HosannaComisión Arquidiocesana de Música Sagrada y Liturgia
Navidad 2008
Arquidiócesis de Bogotá
unque la navidad es de menor rango que la pascua, a la
que se subordina, goza de gran predicamento religioso,
popular, festivo y comercial. Litúrgicamente, el ciclo Anavideño forma un bloque compacto, perfectamente trabado,
acorde con el hemisferio norte, donde las noches de finales de
diciembre y comienzos de enero son largas y frías, eventualmente
con lluvias, brumas, nieves y hielos. La navidad se festeja ocho días
antes del año nuevo, fecha que añade matices particulares a este
ciclo, caracterizado cósmicamente por la muerte del sol y su
renacimiento. En los doce días que van de navidad a epifanía
sobresalen en nuestra tradición tres noches mágicas: nochebuena,
nochevieja y noche de reyes, y varias fiestas con algunos domingos.
A la conmemoración del nacimiento del Hijo de Dios y de su
manifestación se han añadido otras consideraciones navideñas de
sabor familiar y comercial, popular y social. No todos coincidimos en
el significado de la navidad. Por eso puede hablarse de navidades.
Incluso no faltan, aunque son minoría, los que rechazan de plano la
navidad.
Los relatos de la infancia de Mateo y Lucas no datan con
precisión el día y año que nació Jesús. Probablemente fue en Nazaret, durante el reinado del emperador
Augusto, en los últimos años del gobierno de Herodes el Grande, entre los años 6 y 4 a. C. Es probable que
Jesús naciera en primavera, ya que según Lucas unos pastores pernoctaban con sus rebaños de ovejas. La
fecha del 25 de diciembre tiene un origen, por una parte, ligado a la naturaleza, por otra, relacionado con
festividades religiosas paganas. Denominar año primero al año que nació Jesús -como lo hizo por primera vez
Dionisio el Exiguo- implica que se dio un giro a la historia occidental. Jesús aparece en Lucas como «centro del
tiempo». Recordemos que el emperador Aureliano (270-275) inauguró el 25 de diciembre del 274 un suntuoso
templo en honor del dios Mitra, «sol invencible». A partir de ese momento, tenido como solsticio de invierno,
comenzaba a crecer la luz del día. Por consiguiente, la noche anterior alcanzaba su franja más ancha, vencido el
sol por el poder de las tinieblas. A partir de ese momento el astro ganaba fuerza, luz y calor. Era su nacimiento.
Para los antiguos, Oriente era región de luz y de vida, y Occidente de ruina y de muerte. Consecuentemente, los
templos se construían de cara a Oriente. Piénsese que las fiestas saturnales romanas en honor de Saturno, dios
agrícola del Lazio, se celebraban del 17 al 23 de diciembre, durante siete días licenciosos. En el norte de Europa
1. Origen de la Navidad
NUEVAMENTE ES NAVIDAD
había al mismo tiempo una fiesta de invierno, semejante a la del sur, en la que se
quemaban grandes troncos de madera en honor de los dioses para que el sol
brillara con más fuerza. Durante miles de años (algunos hablan de 11.000) se han
celebrado estas fiestas dedicadas al sol, según diversas tradiciones persas, 1romanas, nórdicas y anglosajonas . En el tiempo navideño nacían todos los
jóvenes dioses del sol: Osiris, Horus, Apolo, Mitra, Dionisios, Baco y Krisna.
Según los estudios de algunos historiadores, como E. Testa, los primeros
cristianos de Palestina revivían la navidad en el mismo lugar donde había nacido
Cristo. Lo cierto es que, a partir de Constantino, se decretaron algunos días
festivos, como el primer día de la semana o domingo y el 25 de diciembre, fiesta de
la natividad de Jesús. La navidad apareció, pues, hacia el 330 como cristianización de la fiesta pagana del
nacimiento del sol invencible (Dies natalis solis invicti), ya que Cristo es «sol de justicia» (Mal 4,2), «astro que
nace de lo alto» (Lc 1,78), «luz para alumbrar a las naciones» (Lc 2,32) y «luz del mundo» (Jn 8,12; 9,5). Navidad
asume una fiesta anterior humana y religiosa que se centraba en el sol. Así se logró que en un mismo día
coincidieran dos natalicios: el del sol y el de Jesucristo. El papa Liberio decidió en el 354 que el 25 de diciembre
se dedicase al creador del sol para contrarrestar la vigencia de los cultos paganos. La navidad adquirió una gran
popularidad en la Edad Media con la creación del belén y algunos cantos apropiados, que se transformarían en
los villancicos. Posteriormente adquirieron relieve las cenas y comidas de ese día. Un caso excepcional fue el
de algunos anglicanos puritanos que, por su severidad, prohibieron celebrar la navidad en Gran Bretaña en
1552. Volvió a rescatarse esta fiesta con Carlos II en 1660, y de nuevo se oscureció en la época victoriana. Hoy
celebran la navidad el 25 de diciembre anglicanos, protestantes y católicos. Para los ortodoxos, el nacimiento
de Jesús es el 6 de enero, fiesta de la epifanía. En todo el Oriente cristiano se bendicen las aguas el 5 de enero
en memoria del bautismo del Señor.
