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El acoso sexual a mujeres migrantes y autóctonas en el sector de la prostitución y
los servicios domésticos
Cristina Cuenca Piqueras [email protected]
Pilar Rodríguez Martínez
Resumen
En esta comunicación se analiza el acoso sexual dentro de dos sectores de
trabajo ocupados mayoritariamente por mujeres migrantes en España: los servicios
domésticos y sexuales. Se realiza una comparativa para conocer si hay o no diferencias
entre la violencia sufrida en ambos sectores y se analiza si la condición de migrante
añade un plus de vulnerabilidad frente al acoso sexual. Se parte de las hipótesis del
modelo multidimensional del acoso sexual, que explica por qué el fenómeno incide más
en las mujeres pertenecientes a las minorías. Para comprobar esta teoría, se realiza un
trabajo de campo que consiste en un análisis de 32 entrevistas a mujeres españolas y
extranjeras, que trabajan en el servicio doméstico y en la prostitución.
Palabras clave: acoso sexual, migrantes, servicio doméstico, prostitución.
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Introducción
El acoso sexual laboral, como tipo de violencia en el trabajo, supone una forma
de comportamiento que atenta contra derechos fundamentales del trabajador como su
intimidad, dignidad y libertad sexual. En España se ha estudiado muy poco este
fenómeno desde una perspectiva sociológica y mucho menos limitando su alcance a
sectores laborales en concreto. En el presente trabajo se realiza una doble comparativa.
De un lado se observan las diferencias entre la violencia sufrida en los sectores del
servicio doméstico y sexuales. De otro se pretende conocer si hay diferencias en las
experiencias de acoso sexual entre las mujeres españolas y migrantes. Si se tiene en
cuenta que los últimos estudios apuntan que el acoso sexual en el trabajo afecta más a
las mujeres extranjeras, este trabajo tiene un interés añadido, ya que no se han realizado
apenas estudios sobre este tipo de violencia en migrantes.
Los sectores laborales que analizamos son escogidos teniendo en cuenta la alta
proporción de mujeres migrantes que se insertan en los mismos. En España, los trabajos
domésticos son realizados casi en exclusiva por mujeres y en una alta proporción -
aproximadamente un 60% - por migrantes. La mayoría de estas mujeres proceden de
países latinoamericanos (INSTRAW, 2009:80). En tanto a los servicios sexuales, se
señala que más del 90% de las mujeres que trabajan en la prostitución son extranjeras.
Concretamente se destaca que el 60% procedería del continente americano, el 30% son
europeas de los países del este -principalmente rumanas y rusas- y el resto africanas -
especialmente marroquíes y nigerianas-, sin que apenas se encuentren mujeres asiáticas
ni españolas (Unidad técnica de Policía Judicial de la guardia Civil, 2005:26).
Como punto de partida concretamos que cuando hablamos de acoso sexual nos
referimos al concepto legal en España, en concreto a “cualquier comportamiento,
verbal o físico, de naturaleza sexual que tenga el propósito o produzca el efecto de
atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno
intimidatorio, degradante u ofensivo”1. Atendiendo a esta definición, el fenómeno aúna
conductas de muy diversa naturaleza. Por esto, se ha decidido utilizar una tipología que
divide las conductas en dos tipos de acoso sexual, denominados “chantaje sexual” y
1 Conforme al artículo 7 de La Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo para la igualdad efectiva de Mujeres y Hombres, que incorpora la definición de acoso sexual y también la definición de acoso por razón del sexo.
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“acoso sexual ambiental”2. El “chantaje sexual” -también nombrado como “acoso quid
pro quo” o “acoso de intercambio”- será el producido por un superior jerárquico o por
alguna persona que pueda incidir sobre el empleo y las condiciones de trabajo de la
persona acosada. Este tipo de acoso consiste en un chantaje por el que se obliga a un
trabajador a elegir entre someterse a los requerimientos sexuales o perder algún
beneficio laboral o incluso el propio empleo. De otro lado, el “acoso sexual ambiental”
será aquella conducta que crea un entorno laboral intimidatorio, hostil o humillante para
la persona que es objeto de la misma. Entre los comportamientos que podrían llegar a
crear este “ambiente hostil” se encuentran los chistes o insultos, coqueteos, comentarios
acerca del cuerpo o vida sexual de una persona, comentarios sexualmente degradantes,
solicitudes repetidas de citas, gestos sexualmente vulgares, insinuaciones, contactos
físicos indeseados, entre otros (Sánchez de Lara y Chicano, 2010:63). En este caso
pueden realizar el acoso los compañeros de trabajo, sean o no superiores jerárquicos.
También podrían realizar las conductas los terceros relacionados de algún modo con la
empresa.
Marco teórico
El modelo teórico del que partimos es la teoría multidimensional3, puesto que
consideramos que da luz sobre aspectos clave en el entendimiento del acoso sexual en
colectivos minoritarios. Estos modelos comparten las premisas iniciales de los
feminismos periféricos, que se insertarían en el marco de los feminismos de la tercera
ola, feminismos post-coloniales o feminismos del Tercer Mundo. Estos feminismos se
caracterizan por detectar múltiples divisiones sociales, considerando que “las mujeres”
no son una categoría social homogénea (Rodríguez, 2011). Respecto al acoso sexual, se
denuncia que los estudios que han conducido al desarrollo de teorías están, en gran
medida, basados en las experiencias de las mujeres blancas, pasando por alto, e incluso
excluyendo, aquellas experiencias de mujeres que pertenecen a las minorías. 2 Si bien pueden establecerse diferentes tipologías, la más común es la que utilizamos en el presente trabajo. La clasificación trae causa de las perspectivas legales. En concreto, se incorpora a la legislación estadounidense en 1980, cuando la Comisión de Igualdad de Oportunidades en el Empleo de Estados Unidos -en adelante EE.UU.- estableció un estándar legal que definió el acoso sexual. La Unión Europea ha importado esta clasificación, teniéndola presente en la Resolución del Consejo de Ministros de las Comunidades Europeas 29 de mayo de 1990 sobre la protección de la dignidad de la mujer y del hombre en el trabajo y la Recomendación de la Comisión, de 27 de noviembre de 1991 (92/131/CEE). Esta clasificación también es utilizada en la actualidad por la Organización Internacional del Trabajo (2007). 3 Pese a que estos modelos teóricos no son denominados por la comunidad científica con un término concreto, siguiendo a Fitzgerald y Buchanan (2008:138) hemos decidido denominar este conjunto de teorías como “modelos multidimensionales” del acoso sexual.
