 2008) que las abuelas tienden a tener relaciones
más íntimas y cálidas y a actuar como madres sustitutas expresando una mayor
satisfacción con su nuevo rol que los abuelos, lo que viene influenciado por la tendencia
cultural de diferenciación sexual de roles. También, estudios como el de Osuna (2006) y
Rico, Serra y Viguer (2000) han llegado a la conclusión de que hay diferencias entre los
cuatro grupos de abuelos según el linaje. La abuela materna es la más comprometida e
implicada en la crianza, la que tiene un contacto más frecuente con los nietos y las que
suelen actuar más como “cuidadoras sustitutos” que los de la línea paterna.
Gráfica 2. Frecuencia del cuidado de los nietos (2010)
Fuente. Encuesta de Mayores: Ministerio de Sanidad y Política Social. (Elaboración propia).
Se puede observar a través de esta gráfica cómo el género sigue siendo importante en el
desempeño del rol del abuelo y específicamente cuando implica el cuidado diario de los
nietos. Los datos reflejan que la frecuencia de cuidado con los nietos es en general
0,4
4,5
45,5
51,2
2
3,7
40,2
47,3
1,3
4,1
42,85
49,25
0 20 40 60
Menos frecuencia
Casi todos los meses
Casi todas las semanas
Casi diariamente
Total
Hombres
Mujeres
15
elevada para ambos sexos, sin embargo, la asiduidad por parte de las abuelas es siempre
ligeramente superior. La mitad de las abuelas (51,2%) cuidan a sus nietos “casi
diariamente”, lo que es reflejo sobre todo de uno de los factores que facilitan el
contacto: la proximidad residencial a la que se encuentran con sus hijos. Situación
similar ocurre con la frecuencia de “casi todas las semanas”, donde un 45,5% de abuelas
tiene una asiduidad de cuidado de este tipo. Para los abuelos, ambas frecuencias de
cuidado son levemente inferiores, con un 47,3% y un 40,2% respectivamente.
Gráfica 3. Abuelos/as según el tiempo de dedicación semanal (en horas) al cuidado de los nietos (2010)
Fuente: Encuesta de Mayores: Ministerio de Sanidad y Política Social. (Elaboración propia).
Esta otra gráfica refleja la mayor dedicación semanal de las abuelas al cuidado de los
nietos, donde destaca la el alto porcentaje de mujeres (24,7%) que dedican más de 40
horas a dicho cuidado, en contraposición de un 13,7% de los hombres en el mismo
tiempo. A grandes rasgos, es mayor el porcentaje de abuelas que ofrecen una dedicación
superior aunque casi equilibrada para casi todos los periodos (a excepción de la citada).
Sin embargo, esta frecuencia de cuidado es más elevada para los abuelos cuando se trata
de tiempo de atención que abarca pocas horas, puesto que se ocupan más de tareas de
ocio y entretenimiento.
En resumen, es evidente cómo en España la distinción del género sigue siendo relevante
en la vida de las personas mayores. Cuando las abuelas asumen el cuidado de sus nietos,
como se ha visto, siempre se inicia a raíz de acontecimientos familiares que les reclama
20,9
15
22,5
14,3
24,7
0 5 10 15 20 25 30
Menos de 7
De 7 a 14
De 15 a 30
De 31 a 40
Más de 40
MUJERES
HOMBRES
16
para el desempeño del papel de cuidador. Un papel que en la mayoría de los casos, y por
razones culturales y educativas, suele recaer fundamentalmente en la abuela que se
convierte en la cuidadora principal; quedando el abuelo como cuidador secundario o
complementario. Aunque probablemente las diferencias que existen entre los abuelos y
abuelas sean más significativas que las que existen en entre padres y madres; por razón
de edad y cultura, lo cierto es que el género sigue suponiendo un factor determinante en
el desempeño de tareas domésticas y en el cuidado de personas dependientes como los
nietos.
