Revista de GeografíaVOL. II, No. 3. MEXICO, 1988
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EL NOMBRE GEOGRAFICO CAMPECHEFERNANDO TAMA YO RAZO*
CAMPECHE, nombre geográfico de la ciudad capital del estado y cabecera del municipio del mismo nombre, se localiza a los 19°59’39” de latitud norte y 90°3r27” de longitud oeste, con una altura sobre el nivel del mar de 10 metros. La ciudad está situada en el litoral del Golfo de México, en la parte oeste de la península de Yucatán. Es también puerto de altura y cabotaje; el primero y más importante que existió en la Península, condición que le favorece para ser el principal centro de distribución de la región y, con ello, la localidad más grande del estado. Con una población de 150 000 habitantes (Patricia Bueno, 1984), su imagen es la de una ciudad fortificada debido a los restos de las obras de defensa construidas contra los piratas durante los siglos XVII y XVIII (Angel M. Garibay, 1976).
Antes del descubrimiento de Yucatán, la organización política y social de Campeche, que predominó por varios siglos, sirvió de sustento a los grandes imperios mayas y se vio destruida por constantes y largas guerras internas que dieron lugar a la formación de pequeños y numerosos cacicazgos con relativa soberanía sobre su territorio. Los más importantes, que existían en lo que hoy es el estado de Campeche a la llegada de los conquistadores españoles, fueron: Ah Canul, Chacan-Futún o Champotón, Tix- ché, Ceh Aché y Kin Pech o Can Pech (Lourdes Celis, 1982). Precisamente la capital de este último, Kin Pech o Can Pech, es el lugar donde actualmente se levanta la ciudad y puerto de Campeche al cual se debe su nombre. Como sucedió con la mayoría de los topónimos de origen maya o nahua, éstos se formaron de acuerdo con lo que los españoles entendían o creían recordar después de haberlo escuchado de los naturales, es decir, Kin Pech o Can Pech, castellanizado por Campeche.
En relación con el nombre, si bien no existe duda de que éste se forma a partir del que llevaba el antiguo cacicazgo, sí la hay en cuanto a su origen o etimología; de ahí que aún perdure la duda del nombre correcto del antiguo cacicazgo: Kin Pech o Can Pech. Para los historiadores que se inclinan por el primero -Kin Pech-, el nombre se deriva de un sacerdote, Kin Pech es por lo tanto “ el sacerdote Pech” (Carlos Echánove, 1944). Para los partida
* Investigador de la Sección de Normalización, Departamento de Integración Territorial, D .G .G . l.N .E .G .I.
rios del segundo -Can Pech-, el nombre procede de un ídolo de barro venerado en la capital del cacicazgo, nombre formado por una gran culebra que llevaba superpuesta una garrapata en la cabeza (Luis F. Sotelo, 1963) y que por su etimología significa “garrapata de la serpiente” , de Can, culebra y Pech, garrapata. Interpretación poco más congruente con la descripción que del poblado hacen los primeros cronistas, una de las cuales dice lo siguiente:
El lugar era grande como tres mil casas pequeñas y cubiertas de paja, cada una con un solar cercado de albarrada, sombreado de árboles de bellos y hermosos frutos. En medio del mar, pero muy cerca de tierra se albaza (sic) un edificio de cal y canto, como una torre cuadrada de cantería, blanqueada y con gradas: semejaba una fortaleza, y no era sino un adoratorio cuyas paredes estaban esculpidas de figuras de serpientes, culebras y otros animales. En el fondo había un altar, y sobre él un ídolo grande, con dos leones o tigres salpicados de sangre que carcomían sus hijares, y abajo una serpiente que tenía sobre cuarenta pies de largo, tragando un ñero león, todo de piedra muy bien labrada (Fray Bartolomé de las Casas1)-
El nombre de Lázaro no perduró mucho tiempo ni fue trascendente para los mismos españoles, en virtud de que, si bien otras expediciones cruzaban por el poblado, nunca hubo en ese tiempo un establecimiento o colonización formal en él, ni en toda la península, por parte de los conquistadores, dado que la gran hazaña realizada por Hernán Cortés frente al imperio azteca y las riquezas ahí encontradas distrajeron por mucho tiempo su atención y el cuidado de Yucatán (Robert S. Chamberlain, 1982).
Fue hasta 1526 que la península se mantuvo apartada de la acelerada corriente de conquista y colonización que se desató por todo el nuevo continente. En ese año Francisco Montejo, capitán español de las expediciones de Juan de Grijalva, y Hernán Cortés en 1516, que había servido a este último como representante en la Corte Española, pidió a la Corona el derecho para ocupar Yucatán, convencido de que su conquista repercutiría favorablemente en el
1 Cit. pas Juan Francisco Molina Solís. Historia del Descubrimiento y Conquista de Yucatán, con una reseña de la historia de ¡os mayas, 1943, Prólogo de Antonio Mendiz Bolio. Ed. Mensaje, México, T .I, p. 58.
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comercio entre Cuba y Nueva España, además de que seguramente encontraría riquezas similares a las de otras tierras conquistadas de las Indias. Resuelta favorablemente su petición el 8 de diciembre del mismo año por el monarca español Carlos V (Eligió Ancona, 1917), otorgándosele también el título de Adelantado y los Cargos de Gobernador y Capitán General de Yucatán, Francisco de Montejo hizo la proclama para invitar soldados marinos que lo acompañaran a su empresa, nombrando como principal lugarteniente a Alonso Dávila, compañero de sus primeros viajes a las Indias. Al llamado acudieron de todas partes de España, siendo considerable el número de oriundos de Salamanca y Ciudad Real, lo cual constituye un testimonio del reclutamiento personal que Montejo y Dávila realizaron en estas regiones, que eran, respectivamente sus ciudades natales2. El hecho fue importante porque en el futuro repercutiría en la denominación de la mayoría de villas y ciudades que se fundaron en la Península de Yucatán y, específicamente de la actual ciudad de Campeche.
La primera de las tres expediciones que organizó el Adelantado para la conquista y colonización de Yucatán no resultó del todo satisfactoria, ya que después de recorrer la parte noroeste sin grandes problemas, en el sur, al llegar al cacicazgo de Uaymil-Chetumal, fue obligado a retirarse por un compatriota suyo, Gonzalo Guerrero, quien había naufragado en la costa meridional de Yucatán en 1511, adoptando la forma de vida maya y ganándose entre los indígenas un alto puesto, debido a su excepcional talento militar.
