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FAHD BOUNDI
DEL FORDISMO A LA CONTRARREVOLUCIÓN DE LA OFERTA
(1908-2012): EL FIVE-DOLLAR WORKDAY, LA ECONOMÍA DE GUERRA Y EL
CONTRARREFORMISMO NEOCLÁSICO
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Del fordismo a la contrarrevolución de la oferta
(1908-2012): el five-dollar workday, la Economía de
guerra y el contrarreformismo neoclásico
Fahd Boundi1
Resumen
El siguiente trabajo analizará qué supuso para los EEUU y el modo de producción
capitalista la implantación de los axiomas organizativos tayloristas y su posterior evolución hacia el fordismo. Asimismo, se comparará el análisis de las crisis que
hacen los enfoques neoclásico, keynesiano, marxista y kaleckiano, para ir
desentrañado qué es lo que determina la inversión, cuáles son las relaciones entre los salarios, la producción y tasa de ganancia, y el papel del gasto militar y la
Economía de guerra en el proceso de acumulación de capital. Por otro lado se identificará la estrecha relación entre los principios de la demanda efectiva y la
Economía de guerra, así como su papel en la crisis de la década de 1930. Además, se considerarán las condiciones que permitieron la restauración neoclásica y la
reacción neoliberal en la década de 1970 para, posteriormente, desentrañar la
lógica que subyace de las políticas de ajuste permanente y sus efectos en la distribución de la renta y el ingreso.
1 Licenciado en ciencias económicas por la Universidad Complutense de Madrid. Máster en Economía Internacional y
Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid. [email protected]
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Introducción
Realizar un análisis histórico sobre la evolución de la economía y la industria de los EEUU
conlleva, inevitablemente, analizar qué supuso el fordismo en la transformación del modo de
producción capitalista a lo largo del siglo XX. Para comprender el crecimiento económico de los
EEUU a lo largo del siglo XX, es imprescindible entender la revolución productiva que presumió
la fabricación en serie del Ford Modelo T no solo en la industria del automóvil, por aquel
entonces una industria naciente, sino en la transformación del resto de industrias
estadounidenses al aplicar los axiomas organizativos del fordismo y los avances tecnológicos
que favorecieron el aumento de la productividad gracias a la cadena de montaje. Cierto es que
el primer automóvil no fue fabricado y producido por la Ford, empero, la innovación en la
producción del Modelo T a partir de 1908 exhibió el potencial de esta industria en EEUU. Si
tomamos 1908 como año inicial, observamos que se requerían 14 horas para producir un Ford
Modelo T, no obstante, cuando en 1916 se introdujo la innovación de la cadena de montaje en
las fábricas de la Ford, el número de horas necesarias para la producción del Modelo T
descendió dramáticamente, reduciéndose a 1 hora y 30 minutos. Ergo, la cadena de montaje no
solo propició el descenso de horas de producción, sino que disparó las unidades producidas al
año, acompañado de la reducción en el precio de venta por vehículo.
De este modo, se pasaron de las 50 mil unidades producidas en el año 1908, a las casi
500 mil unidades producidas en 1916, mientras, el precio por vehículo descendió de los 825
dólares de 1908 a los 360 dólares en 1916. Por supuesto, no fue solo la introducción de la
cadena de montaje el artífice del aumento de la productividad en las fábricas de Ford; Frederick
W. Taylor influyó de manera considerable en la filosofía corporativa de la Ford, al presentar un
marco de organización industrial caracterizado por el objetivo de alcanzar el crecimiento a
través del aumento de la productividad. El taylorismo influyó en la transformación de la división
del trabajo, que a la postre, edificó las bases para definir el fordismo. Asimismo, el taylorismo
requería la división de los talleres que permitiese fragmentar y simplificar los procesos de
producción, así como el control de los trabajadores, al disciplinar la fuerza de trabajo al ligar los
salarios en función del rendimiento individual. Estamos, pues, ante un método con un fuerte
enfoque positivista-racionalista, donde se parte del estudio científico de los sujetos para trazar
las estrategias productivas que ahorren horas de trabajo y reduzcan los costes de producción,
traduciéndose en el aumento de la tasa de explotación y la plusvalía apropiada por los
propietarios de los medios de producción.
Para Taylor era fundamental que los trabajadores en la fábrica se especializasen y
acumulasen conocimientos dentro de los procesos productivos en el que estuviesen asignados.
Así pues, era necesario que se diese una importante inversión educativa por parte del Estado.
Comprendamos que los ciclos tecnológicos supusieron la aparición de maquinaria moderna que
requería un grado de conocimientos por parte de los trabajadores superior a la que pudieran
tener antes. No obstante, los esfuerzos que vino realizando el Estado desde finales del siglo XIX
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propició la acumulación de conocimientos; la aparición a finales del siglo XIX del ferrocarril, el
telégrafo, la radio, etc., requería que parte del excedente2 se distribuyese a la inversión
improductiva dedicada al gasto en educación e infraestructuras por parte del Estado.
Obviamente, el aumento del producto social que favorecieron las innovaciones tecnológicas
permitió el incremento del excedente que consintiese vigorizar el proceso de acumulación de
capital, a la vez que aumentaba el gasto improductivo por parte de las administraciones
públicas. Ante este escenario, Taylor sugirió que junto al aumento de la productividad, era
necesario que los salarios nominales descendieran.
Esta visión tenía el objetivo de “motivar” a los trabajadores a producir más, y por tanto,
promover el individualismo técnico y la fragmentación de los procesos productivos. Desde el
lado de la oferta era indudable el impresionante avance productivo, empero, qué sucedía con la
demanda de vehículos ante los cada vez más reducidos salarios de la clase trabajadora;
comprendamos por un lado que a principios del siglo XX, los sofismas de la economía neoclásica
seguían siendo hegemónicos, y por tanto, conceptos como la Ley de Say, el laissez faire o el
paro voluntario dominaban el pensamiento de las ciencias económicas. Asimismo, no se
concebía la posibilidad de que ocurriesen crisis de sobreacumulación de capital y
sobreproducción de mercancías, ni tampoco que la demanda agregada se contrajese al aplicar
medidas en dirección a mejorar la participación de los capitalistas en la renta nacional. En
síntesis, el debate entre los enfoques neoclásico, keynesianos, kaleckiano y marxiano marcará
el desarrollo de nuestro trabajo, el cual confrontará la visión de estas escuelas sobre las crisis
del capitalismo con el objeto de desentrañar la estrecha relación entre la Economía de guerra y
los ciclos económicos de los EEUU.
Ford y el five-dollar workday
La industria automotriz, en contra de lo que propugnaba Taylor, dependía del aumento
de los salarios para estimular la demanda de vehículos. Por consiguiente, no es de extrañar que
la rígida disciplina impuesta por el taylorismo agudizase los conflictos sociales y las respuestas
sindicales entre los años 1912 y 1913. Henry Ford comprendió que la reducción de los salarios
bajo los supuestos tayloristas se traduciría en la contracción de la demanda agregada de
vehículos, lo que requería, por tanto, llevar a cabo medidas para contrarrestar esta situación.
Así pues, en 1914 la Ford llevó a cabo la implantación del five-dollar workday; el five-dollar
workday elevó el salario de los trabajadores cualificados de las fábricas, quienes pasaron a
2 El excedente o producto neto se calcula como: Excedente = Producto Social – Consumo Productivo.
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recibir cinco dólares por jornada laboral3, teniendo como efecto la captación de los mejores
técnicos y mecánicos del estado de Michigan, quienes rápidamente se incorporaron a las
fábricas de la Ford en Detroit. El five-dollar workday actuó como “head-hunter”, reuniendo a los
trabajadores más cualificados, mientras que la productividad, favorecida por los conocimientos
de éstos, experimentaba incrementos espectaculares. Asimismo, el aumento de la productividad
permitió la reducción de la jornada laboral; los trabajadores pasaron de trabajar seis días con
una jornada laboral de 8 horas, a trabajar cinco días con la misma jornada laboral de 8 horas.
Esto es, se pasó de las 48 horas semanales antes de la implantación del five dollar-workday, a
las 40 horas semanales4. Así, las reformas de Ford tuvieron un efecto de arrastre para el resto
de competidores, quienes decidieron aplicar las mismas reformas, configurando de este modo
una mayor capacidad de consumo de los asalariados. Todo ello planteó un escenario favorable
para el mercado de vehículos, que a su vez se benefició de la accesibilidad que tenían los
asalariados de recibir créditos con bajos tipos de interés para financiar la compra de un
utilitario.
