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Discursos leídos en la Conferencia sobre la política angloamericana hacia Latinoamérica, que se...

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Discursos leídos en la Conferencia sobre la política angloamericana hacia Latinoamérica, que se reunió el 14 de marzo de 1963 en Ditchley Park, Oxfordshire, Inglaterra, bajo los auspicios de la Ditchley Foundation Source: Foro Internacional, Vol. 4, No. 1 (13) (Jul. - Sep., 1963), pp. 98-114 Published by: El Colegio De Mexico Stable URL: http://www.jstor.org/stable/27737084 . Accessed: 15/06/2014 05:54 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp . JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. . El Colegio De Mexico is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Foro Internacional. http://www.jstor.org This content downloaded from 62.122.78.49 on Sun, 15 Jun 2014 05:54:09 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions
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Discursos leídos en la Conferencia sobre la política angloamericana hacia Latinoamérica, que sereunió el 14 de marzo de 1963 en Ditchley Park, Oxfordshire, Inglaterra, bajo los auspicios dela Ditchley FoundationSource: Foro Internacional, Vol. 4, No. 1 (13) (Jul. - Sep., 1963), pp. 98-114Published by: El Colegio De MexicoStable URL: http://www.jstor.org/stable/27737084 .

Accessed: 15/06/2014 05:54

Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at .http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp

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Discursos le?dos en la Conferencia sobre la pol? tica ANGLOAMERICANA HACIA LATINOAM?RICA, QUE SE

reuni? el 14 de marzo de 1963 en dltchley park, Oxfordshire, Inglaterra, bajo los auspicios de la

Ditchley Foundation

Discurso de Lord Dundee

Todos los aqu? presentes hemos venido a discutir el modo de ayudar a la Am?rica Latina en su marcha hacia la pros peridad, la estabilidad pol?tica y la libertad personal.

Durante el siglo xix la independencia de las nuevas nacio nes latinoamericanas y su desarrollo econ?mico recibieron la

ayuda tanto del poder como de los capitales brit?nicos: nues tra flota protegi? a las nuevas rep?blicas de una reconquista por la Europa de Santa Alianza (la Legi?n brit?nica luch? a

favor de Bol?var en Venezuela y Cochrane lo hizo en Chile) y los inversionistas ingleses ayudaron a la construcci?n de los ferrocarriles, de los puertos y de las ciudades, hace m?s de cien a?os.

En el presente siglo la mayor parte de nuestras inversiones en Sudam?rica hubieron de ser enajenadas para pagar dos

guerras mundiales, pero aun tenemos all? inversiones impor tantes: el grupo Shell tiene unos ? 300.000,000 invertidos en

Venezuela, pa?s del que saca la mayor parte de su petr?leo crudo; adquirimos el 60 % de las exportaciones de carne de la Argentina, obtenemos caf? en el Brasil, cobre en Chile, lana en el Uruguay y todo el esta?o refinado aqu? viene de Boli via. Exportamos mercanc?as con valor de ? 170.000,000 hacia

Latinom?rica e importamos por valor ? 340.000,000, o sea, el doble. Esto es lo que nuestros economistas llaman una balan

za comercial desfavorable. Tenemos algunas comunidades bri

t?nicas bastante grandes viviendo en la Am?rica Latina; veinte mil ingleses s?lo en Buenos Aires.

Pero la raz?n principal que nos lleva a tratar de interesar al p?blico brit?nico de manera m?s activa en los asuntos lati

noamericanos, y de aumentar en la medida que nos sea posible nuestra ayuda, es la importancia vital que Latinoam?rica tie

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ne para la totalidad del mundo libre. En este momento hay doscientos millones de latinoamericanos en el mundo: a fines de este siglo habr? unos seiscientos. Su riqueza material, con

siderada en conjunto, no crece con igual velocidad. Muchos millones de estos hombres est?n viviendo al borde del ham bre. No todos ellos poseen ese m?nimo de seguridad econ?mica sin el cual no se puede apreciar la libertad humana ni se

puede tener la voluntad de defenderla. Necesitan el capital indispensable para obtener, ellos y sus descendientes, los me

dios de ganarse decentemente la vida. Necesitan ayuda y con

sejos t?cnicos que les permitan mejorar su econom?a y su edu caci?n cient?fica. Necesitan simpat?a y aliento para lograr una

reforma de los m?todos de la administraci?n y de tradicio nes que son con frecuencia menos eficientes de lo que de ber?an.

Espero que esta conferencia pueda ayudar a poner en claro la necesidad que hay de una pol?tica combinada hacia Latino

am?rica, pol?tica que debe ser aceptada por los pa?ses super industrializados de Occidente. Las cosas sobre las que debemos intentar llegar a un acuerdo son los convenios sobre precios de mercanc?as, la ayuda t?cnica, los objetivos pol?ticos y la

ayuda financiera que puede ser bilateral o multilateral.

