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Baketik-6_cas

Date post: 28-Mar-2016
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El sufrimiento en los conflictos violentos y su elaboración
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bak etik Revista de ideas éticas del Centro por la paz de Arantzazu Marzo de 2009 El sufrimiento en los conflictos violentos y su elaboración Artículo de Jonan Fernandez 6 2
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baketikRevista de ideas éticas del Centro por la paz de Arantzazu

Marzo

de2009

El sufrimiento en losconflictos violentos y

su elaboraciónArtículo de Jonan Fernandez

62€

Baketik 6Edita: Baketik (Gandiaga Topagunea - Arantzazu - 20567 Oñati)Impresión: Antza (Industrialdea 2. pab. - 20160 Lasarte)Depósito Legal: SS-789-2007marzo de 2009

Instituciones colaboradoras

Esta publicación ha recibido subvención de:

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baketikRevista de ideas éticas del Centro por la paz de Arantzazu

Marzo

de2009

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Este monográfico es una adaptación delartículo escrito por Jonan Fernandez parala revista Staurós. Teología de la cruz.

Este artículo se orienta a analizar el sufrimiento en losconflictos violentos y su elaboración tanto en la dimensiónsocial como en la más personal que afecta a las víctimas.Todos los sufrimientos se parecen y todos son singulares.El sufrimiento de las víctimas en conflictos violentos tienecaracterísticas especiales que, por su publicidad, intencio-nalidad, carácter desgarrador, injusto o tantas veces inex-plicable, necesita un análisis específico. Al mismo tiempo,comparte procesos similares con otros sufrimientos. Ladefinición de sufrimiento, su origen en la historia personalo algunos principios y criterios en su tratamiento soncomunes a otros sufrimientos y a otras víctimas.En la primera parte de este trabajo, abordaremos esos

aspectos comunes a la mayor parte de sufrimientos. Elrecorrido que haremos empieza de muy atrás para tratarde entender de una forma sencilla qué es el sufrimiento ycómo se instala en nosotros/as. En la segunda parte, abor-daremos aspectos más específicos del trabajo de elabora-ción personal y social que el sufrimiento de las víctimasnecesita en el contexto de conflictos violentos.

El sufrimiento en losconflictos violentos y

su elaboración

JonanFernandez

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Primera parte.

Aspectos comunes a la mayorparte de sufrimientos graves

La comprensión del sufrimientoEl sufrimiento forma parte ineludible

de la vida humana. Es difícil, por nodecir imposible, encontrar una perso-na que pueda decir que no ha sufridoo incluso que no ha sufrido grave-mente. La inevitable muerte de seresqueridos es, por ejemplo, causa desufrimientos extremos, y todas laspersonas que no morimos muy jóve-nes pasamos por esa experiencia. Elsufrimiento nos acompaña y unabuena vida no es una vida sin sufri-miento sino una vida que es capaz deintegrar el sufrimiento como parte desu historia.

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Esa inconformidad existencial es tan profunda que muypronto provoca en nosotros/as la necesidad imperiosa deser acogidos, aceptados, amados, reconocidos, valora-dos… no encontramos otra forma de zafarnos de esesufrimiento original. A partir de ahí, cada cual busca yencuentra en su infancia, con sus influencias y herenciasfamiliares, una forma de captar ese reconocimientoacogedor que le haga olvidar su soledad inexplicable eimpronunciable. Unos buscarán el cobijo de esa acepta-ción en el perfeccionismo, otros en la entrega, otros en lasingularidad, otros en el saber, otros en el afán de notorie-dad, otros en el poder, otros en la sociabilidad, otros en lahiperactividad, otros en la lealtad, otros en el victimis-mo… Así construimos a muy temprana edad los rasgosprincipales de nuestra forma de ser y actuar que nosmarcarán para toda la vida.En el fondo todo son estrategias psicológicas, no nece-

sariamente conscientes, para sentirnos a cubierto de esaintemperie que es la incógnita de la existencia y poderolvidarla. A poder ser, poder olvidarla para siempre. Perola vida es como es. Y es difícil esa amnesia perpetua. Algu-nos tal vez la consigan. Pero a la mayoría, las dificultades,los conflictos, las crisis, los problemas, las enfermedades,la muerte… nos vuelven a poner en contacto con esaangustia de la existencia.El sufrimiento nos deja solos. Es difícil repartirlo; se

puede contagiar pero, aunque se transmita a otros, cadacual sigue teniendo su cuota propia de sufrimiento. Ésta esuna característica del dolor. Nos pone solos/as frente anosotros/as. Nos hace sentirnos en soledad. Nos saca delcobertizo en el que nos resguardábamos de la intemperie.El dolor individualiza y ahí ya no nos valen las estrategiaspsicológicas. El sufrimiento nos tutea y nos recuerda queestamos solos en la vida ante sus interrogantes. Que mori-remos solos y tal y como ahora nos tenemos que enfrentarsolos al dolor, solos nos tendremos que enfrentar a la muer-te. El dolor y el sufrimiento nos aíslan, nos hacen recordarnuestra soledad original frente a la vida y el mundo.Al final, aunque haya muchos tipos de sufrimientos,

todos los sufrimientos graves nos remiten a esa angustia,esa soledad, ese dolor primero que es el dolor de la viday de la muerte. Por eso, las víctimas de causas y circunstan-cias diferentes nos hablan de experiencias y travesías deldesierto muy similares.

El sufrimiento anula y posibilitaLa propia definición que nos ha dado el diccionario

Como tantas veces, el diccionario se convierte en unareferencia que nos puede orientar sobre esta realidad. Lapalabra sufrimiento tiene una doble acepción. Sufrimientoquiere decir padecimiento, dolor, pena; pero significatambién paciencia, conformidad, tolerancia con que sesufre una cosa. Sufrimiento es, a la vez, el dolor mismo ynuestra forma de sobrellevarlo. Parece un contrasentidoabsurdo pero es una sabia síntesis. El sufrimiento en la vidason sus dolores y nuestra capacidad de elaborarlos.Afortunadamente, la vida no es sólo sufrimiento es

también alegría, creatividad, amor, pasión, fiesta… Pero elsufrimiento tiene una presencia muy importante a lo largode nuestra historia. Podríamos decir más; junto a la cara delas más grandes expresiones de felicidad se encuentramuchas veces la cruz del dolor que nos hace sufrir. El amor,la amistad, la creación, la familia, el parto, la amistad, loshijos/as, los padres, los mejores proyectos, las aspiracionesmás elevadas son fuente de dicha y de dolores. Saberconvivir con el sufrimiento es, por ello, determinante.Tenemos que aceptar su presencia si queremos vivir conalegría interior. Tratar de entenderlo, integrarlo y elaborar-lo haciendo de la dificultad camino de vida.Hay distintos sufrimientos: inevitables o inesperados;

cortos o prolongados; necesarios, constructivos, que nosayudan a crecer y nos transforman, o innecesarios, destruc-tivos provocados, absurdos, humillantes e injustos. Éstosúltimos parece que añaden más dolor al dolor. Sea comosea, son sufrimientos, con mayor o menor intensidad, conmayor o menor ofensa; nos sitúan ante la travesía de unaexperiencia que todos vamos a tener que recorrer en uno,en otro o en muchos momentos. Necesitamos mirar defrente al sufrimiento para no dejarnos anular por su virulen-cia. Tenemos que conocerlo bien y saber cómo funciona ennosotros/as para poder elaborarlo.

