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7/25/2019 Cuantos turistas queremos 2000.pdf
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Estudios Tursticos,n 143(2000),pp 111-120
Institutode Estudios Tursticos
Secretara de Estado de Comercio y Turismo
CUANTOS TURISTAS QU EREM OS?
...
y la
emocin
de
aquel hundido valle
de
olivos silenciosos
reposando
en el
mar.
FRANCISCOBRIES
Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye*
Resumen.
Elcrecimientonosiempreessinnimodelxito. Parece necesarionoslo tenerencuenta lasespectaculares cifrasdevisitantes
sino abordarel impacto ambientaldel turismo. Todoelsector turstico tendraquereflexionar sobre loslmitesde su propio crecimientoy no
atender slo
a
criterios incrementalistas.
Las
Administraciones,
los
profesionales
y
empresarios deberan aportar nuevas ideas para
que el
turis-
mo,ansiendounafuente deingresosen la economa nacional,seaobjetode una adecuada ordenacin delterritorioy unagestin racionalde
los recursos naturales.Lapretensindeconvertir todoslosrecursosenatractivo turstico puede tenerlosefectosde una tercera Desamortizacin.
I. LOSBENEFICIOSY LOSCOSTES
DEL TURISMO
Espaaes unagran potencia tursticay
el turismovaglobalmente bienencuantoa
ingresos, beneficios, fidelidad de laclien-
tela
y
mejora
de la
oferta.
Los
medios
de
comunicacin destacan cada
ao ms
altas
cifras
de
turistas extranjeros tratando
as de
subrayar
el
indudable xito econmico
del
turismo.
Debemosnoobstantesercautosyponer
en relacin estas cifras con la economa
mundial porque muchos otros destinos por
ejemplo Tnez, Portugal, Caribe, Florida)
tambinvenaumentar cadaao sunmero
de turistas
y los
ingresos,
lo que
significa
queelnegocio aum entanoslopormritos
propios.Nodejade sersignificativoque
hasta Indonesia haya incrementado
su
turis-
mo
en un
7,1%
en los
nueve primeros
me-
ses
de 1999
respecto
al
mismo perodo
de
1998(1).
Para evaluarelaciertode unapolticatu-
rstica nosepuede slo atendera lascifras
globales porquelosflujos tursticos tienen
una gran componente exgenaqueescapaa
nuestro control.La prosperidad econmica
enlosmercados emisores,laevolucinde
sus pirmides
de
poblacin,
las
guerras,
conflictos
y
situaciones
de
inseguridad
que
pueden padecer destinos concurrentes,
el
abaratamiento
de
tarifas areas
y la
mayor
disponibilidad de aparatos para vuelos
chrter,sonalgunosde los factores deter-
minantes que suelen tener poca relacin
conlapoltica tursticade undestino.
El turismo
va a
seguir creciendo porque
las perspectivas econmicas mundiales
son
muy optimistas,
por la
facilidad
de las co-
municaciones,ascomopor la incorpora-
cin constante de nuevos mercados y de
nuevos destinos.
El hombre moderno est adems cada
vezmsabocadoaconsumir visiones,sen-
* Directorde la OET deLisboa
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Jaime-Axel Ruiz Baudrihave
saciones, experiencias, una vez satisfechas
sus necesidades ms inmediatas. En ese
sentido ms ciudades, ms pases, ms lu-
gares , forma parte de un nuevo tipo de
aproximacin del hombre a su planeta, qui-
zs superficial por lo extensa, pero inevita-
ble,
en una 'perpetua inclinacin a consu-
mir y a cambiar' que seal hace lustros
Edgar Morin (2). El turismo es parte ya de
esa nueva relacin con el espacio y con el
mundo, que destacaba el pensador francs.
Aunque no podamos dejar de sentirnos
optimistas, la autocomplacencia puede ser
peligrosa. El crecimiento asegurado, debe-
mos concentrarnos en cmo queremos que
se desarrolle el turismo. Debemos ser cons-
cientes de que no se puede hacer aumentar
indefinidamente, ao tras ao, la cifra de 51
millones en 1999. Se trata de saber si nece-
sitamos ms turistas o, si por el contrario,
nuestro crecimiento debe tener un lmite.