Así pues, en 1927 se requerían tan solo 10 minutos para producir un vehículo, con un
precio de venta de 225 dólares, llegando a producirse en ese mismo año 15 millones de
unidades del Ford Modelo T. Asimismo, la I Guerra Mundial auspició a los EEUU como la
primera economía mundial. La Gran Guerra fue la primera guerra industrial de la historia,
teniendo como efecto el desarrollo de innovaciones tecnológicas que permitieron el aumento
extraordinario de la productividad en el sector industrial. Por otro lado, el papel tardío de EEUU
en la guerra dejó intacta la estructura productiva estadounidense; la tasa de variación
acumulada de la productividad en el período que abarca 1915 y 1921 fue del 2,9%, por encima
de la tasa de variación de los salarios reales, traduciéndose en la caída de los costes laborales
unitarios reales. La industria automotriz se vio beneficiada de las innovaciones tecnológicas
aplicadas en los procesos productivos en las fábricas de las grandes automotrices
estadounidenses. Ante este escenario, en la década de 1920, el crecimiento económico fue
notorio, no obstante, la distribución de la renta desigual; la tasa de ganancia presentó una
tendencia alcista durante el período que abarcó la década hasta el crack de 1929 a
consecuencia de la contención salarial y el aumento de la tasa de explotación, lo que se
traducía en la tendencia creciente de la participación de los beneficios en la renta nacional.
3 El salario por día antes del 5 de enero de 1914 era de 2,34 dólares, unos 56,16 dólares actuales. Tras el 5 de enero,
los trabajadores mayores de 22 años y con una antigüedad en la empresa superior a los seis meses, pasaron a recibir 5
dólares al día, traduciéndose en 120 dólares de hoy. Henry Ford detectó la ironía de cómo los trabajadores encargados
de montar y producir un coche, a la postre, no les era posible adquirir uno con el salario que percibían. Por tanto, el
objetivo de la reforma de Ford era invertir esa situación, convirtiendo a los trabajadores de la automotriz en potenciales
compradores de vehículos de la marca Ford.
4 Empero, al contrario de lo que pueda parecer, las reformas que configuraron el modelo productivo fordista no tenían
como objetivo mejorar las condiciones de los trabajadores, tal como atestiguan las tensas relaciones de la Ford con los
sindicatos estadounidenses.
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Por ende, el crecimiento de la tasa de ganancia se explica por la mayor participación de
los beneficios sobre el producto y el aumento de la productividad. De este modo, las empresas
vieron garantizado el proceso de acumulación de capital, el cual no se tradujo en el aumento
del consumo productivo, sino que en gran medida se dirigió a la economía financiera, es decir,
el excedente fue redistribuido, dando lugar a la reinversión de grandes cantidades de capital a
actividades improductivas que no generan ganancias, sino que redistribuyen las existentes.
Por tanto, era de esperar que el crack de 1929 estallase y que el mercado especulativo
se hundiese arrastrando a los asalariados. Hay que matizar que el crack de 1929 no fue el único
detonante de la crisis de la década de 1930, sino resultado de las contradicciones inherentes
del modo de producción capitalista. Por un lado, la hegemonía académica de los sofismas
heredados de los economistas neoclásicos habían vaciado de contenido la teoría valor-trabajo
de David Ricardo, dotando de mayor abstracción los supuestos ricardianos sobre los
rendimientos decrecientes, asimismo, se desechaba la posibilidad de que se sucediese el estado
estacionario5, tal como señalaba Ricardo en relación a los rendimientos de la tierra. Por
consiguiente, el enfoque neoclásico orbitaba alrededor de la Ley de Say; todo lo que se produce
se consume, lo que equivale a decir que “la oferta crea su propia demanda”6, ergo, el ahorro es
igual a la inversión (S=I), y por tanto, el ahorro determina la inversión. Si bien Ford elevó el
salario de los trabajadores de sus fábricas, redundando en una ardua competencia por captar a
los mecánicos y técnicos más cualificados, en el resto de sectores productivos no se planteó la
misma política de five-dollar workday.
Así, pues, la crisis de la década de 1930 se caracterizó por ser la mayor crisis de
sobreacumulación de capital y sobreproducción de mercancías que había enfrentado el modo de
producción capitalista. No es de extrañar, por tanto, que la demanda agregada se contrajese
tras el crack de 1929, agravada por la baja participación de los asalariados en la renta nacional.
Por el lado del Estado y las administraciones públicas, la política económica se mantuvo en los
principios neoclásicos de los automatismos de autorregulación y la neutralidad del dinero. Esto
es, la administración Hoover se exhibió como un gobierno puramente metafísico al depositar
toda su fe en la mano invisible. El gobierno republicano tan solo planteó una política monetaria
expansiva con el objetivo de reducir el tipo de interés nominal, mas no obstante, la reducción
5 Si bien los neoclásicos niegan la posibilidad de que la economía llegue al estado estacionario, resulta paradójico que
los modelos neoclásicos son posibles solo en el supuesto irreal de que la economía sea estática, es decir, que esté en
estado estacionario.
6 “De este modo la Ley de Say, según la cual el precio de la demanda agregada de la producción en conjunto es igual al
precio de la oferta agregada para cualquier volumen de producción, equivale a decir que no existe obstáculo para la
ocupación plena. Sin embargo, si ésta no es la verdadera ley respecto de la demanda y la oferta agregadas, hay un
capítulo de importancia capital en la teoría económica que todavía no se ha escrito y sin el cual son fútiles todos los
estudios relativos al volumen de la ocupación agregada.” KEYNES, John M. (2003): Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero, México, D.F, FCE, p.57.
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de los costes laborales y la contracción de la demanda agregada habían llevado a un escenario
de caída del nivel general de precios, al intentar igualarse la oferta con la deprimida demanda.
El objetivo por reanimar la inversión a través de la reducción de los tipos de interés era
imposible; los tipos de interés nominales estaban al 0 %, mientras que la deflación elevaba los
tipos reales de interés. Frente a este contexto, la teoría neoclásica entró en discusión al no
poder responder a la crisis, asimismo, varios economistas habían comenzado a teorizar sobre
las políticas de pleno empleo y de demanda7.
La teoría cuantitativa del dinero, la ley de los rendimientos decrecientes y la trampa
de liquidez en la crisis de la década de 1930
Antes de centrarnos en la política monetaria, la variación de los tipos de interés y sus
efectos en la economía real, debemos, necesariamente, diseccionar con más profundidad la
imposibilidad real de la teoría cuantitativa del dinero. En primer lugar, la teoría cuantitativa del
dinero establece que el aumento de los precios será proporcional al aumento de la masa
monetaria, ergo, esta relación es una oda a la crítica de la lógica mercantilista, la cual establece
que lo más importante es la cantidad de oro y metales preciosos:
En segundo lugar, la teoría cuantitativa del dinero hunde su crítica en cuanto a que el
aumento de la oferta monetaria y los precios desplomarán las exportaciones y perturbarán la
balanza comercial del país:
Por tanto, frente a este escenario, el mercantilismo encontró a sus más acérrimos críticos
en el lado de la economía clásica y el laissez-faire. Alrededor de esta premisa orbita la teoría
7 Uno de los más destacados fue Gunnar Myrdal, quien anticipándose a Keynes, publicó en 1932 el Equilibrio monetario.
Su obra aborda las limitaciones de los supuestos sujetos a la teoría cuantitativa del dinero, así como la imposibilidad de
cumplirse la Ley de Say, en tanto que ésta plantea un escenario estático propio de una economía en estado
estacionario, esto es, en términos marxianos nos estaríamos refiriendo a la reproducción simple de capital: “La idea
subyacente es que no se puede suponer una identidad entre demanda y oferta de bienes de consumo, excepto en
condiciones de equilibrio estático. Esta proposición ha de parecerle evidente a una mente sencilla, puesto que las
decisiones de comprar y vender una mercancía se toman por individuos completamente diferentes. De manera
semejante, no se puede suponer que la demanda de capital (inversión) y la oferta de capital (ahorro) sean
idénticamente iguales; porque también ellas provienen de grupos no idénticos de individuos. En estos casos, tratar la
oferta y la demanda como si fueran idénticamente, más que condicionalmente, implicaría un concepto de equilibrio
irreal y abstracto.” MYRDAL, Gunnar (1999): Equilibrio monetario, Barcelona, Pirámide, p. 70.
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convencional del dinero, la cual postra sus raíces en los presupuestos teóricos monetaristas. No
obstante, qué involucra está relación; la Ley de Say y el equilibrio general establecen la
imposibilidad de que ocurran crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción de
mercancías, en tanto que de existir un exceso de oferta en algún mercado, éste se compensará
con el exceso de demanda de otro. El mero hecho de que se cumpla la neutralidad del dinero
confirmará la existencia del proceso de ajuste automático y la Ley de Say, ergo, se cumplirán
los automatismos regulatorios de la economía sin la intervención del Estado y las instituciones.
