Nuestra ruta hace un recorrido por la Cimadevilla de finales del siglo XIX, principios del XX, donde nació y vivió nuestro autor.
Para ello, la iremos ilustrando con la lectura de siete de los doce relatos contenidos en su obra "Gijonismo: recuerdos de la
niñez", que es su primer libro y que, aunque está escrito en castellano, ya recoge algún léxico en asturiano.
La ruta comienza en la iglesia de San Pedro, telón de fondo de alguno de sus relatos y lugar de donde salvo los restos de
Jovellanos de su destrucción. Hace paradas en diversos puntos de ―Cimavilla‖ y termina en la Plaza de Jovellanos con la visita
al Museo del mismo nombre. Veremos allí el ―Retablo del mar‖ de Sebastián Miranda y otras obras de Ventura Álvarez Sala,
Evaristo Valle, etc. que retratan personajes de Cimadevilla.
E milio Robles, más conocido por Pachín de
Melás, nació en el barrio de Cimadevilla de Gijón en la
calle Contracay, el 6 de Octubre de 1877. Hijo de fami-
lia obrera pobre y numerosa - tuvo 18 hermanos - pasó
en general una infancia feliz, aunque tuvo que sufrir
algunas veces la mofa de otros niños por ser tartamu-
do.
Sus padres le mandan interno al Colegio San José de
Oviedo, con la intención de que estudie y se haga cura;
y es allí donde toma contacto con la música, forma par-
te de algunos coros y conoce en la Semana Santa de la
Catedral a un flautista y poeta, famoso por sus compo-
siciones en asturiano, llamado Teodoro Cuesta que se
convertirá en su ídolo. Abandona el colegio de Oviedo
por falta de recursos familiares y vuelve a Gijón para
entrar de aprendiz en unos talleres mecáni-
cos. Conoce a su mujer Agapita Sánchez, con
la que se casa y tiene tres hijos.
Se le encuadra dentro de un movimiento cul-
tural propio de Asturias denominado
"regionalismo" que se desarrolla a principios
del siglo XX y al que pertenecen también
músicos, pintores, y escultores de esta épo-
ca.
Gana un segundo premio con su obra "La
Guelina" en un certamen científico-literario
presidido por Unamuno y a partir de aquí
empieza su producción literaria.
Es el escritor en lengua asturiana mas popu-
lar del primer tercio del siglo XX gracias a su
extensa obra teatral; pero cultivó todos los
géneros literarios: poesía, narrativa, artículo
periodístico e incluso realizó guiones para el
cinematógrafo mudo.
Colaboró en numerosas revistas y periódicos
de diferente símbolo político El Comercio, La
Prensa, El Noroeste, La Defensa del Obrero y
La Organización. Su “Kiosco Jovellanos‖ lla-
mado también ―La Farola‖ ubicado en la pla-
za del 6 de Agosto le sirvió como centro de
promoción de sus artículos hasta que se
quemó en 1930.
Salvó los restos de Jovellanos custodiados en
la cripta de San Pedro, cuando esta fue in-
cendiada y volada con dinamita y muere en
la cárcel del Coto el 6 de Marzo de 1938,
después de haber sido detenido, tras la to-
ma de Gijón por las tropas franquistas.
Poesía Pensatible Poemes en fueyes volande-
res
A los neños de la calzada
Los hay delicaos…
Cieguín gaiteru
Colaboraciones en obras
antológicas:
Los amantes de Teruel
E’na fiesta de la poesía
asturiana. Pepín y Florina
La escupitina
Narrativa
Les veyures de Pinón
Gijonismo
Coses de mieu.
El gaitero de Fonfría
Colaboraciones en obras
antológicas
Xacinto Cantarines
Medero, murmura la
floresta
Ártículos 1. «La obra de Jovellanos.
Las plantaciones». La Prensa, Gijón, 6 de mayo,
1928.
2. «Otra estatua a Jovella-
nos». La Prensa, Gijón, 30
de mayo, 1928.
3. «Jovellanos, profeta».-
La Prensa, Gijón, 8 de
junio, 1928.
4. «Jovellanos y la entrada
de Gijón. Luchas y sinsa-
bores. El Arco del Infante.
Reforma que se pretende».
La Prensa, Gijón, 14 de
julio, 1929.
Cimadevilla en el relato de Pachín de Melás
Teatro Monólogos
El tratu de Quicón el Magüetu
Xuaco busca criáu… ¡y ná
más!
Canuto El Quinto
Diálogos Veyures
¡Probe Melandru!
