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M A Y O
2014
2
Esta edición está realizada bajo una licencia Creative Commons.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/2.5/mx/
Los derechos de la ilustración de la portada le pertenecen a Julieta Colás. Los derechos de los
textos pertenecen a sus respectivos autores. ISSN y derechos de autor en trámite.
3
Contenido
El jardín
Editorial
5
Frutal soledad
Uriel Hernández
7
Árbol nocturno del agua
Andrés Cisneros
8
Llegarás
Daniela Saucedo
12
Inventario II
Zeltzin Alvarado
15
Bajo la lluvia
Isabel Palacios
17
Cuentos
Primavera Colunga
22
Entrevista a Naief Yehya
Manv Gómez
25
Mi descubrimiento de la invención de América Latina
Dorte Jansen
30
La función de la crítica en la formación de lectores
Dalina Flores
35
4
5
El jardín
Editorial
En el primer número nos preguntábamos por dónde empezar. Tal
vez ahora la pregunta debería ser cómo agradecer la respuesta del
público hacia esta pequeña revista. La solución es una sola: hacer
un segundo número y cruzar los dedos. En esta ocasión incluimos
algo de microficción a cargo de Primavera Colunga, quien brilla no
solo por sus movimientos sobre el escenario, sino también por la
contundencia y brevedad de su pluma. En este mismo tenor, vemos
los textos de Isabel Palacios, Daniela Saucedo y Zeltzin Alvarado;
cada una vertiendo su corazón a su manera, convirtiendo las
emociones en tinta sobre el papel. Por el lado académico; en este
número incluimos un breve ensayo de Dalina Flores que desafía
nuestra forma de acercarnos a la literatura. Esto último resulta
importante puesto que debemos recordar que el arte es algo vivo, no
una abstracción hecha para un museo o galería; por lo tanto, te
invitamos a que pases tu vista por las páginas, te dejes llevar por las
palabras y, de este modo, le des vida a la literatura.
6
poesía
7
Frutal soledad
De la sandía en licuadora hasta el verde limón del vértigo
hablan de medias naranjas
de conocer rodaja en rodaja
y cáscara por cáscara
sus semillas
entonces
zumo mis ojos para no ver
todos tiernan
yo marchito como manzana que ha respirado aire
en mí hay un gusano pensamiento de jugo
es el tequila de rojos
y amarillos
la contraria berenjena que no se escucha
mi boca arándano
tu piel durazno
mi voz de betabel que ya se corta.
Uriel Hernández
8
Árbol nocturno del agua
Estamos esperando hace tiempo que se cumpla
el designio de las aguas oscuras. Según el decir de los sabios
allí están las reservas contra el hambre de siglos.
Norma Bazúa
Sale del mar el sol con armaduras de espejo
sobre cuatro patas avanza para cortar en siete la selva.
La noche verde lo espera
con su mano barroca de agua, sílaba al ritmo del sueño bailando,
sien veces sien, raíz de cristal: navaja líquida.
Maraña de aves, una vez la vimos
cómo su pie fue un árbol, hundiéndose
en la tierra, y los ríos en sus talones
terminaban espuma: asimilamos la danza de sus hojas
guerreros que bailan alrededor de la hoguera,
circulando en las venas entrecruzadas del tronco,
bocas y ojos sus hojas, coros del viento, tormenta eléctrica:
trizas las nubes, y caen en rocío los cristales:
Árbol de lluvia, lávanos la luz
despega el sol de nuestra frente,
arráncalo con una ola enorme, de un manotazo,
para comenzar la nueva cara del día.
Al dar vuelta las hojas
tres mendigos llaman al árbol
y éste se vuelve follaje de humo
se acomoda el cabello en llamas,
lo aplaca con su mar
9
apaga la falda de fuego, la sofoca
en lo profundo que espira en la palma de su mano
se vuelve carbón
oscuro diamante que encierra todas las caras del cero
y ondula sus negros brazos.
Horizonte, apaga tu vela,
ahuehuete pájaro, transfórmate
en huevo vacío, apertura en medio del desértico Seri,
relámpago en medio de la piedra, ciclón:
agua, vuélvete tú misma, ave azul de infinitas alas, vuela
arde el mundo en tus manos de río,
con tus dedos de agua sostén esta burbuja
que encierra al invierno, y que en lugar de nieve
caigan tus doradas uñas
y cada una de las escamas en tu atuendo
cante y transforme tu imagen en lluvia.
El enramado ardiente del cielo
se sostiene en la parábola doble
que cierra su vértice en un beso.
Toda revolución concluye en tablas,
si alguien vence se nombra conquista.
En este terrazgo no hay balanza,
no hay revolución, sólo agua turbia
a manera de sangre.
Aunque esta vez la fronda del viento
destroce los trebejos
para ser volución del ojo cuántico de Aquila
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no habrá victoria.
El agua tiene sentido si tomas de ella,
gira, azulada esférica se mueve la anciana:
el faisán es árbol que desdobla sus alas
hacia dentro, y se funde en tu frente.
Sabina, árbol de la noche alegre,
plisa volutas, hilos de plata, heno:
risa tus canas en plumaje de guerra.
Tuya es la vida, Arbora, en la noche hirviente,
la clara historia de la verdad
en un tornado de hojas
líquida águila, desplumándose
en infinitas esquirlas:
panorámica vista de la explosión primera
del agua
detenida, eternamente
en esta noche violenta
en que comienza
otra larga batalla.
Andrés Cisneros
11
cuento
12
Llegarás
En los últimos días he estado pensando en muchas cosas. En ti,
sobre todo. Recuerdo aquellas noches en las que hablabas del
futuro: te daba miedo la incertidumbre, no saber si en realidad
seguiste el camino correcto… ya sabes, esas preocupaciones que se
encargan de darnos la bienvenida a la adultez, pero nunca he sabido
por qué te preocupas. Tú vas a estar bien, más que bien. Siempre he
sabido que un día viajarás a Europa por trabajo y conocerás a una
chica. Apuesto a que será francesa o italiana, quizás incluso
estadounidense. Pero creo que será francesa. Sí, una francesa te
quedaría bien. Me parece que será castaña, una Audrey Hepburn
moderna, belleza clásica que ilumina el lugar en el que está. Su
cabello no será largo, no, y sus ojos serán cafés, pero brillarán.
