1
FA
CU
LT
AD
DE
HU
MA
NID
AD
ES
Y C
IEN
CIA
S D
E L
A E
DU
CA
CIÓ
N
UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Trabajo Fin de Grado
Dismorfia muscular y vigorexia
Alumno/a: Giménez López, Ignacio Tutor/a: Valencia Naranjo, Nieves Dpto.: PERSONALIDAD, EVALUACIÓN Y
TRATAMIENTO PSICOLÓGICO
Junio, 2019
2
Índice
Resumen y palabras clave_____________________________________________________3
1. Introducción______________________________________________________________4
2. Conceptualización histórica__________________________________________________5
3. Prevalencia_______________________________________________________________6
4. Diagnóstico diferencial_ ____________________________________________________7
4.1 Adcicción_________________________________________________________7
4.2 Trastorno obsesivo compulsivo________________________________________8
4.3 Trastorno de la conducta alimentaria___________________________________10
5. Trastorno dismórfico muscular______________________________________________10
6. Etiología _______________________________________________________________12
7. La importancia del factor sociocultural según los enfoques etiológicos_______________17
8. Evaluación ______________________________________________________________18
9. Tratamiento
9.1 La vigorexia a través de los fármacos_________________________________20
9.2 Psicoterapia______________________________________________________21
10. Prevención_____________________________________________________________24
11. Conclusiones___________________________________________________________24
12. Bibliografía ____________________________________________________________25
3
Resumen.
La dismorfia corporal o vigorexia es un creciente problema en el mundo actual debido
a las fuertes presiones que sufren los hombres por la búsqueda del ideal corporal, muchas
veces inalcanzable sin el uso de determinadas sustancias. El incremento de la masa muscular
como fin, con dietas inadecuadas y consumo de sustancias ilegales, así como suplementos
inútiles están al alcance de la mayoría de usuarios de gimnasio. En este trabajo se describen
desde la evolución histórica del propio trastorno, nomenclaturas y delimitación del concepto,
modelos etiológicos, evaluación, tratamiento, prevención, y prevalencia. Actualmente se
encuentra dentro de los trastornos dismórficos corporales. A pesar de todo el término sigue
sin estar bien delimitado, así como su comprensión y descripción.
Palabras clave: vigorexia, dismorfia muscular, anorexia inversa, imagen corporal
Abstract
The dysmorphia muscular or vigorexia is a growing problem in the actual world by
the strong pressures that men suffer for the pursuit of the corporal idea, sometimes
unattainable if you don’t use certain substances. The increase in muscle mass as an end, with
wrong diets and use of substances ilegals and useless supplements are available to most gym
users. In this work they are described from the historical evolution of the disorder,
nomenclatures and delineation of the concept, etiological models, evaluation, treatment,
prevention, and prevalence. Now are in the body dysmorphic disorders. Despite all the term is
still not well defined, as well as its understanding and description.
Keywords: vigorexia, muscle dysmorphia, reverse anorexia, body image
4
1. Introducción
La dismorfia muscular (DM) o vigorexia, es considerado un trastorno mental en el
cual el sujeto que lo padece, vive altamente preocupado por su estado físico alcanzando
niveles patológicos. Este trastorno también es conocido con otros nombres; entre ellos cabe
destacar el complejo de Adonis o anorexia invertida... Los sujetos sufren una fuerte adicción
al ejercicio y un excesivo control sobre su dieta, así como el consumo abusivo de
determinadas sustancias, como pueden ser los esteroides anabolizantes. La finalidad de estas
conductas es aumentar la masa muscular todo lo posible sin que se vea aumentada la cantidad
de grasa corporal.
El interés por la práctica compulsiva de ejercicio les lleva a su práctica incluso estando
lesionados (Maida y Armstrong, 2005; Olivardia, 2001; Pope et al. 2000). Esta adicción al
entrenamiento provoca la comprobación constante de su estado de hipertrofia y definición
muscular, realizando rituales de comprobación, bien mediante pesaje, biompedancia,
comprobaciones en el espejo, (Olivardia, 2001; Pope et al. 2000; Ragg y Brothman, 2004) o
buscando la aprobación de sus compañeros y/o familiares (Pope et al., 2000). Así mismo, se
ha encontrado una relación directa entre el grado de actividad física realizado, llegando a
límites extremos, sus hábitos alimenticios y de vida, que deben cumplir a de forma estricta y
el dejar de lado las relaciones sociales (Fontiveros, M.A., Tejada, E. J., Tejada, M.D., 2018).
El consumo de agentes externos que favorecen al aumento de la masa muscular
abarca desde sustancias legales hasta sustancias ilegales. Dentro del primer grupo
encontramos sustancias con respaldo científico y que no generan problemas de salud, como
son la creatina y la proteína de suero (Janezic, O’Conor, Bazán y Gancedo, 2005; Pope et al.,
2000). Entre las sustancias del segundo grupo se incluye el consumo de hormonas (esteroides
anabolizantes androgénicos), usualmente sin prescripción médica y con el fin de conseguir
unas cantidades de masa muscular imposibles de adquirir de manera natural (Embleton y
Thorne, 2004; Barry, Hudson, Kanayama y Pope, 2006; Pope, Hudson y Kanayama, 2011;
Pope et al., 2000).
Existen diferentes conductas asociadas a la DM, relacionadas principalmente con otros
trastornos mentales. Los sentimientos o pensamientos derivados de la forma del cuerpo y
percepción de este, bien del deseado como del real, reflejan una relación con el Trastorno
5
Dismórfico Corporal o TDC. En cambio la fuerte obsesión con el mundo del fisioculturismo
podría ligarse a un Trastorno Obsesivo Compulsivo o TOC, en base al pensamiento
fuertemente obsesivo que conlleva el cumplir y mejorar en su entrenamiento de pesas,
buscando como objetivo el desarrollo del tejido muscular. Está también relacionado con los
Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCA, por los que mediante conductas derivadas de
la ingesta de alimentos y dietas o suplementación, buscan conseguir un peso y tamaño cada
vez mayor, buscando siempre un aumento de la masa muscular y una disminución del
porcentaje graso. (Pope et al., 2000), (Murray, Maguire, Russell y Touyz, 2011; Murray,
Maguire, Russell y Touyz, 2012; Murray et al., 2012)
2. Conceptualización histórica
La DM viene precedida por investigaciones sobre los efectos a nivel psiquiátrico y
psicológico en culturista de esteroides anabólicos androgénicos con el objetivo de mejorar su
rendimiento deportivo (Annitto y Layman, 1980; Freinhar y Álvarez, 1985). En 1987, Pope y
Katz definen este tipo de comportamiento como psicosis del culturista, resultado psiquiátrico
de la ingesta de esteroides. Un año más tarde, en 1988, estos investigadores comienzan a
indagar en la temática a través de entrevistas a los clientes de gimnasio consumidores de las
sustancias anteriormente citadas. Curiosamente estos sujetos presentaban, entre otros,
episodios depresivos y maníacos derivados del consumo de los esteroides.