Funciones de los abuelos
Las funciones asociadas al estatus del abuelo suelen variar a través del curso vital de los
mismos, así los estilos de abuelidad, como ya hemos visto, están relacionados entre
otras con la edad y con la cultura que marca una definición del rol del abuelo; sin
embargo, el discurso general asume como un pilar básico de la sociedad que los abuelos
sean trasmisores de valores y por tanto, se les sitúa como referentes sociales así como
agentes educativos de primer orden (Megías y Ballesteros, 2011). Por otro lado, también
muchos abuelos en la actualidad se encargan de la crianza total o parcial de sus nietos
por la imposibilidad de los padres para poderlo hacer. Este papel de cuidadores que
asumen numerosos abuelos se puede dar en circunstancias y con intensidades diferentes;
así podemos imaginar un continuo de cuidados: en un extremo se situarían aquellos
abuelos que ejercen como cuidadores auxiliares ocupando relativamente poco tiempo, y
en el otro extremo encontraríamos aquellos abuelos que tienen a su cargo de manera
continua a sus nietos, ejerciendo un papel paternal sustitutorio y ocupando esos
cuidados gran cantidad de tiempo y esfuerzo para ellos (Pinazo y Ferrero, 2003).
Esta asunción de responsabilidades parentales por parte de los abuelos generalmente no
es fruto de una decisión personal, sino consecuencia de ciertas circunstancias en las que
se ven inmersos y que suelen implicar algún tipo de problemática psicosocial o personal
(temporal o no) que afecta a los padres, lo que hace convertirles en cuidadores
primarios. Así, ciertas situaciones como el divorcio, los embarazos adolescentes, los
problemas económicos o la incapacidad de los padres para cuidar de sus hijos (debido a
por ejemplo, problemas de drogadicción, encarcelación, muerte o enfermedad mental)
podrían precipitar esta implicación.
17
Recientemente, Castro Gallardo (2007) estableció las “funciones típicas” de los abuelos
y las diferenció en las influencias directas, es decir, aquellas relacionadas con el papel
del abuelo como compañero de juegos, cuidador, historiador […] e influencias
indirectas, referidas al apoyo emocional y económico que ofrecen a los padres.
Tabla 1. Roles y funciones de los abuelos en la sociedad actual
ROLES FUNCIONES
Cuidador Canguro y cuidado de los nietos
Historiador Relación activa y participativa en la
actividad lúdica del niño
Trasmisor de valores Consejo y guía de los valores que han de
guiar la existencia
Amortiguador entre padres e hijos Arbitraje de las relaciones familiares
Ayuda en los momentos de crisis Disponibilidad ante cualquier tipo de
necesidad
Mimar y malcriar Aplicación de límites
Confidente y compañero Afinidad y compresión
Fuente. Elaboración propia
La mayoría de las tareas que llevan a cabo según la literatura existente son las de
cuidado. Según un estudio realizado en 2008, dichas tareas están divididas en:
instrumentales (llevarle o traerle del colegio, vigilarle mientras se entretiene, hacerle la
comida), de ocio, (jugar y pasear), disciplina y en menor medida de estudio. Todas ellas
sustituyen la acción de los padres o de los agentes educativos externos; algunas tienen
un carácter específico donde se desarrolla una función determinada y acotada en el
tiempo, y otras son más estructurales. Cabe decir que este tipo de ayuda se intensifica en
circunstancias específicas como las vacaciones o los fines de semana, por eso los
abuelos son para los padres una red de seguridad en situaciones especiales que se dan
con regularidad, incluso aunque puedan disponer de otros recursos (Tobío, 2010).
Es importante destacar que puesto que muchos abuelos se encargan de la crianza total o
parcial de sus nietos, en ciertos casos llegan a producirse conflictos de roles y conflictos
en los criterios de crianza de los nietos, es decir, se generan conflictos entre padres e
hijos puesto que los primeros adoptan una postura mucho más rígida respecto a la
educación de sus hijos mientras que los abuelos se muestran más flexibles y permisivos.
