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Creencias y Practicas Religiosas

Date post: 10-Jul-2016
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CREENCIAS Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS Jesús de Nazaret nació en una familia israelita. Nació de madre judía, fue circuncidado 1 al octavo día y educado en el judaísmo. Desde niño aprendió de sus padres las costumbres tradicionales, asistió con naturalidad a las sinagogas y peregrinó al templo de Jerusalén para las grandes fiestas religiosas. Interesa, por tanto, acercarse al entorno del judaísmo palestinense para conocer el ambiente de creencias, tradiciones y prácticas religiosas en el que creció y desarrolló su actividad. Por lo que se refiere a la práctica religiosa judía hace veinte siglos el protagonismo central correspondía al culto en el templo, aunque cada vez se consideraba más importante el cumplimiento de la Toráh o Ley de Dios 2 , a la que se debía dedicar el mayor empeño posible para conocerla con detalle y cumplirla con exactitud. Como en los cinco libros del Pentateuco que constituyen la Ley hay bastantes pasajes en los que afirma que el Señor mandó: «haz esto» o «no hagas aquello», los maestros de la Ley fueron preparando elencos de estos mandatos positivos y negativos hasta llegar a la tradicional lista de los 613 mandamientos que era necesario cumplir. Además, bastantes de ellos podían tener muchos casos particulares que se consideraba imprescindible estudiar y conocer a fondo. En la vida corriente de cada día, quien deseara cumplir todos los mandamientos debía prestar especial atención sobre todo a las numerosas cuestiones relativas a la observancia del sábado, a la comida y a la pureza legal, ya que eran las que se planteaban con mayor frecuencia. En la alimentación era decisiva la distinción entre alimentos puros e impuros, lo que implicaba una depurada técnica incluso en la forma de matar a los animales puros cuya carne se iba a comer, 1 La circuncisión consiste en cortar el prepucio del varón y se realizaba a los ocho días de nacido, como señal de pertenencia a la raza de Abraham, de inserción al pueblo de Israel y de compromiso con la Alianza hecha con Dios. 2 Lo conformaban los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. TEMA 0
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CREENCIAS Y PRÁCTICAS RELIGIOSAS

Jesús de Nazaret nació en una familia israelita. Nació de madre judía, fue circuncidado1 al octavo día y educado en el judaísmo. Desde niño aprendió de sus padres las costumbres tradicionales, asistió con naturalidad a las sinagogas y peregrinó al templo de Jerusalén para las grandes fiestas religiosas. Interesa, por tanto, acercarse al entorno del judaísmo palestinense para conocer el ambiente de creencias, tradiciones y prácticas religiosas en el que creció y desarrolló su actividad.

Por lo que se refiere a la práctica religiosa judía hace veinte siglos el protagonismo central correspondía al culto en el templo, aunque cada vez se consideraba más importante el cumplimiento de la Toráh o Ley de Dios2, a la que se debía dedicar el mayor empeño posible para conocerla con detalle y cumplirla con exactitud. Como en los cinco libros del Pentateuco que constituyen la Ley hay bastantes pasajes en los que afirma que el Señor mandó: «haz esto» o «no hagas aquello», los maestros de la Ley fueron preparando elencos de estos mandatos positivos y negativos hasta llegar a la tradicional lista de los 613 mandamientos que era necesario cumplir. Además, bastantes de ellos podían tener muchos casos particulares que se consideraba imprescindible estudiar y conocer a fondo.

En la vida corriente de cada día, quien deseara cumplir todos los mandamientos debía prestar especial atención sobre todo a las numerosas cuestiones relativas a la observancia del sábado, a la comida y a la pureza legal, ya que eran las que se planteaban con mayor frecuencia.

En la alimentación era decisiva la distinción entre alimentos puros e impuros, lo que implicaba una depurada técnica incluso en la forma de matar a los animales puros cuya carne se iba a comer, para garantizar que quedasen totalmente desangrados3. Igualmente, al confeccionar el menú no se podía olvidar el pensar cuidadosamente qué se iba a comer, ya que nunca se deberían mezclar carne y leche, o mejor, productos cárnicos con productos lácteos en la misma comida, e incluso con varias horas de diferencia.