El término anorexia inversa (AI) (Pope, Katz y Hudson, 1993) se acuñó para describir
el trastorno caracterizado por: (i) Presentar una creencia persistente y poco realista en
relación con el tamaño y fuerza del cuerpo y (ii) que dicha creencia afectara concretamente
las actividades diarias. Su imagen corporal se veía alterada, concretamente con una
percepción débil y de un tamaño pequeño en cuanto a su cantidad de masa muscular. Esta
percepción era irreal en cuanto su composición corporal siendo opuesta a la real con un
porcentaje de masa muscular y tamaño muy elevado objetivamente (Pope et al,1993)
Asemejaban estos problemas a los de la anorexia nerviosa o AN con la diferencia de que los
síntomas eran los opuestos. Inicialmente consideraban que el antagonismo en la
sintomatología estaba asociada al género, esto es, la AN en mujeres y la AI en hombres,
encontrando así su análogo en el otro sexo aunque el efecto de la presión por alcanzar cánones
de belleza fuese similar. De forma más especifica, en el caso de los varones, la presión sería
adoptar patrones de belleza más ligados al tamaño muscular y un bajo porcentaje de grasa
6
mientras que en las mujeres sería la delgadez. Parent (2013), concluye que el pensamiento
obsesivo por el aumento de la masa muscular tiene como fin encontrar el cuerpo perfecto o
ideal del hombre, lo cual implicaría la dismorfia corporal en sus formas más extremas.
En la última etapa de los años 90, la anorexia inversa cambiaría su nombre por el de
dismorfia corporal, cambio propuesto en sus investigaciones por Pope (Pope et al., 1997).
Desde entonces hasta hoy, la dismorfia muscular se clasifica dentro de los trastornos
dismórficos corporales. En contrapunto a los sujetos con trastornos como este, preocupados
por una sola parte de su cuerpo, los sujetos que padecen dismorfia muscular se fijan más en el
conjunto de la composición de su cuerpo. Esta preocupación va acompañada de otras
conductas asociadas previamente comentada, como la actividad física intensa, las alteraciones
en la ingesta alimentaria y el consumo de sustancias ergogénicas para mejorar su composición
y rendimiento (Cafri, van den Berg & Thompson, 2006).
En conclusión sobre los términos relacionados con este concepto, existen acepciones
diferentes para referirnos a una misma patología. Según Baile (2005), los términos de
anorexia inversa y dismorfia corporal podrían ser los más utilizados, a pesar de ser vigorexia
el que más se utiliza en estudios en castellano. Se han acuñado también términos como
“obsesión por la musculatura y la dismorfia muscular” (McCreary & Sasse, 2000; McCreary,
Sasse, Saucier & Dorsch, 2004).
3. Prevalencia
A pesar de que parecen no haber datos en población española, más allá de alguna ciudad
concreta, existen datos globales como que un 10% de los usuarios de gimnasio sufren este
trastorno, según Pope en 2002, lo que cerciora los datos publicados en 1993 por este mismo
autor. El mismo resultado fue obtenido en Méjico, recogiéndose que un 10% de los usuarios
de gimnasio padecen vigorexia (Baile 2005). Por otro lado, en la Unión Europea (UE) se
estima que el porcentaje de usuarios afectado es del 6% (Méndez, 2002). En cuanto a cifras
aproximadas, se considera que aproximadamente unos 90.000 americanos padecen graves
problemas relacionados con la Vigorexia (Olivardia, 2001) y 10.500 pueden verse afectados
por el trastorno (Baile, 2005). En España, según una “estimación clínica”, el Consejo General
de Farmacéuticos considera en 700.000 el número de afectados (García Gómez y Toledo,
2005). Estas cifras se reducen de forma sustancial en el estudio de Alonso (2002) situando la
7
cantidad de afectados por la vigorexia en España entre los 20.000 y 30.000. En definitiva, la
vigorexia no es algo endémico, ya que se encuentra en culturas variadas con variables muy
distintas (Pope et al., 2000).
En resumen, existe una horquilla muy amplia de afectados, estando entre 10.500 (Baile,
2005), y las 700.000 personas (García Gómez y Toledano, 2005). Probablemente este amplio
intervalo viene dado por el gran número de afecciones que recibe el trastorno con su distinta
caracterización, si bien es cierto que el porcentaje de afectados gira en torno al 10% de los
usuarios de gimnasios.
4. Diagnóstico diferencial
Las características básicas que definen la dismorfia corporal también están presentes en
otros trastorno, haciendo difícil en algunas ocasiones su diferenciación. Los elementos
compartidos con otras alteraciones se pueden resumir en los siguientes puntos:
1. Es una fuerte adicción a la actividad física, similar a la encontrada ante otros estímulos
como puede ser el uso de las redes sociales, determinado tipo de compras o gasto, etc.
Existen autores que consideran que no es acertado enmarcar la vigorexia como un
trastorno independiete (Remor, 2005).
2. Algunos de los componentes también se aproxima a características encontradas en el
Trastorno Obsesivo Compulsivo. En este caso, la vigorexia muestra componentes
cognitivas de tipo obsesivo que giran en torno a la actividad física y la necesidad de
prácticas ejercicio de forma constante. Como elemento compulsivo se sitúa la práctica
deportiva, como desarrollaremos posteriormente.
3. Tiene factores que lo incluirían dentro de un TCA (trastorno de la conducta
alimentaria), como desarrollaremos posteriormente.
4. Existe una percepción distorsionada del individuo sobre su propio cuerpo, de forma
semejante a las alteraciones en la percepción presentes en los trastornos dismórficos.
Estos aspectos se desarrollan de forma más extensa a continuación.
8
4.1 ADICCIÓN
Los sujetos que practican deporte de forman habitual mejoran sus niveles de
autoestima, de ansiedad, relaciones sociales, estrés, etc. En estas personas puede mostrarse un
comportamiento incluso adictivo hacia el deporte. Una de las características en la práctica
adictiva de la actividad deportiva es el grado de placer alcanzado con la actividad deportiva y
que se considera actúa como un elemento reforzador. Las circunstancias en la vigorexia son
diferentes. Por lo general, las sensaciones y sentimientos negativos mostrados por parte de los
sujetos que lo practican de forma adictiva, son muy parecidos a los de la abstinencia, esto es,
la supresión del ejercicio induce síntomas de retirada similares a los que existen en otras
adicciones (Adams y Kirbi, 2003).
Una diferencia en la práctica deportiva en personas con vigorexia, es la inexistencia de
reforzamiento positivo tras la práctica del mismo, cuestión que si experimentan personas con
un alto nivel de práctica regular del ejercicio. En el caso de los vigoréxicos, la práctica
deportiva no mejora su estado interno, pero si elimina el malestar que les ocasiona el no
realizarlo. Por lo tanto a diferencia de otro sujeto que practique ejercicio por mero disfrute, el
vigorexico no realiza el ejercicio por placer, sino que lo hace para evitar el posible malestar
que le provocaría el no hacerlo. La no realización de ejercicio físico provoca un estado de
ansiedad en los sujetos solo regulable mediante la práctica de ejercicio. Este factor, ha llevado
a Yates (1991) a considerar que las características del trastorno están más cerca de ser
compulsiones que de las adicciones, dado que el deporte evita más el malestar por no
realizarla que el disfrute de la práctica de la misma. Se podría decir que los sujetos poseen
rasgos egodistónicos por lo anteriormente citado.
Otras diferencias que podemos encontrar entre los adictos al ejercicio o los sujetos con
vigorexia son el objetivo de la actividad física. En el primer grupo, el ejercicio tiene un
motivo externo (como ganar una carrera) y en los segundos el objetivo es mejorar su propio
cuerpo, no necesariamente para una posterior competición. Otras diferencias son la propia
práctica de ejercicio, ya que los vigoréxicos nunca quieren dejar de hacer ejercicio, elemento
no presente en la adicción al ejercicio. Así mismo, se distinguen en el tipo de ejercicio el cual
esa es diferente; de tipo anaeróbico en los sujetos con vigorexia, mientras que los adictos al
ejercicio practican tanto actividades aeróbicas como anaeróbicas.