El año litúrgico empezó a estructurarse a partir del siglo IV, cuando aparecieron los dos grandes ciclos: el
pascual, de origen lunar, y el navideño, de origen solar. El año cristiano
comenzaba en Roma con la vigilia de navidad. Navidad era entonces
una memoria del nacimiento de Cristo. Se llamó adventus Domini,
venida del Señor. Un siglo más tarde se extendió rápidamente desde
Roma a todas partes. Por ser la navidad fiesta fija -la pascua varía de
año en año-, es fácilmente recordable su día. El nombre de navidad
viene de una deformación del latín nativitas/natalis. Natale significaba
entre los romanos el aniversario del nacimiento de un emperador o el
día de su ascensión al trono. En sus comienzos, navidad y epifanía
eran la doble cara de una sola fiesta. Ambas cristianizaron el culto al
dios sol, extendido por el Imperio romano en el siglo III. A finales del
siglo IV o comienzos del v se diferenciaron las fechas de epifanía y
navidad. Prácticamente ambas fueron aceptadas por todas las
Iglesias.
Según se entienda y viva el hecho navideño, puede hablarse de
varias navidades: sentimental, comercial, familiar, popular y cristiana.
2. Los rostros de la navidad
Los rostros de la Navidad
a) Navidad sentimental
Si el adviento es repetición cíclica de la esperanza, navidad no es sólo
nacimiento y alegría, sino soledad y tristeza. La navidad es gozo y alegría por
el nacimiento prodigioso de un niño, por los encuentros familiares y por las
dádivas y regalos. Al mismo tiempo, al reunirse festivamente la familia, se
echan en falta los miembros que han desaparecido, no pueden retornar o no
quieren volver. En navidad son recordados los difuntos de la familia, los
familiares que no están en casa, los exiliados alejados de sus países de
origen, los encarcelados, los huérfanos de todo tipo y, en general, los pobres y
marginados. Por estas razones, el pueblo cristiano se mueve a compasión
con colectas y gestos caritativos.
Pero no faltan los que rechazan la navidad basándose en argumentos
variopintos: Jesucristo no nació el 25 de diciembre, santa Claus no existe (se aboga por san Nicolás); la navidad
es una fiesta hipócrita, ya que se rechaza la guerra sólo durante esos días; se oyen canciones acarameladas y se
ven películas sentimentaloides; los árboles de navidad son antiecológicos Y prima descaradamente el comercio.
Algunos pesimistas rigurosos sostienen que la navidad es un monumento del pasado y una idolatría del presente,
ya que deshonra el nacimiento de Jesús de Nazaret. Creen que las razones para celebrar la navidad son
hipócritas. Por supuesto, no faltan los que prescinden del significado cristiano de la navidad porque son
agnósticos o ateos. Entienden las fiestas de navidad desde sus raíces precristianas como fiestas de invierno.
Para el calendario comercial, navidad es una ocasión extraordinaria de multiplicar las ventas de toda clase de
productos. Se advierte su proximidad por la decoración e iluminación eléctrica de calles y plazas, fachadas y
escaparates, a cargo de comerciantes y ayuntamientos. Semanas antes del día de navidad, a saber, desde el 1 de
diciembre, el comercio despliega una gran actividad. Los grandes almacenes y tiendas de barrio o de pueblo
aprovechan las navidades para vender productos típicos de estas fiestas: turrón y mazapán, champaña, cava y
sidra, adornos de espumillón, guirnaldas con bolas de colores y cintas, portales y figuras del belén, corcho y
musgo, árboles de navidad, juguetes y regalos de todo tipo. En muchas
casas se decora el hogar con el árbol o el belén. Navidad da lugar a ventas
abrumadoras, felicitaciones con tarjetas apropiadas, intercambio de regalos,
programas televisivos especiales, discursos de los mandatarios, salas de
fiestas y comidas suculentas.
