Date post: | 30-Mar-2016 |
Category: |
Documents |
Upload: | carolina-albalat |
View: | 236 times |
Download: | 5 times |
EL MISTERIO DEL
LABORATORIO
SECRETO
Aula de Apoyo a la Integración
IES San Juan Bautista
Curso: 10/11
Elaborado por los alumnos y alumnas:
Agea Plaza Miriam
Blázquez Juarez, Montserrat
García Belmonte, Carmen
García Mercado, Antonio Manuel
Galera Rodriguez, Mª José
Jurado Gallardo, Domingo
Morales Más, Agustín
Ortiz Cabezas, María
Torres Ortiz, Jose Miguel
Sánchez Romero, Miguel Ángel
2
primera vista, la comisaría de la calle Justicia número 19
parecía una comisaría normal, como cualquier otra.
Era un edificio antiguo de dos plantas con rejas, algo
oxidadas, en todas sus ventanas. En la entrada se disponían de
manera ordenada una docena de vehículos oficiales y otras
tantas motos.
En la puerta del edificio, al igual que un portero de
discoteca, había un agente uniformado, con aspecto bastante
serio y con cara de pocos amigos, que controlaba a todo el
que entraba o salía del edificio. Su labor de vigilancia y
control, la compartía con las cámaras de vigilancia situadas
por todo el perímetro de la comisaría.
Como he dicho al principio: “una comisaría
aparentemente normal”, y digo “aparentemente” porque a
diferencia de otras comisarias, en ésta había un laboratorio
secreto. Era tan secreto que incluso muchos policías de los
que allí trabajaban no sabían ni que existía, e iban todos los
días a trabajar ajenos a lo que allí ocurría.
Os estaréis preguntando que si era un laboratorio tan
secreto ¿Cómo se yo de su existencia?
A
3
odo comenzó hace tres años cuando mi padre me
confesó, justo antes de morir, la existencia de ese
laboratorio.
Yo sabía que mi padre era un científico muy conocido
pero nunca supe en qué trabajaba ni dónde.
Todas las mañanas salía muy temprano de casa y nunca
decía donde iba y regresaba muy tarde. Yo tenía mucha
ilusión por conocer el lugar donde trabajaba y de algún día
poder trabajar codo a codo con él. Pero ese día llegó de la
forma más desafortunada.
Una noche recibí una llamada telefónica de las
enfermeras del hospital “Santiago”, para decirme que mi
padre había ingresado. Mi padre estaba muy grave. Tenía una
enfermedad de la que nunca me había hablado y estaba
llegando a su fin.
Solté el teléfono y rápidamente me dirigí al hospital. No
podía dejar de preguntarme, una y otra vez, por qué mi padre
no había confiado en mí y por qué nunca me lo había
contado.
Llegue al hospital y corrí hacia la habitación donde me
habían dicho que estaba mi padre. Al abrir la puerta y verle
en la cama, sentí un fuerte escalofrío que recorría todo mi
cuerpo. Me senté a su lado y le pregunté por qué no me había
dicho nada. Mi padre con gran esfuerzo, y con la voz
entrecortada, me dijo que no quería verme sufrir.
T
4
-“Eso no importa ahora. Ha llegado el momento de
contarte la verdad”. Dijo mi padre. “Ha llegado la hora de
decirte lo que tú siempre quisiste saber. Voy a contarte
donde trabajo y lo que hago día a día. Pero antes debes
prometerme que nunca se lo contarás a nadie.”
-“Te lo prometo, nunca te fallaré, pero ¿por qué
quieres contármelo ahora?”. Contesté impacientemente.
-“Porque debes seguir mis pasos y terminar lo que yo
he empezado. Escucha atentamente lo que voy a contarte.
Como muy bien sabes trabajo en un laboratorio, pero no es
como los demás. Es un laboratorio muy especial para mi.
Allí investigo cosas nunca vistas. Cosas que jamás podrías
imaginar. Por eso es un laboratorio secreto, que solo yo sé
donde está, y ahora lo sabrás tu. Está en la comisaría, en el
sótano, detrás de la pared donde se almacenan las armas.