Así, por tanto, una política monetaria expansiva tendrá el siguiente resultado:
Es decir, el incremento de la oferta monetaria es proporcional al incremento de los
precios, a su vez, el incremento de los salarios monetarios es igualmente proporcional al
incremento de la masa monetaria y los precios, ergo, las variables reales se comportarán de la
siguiente manera:
Los salarios reales (W/P) no se verán modificados, ni tampoco la cantidad o saldo real de
dinero (M/P). Si aceptamos esta relación, debemos aceptar que en el medio plazo existe, per
se, el equilibrio económico, asimismo, aceptaríamos que la economía es estática, y por tanto, se
encuentra en estado estacionario, o en términos marxianos, se está dando la reproducción
simple de capital. La realidad es bien diferente; la neutralidad del dinero en modo alguno se
cumple, al mismo tiempo, si aceptamos la teoría cuantitativa del dinero, debemos admitir que la
disminución de los salarios será condición necesaria para superar un periodo de crisis. Es decir,
si se reducen los salarios monetarios, necesariamente se incrementarán el empleo y la
producción, asimismo, la caída de los salarios monetarios se verá acompañada de la caída de
los precios, o en otras palabras, es necesario fomentar un proceso de deflación de costes para
superar los ciclos de crisis. Esto se comprende en tanto que la teoría cuantitativa del dinero
está, a su vez, sujeta a los supuestos de los rendimientos decrecientes, es decir, los costes
marginales son crecientes, esto es, nos estamos refiriendo a la ley de los costes marginales
crecientes. La ley de los costes marginales crecientes establece la relación inversa entre
producción y salarios reales, asimismo, existen dos mecanismos para aumentar la producción;
el primero consiste en elevar los precios y mantener los salarios monetarios rígidos, y por tanto
presionar a la baja los salarios reales. El segundo mecanismo se trata de reducir los salarios
monetarios y mantener fijos los precios de las mercancías. Este último mecanismo, según la
teoría neoclásica, desplazará la curva de los costes marginales hacia bajo, y por ende, el precio
se igualará con el coste marginal (figura. 1).
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Figura. 1
Los axiomas neoclásicos establecen que el nivel de precios depende de la política
monetaria y crediticia de los bancos centrales y comerciales. Por ende, una caída de los salarios
monetarios es idéntica a la caída de los salarios reales, es decir, en el corto plazo, la reducción
de los salarios monetarios provocará la caída de los costes marginales, desplazando la curva
hacia abajo (figura. 1).
Por otro lado, en el corto plazo, el nivel general de precios no se modifica, puesto que la
demanda agregada es estática, ergo, en el corto plazo los precios son mayores a los costes
marginales (P>CMG), por lo que se experimenta un crecimiento de la producción.
Seguidamente, el aumento de la producción empuja al alza los costes marginales y los precios
empiezan a desplomarse a consecuencia de que con la misma cantidad de dinero se adquieren
más mercancías y bienes. Finalmente, para alcanzar el equilibrio (P = CMG), el nivel de
producción es mayor y los salarios reales menores que en el periodo inicial, por tanto, la teoría
neoclásica asevera que el aumento de la participación de los beneficios en la distribución del
producto total se manifestará en el incremento de la inversión y el consumo de los capitalista,
traduciéndose en mayor producción y empleo.
Ahora bien, de cumplirse, operaría la teoría cuantitativa del dinero, asimismo, se
alcanzaría la condición de equilibrio que establece la Ley de Say, esto es, ex ante, el ahorro y la
inversión son iguales (S = I). Por consiguiente, se desprende que el determinante de la
inversión es el ahorro, o en otras palabras, a mayor participación de los beneficios en la renta
nacional, mayor será la propensión a ahorrar de los capitalistas; es decir, la relación inversa
entre la propensión al consumo y la renta implica que los incrementos de la renta son mayores
que los incrementos del consumo, en tanto que a mayor renta mayor ahorro. En cambio, si
establecemos que la clase trabajadora recibe un salario equivalente al valor de los bienes de
subsistencia que necesita para la reproducción de su fuerza de trabajo y la subsistencia de su
familia, estaríamos aseverando que la propensión al consumo de la clase trabajadora
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corresponde a todos sus ingresos, ergo, los trabajadores no ahorran. De este modo, los
capitalistas, como clase propietaria de los medios de producción, reciben rentas por encima del
valor de los bienes de subsistencia, lo que equivaldría a decir que su propensión a ahorrar es
mayor que su propensión a consumir.
Se percibe, por tanto, que la clase que podrá dedicar parte de su renta al ahorro será la
capitalista; si aumenta la participación de los beneficios de los capitalistas en la renta nacional,
su propensión a ahorrar se incrementará, lo que redundará en mayores tasas de ahorro y,
según los neoclásicos, el incremento de la inversión será proporcional al aumento del ahorro.
Grosso modo, a mayor ahorro, mayor inversión, ergo, mayor producción, empleo y crecimiento.
Empero, esta lógica en modo alguno se cumple; primero, estamos obviando la naturaleza de
este modelo estático, solo posible en el supuesto de que estemos en una economía en estado
estacionario, lo que equivaldría a decir que toda la inversión se dedica al consumo de capital
fijo, esto es, nos estamos refiriendo a la reproducción simple de capital. Segundo, de cumplirse
la condición de equilibrio, ahorro igual a inversión, ésta no se daría ex ante, sino ex post,
asimismo, es harto improbable que se cumpla en una economía abierta. Tercero, el ahorro no
determina la inversión, puesto que las crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción
de mercancías se caracterizan por que el ahorro es mayor que la inversión.
Cuarto, los modelos neoclásicos presuponen que la utilización de la capacidad instalada
es plena, en cambio, ésta se aleja de la plenitud, dándose la utilización ociosa de la capacidad
instalada. Quinto, los rendimientos en la industria no son decrecientes como en la tierra o la
minería, sino constantes o crecientes, esto es, los costes marginales son constantes o
decrecientes, ergo, el precio es mayor que el coste marginal (P>Cmg). Así pues, para dilucidar
por qué los supuestos neoclásicos están errados y se alejan de la realidad, partiremos del
modelo macroeconómico de Michal Kalecki desarrollado en sus Estudios de la teoría de los
ciclos económicos; Kalecki, aplicando los esquemas de reproducción de Karl Marx y el modelo
de Rosa Luxemburgo, establece que en una economía cerrada existen dos clases, capitalistas y
trabajadores, donde los trabajadores gastan todo lo que ganan, y los capitalistas ganan todo lo
que gastan, por ende, los trabajadores no ahorrarán. Así, los trabajadores dedican todos sus
ingresos en bienes de subsistencia para la reproducción de su fuerza de trabajo y el
mantenimiento de sus familias, mientras, los capitalistas podrán dedicar parte de sus beneficios
al ahorro. Por tanto, las ganancias de los capitalistas estarán sujetas a la siguiente relación:
De ello se desprende que la renta de los capitalistas variará en función a cómo lo haga su
consumo y gasto. De este modo, los capitalistas determinarán la producción agregada en
función a la parte de sus beneficios que dediquen al consumo. Para poder comprender esta
lógica es necesario establecer un modelo dividido en tres sectores: sector I, productor de
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bienes de inversión (medios de producción), sector II, productor de bienes de consumo de los
capitalistas (bienes de lujo) y sector III, productor de bienes de subsistencia de los trabajadores
(bienes de consumo). Los trabajadores del sector III consumirán parte de los bienes de
consumo que han producido, mientras, el excedente del sector III lo consumirán los
trabajadores de los demás sectores. Esto es, el excedente bruto del sector III corresponderá a
los beneficios de éste, es decir:
Así, pues, el total de los salarios de los otros dos sectores será igual al excedente bruto
del sector productor de bienes de consumo para los trabajadores:
Por tanto, en el supuesto de que aumenten los salarios de estos sectores, es lógico
concluir que el excedente bruto del sector III productor de bienes de consumo de los
trabajadores será mayor, en tanto en cuanto aumentará la demanda agregada:
Esto es, el incremento del consumo de los trabajadores de los diferentes sectores se verá
acompañado por el incremento de la producción de los demás sectores; si aumenta el consumo
de los trabajadores, el consumo de los capitalistas obrará en la misma dirección, en tanto que
el aumento de la producción se traducirá en el aumento del excedente bruto, que a su vez, se
trasladará en el aumento de las rentas de los capitalistas. De este modo, del modelo kaleckiano
se desprenden los esquemas de reproducción de Marx; el aumento de las rentas de los
capitalistas se reflejará en el acrecentamiento del consumo de los capitalistas de un sector,
quienes dirigirán su consumo a adquirir bienes producidos en otros sectores, lo que aumenta
las ganancias de los capitalistas de los otros sectores. Por otro lado, el incremento de la
producción llevará consigo el aumento de la inversión dirigida a la ampliación productiva. La
inversión se financiará con los depósitos bancarios y los créditos, es decir, la inversión de los
capitalistas de un sector reducirá sus depósitos bancarios pero irán a parar a los depósitos
bancarios de otros capitalistas, por ende, los bancos comerciales podrán seguir prestando
créditos. Ahora bien, el aumento de la inversión elevará la demanda de dinero, lo que hará
disminuir los depósitos bancarios, reduciendo las reservas de caja de los bancos comerciales. La
reducción de las reservas de caja empujará al alza los tipos de interés nominales, afectando a la
inversión.
