Arte/prácticas artísticas Tensión y conflictividad en los escenarios urbanos
contemporáneos
Susana A. C. Rodríguez1
Los estudios comunicacionales completaron el giro epistemológico gracias al cual hablar de cultura dejó de limitarse a objetos de valor excepcional y comenzó a analizarse la producción, la circulación y el consumo de los procesos creativos en todo el arco de la vida cotidiana. Néstor García Canclini, 2012, “Creatividad y jóvenes: Prácticas emergentes”, p. 20 Los verdaderos portadores de la función epistemológica son la tecnología y los medios. Fredric Jameson, 2002, “Transformaciones de la imagen”, `p. 149
Resumen
A partir de una novela póstuma de José Donoso se problematiza la cuestión del arte
en los escenarios postmodernos, el estado de reflexión sobre los procesos artísticos
con respecto a la función del artista, su rol social y la transformación de las
expectativas en torno a los efectos de las prácticas artísticas contemporáneas. El
trabajo articula la negación del artista de actuar en un contexto que pone en crisis sus
valores con la positividad de los jóvenes que dibujan otro croquis urbano y plantean un
hacer desprovisto del aura del arte autónomo propio de la modernidad. La cuestión
irresuelta pasa por si pueden quebrar con sus prácticas las estrategias neocapitalistas
que están atentas a redireccionarlas, apropiándoselas. Una posibilidad es la de la co-
ocurrencia de prácticas artísticas que circulan a contramano de los dispositivos
museificantes que aún pretenden reducir los conflictos y las tensiones en los
escenarios urbanos contemporáneos.
Palabras clave
Arte-prácticas artísticas-función y rol del artista
1. Prolegómenos En 1973, el escritor chileno radicado en España, José Donoso (1924-1996)
empezó a escribir Lagartija sin cola. En el prólogo de esta novela (publicada en
forma póstuma) Julio Ortega dice que Donoso se resistió a realizar su revisión 1 Consejo de Investigación Universidad Nacional de Salta
para editarla, lo que puede interpretarse como una disconformidad con el
material y su forma, pero también como una cierta insatisfacción al haber
tocado el tema de la imaginación ligada al accionar del arte en un mundo
desprovisto de encanto, cuando ya Donoso no tenía tiempo real para elaborar
una teoría al respecto. El editor sugiere dos caminos de lectura de la novela, en
uno se condensa una fábula “irónica y melancólica” de España sometida a las
“hordas turísticas”; en el otro, la historia de un artista que renuncia al arte en
tanto lo encuentra sometido, esta vez, a la vulgar comercialización.
No me ocuparé de abordar los vericuetos de este proyecto de novela de tesis ni
sus aspectos formales, lo que me llevaría a revisar la obra de Donoso y su
conflictiva relación con una materia literaria provista por el exilio y contrapuesta
a las experiencias vividas en su propia tierra, aquellas que marcaron novelas
mayores como El lugar sin límites (1966), El obsceno pájaro de la noche (1970)
o Casa de campo (1978), por nombrar las que a mí personalmente me
impactaron. De las indicaciones de lectura de Ortega me interesa ensamblar
ambos recorridos puesto que los considero pertinentes al tema que me
propongo tratar.
El arte, mejor dicho, la concepción de arte que el personaje de la novela de
Donoso explicita, está sujeta a la reactividad propia del pensamiento moderno,
puesto que defiende, además de la autonomía de la obra, la separación entre
arte elevado y cultura de masas. El pintor Armando Muñoz-Roa denuncia
públicamente la impostura del escenario artístico español, provoca un corte
radical con él y se aísla para siempre del medio social. El meollo de su
argumentación forma parte de la corriente de pensamiento heredada de la
escuela de Frankfurt, refractaria a la reproducción de formas sometidas a la
industrialización, lo que afecta, al entender de Adorno y Benjamin, las
subjetividades. La situación existencial del personaje de la novela de Donoso
no tiene posibilidad de resolución ni salida alguna su análisis, porque lo que se
muestra con sutileza en el relato es que las mutaciones sufridas por la
producción, circulación y recepción del arte se escapan de los paradigmas de
lectura consabidos y Armando Muñoz-Roa entra en crisis por su incapacidad
de adaptación al nuevo régimen del arte.