Aparentemente es una pared normal, pero justo detrás de
las esposas que hay colgadas en la quinta balda, está el
botón que permite abrir la puerta del laboratorio. Al apretar
el botón tendrás que poner una clave que yo solo sé. La
clave es: 29-11-19-96. A mi no me queda tiempo. Es
importante que continúes mi trabajo. Vete al laboratorio
sabrás que hacer”.
5
uando mi padre terminó de contarme su secreto salí
rápidamente de la habitación dirección al parking
para coger mi coche, un mercedes deportivo de color
gris claro que acababa de comprarme.
Era una noche de invierno, la carretera estaba mojada,
con charcos que reflejaban las luces de los coches, y no
dejaba de llover.
Mientras me dirigía al laboratorio no dejaba de pensar
en mi padre, en lo cerca que estaba su muerte y en el gran
científico que se iba a perder el mundo. Pero al mismo
tiempo, me sentía emocionada por descubrir lo que había
dentro del laboratorio.
Eran las 2:30 de la noche cuando aparqué mi mercedes
cerca de la comisaría de la calle Justicia. Bajé del coche y
disimuladamente, aunque empapada bajo la lluvia, entré en la
comisaría.
Una vez dentro, y rodeada de tantos policías, no sabía lo
que hacer. No sabía cómo llegar al laboratorio sin llamar la
atención. Era evidente que no iba a ser fácil llegar hasta el
almacén de las armas sin que nadie me dijese nada. Y de
pronto la solución llegó sola.
Un hombre fuerte vestido de uniforme se acercó a mi.
Era un hombre mayor, con el pelo ya canoso. Tenía un
aspecto serio, con unas gafas que cubrían parte de sus
redondos ojos y sujetadas por su nariz achatada.
C
6
-“Sígame, sé quién es y puedo ayudarle”. Dijo el
hombre.
Sin decir nada seguí a aquel hombre por el interior de
la comisaria. Bajamos por unas escaleras que conducían al
sótano. Entramos en una habitación llena de armas, sin
duda se trataba del almacén de las armas, del que ya me
había hablado mi padre.
-“Soy el sargento Enrique. Te estaba esperando. Tu
padre me dijo que tú terminarías su trabajo.”
Sin darme tiempo a contestar, el sargento Enrique
apretó el pequeño botón qué había detrás de las esposas
colocadas en la quinta balda, y ante nosotros apareció
como una especie de caja rectangular de hierro. Al fijarme
bien me di cuenta que era un teclado sobre el cual debía
introducir la clave que unas horas antes me había dado mi
padre.
Ni siquiera el sargento Enrique conocía cual era la
clave. Al introducir los números secretos, la pared que
había ante nosotros desapareció, y en su lugar apareció un
largo pasillo, que sin duda conducía al famoso laboratorio.
7
nduvimos por el pasillo hasta llegar a otra puerta .A
su derecha había un cajetín con unas pequeñas
marcas, que sin duda abrirla puerta, ¿pero con qué
podíamos abrirla?.Necesitabamos una llave.
-“Nos hace falta una llave.¿Quien puede tenerla?”. Le
pregunte al sargento.
-“Tu padre nunca me habló de esa llave. Aunque hace
dos días me dió esta pluma”. Contestó el sargento mientras
sacaba la pluma del bolsillo de la chaqueta.
Cogí la pluma y empecé a mirarla con cuidado. Al
quitarle el tapón me dí cuenta de que la punta encajaba
perfectamente con los agujeros del cajetín. Dude un poco,
pero introduje la pluma. Al girarla como si fuera una llave,
la puerta se corrió hacia la izquierda.
Ante nosotros apareció otro pasillo y ambos lados,
derecha e izquierda, las paredes estaban llenas de cuadros y
dibujos de animales. Aquello me impresiono munchísimo a
la vez que me gustaba.
Entre los cuadros había cuatro puertas, dos a la
izqueirda y otras dos a la derecha. Todas las puertas tenían
un candado y justo encima tenían números :04,08,09,03.