Dados los desequilibrios que an padece
el sector, como la alta estacionalidad y la
excesiva concentracin geogrfica, de los
que hablaremos ms adelante, no parece
que se pueda continuar por la va del au-
mento cuantitativo durante mucho tiempo
ms.
Si optamos por un crecimiento indefi-
nido significa ello continuar al ritmo ac-
tual de construccin de infraestructuras y
edificios hasta el total agotamiento de los
espacios edificables? vamos a convertir
nuestras costas mediterrneas en una in-
mensa metapolis, espacio que sera medio
urbe medio urbanizacin, por utilizar la ex-
presin de Frangois Ascher?
Hemos de ser conscientes de los costes
que conlleva ese crecimiento, sobre todo en
lo que se refiere al espacio, al paisaje, a los
recursos hdricos, a la Naturaleza en defini-
tiva. No debemos olvidar la otra cara de la
moneda, el sacrificio de nuestras costas y de
nuestros paisajes en aras del desarrollo tu-
rstico, los enormes cambios que se estn
produciendo en la morfologa y en la vida
de nuestros pueblos al pretender convertir
todo en un destino turstico.
Un debate sobre el turismo en Espaa de-
bera tratar sobre el lmite del crecimiento,
el uso equilibrado del espacio y de nuestros
recursos naturales porque, aunque mucho se
habla de turismo sostenible, no parece que
todava se haya tomado conciencia tanto en
la sociedad como en el mundo empresarial
y en las reas polticas del riesgo de su ago-
tamiento.
1.1. Los lmites
El turismo es una forma de empleo del
ocio que implica la ocupacin de un espacio
diferente al habitual, ocupacin que puede
llegar a tener efectos negativos cuando so-
brepasa la capacidad mxima, el lmite de
carga del destino. Cuando surge el turismo
de masas se produce la llamada paradoja del
turismo, que se traduce en que los destinos
demasiado frecuentados dejan de ser atrac-
tivos (lo contrario de lo que suele suceder
con otros productos en el mercado, cuyo
xito de ventas es un aliciente para producir
ms y vender ms).
En principio, cualquier lugar del planeta
es susceptible de explotacin turstica, lo
que viene acompaado de instalaciones,
construccin, presin demogrfica, altera-
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Cuntos turistas queremos?
cin del espacio en definitiva. El turismo,
aunque beneficioso, tambin puede consu-
mir y agotar recursos de la misma m anera o
ms que una explotacin forestal, agrcola o
minera.
En Europa occidental el espacio habita-
ble es ya un recurso escaso y sin em bargo
no por eso demasiado bien gestionado. As
lo vienen poniendo de manifiesto las suce-
sivas catstrofes natur ales que a veces
son consecuencia de la ocupacin excesiva
de espacios que siempre han sido de la Na-
turaleza, como ha sucedido al edificar en
reas bajas del Rhin en Alemania y Holan-
da. El reciente desastre en Venezuela ha
puesto de manifiesto la irresponsabilidad de
una construccin y especulacin salvajes.
Como me deca un campesino andaluz tras
una riada que haba destruido un paseo re-
cientemente inaugurado junto a la ribera,
los ros vuelven con sus escrituras para re-
clamar, cada cierto tiempo, lo que es suyo y
que los hombres le han quitado. A veces
tardan, pero no se olvidan .
Espaa, aunque con una densidad de po-
blacin muy inferior a la media de la UE, ya
tiene graves problemas de espacio en sus
costas m editerrneas y en las islas. Adem s,
por nuestras condiciones climticas, cente-
nares de municipios tienen problemas de
abastecimiento de agua o lo que se ha lla-
mado
stress hdrico
(que va desde las res-
tricciones a la pura falta de agua en muchos
pueblos y aldeas del interior, o la saliniza-
cin y agotamiento de acuferos) (3).