2. Vinculaciones
Al exponer los avances de nuestro proyecto de investigación en el encuentro
promovido por las Jornadas de estudios literarios y lingüísticos realizadas en
Jujuy en el año 2014, una profesora se acercó con sigilo y discreción a nuestro
grupo y dijo “alguna vez quiero que me expliquen por qué ustedes hablan de
‘prácticas artísticas’ y no de ‘arte’”. Mi primera reacción fue pensar que dicha
docente percibe con disforia los cambios que se han producido en la escena
urbana, la notoria disolución del perfil clásico del escritor y del artista ante la
emergencia de quienes se reconocen como “trabajadores de la cultura”. Es en
esta frase donde emerge con claridad el desplazamiento de una función, la del
escritor y artista diferenciados del resto de los “ciudadanos” y adscriptos a una
economía simbólica en tensión con la capitalista, a una nueva función, la de
quienes ejercen su trabajo motivados por la concepción de la cultura como
recurso (Yúdice, 2002).
De lo que se trata es del desplazamiento de los desplazados, los jóvenes, los
que están fuera del sistema o de las instituciones, los pobres, que señala
García Canclini (2012) al decir que la cultura ya no se limita a lo excepcional.
Cuando un Jesús Flores Walpaq expresa que no pretende ser reconocido
como artista y por eso trabaja en la calle haciendo murales con su grupo
Muralistas A, está diciendo en definitiva que no quiere encerrar su trabajo en un
museo, diferenciarse, sino que le interesa igualarse a los demás trabajadores
que en Latinoamérica constituyen un movimiento de muralistas reconocido “en
el ciclo económico de la producción de valor y en el ciclo simbólico de
organización de las diferencias” (García Canclini, 2012:21). Flores es
consciente del escaso reconocimiento de su papel social y económico por lo
que su batalla cotidiana consiste en obtener materiales para proseguir su
trabajo, la práctica artística que lo habilita para, como ciudadano común,
codiseñar el espacio urbano, al menos en lo que respecta a los muros abiertos
a la mirada común.
Cuando los jóvenes escritores emergentes de Salta y de Jujuy organizan sus
ediciones y las presentan, -en ocasiones con un desenfado perturbador pues
requieren, la mayoría de las veces, el único reconocimiento de sus pares y
dejan de lado la tradición de las presentaciones más o menos oficiales, más o
menos ligadas al discurso académico-, no sólo desafían a los escritores
legitimados por cuatro siglos de literatura salteña (sic) sino que invisten una
función social diferenciada. Son agentes de su propia gestión cultural y hasta
se atreven a cazar el guante de la iniciativa política de reconocimiento a los
jóvenes narradores, por ejemplo, constituyéndose en jurado de un premio
literario de cuya impronta me dedicaré en otra oportunidad2.
En tanto, en la novela de Donoso la protesta del artista maduro ante la
destrucción del espacio urbano a manos de vulgares capitalistas -cuya única
búsqueda es proseguir acumulando capital sin conservar los aspectos edilicios
y el paisaje histórico-cultural-, se orienta a descalificar las innovaciones
dispuestas para atraer turismo a las ciudades alejadas de los grandes centros.
La referencia es a un “allá” donde intelectuales y artistas escapan para
recuperar illo tempore feliz, lo prístino de un paisaje desnudo de afeites y ajeno
al mal gusto de la mercantilización turística. Ese “allá” es una utopía y la
modernidad a la que alude Donoso confirma que aquella ya no tiene cabida a
fines del siglo XX. En los escenarios urbanos postmodernos la ciudad como
cuerpo ha sufrido un proceso de fragmentación y en los recorridos que las
atraviesan se han acentuado las interdicciones, asemejándose a la figura de un
juego virtual3.