También era importante realizar las purificaciones adecuadas, de las vasijas y demás objetos de uso corriente, de las manos o de todo el cuerpo, según los casos.

1 La circuncisión consiste en cortar el prepucio del varón y se realizaba a los ocho días de nacido, como señal de pertenencia a la raza de Abraham, de inserción al pueblo de Israel y de compromiso con la Alianza hecha con Dios. 2 Lo conformaban los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.3 Se tenía cuidado de no comer sangre, porque se consideraba principio de vida donde residía el alma.

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La cercanía de gentes de origen judío y helenístico (judíos que no vivían en Jerusalén, pertenecían a la diáspora), sobre todo en Galilea, llevaba a muchos a excluir a los paganos (los que no eran de raza judía) del ámbito de sus rela-ciones sociales para no contaminarse con los usos y costumbres profanos. Pero no todos actuaban así. También había numerosas familias judías que no se preocupaban en exceso por atenerse a tan largas y complejas prescripciones, y se ajustaban a un modo de vida muy similar al de los gentiles. Sin embargo, las personas o familias observantes eran muy cuidadosas en lo referente a guardar el descanso sabático, los usos culinarios y algunas costumbres en la vida social. En concreto, se evitaba un trato cercano con los gentiles como el que podría suponer visitarlos en sus casas o comer con ellos.

En esos momentos, un aspecto central lo desempeñaba el culto en el templo, que, casi terminada por aquel entonces su reconstrucción, gozaba de un esplendor material que posiblemente no había tenido precedentes tan gloriosos en su larga historia. Los levitas y sacerdotes cuidaban tanto las instalaciones como el desarrollo de las ceremonias de culto, de modo que todo fuese adecuado y digno.

Para penetrar el sentido de lo que allí se hacía y los modos concretos de dar culto a Dios utilizados en el santuario (Templo de Jerusalén) se requiere conocer lo esencial acerca del culto en la religión de Israel y de sus fundamentos, así como de la función que desempeñaba el sacerdocio en esas tareas. Por eso nos detendremos a mirar hacia atrás para seguir, aunque sea con brevedad, el desarrollo histórico de las grandes cuestiones cultuales.

1. El sacerdocio y el culto en Israel en época romana.

Aunque durante el dominio romano de Palestina el poder político, estuvo en manos de los gobernadores, el sumo sacerdote conservaba también una fuerte influencia en la vida civil, pues era el jefe del Sanedrín, cuyas competencias en el ámbito regional eran respetadas por los romanos. Por eso, ante lo que se podría considerar una desacralización del sacerdocio institucional, que dejaba en segundo plano las tareas de mediación ante Dios para asumir responsabilidades de mayor incidencia en el ámbito social y político, surgió una reacción por parte de quienes propugnaban una purificación del sacerdocio.

Así, en una obra judía probablemente del s. I a.C. llamada el Testamentos de los Doce Patriarcas, se insiste en la necesidad de una purificación del sacerdocio en ese tiempo. Por ejemplo, el Testamento de Leví, después de enumerar muchos de los abusos del sacerdocio israelita a lo largo de su historia, concluye diciendo que «se interrumpirá el sacerdocio. Entonces el Señor suscitará un sacerdote nuevo, a quien serán reveladas todas las palabras del Señor. Él juzgará rectamente en la tierra durante muchos días»4.

4 Testamento de Leví, XVIII, 1-2

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2. El culto en el temploEl judaísmo del tiempo de Jesús miraba siempre al TEMPLO. Desde siglos antes, exigía restringir el culto público a Dios a un único lugar, que era el templo de Jerusalén.

