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CONSEJO DE LUCHA PAME
2
DEFINICIÓNES
I
La composición social de los territorios que actualmente
integran la Nación Mexicana, tal como es definida en el texto actual del
Artículo 2º del Contrato Social que es la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, posee un carácter pluricultural
sustentado originalmente en sus pueblos indígenas.
No obstante lo anterior, la característica principal de los pueblos
originarios es la pobreza y la marginación en la que vive la mayoría de
su población. Para dimensionarla se utiliza un índice de marginación
por localidad construido a partir de ocho indicadores:
a) Porcentaje de población analfabeta de 15 años o más.
b) Porcentaje de población de 15 años o mas sin primaria
completa.
c) Porcentaje de viviendas particulares sin agua entubada.
d) Porcentaje de viviendas particulares sin servicio sanitario
exclusivo.
e) Porcentaje de viviendas particulares con piso de tierra.
f) Porcentaje de viviendas particulares sin energía eléctrica.
g) Logaritmo del promedio de ocupantes por cuarto.
h) Porcentaje de población ocupada con ingresos de hasta dos
salarios mínimos.
Con base en este índice se estima que actualmente en el país
más del 90% de la población de los pueblos originarios vive con un alto
y muy alto grado de marginación, lo cual guarda una relación directa
con sus limitaciones para acceder a los medios que les permitan
producir directamente los bienes y servicios esenciales para satisfacer
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sus necesidades básicas o bien para generar los ingresos suficientes
para obtenerlos.
II
Cuando los europeos entraron en contacto con los pueblos
originarios del continente preamericano, les asignaron el concepto
genérico de indígenas o indios, y una condición diferente e inferior
desde el punto de vista racial, cultural, lingüístico, intelectual y
religioso, aplicando en los periodos de la conquista y la colonización un
criterio de asimilación y/o genocidio, dando lugar tanto al mestizaje, la
disminución de su población y la extinción de etnias como al
hibridismo cultural, la perdida de lenguas, cultura, sabiduría y
conocimientos ancestrales.
El periodo de conformación de los modernos estados nacionales,
a partir de las guerras independentistas y a pesar de que los pueblos
originarios supervivientes fueron actores fundamentales de estas
gestas fundacionales, no significó un cambio significativo en su
carcaterización ni, mucho menos, en su situación social y condiciones
de existencia, continuandose la aplicación de criterios de asimilación
y/o genocidio.
Esta visión se mantuvo prácticamente hasta mediados de la
decada de los cincuenta del siglo pasado, cuando tuvo un cambio
importante a partir de la acción de instituciones internacionales de la
Organización de las Naciones Unidas con la promulgación del
Convenio 107 sobre poblaciones indígenas y tribales de 1957, y su
posterior sustitución con la promulgación en 1989 del Convenio 169
sobre pueblos indígenas y tribales en países independientes y la
Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas en 2007, conformando los dos últimos documentos
la base y fundamento internacional de los derechos de los pueblos
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originarios de las naciones modernas fundadas sobre la base de la
conquista y la colonización.
III
Antes del arribo de los conquistadores españoles, en los
territorios que hoy componen la nacion mexicana existían diversas
entidades político-territoriales que no fueron reconocidas por los
europeos. Uno de los efectos de la conquista y la dominación colonial
fue la recreación de la comunidad como núcleo sociocultural. Las
congregaciones y las reducciones de estas comunidades dieron lugar a
los pueblos indios jurídicamente concebidos como repúblicas de indios.
En la Constitución de 1824 el trato que se les dio a los pueblos
originarios fue semejante al de extranjeros. En ella no se hacía
mención de la existencia de estos pueblos, al grado de que algunos
constituyentes incluso llegaron a proponer desechar del texto
constitucional el concepto indígena. Si por un lado en esta
Constitución en lo individual los componentes de los pueblos
originarios adquieren formalmente libertades y derechos similares a los
integrantes del resto de los sectores sociales de la población, como
entidades colectivas fueron objeto de leyes y reglamentos especiales
que los mantuvieron en una situación de marginación e inferioridad
con respecto a la población mestiza y blanca.
En la Constitución de 1857 de plano se excluyó a los pueblos
originarios, sometiendolos a una campaña de despojo de sus tierras
comunales, las cuales pasaron a manos de grandes latifundistas y
hacendados, sometiéndoseles a una situación de mortífera
sobreexplotación y violenta esclavitud en el periodo de la dictadura
porfirista. Situación que daría origen al lema de Tierra y Libertad con
la insurrección indígena-campesina dirigida por Julio Chávez López a
finales del siglo XIX, retomada programáticamente por los magonistas
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y el Partido Liberal Mexicano a principios del siglo XX,
consolidandose con el Plan de Ayala y la insurrección indígena-
campesina del Ejército Libertador del Sur comandada por el General
Emiliano Zapata.
Sin embargo, la Constitución de 1917 no retomó en general las
demandas sustantivas de los pueblos originarios, aunque dio una
respuesta a la demanda por la tierra, reconociendo el derecho de las
comunidades que la poseían bajo el régimen de bienes comunales,
mientras que a los antiguos pueblos despojados se les restituyó bajo
un nuevo régimen denominado ejido.