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El estímulo a la inversión se explica por la diferencia entre el tipo de beneficio esperado y
el tipo de interés, y no por el ahorro, tal como aseveran los neoclásicos. Asimismo, debemos
tener en cuenta el papel del banco central como sujeto importante en esta relación; la compra
de bonos por parte del banco central tendrá el objetivo de elevar la liquidez de los bancos
comerciales, acrecentando la cantidad de dinero en circulación a consecuencia del auge de los
créditos que irán frenando el alza de los tipos de interés nominales. El modelo kaleckiano choca
con los postulados neoclásicos que afirman que la reducción de los salarios de los trabajadores
se traducirá en el aumento del consumo e inversión de los capitalistas, y por ende, de la
producción, resultado de la mayor propensión a ahorrar de éstos; la reducción de los salarios de
los trabajadores no se traducirá automáticamente en el aumento de la inversión de los
capitalistas, en tanto que éstos no actuarán hasta ver el incremento real de sus beneficios,
ergo, la inversión quedará paralizada hasta entonces.
Mientras, el consumo de los capitalistas se comportará de la misma manera hasta no ver
incrementadas sus rentas, por lo que no decidirán elevar su consumo. Grosso modo, la
reducción de los salarios no se traducirá, per se, en mayor inversión y consumo de los
capitalistas. Entonces, podemos afirmar que la inversión estará determinada por las
expectativas de beneficios, la tasa de ganancia y los tipos de interés8. Por tanto, si
automáticamente no crecen el consumo y la inversión de los capitalistas entramos en un círculo
vicioso difícil de salir; si se han contraído los salarios de los trabajadores y la respuesta en el
consumo y la inversión de los capitalistas no se materializa, nos enfrentaremos a un escenario
de caída del nivel general de precios a consecuencia de la reducción de los costes de
producción, el desplome de las ganancias de los capitalistas y la contracción de la demanda
agregada. Esto es, la única respuesta de aplicar la deflación de costes defendida por los
neoclásicos es la caída del nivel general de precios, asimismo, la demanda de dinero se
desploma y el tipo de interés real aumenta. La elevación del tipo de interés real provocará el
incremento del pago de intereses de deuda:
Por ende, la teoría cuantitativa del dinero y la neutralidad del dinero en modo alguno
operan en la realidad, puesto que nos enfrentamos a la trampa de liquidez resultado de la caída
los precios. Para entender con mayor exactitud por qué la teoría neoclásica de la formación de
precios sujeta a la teoría cuantitativa del dinero resulta muy limitada para responder a las
variaciones de precios, es obligado señalar que el precio de las mercancías no está regulado por
8 Por otro lado, podemos añadir como determinantes de la inversión la productividad del capital y la utilización de la
capacidad instalada, en tanto que la tasa de ganancia depende de estas variables. A mayor productividad del trabajo y
mayor utilización de la capacidad instalada, mayor tasa de ganancia.
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la oferta y demanda, tal como postulan los neoclásicos, sino por los costes de producción.
Anwar Shaikh señala que “por definición, el precio es simplemente la suma de los costos
salariales, los costos materiales y algún monto arbitrario de ganancia”9. Así pues, los precios se
expresarán de la siguiente manera:
En nuestra expresión, w, son los salarios uniformes por hora, L, el número de horas
trabajadas, los costes salariales los costes materiales y , las ganancias de los
capitalistas. Por tanto, la reducción de costes salariales a consecuencia de la contención salarial
se verá acompañada de la contracción de las ganancias de los capitalistas, resultado de la caída
del consumo y la inversión de éstos, dando como efecto la caída de los precios. Asimismo, la
deflación de costes socava la capacidad de compra de los trabajadores, que junto a la caída del
consumo y la inversión de los capitalistas, se traducirá en la contracción de la demanda
agregada10. Aquello se trasladará en el aumento de los tipos de interés reales que harán inútiles
las políticas monetarias expansivas, puesto que la caída de los precios lleva consigo el aumento
de los tipos reales de interés aun cuando los tipos nominales estén en el 0 % (figura. 2). En
efecto, las políticas monetarias son estériles, empero, las políticas fiscales expansivas no serán
el revulsivo para superar la trampa de liquidez, inclusive si éstas se ven acompañadas de una
política monetaria expansiva para estimular un proceso inflacionistas controlado.
9 SHAIKH, Anwar (2006): Valor, acumulación y crisis, Buenos Aires, Razón y Revolución, p.128.
10 La demanda agregada, en una economía cerrada y sin sector público se expresa como: DA = CW + CK+ I. Esta
expresión establece que la demanda agregada es resultado de la suma del consumo de los trabajadores, CW, el
consumo de los capitalistas, CK, y la inversión privada, I.
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Figura. 2
Las experiencias del New Deal en la década de 1930 y la de Japón en la década de 1990
han demostrado que las políticas fiscales expansivas tan solo amortiguan la caída, pero son
insuficientes para superar las crisis de sobreacumulación de capital, sobreproducción de medios
de producción y sobreproducción de bienes de consumo. Cabe señalar que el gobierno
demócrata de Franklin D. Roosevelt se encontró en la disyuntiva de aumentar los impuestos o
reducir el gasto público al enfrentarse con el aumento del déficit y la deuda pública en 1938.
Así, el semblante que permitió salir de la crisis fue la II Guerra Mundial; la destrucción de
fuerzas productivas y la Economía de Guerra, habían obrado el “milagro” de reanimar el
proceso de acumulación de capital a través del incremento de la productividad gracias a las
innovaciones militares aplicadas en la industria civil.
La Teoría general y la Economía de guerra
En este apartado nos imbuiremos en la empresa por desmitificar los principios de la
demanda efectiva recogidos en la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, escrita
por Keynes y publicada por primera vez en 1936. Primeramente, es importante reconocer la
autoría del efecto multiplicador de la demanda agregada en el discípulo de Keynes, Richard
Kahn quien, por encargo de su maestro, desarrolló el efecto multiplicador de la demanda
agregada; Keynes, junto a Lloyd George, habían planteado que un aumento de las inversión
generaría un aumento de los ahorros, mas no obstante, delegó en Kahn la empresa de
desentrañar el problema entre el ahorro y la inversión. Joan Robinson señala sobre Kahn, que
éste al tratar de explicar el problema del ahorro y la inversión intentó redescubrir los esquemas
14
de reproducción ampliada de Marx “imaginándose un cordón alrededor de todas las industrias
de bienes de capital y estudiando entonces los intercambios entre ellas y las industrias de
bienes de consumo”11.
Esto es, de los esquemas de reproducción ampliada de Marx se desprende la relación de
que a mayor participación de los ingresos de los trabajadores en la distribución del producto
total, mayor es el nivel del producto, o en otras palabras, un incremento del empleo en la
inversión genera un incremento del empleo total, tal como trató de demostrar Kahn con el
efecto multiplicador. Por tanto, la conexión que pudiera existir entre de los esquemas de
reproducción marxianos y los principios de la demanda efectiva requiere abordar aspectos
básicos de la Teoría general. En primer lugar, el nivel de empleo dependerá de las capacidades
productivas de las empresas, y por ende, del aumento de la producción total. Cabe destacar
que el valor monetario de la tasa de producción se distribuirá entre el gasto de los factores
productivos y el coste de las materias primas y los bienes producidos por otros capitalistas.
Estamos hablando, por tanto, de los costes de los factores y los costes de uso, siendo la
diferencia entre las ventas y los costes la renta de los capitalistas:
A partir de este punto se puede enlazar la Teoría general de Keynes con el Estudio de la
teoría de los ciclos económicos de Kalecki, de quien no debemos olvidar su conexión con los
esquemas de reproducción de Marx. El modelo simple de Kalecki en economía abierta presenta
el escenario donde los ingresos totales están sujetos a los salarios que perciben los
trabajadores, las ganancias de los capitalistas y los bienes de producción para la inversión más
la balanza comercial y el déficit público presupuestario. Recordemos que los trabajadores
gastan todo lo que ganan, y los capitalistas ganan todo lo que gastan, desprendiéndose la
siguiente relación:
A partir de esta relación, Kalecki señala que las ganancias serán menores cuando el
consumo de los capitalistas caiga, tal como ocurrió durante la crisis de la década de 1930. Así,
una contracción de la demanda agregada12 imposibilita la combinación eficiente de los factores
productivos (capital y fuerza trabajo en este caso). Por otro lado, Kalecki, anticipándose a
11 ROBINSON, Joan (1970): “Introducción”, en KALECKI, Michal (1970): Estudio sobre la teoría de los ciclos
económicos, Barcelona, Ariel, p. 11.
12 En economía abierta y con sector público, la demanda agregada se expresa como: DA= CW +CK + (T-G) + I + (X-M).
En nuestra expresión la demanda agregada está determinada por el consumo de los trabajadores, CW, el consumo de
los capitalistas, CK, el déficit público, (T-G), la inversión privada, I, y la balanza comercial, (X-M).