Gracias en parte a la política de Herodes el Grande, Jerusalén se había convertido en el centro espiritual de todo el judaísmo, tanto del palestinense como de aquellos judíos de la diáspora que vivían dispersos en las orillas del Mediterráneo y en muchos lugares importantes del Imperio romano e incluso fuera de sus fronteras.

Con la restauración del templo comenzada por Herodes en fase muy avanzada, el santuario ofrecía en tiempo de Jesús un esplendor muy notable.

La propia arquitectura del templo, constituía una invitación a reflexionar sobre su significado religioso. Se trataba, como es sabido, de un inmenso edificio, en cuyo centro estaba la morada del Señor (santo de los santos), a la que sólo era posible llegar después de un complejo periplo a través de los diversos espacios y niveles. Al recinto más interior sólo podía acceder el sumo sacerdote y en los momentos previstos. Los que más se podían acercar a él eran los sacerdotes, que, también por la posición que ocupaban en el edificio, resultaba claro que eran mediadores entre los hombres y Dios. Fuera del atrio de los sacerdotes estaba el atrio de los varones israelitas, e inmediatamente después el de las mujeres. Por último, al atrio de los gentiles todos podían entrar, independientemente de su raza o religión. Para acceder al lugar de la presencia del Señor era necesario llegar por el camino reglamentado. El acceso a lo más Santo se hacía a través de unas separaciones rituales, de espacios y de niveles sucesivos.

De este modo, incluso la arquitectura expresaba la santidad como una escala de niveles separados que concurren hasta la presencia del Señor. En

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medio de las naciones está un pueblo santo, Israel, que tiene en su corazón a Dios. Para acceder a él se requieren unos mediadores, que son los sacerdotes, con el sumo sacerdote a la cabeza.

2.1. Los sacrificios del cultoEl templo, suntuosamente ampliado y enriquecido por Herodes, era el único lugar del mundo donde se podían ofrecer sacrificios al Señor, de acuerdo con todos los requisitos necesarios para que fueran agradables y dignos de él. Solo ahí se lograba la expiación gracias al culto ofrecido con pureza y santidad por los sacerdotes.

Además del sumo sacerdote y la aristocracia sacerdotal, había en aquellos momentos en torno a 7200 sacerdotes. En su mayoría vivían fuera de Jerusalén y sólo acudían cuando les correspondía a su turno. Los turnos eran de una semana, y oficiaban 50 sacerdotes cada día. De entre ellos se sorteaba por la mañana y por la tarde aquel al que correspondía ofrecer el incienso en el altar correspondiente, dentro del Santo, antes del sacrificio de la mañana y después del de la tarde. El sábado se reunían los 300 sacerdotes que componían el turno y habían oficiado esa semana en los seis días anteriores.

En todo lo que se refiere al culto, los sacerdotes eran ayudados por los levitas. Había en aquel tiempo 9.600 levitas repartidos en 24 secciones. Además de ayudar a los sacerdotes, les correspondía lo relativo a la música y el canto, la vigilancia de las puertas así como las tareas de mantenimiento y conservación del edificio.

En el templo se ofrecían a diario varios sacrificios. Eran fijos el sacrificio matutino, poco después de la salida del sol, y el sacrificio vespertino, a primeras horas de la tarde. Cada mañana y cada tarde se ofrecía un holocausto en nombre de todo el pueblo, pero cada día se ofrecían muchos otros a título particular, de fieles que llevaban unas víctimas para que los sacerdotes las ofrecieran.

En el holocausto ('olah) la víctima animal se quemaba por completo como reconocimiento de la soberanía del Señor sobre todas las cosas. De ordinario se sacrificaban toros, carneros o cabritos, machos y sin ningún defecto. También se podían ofrecer corderos, e incluso tórtolas o palomas, que eran la ofrenda habitual de los más pobres. El holocausto tenía un sentido de homenaje y súplica a Dios, pero también podía ser ofrecido para dar gracias, en cumplimiento de un voto, o en determinadas circunstancias, como era el caso de las mujeres cuando habían dado a luz y se había cumplido el tiempo de la purificación.