Parecían como una clave o algo así. Sin que el sargento
se diese cuenta los apunté en mi agenda, porque
seguramente más tarde me serían de utilidad.
A
8
l final de ese pasillo había una escalera que conducía a
un sótano y el sargento y yo bajamos. Por fín
llegamos al laboratorio.
Al frente había una gran pizarra que ocupaba toda la
pared, y delante de esa una mesa tanbién grande. Sobre la
mesa había un montón de papeles, archibadores, lápices, un
ordenador…
A la izquierda del laboratorio había dos estanterias con
botes y tarros. Al fijarme en esos botes ví que dentro
habían serpientes, ojos, pelo de personas...
A la derecha del laboratorio había tres armarios con
puertas transparentes. En su interior había: guantes,
probetas, buretas, vasos de precipitado, varilla...
Delante del armario había una mesa muy larga. Sobre
ésta había una balanza, un microscopio y una bandeja con
tubos de ensayo. A la derecha de la mesa había un perchero
con una bata blanca.
-“Será mejor que te deje sola mientras te pones al día.
Si me necesitas estaré arriba”. Dijo el sargento mientras salía
del laboratorio.
Me dirigí hacia la mesa donde estaba el ordenador y
me senté en la vieja silla de mi padre. Encendí el ordenador
de la marca ASP, pero me pedía una contraseña para poder
acceder a la información. Me acordé de los números que
A
9
había sobre las puertas del pasillo. Abrí la agenda donde los
había apuntado. Probé con varias combinaciones de esos
números y... ¡Eureka! Accedí al ordenador.
En el centro de la pantalla había solo un archivo con el
nombre “A, B, C”. Lo abrí y aparecieron un montón de
datos que yo en ese momento era incapaz de entender.
Estaba cansada, habían sido demasiadas cosas para una
sola noche, así que decidí ir a casa.
Al llegar a casa, el portero me dio un paquete que
alguien había dejado para mí. Era muy pesado, y parecía
que algo se movía dentro. El paquete iba acompañado de
una note en la que ponía “D, E, F” y el nombre de mi
padre.
No entendía nada, ¿qué querían decir esas letras?
Subí a mi piso y abrí el paquete. Para mi sorpresa
resultó ser un cerdo de color marrón. No sabía qué hacer, y
lo único que se me ocurrió fue llamar al sargento, tal vez el
supiera que hacía un cerdo en mi casa.
-“Siento llamarle tan tarde sargento, pero me han
dejado un cerdo en mi casa, con una nota muy extraña y
firmada por mi padre”. Dije bastante alterada.
-“Laura, tranquilícese”. Dijo el sargento intentando que
me calmase. “Descanse, lo necesita, y mañana a primera
hora diríjase al laboratorio y traiga consigo el cerdo y esa
10
nota.Seguramente tiene algo que ver con la investigación de
su padre.” Y sin decir más me colgó el teléfono.
A la mañana siguiente, nada más levantarme me fui al
laboratorio para intentar darle sentido a todo lo que estaba
ocurriendo.
11
uando bajé del coche para dirigirme a la comisaría fue
inevitable que todo el mundo se me quedase
mirando... ¿por qué?... Porque llevaba al cerdo con
una correa, como si de un perro se tratase.
A pesar de toda la vergüenza que sentía, bajé toda la
calle con mi cerdo hasta llegar a mi destino.
El agente uniformado que había en la puerta de la
comisaría se quedó extrañado, seguro que era la primera
vez que veía un cerdo pasear por la ciudad.
-“Alto, no se permiten animales dentro de la
comisaria”. Dijo el agente.
-“Tengo que entrar con el cerdo, es necesario. He
quedado con el sargento Enrique. Déjeme pasar o avise al
sargento, pero el cerdo tiene que entrar.”
El agente sacó su walkie-talkie y le pidió al sargento
que saliese a la puerta.
-“Buenos días. Déjela pasar” Dijo el sargento
dirigiéndose al agente. “La estaba esperando “.
C
12
-“Sargento sabe que no se permiten animales dentro.”
Replicó el agente.