3. Tensiones culturales
Ahora bien, ¿cómo pensar el desplazamiento de la categoría “arte” ante la
denominación vulgar, “vulgar”, entre otras acepciones porque se acentúa el
hacer y no el producto ya consagrado, hacer despojado de aura y cargado de
connotaciones laborales? Con la mala costumbre que nos aqueja a los
formados en la antigua disciplina de los estudios literarios, apegados a la
ciudad letrada4 que constituye ya una exigua parte de la multifacética y plural
2 Me refiero a Narrativa salteña del Bicentenario. Concurso de Cuentos Miguel Ragone. Salta, Cámara de diputados de la provincia de Salta. Jurado integrado por Elio Martín Maigua, Luciano Lamberti y Daniel Medina. A partir de 2014 se iniciaron diversos reconocimientos de escritores salteños que fueron citados a la Legislatura para recibir una plaqueta, en un gesto político que abarcó la ciudad y la provincia. 3 Aquí vale remitir al lector al poema de Carlos Varas Mora, Mu Salta, en el que su enunciador percibe la circulación por los barrios de la ciudad como el recorrido virtual por niveles propio de los videojuegos. 4 “Esa ciudad que sigue ignorando que millones de personas, en nuestras ciudades de América Latina, son indígenas de la cultura oral, incluso en Argentina, aunque pasaran por una escuela que les enseñó a leer y les enseñó a escribir. La cultura cotidiana es oral. Y el mundo digital mueve el piso. El caos mueve el piso
urbe actual, recurro al diccionario etimológico de Corominas para instruirme
acerca de las variaciones de sentido del vocablo “trabajo”. Leo que Trabajar [es] ‘sufrir’, ‘esforzarse, procurar por, [se remiten al] 1220-50,
de donde más tarde ‘laborar, obrar’, siglo XIV. Del latín vulgar tripaliare
‘torturar’. De trabajar deriva el sustantivo trabajo, 1212, que conserva
en la Edad Media y aún hoy en día el sentido etimológico de
‘sufrimiento, dolor’.
De inmediato uno recuerda la postura de Barthes a propósito de la lectura y su
relación con el placer, pues cuando habla del trabajo del lector subraya la
evaporación de todo esfuerzo, es decir, del sufrimiento y dolor constitutivos de
una acción humana que se desplaza de un universo social a otro, como dice
Jorge Manrique de “los que viven por sus manos/e los ricos”. A partir de esa
gran ruptura que supuso sustituir la idea de “creación artística” por la de
“trabajo artístico”, en el ámbito de las letras se ha diseminado el término
siempre con el sentido de despojar la actividad intelectual del tinte improductivo
y ajeno a las vicisitudes del mundo real, de la cadena de montaje donde están
los que en verdad producen. Por cierto que no voy a rastrear esos avatares
pero debemos tenerlos presentes, pues explican las razones de la distancia
que nos separa, en la actualidad, del fenómeno al que aludimos como
“autonomía del arte y la literatura”.
Sabemos que el estado moderno tuvo la función de construir ciudadanía
mediante la conformación de un campo cultural (Bourdieu) constituido por
políticos, intelectuales y artistas, cada cual en sus respectivas zonas. Sabemos
también que la crisis de representatividad, junto a la pérdida de autonomía de
las esferas que se mantuvieron separadas en la modernidad, motivaron el giro
epistemológico del que habla García Canclini (2012). Dicho giro nos obliga a
desplazarnos de aquellas consideraciones que, por lo que emerge de la
inquietud de quienes creen en el valor diferencial del arte, aún sostienen cierta
legitimidad en el ámbito académico y en el de la ciudad letrada que representa,
por ejemplo, el personaje de la novela de Donoso. Por estas razones pienso
que es necesario plantear la cuestión como problema, precisar las ideas de
cultura y trabajo en relación con las transformaciones que se produjeron y
a las seguridades que teníamos. Aquella seguridad que sostenía que para ser inteligente había que ser letrado.” Jesús Martín Barbero. Entrevista citada en Bibliografía.
están produciéndose en cuanto a lo estético, entendido como estésico, es
decir, lo que afecta a nuestros sentidos y produce, en concomitancia, efectos
de sentido y un modo de accionar, de “practicar” el arte que involucra los
cuerpos de la gente común.