En la actual sociedad secularizada, las navidades son fiestas de invierno,
con el prólogo de la lotería extraordinaria, el intermedio de las cenas de
navidad y año nuevo y el epílogo de la cabalgata de reyes con los juguetes
infantiles. En los días navideños, que coinciden con el final del año viejo, se
desorbita todo, quizá por ser un tiempo intensamente festivo, entrañable y
popular. Según encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, el 60
% de los españoles entrevistados considera que las navidades son «fiestas
alegres en las que la mayoría de la gente disfruta»; un 20 % cree que no son
«ni tristes ni alegres» y un 18 % piensa que son «más bien tristes». El 60 %
cree que hoy las fiestas navideñas son menos religiosas que antes.
Prevalece la cara familiar sobre la religiosa: el 90 % celebra la nochebuena
en el hogar familiar. El fin de año se reparte entre la familia (60 %) y los
amigos (30 %).
b) Navidad comercial
Los rostros de la Navidad
c) Navidad familiar
La navidad familiar se hace visible por el
retorno de muchas personas al lugar de su
nacimiento y a las raíces de su hogar, es decir, a
la tierra de los antepasados con los amigos y
familiares. Navidad es un tiempo propicio para
que se reúnan los miembros de cada familia, a
veces dispersos o escasamente comunicados.
En esos días se intensifica la vida hogareña. La
fiesta de navidad es para algunos agridulce,
dadas las tensiones existentes en la familia a
causa de criterios políticos o religiosos
contrapuestos o por el hecho de miembros
familiares desaparecidos. Todo gira en torno al cuarto de estar y a la mesa del comedor. Se recuerda a los ausentes -
difuntos o separados por la distancia-, se hace memoria de tiempos pasados y se procuran olvidar las rencillas,
rupturas o tensiones. Son días de encuentro y de gozo, de nostalgia y de recuerdos, caracterizados por la
abundancia y calidad de la comida, los regalos y las felicitaciones. Los niños ocupan un lugar preferencial. Se
acumula tanto en tan pocos días que uno se siente abrumado y aturdido, alegre y apesadumbrado.
Para el calendario religioso popular, navidad es una fiesta entrañable, sensible y
bulliciosa que festeja el nacimiento del Hijo de Dios del seno de María como niño
Jesús en el portal de Belén, cuya imagen es besada y adorada con villancicos,
zambombas y panderetas. Para el pueblo cristiano es el contrapunto del viernes
santo. Respecto al belén, el pueblo se fija en algunos aspectos fantásticos: el niño
desvalido, la madre silenciosa, san José embobado, el buey y la mula, los pastores
y las ovejas, la estrella, la maldad de Herodes y los reyes con sus dones. En Lesaka
(Navarra) y en las regiones vascas es típico el Olentzero, personaje glotón y de
oficio carbonero que baja en nochebuena de las
montañas y anuncia el nacimiento de Jesús. En
Cataluña son conocidos Els pastorets y los
pesebres vivientes. Propios de esta fiesta son
los árboles de navidad con adornos y luces.
Significativas y populares son las comidas típicas, según las regiones. Los días
navideños son días festivos intensos por la coincidencia de las vacaciones
escolares y porque ocho días más tarde se celebra el fin de año, momento de
renovación y vitalización de la existencia: necesidad de empezar, rechazo de los
fracasos, esperanza de una nueva vida. En navidad hay presencia
desconcertante de lo divino y nostalgia de lo trascendente. Navidad y año nuevo
sirven asimismo de ocasión para que las autoridades civiles (reyes y jefes de
gobierno) o religiosas (el papa) dirijan mensajes especiales a sus súbditos o
fieles, con objeto de trazar un balance anual y animarles a vivir en paz.
d) Navidad popular
Los rostros de la Navidad
e) Navidad cristiana
Ante la multiplicidad de significados
navideños es necesario preguntarse por el
sentido cristiano de la navidad. Su celebración
exige voluntad de vivirla a la luz de la fe, en un
clima de recogimiento y de paz. Litúrgicamente,
la navidad pone el acento en las raíces
subversivas del Dios con nosotros, cercano a
pastores y magos y alejados de dominadores,
adinerados, altaneros y poderosos. Celebra el
alumbramiento de María, en peregrinación, de
noche, con testigos pobres, en medio de
alabanzas celestiales. Para el catolicismo
militante, navidad es recuerdo de un Dios
encarnado, opción por los pobres, memoria de
solidaridad y apelación a la fraternidad, la
libertad y la paz. La navidad cristiana se centra en la encarnación del Salvador, en su compasión por la
humanidad a la deriva, en su identificación con el pueblo de los pobres, en su amor por todos. El sentido de la
fiesta litúrgica navideña está en los relatos de la infancia de Jesús, que proclaman evangélicamente el
nacimiento del Hijo de Dios. Se leen en todo el ciclo de navidad, desde el 25 de diciembre al 6 de enero. Los dos
relatos -que examinaremos más adelante- han influido en pintores, escultores, dramaturgos, cineastas y poetas.