La segunda empresa, aunque no muy provechosa, sí resultó favorable para los planes de conquista, ya que permitió a Montejo tener una visión más ampia de la geografía de la península para elegir los sitios adecuados al establecimieto de las poblaciones españolas.
Así al llegar al lugar donde se levantaba el poblado de Kin Pech o Can Pech, fundó una villa a la cual bautizó con el nombre de Salamanca3, en memoria de su ciudad natal y exactamente igual a todas las anteriores fundadas bajo su mando; Salamanca Xelhá 1527-1528, Salamanca de Xicalango en 1529 y Salamanca de Acalán en 15314, al nombre dado por los españoles se les asociaba, en segundo término, el indígena, que en nuestro caso particular fue la Villa de Salamanca de Campeche, con el cual se le conocería en esta segunda fase de la conquista, que duró de 1529 a 1535.
2Chamberlain, op. cit., p. 33.
3Ibidem, p. 103. Aunque no se conoce la fecha exacta, Chamberlain la aproxima a los primeros meses de 1531.
4¡bidan, p. 171, mapa 2.
Esta primera fundación de Campeche representaba, en los planes de Montejo, la posibilidad de tener un dominio permanente de la región, única forma de hacer sentir su superioridad y evitar futuros alzamientos de los naturales. De lograrlo podría utilizar la Villa como base de lanzamiento para la conquista de toda la península. Su posición geográfica, la contingencia de ser empleada como puerto y su comunicación terrestre con provincias ya pacificadas, como Tabasco y la misma Tenochtitlan, eran factores primordiales para su colonización. No obstante, la rebeldía y belicosidad maya habría de sentirse de nueva cuenta y obligaría a la retirada de los españoles y, en consecuencia, el abandono temporal de la Villa.
La tercera y definitiva etapa no pudo ser llevada a cabo directamente por Franciso de Montejo; sus nuevas designaciones como gobernador de Tabasco, Honduras-Hibueras y Chiapas habrían de restarle el tiempo que la conquista de Yucatán necesitaba, viéndose obligado a delegar el mando en su hijo, Francisco de Montejo y León, quien después de iniciar su empresa llegaría de nueva cuenta a la Villa establecida por su padre diez años antes, y fundaría, ahora sí en definitiva, una Villa a la que llamó Francisco, en honor según Fray Diego de Landa de su santo y del de su padre5. De igual forma que la prmera el nombre se acompañó por el topónimo indígena conociéndosele como Villa de San Francisco de Campeche.
La fecha de esta nueva fundación aún no ha podido establecerse cort certeza. Chamberlain menciona que tuvo lugar un poco antes del 25 de'febrero de 1541, ya que con esta fecha encontró un documento en el Archivo General de Indias de Sevilla, España, firmado en la Villa de San Francisco, documento en el cual Montejo comisionó a Juan Vela como “ Alferez de la gente de a pie para la conquista de Yucatán” 6. Román Piña Chan dice:
En realidad la fundación de San Francisco de Campeche ocurrió el 4 de octubre de 1540, pues sabemos cómo los españoles nombraban a los pueblos que fundaban o descubrían con el nombre del santo patrón en que ocurría, y el 4 de octubre era el día de San Francisco y también porque la iglesia que edificaron, una vez fundada la Villa, tuvo como titular a la Seño-
sFray Diego de Landa, Relación de las casas de Yucatán, cit.pas. Chamberlain, op.cit., p. 211
6“ Descubrimientos, descripciones, conquistas y pacificaciones hechas en las Indias” . Legajos 15, 16, 20, 54 y 56080. Patronato 74-2-3. Archivo General de Indias, cit.pas. Chamberlain op. cit. p. 211
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'ra Concepción y su fiesta se celebra el 8 de diciembre, es decir, meses después de San Francisco (Román Piña Chan, 1970).
Puede ser que tenga razón el investigador Román Piña Chan, lo cual no contradice esencialmente lo expuesto por Chamberlain. Sin embargo, creemos que faltan elementos para ratificar y hacer valer tal aseveración. Lo cierto es que a partir de ese momento, 1540 o 1541, la villa fue conocida durante toda la época colonial como Villa de San Francisco7 o Villa de San Francisco Campeche; sobre todo con este último nombre, que es con el cual aparece con más frecuencia y con el que se le otorgaría la Real Cédula de Carlos III de España, expedida el lo. de Octubre de 1977, con el título de ciudad8, nombre que aparece en la cartografía de la época colonial9.
Ya en el México independiente el nombre de la ciudad se acordaría como sucedió con la mayoría de los nombres largos o compuesto, imponiéndose uno de ellos por su mayor arraigo o importancia histórica dentro de la región, que en este caso sería el de Campeche10.
A fines del siglo XIX el diputado Felipe Medina Suárez propuso a la legislatura que a la denominación de la ahora capital del estado de Campeche se le agregase el apéndice de Baranda en atención a los servicios prestados por el señor General Don Pedro de
7 Asi se le nombra en el Auto de fundación de la ciudad de Mérida, fechado el 6 de enero de 1542, Cit. pas. Eligió Ancona, op. cil., documento 6, p. 397."Y porque después de venido y efectuado lo que le fue mandado conquistó y pacificó la provincia de Campeche y Acanul. En ella donde mejor le había parecido convenir, pobló una villa que se llama La Villa de San Francisco y edificó la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, según más largo se contiene en el Libro del Cabildo que en la dicha Villa se hizo.”
8 Diccionario Geográfico e Histórico de Campeche, 1944, Campeche, (s.e.) p. 312. Real Provisión dada en San Ildefonso el lo. de octubre de 1977. Cit. pas. Juán de Dios Pérez Galaz."He resuelto a consulta de diez y siete de julio último honrar y ennoblecer, condecorar y sublimar a la mencionada Villa de San Francisco de Campeche con el título de Ciudad.
9 Alguna de Ja cartografía que lo identifica como San Francisco de Campeche se refiere en seguida:—Carta particolare de la Baza de Messico con la costa. 1661. por Robert Dudley. Cit. pas. Zertuche. El territorio mexicano, t. 2, 0. 61. —Partie du Mexique ou de la Nouvlle Espagne ou se trouve L’audience de Mexique. 1749 Par Didier Robert de Vaugondy. lbídem. t. 1, p. 188.
10 Durante el siglo XIX la ciudad dejó de ser llamada San Francisco deCampeche, concretándose a solamente Campeche. Lo anterior se observa en:
—Título de Heróica a la Ciudad de Campeche. Decreto del Gobierno del Estado de Yucatán del 2 de septiembre de 1843. Cit. pas. Juan de Dios Pérez Galaz. Diccionario Geográfico..., ant. cit., p. 317.—Título de Heróica y Liberal a la Ciudad de Campeche. Decreto del Gobierno del Estado de Yucatán del 8 de septiembre de 1840. lbídem.
