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El Salvador: Historia política (1872-1931)1
Carlos Gregorio López Bernal
Introducción
Este trabajo aborda un periodo muy significativo de la historia salvadoreña, tanto por la magnitud
de los cambios ocurridos, como por el significado que posteriormente se atribuyó al periodo. Mucho de lo
que el país llegó a ser en el transcurso del siglo XX, se perfiló en aquellos que se ha dado en llamar el
periodo liberal. Hacer una valoración justa del periodo es todavía arriesgado. Las interpretaciones van
desde la apologías más entusiastas hechas por los historiadores liberales hasta las radicales críticas
de los intelectuales de izquierda de las décadas de 1970 y 1980, que vieron en el periodo liberal el origen
de los agudos problemas sociales que desembocaron en la pasada guerra civil.
Los historiadores liberales magnificaron las rupturas y los cambios, presentando el periodo
anterior a su ascenso al poder como una época de oscurantismo y atraso. Francisco Dueñas, enemigo
acérrimo de Gerardo Barrios, fue visto como refractario al progreso. En la historiografía liberal, El
Salvador solo entra a la senda de la modernidad a partir de 1871 con el triunfo de la revolución liberal,
encabezada por Santiago González; todas las reformas impulsadas por los sucesivos gobiernos estarían a
favorecer el progreso del país.2 En el otro extremo, los intelectuales de izquierda consideraron que esas
reformas únicamente buscaron favorecer a las clases altas en detrimento de los sectores subalternos. La
reformas al uso y tenencia de la tierra llevadas a cabo en la década de 1880 fueron vistas como el más
claro ejemplo de ello.3
Afortunadamente, las investigaciones históricas de las últimas décadas permiten tener una mejor
comprensión del periodo. Es posible distanciarse de las interpretaciones extremas, para percibir que el
1 Investigación hecha en 2001 por el historiador Carlos Gregorio López, para la Dirección Nacional de Patrimonio
Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA), ahora Secretaría de Cultura de la
Presidencia. 2 Las primeras historias nacionales fueron escritas en las dos últimas décadas del siglo XIX y sus autores eran
liberales. Obviamente no simpatizaban con políticos tildados de "conservadores", como Rafael Carrera o Francisco
Dueñas, pero sí eran admiradores de personajes como Francisco Morazán, Mariano Gálvez, José Francisco Barrundia
y Gerardo Barrios que fueron presentados como los paladines del liberalismo. Lógicamente, estas obras tienden a
minimizar los logros de los primeros y a magnificar los de los segundos. Ejemplo de este tipo de historiografía son
las obras siguientes: Santiago Ignacio Barberena. Descripción geográfica y estadística de la República de El
Salvador. (San Salvador, Imprenta Nacional, 1ª edición,1892); José Antonio Cevallos. Recuerdos salvadoreños.
(San Salvador, Editorial del Ministerio de Educación, 2ª edición, 1961); Darío González. Estudio histórico de la
República de El Salvador. (Se, sf.); Rafael Reyes. Apuntamientos estadísticos sobre la República de El Salvador.
(San Salvador, Imprenta Nacional, 1ª edición, 1888.); Idem. Lecciones de historia de El Salvador. (se, 1892); Idem.
Nociones de historia de El Salvador. (San Salvador, Imprenta Rafael Reyes, 3ª edición, 1920). 3 Véase Roque Dalton. Monografía de El Salvador, (UCA Editores, 1992); Las historias prohibidas del
Pulgarcito. [1974] (San Salvador, UCA Editores, 3ª edición, 1992); Rafael Menjívar. Acumulación originaria y
desarrollo del capitalismo en El Salvador. (San José, EDUCA, 2ª edición, 1995); Formación y lucha del
proletariado salvadoreño. (San José, EDUCA, 2ª edición, 1982).
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periodo liberal fue más complejo e interesante de lo que se creía. En primer lugar, hay que estar prevenido
para no dejarse deslumbrar por los discursos liberales que insisten en hablar de revolución y ruptura. En
realidad hubo más continuidades que cambios. Es más, buena parte de las reformas que los liberales se
atribuyeron, especialmente en la economía y la agricultura, habían comenzado antes de que ellos tomaran
el poder.4
Ciertamente hubo cambios significativos, pero nunca revoluciones. Si se tratara de resumir la
agenda liberal podría decirse que el objetivo central era alcanzar el progreso y la modernidad, entendidos
como una efectiva vinculación al mercado internacional por medio de la agroexportación, la consolidación
del Estado nacional, la secularización de la sociedad y la institucionalización de la política en el marco de
un orden constitucional republicano. Hacia finales del siglo XIX parecía que esos objetivos se habían
alcanzado; de allí en adelante simplemente se trató de consolidar el sistema. Para entonces, el café se
había convertido en el principal producto de exportación, condición que mantuvo hasta finales del siglo
XX. En lo referente al sistema político, la mayor diferencia entre el último tercio del siglo XIX y el
primero del siglo XX fue, el formal respeto al orden constitucional; de hecho la constitución de 1886
estuvo vigente hasta 1939. En 1898, el general Tomás Regalado, depuso por la vía de las armas al
presidente Rafael Gutiérrez. No volvería a darse un golpe de estado hasta 1931, cuando un grupo de
militares derrocó al Ing. Arturo Araujo e instaló en la presidencia al general Maximiliano Hernández
Martínez. Es decir, durante 33 años, los gobernantes de El Salvador llegaron a la presidencia por la vía
constitucional. Esto no significa que el país fuera un modelo de virtudes cívicas, en muchas ocasiones los
preceptos constitucionales fueron letra muerta para los dirigentes políticos, pero ajustaron sus acciones a
la formalidad de la ley.
La "revolución liberal" y las reformas políticas
La caída de Francisco Dueñas fue producto de múltiples contradicciones que involucraban
intereses internos y externos. Para esos años, la política en Centro América seguía determinada por
confusas alianzas entre facciones políticas. Era muy raro que se diera un cambio de gobierno de manera
pacífica y de acuerdo con los postulados constitucionales. A Dueñas se le acusaba de corrupción en el
manejo de los fondos del Estado, excesiva intervención en la Asamblea Legislativa, restricciones a la
libertad de imprenta y manipulación de los procesos electorales. Además, tenía serias diferencias con el
gobierno de José María Medina en la vecina Honduras. Aprovechando esta situación, los generales
Santiago González, antes aliado de Dueñas; José María Rivas, caudillo con mucho prestigio entre los
indígenas y otros militares más, emigraron a Honduras, donde se juntaron con otros enemigos de Dueñas y
4 Véase Héctor Lindo-Fuentes. Economía y Sociedad (1810-1870). En Historia General de Centro América.
(Madrid, Editorial Siruela, 1993) Tomo III; capítulo 3.
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en marzo de 1871 organizaron una invasión a El Salvador. Ante esa amenaza Dueñas pidió ayuda a sus
aliados en Guatemala, pero allí también se enfrentaba una revuelta; los generales Miguel García Granados
y Justo Rufino Barrios desafiaban al gobierno.
Así las cosas, Dueñas solo contaba con sus propias fuerzas, las que concentró en San Salvador y
San Miguel. Santiago González se movió al occidente desde Ilobasco y ocupó la ciudad de Santa Ana con
lo cual evitaba que Dueñas pudiera recibir cualquier apoyo desde Guatemala. Desde Santa Ana los
rebeldes se aseguraron el control del occidente del país y lograron la incorporación de nuevas fuerzas, lo
cual dado el descontento existente contra el gobierno era relativamente fácil. Dueñas movió su ejército a
Coatepeque que era un punto estratégico para controlar el avance hacia San Salvador, pero fue derrotado
por González. La capital todavía estaba en manos de efectivos leales al gobierno, pero el 8 de abril tropas
hondureñas y salvadoreñas atacaron San Miguel y la tomaron, dejando a Dueñas completamente aislado.
Santiago González entró a la capital el 15 de abril de 1871. Dueñas fue sometido a juicio, pero salió bien
librado de él y marchó al exilio.
Comenzaba así un prolongado periodo de dominio liberal en la política salvadoreña; aunque las
"revoluciones" y golpes de estado no desaparecieron, ningún gobierno intentó dar marcha atrás a los
cambios; más bien todos se declararon herederos y continuadores del ideario liberal. Una vez que el nuevo
gobierno tomó el control de la situación decretó la libertad de imprenta y nombró el nuevo gabinete.
Desde un primer momento quedó claro que el cambio de gobierno no favorecería a la Iglesia. Esta había
mantenido muy buenas relaciones con el derrocado Francisco Dueñas — quien una vez vistió los hábitos,
aunque no llegó a hacer sus votos —, las prédicas de los sacerdotes le ayudaron a mantener el orden
público. Era lógico entonces esperar que las relaciones del nuevo régimen con el clero no serían muy
armoniosas. En un primer momento la iglesia asumió una fingida posición de neutralidad, pero cuando se
comenzó a discutir la nueva constitución se vio claramente que esta no sería favorable a la Iglesia. En la
asamblea constituyente de 1871 hubo cinco clérigos como diputados y estos tomaron a su cargo la defensa
de la institución religiosa, pero no pudieron hacer mucho. La situación empeoró cuando el nuevo gobierno
liberal de Guatemala expulsó a los jesuitas y pidió al gobierno salvadoreño que no les concediera asilo.
Ya para septiembre de 1871, con ocasión de la celebración del aniversario de la independencia era
posible palpar la creciente tensión. Aunque el clero participó en los festejos, el discurso del obispo
Cárcamo dejó en claro que la Iglesia no estaba conforme con las acciones del gobierno. El nuevo proyecto
de constitución hizo evidente la posición anticlerical de los liberales. Al final se aceptó que la religión
católica fuera la religión del Estado, pero tolerando el culto público de las sectas cristianas en lo que no
ofendiera la moral y el orden público. El clero rechazó tenazmente el artículo que inhabilitaba a los
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eclesiásticos para los puestos de elección popular, argumentando que mermaba sus derechos ciudadanos.
Al final la constitución fue aprobada, pero en todo momento el clero mostró su desacuerdo con ella.5
El año de 1872 fue muy difícil para la iglesia católica salvadoreña. El gobierno estrechaba sus
relaciones con el régimen liberal guatemalteco, cuya política hacia el clero se había vuelto abiertamente
hostil. El 15 de enero llegó a El Salvador el general Miguel García Granados; las autoridades eclesiásticas
se negaron a participar en la bienvenida. Cuando la comitiva entró a San Salvador, las campanas de
catedral doblaban a muerto. Los visitantes tomaron ese hecho como una muestra de hostilidad y aunque
las autoridades eclesiásticas adujeron que los repiques eran por un funeral, esa explicación no satisfizo a
los liberales. A finales del mes los gobiernos de Guatemala y El Salvador firmaron un tratado en el que se
acordaba no permitir la existencia de jesuitas en sus territorios.
Obviamente que la intromisión de los clérigos en la política doméstica fue causa de conflictos,
pero esa práctica no era nueva ni tampoco iba a cesar con las reformas constitucionales. El conflicto
fundamental era de carácter ideológico; lo que estaba en discusión era la potestad para dirigir la sociedad,
una atribución que tradicionalmente había pertenecido al clero y que ahora le disputaban los ideólogos
liberales. Rodolfo Cardenal resume así la posición del Estado: "Según la tesis liberal más general la
religión dejaba de ser considerada factor de unificación política del pueblo. La unidad política se fundaba
ahora en la unidad de intereses políticos."6 El Estado liberal se consideró heredero de un principio de
autoridad emanado de la voluntad soberana del pueblo. Este fue el fundamento de la constitución de 1872.
Una vez que la oposición "conservadora" —que no fue tan fuerte como los liberales quisieron
creer— fue superada; proseguir y profundizar los cambios fue visto por los gobernantes como algo lógico.
Ciertamente que el gobierno de Santiago González tuvo que hacer la parte más difícil: iniciar los cambios,
pero tuvo a su favor un contexto político regional favorable, tanto en Guatemala como en Honduras había
gobiernos ideológicamente afines. No obstante, la administración de González también debió enfrentar
varios problemas. En 1872 los indígenas de Cojutepeque causaron serios disturbios; en esas revueltas
estuvieron involucrados miembros del clero. San Salvador fue destruida por un terremoto en 1873; como
ya había sucedido en otras ocasiones algunos pensaron que debía trasladarse la capital a un lugar más
seguro; sin embargo el gobierno decidió mantenerla en el mismo lugar. El 20 de junio de 1874 se produjo
una rebelión en San Miguel; esta vez la violencia fue mayor. La ciudad estuvo en manos de los rebeldes
tres días, pero González al frente de mil hombres la recuperó. La represión fue muy fuerte y alcanzó al
mismo clero. El Obispo Cárcamo y otros altos funcionarios de la iglesia fueron expulsados. El cura
Palacios, acusado de ser el principal promotor de la revuelta, fue condenado a muerte, pero se le conmutó
5 Para mayores detalles sobre el conflicto entre liberales y clero en la década de 1870, véase Rodolfo Cardenal. El
poder eclesiástico en El Salvador (1871-1931). (San Salvador, UCA editores, 2ª edición, 1980), capítulo 2. 6 Idem, pág. 67.
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la pena. A pesar de la fuertes discrepancias del gobierno con el clero, hacia 1876 y ante la amenaza de un
conflicto con Guatemala, se pidió el regreso al país del obispo Cárcamo.