Un sufrimiento originalHay un sufrimiento que está en el origen de todo. Un

sufrimiento del que tratamos de escapar a toda costa.Hasta tal punto, que organizamos nuestra vida en base anuestra propia estrategia de huida del mismo. Es el sufri-miento que provoca el miedo a la finitud, el vacío existen-cial que nos deja sin respuestas para las preguntas de lavida: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Dónde seencuentra el sentido de mi vida? ¿Qué pasa con la muer-te? ¿Qué será de mi? Un sufrimiento y un vacío que tanbien reproduce la obra de Oteiza en los apóstoles vacíosde Arantzazu.

El sufrimiento en los conflictos violentos y su elaboración

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describe su ambivalencia. Si el sufrimiento en el procesode la vida sólo es padecimiento, dolor, pena, puedeconvertirse en una carga destructiva que, en el mejor delos casos, condicionará negativamente nuestra historia y,en el peor de los casos, llegará a anularla totalmente. Sinembargo, si el sufrimiento además de dolor es un proce-so de paciencia, conformidad, tolerancia con que se sufreuna cosa; es decir, proceso de elaboración personal deese dolor, podrá ser posibilidad de liberación y crecimien-to humano.El sufrimiento es anulación cuando nos condena a

perpetuidad al victimismo, cuando no encontramosforma de salir de la rueda de autocompasión, resenti-miento, odio, rencor, búsqueda de culpables, necesidadde dar pena, nostalgia o impulsos vindicativos. Cierta-mente, no es posible ser víctima y sufrir sin pasar poralgunos de estos sentimientos. Éste no es el problema;hay que pasar por un duelo que tiene estas característi-cas e incluso aceptarlo. Es inevitable y hasta necesario. Elproblema es que esto no sea una fase de un proceso sinola columna vertebral de una historia. El problema es queestos sentimientos se conviertan en el motor que dirigenuestra vida de forma definitiva. Cuando ocurre estohablamos de victimación o victimización: el bloqueodestructivo que en lo personal, en lo familiar y en losocial produce la agresión en la víctima y en su entornomás directo.El sufrimiento es posibilidad cuando en la víctima brota

la determinación de recuperar la soberanía personal que laagresión le hurtó. Cuando comprende que su vida es másimportante que el dolor que padece y está decidida a arre-batar el timón de su vida a ese dolor que se ha apodera-do de ella y a ponerlo en sus propias manos. Esto no esfácil. Es muy difícil. Mucho más cuanto más grave y extre-ma haya sido la experiencia traumática. Y tampoco es posi-ble, insistimos, sin atravesar una fase de victimismo y victi-mización que forma parte del duelo.

Cuando en la víctima nace esa voluntad de recuperar lalibertad que el golpe, la agresión o el agresor le arrebata-ron, la víctima ha decidido luchar y sufrir para sacar adelan-te su vida. Podemos hablar, en este caso, de un procesode elaboración personal del sufrimiento que implica acep-tación, paciencia y determinación. Hemos dicho que cuan-do se afronta un proceso así nos encontramos ante unaposibilidad de liberación y crecimiento. ¿Por qué?

Cómo posibilita el sufrimientoLa víctima que ha encontrado la fuerza para luchar por

recuperar la soberanía personal que el trauma le robó hadecidido, tal vez sin darse cuenta del todo, enfrentarse asu soledad, a su soledad original. Se ha puesto a mirarle alos ojos a la pregunta sobre el sentido de la vida. El victi-mismo, la autocompasión, el resentimiento o el deseo deque nos salven la atención y solidaridad de los otros, sóloson falsas expectativas de liberación. Por este caminoquedamos atrapados en la celda de la victimización.El crecimiento humano, entendido como liberación

progresiva de nuestras ataduras, empieza por la acepta-ción y el reconocimiento de nuestra soledad, de nuestra

finitud y de nuestra limitación. El sufrimiento es la expre-sión más desnuda de todo ello. Quien opta por no refu-giarse al abrigo del victimismo sale a la intemperie delvacío existencial. La muerte de un ser querido, la limitaciónpadecida por la agresión, el trauma o el accidente sufridonos dejan a descubierto, en soledad, y ahí empieza esecamino por encontrar lo que da sentido a mi vida más alláde esa experiencia destructiva.Un crecimiento humano, no alimentado por falsas

expectativas, está directamente vinculado al enfrentamien-to cara a cara con la intemperie de ese vacío existencial.Una persona que ha sufrido de forma extrema está enmejores condiciones para iniciar ese camino que quien nolo ha hecho, porque aquélla ha conocido más intensa yprofundamente esa soledad de la que todos venimos yhacia la que todos vamos irremediablemente. Sin embar-go, no se trata de una soledad necesariamente negativa ydestructiva; puede serlo, pero puede ser también la plata-forma indispensable para avanzar y crecer en la búsquedade sentido a la vida.El sufrimiento puede posibilitar porque nos hace cons-

cientes de nuestra limitación y de nuestra soledad originaly esta consciencia es principio de realidad para afrontarcon autenticidad el sentido de nuestra vida. De todasformas, siendo necesario este principio de realidad, sóloes un punto de partida. No es suficiente, se necesita crearcondiciones que acompañen ese proceso de crecimiento yliberación ante y con el sufrimiento.

La creación de condiciones para que el sufrimiento posibiliteRecapitulemos. Nos encontramos con dos condiciones

previas. La víctima para poder salir del atolladero deldolor necesita en primer lugar, vivir el duelo para aceptarlo que ha perdido y los sentimientos victimistas que leasaltan. No es posible superar el duelo sin pasar por unafase así. En esta parte del proceso es necesario asumirque hay pérdidas irreversibles que ya nada ni nadie podrárestituir. Si hemos perdido un ser querido, una capacidadfísica, una presencia o una libertad, debemos saber queese vacío no lo podrá cubrir nada de lo que hagamos. Elduelo es el proceso de dolor para aceptar la realidad delo que hemos perdido.En segundo lugar, la víctima necesita encontrar la volun-

tad y la determinación de querer recuperar el timón de suvida. En este proceso le ayudarán las condiciones exterio-res de acompañamiento, apoyo, reconocimiento de sudolor y solidaridad de su entorno o, según las circunstan-cias, también la ayuda psicológica y material para hacerfrente a su nueva situación. Todo ello, no obstante, sinperder de vista que nadie ni nada puede sustituirnos enese proceso. La superación de la victimización es un proce-so personal e intransferible. No podemos encontrar unsuplente que nos haga el trabajo. La tarea principal yfundamental es nuestra.Estas dos condiciones previas establecen de alguna

manera el punto de partida. Sobre esta base se inicia unitinerario duro y largo para superar el bloqueo destructivoque el trauma provocó. Ahora nos toca salir a la intempe-rie de la soledad existencial para encontrar nuestro cami-

