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Cura Tu Mismo La Alergia de Tu Hijo Capitulo 1

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Copyright Medardo Rosales Estrada, 2011Reservado todos los derechos.Prohibida la reproducción total o parcial de este libropor cualquier medio, sin permiso escrito del autor.

Primera ediciónCali, Colombia 2011

Dirección Editorial: Dr. María Clemencia Ceballos.Redacción de textos: Dr. Medardo Rosales.Auxiliar de Edición y Redacción: Daniela Gómez Mayor.

ISBN 978 958 44 81 35 1

Creatividad y diseñoJaime Andrés Girón MoralesImpreso en Colombia - Printed in ColombiaMayor Informació[email protected]ñosinalergias.comTel: (57) (2) 5248525Cel.: 318 803 12 57

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Al niño de cualquier parte sin condición alguna. Su salud resquebrajada cada vez más, clama un mundo difer-

ente.

A los padres de mis pequeños pacientes, por la confianza con que a diario me depositan la recuperación de la salud de sus

hijos.

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agradecimientos

El autor expresa su agradecimiento y comparte méritos sobre el desarro-llo temático de esta obra y sobre su realización, con la Doctora Clemencia Ceballos Peñaloza.

Ella, ha aportado su experiencia como ginecóloga y como obstetra, a la investigación clínica que ha sido necesaria para desarrollar mi hipótesis de trabajo. Como parte de la fundamentación teórico-práctica del Síndrome de Inflamación de las Mucosas, por mí propuesto, realizamos un estudio clínico sobre el dolor pélvico crónico en la mujer adolescente, que nos arrojó resultados claros sobre las múltiples co-morbilidades de la endo-metriosis, indicativas de que es otra de las enfermedades que bien pueden inscribirse en dicho síndrome.

Finalmente, la Doctora Ceballos participó activamente en la corrección y redacción de esa obra, la cual presento a ustedes con el convencimiento de que hallar caminos para la prevención y la curación de la enfermedad alér-gica en el niño, debe ser una labor conjunta del pediatra y de los padres.

Por siempre estaré agradecido de mis padres, quienes me brindaron un hogar en medio de la naturaleza que me fue pródiga en enseñanzas. Agradezco a laboratorios Heel, el mejor representante de la Homotoxico-logía del mundo, por brindarme la oportunidad de aprender y de compartir conocimientos y experiencias con colegas de mi país y de otros países de habla hispana.

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Reconozco la creatividad y la paciencia de nuestro diseñador, Jaime Girón Morales y el profesionalismo de nuestra jefe de redacción, Daniela Mayor Gómez.

Finalmente agradezco a mi asistente, la ingeniera de sistemas Graciela López, por brindarme todo el apoyo personal y logístico que precisé, para organizar el material de esta obra.

El autor.

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Contenido

Prólogo

Introducción

Capítulo 1El fracaso de la medicina tradicional en el tratamiento de la enfermedad alérgica 17

Capítulo 2Síndrome de inflamación de las mucosas 29

Capítulo 3Ambientes generadores de alergia respiratoria que nuestros hijos deben evitar 53

Capítulo 4El intestino como el origen principal de la alergia respiratoria del niño 75

Capítulo 5Las primeras señales de alarma 109

Capítulo 6La leche de vaca como factor inductor de inflamación intestinal 143

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Capítulo 7El papel de la leche en la calcificación de nuestros huesos, más publicidad que realidad. 177

Capítulo 8Los antibióticos orales y otras causas comunes de inflamación intestinal 209

Capítulo 9¿Reflujo, gastritis o alergia? 239

Capítulo 10Los trastornos neuro-psíquiátricos de Juan Camilo 261

Capítulo 11Las infecciones respiratorias y otras posibles causas de inflamación sistémica en el niño 283

Capitulo 12Las pruebas comunes de alergia: ¿cuando se justifican y cuando son valederas? 313

Capitulo 13Medicina basada en la evidencia 331

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Prólogo

La alergia es una de las patologías más antiguas de la historia de la huma-nidad, descrita con propiedad en históricas escrituras de China y Egipto, en las cuales se habló de sus efectos sistémicos en la salud de las personas, de sus probables etiologías y de las posibles combinaciones terapéuticas para lograr un tratamiento. Se dio en ellas una vital importancia a los productos naturales en general y a la fitoterápia en particular. También Hipócrates describió, hace más de 2000 años, que la leche de vaca podía causar alte-raciones digestivas y urticaria, siendo una de las primeras descripciones de alergia alimentaría.

