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Voces y Silencios: Revista Latinoamericana de Educación, Vol. 1, No. 1, 23-38 ISSN: 2215-8421 16
El rol del maestro frente al desarrollo de habilidades de pensamiento superior en la enseñanza del inglés María Fernanda Castillo
Colegio Anglo Colombiano, Colombia ([email protected])
INTRODUCCIÓN
Dada la dificultad que implica para el maestro de una lengua extranjera llevar al
estudiante de tareas poco demandantes que requieren del desarrollo de habilidades
superficiales, como las de entender y hablar, a tareas cognitivamente más demandantes, como
la lectura comprensiva de un texto o la escritura de un ensayo, el presente artículo propone
una discusión sobre el desarrollo de las habilidades de pensamiento superior. Respondiendo la
pregunta ¿cómo son llevados los estudiantes desde situaciones provistas de contexto —poco
demandantes cognitivamente— hasta situaciones desprovistas de contexto —demandantes
cognitivamente, durante el proceso de enseñanza del inglés? y basado en las investigaciones
más recientes, el artículo presenta evidencia desde el contexto colombiano de la manera como
los maestros llevan a los estudiantes a desarrollar dichas habilidades. Finalmente, el estudio
aporta estrategias pedagógicas para la enseñanza del inglés como lengua extranjera. Lo
anterior, teniendo en cuenta que las tareas cognitivamente demandantes conllevan al ulterior
desarrollo de las habilidades de pensamiento superior y que, en ocasiones, el maestro da un
salto desde unas hasta las otras, sin pasar por situaciones contextualizadas, más demandantes
a nivel cognitivo, las cuales, según Cummins (2000a), son las más importantes para quienes
aprenden una lengua extranjera.
De esta manera, busco describir las prácticas pedagógicas ejercidas por una maestra en
su clase de inglés y con ello aportar elementos para que en la enseñanza de esta lengua exista
una transición desde lo cognitivamente poco demandante hasta lo altamente demandante,
evitando enfrentar a los estudiantes a tareas cognitivamente poco demandantes pero
desprovistas de contexto, en las que lo significativo pierde relevancia.
Preguntas como ¿dónde queda el desarrollo de habilidades como las relacionadas con el
nivel inferencial de la lectura? —nivel en el cual se pide que el estudiante comprenda a grandes
rasgos lo que sucede en una historia, y que tenga además la habilidad de deducir significados
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los ocultos en el texto, las intenciones del autor y unos usos específicos de la lengua— o ¿quién se
responsabiliza por tejer relaciones texto-vida-texto? —de manera que el libro no sea sólo una
excusa para tener mayor exposición al idioma, sino un elemento que haga del desarrollo de
habilidades una instancia significativa— sirvieron de marco para guiar la recolección de datos.
Como se verá a continuación, dichas prácticas no solo se refieren al quehacer del maestro en el
aula, sino que además involucran decisiones institucionales frente a la estructura y las
funciones de la escuela.
REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA
La teoría del cuadrante de Cummins (2000b) ilumina en gran medida la pregunta de
investigación. El autor muestra cómo la enseñanza de un contenido —por ejemplo, ciencias
naturales o ciencias sociales— en otro idioma requiere desarrollar suficiencia en la lengua y un
adecuado funcionamiento cognitivo, de manera que los sistemas de comunicación adquiridos
por el estudiante se organicen dentro de las prácticas sociales en las que está inmerso.
Además, Cummins enmarca el lenguaje académico dentro de las habilidades superiores de
pensamiento y lo define como la suma de construcciones semántico-gramaticales y de
funciones lingüísticas en las cuales los estudiantes deben demostrar dominio durante sus años
escolares (Cummins 2000b). El autor opina que esto incluye trabajar con aquellos textos que se
espera lean y discutan los estudiantes, tanto de manera oral como escrita. Pero dar cuenta de
las habilidades de pensamiento superior no es posible sin hacer referencia a Benjamin Bloom. El
autor desarrolló una taxonomía cuyo aporte es definir de manera cuidadosa el ámbito
cognitivo a través de seis categorías: conocer, comprender, aplicar, analizar, sintetizar y evaluar
(Bloom, citado por Krathwohl, 2002). Tal como lo explica Krathwohl (2002), dichas habilidades
fueron organizadas por Bloom y su equipo en este orden partiendo de las simples y concretas,
hasta llegar a las más complejas y abstractas. Las categorías fueron a su vez desglosadas en
sub-categorías que las explican y dan cuenta de las actividades, los desempeños o las acciones
que un estudiante debe realizar para demostrar que se ha apropiado del conocimiento.
Siendo la evaluación y planeación curricular uno de los usos más comunes de la
taxonomía de Bloom, esta funcionó como base para las discusiones pedagógicas y fueron
fundamento de la planeación de las políticas educativas y de evaluación en su momento en los
Estados Unidos. Krathwohl explica el énfasis de los programas educativos estadounidenses en
los objetivos académicos, los cuales requieren primordialmente del desarrollo de las
habilidades de reconocer o recordar información, objetivos que caen bajo la categoría de
“conocer”. Pero, paradójicamente, añade el autor, son los objetivos que involucran
comprensión y uso del conocimiento los que estarían clasificados en las categorías que van
desde “comprender” hasta “sintetizar”, que usualmente se consideran como las metas más
importantes en la educación.