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Dentro de los modelos multidimensionales han cobrado gran importancia los
estudios realizados en EEUU, fundamentalmente aquellos basados en afroamericanas e
hispanas. Para el colectivo de afroamericanas en EEUU se ha demostrado que
experimentan más acoso físico y los tipos más graves de acoso sexual en comparación
con las mujeres blancas (Woods et al. 2009: 68). Como motivos se señalan la sobre
representación de este colectivo en determinadas categorías que aumentan la
vulnerabilidad de la víctima, como su precariedad económica, que le afecten los
estereotipos sobre la disponibilidad sexual, el estar sola o divorciada y ser joven
(Buchanan y Omerod, 2002:107-108).
De otro lado, en el caso de las hispanas, los autores han destacado que es más
complicado detectar el acoso en este colectivo, – y sobre todo en las mujeres más
tradicionales-, porque, para ellas, muchos de esos comportamientos ofensivos no
constituirían acoso, sino que son “normales”. Se considera que las normas de conducta,
incluyendo los comportamientos de género y sexuales, varían significativamente a
través de las culturas, por lo que es posible que el acoso sexual sea experimentado de
manera diferente en las mujeres hispanas que en las angloamericanas. Además, se
señalan otras circunstancias que marcarían diferencias con respecto a las autóctonas.
Así, las mujeres hispanas acosadas se sentían muy incomodas a la hora de hablar con
amigos, compañeros de trabajo o familiares sobre su experiencia, y ellos podrían no
apoyarles en la decisión de denunciar estos hechos a la autoridad. Otras cuestiones a
considerar son que las hispanas suelen tener peores trabajos, con menos sueldo, más
posibilidad de desempleo y tienden a mantener familias extensas (Shupe et al. 2002).
Los estudios más recientes dentro de este modelo multidimensional señalan la
posibilidad de que en las mujeres de las minorías se produzca un tipo de acoso sexual
que combinaría experiencias simultáneas de racismo y sexismo, al que denominan
“acoso sexual por la raza” o “acoso sexual racial”, en el que tanto el acoso sexual como
el racial se encuentran presentes y no son fácilmente distinguibles. Así, aunque un
compañero de trabajo pueda referirse a una mujer blanca como “puta” o “guarra”, a una
mujer afroamericana la llamarán “puta negra”, creándose así una experiencia que
combina los aspectos tanto de raza como de opresión sexual (Buchanan y Ormerod
2002:109). También se señala como ejemplo de acoso sexual racial el ser llamada por
un nombre étnico sexualizado como “geisha” (Fitzgerald y Buchanan, 2008:148).
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Respecto a la incidencia del acoso sexual en los servicios domésticos, los
estudios que se han realizado se centran en la modalidad de trabajo denominada en
España como “interna”. Así, DeSouza y Cerqueira (2009), afirman que un indicador
importante con respecto a la violencia en este sector es si las trabajadoras viven o no en
casa de sus empleadores. En las trabajadoras internas se produce una mayor
dependencia económica hacia la familia de acogida y una mayor interacción y
proximidad con los miembros de la misma. Estas trabajadoras están más aisladas de sus
propias familias, que pueden vivir muy lejos. Por lo tanto, estas mujeres pueden tener
un menor apoyo social para evitar el acoso sexual que las trabajadoras domésticas que
residen en sus propias casas. Desde un punto de vista legal, Vellos afirma que las
trabajadoras domésticas, al trabajar en domicilios privados, no disponen de personas
que testifiquen sobre la veracidad de sus denuncias de acoso. También señala que en
EEUU se han detectado casos de empleadores que explotaban laboralmente y
solicitaban favores sexuales a sus empleadas domésticas ofreciendo a cambio ayuda
para obtener la “green card”-tarjeta de residencia y trabajo permanente en EEUU-
(Vellos, 1997: 424-428).
Es más, estos autores observan que casi la mitad de las encuestadas informaron
de que el acoso sexual se produjo en sus habitaciones –refiriéndose a su espacio privado
en la residencia del empleador-, y cuando ya había terminado su jornada laboral. Otro
aspecto que destacan es que, si bien las trabajadoras domésticas se sentían cómodas
compartiendo sus experiencias con el personal de los sindicatos, se suelen negar a
presentar quejas formales ante la policía, por el temor a ser ridiculizadas por los
funcionarios y a no encontrar nuevos puestos de trabajo. De hecho, la presentación de
una queja formal rara vez parecía dar algún fruto (DeSouza y Cerqueira, 2009:1278-79).
De otro lado, son escasos los trabajos que analizan la incidencia del acoso sexual
en las prostitutas4. Es posible que sea debido al peso institucional del movimiento
abolicionista, que considera la prostitución como una forma de violencia contra las
mujeres5. Si se parte de este planteamiento, poco interés tiene el análisis del acoso
sexual que puedan sufrir las prostitutas, ya que el propio ejercicio de esta actividad
4 En el presente trabajo, cuando nos referimos a prostitución la definimos como “prestación voluntaria y negociada de servicios sexuales remunerados” (Maqueda, 2009: 61). 5 Conforme a Heim (2006:447), en España la gran mayoría de las entidades públicas o privadas que desarrollan programas para la prostitución lo hacen desde una perspectiva abolicionista.
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laboral supone una violencia más intensa. Por nuestra parte consideramos que se puede
producir acoso sexual en el sector de los servicios sexuales, aunque presenta algunos
matices específicos si se compara con el acoso sexual en otros sectores laborales6.
Además, otro problema añadido a la hora de hablar de acoso sexual en este colectivo es
la importante presencia del denominado “hostigamiento o acoso en los espacios
públicos7”. La posibilidad de que se produzcan casos en los que se fusiona el acoso
sexual laboral y el hostigamiento en espacios públicos es muy alta en las prostitutas que
ejercen en la calle, -por ser este su lugar de trabajo-, lo que dificulta todavía más el
análisis de sus experiencias.