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El sufrimiento en los conflictos violentos y su elaboración

existencia no se reduce sólo a limitación. Esta pedagogíaimplica aprender a despertar a las realidades que nosacompañan y merecen nuestra expresión consciente deagradecimiento profundo porque son un regalo extraordi-nario para la vida. Agradecer es reconocer lo que mereceser valorado como bueno en mí y en lo que me rodea.Tiene una potentísima función sanadora y orientadora enla búsqueda de sentidoEl tercero es el aprendizaje de la escucha de la concien-

cia. Este aprendizaje resulta básico para encontrar pensa-mientos justos que nos ayuden a salir del bloqueo de lavictimización con impulso ético. Es el diálogo interior conuno/a mismo/a y con determinación de honestidad yautenticidad. Es herramienta fundamental que exige inte-rioridad y paciencia para escuchar a la conciencia, desen-trañar la verdad de nuestra vida e identificar los pasosconcretos que debemos dar para vivirla. La conciencia nosayuda a actuar éticamente. Para ser felices actuar ética-mente es fundamental. Y para actuar éticamente tenemosque recurrir a la conciencia.El cuarto es el aprendizaje del significado de la dignidad

humana. Este aprendizaje nos encamina al encuentro conel sentido trascendente de la persona. Es indispensablepara poder entregarnos a los «otros», para entender elvalor de la reconciliación y del perdón, para ser social ycomunitariamente útiles, para entender nuestro papel enla familia, en la comunidad y en la sociedad. La dignidadhumana es la esencia común a todas las personas que nospermite vernos y mirarnos no como meros instrumentossino como fines en sí mismos, con capacidad de elegir.Nos hace comprender el sentido profundo de nuestraidentidad y la de los otros.Estos cuatro aprendizajes son sólo puntos de partida

de caminos que pueden recorrerse a lo largo del paso delos años. No se aprenden de una sola vez por un ejerci-cio de memorización. Son aprendizajes para toda la vida.No nos enseñan nada nuevo. En todo caso desvelan loque ya está dado en cada persona. Son aprendizajes quetiene que ver con lo más especifica y singularmentehumano, con aquello en que todos somos iguales, porencima de cualquier diferencia. Somos iguales en quesomos limitados, en que nos encontramos con realidadesque nos superan, en que tenemos conciencia y en quetenemos dignidad humana. Esto, que es lo más universal-mente humano, puede ser un material de construcciónmuy útil para hacer la obra del sentido de nuestra vida,especialmente, después de haber vivido una experienciatraumática de dolor y de sufrimiento.

no y el sentido que nos haga vivir nuestra historia y nues-tra realidad desde nosotros/as mismos/as. Hemos decidi-do tomar las riendas de nuestra vida y arrebatárselas aldolor y al sufrimiento que nos causó el golpe, el accidenteo la agresión.Para desarrollar este itinerario hay tantos caminos como

personas, cada cual debe encontrar el suyo. No hay rece-tas mágicas, ni métodos infalibles. Podemos encontrarorientaciones en libros o en personas con experiencia yautoridad que nos acompañen y ayuden. Es cierto que elproceso es personal e intransferible, pero tan cierto comoesto es que no debemos pasarnos de autosuficientes.Debemos ser capaces de pedir ayuda, de aceptar consejosy acompañamiento. Todo ello puede ser un apoyo funda-mental en la mayor parte de los casos.En la búsqueda de ese camino propio, me permito suge-

rir como posible orientación la referencia de cuatro apren-dizajes básicos que podrían ayudarnos a crear condicionespara superar el bloqueo destructivo que la agresión pade-cida ha depositado en nuestra vida. Lo que viene a conti-nuación es un resumen muy sintético de una propuestaque viene recogida de forma mucho más extensa en ellibro Vivir y convivir. Cuatro aprendizajes básicos (2008.Editorial Alianza). Insisto en que no se trata ni de unafórmula, ni de un manual. Simplemente son unas referen-cias con carácter de sugerencia, porque el camino deverdad lo tiene que hacer cada cual.

Cuatro aprendizajes básicosEl primero es el aprendizaje de la limitación de la

condición humana. Este aprendizaje nos sirve parasituarnos en la realidad, sin engañarnos, para mirar caraa cara nuestra propia historia y nuestra propia soledad.Todas las personas somos transitorias, limitadas, imper-fectas y ni lo sabemos todo, ni lo podemos todo. Sinconsciencia sostenida de nuestra imperfección nos situa-mos fuera de la realidad. Las víctimas de sufrimientosgraves están en mejores condiciones que otras personasque todavía no los han padecido para desarrollar esteaprendizaje. La humildad de la consciencia de limitaciónes plataforma indispensable para situarse ante lapregunta del sentido de la vida. Si olvidamos nuestralimitación tenderemos a engañarnos con sustitutivos arti-ficiales y falsas expectativas.El segundo es el aprendizaje del sentido del agradeci-

miento. Es un aprendizaje fundamental para valorar lo quetenemos y para encontrar sentido y sentidos para vivir yluchar en lo que ya somos y tenemos. Afortunadamente, la

JonanFernandez

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Segunda parte.

Cinco apuntes sobre lo específicoen los conflictos violentos

PPrriimmeerroo, identificar lo que es específico del sufrimiento en los

conflictos violentos El sufrimiento en los conflictos

violentos no difiere mucho en suestructura principal de lo dicho hastaaquí. Es muy importante no perderesto de vista. Las circunstancias querodean la muerte de un hombre jovenen un accidente de tráfico o de otrocomo consecuencia de un atentadoson radicalmente distintas, pero elproceso de superación de la victimiza-ción que tendrán que superar susviudas y sus hijos/as es similar en lofundamental y está relacionado con elnúcleo de lo expuesto en la primeraparte de esta ponencia. Hay, en todocaso, rasgos específicos que es nece-sario analizar.

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El sufrimiento de las víctimas en los conflictos violentostienen la base común de un dolor añadido de carácterradical y extremo producido por su crueldad, publicidad,arbitrariedad, injusticia, alevosía, motivaciones o acusacio-nes. Como causa de ello se enfrenta a dos factores espe-cíficos: la humillación y/o la instrumentalización. En ocasio-nes, uno u otro, y, a veces, los dos a la vez.La humillación tiene que ver con el maltrato añadido de

la coacción, la difamación, la marginación, la exclusión o ladiscriminación. En los conflictos violentos, los agresoresnecesitan legitimar su agresión y lo hacen tratando deexplicar que lo padecido por la víctima era merecido yjustificado o, en el mejor de los casos, la consecuencia nodeseable pero inevitable de una situación injusta que otrosse empeñan en mantener. De tal suerte que la víctima nisiquiera merece la condición de tal. La víctima y su sufri-miento se invisibilizan socialmente. Según cual sea la fuer-za social de los agresores, lo consiguen o, cuando menos,logran que cunda la duda. Como es fácil de entender, estoprovoca en la víctima un inmenso sentimiento de humilla-ción y resentimiento.La instrumentalización de las víctimas en los conflictos

violentos tiene que ver con la utilización partidaria y arro-jadiza de su sufrimiento en favor de una causa. Las víctimasse convierten así en punta de lanza de la legitimación deopciones partidarias. Se trata de reflejar una idea: «lo quenos da la razón es el sufrimiento de nuestras víctimas». Enestos casos, las víctimas son arropadas y apoyadas deforma incluso exagerada («La víctimas siempre tienenrazón, tienen derecho a todo») siempre que su sumisiónpermita seguir utilizándolas como bandera de convenien-cia de una política determinada.Estos dos rasgos específicos enfrentan a las víctimas a un

mismo riesgo en los conflictos violentos. El riesgo de lasfalsas expectativas. Aunque una víctima sea doblementevíctimizada por ser humillada, por ser instrumentalizada opor ambas cosas a la vez, necesita igualmente hacer sudura travesía del desierto para superar la victimización ypara recuperar la soberanía personal que la agresión lehurtó. La humillación o la instrumentalización crean falsasexpectativas de liberación que, en lugar de ayudar a supe-rar la victimización, la perpetúan.La humillación nos hará depositar nuestras expectativas

de liberación en el resentimiento, el odio, el rencor, eldeseo de venganza y vindicación o sentimiento similares.Entraremos en una rueda de la que será difícil salir. Lo peores que esto es lo peor para la víctima. Su vida se encoge,condiciona y anula en una desdicha interminable.

