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Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas€¦ · des tecnológicas avanzadas...

Date post: 10-Apr-2020
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L a revolución tecnológica en curso nos está situando ante el tercer gran ci- clo de transformaciones sociales que han tenido lugar en la historia de la humani- dad. El primer ciclo fue la «revolución neolí- tica» que a través de un conjunto de evolucio- nes paulatinas condujo al modelo de sociedades agrarias. El segundo fue la «revo- lución industrial» que dio lugar a un curso de cambios intensos y relativamente rápidos que se plasmaron en un nuevo tipo de socie- dades industriales, conllevando modificacio- nes en prácticamente todos los ámbitos de la vida social. En la perspectiva general de esta evolu- ción de los sistemas productivos y de los mo- delos de sociedad, en nuestros días está te- niendo lugar un gran ciclo de cambios que prefiguran una revolución tecnológica de am- plio alcance que está dando lugar también a un nuevo paradigma de sociedad. Los princi- pales procesos de innovación que están te- niendo lugar son la microelectrónica y sus desarrollos informacionales (sociedad de la información), la microgenética, con enormes impactos posibles en la vida de los seres hu- manos, y la física cuántica y los cambios re- lacionados con los nuevos materiales, las nuevas fuentes de energía, los nuevos artilu- gios, etc. LA ACELERACIÓN DE LOS CAMBIOS SOCIALES El nuevo tipo de sociedad que está sur- giendo bajo el impulso de la revolución tecno- lógica conlleva un haz muy diverso de modi- ficaciones en las formas de trabajar, de estudiar, de enseñar, de comunicarnos, de interactivar con los demás e, incluso de pen- sar. Es decir, están cambiando nuestras for- mas de estar y actuar en sociedad. Y lo im- portante es que estas transformaciones se están produciendo de una manera extraordi- nariamente rápida e intensa, sin que a veces exista una conciencia precisa del alcance y de la aceleración de los cambios. Para tener una verdadera medida del rit- mo de las transformaciones sociales y de la amplitud de los planos en los que inciden ha- bría que ser capaces de establecer –aunque sólo sea mentalmente– un paréntesis tempo- ral de quince o veinte años y comparar los efectos producidos en una misma sociedad –aquella en la que nosotros vivimos– duran- te ese eventual «salto teórico» en el tiempo. Por ejemplo, una persona que hubiera per- manecido inconsciente o en shock durante un período de tiempo similar, al «despertar» 35 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 * CatedrÆtico de Sociología UNED. Director de la Revista Temas para el Debate. Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas JOSÉ FÉLIX TEZANOS *
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Page 1: Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas€¦ · des tecnológicas avanzadas que ya no responden a los mismos parámetros que las sociedades industriales clási-cas.

La revolución tecnológica en curso nosestá situando ante el tercer gran ci-clo de transformaciones sociales que

han tenido lugar en la historia de la humani-dad. El primer ciclo fue la «revolución neolí-tica» que a través de un conjunto de evolucio-nes paulatinas condujo al modelo desociedades agrarias. El segundo fue la «revo-lución industrial» que dio lugar a un curso decambios intensos y relativamente rápidosque se plasmaron en un nuevo tipo de socie-dades industriales, conllevando modificacio-nes en prácticamente todos los ámbitos de lavida social.

En la perspectiva general de esta evolu-ción de los sistemas productivos y de los mo-delos de sociedad, en nuestros días está te-niendo lugar un gran ciclo de cambios queprefiguran una revolución tecnológica de am-plio alcance que está dando lugar también aun nuevo paradigma de sociedad. Los princi-pales procesos de innovación que están te-niendo lugar son la microelectrónica y susdesarrollos informacionales (sociedad de lainformación), la microgenética, con enormesimpactos posibles en la vida de los seres hu-manos, y la física cuántica y los cambios re-lacionados con los nuevos materiales, las

nuevas fuentes de energía, los nuevos artilu-gios, etc.

LA ACELERACIÓN DE LOSCAMBIOS SOCIALES

El nuevo tipo de sociedad que está sur-giendo bajo el impulso de la revolución tecno-lógica conlleva un haz muy diverso de modi-ficaciones en las formas de trabajar, deestudiar, de enseñar, de comunicarnos, deinteractivar con los demás e, incluso de pen-sar. Es decir, están cambiando nuestras for-mas de estar y actuar en sociedad. Y lo im-portante es que estas transformaciones seestán produciendo de una manera extraordi-nariamente rápida e intensa, sin que a vecesexista una conciencia precisa del alcance yde la aceleración de los cambios.

Para tener una verdadera medida del rit-mo de las transformaciones sociales y de laamplitud de los planos en los que inciden ha-bría que ser capaces de establecer –aunquesólo sea mentalmente– un paréntesis tempo-ral de quince o veinte años y comparar losefectos producidos en una misma sociedad–aquella en la que nosotros vivimos– duran-te ese eventual «salto teórico» en el tiempo.Por ejemplo, una persona que hubiera per-manecido inconsciente o en shock duranteun período de tiempo similar, al «despertar»

35REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35

* Catedrático de Sociología UNED. Director de laRevista Temas para el Debate.

Desigualdad y exclusión social enlas sociedades tecnológicas

JOSÉ FÉLIX TEZANOS *

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se encontraría con un tipo de sociedad muydiferente sin necesidad de moverse de sitio.¡Con cuántas cosas se toparía que le resulta-ría difícil interpretar o entender a primeravista!

Pero la cuestión que se suscita en el cursoactual de los cambios sociales no es única-mente la que concierne a la intensidad y laamplitud de las transformaciones que afec-tan nuestra vida cotidiana en el trabajo, elocio, el hogar, etc., sino el contexto generalen el que se producen, que también es uncontexto enormemente dinámico. En pocosaños, nuestro Planeta se está viendo someti-do a un ritmo de mutaciones extraordinario.Desde 1960 a finales del siglo XX la pobla-ción se ha multiplicado por dos, pasando detres mil millones de habitantes a seis mil mi-llones. Al mismo tiempo, la riqueza se hamultiplicado por nueve durante la segundamitad del siglo XX. La impresión general,efectivamente, es que la riqueza global estácreciendo considerablemente. Pero, sin em-bargo, no existe la misma impresión en loque respecta a la evolución del bienestar so-cial de la mayoría de la población. Los índi-ces de evolución del PIB en los países más ri-cos se presentan de manera exultante, perolos índices de desarrollo humano que elaborala ONU (PNUD), o los datos sobre pobreza ycarencias sociales que se recogen en los últi-mos informes del Banco Mundial no permi-ten llegar a las mismas conclusiones optimis-tas.