Por otro lado, Juan Díaz Pas me sugirió la lectura de La noche de los
proletarios, de Jacques Rancière (2010), que recoge como material los textos
escritos por obreros (La colmena de los trabajadores) aproximándonos al
universo de los trabajadores del siglo XIX desde la perspectiva de la igualdad;
recuerdo al lector que la voluntad teórica de Rancière procura desbrozar el
camino de la emancipación social. Cuando Rancière piensa en qué consiste la
emancipación de los proletarios sometidos a una temporalidad dictada por un
sistema que ellos padecen como dominados que son, dice que ellos “se
reapropian del tiempo fragmentado para crear formas de subjetividad que vivan
otro ritmo que el del sistema”. Pienso que la referencia a la emancipación
desde un punto de vista diferente al que direccionó la modernidad –recordemos
que intelectuales y artistas se posicionaron en esta etapa como representantes
de los que no tenían voz y ratificaron la desigualdad constitutiva del género
humano- nos permitiría explicar, a pesar del siglo que nos separa del material
relevado por Rancière, el desplazamiento del arte a las prácticas artísticas ya
no como un cambio de nomenclatura que hipócritamente señalara una
instancia “democratizadora” en los escenarios urbanos contemporáneos, sino
como la irrupción de quienes se resisten a la previa clasificación de su trabajo y
se atreven a escribir, pintar, subir a escena, fotografía y filmar el mundo en las
grietas que dejan los muros construidos por un sistema de tendencia
homogeneizadora y sostenido por el principio de desigualdad, propio del
sistema neocapitalista.
El espacio de lo estético no se cierra a sus conexiones con el contexto que,
según Jameson (2002) se entiende en la postmodernidad totalmente
culturizado, porque “cuando la esfera de la cultura se expande al extremo de
que todo se asimila a ella, la tradicional especificidad de lo estético y de la
cultura como tal se pierde por completo (2002:150). Las filtraciones del mundo
ciber en la narrativa de los jóvenes, los experimentos de la fotografía y el vídeo,
los pasajes e hibridaciones entre música y danza “culta” y “popular” (de que
dan cuenta las investigaciones realizadas por varios de los integrantes de
nuestro proyecto) hacen pensar que la semiosfera a la que alude Lotman ha
estallado en un caos del cual en el futuro emergerá, quizás, no el pastiche al
que alude Jameson como marca de lo postmoderno, sino flujos diferentes de
materias irreductibles a la mercantilización, es decir, a ser devoradas por el
sistema económico como mercancías5.
El personaje de la novela de Donoso, al pretender resistirse al embate del mal
gusto investido por las campañas del turismo y del bienestar democratizador,
sostiene como bastión una mirada que, educada en lo sublime del arte, pueda
exorcizar el demonio de la decadencia de una civilización que erigió obras que
deberían, a su juicio, ser imperecederas. Tiene como aliado un personaje del
poblado de Dors quien, como él, descree del nuevo perfil que el propulsor de
las reformas proyecta instalar para convertir aquél en un polo turístico. Sin
embargo, las herramientas conceptuales con las que cuenta son insuficientes y
la tensión propia del antagonismo de las ideas que circulan devuelve al artista a
Barcelona, para recluirse definitivamente en un rincón a esperar la muerte
física.
En los escenarios urbanos contemporáneos, que nuestra mirada ha
circunscripto a Salta y alrededores, la tensión y conflictividad entre las
propuestas convencionales e innovadoras de los distintos registros artísticos:
literarios, musicales, visuales, dancísticos, requieren una puesta a prueba de
las categorías con las que pensar la crítica y elaborar un croquis (Silva, 1992)
que no descarte la mínima voz, el mínimo acorde por inconsistente y fugaz que
parezca.