En las econom?as internas de pa?ses como los Estados Uni dos y la Gran Breta?a, los gobiernos garantizan un precio m?nimo o b?sico a los agricultores, que son nuestros produc tores m?s importantes de productos primarios. ?Por qu? ha cemos esto? No lo hacemos por compasi?n hacia los agricul tores, sino porque nuestra econom?a en su totalidad est? mejor balanceada y acusa una mayor prosperidad si aquellos que

producen los alimentos reciben una compensaci?n justa por su trabajo, compensaci?n que pueda compararse con la de los

que fabrican productos industriales muy especializados. Cuan

do hay una ca?da de los precios agr?colas, y no hay una acci?n

gubernamental que lo remedie, la comunidad agricultora deja de comprar y los obreros fabriles se quedan sin empleo.

Me parece que el mismo argumento puede aplicarse dentro

de un marco mucho m?s amplio a la econom?a del mundo

libre. Desde 1954 los precios mundiales de los productos pri

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marios han ca?do de una manera tal que los pa?ses subdesarro

llados, muchos de los cuales est?n en la Am?rica Latina, que viven de la exportaci?n de esos productos, han perdido en sus

intercambios con el extranjero el doble de la suma total de la ayuda financiera que les ha sido dada por los Estados

Unidos, la Gran Breta?a y Europa Occidental juntos. Mien tras tanto, los precios de los productos manufacturados, que exportamos, han ido subiendo. No es de extra?ar que les re

sulte dif?cil comprarnos. A la larga no nos favorece el que compremos a precios que no son una retribuci?n justa para los pueblos productores. Hay Consejos Internacionales, unos

ya existentes y otros en formaci?n, para el trigo, el caf?, el

cacao, el esta?o y el az?car. Busquemos qu? se puede hacer

para que sean m?s efectivos y c?mo hacer aun mucho m?s,

por medio de acuerdos internacionales, con objeto de llegar a un precio justo y estable de las mercanc?as.

En lo que se refiere a la ayuda t?cnica y educativa, el Reino Unido podr? seguramente aportar una contribuci?n

proporcional mucho mayor de la que podemos hacer en las

finanzas, y espero que oigamos sugerencias sobre los lugares que m?s lo necesitan y los modos de hacerlo. El a?o pasado iniciamos un programa de ayuda t?cnica para Latinoam?rica en

peque?a escala, pero que esperamos aumentar: hemos en

viado ya una misi?n agron?mica tropical a Bolivia; tambi?n hemos enviado t?cnicos metal?rgicos y expertos administrati vos a ese mismo pa?s y estamos examinando proyectos referen

tes al Brasil, a la Argentina y a otros pa?ses. Nuestros servicios culturales e informativos han aumentado mucho estos ?ltimos

a?os, y Lord Davidson ha mencionado al comit? del profesor Parry que est? estudiando el estado en que se encuentran los estudios latinoamericanos en nuestras universidades.

Pol?ticamente nuestro objetivo es ayudar a aquellas fuer zas que en la Am?rica Latina (la Iglesia, por ejemplo, es fre cuentemente una de las m?s fuertes) trabajan por las re

formas sociales, y ayudar al mismo tiempo a contratacar a la

penetraci?n comunista y a la subversi?n, que ahora considera

a la Am?rica Latina como la meta m?s importante dentro del mundo libre.

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El gobierno brit?nico se hall? en acuerdo total con los Estados Unidos, en el ?ltimo oto?o, para que se retiraran los cohetes "tierra-tierra" rusos de Cuba. Me temo que no

pueda decirse lo mismo de todos los peri?dicos brit?nicos, al

gunos de los cuales se mostraron lamentablemente d?biles y tambaleantes en este punto. El retiro de las armas nucleares

ofensivas del hemisferio occidental es una gran victoria para la libertad, pero Cuba seguir? siendo un centro de subversi?n de Latinoam?rica mientras llega el momento de que Cuba vuelva a la familia de naciones americanas.

La ayuda financiera de las naciones avanzadas de Occi dente a Latinoam?rica se necesitar? durante mucho tiempo, tanto para aliviar las dificultades cambiar?as como para fi nanciar el desarrollo fundamental. En lo que concierne a

la Gran Breta?a, los excedentes comerciales adversos desde la

guerra han limitado seriamente el monto total de la ayuda (queremos dar m?s de lo que deber?amos) que podemos per

mitirnos; y de lo que podemos proporcionar, gran parte est? destinado a aquellos grandes pa?ses nuevos de Asia y de ?frica, a los que hemos educado en el arte del gobierno y a los que hemos hecho independientes.