El difícil camino a la institucionalización de la política
Hacia 1875 González enfrentaba una fuerte oposición, originada en buena medida por sus
evidentes deseos de mantenerse en la presidencia. La constitución de 1872 alargó el periodo presidencial a
cuatro años; así González pudo permanecer en el poder hasta 1876. En las elecciones presidenciales de
diciembre de 1875, impuso a Andrés Valle como presidente, quedándose él con la vicepresidencia y la
Comandancia del ejército. Una serie de incidentes que se dieron entre Honduras, Guatemala y El
Salvador, complicaron la situación de Valle y González. Estos rehusaron apoyar los planes de Justo
Rufino Barrios para invadir Honduras, por lo que en abril de 1876 Guatemala declaró la guerra a El
Salvador. González tenía fuerzas acuarteladas en Santa Ana y Ahuachapán, pero el avance de las tropas de
Barrios lo obligó a negociar. Estas negociaciones dieron lugar al Acuerdo de Chalchuapa. Se acordó la
renuncia de Andrés Valle y la separación de González del mando del ejército. Las tropas del General
Barrios ocuparon las ciudades de Santa Ana y San Miguel para garantizar que una junta de personas
notables se reuniera en Santa Ana con el fin de elegir, de acuerdo con Barrios, al ciudadano que debería
sustituir al señor Valle. El Dr. Rafael Zaldívar fue el escogido y tomó posesión como Presidente
provisional 30 de abril de 1876 con el compromiso de convocar a elecciones.
Zaldívar intentó "aclarar" cuáles habían sido las razones por las que Barrios había intervenido en
esos eventos: "No era su propósito imponer ningún Presidente al Salvador (sic), y que él quería que todos los
propietarios y los hombres del orden eligieran libremente a la persona que debe gobernar la República."7 El 8
de mayo de 1876 se firmó una alianza con Barrios, el 3 de junio se estableció la nueva Asamblea Legislativa
y el 19 del mismo mes Zaldívar asumió la Presidencia constitucional. Esta sería la última intervención
exitosa de Guatemala en la política salvadoreña. En 1885, las fuerzas salvadoreñas truncaron en Chalchuapa
el intento de Justo Rufino Barrios de forzar a la reunificación centroamericana bajo el liderazgo de
Guatemala.
La gestión de Zaldívar fue muy favorable a los intereses de los cafetaleros, principalmente porque en
ella se dieron las reformas al uso y tenencia de la tierra. En realidad, sus disposiciones solo fueron la
continuación lógica del proceso de cambios iniciados en 1871 que en su primera etapa se orientó
principalmente a cuestiones políticas. Necesitado de un ambiente político favorable, Zaldívar redujo un tanto
7 Manifiesto del Dr. Rafael Zaldívar, Presidente de la República. (01-05-1876) María Leinstenscheneider Doctor
Rafael Zaldívar. Recopilación de documentos históricos relativos a su administración. Tomo I, Colección
Antropología e Historia, Nº 10, pág. 35. En septiembre de 1877 llegó a El Salvador una espada de honor que debía
ser entregada a Barrios como muestra del agradecimiento de "los pueblos de El Salvador" por su desinteresada
ayuda. El Decreto que autorizaba la entrega fue publicado en el Diario Oficial, el 15 de febrero de 1877, pág. 153.
6
las fricciones con el clero. Se devolvió a las parroquias el control de los cementerios e incluso se acordó dar
tres mil pesos al Obispo Cárcamo para que viajara a Roma en septiembre de 1876, lo cual ayudó a mejorar
las relaciones entre Iglesia y Estado.
El 24 de enero de 1877 el Presidente Zaldívar decretó que era "necesaria la revisión y reforma de
la constitución emitida en 9 de noviembre de 1872." Esa iniciativa no funcionó por lo que en enero de
1879 se retomó el tema de las "deficiencias" de la Constitución, agregándose otras en el campo de la
Instrucción Pública y el ejército; la Asamblea autorizó al Ejecutivo para que convocara a una Asamblea
Constituyente que reformara la constitución.8 En realidad, lo que el presidente buscaba era obtener la
reelección, lo cual no presentó mayores obstáculos. La nueva constitución fue sancionada el 18 de febrero
de 1880 y aunque su principal objetivo era la reelección de Zaldívar también se retomaron temas que
apuntaban hacia la consolidación del proyecto liberal. Uno de ellos la secularización de la sociedad; de
nuevo hubo fricciones con la Iglesia, que protestó más por formalidad que porque creyera que podría parar
los proyectos liberales. Una de las disposiciones que más incomodó al clero fue la prohibición de que se
enseñara el catecismo en las escuelas públicas; sin embargo, la propuesta fue aprobada. Más tarde se
estableció el Registro Civil y la secularización de los cementerios. El Diario Oficial expresaba sobre el
último punto: “Establecida la libertad de cultos no hay razón para que una religión intervenga
esclusivamente (sic) en la administración del lugar en donde se depositan los restos de personas de
distintas creencias.” Aducía además, razones de salubridad pública, pues la iglesia no daba el
mantenimiento adecuado a los cementerios.9 También se estableció el matrimonio civil, alegando que: "El
matrimonio religioso es un acto de pura conciencia que ningún peso tiene para afianzar los derechos de la
familia." De ese modo, el Estado se iba apropiando de espacios que anteriormente estuvieron reservados al
poder eclesiástico.
La decisión estatal de imponerse sobre la Iglesia fue más bien política que económica. Comparada
con la Iglesia guatemalteca o mexicana, la salvadoreña era más bien pobre. Pero el hecho de que los
liberales pudieran someter al clero hacía ver al resto de la población, especialmente a los indígenas, la
fuerza que el Estado poseía. Las reformas de las décadas de 1870 y 1880, deben ser vistas como un
proceso gradual en el que aquellos que detentaban el poder fueron minando antiguas estructuras de poder
con el fin de forzar a la modernización y secularización de la sociedad. Iniciar por lo político era solo una
cuestión de pragmatismo. Las reformas al sistema de tenencia de la tierra seguirían su propia lógica y
hasta finales de la década de 1870, todavía no existían las condiciones políticas para hacerlas ni la
demanda de tierras era tanta.
8 Diario Oficial, 2 de marzo de 1877, pág. 206; y 7 de febrero de 1879, pág. 177.
9 Diario Oficial, 8 de marzo de 1881, pág. 233.
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Para finales de la década de 1880 se había proclamado la libertad de cultos, se quitó cualquier
valor a los actos religiosos para establecer el estado civil de las personas y se estableció el divorcio.
Además, se secularizó la enseñanza y los cementerios. Podría decirse que, por lo menos formalmente, la
sociedad salvadoreña se había secularizado. Pero, dado el arraigo de la religión, la Iglesia conservó su
capacidad de influencia ideológica en el pueblo. Esta fue una razón para que los gobernantes liberales no
prolongaran innecesariamente el enfrentamiento con una institución que en cualquier eventualidad podía
ser un importante aliado. También la iglesia cambió de actitud y poco a poco se acomodó a la nueva
situación. Hacia finales del siglo XIX Iglesia y Estado mantenían armoniosas relaciones.
A pesar de la importancia que los dirigentes estatales daban a las constituciones, el país aún no era
capaz de regirse por ellas; mejor dicho los gobernantes no ajustaban sus acciones políticas a sus prédicas
de liberalismo y republicanismo. La distancia entre la normativa establecida en la constitución y la
práctica política cotidiana era abismal y la forma en que se violaban los preceptos constitucionales y las
maniobras políticas con las que pretendían disimular tales abusos rayaban en el cinismo. Rafael Zaldívar
se mantuvo en el poder desde 1876 a 1885, reformando la constitución a su conveniencia, utilizando
hábilmente sus redes de poder en el interior del país y, llegado el caso, reprimiendo abierta y
drásticamente a sus opositores.
El 4 de abril de 1884 Zaldívar depositó la presidencia en el primer designado señor Angel Guirola,
y viajó a Europa con el objeto de recibir tratamiento médico; regresó al país en agosto del mismo año. En
la primera semana de octubre viajó a Guatemala invitado por el general Justo R. Barrios a la inauguración
del ferrocarril del sur, a esa reunión asistió también el presidente de Honduras. En esa oportunidad Barrios
le hizo saber sus planes para reunificar Centroamérica. Zaldívar no estaba en condiciones de negarse a
apoyarlo, pero la unión de Centroamérica no entraba en sus planes personales; sin embargo era obvio que
un rechazo a las pretensiones de Barrios tendría funestas consecuencias. Para entonces, la oposición contra
Zaldívar había aumentado considerablemente y muchos de los opositores a su régimen estaban en
Guatemala esperando un momento oportuno para atacarlo. Justo cuando Zaldívar viajaba a Guatemala y
recibía la problemática propuesta de Barrios hubo un levantamiento de los indios de Nahuizalco;
aproximadamente doscientos hombres asaltaron el pueblo y asesinaron al comandante local y a otros de
los "vecinos más caracterizados" así como a sus familiares. El Ministro de Guerra y Fomento, general
Adán Mora viajó al occidente para garantizar la tranquilidad pública.
A pesar de su aparente fortaleza, lo cierto es que la política abusiva y represiva del régimen de
Zaldívar le había creado una creciente oposición, no solo entre los sectores sociales subalternos, sino entre
la misma elite. El fracasado intento revolucionario de 1883, cuando la oposición compró armas en los
Estados Unidos que fueron traídas a El Salvador a bordo del barco Ounalaska, dejó entrever la magnitud
del rechazo a Zaldívar, pero este en lugar de transigir intensificó la represión. Importantes cafetaleros
8
como el Dr. Manuel Gallardo, el general Francisco Menéndez y don Marcial Esteves estuvieron
involucrados en el complot, que contaba con el apoyo de indígenas de Occidente y Cojutepeque, así como
de artesanos de Santa Tecla y San Salvador.
En Guatemala, Justo Rufino Barrios se apresuraba a llevar a cabo sus proyectos. El 28 de febrero
de 1885 emitió un decreto que forzaba a la reunificación de Centroamérica bajo el liderazgo guatemalteco;
el presidente salvadoreño sometió a discusión de la Asamblea el decreto de Barrios; esta lo rechazó y
autorizó al ejecutivo para organizar la resistencia armada. Hacía solo tres años que Zaldívar había
inaugurado un monumento a la memoria del caudillo unionista Francisco Morazán; en esa ocasión hizo
votos por la unión de Centroamérica. Debe señalarse que para cualquier caudillo del siglo XIX, ese ideal
solo era válido si quien lo impulsaba era él mismo, y Zaldívar no era muy diferente al resto. Una unión
bajo la tutela de Guatemala resultaba inadmisible.10
El 30 de marzo de 1885, Barrios invadió El Salvador,
pero esta vez la suerte no le acompañó y fue muerto el dos de abril en los alrededores de Chalchuapa, con
lo que el proyecto unionista, que al parecer no tenía mucho apoyo en Guatemala, se vino abajo. Cuando se
supo la muerte de Barrios, la Asamblea de Guatemala pidió la suspensión de las hostilidades y el 19 de
abril se firmó un acuerdo de paz.11
La "revolución" menendista
El general Francisco Menéndez, que junto con un considerable numero de salvadoreños había
invadido el país en apoyo de las fuerzas de Barrios —supuestamente siguiendo el ideal morazánico de la
reunificación— decidió continuar la guerra; esta vez para deponer a Zaldívar. Los indígenas de
Cojutepeque, al mando del general José María Rivas, lo apoyaron y fueron determinantes para su triunfo.
Hubo levantamientos en la región de Zacatecoluca y Nonualco, los indios de Nahuizalco que tenían
cuentas pendientes con Zaldívar también se incorporaron a la revolución conducidos por el general
Gutiérrez. Y aunque Nicaragua envió una columna de mil hombres en apoyo del acosado presidente, las
tropas de Rivas la derrotaron. Además, Menéndez contó con apoyo en Guatemala.
El 21 de abril de 1885 Zaldívar convocó extraordinariamente al cuerpo legislativo para presentar
su renuncia. El 14 de mayo llamó al ejercicio de la presidencia al segundo designado general Fernando
Figueroa, argumentando que tenía que ausentarse "del territorio de la Nación, en uso de la licencia que me
ha concedido la Asamblea Legislativa". Aunque Figueroa intentó controlar la revolución no tuvo éxito. El
19 de junio se firmó un convenio para poner fin al conflicto; el 22 de junio Francisco Menéndez llegó a
San Salvador y tomó el poder como presidente provisorio.
10
Las contradicciones de los liberales salvadoreños en torno a la cuestión unionista se estudian con más detalle en
Carlos Gregorio López. El proyecto liberal de nación en El Salvador 1876-1932. (Tesis de maestría en historia,
Universidad de Costa Rica, 1998), cap. 2. 11
Diario Oficial, 4 de abril de 1885, pág. 445; y 20 de abril de 1885, pág. 493.
9
Si bien Zaldívar fue más que propicio a los intereses de los cafetaleros, al final tuvo fuerte disputas
con ellos. En su gestión se creó el primer banco del país, lo cual fue visto como muy positivo; sin embargo,
esa institución no llenó las expectativas de buena parte de los productores y algunos más bien consideraron
que las políticas crediticias les eran desfavorables y que Zaldívar apoyaba más a los banqueros, entre los
cuales también había cafetaleros. Además, la corrupción gubernamental en el manejo de las rentas estatales
era tal que fue preciso crear un impuesto a la exportación del café, una medida arriesgada que en El Salvador
solo se tomaba en casos. Por otra parte, el régimen autoritario, las violaciones a los derechos ciudadanos y a
las libertades públicas crearon las condiciones que condujeron al triunfo de los rebeldes.