Otro foco de conflicto habitual es que en el momento de nacimiento de los nietos, la
distancia cultural entre padres e hijos es bastante evidente y esas diferencias son
18
generadas, entre otras, por la movilidad social que se han ido produciendo en las últimas
décadas y que está presente en las sociedades actuales y que han ido provocando un
aumento del estatus de los hijos, pero no de los padres: ello genera que se adopten
comportamientos diferentes entre las dos generaciones. Estos conflictos aparecen
principalmente porque los cambios sociales (como por ejemplo en los modelos
educativos, los referentes y estrategias formativas, los valores o el ocio y
entretenimiento) provocan que lo que antes valía en el cuidado de los niños ahora no
valga y que los más mayores no tengan más referentes que su propia intuición
(Rodríguez y Megías, 2005)
5. BENEFICIOS Y REPERCUSIONES EN LA SALUD DE
LOS ABUELOS
A pesar de los escasos estudios que se han realizado sobre este tema, hay que destacar la
diversidad de los resultados obtenidos en cada una de las investigaciones, debido
seguramente a la heterogeneidad de las características de los abuelos y su entorno
familiar y socioeconómico. Según los expertos, los abuelos y abuelas españoles se
sienten divididos entre el disfrute que les produce poder pasar tiempo con sus nietos y el
agobio que supone una excesiva carga de responsabilidad en sus cuidados (Fernández
Marín, 2014)
El cuidado de los nietos proporciona experiencias positivas en la medida en que
posibilita el contacto y la interacción más frecuente con hijos y nietos (Barer, 2001),
también proporciona un sentimiento de utilidad y continuidad frente a las rupturas que
implica la vejez. Muchos abuelos tendrían un contacto escaso con los nietos si no
estuvieran implicados en ese cuidado, y hoy por hoy, los hombres y mujeres españoles
parecen extremadamente dependientes de sus relaciones familiares, especialmente de las
que establecen con sus hijos e hijas (Pérez Ortiz, 2004). No obstante, cuando el cuidado
es muy intensivo en tiempo y actividades o cuando los menores son muy pequeños, el
cuidado y la crianza pueden ser una fuente de estrés y cansancio para ellos. Antonio
Guijarro describe lo que él llama “Síndrome de la Abuela Esclava”, caracterizado
19
básicamente por síntomas parecidos a las situaciones de estrés. El autor lo define como
“un cuadro clínico relativamente frecuente y grave que afecta a mujeres adultas con
responsabilidades directas de amas casa como consecuencia de la interacción negativa
de factores personales y ambientales” (Guijarro, 2001; p.17).
De acuerdo con las teorías del estrés provenientes del ámbito anglosajón, (Sands y
Goldber-Glen, 2000) estas consecuencias de los cuidados no dependen únicamente de la
intensidad e implicación de los abuelos en los cuidados del nieto, sino también de la
evaluación subjetiva que ellos hacen de esos cuidados y de los recursos con los que
cuentan para afrontarlos. Por ello a veces se muestran situaciones antagónicas, porque
se mezclan sentimientos contrapuestos de tal manera que los abuelos pueden estar
satisfechos de cuidar a sus nietos a pesar de que estas actividades les generen problemas
de salud.
Antonio Luis Martínez (2010) menciona en su estudio los efectos positivos y negativos
de los cuidados partiendo de investigaciones realizadas por autores anglosajones como
Burton, (1992); Minkler y Roe, (1993) y Strawbridge et al (1997). De esta forma, los
“efectos” que se destacan pueden resumirse en:
Tabla 2. Efectos positivos y negativos de los cuidados de los nietos (2010)
EFECTOS POSITIVOS EFECTOS NEGATIVOS
Percepción de ser importantes tanto
socialmente como para sus familias
Falta de dedicación y tiempo para ellos
mismos
Sentimientos de utilidad y solidaridad Falta y pérdida de relaciones de intimidad
Revitalización y rejuvenecimiento Percepción de aislamiento social
Aumento de autoestima Cansancio y agotamiento físico y
psicológico.