La instrumentalización nos hará situar nuestras expecta-tivas en derechos que los que nos instrumentalizan noshan hecho creer que nos corresponden. Sentiremos quenuestra liberación personal depende de que se nos otor-guen favores, derechos de veto y de decreto, o de que seimpongan determinados objetivos políticos. Si esto ocurrecomprobaremos que, a pesar de ello, no hemos logradonuestra liberación personal de la victimización; y si, comoes lo más probable, esas expectativas nos se cumplen,entraremos en un circulo vicioso parecido al de las víctimashumilladas. Necesitaremos encontrar culpables y nossentiremos en guerra con el mundo y llenos de resenti-miento porque los derechos que nos pertenecían nollegan.Estos dos factores específicos —humillación e instrumen-

talización— y el riesgo común que entrañan —falsas expec-tativas— se deben a una causa común. Las víctimas en losconflictos violentos lo son por hechos que tienen normal-mente un intenso y controvertido tratamiento social, políti-co, público y mediático. Esta circunstancia crea condicionespropicias, tanto para la humillación como para la instrumen-talización. Las causas que provocan víctimas de otros sufri-mientos tienen normalmente un tratamiento público muchomás reducido y sobre todo mucho menos controvertido. Lógicamente, quienes han sido víctimas de hechos o

causas con fuerte y controvertida relevancia pública necesi-tan un tratamiento reparador que tenga también unadimensión pública. Pero la cuestión es cómo hacerlo sin quesuponga humillación ni instrumentalización. En los aparta-dos siguientes trataremos de enfrentar esta cuestión.

SSeegguunnddoo, tener presente la prioridadEn materia de víctimas y de sufrimiento, especialmente

en casos de conflictos violentos, lo primero y más impor-tante es tener consciencia de aquello que constituye laprioridad. Tener presente en todo momento la premisa oel principio que lo debe condicionar todo es un modopreventivo para evitar deslizarnos hacia la humillación lainstrumentalización u otros riesgos de desviación. Y estoes así, tanto para las propias víctimas como para quienesen el entorno quisiéramos ayudarles.Las víctimas, quienes estamos en su entorno o la

propia sociedad debemos saber qué es lo más importan-te. Pudiera ocurrir que nos pusiéramos a hacer cosas conbuena voluntad, pero que produjéramos efectos contra-producentes. ¿Qué es lo más importante y urgente pararesponder positiva y constructivamente a la situación ynecesidades de las víctimas de la violencia, del terroris-

El sufrimiento en los conflictos violentos y su elaboración

Jonan Fernandez

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mo y de toda otra forma de agresión contra los derechoshumanos? ¿Cuál es su necesidad más profunda y vital? Larespuesta a esta pregunta es la referencia que no debe-mos perder de vista.Lo más importante para las víctimas y sus familiares

directos es superar la victimización, el bloqueo destructivoque, en lo personal, en lo familiar y en lo social, producela agresión en la víctima y en su entorno más directo.Superar la victimización no significa olvidar sino liberarsede ese bloqueo. Quiere decir que la víctima vence al agre-sor porque se ha liberado de la carga de negatividad queéste depositó en su vida. Superar la victimización quieredecir integrar el duelo y el sufrimiento en un horizonte desentido constructivo para la vida de la víctima. Superar lavictimización es recuperar la libertad y volver a sentirsesujeto de la propia historia en las distintas esferas de lavida. Significa, en definitiva, recuperar la cuota de sobera-nía personal que la agresión violenta nos había hurtado. Si esta tesis no es equivocada, el objetivo de todo lo que

debamos hacer en relación con las víctimas es intentarcrear condiciones para superar la victimización. A menudose pierde esta perspectiva y ocurre que muchas actuacio-nes y discursos de apoyo a las víctimas, hechas probable-mente con la mejor voluntad, en lugar de ayudarles en sunecesidad más vital y profunda, lo que consiguen es acen-tuar y prolongar su victimización.Para superar la victimización, la víctima necesita

emprender un difícil proceso personal y necesita tambiéncondiciones favorables que le ayuden a lograrlo: unentorno familiar y social de acogida, solidaridad, escu-cha, ayuda material y económica suficiente, acompaña-miento personal y social, un contexto público de apoyomoral, reconocimiento del daño padecido, un climasociopolítico de conciliación... Superar la victimización eslo más importante para las víctimas y esto implica crearcondiciones ambientales (sociopolíticas) que contribuyana que las víctimas puedan desarrollar procesos que lohagan posible. Como sociedad, la vía más adecuada para ello es

impulsar un gran consenso social y político por y para lasvíctimas. En los conflictos violentos es tan recomendablecomo inusual promover y acordar un Código Ético para laSolidaridad con las Víctimas. Un acuerdo que especifiquelo que podemos hacer y lo que no debemos hacer bajoningún concepto si queremos ayudar y no perjudicar a lasvíctimas. Un consenso que ayude eficazmente a las vícti-mas creando condiciones sociales y ambientales favora-bles para superar el bloqueo destructivo que, en lopersonal, en lo familiar y en lo social, les ha producido laagresión padecida.Como personas que podemos pertenecer al entorno

cercano de una víctima, lo primero es conjugar verboscomo escuchar, acompañar, consolar, ayudar... Sobre esabase, será muy importante ayudarle a encontrar un discur-so alternativo, buscar con él o ella pensamientos justos yconstructivos que le permitan tomar distancia, por unaparte, del victimismo y de la tendencia a dar lástima osentirse agraviado y, por otra, de los sentimientos de odioy resentimiento o de los deseos de venganza que tan auto-destructivos pueden llegar a ser. En definitiva, de lo que se

trata es de ayudar a quien ha padecido humillación a recu-perar su soberanía personal y su dignidad para reencontrarel sentido de su vida.

Como víctimas, esta prioridad significará tomar cons-ciencia de que la victimización de la humillación o de lainstrumentalización es sólo una fase transitoria, probable-mente inevitable, que deberemos atravesar. Pero sabiendoclaramente que el norte está marcado por la determina-ción de retomar las riendas de la vida, desarrollandoaprendizajes similares a los expuestos en la primera partey buscando hacernos fuertes en pensamientos justos queorienten nuestra búsqueda de sentido.

TTeerrcceerroo, conocer los derechos de la víctimas y los deberesde la sociedad¿Tiene una obligación la sociedad (o el entorno social)

con las víctimas de un conflicto violento? Nuestrarespuesta es sí, por dos principios: el de solidaridad y elde igualdad. Definimos el principio de solidaridad, como el deber

moral de prestar auxilio, apoyo, ayuda o consuelo aquien está sufriendo. Nos podríamos remitir hasta laparábola bíblica del buen samaritano para buscar prece-dentes en la fuerza éticamente vinculante de este princi-pio. Las víctimas son prójimos que han sufrido de formaextrema y radical que merecen nuestro apoyo, nuestroacompañamiento y nuestra colaboración. Atender a esesufrimiento es un deber de solidaridad. Este principio —al menos para quien se sienta interpelado por él— expli-ca y justifica la obligación moral que una sociedad tienecontraída con las víctimas.Segundo, el principio de igualdad. El imperativo de una

