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C07NKohan

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    LAOFENSIVAANTICAPITALISTAENLOSAOSSESENTA

    El capital constituye un sujeto automtico, una sustancia dotada devida propia o, por el contrario, no es ms que una relacin social hist-rica atravesada por los avatares de la lucha de clases? Ya desde los tiem-pos de Karl Marx esa pregunta quit el sueo a los revolucionarios, cada

    Nstor Kohan*

    Pensamiento Crtico y el debate por

    las ciencias sociales en el seno de la

    Revolucin Cubana**

    Investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la UniversidadPopular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM). Jurado en los concursos internacionalesCasa de las Amricas y Pensar a Contracorriente. Tutor metodolgico CLACSO-Asdi.

    Queremos expresar nuestro sincero agradecimiento a los amigos y compaeros PabloPacheco Lpez y Fernando Martnez Heredia del Centro de la Cultura Cubana JuanMarinello; a Roberto Fernndez Retamar de Casa de las Amricas; a Joel Surez, RalSuarez y Esther Prez del Centro Martin Luther King; a Abel Prieto, Iroel Snchez yJulio Csar Guanche del Ministerio de Cultura, al Instituto del Libro y la editorial Cien-cias Sociales por habernos invitado a distintos eventos (Concurso Casa de las Amricas,Seminario sobre Rosa Luxemburgo, Conferencias sobre el marxismo latinoamericanoen tiempos de la Internacional Comunista y sobre Toni Negri, Feria del Libro de La Ha-bana) y as haber podido recolectar informacin, entrevistas y documentos de primeramano sobre este tema. A Pablo Pacheco Lpez por su infinita generosidad y por todos

    los materiales que me brind sobre la Revolucin Cubana, a Fernando Martnez He-redia y Aurelio Alonso Tejada por acceder a diversas entrevistas y por brindarnos pre-ciosos documentos histricos (incluyendo algunos inditos) de aquella poca, a JuanValds Paz por conseguirnos la coleccin de Pensamiento Crtico.

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    vez que se propusieron estudiar la sociedad (para modificarla). La res-puesta, aunque parezca sencilla y quizs obvia, dista de serlo. Aparente-mente, si nos situamos en la perspectiva de la concepcin materialistade la historia, la teora crtica y la filosofa de la praxis como es nuestro

    caso todo conduce a aceptar que el capital es una relacin. Cualquierotro tipo de respuesta implicara deslizarse en los brazos del fetichismoms grosero, opcin de la que no siempre han logrado escapar algunascorrientes en boga en el pensamiento social contemporneo.

    No obstante, a pesar de esta aparente sencillez del problema, to-dava sobreviven relatos que pretenden explicar la gnesis, emergenciay hegemona mundial del neoliberalismo durante el ltimo cuarto desiglo como si hubiese brotado por generacin espontnea a partir delos dictados mismos del capital. El denominado nuevo orden mun-

    dial que se instal de manera prepotente en todo el planeta tiene acasouna lgica autocentrada? El mercado y el capital giran espontnea-mente sobre s mismos? La mayor parte de los discursos legitimantesque hoy pretenden convencernos de su ineluctabilidad, de su impa-rable avance y su incontenible despliegue, as parecen presuponer-lo. Muchos de esos discursos pretendidamente cientficos se olvidandel modo en que las dictaduras de los generales Pinochet y Videla enAmrica Latina y los gobiernos autoritarios de Ronald Reagan y Mar-garet Thatcher en el capitalismo metropolitano, operaron con frceps

    para que nacieran el neoliberalismo y sus mercados espontneos.Sin embargo, la perspectiva de los oprimidos que en forma cre-ciente comienza a cuestionar al neoliberalismo es bien distinta. Si ob-servamos el mundo desde las clases subalternas, desde los millones deexplotados y sojuzgadas, el ngulo cambia notablemente. Desde este otrohorizonte, el neoliberalismo, los nuevos patrones de acumulacin capita-lista y la lgica cultural del capitalismo tardo no tienen una lgica auto-centrada. No son completamente autnomos. No giran sobre s mismosni son autosuficientes. Se constituyen a partir de un antagonismo. Sealimentan de sus oponentes. Su espontaneidad es ficticia y aparente.

    Los cambios econmicos, sociales, polticos, ideolgicos y cultu-rales que cristalizaron a fines del siglo XX en la figura del neoliberalis-mo no se han generado de manera automtica. Entre estas mutacionesno pueden soslayarse la nueva modalidad de imperialismo y el nuevopatrn de acumulacin capitalista tardo. Si el nuevo imperialismo di-semina sus guerras de conquista por todo el orbe, repartindose el pla-neta, sus recursos naturales y la biodiversidad entre unas pocas firmasy empresas, el nuevo patrn de acumulacin profundiza la subsuncinreal del trabajo en el capital, intensifica la explotacin de la fuerza detrabajo ocupada, genera millones de trabajadores desocupados, destru-ye sistemticamente el medio ambiente, refuerza el patriarcalismo yotras formas arcaicas, ahora resignificadas y somete toda la sociedad

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    a la mercantilizacin, a la dominacin de la subjetividad, al control delpensamiento y a la vigilancia. Junto con el militarismo multiplicado aescala universal, en el capitalismo contemporneo tampoco puede ob-viarse la construccin de una indita hegemona cultural norteameri-

    cana a escala planetaria basada en los monopolios de la comunicacinmasiva y en el complejo industrial hollywoodense de la imagen que im-ponen a todo el mundo elamerican way of life.

    En el campo universitario dicha hegemona mundial ha teni-do variadas formas de legitimacin ideolgica y terica segn sea ladisciplina en cuestin. Sus propulsores han apelado tanto a los pos-tulados monetaristas de la economa neoclsica como a los discursosposmodernos de la diferencia, la identidad y el giro lingstico,sin olvidarnos tampoco del posestructuralismo y el posmarxismo, entre

    muchos otros relatos acadmicos (Kohan, 2005c).Pues bien, en el presente ensayo partimos del presupuesto de quesi analizamos la sociedad capitalista mundial y la historia de sus ltimasdcadas en Amrica Latina desde una perspectiva crtica, la emergenciadel neoliberalismo y muchas de estas transformaciones que lo acompa-aron tanto en el mundo terrenal del mercado capitalista como en elcielo cultural de la teora posmoderna conforman una respuesta frentea un desafo. La ofensiva capitalista de las ltimas dcadas no ha cons-tituido en realidad ms que una contraofensiva. El avance neoliberal, ni

    espontneo ni automtico, ha sido, evidentemente, un contraataque.Un contraataque frente a qu y quin? Una contraofensivapara enfrentar cul ofensiva? Comenzar a responder estas preguntas enAmrica Latina constituye un primer paso para resolver el enigma de laEsfinge. Desde nuestro punto de vista, el neoliberalismo ha constituidouna respuesta capitalista frente a la crisis de hegemona que el capitalpadeci a escala continental y mundial durante los aos sesenta.

    Del mismo modo que hoy no puede comprenderse la reaccindel fascismo, del franquismo y del nazismo de los aos treinta (y nisiquiera el Estado de Bienestar y las polticas keynesianas preventivasposteriores a 1929) si no damos cuenta de la inmensa amenaza pol-tica y cultural que signific para la dominacin mundial del capitalla revolucin bolchevique de 1917 y la ofensiva consejista de los aosveinte; as tampoco puede comprenderse la contraofensiva capitalistaque se inicia a nivel mundial tras la crisis del petrleo de los setenta(signada en Amrica Latina por toda una serie de dictaduras militares)si no se da cuenta de la aguda amenaza poltica y cultural que se iniciacon la Revolucin Cubana y otros procesos sociales contemporneos(como la revolucin cultural china o la guerra de Vietnam).

    Una amenaza que atravesar toda la dcada del sesenta y llegarhasta principios de los setenta. Un asedio frente a las aceitadas redesde la dominacin social (econmica, poltica, militar, ideolgica y cul-

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    tural) que comienza con la Revolucin Cubana y que probablementese extiende a nivel mundial hasta la victoria vietnamita de 1975, pa-sando por toda la serie de levantamientos obreros y estudiantiles de1968 en las metrpolis del imperialismo capitalista occidental (tanto en

    Europa y Japn como en Estados Unidos).Por lo tanto, sostenemos como hiptesis que sin dar cuenta del

    aporte especfico que produjo la Revolucin Cubana a esa ofensivamundial de los explotados y oprimidas, que origin como respuesta unacontraofensiva del capital hoy conocida popularmente como neolibe-ralismo, no se pueden comprender a fondo las races de este ltimo.

    En las ciencias sociales, el principal obstculo que impide y neu-traliza de antemano una comprensin a fondo de estos procesos tantoa escala mundial como latinoamericana est dado fundamentalmente

    por el eurocentrismo, muchas veces criticado pero lamentablementesiempre renacido de sus cenizas. Desde esta matriz, el nico evento demasas que se toma como indicador de la ofensiva rebelde de los sesentaest dado por el 68 francs1 (a lo sumo extensible a las ciudades de Eu-ropa occidental y de EE.UU.).

    Curiosamente, ni la derrota norteamericana en la guerra im-perialista en Vietnam ni la Revolucin Cubana, as como tampoco laguerra de Argelia o la emergencia de destacamentos revolucionariosen toda Amrica Latina, son tomados en cuenta a la hora de hacer el

    balance e inventario de las razones por las cuales el capital imperialis-ta multinacional se vio impelido a realizar su contraofensiva tambinmundial luego de su momentneo repliegue tctico de los aos sesen-ta y primeros setenta. El balance de Fredric Jameson sobre los aossesenta constituye una de las pocas excepciones a esta regla. Para l,en realidad, polticamente, los sesenta del Primer Mundo le debieronmucho al Tercermundismo [...] las dos naciones del Primer Mundo en

    1 En ese sentido resulta paradigmtica la sorprendente e impactante omisin de laRevolucin Cubana en los dos libros clebres que Perry Anderson le dedic al marxis-mo occidental (Anderson, 1976; 1983). En ninguno de los dos se hace referencia ni a laRevolucin Cubana ni a las rebeliones del Tercer Mundo, as como tampoco se analizanni siquiera se mencionan ninguno de los tericos, pensadores, intelectuales y/o dirigen-tes del Tercer Mundo. Hemos realizado una crtica de ambos textos de Anderson (Kohan,2005b:Captulo III 45-67). Tambin puede encontrarse una crtica del europesmo de An-derson en un trabajo polmico de James Petras (Petras, 2001: 7-40). Del mismo tenor deleurocentrismo de Anderson resulta la periodizacin que en gran parte deImperio realizanToni Negri y Michael Hardt sobre los avatares del capitalismo occidental, ya que para estosautores el pasaje del capitalismo keynesiano al posfordista y del obrero masa al obrerosocial est dado por el 68 europeo. Negri ni siquiera menciona la Revolucin Cubana o la

    derrota norteamericana en la guerra de Vietnam como elementos al menos coadyuvantespara explicar semejante transformacin de la estrategia capitalista norteamericana y eu-ropea (poskeynesiana) posterior a los aos setenta. Ver nuestro anlisis crtico sobre Negri(Kohan, 2002). Tambin puede consultarse el estudio crtico de Boron (2002).

