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Clase UC

Date post: 18-Feb-2016
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Clase de Diseño editorial
89
DISEÑO EDITORIAL
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Page 1: Clase UC

Diseño eDitorial

Page 2: Clase UC

Bases de la página

Page 3: Clase UC

¿Con qué se empieza

a diseñar una página?

Page 4: Clase UC
Page 5: Clase UC

Necesitamos algo que contenga a los elementos

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Necesitamos algo que contenga a los elementos

Página

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Necesitamos algo que contenga a la página

FORMATO

Page 8: Clase UC

El área que tenemos para realizar una composición

FORMATO

Page 9: Clase UC

En el diseño editorial

existe una gran

variedad de formatos.

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En el diseño editorial

existe una gran

variedad de formatos.

Pero la mayoría provienen de dos tamaños base…

Page 11: Clase UC

Carta / Oficio

Page 12: Clase UC

Pliego Carta : 57 x 87 cm Pliego Oficio: 70 x 95 cm

Page 13: Clase UC

Estos tamaños, que definen nuestro

formato, son derivados de nuestro sustrato

Page 14: Clase UC

Estos tamaños, que definen nuestro

formato, son derivados de nuestro sustrato

Page 15: Clase UC

¿Qué es el sustrato?

Page 16: Clase UC

Es el material y el soporte donde nuestro diseño se produce

Page 17: Clase UC

¿Nuestro producto tiene un solo sustrato?

Page 18: Clase UC

PArA definir nuestro diseño, necesitAmos, Antes que cuAlquier cosA…

Page 19: Clase UC

… definir nuestro formato y sustrato

Page 20: Clase UC
Page 21: Clase UC

ESPACIO BlAnCO

Page 22: Clase UC

ÁrEAquE

rODEA A lOS

ElEmEntOS

Page 23: Clase UC

ÁrEAquE

rODEA A lOS

ElEmEntOS

Page 24: Clase UC
Page 25: Clase UC
Page 26: Clase UC
Page 27: Clase UC

RetículasRetículas

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Page 29: Clase UC
Page 30: Clase UC

Conjunto de relaciones basadas en la alineación, actúan como guías en la distribución en los elementos de todo formato.

Cada retícula contiene las mismas partes básicas,con independencia del grado de complejidad que alcance. Cada parte cumple una función determinada.

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elementos de una retícula

Page 32: Clase UC

Márgenes: espacio exterior de la página, delimita la mancha tipográfi ca

Page 33: Clase UC

De pie o inferior

De cabeza o superior De rebase o exterior

De costilla, lomo o interior

Page 34: Clase UC

columnas: espacio vertical contenedor de los elementos gráfi cos

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Medianil: Separación entre columnas, se convierte en el espacio entre elementos

Page 36: Clase UC

campo reticular: espacio vertical contenedor de los elementos gráfi cos

Page 37: Clase UC

Intercampo: Separación entre campos reticulares

Page 38: Clase UC

Estos elementos generan módulos…

Page 39: Clase UC

…utilizados para la inserción de elementos

Page 40: Clase UC

Las reglas clásicas de los márgenes de una retícula

Page 41: Clase UC

La diagonal de la caja debe coincidir con la diagonal de la página

Page 42: Clase UC

La altura de la caja debe ser igual al anch o de la página

X

X

X

Page 43: Clase UC

El margen de cabeza debe ser la mit ad del margen de pie2a

a

Page 44: Clase UC

El margen de corte debe ser el doble del margen de lomo

2bb

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Composición

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dudé, porque no sabía si podía hacerlo delante de mamá. Re-flexioné. No tenía importancia alguna. Ofrecí un cigarrillo al portero y fumamos.

En un momento dado, me dijo: «Sabe usted, los amigos de su señora madre van a venir a velarla también. Es la cos-tumbre. Tengo que ir a buscar sillas y café negro.» Le pregun-té si se podía apagar una de las lámparas. El resplandor de la luz contra las paredes blancas me fatigaba. Me dijo que no era posible. La instalación estaba hecha así: o todo o nada. Después no le presté mucha atención. Salió, volvió, dispuso las sillas. Sobre una de ellas apiló tazas en torno de una ca-fetera. Luego se sentó enfrente de mí, del otro lado de mamá. También estaba la enfermera, en el fondo, vuelta de espaldas. Yo no veía lo que hacía. Pero por el movimiento de los brazos me pareció que tejía. La temperatura era agradable, el café me había recalentado y por la puerta abierta entraba el aroma de la noche y de las flores. Creo que dormité un poco.