Baranda, fallecido el 23 de julio de 18911 *, propuesta que fue aprobada en sesión del 27 de julio de 1892, y publicada por decreto en el diario oficial del estado el día 28 de septiembre del mismo año.
Este decreto sólo duraría en vigor 10 años aproximadamente, ya que el gobernador del Estado, Don José Castellot, con fecha 7 de agosto de 1902 propuso al Congreso local que “ se suprimiesen las terminaciones, apellidos de personajes históricos, que varias poblaciones llevaban como apéndices” 12 propuesta acogida favorablemente por la legislatura.
Así se decretó el 18 de agosto del mismo año, que la capital del estado recuperaría su antiguo nombre, Campeche, tal como hoy lo conocemos y lo vemos impreso en la cartografía contemporánea13 .
La crónica describe las serpientes y otros animales que existían en el adoratorio donde veneraban a su ídolo y que bien pudieron ser los elementos que dieron origen al nombre de Campeche.
Más tarde, durante los inicios de la conquista, los españoles seguían la costumbre de poner nombre a los lugares que descubrían, basándose generalmente para ello en la conmemoración religiosa correspondiente a la fecha en que visitaban el sitio. En la primera expedición que llegó a la península, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, después de tocar -y bautizar, desde luego- Isla Mujeres y Cabo Catoche, desembarcaron en las costas de la capital del cacicazgo de Kin Pech o Can Pech, y de inmediato dieron nombre al nuevo lugar descubierto, lo cual constituyó el primer intento por cambiar el nombre original. Habían tocado tierra el domingo 22 de marzo de 1517, día en que la iglesia católica conmemora a Lázaro; consecuentemente el lugar fue bautizado Lázaro. Con relación a este nombre el soldado cronista Bernal Díaz del Castillo, que participó en dicha expedición, dice lo siguiente:
"lbídem, O. 318.
,2Ibid.
l3Actualmente se utiliza en Cartografía el nombre de “Campeche” , tal como en los siguientes ejemplos:—Carta: “Campeche” , esc. 1: 1000 000, en México, Secretaría de Agricultura y Ganadería. Adas geográfico de los Estados Unidos Mexicanos.
México, Dirección General de Geografía y Meteorología, 1972.—Carta: “Campeche” , esc. 1:1200 000 en México, Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, Mapa de carreteras. México, Dirección General de Invensiones, 1980.—y por supuesto en la cartografía de la DGG-INEGI.
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.. .en quince días que fuimos de esta manera vimos desde los navios un pueblo, al parecer algo grande: y había cerca de él gran ensenada y bahía. Creimos que habría río o arroyo donde pudiésemos tomar agua, porque teníamos gran falta de ella, a causa de las pipas y vasijas que traíamos, que no venían estancas (bien cerradas), porque como nuestra armada era de hombres pobres y no teníamos oro cuanto con
venía para comprar buenas vasijas y cables. Faltó el agua y hubimos de saltar en tierra junto al pueblo.
Fué un domingo de Lázaro, y a esta causa pusimos a aquel pueblo por nombre Lázaro, y así está en las cartas de marear y en nombre propio de indios se dice Campeche (Bernal Díaz del Castillo).
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CAMPECHE; Notas
Bueno de Ariztegui, P ., 1984. (Directora). Guía Turística, histórica y geográfica de México: Campeche, Quintana Roo y Yucatán. México, Ed. promexa, p. 25.
Garibay K., A.M., 1976. (Director.) Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México. 4a. Ed. corregida y aumentada con un suplemento. México. Ed. Porrúa, t. I, p. 340.
Celis S., L., 1982. en “ Campeche” Fernando Zertuche Muñoz (Director). El territorio mexicano: Los estados. México, Instituto Mexicano del Seguro Social, t. II p. 57. r
Echánove T., C. A ., 1944. (Director.) Enciclopedia yucatanense, conmemorativa del IV Centenario de Mérida y Valladolid (Yucatán). México, Gobierno del Estado de Yucatán, t. III, p. 9.
Sotelo R., F., 1963. Campeche en la historia. México, Imprenta de Manuel León Sánchez, pp. 43-44.
Molina S., J. F., 1943. Historia del descubrimiento y conquista de Yucatán, con una reseña de la historia de los mayas. Prol. Antonio Mendiz Bolio Ed. Mensaje, México, t. I, p. 58. Fray Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias, t. IV, p. 359.
Díaz del Castillo, B., 1985. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. 6a. Ed. México, Ed. Valle de México, p. 15.
Chamberlain, R.S., 1982. Conquista y colonización de Yucatán, 1517-1550 Ed. Porrúa, Biblioteca Porrúa, núm. 57, p. 18.
Ancona, E., 1917. “Capitulación celebrada en Granada el 8 de Diciembre de 1526, entre Carlos V y Francisco de Montejo, para la conquista y colonización de Yucatán” , Historia de Yucatán desde la época más remota hasta nuestros días. Mérida, Ed. Justo Ansucua, t. I, documento 2, pp. 377-382.
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EL PAISAJE AGRARIOCONSUELO SOTO MORA*
RESUMEN1
Este trabajo analiza la estructura del paisaje agrario > tema de interés de Ja GeografíaRural, por m ediode la ctjal se ‘ ' ‘ ‘
<k la misma.en que el hombre ha ordenado la tierra, así como .El dibujo parcelario dé los campos cultivados es uno de los rasgos distintivos del paisaje agrario. Por otra parte, analiza el habitat desde el punto de vista de su dispersión o concentración, ya que el paisaje cambia con la forma del habitat; en su desarrollo concurren factores de índole histórica, social y económica. ^v w i i v t i u v u * .• . . : • ... ■ ■' . v. •:« - v l - ^
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Introducción
Paisaje es un término poco preciso que cada quien utiliza a su modo, agregándole a menudo un calificativo que restringe y altera su significado; paisaje geomorfológico, paisaje vegetal, etc. En este caso, se trata más bien de “ m edio", aun cuando éste sea un término que tiene otro significado. El medio se define en relación con alguna cosa y tiene una finalidad ecológica que no se encuentra en el término paisaje.
El paisaje es una porción del espacio en que se realiza la combinación dinámica de elementos físicos, biológicos y antrópicos, que actúan unos sobre otros, haciendo del mismo un conjunto único e indisoluble en perpetua evolución.
