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El Evangelio explicado a los niños (B) · 2012-09-19 · Miguel Ángel, después de subir el...

Date post: 12-Mar-2020
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El Evangelio explicado a los niños (B)
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El Evangelio explicado a los niños(B)

«Es muy importante comenzar pronto la educación cristiana de los niños, de manera que la asimilen vitalmente desde los primeros años (...)

A ningún niño bautizado se le debe privar del alimento que hace crecer el germen sembrado en él por el Bautismo»

(JUAN PABLO II, 20-V-2003)

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El Evangelio nos cuenta lo que Jesús hizo para salvarnos:

- cómo nació en Belén por amor a los hombres, trabajó en Nazaret y predicó en la Judea y en Galilea.

- pasó haciendo el bien, realizó muchos milagros para manifestar a los hombres que es ver-dadero Dios;

- padeció y murió en la Cruz, y resucitó al tercer día de entre los muertos;

- subió a los Cielos, donde nos espera y prepara un lugar para que estemos donde está Él.

Para ello, yo quiero conocerle y portarme de tal modo que, en todo, agrade siempre a Jesús.

Plática catequética

Esquema a seguir:

1. Partir de un hecho de vida para situar a los niños ante Jesús en el pasaje del Evangelio que se va a explicar.

2. Ayudarles a escuchar a Jesús que nos habla ahora en el Evangelio.

3. Diálogo para asimilar la enseñanza. En el caso de los mayores los interrogantes serán con-testados por el sacerdote y no será necesario preguntar.

4. Propósito sencillo para vivirlo durante la semana.

5. Hablar con Jesús y pedirle ayuda para vivir el propósito.

¿Qué es la catequesis?

«La enseñanza que tiende a que la fe, ilustrada por la doctrina, se haga en los hombres viva, explí-cita y operativa» (Directorio General de Catequesis)

Jesús nos habla en el Evangelio

“Los cuatro Evangelios, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, consti-tuyen el corazón de todas las Escrituras” (Compendio, 22)

La oración

“Es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo que habita en sus corazones” (Compendio 534)

Presentación

Es muy importante recordar, una y mil veces, que el Hijo de Dios se ha hecho Hombre, en todo igual a nosotros, menos en el pecado; de tal manera que trabaja con manos de hombre, pien-sa con inteligencia de hombre y ama con corazón de hombre, para enseñarnos cómo debe vivir el hombre.

Todos buscamos modelos a quienes imitar, y así aprendemos a dar sentido a nuestra vida. Unas veces el modelo es un deportista, a quien la fama ha convertido en un ídolo, y en torno al cual gira nuestra conducta; otras veces es un cantante, un artista o una actriz…

Eso en sí no es malo; pero es poco para ti. Porque en lo que te fijas y te atrae es sólo un as -pecto parcial de su vida, y por cierto un aspecto muy pasajero e indiferente moralmente.

Nuestro modelo verdadero debe abarcar todas las facetas del ser humano, y no sólo durante el corto período de la vida en este mundo, sino para siempre, para siempre.

Este es el Modelo que te quiero presentar a lo largo de las siguientes pláticas catequéticas sobre el Evangelio de los domingos. Ese Modelo, como verás, es Jesús, del que san Pablo afirma que «el mismo de ayer es hoy y será siempre».

El Evangelio nos ayudará mucho a conocer a Jesús, puesto que es la historia de su vida terre-na. En él se contienen no sólo sus enseñanzas, su ejemplo de amor a Dios y a los hombres, sino también nos recuerda su presencia actual, ya que es Él mismo quien sigue enseñando las verdades que hace dos mil años escuchaban los Apóstoles, y las multitudes, y aquellos enfermos que lleva-ban a Jesús para que los curase...

Para aprender las lecciones prácticas de la vida cristiana, que estamos llamados a vivir, va-mos a escuchar con atención el Evangelio de cada domingo, como lo hacían aquellos discípulos de Jesús. Sobre él versará la plática, que te ayudará a tener un conocimiento sencillo, y hondo a la vez, de Jesucristo.

Esta actitud requiere que cada uno nos metamos entre los seguidores del Maestro, que este-mos cerca de Él, que le miremos, le escuchemos, le preguntemos y observemos todo cuanto suce-de en su entorno; es decir, que no seamos meros espectadores, sino verdaderos actores que man-tienen una relación personal con Jesucristo.

Hemos de estar muy atentos, para grabar a fuego vivo en nuestra alma sus enseñanzas, y meditarlas asiduamente con el fin de asimilarlas y vivirlas. Para ello es muy importante el diálogo con los niños con el que se graba la doctrina, los milagros obrados por Él, aquel punto concreto que en cada lección queremos transmitir.

No podemos olvidar, en el transcurso de cada charla catequética, que el haber escuchado a Jesús que nos habla, exige de cada uno la correspondiente respuesta, que debe concretarse en un sincero y firme propósito que intentaremos vivir, con la ayuda de Dios, durante la semana.

Corresponde a toda catequesis crear un ámbito, en el que se respire un clima de oración para los niños. Será, ordinariamente, una oración vocal sencilla, repetida varias veces, hasta que la aprendan bien, y la puedan repetir durante la semana.

Los padres y familiares, pueden ayudarles mucho a vivir el pequeño propósito que han he-cho, y a repetir la oración aprendida, una y mil veces, para pedir ayuda a Jesús.

En resumen, este podría ser el esquema a seguir en nuestras catequesis:

1. Partir de un hecho de vida para situar a los niños ante Jesús en el pasaje que se explica.

2. Ayudarles a escuchar a Jesús que nos habla ahora en el Evangelio.

3. Diálogo para asimilar la enseñanza.

4. Propósito sencillo para vivirlo durante la semana.

5. Hablar con Jesús y pedirle ayuda para vivir el propósito.

Domingo 1 de Adviento (B) Mc 13, 33-37.

Evangelio:

Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento. Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al por-tero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os en -cuentre dormidos. Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!

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1. Un grupo de chavales aficionados al ciclismo se entrenan diariamente para poder presen-tarse a una prueba ciclista. La mayoría de las veces salían tres amigos a hacer juntos el entrena-miento.

Un día, Miguel Ángel quiso salir solo a descubrir un nuevo itinerario que era muy valorado por los profesionales de la bicicleta. Este camino tenía una pega: y es que en la carretera hay un puerto, y luego pasa por medio de un pueblo, con el consiguiente peligro de atropellar a alguien.

En efecto, se decidió a hacer el recorrido con toda clase de prevenciones al pasar por el suso-dicho pueblo.

Miguel Ángel, después de subir el puerto, iba cansado. Y, al entrar en el pueblo, sin saber cómo se cayó delante de la gente. Acudieron para ayudarle a levantarse. Y él montó en la bici y em-pezó a correr de nuevo, sin agradecer lo que habían hecho por él.

Entonces un hombre le preguntó:

— Oye joven, ¿dónde vas tan rápido?

Y el ciclista contestó;

— «No lo sé; pero tengo mucha prisa».

2. Esto mismo nos puede ocurrir hoy a nosotros: vivimos muy de prisa y, a veces no sabemos a dónde vamos. Jesús nos enseña que la vida es un viaje que empieza en este mundo el día que na-cemos, y desemboca en la eternidad. La vida es un viaje hacia la eternidad. Cristo nos lo enseña así: ¿«qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?» (Mt 16, 26).

Dios nos ha traído aquí, y nos ha dado a cada uno un encargo: hacer bien lo que hacemos, y hacerlo por amor de Dios. Así ganaremos el Cielo, que es lo único que nos importa.

Pero hemos de estar alerta para no caernos de la bicicleta. Aprovechar muy bien el tiempo, vigilar y así poder decir a Jesús: hemos hecho lo que debíamos. Al igual que un hombre que se au-senta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. No sea que llegue de improviso y os encuentre dor-midos.

Caminamos hacia la eternidad; esta tiene un doble signo:

- Cielo, o salvación eterna, para los que mueren en gracia de Dios.

- Infierno, o condenación eterna, para quienes mueren en pecado mortal. «Las cosas son como son, y no como a uno le gustaría que fueran».

3. (Diálogo). ¿Quién ha creado al hombre?... ¿Para qué ha sido creado el hombre?... Después de esta vida ¿qué nos espera?... ¿Qué hemos de hacer para ir al Cielo?... ¿Qué es el Cielo?... ¿Qué es el infierno?... ¿Quiénes van al infierno?...

4. Vamos a escuchar atentamente a Jesús, que es la Verdad, nuestro Salvador. Nos dice que ha ido a prepararnos un lugar en el Cielo, para que donde esté Él, esté también su servidor. Y el ca -mino que lleva al Cielo es vivir para agradar a Dios en todo.

Jesús es muy bueno con nosotros, porque sabe que somos pecadores y nos espera siempre para perdonarnos. Así podemos llegar al cielo.

Si al Cielo quieres ir, acuérdate siempre que los Mandamientos del Señor debes cumplir.

Domingo 2 de Adviento (B) Mc 1, 1-8.

Evangelio:

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profe-ta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, con-fesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: « Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de de-satarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bauti-zará con Espíritu Santo.

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1. Me contaba un sacerdote amigo mío: “El señor Arzobispo de Zaragoza, don Pedro Cantero, antes de realizar la visita pastoral a los pueblos de una comarca, enviaba a dos sacerdotes a prepa-rar a los fieles de las parroquias, mediante una serie de charlas, celebraciones y abundantes confe-siones, a fin de disponerlos a recibir adecuadamente las normas pastorales que oportunamente les daría él en persona.

En una ocasión, fui yo uno de los sacerdotes enviados por el señor Arzobispo. Preparamos el plan a realizar, mantuvimos contactos con los sacerdotes de cada una de las parroquias de la zona para ir todos a una.

Recuerdo que estábamos trabajando en uno de esos pueblos. Tuvimos una reunión con las familias, les manifesté el plan del señor Arzobispo. Estará dos días en este pueblo:

El primero; visitará a los enfermos, y las escuelas.

El segundo; examinará a los que se han de confirmar, y por la tarde administrará el sacra-mento de la Confirmación.

Llegó el Sr. Arzobispo y empezó la visita de los enfermos. Uno tenía un cáncer, estaba muy triste... Le abrazó, le besó y fundidos en un abrazo se emocionaron los dos.

Los padres, al ver la escena, agradecidos le dijeron:

— «Señor Arzobispo, no lo olvide nunca, desde hoy esta casa es su casa»

2. Dios, cuando Jesús iba a empezar su vida pública, envió un mensajero: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: prepa-rad el camino del Señor, enderezad sus sendas.

Juan Bautista era el pregonero que anunciaba a las gentes que el Mesías, el Salvador de los hombres, que con tanto anhelo esperaban, ya estaba en medio de ellos. Os tenéis que preparar para recibirle, porque os trae la salvación y la felicidad del Cielo.

Y le decían aquellas gentes: ¿qué hemos de hacer para recibir a Jesús?

— Convertos, cambiad de vida. Eso mismo nos dice ahora a nosotros. ¡A Misa todos los do-mingos! Estudiad el catecismo. Arrancad de vuestro corazón la pereza, la desobediencia, las malas palabras, y todo lo que ofende a Jesús. Así es como preparamos los caminos para que Jesús entre en nuestra vida y nos salve.

3. (Diálogo). ¿Qué es el Adviento?... ¿A quién esperamos en este tiempo de Adviento?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿A qué viene Jesucristo al mundo?... ¿Qué nos pide?... ¿Qué es la conver-sión?...

4. Jesús nos dice al oído de cada uno:

— ¡Si supieseis los deseos que tengo de haceros santos! Para eso he venido al mundo, he dado mi vida por vosotros, me he quedado en la Eucarista. ¿Qué más puedo hacer por vosotros? Si quisierais vosotros también... pero Yo respeto vuestra libertad.

Mira con fe a Jesús que está vivo en el Sagrario y dile de verdad: ¡Jesús, ahora quiero empe-zar!

Jesús, Tú no te cansas de mí, y de nuevo con amor me llamas.

¿Por qué te dejo tan solo a Ti que tanto me amas? ¡Ahora empiezo, Señor!

Inmaculada Concepción. Lc 1. 26-38.

Evangelio:

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, por-que has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altsimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respon-dió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altsimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha con-cebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ningu-na cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

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1. Muchas veces se me va la imaginación a la vida de infancia, que tuve la suerte de vivir en un pueblo pequeño y junto a muy buenos amigos.

Íbamos a jugar mucho por los alrededores del pueblo. Sobre todo, no sé por qué, íbamos a un campo que estaba muy próximo a un basurero, donde los hombres y mujeres echaban todo lo que estorba en las casas.

Recuerdo, como si fuera ahora, que en medio de aquella materia tan sucia y mal oliente na-ció una azucena blanca y muy hermosa, que siempre recuerdo con alegría.

Al llegar a casa le dije a mi madre:

— «He visto una flor muy bella en medio de un estercolero. ¿La quieres para la Virgen?

2. Este hecho tan sencillo me viene a la mente, de modo especial, en este día de la Inmacula-da Concepción de la Santsima Virgen, porque me recuerda una verdad muy alentadora:

— ¡Qué poderoso es Dios que, en medio de la basura, hace nacer una flor tan bella! ¡Yo, que soy basura, con la gracia de Dios puedo llegar a ser limpio de corazón, santo! «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios».

Dios quiere que contemplemos a la Santsima Virgen, a la Madre de Dios y Madre nuestra, la criatura más bella que ha salido de las manos de Dios.

Todos nacemos con el pecado original, que es la herencia de nuestros primeros padres. Sin embargo, la Virgen, elegida para ser la Madre de Dios, la quiso hermosa y limpia desde el primer instante de su concepción. Nunca, ni de lejos, el demonio tuvo parte en Ella.

Por eso, la Iglesia le canta: toda hermosa eres, María. En ti no hay mancha de pecado, por-que Dios te ha elegido para ser su Madre.

3. Diálogo ¿Quién es la Virgen María?.... ¿Cómo se llama el pecado con el que venimos al mundo?... ¿Qué es el pecado original?... La Virgen María ¿tuvo pecado original?... ¿Por qué Dios la quiso tan hermosa?...

4. La Virgen es la Madre de Dios y Madre nuestra, que está en el Cielo en cuerpo y alma. La madre es siempre el espejo en el que se deben mirar los hijos, para aprender de ella las cosas bue-nas que nos enseña.

Mirar con cariño, especialmente en estos días, a nuestra Madre del Cielo, porque Ella es el ideal que hemos de imitar.

Hoy nos habla de pureza, de limpieza plena del corazón... Somos templos de Dios, miembros de Cristo. Guardar el corazón y la vida sólo para nuestro Dios. Tuyos somos, y tuyos queremos ser.

María, tú eres la Madre de Dios. ¡Qué grande eres! ¡Qué poder tienes!

Tú eres mi Madre y eres también Madre de todos los hombres.

Domingo 3 de Adviento (B) Jn 1, 6-28.

Evangelio:

Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimo-nio de la luz (...) Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jeru -salén sacerdotes y levitas a preguntarle: « ¿Quién eres tú? » El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.» Y le preguntaron: « ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: « No lo soy.» « ¿Eres tú el profeta? » Respondió: « No.» Entonces le dijeron: « ¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo? » Dijo él: « Yo soy voz del que clama en el de-sierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: « ¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta? » Juan les res -pondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no cono-céis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.» Esto ocurrió en Beta-nia, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

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1. Un día el Arzobispo de Valencia, don Marcelino Olaechea, acompañado de su secretario, visitó al Fundador del Opus Dei. Se abrazan con cariño. Les une una fuerte amistad de muchos años. Aún están de pie, cuando le pregunta al anciano Prelado:

— « ¿A quién piensa que he saludado primero?»

A mí; me ha saludado ahora mismo, le contesta el Arzobispo.

— «Se equivoca usted, don Marcelino».

A ver, Josemaría, explíquese.

— «Cuando alguien va acompañando a un personaje, hay que saludar primero al personaje ¿no es cierto?»

Sí... y, precisamente hoy, yo vengo con mi secretario...

— «No. Usted viene con su Ángel custodio. ¡Él es el personaje!».

2. Hoy nos dice el Evangelio que los judíos también hicieron a Juan Bautista varias preguntas: « ¿Quién eres tú?» Él confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.» Y le preguntaron: « ¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» Él dijo: « No lo soy.» « ¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.» Entonces le dijeron: « ¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Dijo Él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».

Es muy importante decir siempre la verdad, sin miedo a que nos reprendan, porque la ver-dad es Jesús que nos quiere mucho. Y a Jesús hay que amarle y defenderle por encima de todo.

La verdad no es lo que hacen todos porque lo hacen todos, lo que agrada a la mayoría, lo que muchas veces enseña la TV... , sino que:

“La verdad es lo que es,

y sigue siendo verdad,

aunque se piense al revés”.

3. (Diálogo) ¿Qué preguntaron los judíos a Juan el Bautista?... ¿Qué les respondió?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿A qué ha venido al mundo?... ¿Dónde está ahora Jesucristo?... ¿Para qué se ha quedado en el Sagrario?...

4. Los verdaderos amigos se conocen, de modo especial, por el trato que tienen. Nosotros hemos de tratar y acompañar mucho a Jesús en el Sagrario, para conocerle más, y aprender a que-rerle con todas las fuerzas. Hemos de aprender también sus enseñanzas que se contienen en el Catecismo. Así lo daremos a conocer a los demás.

Los buenos amigos se tratan, y se buscan con afán.

Yo no quiero vivir solo, Jesús, porque necesito tu amistad

Domingo 4 de Adviento (B) Lc 1, 26-38.

Evangelio:

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, por-que has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altsimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respon-dió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altsimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha con-cebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ningu-na cosa es imposible para Dios. » Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

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1. Como recuerdo del «Día de las familias» regalaron al Papa Juan Pablo II un álbum con nue -ve mil firmas de personas de todo el mundo.

Junto al álbum le entregaron también un díptico con dos esmaltes: uno era la imagen de la Virgen de Czestochowa con el «Totus tuus», el otro un retrato de la madre del Papa, con esta ins-cripción: «Amo te».

El Papa, contemplándolo emocionado, dijo:

— «Mis dos madres polacas. Es un regalo de buenos hijos».

2. Con estas palabras el Papa nos hace hoy otro regalo a cada uno de nosotros: nos enseña a querer más a la Virgen y a nuestros padres.

En estos días anteriores a la Navidad, el Evangelio nos recuerda que el arcángel san Gabriel visita a Nuestra Señora para darle un encargo de parte de Dios. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altsimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

Ante el querer de Dios, la Virgen sólo tuvo una palabra: Sí. «He aquí la esclava del Señor; há-gase en mí según tu palabra.» De este modo aceptaba plenamente lo que Dios quería de Ella. ¡Qué buena es María!, vive sólo para obedecer a Dios.

3. (Diálogo) ¿A quién envió Dios a la Virgen María?... ¿Qué dijo el ángel a la Virgen?... ¿Quién es la Virgen María?... ¿Dónde está ahora la Santsima Virgen?... ¿Qué respondió la Virgen al ángel Gabriel?... ¿Qué nos enseña la Virgen María en este Evangelio?...

4. Dios habla a los hombres de muchos modos. Ayer habló con María por medio de un ángel, que le traía un mensaje de parte suya. Habló con los Apóstoles por medio de Jesucristo... Hoy ha-bla con cada uno de nosotros por medio de nuestros padres, de los tutores y profesores, de los ca-tequistas, y también a través de los distintos acontecimientos... Nada pasa por casualidad. Todo son llamadas de Dios a nuestra alma. Él espera nuestra respuesta.

Ante la llamada de Dios, que busca siempre mi bien, sólo cabe una respuesta digna: el «Sí» de la Virgen. «Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad». Obedecer a la primera es lo que más agrada a Jesús.

La vida del hombre en la tierra es un camino hacia el Cielo.

Seguir en todo a Jesucristo debe ser lo que más prefiero.

Natividad del Señor (B) Lc 2, 1-14.

Evangelio:

Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadro-nase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de Da-vid, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le en-volvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su reba-ño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: « No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servi -rá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. » Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace».

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1. José y María viven en Nazaret, lugar donde José tenía su trabajo profesional, era el carpin-tero del pueblo.

La vida de estos esposos externamente era idéntica a la de tantas familias de aquel pueblo: José dedicado a su taller, y María a las tareas de la casa. Y los dos la mar de contentos, porque es-taban haciendo la voluntad del Señor.

Un día, a la hora de comer, oyen el aviso del pregonero que les daba a conocer a todos los vecinos de Nazaret una orden del Emperador de Roma: cada uno debía ir a empadronarse, a alis-tarse, al pueblo del que provenían sus antepasados. Lo que significaba que José y María debían ir a Belén.

Después de preparar las cosas y cargarlas en un borrico, se ponen en camino. Iba a durar nada menos que unos tres días.

Ya llegan a Belén. María pregunta a José:

— ¿Dónde nos hospedaremos para que pueda nacer el Niño?

No te preocupes, mis parientes nos recibirán en su casa.

Pero no fue así. No hubo lugar para ellos, ni entre sus parientes, ni en la posada. Tuvieron que ir a una cueva donde los pastores encerraban el ganado. Allí, a media noche, abandonado de los hombres, y acompañado de los ángeles del Cielo, nació el Hijo de Dios, hecho Niño.

2. En las cercanías de Belén había unos pastores que vigilaban sus ovejas por la noche. Dios les envió un Ángel que les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Los pastores, ni cortos ni perezosos, se ponen en camino y encuentran a José y María que mi-raban al Niño Jesús puesto en un pesebre. Los pastores le adoran, le besan y les entregan sus rega-los, las cosas que ellos tenían: leche, pasas, higos almendras y nueces. María y José les quedan muy agradecidos por ese detalle de cariño con Jesús.

3. (Diálogo). ¿Dónde vivían José y María?... ¿A qué se dedicaba José?... ¿Y María?... ¿Qué mandó el Emperador César Augusto?... ¿Qué hicieron José y María?... ¿Dónde tuvo que nacer Je-

sús?... ¿Por qué?... ¿A quienes avisaron los ángeles?... ¿Qué hicieron los pastores?... ¿Qué le rega-laron a Jesús?...

4. El Hijo de Dios viene al mundo por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Todavía no se han enterado muchos niños, jóvenes, hombres y mujeres. Nosotros que creemos que el Niño Jesús es nuestro Salvador, lo hemos de comunicar a todos. Les hemos de decir que Dios nos ama; que Jesús nos busca para salvarnos. No hemos de ser como los habitantes de Belén que le cerraron las puertas de sus casas. Le voy a abrir las puertas de mi alma, y le diré: ¡Jesús, ven a mí. No tardes!

Jesusito de mi vida. Eres niño como yo.

Por eso te quiero tanto, y te doy mi corazón.

Sagrada Familia (B) Lc 2, 41-52.

Evangelio:

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; to-dos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

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1. Jesús, José y María vivían ya en Nazaret. Todos los años los judíos hacían una peregrina-ción especial al templo de Jerusalén para honrar a Dios y celebrar la Pascua. La ley establecía que los niños no asistiesen a ella hasta cumplidos los 12 años.

Cuando Jesús llegó a cumplir los doce años esperaba con inmensa ilusión acompañar a sus padres en los actos religiosos que se hacían en el templo de Jerusalén para honrar a Dios.

Salen juntos todos los habitantes de Nazaret, como una gran peregrinación que marcha ale-gre hacia Jerusalén. Los niños caminan jugando por aquellos senderos y montes. Al final llegan a un montculo desde donde se divisa la Ciudad Santa, dominada por el Templo. Al contemplarlo, can-tan todos formando un solo coro:

— « ¡Que alegría cuando me dijeron, vamos a la Casa del Señor!».