9
4.2 TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO
En la dismorfia muscular los sujetos presentan pensamientos recurrentes en relación
con su cantidad de masa muscular y sobre cómo aumentarla. El ejercicio físico es la manera
que encuentran para conseguir su objetivo de mejorar su estado físico, evitando así verse
pequeños o enclenques (Baile, 2005). En torno a esta situación giran pensamientos intrusivos
y rituales que buscan disminuir el malestar que les pueda generar (Andrés, S., Lázaro, L.,
Canalda, G. y Boget, T., 2002). Otros elementos comunes son el llevar a cabo conductas que
en sí mismas no producen placer (como la práctica de ejercicio), y el reforzamiento negativo,
que le supondría no realizar la conducta en cuestión., .
La dificultad para desvincular la dismofia muscular del trastorno obsesivo-compulsivo
(TOC) es importante en algunos trabajos. Así, algunos estudios sitúan que en torno a un 15%
de los sujetos que padecen un trastorno dismórfico corporal padecen también un trastorno
obsesivo compulsivo (Frare, F., Perugi, G., Ruffolo, G., Toni, C., 2004). Incluso otros
investigadores afirman que los trastornos dismóficos corporales deben incluirse como un tipo
de obsesión (Yaryura-Tóbias et al., 2003). El factor competitivo cobra especial importancia en
este punto, ya que la búsqueda de superar a otros sujetos o mejorar las marcas personales,
actúa como contenido del pensamiento obsesivo ante la práctica de deportes como atletismo o
culturismo (Arbinaga y Caracuel, 2006). En esso casos, el logro de ciertas marcas priman por
encima de su salud, su vida social, entorno familiar, laboral, académico, etc.
Pese a esos componentes compartidos entre la vigorexia y el TOC, existen también
algunas diferencias como son, la edad de inicio, dándose el los sujetos con vigorexia en la
adolescencia y juventud, y en el TOC en la edad adulta. Otros factores diferenciales son las
características rígidas, estereotipadas y poco flexibles de los pensamientos en el TOC,
mientras que en la vigorexia pueden variar los pensamientos y la conducta en función del fin
deseado, como un aumento de peso en etapas concretas destinadas al incremento del volumen
muscular, en las que prácticamente se elimina la actividad aeróbica, centrándose plenamente
en la anaeróbica, o en fases de disminución del porcentaje de grasa, aumentando la actividad
aeróbica y realizando dietas restrictivas, cosa que no sucede en otras fases, en la que se
pretende ingerir el máximo de calorías para aumentar la ganancia de masa magra. En el caso
de los vigoréxicos no existen rituales sin objetivo, como si sucede en el TOC. Por último los
pensamientos en los vigoréxicos se centran única y exclusivamente en el aspecto físico,
mientras que la naturaleza de los pensamientos del TOC es más variada (organización,
limpieza…)
10
4.3 TRASTORNO DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
La vigorexia fue denominada en sus primeras etapas como anorexia nerviosa inversa,
dados los elementos comunes que poseían ambos trastornos (trastornos de la conducta
alimentaria -TCA- y la dismorfia muscular). Los dos tipos de anorexia se sustentan en mala
gestión alimentaria, uso de fármacos de forma abusiva o descontrolada y práctica desorbitada
de ejercicio físico para conseguir el fin deseado. Otro elemento común es la elevada
preocupación por su apariencia física, el excesivo control que existe en las ingestas, pasar por
la báscula o medirse varias veces al día, distorsión de la imagen corporal, búsqueda de
estrategias malsanas para el control de la dieta, etc (De la Serna, 2004).
Algunas de las diferencias que encontramos con un trastorno de la conducta
alimentaria son, la percepción del cuerpo, lo vigorexicos siempre se ven pequeños y
enclenques, al contario que pasa con la anorexia, en la que los que la padecen se ven gordos.
Los sujetos con vigorexia intentan aumentar su peso y cantidad de masa muscular, cosa que
no sucede en otros TCA. La vigorexia se da más en hombres que en mujeres, situación
inversa a lo que ocurre usualmente en el caso de otros trastornos de la conducta alimentaria.
El consumo de fármacos es diferente, mientras que los vigoréxicos lo utilizan para aumentar
su peso y su masa muscular, los sujetos con anorexia los usan para lo contrario. También
existen diferencias en la conducta, en los sujetos con vigorexia la conducta principal es el
exceso de actividad física centrada en el aumento de la masa muscular (ejercicio anaeróbico),
mientras que la conducta fundamental en otros TCA es el rechazo a la comida, o el excesivo
ejercicio aeróbico (Feighner JP , Robins E , Guze SB , Woodruff RA Jr , Winokur G , Munoz
R ..1972, Russell, 1979; Spitzer, R. L., Devlin, M. J., Walsh, B. T., Hasin, D., Wing, R.,
Marcus, M.D., Stunkard, A., Wadden, T., Yanovski, S., Agras, S., Mitchell, J. y Nonas, C.
(1991)., Pope et al., 1997).
5. Trastorno dismórfico muscular
Se define como trastorno somatomorfo aquel en el que en el sujeto se identifican
ciertos síntomas físicos que no se pueden apreciar de manera objetiva, que son realmente
sentidos por el sujeto, no fingidos. El exceso de preocupación, de forma patológica, por un
defecto subjetivo del cuerpo o su aspecto y una reacción del mismo grado de intensidad hacía
este, enmarcan este trastorno. Este trastorno está incluido en Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders (DSM) – 5 (Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2014)
11
con sus correspondientes definiciones. Dentro de las alteraciones que puede sufrir una
persona en relación con los trastornos dismórficos corporales(TDC), este es uno de los más
graves.
El término vigorexia ha sido acuñado como una derivación del trastorno dismórfico
muscular o corporal, debido a que las personas afectadas se definen como pequeños y débiles
aun no siendo así de manera objetiva (Lanz et al, 2002). Así, dentro de lo que consideramos
criterios diagnósticos del trastorno dismórfico corporal, también encontramos otros síntomas
y trastornos relacionados, como los problemas ligados a la percepción del tejido muscular en
deportistas o personas de a pie, delimitaciones que no había sido recogida hasta hoy.
Tabla 1. Criterios diagnósticos del trastorno dismórfico corporal (DSM-5) y dismorfia muscular.
12
6. Etiología
La dismorfia muscular se ha explicado desde modelos distintos en función de la génesis
de la misma. (Baile, 2005; Grieve, 2007; Lantz, Rheay Cornelius, 2002; Lantz, Rhea y
Mayhew, 2001; Pope et al., 1997; Rodríguez Molina y Rabito Alarcón, 2011) Vamos a ver
cuáles son estos modelos:
- El Enfoque biopsicosocial (Pope et al., 1997) defiende tres formas de explicar la
aparición o desarrollo de la dismorfia muscular. Primero, considera la DM un
trastorno obsesivo compulsivo, compartiendo la misma predisposición genética que se
encuentra en el trastorno afectivo y las mismas bases biológicas.