A pesar de que Menéndez pretendió presentar su gobierno como revolucionario, la orientación de
la actividad estatal no cambió significativamente. Un artículo aparecido en el Diario Oficial dejaba en
claro cuál sería la orientación del nuevo gobierno:
"La revolución ha sido puramente política; nada se ha dicho acerca de esa revolución social lenta y
segura que se ha venido operando en el seno de los pueblos, revolución que ha tenido y tiene por
objeto secularizar al Estado y hacer desaparecer en la sociedad toda influencia que pueda impedir el
desenvolvimiento de la libertad en todas sus manifestaciones."12
Derrocado Zaldívar y restituido el orden, la principal tarea del gobierno sería profundizar los
cambios iniciados en al década de 1870. Desde un principio se dejó en claro la necesidad de convocar a una
Asamblea Constituyente a fin de que organizara al país "de la manera más adaptable a la política progresista
y liberal que domina en toda nación adelantada y próspera". Esta fue convocada el 7 de julio de 1885. La
agenda que Menéndez asignaba a la constituyente era congruente con los intereses de uno de los grupos que
habían promovido la caída de Zaldívar, los "hombres prominentes del país por su influencia, por su capital y
por sus luces".13
Sin embargo, había un problema; Menéndez llegó al poder por medio de una amplia alianza
de fuerzas, unificadas por su oposición a Zaldívar, pero considerablemente divergentes en sus intereses
particulares.
El movimiento contra Zaldívar tuvo dos frentes; uno que provino de los exiliados en Guatemala y
que estaba conectado principalmente con la elite cafetalera; el otro tenía una base más popular y agrupaba
comunidades indígenas y ladinas y parte de los artesanos de ciudades como Santa Tecla y San Salvador.
Alianzas tan heterogéneas, evidencian la complejidad de la política de aquellos años. Si bien a menudo la
iniciativa provenía de las facciones de la elite, estas no podían ignorar a otros actores políticos, aunque eran
12
Diario Oficial, 14 de julio de 1885, pág. 46. El énfasis es mío. 13
Manifiesto del General Francisco Menéndez como Presidente Provisorio. En: María de Leistenscheneider.
Recopilación de documentos históricos relativos a la administración del General Francisco Menéndez. AGN,
Apéndice de Repositorio, pág. 17
10
conscientes de los riesgos que tales alianzas conllevaban, pues sus aliados siempre exigían algo a cambio. Es
posible que las comunidades indígenas buscaran recuperar parte de sus tierras comunales o dirimir disputas
por el poder local. Diferente era la condición de los artesanos urbanos, cuyo mayor interés posiblemente era
lograr la efectiva vigencia de los postulados liberales de la soberanía popular, respeto a los derechos
ciudadanos y a la libertad de expresión, principios a los cuales este sector era muy receptivo desde la época
de Gerardo Barrios y que se habían ido incorporando a la mentalidad artesana por medio de las asociaciones
mutuales, la escuela, las lecturas y la liturgia cívica.14
Un tanto ingenuamente los artesanos creían que era
posible construir en El Salvador una sociedad progresista, educada, sin vicios, apegada al trabajo y en donde
el hombre alcanzara su pleno desarrollo en un ambiente de tolerancia, respeto y patriotismo, que era lo que
predicaban los ideólogos liberales.
El grupo que fue decisivo para el triunfo de la revolución menendista fue el de los indígenas de
Cojutepeque, liderado por el General José María Rivas. A diferencia de los indios del occidente, los
cojutepeques no habían sido muy afectados por las reformas liberales. A menudo se involucraban en
revueltas tratando de mantener cierto margen de autonomía local. Además, tenían el atractivo de su probada
capacidad militar, tradición que se remontaba hasta la campaña contra los filibusteros en la década de
1850.15
De allí que desde un principio fueron vistos como aliados estratégicos. Una vez en el poder,
Menéndez nombró a Rivas gobernador departamental de Cuscatlán. Sin embargo, Rivas era bastante
impredecible, pero el voluble caudillo era imprescindible para la consolidación del régimen menendista.
También entre la elite liberal rebelde había diferencias; algunas podrían reducirse a simples
ambiciones de poder, pero otras eran más significativas y tenían que ver con la radicalidad de los cambios
que se intentaban realizar. Al parecer, un sector de la elite pretendía expandir el liberalismo a tal grado que el
pueblo tuviese un poder de sanción sobre los gobernantes. Las tensiones afloraron cuando la primera
asamblea constituyente discutía el proyecto de constitución. Esta constituyente fue dominada por los
radicales que pretendían incorporar a la constitución mecanismos que garantizaran en mayor medida la
soberanía popular, especialmente cuando un gobernante violara el principio de la alternabilidad presidencial.
La experiencia con el régimen de Zaldívar estaba en el origen de la demanda; fueron muchos los ciudadanos
que sufrieron cárcel, destierro, tortura y expropiaciones por el solo hecho de oponerse al gobierno.
Reglamentar el derecho de insurrección no era tarea fácil, pero aunque lo hubiese sido, es evidente
que Menéndez no iba a estar de acuerdo en sancionar una ley de la cual él podía ser la primer víctima. En la
concepción de los liberales radicales, un pueblo en armas, plenamente consciente de sus derechos políticos,
14
Véase: Víctor Hugo Acuña: Nación y clase obrera en Centroamérica (1870-1930). En Iván Molina y Steven
Palmer (editores) El Paso del cometa. (San José, Editorial Porvenir, 1992); y Carlos Gregorio López. Op. Cit.
capítulo 2. 15
Un estudio detallado de las alianzas que convergieron en la revolución de 1885 aparece en Patricia Alvarenga.
Cultura y ética de la violencia. El Salvador 1880-1932. (San José, EDUCA, 1ª edición, 1996), págs. 46-54.
11
era la mejor garantía para romper la tradición de gobernantes que llegaban al poder enarbolando la bandera
de los derechos constitucionales, pero que una vez establecidos se olvidaban de ellos e indefectiblemente
buscaban la forma de perpetuarse en la presidencia. Curiosamente, cuando se discutía la constitución los
indios de Cojutepeque eran un "pueblo en armas", pero Menéndez había aceptado esta situación obligado por
la debilidad misma de su gobierno que aún temía una reacción de la facción que había apoyado a Zaldívar.
En cierto momento resultó imposible conciliar las demandas del ala radical con la flexibilidad del
grupo menendista y la ruptura se hizo inminente. El Diario Oficial atacó sistemáticamente las propuestas
constitucionales y exigió que se enmendaran los artículos que rechazaba; la Asamblea rechazó la petición, a
pesar de las veladas amenazas que la acompañaban. Al final, el 26 de noviembre de 1885, Menéndez
clausuró la constituyente y decretó que él gobernaría como dictador "hasta tanto que calmadas las pasiones y
entrada la República en reposo se disponga lo conveniente".16
Los diputados rebeldes fueron silenciados al
suprimirse la libertad de expresión y decretarse el estado de sitio. Al día siguiente, el edificio del Congreso
fue puesto bajo custodia militar para impedir la entrada de los diputados rebeldes. El 13 de agosto de 1886,
con una asamblea más dócil, se aprobó la nueva constitución que, en realidad, no difería mucho del
anteproyecto, excepto en los puntos que incomodaron a Menéndez , principalmente aquel que legitimaba el
derecho de insurrección del pueblo. Esta constitución simplemente significó la consolidación liberal, pues
muchas de sus disposiciones ya figuraban en las constituciones que se habían dado desde 1871.17
En la
práctica, fue instrumento legal para la autolegitimción de los gobernantes salvadoreños, pues les permitió
guardar las formalidades legales, sin respetar el espíritu constitucional.
Menéndez intentó extirpar la práctica de la tortura, un recurso muy usado en la época de Zaldívar
para reprimir a la oposición. El 22 de mayo de 1885 se pasó un decretó que prohibía la flagelación e
imponía fuertes penas a los funcionarios que recurrieran a ella. Se acusaba al régimen zaldivariano de
"apalear por sus agentes a los ciudadanos y aún a las mujeres, hasta por la simple emisión del
pensamiento", agregaba que "la flagelación es una reminiscencia de la esclavitud y de la colonia 'en sus
tiempos más atrasados' e incompatible con el sistema republicano que consagra la dignidad de la
personalidad humana".18
Lo cierto es que el castigo físico no era extraño al sistema político y penal
salvadoreño, pero en los años de gobierno de Zaldívar se aplicó sistemática y abusivamente tanto a
delincuentes comunes como a los opositores al gobierno. Y si bien es cierto que en el periodo de
Menéndez estos atropellos se redujeron reaparecieron después con el gobierno de los Ezetas.
16
Julio Alberto Domínguez Sosa. Génesis y significado de la Constitución de 1886. (San Salvador, Ministerio de
Cultura, 1ª edición, 1958), pág. 39. 17
Idem, págs. 61 y 63. 18
María de Leistenscheneider. Recopilación de documentos históricos... Op. Cit. pág. 342. Más detalles al respecto
en Patricia Alvarenga. Op. Cit. pág. 31-72.
12
Poco a poco el gobierno de Menéndez fue dejando de lado el discurso revolucionario radical y se
dedicó a darle seguimiento a los cambios institucionales que estaban pendientes en la agenda liberal,
principalmente en lo concerniente a la secularización de la sociedad, desarrollo de la infraestructura nacional,
especialmente la ampliación de la red ferroviaria y la construcción y mejora de carreteras.19
Asimismo
realizó importantes esfuerzos por mejorar el sistema educativo nacional en todos sus niveles; promovió la
creación de más escuelas primarias, reformó los planes de estudio de secundaria y modificó los estatutos de
la Universidad. Una vez que se logró eliminar la fracción más radical, las relaciones entre el ejecutivo y el
legislativo fluyeron armoniosamente. La verdad es que en El Salvador el sometimiento de los otros poderes
al ejecutivo ha sido la norma; en 1885 se intentó revertir esa práctica, pero no fue posible.
El General Rivas rompió definitivamente con Menéndez en diciembre de 1889. Las elecciones
locales fueron el detonante de la ruptura. Rivas trató de manipular el proceso como al parecer lo había hecho
en otras ocasiones, pero esta vez encontró fuerte oposición, por lo que decidió anular los comicios. Dicha
medida fue rechazada por el ejecutivo que ante la negativa del gobernador y comandante militar para
deponer su actitud optó por destituirlo; para entonces los seguidores de Rivas estaban preparados para la
lucha armada. Menéndez envió al General Aquilino Calonge a tomar posesión de la plaza de Cojutepeque,
este llegó a aquel lugar, pero en calidad de prisionero y rodeado por las furibundas milicias indígenas. El
gobierno declaró en rebeldía a Rivas y decretó el estado de sitio; tropas al mando del general Carlos Ezeta
fueron enviadas a combatir a los rebeldes.20
Cuando sus fuerzas quedaron en desventaja Rivas escapó a
Honduras. En 1885, mientras combatían contra Zaldívar, Rivas y los indios de Cojutepeque fueron vistos
como héroes y patriotas; por el contrario, en la Memoria de Gobernación de 1889 se decía que Rivas era
un "hombre refractario a toda idea de civilización y adelanto" y, además, traidor por haber puesto "en
manos de populosas e ignorantes turbas, los numerosos elementos de guerra que el Gobierno, sin recelo,
había confiado a su lealtad... iniciando una cruzada de exterminio y de barbarie".21
El gobierno de los hermanos Ezeta
Menéndez logró derrotar la rebelión de Cojutepeque, y como su periodo estaba por terminar se
aprestó a preparar las nuevas elecciones presidenciales. No obstante que la constitución establecía
claramente cómo se debía elegir al presidente, de nuevo se impuso el peso de la tradición autoritaria y muy
19
Menéndez, realmente avanzó poco en la construcción de ferrocarriles; más bien lo que hizo fue firmar nuevos
contratos de construcción o renegociar otros firmados anteriormente, pero la mayoría de los proyectos no se llevaron
a cabo. 20
Véase Aldo Lauria. Los indígenas de Cojutepeque, la política faccional y el Estado en El Salvador, 1830-
1890. En Jean Piel y Arturo Taracena (compiladores) Identidades nacionales y Estado moderno en Centroamérica.
(San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1ª edición, 1995), pág. 246; y Francisco Castañeda. El General
Menéndez y sus victimarios. (MINED, Dirección de Publicaciones, 3ª edición, 1966), págs. 115-118. 21
José Larreynaga. Memoria de los actos del Poder Ejecutivo en el ramo de Gobernación. Diario Oficial, 29 de abril
de 1890, pag. 497.
13
poco democrática. Antes de llamar a elecciones se convocaba a una "junta de notables" para que decidiera
quien debía llegar a la presidencia. Menéndez invitó a un grupo de aproximadamente 25 personas, todos
aliados suyos. Entre estos estaba Francisco Castañeda, quien más tarde describió cómo se llevó a cabo la
reunión; tan normal era esa práctica que incluso el Diario Oficial dio cuenta del evento.22
Menéndez logró
imponer a Julio Interiano como su candidato.