Llegan al Templo y escuchan allí las explicaciones que los sacerdotes hacían de la Palabra de Dios;

2. Pero sucedió una cosa inesperada para José y María. Al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hi-cieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Ahí tenéis a José y a la Virgen buscando a Jesús, llenos de pena, porque no sabían donde po-día estar. Empiezan a buscarlo entre parientes y conocidos. ¡Y nada! Se vuelven a Jerusalén. Y su-cedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, es -cuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Y bajó con ellos a Na-zaret, y les obedecía.

3. (Diálogo) ¿Quienes forman la Sagrada Familia?... ¿Dónde vivían?... A ¿dónde iban los ju-díos para celebrar la Pascua?... ¿Qué hizo Jesús cuando tuvo 12 años?... Y ¿qué ocurrió con Jesús en Jerusalén?... ¿Dónde le buscaban?... Al final ¿dónde le encontraron?.... ¿Qué le dijo la Virgen a Jesús?... ¿Qué le respondió Jesús?... Y al volver a casa ¿qué hacía Jesús?...

Hemos de contemplar mucho a Jesús para aprender de Él, que es nuestro modelo, a obede-cer a Dios y a nuestros padres.

Estoy seguro que si viéramos a Dios con los ojos de la cara, le obedeceríamos a la primera, porque es lo más grande y lo más hermoso que podemos hacer. No te olvides que Dios lo ve todo y te acompaña siempre. Recuerda:

Dios siempre me ve. Dios siempre me mira

Quiero portarme bien de noche y de día.

Maternidad divina de María (B) Lc 2, 16-21.

Evangelio:

Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y vién-dole contaron lo que se les había dicho acerca del Niño. Y cuantos los oían se maravillaban de lo que les decían los pastores. María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había di-cho. Cuando se hubieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el Ángel antes de ser concebido en el seno.

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1. Tengo un amigo, muy amigo, sacerdote como yo, que va cada día a visitar a la Santsima Virgen del Pilar, que se ha dignado venir a Zaragoza en carne mortal para cuidar de nosotros como la mejor de las Madres.

En una ocasión, precisamente el dos de enero, día de la venida de la Virgen del Pilar a Zara-goza, nos encontramos los dos: él que salía de ver a la Virgen y yo que iba a estar con Ella un ratico. Le dije:

— Luis, hoy ¿qué le has pedido a la Virgen?

Me contestó sin dudarlo un momento:

— «Hoy no le he pedido nada. Hoy le he dicho sencillamente ¡Gracias, Madre! por haber ve-nido a esta ciudad, para cuidar de todos».

Qué bonita contestación la de este sacerdote, ¿verdad?

2. Hoy, precisamente, al empezar el nuevo Año, celebramos la fiesta de la Maternidad divina de la Virgen; el ttulo más grande que Dios ha preparado para Ella. Es la Madre del Hijo de Dios, he -cho hombre para salvarnos a todos. Y es también Madre de todos los hombres. La Madre de Dios, a la que nada puede negar y por la que todas sus gracias llegan a nosotros, es mi Madre.

Nosotros la vamos a mirar con inmenso cariño, y le diremos con el corazón lleno de alegría: “Dios te salve, María, Hija de Dios Padre. Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo. Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo”.

¡Madre, más que Tú, sólo Dios!

La Virgen nos dice el Evangelio de hoy que todas las maravillas que contaban los pastores de Jesús, eran un tesoro. Y Ella las guardaba en su corazón y las meditaba. De este modo aprendía las enseñanzas de su Hijo y las vivía, dándole muchas alegrías.

Y los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho.

3. (Diálogo) ¿Qué fiesta celebramos hoy?... ¿Quién es la Virgen María?... ¿Cómo se llama la Madre de Jesús?... Y el esposo de María, ¿cómo se llama?... ¿Dónde vivían José y María cuando Je-sús era pequeño?... ¿Qué hicieron los pastores la Nochebuena?...

4. Jesús bajó con sus padres a Nazaret y les obedecía. Eso es lo más grande y hermoso que podemos hacer con nuestros padres y con las personas mayores, aunque veamos que haya quie-nes se olvidan de obedecer.

Mirad, obedecer es como fundir nuestra voluntad con la de Dios, y quedarnos empapados de la riqueza de Dios, como el que se lanza a la piscina se moja con el agua.

Hemos de guardar en nuestro corazón esta enseñanza de Jesús, y pedirle que nos esforce-mos para vivirla siempre. Haremos felices a nuestros padres, y Jesús estará muy contento de noso-tros si nos esforzamos por obedecer siempre a la primera.

Jesús, José y María; enséñame a obedecer siempre a la primera.

Domingo 2 después de Navidad. (B) Jn 1, 1-18.

Evangelio:

En el principio exista la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella es-taba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron (...) La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

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1. Hace millones de años no exista nada: ni la tierra, ni los animales, ni el hombre... Sólo Dios exista. Ahora vemos muchas cosas: las montañas, los mares, el sol, la luna, las estrellas, las plan -tas... Todas estas cosas las ha creado Dios, es decir, las ha hecho de la nada, sólo con su Palabra. Mando que se hiciera el sol, la luna, las estrellas, las plantas... y todo se hizo tal cual Dios había mandado.

Esto escuchaba un día Juanito de boca de sus padres, repasando el catecismo en la sala de estar. De repente se cubrió la cara con sus manos y exclamó:

— Mamá, ¡qué grande y poderoso es Dios que con su palabra puede hacer todo lo que quie-re!

Mira, Dios puede más que los padres; estos quieren sanar al hijo enfermo y no pueden. Más que los sabios de este mundo, que ignoran mucho más de lo que saben. Más que todos los reyes de la tierra y más que todos los hombres juntos, porque no pueden añadir ni un dedo a su estatu-ra.

2. Dios es infinitamente rico; su riqueza no está fuera de Él, sino en su intimidad. Su riqueza es Él mismo, su Palabra, su Hijo: En el principio exista la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinie-blas, y las tinieblas no la vencieron.

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios.

Hoy ese Dios tan poderoso y tan grande nos quiere hacer partcipes de su riqueza, de su vida. Nos quiere hacer hijos suyos por la gracia, de tal manera que le podamos llamar de verdad «Padre» y, como tal, nos hace herederos del Cielo. Es un Padre que nos ama, que nos sigue paso a paso y nos protege, nos comprende, y espera de cada uno de nosotros la respuesta del amor.

Para ello, no debo imitar a los hombres de Belén que cerraron las puertas de su casa al Señor, y no se pudo quedar con ellos; sino que he de abrir de par en par las puertas de mi alma a Dios para que entre en ella y ponga en nuestro corazón su morada. Y sea Él el Señor de nuestra vida.

3. (Diálogo) Cuantas cosas hay en el mundo, ¿verdad? Pero ¿el mundo ha existido siempre?... ¿Quién lo creó?.... ¿Quién es Dios?... ¿Qué es crear?... ¿La riqueza de Dios está fuera, o dentro de Dios?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿Qué hicieron las gentes de Belén cuando iba a nacer Jesús?... ¿Qué espera de nosotros para recibir a su Hijo?... ¿Cuándo nos hacemos hijos de Dios?...

4. Así es, por el Bautismo Dios borra todos los pecados del hombre, derrama en nuestras al-mas el don de la gracia santificante, nos hace hijos suyos y herederos del Cielo. Desde entonces so-mos sagrarios vivos en los que habita la Santsima Trinidad, mientras no la echemos del alma por el pecado.

Hemos de saber apreciar y defender este tesoro grande que Dios ha puesto en nuestras ma-nos tan débiles, siendo muy amigos de conocer a Jesús y aprender el catecismo, y de tratarle en el Sagrario para que nos enseñe a vivir como los mejores hijos de Dios.

Jesús, que te conozca, para que te ame.

Y que te ame, para que te imite.

Domingo 3. Tiempo ordinario. (B) Mc 1, 14-20

Evangelio:

«Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertos y creed en la Buena Nue-va.» Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres» Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras Él».

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1. Todos habéis visto muchas veces el mar... Un día, junto al mar de Galilea, se encontraban Simón y su hermano Andrés, en compañía de otros dos hermanos: Santiago y Juan, preparándose para hacer una gran pesca... Pasa Jesús y les dice una cosa extraña, jamás oída por ellos, y que le agrada mucho a Él: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Ellos dejando las redes le si-guieron».

Contemplemos ese mar en el que se realiza el maravilloso encuentro de Jesús con unos pes-cadores... Escuchemos su conversación con ellos; les dice: Venid conmigo y os enseñaré a «pescar hombres». Y ¿qué es pescar hombres? Enseñarles que sean buenos amigos y compañeros, que se dejen las cosas unos a otros, y que aprendan a hacer bien lo que hacen, para que el Señor esté muy contento.

2. (Diálogo) ¿Quién había en la playa del mar de Galilea? ¿Qué hacían allí Simón y Andrés?... ¿Qué les dijo Jesús?... Y ¿qué hicieron aquellos pescadores?... Y si no le hubieran hecho caso, ¿qué hubiera ocurrido? ¿Serían hoy Apóstoles?... ¡Qué importante es que escuchemos siempre a Jesús y le sigamos!

3. Jesús vive; está aquí con nosotros, y nos habla ahora por medio del sacerdote. Nos pide que le escuchemos y que hagamos lo que nos dice: “Quiero que seáis mis mejores amigos; y que ense-ñéis a otros compañeros vuestros a que lo sean también”. Y ¿qué hemos de hacer para ser tus amigos? Dos cosas para esta semana:

- esfuérzate por hablar bien; y cuando tengas ganas de decir un «taco» ¡calla!, así aprende-rán tus amigos...

- anima a tus compañeros a venir cada domingo a Misa, en la que Jesús nos quiere enseñar a ser sus amigos.

4. Jesús, yo quiero ser tu mejor amigo, pero me olvido muy pronto; quiero pedirte que me cojas de tu mano y que me ayudes a vivir estos propósitos.

Dile muchas veces esta oración:

Jesús, yo solo no puedo nada.

Contigo lo puedo todo.

Ayúdame. Amén.

Presentación del Señor Lc 2, 22-40.

Evangelio:

«Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos picho-nes, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre lla-mado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ha-ber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introduje-ron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se de-cía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: « Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.» Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se aparta-ba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusa -lén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él».

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1. La Sagrada Familia estaba aún en Belén. Hoy salen de viaje. Nosotros vamos a acompañar a José y a María, que lleva a Jesús en sus brazos con inmenso cariño; van camino de Jerusalén. ¡Cuántas cosas le diría la Virgen al Niño Jesús!

Ya se acercan al templo para presentarlo a Dios, de acuerdo con lo que estaba mandado por la ley del Señor. Allí había un anciano muy bueno, llamado Simeón; se alegró muchísimo al recono-cer que aquel Niño era el Salvador del mundo. María lo pone en sus manos, y éste lo ofrece a Dios, seguro de que se compadecerá de los hombres y los salvará.

2. Jesús es muy chiquitn, sólo tiene 40 días; no puede hablar, pero Él enseña no sólo con sus palabras, sino también con su ejemplo. Y ¿qué nos enseña hoy, al ser presentado por sus padres en el templo de Jerusalén y ofrecerlo a Dios?:

- que Dios nos da a todos unos Mandamientos; son 10, y todos los sabéis muy bien de me-moria, ¿verdad?... Ciertamente, eso está muy bien, pero no es suficiente. ¿Habéis visto los indica-dores que hay en las carreteras para que no se pierdan los que viajan? Y ¿qué ocurriría si alguien que va a Madrid no siguiese esos indicadores? Pues mirad, los Mandamientos de la ley de Dios son los indicadores que señalan el camino del cielo.

- que hemos de agradar a Dios sobre todo con las obras, porque «obras son amores y no buenas razones». Todo lo que nos manda nuestro Padre Dios se reduce a un mandato: obedecer a la primera siempre que los padres, profesores o personas que nos quieren, piden que hagamos un encargo.

3. (Diálogo)... ¿Quienes formaban la Sagrada Familia?... ¿A dónde iban con el Niño Jesús?... Y ¿por qué lo presentaron a Dios en el templo de Jerusalén?... ¿Cómo se llamaba aquel anciano que

lo tomó en sus manos y los ofreció a Dios?... ¿Qué nos enseña hoy el Niño Jesús?: obedecer a la primera a la hora de levantarnos. Y hacer las oraciones de la mañana.

4. (Oración) Jesús, yo sólo no puedo nada, porque soy muy débil. Quiero levantarme de la cama a la primera; quiero rezar muy bien esta oración: “Oh Señora mía, oh Madre mía...”, porque sé que te agrada mucho que haga las cosas bien, pero yo necesito tu ayuda poderosa; por eso aho-ra todos juntos vamos a pedir a la Sagrada Familia que nos ayude muchísimo siempre:

«Jesús, José y María; ayudadme a levantarme a la primera,

con valenta».

Domingo 3. Tiempo ordinario /B) Mc 1, 14-20.

Evangelio

Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertos y creed en la Buena Nue-va.» Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres.» Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes, y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

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1. Niño de 10 años. Se llamaba Rufino, y me dijo que él era monaguillo. Estaba a solas con él en la sacrista y le pregunté:

Rufino, tú ¿qué quieres ser de mayor? Sin dudarlo ni un momento contestó:

— ¿Yo?, ¡piloto!...

Y ¿para qué quieres ser piloto?

— Para llevar a muchísima gente de un país a otro, y que vean muchas cosas por esos mun-dos de Dios.

Entonces le dije: pero ¿sabes que yo soy un piloto?

— ¿Sí? ¡No me diga!

Sí; porque trabajo para llevar a los hombres del mundo al cielo. Y no para pasar allí unos días de vacaciones, sino para siempre.

Él se quedó pensativo...

— ¿No te gustaría a ti ser sacerdote para pilotar a muchas almas al cielo?...

Piénsatelo, cuéntales a tus padres lo que hemos hablado, y ya me dirás.

Al cabo de un mes, me vino a ver y me dijo que sus padres se emocionaron al decirles que le gustaría ser sacerdote; pero antes quieren que se lo pida mucho a Jesús; y cuando tenga la edad ya iré al Seminario.

2. Un día, también Jesús se encontró, junto al mar de Galilea, a unos pescadores que estaban echando la red para pescar. Y les dijo:

— «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres».

Era tal la fuerza de la mirada de Jesús que ellos inmediatamente dejaron las redes y le si-guieron. Desde aquel día empezaron a ser los buenos amigos de Jesús.

Junto a Él iban a aprender las enseñanzas, y el camino que conduce a los hombres a la Casa del Cielo.

3. (Diálogo) ¿Qué nos dice el Evangelio de este domingo?... ¿Qué les dijo Jesús a aquellos pescadores?... ¿Qué hicieron ellos?... ¿Sabríais decirme el nombre de dos hermanos que estaban allí?...

4. ¡Qué lección tan bonita de amor a Jesús nos dan estos pescadores del mar de Galilea! Te-nían unas redes, una barca, una profesión... Y todo lo dejaron porque Jesús se les pidió. En cambio, Jesús les dio la vida eterna.

Jesús vive. Está aquí, realmente presente en este Sagrario. Y desde allí nos mira a todos, de un modo especial mira a los niños de los que tan amigo es Jesús.

Él, a través del sacerdote, te llama y te invita a que seas su amigo bueno y fiel, que le sigas, y que le pidas la gracia de ser sacerdote que, como un buen piloto, lleves a muchos a la felicidad del Cielo.

Acércate al Señor, míralo, habla con Él y dile:

Jesús, si tú me llamas,

¡Yo quiero ser tu sacerdote!

Domingo 4. Tiempo ordinario (B) Mc 1, 21-28.

Evangelio:

«Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y queda-ban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: « ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres Tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agi -tándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él. Todos quedaron pas -mados de tal manera que se preguntaban unos a otros: « ¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, ex -puesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.» Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea»

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1. Vamos a unirnos a aquellos que acompañaban a Jesús en su visita a Cafarnaum. Allí había mucha gente: todos esperaban ver a Jesús, porque habían oído que sabía muchísimo, y que hacía grandes milagros para ayudar a los hombres.

Jesús empieza a decir cosas muy bonitas que maravillaban a cuantos le escuchaban; todos «se llevaban las manos a la cabeza» diciendo: —Hay que ver lo que sabe Jesús, y qué bien habla.

Allí había, entre toda aquella multitud, un hombre que estaba poseído por el demonio, y em-pezó a gritar contra Jesús. Jesús miró al enfermo, mandó callar al demonio, mandándole que salie-se inmediatamente de él. El demonio dio un grito muy fuerte y salió de aquel enfermo. Y se fue.

Qué grande y que poderoso es Jesús... Y cuánto nos quiere a los hombres, que nos libera del enemigo de nuestra salvación. En todas tus necesidades acude siempre a Jesús... Él nos espera con todo su Amor.

2. (Diálogo) Estamos acompañando al Señor. ¿Recordáis cómo se llama el pueblo al que iba?... ¿Qué milagro hizo allí?... Y ¿por qué tiene tanto poder?... Jesús ¿sabe muchas cosas?... ¿Lo sabe todo?... Y ¿por qué lo sabe todo?...

¿Quien había delante de Jesús, mientras Él hablaba?... Y ¿qué hizo Jesús?... Los médicos no le pudieron curar; y ¿cómo es que Jesús sí pudo curar a aquel enfermo?... ¿Sabéis que aquel mis -mo Jesús vive y está ahora aquí con nosotros?... ¿Dónde está?... Hemos de acudir con frecuencia al Sagrario a contarle nuestras alegrías y nuestras penas. Él puede curarnos a todos, si le hacemos caso.

3. A nosotros, a nuestros padres y hermanos, a nuestros amigos, les pasan muchas cosas que, a veces, no podemos solucionar. Queremos hablar bien, y se nos escapan palabrotas... Quere-mos perdonar al amigo que no me ha invitado el día de su cumple, y estoy enfadado con él... etc. ¿Ves?:

necesitamos ir a Jesús a decirle que me ayude más, que sea más valiente, que me dé un co-razón grande para querer a todos.

4. Hoy vamos a hacer una promesa a Jesús, que está con los brazos abiertos para acogernos a todos y ayudarnos: todos los días iré un ratito al sagrario y le diré a Jesús:

¡Jesús, mírame!

¡Jesús, escúchame!

¡Jesús, ayúdame!

Domingo 5. Tiempo ordinario (B) Mc 1, 29-39.

Evangelio:

«Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la le-vantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba ha-blar a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se le-vantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios».

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1. El Papa recorre el mundo para hablar de Dios a todas las gentes. Así hacía también Jesús, y de Él lo ha aprendido el Papa. ¿Sabéis cómo se llama el Papa?... ¿Dónde vive?... Mirad, cuando el Papa visita una ciudad, todos le quieren ver, desean estar cerca de él, y hasta buscan el modo de poder hablar con el Papa. Sabemos que es «el dulce Cristo en la tierra». A Jesús también le quieren ver todos. ¿Sabéis quién es Jesús? Ahora lo vais a aprender: Jesús es el Hijo de Dios, hecho Hom-bre, que nació de la Virgen María.

Jesús es el Hijo de Dios, hecho Hombre en el seno de la Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo. Ha venido al mundo sólo por amor a los hombres. Y para que nos demos cuenta de cuánto nos quiere, fíjate lo que nos cuenta el Evangelio de hoy, lo que hizo en este día:

- acompañan a Jesús dos de sus amigos: Santiago y Juan...

- van a casa de los hermanos Simón y Andrés; y allí cogió de la mano a la suegra de Pedro que estaba enferma, y la curó...

- se entera la gente del milagro que ha hecho Jesús, y al atardecer le llevan a todos los enfer-mos y poseídos del demonio. Curó a muchos de sus dolencias y expulsó a los demonios. Todos se maravillaban de lo que hacía Jesús y le daban las gracias. Decían: ¡Qué bueno es Jesús! ¡Cuánto nos quiere!

Así les enseñaba que Él hacía milagros porque es verdadero Dios, y el Salvador del mundo.

2. (Diálogo) ¿Quiénes son los que acompañan a Jesús a casa de Simón?... ¿Qué hizo en aque-lla casa?... Y ¿cómo la pudo curar sólo cogiéndola de la mano?...

¿Qué hizo la gente cuando se enteró que Jesús estaba allí?... Y ¿cómo es que los médicos no podían curar a aquellos enfermos, y Jesús los sanaba con su palabra?... Decidme ¿quién es Jesu-cristo?... ¿Dónde está ahora Jesucristo?...

3. Ahora Jesús a todos nos quiere curar el alma, perdonando los pecados, y así poder ser sus mejores amigos; nos quiere felices siempre con Él en el Cielo.

Por eso nos dice a todos nosotros: «Venid a Mí todos los que sufrís... y Yo os aliviaré». Venid a Mí, que os perdonaré..., que os enseñaré a ser buenos, santos. Venid, que Yo os ayudaré...

4. ¿Tú quieres ser bueno, limpio, santo? Ven a Mí. Te espero en el Sagrario, en la Comunión. Y antes te espero en la Confesión para limpiarte el alma; así me recibirás con el cariño con que le recibían los santos.

Dile a Jesús, cada vez que te das cuenta que has hecho una cosa mal:

¡Perdóname, Señor, y ayúdame más!

Aprende la comunión espiritual y repítela muchas veces:

«Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santsima Madre; con el espíritu y fervor de los santos».

Domingo 6. Tiempo ordinario (B) Mc 1, 40-45.

Evangelio:

«Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes lim-piarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.» Y al ins-tante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.» Pero él, así que se fue, se puso a prego-nar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes».

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1. Hoy el Evangelio nos habla de una enfermedad muy mala, que se llama lepra; además en aquellos tiempos la lepra era contagiosa e incurable. Por eso, la ley obligaba a los leprosos a vivir solos en el campo; así a nadie contagiaban la enfermedad.

En medio de unos campos había un caserío en el que estaban viviendo los leprosos. Un día pasaba por allí Jesús con sus discípulos. (Nosotros vamos a unirnos al grupo de los que acompañan al Señor. Vamos a mirar a Jesús y a fijarnos en lo que dice y hace). De repente se le acerca un lepro -so que daba pena: la carne se la comía la enfermedad... No le da ninguna vergüenza enseñarle toda su miseria. Jesús le miraba con cariño. El enfermo, de rodillas, le suplica:

— «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Al ver aquel leproso, se conmueve y «compadeci-do de él, extendió su mano, le tocó y le dijo:

— Quiero; queda limpio». ¡Qué contento se puso el enfermo!; lleno de agradecimiento, de-cía a todos los que encontraba por el camino y por los pueblos, que Jesús le había curado.

2. Estamos acompañando a Jesús que hace el bien a todos... Vemos que la gente le lleva a los enfermos para que los sane. Vosotros sabéis muy bien que hay enfermedades del cuerpo y del alma. La lepra es una enfermedad del cuerpo, la gripe, etc. Y reñir, enfadarse, desobedecer, esto es, pecar es la enfermedad del alma. Jesús puede curar unas y otras porque es Dios.

Los enfermos acuden al médico para que los cure. Y el médico, al atender a un enfermo, le pregunta ¿qué te pasa?... El enfermo siempre le dice la verdad; allí donde le duele. ¿Te imaginas a un enfermo grave de corazón al que el médico le pregunta, y le miente?... ¿Se podrá curar? ¡No!, por mentiroso, por tonto.

3. (Diálogo) Decidme alguna enfermedad del cuerpo... Ahora otra que sea una enfermedad del alma... ¿Qué enfermo sale hoy al encuentro de Jesús pidiéndole que le cure?... ¿Cómo se pone ante Él?... ¿Le manifiesta con sinceridad la enfermedad, o se la oculta?... ¿Qué hubiera ocurrido si el leproso hubiese ocultado su enfermedad a Jesús?... ¿Qué petición le hace a Jesús?... ¿Qué le contestó Jesús?...

El leproso, curado por Jesús, se fue muy contento, y decía a todos con los que se encontra-ba: ¡Es Jesús quien me ha hecho el milagro! Así hemos de ir a confesarnos: manifestando toda la verdad de nuestra alma al confesor, que es Jesús. Si callamos algún pecado grave, la confesión está mal hecha; y no sólo no se nos perdonan los pecados, sino que añadimos otro más a los que tenía-mos, es el pecado de sacrilegio, por habernos confesado mal.