Más todavía, la conformación del nuevo pacto social con los
asesinatos de Emiliano Zapata y Francisco Villa por los
constitucionalistas, significó la puesta en marcha de un estándar que
ignoró a los pueblos originarios, llevando a su máxima expresión la
concepción liberal-burguesa de un estado-nación conformado por
individuos y no por colectividades, desconociendo en la vía de los
hechos la existencia de los pueblos originarios, su situación y
condiciones específicas.
En este contexto se instrumentaron desde el Estado programas
asimilacionistas dirigidos a los pueblos originarios bajo el supuesto de
“integrarlos” al desarrollo nacional a partir del criterio de que su
situación de pobreza y marginación derivaba de sus condiciones
culturales y sistemas de vida. Programas que, hay que puntualizar, no
fueron formulados por los pueblos originarios para la solución de
sus propios problemas, sino por sujetos absolutamente ajenos y
extraños a los pueblos originarios.
Sobre este paradígma, el gobierno mexicano adoptó como
criterio único de definición de la categoría de pueblos indígenas la
cuestión de la lengua, lo que explica en alguna medida los programas
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públicos implementados para su “desarrollo” desde un poco antes de
mediados del siglo pasado y cuyo objetivo proponía asimilar a los
pueblos originarios a la cultura nacional a través de la
castellanización. Esta visión del indigenismo mexicano alcanzó su
punto culminante en 1948 con la creación del Instituto Nacional
Indigenista (INI) como organismo público desentralizado del gobierno
federal dependiente de la Secretaría de Educación Pública. Criterios
que, no obstante la conformación y el establecimiento del marco
jurídico internacional y nacional de los derechos de los pueblos
originarios, prevalecen en la visión institucional de los gobiernos
neoliberales en los subsistemas públicos de educación indígena
bilingüe y en la orientación de los programas de la Comisión Nacional
para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).
De conformidad con estos criterios, para ésta última, por
ejemplo, en México existirían en la actualidad 62 pueblos originarios
que en conjunto constituirían cerca de 10 millones de habitantes,
concentrados algunos en territorios relativamente compactos con miles
de personas, mientras que otros se encontrarían dispersos en diversas
regiones sobreviviendo con unas cuantas familias en algunos casos.
Respecto a la población total del país representarían apenas
aproximadamente el 10%.
IV
No obstante los embates de la modernidad y a más de 500 años
de la conquista española, los pueblos y las comunidades de los pueblos
originarios han resistido y sobrevivido, y si bien es cierto son muy
diferentes a los que prevalecían en la época colonial e incluso hasta
hace apenas 20 o 30 años, mantienen los rasgos culturales de su
origen y han persistido sin asimilarse, sin renunciar a una identidad
propia específica que se expresa en diversas formas de vida
comunitaria, comunicación oral y literaria a través de sus lenguas,
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medicina tradicional, sabiduría ancestral y relación con la tierra en
particular y la naturaleza en general.
Actualmente la cosmovisión y la filosofìa de los pueblos
originarios se manifiestan en su simbología lingüística, en su manera
de ver el mundo, de practicar las relaciones humanas, de concebir la
relación del hombre con la naturaleza que, penetrada por el misticismo
y la religiosidad, involucra a las instituciones: la familia, la iglesia, el
gobierno y el régimen de tenencia y usufructo de la tierra.
En los pueblos y comunidades de los pueblos originarios se
integran y yuxtaponen lo tradicional y lo moderno. Esta dinámica es el
resultado de un choque de dos fuerzas. Por un lado, el sistema
tradicional que obstaculiza el acceso de lo moderno y, por el otro, lo
moderno que tiende a intervenir avasallando en la vida de las
comunidades.
La lengua sigue siendo el eje central de identidad como vehículo
de comunicación entre los miembros de la comunidad y con otras
comunidades. Desde el punto de vista del desarrollo, el fortalecimiento
de los sistemas lingüísticos de comunicación de los pueblos y
comunidades de los pueblos originarios continúa siendo clave para el
acceso a la educación formal, básica, media y superior, para el cambio
social y cultural, y para los proyectos de desarrollo productivo. En
contrasentido, la negación de sus lenguas ha conducido a la ocultación
y negación de su identidad, integrandose sólo a medias al idioma y la
cultura nacional.
El parentesco continúa siendo el soporte de la organización
social y comunitaria. Es en la comunidad donde se toman decisiones
políticas, económicas y religiosas. Como forma de supervivencia, los
modos tradicionales de producción, los sistemas comunitarios de
gobierno y las celebraciones religiosas dan continuidad y significado a
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los derechos y costumbres que durante más de 500 años han
mantenido.
V
Punto de partida fundamental en la definición de la categoría de
pueblos originarios es la cuestión territorial de acuerdo a sus
dimensiones política, cultural y natural.
La primera se refiere a la jurisdicción, gobierno, normas y
decisiones, que en México se expresa atomizadamente en núcleos
agrarios por lo general contiguos de un mismo pueblo originario, y
legalmente en alguna representación (no ejercida) en los cabildos
municipales.