LA POBREZA EN LA CIVILIZACIÓNTECNOLÓGICA

Vivimos, por lo tanto, en una coyunturacompleja y paradójica en la que muchas ve-ces los diferentes datos de la situación no seponen en común, no se intentan casar paraelaborar un balance global de las circunstan-cias en las que nos encontramos y de lasperspectivas de evolución que se dibujan.Formamos parte de una civilización tecnoló-gica capaz de poner en el ciclo una estación

espacial tremendamente avanzada, una es-trella artificial que podemos contemplar connuestros ojos por la noche desde la placidezde nuestras casas. Hemos logrado terminarde desentrañar la secuencia del Genoma Hu-mano –el misterio de nuestra vida– antes delos plazos previstos. Estamos dando pasos deciencia-ficción en ingeniería genética y enotros campos científicos. Pero, sin embargo,al mismo tiempo, no somos capaces de evitarque todos los días una media de 30.000 niñosmueran a causa de insuficiencias alimenti-cias. La nuestra, por lo tanto, es una civili-zación que puede «lo más grande», pero nopuede –o no quiere– resolver cuestiones apa-rentemente «pequeñas» y de sentido comúnque están al alcance de nuestras manos, co-mo garantizar el derecho a la existencia detodos, o las posibilidades de vivir en condicio-nes de suficiente dignidad humana. ¿Cómose puede explicar esta contradicción tangrande? ¿Cómo podemos sostener en estascondiciones que nuestra civilización promue-ve el progreso científico, humano y social a lavez?

El último Informe sobre desarrollo huma-no de la ONU nos acaba de recordar que «11millones de niños menores de 5 años muerencada año (30.000 niños cada día) por causasevitables», que 350 millones de niños no asis-ten a la escuela, que 1.200 millones de perso-nas tienen que arreglárselas para vivir conmenos de un dólar al día, que «de los 4.600millones de habitantes» de los países menosdesarrollados «más de 850 millones son anal-fabetos», que la tasa de analfabetización deadultos en Asia Meridional es del 55% y en elÁfrica subsahariana del 60%; que en algunaszonas del planeta –en África y en la EuropaOriental– se están produciendo retrocesos enlos niveles de ingresos, en las tasas de matri-culación escolar e, incluso, en la esperanzamedia de vida 1.

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1 PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001,Mundi Prensa, Madrid, 2001, p. 11 y ss.

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En su conjunto, el mapa de «privaciones»que nos presenta la ONU revela gran partede las contradicciones y carencias que se es-tán manifestando en nuestra avanzada ypróspera civilización (Vid cuadro 1).

Sin embargo, las desigualdades y las ca-rencias no afectan sólo al mundo subdesarro-llado, sino que también en las naciones másprósperas se están abriendo brechas dualiza-doras. En concreto, en los países de la OCDE,es decir, los más prósperos y ricos de esteplaneta, «más de 130 millones de personaspadecen pobreza de ingresos, 34 millones seencuentran desempleados y la tasa media deanalfabetismo funcional de adultos alcanzael 15%» 2.

Aunque la pobreza y las carencias estántambién presentes en el seno de las socieda-

des más desarrolladas, lo cierto es que laprincipal brecha desigualitaria es la quemarca las distancias entre un reducido grupode países ricos y el resto de los habitantes delPlaneta. Analistas rigurosos como Ernst VonWeizsäcker han ejemplificado estas diferen-cias de raíz, advirtiendo que si el nivel de vi-da medio de un norteamericano o de un ca-nadiense se extendiera al resto del planeta,la huella ecológica que requiere el manteni-miento de sus niveles de consumo haría pre-ciso el tamaño de seis planetas como el nues-tro. O cuatro planetas como la Tierra paragarantizar a todos el nivel de consumo de uneuropeo medio3.

Es decir, estamos ante problemas y dile-mas que sólo pueden ser entendidos de una

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2 Ibid, p. 12. Vid, también, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La so-ciedad dividida, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.

3 ERNST VON WEIZSÄCKER, «El siglo del medio ambien-te», Temas, nº 62, enero 2000, págs. 24-27. Vid, tam-bién, La política de la Tierra, Editorial Sistema, Madrid,1992.

CUADRO 1. PRIVACIÓN GRAVE EN MUCHOS ASPECTOS DE LA VIDA

Fuente: Smeeding 2001b; ONUSIDA 2000a; UNESCO 2000b; Banco Mundial 2000b, 2001b, 2001c, 2001f; OMS 1997; OC-DE y Statistics Canada 2000 (Vid., PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001, Mundi-Prensa, Madrid, 2001, pág.11).

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manera correcta si «casamos» las diferentespiezas que forman parte del conjunto denuestra situación actual. Y lo cierto es que,cuando se empiezan a casar estas diferentespiezas se constata que el nivel desmesuradode prosperidad y de consumo de unos cuan-tos –tal como hoy en día están las cosas– sóloes posible que pueda sostenerse al precio demantener las carencias y las miserias deotros. De ahí la necesidad de comprender losproblemas de nuestra civilización actual ensu verdadero alcance global. Esta es la ver-dadera globalización a la que habría queprestar atención prioritaria: la de las posibi-lidades del planeta y la de las necesidades detodos los seres humanos que lo poblamos.

¿Qué ocurrirá dentro de medio siglo sicontinua el actual ritmo de crecimiento de lapoblación del planeta y si se mantienen lasactuales estructuras y parámetros de des-igualdad? ¿Podremos disponer sin límites debienes y recursos para todos, o estos tende-rán a ser «repartidos» de manera cada vezmás desigual en función de las posibilidadesde disposición general? ¿Serán habitables enun futuro no lejano las sociedades «dividi-das» que se están perfilando? ¿Qué tensionesse generarán en nuestro planeta debido a lasactuales estructuras desigualitarias?

El riesgo de avanzar hacia un tipo de «so-ciedades divididas» afecta, pues, a más com-ponentes de nuestro futuro de los que a pri-mera vista pudiera parecer. De momento losdatos fehacientes disponibles y las variablespolíticas de las que se tiene constancia reve-lan que estamos inmersos ante un proceso decambio que presenta dos caras: una de carác-ter sociológico y otra de carácter político:

— En términos sociológicos, los hechosconstatables revelan que estamos anteun cambio del modelo social y que estáperfilándose un nuevo tipo de socieda-des tecnológicas avanzadas que ya noresponden a los mismos parámetrosque las sociedades industriales clási-cas.