No deja de ser sorprendente que gran
parte de los proyectos de desarrollo de zo-
nas tursticas y urbanas todava no tengan
en cuenta, para su viabilidad, las reservas
hdricas. La gestin y proteccin de nues-
tros recursos naturales debera ser unos de
los ejes de nuestra poltica turstica porque
la lgica del negocio turstico tiene un hori-
zonte mximo de treinta aos mientras que
la lgica del espacio, del inters general es.
por definicin ilimitada. De ah la necesaria
intervencin pblica para evitar que preva-
lezcan los intereses efmeros contra bienes
en principio imp erecederos.
Si bien la construccin es una locomo-
tora que tira de la econom a (4), no hay
que identificar el crecimiento del turismo
con la expansin indiscriminada del territo-
rio construido. La prdida de suelo rstico a
favor de la construccin, sea en promocio-
nes inmob iliarias, en vas de com unicacin
y otras infraestructuras, ha cambiado y si-
gue transformando drsticamente, desfigu-
rando la fisonoma del paisaje de Espaa.
Vamos a seguir hormigonando y pavimen-
tando indefinidamente nuestro pas?
Ante el problema de la masificacin y de
la densidad urbana en Espaa hemos creado
dos modelos opuestos que funcionan en pa-
ralelo: jun to a las urbanizaciones de lujo pri-
vadas (las
gated commu nities,
con vigilancia
privada y restriccin del acceso) seguimos
construyendo grandes complejos inmobilia-
rios destinados al turismo de m asas. Hay un
horror vacui
que se plasma todava en los
planes de crecimiento de muchas ciudades y
en muchas zonas tursticas donde no se deja
un espacio libre. Parece com o si la nica l-
gica fuese la del lucro, la explotacin inmo-
biliaria de todos los m etros posibles de playa
o de toda ensenada susceptible de albergar
una instalacin nutica, de todo valle pinto-
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Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye
resco, en definitiva, de utilizar todo el pas
como recurso turstico.
Otro fenmeno ligado al turismo y sobre
el que parece no se ha reflexionado mucho
es el transporte por carretera, el automvil,
que conlleva contaminacin, uso de espa-
cios,
embotellamientos y ruido. La cuarta
parte de los turistas llegan y circulan por
Espaa por carretera, as como casi todos
los excursionistas (que no pernoctan). De
enero a agosto de 1999 entraron por carrete-
ra 7.992.426 turistas y 16.471.700 excursio-
nistas, segn los datos de Frontur, del Insti-
tuto de E studios Tursticos.
La solucin no parece que est en seguir
construyendo y ensanchando las autopistas
-inmediatamente ocupadas por el transpor-
te de mercancas- o llegando al extremo de
convertir las antiguas pistas forestales de
tierra en carreteras asfaltadas.
En efecto, incluso los lugares ms recn-
ditos no se libran de la presin del autom-
vil (cuando no de los 4x4). En Espaa, los
diez Parques Nacionales han recibido en
1998 nueve millones de visitantes, la mayo-
ra en au tom vil. No se tienen cifras fiables
de todos los dems espacios naturales, entre
otras cosas porque m uchos tienen acceso li-
bre y sin control alguno y el recuento no se
hace o se hace por muestreo.
En Estados Unidos, por ejemplo, el pro-
blema ya desborda la capacidad de solu-
cin, habiendo deteriorado destinos tursti-
cos otrora muy atractivos, como los Cayos
en Florida (5), y amenazando seriamente
determinados parques nacionales como Ye-
llowstone, Yosemite o el Gran Can del
Colorado. En 1996 los cinco mil parques y
lugares protegidos de los Estados Unidos
fueron visitados por 266 millones de perso-
nas,
que se desplazaron en automviles y
autobuses. Slo el Gran Can recibe cinco
millones de visitantes anuales, por lo que se
est contemplando la posibilidad de restrin-
gir el acceso. La construccin de estaciona-
mientos gigantescos o la subida del precio
de las entradas no han conseguido disuadir
a las masas de visitantes.