Aunque el objetivo de las juntas era facilitar la transición de un gobierno a otro y a menudo se
lograba, esta vez el resultado fue contrario. El general Carlos Ezeta, que a lo largo de cuatro años se había
convertido en el hombre de confianza de Menéndez, tenía ambiciones presidenciales —al igual que otros
asistentes, llegó a la reunión creyendo que saldría designado—, pero una vez que conoció la decisión de
Menéndez, optó por dar un golpe de estado, el cual se llevó a cabo el 22 de junio de 1890, justamente cuando
se celebraba el aniversario de la revolución de 1885. Las circunstancias que rodearon la revuelta son
confusas, el mismo Menéndez murió de un ataque al corazón. Ezeta insistió en "aclarar" que la rebelión no
era contra Menéndez, sino contra el candidato escogido, y lamentaba la muerte del caudillo. Pocos gobiernos
han iniciado su gestión con una justificación tan ambigua y contradictoria. La única opción que Ezeta tenía
para reivindicarse era declararse defensor y continuador de la revolución de 1885.
Ezeta debió enfrentar a la oposición interna y a la intervención guatemalteca, cuyas tropas
invadieron el país poco después del golpe. La guerra contra Guatemala favoreció a los Ezeta, no solo en
término militares sino políticos. El ejército salvadoreño logró imponerse al guatemalteco, acrecentando el
prestigio del Presidente Carlos Ezeta y su hermano Antonio. El único que trató de aprovechar esa
circunstancia para deponer al nuevo gobierno fue el General José María Rivas, quien estaba exiliado en
Honduras desde el año anterior. Ezeta sabía que Rivas podía ser una pieza importante para resistir la
invasión, por lo que aceptó su regreso al país. Una vez en Cojutepeque, Rivas movilizó sus fuerzas y las
trasladó a San Salvador. De allí salieron para la frontera, pero a la altura de Santa Tecla, Rivas ordenó
regresar a la capital y atacó y derrotó la guarnición gubernamental de la capital. Los informes oficiales
pintan un cuadro horroroso de los supuestos abusos cometidos por los indígenas en San Salvador, "a paso
de carga una inconsciente turba de indios salvajes y feroces penetra en la capital y asalta las guarniciones
de la fuerza pública". Ninguna otra fuente confirma tales abusos. Rivas hizo circular una hoja suelta
proclamando al designado a la residencia, Dr. Rafael Ayala, para el ejercicio del poder y restablecer así el
orden constitucional, de esta manera buscaba articular un movimiento de oposición de alcance nacional,
pero no contó con el apoyo necesario. Mientras tanto, el general Antonio Ezeta que operaba en
22
"Hemos hecho este relato, acaso impropio de la índole oficial de este 'Diario', por tratarse de un asunto que de que
el público se ocupa desde hace algunos días, dándole las más absurdas versiones; y anticipándonos también a la
prensa de oposición que tal vez se lance a hacer las suyas". Diario Oficial, 3 de mayo de 1890, pág. 530. Véase
además, Francisco Castañeda. Op. Cit. págs. 128-130.
14
Chalchuapa, se desplazó rápidamente hacia la capital y derrotó a los rebeldes. Rivas fue capturado e
inmediatamente fusilado.
La administración Ezeta no ha sido debidamente estudiada y existen muchos prejuicios en su contra;
esto por varias razones. En primer lugar, siempre se le compara con el gobierno de Menéndez, que ha sido
caracterizado como el más democrático, progresista y liberal del periodo, juicio bastante exagerado y que
solo se justifica por los vicios y abusos de otras administraciones. Ciertamente que los Ezeta cometieron
abusos de todo tipo, pero como se ha visto, Zaldívar y González no se quedaban atrás; sin embargo, la
imagen que tradicionalmente se ha presentado de los últimos no es tan negativa. En segundo lugar, se ha
exagerado mucho el significado de la llamada "revolución de los 44", un epíteto rimbombante para un
evento que fue un simple cambio de facción en el poder, como muchos otros acaecidos en la historia
salvadoreña, y que lo que menos buscaba era llevar a cabo una revolución.
Jorge Lardé y Larín afirma que Carlos Ezeta "instauró en El Salvador uno de los gobiernos
oligárquicos más funestos y contradictorios de cuantos ha padecido la República". Lardé sugiere que detrás
de los Ezeta había intereses económicos muy fuertes, posiblemente asociados con la banca, prueba de ello
sería la incorporación al gabinete de gobierno de los banqueros Angel Guirola y Benjamín Molina Guirola.
Curiosamente, una de las peculiaridades del gobierno de Carlos Ezeta fue su interés por reordenar el régimen
monetario, para lo cual dictó varias leyes que encontraron fuerte oposición entre los cafetaleros y
comerciantes. Y aunque en un primer momento los banqueros apoyaron tales disposiciones, cuando estas
afectaron sus intereses terminaron rechazándolas. Esfuerzos para crear un sistema monetario nacional
venían haciéndose desde la década anterior. Entre finales de 1880 y principios de 1881 se desmonetizó la
moneda macuquina que circulaba desde la colonia; el 21 de marzo de 1883 se promulgó la primera ley
monetaria de El Salvador, que preveía la acuñación de monedas de oro, plata y bronce, pero esa
disposición no se llevó a cabo. En 1892 la empresa "The Central American Mint" emitió acciones en el
mercado de Londres y en San Salvador para reunir el capital necesario y acuñó monedas de oro de
diferentes denominaciones; también acuñó monedas de plata. En ambas casos las emisiones fueron muy
limitadas. Cuando la ceca llevaba dos meses operando, se dio un decreto que para conmemorar el cuarto
centenario del descubrimiento de América denominó la moneda nacional como "Colón". Aunque se
cambió el cuño para gravar la efigie de Cristóbal Colón en las monedas, estas mantuvieron la
denominación de "Un peso". La compañía suspendió sus operaciones en 1896, debido a que el gobierno
de Gutiérrez consideró que resultaba onerosa para el Estado.23
Todo el año de 1893 estuvo marcado por la pugna entre el gobierno y los cafetaleros y comerciantes
sobre política fiscal. Como resultado de esta confrontación las importaciones bajaron de 3.2 millones de
23
J. Roberto Jovel. Las monedas que circularon en El Salvador durante el siglo XIX. (inédito, San Salvador,
2000).
15
pesos en 1891 a 1.8 millones en 1893. Dado que los impuestos a las importaciones eran la principal fuente
de ingresos para el Estado, las arcas del gobierno estaban vacías. Buscando paliar la crisis el gobierno
estableció, en marzo de 1893, un impuesto de dos pesos oro por cada quintal de café exportado, aduciendo
que "el mal estado rentístico de la nación" exigía que se tomaran medidas para superarlo y, además, el café
buenos precios en el mercado internacional.
El descontento entre los cafetaleros, comerciantes y banqueros aumentaba cada día. Ante el
rechazo por parte de los sectores vinculados al gran capital, el gobierno trató de ganarse la voluntad de los
trabajadores del campo, los artesanos y los empleados públicos, dando a entender que sus medidas
trataban de favorecerlos. Esta conflictiva situación dio lugar al estallido de un levantamiento en abril de
1894. Aunque al inicio la suerte de la revuelta parecía indecisa, el descontento acumulado por las
arbitrariedades del gobierno, principalmente el reclutamiento forzoso y las exacciones monetarias para
sostener al ejército, tornaron la situación a favor de los rebeldes y Carlos Ezeta fue derrocado.24
Una de las acciones rebeldes que más debilitó a las fuerzas ezetistas fue el sabotaje al tren militar
que, comandado por el General Carlos Ezeta, se dirigía hacia el occidente a reforzar las tropas dirigidas
por Antonio Ezeta y que estaban acosadas por los rebeldes. El tren que transportaba mil hombres fue
descarrilado a la altura de Ateos. El presidente salió ileso, pero la tropa tuvo serias bajas y la moral de los
soldados ezetistas decayó. El Diario Oficial hizo un dramático relato del hecho:
"... y en la orilla del abismo, como si la mano de Dios rompiera las cadenas del tren, el carro
donde iba el Presidente, se desprendió salvándose por designio providencial, porque en su
salvación se cifraba la salvación de la Patria. Todo allí fue sangre y horror, el héroe mismo
recogió con generosa mano los dispersos restos de las víctimas. Tan solo su caridad lo iluminaba
en la vía dolorosa, porque la noche densamente negra lo cubría con su manto. Hoy hemos visto
sus vestidos manchados de sangre"25
Para entonces la suerte ya no era favorable a Ezeta y las deserciones reducían cada vez más sus
fuerzas. Se decretaron empréstitos forzosos que dieron lugar a muchos abusos, aumentando el desprestigio
del gobierno. El 17 de mayo de 1894, el general Antonio Ezeta contraatacó a los rebeldes apostados en
Santa Ana, pero fue derrotado, con lo que prácticamente se definió la lucha. Carlos Ezeta se embarcó en
La Libertad, poco después su hermano Antonio huyó a México. Unos días después tomaba posesión el
nuevo gobierno. Héctor Lindo considera que el conflicto de Ezeta con los cafetaleros, comerciantes y
banqueros fue determinante para su caída. Esa confrontación demostró dos cosas: que los cafetaleros
24
Detalles del juicio seguido en contra del general Carlos Ezeta aparecen en Miguel Angel Gallardo. Papeles
históricos. Vol. 5. (San Salvador, Editorial Lea, 1977), págs. 296-326.
16
probaron que podían usar su poderío económico para someter al gobierno y que, llevar a cabo una reforma
monetaria sin tocar poderosos intereses no era algo fácil.26
De hecho ninguna reforma monetaria fue
intentada hasta 1919.
La "revolución" de los 44; un mito sin fundamento
Como se dijo al inicio de este trabajo, cuando en la historia política de El Salvador, se habla de
"revoluciones" hay que ser muy cauteloso. Si esos epítetos han arraigado en la historiografía ha sido
simplemente por interés manifiesto de construir una imagen heroica de los gobernantes, por ignorancia o por
desidia. Es comprensible que gobiernos que llegaban al poder, muchas veces por vías no constitucionales,
tratasen de justificarse y legitimarse, aduciendo ideales revolucionarios. Es más, es posible que algunos de
ellos en cierto momento hayan intentado hacer cambios radicales; pero al revisar su gestión es evidente que
sus prácticas diferían mucho de sus discursos. Igualmente es comprensible que los historiadores liberales,
hayan hecho en sus obras una apología de aquellos hombres a quienes admiraban. Pero no puede aceptarse,
que un siglo después se sigan reproduciendo tales juicios.
De allí que si en esta investigación se usa el epíteto de "Revolución de los 44" se hace únicamente
con el propósito de cuestionar el mito, y tratar de poner en perspectiva los hechos. Como se dijo en el acápite
anterior, el gobierno de Carlos Ezeta, fue sumamente abusivo, autoritario y represivo, pero de ningún modo
ese rasgo negativo es exclusivo de él. Basta con revisar el expediente del juicio seguido contra el
expresidente Rafael Zaldívar, para comprobar que en materia de violación a los derechos ciudadanos (hoy se
diría derechos humanos), abusos y corrupción, Zaldívar fue excepcional.27
Sin embargo, los juicios contra él
no han sido tan duros como ha sucedido con los Ezeta. Sin desestimar la magnitud de los abusos cometidos
25
La tragedia de hoy. Diario Oficial, 5 de mayo de 1894, pág. 541. 26
Héctor Lindo. Weak foundations. The economy of El Salvador in the nineteenth century. (University of
California Press, 1990), pág. 165. 27
En agosto de 1886, una comisión nombrada por el gobierno de Menéndez denunciaba: "La acción del expresidente
Zaldívar sobre la administración pública, es comparable a una espantosa vorágine, que arrebata irresistible, los
recursos la vitalidad del país, para sepultarlos en un océano de defraudaciones y malversaciones." El informe
describía cada una de los irregularidades detectadas y señalaba las personas involucradas, además de Zaldívar. Las
defraudaciones al Estado alcanzaban casi cuatro millones y medio de pesos. Gallardo resalta la magnitud de los
cargos señalando que el presupuesto nacional de 1886, apenas llegaba a un poco más de dos millones de pesos. El
juicio se prolongó por largo tiempo; el de 11 de julio de 1890 la Asamblea conoció de la causa instruida contra
Zaldívar. Entre los delitos atribuidos a Zaldívar destacan: 47 fusilamientos sin forma de juicio y 28 flagelaciones.
Uno de los atormentados, Leonardo García del pueblo de Nahuizalco, falleció a causa de los golpes recibidos; la
señora Tomasa Silva, de Atiquizaya, abortó a consecuencia del tormento. También se agregaron al juicio 21
detenciones ilegales. La nota que apareció en el Diario Oficial no incluía todas las malversaciones de fondos
públicos y otros abusos, seguramente por falta de espacio. No obstante, en 1896 se dio a Zaldívar una "amnistía
especial y absoluta" por todos los delitos cometidos durante su administración; lo único que se le pidió fue renunciar
"a cualquier reclamo que pudiera hacer contra la Nación". La impunidad no es nada nuevo en El Salvador. Véase
María de Leistenscheneider. Recopilación de documentos administración Menéndez. Op. Cit. págs. 92-101;
Miguel Angel Gallardo. Papeles históricos. Vol. II. (San Salvador, Editorial Lea, 1964), pág. 123; y Diario Oficial,
19 de mayo de 1892, págs. 546-548, 20 de mayo de 1892, págs. 551-555 y 20 de abril de 1896. El énfasis es mío.