También se ofrecían con frecuencia sacrificios expiatorios o sacrifi cios por el pecado (hatta't), que estaban previstos para todos aquellos que transgrediesen por inadvertencia las prescripciones de la Ley. Lo que debía ofrecerse en cada caso, atendiendo al pecado o delito cometido y a la persona que lo hace –ya sea un sacerdote, o un jefe del pueblo, o una persona del pueblo llano, o bien todo el pueblo–, estaba cuidadosamente reglamentado.

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Los sacrificios por el pecado denotan un respeto sumo por la Alianza de Moisés en el Sinaí. Quedaban en segundo plano circunstancias que actualmente serían de gran importancia, tales como la voluntariedad o advertencia y la involuntariedad o inadvertencia. Lo más característico era el rito de la sangre, que no sólo se derra-maba al pie del altar, sino que se utilizaba para asperger la cortina del templo y teñir los cuernos que había en las esquinas del altar. El más solemne de estos sacrificios es el que ofrecía el sumo sacerdote en el Yom Kippur, pues en esa ocasión entraba en el Santo de los Santos. Esto se hacía así, según los relatos bíblicos, en el templo de Salomón, pues allí se guardaba el Arca de la Alianza. En esos tiempos pasados, cuando estaba allí el Arca de la Alianza, rociaba con la sangre del novillo y del macho cabrío sacrificados, el «propiciatorio» (llamado Kapporet, y era la tapa que cubría el Arca).

Los sacrificios de reparación o sacrificios por el delito (asham) se ofrecían para reparar una ofensa inferida a Dios mediante daño causado en las cosas sagradas, o bien a una persona o a sus bienes. En ellos se inmolaba normalmente un carnero.

Un tipo de sacrificios muy populares eran los sacrificios de comunión o sacrificios pacíficos (shelamim). Se solían ofrecer en cumplimiento de un voto, en acción de gracias, o simplemente como manifestación espontánea de devoción. También se ofrecían para pedir algo al Señor. En este caso no se consumía en el fuego todo el animal, sino sólo la grasa y ciertas vísceras, como intestinos, hígado o riñones. Lo que restaba de la víctima se repartía entre el sacerdote y los oferentes, para comerlo. Lo más característico es la comunión, esto es, la participación en ese banquete sacrificial, celebrado en el templo, de quienes lo ofrecían, compartiendo la comida con sus familiares y amigos.

Elementos rituales comunes a los sacrificios cruentos:

1. La presentación de la víctima, que se llevaba bien lavada, para que los sacerdotes se cerciorasen de su integridad.

2. La víctima era llevada al atrio, donde sería sacrificada. Una vez allí, se tendía la victima cerca del altar, y el oferente, después de haberse purificado las manos, las imponía con fuerza sobre la cabeza del animal.

3. Seguidamente se inmolaba la víctima degollándola y desangrándola por comple-to. La sangre se recogía y se derramaba al pie del altar. El rito de efusión de sangre era fundamental. Según el dicho rabínico: «Sin efusión de sangre no hay expiación». Esto se consideraba imprescindible para que el holocausto y el sacrificio expiatorio realmente expiasen los pecados rituales.

4. Por último, la víctima era cortada en trozos (excepto en el holocausto, que se dejaba entera) y se quemaba sobre el altar. Excepto en el holocausto, en que se quemaba toda ella, en los demás sacrificios se reservaban algunos de esos trozos, bien determinados, para el consumo de los sacerdotes o de los oferentes, según los casos.

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Junto con los sacrificios cruentos, eran frecuentes los ritos de oblación (minjab, «don», «tributo»), en los que se ofrecían productos provenientes del cultivo de la tierra. Se trata de una ofrenda de flor de

harina amasada con aceite. Parte de ella se quemaba junto con incienso, y el resto quedaba a disposición de los sacerdotes.

