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El marco social y pragmático de la terminología

Date post: 09-Jan-2017
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El marco social y pragmático de la terminología 1. La dimensión coercitiva de la terminología: legislación y planificación lingüística 1.1 Las lenguas amenazadas 1.2. Globalismo versus diversidad 2. Usos desviados de la terminología 2.1. El ocultismo 2.2. La ultracorrección 2.3. La ironía 2.4. La complicidad
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Page 1: El marco social y pragmático de la terminología

El marco social y pragmático de la terminología 1. La dimensión coercitiva de la terminología: legislación y planificación lingüística 1.1 Las lenguas amenazadas 1.2. Globalismo versus diversidad 2. Usos desviados de la terminología 2.1. El ocultismo 2.2. La ultracorrección 2.3. La ironía 2.4. La complicidad

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1. La dimensión coercitiva de la terminología: legislación y planificación lingüística. La terminología constituye una herramienta importante para el traductor como ya se ha visto en el tema 1. Pero sólo una de las corrientes existentes en terminología se centra en la traducción, según Auger (1987) y Cabré (1992, p.33). Las tres grandes tendencias en terminología son: a) la terminología orientada al sistema lingüístico (se centra en los conceptos y la normalización de términos y nociones), b) la terminología orientada a la traducción (creación de grandes bases de datos) y c) la terminología orientada a la planificación lingüística (intervención sistemática para cambiar el estatus de una lengua poco estabilizada). La corriente a) está representada por tres escuelas: la de Viena, la de Praga y la de Moscú. La escuela de Viena es la más extendida por el hecho de haber desarrollado un sistema de principios y fundamentos para la terminología teórica basados en los trabajos de E. Wüster, y haberlos difundido a través de las normas ISO. Las corrientes b) y c) se han desarrollado primordialmente en el mundo francófono (Canadá -Québec-, Bélgica) y en los países que reciben su influencia por poseer también una lengua románica. No es de extrañar que la corriente traduccional haya dedicado también más esfuerzos a la dimensión coercitiva de la terminología. Los estudios de traducción implican a menudo una defensa del pluralismo (lingüístico, conceptual, cultural) frente a intentos globalizadores artificiales (el esperanto) o naturales (el inglés). Consecuentemente a la idea de pluralismo o diversidad surge la necesidad de hallar recursos terminológicos coherentes con cada uno de los sistemas lingüísticos, sean éstos lenguas extendidas o minoritarias, económicamente respaldadas o desprotegidas. Éste es sin duda el eje que ha motivado un esfuerzo metodológico muy importante en comunidades lingüísticas bilingües por derecho como las de Québec y Cataluña, pero en las cuáles existe una lengua que tiende a dominar y monopolizar los recursos léxicos: el inglés frente al francés en Québec, el castellano frente al catalán en Cataluña. Cuando además sucede, como es el caso de Cataluña, que la lengua minoritaria ha estado sometida a condicionamientos históricos regresivos, se hace

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patente la necesidad de un mecanismo que no sólo se ocupe de defender las opciones que enriquecen el propio sistema lingüístico y colaboran a consolidar su coherencia, sino que también recupere la vitalidad de ese sistema mediante un proceso de metamorfosis a partir de sus recursos etimológicos, morfológicos, sintácticos y semánticos: es lo que denominamos la normalización lingüística. Pero la terminología es una herramienta privilegiada para conseguir un saneamiento léxico y conceptual en cualquier estado. A pesar de que la dimensión coercitiva es rara en Europa fuera de Cataluña (con la excepción histórica de Francia) y en América fuera de Québec, se trata de una práctica deseable para todas las áreas de lenguas en contacto. La existencia de pseudo-lenguas como el pidgin en el sudeste asiático o el spanglish de Puerto Rico son fruto de una ausencia completa de lo aquí denominamos dimensión coercitiva de la terminología y que Jean Claude Boulanger (1991) denomina l'axe aménagemental de la terminología, resaltando la función de acondicionamiento o fomento que poseen los organismos que la practican. Alguno podrá objetar que, fruto como son de una necesidad de comunicación, nada hay que oponer a la existencia de las citadas pseudo-lenguas, lo cual no deja de ser bastante razonable. Sin embargo, el problema no reside tanto en la adquisición de un lenguaje nuevo como en la sustitución de una lengua que ha acuñado una enorme tradición cultural por un sistema arbitrario de signos. Si tomamos por ejemplo la palabra rufo empleada por los habitantes de Puerto Rico para designar el tejado de las casas (por asimiliación del inglés roof) deberemos aceptar que hemos perdido la motivación lógica que relacionaba tejado con teja, y con toda una familia formada por otras palabras (tejadillo, tejar, tejo, tejuelo) y expresiones (tirar/echar los tejos, a teja vana, a toca teja, de tejas abajo o de tejas arriba1). Tampoco, por el hecho de decir rufo, se enriquece el hablante portorriqueño inmediatamente con información relativa a la familia léxica compuesta por roof-garden (terraza o azotea con plantas y flores), roof of the mouth (paladar), roof-rack (baca), roof-top restaurant (restaurante con terraza), roof of heaven (bóveda celeste), así como to hit the roof (subirse por las paredes), to raise the roof (poner el grito en el cielo), etc.

1 Tejo: trozo de teja o baldosa que se emplea para jugar. Tejuelo: trozo de metal que se emplea como apoyo de máquina. Disco de metal para hacer una moneda. Trozo de papel adherido al lomo de un libro para su catalogación. Tirar/echar los tejos: realizar intentos verbales para seducir a alguien. A teja vana: cubierta de tejas sin cielo raso que cubra las tejas por el interior. A toca teja: pagar al contado. De tejas abajo o de tejas arriba: de este mundo o del sobrenatural.