— A su vez, en término socio-políticos,hay que ser conscientes de que el nue-vo paradigma de sociedad emergentese está viendo afectado de manera im-portante por un cambio en el modelode bienestar social.

Esta conjunción de factores sociológicos ypolíticos están abriendo una deriva desigua-litaria que tiende a reactualizar la atención ala «cuestión social» en la Sociología, en estaocasión teñida por el influjo de múltiples ma-nifestaciones específicas de «malestar so-cial».

TENDENCIAS DE REGRESIÓNSOCIAL

Las principales tendencias que traducen yenmarcan esta situación son básicamentecuatro: dos de ellas se relacionan con el con-texto político y las otras dos hacen referenciaa parámetros más concretos de la evoluciónsocial, tanto desde el punto de vista de la ob-jetividad social, como desde las percepcionessubjetivas.

La primera tendencia que se está regis-trando en la mayor parte de los países des-arrollados es la regresión en las políticas deprotección social. De manera específica enlos países de la Unión Europea desde el año1993 se está reduciendo la proporción delPIB destinado a gastos de protección social,habiendo pasado del 29,1% del PIB en la me-dia de la UE en 1993 a un 28,4% en 1997(Vid gráfico 1). Las disminuciones han sidomayores no siempre en los países donde losniveles de gastos sociales más altos pudieranhacer factible un mayor grado de ajuste oeconomización de gastos, sino en algunos delos países donde eran menores, como Irlan-da, donde se ha pasado del 21% al 17,8% delPIB, o en España, donde se ha bajado del24% al 21,4% en 1997 4.

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4 Eurostat, Yearbook 2001, Bruselas, 2001, p. 234.

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En España, en concreto el gasto social sesitúa actualmente en un 20,2% del PIB, esdecir un 20% menos que en 1993. Esta cifraresulta aún más significativa, si tenemos encuenta que la media de gasto social en Euro-pa a finales del siglo XX era de un 28% delPIB (8 puntos más en promedio que en Espa-ña). Estas diferencias dan lugar a que en Es-paña la proporción de empleados en serviciosde bienestar sea sólo de un 5,6% de la pobla-ción activa, en comparación con un 10% de lamedia europea, al tiempo que los gastos enpensiones representan un 8,7% del PIB, res-pecto a un 11% en la media de la UE, y losgastos en sanidad sólo son un 5,8%, respectoa un 7,3% en la UE 5.

En términos comparativos internaciona-les las regresiones sociales experimentadasen España han dado lugar a que se haya des-cendido desde el puesto número 9 en el ran-king del índice de desarrollo humano de laONU en 1995, al puesto número 21 en el In-

forme del año 2001, y de una puntuación del0,939 en dicho índice a mediados de los 90 aun 0,908 a finales de siglo. Estos retrocesosse deben de manera especial a la menor in-versión en gastos de salud en dicho período(se ha bajado del 6,5% del PIB al 5,6%), asícomo a los retrocesos relativos experimenta-dos en gastos públicos en Educación (del5,6% al 5% del PIB) 6 (Vid gráfico 2).

Un aspecto significativo de las tendenciasde regresión social es el que tiene que ver conlas ayudas internacionales al desarrollo. Eneste sentido las ayudas aportadas por el Co-mité de Asistencia para el Desarrollo (CAD)de la OCDE han retrocedido desde unasmagnitudes que representaban en 1990 el0,34% del PNB de los países miembros a un0,24% a finales de siglo, se situaban bastantelejos del modesto objetivo del 0,7% (y aleján-dose).

Esta tendencia general, como puede en-tenderse, implica un riesgo de fragilización

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5 Vid, VICENÇ NAVARRO, «El Estado de Bienestar enEspaña», Temas para el Debate, nº 81-82, agosto-sep-tiembre 2001, Dossier nº 1, pp. II y ss.

GRÁFICO 1. GASTO EUROPEO EN PROTECCIÓN SOCIAL EN PORCENTAJE DEL PIB

Fuente: Eurostat. ESSPROS (1996 Manual ESSPROS) y Yearbook 2001, Bruselas, 2001, pág. 234.

6 PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, variosaños, op.cit.

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de las estructuras de Seguridad Social, espe-cialmente en los países en las políticas debienestar se encuentran menos desarrolla-das, junto a un debilitamiento de los flujos desolidaridad internacional con los países quemás lo necesitan.

La segunda tendencia-marco es la que serefiere a la presión política organizada que seestá ejerciendo en el mundo para promoveruna mayor regresión en las políticas sociales.Esta presión se hace notar básicamente desdetres perspectivas: en primer lugar a partir delpredominio de las concepciones neoliberales yde los planteamientos propios de la «nuevaeconomía», cuya influencia se ha extendidoincluso a sectores socialdemócratas, y que su-pone una afirmación de criterios extremos deindividualismo insolidario y de búsqueda dellucro y la codicia. La prevalencia de estos en-foques está conduciendo a una nueva expe-riencia de lo social que se traduce, como luegoveremos, en un aumento notable de los proce-sos de desigualdad y de exclusión social. Ensegundo lugar, opera también a favor de estatendencia regresiva la influencia que se ejercea través de determinados organismos interna-cionales, como el Banco Mundial, el Fondo

Monetario Internacional, la OCDE, etc., queactúan como una especie de «intelectuales or-gánicos» de la nueva situación, haciéndoseportavoces explícitos de los sectores políticosmás proclives a las políticas de recortes socia-les. La recomendación que hizo la OCDE aprincipios del verano de 2001 para evitar los«derroches de gastos de pensiones en España»es un buen ejemplo, quizás un poco pintorescopor lo extremo, pero muy expresivo, de esteproceder que generalmente causa una mezclade estupor y perplejidad en la opinión pública,sobre todo entre los ancianos que cobran pen-siones públicas raquíticas, como se pudo com-probar en las encuestas que con dicha ocasiónrealizaron algunos medios de comunicaciónsocial en España. En tercer lugar, también esun factor explicativo de estas inflexiones lapráctica inexistencia –hasta el presente– deuna resistencia política organizada suficiente-mente firme y fuerte y doctrinalmente funda-mentada que pueda oponer eficazmente a di-chas regresiones sociales.

Estas dos tendencias políticas formanparte de un contexto general que, lógicamen-te, presenta más matices que los que aquí po-demos indicar, y que en su conjunto respon-

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GRÁFICO 2. EVOLUCIÓN DE LA POSICIÓN DE ESPAÑA EN EL ÍNDICE DEDESARROLLO HUMANO DE LA ONU

Fuente: PNUD, Informes sobre Desarrollo Humano, ONU, varios años.