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    las cuales emergieron los movimientos estudiantiles masivos ms po-derosos EE.UU. y Francia se convirtieron en espacios polticos pri-vilegiados precisamente porque estos dos pases estaban involucradosen guerras coloniales. Refirindose a la Revolucin Cubana, Jameson

    agregaba: Para muchos de nosotros, en efecto, el detonador crucialun nuevo Ao I, la demostracin palpable de que la revolucin no eraun concepto meramente histrico y una pieza de museo, sino real yfactible fue provisto por un pueblo cuya subyugacin al imperialismohaba desarrollado entre los norteamericanos una conmiseracin y unsentido de fraternidad que nunca podramos haber sentido por la luchade otro pueblo del Tercer Mundo (Jameson, 1997: 18 y 23).

    Cmo explicar hoy los aos sesenta y sus mltiples rebelionessin dar cuenta de la especificidad de las luchas del Tercer Mundo, y sin

    investigar su influencia en el mundo capitalista desarrollado? O acasopuedan seguir soslayndose los efectos de Vietnam sobre el Pars de1968? O quizs puedan seguir desconocindose los efectos del ejemplode la Revolucin Cubana sobre la rebelin negra en EE.UU. y su luchapor los derechos civiles?

    Pero la indisciplina y la rebelin que marcaron a fuego los aossesenta no fueron nica ni exclusivamente polticas. La crisis de domi-nacin que caracteriz aquella dcada hoy emblemtica del perodo yque motiv en el decenio siguiente una contraofensiva conservadora

    mundial del capital fue tambin una crisis de hegemona. Por lo tantopara dar cuenta de los aos sesenta no puede tampoco prescindirse dela dimensin cultural. La cultura como seal por entonces un estra-tega militar de las Fuerzas Armadas argentinas es parte de la guerrarevolucionaria (Villegas, 1962).

    Sucede que lo que hasta entonces haba sido un postulado te-rico (tan caro al marxismo historicista de un Lukcs o al culturalistade un Gramsci) se experiment a partir de all como un dato eviden-te de la misma realidad. La rebelin juvenil (desde el pelo largo y lamsica de rock hasta la modificacin de las costumbres sexuales y larebelin estudiantil antiautoritaria), la rebelin contra la opresin ra-cial, la rebelin anticolonial y la insurgencia armada anticapitalista,fueron diversos movimientos de una misma sinfona epocal. No slo seresquebrajaba el orden social, econmico y poltico del capital a nivelmundial. Tambin entraba en crisis su dominacin cultural.

    La extendida influencia de la Revolucin Cubana no fue de ningnmodo ajena a ese fenmeno. De all que hoy, a ms de cuatro dcadas deaquel momento y a contramano del eurocentrismo an reinante en losestudios acadmicos contemporneos, para comprender a fondo los lega-dos de las ciencias sociales en Amrica Latina debamos revisitar la pro-duccin cultural de la revolucin, sus debates en el terreno de las cienciassociales y sus polmicas intelectuales durante la dcada del sesenta.

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    Este ejercicio constituye un momento imprescindible si de lo quese trata es de repensar el aporte especfico de las ciencias sociales lati-noamericanas al pensamiento social mundial.

    Pero esa reconstruccin no puede reincidir en los vicios meto-

    dolgicos del pasado. Ya es hora de abandonar definitivamente el eco-nomicismo pretendidamente marxista ortodoxo segn el cual losintelectuales crticos y revolucionarios son catalogados a priori comopequeoburgueses (por tanto, siempre sospechosos de traicin a losprincipios radicales... o siempre tentados de aceptar la cooptacin delpoder). Desde ese registro sociolgico, si la pequeoburguesa es se-gn los clsicos del marxismo una clase social oscilante y vacilante...entonces la intelectualidad sera, por definicin, pasible de defeccionar,de oscilar, e incluso de traicionar.

    A partir de esta metodologa reduccionista de anlisis, el inte-lectual termina siendo definido nicamente como pequeoburgus, to-mando como base un criterio exclusivamente econmico. Se soslaya deeste modo su funcin especfica en la disputa cotidiana entre las grandesconcepciones del mundo, como constructor de hegemona y operadoren la batalla de las ideas y los valores en juego. As, la cultura terminaconcibindose de un modo mecnico como un epifenmeno secunda-rio, deducible sin mediaciones directamente de la economa. De estamanera se aborta de antemano cualquier posible intento contrahegem-

    nico mientras se le niega a los revolucionarios (y a las clases subalternasque estos defienden) la posibilidad de combatir la supervivencia del ca-pitalismo en el rengln especfico de la dominacin cultural.

    LOSSESENTAYLA REVOLUCIN CUBANA

    Qu se recuerda hoy de los aos sesenta en el campo de la cultura y lasciencias sociales latinoamericanas? Cules fueron sus aportes especficos?

    A la hora de hacer elracconto y el balance histrico habitualmen-te se enumeran: el boom de la nueva novela, la teora de la dependen-cia, el nacimiento de la teologa de la liberacin (aunque su primerasistematizacin corresponda a los aos setenta), el nuevo cine, el nuevoperiodismo testimonial, y la pedagoga del oprimido. Lo paradjico, cu-rioso y sorprendente es que rara vez se subraya cunto le deben todasaquellas innovaciones a la Revolucin Cubana.

    Se desconoce la riqueza del debate y la especificidad del aportecubano de aquellos aos. Algunas veces, incluso al interior de Cuba.Lo cual deriva en uno de los problemas principales de nuestra poca.Aun manteniendo una cuota importante de confianza en la revolucin,algunos segmentos de las nuevas generaciones cubanas corren el riesgode visualizar al marxismo de factura e inspiracin sovitica como lanica cultura poltica posible para la revolucin. Por lo tanto, frente a

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    la crisis irreversible y al bochornoso desplome mundial de aquella alter-nativa poltico-cultural... no quedara otro camino posible que elaggior-namiento (entendido como la revalorizacin a rajatabla del mercado o,peor an, el abandono de toda perspectiva anticapitalista y radical). No

    habra ms opcin que adaptarse a la hegemona modernizadoradel enemigo.

    Justamente, todo el abordaje del presente ensayo persigue comofinalidad someter a crtica esa visin apocalptica (nunca suficiente-mente explicitada, pero a nuestro modo de ver muchas veces presente apartir del evidente descrdito del marxismo sovitico). Nuestro objetivoprincipal aspira a fundamentar la tesis opuesta: frente a esa cultura endeclive y frente a esa crisis terminal existen alternativas poltico-cultu-rales abiertas y generadas originalmente por la revolucin. No hace falta

    ningn salvavidas mercantil y modernizador de ltima hora, ningndesesperado manotazo de ahogado. Las alternativas pertenecen a lahistoria misma de la Revolucin Cubana, a lo ms rico y original queprodujo esta revolucin. Fueron productos y creaciones originales deCuba, aunque hoy permanezcan muchas veces en el olvido o el desco-nocimiento. La recuperacin (creadora, no repetitiva!) de esa herenciaquemante sigue pendiente para las nuevas generaciones, tanto cubanascomo latinoamericanas en general.

    LASPOLMICASTERICASENLA CUBADELOSAOSSESENTAContra todas las apariencias, el huracn sobre el azcar no soplaba en unasola direccin. Tanto quienes arremetieron e impugnaron en su totalidadla legitimidad histrica de la Revolucin Cubana como quienes pretendie-ron defenderla desde los estrechos lmites ideolgicos de la autotituladaortodoxia sovitica, terminaron por aplanar todos los matices internosque le dieron vida y riqueza al proceso revolucionario y que explican porqu esta no se desplom con el Muro de Berln como muchos agorerosesperaban. Que haya habido una pluralidad de perspectivas ideolgicas yculturales coexistentes muchas veces en disputa entre s bajo el mismoarco revolucionario no es, desde nuestro modesto punto de vista, un signode debilidad sino todo lo contrario. Durante los aos sesenta, cuanto msdebate interno tuvo la Revolucin Cubana, ms viva y poderosa se desa-rroll. Flaco favor le hicieron y le hacen a la Revolucin Cubana aquellosque pretenden esconder, soslayar o desconocer la riqueza de discusionesque la atravesaron desde su mismo inicio.

    En ese sentido, creemos que la principal discusin ideolgico po-ltica que tension la dcada estuvo dada entre aquellos que pensarona la revolucin como una repeticin sui generis, si se quiere de laexperiencia del socialismo euroriental en territorio caribeo, y aquellosotros que, sin rechazar ni darle la espalda a la experiencia mundial del

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    socialismo, pretendieron abrir y crear un camino propio hacia la socie-dad sin clases, ni Estado ni dominacin social.

    Esa polmica, con no pocos zigzagueos y entrecruzamientos, seplasm en el terreno econmico (utilizamos este trmino entre comi-

    llas porque lo que estaba en discusin exceda de lejos la mera lega-lidad de los hechos econmicos, si es que esta tiene algn sentido enuna sociedad poscapitalista). Principalmente en el debate de los aos1963-1964 sobre los diversos modos de gestin socialista, y la vigenciao no de la ley del valor en una sociedad en transicin. Sus principalesprotagonistas fueron el Che Guevara, Fidel Castro, Carlos Rafael Rodr-guez, Alberto Mora, Marcelo Fernndez Font, Luis lvarez Rom, MiguelCosso, Charles Bettelheim y Ernest Mandel, entre otros2.

    Ese debate fue uno de los ms ricos y complejos de toda la dca-

    da y uno de los ms aleccionadores de toda la experiencia mundial delsocialismo (muchas veces anlogo al que tuvo lugar en la Rusia bolche-vique alrededor del problema de la acumulacin primitiva socialista,la NEP, la ley del valor, el mercado y la planificacin entre Bujarin,Preobrazhensky, Lenin, Trotsky, Rubin, Kamenev, Lapidus y Ostrovi-tianov). Posteriormente, no slo fue el ms conocido y transitado, sinotambin el que constituy la expresin ms sistemticamente funda-mentada y polar de toda esa disputa. Pero no fue el nico caso.

    Hubo muchsimas otras polmicas. Todas pblicas! Algunas

    abarcaron tambin a la mxima direccin poltica de la revolucin,como fue el caso de la campaa contra el burocratismo3, y el enfren-tamiento de Fidel Castro con el sectarismo y con la microfraccin deAnbal Escalante (que lleg a conspirar con anuencia de la Unin Sovi-tica)4. Otras, en cambio, tuvieron un mbito de participantes directosms delimitado, pero un pblico no menos masivo.

    2 Todos los artculos de la polmica pueden consultarse en: Ernesto Che Guevara et al.(2003). Para las posiciones tericas personales del Che en esa polmica (las ms originales

    y las ms crticas del marxismo sovitico), tambin resulta sumamente til la compilacinen siete tomos realizada por su colaborador, Orlando Borrego, particularmente el tomosexto titulado: El Ministerio de Industrias (Guevara, 1966). Para conocer el pobladoabanico de lecturas tericas con las cuales el Che Guevara fundament su intervencinen la polmica, puede consultarse nuestra entrevista a Orlando Borrego: Che Guevaralector deEl Capital (Kohan, 2005a). Recientemente ha aparecido un nuevo volumen connumerosos textos del Che acerca de la economa poltica incluyendo, por primera vez, laedicin completa de su texto crtico del manual de economa poltica de la Academia deCiencias de la Unin Sovitica que incluye varios documentos hasta ahora desconocidos.Seguramente ser de gran utilidad para quienes investiguen y quieran profundizar en estaspolmicas (Guevara, 2006).