Alergia es un término antiguo que se emplea hasta la actualidad para eng-lobar a muchos procesos y enfermedades de diversa etiología y fisiopatolo-gía, que poseen como característica común una reacción inmune anormal, que comúnmente se manifiesta en la piel y mucosas, tracto respiratorio o tracto digestivo. Ya en 1921, Prausnitz y Küstner demostraron la existen-cia de sustancias en el suero capaces de transferir alergias a otras personas; años más tarde se las denominó anticuerpos (IgE). Con la constante evo-lución de la inmunología, se han descubierto complejos mecanismos in-munopatogénicos que llevan a esa respuesta exagerada frente a partículas extrañas (llamadas antígenos) y que comúnmente, en muchas personas, no inducen alergia. Varias décadas más tarde, con el advenimiento de los test genéticos y el desarrollo de la genómica, se han identificado haplotipos genéticos que confieren susceptibilidad al desarrollo de las enfermedades alérgicas y a la atopia, fundamentando así la herencia, característica de estas patologías. Sin embargo para nadie es un secreto que los cambios en

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las costumbres, los estilos de vida, y las cada vez menos sanas formas de alimentación de las personas, les confieren una susceptibilidad mayor a las alergias.

El Dr. Medardo Rosales es un médico pediatra de amplia experiencia en el campo de la neonatología y la pediatría, quien en su primera obra de-nominada Síndrome de Inflamación de las Mucosas, nos ilustró y enseñó de las profundas conexiones entre el sistema inmune y la inflamación del sistema mucoso o tegumentario, incorporándolo de una manera brillante en un solo concepto que día a día toma mayores adeptos alrededor del mundo.

En esta segunda obra dirigida al público en general, el Doctor Rosales, de una manera didáctica, inteligente y sensata, nos cuenta desde su expe-riencia personal la visión fundamental de la alergias que él ha logrado, sumando importantes evidencias científicas actuales, con inmunopatología básica y reforzándola con su magnífica y valiosa experiencia en más de 20 años de trabajo constante y crítico con toda clase de poblaciones pe-diátricas. En el presente libro existen importantes conocimientos que nos ayudarán seguramente a entender el por qué de estas patologías, así como existen visionarias opiniones, que aunque controversiales en el momento, con el tiempo y nuestra propia comprobación nos harán sin duda darle la razón, pero que desde ya constituyen invaluables aportes teóricos a esa búsqueda constante de la verdad.

A pesar de todos los adelantos científicos, la búsqueda de lo natural prima en el tema actual de la salud; y de la misma manera, entender la naturaleza saludable de los infantes y la importancia de su alimentación y estilos de vida para conservarla, priman sobre las terapéuticas, a tal punto que para muchos expertos, medidas como una dieta sana, un ambiente saludable, y un desarrollo inmune libre de tóxicos, son sin duda pilares fundamentales de la prevención de las alergias y del tratamiento.

Así, en esta magistral obra el Doctor Medardo Rosales, nos enseña lo im-portante del control ambiental, de enseñar a alimentarse más que a saciar el hambre, de vivir en una armonía lógica y natural con nuestro cuerpo, entendiendo las señales que emanan sobre nuestra piel o nuestras mucosas y que más que una probable alergia significan alarmas inflamatorias de lo que ocurre en nuestro interior.

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Tal como ocurrió hace miles de siglos, hemos vuelto, después de varias décadas de desordenadas y nocivas terapéuticas químicas, a la búsqueda de lo más biológico, lo más natural, que desde una manera segura y sin efectos adversos permitan mejorar la salud de nuestros niños, y preservar el futuro de la humanidad y de nuestro planeta.

Con esta introducción me permito invitar a los lectores a disfrutar, tal como yo lo hice, de esta obra escrita magistralmente, de una manera muy personal, por un importante experto, inquieto, amistoso e inteligente maes-tro como lo es el Doctor Medardo Rosales.

Doctor Jhann Arturo, MD. Inmunólogo Director Científico Inmugen Corpotation

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INTRODUCIÓN

Estimados lectores, el propósito fundamental de este libro es impartir educación a los médicos, padres de familia y educadores, acerca de la pre-vención y curación de manera natural y definitiva del problema clínico más común que agobia a nuestros niños, la enfermedad alérgica, cuya pre-valencia continúa en aumento a pesar de los avances en la investigación de la medicina moderna.

El fenómeno alérgico del niño es mucho más frecuente en los primeros años de vida que en los años posteriores, y es en esta edad, los primeros 6 o 7 años, donde se define gran parte del comportamiento definitivo del sistema inmune hacia la normalidad o a la anormalidad de sus reacciones, generando salud en el primer caso y enfermedad en el segundo; por lo tanto, es en esta franja de tiempo que los padres y los pediatras podemos trabajar con esmero para prevenir o revertir un problema que después será más difícil de tratar. El manejo correcto de la enfermedad alérgica en esta edad favorece la modulación del sistema inmune hacia la norma-lidad.