Para entender la manera en que el acoso incide en las trabajadoras sexuales, es
necesario tener en cuenta sus condiciones de trabajo y entorno laboral. En España, el
estigma en las trabajadoras sexuales y el rechazo a la prostitución suponen una mayor
vulnerabilidad de las mujeres que trabajan en la industria del sexo. A las prostitutas se
las sitúa en muchas ocasiones en barrios marginales o en los extrarradios de las ciudades
y en zonas con escasa iluminación. Además, la falta de regulación de la prostitución
como trabajo las sitúa al margen de la legalidad, y actúa reforzando la vulnerabilidad
social de las mujeres, haciendo imposible la demanda de condiciones de seguridad en su
trabajo y de protección policial (Serra, 2006: 39-43). Es más, la combinación de
prostituta e inmigrante, en muchos casos irregular, dificulta la denuncia de cualquier
agresión, por miedo a ser expulsadas del país (ASKABIDE, 2009:3).
Por tanto, la exposición de las prostitutas a las situaciones de peligro es evidente,
reflejándose en los estudios que las prostitutas presentan altas posibilidades de sufrir
violencia verbal, amenazas, robos y palizas. En concreto, aquellas que ejercen en la
calle sufren más violencia debido a la dureza de las condiciones para el ejercicio de la
actividad y a la precariedad (ASKABIDE, 2009:6). Además, no debemos olvidar el
6Si recordamos la clasificación que se propone en la introducción, es perfectamente posible que una mujer trabajando en la prostitución sufra un “chantaje sexual”. No obstante, respecto al “acoso ambiental” se debe precisar que la detección es especialmente complicada. Por ejemplo, determinadas conductas que en otros ámbitos laborales se incluirían dentro de esta categoría -tales como los chistes de contenido sexual, los coqueteos, los acercamientos excesivos, entre otros-, se pueden producir durante la negociación previa a la realización del servicio, y esto implica que estos comportamientos, en este momento concreto, queden excluidos del acoso sexual laboral. Por esto, se debe ser especialmente cuidadoso a la hora de determinar qué es y que no es acoso sexual en la prostitución. 7 El “hostigamiento en la calle” incluye comportamientos como el contacto físico no deseado, comentarios sexuales, “comer con los ojos” y el acecho a la víctima. Los estudios destacan que el hecho de que la víctima no conoce al autor, hace tal experiencia en particular difícil de esperar y por lo tanto de evitar (Macmillan et al. 2000:307).
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fuerte estigma que sufren las prostitutas por realizar esta actividad, que las sitúa entre lo
marginal y lo socialmente no aceptado. El término “puta” funciona como estigmatizador
y, se utiliza por los clientes, traficantes y empresarios en su trato con las trabajadoras
sexuales garantizando su impunidad en caso de conflicto (Serra, 2006:37).
Las prostitutas son particularmente vulnerables a ser convertidas en víctimas por
su estilo de vida: trabajar de noche en lugares públicos, llevar dinero en efectivo y estar
socialmente aisladas, siendo abusadas en ocasiones en sus relaciones con los
proxenetas. En este sentido, Gülçür e Ilkkaracan (2002:416) afirman que algunas
prostitutas migrantes en Turquía se encuentran forzadas a trabajar con proxenetas para
poder conseguir clientes y, en algunos casos, llegaron a mantener relaciones sexuales
con sus proxenetas bajo presiones. Pese a las afirmaciones de estos autores, como
norma general, los estudios no muestran que se produzca frecuentemente la violencia
por parte de los proxenetas o de los clientes, sino que la violencia sí se puede producir
de forma puntual. En otras palabras, debido al peligro constante al que las prostitutas se
enfrentan, la posibilidad potencial de violencia por parte de un cliente siempre está ahí.
No obstante, en ocasiones el vínculo con algunos clientes constituye para ellas un
recurso emocional o financiero (Andrijasevic, 2010: 84).
Metodología
El trabajo de campo que se presenta consiste en un análisis sobre 32 entrevistas8.
Los criterios para seleccionar a las mujeres entrevistadas fueron ocupación,
nacionalidad, nivel de estudios, edad y tener o no hijos. En cuanto a la ocupación, se
tuvieron en cuenta dos nichos de trabajo en los que se insertan con frecuencia las
mujeres migrantes, el trabajo doméstico y la prostitución. Como segundo criterio de
selección se ha establecido la nacionalidad, introduciendo dentro de las extranjeras una
diferencia entre las mujeres que provienen de Latinoamérica, África y Europa del Este.
Se han excluido en este caso a las que provienen de otros países de la Comunidad
Europea. En la muestra se buscaban principalmente mujeres que hubiesen sufrido
violencia en el trabajo, aunque finalmente se amplió con algunos casos que hubiesen
sufrido trata con fines de explotación sexual.
8 El trabajo de campo se encuadra dentro del proyecto de investigación “Violencia de género en poblaciones autóctonas y migrantes en el sureste español (Almería – Murcia). Un análisis comparativo”, dirigido por Pilar Rodríguez Martínez, que se desarrolló en el Centro de Estudios para la Migraciones y las Relaciones Interculturales CEMyRI (Secretaria de Estado e Inmigración – Universidad de Almería).
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Tabla 1: Resumen de los perfiles de las mujeres entrevistadas.
Nacionalidad Ocupación en España Nivel de estudios Edad Tiene hijos
Española servicio doméstico Graduado Escolar 23 0 Española servicio doméstico - 54 2 Española cuidado de niños Grado Superior de
Información Turística 21 0
Española servicio doméstico COU 50 2 Española Prostitución/servicio
doméstico EGB 30 0
Española prostitución / servicio doméstico
Básicos 43 2
Española prostitución / servicio doméstico
Trabajo Social 28 0
Española Prostitución Formación Profesional 45 4 Ecuatoriana servicio doméstico Básicos 33 2 Brasileña servicio doméstico - 65 4 Boliviana servicio doméstico Magisterio en Bolivia (no
lo terminó) 26 0
Argentina servicio doméstico Grado Superior de Administración
31 1
Marroquí servicio doméstico Primaria 36 1 Marroquí servicio doméstico título de costurera 35 2 Nigeriana servicio doméstico /
prostitución Secundaria 35 0
guineo Ecuatoriana auxiliar de ayuda a domicilio
Auxiliar de Enfermería 38 2
Rusa servicio doméstico Formación Profesional 39 2 Rumana servicio doméstico estudiante de Derecho 30 0 Rusa servicio doméstico academia de policía 52 3 Argentina servicio doméstico - 38 3 Brasileña prostitución / servicio
doméstico cocinera profesional 35 1
Rusa prostitución / servicio doméstico
- 37 1
Rumana prostitución / servicio doméstico
primer curso de Derecho 30 1
Rumana servicio doméstico - 38 2 Guatemalteca prostitución / servicio
doméstico segundo curso de Ciencias de la Información
38 1
Nigeriana prostitución Secundaria 22 0 Marroquí prostitución sin estudios 42 1 Nigeriana prostitución Secundaria 33 2 Nigeriana prostitución Secundaria 45 5 Rumana prostitución / servicio
doméstico Secundaria 21 1
Rumana prostitución / servicio doméstico
sin estudios 37 4
Rumana prostitución Secundaria 25 0
Fuente: Elaboración propia.