    3 Ver Contra el burocratismo, editoriales publicados en el peridico Granma entre el 5 yel 12 de marzo de 1967 (AA.VV., 1967: 168-187).

    4 Fidel Castro (1965). En la introduccin de este libro Janette Habel vincula la crtica deFidel Castro al sectarismo (del viejo Partido Socialista Popular nombre del antiguo Parti-

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    Entre muchas otras y sin ninguna pretensin de exhaustividad,no pueden dejar de mencionarse:

    a La que enfrent en 1963 al director del Instituto Cubano de Artee Industria Cinematogrficos (ICAIC), Alfredo Guevara, con elmximo dirigente del antiguo Partido Socialista Popular (PSP)Blas Roca. Polmica que surgi inicialmente a partir del rechazode este ltimo a que en Cuba se exhibieran las pelculas La dolcevita de Federico Fellini, Accatone de Pier Paolo Pasolini, Elngel exterminador de Luis Buuel, y Alias Gardelito de Lau-taro Mura. Debate inicial que se ampli posteriormente hacialos problemas de la cultura revolucionaria, la posibilidad e impo-sibilidad de la crtica dentro de la revolucin, la viabilidad o no

    de prescribir normas estticas a los artistas, el revisionismo, elidealismo y otros lugares ideolgicos semejantes5.

    b La que en 1963 tuvo como protagonistas a 29 cineastas cubanosfirmantes del documento Conclusiones de un debate entre cineas-tas y a Mirta Aguirre, Edith Garca Buchaca, Alfredo Guevara,Toms Gutirrez Alea, Julio Garca Espinosa y Jorge Fraga, entreotros6. Esta discusin volvi a enfrentar como en la de Blas Rocacon Alfredo Guevara a los partidarios del realismo socialista, de lateora del arte como conocimiento reflejo y del rechazo a toda expe-

    rimentacin de las formas expresivas por su supuesta condescen-

    do Comunista) con el proceso y juicio por traicin a Marcos Rodrguez de marzo de 1964.(Castro, 1974, particularmente el captulo II sobre el sectarismo: 16-45).

    5 La polmica se inicia con la nota que sin firma redacta Blas Roca en el peridicoHoy(12/XII/1963) y se extiende en el mismo peridico con Declaraciones de Alfredo Guevaray varias Aclaraciones de Blas Roca hasta Final de respuesta a Alfredo Guevara de B.Roca, enHoy, 27/XII/1963 (Polmicas culturales de la Revolucin Cubana, AA.VV., s/fecha).Hubo una ltima nota de A. Guevara, Aclarando las aclaraciones, queHoy no public(las notas del director del ICAIC han sido recopiladas en Guevara, 1998). Esta polmicay todas las otras que enumeramos a continuacin han sido consultadas en base a la in-mensa recopilacin indita de polmicas culturales aparecidas en revistas cubanas delos aos sesenta realizada por Aurelio Alonso Tejada (cuando era director de la BibliotecaNacional), (en adelante: Polmicas culturales de la Revolucin Cubana,s/f). Agradecemosprofundamente a Pablo Pacheco Lpez el que nos haya conseguido y fotocopiado estevaliossimo material que sin duda debera ser editado alguna vez en Cuba. Agradecemosasimismo a Eliades Acosta (director de la Biblioteca Nacional de La Habana) el que noshaya permitido consultar estos materiales.

    6 Ver el citado documento enLa Gaceta de Cuba N 23, 3/VIII/1963, las crticas ortodoxasde Mirta Aguirre en Cuba Socialista N 26, X/1963 y E. Garca Buchaca, enLa Gaceta deCuba N 28, 18/X/1963; las contrarrplicas de Jorge Fraga enLa Gaceta de Cuba N 28,

    18/X/1963; T. Gutirrez Alea enLa Gaceta de Cuba N 29, 5/XI/1963 y J. Garca EspinosaenLa Gaceta de Cuba N 29, 5/XI/1963. Las opiniones de Alfredo Guevara en Cine CubanoN 14/15 y 28 de 1963. Todas reunidas en la mencionada recopilacin de la Biblioteca Na-cional (Polmicas culturales de la Revolucin Cubana,s/f).

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    dencia con el idealismo y la burguesa, con los que rechazaban elculto a la personalidad (como por entonces algunos llamaban alstalinismo) y toda esttica normativa. Al ao siguiente continuaronesta discusin Juan J. Flo, Jorge Fraga y Toms Gutirrez Alea7.

    c En 1964 hubo un acalorado debate entre Jos A. Portuondo yAmbrosio Fornet sobre el arte de vanguardia, la esttica revolu-cionaria, el realismo, el snobismo, el populismo, Gyrgy Lukcsy Roger Garaudy y la divisin cultural en Cuba entre La Habanay el Oriente, discusin que se extendi en el caso de Fornet hastala crtica abierta a Garca Gall (el director, de estricta orienta-cin ortodoxa, del Departamento de Filosofa, que reemplaz aArana, y que precedi al ncleo inicial de Pensamiento Crtico)8.

    d Otra polmica fue la que enfrent en 1966 a Jess Daz con AnaMara Sim, por un lado, y con Jess Orta Ruiz (el Indio Nabo-r) por el otro. Ambas discusiones giraron en torno al problemade las generaciones literarias en la Cuba revolucionaria, las edi-ciones El puente y su vnculo con la poltica, y tambin sobrela relacin entre la literatura revolucionaria, la alta cultura, lavanguardia y la literatura populista9.

    e Ya no en el terreno esttico, sino en el pedaggico, en 1966 LionelSoto, Flix de la Uz y Humberto Prez se enfrentaron con Aure-

    lio Alonso en torno a la utilidad o no de emplear manuales en laenseanza del marxismo10.

    f Finalmente, en 1967 ao en que nace la revista Pensamiento Crti-co Aurelio Alonso se enfrenta con Lisandro Otero por las opinionesde este ltimo en el primer editorial deRevolucin y Cultura11.

    Haciendo un balance sinttico y de conjunto de todas estas discusionesy confrontaciones principalmente sobre las referidas al arte RobertoFernndez Retamar ha sealado que:

    simplificando los trminos de esas polmicas, que involucraban aartistas y a algunos funcionarios, sus extremos podran ser, uno (so-bre todo el de algunos funcionarios), la postulacin de un arte ms o

    7 EnLa Gaceta de Cuba N 31 y 33, de 1964 (Polmicas culturales de la Revolucin Cubana,s/f).

    8 En la Gaceta de Cuba entre los N 39 y 40 y en Cultura N 15 (Polmicas culturales de laRevolucin Cubana,s/f).

    9 La primera polmica de Daz con Sim vio la luz enLa Gaceta de Cuba entre los N 50 y52 de 1966. La segunda entre Daz y Orta Ruiz se public enBohemia en los N 29, 31 y 37de 1966 (Polmicas culturales de la Revolucin Cubana,s/f).

    10 En Teora y Prctica entre el N 30 y el 32, 1966 (Polmicas culturales de la RevolucinCubana,s/f).

    11 EnJuventud Rebelde, octubre de 1967 (Polmicas culturales de la Revolucin Cubana,s/f).

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    menos pariente del realismo socialista; otro (el de la gran mayora delos artistas), la defensa de un arte que no renunciara a las conquistasde las vanguardias (Fernndez Retamar, 1967).

    Sin embargo, si las recorremos en su conjunto y si las ubicamos enel contexto histrico que atravesaba la revolucin en los aos sesen-ta, aquella disputa que bien sealaba Fernndez Retamar se inscribaen un plano mayor. El debate no era slo esttico, literario, cinemato-grfico, ni circunscripto a las ciencias sociales. Por supuesto, tampocoera slo acadmico. Era tambin poltico. Lo que se estaba discutiendoabarcaba el rumbo estratgico de la revolucin en su conjunto. En lapoltica, en las ciencias sociales y en la cultura.

    Entre el sectarismo poltico y el burocratismo contra el cualarremetan Fidel Castro y el Che Guevara y las posiciones ortodoxasen esas polmicas estticas e ideolgicas haba un hilo negro de con-tinuidad. Por eso Jorge Fraga pudo decir en su polmica de 1963 conMirta Aguirre que: El culto a la personalidad no es otra cosa que lafase superior del sectarismo.

    En otras palabras, el stalinismo no era ms que la lgica y co-rrelativa prolongacin poltica de las posiciones ortodoxas que en elterreno de la ideologa se hacan en defensa de la teora del reflejo, delrealismo socialista, de los manuales soviticos, de la esttica normati-va e incluso del reclamo por que en Cuba no se pudieran ver todas laspelculas del mundo. Y esas posiciones ortodoxas no eran ms quela legitimacin cultural de aquellas posiciones polticas. No se puedenentender unas sin otras y viceversa.

    Lo sugerente del caso reside en que durante este perodo de laRevolucin Cubana tanto la posicin hertica como la posicin orto-doxa, tanto la que promova un camino propio del socialismo como laque se esforzaba por repetir el camino ya previamente trazado por lossoviticos, discutan abiertamente, sin medias tintas, sin eufemismos,sin esconder las diferencias ni soslayar las discrepancias recprocas.

    Aun cuando esas mltiples polmicas (nunca reeditadas, muchasveces desconocidas por las nuevas generaciones) tuvieron alcances di-smiles y se produjeron por motivos muy variados, lo cierto es que ob-servadas desde hoy en da y en perspectiva nos hablan de una enormevitalidad poltica de la revolucin. Por qu los que presuponen porejemplo en la cubanologa acadmica una homogeneidad lisa y com-pacta de la Revolucin Cubana desde 1959 a la fecha se siguen empeci-nando en desconocerlas?

    La Revolucin Cubana produjo una extensin inaudita de los cir-cuitos de produccin y consumo cultural, creando un pblico amplia-do completamente nuevo. Por eso, aun sin pretender aplanarlas todasen un mismo registro (borrando su especificidad propia) ese conjunto

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    de polmicas involucr cada vez a mayor cantidad de participantes.El marxismo dej de ser entonces simplemente una teora ms entreotras, circulando y compitiendo en el mercado de las ideas de reducidosgrupos y capillas de intelectuales tradicionales (profesores, literatos, ci-

    neastas, economistas, periodistas o pintores) para convertirse en unacultura de masas que involucr en sus mltiples debates y discusionesa cientos de miles (cuando no a millones).

    PENSAMIENTO CRTICO: LAGNESISDEUNAHEREJA

    Slo a partir de su inscripcin en ese poblado entramado de polmicaspolticas y discusiones ideolgicas, y en medio de ese trastocamientosocial general que produjo un nuevo e indito espacio ampliado de loscircuitos tradicionales de consumo cultural, puede entenderse la gne-sis y el notable impacto que caus una publicacin que sin duda hizopoca: la revista Pensamiento Crtico.

    Expresado de otra manera: Pensamiento Crtico no fue una ex-cepcin. No fue un rayo en el cielo de un medioda luminoso. Por elcontrario,fue expresin de la rebelin que atraves toda una poca y, almismo tiempo, contribuy a legitimar y potenciar esa misma rebelin.Como la Revolucin Cubana en su conjunto de la cual quiso ser ex-presin terica, logrndolo en gran medida fue causa y efecto, razny consecuencia. Fue una revista hereje en las ciencias sociales porquela Revolucin Cubana tambin lo ha sido12.