La taxonomía de Bloom ha sido revisada en numerosas ocasiones. Definir nuevas
habilidades como “pensamiento”, “conocimiento metacognitivo” o “pensamiento creativo”;
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los cambiar el nombre de las habilidades, como haber atribuido el nombre de “crear” a la categoría
de “Evaluar”, y la reorganización de los desempeños que componen cada sub-categoría han
sido algunas de las acciones que han resultado de los procesos de revisión. Sin embargo, las
seis categorías originales siempre están en la base de las nuevas versiones.
Cummings, citado por Baker (1996), hace un esfuerzo por plasmar las diferencias
existentes entre una fluidez superficial y las habilidades de lenguaje más evolucionadas
requeridas para que el estudiante se beneficie del proceso educativo cuando aprende una
lengua extranjera. Baker (1996) hace referencia a esta distinción entre fluidez y habilidades
mediante el modelo BICS/CALP (habilidades básicas de comunicación o basic
intercommunicative skills/ suficiencia lingüística cognitivo-académica o cognitive academic
language proficiency)1. En términos de Cummins, las BICS corresponden a las habilidades
visibles, la punta de un iceberg, es decir, habilidades como la comprensión (escucha) y el habla.
Involucran con ello la pronunciación y el uso de la gramática y del vocabulario, entre otros. El
aspecto CALP es el fragmento no visible de este mismo iceberg; involucra las estructuras
ocultas bajo la superficie, como las habilidades de análisis y de síntesis, y demás habilidades de
pensamiento superior.
Dado que las BICS parecen ocurrir en situaciones provistas de contexto, donde se da
apoyo al acto de habla para asegurar la comprensión, y el aspecto CALP implica una maestría en
el dominio de las habilidades lingüísticas suficiente para que el individuo enfrente una
comunicación directa con otros, estas dos dimensiones (“suficiencia” y demanda cognitiva)
puestas en acción en situaciones de mayor o menor contexto, fueron descritas por Cummins a
través de un cuadrante (ver figura 1).
El cuadrante da espacio para que las situaciones de clase, las estrategias utilizadas y los
contenidos mediante los cuales una persona es llevada a adquirir una lengua extranjera sean
ubicados dependiendo de la medida en que estén provistos de contexto y del grado de
demanda cognitiva que impliquen para el aprendiz. Idealmente, plantea Baker (1996), el
estudiante debe ser llevado gradualmente del cuadrante 1 (Q1) al cuadrante 4 (Q4).
Allen (citado por Chamot y O’Malley, 1987), también ha resaltado la manera como las
actividades de las clases de inglés como lengua extranjera generalmente caracterizan el
cuadrante 1 y rápidamente pasan al cuadrante 4. Las actividades se refieren, entre otras, a
aquellas que requieren manipulación y referentes concretos, como, por ejemplo, el aprendizaje
de vocabulario por medio de la utilización de flashcards o tarjetas que muestren las palabras y
su imagen correspondiente. Lo realmente preocupante en este caso es que, si bien el autor
señala la necesidad de dar contexto a las actividades realizadas en clase en la medida en que
dicho contexto fomenta la comprensión, los maestros pretendemos que al enseñarles el
vocabulario necesario los estudiantes pueden, por ejemplo, responder a una pregunta
compleja que involucre comprensión. Además, Allen explica la manera como las áreas de
contenido generalmente requieren de la adquisición de una excelente habilidad lectora. Sin
embargo, opina que los maestros deben también enfocarse en las habilidades de escucha,
1 Traducciones de la autora.
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los habla y escritura asociadas a la materia de contenido, brindando a los estudiantes numerosas
actividades que apunten al desarrollo de aquellas.
Figura 1. Cuadrante de Cummins
Por otra parte, el modelo CALLA (enfoque cognitivo-académico de aprendizaje de lengua
o cognitive academic language learning approach) , formulado por Chamot y O’Malley (1994),
propone una manera de enfrentar al estudiante a actividades transitorias desde actividades
ricas en contexto —cognitivamente poco demandantes— hasta actividades desprovistas de
contexto —cognitivamente demandantes. El enfoque CALLA resalta la importancia de brindar
al alumno oportunidades de práctica en el uso de las habilidades lingüísticas necesarias en el
contexto de la clase, tales como la escucha de explicaciones, la lectura de información, la
participación en discusiones académicas y la escritura de informes. Según Allen (1985, citado
por Chamot y O’Malley, 1987), integrar este tipo de actividades a través de contenidos
apropiados a cada edad puede dar a los estudiantes la oportunidad de desarrollar habilidades
conceptuales, obtener conocimientos y adquirir las habilidades lingüísticas necesarias para
cumplir con los retos de la clase de manera exitosa.
Hamers y Blanc (2000) buscan argumentos frente a los ejemplos que esgrime Cummins
(citado por Hamers y Blanc, 2000), refiriéndose a situaciones en las que el desarrollo bilingüe
no conlleva ventajas cognitivas. Los autores muestran que es probable que la experiencia
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los bilingüe promueva el control cognitivo de los niños que han tenido experiencia y han cumplido
con los pre-requisitos en lectura y escritura, hasta el punto de ser capaces de resolver
problemas metalingüísticos (Bialystok y Ryan, citados por Hamers y Blanc, 2000). Sin embargo,
explican que, en el caso contrario, la falta de destreza de los estudiantes puede deberse, entre
otras razones, a que no han desarrollado las habilidades mentales necesarias para dominar la
lectura y la escritura. De esta manera, dado que la mayoría de las demandas lingüísticas
escolares están basadas en tareas descontextualizadas, altamente demandantes a nivel
cognitivo, los estudiantes están enfrentados a la necesidad de desarrollar la “suficiencia”
lingüística subyacente, requerida para cumplir con sus objetivos académicos.