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Las españolas actúan en la investigación como grupo de control, pues lo que
interesa estudiar es, precisamente, si existen diferencias entre las españolas y el resto de
las mujeres que tienen que ver específicamente con el hecho de ser migrantes. Se trata
de ver si el contexto en el que se sufre la violencia varía, así como el tipo de violencia.
En cuanto al resto de criterios, es decir, nivel de estudios, edad, y el hecho de tener
hijos, se han realizado cuatro grupos: las que tienen un nivel de estudios bajo, jóvenes y
sin hijos frente a las que tienen un nivel de estudios alto, jóvenes y sin hijos. Por otro
lado tenemos a las que tienen un nivel de estudios bajo, mayores y con hijos y las que
tienen un nivel de estudios alto, mayores y con hijos. Como nivel de estudios bajo se
considera menos de educación primaria o primaria. En nivel de estudios alto se incluyen
aquellas mujeres que tienen secundaria terminada, aunque se prefiere a aquellas que han
cursado estudios universitarios. Debido a la dificultad de encontrar algunos perfiles
concretos se ha necesitado prescindir de algunos de los requisitos que establecíamos en
principio.
El análisis de las entrevistas semi-estructuradas se ha realizado con el programa
NUDIST N-Vivo. Para facilitar nuestro análisis, las categorías analizadas aluden
principalmente a datos sociodemográficos de la mujer entrevistada y su agresor. Por su
parte, los nodos se refieren a cuestiones relacionadas con la violencia en el trabajo y con
las experiencias de acoso sexual que han sufrido las entrevistadas.
Como hipótesis principal, consideramos que en el colectivo de migrantes se
producirá más acoso y los tipos de acoso más graves. Realizamos esta afirmación
considerando que los modelos multidimensionales afirman que las mujeres de las
minorías étnicas son más vulnerables a este tipo de violencia. Es más, los estudios sobre
acoso apuntan que determinadas condiciones laborales relacionadas con la precariedad
pueden aumentar las posibilidades de sufrir acoso sexual. En las mujeres migrantes en
España se reflejaría esta circunstancia puesto que, por razón de la nacionalidad, se
insertan en los trabajos con peores condiciones. Además, posiblemente las experiencias
de acoso sexual en las migrantes se combinaran con experiencias de acoso racial, dando
lugar a una forma de acoso fusionada.
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Resultados
En primer lugar, debemos precisar que en la muestra se encuentran diez casos -
tres mujeres españolas y siete mujeres migrantes- en los que las mujeres entrevistadas
han trabajado tanto en el servicio doméstico como en la prostitución. Esto es así porque,
tal y como manifiesta Juliano (2004), la mayoría de mujeres migrantes que se dedica a
la prostitución lo hace por necesidad propia y familiar. Es más, se considera que la
actividad de la prostitución puede entenderse como un indicador social, ya que muestra
la vulnerabilidad de muchas mujeres y la fragilidad en la que se encuentran. La
necesidad producirá que consideren entre sus opciones de vida la prostitución como una
elección interesante (Serra, 2006:40). Pues bien, el proyecto migratorio de las mujeres
que trabajan en prostitución que hemos entrevistado incluía otros trabajos. No obstante,
la dificultad para encontrar alternativas y la situación de irregularidad administrativa
hacen que terminen ejerciendo la prostitución. En el caso de las trabajadoras sexuales
españolas, se destaca que es muy frecuente que pasen largas temporadas trabajando en
hostelería, servicios domésticos y cuidado de niños y vuelvan a ejercer la prostitución
cuando las demás opciones fallen (Juliano, 2004:4). Nuestros resultados corroboran
estas afirmaciones, puesto que casi la mitad de las españolas de nuestra muestra ha
realizado ambos trabajos.
Hemos utilizado la clasificación del acoso sexual en dos tipos –chantaje sexual y
acoso ambiental- con el objeto de simplificar el análisis. No obstante, al tratarse de
categorías teóricas, en la realidad no suelen presentarse de forma exclusiva, sino que se
combinan. De hecho, en muchos casos podemos apreciar conductas de un tipo y otro.
En estos supuestos, nos referimos a su experiencia en varias ocasiones, tratando de
clasificar las diferentes violencias que sufren en una u otra categoría cuando
corresponda.
En ambos sectores laborales la violencia, –tanto laboral como el acoso sexual-,
se encuentra muy presente. De hecho, en nuestro análisis encontramos supuestos en los
que las entrevistadas sufren acoso en múltiples ocasiones, -por ejemplo, encontramos el
caso de una trabajadora de limpieza por horas marroquí, que ha sufrido acoso sexual en
tres trabajos diferentes-. Entendemos que estos resultados pueden deberse a que hemos
entrevistado a mujeres que se insertan en trabajos con condiciones muy precarias.
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Comenzando con el acoso sexual ambiental, hemos diferenciado entre aquellas
situaciones que implicaban un contacto físico indeseado, -como tocamientos y
agresiones- y las que no suponían un contacto físico, que consisten en proposiciones e
insinuaciones. Encontramos más frecuentes las insinuaciones, tal y como se muestra a
continuación:
“limpiar la cocina y cuando estoy en la cocina él va a la ducha y llama mi:
¡Ven, ven, ven! y digo ¿qué quieres?, Ven aquí al cuarto para limpiarme mi espalda…
y dice: ¡ya está! Cómo ¡tengo miedo! Yo muy nerviosa, yo habla esto con Naima y digo
yo una mujer y tengo dos niños y casada y tengo a mi marido en Marruecos, yo no de
estas cosas… Y dice: aquí, cuando viene una mujer, cuando termina de limpiar de la
casa, después a la cama
P: ¿Ah, sí?
R: Digo yo cojo mis cosas, tengo miedo y dice, me voy y dice, no, no, mira, te
lo juro no tocarte, tú tranquila, yo no tocarte, perdóname, las mujeres no iguales, él
dice, las mujeres no iguales, tú la primera mujer no quiere”. (Marroquí. 35 años.