Al mismo tiempo han recibido críticas racionalistas por la presencia de lo maravilloso y fantástico: ángeles,
pastores, magos, estrellas, etc. Sin duda alguna, han conformado la piedad básica del catolicismo popular y
configurado la liturgia navideña.Casiano Floristán
¿Quién eres tú, Jesús?
Eres el Verbo y un niño que no habla, vives oculto y eres tú la luz. Eres eterno y naces de una madre, eres la vida y mueres en la cruz.
Eres el cielo y vienes a la tierra, eres la fuerza y te vistes de humildad. Tú que eres grande y has hecho cuanto existe, vienes buscando mi ayuda y amistad.
Eres inmenso y cabes en la cuna, eres presencia de un Dios que se acercó. Eres misterio y quieres que te toque, eres la gloria y sufres como yo.
Los rostros de la Navidad
«Te prometo que no seré bueno en Navidad» (Alessandro Pronzato)
Te prometo que después de rezar el Padrenuestro seré mejor, seré capaz de compartir y de perdonar.
Te prometemos que el año después de casarnos nos querremos más.
Te prometo que después de celebrar a la Virgen, la imitaré.
Te prometo que después de adorar al Santísimo seré «adorador» de mis hermanos.
Te prometo que después de meditar la Palabra la guardaré en mi corazón.
Te prometo que después de predicar, me predicaré a mí mismo.
Te prometo que después de la catequesis, me convertiré en catecúmeno.
Te prometo que después de pedir tu bendición, multiplicaré mis bendiciones.
Te prometo que después de peregrinar a Tierra Santa, seré más santo.
Te prometo que después de peregrinar a Roma y Santiago, seré más misionero y apóstol.
Te prometo que después de ganar indulgencias, seré más indulgente.
Te prometo que después de ganar jubileo, seré más alegre.
Te prometo que pondré siempre el acento en el
después, y que no quiero hacer paréntesis en mi vida,
ni dividida entre oración y trabajo, entre días santos y
días mediocres, entre lugares sagrados y lugares
profanos. Fiestas sí, porque los ritos son necesarios,
pero procuraré que mi corazón esté siempre de fiesta.
Navidad no es punto de llegada, sino de partida. Lo
mismo podemos decir de otras celebraciones. Como pasa
con la boda, no es el final, sino el principio de un gran
amor. Y Dios siempre viene a casarse con nosotros.
Este niño no quiere ser bueno en Navidad, como todos los niños y todas las personas. No quiere ser bueno en
Navidad, para seguir siendo igual de malo al día siguiente. Él quiere ser en Navidad como todos los días, para que
cuando venga Jesús le vea y le conozca tal cual es.
Este niño es auténtico. Esta persona es limpia de corazón. No vale eso de ser bueno por un día o pacífico por dos
días. No vale eso de vivir entre paréntesis o de hacer treguas por
un tiempo. (Antes los ejércitos cristianos no hacían la guerra en
domingo ni en Navidad, después volvían a las armas, hasta la
Pascua).
Es verdad, en Navidad parece que recorre el mundo una ola
de ternura y una corriente de generosidad. Todos nos deseamos
las mayores felicidades y a todos impartimos las mejores
bendiciones. En Navidades hacemos campañas y colectas de
caridad, y nos parece bonito. Que alguien tenga hambre es una
desgracia, pero que tenga hambre en Navidad es un gran
pecado. En Navidad incluso rezamos y cantamos con más fervor
y renovamos nuestra fe cristiana. Todo por el Emmanuel.
Meditación prenavideña
Y decimos: qué pena. ¡Qué pena, Dios mío!
¿Por qué termina tan pronto la Navidad? ¡Que
sea siempre Navidad!
Pues ésta es la buena noticia, que siempre es
Navidad. Dios vino a nosotros y viene siempre a
nosotros. Dios vino y se ha quedado para siempre
con nosotros. Entonces, todos los días tenemos
que ser buenos. Todos los días tenemos que ser
portadores de paz.
Éste es el problema de nuestras oraciones y
celebraciones, que son fragmentarias. Así
hacemos un corte entre oración y vida, entre rito y
espíritu.
Corremos el peligro con esta dicotomía de
llegar a la esquizofrenia. Una cosa es lo que se
reza y otra lo que se vive. Una cosa es lo que se celebra y otra lo que se siente y experimenta.