17
por los Ezeta, es plausible pensar que buena parte de la "leyenda negra" que se construyó sobre ellos se debió
precisamente a los conflictos que tuvieron con un importante sector de la elite salvadoreña que se vio
directamente afectada por la actuación del gobierno, especialmente en lo referente a política impositiva,
exacciones monetarias a causa de actividades políticas de oposición y los intentos de los Ezeta por regular el
régimen laboral agrario.28
El movimiento de los 44 aglutinó a importantes cafetaleros, comerciantes y banqueros, quienes
tenían como denominador común su descontento en contra de los Ezeta. Alrededor de ellos convergieron
otros grupos. Uno de los líderes más destacados entre los rebeldes fue el general Tomás Regalado; no
obstante, a la hora de designar al nuevo presidente se escogió al general Rafael Gutiérrez, quien tomó
posesión de su cargo el 9 de junio de 1894. Apenas llegó al poder se apresuró a derogar los impuestos a la
exportación del café y el impuesto territorial. Para aparentar que tales medidas no favorecían solo a la clase
alta también se eliminó el impuesto de veinticinco centavos que pesaba sobre cada libra de tabaco,
alegándose que este afectaba a la clase proletaria.29
La verdad es que la derogación de impuestos a la
exportación de café no era rara en gobiernos que llegaban al poder por vías no constitucionales. Lo mismo
hizo el General Menéndez en 1885 y el General Ezeta en 1890. En 1898 el General Regalado derrocó a
Gutiérrez, y apenas cuatro días después de haber asumido la Presidencia firmó un decreto, que obviando
todo formalismo, y en un artículo único decía: "Declárase libre de todo derecho é impuesto de cualquier
naturaleza que sean, la exportación del café".30
El hecho de que esa práctica fuera tan persistente demuestra
hasta qué punto los intereses de los cafetaleros habían llegado a convertirse en sinónimo de interés nacional.
Las denuncias y promesas de cambio que aparecían después del triunfo de una "revolución" nunca
cuestionaron el sistema económico; cuando mucho señalaban que el nuevo gobierno tomaría las medidas
necesarias para suprimir los vicios y errores del régimen anterior.
A fin de llenar las formalidades constitucionales se convocó a elecciones, en las que el único
candidato fue Gutiérrez que obviamente resultó ganador. Su periodo constitucional de gobierno inició el 28
de febrero de 1895. Tratando de fortalecer la agricultura, especialmente la caficultura, se abrió una escuela
de agricultura en la Finca Modelo; se continuó desarrollando la infraestructura, principalmente carreteras,
telecomunicaciones y ferrocarriles. El ferrocarril a Santa Ana era un proyecto que se venía impulsando
desde administraciones anteriores; Gutiérrez se esforzó en terminarlo cuanto antes, pues esa era una
demanda central de los cafetaleros de la zona. El ferrocarril fue inaugurado en 1896. En clara referencia a
la rebelión que derrocó al General Ezeta, el mandatario dijo:
28
Véase al respecto. María Eugenia López. La expansión y el poder político de finales del siglo XIX y principios
del XX. En El Salvador; La República. (San Salvador, Fomento Cultural Banco Agrícola, 2000), Tomo I, págs. 292-
293. 29
Diario Oficial, 19 de junio de 1894, pág. 621. 30
Diario Oficial, 21 de noviembre de 1898, pág. 2237.
18
"Me asocio, señores, á las alegrías de este pueblo generoso de la misma suerte que en días aciagos
tuve la fortuna de compartir con él los azares y riesgos de la guerra; y hago votos porque esta obra,
realizada bajo los auspicios de la paz y del trabajo abra una nueva era de prosperidades de todo
género para este pueblo." 31
El Diario Oficial hizo eco del regocijo de los santanecos: "El silbido de la locomotora ha
anunciado á los hijos de la heroica ciudad una nueva era de civilización y de progreso para la patria
salvadoreña."32
Por su parte, el Dr. Francisco Martínez, a nombre del Supremo Poder Ejecutivo,
manifestaba: "Hay momentos históricos en la vida de las naciones, que vienen á ser como el prólogo de su
bienestar en lo futuro. Hemos llegado á una época de agitación. Todas las sociedades se mueven siguiendo
una marcha civilizadora... Nosotros también hemos entrado en ese movimiento progresista, y nos tiene
reunidos en este lugar, la inauguración de una de las obras más importantes que hemos efectuado, durante
nuestra vida independiente."33
Un escritor local señala que esas fiestas fueron "rumbosas como jamás se había visto en esta
ciudad... Según documentos que existen en los archivos municipales, los gastos del comité ascendieron a
nueve mil quinientos pesos, sin incluir el costo de los dos banquetes obsequiados, uno por el gobierno y
otro por la empresa. Se levantaron soberbios arcos triunfales, uno frente al sitio que ocuparía la estación y
el otro en el centro de la ciudad... desde la estación hasta el centro de la ciudad se colocó una doble fila de
postes decorados con banderas y escudos alegóricos". Las mujeres también tuvieron activa participación
en los festejos. La señorita Julia Interiano dirigió unas palabras al presidente que reflejan claramente el
entusiasmo reinante: "La entrada del tren a impulso de formidable máquina, que arroja a lo alto sus
penachos de humo; el alegre sonido de la campana y el vibrante silbido del vapor, anuncian nuevos
destinos a estos pueblos privilegiados, cuya sola aspiración son la paz y el trabajo".34
Hasta allí llegó la
"revolución de los 44"; en realidad, fue un simple reacomodo político que permitió a los grupos
dominantes restablecer el ambiente de confianza y protección que necesitaban.
Mayores cambios no hubo. La política siguió siendo cuestión de alianzas y arreglos entre la elite,
con el agravante de que los espacios para la participación de otros actores políticos, tales como las
31
Alocución dirigida por el ciudadano Presidente de la República, General don Rafael A. Gutiérrez, en el acto de la
inauguración del ferrocarril de Acajutla á Santa Ana, el día 28 de julio de 1896. Diario oficial, 10 de agosto de 1896,
pág. 1273-1274. 32
Inauguración del ferro-carril de Santa Ana. Diario Oficial, 29 de julio de 1896, pág. 1233. 33
Discurso pronunciado por el Doctor Francisco Martínez á nombre del Supremo Poder Ejecutivo, en el acto de la
inauguración del ferrocarril de Acajutla á Santa Ana, el día 28 de julio de 1896. Diario Oficial, 10 de agosto de 1896,
pág. 1274. 34
Juan Galdames Armas. Hombres y cosas de Santa Ana. (Santa Ana, Tipografía Comercial, 2ª edición, 1955),
págs. 34 y 35. El énfasis es mío.
19
comunidades indígenas y las municipalidades, se venían cerrando paulatina y sostenidamente desde la
década de 1870. De hecho, el último desafío serio al sistema fue el protagonizado por los cojutepeques,
liderados por el general José María Rivas en 1890. Esto no significa que la política se volviera campo
exclusivo de la elite, en la medida en que esta necesitaba legitimar el sistema por medio de las elecciones
debía involucrar a otros sectores, pero las reglas del juego estaban tan bien establecidas que las
posibilidades de cambios radicales eran mínimas. Las comunidades indígenas mostraron una sorprendente
capacidad de adaptación al nuevo contexto. Anteriormente habían sido importantes actores políticos
gracias a sus milicias; cuando la disputa del poder se encauzó más hacia las elecciones, los líderes
indígenas aprovecharon la relativa cohesión de sus comunidades para negociar el apoyo a determinado
candidato, a cambio de concesiones a nivel de poder local. Una práctica que persistió hasta finales de la
década de 1920.35
Los primeros tres años de gobierno de Gutiérrez transcurrieron sin mayores sobresaltos, pero
hacia el año 1897 una crisis económica se abatió sobre el país, en parte ocasionada por una drástica caída
en los precios del café que llevó al sistema financiero al borde del colapso.36
La escasez de moneda obligó
a volver a viejas prácticas de intercambio. Haciendo gala de su fina ironía el escritor José María Peralta
Lagos decía: "Durante los días negros de la crisis del 98, escasos ya de huevos, pusimos en circulación las
candelas... La antigua fábrica de Pérez y Párraga se convirtió en cuño."37
Además por esos años
nuevamente se puso en discusión el tema de la reunificación de Centroamérica. El 20 de junio de 1895, en
virtud del "Pacto de Amapala" se decidió crear la "República Mayor de Centroamérica", una
confederación que sería integrada por El Salvador, Honduras y Nicaragua. En noviembre de 1898 se
constituyó formalmente la nueva república que tomó el nombre de Estados Unidos de Centro América.
Según los acuerdos suscritos, el armamento de los estados firmantes debía concentrarse en Nicaragua,
disposición que generó mucha desconfianza y descontento en el ejército salvadoreño. Esta circunstancia
fue aprovechada por el general Tomás Regalado para derrocar a Gutiérrez el 13 de noviembre de 1898,
alegando que el Pacto de Amapala violaba la soberanía nacional.
Un periodo de acomodamiento político sin idearios 1898-1911
Regalado puede ser considerado como el último caudillo salvadoreño. Provenía de una rica
familia santaneca y gozaba de gran carisma entre la población, especialmente entre la tropa. Su carácter
35
Véase Patricia Alvarenga. Op. cit. Caps. 6 y 7; y Carlos Gregorio López Bernal. Op. Cit. Cap. 3. 36
Héctor Lindo. Op. Cit. pág. 166. En estas crisis se reflejaban claramente las pugnas existentes entre los cafetaleros
y el sector banquero y exportador del grano que controlaba el crédito en detrimento de los primeros. Se hicieron
repetidos intentos por crear un Banco Hipotecario, pero la iniciativa nunca prosperó y debió esperarse hasta la
década de 1930 cuando al fin este banco fue creado por el General Maximiliano Hernández Martínez, quien tuvo que
imponerse sobre los poderosos banqueros, que no iban a aceptar de buena gana que se coartaran sus prerrogativas.
20
era impulsivo y se preocupaba muy poco del protocolo obligado a un gobernante. Además, era muy
aficionado al alcohol, lo cual a menudo lo llevaba a excesos. Representante del sector cafetalero trató se
superar la crisis económica y equilibrar las finanzas del Estado, al mismo tiempo que fortalecía la
centralización del poder estatal. Se continuó impulsando la construcción de obras públicas y se fortaleció
al ejército, construyendo nuevos cuarteles, asimismo se fortalecieron los cuerpos de seguridad,
especialmente los rurales, que tenían a su cargo el control de la mano de obra agraria.
Llegado el momento del cambio de presidente, Regalado maniobró para que fuera candidato el
también cafetalero Pedro José Escalón. A cambio de su apoyo, Regalado asumiría el ministerio de
Hacienda y Crédito Pública, a la vez que ejercería como Mayor General del ejército, con lo cual se
garantizaba conservar el poder. Escalón asumió la presidencia el 28 de febrero de 1903; era un hombre de
carácter débil, más preocupado de sus cafetales y sus gallos de pelea que del manejo del Estado. Una
descripción de él permite hacerse simultáneamente una idea del tipo de gobernante que pudo haber sido:
"Son las cuatro de la tarde. Rodeado de sus edecanes — espuelas, pistolas, cornetas — el señor
presidente, alto entrecano, bigotudo, sombrero de jipijapa, botas altas y vestido de dril blanco,
monta en su nerviosa mula de andar frente a Casa Presidencial, la cual estaba frente al cuartel de
artillería. Jinete experimentado, el presidente Escalón se afirma en la elegante montura mexicana
de bola brillante y flecos de cuero. La mula de andar era, en la época, el Rolls Royce equino. Parte
rápido montado en ella a la avenida Independencia. Detrás de él, dos o tres allegados y seis u ocho
edecanes siguen a caballo, llevando bajo el brazo, cuidadosamente envueltos en petates, los finos
gallos de pelea: gallos de Cochinchina, que asoman asustados las chorchas rojas y el blanco tórax
y el ramo de plumas de la cola, mientras los cascos de las cabalgaduras sacan chispas al
empedrado desigual."38
La administración de Escalón es una de las más intrascendentes del periodo. En realidad, las
decisiones importantes las seguía tomando Regalado. Es más se dice que cuando un diplomático llegaba al
país, primeramente se presentaba ante el presidente, pero inmediatamente iba a visitar a Regalado. La
personalidad de Escalón era caricaturizada por la prensa, sin que él se diera por aludido. Tuvo la suerte de
que la situación económica del país mejoró, gracias a una subida de los precios del café y al aumento de
las importaciones y las rentas de aguardiente. El presupuesto del Estado pasó de ¢6,098,574.00 en 1903 a
37
José María Peralta Lagos. Burla burlando. (San Salvador, Ministerio de Cultura, 1955), pág. 170. En una de las
crisis monetarias anteriores se había recurrido a los huevos como moneda fraccionaria. Esta vez fueron las candelas. 38
Luis Gallegos Valdés. Caricatura verbales. Citado por Geovanni Galeas. Cultura contemporánea. En El
Salvador; la república. Op. Cit. Tomo II, pág. 351.