4. Hemos de dar muchas gracias a Dios porque cuida de nosotros, nos da todo lo que somos y tenemos. Y si pecamos, nos espera para perdonarnos en la Confesión. Queremos vivir siempre en gracia de Dios. ¡Nunca acostarnos en pecado mortal!

Le decimos con mucha confianza a Jesús:

Gracias por tu perdón, gracias por tu amistad.

Haz que nunca la pierda por el pecado mortal.

Y si un día la pierdo, correré a confesar.

Domingo 7. Tiempo ordinario (B) Mc 2, 1-12.

Evangelio:

«Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multi-tud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolga-ron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pe -cados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levánta-te, toma tu camilla y vete a tu casa." Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

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1. Jesús hacía cosas tan buenas y tan maravillosas, que su fama corría por todas partes. En un pueblecito había un chico muy enfermo, estaba paralítico. Sus amigos le querían muchísimo; cada día, al acabar su trabajo, iban a hacerle compañía y le contaban las noticias del día. Hoy le comuni-can una muy especial: los milagros que hacía Jesús... Le dijeron:

— ¿Quieres que te llevemos a Él?...

— Ya lo creo. Lo deseo vivamente. Porque tengo unas ganas de curarme, que no podéis ima-ginar.

Sus amigos hicieron una camilla, le colocaron en ella, y ¡a caminar! con el enfermo a cuestas, hasta llegar a Jesús. Lo encuentran rodeado de una gran multitud a la que hablaba de las cosas de Dios... No pueden pasar... Suben a la terraza, hacen un boquete, descuelgan la camilla y al enfermo y lo colocan delante de Jesús. Todos contemplan asombrados la escena. Jesús le mira con ternura y le dice:

— «Hijo, tus pecados quedan perdonados». Lo cual produjo cierto escándalo en algunos que estaban allí. Jesús los mira y les dice:

— « ¿Por qué pensáis mal en vuestro corazones? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados»? o decirle. «Levántate, coge tu camilla y echa a andar» Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra de perdonar los pecados..., le dijo al pa-ralítico: «Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa». Todos quedaron maravillados y decían: « Nunca hemos visto una cosa igual».

2. (Diálogo). Nosotros queremos acompañar siempre a nuestro Jesús, especialmente en la Misa del domingo. En ella oímos hablar de Él, le escuchamos con atención, y de este modo le que-rremos más. Hoy son muchos los que le escuchan; pero decidme: de entre todos los que escuchan a Jesús ¿quien es el protagonista?... ¿Quienes llevan a ese enfermo a Jesús?... ¡Esa es la verdadera amistad! Nosotros hemos de acercar también a nuestros amigos al Catecismo. ¿Qué es lo primero que hace Jesús al paralítico, curarle o perdonarle los pecados?... ¿Qué es más importante la vida del alma o la del cuerpo?... Hoy ¿dónde y cómo nos perdona Jesús los pecados?... Fijaos lo impor-tante que debe ser recibir el perdón, porque esta idea la repite con insistencia en su predicación.

3. Nosotros debemos confesarnos con frecuencia y con sinceridad para recibir el perdón de los pecados. Preparar muy bien nuestra confesión, siguiendo las cinco cosas necesarias: ¿Sabéis cuales son?.. (Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pe-cados al confesor y cumplir la penitencia). Fíjate bien cómo te has preparar:

— antes de la confesión, cuida el examen de conciencia, el dolor de los pecados y el propósi-to de la enmienda.

— en la confesión, la sinceridad para abrir el alma de par en par a Cristo, representado por el sacerdote.

— y después de la confesión, el cumplimiento de la penitencia.

4. Acude con frecuencia la Santsima Virgen, que es nuestra Madre, y pídele que te lleve a Je-sús.

Reza así a la Virgen:

«Muéstrame a Jesús,

fruto bendito de tu vientre».

¡Madre que nunca me separe de Él!

Amén.

Domingo 8. Tiempo ordinario (B) Mc 2, 18-22.

Evangelio:

«Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: « ¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: « ¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pelle-jos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nue-vos».

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1. Me contaba un niño, que sus padres hablan a solas frecuentemente con él. Y ¿de qué ha-bláis?, le dije. Muy sencillo. Mi padre, que es mi mejor amigo, después de venir de trabajar me lla -ma y me dice: «cuéntame lo que has hecho hoy en el colegio..., en la excursión...., en el “cumple” de tu amigo, etc.». Pues mira, hoy, durante el recreo, hemos jugado un partido de fútbol, y lo que más me ha llamado la atención es que, durante el partido, mi amigo Toño, que es el portero del equipo, hizo una salida tan expuesta que cayó de mala manera y se hizo mucho daño. Mientras, un grupo de compañeros empezaron a reírse y a burlarse de él. Sin embargo, mi amigo Juanito se acercó, le ayudó a levantarse y lo atendió. Toño, desde entonces, le está muy agradecido.

— El padre le preguntó: a ti qué te parece, lo que hicieron aquellos chicos que se reían de Toño, ¿estuvo bien o mal?... ¿Por qué?... Y lo que hizo Juanito ¿estuvo bien o mal?... ¿Por qué?... Y si todos los niños de una clase mienten, y además son unos acusicas, ¿obran bien o mal?... ¿Por qué?...

Mira, no lo olvides nunca: sólo es bueno lo que agrada a Jesús. Y todo lo que le desagrada es malo, aunque lo hagan todos los hombres.

2. Hoy Jesús, que es el Maestro, nos enseña en el Evangelio el camino que lleva al cielo. ¿Cuál es?: escuchar sus enseñanzas... y esforzarme por hacer las cosas bien como Juanito; pedirle ayuda para cumplir el deber de cada instante, aquello que Él nos pide, aunque cueste un poco. Dile: «Je-sús, que haga buena cara». Esto no gusta a los fariseos, es decir, a quienes siempre quieren tener razón, aunque estén equivocados. Pero hace sonreír mucho a Jesús.

3. Jesús, yo quiero hacer lo Tú me dices a través de mis padres, de los profesores y de los tu-tores, que son como tu altavoz. Es verdad que obedecer con prontitud, decir siempre la verdad, hablar bien cuesta un poco, pero ¡vale la pena! Así, poco a poco, llegaré a ser santo.

4. Y como yo soy tan olvidadizo y, a veces un comodón, quiero acudir a Ti para que me ani-mes a decirte de verdad: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad».

Repite muchas veces al día esta petición:

Padre nuestro,

que estás en el Cielo,

¡Qué te diga siempre Sí!

Domingo 1 Cuaresma. (B) Mc 1, 12-15.

Evangelio:

A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertos y creed en la Buena Nueva.»

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1. Empezamos la Cuaresma...Tiempo de preparación para la Pascua. Es un largo camino que hemos de recorrer con Jesús... hasta llegar a la meta que es la Resurrección.

Jesús va a manifestarse al mundo como el Mesías, el Hijo de Dios, que viene a salvar a todos los hombres del pecado, para que podamos ir al Cielo.

Antes se quiere ir a un lugar desierto, para estar a solas con su Padre del Cielo. Allí hablará con Él de lo que quiere decir a las gentes (que Dios les quiere mucho, que les va a enseñar el ca -mino del Cielo, que nos hemos de querer todos porque somos hijos de un mismo Padre, etc.); y de lo que quiere hacer en el mundo (quiero tanto a los hombres, que daré la vida por ellos en la Cruz para que todos se salven).

Inmediatamente aparece el demonio, se acerca a Jesús y le dice que no salve a los hombres, que no los quiera tanto..., que se preocupe de Él mismo; y entonces le pide que le haga caso a él.

Mira, Tú hace días que no comes, tienes hambre: «haz que estas piedras se conviertan en pan». Jesús le dice: de ninguna manera; porque has de saber que «no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Y es verdad; además del pan necesitamos, para vivir bien, conocer la verdad, la paz, el cariño de los demás... Y todo esto sale de la boca de Dios.

El demonio estaba muy furioso porque Jesús le vencía, Y vuelve a decirle: fíjate que torre tan alta, «échate de aquí a bajo», y todos te aplaudirán. Y Jesús le volvió a decir que ¡No!; que sólo obedece a Dios.

2. (Diálogo). ¿Sabéis dónde se retiro Jesús antes de empezar su vida pública?... Y ¿qué es el desierto?... ¿Hay mucha gente en el desierto?...Es el mejor sitio para rezar.

Y ¿quién se le presentó para tentarle?... ¿El demonio es bueno o malo?... Por eso nunca le hemos de hacer caso. ¿Qué le dijo el demonio a Jesús?... Y Jesús ¿le hizo caso?... ¿Qué le dijo?... ¡Qué importante es aprender la doctrina de Jesús, que está en el Catecismo!

3. Nosotros acompañamos hoy a Jesús en aquel desierto, porque queremos aprender de Él a estar con Dios, a rezar, que es hablar con Dios, nuestro Padre, que nos ama más que todos los pa-dres del mundo juntos. ¡Qué seguros estamos con Dios! Porque Él lo puede todo y nos ama infini-tamente.

Necesitamos rezar, porque solos no podemos hacer nada, nos vencerá la pereza, la desobe-diencia, los enfados. Necesitamos que Jesús nos ayude y nos coja de la mano para que nos lleve por el camino de agradar a Dios en todo. Así venceremos al demonio y agradaremos mucho a Jesús y a la Virgen, que es nuestra Madre.

4. Ahora miramos con los ojos del alma a Jesús que está en el Sagrario, que nos ve, nos oye y nos ama. Así miras muchas veces a tu madre cuando estás lejos: la recuerdas en casa..., la miras... y hasta la oyes y la sonríes... Así miramos ahora a Jesús, y le decimos que nos enseñe a rezar.

Nos habla por medio del sacerdote, que nos anima a rezar muy bien todas las mañanas al le-vantarnos a la primera de la cama; a la hora del Angelus, la Visita al Sagrario y antes de acostarnos.

Le diremos esta oración llenos de confianza:

Jesús, enséñame a ser bueno.

No me dejes caer en la tentación.

Y líbrame del mal. Amén.

Domingo 2 Cuaresma. (B) Mc 9, 1-9.

Evangelio:

Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.» Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» Y de pronto, mirando en derredor, ya no vie-ron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

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1. Jesús acompañado de tres de sus Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan, marchan a un monte alto, donde va a hacer un milagro muy grande: la Transfiguración. Nosotros, en silencio, vamos a unirnos a ese grupo, caminando con ellos hacia aquel monte tan alto al que se dirigen. Unas veces miramos a Jesús que camina, se cansa, suda. Otras, le escuchamos las cosas que dice al oído de aquellos tres amigos. Lo que vais a ver esta mañana en el monte Tabor, es una manifestación del Cielo que os preparo a todos los que seáis de verdad mis amigos.

Al llegar a la cumbre, realiza el milagro: «Su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos quedaron blancos como la nieve». Aparecieron allí Moisés y Elías hablando con Jesús. ¡Qué hermo-so es su rostro! De Él brota la alegría, la paz. Da gusto estar con Jesús. Por eso le dice Pedro: «Se-ñor, que bien se está aquí. Vamos a hacer tres tiendas...». Entonces, una nube luminosa les cubrió, y se oyó una voz del Cielo que decía: «Este es mi Hijo amado... Escuchadle».

2. (Diálogo) ¿A dónde se dirigía Jesús?... ¿Qué Apóstoles le acompañaban?... ¿Qué milagro hizo en el monte Tabor?... ¿Qué decía aquella voz que se oyó desde el Cielo?...

Así que nosotros hemos de escuchar siempre a Jesús. Él nos enseña quien es Dios... Cuántos dioses hay... Cuántas Personas hay en Dios... Quien es la Santsima Trinidad... Vamos a ver si apren-demos a contestar a estas preguntas: ¿Quién es Dios?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Quién es la Santsima Trinidad?

3. Como Dios es nuestro Padre del Cielo, que nos ama más que todos los padres del mundo juntos, y que lo puede todo; vamos a decirle lo que necesitamos para ser mejores: necesito vencer la pereza..., hacer los deberes en casa..., decir la verdad siempre... etc.

4. Vamos a pedirlo cada día, con muchísima confianza, a Dios que es nuestro Padre. Él lo pue-de todo, pero quiere que acudamos a buscar su ayuda continuamente. No te canses. Reza más y mejor.

Cada día repite con frecuencia esta oración:

Padre nuestro, que estas en el Cielo,

Ayúdame ahora y siempre

a decir la verdad con valenta.

Amén.

Y si te das cuenta que has sido cobarde y has mentido, no te desanimes, acércate a Jesús en la Cruz, dale un beso y dile:

Jesús, he mentido. Perdóname.

Te prometo decir siempre la Verdad. Ayúdame más

Domingo 3 Cuaresma. (B) Jn 2, 13-25.

Evangelio:

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará. Los judíos entonces le replicaron diciéndole: « ¿Qué señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levanta-ré.» Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.

1. En tiempos de Jesús, los judíos celebraban una fiesta muy grande; era la fiesta de la Pas-cua, que duraba una semana. Con este motivo, era mucha la aglomeración de gente que acudía al Templo de Jerusalén para honrar a Dios y ofrecerle sacrificios.

Jesús también subió a Jerusalén para cumplir la Ley de Dios. Fue al Templo a rezar y escuchar la Palabra de Dios.

Pero se encontró una situación muy extraña: como iba tanta gente en aquellos días a Jerusa-lén, los vendedores también acudieron allí para hacer el gran negocio... Eran tantos, que ya no ca-bían sus «tenderetes» en la calle, y poco a poco los empezaron a colocar dentro del Templo. Esto le dio mucha pena a Jesús, se puso muy triste, porque la Casa de Dios, que es Casa de oración, la con -virtieron en una especie de mercado. Entonces Jesús hizo con unas cuerdas un látigo y los echó a todos fuera, recordándoles que el Templo es la casa de Dios a la que se acude sólo para rezar y adorar a Dios.

2. (Diálogo) ¿Qué fiesta especial celebraban los judíos en Jerusalén?... ¿Acudía mucha gente o poca?... ¿A qué iban los judíos al Templo de Jerusalén?... ¿Quienes acudían también a poner «tenderetes»... Y cuando no cabían en la calle ¿dónde se ponían?... Eso ¿por qué no le agradó a Je-sús?... ¿Qué hizo con los que vendían cosas en el Templo?... Hoy ¿hemos de hablar, enredar, mirar hacia a tras cuando estamos oyendo Misa?... ¿Por qué?...

3. Jesús es el Maestro que nos enseña hoy una lección muy hermosa: que el Templo, este lu-gar en el que estamos ahora, no es una sala de estar para tener tertulias, sino que es la Casa de Dios a la que acudimos para rezar, para escuchar a Dios que nos habla, para aprender el Catecismo y ser unos buenos hijos de Dios. Todos los que asistimos a esta Misa vamos a prometer a Jesús que estaremos calladicos en el Templo, porque necesitamos el silencio para estar a solas con Dios, para amarle y pedirle ayuda.

4. Jesús, todos los que estamos aquí te prometemos que, cada vez que vayamos a la Casa de Dios, estaremos calladitos, pendientes de Ti que estás vivo en el Sagrario, te acompañaremos y se-remos tus mejores amigos.

Tu primera mirada, al entrar en la iglesia, debe ser el Sagrario. Saluda a Jesús, dale gracias y pídele ayuda. Le puedes decir:

¡Gracias, Jesús.

Perdón, Jesús.

Ayúdame más!

Domingo 4 Cuaresma (B) Jn 3, 14-21.

Evangelio:

«Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»

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1. Una alumna con síndrome de Down se encuentra en el Oratorio del Colegio a las 9´15, cuando sus compañeras estaban empezando la clase.

En el Altar está la imagen de la Virgen, y en un panel lateral el Crucifijo al que besan con fre-cuencia las alumnas

A esa hora el sacerdote estaba en el confesonario esperando a quien atender. La niña creía que estaba sola y que nadie le escuchaba.

Comienza su oración mirando a Jesús en la Cruz y a la Virgen. La niña empieza la oración a su manera; y se percibía muy bien desde el confesonario:

— « ¡Sangre! ¡Jesús, sangre! ¡Oh..., mucha sangre! ¡Mira Madre, mucha sangre!».

Y seguía su oración la niña:

— «Jesús perdón, perdón»

Y de un modo o de otro, durante cinco minutos aproximadamente, repeta estas mismas pa-labras.

Seguro que esta oración le agradó mucho a Jesús y a su Madre.

Nos acercamos a la Semana Santa, al misterio del amor de Dios que entrega a su Hijo a la muerte por nuestra salvación. Ante esta cercanía, recuerda la Historia Sagrada que el pueblo de Dios, cuando caminaba por el desierto hacia la Tierra prometida, se quejó de Moisés diciendo: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en este desierto? No tenemos ni pan ni agua...». Dios, al ver esta ingratitud, les castiga enviándoles un gran número de serpientes venenosas; son muchos los judíos que mueren.

El pueblo se acerca a Moisés diciéndole: «Hemos pecado... Pide al Señor que aleje de noso-tros estas serpientes». Dios escucha su oración y le dice a Moisés: «Haz una serpiente de bronce y ponla sobre un palo. Todos los que la miren después de la mordedura sanarán».

2. (Diálogo). ¿Qué castigo envió Dios a su pueblo mientras caminaba por el desierto?... Y a los que les mordían las serpientes venenosas ¿qué remedió les dio para que curasen?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿Para qué ha venido al mundo?... Y ¿cómo nos ha salvado Jesús?... ¿En qué se mani-fiesta el amor de Dios a los hombres?... Jesús ¿cómo cura ahora las enfermedades de nuestra alma, que son los pecados?... Amemos mucho la Confesión.

3. La serpiente de bronce es figura de Jesucristo. Ella, colocada en el asta, sana a los hebreos mordidos por las serpientes venenosas. También Jesús, puesto en la Cruz y muriendo en el Calva -rio, nos ha redimido de nuestros pecados.

Hemos de dar muchas gracias a Dios, que ha enviado a su Hijo Jesús al mundo para redimir -nos de nuestros pecados, hacernos hijos de Dios y llevarnos al cielo. Y para que podamos vivir como buenos hijos de Dios, hemos de luchar contra el pecado, confesarnos sinceramente con fre-cuencia y querer mucho a la Virgen, porque Ella es el camino para ir y para volver siempre a Jesús.

4. A la Virgen Santsima le dirigimos hoy nuestra oración:

Madre mía amantsima,

en todos los instantes de mi vida,

acordaos de mí, miserable pecador.

Domingo 5. Cuaresma (B) Jn 12, 20-33.

Evangelio:

Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús.» Felipe fue a decírselo a An-drés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tie -rra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará. Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre. » Vino entonces una voz del Cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré.» La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros de -cían: «Le ha hablado un ángel.» Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea llevado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí». Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.

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1. Un sacerdote me contaba que tiene una sobrina que se llama Laia. Cuando estaba para cumplir los dos años, murió su padre; cuya imagen pronto se borró de su memoria.

Iba creciendo y relacionándose con amiguitas en el colegio. Veía que los padres iban a buscar a sus hijas y que estas hablaban con frecuencia de ellos. Laia sólo podía hablar de su madre; esto le causaba cierto dolor.

Cuando ya tenía cinco años, le dijo a su madre: ¡Mamá, yo quiero ver a mi papá! Ella pensó darle ese gusto. Le proyectó el vídeo de su Bautismo, en el que aparecía su padre. Y le dijo: ¡Ese es tu padre! No te puedes imaginar lo contento que estaba el día de tu Bautismo.

La niña, al verlo, le miró y le enviaba besos con su mano. ¿Estás contenta de haber visto a tu padre? Sí, pero querría que estuviese aquí con nosotras.

Jesús pasó haciendo el bien a todos los hombres: enseñaba a cuantos le querían escuchar que Dios es nuestro Padre, que ha enviado a su Hijo al mundo para salvar a todos los hombres; cu-raba a los enfermos, alimentaba a las multitudes porque éstas se encontraban tan a gusto con Él que se olvidaban hasta de comer. Hacía milagros para manifestar que es Dios: curó enfermos, resu-citó muertos. Buscaba a todos y amaba muchisimo a cada persona. Por eso Jesús era conocido en toda Palestina. Pero muchos no sabían aún que Jesús es el Hijo de Dios, hecho hombre, que nació de la Virgen María; y que viene al mundo a salvarnos.

Un día pasaban unos extranjeros, y se enteraron de lo bueno que era Jesús y de las cosas ma-ravillosas que hacía a todos. Se acercan a Felipe y le dicen: Quisiéramos ver a Jesús. Que oración tan bonita. Los Apóstoles le dicen a Jesús que unos extranjeros le querían ver, y Él se llenó de ale-gría, porque también a ellos los quiere salvar.

2. (Diálogo) ¿Quién es Jesucristo?... ¿Para qué ha venido al mundo?... ¿Cómo manifestaba Je-sús que es Dios?... Dime algún milagro que hizo Jesús... Y aquellos extranjeros ¿por qué querían ver a Jesús?... Y ahora ¿dónde tenemos a Jesús?... Hemos de estar con Él un ratito todos los días.

3. Hoy también Jesús quiere enseñar a los padres, a los hijos, a todos, que Él es el Salvador, que nos ama tanto que se va a dejar clavar en la Cruz para que nosotros podamos ir al Cielo.

Estos días hemos de mirar mucho a Jesús en la Cruz, besarla, pedirle perdón y llevar a los de nuestra casa a Jesús que nos espera con los brazos abiertos en el confesonario para perdonarnos y hacernos felices.

4. Mira a Jesús clavado en la Cruz y dile con fe:

Jesús, gracias por tu Amor.

Jesús, perdón por mis pecados.

Jesús, ayúdame más para ser tuyo siempre.

Amén.

Domingo de Ramos (B) Mc 11. 1-10.

Evangelio:

Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y no bien entréis en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os dice: "¿Por qué hacéis eso?", decid: "El Señor lo nece-sita, y que lo devolverá en seguida".» Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, fuera, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: « ¿Qué hacéis des -atando el pollino?» Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les dejaron. Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: « ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!».

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1. Jesús, con sus Apóstoles, está descansando en Betania, donde vivían sus amigos: Lázaro, Marta y María; y ahora salen camino de Jerusalén. Descansan y reponen fuerzas en el monte de los Olivos. Después dice a dos de sus discípulos: «Id a esa aldea que está frente a nosotros. Apenas entréis en ella, encontraréis una borrica atada... Desatadla y traedla. Si alguien os pregunta (,) de -cid que el Señor la necesita...».

Los dos Apóstoles marchan a cumplir el encargo. Jesús y los demás descansan... Cuando re-gresan los dos con el borrico, colocan sobre él sus ropas para que Jesús vaya más cómodo.

Todos se ponen en camino hacia Jerusalén acompañando a Jesús montado en el borriquillo. Muy pronto se extiende la noticia... Al enterarse, las gentes salen de la ciudad y salen al encuentro de Jesús. Muchos se quitan los mantos y los extienden, como una alfombra, por las calles de Jeru-salén, y claman: « ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el Cielo!» Hoy es un día de triunfo para Jesús.

Al atardecer Jesús, tras pasar el día en la ciudad, regresa a Betania con sus discípulos.

2. (Diálogo) ¿Dónde se encontraba Jesús antes de su entrada en Jerusalén?... ¿En qué casa se alojó?... ¿Cómo se llamaban estos amigos de Jesús?... Cuando Jesús descansaba en el monte de los Olivos, ¿a quiénes envió a la aldea que tenían cercana?... Y ¿qué les dijo?... Y ¿para qué quería Je-sús aquel borrico?... ¿Qué decían aquellas gentes que salieron a recibirlo?...

Así, unidos a cuantos reciben a Jesús en su entrada a Jerusalén, le cantamos:

Bendito, bendito, bendito sea Dios.