15
Arthur Lyon Bowley, demostró que en el corto plazo la participación de los trabajadores en la
renta nacional se mantiene constante. Por ende, para Kalecki, como para Keynes, si aumenta la
participación de salarios de los trabajadores en la renta nacional, el nivel de producto obrará en
la misma dirección. Aquello es posible en tanto que la utilización de la capacidad instalada en la
industria está lejos de ser plena a consecuencia de la competencia real13, esto es, la
competencia entre capitales empuja a la concentración y centralización del capital,
traduciéndose en el poder de fijación de precios por parte de las empresas e invalidando los
supuestos de competencia perfecta del enfoque neoclásico. Asimismo, Kalecki arguye que
elevando la utilización de la capacidad instalada hasta vaciar el mercado es posible alcanzar el
pleno empleo, a consecuencia del aumento de la inversión y la producción.
Ahora bien, si se desea conciliar el objetivo de crecimiento y desarrollo económico, el
papel del Estado será fundamental para construir un escenario favorable para la distribución de
la renta y el ingreso. Si hemos determinado que las ganancias de los capitalistas dependen de
la inversión y el consumo de éstos, podemos establecer que las ganancias aumentarán si el
consumo de los capitalistas se incrementa a expensas del aumento de la renta de los
trabajadores y los propios capitalistas, mientras que en épocas de crisis el aumento del gasto
público puede reanimar las ganancias. De este modo, el incremento de la producción estará
sujeto al aumento en el consumo tanto de los capitalistas como de los trabajadores, así como
por el papel del Estado. Por tanto, si crece la participación de los asalariados en la distribución
del producto total, el nivel de la producción se ampliará. Esto se explica por la alta propensión a
consumir de los asalariados; recordemos que el modelo marxista desarrollado por Rosa
Luxemburgo y Kalecki establece que los trabajadores gastan todo lo que ganan, ergo, en
términos keynesianos, la propensión marginal de los trabajadores a consumir es igual a 1 y
constante:
13 Nos referimos a competencia real, y no a competencia imperfecta o competencia monopolista, en tanto que la
competencia intercapitalista se refleja en las contradicciones del modo de producción capitalista, lo que invalida no solo
los supuestos de competencia perfecta, sino la idea de la existencia de un capitalismo monopolista alejado de su
naturaleza competitiva. La competencia se refleja en el conflicto capital-trabajo y la mercantilización de la fuerza de
trabajo, por ende, el trabajo es libre y las relaciones de producción se reproducen en un contexto de competencia real.
Asimismo, la tendencia a la igualación de las tasa de ganancia entre sectores oculta una feroz competencia que no se
caracteriza por el equilibrio, sino por el desarrollo desigual, mientras que los postulados de la competencia monopolista
plantean que los sectores más concentrados se caracterizan por tasas de ganancias más altas. Cabe señalar que no hay
evidencias de que los sectores más concentrados gocen de mayores tasas de ganancia, asimismo, la evolución de los
precios entre ramas y sectores se ha comportado de manera similar entre sí, con indiferencia de que estuviesen más o
menos concentrados.
16
Si toda la renta disponible se dedica al consumo de bienes de consumo de los
trabajadores, el aumento de la renta de los trabajadores de los diferentes sectores acrecentará
el excedente bruto del sector productor de bienes de consumo para los trabajadores:
Si aumenta el excedente bruto de los diferentes sectores, el consumo de los capitalistas
se comportará en la misma dirección, dando como resultado el efecto multiplicador de la
demanda agregada. De nuevo, a través de los esquemas de reproducción de Marx podemos
comprender está relación; en este caso plantearemos los esquemas de reproducción marxianos
con dos sectores: el sector I será el productor de bienes de producción (medios de producción)
y el sector II el productor de bienes de subsistencia para los capitalistas y los trabajadores
(bienes de consumo):
La condición de equilibrio será:
El consumo del sector I se iguala al ahorro del sector II, es decir, los trabajadores del
sector II consumen parte de lo que producen en su sector, mientras que el excedente bruto lo
consumirán los trabajadores del sector I y los capitalistas de los sectores I y II. Ahora, si
sumamos S1 nos queda:
En la condición de equilibrio, el ahorro se igualará a la inversión (S = I), entendiendo que
la inversión se autofinancia14. Ahora chocamos con el problema de si el aumento de la inversión
14 La condición de equilibrio es harto improbable. En primer lugar, tal como señala Keynes, el ahorro y la inversión
nunca serán iguales ex ante, tal como defendían los neoclásicos, sino ex post. En segundo lugar, Marx al desarrollar los
esquemas de reproducción ampliada señalaba que de cumplirse la condición de equilibrio ésta solo sería plausible si se
daba la perfecta proporcionalidad entre sectores. No obstante, Marx subraya que la proporcionalidad, o equilibrio, entre
sectores no es la norma, puesto que las contradicciones inherentes del modo de producción capitalista se traducen en
17
se trasladará en el aumento del nivel general de precios, y si el aumento de demanda agregada
de los bienes de consumo se contrarrestará con el aumento de la oferta agregada de los bienes
de consumo. Esta premisa pudiera parecer incompatible con la propuesta de Keynes, quien
plantea que el nivel general de precios es constante, mas acepta la posibilidad de que el nivel
general de los precios aumente en un momento dado. Así, pues, Keynes plantea que el
aumento de la renta es mayor que el aumento del consumo, es decir, la propensión media al
consumo es decreciente a medida que crece la renta total de una economía:
Si los aumentos de renta son mayores que los aumentos del consumo, es lógico pensar
que el ahorro crecerá, y por ende, la propensión marginal al ahorro hará lo mismo (PmgS). Es
decir, la propensión marginal a consumir dejará de ser 1 y pasará a ser menor a 1:
Por tanto, la brecha entre el consumo y la renta se cubrirá con la inversión. Por ende, a
mayor inversión mayor tasa de ocupación, a su vez, la inversión, como señalamos con
anterioridad, dependerá de los tipos de interés, los beneficios esperados, la tasa de ganancia y
la eficiencia marginal de capital para Keynes. Grosso modo, si no existe distribución de los
ingresos y no aumenta la participación de los asalariados en la renta nacional, la demanda
agregada, o demanda efectiva en términos keynesianos, se desplomará. A partir de esta
premisa se justifica la intervención del Estado para estimular la demanda agregada, o efectiva,
a través de políticas de gasto público y distribución de la renta y el ingreso nacionales. No es
descabellado señalar que Kalecki anticipó a Keynes al aplicar los esquemas de reproducción
ampliada de Marx. Por ello no es de extrañar las afirmaciones de la economista Joan Robinson
al asegurar que en El Capital ya aparecía intrínsecamente una teoría de la demanda efectiva15.
Con todo ello, resulta, por ende, lógico pensar que las políticas de New Deal de la
administración del presidente Franklin D. Roosevelt posibilitasen la recuperación de la economía
estadounidense al aplicar políticas de demanda a través del gasto público. Parecería lógico,
la desproporcionalidad y por consiguiente, la reproducción ampliada de capital es posible aun dándose el desequilibrio
entre el sector I y sector II.
15 “Hay efectivamente muchos indicios en El Capital de una teoría de la demanda efectiva. Los discípulos de Marx
pudieron haberla formulado antes de que Keynes y Kalecki la aprendieran a partir de los hechos brutales de la gran
crisis, pero no lo hicieron. Los marxistas declarados saludaron en Inglaterra la Teoría general con los consabidos motes
de finanzas sesudas. El elemento “keynesiano” en Marx era poco conocido.” ROBINSON, Joan (1968): Ensayo sobre
economía marxista, México, D.F, Siglo XXI, p.19.
18
claro está, si realmente la Teoría general de Keynes estuviese construida alrededor del objetivo
de socializar el excedente para su plena y racional utilización, tal como anhelaba Kalecki.
Realmente, las políticas de New Deal no tuvieron el efecto esperado, en tanto en cuanto,
el déficit y la deuda pública se dispararon del 16 % del PIB en 1937 al 36 % del PIB en 1938.
Asimismo, el semblante que posibilitó superar la crisis de la década de 1930 fue la II Guerra
Mundial, y por ende, la Economía de guerra de los EEUU. El período de guerra (1940-1945) y
los años de posguerra (1945-1947) se caracterizaron por el predominante papel del Estado en
el funcionamiento de la economía estadounidense al dedicarse a regular y planificar los
principales recursos y equipos productivos, así como reinvertir parte del excedente en
investigación e innovación tecnológica. Asimismo, el Estado controlaba los precios, salarios,
distribución de los bienes de consumo y gran parte de los créditos, traduciéndose en el
incremento del gasto público que alcanzó el 109 % del PIB.