sociedad democrática que centra su objetivo en la justiciaes guiarse por el principio rector de promoción de la igual-dad de condiciones vitales, sociales y políticas para todossus ciudadanos/as. Las víctimas han sido objeto de unaagresión traumática y una de sus principales consecuen-cias es dejar al afectado en inferioridad de condicionesfamiliares, sociales, económicas, laborales, psicológicas opersonales. Si un menor queda huérfano porque han asesi-nado a su padre, está en inferioridad de condiciones; siuna mujer queda viuda, está en inferioridad de condicio-nes; si alguien sale psicológicamente mal parado de unatortura, de un secuestro o de una vejación, está en inferio-ridad de condiciones; si alguien se bloquea y no supera lapérdida de un ser querido, también está en inferioridad decondiciones. Es aquí donde la sociedad o el entorno socialde un conflicto debe intervenir para intentar corregir estadesigualdad y resarcir la injusticia padecida. Socialmente,existe este deber moral con las víctimas, en general, y, conmucho más motivo, en un conflicto público en el que éstasson las paganas individuales de una asignatura pendienteque tiene toda la comunidad.Parece claro que, desde el punto de vista ético y

democrático, la sociedad o el entorno de la víctima de unconflicto destructivo tiene un deber para con ella. Elsiguiente paso, ahora, es definir con claridad en quéconsiste ese deber, qué debemos y podemos hacer.Intentaremos para ello identificar, en primer lugar, losderechos que deben asociarse a la condición de víctima.

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En segundo lugar y en función de ello, trataremos deexplicitar las obligaciones concretas que debemos asumircomo sociedad. Pero antes un subrayado sobre la importancia de la clari-

dad en esta materia. Como ya se ha visto, la peor ayudaque podemos prestarle a una víctima es crearle falsasexpectativas. Por eso es vital hablar claro. Las víctimasdeben saber qué derechos está asociados a su condiciónde tales y cuáles no. Cada vez que, desde un paternalismoirresponsable o interesado, alimentamos una falsa expec-tativa ante una víctima, estamos prolongando su victimiza-ción. Hablar claro, aunque pueda parecer duro, es lo másimportante. Las víctimas de un conflicto violento tienenunos derechos que sí les corresponden; pero, en todo lodemás, tienen los mismos derechos y deberes que el restode los ciudadanos. Las víctimas para superar la victimiza-ción tienen que saber que, en lo fundamental, dependende ellas mismas.

·Un derecho moral: el derecho a una rehabilitación integralEs el derecho a ser escuchado y reconocido como vícti-ma, a que la propia dignidad y honorabilidad sea resti-tuida (dignificación) y a que se produzca un reconoci-miento expreso del daño que se le ha causado. El dere-cho a la rehabilitación significa también poder partici-par y hacer uso de voz propia en aquellas instancias enlas que se traten temas relacionados con sus propiosintereses.

·Un derecho material, el derecho a una reparación global Significa que debe reconocerse con un criterio abierto yno restrictivo la condición de víctimas a los afectados, yfamiliares directos de éstos, que hayan padecido el efec-to de la violencia, las violaciones de derechos humanos,las vejaciones, maltratos y tragedias relacionadas conuna situación de conflicto destructivo, sin importar elorigen de la agresión ni la sensibilidad política de quienla sufre. Significa también tener acceso a las ayudaseconómicas, de recuperación física o psicológica ycualesquiera otras medidas de apoyo, con independen-cia del sector social al que se pertenezca o sensibilidadpolítica de la que se proceda.

·Un derecho político, el derecho a una revisión críticadel pasadoLas víctimas tienen derecho a ser parte activa en lareconstrucción del futuro y a utilizar los cauces de parti-cipación e incorporación a esa tarea. A la hora de deci-dir no tienen un plus sobre el resto de ciudadanos o

asociaciones pero tienen un derecho específico de parti-cipación. Concretamente, tienen derecho a (exigir ylograr) que la reconstrucción de la convivencia y deaquello que ha destruido el conflicto se haga sobre unamemoria crítica de lo sucedido y con el recuerdo de lasvíctimas y del sufrimiento padecido. Éste no es un dere-cho que esté normativamente recogido en textos lega-les, pero desde un punto de vista ético constituye unimperativo básico de dignidad humana.

Sabemos por qué una sociedad tiene un deber moralcon las víctimas, hemos identificado también cuáles sonlos derechos básicos que les corresponden y ahora debe-mos explicitar cuáles son las obligaciones concretas quedebería asumir una comunidad en relación a los afectadospor un conflicto destructivo. Definiremos tres bloques deobligaciones sociales que se corresponden con los dere-chos asociados a la condición de víctimas.

·Obligación de reconocimientoLos pasos a dar, dentro de esta obligación, son escu-cha, identificación y reconocimiento. Escuchar sinprejuicios ideológicos a todas las víctimas sin excep-ción para identificar su universo de forma abierta y norestrictiva y para reconocer que el sufrimiento normal-mente no es exclusiva de nadie. Simultánea o consecu-tivamente a la escucha e identificación, debe abordar-se el reconocimiento multilateral del sufrimiento y latoma de conciencia social de su realidad. Reconoci-miento implica hacer visible el sentimiento de solidari-dad con las víctimas y el recuerdo de lo padecido. Estose podrá hacer mediante exposiciones, jornadas,monumentos, actos institucionales o a través delmantenimiento de un discurso político ético y solidario.Esta obligación necesita un subrayado en las expresio-nes todas las víctimas sin excepción o reconocimientomultilateral. Una tendencia peligrosa en los procesosde reconciliación es la de apoyar sólo a unas víctimas yexcluir a otras. Normalmente reconocemos como vícti-mas a las que tenemos más cerca o las que formanparte del sector más poderoso; las otras las ponemosen duda o ignoramos. Esto es un desastre porque creaun grupo de víctimas excluidas que dificultará seria-mente la posibilidad de reconciliación futura.

·Obligación de apoyo materialCorresponde a las instituciones competentes, en unoscasos, y al entorno social de las víctimas, en otros, arti-cular las medidas oportunas para ofrecerles una

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compensación que les permita hacer frente a ladesventaja en que les ha dejado la agresión sufrida yles ayude a superar la victimización. Será necesario arti-cular para ello un proyecto global de medidas paliati-vas de ayuda, reparación e indemnización a las víctimasque coordine la acción de todas las instituciones demodo que no se produzcan disfunciones, duplicidades,ni incidentes que den pie a la división o a la crispación.Las medidas a las que nos referimos son prestacionesmateriales y de apoyo económico, programas de inser-ción social, ayudas a la vivienda, atención sanitaria ypsicológica o asesoría legal y todas aquellas necesida-des que la casuística individualizada permita detectar ysea posible satisfacer.

·Obligación de revisión crítica del pasadoComo sociedad y como entorno social de un conflictodestructivo estamos éticamente obligados a que lareconstrucción no se haga como si nada hubiera ocurri-do. No podemos hacer del mirar hacia adelante laexcusa para mirar hacia otro lado. Las víctimas tienenderecho a este ejercicio de revisión de lo ocurrido,pero los demás tenemos la obligación moral de hacer-lo. Si no hay memoria crítica, se da paso a la impunidadética, social y cultural de las violaciones de derechoshumanos. Esto significa que en cualquier proceso depaz o reconciliación debe institucionalizarse una revi-sión crítica de la contienda. Una mirada al pasado quesea rigurosa con la verdad y crítica con todo lo que hasucedido, que permita un análisis y un reconocimientomultilateral de los daños producidos. Un proceso quepropicie la autocrítica y facilite una petición de perdónpor parte de quienes sean capaces de solicitarlo since-ramente. Una revisión del pasado que concluya conrecomendaciones concretas y con un acuerdo social ypolítico de «nunca más». En distintos procesos, esto seha materializado a partir de un primer informe elabora-do por comisionados independientes. En Argentina, el«Informe Sábato», en Guatemala el «Informe nuncamás» y «Memoria del silencio» o en Sudáfrica, el «Infor-me de la comisión de la verdad y la reconciliación».Después, es fundamental que el contenido de estostrabajos tenga una amplia divulgación y una presenciasostenida en la sociedad y en la educación e incorpo-ren un acuerdo político sobre el futuro para que nuncamás una división se convierta en un conflicto destructi-vo. En los lugares en que se ha abordado este análisisretrospectivo y crítico normalmente no se ha podidohacer antes o en los primeros momentos de un proce-so de paz, transición o cambio, sino cuando éste seestá consolidando. La revisión crítica de lo ocurridonormalmente requiere un poco de distancia con elpasado, distensión en el presente y un cierto sosiegocon relación al futuro.