Brillarán como si un diamantito fuera parte de sus pupilas.
Brillarán cuando sonría. Brillarán cuando hables, porque estará
escuchando cuidadosamente lo que tú digas, pensando que eres un
genio. Y brillarán cuando ella hable, porque se sentirá como la chica
más afortunada del mundo.
La verás en un café, en una de las mesas de afuera con una gran
sombrilla, pero no le pondrás atención a primera vista. Sé que
ordenarás un capuchino porque adoras la espuma que se te pega en
el labio, te hace sentir como un niño. Estoy pensando que será una
artista: una pintora o una fotógrafa, pero no una escritora. Escribir
es una ocupación extraña, rompería su magia. Una pintora, sí. Ella
tomará un expreso, café fuerte, negro. Sin azúcar. Estará leyendo,
pero no una novela. Poesía. Apuesto a que estará leyendo a E. E.
Cummings. Apuesto a que estará leyendo mi poema favorito de E. E.
Cummings: no sé qué hay en ti que me cierra y me abre; sólo que
hay algo en mí que entiende que la voz de tus ojos es más profunda
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que todas las rosas. Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan
pequeñas. De lejos, creerás que sólo es una chica más, pero en
cuanto se volteé y ambos se vean, lo sabrás. Sabrás que es la mujer
más hermosa que jamás hayas visto. Te sentarás cerca de su mesa,
pero lo suficientemente lejos como para no parecer un acosador.
Empezarán un concurso de miradas: quién encuentra el otro
viéndolo más veces, quién sonríe con discreción más veces. Creo que
usará un sombrero. Un sombrero lindo, no muy grande, a la moda.
Aunque no morirá por la moda, se vestirá bien. Ya sabes, ropa
clásica que puedes usar en cualquier ocasión: unos pantalones de
buen corte, camisas, mocasines, vestidos sencillos, colores neutros.
Cuando te vayas, le mandarás un papelito, probablemente con un
mesero, y dirá: Merci beaucoup pour la soirée, Mademoiselle. J‟ai eu
un très bon temps. Richard Chassier.
Pasarán unos cuantos días, todos tus pensamientos se
concentrarán en ella, la Mademoiselle, y cómo sólo presenciaste un
milagro que nunca podrás sostener, ni tocar. Creerás que ella no es
para ti. Pero entonces te llegará una invitación para una fiesta y
como no hay mucho por hacer, asistirás. Es una galería, la
presentación de una artista nueva con un futuro promisorio.
Caminarás por ahí, beberás unos tragos y admitirás que los cuadros
tienen algo diferente. Después, alguien te llamará, quieren
presentarte a la pintora. ¿Por qué no? No prestarás mucha atención,
pero algo te resultará conocido y ahí está. Iluminando el lugar tan
pronto levanta el rostro, los diamantitos todavía en sus ojos. Tendrá
un nombre bonito, clásico: Madeline, creo. Suena bien. Esa noche
pasará y no hablarán ni la mitad de las cosas que quieren. No
podrás dormir, pero por primera vez te imaginarás un futuro con
alguien. Dormirán juntos… cuatro o cinco citas después, me parece.
Y será por iniciativa de ella.
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Finalmente, la vida continuará su curso. Decidirás quedarte en
Francia con ella, te convertirás en un maravilloso músico con un
gusto mucho más refinado. No más fantasía norteamericana de
rockstar, sino un compositor aclamado por la crítica, el Yann
Tiersen de tu generación. Siempre he creído que serías buen
compositor para cine. Ganarás un Óscar o dos. Te casarás en una
ceremonia pequeña, íntima. Sus pinturas enloquecerán a todos y un
día llegarán aquí, a MoMA y vendrás con ella para la inauguración.
Y quizá, sólo quizás, te veré de lejos en las calles, de la mano con
Madeline, la Audrey Hepburn moderna. Tal vez me veas o tal vez no,
pero no me recordarás. Tu vida empezó en el momento en que
entraste a ese café y ordenaste ese capuchino. Ella hizo lo que yo no
pude: te convirtió en un buen hombre.
¿Qué te parece? Me dices qué piensas. Y deja tu mensaje en la
contestadora, ya sabes que nunca escucho el teléfono, pero siempre
la reviso.
Un beso,
Mimí.
Daniela Saucedo
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Inventario II
I.
¿Sabes qué es lo más triste de todo?
II.
A veces tengo que ir al trabajo como a eso de las 6 o 7 de la tarde.