La dimensión cultural se expresa como un espacio socialmente
constituido, donde se localizan, distribuyen y organizan las redes
sociales del asentamiento, significados y acciones colectivas de un
pueblo; aquí se incluye el territorio simbólico, ocupado por los pueblos
originarios en sus peregrinaciones, rituales religiosos, lugares sagrados
donde el mito del origen le asigna nombre a los ríos, planicies y
montañas en la lengua de los pueblos originarios, que la nomenclatura
de la cartografía oficial ignora.
La dimensión natural del territorio se refiere a los recursos
naturales, agua, tierra, fauna y vegetación. Así como la estrecha
relación entre lengua, actividad productiva y la dimensión natural, lo
que significa que los pueblos originarios poseen conocimientos sobre
biodiversidad que se han generado en interacción con sus territorios y
están compuestos por el conjunto de usos, costumbres e informaciones
sobre los organismos vivientes y los complejos ecosistemas en los que
viven. Conocimientos que generalmente se producen de manera
colectiva y son de carácter intergeneracional y acumulativo, además de
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producirse y mantenerse en el contexto cultural y biológico,
conformando una unidad indisoluble.
VI
Para enfrentar las amenzas, en los pueblos y comunidades de
los pueblos originarios se observan nuevos impulsos. El más destacado
es sostener y ampliar su fortaleza sobre el lema de que hasta ahora
han sobrevivido y sobrevivirán en el futuro, convirtiendose la
supervivencia en la prueba de su fortaleza.
No es posible dejar de mencionar y reconocer que estos nuevos
impulsos derivan tanto de las vertientes críticas del etnicismo de las
elaboraciones sociológicas del marxismo latinoamericano que abrevan
en los textos del peruano José Carlos Mariategui, como en las
vertientes latinoamericanas de la teología de la liberación, sobre la
práctica de las comunidades eclesiales de base y la opción
preferencial por los pobres.
Sin embargo y a pesar de que ambas vertientes destacan como
aspecto central de la problemática de los pueblos originarios la
cuestión económica y estructural de la conformación de las modernas
naciones latinoamericanas a partir de la subyugación colonial y el
subdesarrollo, cuya continuidad y prevalencia se manifiesta en la
dominación imperialista y la subordinación financiera y tecnológica, se
han venido desarrollando e imponiendo dos vertientes de un etnicismo
que, a falta de una mejor definición, calificaremos de ofensiva.
De carácter nacionalista la primera, directamente determinada
por la tradición antiimperialista del capitalismo de estado
latinoamericano en general y cubano en particular, y estrechamente
vinculada al llamado Socialismo del Siglo XXI derivado de la
autodefinida Revolución Bolivariana del hoy fallecido Hugo Chavez,
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se expresa en el proceso boliviano y cuyo máximo representante
mundial es el presidente Evo Morales.
De carácter utópico-tradicionalista la segunda, oscilando de la
tradición antiimperialista del capitalismo de estado mexicano y la
teología de la liberación en su primera etapa, pasando por el
trostkismo en la etapa del FZLN, para estacionarse finalmente en el
anarquismo con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y La
Otra Campaña (LOC), se manifiesta con el EZLN y las comunidades
neozapatistas de la selva lacandona en el sureste mexicano y cuyo
máximo exponente mundial es el Subcomandante Insurgente
Marcos.
Sin menoscabo de las valiosas aportaciones que estas dos
vertientes han realizado, particularmente con respecto a la posibilidad
material de trascender la visión defensiva de resistencia lingüística,
cultural y territorial, retomando la ofensiva tanto con la conquista del
poder público del Estado Capitalista como con la construcción de
autonomías sobre las bases de la autosuficiencia y el autogobierno a
pequeña escala, la situación de dominación global del neoliberalismo
en sus vertientes monópolico-corporativa del imperialismo
occidental y oligopólico-estatal del panhanismo granchino, así
como las condiciones de subordinación financiera y subdesarrollo
tecnológico de lationamerica en general, de Bolivia y México en
particular, imponen restricciones a su propio desenvolvimiento más
allá del los límites del capitalismo de Estado nacional a la primera y de
la pequeña producción mercantil precapitalista a la segunda.
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I
Los pames se llaman a sí mismos xi’ói (o sus variantes locales)
que de acuerdo con la investigación lingüística de Jacques Soustelle1,
significa hombre verdadero; este término se utiliza para referirse a
toda persona descendiente de no-mestiza; por lo anterior, y
estrictamente hablando, los vocablos pame y xi’ói no son gentilicios.
Sólo cuando hablan en español emplean la palabra pame para
autonombrarse. En la actualidad, el uso de las palabras pame y pamito
está cargado de un sentido peyorativo y sobre todo discriminatorio; no
obstante, así es como se les nombra, a sabiendas de que ellos dicen ser
xi’ói.
Dentro del estado de San Luis Potosí la zona xi’ói comprende
cinco municipios: Ciudad del Maíz, donde existen cinco comunidades,
entre las que destaca la de Villa de San José, que está conurbada con
la cabecera municipal; Alaquines, con diez comunidades xi’ói,
destacando la Colonia Indígena; Tamasopo, en el que destaca La
Palma, no sólo por su extensión territorial que abarca a su vez una
parte localizada en el municipio de Rayón, sino por ser justamente el
centro de origen y extensión del Consejo de Lucha Pame hacia los
municipios de Alaquines, Cárdenas, Lagunillas, Rioverde y Santa
Catarina; Rayón, con siete entre las que destaca Gamotes, y Santa
Catarina, con 20, siendo la más reconocida a nivel nacional e
internacional como centro de la pamería Santa María Acapulco. En el
estado de Querétaro se ubican tres comunidades xi’ói en una pequeña
parte del municipio de Jalpan de Serra.