21
¢10,610,8446.00 en 1907. Gracias a ello, fue posible la construcción de algunas obras públicas,
destacándose el Palacio Nacional y un puente sobre el río Jiboa.39
En este periodo de gobierno se dio la última guerra con Guatemala, la cual se debió en buena
medida a los caprichos del general Regalado, quien era acérrimo enemigo del dictador guatemalteco
Manuel Estrada Cabrera. Regalado permitió que opositores al gobierno guatemalteco intentaran una
invasión desde territorio salvadoreño en junio de 1906. Aunque el gobierno salvadoreño negó cualquier
responsabilidad en los hechos, las disputas desembocaron en un enfrentamiento bélico en julio del mismo
año. Regalado asumió la jefatura del ejército y marchó a territorio guatemalteco. En un primer momento
las acciones militares le fueron favorables, pero en uno de sus característicos arranques de atrevimiento y,
quizá ofuscado por el alcohol, se adentró en territorio enemigo y fue muerto por las tropas guatemaltecas
el 11 de julio. Los Estados Unidos mediaron en el conflicto y lograron que rápidamente se firmara un
armisticio a bordo del Marblehead el 20 de julio. Aunque breve, la guerra afectó a la economía
salvadoreña; el 23.8% del presupuesto del año 1907 fue dedicado al Ministerio de Guerra y Marina;
mientras que el 29.8% fue para el pago de la deuda pública. A Instrucción Pública apenas se dedicó el
8.3%.
Así las cosas, en enero de 1907, fue electo presidente el general Fernando Figueroa que tomó
posesión del cargo el 28 de febrero siguiente. Su gobierno no estuvo exento de intentos de golpe de
estado, por lo que una de sus principales preocupaciones fue controlar a la oposición; durante buena parte
de su periodo el país vivió bajo estado de sitio y con censura de prensa. Figueroa, que era fiel aliado del
dictador guatemalteco Estrada Cabrera, tuvo serias desavenencias con el general José Santos Zelaya,
presidente de Nicaragua, quien intentaba suplantar la hegemonía guatemalteca en la región, razón por la
cual se mostró dispuesto a apoyar al general Potenciano Escalón que había sido contrincante de Figueroa
en las elecciones y nunca aceptó el resultado de las mismas.
Al igual que su predecesor, Figueroa fue un presidente intrascendente. Su gobierno dejó muy
pocas obras, a excepción del Palacio Nacional, cuya construcción ya había sido iniciada y que él concluyó.
Bajo su administración se inauguró el monumento al Capitán General Gerardo Barrios, que fue colocado
en el antiguo Parque Bolívar, frente al Palacio Nacional. Vale señalar que la iniciativa de rendir ese
homenaje al caudillo liberal no surgió del gobierno, sino de los obreros.40
Posiblemente Figueroa vio en
ese proyecto la oportunidad de darle cierto brillo a su opaca gestión y decidió apoyarlo. La inauguración
se realizó el 29 de Agosto de 1910. El Diario del Salvador hacía notar el simbolismo del evento. “La
estatua, el himno y el laurel han sido consagrados a Barrios por la voluntad del pueblo, y las autoridades
de la nación, con el jefe de ella a la cabeza... Esta estatua vale también como un símbolo. Allí está el
39
María Eugenia López. Op. Cit. pág. 299.
22
guerrero descubierto respetuosamente ante el santuario de la República como en acatamiento a la majestad
de sus instituciones y sus leyes.”41
Para la noche se programó una procesión de antorchas que salió del
Barrio del Calvario, desfilando por las calles principales hasta llegar al Parque Bolívar en donde varias
bandas militares dieron un concierto y se quemaron fuegos artificiales.42
Un interludio reformista: 1911-1913
En 1911 fue electo presidente el Dr. Manuel Enrique Araujo, quien había sido vicepresidente del
gobierno anterior. Aunque Araujo era reconocido como un hombre muy honesto y de sólidos principios
liberales pocos esperaban que pudiese introducir cambios significativos en la gestión pública. Araujo tomó
posesión de la presidencia el 28 de febrero de 1911. Poco tiempo después se comenzó a notar que su estilo
de gobernar era diametralmente diferente a sus predecesores. Su gabinete de gobierno fue formado con
profesionales universitarios, un detalle interesante. Más aún, comenzó a impulsar un programa de
reformas que abarcaron desde la cuestión fiscal, la legislación laboral, la promoción de la organización de
los artesanos y obreros, hasta la seguridad ciudadana. Asimismo, impulsó la construcción y mejora de
carreteras y otras obras públicas. Buscando dar mayor seguridad en el campo creó la Guardia Nacional.
Una de sus mayores preocupaciones fue sanear las finanzas públicas y aumentar los ingresos del Estado,
para lo cual creo un impuesto de 30 centavos de dólar oro por quintal de café exportado y otro de 14% a
las importaciones. Se estableció una Ley de accidentes de trabajo, que obligaba a los patronos a pagar una
indemnización a sus trabajadores en caso de accidentes laborales. Obviamente estas disposiciones
encontraron fuerte oposición, especialmente entre los cafetaleros, comerciantes y banqueros.43
Araujo también mostró su carácter en la política exterior. Se mostró muy crítico de las
intromisiones de los Estados Unidos en Latinoamérica y del servilismo que algunos gobiernos mostraban
ante la nación del norte.44
Es posible que en la decisión de Araujo de cambiar la antigua bandera
salvadoreña que databa de 1865, la cual tenía mucho parecido con la estadounidense, y reemplazarla por
la antigua bandera de la federación centroamericana haya influido su antiimperialismo y su fe en el ideal
unionista. La nueva bandera fue izada por primera vez el 15 de septiembre de 1912, justo un año después
de la celebración del primer centenario del “Primer grito de independencia”.
40
Carlos Gregorio López Bernal. Inventando tradiciones y héroes nacionales: El Salvador (1858-1930). En
Revista Historia de América (Instituto Panamericano de Geografía e Historia), # 27, diciembre de 2000. 41
La apoteosis de Gerardo Barrios. Diario del Salvador, 30 de agosto de 1910, pág. 1. 42
La inauguración de la estatua de Barrios. Programa de festejos. Diario del Salvador, 20 de agosto de 1910,
pág. 1. 43
Un estudio interesante sobre la administración de Araujo es el de John C. Chasteen. Manuel Enrique Araujo and
the failure of reform in El Salvador, 1911-1913. En: Southeastern Latin Americanist. Vol. XXVII, N° 2, septiembre
de 1984.
23
Sin embargo, aquellos grupos ligados al gran capital, banqueros y cafetaleros, junto a otros que
seguían considerando la político como simples arreglos clientelistas, no estaban nada conformes con la
progresista y modernizante gestión de Araujo. Un presidente que no se plegara a los intereses de los
grupos dominantes, que tratara de hacer del Estado algo más que un instrumento de dominación y garantía
para el desarrollo de la economía y que, además, se preocupara por mejorar un tanto las condiciones de los
trabajadores, era inaceptable. Desgraciadamente, los que así pensaban sabían que detrás de Araujo no
existía un partido, un grupo realmente comprometido con su proyecto. Su gabinete había sido formado por
destacados y competentes profesionales, pero ninguno de ellos tenía suficiente peso en la política local. En
cierto modo, Araujo era una rareza política; cuando se decidió asesinarlo no hubo una fuerza política que
se opusiera a la regresión.
La “Dinastía Meléndez-Quiñónez” y la masificación de la política
La noche del 4 de febrero de 1913, Araujo fue atacado arteramente por asesinos pagados. Herido
de gravedad, fue llevado al hospital, falleciendo el 8 de ese mismo mes. Pocas veces, el pueblo
salvadoreño ha mostrado tanta congoja por la muerte de un presidente. Las fotografías que se conservan
del funeral del presidente mártir muestran cómo los sectores más humildes fueron a darle el último adiós.
Según la constitución, el vicepresidente Onofre Durán debía tomar el poder, pero este renunció,
seguramente bajo presión de quienes estaban detrás del asesinato de Araujo. Finalmente, Carlos
Meléndez, primer designado e importante empresario y terrateniente, asumió la vacante. Los autores
materiales del magnicidio, tres sencillos campesinos, fueron capturados y fusilados con premura. Había
mucho interés por cerrar el caso lo más pronto posible. Al parecer, el oficial Fernando Carmona, también
implicado sabía los nombres de los organizadores del atentado, pero murió en su celda, por un disparo
hecho con su propio revólver. A fin de cubrir apariencias, se giraron órdenes de captura contra otras
personas, entre ellos Prudencio Alfaro, pero era obvio que nunca hubo un verdadero interés por llegar al
fondo del asunto.
De ese modo inició una nueva etapa en la vida política del país. De 1913 a 1927, El Salvador fue
gobernado por lo que se dio en llamar la “Dinastía Meléndez-Quiñónez”, formada por los hermanos
Carlos y Jorge Meléndez y su cuñado Alfonso Quiñónez. Carlos Meléndez terminó el periodo
constitucional de Araujo y, llegado el momento de nuevas elecciones, depositó la presidencia en su
cuñado, para presentarse como candidato en los comicios. Lógicamente ganó y tomó el poder el 28 de
febrero de 1915, gobernando hasta el 21 de diciembre de 1918. Luego llegó el turno para su hermano
44
Un ilustrativo estudio de la política estadounidense en la región centroamericana es el de Walter LaFeber.
Revoluciones inevitables. La política de los Estados Unidos en Centroamérica. (San Salvador, UCA Editores,
1989). Para las primeras décadas del siglo XX, véase el capítulo 1.
24
Jorge que ejerció el poder del 28 de febrero de 1919 al 28 de febrero de 1923. En todos los casos se
respetaron las formalidades constitucionales y hubo elecciones.
Antes de los Meléndez-Quiñónez, las contiendas electorales fueron simples arreglos entre los
grupos de poder, en buena medida reediciones de las muy conocidas "juntas de notables". Con la
"Dinastía", este tradicional mecanismo no desapareció, pero a diferencia del pasado, las masas urbanas
pasaron a jugar un papel de primer orden en el montaje de los procesos eleccionarios. En la segunda mitad
de la década de 1910 la política salvadoreña llegó a ser un asunto de masas. La masificación de la política
no implicó necesariamente democratización, pero sirvió para que la población urbana y rural se interesara
cada vez más en tales procesos, a la vez que dieron espacio para que la oposición se fortaleciera y ganara
más adeptos. Ya para las elecciones presidenciales de 1922 los partidos opositores tenían tanto apoyo que
fue preciso la represión abierta, tanto en sus actividades proselitistas como a nivel de militancia individual.
Con los Meléndez-Quiñónez la política tuvo paradójicos e interesantes cambios. Retomaron
ciertos rasgos de su desafortunado predecesor, esto es un persistente interés por vincular e integrar en la
política a miembros de los sectores sociales subalternos. En el mundo urbano, los artesanos, obreros y
burócratas fueron especialmente receptivos a estas interpelaciones. Sin embargo, estos grupos no fueron
simplemente manipulados; supieron disputar y aprovechar espacios y poco a poco algunos de sus
miembros fueron desarrollando importantes niveles de autonomía y conciencia de sus derechos, llevando
sus aspiraciones y exigencias mucho más lejos de lo que hubieran deseado los Meléndez-Quiñónez.
Para finales de la década de 1910, ese proceso de incorporación y cooptación de grupos y de
redefinición de las prácticas políticas mismo, había provocado una “masificación” de la política. En el
ámbito urbano artesanos, obreros, burócratas, empleados e intelectuales participaban activamente en las
campañas electorales por medio de los numerosos “clubes” que se organizaban alrededor de los
candidatos. Muchos de esos clubes tenían sus propios “Organos” de expresión, periódicos y boletines, en
los que se trataba de promover la figura de un candidato y los “defectos y vicios” de sus adversarios, el
tono de los discursos a menudo era incendiario. Aunque todavía no existían verdaderos partidos políticos,
el espacio de las disputas de poder se había acrecentado considerablemente.
Pero este fenómeno también se iba extendiendo al interior del país. Cuando los Meléndez-
Quiñónez se dieron cuenta de que su estrategia de promover una mayor politización de la población en las
ciudades se había vuelto contraproducente, pues la oposición en su contra iba en aumento, volvieron los
ojos al interior del país, especialmente, hacia los pueblos con mayor concentración de población indígena,
cuya cohesión interna y estilo de liderazgo, podía ser políticamente muy rentable. Reviviendo las
tradicionales relaciones políticas del siglo XIX, en las que las facciones que se disputaban el poder
establecían alianzas con las comunidades indígenas a través de sus caciques, los Meléndez-Quiñónez
25
intentaron reponer los apoyos que estaban perdiendo en las ciudades principales.45
En 1918 Carlos
Meléndez creó las Ligas Rojas, una estructura política vertical de apoyo a su partido, cuya característica
principal era la facilidad con que recurría a la violencia para amedrentar y neutralizar a sus opositores. Las
Ligas Rojas tuvieron mucha presencia en el occidente; los indígenas organizados en ellas se valieron de la
permisividad e incluso impunidad que los gobernantes les daban para dirimir conflictos locales, fortalecer
sus posiciones frente a los ladinos y, de ser posible, disputar el poder local. De allí que en este periodo, la
política fuera tan paradójica; mientras visos de modernización y mayor participación ciudadana aparecían
en el mundo urbano, en el campo, ese aumento de participación seguía atado a modelos clientelistas más
propios del siglo XIX. Los indígenas habían tomado conciencia de que en el nuevo contexto político su
antigua fuerza militar había quedado anulada, pero entendieron que podían continuar estableciendo
alianzas políticas.