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de a un orden general en el que cada vez seestá globalizando en mayor grado la econo-mía, y también la pobreza, pero en el que nose está globalizando la manera de resolverlos problemas sociales. Lo cual está haciendopatente una crisis importante de la Política ysu subordinación total, no tanto a la lógica dela Economía –lo cual no sería tampoco co-rrecto– como a la lógica del poder económico–lo cual está resultando claramente erosivopara el bien común.

Las regresiones sociales que han tenidolugar y las perspectivas que se pueden augu-rar de mayores regresiones a corto plazo, po-drían ser interpretadas, en principio y demanera descontextualizada, como un even-tual indicador de que ya se habría alcanzan-do una situación de bienestar social razona-ble para una amplia mayoría de la población,que, por lo tanto, ya no necesitaría con tantapremura de las políticas asistenciales públi-cas. Posiblemente, en un modelo de sociedadjusta, bien integrada y articulada de acuerdoa criterios de equidad y reciprocidad, las ne-cesidades de intervención compensatoria yde apoyo social de los poderes públicos po-

drían quedar reducidas a unos márgenes pe-queños. Es decir, una sociedad socialmentejusta –si ello es posible a priori– requeriríapocas políticas sociales y podría permitir re-ducir los gastos dedicados a este fin. Pero,¿es este el caso que nos ocupa? ¿Qué indicanlos hechos sociales concretos? Lo que indicanlos hechos resulta bastante explícito y se re-laciona con las otras dos tendencias básicas alas que hice referencia al principio.

LAS DEMANDAS Y LASNECESIDADES SOCIALES

La tercera tendencia en la que nos debe-mos fijar, por lo tanto, es la que se refiere ala propia sensibilidad social de la población.En este sentido los datos procedentes de lainvestigación sobre Tendencias Sociales deNuestro Tiempo que venimos realizando unamplio grupo de profesores desde 1995, de-muestran que existe una acusada sensibili-dad de la opinión pública por las cuestionessociales. En concreto, cuando a los ciudada-nos se les pregunta cuáles serán los principa-les problemas de una sociedad como la espa-

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Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, varios años.

GRÁFICO 3. EVOLUCIÓN DE LA PERCEPCIÓN SOBRE LOS GRANDESPROBLEMAS DE ESPAÑA

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ñola dentro de diez años, las cuestiones quese mencionan más destacadamente son eldesempleo, las desigualdades y las carenciasy otros asuntos que también tienen una in-dudable raíz social, como los problemas delas drogas y de la violencia y la delincuencia,refiriéndose a gran distancia los problemaseconómicos y políticos (Vid gráfico 3).

Igualmente cuando se pregunta por losproblemas del mundo en el escenario de unadécada, los problemas sociales, las desigual-dades, el hambre, etc. aparecen subrayadosaún de manera más destacada (Vid gráfico 4),revelando que la matriz de preocupacionessobre el futuro que la mayoría de la gentetiene en mente presenta un claro matiz so-cial.

La preocupación general de la poblaciónpor las cuestiones sociales y el carácter recu-rrente con que se hace mención prioritaria adeterminados problemas, como el paro, reve-lan que para muchas personas las cosas novan tan bien como machaconamente se repi-te y como se pretende que «parezca» median-te el manejo simplificado de algunos indica-

dores economicistas que no reflejan todos losmatices, ni la verdadera complejidad de laevolución social concreta.

Una vez llegados a este punto, y poniendoen relación las tres tendencias básicas a lasque hasta ahora nos hemos referido, la pri-mera conclusión a la que se puede llegar esque existe una contradicción importante en-tre el plano de las decisiones políticas y el dela subjetividad social. O si queremos plan-tearlo en otros términos, lo que habría quepreguntar, a partir de estos datos es: ¿estánsituadas en la agenda política las preocupa-ciones de la población en el mismo nivel deprioridad en que lo sitúan la mayoría de losciudadanos?, ¿evolucionan las tendenciaspolíticas en la misma dirección, y con la mis-ma intensidad, que las percepciones de lamayoría de la opinión pública? Para cual-quier analista objetivo, yo creo que las res-puestas a estas preguntas son evidentemen-te negativas. Lo cual nos lleva a formularuna pregunta aun más peliaguda: ¿por quéocurre esto así? Y, como corolario, ¿cuálespueden ser los efectos de esta contradicciónde base?

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GRÁFICO 4. PRINCIPALES PROBLEMAS DEL MUNDO DENTRO DE 10 AÑOS (%)

Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, 2000.

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Algunos analistas bienintencionados aúnpodrían responder a estas preguntas inten-tando explicar tales contradicciones en tér-minos de un eventual desfase existente entrelos planos de la objetividad y de la subjetivi-dad social. Es decir, podría argüirse que laspercepciones de la mayoría de los ciudadanosson erróneas y están desenfocadas y que loshechos objetivos contradicen sus apreciacio-nes debido a que las necesidades sociales noaumentan, sino que disminuyen. ¿Se podríasostener con algún fundamento esta inter-pretación? Un conjunto muy amplio de he-chos parecen indicar que tal interpretaciónno es plausible ni de lejos. Lo cual lleva di-rectamente a la última tendencia a la que mequería referir aquí.

EL AUMENTO DE LASDESIGUALDADES SOCIALES

La cuarta tendencia general muestra queestamos asistiendo a un aumento de las ne-cesidades sociales, como consecuencia deprocesos sociales que están afectando a lapropia evolución de nuestra organización so-cietaria. Los procesos sociales que enmarcanesta evolución y que explican el curso des-igualitario y precarizador en el que nos en-contramos inmersos han sido objeto de va-rios análisis concretos y se encuentranavalados por los datos de un buen número deinformes recientes de la ONU (PNUD,UNESCO, etc.), de la OIT, de la OCDE y has-ta del Banco Mundial. A todo ello me he refe-rido con cierto detalle, en un marco de expli-cación sociológico más amplio, en mi trilogíasobre la «desigualdad, el trabajo y la demo-cracia», sobre todo en los dos primeros libros(La sociedad dividida y El trabajo perdido,Biblioteca Nueva, Madrid, 2001).

Aunque aquí no es posible entrar en ma-yores detalles sobre estas cuestiones, encualquier caso hay que tener presente que laactual deriva desigualitaria, con todas susimplicaciones sociales y políticas, no obedece

a una inflexión coyuntural y más o menos ca-sual de la evolución social, sino que tiene suorigen en las propias caracterizaciones es-tructurales del modelo de sociedad que se es-tá prefigurando en el curso de la revolucióntecnológica y bajo el influjo de ciertos facto-res de contexto a los que luego me referiré.Pero lo que aquí me interesa subrayar, deentrada, es que estamos evolucionando, porcausas estructurales, hacia un tipo de socie-dades que presentan mayores componentesde dualización social, como he demostrado enLa sociedad dividida y en El trabajo perdido.