Com o ha sealado la historiadora Brba-
ra Tuchman refirindose a las paradojas del
crecimiento y a las decisiones apresuradas
por qu los empresarios norteamericanos
insisten en el crecimiento cuando est de-
mostrado que agota las tres bases de la vida
en nuestro planeta: tierra, agua y aire? (6)
Esa m isma pregunta nos deberamos hacer
en Espaa cuando en los um brales del siglo
XXI nos hallamos con las costas y las islas
saturadas durante cuatro o cinco meses al
ao.
Aunque declarar espacios protegidos es
una buena lnea de actuacin, no parece l-
gico que dividamos Espaa en zonas prote-
gidas y en zonas donde se puede hacer cual-
quier cosa. Preservar el paisaje, el medio
natural, no significa que haya que declarar
santuar ios para, en comp ensacin, dejar
libertad total fuera de ellos. Todo el espacio
debe ser objeto de proteccin, en un grado
mayor o menor.
1.2. Turismo versus urbanismo?
El turismo ha sido positivo para la eco-
noma, pues el eje Catalua-Mediterrneo
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creci de 1955 a 1986 un 163%, mientras la
media espaola fue del 125%, lo que se ha
debido en gran parte al turismo. Pero si bien
es cierto que en los municipios tursticos la
renta por habitante es un 20% ms alta que
en los industriales (7), hay que reconocer
que se han producido desequilibrios como
la alta estacionalidad y la saturacin de mu-
chas costas.
Muchos de los desastres urbansticos,
con destruccin del paisaje a veces irrever-
sible, se han perpetrado para satisfacer la
demanda sin oponer una mnima resistencia
racional de proteccin ambiental. Durante
muchos lustros, nos hemos comportado
como un pas colonizado, plegado a las ne-
cesidades de la demanda y a los intereses
inmobiliarios. Ha habido una gran desigual-
dad entre la capacidad negociadora de la de-
manda en relacin con una oferta todava
fragmentada y poco organizada.
Esa oposicin entre las normas u rbansti-
cas y el crecimiento turstico ha sido puesta
de manifiesto por Zaragoza Orts (8), preci-
samente antiguo alcalde de Benidorm,
cuando comenta la Ley de Centros y Zonas
de Inters Turstico Nacional de 1963, en la
que se permitieron plazos ms breves que
el de la legislacin urban stica, se relega la
ordenacin urbanstica a segundo trmino,
usufructo del dominio pblico, etc. .
Y recalca que La Ley de Centros y Zo-
nas tuvo los siguientes imp ortantes efectos:
a) es la primera norm a legal que se contra-
pone al planeamiento urbanstico, como
planificacin global. La planificacin ur-
bana queda supeditada a los intereses turs-
ticos:
Antonio Costa y Jos Luis Jimnez (9)
tambin han acusado al urbanismo de ser
una traba al desarrollo turstico. Los nicos
intentos de introducir alguna o rdenacin del
territorio se contemplaron en el II Plan de
Desarrollo (1968-1971). En esa poca se
elabor el Plan de Ordenacin de la Costa
del Sol, con unos resultados, hoy se ve, ms
que discutibles.
El propio Plan Integral de Calidad del
Turismo Espaol (PICTE 2000-2006) as lo
reconoce cuando afirma:
La afluencia masiva de turistas al lito-
ral ha contribuido en gran medida al
crecimiento de la economa espaola,
aunque la consecuencia haya sido la
transformacin de amplias zonas, espe-
cialmente desde el punto de vista paisa-
jstico, y una presin, a veces excesiva,
sobre los recursos naturales debido a
una insuficiente planificacin.
En efecto, no ha habido en general ni or-
denacin global del territorio ni programa-
cin del desarrollo. Los ayuntamientos si-
guen considerando el suelo como una
fuente de financiacin y las promociones
inmobiliarias como su principal recurso.
As, aos despus, tenemos que reparar con
dinero pblico los excesos de la especula-
cin, esponjando espacio urbano , restauran-
do playas, arreglando parques, espacios
verdes, vas de comunicacin, paseos mar-
timos, recuperando cauces de ros, constru-
yendo tradas de aguas.