La definición correcta del paisaje requiere forzosamente que se considere su utilización; éste cambia según que las tierras se hallen ocupadas por vegetación natural, se encuentren cultivadas o no etc. Entre más diversificacación presenta, puede sugerir una ocupación muy remota o la existencia de ciertos recursos naturales que han determinado el asentamiento de grupos humanos que han influido en su alteración.
Los geógrafos del siglo pasado, naturalistas de formación, intentaron explicar las diversas modalidades que presentan los paisajes por su clima, relieve y suelo; es decir, que su existencia estaba basada sólo en factores físicos, los cuales, aunque básicos, no bastan para aclarar toda una serie de hechos que se observan en los mismos.
* Investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM.
El paisaje se vincula con el medio ambiente en que se desarrolla la vida humana y con los recursos naturales que se encuentran a su alrededor, como el suelo, el agua y la vegetación; pero hay que tener presente que el hombre es quien modifica un paisaje.
Desde que el hombre hizo su aparición ha dejado huellas en el paisaje y su acción no ha cesado de manifestarse. Ha construido, por así decirlo, diversos tipos de éstos alterando considerablemente los paisajes naturales originales.
El paisaje agrario es el resultado de la ordenación de la tierra por el hombre. Constituye un complejo biológico, topográfico y humano, y para que el paisaje sea definido como agrario es preciso que las tierras cultivadas ocupen una parte razonable del espacio considerado.
La gran diversidad que presenta el paisaje en su fisonomía no estriba solamente en las plantas que se cultivan, sino también en las diferentes técnicas que se utilizan; es decir, los diversos sistemas o métodos de cultivo empleados. De esta manera, al percibir un paisaje se puede inferir el tipo de utilización a que ha estado sometido, así como el grado de alteración que ha alcanzado, pudiendo, inclusive, hablarse de un espacio acabado o envejecido en el que se han empobrecido o agotado los recursos naturales.
El campesino vive estrechamente unido a la tierra que cultiva. Toda su actividad diaria gira alrededor del campo que trabaja, se encuentra completamente vinculado a los rasgos físicos del paisaje como el relieve, el suelo, etc., y sobre todo se interesa profun
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damente por las condiciones variables de algunos fenómenos meteorológicos que producen efectos benéficos o desastrosos para sus cultivos.
Para el estudio del paisaje agrario el tipo de plantas de cultivo puede servir de punto de partida. Una primera distinción estriba en la presencia o no de plantas arbustivas o arbóreas. En el caso de que aparezcan únicamente cultivos herbáceos se hablará de campos desnudos.
Las parcelas dedicadas al cultivo de cereales constituyen un buen ejemplo de campos desnudos. Estos se encuentran ocupados por cereales, principalmente maíz, trigo, cebada, avena, etc., o se dejan en barbecho. Se trata de parcelas abiertas, es decir, sin cercaso setos que materialicen el derecho de propiedad. Este hecho puede ser muestra de una concepción colectiva de la explotación agraria.
En realidad, estas comunidades agrarias tratan de producir fundamentalmente cereales: maíz para la alimentación humana, cebada para alimentar el ganado que utiliza en su trabajo. Se dedican también a la explotación de pequeños rebaños de ovinos o de bovinos. Las parcelas abiertas permiten que los animales de estos hatos aprovechen libremente, sin limitación alguna, el material de las parcelas dejadas en barbecho.
La población suele estar dispersa, algunas veces se concentra en el poblado cercano a las áreas de trabajo. La existencia de agua en determinados puntos influye en su distribución, pero es tanto o más decisivo el sentido de trabajo colectivo de la comunidad rural y el íntegro destino del área circundante al pueblo, a la explotación agrícola y /o ganadera.
Se advierte un contraste paisajístico marcado entre la monotonía de las amplias superficies cultivadas en cereales, donde la población se encuentra concentrada y los sectores en los cuales predomina un paisaje variado de policultivos que presentan una distribución de casas dispersas o la agrupación de unas cuantas viviendas. El carácter familiar e individual de las explotaciones suele detectarse por la aparición de setos entre las diversas parcelas de sus propietarios. Se puede encontrar un buen número de formas en que se distribuye la población dispersa:
— Las aldeas y caseríos cuya unidad social está dada, desde la época colonial, por la iglesia o una demarcación semejante.
— Los caseríos de montaña, dotados de una compleja actividad agrosilvipastoril, con una unidad, física, social y económica que se enmarca con un vivo sentido comunal.
— La dispersión absoluta del habitat.
Las áreas de regadío tradicional aparecen acompañadas frecuentemente de un poblamiento disperso, lo que pone de manifiesto la importancia que pudo haber tenido su explotación por los mismos propietarios, mediante regímenes que implicaban una relación frecuente con la tierra y una relativa buena productividad.
El área de riego contrasta con la amplia superficie ocupada por los campos de temporal. Los canales y las acequias, en que se materializa la solución a los problemas de conducción y distribución de las aguas, configuran el marco del área regada. En el interior, las pequeñas parcelas, sometidas al cultivo intensivo, dan un sello peculiar a este paisaje.
En las áreas de riego recientes, las nuevas formas económicas y de instalación suelen dar una apariencia inédita al paisaje agrario. Los modernos patrones de cultivo se reflejan en la importancia de los cultivos ganaderos e industriales; en algunas áreas han cobrado importancia los frutales.
La segunda forma paisajística, netamente opuesta a los desnudos campos cerealeros, está representada por las parcelas arbóreas. En áreas de topografía accidentada son comunes los campos de agricultura de temporal con parcelas que aparecen rodeadas de cercas de piedra o de otros materiales que subrayan la propiedad y el carácter estrictamente individual o familar de las explotaciones y para impedir la entrada del ganado ajeno que destruya los cultivos.
En términos generales, se advierte en el paisaje agrario, un contraste muy marcado entre los extensos campos cerealeros abiertos y las parcelas arbóreas cercadas, características de una gran parte del territorio mexicano, principalmente en la parte central de la altiplanicie mexicana.
El papel del geógrafo en el estudio del paisaje agrario no es solamente el de realizar el análisis estructural del mismo, sino el de avocarse al estudio de su génesis y transformación; es decir, su evolución a través de diversas etapas históricas y los cambios socioeconómicos que ésta ha generado.
