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Eloy Tizón Velocidad de los jardines
Editorial Páginas de Espuma 91 522 72 51 || [email protected] Información: www.paginasdeespuma.com
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25 años de un clásico del cuento contemporáneo español
Con la publicación en 1992 de Velocidad de los jardines, que cumple su vigésimo quinto aniversario, nació un libro que ha trascendido a diferentes generaciones como lectura indispensable del cuento contemporáneo. Su autor subrayaba las existencias de unos personajes que se debaten entre la banalidad y el prodigio; constituyen el pretexto para levantar una escritura cargada de sabores y olores, allí donde la memoria de cada cual inventa sus jardines, trafica sensaciones, protagoniza sombras, puesto que en este libro rápido y lento, el lector no encontrará otra velocidad que la que el tiempo impulsa ni viaje más difícil que el regreso a los pupitres. Veinticinco años después, un mismo pero renovado Eloy Tizón confiesa en el prólogo: «Con este libro ha sucedido algo extraño. Lo tenía todo para ser olvidado y sin embargo, ya ves, no lo ha sido. Intentaste construirlo con materiales nobles, para que dure. Es una conspiración de los lectores; todo el mérito es suyo, de su constancia e interés. Has tenido mucha mucha suerte, otros no han tenido tanta. Ahora lo ves lleno de tiempo. Pletórico de tiempo, otra vez nuevo». mucha suerte, otros no han tenido tanta. Ahora lo ves lleno de tiempo. Pletórico de tiempo, otra vez nuevo».
Sobre Velocidad de los jardines se ha dicho…
«Probablemente, el libro de narrativa breve más reverenciado en este país en los últimos veinte años y, sin duda, el más influyente. […] Velocidad de los jardines es poco menos que la piedra angular sobre la que se puede entender la última generación de relato breve en España. […] No hay ningún libro en España en los últimos veinte años, ni en narrativa, ni en ensayo, y creo que tampoco en poesía, que esté tan cerca de algo así. Solo por esto, por los servicios prestados, cada libro de Eloy Tizón se espera con una expectación excepcional, con una expectación que es ya muy rara en la literatura y que produce en el observador un calor peculiar». Miguel Carreira, Factor Crítico. De Eloy Tizón se ha escrito: “Escritor de asombros y temblores (...), de ahí su explícito empeño en escribir bien”, Ángel García Galiano, El fin de la sospecha; “Hay un inequívoco centro de gravedad lírico (...) desde el que se explica su economía estilística, su sutileza verbal, el ritmo de una prosa cargada de notas sensoriales”, Jordi García y Domingo Ródenas, Historia de la literatura española; “Cuenta con maestría, con sobriedad ejemplar, incluso con modélico laconismo, y con prosa inventiva (...); es dueño siempre de la narración”, Miguel García‐Posada, ABC.
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Biografía
© Lisbeth Salas
Eloy Tizón (Madrid, 1964) es autor de tres libros de relatos: Técnicas de iluminación (Páginas de Espuma, 2013), Parpadeos (2006) y Velocidad de los jardines (1992; 2017 Páginas de Espuma); y de tres novelas: La voz cantante (2004), Labia (2001) y Seda salvaje (1995). Su obra ha sido traducida a diferentes idiomas y forma parte de numerosas antologías. Ha sido incluido entre los mejores narradores europeos en la antología Best European Fiction 2013, prologada por John Banville. Es columnista en El Cultural de El Mundo, profesor en Hotel Kafka y editor en RELEE. Entrevista
1992. Olimpiadas. Expo Universal. Velocidad de los jardines. Veinticinco años. ¿Han
transcurrido “veloces” estas dos décadas y media?
Pues sí, por un lado el tiempo ha pasado con toda rapidez (¿veinticinco años ya?) y por otro no ha sido un tiempo vacío, sino lleno de contenido, rico y complejo. Lo cual es coherente con una de las inquietudes centrales que recorre la poética de Velocidad de los jardines, que es precisamente el paso del tiempo y sus efectos. El libro llevaba años agotado, no se encontraba por ninguna parte y los lectores lo reclamaban. No pasaba una semana sin que alguien me preguntara cuándo se reeditaría ese libro. Parecía sensato, por tanto, ponerlo de nuevo en circulación y facilitar su acceso en las mejores
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condiciones posibles. Tengo curiosidad por ver cómo será recibido en esta nueva encarnadura por una nueva generación de lectores. Es un libro que siempre ha congeniado bien con los lectores jóvenes.
Uno escribe y los lectores suponen el cierre de la escritura. En este sentido,
Velocidad de los jardines sigue escribiéndose, leyéndose por tanto como un libro
nuevo. Un long seller clásico, casi legendario, del cuento español contemporáneo.
¿Qué relación se establece con un libro con este pasado?