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Desde cualquier punto de vista resulta más económico para cualquier hablante conocer un lexema, unas cuantas reglas de formación de palabras y un sistema de analogías que tener que memorizar vocabulario y conceptos desprovistos de toda vinculación léxica. Este esfuerzo accesorio empobrece la riqueza expresiva de los hablantes en particular y de los pueblos en general. Si bien toda lengua supone un armazón a nuestros pensamientos (cf. Leech, 1985), no hace falta reforzarlo con grilletes accesorios. Es la coherencia de un sistema y el cúmulo de vínculos que ha acuñado el que definitivamente nos forma, aunque nos determine, y su dominio constituye la primera condición para asumir cierta libertad de pensamiento, palabra y obra. Lluís Marquet (1979) ha defendido con multitud de ejemplos el hecho de que cuando una lengua ya ha resuelto satisfactoriamente una cuestión terminológico-conceptual es preferible mantenerla y no admitir que la influencia de otras lenguas acabe por arrinconarla. Proponemos un par de ejemplos resueltos por este autor por ilustrar claramente la reflexión que debe sustentar el esfuerzo coercitivo de la terminología. Se trata de los binomios trànsit/tràfic y nombre/número del catalán. Trànsit versus tràfic: Hemos escogido este ejemplo porque es equiparable completamente al binomio tránsito/tráfico del castellano. Estas dos palabras se utilizan como términos sinónimos para designar el movimiento de vehículos por calles y carreteras. El diccionario de Fabra, sin embargo, define trànsit como movimiento o paso de vehículos, personas, etc., y tràfic como movimiento o transporte de mercaderías. Así: transitar per un carrer = circular traficar drogues = mercadejar, carretejar Según esta motivación semántica, las colocaciones usuales de trànsit deberían ser trànsit rodat (tránsito rodado), policia de trànsit (policía de tránsito) o densitat de trànsit (densidad de tránsito), puesto que son construcciones que se refieren al movimiento de los vehículos. Lo cierto es que en todos estos contextos se utiliza tràfic (o tráfico en sus equivalentes castellanos). Si por otro lado nos fijamos en la producción morfemática, nos damos cuenta de que trànsit está relacionado con el verbo transitar y el adjetivo polar transitable/intransitable. Mientras que tràfic produce traficar y traficant, ambas de significado claramente relacionado con el transporte de mercaderías.

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Sucede que en todas las lenguas románicas existía esta distinción entre tránsito y tráfico, pero todas han desplazado tránsito por influencia del inglés traffic. ¿Cuál es el uso de los términos que conviene normativizar en este caso? Los organismos que representan la dimensión coercitiva de la terminología deberán tomar una decisión al respecto. Las cuestiones filológicas suelen tenerse en cuenta rigurosamente, aunque la necesidad de homogeneizar las opciones de un grupo de lenguas emparentadas es una motivación de peso, sobre todo en el caso de las lenguas románicas, puesto que ya hace tiempo que parecen perder el juego a favor de las anglogermánicas. Nombre versus número: En este caso nos encontramos con la coexistencia de la palabra catalana y el castellanismo para designar lo que en castellano supone un único concepto denominado número. En el diccionario de Pompeu Fabra (1983) se incluye el castellanismo número con el significado de nombre amb que una persona o cosa és designada dins una sèrie o col.lecció. Cabe inferir que debe usarse nombre siempre que no nos refiramos a una realidad seriada, por ejemplo nombre atòmic, nombre de massa, nombre d'Avogadro, nombre e o nombre π. Es decir que debemos distinguir de la siguiente forma: L'oxigen és l'element número 8 de la tabla periòdica. El nombre atòmic de l'oxigen és 8. Según Marquet esta distinción és artificial, y responde a un intento conciliatorio de Fabra entre dos formas excluyentes. Si el término número se refiere solamente al orden en que un elemento está situado, los números serán siempre números enteros, y nunca podrán ser fraccionarios, por ejemplo 7'83, o irracionales, como la raíz de dos. De esta manera, al hacer un cálculo del tipo a x b, el resultado será un número o un nombre dependiendo de si es un entero o no lo es. Esto, aduce Marquet, es absurdo y matemáticamente ilógico. Su conclusión normalizadora es la siguiente: en matemáticas siempre utilizaremos el término nombre, y solamente si hablamos del número de una calle, de una revista o de una página podremos utilizar número. Este ejemplo muestra que la dimensión coercitiva de la terminología no tiene porque identificarse con una actitud purista en referencia a la lengua. Su función es desproveerse de préstamos innecesarios y racionalizar el uso de los neologismos que enriquecen el sistema conceptual.