Tomo el camión y todo lo que veo me parece tristísimo. Debe ser
sobre todo porque es noviembre, debe ser el clima. Siempre digo que
estoy triste pero esta tristeza es nueva: es una tristeza ajena, me
siento triste por los demás, por todo. Porque veo a las personas
tomando el camión para ir a casa después de trabajar todo el día y
van cansados y hambrientos y tienen frío y enfrentan la
cotidianeidad a las siete de las tarde, y el tráfico y las luces de la
ciudad y la lluvia que cae melancólica. Y los perros flacos que
cruzan la calle. La verdad no sé si me explico, no lo creo, nunca he
sido buena en estas cosas, pero quiero decir que durante el trayecto
de mi casa al trabajo la posibilidad de estar bien me parece nula,
pienso en cosas buenas, porque las tengo, y me ponen muy triste o
no me parecen reales, como si no encajaran en esa realidad, como si
no pudieran encajar nunca, y me pone triste que sí existan pero que
estén tan fuera de contexto. ¡Y la gente! La gente que va a su casa,
que va en el camión o que va en su auto atorado en el tráfico de
Gonzalitos. Pienso en el tráfico de Gonzalitos, pesaroso, y entonces
lloro, me pongo a llorar ahí en mi asiento de la ruta 130). Toda esa
gente que hace su recorrido habitual con su resignación habitual y
su cansancio habitual, no sé cómo le hacen para ser gente, cómo le
hacemos para ser gente. Una masa gigantesca y naranja, triste y
pareja. ¿Sabes qué es lo más triste de todo? Verlos dormir. Verme
dormir a mí misma. Cómo te explico. Cómo te digo lo lúgubre que
resulta todo esto. Esperar el camión y que se te pase, o peor, que se
detenga y que vaya lleno. Ir viendo todo. No sé si alguna vez hayas
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llorado por todo. Por todos los demás. Porque esas cosas que
pensabas que te hacían bien son nada más mentira y así, ahí, a las
siete de la tarde de un día de noviembre te das cuenta porque es el
momento más real y más transparente. es como darte cuenta de que
vas hacia algo pero no importa porque nada tiene remedio, porque el
futuro no existe o algo así parecido, todavía no lo he pensado bien.
III.
¿Sabes qué es lo más triste de todo? Te vas a reír. Eres tú.
Zeltzin Alvarado
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Bajo la lluvia
El cielo grisáceo me previno de una posible tormenta. El aire fresco
erizó mi piel y pronto tomé un taxi en la Central de Autobuses. Me
sentí un poco nerviosa, quizá angustiada, como si fuera nueva en la
ciudad pero no era así, yo regresaba a casa. Temí estar perdida,
temí que al regresar no fuera la misma. Y en definitiva, me sentí
diferente, todo me parecía diferente. Observé por la ventana y la
lluvia se dejó caer. Al llegar a mi destino, el taxi se detuvo en la
esquina. Mi equipaje sólo era una mochila. Me olvidé de la lluvia y
toqué varias veces; esperé unos momentos mientras alguien abría la
puerta.
Tu madre entró en un estado de estupefacción al recibirme, parecía
no tener idea de qué sucedía; me sentí como una desconocida que
pedía asilo temporalmente. El interior estaba cálido, luego me sentí
algo sofocada. Tu hermano estaba situado en la cama frente al
televisor. Sin embargo, lo noté muy cambiado. Tenía una apariencia
mucho más joven, un chico de ¿veinte años? Tu madre se fue y
volvió unos minutos después. Pensé que había ido a buscarte. Tu
mamá te pisaba los talones. Ahora, estabas frente a mí y no supe
que decir. No pude decir nada. Sólo te miré y tuve la sensación de
que no eras el mismo. Te quedaste ahí, a unos cuantos metros
intentando descifrar mis pensamientos. Conocía a la perfección la
expresión de tus ojos; no obstante, había algo en ellos. Comprendí
que no podías reconocerme, no sabías quién era yo y por extraño
que parezca, yo sí te conocía. No sé, pero, sabía cómo llegar a tu
casa. Era posible que tu mamá me dejara entrar porque pensaba
que yo era una de tus compañeras de la escuela, además del hecho
de que estaba lloviendo. Sabía cuál era la diferencia de años entre tu
hermano y tú. Sabía que disfrutabas de días como estos: lluviosos,
frescos y melancólicos. Tenías el rostro de un muchacho de dieciséis
18
años, más o menos. No había pasado mucho tiempo desde que
abandoné la ciudad, sólo me ausenté por un año y unos cuantos
meses. Me pregunto si fue el tiempo suficiente para olvidarnos.
La lluvia había cesado, así que salimos y caminamos aparentemente
sin rumbo. Nos detuvimos en aquel parque que solía tener un
ambiente tranquilo y misterioso. Aquel parque hundido lleno de
árboles altos y espesos en follaje. Nos sentamos en el cercado
construido con piedras de río. Me sentí vieja a tu lado, no podía
explicarme qué estaba haciendo ahí contigo, por qué había ido y por
qué me habías seguido sin pronunciar palabra. Tal vez me
recordabas o tenías una idea muy vaga de quién era. “Siento como si
esto ya lo hubiera vivido antes…” fueron las primeras palabras que
te escuché. Incluso tu voz no era como yo la recordaba. “…como si
te conociera y a la vez no, pero algo me impulso a seguirte…”. “Es
probable… pero yo te recuerdo muy diferente de como te veo ahora.
Me siento muy diferente; me siento vieja.” “Pues no lo pareces,
tienes las facciones como las de una niña de catorce años… no te
ves grande.” “No puedo evitar la sensación de creer que esto ya lo
había vivido; es como si retrocediera en el tiempo y viniera por…” “Si
esa es tu impresión, yo pensaría que tú sólo eres un mal sueño.”
Por un instante, el silencio consumía nuestro tiempo. El olor a tierra
mojada inundaba mis sentidos, era como si pudiera degustar la
sensación de libertad. Libre como las hojas que bailaban al compás
del viento, libre como el revoloteo de mis cabellos. Tu voz me trajo de
vuelta a la realidad: “¿Me dirás tu nombre?” “Sabes mi nombre, no
hay necesidad de decírtelo.” “No sé quién eres.” “Bueno, así de
sencillo, ¿por qué me seguiste, si no sabes quién soy?” “Yo sólo…
sentí que debía seguirte. No sé cómo explicártelo. Te he visto en mis
sueños y creo estar en uno ahora mismo. Puedes ser quien yo quiero
que seas; puedo llamarte Elizabeth, Julia, Mariana, Alejandra o Ana
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y serías tú; no sé cómo pero sabrías que eres tú.” “No es un sueño.