Los ángeles cantan y alaban a Dios. (Bis).

3. Nosotros, asombrados ante tanto cariño como le manifiestan hoy al Señor aquellas gentes, y ver a Jesús tan contento, le decimos que queremos ser sus amigos, pero amigos de verdad. Y también le decimos al oído, que nunca nos separemos de Él. «No permitas, Señor, que me aparte de Ti».

Sabemos que lo único que nos aparta de su amistad es el pecado. El pecado es una desobe-diencia voluntaria a Dios; es decirle «que no me da la gana». Y claro, esto nos separa de Él. Y como Jesús es el cielo, la alegría, la felicidad..., siempre que nos apartamos de Él, somos unos infelices.

4. Hoy, domingo de Ramos, nos vamos a acercar a Jesús con nuestros padres y con toda nuestra familia, y le diremos:

Señor, Tú eres nuestro Salvador. Apiádate de nosotros,

y ayúdanos a hacer una buena confesión.

Domingo de Pascua. (B) Jn 20, 1-9.

Evangelio:

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y don -de el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sa -bemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Co-rrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro si-guiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

1. Jesús murió en la Cruz para salvar a todos los hombres. Aquella misma tarde del primer Viernes Santo de la historia, dos grandes amigos de Jesús, José de Arimatea y Nicodemo, desclava-ron de la Cruz su cuerpo y lo pusieron en un sepulcro nuevo. No creáis que ese sepulcro era como los que hay ahora en el cementerio. Estaba abierto en una peña. La puerta se cerraba con una pie-dra muy grande, que solía tener la forma de una rueda de molino para poder abrir y cerrar mejor. Allí pusieron el cuerpo de Jesús. Le ungieron con mirra y aromas, le envolvieron en una sábana blanca y cerraron la puerta con la piedra. Pilatos puso guardias, para que nadie se lo llevara.

El domingo muy de madrugada, María Magdalena y sus amigas fueron al sepulcro. Menudo susto se llevaron. La primera en llegar fue María Magdalena y, al ver que estaba quitada la piedra del sepulcro, fue corriendo a avisar a Pedro y a Juan diciéndoles: «Se han llevado al Señor y no sa-bemos donde le han puesto».

Pedro y Juan salen corriendo, pero Juan, que era muy joven, llegó el primero; se asomó al se-pulcro y vio las vendas en el suelo, pero no entró. Al llegar Pedro entra en el sepulcro y vio las ven-das en el suelo, y el sudario enrollado en un lugar aparte. Ahora entra también Juan y, al verlo todo tan ordenado, creyeron que Jesús había resucitado tal como Él mismo les había dicho.

2. (Diálogo). ¿Cómo murió Jesús?... ¿Por qué murió clavado en la Cruz?... Y cuando murió Je-sús, ¿dónde pusieron su cuerpo santsimo?... Y ¿dónde estaba su alma?... Y ¿el cuerpo de Jesús quedó para siempre en el sepulcro?... ¿Quienes bajaron de la Cruz el cuerpo de Jesús?... ¿Donde lo enterraron?... ¿Quienes fueron el domingo muy de mañana al sepulcro?... Y las mujeres ¿qué vieron en el sepulcro?... ¿A quienes avisaron?... ¿Por qué llegó antes Juan que Pedro?... Cuando los dos entraron en el sepulcro ocurrió una cosa muy bonita: «Vieron y creyeron» que Jesús había resucitado. Así recobraron la alegría de saber que Jesús vive ya para siempre.

3. Esta es la gran alegría que llega hasta nosotros y nos llena de alegría: saber que Jesús mu-rió por nosotros y por nuestra salvación; que ha resucitado para no morir jamás. Él vive para siem-pre y nos enseña que nosotros, miembros de su Cuerpo místico, también resucitaremos al final del mundo, y viviremos siempre con Jesús en el cielo, si ahora le queremos de verdad.

4. Creo, Señor, que has resucitado: ya no vas a morir jamás. Tú nos quieres tanto, que has querido quedarte con nosotros en el Sagrario para ser nuestro Amigo y nuestro Alimento, que nos fortalece en el camino que lleva a la Vida. A Ti, Jesús Resucitado, levantamos nuestra mirada y te suplicamos:

Señor, Tú eres el camino.

Y yo soy un caminante.

Quiero seguirte siempre,

de ahora en adelante.

Domingo 2 de Pascua (Domingo de la Misericordia)

Evangelio:

«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quie-nes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero Él les con-testó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: « La paz con vosotros.» Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Dí-cele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»

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1. Todos los domingos leemos el Evangelio en la Misa. Sabéis muy bien que el Evangelio es la historia que cuenta la vida de Jesús.

Nos enseña que Jesús tiene un corazón lleno de bondad y de misericordia. Un día pasaba por un pueblo llamado Naím. Allí vivía una madre, viuda, con su hijo. Había puesto en él toda su espe-ranza. Pensaba y soñaba: cuando sea anciana, mi hijo me cuidará con el mismo cariño con que yo he atendido a él. Este pensamiento le llenaba de paz y de alegría.

Muy pronto, aquel hijo que iba a ser el sostén de su ancianidad murió, y el sueño de sus ilu-siones ya no se podía realizar.

La madre quedó muy triste, y con gran miedo a terminar su ancianidad abandonada de to-dos.

A la hora del entierro pasaba Jesús por Naím. Era mucha la gente que acompañaba a aquella madre desconsolada. Y Jesús, movido a compasión, tuvo misericordia de aquella mujer que se iba a quedar abandonada. Entonces mandó parar la comitiva, y le dijo a aquella madre: «No llores. Y acercándose, toco el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y Él le dijo: joven, a ti te hablo, le -vántate. Sentose el muerto y empezó a hablar, y Él se lo entregó a su madre» (Lc 7, 11-17).

Todos agradecieron a Jesús su compasión por aquella madre viuda que se veía tan sola y abandonada. Ahora, gracias a Jesús, tiene de nuevo a su hijo con ella para que la atienda en sus necesidades.

2. El mismo Jesús que resucitó a este joven murió clavado en la Cruz. Pero al tercer día resu-citó y vive para siempre. El primer don de Jesús resucitado es el sacramento de la Confesión: “A quienes perdonareis los pecados...”. El mismo poder que Él tiene de perdonar lo comunica a los Apóstoles y a los sacerdotes. Y estos pasan horas y horas en el confesonario esperando a cada uno para devolverle la amistad con Dios, la paz, la alegría y la libertad.

Cuando nos acercamos a Jesús, que nos espera ahora en el confesonario para perdonarnos los pecados, allí nos resucita, nos devuelve la vida de gracia que habíamos perdido por el pecado mortal y nos abre las puertas del Cielo.

Jesús, nos dice el Evangelio de hoy, acogió a Tomás, que se portó muy mal con los Apóstoles y con Jesús. No les hizo ningún caso al anunciarle que el Señor había resucitado: «si no meto mis dedos... y mi puño en el costado, no lo creo».

Se les presentó de nuevo Jesús estando Tomás con ellos, y le dijo a Tomás, ven aquí. ¿Ves mis llagas..., ves mi costado? Mete ahí tu puño y no sea incrédulo sino fiel. Y Tomás le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!... Le perdonó, y Tomás se quedó con los demás Apóstoles.

3. (Diálogo) Entre otras muchas personas, ¿quiénes vivían en Naím?... ¿Por qué lloraba tanto la madre de este hijo?... Y cuando lo llevaban a enterrar, ¿quién pasó por allí?... ¿Qué milagro hizo Jesús?... ¿Quién puede resucitar a un muerto?... Y ¿Jesús es Dios?...

4. Hemos de dar muchas gracias a Dios cada día porque es misericordioso con nosotros: se queda en el Sagrario..., está dispuesto a perdonar siempre..., quiere que estemos con Él en el Cie-lo...

Vamos a mirarle en el Sagrario y le decimos como Tomás:

Señor mío y Dios mío.

Me abandono confiadamente

en tu Corazón misericordioso.

Domingo 2 de Pascua. (B) Jn 20, 19-31.

Evangelio:

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se ale-graron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, tam -bién yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes per-donéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» To-más, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípu-los le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: « La paz con vosotros ». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

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1. ¿Habéis visto alguna persona triste?... Qué pena da, ¿verdad? Tristes y muy tristes estaban los Apóstoles desde el Viernes Santo, porque Jesús, al que tanto querían, había fracasado. Su vida acabó en la Cruz como la de un criminal.

Ante esta situación de los Apóstoles, Jesús resucitado tenía una gran tarea que realizar con ellos: enseñarles y convencerles que Él ha resucitado y vive para siempre.

Con este deseo de devolverles la fe y la alegría, empezó a aparecerse a unos y a otros. El mis-mo día de la Resurrección por la mañana, estando los Apóstoles en el Cenáculo, con las puertas ce-rradas por el miedo, entró Jesús y les dijo: «la paz sea con vosotros». Ellos se llenaron de alegría de volver a ver a su Señor...

Pero, allí no estaba Tomás... Se lo contaron todo; y él no les creía... Hasta llegó a decirles:

— Mirad yo no os creo a ninguno de vosotros... Sólo creeré en Jesús si meto mis dedos en las heridas de sus manos, y mi puño en su costado abierto por la lanza del soldado.

A los ocho días, todos los Apóstoles, incluido Tomás, estaban reunidos en el mismo lugar. De nuevo se aparece Jesús. Todos se alegran muchísimo. Después de unos momentos de silencio, Je-sús se fija en Tomás y le dice con inmenso cariño:

— Ven aquí, Tomás, «mira las heridas de mis manos; mete en ellas tus dedos. Mira también mi costado abierto, mete tu puño. Y no seas incrédulo, sino creyente»

Tomás se avergonzó de lo que había dicho, de su falta de fe. Y puesto de rodillas ante Jesús, le dijo.

— « ¡Señor mío, y Dios mío!»

Y Jesús, para consolar a todos los que íbamos a creer en Él, le dijo:

«Porque me has visto, Tomás, has creído. Bienaventurados aquellos que no vieron y creye-ron»

2. (Diálogo) Después de la muerte de Jesús, ¿dónde se retiraron los Apóstoles?... ¿Por qué cerraron las puertas?... ¿Quién se les apareció?... ¿Estaban todos o faltaba alguno?...

Y ¿qué les dijo Tomás cuando le contaron que habían visto a Jesús?... Y cuando Jesús se les volvió a aparecer, ¿qué le dijo a Tomás?... ¿Qué contestó Tomás?

3. Hoy nosotros, que tenemos la suerte de escuchar la Doctrina misma que Jesús enseñó a los Apóstoles, le decimos con inmensa confianza:

Creo que Jesús murió en la Cruz. Creo que al tercer día resucitó.

Creo que salvará a los que le siguen, de la eterna condenación.

Domingo 3 de Pascua. (B) Lc 24, 35-48.

Evangelio:

Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: « ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy Yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que Yo tengo.» Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: « ¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí."» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testi-gos de estas cosas.

1. Yo tengo un amigo al que un año le tocó la lotería de Navidad. Fueron bastantes millones. El mismo día, le llamé para participar en su alegría y decirle que me había alegrado mucho. Él me decía que todos le felicitaban en el pueblo, pero ¿sabes una cosa? «Mira, yo no me lo acabo de creer».

Esa misma era la situación de los Apóstoles al recibir la visita del Señor Resucitado, diciéndo-les: «Paz a vosotros (...) Les mostró las manos y los pies. Y no acababan de creer por la alegría». Pensaban que no podía ser verdad aquella alegría tan grande que sentan al estar con Jesús vivo. A veces pensaban: ¡Igual es un sueño, una imaginación...!

Jesús les tuvo que decir, para que se diesen cuenta que era verdad lo de su Resurrección, que lo que veían no era un fantasma, sino Jesús mismo. Les dijo: « ¿Tenéis algo qué comer? Le ofrecie -ron un pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos» De este modo se dieron cuenta que Jesús ciertamente había resucitado y seguía siendo el Salvador.

2. (Diálogo) ¿Qué hacía Jesús después de su Resurrección?... ¿Para qué se les aparecía?... Se-gún el Evangelio de hoy, ¿quién creían los Apóstoles que era Jesús?... ¿Qué hizo Jesús para darles a entender que no era un fantasma?... ¿Los fantasmas comen?... ¿Jesús comió con los Apóstoles?... Luego no era ningún fantasma, sino Él mismo.

3. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es el milagro más grande de todos cuantos ha realizado. Así nos enseña que es verdadero Dios, y para Él nada hay imposible.

Por eso hace el milagro de quedarse en el Sagrario oculto, escondido, callado, sin quejarse ja-más. Tú míralo muchas veces, creyendo que allí no hay una fotografía de Jesús, (un fantasma) sino que es el mismo Jesús que está en el cielo. Te espera cada día para que le acompañes, le dés gra-cias, y te entregues a Él.

Te invita a recibirle con frecuencia, todos los días, con el alma muy limpia. Acude, desde tu casa, al Sagrario y haz una comunión espiritual:

«Yo quisiera, Señor, recibiros

con aquella pureza, humildad y devoción

con que os recibió vuestra Santsima Madre;

con el espíritu y fervor de los santos».

Domingo 4 de Pascua (B) Jn 10, 11-18.

Evangelio:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a Mí, como me conoce el Padre y yo co-nozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este re-dil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la or-den que he recibido de mi Padre.

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1. Estaba en Jaca atendiendo a muchas familias que veraneaban allí. Un día salí de excursión a la montaña. Como la cosa más natural, me encontré con un pastor que, acompañado de dos her-mosos perros, conducía su rebaño a pastar por aquellas fértiles montañas. Hablamos un momento, y me dijo: «váyanse de prisa a Canfranc, que dentro de poco llega una gran tormenta. Yo también llevo a mis ovejas a un aprisco que está cerquita para que no se mojen. Ellas son mi tesoro, las mimo todo lo que puedo; estos perros son para defenderlas de los lobos>>. Efectivamente, vino la tormenta.

La imagen del buen pastor es la que Jesús ha elegido, para enseñarnos cómo cuida de los hombres: «Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a Mí».

Nos enseña las cuatro cosas maravillosas que, como buen pastor, hace con nosotros:

- el buen pastor conoce a sus ovejas. Jesús es Dios y, con su sabiduría infinita, nos conoce perfectamente a cada uno, penetra hasta lo más escondido de nuestros corazones.

- el buen pastor conduce y guía a sus ovejas para que no se pierdan y las devoren los lobos. Jesucristo, con su ejemplo y con su doctrina nos guía por la senda de la salvación.

- el buen pastor procura a sus ovejas pastos abundantes, y aguas riquísimas. Jesús, el buen Pastor de nuestras almas, nos da el agua de su gracia y nos alimenta con su mismo Cuerpo y San-gre.

- el buen pastor está dispuesto a dar su vida para defender a sus ovejas de los lobos y ladro-nes. Jesús da su perdón, su misericordia y su vida para que seamos santos y podamos vivir siempre con Él en el cielo.

2. (Diálogo) Sabéis ¿quién es el que cuida de las ovejas para llevarlas a pastar al campo?... Y ¿quién es el Buen Pastor?... ¿Quienes son sus ovejas?... Y ¿cuáles son las cuatro señales con las que reconocemos que Jesús es el Buen Pastor?...

3. A estas cuatro pruebas del amor que nos tiene Jesús, hemos de corresponder también no-sotros de cuatro maneras:

- hemos de conocerle cada día más y más. Para ello vamos a procurar conocerle mejor aten-diendo muy bien a la catequesis y a la Misa de cada domingo.

- seguir los ejemplos de obediencia y de oración que nos da Jesús, para hacer felices a nues-tros padres y compañeros.

- acercarnos con frecuencia a recibir la Comunión y el sacramento de la Confesión.

- que estemos dispuestos, con la ayuda de Dios, a morir antes que cometer un pecado mor-tal.

4. Jesús, el Buen Pastor de los hombres, quiere que haya un solo rebaño y un solo Pastor; que todos los hombres conozcamos y amemos a Dios con toda nuestra alma. Hemos de rezar mu-cho por la unión de todos los cristianos con el Papa, que es el que hace las veces de Cristo en la tie-rra, el buen Pastor de todos los hombres.

Jesús, Salvador de los hombres y Pastor de nuestras almas.

Ven y auxilia a tu rebaño que tanto cuidas y amas.

Domingo 4 de Pascua. Día de las vocaciones

Evangelio:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo co -nozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este re-dil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la or-den que he recibido de mi Padre. (Jn 10, 11-18)

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1. Niño de 10 años. Se llamaba Rufino, y me dijo que era monaguillo. Estaba a solas con él en la sacrista y le pregunté:

Rufino, tú ¿qué quieres ser de mayor? Sin dudarlo ni un momento contestó:

— ¿Yo? ¡Piloto!...

Y ¿para qué quieres ser piloto?

— Para llevar a muchísima gente de un país a otro, y que vean muchas cosas por esos mun-dos de Dios.

Entonces le dije: pero ¿sabes que yo soy un piloto?

— ¿Si? ¡No me diga!

Sí; porque trabajo para llevar a los hombres del mundo al cielo. Y no para pasar allí unos días de vacaciones, sino para siempre.

Él se quedó pensativo...

— ¿No te gustaría a ti ser sacerdote para pilotar a muchas almas al cielo?...

Piénsatelo, cuéntales a tus padres lo que hemos hablado, y ya me dirás.

Al cabo de un mes, me vino a ver y me dijo que sus padres se emocionaron al decirles que me gustaría ser sacerdote, pero antes quieren que se lo pida mucho a Jesús y cuando tenga la edad ya iré al Seminario.

2. Jesús es el buen Pastor...; y quiere que todos los hombres se salven. Conoce muy bien a cada uno..., nos enseña el camino que conduce al cielo..., cura a los hombres del mal del alma, per-donando los pecados..., nos alimenta con la comunión, porque su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Es nuestro Amigo que nos espera en el Sagrario para que le contemos nuestras cosas...

Jesús, después de resucitado, subió a los Cielos; y encargó a sus Apóstoles que enseñasen el Evangelio por todo el mundo..., que bautizaran a todos los hombres en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; que perdonasen los pecados para que los hombres puedan salvarse. Hoy los sucesores de los Apóstoles son los obispos que, con la ayuda de los sacerdotes, hacen lo mismo que aquellos.

3. (Diálogo) ¿Quién es el buen Pastor?... Y recordáis ¿quién es Jesucristo?... ¿A qué ha venido al mundo?... Y, después de subir al Cielo, ¿a quienes encargó que predicasen el Evangelio y perdo-nasen los pecados?... Hoy ¿quienes son los que lo predican y perdonan los pecados?...

4. Sabéis que hay muchos millones de personas en el mundo que necesitan conocer a Jesús, el buen Pastor, el Salvador de todos...

Pero hay muy pocos sacerdotes para enseñar la doctrina de Jesús..., para perdonar los peca-dos..., para conducir a los hombres por el camino del Cielo.

Ayer Jesús quiso necesitar a los apóstoles... Hoy te necesita a ti. ¿No te gustaría ser sacerdote que, como un piloto, llevases a muchas almas al cielo? Pide mucha ayuda a Jesús, y dile: aquí estoy, Señor, para ser sacerdote, si Tú lo quieres.

Estamos en el mes de Mayo, dedicado a la Santsima Virgen, Madre de los sacerdotes. Le pe-dimos con confianza:

¡Madre, alcánzanos de Jesús

muchos y santos sacerdotes!

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Domingo 5 de Pascua (B) Jn 15, 1-8.

Evangelio:

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en Mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sar -miento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de Mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si per-manecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.

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1. ¿Habéis ido alguna vez de excursión al campo?... ¿Habéis visto árboles frutales?... ¿Qué fruta es la que más te gusta?... Y esa fruta que tanto te gusta, ¿qué árbol la produce?... Y ¿qué par-te del árbol produce el fruto: las raíces o las ramas?... Y si cortas una rama del árbol ¿podrá dar fru -tos?... ¿Habéis visto alguna vez un campo con viñas? ¿Qué fruto produce la vid?... Y si cortas el sarmiento, ¿dará uvas?... Por eso los agricultores cuidan tanto las ramas de los árboles frutales y los sarmientos de las viñas.

Jesús vivió en un pueblo en el que había muchos ganados, y los hombres eran quienes traba-jaban la tierra. Se fijaba cómo cuidaban aquellos hombres los árboles y las viñas de sus campos. Ahora, con este ejemplo tan sencillo, quiere enseñarnos una verdad muy importante acerca de Él y de nosotros, que somos sus amigos.

Jesús dice en el Evangelio de hoy: «Yo soy la verdadera vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en Mí y yo en él, ese da fruto abundante...» ¿Veis qué cosas tan importantes nos ense-ña?: El sarmiento tiene la misma vida que la cepa... Y como Jesús es la vid y nosotros los sarmien -tos, tenemos, por la gracia, la misma vida que tiene Jesús. De este modo todo lo que hacemos agrada a Dios, nos santifica y ayuda a los demás. Nuestra vida es un verdadero tesoro. La gracia santificante es un regalo de Jesús que nos hace hijos adoptivos de Dios y herederos del Cielo.

2. ¡Qué importante es vivir en gracia de Dios, en su amistad! Lo único que nos roba la gracia, y nos separa de la verdadera vid, que es Cristo, es el pecado mortal. El pecado es toda desobedien-cia voluntaria contra la ley de Dios; es decirle a Dios que no queremos saber nada con Él; que que-remos tener unas diversiones, unas conversaciones, una conducta, un estilo de vida, en la que no dejamos entrar a Dios, porque creemos que nos estorba, que «quiere aguarnos la fiesta». Sin em-bargo lo que desea es que seamos buenos hijos suyos, y que un día vayamos al Cielo para siempre.

Por eso cuando tenemos el alma sucia por el pecado, Él nos espera en la confesión para per -donarnos.

3. (Diálogo) ¿Quién es la verdadera vid?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿Qué es la gracia santifi-cante?... Vale más la gracia de Dios que todo el mundo, porque sólo con ella podemos alcanzar el Cielo. ¿Cómo se pierde la gracia santificante?... ¿Qué es pecado?... ¿Cómo se perdonan los peca-dos?...

4. Propósito: No acostarme nunca en pecado mortal. Y si no he podido confesarme, haré un verdadero acto de contrición, y al día siguiente iré a confesarme.

Hoy, para terminar, esta será nuestra oración final a Jesucristo:

Jesús, no permitas que me separe de Ti.

Y si caigo en pecado mortal,

rápido me iré a confesar.

Domingo 6 de Pascua (B) Jn 15, 9-17.

Evangelio:

Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis Mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los Mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he desti-nado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pi-dáis al Padre en Mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros

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1. Flechas indicadoras en las autopistas... Si las sigues con fidelidad llegarás al lugar al que te diriges.

En tiempos de Jesús había un joven que tenía grandes deseos de ser feliz; y quería serlo de verdad, no dos o tres años, sino ¡siempre! Nadie le enseñaba el verdadero camino para alcanzar su deseo. En cierta ocasión se acercó al mismo Jesús, se puso de rodillas y le preguntó: «Maestro bue-no, ¿qué debo hacer para ser feliz y estar siempre muy contento?». Jesús le miró con mucho cari-ño, y le dijo: Mira, si quieres ser feliz « ¡Guarda los Mandamientos!». Ese es el camino que lleva al cielo.

Y para que nunca se nos olvidasen los 10 Mandamientos de la Ley de Dios, los resumió todos en uno sólo: el Mandamiento nuevo, que ha enseñado a todos los hombres para que seamos feli-ces de verdad: «Amaos los unos a los otros como Yo os he amado».

Amar como Jesús nos ama, es desear el bien, lo mejor, para el prójimo. Y el bien verdadero que podemos desearle es aquel que no se acaba nunca. Ese bien sólo es Dios, que nos espera para ser felices siempre con Él en el cielo.