A pesar de esto, es común encontrar que implique grandes dificultades para los maestros
aplicar los principios del enfoque comunicativo, teniendo en cuenta el desarrollo cognitivo al
mismo tiempo. Según Gahin y Myhill (2001) la explicación más clara para este comportamiento
es el poco conocimiento de los profesores acerca de la filosofía subyacente del enfoque, y su
tendencia constante de excusar la inconsistencia de sus prácticas. Los autores muestran en su
estudio cómo los maestros atribuyen dicha inconsistencia a limitaciones externas, como la falta
de presupuesto para adquirir materiales, la ausencia de apertura por parte de la población
frente al bilingüismo y la influencia de sus pares en sus prácticas.
En este orden de ideas, Cummins (2000a) define la institución educativa como la entidad
que establece las reglas que permiten poner los actos comunicativos en contexto. A través de
esta definición, la “suficiencia” lingüística académica es un término que se enriquece, pues
completar tareas académicas implica también tener acceso a la habilidad comprensiva a través
del uso de un lenguaje específicamente empleado en contextos educativos (Cummins, 2000a).
Aportando a los principios de la competencia comunicativa, los cuales proponen asumir
una concepción funcional del lenguaje, Genesee (2004) describe en detalle cómo se propicia el
avance en la competencia lingüística del estudiante, si este está inmerso en un ambiente en
donde el uso de la L2 es significativo. El ambiente descrito por el autor es aquel en el que el
aprendizaje de L2 es auténtico, puesto que se constituye en un medio de comunicación para el
estudiante. El autor, basado en estudios propios y de autores como Harley, Allen, Cummins y
Swain, aclara que existe evidencia que sugiere la necesidad de abordar la enseñanza de la
lengua desde las necesidades comunicativas del estudiante, lo que Genesee (2004) denomina
como una “pedagogía con enfoque en el significado” (p.7). Sin embargo, resalta la importancia
de ligar dichas necesidades a una enseñanza explícita de las formas lingüísticas necesarias en la
comunicación académica y escolar.
Gibbons (citado por Cummins, 2000a) describe prácticas de enseñanza de las ciencias y
encuentra una estrategia compuesta por tres pasos que responde a la enseñanza explícita del
lenguaje, al mismo tiempo que enseña el contenido. La estrategia es un ejemplo de iniciar
desde una situación cognitivamente poco demandante, provista de contexto, y terminar en
una situación reducida en contexto, altamente demandante a nivel cognitivo. Comienza con un
trabajo en pequeños grupos, luego pide al estudiante un reporte escrito de manera individual
guiado por el maestro y termina en la escritura de un diario, que da la oportunidad a cada
estudiante de mostrar su dominio sobre el tema y los conceptos vistos.
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los Existen otros puntos de vista que dan indicios de las condiciones necesarias para que la
enseñanza inmersa en un contexto significativo sea efectiva. Nicholson (1991), entre otros,
revisó el estudio clásico de Goodman realizado en 1965, en el cual encontró que la eficiencia de
la lectura de los niños mejora en cuanto lo que se lee está en contexto (Nicholson, 1991).
Concluyó también que el estudio clásico dio una mirada optimista al contexto, especialmente
en lo concerniente a los buenos lectores. La diferencia entre el estudio de Nicholson y otros
estudios sobre el tema reside en que se pudo evidenciar que quienes obtienen ganancias con
este tipo de enfoque son los niños de 6 y 7 años con habilidades lectoras pobres (Nicholson,
1991).
Desde una perspectiva comunicativa, la dificultad en el ejercicio de prácticas coherentes
con el desarrollo de habilidades comunicativas se evidencia cuando el lenguaje se
descontextualiza; es decir, cuando la oración y la palabra se toman como la unidad mínima del
lenguaje para su uso y análisis. Halliday (citado por Goodman, 1989), concluye que aprendemos
no solo a usar la lengua, sino a entender cómo funciona ésta y a utilizarla como vehículo del
conocimiento. Un currículo que responde al enfoque global profundiza sobre esta conclusión:
[…] el currículo es dual; toda actividad, experiencia o unidad es una oportunidad
tanto para el desarrollo lingüístico como para el cognitivo. El lenguaje y el pensamiento se
desarrollan al mismo tiempo que se desarrolla el conocimiento y que se construyen los
conceptos y esquemas mentales. (Goodman, 1989, p.210)
Así, proveer al estudiante de suficientes oportunidades de producción significativa sigue
siendo un pilar en la enseñanza de una lengua extranjera. Implica con ello la importancia de
hacer del salón de clase una comunidad en la que los alumnos usen el lenguaje en la medida en
que interactúan unos con otros mientras aprenden (Williams & Capizzi Snipper, 1990).
METODOLOGÍA CONTEXTO
El colegio en el que se realizó el estudio es privado, bilingüe, mixto, de estratos 5 y 6, y
está localizado en la zona nororiental de Bogotá. Tiene una población de alrededor de 560
estudiantes de los grados pre-jardín a once y cuenta con cerca de 60 profesores. Ambas
poblaciones están conformadas en su mayoría por colombianos, cuya lengua materna es el
español. El proyecto educativo institucional (PEI) del colegio y su política de bilingüismo
reconocen al inglés no solo como una herramienta de comunicación, sino como vehículo para la
construcción del conocimiento (Colegio Tilatá, 2009).