Nosotros los padres de familia, nunca debemos esperar a que el fenó-meno alérgico cure espontáneamente, pueda que no suceda eso y por el contrario se acentúe. Tengamos presente que la alergia sufrida en cualquier época de la niñez puede dejar secuelas para el resto de la vida.

Aunque haya dedicado mi mejor esfuerzo al tratamiento de la enferme-dad alérgica en el niño menor, Cura tú mismo la alergia de tu hijo también aporta criterios médicos para prevenir y curar las enfermedades crónicas comunes de la niñez, incluso en todos los miembros de la familia joven.

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Ha sido fundamentalmente la falta de respuesta de las terapias conven-cionales y el sufrimiento del niño enfermo y el de sus padres, por una dolencia irresoluta, mi gran motivación para buscar diferentes métodos terapéuticos, abordajes clínicos y esquemas nutricionales no convencio-nales, previa consideración de mi fracaso como médico de principios y esquemas ortodoxos.

Todos los pediatras sin excepción, hemos tenido la sensación de pesa-dumbre ante el fracaso en el tratamiento de la enfermedad alérgica del niño. A su vez los niños o sus padres, han sufrido la tristeza y la desespera-ción al no encontrar solución al problema; cuando esto sucede, los padres con sus hijos enfermos empiezan a menudo un caminar de especialista en especialista, sin que esto les garantice una posibilidad importante de mejorar. Sin embargo, estoy convencido de que aun en medio de este incierto panorama, en el punto actual de desarrollo de la enfermedad, siempre hay y habrá algo para procurar el alivio o la curación; no puede ser que los padres de familia agobiados por el cansancio y la frustración, declinen y acepten la situación de su hijo como algo intratable o den por hecho que el tiempo lo solucionará todo; puede que no suceda así. Algo que los padres desconocen, es que la enfermedad alérgica es solo la presentación inicial de la inflamación que más tarde en la vida producirá otras enfermedades, quizá más graves.

Es evidente que los tratamientos convencionales para curar la enferme-dad alérgica de los niños a menudo son deficientes o inoperantes y algunas veces hasta perjudiciales. Esto se debe a que hemos perdido el rastro de un gran problema, persiguiendo un espectro de manifestaciones clínicas, creyendo que son enfermedades distintas, cuando en realidad su desarrollo y origen tiene un mismo fondo; por lo tanto, también los tratamientos con-vencionales hasta el momento no tienen una base de sustentación clara y solo son sintomáticos. Estoy convencido de que si apuntamos al origen co-mún de todas ellas, con un criterio holístico, tendremos una amplia gama de opciones terapéuticas para prevenir y detener la enfermedad alérgica de nuestros niños.

Intentaré desenredar la maraña de conocimientos sobre el tema, analizan-do los viejos paradigmas que en su momento tuvieron el sello de la verdad y que fueron los escalones del avance científico, aunque en este momento deban ser revisados, modificados o incluso abolidos.

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De antemano pido disculpas al lector médico por los posibles desacuer-dos en los diferentes criterios clínicos y también por la redundancia sobre los puntos básicos que he querido señalar a lo largo de la obra, conside-rando que el lector no médico debe recibir una información sencilla y a veces repetitiva para su completo entendimiento. A la vez, pido al lector no médico un poco de paciencia y comprensión, porque algunos concep-tos aquí emitidos es preciso fundamentarlos en su lenguaje propio, el de la medicina, el lector médico lo va a exigir. La idea es que ambos tipos de lectores se beneficien con un lenguaje común.

Compartiré con ustedes, estimados lectores, mi experiencia y ciertos conocimientos médicos que me asisten ahora y que considero importantes; con este bagaje de información he decidido argumentar para ustedes lo teórico con su correspondiente aplicación práctica, para que sepamos por dónde comenzar y hacia dónde dirigirnos a la hora de enfrentar la enferme-dad en nuestros pacientes en el caso de los médicos, o en nuestros hijos en el caso de nosotros, los padres de familia, marcando de esta manera la dife-rencia entre una conducta médica inapropiada o inclusive perjudicial y una adecuada o que tenga las mejores posibilidades de ser la mejor elección.

Medardo Rosales Estrada. Cali, Enero 15 de 2011

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Hace aproximadamente 17 años que inicié mi práctica en pediatría am-bulatoria, después de haber adquirido una invaluable experiencia como profesor universitario en cuidado intensivo neonatal durante 5 años aproxi-madamente. Comprenderán ustedes, amables lectores, que después de mi anterior desempeño en el difícil oficio de atender una unidad de cuida-dos intensivos para recién nacidos prematuros o en graves condiciones al nacer, el tratamiento ambulatorio de las enfermedades comunes del niño normal, me resultó fácil más no por ello poco interesante. Y digo fácil, por-que la prescripción médica era de una gran simpleza, e interesante porque interactuaba con el niño y con toda su familia.