Esperamos que en el futuro podamos darle un poco m?s a Latinoam?rica. Lo que le damos ahora va a trav?s de or

ganismos multilaterales. Despu?s de los Estados Unidos so mos los mayores suscriptores del Banco Internacional, de la Asociaci?n Internacional de Desarrollo y del Fondo Especial de las Naciones Unidas. Nuestra parte, en este a?o, de la ayu da que se da al trav?s del llamado Club de Par?s (es decir, los acreedores europeos m?s importantes de Latinoam?rica) debe de ser de unos diez millones de libras esterlinas, desti nados a la Argentina. En acuerdos bilaterales nuestra ayuda ha sido peque?a; en los dos ?ltimos a?os hemos prestado dos y

medio millones de libras al Brasil para solucionar parcialmen te el problema de sus deudas comerciales, dos millones de libras a Chile para reparar los da?os del terremoto y ? 265,000 a Bolivia para la rehabilitaci?n de sus ferrocarriles.

Una de las razones por las que debemos tratar de encon

trar los medios de aumentar nuestra ayuda financiera es el

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proyecto que el presidente Kennedy llam? la Alianza para el Progreso, y que lanz? hace dos a?os, el cual fue aprobado en Punta del Este cinco meses despu?s, no debe dejarse s?lo a cargo de los Estados Unidos.

Durante el primer a?o, la Alianza para el Progreso encon tr? m?ltiples dificultades y fue muy criticada, cosa que me

parece deb?a esperarse. Sin embargo he cre?do que es uno de los mejores planes, y es obra de gran imaginaci?n, hechos

para el bien de la humanidad que el mundo haya conocido, y estoy absolutamente convencido de que saldr? adelante. Ya ha echado los cimientos para logros futuros en Bolivia y espe ro que tambi?n en el Brasil.

El peri?dico The Times, en un excelente art?culo de fondo

publicado hace tres d?as, escrib?a: "Los Estados Unidos pueden pedir con todo derecho a Europa que comparta la carga, que es tanto pol?tica como econ?mica". Creo que hay muy buenas razones para que los Estados Unidos pidan a otros que com

partan la carga con ellos: una de las razones es que los bene ficiarios de la ayuda financiera, ya sean particulares, ya sean

naciones, no adoran a los donadores todo lo que pudiera espe rarse, y las cosas son m?s sencillas si la falta de agradecimien to puede ser distinta entre varias personas, en vez de caer so

bre una sola.

El monto de la ayuda financiera que un pa?s cualquiera puede dar depende de la magnitud de los excedentes comer ciales de que dispone. Esperamos que la solicitud que hemos

presentado para ingresar en el Mercado Com?n europeo ser?

aceptada, porque pensamos que una zona comercial mayor en

poblaci?n y en recursos materiales que los propios Estados

Unidos, doblar? y volver? a doblar la capacidad de todos nosotros para ayudar a los pa?ses en proceso de desarrollo en el mundo. Esta es la raz?n por la que el intento de formar un

Mercado Com?n ensanchado fue tan ruidosamente atacado

por la propaganda comunista en todo el mundo, y esta es la raz?n por la que el comunismo se est? regocijando de la des trucci?n (por lo menos temporal) de este plan, debido a la obstinaci?n del presidente franc?s. No debemos amargarnos por ello, porque la amargura no es buena. Lo que debemos

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hacer es buscar, de manera paciente

e incesante, los mismos

objetivos, con ayuda de cualquier m?todo. Espero que ser?

posible a trav?s del informe Kennedy lograr las reduccio nes mutuas de las barreras arancelarias, cosa que necesitamos

para acelerar nuestro crecimiento econ?mico. En caso de que esto no se produzca, creo que debemos seguir reunidos y hallar otro camino para reducir las tarifas entre aquellos pa?ses que

quieren reducirlas.

A la par que buscamos la cooperaci?n internacional, debe mos hacer todo lo que nos sea posible en el interior para ade lantar el crecimiento econ?mico. Nuestro prop?sito al obrar as? no debe ser el tratar de crear meramente una sociedad

de abundancia aun m?s rica que la actual, sino aumentar la

capacidad de ayudar a los dem?s, que en la Gran Breta?a no es tan grande como debiera serlo. No conozco mayormente los

problemas econ?micos de los Estados Unidos, pero s? que, de bido a sus grandes gastos ultramarinos, tanto de ayuda como

de defensa, se enfrentan con serias dificultades en lo que se

refiere a la balanza de pagos, e incluso he o?do posteriormente que se encuentran un poco preocupados por el vigor del d?lar,

pues a pesar de tener reservas de oro por valor de ? 16,000 millones, las autoridades financieras americanas son tan es

crupulosas que no quieren aceptar una subida del precio del oro en el mundo, la mayor parte del cual parece estar entre sus manos; esto me pareci? siempre una medida que deb?a tomarse. Pero no soy economista, y me alegra saber que va

rios de ustedes son destacados expertos en finanzas p?blicas y bancarias. Cuando por primera vez en 1931 entr? en la C? mara de los Comunes, el mundo se hallaba en la peor situaci?n econ?mica que jam?s haya conocido: el desempleo y la pobre za hab?an llegado a ser end?micos por todas partes, aunque la producci?n potencial era obviamente lo bastante impor tante para que estas cosas

desaparecieran. Ten?amos entonces

la costumbre de invitar a los economistas m?s famosos de

quienes ten?amos conocimiento para que se dirigieran a nos otros en los comit?s de la C?mara de los Comunes, y nos acon

sejaran c?mo sacar al mundo de tan espantosa confusi?n.