-“Este cerdo es una pieza fundamental de una
investigación que es de alto secreto. Así que no haga
preguntas y déjela pasar”. Ordenó el sargento.
Sin perder ni un segundo bajamos al laboratorio. Una
vez allí le quité la correa al cerdo y lo deje suelto por el
laboratorio. El sargento y yo nos apoyamos sobre la mesa
del fondo. Saqué la nota y se la dí. Estuvimos un rato
observándola, pero ninguno de los dos sabíamos que podía
significar esas letras. de repente me vino una idea a la
cabeza: “¿y si aquella nota escondía algún mensaje que no
se veía a simple vista?”.
Saqué mi mechero del bolso, y al encenderlo bajo el
papel empezaron a surgir palabras en la nota.
Diego Estebez Fernandez
¿Quién es Diego Estebez Fernandez? ¿Qué tiene que
ver ese hombre con la investigación de mi padre? ¿Por qué
viene su nombre junto al cerdo?
-“No sé quién puede ser ese hombre, pero por lo visto
tenía asuntos pendientes con tu padre”. Dijo el sargento.
13
-“Mi padre nunca me habló de ese hombre.” Contestó
Laura. “¿Cómo podemos averiguar quién es?”
-“Eso déjamelo a mí. Voy a buscarlo en la base de
datos de la comisaría”. El sargento se dirigió a la planta de
arriba de la comisaria para buscar la información que
necesitaban.
Aproveche que estaba sola para buscar en el
ordenador de mi padre información que pudiera servirnos.
Me metí en la carpeta que ponía “A, B, C”. Al observar la
información me di cuenta que eran registros médicos:
informes de vacunas, análisis de sangre...
En ese momento llegó el sargento con una hoja con la
información del hombre que buscábamos.
-“Aquí tengo la información sobre Diego Estebez
Fernandez”. Dijo mientras me mostraba el papel”.
Nombre: Diego Apellidos: Estebez Fernandez
Fecha Nacimiento: 23 - 08 – 67 Profesión: Científico
Tlf: 687-345-678 Tlf: 693-234-678
Información Restringida
14
o primero que hice después de leer la hoja fue llamar a
ese hombre desde el teléfono fijo del laboratorio.
Llamé al primer número que había en la ficha, pero no
contestó nadie. Llamé al segundo número y contestó un
hombre.
-“¿Diga?” - Dijo el hombre.
-“Buenos días. ¿Es usted Diego Estebez Fernandez?”.
Pregunté.
-“Si, ¿quién es usted?”
-“Soy Laura Galera. Usted no me conoce. Soy la hija
de Alfonso Galera. Llamo para preguntarle sobre la relación
que mantenía usted con mi padre, y sobre su última
investigación”.
-“¿Cómo ha conseguido este número?” Preguntó el
científico.
-“Lo he encontrado en la base de datos de la
comisaría”. Conteste.
L
15
-“Si realmente es la hija de Alfonso Galera, sabrá
dónde está su laboratorio. Nos veremos allí mañana a
primera hora.”
A la mañana siguiente, a las 7 estaba en el laboratorio
esperando a Diego Estebez.
Mientras llegaba saqué al cerdo de la jaula donde había
pasado toda la noche para que pasease por el laboratorio.
Pocos minutos después llamaron a la puerta del laboratorio.
Era un hombre de unos cuarenta o cincuenta años de
edad, alto y robusto. Con una cara redonda y unos mofletes
muy abultados. Lo que más destacaba de su cara era su
bigote lleno de canas y muy poblado, que contrastaba con
su calva brillante. Sus ojos eran de un azul tirando a gris,
grandes y redondos, con unas pestañas alargadas.
-“Buenos días, supongo que es usted Laura Galera”.
Dijo cundo abrí la puerta.
16
i soy la hija de Alfonso . Usted debe ser Diego Estebez .
Pase siéntese” Le dije señalando la silla que estaba
delante del escritorio.
-“Siento mucho la muerte de su padre”.
-“Gracias. ¿De qué conocía usted a mi padre?” Pregunté
sin más rodeo.