Pocos años después, cuando todo parecía marchar bien con la enfermedad del niño, que por lo general encajaba dentro de un esquema de diagnóstico y tratamiento ya establecidos y con un resultado predecible, comenzaron a aparecer cada vez con más frecuencia, casos de niños enfermos que no respondían a los tratamientos convencionales.

Pronto entendí que la práctica pediátrica requería de nuevas estrategias para solucionar los problemas actuales, las cuales deberían marcar una diferencia grande con las aprendidas en la escuela de medicina hacía no muchos años y hasta con la información convencional obtenida de nues-tras fuentes habituales: las mejores revistas médicas de aquel entonces.

EL FRACASO DE LA MEDICINA TRADICIONAL EN EL TRATAMIENTO

DE LA ENFERMEDAD ALÉRGICA

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Se hacía evidente que el impacto de los trastornos ambientales y el nuevo estilo de vida del hombre moderno, estaban causando en el niño enferme-dades diferentes y más agresivas, algo que la niñez de mi generación evi-dentemente no presenció y que es una constante en los países occidentales desarrollados o en vía de serlo.

Después de conocer las diferentes enfermedades del niño en su pre-sentación y evolución esperadas, unos años atrás, me preocupa que los pediatras y en general todos los médicos tal vez estemos enfrentando, sin los suficientes conocimientos y estrategias de manejo, una transformación acelerada de dichas enfermedades que de “su estado natural”, por llamarlo de alguna manera, en principio fáciles de entender y tratar, pasaron a no serlo, teniendo en cuenta que dicha transformación avanza y el resultado final no lo vislumbramos aun con claridad. El control y desarrollo del niño normal que consistía en la evaluación pondo-estatural (peso y estatura), la vacunación y algunas recomendacio-nes nutricionales, ha pasado a ser una enorme responsabilidad para el pe-diatra porque de su criterio depende la prevención de varias enfermedades del niño y del adulto. Las enfermedades del niño que en su gran mayoría eran infecciones de fácil resolución, sobre las que el médico intervenía muy poco por cierto, han pasado a ser enfermedades crónicas que ponen a prueba al terapeuta más idóneo en cualquier especialidad pediátrica y están desafiando todas las medidas preventivas de salud pública. Por ejem-plo, la Organización Mundial de la Salud y los gobiernos de varios países están trabajando mancomunadamente con las sociedades de inmunología y alergia, para encontrar información que pueda ayudar en la prevención y curación de la enfermedad alérgica, sin lograr hasta el momento ningún avance significativo; parece que la enfermedad está avanzando más rápido que nuestro conocimiento. En este momento, una tercera parte de la pobla-ción infantil del mundo occidental sufre al menos una manifestación clí-nica de alergia, y los niños han empezado a sufrir procesos crónicos como rinitis, dermatitis, asma e infecciones recurrentes de las vías respiratorias altas, problemas muy relacionados con la enfermedad alérgica, que están siendo cada vez más difíciles de tratar, y que algunas veces dejan secuelas para el resto de la vida.

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Entrando en materia con un importante ejemplo, sucede lo siguiente: la presentación clínica de la enfermedad alérgica con frecuencia se inicia an-tes de los 3 primeros meses de vida del niño y suele hacerlo con el reflujo gastroesofágico (RGE), enfermedad que hizo su aparición como un hecho de importancia epidemiológica hace 20 años aproximadamente. Nunca esta enfermedad fue común para ninguna especialidad médica.

El RGE se caracteriza en el lactante menor por vómito de intensidad variable y a veces llanto que la madre interpreta como cólico, “pujade-ra” o desasosiego. Bueno, siendo que esta enfermedad es cada vez más frecuente en los niños en sus primeras semanas de edad, deberían existir programas de prevención y oportuno tratamiento, pero el desconocimiento de sus causas y soluciones impiden el abordaje clínico.

Suele suceder que el niño o la niña que padece reflujo gastroesofágico en sus primeros meses de vida, sufre luego en sus primeros años una serie de padecimientos clínicos como gastritis, diarreas crónicas, asma, rinitis, hipertrofia de adenoides, dermatitis atópica, flujos vaginales e infeccio-nes respiratorias recurrentes; es muy importante aclarar, aquí mismo, que todas las manifestaciones clínicas mencionadas no son enfermedades dis-tintas que suele sufrir el niño alérgico, sino diferentes facetas de la misma enfermedad. Luego de varios años de sufrir los mismos problemas, los padres concluyen, conjuntamente con el médico, que el niño sufre una enfermedad alérgica y que no hay nada más qué hacer. “Por desgracia, las alergias son enfermedades crónicas. No espere que ninguna terapia ni ningún medicamento puedan hacer que su niño alérgico se cure de inme-diato, sin efectos secundarios y de una vez para siempre. Será necesario que usted y su hijo se armen de paciencia y adapten su vida cotidiana a la enfermedad”…. (Tomado de un libro escrito por una alergóloga para edu-car a los padres de familia); ¡qué satisfacción poder anunciar, al respecto, que una visión integral del paciente y terapias no convencionales, están dando resultados extraordinarios y que la triste conclusión de la colega puede no ser cierta!