Me despertó un roce. Como había tenido los ojos ce-rrados, la habitación me pareció aún más deslumbrante de blancura. Delante de mí no había ni la más mínima sombra, y cada objeto, cada ángulo, todas las curvas, se dibujaban con una pureza que hería los ojos. En ese momento entraron los amigos de mamá. Eran una decena en total, y se desliza-ban en silencio en medio de aquella luz enceguecedora. Se sentaron sin que crujiera una silla. Los veía como no he visto a nadie jamás, y ni un detalle de los rostros o de los trajes se me escapaba. Sin embargo, no los oía y me costaba creer en su realidad. Casi todas las mujeres llevaban delantal, y el cordón que les ceñía la cintura hacía resaltar aún más sus abultados vientres. Nunca había notado hasta qué punto podían tener vientre las mujeres ancianas. Casi todos los

[15]

hombres eran flaquísimos y llevaban bastón. Me llamaba la atención no ver los ojos en los rostros, sino solamente un res-plandor sin brillo en medio de un nido de arrugas. Cuando se hubieron sentado, casi todos me miraron e inclinaron la cabeza con modestia, los labios sumidos en la boca desden-tada, sin que pudiera saber si me saludaban o si se trataba de un tic. Creo más bien que me saludaban. Advertí en ese momento que estaban todos cabeceando, sentados enfrente de mí, en torno del portero. Por un momento tuve la ridícula impresión de que estaban allí para juzgarme.

Poco después una de las mujeres se echó a llorar. Estaba en segunda fila, oculta por una de sus compañeras, y no la veía bien. Lloraba con pequeños gritos, regularmente; me parecía que no se detendría jamás. Los demás parecían no oírla. Se mostraban abatidos, tristes y silenciosos. Miraban el féretro o a sus bastones, o a cualquier cosa, pero no miraban a nada más. La mujer seguía llorando. Yo estaba muy asom-brado porque no la conocía. Hubiera querido no oírla más. Sin embargo, no me atrevía a decírselo. El portero se inclinó hacia ella y le habló, pero sacudió la cabeza, murmuró algo, y continuó llorando con la misma regularidad. El portero vino entonces hacia mi lado. Se sentó cerca de mí. Después de un rato bastante largo me informó sin mirarme: «Estaba muy unida con su señora madre. Dice que era su única amiga aquí y que ahora ya no le queda nadie »

Quedamos un largo rato así. Los suspiros y los sollozos de la mujer se hicieron más raros. Sorbía mucho, luego calló por fin. Yo no tenía más sueño, pero me sentía fatigado y me dolía la cintura. Ahora me resultaba penoso el silencio de to-das esas gentes. Sólo de vez en cuando oía un ruido singular y no podía comprender qué era. A la larga acabé por adivinar

Caja de texto Folio

Márgenes

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-PLTP001-03 21/04/04 02:04 Page 22 -PLTP001-03 21/04/04 02:04 Page 23

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Niveles de lectura

Page 51: Clase UC

Ejes de lectura

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dudé, porque no sabía si podía hacerlo delante de mamá. Re-flexioné. No tenía importancia alguna. Ofrecí un cigarrillo al portero y fumamos.

En un momento dado, me dijo: «Sabe usted, los amigos de su señora madre van a venir a velarla también. Es la cos-tumbre. Tengo que ir a buscar sillas y café negro.» Le pregun-té si se podía apagar una de las lámparas. El resplandor de la luz contra las paredes blancas me fatigaba. Me dijo que no era posible. La instalación estaba hecha así: o todo o nada. Después no le presté mucha atención. Salió, volvió, dispuso las sillas. Sobre una de ellas apiló tazas en torno de una ca-fetera. Luego se sentó enfrente de mí, del otro lado de mamá. También estaba la enfermera, en el fondo, vuelta de espaldas. Yo no veía lo que hacía. Pero por el movimiento de los brazos me pareció que tejía. La temperatura era agradable, el café me había recalentado y por la puerta abierta entraba el aroma de la noche y de las flores. Creo que dormité un poco.