4. Otras vinculaciones a propósito de la resistencia cultural
5 En el momento de la corrección de este artículo (por sugerencia de los evaluadores) acaba de suceder en el MAC (Museo de Arte Contemporáneo) una performance a cargo de Alma Canobbio, que reunió un grupo de estudiantes de danza, artistas plásticos como Roxana Ramos, actores como Marité Cervera. El motivo fue dar cuenta de qué pasa con los cuerpos en una ciudad que se ha transformado y ya no es la Salta de la siesta, los tiempos largos y el solo estar. Jornadas extendidas de trabajo impiden el regreso a casa para almorzar o descansar; la relación de pareja, la amistad, la conversación, se ven afectadas. En el espacio exiguo de los ventanales de la planta baja del Mac circularon apretujados estos cuerpos en diálogo con el transeúnte, muestra que fue grabada por el Negro Ramírez y se puede ver bajo el título “Intersticios urbanos. Sujetos en fuga” en YOUTUBE.COM. Al final del trabajo cito algunas fotografías con el permiso de Alma Canobbio.
Es interesante conocer algunos antecedentes comunes entre téoricos y
artistas, tal como La sociedad anónima que en los años noventa del siglo XX
reeditó, con otros objetivos, la organización de arte fundada por Man Ray,
Duchamp y Katherine Dreier entre 1920 y 1950. Se produjeron en las últimas
décadas del siglo XX investigaciones y experiencias para relacionar las
prácticas artísticas y el pensamiento crítico que fueron reunidas en un
manifiesto, con fuerte matiz deleuziano, del que extraigo los siguientes puntos:
1. Rechazo de la idea de autoría, reemplazo por el de productores
como sociedad anónima
2. Valoración de las prácticas artísticas como producciones ligadas a
la experiencia que impulsan efectos de significado, simbólicos,
intensivos, afectivos.
3. El trabajo artístico, ligado al trabajo del sueño, no tiene que ver
con la representación, produce la presencia, el acontecimiento y no se
reivindica como esfera autónoma.
4. El arte no se expone, se produce y difunde. Los museos, las
galerías de arte son inadecuados porque vacían la potencia efectiva del
arte.
5. El productor artístico realiza un trabajo que se sitúa como
cualquier actividad de cualquier ciudadano, se inscribe en el dominio
público.
6. El artista como productor no es chamán, opera como participante
en los intercambios sociales de producción intelectual y deseante.
7. Las prácticas ya no producen objetos de arte sino sentidos e
información, modificándose la relación entre productores y utilizadores,
desplazándose la idea de autoría.
8. Exigen revisar el concepto de propiedad intelectual, encontrar una
fórmula que respete el derecho de autor tanto como el derecho colectivo
de acceso público, libre y abierto a la totalidad de los saberes.
9. Tres vías por las que las nuevas prácticas artísticas asumen su
responsabilidad: multiplicación del relato (la narración), producción de
situaciones de socialización y producción de espacios de socialización
de la experiencia que generen una mediación.
10. Intervención del artista en el tiempo real del dominio de la
experiencia no en el diferido de la representación.
11. Rechazo de la distinción y el valor estetizado añadido a objetos y
relaciones por el capitalismo.
12. Rechazo del efecto de emprobrecimiento cualitativo y
expropiación de la experiencia propios de la industria del espectáculo.
Exigen agenciar líneas de resistencia y modos de producción alternativa
de los procesos de socialización y subjetivación.
La cuestión que se plantea en estos principios reseñados y las intervenciones
de las prácticas artísticas en estos quince años del siglo XXI es la posibilidad
de resistencia a la mercantilización de la cultura. Como lo augurara Eco en su
clásico libro siguen dividiéndose las aguas entre apocalípticos e integrados.
Especialistas en comunicación como Jesús Martín Barbero dicen que hay que
[…] reinventar la sociedad con capacidad de acoger toda la diversidad
que hoy existe, diversidad de sensibilidades, de inventiva, diversidad
narrativa, la explosión narrativa de los jóvenes.