2.2. Las ceremonias del cultoLas ceremonias eran solemnes, y las ropas de los sacerdotes, muy ricas. Flavio Josefo realiza una interesante descripción de esas vestiduras:

«Los sacerdotes que no tenían ninguna impureza subían al altar de los sa-crificios y al santuario revestidos de lino fino. Se abstenían sobre todo del vino puro por terror religioso, para no hacer ninguna trasgresión en la liturgia.El sumo sacerdote iba con ellos, pero no siempre,

sino solamente en los días séptimos, en los novilunios y en las fiestas nacionales o en las solemnidades anuales que reúnan a todo el pueblo. Oficiaba las ceremonias con unos calzones que cubrían sus muslos y sus partes pudendas, encima una túnica de lino y sobre ella un manto de color violeta que le llegaba hasta los pies. Se trata de una vestidura ceñida con una cenefa en su parte más baja. De esta cenefa pendían campanillas de oro y granadas, que se alternaban unas con otras. Las campanillas simbolizaban el trueno y las granadas el rayo. La banda que sujetaba la túnica al pecho tenía cinco franjas bordadas de diversos colores: oro, purpura, escarlata, además de lino fino y de violeta, de lo que también estaban tejidas, como ya dijimos, las cortinas del templo.

Llevaba también un efod con la misma mezcla de colores, aunque en él había más oro. El efod tenia la forma de una coraza ajustada y se abrochaba con dos fíbulas de oro, en forma de un pequeño escudo, en las que estaban engastadas las más bellas y grandes sardónices que llevaban grabados los nombres de las tribus de la nación. Por delante del efod había otras doce piedras, dispuestas en cuatro filas, tres en cada una de ellas: sardónice, topacio, esmeralda, rubí, jaspe, zafiro, ágata, amatista, ópalo, once, berilo y crisolita, sobre cada una de las que también estaba grabado uno de los nombres de las tribus.Una tiara de lino fino, bordada en color violeta, cubría su cabeza. La rodeaba otra corona de oro que tenía en relieve las letras sagradas que son las cuatro consonantes.El sumo sacerdote no iba vestido así todos los días, sino de forma más sencilla. Sólo llevaba esta indumentaria cuando entraba en el Santo de los Santos, una vez al año, el día en que es costumbre que todos los judíos ayunen en honor de Dios»5.

5 Flavio Josefo, De bello iudaico, V,229-236, en H. Sh. J. Thackeray (ed.), Josephus. The jewish war, books IV-VII, Londres, 1961

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3. Las sinagogasEran lugares donde los judíos recibían instrucción o escuchaban la lectura de los libros sagrados.

En tiempo de Jesús había numerosas sinagogas tanto en Palestina como en las ciudades del Imperio donde vivía una comunidad judía. Allí se reunían, especialmente los sábados y fiestas, para escuchar la lectura de los textos proféticos y de la Ley, y ser instruidos en su cumplimiento mediante la predicación de los maestros de la Ley. Los predicadores tenían una gran influencia en el pueblo, pues ayudaban a interiorizar la piedad y a que las enseñanzas de la Toráh (el Pentateuco) se plasmaran en las costumbres de los hogares y de las familias.

Las excavaciones arqueológicas apenas proporcionan información sobre las sinagogas en tiempo de Jesús, ya que muchas de ellas fueron incendiadas y destruidas durante la primera revuelta judía contra Roma (66-73 d.C.), y sobre sus ruinas se edificaron otras que son aquellas cuyos vestigios se pueden contemplar ahora. Solían ser edificios de planta rectangular sin ábside, con hileras de columnas en su interior, y bancos corridos adosados a las paredes. En muchas de las sinagogas de Judea y Galilea la entrada miraba en dirección a Jerusalén, y en la pared de la fachada, por dentro, había un estrado y unas hornacinas donde se guardaban los libros sagrados. En las reuniones, los asistentes se situaban de cara a ese muro de la entrada donde estaba el estrado y desde el que se leía y explicaba la Escritura.