De cara al hilo del análisis que aquí esta-mos realizando los principales datos que evi-dencian que estamos inmersos en una diná-mica desigualitaria que amplía y acentúa lasnecesidades sociales son los siguientes:

En primer lugar estamos asistiendo a uncrecimiento de las desigualdades en el con-junto del planeta. Las diferencias entre lospaíses más ricos y más pobres tienden aacentuarse (Vid gráfico 5), al tiempo quetambién aumentan las diferencias de rentasentre los ciudadanos de los países desarrolla-dos.

En segundo lugar, en paralelo a lo ante-rior y como corolario de ello, el poder y la ri-queza está tendiendo a concentrarse en po-cas manos. En pocos años los datos de laONU han pasado de hablar de cerca de 400millonarios que concentraban tanta riquezaprácticamente como la mitad de la poblaciónmundial a una cifra de sólo 200, algunos deellos vinculados por relaciones familiares en-tre sí: con casos extremos como los de los tresgrandes multimillonarios cuya fortuna per-sonal es superior al Producto Interior Brutoconjunto de los 48 países menos desarrolla-dos de este planeta en los que viven 600 mi-llones de personas. Un caso singular es el deBill Gates, cuya fortuna se calcula en 12 ó 14billones de pesetas, es decir más que el PIBde un país como Irlanda. Si Bill Gates deci-diera no trabajar nunca más y retirar su di-nero de la Bolsa y no ingresar ni un dólar

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adicional en lo que le queda de vida, y en elsupuesto de que tuviera una edad media devida de 85 años, para disponer de su fortunatendría que ser capaz de gastar mil millonesde pesetas diarias. ¿Somos capaces de imagi-nar la desmesura que esto significa, mien-tras millones de seres humanos carecen de lomás imprescindible para poder sobrevivir?

Pero la concentración de riqueza no seproduce sólo en términos dinerarios, sino quetiene una proyección institucional y económi-ca mucho mayor. Así, en la nueva economíaglobalizada están floreciendo grandes em-presas multinacionales que refuerzan lastendencias de concentración de poder y de ri-queza en pocas manos. No me refiero sólo algrado de control que las grandes empresasmultinacionales tienen sobre cuotas sustan-tivas del mercado mundial, a veces superio-res al 50%, sino al hecho, por ejemplo, de quelas 200 grandes empresas multinacionalesestán controladas por un grupo de apenas

150 personas que se concentran en cinco delos países más prósperos (Estados Unidos,Japón, Alemania, Canadá y Reino Unido).Estas empresas mueven unos recursos supe-riores al PIB conjunto de los 150 países queno forman parte de la OCDE. Es decir, setrata de mega-corporaciones controladas pormuy pocas personas que en ocasiones tienenmayor poder económico –y muchas vecestambién político– que los propios Estados na-cionales: que además se ven constreñidos porlimitaciones, desregulaciones y pérdidas decompetencia y de ámbitos efectivos de inci-dencia, como consecuencia de los procesos deglobalización 7.

En tercer lugar, estamos asistiendo tam-bién a un aumento de las situaciones de ca-

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7 Vid, en este sentido, el tercer libro de la ya indica-da trilogía sobre «la desigualdad, el trabajo y la demo-cracia»: JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La democracia incompleta.El futuro de la democracia postliberal (en prensa).

GRÁFICO 5. EVOLUCIÓN DE LAS DIFERENCIAS MUNDIALES DE INGRESOSENTRE EL 20% DE LA POBLACIÓN QUE VIVE EN LOS PÁISES MÁS RICOS

Y EL 20% QUE VIVE EN LOS PAÍSES MÁS POBRES

Fuente: ONU, Informes sobre Desarrollo Humano, varios años (Vid., por ejemplo, Informe 1999, pág. 36-37)..

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rencia y de necesidad prácticamente en todoel mundo, como ya hemos subrayado (Vidcuadro 1). Uno de los datos más expresivosde esta evolución es la cifra de 1.200 millonesde seres humanos que tienen que vivir consólo un dólar al día, o 2.400 que deben hacer-lo con el equivalente de sólo dos dólares. Elfenómeno trágico de las hambrunas que sellevan por delante millones de vidas, mien-tras muchas personas viven obsesionadaspor el colesterol –por el exceso de alimenta-ción– en el mundo desarrollado marca uno delos límites extremos de una forma incom-prensible de organizar la vida en este plane-ta.

En cuarto lugar, hay que ser conscientesde que, aunque en términos generales el desa-rrollo económico está aliviando las situacio-nes de partida en algunos países, hay zonasmuy extensas en las que se están experimen-tando regresiones sociales, especialmente enÁfrica, y en algunas partes de Asia y del Es-te de Europa. En África por ejemplo está dis-minuyendo la tasa de escolarización de losniños, los niveles de nutrición y las esperan-zas media de vida. En concreto, según refie-ren los informes de la ONU, hay 18 paísesque se encuentran inmersos en un proceso deregresión social que se llega a traducir enuna disminución de las edades medias de vi-da.

Finalmente, un quinto aspecto de la invo-lución social al que quería referirme aquí esel aumento del paro y de la precarización la-boral. Según los datos de la OIT a finales delaño 2000 la cifra total de parados y subem-pleados en el mundo ascendía a más de milmillones de personas, es decir un tercio de lapoblación activa mundial. En concreto, la ci-fra de parados era de 160 millones de perso-nas, de ellos muchos son jóvenes (460 millo-nes entre parados y subempleados) y 50millones viven en los países desarrollados(incluida Europa del Este y Central). Ade-más 500 millones de trabajadores tienen quevivir con menos de un dólar diario y muchos

otros carecen de trabajo estable y de una mí-nima seguridad 8.

La situación que se vive en el trabajo enlos países más desarrollados, especialmentepor los jóvenes, las mujeres, las minorías ylos inmigrantes, es uno de los rasgos quemejor caracterizan la evolución que se estáproduciendo en los sistemas de organizaciónsocial y los efectos exclusógenos y precariza-dores a que da lugar.

La creciente robotización industrial y laautomatización de tareas en los servicios,junto al desarrollo de nuevas formas de orga-nización flexible y descentralizada del traba-jo en redes, está dando lugar a mutacionessustantivas del trabajo, con un aumento deprocesos de flexibilización, movilidad, preca-rización, vulnerabilidad, desregulación, etc.