Por otro lado, nos encontramos con la fuerte presión que reciben los hombres
culturalmente acerca de su físico, muy parecida a la que se ven expuestas las mujeres a
lo largo de los años sobre su propia imagen corporal. La continua exposición en
prensa, publicidad y márketing ante el supuesto ideal de belleza, provoca conductas
desadaptativas para conseguir imitarlo (Pope, Olivardia, Gruber y Borowiecki, 1999;
Pope et al., 2000).
Tercero, el consumo de esteroides anabolizantes, y la facilidad para
conseguirlos, ha beneficiado el desarrollo e incremento de la dismorfia muscular. La
imagen que tienen muchos hombres sobre sí mismos es poco satisfactoria, así como su
autoestima, que pueden llevarles a caer en el consumo de este tipo de sustancias para
cambiar rápidamente su composición corporal y conseguir el ideal de belleza
pretendido. En otros casos, la ingesta de esteroides anabolizantes aparece una vez
padecido el trastorno dismórfico muscular (Pope y Katz, 1994). A pesar de todo, el
consumo de estas sustancias no significa que mejore su aceptación y satisfacción
corporal (Pope y Katz, 1994) , ya que los sujetos siguen manteniendo bajos niveles de
autoestima y la sensación de que su cuerpo sigue estando lejos del ideal perseguido.
- Enfoque cognitivo conductual (Lantz, Rhea y Mayhew, 2001) defiende la interacción
entre autoestima y satisfacción corporal, los cuales predisponen la aparición de la
dismorfia muscular. Determinadas características a nivel psicológico y de conducta,
como la preocupación por el tamaño de los grupos musculares y la simetría entre
estos, determinadas restricciones alimentarias y una mala gestión de la dieta, consumo
de determinados suplementos, ingesta de sustancias farmacológicas, adicción al
13
ejercicio físico y determinadas conductas sobre su aspecto físico, también están
directamente relacionados con la aparición del trastorno. Otros factores importantes
son la alienación, desviación positiva y el narcisismo.
Un año más tarde el propio Lantz, realizó una reformulación del modelo
estableciendo dos categorías principales de preocupación, preocupaciones
nutricionales o preocupaciones físicas constando cada una de tres componentes .
Dentro del apartado las preocupaciones nutricionales encontramos el abuso de
fármacos (esteroides y otras hormonas), el consumo de suplementación (sustancias
que supuestamente mejoran el rendimiento y su composición corporal) y el
comportamiento dietético (caracterizado por un excesivo consumo de proteína y una
dieta malsana). Por otro lado la preocupación corporal, estaría constituida por tres
puntos, el tamaño y simetría del cuerpo, la protección de la apariencia y la
dependencia del ejercicio. Así, la insatisfacción corporal actúa junto con la baja
autoestima de forma sinérgica predisponiendo al sujeto. Es por esto que los sujetos
realizan estrictas rutinas de entrenamiento y determinados tipos de dieta, con un único
fin, que es el de mejorar su aspecto y apariencia estética. El aumento de la masa
muscular provoca cambios en la propia autoestima.
Imagen 1. Integración de los modelos congnitivos conductuales de la dismorfia muscular.
14
- Enfoque hipotético de factores implicados (Baile, 2005). Según Baile, la dismorfia
muscular es consecuencia de tres factores: los que la precipitan, los que la predisponen
y los que ayudan a su mantenimiento. Entre los factores que la precipitan se
encuentran determinadas experiencias traumáticas con su propio físico y consumo de
determinadas sustancias. El segundo, consta de motivos sociodemográficos,
psicopatológicos y ambientales, como pueden ser la el rango de edad, experiencias
previas, baja autoestima y percepción. Por último, mantener la DM puede darse por
determinadas conductas que son de tipo evitativas y/o refuerzos positivos .La
evitación de sensaciones negativas por la imagen corporal y el reconocimeinto social
son algunos ejemplos de estas conductas. A pesar de todo este enfoque no cuenta con
apoyo empírico.
Imagen 2. Modelo hipotético de los factores implicados en el desarrollo de la vigorexia.
- El enfoque conductual de factores que favorecen el desarrollo de dismorfia muscular
(Grieve, 2007). Se sustenta en la relación existente entre el factor socioambiental
(presión social, práctica deportiva, influencia de los medios), factores de tipo
emocionales (afecto negativo), factores de tipo psicológicos (insatisfacción corporal,
ideal corporal, autoestima, búsqueda de la perfección y alteración de la percepción) y
por último de tipo fisiológicos (masa muscular). Todos estos factores favorecen
directamente en la aparición del trastorno. Cabe citar la falta de satisfacción con la
imagen de su cuerpo como factor fundamental en la aparición y desarrollo de la
dismorfia muscular, siendo influido de forma directa y recíproca, por otros
componentes del propio modelo. Entendemos que esta búsqueda de la perfección, la
percepción alterada de la imagen corporal y el propio afecto negativo, son básicos en
15
el desarrollo y aparición de la dismorfia muscular. Por ejemplo, la presión de los
medios puede provocar en los sujetos una insatisfacción corporal, que puede acarrear
una baja autoestima, que a su vez puede desencadenar en afecto negativo, la suma de
estos factores podría llevar a una distorsión de la imagen corporal, y desencadenar en
una dismorfia muscular.
Imagen 3. El modeo de los factores que contribuyen al desarrollo de la dismorfia muscular.
Enfoque tentativo de la vigorexia o dismorfia muscular (Rodríguez-Molina y Rabito—
Alarcón, 2011). Este modelo relaciona factores que la predisponen (experiencias negativas en
relación a la imagen corporal, ideal de belleza, baja satisfacción corporal y características de
personalidad), factores que la desencadenan (baja satisfacción corporal) y determinadas
conductas que mantienen el problema (aumento de la masa muscular como fin). Este enfoque
se centra especialmente en la baja satisfacción con su cuerpo de los sujetos y en la fuerte
distorsión que sufren en el desarrollo de la dismorfia muscular. También, determinadas
conductas que tienen como objetivo el incremento de la masa magra, facilitan la percepción
alterada de la imagen corporal, esto completa la influencia en la baja satisfacción sobre su
propio cuerpo. Este enfoque ha sido llevado a cabo en sujetos asiduos a gimnasios y centros
deportivos. Por ejemplo, una búsqueda del ideal de belleza influenciado por bajos niveles de
16
autoestima, o determinadas experiencias pasadas como factores predisponentes, podría
generar una confrontación entre el yo ideal y el yo real. Esto provocaría un estado de
insatisfacción corporal por parte del sujeto, que puede desencadenar en una búsqueda del
aumento de la masa muscular para paliar esta insatisfacción. Un incorrecto control de todas
estas variables, unidos a determinados rasgos de personalidad, podría dar pie a la aparición
del trastorno.
Imagen 4. Modelo tenativo de vigorexia como trastorno de la imagen corporal.
17
7. La importancia del factor sociocultural según los enfoques etiológicos
La importancia de la presión sufrida por la sociedad en las personas y su imagen
corporal comenzó a estudiarse en hombres tras las líneas de investigación llevadas a cabo
anteriormente en mujeres (Garner, Garfinkel, Schwartz y Thompson, 1980). Concretamente,
Leit, Pope y Gray (2000) investigaron el desarrollo de la demanda de los cuerpos masculinos
que aparecían en la revista PlayGirl (análoga femenina de la revista PlayBoy), y la conclusión
fue clara, cuerpo más sólidos y con mayor cantidad de masa muscular con el paso de los años.