Sentimientos de amor y ayuda hacia sus
hijos y nietos
Alteraciones y conflictos en las relaciones
con los miembros de la familia
Fuente. Estudio Antonio Luis Martínez. Elaboración propia
Para este autor, los datos sobre la salud que presenta este colectivo poblacional no son
homogéneos, pero existen dos variables que aparecen con una probabilidad altísima en
casi todos los casos presentados actuando como foco de conflictos y generadoras del
declive del estado de salud entre la población de abuelos cuidadores. Dichas variables
son “el número de nietos a cargo” y “la duración en el tiempo de los cuidados”. Sin
embargo, a pesar de todos los esfuerzos, el discurso mayoritario de los abuelos sitúa en
20
primer término que todo eso compensa; porque los nietos dan alegría y aportan una
dosis de ilusión y felicidad en una época en la que no parece tan fácil que la vida
sorprenda con nuevos proyectos.
6. CONCLUSIONES
Desde hace varios años, a la luz de los nuevos modelos familiares, las dificultades para
conciliar la vida familiar y laboral de los padres provocan que colectivamente se asuma
el hecho de que los abuelos desarrollan una labor básica en nuestra sociedad. La oferta
potencial de abuelos cuidadores es cada vez mayor en virtud del aumento de la
esperanza de vida y de la comprensión de la morbilidad, que posibilita que los mayores
alcancen su condición de abuelos en mejores condiciones de salud. Asimismo, esta
demanda también ha crecido de forma sustancial en los últimos años como
consecuencia de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, así como de la
escasez de servicios formales de cuidados, que junto con la crisis económica, se ha
ocasionado un reforzamiento de las normas de solidaridad familiar ante la desconfianza
de que el mercado y el Estado del Bienestar puedan proporcionar la ayuda que se
necesita. Todo ello ha llevado a la emergencia de una nueva familia extensa donde los
abuelos son la mejor alternativa para el cuidado de los nietos, sustituyendo a sus hijos
mientras trabajan o complementando el cuidado realizado por otras instituciones.
Todos estos cambios abren la oportunidad a los mayores para un período de vida
significativo, además, se acrecienta la diversidad de los estilos de ser abuelo/a debido a
la incorporación al rol de personas con características socioeconómicas diferentes y
porque incrementa el tiempo que dura la situación de abuelo/a. Al mismo tiempo, este
rol se muestra para la mayoría de los autores como un rol ambiguo (gracias a la
diversidad de edades y circunstancias con las que se accede a esta posición social) y con
escasa regulación social, de manera que los individuos que llegan a esta etapa de la vida
se encuentran con derechos y obligaciones poco claros. Asumir la función de cuidar,
como consecuencia de la necesidad de otros, está en consonancia con las previsiones de
la perspectiva del curso vital con respecto a las últimas etapas de la vida, y es que a
21
medida que los seres humanos envejecen, la consideración de las propias necesidades
pierde peso en relación a las necesidades de los demás como consecuencia de la
importancia creciente de las relaciones familiares. Sin embargo, que la actividad
responda a una necesidad, y además, a las necesidades de otros/as, aumenta el carácter
sobrevenido e impuesto de la función, de manera que dicho colectivo ve limitada su
libertad y capacidad de elección con respecto a su disposición a implicarse activamente
en el rol, en qué medida implicarse y en qué momento hacerlo; es decir, que la
naturaleza y el grado de implicación de los abuelos están mediatizados por las actitudes
y decisiones de los padres.
En cambio, esta ambigüedad del rol de abuelo/a no es negativa en sí misma pues puede
proporcionales mayor flexibilidad y libertad para actuar, pero sin embargo, también
puede crear conflictos en las familias ante las expectativas de los padres y abuelos sobre
la manera de ejercerlo. Sobre todo, estos conflictos suceden cuando al rol de abuelo se
añade una faceta educativa subsidiaria de la labor parental; es precisamente ante esta
faceta donde se pone de manifiesto una de las normas más estrictas en el ejercicio de la
función de abuelo/a, que es la norma de la distancia o de la no interferencia en las
labores educativas que los hijos/as ejercen sobre los/as nietos/as.