El “cerebro” de la “Dinastía” era Alfonso Quiñónez; este había ejercido la presidencia
interinamente en dos ocasiones (del 28 de agosto de 1914 al 28 de febrero de 1915 y del 21 de diciembre
de 1918 al 28 de febrero de 1919). La oportunidad de hacer un periodo completo en la presidencia le llegó
en 1923, después de unas conflictivas y violentas elecciones, en las que las Ligas Rojas y los cuerpos de
seguridad persiguieron y reprimieron drásticamente a la oposición. Hasta entonces, los involucrados en las
disputas políticas habían creído que era posible acceder al poder por medio de elecciones y desplazar a los
Meléndez-Quiñónez; el desencanto político se hizo evidente en las siguientes elecciones en las que la
participación popular se redujo drásticamente.46
En la segunda mitad de la década de 1910 y como consecuencia de la primera guerra mundial, El
Salvador tuvo serios problemas económicos. Los precios del café cayeron y la navegación por el Atlántico
se hizo muy difícil afectando el comercio. Para la década de 1920, la caficultura tuvo una expansión
considerable; Usulután y San Vicente que hasta entonces habían estado fuera de la dinámica cafetalera
fueron incorporadas a ella y rápidamente desarrollaron importantes plantaciones.47
En 1928 se tuvo la
cosecha de café más alta hasta entonces registrada. Sin embargo, la creciente dependencia de un solo
producto de importación preocupaba a algunos sectores. Los efectos negativos de la excesiva
especialización productiva se hicieron sentir. En la administración de Alfonso Quiñónez se intentó
diversificar la agricultura (algodón, caña de azúcar y henequén) y promover un incipiente proceso de
industrialización con el objeto de reducir un tanto la dependencia del café. Por otra parte, con la entrada en
funcionamiento del ferrocarril de La Unión a San Salvador el país logró una efectiva integración
45
Véase Patricia Alvarenga. Op. Cit. Cap. 6. 46
Véase Roque Dalton. Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador. (San José, EDUCA, 2ª edición,
1982); y Everett Alan Wilson. The crisis of national integration in El Salvador, 1919-1935. (Tesis doctoral,
Stanford University, 1970).
26
territorial; hasta entonces, la economía de la región oriental había funcionado un tanto al margen del resto
del país, con la apertura del ferrocarril se facilitó la circulación de personas y productos. Poco tiempo
después esa línea férrea fue conectada con los puertos del Atlántico guatemalteco, con lo que se tuvo otra
salida para el café que se exportaba a Europa y el este de los Estados Unidos. Una mejora en los precios
del café y el aumento de las rentas estatales (impuestos a la importación y aguardiente) permitieron un
nuevo impulso a las obras públicas.
Uno de los grandes problemas que el país venía enfrentando desde el finales del siglo XIX era el
de la deuda pública. Manuel Enrique Araujo hizo esfuerzos por ordenar las finanzas del Estado, pero el
problema se agravó en el periodo de la “dinastía”. En 1922 se negoció un préstamo con los Estados
Unidos para cubrir la deuda con Inglaterra, para garantizarse el pagó los estadounidense intervinieron las
aduanas, quedándose con el 70% de los ingresos. Para diciembre de 1927 la deuda pública se había
elevado a ¢48,500,000.00 de colones.48
Lo cierto es que el manejo de las finanzas públicas era errático y
corrupto. Por otra parte, la estructura impositiva del país no permitía que el Estado aumentara
considerablemente sus ingresos fiscales aún cuando el café alcanzara muy buenos precios. Si bien para
entonces ya existía un impuesto a la renta, este era mínimo, al igual que los impuestos a la exportación del
grano. Además, eran frecuentes las quejas de los ministros de hacienda sobre las evasiones fiscales. Las
principales rentas del Estado eran los impuestos a la importación y al aguardiente. Para 1924 las rentas del
Estado ascendían a 17,888,755.38 de colones. Los impuestos a la importación representaban el 48% del
total; la renta de licores el 17.6%; los de exportación el 14.4%. Los impuestos directos apenas llegaban a
un 2.1% del total.49
Hacia 1929 este sistema no había variado mucho.50
El Minisitro de Hacienda, José
Esperanza Suay; propuso una reforma fiscal que redujera la renta de licores y los impuestos indirectos, y
aumentara la tributación directa sobre la renta. Sin embargo, encontró mucha oposición, principalmente
entre los cafetaleros y banqueros.
Pío Romero Bosque: tibias reformas para una sociedad al borde de la crisis
Llegado el momento de cambio de gobierno, Quiñónez-Molina, intentó reelegirse, la constitución
de 1886 no permitía la reelección. Para allanar ese inconveniente promovió por medio de sus allegados
iniciativas para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente que reformaría la Constitución a fin de
47
Sobre la expansión cafetalera a nivel nacional, véase Aldo Lauria Historia regional del café en El Salvador.
Revista de Historia, Universidad de Costa Rica, # 38, diciembre de 1998. 48
Memoria de hacienda, crédito publico y beneficencia, 1922, presentada por el Dr, Reyes Arrieta Rossi, el 22 de
febrero de 1923, Diario Oficial, 22 de febrero de 1923, pág. 351; y Memoria de hacienda, crédito publico y
beneficencia correspondiente al año de 1927. (San Salvador, Imprenta Nacional), pág. 22. 49
Memoria de Hacienda y Crédito Público correspondiente al año de 1927, presentada a la Asamblea por el señor
José E. Suay el 22 de marzo de 1928. (San Salvador, Imprenta Nacional, 1928), pág. 241. 50
Para mayores detalles, véase Carlos Gregorio López Bernal. Años de bonanza y crisis; de ilusiones y
desencantos (1924-1931). En El Salvador; la república. Op. Cit. Tomo II, págs. 377-380.
27
hacer posible su reelección. El periódico "Evolución" trabajó abiertamente para lograr tal objetivo.51
A
pesar de que la propuesta pasó a consideración de la Asamblea Legislativa la iniciativa no prosperó,
principalmente por falta de tiempo. Al final, optó por seguir la tradición, apadrinó la candidatura del Dr.
Pío Romero Bosque, cercano colaborador de la “dinastía”. De ese modo, Quiñónez, pretendía repetir la
experiencia del general Regalado con el presidente Escalón.
Romero Bosque fue candidato único y, por supuesto, resultó ganador en unos comicios
caracterizados por el desinterés de la población que sabía de antemano lo que iba a suceder. Y es durante
el periodo de gobierno de Quiñónez el desencanto político aumentó, a la vez que surgían otras
expectativas. Influenciado por nuevas corrientes de pensamiento, por los ecos de las revoluciones en Rusia
y México, el incipiente movimiento obrero tomó nuevos rumbos. Hubo un distanciamiento con las
tradicionales organizaciones mutualistas, que habían predominado hasta entonces, y el sindicalismo
comenzó a tomar fuerza.
En 1924 se fundó la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador (FRTS), mejor conocida
como la “Regional” que rápidamente aglutinó a los trabajadores asalariados. La Regional desarrolló una
identidad clasista bien marcada. Durante unos años, se mantuvo ideológicamente indecisa; en sus filas
había diferentes líneas de pensamiento: anarquismo, antiimperialismo y socialismo, pero hacia 1929, un
grupo de dirigentes comunistas se apoderó de la dirección. En esos años hubo un intenso debate
ideológico, en parte producto de un inédito acercamiento entre intelectuales y trabajadores. En 1920
surgió, la Universidad Popular en la que destacados intelectuales impartían conferencias a los trabajadores
sobre diversos temas. A mediados de la década se fundo la Liga Antiimperialista, el movimiento
estudiantil universitario tuvo mucho desarrollo. Para finales del decenio surgió el movimiento vitalista
liderado por Alberto Masferrer y otros intelectuales; asimismo se fundó una sección del APRA. La heroica
lucha del general Augusto César Sandino en contra de los intervención en Nicaragua, fue seguida con
mucho interés en el país y hubo salvadoreños, como Farabundo Martí que lucharon a la par del “general
de hombres libres”. Es en este ambiente de inquietudes ideológicas políticas y crecientes problemas
sociales que gobernó Pío Romero Bosque; por primera vez en la historia del país los actores políticos que
no pertenecían a la elite, intentaban desarrollar una agenda propia, que evidenciaba las falencias y vicios
del liberalismo que se había implantado en el país.
De allí que la decisión de Romero Bosque de Quiñónez, bien pudo deberse a una lectura
inteligente del contexto político y social, lo cual no significa negar un genuino interés por mejorar las
condiciones de vida de los trabajadores y una efectiva vigencia de los postulados constitucionales y
liberales. Romero Bosque derogó el estado de sitio, vigente desde inicios de la década, dio amplia libertad
51
Véase Italo López Vallecillos. El periodismo en El Salvador. (San Salvador, UCA Editores, 2ª edición, 1987),
pág. 142-144.
28
de prensa e impulsó una legislación laboral, bastante audaces. Se organizó una Secretaría de Trabajo y se
crearon las Juntas Departamentales de Conciliación, un Registro de Agrupaciones Obreras Gremiales y se
decretó una Ley de Protección a los Empleados de Comercio.52
A petición de las organizaciones de
trabajadores, en junio de 1928 se aprobó una ley que reducía la jornada de trabajo a ocho horas, pero que
entró en vigencia hasta el año siguiente, siendo causa de continuos conflictos entre patronos y
trabajadores. Los primeros resintieron el hecho de ver reducida la jornada laboral y para resarcirse de tal
pérdida rebajaron los salarios. Esta medida era legalmente válida pues no existía una ley de salario
mínimo. Las protestas de los trabajadores no se hicieron esperar.
Lo cierto es que las reformas impulsadas por Romero Bosque no tenían mayores posibilidades de
mejorar las difíciles condiciones de vida de los trabajadores, aunque crearon muchas expectativas entre
ellos. Y es que ya para la segunda mitad de la década de 1920, los problemas sociales del país habían
aumentado: la paulatina concentración de la propiedad de la tierra había obligado a muchos campesinos a
emigrar a las ciudades; había mucho alcoholismo y prostitución. En las ciudades más grandes como San
Salvador y Santa Ana el déficit habitacional era grande. Numerosas familias vivían hacinadas en los
mesones, pagando altos alquileres y viviendo entre la suciedad y la promiscuidad.53
Para muchos de los
dirigentes y trabajadores organizados en la Regional era claro que el causante de sus problemas era el
sistema capitalista; la oposición de la patronal a hacer concesiones que por lo menos paliaran las
dificultades, terminó por convencerlos de que era necesario hacer cambios revolucionarios, aunque no
tuviesen claridad de lo que ello implicaba. La cuestión se complicó más cuando la FRTS orientó su trabajo
a la organización de los trabajadores rurales. Ya para 1927, la Regional había dejado en claro su
distanciamiento del tradicional mutualismo: “Creemos que en un país como el nuestro, en el cual no han
alcanzado los jornales para satisfacer el miserable standard de vida de el jornalero, resulta ridículo hablar
de cooperativismo o de mutualismo... Y es por ello que únicamente una organización netamente sindical y
revolucionaria, en cuanto a la forma de lucha se refiere, es capaz de dar los resultados de que ha menester
el trabajador.”54
En agosto de 1929 la Regional realizó su V Congreso Federal Obrero, el cual fue clave
para la orientación del trabajo futuro y la profundización del trabajo de organización de los trabajadores
del agro.
Romero Bosque se mostraba dispuesto a permitir la organización de los trabajadores urbanos y
hasta la promovía. Pero sabía que la organización de los trabajadores del campo podía tener serias
52
Memoria de los actos del Poder ejecutivo en los ramos de Gobernación, Fomento, Agricultura y Trabajo,
presentada a la honorable Asamblea Nacional, por el señor Ministro doctor Manuel V. Mendoza. Diario Oficial, 27
de febrero de 1928, pág. 396 53
Sobre los problemas sociales de la década de 1920, véanse los trabajos de Alberto Masferrer, especialmente sus
editoriales en el diario Patria. 54
El despertar del obrero. El Martillo. Organo de la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador, año 1,
N° 4, 15 de agosto de 1927, pág. 1.
29
complicaciones, en tanto que la base económica del país estaba en el café. Por lo tanto no es de extrañar
que el 12 de agosto de 1930 emitiera un decreto prohibiendo la agitación y las reuniones de los
trabajadores, así como la impresión y circulación de propaganda marxista. 55
Para entonces, el trabajo de la
FRTS ya había fructificado y los esfuerzos del gobierno por detener la agitación social serían vanos. En el
occidente la movilización indígena, mezcla de tradición y modernidad, en tanto que abarcaba formas de
organización asociadas al cacicazgo, el parentesco y las cofradías con otras más modernas, la militancia
política e ideológica mostró a los ideólogos liberales que el problema indígena permanecía sin solución.56
Por otra parte, los efectos perniciosos de la crisis del capitalismo de 1929 se hacían sentir en El Salvador e
irían en aumento. La drástica caída de los precios del café y sus efectos subsiguientes; más las irreales
expectativas que la elección del laborista Arturo Araujo en 1930 crearon en las desesperadas masas
completaron el escenario para el drama social de 1932.