    Pensamiento Crtico no emergi del vaco. El personal que la ima-gin, la dirigi y le dio vida a lo largo de su ms de medio centenar denmeros no perteneca a los viejos cuadros marxistas del comunismocubano anterior a la revolucin (el antiguo Partido Socialista PopularPSP). Tanto la revista como quienes la hacan nacieron a la vida po-ltica con la misma Revolucin Cubana. Hasta por edad no slo porideologa pertenecan a una nueva generacin del marxismo cubano.

    LAFORMACINDEUNEQUIPOINTELECTUALYEL DEPARTAMENTODE FILOSOFA

    Durante los aos ochenta se puso de moda en la academia argentinay en otras academias latinoamericanas recurrir a la terminologa del joven Pierre Bourdieu (principalmente la nocin de campo, contra-

    12 El director de Pensamiento Crtico recuerda: ramos lo que hoy se llamara hetero-doxos, entonces se les llamaba herejes. Pero es que la Revolucin Cubana era una hereja!

    Es decir que no nos considerbamos herejes, sino que nos era natural la posicin que te-namos. De todos modos no para todo el que se llamara marxista ramos dignos de aplau-so. Haba opiniones diferentes a las nuestras, incluso algunas virulentamente diferentes aellas. Entrevista a Fernando Martnez Heredia, La Habana, 19/I/1993 (Kohan, 2000).

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    partida en su obra de la nocin de habitus) para explicar la gnesis,desarrollo y consolidacin de los grupos intelectuales. Manipulando apiacere aquellos textos de Bourdieu, algunos intelectuales ex marxistas(autodenominados en forma presuntuosa postmarxistas) legitimaban

    de este modo su aggiornamiento y su ingreso en la socialdemocracia.El supuesto gran error de los aos sesenta arriesgaban en sus papersacadmicos habra sido no respetar la profesionalidad de los camposintelectuales ya que la poltica todo lo habra invadido. As, separandotajantemente al campo intelectual del campo poltico fundamenta-ban alegremente su conversin en burcratas profesionales y tecncra-tas acadmicos.

    Haciendo hoy un balance de esa metodologa de estudio de histo-ria de la cultura (que el ltimo Bourdieu super cuestionando duramen-

    te al homo academicus, y reclamando una politizacin de los intelec-tuales) creemos que la misma no nos sirve para entender la RevolucinCubana en general, y el surgimiento de Pensamiento Crtico en parti-cular. Porque su plantel intelectual emerge, precisamente, del propiocampo poltico. La poltica (sobre todo la revolucionaria), no es algoexterno a la cultura, como postularon estos ex marxistas que manipu-laban malintencionadamente las categoras de Bourdieu. Es parte de lamisma cultura.

    Dos instancias fundamentales convergieron entonces para ir for-

    mando espontneamente el equipo editor de la revista: la fundacindel Departamento de Filosofa de la calle K N 507 (dependiente de laUniversidad de La Habana) y el surgimiento de la pgina cultural ElCaimn Barbudo.

    Ambos procesos fueron un resultado poltico de la RevolucinCubana.

    Los jvenes miembros del Departamento de Filosofa surgieronde un curso que se dio desde inicios de septiembre de 1962 al 31 deenero de 1963. Durante cinco meses completos estuvieron poco ms de100 personas como alumnos, a tiempo completo y durmiendo en la es-cuela, saliendo unas 30 horas los fines de semana, cursando una escuelainterna de tipo acelerado orientada a formar instructores docentes defilosofa y de economa poltica marxista para la universidad. Se hizo enLa Habana. La mayora eran alumnos procedentes de aos superioresde carreras universitarias.

    El curso enseaba el pensamiento de Marx, Engels, Lenin ytambin otras materias auxiliares. Las asignaturas eran MaterialismoDialctico e Histrico, Historia de la Filosofa, Historia Universal, His-toria de Cuba, Economa Poltica del Capitalismo, y Colonialismo ySubdesarrollo. Los profesores eran tres hispanosoviticos: Luis AranaLarrea, quien a su vez haba sido designado jefe del Departamento deFilosofa de la Universidad de La Habana; Anastasio Mansilla, quien

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    era el profesor de Economa Poltica; y Mara Cristina Miranda, queexplicaba Historia Universal. Los dems eran cubanos. El curso eraconsecuencia de la ley de reforma universitaria, que se haba puestoen vigor en enero de 1962, y mediante la cual se instituan las asig-

    naturas de Filosofa Marxista (Materialismo Dialctico e Histrico) yEconoma Poltica, como obligatorias para los alumnos de todas lascarreras de las universidades cubanas. Al terminar la escuela se realizuna seleccin entre los ms de cien alumnos que la hicieron. Fueronseleccionados 21 para Filosofa y 16 para Economa. El 1 de febrerode 1963 empezaron como instructores.

    Poco tiempo despus, en 1964, Osvaldo Dortics por entoncespresidente visita el Departamento y realiza una conferencia sobre losproblemas culturales y sobre las aspiraciones en la enseanza. Unaancdota ilustra bien el clima de poca en cuyo seno se form estacamada de jvenes profesores. Despus de su exposicin los jvenesinstructores le pidieron a Dortics sugerencias y Dortics les contest:Bueno, qu deben hacer? Yo no lo s. Yo slo les digo que hay quequemar el ocano. Ahora, cmo lo queman es un asunto de ustedes, lotienen que descubrir ustedes.

    Otra vez, en junio de 1966, Armando Hart Dvalos el clebreministro de la alfabetizacin y uno de los fundadores del Movimiento

    26 de julio dio una conferencia en la Facultad de Humanidades de laUniversidad de La Habana. All plante que:

    en muchas ocasiones hemos elaborado programas y planes de es-tudio de una manera formal y muy limitada, porque el avance de laRevolucin ha producido tan grandes transformaciones y perspec-tivas, que esas concepciones, reducidas y no concretadas a la reali-dad que se aplicaban en el pasado y que an persisten, eran un fielreflejo de los planes y programas de gabinete. Para determinar laproyeccin de las carreras y los programas propios del desarrollo dela Revolucin no tenemos con quien hacerlo. Habr que pensar ennosotros mismos, es decir, en ustedes, porque ustedes tendrn queresolver en el futuro el problema de la cultura y la orientacin que hade darse a los estudios que se imparten en la Facultad de Humanida-des13(Polmicas culturales de la Revolucin Cubana, s/f).

    De modo que la hereja contra los caminos trillados era una necesidady un impulso de la propia direccin poltica de la revolucin, no un in-vento artificial de tres o cuatro intelectuales aislados.

    13 Ver Armando Hart Dvalos enJuventud Rebelde, 25/VI/1966 (Polmicas culturales de laRevolucin Cubana, s/f).

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    El ncleo inicial del equipo se conforma entonces con jvenesmilitantes polticos que a su vez eran universitarios. Ya desde esa pri-mera formacin encontramos elementos de diferenciacin poltica, eincluso de distancia generacional frente a los instructores hispanoso-

    viticos14. De todos ellos, quien ms cercana y significacin tuvo parael grupo fue Arana15.

    Junto al Departamento de Filosofa, la otra instancia convergen-te fueEl Caimn Barbudo. Primero fue una pgina cultural de Juven-tud Rebelde. Luego surgi la posibilidad de que se hiciera un tabloidegrande, un mensuario cultural. La idea de El Caimn Barbudo nacioriginariamente en las calles Prado y Teniente Rey, y se empez a or-ganizar con un grupo de jvenes con un perfil artstico, e inclinados ala literatura, la poesa, la crtica literaria y tambin a la filosofa. Esta-

    ban entre ellos Jess Daz (su director), Ricardo Jorge Machado, Vc-tor Casaus, Guillermo Rodrguez Rivera, Helio Orovio y algunos ms.

    14 Nosotros rememora Aurelio Alonso Tejada pasamos esta escuela, si no recuerdomal, en la segunda mitad del ao 62. Fueron seis o siete meses internos. Aqu cerca [setrata de La Habana. NK], en Nuevo Vedado, en unas casas convertidas en escuelas. Final-mente el pequeo grupo que se fue nucleando en torno al hispanosovitico que nos toca,que es Arana, fue Jess Daz de la vieja guardia, Guevara [hermano de Alfredo], IsabelMonal y entonces el nuevo grupo que pas la escuela con Arana, Fernando [Martnez],Rolando Rodrguez y yo. Esos seis (Monal, Daz, Fernando [Martnez], Guevara, R. Rodri-

    guez y yo) fuimos el primer consejo de direccin que tena el Departamento de Filosofabajo la direccin de Arana. R. Rodrguez es quien luego sale como director del Institutodel Libro [...] Arana no tena una formacin filosfica como para ser lo que Mansilla eraen economa. Yo creo que eso es importante porque la carencia de Arana nos benefici anosotros tambin. Si nosotros hubiramos tenido un filsofo tan slido y dogmtico enfilosofa como Mansilla lo era en economa, posiblemente hubiramos salido una gene-racin de dogmatiquitos incorregibles. Con nuestra hereja tiene que ver Arana con sutemperamento, con sus carencias, su personalidad y sus capacidades, porque realmente lera un excelente psiclogo. l era un acadmico hecho y un hombre con lucidez. Nos dejmucho espacio en el plano terico. Incluso, algo que me hace mucha gracia, yo recuerdouna vez una respuesta de l, no s qu discusin tenamos, y Arana que tena muy mal ca-rcter nos dijo bueno, ya ustedes tambin tendrn su estalinismo. Estos son mis dogmaspero ustedes van a hacer los suyos. Y nos dijo eso aunque al mismo tiempo era un tipomuy crtico de Stalin (Kohan, 2001b).

    15 A su modo Mara Cristina Miranda nos comenta Fernando Martnez tena muybuenas relaciones con todos, tena la pasin de una comunista espaola que quera ense-ar lo ms posible una historia desde una interpretacin materialista de la historia. Anas-tasio Mansilla vena persuadido de la dialctica enEl Capital de Marx y la explic forman-do a la gente que le toc. En Filosofa Luis Arana que era un hombre muy experimentadoen la psicologa. Incluso como docente de la Universidad de Mosc l tena laboratorio yseminario con alumnos del ltimo ao sobre psicologa experimental en la lnea de Luria,seguidor a su vez de Leontiev. Cumpliendo su deber como miembro del PC espaol y a lavez ciudadano sovitico se enfrent con la realidad cubana, a mi juicio muy bien, porque

    enseaba lo que entenda que era el materialismo dialctico e histrico y a la vez respeta-ba la actitud poltica e ideolgica de los alumnos que a veces tenamos opiniones inclusoopuestas a las de l, no slo distintas. No era precisamente simptico pero s sumamenterespetado (Kohan, 2001a).

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    Fernando Martnez Heredia fue uno de los cofundadores, aunque noformaba parte delstaff.El Caimn Barbudo naci entoncescomo men-suario dentro deJuventud Rebelde en febrero de 1966.