Morfología del paisaje agrario
Se ha podido constatar que en los estadios iniciales de la civilización, la ocupación del suelo se hallaba regulada por la organización social, la tribu,
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el clan, etc., imponían a los integrantes del grupo las actividades y la especialización dentro de una división del trabajo, así como la forma de trabajar la tierra, el ritmo de los cultivos, el sistema de caza, de recolección y la fabricación de artefactos. A medida que las técnicas progresaban, el individuo se iba apartando de esa estructura e iba aprovechando mejor las condiciones naturales que el medio le ofrecía, ocupando así los lugares más adecuados para realizar una actividad que le proporcionara excedentes que podía intercambiar o vender en el mercado.
“ Al principio el hombre utiliza el suelo sobre el que se encuentra tratando de sacar el máximo rendimiento recurriendo a medios mágicos y religiosos” 1. Los campos guardan, en algunos sitios, la huella de dos de las preocupaciones ancestrales de la humanidad: el pensamiento religioso y el pensamiento aritmético de trazo, que van unidos con frecuencia. Incluso, desligado de su sustrato religioso, el pensamiento impone al paisaje, a veces, sus categorías matemáticas espaciales. El sistema habitual de cálculo se traduce en las dimensiones dadas a las parcelas.
El análisis del diseño de los campos permite distinguir rápidamente trazos geométricos y trazos irregulares. En gran parte de los casos el investigador relaciona esos diseños con dos formas divergentes de sociedades rurales: una yuxtapone solamente individuos libres de sus actos y de practicar sus técnicas; y otra subordina los individuos al grupo que decide lo referente a las roturaciones, tipo y rotación de los cultivos.
En otras zonas, que presentan buenas condiciones agrícolas o que han estado ocupadas desde tiempos más remotos, se yuxtaponen parcelas análogas en un dibujo caprichoso, sin límites precisos, pero sin dejar espacios entre ellas. A veces este mismo paisaje de parcelas irregulares está determinado por la topografía local.
1 Oscar Lewis. Tepoztlán, un pueblo de México. Ed. Joaquín Mor- tiz, S.A. México, 1976. pp. 89-90. “ En algunos lugares, los campesinos se apegan a la tradición de que su semilla sea bendecida por el cura el día 15 de mayo, día de San Isidro. Para esa ceremonia, las mujeres escogen algunas de las mejores mazorcas y granos de frijol y de calabaza para llevarlos a la iglesia. Cuando se está quemando el incienso aparece el cura que bendice las semillas con agua bendita. El 29 de septiembre, día de San Miguel, llevan a la labranza varias cruces previamente bendecidas por el cura y las colocan a cada lado de la milpa a fin de que la protejan de los vientos fuertes. También colocan en los linderos del campo, maleficios que actúan contra los ladrones que se atreven a tocar tos granos ajenos; este ritual ha evolucionado hacia la materialización de los linderos de la propiedad con cercas, alambradas, etc.”
La hipótesis más sencilla atribuye esta disposición al esfuerzo individual de roturación. Cada uno se apoderó del suelo libremente, cultivó lo que pudo y rodeó sus campos de una cerca. Los que llegaron más tarde ocuparon los espacios libres, sin que nadie se procupara de ordenar las parcelas. Por el contrario, los campos bien trazados, paralelos entre sí, con frecuencia perpendiculares a la carretera o dispuestos en rectángulos, suponen un mínimo de organización colectiva, una roturación en común o al menos simultánea y ordenada. A veces, la dimensión del campo depende del sistema de trabajo que se practique. Las regiones en las que impera el trabajo dirigido y colectivo se caracterizan por la ausencia de cercas entre los campos. En esos campos, la custodia de los rebaños depende también del grupo y no del individuo.
Por el contrario en las regiones en que el individuo posee más importancia que el grupo, donde cada uno regula sus roturaciones según su deseo, los campos cercados se desarrollan rápidamente. No es raro que la transformación de un paisaje cercado se derive de la disociación de las primitivas comunidades del trabajo.
La forma social de grupo se traduce en el paisaje por la coincidencia de la unidad de trabajo y de po- blamiento. A veces el campo se halla circundado por una cerca o por caminos, la mayoría de las veces por una zona de baldíos, matorrales, etc., aislándose así de sus vecinos de un modo casi esquivo.
El grupo puede asentarse también sobre el principio e igualdad total; así, la comunidad estrictamente igualitaria pretende asegurar a todos sus miembros una perfecta identidad en la distribución de la tierra. Este ideal sólo puede alcanzarse completamente por medio de la unidad espacial y el trabajo en común; pero en ese caso no se manifiesta en la conformación del paisaje.
La herencia de la tierra y, por lo tanto, la reagrupación de las parcelas ha destruido las unidades espaciales comunales y la igualdad de las estructuras sociales. Más aún, el reparto inicial se basa con frecuencia en la desigualdad que la Reforma Agraria -en México y otros países latinoamericanos- ha tratado de atenuar. Original o adquirida, la desigualdad parece constituir la regla en la forma y tamaño de las parcelas. Sin embargo aprecian tres tipos principales:
1. La desigualdad generalizada y desordenada queyuxtapone parcelas grandes y pequeñas sin ordenaparente.
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2. La coexistencia de dos clases claramente opuestas, una pudiente y otra con pocos recursos, que se refleja frecuentemente en una maraña de pequeñas parcelas alrededor de los pueblos o de las villas, en contraste con los inmensos campos que se extienden en torno de las fincas de propiedad privada o de las construcciones de las antiguas haciendas.
3. Las parcelas de forma y tamaño regular en forma de bloques indican la afectación de una antigua propiedad privada como consecuencia de la aplicación de la Reforma Agraria (véase figura 1).
Figura 1. Aspecto que presenta un campo ocupado por parcelas regulares ejidales. Inm ediaciones de Juejotzingo, Pue.
En conclusión, se puede decir que el factor de modificación del diseño agrario se deriva en gran parte de la herencia de la tierra. Esta le imprime una nueva forma, ya sea que la tierra se haya cedido a un solo heredero o que se distribuya entre varios herederos o, en el caso extremo, que la tierra pase a poder de un grupo para ser repartida en parcelas iguales.
El paisaje cerrado o de cercas
El paisaje de cercas o cerrado, con campos irregulares corresponde a un tipo de organización indi
vidualista y con una economía basada en la explotación ganadera. Es frecuente en regiones de suelos pobres o de desigual fertilidad, en donde, debido a la topografía, escasean los buenos terrenos para la práctica agrícola.
Una de las características fundamentales del paisaje cerrado es la existencia de un habitat disperso. El propietario de la tierra aisla su campo y muchas veces construye su casa en los límites de la cerca o en sus alrededores. En otras ocasiones, los campesinos se agrupan en pequeñas rancherías que no poseen ningún órgano administrativo o religioso, o se instalan en aldeas en donde ya existe una capilla.