La ruptura de Romero Bosque con el estilo tradicional de hacer política se manifestó incluso
cuando llegó el momento de elegir al nuevo presidente. Ciertamente que él llegó al poder apadrinado por
Quiñónez-Molina, pero en lugar de promover la figura de su sucesor, simplemente dio vía libre para que el
pueblo eligiera libremente al presidente. De entre los seis candidatos inicialmente inscritos, fue Arturo
Araujo el que obtuvo más apoya, gracias a una peculiar plataforma política que incluía vagas nociones del
laborismo inglés, cierto grado de paternalismo y, como punto central, la doctrina vitalista de Alberto
Masferrer, quien se adhirió al laborismo. Su prédica humanista, bien intencionada, pero poco viable
políticamente, fue decisiva para el triunfo de Araujo.57
Arturo Araujo: Ilusiones y desencantos
Las elecciones se realizaron en enero de 1931. Aunque Arturo Araujo ganó los comicios, por no
alcanzar la mayoría absoluta, la elección tuvo que ser resuelta por la Asamblea que el 12 de febrero
confirmó la voluntad popular declarándolo Presidente de la República. La toma de posesión tuvo lugar el
55
Thomas Anderson. El Salvador. Los sucesos políticos de 1932. (San José, EDUCA, 2ª edición, 1982), pág. 65. 56
Algunos autores han comenzado a cuestionar las interpretaciones tradicionales sobre el papel que pudo haber
jugado el Partido Comunista en el levantamiento de 1932. Sin entrar en detalles, vale señalar que por lo menos la
prédica comunista sirvió como detonante para una crisis que se venía anunciando desde 1929. Esta es la básicamente
la tesis de Héctor Pérez Brignoli. Indians, Communist, and Peasants: The 1932 rebellion in El Salvador. En
Roseberry, William; Gudmudson, Lowell y Samper, Mario. (editores). Coffee, society and power in Latin America.
The Johns Hopkins University Press, 1995. Vése además.Eric Ching. In search of the party: The communist
party, the comintern, and the peasant rebellion of 1932 in El Salvador. En The Americas, vol. 55, N° 2, octubre
de 1998; y La historia de Centroamérica en los archivos rusos del COMINTERN. Los documentos
salvadoreños. En: Revista de Historia, Universidad de Costa Rica, N° 32, julio - diciembre de 1995. 57
Recuérdese que a lo largo de las décadas de 1910 y 1920, Masferrer había venido elaborando una crítica cada vez
más fuerte contra, lo que él llamaba la deshumanización del modelo liberal. La crítica masferreriana era
incuestionable, pero sus propuestas de solución utópicas e inviables. Apelar a una revolución moral, tanto en las
clases altas como en las bajas, no tenía posibilidades de éxito, en una sociedad que estaba llegando a los límites de la
polarización.
30
uno de marzo, en medio de grandes manifestaciones de júbilo popular. Tan solo tres semanas después de
llegar a la presidencia, Araujo comenzó a sentir la presión de los comunistas. El veinte de marzo, un grupo
de desempleados se reunió en el Parque Dueñas para protestar; la policía intervino y arrestó a varios de
ellos, consignándolos a los tribunales. Ante tales hechos Araujo declaró que “la propaganda desordenada
compromete la paz pública y que el gobierno no es indiferente a la suerte de los trabajadores, pero que no
tolerará que al amparo de ellos se difundan teorías disociadoras.”58
Por otra parte, desde el momento en que Araujo dio a conocer su “Plan de Trabajo” fue evidente
que perdería mucho apoyo popular. La cuestión agraria, que fue central en su propaganda, no era ni
siquiera mencionada. “La expectativa de los grupos que apoyaron a Araujo, quedó defraudada ante tales
planteamientos que no garantizaban el mantenimiento de los programas de desarrollo de los gobiernos
anteriores, mucho menos impulsar otros más agresivos y adecuados para las ascendentes aspiraciones de
dichos grupos.”59
Es decir, la propuesta de gobierno de Araujo defraudó las crecientes aspiraciones de los
sectores urbanos medios, considerablemente favorecidos por Romero Bosque y, lo que era más
problemático, no ofrecía ninguna acción específica a favor de los campesinos y asalariados agrícolas, a
pesar de que en su campaña se había hecho énfasis sobre las necesidades de estos grupos.
Uno de los líderes laboristas que pronto se separó de Araujo fue el diputado Alberto Masferrer,
quien también había sido nombrado “Colaborador Especial del Presidente”, pero ante la falta de decisión
del Presidente para cumplir sus promesas y quizá conmocionado por los sangrientos sucesos de Sonsonate,
renunció a su puesto de diputado el 27 de mayo.60
Efectivamente, el 18 de mayo, una manifestación
organizada por los comunistas terminó en un enfrentamiento con las fuerzas militares que dejó varios
muertos y heridos y muchos encarcelados. Fue el primer acto represivo realmente grave, llevado a cabo
por las autoridades militares bajo el gobierno de Araujo. La prensa informó ampliamente sobre tales
hechos.61
En los meses siguientes la situación no mejoró para Araujo. La agitación comunista siguió
aumentando, la crisis económica no daba visos de menguar y los diferentes sectores sociales eran cada vez
más escépticos sobre la capacidad del presidente para manejar el país.62
Wilson resume acertadamente el
difícil panorama que Araujo enfrentó. “El rumbo de los acontecimientos mostró que el titular falló en
proveer el liderazgo demandado por un amplio rango de intereses. Mientras las elites temían la disolución
58
La Prensa Gráfica. El libro de diamante (1915-1990). (San Salvador, Gráficos y textos S. A., 1998), pág. 198. 59
Rafael Guidos Véjar. El ascenso del militarismo en El Salvdor. (San Salvador, UCA Editores, 4ª edición, 1985),
pág. 120. Para conocer en detalle el “Plan de Trabajo” presentado por Araujo, véase Jorge Arias Gómez, Farabundo
Martí. (San José, EDUCA, 1ª edición, 1996) págs. 200-202. 60
Masferrer renunció en la sesión de ayer de la Asamblea. Diario del Salvador, 28 de mayo de 1931, pág. 1. 61
Sangrientos sucesos ayer en Sonsonate. Diario del Salvador, 19 de mayo de 1931, págs. 1 y 8. 62
Un panorama más amplio y detallado la crisis aparece en: Alejandro D. Marroquín. Estudio sobre la crisis de los
años treinta en El Salvador. Anuario de Estudios Centroamericanos, N° 3, 1977, págs. 115-160 y Jorge Arias. Op.
Cit. págs. 211-220.
31
social, los grupos medios predecían el empeoramiento de las condiciones económicas y las masas se
sentían a sí mismas sin representación en la vida nacional.”63
Al final el líder laborista había perdido
representatividad para los actores políticos y su aislamiento era cada vez mayor.
En julio de 1931 un editorial de la Revista “Helios”, al referirse a la gestión presidencial, decía:
“El Ingeniero Arturo Araujo se manifestó siempre amigo de los obreros, altruista y benefactor. Sus
propagandistas llevaron esas ideas de reivindicación social por todos los ámbitos del país, abultándolas y
rehaciéndolas, groseramente algunas veces, para que fuesen accesibles a las muchedumbres. Así podemos
afirmar rotundamente que no fueron los partidos araujistas quienes lo hicieron triunfar, sino el proletariado
ansioso de adquirir sus derechos de hombres... Nosotros creemos que los propagandistas prometieron
menos de lo que el Ingeniero Araujo está en disposiciones de hacer, pero más, mucho más de lo que la
situación actual puede dar.”64
Ciertamente que Araujo había heredado un país convulsionado por la crisis
social y económica, pero tampoco se mostró como un estadista capaz para enfrentarla. Tal y como lo había
dicho Pérez de Freineda en la campaña electoral, el país necesitaba que el futuro Presidente tuviera algo
más que “buen corazón”.
En este contexto de caos en el que ningún sector social importante se mostraba dispuesto a apoyar
la gestión gubernamental no resulta extraño que, para muchos, un golpe de estado hubiera parecido la
mejor alternativa. Quizá los únicos dispuestos a rechazar el golpe militar eran los dirigentes comunistas,
pero no contaban con los recursos para hacerlo y además, ante el desprestigio de Araujo era posible que el
golpe encontrara apoyo entre algunos sectores, como efectivamente sucedió. Martí, incluso consideró que
un nuevo gobierno que profundizara la represión podría ayudar a crear mayor descontento entre las masas,
lo cual ayudaría a la insurrección que ya se planeaba.65
Al final, el anunciado golpe se dio el dos de diciembre de 1931. Paradójicamente, el manifiesto de
los golpistas fundamentaba mucho de la justificación de su acción en los actos represivos llevados a cabo
en el gobierno de Araujo.66
Diferentes sectores se manifestaron en apoyo del nuevo gobierno. Incluso los
estudiantes universitarios se pronunciaron en términos favorables. “Ante todo permitan que los felicitemos
por su golpe de Estado. En realidad, los desatinos de Araujo impusieron a los militares la obligación moral
de derrocarlo.”67
No obstante, los estudiantes manifestaban su escepticismo sobre que esta única medida
pudiera sacar al país de la crisis.
Pocos días después de ejecutado el golpe el poder pasó a manos del General Maximiliano
Hernández Martínez. De este modo se cerró el intervalo de apertura política iniciado en 1927. En ese lapso
63
Everett Alan Wilson. Op. Cit. pág. 215. 64
Hacia donde vamos? Helios, V época, N° 32-37, julio de 1931, págs. 1 y 2. 65
Véase Roque Dalton. Op. Cit. pág. 251. 66
Antecedentes que precipitaron la caída del régimen del ingeniero don Arturo Araujo. Todo se venía
preparando para dar un golpe decisivo. Diario del Salvador, 5 de diciembre de 1931 pág. 1.
32
el país transitó por rutas prometedoras, pero las contradicciones sociales acumuladas, la falta de capacidad
de los dirigentes políticos para enfrentarlas, el obstinamiento de los sectores económicos dominantes en
mantener inalterable el sistema económico surgido de la expansión cafetalera, la desesperación de las
masas y la falta de experiencia política de sus dirigentes deslumbrados con la posibilidad de hacer una
revolución que apenas comenzaban a concebir se juntaron fatalmente para montar el escenario de la
tragedia de 1932. Hubo visionarios, como Alberto Masferrer, que advirtieron la tormenta que se
avecinaba, pero no fueron escuchados.
Conclusiones
Hacer un balance de los cambios ocurridos en El Salvador en el periodo que va de 1872 a 1931
escapa al alcance de esta investigación. Para hacerlo es necesario analizar con detenimiento otras
cuestiones, por ejemplo, la economía y los referentes culturales que se formaron en el periodo. Sin
embargo, pueden ponerse en discusión algunas ideas. A pesar de que la historiografía liberal insistió en
hablar de una "revolución liberal", al final fueron más las continuidades que las rupturas. Buena parte de
los logros reivindicados por los liberales no hubieran sido posibles sin el efecto acumulativo de los
gobiernos anteriores. En este punto debe destacarse la gestión de Francisco Dueñas, a quien el calificativo
de conservador no le hace justicia.
Los liberales salvadoreños no hicieron nada verdaderamente extraordinario, simplemente tuvieron
la habilidad de hacer la lectura correcta de posibilidades que se estaban abriendo. Esta afirmación no
desmerece su esfuerzo y capacidad para concebir un proyecto, realmente ambicioso si se contrasta la
realidad de la sociedad que gobernaban con la que pensaban construir. Ideales no les faltaron, pero no eran
utópicos soñadores, sino una abigarrada mezcla de agricultores, comerciantes, políticos de antiguo cuño,
intelectuales y militares sin escuela, unidos por un agudo sentido de pragmatismo. Solo insistieron en
cuestiones que eran imprescindibles para sus objetivos inmediatos; dejaron de lado otras que si bien eran
parte del credo liberal clásico no era posible llevarlas fácilmente a la práctica, ni reportaban rápidos
beneficios.
Para conseguir el crecimiento económico era preciso lograr un mínimo de estabilidad política,
tarea muy difícil pues si algo caracterizó la vida política salvadoreña en el siglo XIX fue la propensión de
los dirigentes políticos a transgredir el orden constitucional por ellos mismos diseñado. Varias veces hubo
que decretar nuevas constituciones, con el fin de darle apariencia de legalidad a los cambios de gobierno o
a las ambiciones de un presidente para continuar en el poder. Sin embargo, la constitución de 1886 fue
formalmente respetada; aunque no desaparecieron los arreglos turbios y los golpes de estado, por lo menos
se mantuvo el principio de alternabilidad presidencial.
67
Thomas Anderson. Op. Cit. pág. 124.
33
Además del progreso y la modernización del país, se trató de secularizar la sociedad; ello
implicaba reducir la influencia de la religión y promover la educación de la población. De esta manera se
tendrían ciudadanos libres de prejuicios ideológicos, conscientes de sus deberes y derechos, laboriosos y
alejados de los vicios. Sin embargo, en este punto los logros fueron magros, y lo fueron porque no se tuvo
la voluntad de invertir en la educación. Para la primera década del siglo XX, el sistema político liberal
había alcanzado cierto grado de madurez y fluyó sin mayores contratiempos hasta diciembre de 1931.
A finales de la década de 1920, los cambios operados en el sistema político al amparo del
inusitado ambiente de libertad electoral del gobierno de Romero Bosque, dieron espacio para que los
sectores subalternos se liberaran del dominio de los políticos tradicionales. Una característica importante
de las campañas electorales de esos años es que el tono de los discursos partidistas fue impuesto por las
exigencias de la masa votante. Aunque los candidatos no provenían, ni representaban a los grupos
subalternos, para tener aceptación tuvieron que acomodar sus propuestas políticas a las aspiraciones
populares. De allí, que cuando el ingeniero Arturo Araujo fue incapaz de cumplir las promesas hechas en
la campaña, inmediatamente perdió el apoyo que había obtenido. Por último, la aguda depresión
económica vino a demostrar las debilidades de la economía salvadoreña, que hasta entonces había capeado
más o menos exitosamente los avatares de su condición monoexportadora. El desenlace de este cúmulo de
contradicciones fue el levantamiento comunista de enero de 1932, el cual conmocionó las bases sobre las
cuales tradicionalmente se había fundamentado la sociedad salvadoreña.
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