Servicio doméstico)
“...tú ya sabes a lo que llega, porque cuando uno te dice hola qué tal, ¿cómo
te va con mi madre? Pero cuando empiezan por ahí por la cocina, o por el pasillo, oye
qué guapa estás y qué no se qué, ya sé por dónde va y me pasó varias veces con varios
hijos o nietos de las señoras que yo he cuidado; y eso a mi no me ha gustado nada.”
(Rumana. 21 años. Cuidado de ancianos).
El segundo caso que destacamos muestra claramente la ambigüedad de algunas
conductas de acoso sexual. Normalmente el acoso comienza con piropos y comentarios
hasta que gradualmente las acciones son más directas. Las trabajadoras tratan de evitar
enfrentamientos y hacen caso omiso a los comentarios esperando que el acosador
potencial desista en su propósito. Cuando les preguntamos por qué piensan que estas
situaciones suceden, inciden en que el principal motivo es la falta de valoración del su
trabajo, que propiciaría un trato inadecuado por parte de sus jefes:
“Sí, porque yo ¿qué quieres que te diga? Si tú eres la… si tú trabajas para
una persona que le limpien te están… date cuenta que te consideran una persona
inferior a él y entonces es lo que te digo que… esta al ser inferior puede maltratarle
cuando quiera, aunque no físicamente, verbalmente, que es lo que suelen hacer. En vez
de darle gracias, que te den las gracias a ti, que te… que… que te agradezca lo que
hagas, porque no es fácil limpiarle la basura a alguien, ¿me entiendes? Entonces te ve
inferior y… es mi escoba, puedo pisarle cuando quiero.” (Guinea ecuatorial. 38 años.
Auxiliar de ayuda a domicilio)
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Los discursos de nuestras entrevistadas parecen corroborar las ideas de Pernas et
al. (2001), que afirman que las tareas relacionadas con el mundo privado, -del hogar y
del amor-, son desvalorizadas al ser femeninas y al ser vistas como naturales. Este tipo
de trabajos hasta hace poco tiempo se consideraba una tarea propia de mujeres y
gratuita, lo que disminuye el respeto por las trabajadoras de este sector. Otra de las
causas que las mujeres del servicio doméstico aducen como motivo principal de que se
produzca el acoso es el hecho de que es un trabajo en el que ellas se desplazan solas a
los domicilios y en muchas ocasiones se encuentran solas con el empleador. Esta
situación se agrava cuando trabajan como internas, es decir, viviendo en la casa del
empleador.
“Lo que pasa es que claro, trabajando en servicio doméstico quizá vayas
sola a trabajar en una casa, y por ahí sí puede tener una desventaja. Si un hombre
quiere… abusar de ella o una mujer se pone agresiva digamos, en una casa, pues
quizás si porque vaya sola. Normalmente van solas a trabajar en casas.” (Argentina.
31 años. Limpieza por horas)
“P: tú te crees que por el hecho de trabajar en el ámbito doméstico ¿no?
puedes estar un punto digamos más…
R: Ser más débil.
P: …más débil… más débil o… un mejor blanco para los contratadores y
demás que usen la violencia porque como estas ahí en el domicilio y vamos y todas esas
cosas.
R: Sí porque se piensan que no saben hacer otra cosa que lo hacen por
mucha necesidad, eh… y cogen poderes.” (Española. 50 años. Limpieza por horas).
En los discursos de las trabajadoras domésticas la precariedad aparece como
factor precipitante de la violencia. No obstante, no se trata tan sólo de precariedad
económica, sino también laboral, puesto que la mayoría de nuestras entrevistadas
trabajaban sin contrato ni alta en la Seguridad Social. La vulnerabilidad económica
causaría que las trabajadoras “aguantasen más” las conductas ofensivas por el miedo a
perder el trabajo. Además, el hecho de trabajar sin contrato supondría un problema
añadido. Para el caso de España, los trabajos de CCOO destacan que el acoso se suele
producir con mayor frecuencia en la máxima precariedad laboral, que es trabajar sin
contrato. En su estudio, más de una cuarta parte de las trabajadoras que no tienen
contrato laboral (27,1%) sufrieron alguna forma de acoso, (CCOO, 2002:36). Para el
caso concreto de las trabajadoras domésticas, se apunta que los acosadores escogen a
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estas mujeres por su falta de poder y porque son percibidas como pasivas e incapaces de
denunciar (Vellos, 1997:426). De otro lado, en el sector de los servicios sexuales,
únicamente se refieren a estas insinuaciones en muy pocas ocasiones, aunque sí
mencionan con mayor frecuencia comentarios o insultos que han sufrido mientras
trabajaban y por los que se han sentido especialmente ofendidas.
“Como lo que me ha dicho uno: “hueles a puta barata” ¿Sabes? Me dolió
mucho. Digo, “pero por qué me dices eso, ¿yo te he hecho algún daño? No… que todas
sois iguales…no sé qué… hablaba muy mal” (Rumana. 30 años. Prostituta, servicio
doméstico).
Como se ha comentado con anterioridad, el acoso sexual ambiental en el
colectivo de las mujeres que trabajan en los servicios sexuales es de más difícil
localización. Las mujeres que trabajan en el sector de la prostitución mayoritariamente
consideran que su trabajo favorece la violencia en general. Los motivos que más
frecuentemente señalan son el estigma de la profesión y la falta de respeto. En un caso,
una entrevistada nos señala que el objeto del trabajo, es decir, la realización de servicios
sexuales en sí, es uno de los motivos de que se produzca la violencia con los clientes, ya
que en ese contexto se sienten con más derecho a ejercitarla. Pero además, el estigma
asociado a la prostitución hace que las trabajadoras sexuales, pese a que sean
conscientes de que han sufrido un abuso verbal, lo consideran en muchos casos como
“parte de su trabajo”. Así, teniendo en cuenta que estas conductas supondrían
sentimientos ambiguos en las mujeres que las sufren, consideramos pertinente
detenernos en el hecho de que las mujeres entrevistadas pueden tener un concepto de
acoso sexual diferente al establecido a nivel teórico.
“...sexual no he llegado a tener acoso pero laboral si he tenido. Ya te he
explicado antes pues de gente que se cree con la prepotencia que pueden pero…
¡vamos! Con el jefe ese de lo del lavadero ahí no hubo acercamiento ¿sabes lo que te
digo? Que intentara así… ese era más bien, intentaba con la palabra a ver si tú
entrabas en un juego de que te diera más dinero, de que te pusieras con la braga salida
para afuera… ¡un rollo! Pero el acoso directo pues sí lo viví con el indio” (española.