Esto es, la II Guerra Mundial permitió salir de la crisis al estimular la demanda agregada
en los mercados de bienes de consumo y fuerza de trabajo. De este modo, se estimuló la
deprimida tasa de ganancia gracias extraordinario aumento del gasto militar y la destrucción de
capitales y fuerzas productivas que reiniciaron el proceso de acumulación de capital. Además, el
papel de la industria automotriz fue fundamental, en tanto en cuanto, toda la estructura
productiva estadounidense aplicó los principios organizativos del trabajo propios del fordismo.
Así, pues, la aplicación del modelo productivo fordista en el resto de industrias arrojó unos
impresionantes crecimientos industriales del 16 % anual entre 1940 y 1944. El Estado se
encargó de redistribuir gran parte del excedente a la inversión improductiva en gasto militar,
teniendo como efecto un círculo virtuoso que reactivó toda la economía. Asimismo, las
innovaciones tecnológicas aumentaron la productividad que creció por encima de los salarios
reales, derivando de ello la caída de los costes laborales unitarios en la industria. Ahora bien, la
Economía de guerra no siguió el análisis de Kalecki sobre la necesidad de aumentar la
participación de los ingresos de los trabajadores en la distribución del producto total, sino que
ésta, en términos reales, se mantiene constante e incluso cae. Mientras, la participación de los
beneficios en la distribución del producto total aumentó a consecuencia de la inversión pública,
la cual se dirigió a las empresas privadas.
Del Estado de bienestar a las contrarreformas neoclásicas: la caída de
la tasa de ganancia y los Acuerdos de Washington de 1971 y 1973
Tras analizar cómo se fueron construyendo las precondiciones para edificar el Welfare
state que dio nacimiento a la Edad de oro del capitalismo entre las décadas de 1950 y 1960, es
momento de examinar cuáles fueron los condicionantes que empujaron a su declive. Empero,
19
para desentrañar las causas del fin de la Edad de oro es necesario desmitificar el Estado de
bienestar y las políticas sociales de la Edad de oro; es imperativo recalcar que los
extraordinarios crecimientos experimentados por los países capitalistas occidentales se
debieron, principalmente, a la destrucción ocasionada por la II Guerra Mundial. Por tanto, es
vital comprender que durante la guerra quedaron destruidas las fuerzas productivas en Europa
Occidental, que a posterior dio como resultado el reinicio del proceso de acumulación de
capital, el cual se vio favorecido por las innovaciones tecnológicas procedentes del ámbito
militar aplicadas con posterioridad en la industria civil. Por otro lado, EEUU, a diferencia de los
países europeos, mantuvo intacta su estructura productiva, lo que le garantizaba fortalecer su
posición de economía capitalista hegemónica, tan solo importunada por la sombra de la
expansión territorial de la URSS y el temor a una revolución comunista.
Por ende, la Economía de guerra adquirió una nueva variante menos intervencionista en
la economía, pero que asumía un rol determinante; el Estado incrementó el gasto público, pero
no con el fin de aumentar el consumo de las masas de la población, sino que éste se dirigía a la
inversión en gasto militar. De este modo se alcanzaba el pleno empleo gracias al gasto militar,
consiguiendo mantener constante la participación relativa de los salarios, asimismo, los salarios
reales se elevaban a consecuencia de los incrementos de la productividad auspiciados por las
innovaciones tecnologías16. El milagro del Estado de bienestar fue, en efecto, el gasto militar;
las condiciones de los trabajadores por aquel entonces eran tolerables, y de este modo, se
atomizaba la conciencia de clase, mientras que la organización sindical se burocratizaba cada
vez más, alimentadas por el corporativismo entre el Estado y los sindicatos.
La débil correlación de fuerzas se convirtió en un escollo para la clase trabajadora en las
siguientes décadas, mas no obstante, es necesario observar qué ocurrió con la participación de
los asalariados en la distribución del producto total y la evolución de los costes laborales
unitarios; en la década de 1950 se registraron las tasas de crecimiento más altas de la Edad de
oro, donde hubo extraordinarios aumentos de los beneficios empresariales, traduciéndose en el
crecimiento de la participación de los beneficios en la renta nacional, mientras que la
participación de los salarios crecía de manera moderada. De esto modo, la tasa de ganancia
presentó una tendencia alcista gracias al aumento de la productividad. Por tanto, los costes
16 “Así pues, la economía progresa gracias al gasto en armamentos y los individuos ven asegurada su existencia por la
fabricación de medios de destrucción. Para un observador objetivo, parece bastante absurdo porque el excedente
podría haberse utilizado para incrementar la inversión o el consumo. Sin embargo, de hecho, como mínimo se
malgasta. Pero, aún siendo absurdo, incluso este método de mantener el pleno empleo asegura al capitalismo moderno
un grado suficiente de estabilidad política ya que, aunque los niveles de consumo de las masas no son todo lo elevados
que podrían ser, aún son mucho más elevados que los alcanzables bajo condiciones de desempleo. Es más, si se
mantiene consistentemente el pleno empleo, y si la participación relativa del trabajo en la renta nacional permanece
constante, también habrá un incremento continuo del salario real debido a la creciente productividad del trabajo.”
KALECKI, Michal (1980): Ensayo sobre las economías en vías de desarrollo, Barcelona, Crítica, p. 24
20
laborales unitarios exhibieron un crecimiento moderado y fluctuante a lo largo de la década de
1950 (Gráfico. 1).
Mas es importante resaltar que las innovaciones tecnológicas permitieron ampliar el
excedente, y de este modo consentir la elevación de los salarios por encima del IPC sin
comprometer el proceso de acumulación de capital. Empero, en la década de 1960 la relación
se iba a invertir. Si bien los beneficios siguieron aumentando, éstos lo hicieron a menor escala
que en la pasada década, lo que redujo la participación de los beneficios en la renta nacional.
Por el lado de los salarios y la productividad, éstos aumentaron de manera desequilibrada, es
decir, los salarios reales crecieron por encima de la productividad del trabajo. De este modo, los
costes laborales unitarios presentaron un tendencia alcista durante la segunda la década 1960
(Gráfico. 1). Asimismo, el estancamiento de la productividad vino acompañado de mayores
inversiones en capital fijo, a consecuencia de los ciclos tecnológicos y las innovaciones que
habían dirigido a las estructuras productivas de los países capitalistas más desarrollados hacia
procesos intensivos en capital, traduciéndose en el aumento de los ratios capital/trabajo y
capital/producto.
Fuente: Elaboración propia con datos del Census Bureau
Gráfico. 1
Esto es, a lo largo de la década de 1960 se empieza a identificar el agotamiento del
Estado de bienestar, al estancarse la tasa de ganancia a consecuencia de las condiciones
materiales objetivas características del momento histórico analizado. Frente a escenarios de
crisis, como el analizado, la Teoría general recoge las siguientes recomendaciones de política
económica; en tiempos donde la dinámica de la economía es favorable, el sector público debe,
de manera discrecional, aumentar la carga impositiva y los tipos de interés para controlar la
inflación y aumentar la tasa de ahorro. Al mismo tiempo, el gasto público debe reducirse para
de este modo asegurarse un superávit fiscal que pasará a formar parte del ahorro con el objeto
de hacer frente a los ciclos propios del modo de producción capitalista. Así, por tanto, en ciclos
21
económicos desfavorables es recomendable, según los presupuestos teóricos keynesianos,
aumentar el gasto público, reducir los impuestos y los tipos de interés para estimular el
consumo y afrontar el déficit público con los superávits fiscales de los periodos de auge. Estas
son, por tanto, las políticas discrecionales que actuarán como estabilizadores automáticos para
hacer frente a las crisis del modo de producción capitalista.
Pero la realidad es tozuda en confirmar los presupuestos teóricos keynesianos, en tanto
que se sugiere que las crisis son sólo consecuencia de las deficiencias de la distribución de la
renta, el ingreso nacional y el subconsumo, por ende, las crisis en el capitalismo pueden ser
fácilmente solventadas con políticas de distribución de la renta y el ingreso para estimular la
demanda agregada. La realidad es bien diferente; el modo de distribución de la renta y el
ingreso en el capitalismo está sujeto a la naturaleza de la producción capitalista, esto es, frente
a un escenario de crisis reflejado en la caída de la tasa de rentabilidad, las políticas de
distribución de la renta son estériles a largo plazo, lo que deprimirá aún más la tasa de
ganancia. Aquello se entiende por la relación inversa entre salarios y tasa de ganancia que
imposibilita la aplicación de políticas de demanda en un contexto de crisis de rentabilidad. Así,
para estimar la tendencia de la tasa de ganancia utilizaremos el desarrollo de la ecuación de
Kalecki, puesto que al trabajar con cuentas nacionales es inviable calcular la tasa de ganancia
“a lo Marx”:
En nuestra relación, B representa los beneficios totales, K el stock de capital, , la
participación de los beneficios, , la productividad media del trabajo y el ratio capital
trabajo. Asimismo, la tasa ganancia establece la relación entre el grado de utilización de la
capacidad instalada, u, el ratio capital/producto, v, y la participación de los beneficios, Si
bien estrictamente no estamos calculando la tasa de ganancia, la ecuación de Kalecki nos
permite estimar a través de las cuentas nacional la tendencia de ésta para poder comprender la
naturaleza de la crisis que comenzó en la década de 1970. A partir de 1965, la tendencia de la
tasa de ganancia se muestra decreciente, exteriorizando el agotamiento del modelo fordista y el
Estado de bienestar (Gráfico. 2).