-“Trabajaba con él . Yo era su ayudante, y tu padre se
encargaba de todo.”
-“¿Qué estabais investigando? ¿Por qué tanto misterio?”
-“Lo que tu padre y yo investigamos es alto secreto
porque si se llega a saber se acabaría todo, y es demasiado
peligroso.”
-“¿Por qué?”
-“Porque podría acabar con la vida de todo el mundo.”
-“No te entiendo, explícamelo todo desde un principio.”
-“Hace diez años la NASA envió un cohete al planeta
Venus. Allí descubrieron que las condiciones del planeta eran
buenas para la vida, incluso se descubrió agua. Fue un gran
descubrimiento, por que las personas podrían llegar a vivir en
S
17
Venus. El problema eran unas nubes tóxicas que envolvían
al planeta. Los astronautas trajeron a la Tierra muestras de
esos gases tóxicos. Un día nos citaron a tu padre y a mí en
este laboratorio. Nos encargaron investigar la forma de
eliminar esos gases tóxicos y convertirlos en aptos para la
vida. Para llevar a cabo nuestra investigación decidimos
utilizar cerdos. Comenzamos analizando los componentes
de ese gas tóxico, al que nosotros llamábamos SEFLOT.
Para ver los efectos que tenía en los seres vivos, expusimos a
un cerdo a ese gas. Para ello utilizamos una cámara especial,
te la voy a enseñar.”
18
alimos los dos del laboratorio. Seguí a Diego Estebez
por el pasillo hasta llagar a las cuatro puertas que
estaban con un candado. Nos detuvimos ante la puerta
número 08. Él se sacó una llave del bolsillo interior de la
chaqueta y abrió la puerta.
Era una habitación muy pequeña pero muy bien
iluminada con bombillas de alta potencia colocadas por toda
la habitación.
Justo a la izquierda y pegada a la pared estaba la cámara
de la que Diego me había hablado minutos antes. Era una
cámara muy alta y de forma rectangular. Estaba formada por
un material muy resistente azul y en la parte delantera tenía
una ventana de cristal para ver lo que ocurría en su interior.
-“¿Y qué le pasó al cerdo?” Le pregunte a Diego.
-“Observamos que el cerdo empezó a respirar mal, e
inmediatamente empezaron a salirle manchas grises. En
cuestión de segundos el cerdo se murió. Por eso es tan
peligroso lo que hacemos aquí, porque si ese gas se escapa
todo el mundo morirá.”
-“Pero ¿seguisteis investigando con ese gas?”
-“Si, seguimos investigando”. Continuó Diego Estebez.
“Lo primero que hicimos fue combinar el gas con un líquido.
S
19
Pero esa mezcla no nos sirvió. El gas seguía siendo tóxico.
Al probar esta nueva mezcla con el cerdo, este también se
murió pero al cabo de unos días”.
-“¿Qué mas hicisteis con ese gas?”. Pegunté.
-“Una noche de invierno tu padre vino al laboratorio a
seguir investigando, mientras yo me fui a descansar. Me dijo
que le había echado unos polvos, pero no me dijo cuales
eran. Tu padre estaba convencido de que al cabo de unos
días harían efecto y que sería la fórmula definitiva. Estaba
tan seguro de eso que lo probó consigo mismo. En un
principio no pasó nada, pudo respirar el gas, pero al cabo
de unas horas empezó a sentirse mareado y confuso, y de
repente se desmalló. Metí a tu padre en el coche y lo llevé
al hospital. Esa noche fue cuando te llamarón a ti desde el
hospital Santiago”.
-“Pero los médicos me dijeron que mi padre tenía una
enfermedad...” Interrumpí a Diego Estebez.
-“Como tú bien sabes tu padre padecía del corazón, y
los médicos pensaban que esa noche había sufrido un
infarto relacionado con ese problema, porque no
encontraron otra explicación. Después de que los médicos
me explicasen lo del infarto, yo ya no estaba seguro de si tu
padre realmente tuvo un infarto o fue debido al gas. Así que
decidí ir al laboratorio a comprobar con otro cerdo si ese
gas era tóxico. Llegué al laboratorio, cogí al cerdo y lo metí
en la cámara con la mezcla que había preparado tu padre.
