Date post: | 24-Jan-2016 |
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Durante la unión de Cuauyautitla señor de Ichcateopan y Atl hija del señor de Coatepec.
El gran sacerdote inició el acto de unión de los jóvenes. El barón evocó a la pareja formada por los dioses
Xochiquétzal y Xochipilli, el primer nombre que significa “Flor Preciosa”, la diosa del amor y la belleza, y miraba
hacia una imagen de piedra que estaba cubierta de flores y con un tocado de quetzal que la representaba, la cual
tenía identificación con la luna joven (como el matrimonio que se realizaba)...
la que debería cuidar la procreación de la pareja y el buen nacimiento de los hijos. Además, para fortalecer la
fidelidad de ambos, el respeto de uno y otro, a fin de mantener la unión duradera.
Xochipilli, que quiere decir príncipe de las flores y que es el esposo, él es el patrón de los bailes, de los juegos, del
verano y del amor.
El sacerdote recordó la vieja leyenda que había sido agregada a los ritos
del casamiento, como parte de la ceremonia que
la pareja debería escuchar con atención y respeto, la que resaltaba la fuerza del amor y cómo
debería perpetuarse. Con voz pausada y ceremoniosa el barón recordaba que en otros tiempos...
“Regresaba el ejército azteca, de las guerras con otros pueblos, y la imagen del mismo era la del
desastre; las ropas de los guerreros estaban hechas pedazos, por lo tanto eran observados con
preocupación y asombro por la población; no había música ni vítores; en los templos no había el clásico olor a copal; los pebeteros estaban apagados y los sacerdotes, con las cejas juntas denotaban la duda
y ansiosos esperaban el informe a manera de explicación de lo ocurrido”.
“Hacía tiempo que el ejército mexica había partido hacia el sur para
dominar a los olmecas, xicalancas y zapotecas, en respuesta a un
programa de extensión del imperio. Se creía que el triunfo era sólo un
trámite, pero la sorpresa había sido mayúscula al comprobar el penoso regreso, con numerosas bajas y sus
armas destrozadas”.
A la cabeza de los despojos del ejército, caminaba con gallardía un soldado que pese a lo rasgado de sus ropas ensangrentadas, mantenía altivez, paso marcial y “ la frente en alto, que contrastaba con la personificación de la derrota de sus subalternos”.
“La mirada de la población no podía esconder su desconcierto, las mujeres atraían a sus hijos pequeños hacia sus piernas, con su carita de frente para evitar que vieran el deplorable espectáculo al que no estaban
acostumbrados, al de la derrota perfectamente ejemplificada en el lamentable
estado en que llegaban las tropas”.
“Sólo una dama de nombre Xochiquétzal observaba el contingente sin expresar en su rostro dolor alguno; su mirada era de sorpresa, veía con estupor al guerrero
altivo que sin vergüenza alguna marchaba orgulloso, con la satisfacción de haber luchado hasta el último momento por el triunfo que no logró, debido a la
superioridad numérica del enemigo y consiente de que en la guerra vale la lucha, la entrega, la decisión y el deber;
también, de aceptar la derrota”.
“Xochiquétzal estaba atónita, era
su amado a quien le había jurado amor
eterno”.
“Entonces volteó hacia su esposo, que estaba junto a ella, el cual le había seducido con engaños para hacerla
su compañera, diciéndole que su amado –que ahora volvía- había muerto en la guerra. Su mirada puesta en
él era de odio infinito y corrió despavorida, con incontenible llanto, hacia la llanura del bosque,
desesperada y arrepentida de haber creído en la fatal mentira; era seguida por su marido.
El guerrero la vio huir y atrás de ella un individuo -sin saber que era su esposo- por lo que se apartó de las filas y a paso veloz. Los persiguió lleno de dudas, pues él también la amaba con toda el alma y
creyó que estaba en peligro”.
“Tomó su macana que tenía incrustados colmillos de ocelotl y de jabalí que semejaban poderosas dagas, en
tanto el otro sacó de entre sus ropas un dardo, arma de la que era diestro en su lanzamiento ya que tenía excelente
puntería. El guerrero le dio alcance y al estar frente a frente se inició una lucha encarnizada entre ambos”.
“La pelea duró largo rato y al atardecer, el marido de Xochiquétzal, con varias
heridas prefirió la huída antes de recibir el golpe final, pues había simplemente dominado
y se dirigió hacia Tlaxcala, sabedor que era un territorio
hostil para los aztecas y hasta allá no lo perseguirían”.
“El guerrero regresó en busca de su amada y la
encontró muerta, tirada ente la llanura,
pues prefirió quitarse la vida ella misma, ante la vergüenza de haber sido de otro cuando en
verdad sus sentimientos
pertenecían al gran guerrero”.
“Él se arrodilló frente a ella, la tristeza era plena en su rostro y no pudo evitar derramar lágrimas de infinito
dolor; acto seguido adornó el cuerpo de la bella mujer con flores de todos los colores, luego quemó copal en su
honor y lanzó un grito desgarrador cuyo eco repitió por todos los cerros del valle”.
“Entonces, se cimbró la tierra, sobrevino un trueno terrible al tiempo que el relámpago esclarecía la faz de la tierra, el cielo se oscureció y cayeron piedras de fuego por todo el territorio, luego todo quedó en paz y en tinieblas”.
“Pasó la noche, más negra que nunca, los habitantes
de Tenochtitlan no durmieron, el temor invadió a todos y al
amanecer descubrieron dos hermosas montañas
nevadas,
una que tenía forma de una
mujer acostada y la otra la de un guerrero azteca
arrodillado con su penacho
humeando”.
“La de la mujer recibió el nombre de Ixtacíhuatl, que quiere decir
“Mujer Dormida”...
y la del hombre, Popocatépetl, que se traduce ”Montaña que Humea”...
y a lo lejos apareció otro cerro inmenso que era el que representaba al que
fuera el marido de de Xochiquétzal, que había muerto a consecuencia de las
heridas que le propinó el guerrero; esa montaña recibió el nombre de
Citlatépetl, que quiere decir ”Cerro de la Estrella”, y que los dioses condenaron a
vigilar la paz de los amantes, a los cuales nadie jamás podrá separar”.
El recordar la leyenda por parte del sacerdote en la ceremonia nupcial, tenía el fin de enviar un mensaje de fidelidad, de confianza, de amor y de la unión obligada para toda la existencia de
ambos.
Me encantó esta leyenda, por eso quise adornarla con estas imágenes y compartirla con ustedes.
Les recomiendo ampliamente, leer el libro de donde la tomé, devela mucho de la historia de nuestros
antepasados.
Bibliografía: Cuauhtémoc conquistador del escritor Arturo Ríos Ruiz.
Imágenes de: W.S. y M.T. La pintura de Xochiquétzal y Xochipilli es del artista, Jesús de la Helguera
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