La conclusi?n a la que llegamos es que cuando hay cinco

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economistas en un cuarto se oyen seis opiniones diferentes, dos de las cuales son las opiniones de Keynes. Siempre estuve de acuerdo con una de las opiniones de Keynes y me gustar?a que pudiera estar aqu?, hoy. A pesar de que estaba en contra de la inflaci?n, creo que nos habr?a dicho que algunos de esos pa?ses latinoamericanos, cuya imprevisi?n financiera con

denamos, pueden tener una excusa para su inflaci?n mejor que la nuestra, porque los precios de todo lo que venden ba

jan y los precios de todo lo que necesitan comprar suben. Es

pero que el Banco Internacional no sea muy estricto en las

condiciones que se les imponen para obtener cr?ditos. Segu ramente recuerdan todos ustedes el chiste que se hace sobre

los banqueros: est?n deseando prestarle dinero cuando usted no lo necesita.

Espero que sus discusiones sean tan provechosas como in

teresantes, y espero que den a los pol?ticos ignorantes como

yo, consejos tan bien fundados y tan claros que no tengamos m?s remedio que seguirlos.

Notas Previas de Arthur Schlesinger

Me satisface poder expresar, en nombre de los americanos

aqu? presentes, nuestra gratitud a la Fundaci?n Ditchley por haber reunido esta conferencia sobre pol?ticas hacia Latino

am?rica, y tambi?n expresar nuestro aprecio a Lord Dundee

por la claridad y conocimientos con que ha delineado los

problemas en sus observaciones inaugurales. Los americanos

aportan en esta conferencia, como pronto se ver?, una multi

tud de puntos de vista distintos sobre los problemas latino

americanos, y no querr?a limitarlos con lo que voy a decir. Sin

embargo, creo que ser? ?til exponer los aspectos m?s sobre salientes de la situaci?n latinoamericana, tal como los ve la

Administraci?n en Washington. El inter?s de los Estados Unidos por la Am?rica Latina

es, desde luego, natural y tradicional. La revoluci?n que, en la d?cada de 1770, se produjo en la Am?rica del Norte con tra del colonialismo fue seguida, en la primera mitad del

siglo xix, por una serie de revoluciones en contra del col?

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nialismo en Latinoam?rica. La Doctrina Monroe, una de las

primeras expresiones de una pol?tica exterior americana pro pia, afirmaba una visi?n de los Estados Unidos en la cual el hemisferio occidental ya no estaba abierto a la intervenci?n o colonializaci?n extracontinentales. En la misma d?cada en

que apareci? de la Doctrina Monroe, se produjo la primera discusi?n acerca de la cooperaci?n panamericana, la cual fra cas?. A finales de ese mismo siglo la Uni?n Panamericana sur

gi? como una empresa com?n de cooperaci?n hemisf?rica. No tengo la intenci?n de sugerir que el trato de Norteam?

rica con la Am?rica Latina fue totalmente benigno y desinte resado. Para muchos norteamericanos el panamericanismo era,

entre otras cosas, una manera de adelantar la penetraci?n econ?mica y la pol?tica exterior de los Estados Unidos en

Latinoam?rica, un modo de mejorar los intereses de las com

pa??as y de los bancos americanos. Un per?odo durante el cual estas metas dominaron la pol?tica exterior de los Estados Unidos permanece bajo un mont?n de memorias y de estereo

tipos que han complicado las relaciones interamericanas desde entonces.

Durante este mismo periodo, las rep?blicas latinoamerica nas desarrollaron sus propias tradiciones e instituciones. La

mayor parte de estos pa?ses estuvieron a merced de la inesta bilidad pol?tica, la estagnaci?n econ?mica, la muy desigual distribuci?n de la riqueza y del poder, el analfabetismo y la

pobreza. Al mismo tiempo los ideales bolivarianos de liber tad nacional y dignidad encerraban una fuerza latente. De vez en cuando, en todos los pa?ses latinoamericanos el status

quo era sacudido por aquellos que buscaban una vida mejor para sus pueblos.

La pol?tica del buen vecino de Franklin Roosevelt recono ci? a la nueva Latinoam?rica que se estaba gestando; una

Latinoam?rica que no habr?a de aceptar durante mucho tiem

po tiempo m?s un status de inferioridad en el hemisferio. La meta principal de esta pol?tica era afirmar la igualdad cons titucional y jur?dica de las rep?blicas americanas.