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los De acuerdo con el marco conceptual que estructura el programa bilingüe del colegio, el
enfoque comunicativo rige las estrategias pedagógicas que han de ser utilizadas en el salón de
clase. Las habilidades a ser desarrolladas son cuatro: escucha, habla, lectura y escritura.
Durante las observaciones, la maestra trabajó una unidad llamada “If the World Were a
Village”. El objetivo de la unidad fue aprender sobre la familia, el hogar y la ciudad. El tópico
generativo de la unidad es “My family, my home, my town... I´m going global!”, el cual, según el
modelo pedagógico que sigue el colegio, liga los contenidos vistos a través de un tema, para
hacerlos significativos y para que den espacio a la aplicación de las competencias desarrolladas
por los alumnos.
PARTICIPANTES
La profesora participante tiene más de seis años de experiencia, es administradora de
empresas y aprendió el inglés durante su escolaridad en un colegio bilingüe en Bogotá. Cursa
estudios de especialización en enseñanza del inglés como lengua extranjera. Los niños a
quienes enseña cursan segundo de primaria y tienen entre 7 y 8 años de edad.
MÉTODO DE RECOLECCIÓN Y ANÁLISIS DE DATOS
La investigación es de carácter cualitativo. Usando los criterios descritos por Yin (citado
por Sharkey y Layzer (2000), se realizó un estudio de caso para responder la pregunta
propuesta. Se observaron las clases en un promedio de tres horas semanales durante siete
semanas en el último trimestre del año 2008. Durante las observaciones se usaron registros de
observación diseñados específicamente para responder la pregunta de investigación y las
preguntas de apoyo planteadas en la introducción. El foco estuvo en la observación de las
prácticas utilizadas por la maestra, sus indicaciones, instrucciones y objetivos. Sin embargo, y
para no perder de vista otros acontecimientos en la clase, se realizó una grabación de todas las
sesiones observadas, de la que también se tomaron datos para el análisis.
Acto seguido, se profundizó sobre los datos recogidos con entrevistas semi-
estructuradas, específicamente, aclarando los objetivos que la maestra tenía en mente al
realizar las actividades de clase, de manera que fuera posible elucidar el porqué de cada
actividad y evitar conclusiones erradas sobre la naturaleza contextualizada, o no, y
cognitivamente demandante, o no, de cada estrategia pedagógica implementada. En este
punto, ganaron relevancia el análisis de los productos finales de los alumnos y la manera como
la maestra proporcionó el contexto necesario para lograr que ellos los realizaran, y se hizo
importante la forma como los productos reflejaron o no los objetivos pedagógicos propuestos
por la maestra.
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los Así, se estableció una relación directa entre las estrategias utilizadas por la maestra y la
teoría del cuadrante de Cummins, enfocando la observación a sus cuatro componentes y
clasificando las actividades según las siguientes categorías (ver figura 1):
1. Actividades tipo 1: actividades contextualizadas —cognitivamente poco demandantes.
2. Actividades tipo 2: actividades contextualizadas —cognitivamente demandantes.
3. Actividades tipo 3: actividades descontextualizadas —cognitivamente poco
demandantes.
4. Actividades tipo 4: actividades descontextualizadas —cognitivamente demandantes.
(Cabe anotar que las estrategias no se dieron cronológicamente iniciando desde el
cuadrante 1 y llegando hasta el 4).
DISCUSIÓN, CONCLUSIONES E IMPLICACIONES PEDAGÓGICAS
El paso de situaciones provistas de contexto —cognitivamente poco demandantes, a
situaciones desprovistas de contexto —cognitivamente demandantes no es lineal. La transición
de cuadrante a cuadrante depende de la manera como se apliquen las estrategias pedagógicas.
Una actividad sobre el vocabulario puede ser descontextualizada —poco demandante al
repetirla varias veces. Sin embargo, la misma actividad puede ser contextualizada y
demandante si el maestro logra retar a sus estudiantes a usar lo aprendido en diferentes
contextos para producir significado.
Un ejemplo de esto es la aplicación del método PWIM (picture word inductive
method/método inductivo de imagen y palabras) 2. Este fue utilizado por la maestra observada
como base para la enseñanza del vocabulario al iniciar la clase en casi en todas las sesiones. La
estrategia consiste en mostrar a los estudiantes un afiche con ilustraciones sobre la unidad
temática vista. La maestra señala la imagen iniciando desde el centro en la parte superior, y les
pide a los estudiantes que nombren lo que ven haciendo uso del vocabulario que ya conocen.
Después, ella escribe la palabra que un estudiante dicta en la pared sobre una cinta ubicada
alrededor del afiche, y continúa con el ejercicio recorriéndolo en el sentido de las manecillas del
reloj. A medida que la unidad avanza, los niños añaden las palabras que han aprendido y la
profesora las registra sobre las cintas. Más adelante, la maestra pide a los niños mencionar
palabras relacionadas con las ya expuestas. Es aquí cuando esta actividad, inicialmente
descontextualizada y repetitiva, se convierte en una actividad contextualizada y demandante,
pues una vez los niños han aprendido sobre la unidad, pueden relacionar las palabras vistas
entre sí. De esta forma, el ejercicio pasó de ser uno de denominación a uno de clasificación, la
cual es una habilidad de pensamiento superior. Los niños nombraron cosas y acciones
2 Traducción de la autora.
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los asociadas a las imágenes que vieron. Por ejemplo, asociadas a la palabra hopscotch dijeron
palabras como hop, jump y throw. De esta manera, la maestra cumplió no solo con el objetivo
de que los estudiantes tuvieran el vocabulario necesario para contar las actividades cotidianas
que realizan y desarrollar las habilidades comunicativas (BICS), sino que a su vez desarrolló en
ellos habilidades de pensamiento superior (CALP).