Otro argumento que corrobora que la enfermedad está avanzando más de prisa que el conocimiento humano, es la falta de herramientas terapéuticas desde el punto de vista farmacológico. Los medicamentos actuales a me-nudo solo inhiben la respuesta inmunológica causada por la enfermedad;

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me explico: el pediatra convencional cuenta con solo 5 o 6 grupos de me-dicamentos establecidos para curar o aliviar los problemas más comunes del niño: los antihistamínicos y demás antialérgicos, los antibióticos, los esteroides, los antiácidos, el grupo de los anti-inflamatorios que suelen ser a la vez analgésicos, los antipiréticos (contra la fiebre) y los broncodilata-dores cuyo mayor uso es en forma de inhaladores.

Y en este punto quiero que se percaten de su naturaleza anti, indicada por un prefijo, la cual comparte también el grupo de los esteroides (anti-infla-matorios); ello de antemano nos indica que son medicamentos que blo-quean una reacción orgánica, que no es más que la respuesta esperada por parte de un organismo enfermo y que constituye su mecanismo de defensa, aunque ésta pueda ser perjudicial en un momento dado. Los medicamentos usados convencionalmente nunca son de carácter etiológico (origen), ni armonizan con los procesos de funcionamiento orgánico, no curan verda-deramente la enfermedad, no tienen por qué hacerlo, dado que su misma concepción terapéutica los cataloga como un anti. Enfatizo sobre el significado que tendría la palabra curar, frente a aliviar; las armas terapéuticas mencionadas, los anti, frecuentemente lo que hacen es aliviar los síntomas o suprimir temporalmente las reacciones supuesta-mente dañinas, pero no le devuelven al organismo su propiedad innata de reparación y recuperación; por el contrario, la suprimen. Es mi opinión, que muchos de los éxitos terapéuticos logrados con medicamentos con-vencionales se deben más a la tendencia a sanarse a sí mismo que tiene el organismo que al tratamiento ofrecido, como es conocido para la enferme-dad alérgica a medida que avanza la edad del niño.

Y dentro de tal grado de complejidad clínica, creía yo, hace algunos años que todos los problemas médicos del niño se solucionaban con me-dicamentos y retirándolos de la guardería, ¡qué lejos estaba de la realidad! al pensar que con un antihistamínico y metiendo al niño en una burbuja, podía curar la enfermedad. Mis continuos fracasos me obligaron a rein-tentar nuevas tácticas e ir descubriendo que para prevenir y curar una en-fermedad debía ante todo conocer su origen, pues es claro que si conozco la causa que la está produciendo, puedo intentar al menos evitarla. Luego, debía preguntarme cuál sería la respuesta clínica del organismo frente al agente agresor, y ello implicó el no identificar los órganos respiratorios o la piel como los únicos afectados en la enfermedad alérgica, sino todos los

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órganos expuestos al medio ambiente que son los ojos, la piel y los tractos respiratorio, digestivo y genitourinario, lo que ahora la medicina moderna le está llamando como sistema mucocutáneo. Aquí empezaron a nacer las claves de mi propuesta terapéutica que al final del capítulo les daré a co-nocer.

También tuve que adentrarme en el conocimiento de las enfermedades más comunes del adulto joven y de mediana edad para entender que todo puede comenzar en ese niño, hoy con signos sutiles o notorios de enfer-medad, que proyectados hacia el futuro bien pueden ser el anuncio de una enfermedad de presentación más temprana y más grave que la que sus padres o sus abuelos sufrieron.

Si el pediatra conoce el comportamiento de la enfermedad desde la ni-ñez, se encuentra en situación estratégica para modificar ciertos paráme-tros biológicos y evitar o atenuar así el desarrollo de la misma en el adulto, aunque el componente genético del paciente indique una tendencia fami-liar mórbida (de enfermedad).

Todas las enfermedades comunes de la época actual, hacen parte de las enfermedades emergentes que se caracterizan por su tendencia familiar. Al no ser propiamente de origen hereditario, su manifestación clínica pue-de evitarse o modificarse favorablemente mediante una intervención tem-prana, pues sus orígenes bien pueden estar en la gestación o en la niñez. Precisamente, la enfermedad alérgica no es una enfermedad hereditaria propiamente.

El pediatra tiene el privilegio y la responsabilidad de intervenir direc-tamente en la niñez, período determinante para entregar a la sociedad un adulto sano y apto para que el ciclo de la vida se repita indefinidamente, de la manera más saludable, siguiendo el orden natural, tal como la evolución o el Creador lo han determinado por millones de años.