La Doctrina Monroe se hac?a multilateral; la no interven ci?n se convert?a en un principio fundamental de las relacio

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nes del hemisferio y, a fines del periodo, se establec?a la Orga nizaci?n de los Estados Americanos. Aunque Roosevelt esta

bleci? el Export-Import Bank en gran parte con la intenci?n

de estimular el comercio interior del hemisferio, la Pol?tica del

Buen Vecino carec?a en lo fundamental de las dimensiones social y econ?mica. A pesar de esto se hab?an echado los ci

mientos para una s?lida pol?tica del hemisferio. La Segunda Guerra Mundial llev? la atenci?n de los Esta

dos Unidos hacia nuevos lugares del mundo; despu?s de la

guerra la amenaza de la expansi?n comunista por Europa y Asia dej? a la Am?rica Latina, en lo que a la pol?tica de los

Estados Unidos se refiere, en un lugar secundario. Entre 1945

y i960 esta regi?n recibi? menos del 3 % del total de la ayuda econ?mica de los Estados Unidos: Europa recibi? el 41 %, el

Lejano Oriente el 17.5 % y el Cercano Oriente casi el 12 %. S?lo Yugoeslavia recibi? m?s ayuda de los Estados Unidos

que todos los pa?ses de Latinoam?rica juntos. Esto, debo a?a

dir, fue un error bipartidista, mantenido fielmente tanto por la administraci?n dem?crata como por la republicana.

Sin embargo, la exigencia de una modernizaci?n y la de

manda de igualdad ?la petici?n de pertenecer al siglo xx?

que atraves? al mundo subdesarrollado a partir de la Segunda Guerra Mundial, no evit? a Latinoam?rica. Las naciones lati

noamericanas, que hab?an gozado de independencia pol?tica desde hac?a m?s de un siglo y que representaban, en cierto

sentido, la parte menos desarrollada del mundo occidental, lle

garon la amarga convicci?n de que su propia modernizaci?n

hab?a sido aplazada de manera intolerable. Si algo fue claro

en Latinoam?rica durante los a?os 1940 y 1950 era que el

status quo estaba condenado y que un cambio social y econ?

mico de largo alcance era inevitable.

La primera contestaci?n norteamericana lleg? a trav?s de

la idea un tanto complaciente de que el tan deseado creci

miento econ?mico pod?a obtenerse, en primer lugar, por medio

de inversiones privadas fuera de todo control, visi?n que llev? a insistir sobre la creaci?n de un clima pol?tico y econ?mico

que atrajera las inversiones privadas. Esto significaba, pol?ti camente, una tolerancia para con las dictaduras de extrema

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derecha y, econ?micamente, el solicitar una pol?tica monetaria deflacionista. Pero esta respuesta demostr? ser cada vez m?s inadecuada para las necesidades de Latinoam?rica. En 1950, los gobiernos latinoamericanos hicieron una serie de propues tas para crear un banco de desarrollo interamericano y para otros proyectos de desarrollo regional, todo lo cual culmin? en la Operaci?n Panamericana ideada por el presidente del Brasil, Juscelino Kubitschek, en 1958.

La revoluci?n de Castro en Cuba en los a?os 1958-1959 hizo que los norteamericanos advirtieran claramente el deseo

de un cambio social que hab?a al sur de nuestra frontera. En

i960, la OEA respondi? a la propuesta de la Operaci?n Pa namericana con el Acta de Bogot?, donde se elaboraba un

amplio programa de mejoras sociales y de desarrollo econ? mico. En marzo de 1961, el presidente Kennedy, reviviendo las tradiciones tanto del Buen Vecino como del "New Deal" de F. D. Roosevelt, pidi? una Alianza para el Progreso un

"amplio esfuerzo por obtener una vida mejor para todos los

pueblos del continente" al trav?s del desarrollo econ?mico y social, de reformas de las estructuras y consolidaci?n de las instituciones democr?ticas, comprometiendo a su administra ci?n en el apoyo firme del liberalismo progresivo latino americano.

No quiero discutir aqu? los logros ?o los fracasos? de la Alianza para el Progreso. S?lo quiero indicar que la Alianza est? fundada en la idea de que la revoluci?n es inevitable en la Am?rica Latina, y que s?lo se trata de ver de qu? forma se har?: si ser? comunista, nacionalista y demag?gica o de

mocr?tica. En Latinoam?rica las fuerzas ind?genas que se afa nan por lograr un cambio caen con frecuencia en las dos ?ltimas categor?as se?aladas ?por un lado, el nacionalismo

demag?gico social, siendo el peronismo argentino el caso t?pi co, por otro, los partidos democr?ticos, o sea los sedicentes

partidos populares, partidos dem?cratas progresivos como Ac ci?n Democr?tica de Venezuela, el PRI de M?xico o el APRA en el Per?, o partidos dem?crata cristianos, como el COPEI venezolano o los dem?cratas cristianos de Chile.