Los nuevos sistemas de organización deltrabajo están dando lugar a un conjunto detendencias laborales de indudable alcancesocial y cultural, que he analizado con algúndetalle en El trabajo perdido y de las queaquí me gustaría destacar cuatro. En primerlugar, está produciéndose una segmentaciónocupacional que obedece a que los modelosde producción económica emergentes requie-ren para su funcionamiento de dos tipos detrabajos muy diferentes entre sí; por un lado,una minoría de ejecutivos, expertos y técni-cos de alto nivel que organizan, diseñan, pro-graman, etc., y que son muy necesarios parael sistema –lo que algunos analistas comoRobert Reich han calificado como los «analis-tas simbólicos» 9– y, por otra parte, una masade asalariados indiferenciados, intercambia-bles, «descualificados», «devaluados» y «pres-cindibles» que realizan tareas menos «impor-tantes» para la funcionalidad del sistemacomo tal –lo que otros analistas como Ma-

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8 OIT, World Employment Report 2001. Life andwork in the Informational Economic, Ginebra, 2001.

9 ROBERT REICH, El trabajo de las naciones, Vergara,Madrid, 1993; edición en inglés de 1991.

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nuel Castells han calificado como la «manode obra genérica»– 10. Lo importante socioló-gicamente es que la polarización entre estosdos sectores ocupacionales está conduciendoa una notable dualización de ingresos, opor-tunidades vitales, estilos de vida, etc., hastael punto que la estratificación por el trabajo(también como «carencia») está convirtiéndo-se en uno de los principales factores de estra-tificación social.

En segundo lugar, está teniendo lugar unaumento muy significativo del paro estructu-ral que se conecta con lo anterior y que tienesu manifestación más extrema en la sustitu-ción del trabajo de hombres por robots indus-triales y por sistemas automáticos de traba-jo. En tercer lugar, las nuevas coordenadasde la producción en una economía creciente-mente mundializada están generando tam-bién un deterioro de las condiciones de traba-jo y un aumento de la precarización laboral,debido entre otras cosas a la pérdida de mo-nopolio de la fuerza de trabajo por parte de lapoblación asalariada (con ejemplos inclusode fábricas altamente robotizadas práctica-mente sin obreros), a la dinámica desregula-dora y a los fenómenos de deslocalizaciónempresarial, que han acabado mermando elpoder de presión y negociación de los sindica-tos y las mismas posibilidades prácticas deactuación compensadora de las organizacio-nes representativas de los trabajadores. Lasituación a la que se ha llegado como conse-cuencia de esta evolución sociolaboral ha da-do lugar a un aumento significativo de loscontratos laborales precarios, inestables y/ode baja calidad, especialmente entre los jóve-nes y las mujeres, de forma que en muchospaíses la proporción de personas que se en-cuentran en paro, que tienen empleos tempo-rales, a media jornada o en condiciones de«bajo salario» representan la mayoría delconjunto de la población activa (Vid tabla 1).

Es decir, lo «anómalo» está tendiendo a con-vertirse en lo habitual, en lo predominante,con todos los efectos sociales y humanos quede ello se derivan, sobre todo para las nuevasgeneraciones.

Finalmente, y en relación con todo lo ante-rior, esta dinámica implica un surgimientode nuevas facetas de asimetría y un reforza-miento de los componentes desigualitariosen las estructuras sociales, que se añaden alas propias potencialidades dualizadoras im-plícitas en algunos aspectos de la lógica de larevolución tecnológica. Lo cual ha permitidohablar de «tecnopobres», de «infra-desarro-llados tecnológicos», de «analfabetos tecnoló-gicos», e incluso ha dado lugar a que se for-mulen hipótesis sorprendentes, como las deSilver, sobre la posibilidad de que los secto-res más ricos de la sociedad utilicen los avan-ces de la ingeniería genética para enriquecerarticifialmente los componentes genéticos desus descendientes. Lo que, en opinión de Sil-ver, podría dar lugar a una «genocracia» o aunas «geno-clases», en las que las desigual-dades se pudieran acabar traduciendo en elsubstrato físico de las personas 11.

Las resistencias de algunos analistas a«entender» y «reconocer» estas tendencias deevolución socio-laboral está dando lugar a fe-nómenos sorprendentes de manipulación ydistorsión estadística, uno de cuyos ejemploses el cambio de los métodos muestrales y dela redacción de las preguntas de la Encuestade Población Activa en España, con la finali-dad de «lograr» una reducción significativadel número «oficial» de parados; como así hasido efectivamente. Lo que resultaba dudosoes que esta manera de fabricar «artificial-mente éxitos» estadísticos pueda producir amedio plazo una distorsión estable en la con-ciencia social de los ciudadanos. El hecho deque la gran mayoría de la población pienseque el paro continúa siendo el problema

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11 LEE M. SILVER, Vuelta al Edén, Taurus, Madrid,1998; edición en inglés de 1997.

10 MANUEL CASTELLS, La sociedad red. La era de la in-formación. Vol 1, Alianza Editorial, Madrid, 1997. Vid,por ejemplo, pp. 293 y ss.

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principal revela que los hechos concretos, in-mediatos y vividos por muchas personas enforma de desempleo, precarización o inesta-bilidad laboral, pesan más en la concienciacolectiva que las operaciones de maquillajeestadístico ideadas por algunos «analistas-avestruces».

El resultado general de todos los procesosque aquí estamos analizando es un aumento

de las situaciones de vulnerabilidad y de «ex-clusión social». Nuestras sociedades en mu-chos aspectos están recreando viejas condi-ciones de dualidad social y están dando lugara un modelo de doble ciudadanía, en el quese perfila diferenciadamente la posición, porun lado, de quienes están razonablementeintegrados en la sociedad y tienen vivienda,relaciones familiares y sociales estables ygratificantes y cuentan con ingresos regula-

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(1) Cifras de 1997.(2) Los datos se refieren a trabajadores a tiempo completo, con salarios inferiores a dos tercios de las garantías medias del

grupo. Año de referencia 1994 (panel de hogares 1994).Fuentes: Ministerio de Trabajo, Anuarios de Estadísticas Laborales y Asuntos Sociales 1997 y 1998, op.cit.; OCDE, Perspec-tivas del Empleo 1998, Madrid, 1998, p. 135; y OIT, Anuarios de Estadísticas del Trabajo, varios años. Elaboración propia.