De una niñez sana crecerá una sociedad de adultos sana; ningún árbol, ningún edificio podrán levantarse tanto como es deseable, si sus raíces o sus cimientos son defectuosos. Sin desconocer los avances que ha tenido la medicina tradicional en el tratamiento de los síntomas agudos de la enfermedad alérgica, por ejem-

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plo, en la crisis asmática, debo admitir que no ha tenido el mismo impacto en el tratamiento de los síntomas crónicos, causa importante de sufrimien-to tanto de los padres como de los niños; y creo saber dos de las razones más importantes de su fracaso: no tener en cuenta las leyes naturales con las que evolucionó el hombre, ni el análisis integral del paciente.

En mi práctica diaria, que aclaro es consulta ambulatoria, presumo que no utilizaré de nuevo los famosos antihistamínicos u otros medicamentos afines para el tratamiento de los procesos crónicos, siendo estos medica-mentos, precisamente, los que ocupan los primeros lugares de venta en el mundo entero.

Es para mí un gran motivo de orgullo y una necesidad bien sentida, poder comunicar a mis colegas médicos y a mis consultantes, que los pacientes que controlo desde sus primeros meses de vida no son alérgicos, aunque hayan tenido RGE, y que la inmensa mayoría de mis pacientes son niños que nunca han consumido un antihistamínico, y si lo hicieron, muy proba-blemente no fue por mi conducto. Aun más, los niños alérgicos que todos los días llegan a mi consulta, una vez curados de su enfermedad, no vuel-ven a complicarse con infecciones bacterianas, justificación única para el uso de antibióticos. También las infecciones respiratorias agudas de tipo viral dejan de ser recurrentes, para convertirse en sucesos eventuales de fá-cil resolución, sin las complicaciones que suele presentar el niño alérgico.

Hoy, los padres de familia se encuentran en una carrera de ensayo y error por la curación de las nuevas enfermedades que agobian a sus hijos; ellos, al igual que nosotros los médicos, también fueron sorprendidos por las enfermedades emergentes.

Desafortunadamente, no existe un conocimiento ancestral ni familiar que nos guíe hacia una crianza saludable de nuestros hijos en estos tiempos difíciles, ni campañas serias de carácter gubernamental o empresarial que eduquen constantemente a la comunidad acerca de los principios naturales que promuevan la salud en la familia. La promoción de estos no aporta dinero a las arcas de las empresas cuyos productos se relacionen con la salud, sencillamente porque no se pueden vender, incluso puede ser con-traproducente para sus intereses.EL

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¿Y entonces?, desconcertados los papás del niño enfermo, tocan puertas en todas partes buscando la solución terapéutica al problema, sin entender que la solución se las dará el conocimiento de esos principios y de la mis-ma enfermedad; he aquí su verdadera responsabilidad.

Hasta hace pocos años, cuán fácil el hombre levantaba a sus crías, casi que crecían solas, solo necesitaban algunos cuidados primarios, un hogar y algo que comer; el ambiente era saludable y el estilo de vida apacible; hoy en cambio, el ambiente es hostil y el estilo de vida del hombre convul-sionado. Todo ello hace, más que nunca, que sea imperativa la necesidad de que los padres sean idóneos y proactivos; no se pueden cometer errores con los hijos; el costo es muy alto. No es suficiente el conocimiento espon-táneo que nos dio la misma naturaleza, los tiempos han cambiado y hay presagios de un futuro aun más adverso. Un principio de solución existe, pero debemos conocerlo y practicarlo; esa solución es el conocimiento y eso atañe a la responsabilidad individual.

Puntualmente, todo padre debe ser un estudioso de la pediatría. No cabe duda que el conocimiento académico de los padres con su sentimiento de amor por sus hijos, conformarían la mejor fortaleza a la hora de prevenir y de tratar sus enfermedades.

Lo preocupante es que la alergia es solo una de las enfermedades de los órganos expuestos al medio ambiente, en el momento, otras enfermedades de estos órganos son tan comunes y tan graves como ella. Me explico: los ojos, la piel y las vías respiratorias, digestivas y genitourinarias conforman la superficie del organismo expuesta al medio ambiente; sus enfermedades en la niñez suelen ser las siguientes: en los ojos, la conjuntivitis alérgica; en la piel la dermatitis atópica; en las vías respiratorias, la rinitis, el asma, la hipertrofia (crecimiento exagerado) y las infecciones recurrentes de la adenoides y de las amígdalas, las infecciones de los senos paranasales y del oído; en las vías digestivas, el RGE, la gastritis y las intolerancias alimenticias, el síndrome de intestino irritable, el estreñimiento, los tras-tornos de la motilidad (movimientos) intestinal, por ejemplo, el “síndrome de intestino flojo”, que se caracteriza por un número mayor de lo usual de defecaciones (3 a 6 al día) con posibilidad alta de que una o más de ellas sea muy blanda sin ser propiamente diarrea, aunque a veces sí lo es; este problema es más común en los varones adultos. En las vías genitourinarias de la niña, hoy son más frecuentes los flujos crónicos y la vaginitis (infla-