Soy yo, soy de carne y hueso.” “Eres un sueño. No te conozco, nunca
te he visto, pero siento que… duermo contigo en las noches
calurosas de esta ciudad, caigo en las redes de tu cabello y de tu
piel, y al despertar, no estás conmigo. El calor y el sueño pueden
afectar seriamente a las personas.” “El insomnio también.” “No
quiero dormir, no quiero encontrarte y dejarme caer; pero si no
duermo, pasa lo mismo de cualquier manera… aquí estás. Estoy
dormido y despierto a la vez, ¿cómo es posible? ¿Si me disparo me
despertaré, verdad?” “Puedes intentarlo, incluso puedes asesinarme
con la pistola que ocultas… ¿y qué obtendrías haciéndolo si soy un
sueño? Nada, tal vez sólo matarías una parte de ti, aunque no
quieras reconocerlo.” “Despertar.” “¿Y qué hay si me encuentras allá
a fuera, en la realidad? Real o no real, nunca dejarás de verme…
¿cuál es la solución? Sólo hay una, pero no te atreves a tomarla.
Tienes miedo. Todas las personas le tienen miedo… no hay nada que
puedas hacer, no hay nada que pueda salvarte.” “¿Acaso eres la
Muerte?” “Estoy muy alejada de eso, pero si quieres verlo así…
anda, dispara. ¡Dispara!”
La lluvia torrencial caía sobre nosotros. Nosotros y la lluvia. La
lluvia y nuestro deseo. La lluvia y la necedad de ese beso anticipado.
La lluvia y el arrepentimiento. La lluvia y un sonido peculiar, ¿un
temblor? ¿un disparo? ¿el trinar de las aves? Los pájaros escondidos
entre los árboles huyeron. El parque comenzó a desplomarse de
forma vertiginosa. Fui arrastrada por la tierra. El cielo nublado
también estaba colapsándose. No había lugar a dónde ir. Ahora,
todo era oscuridad.
El dolor me arrebató de las profundidades del sueño. Desperté
empapada en sudor e inmóvil, con una extraña sensación en el
cuerpo. Una sensación que nunca había experimentado. No podía
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levantarme de la cama, tenía la visión borrosa, cansada. Estaba
batida entre el sudor y mis cabellos enmarañados, entre el sudor y
la sangre que emanaba de un pequeño orificio en mi costado
derecho, entre el sudor detestable y el dolor intenso ocasionado por
la bala. Lentamente sentí cómo me vaciaba, sentí cómo se me iba la
vida por esa herida diminuta. Si me preguntan cómo llegó ese
pedacito de hierro a mí, no tengo idea. Sólo puedo decir que al fin,
me sentía libre.
Isabel Palacios
21
microficción
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Karla
Cuando estaba en primaria me juntaba con la niña más bonita del
salón, se llama Karla. Su papá tenía una combi destartalada. Nos
gustaba jugar a las escondidas entre los asientos y ver quién
aguantaba más tiempo colgada de los pasamanos. Igual siempre
ganaba porque era de su papá y si se le daba la gana me bajaba y ya
no me volvía a invitar.
A veces se robaba morralla de la bolsa de su mamá, la poníamos en
el cajoncito de madera. Lo mismo hacíamos de cantantes con
guitarra, señoras gordas, niños malcriados, ancianos con bastón,
raperos desconsiderados, pubertos gritones, que de cumbieros y
esposas, que sin duda eran nuestros roles favoritos. Karla era el
cumbiero y yo la esposa que le hacía compañía en el asiento de
atrás y le llevaba el taco.
Ayer me la topé en la ruta 14, todavía es bonita, pero le cuelgan
unas lonjas por los lados del pantalón, tiene pechos caídos, paño y
un bebé. Estoy segura de que era Karla; besó al chofer de la misma
forma en que me besaba cuando estaba muy entrada en el papel.
Tal vez lo recordó y por eso agachó la cabeza cuando le sonreí.
.
Su bastón salió disparado. Muerto en medio de la calle. Todos lo
envidian, ahí, tan sereno. Pero él está preocupado.
¿Y si se pone al revés la túnica? ¿Los ciegos siguen siendo ciegos
cuando mueren? ¿Qué clase de dios piadoso le pide a un ciego que
vaya por el camino recto, si no puede siquiera ver el camino? ¿En el
cielo hay perros lazarillos? Ya viene la luz. Sólo espera que los
señalamientos estén escritos en Braille.
23
.
Todas las mañanas inspecciono el patio con la esperanza de
topármelo. A veces tengo suerte y coincidimos en los escalones que
están cerca del baño. He notado que le gusta estar conmigo, mira
mis piernas. Seguro espera que duerma con él. Uno de estos días
voy a terminar cediendo a sus insinuaciones silenciosas. Cuando
está cerca, me porto como una tonta, es como si otra vez tuviera
ocho años. He pensado en pedirle que venga a casa cuando mis
papás no estén, pero no sé si es correcto. Sólo ha pasado un mes
desde la primera vez que lo vi, tal vez debería esperar. Por lo pronto,
me conformaré con las citas furtivas y los rascados de panza. Ojalá
mi casa fuera más grande y hubiera espacio para él.
Mar revuelto
Se estaba hundiendo en cuentas y deudas, navegaba en ellas. Sólo
buscaba tierra para prender el microondas y descongelar pescado:
5, 4, 3, 2, 1... pip, pip, pip, pip. Volvía a sumergirse. En el amor era
corsario, pero terminaba como pirata (parchando y sólo con un
palo). Nunca quiso hijos, anclas, como los llamaba él. Su educación
se ahogó en la facultad, cuando lo descubrieron atracando los
tesoros de la escuela. Tenía un barco de interés social que tuvo que
hipotecar el día que unas olas de traje y corbata golpearon la
cubierta. Harto del mar revuelto, decidió vendarse los ojos y
caminar por la plancha. Su cuerpo ha naufragado en un cementerio
donde nadie iza velas.
Primavera Colunga
24
entrevista
25
Entrevista a Naief Yehya*
Enfermos mentales, actrices porno, delincuentes, asesinos y demás
personajes que padecen o provocan destinos paradójicos, habitan las
páginas del libro Rebanadas, de Naief Yehya, un conjunto de historias que
muestran la desavenencia humana en el límite de su condición.