El ?xito de la Alianza para el Progreso depende de la ca

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pacidad y de la fuerza del liderato democr?tico en Latino am?rica ?y en este contexto es donde el r?gimen castrista de Cuba adquiere gran importancia. A la larga, las oligarqu?as latinoamericanas est?n llamadas a desaparecer, y a la larga creo que los nacionalismos demag?gicos fracasar?n en la or

ganizaci?n de las energ?as nacionales en un intento de mo

dernizaci?n competente. La decisi?n fundamental que ha de tomar la Am?rica Latina estriba en la elecci?n entre la revo luci?n democr?tica y la revoluci?n comunista.

Es la misma elecci?n a la que se enfrenta el continente asi?tico y algunos en Latinoam?rica, debe decirse, han acari ciado a su modo las ilusiones de la India. Esta ilusi?n es que los dem?cratas y los comunistas pueden obrar juntos, hombro con hombro, para lograr la emancipaci?n de las masas y ade lantar el proceso de modernizaci?n. Esta ilusi?n muri? re cientemente en las fronteras del norte de la India y est? muriendo hoy en las colinas de Venezuela y en las calles de Caracas. La amenaza castrista no es, evidentemente, una ame

naza a los Estados Unidos; es una amenaza al desarrollo democr?tico de Latinoam?rica. A despecho de los anhelos de los pensadores europeos de caf?, Castro no est? desenga?ado de su misi?n. Su prop?sito fundamental es destruir la revolu ci?n democr?tica en las Americas con objeto de que la revo

luci?n comunista sea posible. El car?cter de esta revoluci?n democr?tica variar? de un

pa?s a otro. Entra?ar? en cierta medida direcci?n, iniciativa

y planeaci?n p?blicas, especialmente durante las etapas prime ras del desarrollo. Tambi?n acarrear? una participaci?n cre

ciente de iniciativas y empresas particulares, incluyendo in versiones extranjeras responsables. Requerir? la revisi?n de las arcaicas estructuras de la tenencia de la tierra. Exigir? un

ataque a fondo en contra de la ignorancia y del analfabetismo. Dar? vida a un movimiento sindical fuerte y libre.

Pedir? un m?todo para enfrentarse con problemas de las fluctuaciones de los precios de los productos de los que de

pende la econom?a latinoamericana de manera fundamen

tal. Ser? necesario un progreso continuo en la integraci?n econ?mica de los Estados latinoamericanos. Y por encima

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de todo, requerir? una serie de esfuerzos inmensos e ininte

rrumpidos de auto ayuda y de reformas sociales de los propios latinoamericanos. De lo que se trata es, en definitiva, de un

"New Deal" ?de una Nueva Frontera? para todo el conti

nente.

La Alianza para el Progreso marca la primera iniciativa creadora en la pol?tica hemisf?rica que se toma desde la pol? tica del buen vecino de Roosevelt. Es la aplicaci?n de los idea les de progreso democr?tico de la Administraci?n Kennedy a la circunstancia latinoamericana. Mientras los Estados Uni dos han afirmado siempre su especial inter?s por el desarrollo de la Am?rica Latina, nunca hemos supuesto que esto fuera una tarea que incumbiese exclusivamente a los norteamerica

nos. Latinoam?rica es parte del mundo occidental y su futuro es una responsabilidad com?n del Occidente por lo que nos felicitamos de esta oportunidad que se nos ofrece de discutir

aqu?, en Ditchley, estos temas.

Debo a?adir que la Gran Breta?a m?s que ning?n otro

pa?s de Europa, con excepci?n de Espa?a y de Portugal, ha sido quien ha tenido una relaci?n m?s vigorosa y continua con la Am?rica Latina. Esta relaci?n remonta a los d?as en

que el almirante Cochrane y otros ingleses contribu?an a li berar aquellos pa?ses del colonialismo. El liberalismo brit? nico influy? en el pensamiento de muchos libertadores, incluso en el de Bol?var y en el de San Mart?n. La Gran Breta?a entonces ayud? a abrir a los pa?ses latinoamericanos al co

mercio mundial.

La Gran Breta?a ha conformado y estimulado al desarro llo econ?mico y social de pa?ses como la Argentina y el Uru

guay en particular. La cultura inglesa y las universidades

inglesas han tenido una influencia continua al trav?s de los

pa?ses latinoamericanos, donde hay un profundo respeto por la ciencia brit?nica y por su tecnolog?a, y una curiosidad que aumenta d?a a d?a por la administraci?n p?blica y por sus

prestaciones sociales.