    En forma paralela al Departamento de Filosofa y a El Caimn

    Barbudo, debe atenderse a la gnesis del Instituto del Libro. RolandoRodrguez y Fernando Martnez Heredia (director y vicedirector res-pectivamente del Departamento de Filosofa desde los meses finales de1965) fueron nombrados director y vicedirector de Ediciones Revolucio-narias, organismo editorial que naci por iniciativa de Fidel Castro el 7de diciembre de 1965, y se encarg de toda la tarea editorial hasta quefue convertido en el Instituto Cubano del Libro a partir del 1 de septiem-bre de 1966. Rolando Rodrguez fue nombrado su director, mientrasFernando Martnez qued entonces como director del Departamento

    de Filosofa y colaborador del Instituto del Libro en lo que atae a suEditorial de Ciencias Sociales. Es precisamente en esta poca cuando elInstituto del Libro traduce y publica a A. Gramsci, L. Althusser, S. Freud,M. Weber, C. Levi-Strauss, H. Marcuse, G. Lukcs y a J. P. Sartre, entremuchsimos otros autores de ciencias sociales. Ediciones cubanas querara vez aparecen en las referencias acadmicas latinoamericanas cuan-do se citan las primeras traducciones de estos autores al espaol...

    All no se detuvo la incidencia de este grupo intelectual, ya quemuchos de los materiales que no se incorporaban en Pensamiento Crti-

    co se publicaban enReferencias (de la cual salieron ms de una decenade nmeros monogrficos tan extensos como los de Pensamiento Crti-co), tambin alentada por Fernando Martnez, y editada bajo la direc-cin de Jos Bell Lara uno de los ms jvenes de todo el grupo por elPartido Comunista de la Universidad de la Habana.

    EL DEPARTAMENTODE FILOSOFAYLAPEDAGOGADELMARXISMO

    En 1966, en el II Encuentro Nacional de Profesores de Filosofa, el De-partamento de Filosofa instituy la Historia del Pensamiento Marxistacomo su asignatura bsica, expresando con esta decisin no slo una con-cepcin pedaggica sino tambin una posicin determinada dentro deldebate general acerca de las diferentes lneas filosficas del marxismo.

    Dicha disciplina estructuraba en unidades histricas el programade estudios filosficos por el cual pasaban los estudiantes de todas lascarreras universitarias. Estaba organizado de la siguiente manera: I) Elpensamiento de Marx (subdividido desde el punto 1 Las circunstanciassociales de aparicin del marxismo hasta el punto 9 El pensamientode Marx y la filosofa); II) Algunos aspectos del pensamiento de Engels(subdividido desde el punto 1 La colaboracin de Engels con Marx has-ta El pensamiento de Marx en los escritos de Engels); III) El marxismo

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    y la Segunda Internacional (subdividido desde el punto 1 Concepcinmarxista y poltica socialdemcrata hasta el punto 9 Rosa Luxemburgo,Lenin y Trotsky); IV) Lenin... etc., etc. Como se puede fcilmente obser-var, el orden lgico de estudio responda en este programa a la sucesin

    histrica, adems de analizar en detalle y uno por uno a Marx, a Engels,a Lenin, etc., en lugar de abordarlos ahistricamente como partes indis-tinguibles de un sistema metafsico acabado y cerrado.

    En reemplazo de la clsica forma-manual16, el Departamento deFilosofa elaborLecturas de Filosofa, compilacin dirigida a la peda-goga masiva de la juventud en la nueva Cuba socialista. Tuvieron dosediciones en tiradas de 14 mil ejemplares.

    En la primera edicin, de 1966, se compilaban captulos de di-versos autores, cubanos (Fidel, el Che, Jess Daz, etc.), del marxismo

    occidental (Gramsci, Althusser, Rgis Debray, Paul Sweezy, Manuel Sa-cristn, etc.), soviticos (Leontiev, Polikarow, Meliujin), y tambin dis-cursos del lder africano Amlcar Cabral y artculos de Albert Einstein,adems de fragmentos de Marx, Engels y Lenin. La estructura generaldifera en gran medida de los manuales soviticos y responda a cuatrotems: I) El hombre, la naturaleza, la sociedad, II) El materialismo his-trico donde se incluan materiales especficos sobre Cuba, AmricaLatina y el Tercer Mundo (ausentes en los manuales soviticos), III) Lateora del reflejo en el que se discutan las tesis de Pavlov y IV) La teo-

    ra del conocimiento entre otros, se analizaban trabajos de Einstein.Finalmente, Historia de la Filosofa.En la segunda edicin, en dos tomos, se radicalizaba y se ex-

    plicitaba an ms el planteo divergente con la doctrina del DIAMAT(sigla con que en la Unin Sovitica se designaba a la filosofa marxis-ta, entendida como un materialismo dialctico de ah la expresinDIAMAT en el cual la clave de bveda pasaba por la naturaleza y susleyes y no por la sociedad, la historia y la lucha de clases). Segua estan-do al comienzo Hombre, naturaleza y sociedad, pero inmediatamente

    despus se pasaba al primer plano del estudio histrico de la filosofaque en la edicin anterior apareca recin tmidamente al final. Seagregaba aqu el anlisis de la filosofa en Cuba, un gesto ausente enel resto de las empresas pedaggicas: es decir, el intento de partir de lapropia historia y de la propia experiencia del sujeto-lector para cons-truir el conocimiento. Luego se pasaba al materialismo histrico, don-de a los textos de A. Gramsci, P. Sweezy y L. Althusser se les agregaba

    16 Sobre la gnesis que en la historia de la pedagoga del marxismo durante el siglo XX

    condujo a la cristalizacin de la forma-manual (fundamentalmente en la URSS, pero noslo all, pues tambin impregn en Occidente al althusserianismo y sus clebres manua-les, los de Marta Harnecker, y al trotskismo, con los de George Novack), ver Kohan (1998:Captulo III: 43-54).

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    ahora Maurice Godelier y Michael Lwy. Adems se incluan provoca-tivamente 260 pginas sobre los problemas de la revolucin en los pa-ses subdesarrollados (con textos del Che Guevara, Bell Lara, A. GunderFrank, J. P. Sartre, Hanza Alavi y Rgis Debray, casi todos publicados en

    Pensamiento Crtico) y de la transicin al socialismo (con trabajos delmismo Che y varios cubanos). Estas largas 260 pginas terminaban su-gestivamente con una serie de artculos del peridico Granma tituladosContra el burocratismo. Algo ms que una sugerencia poltica... Losdos tomos finalizaban pues con El ejercicio de pensar de FernandoMartnez, director de Pensamiento Crtico, con la polmica crtica de losmanuales entre Aurelio Alonso tambin de la revista y Lionel Soto, yfinalmente, con un artculo de Hugo Azcuy17.

    Esta pedagoga del marxismo, desarrollada desde la historicidad

    y la crtica de toda sistematizacin metafsica no pas inadvertida paralos partidarios de los clsicos manuales de la Academia de Ciencias dela URSS. Tuvo entonces lugar una polmica, desarrollada en la revistaTeoria y Prctica18, sobre el uso o no de manuales en la enseanza de lafilosofa y del marxismo. Esta polmica constituye sin duda uno de losdebates ms importantes que se produjeron entre los revolucionarios anivel mundial sobre la enseanza de la filosofa en general, y del mar-xismo en particular (sus trminos creemos siguen en la actualidadvigentes; sobre todo cuando hoy, en las academias latinoamericanas,

    muchos profesores de filosofa caen seducidos ante la pedagoga ahist-rica de la filosofa analtica anglosajona o del pensamiento posmodernofrancs). Esa polmica sintetizaba y resuma la metodologa implcitaen que se apoyaban los manuales del DIAMAT.

    Por ejemplo Aurelio Alonso, luego de reconocer que muchos delos que as pensamos nos iniciamos en el estudio del marxismo a travsde manuales. Y esto nos sita quizs en las mejores condiciones parauna actitud crtica, para comprender hasta qu punto pueden ser de-formadores los esquemas, identificaba esa metodologa del siguiente

    modo: citar, interpretar y justificar con ejemplos. Este es el mtodo delmanual. Rompe con el criterio histrico para retornar al criterio ab-soluto que Marx haba desechado. Slo que lo que ahora se absolutizason las tesis de los que liquidaron precisamente ese criterio. El manualcontribuye a que surja una nueva metafsica, de la cual responsabilizaa Marx, Engels y Lenin (AA.VV., 1968: Tomo II: 756 y 759-760). En su

    17 AA.VV. (1966) ; AA.VV. (1968) El Tomo I de la segunda edicin que en total contena 796pginas, fue editado en enero de 1968 y el II en junio de 1968. La tercera edicin fue tres

    aos posterior a la segunda edicin. Tena igualmente un solo tomo y 553 pginas: AA.VV.1971, este tercer tomo nunca lleg a salir de la imprenta, donde la edicin fue destruida.

    18 Ver Teora y Prctica N 28, 30, 31 y 32, La Habana, 1966-1967 (Polmicas culturales dela Revolucin Cubana, s/f).

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    segundo artculo del debate, Humberto Prez y Flix de la Uz, com-partiendo en un todo las posiciones en defensa del manual de LionelSoto en la polmica, explicitaron su metodologa como nunca antes sehaban animado a hacer los soviticos: nosotros nos hemos decidido

    por el mtodo que pudiramos calificar de lgico, opuesto al histricoque se nos propone19.

    De lo que se trataba, en ltimo trmino, era de analizar la historiade la filosofa y del marxismo no a partir de un canon clasificatorio uni-versal y ahistrico (o idealistas o materialistas...) sino a partir de la his-toria. Una interesante manifestacin de este abordaje la constituye, porejemplo, el prlogo de Aurelio Alonso aHistoria y conciencia de clase deLukcs, donde Alonso, en lugar de definir a priori como ortodoxo o re-visionista, materialista o idealista a Lukcs, sugiere que la posicin

    de Lukcs se enmarca por coordenadas tericas y ocurre en un momentode caractersticas muy especiales que no pueden dejar de reconocerse(gran parte del prlogo estaba encaminado a explicitar precisamente esascoordenadas y la evolucin histrica del pensamiento poltico y filosficode Lukcs a partir de las mismas).

    Pero el inters del Departamento de Filosofa no poda limitarsea un radio de intervencin puramente filolgico o acadmico (comosucede en cualquier pas capitalista, donde la ms mnima incursinde las ciencias sociales y la filosofa fuera de la rbita acadmica, per-

    mitida y tolerada por el poder, resulta severamente castigada con san-ciones que van desde lo administrativo, hasta el secuestro y la desapa-

    19 Ver Aurelio Alonso: Manual... o no manual. Dilogo necesario (AA.VV., 1968: Tomo II:756, 759-760). Ver Humberto Perez y Flix de la Uz: Contribucin a un dilogo. Nuevamentesobre los manuales (AA.VV., 1968: Tomo II: 772). La introduccin de Lionel Soto (Contrael manualismo? Contra los manuales? o Contra la enseanza del marxismo-leninismo?)al artculo de H. Prez y F. De la Uz no se reproduce enLecturas de Filosofa, probablementeporque su tono de reproche y encendida amonestacin poltica obstaculizaba la posibilidadde realizar una serena discusin terica entre ambas posiciones en disputa. Puede consultar-

    se esa introduccin en AA.VV. (1967: 314).Hubo un momento sostiene A. Alonso en que propiamente cada profesor tenasu programa propio. Yo me acuerdo de un programa mo que empezaba abordando untema de la dialctica inorgnica, despus la naturaleza orgnica, el origen de la vida,las teoras del evolucionismo, el origen del hombre, el origen del pensamiento, entoncesdespus de eso entraba el tema de la teora del conocimiento. De all que me planteaba apartir del origen histrico del pensamiento la teora del conocimiento. Y despus no meacuerdo qu segua..., pero trataba de seguir un curso paralelo al curso de la evolucinuniversal y despus surgi la idea creo que ms de Fernando [Martnez Heredia] quede otros de la necesidad del estudio de la perspectiva histrica. Ese fue quizs el frutomayor de madurez nuestro. Es decir, no tratar de constituir un sistema alternativo, de or-denar el descubrimiento marxista en el campo filosfico, de creer que se poda ordenar en

    un sistema alternativo del que te daban los manuales, sino simplemente de explicarlo enuna perspectiva histrica. Es decir explicar el origen del marxismo y su evolucin desdeun punto de vista histrico, histricamente. Y pienso que ese fue realmente un resultadode madurez (Kohan, 2001b).