Nos hemos de ayudar todos a ser santos. El Papa Juan Pablo II beatificó a aquellos niños a quienes se apareció la Virgen de Fátima; recordándonos que también los niños deben ser santos.

El Papa decía a los jóvenes en Toronto: “No esperéis tener más años para aventuraros por la senda de la santidad. La santidad es siempre joven, como es eterna la juventud de Dios».

Y ¿qué he de hacer para ser santa?, le preguntaba a santo Tomás de Aquino su hermana me-nor. Y el santo le respondió: para ser santa sólo se necesita una cosa: « ¡Querer!». Cuando quere -mos de verdad, lo demás lo pone Dios. ¿Te animas?

2. (Diálogo) Aquel joven del Evangelio, ¿qué le preguntó a Jesús?... Y Jesús, ¿qué le contestó?... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... Vamos a repasarlos... ¿Cuál es el Mandamiento nuevo?... ¿Qué es amar?... (Desear lo mejor para la persona amada). Y lo mejor, ¿qué es?... Y ¿qué se necesita para ser santo? Tú ¿quieres ser santo?... No lo dejes para mañana. Empieza hoy a ¡Querer!

3. Las personas que se quieren se visitan, están juntas muchas veces, no tienen secretos y se manifiestan su cariño.

Queremos mucho a Jesús. Creemos firmemente que vive en el Sagrario y allí nos espera para que le hagamos compañía, le contemos nuestras cosas y le pidamos su ayuda para ser felices siempre.

Una niña de siete años, le contaba a Jesús, un lunes por la mañana, el gran enfado que tuvo con su madre, a la hora del desayuno. Le pregunté en el mismo Oratorio, ¿qué te pasa?... Le cuen-to a Jesús lo de esta mañana. ¿Qué...? No he querido el desayuno, porque era muy malo... (Es que la madre sin darse cuenta le puso sal en vez de azúcar...) Ese era el tema de su conversación con Je-sús. Bonita oración, ¿verdad?

4. Vamos a prometerle que le visitaremos todos los días en el Sagrario, y le contaremos nues-tras historietas.

Jesús, te vengo a visitar en esta cárcel de tu Amor,

dónde Tú esperas que te dé mi corazón.

¡Tómalo, tuyo es mío no!

Ascensión del Señor (B) Mc 16, 15-20.

Evangelio:

Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán ser-pientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.

1. Desde que Jesús resucitó hasta que subió a los Cielos pasaron 40 días. Y ¿qué hizo durante este tiempo? Tres cosas muy importantes: 1º, aparecerse a sus apóstoles para confirmarles en su Resurrección; 2º les enseñó las verdades que debían aprender los hombres; y 3º les dio el encargo ir por todas partes a predicar el Evangelio.

Llega el momento de la Ascensión de Jesús a los Cielos. Se dirige con sus apóstoles al Monte de los Olivos, que está cerca de Betania. Allí el Señor levanta las manos y les bendice. Mientras tan-to se eleva delante de ellos y sube al Cielo. Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre. Sube a los Cielos en cuanto Hombre, pues en cuanto Dios siempre está en el cielo.

Los apóstoles ilusionados con su Maestro, lo siguen mirándole hasta que una nube lo oculta a sus ojos; se quedan un poco tristones. Más de pronto llegan dos ángeles vestidos de blanco que les dicen: «Varones de Galilea, ¿qué hacéis ahí parados mirando al Cielo? Este Jesús que acaba de separarse de vosotros, ha subido al Cielo y bajará de la misma manera que le habéis visto elevarse».

Los apóstoles, confortados por los ángeles, se fueron a Jerusalén llenos de alegría para ha-blar de Jesús a todos los hombres: porque ellos han vivido con Él, han visto sus milagros, saben que ha resucitado y ha subido glorioso a los Cielos. Y volverá al fin del mundo a juzgar a los hom -bres.

2. (Diálogo) ¿Cuántos días estuvo Jesús con sus apóstoles después de resucitado?... ¿Qué hizo durante estos 40 días?... ¿Desde dónde subió Jesús a los Cielos?... ¿Subió en cuanto Dios o en cuanto hombre?... ¿Quienes le acompañaron en su Ascensión?... ¿Qué encargo dio a sus apósto-les?... Y ¿para qué volverá al final de los tiempos?...

3. Cuarenta días después de su Resurrección, Jesús subió a los Cielos por su propia virtud y poder. Al fin del mundo volverá a la tierra para juzgar a vivos y muertos. Sin embargo, Jesús aun-que está en el Cielo, se ha quedado con nosotros también en la tierra, ya que está realmente pre-sente en la Sagrada Eucarista. Aprovecha este hecho maravilloso y visítale todos los días en el Sagrario. Hazlo acompañado de algún amigo tuyo o de tus mismos padres. Les harás un gran bien.

4. No te olvides que Jesús nos espera en el cielo. Allí nos ha preparado un lugar. Piensa mu-chas veces en ese lugar, que es tuyo.

Para subir al Cielo son necesarias para ti y para mí dos alas: el «ala» de la piedad, y el «ala» de la formación. Con la piedad mantenemos una verdadera amistad con Jesús, que es el camino que conduce a la Patria. Con la formación que recibimos en el Catecismo, el Espíritu Santo va dan-do «forma» a nuestra alma hasta identificarla con nuestro Modelo, que es Jesús.

Jesús se va al cielo a prepararnos un lugar; y se queda con nosotros en el Sagrario para ser nuestra ayuda. Acércate y dile con fe:

Jesús, yo creo firmemente

que estas en el altar, oculto en la Hostia te vengo a adorar.

Domingo 7 de Pascua (B) J n 17, 11-19.

Evangelio:

Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a Ti. Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba Yo con ellos, Yo cuidaba en Tu Nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha per-dido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a Ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como Tú me has enviado al mundo, Yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a Mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

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1. Un día, en pleno invierno, pasaba por la Plaza del Pilar para visitar a nuestra Madre, que a todos espera dispuesta a escuchar nuestras peticiones y bendecirnos. Era un día de mucho viento; en la misma plaza, observé cómo un papel era movido de aquí para allá por la fuerza inmensa de aquel aire huracanado. Es tan poca la consistencia de un papel que no puede resistir ese poder del viento.

Entonces, empecé a pensar en ese hecho tan vulgar y corriente: un papel solo tiene tan poca consistencia que el aire lo lleva de un lado a otro, como un juguete en manos de los niños. Ahora bien, si pegamos ese papel en una muralla tiene la misma fuerza de la muralla, y mientras el viento no mueva la muralla tampoco podrá mover el papel que está pegado en ella.

Y seguía pensando: yo solo tengo menos fuerza que un papel de fumar. Pero si me uno y en-trego a Cristo, tendré su misma fuerza. Con Él lo puedo todo.

Mirad, es muy grande la tarea que Jesús ha encargado a sus apóstoles, hombres pecadores como todos, antes de subir al cielo: «Id por todo el mundo..., predicad el Evangelio..., bautizad... Y no tengáis miedo, porque yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo».

Jesús conoce la debilidad de sus discípulos, le abandonaron ante el peligro, Pedro le negó y todos huyeron. ¿Cómo van a poder cumplir el encargo tan grande de anunciar a Cristo en todo el mundo? ¡Estando muy unidos a Él, que lo puede todo!

Por eso, el Evangelio de hoy nos recuerda la oración del Señor en la Última Cena: «Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me has dado... No te pido que los saques del mundo sino que los libres del Maligno». La oración es el medio que tenemos para unirnos con Dios. Orar es hablar con Dios; no consiste en pensar mucho, sino en amar mucho. Dios escucha siempre que rezamos bien.

2. (Diálogo) ¿Qué hace un fuerte viento con un papel de fumar?... Y si lo pegas a una muralla, ¿qué fuerza tiene ese papel?...Tú solo ¿puedes hacer bien todas las cosas?... ¿Con qué fuerza has de contar para obrar bien?... Dios quiere que seamos santos y nos ayuda con la fuerza de la ora-ción. ¿Qué es orar?... ¿Cuántas veces rezas cada día?... Desde hoy vamos a esforzarnos por rezar muy bien.

3. Hay tantas maneras de rezar como de amar. Cada uno puede tener la suya.

— Esta es la oración del Papa Juan Pablo II:

«Soy todo tuyo»

— Esta es la oración de san Josemaría:

«Soy un pecador, que ama mucho a Jesucristo»

— Esta, la de un campesino de Ars:

«Yo le miro y Él me mira».

— Esta, la de una niña de Sansueña:

«Jesús, aquí está Elena a la que Tú tanto amas».

— Tú dile la que más te guste. Y si no recuerdas ninguna, dile: «Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero»

Domingo de Pentecostés (B) Jn 20, 19-23.

Evangelio:

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se ale-graron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, tam -bién Yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes per-donéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

***

«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del Cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron so-bre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras len-guas, según el Espíritu les concedía expresarse» (Hechos 2,1-4).

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1. Sabéis muy bien que todos los pueblos tienen sus fiestas mayores. Zaragoza también las tiene: el día de la Virgen del Pilar. La Iglesia, que es el pueblo de Dios, celebra hoy una de sus fies -tas más grandes: la de Pascua de Pentecostés, que tiene lugar a los cincuenta días de la Resurrec-ción de Jesús. Y lo que en este día vivimos es la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles que, junto con la Virgen, se habían reunido en el Cenáculo; allí esperaban muy contentos la promesa que les había hecho Jesucristo.

Los discípulos con la Virgen estaban rezando en el Cenáculo. De pronto se oye un gran ruido que viene del Cielo y llena toda la casa. Se parece a un viento fuerte. A la vez, aparecen lenguas como de fuego que se posan sobre sus cabezas. Los apóstoles empiezan a hablar de Dios de mane-ra que les entienden todos. Ellos, que eran tan cobardes, se sienten tan valientes que nadie les puede impedir que hablen de Jesús.

2. Hemos hablado mucho de Dios, de Jesús. Hoy hablamos del Espíritu Santo. Es necesario repasar unas preguntas. ¿Quién es Dios?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Quién es Jesucristo... ¿Quién es el Espíritu Santo?... ¿Qué fiesta celebramos hoy?... ¿Qué hizo el Espíritu Santo en los apóstoles, que eran tan cobardes?...¿Cómo se manifestó el Espíritu Santo?

3. El día que recibimos el Bautismo, Dios nos hizo hijos suyos; y empezó a vivir en nuestra alma, como en su templo. Y aquí, en el alma tenemos a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo. Y nunca se irá de ella, si nosotros no lo despachamos por el pecado. Hemos de tratar a Dios que vive en mi alma. Está ahí para enseñarnos y ayudarnos a ser santos.

Una niña que sabía muy bien quien estaba en su corazón, cuando cruzaba los brazos abraza-ba a Jesús y le decía: «Jesús te amo». Díselo muchas veces tú cada día.

4. Es la hora de tratar al Espíritu Santo que habita dentro de ti por la gracia. Dile que le amas, que quieres ser siempre la casa donde Él se encuentre a gusto; ofrécele las cosas que te cuestan hacerlas bien. Ese regalo le es muy agradable.

Aprende esta breve oración y repítela con frecuencia:

Ven, Espíritu Santo,

Ven a mi alma

y haz de ella tu morada.

Vive Tú en mí

y yo en Ti.

Así seré feliz.

Domingo de la Santsima Trinidad. (B) Mt 28, 16-20.

Evangelio:

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bauti-zándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»

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1. Hoy celebramos la fiesta más grande de todas: es la fiesta de la Santsima Trinidad, que es el mismo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.

Todos habéis oído hablar de Roma y sabéis que allí vive el Papa. En Roma hay unas galerías, o sótanos muy grandes, cavadas dentro de la tierra. Se llaman las catacumbas, y en ellas enterraban a los cristianos. En una de esas galerías un Papa encontró el cadáver de santa Cecilia. La habían matado por ser cristiana, hacía muchos años; su cuerpo estaba intacto en una caja de madera de ciprés, envuelto en un lienzo muy hermoso. Estaba con los brazos algo extendidos. En una mano tenía abiertos tres dedos y en la otra uno sólo. Es que al morir, cuando ya no podía hablar, aún de-cía con las manos: Creo en la Santsima Trinidad, tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.

Hay un solo Dios verdadero. Y en Dios hay tres Personas distintas, que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es un misterio que no cabe en la pobre inteligencia de los hombres. Jesús nos lo ha querido revelar para darnos a conocer la intimidad misma de Dios y su inmensa riqueza.

2. (Diálogo) ¿Quién es Dios?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Quién es la Santsima Trinidad?... ¿Cuál es la primera Persona?... Y ¿la segunda? ¿... Y la tercera?... El Padre ¿es Dios?... El Hijo ¿es Dios?... El Espíritu Santo ¿es Dios?... ¿Son tres dioses?... ¿Dónde está Dios?... ¿Qué decía santa Cecilia?... ¿Cómo lo decía?... ¿Por qué la mataron?...

3. Ante esta verdad misteriosa e incomprensible para el hombre, la actitud profunda de nuestra alma debe ser: ¡CREO! Creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo. Espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo. Amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo.

Dios es Padre nuestro. Él nos ha creado, y por su amor infinito se ha dignado hacernos hijos suyos. Nos quiere de su familia, somos sus hijos y sus herederos. Su dicha, su felicidad, su santi-dad, la quiere para nosotros, ya en esta vida. Y después, “os voy a preparar un lugar para que don-de esté yo, esté también mi servidor”.

Nosotros somos hijos de Dios por la riqueza de la gracia santificante que recibimos el día de nuestro Bautismo. Dios, llevado de su Amor infinito quiere que vivamos siempre con Él en el Cielo.

4. Tú y yo daremos gracias a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, y le diremos que nos ayude a portarnos siempre como sus mejores hijos.

¡Dios mío, te alabamos por que eres grande!

Te damos gracias porque nos haces tus hijos.

Repetiremos con mucho cariño esta oración:

Gloria a Dios Padre.

Gloria a Dios Hijo.

Gloria a Dios Espíritu Santo.

Ahora y siempre. Amen.

Solemnidad del Corpus Christi (B) Mc 14, 12-16.

Evangelio:

El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hom -bre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: "El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?" Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.

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1. Cuando ponemos una esponja en el agua, ¿sabéis lo que ocurre? Se empapa y se llena de agua...; y si la aprietas con las manos, se desparrama el agua por todas partes.

Jesús quiere que le amemos mucho, que nos metamos en su corazón abierto, que le amemos con toda el alma. Así nos llenamos de su amor; y podemos darlo a nuestros padres, hermanos y amigos. Y ¿dónde está Jesús para que yo pueda meterme en su corazón?

Escucha: hoy celebramos una fiesta muy bonita para manifestar nuestro cariño a Jesús, ocul-to en la Sagrada Hostia, que guardamos en el Sagrario. Desde ahí, Él quiere ser nuestro mejor Ami-go, que nos espera de día y de noche para que le contemos muestras cosas, le escuchemos y le amemos; es el alimento de nuestras almas que nos hace fuertes para ser buenos hijos de Dios; es el Consolador cuando nos ponemos tristes y nos enfadamos. Él es nuestra Salvación y nuestra santidad. El tesoro más grande del Cielo y de la tierra lo tenemos en el Sagrario.

Mirad: Jesús estaba reunido con sus apóstoles en una sala grande y hermosa, llamada el Ce-náculo. Estaban sentados en la mesa para cenar, y Jesús, que es Dios y lo puede todo, hizo un mila-gro maravilloso: tomó el pan en sus manos, y les dijo: «Tomad y comed, porque esto es mi Cuer-po...» Y aquello dejó de ser pan y se convirtió en el mismo Jesús vivo. Desde entonces en la Sagra -da Hostia está Jesús con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. Y nosotros cuando comulgamos recibimos al mismo Jesús que llevó la Virgen en su seno y que ahora está en el cielo.

2. Hoy, día del Cuerpo y de la Sangre del Señor, para manifestarle nuestro amor lo sacamos del Sagrario, lo ponemos en una hermosa custodia, y lo sacamos en procesión por las calles de las ciudades y de los pueblos, adornadas con flores; y acompañado de los buenos cristianos que le cantan y le dan gracias porque nos quiere tanto. Él nos mira y pregunta: « ¿Me amas más que es-tos?... Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero» Ese amor lo manifestamos haciendo bien las cosas. Así consolamos a Jesús, tan olvidado de niños y de mayores.

3 (Diálogo) ¿Qué fiesta es hoy?... Jesús ¿puede hacer milagros?... ¿Por qué?... ¿Qué milagro hizo en el Cenáculo?... ¿Quién está en el Sagrario?... ¿Vivo o muerto?... ¿Cómo está Jesús en el sagrario? (con su Cuerpo, Sangre...) Y cuándo comulgamos ¿a quién recibimos?... Cuando Jesús entra en el alma, ¿la quiere encontrar limpia o sucia?... Decidme cosas que ensucian el vestido... Y el chocolate ¿ensucia el alma?... ¿Qué es lo que ensucia el alma?... ¿Dónde se limpia?...

4. Cada vez que entres en una Iglesia, mira el Sagrario. Allí está nuestro Jesús, espera que le saludes y que le digas de verdad:

Jesús, yo soy tuyo. Toma mi corazón y

dame tu bendición.

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Yo creo firmemente que estás en el Altar,

oculto en la Hostia, te vengo a adorar.

Domingo. Solemnidad de San Pedro y San Pablo.

Evangelio:

Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: « ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los Cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los Cielos.»

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1. Jesús está descansando con los apóstoles, sus amigos, en un paraje bellísimo de Cesarea de Felipe; y quiere saber si le conocen de verdad... Les hace un examen, una evaluación como ha-cen en los Colegios: ¿«Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bau-tista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.» Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»

Y Jesús dijo: Pedro, has contestado muy bien. Pero ¿sabes una cosa? Mira, eso que acabas de contestar, te lo ha dicho mi Padre que está en el Cielo. Por eso yo te voy a decir una cosa muy gran-de que quiero hacer en ti: « Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».

Pedro y los demás apóstoles conocen que Jesús es el Hijo de Dios y, al conocerlo, le quieren tanto que ya no pueden vivir sin Él... Fueron sus testigos por todo el mundo.

2. Vosotros sabéis muchas cosas de Jesús. ¿Sabéis quién es...; ¿Dónde nació?... ¿Dónde está Jesucristo?... ¿Para qué ha venido al mundo?... Jesucristo ¿es verdadero Dios y verdadero hombre?...

Él nos ha entregado la Iglesia para que nos recuerde en la catequesis las mismas verdades que Jesús predicaba a los hombres. También nos ha dejado los Sacramentos...; especialmente la Eucarista... y la Penitencia... Y para colmo de nuestra alegría, nos ha prometido un lugar en el cie-lo, si le amamos de verdad mientras vivimos en este mundo.

3. Porque conocemos a Jesús, hemos de ser sus mejores amigos, como lo fueron san Pedro y san Pablo; y como lo han sido siempre, y lo son ahora, los santos...Y ¿qué hacen los buenos ami-gos?: se visitan con frecuencia y se tratan con verdadero cariño...; comparten las cosas que tienen...; confían plenamente entre sí...; se defienden... y nunca se abandonan.

Así hemos de hacer nosotros con Jesús: visitarle en el Sagrario... y contarle todo lo que nos pasa... (una niña contaba a Jesús el disgusto de su madre porque no quiso tomarse la leche. Es que, sin darse cuenta, le puso sal en vez de azúcar); confiar en todo y del todo en Jesús porque lo puede todo y me ama muchísimo... No abandonarle nunca haciendo muy bien lo que nos pide: oír Misa el domingo, hacer bien los encargos, los deberes... etc.

4. Pedirle que nos enseñe, como enseñó a los apóstoles, a ser sus mejores amigos, que no le dejemos nunca; y sí alguna vez nos olvidamos de Él, que le pidamos perdón y nos cobijemos en Él.

Señor, Tú eres grande,

yo soy muy pequeño.

Pero unido a Ti,

seré siempre tu amigo.

Domingo 14. Tiempo ordinario. Mc 6, 1-6

Evangelio:

Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de Él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.» Y no podía hacer allí ningún mi-lagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravi-lló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

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Visita del Káiser de un cantón alemán a una escuela... Pregunta a los niños:

Esta piedra con que el Maestro sujeta los papeles de la mesa ¿a qué reino pertenece?

— Al mineral, respondió un niño.

Y ¿esta planta que tenemos en esta maceta?

— Al reino vegetal.

Y ¿este canario que canta tanto?

— Al reino animal.

Entonces les preguntó de nuevo:

Y ¿yo a que reino pertenezco?

— «Al reino de Dios» le dijo otro niño.

El Káiser quedó admirado de lo que sabía este niño. Le dio una caja de bombones. Y éste los repartió entre todos los compañeros de clase.

2. Jesús nos enseña, una vez más, que es el Hijo de Dios, hecho hombre, que nació de la Vir -gen María. Ha venido al mundo para enseñarnos que, por la gracia, somos hijos de Dios; que Él es el camino del Cielo, y quiere salvar a todos los hombres que han existido, existen y existirán. Mu-chos se admiraban de su sabiduría y de su amor.

Pero todavía hay muchos hombres en el mundo que no se han enterado de quién es Jesús, del amor tan grande que nos tiene; quiere que seamos hijos de Dios y herederos del Cielo. Allí, sí somos buenos ahora, si nos esforzamos por agradarle, tenemos un sitio junto a Él, donde vivire-mos con Jesús para siempre.

3. (Diálogo) ¿Quién es Jesucristo?... ¿A qué ha venido al mundo?... Y ¿qué os parece? ¿Jesús ha venido a salvar a todos o a unos pocos?... ¿Qué debemos hacer para ir al Cielo?... Haz un pe-queño propósito para dar muchas alegrías a Jesús en esta semana. (Vgr. Acordarte todos los días que Jesús está vivo en el Sagrario, diciéndole: Gracias, Jesús, porque me amas. Enséñame a querer-te).

4. Yo también quiero quererte mucho, Jesús. Pero ya sabes que me olvido muy pronto de lo que te prometo. Hoy quiero obedecer a la primera por amor a Ti. Cada vez que vea u oiga a mi madre, me acordaré de Ti; que también yo pertenezco al «reino de Dios». Ayúdame mucho a hacer por amor lo que te acabo de prometer.

Repite esta oración siempre que veas una Iglesia, porque en ella hay un Sagrario en el que vive Jesús por amor a los hombres:

Yo creo firmemente que estás en el Altar;

oculto en la Hostia te vengo a adorar.

Domingo 15. Tiempo ordinario (B) Mc 6, 7-13.

Evangelio:

Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando en-tréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escu-chan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.» Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

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1. Una familia compuesta por los padres, tres hijos y los abuelos paternos... El hijo mayor tie-ne siete años, se llama Nacho.

La madre es muy piadosa. Les enseña con la palabra y con su ejemplo a querer a Jesús y a la Virgen; rezan todos los días antes de acostarse y al levantarse; va a Misa con los niños todos los do-mingos; mientras que el padre es «un tranquilo», que se deja llevar por el ambiente y «por lo que hacen todos». Pocas son las veces que va a Misa con sus hijos.

Normalmente las niñas tienden a imitar a las madres; mientras que los niños admiran a sus papás; y desean ser mayores y tener mucha fuerza como ellos.

Un día Nacho estaba en casa solo con su madre; se acerca a ella, y le dice:

— Mamá, yo ¿cuándo seré mayor como papá?

Hijo mío, y ¿por qué quieres ser mayor como tu padre?

El niño contestó:

— «Para no ir a Misa los domingos como él».

No os podéis imaginar el disgusto que le dio la respuesta de Nacho.

Se lo contó a su esposo... Éste se quedó pensativo...; se dio cuenta del mal ejemplo. Se con-fesó, cambió; y, desde aquel día, iban juntos a Misa toda la familia.

Y quiso poner en su sala de estar un cuadro que todos pudiesen contemplar, y que decía:

El domingo vamos a Misa,

porque es el Día del Señor.