De forma simultánea, Pope en 1999, realizó un análisis de los juguetes de acción más
conocidos de la época en cuanto a su figura y forma, así como fueron evolucionando a lo
largo del tiempo. Estos mostraban el cambio de la expectativa de los propios hombres sobre
cómo debía ser su físico, así como se instauraba de forma cultural el ideal del cuerpo
masculino.
La mayoría de los juguetes mostraban su cuerpo como gran reclamo, cuerpos que
estaban más cerca del de culturistas, que del de cualquier persona de a pie, llegando a mostrar
incluso cuerpos con niveles de masa muscular muy lejos de lo que se puede alcanzar de forma
natural. Esto mismo fue lo que encontró Baghurst en 2006, con una muestra mayor de este
tipo de figuras. En 2007 este mismo autor, en un estudio con hombres de entre nueve y trece
años, pretendieron entender como los adolescentes y preadolescentes basaban su ideal físico
en el de estas figuras (Baghurst, Carlston, Wood y Wyatt, 2007). Estos declaraban que el
físico que le gustaría tener era como el de estos muñecos, era a quien querían parecerse.
Otra manera de conseguir influenciar a los sujetos es a través de los medios. Bien por
redes sociales, televisión, internet, etc., ya que según el estudio de Leit, Gray y Pope (2002),
tras una exposición a un hombre a un conjunto de imágenes de otros hombres con un alto
porcentaje de masa magra y bajos porcentajes de grasa, tendían a verse con menor masa
muscular y su percepción cambiara en relación con lo expresado antes de la intervención. De
la misma manera, como influye dicha exposición es diferente si los sujetos están en una etapa
en la que buscar obtener mejores resultados en su fuerza o cantidad de masa muscular
(Halliwell, Dittmar y Orsborn, 2007).
Igualmente, la dismorfia muscular parece influir directamente en la psicopatología y la
autoestima tras episodios de acoso en edades tempranas, como el acoso escolar. Tras sufrir
18
este tipo de episodios, aumenta la probabilidad de padecer dismorfia muscular, lo que también
modulaba la victimización en la patología general (Wolke y Sapouna, 2008).
8. Evaluación
Desde que se describió como anorexia inversa este síndrome hasta ahora, han aparecido
diferentes herramientas focalizadas en evaluar la dismorfia muscular y todo lo que esto
genera. Después de una revisión sistemática realizada en 2013 por Parks y Sepúlveda,
encontramos 30 instrumentos aptos para realizar una evaluación de las preocupaciones en los
hombres en relación con la imagen de su propio cuerpo. Los instrumentos más utilizados son
los siguientes:
Para la evaluación del trastorno:
- “Inventario de dismorfia muscular” (Muscle Dysmorphia Inventory, MDI; Lantz et al.,
2002; Rhea, Lantz y Cornelius, 2004), se basa en el modelo etiológico que diseñaron
estos investigadores y que ha sido comentado anteriormente. Consta de 27 ítems, con
seis escalar internas que son, tamaño y simetría corporal, protección de la apariencia,
dependencia al ejercicio, consumo de suplementos, abuso de sustancias
farmacológicas y comportamiento incorrecto nutricional. Su fiabilidad oscila entre
0.72 y 0.94 (α de Cronbach).
- “Inventario de trastorno dismórfico muscular” (Muscle Dysmorphic Disorder
Inventory, MDDI; Hildebrandt, Langenbucher y Schlundt, 2004), también respaldado
por los criterios establecidos por Pope en 1997 de la dismorfia muscular, está
compuesto por 13 ítems que evalúan el impulso hacia el tamaño, con una correlación
de 0.85, intolerancia a la apariencia, con una correlación de 0.77 y la existencia de
deterioro funcional, con una correlación de 0.80, todas ellas en la escala alfa de
Cronbach. Estás estaban constituidas por una escala Likert con cinco alternativas de
respuesta.
Otros cuestionarios referidos al trastorno:
- “Escala de obsesión por la musculatura” (Drive for Muscularity Scale, DMS;
McCreary y Sasse, 2000). Influye 15 ítems, cada uno de ellos con 6 alternativas de
respuesta utilizando una escala tipo Likert. Recoge en dos escalas, cuestiones
19
vinculadas al deseo de tener un cuerpo con mayor cantidad de masa muscular. La
primera examina actitudes orientadas a la imagen corporal (α= 0,84), y la segunda
evalúa conductas orientadas a la musculación propiamente dicha (α= 0,90). Esta
cuenta con una fiabilidad bastante aceptable (α= 0,84).
- “Escala de satisfacción con la apariencia muscular” (Muscle Appearance Satisfaction
Scale, MASS; Mayville, Williamson, White, Netemeyer y Drab, 2002) creada a partir
de diferentes características asociadas a la DC, en base al DSM-IV, y los criterios de
la dismorfia muscular establecidos por Pope en 1997. Está compuesto por 19 ítems
con 5 escalas internas. Estas escalas son, dependencia al ejercicio (α= 0,80) con
cuestiones como “A menudo siento que soy adicto al entrenamiento con pesas”,
comprobación (α= 0,79) con cuestiones como “Con frecuencia paso mucho tiempo
mirando mis músculos en el espejo.”, uso de sustancias (α= 0,75) con cuestiones como
“Probaría cualquier cosa para hacer que mis músculos crezcan”, lesiones (α= 0,76) con
cuestiones como “Frecuentemente aguanto mucho dolor físico mientras estoy
levantando pesas para ser más grande / fuerte” y satisfacción muscular (α= 0,73) con
cuestiones como “Estoy satisfecho con el tamaño de mis músculos” . La fiabilidad
total de la escala es de (α= 0,82).
- “Escala de actitudes masculinas hacia el cuerpo” (Male Body Attitudes Scale, MBAS;
Tylka, Bergeron y Schwartz, 2005) encargada de evaluar la satisfacción con el cuerpo
y las actitudes con un total de 24 ítems, con 0.94 en el alfa de Cronbach. Han de
responderse en una escala tipo Likert de 7 puntos, distribuidos en 3 dimensiones. Estas
dimensiones son, musculatura, grasa corporal y altura (α = 0,90) (α = 0,93) (α = 0,88)
respectivamente.
- “Escala de insatisfacción corporal masculina” (Male Body Dissatisfaction Scale,
MBDS; Ochner, Gray y Brickner, 2009) con 25 ítems encargados de puntuar la
insatisfacción corporal. También se usa una escala Likert con 5 puntos, donde 1 es
siempre y 5 corresponde a nunca. También puede interpretarse como desde muy de
acuerdo hasta muy en desacuerdo. Se clasifica también desde sin importancia hasta
muy importante, del 1 al 10. La fiabilidad es de α =0.91. En España han sido
utilizados con algunos sujetos y ha sido validada en esta población
( Sepúlveda, Rica, Moreno, Román , 2019 ).
- MASS (González-Martí et al., 2012b), MBAS (Sepúlveda, Anastasiadou et al), con
una fiabilidad de α =0.94. Consta de 22 ítems en su edición final, cuya fiabilidad es de
α =0.85. Validados en población española.
20
- DMS (Sepúlveda, Parks, Blanco, de Pellegrini, Anastasiadou y Bustos, 2015),
realizada en estudiantes de educación secundaria, con una buena fiabilidad entre
conductas y actitudes (α =0.92 y α =0.87 respectivamente). Validado en población
española.