En la actual región xi’ói, además del español, se habla su propio
idioma, llamado génericamente pame; muy próximos geográficamente,
1 Jacques Soustelle, La familia otomí-pame del México central, México, Fondo de Cultura
Económica, 1937.
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se encuentran hacia el oriente grupos de habla náhuatl y huasteca,
aparte de la población de otros pueblos originarios que ha emigrado a
la región xi’ói y que habla sus propios idiomas. Durante el siglo XX,
algunos lingüistas se dieron a la tarea de clasificar las lenguas de los
diferentes pueblos originarios de nuestro país. Así, Soustelle clasificó al
pame, al matlaltzinca, al otomí, al atzinca, al chichimeca (jonáz) y al
mazahua dentro de una misma familia: la otopame. Los idiomas
otopames, con el paso de los siglos, se fueron dividiendo hasta llegar a
los que se han nombrado. El pame, por ejemplo, estuvo dividido en
pame septentrional y meridional, este último hoy extinto. En la
actualidad, en el pame septentrional encontramos dos variantes
dialectales muy próximas entre sí: el pame del sur y el del norte2. No
obstante, los individuos que hablan estas dos variantes tienen
dificultades para comunicarse entre sí, debido, entre otras razones, a
que el idioma pame es nasal y también tonal, es decir, la entonación
determina el significado de las palabras. Así, la mayoría de los vocablos
entre ambas variantes no se pronuncian igual, o bien, gráficamente
son iguales pero su significado es distinto: son palabras homónimas.
La homonimia, además de crear confusión entre los hablantes de
ambas variantes, los conduce habitualmente, según refieren ellos
mismos, a situaciones jocosas.
II
Las primeras incursiones militares españolas que afectaron a la
población xi’ói se llevaron a cabo por el oriente, cuando en 1522
Hernán Cortés y sus aliados —mexicas y tlaxcaltecas del centro de
México— vencieron en la batalla de Coxcatlán a teenek, nahuas y,
presumiblemente, xi’ói. Durante este periodo, la apropiación de
esclavos y el otorgamiento de mercedes de tierra fueron dos hechos que
2 Leonardo Manrique Castañeda, “Esbozo descriptivo del pame meridional (dialecto de Jiliapan)”
en Margarita Velasco Mireles (coord.), op. cit., pp. 147-160.
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favorecieron el despoblamiento de la zona y, con el tiempo, el
acaparamiento de tierras. Mientras esto sucedía, los xi’ói se replegaron
hacia las zonas montañosas menos accesibles de la Gran Chichimeca,
lo cual afectó directamente tanto sus relaciones interétnicas como su
organización seminómada, pues ya no podían moverse con libertad. No
obstante, a pesar de esta situación, lograron sobrevivir y adecuarse a
esa nueva forma de vida.
Mientras no hubo un motivo específico para controlar el
territorio chichimeca, los conquistadores postergaron una penetración
definitiva. Pero cuando se dio a conocer el descubrimiento de las minas
de Zacatecas, a mediados del siglo XVI, y los caminos y reales de
minas que conectaban el centro con Zacatecas infringían ligeramente
el territorio chichimeca, los grupos que habitaban en él empezaron a
asaltar las caravanas que se dirigían hacia la zona minera. Este hecho
obligó a las autoridades españolas a emprender la pacificación de los
grupos enemigos, lo cual desembocó en una guerra conocida como la
guerra chichimeca. Con ella se logró pacificar, en 1589, los territorios
guachichiles, guxabanes y gumares, ubicados hacia Zacatecas y
Guanajuato, pero en esencia la región xi’ói no sucumbió tan
fácilmente.
Fue hasta entrado el siglo XVIII, cuando se consideró lograda la
pacificación de los xi’ói y jonaces, tras la batalla de la Media Luna
dirigida por el general Escandón, quien mató a diestra y siniestra a
cuanto “indio indómito” se le puso enfrente. Esta batalla mermó
considerablemente a la población jonáz. De los pocos indígenas que
quedaron vivos, la mayoría fueron mandados al centro del país en
calidad de esclavos.
III
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Para lograr su meta de control y pacificación, los españoles,
además de la estrategia militar, utilizaron una estrategia religiosa y
otra más de repoblamiento de la zona mediante colonos. Sin embargo,
este proceso fue lento debido a lo inaccesible de la región y a los
frecuentes ataques por parte de xi’ói y jonaces. La táctica religiosa fue
inmediata a la estrategia militar. Entre los principales grupos religiosos
que participaron en la congregación y evangelización de los xi’ói
durante los siglos XVI, XVII y XVIII, se encontraban los franciscanos
y los agustinos. Ambas órdenes llegaron con la consigna de salvar las
almas de los indios. Fueron los agustinos quienes dieron la pauta para
la agricultura y la ganadería de autoconsumo que deberían practicar
los indios congregados, mientras que los franciscanos se enfocaron a
aplicar censos y a impartir talleres con la ayuda de nahuas, otomíes y
purépechas, traídos de los territorios conquistados al sur para así
facilitar la congregación de los xi’ói. Durante el siglo XVIII, las
misiones se constituyeron como centros de población india pluriétnica,
la cual poco a poco llegó a la integración y al mestizaje.