Naief Yehya (1963) nació en la Ciudad de México. Es ingeniero de
profesión, pero desde hace muchos años es analista cultural y escritor,
especializado en la condición tecnológica de las sociedades
contemporáneas. Sus textos han aparecido en medios como La Jornada,
Reforma, Milenio y Letras Libres. Ha publicado tres novelas, dos libros de
cuento y varios volúmenes de ensayos, entre los que destacan Tecnocultura
(2008) y Pornografía, Obsesión sexual y tecnológica, ambos bajo el sello
Tusquets.
Rebanadas fue publicado por el Conaculta, dentro de su colección El
guardagujas.
A continuación una charla telefónica con el autor a propósito del libro.
Estas rebanadas tomaron poco más de diez años en convertirse en libro,
¿es posible encontrar una evolución de Naief Yehya a lo largo de los
cuentos que componen la obra?
Creo yo que la hay. El autor de los primeros relatos es un poco más irónico,
desparpajado, menos crédulo que el autor de los últimos. Todos tienen el
mismo contexto, una era de guerra después del 9/11. El último cuento que
escribí fue Zulu, que aparece al final y salvo ése y los dos primeros, los
demás no están en orden cronológico. Tal vez hubiera sido bueno ponerle
26
fecha a los relatos, pero no quise predisponer al lector. Son rebanadas a fin
de cuentas, se mezclan y se confunden unas con otras.
¿Dirías que tu libro es realismo del siglo XXI?
Es realismo mediatizado del siglo XXI. Difícilmente es realismo puro. La
experiencia del autor que camina el mundo y convierte sus experiencias en
literatura es una fantasía. Creo en un autor que hace eso y además
mediatiza su experiencia a través de la tecnología. Tiene que ver más con tu
función de consumidor que de testigo. Para hacerlo aún más drástico trato
de no hablar de la experiencia de Internet, trato de hablar de un mundo
post-Internet. En donde la gente aún se ve cara a cara.
Actualmente resides en el extranjero, ¿cómo ha afectado esto tu visión de
la violencia? No debe ser lo mismo lo que se vive en Medio Oriente que
la narcoviolencia nacional.
Me ha dado un gran privilegio ver las cosas diferentes y una gran pérdida
por no estar aquí. Tengo una deuda profunda por no haber vivido los años
más bestiales de la violencia del narcotráfico; los viví en el extranjero, un
poco como protegido; pero viví la violencia neoyorquina de principios de
los 90, la transformación de mi barrio en Brooklyn. Me perdí fenómenos
como la explosión brutal del narco. Sí, la viví, pero a través de los medios.
Yo asumo que ya todos vivimos esto de manera globalizada. La guerra de
Irak y del narco se nos confunden en un amasijo de víctimas y victimarios.
¿Tu literatura es pornográfica? Es violenta, directa, sin arreglos, casi como
un filme gonzo.
No es pornográfica. Yo respeto el texto pornográfico, pero sus objetivos son
diferentes. Tiene la meta de convertir la palabra en algo que te conduzca a
un estado mental de excitación y eso no es lo mío. Ahora, cuando escribo
ensayo, exploro la pornografía en todos sus ámbitos: lo social, lo semiótico,
27
etc. Lo mismo pasa con la violencia. Está en mis cuentos como un efecto
retardado, me interesa describirla y hablarla, pero no glamourizarla.
¿Crees en la literatura comprometida?
Me cuesta trabajo. Sin embargo he leído grandes textos de literatura
comprometida. Sí creo que lo que yo hago tiene una intención social; me
interesa que el lector no sólo salga entretenido, sino que vea los aspectos de
la cultura que me parecen extremos o aberrantes. Me encantaría darle una
visión diferente al lector sobre la guerra o la violencia. Ése sería mi
compromiso.
¿Crees que la literatura debe servirle de espejo a la sociedad?
Definitivamente. La literatura nos debe nutrir. Si no, no sé para qué sirve.
Convertir la cotidianeidad en algo más importante. Algo que sobreviva al
momento. La literatura debe hacer de lo cotidiano algo que permanezca,
que pueda hablar a través de las generaciones, que pueda motivar, que
pueda enriquecer; de lo contrario sólo es una crónica, una narrativa que
puede ser interesante en ese momento, pero que se desgasta.
Zulu es un texto que termina en una nota diferente comparado con el
resto de los cuentos, ¿qué te da esperanza? ¿Qué es tu “Zulu”?
Es el cuento más difícil de todos. Es un cuento que me pone en evidencia.
Sin querer yo también me he convertido en un personaje cargado de
cinismo, de transgresión. Hay mucho de desesperanza, es contemplar las
ruinas y haber sido capaz de escapar de las ruinas. Es como mi historia
personal esta ciudad sin nombre, es mi habitación, mis cobardías y mis
actos de valor. Es muy difícil hablar de ella, pero a la vez está muy a flor de
piel. La idea del perro es muy profunda. No podría ni siquiera sintetizarla.
Tiene elementos esperanzadores, pero a costa de algo. A costa de un
ejercicio de cobardía. Hay un desvinculo, dices “no es mi bronca”. Este tipo
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de renuncias las hacemos todos los días. Es muy importante saber cuál es
mi papel delante de una guerra. Yo fui muy duro al juzgar a los periodistas
que me antecedieron. ¿Cuál fue tu papel durante el 68? ¿Qué hiciste ante la
guerra del golfo? Son cuestionamientos que te haces como joven y que
ahora como viejo trato de responderme.