- Cuestionario de Autoconcepto Físico (CAF; Goñi, Ruíz de Azúa, y Liberal, 2004) El
CAF (Goñi et al., 2004) realizado en lengua castellana tiene intención de medir el
autoconcepto físico. Establecido a partir de los modelos de autoconcepto físico
(Corbin y Fix, 1989) propone cuatro dimensiones de autoconcepto físico y dos
generales de autoconcepto. físico. Las primeras constan de cuestiones sobre el
atractivo físico, habilidad, condición y fuerza física, mientras que la segunda parte
trabaja el autoconcepto de forma general. El CAF consta de 36 ítems. Las respuestas
se dan por medio de una escala tipo Likert de 5 puntos que va desde: 1 (falso) hasta 5
(verdadero). La fiabilidad es alta ( α = .95 (Alpha de Cronbach).
Además podemos evaluar la dismorfia muscular con otro grupo de instrumentos que también
centran su atención en los trastornos de la conducta alimentaria conjuntamente al trastorno
dismórfico muscular (TCA Y DM).
- Eating Disorders Examination- Questionnaire, EDE-Q; (Fairburn y Beglin, 1994)
tiene como objetivo el analizar las posibles preocupaciones en hombres en relación a
su conducta alimentaria. Existen otros cuestionarios encargados de evaluar cuestiones
similares como son: (Eating Disorder Inventory, EDI; Garner, Olmsted y Polivy,
1983), (Blouin y Goldfield, 1995; Hildebrandt et al., 2004; Hildebrandt et al., 2006;
Yelland y Tiggemann, 2003) y (Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale, YBOCS;
Phillpis et al., 1997)
Junto con todos estos métodos de evaluación, encontramos los propios criterios del DSM – 5
en el que se hace mención a otras preocupaciones que pueden padecer los sujetos en otras
áreas de su cuerpo como pueden ser, cabello o piel.
9. Tratamiento.
La vigorexia a través de los fármacos.
Si bien es cierto que es pronto para afirmar que los siguientes fármacos realmente
funcionan en el tratamiento de la vigorexia o dismorfia muscular, encontramos algunos
21
trabajos que reflejan cierta esperanza, eso sí, por lo ligado del trastornos a la obsesión y la
compulsión. Los fármacos que cuentan con más evidencia son los inhibidores de la
recaptación de serotonina, que actuarían directamente en los síntomas obsesivo-compulsivos
del trastorno, ayudando así a controlarlo en cierta manera. Uno de los ejemplos que
encontramos es el de Philips (1996). Contaba con 130 sujetos afectados con trastornos
dismórfico corporal, y los resultados fueron positivos, ya que un 42% de los sujetos obtuvo
bueno resultados, mejoró su estado.
Las sustancias que más éxito tienen en el tratamiento farmacológico son la fluoxatina
y la clomipramina, un inhibidor no selectivo. Según Alonso (2002), los pacientes a los que se
les administró clomipramina, mejoraron su repuesta a los síntomas de la dismorfobia en un
65-70 % de los casos. Del consumo de este tipo de fármacos también podemos concluir que:
- Mejoró su perspectiva de la situación, percibiéndola de forma más objetiva y ajustada
a la realidad.
- La sensación de malestar disminuyó
- El tiempo que pasaban preocupados disminuyó de forma considerable.
- Aumentó la calidad y frecuencia de sus relaciones sociales.
- Los rituales y conductas asociadas disminuyeron
Psicoterapia
Actualemente no existe un programa de intervención para los sujetos que padecen
dismorfia muscular (Grieve, Truba y Bowerson, 2009; Leone, Sedory y Gray, 2005; Parent,
2013). A pesar de ello Leone et al. (2005), sugiere que en casos en los que pueda haber
indicios de dismorfia muscular, el tratamiento que debería llevarse a cabo sería el mismo que
en el trastorno de conducta alimentaria.
Desde una perspectiva congnitivo conductual (Olivardia, 2007), el objetivo es que el
afectado se relacione de una forma diferente con su cuerpo, disminuyendo la excesiva
preocupación que padece, la obsesión por la búsqueda de la perfección encontrando defectos
donde no debería, encontrando una visión realista de la cantidad de masa muscular y su estado
físico general, disminuyendo sus comportamientos, pensamientos y sentimientos que impiden
el desarrollo de su vida diaria de forma funcional, lastrando un estado de felicidad y salud, por
culpa del trastorno. Cobra especial importancia el incremento de las conductas sociales (Baile,
2005).A nivel conductual se propone el uso del cuestionamiento socrático y la
reestructuración cognitiva, mientras que desde una perspectiva cognitiva, el uso de la
desensibilización sistemática y el empleo de autorregistros sería lo correcto. Con estas
22
técnicas se encontrarán y corregirán las posibles distorsiones cognitivas y creencias
irracionales.
Grieve et al. (2005), añade el empleo de la terapia racional emotiva en los sujetos con
dismorfia muscular, para tambien centrarse en encontrar las creencias irracionales o
disfuncionales, que pueden derivan en conductas desadaptativas.
Otra de las técnicas propuestas para su uso es la terapia de aceptación y compromiso
(Hayes y Strosahl, 2004), que puede conseguir que los pacientes con dismorfia muscular
acepten su propia imagen corporal.
Parent (2013) plantea como posible problema al tratamiento, que el paciente pueda
relacionarlo con el cede de la actividad física, por lo que propone analizar las características
de su alimentación, entrenamiento y entorno relacionado con estos que no sean un problema
en sí mismos.
El modelo de terapia congnitivo – conductual tiene diferentes fases según lo propuesto
por Raich (2000), ellas destinadas a la imagen corporal del afectado.
Fase 1, de información y formación
En esta fase se le suministra al sujeto la información pertinente acerca de la imagen sobre
nuestro cuerpo, cómo se llega a este pensamiento en el que la masa muscular siempre parece
insuficiente, formación sobre cuál es el límite al que puede llegar nuestro cuerpo de manera
natural con sus limitaciones fisiológicas, cuál es la realidad del cuerpo que pretende
conseguir… El paciente debe realizar un autorregistro acerca de los pensamientos, conductas
y sentimientos que vaya experimentando. Informar también sobre posibles rituales,
pensamientos y emociones, la importancia que cobran las conductas de evitación y los
posibles comportamientos que puedan dar pie al mantenimiento del trastorno.
Fase 2, ajuste de la autopercepción y pensamientos
Se pretende que el afectado consiga verse de una manera realista, objetiva, intentando
aproximar al máximo sus pensamientos a la realidad. Las técnicas empleadas son la
comparación, la propia observación o medidas de autoajuste.
El sujeto se enfrenta a imágenes corporales o siluetas, con las que debe asociarse o
elegir cuál es el objetivo que pretende alcanzar. Una vez realizada esta selección se establece
el grado de discrepancia entre las imágenes mostradas, lo que él percibe de ellas, y lo que
percibe de sí mismo, ajustando así su percepción. Otra forma de trabajarlo es mediante
23
estimaciones de las partes de su cuerpo entre dos puntos. Con una cita o una cuerda, debe
hipotetizar sobre cuál sería la amplitud o circunferencia óptima del grupo muscular. Una vez
realizado esto, se compara realmente con las mediciones del sujeto, para comprobar el grado
de distorsión. A mayor diferencia entre el tamaño percibido y el real, mayor grado de
distorsión.