Día en que celebramos

la fiesta de la Resurrección.

2. Hoy, en el Evangelio de la Misa, Jesús pide a los apóstoles que vayan por todas partes a en-señar que Él es el Salvador, el Amigo de todos, que siempre nos espera, y que acerquen a su amis-tad a los hombres con los que se encuentren por los caminos del mundo; porque quiere salvar a todos. Ellos lo hicieron así. Y crecía el número de los amigos del Señor.

Ayer Jesús quiso necesitar a sus apóstoles para enseñar el Evangelio al mundo entero. Hoy nos quiere necesitar a nosotros para dar a conocer su amor a todos los hombres. Para eso, has de conocer muy bien el Catecismo que contiene sus enseñanzas.

A nosotros nos pide una cosa muy importante: que seamos sus amigos de verdad, y que ani-memos a nuestros compañeros, a nuestros hermanos y familiares a que sean también cada día más y mejores amigos de Jesús.

3. (Diálogo) ¿Queréis ser amigos de Jesús?... ¿Y los buenos amigos dan alegría, o entristecen a Jesús?... Y ¿qué hemos de hacer para agradar a Jesús?... (Cumplir los Mandamientos) ¿Qué nos manda el tercer Mandamiento?... ¿Cómo santificamos las fiestas?...

4. Jesús, nosotros queremos ser como la familia de Nacho que, después de convertirse su pa-dre, iban juntos todos los domingos a Misa. ¡Ayúdanos!

También te pedimos que ilumines, ayudes y animes a nuestros amigos a santificar el domin-go, porque ese día es el “Día de nuestro Padre del cielo”.

Domingo 16. Tiempo ordinario. (B) Mc 6, 30-34.

Evangelio:

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descan-sar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desem-barcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pas-tor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

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1. Me contaba en una ocasión un sacerdote, amigo mío: la Semana Santa de 1980 estuve por primera vez en Roma, acompañando a un grupo de familias del Colegio.

Fui con el afán de cumplir tres deseos: estar con el Papa, celebrar la Santa Misa en la cripta donde estuvo enterrado san Josemaría, y estar con el Prelado del Opus Dei. Dios me otorgó el cumplimiento de los tres deseos.

Estuve hablando a solas con Juan Pablo II. Y un tanto azarado le dije: soy un sacerdote espa-ñol, soy del Opus Dei y trabajo en un Colegio creado por un grupo de padres deseosos de dar una buena educación a sus hijos.

Y el Papa me dijo con un cariño inmenso:

— Una bendición para sus padres, para el Opus Dei y para su trabajo pastoral. Lo cual quiere decir que aquella bendición llega hoy también hasta vosotros.

Hablar con el Vicario de Cristo en la tierra es un recuerdo inolvidable, que llena de alegría.

Y para que nunca me olvide tengo una fotografía de aquel encuentro, en el cual se me hace presente el cariño con que el Papa me habla.

2. Orar es estar y hablar a solas con Jesús. Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado a las gentes.

Eso mismo hemos de hacer nosotros en la oración: hablar confiadamente con el mejor de los amigos.

Si la mirada y las palabras del Papa son tan animantes y consoladoras, ¡qué serán la mirada y las palabras de Jesús, que lo puede todo y nos ama infinitamente!

«Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Jesús nos quiere a solas con Él, para que le escuchemos y le contemos nuestras cosas, todas le interesan mu-cho. Eso es orar, hablar con Dios.

Jesús nos dice. Tú eres mi hijo, porque, desde el día del Bautismo, participas de mi vida, y eres heredero del Cielo. Si te portas bien aquí en el mundo, estarás en el Cielo conmigo para siem-pre.

Tú cuéntale tus “cosicas” en esa pequeña entrevista que tienes con Él, siempre que le visitas. Dile que tienes muchas ganas de ser bueno, pero...; que te enfadas...; que luchas, y unas veces ga-nas, y otras, pierdes.

3. (Diálogo) ¿Dónde vive el Papa?... ¿Cómo se llama el Papa que tenemos hoy?... ¿Qué es orar?... Jesús ¿quiere que recemos?... ¿Qué cosas le vas a contar hoy a Jesús?... ¿Dónde encontra-mos ahora a Jesús?... Y ¿qué le vas a pedir?... Acuérdate también de darle gracias por sus dones.

4. Cada mañana cuando te levantes, di: ¡Gracias, Señor, por este nuevo día! Haz que sea un día para quererte con toda mi alma.

Y, cuando hagas la Visita al Santsimo, di esta oración que seguramente aprendiste en el cColegio:

Buenos días Señor, te vengo a visitar, y a hacerte compañía ya que tan solo estás.

Domingo 17 Tiempo Ordinario (B) Jn 6, 1-15.

Evangelio:

Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levan-tar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: « ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque Él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cin-co panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recues-te la gente. » Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que es-taban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discí -pulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para ha-cerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

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1. Un grupo pequeño de alumnos, todos muy amigos, van de excursión, con don Juan su pro-fesor, a un pantano, en el que hay un club náutico. Allí tenía, uno de ellos, una hermosa finca con piscina, arboleda y zona deportiva.

El plan era llevar todos su bolsa de comida con latas de bebida fresca, jugar, correr y, des-pués, un buen baño en el pantano, o navegar con una de aquellas pequeñas embarcaciones.

Todo se realizó tal como se había programado. Los chicos estaban muy contentos por lo que disfrutaban en aquel día tan familiar.

Llegó la hora de comer; cuando el profesor ve a Javi solo, y llorando debajo de un árbol.

¿Qué te pasa, Javi?

— Es que esta mañana, con las prisas me he dejado la bolsa de comida en el Colegio. Y ahora nada tengo para comer.

Don Juan le dijo: no te preocupes, que todo tiene solución. Mira, aquí está mi bolsa; nos la repartiremos entre los dos.

Al enterarse el grupo de alumnos de lo ocurrido, todos a una, le dieron sus bolsas de comida a don Juan, para compartirlas entre todos, como buenos hermanos.

Javi, que le gustaba cantar, emocionado, dio las gracias a todos cantándoles una jota que de-cía:

Nunca llegué a saber qué era tener amigos,

que quieren compartir pan y juego conmigo.

2. El Evangelio nos habla de la multiplicación de los panes y de los peces... Las gentes seguían a Jesús con tal entusiasmo que se olvidaban hasta de comer... Jesús se dio cuenta que debían co-mer, y se compadeció de ellos. ¡Qué bueno es Jesús! Pero no tenían nada... Sólo había un chico con cinco panes de cebada y dos peces... Los entregaron a Jesús, levantó los ojos al Cielo y dio gracias a Dios. Luego hizo un milagro tan grande que comieron todos hasta saciarse, y aún sobró...

3 (Diálogo) ¿Veis qué bueno es seguir a Jesús? ¿Quién es Jesucristo?... ¿Es verdadero Dios?... ¿Quién puede hacer milagros?... ¿Qué milagro realizó Jesús ante tanta gente que le seguía?... ¿A cuánta gente dio de comer?...

4. Todos los días tenemos la dicha de poder alimentarnos varias veces al día. Antes de comer levantad los ojos al Cielo y dad gracias al Padre celestial, como lo hizo Jesús antes de multiplicar los panes. Sed agradecidos como aquellas gentes que reconocieron que Jesús es Dios, y le dieron gra-cias pos aquellos alimentos con los que se saciaron.

Vamos a hacer el propósito de bendecir la mesa antes de comer; y dar gracias a Dios después da la comida.

Domingo 18. Tiempo Ordinario (B) Jn 6, 24-35.

Evangelio:

Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» Jesús les respondió: « En verdad, en verdad os digo: vosotros me bus-cáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.» Ellos le dijeron: « ¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?» Jesús les respondió: « La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado.» Ellos entonces le dijeron: « ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el de-sierto, según está escrito: Pan del Cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en ver -dad os digo: no fue Moisés quien os dio el pan del Cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del Cielo; porque el pan de Dios es el que baja del Cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dije -ron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a Mí, no tendrá hambre, y el que crea en Mí, no tendrá nunca sed.

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1. En cierta ocasión explicaba a las niñas del colegio el nacimiento de Jesús en Belén.

José y María vivían en Nazaret. Y Dios dispuso las cosas de tal manera, que se hizo posible que se cumplieran la profecía de Malaquías que decía que el Mesías nacería en Belén.

Al llegar, la Virgen pregunta a José donde se hospedaran para que nazca dignamente su Hijo. José pensaba que sus parientes les dejarían una habitación de su casa. Pero no fue así.

Buscan una habitación en la posada. Y allí tampoco hubo lugar para ellos.

Al cerrase todas las puertas, deciden ir a un cueva de ganado que había en los alrededores de Belén, y allí nació el Salvador de los hombres.

Al escuchar lo mal que se portaron los habitantes de Belén con la Virgen y san José, una niña de siete años me dijo:

— «Si yo hubiera estado allí...», hubiera dejado toda mi casa para ellos.

Seguro que eso se lo decimos todos en estos momentos a Jesús, a María y a José.

Pero, mirad: ciertamente tú y yo no estábamos entonces allí; pero aquel Jesús que nació en Belén ¡está ahora aquí!...Nos pide que le abramos el alma de par en par, y que nunca le echemos de ella por el pecado. Y ¿qué le vamos a responder?...

2. Hoy, en el Evangelio de la Misa, Jesús ve a mucha gente que va a su encuentro; pero se queja de aquella multitud que le busca, no porque le aman, sino por las cosas que les da, porque les ha dado de comer. Son unos egoístas. Buscan las cosas de Dios; no al Dios de las cosas.

Jesús quiere que le escuchemos cuando el sacerdote o los padres nos hablan de Él; quiere que aprendamos el catecismo y vivamos sus enseñanzas. Quiere que seamos sus amigos de ver-dad, y que animemos a nuestros compañeros, a nuestros hermanos y familiares a que sean tam-bién cada día más y mejores amigos de Jesús.

3. (Diálogo) ¿Dónde vivían José y María antes de nacer Jesús?... ¿En que lugar nació Jesús?... ¿Por qué nació en una cueva?...Y ¿para qué ha venido Jesús al mundo?... ¿A cuántos alimentó con cinco panes y dos peces?... ¿Por qué se queja de aquellos que le buscan?... Y a nosotros ¿qué nos pide?... ¡Qué seamos sus amigos de verdad!

4. Podríamos hacer un propósito muy sencillo: acercarnos el domingo a Misa con nuestra fa-milia para conocer más a Jesús, y quererle haciendo lo que a Él le agrada. ¡Qué contento está Dios cuando hacemos lo que nos pide! «Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar»

Le vamos a pedir que nos ilumine y ayude a nuestra familia para que oigamos con mucho amor la Misa el Día del Señor.

Padre nuestro, santificado sea tu nombre. Jesús ¡Ayúdanos a santificar el domingo!

Domingo 19. Tiempo ordinario (B) Jn 6, 41-51.

Evangelio:

«Los judíos murmuraban de Él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del Cielo.» Y decían: « ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: he bajado del Cielo?» Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros. «Nadie puede venir a Mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a Mí. No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros pa-dres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del Cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del Cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siem-pre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»

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1. Bendición del Tiburtino... El Papa Pablo VI es invitado por el Fundador del Opus Dei a ben-decir las instalaciones de aquel complejo, en el que se iba a impartir formación a todas las gentes del barrio...

El Papa es recibido con inmenso cariño por todos los asistentes...

Después de la bendición de aquella obra, puesta al servicio de la Iglesia y de los hombres, san Josemaría, de pie delante de Pablo VI, dio las gracias, profundamente emocionado, al Vicario de Cristo en la tierra.

En la tertulia de la noche, un hijo suyo le preguntó:

Padre, ¿cómo es que Vd., que está tan acostumbrado a hablar con tantas personalidades de todo el mundo, se emocionó tanto al hablar con el Papa?

— «Hijo mío, la fe que tengo no me permite acostumbrarme ni a hablar con el Papa, ni a ce-lebrar la Santa Misa».

2. En el Evangelio de hoy Jesús nos dice: «Yo soy el pan vivo, bajado del Cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».

En La Eucarista esta realmente presente el mismo Jesús que nació de la Santsima Virgen; que vivió en Nazaret hasta los 30 años, el mismo que murió en la Cruz y resucitó para no morir ja-más...

En el Sagrario no hay una imagen de Jesús, ni un retrato. Está Jesús vivo: con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad... Ahí está Jesús con aquel mismo corazón que tanto ama a los hombres... Es nuestro Amigo que nos espera, nos escucha y nos invita a que pasemos ratitos con Él, y le recibamos en la Sagrada Comunión, siempre con el alma muy limpia de todo pecado.

Sabéis muy bien que Jesús es el Hijo de Dios, hecho hombre, que nació de la Virgen María; y que esta ahora en el cielo y en el Sagrario. Por eso, porque es verdadero Dios, le adoramos y al pa-sar por delante del Sagrario hacemos genuflexión, al mismo tiempo que le decimos: «Jesús te ado-ro». «Jesús te amo».

3. (Diálogo). ¿Quién es Jesucristo?.. ¿A quién recibimos cuando comulgamos?... ¿Dónde está ahora Jesucristo?... ¿Cómo está Jesús en el Sagrario? (con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad)...

Para comulgar, ¿hemos de tener el alma limpia o sucia?... ¿Qué es lo que ensucia el alma?... Y ¿cómo se limpia?...

4. Ahora, esperando que Jesús venga a nuestro altar en el momento de la Consagración de la Misa, nos vamos a disponer para recibirlo con inmensa fe y alegría. Cuando llegue el momento, nos pondremos de rodillas, cerraremos los ojos y contemplaremos a Jesús que viene a nosotros a salvarnos. Y le diremos: ¡«Bienvenidos seas, Jesús, a nuestro altar!» «Te adoro con todo mi cora-zón».

Y durante el día cantaremos con frecuencia:

«Yo creo firmemente que estás en el Altar. Oculto en la Hostia, te vengo a adorar»

Domingo 20. Tiempo ordinario (B) Jn 6, 51-58.

Evangelio:

Yo soy el pan vivo, bajado del Cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.» Discutan entre sí los judíos y decían: « ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi car-ne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y Yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y Yo vivo por el Pa-dre, también el que me coma vivirá por Mí. Este es el pan bajado del Cielo; no como el que comie-ron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»

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1. Natalia era una niña, que a la edad de siete años, vino por primera vez a un Colegio como éste... Para ella todo era nuevo y extraño... Nunca había asistido a una catequesis.

Aquel año las niñas de su curso hacían la Primera Comunión. Sus padres querían que ella también se preparase.

La primera vez que oyó hablar de la Eucarista fue en una clase de Religión, en la que la pro-fesora les explicaba con palabras llenas de fe, cómo Jesús vivo se ha quedado en el Sagrario para ser nuestro mejor Amigo. Allí nos espera todos los días a cada una para que le contemos cosas, y para ayudarnos a ser santas.

Además quiere que le recibamos en la Comunión para vivir en nuestras almas, como en su Templo.

La Comunión es recibir al mismo Jesús vivo, igual que está en el cielo, con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad.

La niña pregunta, ensimismada, a la profesora:

— Pero en la «oblea» ¿está Jesús vivo, de verdad?

La profesora le dijo: sí. Allí está Jesús con todo su amor y su poder.

Él nos ve, nos mira, nos oye y nos quiere tanto que desea cambiarnos en Él.

Vino la niña a hablar conmigo y me dijo:

— «Mire, ha dicho la profesora en clase que Jesús está vivo en el Sagrario. Y mi padre tiene un microscopio, y yo me querría llevar la «Oblea» para ver a Jesús en el microscopio, por que ¡Ten-go unas ganas de ver a Jesús!»...

Le dije, a Jesús no se le puede ver con los ojos de la cara, como no ves con ellos la verdad, el amor, etc. Creemos que Jesús está vivo en el Sagrario porque nos lo ha dicho Él, y no puede enga-ñarse ni engañarnos.

— «Entonces, dijo la niña, pues yo prepararé mi corazón para recibir a Jesús el día de mi Pri-mera Comunión».

2. Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdade-ra bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él».

Mirad, cuando comemos convertimos los alimentos en nuestra propia carne y sangre. Sin co-mer nos moriríamos muy pronto. Jesús quiere que nos alimentemos de su Carne y de su Sangre.

Así nos convertirá en Él: y, poco a poco, seremos más obedientes y mejores amigos de nuestros amigos.

(Diálogo). ¿Qué es la Sagrada Comunión?... ¿cuántas cosas son necesarias para comulgar bien? (tres: estar en gracia de Dios, guardar el ayuno eucarístico y saber a quién recibimos). Y si uno tiene el alma sucia por el pecado, ¿qué debe hacer?... Y después de comulgar nos quedaremos un ratito hablando con Jesús que llevamos en el alma: le daremos gracias, le contaremos nuestras cosas, le pediremos ayuda para nosotros y para nuestros padres...

Apréndete hoy la Comunión Espiritual y repítela con frecuencia: Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra santsima Madre, con el espíri-tu y fervor de los santos.

Domingo 21. Tiempo ordinario (B) Jn 6, 60-69.

Evangelio:

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: « ¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?... «El espíri-tu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. | «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a Mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípu-los se volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: « ¿También vosotros que-réis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿dónde vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios».

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1. — En Betania vivían unos hermanos llamados María, Marta y Lázaro. Eran muy amigos de Jesús. Le querían mucho y se fiaban siempre de Él, porque Jesús lo sabe todo y nos ama mucho. Un día Lázaro se puso enfermo y, a consecuencia de esa enfermedad, murió. Jesús dijo a sus apósto-les: Vamos a ver a nuestro amigo Lázaro que está dormido y lo despertaremos. Al acercarse a Beta-nia, salió a su encuentro Marta, la hermana de Lázaro, y le dijo:

— «Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto».

¿Dónde lo habéis puesto?... Fue Jesús a la tumba en la que habían enterrado a Lázaro. Allí había mucha gente acompañando a Marta y a María. Jesús lloró. Las gentes decían: mirad cómo le amaba.

Y Jesús, mirando a la tumba, dijo:

—“¡Lázaro, sal fuera!” Lázaro recobró la vida, y Jesús lo devolvió a sus hermanas.

Y aquel día celebraron con Jesús una gran fiesta por la alegría de recuperar al hermano y al amigo.

2. El Evangelio de este domingo nos dice que muchos de sus discípulos, al oírle que un día co-merían su carne y beberían su sangre, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo? Hay entre vosotros algunos que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Desde entonces muchos de sus discípulos se vol -vieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿dónde vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eter-na, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios»

Nosotros queremos ser del grupo de los verdaderos amigos de Jesús, que se fían de todo lo que Él nos dice, que le contamos nuestras cosas y no queremos tener ningún secreto con Él...

3 (Diálogo) ¿Qué milagro hizo Jesús para dar de comer a una multitud?... ¿Qué les prometió Jesús?... (que un día comerían su cuerpo y beberían su sangre) Y ¿por qué se escandalizaron?... ¿A quién recibimos en la Comunión?... ¿Cómo debemos recibirle, con el alma limpia o sucia?... ¿Qué ensucia el alma?... ¿Cómo se limpia?...

4. Oración. Nosotros necesitamos apoyarnos en la fuerza de Dios para ser amigos de Jesús, para creer firmemente que está vivo en el Sagrario. Le diremos: Señor, auméntanos la fe, la espe-ranza y la caridad.

Queremos que sea el Amo, el Rey de nuestro corazón. Por eso le cantamos:

«Dentro de mi corazón

no quiero albergar a nadie,

porque tengo un candadito y Jesús tiene la llave.

Oh buen Jesús, mi dulce amor,

te quiero amar con todo el corazón».

Domingo 22. Tiempo ordinario (B) Mc 7, 1-8.

Evangelio: Se reúnen junto a Él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tra-dición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los ante-pasados, sino que comen con manos impuras?» Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipó-critas, según está escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el pre-cepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»

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1. Después de las canonizaciones que hizo Juan Pablo II en Madrid el 4-V-2003, dijo su padre a una hija de seis años:

— «Cámbiate de vestido, lávate las manos y vamos a comer».

La niña obedece inmediatamente, y su padre le pregunta

— ¿Cómo has obedecido tan rápido?

Y la niña le contestó:

— «Es que a partir de ahora voy a ser santa».

El padre le volvió a decir:

Mira, para ser santa has de vivir limpia, no sólo por fuera sino también por dentro.

Y ¿qué signiifica estar limpia por dentro?

— Quiere decir que hemos de tener el alma limpia de pecado, para que Jesús esté muy con-tento de nosotros.

Y ¿cómo se limpia el alma?, preguntó la niña.

— El alma nos la limpia Jesús siempre que nos confesamos bien los pecados.

— Pues yo me quiero confesar porque he desobedecido a los papás.

Y su padre la llevó a confesar el mismo día que iba él.

2. Nos dice el Evangelio de este domingo que, los fariseos y los escribas le preguntan a Jesús: « ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?» Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí»

Es bueno lavarse las manos, estar limpios por fuera para agradar a los hombres, pero Jesús quiere que tengamos también el alma limpia, porque es su morada donde está permanentemente.

Es muy bueno que nos lavemos las manos varias veces al día, porque nos ensuciamos con frecuencia. Y también nos hemos de acercar mucho a Jesús y decirle: perdóname, Jesús, porque he mentido..., he insultado..., he mirado cosas que te desagradan...

3. (Diálogo) Decidme cosas que ensucian las manos... Y ¿qué hacemos cuando llevamos las manos sucias?... ¿Qué cosas ensucian el alma?... Y ¿cómo se limpia el alma?... Nos hemos de con-

fesar con frecuencia. Diles a tus padres que te ayuden a preparar la confesión y que te lleven a su confesor. Verás qué feliz serás.

4. Jesús nos espera a todos con los brazo abiertos para abrazarnos. Nos dice: Venid a mi to-dos los que estáis cansados y tristes y yo os aliviaré.

Dile con frecuencia esta jaculatoria: ¡Gracias, perdón, ayúdame más! Así te querré con todo mi co-razón.

Domingo 23. Tiempo ordinario (B) Mc 7, 31-37.

Evangelio:

Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al Cielo, dio un gemido, y le dijo: « Efatá », que quiere de-cir: « ¡Ábrete!» Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba co -rrectamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

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1. Hace unos días estaba en esta Iglesia hablando con Jaime, hijo de unos amigos míos. Lo vi muy fuerte... ¿De dónde sacas tanta fuerza? Me dijo: es que soy deportista; y mi deporte favorito es el fútbol.

Para probar su fuerza le dije: Jaime, ¿te atreverías tú solo a sacar a la calle uno de los bancos de esta Iglesia? Contestó sencillamente:

— ¡Imposible!, porque estos bancos pesan mucho. Y yo tengo muy poca fuerza.

Y si te dijeran: mira, tú haz lo que quieras y sepas, pero si lo sacas a la calle te regalaremos el coche que más te guste. Tú ¿qué harías para sacarlo? Y Jaime mirándome dijo:

— Buscaría a unos cuantos hombres y les diría que me ayudasen. Yo solo no puedo, pero con la ayuda de ellos, sí que puedo.

Entonces le dije: me gusta mucho tu modo de pensar. Es cierto, solos, podemos muy poco; con la ayuda de otros, podemos un poco más. Con la ayuda de Jesús, lo podemos todo.

2. De este modo pensaban aquellos que llevaron a Jesús un sordo que, además, apenas po-día hablar, pidiéndole que le curase.

Tenían la experiencia de haber acudido a muchos médicos, se habían gastado mucho dinero; y nadie le pudo curar. Les han dicho que Jesús está cerca, y Él sí que puede, porque es Dios.

Jesús apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua diciendo: ¡Ábrete! Y al momento empezó a oír y hablaba sin dificultad.

Les mandó que no lo dijeran a nadie, pero ellos estaban muy contentos con Jesús, y procla-maban por todas partes que Él hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Emocionó a Jesús el agradecimiento de estos hombres que reconocían el poder y el amor del Salvador del mundo.