Manv Gómez
*Originalmente publicada en el periódico La Rocka
29
ensayo
30
Mi descubrimiento de la invención de América Latina*
II. Conociendo el otro lado
En realidad, un continente de tal tamaño y tal diversidad no se
puede descubrir ni en un día, ni en un año… entonces ¿Cristóbal
Colón logró lo imposible en 1492? Esta interpretación de la Historia
es errónea o unilateral. Desde las observaciones perspicaces del
mexicano Edmundo O‟Gorman en los años 50 aprendimos que
Latinoamérica imposiblemente pudo haber sido descubierta, dado
que ya había existido antes de que Colón llegara al Caribe. El
historiador O‟Gorman argumenta que el explorador no estaba
consciente de qué tierra se trataba (este mérito no fue suyo).
Buscaba el camino más breve para la India, navegando por el
occidente, y creía seriamente que Cuba ya formaba parte de Asia.
Por eso, durante siglos el nuevo continente se llamaba las “Nuevas
Indias”. En los mismos años, otro navegador audaz llamado
Vespucio Américo emprendió el viaje por el litoral de Brasil hacia el
sur, queriendo encontrar la entrada al Océano Pacífico. Su intento
fracasó, pero al menos se dio cuenta de que el “nuevo mundo” tenía
que ser un continente hasta entonces desconocido que nada tenía
que ver con Asia. En homenaje a él lo bautizaron “América”, en
forma femenina para hacer juego con Europa, África y Asía.
En “El presagio de América” (primer capítulo de Última Tule) Alfonso
Reyes narra también los acontecimientos históricos del
descubrimiento y se empeña en cambiar la perspectiva excéntrica de
los europeos, sin embargo reconoce que hay que insertarla en la
verdad global. Afirma con agudeza que América no se llamó
Colombia “gracias a la mejor pluma” del florentino Américo
Vespucio. Señala la subjetividad de la interpretación de la Historia
31
(p. e. “Si la derrota de las naves era una, el viaje que cada uno hacía
con la mente era distinto” [Reyes, 35]) y deja claro que Cristóbal
Colón murió engañado. El regiomontano se atreve a comentar “que
el descubrimiento de América fue el resultado de algunos errores
científicos y algunos aciertos poéticos” (Reyes, 44). Nadie ha
expresado con tanta elegancia la visión de América Latina como una
utopía, una superficie de proyección de los sueños europeos:
América, puede decirse sin violencia, fue querida y descubierta (casi
“inventada”) como campo de operaciones para el desborde de los altos ímpetus
quiméricos. […]
Hoy por hoy, el Continente se deja abarcar en una esperanza, y se ofrece a
Europa como una reserva de humanidad. […]
La declinación de nuestra América es segura como la de un astro. Empezó
siendo un ideal y sigue siendo un ideal. América es una Utopía. (Reyes, 60)
Edmundo O‟Gorman en La invención de América es más estricto que
Reyes, y se niega rotundamente a decir que América fue
descubierta. Más bien se trataba de un lento proceso de invención
conceptualizado por los españoles en un contexto histórico mundial
de modernización. Durante muchos siglos ni siquiera los chinos
sabían que vivían en Asia hasta que un día llegó un europeo con un
mapa mundial y se lo explicó. ¡Qué casualidad que los españoles
cayeron primero en el continente que hoy se llama América y no
“Humboldtia”! ¿Cómo sería Latinoamérica hoy en día si hubieran
llegado antes los holandeses o los alemanes? ¡Difícilmente cabe en la
fantasía! (¿Sería un Gringolandia dos pero con una lengua más
complicada que suena como “Achtung! Still gestanden!” o “estrujen-
empujen-bajen”?) Incambiablemente, llegaron los españoles y con
ellos su lengua, su gramática, su cultura y el catolicismo. Con ellos
empezó el complejo proceso de mestizaje cultural o de
transculturación. Para mí es el gran punto en favor de los
españoles: aunque hayan tratado mal a los indígenas, dejando así
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una “herida colonial”, al menos se sentían atraídos por las hermosas
mujeres indias y así se dio el mestizaje. En México casi todos llevan
sangre indígena como lo dice el niño protagonista en la novela Las
batallas en el desierto de José Emilio Pacheco:
Gracias a la pelea mi padre me enseñó a no despreciar. Me preguntó con quién
me había enfrentado. Llamé indio a Rosales. Mi padre dijo que en México todos
éramos indios, aun sin saberlo ni quererlo. Si los indios no fueran al mismo
tiempo los pobres nadie usaría esa palabra a modo de insulto. Me referí a
Rosales como “pelado”. Mi padre señaló que nadie tiene la culpa de estar en la
miseria, y antes de juzgar mal a alguien debía pensar si tuvo las mismas
oportunidades que yo (Pacheco, 24).
Hoy en día, cuando usamos la palabra “latinos”, ya no pensamos en
los romanos, sino en una nueva raza que surgió tras unos
acontecimientos históricos como la emancipación de los criollos, la
independencia de España y un mestizaje de sangre y de culturas.
Este nombre dio identidad a un grupo frente al mundo y frente a los
norteamericanos que discriminan a los latinos blancos por no ser lo
suficiente “blancos”. Hoy la Latinidad, que provino del concepto
francés de “Latinité”, contrasta sobre todo con el norte anglófono.
Antonio Cornejo Polar en su ensayo sobre la heterogeneidad socio-
cultural en las literaturas andinas Escribir en el aire intenta dar
también otro giro hermenéutico a la historia, tomando como ejemplo
la crónica de Cajamarca. Con la llegada de los españoles a Perú en
1532 se confrontaron dos mundos; los conquistadores hicieron
entonces el ritual absurdo del requerimiento para legitimar su
invasión. Había muchos analfabetos entre los españoles pero exigían
que los indios supieran leer la biblia (¡en latín!) y reconocer su
carácter sagrado. Fue un choque violento entre escritura y oralidad,
en el cual la biblia representa el símbolo de la incomunicación. ¿La
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existencia de cuál dios era más convincente? ¿El que estaba
encerrado en un libro o el sol que nunca desaparece?
Imaginémonos, además, la intraducibilidad de tal confrontación.