28 años. Trabajadora sexual, limpieza9)
Las líneas anteriores dan luz respecto a esta cuestión. En nuestro análisis, se
muestra como hay unanimidad a la hora de etiquetar las conductas de acoso ambiental 9 La entrevistada se encontraba trabajando en un lavadero de coches cuando sucedieron los hechos.
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que implican contacto físico como acoso, -por ejemplo, las entrevistadas reconocen
como acoso los tocamientos indeseados o las agresiones físicas-. No obstante, la
mayoría de mujeres no clasifica como acoso sexual los comportamientos verbales, pese
a que les produzcan malestar e incomodidad. Por esto, cuando la entrevistada se refiere
a que sí vivió “acoso directo”, se refiere a acoso ambiental que suponía un
acercamiento físico (en concreto narra en su entrevista un acorralamiento por parte de
su jefe entre otras conductas, todas físicas o chantajes sexuales). Posiblemente no
considere las insinuaciones y proposiciones de su jefe como acoso por pensar que esa
conducta no tiene la suficiente importancia como para entrar en esta categoría. También
es posible que la frecuente ambigüedad de las insinuaciones haga sentirse a las mujeres
inseguras con respecto a si se está produciendo o no el acoso. A nuestro juicio, muchas
de las insinuaciones a las que las trabajadoras restan importancia sí supondrían un
acoso ambiental sobre las empleadas. No obstante, localizar el acoso sexual ambiental
en el sector de la prostitución es todavía más complejo, como en el supuesto que sigue:
“Acosada directamente no, pero a mi, mi jefe donde yo he trabajado en el
club, me propuso, ¿no? Es más una proposición, no acoso, pero muchas veces me
decía, mira, te pago una noche 500 euros, es todo a lo que puedo llegar, 500 euros pa
que pases una hora conmigo. Eso fue una proposición indecente, ¿no? Pero acoso,
así… lo he vivido, pero en mi país, pero aquí no” (rumana. 25 años. Prostitución).
En este caso, no disponemos de suficiente información como para catalogar este
comportamiento como acoso sexual, ya que, no se trata de un chantaje sexual porque el
dueño del club no la amenaza para conseguir mantener relaciones sexuales con ella.
Tampoco sabemos si se trata de una acoso ambiental porque la entrevistada no
manifiesta que estas solicitudes fuesen tan reiteradas que produjesen un “ambiente de
trabajo hostil”, que consideramos un requisito necesario para suponer que se ha
producido el acoso ambiental. Además, si situamos la conducta en el contexto laboral,
podría interpretarse como que el dueño del club estaba negociando unos servicios
sexuales como cliente.
De otro lado, dentro de la misma categoría, -“acoso sexual ambiental”- se han
localizado algunos casos en los que la conducta consiste en un contacto físico
indeseado. Cuando se producen estos comportamientos, las entrevistadas sí que los
califican como propios del acoso sexual. La conducta más frecuentemente denunciada
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es que les han tocado las nalgas, siendo menos común un forcejeo, aunque también
encontramos ocasiones en las que sucede.
“él porque toca a mi el…
P: ¿Culo?
R: Sí, y yo cuando toca a mi, yo con la mano aquí
P: ¿Tú le quitabas la mano cuando te tocaba…?
R: ¡Claro!” (Marroquí. 35 años. Servicio doméstico)
“subía arriba y me cogía (hace el gesto de que la agarraba por detrás) hasta
que un día yo ¿sabes lo que te digo? Hice así (hace el gesto de girar la cabeza hacia un
lado) y como estaba todo lleno de bidones de estos de cerveza, hice así como que me
daba y empecé “ay, ay, ay, ay” como que me había hecho mucho daño, pero yo me
acuerdo y lo dejé, el trabajo...” (Española. 28 años. Trabajadora sexual, limpieza)
“El de la peluquería le gustaba mucho tocarme el culo, y le decía “Alfredo,
por favor”, eso es un abuso, acoso sexual” (española. 45 años. Prostitución, servicio
doméstico.)
Si bien en los supuestos anteriores las trabajadoras no hablaban de acoso sexual
de forma tan evidente, en el momento en el que se produce una conducta de naturaleza
física, la interpretación ya no es ambigua y los discursos cambian, considerándola una
situación abusiva. En el caso de los servicios sexuales se producen también los
acorralamientos, tocamientos o besos indeseados. Además, cinco de las entrevistadas
que han trabajado en los servicios sexuales han sufrido un intento de violación o esa
violación ha sido consumada. Si bien, los casos de acoso ambiental físico como
tocamientos y besos no son denunciados por las prostitutas, si lo son las agresiones
sexuales.
“Uf, pues muchas cosas, (risas) cuando termina el masaje, ¿no? Y tienes que
masturbar al cliente, ahí no me gusta, lo paso mal, porque muchas veces te dice, ay
mira, que quiero que…, te dice de la forma que quiere que lo hagas, ¿no? Y, pues ahí
sale un poquito el animal que lleva dentro y te quiere manosear, meterte mano y todo
eso, y con una mano le estás masturbando y con la otra mano tienes que empujarlo”.
(Rumana. 25 años. Prostitución, masaje erótico).
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La segunda categoría que se analiza es el chantaje sexual. El chantaje sexual o
acoso “quid pro quo” supone una amenaza por parte un superior o por alguien que tenga
poder sobre tus condiciones de trabajo. Se suele dar a elegir a la víctima entre someterse
a los requerimientos sexuales o ver perjudicada una mejora en las condiciones de
trabajo, o incluso se le puede amenazar con el despido. Este tipo de acoso se produce
tanto en los servicios sexuales como en los domésticos, presentándose en algunas
entrevistadas varias veces.
“…encima sentirme presionada por la persona que me da el trabajo, con el
riesgo de lo tomas o lo dejas, ¿no?, y te pones a pensar que lo tomo pero ir en contra
de tu voluntad, aceptar cosas en contra de tu voluntad, proposiciones que no te
gustan… que te digan si tu quieres seguir trabajando, que te digan es que me gustas,
me gustaría salir contigo, le voy a seguir dando trabajo pero la situación es esta,
podemos ver tanto tiempo a la semana, sales como que vas a trabajar pero estas
conmigo, te pago tu horas normales de trabajo y nadie se entera. Claro para la persona
es muy fácil decirlo pero para uno, entonces si yo trabajo es por mis hijos, tengo 3 hijos
y necesito mantener a mis hijos, sacarlos adelante.