La congregación y evangelización de los xi’ói no fueron nada
sencillas para ninguno de los actores. Por un lado, los xi’ói vieron cómo
sus tierras fueron progresivamente habitadas por seres barbados,
vestidos con caparazones —semejantes a los armadillos—, que además
cargaban armas y montaban a unos animales muy grandes y sabrosos
—la afición de los xi’ói por la carne de caballo provocó persecuciones y
matanzas por ambos bandos. Los xi’ói también enfrentaron a otro tipo
de extraños, señores sin pelo vestidos con indumentos muy largos, que
les hablaban en otra lengua, les hacían señas y luego los trataban de
convencer de que sus costumbres no eran las adecuadas. Así comenzó
una etapa en la que los religiosos levantaban una pequeña iglesia de
madera y los xi’ói la reducían a cenizas, y si por fin lograban retener a
los xi’ói en la misión, un buen día, al amanecer, el fraile se encontraba
prácticamente solo: los xi’ói habían regresado al monte debido a que la
época de escasez de alimentos había terminado, o bien porque habían
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sido amenazados de muerte por colonos y militares cercanos a la
misión.
Luego de los intentos militares y religiosos, arribaron los colonos
como actores de la tercera estrategia de conquista y pacificación. Los
colonos, grupo compuesto por españoles y criollos en busca de tierras
para la agricultura, eran enemigos del paternalismo misionero que
había acaparado las mejores tierras para la Iglesia y los indios. Así las
cosas, los cuatro grupos principales (colonos, soldados, misioneros y
xi’ói) estuvieron en constante conflicto durante tres siglos. No fue sino
hasta 1770, cuando la Corona confió en que los xi’ói habían sido
finalmente sedentarizados y evangelizados, que se dio por concluido el
objetivo de las misiones, motivo de la secularización. Una vez que los
misioneros abandonaron el territorio, los xi’ói quedaron desprotegidos;
entonces los colonos y militares vieron la oportunidad de quedarse con
las tierras misionales. Ante este hecho, los xi’ói de nueva cuenta se
replegaron hacia las montañas, y los hacendados asumieron
finalmente la supremacía económica y política, acaparando, en
muchos casos, hasta las tierras que los xi’ói utilizaban como coto de
caza y recolección. Este proceso se acrecentó durante el siglo XIX con
el resurgimiento de las haciendas, que atrajo a nuevos colonos y
hacendados a la región.
En suma, la historia de los xi’ói ha sido un constante ir y venir,
táctica gracias a la cual pudieron sobrevivir y perdurar como grupo,
aunque las múltiples relaciones que debieron establecer los condujeron
a redefinir muchas de sus costumbres.
Actualmente son sedentarios, pero aún presentan algunos
rasgos que provienen de su pasado seminómada. Sin embargo, toda
estrategia tiene un costo: en las movilizaciones que un día los
salvaron de la extinción, sacrificaron, ante los terratenientes
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españoles, criollos y mestizos, la mayor parte de las tierras
cultivables de las que hoy carecen.
IV
Los habitantes de la región xi’ói estuvieron durante el siglo XIX
inmersos en un fuerte proceso de integración al sistema económico-
social del naciente país. Esto alentó su participación en la lucha que le
dio origen, así como en la revuelta protagonizada por el Ejército
Regenerador de la Sierra Gorda, a mediados del siglo y cuyo centro se
hallaba en Rioverde.
Ya en el siglo XX, y en el contexto de la lucha revolucionaria
originada en 1910, la región xi’ói se distinguió por las acciones
armadas de los hermanos mestizos Saturnino, Magdaleno y Cleofas
Cedillo, oriundos del municipio de Ciudad del Maíz, y por los grandes
movimientos armados que los habitantes de la región protagonizaron.
Las consecuencias inmediatas fueron el abandono total de muchos
pueblos y ranchos ocupados por xi’ói, además de una gran mortandad
entre ellos.
La participación de los xi’ói dentro del movimiento
revolucionario pronto fue reconocida al encontrar respuesta positiva a
sus demandas de dotación ejidal o restituciones de terrenos
comunales. Lograron constituirse los ejidos de La Palma (1919), La
Olla de Durazno (1920), Santa María Acapulco (1922) y Gamotes
(1923).
V
La región xi’ói comprende en su extensión diversos parajes, su
hidrografía y orografía no son regulares. Al norte, la tierra es
prácticamente infértil, muy erosionada o bien con suelos demasiado
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delgados, como los de la parte árida del sur. Los suelos fértiles
predominan en el centro de la región.
El territorio presenta una distribución irregular de especies
biológicas. En cuanto a la flora, las partes frescas o frías tienen
vegetales xerófilos, con encinares y escasos pinares; las partes
calurosas son abundantes en matorrales y cactáceas; los lomeríos de
las tierras bajas muestran una vegetación de xerezona, con mezquites,
huizaches y otros chaparrales; la parte más húmeda presenta
pastizales y vegetación perennifolia, con bosques de cedro rojo y roble.