Teniendo en esto cuenta, es posible afirmar que el desarrollo de habilidades de
pensamiento superior está presente en todos los cuadrantes, aunque en unos más que otros.
Así, el maestro debe ser consciente de las habilidades que está propiciando durante su clase, ya
sean estas simples o complejas, contrario a lo que plantea Cummins (2000b), quien afirma que
las actividades clasificadas dentro del cuadrante 4 son las que exclusivamente promueven el
desarrollo del pensamiento superior. Para lograrlo, el maestro debe también conocer de
antemano las habilidades con las que cuentan sus alumnos, identificar la brecha que existe
entre éstas y las que tienen por alcanzar, y trazar el camino para que en cada etapa del proceso
de enseñanza el estudiante pueda enfrentarse a los retos impuestos por el contexto escolar, en
pocas palabras, realizar un andamiaje o scaffolding adecuado (Berk y Winsler, 1995).
En este orden de ideas, a través de las observaciones, fue posible ver que las actividades
tipo 1 fueron utilizadas por la maestra para introducir a sus estudiantes en la unidad vista,
enseñar vocabulario y generar comprensión. Trabajar sobre este tipo de actividades brindó
elementos que permitieron a los alumnos sentirse familiarizados con los contenidos vistos y
apropiarse del vocabulario aprendido de manera que más adelante pudieran poner en práctica
habilidades como inferir, deducir significados por contexto y predecir. La maestra lo describe
así al preguntarle sobre el objetivo de su ejercicio:
[…] siempre les estás haciendo preguntas [a los estudiantes] acerca de lo que
hicieron en vacaciones o durante el fin de semana, y ellos no eran capaces de hacerlo
[responderlas] con el vocabulario necesario. [Trabajar en las unidades de familia, la casa y el
mundo] les da la seguridad que necesitan para ser capaces de hablar acerca de ellos
mismos sin tener que preguntar “¿cómo se dice…?” o “¿cómo se escribe…?” cuando
necesitan expresar sus ideas acerca de estos temas. Siento que cuando ellos comienzan a
sentirse cómodos al hablar acerca de sus vidas en inglés, se sienten cómodos al aprender el
idioma. Les da la oportunidad de usar la lengua de manera natural, no sólo porque sus
profesores o padres se lo piden.
Tal como ella dice, hacerlo también bajó el “filtro afectivo” (Krashen, citado por Arnau et
al., 1992) de los estudiantes y les permitió asumir los retos de aprendizaje con seguridad y
motivación.
Referidas al cuadrante 2, se implementaron estrategias que responden al enfoque global
de lectura (Goodman, 1989) y al desarrollo explícito de habilidades académicas, es decir,
actividades balanceadas entre la forma y el significado. La maestra se aseguró de brindar a los
estudiantes oportunidades de producción lingüística dirigidas a fines académicos;
oportunidades que no se dan fuera del contexto escolar, tales como resumir, describir,
clasificar y exponer (Krathwohl, 2002), al aproximarse a un texto o al abordar los temas de
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los clase. Recordando a Krashen (citado por Schwarzer, 2001), en situaciones de aprendizaje
realmente auténticas los estudiantes predicen el significado de las palabras con base en su
propia comprensión del contexto. De esta forma, Krashen describe de manera exacta lo que la
profesora logró en la siguiente actividad:
La maestra les pidió a los estudiantes leer un libro relacionado con la unidad temática
vista (diversión y juegos), titulado Playing Games, como tarea para la casa. La maestra les dio la
instrucción de registrar en sus cuadernos las palabras desconocidas para ellos y, a manera de
diccionario, escribir una posible definición de cada palabra, basados en lo creían podía
significar. Durante la observación, la maestra inició la clase con la revisión del cuento desde la
portada. Ella fue guiando a los niños página por página, y ellos iban dictándole las palabras
encontradas. La maestra las copiaba en el tablero y una vez los niños llegaban a la definición
correcta a través de inferencias, ella registraba la definición también en el tablero.
Pensar en un ejercicio de esta naturaleza con niños de la edad en cuestión (7 a 8 años) es
un gran reto y es, en definitiva, una tarea altamente demandante a nivel cognitivo. Tal como lo
proponen Widdowson (1978) y Romaine (1999), la maestra usó el contexto como una fuente de
aprendizaje en la instrucción de la lengua extranjera. Con ello, la clase y la maestra se
convirtieron en espacios e insumos que probablemente asegurarán el desarrollo de habilidades
de pensamiento superior.
Si se tiene en cuenta que es del todo de donde sacamos los significados, y siendo la
comprensión el fin último de la lectura, es indispensable que el maestro desarrolle en sus
alumnos la capacidad de leer desde un enfoque global. Según Widdowson (1978), la mayoría de
los profesores planean su enseñanza con base en competencias que denotan dominio
gramatical de la lengua, en oposición a cursos donde la producción del lenguaje esté centrada
en objetivos comunicativos. Romaine (1999) complementa esta idea señalando que la visión del
lenguaje escindido en partes que lo componen hace que este pierda sentido, en la medida que
las letras y las palabras por sí solas no constituyen actos discursivos. De esta manera, el tiempo
de contacto con los maestros y el tiempo de desempeño en la clase son momentos que deben
aprovecharse al máximo, pues son estos los que permitirán a los estudiantes desenvolverse
frente a tareas académicas en el futuro.