En la liturgia sinagogal de los sábados lo más importante era la lectura de la Toráh (o Pentateuco), que era continua, de modo que se leía completa en un ciclo trienal. Cada pasaje de la Toráh llevaba asociada una haftarah o lectura profética que tenía alguna relación con el texto de la Toráh que correspondiera leer esa semana. La lectura se hacía en hebreo y después se traducía al arameo intercalando, si era preciso, una explicación que ayudase a comprender el texto. Tanto la lectura como la explicación de los textos leídos se podían encomendar a alguno de los asistentes que estuviese capacitado para realizarla. Esto se hacía sobre todo si asistía algún forastero ilustre a la reunión.

4. Las fiestasLas fiestas eran unos momentos privilegiados, distribuidos a lo largo del año, para revivir y agradecer los dones y la protección que Dios había dispensado a su pueblo.

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En la antigüedad las principales fiestas anuales del pueblo judío eran la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Más recientes, aunque también importantes en tiempos de Jesús, son el Día de la Expiación, el Día de la Dedicación y Purim. Junto a estas festividades anuales hay que mencionar, por su importancia en la vida religiosa, el sábado y las neomenias.

4.1.SábadoDía santo, consagrado al Señor, en el que se conmemoraba la Alianza de Dios con Moisés en el Sinaí y la misma creación. Su observancia esta prescrita en el Decálogo. Se festejaba con gozo, y en él era obligado descansar de todo tipo de trabajos. Desde las últimas horas de la víspera se encendía la candela del sábado, se cambiaban las ropas ordinarias por otras de mayor calidad, y toda la familia se disponía con gozo para la celebración.

El descanso sabático no es el descanso del perezoso que no quiere trabajar, sino el de quien se alegra en la contemplación de la tarea realizada tras un trabajo intenso, a imitación del Señor, que descansó después de la obra de la creación del mundo.

El sábado la actividad de culto en el templo era más intensa, pues a los sacrificios cotidianos se añadía el sacrificio de dos corderos, junto con una ofrenda.

4.2.Día de Luna NuevaLa neomenia o día de luna nueva era el primer día del mes, teniendo en cuenta que en Israel se sigue un calendario lunar. Estaba mandado que ese día hubiera un solemne holocausto de toros y carneros, junto con un sacrificio por el pecado. Era un día dedicado a alabar el nombre de Dios y a agradecer los beneficios divinos. Aunque su celebración fue decayendo, todavía se menciona en el Nuevo Testamento.

4.3.PurimSe celebraba los días 14 y 15 del mes de Adar (febrero-marzo). Era precedida de un ayuno el día 13. En ella se recordaba que Dios había librado a su pueblo cuando se encontraba en situaciones muy difíciles. Para actualizar esa enseñanza se leía en las sinagogas el libro de Ester, que narra la liberación de los judíos que vivían en Persia de las manos de su enemigo Amán, ministro del rey Asuero, gracias a Ester y Mardoqueo. El nombre de la fiesta responde al modo en que Amán había establecido el día de la matanza de los judíos: lo había echado a suertes entre varios meses. La palabra hebrea purim significa precisamente «suertes». Esta fiesta era la menos religiosa y no parece que tuviera especial relevancia en la Palestina del NT.

4.4. Dedicación (Hanukká)Se conmemoraba el día en que Judas Macabeo purificó el templo de Jerusalén, que había sido profanado tres años antes (en el 167 a.C.) por

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Antíoco IV Epífanes. El mismo Judas estableció que todos los años, el 25 del mes de kislew (en torno a diciembre), se celebraran las efemérides del gran acontecimiento. En tiempos de Jesús se le daba también el nombre griego de fiesta de las Encenias (enkainia, inauguración). Ese día se ofrecían sacrificios en el templo y se organizaban procesiones en las que se cantaban himnos y salmos. Se encendían muchas luces para iluminar el templo, las sinagogas y las casas, por lo que fue llamada también «fiesta de las luces».