Al ver que no le pasó nada al cerdo comprendí que lo de tu
20
padre había sido un infarto y que por fin él dio con la clave
para que el gas se pudiese respirar. El problema era que no
sabía que polvos había echado. Por eso decidí enviarte el
cerdo a ti, porque tu padre siempre decía que tu serias la
que continuarías su trabajo”. Terminó diciendo Diego
Estebez.
-“Si mi padre utilizó unos polvos, deben estar en el
laboratorio, y si son la clave de la investigación no pueden
estar en cualquier lugar, deben estar bien guardados”. Dije
en voz alta.
21
mpezamos a buscar por todo el laboratorio, por todos
los armarios, los cajones..., pero nada. De repente
Diego se quedó parado mirando hacia el pasillo.
-“Esa misma mañana, la del experimento, cuando yo
llegué al laboratorio, me encontré con tu padre en el pasillo.
Estaba cerrando una de las puertas numeradas y estaba algo
nervioso”.
Salimos corriendo hacia el pasillo.
-“Esta es la puerta de la que salió tu padre”. Afirmo
Diego Estebez frente a la puerta 03.
Sacó la llave del bolsillo de su chaqueta y abrió el
candado de la puerta. En aquella habitación solo había un
pequeño armario, y dentro de este una vieja caja fuerte.
-“¿Y la llave?”. Preguntó Diego.
-“No lo sé”. Contesté.
-“Vamos a pensar dónde pudo tu padre guardar esa
llave. Además tu padre siempre hacía copias de todas las
llaves importantes”. Dijo Diego.
Diego se quedó pensativo y mirándome.
-“¿Y ese colgante?”. Me preguntó Diego de repente.
E
22
-“Es un regalo de mi padre. Me lo regaló cuando
cumplí diez años, y desde entonces siempre lo llevo
puesto… Ahora que lo menciono, mi padre me dijo, cuando
me lo regaló, que algún día este colgante m sería útil”.
-“Déjame el colgante”. Me pidió Diego.
El colgante era una bola de cristal macizo. Diego lo
observó durante un momento y lo tiró contra el suelo con
todas sus fuerzas.
-“¿Qué haces?¿Estás loco?”. Grité.
-“Fíjate bien”. Me pidió Diego.
Y allí, entre los restos de mi colgante estaba la llave.
Diego cogió la llave y abrió la caja fuerte.
Nos quedamos los dos sorprendidos, ante nosotros
estaban los famosos polvos y la formula química que había
que utilizar.
Volvimos al laboratorio y nos pusimos manos a la obra
con la formula, mezclando el gas SEFLOT con esos polvos,
en la medida que dejo mi padre indicada.
-“Vamos a probarlo nuevamente con el cerdo”. Dijo
Diego.
-“No... con el cerdo no. Quiero probarlo conmigo”.
Dije sin presármelo dos veces”.
23
e metí en la cámara y segundos después Diego
introdujo el gas. Empecé a respirar con normalidad,
todo parecía que iba bien. Pero de repente empezó
a sonar un ruido extraño, era una especie de alarma.
-“¿Qué es ese ruido? ¿Qué está pasando?”. Gritaba a
Diego desde dentro de la cámara.
Todo empezó a moverse, era como si alguien me
estuviera sacudiendo.
-“Laura, Laura”. Empecé a escuchar. “El despertador
lleva diez minutos sonando, vas a llegar tarde a la
universidad”.
“¿Todo ha sido un sueño?” Empecé a preguntarme a
mi misma. No puede ser, parecía demasiado real.
Me levante algo aturdida y me asomé por la ventana.
Al ver mi reflejo en el cristal me di cuenta de que no tenía
mi colgante.
Al mirar por mi ventana, vi en la acera de enfrente mi
mercedes, y alguien había amarrado al retrovisor un cerdo.
Baje corriendo y al acercarme al cerdo vi que este tenía
una carta enganchada en su collar. En esa carta ponía.
“Gracias”
M