La reconciliación debería ser una de las materiascentrales, objeto de búsqueda de acuerdo, en un proce-so de paz o de reparación de un conflicto. En la reconci-liación, juega un papel determinante el tratamiento quese dé al sufrimiento provocado y padecido a lo largo de

un conflicto destructivo. Sin atender adecuadamente alas consecuencias del pasado, es muy difícil establecerde cara al futuro una convivencia pacificada, estable ointegrada. En este sentido reconciliador, el cumplimientode los deberes que una sociedad tiene con las víctimasdebe incorporar un requisito más: el más amplio consen-so y la más amplia colaboración. La ejecución de todaslas iniciativas que se emprendan en favor de las víctimasdebe surgir de un marco de cooperación, en el que esténpresentes las instituciones, los agentes políticos, socialesy, por supuesto, los propios afectados. Es fundamentalque la solidaridad con las víctimas y su materializaciónsea objeto de diálogo y acuerdo.

CCuuaarrttoo, asumir el principio de realidad, sus límites ycontradiccionesEn este tema, como en todos, situarse en la realidad es

fundamental y todo aquello que hagamos por y para lasvíctimas debe tratar de ubicarse en ese ámbito. La realidades lo que nos pone ante los límites y contradicciones quedebemos tener en cuenta. Límites y contradicciones quenos afectan a los que somos prójimos, entorno o sociedad,pero también y a las propias víctimas.Empezamos por lo que nos parece más importante.

Hemos dicho que la prioridad para alguien que ha sidovíctima de una agresión violenta o traumática es superar lavictimización —liberarse del bloqueo destructivo que laagresión dejó en su vida— y hemos dicho que el objetivode todo lo que hagamos en solidaridad con las víctimasdebe tener una referencia clara: crear condiciones queayuden a superar la victimización. Hemos dicho crearcondiciones y no hemos dicho, por ejemplo, desactivar lavictimización. No lo hemos dicho porque no está en nues-tras manos. Nosotros/as, los que no somos víctimas direc-tas, sólo podemos crear condiciones favorables. El únicosujeto que puede superar la victimización es la propia vícti-ma, nadie podrá hacerlo en su nombre.El tratamiento social del sufrimiento es paliativo y

tiene que ver con el reconocimiento, las ayudas y elapoyo que ofrezca el entorno social, familiar, institucio-nal o político. El tratamiento personal del sufrimiento estransformador y tiene que ver con la capacidad indivi-dual de rehacer y reconstruir la propia vida. Estamosante un principio de realidad fundamental porque defi-ne un límite inequívoco que clarifica y determina lo quepodemos hacer los prójimos y lo que pueden hacer laspersonas directamente afectadas.Una persona que ha sufrido una agresión nunca podrá

dejar de ser víctima de la misma porque la agresión haocurrido y eso no tiene vuelta atrás, pero, si supera lavictimización, podrá llegar a vivir como «ex-víctima».¿Qué quiere decir esto? Que la vivencia como agredidoserá una parte de sí mismo, de su vida y de su historia,pero no el todo.Hace unos años una mujer, familiar directo de una vícti-

ma, me contaba que antes del atentado ella era oficinista,madre, mujer, hija, amiga, vecina y aficionada a algunascosas. Después del atentado, se incorporó a una asocia-ción de víctimas y con el paso del tiempo se dio cuenta deque ya sólo era una cosa: víctima. Esta parte de su realidad

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invadía de tal modo toda su vida que le anulaba comple-tamente como persona. No pensaba en otra cosa, siemprecon la herida abierta y siempre azuzada por el resentimien-to. (Debo aclarar que este ejemplo no quiere prejuzgarnegativamente el papel de todas las asociaciones de vícti-mas. Hay entidades de este tipo que son un espacio útilpara superar la victimización y en cambio hay otras que seconvierten en un circulo cerrado de victimismo). En todocaso, esta mujer decidió distanciarse de la asociación yvolver a intentar ser, además de víctima, todo lo que eraantes y, en gran medida, lo estaba consiguiendo. En elfuturo permanecerá siempre el recuerdo y la huella de laherida que sufrió y tendrá que aprender a vivir con ello,pero podrá volver a tomar las riendas de su vida y dejaráde estar dominada por la carga destructiva que el agresory la agresión dejaron en sus espaldas. Creo que es así como se inicia un proceso de supera-

ción de la victimización, con la determinación de empezara luchar para volver a recuperar el sentido de la vida. Esimprescindible para ello huir del victimismo y dejar derefugiarse en los sentimientos de agravio o de resenti-miento. Hay un tiempo inicial en el duelo en que la vícti-ma puede permitirse sentir lo que sienta tal y como leviene de adentro. Creo, incluso, que es bueno que sientaodio hacia su agresor, que lo maldiga, que desahoguetodo lo que le invade, que viva también la experiencia delvictimismo, de sentirse la más desdichada y de rebelarsecontra todos y contra el mundo. Es bueno y saludablepoder liberar esos sentimientos. No podemos negarnos asentir lo que realmente sentimos en esos primerosmomentos. Tenemos que aceptarlo. He conocido algúncaso de quien ha contenido sus sentimientos de rabia entodo momento y desde el primer día. En alguna ocasión,le he comentado que creo que hasta que no sea capaz dedesahogarse maldiciendo, al menos, una vez al agresortampoco superará la victimización. El problema no essentirlo o pensarlo, eso es normal, el problema es que esetipo de pensamientos y sentimientos lleguen a dominarnuestras acciones y a nosotros/as mismos/as. Si esoocurre el victimario nos vence, si superamos la victimiza-ción vencemos al agresor. Una vez que hemos vivido, sentido y aceptado los senti-

mientos negativos y destructivos que la agresión puededespertar en nosotros/as, empieza el proceso de elabora-ción. Primero, como decíamos, es muy importante tomar lafirme determinación de volver a recuperar el timón de lapropia vida. Después, trabajar la contención ante losimpulsos del victimismo o del resentimiento y en ese

mismo esfuerzo intentar buscar dentro de cada uno/apensamientos justos que ayuden a ir recuperando unadirección constructiva para rehacer la propia vida. Sobreesa base, se pueden tomar pequeñas decisiones y darpasos que vayan modificando el rumbo. He conocidoalgunas víctimas que han encontrado esos pensamientosjustos, —que actúan como clavijas para soportar una esca-lada dura y difícil— en su compromiso con los/as hijos/as.Concretamente en la voluntad férrea de no transmitirles niresentimiento, ni odio, ni una vida totalmente condiciona-da por la tragedia. Se han propuesto que su vida y laeducación de sus hijos/as siga estando guiada por unaética humanista y liberada del rencor. Sé que lo estánlogrando. En definitiva, se trata de encontrarle un sentidoa la vida a partir de la nueva realidad que acompañará elresto de sus días a una persona después de haber sidovíctima de una agresión.Este principio de realidad —nada ni nadie puede susti-