Inglaterra, a nuestro modo de ver, tiene una tarea muy

importante dentro de la Alianza para el Progreso, una tarea

que va mucho m?s all? de los intereses de las inversiones par

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no Arthur Schlesinger FI IV-i

ticulares y del comercio. Vuestra naci?n puede ser un socio

indispensable en el gran esfuerzo de llevar la democracia a

Latinoam?rica, una democracia que se traduzca por una aut?n

tica representatividad de las instituciones, por la vitalidad de las ideas y la consolidaci?n del bienestar social y econ?mico.

Lo que intentamos a trav?s de la Alianza para el Progreso no es s?lo ayudar a Latinoam?rica para que se ponga a la altura del siglo xx, sino para que llegue a ser un miembro de

pleno derecho de la Comunidad Atl?ntica. Los imperativos de la historia, de la geograf?a y de la cultura han hecho desde hace mucho tiempo de los Estados latinoamericanos miembros

potenciales de la pol?tica atl?ntica. La Alianza para el Pro

greso, si triunfa, permitir? que esos pa?ses aporten una con

tribuci?n al progreso pol?tico, econ?mico y cultural de Occi dente. El presidente Kennedy ha descrito a la Am?rica La tina como "la regi?n crucial del mundo de hoy". En ning?n lugar del mundo se hallan las ideas y los recursos democr? ticos occidentales sometidos a una prueba m?s dura que la

que atraviesan all?. Si no podemos triunfar all?, donde nues tras tradiciones comunes son la base del desarrollo democr? tico ?c?mo podemos esperar salir con bien de los intentos ex? ticos en Asia y ?frica, donde la democracia progresista tiene escasas ra?ces naturales?

Pero no quiero concluir con una pregunta tan embarazosa.

Estoy seguro de que, a pesar de todas las dificultades, la Alian za para el Progreso, triunfar? no s?lo por la determinaci?n de la Administraci?n americana que debe lograrlo, no s?lo

por la cooperaci?n que la Alianza obtendr? de la Gran Bre ta?a y de otros pa?ses de la Europa Occidental, sino sobre

todo por el deseo del pueblo latinoamericano de obtener, con

t?rminos tomados de la Carta de Punta del Este "un progreso econ?mico acelerado y una amplia justicia social dentro del

marco de la dignidad personal y de la libertad pol?tica".

Alocuci?n final del Preboste

Esta conferencia convocada por la fundaci?n Ditchley y el Consejo hisp?nico y luso-brasile?o, ha tenido mucho ?xito

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al lograr lo que se propuso llevar a cabo. Su primer objetivo fue intercambiar puntos de vista de ingleses y norteamerica nos especializados en Latinoam?rica, sobre los problemas de esa regi?n, y la pol?tica que Inglaterra y los Estados Unidos deben mantener all?. El segundo, discutir en qu? forma se

puede coordinar esa pol?tica para mejor conveniencia de los

pa?ses latinoamericanos.

Semejante discusi?n, si queremos ser francos, ten?a que ser confidencial. Sin embargo, no

hay nada secreto sobre nues

tras deliberaciones. En ning?n momento representan una tendencia de Inglaterra y Estados Unidos hacia la creaci?n de un sistema exclusivo de pol?tica bilateral. Por el contrario, se

proporcion? amplia informaci?n sobre tres puntos fundamen tales de la conferencia que fueron expl?cita, o t?citamente

aceptados por todos los participantes: cada uno de los dos

pa?ses tiene sus actividades e intereses propios y su pol?tica debe ser independiente, la cooperaci?n con otras naciones oc

cidentales es igualmente importante, y sobre todo, las respues tas b?sicas a los problemas de latinoam?rica se encuentran en

manos de los pa?ses latinoamericanos. Son ellos quienes deben delinear su propio destino pol?tico y encontrar la mayor par te de los medios para lograr su avance econ?mico.

Durante la conferencia se hizo una magn?fica exposici?n de los objetivos y funcionamiento de la OEA, la Alianza para el Progreso y otras instituciones del sistema interamericano. Se manifest? claramente que no existen medios ni deseos de incluir pa?ses

no americanos en esas organizaciones. La acci?n

de Inglaterra u otros pa?ses europeos en Latinoam?rica s?lo

puede ser un suplemento al esfuerzo de ayuda mutua existente en el hemisferio, aunque tambi?n se puede coordinar con ?l. Por supuesto, existe el problema de saber si naciones inde

pendientes miembros del Commonwealth pueden o deben par ticipar en la Organizaci?n de Estados Americanos y el sistema americano en general. ?ste es un asunto que depende esen

cialmente de ellos, as? como de los pa?ses miembros de dicho sistema.

La conferencia consider? su agenda bajo dos puntos de vis ta: uno econ?mico y social, y otro pol?tico. Pero, es obvio que

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esos dos temas estuvieron ?ntimamente relacionados, ya que las condiciones pol?ticas son vitales para las medidas econ?

micas, y adem?s toda pol?tica de ayuda econ?mica presupone que se comparten ciertos objetivos pol?ticos generales. Nos otros estuvimos de acuerdo en considerar que la meta com?n

a largo plazo era la adhesi?n de los pa?ses latinoamericanos a los ideales sociales y democr?ticos del mundo libre, en vez de las doctrinas de revoluci?n totalitaria. No es necesario

subrayar que hubo diferencias de opini?n entre ingleses y nor teamericanos sobre algunos detalles relativos a la manera en

que se podr?an alcanzar esos objetivos.