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    ricin; los pensadores argentinos desaparecidos son una clara pruebade ello...). En el seno de la Revolucin Cubana el estudio de las cienciassociales y el ejercicio de la filosofa del marxismo no se poda limitar ala academia, a riesgo de morir antes de nacer. Se trataba, entonces, no

    slo de pensar y estudiar sino tambin de vivir polticamente la filosofamarxista, descentrando el carcter especulativo e inofensivo que estaasuma cuando era cooptada en las academias occidentales europeas(el caso del marxismo anglosajn es, quizs, la mxima expresin ac-tual de este fenmeno como en los aos sesenta lo fueron el francs yel italiano) o cuando se converta en doctrina metafsica legitimante enlos pases del Este. Ese intento por vivir la filosofa del marxismo, y noslo estudiarla y repetirla, llev a estos jvenes cubanos a vincularsecon numerosos revolucionarios latinoamericanos20.

    Uno de ellos, Carlos Fonseca (fundador del Frente Sandinis-ta-FSLN de Nicaragua), era un asiduo lector de Pensamiento Crtico.Cuando estuvo en La Habana trab relacin con Fernando MartnezHeredia, el director de la revista. Otro de ellos, el revolucionario inte-grante del ERP de El Salvador y poeta Roque Dalton (quien publicen Pensamiento Crtico N 48 su clebre investigacin sobre la insurrec-cin salvadorea de 1932), en su coleccin de poemas y ensayos Unlibro rojo para Lenin se explaya sobre el crculo de estudios sobre Leniny sobre Marx de revolucionarios salvadoreos dirigidos en La Habana

    por este profesor que aclara su voz tosiendo de una manera rarsima,operacin que repetir cada cinco minutos (alusin humorstica a suamigo Fernando Martnez Heredia) (Dalton, 1986: 32-39).

    En la dedicatoria de su clebre poema Taberna, escrito en Pra-ga, Dalton incluye adems de a la argentina Alicia Eguren (compaerade John William Cooke), a Rgis Debray, a Elizabeth Burgos, a SaverioTutino y a Jos Manuel Fortuni, al integrante del Departamento de Fi-

    20 Por ejemplo, recuerda Aurelio Alonso que: cuando fue lo de la OLAS [Conferencia de laOrganizacin Latinoamericana de Solidaridad] y la Tricontinental hubo bastante relacincon gente que vino, como por ejemplo con Turcios Lima [comandante de las FAR de Gua-temala]. Nosotros nos vinculamos con algunos de los revolucionarios ms importantes. Yya como nosotros ramos un Departamento hertico, entonces Turcios tuvo una sesincomo de tres o cuatro horas con nosotros... haciendo historia de la guerrilla y sobre todorespondiendo preguntas nuestras, un conversatorio que fue muy bueno... y al final l nosdijo: Bueno, miren, me haban dicho varias veces que me tena que reunir con el grupo delDepartamento de Filosofa de la universidad y yo me preguntaba qu carajo tena que veryo con el grupo del Departamento de Filosofa?, estaba pensando en que me iban a hablarde Kant..., de Hegel..., al final vine porque me haban insistido tanto... y entonces me doycuenta de que esto no es nada de lo que yo haba pensado. Realmente creo que a nosotros

    la OSPAAL y la OLAS nos sirvieron para ampliar el espectro de relaciones. En cierta formaPensamiento Crtico es tambin una hija de esos contactos. (Kohan, 2001b) No resultacasual que el N 15 de Pensamiento Crtico haya estado dedicado a Guatemala, y que all sereprodujeran trabajos de Turcios Lima y Yon Sosa (otro lder de la guerrilla guatemalteca).

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    losofa Hugo Azcuy y al miembro de Pensamiento Crtico Aurelio Alon-so Tejada, quienes estaban en aquel momento junto a Dalton en Praga(Dalton, 1989: 123).

    Su descentramiento del marxismo escolstico y especulativo de

    la filosofa acadmica no slo los condujo entonces a vincularse polti-camente con revolucionarios de otros pases latinoamericanos. Tam-bin los impuls a estrechar la relacin con los mximos dirigentes dela Revolucin Cubana como Manuel Pieiro Losada (Barbarroja) y elmismo Fidel Castro21.

    21 Ya desde el Departamento de Filosofa sigue recordando A. Alonso tenamos vn-culos con Pieiro [Manuel Pieiro Losada, comandante Barbarroja]. Cuando Fidel empe-z a visitar el Departamento, Pieiro tambin empez a visitar el Departamento. En una

    ocasin Fidel estaba hablando en la Plaza en la Universidad de La Habana. Por entoncesunos profesores de economa que lideraba [Anastasio] Mansilla [profesor de economa ycoordinador de un seminario sobreEl Capital del que Fidel Castro y el Che Guevara fue-ron alumnos] haban empezado a criticar a Fidel en las clases diciendo que la direccinpoltica de la Revolucin Cubana no conocaEl Capital. En la plaza estaban Jess Daz yRicardo Jorge Machado, no s si alguien ms, y parece que mientras Fidel estaba hablandono s si Machado o Jess, creo que Machado, hace dos o tres preguntas a Fidel, y Fidel seda cuenta de que eran muy lcidas. Entonces se vira y le dice: y t quin eres? t qu ha-ces? y Machado le dice: yo enseo filosofa marxista. Y Fidel le dice: Ah, filosofa marxis-ta... est bien... entonces Fidel sigue hablando de otra cosa. Como a la media hora se virapara Machado. Hace un silencio all, como que se le acaba el tema de lo que quera decir,entonces mira a Machado otra vez y le dice: As que t eres uno de esos sabios profesores

    de marxismo de la Universidad que anda diciendo que yo no conozcoEl Capital y que losdirigentes cubanos no conocenEl Capital y que no dominan el marxismo...?. EntoncesMachado le dice: No comandante, eso no es cierto. En primer lugar nosotros no somos nisabios ni profesores. Y entonces Fidel le dice: S chico, no me digas que no. Se creen queson sabios y entonces andan diciendo por all que ustedes son los que saben.... Y Machadode nuevo levanta la voz y le dice: No comandante, no somos ni sabios ni profesores. Noso-tros estamos tratando de aprender. Usted debe tener una visin equivocada de otra gente.Entonces all se produce un careo y a Fidel despus le vuelven a preguntar de otro tema.Ms tarde Fidel le pregunta: Ustedes dnde estn? y Machado le dice: Nosotros estamosen la calle K N 507 en el Departamento de Filosofa.... Entonces como un da o dos dasdespus Fidel se apareci all. Y se cre una relacin. Fidel estuvo muchas veces. A veces

    avisaban, iba alguien antes, iba el presidente de la FEU [Federacin de Estudiantes Univer-sitarios] o iba el secretario de la UJC [Unin de Jvenes Comunistas] de la Universidad, oalguien deca: No se vayan de aqu que es posible que tengan una visita. Entonces Fidel seapareca. Otras veces, sorpresivamente, se caa de repente a las 11 de la noche... puertas decarro que se cerraban y era Fidel. Eso se vivi entre 1965 y 1966. Hablbamos de los temasms diversos. Tambin muchas veces bamos al cine, a la una de la maana. l nos decaVamos a ver unas pelculas. Entonces llamaba a Alfredo Guevara. Y nos aparecamos enel ICAIC, en una salita de proyecciones y nos sentbamos a ver dos o tres pelculas, hastalas tres o las cuatro de la madrugada y despus nos despedamos. O si no se apareca conun libro o una enciclopedia y nos deca: qu posicin tiene?. De all surgi el Instituto delLibro, de hacer un sistema de ediciones que fue primero Ediciones Revolucionarias, tenala R y despus el Instituto del Libro. Y l nos deca Yo necesito que ustedes hagan esto...

    o Necesito que ustedes editen esto. Ah fue cuando Rolando Rodrguez, que era en esemomento director del Departamento (fue sucesor de Garca Gall, que haba sido sucesorde Arana...) asume la tarea de empezar a hacer las ediciones con un grupo de gente delDepartamento (Kohan, 2001b).

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    PENSAMIENTO CRTICO: CRTICADESDELAREVOLUCINYREVOLUCINDESDELACRTICA

    Pensamiento Crtico no nace entonces del vaco. Resulta punto de llega-

    da de toda esa gama de procesos ligados a las polmicas polticas y cul-turales de los aos sesenta, a la gnesis del Departamento de Filosofa,El Caimn Barbudo, el Instituto del Libro, a la relacin de los jvenesrevolucionarios cubanos con otros jvenes, en este caso, revoluciona-rios latinoamericanos, y al frreo compromiso de sus integrantes con ladireccin poltica de la Revolucin Cubana.

    Su primer consejo de redaccin estuvo integrado, bajo la direc-cin de Fernando Martnez Heredia, por Aurelio Alonso Tejada, JessDaz, Thala Fung y Ricardo Jorge Machado, quienes, en su primer edi-torial, sostenan que su objetivo consista en contribuir a la incorpora-cin plena de la investigacin cientfica de los problemas sociales a larevolucin mientras, al mismo tiempo, dejaban sentado su particularmodo de concebir la unidad entre la teora y la prctica. Contra el euro-centrismo que intentaba convertir a cada nueva experiencia revolucio-naria simplemente en una mera repeticin lgico-mecnica de la expe-riencia y los cnones anteriores, ellos replicaban que las teoras surgen ose desarrollan en el anlisis de las situaciones concretas. Paralelamente,contra el empirismo y el pragmatismo de los que pretendan simplemen-te atenerse a los hechos y a la prctica del da a da, argumentaban quela formacin terica es indispensable a los investigadores. Terminabanexplayndose sobre el modelo que ellos presuponan de lo que deberaser un intelectual revolucionario. Segn ellos el intelectual revoluciona-rio es, ante todo, un revolucionario a secas, por su posicin ante la vida;despus, aquel que crea o divulga segn su pasin y su comprensin dela especificidad y el poder transformador de la funcin intelectual. Esacaracterizacin conclua afirmando que si la primera condicin existe,al intelectual le ser fcil coincidir con la necesidad social.