Es complicado. Para mí, como autor, más que para los demás. Soy consciente de que es un libro que ha generado cierta aura que debo manejar con respeto. Lo que nos pareció importante, tanto a los editores como a mí, y con lo que estuvimos de acuerdo desde el comienzo, fue que no queríamos una reimpresión sin más, al desnudo, como tantas otras, ni mucho menos una recuperación nostálgica, sino que era necesario enriquecerla mediante una cierta contextualización: cómo era la época que produjo ese libro y quién era el autor que lo escribió. De eso me he encargado en el extenso prólogo, titulado «Zoótropo»: de establecer algunas coordenadas biográficas, culturales, sociales, etc. Lo he elaborado bastante, con sentido de la responsabilidad, como un relato de ficción más. Considero que no es un texto anecdótico, sino que le aporta al libro un nuevo enfoque y valor. Si algo se concluye leyendo su obra es su progresión, el fortalecimiento de sus libros,
la coherencia de un proyecto literario, la sabiduría literaria adquirida. Velocidad de
los jardines, Parpadeos, Técnicas de iluminación. Más allá de la recepción de ese gran
primer libro, ¿cómo sitúa en su obra su primera propuesta en el género?
Ahora lo veo como un comienzo intuitivo, fruto de un gran hambre de literatura. Lo escribí bastante a ciegas. Me recuerdo como un joven drogado de literatura y arte. Sobre todo la literatura, para mí, fue una especie de salida vital, una solución urgente a una serie de problemas personales que me oprimían. La sensación general era que me jugaba mucho en cada frase, en cada imagen, no era ningún juego inofensivo. Escribir tenía tal peso y gravedad. Amaba la literatura (la sigo amando) y escribir era mi forma de devolver parte de ese amor, de toda esa energía nerviosa. Sí, creo que este libro tiene algo de declaración de amor a la literatura, con todo lo bueno (la fe) y lo malo (los excesos) que puede haber en cualquier declaración amorosa. Por suerte, no es un libro perfecto. Tal vez sea esa pasión lo que ha permitido al libro conectar con lectores de distintas generaciones y mantenerse vivo.
Explica en el prólogo que este es un libro que ha alcanzado su espacio a lectores
fieles y casi conspiratorios. Háblenos de esos lectores apasionados, acumulados,
anónimos o con nombre y apellido que han ido atesorando el mito de Velocidad de
los jardines estos años.
Resulta bastante evidente que la historia de este libro la han escrito los lectores, y que eso ya no depende de mí. Por distintas razones, que sería complejo analizar, los cuentos de este libro, desde su nacimiento, han tocado determinada fibra y
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despertado ciertas emociones en muchos lectores, lo que le ha permitido sobrevivir sin ser olvidado durante dos décadas y media (y esperemos que más), lo que no es poco. Ha sucedido de manera gradual, sin forzar nada. Gracias a este libro he hecho amigos, viajado y recibido mucho cariño. Ante este regalo, por supuesto, lo único que cabe hacer es expresar mi gratitud conmovida hacia todos ellos, uno por uno, quitarme el sombrero, inclinarme, sonreír y abandonar discretamente el escenario.
Esta nueva edición sin duda agrega un valor: ha sido revisada. ¿Cómo se enfrenta al
joven Eloy y a su nacimiento el Eloy transformado de hoy en día?
Sucede como en los recuerdos. Cuando volvemos a visitar una casa después de mucho tiempo, nos sorprende que suele ser más pequeña de cómo la recordábamos. Nuestra memoria la ha agigantado. Con los libros pasa igual. Sobre todo, he procurado ser justo (con el que fui, con el que soy) y mantenerme en un plano intermedio. He resistido una doble tentación: por un lado la de reescribirlo todo (lo que no tendría sentido, en mi opinión) y por otro la de idealizar el pasado y convertir el texto en un fetiche inamovible; tampoco es eso. Mi postura, creo que razonable, ha sido la intermedia: mantener el texto prácticamente idéntico, pero intervenir en aquellos contados puntos que hoy me chirrían al oído: reiteraciones, rimas, imprecisiones de principiante, puntuación dubitativa… Esto ha afectado a algunas palabras sueltas, que he cambiado o suprimido, pero nunca a frases completas ni a párrafos. El libro es el mismo, con un ligerísimo retoque de pintura. No hay que perder de vista que en este libro todavía estaba buscándome.
No me resisto a interrogarle sobre el manuscrito del que tenemos una muestra en la
edición conmemorativa en tapa dura. Háblenos de esa cocina un poco.
Velocidad… fue un libro escrito casi todo él a mano. Luego mecanografié esa primera versión y sobre la copia a máquina seguí incorporando correcciones y cambios. El ordenador no intervino en ningún momento del proceso. Hacía corta‐y‐pega, pero era un corta‐y‐pega manual, con tijeras y engrudo. Todo es muy artesanal. Por eso el manuscrito original conserva una materialidad un poco cruda, erizado de tachaduras, anotaciones, flechas, asteriscos… Fue idea de mi editor, Juan Casamayor, sacar una edición especial para coleccionistas, en tapa dura y limitada, recogiendo parte de esas imágenes. Para más lujo, de la fotografía se ha encargado nada menos que Lisbeth Salas, con quien ha sido un placer trabajar mano a mano. Yo, por supuesto, estoy encantado y feliz con la iniciativa. Y el broche lo pone la maravillosa imagen de cubierta de Paloma Navares, de una belleza inapelable. Todo el mundo se ha implicado, he contado con muchísimo talento. Después de lo satisfactoria que resultó la experiencia de publicar Técnicas de iluminación en Páginas de Espuma, a todos los niveles, era impensable que la nueva edición de Velocidad de los jardines apareciese en otra editorial. El grado de complicidad y entendimiento que me une a Juan Casamayor es algo infrecuente.