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Es claro, pues, que las comunidades lingüísticas minoritarias o económicamente dependientes en general, y las de escritura poco desarrollada en particular, han de realizar un esfuerzo mayor de planificación lingüística oficial. Un modelo predictivo-funcional del cambio lingüístico (sobre datos sociodemógraficos, por ejemplo) puede resultar un instrumento muy útil de la planificación lingüística. De este modo la sociolingüística puede convertirse en un importante aliado de la planificación lingüística en general y de la terminología en particular. Es obvio que incluso lenguas de larga tradición y un gran número de hablantes como el castellano han sido víctimas de la invasión indiscriminada de galicismos y anglicismos debido a la ausencia de un proceso normalizador. Pero, como se ha visto, el hecho de adaptar extranjerimos para que se acoplen al sistema de la lengua es una vía de creación de neologismos muy normal, y en último término, un método de enriquecimiento léxico y conceptual. Palmer (1976, p.59) explica el fenómeno de la sinonimia en inglés como una alternancia de palabras de origen anglosajón frente a préstamos latinos (brotherhood/fraternity), y se opone al movimiento que pretende salvar al gaélico de la contaminación anglófona. ¿Para qué planificar y normalizar si existe una selección natural de las lenguas? En la dinámica de expansión y decaimiento de las lenguas (como explicaba Lluís Cugota el 11 de mayo de 1996 en La Vanguardia) se han propuesto ingeniosas analogías de inspiración biológica que comparan las lenguas a los genes y a la organización de los ecosistemas. Así, la ecología lingüística ha establecido un paralelismo entre la diversidad biológica y la lingüística, ambas ricas y esplendorosas en los trópicos y más parcas en las zonas áridas e inhóspitas. También se ha equiparado la lengua con criterios evolutivos biológicos; sin embargo, se observa que algunas lenguas tienden a desaparecer en hábitats que se mantienen inalterables. Dentro de esta metáfora biológica tal vez podríamos aventurar el pronóstico de que cuando un organismo o un ecosistema es fuerte un poco de contaminación sólo consigue reforzar su sistema immunológico. Pero cuando una lengua minoritaria cede parte de su herencia lingüística a favor de la dominante, ha dado un paso hacia la tumba. En muchas ocasiones, este paso viene determinado por razones que nada tienen que ver con la ecología o la biología: los condicionantes económicos, políticos, religiosos y culturales, e incluso los genocidios deciden el destino de las lenguas. En ocasiones sucede también que un "cambio lingüístico" en favor de la lengua dominante aporta una mejora en la calidad de vida de comunidades reducidas, por lo que para que la lengua descuidada sea revitalizada los organismos

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deben incorporarle aspectos sociales y políticos de gran importancia, como la tradición, el poder o el prestigio. Este impulso adornado, por no decir manipulado, puede hacerse antipático a buen número de intelectuales que ven en él un intento de enmascaramiento. Naturalmente que la defensa de una lengua no debería necesitar de ninguna motivación añadida a la valía que posee en sí misma. La lengua es la esencia de la historia de un pueblo. Las palabras revelan como los hablantes clasifican los elementos de su entorno y muestran la evolución de las comunidades, y, sobre todo, interviene en la comprensión y la interpretación de la realidad. 1.1. Las lenguas amenazadas Muchos de los países que poseen lenguas de alfabetos no latinos tienen depositadas sus esperanzas en la terminología como uno de los aspectos más importantes de su vinculación al ámbito internacional. Sudáfrica, India o Israel son países que realizan considerables esfuerzos para independizarse del inglés mediante la creación de terminología autóctona. El problema, naturalmente, es que los pueblos poco desarrollados no poseen suficientes medios para promover un cultivo planificado del lenguaje. Cada lengua es única e irrepetible, no sólo en su aspecto lingüístico, sino también en cómo instruye al hablante sobre la percepción del mundo y la forma de ser individual y colectiva. Al igual que una especie biológica barrida de la faz de la Tierra, una lengua que desaparece se lleva consigo información valiosísima que contribuye a explicar la cultura y la evolución del ser humano. El desconocimiento sobre el patrimonio lingüístico de la humanidad es tan grande que incluso se desconoce el número de lenguas vivas existentes. Los lingüistas y los antropólogos han tenido pocas oportunidades y medios insuficientes para discernir -de entre unas 20.000 lenguas y dialectos- las aproximadamente 4.500 lenguas vivas que persisten. Son muchos los países que no han realizado estudios lingüísticos. Según afirma Cugota, basándose en los datos del Seminario Internacional sobre Políticas Lingüísticas (Leioa, 1996), unas 2.269 lenguas no han sido codificadas ni se dispone de registros sonoros. Se trata, en su mayoría, de lenguas afroasiáticas o americanas, muchas con poco más de trescientos hablantes vivos. De hecho, en el mundo únicamente 138 lenguas son habladas por más de un millón de personas; 258 más son el medio de expresión de más de 100.000 personas; 708 las emplean más de mil personas, y otras 409 lenguas son habladas por poco más o menos un centenar de hablantes. En cuanto a Europa, la consulta del Libro rojo de las lenguas amenazadas (http://www.helsinki.fi/~tasalmin/europe-report.html) aporta que existen 94

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lenguas en el territorio europeo. De las 77 consideradas autóctonas, sólo 45 disfrutan de buena salud, y el resto sufre desde un ligero trastorno hasta una agonía irreversible. Los que propugnan la homogeneidad cultural piensan que unas cuántas lenguas más o menos no tienen ninguna importancia. Éstos consideran posible, e incluso deseable, un mundo monolingüe. A partir de que las expediciones europeas conquistaran el mundo a finales del siglo XV, en muchos lugares se ha considerado el multilingüismo como una amenaza de estado, un elemento disgregador de una voluntad nacional impuesta por la minoría dominante. Sin embargo, el multilingüismo es la forma normal de vida de cientos de millones de personas en todo el mundo, si bien menos de la cuarta parte de las naciones del planeta reconoce oficialmente dos lenguas y muy pocas disfrutan de tres o más lenguas oficiales. "El monolingüe tiende a creer en una identificación entre la realidad y su expresión verbal y por ello propende a un pensamiento dogmático y absolutista, mientras que quien está acostumbrado a moverse entre diversas lenguas y culturas acepta con más facilidad las divergencias y ambigüedades" (Miquel Siguán, 1996). "El plurilingüismo y el interculturalismo es una riqueza que deberían promover los sistemas educativos, los medios de comunicación y las sociedades. El reforzamiento del pluralismo cultural es una de las piedras de toque para aumentar la tolerancia y avanzar hacia "la cultura de la paz", según resolución aprobada en Leioa. La diversidad lingüística y la protección de las lenguas minoritarias es el mejor lenguaje que tienen los humanos para la comprensión internacional. Ahora bien, esta cuestión teóricamente clara, a menudo genera susceptibilidades y problemas de convivencia en las regiones donde coexisten dos o más sistemas lingüísticos. Cada individuo siente el derecho de utilizar su lengua materna, y lo defiende puesto que sabe inconscientemente que la utilidad y satisfacción que experimenta es mayor cuando utiliza su primera lengua. En el caso de individuos no adaptativos (Colomer, 1996), el hablante prefiere obtener ese beneficio de utilidad y satisfacción al beneficio intelectual y humano que le reporta el aprendizaje y el uso de una segunda lengua, sobre todo cuando esta segunda lengua es minoritaria y, tal vez, esté en posición de inferior privilegio (disglosia). Cuando los organismos gubernamentales poseen suficientes medios (como es el caso de Cataluña), puede efectuarse un proceso de revalorización de la lengua minoritaria a través de una publicidad general de la cultura y las tradiciones propias. Pero la manera más efectiva de garantizar un bilingüismo completo y un status de igualdad de la lengua minoritaria frente a la mayoritaria es poner en práctica el modelo denominado de inmersión lingüística, es decir, la imposición de la lengua