Los debates actuales sobre la calidad, el
crecimiento cero o la moratoria turstica, la
ecotasa y el turismo sostenible, son sin em-
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bargo la muestra de que algo empieza a
cambiar y pueden contribuir a que el debate
sobre el turismo se trate con la envergadura
que requiere su importancia econmica,
ambiental y demogrfica y no slo desde
una perspectiva incrementalista. Del ade-
cuado equilibrio entre la rentabilidad y la
sostenibilidad y conservacin depende el
futuro de este enorme y todava creciente
sector econmico.
II . LA NECESARIA INTERVENCIN
PBLICA
La intervencin del Estado, de la Admi-
nistracin, en el turismo no es una cortapisa
a la libre empresa. Nadie defiende a estas
alturas una intromisin mercantilista del
Estado. Las empresas y el juego del libre
mercado son perfectamente capaces de
afrontar retos como las nuevas tecnologas,
el incremento de la calidad, el aumento del
gasto por turista o la
i
versificacin de pro-
ductos.
Pero la libertad de m ercado no exime a la
Adm inistracin pblica de intervenir en de-
terminadas reas. La utilizacin y eventual
destruccin o degradacin de recursos natu-
rales,
la necesidad de transportes y com uni-
caciones y el impacto del turismo de masas
hacen necesario el control pblico del desa-
rrollo turstico.
Adems de proteger los derechos de mi-
llones de consumidores, hay que garantizar
el buen uso del gasto pblico en infraestruc-
turas y proteger el entorno natural, monu-
mental, urbanstico y cultural. Es decir, hay
que proteger no slo a los consumidores
sino a las pob laciones locales sometidas a la
presin turstica.
Se deben imponer determinados lmites
para ordenar el territorio, preservar el entor-
no natural y para garantizar que el turismo
repercuta en una mejora de la calidad de
vida de las poblaciones locales. La inter-
vencin pblica en el rea del turismo en
Espaa podra resumirse pues en dos lneas:
proteccin del consumidor y proteccin del
espacio.
La conservacin y mejora de muchos
espacios naturales o culturales (paisajes,
zonas monumentales, museos, etctera)
justifica sobradamente la restriccin, prohi-
bicin y limitacin en algunos casos.
No podemos transformar todo el pas en re-
curso turstico por m uchas presiones locales
o de grupos econmicos que haya. Si eli-
minamos las restricciones por atender inte-
reses lucrativos y de cortas miras estaremos
condenndolos a su desaparicin a plazo
fijo.
Prueba de que el control y la limitacin
impuestos por la ley han sido positivos en
muchos casos es que gran parte de nuestros
espacios naturales mejor conservados traen
su origen en especiales situaciones jurdi-
cas.As, nos han llegado casi intactos, gra-
cias a las antiguas restricciones que hubo
para su uso , espacios com o los Picos de Eu-
ropa, el Monte del Pardo, el Coto Doana,
las Sierras de Segura, Cazorla y Las Villas,
la isla de la Cabrera, en las Baleares y la
zona costera cercana a Zahara de los Atu-
nes,
stas dos ltimas porque eran zonas
militares.
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Cuntos turistas queremos?
Todos nuestros paisajes, nuestras costas
y montaas no pueden ser considerados
como productos tursticos. De hacerlo, ten-
dr consecuencias parecidas a las que tu-
vieron las dos desamortizaciones del siglo
XIX que permitieron la comercializacin y
venta indiscriminada de bienes eclesisti-
cos,primero, y de los montes comunales y
de propios, despus, y que devastaron y ex-
poliaron nuestro patrimonio cultural y fo-
restal.
El conflicto entre intereses privados y
pblicos surge precisamente con ms agu-
deza en la utilizacin de los recursos natura-
les y por eso las Administraciones deben te-
ner polticas muy claras y definidas
teniendo en cuenta que el precio de la pro-
teccin es siempre inferior al beneficio so-
cial extrado a largo plazo. La Naturaleza
no puede ser privatizable.