Existen varios escritos sobre el momento en el cual Atahuallpa
arrojó la biblia. Las múltiples variantes muestran que poseen
mucha invención e ideologismo. ¿Quiénes fueron realmente los
testigos e intérpretes aptos para comprender la situación? La
escritura entra en los Andes como significado del poder, como la
famosa “carta canta”, la carta que sabe y ve todo. La catástrofe de
Cajamarca marcó para siempre la memoria del pueblo indio y quedó
emblematizada en la muerte de Atahuallpa. La herida colonial
permea en la (sub-) conciencia y se tradujo no a la escritura, sino en
forma de memoria oral al baile indígena. Hay una necesidad de
cambiar la Historia e invertir la perspectiva: los conquistadores son
los que no hablan, y sólo los que no leen, hablan y omiten la muerte
del príncipe.
En su libro The Idea of Latin America (2005) el argentino Walter
Mignolo trata de curar “la herida colonial” y opta por un “discurso
decolonial”. Señala que la interpretación de la historia fue
eurocéntrica y que se debe cambiar el lugar de enunciación para
poder replantear el conocimiento geo-político. El acto de la
penetración de los españoles en América fue una grave incisión,
invirtió el mundo que había existido hasta entonces; lo puso patas
arriba y en su lengua fue un “pachakuti”. La desaparición de
Anáhuac y Tawantinsuyu no quedó registrada por ningún
historiador español, ni temas como la humillación racista o la
esclavitud. Lo que era la fundación para unos era la destrucción
(“pachakuti”) para los otros. Hay que oponer una autoestima crítica
de decolonización (“critical self-consciousness of decolonization”)
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frente a lo que se suele disfrazar bajo una retórica de Modernidad
(“modernization, salvation, progress”).
Dorte Jansen
*Parte 2 de 3, continuará en el próximo mes
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La función de la crítica en la formación de lectores
En la tradición más añeja de la teoría literaria, existe una tendencia
que apuntala el establecimiento de modelos para definir lo que
puede ser considerado como literario, o no. Esta práctica, como
hemos visto, es totalmente normativa, ya que intenta imponer un
canon que se apega a los gustos de ciertos grupos cupulares y sus
discursos de autolegitimación, en todos los sentidos. Sin duda, este
tipo de crítica se ha promovido en la mayoría de los ambientes
literarios con resultados paradójicos y problemáticos. Por un lado,
en los medios académicos, se alienta a los profesionales de las letras
a que otorguen valores y validaciones a las producciones literarias
que cuentan con ciertos rasgos canonizados; sin embargo, esta
imposición, por integradora y amplia que se pretenda, no puede
abarcar, a ciencia cierta, la naturaleza del arte.
En su afán normativo, este tipo de crítica pretende asimismo señalar
las rutas de construcción de los textos a partir de un modelo
asociado con „altos valores‟, en vías de incentivar a los creadores
para que su obra sea cada vez de „mayor calidad‟.
Desafortunadamente, más que entenderse, en ese sentido, como
una herramienta para „mejorar‟ la propuesta literaria individual,
algunos autores desacreditan la función y el valor de la crítica,
convirtiendo parte del proceso de la comunión estética (pues el
crítico antes que nada es un lector) en una hoguera de vanidades.
La intención de este pequeño apunte no es discutir sobre la validez
de tales procesos de canonización (producción, circulación y
recepción de ciertos discursos), pues evidentemente está dirigida a
un grupo selecto de lectores, sino plantear una propuesta sobre la
función de la crítica literaria, entendida como un discurso articulado
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en un entramado sociocultural complejísimo, donde, antes que
nada, tendría que aportar rutas para la generación de lectores.
A diferencia de la normativa, la crítica descriptiva pretende
encontrar rutas de navegación por el texto, y señalar al lector
algunos elementos que podrían aportarle una lectura literaria más
gozosa y placentera. En este sentido, se trata de construir puentes,
como andamios, para acompañar al lector por un tránsito que
puede ser oscuro o bromoso. El crítico literario, como acompañante
o formador de lectores, debería de generar vínculos entre el texto
literario y la vida del lector, a través de componentes que funjan
como detonadores para la interpretación y la experiencia estética.
Desde el presupuesto anterior, tampoco se trata de colonizar el
juicio de los lectores, sino de abrir rutas (reconocimiento de
intertextos, efectos de los recursos narrativos, relación con
contextos particulares de producción) para que se conviertan en
agentes autónomos, capaces de ir haciendo más efectiva y
placentera su experiencia literaria.
Es necesario apuntar que no estoy afirmando que este tipo de crítica
(descriptiva –sin llegar a la exégesis unilateral) tenga que ser la
única forma de acercarnos al texto, sino que el crítico, como
creador, tiene que ser muy consciente del público al que está
dirigiendo sus escritos, así como de sus intenciones para hacerlo.
De esta manera, su función podría ser más constructiva, en todos
los sentidos, y menos dogmática.
Por otra parte, no veo ningún valor efectivo en la desacreditación
gratuita de ningún tipo de texto, es decir, creo que la crítica puede
ser muy clara y precisa, pero no creo en las prácticas humillantes de
algunos „eruditos‟ que creen tener la única verdad del universo y, en
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nombre de Aristarco, denostan no sólo los textos, sino a los autores.
Tampoco creo en el afán correctivo que experimentan algunos
críticos al pretender dictar cátedra sobre la construcción literaria,
pues el crítico no es un tallerista cuyo comentario apunte hacia el
mejoramiento de un texto, sino quien determina, desde la tradición
normativa, el valor literario de la obra (que, en mi universo
particular, puede ser cuestionable).