Mal de cañaes. Xuegos del día
o los mozacos d’agora
Los rapazos cantariegos o
Cad’un no suyo
El amor de Gorín
Regalín de la aldea
El holgazán
Cuento adaptado a escena Secadiella
Cuadro de costumbres asturianas La Peñuca
¡Hebía arreglu!
La herencia de Pepín
Na Quintana Al pie de la Santina
El llar asturiano
Morrió Albina
De telón adentro
Melodramas El último sermón
Los malditos Noche de luna Al sonar la salguera
Agua de Re-
manso
Los dos bobos
de Cón
Zarzuelas La Sosiega
El Filandón
Maravilla
Pastorela
La Esfoyaza
Aires de la sie-
rra
Dolinda
¡Lebrel!
E ste, del cual me voy a ocupar, fue uno de los
tipos más populares de nuestra villa.
Su nombre de pila era José María Larriba, pero en
todo Gijón no se le conocía más que por el sobre-
nombre de Coxín de la Soledá.
No solo por su conversación amena (y que a veces
le daba por parafrasear en verso con una facilidad
que para sí quisieran muchos), sino que era de esas figuras que,
vistas la primera vez, jamás se despintan de nuestra imaginación.
En su rostro había quien encontraba semejanza a las efigies del San-
to Cristo de Candás o al Ecce Homo de Noreña, pues tenía ese aire
místico que caracteriza a estas imágenes.
En cuanto a su vestimenta, era de lo más original. Usaba en toda
época del año un mac-ferlán muy antiguo, de color indefinido, efecto
de la acción del tiempo , y que le llegaba de cabeza a pies, dándole
un aspecto nada vulgar, y por debajo de él asomaba la patina coxa…
Q uiero deciros un secreto:
padezco una enferme-
dad rara, y más aún en estos
tiempos en que el hombre
blasona de cosmopolita. Es-
toy atacado de un padeci-
miento que yo llamo
―gijonismo‖, que, si en el
orden físico no me afecta, en
cambio moralmente me hace
sufrir mucho.
Siento un cariño grande hacia este pueblo
que llamamos con cierto mimo, ―perla del
cantábrico‖, y este cariño lo sintetizo a mi
modo: de Europa, España; de España, Astu-
rias; de Asturias, Gijón, y de Gijón la calle del
Contracay, donde pasé mi niñez haciendo
rabias a les marruques.
Pero, ¡siento decirlo!, no es por el Gijón de
hoy por el que sufro, sino por el otro que se
fue y en el cual pasamos los primeros años
de nuestras vidas.
Deseo que nuestra villa progrese, que se de-
sarrolle su riqueza y su vida sea próspera.
Pero, a medida que ella avanza, yo voy que-
dando atrás con lo mío, con lo que nadie será
capaz a arrancarme, ¡con mis recuerdos!
Podéis creerme, siento tristeza en el alma
cuando veo desaparecer a impulso de ese
mismo progreso los sitios que eran nuestro
encanto de rapazos, y entonces mi gijonismo
se recrudece más aún.
El fosu, la estacada, el paseo de Les Dames,
los bailes en la plazuela del Conde, les echa-
es en cá María el Tonel, y otras muchas cosas
más que se fueron, abriendo paso a lo nuevo,
a lo moderno, dejándonos a nosotros con
nuestras rancierías y antiguallas…
G i j o n i s m o
E n otros tiempos no muy lejanos
distinguidas familias encontra-
ban sumo goce en ayudar a sus
bebes en la construcción del naci-
mientos y lo que empezaba como
una diversión de los niños concluía
por ser una verdadera obra de arte
en cuanto a valor y gusto…
Nosotros los probinos no podíamos derrochar esas galanuras. Tenía-
mos que contentarnos con el que allá, valiéndonos de nuestro ingenio,
conseguíamos hacer, esgatuñando mofu de les muries por la aldea;
comprando figuras de barro más o menos escultóricas, en San Lorenzo;
haciendo de cartón y pan mazcao el portal de Belén, el molín y otros
edificios; figurando el río con cristal y el monte nevado con harina, sin
descuidar los pastorinos, que modelábamos con cera recogida en las
procesiones…
E l c o x í n d e l a s o l e d á
Tocante a cuartos, contábamos con ingresos que oscilaban más o menos. Al uno, de buena fami-
lia, le daban dos cuartos porque estudiase las lecciones, aparte de lo que ganaba cuando hacía las
visitas al padrino o tíos; al otro, un cuarto que le daba su madre por tener por el neñu y... nada
más, el probín; en cuanto a mí, contaba con un cuarto por llevar un cestu a la fábrica, y otro que
me daba la Chusca por ir con ella a misa de nueve a la capilla de la Barquera.