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mación de la vagina); en la adolescente también son frecuentes los flujos vaginales fétidos (vaginosis); en la mujer adulta ha aumentado la vulvo-dinia (vagina dolorosa), la dispareunia (dolor vaginal en el momento del coito) y por supuesto, la vaginosis.

Los órganos pélvicos (útero, ovario y vejiga, por ejemplo) aunque no están en contacto directo con los factores nocivos del medio ambiente, eventual-mente pueden estarlo. También es cierto que los órganos pélvicos están comunicados con el intestino y con la nasofaringe mediante distintos me-canismos neuro, endocrino e inmunológicos que los hace vulnerables a la enfermedad, cuando estos, el intestino y la nasofaringe, están inflamados; por consiguiente, es frecuente que el dolor pélvico crónico de la mujer y la endometriosis (menstruaciones dolorosas), dos enfermedades que han aumentado su incidencia, acompañen frecuentemente al Síndrome de In-flamación de las Mucosas. Consecuencia de la complejidad señalada y del mayor conocimiento in-vestigativo es la irrupción en la escena médica de las sub-especialidades. Se esperaría entonces que el niño alérgico sea mejor tratado por el alergólogo, quien se supone es un experto en esta enfermedad. Pero el niño alérgico suele sufrir otros problemas y entonces cada uno de ellos podría ser tratado por un profesional diferente, según el criterio de la sub-especialidad; por ejemplo, la gastritis podría ser mejor tratada por el gastroenterólogo, la rinitis por el otorrinolaringólogo, el asma por el neumólogo, la dermatitis por el dermatólogo, la conjuntivitis alérgica por el oftalmólogo y los pro-blemas de vaginitis por el ginecólogo; sin embargo, el éxito terapéutico en cada manifestación clínica depende de que el sub-especialista aplique criterios de globalidad en la etiología (origen), patogenia (los efectos que la enfermedad causa en el organismo) y terapéutica, algo que verdadera-mente no lo hacen todos los sub-especialistas. A propósito, muchos especialistas actúan como si la rinitis, el asma, la conjuntivitis, diversos trastornos del intestino y la inflamación de la vagina, no tuviesen ninguna relación; sin embargo, en conjunto constitu-yen, justamente, el Síndrome de Inflamación de las Mucosas que sufre comúnmente la niña o la mujer alérgica, y que lo detallaré en distintas oportunidades. EL

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Mi punto de crítica a las subespecialidades médicas es: que si bien han ampliado el conocimiento sobre el funcionamiento y los trastornos o en-fermedades de áreas específicas del organismo, también han fragmentado al paciente, catalogando a cada manifestación clínica expresada por un órgano determinado, como una enfermedad del todo independiente.

En la práctica de la medicina tradicional, cada una de las enfermedades mencionadas anteriormente son tratadas por un especialista diferente, así: el oftalmólogo trata las enfermedades de los ojos, el otorrinolaringólogo de las vías respiratorias altas, el neumólogo de las vías respiratorias bajas, el gastroenterólogo del tracto digestivo, el ginecólogo del tracto genitouri-nario de la mujer, el dermatólogo de la piel y el pediatra hace de todo un poco. Incluyendo al alergólogo, estos son los profesionales especializados en prevenir y tratar las enfermedades de los órganos expuestos al medio ambiente.

Ahora yo pregunto, ¿los hijos de estos profesionales tienen menor in-cidencia de estas enfermedades?, ¡no lo sé!, si la incidencia es la misma que en la población general, algo grave está sucediendo y nuevamente planteo la posibilidad de que la enfermedad está avanzando más rápido que el conocimiento humano. Suena paradójico que el hijo del otorrinola-ringólogo sufra rinitis crónica, hipertrofia de adenoides, amigdalitis y otitis recurrentes; el del gastroenterólogo sufra gastritis y RGE; el del dermató-logo dermatitis; la hija del gineco-obstetra sufra RGE solo unas semanas después de haber nacido, luego cuando niña sufra vaginitis y cuando ado-lescente flujos vaginales crónicos y dolores pélvicos crónicos, ¡y los hijos de los pediatras y de los alergólogos sean alérgicos! El problema es que si no sabemos cómo prevenir ni tratar estas enfermedades en nuestros propios hijos, probablemente tampoco lo podemos hacer en nuestros pacientes.