    Ya desde ese primer nmero aparece la defensa de la lucha armadadesde un punto de vista terico. De all que nos encontremos con la repro-duccin de un artculo crtico del foquismo trmino habitualmente uti-lizado en algunos segmentos de la izquierda latinoamericana para polemi-zar contra la estrategia de la Revolucin Cubana escrito por el peruanoAmrico Pumaruna (publicado originariamente en la revista de izquierdanorteamericana Monthly Review), precedido de una cida impugnacinde los editores frente a este tipo de crticas superficiales (realizadas ennombre del marxismo) contra los revolucionarios que se levantan enarmas en Amrica Latina. Resulta sugerente que ya desde esta primeraintroduccin al artculo de Pumaruna los editores de Pensamiento Crticopongan en discusin la idea segn la cual la lucha armada latinoamerica-na es hija nicamente del marxismo, pues, sealan, que ya Villa en Mxi-

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    co y Sandino en Nicaragua haban iniciado esta tradicin, aunque todavano estuvieran munidos de la metodologa y la ideologa marxista.

    La grfica de este primer nmero resulta igualmente sintomti-ca. Tanto en la tapa, en la contratapa, como en la separacin de cada

    artculo con el siguiente aparecen dibujos de ametralladoras, fusiles eincluso las instrucciones para el armado de una bomba molotov.

    En consonancia con el Che Guevara, quien haba sealado en suMensaje a los pueblos del mundo a travs de la Tricontinental que elescenario principal de la lucha antiimperialista mundial estaba dado enlos tres continentes del Tercer Mundo, los tres primeros nmeros de Pen-samiento Crtico estuvieron dedicados a Amrica Latina (N 1, centradoen Colombia, Per, Venezuela, Guatemala), a frica (N 2/3, con artculossobre Ruanda, Argelia, Guinea portuguesa y el Congo, entre otros) y a

    Asia (el N 4, con ensayos sobre Vietnam y sobre las repercusiones de laguerra de Vietnam en el movimiento negro de EE.UU.). Ese centro deinters provino de una decisin explcita. Por eso el editorial del N 4 sos-tena: Hemos dedicado la parte temtica de nuestros tres primeros n-meros a problemas revolucionarios de Amrica Latina, frica y Asia. Perode acuerdo a los propsitos generales de la publicacin habr siempre enPensamiento Crtico artculos dedicados al mundo ms inmediatamentenuestro, al mundo del subdesarrollo y de la Revolucin antiimperialista.

    De este modo, Pensamiento Crtico naca como expresin teri-

    ca de una revolucin que rompa poltica y culturalmente con el euro-centrismo, de tan arraigada presencia en la izquierda tradicional lati-noamericana (en los medios acadmicos europeos y latinoamericanoscomenzar a analizarse la ruptura que el propio Marx haba realizadoen sus escritos maduros con el eurocentrismo del Manifiesto Comunistarecin varios aos ms tarde). La perspectiva tercermundista crtica deleurocentrismo no se agot, obviamente, en los tres primeros nmeros.Slo con recorrer someramente la lista de tericos, dirigentes e inves-tigadores latinoamericanos publicados a lo largo de la revista podemosapreciar el lugar privilegiado que Pensamiento Crtico le dedic a laintelectualidad continental, lo cual no era ni lamentablemente lo estampoco en nuestra poca algo comn en las publicaciones de izquier-da. Entre muchos otros aparecen trabajos de: Camilo Torres, ErnestoGuevara, Fidel Castro, Anbal Quijano, Roque Dalton, Len Rozitchner,Theotonio Dos Santos, Fernando H. Cardoso, Carlos Marighella, Luis A.Turcios Lima, M. A. Yon Sosa, Carlos Lamarca, J. W. Cooke, Eduardo Ga-leano, Julio Antonio Mella, Gregorio Selser, Fernando Birri, Luis Vitale,Ariel Collazo, Fabricio Ojeda, Sergio Bag, Darcy Ribeiro, Ruy MauroMarini, Toms Vasconi, Jos Nun, G. P. Charles, Francisco Weffort, JuanPrez de la Riva, Michael Lwy, Antonio Garca y Paulo Schilling.

    Por otra parte, a lo largo de su existencia la revista continu de-dicando varios nmeros monogrficos a la problemtica del subdesa-

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    rrollo latinoamericano, a la dependencia y al anlisis del imperialismo(en este caso los N 29 y 44), as como tambin dedic nmeros com-pletos especiales a pases del Tercer Mundo: N 15 (Guatemala); N 31(Cuba); N 32 (Sudfrica); N 33 (Vietnam); N 37 (Brasil); N 39 (Cuba);

    N 40 (Palestina); N 45 (Cuba)22; N 46 (Brasil); N 48 (El Salvador) yN 49/50 (Cuba)23. Tomando en cuenta el clima de aguda disputa po-ltica que marc al movimiento comunista internacional en los aossesenta (atravesado por la polmica chino-sovitica) resulta notableque la revista no le dedicara ningn nmero especial ni a China ni a laUnin Sovitica, quizs con las excepciones del N 10, centrado en larevolucin bolchevique de 1917 donde se reproducen textos de Leniny de Antonov Ovseenko (quien dirigi la toma del Palacio de Invierno

    en 1917), y del N 38, centrado en la figura y en los trabajos tericos ypolticos del ltimo Lenin. Pero en ninguno de los dos nmeros apare-

    22 Este N 45 de octubre de 1970 traa un pster en blanco y negro (diagramado por Nava-rrete, el tercero de los diagramadores de la revista) con la leyenda Che vive! y un dibujodel Che el mismo que la revista reproduca en su tapa rodeado de pequeas estrellitas decinco puntas. En la parte inferior el pster tena una foto de tropas de represin con casco,mscaras de gas y armas largas intentando reprimir una manifestacin. Debajo de tododeca: Pensamiento Crtico, La Habana, Cuba.

    23 No hubo ningn nmero monogrfico especial dedicado a la Argentina aunque s ar-

    tculos sueltos en varios nmeros (sobre los militares argentinos, sobre los socilogos ar-gentinos y la injerencia norteamericana, sobre las guerrillas). A pesar de que en su N 12(enero de 1968) Pensamiento Crtico edit el histrico artculo de Len Rozitchner Laizquierda sin sujeto (publicado originariamente en Argentina en el N 9 deLa Rosa Blin-

    dada para polemizar con el artculo de John William Cooke Bases para una poltica cul-tural revolucionaria N 6 deLa Rosa Blindada) la mayora de las referencias a la polticaargentina que aparecen en Pensamiento Crtico estn centradas en el peronismo. Rara vezaparece una referencia a alguna de las muchas expresiones de la izquierda revolucionariaargentina no peronista. Por ejemplo, en el N 21 (octubre de 1968) se publica pstuma-mente un artculo de John William Cooke titulado El peronismo y la revolucin, a modode homenaje por su fallecimiento. En el N 40 (mayo de 1970) aparece una entrevista del

    uruguayo Carlos Mara Gutirrez de Marcha al general Pern: Dilogo con Pern sobrela Argentina ocupada. En el N 48 (enero de 1971) aparece lo ms sugerente de todas lasreferencias polticas a nuestro pas: Argentina: con las armas en la mano, una serie decuatro entrevistas a organizaciones insurgentes argentinas realizadas por el periodista dePrensa Latina Hctor V. Surez. Los entrevistados pertenecan a las organizaciones Monto-neros, Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Fuer-zas Armadas de Liberacin (FAL). De las cuatro, tres se declaran peronistas, menos las FALque se definen como marxistas-leninistas. Resulta notorio y al mismo tiempo curioso queni en las entrevistas ni en la introduccin del redactor aparezca aunque sea mencionadoel Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejrcito Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) organizacin de filiacin guevarista y fervientemente partidaria de la RevolucinCubana, ya por entonces en operaciones, corriente que se constituira en una de las dos

    organizaciones revolucionarias armadas argentinas ms poderosas (junto a Montoneros).Finalmente, en el N 52 (mayo de 1971), tras la muerte de su compaero Juan Garca Elo-rrio, aparece una entrevista a Casiana Ahumada, directora de la conocida revista argentinaCristianismo y revolucin.

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    cen textos de dirigentes o profesores soviticos de aos posteriores a lamuerte de Lenin.

    A lo largo de todos sus nmeros encontramos un por momentosdifcil equilibrio entre: a) la actualizacin terica de las publicaciones

    europeas y norteamericanas, b) el debate terico entre intelectuales,cientficos sociales y polticos revolucionarios latinoamericanos y c) laintervencin poltica continental (marcada por orientaciones que privi-legiaban, como qued expresado en la Organizacin Latinoamericanade Solidaridad OLAS, las posiciones en defensa de la lucha armada).

    Cmo dar cuenta en este ensayo de una coleccin de 53 nme-ros de una revista mensual que nunca tuvo menos de 150 pginas?24.

    Aunque limitadas y unilaterales, no queda otro remedio que laparcelacin abstracta y la distincin analtica. Aun cuando ello implique,evidentemente, una prdida de la riqueza y de la pluralidad de temticasabordadas durante casi cinco aos de publicacin (el primer nmero sa-li en febrero de 1967, y el ltimo es el 53, que sali en junio de 1971).

    Si tuviramos que sintetizar de algn modo los ejes tericos ypolticos alrededor de los cuales giran los 53 nmeros de PensamientoCrtico creemos que se pueden distinguir como mnimo seis problem-ticas (ntimamente interrelacionadas):

    1 La discusin historiogrfica en torno al pasado de Amrica Latinay de Cuba.

    2 El debate en torno al presente sobre las estructuras sociales, eco-nmicas y polticas de las formaciones sociales latinoamericanasde aquel momento (correspondiente a la segunda mitad de la d-cada del sesenta).

    3 La polmica sobre el carcter de la futura revolucin latinoamericana.

    4 La disputa ms general sobre el socialismo, la revolucin culturaly los instrumentos tericos, metodolgicos y filosficos del marxis-mo, necesarios para abordar los tres problemas anteriores.

    5 La crtica a la izquierda tradicional.

    24 En su extensa edicin Pensamiento Crtico nunca cont con menos de 150 pginas,aunque habitualmente incluy 224 (siete pliegos de 32) y lleg en el N 24/25 sobre el 68francs a tener cerca de 300 pginas o incluso en el N 39 sobre la Revolucin Cubanadel 33 432 pginas. Costaba 40 centavos (cubanos) por ejemplar. Del primer nmero seeditaron 4 mil ejemplares, luego se pas a 8 mil y 10 mil y lleg al nmero mayor que fuede 15 mil ejemplares. La revista tuvo en su ltima fase muchos suscriptores y canjes por

    los que se obtenan un poco ms de 100 revistas del mundo (de Europa, EE.UU., AmricaLatina y tambin algunas la minora de Europa Oriental y la URSS). La revista era im-presa en el Consolidado de Artes Grficas del Ministerio de la industria ligera y tena variosconvenios de impresin en ese sitio. Los editores no obtenan ningn lucro con su venta.

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    6 El anlisis y la difusin de materiales tericos y polticos de las opcio-nes anticapitalistas y antiimperialistas a nivel continental y mundial(es decir, internacionalistas), alternativas a la lnea sovitica.