A los domingos celebrábamos junta de «accionistas» y echábase piedra para ver a quién le tocaba
gastar el primer cuarto: ya sabido esto, abríase «amplia discusión» para saber en qué y en dónde
se había de gastar. Uno quería un rosario de castañas de la Bartola, o rosquillas en casa de la Migayina; otro que de mayuques en
la plaza del Contracay. Y así por el estilo, hasta que dábamos fin a aquellos cuartos que tanta guerra nos hacían en los bolsillos.
Luego, a hacer barcos en la arena, a saltar a la estacada o a meternos en medio de la danza en la plazuela del Conde, y así día tras
día, hasta llegar a grandes y entrar en el laberinto de la vida...
M i s c a m a r a d a s
L o s n a c i m i e n t o s
10 Casa Natal Jovellanos
9 Fábrica de tabaco
Fundación Alvargonzález 6
2. Palcio Valdés
C. La Soledad 7
Palacio Revillagigedo 4
Punto de encuentro
1. Iglesia de S. Pedro
Iglesia de S.Pedro.
Presentación de Pachín
de Melás.
Lectura: Gijonismo
1
Palacio Valdés, hoy Cole-
gio de Santo Ángel.
Los Nacimientos
2
Antigua Cárcel, hoy Torre
de Reloj. Historia de
Cimadevilla
3
Plazuela del Conde, hoy
Palacio de Revillagigedo
y Colegiata.
Mis camaradas
4
Plaza de la Corrada. Fun-
dación Alvargonzález.
Gremio de mareantes
5
Capilla de la Soledad.
El Coxín de la
Soledá
6
Plaza de la Soledad.
―Benito Piniella”
7
―Campu les Monxes‖ Fa-
brica de tabacos.
“Una visita a la
Fábrica de Tabacos”
8
Casa natal Jovellanos..
“El cura la villa” Visita al Museo.
9
8 Plaza de la Soledad
T ratando de situarnos en el entorno de los relatos de nuestro autor, imaginamos esta pequeña sem-
blanza del barrio de Cimadevilla
C imadevilla era en aquella época un barrio habitado mayoritariamente por pescadores y familias que
trabajaban en la Fábrica de Tabacos.
Imaginémonos el Gijón de 1888, año notable porque se inauguran la traída de aguas de Llantones, la
plaza de toros de El Bibio, el teléfono público y el balneario de las Carolinas.
Gijón tendría entonces alrededor de 18.000 habitantes. Desde mediados de siglo, estaríamos viviendo
el momento de despegue industrial de la villa. Nuestra Dársena pasará de ser un puerto pesquero a ser
el puerto carbonero de Asturias.
El barrio de Cimadevilla siempre había sido ―Barrio de Pesquerías‖ y siempre había vivido cara al mar.
Barrio ―playu‖ de familias marineras y personajes como ―Placidín‖, ―Miguelón‖, o ―Peraldillo‖. Las pare-
jas, cuando se había dado bien la pesca, llegaban al atardecer a la Dársena bien repletas de ―pexes‖.
Entonces las mujeres de los pescadores bajaban de ―Cimavilla‖ por la ―Talaya‖ hacia las cuestas del
―Cholo‖ y de la ―Soleda‖ para ayudar a sus ―hombres‖ .Les ayudaban a subir el ―fatu‖ a la solana y
también a vender la docena de sardinas a cinco céntimos.
Los fines de semana cuando la pesca había sido propicia los chigres de ―Severa‖, ―Quintana‖, ―El Plane-
ta‖ y ―Las Ballenas‖ … estaban a rebosar y se tomaba una ―xarra de sidra
a tres perrines con derecho a un vasu‖. Las tiendas de ―Constante‖,
―Estébana‖ y la ―Praviana‖, que cuando la pesca no se daba, fiaban sus
comestibles, vendían al contado su productos: los huevos a perrina, el
vino de Valdepeñas a doce pesetas la arroba y la fruta, casi regalada
(una cesta grande de cerezas costaba dos reales).
Pero aquella vida siempre dedicada a la pesca, estaba ahora a punto de
cambiar; se empezaban a aplicar modernos sistemas para pescar y algu-
nas de las mujeres de estos hombres de mar, se habían empezado a
colocar en la Fábrica de Tabacos del Barrio Alto, asegurando así el sus-
tento de la familia durante todo el año. La Fábrica trajo la alegría al ba-
rrio, pero también cambió las costumbres ancestrales de los clanes y
familias marineras.
N
S
Torre del reloj 3
Colegiata 5
Esta ruta sigue la lectura del
libro ―Gijonismo‖. La mayoría
de cuyos relatos transcurren
en Cimadevilla.
r u t a
l i t e r a r i a
R u t a l i t e r a r i a
H oy me voy a ocupar del que gozó
más fama de célebre en nuestra villa: del
popularísimo Benito Piniella.