22
Fuente: Elaboración propia con datos del National Income Product Account
Gráfico. 2
La caída tendencial de la tasa de ganancia se explica por el estancamiento de la
productividad y el aumento del ratio capital/trabajo, resultado del incremento de las inversiones
en capital fijo, lo que arrojó tasas de variación del ratio capital/trabajo por encima de las tasas
de variación de la productividad (gráfico. 3).
Fuente: Elaboración propia con datos del Census Bureau
Gráfico. 3
La crisis de rentabilidad se detecta en la producción, y no en el consumo, ergo, nos
enfrentamos a una crisis de realización que tiene su origen en la oferta y se traslada a la
demanda. Los procesos intensivos en capital si bien pueden reducir los costes y aumentar la
productividad, a largo plazo demandan mayores inversiones en capital fijo, lo que va elevando
el stock de capital fijo y los costes variables. Aquello tendrá como efecto la caída de la
rentabilidad, esto es, la tasa de ganancia tenderá a decrecer a consecuencia del aumento del
23
capital fijo. En términos marxianos nos estaríamos refiriendo a la composición orgánica de
capital; la composición orgánica de capital es el cociente entre el capital constante y el capital
variable: un incremento de la composición orgánica de capital implica que los procesos
productivos requieren cada vez mayores inversiones en capital constante. Así pues, el
incremento de la composición orgánica de capital tiene como respuesta la caída de la tasa de
ganancia, en tanto que el capital constante desplaza al capital variable, el cual corresponde a
los salarios de los trabajadores.
Para Marx, como para Adam Smith y Ricardo, la fuente del valor es el trabajo humano
abstracto, asimismo, los trabajadores ofrecen su fuerza de trabajo a los propietarios de los
medios de producción a cambio de un salario que equivale a una parte del valor que han
producido, en tanto que la fuerza de trabajo como mercancía tiene un valor equivalente al de
los bienes de subsistencia de los trabajadores. Ahora bien, en una jornada laboral de 8 horas, el
trabajo socialmente necesario para reproducir el valor equivalente al de los bienes de
subsistencia será inferior a esas 8 horas de jornada laboral, lo que arrojará un trabajo
excedente del que se apropiarán los capitalistas en forma de plusvalor, siendo, de este modo, el
trabajo vivo la fuente del plusvalor. Por ende, a medida que los ciclos tecnológicos vayan
sustituyendo trabajo muerto (maquinaria) por trabajo vivo (fuerza de trabajo), el capital
constante dedicado a los medios de producción desplazará el capital variable que corresponde a
la fuerza de trabajo, traduciéndose en el incremento de la composición orgánica de capital y la
caída de la tasa de ganancia. Asimismo la relación inversa entre la composición orgánica de
capital y la tasa de ganancia se puede expresar de la siguiente manera:
Esta expresión recoge la relación entre el plusvalor, , y la composición orgánica de
capital, ; la composición orgánica de capital es, como indicamos, el cociente entre el capital
constante, c, y el capital variable, v, asimismo, la tasa de ganancia se puede expresar como el
cociente entre el plusvalor y la suma del capital constante y variable. Por ende, un incremento
de la composición orgánica reducirá la tasa de ganancia, lo que empujará a los capitalistas a
llevar a cabo medidas contrarrestantes dirigidas a aumentar la tasa de explotación y el
plusvalor. Se desprende, pues, la lógica de las contrarreformas que empezaron a ser aplicadas
a partir de la década de 1970; para estimular la tasa de ganancia era imperativo aumentar la
participación de los beneficios, ergo, la participación de los asalariados en la renta nacional tuvo
que caer forzosamente bajo la lógica capitalista como medida contrarrestante (gráfico. 4).
24
Fuente: Elaboración propia con datos del Census Bureau
Gráfico. 4
Por otro lado, a finales de la década de 1960 se detecta la caída de los salarios reales, no
obstante, esta tendencia se quiebra a principios de la década de 1970 al registrar la
recuperación de éstos en 1971 (gráfico. 5). Todo parecía indicar la posibilidad de sustentar el
modelo que identificó la Edad de oro del capitalismo, o al menos es lo que pretendían
demostrar los entusiastas del modelo económico basado en la Economía de guerra.
Fuente: Elaboración propia con datos del Economic Report of the President 2013
Gráfico. 5
Ahora bien, la economía convencional registra el año 1973 como el año de la defunción
del Estado de bienestar en el occidente capitalista, empero, niega las consecuencias de los
Acuerdos de Washington celebrados en los años 1971 y 1973. En nuestro gráfico (gráfico. 5)
apreciamos que entre los años 1971 y 1973 los salarios reales se estancan para posteriormente
seguir una tendencia decreciente. Comprendamos que los Acuerdos de Washington fueron el
25
conjunto de varias contrarreformas que afectaron directamente a los salarios reales, y por
ende, la participación de los asalariados en la renta nacional de EEUU. En 1971, se
establecieron como medidas el abandono del patrón oro-dólar y la devaluación del dólar
ampliando la banda de fluctuaciones en el ± 2,25 %, para posteriormente ampliar de nuevo la
banda de fluctuaciones en otro ± 2,25 % en 1973. Además, se limitó del poder de los
sindicatos y la capacidad de negociación de los trabajadores.
Esto es, 1973 vino a confirmar el fin del Estado de bienestar, aun presentando la
economía estadounidense un crecimiento del 4 % del PIB, mas no obstante, el embargo de
petróleo de los países árabes de la OPEP en 1973 no fue el causante de ello, sino el pretexto
que esgrimieron por aquel entonces lo adalides de la restauración neoclásica. Las
contrarreformas iniciadas a nivel mundial en 1971 tenían como objetivo reducir la participación
de los salarios en la renta nacional a favor de los capitalistas, tal como sugerían los economistas
neoclásicos durante la crisis de la década de 1930. Asimismo, la caída de la participación de los
asalariados en la renta nacional se verá reflejada en la distribución del ingreso nacional, en
tanto que el objetivo de reanimar la tasa de ganancia está sujeto a los criterios neoliberales de
contención salarial y deflación de costes.
De nuevo, cabe señalar la relación inversa entre salarios y tasa de ganancia; David
Ricardo, en sus Principios de Economía política y tributación, defendía que cualquier alteración
en el precio natural del trabajo, (recordemos que Ricardo no estableció la diferencia entre
trabajo y fuerza de trabajo), se traduciría en la caída de la tasa de ganancia, por ende, la
elevación de los salarios reducirá la cuota de beneficios y la tasa de ganancia. Este análisis
ricardiano es común para los enfoques marxiano y neoclásico; el análisis marxiano sobre la
relación inversa entre la tasa de ganancia y los salarios establece, como hemos señalado, que
frente a una crisis de rentabilidad las medidas contrarrestantes que adoptarán los capitalistas
irán en dirección a incrementar la tasa de explotación y el plusvalor, aumentando la cuota de
beneficios en detrimento de la cuota de los salarios. Por el contrario, la respuesta neoclásica
está sujeta a los supuestos que hemos analizado de deflación de costes, los cuales afirman
erróneamente que una reducción de los salarios se traducirá automáticamente en un aumento
de la producción. Así pues, la contrarreforma neoclásica focalizó sus esfuerzos en desvalorizar
la fuerza de trabajo, lo que incluía reducir las cotizaciones a la seguridad social y el salario
mínimo17.