No obstante, a parte de la función educativa se han identificado múltiples facetas del rol
de abuelo/a que van desde los aspectos más emocionales hasta los más instrumentales.
Para ambos casos, es un papel que por razones culturales y educativas suele recaer
fundamentalmente en las abuelas, llegando a convertirse en las cuidadoras principales
quedando el abuelo como cuidador secundario o complementario. Cabe decir además
que el cuidado de los nietos les proporciona experiencias positivas en la medida en que
posibilita el contacto y la interacción más frecuente con hijos y nietos, en cambio,
cuando el cuidado es muy intensivo en tiempo y actividades o cuando los menores son
muy pequeños, el cuidado y la crianza pueden ser una fuente de estrés y cansancio para
ellos.
En resumen, el cuidado de las abuelos se enmarca no sólo en el contexto de las
características demográficas de las sociedades actuales, sino también en las
transformaciones recientes que ha experimentado la institución familiar y que se
resumen en individualización, flexibilidad y en un refuerzo de las relaciones verticales
22
(intergeneracionales) ante la debilidad potencial o real de las horizontales
(intrageneracionales). Es por ello que a pesar de los cambios en las relaciones
familiares, de la investigación existente se desprende que la familia sigue siendo una
institución social fundamental en el apoyo a las personas que lo necesitan, y en cuyo
seno todavía se sigue practicando el intercambio de bienes y servicios entre
generaciones; es la permanencia en las sociedades contemporáneas de la solidaridad
familiar intergeneracional.
7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Barer, B.M. (2001). “The grands and greats of very old black grandmothers”. Journal
of Aging Studies, Vol.15, Num, 1, p.1-11.
Bazo, M. Tª (2008). “Personas mayores y solidaridad familiar”. Revista Política y
Sociedad. Vol. 45, Núm. 2, pp.73-85.
Campillo Poza, I. (2010). “Políticas de conciliación de la vida laboral y familiar en los
regímenes de bienestar mediterráneos: los casos de Italia y España”. Revista Política y
Sociedad. Vol. 47, Núm. 1, pp. 189-213.
Caro, F; Sánchez, M. (2005). “Envejecimiento productivo: Concepto y factores
explicativos”. En: Pinazo Hernandis, S. y Sánchez Martínez, M. Gerontología.
Actualización, innovación y propuestas, pp. 457- 488. Madrid: Pearson Prentice Hall.
Castro Gallardo, M. (2007). “Relaciones intergeneracionales y bienestar de las
personas mayores”. Tesis Doctoral. Editorial de la Universidad de Granada.
Esping-Andersen, G. (1999). “Fundamentos sociales de las economías post-
industriales”. Barcelona. Ariel.
Fernández Marín, M (2014). “Abuelos cuidadores: solidaridad intergeneracional en el
contexto de la precariedad laboral” Trabajo de Fin de Máster. Universidad de Cádiz
González, J.J y Requena, M. (2008). “Tres décadas de cambio social en España”.
Madrid. Alianza Editorial.
Guijarro, A. (2001). “El síndrome de la abuela esclava”. Granada: Grupo editorial
universitario.
IMSERSO (2008). “Envejecimiento productivo: la provisión de cuidados de los
abuelos a los nietos. Implicaciones para su salud y bienestar”
23
IMSERSO (2011). “Libro Blanco sobre el Envejecimiento Activo” 1º edición.
Meil, G. y Rogero García, J. (2014). “Abuelas, abuelos y padres varones en el cuidado
de la infancia”. Cuadernos de Relaciones Laborales, Vol. 32, Núm. 1, pp. 49-67.