Existen técnicas de realidad virtual o software informáticos que nos permiten conocer
la percepción de las diferentes partes del cuerpo por los sujetos. Se deben tener en cuenta para
la realización de estas mediciones, factores como su habilidad visoespacial, entrenamiento
previo, luces, sombras, cantidad de glucógeno muscular durante la sesión, estado del sujeto,
prendas de vestir, etc. (Thompson, 1996).
En comparación con los sujetos que padecen un trastorno de la conducta alimentaria,
los sujetos que presentan un TCA no siempre tienen una visión subjetiva afectada, pero sí
existen mayores niveles de insatisfacción corporal comparados con estos (Cash y Deagle,
1997).
La meta en esta etapa es que el sujeto sea capaz de percibir las creencias y pensamientos
sobre sí mismo y su imagen, intentando razonar como de irreales o perjudiciales pueden serle.
La técnica empleada en este caso es la reestructuración cognitiva, apoyándose en el punto
anteriormente desarrollado.
Fase 3, sentimientos
Es el momento en el que se exponen los sentimientos que preceden el pensamiento
destructivo sobre su cuerpo. La desensibilización sistemática es la estrategia a seguir
(Olivardía, 2007). Se comienza con un entrenamiento en imaginación para después pasar a
hacerlo en vivo, trabajando zonas del cuerpo concretas, que pueden producir sentimientos
negativos o insatisfacción en relación con la cantidad de masa muscular. Han de trabajarse
situaciones que pueden desencadenar en este mismo tipo de sentimientos. Se establece una
jerarquía ante aquellas situaciones que puedan desencadenar senimientos negativos hacía el
sujeto o sobre su cuerpo, y una vez realizada se pasa a el entrenamiento en imaginación y
posteriormente en exposición. El objetivo es reducir los niveles de ansiedad que puedan darse
en la comparación con otros sujetos, exposición ante los demás o el mismo, y la reducción de
sensaciones negativas sobre su propio cuerpo.
Fase 4, conductas
24
Intentar encontrar cuales son las conductas que no son funcionales o adaptativas en
relaciones al cuerpo y los defectos encontrados. Evitar que determinadas personas te vean
para no ser juzgado en función de, según el sujeto, la poca masa muscular que posee, es una
de ellas. Ligada a esta iría la práctica de ejercicio para intentar solventar la cuestión. La forma
de afrontarlas puede ser desde exposición en sus diferentes formas, contratos conductuales,
economía de fichas, entre otras.
Fase 5, prevenir recaídas
Reforzar los contenidos de las fases anteriores, así como encontrar posibles situaciones de
riesgo.
Otras fases
- Es fundamental acompañar el tratamiento con la ayuda de otro profesional o con unas
pautas dietéticas correctas.
- Eliminar el consumo de fármacos destinados al incremento de la masa muscular, (si lo
hubiera) formando e informando sobre ellos y su consecuencias, así como aplicando
puntos anteriores de la terapia pero enfocados a este problema.
10. Prevención
Para el abordaje de la prevención es fundamental tener en cuenta los siguientes apartados:
- Formación e información sobre el ideal estético masculino, como ha ido cambiando a
lo largo del tiempo y cuál es la realidad de lo que se muestra en los medios.
- Realidad acerca de los cuerpos demasiado musculados como ideal masculino.
- Procesos de formación de tejido muscular, límites y mantenimiento.
- Formación nutricional orientada al aumento de la masa muscular como fin saludable,
no estético.
- Formación sobre suplementos dietéticos y alimenticios, así como alimentos en
general.
- Formación sobre el consumo de esteroides anabolizantes, así como sus efectos
adversos.
25
Como ejemplo esto encontramos el programa Atlas en Estados Unidos, el cual trabaja
todos estos apartados y parece tener eficacia en la prevención y consumo de sustancias
destinadas al incremento de la masa muscular.
11. Conclusiones
El objetivo de este trabajo es aclarar el concepto de vigorexia y dismorfia muscular, a
través de la revisión de artículos y estudios relacionados, así como publicaciones al respecto.
Se han acuñado diferentes nombres para definir el trastorno como anorexia inversa, vigorexia,
complejo de adonis o adicción al ejercicio. No existe una definición universal de vigorexia,
por lo que entra desde el marco de la obsesión, al de la adicción, o solo dismorfia muscular,
incluso trastorno de la conducta alimentaria.
El notable aumento de las publicaciones en esto últimos años evidencia la presión a la
que se ven sometidos los varones sobre su imagen corporal, buscado ideales inalcanzables de
forma natural, al contrario que lo sucedido en mujeres. Encontramos desde la obsesión por el
aumento de la cantidad de tejido muscular, a la propia dismorfia muscular (Parent, 2013).
Años atrás se creía relacionada con el consumo de esteroides anabolizantes, la evidencia que
tenemos a día de hoy nos hace plantearnos si hemos dado un paso más (Björk, Skårberg y
Engström, 2013). En el último DSM, la dismorfia muscular ha sido clasificada como un tipo
de dismorfia corporal, pero la nueva evidencia los está empezando a ligar fuertemente a los
trastornos de la conducta alimentaria, tanto con un perfil clínico como en base al tipo de
tratamiento (Murray et al., 2012). Encontramos también distintos modelos explicativos sobre
el trastorno, que también viene modulado por otros factores psicosociales. En los últimos años
han aumentado los instrumentos y herramientas para su evaluación y diagnóstico.
Este trabajo no tiene conflicto de intereses.
12. Bibliografía
American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders
(5ªed.).
Alonso, J. M, (2006), La adicción al gimnasio: Vigorexia o Complejo de Adonis. Artículo disponible
en URL: http//www.mifarmacia.es/contenido/articulos/articulo_ef_vifgorexia.htm
26
Andrés, S., Lázaro, L., Canalda, G. y Boget, T. (2002) Aspectos neuropsicológicos del trastorno
obsesivo compulsivo. Artículo disponible en la URL
http://www.psiquiatria.com/boletin/revista/107/10093/?++interactivo
Ana R. Sepúlveda, Robin Rica, Alba Moreno, Francisco J. Román, Emilio J. Compte, (2019)
Asessing the male body image: Spanish validation of two instruments, Psychiatry Research,
Volume 272, 483-490.
ArlingtonBaile, J.I. (2005). Vigorexia, cómo reconocerla y evitarla. Madrid: Editorial Síntesis.
Annitto,J. y Layman, W. A. (1980). Anabolic steroids and acute schizophrenic episode. Journal
Clinical Psychiatry ,41,143-144.
Björk, T., Skårberg, K. y Engström, I. (2013). Eating disorders and anabolic androgenic steroids in
males: similarities and differences in self-image and psychiatric symptoms.
Baile, J. I. (2005). Vigorexia: cómo reconocerla y evitarla. Madrid: Síntesis.
Björk, T., Skårberg, K. y Engström, I. (2013). Eating disorders and anabolic androgenic steroids in
males: similarities and differences in self-image and psychiatric symptoms. Substance Abuse
Treatment, Preventio, and Policy, 8, 30.
Cafri, G., Olivardia, R. y Thompson, J. K. (2008). Symptom characteristics and psychiatric
comorbidity among males with muscle dysmorphia. Comprehensive Psychiatry, 49, 374-9.
Cash, T.F. & Deagle, E.A. (1997). The nature and extent of Body-image disturbances in anorexia
nervosa and bulimia nervosa: a meta-analysis. International Journal of Eating Disorders, 22,
107-125
De la Serna, I. (2004). Alteraciones de la imagen corporal: Anorexia, Vigorexia, Bulimia,
Dismorfofobia y cuadros relacionados. Monografías de Psiquiatría, 2 (16), 32-40.