En su fauna son relativamente abundantes los reptiles e
insectos, lo son mucho menos las aves y mamíferos, y prácticamente
carece de batracios y peces.
Destacan por su explotación agropecuaria, realizada en mayor
medida por mestizos que por los xi’ói, los siguientes ecosistemas: los
"Llanos de Moctezuma", que son muy productivos y se localizan en el
municipio de Alaquines, los valles de Canoas y de Rayón, los
terrenos fértiles de Tamasopo y la cuenca del Rioverde.
La tenencia de la tierra en la región xi’ói sigue el esquema ejidal
y su extensión gira alrededor de las 73 868 has, también existe la
propiedad privada, aunque su extensión es mínima.
La agricultura es la actividad preponderante entre los xi’ói, que
realizan los varones, tanto los jóvenes como los adultos, y rara vez las
mujeres. Los principales productos por área son: en Ciudad del Maíz,
maíz, frijol, caña, café y árboles frutales como mango, papaya y
plátano. En La Palma, maíz, frijol, así como caña, café, camote,
calabaza, chile, borraja y lenteja. En Alaquines, tabaco, chile y
cereales. Por último, en Santa María Acapulco, sobresalen el maíz, el
frijol, la caña de azúcar y una considerable cantidad de frutas. Como
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en el caso de tantas otras regiones de los pueblos originarios, las
mejores tierras se encuentran en manos de los mestizos, mientras que
las menos fértiles están en manos de los xi’ói.
Los sembradíos de maíz, frijol, calabaza y chile proporcionan los
principales productos al régimen alimenticio de los xi’ói. Se consumen
también alimentos obtenidos por recolección, entre los que sobresalen
derivados del maguey y el chamal, que es la raíz de una planta del tipo
de la palma; la cacería no representa una fuente importante de
alimentos.
La venta de la fuerza de trabajo principalmente se da en el corte
de la caña y secundariamente en la acción del vareo de frijol, en Rayón.
Algunos de los xi’ói emigran a San Luis Potosí a realizar trabajo
asalariado no calificado, y otros a las ciudades de Tampico,
Monterrey o incluso a ciudades de Estados Unidos.
Los principales lugares de comercio son las cabeceras
municipales de Rioverde, Cárdenas y Tamasopo. En resumen, el
cultivo de básicos, la cría de dos o tres cabezas de ganado y la venta
temporal de trabajo en los centros de agricultura avanzada, han sido la
estrategia de sobrevivencia económica de los xi’ói.
VI
En la cultura xi’ói la familia es el núcleo rector, y está formada
por un patriarcado donde se considera la opinión de la mujer para la
toma de algunas decisiones. El miembro más viejo de la familia es el
jefe de la misma. Para integrarse como grupo, los problemas más
agudos a los que se enfrentan los xi’ói son a la dispersión de las
comunidades y a la emigración; este último problema se ha agravado
en los años recientes, ya que se ha convertido en un fenómeno
definitivo y de núcleos familiares completos.
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La organización civil dentro de la región sigue, en lo general, el
régimen de los ayuntamientos y en lo particular el sistema ejidal. Los
representantes de la organización ejidal, así como de otros cargos de
administración de orden, justicia, etcétera, son los comisariados
ejidales, los cuales no son xi’ói exclusivamente.
Existen paralelamente los gobernadores tradicionales aunque
no en toda la región. Históricamente, este cargo tuvo en sus inicios
una gestión exclusivamente religiosa, con el tiempo su influencia se fue
extendiendo a las cuestiones agrarias y de administración civil y de
justicia.
VII
Por la región xi’ói cruza la carretera federal número 70, que va
de San Luis Potosí a Ciudad Valles; por ésta, se llega al área xi’ói de La
Palma. Hay un acceso a la región por el norte, que llega a Ciudad del
Maíz, y por la carretera que sale de la ciudad de San Luis Potosí hacia
Matehuala, se desvía en el entronque de El Huizache para ir hacia el
este, hasta Ciudad Mante, Tamaulipas. De Rayón hacia Ciudad del
Maíz se extiende una carretera en partes pavimentada y en partes
revestida; ésta es el acceso a Alaquines y Ciudad del Maíz. También de
Rayón, pero en dirección sur, corre un vía estatal actualmente en
partes pavimentada y en partes revestida que lleva a las cabeceras
municipales de Santa Catarina y Lagunillas, el cual es la entrada hacia
Santa María Acapulco. Para llegar a la fracción queretana de esta área
se toma una vía que parte de la carretera Jalpan y continúa a
Querétaro, Rioverde y San Luis Potosí.
El ferrocarril fue un medio de transporte que tuvo relativa
importancia para los xi’ói, hasta que llegó el trazo de la carretera.
Dentro de la región xi’ói, las estaciones relevantes son las de Las
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Tablas, Cárdenas, Canoas, Espinazo del Diablo y Tamasopo,
prácticamente en desuso en la actualidad, a raiz de la privatización de
Ferrocarriles Nacionales de México en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Finalmente hay una pista de aterrizaje abandonada, próxima a la
comunidad de Cárdenas.