Martínez Martínez, A.L (2010). “Aproximación a los conflictos generados entre los
abuelos cuidadores de nietos y los padres en la sociedad actual”. Contribuciones a las
Ciencias Sociales. Universidad de Murcia.
Meil, G. (2011). “Individualización y solidaridad familiar”. Barcelona: Fundación La
Caixa.
Megías, I y Ballesteros, J. C. (2011). “Abuelos y abuelas… para todo: percepciones en
torno a la educación y el cuidado de los nietos”. Madrid: Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción.
Mestre Miquel, J.M. (2011). “Repercusión de la conciliación de la vida social y
familiar en las abuelas cuidadoras en el siglo XXI”. Ponencia, III Congreso Anual de
REPS: Los actores de las políticas sociales en un contexto de transformación.
Universidad de Navarra.
Moreno Mínguez, A. (2007). “Modelos familiares y empleo de la mujer en el Estado de
bienestar español”. Estudios de Progreso Fundación Alternativas, 25/2007.
Moreno, L. (2007). “Familia y empleo en los regímenes de bienestar del sur de Europa.
Incidencia de las políticas familiares y laborales”. Madrid: Centro de Investigaciones
Sociológicas.
Osuna, Mª. J. (2006). “Relaciones familiares en la vejez: vínculos de los abuelos y de
las abuelas son sus nietos y nietas en la infancia”. Revista Multidisciplinar de
Gerontología, 16 (1), pp. 16-25
Pérez Ortiz, L. (2004). “Envejecer en femenino”. Boletín nº 9 Perfiles y Tendencias del
Observatorio de Personas Mayores. Madrid: IMSERSO
Pérez Ortiz, L. (2007). “Las abuelas como recurso de conciliación entre la vida
familiar y laboral, Presente y futuro”. Madrid: Instituto de la Mujer.
Pinazo, S. (1999). “El significado social del rol del abuelo”. Revista Multidisciplinar
de Gerontología. Nº 9, pp. 169-176
Pinazo, S. y Ferrero, C. (2003). “Impacto psicosocial del acogimiento familiar en
familia extensa: el caso de las abuelas y abuelos acogedores”. Revista Multidisciplinar
de Gerontología, 13(2), 89-101.
24
Rico, C., Serra, E., y Viguer, P. (2000). “Las relaciones abuelos-nietos al final del
milenio”. Revista Geriátrika, 16 (9), pp. 329-336.
Rodríguez, E. y Megías, I. (2005). “La brecha generacional en la educación de los
hijos”. Madrid: FAD.
Sancho Castiello et al. (2007). “Las personas mayores y las situaciones de
dependencia” Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración. Nº 70, pp. 13-43.
Sands, R.G. y Goldberg-Glen, R.S. (2000). “Grandparents caregiver’s perception of
the stress of surrogate parenting”. Journal of Social Service Research, 26 (3), 34-50.
Tobío, C y Fernández Cordón, F. (1999). “Monoparentalidad, familia y trabajo”
Revista Internacional de Sociología, Núm. 22, pp. 67-97.
Tobío, C. (2008). “Redes sociales, genero y política social en España y Francia”.
Revista Política y Sociedad. Vol. 45 Núm. 2, 87-104.
Tobio, C. y Caballero, F. y González, M.E. (2010). “Abuelas y abuelos en la red
familiar”. Sevilla: Instituto de Estadística de Andalucía. III Título, IV Serie.
Tobío Soler, C. (2013). “Estado y familia en el cuidado de las personas: sustitución o
complemento”. Cuaderno de Relaciones Laborales Vol.31, Núm.1 pp.17-38
Triadó, C; Villar, F (2008). “Las abuelas/os cuidadores de sus nietos/as: Tareas de
cuidado, beneficios y dificultades del rol”. INFAD Revisit of Psychologies –
International Journal of Developmental and Educational Psychology; 4 (1): pp.455-464
Villalba Quesada, C. (2002). “Abuelas cuidadoras”. Valencia: Tirant lo Blanch