17 La vulgarización que hizo la economía neoclásica del pensamiento de Ricardo recoge el análisis ricardiano del
mercado de trabajo como alegato en contra del salario mínimo. Ricardo criticó con dureza las leyes de pobres y
defendió que los salarios están sujetos a la dinámica del mercado, esto es, el salario está regulado por el precio de los
bienes subsistencia, o lo que es lo mismo, el salario equivale al valor de las subsistencias, siendo éste el precio natural
del trabajo. Cualquier alteración puede provocar un incremento del precio de mercado del trabajo por encima del precio
natural, lo que se traducirá en desempleo. Empero, la vulgarización del pensamiento de Ricardo establece que el salario
lo regulan la oferta y la demanda de trabajo, así el establecimiento de un salario mínimo por encima del salario de
26
Fuente: Elaboración propia con datos del Economic Report of The Presidente 2013
Gráfico. 6
Al referirnos a contrarreforma neoclásica impugnamos la visión de que la reacción
neoliberal fue una contrarrevolución; si entendemos este proceso como una contrarrevolución
estaríamos refiriéndonos a las reformas inspiradas por la Teoría general de Keynes como un
proceso revolucionario, el cual en modo alguno fue. Si analizamos en qué consistieron
realmente las políticas keynesianas, detectaríamos su estrecha relación con la Economía de
guerra de los EEUU. Por tanto, si atendemos a la evolución de los salarios reales, podremos
desentrañar algunas conexiones con la Teoría general; la comparación entre las tasas de
variación de los salarios reales y la variación de la inflación exteriorizan el origen keynesiano de
la política económica de los gobiernos de Richard Nixon, Jimmy Carter y Ronald Reagan.
equilibrio se traducirá en desempleo voluntario a consecuencia de la negativa de los trabajadores a aceptar el salario de
equilibrio fijado por la oferta y la demanda de trabajo; “Como todos los demás contratos, los salarios deben
abandonarse a la leal y libre concurrencia del mercado, sin someterla nunca a la intervención del poder público. La
tendencia manifiesta de las leyes de beneficencia está en directa oposición a estos principios evidentes: como la
legislación intentaba, compadecida, no consiste en mejorar la condición del pobre y del rico juntamente: en vez de
hacer rico al pobre, están proyectadas para hacer pobre al rico, y mientras estén en vigor las leyes actuales, parece
completamente dentro del orden natural de los hechos que el fondo para el mantenimiento de los pobres aumente
continuamente hasta que haya absorbido toda la renta neta del país o, al menos, aquella parte de la misma de la que el
Estado nos permitiese disponer después de satisfacer sus demandas propias, siempre crecientes, para los gastos
públicos.” RICARDO, David (1973): Principios de economía política y de tributación, Madrid, Hora H, p.85.
27
Fuente: Elaboración propia con datos del Economic Report of the President 2012.
Gráfico. 7
El escenario desfavorable de la década de 1970 desnudó el importante papel que ejerce
el Estado para garantizar el proceso de acumulación de capital en los EEUU, un rol que siempre
ha estado presente en la historia estadounidense; en 1953, quien fuese presidente de la
General Motors, Charles E. Wilson, fue llamado por el presidente Dwight D. Eisenhower para
ocupar el cargo de secretario de defensa, a quien se le preguntó si como secretario de defensa
podría tomar alguna decisión que perjudicase a GM, a lo que respondió afirmativamente la
posibilidad de que ocurriese, pero ésta sería inconcebible para él, quedando recogida para la
historia la siguiente frase; “porque durante años he pensado que lo que era bueno para el país
era bueno para General Motors y viceversa”.
La respuesta de Wilson desnuda el potencial de las políticas económicas del Estado para
responder a las condiciones desfavorables que se reflejan en la caída tendencial de la tasa de
ganancia. Como habíamos indicado, en la década de 1960 los costes laborales unitarios
aumentaron y las inversiones en capital fijo eran cada vez mayores, lo que se tradujo en el
descenso de la tasa de ganancia en la década de 1970. Los Acuerdos de Washington
respondieron a la necesidad de alterar esta situación, y para ello era necesario retraer la
participación de los asalariados en la renta nacional como medida contrarrestante. Por ello, el
mecanismo más poderoso se encontraba en la Teoría general; Keynes recomendaba recortar
los salarios reales a través de una inflación moderada, puesto que esto generaría una ilusión
monetaria que tardarían en percibir los trabajadores al creer equivocadamente que sus salarios
reales habían aumentado, cuando en realidad sus salarios monetarios han crecido por debajo
del índice general de los precios18. Así, por tanto, la devaluación del dólar, tal como exigían los
18“Ahora bien, la experiencia diaria nos dice, sin dejar lugar a duda, que, lejos de ser una mera posibilidad aquella
situación en que los trabajadores estipulan (dentro de ciertos límites) un salario nominal y no real, es el caso normal. Si
bien los trabajadores suelen resistirse a una reducción de su salario nominal, no acostumbran abandonar el trabajo
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Acuerdos de Washington, tenían como objetivo desvalorizar la fuerza de trabajo a través de
ilusión monetaria (gráfico. 7). Por otro lado, si bien los Acuerdos de Washington tuvieron como
objetivo adelgazar el Estado, éste solo perdió peso en el gasto social en educación, sanidad,
subsidios de desempleo etc., a favor de la iniciativa privada, empero, el “ahorro” que conlleva
reducir los gastos en servicios públicos se redirigió al aumento del gasto militar. Esto es, el
déficit público se dispara con el objetivo de reducir la carga impositiva a las grandes empresas
al mismo tiempo que se eleva el gasto militar. Mientras, la fuerza de trabajo se desvaloriza con
el objeto de reducir los costes salariales reales a través de la ilusión monetaria. Así, los años en
los que más caen los salarios reales son los que abarcan el período que va de 1977 a 1982,
desplomándose los salarios un 12,12 %, en un período difícil al coincidir con la guerra Irak-Irán
y el comienzo del gobierno de Reagan (gráfico. 7), si bien es cierto que con el gobierno de
Carter se trató de reducir la inflación; en 1979, la FED, bajo la dirección de Paul Volcker, decidió
incrementar los tipos de interés nominales con el objetivo de contener la inflación, lo que se
tradujo en la caída de la inversión y la contracción del PIB real en 1980 y 1982 (gráfico. 6). No
obstante, a partir de 1983 comienzan a llevarse a cabo las políticas de control de la inflación
por parte del gobierno de Reagan a través de políticas monetarias restrictivas, empero, los
salarios reales siguieron cayendo, invalidando la tesis infundada de que a menor inflación
mayores salarios reales.
El período de Reagan se caracterizó por el aumento del gasto militar, recortes en los
gastos sociales, la reducción de la carga impositiva a las grandes fortunas y el capital, el
aumento de la carga impositiva a los trabajadores y la contracción de la participación de los
asalariados en la renta nacional. Grosso modo, la contrarreforma neoclásica se gestó en la
década de 1980 con la necesidad de reducir los costes laborales unitarios, para con ello
reanimar la tasa de ganancia y revalorizar el capital. Asimismo, se llegó a registrar en 1984 una
tasa de crecimiento superior al 7 %, mas a partir de las crisis financiera de 1987 el crecimiento
del PIB oscila entre el 3 % y 4 %, detectándose el agotamiento de las políticas de ajuste
permanente y la necesidad de dar un impulso a la economía. Las bajas tasas de crecimiento del
PIB de 1990 y 1991 fueron contrarrestadas con la Guerra del Golfo a través del incremento del
gasto militar que reanimó la economía de los EEUU. Resulta verosímil afirmar que el gasto
militar supone un potente instrumento para la política económica de los EEUU, más aún,
cuando en la década de 1970 comenzó el proceso de ajuste permanente y la Economía de
guerra continuó siendo el eje sobre el que orbita la economía estadunidense. Empero, en los
últimos tiempos el modelo de Economía de guerra combinado con las políticas de ajuste
permanente ha exteriorizado su agotamiento, tal como atestiguan los fracasos de las guerras
cuando suben los precios de las mercancías para asalariados. Se dice algunas veces que sería ilógico por parte de la
mano de obra resistir a una rebaja del salario nominal y no a otra del salario real. Por razones que damos más
adelante, y afortunadamente, como veremos después, esto puede no estar tan falto de lógica como parece a primera
vista; pero lógica o ilógica, ésta es la conducta real de los obreros.” Ibíd., p.42.
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contra Afganistán e Irak. Nos queda, no obstante, el interrogante sobre si el modo de
producción capitalista se adaptará a las cada vez más desfavorables condiciones, o bien se nos
presentará un nuevo escenario de transformación.
Conclusiones
El Estado capitalista, como garante de la propiedad privada de los medios de producción,
se ha caracterizado por ser pieza fundamental para consensuar el objetivo de los capitalistas de
valorizar el capital frente a los ciclos propios del modo de producción capitalista. La dinámica de
la economía de los EEUU refleja cómo las contradicciones inherentes del modo de producción
capitalista se expresan en crisis de sobreacumulación de capital y sobreproducción de medios
de producción y mercancías, lo que viene a invalidar la tesis del subconsumo. Así pues, las crisis
de rentabilidad en modo alguno responden al estímulo de las políticas sujetas a los principios de
la demanda efectiva, sino que éstas han sido solventadas a través del gasto militar y la
Economía de guerra. Si bien es cierto que el gasto público y las políticas de distribución del
ingreso del New Deal permitieron amortiguar la caída, éstas fueron insuficientes, en tanto que
la lucha de clases se materializa en la pugna distributiva por los aumentos de productividad, lo
que nos lleva a confirmar que la distribución de los ingresos y la renta está sujeta a la
naturaleza de la producción capitalista. Asimismo, desde la década de 1970 los episodios de
crisis son cada vez más notorios, pudiendo concluir que el capitalismo experimenta, con mayor
insistencia, dificultades para consentir la reproducción ampliada y el proceso de acumulación de
capital a escala mundial.
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