Estas tendencias, evidentemente, no se orientan hacia la formación
de lectores. Nos encantan los dogmas, la clasificación; el ser
humano se regodea en su capacidad de hacer juicios y establecer
valores, sobre todo, cuando se nos ha formado en la soberbia y en la
competencia; pero también existen otras prácticas para comprender
y explicar el mundo; desde la sorpresa y la curiosidad que nos lleva
a mirar con atención, a atisbar en los secretos de la naturaleza, del
arte y de la ciencia. Cuando pensamos que el otro es parte de uno
mismo, lo que se persigue es la posibilidad de que los bienes
(materiales o espirituales) también sean disfrutados por el otro que
es yo mismo, y es ésa la función que creo que debería desempeñar la
crítica en la formación no sólo de lectores sino de una comunidad
más abierta y receptiva.
Dalina Flores
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semblanzas
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Dorte Jansen es maestra en Literatura Mexicana de la Universidad
Veracruzana. Estudió su licenciatura “Enseñanza de lenguas
extranjeras: español y francés” (2004-2010) en la Philipps-
Universität Marburg, Alemania. En 2006 fue un año de intercambio
estudiantil a Sevilla, España, donde estuvo inscrita en Filología
Hispánica. En 2008 estudió un año Artes del espectáculo en
Montpellier, Francia. Actualmente vive en la Ciudad de México,
donde aspira entrar en el doctorado de Letras de la UNAM con un
proyecto sobre la dramaturgia mexicana contemporánea. Escribe y
dirige mini obras de teatro (“Seguros T.T.A.S”).
Dalina Flores Hilerio es promotora cultural, investigadora y
catedrática universitaria. Es doctora en Filosofía con acentuación en
Estudios de la cultura; tiene la maestría en Lengua y Literatura por
la Universidad Autónoma de Nuevo León. Sus líneas de
investigación son la didáctica de la literatura y la narrativa. Fue
becaria del Centro de Escritores de Nuevo León en 2001. Es autora
de un libro de cuentos: Historias para leer en lunes (2010),
publicado por la FFyL de la UANL. Obtuvo el premio nacional de
fomento a la lectura “México lee 2010”, en la categoría de Otros
espacios educativos con el trabajo "Biblionautas, un viaje lúdico por
el universo de los libros".
Zeltzin Alvarado del Toro. Professional underachiever, niña
monstruo, traductora y teacher. Fan de Lost. Estudió Ciencias del
Lenguaje con Acentuación en Traducción e Interpretación en la
Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y antes de eso, la prepa.
Nació en Monterrey pero por ahora reside en el Distrito Federal y
piensa quedarse hasta que la corran de su actual trabajo. Le gusta
Shakespeare, abusa de los diminutivos y es tímida.
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Primavera López Colunga. Bailarina saltillense egresada de la
Compañía y Escuela Profesional de Danza del Estado de Coahuila.
Actualmente radica en Xalapa, Veracruz, donde se entrena y baila
como invitada de la Facultad de Danza de la Universidad
Veracruzana. Joven y parca, Primavera junta palabras en momentos
de ocio y días de lluvia.
Daniela Saucedo. Joven y femenina versión de Ted Mosby que
recita de memoria los monólogos de Helga G. Pataki. Estudia Letras
porque su más grande deseo es hacer reír a las personas a través de
sus escritos. Gustosa del fashion, cinéfila obsesiva, amante de la
música con sonido orgánico y letra profunda. Si Pam Beesly viera la
Fórmula 1, sería su representación más fiel en la cultura pop.
Andrés Cisneros de la Cruz. Ciudad de México, 1979. Poeta y
editor. Tiene seis libros publicados: Vitrina de últimas cenas (2007),
No hay letras para escribir tu epitafio (Mezcalero Brothers, 2008),
Como la nieve que dejan los muertos (2009 y segunda edición,
2010), Ópera de la tempestad (Metáfora/VO, 2011), La perra láctea
(Inferno Ediciones, 2012) y Fue catástrofe (Rojo Siena, 2013).
Estudió Letras Hispánicas en la UNAM y Comunicación Social en la
UAM. Es colaborador del programa Luces de la ciudad y Radio
Etiopía. Actualmente es editor de Verso Destierro.
Uriel Hernández Gonzaga. 2 de febrero de 1992. Aguas Blancas,
Municipio de Coyuca de Benítez, Guerrero, México. Estudiante del
sexto semestre de la licenciatura en psicología de la Universidad
Autónoma de Guerrero. Forma parte del proyecto Red de Letras,
conjunto de talleres para la formación de jóvenes escritores,
Acapulco Gro, México. Ha participado en la Primera Feria
Internacional del Libro Acapulco y forma parte de los poetas
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incluidos en la antología homenaje a Antonio Machado de la
editorial Artgerust en Madrid, España.
Isabel Palacios. Nací en la ciudad de Monterrey, N.L., el 13 de
diciembre de 1991. Curso el décimo semestre de la licenciatura en
Letras mexicanas, en la FFyL, de la UANL. Me interesa la literatura,
el análisis del discurso, la edición y la corrección de estilo, así como
la creación literaria. Sin embargo, otras de mis pasiones son las
artes plásticas; he tomado cursos de pintura, como el taller de
Trompe L'Oeil: engaño al ojo, impartido por CONARTE en el 2013.
Actualmente soy becaria del Centro de Estudios Humanísticos con
una investigación enfocada en estudios discursivos.
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CONVOCATORIA
El árbol, revista literaria, convoca a todos los escritores a colaborar
con un texto de creación (narrativa, poesía, teatro o microficción),
crítica, reseña o entrevista para el tercer número de la revista, a
publicarse en línea el 15 de junio del presente año. El tema de esta
edición es “LA CIUDAD”.
BASES
Los textos deben ser en Arial 12 a espacio y medio.
Las reseñas, críticas y entrevistas deben tener entre 800 y
1000 palabras. Los textos de creación no deben exceder las
5 cuartillas.
Hay libertad total para el tema o estilo de los textos.
La convocatoria cierra el 1 de mayo.
NOTA: Todo el material será revisado por el consejo editorial. El
envío de textos no garantiza la publicación de los mismos. El autor
conservará en todo momento los derechos de su obra.