Señor, te prometo que seré bueno el día después de Navidad.
Te prometo que seré bueno el día después del Domingo.
Te prometo que seré bueno todos los días siguientes.
Te prometo que seré bueno el día después de la
comunión.
Viene a ofrecernos su amor, a casarse con nosotros. El
que viene es el Novio (cf Jn 3, 29). «Viene saltando por los
montes» (Ct 2,8). No ha sido fácil el camino para él. Le
hemos puesto demasiados obstáculos. Le hemos
olvidado y hemos buscado otros dioses. Pero él viene
para conquistar nuestro corazón. «Yo la cortejaré, me la
llevaré al desierto, le hablaré al corazón (...) me casaré
contigo en matrimonio perpetuo; me casaré contigo en
derecho y justicia, en misericordia y compasión; me
casaré contigo en fidelidad y te penetrarás del Señor» (Os
2,16.21-22).
Es verdad que viene niño, pero el que nace es Amor. Y
el Amor no sabe hacer otra cosa que enamorar. Viene,
pues, para enamorarnos. El Amor es de por sí contagioso
y difusivo. Viene, pues, para contagiar al hombre de esa
tierna y dramática enfermedad.
¿Suena el timbre? Es Dios que viene a amarnos
Meditación prenavideña
Ya desde el primer momento podemos hablar de un gran Amor y de un
misterioso y maravillo esponsalicio. Dios, por amor al hombre, se hizo
hombre. O sea, Dios amaba tanto a la humanidad, que se casó con ella. «El
más hermoso de los hijos de los hombres se casó con la más fea», diría S.
Agustín. Cuando hablamos de que Dios se revistió de carne, que el Hijo de
Dios se encarnó, que asumió sustancialmente la realidad humana, estamos
hablando de un «admirable consorcio» de Dios con el hombre; estamos
hablando de una compenetración, de una plena comunión de lo humano con
lo divino.
Te penetrarás de Dios, anunciaba el profeta; pero Dios se compenetra
asimismo de hombre. Así Dios y el hombre se han casado en amor en unión
plena y eterna. Dios y hombre ya no son tan distintos, ni mucho menos
rivales, sino que son consustanciales.
Pero el amor esponsal de Dios no se dirige a la humanidad genérica, ni
siquiera a un pueblo más concreto, como Israel, sino a cada uno de los
hombres, a cada uno de nosotros. Y la respuesta, sabemos, no ha sido
gratificante para Dios: «Vino a su casa y los suyos no le recibieron» (Jn 1, 11).
En cada Navidad llama a nuestra puerta mendigando acogida y amor. «Mira que estoy a la puerta y llamo; si
alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). Son cenas de bodas, cenas
de comunión.
Navidad, abre tu puerta al niño. Hazte cuna para él. No viene a
quitarte nada, viene a enriquecerte y ensancharte. Besa y abraza a tu
Dios.
Navidad, el niño quiere nacer en tu corazón. Comulga con él.
Navidad, el niño que nació en Casa del pan, se deja comer. Come
el pan de Navidad.
Navidad, el niño también se deja alimentar y se deja vestir,
mendigo y pordiosero, sé generoso con él.
Meditación prenavideña
El hijo de Dios se hizo hombre y puso su tienda entre nosotros.
En medio del silencio de la noche, Dios quiso regalarnos su palabra; en ella el mismo Dios se hizo carne y puso su tienda entre nosotros.
A cuantos recibieron la Palabra Dios quiso que pudieran ser sus hijos; así hemos contemplado su grandeza: la luz del hijo único del Padre.
Había luz y vida en la Palabra, por ella se creó cuanto se ha hecho, al mundo vino, en él puso su casa pero los suyos no le recibieron.
La Palabra está callada,vestida de amor carnal.Ya no importan las palabras, solamente importa amar.La Palabra se ha hecho ínfante, silencio, por Dios, callad, resulta que la Palabraahora no sabe hablar;se quiere hacer ignorante,que sólo sabe llorar;es un misterio tan grande,que no se puede explicar. Haced como el buey y la mula, que no dejan de mirar;y como José y María,sólo saben meditar.No digáis nada, por Dios,es hora de contemplar;hay un niño que es un soly está a punto de llorar.Mirad un sol eclipsadopor la luna maternal;ya tiene velo encarnado,ya se le puede mirar.La madre le acerca el pecho, el niño quiere mamar,José se sabe en el cielo,ya se le puede besar.Se traduce la Palabraen gestos de caridad,sólo lo entiende quien ama, solamente importa amar.