Aunque no existen elementos suficientes que me lleven a afirmar el grado de impacto de
las actividades contextualizadas —cognitivamente demandantes sobre la aplicación de
contenidos gramaticales en los textos producidos, puedo decir que el nivel de éxito que
alcanzaron los estudiantes en su proyecto final se debe en gran parte a la seguridad que
adquirieron para enfrentarse a la tarea y a la claridad sobre la instrucción dada, lo cual sí fue
evidente a través de las observaciones. Además, la maestra tenía el objetivo de asegurarse de
que quienes son menos extrovertidos y seguros pudieran producir, y por esto decidió hacer
que sus alumnos trabajaran en grupo. Esto pudo haber sido totalmente opuesto si los
estudiantes no contaran con las habilidades necesarias para aportar a sus compañeros, es
decir, si no conocieran el vocabulario y no pudieran escribir una oración. La maestra abordó las
estructuras gramaticales durante el proceso de enseñanza y fue explícita al pedirles a los niños
utilizar dichas estructuras en su escrito final.
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los Así, no fue fortuito que las habilidades relacionadas, por ejemplo, con el nivel inferencial
de la lectura y la conciencia sobre el papel de las estructuras gramaticales dentro del texto
fueran desarrolladas dentro del ámbito escolar. La maestra fue responsable de tejer las
relaciones texto-vida-texto, de manera que el libro se constituyera en un elemento que hace de
la escuela y la clase un espacio significativo. El maestro se convierte con ello en parte del
contexto y se transforma en texto mismo dentro de la clase.
No obstante, se hace necesario que exista un balance entre los contenidos y las
habilidades, tanto a nivel comunicativo como a nivel de los aspectos de la lengua referidos a la
forma. Si bien la maestra apuntó a la forma en su nivel gramatical, no fue así desde el punto de
vista estructural. De esta manera, hubo éxito en la aplicación de reglas gramaticales, pero no en
el nivel sintáctico, lo cual fue evidente en los párrafos producidos por los niños, como será
analizado más adelante.
En este orden de ideas, tener en cuenta los posibles productos a enseñar en el momento
de diseñar una tarea, como la de escribir un párrafo, debe ser parte del proceso de planeación,
de manera que dicho producto no sea una sorpresa para los estudiantes, o para el maestro
mismo. Más aún, es necesario que el maestro inicie su proceso de planeación preguntándose
qué quiere que sus estudiantes aprendan y cómo quiere que estos demuestren que han
aprendido, y planear de manera inversa: partiendo de la meta que desea alcanzar, pasando por
la manera como será evaluado el estudiante, y planeando las estrategias de enseñanza que le
permitirán lograr los objetivos trazados. No hacerlo así tiene un costo para los alumnos, ya sea
cuando les genera frustración, pues deben producir algo que desconocen, o cuando no se
desarrolla en ellos una “suficiencia” cognitivo-académica que les permita tener un buen
desempeño.
Es precisamente esto lo que define las actividades tipo 4: actividades
descontextualizadas — cognitivamente demandantes. Ser capaces de referirse a un tema en
particular y poder expresarse sobre él no necesariamente implica poder hacerlo a través de
cualquier medio. Por tal razón, la naturaleza, el estilo y la estructura de la tarea a realizar
también deben ser abordados de manera explícita durante el proceso de enseñanza, quizás
dentro de actividades enmarcadas en los cuadrantes 2 y 3.
Por otra parte, se pudo observar que las actividades tipo 3, actividades
descontextualizadas —cognitivamente poco demandantes, no predominaron como estrategia,
como lo sugieren algunos autores. La maestra acudió a este tipo de actividades en gran parte
para afianzar conceptos, generar mayor recordación en sus estudiantes y, con ello, mecanizar
algunas habilidades abordadas a través de otro tipo de ejercicios y tareas. Durante una de las
sesiones observadas, la maestra inició con un juego en el que los niños nombraban las letras en
orden alfabético, por turnos. Más adelante, se les pidió decir palabras en orden alfabético
también. En otra sesión, el juego se realizó de nuevo, pero esta vez sobre un tablero
magnético. La maestra dispuso un afiche sobre el tablero; éste estaba rodeado de letras
magnéticas, en orden alfabético, en el sentido de las manecillas del reloj. Los niños debían decir
palabras que vieran o estuvieran relacionadas con la imagen, que comenzaran por la letra de
turno. El día de la observación, iniciaron con la letra H, pues en sesiones anteriores habían
trabajado de la letra A a la G.
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los Este ejercicio puede interpretarse como un ejercicio repetitivo y descontextualizado, en
el que el grado de construcción de sentido por parte de los niños es bajo y en el que los
estudiantes no cuentan con un soporte comunicativo. Puede definirse además como una
actividad en la que el desarrollo de habilidades de pensamiento superior no es muy
demandante, pues requiere de la habilidad de “conocer”, en este caso bajo la sub-categoría de
nominar, lo cual depende en gran medida de la amplitud de vocabulario que tenga el
estudiante. El grado de dificultad se desprende precisamente de este factor, y no de la
complejidad de las habilidades de pensamiento requeridas. Por esta razón, se pudo observar
que algunos niños no pudieron aportar palabras en su turno.