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minoritaria en los ámbitos de la educación y la administración. Colomer (1996, p. 25) demuestra mediante un análisis simple que la discriminación lingüística es inferior en el caso de que la lengua minoritaria se imponga a la mayoritaria que a la inversa: Imaginemos una comunidad bilingüe de cinco miembros, tres del grupo A = { a1, 12, a3 } y dos del grupo B = { b1, b2 }. El grupo A tiene α como primera lengua y el grupo B tiene ß como primera lengua. Suponemos que los miembros del grupo A tienen conocimientos de la lengua ß, pero su nivel de competencia (y utilidad y satisfacción) en ésta segunda lengua no es superior al que tienen de su lengua α. Y lo mismo para el grupo B. En otras palabras, el uso de la segunda lengua puede producir un cierta desutilidad o insatisfacción. Supongamos que los individuos conversan en parejas (Colomer analiza, más adelante en el libro, las conversaciones a tres y en grupos más numerosos). Las diez parejas posibles son: a1-a2 a1-a3 a2-a3 a1-b1 a1-b2 a2-b1 a2-b2 a3-b1 a3-b2 b1-b2 Suponemos que en cada conversación los miembros del grupo A se adaptan a la lengua de su interlocutor, de manera que, por ejemplo, en el grupo a1-b1 ambas personas utilizan la lengua B de la persona b1. El resultado colectivo que obtenemos es el siguiente: Conversaciones en la lengua α: a1-a2 a1-a3 a2-a3 3 Conversaciones en la lengua ß: a1-b1 a1-b2

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a2-b1 a2-b2 a3-b1 a3-b2 b1-b2 7 Ahora suponemos que son los miembros del grupo B (minoritario) los que se adaptan a la lengua de su interlocutor. El resultado colectivo que se obtiene es el siguiente: Conversaciones en la lengua α: a1-a2 a1-a3 a2-a3 a1-b1 a1-b2 a2-b1 a2-b2 a3-b1 a3-b2 9 Conversaciones en la lengua ß: b1-b2 1 Conclusión: Cuando los hablantes de α (mayoritaria, 60% del grupo de cinco miembros) se adaptan a la lengua ß (minoritaria, 40% del grupo), α sólo se habla en un 30% de las conversaciones (3 sobre 10), es decir la mitad de lo que le correspondería según el número de personas que la tienen como primera lengua. Cuando los hablantes de la lengua ß se adaptan a la lengua α, ß sólo se habla un 10% de las veces (1 sobre 10), es decir una cuarta parte de lo que le correspondería según el número de hablantes que la tienen como primera lengua. Así pues, la discriminación que sufre una lengua mayoritaria en una comunidad cuando se impone el uso preferente de la lengua minoritaria es menor que la discriminación que sufre una lengua minoritaria cuando se impone una lengua mayoritaria. Esta exposición y su conclusión son importantes desde el punto de vista de la docencia de la terminología. Independientemente de que el alumno habite un país bilingüe y de que su lengua materna pueda ser emplazada en la mayoría o la

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minoría, la problemática del bilingüismo sirve de plataforma a otros problemas que se generan por el hecho de estar varias lenguas en contacto y/o en situación de desigualdad. Sobre todo, pone de manifiesto la necesidad de elaborar y difundir la terminología propia en todos los campos de especialidad, puesto que su ausencia es muy a menudo la causa de que el hablante decida abandonar o adulterar el sistema lingüístico que le es inherente. 1.2. Globalismo versus diversidad La reflexión sobre la diversidad lingüística y las cuestiones de predominio o dependencia de una lengua plantean también una cuestión de importancia en el mundo actual: ¿La terminología debe ser lo más homogénea posible para cada lenguaje de especialidad en los distintos idiomas, y de este modo facilitar la comunicación internacional? ¿Debe, por el contrario, adaptarse al máximo a cada lengua particular para garantizar el máximo de expresividad y de comunicación monolingüe a pesar de distanciarse de las denominaciones foráneas? Arntz & Picht (1989, p. 171) defienden la actividad de carácter normalizador de la terminología como medio para asegurar una comunicación unívoca entre especialistas. Los esfuerzos por clarificar los recursos expresivos de carácter lingüístico pertenecientes a determinadas especialidades cuentan con una larga tradición. Versalius (1514-1564),el fundador de la anatomía moderna, puede ser considerado un precursor. Sin embargo, no es hasta la segunda mitad del siglo XIX que el trabajo terminológico se hace sistemático. Esto fue debido principalmente a la revolución tecnológica, y a la coexistencia desordenada de descubrimientos tecnológicos. Al principio, en cada estado alemán había 15 unidades de medida distintas para la resistencia eléctrica, y ocho distintas para la fuerza motriz. Esta situación dio lugar inevitablemente a costosas equivocaciones que repercutieron muy desfavorablemente en el comercio. A raíz de tales experiencias, en los estados industrializados se pensó que la normalización de objetos y procedimientos y sus denominaciones podía contribuir considerablemente al progreso tecnológico. Surgieron pues una serie de organismos como la International Electrotechnical Comission (IEC) quien, después de su fundación en 1906, comenzó a clarificar y depurar la terminología electrónica. En 1919 surge la DNA (Deutscher Normenausschluss - Comisión Alemana de Normalización), y en 1926 la ISA (International Federation of the Standardizing Associations), cuyo objetivo era la unificación internacional de normas nacionales. Estos intentos trataron de fijar conceptos individuales y sus correspondientes denominaciones. Muy pronto se reconoció que la normalización terminológica puntual sólo puede aportar resultados