3. (Diálogo) ¿Cada uno de vosotros podría sacar un banco de estos a la calle?... Y ¿qué harías para sacarlo?... Tú solo, ¿puedes mucho o poco?... Y con la ayuda de otros, ¿puedes más o menos?... Y con la ayuda de Jesús, ¿qué podemos hacer?... Y ¿por qué Jesús puede hacer todo?...

4. Mira, Dios quiere que seas obediente, trabajador, alegre, santo y que vayas al Cielo para siempre. Es verdad que tú solo nada puedes; pero si buscas que Jesús te ayude, y tú te esfuerzas comenzando todos los días, se realizará este milagro.

Él nos espera en el Sagrario. Ahí está el mismo Jesús que curó a este sordomudo... Él quiere ayudarte, te quiere bueno, santo. Acércate todos los días a hablar un ratito con este Amigo que tanto te quiere. Repítele esta oración:

Jesús, yo solo no puedo nada:

con la ayuda de otros, puedo un poco;

contigo lo puedo todo. ¡Ayúdame!

Domingo 24. Tiempo ordinario (B) Mc 8, 27-35.

Evangelio:

Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: « ¿Quién dicen los hombres que soy yo?» Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas.» Y Él les preguntaba: «Y voso-tros, ¿quién decís que soy Yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo.» Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de Él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mu-cho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a reprenderle. Pero Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: « ¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.» Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará.

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1. Había un barquero en el río Nilo, dedicado a pasar trabajadores y turistas de un lado a otro... El barquero conocía muy bien su oficio, y nadaba a la perfección...

Un día los turistas eran unos sabios... Y uno de ellos, que era astrónomo, le preguntó al rudo barquero:

¿Conoce usted el nombre de algunas de esas estrellas que pueblan el firmamento?

— Señor, le contestó, yo no sé nada de lo que usted me pregunta.

A lo que el sabio respondió: «Pues ha perdido usted la mitad de su vida».

El sabio le preguntó de nuevo: Y ¿sabe cuáles son los movimientos de la tierra alrededor del sol?

Y de nuevo contestó el barquero:

— Tampoco lo sé; más bien pienso que la tierra está quieta.

Y el sabio le volvió a recordar: «Pues ha perdido usted la mitad de su vida».

Entonces sopló un viento fuerte, y volcó la embarcación cayendo los dos en el río... El sabio le pedía auxilio al barquero. Y éste le dijo:

— Señor sabio, ¿sabe usted nadar?

Y el sabio contestó: ¡No!

A lo que le dijo el rudo barquero:

— « ¡Pues usted ha perdido la vida entera!».

2. Jesús hizo a los suyos una pregunta muy importante: ¿quién dice la gente que soy Yo?... Y ¿vosotros...? Pedro contestó: «Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo». Jesús le dijo: Pedro, has contes-tado muy bien al examen, porque eso te lo ha enseñado mi Padre del Cielo.

3. Jesús hoy también nos quiere examinar a nosotros de Catecismo; quiere saber si de verdad le conocemos. Nos pregunta: ¿Quién soy yo? Y decimos: tú eres Jesucristo. ¡Muy bien! Y ¿quién es Jesucristo?... Y ¿dónde está Jesucristo?... y ¿Jesús está en el Sagrario vivo o muerto?... Y ¿qué es comulgar?...

El barquero no sabía el nombre de las estrellas, ni los movimientos de la tierra... Pero, ante el peligro de caer en el río, eso no era importante. Lo realmente importante era saber nadar..., sino se pierde la vida entera.

Para ir al Cielo es necesario conocer a Jesús, seguir a Jesús, tratar a Jesús, y amar a Jesús con todo nuestro ser. Esta es la manera de saber nadar para ir al Cielo.

4. Jesús, nosotros queremos ser tus amigos..., queremos ir al cielo con nuestros padres, her-manos y amigos. Para ello necesito «saber nadar»... Conocer a Jesús es aprender el Catecismo... Amar a Jesús es acompañarle todos los días en el Sagrario... y ofrecerle todo lo que hago durante el día.

Hoy le vamos a decir a Jesús, lo mismo que el Papa le dice a la Virgen: «Todo tuyo» ¡Jesús, que sea todo tuyo! ¡Ahora y siempre! Amén.

Domingo 24 (bis). Exaltación de la Santa Cruz. Jn 3, 13-17

Evangelio:

Nadie ha subido al Cielo sino el que bajó del Cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levan-tó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

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1. Niña que va a hacer la Primera Comunión... Su madre llama a la hija y habla un ratito con ella sobre Jesús... Le pide que haga el dibujo para el recordatorio... Y la niña dibujo lo siguiente:

Jesús en la Cruz... Al pié de la misma, la Santsima Virgen llorando; y en un globo que sale de la boca de Jesús le dice a su Madre:

— «Madre, no llores, porque esto se acaba enseguida».

Pero, Madre —le dice Jesús—, mi amor salvará a todos los hombres que han existido, que existen y que existirán, si me escuchan y se dejan guiar por Mí.

Así salvó al buen ladrón...; éste se portó muy mal en su vida..., lo juzgaron y lo condenaron a morir en una cruz. Lo pusieron junto a Jesús... Este ladrón se conmovió de verlo tan bueno. Y le dijo:

— «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino» Y Jesús le contestó:

— «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Y desde entonces está con Jesús en el cielo, porque se arrepintió de sus pecados. Ahora desde el cielo nos dice: a mí me ha salvado Jesús desde la Cruz. Me ha perdonado todos los pecados y me ha llevado al cielo.

2. Para que no nos olvidemos de su amor, nuestros padres nos han regalado un crucifijo el día de la Primera Comunión, que llevaremos siempre con nosotros. Desde esa cruz Jesús te dice:

— Fíjate si te quiero, que doy mi vida para que tu puedas ir al Cielo para siempre. Y ¿qué he de hacer? Ser siempre mi buen amigo.

Ya sabes que el pecado es toda desobediencia voluntaria a Dios; es volver la espalda a Jesús y, en vez de hacerle caso a Él, seguimos nuestros gustos, aunque le desagraden a Jesús.

Una niña con síndrome de Down rezaba así mirando a Jesús en la cruz:

— « ¡Sangre! ¡Jesús, sangre! ¡Oh..., mucha sangre! ¡Mira Madre, mucha sangre!».

Y seguía su oración la niña:

— «Jesús perdón, perdón»

3. (Diálogo) Habéis visto muchas veces un crucifijo, ¿verdad? ¿Quién es el que está clavado en la cruz?... Y ¿Quién es Jesucristo?... ¿Por qué muere en la cruz?... ¿Qué es el pecado?... ¿Cómo perdona Jesús nuestros pecados?...

4. Que levanten la mano todos los niños que han visto un crucifijo... ¿Dónde lo habéis visto?... Ahora, que levanten la mano todos los que tienen un crucifijo...

Mira, ese crucifijo que tienes no es un adorno, como pueden serlo el anillo, los pendientes, la corbata... Jesús en la cruz te recuerda que no se cansa de quererte. Ya ves, está con los brazos abiertos para abrazarte siempre; sólo espera que tú le digas, como el buen ladrón: «Jesús, perdó-

name». Bésalo muchas veces durante el día; sobre todo cuando vas a dormir y al levantarte. Así pondrás el día y la noche en sus manos. Él te ayudará a ser bueno.

Dile despacio a Jesús en la cruz, dándole un beso, esta oración; le darás una gran alegría:

Señor, Tú lo sabes todo.

Tú sabes que te quiero.

Domingo 25. Tiempo ordinario (B) Mc 9, 30-37.

Evangelio:

Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían pregun-tarle. Llegaron a Cafarnaum, y una vez en casa, les preguntaba: « ¿De qué discutais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el ser -vidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a Mí me recibe; y el que me reciba a Mí, no me recibe a Mí sino a Aquel que me ha enviado.»

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1 Una madre tiene un niño de cinco años, llamado Juanito. Quiere llevarlo ya a la escuela; pero antes va a hablar con el maestro y presentarle a su hijo.

El maestro le dice:

¿Por qué lo trae usted tan pronto? Aquí los niños empiezan a asistir a clase a los seis años.

La madre le dice:

— «Deseo que mi hijo aprenda mucho y sea el primero de todos».

El maestro la miró fijamente y le contestó: mire, hay niños que estudian y aprenden muy bien la lección de cada día; pero son unos desobedientes, riñen, hacen trampas, y hasta quitan las cosas a sus compañeros. Esos niños, aunque sepan mucho, nunca serán buenos, ni serán los pri-meros ante Jesús, que es el Maestro de todos.

Entones, la madre le replicó:

— ¿Qué debe hacer mi hijo para ser el primero ante Jesús?

El maestro le dijo:

Para ser el primero ante Jesús, su hijo debe aprender, desde el primer día que viene al cole-gio, a estudiar, a obedecer y a rezar.

— ¿También a rezar, siendo tan pequeño?

Sí, porque las cosas buenas se aprenden de pequeños. Y porque sin la ayuda de Dios nunca podremos hacer nada.

La madre asintió a cuanto le dijo el maestro. Desde aquel día se preocupó de enseñar a Jua-nito a hacer los deberes, a obedecer a la primera y a rezar.

Y aquel niño de cinco años crecía, aprendiendo junto a sus padres a trabajar, a obedecer y a rezar. Así fue, a lo largo de su vida, la alegría del pueblo.

2. Los apóstoles caminan con Jesús. Les habla de su muerte y de su resurrección. Algunos se quedan detrás; y empiezan a discutir cual de ellos sería el primero entre los que siguen al Maes-tro. Quién mandará más en su reino. Todos queremos ser los primeros siempre.

Jesús nos enseña el camino: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos» para que se luzca sólo Jesús. Lo importante es estar con Jesús, ser su mejor amigo. Quiere que seamos sencillos como niños: creer como creen los niños, rezar como ellos, amar como un niño. Tenéis que ser como los niños, que pasan de todo, menos de sus padres.

3. (Diálogo) ¿Qué quería la madre de Juanito?... Y el maestro de la escuela ¿qué le dijo que debía de hacer para ser el primero?... ¿Cómo trabaja bien un niño? (Obedeciendo a la primera)... ¿Qué es rezar?... Y ¿quién es Dios?... Y Jesucristo ¿quién es?... ¿Queréis estar siempre con Jesús?... ¿Qué nos enseña hoy para ser los primeros?...

4. Jesús quiere que le ofrezcas tus planes, tus juegos, tu trabajo, ¡todo! porque te quiere con-decorar con una vida buena, santa. Él te dará este premio, si tú le ofreces cada día todo lo que ha -ces, piensas y amas. Haz cada mañana el ofrecimiento de obras, nada más levantarte.

Dile a Jesús, al mismo tiempo que le das un beso:

Te serviré, Señor.

Aquí estoy para hacer tu voluntad.

¡Ayúdame!

Domingo 26. Tiempo ordinario (B) Mc 9, 37-42.

Evangelio:

«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con noso-tros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de Mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehen-na, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de peca-do, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

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1. Y ¿quién es mi prójimo? Hace unos años el Sr. Obispo de Jaca, don Ángel Hidalgo, hizo la visita pastoral a un pueblo que se llama Navasa. Es un pueblo situado en la falda de la peña Oroel.

Antes de administrar el sacramento de la Confirmación a los niños les examinó de Catecis-mo. Preguntó a una niña: ¿Cuál es el primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Contestó la niña con todo desparpajo:

— amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Y el señor Obispo le volvió a preguntar: y ¿quién es el prójimo?

Y la niña contestó rápidamente:

— “Todos, menos yo”.

2. Esta misma lección es la que Jesús quiere enseñar hoy a sus Apóstoles y a cada cristiano. Jesús hoy les corrige seriamente porque se volvieron unos «acusicas». Le decían: “ Jesús, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros”. Y Jesús les corrigió, porque todos hemos de hacer siempre el bien. Quiere que viva-mos el compañerismo, porque Él es el Amigo de todos, que nunca abandona.

Nos hemos de querer todos, y ser amigos unos de otros; porque en el Corazón del Señor ca-bemos todos, y Él nos ha amado primero. Jesús cuando ama a una persona le deja en su corazón el mismo amor con el que Él la ama. Así todos somos capaces de querernos. Ese amor lo hemos de manifestar con obras. Y Dios recompensa todo lo que hacemos por el prójimo, aunque tan sólo sea dar un vaso de agua en su nombre.

3. (Diálogo) ¿Quién es Dios?... ¿Cuántas Personas hay en Dios?... Y Jesucristo ¿quién es?... ¿Sabéis cual es primer mandamiento de la Ley de Dios?... ¿Quién es mi prójimo?... ¿Le gusta a Je-sús que seamos unos «acusicas» de los compañeros?...

4. Amar al prójimo, es decir, al que está con nosotros en cualquier momento del día, es darle buen ejemplo con las palabras y con las obras... Es ayudarle en el estudio, en el recreo... Has de quedar con él para ir juntos a Misa el domingo...; para visitar a un compañero que está enfermo, etc.

Sabemos que ayudar a los compañeros cuesta mucho; por eso ¡vale mucho! Todo lo que cuesta vale.

Para hacer las cosas bien, necesito la ayuda de Jesús, que nos dará siempre que se la pida-mos con fe.

Oración

Jesús, Tú eres mi Amigo; Yo sólo soy un pobrecillo.

¿Cómo podré amar al prójimo, si Tú no me das el cariño?

Jesús, dame un corazón grande para querer a fondo perdido.

Domingo 27. Tiempo ordinario (B) Mc 10, 2-16

Evangelio:

Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: « ¿Puede el marido re-pudiar a la mujer?» Él les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permi-tió escribir el acta de divorcio y repudiarla.» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vues-tro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola car-ne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.» Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípu-los les reñían... Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

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1. La Santsima Virgen quería hacer cosas muy grandes y muy importantes en el mundo: que los hombres se convirtiesen, que fuesen buenos, y amasen mucho a Jesús. Así irían al cielo. Y para hacer esta cosa tan importante, no acudió a los sabios del mundo, ni a los reyes poderosos de la tierra, ni a los ricos que se consideran como los amos del mundo.

La Santsima Virgen buscó a unos niños pobres, desconocidos, pero muy queridos de Jesús, porque son sencillos, le saben escuchar y obedecer a cuanto Él les dice.

El 13 de Mayo de 1917 se apareció, por primera vez, la Virgen en Fátima a tres niños, llama-dos Francisco, Jacinta y Lucía.

Les dijo que rezasen el Rosario todos los días; que acudiesen el día 13 de los siete meses si -guientes, y Ella les diría muchas más cosas. Que hiciesen una capilla, donde la gente acudiría a re-zar.

Hoy aquella capilla se ha convertida en una gran Iglesia a la que acuden gente de todo el mundo a pedir a la Señora la paz y todas las bendiciones del Cielo.

El Papa Juan Pablo II la quiere mucho y ha ido a Fátima varias veces a rezar a la Virgen.

2. Jesús también quiere mucho a los niños. Dice el Evangelio de hoy que le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Pero Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo:

— «Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

Es que los niños, con su sencillez y con su mirada inocente, agradan mucho a Jesús. Él quiere que los mayores aprendamos muchas cosas de los niños: a rezar como rezan los niños..., a confiar como los niños..., a olvidar y amar como lo hacen los niños. Así reinará Jesús en nuestros corazo-nes.

3. (Diálogo) ¿Quién es la Virgen María?... ¿Qué día se apareció la Virgen en Fátima?... ¿A quiénes se apareció?... ¿Qué les dijo?... Y ¿por qué buscó a unos niños, y no a los poderosos del mundo?...

El trece de mayo

la Virgen María.

bajo de los Cielos

a Cova de Iría,

4. Jesús quiere mucho a los niños. Él cuenta con nosotros. Riñe a los apóstoles, cuando impi-den que se acerquen a Él. Les dice:

— «Dejad que los niños se acerque a Mí, por que de ellos es el Reino de los Cielos». Los ni-ños debemos ser los mejores amigos de Jesús. Acompañarlo con la Virgen en el Sagrario. Entrégale tu corazón, diciéndole.

Jesusito de mi vida

eres niño como yo;

por eso te quiero tanto

y te doy mi corazón.

Tómalo, tómalo.

Tuyo es, mío no.

Fiesta de Nuestra Señora del Pilar.

Evangelio (Lc 11, 27-28):

Sucedió que, estando Él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»

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1. Cuenta una piadosa tradición que uno de los amigos de Jesús, llamado Santiago, vino a Za-ragoza a predicar el Evangelio, para enseñar a todos los zaragozanos el camino que lleva al Cielo.

Entonces no había Iglesias ni oratorios como éste; por eso rezaban y enseñaban el catecismo en los caminos y, sobre todo, a la orilla de los ríos o en las playas.

Un día el apóstol Santiago estaba muy triste y hasta desanimado, porque los zaragozanos no querían escuchar sus enseñanzas. Le dejaban solo; únicamente siete jóvenes se convirtieron, y le seguían fielmente.

Estaba muy pensativo, y «dando vueltas a la cabeza» pensaba: ¡he fracasado! Nadie me hace caso. Me voy a ir a otra parte.

Precisamente, cuando pensaba estas cosas, «vino la Virgen en carne mortal a Zaragoza», tra-yendo una columna, un pilar, que entregó a Santiago, como prueba de que Ella cuidaría especial -mente de todos nosotros, y prometiéndole que nunca faltaría la fe en España.

2. Han pasado muchos años, desde aquel día, y vemos, especialmente en estas fiestas, cómo las calles de Zaragoza parecen riadas de gentes que acuden a visitar a la Santsima Virgen. Allí re-zan, lloran y cantan poniendo en su corazón de Madre todas las necesidades de sus hijos.

¿Has ido a besar ido alguna vez el santo Pilar? Cuando vayas, fíjate. Es de una piedra muy dura, de mármol. Y son tantos los besos que le han dado sus hijos, que han hecho una cavidad en el mármol.

Juan Pablo II cuando la vio por primera vez, le dijo:

— Madre, ¡Qué pequeña eres, pero qué cosas tan grandes haces!

3. (Diálogo). ¿Qué fiesta celebramos hoy?... ¿Quién es la Virgen María?... ¿A qué vino a Zara-goza?... ¿Quién es Santiago?... Y ¿por qué estaba tan desanimado?... ¿Qué entregó la Virgen a Santiago?... Y ese Pilar es el que besamos tantas veces los cristianos.

4. Tenemos un tesoro muy grande en Zaragoza: el Pilar de la Virgen con su promesa: no falta-rá la fe aquí. Hemos de ir a visitar a nuestra Madre con mucha frecuencia. Le manifestaremos nuestro cariño de hijos buenos, pondremos en sus manos nuestras necesidades materiales y las de nuestra alma; y cuando no sepamos que decirle, la miraremos y le diremos

— Madre, aquí está tu Hijo al que tú tanto quieres.

Repítele muchas veces esta oración:

¡Oh Señora mía, oh Madre mía!”. Yo me ofrezco enteramente a Vos.

y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día

mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser.

Amén.

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Bendita y alabada sea la hora en que María Santsima vino en carne mortal a Zaragoza. Sea por siempre bendita y alabada.

Domingo 28. Tiempo ordinario (B) Mc 10, 17-30.

Evangelio:

Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le pregun-tó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: « ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los Mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.» Jesús, fijan-do en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el Cielo; luego, ven y sígueme.» Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus dis-cípulos: « ¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: « ¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.» Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.» Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.»

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1. Visita del Káiser de un cantón alemán a una escuela... Le dice al maestro: ¿puedo pregun-tar a los niños? Ya lo creo.

Esta piedra con que vuestro maestro sujeta los papeles de la mesa ¿a qué reino pertenece?

— Al reino mineral, respondió un niño.

Y ¿esta planta tan bonita que tenemos en esta maceta?

— Al reino vegetal.

Y ¿este canario que canta tanto y tan bien?

— Al reino animal.

Entonces les preguntó de nuevo:

Y ¿yo a que reino pertenezco?

— «Al reino de Dios», le dijo otro niño.

Lo cual le agradó mucho a aquel señor que les examinaba.

2. Hoy nos dice el Evangelio cómo se acerca a Jesús, que es el Maestro de todos los hombres, un joven que necesita saber lo que debe de hacer para ir al Cielo, al Reino de Dios, donde se vive feliz para siempre.

Y Jesús le responde: «Guarda los Mandamientos», que te han enseñado tus padres y tus pro-fesores: ama a Dios con toda tu alma, y ama a los demás por amor de Dios. Y este amor se mani -fiesta haciendo lo que Él nos manda.

3. (Diálogo) ¿A qué reino pertenecemos los niños y los mayores?... ¿Y cómo se va al Reino de Dios?... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... Vamos a aprender hoy los tres prime-ros:

- Amarás a Dios sobre todas las cosas.

- No tomarás el nombre de Dios en vano.

- Santificarás las fiestas.

4. Hemos de imitar a ese joven del Evangelio, y acercarnos a Jesús, que está vivo en el Sagra-rio; allí nos espera para que le contemos nuestras cosas, le queramos mucho y nos enseñe a por-tarse bien para ir al cielo.

Vamos niños al Sagrario, que Jesús llorando está; pero viendo tantos niños, muy contento se pondrá.

Domingo 29. Tiempo ordinario (B) Mc 10, 35-45.

Evangelio:

Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» Él les dijo: « ¿Qué queréis que os conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el Bautismo conque yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»

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1. Después de las canonizaciones que hizo Juan Pablo II en Madrid el 4-V-2003, dijo su padre a una hija de seis años:

— «Cámbiate de vestido, lávate las manos y vamos a comer».

La niña obedece inmediatamente, y su padre le pregunta

— ¿Cómo has obedecido tan rápido?

Y la niña le contestó:

— «Es que a partir de ahora voy a ser santa».

El padre le volvió a decir:

Mira, para ser santa has de vivir limpia, no sólo por fuera sino también por dentro.

Y ¿qué significa estar limpia por dentro?

— Quiere decir que hemos de tener el alma limpia de pecado, para que Jesús esté muy con-tento de nosotros.

Y ¿cómo se limpia el alma?, preguntó la niña.

— El alma nos la limpia Jesús siempre que nos confesamos bien los pecados.

— Pues yo me quiero confesar porque he desobedecido a los papás. Y su padre la llevó a confesar el mismo día que iba él.

2. Esta contestación de una niña de corta edad, ¡qué bien hubiera hecho a Juan y a Santiago, cuando se acercaron a Jesús a pedirle los mejores sitios para ellos! ¡Qué egoístas! De los demás Apóstoles se despreocupan. Jesús los corrige duramente: «No sabéis lo que pedís». Lo que debéis pedir es ser santos. Y les enseña el modo de ser los primeros en el cielo:

— «El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos».

3. (Diálogo) Vamos a repasar los Mandamientos de la Ley de Dios: ¿Cuántos son?... Los tres primeros se refieren a Dios. ¿Cuál es el primero?... Y ¿el segundo?... ¿Y el tercero?...

Los otros siete nos enseñan cómo hemos de tratar al prójimo. Ya los iremos aprendiendo poco a poco. No te olvides nunca quien es tu prójimo: «Todos, menos yo».

Cuando vayas a pedir alguna cosa a tus padres, acuérdate de tus hermanos y de los que viven contigo en casa! ¡No seas egoísta, como lo fueron aquel día, Santiago y Juan!... Tú piensa en los de-más y comparte tus cosas con ellos. Ya verás qué alegría te dará querer y ayudar a los demás.

4. Jesús quiere que nos amemos los unos a los otros como nos ama Él... Yo sé que me cuesta mucho ayudar..., servir... Aprende a no dejarte servir nunca; sólo cuando estés enfermo.

Entonces serás el primero ante Jesús, porque ve lo que te estás esforzando por agradarle.