    Si observamos desde un ngulo macro estos varios ejes que articulaban

    la lnea general editorial de la revista, veremos lo limitado de atribuir aPensamiento Crtico una nica dimensin: la crtica de la posicin so-vitica (cuando nos referimos a la crtica de la posicin sovitica quealgunos denominaron durante aos como antisovietismo no nos es-tamos refiriendo a la Revolucin Sovitica de 1917 dirigida por Lenin yTrotsky, sino a la trgica burocratizacin que sufri esa revolucin trasla muerte de su principal dirigente y, sobre todo, a partir de los aostreinta). Esta crtica, evidentemente, existi. Es innegable. Pero no fuela causa ni el punto de arranque del abordaje del resto de los temas,

    perspectivas y lneas ideolgicas que impregnaron el emprendimientode Pensamiento Crtico. En todo caso, esa crtica fue el punto de llegada;no la causa, sino el resultado de toda una serie de divergencias previascon la cultura poltica de la izquierda tradicional que, por entonces, enAmrica Latina y a nivel mundial, se haba atribuido la propiedad ofi-cial de la ortodoxia del marxismo.

    LAHISTORIALATINOAMERICANA

    Pensamiento Crtico dedic al primer problema mencionado, centradoen la discusin sobre el pasado de la sociedad latinoamericana (funda-mentalmente anterior a la independencia) el N 27 (Luis Vitale: Es-paa antes y despus de la conquista de Amrica; Sergio Bag: Laeconoma de la sociedad colonial y Andr Gunder Frank: La inversinextranjera en el subdesarrollo latinoamericano). La conclusin de todoeste nmero (probablemente armado por Jos Bell Lara) pona en en-tredicho la tesis de la izquierda tradicional que postulaba un feudalismohistrico para as legitimar los proyectos de revoluciones burguesas, yla oposicin a las transformaciones socialistas del continente. Si segn

    todos estos artculos y ensayos publicados en el N 27 nunca haba exis-tido feudalismo en Amrica Latina, pues entoncesPensamiento Crticodespejaba el terreno para fundamentar la legitimidad historiogrfica dela conocida formulacin guevarista: Por otra parte las burguesas au-tctonas han perdido toda su capacidad de oposicin al imperialismosi alguna vez la tuvieron y slo forman su furgn de cola. No hay mscambios que hacer; o revolucin socialista o caricatura de revolucin25(Guevara, 1970, Tomo II, 589).

    25 No era casual que Pensamiento Crtico haya apelado en el editorial de su N 16 a JosCarlos Maritegui, ya que este ltimo, varias dcadas antes que el Che, haba igualmente

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    LASSOCIEDADESLATINOAMERICANAS

    Todo el dossier del N 16 gir sobre el segundo problema en disputalas estructuras sociales de las formaciones latinoamericanas. All los

    jvenes de Pensamiento Crtico publicaron los artculos de Loan Daviesy S. De Miranda: La clase obrera latinoamericana: algunos problemastericos; de Carlos Romeo: Las clases sociales en Amrica Latina;de Anbal Quijano: Naturaleza, situacin y tendencia de la sociedadperuana contempornea y de Fernando Henrique Cardoso: Las elitesempresariales en Amrica Latina.

    En el editorial de este N 16, al analizar las sociedades de AmricaLatina, los editores dejan expresamente sentada su deuda con las co-rrientes ms radicales de la teora de la dependencia, por eso afirmaban

    que la burguesa latinoamericana no ha realizado la acumulacin ca-pitalista. Su dependencia del capital extranjero es tal que las modernasy eficientes unidades industriales son, ms que parte integrante de laseconomas de los pases respectivos, prolongaciones de la metrpolique succionan ilimitadamente los resultados de los esfuerzos del pasreceptor de capitales.

    Al mismo tiempo, en ese mismo editorial, arremetan contra losidelogos tardos de la burguesa latinoamericana, dentro de los cualesincluan a los socilogos y pensadores repetidores, mimticos, segui-

    distas que slo se animan a apelar a los modelos clsicos, es decir, alos tipos ideales extrados de la formacin social europea, y aplicadosmecnicamente a las sociedades latinoamericanas. Segn este editorial,estos pensadores han sido como la caja de resonancia de la ideologametropolitana y en tanto tales, se limitaban a sostener la creencia enel progreso dentro de los marcos actuales. Pero estos idelogos bur-gueses, desarrollistas y modernizadores (cuyo mximo representanteen Argentina era el socilogo Gino Germani, quien aparece impugnadocon nombre y apellido en el artculo de este N 16 de Loan Davies y S.

    De Miranda) no eran los nicos cuestionados por los jvenes de Pen-samiento Crtico. En ese mismo editorial tambin se hace referencia almarxismo latinoamericano, en cuyo seno se diferencian dos tendencias.Una, la oficial, cuyo seguidismo a los esquemas lineales de signo euro-centrista ha transformado al marxismo en un soporfero expresado enuna serie de tesis estructuradas y acabadas, y otra, que sera la opcinpropia que eligen los redactores. En esta ltima incluyen como antece-

    sealado: La revolucin latino-americana, ser nada ms y nada menos que una etapa,

    una fase de la revolucin mundial. Ser simple y puramente, la revolucin socialista. Aesta palabra, agregad, segn los casos, todos los adjetivos que queris: antimperialista,agrarista, nacionalista-revolucionaria. El socialismo los supone, los antecede, los abarcaa todos (Maritegui, 1928).

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    dente mediato la figura de Mart (sin ser marxista) y, ms cerca en eltiempo, a Julio Antonio Mella y a Jos Carlos Maritegui, para culminarcon el ejemplo prctico de la Revolucin Cubana. No casualmente, ensu seccin documental sintomticamente titulada Independencia o

    muerte, libertad o muerte, patria o muerte este N 16 reproduca unartculo de Antonio Guiteras y el programa poltico de La Joven Cuba,agrupacin que habra representado la continuidad entre el comunismode Mella de los aos veinte, el asalto de Fidel Castro y su movimientoal cuartel Moncada en 1953, y la perspectiva socialista de la RevolucinCubana de los aos sesenta. Esa misma hiptesis sobre Guiteras re-aparece en el voluminoso N 39 dedicado a la revolucin del treinta(compilado por Fernando Martnez Heredia) cuyo editorial comienzaas: A veinticinco aos de la muerte en combate de Antonio Guiteras y

    sesenta y cinco de la muerte en combate de Jos Mart la revolucin enCuba ha alcanzado un nivel de profundizacin socialista que asegurapara siempre su liberacin nacional [...]. Por eso se trataba de discutirun problema historiogrfico desde una perspectiva poltica presente yaque, segn el editorialista, en un pas verdaderamente liberado se exige,entre muchas cosas, liberar tambin la historia.

    En ese editorial encontramos nuevamente la crtica implcita aletapismo: La liberacin nacional y la liberacin social se condiciona-rn mutuamente: el antiimperialismo es el ndice principal de la lucha.

    Para describir tanto el camino de Mella como el de Guiteras, el editorialplanteaba en ambos casos: el camino de la Revolucin: antiimperia-lismo intransigente, lucha armada, revolucin por el socialismo, paraterminar dibujando una lnea genealgica muy precisa: Mart-Mella-Martnez Villena-Guiteras-Fidel Castro.

    ELCARCTERDELAREVOLUCIN

    En aquella caracterizacin editorial del N 16, a la hora de dar cuenta deesta segunda perspectiva dentro del marxismo latinoamericano, encontra-mos expresamente abordado eltercer problemaque articul a la revista.Segn los editores, esta otra lnea del marxismo latinoamericano apela alestudio de las formaciones sociales continentales persiguiendo un dobleobjetivo: a) alcanzar una toma de conciencia y b) formular una estrategia,dentro de la cual incluyen la oposicin tajante al ejrcito profesional, el se-alamiento de las insuficiencias del movimiento obreroentendido en elsentido clsico del concepto(una obvia referencia al carcter reformistadel sindicalismo tradicional), la comprensin de la endeblez de las for-mas polticas latinoamericanas y la ubicacin de sectores explotados denuestra poblacin, ubicados geogrficamente en lugares que posibilitanuna accin militar ms o menos prolongada.En su conjunto, no resultadifcil identificar en este tipo de estrategia poltica para el continente lati-

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    noamericano que editorializa el N 16 las lneas generales promovidas porla Revolucin Cubana y por los diversos destacamentos nacionales a ellavinculados de manera abierta, por lo menos, a partir de la OLAS.

    El N 16 no fue el nico dedicado a discutir las caractersticas de

    las formaciones sociales latinoamericanas, sus clases, actores y sujetossociales. Tambin el N 24 abord ese tema (Anbal Quijano: Los mo-vimientos campesinos contemporneos en Amrica Latina; Eric Hobs-bawm: Los campesinos, las migraciones y la poltica y Antonio Garca:Proceso y frustracin de las reformas agrarias en Amrica Latina).Ms adelante, el N 36 vuelve nuevamente a analizar la problemtica delsubdesarrollo latinoamericano. All se reproducen artculos que seguancuestionando el desarrollismo etapista de los que crean que las tareaspendientes en nuestro continente consistan en una modernizacin

    impulsada por la burguesa (para enfrentar al tradicionalismo de lasoligarquas) o en una revolucin democrtico burguesa (para superarel feudalismo). Los artculos incluidos en el N 36 fueron: de RalOlmedo: Introduccin a las teoras sobre el subdesarrollo; de MarioArrubla: Esquema histrico de las formas de dependencia; de Ramnde Armas: La burguesa latinoamericana: aspectos de su evolucin;de Julio Csar Neffa: Subdesarrollo, tecnologa e industrializacin;de Ernest Mandel: La teora marxiana de la acumulacin primitiva yla industrializacin del tercer mundo y de Fidel Castro: Hoy para el

    mundo subdesarrollado el socialismo es condicin del desarrollo.En cuanto a la estrategia poltica que la revista promova, de

    acuerdo a los lineamientos de la OLAS, tampoco el 16 fue el nico n-mero que la discute de modo explcito. Mucho antes, ya la haba anali-zado puntualmente el editorial del N 6. Presentando un nmero con-memorativo del asalto al cuartel Moncada, e inmediatamente posteriora la conferencia de OLAS, all se planteaba que La situacin actual[julio de 1967] de Amrica Latina es la de una crisis que slo podrresolverse por una revolucin antiimperialista... una lucha que ha de

    ser forzosamente continental. Vinculando el problema de la estrate-gia poltica para la revolucin latinoamericana con la disputa frente ala izquierda tradicional (problemas que, como los seis que sealamos,jams dejaron en la revista de estar estrechamente vinculados entre s,aqu slo los desagregamos a los efectos del anlisis), en ese mismo n-mero sexto se sostena que Como otros grandes revolucionarios del si-glo los bolcheviques de Lenin los revolucionarios dirigidos por FidelCastro tuvieron que luchar contra una poderosa reaccin, pero tambincontra una supuesta ortodoxia revolucionaria que marcaba las formasde lucha, de organizacin revolucionaria, de transformaciones para al-canzar el socialismo, etc.. En esa disputa con los partidos comunistastradicionales no slo estaba en juego la discusin sobre el carcter de

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    las revoluciones pendientes. Tambin se jugaba el anlisis del carcterde la propia Revolucin Cubana.

    Desde el etapismo clsico de la izquierda tradicional (que con-ceba el decurso histrico como si fuera al decir de Hobsbawm una

    escalera de la cual no se poda avanzar sino escaln tras escaln, sinsaltarse jams ninguno), la Revolucin Cubana era interpretada comosi all se hubiesen producido dos revoluciones: una democrtico-bur-guesa, en 1959, y otra socialista, cuando Fidel Castro declara abierta-mente el carcter socialista de la revolucin. Sin emba