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útiles si todos los que colaboran en ella parten de unas bases unificadas. Por eso se comenzó a buscar en la estructura de terminologías ya existentes rasgos regularmente repetidos, para poder establecer así reglas aplicables a la hora de crear nuevos términos. Wüster (1898-1977), basado en el estructuralismo de Saussure (1857-1913) publicó en 1931 su obra Internationale Sprachnormung in der Technik, besonders in Elektrotechnik (Normalización lingüística Internacional en la técnica, especialmente en la electrotecnia). Las principales objeciones a esta obra se refieren al papel decisivo que desempeña la idea de sistema y a la creencia de que la lengua no se puede normalizar. La justificación de Wüster es que en ningún momento se refería a la lengua común, sino solamente al ámbito de la especialización. Wüster infería que la normalización no se concibe de manera estática, que no tiene sentido en todas las especialidades y que no se puede aplicar en todos los casos con la misma intensidad. En este trabajo ya hemos planteado la sutil frontera que existe entre la lengua común y los lenguajes de especialidad y también entre estos últimos. La polémica generada por Wüster se interrumpió con motivo de la segunda mundial. En el año 1946 se funda la ISO (International Organisation for Standardization) como sucesora de la ISA. En 1952 se crea un comité técnico para cuestiones terminológicas (ISO/TC 37 Terminology -principles and co-ordination-) que finalizó la redacción de las normas básicas en 1973, normas que están en proceso de revisión desde 1974. En coordinación con ISO trabajan otros organismos como el CEI (Comité Eléctrico Internacional) o Technical Committee 1. En la hoja 1 de DIN 820 (Deutsches Institut für Normung -Instituto Alemán de Normalización- fundado en 1917 con sede en Berlín) se define "normalización" de la siguiente manera: Normalización es la unificación planificada de objetos materiales e

inmateriales que los círculos interesados elaboran en común para el beneficio público. En ningún caso debe responder a fines lucrativos particulares.

La normalización fomenta la racionalización y la garantía de calidad en la economía, la tecnología, la ciencia y la administración. Está al servicio de la seguridad de personas y cosas, al igual que la mejora de calidad en todos los ámbitos de la vida. Sirve además para establecer un orden razonable, y para facilitar la información en las respectivas áreas de normalización.

En esta definición elaborada con buena voluntad indiscutible por parte del comité normalizador alemán encontramos, sin embargo, cuestiones que podrían dar lugar a un amplio debate. A pesar de quedar explícita la exclusión de posibles fines

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lucrativos, en la práctica se produce a menudo una normalización terminológica que favorece los intereses de determinados productores que buscan, en pos de la 'racionalización', 'calidad', 'seguridad', 'mejora', 'orden' (todas ellas palabras de alto grado de interpretación que aparecen en el párrafo anterior) una expansión de mercados. Está por ver cuántos países están implicados en lo que queda denominado como 'beneficio público'. Por descontado que los países no industrializados de África, Ásia y América Latina parecen excluidos de los beneficios de la normalización terminológica y de objetos que están lejos de poder adquirir. Los organismos terminológicos internacionales sufren actualmente procesos de debate interno sobre estos temas. Los países y las lenguas tradicionalmente vinculados a organismos pioneros en la investigación terminográfica y terminológica, como Inforterm2 (Austria, Alemania), que además son lenguas productoras y emisoras de terminología técnica, creen que la homogeneidad de la terminología es una cuestión central a preservar en su actividad internacional. Otros países, mayoritariamente los que poseen lenguas románicas, observan éste interés con susceptibilidad después de un período en el que la difusión de terminología homogeneizante podría contemplarse como una especie de hegemonía cultural. Estos países, normalmente receptores de tecnología y de terminología, y casi siempre con menos recursos, abogan por una actividad terminológica internacional que respete el pluralismo lingüístico y conceptual, y donde se destine esfuerzos a la búsqueda de la solución más apropiada para cada sistema. Cabe preguntarse, por otro lado ¿gozan las normas terminológicas siempre de una buena aceptación? Los organismos como DIN tienen la forma jurídica de una asociación registrada, por lo que sus normas no se pueden imponer 'por decreto'. A pesar de que otras organizaciones de estados europeos como Francia poseen mayores atribuciones, la normalización suele posee carácter de 'recomendación de expertos'. Dentro del mundo de la economía suele ocurrir que el hecho de no aplicar ciertas normas puede traer consigo importantes perjuicios financieros, por lo que suele haber un alto grado de aceptación en lo que se refiere a la normalización de objetos. Por el contrario, la normalización de la terminología no siempre prospera en la práctica. Esto se debe a que el uso de la lengua -incluso en el ámbito de las especialidades- representa un proceso complicado y marcado por factores psicológicos y sociológicos que no siempre se pueden regular a voluntad. Cuando

2 Internationale Informationszentrum für Terminologie - Centro Internacional de Información en Terminología, con sede en Viena. Fundada en 1971 por Eugen Wüster en el marco de UNISIST, el Programa General de Información (PGI) de UNESCO, tiene como objetivo impulsar el trabajo en cooperación.