Quiz haya que limitar la oferta, no se-
guir ocupando espacio y, en cam bio, reutili-
zar el degradado, reconstruir zonas mal edi-
ficadas, abrir pulmones en ciudades muy
densas. Es necesario de alguna manera
compensar y limitar los costes de los recur-
sos escasos (territorio, costas, agua), inclu-
so aquellos con un precio invisible como es
el paisaje o la tranquilidad.
Es necesario que todas las Administra-
ciones locales y regionales consideren al
movimiento genuinamente ecologista como
un aliado y no como un adversario obstruc-
cionista. La dimensin de conservacin y
mejora del espacio es esencial para desarro-
llar un turismo con futuro. No puede p reva-
lecer la lgica del crecimiento econmico
solamente. La participacin de los conser-
vacionistas (10) en la economa y gestin
del espacio y de los recursos puede aportar
otra perspectiva que es muy necesaria.
El riesgo, hay que subrayarlo, no son los
ecologistas. Es m s grave, por intentar con-
tentar a todos, plegarse a los deseos e inte-
reses a corto plazo de poblaciones locales o
de grupos de presin empresariales ligados
a la construccin para abrir determinados
espacios al turismo o flexibilizar las res-
tricciones existentes, con el sempiterno pre-
texto de la creacin de puestos de trabajo.
La tensin entre 'utilitaristas' y 'conserva-
cionistas' en torno a Doana o a la Alham-
bra son buena muestra del riesgo que corren
dichos espacios naturales o monumentales
ante discursos de gran aceptacin local pero
de escasa visin de futuro.
Lo mismo se podra decir del urbanismo
y los cascos histricos y de esa falsa percep-
cin de que unos cuantos m onumentos en el
casco histrico bastan para que una ciudad
sea declarada Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco, a menudo con un inters me-
ramente publicitario. Luego se olvida la de-
gradacin de las afueras, los descuidados
accesos, los horrendos edificios que afean
muchas antiguas y otrora bellas poblaciones
(11). En algunos casos, da la sensacin de
que los barrios histricos son contemplados
casi como parques tem ticos, pretextos para
hacer negocio, a veces hasta con un rem edo
de medievalismo con animacin de calle
pagada con el presupuesto municipal, sin
integracin con el resto del tejido urbano,
modelo Cancn o C artagena de Indias (12).
En Espaa hay afortunadamente modelos
de desarrollo urbano que estn mejorando
Estudios Tursticos, n. 143 (2000)
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Jaime-Axel Ruiz BaudrihayK
sustancialmente las ciudades y reparando
los males de los aos sesenta y setenta,
como pueden ser La Corua, Valencia o
Barcelona, por ejemplo. Pero otras siguen,
desgraciadamente, la lgica de la expansin
en una desenfrenada carrera para construir
ms y densificar m s, lo que puede repercu-
tir en una degradacin general de la calidad
de vida.
Por ltimo , no todo el esfuerzo se le pue-
de pedir a la Administracin Pblica, la so-
ciedad debe movilizarse para crear espacios
protegidos y para sensibilizar a los poderes
pblicos y a las empresas de los aspectos
ambientales. Deberamos intentar importar
a nuestro pas experiencias con tanta solera
como el National Trust, fundado en Gran
Bretaa en 1895 por varios filntropos pre-
ocupados con el impacto del desarrollo in-
controlado y de la industrializacin. Orga-
nizaciones, como ya existen muchas, ms
empeadas en la accin positiva que en la
mera denuncia.
El National Trust, entidad privada inde-
pendiente con dos millones y medio de so-
cios,
muchos de los cuales han aportado y
permiten las visitas en sus propiedades a
cambio de ventajas fiscales, protege hoy
272.000 hectreas de tierra, casi mil kil-
metros de costa, 2.792 edificios y entre
ellos:
164 residencias histricas, 19 casti-
llos, 160 jardines , 47 sitios de arqueologa
industrial, 49 iglesias, 9 yacimientos
prehistricos y 73 parques paisajsticos.
Los bienes del N ational Trust fueron visita-
dos en 1997 por casi doce millones de per-
sonas.
Adems publica trabajos, manuales
de jardinera y de restauracin de edificios,
de cocina, de historia, guas y catlogos y
tiene una vocacin eminentemente docen-
te .