Sin embargo, aunque no hay evidencia suficiente dentro de la investigación que permita
definir si fueron las estrategias tipo 3, repetitivas y descontextualizadas, o las tipo 2 ó 4,
comunicativas, significativas y académicas, las que permitieron que los estudiantes aplicaran
los contenidos gramaticales en el párrafo que construyeron, es posible afirmar que tanto las
actividades tipo 3 como las 2 y 4 responden al enfoque balanceado entre actividades
comunicativas y actividades enfocadas en la forma del lenguaje. Por ende, aunque no se
recomienda centrarse en actividades tipo 3, estas también pueden estar presentes en los
momentos en los que se busca afianzar conceptos y abordar los aspectos formales de la
lengua.
Así, actividades como sacar significados por contexto, relacionadas con el nivel
inferencial de la lectura y clasificadas como contextualizadas —cognitivamente demandantes,
propician un nivel de exigencia cognitiva para el estudiante. Dicha exigencia lo lleva a
desarrollar habilidades de pensamiento superior y asegura que el aprendizaje de una lengua
extranjera no se limite a desarrollar las habilidades comunicativas, sino que además apunte a
mejorar las académicas.
No obstante, el pensamiento dual entre las nociones del enfoque comunicativo
propuesto por Krashen (citado por Larsen-Freeman, 1986) y las prácticas basadas en creencias,
común en quienes enseñamos, también fue evidente mediante la mezcla de las prácticas
implementadas y a través del testimonio de la profesora observada. Los maestros
comúnmente recurren a prácticas más tradicionales para lograr que, ante la repetición, los
niños dominen los conceptos más formales de la lengua, como la gramática y la sintaxis. Un
mayor grado de conocimiento sobre las aplicaciones del enfoque comunicativo, enriquecido
con una visión del aprendizaje de la lengua como aquello que fomenta el desarrollo de
habilidades de pensamiento superior, favorecería el desarrollo cognitivo y académico de los
alumnos y respondería también a sus necesidades frente a currículos que requieren que el
estudiante se enfrente a tareas académicas cada vez más complejas.
De esta manera los maestros debemos ser muy cuidadosos en conocer las implicaciones
de las actividades que ponemos en práctica. Estrategias centradas en los estudiantes, las cuales
proveen oportunidades de repetición e incluso de interacción, no necesariamente implican
mayor motivación y menos ansiedad en ellos. Lograr que el enfoque comunicativo trascienda
las habilidades de comunicar y expresar es posible si existe una retroalimentación permanente
del maestro, y si hay una planeación deliberada del desarrollo de las habilidades de
pensamiento superior que se van a enseñar durante el proceso. Cuando no hay claridad sobre
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los las metas, el cuadrante 4 se queda en el aire, los productos se tornan imprecisos y se puede
llegar a pensar que los estudiantes no tienen lo necesario para hacer la tarea y lograr los
objetivos propuestos, lo cual denotaría una exigencia alta e inalcanzable para ellos. Lo anterior
puede generarles frustración y falta de sentido y apropiación de los conceptos vistos y las
habilidades trabajadas, tal como se encontró en la investigación y se describe a continuación.
Cuando los niños escribían el párrafo como producto final, en el cual debían plasmar lo
aprendido y aplicar las habilidades desarrolladas durante la unidad, les pedí identificar por qué
lo que escribieron era de hecho un párrafo. Casi todos los niños expresaron haber escrito un
párrafo, pues era la suma de muchas frases, como se registró en las observaciones. La
naturaleza descontextualizada de la definición del párrafo, que responde a una visión del
lenguaje escindido en partes que lo componen (es decir muchas frases juntas), aprendida de
manera mecánica, y fácil de repetir para muchos de los estudiantes, no les permite monitorear
su trabajo ni saber si cumplen, o no, con la tarea académica dada por la maestra.
Teniendo en cuenta que la teoría del cuadrante propuesta por Cummins presenta el
desarrollo de habilidades cognitivo-académicas (CALP) como la meta a la cual debe dirigirse la
enseñanza de una segunda lengua, y ante la proliferación de prácticas que desarrollaban
solamente las habilidades más superficiales del lenguaje ,como lo son las comunicativas (BICS),
el autor ideó este modelo, que permite a los estudiantes enfrentarse a los retos que les
presenta el contexto académico. En otro grupo, algunas niñas mostraron no haber
interiorizado incluso el concepto de oración. Al pedirles que las identificaran, ellas podían
señalar con sus dedos hasta dónde llegaba cada una, y explicaban cómo alguna de ellas no era
fácil de identificar, debido a que ocupaba dos renglones, o a que no tenía la puntuación
adecuada. Las niñas mostraron también dificultad en traducir en palabras por qué su escrito era
un párrafo al ser este, en efecto, un grupo de oraciones. En otro grupo, la cohesión es dada por
el conector “and”, el cual une todas las oraciones. El párrafo, en este caso, es una oración larga.
Así, tal como fue presentada, la tarea pierde sentido para los alumnos.
Así, aunque es evidente la necesidad de la maestra de desarrollar habilidades académicas
en sus estudiantes mientras que demostraban haber interiorizado el vocabulario y las
estructuras aprendidas, elaborar el párrafo requería de la aplicación de habilidades aún no
adquiridas por ellos. Al preguntarle por qué eligió un párrafo como producto final, ella
responde: “Pensé que era una buena actividad de introducción y que les daría la oportunidad
de dar un paso más en sus procesos mentales, dado que tienen una muy buena noción de lo
que es una oración”.
De esta manera, haber elegido una estructura desconocida para los estudiantes como
medio para plasmar los conocimientos adquiridos por ellos, y querer introducir un tema
académico a la vez que se cierra una competencia lingüística, generó confusión en los
estudiantes y seguramente en el proceso de evaluación. A pesar de que la investigación no se
dirige a analizar los procesos de evaluación en el aula, me queda la pregunta acerca de la
manera como la maestra utilizará el párrafo como una evidencia del proceso de aprendizaje.