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la terminología propuesta difiere del uso ya establecido es muy difícil que sea aceptada. Por lo general los usuarios de una lengua se resisten mucho a la hora de utilizar con un significado nuevo un término ya consagrado en su uso por un término nuevo. Cuando esto ocurre, la designación "antigua" y la "nueva" se utilizan durante bastante tiempo como sinónimos. Dado que es más fácil introducir denominaciones normalizadas para conceptos nuevos que para los que ya están establecidos desde hace tiempo, las especialidades nacientes se enfrentan a menos obstáculos. A menudo ocurre, sin embargo, que el afán de designar los términos con especial exactitud y corrección técnica, hace que los nuevos términos sean difíciles y pesados. Es lo que ocurre, según el ejemplo de Arntz & Picht, con el concepto Anzeiger der Motordrehzahl, 'indicador del número de revoluciones del motor', que sustituye al conocido Drehzahlmesser, 'cuentarrevoluciones'. En muchos casos el usuario se pregunta si se trata de un término o de una paráfrasis explicativa. 2. Usos desviados de la terminología La tecnificación de la sociedad y la explosión de terminología que ha supuesto, al margen de los problemas de comunicación y de documentación propios de cada lengua de especialidad, genera una serie de conductas sociales que son de interés para el teórico de la comunicación. El problema de la comprensión de textos especializados también ha ido ganándose en tiempos recientes el creciente interés de la psicología además del de la lingüística o la sociología. Esto es debido a que en la medida en que el lenguaje especializado se hace más preciso y conciso pierde su comprensibilidad general. Esto hace que sean cada vez menos las personas que comprenden textos o discursos sobre áreas especializadas a las que no se dedican de forma continua. El hecho de que cada vez penetren más tecnicismos en la lengua común es denominado por Arntz & Picht (1989, p. 40) como saturación del vocabulario pasivo. Otra consecuencia es que el oyente comprende con imprecisión o erróneamente muchos de los tecnicismos difundidos por los medios de comunicación y no puede emplearlos correctamente. Puede hablarse del fenómeno de desterminologización. Las barreras lingüísticas que de este modo se levantan entre el experto y el profano resultan especialmente molestas cuando el área especializada atañe directamente a la vida del ciudadano de a pie, por ejemplo, en el campo de la justicia. El problema específico del lenguaje jurídico reside en que, por un lado, debe servir como lenguaje especializado a la comunicación entre los expertos del área, los juristas, y por otro se pretende que conserve la relación con la lengua

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común para que también la comprenda el ciudadano afectado. Con excesiva frecuencia se resuelve el problema en detrimento de la lengua común, de manera que el ciudadano se encuentra desamparado frente a los representantes de la justicia cuyo lenguaje no entiende. Desde luego merece la pena reflexionar sobre si se necesitan los lenguajes especializados o si los contenidos especializados podrían expresarse también con los medios de la lengua común, comprensibles para el profano. La principal justificación para la existencia de los lenguajes especializados y su desarrollo consiste en exigir a los científicos y técnicos que se esfuercen en la precisión incluso en el ámbito lingüístico (Arntz & Picht, 1989, p. 42). Nuevas ideas y nuevos conceptos requieren denominaciones que aún no estén adjudicadas, o sea, que no puedan confundirse con otras. Ahora bien, existen casos en que el especialista debería tal vez hacer un esfuerzo para adaptarse al vocabulario pasivo supuesto de su interlocutor. El siguiente párrafo es bastante ilustrativo de lo que sucede a menudo en las consultas de los médicos: "Un ligero dolor en la ingle me obligó a visitar al médico. Todo parecía

muy normal hasta que el análisis de orina reveló la presencia de rastros de sangre.

- Tiene que ir al hospital a que le hagan una citología renal- me comentó el doctor con tono distante.

No recuerdo nada de lo que dijo a continuación porque mi mente pareció quedarse atrapada en la palabra citología... ¡cáncer!.

Sólo tengo un recuerdo muy vago de lo que me dijo acerca del día y el lugar en que debía hacerme la prueba. Y, aunque se trataba de unas indicaciones muy sencillas, tuvo que repetírmelas tres o cuatro veces porque mi mente parecía resistirse a olvidar la palabra citología y me sentía como si me acabaran de atracar frente a la puerta de mi propia casa." (Daniel Goleman, Inteligencia emocional, 1996, p. 262)

2.1. El ocultismo Cuando este tipo de incomprensión entre el especialista y el profano no es accidental sino que responde a un objetivo podemos hablar de ocultismo. Ciertas áreas como la política y la publicidad se prestan especialmente al uso ocultista de la terminología para obtener una dependencia psicológica y conceptual del oyente. Wilss (1979, p.181, citado por Arntz & Picht, 1989) observa que "el que emplea una jerga especializada sin necesidad lo hace sobre todo por uno de los siguientes

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motivos (o por ambos a la vez): practica conscientemente el ocultismo lingüístico o una política de intimidación. Le guía un afán de separatismo; llevado por deseos elitistas de poder o ilusiones, crea una distancia lingüística entre él mismo y su interlocutor, etc.". Pero los problemas de ocultismo no se producen sólo entre el especialista y el profano, sino que también, incluso tal vez más a menudo, encontramos problemas de este tipo entre los expertos: "El problema de la jerga se da en todas las disciplinas, pero la filosofía se

lleva la palma. Buena parte de los artefactos problemáticos que surgen en la filosofía se deben a la forma en que los expertos se hablan unos a otros. Se considera insultante que un experto se dirija a otro en los términos que lo haría ante un profano. Esto hace que siempre acaben adoleciendo de falta de claridad y que tiendan a expresarse de forma mutuamente incomprensible, sin caer en la cuenta de que no comparten las mismas asunciones. Entonces se levantan enormes muros de conflicto que se cimentan en malentendidos fundamentales bastante simples en lo básico" (Daniel C. Dennett, en Brockman, La tercera cultura, 1995, p. 18).