La cerca que delimita las propiedades puede ser construida o plantada, o ambas cosas a la vez. Existen cercas construidas con piedras superpuestas; también ésta suele estar formada por una hilera de árboles o arbustos o simplemente por un talud de tierra que se combina con una zanja. La cerca es necesaria, constituye una defensa contra los animales y protege los cultivos de los campos antiguos. Una vereda comunica con todos los campos, así nadie tiene que atravesar la tierra del vecino para cultivar su parcela.
En las zonas de campos con cercas construidas, la costumbre exige levantarlas a cierta distancia del límite verdadero, por tanto queda una franja de algunos decímetros entre ésta y el talud o la zanja. La cerca recorta el campo en mallas más o menos amplias. En los casos más simples, sólo existe una cerca en el perímetro de un ejido, de una propiedad comunal o de una pequeña propiedad.
Existen campos cercados, muy irregulares, en los que no se puede encontrar ninguna linea directriz; otros, siguen algunos rasgos físicos del terreno tales como los meandros de un río o arroyo, o las sinuosidades de una cima; pero casi siempre coexisten con campos trazados a cordel que perfilan rectángulos más o menos regulares y simétricos, (véase figura 2).
Aun cuando cada uno trabaja la tierra libremente, existe, en ciertas zonas, un convenio de colaboración para realizar las labores del campo, ya sea por deber moral (padrinos, compadres, etc), o por intercambio de servicios como el tequio de Oaxaca.
En México las cercas que limitan las propiedades son de materiales diversos. A manera general se construyen con los elementos que abundan en la zona: piedras calizas, material volcánico, pizarras, cantos rodados, etc. En regiones áridas, donde abundan cactáceas y plantas espinozas, las cercas se construyen con estos vegetales; ya sea que éstos se planten o
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que se obtengan de varas secas de pitahayos, chicos, ocotillos, etc. La cerca construida con magueyes, órganos y nopales es típica de los paisajes semiáridos del altiplano. El maguey se utiliza no sólo para delimitar la propiedad sino también para detener la erosión, sobre todo en los terrenos de fuerte pendiente en donde se construyen terraplenes escalonados. En estos campos las cercas de las casas también son hechas con plantas espinosas y cactáceas.
Figura 2. Aspecto de un campo de cercas. Inmediaciones de Amealco. Qro.
Otras veces se limitan las propiedades con árboles y arbustos que se alinean a lo largo de los canales de riego y, en los casos más simples, se levanta un talud de tierra como de 50 centímetros de la superficie. Estas cercas realizan una doble función pues además de limitar las propiedades impiden que el ganado paste en terrenos vecinos, destruya las cosechas o salga fuera de la propiedad.
En la mayor parte de la altiplanicie mexicana el hombre mantiene una actitud de defensa de su propiedad por medio de una cerca, aunque ésta sea simbólica. Este comportamiento tiene un origen en la tradición, por imitación y debido a factores psicológicos de inseguridad que le han sido transmitidos a través de varias generaciones.
Muchas veces, la dualidad campos abiertos-cercas refleja el contraste topográfico entre partes planas y accidentadas; así, en los valles es frecuente observar los campos abiertos en parquet, mientras que los campos con cercas irregulares recubren las colinas y vertientes de las montañas. Cuando el hombre utiliza las vertientes lo hace con el fin de facilitarse el trabajo, acondicionándolas por medio de terrazas reforzadas con piedras o simplemente labrando gradas en las vertientes, protegiéndolas con magueyes para evitar que el suelo se deslice fácilmente (véase figura 3).
Sin embargo, llama poderosamente la tención observar parcelas cultivadas en áreas de fuerte pendiente, sin protección alguna, en las que lógicamente el poco suelo utilizable se escurre por las laderas dando lugar a un paisaje pedregoso que se abandona, dejando huellas permanentes de una utilización efímera.
Figura 3. En esta fotografía se ejemplifica la dualidad: campos abiertos- cercas. Inm ediaciones de San M artín Texm elucan, Pue.
El paisaje de campos abiertos
En el paisaje de campos abiertos, sin cercas (open field en lengua inglesa), la tierra se cultiva en parcelas que adoptan con frecuencia formas alargadas, tiras o bandas, dispuestas paralelamente entre sí, formando grandes conjuntos llamados polígonos.
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En México existen campos abiertos con diseño de forma rectangular. Muchas veces una vereda o un camino delimitan los polígonos, o también es común que se levante un surco de algunos decímetros por arriba del polígono contiguo. Las parcelas de polígonos vecinos se trazan paralelas o, por el contrario, perpendiculares entre sí. En este caso constituyen un paisaje de campos abiertos en parquet, según Derruau.2
El paisaje de campos abiertos puede presentar otras formas, ya que a veces ocurre que el diseño de todo un grupo de parcelas se flexione formando un semicírculo, lo que sucede si se sigue la forma de un meandro o se tiene que salvar un determinado obstáculo. Pero cualesquiera que sean las variedades que descubre el análisis en la forma de los campos, éstos se caracterizan siempre por una cierta regularidad en el diseño de las parcelas.
Los rasgos fundamentales del paisaje de campos abiertos, según la importancia de los mismos, son los que se citan a continuación:
1). existencia de parcelas de formas alargadas o rectangulares;
2). agrupación de las parcelas polígonos;
3). división de los campos en hojas;
4). animales que pacen indistintamente en todas las tierras de las hojas;
5). existencia de un pastor comunal;
6). trabajo en común, el que no siempre se realiza y
7). habitat agrupado. Las casas se agrupan en conjuntos; muchas veces cuentan con un huerto o corral para la cría de aves y cerdos y para guardar los animales durante la noche.
La forma de parcelación es uno de los rasgos característicos del paisaje agrario. Las parcelas de un mismo explotador no siempre presentan continuidad; cada uno puede disponer de uno o varios campos en cada polígono o hasta en diferentes polígonos del área municipal. En las distintas hojas se practica la rotación de cultivos, que puede ser bienal o trienal; un año se cultivan cereales, otro año se queda la tierra en barbecho o se cultiva una leguminosa. En todo caso, los paisajes de campos abiertos parecen consagrarse principalmente a la economía cerealera.
2 Max Derruau, Tratado de Geografía Humana. Editorial Vicens-Vives. Barcelona, 1964. p. 231.
El habitat
Uno de los elementos distintivos del paisaje es el habitat: forma, disposición, dispersión o concentración, elementos que determinan las bases para su clasificación.