…ese señor me propuso salir conmigo y la verdad que no sabía qué hacer, yo
sabía que si decía que no perdía el trabajo y si decía que si, es que no lo iba a poder
hacer, no iba a poder cumplir. Entonces le dije que me deje tiempo para pensarlo, que
me cogía de sorpresa y bueno cuando pasaba el tiempo, me preguntaba que quería la
respuesta, luego me dijo que así le responda no, si o no, no iba haber ningún problema,
que no iba a involucrar el trabajo, siempre me iba a dar trabajo, le dije “voy a ser
sincera, no puedo salir con usted” y entonces ese fue el motivo por el que me empezó a
dar menos trabajo paulatinamente, poco a poco, hasta que ya no me dio más trabajo”.
(Ecuatoriana. 33 años. Servicio doméstico).
En el caso que se acaba de describir, de nuevo nos encontramos con la
precariedad económica, factor que conoce el acosador y que aprovecha en su beneficio.
La entrevistada se encuentra en una situación muy complicada puesto que ella y su
familia dependen de ese trabajo. Pese a que no hay una amenaza clara, sí que hay
presiones constantes para que la entrevistada ceda a sus deseos y más cuando se observa
que finalmente, el no cubrir los requerimientos sexuales supone la pérdida del trabajo.
En el caso de las prostitutas, el chantaje sexual más similar al que se produce en otros
sectores laborales se realizaría principalmente por los proxenetas, porque son aquellos
que tienen capacidad de modificar sus condiciones de trabajo.
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“si a mí, ese hombre se llama Miguel, cuando…es de León es de León,
porque yo estuve en un club que se llama 041 en Valladolid y este es la dueño de este
club, y me ha pasado a mi así, “que me gustas a mí”, entonces yo no quiero yo no que
me vaya a echar a mí, entonces yo acepto, yo aceptar pero no me gustaba ¿sabes?
Claro… No me gustaba…” (Nigeriana.35 años. Prostitución)
“un día, el jefe, era un turco y me dice, mira Ana, vente conmigo, vamos a
coger del depósito… era como un almacén, un trastero, ¿no? Dice, vamos a coger del
trastero la mercancía que nos hace falta para la tienda. Y yo qué he hecho, que sí,
vamos allá, pero él quería abusar de mi, ahí… me cogió así los brazos, me quería besar
y yo le empujé, digo, ¿qué pasa? Si tú quieres ganar más, tú tienes que acostarte
conmigo, no sé qué. Entonces, eso sí, yo me he sentido acosada. Porque lo he
rechazado me despidió” (rumana.25 años. Prostitución, masaje erótico).
No obstante, además del chantaje realizado por los proxenetas, observamos otro
tipo de conductas que las prostitutas interpretan como un chantaje y que serían ejercidas
por los clientes. En este tipo, la peculiaridad es que lo que se busca no es obtener un
servicio sexual en sí, sino que se pretende que este se realice de una forma determinada.
Sabiendo que la trabajadora no está interesada en realizar ese servicio por diferentes
motivos, el cliente trata de conseguirlo ofreciéndole más dinero. Ejemplos de estas
prácticas serían la insistencia en solicitar servicios sexuales sin preservativo y con
consumo de droga.
“…los más difíciles son los que se drogan, vienen muchos y se drogan frente
a ti. Y dicen mira, te doy 30 euros, ¡drógate conmigo! Digo, ¡estás loco!” (Rumanía. 21
años. Prostitución, cuidado de ancianos).
“si tú quieres ganar dinero también debes aceptar esto: sin condones”.
(Nigeriana. 45 años. Prostitución).
Este último caso es el de una mujer nigeriana que se prostituye ocasionalmente.
Al tener 45 años, sus clientes la chantajean para que realice sus servicios sin protección.
Ella nos explica que usa condones femeninos cuando los clientes no lo notan, pero que
si le insisten, cede a realizar el servicio sin preservativo, porque sino los clientes buscan
a chicas más jóvenes. Las conductas que destacamos no son aisladas. Así, en el estudio
realizado por ASKABIDE (2009:6) se muestra que los clientes suelen insistir en
mantener relaciones sexuales sin preservativo así como en el consumo de drogas
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durante el servicio. Otra situación que las trabajadoras sexuales interpretan como
chantaje es el tratar de obtener un tipo de servicio diferente al que oferta la trabajadora:
“Aquí como trabajas un día sí, un día no, hay días que no trabajas nada, y
que dicen, uf, pues me da 50 euros más y te empuja a hacer lo que tú no quieres, y para
mí, no sé, eso es maltrato, porque tenemos que ser iguales. Por ejemplo, cobras un
masaje 50 euros una hora, y te dice, mira, te doy 50 euros más, me dejas que te haga un
griego, un francés, penetración, te propone de todo, guarrerías, guarrerías grandes,
con perdón, que, una lluvia dorada, que es orinarte encima de él, y hacer muchas
cosas, que para mí eso es maltratar a una mujer, ponerlas en situaciones muy límites,
en situaciones que no lo habrías hecho ni si te murieses de hambre y cuando ves el
dinero, lo haces, ¿no?” (Rumana. 25 años. Masaje erótico, prostitución).
Como se puede apreciar, el factor clave en la incidencia del acoso sería la
precariedad económica. La inestabilidad de empleo e ingresos aumentaría la
vulnerabilidad de estas trabajadoras, que se plantearían ceder a los requerimientos
sexuales no deseados cuando su situación es más difícil económicamente.
A la hora de tratar de contrastar nuestra primera hipótesis nos encontramos que
nuestros resultados contradicen lo manifestado por las teorías multidimensionales. Pese
a que pudiese esperarse una intensidad mayor del acoso sexual en las migrantes, no
encontramos importantes diferencias en comparación con las autóctonas, puesto que la
mayoría de las españolas entrevistadas han sufrido acoso sexual en el trabajo y en sus
relatos observamos que la intensidad del acoso es similar al sufrido por las extranjeras.
No obstante, una posible diferencia entre ambos colectivos sería la presencia de lo que
Fitzgerald y Buchanan (2008:138-148) denominan “acoso sexual por la raza”, que sería
una conducta en la que tanto el acoso sexual como el racismo se encuentran presentes.