Cada día, si quieres ser el primero ante Dios, debes acordarte de ayudar a los demás, y mani-festar que quieres a Jesús. Solo no puedes, pídele ayuda con esta oración:

«Con una sola miradica que nos eche el Señor, trabajaremos con alegría» ¡Te serviremos con alegría!

Domingo 30. Tiempo ordinario (B) Mc 10, 46-52.

Evangelio:

Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muche-dumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al ente-rarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: « ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: « ¡Hijo de David, ten com-pasión de mí!» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: « ¡Ánimo, levánta-te! Te llama.» Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: « ¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: « Rabbuní, ¡Qué vea! Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

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1. Se llama Jorge y tiene 5 años. Acude a mi despacho del Colegio, acompañado de su profe-sora. Está vergonzoso, como «gallina en corral ajeno». Tiene dos hermanos, uno de 10 años y otro de 3.

La profesora me dice que la madre de Jorge está maravillada de su hijo porque, mientras sus hermanos «van locos por las chucherías», observa que Jorge las rehuye porque quiere ayudar a los que no tienen nada.

Le pregunté: Jorge, tú ¿qué quieres ser? El niño contestó:

— «Yo quiero ser sacerdote y portero de fútbol».

Entonces ¿querrías ayudar a algún niño para que un día pueda ser sacerdote? Y sin dudar, dijo:

— ¡Síiii!

Guarda, pues, el dinero que te den para chucherías en una hucha.

Al cabo de varios meses volvió el niño a mi despacho, acompañado de su madre. Jorge lleva-ba un sobre en sus manos con dinero; era el importe de chucherías no tomadas, que su madre po -nía en una hucha.

El importe de todo un curso de privaciones fue de 7.200 pesetas que envió, a través de su madre, a un Seminario de Roma para ayudar a un seminarista.

2. Hoy Jesús nos enseña la importancia de ser generosos. El Evangelio de este domingo nos cuenta que un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Jesús, acompaña-do de mucha gente, pasaba por allí. ¿Qué ocurre?, preguntó. Es Jesús... Y le dijo que le curase: ¡Hijo de David, ten compasión de mí...! Y el ciego, tirando la capa, se le acercó... Y Jesús le devolvió la vista; y le acompañó siempre.

¿Veis? para seguir a Jesús hemos de tirar todo lo que nos impide caminar con Él, ser sus ami-gos, darle muchas alegrías.... Hemos de echar lejos de nosotros la “capa” de la pereza; la “capa” de los tacos y de las palabrotas; es decir, hemos de hablar bien; y la “capa” de la tacañería, y ser ge-nerosos como Jorge... Así Jesús nos recibirá como sus mejores amigos.

Jorge se esforzaba por no tomar cada día chucherías. Mientras sus hermanos las tomaban, él guardaba el dinero, y al final del curso lo entregó todo a Jesús para ayudar a un seminarista a ser sacerdote.

3. (Diálogo) ¿Habéis visto a un ciego? Por la calle fácilmente vemos a aquellos que venden los “iguales” para hoy... ¿Qué le ocurre al que está ciego?... ¿Los hombres le pueden devolver la vista?... Y ¿Jesús puede hacer que un ciego vea?... ¿Por qué?... Él espera de nosotros que se lo pi-damos con fe...

4. Dile muchas veces: « ¡Jesús, haz que vea!» lo hermoso que es obedecer, porque hace feli-ces a los padres... Haz que vea cuánto te agrada que yo sea tu amigo, que te acompañe muchas ve-ces en el sagrario...; que me esfuerce por hablar bien, y que acuda con frecuencia a recibir tu per-dón en la Confesión. ¡Jesús enséñame a hablar bien, y ayúdame! Yo sólo no puedo.

Jesús, creo; pero ayúdame a creer más.

Yo no puedo nada; pero Tú lo puedes todo. Jesús, que me fíe siempre de Ti.

Domingo 31 Tiempo ordinario (B) Mc 12, 28-34

Evangelio:

Acercose uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: « ¿Cuál es el primero de todos los Mandamientos?» Jesús le contestó: «El pri-mero es: escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Ama-rás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» Le dijo el escri-ba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

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1. Y ¿quién es mi prójimo? Hace unos años el Sr. Obispo de Jaca, don Ángel Hidalgo, hizo la Visita Pastoral a un pueblo que se llama Navasa. Es un pueblo situado en la falda de la peña Oroel.

Antes de administrar el sacramento de la Confirmación a los niños les examinó de Catecis-mo. Preguntó a una niña: ¿Cuál es el primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Contestó la niña con todo desparpajo:

— Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Y el señor Obispo le volvió a preguntar: y ¿quién es el prójimo?

Y la niña contestó rápidamente:

— “Todos, menos yo”.

2. Acabamos de escuchar el Evangelio que nos presenta a uno de los maestros de los judíos, haciendo una pregunta muy importante a Jesús:

— ¿Cuál es el primero y más importante de los Mandamientos?

Jesús le contesta: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Ama-rás a tu prójimo como a ti mismo.

¿Veis? ¡Qué sencillo y claro es el resumen de los Mandamientos que hace Jesús!: amar a Dios con todo nuestro ser, y al prójimo como a nosotros mismos. De este modo ya no lo olvidaremos nunca.

Sabemos que Dios es nuestro Padre del Cielo, que nos ama infinitamente; y espera de noso-tros sólo amor.

Pero, mi prójimo ¿quién es? La niña de Jaca nos lo recuerda:

— ¡Todos, menos yo! Mis padres y familiares, amigos, y aquellos con los que me encuentro durante el día, esperan de mí que los quiera de verdad. Me voy a esforzar por ayudar, obedecer y hablar bien siempre.

3. (Diálogo) ¿Quién es Dios? ... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... ¿Cuál es el primero?... ¿Y el segundo?... ¿El tercero?... (Hacer hincapié en ir a Misa los domingos) Y ¿Cuál es el más importante de todos?... ¿Quién es mi prójimo?...

4. Puesto que los Mandamientos son el camino que nos lleva al Cielo, nosotros los vamos a estudiar para aprenderlos muy bien. Los repasaremos con nuestros padres en casa...

Pero sobre todo los hemos de vivir cumpliéndolos amorosamente cada día, así alegraremos a Dios y a nuestros padres...

Necesitamos la ayuda de Dios, que vamos a pedir con frecuencia, diciéndole:

Oh Dios, hazme valiente

para oír la santa Misa todos los domingos. ¡Que nadie me aparte de Ti! Así sea.

Solemnidad de Todos los Santos (B) Mt 5, 1-12.

Evangelio:

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y toman-do la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, por-que ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bien-aventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

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1. Un barquero en el río Nilo (como lo había en aquellos tiempos en Zaragoza, en el río Ebro...), dedicado a pasar trabajadores y turistas de un lado a otro... El barquero conocía muy bien su oficio, y nadaba a la perfección...

Un día los turistas eran unos sabios... Y uno de ellos, que era astrónomo, le preguntó al rudo barquero:

¿Conoce usted el nombre de algunas de esas estrellas que pueblan el firmamento?

— Señor, le contestó, yo no se nada de lo que usted me pregunta.

A lo que el sabio respondió: «Pues ha perdido usted la mitad de su vida».

El sabio le pregunto de nuevo: y ¿sabe los movimientos de la tierra alrededor del sol?

Y de nuevo contestó el barquero:

— Tampoco lo sé; más bien pienso que la tierra está quieta.

Y el sabio le volvió a recordar: «Pues ha perdido usted la mitad de su vida».

Entonces sopló un viento fuerte y volcó la embarcación cayendo los dos en el río... El sabio le pedía auxilio al barquero. Y éste le dijo:

— Sabio, ¿sabe usted nadar?

Y el sabio contestó: ¡No!

A lo que le dijo el rudo barquero:

— « ¡Pues ha perdido usted la vida entera!»

2. Todos queremos ser felices. El Evangelio nos enseña qué hemos de hacer para ser felices: bienaventurados los pobres de espíritu, los limpios de corazón, los que desean la santidad, el Cielo. Allí, y sólo allí, está la verdadera felicidad que durará para siempre. La vida es como un río muy grande, que debemos cruzar para ir al Cielo. Es necesario saber nadar. Nadar es hacer los mismo que hago, pero bien hecho, y por amor de Dios. Nadar es pedir perdón, oír Misa los domingos... Nadar es ser santos. Así llegaremos al Cielo.

3. (Diálogo) ¿Qué fiesta celebramos hoy?...Vosotros, ¿queréis ser santos? Y ¿qué hay que ha-cer para ser santo?... Habéis de saber que todo lo hace Jesús, menos una cosa que he de hacer yo. Y esa cosa es ¡QUERER!

San Agustn, en un día como este en el que contemplaba multitudes de hombres y de muje-res en el Cielo, se decía a sí mismo: «Agustn, lo que tantos y tantas han podido, ¿no lo vas a poder tú?». Y llegó a ser santo.

4. El santo no nace, se hace día a día, luchando por agradar a Jesús en todo lo que dice, hace y piensa... Todo el que lucha tiene victorias y también derrotas. Cuando aparecen las derrotas, ¡no te desanimes!, pide perdón y ¡a volver a luchar! Necesitamos tu ayuda, Jesús.

Jesús, quiero seguirte en la tierra,

para estar siempre contigo en el Cielo.

Conmemoración de todos los fieles difuntos. Mc 15, 33-39.

Evangelio:

Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», - que quiere decir - « ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes decían: «Mira, llama a Elías.» Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofre-cía de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.» Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»

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1. San Ignacio de Loyola se encontró en La Sorbona —una de las mejores universidades del mundo de entonces— con otro español, inquieto y muy inteligente. Este joven, soñador y apasio-nado era Francisco Javier...

San Ignacio quería proponerle nuevos horizontes en los que soñar, y apasionantes empresas que realizar... Y le dijo:

Javier, tú ¿qué carrera quieres estudiar?

— «Quiero ser abogado»

¡Muy bien! ¿Y después?

— «Después seguiré estudiando en otras universidades para ser uno de los mejores juristas del mundo».

¡Estupendo! Y si lo logras, después ¿qué vas a hacer?

— «Después, me casaré, tendré una familia y educaré a mis hijos»

¡Todo eso me parece maravilloso! Pero..., y después ¿qué?

Javier se quedó pensativo...; y no supo qué contestar.

Y san Ignacio le dijo:

— Javier, después te morirás y tendrás que dar cuenta a Dios de tu vida... Piensa lo que te acabo de decir..., y ya me contarás lo que has decidido.

Javier, después de meditar lo que le dijo aquel sacerdote, se decidió a entregar su vida a Dios en la Compañía de Jesús. Y fue el gran apóstol y evangelizador del Extremo Oriente.

2. Sabéis muy bien que la Iglesia, está formada por los hombres que estamos luchando en este mundo para alcanzar el Cielo; por las almas del Purgatorio: allí están las almas de los que mu-rieron en gracia de Dios, pero necesitan purificarse de faltas leves; y las almas de los que murieron en plena amistad con Dios, que están en el Cielo para siempre.

Hoy la Iglesia nos pide que oremos, de modo especial, por las almas del Purgatorio; que pa-gan una deuda que tienen con Dios, mediante el dolor. Es fácil que allí tengamos a familiares nues-tros..., que esperan nuestra ayuda para salir de allí e ir al Cielo. Hoy vamos a ofrecer la Santa Misa y la Comunión por ellos, rezaremos el Santo Rosario, visitaremos a Jesús en el Sagrario y ofrecere-mos pequeños sacrificios a Jesús por las benditas almas del Purgatorio, para que vean pronto a Dios eternamente en el Cielo.

3. (Diálogo). ¿Qué día celebramos hoy, dos de noviembre?... ¿Quiénes van al Purgatorio?... Y ¿que hacen las almas en el Purgatorio?... ¿Qué nos pide nuestra Madre la Iglesia en este día?... ¿Cómo les podemos ayudar?... ¿Qué vas a hacer por ellas?

4. Hoy, en el momento de la Consagración y de la elevación del Señor en la Santa Misa, va-mos a mirarle con mucho amor. Jesús está oculto en la Sagrada Hostia; y con una fe grande en Él, que está verdaderamente presente en el Altar, le diremos con la confianza de los buenos hijos:

Señor, concede el Cielo

a todas las almas del Purgatorio; especialmente a nuestros seres queridos.

Domingo 32 Tiempo ordinario (B) Mc 12, 38-44.

Evangelio:

Decía también en su instrucción: «Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discí -pulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.

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1. En Betania vivían unos hermanos llamados María, Marta y Lázaro. Eran muy amigos de Je-sús. Un día Lázaro se puso enfermo y, a consecuencia de esa enfermedad, murió.

Jesús dijo a sus Apóstoles: Vamos a ver a nuestro amigo Lázaro que está dormido y lo desper -taremos.

Al acercarse a Betania, salió a su encuentro Marta, la hermana de Lázaro, y le dijo: Señor, si hubieras estado aquí mi hermano no hubiera muerto.

Jesús le dijo

— ¿Dónde lo habéis puesto?

Lo llevaron al cementerio; y, al ver donde estaba, Jesús se emocionó y lloró. Los que estaban allí decían: « ¡Cómo le amaba!». Fue Jesús a la tumba y le dijo: “¡Lázaro, sal fuera!” Lázaro recobró la vida, y Jesús lo devolvió a sus hermanas.

2. El Evangelio de hoy nos cuenta que en el Templo de Jerusalén Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho.

Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as.

Ante el gesto de aquella mujer que dio tan poca cantidad, Jesús se emocionó porque había dado todo lo que tenía.

¡Qué fácilmente se emociona Jesús cuando encuentra verdadero cariño! Se emocionó ante la tumba de Lázaro...; se emocionó ante esta mujer sencilla...; se emocionó cuando vio llorar a Pedro porque había pecado...

Los niños, y también los mayores, nos hemos de proponer emocionar a Jesús, manifestándo-le el cariño al hacer las cosas que nos encargan.

- Emocionarle en el modo de trabajar, haciendo bien lo que debemos y estando en lo que ha-cemos..., hacer bien los deberes...

- Emocionarle al levantarnos y acostarnos a la hora..., haciendo muy bien las oraciones de la mañana y de la noche…

- Emocionarle yendo a Misa los domingos con nuestros padres, y estando muy atentos en ella...

3. (Diálogo) ¿Quién es Dios?... ¿Dónde está Dios?... ¿Cómo se llamaban los amigos que Jesús tenía en Betania?... ¿Qué le dijo Marta a Jesús, al verlo?... ¿Qué hizo Jesús cuando la tumba de Lá -zaro?... ¿Dios lo ve todo?...

Pues, tú yo vamos a emocionar a este Dios que nos ve siempre y nos mira con tanto cariño. ¿Qué hemos de hacer?... ¿Cómo hemos de rezar al acostarnos y al levantarnos?... Haciendo con amor a Jesús lo que haces, Él se queda muy contento...

4. Jesús, yo quiero ser como aquella mujer sencilla que dio lo poco que tenía. Yo también tengo muy pocas cosas...; pero tengo un corazón para amarte sólo a Ti; así amaré de verdad a to-dos. Pero Tú, Jesús, ayúdame:

Jesusito de mi vida, eres niño como yo;

por eso te quiero tanto que te doy mi corazón.

Tómalo, tómalo. Tuyo es, mío no.

Dedicación de la Basílica del Salvador. Jn 2, 13-22.

Evangelio:

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: « Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.» Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará. Los judíos entonces le replicaron diciéndole: « ¿Qué señal nos muestras para obrar así?» Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levanta-ré.» Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

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1. Yo tengo un amigo que, desde hace varios años, cuida a su madre que está muy ancianita. Tiene 90 años. No os podéis imaginar el cariño con que la atiende. Procura que nada le falte.

Un buen día estaba hablando con él, al propio tiempo que contemplábamos unas fotografías del pueblo. Entre todas las casas sobresalía el templo parroquial. Entonces le pregunté:

Oye, José, ¿tú sabrías responder a una persona que te preguntase qué es la Iglesia?

Me contestó rápidamente:

— Claro que sí.

A ver, dime:

— ¿Qué es la Iglesia?

El buen hijo, amigo mío, contestó:

— «La Iglesia es la casa más grande del pueblo; que por cierto, nadie la quiere porque es muy vieja».

De nuevo le volví a preguntar:

Y tú ¿por qué quieres tanto a tu madre, tan anciana como es?

A lo que respondió muy convencido:

— « ¡Porque es mi madre!».

Oye, José, y ¿por qué tienes tan limpia y ordenada tu casa?

— «Porque quiero siempre lo mejor para mi madre».

2. Esto mismo nos quiere enseñar Jesús en este día en que celebramos la fiesta del Templo más importante de los cristianos: la Basílica del Salvador, la catedral del Papa. La Iglesia la forma-mos todos los cristianos del mundo. Somos una familia, que se reúne en el templo para dar culto a Dios, para celebrar la Santa Misa, aprender la doctrina de Jesús, recibir los sacramentos, orar...

Jesús un día entró en el templo de Jerusalén y se enfadó mucho porque encontró en el Tem-plo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dine-ro de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí.

Mi casa es casa de oración». El templo no es una sala de estar..., sino una casa de oración. Es la casa de Dios, y la debemos cuidar mucho para que todo esté limpio y en orden.

3. (Diálogo). Cuando vais de viaje y pasáis por pueblos, ¿sabéis cual es edificio más grande del pueblo?... ¿Qué es el templo?... Y ¿para qué es la casa de Dios?... ¿Qué es rezar?... ¿Quién es Dios?...

4. Nosotros hemos de cuidar mucho la casa de nuestro Padre del Cielo para que esté siempre muy limpia..., estaremos en silencio..., pendientes sólo de hacer compañía a nuestro Padre Dios. Hemos de querer lo mejor para nuestro Padre del Cielo, como quería José para su madre,

Vamos a prometer a Dios, Padre nuestro del Cielo, que al entrar en la Iglesia miraremos aten-tamente al Sagrario donde vive Jesús, le saludaremos, le contaremos nuestras cosas, y no hablare-mos con nuestros compañeros. Así le daremos muchas alegrías.

Señor, que quien me vea rezar, también él te quiera amar.

Domingo 33. Tiempo ordinario (B) Mc 13, 24-32.

Evangelio:

Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del Cielo, y las fuerzas que están en los Cielos serán sacudi-das. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del Cielo. «De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tier-nas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que su-cede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación has-ta que todo esto suceda. El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el Cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre

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1. Patricia es una niña que un mes antes de la Comunión, su madre le llama y habla un ratito con ella sobre Jesús... Le pide que haga el dibujo para el recordatorio... Y la niña dibujó lo siguien-te:

Jesús en la Cruz... Al pié de la misma, la Santsima Virgen; y un globo que sale de la boca de Jesús diciéndole a su Madre:

— «Madre, no llores, porque esto se acaba en seguida».

La madre seguía hablando con su hija, y le decía:

Es verdad, hija mía, lo que acabas de poner en los labios de Jesús: en el mundo todo empieza y todo se acaba. El coche que tenemos, hace unos años era muy bonito, ahora ya empieza a tener averías. Tu vestido de hoy es muy bonito; dentro de poco tiempo, ya no servirá. Los abuelitos fue-ron jóvenes, hoy ya se hacen ancianos, y no pueden caminar...Todo se acaba en este mundo. Sólo quedan las obras que hacemos durante la vida. El día del Juicio nos acompañará ante Dios. Y Él nos juzgará.

2. Por eso, nos recuerda Jesús en el Evangelio el fin del mundo, y que, después de aquella tri-bulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas irán cayendo del Cielo, y las fuerzas que están en los Cielos serán sacudidas. Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del Cielo.

Jesús vendrá al final del mundo, con gran poder y majestad, a juzgar a todos los hombres de sus pensamientos, palabras y obras... Y, entonces, quienes hayan obrado bien irán al Cielo para siempre; y quienes hay muerto en pecado mortal, al infierno también para siempre.

Es muy importante que hagamos bien las cosas para agradar a Jesús, que será nuestro Juez. Y, cuando hagamos alguna cosa mal, que le pidamos perdón, confesando nuestros pecados.

3. (Diálogo) ¿Quién es Jesucristo?... ¿Dónde está ahora Jesucristo?... ¿Desde dónde vendrá a juzgarnos?... ¿Cuándo será el juicio universal?... ¿Quieres que, en aquel día, Jesús esté contento de ti?... ¿Qué debes hacer para ello?... Y si te portas mal o cometes un pecado, ¿qué debes hacer?...

4. Lo más importante que llevamos entre manos es ir al cielo... El camino que lleva al Cielo es agradar a Jesús en todo lo que decimos, pensamos o hacemos...

Pero somos muy débiles, nos cansamos y nos olvidamos de Ti, Jesús mío; por eso quiero acu-dir hoy, de modo especial, a nuestra Madre, la Virgen María, y pedirle con fe que me ayude a agra -

dar a su Hijo Jesús en todo. Y, cuando haga una cosa mal, que le pida perdón enseguida, acudiendo al sacramento de la Penitencia.

Jesús, Tú nos juzgarás a todos, dando a cada uno su merecido.

Ayúdanos a portarnos bien para ser felices contigo.

Solemnidad de Cristo Rey. (B) Jn 18, 33-37.

Evangelio:

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: « ¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: « ¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de Mí? » | Pi -lato respondió: « ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a Mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: « ¿Luego tú eres Rey? » Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

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1. Un conferenciante empezó su discurso mostrando al público un billete de 500 euros, y pre-guntó:

— ¿Quién quiere este billete de 500 euros?

Se levantaron varias manos, pero el conferenciante dijo:

— Antes de dárselo, debo hacer una cosa.

Lo arrugó con furia, y volvió a decir:

— ¿Quién sigue queriendo este billete?

Las manos seguían alzadas.

— ¿Y si hiciera esto?

— Lo tiró contra la pared, lo pisoteó y, una vez más, mostró el billete, ahora sucio y arrugado. Repitió la pregunta, y las manos siguieron levantadas.

— No olviden nunca esto —dijo el conferenciante—. Haga lo que haga con este dinero, conti-núa siendo un billete de 500 euros.

A menudo en la vida nos arrugan, nos pisan, nos maltratan, nos injurian; sin embargo, a pe-sar de ello, la dignidad del hombre sigue siendo la misma.

2. Hoy celebramos una fiesta muy grande, la fiesta de Cristo Rey del universo. Y así, el ángel anuncia a la Virgen que el reino de Jesús no tendrá fin... Cuando los Magos buscan a Jesús, pre-guntan: ¿Dónde está el nacido Rey de los judíos?... Jesús comienza su predicación diciendo: se acerca el reino de Dios... Por eso Pilatos recibió la denuncia de aquel pueblo, y todos, a una, trata-ron muy mal a Jesús, le azotaron, le coronaron de espinas y le condenaron a muerte de Cruz, por -que —decían— que quería hacerse rey...

Fijaos lo que nos dice el Evangelio: Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: « ¿Eres tú el Rey de los judíos?».(...) Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a Mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí».

El Reino de Jesús no es de este mundo, ni como los de este mundo, ni para este mundo. Sin embargo Jesús es el Rey del universo, porque Él es el Señor, el Creador de todo. Todo es suyo.

3. (Diálogo) ¿Qué fiesta celebramos hoy?... ¿Qué le dijo el Ángel a la Virgen al anunciarle que sería la Madre de Jesús?... ¿Qué le preguntaron los Magos a Herodes?... ¿Qué hizo Pilatos con Je-sús?... Y ¿por qué le condenó a morir en la cruz?... ¿Por qué Jesús es el rey del universo?...

4. Jesús quiere ser el rey de nuestras almas y de nuestros corazones para llenarnos de sus do-nes y de su felicidad.

Reine, pues Jesucristo, en nuestras almas por la gracia. En nuestro entendimiento por la fe y el conocimiento de su doctrina. En nuestras voluntades, por la observancia de su ley. En nuestros corazones, por el amor.

Hoy le pedimos todos los niños a una:

Tuyos somos, y tuyos queremos ser.

¡«Corazón Sacratsimo de Jesús, danos la paz»!


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