Nota: el origen del RGE de presentación temprana, es decir aquel que se presenta en las primeras semanas de vida, está en la gestación según investigaciones recientes.

Ante este panorama, comenzando mi tercera década de ejercicio como pediatra general, y luego de aceptar que desconocía muchos elementos de la situación de mis pacientes, comprendí que no era suficiente pedir ayuda a los sub-especialistas como al alergólogo, al otorrinolaringólogo, al neu-mólogo, gastroenterólogo, ginecólogo, etc.

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Sorprendido una y otra vez con formulaciones iguales a las mías y con resultados igualmente deficientes cuando me comparaba con los sub-espe-cialistas, pude entender finalmente que el problema no se solucionaba solo con medicamentos, sino con el restablecimiento natural de los órganos del niño enfermo y con el entendimiento de su enfermedad. Sencillamente, no estaba preparado para enfrentar los problemas de salud del niño, en ese entonces.

El ejercicio de la medicina debería apropiarse de postulados de otras ciencias modernas como la biocibernética que estudia, precisamente, a los sistemas complejos, para actuar dentro del marco de la globalidad del or-ganismo humano, dentro del cual, cada parte del cuerpo es dependiente de otra, y por lo tanto, la afección de una de ellas puede desencadenar enfer-medad en otra u otras. Ningún órgano funciona de manera independiente del resto del organismo. “Cada órgano tiene su propio ecosistema”, de tal manera que siempre tiene una relación física o funcional con sus vecinos o, a distancia, con cualquier otro órgano o sistema.

Rápidamente, la enfermedad alérgica está causando estragos en nuestros hijos y nosotros los papás, atónitos y perplejos, nos hemos quedado en el exterminio de los ácaros y en la expulsión de las mascotas y los pediatras a la saga de los últimos medicamentos antialérgicos, que ya van en su ter-cera o cuarta generación; ¡por favor!, por esta vía, nunca vamos a lograr detenerla. La respuesta inmune a las proteínas del ácaro, de la leche de vaca y a otras, puede ser sólo una consecuencia final, no el origen de la enfermedad.

Estimados padres de familia, no se acostumbren a pensar que la alergia de sus hijos es normal, a decir que sus hijos son atópicos sin preocupación y a creer que el RGE es pasajero, que un día dejará de vomitar y que todo quedará en el pasado; ¡no!, estas enfermedades pueden ser solo el comien-zo de una serie de enfermedades crónicas que su hijo puede ir presentando en las distintas etapas de la vida.

Los invito estimados padres de familia y amigos médicos, a que me acompañen a descubrir el origen de la enfermedad alérgica del niño, y por ende, a prevenirla y a curarla. Para tal propósito, ustedes van a conocer cinco de las seis claves que me han dado el éxito terapéutico durante los últimos 10 años de mi práctica pediátrica. Estas son las siguientes:

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Conocer cuáles son los órganos involucrados en la enfermedad 1. alérgica Conocer y evitar los riesgos ambientales 2. Identificar las primeras señales de alarma y actuar rápidamente, 3. antes de que la enfermedad alérgica se establezca Restaurar la salud intestinal 4. Desinflamar a todo el organismo 5.

La sexta clave en el arte de curar la enfermedad de mis pacientes no está escrita y se refiere al arte de manejar los medicamentos y al uso de otras prácticas terapéuticas que son propias de nuestro conocimiento profesio-nal; que entre otras cosas, tampoco sería de utilidad, si las condiciones básicas del paciente no se mejoran y son estas precisamente, el objetivo de este libro.

He aquí mi gran preocupación: poner al descubierto la dificultad del tra-tamiento de la enfermedad alérgica y el actuar médico; compartir con us-tedes, padres de familia, lo que he logrado con esmero durante tantos años de estudio y de práctica clínica, para que no empiecen de cero y de tumbo en tumbo como desafortunadamente lo están haciendo miles de padres de familia, en el mundo entero.

Después de ser dueños de un conocimiento suficiente, se van a dar cuenta que en la gran mayoría de los casos de enfermedad alérgica de sus hijos, hubo desconocimiento o negligencia por parte de ustedes, lo que permitió que se estableciera la enfermedad.

La buena noticia es que ustedes, padres de familia, una vez apropia-dos de estos conocimientos universales, no solamente podrán en sus hijos prevenir y curar (en la mayoría de los casos) la enfermedad alérgica, sino varias enfermedades de los órganos expuestos al medio ambiente, que actualmente sufren sus hijos o que lo sufrirán a futuro.

Parece exagerado y posiblemente no lo entiendan en este momento pero se van a dar cuenta en el transcurso de la lectura de este libro, que las distintas enfermedades mencionadas tienen patrones de comportamiento similares, que su fondo puede ser un denominador común llamado infla-mación y que su origen puede ser el mismo.


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