2.2. La ultracorrección Si hemos considerado el ocultismo como una utilización "desviada" de la terminología es debido a que contradice el objetivo que predetermina su uso, el de la precisión y claridad. Lo mismo ocurre con la ultracorrección, término que hemos escogido para designar un tipo de ocultismo involuntario que surge, no del propósito de crear la ilusión de una necesidad (publicidad) o de un poder (política), sino del deseo de precisión llevado a sus últimas consecuencias, lo que en ocasiones auspicia cierta pedantería o vanidad. La sección titulada El defensor del lector usual en los periódicos de nuestro país, refleja con asiduidad los problemas o frustraciones que el lector medio experimenta debido a usos demasiado expertos de la terminología. Véase el siguiente ejemplo: "El almez o lledoner es el árbol típico de las masías, conocido en latín como

Celtis australis. La aclaración de Josep Montaner Giró, autor de un reportaje en el Magazine del 21 de enero sobre las inversiones del Ayuntamiento de Barcelona para sustituir los actuales plátanos de la ciudad, se produce en respuesta al lector Ricardo de Nó Sangenís, quien se queja en una carta del abuso de nombres en latín, como Brachychiton populneum, Prunus cerasífera cv atropurpúrea, etcétera. Los lectores -dice- no tienen por qué ser expertos en arboricultura ni en latín. En cambio, tienen perfecto derecho

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a ser informados sobre las especies que van a sustituir a los plátanos de siempre." (Roger Jiménez, El defensor del lector, La Vanguardia, 28 de enero de 1996).

Algunas veces, sobre todo en décadas anteriores, el empleo de anglicismos o extranjerismos, responde a una presunción errónea de que el concepto queda mejor expresado de esa forma. Naturalmente que esto favorece la inserción de préstamos innecesarios (ver el apartado sobre neología) en detrimento de las opciones genuinas existentes o posibles en la lengua propia. Otras veces se trata de un mero ejercicio de vanidad en la que el emisor intenta demostrar su dominio de la otra lengua. Resulta innecesario y pedante decir weekend en lugar de fin de semana, por ejemplo. Los medios de comunicación, como la prensa escrita, deberían esforzarse en no utilizar anglicismos que, a pesar de su extensión, resultan inapropiados: prime-time por horario de máxima audiencia, stock por existencias, background por antecedentes, historial o currículum, staff en lugar de plantilla. Ramón Mullerat, presidente del Consejo de los Colegios de Abogados de la Unión Europea (CCBE) dice que debido al desarrollo jurídico-económico del mundo angloamericano el uso de términos ingleses resulta explicable en algunos casos dada su novedad y la ausencia de término equivalente en español: blue chip (valores de calidad y poco riesgo), cartel (grupo de empresas que conviene acuerdos sobre precios), dumping (venta por debajo del coste marginal)... Pero en otros mucho casos es rechazable debido sobre todo a su mala utilización: es común ver mal empleada la voz legal (departamento legal, asesor legal) cuando lo correcto es el término jurídico. Otra voz a veces mal traducida es transaction, que significa operación comercial, mientras que en español transacción tiene una segunda acepción que significa "acción y efecto de transigir", lo que se traduce en inglés por settlement. Otras incorrecciones son corporación (corporation) en vez de sociedad; subsidiaria (subsidiary) en lugar de filial; corte (court) en lugar de tribunal; agencia (agency) por administración; autoridad (authority) en lugar de poder; repagar (repay) en lugar de devolver un préstamo. En áreas como el derecho el lenguaje tiene una gran importancia y muchos pleitos tienen su origen en discrepancias terminológicas. 2.3. La ironía "Me apresuro a reírme de todo por miedo a tener que llorar" hace decir Beaumarchais a su célebre Fígaro. Algo así es lo que le ocurre al hombre de la calle ante el ingente número de términos que le viene cayendo encima en los últimos

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años. Y de ello hacen materia narrativa muchos autores, periodistas y humoristas. Baste este ejemplo de falso neologismo: Autanarquia: Forma de govern per la qual cada persona és al mateix temps

poder i oposició, dedicant mitja hora del dia a insultar-se en una direcció, i una altra mitja en la contrària. Una vegada a la setmana el ciutadà es furta a si mateix certa quantitat que corre a gastar-se en centres de dissipació. En el moment d'arribar-hi, es deté en nom propi.