tuir a la víctima en el proceso de superación de la victi-mización— nos ayudará a entender más fácilmente elresto de límites y contradicciones que debemos tener encuenta quienes queramos afrontar desde un punto devista ético la solidaridad con las víctimas. A partir deaquí, nos encontramos otros dos límites que debemostener en cuenta. El primero, para recordar que haypérdidas que no tienen remedio ni reparación. El segun-do, para tener presente la perspectiva de proceso en lasuperación de la victimización. Una limitación física irreversible o la muerte de un ser

querido no tienen remedio. Ninguna solidaridad, ningunaacción paliativa, ninguna compensación económica,ayuda material o revisión crítica del pasado va a resolvereso. Estas medidas nos aliviarán y nos ayudarán a vivirmejor y más dignamente, pero no nos devolverán loperdido. A veces, inconscientemente, algunas víctimasbuscan cubrir ese vacío irrellenable esperando algo de lasociedad, del entorno o de los otros, y como no lo consi-guen tienden a culpabilizarles por ello. También, enocasiones, hay quien tiene la esperanza de que señalandoculpables, buscando la venganza o dando rienda suelta alos sentimientos de odio, tal vez, pueda tapar ese hueco.Sin embargo, todo ello es una falsa expectativa. De estemodo, lo que se consigue es prolongar indefinidamenteel sufrimiento porque al no existir culpable, venganza oresentimiento que reemplace lo perdido, la insatisfacciónresultante demandará más vindicación en una intermina-ble espiral de frustración. No se puede tapar ese vacío, sepuede aprender a vivir con él y para ello además de ayuda

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es preciso un proceso de elaboración personal para supe-rar la victimización, el bloqueo vital que la agresión provo-ca en la víctima.Superar la victimización es una meta que requiere

también mentalidad de proceso y de progresión. Ni lavíctima debe esperar que la transformación se puedaproducir de golpe o a grandes saltos, ni la sociedad y elentorno deben pensar que es suficiente con dar calor yapoyo en los primeros momentos. Normalmente, hay queabordar un proceso progresivo con altibajos en el que seavanza paso a paso y poco a poco. En este contexto, elpaso del tiempo, aunque por sí mismo no resuelve losproblemas, ayuda y corre a favor. El sufrimiento es unaherida y los conflictos destructivos dejan abiertas muchasheridas personales, familiares, sociales o políticas. Es nece-sario tomar conciencia de que su curación requiere untiempo. No es posible lograr de modo inmediato la cura,la cicatrización y la desaparición de la marca. La regenera-ción del tejido avanza paso a paso. Como en muchos otrosámbitos de la vida política, social e, incluso, personal esnecesario incorporar una mentalidad paciente de proceso,progresión y perspectiva.En el empeño por definir un principio claro de realidad,

abordamos ahora una contradicción que tiene gran rele-vancia en este tipo de procesos: su imperfección. Unproceso de dignificación, reconocimiento de las víctimas yrevisión crítica del pasado, o un proceso de paz, repara-ción, y reconciliación serán siempre imperfectos. Lo seránporque lo es la condición humana que los promueve, loserán porque son tantas y tan variadas las necesidades yexpectativas que deben cubrir que será imposible quetodas ellas queden plenamente satisfechas, y lo seránporque nunca podrán ofrecer a las víctimas lo suficientecomo para devolverles lo que perdieron. Esto no quieredecir que haya que adoptar una posición acrítica. Lo quese haga en relación a las víctimas podrá ser imperfecto,pero lógicamente sólo deberá ser razonablemente imper-fecto. Para entender este matiz es necesario integrar conmadurez la más alta aspiración de justicia con el reconoci-miento de los límites de la condición humana. En todocaso, asumir la imperfección —aunque sea de maneraimperfecta— resulta decisivo. Si no se integra este princi-pio de realidad, viviremos las limitaciones de los procesosde reparación como un argumento más para seguir victimi-zándonos y sintiéndonos incomprendidos. Todo ello nosdará material suficiente para mantener abierta la herida yseguir encerrados en el círculo vicioso del victimismo.Desde la voluntad de superar la victimización podremosmantener un espíritu crítico, libre del victimismo, y enten-der que la sociedad avanza y mejora como puede, esdecir, dando pasos que siempre son perfectibles. Nopodemos esperar un proceso de reparación o de solucio-nes que colme todas nuestras expectativas ni que se hagaa la medida exacta del ideal que teníamos en nuestracabeza. Tenemos que esperar un proceso que, a pesar deser imperfecto, sea fundamentalmente justo porque consi-gue integrar realidades dispares.La experiencia nos enseña que la inmensa mayoría de

las víctimas se sitúan en una posición realmente admirabley ejemplar. Del mismo modo, la experiencia nos enseña

que pueden aparecer voces que, aún y representando acti-tudes minoritarias, tienen una gran capacidad de distorsio-nar y condicionar el discurso público sobre esta materia. Lasociedad siente un profundo respeto hacia las víctimas ynormalmente prefiere no contradecir a quien desde esacondición se pronuncia en uno u otro sentido. Sin embar-go, es necesario fijar determinados límites. Vamos a anali-zar algunos casos en los que establecerlos resulta impres-cindible. Por ejemplo, a veces se elaboran discursos quetienden a confundir paz, justicia o solución con venganza.Un proceso de arreglo y reparación de un conflictodestructivo es difícilmente compatible con actitudes vindi-cativas en la sociedad o en el entorno de una contienda.Pensar que puede llegar a serlo es proyectar una expecta-tiva falsa e insana sobre las víctimas. La sociedad quierepasar página y vivir un futuro mejor. La solidaridad, el reco-nocimiento, el apoyo sincero a las víctimas o la revisióncrítica del pasado son compatibles y complementarios conlos deseos de conciliación social, política y de futuro, peroincompatibles con una idea de venganza explícita o implí-cita. Éste es un límite que desde el punto de vista éticodebe defenderse con la máxima firmeza.En este tipo de procesos puede ocurrir también que

algunos sectores entre las víctimas se nieguen a mirar alfuturo y sólo quieran mirar al pasado. Esto se puedemanifestar por ejemplo, en la oposición a la idea dereconciliación social o política. La sociedad tampocopuede transigir en esto. Debe mirar hacia adelante sinolvidar lo que pasó antes. Hace falta, en este sentido, noperder la referencia del criterio de globalidad: reparamoslos daños que ha producido un conflicto destructivo paraconvivir, reconciliarnos y mirar al presente y al futuro deotra manera. La revisión del pasado debe ser compatiblecon el avance hacia el futuro. En todo caso, mirar haciaadelante no significa alimentar un pragmatismo miopeasentado en la falta de rigor o en el olvido. Olvidarsupondría avalar una cultura de violencia y violaciones dederechos humanos que ha provocado víctimas y muchosufrimiento. Para mirar al futuro, es necesario ofrecer luza las verdades del pasado: escuchar, reconocer, reparar yrecordar. Por eso, la defensa del futuro no debe ser utili-zada como una estratagema para ocultar el pasado. Niuna cosa ni la otra.Más ejemplos de actitudes y discursos que pueden

llevar a la confusión y que necesitan límites claros. Porejemplo, en ocasiones se alimenta la idea de que las vícti-mas por su propia condición tienen algún tipo de legitimi-dad o derecho para ejercer el veto ante determinadasdecisiones políticas de un proceso de paz o, incluso, de lafutura organización de la convivencia sociopolítica. Es, sinlugar a dudas, una expectativa irreal que conduce a laconfusión. El sistema político en el que vivimos tiene esta-blecidos y diferenciados claramente los cauces y ámbitosde participación y de poder normativo. Las víctimas tienenunos derechos que, sin duda les corresponden, pero sucondición de víctima no conlleva el derecho a veto políti-co. Esta falsa expectativa plantearía, en su caso, además,preguntas de respuesta imposible. En los casos de falleci-miento, ¿quién se erige en intérprete político o en traduc-tor actual de las ideas de la víctima o quién establece el