Me despertó un roce. Como había tenido los ojos ce-rrados, la habitación me pareció aún más deslumbrante de blancura. Delante de mí no había ni la más mínima sombra, y cada objeto, cada ángulo, todas las curvas, se dibujaban con una pureza que hería los ojos. En ese momento entraron los amigos de mamá. Eran una decena en total, y se desliza-ban en silencio en medio de aquella luz enceguecedora. Se sentaron sin que crujiera una silla. Los veía como no he visto a nadie jamás, y ni un detalle de los rostros o de los trajes se me escapaba. Sin embargo, no los oía y me costaba creer en su realidad. Casi todas las mujeres llevaban delantal, y el cordón que les ceñía la cintura hacía resaltar aún más sus abultados vientres. Nunca había notado hasta qué punto podían tener vientre las mujeres ancianas. Casi todos los

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hombres eran flaquísimos y llevaban bastón. Me llamaba la atención no ver los ojos en los rostros, sino solamente un res-plandor sin brillo en medio de un nido de arrugas. Cuando se hubieron sentado, casi todos me miraron e inclinaron la cabeza con modestia, los labios sumidos en la boca desden-tada, sin que pudiera saber si me saludaban o si se trataba de un tic. Creo más bien que me saludaban. Advertí en ese momento que estaban todos cabeceando, sentados enfrente de mí, en torno del portero. Por un momento tuve la ridícula impresión de que estaban allí para juzgarme.

Poco después una de las mujeres se echó a llorar. Estaba en segunda fila, oculta por una de sus compañeras, y no la veía bien. Lloraba con pequeños gritos, regularmente; me parecía que no se detendría jamás. Los demás parecían no oírla. Se mostraban abatidos, tristes y silenciosos. Miraban el féretro o a sus bastones, o a cualquier cosa, pero no miraban a nada más. La mujer seguía llorando. Yo estaba muy asom-brado porque no la conocía. Hubiera querido no oírla más. Sin embargo, no me atrevía a decírselo. El portero se inclinó hacia ella y le habló, pero sacudió la cabeza, murmuró algo, y continuó llorando con la misma regularidad. El portero vino entonces hacia mi lado. Se sentó cerca de mí. Después de un rato bastante largo me informó sin mirarme: «Estaba muy unida con su señora madre. Dice que era su única amiga aquí y que ahora ya no le queda nadie »

Quedamos un largo rato así. Los suspiros y los sollozos de la mujer se hicieron más raros. Sorbía mucho, luego calló por fin. Yo no tenía más sueño, pero me sentía fatigado y me dolía la cintura. Ahora me resultaba penoso el silencio de to-das esas gentes. Sólo de vez en cuando oía un ruido singular y no podía comprender qué era. A la larga acabé por adivinar

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dudé, porque no sabía si podía hacerlo delante de mamá. Re-flexioné. No tenía importancia alguna. Ofrecí un cigarrillo al portero y fumamos.

En un momento dado, me dijo: «Sabe usted, los amigos de su señora madre van a venir a velarla también. Es la cos-tumbre. Tengo que ir a buscar sillas y café negro.» Le pregun-té si se podía apagar una de las lámparas. El resplandor de la luz contra las paredes blancas me fatigaba. Me dijo que no era posible. La instalación estaba hecha así: o todo o nada. Después no le presté mucha atención. Salió, volvió, dispuso las sillas. Sobre una de ellas apiló tazas en torno de una ca-fetera. Luego se sentó enfrente de mí, del otro lado de mamá. También estaba la enfermera, en el fondo, vuelta de espaldas. Yo no veía lo que hacía. Pero por el movimiento de los brazos me pareció que tejía. La temperatura era agradable, el café me había recalentado y por la puerta abierta entraba el aroma de la noche y de las flores. Creo que dormité un poco.

Me despertó un roce. Como había tenido los ojos ce-rrados, la habitación me pareció aún más deslumbrante de blancura. Delante de mí no había ni la más mínima sombra, y cada objeto, cada ángulo, todas las curvas, se dibujaban con una pureza que hería los ojos. En ese momento entraron los amigos de mamá. Eran una decena en total, y se desliza-ban en silencio en medio de aquella luz enceguecedora. Se sentaron sin que crujiera una silla. Los veía como no he visto a nadie jamás, y ni un detalle de los rostros o de los trajes se me escapaba. Sin embargo, no los oía y me costaba creer en su realidad. Casi todas las mujeres llevaban delantal, y el cordón que les ceñía la cintura hacía resaltar aún más sus abultados vientres. Nunca había notado hasta qué punto podían tener vientre las mujeres ancianas. Casi todos los