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res y/o trabajo estable y razonablemente re-munerado que permite mantener un nivel deexistencia digno y una perspectiva vital sa-tisfactoria. Y, por otra parte, están todosaquellos que son «prescindibles» o «intercam-biables», que no tienen un trabajo digno, se-guro, bien remunerado y con perspectivas defuturo y deben «aceptar» lo que encuentran,trabajando a salto de mata, aceptando lossueldos que les dan y las condiciones preca-rias e inestables que les ofrecen, pasandolargos períodos sin empleo, viviendo de suspadres, de la beneficencia, o de las prestacio-nes sociales. Y en el peor de los casos desli-zándose por la pendiente de la «vulnerabili-dad social», con riesgo de quiebra de los lazossociales y de las oportunidades de integra-ción en «su» sociedad, que les trata como sifueran «invitados advenedizos» y extraños o«realquilados forzosos», a los que no se consi-dera en igualdad de condiciones que a otrosciudadanos.

De alguna manera, lo que está ocurriendoobliga a considerar a nuestras sociedades nocomo conjuntos integrados, sino como un mo-

delo de círculos concéntricos, en el que el má-ximo nivel de integración y de pertenenciasólo es alcanzable por los ciudadanos plenosque se sitúan en el núcleo o esfera central dela sociedad, mientras que en las zonas perifé-ricas se conforman distintos grados de perte-nencia y de oportunidades sociales y vitaleshasta llegar, en una serie de círculos o estra-tos, a aquellos que quedan arrojados en lasfronteras exteriores del sistema, donde que-dan desdibujadas las condiciones de ciudada-nía y no se reconocen prácticamente muchasde las conquistas de la modernidad (Vid grá-fico 6).

El continuo inclusión-exclusión viene deli-mitado, de esta manera, por un conjunto devariables de carácter laboral, familiar, social,habitacional y, en su caso, asistencial o rein-tegrador, que dan lugar a que en nuestras so-ciedades, junto a las zonas negras de la exclu-sión social, se estén perfilando espacios grisesdonde se hace presente la vulnerabilidad so-cial, hacia la que se deslizan millones de per-sonas, con el riesgo consiguiente de que, si nose hace nada para remediarlo, mucha gente

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GRÁFICO 6. DIFERENTES ZONAS DE INTEGRACIÓN Y EXCLUSIÓN EN LASSOCIEDADES ACTUALES

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puede ir deslizándose progresivamente desdela vulnerabilidad hacia la exclusión social,con todos los riesgos de surgimiento de enco-namientos, y de fracturas sociales que de ellose pueden derivar (Vid gráfico 7).

Las investigaciones sobre exclusión socialque realizamos en 1998-99 en el marco del

estudio sobre Tendencias Sociales de NuestroTiempo reveló que la población española ylos expertos en estas materias están muypreocupados por las perspectivas de intensi-ficación de la exclusión social. La mayoríapiensan que la exclusión es un problema gra-ve y que tiende a aumentar y a empeorar(Vid gráfico 8).

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GRÁFICO 7. LOS RIESGOS DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL

GRÁFICO 8. PERCEPCIONES GENERALES SOBRE LA EXCLUSIÓN SOCIAL(Porcentajes)

Fuente: ONU, Comission of the European Communities. Observatory of national policies to combat social exclusion. ThirdAnnual Report, Bruselas, 1994, pág. 51. Versión adaptada incluyendo las dos últimas columnas (vivienda y relaciones so-ciales).

Fuente: GETS, Encuesta sobre Exclusión Social, 1998 y Estudio Delphi sobre exclusión social 1998.

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Pero, posiblemente, lo más significativoque reveló nuestro investigación fue que laidentificación de los riesgos personales de ex-clusión nos sitúa ante una magnitud en tor-no a un 20% de la población que manifiestamiedo a verse afectado personalmente por laexclusión social (Vid gráfico 9). Lo cual, comovenimos subrayando, implica una alta con-ciencia de riesgos de verse arrojado hacia loslímites exteriores del sistema social, en unaforma que pone en cuestión muchos de lossupuestos y los valores en los que hasta aho-ra se habían venido asentando nuestras so-ciedades. Este es en el fondo el gran proble-ma de la exclusión social y de la crisis deltrabajo, con todos los efectos que lo acompa-ñan: la impugnación del modelo, y de la mis-ma idea, de una sociedad razonablementearmónica de seres humanos iguales en opor-tunidades, modos de existencia y trayecto-rias vitales.

La nueva lógica del poder, el deterioro delas condiciones de vida y de trabajo de mu-chas personas, el aumento de las desigualda-des y de los riesgos de exclusión, la pérdidade horizontes –y esperanzas– de futuro demuchos jóvenes, el deterioro de las formas deconvivencia, la crisis de los valores de la soli-daridad, de la reciprocidad y el altruismo yhasta la misma difuminación de la idea delbien común, están conduciendo a una derivasocial en la que se hecha en falta la presenciade elementos que tiendan a la búsqueda denuevos equilibrios, ajustes y compensacionessociales. El nuevo tipo de sociedades que seestán desarrollando, muestra que hay dema-siados engranajes que giran fuera de control,que hay muchas frustraciones, carencias ypesimismos que acabarán estallando por al-gún lado y, a su vez, que algunos de los ins-trumentos políticos heredados del pasado semuestran desfasados o incapaces de equili-brar los procesos sociales en curso.

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GRÁFICO 9. PERCEPCIÓN DE LOS RIESGOS DE QUEDAR EN UNA SITUACIÓNDE EXCLUSIÓN SOCIAL. AHORA Y DENTRO DE DIEZ AÑOS

Fuente: GETS, Encuesta sobre exclusión social, op. cit..

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Y, por encima de todo, se hace palpable la«ausencia» de sistemas de valores y creen-cias suficientemente arraigados y creíbles,que puedan servir como acicate y como guíade orientación para emprender el camino dela recuperación de los equilibrios sociales yde la reconstrucción de unos componentesmínimos de equidad y armonía social. La me-táfora de Giddens sobre «un mundo desboca-do», en el que nadie sabe muy bien a dóndevamos, ni quién lleva las riendas de la evolu-ción social, responde a un estado de ánimo ya unas percepciones colectivas bastante di-fundidas, tal como evidencian muchas de lasinvestigaciones concretas realizadas en elmarco del Programa de estudio sobre Ten-dencias Sociales de Nuestro Tiempo, al queantes me he referido 12.