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criterio justo de representación de la pluralidad de opinio-nes de todas las víctimas? Desde un punto de vista ético,pero también jurídico o político, la respuesta es que nadiepuede ostentar esa facultad. Del mismo modo, también suele ser frecuente alimentar

el equívoco sobre una supuesta competencia de la vícti-ma para condicionar las penas de los condenados. Estesobreentendido crea confusión y falsas expectativas quese compadecen muy mal con una realidad democrática.En los modelos políticos y judiciales modernos, la víctimaya no establece la condena ni puede determinar la aplica-ción de la pena. En el caso del ordenamiento jurídicoespañol, únicamente tiene derecho a ser consultada encaso de petición de indulto. Es oportuno recordar que, enlos sistemas democráticos, el principio rector de la penano es su cumplimiento íntegro sino lograr la resocializa-ción del penado. Tal vez, a más de un lector le puedaparecer que hablar así resulta un poco duro. Quizá sí, perocomo ya hemos señalado y, ahora volvemos a insistir, serclaros es más importante de lo que pueda parecer. Estaclaridad tiene un objetivo fundamental: no agravar elsufrimiento de las víctimas ni generar frustración a basede expectativas falsas sobre los derechos que les corres-ponden o sobre los caminos que pueden conducirles asuperar la victimización.Un último apunte sobre las confusiones que produce el

término reconciliación. Suelen ser abundantes, pero mecentraré en dos. Normalmente se entiende que la recon-ciliación es volver a tratarse como amigos. Es un error. Lareconciliación después de un conflicto grave o violentoes volver a tratarse con respeto. Reconciliación quieredecir recuperar una convivencia basada en el respeto yen la aceptación mutua. Ni más ni menos. No necesita-mos hacernos amigos/as de nadie por decreto. Cadauno/a elige a sus amigos/as. Lo que necesitamos para laconvivencia es tratarnos con respeto a nuestra dignidadhumana. Poner el listón más arriba de lo necesario, almenos en este caso, no sirve para nada útil. Si acaso,para provocar frustración y angustia en la sociedad y enlas propias víctimas.El segundo equívoco tiene que ver con los sujetos de la

reconciliación. En los conflictos violentos se acostumbra apensar que la reconciliación es una especie de «obliga-ción» moral que las víctimas tendrían con sus agresores. Esuna barbaridad. Las víctimas bastante tienen con lo quetienen como para añadirles la carga de otra losa. Se recon-ciliarán con sus agresores si quieren, si pueden y cuandosu proceso personal de superación de la victimización lopermita. Hay que decirlo con claridad y contundencia: la

reconciliación no es un deber de la víctima, es una respon-sabilidad de la sociedad o del entorno de un conflicto decuyos resultados deberán beneficiarse la víctimas.

QQuuiinnttoo, asumir tres compromisos éticosEl objetivo es superar la victimización y crear condicio-

nes que contribuyan a ello. Con la vista puesta en eseobjetivo y para empezar a dar los primeros pasos sugierotres compromisos que el entorno de una víctima y la socie-dad en su conjunto podrían asumir: acompañamiento,desapropiación y consenso.

·AcompañamientoLo primero es la solidaridad. No podemos abandonar-les, ni ignorar su situación, ni desentendernos del dramaque han padecido. No podemos desistir porque nologremos ponernos de acuerdo. Tenemos que insistirhasta conseguirlo. Todos debemos comprometernos aacompañar, escuchar, apoyar y ayudar a las víctimas seacual sea su entorno político o el origen de la agresiónque hayan padecido. Debemos reconocer el daño quehan padecido y repararlo en la medida de lo posible.Debemos fijar una memoria crítica del pasado y hacerautocrítica, algo que deberán hacerlo en mayor medidaquienes más gravemente hayan traspasado la barreradel respeto a la dignidad humana. Como ciudadanosdebemos personalizar nuestro apoyo a las víctimasteniendo en cuenta que cada caso representa una reali-dad diferente. Colectivamente debemos socializar y visi-bilizar la solidaridad así como difundir una cultura de pazy humanización.

·DesapropiaciónNadie puede ni debe apropiarse de la causa de las vícti-mas o pretender protagonizarla. Nadie tiene la exclusivadel sufrimiento. Debemos reconocer a todas las vícti-mas, también a las que han estado en posiciones anta-gónicas a las nuestras. Nadie debe utilizar a las víctimascomo arma arrojadiza. Nadie debe vincular a las víctimasa una idea, proyecto o razón política concreta, ni crearfalsas expectativas asociando a esta condición derechospolíticos partidarios. Debe respetarse la pluralidad deideas y sensibilidades que, como en el conjunto de lasociedad, también se da entre quienes más han sufrido.La solidaridad con las víctimas tiene que ser gratuita ymultilateral, debe ofrecerse y aceptarse con indepen-dencia de la razón política o ideológica que cada cualdefienda y sin otro motivo que el compromiso con ladefensa de la dignidad humana.

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·ConsensoNo podemos relacionar el proceso por el que la víctimapueda rehacer su vida constructivamente (la desvictimi-zación) con ninguna forma de vindicación, odio o divi-sión política porque esto prolonga su victimización.Debemos defender el reconocimiento de la verdad, unareparación global, una revisión crítica, pública ycompartida del pasado y un contexto de conciliación.Debemos comprometernos a la no-crispación en rela-ción a todo lo que tenga que ver con las víctimas y a noactuar unilateralmente. Tenemos que comprometernosa que todo lo que hagamos en favor de las víctimasbusque previamente el máximo consenso posible. Por ypara las víctimas debemos buscar lo que nos une frentea lo que nos divide.

Es mucho lo que todos/as nos jugamos en esta cuestión.Se lo juegan en primera instancia las propias víctimas quedeben hacer frente a un proceso durísimo del que depen-derá en buena medida el resto de su vida y la de quienesles rodean. Se lo juega la sociedad porque según cómo seaborde esta cuestión así será el presente y el futuro de laconvivencia y la solvencia de los acuerdos que lleguen aestablecerse. Nos los jugamos también a título individualtodas las personas que asistimos a un conflicto destructivoporque lo que se pone a prueba es nuestro nivel de huma-nización o deshumanización, hasta qué punto somos capa-ces de ser humanos en medio de esta realidad compleja ydifícil. De hecho, me atrevo a decir que el cumplimientohumano se dilucida en este tipo de terrenos, aprendiendoa ser persona ante el sufrimiento y ante los que sufren.

Nota bibliográficaEl autor recoge en este artículo reflexiones que se pormenorizande forma más amplia en los libros Ser humano en los conflictos(Alianza, 2006) y Vivir y convivir. Cuatro aprendizajes básicos (Alian-za, 2008) y en ambos se ofrece una bibliografía recomendada.


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