La carencia de agua, tanto potable como para la producción
agrícola, es uno de los problemas más agudos de la mayor parte de la
región. Casi los únicos puntos que cuentan con agua potable entubada
son los conurbados a las cabeceras municipales; en los demás sitios se
hace uso de pozos, jagüeyes, ojos de agua y arroyos.
La electricidad abarca sólo en un 20% de las comunidades xi’ói;
menos desfavorecidas son aquellas conurbadas o próximas a las
cabeceras municipales.
Las telecomunicaciones se concentran también en las cabeceras
municipales; entre ellas destaca la estación de radio "La voz de la
Huasteca", a cargo de la Comisión Nacional Para el Desarrllo de los
Pueblos Indígenas (CDI), antes Instituto Nacional Indigenista (INI),
situada en Tancanhuitz de Santos, San Luis Potosí; parte de la
programación está dirigida a los xi’ói, y parte de la programación se
transmite en su idioma.
En la región xi’ói, la enseñanza institucionalizada cuenta con 35
centros de educación preescolar; 17 primarias con organización
incompleta; 9 primarias con organización completa; 27 primarias
unitarias y 9 albergues escolares; así como con cinco secundarias
federales; seis telesecundarias estatales; 9 Centros de Bachillerato
por Cooperación, entre los que destaca el Centro de Bachillerato
“Josefa Ortíz de Domínguez” administrado por el Consejo de Lucha
Pame, localizado en El Epazote, siendo el único de su tipo que cuenta
con infraestructura propia; un Colegio de Bachilleres -en Rayón-; un
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Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario -en Ciudad del
Maíz-; y un Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de
Servicios -en Cárdenas. En estas dos últimas poblaciones se
encuentran también los únicos centros de enseñanza profesional de la
región. En resumen, es posible decir que la región xi’ói es muy pobre
en términos de infraestructura.
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A finales de 1980 se presentó en las oficinas del PSUM un grupo
de xi’ói de la comunidad de La Palma encabezados por su
Gobernador Tradicional, Don Francisco De la Cruz (“Don Panchito”),
buscando el apoyo del partido para la lucha que estaba dando en
defensa de sus bosques de encino, ya que entre los concesionarios que
el corrupto y corruptor Carlos Jonguitud Barrios solapaba y los
ilegítimos Comisariados Ejidales de La Palma, mayoritariamente
mestizos y ladinos, realizaban una depredadora explotación de la
riqueza forestal con jugosas ganancias para ellos, mientras los
legítimos propietarios de la tierra y de los bosques, los xi’ói de La
Palma, siempre hambrientos y explotados, recibían la miserable
cantidad de $6.00 por cada durmiente puesto a borde de las vías del
ferrocarril para el mantenimiento de éstas.
La palabra combativa del primer y único diputado local del PCM,
el Prof. Carlos Javier López Torres, había llegado hasta sus apartadas
comunidades a través de los medios informativos, motivándolos a
buscarle con la idea de que les respaldara para obligar al gobierno a
poner un alto a los abusos y atropellos de que eran objeto, haciendo
frente común contra el Gobernador del Estado. Desgraciadamente, a
estas alturas de la historia, una gran parte de los encinales había sido
ya talada.
El grupo encabezado por Don Panchito estaba formado por los
representantes de algunos de los anexos de La Palma: Don Mateo, de
Pozos Cuates; Don Jesús Escudero, de Agua Puerca; Don Epitacio,
de Las Guapas; Don Agustín Castillo, de Cuesta Blanca; Don Odón,
de Tierras Coloradas; Don Amado, de Tanque del Borrego; Don
José Hernández, de Paso del Sauz; Don José Martínez, de El
Obispito; Don Justino, de El Cañón de la Virgen, entre otros. Siendo
idea del Prof. Carlos López Torres, bajo la influencia aun del
“sovietismo” de la vieja guardia estalinista, que esta singular y
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autogestionaria organización de base, conformada por los xi’ói de La
Palma a partir de sus ancestrales métodos asamblearios fusionados
con las mayordomías de las tradiciones religiosas del catolicismo y la
democracia representativa del liberalismo de la ilustración, se
denominara “Consejo de Lucha Pame”.
Después de esta etapa de lucha, clarificado ya el objetivo
fundamental del Consejo de Lucha Pame: el reconocimiento y
respeto como sujeto de derecho agrario y de la integridad de su
tierra bajo la modalidad de núcleo agrario comunal del Pueblo
xi’ói de La Palma, la dirección del partido, ya para entonces PSUM,
influida más por una visión antropológica academicista que de justicia
social y agraria, fue relegando a segundo plano el objetivo fundamental
de la lucha del pueblo xi’ói de La Palma, para terminar asimilándolo al
electoralismo absolutamente dominante ya en la etapa partidista PMS-
PRD, como una simple reserva de votos y al olvido finalmente sus
legítimas aspiraciones de justicia social y agraria.
En 1994, a raíz de la aprobación del elitista y antipopular
Reglamento de Actividades Comerciales en la Vía Pública por
parte de los diputados locales de todos los partidos del espectro
electoral con presencia en el Congreso del Estado (PRD incluido),
aprobado a su vez por los integrantes del Cabildo de todo los partidos
del espectro electoral con presencia en el H. Ayuntamiento de San Luis
Potosí (PRD incluido), un grupo de comerciantes ambulantes de la
capital, asesorados por el joven Miguel Ángel Wong Soto, se resiste a
ser desalojado de las áreas de trabajo localizadas en el Centro
Histórico, concitando la respuesta autoritaria del navista arrepentido,
Mario Leal Campos, y del pri-navista Horacio Sánchez Unzueta, a la
sazón Presidente Municipal de la Capital y Gobernador del Estado
respectivamente.