4.5. Año Nuevo (Rosh ha-Shanah)La fiesta del Año Nuevo se celebraba al comienzo del otoño, el día 1 del mes de tishre (septiembre-octubre), el primero del año según el calendario judío aun vigente, y no se sabe bien qué sentido religioso te-nía asociado en aquellos tiempos.

En momentos anteriores había estado ligada a la realeza del Señor, y su entronización en Jerusalén, en la línea que sugieren algunos salmos sobre el reinado del Señor desde el monte Sión. Sin embargo, en textos judíos de épocas posteriores esta fiesta fue asociada a la consideración del juicio de Dios sobre este mundo y las acciones de los hombres. Los diez días siguientes deben ser de arrepentimiento y conversión, y cul-minan en el Día de la Expiación o Yom Kippur.

4.6.Día de la Expiación (Yom Kippur)Se celebra el día 10 del mes de tishre (septiembre-octubre). Sus principales características eran el elemento penitencial y su austera solemnidad. Se prescribía un ayuno riguroso y la abstención de toda clase de trabajos manuales. La fiesta tenía por finalidad borrar todos los pecados de la nación, incluidos los de los sacerdotes y los príncipes del pueblo, así como expiar las faltas e impurezas que los sacrificios ordinarios no habían podido cancelar. Servía también para purificar el santuario de toda contaminación que el contacto con los hombres pecadores pudiera haber producido. En el templo actuaba solamente el sumo sacerdote. Era el único día del año en que podía entrar en el «Santo de los Santos».

En esa ocasión el sumo sacerdote comenzaba por sacrificar un novillo por sus pecados personales y por los pecados del linaje sacerdotal. Entraba a continuación en el «Santo de los Santos», asperjaba con la sangre, salía luego para una nueva ceremonia: de entre dos machos cabríos se escogía a suertes uno, que se sacrificaba por los pecados del pueblo. El sumo sacerdote volvía a entrar con la sangre de este animal en el «Santo de los Santos», y hacía una nueva aspersión. Luego, con la sangre del novillo y del macho cabrío sacrificado, ungía el altar de los holocaustos.

Después de haber salido del templo, el sumo sacerdote imponía las manos sobre la cabeza del otro macho cabrío, que no había sido sacrificado, indicando con ello que cargaba sobre el todos los pecados y faltas, voluntarios e involuntarios, de los israelitas. Este animal era

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llevado desierto, donde quedaba abandonado. La celebración continuaba luego con algunas lecturas bíblicas relativas a la fiesta y la recitación de varias oraciones. El sumo sacerdote, poniéndose las vestiduras sacerdotales solemnes, sacrificaba otros dos carneros en holocausto –uno por él y otro por el pueblo– y realizaba el resto de los sacrificios acostumbrados, despidiendo finalmente al pueblo con una bendición.

El Día de la Expiación era el día en que Israel se reconciliaba con Dios. Devolvía al pueblo hebreo el carácter de pueblo santo, mediante el perdón de todo lo que podía separarlo de su Dios, de todos los pecados que habían sido cometidos durante el año y habían quedado sin reparación.

4.7.Pascua (Pesaj)La Pascua (Pesaj), que se celebraba junto con la fiesta de los Ácimos, era la primera de las grandes fiestas anuales. En la Pascua se revivía la antigua tradición acerca de la salvación del pueblo de Israel, cautivo en Egipto, cuando el ángel exterminador pasó de largo ante las casas de los hebreos e hirió mortalmente solo a los primogénitos de los egipcios mientras respetaba las de los israelitas. Se celebraba el 14 de nisan (marzo-abril), es decir, el día del primer plenilunio de primavera. La fiesta de los Ácimos, que se festejaba a la vez, se caracterizaba por la consagración a Dios de la nueva cosecha del año.

Además, ambas fiestas se debían celebrar según el rito oficial y comenzar la noche con la que se inicia el 14 de nisan comiendo la cena pascual. Se prolongaban durante una semana en la que estaba prohibido comer pan con levadura e incluso mantener levadura en las casas. Los días más solemnes eran el primero y el último, así como el sábado que caía entre el 14 y el 21 de nisan.