Podría hablarse como él lo hace, de brechas, de emancipación en los
intervalos producidos en la superposición de la cultura de cada uno de los que
constituyen los escenarios urbanos, valores inalienables si pensamos en la
postura de Raymond Williams (1958). La pretensión del culturalista inglés fue la
de hacer de lo individual algo común, que no produzca rispidez decir que la
cultura es algo ordinario, que “se compone de significados comunes más
ordinarios y los significados individuales más elaborados” ¿Existe la posibilidad
de que las prácticas artísticas funcionen por fuera de los medios de
internalización del control social que son propios de los dispositivos
disciplinadores? ¿Podremos los trabajadores de la cultura escapar al designio
de ser “proveedores de contenidos” e instalar prácticas locales, crear
ciudadanías culturales que sean reconocidas más allá de la procedencia
territorial?
5. A modo de conclusión
Raúl Antelo en “El tiempo de una imagen: el tiempo-con” (2015) nos dice que, a
la luz del pensamiento de Agamben y Debord, la manera de contrarrestar la
transformación del mundo provocada por la economía consiste en escapar a la
racionalización productiva; de lo que se trata es de “liberar energías –incluso
las de las imágenes previamente capturadas por los dispositivos biopolíticos e
inclusos bioestéticos, para restituirlas a un posible uso común” (p. 288). Las
prácticas que registramos –las fotografías de Pablo Lihuen, los murales de
Jesús Flores Walpaq, los encuentros del colectivo PolleraPantalón y los Slam
de poesía copa Ginebra (literalmente el premio es una botella de Ginebra)
organizados por Fernanda Salas y Anita Azurmendi, la performance “Las
lloronas” de la artista plástica María Laura Buccianti, las intervenciones de
Mariano Gusils, entre otras- no conforman circuitos estables y están lejos de
ser “institucionalizables”. La ciudad organizada, con circulación prevista sobre
todo en sus ceremonias y rituales estamentales, es puesta en jaque por
imágenes calidoscópicas que abren múltiples brechas a los condicionamientos
históricos y sus concreciones traducidas en monumentos.
Queda por esperar que se aúnen los contextos culturales antagónicos y no se
clausure la significación de estas prácticas subordinándolas a un sentido
integrador. Porque la tensión y la conflictividad que subyace en los escenarios
urbanos contemporáneos sólo puede ser revelada por la acción de des-obrar,
capturando la velocidad de los cambios, provocando el diálogo y la
participación.
Bibliografía
Referencia literaria: Donoso, José (2007) Lagartija sin cola. 1ª edición. Buenos Aires: Aguilar, Altea,
Taurus, Alfaguara.
Referencias teóricas: Antelo, Raúl (2015) “El tiempo de una imagen: el tiempo con” en Cuadernos de
Literatura Vol. XIX –Julio-Diciembre- pp 376-399
Barbero, Jesús Martín (2014) “Bienvenidos de vuelta al caos” entrevista
realizada por Washington Uranga, en Página 12, lunes 24 de noviembre de
2014.
García Canclini, Néstor y Maritza Urteaga (coords.) (2012) Cultura y desarrollo.
Una visión crítica de los jóvenes. Buenos Aires: Paidós.
Jameson, Fredric (2002) “Transformaciones de la imagen en la
postmodernidad” en El giro cultural. Escritos seleccionados sobre el
posmodernismo. 1983-1998. Buenos Aires: Manantial.
Rancière, Jacques (2010) La noche de los proletarios. Archivos del sueño
obrero. Buenos Aires: Tinta Limón.
Silva, Armando (1992) “La ciudad como arte. Una nueva topografía”
http://ebookbrowse.com/la-ciudad-como -arte-Armando- Silva-pdf-d160290343.
Williams, Raymond (1958) “La cultura es algo ordinario” en The Raymond
Williams Reader (2001) pp 10-24 Traducción de Ricardo García Pérez.
Yúdice, George (2002) El recurso de la cultura. Usos de la cultura en la era
global. Barcelona: Gedisa.
FOTOGRAFÍAS DE INTERSTICIOS URBANOS. SUJETOS EN FUGA,
PERFORMANCE CREADA POR ALMA CANOBBIO CON LA PARTICIPACIÓN
DE ARTISTAS PLÁSTICOS, BAILARINES Y ACTORES