Para el geógrafo, habitat significa la porción del espacio habitado, ocupado por las casas y sus dependencias 3 . El habitat es la forma en que están distribuidos los lugares habitados en el interior de un espacio geográfico. La definición de habitat rural fue concebida incinialmente, por oposición a la de habitat urbano, sobre bases cuantitativa.
El habitat rural, cualquiera que sea su tipo, admite una clara y precisa definición: es aquella forma de poblamiento nacida para la explotación del suelo agrícola y como asociación de campesinos, casas y campos de cultivo. En cambio, para definir el habitat urbano existen diferentes formas de definirlo. Estadísticamente se han manejado diversos límites cuantitativos, 2 500,10 000 o 15 000 habitantes, pero estas cifras no son universales. Para los economistas la función y la actividad económica son los elementos fundamentales para diferenciar la ciudad de las formas del habitat rural; esto significa que define un habitat urbano en su actividad industrial y comercial y su dependencia del campo. Para el sociólogo la ciudad supone un grado complejo de civilización y organización de la sociedad. De esta manera se pueden ir citando las ideas de filósofos, historiadores, etc., cuyo interés particular queda plasmado en la definición emitida a este respecto.
Se puede decir que la ciudad es la forma más perfecta y evolucionada del paisaje humanizado de un espacio geográfico, cuyas características naturales han sido profundamente alteradas por la obra del hombre traducida en cultura. Como paisaje humanizado, la ciudad, geográficamente, es la expresión material de las actividades y funciones desarrolladas por los hombres que en ella viven y del grado de organización social y de cultura alcanzado por éstos.
El estudio del habitat rural comprende dos partes, el de la vivienda y el de las formas en que las casas se agrupan en aldeas, ranchos, pueblos y otras formas de concentración, o en caseríos dispersos que es lo que propiamente constituye el habitat rural.
3 Esta definición es desde el punto de vista de la geografía humana, ya que habitat en ecología, se define como el lugar donde vive y reside un organismo y que también es estudiado, pero como unidad del habitat geográfico.
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El problema más difícil de solucionar es el de determinar las diferencias entre habitat disperso y concentrado. En regiones de habitat disperso se observan las casas aisladas unas de otras que, en ocasiones, se aproximan en pequeños grupos más o menos abiertos constituyendo los caseríos. Por el contrario, en regiones más densamente pobladas las casas se agrupan en bloques más o menos cerrados formando villas o pueblos. En el habitat concentrado las casas se aproximan en la misma medida en que parecen distanciarse de la tierra cultivada y, por el contrario, en el habitat disperso las casas se separan para buscar el contacto con el campo.
Figura 4. Habitat rural concentrado en pueblos en el Valle de Puebla.
El paisaje cambia de acuerdo con la forma del habitat. En torno a las casas concentradas en el pueblo, los terrenos aparecen unidos, existe mayor uniformidad de cultivos, la red de caminos se muestra más organizada y coherente, con tendencia a la forma radial. Por el contrario, en la medida en que las casas estén más dispersas, el campo ofrece mayor diversidad y discontinuidad, terrenos fragmentados, parcelas defendidas por hileras de árboles, arbustos y bardas, además de una aparente complejidad e inconexión de la red de caminos.
la población: agrupación o dispersión, densidad de los lugares habitados, orientación de las casas, materiales utilizados en la construcción de las mismas, etc. Dentro de los mismos se incluía el estudio de los habitantes que viven en el campo y que, en la mayoría de los casos, obtienen su sustento del mismo.
Muchos de los sitios escogidos por nuestros antepasados para el establecimiento de los primeros asentamientos fueron lugares naturalmente favorecidos para asegurar la supervivencia y la seguridad del grupo. Es así como numerosos núcleos de población se instalaron al pie de laderas montañosas, sobre abanicos aluviales, en contacto con la capa impermeable de base que determina el nivel de los manantiales y que asegura el suministro de agua. Otros grupos se instalaron a orillas de ríos y lagos, en donde tenían asegurado el sustento. Muchas de las grandes ciudades fueron edificadas de esta forma, por ejemplo: la Ciudad de México y el Cairo, entre otras.
Los principales factores que concurren en el desarrollo del habitat rural agrupado son factores sociales e históricos; es decir derivados de las circunstancias que rodean la vida sedentaria de los grupos humanos y de los factores sociales y económicos, que se originan en la estructura social de los mismos grupos y de la forma de organización de las explotaciones.
El individuo4 se agrupa para protegerse de las condiciones adversas del medio incluyendo el ataque de los animales peligrosos o para defenderse de los malhechores. El aislamiento implica inseguridad. Son también fundamentales las formas de organización social en el momento en que se establece una población. La estructura de tipo patriarcal implica, automáticamente, la residencia en grupo como tal. Los vínculos entre la estructura social y la forma de residencia son tanto más fuertes cuanto qué, en la propia organización del trabajo, ciertas modalidades de acción colectiva determinan el sistema de asentamientos del grupo.
En la época prehispánica el caJpuiaUi, organización de los grupos indígenas de la Mesa Central, ofrece un buen ejemplo de la cohesión entre la estructura social y la forma colectiva. El lazo consanguíneo constituye una de las características del calpulU primitivo, aunque fue el espacio territorial lo que determinó su unidad económica y política.
La influencia de las condiciones económicas y sociales sobre la distribución y forma del habitat es variable. Todo régimen señorial: federalismo, hacienda,
Los primeros estudios de habitat rural se realizaron tomando como base el modo de repartición de
4 En esta acepción, individuo significa familia nuclear: esposo, esposa, e hijos; se da por hecho que el hombre es un ser social.
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etc., que comporta la subordinación de los campesinos a los propietarios de la tierra, implica la necesidad de control de la mano de obra por parte del “ señor” cualesquiera que sean las formas de trabajar la tierra (plantaciones, haciendas, latifundios, etc.), mediante cuadrillas de vasallos y/o de peones que se encuentran acasillados dentro del casco o límite de la propiedad señorial. Este control se ejerce en el seno del agrupa- miento rural y no tolera el aislamiento residencial.
En México, cuando se desintegra el latifundio representado por las grandes haciendas porfirianas a causa de la aplicación Agraria (1915), se produce, en la mayoría de los casos, una dispersión del habitat como una manifestación de la liberación de los campesinos que se encontraban acasillados; así el ejido impulsa la dispersión.
“ En una economía agrícola indivudualista, ciertas condiciones de propiedad o explotación pueden engendrar determinadas tendencias de distribución. La dispersión de las parcelas trabajadas por cada familia favorece el agrupamiento de la población en torno de un núcleo que posee ciertos servicios elementales que es, al mismo tiempo, un centro de convergencia de caminos desde el cual es fácil desplazarse a cada parcela” 5.