Experimentada amb èxit a la Valaquia Cacerenya, l'autoanarquia va desaparèixer quan la comarca va ser submergida per un pantà." (Josep-Vicent Marqués, Avui, octubre 1996)

Muchos chistes están de hecho construidos sobre cuestiones terminológicas. Los juegos de palabras basados en malentendidos homonímicos o en colocaciones incorrectas o sorprendentes forman parte de las historias cómicas de todas las culturas. Algunos ejemplos son los siguientes: 1) - Perdone, vecino, pero mi gato ha matado a su perro. - ¡Pero si mi perro es un perro lobo! - Sí, pero mi gato es un gato hidráulico. 2) - Su hijo ha nacido bien, pero hemos tenido que ponerle oxígeno. - ¡Qué pena! Yo que quería ponerle Ambrosio... En el primer chiste se observa los siguientes fenómenos: Perro lobo: determinación de conceptos por yuxtaposición de nombres, ausencia de lexicalización y guionización, colocación especificativa o terminológica, relación metafórica entre perro y lobo. Características que se ponen de manifiesto de la relación metafórica: tamaño, fuerza, ferocidad del animal. Gato hidráulico: adjetivación no atributiva (especificativa), modificación del significado del núcleo, hominimia, cambio de acepción por analogía de forma. Adjetivo de raíz latina. Etimología de gato3. En el chiste número dos se pone de manifiesto la inestabilidad semántica del verbo que, prácticamente, se vacía de significado para producir dos estructuras candidatas a ser denominadas de 'verbo soporte': poner oxígeno, poner un nombre. La primera es la forma coloquial que sustituye a la colocación administrar oxígeno, más específica. La novela de David Lodge Nice Work ofrece un ejemplo de ironía sobre la neología de siglas en la página 85:

3 En femenino, hacia 1300 nombre de una máquina de guerra. (Corominas, 1989).

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From: The Vice-Chancellor To: Deans of all Faculties As you are no doubt aware, 1986 has been designated Industry Year by the Government. The

DES, through the UGC, have urged the CVCP to ensure that universities throughout the UK - 'He does love acronyms, doesn't he,' Philip murmurs. (...) (...) each Faculty should nominate a member of the staff to 'shadow' some person employed at

senior management level in local manufacturing industry, nominated thorugh CRUM... 'What's CRUM?' 'Confederation of Rummidge Manufacturers?' Pamel ahazarded. 'Could be. Good try, Pam.' (...) The SS will advertise our willingness to inform ourselves about the needs of industry. 'The SS? Got his own stormtroopers, now, has he, the VC?' 'I think it stands for Shadow Scheme', says Pamela. 'Yes, I'm afraid you're probably right.' 2.4. La complicidad En muchas familias, colegios, barrios o pandillas de amigos existe un vocabulario especial con palabras que carecen de sentido para el resto de la sociedad, pero que están llenas de significado denotativo y connotativo para los que pertenecen al club de iniciados. Es, precisamente, el hecho de constituir una especie de secreto lo que da consistencia a esas palabras usadas para entenderse sin que los demás sepan qué es lo que media entre los interlocutores. "Por ejemplo: protopato. Hay una familia, muy querida por mí, que la

emplea para referirse al ingenuo que no cae en que le están tomando el pelo. [...] De ese mismo tono, en otra família emplean los términos peruz y perorto. Un peruz es algo que se realiza de forma artificialmente complicada y que, por el camino elegido, no tiene solución. Por ejemplo ponerse a pintar una escalera de mano de abajo a arriba: para pintar los peldaños superiores hay que pisar los inferiores [...]. ¿Que qué es un perorto? Pues un caballero, o una dama, aficionados a hacer peruces. [...] En mi casa,la encargada de las palabras de complicidad es una de mis hijas. Últimamente se ha concentrado en el empleo del adjetivo "pestoso". Para ella, una cosa pestosa no es algo que huela mal, sino que no da buen resultado, que no funciona bien. Es lo opuesto al éxito, al triunfo y a lo espectacular. Pero no implica el fracaso, la ruina o el desastre: es simplemente algo vulgarcillo, regular, que no satisface a nadie y que raya en lo pobretón o insuficiente. Así decimos que ha sido una pestipelícula [...] cuando nos ha hecho bostezar. O alguien ha conseguido un pestitrabajo si el sueldo es una birria, el contrato dura poco, etc. En el fondo, el origen de la palabra viene como reacción a un amigo optimista que usaba

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desaforadamente el conocido prefijo cojo. Él siempre pasaba cojotardes, con cojochavalas, en cojorestaurantes y por un cojoprecio." (José Luis Manzanares, ABC de Sevilla, 20 de septiembre de 1996).

Existe casos en que el uso de estas jergas es una cuestión de "supervivencia", como puede ser el léxico empleado por los presos para evitar que los celadores se aperciban de sus negocios ilegales de contrabando de drogas o de otros productos, o de otras cuestiones. También en este sentido, cualquier tipo de represión legal (como una dictadura) o moral (ante el sexo, por ejemplo) produce un ingente número de léxico alternativo para los conceptos cruciales. Por ejemplo: policía. Monos, maderos, polis, marrones, macacos, guris, guripas, perros, chacurras (perros en Euskera), grises (durante la dictadura), secretas, pasmas, madalenos, chapas. La pasma, la palma, la madera, la pestañí, la pestaña, la plasta, la gristapo (durante la dictadura), etcétera. (Víctor León, Diccionario de argot español, 1992). Referencias ARNTZ, R., PICHT, H. (1989): Introducción a la terminología, trad. de A. de Irazazábal... et al., Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid, Pirámide. AUGER, P.; ROUSSEAU, L.-J. (1987): Metodologia de la recerca terminològica. Traducció i adaptació de M. Teresa Cabré. Departament de Cultura de la Generalitat de Cataluña, Barcelona. BOULANGER, J.C. (1991): "Quelques composantes lingüistiques dans l'enseignement de la terminologie", en Actas del Coloquio Iberoamericano sobre Enseñanza de la Terminología, Granada, junio, p. 61-74. BROCKMAN, John, ed. (1996): La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Ed. Tusquets, Barcelona. CABRÉ, M.T. (1992): La terminologia. La teoria, els mètodes, les aplicacions, ed. Empúries, Barcelona. COLOMER, J.M. (1996): La utilitat del bilingüisme. Edicions 62, Barcelona. CRYSTALL, D. (1994): Enciclopedia del lenguaje. Taurus, Madrid. Edición dirigida por Juan Carlos Moreno.

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