Su recuerdo hará que asome, a los labios
de quienes le conocieron, una sonrisa de
regocijo con solo pensar lo que a Gijón
tiene divertido con sus cosas.
Era chistoso por temperamento, pero no
chistes burdos, asquerosos, sino finos,
cultos, que no herían el oído de nadie,
haciendo lo que se dice reír sin gana, pues
sus ocurrencias eran lo que podíamos lla-
mar genuinamente quevedeadas.
Y no digamos que abusaba de su populari-
dad, antes al contrario, quizá él mismo no
se daba cuenta de ella.
Con su manera de decir las cosas, nadie podía negar
nada. Tenía, por ejemplo, regata de fumar y andaba el
hombre sin pitos, acercábase a un amigo cualquiera,
endosándole un pareado del tenor siguiente
Fui a la mar y vi un cenricu.
Y mandome pedite un pitu
Dicho del modo que él sabía hacerlo, nadie ponía resis-
tencia a la petición.
Y así sacaba la botellina cuando no tenía cuartos, y de
la misma manera convencía a la mujer cuando esta ron-
caba porque iba tarde pa casa; pero un día, cansada ya
de esperarle, cerró la puerta dejándole al raso; llega
Benito y, al ver cerrado, arrímase tranquilamente al din-
tel y canta aquello de:
Ábreme la puerta, dorado clavel,
Ábreme la puerta que te vengo a ver.
Y la mujer abrió, ¡ya lo creo!, al mismo tiempo que le
decía:
—Entra, hombre, entra. Ye bobá, non se pue contigo.
(…)
...pero con tan mala suerte que, sultiendo la
pelota sobre la espalda del agredido, fue a caer a los
mismos pies del señor cura. Al sentirla este junto a sí,
párase un momento mirando para nosotros y sigue su
paseo como si no fuera nada. Ahora si que nos amola-
mos – dice uno -.¡Cualquiera i la va a
pedir!
Voy yo – dice otro muy relamido
Y fue ¡ya lo creo! recibiendo un palo
que le hizo correr más que a paso sin
conseguir su objeto
En vista de la situación, celebramos
consejo arrimados al poyo de un
árbol, pues estábamos decididos a
rescatar a todo trance la pelota.
Y planes por aquí, discutir por otro lado,
allí van dos atrevidos y, a un descuido de
don José, hace uno como que va a cogerla
por delante al mismo tiempo que el otro,
fuxiéndola por detrás,
coge la pelota, echando
todos a correr por la calle-
ja de Fernando abajo,
dejando al señor cura
moviendo la cabeza y agi-
tando el bastón de enfa-
dado que se puso al ver
como se la urdimos .
T oma, vete a llevar esta comida
a la fábrica de tabacos, y dices
así: ―Pa la nieta de Juana Malverde, en
los pitos‖. Que no se te olvide ¿Eh?
Vete diciéndolo por el camín.
Y salgo yo reventao con el cesto y co-
rriendo cuanto podía. Subo por la
cuesta de la Cárcel y Campo las Mon-
jas arriba: aquí dejaba atrás una ces-
tera, más allá un hombre que, corre
que te corre, lleva la comida a la mujer, y...dejaba tam-
bién tras de mí un regatu de caldo, pues tanto ximielga-
ba el cesto, que todo lo vertía.
Y por fin llegué a la fábrica. Había una cola de gente has-
ta el portal, con cestos, esperando que les llegase el
turno de entregarlos.
Yo me pongo en la fila y, paso a paso, escalera a escale-
ra, fui subiendo hasta que me vi arriba delante de la
cuartillera.
Ya iba a dar el cesto y decir que mi
madre me mandó, cuando sin saber
cómo arrempúñenmelu de la mano y,
cogiéndome en pelondín, metenme
pa dentro y veóme en medio de un
taller de pitos teniendo delante de mí
a mi güela, la misma Juana Malverde,
que con los brazos puestos en jarras,
contémplame cariñosa, al mismo
tiempo que decía:
—Mirái al mi nietu.
Y aquí fue ello: levántense unas cigarreras y al verme
atontado en medio de aquel ruido y runrún de conversa-
ciones, quieren sacarme de mi asombro: esta me da un
beso, aquella me brinda con el postre de la comida, que
tuve que aceptar, y una más resuelta, cogiéndome de la
mano, empieza una correría por toda la fábrica para en-
señar mi personilla.
B e n i t o P i n i e l l a
E l c u r a l a v i l l a
U n a v i s i t a a l a f á b r i c a d e t a b a c o s
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