Al ver esta confusión, se le preguntó a la maestra qué creía que necesitaban sus
estudiantes para cumplir con los objetivos propuestos para la actividad. Ella respondió: “el
objetivo principal era comunicar y expresar, y recordar el vocabulario, traer todo de nuevo (…),
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los quería que los niños se sintieran confiados y seguros y les daba un sentido de ser parte de”. Es
así como la maestra refleja tener los objetivos comunicativos y socio-afectivos muy claros, pero
no los académicos. Para ella, los niños transferirán el concepto de pasar del trabajo individual
de escribir una frase, al grupal de poner varias frases juntas, para llegar al concepto de párrafo
como “un conjunto de oraciones que hablan sobre algo o describen algo”. Desde su punto de
vista, el proceso de andamiaje o scaffolding se hace al transferir un método de trabajo, el
cooperativo, a un concepto, el párrafo.
En este orden de ideas, cabe pensar que el reto cognitivo que impone una tarea
académica como la acá descrita fue abordado de una forma evidente, casi física, pero no a
través del desarrollo de las habilidades de pensamiento necesarias para lograrlo: aplicar y
sintetizar. Se evidencia aquí lo planteado en la revisión bibliográfica: para los maestros, aplicar
los principios del enfoque comunicativo teniendo en cuenta al mismo tiempo el desarrollo
cognitivo implica gran dificultad. En este caso, para la maestra, los objetivos académicos hacen
referencia al uso de estructuras gramaticales y, en esa medida, apunta a ellas como producto
final:
Cuando uno adquiere habilidades comunicativas, uno adquiere suficiente
vocabulario e ideas estructuradas en la cabeza; y para adquirir esa estructura uno necesita
que los niños comprendan las estructuras gramaticales básicas y, al hacer eso, estás
llevando a los estudiantes a alcanzar los objetivos académicos como usar plurales y
singulares, pronombres [y] concordancia. Cuando los haces escribir, también esperas que
tengan buena ortografía y que sepan cómo escribir palabras, oraciones y párrafos.
Entonces cuando hablamos de metas [académicas] específicas diría que vocabulario,
ortografía [y] gramática son parte de ese proceso.
Si bien el estudiante necesita contextos retadores en los que el lenguaje se utilice de
manera auténtica pero demandante, donde el lenguaje académico se convierta también en un
medio de expresión, el costo que tiene en este caso elegir un producto académico y abordarlo
sólo hasta el final de la unidad tiene, por un lado, repercusiones en el momento de la
evaluación y, por otro, en las oportunidades de producción y aplicación de lo aprendido
brindadas a los estudiantes. No obstante, dichas oportunidades pueden potencializarse si el
pensamiento académico se desarrolla a través de un trabajo deliberado (andamiaje o
scaffolding) sobre las habilidades de pensamiento superior que les permiten a los niños
enfrentarse a las tareas académicas.
Lo anterior demuestra nuevamente la importancia de hacer seguimiento a las habilidades
desarrolladas y al nivel de competencia alcanzado por los estudiantes. La planeación de las
actividades por sí misma no asegura el desarrollo del pensamiento, pero el tipo de actividad y el
alcance de la misma, vistos a través del desempeño de los estudiantes en tareas académicas
específicas, sí lo hace. Realizar un andamiaje de aquellos contextos en los que se requiere la
aplicación de las habilidades de pensamiento superior aseguraría el paso de cuadrante a
cuadrante y una transición hacia la suficiencia cognitivo-académica esperada. De no ser así, las
habilidades comunicativas superficiales se convierten en el centro del programa y pueden
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los desviar la atención del maestro sobre los alcances de sus alumnos, llevándolo a pensar que al
poder expresarse de manera fluida los estudiantes han adquirido las habilidades más profundas
y complejas en la lengua extranjera.
Me pregunto entonces ¿hasta qué punto los maestros, en ocasiones, somos conscientes
de los alcances de las actividades que planeamos? Algunas veces creemos que ciertas
actividades resultan repetitivas, pero en realidad están propiciando el desarrollo de habilidades
de pensamiento insospechadas; en ocasiones pensamos que las tareas serán “fáciles” para los
estudiantes, pero dado que no los hemos provisto de las habilidades ni el contexto necesario,
no resulta así. Es necesario, entonces, generar espacios de planeación donde se hagan
evidentes para el maestro las habilidades de pensamiento que pueden desarrollar las
actividades de clase que implementará. Daría con ello la oportunidad de proveer al estudiante
de una educación de calidad, dirigida a su desarrollo cognitivo, y al mismo tiempo una
educación que le brinde la oportunidad de sentirse exitoso ante un mundo que presenta retos
cognoscitivos de manera permanente, como lo es el académico.
En este orden de ideas, siendo la institución educativa la entidad que establece las reglas
que permiten poner los actos comunicativos en contexto, la suficiencia académica es
responsabilidad de dicha institución. Debe ser ella quien brinde al estudiante oportunidades de
aprendizaje del lenguaje específicamente empleado en el contexto escolar, como
requerimiento para completar tareas académicas. Brindar a los maestros los espacios de
capacitación, planeación y reflexión necesarios haría que el desarrollo de habilidades cognitivo-
académicas eventualmente se convirtiera en una práctica consistente y constante a lo largo del
proceso educativo.
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