El National Trust se ha trasplantado a
los Estados U nidos y Australia, con simila-
res cometidos y resultados. En Espaa tam-
bin ha empezado a funcionar una iniciati-
va similar, la Fundacin Territorio y
Paisaje, patrocinada por la Caixa de Cata-
lua, con el apoyo del Institu Ctala de la
Mediterrnia.
III.
EL TURISMO ES ORDENACIN
DEL TERRITORIO
En mi opinin, se hace necesario plantear
los problemas del turismo a medio plazo y
salir de una arriesgada dinmica de la canti-
dad y del crecimiento ilimitado. Los exper-
tos y los tcnicos, las empresas, las Admi-
nistraciones pblicas y especialmente los
representantes locales y regionales y las
asociaciones, pueden contribuir a trazar las
lneas generales de orientacin de toda la
industria turstica para este comienzo de si-
glo,incluyendo los aspectos no slo econ-
micos, sino los ambientales, demogrficos
y sociales.
Probablemente habra que plantear en
muchas partes de Espaa una moratoria en
el crecimiento y fomentar el aprovecha-
miento de las infraestructuras existen tes, sin
ocupar ms territorio (13). Los beneficios
del turismo pueden crear empleo a travs de
otros sectores que no sean necesariamente
la construccin y el inmobiliario sino otro
tipo de actuaciones y servicios. Por ejem-
plo, la conservacin y restauracin de mo-
numentos, la proteccin de la Naturaleza, el
incremento de la accin cultural, las instala-
ciones deportivas.
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Estudios T ursticos , n. 143 (2000)
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Cuntos turistas queremos?
En principio, por ejemplo, no se debera
promocionar un destino turstico si no cuen-
ta con un plan de ocupacin del suelo que
responda a criterios de sostenibilidad y con-
servacin de los paisajes y de los recursos
naturales, un plan de urbanismo con control
de calidad esttica sobre las nuevas cons-
trucciones y una adecuada gestin de las
aguas, un eficaz sistema de tratamiento de
basuras, escombros, desguaces y o tros resi-
duos (14).
Ante el agotamiento de los recursos y la
saturacin del espacio, considerando la
ecuacin costes/beneficios del turismo a
medio y largo plazo se pueden adelantar
unas cuantas propuestas, en el mbito de
una adecuada ordenacin del territorio.
En este sentido no pretendo sino sugerir
contenidos concretos a las propuestas del
PICTE 2000-2006 en cuanto a calidad de
los destinos tursticos y sostenibilidad, en la
que se menciona expresamente la necesidad
de reflexionar sobre los lmites del creci-
miento en algunas zonas tursticas . Mu-
chas de estas propuestas deberan tener al-
cance normativo mientras otras dependen
de las decisiones municipales en muchos
casos porque ya existe normativa que las
ampara:
Reservar determinados espacios rura-
les y urbanos, sin necesidad de tener
que recurrir a normas de rango legal ni
exigir siempre la catalogacin como
monumento, pues esto produce una
tardanza y una burocratizacin del
proceso que a menudo no llega a tiem-
po para protegerlos, porque muchos
promotores siguen utilizando la polti-
ca de los hechos consumados en cuan-
to a demoliciones, talas, alturas y vo-
lmenes que tapan perspectivas y pai-
sajes, etc.
Exigir estudios de impacto en los re-
cursos (agua potable y de riego, vege-
tacin, paisaje, etctera) como requisi-
to necesario pero no suficiente a toda
promocin inmobiliaria. La normativa
existente sobre estudios de impacto
ambiental es insuficiente y el procedi-
miento, lento.
Limitar los usos y hacer cumplir efecti-
vamente las normas sobre instalacio-
nes molestas. La autorizacin y cons-
truccin de zonas de bares y
discotecas, talleres y desguaces, ventas
de automviles, determinadas zonas
comerciales, grandes superficies, de-
ben tener un tratamiento integral y no
de licencia a licencia. Esto es particu-
larmente grave en pequeos munici-
pios,
a veces sin los medios tcnicos ni
jurdicos suficientes para llevar a cabo
una adecuada distribucin del espacio
urbano.