“…te ven algo exótico, dicen: “carne trémula”. Es que las negras son muy
calientes, en seguida (…) me dicen cuando quiero, como quiero y donde quiero. Porque
el cuerpo es mío, me lo cuido. (…) tiene que ser cuando yo quiero. Entonces el joven no
sabía cómo hacerme ver… me decía, “pero mujer si tú estás mutilada, hay otras formas
del cuerpo que se puede, yo sé que cuando a una mujer le hacen eso es frígida y tal”.
Le digo “Mira, yo te lo puedo enseñar, estoy bien servida, no estoy mutilada”. (…) digo
venga apuesta. (…) Es que no a todas las mujeres de África les hacen eso. Me sentí
violenta así de… tuve ganas de cruzarle la cara de… es que tú… porque yo no quiero
tener sexo rápido contigo no quiere decir que esté mutilada.” (Guinea Ecuatorial, 38
años. Auxiliar de ayuda a domicilio).
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En el caso anterior, la entrevistada ha sufrió discriminación en el trabajo por
motivos racistas. Nos trata de explicar cómo se ve afectada por los estereotipos sobre la
sexualidad en las mujeres negras. Acerca de esta cuestión se ha trabajado mucho en
EEUU, reflejando que a las mujeres de color se les suele representar como sexualmente
promiscuas y apasionadas (Buchanan y Omerod, 2002:107-108). En estas conductas el
racismo y el sexismo se funden juntos en la mente del acosador, por lo que sus
comentarios y acciones contra las mujeres migrantes reflejan estereotipos raciales sobre
la sexualidad (Vellos, 1997:426).
“Como él quiere tocar mí, es lo peor me quiere tocar mi… esto, para la
comida, yo hacer la comida y después guarda con la novia en su cuarto, coger el pan,
yo comprar el pan y coger para la basura… eh, tiene un perro de la novia, y después
coger al perro y le pone el pañuelo, como yo, y dice mira el perro como yo
P: No me lo puedo creer
R: Con el pañuelo, y el otro riendo mucho él ríe de mi.” (Marroquí, 35 años.
Empleada de hogar)
En el anterior caso, la entrevistada comenta que había sido acosada por el hijo de
la mujer que estaba cuidando. Durante el tiempo que estuvo trabajando en esta casa
como interna sufrió tocamientos e insultos, algunos con claros matices racistas. Entre
las prostitutas también se detecta esta forma fusionada de acoso sexual y racial. Por
ejemplo, la siguiente entrevistada cuenta que ha sufrido los siguientes insultos por parte
de un cliente. En este último caso encontramos tintes xenófobos al remarcar la
nacionalidad de origen de la trabajadora sexual.
“P: ¿Te trataban mal?
R: Sí: rumana puta, rumana así, por qué no te vas conmigo… así o cuando
mirar marroquino ahora, yo no subir, está borracho…te, pelear con él en la habitación,
si no quiere una cosa quiere otra… yo me entiende otra cosa con él en la barra y dentro
quieren otra cosa… hacemos pelear ¿no?
P: En la habitación ¿quieren otra cosa diferente?
R: Sí
P: Pero ¿te hablan mal? O también ¿te han pegado alguna vez?
R: No te pega, que está el portero, te hablan mal… te dice tantas cosas…”
(Rumanía, 37 años. Prostituta, trabajadora doméstica).
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Conclusiones
En términos generales, nuestra primera hipótesis no puede ser confirmada puesto
que no se ha apreciado ni que el acoso se produzca más en las migrantes ni que sufran
las formas de acoso más graves. No obstante, pese a que no se han detectado
importantes diferencias en el acoso sufrido en ambos colectivos,-lo que contradice las
hipótesis de los modelos multidimensionales-, la diferencia la supondrían las
experiencias de acoso sexual racial, que suponen la unión de conductas sexistas y
racistas. Este tipo de acoso es sufrido en exclusiva por las mujeres extranjeras, lo que si
confirmaría las hipótesis de otros trabajos en la línea de los modelos multidimensionales
centrados en el acoso interracial.
Si bien aparecen en los discursos múltiples causas que favorecerían el acoso
dependiendo del sector de trabajo analizado, ambos sectores tienen en común dos
factores que se consideran claves: la precariedad laboral y la valoración del trabajo.
Aquellas que trabajaban el sector del servicio doméstico, parecen inclinarse por no
considerarlo un trabajo que favorezca la violencia. No obstante, cuando estas conductas
se producen las explicaciones que ofrecen a esa vulnerabilidad es el hecho de que se
encuentran solas con los empleadores, así como la falta de valoración social de su
trabajo. En el sector de los servicios sexuales las respuestas son bastante diferentes,
puesto que mayoritariamente consideran que su trabajo favorece la violencia por
múltiples causas. Entre ellas destacan el estigma de la profesión, la falta de respeto
hacia ellas, las condiciones laborales, la peligrosidad en los lugares de trabajo y la falta
de regulación de su trabajo.
La tipología establecida nos ha permitido observar de manera más clara las
diferencias entre sectores. Respecto al acoso ambiental se presentan menos diferencias.
Las trabajadoras domésticas mencionan más las insinuaciones, frente a las trabajadoras
sexuales que denuncian los insultos. Pese a que estas conductas son sentidas como
agresiones no se suelen calificar por las entrevistadas como acoso. Por esto
consideramos que en nuestra muestra, las entrevistadas encuentran dificultades para
detectar el acoso ambiental, fundamentalmente cuando este se corresponde con una
conducta de carácter verbal. No obstante, si se califican como parte del acoso aquellas
conductas que suponen un contacto físico, aunque no suelen denunciarse salvo que se
trate de una agresión sexual.
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En el chantaje sexual también se localizan diferencias entre los sectores objeto
de estudio. A las trabajadoras domésticas, sus empleadores les solicitan citas o favores
sexuales a cambio de ventajas laborales. En las trabajadoras sexuales se produce el
chantaje sexual en términos similares a los sufridos por las domésticas generalmente
cuando la conducta es realizada por los proxenetas. No obstante, las prostitutas sufren
con mayor frecuencia otro tipo de chantaje que no se relaciona en absoluto con el
chantaje sexual en otros sectores laborales y que se comete por parte de los clientes. En
este tipo de chantaje la diferencia se encuentra en que no se solicita sólo sexo, sino que
se presiona para obtener el sexo de una forma concreta, solicitando relaciones sin
preservativo, con consumo de drogas u otros tipos de servicios que la trabajadora no
oferta.
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