Probablemente no tardarán en producirsereacciones sociales contundentes contra elestado de cosas hacia el que evolucionamos.Algunas ya han empezado a producirse enuna forma que está dejando perplejos a mu-chos ciudadanos y notablemente desorienta-dos a determinados núcleos de poder. Pero esmuy posible que lo que hasta ahora hemosvisto sea sólo un pálido anticipo de lo que es-tá por venir.

La acentuación de los climas de protesta,de violencia, de delincuencia, de apatía y dis-tanciamiento político, vendrá a superponersea los procesos de deterioro interno del actual

sistema económico, debido a todos los proble-mas funcionales que están señalando losanalistas. No me refiero sólo a los riesgos deestallido de la burbuja financiera, de rece-sión, de congestión de la capacidad de consu-mo debido a las propias regresiones sociales,de esteoporosis cívica, o de entropía del siste-ma, sino también a la propia erosión de fon-do que implica la lógica de un modelo que só-lo es capaz de alentar un patrón de actuaciónen el que las unidades de actuación económi-ca (empresas) únicamente «miran por sí mis-mas». Como recordaba un conocido analista,operar y multiplicarse sólo para su propio fines la filosofía de la célula cancerígena 13.

En las comunidades primitivas de las quetenemos rastros arqueológicos se han encon-trado fósiles que demuestran que nuestrosantepasados tuvieron fracturas óseas gravesque requirieron cuidados permanentes delgrupo durante mucho tiempo, lo cual impli-caba riesgos y limitaciones de permanecermucho tiempo en el mismo lugar, o de trasla-darse con mayor lentitud o dificultad. Pero loimportante es que en aquellos grupos primi-tivos de cazadores-recolectores, en los que lahumanidad hunde sus raíces, no se dejabaabandonados a los congéneres cuando caíanheridos o necesitaban la solidaridad del gru-po. Y esto muchas veces no es lo que ocurreen las sociedades de nuestros días. Algunosquedan abandonados en la cuneta mientrasotros viven en la mayor opulencia que sepueda imaginar.

Pero no se trata sólo del ejemplo de algu-nos arqueológicos aislados, sino que las pro-pias prácticas de cuidado de los ancianos ylos niños, del respeto a los muertos, de losprimitivos enterramientos rituales, o el pro-pio sentido de la maternidad en nuestra es-pecie, como un caso paradigmático de gene-rosidad y altruismo consciente y querido, que

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12 ANTHOY GIDDENS, Un mundo desbocado, Taurus,Madrid, 2000; edición inglesa de 1999. Sobre la inves-tigación de Tendencias Sociales, puede verse en espe-cial, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, JOSÉ MANUEL MONTERO, JOSÉ AN-TONIO DÍAZ (eds.), Tendencias de futuro en la sociedadespañola. Primer foro sobre tendencias sociales, EditorialSistema, Madrid, 1997; JOSÉ FÉLIX TEZANOS, ROSARIO

SÁNCHEZ MORALES (eds.), Tecnología y sociedad en elnuevo siglo. Segundo foro sobre Tendencias sociales,Editorial Sistema, Madrid, 1998; JOSÉ FÉLIX TEZANOS

(ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social. Ter-cer foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema,Madrid, 1999; JOSÉ FÉLIX TEZANOS (ed.), Escenarios delnuevo siglo. Cuarto foro sobre tendencias sociales, Edi-torial Sistema, Madrid, 2000.

13 RICHARD M. COHEN, «The corporate take over ofnews», en Eric Barknouw et al, Conglomerates and theMedia, The New Press, New York, 1997, p. 59.

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implica dar algo de sí a otro ser y volcarse ensu cuidado durante mucho tiempo, todo esosignifica, en suma, una cultura de la solida-ridad y del apoyo mutuo que se encuentra enlas antípodas de algunas de las tendenciasque están teniendo lugar en las sociedadesde nuestro tiempo.

Por ello, no es aventurado afirmar que lastensiones en torno a la igualdad y el trabajovan a ser elementos centrales del debate so-cial y político de los próximos lustros. La in-solidaridad, la exclusión y la dualización so-cial extrema no es, sin duda, el mejor espejode la humanidad en el que a muchas perso-nas nos gustaría vernos reflejadas. Para mu-chos de nosotros una de las dimensiones fun-damentales del progreso de la civilización esla que tiene que ver con la capacidad para elaltruismo y la reciprocidad. Por eso el debatesobre estas cuestiones irá adquiriendo unadimensión cada vez más global, orientada abuscar las políticas efectivas de las necesida-des humanas y sociales objetivas. Esa es pre-cisamente la resultante que se desprende dela segunda gran contradicción implícita en

las cuatro tendencias generales que enunciéal principio de este texto: hacer las políticassociales que se derivan de las «demandas» ylas «percepciones» ciudadanas y de las pro-pias necesidades objetivas, en atención a lasdos últimas tendencias, y en contradiccióncon las dos primeras.

Avanzar en el reforzamiento de las políti-cas sociales supone no sólo una mayor con-gruencia con lo que indican los datos objeti-vos y las percepciones ciudadanas, sino queimplica situarse en una perspectiva de másamplio alcance, que tiene el significado deuna apuesta humana por avanzar en el mo-delo de civilización y de cultura en el quehundimos nuestras raíces más genuinas. Porello, no es exagerado concluir afirmando que,en la medida que «civilización es solidari-dad», la lucha contra la precarización laboraly contra la exclusión y la vulnerabilidad so-cial es un empeño civilizador que mereceríaun esfuerzo de «consenso social» por parte detodos los que están animados por sentimien-tos de «buen corazón» y de lógico sentido co-mún.

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RESUMEN: La evolución de los modelos sociales está siguiendo un curso paradójico: el especta-cular desarrollo tecnológico contrasta con las dificultades, o la falta de voluntad,para hacer frente a las necesidades sociales y vitales de amplios sectores de pobla-ción. Por esta razón, el nuevo tipo de sociedad que está surgiendo al hilo de la revo-lución tecnológica se caracteriza por la emergencia de nuevos sistemas de estratifi-cación social, en los que se acentúan los componentes desigualitarios y dualizado-res. Las principales tendencias relacionadas con esta problemática revelan que lasasimetrías tienden a agudizarse y que las percepciones de la opinión pública cadavez se distancian más de los diagnósticos y los tratamientos que se realizan desdelas esferas del poder, con el resultado de un aumento progresivo de la exclusiónsocial, por un lado, y de los climas de apatía política y deterioro social, por otro. Deahí la necesidad de prevenir los riesgos de evolución hacia «sociedades divididas»mediante políticas de integración y de asistencia que estén basadas en un amplioconsenso social.


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