Fairburn, C. G. (2008). Cognitive behavioural therapy and the eating disorders. Nueva York:
Guilford.
Fairburn, C. G. y Beglin, J. S. (1994). Assessment of eating disorders: interview or selfreport
questionnaire. International Journal of Eating Disorders, 16, 363–370.
Fairburn, C. G., Cooper, Z. y Shafran, R. (2003). Cognitive behavior therapy for eating disorders: a
“transdiagnostic” theory and treatment. Behaviour Research and Therapy,
41, 509-528.
Frare, F., Perugi, G., Ruffolo, G. y Toni, C. (2004). Obsessive–compulsive disorder and body
dysmorphic disorder: a comparison of clinical features, European Psychiatry,Volume 19,
Issue 5, 292-298.
27
González-Martí, I., Fernández, J. G. y Contreras, O. R. (2012). Contribución para el
criteriodiagnóstico de la dismorfia muscular (vigorexia). Revista de Psicología del Deporte,
21,351-358.
González-Martí, I., Fernández, J.G., Contreras, O. R. y Mayville, S. (2012b). Validation of a
Spanish version of the Muscle Appearance Satisfaction Scale: Escala de satisfacción
muscular. Body Image, 9, 517-523.
Grieve, F. G. (2007). A conceptual model of factors contributing to the development of muscle
dysmorphia. Eating Disorders, 15, 63-80.
Grieve, F. G., Truba, N. y Bowersox, S. (2009). Etiology, assessment, and treatment of muscle
dysmorphia. Journal of Cognitive Psychotherapy, 23, 306-314.
Hayes, SC, y Strosahl, KD (Eds.). (2004). Una guía práctica para la terapia de aceptación y
compromiso . Nueva York: Springer-Verlag.
Hildebrandt, T., Schlundt, D., Langenbucher, J. y Chung, T. (2006). Presence of muscle dysmorphia
symptomology among male weightlifters. Comprehensive Psychiatry, 47, 127-35
Lanzt, C. D., Rhea, D. J. y Cornelius, A. E. (2002). Muscle Dysmorphia in elitelevel power lifters
and body builders: a test of differences whitin a conceptual model, Journal of Strength and
Conditioning Research, 16; 649-655.
Lanzt, C. D., Rhea, D. J. y Mayhew, J. L. (2001). The drive for size: A psychobehavioral model of
muscle dysmorphia, International Sports Journal, Winter, 71-86.
Leit, R. A., Pope, H. G. y Gray, J. J. (2000). Cultural expectations of muscularity in men: The
evolution of playgirl centerfolds. International Journal of Eating Disorders, 29, 90-93.
International Journal of Eating Disorders, 29, 90-93.
Mosley, P. E. (2009). Bigorexia: bodybuilding and muscle dysmorphia. European Eating Disorders
Review, 17, 191–8.
Olivardia, R. (2007). Muscle dysmorphia: characteristics, assessment, and treatment. En J. K.
Thompson y G. Cafri (dirs.), The muscular ideal: psychological, social, and medical
perspectives (pp. 123-139). Washington, DC: APA.
Olivardia, R., Pope, H. G. J. y Hudson, J. I. (2000). Muscle dysmorphia in male weightlifters: a case-
control study. American Journal of Psychiatry, 157, 1291-1296.
Ochner, C. N., Gray, J. A. y Brickner, K. (2009). The development and initial validation of a new
measure of male body dissatisfaction. Eating Behaviors, 10, 197-201.
Parent, M. C. (2013). Clinical considerations in etiology, assessment, and treatment of men’s
muscularity-focused body image disturbance. Psychology of Men & Masculinity, 14, 88–100.
28
Phillips, K. A., Hollander, E., Rasmussen, S. A., Aronowitz, B. R., DeCaria, C. y Goodman, W. K.
(1997). A severity rating scale for body dysmorphic disorder: development, reliability, and
validity of a modified version of the Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale.
Psychopharmacology Bulletin, 33, 17-22.
Phillips, K. A, Wilhelm, S., Koran, L. M., Didie, E. R., Fallon, B. A, Feusner, J. y Stein, D. J. (2010).
Body dysmorphic disorder: some key issues for DSM-V. Depression and Anxiety, 27, 6, 573–
91.
Pope, H. G., J., Gruber, A. J., Choi, P., Olivardia, R. y Phillips, K. A. (1997). Muscle dysmorphia.
An underrecognised form of body dysmorphia disorder.Psychosomatics, 38, 548-557.
Pope, H. G. J. y Katz, D. L. (1987). Bodybuilders’ psychosis [Carta al Editor]. Lancet, 1, 863.
Pope, H. G., J., Katz, D. y Hudson, J. (1993). Anorexia nervosa and “reverse anorexia” among 108
male bodybuilders. Comprehensive Psychiatry, 34, 406-409.
Pope, H. G. J., Olivardia, R., Gruber, A. J. y Borowiecki, J. (1999). Evolving ideals of male body
image as seen through action toys.International Journal of Eating Disorders, 26, 65-72.
Pope, H., Phillips, K. y Olivardia, R. (2000). The Adonis Complex. How to identify, treat, and
prevent body obsession in men and boys. Nueva York: Free Press.
Pope, C. G., Pope, H. G., Menard, W., Fay, C., Olivardia, R. y Phillips, K. (2005). Clinical features
of muscle dysmorphia among males with body dysmorphic disorder. Body Image, 2, 395-400.
Raich, R.M. (2000). Imagen corporal. Madrid: Pirámide.
Rhea, D. J., Lantz, C. D. y Cornelius, A. E. (2004). Development of the Muscle Dysmorphia
Inventory (MDI). Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 44, 428–435.
Rodríguez Molina, J. M. (2007). Vigorexia: adicción, obsesión o dismorfia; un intento de
aproximación. Salud y Drogas, 7, 289-308.
Rodríguez Molina, J.M. y Rabito Alacrón, M. F. (2011). Vigorexia: de la adicción al ejercicio a
entidad nosológica independiente. Health and Addictions, 11, 95-114.
Russell, G. (1979). Bulimia nervosa: an ominous variant of anorexia nervosa. Psychological
Medicine, 9, 429-448.
Sepúlveda, A. R., Anastasiadou, D., de Pellegrini, Y., Parks, M., Blanco, M., García, P. y Bustos, C.
(2015). A Confirmatory Factor Analysis of the Male Body Attitudes Scale (MBAS) Among
Spanish Adolescent Males. Men & Masculinities, 0-00.
Sepulveda, A. R., Parks, M., Blanco, M., de Pellegrini, Y., Anastasiadou D. y Bustos, C. (2015). A
Confirmatory Factor Analysis of the Spanish Version of the Drive for Muscularity Scale
(DMS) in adolescent males. Eating Behaviours.
29
Spitzer, R. L., Devlin, M. J., Walsh, B. T., Hasin, D., Wing, R., Marcus, M.D., Stunkard, A.,
Wadden, T., Yanovski, S., Agras, S., Mitchell, J. y Nonas, C. (1991). Binge eating disorder:
to be or not to be in DSM-IV. International Journal of Eating Disorders, 10, 627-629.
Wolke, D. y Sapouna, M. (2008). Big men feeling small: childhood bullying experience, muscle
dysmorphia and other mental health problems in bodybuilders. Psychology of Sport and
Exercise, 9, 595-604.