[15]

hombres eran flaquísimos y llevaban bastón. Me llamaba la atención no ver los ojos en los rostros, sino solamente un res-plandor sin brillo en medio de un nido de arrugas. Cuando se hubieron sentado, casi todos me miraron e inclinaron la cabeza con modestia, los labios sumidos en la boca desden-tada, sin que pudiera saber si me saludaban o si se trataba de un tic. Creo más bien que me saludaban. Advertí en ese momento que estaban todos cabeceando, sentados enfrente de mí, en torno del portero. Por un momento tuve la ridícula impresión de que estaban allí para juzgarme.

Poco después una de las mujeres se echó a llorar. Estaba en segunda fila, oculta por una de sus compañeras, y no la veía bien. Lloraba con pequeños gritos, regularmente; me parecía que no se detendría jamás. Los demás parecían no oírla. Se mostraban abatidos, tristes y silenciosos. Miraban el féretro o a sus bastones, o a cualquier cosa, pero no miraban a nada más. La mujer seguía llorando. Yo estaba muy asom-brado porque no la conocía. Hubiera querido no oírla más. Sin embargo, no me atrevía a decírselo. El portero se inclinó hacia ella y le habló, pero sacudió la cabeza, murmuró algo, y continuó llorando con la misma regularidad. El portero vino entonces hacia mi lado. Se sentó cerca de mí. Después de un rato bastante largo me informó sin mirarme: «Estaba muy unida con su señora madre. Dice que era su única amiga aquí y que ahora ya no le queda nadie »

Quedamos un largo rato así. Los suspiros y los sollozos de la mujer se hicieron más raros. Sorbía mucho, luego calló por fin. Yo no tenía más sueño, pero me sentía fatigado y me dolía la cintura. Ahora me resultaba penoso el silencio de to-das esas gentes. Sólo de vez en cuando oía un ruido singular y no podía comprender qué era. A la larga acabé por adivinar

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ESTILOS TIPOGRÁFICOS

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RegularRomanaRedonda

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REGULARROMANAREDONDA

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CursivaItálica

Italica Itálica Italica Falsa Itálica

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VersalitasVersalitas

Small CapS

Small Caps

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BoldBoldBoldBold

BoldBoldBoldBold

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yesterday.Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experi-ence you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yesterday.

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s

the loneliest number since the number one.

“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experi-

ence you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One

is the loneliest number that you’ll ever know.

It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the lone-

liest number since the number one.“No” is the saddest experience you’ll ever

know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneli-est number that you’ll ever do. One is the

loneliest number that you’ll ever know.It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making

rhymes of yesterday.Because one is the loneliest number that

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.

“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.

It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yesterday.

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.

“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.

It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yes-terday.

Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll

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One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.

“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.

It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yes-terday.

Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll

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w Artistas de renombre wAIMEE M ANN

Lyric s

OneOne is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.

Subtítulo“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest ex-perience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know. It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yesterday.

Párrafo secundarioBecause one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneli-est number that you’ll ever know. One is the loneliest number. One is the loneliest number. One is the loneliest number that you’ll ever do.

Coro: One is the loneliest number, much much worse than two. One is the number divided by two

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Artistas de renombre

AIMEE MANN

Lyrics

OneOne is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s the loneliest number since the number one.

Subtítulo“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know. It’s just no good anymore since you went away. Now I spend my time just making rhymes of yesterday.

Párrafo secundarioBecause one is the loneliest number that you’ll ever do. One is the loneliest num-ber that you’ll ever know. One is the loneliest number. One is the loneliest num-ber. One is the loneliest number that you’ll ever do.

Coro: One is the loneliest number, much much worse than two. One is the num-ber divided by two

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ALTASVersalitasBold

ItalicasRegulares

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ALTASVersalitasversalitasBoldbold

Italicasitalicas

Regulares

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AltasALTAS

VersalitasVersalitasversalitas

Boldbold

Italicasitalicas

Regulares

Page 72: Clase UC

One is the loneliest number that you’ll ever do. Two can be as bad as one. It’s

the loneliest number since the number one.

“No” is the saddest experience you’ll ever know. Yes, it’s the saddest experience you’ll ever know. Because one is the loneliest num-ber that you’ll ever do. One is the loneliest number that you’ll ever know.

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Uso de imagen

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Relevo

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Anclaje

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