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Encarcelados los principales dirigentes de los ambulantes y su
asesor bajo cargos de delitos políticos, la lucha adquiere los rasgos de
una defensa del Estado de Derecho y del respeto pleno e irrestricto de
garantías individuales tales como el derecho de manifestación, de
petición, de asociación, de trabajo y de debido proceso, que culmina
finalmente con la excarcelación negociada (que no el sobreseimiento de
los procesos judiciales) de los indiciados y la conquista de “tolerancias”
(que no la derogación del mencionado ordenamiento reglamentario)
para los ambulantes en resistencia, a las cuales se acogieron de
inmediato las direcciones oportunistas de organizaciones del comercio
en vía pública que previamente habían negociado con las autoridades
la reubicación de sus agremiados.
Una vez fuera de la cárcel y al efecto de continuar y profundizar
la lucha por el restablecimiento del Estado de Derecho en San Luis
Potosí y por la derogación del elitista y antipopular Reglamento de
Actividades Comerciales en la Vía Pública, y en virtud de la actitud
asumida fundamentalmente por los representantes populares del PRD
en el Congreso del Estado y el H. Ayuntamiento de la capital, un grupo
de 30 comerciantes ambulantes militantes del PRD, plenamente
identificados con la congruencia y combatividad de Miguel Ángel Wong
Soto, deciden en un acto público en la Plaza de Armas de la capital
quemar sus credenciales electorales y partidistas y anunciar la
conformación de una Organización Social de orientación
revolucionaria, ideológicamente definida sobre las concepciones del
Marxismo-Leninismo-Maoísmo, dando lugar al surgimiento de la
Coordinadora del Movimiento Amplio Popular y a un modelo de
promoción popular multisectorial, que se constituye de inmediato en
heredera natural de las luchas históricas del pueblo potosino.
Habiendo sido parte de este esfuerzo de lucha y organización, y
coparticipe como integrante de la Comisión de Trabajo Popular del
PCM-PSUM de las actividades partidistas con el Consejo de Lucha
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Pame, entre las tareas de promoción y crecimiento sectorial de la
CMAP, se me asignó la tarea de invitar al pueblo xi’ói de La Palma a
retomar la lucha por su reconocimiento y respeto como sujeto de
derecho agrario y de la integridad de su tierra bajo la modalidad de
núcleo agrario comunal, reconstituyendo y reorganizando el Consejo de
Lucha Pame, ya como sujeto de derecho indígena sobre la consigna de
Dignificación de la Raza Pame, al efecto de hacer realidad sus
legítimas y ancestrales aspiraciones de justicia social y agraria.
Por una de esas curiosas sincronías del proceso histórico-social,
decepcionado por el electoralismo y el abandono en que el PRD había
finalmente relegado al pueblo xi’ói de La Palma, Don Luis Sánchez
González de El Epazote, de inmediato simpatiza con el proyecto,
creándose una empatía de extraordinaria sinergia con la que escribe
estas líneas, que facilitó la labor de reconstituir el Consejo de Lucha
Pame.
Así, integrado nuevamente el pueblo xi’ói de La Palma en el
Consejo de Lucha Pame, y unido este orgánicamente a la Coordinadora
del Movimiento Amplio Popular, comprendiendo poco a poco que la
lucha del pueblo en defensa de sus derechos sólo lo puede dar el
pueblo mismo, unido y organizado, se ha desarrollado en los últimos
años la lucha contra los ricos y su gobierno, quienes han intentado por
todos los medios destruir esta unión con intrigas, represión y
encarcelando al compañero Miguel Ángel, a quien mantuvieron preso
por 4 años, 8 meses y 15 días, tratando de destruir y desaparecer
nuestra querida organización.
Años en que el Consejo de Lucha Pame participó activa y
denodadamente en la resistencia en contra del perverso, ladrón y
miserable Marcelo De los Santos Fraga.
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Esta última etapa, como en toda lucha auténtica y legítima de
las masas populares, ha dejado al descubierto a los traidores y
cobardes que habían estado agazapados usufructuando para su
beneficio personal la lucha del pueblo y que, aliados con los esbirros de
los ricos y su gobierno, se frotaban las manos y se relamían los labios,
creyendo ingenuamente que podrían manipular a las masas
conscientes y derrotar a su línea de dirección marxista-leninista-
maoísta; logrando, por el contrario, la depuración organizacional y una
mayor cohesión orgánico-ideológica del modelo de promoción popular
de la CMAP y el CLP, con la clara conciencia y convicción de que sólo el
pueblo, unido y organizado, logrará al final derrocar a los ricos y su
gobierno, cuyo desarrollo y crecimiento ha permitido la integración de
más y más grupos y comunidades de la Zona Media del estado al
Consejo de Lucha Pame, unificando en una sola voz el grito de guerra
de los más desprotegidos y olvidados.