Nuestras discusiones se refirieron a temas muy amplios in

cluyendo: i) Ayuda financiera e inversi?n privada y sus relaciones,

atendiendo a que la inversi?n privada s?lo puede ser atra?da

pero no forzada.

2) Coordinaci?n de pol?ticas de ayuda externa con planes de desarrollo regional, lo cual es la caracter?stica m?s impor tante de Alianza para el Progreso.

5) Pol?tica monetaria y bancaria, sobre la cual hubo fuer tes controversias, algunos consideraban la pol?tica anti-infla

cionista fatal para el desarrollo econ?mico, mientras otros

opinaban lo contrario.

4) Desarrollo del comercio, impuestos, y convenios sobre

precios de productos agr?colas, haciendo ?nfasis en la supe rioridad del comercio sobre la ayuda econ?mica, y en conse

cuencia, la necesidad de mercados libres y mejores precios para productos latinoamericanos.

5) Asistencia t?cnica a trav?s de personal especializado, y adiestramiento y ayuda para el fortalecimiento de la adminis traci?n p?blica que es la llave para un buen gobierno.

6) Ayuda para educaci?n e intercambio de estudiantes, para lo cual se cont? con un informe especial de los acad?micos all? presentes.

7) Lazos culturales, especialmente la ense?anza del ingl?s y el aprendizaje de literatura inglesa en Latinoam?rica, as? como la promoci?n de estudios sobre Am?rica Latina en los

Estados Unidos e Inglaterra.

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8) Prensa y transmisiones por radio que hasta ahora han sido muy escasas.

9) Relaciones parlamentarias, de asociaciones de comercio

y profesionales, las cuales necesitan ser fortalecidas.

10) Integraci?n regional econ?mica y pol?tica, y la utiliza ci?n de la experiencia europea en ese sentido.

11) Coordinaci?n de los sistemas de aprovisionamiento de armas a Am?rica Latina, tendiendo a reducir la carga de arma

mentos en la econom?a latinoamericana, y el estudio, con los

pa?ses respectivos, del tema del establecimiento de una zona

desnuclearizada en Am?rica Latina.

12) Las implicaciones de la revoluci?n de Castro y la pre sencia del comunismo en Cuba.

Perm?taseme decir, ya que se ha informado de lo contra

rio, que la conferencia no discuti? sino en forma accidental, al estudiar la pol?tica de la OEA, el tema de la prevenci?n de la subversi?n e infiltraci?n comunista. Tampoco circul?

ning?n documento sobre este tema en la reuni?n. En efecto, hubiera sido completamente inapropiado que

en una conferencia convocada por dos organizaciones, en

donde participaban diplom?ticos, pol?ticos de diversas orien

taciones, hombres de negocios y acad?micos, se tratara de

llegar a conclusiones sobre asuntos de pol?ticas gubernamen tales contradictorias. Sin embargo, desde el punto de vista

brit?nico, la conferencia no pod?a dejar de interesarse en la

importancia de Latinoam?rica para el Occidente y para nos

otros en particular, y en consecuencia, de la necesidad de incrementar y reforzar nuestra pol?tica hacia esa ?rea aten

diendo a los l?mites impuestos por nuestras posibilidades y nuestros compromisos en otras partes del mundo. Esperamos,

que en ambos lados del Atl?ntico los participantes a la con

ferencia lleven el beneficio de nuestro intercambio de puntos de vista e informaci?n a sus principales organizaciones gu bernamentales y privadas, y que esto sirva para orientar su

pol?tica en el futuro. Un punto sobre el que se insisti? fue que el avance eco

n?mico no es suficiente para prevenirse contra la amenaza

de la revoluci?n comunista mundial. Debe ser acompa?ado de

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mejor distribuci?n de la riqueza, reforma social, una adminis traci?n p?blica adecuada, y sobre todo del desarrollo de sis temas pol?ticos y partidos consagrados al proceso democr?tico

y mejoramiento social. Esas condiciones existen, o no, en di

versos grados en varios pa?ses latinoamericanos. Para estable

cerlos completamente estar?a justificada la propuesta de Mr.

Schlesinger, de una revoluci?n democr?tica, al iniciarse la con ferencia.

Esta ha sido una de la serie de conferencias Ditchley so

bre diversos aspectos de las relaciones angloamericanas. Su ?xito nos alienta a proseguir

con nuestro programa y con

firma nuestra creencia en que una discusi?n franca y confi dencial sobre puntos debatibles es la mejor base para un en

tendimiento mutuo.

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