De este modo, en las sociedades primitivas se establecen dos tipos de habitat: el agrupado y el disperso. A este respecto P. George (1964)6 expresa: “ ...el pueblo, el habitat agrupado, representa la forma umversalmente extendida de la residencia de poblaciones rurales. La presencia de un habitat disperso es un hecho regional que debe ser explicado mediante factores físicos e históricos propios de la región.”
Ninguna de las formas de habitat predomina a escala mundial, sino que lo hace, en gran número de casos, en forma de habitat distribuido en pueblos máso menos masivos, con dispersión intercalar o marginal.
El poblamiento del agro mexicano presenta en la actualidad una marcada tendencia a la dispersión. Como factores determinantes de esta situación se mencionan: el régimen de tenencia de la tierra y el tipo de economía rural. En algunas regiones de México las etapas de poblamiento rural están íntimamente relacionadas con la conquista de la tierra mediante la implantación del riego. A este respecto, Palerm y Wolf (1972)7 comentan: “ La civilización urbana de me-
5 Pierre George. Compendio de Geografía Rural. Editorial Ariel, Barcelona, 1964, p. 185.
6 P. George. op. d t., p. 192.
7 Angel Palmer y E. Wolf. Agricultura y civilización en MesoaméricaSep. Setentas, No. 32. Secretaría de Educación Pública, México 1972,p. 29.
zoamérica no pudo nacer ni desarrollarse en una zona de agricultura de roza, es dudoso que se originara aunque pudo desarrollarse con algún éxito en una región de agricultura exclusiva de barbecho; es casi seguro que la cultura urbana nació y se desarrolló primero en lugares de agricultura de regadío y que desde ahí se difundió8.
En general, la población rural de México se caracteriza por un habitat de dispersión intercalar; es decir, un caserío se forma cuando, alineadas sobre la vereda o camino principal, se construyen, muy cerca unas de otras, varias casas de campesinos, entre las cuales se establece una tienda de provisionamiento de mercancías de primera necesidad. De esta manera han surgido y crecido numerosos poblados de nuestro agro que más tarde se desarrollan convirtiéndose en pueblos o villas.
Para calcular el agrupamiento o dispersión del habitat A. Demangeon utiliza el índice de dispersión (I):
(I) = P x n
pt
donde: p = población total de los lugares, n = número de lugares9 p t= Población total del área a calcular
Cuanto mayor es el número de lugares habitados y más fuerte la proporción de población no concentrada en la cabecera, más alto es el índice. Si toda la población se agrupa en la cabecera el índice es igual a cero.
Esta fórmula es aplicable, con garantía de acierto, cuando la extensión de las divisiones administrativas (municipios) es homogenéa; pero si éstas son senci- blemente diferentes, la formula puede conducir a resultados erróneos ya que no entra en juego el área superficial de las unidades administrativas.
Cuando se examina la forma de repartición del habitat no basta con describir y explicar el grado de agrupación o dispersión, es preciso analizar las diversas formas en que las aglomeraciones han ocupado el espacio.
La configuración que toman los pueblos puede depender de los sitios escogidos para emplazamiento. Así el pueblo situado al pie de una vertiente se prolonga sobre una curva de nivel; el pueblo situado junto a una carretera se presenta alargado, al menos en sus
* Citado en M. Derruau, op. cit., pp. 384-385.
9 Se llama lugar a todo punto habitado que no es cabecera municipal.
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orígenes, ya que puede suceder que posteriormente se extienda en calles perpendiculares a la carretera y adopte así un aspecto de habitat apiñado. Muchas de estas formas pueden explicarse por su génesis. Un pueblo formado de una sola vez presenta un aspecto más geométrico que una aglomeración cuyo crecimiento ha sido a lo largo y en forma discontinua.
Debe aclararse que aquí se utiliza el término “ pueblo” de manera general, ya que , pudiera tratarse de una villa o de una aldea, etc; pero en el agro mexicano, genéricamente se llama pueblo a todo habitat agrupado, sin importar su categoría política.
Al analizar los diversos tipos de pueblos debe tenerse en cuenta varios hechos: la posición que guarda el pueblo dentro del espacio agrícola; la dimensión del mismo atendiendo a número de casas y habitantes; el diseño y la organización, desde el punto de vista social, de la estructura agraria y de los sistemas de cultivo, así como las relaciones entre la casa y el tipo de agricultura regional.
Por otra parte, hay que señalar que no todos Ios- pueblos tienen la misma función. En todos ellos existe una proporción variable pero importante de campesinos; pero algunos constituyen las cabeceras municipales, en cuyo caso desarrollan una diversificación de las actividades económicas y sus funciones pueden ser más variadas: comerciales, artesanales, etc., además de que cuentan con una serie de servicios como agua, luz, teléfono, clínica rural, etc.,
por lo cual sería conveniente analizar la estructura profesional y social de los pueblos.
La forma de los pueblos no sigue un patrón fijo, lo mismo se puede encontrar un trazo regular en las parcelas, con una concentración del habitat a lo largo del camino real que un habitat abigarrado sin ningún lineamiento más que el que le confiere el relieve, o bien un habitat semidisperso con parcelación irregular.
Sin embargo, todos los pueblos independientemente de la forma y distribución que adopten tienen un centro cívico-ceremonial que está constituido por el jardín, en uno de los costados se encuentra la presidencia municipal así como la iglesia. En las calles que circundan este centro “ ceremonial” se instala, desde la época prehispánica, el tianguis o mercado, en un día fijo de la semana10.
Desde el punto de vista de la geografía humana, es más importante la acción del hombre como modelador del espacio geográfico, que la simple conformación de los pueblos, ya que ésta no da idea más que de un hecho que puede tener diversas explicaciones, pero que no va más alia de una tipificación abstracta. En cambio, al analizar las funciones de los pueblos, inmediatamente se aborda la dinámica del espacio y de esta manera puede surgir la comparación entre la forma de vida de cada espacio y las repercusiones que éstas tienen en la estructura general del paisaje agrario.
10 Luis Fuentes Aguílar. “ El paisaje en el piedemonte poblano de los volcanes Popocatépell e Iztacihuatl’’. Boletín del Instituto de Geografía, UNAM. Vol. VI, México, 1975. pp. 110-112.
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BIBLIOGRAFIA
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Palerm, A., Wolf. E., 1972. “Agricultura y Civilización en Mesoamérica”, Secretaría de Educación Pública, Col. Sepsetentas, núm. 32, México, pp. 29.
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