Demoler efectivamente y sin dilacin
innecesaria las urbanizaciones y edifi-
caciones ilegales para evitar la hab itual
prctica del hecho consum ado.
Ampliar el concepto administrativo de
interesado para perm itir que las asocia-
ciones de vecinos, comunidades de
propietarios y cualquier ciudadano
pueda hacer or su voz en materia de
urbanismo, proyectos inmobiliarios,
conservacin del paisaje, etctera.
Estudios Tursticos, n. 143 (2000)
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7/25/2019 Cuantos turistas queremos 2000.pdf
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Jaime-Axel Ruiz Baudrihave
La evaluacin de las alternativas deber
hacerse con intervencin del sector turstico,
de las Administraciones, de las organizacio-
nes ecologistas y de las asociaciones de
usuarios y consumidores. Los proyectos de
urbanizaciones deben ser ms transparentes
y mejor difundidos para que se puedan pro-
nunciar a tiempo todos los interesados.
En resumen, el libre mercado del suelo,
en el sentido en que lo hubiera concebido
Adam Smith, no quiere decir que slo ten-
gan libertad de actuacin las empresas sino
todos los actores sociales. Los bienes natu-
rales no son
res nullius
o bienes de mano
muerta a disposicin de una parte de la so-
ciedad sino de toda ella. Debemos evitar
una tercera y fatal Desamortizacin y poner
ms nfasis en la conservacin. La sociedad
no debe esperar que sean slo los poderes
pblicos quienes intervengan sino que debe
fomentarse el movimiento asociativo para
proteger las ciudades y la Naturaleza.
De no ser as, es probable que nunca ms
tengam os la posibilidad de sentir la em o-
cin de aquel hundido valle de olivos silen-
ciosos / reposando en el mar que el poeta
todava puede cantar, porque habrn sido
sustituidos por urbanizaciones.
NOTAS
(1)
International Herald Tribune, 24.XI.99.
(2) M orin, Edgar, L'esprit du temps . Paris,
1967.
(3) Hasta el ao 2012 est previsto aumentar en
un 75% las plazas tursticas en Alicante, en Levante,
5.XI.99.
(4) Enrique Reyna, presidente de APC E, en La
Vanguardia 2 l-XI-99 .
(5) The Florida Keys. Death in the afternoon ,
en The Economist, 11.IX.99.
(6) The march of folly , Londres, 1984.
(7) Andrs Pedreo Muoz, en El eje de expan-
sin econmica Catalua-Mediterrneo , Espaa
Economa, Espasa Calpe, 1988.
(8) Actuaciones administrativas, Pedro Zaragoza
Orts, Obra colectiva 50 aos de turismo espaol.
Un anlisis histrico y estructural , EOT , Madrid,
1999.
(9) Turismo y Urbanismo, Antonio Costa Prez
y Jos Luis Jimnez Paz, Obra colectiva 50 aos de
turismo espaol. Un anlisis histrico y estructural ,
EOT, M adrid, 1999.
(10) Las experiencias de FAPAS con el SEPRO-
NA (Guardia Civil) en los Picos de Europa son, por
ejemplo, muy positivas en la preservacin y mejora
del habitat del oso pardo.
(11) Alvaro Valverde, en ABC , 17.9.99, seala-
ba en un artculo: Mueve un poco a risa que quienes
han venido consintiendo la destruccin sistemtica
del casco histrico soliciten ahora a la Unesco el
rimbombante ttulo de Patrimonio de la
Humanidad .
(12) Ver The tourist city , obra colectiva edita-
da por Dennis R. Judd y Susan S. Fainstein, Yale
University Press, mayo 1999.
(13) Esta es la orientacin , por ejemplo, del Plan
de Ordenacin del Algarve propuesto por el Ministe-
rio do Am biente e Ordenam ento do Territorio.
(14) En Francia, por ejemplo, a partir del ao
2002 estarn totalmente prohibidos todos los verte-
deros que no tengan sistemas de incineracin, reci-
clado o enterramiento.
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