En los primeros tiempos después del Destierro el banquete pascual se celebraba como se describe en el capítulo 12 del libro del Éxodo: de pie, aprisa, como dispuestos para el viaje. Con la asimilación de las cos-tumbres helenísticas fue tomando cada vez más un carácter festivo: se comía estando recostados, duraba varias horas y se ajustaba a un deta-llado ritual.

4.8.Pentecostés (Shebuot)La fiesta de las Semanas (Shebuot), o de Pentecostés, se celebraba siete semanas después de la fiesta de los Ácimos y tenía por objeto dar gracias a Dios por la terminación de la cosecha de cereales (trigo, cen-teno y cebada). Como en Pascua, también en esta fiesta debían comparecer en el templo todos los varones del pueblo de Israel. Por esto eran muy numerosos los peregrinos que acudían a Jerusalén para la fiesta de todas partes y de todas las comunidades judías esparcidas por el mundo.

Poco antes de la época en la que vivió Jesús, esta solemnidad se había convertido en el memorial de la renovación de la Alianza del Sinaí. Se

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recordaba con alegría el don de la Ley y se renovaba el compromiso que supone la Alianza. El ambiente de Pentecostés era festivo y alegre. En todos los rincones de la ciudad se organizaban bulliciosos banquetes sagrados en los que tomaba parte toda la familia, con amigos y huéspedes.

4.9.Tabernáculos (Sukkot)La fiesta de los Tabernáculos (Sukkot) era la tercera de las grandes solemnidades del año. Todos los varones israelitas debían presentarse en el templo de Jerusalén, también en estas jornadas, para celebrar que habían terminado felizmente la recolección de todos los productos agrícolas. La fiesta tenía lugar del 15 al 22 del mes de tishre (septiembre-octubre), en las primeras semanas del otoño. Eran días de regocijo de acción de gracias por los frutos de la tierra que Dios había dado al pueblo de Israel.

El nombre de esta solemnidad tiene su origen en los tabernáculos, tiendas, cabañas o chozas, que los israelitas acostumbraban a levantar en los campos y en las villas para habitar en ellas durante la temporada de recolección. Con el paso del tiempo se dio a este hecho una signifi-cación histórica y religiosa: las tiendas conmemoraban los años en los que los hebreos habitaron como nómadas durante su peregrinación por el desierto. A lo largo de los siete días que duraba la fiesta los israelitas solían vivir acampados.

En cuanto a las acciones simbólicas propias de esta fiesta de los Tabernáculos, se puede mencionar que en Jerusalén, cada uno de los ocho días festivos, el sumo sacerdote rociaba el altar de los holocaustos con una gran copa de agua traída de la piscina de Siloé, para recordar el agua que brotó milagrosamente en el desierto y para pedir a Dios el don de la lluvia.

Otra costumbre de esta fiesta consistía en que la noche del primer día se iluminaba el atrio de las mujeres con cuatro enormes lámparas, que reverberaban su claridad por toda Jerusalén, en recuerdo de la nube luminosa del Éxodo.

Como hemos visto, todas estas fiestas fueron celebradas con mucha devoción y alegría por todos los israelitas y por tanto por Jesús y sus apóstoles. El sentido de este repaso es conocerlas para entender mucho más las acciones que Jesús realizará o el significado que tienen en relación con el Sacrificio de Jesús en la Cruz. De manera que la actividad que realizarás es la siguiente:

1. Buscar las siguientes citas del Evangelio e indicar en qué fiesta se realiza el acontecimiento o predicación de Jesús y cuál es su enseñanza:

a. Jn 7,2-18.37-39; 8,12b. Jn 10,22-39c. Mt 26,17-19d. Mc 14,12-16e. Lc 2,41; 22,1-15

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f. Jn 12,1ss.; 13,1ss.g. Hch 2,1ss.


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